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4 - Belgrano
4 - Belgrano
ISSN: 1853-7596
Vol. XI, n. 18, 2021 (julio-diciembre), pp. 45-67
Mateo Belgrano
Universidad Católica Argentina Recibido: Julio 2021
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas Aceptado: Septiembre 2021
mateobelgrano@uca.edu.ar
Resumen
En este trabajo me propongo analizar una nueva estrategia de control y normalización
que se presenta en el mundo capitalista del siglo XXI: lo visual. La tesis que pretendo
defender es que las imágenes configuran subjetividades. Es evidente que las nuevas
tecnologías han multiplicado los accesos a las imágenes. Pero los avances de la técnica
no sólo aumentan el acceso, sino que habilitan la producción, ya que cualquiera puede
producir y difundir imágenes. Cada uno es “libre” de subir aquello que quiera. Pero, ¿no
existe una cierta obligación social de siempre mostrarse en las redes? ¿y no hay, al
mismo tiempo, ciertos modos uniformes y homogéneos de presentarse en ellas? Estas
investigaciones se enmarcan en los aportes de la biopolítica, o lo que llamaré una
“iconopolítica”.
Palabras clave: iconopolítica, subjetividad, imagen, poder.
Abstract
In this work I propose to analyze a new control and normalization strategy that is
presented in the capitalist world of the 21st century: the visual. The thesis that I intend
to defend is that images configure subjectivities. It is evident that new technologies have
multiplied access to images. But advances in the technique not only increase access,
they also enable production, since then anyone can produce and disseminate images.
Everybody is "free" to upload whatever he or she wants. But, isn't there a certain social
obligation to always show up on social media? And are there not, at the same time,
certain uniform and homogeneous ways of presenting oneself in them? These
investigations are framed in the contributions of biopolitics, or what I will call an
“iconopolitics”.
Keywords: iconopolitics, subjectivity, image, power.
Esbozos de una iconopolítica en el siglo XXI
1. Introducción1
En 2006 la revista Time consagró como personaje del año a “Usted”. En la
portada se podía ver la pantalla de un ordenador donde decía You, con un
subtitulo que rezaba: “Sí, usted. Usted controla la era de la información.
Bienvenido a su mundo” (Figura 1). Times buscaba hacerle un reconocimiento a
las millones de personas que generaban contenido en los distintos sitios del
momento, como Wikipedia, YouTube, MySpace, Flickr, Facebook, entre otros.
Así lo dice la nota principal: “por tomar las riendas de los medios de
comunicación globales, por fundar y enmarcar la nueva democracia digital, por
trabajar por nada y vencer a los profesionales en su propio juego, la Persona del
año de TIME para 2006 eres tú” (Grossman, 2006). Los avances tecnológicos y
el desarrollo de las redes sociales permitieron que cada uno pueda crear sus
películas, producir sus imágenes, escribir sus ideas y, al mismo tiempo,
distribuirlas por todo el globo con un click y un feedback instantáneo. Se trata
de “empoderar a los consumidores individuales”, se afirma en el mismo número
de la revista Time (Howe, 2006). Han pasado ya quince años desde esta portada
del Time y del boom de YouTube y Facebook. ¿Podemos decir realmente que
estas redes nos han empoderado? ¿podemos continuar sosteniendo que la
aparición de estos fenómenos significó el comienzo de una democracia digital?
¿somos nosotros los protagonistas de esta era digital? Sin meterme en sucesos
tan evidentes como el escándalo de Cambridge Analytica, en este escrito
propongo pensar mecanismos de control mucho más sutiles que se dan en las
redes sociales y que nos constituyen y moldean como sujetos. No me interesa
aquí examinar el negocio detrás de las redes sociales, la recolección de datos
que luego se vende a empresas que forman perfiles de usuarios. Lo que me
interesa es ver cómo se transforma desde las redes sociales el comportamiento
de un individuo, cómo se constituye una subjetividad en el mundo digital,
particularmente desde lo visual. O, como dice Gilles Deleuze, descubrir para
qué se nos usa (Deleuze, 2006, p. 121). Obviamente que ambos aspectos se
encuentran vinculados: para tener la mayor cantidad de data posible, deben
mantener al usuario el máximo tiempo posible conectado y compartiendo
información. Y el anzuelo que nos mantiene siempre en línea es la sucesión
infinita de imágenes. Es evidente que las nuevas tecnologías han multiplicado
los accesos a las imágenes. Cualquier pintura, escultura, fotografía o meme está
al alcance de Google. Pero los avances de la técnica no sólo aumentan el acceso,
sino que habilitan la producción. Desde que Apple puso una cámara en el
teléfono celular, cualquiera puede producir y difundir imágenes. Cada uno es
“libre” de subir aquello que quiera. Pero, ¿no existe una cierta obligación social
1
Le agradezco al Dr. Martín Grassi su atenta lectura, sus recomendaciones y
correcciones, y, sobre todo, porque este escrito es fruto de los siempre enriquecedores
diálogos con él.
2. Un abordaje iconopolítico
Estas investigaciones se enmarcan en los aportes de la biopolítica. Se
presupone que el sujeto, al decir de Foucault, es un “sujeto sujetado”. Esto
quiere decir que el individuo no se autodetermina desde una libertad absoluta,
no es una mónada que se produce a sí misma. Foucault busca romper con la
imagen de un sujeto absolutamente autónomo y consciente para mostrar que en
realidad el individuo está determinado por “tecnologías de poder” que nos
constituyen como sujetos. El individuo se presenta como un efecto del poder.
de sus hipótesis centrales es que en el siglo XIX cambian los modos en que se
castiga al que delinque. Si antes se castigaba por medio del dolor físico, en el
siglo siguiente se encarcela a los criminales en un establecimiento donde se
regula su comportamiento hasta el mínimo detalle: horario para despertarse,
oración, momentos de trabajo, dieta, educación, momentos recreativos y de
descanso, inspecciones higiénicas, etc. Se regula y norma la vida en todos sus
detalles buscando corregir y curar. Este cambio en la forma de castigar implica
que ya no se busca torturar el cuerpo, sino transformar el alma. “A la expiación
que causa estragos en el cuerpo debe suceder un castigo que actúe en
profundidad sobre la razón, el pensamiento, la voluntad, las disposiciones”
(Foucault, 2014, p. 26). El objetivo final es producir subjetividades que,
mediante el autocontrol normalizado y modelado, se controlen a sí mismos.
bien, no hay una única torre, sino muchas. Y por eso es sumamente eficaz:
todos son vigilados por todos lados, desde todas partes. Al subir una foto o un
video a las redes nos ponemos ante miles de ojos que legitiman o no nuestro
comportamiento con un “me gusta”. Todos somos vigilados, todos somos
vigilantes. La vigilancia se democratiza. Volviendo a Mathiesen, encontramos
un modelo perfecto “sinóptico-panóptico”. Lo propio del panóptico clásico era el
ver sin ser vistos. Aquí, en cambio, no hay un ojo central que mire a los
presidiarios. Mientras que en el modelo de Foucault el control se da por el
aislamiento de los sujetos, según Han, hoy el control se da por la
hipercomunicación. Se ha creado la necesidad de exponerlo todo, de compartirlo
todo. Y al exhibirnos, todos quedamos bajo la mirada de todos los demás. “El
exhibicionismo y el voyerismo alimentan las redes como panóptico digital. La
sociedad del control se consuma allí donde su sujeto se desnuda no por coacción
externa, sino por la necesidad engendrada en sí mismo” (Han, 2012, p. 89). Es
decir, el gran logro de este modelo, según Han, es que todos lo alimentamos
bajo la ilusión de una aparente libertad. Todos participamos en la construcción
y el mantenimiento del panóptico digital habitando las redes, subiendo,
compartiendo, likeando. Según Han no encontramos en este modelo una
instancia dominadora o explotadora, como pueden ser las instituciones sociales
en Foucault, sino que lo que lo rige es una lógica de explotación de uno mismo.
Somos nosotros mismos los que nos exigimos cumplir con las metas e ideales
que se nos imponen. Esta explotación es mucho más eficiente, porque lejos de
sentirse dominado por otro, uno siente que su situación es producto de su
propia voluntad. “Libremente” nos entregamos a la arena digital de lo visible y,
por lo tanto, al control.
2
Terry Smith (2003) introdujo el concepto “iconomía” (iconomy), que supone analizar los
intercambios visuales entre personas, grupos y culturas, que pueden ser intercambios coercitivos,
3
Es preciso aclarar que Gell no habla de “imágenes” sino de objetos o índices.
4
Kenneth Goldsmith contra argumentaría que el mundo digital, lejos de ser un reino meramente
visual, es un mundo por antonomasia textual (Goldsmith, 2015, p. 55). Desde Whatsapp, el correo
electrónico, los blogs, hasta el código sobre el que se monta todo lo que vemos en Internet, todo
supone el lenguaje escrito. Ahora bien, hay que diferenciar entre la escritura, digamos,
interpretable por la mayoría (como un mail) y el código de programación de los contenidos que
consumimos en el ámbito digital. Es cierto, Internet funciona gracias a esa base textual, pero esa
base pura es imposible de leer para la mayoría de los mortales y para que pueda ser leída,
interpretada y que ejerza ciertos efectos ese código debe ser traducido. Esa traducción, en los
últimos tiempos, es cada vez menos a una lengua natural, y cada vez más a imágenes.
transforma en un objeto estético. Cualquier foto con un buen filtro nos vuelve
fotógrafos. Cuando encuentras una puerta antigua, un enano jardín, un buen
atardecer, y le agregas un buen filtro, estás a un click de convertirte en artista.
Es lo que se llama la estetización de lo cotidiano. Todo se vuelve estético, todos
se vuelven artísticamente creativos.
5. Guerrilleros en la pantalla
En 1967 Umberto Eco, ante el nuevo poder de los medios tradicionales de
comunicación (la radio y la televisión), proponía una solución: la guerrilla
semiológica. “Es preciso ocupar, en cualquier lugar del mundo, la primera silla
ante cada aparato de televisión (y, naturalmente, la silla del líder de grupo
ante cada pantalla cinematográfica, cada transistor, cada página de periódico)”
(Eco, 1996, p. 143). Es decir, lo que Eco propone es que la audiencia tome las
riendas de lo que consume en los medios, que sea capaz de controlar el mensaje
y sus posibles interpretaciones. Guerrilleros ante la pantalla. El “ante” supone
una separación, un alejarse. La televisión es lo que se encuentra delante y de lo
cual puedo distanciarme para poder discernir el mensaje. ¿Podemos hoy tomar
distancia de las pantallas? Hoy el mundo funciona gracias los smartphones y es
imposible prescindir de ellos. Allí me llegan los mails de trabajo, hago las
compras, realizo las operaciones bancarias, etc. Nuestra exposición a las
pantallas es permanente y no parece viable dejarlas a un lado para sobrevivir
en este mundo. Naturalmente, como dice Eco, es preciso ser guerrilleros ante
las pantallas, discernir críticamente aquello que se me presenta frente a mis
ojos, pero también es necesario una guerrilla en las pantallas. Como sostiene
Flusser (2015), los nuevos revolucionarios serán “imaginadores”, productores de
imágenes, fotógrafos, diseñadores, directores de cine, programadores y miles de
usuarios que buscan “politizar’ las imágenes a fin de crear una sociedad digna
de hombres” (p. 96) y así romper con nuestra alienación visual.
Imágenes
Figura 1
Portada de la revista Time, 2006, vol. 168, nro. 26.
Figura 2
Velázquez, Diego, La Venus en el espejo, pintura al óleo, 1647, 1,22 cm x 1,77 cm.
Figura 3
Fotografía de La Venus en el espejo vandalizada.
Figura 4
Portada de Paris Match, nro. 326, julio de 1955.
Figura 5
Foto tomada del perfil de Instagram @lilmiquela
Figura 6
Foto tomada del perfil de Instagram @instagranniepants
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