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LA HISTORIA
EN PRÁCTICA TERCERA EDICIÓN

LUDMILLA
JORDANOVA
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Historia en Práctica
Tercera Edición

LUDMILLA JORDANOVA

Traducido por
Paulina Sáez P.
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Para Alix, con mi amor y admiración


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Índice

Agradecimientos 5

Nota para los lectores 7

Introducción 9

Capítulo 1: La Historia en general 18

Capítulo 2: Mapeando la disciplina de la Historia 36

Capítulo 3: La Historia en las Humanidades 55

Capítulo 4: La Historia en las Ciencias Sociales 78

Capítulo 5: El estatuto del conocimiento histórico 98

Capítulo 6: Periodización 115

Capítulo 7: Historia pública 132

Capítulo 8: Las habilidades de los historiadores 152

Capítulo 9: La Historia en la era digital 171

Capítulo10: Tendencias 188


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AGRADECIMIENTOS

Estoy profundamente agradecida de todos los que han colaborado en esta edición, y en las dos
anteriores. Se ha añadido un capítulo sobre "historia digital" y un estudio más amplio de las
disciplinas cercanas a la historia. Se ha revisado el texto, especialmente el último capítulo sobre
"Tendencias". Se han modificado varias características del libro y se ha simplificado su estructura.
También se ha renovado el diseño. Agradezco a la Academia Bloomsbury por su compromiso con
Historia en Práctica y el cuidado que su personal ha puesto en la creación de la tercera edición. Mi
agradecimiento a Frances Arnold, Emily Drewe, Rhodri Mogford y Helen Tredget, mis editores en
Bloomsbury, que han sido pacientes y me han apoyado, al tiempo que me han instado a seguir
adelante. Los revisores anónimos hicieron comentarios constructivos, por lo que les doy las gracias.

Dado que el contexto, es fundamental para la práctica histórica reconocer los dos entornos que han
dado forma a esta edición: el Departamento de Historia del King's College de Londres y el
Departamento de Historia de la Universidad de Durham. Espero que mis colegas y estudiantes, que
han compartido su trabajo y han proporcionado inspiración, así como valiosas ideas, sepan cuánto
aprecio su ayuda y estímulo. Más allá de mis dos recientes hogares académicos, he recibido la
amable ayuda de muchas personas, que me han proporcionado referencias, ideas e información; a
todas ellas les pido que reciban mi más sincero agradecimiento.

Los ámbitos profesionales más diversos también son importantes: trabajar con el Grupo del Museo
de la Ciencia desde 2011 ha sido un privilegio extraordinario. El personal, los objetos, las
exposiciones y las muestras, así como los propios lugares, estimulan la reflexión sobre lo que queda
del pasado y cómo se presenta e interpreta. Me he beneficiado enormemente del trabajo con el
equipo de Culture Durham, que cuida, exhibe y defiende las ricas colecciones de la Universidad de
Durham. Keith Barlett y sus colegas han sido un apoyo maravilloso, abierto y entusiasta. Es un
placer incluir objetos de estas colecciones entre las ilustraciones. En la elección he contado con la
ayuda de Craig Barclay, Rachel Barclay, Francis Gotto, Mike Harkness, Richard Higgins, Sarah
Price y Michael Stansfield. Es un placer reconocer el trabajo del personal de la Biblioteca Nacional
de Escocia en Edimburgo, que ha sido servicial y paciente mientras les exigía mucho mientras
trabajaba en esta edición.

Los alumnos de Durham, del curso de La historia y sus Audiencias (2013-15) me ayudaron a pensar
en los temas tratados en esta edición. Uno de ellos, James West, tuvo la bondad de aconsejarme
sobre el desastre del fragmento de Hillsborough con el que termina el libro. Richard comentó un
borrador del capítulo 9; su estímulo durante muchos años ha sido invaluable. Agradezco
especialmente a Joyce Cairns que me haya permitido utilizar su cuadro en el capítulo 10.

Durante la preparación del libro he sido muy consciente de la reciente pérdida de dos grandes
historiadores. Joyce Appleby, fallecida en diciembre de 2016, fue una querida amiga y sabia
mentora durante casi cuarenta años. Hecho de menos su insistente curiosidad, su sólida
conversación, su apasionado compromiso intelectual y político con el mundo y su incansable apoyo.
Con la repentina muerte de Christopher Bayly en abril de 2015, hemos perdido a un historiador por
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el que, como tantos otros, siento una inmensa admiración, Sus escritos abren vías de reflexión sobre
el pasado que son a la vez generosas, abiertas y precisas. Remaking the Modern World 1900-2015 -
su último regalo- apareció justo cuando este libro se estaba imprimiendo.

Tengo una deuda única con mi hija y compañera historiadora Alix Green, a quien dedico esta
edición. Ella me ha presentado muchas ideas e inquietudes nuevas; nuestras conversaciones a lo
largo de los años han sido una fuente de alegría e inspiración. Mi más sincera gratitud va dirigida a
los amigos cercanos y a la familia, y sobre todo a Howard Nelson. Espero que sepan lo mucho que
valoro su capacidad para difundir el buen humor, el disfrute de las cosas cotidianas y su sentido de
la diversión.

Ludmilla Jordanova
Durham, Edimburgo y Bewile
Otoño 2018
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NOTA PARA LOS LECTORES

Historia en Práctica aborda los procesos a través de los cuales se elabora, utiliza y transforma el
tipo de conocimiento llamado "historia". Deja muchas cosas sin resolver porque no puede haber
respuestas sencillas a muchas de las problemáticas planteadas. La materia de la historia es un
ámbito muy amplio y no pretendo abarcarlo todo, ya que sería imposible. Espero que mi entusiasmo
por el tema sea una pequeña compensación por las limitaciones de este volumen. He procurado
adoptar un tono positivo y evitar el uso de casos negativos para ilustrar puntos clave. En la relativa
intimidad del seminario o la tutoría, podemos desmontar el trabajo de otros y sugerir cómo podría
hacerse de otra manera. En una obra de este tipo es mejor evitar los ejemplos negativos. Es un
placer citar trabajos históricos ambiciosos e influyentes y reconocer los logros intelectuales de
buenos historiadores, llamar la atención sobre la amplia diversidad de actividades históricas e
intentar transmitir las alegrías que aportan a los profesionales.

Al explicar los tipos de argumentos que siguen, debo dejar claro lo que no hace este libro. Por
ejemplo, no se trata de la filosofía de la historiografía, que examina y evalúa la naturaleza de los
argumentos, el uso de conceptos, teorías y pruebas en los escritos históricos. Inevitablemente
tocaremos estos temas, especialmente al considerar el estatus del conocimiento histórico, pero no
son centrales en el libro. Tampoco estoy respondiendo a los desafíos del posmodernismo o de
cualquier otro marco teórico. Aunque intento transmitir cómo ha cambiado la práctica de la historia
en los últimos años, no defiendo la disciplina, sino que doy cuenta de ella. La historia en Práctica
no es un manual que explique a los lectores cómo utilizar los métodos y las técnicas, cómo
investigar más eficazmente o cómo publicar. Pero sería maravilloso que sensibilizara a quienes se
inician como historiadores. Por último, no es una historia de la historia; en las páginas siguientes no
se intenta ofrecer una visión general de las formas en que la escritura de la historia o la profesión
histórica han cambiado a lo largo de los siglos. A Global History of History, de Daniel Woolf,
ocupa más de quinientas páginas para cubrir la "historia global de la escritura histórica, el
pensamiento y el desarrollo de la disciplina desde el mundo antiguo hasta el presente", según la
primera frase de la presentación. Sería imposible hacer justicia aquí a un tema tan inmenso.

Historia en Práctica tiene tres objetivos principales: dar a los lectores una idea de algunos de los
principales problemas de la disciplina; situarla en contextos más amplios; y esbozar lo que hacen
los historiadores, cómo y por qué lo hacen. Por tanto, es más bien una "antropología" de la historia,
en el sentido de que trata de dar sentido a las prácticas e ideas de un grupo de personas, sin ser
excesivamente prescriptivo sobre lo que debe hacer el historiador. Sin embargo, no ignora la
cuestión de las normas. Creo que es posible, incluso esencial, discriminar entre la "buena" y la
"mala" historia. La referencia a una "antropología" de la historia debe entenderse como un relato
comprensivo por parte de un profesional de lo que es hacer historia, que incluye la evaluación
crítica como parte integral de la empresa.
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Escribir historia implica emitir juicios sobre las fuentes, los enfoques y los argumentos. Resulta útil
ser lo más explícito posible en estas cuestiones. En el contexto de History in Practice, ha sido
necesario hacer generalizaciones que no pueden apoyarse en voluminosas notas. He llevado a cabo
una serie de lecturas, observaciones, escuchas, enseñanzas y debates lo más amplia posible. Sería
difícil anotar todo eso. El aparato del libro, el soporte de mis argumentos, puede encontrarse en las
notas y en la bibliografía, que no contienen más que una pequeña selección de ejemplos
reveladores.

Espero que cada capítulo pueda leerse por separado, aunque muchos hilos conductores atraviesan el
libro. Las notas finales remiten a la bibliografía consolidada. Para que las notas sean lo más breves
posible, indican el nombre del primer autor, la fecha de publicación y los números de página, si
procede. Cuando se indica también el nombre de pila, se hace para evitar confusiones con otro
autor. Las publicaciones de los autores mencionados en el texto se encuentran generalmente en la
bibliografía. El índice detallado está pensado para facilitar la búsqueda, para lo cual también son
útiles los subtítulos de cada capítulo. El año de aparición de una revista se indica entre paréntesis
cuando se menciona inicialmente. Aunque a veces cito direcciones web, se anima a los lectores a
"googlear" los nombres de personas, lugares, tipos de pruebas e instituciones, al tiempo que evalúan
críticamente los sitios que visitan. Todos los sitios web mencionados se comprobaron en 2018 y, en
aras de la brevedad, no se adjuntan fechas a cada uno de ellos. Los pies de foto indican la relevancia
de las ilustraciones para mis argumentos, e insinúan las formas en que las imágenes y los objetos
ayudan a los historiadores a emprender la investigación y a reflexionar sobre su campo.
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Introducción

A continuación, establezco el escenario para el resto del libro explicando mis


perspectivas sobre la práctica de la historia, recurriendo a mis experiencias y
entusiasmos e indicando algunos de los temas recurrentes del volumen.

Puntos de partida

Comienzo con mis propios puntos de vista. Esto no se debe a ningún impulso autobiográfico, sino el
hecho de reconocer que los lectores tienen derecho a saber de dónde vengo. Puesto que defiendo
una historia consciente de sí misma, debo esforzarme por practicarla, y si, como todos los
historiadores, creo en la importancia del contexto, debo tratar de proporcionar alguno para este
volumen.

Después de la escuela secundaria, mi primer encuentro con la historia fue a través del
estudio de la historia y filosofía de la ciencia a finales de la década de 1960. Si bien es cierto que
este campo se interesa por el pasado, en aquella época estaba impulsado por una agenda marcada
por las ciencias naturales que por la historia convencional. Estudiar historia junto a la filosofía era
especialmente significativo: la combinación hace que el análisis crítico de las ideas sea fundamental
para la práctica histórica. Mientras realizaba mi investigación doctoral sobre la biología francesa de
finales del siglo XVIII y principios del XIX, me di cuenta de que era conveniente una integración
más estrecha entre la historia y la historia de la ciencia, sin estar seguro de lo que ello implicaría.
Me han inspirado mucho otros que, con más seguridad, han perseguido estas posibilidades. Como
resultado de sus esfuerzos, la historia de la ciencia y la historia de la medicina están ahora mucho
más integradas en la historia general, aunque siguen siendo subcampos distintos, que a veces son
seguidos por quienes tienen formación en ciencias o medicina.

Un avance notable en la historia de la ciencia fue el enfoque en "ciencia y literatura", que


puso a los críticos literarios, con sus supuestos, métodos y objetivos distintivos, en estrecho
contacto con los historiadores de la ciencia. Mi encuentro con estos enfoques basados en los textos
de los años 70 y 80 fue inspirador. También lo fue el "descubrimiento" de la antropología, que los
historiadores de la ciencia hicieron a finales de los años sesenta y en la década de los setenta. Nos
permitió no sólo valorar sistemas de creencias que eran, según los estándares modernos, "no
científicos", sino también apreciar el poder de mantener simultáneamente una distancia crítica de
otras culturas, al tiempo que se entra en ellas con simpatía. Para mí, esto sigue siendo el núcleo de
la práctica histórica. A finales de la década de 1970 empecé a pensar en los objetos e imágenes que
se producen en el curso de las actividades científicas y médicas, y esto me llevó a la historia del
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arte. Al igual que la historia de la ciencia, la historia del arte es un campo independiente con sus
propias revistas, asociaciones profesionales y marcos intelectuales. El arte, al igual que la ciencia,
lleva consigo un aura que a veces impide su plena contextualización, pero ambos ámbitos sólo
pueden entenderse si se sitúan en ricos encuentros históricos. Integrar las pruebas visuales y
materiales en la práctica histórica es un proyecto importante. De hecho, cada vez se aprecia más el
papel que desempeñaron todos los sentidos en las experiencias del pasado; por tanto, sus huellas son
capaces de generar conocimientos históricos. Puede haber muchas especialidades históricas, pero
tienen mucho que ver con las divisiones disciplinarias modernas. Las experiencias
interdisciplinarias informan mis ideas sobre la disciplina de la historia, que, sugeriré, posee sin
embargo sus propias características distintivas.

Los periodos en los que he trabajado también conforman mi visión de la historia. Gran parte
de mis investigaciones se han centrado en la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del
XIX. Ahora me interesa escribir sobre un periodo más largo, desde el 1600 hasta la actualidad. En
la Universidad de Essex impartí algunas clases sobre los primeros tiempos de la modernidad, y mi
interés por ese período se vio ampliado por el sólido grupo de los primeros años en la Universidad
de York. Soy consciente, sin embargo, de no haber estudiado nunca historia antigua o medieval. No
obstante, espero que algunas de las preocupaciones de los historiadores que trabajan en períodos
anteriores estén presentes en este libro. Del mismo modo, he tratado de pensar en la historia
contemporánea, a la que me he sentido cada vez más atraído en la última década. Tenemos todo tipo
de mecanismos, conscientes e inconscientes, para configurar e imaginar el pasado, que exploro en el
capítulo sobre la periodización. Estos privilegian algunos temas, épocas y enfoques y marginan
otros. Los modelos que cada historiador encuentra atractivos tienen mucho que ver con "su"
período, así como con sus opiniones políticas, sociales y económicas y sus preferencias estéticas.

También hay que tener en cuenta las instituciones en las que los historiadores aprenden,
enseñan e investigan. No pertenecí a un departamento universitario de historia hasta que me
incorporé a la Universidad de Essex en enero de 1980, como profesor de un departamento dedicado
a la historia comparada de los primeros tiempos modernos y de la época moderna. Cada año, los
estudiantes de licenciatura realizaban un curso de estudio, que comenzaba con los siglos XVI a
XVIII en el primer año y culminaba con los tiempos recientes para los estudiantes de último año. La
apuesta por la historia comparada tuvo dos efectos muy positivos. El primero fue la atención
constante a los conceptos y categorías, los marcos, los procedimientos analíticos y las ideas teóricas
que exige la realización de comparaciones sistemáticas. El segundo fue el contacto diario con
historiadores de Estados Unidos y América Latina, Rusia, China y África, así como con europeos.
Además, una alta proporción de los estudiantes eran "maduros"; muchos habían dejado la escuela a
una edad temprana y tenían una experiencia considerable en el trabajo, así como opiniones firmes
sobre temas como la igualdad, la clase y el género.

Mi siguiente puesto, en el departamento de historia de la Universidad de York, me aportó


un nuevo conjunto de experiencias: aprender de colegas que trabajaban en historia medieval y
disfrutar de estrechos vínculos con historiadores del arte y la literatura. El plan de estudios de
historia también se organizaba de forma distinta, exigiendo a todos los estudiantes de grado que
siguieran un curso sobre la "disciplina de la historia", por ejemplo. Cuando me incorporé a la
Universidad de Anglia Oriental, en 1996, ya no estaba en un departamento de historia, sino que
trabajaba junto a arqueólogos, antropólogos e historiadores del arte, situación que me llevó a
reflexionar sobre el alcance geográfico y temporal, así como sobre los estudios de la cultura
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material. En mi siguiente puesto, en la Universidad de Cambridge, ayudaba a promover la


investigación interdisciplinar de las artes, las humanidades y las ciencias sociales, en una
universidad con una amplia y sólida facultad de historia, así como con numerosos historiadores en
otras partes de la institución. Por tanto, la interacción entre el estudio de la historia en sentido
amplio y otros campos estaba en mi mente.

En enero de 2006, volví a un departamento de historia, tras una década de ausencia. En el


King's College de Londres, me beneficié de estar en un departamento grande y diverso, con una
animada comunidad de expertos. Ahora estoy en otro departamento de historia, que se distingue por
su trabajo en la historia de África, y que se encuentra en una universidad con colecciones
excepcionales de artefactos, imágenes, libros raros y manuscritos, pero que es lo suficientemente
pequeña como para que se alimenten las colaboraciones fructíferas entre conservadores, artistas,
bibliotecarios y académicos de toda la institución. El excepcional Museo Oriental de Durham es un
estimulante recordatorio de cómo los historiadores se benefician de la participación en el pasado de
tantas partes del mundo como sea posible. En mi contexto actual, en el que me dedico a desarrollar
la investigación sobre la cultura visual, sigo profundamente interesado en las formas en que las
imágenes y los objetos pueden integrarse en el pensamiento histórico.

El valor de los historiadores

El estudio de la historia es, lo reconozcan o no los profesionales, una ocupación política. Durante
todo el tiempo que he trabajado en historia, la política ha ocupado un lugar importante en todos los
aspectos, desde las relaciones entre el mundo en general, la enseñanza y la investigación, hasta la
micropolítica de las instituciones académicas y los subcampos. Es perfectamente adecuado que las
energías profesionales se ocupen de los valores más preciados sobre los que se construye la política.
Por eso me siento orgullosa de llamarme historiadora feminista, porque pensar en las relaciones de
género, su historia y su futuro desde la perspectiva de una mujer ha sido una parte central de mi
vida. Que la práctica de la historia toca compromisos profundos es evidente por su creciente papel
en los procesos de reconciliación tras periodos de conflicto civil, mientras que los debates en
desarrollo sobre las relaciones entre la historia y la política reconocen el potencial de la disciplina
para hacer contribuciones directas a la vida pública. Todo ello se produce en contextos específicos
que pueden denominarse "políticos", ya que implican la toma de decisiones, la asignación de
recursos y el timón, y formas controvertidas de discurso público.

Menciono la omnipresencia de la política para los historiadores en parte porque cualquier


libro sobre la práctica de la historia tiene que abordar la cuestión del "sesgo". Todos los seres
humanos tienen prejuicios de un tipo u otro y pretender lo contrario es deshonesto. No existe una
historia imparcial, pero sí una historia equilibrada y consciente de sí misma. La parcialidad se
convierte en un problema cuando impide a los historiadores ser juiciosos y tener cierta distancia
crítica en su trabajo. Para que los escritos históricos se nutran de nuestras pasiones y valores
también deben someterse constantemente al análisis; deben estar templados por la evidencia: que
una convicción sea sentida no tiene por qué implicar que sea irreflexiva. La atención del historiador
se dirige a la definición, selección e interpretación de las pruebas; en cada paso están presentes sus
valores. No tiene sentido sostener un ideal -historia imparcial- que es inalcanzable.
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Compromisos y normas

Los autores están presentes en las distintas historias elaboradas; en sus prejuicios y preferencias, en
sus compromisos, creencias, persuasiones y experiencias vitales. De nuestras creencias es
inseparable el sentido de lo más valioso de la disciplina, de cómo puede y debe desarrollarse. Este
libro se ha escrito con un espíritu de apasionado entusiasmo tanto por el estudio del pasado como
por la comunicación de los conocimientos históricos de la forma más eficaz y amplia posible.
Aunque no es un requisito para el trabajo, la mayoría de los historiadores aman lo que hacen. Una
de las paradojas del estudio histórico es que exige una íntima implicación con nuestros objetos de
estudio. Sin embargo, esa implicación, precisamente porque es una forma de amor, puede conducir
tanto a una identificación simpática como a la miopía que se deriva de la cercanía. La disciplina
tiene otra característica: la distancia consciente de sí misma que hace posible el análisis puede
resultar demasiado fácilmente impersonal, rígida, incluso pomposa.

Resulta muy difícil definir cuáles son las características de la historia, aunque la posibilidad
de muchas pruebas y la flexibilidad analítica son rasgos importantes. La integración de diversas
fuentes y enfoques para producir relatos más completos del pasado es un objetivo importante de la
disciplina. Este énfasis se asocia a la historia "cultural" en particular, que es igualmente difícil de
definir: da prioridad a los procesos mentales, es decir, a cómo se ve, experimenta y representa el
mundo, lo que da forma al comportamiento, los acontecimientos y las instituciones.

Cuando los especialistas expresan sus aspiraciones intelectuales, revelan sus visiones
personales -por "personales" quiero decir "cercanas al corazón", integradas en la biografía de un
escritor determinado. Por ejemplo, hasta que no escribí la primera edición de este libro no me di
cuenta de lo profundamente impregnada que estaba mi visión de la práctica histórica por la historia
y la filosofía de la ciencia en la que me formé, y por un enfoque del conocimiento científico y
médico que suele denominarse construccionismo social. En consecuencia, hago hincapié en el modo
en que el conocimiento histórico se elabora en el seno de comunidades bastante estructuradas, que a
su vez están arraigadas en instituciones, naciones, agrupaciones políticas, etc. Lo que cuenta como
historia exitosa depende del contexto en el que se juzga, y la forma más útil de pensar en estos
asuntos es en términos de autoridad, evidencia, convicción y fiabilidad, en lugar de una noción de
"verdad".

Es importante destacar lo que no se deduce de esta postura. No estoy sugiriendo que no


haya estándares claros por los que se pueda juzgar el trabajo histórico, o que la historia como
disciplina no pueda comprometerse con los mundos materiales y encarnados de tiempos pasados. Es
un error suponer que son posibles transiciones directas y sencillas entre las fuentes y las
afirmaciones que hacen los historiadores, mientras que las propias fuentes nunca deben tomarse al
pie de la letra. Las alternativas prestan atención a las complejas formas en que se fabrican los
artefactos, incluidos los textos, y se generan los significados en los entornos sociales. Detrás de los
trabajos realizados en este sentido en la historia y la filosofía de la ciencia, hay un deseo de
desestabilizar los puntos de vista recibidos sobre la ciencia. Siempre y cuando se haga bien, es
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decir, dentro de un marco intelectual sofisticado, tal desestabilización es positiva. Y lo mismo


ocurre con la historia. Tanto en su enseñanza como en su investigación, los historiadores deben,
responsablemente, inquietar a su público, provocando que piense más y más profundamente en la
condición humana.

Deberes de los historiadores

Puesto que el conocimiento histórico se produce a través de procesos sociales dentro de


comunidades y contextos específicos, y dado que ese conocimiento se considera autorizado, quienes
realizan ese trabajo tienen obligaciones éticas además de intelectuales. No somos libres de decir lo
que queramos sobre el pasado, porque las afirmaciones históricas tienen implicaciones de las que
sus creadores deben hacerse responsables. Estas responsabilidades son un asunto complejo, que el
campo relativamente nuevo de la historia pública pone en evidencia.

No se puede esperar que los historiadores hablen con una sola voz; estamos sujetos a las
mismas condiciones que todo el mundo, aunque la formación profesional y académica nos anima a
moderar nuestras emociones, a canalizar los compromisos y a ser lo más equilibrados posible a la
hora de emitir juicios. No obstante, vemos el mundo de forma diversa y es inalcanzable un
consenso total entre los historiadores sobre temas de fondo. La diversidad de puntos de vista entre
los historiadores profesionales puede resultar desconcertante para los no especialistas y, desde
luego, tiene implicaciones para el papel de los conocimientos históricos en la vida pública. Aunque
no haya unanimidad histórica, podemos fomentar un debate informado sobre el pasado y animar a la
gente a pensar de forma crítica sobre las pruebas y lo que éstas revelan o no. En otras palabras, el
pluralismo político es esencial. La diversidad de opiniones entre los historiadores es inevitable. Lo
que comparten es el compromiso con la evaluación crítica de las pruebas, el razonamiento
meticuloso y la divulgación de sus fuentes.

El sano pluralismo se construye sobre la base. No oculto mis propios intereses y


preferencias, por lo que los lectores percibirán que mis simpatías están más con la izquierda que con
la derecha. Sin embargo, eso no significa que no me interese o que desapruebe la historia
conservadora, siempre que, al igual que su contraparte, esté bien hecha. Puede que no siempre me
"guste", pero sin duda puedo respetarla. De hecho, es vital ser estimulado a una reflexión más
profunda por los puntos de vista que desafían los propios. El debate no debe versar únicamente
sobre cuestiones ideológicas, sino también sobre la calidad de los estudios y el uso que se hace de
ellos. El conflicto ideológico es inevitable; es importante ser abierto y constructivo al respecto. Lo
ideal es que las pasiones se vivan y se expresen en un debate vigoroso y no destructivo.
De mi posición se desprende otro punto. A veces se asume que estudiar un fenómeno
histórico es aprobarlo. Aunque esta suposición no es del todo irrazonable -los historiadores tienen
afinidades con lo que estudian- es demasiado burda. La curiosidad intelectual se despierta de todas
las maneras posibles, tanto por la preocupación como por la aprobación. El estudio del fascismo, el
totalitarismo y las dictaduras, por ejemplo, no implica que los historiadores compartan los sistemas
de valores que examinan, aunque la curiosidad generalizada por las formas extremas de poder, y la
violencia que generalmente las acompaña, invita a una explicación. Del mismo modo, desmenuzar
los argumentos esgrimidos a favor de la esclavitud no indica que los historiadores aprueben esta
práctica. Es mejor no confundir la descripción y el análisis con la prescripción y la defensa. Dar
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cuenta con sensibilidad de un estado de cosas no es aprobarlo. El hecho de que los historiadores
sean partes interesadas no implica que sean defensores o prescriptores. Si los historiadores hacen un
uso inapropiado de su investigación histórica, pueden ser razonablemente censurados por ello. Por
"inapropiadamente" me refiero a no tener en cuenta las pruebas y otros trabajos académicos y sin un
aparato transparente, o con fines deshonestos. Proporcionar referencias completas puede ser un
problema en las obras populares, pero si los editores y sus revisores son responsables, esto no
debería causar dificultades abrumadoras.

Diferencias y diversidades

Las diferencias de opinión entre los historiadores son inevitables, y el solo hecho de que existan no
perjudica la capacidad de la práctica para participar activamente en el debate público, siempre que
se respeten las pruebas. Además, la práctica debe ser pluralista en cuanto a los temas y enfoques
que se persiguen. Las modas historiográficas son un problema. Aunque son inevitables, a la práctica
le interesa que prospere un amplio abanico de actividades, incluidas las que pueden parecer
obsoletas o aburridas para algunos estudiantes y profesionales. Por ejemplo, ha habido una
tendencia a poner cada vez más énfasis en la historia de los últimos 150 años aproximadamente, con
el resultado de que los alumnos han estudiado períodos de tiempo restringidos. Esto es
intelectualmente limitante, y es muy deseable que los planes de estudio ofrezcan a todos los
alumnos un amplio abanico cronológico. A nivel popular, la arqueología y las civilizaciones
antiguas, como la egipcia, ejercen un amplio atractivo, mientras que áreas con un atractivo continuo
y quizá creciente, como la historia medieval, no se enseñan a los estudiantes, pero no a expensas de
otras ya consolidadas. La historia económica y las áreas que utilizan métodos cuantitativos son
vulnerables en este sentido. Es difícil explicar exactamente cómo cambia el estatus otorgado a un
campo concreto, pero es evidente que lo hace. Siempre merece la pena presentar argumentos
intelectuales claros sobre el valor de determinadas áreas y enfoques.

La historia económica es una parte fundamental de la práctica de la historia. La materia


económica, que estudia la generación y distribución de recursos, es intrínseca al funcionamiento de
toda sociedad. Los fenómenos estructurales son escasos y constituyen el núcleo de nuestra
asignatura, que aspira a hacer afirmaciones generales sobre las sociedades del pasado. Ante la
posibilidad de elegir entre los cursos de historia del deporte o de la historia de los animales o los de
historia económica, política, social o intelectual, espero que los estudiantes vean que estos últimos
son probablemente más útiles que los primeros. No se trata de restar interés a las primeras, sino
simplemente de reconocer que su papel en la disciplina es diferente. Un curso sobre la historia del
vestido no ofrece los mismos conocimientos que uno sobre la historia del gobierno. Uno no es
"mejor" que el otro, sino que ocupan posiciones diferentes dentro de la disciplina.

¿Problemas de fondo?

Inevitablemente, no hay consenso sobre lo que deben abarcar los planes de estudio de historia, qué
países y qué siglos, por ejemplo. A nivel universitario, lo ideal sería que los cursos introdujeran la
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historia económica, social y política, junto con las principales tradiciones intelectuales de varios
países (incluido el propio del estudiante), al menos dos continentes y más de tres siglos. Todo ello
de forma bastante sistemática, a través de elementos básicos obligatorios, que actúen como una
especie de columna vertebral a la que se añade carne en los cursos opcionales. Me gustaría que las
"competencias" y la comprensión de la propia disciplina se integraran en toda la enseñanza de la
historia. Me desconcierta que los historiadores no sean más "históricos" en relación a sus propias
prácticas profesionales, aunque hay un creciente interés por la historia, y especialmente por la
historia intelectual de la disciplina. No es difícil aprender a plantear preguntas básicas sobre
cualquier prueba. ¿Cuándo se generó, por quién y en qué circunstancias?" puede plantearse en todos
los relatos secundarios. Al hacerlo sistemáticamente, construimos un sentido de las prácticas
históricas cambiantes y de dónde venimos. Se trata de una extensión lógica de la lectura crítica y la
contextualización, que son habilidades históricas básicas.

Aprender sobre "de dónde venimos" es un aspecto importante de la actividad histórica.


Cuando utilicé esa frase en el párrafo anterior, me refería a quienes se identifican como
historiadores, incluidos los estudiantes universitarios. Los historiadores se dirigen a grupos más
amplios que sus compañeros y estudiantes. La curiosidad por el pasado es un fenómeno muy
extendido, que se satisface de diversas maneras, de las cuales la historia académica es sólo una. La
idea de conversación es útil en este caso. Así, podría decirse que, aunque los historiadores están
constantemente en conversación entre ellos, con sus predecesores y con sus fuentes, también hablan
con otras partes interesadas, en nombre de las cuales escriben y enseñan. Estas conversaciones rara
vez se hacen públicas, aunque se han hecho más visibles en relación con algunos fenómenos
históricos excepcionales, como el Holocausto. De hecho, "el Holocausto" es un término que se ha
generalizado hace relativamente poco tiempo; es una forma de abreviar las innumerables
conversaciones, que también pueden llevarse a cabo utilizando la palabra hebrea "Shoah", que
significa catástrofe. Entre las "partes interesadas" se encuentran las sociedades en las que trabajan
los historiadores. En el discurso público se recurre constantemente a las afirmaciones sobre el
pasado, lo que plantea cuestiones sobre las dimensiones éticas de la práctica histórica.

El papel de los historiadores

La posición de la historia en el discurso público sugiere que los historiadores tienen la función de
dar testimonio. Por lo general, no pueden hacerlo de primera mano, sino que interpretan los relatos
de otros. La noción de dar testimonio tiene fuertes connotaciones religiosas, incluida la idea de que
la observación personal de los poderes divinos tiene un estatus privilegiado en la transmisión de las
creencias. La idea tiene otro aspecto: hacer algo en nombre de otros, atestiguar una firma con fines
legales, por ejemplo. A los historiadores se les han concedido considerables privilegios y derechos
para proporcionar relatos autorizados de épocas pasadas. El papel contemporáneo de los
historiadores es especialmente significativo dado el creciente reconocimiento del valor emocional y
social de la memoria y la conmemoración, de la "verdad y la reconciliación". Lo que realmente
ocurrió es constantemente manipulado y puesto en duda, de ahí surgen las formas responsables de
práctica histórica. Si la historia fuera sólo ficción, y se reconociera universalmente como tal, no nos
preocuparían tanto las distorsiones para obtener beneficios políticos, por ejemplo. La conciencia de
que la historia es una narración hecha es perfectamente compatible con el reconocimiento, tanto de
su significado genuino como de su capacidad para hablar con sentido de los tiempos pasados. El
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futuro de la disciplina reside en que los profesionales y su público sean conscientes de sus
limitaciones y confíen en sus fortalezas y logros intelectuales.

Aunque acepto que los historiadores profesionales necesitan y quieren ser altamente
especializados, espero que nunca perdamos de vista los grandes elementos estructurales, los temas
generales, los motivos que persisten durante siglos. Admiro especialmente a los historiadores que
hacen justicia a los grandes temas. También espero que podamos ser inclusivos con respecto a las
fuentes y los enfoques, y cultivar de forma creativa un público amplio. Sin embargo, el objetivo de
la inclusividad requiere una cuidadosa consideración. Por ejemplo, he argumentado que la
disciplina debería mantener vivas y promover activamente áreas como la historia económica porque
contribuyen a pensar en cuestiones estructurales dentro de las sociedades. Sin embargo, este libro
no puede abordar las tradiciones de escritura de la historia que se han desarrollado a lo largo de
muchos siglos en, por ejemplo, China o la India. En este sentido, no es inclusivo. Ser inclusivo
abarcando muchas culturas supone un reto para cualquier historiador individual. Escribir sobre
asuntos tan complejos sin haberlos estudiado y reflexionado en profundidad es inadecuado. Las
formas de escribir la historia son inseparables de la lengua, las tradiciones literarias y culturales, las
formaciones políticas, etc. Para la mayoría de los historiadores, es probable que la inclusión global
no sea realista.

Al mismo tiempo, sería un error pretender que no existieran otras tradiciones. Una analogía
útil proviene de la historia de la ciencia. Los no especialistas pueden asombrarse al saber cuán
antiguas y sofisticadas eran las formas de conocimiento natural desarrolladas fuera de lo que con
demasiada frecuencia se ratifica como "Occidente". El trabajo de toda una vida de Joseph Needham
consistió en dar a conocer la riqueza de las tradiciones científicas y médicas chinas a un público
más amplio. Del mismo modo, nos beneficiaremos de los trabajos sobre otras formas de hacer
historia que nos proporcionen personas empapadas en ellas, como lo estaba Needham en la
civilización de China. Así pues, el objetivo de la inclusividad debe ir acompañado de una humilde
valoración de las limitaciones de cada historiador. Si la inclusividad se interpreta de forma
mecánica, como una obligación de mencionar algo porque está ahí, los resultados corren el riesgo
de ser intelectualmente superficiales. La apertura, junto con un sentido de la práctica histórica como
provisional y limitada, es una forma de abordar estas cuestiones.

La apertura tiene que ver con la receptividad emocional e intelectual, tanto en lo que se
refiere al tipo de fuentes utilizadas como a su contenido, a las ideas de los demás o a los métodos y
enfoques. A la hora de plantear problemas históricos para la investigación, es esencial un cierto
grado de apertura, pues de lo contrario se corre el riesgo de limitarse a confirmar lo que ya se sabe.
Con este espíritu, se abordan mejores partes del mundo, hasta ahora desconocidas, para
determinadas comunidades y nuevas perspectivas. El motivo subyacente es generar nuevas
perspectivas históricas. Resulta útil pensar en términos de enfoques comparativos de la historia, que
implican tomar una serie de casos para compararlos y arrojar luz sobre un problema histórico
específico. De este modo, los historiadores profesionales pueden ampliar las áreas en las que
trabajan de forma realista, y la selección de las regiones se rige por duras consideraciones
intelectuales. Además, un excelente dominio de los idiomas y la familiaridad de primera mano con
los países que se estudian forman parte de esta práctica histórica.

Las razones de los historiadores para trabajar en sus áreas elegidas son complicadas, y
probablemente incluyan una evaluación de las tendencias, las oportunidades de financiación y la
17

oportunidad, así como la curiosidad y la conexión personal. Dado que los historiadores necesitan un
público dispuesto y comprometido, pueden tener un ojo puesto en las tendencias y los temas
capaces de despertar el interés. Lejos de estar inmersos en un pasado oxidado, ajenos a lo que
ocurre a su alrededor, los historiadores se mantienen firmes en el presente, como mediadores entre
el pasado y el futuro. De ahí que consideremos que nuestro campo contribuye a crear una
comprensión y unas identidades orientadas al futuro.

En History in Practice me refiero a seis características notables de la disciplina. En primer


lugar, sus modos de funcionamiento son, idealmente, transparentes; en segundo lugar, el
eclecticismo no sólo es aceptable sino deseable; en tercer lugar, los historiadores valoran la
sensatez; en cuarto lugar, pueden abarcar fructíferamente una serie de enfoques y temas; en quinto
lugar, es mejor evitar las polarizaciones rígidas, como la que existe entre los que están a favor y los
que están en contra de la teoría; y, por último, la toma de conciencia permite a los profesionales
comprender mejor sus propias tradiciones y procedimientos como productos históricos. Todas estas
características sugieren que no puede ni debe haber límites rígidos en torno al conjunto particular de
prácticas académicas denominadas "historia". Las implicaciones públicas de la práctica histórica
son profundas y se benefician de una evaluación crítica constante. La mayoría de nosotros
practicamos la historia no sólo porque nos gusta hacerlo, sino porque creemos que es importante
para todo el mundo precisamente lo que se cuenta del pasado. Una parte integral de ser historiador
es tener un sentido justo y honesto de las propias prácticas, expresado en cada pieza de discurso,
enseñanza y escritura. History in Practice intenta acercar algunas de los temas clave de práctica
histórica a un público amplio. En este sentido, es una modesta contribución a la historia pública;
pretende combinar afirmaciones equilibradas y razonadas con una apertura sobre los compromisos
personales.

Puente

Sin embargo, la actitud que he evocado con espíritu utópico tiene sus límites. Naturalmente, hay
muchas cosas sobre cualquier escritor que nunca pueden conocerse, por falta de pruebas y por la
complejidad de las mentes humanas. Los lectores necesitan saber, más o menos, de dónde viene un
autor. He expuesto algunos de mis propios intereses y entusiasmos, y he insinuado mis métodos de
trabajo. Todo esto está estrechamente relacionado con el público que me imagino. He intentado
deliberadamente no imaginarme escribiendo para mis compañeros, sino, por un lado, para los
lectores en general y, por otro, para los estudiantes. Aquellos que imparten cursos sobre
historiografía y áreas afines, espero que lean el libro, pero no está dirigido principalmente a ellos. El
objetivo no es transmitir información, sino trabajar con ideas y argumentos. Los breves ejemplos
sirven para ampliar los puntos clave; otros habrían servido igualmente.

La historia puede considerarse un oficio que requiere muchas habilidades, y en su centro se


encuentra la escritura. Incluso, cuando trabajamos con pruebas visuales, materiales y sonoras,
comunicamos las ideas y los argumentos con palabras, tras haber realizado una lectura lo más
extensa posible. Espero que mis palabras y formas de razonamiento ayuden a arrojar luz sobre las
de otros, así como sobre las posibles respuestas a esos restos del pasado que nos rodean. Dado que
la historia es un campo académico, vale la pena comenzar con una consideración sobre cómo está
estructurada.
18

CAPÍTULO UNO
La historia en general

La “historia” es el nombre de un campo académico. En este capítulo se


contextualiza el significado nombrar a algo disciplina, incluyendo los
fundamentos organizativos que conlleva.

Historia y disciplinas

La palabra "historia" tiene varios significados y una amplia gama de connotaciones, algunas de ellas
cargadas de intensa emoción. La utilizamos para invocar la autoridad de los precedentes, para
referirnos a lo que ya no es relevante, para dotar de valor y estatus a los objetos y para movilizar la
añoranza de mundos anteriores y mejores. Dado que uno de los principales significados de la
historia es simplemente "lo pasado", casi cualquier asociación con tiempos pasados puede
transferirse a la "historia". Otra forma de definir la historia es "el estudio del pasado". En este
sentido, es una disciplina académica. El capítulo 1 examina la naturaleza de las disciplinas
académicas teniendo en cuenta la historia.

History in Practice tiene tres objetivos principales: transmitir una idea de los problemas de
la disciplina, situar el campo en un contexto más amplio e indicar cómo los historiadores ejercen
realmente. Estos objetivos ya implican algunas de las respuestas a las preguntas "¿qué es una
disciplina académica?" y "¿cuál es la naturaleza de la historia en particular?". Mi primer objetivo
implica que los profesionales de cualquier campo comparten preocupaciones intelectuales; son
miembros de comunidades construidas en torno a ideas, que discuten constantemente entre sí, tanto
a través de sus escritos como en sus contactos directos. De ello se desprende que las publicaciones
nunca son independientes (aunque a menudo se consideren así), sino que forman parte de
elaboradas conversaciones con otros historiadores y comentaristas, vivos y muertos.
Metafóricamente hablando, nuestros escritos están en conversación con gobiernos, partidos
políticos, grupos de interés, etc. Las publicaciones tienen muchas facetas, de modo que, además de
participar en conversaciones, delimitan el territorio de sus autores, hablan de las preocupaciones
contemporáneas y contribuyen a la creación de marcos sobre el pasado.

El segundo objetivo, el de posicionar el área en un contexto más amplio, implica que las
disciplinas, al igual que quienes las practican, no pueden verse de forma aislada; en la práctica no
19

hay torres de marfil en las que los académicos y sus producciones existan, desvinculados del resto
del mundo. En las últimas décadas, la práctica de la historia está cada vez más vinculada a la
política, a los medios de comunicación, a la popularización de la historia, a las ideas sobre el
patrimonio y a las prioridades variables de los Estados nacionales. Las exigencias de rigor
intelectual, a las que están sometidas todas las disciplinas, son plenamente compatibles con su
compromiso con un mundo más amplio. El estudio de la historia está íntimamente relacionado con
las instituciones sociales, políticas y económicas, como los museos, los sistemas educativos y el
gobierno. Está igualmente relacionado con la vida cultural, es decir, con la televisión, la ficción, el
teatro, la poesía, la radio, el cine, las artes visuales, etc. Durante siglos, las élites han reconocido
que el pasado puede ser utilizado como un recurso, un instrumento a través del cual es posible
persuadir, engatusar y moralizar. Los grupos que se han sentido subordinados, oprimidos o
marginales han tomado las mismas herramientas, de ahí el desarrollo de la historia oral, la historia
del trabajo, la historia negra y la historia de las mujeres, la historia desde abajo y los "estudios
subalternos".1

Mi tercer objetivo, señalar lo que realmente hacen los historiadores, implica que la
disciplina de la historia se entiende mejor como un conjunto de prácticas, más que como una
constelación de creencias o teorías, o un cuerpo estable de materias. La historia está constituida por
lo que hacen los historiadores: esta afirmación señala que no existe una estructura de la disciplina,
que se compone de lo que los miembros de las comunidades correspondientes deciden que cuente
como tal. A través de las instituciones que regulan las disciplinas académicas de diversas maneras,
se forman convenciones sobre quién cuenta como historiador y qué cuenta como historia
académica. A este respecto, son especialmente importantes las escuelas, las universidades, las
agrupaciones profesionales, los organismos gubernamentales y las editoriales especializadas. Las
disputas siguen surgiendo y se producen precisamente porque nuestras inversiones en la
interpretación del pasado son muy grandes y porque nuestros intereses en él son muy diversos.
También se producen porque nunca hay límites claros en torno a los temas académicos: éstos se
imponen sobre los materiales "en bruto", de una manera que revela más sobre los estudiosos y la
erudición que sobre el propio pasado.

La mayoría de las personas que se ganan la vida como historiadores están de acuerdo en
cuáles son las reglas generales para generar un conocimiento sólido del pasado -para la selección, el
uso y la citación de las fuentes, por ejemplo- y los desacuerdos suelen girar en torno a si se han
cumplido realmente. Más allá de eso, los historiadores difieren en cuestiones académicas, tanto
sociales como políticas. Les une, no el contenido de lo que creen, sino su compromiso con la
importancia de estudiar el pasado, su participación en actividades compartidas y su convicción de
que ciertas formas de proceder pueden producir conocimientos históricos fiables. Así pues, la
disciplina de la historia es un complejo conjunto de prácticas, y estas prácticas se apoyan en una
infraestructura. Al igual que las sociedades modernas deben entenderse en términos de las
estructuras -como el transporte, la economía y la salud- que permiten su funcionamiento, las
disciplinas académicas deben situarse en el contexto de sus sistemas de apoyo y sus bases
institucionales.

La infraestructura de la historia se compone de una serie de elementos, como la formación,


las organizaciones profesionales, los organismos gubernamentales, el empleo, la publicación y la
difusión de ideas e información. Es inevitable que se produzcan algunos cruces: por ejemplo, las
escuelas y universidades son lugares de formación y empleo, y en la mayoría de los países
20

interactúan ampliamente con los gobiernos. No obstante, es útil distinguir estos ámbitos para poder
pensar en ellos con la mayor claridad posible, ya que dan lugar a distintas situaciones. Antes de
analizar estos elementos con más detalle, hay que hacer dos observaciones generales. En primer
lugar, los individuos, los grupos y las naciones utilizan la infraestructura de la vida intelectual, le
dan forma y responden a ella de diversas maneras. Los historiadores eligen, por ejemplo, pertenecer
a una asociación profesional en lugar de otra. En Gran Bretaña hay dos organizaciones nacionales
principales: la Asociación Histórica, fundada en 1906, que engloba tanto a los historiadores
profesionales como a los aficionados, y la Real Sociedad Histórica, fundada en 1868, que elige
como miembros a quienes tienen publicaciones académicas sobre temas históricos. Las decisiones
sobre la adhesión a estos organismos expresan las suposiciones individuales sobre las prioridades en
el estudio de la historia y la mejor manera de promoverlas. Muchos, entre los que me incluyo,
consideran que las organizaciones eclesiásticas y académicas son complementarias. Sin embargo,
ninguna de las organizaciones británicas es tan políticamente avanzada como la Asociación
Histórica Americana (AHA), fundada en 1884, un organismo enorme y poderoso, que publica la
prestigiosa American Review (1895).

La AHA, al igual que muchas organizaciones históricas de Estados Unidos, ha puesto en


primer plano las problemáticas del género, la raza y la clase social, tanto en el ámbito de la historia
como en el profesional. Las organizaciones británicas, aunque tratan de representar los intereses de
los historiadores en sentido amplio, son bastante menos políticas y a menudo más tradicionales; por
ejemplo, la Real Sociedad Histórica tuvo su primera mujer presidenta en 2000-4. La Asociación
Histórica Australiana se fundó en 1973 y, al igual que otros organismos de este tipo, concede
premios y becas, publica una revista y un boletín, organiza conferencias y participa en asuntos
públicos. Cualquiera puede solicitar su ingreso. Por el contrario, el Consejo Australiano de
Historiadores Profesionales, de más reciente creación, exige una prueba de las cualificaciones de los
que desean afiliarse y hace hincapié en la profesionalidad. Su código ético contiene una sección
sobre el trato con los "clientes", es decir, con los que encargan historias. El sitio web define al
"historiador profesional" y ofrece una tabla de honorarios en función de la categoría y la experiencia
de los historiadores. También pretende hablar en nombre de los historiadores. No sólo los
individuos toman decisiones, sino que los historiadores de los distintos países ejercen esas
decisiones en contextos muy diferentes.

La difusión de ideas e información, incluso a través de los medios de comunicación, forma


parte importante del contexto de la historia. Los periódicos franceses dedican un espacio
considerable a los temas históricos. Cuando el destacado historiador Fernand Braudel murió en
1985, varios periódicos hablaron ampliamente de él y de sus contribuciones, una cobertura mucho
mayor a la pensada en Gran Bretaña o Estados Unidos. Sin embargo, los libros sobre historia,
especialmente las biografías y todo lo que tiene que ver con el patrimonio y los asuntos militares,
son ampliamente reseñados en los periódicos y revistas británicos. Por lo tanto, cuando pensamos
en la práctica de la historia en Francia, debemos tener en cuenta el entorno más amplio, en
particular los apasionados debates en curso sobre las tradiciones políticas y, especialmente,
revolucionarias, que explican en parte la preocupación distintiva de Francia por el pasado y los que
lo cuentan.

De ello se desprende que, si bien existe un amplio margen de elección individual y de


maniobra colectiva, las actitudes ante la historia están fuertemente condicionadas por las estructuras
nacionales e institucionales y las ideologías que las acompañan. Podemos ilustrar este punto
21

pensando en las actitudes hacia Alemania y Japón, especialmente en los países que ganaron la
Segunda Guerra Mundial. Los estereotipos nacionales han demostrado ser extraordinariamente
persistentes, y se manifiestan de diversas formas, desde la imitación de acentos hasta las enormes
generalizaciones sobre el carácter y la culpabilidad de una nación, pasando por la reticencia a
aprender otras lenguas. Aunque algunos podrían decir que esto no es más que un prejuicio popular,
tales sentimientos se ven reforzados por las escuelas, los periódicos y los medios de comunicación,
especialmente por las industrias de la televisión y el cine, que, en los años transcurridos desde la
guerra, han construido, utilizando imágenes visuales, lenguaje y música, respuestas influyentes a los
acontecimientos de 1939-45.2 Tales valores, reforzados selectivamente por la infraestructura de la
disciplina, tienen consecuencias reales en la forma en que se practica la historia. Los estilos
educativos, que van mucho más allá de los contenidos sobre el estudio de la historia, desempeñan
un papel importante a la hora de establecer los términos más básicos a través de los cuales los niños
aprenden e imaginan el pasado.

Aprendiendo sobre el pasado

El estudio de la historia es una parte importante de en la mayoría de los sistemas educativos. Se


identifica como una asignatura principal en los planes de estudio convencionales. El conocimiento
del pasado se valora como un elemento importante de una mente bien educada y como una fuente
de conocimientos útiles para el ciudadano moderno. La idea de las "lecciones de la historia"
subyace en muchos argumentos educativos sobre por qué la asignatura debe enseñarse de forma
generalizada, y a menudo se invoca como una defensa importante del área. Las suposiciones
generalizadas sobre el valor de la historia en la escuela son relevantes en este caso porque la
inmensa mayoría de la población se encuentra por primera vez, y quizás sólo, con la asignatura
durante su educación formal. Las ideas sobre el pasado, el interés que despierta y el aprecio que se
le tiene a quienes lo estudian, están configuradas por los medios de comunicación, incluida la
industria editorial, y especialmente por los periódicos, la ficción histórica, el cine y la televisión, así
como por las industrias del entretenimiento, un sector creciente que comercializa experiencias
relacionadas con el pasado.

El sistema educativo también forma a los historiadores profesionales. En este sentido, puede
ser un proveedor de valores ideológicos fundamentales y generales, y sobre todo el medio para
determinar cómo será la próxima generación de profesores e investigadores. Para algunos, la
historia escolar es simplemente parte del material; para otros, es la preparación para una carrera. La
historia que se enseña en la escuela cambia con las modas históricas y responde a imperativos
políticos. Por ejemplo, hace relativamente poco tiempo que la historia escolar da menos peso a la
historia política y comunica una gama más amplia de enfoques históricos, incluyendo la
reminiscencia y la historia oral. Cualquier cambio en las grandes historias nacionales provoca
controversia. El cambio hacia el estudio de los testimonios directos pone en evidencia la noción de
empatía con los actores históricos.

La historia vivida, en la que los niños se disfrazan para comportarse como lo hacían
"realmente" las personas del pasado, tiene un efecto notable, tanto en las actitudes generales hacia la
historia como en la forma en que los historiadores piensan en sus actividades profesionales. La
22

recreación se promueve en museos y se practica como una actividad de ocio por parte de adultos
conocedores, por lo que se relaciona con la historia pública. Hay una especie de literalidad en este
caso, que debe considerarse en el contexto de tendencias educativas más amplias. Éstas implican
que el pasado no era realmente "extranjero" y que las nociones directas de exactitud histórica son
primordiales. La enseñanza de la historia en las escuelas se basa en suposiciones muy extendidas
sobre la clase y la agencia histórica, por ejemplo, promover por escuchar una mayor variedad de
relatos, los de la llamada gente "corriente", en lugar de sólo los de las élites, que estaban mucho
mejor situadas para registrar sus puntos de vista de forma duradera. Por consecuencia, la historia no
sólo la hacen los que mandan, sino también los que tienen menos poder.

Junto con el énfasis en la historia social, hay una serie de cambios sutiles en las ideas sobre
la propiedad y los usos del pasado. La idea de que los grupos, especialmente los no elitistas, se
apropian de su pasado y se comprometen con él como medio para construir identidades más
satisfactorias en el presente, es ahora omnipresente, y evidentemente es política en su núcleo, como
queda claro en la preocupación por las identidades poscoloniales. Es sostenido y popularizado por
las instituciones, que transmiten valores a través de la enseñanza de la historia. Se trata de
cuestiones controvertidas y las encontramos de muchas formas en las páginas que siguen. Nos
llevan a preguntarnos, por ejemplo, si las historiadoras están en una posición única para estudiar la
historia de las mujeres. ¿El estudio de la historia judía, en el mundo posterior al Holocausto, debe
ser emprendido sólo por judíos, o puede ser emprendido legítimamente por cualquier historiador
interesado, independientemente de su origen?3

Los sistemas educativos no hablan con una sola voz. En Gran Bretaña, que cuenta con un
plan de estudios impuesto por la ley, la enseñanza de la historia se utiliza para explorar conceptos
bastante simples de nación, que operan con énfasis en las experiencias de la mayoría. El interés por
la nación devuelve fácilmente a la política y a los líderes políticos a la mesa central, abordando el
pasado de una manera centrada con el presente a través del Estado-nación contemporáneo, que se
convierte entonces en la meta hacia la que se considera que conducen los procesos anteriores. Por lo
tanto, el Estado-nación moderno se presenta como la norma, un estado de cosas adecuado, y esta
suposición no sólo se sostiene en la enseñanza de la historia en las escuelas y universidades, sino
que también se propaga por las actividades fuera de la educación, como los eventos deportivos y la
diplomacia internacional. La historia escolar establece las nociones básicas sobre el pasado, fijando
así los términos en los que la mayoría de la gente piensa sobre el tema.

La obtención formal de conocimientos históricos tiene lugar en contextos históricamente


forjados, El contraste entre Gran Bretaña y Estados Unidos es instructivo en este sentido. La
persistencia de la monarquía británica, su enorme perfil público, así como su naturaleza
controvertida, mantienen un nivel extraordinariamente alto de interés popular en los reyes y reinas
de todas las épocas, uno de cuyos resultados es una fuerte asociación entre nación y monarca. El
Aniversario de Diamante en 2012 y el 90º cumpleaños en 2016 de la reina Isabel II, revelaron que la
monarca es considerada con gran afecto y respeto por la mayoría de sus súbditos, indicando así lo
rápido que han cambiado las actitudes populares, por ejemplo, desde la muerte de Diana, princesa
de Gales, en 1997, cuando las críticas a la Familia Real eran generalizadas. El carácter histórico de
la monarquía se reafirma de múltiples maneras, incluida la pompa.

Ciudadanía
23

Las nociones de ciudadanía han llegado a las agendas educativas en las últimas décadas. Podríamos
examinar la forma en que se tratan las complejidades de las identidades étnicas y regionales en las
Islas Británicas, y evaluar si dejan el camino libre para que persistan los estereotipos en los medios
de comunicación. El estudio de la historia tiene el potencial de hacer una contribución significativa
en este sentido. Es cierto que temas como la "cuestión irlandesa" son inevitables, pero no es menos
cierto que las persistentes tensiones entre Inglaterra, Escocia y Gales reciben poca prioridad en los
planes de estudio nacionales. 4 Los acontecimientos recientes -sobre todo los referéndums, en 2014,
sobre la independencia de Escocia, y en 2016 sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea-
han hecho aún más importante que se comprenda ampliamente la historia de las relaciones entre las
entidades políticas implicadas.

En Estados Unidos, en cambio, donde la identidad política se basa en un acto muy


consciente de creación de la nación, que convirtió a los súbditos de la Gran Bretaña imperial en
ciudadanos de una nueva república independiente, la historia de la nación se presenta de forma muy
diferente, y de forma mucho más explícita en términos de ciudadanía y patriotismo. Por muy fuerte
que sea el culto a los presidentes, difiere notablemente de la obsesión británica por sus monarcas.
La elección de Barack Obama, el primer presidente negro, en 2008, y su reelección en 2012,
aseguraron que la historia de las relaciones raciales siguiera siendo protagonista en los medios de
comunicación y en el debate público. En todos los niveles de la sociedad estadounidense buscan
entender las complejas identidades históricamente superpuestas. La elección de Donald Trump en
2016 afloró profundas divisiones junto a debates, históricamente bien informados. En Europa
existen fisuras comparables, con la migración como prioridad en las agendas políticas y los grupos
antiinmigración movilizando específicamente el apoyo. Las recientes controversias en Francia, con
su larga tradición de ciudadanía, sobre si las mujeres pueden llevar "vestimenta islámica", pusieron
en primer plano la religión, la cultura, la historia y la educación de las formas más dramáticas. 5

El Reino Unido no es el único país en el que la existencia de una monarquía -que, en


sentido estricto, preside a los súbditos y no a los ciudadanos- informa sobre la identidad nacional y
repercute en la educación. Los daneses, suecos y noruegos están muy interesados en sus familias
reales, y el gobierno danés ha tratado de reforzar el sentido de la identidad cultural nacional en las
escuelas. Debido a la cultura de la celebridad y al atractivo de la riqueza ostentosa y el poder
político, las culturas nacionales que rodean a los líderes, ya sean monarcas o presidentes, conforman
las formas en que los niños absorben los sentidos del pasado. La Federación Rusa ofrece un
excelente ejemplo de puntos sobre la identidad nacional y los enfoques de la historia. 6

Universidades

Por muy apasionante que sea el tema sobre la enseñanza de la historia en las escuelas, los cursos
universitarios tienen efectos considerablemente más profundos en los valores, actitudes y marcos
intelectuales de los historiadores profesionales. Además, lo que se enseña en las instituciones de
enseñanza superior varía notablemente dentro de los países y entre ellos, mucho más que en las
ciencias, y posiblemente incluso más que en otras materias de humanidades. Estas variaciones
24

indican dónde se encuentran algunos de los principales problemas de la disciplina de la historia. Las
siguientes características son especialmente relevantes: los periodos y países cubiertos; el equilibrio
entre el uso de fuentes primarias y secundarias; el grado de organización temática de la enseñanza;
y la medida en que se plantean abiertamente cuestiones políticas y teóricas. Estas características se
refieren al contenido de la historia, pero también a su marco organizativo, y lo hacen de tres
maneras principales.

En primer lugar, las facultades y universidades disponen de mecanismos administrativos


para aprobar la enseñanza que ofrece el personal. Tanto en la cultura formal como en la informal de
estas instituciones, algunos temas se consideran adecuados, y otros no tanto, para ser presentados a
los estudiantes. Podemos apreciar de inmediato la importancia de estos mecanismos cuando
observamos que muchos departamentos de historia se resistieron durante mucho tiempo a ofrecer
cursos sobre historia de la mujer, y algunos en Gran Bretaña y Alemania siguen ofreciendo poco o
nada sobre raza y etnia o sobre historia oral. Las asignaturas "nuevas" pueden percibirse como una
amenaza, y las organizaciones pueden encontrar formas de dar a entender que son menos exigentes
intelectualmente, demasiado modestas, de hecho, que no son historia "propiamente tal". Pongo
nuevamente entre comillas porque a veces, como en el caso de la historia de las mujeres, los temas
en cuestión no son realmente nuevos. Los historiadores profesionales llevan escribiendo sobre estos
temas desde siempre. Lo que era "nuevo" en la historia de las mujeres era su asociación con el
feminismo de la segunda ola, es decir, con las campañas políticas sobre la igualdad salarial, la
discriminación por razón de sexo, el cuidado de los niños y el control de la reproducción. Estos
temas siguen siendo objeto de debate en muchas instituciones. El "feminismo" sigue siendo un
término controvertido, y las relaciones de género continúan siendo un lugar de conflicto social,
económico y político. No obstante, a medida que un mayor número de personas sensibilizadas con
estas cuestiones consiguen trabajos académicos, y precisamente porque los temas de género y
sexualidad se debaten tan ampliamente, la composición de los comités está cambiando, y se aceptan
propuestas que antes se habrían considerado problemáticas. No estoy sugiriendo que la innovación
en los planes de estudio sea automáticamente "buena" y la resistencia a ella "mala". Sin embargo,
los planes de estudios necesitan cambiar y movilizar nuevas energías, y la forma en que lo hacen las
instituciones que le dan forma y apoyo. El cambio conlleva tanto costes como beneficios y merece
la pena asegurarse de que no se pierden perspectivas valiosas en el proceso.

La segunda forma en que las organizaciones configuran el contenido de la historia, es decir,


la provisión de recursos, es especialmente relevante para la enseñanza universitaria. Las nuevas
áreas de la historia requieren recursos adicionales, ya sea en forma digital o más tradicional. A pesar
de las crecientes tasas de participación en la enseñanza superior, parece que la época de auge ha
terminado en todo el mundo. Esto no quiere decir que los gobiernos estén menos comprometidos
con la educación -sin duda su retórica en este sentido sigue siendo fuerte-, pero los cambios en la
economía mundial han reducido el gasto en esta área, y muchos países están trabajando con
infraestructuras, como las bibliotecas, que son débiles bajo cualquier punto de vista. Incluso los
países del "primer mundo" se preocupan por mantener el presupuesto de la educación bajo un
estricto control, al tiempo que intentan mejorar los niveles generales de cualificación de sus
poblaciones. Por "competencias" se entiende la alfabetización, el aprendizaje de lenguas modernas,
la aritmética y la analítica, así como la capacidad de utilizar eficazmente las tecnologías de la
información. Los ordenadores han entrado a formar parte de la práctica de la historia de muchas
maneras; son un componente importante de la infraestructura de la historia. Internet, al proporcionar
acceso a los catálogos y fondos de las bibliotecas de todo el mundo, a sitios web interactivos y a
25

enormes cantidades de información, se ha convertido en una parte especialmente importante de esa


infraestructura. Los sistemas educativos más sólidos ofrecen una sofisticada formación en
tecnologías de la información. Los historiadores también necesitan habilidades críticas para evaluar
los materiales digitales. Al mismo tiempo, se está produciendo un aumento de la cantidad de
historia, con más revistas y libros en circulación que nunca. El resultado es una intensa presión
sobre los recursos; hasta ahora esto probablemente no ha impedido el desarrollo de nuevos campos
o cursos, pero condiciona las experiencias que tienen los estudiantes de trabajar a niveles más
avanzados.

La tercera forma en que los temas organizativos informan el contenido de la historia se


refiere a la "demanda". En los últimos años se han producido cambios generales, a raíz de los cuales
el lenguaje cargado de ideología de la enseñanza superior ha quedado marcado. Los estudiantes se
han convertido en consumidores, que seleccionan y compran "mercancías". Las políticas educativas
han cambiado junto con la retórica. La historia está en el mercado; el punto se aplica tanto a las
universidades como a las publicaciones. En última instancia, los cursos responden a la demanda de
los estudiantes, que viene determinada por la experiencia educativa previa, por las oportunidades
laborales, por los compromisos personales y por el entorno político. Cuanto más ofrezcan las
opciones universitarias a los estudiantes -que, de hecho, están elaborando planes de estudios
personalizados-, mayor será el impacto del "mercado". La percepción sobre las opciones
profesionales es relevante en este caso, y parece que ha habido una tendencia general en la
educación superior hacia las materias profesionales, presumiblemente debido a la mayor presión
sobre las oportunidades de empleo. Sin embargo, las elecciones no sólo se rigen por las exigencias
instrumentales; por ejemplo, se ha producido un descenso generalizado del interés por la historia
económica, a pesar de que es relevante para muchas carreras, mientras que aumenta el interés por
los cursos sobre cultura en general y patrimonio, museos y medios de comunicación en particular,
donde los puestos de trabajo relacionados con ella están muy sobredimensionados. En un estado de
ansiedad por sus ingresos, las instituciones permiten a veces que los campos menos de moda
disminuyan, precisamente porque no parecen ser lo que los estudiantes "quieren". Sin embargo, si
estas áreas se promocionan enérgicamente dentro de los departamentos y las universidades, tal vez
se puedan cambiar los patrones de demanda.

La historia y sus aliados

Las disciplinas académicas funcionan dentro de elaborados marcos organizativos que les dan forma.
Y estos marcos, aunque tengan la inercia de las instituciones detrás, también se modifican. Muchos
tipos de cambio afectan a las disciplinas académicas: un buen ejemplo de ello es la denominación
de los departamentos y las carreras. Actualmente, la historia se imparte bajo muchos nombres,
algunos de los cuales carecen de la palabra "historia" en sus títulos. El fenómeno de los estudios de
área, en los que la historia, junto con otras disciplinas de las humanidades y/o las ciencias sociales,
se aplica a una región geográfica específica, es un ejemplo de ello. 7 Esta tendencia es indicativa
tanto de las alteraciones en las partes del mundo que se consideran dignas de atención, como de los
cambios en las relaciones entre la historia y otras disciplinas.
26

El alto interés por la Unión Soviética durante la guerra fría es un fenómeno digno de
mencionar; los estudios rusos reunieron a historiadores, lingüistas, críticos literarios, sociólogos,
economistas y científicos. A pesar de la reanudación de los conflictos con implicaciones de gran
alcance en zonas que antes formaban parte de la Unión Soviética, los estudios rusos como campo se
han reducido. En los estudios de área, el parentesco entre la historia y otras disciplinas tiende a
pasar a primer plano. Para campos como los estudios americanos, los estudios latinoamericanos,
etc., la historia es uno de los enfoques que se complementan. Por lo general, la enseñanza de la
lengua, que por lo demás está en declive en el contexto de la historia, forma parte del paquete.
Fuera de Alemania, la historia alemana es un campo relativamente pequeño, sobre todo en el mundo
anglófono, en parte porque la lengua no está muy extendida. Es una situación irónica, dado el
enorme interés que despierta la Alemania del siglo XX. No obstante, hay intentos de promover
algunas lenguas más "exóticas", sobre todo cuando, como en el caso de Japón y China, las zonas en
las que se hablan son política y económicamente poderosas. Las lenguas africanas, por ejemplo, no
han ejercido un atractivo tan amplio. La investigación sobre la historia de China, para la que la
lengua es esencial, está prosperando. El atractivo de las lenguas y las zonas geográficas debe
considerarse en un contexto cultural más amplio que, a través del arte, la música, el cine y la
literatura, determina las opciones estéticas y académicas.

Desde la Segunda Guerra Mundial, aquellas partes del mundo que son políticamente
sensibles y económicamente significativas -Rusia, África, América Latina, Asia- se han sometido al
enfoque de los estudios de área. El interés actual de los estudiosos británicos por la India y el Caribe
revela en gran medida el modo en que estas zonas han entrado en la vida cotidiana a través de la
migración y la conciencia nacional, a menudo a través de los recuerdos y las tradiciones familiares.
Por lo tanto, las zonas geográficas que parecen importantes para el trabajo académico dependen del
lugar en el que uno se encuentre. Para los historiadores británicos, la noción de "estudios británicos"
parece un poco extraña: el Journal of British Studies (1962), que publica importantes artículos
históricos, es una publicación de la Conferencia norteamericana de estudios británicos.
Cada país tiende a privilegiar su propia historia, aunque el grado de reflexividad es muy
variable. Designar un área para estudios interdisciplinarios implica un toque de exactitud; por ello,
los estudios de área no suelen basarse en nuestra propia región, sino en zonas que ya son "otras" de
alguna manera. No están distribuidos uniformemente en las universidades, y tienden a encontrarse
en instituciones ya comprometidas con el trabajo interdisciplinario y sensibles a los imperativos
políticos que subyacen a la erudición histórica. También pueden ser una forma de relaciones
internacionales, ya que el país o la región que se estudia ofrece incentivos de financiación y, a
través de la diplomacia cultural y los institutos, promueve conferencias y exposiciones que atraen la
atención de los estudiosos a esa parte concreta del mundo. De este modo, las regiones geográficas
pueden promocionarse como interesantes, dignas de ser visitadas y de comerciar con ellas, y como
actores en la escena mundial. El poder blando y el esfuerzo académico pueden unirse en
asociaciones.

Muchas universidades siguen con departamentos de historia separados e imparten carreras


de historia que serían más o menos reconocibles para los estudiantes de generaciones anteriores. Sin
embargo, el entorno institucional ha cambiado notablemente. En países que, como Estados Unidos,
han tenido durante mucho tiempo un enfoque gradual de las titulaciones, junto con mecanismos
para evitar la especialización temprana, la idea de practicar un campo como estudiante de grado
durante tres o cuatro años es ajena. En algunos países europeos, entre ellos Gran Bretaña, persiste
un modelo más centrado. Aunque la mayoría de los cursos británicos son ahora graduales, existen
27

pocas normas que impidan la especialización, por lo que en la práctica los estudiantes rara vez
toman la gama de opciones, dentro de la historia y entre disciplinas, que los estudiantes de América
del Norte. Sin embargo, las organizaciones académicas y los organismos de financiación fomentan
la interdisciplinariedad; al menos, hay mucha retórica en este sentido.

Otra noticia importante es la tendencia de algunas instituciones a agrupar varias disciplinas


humanísticas en departamentos generales denominados "Humanidades", "Estudios combinados" o
incluso "Estudios teóricos". Es muy posible que destacados historiadores impartan clases bajo estas
rúbricas, aunque lo que hacen no esté necesariamente señalado como "historia". Esto favorece un
enfoque temático más que descriptivo. Un curso titulado "Historia de Europa 400-1200" o "Historia
del Imperio Británico y la Commonwealth" sería un ejemplo de este último enfoque. A menudo, los
cursos temáticos resultan atractivos porque cortan el pastel histórico de forma novedosa, animando
a los estudiantes a considerar nuevos enfoques y ángulos desconocidos. Un curso sobre "temas de la
historia cultural de la Edad Moderna" indica a los estudiantes que se les ofrece algo distinto a un
relato político, social o económico. Los "problemas de Irlanda del Norte" incitan a los participantes
a reflexionar sobre asuntos dolorosos e insolubles que siguen formando parte de los asuntos
contemporáneos, y son tan relevantes para los interesados en la política y los estudios religiosos
como para los historiadores.9 Los cursos sobre "Revolución" incitan a los estudiantes a considerar
tanto las similitudes como las diferencias entre, por ejemplo, Francia de 1789 y Rusia de 1917; en
otras palabras, a pensar de forma comparativa. Esto los anima a ser más analíticos sobre las
relaciones entre las dificultades económicas y la protesta política, lo que debilita a los regímenes,
los líderes carismáticos, las clases políticamente activas, las teorías de la revolución, etc. Sin
embargo, si los temas se sacan de contexto, si los movimientos feministas no se sitúan en el
contexto de otros intentos de reforma política, por ejemplo, o si la revolución científica del siglo
XVII no se compara con otros cambios intelectuales y sociales de la época, se obtiene una visión
limitada. Los mismos argumentos se aplican a los cursos descriptivos, en los que los países, las
regiones o los periodos se toman como evidentes y se tratan de forma aislada unos de otros, y se da
un lugar privilegiado a los desarrollos políticos como si éstos fueran de alguna manera la historia.
La situación ideal es tener una mezcla de cursos y enfoques, que es precisamente lo que pueden
ofrecer los grandes departamentos de historia. Para algunas instituciones esto es sencillamente
imposible, y su ética, organización y enfoque de las disciplinas determinarán el enfoque general
adoptado para la enseñanza de la historia.

Hasta ahora, he mencionado algunos de los parámetros que determinan cómo se organizan
los aspectos educativos de la disciplina, y he subrayado que dentro de ellos las variaciones son
enormes. Sin embargo, en la mayoría de los países hay elementos comunes en la organización de la
vida profesional, que se aplican a la historia como a otras asignaturas: la centralidad del plan de
estudios; la necesidad de que la mayoría de los profesores de escuela tengan un título universitario y
una cualificación docente; un sistema de formación en investigación, que capacita a las personas
para trabajar en niveles avanzados; la participación del gobierno en la financiación y las normas; y
los organismos profesionales que reúnen a los historiadores en conferencias, grupos de presión y
publicaciones.

Organizaciones para historiadores


28

Existen muchos tipos de organizaciones para ayudar a los historiadores de una u otra manera, desde
las locales que promueven el uso de archivos hasta las internacionales que patrocinan grandes
encuentros de profesionales de todo el mundo. Dado que los niveles de especialización no dejan de
aumentar, la proliferación de organizaciones no es de extrañar. Revela el amplio abanico de
personas, profesionales y aficionados, que se interesan por el tema, y la expansión de los puestos de
trabajo relacionados con la historia, no sólo en las instituciones educativas, sino en la
administración, los medios de comunicación y los museos. Estas organizaciones rara vez tienen una
única función; existen para promover ideas y personas, y adquieren especial importancia cuando los
recursos son limitados. Los organismos profesionales tienen funciones variadas, algunas de las
cuales se reconocen más abiertamente que otras. Se esfuerzan por proteger los intereses de un
campo, por ejemplo, expresando opiniones sobre los cambios propuestos en la política
gubernamental. Sirven para dar a conocer ese campo a sus colegas, a los estudiosos de disciplinas
afines y, a veces, al público en general. A menudo patrocinan revistas, de modo que, en cierto
sentido, la revista representa y se convierte en una cara pública de la agrupación profesional o
sociedad científica. De este modo, contribuyen a definir lo que se considera "historia", de modo que
los artículos publicados en la American Historical Review, la Transaction of the Royal Historical
Society (1876) o History Australia (2003) entran en el ámbito de la "historia". Esta función es vital
cuando los campos cambian y surgen nuevos subcampos: poder publicar un artículo sobre un tema
"nuevo" en una revista establecida significa algo más que la publicación de un artículo individual:
significa algo sobre las definiciones de la historia. Las nuevas organizaciones y revistas son
instrumentos legítimos que dotan a sus fundadores de un "capital de carrera". Así, los organismos
profesionales ayudan a definir sus disciplinas y a presentarlas al público; difunden información y
crean comunidades y redes intelectuales mediante páginas web, conferencias, boletines y otras
publicaciones.

De ello se deduce que los académicos llegan a verse a sí mismos como historiadores, no
sólo por ganarse la vida y/o publicar, sino por pertenecer a grupos que afirman su identidad
profesional. Esto va acompañado de funciones directamente profesionales, como la creación de
redes para establecer contactos que ayuden a conseguir puestos de trabajo, ayuden a publicar y
desarrollen carreras. Algunas sociedades anuncian puestos de trabajo y consideran que su función es
garantizar que las instituciones no supriman "su" materia, que los mejores estudiantes sean
asignados adecuadamente y que las mujeres, y las minorías, obtengan un trato justo. Los
organismos profesionales, por tanto, ayudan a los historiadores a apropiarse de su materia, a debatir
temas, a promover un sentido general del valor de la historia y a forjar sus identidades en el
proceso. Podemos ver estos funcionamientos en los discursos presidenciales y las conferencias
inaugurales, cuando miembros distinguidos de un campo se dirigen a sus compañeros y exponen
temas clave. Muchos miembros se identificarán fuertemente con esas figuras y utilizarán sus
palabras para afirmar o ajustar el sentido de sí mismos como historiadores, al igual que muchos
discreparán y aclararán su identidad por contraste. Todos estos procesos son característicos de las
formas en que las clases medias profesionales establecen y mantienen sus posiciones.

Afiliarse a un organismo profesional puede ser bastante caro y a algunos solo pueden entrar
con invitación o elección. Dado que tienen diversas funciones, existe una considerable variación
entre ellas. Los nuevos campos y los estudiosos que temen la marginación dependen especialmente
de grupos de personas con ideas en común que organizan conferencias, quizá publican actas y, en
29

general, dan a conocer sus actividades para lograr el reconocimiento. Algunos de estos grupos se
consideran a sí mismos radicales y opositores, por ejemplo, la Sociedad de Historia Oral de Gran
Bretaña y el grupo que fundó la Radical History Review (1975) en Estados Unidos; se esfuerzan por
tener una voz pública efectiva. El reconocimiento de los colegas es tan importante como el de los
gobiernos, las universidades, los organismos de financiación, etc. Los historiadores afirman el valor
de la disciplina vinculándose con otros y mostrando al resto del mundo la naturaleza de sus logros.
Los conocimientos se comparten y se exponen en los organismos profesionales, con lo que,
idealmente, se mejora la calidad de lo que se hace. Las funciones más sutiles, como la creación de
redes, la creación de vínculos, la consolidación, etc., son igualmente significativas. Es fundamental
que estos organismos tengan un rostro público; se sitúan en la interfaz entre formas altamente
especializadas de producción de conocimiento y el mundo en general, incluida la elaboración de
políticas. En un mundo digital, los sitios web de las organizaciones históricas comunican sus
valores y actividades a tiempo para forjar relaciones entre los historiadores, el público y las partes
interesadas más formales.

Publicación

La historia, al igual que otras disciplinas, se basa en la difusión abierta de los resultados, que adopta
muchas formas, incluidas las electrónicas. Las editoriales, que a menudo forman parte de grandes
industrias multinacionales, desempeñan un papel crucial en la vida académica, por lo que la historia
está estrechamente ligada a ellas y depende de ellas. Para que algo cuente como conocimiento, sea
cual sea el campo, tiene que pasar por una serie de evaluaciones y controles, para que los autores
sean considerados responsables ante sus pares y lectores. Básicamente, esta es la razón por la que
los trabajos académicos tienen notas a pie de página y bibliografías, para que sus afirmaciones
puedan ser verificadas por quienes deseen hacerlo. Las notas a pie de página también indican la
variedad de fuentes que el autor ha consultado, y los críticos, como los reseñadores de libros y los
revisores de revistas y libros, pueden argumentar que los autores han omitido importantes fuentes o
han interpretado mal las que han consultado. Por eso se enseña a los estudiantes a evaluar las
pruebas y a citar las citas completas. Eso, al menos, es la teoría; en la práctica, la situación es
bastante más fluida. No cabe duda de que quién es uno tiene un impacto en la publicación, sobre
todo si las publicaciones anteriores han tenido éxito. ¿Pero qué significa "éxito" en este contexto?
Puede significar que mucha gente ha leído y utilizado el artículo en cuestión, que ha sido muy
influyente en el trabajo de otros. El escepticismo es importante en este caso, ya que muchos
"bestsellers" apenas se leen y han alcanzado ese estatus en gran medida gracias a un marketing
agresivo; y los indicadores supuestamente objetivos, como los índices de citación, pueden ser
engañosos. En cualquier caso, debemos distinguir entre el éxito comercial y el éxito de la crítica, y
reconocer que una serie de comunidades emiten un juicio sobre cualquier publicación en particular -
los colegas son sólo uno de ellos-. Por eso, cuando se nos dice que un libro es "exitoso", "brillante"
o "malo", hay que indagar cuidadosamente.
30

A los autores ya conocidos les resulta más fácil conseguir buenos contratos de publicación.
Cuando se trata de libros, son pocas las obras que se remiten totalmente "a ciegas", es decir, sin que
el editor conozca la identidad del autor. Algunas editoriales, como algunas revistas, lo siguen
intentando, pero, según mi experiencia, las prácticas varían notablemente. En cualquier caso, el
funcionamiento eficaz del sistema de arbitraje ciego depende de una serie de factores, como la
auténtica imparcialidad de los lectores, que es inevitablemente difícil en el propio campo, mientras
que los que trabajan en áreas más lejanas muchas veces no pueden detectar los problemas. El
sistema también depende de que los autores estén dispuestos a aceptar la necesidad de cualquier
cambio sugerido. Concretamente, exige que los autores disimulen su identidad al escribir, lo que en
la práctica es bastante difícil de hacer. Las revistas más prestigiosas siguen aplicando este sistema
de la forma más estricta posible, a pesar de la existencia de comunidades académicas relativamente
pequeñas y bien conectadas. Aun así, no se deduce que los artículos rechazados por las revistas de
prestigio sean "peores" que los que publican. Por ejemplo, pueden no ajustarse al enfoque histórico
de la revista, tratar temas que el editor y/o el consejo de redacción no consideran especialmente
interesantes o tener mala suerte con los árbitros que se les asignan. De ahí que haya que considerar
con escepticismo las simples afirmaciones sobre la calidad de los estudios. No obstante, el ideal de
transparencia -la apertura en relación con las fuentes, los enfoques, la toma de decisiones y la
interpretación- sigue siendo importante.

Podemos plantear estos puntos de otra manera, mencionando la importancia que sigue
teniendo el patrocinio, incluso en la edición. La mayoría de las instituciones relacionadas con la
historia se consideran meritocráticas, pero no por ello el patrocinio carece de importancia. En un
mundo competitivo la selección es necesaria, y en cualquier caso es imposible que los criterios de
selección sean perfectamente racionales. Es bien sabido que, en la obtención de puestos
académicos, los editores tienen una importancia crucial: ¿Son poderosos en el campo, conocidos
por ser discriminadores y perspicaces? ¿Escriben para demasiada gente y corren el riesgo de
devaluar su moneda? ¿Conocen realmente al candidato? ¿Son generalmente respetados? Las
mismas consideraciones se aplican a la publicación, en la que los historiadores suelen recomendar a
aquellos a los que desean promocionar, como sus propios estudiantes de doctorado, a una
determinada editorial, del mismo modo que los animarán a hablar en conferencias, asegurándose de
que reciben invitaciones para intervenir en los seminarios de investigación de otros departamentos y
conocer a académicos influyentes. Una serie de libros, editados por uno o un pequeño grupo de
historiadores, es una forma especialmente clara de ejercer el patrocino a medida que se va
configurando un campo. Muchas editoriales tienen este tipo de series, que indican las prioridades
académicas. Entre los académicos estos puntos son habituales; son menos familiares para los
estudiantes, que a menudo toman las publicaciones al pie de la letra, sin pensar en las relaciones de
patrocino implicadas, que influyen en lo que se publica, quién publica, dónde y cómo se
promociona el trabajo. Por eso leemos con atención el prólogo y los agradecimientos de cualquier
obra, donde los autores dan las gracias a sus mentores, profesores y compañeros más significativos,
y se sitúan en un campo.

La edición es una industria vasta y compleja, que opera a nivel internacional. 10 Aunque los
detalles de la composición y el funcionamiento de esta industria no son estrictamente relevantes
aquí, es vital tener en cuenta la diversidad de imprentas que publican libros de historia, y tener
cierta comprensión de sus diferentes objetivos comerciales e intelectuales y sus listas distintivas.
Aunque ninguna editorial puede ignorar los factores comerciales, muchas, especialmente las
imprentas universitarias de larga tradición, siguen emprendiendo costosas y/o muy especializadas
31

empresas editoriales que otras compañías simplemente no estarían dispuestas a considerar. Un buen
ejemplo es el Oxford Dictionary of National Biography for Britain, un proyecto caro y ambicioso
que está llevando a cabo Oxford University Press. Se basa en nuevos estudios y también en nuevos
sistemas de valores: por ejemplo, ahora se incluyen mujeres y personas de diversos orígenes. La
edición impresa se publicó a partir de 2004, mientras que la versión en línea está en constante
desarrollo.11 Las editoriales desarrollan nichos de mercado y sus elecciones tienen un impacto
considerable en el contenido de lo que se publica y en cómo se utilizan los libros dentro del sistema
educativo.

Cuando la gente piensa en la edición educativa, le viene a la mente la noción de libro de


texto. Los libros de texto se utilizan en las escuelas y en todos los niveles de las ciencias, el
derecho, la economía y la medicina, pero su función en el estudio de la historia, sobre todo en el
ámbito universitario, es menos sencilla. 12 Los libros de texto se basan normalmente en cuatro
premisas fundamentales: que existe una cierta estabilidad en una materia a lo largo del tiempo; que
en diferentes lugares se imparten materias similares; que es adecuado ofrecer a los alumnos un
material "predeterminado"; y que existe un consenso suficiente sobre las cuestiones clave para que
esos volúmenes sean viables. Si las consideraciones comerciales lo permiten, los libros de texto
pueden revisarse y actualizarse periódicamente. Aun así, las premisas básicas de la obra
probablemente seguirán siendo las mismas. Así que la propia noción de libro de texto sugiere cierta
continuidad en cuanto a contenido y filosofía pedagógica. La mayoría de los libros de texto, por su
propia naturaleza, están más alejados de las fuentes primarias que de las publicaciones de
investigación y, aunque algunos incluyen extractos de camisetas, esto no satisface a los estudiantes
más avanzados.13 Las colecciones de documentos pueden ser muy útiles, especialmente cuando
contienen material que de otro modo no estaría disponible para quienes no tienen el idioma
correspondiente. No obstante, los libros de texto presentan el punto de vista del autor. También lo
hacen las monografías, obras académicas especializadas basadas en investigaciones originales,
dirigidas a quienes ya son bastante expertos. Muchas monografías se dirigen a un nivel que los
estudiantes universitarios consideran difícil. Los libros de texto, en cambio, generalizan, sintetizan y
ofrecen una visión general de un campo. Es importante reconocer la forma especial de publicación
que representan, que a veces hace ganar mucho dinero a sus editores, y desarrollar la capacidad
crítica para evaluarlos. El libro de texto debe entenderse en términos de estructuras profesionales e
infraestructuras disciplinarias.

Es útil comparar los libros de texto con las historias de las encuestas. Los libros de texto se
escriben para niveles y propósitos educativos definidos. Las encuestas, que suelen abarcar grandes
extensiones de tiempo y una serie de temas, pueden convertirse en libros de texto, pero pueden ser
más polémicas.14 Al igual que con los libros de texto, el lector tiene que confiar en muchas cosas al
leer cualquier historia de encuesta: que los ejemplos se han elegido cuidadosamente y con acierto;
que el autor no se ha limitado a seguir lo que otros han afirmado o a depender acríticamente de
fuentes secundarias; que se han tenido en cuenta investigaciones y enfoques recientes, etc. Algunos
estudios históricos llegan a ejercer una enorme influencia. Un ejemplo de estos puntos es la serie de
libros de Eric Hobsbawm: La era de la revolución (1962), La era del capital (1975), La era del
imperio (1987) y La era de los extremos (1994). Estos libros se han consolidado y venerado, aunque
la perspectiva desde la que fueron escritos, la de un marxista comprometido, es una con la que sólo
simpatiza un número limitado de lectores. Entonces, ¿qué hace que un libro concreto se convierta
en un estándar o en una obra clásica? No hay respuestas sencillas a esta pregunta, que debe
32

plantearse si queremos analizar las publicaciones históricas y, por extensión, cómo ganan
aceptación y cambian las visiones del pasado.

Volveremos a hablar de estas cuestiones a lo largo del libro; se mencionan aquí por dos
razones. En primer lugar, hay muchos géneros diferentes de escritura histórica, y cada uno tiene su
propio lugar en la industria editorial y constituye un elemento importante en la infraestructura de la
historia. Es necesario comprender las diferencias entre los géneros de escritura y, sobre todo, cómo
se ganan a los lectores. En segundo lugar, las publicaciones nunca existen de forma aislada, y a
menudo, cuando ganan aceptación, es porque encajan con otros supuestos sobre el pasado. En el
caso de Hobsbawm, no es necesario simpatizar con el marxismo para estar convencido del poder de
las fuerzas económicas. Aunque sus libros no son estrictamente económicos, están construidos en
torno a distintas fases del capitalismo. Puede que la historia económica no se perciba como el
campo más apasionante dentro de la historia, pero muchos historiadores, al igual que el público en
general, son en el fondo deterministas económicos. Posiblemente, el interés duradero por el libro de
Hobsbawm dice más sobre las actitudes hacia la riqueza y el consumo que sobre el supuesto declive
y muerte del marxismo.
Por otro lado, dentro de la escala de accesibilidad, están las revistas científicas, que suelen
salir varias veces al año y publican artículos especializados sobre nuevas investigaciones. La
publicación en línea, incluso de revistas, es ahora un fenómeno importante. En la práctica, las
revistas históricas, sea cual sea su formato, son increíblemente diversas, ya que algunas publican
artículos que son recherché bajo cualquier punto de vista, mientras que otras, como History
Workshop Journal (1976) y Radical History Review, contienen muchos tipos de artículos, incluidos
los "artículos de opinión", críticas de películas, obituarios y respuestas a exposiciones, precisamente
para responder a todos los aspectos de la "historia" y mantener su público lo más amplio posible.
También publican artículos de investigación, pero todo el estilo de estas revistas está diseñado para
abrir las cuestiones históricas y evitar la exclusividad estrecha y elitista. Algunas revistas no
imponen límites a priori en la temática de los artículos: cualquier cosa "histórica", interpretada en
sentido amplio, es elegible: Annales (1929) y Past and Present (1952), por ejemplo. Sin embargo,
otras tienen objetivos más limitados, para promover la investigación sobre un país, una región, un
campo o un periodo determinados: Journal of Pacific History (1965), Journal of Modern European
History (2003), Journal of Historical Geography (1975), Social History of Medicine (1988),
Accounting, Business and Finance History (1990), Le Moyen Age (1888), Seventeenth Century
(1986), Victorian Studies (1957) y Journal of Contemporary History (1966), por ejemplo.

La enorme cantidad de campos, subcampos y publicaciones periódicas asociadas, plantea


una serie de problemas relacionados con la fragmentación del conocimiento y del público. Para
cualquier investigación, ¿cuál es el público más adecuado? Esta pregunta se hace necesaria por los
intentos de evaluar la calidad de la investigación, por las tendencias hacia la interdisciplinariedad de
la historia y por la dificultad de conseguir que los trabajos sean aceptados por las revistas históricas
generales, muchas de las cuales gozan de gran reputación pero, dado que abarcan toda la historia,
reciben un enorme número de envíos y tienen que ser muy selectivas. 15 Dado que las revistas se
presentan como lo último, puede sorprender el tiempo que tarda todo el proceso. Desde el envío
inicial hasta la aparición final, pasando por la edición, las revisiones sugeridas, la aceptación de las
revisiones, la comprobación de las pruebas, etc. -y eso suponiendo que la primera revista con la que
se contacta acepte el artículo- puede llevar más de un año. Algunas revistas, como la Economic
History Review (1927), publican las fechas de presentación inicial y de aceptación final de cada
artículo, una práctica más habitual en las ciencias. Las restricciones, como el límite de palabras,
33

impuestas por el formato de los artículos, así como por cada una de las publicaciones periódicas,
hacen que se trate de un género con convenciones claras, aunque no sean evidentes para los no
iniciados. Las publicaciones regulares son un lugar en el que se pueden resolver las disputas
intelectuales, precisamente porque se publican varias veces al año y suelen fomentar este tipo de
intercambios.16

Hay otros tipos de publicaciones que influyen en la práctica de la historia, como las
destinadas a un público más amplio, como las revistas y los periódicos. En muchos países, es
habitual que los historiadores académicos escriban de forma acentuada sobre temas de actualidad
para poner de manifiesto las cuestiones históricas implícitas en ellos. Las reseñas de libros aparecen
de muchas formas y pueden generar mucho revuelo por ser uno de los lugares donde se pueden
expresar opiniones fuertes; éstas son inevitablemente algo personales, dado que se dirigen a autores
con nombre propio. Desde el punto de vista de un editor, cuanta más controversia, mejor; desde el
punto de vista de un autor, los ataques a su obra o reputación pueden ser excepcionalmente
dolorosos. Conviene recordar la diversidad de publicaciones y públicos, la variedad de formas de
presentar la historia a amplios públicos y la complejidad de la infraestructura editorial.

Investigación

Me he referido a la "investigación" como si fuera evidente su significado. De hecho, su significado


es bastante impreciso y poco determinado. La "investigación" implica el descubrimiento de nuevos
materiales y la articulación de nuevas ideas. Se supone que la originalidad es un elemento
importante del trabajo académico avanzado. Sin embargo, el grado de "originalidad" de un trabajo
de investigación puede no ser claro, dada la enorme cantidad de historia que se escribe en tantos
lugares diferentes. Entonces, ¿cómo se puede evaluar el grado de originalidad? El material de
Internet es especialmente difícil de evaluar. ¿La "investigación" consiste principalmente en el
proceso de investigación de recopilación y lectura de fuentes? ¿Y los procesos de escritura, a través
de los cuales se desarrollan los marcos interpretativos? Los nuevos materiales o la información no
son necesariamente significativos, sino que lo que realmente importa es la forma en que se utilizan
y se relacionan con los relatos anteriores. Periódicamente salen a la luz archivos públicos no
estudiados anteriormente, y los nuevos archivos disponibles pueden cambiar radicalmente la
comprensión histórica. A veces lo hacen simplemente por la información que contienen, pero lo
más frecuente es que los historiadores tengan que esforzarse por dar sentido a esas pruebas, y que se
dediquen muchos esfuerzos a encontrar teorías, conceptos y enfoques eficaces.

Aunque es potencialmente engañoso pensar en la investigación histórica en términos de


"datos", la frase "datos en bruto" es, sin embargo, reveladora. Sugiere la importancia de la
preparación, la cocción y la digestión, que es precisamente lo que hace la escritura, junto con la
reflexión y el desconcierto que la preceden. En la práctica, las fuentes rara vez están completamente
"en bruto". Es evidente que estas cuestiones son fundamentales para las habilidades que despliegan
los historiadores, pero también tienen que ver con la infraestructura de una disciplina que, para ser
designada como tal, tiene que apoyar la investigación. Hay tres formas principales de facilitar la
investigación: las instituciones, principalmente pero no exclusivamente de educación superior, que
dan a su personal tiempo y recursos específicamente para emprender la investigación; las
34

organizaciones dedicadas, ya sean gubernamentales o benéficas, que conceden subvenciones a


individuos, grupos o instituciones para sufragar los costes de la investigación; y los individuos que
utilizan su propio tiempo y medios. Afortunadamente, los investigadores independientes siguen
existiendo y muchos de ellos realizan un trabajo muy distinguido. Las dos primeras formas de
apoyo a la investigación llevan aparejadas algunas condiciones. La mayoría de los organismos que
conceden subvenciones exigen transparencia, tanto en la gestión financiera como en los informes
periódicos. Las universidades pueden imponer menos condiciones, pero las presiones relacionadas
con la evaluación formal de la calidad de la investigación y otros marcadores de estatus, o incluso
con las obligaciones no relacionadas con la investigación, afectan significativamente a lo que se
hace y a la cantidad de investigación. El acceso a los materiales primarios es un problema
importante, aunque la posibilidad de descargar recursos de Internet marca la diferencia. Los
historiadores también dependen de otros organismos, como los archivos, muchos de los cuales
nunca se han digitalizado, microfilmado o transcrito -algunos ni siquiera se han catalogado
completamente-, mientras que otros pueden ser de difícil acceso. No hay que subestimar los costes
de los viajes para trabajar con fuentes de las que no hay copias, ni los de la fotografía.

Es evidente que, incluso en la era digital, los historiadores que se encuentran cerca de las
grandes colecciones de las bibliotecas tienen una enorme ventaja. Por ello, las grandes y ricas
universidades de los "nuevos" países, como Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Estados Unidos,
han llevado a cabo políticas activas de adquisición, generando en el proceso algunas de las mejores
colecciones del mundo, incluso de fuentes en línea. Sin embargo, incluso las mejores bibliotecas
tienen sus limitaciones, y los historiadores que trabajan en partes del mundo alejadas de las suyas,
pobres o políticamente inestables, son los que probablemente lo tienen más difícil; además, suelen
ser las zonas que el mundo "desarrollado" más desconoce. Entre ellas se encuentran América
Latina, gran parte de Asia (especialmente Asia central) y África. Los historiadores que trabajan en
estas regiones se enfrentan a otros problemas. El desconocimiento de sus contornos históricos y
geográficos básicos por parte de los lectores, las dificultades lingüísticas y la necesidad de contar
con herramientas y marcos interpretativos adecuados van mucho más allá de la cuestión de las
infraestructuras que nos ocupa. En su historia de Bolivia, que comienza con la época precolombina,
Herbert Klein reconoce estos problemas. 17

Puente

La mayor parte de este capítulo y, de hecho, gran parte de History in Practice, se refiere a la
disciplina tal y como se practica en instituciones especializadas y, por tanto, a la historia profesional
de un tipo u otro. A pesar del creciente entusiasmo por las historias del mundo y las perspectivas
globales, la disciplina está dividida en un número cada vez mayor de subcampos; cubre un terreno
tan amplio que quienes están dentro de ella tienden a olvidar lo inaccesible que se ha vuelto. La
visión desde dentro es sólo una visión parcial. Las industrias del entretenimiento, por ejemplo,
apoyan los esfuerzos de los historiadores, a través de parques temáticos, museos y galerías,
publicaciones populares, películas, televisión y radio, y tiendas que comercializan el pasado. Puede
sorprender a algunos lectores que utilice la palabra "apoyo". No quiero decir que estas ramas,
ciertamente diversas, de las industrias del patrimonio y el ocio se propongan expresamente
contribuir a la disciplina de la historia, aunque muchos museos y galerías sí que interpretan sus
35

funciones de este modo.18 Más bien, sugiero que estas industrias están estrechamente relacionadas
con la forma en que se concibe, se vive y se estudia el pasado.

Me viene a la mente un acertado ejemplo: el Ironbridge, en Shropshire (Inglaterra), descrito


como "el lugar de nacimiento de la revolución industrial" y ahora declarado Patrimonio de la
Humanidad por la UNESCO. Es, al mismo tiempo, una empresa comercial de éxito, una zona
importante para la arqueología industrial y una amplia muestra relacionada con un proceso
definitorio de la identidad británica. Esta empresa depende de que la revolución industrial sea
"recordada" con interés y quizás con orgullo, como un fenómeno que puede provocar placer visual
y curiosidad general, precisamente como una cuestión "patrimonial". Se trata de una tendencia
relativamente reciente, al igual que el aumento del interés por la arqueología industrial. No cabe
duda de que las máquinas de bombeo restauradas han ejercido durante mucho tiempo un atractivo
especial, tal vez similar al de los ferrocarriles de vapor, pero Ironbridge es un fenómeno diferente,
que está estrechamente relacionado con el crecimiento del interés por la historia de la vida cotidiana
que se está empaquetando para diversos públicos. Las industrias del ocio y las disciplinas
académicas están sometidas a fuerzas sociales y económicas similares. Pero si el pasado se presenta
en términos documentales como si se presentara abiertamente, la industria del patrimonio también
forma parte de una infraestructura que contribuye a difundir y promover ideas sobre épocas
anteriores. Las disciplinas académicas existen en estos contextos más amplios, como es claramente
el caso de la historia. Sin embargo, la "historia" es también una idea enorme y compleja, con
muchas facetas. En el próximo capítulo se describen estas facetas con más detalle, especialmente en
lo que respecta al contenido de la historia y a los enfoques académicos de la misma.
36

CAPÍTULO DOS

Mapeando la disciplina de la historia

La "historia" es un concepto complejo. Podemos abordarlo como una


constelación de prácticas cambiantes en relación con las fuentes, los
enfoques y las formas de clasificar el trabajo histórico. Este capítulo ofrece
un mapa esquemático de una disciplina en constante evolución, prestando
atención a los tipos de pruebas que utilizamos y a los tipos de historia que se
reconocen como sus principales ramas.

Las dimensiones de una disciplina

Las disciplinas académicas tienen una serie de dimensiones, y hasta ahora me he ocupado de una de
ellas: la base organizativa o infraestructura, que es similar para la mayoría de los campos. He
mencionado a otras dimensiones de una disciplina y las he llamado contenido. Pero el contenido de
la historia no es tan sencillo como parece. Tal vez el “pasado” sea el contenido de la historia, pero
esta noción es tan amplia e incipiente que apenas aclara la naturaleza de la materia. Las disciplinas
se componen de objetos de estudio, métodos, enfoques, teorías y cuerpos de conocimiento.
Superficialmente, definir la historia como un cuerpo de conocimientos parece atractivo; encaja bien
con el hecho de que se conoce mucho sobre el pasado y con la existencia de una sabiduría
acumulada sobre cómo darle sentido. Sin embargo, esta formulación presenta dos problemas. En
primer lugar, supone un campo finito con límites relativamente claros. La "historia" incluye tantas
cosas y tiene límites tan difusos que la idea de un cuerpo de conocimiento delimitado no es
realmente apropiada. En segundo lugar, no tiene en cuenta las diferencias radicales entre los relatos
del pasado que ofrecen los historiadores. En la medida en que los historiadores comparten algo, no
es tanto un corpus intelectual como la combinación de un compromiso con el valor del estudio
histórico con un sentido compartido de cómo deben tratarse las fuentes relevantes. Sin duda,
producimos conocimiento histórico, pero no hay un cuerpo delimitado de conocimiento histórico
que sustente todo el campo. El conocimiento implica estabilidad intelectual. Aunque esto puede
estar presente para los campos históricos que se han estudiado durante mucho tiempo, la disciplina
está formada por áreas diversas y actualmente aborda temas diversos, como la seguridad, la
alimentación y el deporte, que no habían sido estudios la diversidad de la práctica histórica, definir
el contenido de la historia como un cuerpo de conocimientos es insatisfactorio. 1
Tal vez, pues, haya métodos y enfoques característicos. La historia es una disciplina
ecléctica, metodológicamente hablando; utiliza una amplia gama de enfoques y recurre
37

constantemente a otras disciplinas. Aunque creo que hay algo distintivo en la disciplina, no
avanzamos en nuestra discusión sobre su contenido si insistimos en sus métodos. ¿Y qué hay de las
teorías? Esta es una cuestión difícil. La expresión "teorías de la historia" se refiere tanto a las
explicaciones generales de lo que ha determinado el cambio temporal como al funcionamiento de la
disciplina.2 La mayoría de los historiadores profesionales se muestran profundamente escépticos
ante la posibilidad de que exista una forma global de explicar el cambio. 3 El abanico de casos al que
tendría que hacer frente, es sencillamente demasiado amplio para que una sola teoría pueda tener
suficiente poder explicativo. En este sentido, la disciplina de la historia es totalmente diferente a las
ciencias naturales, que poseen cuerpos de teoría y conocimiento sin cuyo dominio no puede decirse
que se practiquen en absoluto. A la hora de pensar en el contenido de la historia debemos recurrir a
otra cosa. Propongo que consideremos otras dos dimensiones de la disciplina: sus fuentes y la forma
en que se divide. Este capítulo presta especial atención a la organización intelectual de la historia y
a los supuestos sobre la práctica histórica implícitos en ella.

Uno de los rasgos más característicos de la disciplina, es la gran cantidad de tipos de historia
que se superponen. Precisamente porque la historia abarca tanto territorio es que se requiere
orientación. Un campo que incluye numerosos temas y enfoques, así como profesionales, tiene que
dividirse en aras de la comodidad; es indispensable comprender lo que subyace a esas divisiones,
apreciar cómo y por qué cambian, y comprender la naturaleza de la parte constitutiva.

El punto de partida de este capítulo son los materiales con los que se compone la historia.
Aunque los historiadores utilizan fuentes diversas, su compromiso con las elegidas es una parte
fundamental de la práctica histórica que debe considerarse desde el principio de nuestros debates.
Antes de seguir adelante, conviene hacer dos observaciones preliminares. El primero se refiere a la
casualidad y a las fuentes. Muchas fuentes han sobrevivido accidentalmente. Siempre son
vulnerables a los accidentes, como los incendios y las inundaciones, y a veces han sido destruidas
deliberadamente, mientras que la simple negligencia es responsable de muchas pérdidas. Además,
muchas fuentes han sido creadas sin pensar en su permanencia. Aunque la mayoría de las
instituciones han buscado deliberadamente, con la vista puesta en el futuro, generar relatos de sus
actividades, muchos otros ámbitos de la vida humana son menos autoconscientes. Incluso en los
casos en los que se han realizado intentos concertados de dejar registros para la posteridad, éstos
siguen siendo vulnerables. Naturalmente, ha habido fuerzas compensatorias; los documentos que
prometen derechos, recompensas y reconocimientos han sido conservados por muchos grupos
sociales, que a menudo les dan un uso muy distinto del que pretendían sus organizadores. No
obstante, la supervivencia de las fuentes históricas tiene un importante componente de serendipia,
que se extiende incluso a los documentos oficiales. Lo que sobrevive tiene influencia, pero puede
no estar claro cómo encaja en patrones más amplios. Esto se conoce como el efecto "Ana Frank",
por la niña judía que se escondió de los nazis en los Países Bajos durante la Segunda Guerra
Mundial. Su diario se convirtió en un éxito de ventas en muchos idiomas, hasta el punto de que se
ha convertido en un icono. Sólo se supo mucho más tarde el cuidado con el que se editó el diario y
lo mucho que influyó en la respuesta de los lectores. Desde que se publicó su diario, se han
encontrado muchos otros relatos de primera mano, lo que proporciona un nuevo contexto en el que
una fuente que antes se consideraba excepcional debe proporcionar un sentido vívido, tanto del peso
que pueden tener las fuentes como de sus cualidades accidentales. 4

El segundo punto amplía el tema del carácter contingente de nuestros materiales. Los motivos
para dejar una huella permanente son diversos, y una de las tareas del historiador es reconstruirlos
38

lo mejor posible. Son pocas las fuentes que se construyeron pensando en los futuros historiadores;
muchas se produjeron en entornos en los que no existían las disciplinas académicas; se derivan del
desorden de las vidas tal y como se viven, incluidas las instituciones y las ramas del gobierno. Estos
puntos son obvios, pero vale la pena recordar el anacronismo de tomar las fuentes y hacerlas
funcionar para la disciplina de la historia. En las propias fuentes puede haber poco o nada de lo que
entendemos por "historia". En este sentido, la historia difiere de, por ejemplo, el derecho y la
música, donde las fuentes y la disciplina comparten algún tipo de marco cognitivo, y de las ciencias
naturales, donde las distinciones entre las fuentes ("naturaleza" de una u otra forma) y las
operaciones realizadas sobre ellas son relativamente claras. Los vínculos entre los relatos históricos
y su base probatoria se forjan y vuelven a forjarse continuamente. Las fuentes contribuyen en gran
medida al contenido de los relatos históricos, mientras que la gran diversidad de materiales
primarios potenciales es sorprendente.

Los historiadores se basan, en gran medida, en el material escrito, aunque los objetos, las
imágenes y los sonidos pueden ser igualmente esclarecedores. Las pruebas textuales se encuentran
de muchas formas diferentes, demasiadas para caracterizarlas en términos generales, ya que
cualquier rastro del pasado puede ser una fuente útil para los historiadores. Cuando hablamos de
fuentes, es habitual dividirlas en "primarias" y "secundarias". Se consideran fuentes primarias los
documentos originales, las materias primas, los testimonios directos de la época, mientras que las
fuentes secundarias son creadas por los historiadores y otros comentaristas sobre el pasado. Por
tanto, los escritos sobre el pasado, en los que se basan la mayoría de los estudiantes y los no
profesionales, se consideran generalmente "secundarios", ya que son el resultado del estudio y la
reflexión sobre otro tipo de material que se produjo en el pasado: las fuentes primarias. Así, la Carta
Magna, la carta de libertades concedida al pueblo inglés por el rey Juan en 1215, es, según esta
distinción, una fuente primaria, mientras que un libro sobre la Carta Magna es una fuente
secundaria.5 Los medievalistas utilizan mucho las crónicas, que a menudo fueron recopiladas
retrospectivamente, principalmente por monjes, que las preparaban para un patrón y, por tanto, con
fines específicos. Estos monjes son un poco como los historiadores, ya que utilizan los documentos
para construir un relato moldeado por las circunstancias contemporáneas. Sin embargo, valoramos
su trabajo como fuentes "primarias", ya que estaban mucho más cerca de los mundos que relataban
que nosotros, a la vez que dan testimonio de sus propias actitudes y valores. 6 Entonces, las crónicas
medievales son fuentes primarias, en otro, secundarias. El mismo argumento se aplica al Nuevo
Testamento, sobre todo porque los biblistas subrayan el desfase entre los hechos narrados y los
actos de escritura. Hay numerosos casos en los que los materiales pasan de ser considerados fuentes
primarias a secundarias.

Los proyectos sobre historiografía y el desarrollo de la profesión histórica utilizan escritos


sobre el pasado, convencionalmente designados como secundarios, como fuentes primarias. El libro
de E.H. Carr "¿Qué es la historia?", publicado por primera vez en 1961 y escrito por un hombre
nacido en 1892, es una fuente primaria para los estudiantes del siglo XX hacia el estudio de la
historia, de la obra de Carr y del pensamiento histórico británico. 7 Del mismo modo, cuando Roy
Porter escribió sobre Gibbon, el gran historiador del Imperio Romano del siglo XVIII, sus fuentes
primarias fueron los propios escritos de Gibbon y los de sus contemporáneos sobre él. 8 El contenido
de las fuentes originales que utilizaron Carr o Gibbon pasa a un segundo plano; en cambio, la forma
en que estos historiadores concretos las utilizaron pasa a primer plano. Como todos los
historiadores, estos autores se basaron en los hallazgos e ideas de los comentaristas; esta situación
bastante común indica por qué una distinción demasiado rígida entre fuentes primarias y
39

secundarias no es útil. Un cierto moralismo rodea el uso de las fuentes por parte de los
historiadores, considerando débiles las primarias, sobre todo cuando están en forma de manuscrito:
se considera que las primeras dan un testimonio más auténtico de los fenómenos del pasado. No hay
nada malo en utilizar una mezcla de obras primarias y secundarias, siempre que su estatus para un
proyecto determinado esté claro.

Por ello, los términos "primario" y "secundario" pueden inducir a un error, y lo mejor es
explicarlo. Las palabras que he utilizado en relación con las fuentes primarias indican la dificultad.
Términos como "original", "crudo", "auténtico" y "directo" implican un tipo especial de autoridad
derivada del testimonio de primera mano, de la proximidad a los propios acontecimientos. Esto
puede ser cierto: la descripción de una tumba o de un terreno por alguien que los ha visto es más
fiable que un relato de segunda mano. Pero ésta es una forma de precisión relativamente trivial, y
junto a ella tenemos que considerar la posibilidad de que quienes dan testimonio directo sean
también partes interesadas, que dan forma a las pruebas a medida que las registran. Además, la
memoria, como sabemos por los casos judiciales, es una facultad notoriamente frágil. Los "ajustes"
pueden producirse de forma consciente o inconsciente, o por una combinación de ambos factores,
ya que estar muy cerca de algo también puede producir menos claridad. Los historiadores se
esfuerzan por averiguar cómo se construyeron las fuentes, utilizando los conocimientos resultantes,
junto con su contenido, para llegar a conclusiones sensatas.

Los materiales con los que se elabora la historia son muy diversos, y debemos ser capaces de
apreciar el potencial y las limitaciones de cada tipo. Una de las características de los mejores
historiadores, es el uso creativo y consciente de las pruebas. Esto implica transmitir a los lectores
algo del proceso por donde se originan las fuentes, de modo que no se presenten como simples
documentos con una autoridad evidente, sino que surjan como conjuntos estratificados que dan
testimonio de diversas formas. Aunque estas habilidades se enseñan en las universidades, se
adquieren más a fondo en el nivel de postgrado, lo que hace que los estudiantes de grado reciban las
pruebas históricas, en cierto modo, preempaquetadas. 9 En consecuencia, siempre que sea posible
hay que hacer explícitas las formas en que se encuentran, seleccionan y utilizan las pruebas, las
elecciones de género y formas de los autores, la selección de los destinatarios y los supuestos tácitos
que subyacen en el trabajo histórico.

Los lectores críticos son capaces de reflexionar sobre estos temas, y su primer paso es
preguntarse qué tipo de historia constituye un escrito determinado. Antes de seguir hablando de los
tipos de historia, quiero reconocer las formas menos tangibles en que las fuentes informan los
relatos históricos. La mejor manera de hablar de ellas es en términos de las respuestas emocionales
que los historiadores experimentan al trabajar con sus materiales, especialmente con aquellos en los
que más confían.10 Estas respuestas son complejas y, ciertamente, no pueden resumirse en unas
pocas palabras, y, sin embargo, impregnan todo lo que hacemos. La idea de identificación puede ser
útil para recordar las profundas conexiones que la mayoría de los académicos experimentan con sus
fuentes, hasta el punto de sentirse "dentro" de ellas. Es fundamental reconocer, debatir y evaluar
estas respuestas.

Tipos de Historia
40

El primer punto que hay que señalar al pensar en los tipos de historia, es lo diversos que son los
criterios según los cuales se divide la disciplina. Uno de los principales, según el periodo, va al
corazón del campo porque trabaja con las nociones de casualidad y tiempo, que son centrales para
la explicación histórica. Otros criterios son: los métodos -por ejemplo, la historia oral y la
demografía-; las teorías, como la psicohistoria; los lugares -la historia urbana, la historia de
regiones, países y continentes específicos, por ejemplo-; los tipos de ser humano -la historia de las
mujeres, la historia de la infancia, la historia judía, la historia del trabajo-; y las instituciones -la
historia de la iglesia, la historia de las políticas públicas o los estados del bienestar, por ejemplo-.
No se trata de categorías mutuamente excluyentes; cada historiador probablemente piensa en sí
mismo y en su trabajo. En gran medida, a través de las revistas y organizaciones, estos tipos de
historia definen los campos, y los historiadores se clasifican constantemente de esta manera. Son la
base de los medios en los que se adversan los trabajos. Así, un historiador que trabaje sobre la
escolarización de las niñas en el siglo XIX puede ser un historiador social, un historiador de la
educación, un historiador de la mujer, un historiador feminista y un historiador del país y del
periodo en cuestión. Podrían utilizar diferentes etiquetas para diferentes propósitos, pero la que
expresara con mayor precisión lo que consideraran el núcleo de su identidad intelectual sería
significativa. Cada una de estas posibilidades conlleva connotaciones políticas e intelectuales
distintas.

Sin embargo, una de las divisiones más conocidas de la disciplina utiliza criterios bastante
diferentes. De hecho, es todo un reto averiguar con precisión cuál es la fuerza que hay detrás de esta
distinción convencional. Me refiero a la noción de que hay tres tipos básicos de historia -política,
social y económica-, términos que son omnipresentes como forma de abreviación. ¿Los
consideramos como niveles de análisis, como aspectos complementarios de una sociedad o como
fenómenos distintos? Los límites entre ellos son evidentemente borrosos -las cuestiones económicas
impregnan todos los aspectos de la vida, por ejemplo- y, sin embargo, parecen ser categorías
"correctas" y "obvias". A continuación, se aborda brevemente la historia política y social; más
adelante, vuelvo a hablar de la historia económica en el contexto del trabajo impulsado por los
métodos.

Política

No es difícil ver lo que hay en la idea de que la historia política es una noción directa. Lo más obvio
es que, en muchas partes del mundo, los países han estado generalmente dirigidos por individuos
poderosos, junto con élites relativamente pequeñas, durante mucho tiempo. Por lo tanto, lo que se
refiere a la "política" se considera evidente y se ve comúnmente como lo que realmente cuenta.
Dado que los monarcas, los líderes militares y demás que han tenido éxito no sólo mostraban
carisma, sino que invitaban a sus súbditos a identificarse con ellos, a ver la persona y la identidad
política como inseparables, estas formas de poder pueden describirse fácilmente. Los líderes
reforzaban su posición mediante una serie de figuras simbólicas, como las monedas, que apoyaban
una historia política como un tipo de historia distinta que apela al sentido común. Aunque a veces se
afirma que podría haber una historia política -es decir, una historia centrada en las relaciones de
poder- de casi cualquier cosa, las connotaciones de la "historia política" como la historia de los
gobernantes, los gobiernos, los grupos dominantes y las relaciones internacionales siguen siendo
fuertes. Sigue siendo, en efecto, la historia desde arriba. Un supuesto relacionado es que este tipo de
historia lo abarca todo: da coherencia a las situaciones históricas dando prioridad a los fenómenos
41

centrados en el Estado. En consecuencia, se nos anima a comprender toda una época y/o área, a
través de su política -frases como "la era del absolutismo" refuerzan el punto. Algunos historiadores
quieren retener las connotaciones de la alta política y se resisten a la idea de que la historia política
pueda aplicarse a cualquier faceta de una sociedad. La diplomacia, las constituciones, la política
exterior y el gobierno local entrarían en la rúbrica de "historia política" tal y como se define
convencionalmente, aunque estos temas están menos de moda ahora que antes. La "historia
internacional" se utiliza a veces para incluir lo que solía ser la historia diplomática, con el fin de dar
un nuevo aspecto e identidad al campo.11

La historia militar ilustra una serie de puntos sobre los tipos de historia en general y sobre la
historia política en particular. La propia expresión sugiere la discusión detallada de guerras y
estrategias, batallones y batallas. Estos fenómenos despiertan un gran interés entre el público en
general: la recreación de batallas y la transformación de sus lugares en "patrimonio" son
manifestaciones de ese interés. Estos fenómenos son "políticos" en el sentido de que las guerras,
especialmente en la era moderna, suelen ser libradas por o en nombre de los Estados o en oposición
a ellos. Los líderes políticos están estrechamente implicados en su ejecución. Suelen implicar a un
gran número de combatientes, que se alistan en nombre de instituciones políticamente poderosas,
como el rey y la patria, la nación, la república, la religión organizada. La política en cuestión suele
ofrecer más apoyo -económico y moral al menos- en los tiempos modernos coordinado por
organizaciones gubernamentales. A primera vista, nada podría ser más "político". Sin embargo, la
historia de los fenómenos militares puede escribirse de muchas maneras diferentes. No es necesario
que sean del tipo que sugiere inmediatamente el término "historia militar", como demostró el libro
de Paul Fussell, The Great War and Modern Memory, un estudio sobre las respuestas de los
soldados a la Primera Guerra Mundial. 12 Este exitoso e influyente libro encontró otra forma de
hablar de la guerra, desde la base y prestando atención a los textos. La proliferación de obras de
ficción sobre la Primera Guerra Mundial es un fenómeno bien conocido y de gran interés potencial
para los historiadores. La trilogía de Regeneration, de Pat Barker, basada en su riguroso uso de los
archivos, suscita una nueva reflexión sobre los límites de la historia, la ficción, la era y la política. 13

Un fuerte compromiso con la historia política, convencionalmente debería estar justificado


por la afirmación de que la política es una clase especial de comportamiento humano, distinta de los
fenómenos sociales y económicos, y capaz de ofrecer a los historiadores una visión privilegiada del
pasado. Sin embargo, es evidente que la política, incluso la más elitista, está vinculada a la
prosperidad general, a las fuentes de ingresos, como los impuestos, y a las formas de expansión,
como el imperialismo. Aunque algunos fenómenos económicos, como el funcionamiento de los
mercados locales y de las economías domésticas, pueden tener relativamente poco que ver con la
alta política, es difícil imaginar que la política no dependa de la naturaleza y los recursos de las
élites y los gobernantes ricos. Sin embargo, cuanto más sombrero poseen las sociedades con
instituciones estructuradas, más tentador resulta separar los distintos tipos de historias. Así,
podríamos argumentar que la historia política se define principalmente en términos de los aparatos
de gobierno, el arte de gobernar y sus modos de funcionamiento. En las sociedades que carecen de
estructuras elaboradas, la noción de historia política sería, en consecuencia, mucho más fluida y, de
hecho, podría no cumplir ninguna función útil. Es de suponer que se referiría principalmente al
estudio de las personas más poderosas de la sociedad en cuestión. 14

El modelo trilateral político/social/económico plantea otra cuestión. El adjetivo "social" está


relacionado con el sustantivo "sociedad". El término "sociedad" se utiliza comúnmente para invocar
42

el sentido de una totalidad, evitando el uso de términos complejos e históricamente específicos,


como nación, que conllevan connotaciones cultural y cronológicamente específicas. El término
"sociedad" no es neutro, pero su uso, desde hace mucho tiempo, en las ciencias sociales como
término inclusivo de una colectividad estructurada, sin especificar la forma precisa que adopta -
nación, tribu, ciudad-estado, grupo étnico- lo hace útil para los historiadores. Sin embargo, algunos
consideran que el concepto de "sociedad" está cargado de ideología, ya que expresa algo más que
país, región y zona, puesto que no implican un sentido de cohesión de base humana. Diversos
pueblos pueden encontrarse en la proximidad geográfica entre sí sin un sentido de unión. La palabra
"sociedad" implica la existencia de patrones y motivos repetidos, de conexiones coherentes entre los
elementos constitutivos, es decir, coherentes para quienes los estudian. Necesitamos una palabra
relativamente neutra para evocar un tipo de unidad que los historiadores y los científicos sociales
analizan, y es razonable suponer que sus características están conectadas, que los patrones surgen
cuando los grupos de seres humanos viven, trabajan y se reproducen juntos. La existencia de tales
patrones es, de hecho, lo que hace posible las generalizaciones históricas y da a las ciencias sociales
su enfoque.15

¿Cómo puede entonces la historia social, si es la historia de las sociedades, referirse


aparentemente sólo a uno de sus aspectos? Una de las respuestas, es que el término "social" ha
adquirido significados especializados adicionales, con lo que corre el riesgo de perder parte de su
carácter inclusivo.16 Entonces, ¿qué incluye en la práctica la historia social?. 17 Este tema puede
abordarse de tres maneras: podemos considerar la historia social como un enfoque, en lugar de
designar una materia concreta; podemos buscar un conjunto distintivo de temas que aborda; y
podemos entenderla en relación con otros tipos de historia, por ejemplo, como una especie de
vestigio tras la eliminación de la historia política y económica. Si la historia social es un enfoque,
entonces puede relacionarse con la convicción de que hay que estudiar la vida de la mayoría, no
sólo de las élites; que hay que dar importancia a la experiencia cotidiana vivida; que hay que
explorar las complejas relaciones entre las personas, sean del tipo que sean; que hay que investigar
históricamente cualquier fenómeno que las sociedades arrojen. Tomando como referencia la teoría
social, examina las estructuras y los patrones de las sociedades. Según esta lectura, la historia social
sigue siendo inclusiva en sus métodos y enfoques -subsumiría la historia política y económica, no la
acompañaría- y la relación entre "social" y "sociedad" parece relativamente coherente.

Si la historia social es un conjunto particular de temas, entonces hay un problema. La


mayoría de los temas tienen dimensiones políticas y económicas, así que ¿qué tipos de
comportamiento humano son inherentemente "sociales"? ¿Los que tienen menos política y
economía? En esta lectura, la historia social podría convertirse, por ejemplo, en la historia del
entretenimiento y de la vida familiar, que es como la ven algunos de sus críticos. Aquí "social"
significa interacciones entre personas y grupos de personas, especialmente en la vida cotidiana y de
las masas. Si definimos la historia social de esta manera, las conexiones entre "social" y "sociedad"
se vuelven confusas. El concepto de "sociedad" empieza a perder su carácter inclusivo, y resulta
inverosímil afirmar que algunas actividades humanas son más "sociales" que otras.

La tercera visión de la historia social, como lo que sobró de otras formas de historia, la
convierte precisamente en un vestigio. Desde este punto de vista, no es la historia de las élites
políticamente poderosas ni de las formas de gobierno; tampoco se trata del funcionamiento de la
economía y sus instituciones de apoyo. Aquí los vínculos entre "social" y "sociedad" son muy
tenues, ya que no se intenta conceptualizarlos en absoluto. Más bien, "social" viene a significar
43

"ordinario" en su sentido peyorativo: lo que es mundano, poco notable, insignificante,


especialmente para las tendencias nacionales o mundiales.

No existe una definición sencilla de la historia social; de hecho, a medida que el campo se ha
ido desarrollando, hubo debates persistentes sobre estas cuestiones. Esto no quiere decir que la
historia social sea incoherente, sino que sus conceptos clave - "sociedad" y "relaciones sociales"-
han sido constantemente cuestionados, tanto porque surgieron originalmente de modelos teóricos
específicos como porque estos modelos estaban muy politizados. El marxismo, para asumir un
conjunto de teorías fundamentales para la historia social, contenía supuestos sobre el
funcionamiento de las sociedades, por ejemplo, sobre la naturaleza fundamentalmente explotadora
de las relaciones de clase. A algunos comentaristas les preocupaba que la historia social fuera
realmente una historia socialista, aunque para muchos de sus exponentes ése era precisamente su
atractivo.18 Los historiadores sociales más rigurosos han seguido debatiendo las cuestiones teóricas
y conceptuales que plantean la "sociedad" y sus afines y han echado sus redes a lo ancho,
incluyendo la economía y la política.

Historia Integral

Una forma de superar estas dificultades es adoptar la histoire totale, es decir, un enfoque
explícitamente integral del pasado, en el que la cultura desempeña un papel central. Este proyecto
se asocia a menudo con la escuela francesa de los "Annales". La revista Annales apareció por
primera vez en 1929 y sus fundadores nacieron a finales del siglo XIX. Los Annalistes estaban
abiertos a la historia temática, al estudio de un amplio abanico de fenómenos humanos y a la
colaboración con otras disciplinas -su abrazo intelectual fue notablemente generoso. 19 Sin embargo,
sigue siendo necesario considerar, caso por caso, cuál debe ser el enfoque de una investigación
histórica determinada -una comunidad, una ciudad o una región, por ejemplo. ¿Cómo puede hacerse
una histoire totale temática? ¿Es posible escribir la historia total de una idea, un objeto o una
ocupación? Un ejemplo célebre de este enfoque son los estudios magistrales de Braudel sobre el
Mediterráneo.20 Tomó como centro de atención una región geográfica con una historia que podía
considerarse privilegiada, no sólo para el desarrollo de Europa, sino para las relaciones entre los
europeos y otras partes del mundo: Oriente Próximo, África y, en su momento, el Nuevo Mundo.
Además, Braudel tenía en juego distintos niveles históricos. Sus conocimientos abarcaban un
generoso lapso de tiempo, una longue durée, y esto le ayudó a resolver un problema difícil para los
proyectos de gran envergadura: cómo establecer un marco claro y coherente a través del cual
organizar un libro. Su enfoque era inclusivo -el medio ambiente, las estructuras económicas y
sociales, así como "los acontecimientos, la política y las personas"-, lo que le permitía distinguir
entre los distintos tipos y ritmos de cambio. 21 Quienes toman como objeto de estudio periodos
cortos no pueden atender fácilmente a los cambios que se producen lentamente; de ahí que las
decisiones sobre la duración del tiempo a cubrir den prioridad a unos fenómenos y explicaciones
sobre otros.

Cuanto más pequeño es el tiempo que se cubre, más limitadas son las opciones del
historiador, al menos en algunos aspectos. Sin embargo, los defensores de la microhistoria, que
puede abarcar periodos más largos, señalan las ventajas del trabajo a pequeña escala, por ejemplo,
para recrear la experiencia cotidiana vivida, sin dejar de interesarse por los grandes temas. Las
44

nociones de histoire totale y de microhistoria ayudan a los historiadores a reflexionar sobre la


escala y el enfoque, y sobre las implicaciones de las decisiones relativas al tipo de historia que
practicamos. Cuando la historia social de la "segunda ola" se puso en marcha en la década de 1970,
no siguió el camino de la histoire totale, sino el de los estudios temáticos o comunitarios muy
centrados en fragmentos de tiempo relativamente restringidos. El enfoque de los estudios de caso,
cabe señalar, no es lo mismo que la microhistoria, ya que generalmente tiene modestas ambiciones
explicativas.22

En sus formas más rigurosas, la histoire totale, al igual que longue durée, supone un
profundo desafío intelectual. Sus ideales no han muerto, sino que son evidentes, por ejemplo, en el
trabajo de un pequeño pero creciente número de historiadores que desean escribir para un público
más amplio, y buscan que sus libros sean una buena lectura. Se trata de una tendencia significativa
en varios aspectos. Es el ejemplo de un "renacimiento de la narrativa", por utilizar la frase de
Lawrence Stone, un interés por contar historias con las que los lectores puedan conectar. 23 Los
libros de Simon Schama son un ejemplo de esta tendencia. Su obra Citizens, publicada con motivo
del bicentenario de la Revolución Francesa en 1989, examina la revolución desde el punto de vista
de sus participantes. No se trata de una historia política ni de una historia social, sino de un intento
de mostrar cómo era estar allí. No es una histoire totale en el sentido de las obras de Braudel. Pero
sí es amplia y trata de salir de categorías rígidas, como la historia política, que, en el caso de la
Revolución Francesa, implicaría trazar los cambios de régimen, la naturaleza del liderazgo
revolucionario, la legislación introducida, las campañas militares, etc. Precisamente porque no
aborda estos temas, podría decirse que el libro resta importancia a los elementos estructurales que
conformaron la revolución. Aquí, como en otros libros de Schama, se hace hincapié en la cultura y
en los temas que se pueden rastrear a través de sus diferentes manifestaciones. 24

Historias de Vida

Dos maneras en las que se practica actualmente la historia integral, son la biografía y la historia
cultural. También es evidente en la historia global. Aunque la biografía podría entenderse como un
género literario, es mucho más que eso; de hecho, podríamos decir que es una forma de historia
cultural. Tomar a una persona como unidad de análisis es adoptar un enfoque histórico distintivo,
que hace hincapié en la acción individual y ve al sujeto como un punto focal en el que convergen
diversas fuerzas históricas, al tiempo que toma el lapso de una vida humana como un periodo de
tiempo "natural". La biografía puede atravesar las divisiones convencionales entre los campos y
enfoques históricos. Hay dos requisitos previos para que una biografía sea viable: su tema debe
suscitar un interés más que especializado y tener suficientes materiales de origen disponibles. El
segundo requisito restringe un poco el campo, aunque existen fuentes para una gama
sorprendentemente amplia de estudios biográficos. No obstante, no hay que olvidar que algunos
personajes influyentes destruyeron o censuraron fuertemente sus documentos, al igual que sus
familiares y amigos, que pueden negar a los historiadores el acceso a materiales privados.

La naturaleza de los escritos biográficos ha cambiado notablemente a lo largo de su larga


historia. Mientras que antes se privilegiaba a los líderes -especialmente políticos y militares- y se
daba un tratamiento demagógico a muchos temas, recientemente la biografía se ha convertido en el
medio de sofisticados enfoques historiográficos, incluidos los psicoanalíticos. 25 La evaluación
45

crítica de las vidas es ahora más aceptable y las biografías siguen siendo populares entre los lectores
generales. En la vida de un individuo entran en juego muchos factores: los políticos, sociales y
económicos esperados, y también la educación, las redes de parentesco y amistad, las actividades de
ocio, la lectura, las creencias, el trabajo, etc. De este modo, la reconstrucción de una vida puede ser
una forma de histoire totale a una escala más controlable. La narración tiene un patrón que la
mayoría de la gente encuentra satisfactorio: las historias de vida poseen un atractivo intuitivo.
Mientras que la biografía solía considerarse un género convencional y vulgar, ahora se está
poniendo de manifiesto la riqueza de los conocimientos históricos que puede aportar. 26 Además, una
característica clave de todos los escritos históricos se pone de manifiesto en ellos: el deseo, incluso
la necesidad, de identificarse con nuestros objetos de estudio. El proceso de identificación se facilita
cuando esos objetos son personas con las que uno se compromete intelectual, emocional e
imaginariamente. Un ejemplo intrigante es Stasiland, de Anna Funder, que entrelaza la historia oral,
la autobiografía y la historia contemporánea, para producir un relato escalofriantemente vívido de la
vida en Alemania Oriental después de la Segunda Guerra Mundial bajo la vigilancia de la policía
secreta, la Stasi. Una serie de historias de vida forman el núcleo del libro, pero no se narran en
orden cronológico, sino que son "retratos" de personas, cosidos a través de los intensos encuentros
que la autora tiene con ellas, a medida que los archivos triturados de la Stasi se vuelven a montar
con esmero para que sus sujetos puedan saber lo que se registró sobre ellos. También está "pintando
un cuadro de una ciudad en la antigua línea de fractura entre el este y el oeste", a la vez que
reflexiona sobre las formas elaboradas y selectivas en que funciona la memoria. 27

Hasta ahora, en este capítulo se han destacado tres puntos. El primero es que la historia es tan
enorme, en cuanto a su temática, fuentes y alcance, que hay que dividirla para hacerla manejable.
En segundo lugar, hay muchas maneras de hacerlo; todas ellas contienen supuestos significados,
que dan forma a la comprensión histórica resultante. En tercer lugar, precisamente porque las
divisiones entre los distintos tipos de historia son intrincadas y artificiales, ha habido numerosos
intentos de escribir sobre el pasado de una manera más satisfactoria e integradora, y los he
caracterizado como "integrales". Sugerí que la biografía y la historia cultural son manifestaciones
de distintas formas de historia que se comprometan con una amplia gama de experiencias humanas.
La historia cultural ha demostrado estar abierta a una variedad de perspectivas teóricas que sitúan la
naturaleza de la conciencia humana en el centro de la investigación. En este caso, la coherencia o el
sentido de totalidad que buscan varias tradiciones históricas se encuentra en los procesos mentales. 28
Siempre es útil reflexionar sobre las diferentes y cambiantes formas de repartir el pastel histórico.

Campos Frescos

Desde la Segunda Guerra Mundial han surgido muchos nuevos campos de la historia, lo que a
primera vista parece el resultado de una creciente especialización. Al mismo tiempo, la expansión
de la enseñanza superior ha incrementado enormemente el número de universidades, profesores
universitarios y estudiantes. En el ámbito de las humanidades, la investigación es sobre todo una
cuestión individual, de ahí que se experimente como lo más propio. La academia también se
compromete a compartir el conocimiento de forma libre y abierta, y de ahí que surjan
constantemente tensiones entre este objetivo, más bien utópico, y la necesidad de los investigadores
de reivindicar la originalidad de sus investigaciones, que puede verse desvirtuada si difunden los
resultados con demasiada libertad antes de su publicación. Por ello, el desarrollo de nuevos campos
46

puede considerarse una forma de crear nichos distintivos para un número cada vez mayor de
historiadores. Pero los nuevos campos no sólo consisten en dividir un tema para servir a los
intereses de sus practicantes; su formación puede estar impulsada por preocupaciones sociales y
políticas.

El desarrollo de la historia de las mujeres es un excelente ejemplo de las complejas


inversiones en nuevos campos. Los historiadores se han interesado durante mucho tiempo por las
mujeres y, en concreto, por la naturaleza de los papeles sociales aparentemente distintivos de las
mujeres. Esto queda claro en los escritos del siglo XVIII, que precedieron al interés por los
derechos de las mujeres en 1790, y al crecimiento de los movimientos para reformar la situación
legal y social de las mujeres en el siglo XIX. 29 El principal impulso para la historia de las mujeres
como campo diferenciado, coincidió con el feminismo de la segunda ola, cuando más mujeres
intentaban hacer carrera académica en instituciones dominadas por hombres. En este sentido, el
desarrollo de la historia de las mujeres podría considerarse al servicio de los intereses de las
aspirantes a historiadoras. Sin embargo, muchos de los primeros pioneros de esta fase de la historia
de las mujeres eran hombres, y no había garantías de que el nuevo campo proporcionara empleo a
las mujeres; de hecho, sorprendentemente, todavía hay pocos puestos de trabajo designados como
puestos de historia de las mujeres en el Reino Unido, a pesar de que muchas personas se consideran
a sí mismas trabajando en este campo. Hay más puestos en Estados Unidos, donde las actividades
académicas construidas sobre identidades politizadas han sido considerablemente más prominentes.
En muchas partes de Europa, la historia de las mujeres es un campo minúsculo y algo marginal en
comparación con áreas históricas más consolidadas, aunque ha ganado un terreno importante en
Escandinavia.30

En los esfuerzos por desarrollar la historia de las mujeres como un campo reconocido,
surgieron dos problemáticas, impulsadas por otras nuevas áreas construidas en torno a las políticas
de identidad. La denominación "historia de las mujeres" implica el reconocimiento del valor de la
categoría "mujer" a efectos del análisis histórico. Constituye una forma de legitimación, no sólo
para una actividad académica, sino para el grupo en el que se centra. Dar valor es un proceso
político; la historia de las mujeres reivindica la importancia tanto de las mujeres como de quienes
estudian su pasado. Esto plantea la cuestión de la identificación. La existencia de un campo
separado facilita la identificación de los historiadores con las personas que estudian y, por
extensión, de sus lectores con las mujeres del pasado. También ayuda a los académicos a conformar
sus propias identidades en la interacción dinámica, tanto con sus compañeros académicos como con
los movimientos políticos. Se han producido procesos similares en el desarrollo de la historia negra,
que, al igual que la historia de las mujeres, contribuye de forma importante a proporcionar modelos
de conducta y a actuar como vehículo a través del cual se pueden comprender históricamente las
experiencias dolorosas.

Inevitablemente, los nuevos campos también plantean problemáticas éticas: ¿deben los
historiadores repartir la culpa retrospectivamente? ¿Cómo pueden buscar y celebrar a las personas
que pueden ser utilizadas como modelos? ¿Es correcto tratar de cambiar los valores actuales
contando el pasado? Estas preguntas son imposibles de responder en términos generales, ya que
dependen en gran medida del contexto en el que se plantean y las respuestas a las mismas varían
drásticamente. Es de esperar que los nuevos campos de estudio realicen un complejo trabajo
cultural y emocional, y por ello es probable que sean controvertidos. Precisamente porque contienen
exigencias -prestar atención a este grupo social, reconocer la opresión, tomar en serio un punto de
47

vista diferente-, a veces son consideradas amenazantes, estridentes y carentes de solidez intelectual
por quienes trabajan en ámbitos ya establecidos.

La historia de la infancia ejemplifica estos puntos. Surgió en un contexto de sin interés por el
psicoanálisis y el maltrato infantil; hay un alto terreno moral que se puede ocupar aquí. Dado que
hay relativamente pocos testimonios directos de los propios niños, las oportunidades para las formas
resbaladizas de identificación son grandes. Los casos judiciales actuales de gran repercusión se
basan en el testimonio de los supervivientes y, por lo tanto, la historia oral y la historia
contemporánea pueden desempeñar un papel importante tanto en el contexto académico como en el
público.31 Los sentimientos de los que promueven y de los que se resisten a los nuevos campos
deben tomarse en serio, aunque es difícil que se discutan abiertamente todos los intereses en juego.
Los conflictos en torno a los nuevos subcampos son probablemente inevitables; lo ideal es que se
lleven a cabo con humanidad, compasión y comprensión.

La investigación histórica surge de muchos impulsos, y los historiadores suelen estar


profundamente comprometidos tanto con su tema como con sus planteamientos. Esto hace que los
niveles de compromiso sean elevados, lo que no es totalmente susceptible de un análisis racional,
pero también puede dar lugar a la intolerancia hacia quienes no comparten los valores y pueden ser
fuertemente opuestos a ellos. La tolerancia y el respeto por los compromisos son necesarios, lo que
podría ser más fácil de conseguir si los historiadores estuvieran más acostumbrados a hablar con
franqueza sobre su trabajo. Sin embargo, la apertura genuina puede ser esquiva dada la profundidad
de las divisiones políticas entre los profesionales de la disciplina, que las feroces discusiones
después del referéndum de 2016 sobre la pertenencia de Gran Bretaña a la Unión Europea, por
ejemplo, han puesto de manifiesto. En estas situaciones es vital poder recurrir, de forma
desinteresada, a las pruebas y a las ideas sobre su correcto uso, que implican consideraciones tanto
éticas como intelectuales. La alternativa es tratar de resolver la problemática en términos que, en
última instancia, son inseguros porque se basan en temas de creencias y no en pruebas. Sin
embargo, dado que las creencias son tan fundamentales, es inevitable que haya conflictos.

El grado de la colaboración francesa durante el régimen pronazi de Vichy, establecido en


1940, es un ejemplo interesante. Los sentimientos sobre el tema siguen siendo muy altos, ya que la
propia noción de "colaboración" implica una mancha moral, sobre todo en lo que se considera una
"guerra justa". Es destacable que el museo dedicado a la historia de la resistencia francesa en Lyon
se las arregle para manejar la problemática extraordinariamente bien, en parte presentando una gran
cantidad de pruebas y reconociendo al mismo tiempo su poder emocional. 32 Aunque he vinculado
estas cuestiones con el desarrollo de nuevos campos, éste es sólo uno de los lugares en los que son
más evidentes; también surgen en áreas establecidas, especialmente cuando la participación en
regímenes políticos ahora ampliamente condenados es una cuestión. Cuando los campos cambian y
el mapa de una disciplina se redibuja, surgen ocasiones para reflexionar sobre supuestos arraigados.

Límites Geográficos

Hasta ahora, al tomar ejemplos de subcampos, he utilizado los que ponen en primer plano
categorías de seres humanos que reclaman una atención especial: mujeres, negros, judíos, niños, etc.
Podría haber elegido otros ejemplos: trabajadores, homosexuales o esclavos, por ejemplo. Pero la
48

historia también se divide según criterios muy diferentes. A continuación, considero cuatro de ellos:
regiones, enfoques, temas y teorías.

Una división común es por áreas, a menudo un área que ahora es un estado nacional. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que muchas formas de historia prestan atención a las áreas
locales, a las regiones que son considerablemente más pequeñas que la mayoría de los estados
nacionales, con frecuencia de larga duración en cuanto a sus nombres y fronteras, y
administrativamente importantes en lo que se refiere a registros y archivos. Esto refleja la vitalidad
de la historia amateur y la fuerza del orgullo local. Igualmente, revela tradiciones académicas de
larga data en las que el pasado de una zona delimitada es examinado por arqueólogos, anticuarios,
genealogistas e historiadores de la arquitectura, además de por historiadores. 33

Los países se toman como unidades obvias de análisis, a pesar de que las fronteras nacionales
rara vez son claras. Además, dentro de las fronteras nacionales, los temas relacionados con el uso de
la lengua, la etnia, la religión y las variaciones regionales pueden ser tan controvertidas que
cualquier sentido de unidad está en peligro. Así, para que la historia francesa, china, alemana,
mexicana o italiana, por ejemplo, sean nociones significativas, los historiadores necesitan marcos
conceptuales que mantengan unidos fenómenos dispares. Agrupar los procesos históricos
simplemente porque se produjeron en zonas que ahora denominamos Francia, China, etc., es
intelectualmente débil. Sin embargo, es posible volver al efecto unificador de las estructuras
políticas, y argumentar que, si existe un único aparato gubernamental, un jefe de Estado y sistemas
de derecho, sanidad, educación y similares, entonces tiene sentido hablar de la historia griega,
española o egipcia. Los historiadores están cada vez más atentos a las complejidades de estas
cuestiones. En la universidad podrían plantearse de forma rutinaria, de modo que los estudiantes
que toman cursos de historia de Francia sean plenamente conscientes de las complejidades de
"Francia" y de las formas en que las suposiciones previas sobre ella moldean el trabajo histórico. A
menudo se da por hecho que la historia de Francia se caracteriza por la existencia de un Estado
fuerte, pero se resta importancia a los ámbitos en los que éste se resistió, fue ineficaz o simplemente
no funcionó. También es sorprendente la frecuencia con la que Francia resulta significar sólo París.
Por el contrario, los historiadores británicos han tendido hasta hace poco a imaginar que, durante el
periodo del absolutismo francés, Gran Bretaña se caracterizaba por un débil aparato estatal. 34 El
revisionismo en estas cuestiones golpea el sentido de identidad nacional. En el caso británico,
implica la idea de que en el fondo somos laissez-faire, aunque hay considerables pruebas de lo
contrario en muchos periodos históricos.35 No obstante, esta autoimagen inventada sigue
estableciendo los términos en los que se practica al menos una parte de la historia, y quizá sea
significativo que pocos de los grandes teóricos del Estado hayan sido británicos.

Es fácil pensar en los lugares como algo evidente -la geografía simplemente está ahí- y
descuidar los intrincados procesos históricos a través de los cuales se han construido. Este punto se
aplica no sólo a los países, sino a todas las unidades geográficas que los historiadores utilizan. 36 Una
solución es prestar más atención a las formas en que éstas fueron definidas e imaginadas en el
período que estamos estudiando. En algunos países, las revistas especializadas tienden a abarcar
períodos largos, lo que produce un cierto efecto homogeneizador, especialmente en casos como el
de Alemania e Italia, donde la unificación es relativamente reciente. El Estado-nación se toma
fácilmente como una norma, como una meta hacia la que se dirigían los procesos anteriores.
49

Una de las ventajas de la historia geográfica, que puede centrarse tanto en el agua como en la
tierra, es que anima a los investigadores a pensar en diversos fenómenos históricos en relación unos
con otros.37 El mismo punto podría reformularse en términos de niveles geográficos y analíticos;
observamos lo productivo que es cuando se juntan diferentes tipos de fenómenos, y que las áreas
geográficas cuidadosamente elegidas pueden facilitar dicha síntesis. Hemos considerado la historia
integral, y parece que la historia basada en regiones suele funcionar mejor cuando toma entidades
más pequeñas que los países. Es especialmente eficaz para zonas o temas en los que un Estado-
nación no es la unidad más significativa. El enfoque ha sido generativo cuando se utilizan las
ciudades como casos de estudio. Cuando los archivos locales son especialmente abundantes, los
historiadores pueden utilizarlos repetidamente y con diversos problemas históricos en mente. 38

Aproximaciones cuantitativas

La segunda forma de división es por método o, más libremente, por enfoque. El término "método"
sugiere un procedimiento analítico específico, mientras que "enfoque" transmite una orientación
general. Sin embargo, en el uso común, estos términos suelen utilizarse por igual. Dos ejemplos
contrastados ayudarán a aclarar las diferencias que se plantean: la historia cuantitativa y la historia
oral.

La historia económica, en la que muchos -aunque ciertamente no todos- utilizan métodos


cuantitativos, desempeña un papel importante en la disciplina de la historia. Es necesario definirla,
tanto en lo que respecta a su objeto como a la forma de analizarlo. Aunque el uso de técnicas
cuantitativas en la investigación histórica no es nuevo -los debates sobre los efectos de la
Revolución Industrial utilizando medidas estadísticas se han producido durante años-, ha crecido
significativamente desde la Segunda Guerra Mundial, con un creciente impacto de las ciencias
sociales en la disciplina de la historia. 39 Es muy adecuado para el estudio de grupos, ya que es
posible examinar las agrupaciones que de otro modo se tratarían de forma impresa. Los fenómenos
colectivos, si se puede decir así, cobran protagonismo. Un argumento estrechamente relacionado
con el anterior es que las técnicas cuantitativas ofrecen un grado de precisión que de otro modo no
estaría disponible. Los trabajos demográficos sobre la edad del matrimonio y el número de hijos
nacidos fuera del matrimonio son un ejemplo de ello. Permite a los historiadores reflexionar sobre
la naturaleza de la actividad sexual entre los jóvenes de forma más que vaga y anecdótica. Cuando
la edad media al matrimonio es alta, los índices de ilegitimidad son bajos y no se dispone de
métodos anticonceptivos fiables, los historiadores se ven obligados a reflexionar sobre los
mecanismos de control social y las diversas formas de expresión sexual.

Podemos examinar los períodos de transición social teniendo en cuenta estas cuestiones
demográficas. Por ello, otro argumento para utilizar las técnicas cuantitativas, es que revelan las
tendencias durante largos periodos de tiempo. Hay varias razones por las que los cambios a largo
plazo son importantes. Permiten conocer con precisión los periodos de estabilidad y de cambio, y
revelan precisamente esos cambios, lentos y casi imperceptibles que, de otro modo, a los
historiadores les resulta difícil conceptualizar. De este modo, abren el camino para comparar
distintos tipos de cambio histórico, que funcionan a ritmos diferentes, lo que permite a los
historiadores ser más cuidadosos a la hora de asignar las causas de las alteraciones significativas.
Una mejor comprensión de las tendencias a largo plazo pone de manifiesto las frecuentes
discrepancias entre las percepciones del cambio y el propio cambio. Por ejemplo, durante el siglo
50

XVIII, en muchos países existía la preocupación por el declive de la población. Las pruebas
demográficas revelan patrones diferentes, y en Inglaterra, por ejemplo, hubo un crecimiento sin
precedentes. Reconocer esto es útil, no para que podamos reprender a los comentaristas del siglo
XVIII por estar "equivocados", sino para prestar atención a las formas en que las actitudes se
consolidan e invitan a la explicación histórica. 40

La construcción de un trabajo histórico, en torno a métodos cuantitativos, no está exenta de


problemas, ya que depende de la calidad de la información disponible. 41 La coherencia es un desafío
particular; para que las tendencias a largo plazo sean significativas, los datos a través del tiempo y
el lugar tienen que ser estrictamente comparables, y los cambios en su naturaleza (modo de
recolección, criterios de inclusión, etc.) pueden perjudicar las conclusiones generales basadas en
ellos. La forma de interpretar esa información, y lo que se cree que demuestra, son cuestiones
igualmente controvertidas. Roger Schofield exploró precisamente esto cuando se preguntó qué se
puede inferir de los datos de mortalidad materna sobre cómo se sentían las mujeres con respecto al
parto. Es un reto especial encontrar pruebas sobre las relaciones entre el sentido subjetivo del riesgo
por parte de los seres humanos y el riesgo estadístico reconstruido minuciosamente por los
demógrafos.42 Las afirmaciones sobre los cambios en las actitudes de las mujeres tendrían que
documentarse utilizando diferentes tipos de pruebas. Cualquier sensación de riesgo es un fenómeno
cultural complejo, que no puede leerse simplemente a partir de la ocurrencia conocida de un evento
particular. Es útil e importante saber que la mortalidad materna era considerablemente menos
frecuente de lo que se suele suponer, pero las conclusiones más amplias que se pueden extraer de
ello son menos evidentes. Una vía productiva es utilizar dicha información como estímulo para la
investigación posterior, de modo que los materiales cuantitativos se interpreten a la luz de diversos
materiales cualitativos y tras compararlos con ellos. A veces no se aprecian suficientemente las
limitaciones de las fuentes cuantificables, posiblemente porque parecen arrojar conocimientos
"científicos"; es vital analizar críticamente las manipulaciones a las que han sido sometidas antes de
que lleguen a la página impresa. El trabajo cuantitativo y cualitativo son complementarios. Sin
embargo, la necesidad de especializarse, sobre todo en las competencias necesarias para realizar un
trabajo cuantitativo de primer nivel, tiende a distanciar las formas de práctica histórica entre sí.

Aunque existen estrechos vínculos entre los métodos cuantitativos y la historia económica,
muchos historiadores que trabajan en los fenómenos económicos no utilizan métodos estadísticos y
viceversa. La historia económica es un campo potencialmente amplio: "la historia de la práctica
humana real, con respecto a la base material de la vida". 43 La historia económica considera la
producción, la distribución y el consumo de materias primas y bienes. Es decir, se encarga de
muchos aspectos del comportamiento humano. A pesar de su compromiso con estas enormes y
omnipresentes materias, la historia económica podría integrarse a otros enfoques. Mientras que
"historia cuantitativa" indica que se trata de métodos específicos, "historia económica" implica
privilegiar una dimensión fundamental de la vida humana, lo que puede entenderse como un
enfoque. Hay fenómenos donde la mayoría de los historiadores estarían de acuerdo en calificar de
"económicos" -los impuestos, el comercio, los precios de mercaderías, por ejemplo- y por ello el
campo también posee un contenido distintivo. Al mismo tiempo, puede recurrir a la poderosa y muy
teorizada disciplina de la economía; de hecho, algunos historiadores económicos ejercen en
departamentos de economía.44

El uso de teorías económicas, que tienden a hacer hincapié en las decisiones racionales de los
individuos, dentro de la disciplina de la historia plantea una serie de problemas. Dependen de
51

modelos de la naturaleza humana cuyas implicaciones rara vez se exploran con suficiente detalle. El
uso de la teoría económica no resuelve la pregunta de qué es lo que sustenta las definiciones
convencionales de la historia económica. Como hemos observado en el caso de la historia política,
la definición de la historia económica debe basarse en que lo "económico" es analíticamente
distinguible y útil para la explicación histórica. Es posible que, al igual que ocurre con las técnicas
de cuantificación, las competencias sean lo suficientemente especializadas como para que se
requieran grupos de historiadores expertos, que se fijen menos en los individuos del pasado como
actores económicos y más en las tendencias, los colectivos, etc. En cualquier caso, es
imprescindible tener una idea clara del trabajo que realiza el concepto "económico". Los métodos y
enfoques de este tipo examinan determinados niveles de los fenómenos históricos con mayor
eficacia, pero esta noción requiere a su vez un cuidadoso examen.

Historia Oral

La idea de niveles en los fenómenos históricos también podría aplicarse a la historia oral, un claro
ejemplo de división, basada en el método en la disciplina. La historia oral se basa en la idea de que
se pueden obtener poderosos conocimientos de las personas que hablan de sus experiencias con
entrevistadores especialmente formados. Por tanto, otorga un cierto estatus a la memoria, por muy
compleja o incierta que sea esta facultad mental. También da por hecho que las experiencias de todo
el mundo son valiosas y tienen un interés histórico real. Aunque es posible hacer historia oral de
clase alta, "la voz del pasado", según la frase de Paul Thompson, es la de los humildes, la de los
hombres y mujeres trabajadores, que no tienen derecho al poder tal y como se ha definido
habitualmente, pero que poseen ricas experiencias de cambio social, familia, trabajo, política, etc.,
que ofrecen valiosas perspectivas históricas. 45 De ahí que "experiencia" es una palabra clave de la
historia oral, pero se evoca retrospectivamente al hablar con un historiador experto sobre el pasado.
Los argumentos a favor de este método incluyen el hecho de que ofrece acceso a fenómenos que, de
otro modo, son casi invisibles. La historia oral puede ser psicológicamente profunda y llegar a la
intimidad, un nivel histórico de considerable importancia. La gestión del hogar y la vida doméstica
son ejemplos; asimismo, la salud y los asuntos reproductivos se vivían sobre todo en privado y eran
relativamente inaccesibles para los historiadores hasta que se entrevistó a las mujeres de la clase
trabajadora y se exploraron las múltiples capas de la vida cotidiana. La calidad de las relaciones
humanas en el pasado puede recuperarse mediante las técnicas de la historia oral, que no dependen
de la exactitud literal, sino del acceso a experiencias vividas. En lo posible, los testimonios orales se
contrastan con otras fuentes. Aunque es una técnica muy sofisticada en manos expertas, la historia
oral puede practicarse ampliamente y es un enfoque democratizador de la historia.

Sin embargo, un peligro potencial asociado a la historia oral es el de la sobre identificación


con los entrevistados. Esto surge en otros campos históricos, cuando la preocupación por las
opiniones no se limita a la práctica de la historia. No obstante, debe ser tomada en cuenta por los
historiadores, cuya formación profesional y la cultura que los rodea los alienta a buscar verdades y
pruebas genuinas, que se vuelven aún más valiosas si han sido obtenidas con mucho esfuerzo. Las
personas que hablan directamente con los historiadores sobre sus vidas generan un tipo de evidencia
elaborada de forma conjunta; estas voces son aún más valoradas si provienen de grupos
previamente marginados. Si sus testimonios contienen, como ocurre a menudo, relatos de
sufrimiento y privaciones, de heroísmo y estoicismo, la sensibilidad de los historiadores se ve
52

fácilmente comprometida. Esto no implica necesariamente ver el pasado como algo mejor de lo que
fue, pero es probable que genere sentimientos que influyan en la investigación resultante.

Historia temática

La historia basada en métodos puede ser una forma de organizar la investigación histórica un tanto
artificial. Los relatos más satisfactorios del pasado incluyen diversos materiales y métodos, que
idealmente se relacionan entre sí. Una opción es tomar un tema como principio organizador, por
ejemplo, una idea polifacética que haya sido importante e influyente. En la historia de las ideas, que
privilegia los textos escritos de tipo elitista, se pueden encontrar ejemplos tempranos notables. 46 The
Great Chain of Being, de Arthur Lovejoy, publicada por primera vez en 1936, tomó un modelo
omnipresente de la creación y trazó su historia desde la época clásica hasta su desaparición con el
desarrollo de la teoría de la evolución a finales del siglo XVIII. Aquí, como en sus otros escritos,
Lovejoy utilizó una amplia gama de fuentes publicadas. 47 La historia de las ideas hizo hincapié en la
"alta" cultura, aunque hay muchos temas capaces de reunir aspectos más diversos de las sociedades
del pasado. El amplio e influyente libro de David Lowenthal, The Past Is a Foreign Country, se fija
en edificios, estaciones de ferrocarril y museos, así como en fuentes más conocidas, para examinar
las formas de imaginar y representar el pasado, tanto en la ficción y la poesía como en los escritos
históricos. Aunque se centra en un tema, sería difícil precisar de qué tipo de historia se trata. En la
actualidad existe una creciente literatura sobre las representaciones del pasado, y en concreto sobre
lo que podría llamarse cuestiones "patrimoniales", un ámbito en el que los historiadores han
empezado a trabajar recientemente. 48

Un tipo de historia temática diferente es la que ha emprendido Keith Thomas, por ejemplo,
que escribe sobre la Inglaterra moderna temprana, en sus obras influyentes; Religion and the
Decline of Magic, The Ends of Life: Roads to Fulfilment in Early Modern England y un libro
reciente sobre los modales. El tema de Man and the Natural World -cómo han tratado los seres
humanos a la naturaleza a lo largo de varios siglos- es evidentemente enorme, y dio pie para reunir
una impresionante y diversa gama de temas, fuentes y problemáticas. Thomas construye una
especie de tríptico, reuniendo un gran número de ejemplos, citas y anécdotas al servicio de su tema.
Este enfoque temático es menos fácil de gestionar y organizar de forma lineal que otros tipos de
historia más convencionales. Puede utilizarse de forma heurística, para generar nuevas ideas y
reevaluaciones, como sin duda han hecho los libros de Thomas. El interés actual por la historia de
los animales, por ejemplo, aunque debe algo a los movimientos de "liberación animal", es
productivo porque ofrece un punto de vista inusual, que es posible gracias a la atención que se
presta a temas y preocupaciones del pasado que no encajan en las categorías establecidas. 49 Un
magnífico ejemplo es el estudio de Mark Jenner sobre las actitudes del siglo XVII hacia los perros -
a menudo sacrificados en tiempos de peste-, que abre las respuestas a la enfermedad desde una
nueva perspectiva.50 La lista de temas potenciales es probablemente infinita, lo que quizás explica el
atractivo de este tipo de historia. En su premiado Evening's Empire: A History of the Night in Early
Modern Europe, Mark Koslofsky explora lo que denomina " nocturnización ", " la continua
expansión de los usos sociales y simbólicos legítimos de la noche ". El autor se explaya en términos
de período, geografía, fuentes y prácticas sociales, animando a los historiadores a prestar atención a
un aspecto de la vida moderna temprana.51
53

Historia basada en la teoría

Las nuevas perspectivas tienen diversos puntos de partida en las teorías. Mucha gente considera que
la historia es una disciplina poco teorizada, una virtud que depende de su punto de vista. También
depende del país en el que se haya recibido la formación. La historiografía en el mundo anglosajón,
en contraste con las tradiciones francesa, italiana y alemana, más teóricas, tiende a enfatizar las
dimensiones empíricas de la historia. Aunque algunos historiadores trabajan estrechamente con
perspectivas teóricas, esto no tiende a tomar la forma de producir teorías de la historia -al menos, no
lo hizo en el siglo XX. 52 Los principales teóricos de la sociedad no han sido historiadores, aunque se
han basado ampliamente en los análisis del pasado. Independientemente de las tradiciones en las
que se formen, los historiadores están más acostumbrados a buscar particularidades, a detectar lo
que es especial en una situación, que a no ver su parentesco con otros casos y contextos. Esto último
es precisamente lo que pretende la historia comparada como método, pero no existe una teoría de la
historia comparada.53

Hasta hace poco tiempo, la mayoría de las personas habría respondido con el marxismo si se
le pidiera que nombrara una teoría central para la práctica de la historia. Ahora parece que hay
pocos intentos por desarrollar la historiografía marxiana. Podemos interpretar este cambio de varias
maneras. Podría indicar un desencanto con la visión del mundo que representaba el marxismo o
sugerir que sus elementos clave ya se han incorporado allí donde son útiles. Tal vez sólo queden
vivos fragmentos del marxismo. 54 Además, es posible que, debido a los amplios cambios históricos,
los historiadores hayan perdido el interés por los temas marxianos, como la lucha de clases y la
naturaleza de la producción, porque han dejado de ser tan adecuados para el mundo contemporáneo
como, por ejemplo, la raza y el género. Las modas intelectuales cambian y, en consecuencia, las
teorías caen en desgracia, tanto por las críticas explícitas como por su falta de relevancia.

El interés por las teorías psicoanalíticas ha crecido de forma espectacular desde la década de
1970. Aunque todavía se miran con recelo en algunos sectores, se han convertido en una parte
aceptada del arsenal teórico del historiador, especialmente en Estados Unidos, donde algunos
grandes departamentos de historia incluyen un psico historiador en su plantilla, y donde existen
cursos de formación especiales para los académicos que quieren utilizar el psicoanálisis en sus
investigaciones pero no desean trabajar con pacientes. 55 Sin embargo, la mayoría de las personas, y
los académicos no son una excepción, piensan de forma psicoanalítica sin ser especialmente
conscientes de ello. Muchos de los relatos que se dan sobre el comportamiento en la vida cotidiana,
en relación con el trauma, por ejemplo, deben mucho a lo que ahora son suposiciones comunes
sobre el funcionamiento de la mente. Dado que una parte importante de la explicación histórica se
basa en supuestos sobre los procesos mentales, no es de extrañar que el psicoanálisis se haya
infiltrado en la práctica histórica. Sin embargo, muchos historiadores siguen teniendo poco
conocimiento directo del pensamiento psicoanalítico o de las importantes diferencias entre sus
principales tradiciones: Freudiana, Junguiana, Kleiniana y Lacaniana. Se ha atacado el uso del
psicoanálisis en la investigación histórica, ya que el psicoanálisis no tiene por qué ser doctrinario,
sino que puede ser flexible, con un problema histórico como punto de partida. Es productivo que los
historiadores puedan adoptar un enfoque pragmático y emplear con conocimiento de causa los
supuestos de la psicología y el comportamiento siempre que sea posible. 56 La creación de
subcampos puede generar divisiones rígidas y artificiales; es deseable que los historiadores
54

consideren una serie de perspectivas teóricas, al tiempo que desarrollan una compra crítica de todas
ellas.

Los historiadores deben ser capaz de reconocer perspectivas teóricas específicas y


comprender las propiedades de las teorías en general. Las teorías funcionan en un meta nivel: son
más generales y abstractas que los relatos empíricos. Ofrecen marcos diseñados para explicar una
amplia gama de fenómenos. De ello se deduce que las teorías tienden a tener una cierta calidad
predictiva. En el caso del psicoanálisis, por ejemplo, se puede afirmar que es probable que
determinados tipos de daños psicológicos tengan efectos particulares. Los efectos traumáticos de la
guerra son un área de investigación histórica configurada por las teorías psiquiátricas y
psicoanalíticas.57 En la práctica, los clínicos y los historiadores tienen que retroceder desde los
efectos hasta las supuestas causas. La psicohistoria, una rama de la historia, tiende a hacer hincapié
en la experiencia de la infancia y sus efectos en la vida posterior, sin prestar -como se afirma a
veces- suficiente atención a los contextos históricos específicos, y para algunos historiadores esto es
reduccionista.58 El psicoanálisis, en sentido amplio, ofrece enfoques de las experiencias humanas de
múltiples capas y formas de pensamiento que pueden ayudar a los historiadores a desarrollar formas
más satisfactorias de entender sus objetos de estudio. La actual preocupación por la memoria, el
trauma y la conmemoración nos invita a considerar no sólo el potencial del psicoanálisis para
contribuir al análisis histórico, sino el de otras tradiciones psicológicas. Los campos que estudian
los niveles de conciencia también pueden ayudar a revelar el significante de las metáforas y los
símbolos, que alcanzan su poder precisamente por su capacidad de acceder al inconsciente. 59

Hay dos objeciones comunes al uso del psicoanálisis en la historia. La primera afirma que se
trata de un método individualista, desarrollado a través de encuentros terapéuticos con pacientes,
que posiblemente funcione en relación con individuos sobre los que se sabe mucho, pero que
fracasa cuando se trata de fenómenos grupales. De hecho, muchos analistas, basándose en trabajos
psicológicos anteriores, han reflexionado sobre la psicología colectiva, y los psico historiadores han
abordado precisamente esta cuestión al estudiar cómo los líderes totalitarios pueden obtener apoyo,
por ejemplo. La segunda objeción es que es erróneo, si no francamente imposible, psicoanalizar a
los muertos, y que el método es especialmente inapropiado cuando se aplica a sociedades que en sí
mismas eran inocentes de las ideas psicoanalíticas. Pero las teorías están diseñadas para ser
generales, es decir, para ser aplicadas a una amplia gama de casos, como hizo Freud, con sus
profundos intereses históricos. Si son generativas, las teorías no sólo se aplican al período en el que
fueron formuladas. Según los pensadores psicoanalíticos, el inconsciente no surgió a finales del
siglo XIX, sino que existe desde que hay seres humanos. 60

Puente

La "historia" no es un conjunto de conocimientos definido, sino una rica combinación de ideas y


prácticas. Cuando pensamos en ella como disciplina académica, puede parecer muy extensa,
incoherente y abrumadora: incluye tantas cosas que es difícil imaginar dónde está su coherencia.
Existen numerosas formas de examinar lo que ocurre en la disciplina para generar un mapa
esquemático de la misma. Algunas de ellas implican pensar en las fuentes y en cómo se utilizan,
otras reflexionar sobre el método o la teoría aplicada a esos materiales. Otras posibilidades son
analizar cómo se ha dividido la disciplina y qué significan las divisiones cambiantes para la forma
55

en que se genera nuestra comprensión del pasado. Los subcampos de la historia hacen que la
investigación sea practicable, al tiempo que son vehículos de poderosas emociones e inversiones, y
de afirmaciones sobre la mejor manera de abordar el pasado. En algunos aspectos, la historia tiene
mucho en común con otras disciplinas, de las que también depende. Podemos imaginar campos
afines como recursos, o incluso como amenazas, ya que el estudio del pasado no es en absoluto el
dominio exclusivo de la historia. En los dos capítulos siguientes examino las relaciones entre la
historia y sus vecinos cercanos, primero en las humanidades y luego en las ciencias sociales,
teniendo en cuenta la historia de las disciplinas académicas y los grupos de disciplinas, así como las
formas de clasificar el conocimiento.
56

CAPÍTULO TRES
La historia en las humanidades
La historia está estrechamente relacionada con muchas otras
disciplinas. Se nutre de ellas para obtener ideas, comparte sus fuentes y su
contenido se cruza con otros campos de las humanidades. Dado que la
disciplina de la historia abarca un abanico tan amplio de fenómenos, está
vinculada de una u otra manera con la mayoría de las áreas de estudio. En
este capítulo considero sus relaciones con la filosofía, la literatura y la
historia del arte como ejemplos del lugar que ocupa la historia dentro de las
humanidades. Por último, se abordan brevemente la arqueología y la
geografía, que, al igual que la historia, ocupan un lugar tanto en las
humanidades como en las ciencias sociales.

Organización de los conocimientos

Si no hay ninguna actividad o experiencia que esté intrínsecamente fuera del alcance de los
historiadores, entonces la disciplina de la historia se encontrará obligatoriamente compartiendo
preocupaciones con otros campos que estudian la condición humana. Esta afirmación sugiere que
las diferencias entre las disciplinas no se derivan de una división evidente de la materia, sino de
otros factores, como las costumbres y las convenciones, los intereses y las agendas, las instituciones
y la financiación, los valores y las creencias.

En este capítulo y en el siguiente, examino algunos de los campos que son cercanos a la
historia y que se abordan en la actualidad. Las disciplinas pueden ser "cercanas" de diversas
maneras: agrupadas y con la expectativa de enseñar juntas en las instituciones; compartiendo
fuentes, métodos, enfoques, temas o teorías; teniendo compromisos, "padres fundadores", materias
particulares en común.

No es éste el lugar para repasar la compleja historia de la forma en que se ha adquirido,


organizado y utilizado el conocimiento sistemático. El conocimiento puede clasificarse de muchas
maneras. Lo que en un contexto puede denominarse "historia" y tratarse como parte de las
humanidades, en otro puede llamarse, por ejemplo, "estudios sobre la guerra" y considerarse parte
de las ciencias sociales. Para algunos profesionales, la historia está aliada con las humanidades, para
otros es una ciencia social, mientras que para otros son ambos. Es bueno mantener una sana dosis
de escepticismo sobre la forma en que se agrupan o separan los campos de estudio. Dado que la
organización de las actividades de creación de conocimiento depende en cierta medida de ello, es
57

conveniente comprender su importancia. En el mundo anglosajón es habitual encontrar diferentes


organismos de ayuda financiera dedicados a las humanidades y a las ciencias sociales, mientras que,
en otros lugares, especialmente en los países europeos, donde el concepto de "ciencia" conserva su
significado más antiguo y más inclusivo de conocimiento sistemático, es más frecuente que se
traten juntos.

En este capítulo, analizo tres materias comúnmente entendidas como parte de las ciencias
humanas, e indago en sus relaciones con la historia: la filosofía, la literatura y la historia del arte.
Por último, en las dos últimas secciones considero disciplinas aliadas tanto de las humanidades
como de las ciencias sociales: la arqueología y la geografía. En el capítulo 4 se examinan dos
campos que se denominan convencionalmente ciencias sociales -la sociología y la antropología-
antes de pasar a la psicología, que es en parte una ciencia experimental, pero que es fundamental
tanto para las humanidades como para las ciencias sociales. Por lo tanto, nos referiremos a la
naturaleza de la ciencia en sentido limitado, ya que para algunos estudiosos la psicología, y parte de
la antropología, no son ciencias sociales, sino naturales, que a menudo se consideran el ejemplo de
un conocimiento seguro y el patrón de oro de todo conocimiento. Es útil reflexionar y comprender
cómo funcionan las distinciones entre tipos de conocimiento. Las estructuras organizativas articulan
y refuerzan los límites disciplinarios en las sociedades en las que el trabajo está altamente
especializado y profesionalizado; expresan afirmaciones sobre el tipo de conocimiento que se
produce, su valor y utilidad, así como sobre el valor de quienes lo crean. Se trata, pues, de
cuestiones de estatus, experiencia, poder y autoridad.

En su valoración de las tres culturas -las ciencias naturales, las ciencias sociales y las
humanidades-, el psicólogo del desarrollo Jerome Kagan expuso algunas de las diferencias entre
ellas. En cuanto a su "contribución a la economía nacional", las califica de importantes, modestas y
mínimas, respectivamente. Naturalmente, este juicio de valor sería muy discutido por muchos en las
ciencias humanas. Sin embargo, refleja los supuestos comunes sobre su valor. Kagan propone otras
formas de diferenciar estos tres ámbitos, por ejemplo, en cuanto a sus intereses principales, fuentes
de evidencia y vocabularios. Kagan considera que las humanidades se ocupan principalmente de "la
comprensión de las reacciones humanas a los acontecimientos y de los significados que los seres
humanos imponen a la experiencia en función de la cultura, la época histórica y la historia de la
vida".1 Esta definición es lo suficientemente amplia como para incluir algunas ciencias sociales,
como la antropología y la sociología. Una definición de las humanidades en un diccionario ofrece
una comparación útil: "aprendizaje o literatura que se ocupa de la cultura humana, especialmente de
la literatura, la historia, el arte, la música y la filosofía", y sitúa el origen del término en el inglés
medio, derivado del latín a través del francés antiguo. 2 Por lo tanto, las humanidades son una noción
antigua en la que la historia encaja perfectamente, y por ello se relacionan con otras exploraciones
de la cultura humana.

Hay varias formas de conceptualizar las relaciones entre los campos de estudio: influencias
prestadas, colaboración, materiales y estructuras compartidas entre ellos. Estas ideas conllevan un
amplio abanico de actividades académicas. La "influencia" implica únicamente la lectura en otro
campo. La "colaboración" implica que los académicos trabajen juntos de forma productiva. Un
término común para hablar de las estrechas relaciones entre disciplinas es "interdisciplinariedad". 3
Algunos autores consideran que "multidisciplinar" es un fenómeno distinto, ya que supone que cada
persona aporta su disciplina a la mesa, en lugar de una mezcla más íntima de ideas y prácticas.
Quiero reflexionar brevemente sobre la "interdisciplinariedad", que actualmente se considera
58

valiosa en sí misma. Algunas agencias de financiación, por ejemplo, prefieren las solicitudes que
muestran pruebas de una colaboración significativa entre disciplinas porque se considera que es más
innovadora y, por tanto, más merecedora de apoyo.

Interdisciplinariedad

Sólo tiene sentido valorar el acercamiento de las disciplinas si éstas se consideran tanto entidades
separadas como beneficiarias de algún tipo de fusión. Es inevitable que en los mundos donde los
académicos se completan para obtener recursos y estima, haya una tendencia a adherirse y luego
promover campos y subcampos separados. A medida que la maquinaria de investigación se hace
más elaborada y más pública, la especialización crece a la par y agudiza las diferencias entre los
campos históricos y las disciplinas establecidas. Cada vez es más difícil leer con amplitud los
nuevos trabajos históricos: simplemente hay demasiado. Ante esta fragmentación, la reintegración
resulta especialmente atractiva, sobre todo para quienes se sienten atraídos por la comprensión
integral del pasado.

La interdisciplinariedad como principio, reconoce que los hábitos mentales característicos de


cada disciplina pueden nutrirse mutuamente; que vale la pena compartir herramientas, teorías y
conocimientos. También reconoce que las nuevas perspectivas son valiosas. Por ejemplo, un crítico
literario, preparado para un análisis textual minucioso, puede ser capaz de captar matices que un
historiador pasaría por alto. Su ojo no estará libre de cargas, sino con cargas diferentes. En este
ejemplo, se trata de una habilidad específica -la lectura atenta-. Hay muchas posibilidades
compartidas cuando se juntan las disciplinas, que implican teorías, conceptos, técnicas, fuentes y
cosmovisiones enteras.

¿Qué prácticas implica la "interdisciplinariedad" y cómo podrían los historiadores ejercer su


profesión de manera diferente? Las respuestas van desde la lectura de trabajos producidos en otro
contexto disciplinario hasta el aprendizaje de técnicas, como el diseño de bases de datos, que se han
desarrollado fuera de la historia, y el trabajo en estrecha colaboración con quienes han recibido una
formación muy diferente. Sin embargo, hay otra forma más pragmática de pensar en la
interdisciplinariedad, que está impulsada por las propias fuentes y problemas que estudiamos. Los
medievalistas, al igual que los historiadores de la antigüedad, tienden a sentirse cómodos
recurriendo a la arqueología, la numismática y la epigrafía (el estudio de las inscripciones). Para los
historiadores que estudian la cultura de una época y un lugar determinados, es simplemente una
buena práctica basarse en el trabajo de los literatos, los historiadores del arte y la arquitectura, etc.

De esto se deduce que podemos pensar en la historia y la interdisciplinariedad en función a la


forma en que contextualizamos nuestros proyectos. Lo que cuenta como contexto es una cuestión de
juicio, aunque a menudo se basa en patrones convencionales y preestablecidos. En consecuencia,
los historiadores identifican los elementos clave dentro de su contexto designado y pueden
comprometerse con trabajos, independientemente de su disciplina, que aclaren y amplíen ese
contexto. Nunca es evidente lo que abarca el "contexto". Por ejemplo, es menos habitual que los
historiadores se ocupen de la música que del pensamiento político, en parte porque la primera se
considera menos importante desde el punto de vista histórico y porque quienes la estudian
constituyen una profesión aparte con conocimientos más técnicos. Los musicólogos son raramente
nombrados en los departamentos de historia que los que se interesan por las ideas políticas. Sin
59

embargo, el sonido del pasado puede ser un candidato tan importante para el "contexto" como el
aspecto, la sensación, el olor y el pensamiento del pasado.

La interdisciplinariedad sigue estando de moda y el propio término implica afinidades


generativas entre campos: las fronteras borrosas entre disciplinas no tienen sentido, sino más bien lo
contrario. Las disciplinas tienen que ver con habilidades, hábitos mentales y entusiasmos
compartidos, que dan forma a la enseñanza y la escritura. Un enfoque de las complejas relaciones
entre campos despliega la idea de "atención". ¿Cómo se caracteriza cada campo y subcampo por
prestar atención a sus principales objetos de estudio? Aquí también hay coincidencias, pero a través
de los procesos sociales expuestos en los dos primeros capítulos, surgen distintos tipos de atención.
En la siguiente sección muestro cómo los filósofos prestan especial atención a los conceptos y a sus
implicaciones, así como a la forma de los argumentos y a los supuestos que encierran. Muchos
historiadores no están formados para manejar ideas abstractas, pero tienen que utilizarlas en su
trabajo. Se benefician de una mayor percepción de sus orígenes, linajes y características. De ello se
desprende que la filosofía puede ser útil, incluso indispensable, en la práctica histórica. Al igual que
la historia, abarca un extraordinario abanico de actividades y fenómenos. Me ocuparé de tres
escritores -Christopher Bayly, Michel Foucault y Charles Taylor- en una consideración de la que
quizá sea la disciplina más antigua del mundo.

La filosofía estaba bien establecida en el mundo antiguo, aunque en el siglo XXI, es un


campo considerablemente más pequeño en muchos temas de la historia, donde el reconocimiento de
numerosos temas, períodos y áreas geográficas que cubrir ha facilitado la expansión. Al ser menos
abstracta y cada vez más popular como actividad de ocio, la historia es más fácil de entender que la
filosofía. El discurso moralizante sobre los horrores del siglo XX también ha dado a la historia un
fuerte perfil público. En la práctica, las relaciones entre ambas disciplinas son diversas y amplias.

Es necesario el sentido de la filosofía como disciplina. Parece que hay poco en la materia de
la filosofía que la distinga de otros campos, ya que puede abordar cualquier cosa y todo. Como dijo
Simon Blackburn, "la filosofía es el pensamiento humano que toma conciencia de sí mismo". 4
Utiliza el pensamiento crítico, la reflexión cuidadosa y la argumentación meticulosa para
reflexionar sobre cuestiones básicas del conocimiento, la existencia, el comportamiento y el mundo.
Gran parte de la filosofía tiene un objetivo adicional: dar una explicación coherente y completa de
estas cuestiones, incluida la naturaleza de los seres humanos y de las sociedades. Como tal, la
historia de la filosofía es fundamental para la historia, ya que traza los cambios fundamentales en
las formas de entender el mundo que son en sí mismos de profunda importancia histórica. Por ello,
estudiar la historia de la Europa del siglo XVII sin conocer a Descartes, Hobbes, Locke, Spinoza y
Leibniz podría considerarse una limitación.5 La historia de la filosofía es un área especializada, que
los historiadores del siglo XVII pueden carecer de conocimientos y habilidades para comprender.
Además, puede que no esté claro cómo conectar los difíciles y exigentes escritos filosóficos con el
resto de la existencia humana. Sin embargo, cuando los filósofos del siglo XVII se comprometen
directamente con cuestiones políticas y científicas, las posibilidades de integración y los beneficios
de hacerlo son evidentes.6

Algunos historiadores se interesan por los principales pensadores dentro de específicos


contextos históricos. Un destacado ejemplo es el estudio de Cristopher Bayly sobre el liberalismo
indio desde principios del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. El autor traza las complejidades
del pensamiento liberal no sólo en la India, sino en otras zonas geográficas, ya que los pensadores
60

indios estaban en conversación, literal o figuradamente, con los de otros lugares, como John Stuart
Mill. Estas complejidades son en parte conceptuales y en parte moldeadas por los imperativos de la
política en el subcontinente indio durante siglo y medio. Por un lado, se trata de un estudio
filosófico en el que Bayly rastrea complejos y abstractos argumentos, encontrando sus tensiones e
inflexiones. Por otro lado, se trata de un esfuerzo histórico, ya que se preocupa por mostrar cuáles
son los "linajes del liberalismo" hasta nuestros días. El propio Bayly subraya que se ocupa del
"campo emergente de la historia intelectual global". Así pues, en este libro, hábilmente
argumentado, encontramos una serie de puntos importantes, sobre todo que la historia y la filosofía
pueden mezclarse de forma convincente en la historia intelectual. Bayly no es un filósofo, pero
presta atención a la historia del pensamiento. Al mismo tiempo, se ocupa de las implicaciones del
"liberalismo", es decir, discute tanto las cuestiones políticas y sociales como las filosóficas. Dado
que se centra en la India, necesariamente tiene en cuenta diferentes tradiciones filosóficas, como los
modos de pensamiento islámico, hindú y cristiano.7

He elegido este ejemplo por sus cualidades intelectuales, y en parte porque se sale de lo que
el lector podría esperar de un breve debate sobre el papel de la historia de la filosofía -quizás
"grandes nombres" conocidos, como Maquiavelo o Nietzsche, o una figura de la Ilustración, como
Voltaire, cuyos escritos sobre la tolerancia religiosa se incluyen en una serie de textos de la historia
de la filosofía.8 Esos textos nos ayudan a comprender cómo se despliegan los conceptos y las
formas de razonamiento en un momento histórico determinado. La historia de la filosofía, por tanto,
puede tocar y dar forma a la práctica histórica de diversas maneras.

El parentesco entre la historia y la filosofía puede demostrarse también considerando una


frase que acabo de utilizar: "modos de pensamiento". Se publican muchos libros cuyos títulos
incluyen "filosofía francesa", "filosofía alemana" y "filosofía india", por ejemplo. Si bien se puede
afirmar que esas frases son homogeneizadoras, al tratar las lenguas y/o los países como si fueran
paraguas evidentes, hay un lado positivo, "histórico". Está claro que hay formas de pensar
dominantes en las sociedades del pasado y del presente, y que son importantes, por ejemplo, para la
antropología.9 Para comprender el pasado, debemos tener en cuenta las formas de pensamiento,
sobre todo para evitar que se utilicen términos como "liberalismo" sin tener en cuenta las
tradiciones y prácticas filosóficas a las que se refieren.

La filosofía y la historia se cruzan de otras maneras. Para dar una idea de ellas, hablo de dos
filósofos: Michel Foucault y Charles Taylor. El primero ha tenido un impacto fenomenal en la
práctica histórica; se ha filtrado en la cultura histórica internacional para ser invocado por personas
que han leído poco o nada de sus propios escritos. Lo que se toma de Foucault varía enormemente;
su influencia ha sido en gran medida a través de lo que podríamos llamar su visión del mundo, toda
su orientación hacia la interpretación de la vida humana durante muchos siglos. Podríamos
considerarlo como un historiador, aunque ese nivel no consigue los puntos más llamativos de su
obra. Taylor también utiliza mucho los ejemplos históricos, aunque sus obras más leídas, Sources of
the Self y A Secular Age, no podrían describirse como libros de historia. No obstante, cuentan lo que
él presenta como una historia, al tiempo que se basan en textos filosóficos conocidos y tratan de
establecer argumentos filosóficos.

Foucault
61

Aunque a veces se describe al difunto Michel Foucault como historiador, esto es falso. Llevó a cabo
una intensa investigación histórica -evidente, por ejemplo, en I, Pierre Riviére-, pero solía suprimir
muchos de los detalles cuando publicaba. Se interesó mucho por la psicología, la psiquiatría y los
problemas de salud mental, en parte como resultado de sus experiencias de primera mano, pero eso
no lo convierte en un psicólogo. Tampoco puede decirse que fuera un sociólogo o un crítico
literario, aunque escribió tanto sobre asuntos sociales como sobre textos. Describirlo como filósofo
llama la atención sobre su interés por las formas de pensar, por trabajar a un nivel abstracto y por
abarcar diversos fenómenos en sus escritos. Foucault puede servir de ejemplo de las influencias de
la "filosofía", especialmente en los años 80 y 90.

Su impacto en la práctica de la historia ha tomado tres formas principales. En primer lugar, su


primer libro Madness and Civilization (Locura y civilización), publicado en 1961, se escribió en un
momento de crítica sin precedentes a la medicalización, especialmente en relación con las
enfermedades mentales. En él se describen las formas en que las personas "desviadas" han sido
separadas de sus comunidades y encerradas en instituciones estatales, por ejemplo, en la Francia del
siglo XVII. La obra de Foucault, al analizar el nexo entre el conocimiento y el poder, contribuyó a
que se extendiera el interés por el modo en que la medicina invade las sociedades. En concreto,
llamó la atención de los historiadores sobre la importancia de la psiquiatría como tema y
proporcionó una visión general de los cambios en la denominación y el tratamiento de los llamados
"locos" a lo largo de periodos considerables. Muchos de los detalles de su relato han sido
cuestionados por los historiadores especializados en medicina, pero sigue teniendo un atractivo que
no es fácil de desmentir.

En segundo lugar, Foucault abordó la naturaleza del conocimiento humano y cómo ha


cambiado. Trazó cambios significativos en la ciencia, la medicina y la filosofía, no en términos de
grandes pensadores -un enfoque que él desestimaba, desafiando el propio concepto de "autor"- sino
en términos de "epistemes", que son formas completas de conocimiento. Éstas determinan lo que es
posible y permisible que la gente piense e investigue en un momento dado. Las epistemes son las
condiciones cognitivas de existencia en las que vivimos. Se someten a cambios rápidos, aunque
Foucault no explica exactamente cómo se producen. En algunos análisis brillantes de
acontecimientos, textos e imágenes, mostró cómo encarnaban supuestos fundamentales; tal enfoque
parecía ofrecer vías críticas y políticamente radicales para entrar en ciertas sociedades. Para él, lo
que estaba en la superficie a menudo no sólo era engañoso, sino que podía ser precisamente lo
contrario de la verdad: la mojigatería victoriana sobre la sexualidad llamaba la atención sobre ella,
en lugar de silenciarla, como a veces se supone.

La tercera área en la que Foucault tiene un impacto excepcional, fue a través de la historia de
la sexualidad, que ya se estaba convirtiendo en un tema de moda cuando empezó a publicar sobre
ella. Argumentó que los discursos sobre la sexualidad, a partir del siglo XVIII, refundieron las
relaciones entre los individuos, las familias, el estado y las instituciones relacionadas, y los
'expertos'. Esto tuvo una serie de consecuencias: por ejemplo, los tipos "desviados", como "el
homosexual", fueron, en el siglo XIX, cada vez más personas escribieron sobre la sexualidad y la
discutieron, esto no fue un signo de permisividad, sino más bien de cómo los discursos surgen para
gestionar, dar forma y controlar la experiencia. La desaprobación victoriana de la discusión de los
fenómenos sexuales y la ansiedad por la "desviación" provocaron una compulsión a prestarles
atención. En el proceso se crearon nuevas subjetividades, es decir, nuevas formas de identidad y
62

experiencia. Los volúmenes posteriores se basaron en gran medida en fuentes clásicas y han sido
especialmente controvertidos.10

¿Qué entiende Foucault por "discurso"? No es fácil definirlo, pero podemos señalar dos
características significativas. En primer lugar, se refiere a los productos culturales, no a las
condiciones materiales, de modo que los textos se convierten en fuentes privilegiadas. Utilizo el
término "texto" deliberadamente. La noción de discurso y el trabajo que lo utiliza se basan en las
teorías del lenguaje. Aunque a veces se afirma que cualquier cosa puede ser tratada como un texto -
una manifestación política, una habitación, una asociación profesional- todo el enfoque ha sido
moldeado por convicciones sobre el poder de las palabras y por la afirmación de que las teorías del
lenguaje abren su capacidad para estructurar la experiencia humana. En segundo lugar, el discurso
implica que hay una visión del mundo más o menos coherente detrás de los textos, y que las ideas
que expresan tienen efectos tangibles. El ejemplo de nombrar al "homosexual" como un tipo
humano lo demuestra, ya que éste se convirtió en una categoría a través de la cual los hombres que
se sienten atraídos eróticamente por otros hombres llegaron a experimentarse a sí mismos y a su
mundo. Según esta clasificación, existen diferentes tipos de seres humanos; la sexualidad no es
fluida, sino que es inherente a los individuos, una orientación a lo largo de la vida, y la
homosexualidad está claramente marcada como diferente de la norma. Por lo tanto, la delimitación
de los tipos sexuales no es un proyecto "científico" inocente, sino el ejercicio del poder a través del
discurso, definir y nombrar la alteridad en contraste con uno mismo es ejercer una forma de poder.
Por ello, los cambios de nomenclatura, sobre todo cuando los adoptan las mismas personas a las que
se etiqueta lingüísticamente, son profundamente significativos.

El análisis del discurso investiga la capacidad de las ideas y de los lenguajes a través de los
cuales existen y se expresan. Por tanto, las organizaciones de poder no deben entenderse por
términos de élites, gobiernos, formas de imposición, etc., sino por los discursos que las hacen
posibles. A primera vista, el "discurso" comparte algunos rasgos con la "ideología", que, aunque
ahora es ampliamente utilizada por los historiadores, surgió originalmente de las tradiciones
intelectuales marxianas. Sin embargo, la "ideología" supone la existencia de intereses contrapuestos
en un momento histórico determinado; las clases, o los grupos afines a las clases, promueven sus
intereses específicos a través de ideologías en las que se velan esos intereses. Las ideologías se
entienden como instrumentos de dominación de clase o grupo; son lugares de conflicto basados en
la experiencia cotidiana.11 Por el contrario, el enfoque de Foucault no implica ni clases ni conflictos
y, desde luego, no plantea intereses específicos y socialmente arraigados. La mejor manera de
entender las ideologías es en función de las condiciones materiales en las que se forjan y
despliegan, aunque mantengan relaciones muy complejas con ellas. El estudio de los discursos no
suele ser un primer paso que lleve a los historiadores a considerar la vida real, sino que se afirma la
preeminencia, la cualidad determinante de los discursos. Los grupos de interés no se disputan, por
diversos medios, el poder. Más bien, los discursos son insinuantes y omnipresentes: los individuos y
los grupos no pueden simplemente adoptar otra posición, ya que las estructuras de pensamiento
están demasiado arraigadas.

La ideología y el discurso son conceptos útiles para los historiadores y ambos tienen sus
limitaciones. También tienen sus momentos en la historia. Los estudiosos recurren a una idea o a un
enfoque cuando les parece adecuado para ese momento y lugar: las relaciones de la historia con
otros campos y sus autores más influyentes muestran precisamente esos giros oportunos. Esto queda
claro en relación con Foucault, que comenzó a publicar a finales de la década de 1950. Muchos de
63

sus libros más influyentes se publicaron en los años sesenta y principios de los setenta, y fueron
principalmente los historiadores y los filósofos de la ciencia quienes los leyeron en el mundo
anglosajón. No fue hasta la década de 1980 cuando se produjo una verdadera explosión de interés
mundial por su obra, liderada especialmente por los críticos literarios. En los últimos años el
entusiasmo ha empezado a remitir. Es muy difícil explicar cómo se inician, se consolidan y se
extinguen estas tendencias.

Puede parecer extraño vincular a Foucault con la filosofía cuando tanto sus intereses como su
impacto fueron tan variados. Su preocupación por la naturaleza del conocimiento, por los sistemas
de pensamiento, por el profundo impacto que pueden tener los conceptos dominantes, sugieren el
valor de considerarlo en el contexto de un campo que reflexiona sobre las cuestiones fundamentales
que suscita la existencia humana. Dado que las conexiones entre la historia y la filosofía son
diversas, desarrollo el punto recurriendo a alguien muy diferente, el pensador canadiense Charles
Taylor.

Taylor

Los escritos de Taylor ilustran varios temas que recorren History in Practice. Sus ideas están
basadas en el pensamiento occidental. Simplemente, asume que sus lectores están familiarizados
con personajes como Descartes, Locke y Nietzsche. Lo mismo hace con escritores como Rilke,
Dostoievski y Baudelaire, y con teólogos como Aquino y Agustín. Taylor ha publicado sobre una
serie de temas que preocupan a los filósofos profesionales, como la naturaleza del lenguaje, los
derechos humanos y la moral. De hecho, ha escrito sobre Foucault. 12 Entonces, ¿dónde entra la
historia? Taylor está interesado en el cambio, y especialmente en el cambio de los supuestos sobre
cómo deben comportarse los seres humanos y cómo se debe explicar su comportamiento. Le
preocupa especialmente la naturaleza de la modernidad. De ahí que no tenga otra opción, en cierto
sentido, que dedicarse a las cuestiones históricas. Es bastante obvio que utiliza fuentes compuestas
en épocas anteriores. Muchos filósofos lo hacen, sin ser particularmente "históricos" en su enfoque.
Taylor quiere entender los procesos, como la "secularización", y cómo surgió lo que él llama "la
identidad moderna". Como es lógico, da importancia a los cambios en las ideas, sin asumir la
responsabilidad de explicar con precisión cómo se producen.

Hay otra forma en la que Taylor se compromete con la historia. Lo que ocurrió en el pasado
es relevante para su proyecto más grande, que es un proyecto moral y político. A veces los
historiadores defienden lo que hacen en términos de excavar el pasado "por su propio bien". Taylor
hace lo contrario, tratando de entender los grandes cambios históricos "por nuestro bien", por los
que estamos vivos ahora y nos preocupamos sobre todo por nuestro bienestar colectivo y el del
mundo que habitamos. Termina Sources of te Self sugiriendo que su "imagen de la identidad
moderna puede dar forma a nuestra visión del dilema moral de nuestro tiempo". 13 Obsérvese que
identidad y problema son singulares: Taylor no recurre aquí a los plurales, como suele hacer el
historiador para sugerir un abrazo generoso. Más bien cree que hay patrones claros que se pueden
identificar, lo que hace que los términos singulares sean perfectamente defendibles. Uno de los
patrones que más le molesta, es la pérdida del sentido de la trascendencia, que cree que los seres
humanos anhelan. Considera que el "humanismo autosuficiente" es característico de nuestra era:
desde la Ilustración, nos ha animado a ver la creencia en Dios como algo ingenuo y retrógrado. 14
64

Así pues, Taylor se enfrenta a algunas narrativas ya establecidas, no sólo dentro de los escritos
históricos, sino dentro de lo que podríamos llamar culturas del Atlántico Norte en general.

Taylor es perfectamente explícito sobre sus compromisos. Es católico, por ejemplo, y se ha


presentado varias veces a cargos políticos, aunque sin éxito. Tanto en Sources of the Self como en A
Secular Age deja clara su posición. Deberíamos ser cautelosos a la hora de reducirlo a etiquetas
como "católico"; Taylor puede situarse en una larga línea de filósofos que se remontan a la antigua
Grecia y que se interesan por la vida analizada. Esto no debe interpretarse como una simple forma
de introspección, aunque sin ella los escritos sobre la vida examinada serían probablemente bastante
triviales. Como cristiano, Taylor se esfuerza por reconocer "la espantosa destrucción causada en la
historia en nombre de la fe". Para vivir su vida de forma coherente y reflexiva, podemos deducir
que se dedica a actividades que podrían llamarse introspectivas. Pero "la vida examinada" es más
que eso: se trata de formular argumentos claros y juicios éticos. 15 A Taylor le preocupan las formas
en que "nuestra cultura sofoca el espíritu". 16 Sus escritos sugieren, por tanto, formas en que la
historia y la filosofía pueden combinarse para abordar grandes problemas contemporáneos, aunque
no estemos de acuerdo con sus creencias, enfoques y argumentos. Taylor puede ser considerado un
"filósofo público". La filosofía pública es una empresa complementaria.

He elegido a Taylor como ejemplo en parte porque ha escrito sobre un tema que interesa a
los historiadores y a los estudiosos de las humanidades: el yo. En cierto modo, se trata de un tema
claramente filosófico y psicológico. Quizá también sea un tema neurocientífico. Pero también es un
tema histórico central. El subtítulo de Taylor, "The Making of the Modern Identity" (La creación de
la identidad moderna), muestra lo estrechamente relacionadas que están las ideas sobre el yo y las
relacionadas con la identidad. Sin embargo, la atención histórica se centra en las preocupaciones
contemporáneas sobre la naturaleza de la identidad y su interpretación. Reconocemos que los
fenómenos a los que se refieren el "yo" y la "identidad" han cambiado notablemente a lo largo del
tiempo, y que siguen siendo extraordinariamente difíciles de estudiar. El yo como tema invita a
enfoques que combinan la historia, la filosofía y otros campos.

He señalado algunas de las formas en que se relacionan la historia y la filosofía: la historia


de la filosofía puede ser una rama de la historia; la filosofía de la historia es parte integral de la
historiografía; la filosofía contiene y explica las teorías que utilizan los historiadores; la filosofía se
ocupa de las formas de argumentación, de la naturaleza de las ideas, de las vinculaciones de los
conceptos, todo lo cual contribuye a una práctica autoconsciente de la historia. Se nos recuerda no
sólo lo difusas que son las fronteras disciplinarias y lo estrechamente relacionada que está la
historia con sus vecinos, sino también que los nombres de los campos sirven para muchos
propósitos, incluidos los intereses de las profesiones. Las distinciones entre la historia de las ideas,
la historia intelectual y la historia de la filosofía son ciertamente borrosas, pero también tienen sus
propósitos: Los escritos de Taylor habla de ellos. Aunque el autor llama a Sources of the Self, "una
historia de la identidad moderna", sigue siendo, sin embargo, una obra de filosofía. 17 A través de
más de 500 páginas, enlaza argumentos intrincados y abstractos que se basan en un formidable
conjunto de pensadores cuyos escritos se describen mejor como "filosóficos". El sentido de Taylor,
de que las grandes ideas -libertad, modernidad, agencia, por ejemplo- deben ser trabajadas
cuidadosamente y a un alto nivel de generalidad es ajeno a gran parte de la práctica histórica. Sin
embargo, también piensa históricamente, se basa en tiempos pasados, y sus escritos pueden ser
utilizados, idealmente de forma crítica, por los historiadores. El hecho de que lo incluya aquí no
implica que esté de acuerdo con su obra o que le guste, sino que, al igual que Foucault, nos ayuda a
65

pensar en las múltiples relaciones entre la historia y la filosofía. Los escritos de Taylor también
sugieren un punto más amplio sobre la interconexión de las disciplinas dentro de las humanidades,
incluyendo la teología, dado su interés en la secularización. En muchos momentos discute, invoca y
cita a figuras literarias, que fueron capaces de crear una profundidad de comprensión para sus
lectores en la que se basaron los comentaristas posteriores. Hay aquí una afirmación implícita sobre
la literatura como lugar de pensamiento y comentario, que nos ayuda a apreciar mejor las relaciones
entre los estudios literarios y la historia.

Literatura y Textos

La "literatura" es una categoría curiosa, más que una disciplina es una descripción heterogénea de
cultura. Se refiere a los escritos, publicados o no; en algunos contextos, se puede calificar más o
menos cualquier texto, mientras que, en otros, implica algún tipo de mérito artístico. La literatura se
compone de muchos géneros y subgéneros, como la novela y la novela histórica, la poesía y la
elegía, la biografía y la autobiografía. En toda su variedad, las obras históricas también son formas
de literatura y han sido reconocidas como tales durante mucho tiempo. Utilizan recursos, como la
metáfora, donde los estudiosos de la literatura están capacitados para analizar. Las obras históricas
influyentes han sido a menudo bellamente escritas por maestros del estilo. Incluso cuando los
escritos históricos son pobres -los juicios sobre la "buena" escritura son variados-, sigue siendo útil
para los lectores poder analizarlos como lo haría un crítico literario, prestando atención a la manera
en que se han elaborado el lenguaje, la narrativa y el argumento, y lo que esto revela sobre el uso de
conceptos, teorías, pruebas y supuestos.

Según esta línea de pensamiento, la historia y la literatura están tan unidas que son
prácticamente inseparables. El hecho es que quienes estudian y enseñan literatura en las
universidades poseen habilidades que, si bien pueden ser utilizadas por algunos historiadores,
apenas forman parte de la formación histórica. Los especialistas en literatura tienen sus propias
infraestructuras disciplinarias. Así, en la práctica, estos campos siguen siendo distintos. Por
ejemplo, muchos historiadores son incapaces de identificar y analizar la métrica poética, prácticas
habituales para quienes estudian la literatura. Entonces podríamos abrir un diccionario de términos
literarios y preguntar qué proporción se utiliza de forma habitual en el análisis histórico. 18 Sospecho
que es bastante pequeña. Esto no significa que las relaciones entre la historia y la literatura no sean
importantes. Al contrario, son amplias y merecen nuestra atención. Tal y como se practica
actualmente la historia, hay muchas teorías, enfoques, fuentes y puntos de referencia compartidos
con el estudio de la literatura. El trabajo de los estudios literarios es ahora tan amplio, yendo mucho
más allá de los textos definidos convencionalmente, para incluir, por ejemplo, la cultura visual y
material, que es difícil generalizar sobre la "literatura", que ahora incluye mucha investigación
histórica.19

Son relativamente pocas las universidades que cuentan con departamentos de "literatura";
cuando decimos "inglés" o "francés" la fuerte implicación es que estamos hablando del estudio de la
literatura en una lengua concreta. Aquí volvemos al problema de la definición del trabajo a través
de los países, ya sea en términos de Estado-nación o de lengua. Muchos de estos departamentos
enseñan la lengua y la cultura en cuestión, estudian la historia de los que la hablan y pueden incluir
la lingüística. Merece la pena reflexionar sobre las competencias, los supuestos y los estilos
66

explicativos que prevalecen en los departamentos que enseñan literatura. La importancia de los
estudios poscoloniales, que florecen en los departamentos donde se enseña literatura, ilustra cómo
la historia y la literatura pueden apoyarse e informarse mutuamente.

Una vez señalada la importancia de la escritura y del análisis de la misma para la disciplina
de la historia, consideremos algunos términos: teoría literaria y literatura, historia literaria y crítica
literaria. El término "literatura" es, evidentemente, el más general; se aplica a cualquier lengua y
país y a muchos tipos de texto, al tiempo que deja abierta la orientación que se adopta con respecto
a los escritos. Incluso un término tan amplio y aparentemente neutro, plantea importantes cuestiones
para las relaciones entre la literatura y la historia como disciplinas. ¿Qué es lo que cuenta como
literatura y, por tanto, lo que se presta a un trato literario? ¿Qué pasa con el valor artístico y quién lo
juzga? ¿Puede cualquier cosa escrita ser "literatura"? ¿Cómo se define el valor artístico? Es posible
definir la literatura en términos de los principales géneros que estudian los académicos: poesía,
ficción y teatro, por ejemplo. Los historiadores pueden utilizar estas fuentes, pero rara vez se basan
en ellas como material principal. Además, los géneros literarios son siempre difusos y la lectura
minuciosa puede aplicarse a las cartas, los periódicos y las revistas, los tratados y los informes
gubernamentales; de hecho, a cualquier tipo de escrito. Por ello, los métodos y enfoques de los
críticos literarios, que analizan la elaboración de los textos, tienen una relevancia inmediata para los
historiadores que tratan con fuentes escritas, y también para sus actividades como escritores. Los
historiadores pueden ser reacios a emitir juicios de valor o no ver su relevancia para su propia
investigación. También pueden considerar que los autores menos conocidos responden mejor a sus
necesidades. A través de la conversación y la colaboración entre los estudiosos de la literatura se
resuelven estos temas.

Los especialistas en historia de la literatura, se interesan desde hace mucho tiempo por las
ideas expresadas en ella. El trabajo de la académica estadounidense Marjorie Hope Nicolson, ya
fallecida, es un excelente ejemplo. En Mountain Gloom and Mountain Glory, Nicolson trazó el
proceso por el que las montañas pasaron a ser valoradas estéticamente, cuando antes eran tratadas
con indiferencia, incluso con rechazo. En efecto, escribió la historia literaria para que fuera la
historia de las ideas. En este caso, las afinidades entre la literatura y la historia surgen a través del
uso de fuentes escritas que hablan de las preocupaciones de ambas. Nicolson era una historiadora
literaria, más que una crítica literaria porque situaba los textos en su contexto y, aunque los
analizaba, sus propiedades formales no eran su principal preocupación, ni tampoco su calidad como
literatura.21

En las últimas décadas, los límites entre la historia y la literatura se han vuelto cada vez más
difusos. Consideremos, por ejemplo, el aclamado libro de Clare, Brant Eighteenth-Century Letters
and British Culture. Al indagar sobre quiénes escribían y leían cartas, su libro utiliza ejemplos
ficticios y no ficticios, y considera las prácticas epistolares y la cultura en general centrándose en
una serie de personajes: padres, criminales, viajeros y cristianos, entre otros. Actividades que
formaban parte de la vida cotidiana de muchas personas fueron puestas en evidencia por una
estudiosa experta en técnicas literarias y viva en el diverso entorno en el que ocurrían. La obra de
Brant es tan profundamente histórica que no tiene mucho sentido separar la "historia" de la
"literatura" en este caso.

La crítica literaria implica una gran atención a los textos, una sofisticada conciencia de las
cuestiones éticas y la voluntad de evaluar los escritos. La historia literaria suele implicar menos
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juicios éticos: es una iglesia amplia y no se limita a poner las ideas en primer lugar. Puede ocuparse,
por ejemplo, de la edición, de los lectores además de los escritores, y de las redes, como las que se
establecen entre los escritores de cartas. Muchas obras literarias tienen poco que ver con la historia
de las ideas o los grandes cambios de mentalidad. Las vidas de los autores pueden situarse
históricamente, de modo que las biografías de las figuras literarias son "historia" y "literatura" al
mismo tiempo. La historia excepcionalmente bien escrita es una forma de arte literario. Desde
cualquier punto de vista, Edward Gibbon y Jules Michelet fueron magníficos escritores. La historia
de la escritura de la historia puede considerarse, pues, una forma de historia literaria, al tiempo que
es importante para la historia intelectual y cultural. Estas intrincadas relaciones entre la literatura y
la historia vienen de lejos y se remontan a la época clásica.

Sin embargo, las relaciones entre literatura e historia han adquirido recientemente otras
cualidades. Por ejemplo, los especialistas en literatura trabajan cada vez más con textos que antes
habían sido estudiados por los historiadores. Esto es especialmente evidente en relación con la
ciencia, la medicina y el derecho.22 La obra de Gillian Beer, Darwin's Plots, ilustra esta idea.
Publicada por primera vez en 1983, es una obra influyente sobre una distinguida crítica literaria. Su
tema central son las ideas de Charles Darwin sobre el origen de las especies. Darwin es conocido
como naturalista, geólogo, criador de animales, psicólogo y teórico de la selección natural. La
atención meticulosa y sensible que Beer presta a su prosa -a Darwin como escritor- revela su
formación. El tema es fundamental para la historia de la ciencia. Su énfasis, además, está en el
pensamiento de Darwin, lo que hace que Darwin’s Plots sea también una contribución a la historia
intelectual. En la tercera edición, Beer añadió un ensayo sobre la "permanente fascinación de
Darwin por las formas de conciencia en otras formas de vida orgánica y su interés por los procesos
de razonamiento de los niños y de otras culturas humanas", lo que indica que también entran en
juego cuestiones filosóficas, psicológicas y antropológicas. 23 El libro es a la vez una obra histórica y
literaria, que aprovecha el alcance literario y la atención a las complejidades lingüísticas que
provienen de un campo ajeno a la historia. En este caso, la atención -tanto de la autora como de sus
lectores- se dirige a los textos completos y a sus relaciones con otros textos.

Al mismo tiempo, los textos literarios, como las novelas, se han interpretado como
portadores de amplios cambios políticos e ideológicos que, por tanto, pueden trazarse en ellos. La
literatura no es un reflejo pasivo del cambio histórico, sino un vehículo significativo y activo del
mismo y, por tanto, un recurso importante para los historiadores. Lynn Hunt, historiadora del siglo
XVIII y de la Francia revolucionaria, concede a las novelas un lugar importante en Inventing
Human Rights, donde sostiene que la noción de derechos humanos se inventó a lo largo del siglo
XVIII y debe mucho a la ficción contemporánea y a las prácticas de lectura que generó: "nuevos
tipos de lectura... crearon nuevas experiencias individuales (empatía), que a su vez hicieron posibles
nuevos conceptos sociales y políticos (derechos humanos)". 24

Los enfoques literarios en general, basados en una comprensión profunda del lenguaje,
están dando forma a la práctica de la historia. Un ejemplo es la afirmación de que cualquier cosa
puede ser tratada como un texto, por lo que se considera que los métodos críticos tienen una amplia
capacidad. Los textos no son documentos transparentes, sino artefactos, creaciones elaboradas,
partes de discursos y, por tanto, implicados en la naturaleza del poder. Existen relaciones complejas
entre los textos, lo que se conoce como intertextualidad. El poder cultural, argumentan algunos, no
se redistribuye en los autores, sino en sus artículos, por lo que resulta engañoso nombrar y hablar de
autores, ya que éstos no determinan, no pueden determinar, cómo se leen y utilizan sus obras. Estas
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ideas pueden ser un verdadero estímulo para los historiadores, que sin duda tienen mucho que
aprender de los estudiosos de la literatura, al igual que de los profesionales de otras disciplinas
afines. Sin embargo, las cuestiones que plantea el vínculo entre las prácticas literarias y las
históricas siguen siendo inquietantes para algunos historiadores que consideran que su pretensión de
producir un conocimiento autorizado sobre el pasado se ve amenazada si, como dice la caricatura,
"sólo hay" textos. Estas problemáticas están en el centro de la práctica histórica y, por lo tanto, los
historiadores deben enfrentarse a ellas.

Los estudiosos de la literatura, al igual que los historiadores, enfocan su trabajo desde
diferentes puntos de vista. En la actualidad se utilizan muchos enfoques en los textos; los
historiadores se benefician de la comprensión de las diversas formas en que se puede analizar el
lenguaje. En la práctica, las disciplinas tienden a utilizarlas de forma muy selectiva, influenciadas
por la moda, la política y el debate cultural. Era inevitable que el llamado "giro lingüístico"
provocara controversia.25 La palabra "lingüístico" se utilizó por una deuda con Ferdinand de
Saussure, el teórico del lenguaje de principios del siglo XX, que insistió en la arbitrariedad del
signo.26 Las palabras (signos) no poseen ningún vínculo inherente con lo que representan, de ahí
que "mesa" (la palabra, un significante) sea un término arbitrario para las superficies de las que
comemos y en las que escribimos (la cosa, el significado). Esto otorga al lenguaje una vida más
independiente de lo que a veces se cree. También significa que las lenguas, en el sentido de las
gramáticas, los vocabularios y los usos, son la encarnación de la cultura y ofrecen un acceso
privilegiado al pasado. No podemos hacer afirmaciones sobre protestas, rebeliones y revoluciones,
por ejemplo, sin entender primero los términos en los que los protagonistas experimentaron sus
vidas, reaccionaron y buscaron alternativas. De ahí que debamos estar atentos a los lenguajes que
utilizamos al escribir sobre los fenómenos del pasado, así como a las categorías de los actores. Las
nociones fundamentales están en el lenguaje, es decir, en la mente, más que en el mundo físico, por
lo que es necesaria una reflexión crítica sobre nuestras propias prácticas verbales, así como sobre
las de los actores del pasado.

Los textos no ofrecen acceso a lo que fue, sólo a lo que se dijo sobre ello. Por ejemplo,
algunos estudiosos reconocen que existen serios límites a lo que realmente podemos saber sobre la
brujería. Las fuentes revelan lo que los testigos y los comentaristas creían y articulaban.27 Se
producen, entonces, debates sobre el estatus de sus palabras. Volveremos a esta problemática
cuando consideremos el estatus del conocimiento histórico, pero por ahora podemos caracterizar
crudamente dos posiciones: o bien los textos son todo lo que tenemos y sólo podemos hacer historia
sobre esa base, o bien había un mundo material en aquel entonces, al que podemos acceder, y
pretender lo contrario es una peligrosa subversión de la disciplina de la historia. Como toda
polaridad, ésta contiene distorsiones, y existen varias posiciones más agudas. No obstante,
mencionar esta polaridad simplificada es útil porque indica por qué los sentimientos son tan
intensos en este tema. Por un lado, se percibe una amenaza de la teoría literaria al núcleo mismo de
la disciplina de la historia. Por otro lado, se considera que los historiadores hacen afirmaciones
epistemológicas que no se pueden sostener realmente. En el medio se encuentra una amplia gama de
estrategias interpretativas que los historiadores pueden utilizar, muchas de ellas asociadas a otras
disciplinas. He utilizado la teoría literaria en este contexto de forma deliberada. Muchos
historiadores de la literatura no están especialmente preocupados por las perspectivas teóricas,
mientras que dentro de los estudios literarios ha surgido un grupo nuevo y diferenciado para el que
estas cuestiones son sus principales preocupaciones. Se trata de considerar tanto la naturaleza de los
textos en general como su interpretación. Apartar la teoría de esta manera no deja de ser
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problemático, ya que suele aplicarse y perfeccionarse a través de casos concretos, que son
instrumentos indispensables del pensamiento, como ocurre en la filosofía. Parece extraño separar la
teoría de su esencia. Lo que se llama teoría literaria tiene sus raíces en otras disciplinas, como la
filosofía, el psicoanálisis, la antropología, la lingüística y la semiótica. Está claro, pues, que gran
parte de la teoría no es disciplinaria o es interdisciplinaria. 28

La historia y la literatura van de la mano con una serie de áreas relativamente nuevos. Entre
ellos se encuentran, por ejemplo, los trabajos sobre las mujeres escritoras, la preocupación por las
relaciones entre países, zonas geográficas y regiones a través de la escritura, y los estudios
poscoloniales, en los que el reconocimiento de los autores como importantes comentaristas de las
sociedades en proceso de descolonización y la búsqueda de la comprensión de sus consecuencias
han tenido una influencia transformadora en ambos campos. Al mismo tiempo, existe un interés
compartido por una escritura más experimental, tal vez alimentado por el crecimiento de la escritura
creativa como asignatura universitaria, y algunos historiadores tratan de alejarse de los formatos
convencionales, como la monografía y el artículo en una revista académica. 29 En parte, estas
afinidades se explican por los contextos políticos y culturales en los que trabajan los académicos,
que afectan directamente a la investigación y la enseñanza en las humanidades. No obstante, las
relaciones de la historia con cada disciplina afín son distintas. El núcleo del trabajo de los
historiadores es la lectura, la escritura y el discurso; somos artífices de la palabra. Nuestras
relaciones con los que analizan la literatura son diferentes de las que mantenemos, por ejemplo, con
los historiadores del arte, cuyas preocupaciones más profundas se centran en las imágenes y los
objetos, que a menudo nos parecen misteriosos, incluso desalentadores, tal vez porque somos muy
pocos los que poseemos el talento necesario para crearlos.

Las relaciones de los historiadores con la literatura y la historia del arte, también tienen
características en común. Esto se debe, en parte, a que en muchos contextos existen fuertes vínculos
entre estos dos ámbitos: los elementos de la cultura visual están rodeados de escritura en sus títulos,
catálogos de exposiciones y respuestas periodísticas, por ejemplo. A la hora de comprender épocas
pasadas, sería absurdo ignorar la capacidad de las obras creativas, como el arte y la literatura, para
ofrecer una visión histórica. Sin embargo, no pueden ser ventanas a esos tiempos, ya que son
complejas mediaciones de los mismos. Para buscar las perspectivas que pueden ofrecer, es probable
que dependamos de especialistas que posean las habilidades pertinentes y los conocimientos
contextuales, o que colaboremos con ellos. Los historiadores necesitan todas las pruebas que
puedan conseguir. En particular, al igual que la música, el arte y la literatura nos permiten apreciar
mejor los mundos imaginativos y emocionales de épocas anteriores. También arrojan luz sobre los
fenómenos sociales, como el mecenazgo y las formas de exhibición.

Historia del arte/cultura visual

Podría parecer que la historia del arte es fácil de definir: debe ser la historia de los fenómenos
reunidos bajo el término "arte". Pero el término "arte" es una noción muy difícil. A veces se utiliza
de forma inclusiva para referirse a todos los esfuerzos creativos, específicamente se refiere a las
artes visuales cuando se trata de imágenes y objetos. Esto es inclusivo, pero corre el riesgo de
incluir demasiado, al menos a los ojos de algunos comentaristas. ¿Son las costuras y la fabricación
de muebles, por ejemplo, "artes visuales"? También está la controvertida pregunta sobre la calidad.
70

Siempre hay desacuerdos sobre lo que se considera "arte" y cómo abordarlo. ¿Hay que centrarse en
las propias obras de arte, en quién las ha hecho y cómo? ¿O puede incluir las instituciones, como
academias, casas de subastas y galerías, los materiales, las habilidades visuales, la crítica de arte y
el coleccionismo? Estos debates se complican por la existencia de los mercados internacionales de
arte, que imponen un valor a los objetos en función de la cantidad de dinero que se paga por ellos.
Además, reconocemos que los juicios sobre el arte contienen altos niveles de subjetividad. Esto es
inevitable y no es una razón para que los historiadores den la espalda a un ámbito de los logros
humanos que ha sido fundamental tanto para la política como para la religión, por ejemplo. 30
El arte, y por lo tanto la historia del arte, tiene mucho que ofrecer a la disciplina de la
historia. Los complejos juicios de valor que implica el término "arte" pueden resultar
desalentadores, lo que explica en parte la vigencia del término inclusivo "cultura visual", preferido
por personas de diversos campos. Existe un área académica en auge, los "estudios de la cultura
visual". Muchas de las personas que se identifican con ella se han formado en las ciencias sociales o
trabajan en los medios de comunicación. El término "cultura visual" pretende ser abierto, de modo
que pueda incluirse cualquier cosa, desde los anuncios hasta las páginas web, desde los artículos de
publicidad hasta las revistas, desde las fotografías hasta el diseño gráfico. Esta amplitud abre
interrogantes sobre los hábitos y habilidades visuales, su distribución y despliegue, que son
fructíferos para los historiadores. Además, las fronteras entre la cultura visual y el material son algo
fluidos. Los libros, por ejemplo, son sin duda piezas de la cultura material, mientras que la
composición, la tipografía, la encuadernación y las ilustraciones bien podrían ser objeto de
preocupación de quienes estudian la cultura visual. Los estudios de la cultura material fueron
desarrollados por primera vez por arqueólogos y antropólogos, y manifiestan una inclusividad de
géneros comparable a la de los estudios de la cultura visual. En la actualidad, tanto la cultura
material como la visual se están consolidando dentro de la disciplina de la historia. 31

La idea de utilizar fuentes no escritas en la investigación histórica no es nueva; se remonta,


al menos, al mundo antiguo de la era moderna, y lleva ganando terreno desde hace algunas décadas.
En 1986, el Journal of Interdisciplinary History publicó un número especial sobre historia e historia
del arte, que apareció en forma de libro dos años después: Art and History: Images and their
Meaning (Rotberg, 1988). El propio título indica algo del contexto en el que se desarrolló el libro,
que desde entonces ha sido cuestionado. Por ejemplo, "imágenes" tiende a implicar
representaciones bidimensionales, pero ¿qué pasa con los elementos tridimensionales? Los doce
artículos de Art and History se refieren en su mayor parte al arte plano, aunque varios examinan los
materiales arquitectónicos. Ninguno considera las artes aplicadas o decorativas, ni la escultura. Los
autores son historiadores o historiadores del arte. Aunque la breve introducción hace nociones
alentadoras sobre la necesidad de acercar la historia y la historia del arte, el libro sigue siendo un
conjunto de estudios dispares. Por tanto, al pensar en las relaciones entre la historia y otras
disciplinas, debemos considerar cómo pueden mezclarse en lugar de limitarse a yuxtaponerse.

En muchos países, las divisiones entre la historia y la historia del arte son profundas. En
cambio, en EE.UU., donde un gran número de las principales universidades tienen departamentos
de historia amplios y diversos, se emplean académicos (aunque en número reducido) que se sienten
igualmente a gusto en ambos campos. Debora Silverman es un ejemplo destacado. Por ejemplo, su
libro sobre el art nouveau francés explora "la interacción entre el arte, la política y la
neuropsiquiatría".32 Su enfoque en las artes visuales durante un corto período de tiempo, permite un
nivel de precisión analítica y empírica en un relato convincente que hace plena justicia a sus
materiales. No obstante, la gran mayoría de quienes utilizan las pruebas de la historia del arte siguen
71

ocupándose de las figuras famosas, es decir, de los artistas y arquitectos que están dentro del canon.
La noción de canon, que identifica a los individuos más importantes que merecen ser estudiados y
que, por tanto, representan linajes de logros culturales, ha sido atacada en los últimos años. Por
ejemplo, se ha argumentado enérgicamente que, tanto en la literatura como en las artes visuales, las
mujeres estaban excluidas en gran medida del canon. Si bien esto es cierto, con algunas dignas
excepciones que sirven para confirmar las suposiciones generales sobre las diferencias de género, el
resultado de estas críticas no ha sido la anulación de la idea misma de un canon, sino más bien el
ajuste de sus criterios de pertenencia. El valor de los cánones en sí mismos también ha sido
afirmado enérgicamente, en gran parte por escritores, como el crítico literario Harold Bloom, que
defiende apasionadamente la idea. Los cánones se ven reforzados por las editoriales, los mercados y
los museos. En historia no tenemos realmente cánones, en parte porque los individuos creativos y
de alto valor no son el núcleo del tema y, en parte, porque la calidad estética no es una
preocupación importante de la disciplina. Hay un equivalente aproximado en la gama de temas que,
de común acuerdo, forman el núcleo del campo. El Renacimiento y la naturaleza de la modernidad
son buenos ejemplos, que también tienen resonancia para los historiadores del arte, pero, aparte de
los que tienen más poder político, los historiadores invierten relativamente poco en los nombres
más importantes.

En el caso del "Art with a capital A", las preguntas sobre el mérito estético son
fundamentales. Además, el tema ya es "propiedad" de otro campo y posee una complejidad interna
suficiente como para requerir conocimientos especializados. Las características de esa complejidad
son parte integral de su prestigio cultural. Por esta razón, los historiadores pueden dudar a la hora de
adentrarse en este campo, mientras que algunos tienen bastante miedo a las imágenes, una categoría
de pruebas ajenas para quienes están acostumbrados a las palabras, cuya primacía se afirma
constantemente en la vida académica. Pero si pensamos en términos de "cultura visual" o "cultura
material" en lugar de "Arte", la situación parece bastante diferente, abriendo el camino a una mezcla
más flexible de disciplinas. La cultura visual implica tanto que hay que estudiar la gama de formas
culturales existentes en un momento dado como que las valoraciones tradicionales de la calidad
estética deben ser una consideración primordial a la hora de seleccionar las fuentes a estudiar. La
cultura visual, al igual que la cultura material, puede ser una categoría más histórica que el "Arte"
porque no opera un filtro estético, sino que trabaja con diversos materiales, medios y contextos, y
respeta los sistemas de valores del pasado.

Sin embargo, no hay que despreciar el "arte" ni los conocimientos que se obtienen al
estudiar a sus principales artistas. De hecho, algunos de los trabajos de historia del arte más
inspiradores, han estudiado a los principales artistas y los han situado meticulosamente en su
contexto. Estos escritos demuestran dos puntos fundamentales. En primer lugar, que el arte no se
refiere únicamente a las élites: en las iglesias y los lugares públicos, por ejemplo, estaba destinado a
ser visto por cualquier persona, y de ahí que aporte luz sobre las habilidades y hábitos visuales
compartidos. En segundo lugar, se deduce que hay formas de vincular las obras de arte con
fenómenos que son reconocidamente "históricos", al considerar la experiencia religiosa, las
jerarquías sociales y la vida pública, por ejemplo. El difunto Michael Baxandall es uno de los
historiadores del arte que hábilmente expuso estas posibilidades. Su libro Painting and Experience
in Fifteenth-Century Italy (Pintura y experiencia en la Italia del siglo XV), publicado por primera
vez en 1972, relaciona las pinturas con formas cambiantes de patrón y con hábitos visuales
ampliamente compartidos, como la interpretación de los gestos de los predicadores. Escrito
originalmente para estudiantes de historia, el autor expuso las formas de razonamiento que
72

consideraba intelectualmente defendibles, y que son relevantes más allá de la época y el lugar que
su estudio analiza. Son un ejemplo de pensamiento histórico riguroso. Las monografías de historia
del arte también han demostrado las formas precisas en que la comprensión histórica surge del
estudio de los artistas más célebres y, por lo tanto, pueden ser metodológicamente útiles, además de
directamente informativas. Un ejemplo estimulante es el libro de Svetlana Alpers sobre Rembrandt,
donde es plenamente consciente de las formas en que los mercados del arte, con sus preocupaciones
sobre la autenticidad, dan forma a la práctica de la historia del arte. El propio interés de Rembrandt
por las dimensiones económicas del arte se pone en primer plano. Para explorar estos temas, Alpers
lo sitúa firmemente dentro de su cultura, es decir, está siendo "histórica" al examinar su actividad
en el estudio y en el mercado. Aunque tanto Baxandall como Alpers utilizan la expresión "cultura
visual", siguen comprometidos con el estudio de las principales figuras artísticas y, por tanto, con el
"arte".

El término "arte" ha sido durante muchos siglos motivo de intensos debates, que son en sí
mismos fenómenos históricos. Por ejemplo, en las sociedades en las que la distinción entre un
artista y un artesano es importante, las formas exactas en que se diferencian arrojan luz sobre las
hipótesis acerca del trabajo, las habilidades, el patrocino, el estatus social y el precio de los bienes.
En estos casos, lo que cuenta como "arte", quién lo hace y cómo debe ser tratado y recompensado
son de gran interés histórico. El tema variable del arte también es muy importante. Los cambios en
la representación de la vida de la ciudad, incluida la pobreza urbana, son un buen ejemplo. 33 Las
discusiones sobre lo que el arte podía y debía ser se llevaron a cabo, entre otros lugares, en las
universidades, que se ocupaban de las dudas teóricas que plantea el arte. Los debates resultantes son
de interés para los filósofos y los críticos literarios, así como para los historiadores del arte. 34 Las
teorías del arte han sido objeto de muchos trabajos interdisciplinarios, por lo que este es un buen
momento para dar un paso atrás y considerar el tema sobre la "teoría", tanto en nuestra época como
en el pasado. Al fin y al cabo, tiene una importancia fundamental para muchas formas de
interdisciplinariedad.

Teorías

Este capítulo explora las interacciones de la historia con otros campos de las humanidades, que son
amplias, complejas y vitales para entender la disciplina en su totalidad. Muchas de estas
interacciones, implican la migración de teorías y conceptos entre áreas. "Teoría" es otro término
difícil. A veces se dice que los historiadores se sienten incómodos con la teoría, que son "empiristas
sin sentido" en su tendencia a buscar "hechos" sin poseer los sólidos contextos interpretativos que
proporcionan las teorías. Es cierto que cuando los historiadores necesitan conocimientos teóricos,
tienden a mirar fuera de su disciplina, a la teoría crítica, por ejemplo. Esta es una cuestión de gran
importancia, que tiene que ver con la naturaleza y el estatus del conocimiento histórico y con las
ideas sobre el método histórico.

¿Qué se entiende por "teoría"? El uso generalizado de las ciencias naturales como modelo
de conocimiento fiable es relevante en este caso. Algunos autores consideran que los
procedimientos científicos ejemplifican una relación y un respeto que los historiadores deberían
imitar. Hay que señalar dos puntos. En primer lugar, las ciencias, especialmente las físicas, poseen
poderosas teorías que generan explicaciones de alta calidad de una amplia gama de fenómenos. En
73

segundo lugar, la separación entre teorías y hechos se da por sentada. En ambos casos se hacen
extrapolaciones erróneas para la práctica de la historia. El propio vocabulario - "factual" y
"empírico", "teórico" y "conceptual"- supone una clara separación entre los datos "en bruto" y lo
que se hace con ellos. En la práctica histórica la situación es menos clara.

Considero que las teorías tienen cuatro características principales. En primer lugar, "teoría"
implica un relato general de algo que explica más de un caso. Los ejemplos y las teorías son
mutuamente dependientes, siendo estas últimas más generales y abstractas que los primeros. En
segundo lugar, las teorías explican fenómenos que se comprenden mejor al final que al principio de
una investigación. En tercer lugar, las teorías aportan nuevos ejemplos de los hechos en cuestión.
En historia, esto no es lo mismo que una predicción, ya que los historiadores no pueden predecir el
futuro en el sentido en que lo hacen los científicos. Pero se puede desarrollar una teoría de la
revolución en relación a las revoluciones francesa y rusa, que puede aclarar la Revolución
Mexicana. Además, es probable que dicha teoría se modifique sustancialmente al ser aplicada a
nuevas situaciones. En cuarto lugar, "teoría" implica la existencia de una perspectiva coherente y
sistemática, capaz de reunir y dar sentido a fenómenos diversos. Las teorías, por tanto, son marcos
explicativos abstractos y generales. La "teoría" conlleva un aura de poder intelectual.

La historia no ha sido, en general, una materia especialmente teórica. Más bien, los
historiadores ofrecen relatos detallados de lo que ocurrió en el pasado, que aspiran a ser precisos y
convincentes. Muchos de los mejores historiadores se sumergen en sus materiales y desarrollan sus
explicaciones en "conversación" con ellos. Esta descripción sugiere que una separación rígida entre
teorías y fuentes es engañosa e inútil. Ninguna actividad empírica es posible sin una teoría (o al
menos unos presupuestos elaborados) que la respalde, aunque ésta no esté totalmente articulada.
Todos los historiadores tienen ideas, suposiciones y visiones del mundo ya en su mente cuando
estudian materiales primarios, incluyendo modelos de comportamiento humano, cronologías
establecidas, explicaciones previas, suposiciones sobre la responsabilidad y la agencia, nociones de
identidad, etc. Aunque algunos profesionales puedan creer que se limitan a recopilar hechos, a mirar
las fuentes con una mente totalmente abierta y a registrar únicamente lo que hay, se equivocan. Las
mentes de los historiadores están muy bien amuebladas cuando investigan.

Dado que incluyen visiones del mundo basadas en la profesión, las disciplinas generan
relatos de sí mismas, donde los profesionales se ven fuertemente alentados a comprar; estos relatos
sirven para intereses específicos. La idea de que la historia es un tema empírico, puede ser usada
para indicar que se trata de una disciplina que se nutre directamente del registro histórico y que da
cuenta de él. De este modo se puede afirmar la veracidad de la historia, su estatus como disciplina y
su especial tipo de autoridad. Las historias sobre lo que hace que una disciplina, ya sea especial,
sirven para crear límites entre las áreas de actividad; las identidades son importantes para los
campos afines porque, de lo contrario, la vida profesional de los practicantes y la integridad de sus
productos podrían estar bajo amenaza (percibida). Una vez que existe una infraestructura que
sustenta las disciplinas, existen líneas de demarcación entre las formas de autoridad intelectual.
Dichas fronteras son producciones humanas que realizan trabajos concretos, aunque quienes las
crean y las sostienen no sean explícitos al respecto.
El lenguaje de la propiedad se utiliza con las disciplinas y las teorías. Las disciplinas
delimitan territorios que son "suyos", y la consiguiente división del trabajo produce diferentes tipos
de conocimiento y puede evitar disputas sobre los límites. Cuando un académico toma información
o ideas de otro campo, puede considerarse que está tomando prestado y, si se hace correctamente,
74

con el debido reconocimiento, se produce una interacción productiva. Desde la perspectiva del otro
campo, el de los donantes, se ha hecho un regalo. Sin embargo, la misma historia puede contarse de
forma diferente, con la historia como víctima o depredador bajo la amenaza de otras disciplinas o
invadiendo y arrebatando. Que las transmisiones de propiedad intelectual se consideren regalos,
robos, hibridaciones o saqueos, depende del punto de vista. Dado que la práctica histórica rara vez
produce sus propias teorías, se basa en las que "poseen" otros.

Otra explicación evita el lenguaje de la propiedad y se apoya en la observación de que la


profesión en general y la historia en particular son fenómenos relativamente nuevos. La historia se
ha practicado durante siglos como parte de una serie de otras actividades. Además, las fuentes a las
que recurren los estudiosos no están etiquetadas con el nombre de un campo de estudio concreto:
literatura, historia, sociología, etc. En consecuencia, es de esperar que se produzcan bastantes
coincidencias e intercambios entre campos sobre las teorías, los conceptos y los marcos de
interpretación de dichas fuentes. En este sentido, las disciplinas se reconocen como construcciones,
cuya historia es importante; están dotadas, no de propiedades intrínsecas, sino contingentes. Muchas
disciplinas utilizan materiales del pasado, por lo que ¿hay algo inherente a los materiales que
utilizan los historiadores que los haga aptos para la historia, pero no para la sociología, por
ejemplo? Si la respuesta es "no", ¿tienen los historiadores algo especial que hacer con sus
materiales? Una posible respuesta es apelar a las habilidades especializadas. Resulta sorprendente
que no haya respuestas claras a estas preguntas. El camino más efectivo es considerar los campos
específicos que manifiestan vínculos con la disciplina de la historia.

Las distintas ramas de la disciplina de la historia tienen sus propias prácticas cuando se trata
de afinidades entre campos. Muchos historiadores de la antigüedad y medievales, situarían a la
arqueología a la cabeza de su lista de disciplinas afines, y de hecho las relaciones entre la historia y
la arqueología son estrechas y antiguas: en algunos puntos simplemente se fusionan. Para los
interesados en la historia del medio ambiente, la geografía, y especialmente la geografía histórica,
han sido importantes. Los enfoques geográficos son cada vez más importantes para la historia
urbana y los estudios de las épocas coloniales y poscoloniales. Estas relaciones pueden ser
recíprocas, ya que otras disciplinas están experimentando "giros históricos", y sea cual sea la
dirección del flujo, es probable que se produzca una migración de teorías, conceptos e ideas.

Arqueología

He considerado que la filosofía, la literatura y la historia del arte son tres campos importantes de las
humanidades con importantes vínculos con la historia. Por un lado, la historia del arte es una rama
de la historia. Por otro lado, su relación más significativa es con la filosofía, y especialmente con la
ética. Los mapas disciplinarios dependen de por dónde se empiece. Nuestro punto de partida aquí es
la historia como un compromiso abierto con el pasado, por lo que es lógico ampliar el debate a la
arqueología y la geografía, que tienen fuertes relaciones con la historia. Sus límites con la historia, y
con las humanidades en general, son sorprendentemente difusos. También se consideran como
ciencias sociales, tanto por su temática como por sus métodos y enfoques.

En Bluff Your Way in Archaeology, Paul Bahn definió el campo que tanto ha promovido:
"Si la Historia es una tontería, la Arqueología es una basura". Esta extraña materia consiste en
75

buscar, recuperar y estudiar los rastros abandonados, perdidos, rotos y desechados que dejó el ser
humano en el pasado. Los arqueólogos son, por tanto, lo más opuesto a los limpiadores, aunque a
menudo se vistan como ellos".35 De esta definición se desprenden cuatro puntos: la preocupación
por los objetos, independientemente del estado en que se encuentren, las actividades que se realizan
en torno a su búsqueda, la ausencia de especificación en períodos y el enorme alcance del tema:
cualquier cosa que haya dejado el ser humano puede servir para el beneficio de la arqueología. No
es de extrañar que los historiadores antiguos y medievales, que utilizan todo tipo de pruebas,
tiendan a estar especialmente cerca de los arqueólogos, que están atentos a la cultura material.
Tampoco es extraño que los historiadores de la arquitectura también hagan causa común con la
arqueología.36 Dado que los arqueólogos estudian los restos de la vida humana, no hay razón para
que la historia y la arqueología no estén íntimamente ligadas. El hecho de que todavía no estén
vinculadas de forma rutinaria quizá merezca alguna consideración.

Como campo de estudio, la arqueología existe desde hace varios siglos: ya en el siglo XVII
había un intenso interés por Stonehenge, un lugar que había adquirido un aura excepcionalmente
poderosa. Al igual que las pirámides de Egipto, Stonehenge es un símbolo mundialmente conocido
de la cultura antigua, y el debate sobre su origen y significado sigue siendo muy activo. Estos
espectaculares restos ejercen una magia especial y lo han hecho durante mucho tiempo. Hace siglos,
los hombres cultos que se consideraban anticuarios examinaban las piezas antiguas y trataban de
darles una explicación.37 Al estudiar los restos materiales del pasado, la arqueología ha mantenido
estrechos vínculos con la geología, incluida la paleontología, que examina los restos de plantas y
animales, y con la antropología, el estudio de las culturas y sus vestigios. De hecho, en muchos
lugares la arqueología y la antropología se enseñan juntas. La arqueología no sólo se ocupa de los
periodos anteriores al inicio de la escritura sistemática. Es cierto que las civilizaciones antiguas
ocupan un lugar importante en la disciplina, pero también lo hacen las sociedades más recientes. La
"arqueología industrial" sólo tiene sentido si los restos materiales de cualquier época constituyen
una prueba valiosa. No hay divisiones cronológicas claras entre la historia y la arqueología. El
énfasis de esta última en los largos periodos de tiempo y en el protagonismo de la cultura material sí
lo hace, aunque sólo sea hasta cierto punto.

Otras prácticas nos ayudan a pensar en la arqueología en relación con la historia. Por
ejemplo, muchos arqueólogos, aunque no todos, hacen trabajo de campo. Aprender a excavar y
adquirir la experiencia de identificar y estudiar los yacimientos, describir, clasificar y datar los
hallazgos son habilidades fundamentales. El conocimiento resultante depende de la comprensión
específica del lugar donde se encontraron los objetos y de los patrones más amplios del paisaje. En
consecuencia, podemos considerar que la geografía y la arqueología son disciplinas relacionadas.
En ambos casos, el pensamiento espacial es fundamental; en el caso de una excavación
arqueológica, hay una serie de habilidades distintas pero relacionadas, manuales, visuales y
espaciales. La distribución de los artefactos en el espacio ofrece pistas vitales para su posterior
interpretación. Dado que muchos objetos son fragmentos, se requiere una reconstrucción
especulativa para elaborar una hipótesis sobre el aspecto que podría tener el objeto completo, ya sea
un jarrón, una estatua, un arma o una joya. A continuación, hay que hacer otras deducciones, por
ejemplo, sobre las formas de producción, uso y exposición del objeto. Estas reconstrucciones tienen
un gran poder interpretativo, del que se pueden deducir muchas otras cosas: la organización de los
hogares, los roles de género, la organización social, etc. Todo esto sólo es posible si se analizan
cuidadosa y comparativamente todas las características del objeto y de otros semejantes. Los
arqueólogos son muy conscientes del gran valor explicativo que tienen las pruebas físicas. En este
76

sentido, la arqueología industrial, o cualquier tipo de arqueología moderada, se diferencia de la


arqueología antigua en que también se dispone de importantes cantidades de pruebas de apoyo en
diversos medios.

Las relaciones entre la arqueología y la historia son evidentes en la numismática, el estudio


de las monedas, un tipo de prueba excepcionalmente importante para muchas épocas y lugares.
Como objetos metálicos, tienen grandes posibilidades de supervivencia, mientras que como objetos
decorados aportan mucha información, incluso sobre el arte, el diseño y los símbolos. La
numismática se percibe como un campo de especialización arcano que la mayoría de la gente
conoce, si acaso, en las salas de monedas de los museos o a través de la detección de metales. Sin
embargo, es vital para la historia del arte, así como para la arqueología y la historia, incluida la
historia económica.38 Así pues, hay partes de la historia en las que el estudio de las monedas y de
otras pruebas arqueológicas está integrado y otras en las que sería fructífero hacerlo.

En este capítulo hemos indagado en las relaciones entre las disciplinas de las humanidades
en términos de pruebas, teorías, hábitos mentales y formas de trabajo. Hago hincapié en las fuentes
y en las formas de abordarlas porque es ahí donde la historia y la arqueología están más
relacionadas. La arqueología no tiene un cuerpo teórico definido que emplee y que la historia pueda
tomar prestado. El parentesco entre estas disciplinas consiste más bien en el compromiso
compartido de estudiar el pasado con cualquier material disponible. Sin embargo, las fuentes
principales de ambos campos, y por tanto sus hábitos mentales relacionados, difieren: Los
arqueólogos trabajan mayoritariamente con objetos, es decir, trabajan visualmente en tres
dimensiones, y la localización de un hallazgo es fundamental para su interpretación. Los
historiadores trabajan más a menudo con materiales escritos, es decir, sus mundos son
predominantemente verbales y más o menos planos.

El Journal Of Material Culture es útil para reflexionar sobre las relaciones entre la historia
y otras disciplinas, y sobre lo que el énfasis en la cultura material ofrece a los historiadores. Su
núcleo intelectual puede resumirse en la preocupación por "su relación entre los objetos y las
relaciones sociales". Se trata de una empresa abiertamente interdisciplinaria, y la declaración sobre
los objetivos y el alcance de la revista, que he citado, enumera las disciplinas en las que se basa -
antropología, arqueología, estudios de diseño, historia, geografía humana, museología y etnografía-
y afirma su cometido internacional y comparativo.

Algunas partes de la arqueología están fuertemente relacionadas con la historia del arte,
como el estudio del arte de las rocas. Pero los artículos recientes (muchos de los cuales son
históricos) del Journal of Material Culture no indican un vínculo especialmente estrecho con la
historia del arte ni con las partes de la disciplina de la historia que se ocupan de los objetos
materiales. La arqueología y la antropología son las disciplinas dominantes. Hay algunas
oportunidades maravillosas de colaboración en este ámbito, pero es probable que se desarrollen a
través de estudios específicos -mobiliario de iglesias, interiores dogmáticos, textiles, escultura de
azúcar como opciones- a partir de los cuales se pueden perfeccionar los marcos, las técnicas y los
enfoques, más que una invención de la teoría. Las relaciones entre la arqueología y los estudios de
cultura material, por un lado, y la historia, por otro, son indicativas de una tendencia hacia nuevas
formas de historia interdisciplinaria. Las relaciones cada vez más estrechas con partes de la
geografía manifiestan características similares.
77

La arqueología es una metáfora muy interesante. Expresa la idea de llegar a la superficie de


las cosas, que está en el corazón de todo esfuerzo intelectual. Es posible que su popularidad se deba
al libro de Michel Foucault, The Archaeology of Knowledge. En este sentido, la "arqueología" es
similar a la "historia" en riqueza, pero muy diferente a la "historia del arte" o la "museología", que
se refieren inequívocamente a temas académicos. La arqueología y la geografía comparten el
compromiso de analizar el espacio en general y la ubicación de personas y objetos, ya sean puestos,
tumbas, edificios, granjas o pueblos.

Geografía

Una enciclopedia de principios del siglo XX definía la geografía como "el conocimiento exacto y
organizado de la distribución de los fenómenos en la superficie de la tierra", una definición que
revela sus vínculos con las ciencias, por un lado, y con las humanidades y las ciencias sociales, por
otro.39 Al igual que la "historia", la "geografía" se refiere tanto a un campo de estudio como a algo
que está "ahí fuera". Entre las principales inquietudes de la geografía están las formas en que los
entornos físicos dan forma a las sociedades, un tema de la mayor importancia histórica posible. Los
ríos, importantes como fronteras, esenciales para el transporte, el riego y el suministro de agua, e
increíblemente fértiles, son un excelente ejemplo. 40 Podemos imaginar una división del trabajo en la
que la geografía preste atención al entorno físico y la historia a sus consecuencias humanas. En la
práctica, las disciplinas se parecen mucho más que esto, como podemos ver en la vitalidad de la
geografía humana y social en la actualidad. La geografía proporciona el contexto más amplio en el
que se puede interpretar el comportamiento humano. Desde el surgimiento de la conciencia
medioambiental -un tema histórico importante- y de otros campos relacionados, como la historia
ecológica, se ha incrementado la conciencia no sólo de la importancia de los entornos físicos, sino
de las relaciones dialécticas entre las personas y sus entornos. Que las comunidades son vulnerables
a su entorno es bastante obvio, especialmente en aquellos casos en los que no se genera un
excedente o en los que las élites se lo apropian. 41 Es difícil sobrestimar hasta qué punto el mundo
material da forma a la vida humana y en cuántos registros lo hace a la vez, no sólo
topográficamente, sino a través de edificios, jardines, urbanismo, parques, reservas naturales,
etcétera. Todos ellos son fenómenos de origen humano, tanto "geográficos" como históricos. De ahí
que la geografía se ocupe también de la cultura y la psicología, aspectos de la materia que han
pasado a primer plano en las últimas décadas. 42 He observado que, al pensar en las relaciones entre
la historia y otras disciplinas, hay que tener en cuenta una serie de aspectos, como los tipos de
fuentes, las teorías, los marcos conceptuales y los modelos explicativos que comparten. Los
geógrafos no sólo cuentan con algunas fuentes específicas -mapas, planos y fotografías aéreas, entre
otras-, sino que poseen refinadas habilidades interpretativas para tratarlas. Algunos historiadores
también utilizan estas fuentes, pero rara vez en la misma medida. Sin embargo, en lo que respecta a
los conceptos, la geografía, al igual que la historia, es ecléctica, y sus teorías suelen compartirse con
otros campos, como la climatología, la economía y otras ciencias sociales.

La geografía histórica se encuentra actualmente en un estado de salud excepcional. Su


cobertura es muy amplia: escritos de viajes, monumentos conmemorativos, nombres de calles,
patrones de enfermedades, cambios agrícolas, migraciones, jardines e islas, por poner ejemplos de
los artículos del Journal of Historical Geography. Ninguno de estos temas es exclusivo u
obviamente "geográfico", aunque es evidente que invitan a una especial concentración en el análisis
78

espacial. En los casos de la escritura de viajes y de las islas, por ejemplo, existe también un gran
interés dentro de los estudios literarios, lo que refuerza la idea de que la historia es útil como un
elemento dentro de un grupo de disciplinas que se entrelazan. 43 Es sorprendente la atención que se
está prestando dentro de los círculos geográficos a la historia de la disciplina, a los patrones de
educación, a su posición junto a otros dominios intelectuales, a las formas en que se entiende a los
"pioneros", incluso a cómo se ha hecho el conocimiento geográfico. En otras palabras, los
parentescos entre la historia y la geografía son múltiples y no es fácil separarlos entre los que se
describen mejor en términos de humanidades y los que pertenecen a las ciencias sociales.

Puente

A continuación, nos centraremos en las relaciones entre la historia y los campos de la sociología, la
antropología y la psicología, que pueden considerarse "ciencias sociales". Estas disciplinas también
utilizan métodos que revelan sus afinidades con las ciencias naturales. Cuando buscamos y
reflexionamos sobre estas complicadas relaciones entre tipos de conocimiento, nos ayuda a recordar
sus historias. La disciplina de la historia se enriquece con la comprensión del pasado de los campos
académicos. La noción de "ciencias sociales" es joven comparada con la de "humanidades",
mientras que sus estrechas relaciones con el gobierno y la política social son también significativas.
79

CAPÍTULO CUARTO

La historia en las ciencias sociales

La disciplina de la historia puede considerarse una ciencia social. La idea


misma de "ciencia social", y la autoridad moderna de las ciencias naturales.
En este capítulo se examinan las relaciones entre la historia y la sociología,
la antropología y la psicología, respectivamente, como ejemplos de las
cuestiones más amplias que rodean a la historia como ciencia social. Una
característica importante de las ciencias sociales es su conexión directa con
la política en su sentido más amplio, la elaboración de políticas y la vida
pública en general.

Conocimiento y cambio

Todos los aspectos del conocimiento son históricos: su contenido, su elaboración, sus métodos, su
presentación y su difusión. El conocimiento histórico no es una excepción. Este libro aboga por ser
histórico sobre la propia historia para recordarnos los contextos variables en los que se ha
practicado y se practica la disciplina, y para fomentar las comparaciones con otras formas de
conocimiento. El "conocimiento" abarca un amplio abanico de fenómenos; lo que cuenta como tal
ha sido y sigue siendo discutido. Está claro que las formas autorizadas de conocimiento, como la
ciencia, la medicina y la tecnología, cambian constantemente. Las afirmaciones que uno creía
seguras son cuestionadas y pueden ser descartadas, como han demostrado los historiadores de esos
ámbitos. En cuanto a las afinidades de la historia con las ciencias sociales, la historia de la ciencia
ofrece un material instructivo. Esto se debe, en parte, a que quienes estudian las sociedades tienen
frecuentemente en mente el conocimiento del mundo natural como modelo: la "ciencia" en las
ciencias sociales es significativa. Señala la aspiración de producir un conocimiento de alta calidad
sobre los fenómenos sociales, comparable al disponible para el mundo natural. Como ciencia social,
la historia participa de estas tendencias. La historia de la ciencia ha desarrollado formas sofisticadas
de mostrar cómo cambia el conocimiento, un tema de profundo interés para los historiadores.1 Los
procesos de formación de la disciplina, como las relaciones cambiantes entre los tipos de
conocimiento, deben entenderse en su contexto. En las próximas décadas, los futuros historiadores
podrían sorprenderse de los apasionados debates sobre la desigualdad a principios del siglo XXI,
que unieron disciplinas como la economía, la historia y la política. Podrán observar el modo en que
los conceptos, "globalización" por ejemplo, se mueven entre los campos académicos y se utilizan en
80

el discurso general. Al hacerlo, seguramente reflexionarán sobre las relaciones entre la historia y las
ciencias sociales y los escenarios que les dieron sentido e inmediatez.
Aunque podemos reconocer que las disciplinas académicas se encuentran en un estado
constante de transformación -evidente en la creación de nuevas revistas y obras de referencia, el
cambio de nombres de los departamentos y las facultades, por ejemplo- es menos obvio cómo los
cambios que sufrieron en el pasado son relevantes para nosotros en nuestra búsqueda para entender
la naturaleza de la práctica histórica. Los momentos en los que se delimitan y establecen nuevas
áreas son especialmente significativos, al igual que los imperativos que subyacen a esos cambios.

Tomar un ejemplo del capítulo 3 nos permite reflexionar sobre los contextos y las fuerzas
que están detrás del cambio disciplinario. La historia del arte debe mucho a los estudios alemanes
del siglo XIX y principios del XX, sobre las sociedades pasadas y contemporáneas, que se
extendieron a otras partes del mundo especialmente en la década de 1930, cuando los intelectuales
judíos fueron perseguidos. Aunque el interés por el análisis del arte se remonta a la época clásica,
en términos de disciplinas conocidas, la historia del arte es relativamente joven y, en el momento en
que intentaba afianzarse, por ejemplo, en Gran Bretaña y Estados Unidos, la historia estaba mucho
mejor establecida y ya tenía un fuerte sentido de su valor político y social. Algunos historiadores
siguen pensando que el "arte" es menos importante que, por ejemplo, la política. Una preocupación
que une a la historia del arte, la filosofía y la literatura es el interés por el pensamiento y la cultura,
como productos de la mente humana. De ahí el considerable contraste entre la historia intelectual, la
historia literaria y las historias del arte. De hecho, el arte y la cultura visual también plantean
cuestiones a los científicos sociales. En la actualidad, los científicos sociales los estudian, por
ejemplo, en el marco de los estudios sobre los medios de comunicación, y utilizan técnicas como la
fotografía y la cinematografía en la investigación social. 2 El auge en la cultura digital también ha
suscitado el análisis de los científicos sociales. Así pues, los cambios en los paisajes disciplinarios
pueden entenderse como fenómenos históricos que contribuyen a un sentido más profundo de cómo
cambia la disciplina de la historia.

La historia de las ciencias sociales comienza en realidad en el siglo XVIII. En ese periodo,
se vieron influidas por importantes cambios, principalmente por lo que hoy llamamos la
"Ilustración" y la "Revolución Industrial". Al igual que las humanidades, los estudios sociales
también han sido moldeados en los últimos tiempos por destacados intelectuales judíos, cuyas vidas
se vieron afectadas por el antisemitismo. Los científicos sociales se interesan desde hace mucho
tiempo por el valor público de comprender las grandes cuestiones que plantean las sociedades,
especialmente las "modernas", y aspiran a generar formas de conocimiento autorizadas que puedan
compararse a los asociados con las ciencias naturales. El término "moderno" y otros relacionados,
como "modernidad" y "modernización", siguen siendo términos controvertidos, objeto de
acaloradas discusiones tanto en las humanidades como en las ciencias sociales.

El legado de los debates establecidos desde hace mucho tiempo, sobre las formas de
entender los fenómenos sociales perdura: pensemos en el prestigio y la influencia de (al menos
algunas formas) la economía y en los persistentes desafíos a las teorías económicas. Por ello, las
transformaciones actuales de las ciencias sociales deben entenderse tanto en su contexto como en
función de las reivindicaciones más amplias en las que se basan. 3 Los cambios en las políticas
públicas que responden al cambio social, por ejemplo, deben basarse en un conocimiento lo más
sólido posible.
81

En este capítulo se plantea que las ciencias sociales interactúan con las actividades
históricas, e incluso forman parte de ellas, y que la naturaleza y la calidad de estas relaciones son
peculiares. Esto se debe a la historia relativamente corta de las ciencias sociales, que suele
remontarse a la Ilustración, como el periodo en el que el conocimiento científico gozó por primera
vez de un amplio prestigio, y su extensión a los seres humanos y a sociedades enteras parecía
atractiva, plausible y relativamente poco problemática. Existían poderosas formas de explicar el
mundo natural, así que ¿por qué no aplicarlas a los seres humanos? Y si se aplicaban al "hombre",
según la lógica, ¿por qué no a las organizaciones, grupos y sociedades? Así, nociones como la de
"ciencia del hombre", que era habitual en el siglo XVIII y principios del XIX, implicaban estrechas
conexiones entre disciplinas que hoy consideramos distintas y que habitualmente separamos en
humanidades y ciencias sociales. Entre los defensores de la ciencia del hombre se encontraban
filósofos como David Hume, que también era historiador. Muchos escritores se interesaron por el
funcionamiento de la mente humana y utilizaron un amplio abanico de pruebas (medicina, libros de
viajes, autobiografías e introspecciones) para elaborar teorías sobre la naturaleza de la vida mental. 4

Las relaciones entre la historia y las ciencias sociales también se ven moldeadas por los
estrechos vínculos de estas últimas con el análisis de los procesos políticos, los estudios de gestión
y empresariales y con los proyectos de desarrollo, así como con ámbitos como la educación, la
medicina y el derecho, en los que pueden aplicarse directamente, como queda claro en la sociología
de la salud y la enfermedad y en los estudios jurídicos críticos. Las formas de organización de las
instituciones, las academias y los organismos de financiación configuran además el carácter de las
disciplinas, las formas de percibirlas y sus interacciones. No hay ninguna razón lógica por la que la
historia, como una de las ciencias sociales, no deba desempeñar valiosas funciones públicas, pero
ha tenido menos éxito que otros campos a la hora de hacer tales reclamos. Con demasiada
frecuencia, éstas han adoptado la forma de afirmar lo vitales que son las "lecciones de la historia",
en lugar de insistir en el valor de los análisis detallados de las condiciones que han conducido a los
dilemas actuales.

Otro aspecto que distingue a la historia de las ciencias sociales es el amplio uso de los
términos "sociedad" y "social". ¿Qué pueden excluir estos términos? En la disciplina de la historia,
los términos "social" y "sociedad" se emplean a menudo de forma bastante vaga, sin comprometerse
directamente con el pensamiento científico-social. Las teorías sociales y los métodos de
investigación abarcan muchas áreas que son fundamentales para las humanidades en sentido
amplio. Las nociones del yo y de la identidad son buenos ejemplos.5 Las ciencias sociales poseen
sus propias formas de ambición intelectual y llevan mucho tiempo reivindicando su aplicabilidad
directa a los problemas humanos. Las ciencias sociales tienen sus propias ambiciones intelectuales y
llevan mucho tiempo reivindicando su aplicación directa a los problemas humanos. Se dedican a
teorizar sobre las principales características de la existencia humana, desarrollando un léxico de
términos abstractos, y también intentan informar sobre la elaboración de políticas en una serie de
ámbitos y evaluar formas de intervención social, como la ayuda exterior y la educación sanitaria.
Una de las principales formas que adopta la ambición de las ciencias sociales es dar cuenta de los
fenómenos complejos. Vemos estas cualidades en The Sources of Social Power, de Michael Mann.
Destacado sociólogo histórico, Mann desarrolló un modelo para explicar el desarrollo de las
relaciones de poder en las sociedades humanas. Explicar estas ideas es necesariamente una empresa
histórica: sus cuatro volúmenes comienzan con "el principio" y terminan en 2011.
82

La teoría social, es un conjunto de ideas construidas a lo largo de largos periodos de tiempo


para explicar el desarrollo de las sociedades. Para los historiadores es un recurso muy rico, y
algunos se han comprometido con él a niveles profundos. Puede proporcionar tanto marcos
cuidadosamente desarrollados como un vocabulario analítico que se ha ido perfeccionando y
debatiendo a lo largo de generaciones. Sin embargo, es fundamental ser escéptico con respecto a la
idea de que los historiadores se limitan a proporcionar materiales empíricos para que los teóricos de
otros campos los utilicen. El trabajo teórico, se beneficia del uso de las ideas históricas de forma
integrada, al igual que los historiadores necesitan conocer una serie de estrategias interpretativas.
Sin algún tipo de unión, es poco probable que los recuentos generados sean satisfactorios.

Lo único que se sabe, es que los científicos sociales han articulado teorías en las que otros
pueden basarse, pero que un número relativamente pequeño de textos, a partir del siglo XVIII, han
alcanzado el estatus de clásicos. Los comentaristas difieren sobre cuáles son exactamente los que
constituyen el canon de las ciencias sociales, aunque las obras de Marx, Durkheim y Weber, que
nacieron entre 1818 y 1864, suelen ser la pieza central.6 También es posible identificar algunos
conceptos -clase, ideología y modernidad, por ejemplo- en los que los científicos sociales coinciden
en su importancia fundamental. La historia carece de tal concepto, y si se puede decir que existe tal
cosa como la "teoría histórica" sigue siendo objeto de debate.

La idea de que las ciencias sociales pueden aportar remedios a los males sociales es más
evidente, y más controvertida, en la economía, ahora un campo muy técnico, parte del cual requiere
conocimientos cuantitativos avanzados. Otras áreas más accesibles, como las obras sociales, los
estudios de gestión y empresariales y la psicología aplicada, ilustran la capacidad de las ciencias
sociales para integrarse en la vida cotidiana de un modo que la historia no puede lograr.

Sin embargo, la historia y las ciencias sociales están íntimamente ligadas. Está bastante
claro que comparten materia: las formas de actuar de los seres humanos y las agrupaciones han
cambiado y pueden ser explicadas. En consecuencia, se pueden compartir modelos, teorías y
debates, aunque los historiadores se basen más en los conceptos y marcos de los científicos sociales
que a la inversa. Sin embargo, hay diferencias clave que hay que reconocer, en cuanto a los
métodos. En el ámbito de las humanidades, no nos consideramos expertos en métodos claramente
definidos, sino que hacemos hincapié en la lectura, la reflexión sobre lo que se lee y el encaje de las
pruebas. Dado que se trata de habilidades comunes, no se experimentan como "métodos", mientras
que las técnicas cuantitativas, la etnografía y el análisis de contenido, que están menos integrados
en la vida cotidiana, se consideran a menudo como tales. Esta diferencia pone de manifiesto el
parentesco entre las ciencias sociales y las naturales, pero no determina en absoluto las afinidades
entre la historia y las ciencias sociales, basadas en la superposición temática, los conceptos
compartidos y los enfoques amplios. Además, las metodologías de las ciencias sociales pueden
inspirar la reflexión sobre la práctica histórica, precisamente porque pueden especificarse y
exponerse en detalle.7
La historia de las ciencias sociales es un campo histórico muy importante por derecho
propio, que permite a los historiadores comprender de dónde proceden sus herramientas y modos de
pensamiento.8 La historia no sólo anima a los historiadores sociales a profundizar en las pruebas
históricas, sino que también ayuda a los científicos sociales a comprender sus propios legados del
pasado.
83

Términos y condiciones

El término "ciencias sociales" abarca una gran cantidad de cosas: es un término paraguas de gran
capacidad, al igual que "humanidades". Hemos observado que sus dos elementos, "social" y
"ciencia", invitan a una cuidadosa reflexión sobre sus variados significados e implicaciones. Otro
término que merece la pena considerar, es el de "ciencias humanas". Las lenguas varían
notablemente en la forma de mencionar las disciplinas y las asociaciones que se generan con ellas.
En Francia, les sciences humanies goza de una gran popularidad, a veces asociada a la salud y a la
sociedad.9 En algunos contextos, el derecho sería una ciencia humana, que también puede
considerarse como una versión de la ciencia del hombre. El cometido de la revista History of the
Human Sciences (1988) es instructivo. Su ámbito de aplicación "incluye tanto los estudios
humanísticos tradicionales como las ciencias sociales. Así, la revista publica... en los campos de la
sociología, la psicología, la ciencia política, la historia y la filosofía de la ciencia, la antropología,
los estudios clásicos y la teoría literaria". 10 Evidentemente, existen numerosas coincidencias entre
las humanidades y las ciencias sociales, que se derivan de la imposibilidad de trazar líneas firmes
entre los campos, así como de los intereses compartidos en cuanto a conceptos, enfoques y teorías.

Otro concepto a tener en cuenta, es el de "historia de las ciencias sociales". La Asociación


de Historia de las Ciencias Sociales, con sede en Estados Unidos, fundó en 1976 una revista con
este nombre. Según su página web, sus miembros, procedentes de diversas disciplinas, "están
unidos en nuestro enfoque histórico para comprender los acontecimientos humanos, explicar los
procesos sociales y desarrollar una teoría innovadora". 11 En Oxford, Deborah Oxley es actualmente
titular de una cátedra de historia de las ciencias sociales; es una historiadora económica que escribe
sobre la dieta, la salud, el género, el transporte penal y el nivel de vida. De hecho, su trabajo está
relacionado con varias ciencias sociales, como la economía, el derecho y la demografía. 12 Aunque la
expresión "historia de las ciencias sociales" no se utiliza en todas partes, los fenómenos a los que se
refiere son bien conocidos. Están implícitos, por ejemplo, cuando se menciona la historia social y
económica y la demografía. Parte de estos campos implican el uso de habilidades específicas,
mientras que también utilizan marcos desarrollados en las ciencias sociales. Y, precisamente porque
lo "social" es una noción tan amplia, es difícil imaginar cómo podría practicarse la historia sin un
cierto compromiso con los campos que abordan la sociedad y los fenómenos sociales de forma más
sistemática. Ninguna disciplina es dueña de estos temas, aunque la sociología puede reclamar
razonablemente un lugar central entre las que investigan los "patrones de interacción humana" y esa
totalidad que llamamos "sociedad".13

Historia y sociología

La sociología fue la primera disciplina, después de 1945, que tuvo un impacto importante en el
estudio de la historia.14 Inevitablemente, la sociología, con su amplio cometido, no es más fácil de
definir que la historia. Según Kenneth Allan, "la sociología es la única disciplina que se interesa por
todo lo social... la sociología se interesa por todas las facetas de la vida social". Tiene sentido, pues,
que nuestra disciplina refleje la complejidad de la sociedad en su conjunto". 15 Los historiadores
pueden discutir su afirmación sobre el estatus de la sociología. Sin embargo, a mediados del siglo
84

XIX, existía un conjunto considerable de trabajos que examinaban la sociedad como un conjunto de
fenómenos distintos. Estudiar agrupaciones organizadas de personas es un tipo de análisis
particular, y así se reconoció en el siglo XVIII. A finales del siglo XIX, se podía decir que la
sociología, como disciplina, existía e incluía una serie de perspectivas teóricas diferentes, que se
reconocen fácilmente por los nombres de los "grandes hombres" con los que se asocian Karl Marx,
Herbert Spencer, Emile Durkheim y Max Weber. 16 En los últimos años ese concepto se amplió en
gran medida, sobre todo para tener en cuenta las preocupaciones sobre el género, la raza y la clase,
pero un linaje de pensadores clave sigue siendo el núcleo de la disciplina. La mayoría de ellos
estaban profundamente interesados en la historia. Por lo tanto, estas perspectivas, tal y como se
desarrollaron a lo largo del siglo XX, estuvieron a disposición de los historiadores y fueron
utilizadas explícitamente por algunos de ellos. La teoría social se desarrolló en muchas direcciones
nuevas a lo largo del siglo XX; el giro explícito hacia ella por parte de grupos de historiadores fue
evidente en la década de 1960.17

Después de la Segunda Guerra Mundial, la teoría de la modernización despertó un gran


interés, sobre todo en Estados Unidos, es decir, los relatos generales de las sociedades que pasan de
una base agrícola en la que hay relativamente poca división del trabajo a Estados-nación complejos
y modernos.18 Así, la teoría de modernización combinó las preocupaciones económicas, sociales y
políticas. Aunque su enfoque, que supone que el Occidente moderno es el objetivo de todo cambio
histórico, ha sido ampliamente criticado, algunos aspectos de la teoría de la modernización siguen
profundamente arraigados en la práctica histórica, en el uso más amplio de términos que se dan por
sentados, como "subdesarrollado" y "en desarrollo", e incluso el propio "desarrollo". Los debates
actuales sobre el terrorismo en términos de " barbaridad ", la dualidad " tradicional " y " moderna ",
y el uso generalizado de las palabras " -ización ", como " secularización " y " globalización ",
coinciden con esta mentalidad.

Los modelos de cambio social fueron inspirados en los relatos biológicos en general y en
las teorías evolutivas en particular, como hizo explícitamente Herbert Spencer. Suelen partir de la
base, desde el fondo de una sociedad son sus relaciones económicas. A partir del siglo XVIII, las
ideas migraron constantemente entre las ciencias sociales y las naturales. La competencia por los
recursos escasos y la supervivencia del más fuerte son los principales ejemplos. La existencia
material, que satisface las necesidades básicas, es la base común de la supervivencia biológica y
económica.19 El atractivo que sigue teniendo el factor económico es significativo. Se han hecho
muchos comentarios sobre la reciente desaparición del marxismo -con el que se suele asociar el
factor económico- como paradigma para los historiadores. Para los que utilizan las ideas marxianas,
la afirmación de que las relaciones de producción determinan otros rasgos de una sociedad sigue
siendo fundamental, aunque requiera un considerable desenvolvimiento. Si bien es cierto que pocos
historiadores del siglo XXI se adhieren al marxismo, muchos profesionales que nunca se han visto a
sí mismos en este campo son, sin embargo, economistas de corazón.

Si asociamos el énfasis en la sociología de los años 60 con algo, es con el concepto de


"clase". Cuando invocamos la "clase", nos referimos de hecho a toda una panoplia de cuestiones
que tienen una gran carga política. 20 A los estudiosos les resulta difícil ponerse de acuerdo sobre las
definiciones de clase; implica un tipo de diferencia social que combina el estatus social, los ingresos
y los factores culturales, incluida la conciencia de la dinámica entre clases y de la propia identidad
de clase. En los años sesenta, las relaciones laborales se convirtieron en un tema central de la
historia sociológica, junto con la protesta popular y las formas de diferencia social que parecían
85

relacionadas, pero no idénticas a la clase: sobre todo, la raza y el género. El término "género" no se
utilizaba de forma generalizada, y no se convirtió en algo habitual entre los historiadores hasta la
década de 1980. En Francia el término perdura como una imposición angloamericana. Pero la
historia de las mujeres experimentó un enorme crecimiento en ese periodo, en parte impulsado por
el interés de mostrar la importancia del trabajo femenino para igualar la atención que se prestaba a
los trabajadores masculinos.

Las historiadoras feministas se plantean si las relaciones de opresión entre hombres y


mujeres son una forma de lucha de clases, y evalúan la idoneidad de las teorías de clase para
explicar la historia del género. Estas preocupaciones son "sociológicas" en el sentido de que se
derivan de las teorías y enfoques desarrollados por los sociólogos. La disciplina de la sociología -el
término se asocia a las publicaciones de Auguste Comte en la década de 1830- nunca fue
homogénea. Contenía sofisticados debates sobre la naturaleza del Estado, la familia y el parentesco,
la cohesión y la estratificación social, el uso y la interpretación de las variables sociales, el análisis
de la estructura social y la construcción social de la identidad en los que los historiadores podían
basarse. Estos debates contenían niveles de análisis tanto generales como específicos, y a menudo
eran comparativos e históricos, constituyendo así un recurso para los historiadores que trabajan
sobre la clase y las desigualdades sociales en general. Fue en esta época cuando Eugene Genovese
escribió un relato marxiano muy controvertido sobre la esclavitud. 21 Así, un enfoque marxiano de la
sociedad contenía ideas, teorías y conceptos que podían aplicarse a una serie de casos históricos,
como hizo el propio Marx.22 En particular, el análisis de los modelos de producción y sus
implicaciones, la opresión de clase, la revolución, la ideología y el imperialismo fueron retomados
por los historiadores.

El ejemplo del marxismo plantea desafíos a los historiadores, que afloran siempre que
emplean una teoría ya articulada. En sociología, dicha teoría se aplicaría a una serie de casos, pero
es menos probable que un sociólogo comience con el estudio de un caso y luego le aplique
mecanismos teóricos, que es precisamente lo que hacen muchos historiadores. Solemos empezar
con casos particulares en toda su complejidad y luego buscamos marcos que nos ayuden a dar
sentido a nuestro material. Cuando se adopta una teoría elaborada en su totalidad, se corre el peligro
de que no sea capaz de hacer plena justicia a un estado de cosas del pasado y de que no encaje bien
con fuentes que suelen ser irregulares y desiguales. El resultado puede ser un enfoque mecánico de
la historia en el que los dos niveles de análisis -teoría y estudio de casos- no se integran plenamente.
La falta de adaptación puede derivar de un desajuste entre el lenguaje de la teoría y el del estudio de
caso: por ejemplo, si la primera utiliza la clase, el segundo se refiere a una sociedad que desplegó
otros términos de una distinción social, como la casta. Visto desde la perspectiva de los sociólogos,
también hay problemas. Son más propensos a buscar la aplicación rigurosa de las teorías, y a
encontrar el eclecticismo descuidado e intelectualmente inaceptable. La idea de que la aplicación de
la teoría social al trabajo histórico produce un enfoque demasiado rígido, fue una de las razones por
las que los historiadores se apartaron, no sólo de la sociología, sino de una serie de orientaciones
abiertamente teóricas, y se inclinaron por lo que se conoce como teoría fundamentada. 23 Esto es lo
que muchos historiadores hacen en realidad, aunque no lo describan con esta frase ni lo formalicen
como metodología, como hacen los científicos sociales. Al utilizar la teoría fundamentada, los
académicos tratan de desarrollar conceptos y marcos adecuados a través de su compromiso con los
propios materiales, permitiendo que las pruebas y las explicaciones se informen mutuamente. De
ahí que sea más pragmática y flexible que la adhesión a una teoría preexistente.
86

La sociología histórica de Michael Mann se ve mejor en este contexto. Elabora


simultáneamente un modelo de poder y pretende demostrar su capacidad de aplicación en todos los
periodos históricos. Ha identificado cuatro "fuentes de poder social": ideológico, económico, militar
y político. Mann hace hincapié en lo que denomina "la vanguardia del poder" y por ello es selectivo
en los países y regiones que abarca. Su descripción de cómo trabajó es reveladora: "Continuamente
zigzagueaba entre la teoría y los datos, desarrollando una idea general, luego refinándola en la
evidencia histórica, la vuelta a la teoría, luego una vez más a los datos, y así sucesivamente...".
Todo ello ha dado lugar a una visión claramente sociológica de la historia... " 24 No se puede dudar
del profundo compromiso de Mann con los materiales históricos, aunque podamos ser cautos a la
hora de presentarlos como "datos", ni de que la audacia y la amplitud de su proyecto sean
estimulantes y oportunas para los historiadores. Su atención al poder es bienvenida, ya que los
historiadores se enfrentan a sus complejidades, y su mirada sociológica se centra en un nivel de
generalidad que, de otro modo, podría parecer difícil de alcanzar. 25 En la obra de Mann encontramos
a un sociólogo de primera línea que busca una relación más satisfactoria entre las teorías y las
pruebas históricas que la que existía hasta ahora.

Cultura y clase

La disconformidad del uso mecánico de la teoría también ayuda a explicar el vínculo entre la
antropología y la historia al que nos referiremos en breve. Para entender mejor las afinidades entre
estos dos campos, podemos volver a la clase y observar el cambio de actitud hacia el concepto entre
los historiadores, que han pasado de una comprensión principalmente económica de la clase a una
moral cultural. Lo que los historiadores creen especialmente atractivo en la antropología es
precisamente su estrecha relación con la cultura. 26

En la tradición marxiana, las relaciones de clase surgen de los medios de producción y de


las relaciones sociales que producen. Aunque el propio Marx pensó en estas relaciones en términos
muy sofisticados, es justo decir que durante gran parte del siglo XX se ha entendido que la clase se
debe a las estructuras económicas. Debido a la cualidad opositora de la historia marxiana y de los
subcampos, como la historia del trabajo, en los que encontró una expresión entusiasta, las
desigualdades económicas y la naturaleza de la opresión de clase se interpretaron como los
principales fenómenos que debían explicar los historiadores. Marx y algunos de sus seguidores,
como los críticos literarios Georg Lukács y Raymond Williams, se interesaron por la naturaleza de
la conciencia de clase, pero la lectura que muchos historiadores hicieron de Marx, les convenció de
que ésta era un subproducto de las fuerzas económicas. Sin embargo, en la década de 1970, los
historiadores tenían cada vez más claro que la conciencia de clase era un fenómeno elaborado y
desordenado por derecho propio. Cuanto más profundizaban los historiadores sociales en el tema,
más intrincadas, incluso oscuras, parecían sus conexiones con las condiciones materiales. Además,
hay pruebas de que, en la Inglaterra del siglo XVIII, la conciencia de clase precedió a los cambios
en las relaciones de producción que se habían considerado primarias. 27 Lo que la gente creía sobre
sus relaciones sociales, las metáforas a través de las cuales se expresaban y el aura emocional que
las rodeaba, se convirtieron en fenómenos históricos significativos, que invitaban a un análisis
apropiado. Se trata precisamente de un enfoque cultural. A los llamados elementos subjetivos de la
identidad de clase se les prestó cada vez más atención, mientras que a los indicadores
supuestamente objetivos se les prestó menos.
87

La idea de reducir un fenómeno histórico a otro es pertinente en este caso, a menudo


cuando se aplican teorías a materiales históricos. La crítica consiste en que se ha producido una
exagerada simplificación que ha dado lugar a un relato histórico empobrecido. El reduccionismo
supuso la modificación del tipo y el nivel de los fenómenos, y por tanto de sus explicaciones, de
unas más complejas a otras más burdas, y por tanto demasiado básicas para ser satisfactorias. Las
explicaciones psicológicas, especialmente las psicoanalíticas, también son imanes para este tipo de
críticas. En el paso de las relaciones de producción como determinantes de las relaciones sociales a
la conciencia de clase como fenómeno distintivo, no reducible a la economía, se manifestó el
creciente interés por la cultura. El análisis cultural ha estado fuertemente asociado a la antropología.
Para ser justos con las tradiciones marxianas, debemos dejar constancia de que a lo largo del siglo
XX se desarrollaron enfoques culturales, por ejemplo, por parte de Antonio Gramsci, que ha sido
importante para los historiadores de la izquierda, como E.P. Thompson, quien exploró las
complejidades de la identidad y la práctica social. 28 Otras formas de marxismo cultural se han
introducido en la práctica histórica a través de autores, como Raymond Williams, que procedían de
entornos literarios.

La confianza que muchos sociólogos poseen en la generalización de grandes patrones y en


la pintura de grandes cuadros es de gran importancia, y yo diría que cada vez más, para los
historiadores en un período en el que hay un renacimiento del interés por las historias de larga
duración y del mundo. Un ejemplo es el libro de Allan Kellerhear, A Social History of Dying.
Kellerhear ese formó como sociólogo; traza un mapa de los cambios en el tratamiento de los
moribundos a lo largo no sólo de siglos, sino de milenios, organizando este vasto período en edades
de una manera necesariamente esquemática. No se trata de una historia social en el sentido donde
muchos historiadores entienden el término. Para avanzar en sus argumentos sobre la actualidad,
Kellerhear necesita un amplio panorama histórico. Estos grandes recorridos, nacidos desde una
perspectiva socio-científica, pueden tener un impacto considerable. La influencia de sociólogos
como Anthony Giddens y Michael Mann, que basan la historia de sus trabajos para abordar grandes
temas y temas sociales difíciles, así como Charles Tilly, combinaron la historia y la sociología
ampliamente.

Antropología y Cultura

Podemos distinguir un cambio hacia el análisis cultural en las respuestas a otro problema asociado a
la clase como concepto, a saber, la tendencia a cosificarla, en lugar de verla como algo que siempre
se mantiene en las relaciones sociales. Cuando cosificamos algo lo tratamos, de forma inapropiada,
como un objeto. La idea central del famoso y profundamente influyente prefacio de E.P. Thompson
en The Making of the English Working Class, publicado por primera vez en 1963, era afirmar "que
la clase es una relación, y no una cosa". 29 Sin embargo, el hábito de asignar individuos a las clases,
como asignaríamos animales y plantas a las categorías taxonómicas, está consolidada. Es deudor de
ciertos estilos de análisis, que examinan las variables sociales y los roles sociales, y que generan un
modelo algo estático de la sociedad humana. También por esta razón resulta atractivo un enfoque
cultural, que presta más atención a la dinámica de las relaciones humanas.
88

Al igual que la sociología, la antropología comenzó a ser reconocida en el siglo XIX. El


estudio serio de otras culturas "exóticas" había comenzado siglos antes, impulsado por las oleadas
de exploración europea de otras partes del mundo, como el "descubrimiento" de América, los Mares
del Sur y Australia. La experiencia de coexistir con otra cultura era bastante común, y a menudo
daba lugar a relatos detallados que podían llamarse etnográficos. La antropología también fue
llevada a cabo por estudiosos de la Biblia, por hombres de la iglesia que trabajaron fuera de sus
propias culturas, por anticuarios que recogieron restos de culturas clásicas y medievales, y por
abogados que elaboraron mapas de diversas organizaciones humanas. Llamamos "antropología" a
una preocupación intelectual que ha estado aliada con la historia durante mucho tiempo. Se nutre de
la curiosidad de los seres humanos por otros seres humanos, aparentemente diferentes y del impulso
científico de trazar un mapa de la naturaleza humana, que tomó una forma especialmente clara
durante la Ilustración.30 Posteriormente, la antropología se desarrolló en varias direcciones: se hizo
habitual distinguir entre antropología física, social y cultural, las dos últimas con afinidades más
evidentes con la disciplina de la historia que la primera. Sin embargo, con la llegada de las pruebas
genéticas, el rastreo de la historia de la humanidad involucra tanto a la antropología física como a la
arqueología y produce resultados que generan un amplio interés, por ejemplo, entre quienes trabajan
en los modelos de migración, un tema de gran actualidad. Dado que la arqueología y la antropología
física suelen ir de la mano, esta última incide sin duda en la práctica de la historia. 31

A lo largo del siglo XIX, la antropología se convirtió en una disciplina consciente de sí


misma, con fuertes vínculos con la sociología y las ciencias biológicas, así como con los estudios
del folclore y la cultura material. En la medida en que se mapeaba las culturas "exóticas" (a menudo
consideradas "primitivas"), los historiadores se centraban más en sus propias sociedades, los dos
campos se separaron. Las condiciones para que volvieran a unirse fueron, desde el punto de vista
del historiador, el reconocimiento a que existían importantes similitudes entre sociedades
superficialmente diferentes y que los métodos y conceptos que habían desarrollado los antropólogos
podían serles útiles. El parentesco entre estas dos disciplinas tiene una serie de dimensiones, como
contenidos compartidos, enfoques comunes y relatos de la práctica que se entrelazan.

La transferencia en términos de contenido es fácil de entender: ambos campos examinan


fenómenos culturales y sociales. Al principio, los tipos de sociedades que analizaban cada uno de
ellos se consideraban bastante diferentes, clasificadas burdamente como "primitivas" y
"civilizadas". Al rechazar esta división, los estudiosos se dieron cuenta de que en realidad tenían
mucho en común. Los antropólogos adaptaron y desarrollaron una serie de términos que pueden ser
utilizados por los historiadores. Ritual, fetiche, parentesco, magia, posesión, símbolo, chamán y
relación de pareja, son conceptos cargados de matices a los que los historiadores pueden recurrir. A
veces, los fenómenos históricos aparecen recién clarificados cuando se ven a través de una nueva
perspectiva. Ver la protesta popular de principios de la Edad Moderna como un ritual práctico, por
ejemplo, en África, pone de manifiesto su propósito y significado. De haber sido interpretadas como
conflictivas y desordenadas, estas formas de comportamiento pueden verse ahora siguiendo
patrones, ampliamente comprendidos por los contemporáneos y que ofrecen a los historiadores una
visión significativa.32 Se trata de refundir los fenómenos históricos para que puedan ser vistos de
nuevo. Si las formas de protesta se consideran caóticas y perturbadoras, invitan a explicaciones que
difieren notablemente de las de un ritual estructurado y familiar. Del mismo modo, reconocer que la
magia es un sistema de creencias intrínsecamente relacionado con las prácticas sociales, en lugar de
una " suposición " infundada, que ahora se considera simplemente " errónea ", permite examinar la
89

brujería, la astrología y la alquimia de forma menos crítica, es decir, más histórica. Ya no asumimos
su irracionalidad inherente, puesto que se trata de un juicio de valor erróneo y anacrónico. 33

Los planteamientos antropológicos sobre los regalos han sido especialmente influyentes. El
rastreo de las relaciones con los regalos en los casos históricos pone de manifiesto la reciprocidad
en las relaciones sociales, en lugar de tomar la noción de "regalo" como un significado simple y de
sentido común de algo que se da libremente, sin expectativa de cambio. 34 El carácter antropológico
del término anima a los historiadores a pensar en dónde se producen los intercambios formales y
cómo operan dentro de redes más amplias de relaciones sociales. Un enfoque no antropológico
toma los regalos al pie de la letra. Hay otros ejemplos de historiadores que toman términos y frases
de los relatos antropológicos y los aplican a su propio trabajo, en gran medida en entornos no
exóticos. La "descripción gruesa", asociada a los escritos de Clifford Geertz, es una de las más
conocidas. Exige a los historiadores algo parecido a un trabajo de campo inmersivo, a través del
cual se generan relatos muy detallados de manera autoconsciente. 35 Estas transmisiones son posibles
porque los dos campos se ocupan de fenómenos similares. Esta ha sido una faceta de las relaciones
productivas entre la historia y la antropología, que no tiene sentido sin la mentalidad antropológica
son las prácticas que consideramos "antropológicas", como el trabajo de campo, y el cuidadoso
escrutinio de nuestros propios supuestos y procedimientos. No es algo automáticamente erróneo,
sino una característica persistente de las relaciones humanas. Sin embargo, este atractivo adquiere
un significado especial cuando existen diferencias dramáticas en el poder de los conocedores y los
conocidos, ya sean naciones, clases, razas, sexos, edad, otros tipos de grupos la parte más
vulnerable como otro exótico, que puede ser entonces colonizado, explotado y marginado, haciendo
de la exotización una dominación apenas cubierta. Estas situaciones requieren un análisis cuidadoso
y sensible. Al mismo tiempo, los historiadores deben ser capaces de admitir que a menudo se
sienten atraídos por su campo de estudio precisamente porque les parece "exótico", que contiene
precisamente ese atractivo para ellos. Lo que es diferente puede invitar a una investigación
comprometida. La exotización es una forma de gestionar las reacciones altamente perturbadoras y
perturbadoras que provocan los encuentros interculturales, reacciones que suelen ser ambivalentes y
que también pueden inspirar un estudio de por vida.

La cuestión del exotismo es importante porque afecta tanto a los enfoques como al estado
de ánimo de quienes estudian culturas muy diferentes a la suya. Nadie llega a una situación así con
la mente vacía; es inevitable que haya cierto antecedente. Una de las claves del trabajo de campo
antropológico, es la identificación simpática y la distancia crítica de los profesionales en relación
con los que estudian. No se niega la existencia del antecedente y, si es posible, se le da un uso
productivo. Los antropólogos están formados para ser lo más imparciales posible; reconstruyen
minuciosamente cómo y por qué se hacen las cosas y respetan otras lógicas que no sean las suyas y
que sean convincentes para sus compañeros. Es decir, actúan como mediadores entre mundos
diferentes, tratando de hacer justicia al otro mundo al tiempo que hablan del suyo propio, de forma
parecida a como lo hacen los historiadores.

El enfoque antropológico, que respeta sistemas de creencias y valores diferentes a los de los
observados, tiene un enorme atractivo. Conviene recordar que los historiadores no se habrían
sentido atraídos por la antropología sin la emoción de leer sobre situaciones "exóticas", como la
pelea de gallos balinesa de Geertz. Parte del poder de los matices, es precisamente la curiosidad que
despiertan sobre cómo los seres humanos pueden ser tan "otros". Dicha curiosidad puede ser
incómoda, pero también puede movilizar el asombro y suscitar un análisis comparativo serio.
90

Además, adoptar una postura antropológica consciente puede ser un recurso convincente para ver lo
que es familiar con ojos nuevos. Esto es lo que queremos decir cuando hablamos de hacer que los
fenómenos sean "extraños", para que puedan ser mejor comprendidos al no dar nada por sentado.

Así pues, por mucho que desconfiemos del exotismo, sigue siendo una característica de
muchas disciplinas, incluidas la historia y la antropología, y puede ser un estímulo para una
reflexión seria, a menudo de carácter comparativo. La práctica antropológica se basa en este tipo de
comparaciones, ya que uno de los beneficios del largo trabajo de campo en lugares específicos, es
un fondo de conocimientos que puede compararse con los hallazgos de otros profesionales. Las
comparaciones señalan tanto las similitudes como las diferencias entre las sociedades. Tiene que
haber algunas similitudes para que las disimilitudes destaquen y tengan importancia. El modo en
que un historiador, o incluso un antropólogo, emite esos juicios comparativos es una cuestión
compleja, pero siempre requiere un marco analítico para hacerlo. Por ejemplo, un investigador ya
comprometido con la existencia de patrones fundamentales compartidos en todas las sociedades
humanas -por ejemplo, con un enfoque biológico- podrá encontrar un terreno común mucho más
rápido que uno que crea en la diversidad del comportamiento humano, en los poderosos efectos de
las circunstancias locales, es decir, en la prevalencia del entorno y la cultura. Lo que se parece y lo
que no se parece entre las culturas no se da por supuesto, sino que se identifica mediante un análisis
comparativo minucioso basado en un marco sólido.

Antes he sugerido que la antropología, al destacar las formas en que las personas dan
sentido a sus vidas, atraía a los historiadores por la importancia que daba a la cultura. Aunque sería
falso insinuar que todos los antropólogos se interesan por la cultura, sería justo decir que, por lo
general, prestan mucha atención a lo que ocurre dentro de las cabezas de las personas, incluida la
suya propia. Esto puede parecer una definición bastante extraña de "cultura", un término
notoriamente esquivo, pero no es un mal punto de partida. El concepto de "cultura" da prioridad a
las formas en que nuestros mundos están dotados de significado. 36 Esto implica tomarse muy en
serio lo que la gente cree y por qué -sus sistemas de creencias, visiones del mundo y marcos
cognitivos. A muchas generaciones de historiadores, esto les pareció relativamente poco interesante,
prefiriendo examinar acontecimientos, organizaciones y acciones, describiendo fenómenos pasados
y buscar explicaciones causales.

Un método antropológico implica examinar cuidadosamente las manifestaciones externas


de las creencias: objetos e imágenes, danzas, mitos, edificios, etc. Los historiadores tradicionales no
han estudiado mucho estas manifestaciones, en parte debido a las ideas preconcebidas sobre la
"alta" y la "baja" cultura. Algunas áreas de la alta cultura, como el arte, la arquitectura, la poesía y
la música, han estado separadas durante mucho tiempo como áreas de estudio especializadas;
incluso hoy en día siguen sin estar integradas en la historia general. Estos campos no se entienden
como centrales para los procesos políticos, económicos y sociales que constituyen el núcleo de la
historia general. Otros bienes culturales, como la cristalería, la joyería, la cerámica, las
herramientas, la vestimenta y la decoración corporal, tampoco se consideraban centrales para el
estudio histórico. Lo que no podía etiquetarse como "alta" cultura era mejor dejarlo en manos de los
arqueólogos, conservadores, coleccionistas y afines, al menos durante algunos períodos de la
investigación histórica. Las prácticas profesionales en torno a los artículos cotidianos, son
considerados menos exigentes desde el punto de vista intelectual que la historia académica. Los
restos de la existencia ordinaria se han vinculado a las artes "aplicadas" en lugar de a las "puras" en
una jerarquía que otorgaba mayor valor a los esfuerzos intelectuales y supuestamente no
91

funcionales. Lo "decorativo" implica fenómenos periféricos, marginales para un campo como el de


la historia, que sigue haciendo hincapié en los procesos políticos, económicos y sociales con
grandes ramificaciones. Los estudios de la cultura visual y material pueden estar cambiando esta
situación.37

Esta discusión indicó algunos de los caminos gratificantes que pueden recorrer juntos
antropólogos e historiadores. Los debates sobre el modo en que las sociedades pueden y deben
conocerse mutuamente, y los fines a los que puede destinarse el conocimiento resultante, generan
mucha tensión política. Estas tensiones son inevitables, y no debilitan en absoluto las productivas
conversaciones que antropólogos e historiadores han mantenido y seguirán manteniendo durante
mucho tiempo. Ambos grupos comparten con los sociólogos una amplia preocupación por los seres
humanos y sus vidas colectivas, examinando las formas en que las personas piensan, sienten y se
comportan. Una serie de tradiciones intelectuales se ocupan de estas tareas, utilizando distintos
enfoques y supuestos fundamentales, entre ellos los que reunimos como "psicología". Definida por
un autor como "el estudio de la naturaleza, las funciones y los fenómenos del comportamiento y la
experiencia mental", la psicología se refiere a una amplia gama de actividades y procesos, al tiempo
que desempeña un papel complejo y poco reconocido en la práctica histórica. 38 Tiene estrechas
afinidades tanto con las humanidades (como en la psicología filosófica y las teorías de la mente)
como con las ciencias naturales (como es evidente en el caso de la psicología experimental). La
"psicología" también puede incluir las terapias aplicadas en la asistencia sanitaria en sentido amplio,
como el psicoanálisis y la terapia conductual cognitiva.

La historia en mente

El término "psicología" es realmente desconcertante. A menudo se cita la definición de William


James, filósofo y psicólogo de formación médica, hermano del novelista Henry James. La llamó "la
ciencia de la vida mental", lo que requiere que tengamos claro lo que entendemos por "mental", la
forma adjetiva de "mente", así como lo que cuenta como "ciencia". Además, no es obvio dónde
encaja la psicología, dada su rica diversidad, en cualquier esquema de disciplinas académicas. 39
Durante algún tiempo -el tiempo exacto varía de un relato histórico a otro- se ha practicado como
una ciencia natural. Una de las principales problemáticas en este sentido es la experimentación, así
como las relaciones entre pruebas, teorías, hipótesis y afirmaciones sobre el mundo natural. Si la
psicología es, sobre todo, una ciencia, el trabajo con animales tiene mucho sentido, aunque haya
que resolver cuestiones relacionadas con la transferibilidad de los resultados a los seres humanos.
La psicología, cuando se distingue de la psiquiatría y la psicoterapia, sigue desempeñando un papel
en la medicina, mientras que las personas con enfermedades y lesiones específicas, pueden ser
estudiadas por los conocimientos psicológicos que ofrecen. Es perfectamente posible, aunque
limitado, plantear la psicología en términos de estudio del cerebro y el sistema nervioso, situando a
los seres humanos en el contexto de otros seres vivos e invocando ideas de las teorías evolutivas.
Podemos sentirnos cómodos diciendo que la psicología es una ciencia humana, pero está la idea de
que es una ciencia social quizás necesite más explicación. Una explicación simple podría decir que
la psicología social es el lugar donde esperamos ver sus cualidades sociales-científicas en primer
plano. Pero esta visión es demasiado limitada. Si consideramos los numerosos lugares en los que la
psicología aparece en la práctica histórica, sus dimensiones sociales emergen.
92

Algunas ramas de la psicología intentan explicar cómo y por qué los seres humanos se
comportan como lo hacen, al igual que la historia. La palabra "psicología" puede llevarnos a
considerar los sentidos, las emociones, los procesos de pensamiento, los motivos, la imaginación y
también los fenómenos "patológicos", como la violencia, el suicidio, el asesinato, etc. Todos los
historiadores emiten juicios sobre estas cosas, se basen o no, deliberadamente, en teorías y pruebas
psicológicas. Además, en la historia solemos entender los comportamientos del pasado en sus
contextos, incluso cuando escribimos biografías. Pocos seres humanos viven su vida de forma
aislada; al pensar en lo que mueve a la gente, los historiadores están mezclando la psicología con las
suposiciones sobre la "sociedad". Por tanto, podemos deducir razonablemente que la psicología está
presente en la práctica histórica y que es fundamental para el estudio de los fenómenos sociales.

La psicología es, a la vez, un área que se estudia de forma sistemática, utilizando una
amplia gama de métodos, incluidos los experimentos, la observación y la introspección, y un
aspecto mal definido de toda la vida humana. Si decimos que alguien es celoso, glotón, filántropo o
feliz, se trata de afirmaciones y suposiciones psicológicas. Puede que no sean "científicas" en el
sentido más riguroso, pero sin duda son formas de comprensión social. Las nociones de interés
propio, que a menudo se invocan en relación con el comportamiento económico, también se basan
en suposiciones sobre el modo en que las personas, como individuos y como grupos, actúan en el
mundo, y ciertamente forman parte de las ciencias sociales.

La pregunta para los historiadores es hasta qué punto están dispuestos, en primer lugar, a
comprometerse con la psicología en cualquiera de sus numerosas formas y, en segundo lugar, a
someter sus propios supuestos sobre la naturaleza humana a un estudio crítico. Algunos
profesionales lo han hecho, pero siguen siendo una minoría. Algunos historiadores destacados, se
comprometen profundamente con el psicoanálisis y esto también se presenta de diversas formas,
mientras que entre otros ha habido un considerable interés en las formas en que la psicología social
puede ser útil, y recíprocamente, en lo que la historia puede ofrecer a los psicólogos sociales.

Al igual que la sociología y la antropología, la psicología tiene una historia distintiva y


compleja, que es relevante para la práctica histórica. Es útil conocer los orígenes de nuestras
herramientas, para qué han sido diseñadas y cómo se han difundido. En el caso de la psicología, se
trata de una tarea exigente, ya que sus ramas tienen pasados diferentes. Las historias de la
psicología pueden desempeñar un papel productivo para los historiadores, que quieren comprender
de dónde proceden sus instrumentos de análisis. Es interesante constatar que la historia de la
psicología es un campo floreciente, con libros accesibles para la formación de los estudiantes. 40 Esto
indica que se trata de un campo que se preocupa por su legado, tal vez porque su estatus sigue
siendo ambiguo: un pariente pobre, sobre todo en comparación con las ciencias "duras", la base de
una serie de terapias que generan sospechas en algunos sectores, y una anomalía entre las ciencias
sociales en virtud de sus estrechos vínculos con, por ejemplo, la neurociencia y el conductismo,
ambos acusados de reduccionismo. La psicología se enfrenta a la filosofía por un lado y a las
ciencias experimentales por otro.

Si analizamos el pasado de la psicología, surge otro rasgo: sus estrechos vínculos con la
historia del pensamiento, un rasgo que muchos psicólogos se empeñan en destacar. Así, las historias
de la filosofía y las historias de la psicología abarcan algunas de las mismas figuras, como
Condillac, Comte y Mill.41 Conocer la historia de la psicología, ayuda de la misma manera a los
historiadores para la historia de la filosofía. Por ejemplo, para algunos expertos, el éxtasis y la
93

histeria se benefician de un mayor conocimiento de cómo se concebían los procesos mentales en el


pasado. Temas omnipresentes como la identidad y el yo son fundamentales, tanto para la psicología
como para la filosofía y tienen cabida en la mayor parte de las ciencias sociales y las
humanidades.42

La frase "modos de pensamiento" ilustra un punto interdisciplinario que planteo al explorar


las relaciones de la historia con otras disciplinas. Puede aludir a enfoques antropológicos,
filosóficos y psicológicos y dirige la atención a los procesos mentales. En la práctica histórica puede
evocar una serie de enfoques culturales y también podría referirse a la historia de las ideas. Dado
que son muchos los campos que se ocupan de cómo piensan, sienten y se comportan los seres
humanos, una frase como "modos de pensamiento" tiene una gran repercusión. 43

Teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora, puede resultar sorprendente conocer las profundas
y antiguas tensiones entre la historia y la psicología que algunos académicos se esfuerzan por
superar para lograr un diálogo y una colaboración fructíferos entre ellas. Si recordamos que
"psicologizar" se utiliza generalmente de forma despectiva, es posible captar algunas de las
preocupaciones desde el punto de vista de un historiador. En su reciente colección de ensayos,
Tileaga y Byford (2014) establecen puentes entre los campos. No es difícil, como muestran los
colaboradores, encontrar temas en los que una relación productiva, sea armoniosa, incluyendo la
memoria, el yo, los prejuicios y la personalidad. No es difícil, como muestran los colaboradores,
encontrar temas en los que una relación más armoniosa sea productiva, incluyendo la memoria, el
yo; los prejuicios y la personalidad. Estas iniciativas de colaboración también ayudan a los
profesionales a reflexionar sobre sus propios hábitos y supuestos, además de demostrar la
interdisciplinariedad en la práctica. A través de estas alianzas podemos afinar nuestro sentido de lo
que cuenta como conocimiento válido y para quién.

Psicología en la práctica

Para desarrollar estos puntos, recurro a tres ejemplos. El primero es un campo de la historia, la
historia de las emociones, que evidentemente comparte su contenido con un subcampo de la
psicología. El segundo ejemplo es un campo de la psicología -las representaciones sociales- que
actualmente suscita el interés de los historiadores. En tercer lugar, considero el trabajo del sociólogo
Norbert Elias, ahora reconocido como una figura importante del siglo XX, que revela cómo se
entrelazan los procesos históricos, psicológicos y sociológicos.

El campo, bastante nuevo, de la historia de las emociones es un ejemplo de un área en la


que la psicología tiene un gran impacto en la práctica de la historia a través de un tema común. En
este caso, los historiadores leen y debaten las pruebas psicológicas del presente y del pasado, así
como la investigación neurocientífica, en búsqueda de formas de escribir sobre emociones, como el
miedo y la humillación. Un excelente ejemplo es la introducción de Jan Plamper a este campo, The
History of Emotions (2015). En él evalúa el abanico actual de posibles enfoques de la historia de las
emociones, incluidos los procedentes de la antropología, las ciencias de la vida, el psicoanálisis, la
psicología cognitiva y la neurociencia. Precursores en la materia, como Ute Frevert y William
Reddy, han escrito de manera convincente, tanto en el detalle histórico como en la historiografía,
sobre un tema novedoso que, al prestar atención de manera particular a las "emociones", nos
94

permite repensar la naturaleza y el ritmo del cambio a largo plazo y los conceptos clave, como el
honor, la vergüenza, la empatía y la modernidad. Este tipo de trabajo histórico se basa en distintas
fuentes, tanto escritas como no textuales. También nos permite encontrar conexiones entre
fenómenos que habitualmente se tratan por separado: los estilos políticos, la publicidad, la
psicología industrial, los libros de autoayuda y la filosofía moral, por ejemplo, se mencionan en la
breve introducción de Ute Frevert a su accesible libro Emotions in History- Lost and Found.

El libro de William Reddy, The Navigation of Feeling: A Framework for the History of
Emotions, se publicó en 2001. Se basa en su distinguido trabajo sobre la historia de Francia entre
los siglos XVIII y XIX, y en su interés por los aportes que otras disciplinas pueden hacer a la
escritura histórica. Para desarrollar este marco, se basa especialmente en la psicología cognitiva y la
antropología. Lo que hace que el libro destaque es su doble interés por crear nuevos enfoques de la
historia de las emociones, y por aplicarlos a un caso de estudio histórico: Francia entre 1700 y 1850.
Los historiadores ya han escrito sobre algunos de los temas que aborda -el sentimentalismo y las
pasiones románticas, por ejemplo-, pero el marco teórico para este campo histórico, que también se
basa en el trabajo filosófico, es original e invita a la reflexión. Reddy sugiere que existen regímenes
emocionales que sustentan estilos específicos de gestión de las emociones. Como indican algunos
de sus ejemplos, los intentos de gestionar las emociones no siempre fueron exitosos, pero sí existía
un entendimiento compartido sobre cómo comportarse, qué decir y la expresión adecuada de los
sentimientos profundos. Es inevitable que haya variaciones individuales en la forma de gestionar las
situaciones emocionalmente difíciles. Reddy quiere "escribir una historia de emociones que tengan
en cuenta todo su significado político".44 Además, no duda en insinuar que algunos regímenes
emocionales son más deseables que otros, es decir, menos opresivos. Su enfoque "puede arrojar
nueva luz sobre la historia de las transiciones de una sociedad a la modernidad (y) abrir nuevas
perspectivas sobre problemas de gran interés actual". 45 Esta afirmación refuerza la centralidad de la
"modernidad" para muchos historiadores y científicos sociales, al tiempo que afirma la relevancia
contemporánea de su tarea. Para desarrollar estas ideas, Reddy tuvo que comprometerse con los
sentimientos de los autores históricos, con la investigación psicológica actual y con sus propias
preferencias emocionales, utilizando diversas pruebas.

Representaciones Sociales

Los historiadores se han interesado recientemente por la teoría de las representaciones sociales, que
se articuló por primera vez a principios de la década de 1960 y se convirtió en una parte establecida
de la psicología social. Su creador fue el psicólogo social de origen rumano, Serge Moscovici, que
pasó gran parte de su vida en París. Publicó su conocido e influyente relato sobre cómo las ideas
psicoanalíticas eran recibidas, utilizadas y difundidas por los diferentes grupos sociales y los medios
de comunicación en 1961, aunque no apareció en inglés hasta 2008. Las representaciones sociales
no son fáciles de definir, e incluso Moscovici se dio cuenta de que la noción no podía resumirse de
manera sencilla. Un intento concreto, es el siguiente: Las representaciones sociales son imágenes
que condensan múltiples significados que permiten interpretar lo que ocurre; categorías que sirven
para clasificar las circunstancias, los fenómenos y los individuos con los que tratamos, teorías que
permiten establecer hechos sobre ellos. Cuando consideramos las representaciones sociales insertas
en la realidad concreta de nuestra vida social, son todo lo anterior junto". 46 Todo esto es muy
discutido, incluso por quienes trabajan en el marco de las representaciones sociales.
95

El interés de Moscovici se centraba tanto en cómo los enfoques, los lenguajes y los
términos desarrollan significados especiales dentro de grupos sociales específicos, como los
psicoanalistas, como en la forma en que dichas representaciones se mueven luego en un tiempo y
lugar determinados. Su idea de la "influencia de las minorías" es un ejemplo: establece las
condiciones en las que un pequeño grupo puede cambiar a otros mucho más grandes, incluso a los
mayoritarios, mediante la afirmación de su posición y de por qué merece atención. El sitio web
dirigido a los estudiantes, llamado Simply Psychology, sugiere que las sufragistas son un buen
ejemplo de este fenómeno: "un grupo relativamente pequeño... defendió con fuerza la opinión,
inicialmente impopular, de que se debía permitir a las mujeres votar. El duro trabajo de las
sufragistas, combinado con la justicia de su caso, hizo que finalmente la mayoría aceptara su punto
de vista".47 Se trata de un relato muy sencillo, pero puede ser valioso para los historiadores disponer
de un término -influencia de las minorías- para un fenómeno que les resulta totalmente familiar.
También puede ser útil disponer de relatos de fenómenos psicológicos sociales expuestos en
términos generales con los que se puedan comparar detalladamente los casos históricos. Estas
operaciones pueden realizarse con un alto grado de sofisticación. El historiador Mark Knights ha
expuesto una serie de formas en las que la teoría de las representaciones sociales podría ser útil para
los historiadores, por ejemplo, para pensar en los estereotipos. 48

Norbet Elias

Una característica de las teorías poderosas, es que ofrecen formas de conectar aspectos del pasado.
Un excelente ejemplo es el trabajo de Norbet Elias, uno de los sociólogos más influyentes del siglo
XX, y refugiado de la Alemania nazi, como muchos otros intelectuales judíos. Muy crítico con los
planteamientos intelectuales dominantes, que consideraba estáticos, clasificadores y esenciales,
desarrolló un enfoque alternativo, a veces llamado "procesual" o "figurativo". Intentó mostrar lo que
significaba no reducir los procesos a estados estáticos. Se han dedicado muchos libros a desarrollar
y analizar las ideas de Elias, que aplicó a un amplio abanico de temas, como el tiempo, la historia
del oficial naval profesional y Los alemanes (1996), un estudio sobre cómo a lo largo de los siglos
XIX y XX se desarrollaron la personalidad, la estructura social y el comportamiento en su tierra
natal.

La idea de "pensamiento progresivo" es accesible; la de "figuraciones", no tanto. Puede


significar "redes de seres humanos interdependientes, con equilibrios de poder asimétricos y
cambiantes".49 Esta definición puede encontrarse en la página web de la Fundación Norbet Elias,
que contiene una gran cantidad de material útil sobre su trabajo, sobre los que han hecho suyas sus
ideas y también sobre el espíritu con el que él y ellos trabajan. Un buen indicio de su legado, es la
lista de temas que tratan quienes trabajan con este espíritu, entre los que se encuentran "la
formación de la conciencia y la estructura de la personalidad" y "el cambio de las normas de
conducta, los sentimientos y la moralidad". Estos dos ejemplos -hay muchos más en la web-
transmiten la mezcla de preocupaciones históricas, sociológicas y psicológicas del pensamiento de
Elias.

Elias es más conocido por sus escritos sobre el "proceso de civilización", que resultan
familiares a quienes trabajan en la Europa moderna temprana. Publicado por primera vez en alemán,
96

en 1939 y recientemente retraducido como On the Process of Civilization: Sociogenetic and


Psychogenetic Investigations, esta obra sigue siendo un foco de debate y discusión. Elias no
afirmaba que hubiera un único proceso civilizador, sino que había muchos, sujetos a flujos y
reflujos. El subtítulo es especialmente revelador al reunir los fenómenos sociales y psíquicos, que él
consideraba inseparables. Como dice Dennis Smith, según Elias, "la gente aprende a decir "yo" al
mismo tiempo que aprende a decir "nosotros"". 50 Los procesos que pretendía explicar, eran a la vez
históricos, sociológicos y psicológicos; abarcaba largos periodos de tiempo y quería mostrar la
conexión de los cambios, por ejemplo, en los modales, con otros fenómenos, como las estructuras
políticas y militares, que necesariamente tienen que ver tanto con los individuos como con las
agrupaciones sociales.

Los trabajos recientes sobre Elias han resaltado la interrelación de sus intereses teóricos y
empíricos. Defendió, por ejemplo, la importancia del tráfico bidireccional entre el trabajo teórico y
la observación empírica, al igual que Michael Mann. Además, se señaló que los conceptos de Elias
deberían tratarse como "herramientas heurísticas", es decir, como dispositivos que ayudan a pensar,
escribir e investigar.51

Elias ha tenido una enorme relevancia, sobre todo desde su muerte en 1990. Escribió mucho
sobre el pasado, lo que podría ser razón suficiente para que los historiadores se interesaran por su
obra. Además, sus inquietudes de toda la vida, por ejemplo, sobre cómo sobreviven los seres
humanos, iluminan su tiempo, y los comentaristas destacan su biografía como una clave para
comprender la naturaleza de sus ideas. También podemos utilizar su reflexión, no tanto como una
fuente sobre el pasado, sino como una forma de abordar, entre otras muchas cosas, la naturaleza de
la modernidad occidental. Dada su influencia, lo mejor es entender sus ideas en su contexto, que
incluye no sólo su propia historia personal, por muy vital que sea, sino su posición en relación con
otros grandes pensadores, sobre todo con aquellos con los que mantuvo conversaciones. Trabajos
recientes lo comparan con figuras como Sigmund Freud, Karl Marx, Emile Durkheim y Max
Weber.52 La lista es especialmente llamativa, ya que está compuesta por pensadores que han tenido
una influencia considerable en la práctica histórica. Esta lista es especialmente llamativa, ya que
está compuesta por pensadores que han tenido una influencia considerable en la práctica histórica, y
refuerza lo que se ha dicho en este capítulo sobre la existencia de un cuerpo de trabajo en las
ciencias sociales, definido de forma imprecisa, en el que se basan los historiadores, y que a su vez
está basado en el compromiso y la comprensión de la teoría.

Historia interdisciplinaria

He señalado que, aunque reconozcamos la existencia de distintas disciplinas -de hecho, no tenemos
otra opción al respecto, dada la naturaleza de las instituciones académicas-, muchos de los límites
entre ellas se han puesto en tela de juicio a través de una serie de procesos que tienen que ver con la
política y la moda, además de ser resultado de la transmisión generativa de materiales, enfoques y
teorías entre campos. Sin embargo, estas transmisiones, al igual que los imperativos políticos que
las impulsan, conllevan consecuencias. La historia es ecléctica, de ahí la variedad de sus deudas y la
complejidad de sus relaciones con otras disciplinas. A veces, éstas se entienden mejor en términos
de uso de las teorías; de hecho, la "teoría" puede ser un concepto útil para aclarar las relaciones
entre las disciplinas, pero esto no debería implicar que en la práctica histórica la "teoría" sea algo
aparte. En la actividad de hacer historia, es una presencia constante, se reconozca o no. Y puesto
97

que no podemos escapar de ella, es mejor comprender no sólo su papel en las prácticas históricas
actuales, sino sus orígenes, que se sitúan en un pasado pre-disciplinar.

En virtud de las múltiples relaciones entre las disciplinas expuestas en este capítulo y en el
anterior, se puede deducir que la historia es profundamente interdisciplinar. La "historia
interdisciplinaria" no es una contradicción en los términos. Gran parte de la práctica histórica se
ajusta a esta descripción, se etiquete o no como tal. Esta situación no plantea ninguna amenaza para
la disciplina, sino que revela la ausencia de categorías herméticas, y la materia, los enfoques, los
conceptos y los temas compartidos entre los numerosos campos que se ocupan de la existencia
humana, tanto individual como colectiva. Por ello, es útil reconocer tanto la forma en que se
distinguen los conocimientos entre sí como lo que se puede obtener al aprovechar, y hacer causa
común, con ámbitos ajenos a la "historia" tal y como ésta se define generalmente. La "historia
interdisciplinaria" puede caracterizarse como una forma de práctica histórica que abarca
activamente las complicadas relaciones entre tipos de conocimiento. Desde este punto de vista, no
es algo que se haga porque esté de moda o porque ayude a los historiadores a conseguir fondos para
la investigación, ni tampoco por compromisos teóricos o ideológicos, sino porque funciona bien a la
hora de tratar con cosas humanas complejas y con la curiosidad que esto genera en los historiadores.

Las relaciones entre las disciplinas son, en sí mismas, fenómenos históricos complejos;
conocerlas mejor nos ayuda a reforzar nuestra confianza como historiadores. En los capítulos 3 y 4
he tenido que ser muy selectivo en los campos que he considerado y en los ejemplos que he
utilizado. Pero la forma en que he tratado las relaciones de la historia con sus primos puede
aplicarse en cualquier ámbito. Hay, sin embargo, un aspecto de estos enredos que aún no he
examinado, aunque está implícito en las ideas de Jerome Kagan con las que comenzó el capítulo 3.
Es especialmente relevante para las ciencias sociales, y se refiere a las formas en que el trabajo
académico puede ser útil fuera de la academia y los sistemas educacionales.

¿Mundos reales?

Las ciencias sociales son consideradas "útiles" por los que las practican y por los administradores,
políticos y responsables políticos. Naturalmente, algunas áreas son más susceptibles de aplicar que
otras. En principio, cualquier tipo de conocimiento puede ser socialmente relevante. El uso del
conocimiento sobre la sociedad, para informar a los gobiernos y las políticas, es un fenómeno que
viene de lejos. Por ejemplo, el interés por lo que ahora llamamos demografía es muy antiguo. La
tradición de estudiar la composición de las personas y las formas en que cambian, ha contribuido a
la comprensión de la reproducción y la mortalidad. Esto es relevante para los historiadores que
estudian los cambios a largo plazo.

Cada vez se entiende mejor la contribución que nuestra disciplina puede hacer al bienestar
colectivo. Hasta ahora, han sido las partes de la historia que están estrechamente aliadas con las
ciencias sociales, las que han tenido más éxito a la hora de demostrar su "propósito público". Esto
ha sido posible gracias a que los historiadores estudian temas con una clara relevancia
contemporánea, como la pobreza, la vivienda y el transporte. En estos casos, suelen ser los tiempos
recientes los que centran la atención. La historia y las ciencias sociales también mantienen una
estrecha relación cuando se trata de analizar e interpretar tendencias a largo plazo. Un ejemplo
especialmente claro es el interés por los cambios en el poder económico y político en todo el mundo
a lo largo de varios siglos. Otro ejemplo, es la reflexión crítica sobre los cambios en los patrones de
98

desigualdad, mientras que cualquier análisis de la "globalización", para evaluar las tendencias
económicas y políticas, requiere un aporte histórico. 53

Hay otros aspectos en los que la historia puede ser socialmente útil. Por ejemplo, las
profesiones, como el trabajo social, desean comprender su propia situación histórica. Pueden
utilizar la investigación histórica como parte integral de la formación y el desarrollo profesional. A
los que se dedican a administrar el sistema jurídico -y a ofrecer apoyo a las víctimas- les resulta útil
estar informados sobre las prácticas de la delincuencia para garantizar que las reacciones
emocionales, por ejemplo, ante la vulnerabilidad de los niños estén, en mayor medida, matizadas
por pruebas meticulosamente arraigadas en los registros históricos. El sitio web Historia y Política,
surgió precisamente de la convicción de que los conocimientos históricos podían ser valiosos en el
mundo de la elaboración de políticas y la administración. La idea de que los errores pueden evitarse
estando mejor informados sobre el pasado es un tópico histórico, por lo que es mejor evitar las
simples afirmaciones sobre las lecciones de la historia. Dado que los científicos sociales han tenido
bastante más éxito que los historiadores a la hora de actuar como expertos, cuyos conocimientos y
habilidades son valorados en la vida pública, tenemos mucho que ganar con un conocimiento más
profundo de las ciencias sociales, su historia y su impacto.

Puente

Hemos explorado las relaciones entre la disciplina de la historia y algunos de los campos con los
que está estrechamente relacionada. Estas relaciones nos ayudan a comprender mejor la práctica
histórica. Concretamente, las historias de las ciencias sociales enriquecen nuestra comprensión de
las tradiciones intelectuales en las que nos basamos. Los científicos sociales se ocupan de
cuestiones históricas. No es de extrañar, ya que el pasado es un recurso al que cualquiera puede
recurrir. Le damos una gran variedad de divisiones, que expresan nuestras propias prioridades,
intereses y valores. Lo que generalmente se llama "historia" está íntimamente relacionado con
muchas otras prácticas académicas, y los contornos de estas conexiones cambian con el tiempo y
varían según la especialidad histórica en cuestión, así como geográficamente.

Las fuentes más fructíferas para los historiadores se estudian en campos afines. Al examinar
la historia de la cultura popular, por ejemplo, hay una gran cantidad de material visual. Desde el
punto de vista de la cultura visual, estas fuentes forman parte de la situación histórica e invitan a un
análisis académico.54 Esta atención visual forma parte de las ciencias sociales, así como de las
humanidades. Algunos antropólogos y científicos sociales crean fuentes visuales, como fotografías
y películas, como parte integral de su enseñanza e investigación. Estos documentos pueden inspirar
a los historiadores, para quienes también se convierten en fuentes. Examinaremos el concepto de
documento con más detalle en el próximo capítulo. Al igual que otros materiales, las imágenes, las
películas, las partituras y los objetos, poseen muchas capas de sentido; no dan acceso directo al
pasado, sino que contienen sus propias lógicas y, por tanto, requieren una interpretación cuidadosa.

Pero al comprender una serie de campos de investigación, es posible reflexionar sobre las
fuentes y los retos de cada uno de ellos. Los materiales primarios tienen formas muy diversas. Se
han desarrollado formas especializadas de interpretarlos, a veces a lo largo de siglos, en otros
campos, que invitan a ser considerados por los historiadores. Los límites de las disciplinas pueden
ser ficticias, pero eso no significa que sean triviales o que haya que ignorarlos. Los historiadores
99

pueden aprender mucho de otras disciplinas, pero para ello tienen que conocer algo de su modus
operandi, y eso implica apreciar su historia, así como sus prácticas actuales. No podemos
permitirnos el lujo de ignorar las áreas relacionadas. Al apreciar la variedad de relaciones posibles
entre las disciplinas, podemos llegar a apreciar mejor las nuestras.

CAPÍTULO CINCO

El estatuto del conocimiento histórico

La palabra "historia" puede referirse simplemente a lo que es pasado, pero


también denota un tipo de conocimiento. Aquí exploro los tipos de
conocimiento que producen los historiadores, las formas en que se juzga y
cómo se han desarrollado y se utilizan los criterios para evaluar el
conocimiento histórico. Las comparaciones con otros campos de producción
de conocimiento se muestran útiles.

Historia cuestionada

Todos los fundamentos sobre la función de las disciplinas en las instituciones de enseñanza
superior, otorgan autoridad intelectual a sus resultados. Es útil tener clara la naturaleza de esta
autoridad, indagar en lo que la sustenta y preguntarse por las formas en que el conocimiento
histórico puede ser distintivo. Una explicación de estos asuntos es la siguiente: los historiadores
producen conocimiento del pasado, que obtiene sus materiales de autoridad, la evaluación de las
afirmaciones por parte de expertos, la provisión de un aparato académico transparente para que los
argumentos puedan ser comprobados por otros académicos, la disponibilidad de formación
especializada en enfoques y técnicas, y el cuidadoso análisis de las referencias, calificaciones y
trabajos publicados cuando se hacen los anuncios universitarios. A la hora de publicar, el arbitraje
anónimo garantiza la calidad. Las pruebas que utilizan los historiadores indican lo que ocurrió, por
lo que el conocimiento histórico ofrece una especie de objetividad y, en este sentido, se diferencia,
100

por ejemplo, de la crítica literaria, que implica elementos subjetivos. Aunque los historiadores no
pueden predecir el futuro, sí pueden explicar el pasado y mostrar por qué sucedieron las cosas.
Algunas áreas de la historia, como la cliometría, que utiliza la teoría económica y el análisis
estadístico, son más "científicas" que otras. En general, el objetivo de la disciplina es relatar y
explicar lo que realmente sucedió.

En las últimas décadas, prácticamente todos los aspectos de este relato han sido
cuestionados enérgicamente y, al igual que muchas formas de conocimiento, esta disciplina de la
historia ha sido objeto de un análisis crítico. En capítulos anteriores, se mencionaron algunas de las
tendencias que han aumentado el escepticismo sobre las afirmaciones de conocimiento en general.
Sin embargo, la crítica al conocimiento histórico es especialmente significativa. El sentido del
pasado constituye un elemento importante de la identidad colectiva, para naciones, profesiones,
organizaciones, clases, minorías e individuos. Los relatos históricos son una de las bases sobre las
que se construyen las políticas de los gobiernos y las instituciones. A menudo se apela al pasado
para respaldar la toma de decisiones, sobre todo por parte de gobernantes, líderes y partidos
políticos; arrebatar las aparentes certezas que promete la historia tiene profundas repercusiones.

Los feroces ataques a las afirmaciones de los historiadores, sobre conocer realmente el
pasado, han tenido un impacto reducido fuera del mundo académico, y el uso instrumental de los
argumentos históricos en la vida pública queda sin respuesta. Los políticos y los analistas suelen
tratar el conocimiento histórico como algo no problemático. En consecuencia, las afirmaciones sin
fundamento, que deben distinguirse del "conocimiento histórico", son ampliamente difundidas. En
los círculos académicos, los ataques al estatus del conocimiento histórico han venido en gran
medida, aunque no exclusivamente, de otras disciplinas de las humanidades, que insisten en que
todo conocimiento es producido por partes interesadas. Dado que los historiadores dan importancia
a la calidad de sus conocimientos, estos ataques parecen especialmente amenazadores. No es
responsable ni correcto que los historiadores se encojan de hombros y digan que todo es cuestión de
opinión. Si así fuera, ¿qué distinguiría a la historia de otros campos, de los relatos en los medios de
comunicación, de las afirmaciones casuales sobre el pasado? La disciplina de la historia es
importante; realmente importa lo que se cuenta de los tiempos pasados. De ahí que sea vital confiar
en su credibilidad y cuestionar las afirmaciones erróneas. 1

Normas y calidad

En este capítulo examino las formas de pensar en la calidad del conocimiento histórico. En el
primer caso, los historiadores se fijarán en las formas de conocimiento autorizadas, como las
ciencias naturales. No se trata de una cuestión nueva: durante varios siglos las ciencias han
establecido normas de fiabilidad, y otras se han visto obligadas a emularlas.2 Muchos historiadores
son escépticos al proporcionar criterios adecuados para su campo.3 Hay dos posibilidades. O bien
provienen de fuera de la disciplina de la historia, de tipos de conocimiento que se consideran
especialmente seguros, o bien son específicos de la propia disciplina de la historia, que es lo
suficientemente distintiva como para generar sus propios estándares. En el primer caso, los
historiadores se fijarán en formas de conocimiento muy autorizadas, como las ciencias naturales.
No se trata de una cuestión nueva: durante varios siglos las ciencias han establecido normas de
fiabilidad, y otras se han visto obligadas a emularlas. 2 Muchos historiadores son escépticos en
101

cuanto a la capacidad de las ciencias naturales para proporcionar criterios adecuados para su
campo.3

La afirmación de que la historia es tan segura, epistemológicamente hablando, como la


ciencia, tiene considerables ventajas. Sin duda, ayuda a reivindicar el prestigio y a afirmar el
carácter desinteresado, ya que un conocimiento de tan alta calidad se considera lo más opuesto a
esos fenómenos sospechosos que son la "ideología" y la "opinión". Sin embargo, las propias
ciencias han sido objeto de fuertes críticas, según sus pretensiones de autoridad, distanciamiento y
objetividad son defectuosas. No obstante, sobre todo en el ámbito de la imaginación popular, se
considera que la relación entre la ciencia y la verdad es estrecha, y esto se traslada a las
suposiciones generales sobre los modelos de conocimiento fiable. En los círculos académicos,
gubernamentales y políticos, en los que mucha gente respeta las afirmaciones de la verdad hechas
por los científicos, sigue habiendo una confianza generalizada en la ciencia como paradigma del
conocimiento. Sin embargo, hay una forma alternativa de abordar el conocimiento histórico, que
defiendo en este capítulo, que sugiere que los estándares de fiabilidad se establecen mejor dentro de
la disciplina de la historia para tener en cuenta sus cualidades distintivas. Al fin y al cabo, los
historiadores no estudian la naturaleza de forma experimental, sino las sociedades humanas, sobre
las que no tenemos ningún control y que con demasiada frecuencia sólo nos han proporcionado
pruebas incompletas.

Verdad y veracidad

En el apartado anterior, he planteado las bases para desplazar los argumentos desde el énfasis de la
verdad hacia la credibilidad. Ahora debemos volver al concepto verdadero y considerar su
relevancia para la práctica de la historia. ¿Qué entendemos por "verdad"? 4 El factor de cualquier
respuesta debe ser con el mayor nivel posible de exactitud y precisión. Las definiciones de
diccionario de "verdad" hacen hincapié en los hechos, la realidad, la exactitud y la fidelidad. Hay
fenómenos históricos, como las maniobras militares y los procedimientos gubernamentales, en los
que es posible ofrecer relatos que satisfacen a la mayoría de los comentaristas en cuanto a su
precisión y exactitud dadas las pruebas existentes. En breve abordaremos las complejidades de las
fuentes como pruebas, pero no es discutible afirmar que, con una investigación cuidadosa, se
pueden elaborar relatos de algunos aspectos del pasado cuya idoneidad puede juzgarse
satisfactoriamente. En este sentido, pueden considerarse "verdaderas". Sin embargo, el término
"verdad" también tiene una connotación de exhaustividad, de relato que puede ser absolutamente
satisfactorio desde cualquier punto de vista. Resulta difícil imaginar cómo la escritura histórica
puede cumplir con estos criterios tan estrictos, que implican una sobrecarga distante y abarcadora, y
pruebas capaces de verificar su estatus privilegiado. Esto es sencillamente irreal: ¿cómo es posible
que el trabajo histórico consiga tanto? Igualmente, las pretensiones de verdad parecen equivocadas
porque son arrogantes, ya que aspiran a una omnisciencia casi divina, que simplemente no está al
alcance de los seres humanos. Es saludable reconocer el carácter provisional de nuestro
conocimiento. Sin embargo, de ello no se deduce que la calidad del conocimiento histórico no sea
importante, sino que el concepto de "verdad" no es especialmente útil para evaluarlo.

Se pueden plantear argumentos similares en relación con la "objetividad". El propio término


significa perspectivas imparciales y desinteresadas, que sabemos que son quimeras, sencillamente
102

inalcanzables, sobre todo en un tema en el que la evaluación y la interpretación son fundamentales.


Uno de los problemas del término "objetividad" es que es demasiado tajante y, por tanto, poco útil,
ya que implica la existencia de puntos de vista absolutamente imparciales. Aunque ahora
reconocemos que tales puntos de vista son inalcanzables, el compromiso de evaluar y considerar
cuidadosamente una amplia gama de pruebas sigue siendo valioso, y es fundamental para la práctica
de la historia. Lo contrario de lo objetivo es lo subjetivo, que puede tener connotaciones
peyorativas.5

Implica no sólo la opinión de una persona, teñida de emoción, sino una perspectiva parcial,
no fundamentada y poco fiable. La polarización de la objetividad y la subjetividad es desafortunada,
pues da demasiada confianza a la primera y muy poca a la segunda. También se podría argumentar
que la objetividad es defectuosa porque es fría y distante, mientras que la subjetividad es más cálida
y honestamente humana. El camino del historiador las combina: combina el reconocimiento de que
somos partes interesadas en nuestros estudios, con un claro sentido de cómo hacer que el
conocimiento resultante sea lo más juicioso posible. Mi énfasis en el conocimiento confiable, más
que en el objetivo y veraz, pretende ser realista y honesto. Los historiadores no deben prometer lo
que no pueden cumplir. Por lo tanto, debemos tener claro lo que se puede cumplir.

Maneras de conocer

Puede que una parte del problema se refiera al propio término "conocimiento". El uso de la misma
palabra, en relación con una amplia gama de disciplinas, indica que existe compatibilidad entre
ellas. En lugar de clasificar los campos en una sola escala según la supuesta calidad del
conocimiento que producen, sería mejor pensar que cada uno posee su propia combinación en
formas de conocimiento. En otras palabras, podríamos pensar en los conocimientos. Después de
todo, es evidente que el "conocimiento" tiene varios significados, como conciencia, información,
comprensión, entendimiento, explicación y sabiduría, y que éstos implican distintas relaciones entre
los conocedores y los conocidos. Hay un mundo de diferencia entre la "información", es decir, los
datos y los hechos, y la "comprensión", que implica la capacidad de construir un sentido de lo que
motivó a los actores históricos. Es inevitable que no haya consenso sobre el equilibrio deseable
entre estos aspectos del conocimiento dentro de la práctica histórica. La fuerte identificación con
personas del pasado, es considerada por algunos como sospechosa, porque implica un compromiso
emocional que nubla la capacidad de emitir juicios, mientras que para otros es una necesidad
política porque permite respetar y representar con simpatía puntos de vista hasta ahora ignorados.

Es fácil reconocer que hay cosas que conocemos con distintos grados de certeza. No hablo
de clasificar campos enteros en una escala, sino de piezas de información. Cuando se trata del
comportamiento humano, la dificultad de alcanzar altos niveles de certeza no es un secreto.
Tomemos el ejemplo obvio de la mentira. La gente miente con bastante frecuencia; a veces es
consciente de ello, otras veces no. Es bastante difícil demostrar que alguien ha mentido -los
procesos legales serían considerablemente más sencillos si la mentira fuera más susceptible-. 6
Todos los historiadores escrupulosos confían en que las pruebas pueden ser engañosas y se
esfuerzan por incorporar formas adecuadas de conciencia en sus prácticas. La fuerza de los
argumentos históricos dependerá de las pruebas disponibles -su naturaleza, calidad y cantidad-, así
103

como de las habilidades del historiador. De ahí que, a la hora de reflexionar sobre el estado del
conocimiento histórico, la complejidad de las fuentes y su interpretación es una cuestión central.

No hay nada particularmente arcaico en estos puntos, de ahí mi énfasis en el sentido común
como guía. Naturalmente, se puede y se debe formar a las personas para que tengan un pensamiento
crítico, pero se trata de perfeccionar técnicas que ya forman parte de la vida cotidiana. El punto es
perfectamente obvio si consideramos por un momento las ideas de credibilidad y confianza. ¿Cómo
se decide si alguien o algo es fiable? Está claro que la coherencia es vital; si una persona hace diez
afirmaciones, todas ellas corroboradas por otras pruebas, se trata de un alto nivel de coherencia y
confiabilidad. Supongamos que otra persona tiene un porcentaje de éxito mucho menor y que hay
que elegir entre los relatos contradictorios de estos dos individuos: el primero parece una apuesta
mucho mejor. Por supuesto, no hay garantía de que esta vez sigan siendo fiables, pero parece una
hipótesis naturalmente más creíble. Cuantos más testigos independientes corroboren ese relato, más
fiable podrá considerarse. De ahí que una parte fundamental del oficio de historiador consista en
buscar y luego evaluar una variedad de relatos y diversos tipos de pruebas.

Podría haber expresado este argumento en cuanto a la verdad, pero precisamente porque el
término sugiere un relato final y completo, resulta erróneo, a menos que "verdadero" vaya siempre
entre comillas, lo que resulta irritante para los lectores. La importancia de la fiabilidad es, más bien,
la confianza, que puede establecerse de diversas maneras. 7 Sin embargo, al final, la decisión de
confiar en un individuo, una institución, una fuente o cualquier relato histórico depende de la
ponderación de una serie de factores y de un juicio final basado en la experiencia previa, las
preferencias políticas, etc. Estos juicios, por su propia naturaleza, tienen un componente emocional.
Por ello, los relatos que compiten entre sí sobre la República de Weimar, la Revolución Francesa o
la Guerra Fría no pueden evaluarse según criterios racionales. La valoración del historiador
dependerá necesariamente de cuestiones tales como si está predispuesto, en el caso de "1789", a ser
crítico con el antiguo régimen o a simpatizar con las dificultades de la monarquía francesa, a ver
que la clase subyace a la agitación política, a considerar la revolución como un proceso progresivo,
el presagio del orden moderno, o una erupción de brutalidad innecesaria. Se trata de puntos de vista
opuestos con una fuerte dimensión moral; cada uno de ellos puede argumentarse de forma más o
menos convincente, con pruebas más o menos convincentes. A la hora de emitir un juicio definitivo
sobre un relato histórico, es fundamental el grado de confianza que nos suscite, así como el grado
de simpatía que sintamos por su planteamiento general.

Me he referido a las "pruebas" y a las "fuentes" como si fueran más o menos lo mismo, pero
tienen connotaciones distintas. Las fuentes son simples materiales "en bruto" de cualquier tipo.
Tienen el potencial de influir en un problema histórico, pero siempre es necesario mostrar con
precisión cómo lo hacen. Llamar a algo "prueba" implica que se ha demostrado su relevancia: la
prueba da testimonio de un problema. En cierto sentido, las "pruebas" son un concepto filosófico: si
pido pruebas de algo. Tengo un conjunto de problemas lógicos en mente, a los que se referirá lo que
consideremos "pruebas". El uso de las pruebas en el ámbito jurídico puede ser una analogía útil. En
un sistema acusatorio, cada parte tiene que aportar las pruebas que considere más convincentes para
su caso, y el jurado tiene que evaluarlas todas y llegar a un veredicto, igual que hacen los
historiadores. El hecho de que una proporción significativa de las condenas penales se consideren
"inseguras", ilustra claramente lo extremadamente complejo que es todo el proceso. Como
concepto, las "pruebas" llaman la atención sobre la necesidad de demostrar los puntos de una
manera que resulte convincente para la comunidad de creencias pertinente. Las afirmaciones sobre
104

el conocimiento adecuado se negocian socialmente y, en consecuencia, surgen criterios de juicio


que varían con el tiempo, el lugar y las circunstancias; en consecuencia, la naturaleza y el estatus
del conocimiento histórico no pueden ser constantes.

Hay otro término que hay que considerar en relación con la fiabilidad de la historia: el
documento. A algunos historiadores les gusta subrayar la importancia de los documentos a la hora
de argumentar sobre el pasado. El término "documento" se refiere a un tipo especial de fuente
primaria, una relación directa con lo que se está estudiando. Los certificados de nacimiento,
matrimonio o defunción, los pasaportes y las visas, las transcripciones de los procedimientos
judiciales, las cartas y los telegramas, las cartas y los testamentos cuentan como tales. Estos
ejemplos parecen fuertemente fácticos, especialmente fiables, sin que su estatus documental sea
controvertido. El verbo "documentar" significa dejar constancia de los fenómenos y, por ende,
generar un relato fidedigno y auténtico de los mismos; de ahí una de las nociones de "documental",
cuando se ut
iliza para referirse a películas, programas de televisión y fotografías. En realidad, todos estos
registros están muy mediatizados; pasan necesariamente por la mente de agentes humanos, que
seleccionan, alteran y cometen errores, es decir, transforman y traducen.

Los documentos también pueden engañar. Inevitablemente, algunos son más fiables,
parecen menos intervenidos que otros, pero todos, por su propia naturaleza, son, no obstante,
mediaciones. A pesar de nuestra comprensión intelectual de sus limitaciones, seguimos depositando
una confianza especial en algunas categorías de documentos, teniendo fe en las fuentes que parecen
"auténticas". Es posible que los hábitos de querer -incluso necesitar- creer en la posibilidad de que
los relatos históricos sean verdaderos estén arraigados. También puede ser que un escepticismo
generalizado sobre la naturaleza de nuestras fuentes vaya a contracorriente, es desestabilizador
reconocer lo poco que se puede recuperar del pasado. Una visión más crítica de lo que pueden saber
los historiadores ha generado inquietud entre muchos profesionales. La crítica inquieta. Por otra
parte, no se debe permitir que los temores provocados por una posición escéptica se conviertan en
afirmaciones de que toda la disciplina está amenazada por enfoques que socavan el estatus del
conocimiento histórico. Es preferible reconocer las complejidades y las tensiones que el
pensamiento actual sobre la disciplina de la historia ha generado, y comprometerse con ellas con
calma, para luego evaluar en qué consisten sus verdaderos puntos fuertes.

Las complejidades epistemológicas de la historia pueden enfocarse con mayor precisión a


las nociones de "documento" y "documental". Ya he mencionado que uno de los significados de
estas palabras hace hincapié a los registros confiables y sólidos. Pero hay otro significado
igualmente revelador: el testimonio personal. Dentro de los movimientos del documental, se ha
hecho hincapié en proporcionar un relato visual y auditivo preciso, pero esto no es incompatible con
un punto igualmente notable: su compromiso con la expresión de las perspectivas individuales,
tanto de los sujetos como de los cineastas. 8 De hecho, gran parte del trabajo documental ha tratado
de dar voz a aquellos que generalmente están fuera de las élites establecidas, a quienes se les
permitió hablar de manera convincente.

Hay un concepto, ciertamente difícil y resbaladizo, que une estos significados


aparentemente divergentes: la autenticidad. Los dos significados de "documental" son dos facetas
de lo que se entiende por "auténtico": genuino y personal. La autenticidad es una categoría
problemática en la práctica histórica y es correcto ofrecer una crítica de la misma, nada de cómo,
105

incluso en trabajos aparentemente sofisticados desde el punto de vista político, puede no sólo estar
presente, sino que se comercia con ella, a veces de forma emocionalmente manipuladora. La
autenticidad puede implicar afirmaciones de la verdad que están arraigadas a las emociones,
especialmente las relacionadas con el sufrimiento, y que no son totalmente susceptibles de
argumentar o evaluar. Esta ha sido una característica de la historia de las mujeres, y en la historia
oral también era evidente. El uso de las narraciones de los esclavos sería otro ejemplo, en el que
sentimos que se ha aprovechado una fuente especialmente vibrante, que ofrece voces frescas, antes
marginales y emocionalmente poderosas. 9 Cuestiones similares se plantean en relación al
Holocausto.10 Comparto esas respuestas emocionales, aunque soy consciente de que debemos
someterlas a estudio. Las reivindicaciones de autenticidad son problemáticas si conceden privilegios
en gran medida por motivos emocionales. Los testimonios de primera mano por los marginales, por
ejemplo, pueden ser realmente inspiradores y frescos, pero la memoria es una facultad notoriamente
traicionera. De ahí que sea vital tener claro qué pueden y no pueden revelar esos relatos y esforzarse
por evitar el sentimentalismo.

Veamos un ejemplo concreto. Durante el periodo de entreguerras en Estados Unidos se


produjo un enorme interés por las técnicas documentales, en gran parte patrocinado y financiado
por el gobierno. Las actividades de la Far Security Administration (FSA), que encargó fotografías
de las condiciones de los granjeros blancos pobres del sur, son un ejemplo de ello. 11 De hecho, estas
conmovedoras imágenes, al igual que la novela de John Steinbeck, The Grapes of Wrath (1939), y
la ampliamente aclamada película realizada al año siguiente, se han convertido en un emblema de la
época y son utilizadas con frecuencia por los historiadores como "documentos". Aunque no fue
financiado por la FSA, el controvertido libro de James Agee y Walker Evans, Let Us Now Praise
Famous Men (1941), formó parte de esta tendencia y las extraordinarias fotografías de Evans han
sido ampliamente utilizadas por los historiadores. Sus fotografías son poderosas porque, al igual
que Agee, se identificaba mucho con las familias con las que vivían durante meses. Además, a
diferencia de otros fotógrafos documentalistas, Evans no pretendía que posaran, sino que los
animaba a arreglarse. Los resultados son intensamente conmovedores porque parecen ofrecer,
simultáneamente, una visión noble y sombría de la vida de sus sujetos. No obstante, debemos ser
escépticos sobre lo que podemos "saber" como resultado de tales actividades documentadas. Las
fotografías, por ejemplo, pueden imprimirse de muchas maneras, recortarse, alterar su tamaño,
ponerles varios títulos o ninguno, todo lo cual afecta a su impacto emocional. Además, dado que
son intensamente personales, no está claro que se pueda obtener una visión general de ellas. Sin
embargo, transmiten algo extremadamente significativo a nivel emocional, hasta el punto de que "la
Depresión" y este tipo de fotografía documental se han convertido prácticamente en sinónimos. 12

Hay muchas formas de saber; a veces se enredan tanto que es difícil aclarar las pretensiones
epistemológicas que conllevan. He mencionado estas diversas formas refiriéndome a nociones
como información, perspicacia, explicación, comprensión y sabiduría, todas ellas vinculadas al
conocimiento de alguna manera. Mientras que la recopilación de información implica la recolección
y organización de datos, la sabiduría sugiere la acumulación de experiencia humana y la capacidad
de distinguir y captar sus principales pautas. Las disciplinas varían en el valor que dan a estas
formas de conocimiento. Lo que hace que el estatus del conocimiento histórico sea un asunto
complejo, es su sutil combinación de todas ellas. Por lo tanto, siempre debemos desconfiar de las
fórmulas simples y las definiciones generales, y aceptar que el gusto, al igual que la moda,
desempeña un papel en la formación de juicios sobre la historia que consideramos "buena" o
"mala". Sin embargo, esto no significa que no existan criterios generales de juicio. Además, las
106

diversas formas de conocer pueden manifestarse en diversas formas de escribir; al evaluar la calidad
del conocimiento histórico, generalmente lo hacemos a través de los textos, por lo que los juicios
literarios están inevitablemente implicados.

Evaluación de los escritos históricos: Fuentes

Los criterios para juzgar la validez de los escritos históricos están relacionados con el uso y la
interpretación de las fuentes, la idoneidad y eficacia de los marcos conceptuales y las características
del propio escrito. En el primer caso, resulta útil disponer de una lista de comprobación para evaluar
la forma en que se han utilizado las fuentes. Hay que tener en cuenta que las "fuentes" son una
categoría intrínsecamente heterogénea, por lo que la lista debe ser flexible. La subdivisión más
básica es entre fuentes primarias y secundarias, que, aunque parece sencilla, puede ser bastante
borrosa, como ya hemos señalado.

Recapitulando, el término "fuente primaria" abarca todos los documentos originales


producidos en la época que se estudia, lo que conlleva a que sean testigos directos de los
acontecimientos, personas, procesos, etc., de ese momento. Además, "primaria" indica que no ha
pasado por la mente de otro historiador. Según una definición básica de las fuentes "secundarias",
son los escritos de otros académicos, no necesariamente historiadores, sino cualquiera que haya
comentado una situación histórica, posiblemente utilizando fuentes primarias, sin ser partícipe de
ella. Sin embargo, un momento de reflexión revela que tales definiciones son demasiado simples.
Lo que es una fuente primaria para un proyecto puede ser una fuente secundaria para otro, y
viceversa. El periodismo es un buen ejemplo: como comentario, podría considerarse una fuente
secundaria, pero se convertiría en primaria para quienes estudian la historia de los medios de
comunicación. De ello se desprenden dos puntos: el estatus de las fuentes cambia en función del
proyecto de investigación en cuestión, y la distinción entre primarias y secundarias es menos
importante que una evaluación general de su relevancia para un trabajo de investigación específico
y de lo bien que se utilizan. En ambos casos, el modo de producción de una fuente determinada
requiere un análisis. En otras palabras, no hay que convertir las fuentes "primarias" en un fetiche,
sino utilizar todas las que sean útiles. Una vez localizadas las fuentes que son especialmente
valiosas para un proyecto determinado y habiendo adquirido un claro sentido de cómo se relacionan
con él, los historiadores suelen encontrarse con diversas fuentes que generan conocimientos más
poderosos que centrarse en un solo tipo.

Tomemos el ejemplo de la biografía: al escribir una biografía general, aunque el sujeto


haya publicado mucho, sería esencial examinar también su obra inédita y, sobre todo, los registros
íntimos, como cartas y diarios, así como los comentarios de diversos amigos, conocidos, colegas,
parientes, etc. Para un estudio de la imagen pública de un individuo, su reputación, el periodismo y
otras representaciones del mismo, se convierten en fuentes privilegiadas y lo que la gente dijo e
hizo en privado es menos relevante, excepto en la medida en que configuró las percepciones
públicas. Una biografía intelectual pondría más énfasis en la educación, las instituciones, las redes y
los logros, recurriendo así a diferentes conjuntos de materiales. Una biografía popular podría
basarse en obras publicadas anteriormente y en fuentes que relatan anécdotas de la vida del sujeto
para aportar "color" histórico.
107

Juzgar qué fuentes son relevantes para un determinado trabajo de investigación es todo un
arte, y a menudo un trabajo sobresaliente deriva de un uso imaginativo de las que a primera vista
son obvias. De cualquier escrito histórico hay que preguntarse por los materiales utilizados, cómo se
han seleccionado, si se han estudiado en su totalidad o sólo en parte, y si se han interpretado de
forma coherente. ¿Es el resultado derivado u original, y se han tenido en cuenta las limitaciones y
particularidades de las fuentes? Estas preguntas sugieren la necesidad de un contexto al evaluar
cualquier pieza de la historia. ¿Cómo es posible responder a las preguntas si no se dispone de otras
piezas para compararlas? De ahí que el uso de fuentes secundarias sea tan vital como el de las
primarias. Hay que determinar si el autor conoce y se compromete con los trabajos relevantes de
otros especialistas. Sin embargo, decidir qué es "relevante" nunca es sencillo. Hay que considerar si
los autores tuvieron en cuenta las ideas recientes, si reconocen sus deudas de forma responsable y
con suficiente detalle. Para ello es necesario examinar cuidadosamente las notas a pie de página,
que son tan reveladoras como el texto principal, ya que dejan al descubierto no sólo los materiales
utilizados, sino el enfoque del autor, sus deudas teóricas y su linaje intelectual. 13

La quimera de la exhaustividad

En este punto, quiero explicar una problemática que siempre está al acecho de las preguntas sobre la
selección y el uso de las fuentes. Existe una fantasía generalizada entre los historiadores y sus
lectores sobre la exhaustividad en la disponibilidad de materiales digitales. Así, si se escribe sobre
un individuo, se espera que el autor lea "todo" sobre él, aunque en algunos, esto es simplemente
imposible. Si tomamos temas más amplios, la cuestión queda aún más clara. Sin embargo, la idea de
perder algo genera una ansiedad comúnmente experimentada por los historiadores profesionales.
Queremos, de hecho, se espera de nosotros, que mostremos una especie de dominio de nuestros
campos y de los temas que hemos elegido. Nos preocupa constantemente encontrar lagunas en
nuestras lecturas. Es inevitable que el objetivo de la exhaustividad no sea realista, sobre todo
porque, a medida que el mundo de los estudios se amplía, hay mucho más que digerir. Hay que
distinguir entre la información nueva y las nuevas interpretaciones, y entre los escritos que pueden
cambiar un proyecto de investigación y los que no. La evaluación de la calidad, por tanto, es de
suma importancia, aunque resulte especialmente difícil en la era digital.

Las únicas formas de avanzar, es la selección cuidadosa, la reflexión y la apertura de los


criterios de selección, y el uso de evaluación establecidas. Por "establecidas" me refiero, por
ejemplo, a las técnicas asociadas a las prácticas de las notas académicas a pie de página, que
incorporan controles de calidad indispensables en la vida académica. Lamentablemente, esto es sólo
una solución parcial, ya que el enorme crecimiento del número de publicaciones hace que los
académicos puedan encontrar en las notas a pie de página trabajos a los que no pueden acceder.
Sencillamente, no es factible comprobar cada elemento de cada nota a pie de página que se lee para
evaluar su calidad. En cualquier caso, las lenguas de las cuales disponen los historiadores son
siempre un factor limitante. No obstante, los principios básicos son válidos. Se basan en la apertura
de las fuentes, los procedimientos al estudio de los demás y el uso de trabajos de calidad
comprobada. El objetivo de leer y trabajar de forma exhaustiva es, en cierto sentido, digno; implica
el propósito que ayuda a elevar la calidad del conocimiento histórico. Pero como la exhaustividad
puede ser tan difícil, si no imposible, de alcanzar, también puede convertirse en un objetivo
paralizante. Existen libros de "última palabra", libros tan completos y minuciosos que inspiran un
108

respeto especial.14 La producción de tales volúmenes requiere una enorme inversión de tiempo, que
incluso los académicos más dedicados pueden ser incapaces de ofrecer o no estar dispuestos a
hacerlo. De ello se deduce que la calidad del conocimiento histórico no puede juzgarse con criterios
estrictos, sino que debe evaluarse contextualmente, en función de los objetivos, los requisitos
institucionales, las opciones intelectuales, las limitaciones genéricas, etc., que se imponen al autor
de un escrito determinado. Naturalmente, los críticos, como los encargados de reseñar los libros,
tienen derecho a debatir el valor más amplio de estos objetivos y las formas de selección que tienen.

Evaluación de marcos

Al pasar a la siguiente serie de criterios para juzgar la validez de los escritos históricos, resulta
evidente que las dudas en torno a los marcos conceptuales y a las fuentes están entrelazadas. El
"marco" sugiere la estructura intelectual que da forma a cualquier relato, el esqueleto al que se unen
las partes blandas del cuerpo. Es probable que esta estructura esté compuesta por afirmaciones
teóricas, enfoques que el autor considera generativos y supuestos básicos, algunos muy arraigados,
y por tanto menos susceptibles de inspección crítica. Por lo general, el marco conceptual elegido,
tiene una gran influencia sobre las fuentes utilizadas y viceversa. Es esencial que el marco y los
materiales se ajusten a la perfección. Los lectores deben juzgar si los conceptos clave del marco
elegido se han explicado adecuadamente y si se ha justificado su uso. Resulta útil que los autores
revelen por qué han elegido un marco en lugar de otro, y cuáles son los puntos fuertes y las
deficiencias de los que se oponen a él. El grado de claridad en un marco puede depender del género
histórico de que se trate, ya que evaluamos los distintos tipos de escritos académicos de forma
bastante diferente. Por ejemplo, en los artículos de revistas, en los que hay limitaciones de longitud
y una expectativa de originalidad, es necesario plantear el problema histórico que aborde con
rapidez y destreza. La claridad del enfoque es primordial. También es cuestión de gusto si las
cuestiones conceptuales y teóricas se abordan directamente o se dejan entrever a través de
argumentos y ejemplos.

Las publicaciones y los libros pueden tener un público diferente, al igual que los diversos
temas y estilos históricos. Las suposiciones sobre los lectores dan forma a todos los textos. Así
pues, el estatus de un conocimiento histórico está ligado al tipo de escritura a través del cual se
articula, es decir, tanto el género como las audiencias implícitas. Cuando un marco es
particularmente distintivo y explícito, entonces el estatus de la pieza en la que se utiliza es probable
que esté vinculado a la estima que se tiene el propio marco. De ahí que un artículo marxiano
"directo" se vea con bastante más escepticismo que hace unas décadas, porque se piensa que el
propio marco está, si no exactamente obsoleto, al menos debilitado en su capacidad crítica. La
evaluación del trabajo histórico se ve con demasiada frecuencia afectada por las reacciones de las
modas intelectuales. En contraste con el marxismo, el psicoanálisis ha disfrutado de un enorme
aumento de su condición intelectual en los últimos tiempos, al menos en algunos campos y para
ciertos lectores. Ciertamente, existen numerosas formas de teoría psicoanalítica, así como diversas
maneras de aplicarla al pasado. Aunque toda su base ha sido criticada, también es ampliamente
valorada -una situación que podría cambiar fácilmente-. La mayoría de los historiadores, sin
embargo, no adoptan un marco preexistente al por mayor, sino que construyen el suyo propio de
forma pragmática. Cualquiera que sea su génesis, los marcos al por mayor deben ser evaluados caso
por caso y sólo pueden ser evaluados en sus contextos más amplios.
109

Juzgando la escritura

Una tercera forma de evaluar un relato histórico, es como una pieza de escritura. Es una pena que a
los estudiantes de historia rara vez se les enseñe a escribir o se les muestren los efectos del estilo
literario en las respuestas a los textos académicos. Pero no cabe duda de que, al igual que la
escritura aburrida desanima a la gente, la prosa viva y convincente aumenta las sensaciones de los
lectores. Hay que valorar la capacidad de encontrar símiles adecuados, metáforas llamativas y
analogías reveladoras. De hecho, una redacción eficaz es parte integral del propio conocimiento
histórico. Dos ejemplos de estos puntos son reveladores. El primero es el papel de la narrativa,
concretamente de los relatos a gran escala, que no se limitan a contar una historia compleja, sino
que integran cantidades considerables de pruebas distintas en un texto plausible y satisfactorio. Se
trata de una empresa extremadamente difícil, y no hay que olvidar que, como forma de escritura, el
llamado "gran relato" ha perdido el favor de algunos historiadores, que lo consideran
ideológicamente sospechoso. Al mismo tiempo, otros historiadores están escribiendo, y con gran
éxito, a gran escala. Las grandes historias tienden a atraer a los historiadores, y a los lectores, que
no son estrictamente académicos. La difunta Barbara Tuchman es un ejemplo de ello: ganó dos
veces el prestigioso Premio Pulitzer y escribió sobre una extraordinaria variedad de temas. The
March of Folly: From Troy to Vietnam, por ejemplo, explora un tema importante - "la búsqueda por
parte de los gobiernos sobre políticas contrarias a sus propios intereses" - a lo largo de muchos
siglos. The Sleepwalkers, de Christopher Clark, es un ejemplo más reciente. 15 Una escritura
excelente y un lienzo generoso son una combinación potente. La integración de la calidad literaria,
las nuevas ideas y un enfoque general convincente conmueven a los lectores.

El segundo ejemplo de la importancia en la calidad de la escritura, es evidente cuando los


historiadores tienen la capacidad de evocar imágenes vívidas en la mente de los lectores. Esto suele
lograrse mediante una combinación de descripciones y anécdotas. 16 La buena escritura histórica
utiliza los detalles de manera estratégica para favorecer la comprensión. La palabra "descripción"
puede inducir a error, ya que a veces se interpreta como una actividad intelectual de bajo nivel que
se limita a contar lo que hay. En realidad, una descripción eficaz requiere una gran habilidad;
contribuye al argumento seleccionando, los detalles pertinentes y, cuando se hace bien, hace que los
lectores pasen sin problemas al análisis. Un relato breve, pero vivo, o una descripción evocadora
pueden ofrecer una síntesis contundente de un amplio punto histórico. Hace que el pasado cobre
vida, lo hace inmediato e interesante, y ayuda a los lectores a construir imágenes mentales, es decir,
proporciona placer y comprensión.

Hay una serie de recursos, como las imágenes, los mapas, los diagramas y las técnicas
gráficas, para hacer que el pasado sea real para el público. La recreación histórica es otro de estos
recursos. Así, por un lado, tenemos movimientos de historia real, en los que la gente se disfraza y
realiza comportamientos característicos de otras épocas, y por otro, tenemos una magnífica escritura
que conduce a los lectores a nuevas ideas y les ayuda a construir un sentido más sistemático de los
procesos históricos. Se trata de dos nociones diferentes de conocimiento histórico, aunque ambas
pueden basarse en fuentes visuales y tangibles. Estos recursos están dirigidos a públicos diferentes,
lo que debería llevarnos inmediatamente a pensar, una vez más, en diversos tipos de conocimiento
histórico. El primero se dirige a los niños, cuyo interés y capacidad de comprensión del análisis
110

abstracto es forzosamente limitado. La recreación, que puede implicar un compromiso muy


elaborado con el pasado por parte de los participantes adultos, está creciendo en popularidad como
actividad de ocio.

Hay que hacer una observación general sobre el estatus del conocimiento histórico.
Comunicamos los relatos del pasado a través de la palabra escrita, y es por este medio por el que se
juzga la "historia". Sin embargo, el hecho de ver algo de manera directa, goza de un reconocimiento
especial: esa es la premisa de la historia viva, los documentales de televisión, el teatro y la mayoría
de las ilustraciones de las publicaciones históricas. Las reconstrucciones elaboradas en las películas
de ficción reciben un trato similar. Algunos académicos reconocen (racionalmente) que este estatus
es discutible, aunque el atractivo (emocional) de las imágenes y las reconstrucciones permanece
inalterado, y se asume que proporcionan a su audiencia algún tipo de "conocimiento". 17 A medida
que los historiadores se comprometen plenamente con las pruebas visuales y materiales, y exploran
el papel de los sentidos y de la experiencia en la práctica histórica, el debate sobre el estatus del
conocimiento histórico tendrá que adaptarse y tener en cuenta estas tendencias.

El conocimiento histórico, dentro del ámbito académico, se construye minuciosamente por


diversos medios. Evaluar su calidad implica ser consciente de cómo funcionan estos procesos, lo
que incluye el uso de dispositivos retóricos, que los integran, y valorarlos críticamente para evaluar
su impacto. La calidad de la escritura histórica es absolutamente fundamental para su capacidad de
persuasión, y he indicado que ésta se basa en la capacidad de describir y utilizar ejemplos bien
elegidos que evocan mundos pasados. En sus escritos, Olwen Hufton examinó a los pobres de la
Europa moderna temprana y la vida de las mujeres de todo tipo, especialmente en relación a sus
actividades religiosas y benéficas.18 Utilizando su amplia experiencia en materiales de archivo,
despliega los ejemplos más reveladores, apropiados y conmovedores, y la calidad de su escritura
sugiere una gran capacidad para entender el pasado desde el punto de vista de los menos
privilegiados. Al mismo tiempo, las reacciones de los lectores son personales; al igual que no puede
haber consenso sobre quiénes son los "mejores" escritores de ficción, nunca puede haber
unanimidad sobre la calidad de los escritos históricos. Tal vez, las consumidoras respondan con
especial agrado a Hufton, porque sus escritos tocan temas con los que muchas mujeres se
identifican.19 Además, y esto es cierto para todos los grandes escritos históricos, Hufton muestra una
firme percepción de cómo funcionan los seres humanos, que se hace evidente en los marcos y las
fuentes elegidas, así como en la propia escritura. Un relato histórico que hace suposiciones
simplistas sobre la motivación, por ejemplo, podría estar técnicamente bien informado y
profundamente investigado, pero no podría obtener un amplio apoyo porque no es, a nivel humano,
verosímil.

No hay acuerdo sobre estas cuestiones; sigue siendo un hecho triste de la disciplina que las
hipótesis sean crudamente reducidas sobre la primacía del interés propio, en la naturaleza humana y
en la explicación histórica, son comunes. El contraste con una historiadora como Natalie Zemon
Davis no podría ser más evidente. En sus discusiones sobre la historia de Martin Guerre, por
ejemplo, subraya continuamente las complejidades de la imposición moderna temprana y de las
formas contemporáneas de identidad que se esconden tras ella. Reconoce que la motivación es
incierta y cambiante; a veces hay que especular sobre ella si se quiere discutir. Sin embargo, no
levanta las manos en señal de desesperación ni se retrae del reto de hacer lo que se puede hacer, es
decir, lo que permiten las fuentes, nuestra imaginación histórica, la buena escritura y los
conocimientos acumulados de la disciplina.20
111

Explicación

En este capítulo exploro la naturaleza del conocimiento histórico y señalo que, al analizarlo, entran
en juego muchos factores, y que para juzgar su solidez se requiere un amplio conocimiento de la
práctica histórica. Un concepto clave en los debates sobre el conocimiento es el de "explicación".
Los filósofos comparan y evalúan las formas de conocimiento generadas en diferentes campos,
invocando a veces las ciencias naturales como modelo. El término "explicación" es complicado e
ineludiblemente no hay acuerdo sobre lo que constituye una explicación adecuada, ni en términos
generales ni en casos particulares.21

Analicemos brevemente lo que se entiende por "explicación". Las definiciones de los


diccionarios afirman que se trata de hacer comprensibles los fenómenos, dilucidarlos y darles razón.
Los historiadores realizan todas estas operaciones. Relatan lo que ha sucedido de tal manera que las
preguntas sobre el pasado reciben respuestas creíbles y se aclara el significado de los fenómenos
históricos. En otras palabras, la explicación es una forma de interpretación. A lo largo de La
Historia en Práctica propongo que las interpretaciones históricas surgen de una sutil mezcla de
elementos distintos, como las fuentes seleccionadas, la forma de utilizarlas, los contextos en los que
trabajan los historiadores, su formación, sus compromisos y su visión del mundo. La "explicación"
implica un proceso más riguroso y, lógicamente exigente, que la "interpretación". El término
"explicación" puede utilizarse para analizar las formas de conocimiento, para evaluar la forma en
que determinadas disciplinas abordan los fenómenos que estudian, para comparar la calidad y los
tipos de relatos que ofrecen. Son ejercicios filosóficos importantes. Sin embargo, los debates
abstractos tienden a restar importancia a dos cuestiones significativas. En primer lugar, he señalado
que no hay acuerdo sobre lo que constituye una explicación satisfactoria. Esto se debe a que existen
diferentes puntos de vista sobre dónde debe estar el punto de reposo en cualquier explicación dada.
Estas diferencias se deben a compromisos teóricos, preferencias estéticas, ideologías, creencias, etc.
En segundo lugar, el grado adecuado de una explicación depende no sólo de cómo se hayan
formulado las preguntas originales, sino de los destinatarios de las respuestas. Estas diferencias se
hacen patentes si comparamos los libros de historia dirigidos a cada etapa del proceso educativo, o
la presentación de los argumentos históricos en las monografías con los que se dan en los museos.

Tradicionalmente, los historiadores han tratado de explicar los orígenes y la naturaleza de


los principales patrones de cambio y ofrecer explicaciones de ellos. 22 De ahí la popularidad en las
preguntas de examen que piden a los estudiantes que evalúen dos explicaciones diferentes de un
evento como si fueran mutuamente excluyentes. El trabajo de los historiadores, podríamos decir, es
mostrar por qué ocurrió el Renacimiento, la revolución china, el colapso del Imperio Romano, etc.
No comencé el capítulo con estas preguntas, porque primero quería construir una idea de cómo se
pueden evaluar los relatos históricos y demostrar que esto siempre ocurre en un contexto. Los
elementos principales de este contexto, como he indicado, incluyen fuentes disponibles, otros
relatos históricos, suposiciones sobre la naturaleza humana, las audiencias objetivo y la moda
historiográfica. La moda historiográfica cubre mucho, incluidas las ideas sobre evidencia y
explicación.

Una tendencia historiográfica pertinente, es la pérdida de confianza en las explicaciones


causales, en la capacidad de dar respuestas claras a las preguntas "por qué", que se ha producido en
112

el último medio siglo aproximadamente. Los tipos de historia realizados se han ampliado
enormemente, lo que ha dificultado la tarea de decidir cuáles fueron los principales cambios en el
pasado, es decir, dónde buscar las "causas" más significativas. También existe un mayor desafío
explicativo una vez que aceptamos que los distintos tipos de cambio se producen a ritmos diferentes
-algunos cambios políticos pueden producirse con extrema rapidez, mientras que las mentalidades
se alteran lentamente-. Ya no pensamos que las causas sean políticas, económicas o sociales, sino
que tendemos a verlas todas en acción, y a encontrarlas vinculadas entre sí y con los cambios
culturales, con los cambios en las formas de entender y sentir el mundo. En otras palabras, las
jerarquías convencionales de explicación ya no parecen tan creíbles como antes. Tampoco nos gusta
la idea de apelar a una sola causa o a un solo tipo de causa, sino que preferimos trazar una amplia
gama de factores. De ahí que preguntas como "¿fue la Revolución Rusa causada por más factores
económicos que políticos?" hayan llegado a parecer absurdas, inventadas para su uso en los
exámenes, y no dirigidas a una reflexión profunda. Cada vez nos intrigan más los cambios mentales
que acompañan a los políticos y económicos, que son, por su propia naturaleza, más difíciles de
determinar. La confianza en la explicación causal, según la cual una cosa ocurre primero y después
produce un efecto que puede vincularse a ella, se ha visto afectada. Parece demasiado ordenada y
unidimensional. Hay tres cuestiones interrelacionadas: la dificultad práctica de establecer
secuencias claras de causa y efecto, sobre todo cuando se tiene en cuenta la "cultura"; el declive de
la confianza en las explicaciones unicausales; y la sensación de que las distintas facetas de una
sociedad, como la "política" y la "economía", no pueden separarse fácilmente. 23

Hay otras dos causas que pueden relacionarse con el cambio de actitud respecto a la
causalidad y la historia. La primera tiene que ver con el reduccionismo: una vez que los
historiadores insisten en las explicaciones multifactoriales, el énfasis en una sola, o en un número
limitado de causas, parece reducirse. En otras palabras, las explicaciones causales pueden parecer
demasiado
sencillas, insuficientemente respetuosas con los complejos fenómenos históricos para obtener un
amplio consenso. Es fácil burlarse de la insistencia de los historiadores en la complejidad del
pasado, pero se trata de un principio central de la disciplina y debe considerarse dentro de un
contexto intelectual amplio. En particular, buscamos explicaciones satisfactorias del
comportamiento humano, que vayan más allá del interés propio y sean psicológicamente creíbles.
El creciente interés por el psicoanálisis, por ejemplo, ha aumentado la conciencia de la naturaleza y
la variedad de las respuestas humanas. Incluso quienes son hostiles a este campo utilizan sus ideas.
Tal vez sea significativo que el propio psicoanálisis sea una disciplina "histórica", por su
preocupación por el pasado de los individuos, las culturas y por la forma en que los principales
teóricos se han basado en las pruebas históricas. El espectacular crecimiento del interés por la
naturaleza de la memoria y la conmemoración entre los historiadores, se debe en gran medida a las
dimensiones históricas y al perfil público del psicoanálisis. Freud, por ejemplo, estaba
profundamente interesado en el estudio histórico. Así que el psicoanálisis como campo es
"histórico" en el sentido de que examina la naturaleza y el contenido de la memoria, los legados de
los acontecimientos pasados, los símbolos históricamente persistentes y los productos culturales
como prueba del carácter del inconsciente. 24 Uno de los efectos del postmodernismo, el post-
estructuralismo y la teoría crítica ha sido reforzar las tendencias anti-reduccionistas, e insistir no
sólo en la complejidad y la diversidad de las mentes humanas, sino en su capacidad de juego, la
cuestión es que el juego es impredecible, una fuerza para la subversión, la inversión y el placer. 25 El
resultado es una visión mucho menos ordenada de la existencia humana, que se extiende a lo que se
considera explicaciones históricas apropiadas y satisfactorias.
113

La segunda cuestión relativa a la causalidad y la historia lleva precisamente a la misma


dirección. He observado que las fuentes pueden ser engañosas y equívocas. Cuanto más se
reconocen las complejidades de los materiales "en bruto", más difícil resulta generar una confianza
desprejuiciada en las explicaciones causales nítidas. Para algunos historiadores, la naturaleza
intrincada y engañosa de todas las fuentes es un obstáculo que hay que superar antes de seguir con
el trabajo habitual. En ese sentido, se puede obtener un relato preciso, pero primero hay que
eliminar las dificultades. Para otros, por el contrario, esta manipulación es el resultado del
funcionamiento de la mente humana y de las sociedades y, por lo tanto, es valiosa por sí misma. La
existencia humana no es sencilla, por lo que cualquier relato -primario o secundario- está destinado
a ser selectivo y, si se quiere, "sesgado", incluso cuando el autor no es consciente de ninguna
falsificación. En consecuencia, el estatus del conocimiento histórico es un asunto mucho más
complejo de lo que parece.

Reconocer los retos que presentan las fuentes nos lleva a algunos temas más amplios, como
el fraude. Podemos distinguir de forma útil varios aspectos diferentes del fraude en relación con la
práctica de la historia. En primer lugar, las fuentes pueden ser manipuladas o adaptadas de alguna
manera en su momento, ya sea intencionalmente o no. Esto es relativamente sencillo y siempre hay
que tener en cuenta esta posibilidad. En segundo lugar, las fuentes pueden ser producidas de forma
fraudulenta después de los hechos. Un ejemplo muy conocido, es el de los diarios de Hitler, que se
demostró que eran falsos después de haber sido "autentificados" por un conocido historiador. 26 La
intención de este engaño era, presumiblemente, ganar dinero. En tercer lugar, los procesos de
interpretación histórica pueden ser tan polémicos que se recurre a palabras como fraude y falsedad.
Las discusiones sobre la "realidad" del Holocausto son un ejemplo de ello. 27 Una posición
revisionista radical de derechas, que pone en duda las afirmaciones establecidas sobre el número de
judíos asesinados, por ejemplo, tiene que dar cuenta de las pruebas existentes y, por tanto, participar
en debates sobre la interpretación y el engaño. En cuarto lugar, los historiadores se han interesado
cada vez más por el comportamiento fraudulento en el pasado. Natalie Davis, por ejemplo, ha
argumentado que las formas de fraude son históricamente específicas y, por tanto, ofrecen una
visión histórica excepcionalmente rica. De hecho, el interés va más allá. Estos casos implican
complejos procedimientos legales y, al estudiarlos, podemos reconstruir las ideas sobre las pruebas
en otras sociedades, reflexionar sobre sus estándares de prueba y considerar sus conceptos de una
explicación adecuada. Esto puede dar frutos para generar una comprensión más profunda en la
creación de documentos históricos. De este modo, la preocupación por el fraude conduce a la
reflexión sobre la práctica de la historia y el conocimiento que produce. Lo consigue al mantener en
la mente de los historiadores los aspectos más intrincados de la explicación, la causalidad, las
pruebas y la interpretación.

Especulaciones y creencias

Puedo replantear mucho de lo que he dicho en términos de "especulación". Los historiadores


parecen sentirse más cómodos ahora con la idea de que la historia tiene una dimensión especulativa,
que, lejos de ser una debilidad por parte de determinados profesionales, está incorporada a la propia
materia. De ello se deduce que es aceptable que los historiadores utilicen tanto hipótesis como
dispositivos heurísticos, es decir, suposiciones con las que pensar. Quizás esto es lo que ha hecho
posible el interés actual por los contrafactuales. Estos implican, como sugiere el término, dejar de
114

lado los resultados conocidos y explorar, de forma específica, escenarios alternativos. El "qué
pasaría si" de la historia es popular entre los novelistas, así como entre algunos historiadores. ¿Y si
Guillermo el Conquistador hubiera sido derrotado en la batalla de Hastings en 1066? ¿Y si
Constantinopla no hubiera "caído" ante los turcos en 1453? ¿Y si Australia hubiera sido
"descubierta" en otro momento y por otras personas? ¿Y si Australia hubiera sido "descubierta" en
otro momento y por otras personas? ¿Y si el Sur hubiera ganado la Guerra Civil estadounidense? Se
puede considerar un juego, que desde hace mucho tiempo se practica para sus historiadores
profesionales, los contrafactuales se utilizan para arrojar luz a las suposiciones comunes sobre el
actuar del pasado. Por lo general, este enfoque refuerza las ideas preconcebidas del poder de un
número limitado de individuos y la importancia de un número igualmente limitado de
acontecimientos. Algunos afirman que puede utilizarse como un dispositivo agudo en el análisis
histórico, aunque esta empresa no es ideológicamente inocente. Tiende a afirmar los modos
tradicionales de la historia al privilegiar las acciones de los grandes hombres y la alta política, y, ya
sea en los escritos de ficción o en los históricos, ha sido objeto de fuertes críticas. 28

Es posible ser más preciso sobre un concepto considerando sus opuestos. El concepto
central de este capítulo ha sido el de "conocimiento histórico", por lo que conviene abordar lo que
no se considera conocimiento histórico. Tres términos son relevantes en este caso: opinión,
ideología y mito. El término "opinión" se utiliza cuando queremos llamar la atención sobre lo que
piensa una persona o un grupo de personas, generalmente sin ninguna base sólida que lo respalde.
Llamar "opinión" a cualquier conocimiento histórico implica que no está bien fundamentado, que es
simplemente una opinión personal. Calificarla de "ideología" es hacer una afirmación diferente, a
saber, que está impulsada por algún compromiso previo, una creencia estrictamente sostenida que
se entiende mejor por motivos políticos. En este caso también se hace una afirmación sobre la
evidencia. En el caso de la ideología, las pruebas pueden estar ahí, pero la acusación es que están
moldeadas por las suposiciones, preferencias e intereses del historiador.

La idea de mito es mucho más compleja. El término "mito" puede indicar una historia
inventada, una narración concebida para alcanzar ciertos fines que, por lo general, se supone que
tienen un fuerte componente emocional. A veces utilizamos el término "mito" para dar a entender
que un relato ha sido inventado, que carece de una base sólida, por muy atractiva que sea. Una vez
más, se trata de pruebas: los mitos no necesitan pruebas sólidas para generar historias convincentes.
En Internet abundan las listas de mitos históricos y los intentos de desacreditarlos o reforzarlos.
Utilizamos el término "mito" en relación con la historia de otra manera. A veces, cuando hablamos
de mitos históricos, no se trata tanto de rebatir lo sucedido como de llamar la atención sobre el
intenso efecto que rodea a ciertas visiones del pasado; tan intenso que se resiste al debate y a la
modificación. Las historias sobre héroes y el nacimiento de las naciones son un ejemplo de ello. 29
Los mitos, por tanto, son relatos simplificados, muy condensados y competitivos. En otras palabras,
los mitos históricos son menos conocimiento que creencia.

La disputa por los términos que podrían tomarse como opuestos al conocimiento histórico,
hace explícito un tema que ha estado presente a lo largo de este capítulo. Sostengo que, dado que
todo el mundo tiene creencias, ideologías e intereses emocionales, acusar a un historiador de
hacerlo no puede considerarse una crítica irrefutable. Sin embargo, el conocimiento se considera,
con razón, algo distinto de la opinión, al estar basado en el uso riguroso de las pruebas. ¿Quizás
exista una tensión entre ser un historiador profesional que, de la manera más racional posible,
examina las pruebas y produce afirmaciones de conocimiento, y ser un ser humano que tiene y
115

respeta creencias profundas? Dicho así, parece que la tensión es innegable. En la práctica, los
historiadores conscientes de sí mismos buscan un equilibrio y se proponen detectar posibles
problemas. Alcanzar el equilibrio y ser sensato no parece emocionante, pero es la clave para
producir relatos que puedan considerarse conocimiento histórico sin, por un lado, hacer
afirmaciones que no puedan cumplirse y, por otro, no hacer ninguna afirmación epistemológica. 30

Puente

No es posible hacer afirmaciones sensatas sobre el estatus del conocimiento histórico sin
comprender bien cómo trabajan los historiadores, y cómo la disciplina y sus productos son
moldeados por sus múltiples contextos. Este libro aborda ambas problemáticas. Argumento que la
práctica de la historia es un asunto complejo y que los historiadores son necesariamente eclécticos y
pragmáticos en su manera de trabajar. De ahí que no trate el estatus del conocimiento histórico de
forma abstracta y filosófica. He propuesto que la "verdad" y la "objetividad" no son los conceptos
más útiles para nuestros propósitos, y que la fiabilidad, la transparencia y la sensatez son más
relevantes. Ayuda a reconocer las limitaciones tanto de las fuentes como de los relatos que
generamos al basarnos en ellas. Podemos ir más allá evaluando el conjunto de habilidades que los
historiadores despliegan en su práctica, lo cual es objeto de un capítulo posterior.

A continuación, examino una problemática -la periodización- que es absolutamente


fundamental para la práctica de la historia. La "periodización" se refiere a la forma en que los
tiempos pasados se dividen en fragmentos delimitados, que se nombran y se utilizan para organizar
las ideas, las fuentes y las publicaciones históricas, tanto en el ámbito académico como en el
popular. Las formas de periodización contienen las semillas de la explicación y la interpretación.
Nuestra dependencia de estas operaciones es tan profunda que sin ellas el conocimiento histórico
apenas sería posible. La periodización exige un análisis cuidadoso y crítico, y al profundizar en este
tema observaremos de nuevo que la forma en que se lleva a cabo la periodización depende
precisamente de los contextos de los historiadores.
116

CAPÍTULO SEIS

Periodización

La práctica de la historia sería inabarcable sin periodos con nombre. El


pasado puede dividirse de muchas maneras diferentes, cada una de las cuales
tiene unas implicaciones que es necesario reconocer y evaluar su impacto en
la escritura histórica. Este capítulo examina los términos de los períodos y
sus implicaciones y muestra lo fundamental que es la periodización para todo
lo que hacen los historiadores.

Historia y tiempo

La historia es el estudio sistemático del pasado, y en su centro está el tiempo. El tiempo es un


concepto complejo, que es analizado con mayor rigor por filósofos, psiquiatras, geólogos y
astrónomos. Los historiadores muestran una preocupación práctica por la idea, ya que se interesan
por los efectos del paso del tiempo en las sociedades humanas. Inevitablemente, éstos son
extremadamente diversos; no hay patrones predecibles y el ritmo de los cambios depende no sólo de
circunstancias particulares, como las guerras y las revoluciones, sino del aspecto de la formación
social de que se trate. La política y la práctica del gobierno, por ejemplo, cambian a veces con
extrema rapidez, en horas, días o semanas; mientras que las actitudes, los estilos de crianza de los
hijos y las creencias religiosas suelen tardar mucho más en modificarse. Evaluar el impacto del
tiempo y dar nombres a períodos discretos son tareas históricas básicas. Por ello, una de las
operaciones más fundamentales que realizan los historiadores es la periodización, un término que
podemos utilizar como abreviatura práctica para una serie de tareas relacionadas con el tiempo que
están cargadas de supuestos implícitos en la historiografía.

Las mediciones básicas del tiempo -horas, días, semanas, meses y años- no fueron
inventadas por los historiadores, que las utilizan como herramientas fundamentales y habituales, y
las dotan de significado asignándoles etiquetas adicionales, como hizo Daniel Defoe cuando
escribió Journal of the Plague Year, un relato de la Gran Peste de 1665, realizado por un testigo
visual ficticio. La práctica de la historia está inextricablemente ligada a las ideas del tiempo, a los
sistemas calendáricos y a las metáforas y modismos con los que pensamos en los periodos. Todo
ello forma parte de nuestro mobiliario mental. Cultivando una mirada externa, podemos
preguntarnos, con deliberada inocencia, qué implican nociones como "la era de la incertidumbre",
"la edad de oro del capitalismo" o, una de mis favoritas, "el gran siglo de la dama". 1 Los supuestos
históricos se esconden en tales frases.
117

Las ideas sobre los periodos, y los términos en los que se expresan, se heredan de las
generaciones anteriores y se encuentran en la infancia; éstas conforman las creencias más básicas
que tenemos, no sólo sobre cómo debe dividirse el pasado, sino sobre su interpretación. Esta
herencia es desafortunada en la medida en que los términos convencionales de las épocas pueden
obstaculizar el pensamiento fresco; a través de la periodización, se naturalizan determinadas
visiones de la historia, de modo que es difícil someterlas a un examen crítico. Sin embargo, la
innovación es posible, ya que surge de la utilización de nuevas metáforas y fuentes, así como de
nuevas interpretaciones y acontecimientos históricos.

Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2011 ilustran claramente una serie de puntos
sobre la periodización. A menudo se les denomina simplemente "11-S", anteponiendo el número del
mes al día, en la forma de datación que prevalece en Norteamérica, pero que no se utiliza en la
mayor parte del resto del mundo hispanohablante. ¿A qué se refiere realmente el "11-S"? Sin duda,
es una etiqueta útil para una serie de acontecimientos violentos que tuvieron lugar ese día en
Estados Unidos. Pero evoca mucho más, incluyendo cosas donde hay desconfianza y hostilidad
mutua entre grupos que raramente se definen con precisión en términos sociales, geográficos,
religiosos, políticos o económicos. Términos como "terror" e "islam" se utilizan ampliamente como
abreviatura para evocar fenómenos de enorme complejidad. Han adquirido un intenso afecto y, al
carecer de una definición cuidadosa, se utilizan de forma inexacta para manipular las emociones.

Aunque el "11-S" es un signo de puntuación dramático, la mayoría de la gente reconoce que


debe explicarse históricamente, es decir, por los acontecimientos y procesos precedentes. Pero,
¿hasta dónde es necesario o posible remontarse? ¿Las cruzadas? ¿A principios del siglo XX? Es
razonable suponer que el "11-S", al igual que un concepto como la Guerra Fría, desempeña un papel
importante en la organización de nuestro sentido del pasado, a pesar de que los procesos históricos
manifestados tienen una forma mucho más amplia y un ritmo de cambio lento. 2 Como explicó
Bernard Lewis en What Went Wrong? Western Impact and Middle Eastern Response, que ya estaba
en prensa cuando se produjeron los atentados y que, por tanto, no trataba directamente el "11-S":
Este libro, sin embargo, está relacionado con estos atentados y examina lo que hubo antes, la
secuencia más larga y el patrón más amplio de acontecimientos, ideas y actitudes que precedieron y,
en cierta medida, produjeron el 11-S". Su examen abarca muchos siglos. 3 Tom Rockmore es crítico
con el enfoque de Lewis; admite que un conocimiento histórico sólido es fundamental para
cualquier explicación satisfactoria, que necesariamente contiene afirmaciones sobre la
periodización.4

Por tanto, es inevitable que los términos de época tengan sus propias historias complejas y
auras emocionales, ya que se han establecido en una serie de momentos y con fines diversos,
algunos abiertamente partidistas. Rastrear y comprender este legado es una parte importante de la
práctica histórica. Sin embargo, los historiadores no son el único grupo que participa en estos
procesos de configuración del pasado. Políticos, escritores, artistas y cineastas, además de
instituciones como los museos, son también actores importantes. No obstante, los historiadores
refuerzan y contribuyen a cambiar las formas de la historia, y tienen que hacerlo de manera que
tenga sentido para los demás; de lo contrario, los nombres de los periodos, y los supuestos que los
sustentan, no se consolidarían.5 He observado cómo estos nombres llevan implícitos supuestos
historiográficos; también llevan profundas respuestas a otros tiempos. Un breve ejemplo ilustra
estos puntos. Llamar a la época de la historia inglesa entre la muerte de Carlos I en 1649 y la
118

restauración de Carlos II en 1960 "el interregno", la presenta como una interrupción entre dos
monarcas e implica tanto que la monarquía era el estado normal de las cosas como que la
continuidad de la monarquía era, y sigue siendo, una característica importante de la sociedad
británica. Durante gran parte de ese período, Oliver Cromwell "reinaba", aunque no se le llamara
rey. Por el contrario, destacar la "Commonwealth" -Inglaterra fue una república entre 1649 y 1654-
llama la atención sobre los experimentos con un orden social y político radicalmente diferente. La
elección de términos de época no es sólo una operación intelectual, sino que implica compromisos
políticos, emocionales y preferencias estéticas. La imaginación de los historiadores forma parte de
las operaciones mentales que realizan.

El registro de fechas significativas y la elaboración de calendarios, son actividades muy


antiguas, sin las cuales no serían posibles ni la práctica de la historia ni la periodización. 6 Las
actividades de medición del tiempo contienen dos facetas tensionadas entre sí. Han sido empresas
muy interesadas, al servicio de las necesidades de los sistemas eclesiásticos, estatales, jurídicos y
administrativos. Al mismo tiempo, pretenden, y se les ha concedido, una especie de objetividad al
basar el tiempo en principios astronómicos, y pretenden registrar los acontecimientos de forma
imparcial y precisa. Las fechas, la cronología y las formas de periodización parecen seguir
ofreciendo información sin valor, pero esto es engañoso. La frase "jarrón Ming" y las asociaciones
entre periodos y colores, explotadas por los fabricantes de pintura, revelan la densidad cultural de
los términos de época.7 Los propios procesos de registro incluyen suposiciones; los actores
históricos introducen giros característicos, incluso en la información cronológica más básica; los
historiadores y otras personas añaden capas y capas de significado a los acontecimientos y las
épocas.

Los historiadores deben ser escépticos en cuanto a la exactitud de la información


cronológica, ser conscientes de cómo las unidades de tiempo dan forma a la interpretación histórica,
a menudo de forma bastante arbitraria, y estar atentos a la forma en que proyectamos patrones sobre
el pasado, para que tenga sentido para nosotros. Todos estos factores influyen en los tipos de
investigación que se realizan; por ejemplo, al atraer a los investigadores hacia algunos periodos y
alejarlos de otros, permiten que algunas épocas parezcan emocionantes y atractivas, y otras
aburridas, sin incidencias y poco atractivas. Esto ocurre porque quienes estudian el pasado se
identifican con sus objetos de estudio de forma elaborada. El modo en que se piensan y representan
los periodos es una parte central de estos procesos de identificación, precisamente porque funcionan
en una variedad de niveles emocionales e intelectuales.

Dividiendo el pasado

Hay una serie de criterios según los cuales se puede dividir el pasado, con el fin de producir
fragmentos adecuados, organizar nuestras reflexiones y ofrecer lecturas y relatos históricos. La
periodización implica una serie de sistemas taxonómicos que se superponen y pueden utilizarse de
distintas maneras. Estamos familiarizados con este tipo de situaciones y aceptamos fácilmente que
los perros, por ejemplo, se clasifiquen de forma diferente según3 el contexto: para fines zoológicos,
de cría, de exhibición, de alimentación y otros fines prácticos; los que muerden o ladran y los que
no, por ejemplo. Cada criterio pone el énfasis en un lugar diferente y tiene un uso distinto, cuyo
valor depende del contexto. No obstante, podemos combinar estas taxonomías de forma flexible y
119

pragmática a la hora de elegir una mascota. Lo que está en juego al clasificar el pasado es algo
mayor, ya que se trata de evaluaciones implícitas -políticas, estéticas, ideológicas- de sociedades
enteras. Lo vemos en el término " antropoceno", que se refiere al periodo en el que los seres
humanos han actuado sobre su entorno y tiene relevancia en un momento de profunda preocupación
por el cambio climático provocado por el hombre. Las divisiones comunes de larga evolución,
despliegan gobernantes o dinastías, eventos o individuos clave, épocas, siglos, décadas o milenios,
tipos de gobierno y estilos, estados de ánimo y patrones culturales.

Los gobernantes y las dinastías se encuentran entre las formas de división más obvias y
comúnmente utilizadas, lo que refleja las largas etapas de la investigación, que tratan el liderazgo en
el gobierno como un fenómeno clave, otorgando primacía al orden político. Los ejemplos incluyen
los períodos Tudor, Georgiano y Victoriano (Inglaterra); Borbón y Napoleónico (Francia);
Carolingio (Sacro Imperio Romano Germánico); Guillermina (Alemania), y Otomano (Turquía
moderna temprana).8 De este modo, un gobernante, o una familia de gobernantes, puede encarnar un
período como si el que encabeza el Estado, por esa razón, mantuviera unidos fenómenos históricos
diferentes. Las reivindicaciones sobre la agencia política también están presentes: La China de Mao,
la Rusia de Stalin, la Italia de Mussolini, la España de Franco y el Chile de Pinochet, son a primera
vista descripciones de una época concreta de una nación determinada, pero en realidad transmiten el
dominio, no sólo de un régimen, sino de un individuo muy poderoso, sobre toda la sociedad. ¿Es
casualidad que esta formulación parezca especialmente adecuada para los regímenes autoritarios?
El uso de gobernantes y dinastías confiere una medida de unidad de un periodo, una unidad que
puede existir en gran medida a nivel simbólico en el cuerpo, o cuerpos, de los gobernantes. No sólo
Adolf Hitler, sino pequeños fragmentos asociados a su persona -el bigote, el saludo- pueden evocar
todo el régimen en nuestra imaginación.9 El absolutismo, y su encarnación en Luis XIV, el "Rey
Sol", demuestra lo mismo.10

Las denominaciones relacionadas, como "vikingo", "sajón" o "normando", cuando se


aplican a períodos, tienen connotaciones unificadoras. Además, en virtud de su asociación -a veces
bastante injustificada- con rasgos como la vestimenta y el diseño, transmiten la idea de que se trata
de toda una cultura, ya que, en una de sus acepciones, describen un dominio político enraizado, en
la etnia. No sólo los gobernantes y los grupos dominantes, sino también los líderes elegidos cuyos
nombres pueden funcionar de esta manera. En el caso de la Inglaterra del siglo XVIII, recordamos a
poderosos primeros ministros que hicieron plausible hablar de una época de Walpole o de Pitt.
Mucho más tarde, Winston Churchill y, en Estados Unidos, el presidente Franklin D. Roosevelt
simbolizan una época. De hecho, la identificación entre Roosevelt, la Depresión y el Nuevo
Acuerdo ha sido notablemente fuerte. Es posible que esta forma de periodización sea especialmente
convincente cuando el país en cuestión ha sufrido una profunda transformación o crisis bajo el
liderazgo de un individuo. Refuerza el sentido de la agencia y la importancia simbólica de
individuos especiales y confiere una coherencia aparente a una época.

Al mencionar estos ejemplos no quiero decir que los historiadores profesionales hayan
tratado a estas figuras de forma poco crítica. Tampoco estoy insinuando que las asociaciones entre
época y líderes políticos carezcan de fundamento. Sólo ofrezco ejemplos de un tipo de
periodización y extraigo sus implicaciones. Por otra parte, hay que señalar que muchos adjetivos
derivados de nombres de época -anglosajón, Luis XV, napoleónico, Biedermeier, victoriano- son
también términos de estilo. Pueden utilizarse para referirse a las casas, los muebles, las joyas, la
120

decoración, la ropa, etc. Aunque asociamos el "estilo" con el arte, la música, la moda y otros
productos culturales, en realidad es una parte importante, aunque poco reconocida, de la práctica
histórica. El estilo puede referirse a lo que es característico de un determinado individuo, pero
también se utiliza, y así ha sido desde el siglo XVIII, para resumir un periodo y para diferenciar los
periodos -el rococó y el neoclásico, por ejemplo. 11 El estilo y la periodización son ideas
estrechamente relacionadas, que configuran juntos el imaginario histórico. Un ejemplo elocuente es
el de "victoriano", que ahora se aplica más allá de las fronteras de Gran Bretaña y su influencia para
sugerir estilos visuales de la segunda mitad del siglo XIX. Además, como es evidente en la frase
"valores victorianos", sugiere una forma de pensar y responder al mundo. 12 De hecho, la propia
frase implica una respuesta a ese estilo, o más bien implica dos posibles respuestas: o bien la
aprobación de fuertes posturas morales tradicionales, o bien la crítica de su uso inapropiado en un
período posterior. Al utilizar la palabra "estilo", se corre el peligro de trivializar el efecto de los
términos de época, dando a entender que se trata de meras cuestiones de preferencia o gusto
personal. Esta no es mi intención. Por el contrario, los términos de época y estilo determinan la
forma en que se imaginan y conceptualizan épocas enteras.

Acontecimientos y períodos

Un segundo criterio importante para dividir el pasado son los acontecimientos clave, como
asesinatos, batallas, revoluciones y guerras. Sin embargo, uno de los ejemplos más significativos de
este enfoque -el nacimiento de Cristo- no es ninguno de ellos. Se trata de un ejemplo elocuente de
cómo un único supuesto acontecimiento histórico puede convertirse en un principio de
estructuración y de la carga cultural que necesariamente conlleva. Como la práctica era contar hacia
atrás en las épocas a.C. y hacia adelante en las d.C., se refuerza la importancia del punto de
inflexión, y cada vez que se utiliza el sistema de datación, se afirma la importancia global del
nacimiento de Cristo. En la actualidad existe una cierta distanciación por el uso de AC y AD, y
aunque esto es comprensible, ya que el cristianismo es sólo una de las muchas religiones del
mundo, BCE (de forma variada, antes de la era común o cristiana) y CE no resuelven realmente el
problema, sino que simplemente rehacen la misma idea. Este ejemplo plantea la controvertida
pregunta de si los sistemas de datación estándar y universales son necesarios o útiles. Mientras las
conversiones entre sistemas sean posibles, parece que lo más generativo para los historiadores es
trabajar dentro de las formas de datación de la cultura que estudian. Al mismo tiempo, es probable
que evalúen las formas de periodización que utilizan, ya que esto sustenta la interpretación
histórica.

Las relaciones entre las fechas clave y las periodizaciones son complicadas. El caso de la
restauración Meiji en Japón es un ejemplo de ello. La restauración se anunció en 1868, y a menudo
se considera un momento importante de transición hacia una era en la que Japón estaba más abierto
a Occidente. Sin embargo, Conrad Totman afirma que fue "un acontecimiento menos
transformador, incluso de lo que solemos imaginar", y organiza su libro de modo que se pueda
apreciar una aproximación a la historia japonesa con múltiples capas. 13 La Revolución Francesa -
aunque, por supuesto, sólo el comienzo de la misma constituye, un "acontecimiento" claro, e
incluso eso es discutible- proporciona un ejemplo bien conocido de las relaciones entre los actos
dramáticos y los modelos de periodización. La caída de la Bastilla el 14 de julio de 1789, cuando un
símbolo odiado del antiguo régimen se rindió, sin mucha resistencia, a la multitud, se ha convertido
121

en una convención útil y emocionalmente apta para hacer el inicio de la "Revolución Francesa".
Podemos decir, metonímicamente, "1789", y evocar toda una época histórica. La Revolución
Francesa es importante porque marca un cambio fundamental en la sociedad francesa, reconocido
como tal en su momento. La abolición del feudalismo y la transformación de los súbditos en
ciudadanos tuvieron una importancia duradera. La revolución también fue considerada como un
síntoma de cambios posteriores que trascendieron las fronteras de Francia: la modernización de la
administración y de los ejércitos, por ejemplo. Los franceses no fueron los primeros en decapitar a
un rey en los últimos tiempos ni en intentar replantear un sistema político, pero la Revolución
Francesa ha adquirido un estatus especial. Para muchas generaciones de historiadores ha sido
habitual considerarla como un punto de inflexión decisivo para la era moderna, que contribuye a
aclarar las interpretaciones generales de la historia europea e incluso mundial. 14

Historiadores de diferentes tendencias pueden unirse en el reconocimiento de la importancia


de "1789". El libro de Hobsbawm, The Age of Revolution: Europe, 1789-1848, publicado por
primera vez en 1962, es un ejemplo. Su preocupación era la relación entre el cambio político y el
económico; la expresión "era de la revolución" abarca también la revolución industrial. En cambio,
The Age of Democratic Revolution, de Palmers, da un giro bastante diferente a la época, ya que
pretendía interpretar conjuntamente las revoluciones francesa y americana, y extraer las
repercusiones entre Europa y América. Es, en la conciencia nacional de muchos estados, como en la
imaginación de los historiadores, "1789" es un emblema, aunque varíe mucho de qué es
exactamente un emblema. La moda de celebrar aniversarios hace que este punto sea particularmente
vivo: el simple hecho de la celebración implica valores nacionales e internacionales compartidos,
mientras que, en la práctica, acontecimientos tan controvertidos como la Revolución de 1789 no
pueden unir a un pueblo, y menos aún a los historiadores.

Utilizar un acontecimiento clave de este tipo como dispositivo de periodización puede ser,
en realidad, engañoso. Hay muchos fenómenos que mostraron una notable continuidad a través de
la división revolucionaria, a pesar de su naturaleza turbulenta. Aunque la atención sanitaria a todos
los ciudadanos ocupaba un lugar destacado en la agenda revolucionaria, la medicina es sin duda un
ejemplo de ello. Tanto en la ciencia como en la medicina, muchos "peces gordos" trabajaron
durante todo el periodo y siguieron siendo más o menos prominentes a lo largo de varios
regímenes.15 Los cambios en las estructuras institucionales fueron más aparentes que reales. La
invocación de Lavoisier, conocido como el descubridor del oxígeno, que fue guillotinado en 1793
por sus actividades de recaudación de impuestos, como un mártir científico coincide con una visión
particular de la revolución como una ruptura, y bárbara, además. 16 Otros relatos presentan
seguimientos significativos desde la década de 1770 hasta las primeras décadas del siglo XIX. Los
compromisos previos, así como los resultados de sus investigaciones y las tendencias
historiográficas, informan la postura de los historiadores sobre la continuidad y el cambio. Lo ideal
es que las formas de periodización se adecuen a la tarea histórica que se está llevando a cabo. La
selección de acontecimientos clave está cargada de valores, por lo que ayuda a considerar lo que
hay detrás de esas elecciones y cómo actúan como símbolos.

Se plantean tres puntos en relación a la datación, la periodización y la Revolución Francesa.


En primer lugar, aunque su datación es controvertida y depende tanto del tipo de crisis que se cree
que, como la interpretación de su resultado, los historiadores desarrollan convenciones para hacer
frente a cualquier dificultad. Éstas no deberían causar problemas siempre que se reconozcan como
tales y se expliquen las razones que las sustentan. En segundo lugar, tanto los participantes como
122

los observadores de la época entendieron la revolución como algo trascendental, capaz de cambiar
el curso de la historia de Europa y posiblemente del mundo. Hubo procesos conscientes de
autoformación y reinvención colectiva, que incluyeron el calendario revolucionario, los sistemas
métricos de pesos y medidas y el culto al ser supremo. 17 Los historiadores se benefician de prestar
una cuidadosa atención a los episodios de este replanteamiento deliberado sobre la denominación y
la medición del tiempo. En tercer lugar, la revolución plantea amplias cuestiones sobre la
periodización, especialmente la conceptualización de los siglos y las décadas. Estas cuestiones no
pueden resolverse empíricamente, ya que implican modelos de cambio en general, de la revolución
como proceso y del periodo concreto.

Estas ideas se hacen especialmente evidentes cuando consideramos el uso del término
"moderno". Para muchos comentaristas, la Revolución Francesa fue el comienzo de la era
"moderna", pero ¿Qué implica esta afirmación? Ahora apreciamos las complejidades de "moderno"
y "modernidad", la manera en que nuestra propia época está implicada en su definición y lo
intrincadas que son las maniobras en torno a la modernidad. No se trata de investigar ni de
encontrar información que aclare el asunto, sino de interrogar las formas recibidas de modelar,
organizar e imaginar el pasado.

No es de extrañar que los cambios dramáticos, utilizados como marcadores históricos,


posean cierta mística. Esto quedó plasmado, por ejemplo, en la película Reds (1981), una versión de
Hollywood sobre la Revolución Rusa. Tal vez sea inevitable que los historiadores, como otros,
proyecten rasgos humanoides en abstracciones, y por ello puedan imaginar fácilmente que los
cambios en las sociedades del pasado se asemejan a las principales transiciones simbólicas de un
curso vital: nacimiento, crecimiento, madurez y muerte. La omnipresencia de las caídas -del
Imperio Romano, Troya, Constantinopla- quizás se basa en las preocupaciones comunes sobre la
violación, las lesiones y la muerte a nivel de individuos y familias. Se puede decir que la
denominación, el reconocimiento y el empaquetamiento de tales transiciones son unificadores: No
me refiero a que todo el mundo tenga la misma opinión, sino a que existe un sentido compartido de
la importancia general de un acontecimiento o proceso concreto, que se convierte en un punto de
referencia accesible, a veces mientras está ocurriendo y, más a menudo, para las generaciones
posteriores. En consecuencia, llegan a actuar como principios organizadores dentro de la
investigación histórica.

Uno de los casos más sorprendentes de este fenómeno, es la Primera Guerra Mundial, entre
1914-18, en la que podemos ver cómo se producen los procesos que acabo de describir en cuatro
niveles distintos. En primer lugar, los propios participantes consideraron que se trataba de un
fenómeno sin precedentes y de enorme trascendencia, y defino como participantes a todos los que
tuvieron que hacer frente a sus repercusiones, no sólo a los que estaban en los campos de batalla. 18
Las personas que trataron a las víctimas del maremoto, por ejemplo, tuvieron que pensar de nuevo
en el trauma y, por lo tanto, también tuvieron que reconsiderar la naturaleza de la mente humana. 19
En segundo lugar, la gestión de las problemáticas sociales cambió de forma decisiva a raíz de la
guerra; los líderes de las sociedades de posguerra eran conscientes de que se había producido una
importante transición. La Depresión, por un lado, y el compromiso generalizado con las políticas de
bienestar, por otro, son ejemplos de fenómenos que provocaron cambios fundamentales en muchas
zonas geográficas tras la guerra. En tercer lugar, los historiadores han reconocido que la Primera
Guerra Mundial es básica para la construcción de las categorías de época, aunque, inevitablemente,
difieren en cuanto al peso que se le debe dar. Arno Mayer, por ejemplo, sugirió que fue un punto de
123

inflexión importante, porque sólo después las élites terratenientes perdieron decisivamente su poder
político- y un ejemplo de cómo un acontecimiento puede utilizarse para construir periodizaciones.
En cuarto lugar, la guerra ha adquirido un significado organizativo, incluso a través de su
representación cultural, tanto en su momento como después. El reciente entusiasmo por su
conmemoración se ha visto intensificado por el centenario, evidente en todos los medios de
comunicación, lo que es indicativo del control imaginativo que tiene sobre importantes franjas de la
población. La poesía y los poetas han desempeñado un papel crucial a la hora de dotar a la Primera
Guerra Mundial de una potente identidad cultural que, según algunos historiadores, es engañosa. 20

Las formas de historia pública, incluidos los museos, los medios de comunicación y las
novelas históricas, tienen un enorme impacto en la forma de imaginar el pasado. La Primera Guerra
Mundial es un excelente ejemplo de ello. Un ejemplo más reciente, la caída del muro que dividía
Berlín Occidental y Oriental en 1989, también puede entenderse de esta manera; se ha convertido,
al mismo tiempo, en un principio organizador y en un símbolo emocionalmente cargado de una
importante transición histórica. Nuestro sentido de las fronteras "naturales", de los periodos
discretos, se deriva no tanto del análisis abstracto como de la comprensión ampliamente difundida
de tales puntos de inflexión. Y éstas, a su vez, proceden de diversas fuentes, como los medios de
comunicación, el cine, la poesía y las artes visuales. Los historiadores profesionales examinan estos
límites supuestamente naturales desde un punto de vista crítico, y pueden, como resultado, querer
desarrollar argumentos que van en contra de las ideas comunes; ese, de hecho, es su trabajo. Pero
ellos también habitan en un mundo más extenso, donde los compromisos con las formas de
periodización están entrelazados en el tejido de la vida cotidiana. Los cambios que proponen los
historiadores profesionales pueden imponerse, pero creo que es difícil ir a contracorriente cuando se
trata de utilizar los grandes acontecimientos como marcadores históricos, ya que éstos se afirman
constantemente en ámbitos sobre los que los historiadores no tienen ningún control. Las dos guerras
mundiales están grabadas de forma imborrable en la conciencia nacional de la mayoría de los países
que participaron en ellas y es dudoso que el revisionismo radical, que rebaja su importancia, pueda
llegar a imponerse, incluso con sólidos argumentos intelectuales que lo respalden.

Me he detenido en los acontecimientos como organizadores de época porque se prestan a la


simbolización. Pueden presentarse como unidades sencillas y discretas y, por tanto, nos atrapan con
facilidad, se integran en patrones más amplios y ejercen su magia a través de todos los medios que
las culturas les ofrecen.

Descripción y periodización

A continuación, me referiré a un tercer tipo de periodización, que tiene una menor carga emocional
y un funcionamiento más sutil. Las descripciones de un periodo de tiempo parecen bastante
inocentes, pero, como se desprende de los ejemplos "moderno", "moderno temprano" y "moderno
tardío", son difíciles de precisar y contienen suposiciones implícitas. Existen muchas definiciones
de la historia moderna, y ya hemos señalado que "moderno" es un término complicado con varios
significados.21 Dado que resulta útil pensar en los opuestos de los términos densos, en aquello a lo
que se contraponen, podríamos recurrir a "medieval" como un candidato obvio. Sin embargo, el
binomio más conocido hasta el siglo XIX era el de antiguo y moderno. 22 Esto es instructivo, ya que
el contraste indicaba, en el siglo XVII, por ejemplo, una ansiedad sobre si los modernos podrían
124

llegar a estar a la altura de los altos logros de las civilizaciones antiguas, especialmente las de
Grecia y Roma. Poco a poco, a lo largo del siglo XVIII, la inquietud dio paso a la confianza, de
modo que cada vez se daba más valor a lo reciente, a lo nuevo, a lo que estaba al día. Lo "moderno"
podía asociarse a la innovación, a lo que está palpablemente relacionado con el presente y el futuro.
Así, en la publicidad de principios del siglo XX, "moderno" era sinónimo de "limpio", "higiénico",
"eficiente", etc. La historia moderna puede conllevar la connotación de estar claramente relacionada
con el presente y, como resultado, "moderno" corre el riesgo de llevar un trasfondo implícitamente
Whiggish. Existe el peligro de tomar lo actual como lo que hay que explicar, como si fuera el punto
hacia el que conducen las tendencias anteriores.

'Moderno' puede recibir otra serie de inflexiones. Las que acabo de describir son relativas,
es decir, la modernidad se define en relación con el lugar en el que se encuentra el hablante o con
otras épocas. La segunda forma de pensar en la modernidad, es en términos absolutos,
especificando un conjunto particular de condiciones históricas que se califican como "modernas".
No hace falta decir que no hay consenso sobre cuáles son las características que definen la
modernidad, y también podemos recurrir a los actores históricos para conocer su interpretación del
término. Entre los candidatos, se encuentran el capitalismo avanzado; la especialización económica
y los altos niveles de división del trabajo; los tipos de urbanización que se encontraron inicialmente
en el siglo XIX, el periodo posterior a la Revolución Francesa; los estados nacionales unificados,
claramente definidos y "democráticos"; el desarrollo de las vanguardias culturales; la ciencia post-
newtoniana; el uso de la energía de vapor (luego eléctrica y nuclear) en la producción industrial; la
producción en masa; el descubrimiento del inconsciente; y el legado de la Ilustración. 23 No es
necesario elegir entre estos fenómenos de la modernidad, aunque muchos comentaristas pongan el
peso interpretativo en una zona concreta: económica, política, tecnológica, cultural o intelectual.
Los juicios históricos al respecto están condicionados por las nociones de progreso, el valor
otorgado a determinadas áreas de los logros humanos y las prioridades causales. Se trata de saber
qué cambios se consideran más aptos para iniciar alteraciones profundas en la existencia humana.

Otro contraste entre la historia moderna y la temprana. Hasta ahora se había distinguido
entre el periodo medieval y la modernidad, y se consideraba que el primero era más estático, con un
ritmo de cambio más lento que el segundo, y también que carecía de las funciones que sustentan la
vida moderna, como la imprenta. En el uso histórico actual, el periodo moderno temprano se sitúa
entre los dos, con poco consenso sobre sus límites precisos. La "modernidad temprana" implica que
la "sociedad" avanza hacia la modernidad, pero que aún no ha llegado a ella. El término sugiere, por
tanto, una dependencia y una subordinación a lo moderno, como si fuera un simple preámbulo, la
obertura del proceso principal.

Existe una línea divisoria entre lo medieval y lo moderno temprano, pero no hay acuerdo sobre
dónde se encuentra. ¿Quizás el encuentro de Colón en 1492 con el continente que ahora se llama
"América" constituye esa línea divisoria? ¿O debería ser el acto (apócrifo) de Lutero de fijar sus 95
tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg el 1 de noviembre de 1517, el movimiento simbólico
de inicio de la Reforma? ¿El cuestionamiento por parte de Copérnico de la antigua cosmología
centrada en la Tierra, en favor de un "universo infinito" reconocible como el actual, publicado
póstumamente en 1543, podría marcar un claro punto de inflexión? 24

Luego está la pregunta de cuándo terminó el período moderno temprano: la Revolución


Francesa, la Ilustración, el trabajo pionero de Newton en la década de 1680, el "descubrimiento" de
125

Australia, la última gran masa de tierra habitable que fue nombrada, visitada y trazada por quienes
vivían en Europa, son todos candidatos. 25 De nuevo, no es una cuestión de respuestas correctas o
incorrectas, sino de qué punto de vista se privilegia, del poder de los marcadores simbólicos y del
peso que se da a las distintas actividades humanas. Por ejemplo, desde la perspectiva de alguien
preocupado por los derechos humanos, tanto la Ilustración como la Revolución Francesa ocupan
una posición privilegiada, ya que forjaron y difundieron un discurso de derechos, que se ha
interpretado como un importante legado para el mundo moderno. 26 En consecuencia, el período
moderno temprano terminaría en algún momento alrededor de la Ilustración, ya que aquellos que
asociamos con este movimiento de ideas articularon críticas contundentes a los sistemas de justicia
existentes y al uso de la tortura, y realizaron una campaña activa sobre estas cuestiones, como en la
defensa de Voltaire de Calas, acusado injustamente de asesinar a su hijo en una situación de
conflicto religioso.27 Consideramos estas preocupaciones como "modernas". Para un historiador de
la economía, en cambio, estos argumentos no son muy convincentes, mientras que la llegada de la
agricultura intensiva, la energía de vapor, la producción en masa, las cadenas de producción y la
gestión racional del tiempo son más plausibles. La "modernidad temprana" caracterizaría entonces,
a grandes rasgos, una época de transición, de producción artesanal tanto en los talleres como en las
familias, de vínculos comerciales cada vez más sofisticados, incluso a nivel internacional, y de
mercados especializados.28 A pesar de la influyente obra de Hobsbawm "The Age of Capital", que
abarca el período 1848-75, y de otras obras similares, los profesores de historia intentan inculcar a
sus alumnos lo difícil que es decir cuándo "empezó" el capitalismo, y asumir que tal afirmación
puede abarcar regiones o países enteros.

Otros calificativos inocentes, como "precolombino", "contemporáneo" o "medieval",


plantean problemas similares. Dividir la historia de América Latina en dos partes, una anterior a la
llegada de Colón y otra posterior, es imponer una visión muy particular del pasado en una zona. 29
La expresión "historia contemporánea" está ganando adeptos, pero ¿hasta dónde llega? 30 ¿Estamos
pensando en lo que está dentro de la memoria viva? En ese caso, la historia contemporánea incluiría
la segunda mitad del siglo XX. ¿O hay que tomarlo más literalmente, para referirse a la actualidad,
a nuestros tiempos? En Gran Bretaña, la historia contemporánea se remonta a veces a 1945, lo que
afirma que el final de la Segunda Guerra Mundial es un punto de inflexión importante, pero en otras
ocasiones significa un período más largo, más vagamente definido.

Nombrar un siglo, asignándole un número, puede sonar igual de incoherente y descriptivo,


pero en la práctica los siglos se utilizan a menudo de forma no literal. Mencionar un siglo completo
es, en cualquier caso, engañoso, dadas las marcadas diferencias entre sus inicios y finales. Una frase
como "el siglo XVIII" sólo ofrece una coherencia falsa. En relación con la historia británica, la
expresión se utiliza para abarcar el periodo entre 1688-1815, es decir, el "largo" siglo XVIII, desde
la "Revolución Gloriosa" hasta la batalla de Waterloo. 31 Esta perspectiva particular es idiosincrásica
y políticamente cargada; es controvertida, incluso en el contexto británico, y no tiene ningún sentido
para los estudiantes de otros países europeos. Un historiador de Francia podría inclinarse por un
siglo XVIII "corto", por ejemplo, entre la muerte de Luis XIV en 1715 y la caída de la Bastilla.
Desde la perspectiva de las Trece Colonias/Estados Unidos (a menudo denominadas erróneamente
simplemente "América"), la forma del siglo XVIII vuelve a ser diferente, dada la importancia de la
ruptura con la madre patria en la década de 1770. Para plantear la idea en términos más generales,
los periodos coloniales y los de independencia se diferencian, no sólo por los historiadores, sino
también por los actores históricos. Para muchos países, la llegada de la "independencia" es sin duda
crucial, ya que simboliza un proceso ampliamente imaginado como liberador. Sin embargo, en la
126

práctica, dada la continua implicación de muchas potencias imperiales con sus antiguas colonias, un
único momento de independencia no es necesariamente el marcador más útil para la organización
del trabajo histórico. Un acontecimiento que simbolice el cambio puede ser importante desde el
punto de vista emocional, pero no especialmente significativo desde el punto de vista económico o
jurídico.32

Los historiadores tienen que elegir obligatoriamente los términos de época. En el caso del
siglo XVIII, por ejemplo, una alternativa sería "la Ilustración", que se utiliza tanto para referirse a
un movimiento de ideas como a la época en que se produjo. La "Ilustración" tiene unas
connotaciones bastante específicas, ya que sugiere no sólo cambios intelectuales, sino un
movimiento hacia una visión del mundo más laica, relacional y democrática. Los especialistas
debaten sobre estas cuestiones, pero el hecho es que las asociaciones, como la que existe entre la
Ilustración y la secularización, son problemáticas, un punto ya señalado en relación con la
modernización. Parte del problema es que parecen referirse a periodos específicos, mientras que en
realidad son extremadamente vagos y elusivos. El siglo XVIII fue una época de renacimiento
religioso, un fenómeno que rara vez ha sido estudiado por aquellos que se consideran a sí mismos
como estudiantes de la Ilustración, que se resiste a una definición simple. En los años sesenta y
principios de los setenta, se mantuvo el énfasis en una Ilustración "elevada", es decir, la
concentración en los principales pensadores, como Diderot, Rousseau y Voltaire. También era
habitual privilegiar a Francia como su emblema: civilizada, urbana, sofisticada. A finales de la
década de 1970, se publicaron trabajos que cuestionaban estos puntos de vista y, aunque los límites
temporales de la Ilustración seguirán siendo polémicos, ahora existe un sentido mucho más amplio
de lo que abarcó, en términos de temas, áreas geográficas, grupos sociales e instituciones. Escocia
es ahora reconocida como un semillero de ideas de la Ilustración.

La vida baja y la Ilustración pueden ahora situarse juntas con cierta plausibilidad, y
podemos prever una pluralidad de Ilustraciones que estaban vagamente relacionadas entre sí. 33 Este
ejemplo demuestra cómo las nociones de periodización están vinculadas tanto a las otras tareas del
historiador como a sus mapas mentales del pasado. Las interpretaciones de la Ilustración, incluido el
periodo que abarca, tienen implicaciones más amplias para el inicio de la modernidad, los límites
entre lo "moderno" y lo "moderno temprano", y la conceptualización de los diferentes tipos de
cambio. el propio término da prioridad a las ideas, que los historiadores interpretan ahora como una
interacción con las prácticas sociales: la administración estatal, la administración local, la justicia, la
educación, etc.

Hasta ahora he hablado de las descripciones de los periodos en términos de grandes


espacios de tiempo, pero también hay nociones, como la de los locos años veinte y la de los locos
años sesenta, que son bastante más específicas. Merece la pena preguntarse por qué algunas décadas
se nombran y se consideran períodos definibles de esta manera y otras no. Este tipo de preguntas
están destinadas a indagar en las relaciones entre los períodos y la identidad. Esto es evidente en el
caso de los años sesenta, que pueden tener connotaciones positivas o negativas, revelando así algo
sobre la identidad del hablante. Los años sesenta son una idea organizadora y los historiadores
profesionales la utilizan en consecuencia. 34 Como cualquiera que haya vivido esa década sabe, "los
años sesenta" es a la vez un mito y un trozo de patria chica, en el sentido de que es una invención
estratégicamente simplificada, pero una vez que existe, la utilizamos para orientarnos y para
nuestros propios fines. Recuerda los cambios rápidos, la píldora anticonceptiva, los festivales de
127

música, las protestas populares y los cambios morales. Estos términos de época son capaces de
albergar valores contradictorios: envidia, desaprobación, culpa, nostalgia y aprobación.

Un ejemplo igualmente revelador, es el interés por las últimas décadas de los siglos, es
decir, por el fenómeno fin de siécle. Hasta hace poco, el fin de siécle se refería sólo a la década de
1890 y, concretamente, a una formación cultural presentada en términos de decadencia, hastío,
indulgencia sexual y crítica de la sociedad burguesa. Luego, en los años 90, los historiadores
comenzaron a explorar lo que parecía ser un fenómeno más general. 35 Algunos afirmaban que el fin
de los siglos tenía algo especial. El fin de siécle pasó a utilizarse de forma mucho más generalizada,
y no sólo por parte de los historiadores, para referirse a la situación en la que nos encontramos,
dominada por la perspectiva de un nuevo milenio. Se podría argumentar que este uso es descuidado
e insuficientemente preciso desde el punto de vista histórico. Este ejemplo nos indica cómo las
experiencias y los puntos de vista de los historiadores están relacionados con la periodización, y
cómo los términos del compromiso con el pasado cambian según las circunstancias. Está claro que
la posición del observador afecta a su sentido de los períodos. Se trata de un fenómeno general que
se produce a niveles sutiles.

Otros plazos

Una cuarta forma de dividir el pasado, es según el tipo de gobierno. Ya he mencionado algunos
ejemplos de esta modalidad, como el absolutismo y el antiguo régimen. Otras expresiones comunes
son la China comunista y la Rusia comunista. La "Rusia comunista" es diferente a la Rusia Zarista.
El tipo de régimen, sobre todo cuando es resultado de un cambio radical, puede resumir una época,
aunque estos periodos tienen una duración variable. Calificativos como "comunista" y "zarista" son
relativamente fáciles de usar, pero suelen tener fuertes connotaciones, ya sean positivas o negativas.
¿Diríamos, por ejemplo, Australia democrática o Canadá democrática y, si no, por qué no? Es
posible que algunas formas de gobierno sean más claras que otras, lo que hace que una etiqueta
indique una ideología política distintiva sea especialmente útil. Hay que admitir que la
"democracia" es un concepto vago, más un ideal que una condición alcanzada, y no ha habido
ningún partido democrático que sea comparable en importancia histórica al Partido Comunista. Si
es posible sugerir que los nombres van acompañados de tipos de gobierno claramente identificables,
que tienden a ser más autoritarios, entonces otros son pasados por alto en relativo silencio, tal vez
tomados como normas contra las que se juzga el "comunismo", el "absolutismo" y el "fascismo" en
el caso del " antiguo régimen", este proceso se hace evidente, " antiguo" es relativo a lo que vino
después, que, generalmente se da a entender, era mejor, al menos para muchos analistas.
Concretamente, antiguo régimen puede evocar la corrupción, el engaño y la bancarrota financiera,
social y moral. Dado que sugiere la existencia de un orden político posterior, nuevo y mejor, el
antiguo régimen puede ser portador de valores progresistas. 36 Nombrar los tipos de gobierno y
organizar los periodos históricos en torno a ellos implica juicios políticos que se hacen menos
visibles al ser convencionalizados.

Una quinta forma de diferenciar los periodos es en términos de estilo cultural, que, como es
lógico, atrae menos a los historiadores políticos y económicos que a los intelectuales y culturales. 37
Dado que los términos de estilo son metáforas poderosas capaces de expandirse aún más, quizá
podamos llegar a hablar de los gobiernos como barrocos o rococós, o de las fábricas como
neoclásicas. El "barroco" es una categoría de estilo, y también se utiliza para describir una época de
la historia europea, aunque sus límites son, como es de esperar, difíciles de definir. En todas estas
128

formas de periodización, estamos reflexionando sobre las formas de mencionar un periodo de forma
significativa, y el uso de términos estilísticos es un caso más. 38 El "estilo" implica que hay un sabor
distintivo en un periodo, que impregna sus principales productos: música, arte, literatura, ropa,
edificios, culto, etc. Confiere un tipo especial de coherencia al pasado, no de naturaleza política o
económica, sino estética y emocional, como queda claro en términos no sólo estéticos, como
georgiano, o colonial, utilizado, por ejemplo, en Estados Unidos. El término "estético" se refiere a
fenómenos amplios; lo utilizo para referirme a cuestiones de gusto y preferencias culturales,
respuestas artísticas, reacciones intelectuales y sensuales, que intervienen, se reconozcan o no,
cuando organizamos las ideas sobre el pasado. 39
Recapitulando: para organizar el pasado hay que clasificarlo; una de las formas más
importantes de clasificación es la periodización. La clasificación agrupa cosas similares de forma
sistemática. A lo largo de los siglos, los historiadores y otras personas han desarrollado formas
convencionales de hacerlo, de manera que apenas pensamos en ellas. Otorgan significado, orden y
coherencia a trozos del pasado, dando forma a la interpretación y comprensión histórica. Aunque
muchos historiadores no utilizarían términos de estilo, y ciertamente pocos pensarían en los que
utilizan como tales, éstos ejemplifican la función unificadora de los nombres de época. Nos
permiten ver cómo se movilizan diversas reacciones ante el pasado cuando lo moldeamos en
períodos discretos, y que nuestras respuestas son estéticas, emocionales, políticas, etc.

Hay más motivos según los cuales se divide el pasado. ¿Qué pasa con términos como
Reforma, pre y post Reforma, Contrarreforma? Son similares a "la Ilustración", ya que se refieren a
movimientos y proponen un conjunto de temas y preocupaciones, además de un periodo histórico.
En el caso de la Reforma, no hay ninguna ambigüedad sobre dónde se sitúan los orígenes del
cambio. Se trata de una transición importante -un proceso, no un acontecimiento- en la historia del
cristianismo europeo. En efecto, se afirma la mayor importancia del cristianismo en todos los
aspectos de la existencia humana donde era la religión dominante. En materia de creencias, donde el
ritmo de los cambios es generalmente lento, poco sistemático y desigual, los historiadores subrayan
las variaciones locales, las diversas formas que adoptó esta religión, las complejas interacciones
entre los reformadores y aquellos a quienes deseaban cambiar. En definitiva, la localización de los
límites cronológicos se hace aún más difícil, ya que el propio fenómeno es proteico. 40 Tampoco está
claro cuándo terminó la Reforma. Podría ser factible considerar el metódico inglés del siglo XVIII
como parte de una Reforma de larga duración. Esta posibilidad pone inmediatamente en tela de
juicio las definiciones de la Ilustración, que rara vez se ha considerado que incluya el renacimiento
religioso, aunque los hermanos Wesley, los reacios fundadores de una iglesia metodista separada,
también pueden entenderse como una respuesta a las ideas de la Ilustración y su exposición. 41 Una
vez que reflexionamos de esta manera, se hace evidente por qué los acontecimientos clave, con su
aparente claridad, son tan atractivos como formas de organizar el pasado. Pero pueden llevar a
engaño: símbolos satisfactorios, sí; indicadores históricos seguros, no. Los símbolos no son
"malos", de hecho, son fundamentales para la existencia humana, pero funcionan de manera que no
necesariamente conducen a una comprensión histórica más profunda. Las supuestas acciones de
Lutero en 1517 pueden haber sido realmente significativas, y funcionan bien como símbolo, pero
son algo arbitrarias cuando se utilizan para marcar el comienzo de un movimiento o período
histórico como "la Reforma".42 Después de todo, muchas de las ideas teológicas sostenidas por los
principales reformadores derivaron de movimientos "heréticos" anteriores.

Quizás los libros, que también actúan como símbolos, puedan ayudar a la periodización.
Podríamos, por ejemplo, tomar la publicación de Descartes, Discourse on Method (1637), no sólo
129

como un punto de inflexión importante en la historia europea, sino como un símbolo adecuado para
el inicio de la Ilustración, ya que se publicó en francés y no en latín, da categoría a los argumentos
matemáticos y científicos, y toma al individuo como eje y punto de partida de la filosofía. Hacerlo
afectaría a las interpretaciones de la Ilustración, así como a las de la historia de la filosofía; al igual
que otras iniciaciones simbólicas, está cargada de presupuestos. Para cualquier individuo un
símbolo determinado será más o menos atractivo; cada uno contiene agendas implícitas. Estos
marcadores son indispensables, pero nunca deben utilizarse de forma acrítica, por muy persuasivos
que parezcan a primera vista.

Metáforas y temas

También merece la pena destacar otra forma de definir los periodos, por temas. Entre los ejemplos
se encuentran "la edad de la ansiedad", "la edad del equilibrio", "la edad de oro" y el "siglo
aristocrático".43 Estas frases podrían, de hecho, aplicarse a muchos períodos. El tema subyacente es
ya conocido: el deseo de dar coherencia a un periodo, en este caso mediante una combinación de
descripción y metáfora. Estos temas funcionan de diferentes maneras. La era de la revolución"
puede considerarse más descriptiva, ya que, al verla, la mente del lector se traslada a revoluciones
concretas, como las de Francia y Estados Unidos, y a la Revolución Industrial. La "era de la
incertidumbre" es bastante diferente; es simplemente una metáfora. Los lectores pueden imaginarse
imágenes, pero no tienen nada concreto a lo que aferrarse. Implica que otras épocas eran más
seguras. Podríamos deducir que se trata de una afirmación sobre la pérdida en el siglo XX de
diversos tipos de estructuras, posiblemente psíquicas, económicas, intelectuales, sociales o políticas,
que daban forma a la vida en épocas anteriores. 44

Veamos otro ejemplo, por su excepcional interés historiográfico: la Depresión de los años
treinta. Hay algo sorprendente en el uso de un término que hemos llegado a asociar principalmente
con un estado de ánimo o una enfermedad para describir una época. Sea cual sea su origen, es
emotivo, y de una manera muy específica. Evoca la vulnerabilidad de los seres humanos ante las
tendencias económicas a gran escala, la miseria inesperada y la necesidad de compasión sobre una
base más que filantrópica. Estas ideas expresan tendencias dentro del propio período, durante el
cual muchos gobiernos y agrupaciones sociales significativas, especialmente de intelectuales,
buscaron soluciones radicales a las dramáticas desigualdades, a los regímenes autoritarios y a las
privaciones sociales en su propio entorno inmediato. 45 No hace falta decir que no hay consenso
sobre los límites cronológicos en torno a esta depresión en particular. 46 Muchos países experimentan
un fenómeno económico que estuvo cerca de ser global, produciendo marcadas variaciones
geográficas en sus manifestaciones. En este caso, las épocas, las imágenes de las épocas, la
autocomprensión y los relatos de los historiadores están especialmente entrelazados; sin embargo,
los fenómenos subyacentes son bastante comunes. 47

Muchos términos de época derivan de alguna manera de las categorías que los propios
actores históricos utilizaron, o de las que forjaron las generaciones sucesivas para sus propios fines.
Entonces se cosifican y adquieren vida propia. En el caso de la Depresión, el deseo de construir un
registro de las condiciones sociales y desarrollar una crítica social de las mismas, las
preocupaciones públicas de la época y el interés duradero por todo el fenómeno hacen que todo el
proceso de periodización sea más transparente de lo habitual.
130

Mi objetivo en este capítulo, ha sido demostrar que las formas de periodización son
conceptualmente densas. En particular, he argumentado que la forma de nombrar los periodos
contiene suposiciones sobre dónde reside la agencia histórica y cuáles son los aspectos más
formativos de una situación determinada. Los historiadores, como todo el mundo, necesitan un
sentido de la coherencia, y, en el caso de los académicos, esto se debe a razones prácticas, para que
la investigación sea manejable, también responde a necesidades más profundas. La coherencia con
la que se dota a los periodos forma parte de las explicaciones históricas que se ofrecen sobre ellos.
El afán por encontrar un símbolo de un periodo, que lo resuma, es fuerte, y puede encontrarse en un
individuo, un acontecimiento, un tipo de gobierno o un tema. En todos estos casos se recurre a la
imaginación del historiador, que trabaja tanto con metáforas como con imágenes visuales. Es
significativo cuál es nuestra lengua materna, ya que ésta configura no sólo la terminología
susceptible de atraer para describir períodos, sino sus resonancias metafóricas. En el caso de la
Ilustración, die Aufklarung y le siécle des lumiéres tienen distintas repercusiones. Del mismo modo,
las tradiciones visuales dominantes también contribuyen a conformar la visión de tiempos pasados.
Podemos especular que los franceses, por ejemplo, tienen una visión más "rococó" del siglo XVIII
que los ingleses.

Historiografía y periodización

La periodización conlleva otras cuestiones historiográficas, y, para cerrar este capítulo, menciono
dos de ellas, con el fin de reafirmar la importancia de la consideración crítica de las formas en que
el tiempo está en el centro de la práctica histórica. La primera se refiere a las cantidades de tiempo
que aborda cualquier pieza de investigación o escritura histórica: su escala o brújula. Determinar la
duración de un periodo es una de las tareas más importantes de los historiadores, y el lapso de
tiempo elegido debe ajustarse al tipo de proyecto previsto. Tomemos el ejemplo de la historia de
larga duración, que es excepcionalmente difícil de escribir. La defensa de los largos periodos de
tiempo está perfectamente clara y tiene que ver con los ritmos humanos, el ritmo de algunos tipos
de cambio, la necesidad de diferenciar entre niveles y tipos de cambio, y las cualidades distintivas
que poseen algunas épocas. En el estudio de tres volúmenes de Braudel, Civilización y capitalismo,
siglos XV-XVIII, se encuentran las características más importantes de los historiadores. La defensa
de los largos periodos de tiempo está perfectamente clara y tiene que ver con los ritmos humanos, el
ritmo de algunos tipos de cambio, la necesidad de diferenciar entre niveles y tipos de cambio, y las
cualidades distintivas que poseen algunas épocas. En el estudio en tres volúmenes de Braudel,
Civilización y capitalismo, siglos XV-XVIII, se ocupó principalmente de los fenómenos históricos
que cambian con extrema lentitud, o al menos lo han hecho en algunos períodos. Además, se
ocupaba de las relaciones entre los distintos tipos de cambio, por lo que era necesario un largo
período de tiempo para que éstos quedaran claros. Dado que las obras de Braudel abarcan largos
periodos, y que reflexiona sobre los ritmos de cambio, sus escritos son útiles para reflexionar sobre
la periodización.48

Hay una serie de subcampos históricos que, por su propia naturaleza, tienen que trabajar a
lo largo de grandes periodos de tiempo, como la demografía, la epidemiología histórica y algunos
tipos de historia económica. Las modificaciones donde se ocupan, se producen lentamente y es
necesario estudiarlas durante largos periodos para que su importancia sea evidente. Los cambios en
la mortalidad y la tasa de natalidad, la edad del matrimonio, la fertilidad y las tasas de ilegitimidad
son ejemplos de ello.49 La naturaleza y la disponibilidad de las pruebas pertinentes tienden a ser
131

irregulares y están sujetas a notables variaciones locales en términos de calidad y supervivencia. Por
lo tanto, es necesario agregar los materiales si se quiere llegar a algo parecido a las tendencias
nacionales, o incluso regionales. Sin embargo, no se trata de cuestiones meramente prácticas,
relacionadas con los incidentes de la conservación y la mantención de los registros, sino que se
refieren al núcleo de la explicación histórica. Los juicios sobre la rapidez o la lentitud con que
cambian los fenómenos dependen de las explicaciones sobre cómo se alteran y de la comprensión
por parte de los historiadores sobre los mecanismos detallados, a través de los cuales se transforman
los seres humanos y sus entornos. De ahí que es imprescindible investigar con precisión cómo
cambian las actitudes y los comportamientos y el ritmo al que lo hacen. ¿Cómo se transmiten las
ideas y las prácticas de grupo a grupo, de persona a persona, de región a región? ¿Cuánto duran
estos procesos? Se trata de cuestiones difíciles pero fundamentales para toda práctica histórica.

No hay que olvidar que muchos de los exponentes de la historia de larga duración
trabajaron sobre las mentalidades, utilizando fuentes literarias y visuales en un intento de trazar
áreas sobre la existencia humana en las que la naturaleza y el ritmo del cambio son notoriamente
difíciles de reconstruir. 50 En los últimos años ha crecido el interés por los estudios históricos de
pequeña escala y de gran precisión. Esto está relacionado con la microhistoria, que puede implicar
el estudio de una pequeña comunidad o zona geográfica durante períodos de tiempo considerables.
Este tipo de investigación, que utiliza estudios de casos concretos, se basa en la idea de que
podemos llegar a patrones más amplios observando meticulosamente un pequeño número de casos.
Esta tendencia se debe a la riqueza de algunos registros locales y a las preocupaciones más amplias
sobre la explicación histórica y, más concretamente, sobre las explicaciones causales. Las críticas
habituales a las afirmaciones y a los métodos de historiadores como Philippe Ariés, expresan
precisamente estas inquietudes. Por el contrario, la microhistoria explora las intrincadas texturas de
un área limitada, y se puede introducir un sentido de escala si es necesario al estudiar un periodo de
tiempo significativo.

La periodización consiste en gestionar el tiempo, las formas en que lo imaginamos y


conceptualizamos, de ahí su importancia para la disciplina de la historia. A nivel de los individuos,
tanto de los historiadores como de los que estudian, el tiempo está medido por la memoria. 51 La
escritura de la historia depende, al menos en parte, de la transmisión de los recuerdos, aunque el
grado de explicitación varía. Los historiadores nos apoyamos en los recuerdos de otros cuando se
trata de fuentes; nuestra existencia profesional es posible porque los actores históricos conservan y
quieren recordar sus experiencias. La práctica de la historia es, al fin y al cabo, una forma de
conmemoración muy especializada. Sin embargo, debemos problematizar la propia noción de
memoria.

Podemos hacerlo a través de una reflexión crítica sobre el campo de la historia oral, que se
basa en la existencia de la memoria y en su capacidad para ser registrada e interpretada de manera
significativa. Tal y como se ha practicado en gran medida, la historia oral implica hablar,
generalmente con personas mayores, sobre aspectos de la vida que de otro modo quedarían sin
estudiar. En consecuencia, ha hecho especial hincapié en las voces de los marginales, los
desatendidos y los olvidados. Es inevitablemente limitada en cuanto a los periodos que puede
abarcar y a los tipos de cuestiones históricas que puede abordar. Podría parecer que la historia oral
depende de lo que la gente recuerda con precisión. Sin embargo, la memoria es imperfecta, capaz de
producir "recuerdos" que simplemente no pueden ser verdaderos. Los historiadores orales insisten
en la necesidad de comprobar el material generado mediante otras pruebas. Se trata de un campo en
132

el que los estudiosos crean sus propias fuentes, en el que la personalidad del entrevistador se
moviliza inevitablemente en una forma especial de interacción entre los historiadores y sus
sujetos.52 Las entrevistas suelen recoger aspectos del pasado, las formas de sentir de las personas,
que no dependen de la exactitud literal de sus recuerdos. La historia oral revela las complejidades
tanto de la memoria como del uso que los historiadores hacen de ella. El lapso de vidas humanas y
generaciones es inevitablemente la unidad de tiempo privilegiada en este campo particular.

Puente

Lo que se recuerda, y sus formas de expresión, son fenómenos históricos importantes. Al ser
altamente selectivos, son especialmente significativos, porque los propios procesos de selección y
las formas prácticas en que se representan los recuerdos son significativos. Existen tendencias
generales en el acoplamiento de la Historia y la Memoria.53 Historiadores de muchos tipos se han
interesado por la naturaleza de la memoria. Los estudios sobre la memoria son ahora un campo
reconocido y creciente. Dar forma tangible a la memoria, por ejemplo, en monumentos y
memoriales, es en sí mismo un fenómeno histórico importante, vinculado a la conmemoración tanto
en el pasado como en el presente.

El Holocausto, o Shoah, el término hebreo preferido por algunos historiadores, es un


ejemplo particularmente convincente de estos puntos generales sobre la historia y la memoria. En la
actualidad, existe un interés sin precedentes por esa compleja amalgama de procesos que hemos
denominado "el Holocausto"; ahora, se encuentra a una distancia relativamente segura, mientras
sólo un pequeño número de los participantes sigue vivo. Este es, por supuesto, un estado temporal.
Ha dado impulso a muchas formas de revisionismo histórico, que se producen en un contexto en el
que las novelas, memorias, exposiciones y películas sobre el tema proliferan a un ritmo asombroso.
La memoria, la conmemoración, el recuerdo y la reinterpretación están implicados, y cada uno de
ellos es sutilmente diferente. Los historiadores están dentro de esta melée. Es una melée
precisamente porque hay un número de perspectivas conflictivas, y éstas no son sólo sobre lo que
sucedió o no, sino sobre cómo deben escribirse y representarse tales eventos, quién tenía el derecho
de hacerlo, si los historiadores deben asignar la culpa, etc. Estas cuestiones ponen en tela de juicio
la naturaleza de las pruebas históricas y su interpretación, la "propiedad" del pasado, la validez de la
memoria, las funciones sociales más amplias de los historiadores -especialmente en relación con los
procesos judiciales- y la prioridad y conveniencia de asignar castigos y culpas retrospectivas. Si
pensamos que la consideración de los efectos del paso del tiempo es esencial para el trabajo del
historiador, entonces no puede haber un ejemplo más complicado, importante y desafiante que la
infinidad de cuestiones que plantea "el Holocausto". Lo hace precisamente porque los fenómenos
históricos y su representación no son dominio exclusivo de la disciplina académica de la historia.
Más bien se encuentran en el ámbito público, y el público está compuesto por numerosos grupos
sociales, políticos e institucionales, con intereses variados y a veces incompatibles. Se trata de
asuntos centrales para los historiadores profesionales; podemos profundizar en ellos indagando en la
"historia pública", que se refiere tanto a un campo de estudio como a las actividades y dispositivos a
través de los cuales se presenta el pasado a públicos no especializados.
133

CAPÍTULO SIETE

La historia pública

La "historia" en todas sus formas, está en todas partes. Los museos y los
medios de comunicación, por ejemplo, acercan el pasado a un amplio
público. En este capítulo se examinan las formas de historia que van más allá
de los entornos académicos y los diversos grupos que participan en la
creación de un sentido del pasado. La historia tiene una dimensión social. Es
fundamental que quienes la estudian reflexionen sobre las diversas formas en
que se presenta el pasado a una serie de audiencias. El campo de la historia
pública fomenta el análisis de las prácticas históricas por y para los no
especialistas.

¿Qué es la historia pública?

La idea de la "historia pública" se utiliza ampliamente en Norteamérica desde hace algún tiempo, y
está ganando terreno en otros lugares. 1 En la actualidad existen muchos libros y revistas sobre la
historia pública, así como cursos sobre la misma; se trata de un área de gran crecimiento, tanto
desde el punto de vista comercial como institucional. Debido a la variedad y complejidad de los
fenómenos que engloba, la historia pública es mucho más compleja de lo que parece. El término se
refiere tanto a las presentaciones del pasado a un público amplio como a un campo de estudio que
proporciona evaluaciones consideradas de las mismas. Un historiador público puede ser alguien
experto en acercar la historia a los no especialistas, o un académico que comenta los usos del
pasado en la vida pública, enseña a los que se llamarán a sí mismos historiadores públicos y muestra
a los estudiantes cómo evaluar las múltiples formas de la historia pública. Así pues, la historia
134

pública es tanto un ámbito académico reconocido como un conjunto de prácticas. Quienes se


dedican a ella poseen diversas formas de habilidades y conocimientos. Se lleva a cabo en muchos
entornos, como galerías, museos, instalaciones de ocio y medios de comunicación, en Internet y en
espacios abiertos al público, así como en las universidades.

Debemos reconocer desde el principio que "público" es un término difícil; en este capítulo
exploro sus relaciones con la práctica de la historia. A pesar de las complejidades de "público",
"historia pública" es una expresión útil porque llama la atención sobre muchos fenómenos
relevantes para la disciplina de la historia en su totalidad. Es una característica cada vez más
importante de los cursos de grado, aunque algunos historiadores profesionales la consideran con
escepticismo. En las universidades trabajan quienes enseñan lo que puede llamarse historia
"académica". Aunque las estructuras modernas de la enseñanza superior en general, y de la
disciplina de la historia en particular, no se crearon hasta el siglo XIX, están muy arraigadas. La
historia profesional y universitaria es un tipo particular de historia, aunque los que la practican, a
veces hablan como si no hubiera mucho más. La historia pública es, entre otras cosas, historia
popular: la ve y la lee un gran número de personas y ha sido diseñada para un público masivo. Para
algunos, la "historia pública" es una parte central de los movimientos de historia radical, que
critican lo que consideran una historia elitista y demasiado especializada. Pretenden promover
historias con conciencia política, basadas en la comunidad, abiertas a todos y utilizables en las
luchas políticas. Gran parte de la historia pública ha estado motivada por estas preocupaciones
democratizadoras, pero precisamente porque la historia pública puede ser eficaz con un público
amplio, es, igualmente, una herramienta de establecimientos. 2

Tener un campo de estudio independiente, llamado "historia pública", no simplifica las


cosas. Por ejemplo, sugiere que sólo una parte de la historia es "pública" y que sólo ciertas personas
deben prestar atención a sus problemas. Además, a veces se considera que tiene un estatus
intelectual inferior al de otros campos históricos. Debería ser todo lo contrario: la forma en que el
público entiende el pasado es fundamental para las cuestiones políticas, sociales y económicas y,
por lo tanto, interesa a todos los que se esfuerzan por generar un relato lo más fiable y responsable
posible de ese pasado. Los fenómenos que se aglutinan bajo el término "historia pública" pueden
llevar a los historiadores a reflexionar sobre sus prácticas.

Las problemáticas en torno a la historia pública ponen de manifiesto algunas de las


ambigüedades del propio término "historia". Los restos de épocas anteriores están a nuestro
alrededor, pero no se consideran necesariamente "historia" ni se entienden como elementos dentro
de un relato estructurado del pasado. La historia pública implica la "historia" en muchos sentidos: la
disciplina académica; la difusión y exhibición de sus descubrimientos utilizando todos los medios
disponibles; el propio pasado en múltiples formas; y una conciencia difusa de ese pasado que varía
de persona a persona, de grupo a grupo, de país a país.

La historia expuesta

Los museos y los sitios patrimoniales son ejemplos de la complejidad de la historia pública. 3 De
hecho, cuando se utiliza la frase "historia pública", esto es lo que mucha gente tiene en mente. En la
actualidad, la palabra "patrimonio" se utiliza de numerosas maneras, a menudo para comunicar un
135

sentido de valor y autenticidad, derivado de un pasado venerable que merece ser conservado y
mostrado. Está estrechamente vinculado a las actividades comerciales, como es evidente en las
atracciones para visitantes. El patrimonio, en sentido amplio, es una industria en crecimiento, y
muchas exposiciones públicas incluyen un elemento de historia, apelando a una sed de compromiso
con el pasado, que se está creando y promoviendo activamente al mismo tiempo. En cambio, son
relativamente pocos los museos que se proclaman sobre la historia en el sentido más académico;
más bien los museos se asocian a menudo con un lugar, un tipo de objeto, una actividad o una
persona, y la historia está integrada en todo lo que hacen. Quizá haya menos historia en los templos
de la alta cultura, como los museos y las galerías de arte moderno y contemporáneo. Pero incluso
allí tiene necesariamente alguna existencia, aunque proporcionar un contexto rico a las obras de arte
suele ser una prioridad baja. Las exposiciones basadas en temas o acontecimientos -guerras o
guerras particulares, revoluciones y movimientos políticos, tecnología, infancia- se ocupan del
pasado sin declararse necesariamente como una enseñanza de la historia. Existen colecciones
abiertamente históricas: el Museo de Londres, el Museo Histórico de la Ciudad de París, el Museo
del Resurgimiento de Bolonia, por ejemplo. Así pues, aunque son relativamente pocos los museos e
instituciones afines que tienen una relación simple y directa con la disciplina académica de la
historia, muchos de ellos son, en términos generales, "históricos" y contribuyen a las opiniones que
el público en general tiene sobre el pasado.4

Resulta conveniente comprender los medios heterogéneos por los que han nacido las
colecciones expuestas al público. De hecho, el coleccionismo es un tema histórico importante por
derecho propio.5 Dado que hay tantos tipos de museos y galerías que incluyen la exhibición de la
historia de una forma u otra, es vital comprender cómo se reúnen los artículos expuestos, el público
al que se dirigen y las políticas implicadas, incluidos los acuerdos de financiación. Hay grandes
instituciones, como el Smithsonian de Washington, que son enormemente importantes para la
práctica de la historia en virtud de su tamaño, influencia, diversidad de fondos y recursos. Está claro
que los lugares creados para atraer a un gran número de visitantes, como el Colonial Williamsburg
en Virginia o Longleat en Wiltshire, son también formas de historia pública. 6 Los sitios del
Patrimonio Mundial de la UNESCO ofrecen otros ejemplos. 7 Igualmente relevantes son las
catedrales y las iglesias que atraen a los visitantes; los museos aparentemente centrados en aspectos
concretos, como los de los regimientos; así como los cientos de nuevos museos que se están
fundando para atender lo que parece ser cualquier interés y entusiasmo concebible.

En consecuencia, los museos son un tema cada vez más importante para quienes desean
comprender las relaciones con el pasado, ya que son fuerzas culturales importantes por derecho
propio. Influyen en la práctica de la historia, de maneras tan diversas y de gran alcance, que los
historiadores deben prestarles una atención especial. Precisamente por las amplias repercusiones
políticas llamada "la industria del patrimonio", son cuestiones que suscitan un intenso debate
público.8 Los museos funcionan de manera sutil. El pasado que presentan está muy perfeccionado, a
la imagen de los alimentos manufacturados. Esto hace que tanto los materiales originales como los
medios por los que han sido procesados sean relativamente invisibles. Esta afirmación puede sonar
extraña, dado que los museos hacen visibles los objetos y dependen del sentido de la vista para su
impacto. Sin embargo, sólo exponen objetos seleccionados, y éstos han sido procesados -limpiados,
remendados, "restaurados" y empaquetados- de diversas maneras. Por esta razón, la comprensión de
las prácticas de conservación es valiosa para los historiadores. Además, los elaborados materiales y
actividades auxiliares que se requieren para interpretar cualquier objeto no se muestran junto a él.
Entre ellas se encuentran el diseño de exposiciones y vitrinas, la investigación de la procedencia y
136

la preparación de textos de apoyo. Los museos guardan importantes silencios; sus procesos de
selección, gestión, gobierno, presupuestación e interpretación no son evidentes para el público en
general y en gran medida permanecen inéditos para él.

Estas consideraciones sobre el silencio y la invisibilidad, nos recuerdan los puntos


planteados en el capítulo anterior sobre el sistema de enseñanza y el objetivo de la transparencia, así
como la importancia de dar a conocer a los lectores los recursos que utilizan los autores. Por su
propia naturaleza, los museos no pueden funcionar de este modo y no deberíamos esperar que lo
hagan; además, no hay razón para suponer que el público en general, que al fin y al cabo no está
compuesto por académicos, quiera que el aparato se haga visible. No obstante, es importante tener
claras las consecuencias de que los museos sean los principales comunicadores del público sobre el
pasado, dados sus modos de exposición. Si bien los museos satisfacen la curiosidad por el pasado,
también configuran las formas que adopta esa curiosidad. Transmiten ideas sobre ese pasado a
través de una variedad de lentes, de las que los visitantes probablemente no sean plenamente
conscientes: transmiten narrativas y valores, así como conocimientos e información. Además, a
menudo comunican un sentido del pasado y sus significados, sobre el que los historiadores
profesionales se sienten incómodos.

Me vienen a la mente dos ejemplos de las dificultades entre los museos y la historia
académica. Muchos museos generalizan sobre las condiciones de vida en el pasado,
presumiblemente para hacerlo más accesible, incluso emocionalmente. Esta práctica es
especialmente marcada en relación con la "vida cotidiana", en la que las generalizaciones suelen
destacar el pasado como sucio o peligroso, o incluso como inocente y más seguro que la actualidad.
Este tipo de afirmaciones son preocupantes para los historiadores profesionales porque están
cargadas de valores; tocan puntos de vulnerabilidad, como el miedo a la muerte, el crimen y la
enfermedad. Las exposiciones en los museos también despliegan supuestos más simples sobre la
causalidad de lo que sería habitual en los entornos académicos. Asignan la responsabilidad
individual y colectiva con mayor libertad, dado que operan, más o menos, dentro de un lenguaje de
héroes y villanos. Las exposiciones para el público suelen hacer hincapié en la claridad moral y la
agencia de los individuos. Incluso cuando no se trata de actores históricos conocidos y con nombre
propio, se pueden utilizar los lenguajes del heroísmo y su reverso. Se trata de cuestiones
importantes, porque existe una necesidad generalizada de entender el pasado precisamente en estos
términos, es decir, en términos de logros y culpas, de éxitos y fracasos. El deseo de contar con
patrones claros de responsabilidad, en relación con los cuales podamos posicionarnos, es poderoso.
Da lugar a las fuertes emociones evidentes, por ejemplo, en los escritos sobre los campos de
prisioneros de guerra japoneses de la década de 1940, que sugieren que no ha habido resolución,
que la necesidad de culpar sigue siendo fuerte y que el legado de sufrimiento invita a nuestra
atención.9

Hay que entender, y respetar, las formas de historia pública que se encuentran en los
museos y reconocer su influencia, pero también hay que tener claro sus diversos efectos sobre la
conciencia histórica general, que operan a niveles emocionales difíciles de controlar. Este punto es
tanto más importante que cuando la "historia" aparece, de una forma u otra, en diferentes tipos de
museos. De ello se desprende que los historiadores deberían colaborar con sus colegas de los
museos y actuar como amigos críticos de los mismos.
137

La diversidad de la historia pública

Aunque los museos y el patrimonio dominan muchos debates sobre la historia pública, es posible
emplear el término de forma más inclusiva, ya que existen numerosas formas de historia que se
dirigen a un público no profesional y que pueden considerarse útilmente de manera conjunta, como
los documentales, la ficción y el teatro histórico, las revistas no especializadas y los monumentos
conmemorativos. Las motivaciones de estas actividades son muy variadas, por lo que el término
"historia pública" es un cómodo concepto general. Puede incluir, por ejemplo, edificios y espacios
públicos que sirven como formas de historia pública, pero que no fueron concebidas originalmente
como tales. Cuando estamos en espacios públicos, nuestros sentidos responden constantemente a
estímulos cargados de historia, seamos o no plenamente conscientes de ello. Este telón de fondo
histórico existe en prácticamente todas las sociedades. A veces se pone en evidencia. Este es el caso
de muchos países occidentales en los últimos años, donde la celebración de aniversarios, en lugares
cuidadosamente elegidos, de acontecimientos significativos para la nación y/o para la humanidad ha
aumentado notablemente.

En virtud de la cobertura mediática y la explotación comercial resultantes, las formas de


conmemoración ejemplifican perfectamente la idea de que las manifestaciones del pasado están en
todas partes. En ocasiones, la historia cobra protagonismo cuando existe algún tipo de amenaza: un
edificio que va a ser destruido, un pabellón que está a punto de ser reutilizado, una plaza alterada de
alguna manera, un monumento trasladado o dañado en respuesta a los cambios de régimen y de
valores políticos. Los nuevos monumentos también suelen ser polémicos. Este también es el ámbito
de la historia pública, como demostró David Lowenthal de forma tan elocuente en The Past Is a
Foreign Country. El hecho de que esta historia pública "ambiental", si se puede decir así, pueda
pasar desapercibida con tanta facilidad, sin exigir una atención consciente como forma de historia,
no hace que carezca de importancia. Estos aspectos de la historia pública, que afectan a numerosas
formas de identidad, invitan a nuestra atención.

La historia pública es realmente diversa. A veces nos encontramos con el campo del
entretenimiento, como es el caso de la ficción histórica. La serie de novelas The Scarlet Pimpernel,
escritas a principios del siglo XX, son un excelente ejemplo. Ambientadas en la época de la
Revolución Francesa, y firmemente en el bando de la aristocracia, han sido adaptadas al teatro, al
cine y a la televisión.10 Los relatos aventureros del pasado son sabias "reconstrucciones" que
ofrecen a su público un buen rato compuesto de emociones, trajes llamativos y efectos de época. La
ficción histórica es un género heterogéneo, y es significativo que las novelas ambientadas en el
pasado sean reconocidas cada vez más como comentarios influyentes, capaces de llegar a un gran
número de lectores y de moldear actitudes, como fue el caso de las obras de gran éxito de Walter
Scott y Alexandre Dumas. En nuestra época, la novelista Hilary Mantel se ha convertido en una
historiadora pública, cuyos puntos de vista sobre el pasado y la forma de acercarlo al público no
especializado inspiran un gran respeto. Realiza una intensa labor de investigación y escribe sobre
personajes históricos reales, a diferencia de los novelistas cuyos personajes son inventados.

Una parte de la historia pública es abiertamente didáctica: muchos museos, algunos


documentales de televisión y publicaciones populares, incluidas las revistas sobre historia, adoptan
voces educativas. Sin embargo, la sensibilización del pasado, a través de la violencia, el sexo y las
138

luchas por el poder, es omnipresente. No es casualidad que, dentro de la floreciente industria


cultural, un sector de notable crecimiento sea el de las actividades educativas; éstas deben ser
placenteras y entretenidas, convirtiéndose en medios eficaces para transmitir la comprensión del
pasado. Los documentales históricos pueden entenderse de forma similar. La diversidad de la
historia pública, especialmente en los medios de comunicación y la edición popular, es
sorprendente. Conviene recordar que la perenne utilidad del pasado en el presente sustenta estos
fenómenos; sus usos abarcan el aprendizaje, la diversión, el comercio y la manipulación política y
emocional. El pasado y el presente están en un diálogo permanente.

Pasados utilizables

La idea de un pasado utilizable no es nueva, pero probablemente sea ahora más importante que
nunca. Si el pasado es utilizable, la historia es un campo abierto al que se le pueden dar fines
diversos, incluso conflictivos. Estos usos se encuentran mezclados en un mundo que afirma
constantemente el valor de conocer el pasado para informar el presente y el futuro. Sin embargo,
muchas personas siguen sin tener claro cómo funciona esto en la práctica. Además, hay que tener en
cuenta diferentes usos. La historia como entretenimiento utiliza el pasado con fines comerciales. La
historia como concienciación utiliza el pasado con fines políticos. La historia como educación
pública utiliza el pasado para informar al público sobre las tendencias políticas y sociales. Pero,
¿qué ocurre con organizaciones como el National Trust de Inglaterra, la construcción generalizada
de monumentos de guerra, el mantenimiento de cementerios públicos, etc.? ¿Qué tipo de pasados
utilizables se están desplegando aquí?

El National Trust ilustra perfectamente un tipo de pasado utilizable. Se fundó en 1895 para
proteger propiedades históricas y zonas rurales de gran belleza. Ahora es una de las mayores
organizaciones benéficas del Reino Unido y moviliza una conciencia sobre el patrimonio, expresada
como un deseo de preservar y celebrar lo que se interpreta simultáneamente como precioso, de
importancia histórica y a veces amenazado. 11 Este ha sido, y sigue siendo, un proyecto complejo,
discutido y en constante evolución, lo cual es inevitable, dado que el Trust ha adquirido propiedades
asociadas a la cultura popular y a la vida de la clase trabajadora, al tiempo que promueve la gran
casa de campo. Sus políticas no pueden permanecer estáticas. Es evidente que existe una dimensión
educativa, pero los objetos de las propiedades del Trust no suelen estar etiquetados como lo estarían
en un museo. Los visitantes se adentran en un mundo lo más parecido posible al "original" y, por
tanto, su imaginación se ve comprometida. Sin embargo, la propia noción de estado original es
problemática. Los edificios evolucionan; es poco probable que haya una época que realmente
recuerden, aunque los principales periodos de la arquitectura desempeñan un papel importante en la
percepción del conjunto. Las exposiciones tienden a pasar por alto estas cuestiones, de modo que el
efecto principal, desde el punto de vista de los visitantes, es de "autenticidad" histórica no
especificada. El dramaturgo Alan Bennett ha captado maravillosamente las complejidades del
National Trust en su obra People (2012), con su agudo comentario sobre la historia pública, aunque
ese no es un término que él utilice.

Sería un error, y una grave exageración, presentar las visitas a casas de campo, castillos y
palacios sólo en términos de "educación". Los visitantes pueden tener ansias de experiencias
nostálgicas, de una inocencia imaginada que se sitúa en el pasado, a partir de la cual se pueden
139

generar recuerdos. Estos lugares pueden crear "memoria", al tiempo que desencadenan recuerdos
reales para algunos. La nostalgia es un anhelo de un estado pasado, de algo por definición
inalcanzable, y se refiere a formas convencionales de fantasía. Los trenes de vapor son
particularmente buenos para provocar sentimientos nostálgicos, incluso en aquellos que son
demasiado jóvenes para recordarlos en uso regular. En los últimos tiempos, el cine y la televisión
han dado forma a esa nostalgia. Podríamos pensar en el fenómeno de Brideshead Revisite, tras el
enorme éxito de la adaptación televisiva de 1981 de la novela de 1945 de Evelyn Waugh sobre la
aristocracia inglesa de principios de siglo, y que se vio en muchos países. Más recientemente se ha
producido la moda de Downton Abbey, generada por un drama de disfraces realizado para la
televisión, que ha alcanzado una popularidad mundial. 12

Las casas de campo, los castillos y los palacios abiertos al público ahora no son en absoluto
como eran. Tal y como los vemos hoy, han sido desinfectados -de olores y de trabajo agotador, por
ejemplo-. Por eso, cuando las cocinas de los grandes edificios, que suelen ser una de las atracciones
más populares, se ven en el presente, transmiten poca o ninguna idea de cómo eran cuando se
utilizaban en el pasado. Más bien ofrecen un tipo especial de ficción, que los visitantes tratan como
"historia". Irónicamente, dado que hay más personas que descienden de sirvientes que de amos, un
reconocimiento pleno de las condiciones del servicio doméstico, digamos hace cien o más años, es
potencialmente bastante perturbador. Aparentemente, esto no disminuye el atractivo de las
residencias de élite, que satisfacen una serie de curiosidades populares; las experiencias de los
visitantes se entrelazan en un sentido colectivo del pasado.

Las variaciones nacionales, en la manera de presentar el pasado, revelan el papel de los


fenómenos políticos generales en la formación del sentido de la historia de sus ciudadanos. Los
museos populares y los dedicados a la vida cotidiana, que se encuentran en la mayoría de los países
europeos, son ahora más comunes en Gran Bretaña, donde sigue habiendo un gran interés por las
casas de la nobleza y la aristocracia. En Estados Unidos se ha desarrollado con éxito la historia de
los "parques temáticos", en los que los recintos cubren grandes superficies y hacen hincapié en el
entretenimiento familiar. Este tipo de atracciones hablan de fenómenos como la clase y la
naturaleza de las élites. En muchos lugares, hay un enorme apetito por las representaciones del
pasado, que debe ser comprendido y respetado en sus múltiples formas. Se satisface con muestras
de "historia" y con formas de acercarse al pasado que no son estrictamente académicas, sino que se
asemejan más al turismo, sobre todo en su abierta apelación a la fantasía. Así, los lugares históricos
reales y las formas ficticias del pasado pueden estar más cerca en la mente del público de lo que nos
gusta pensar. El castillo de Highclere, que se utiliza para ver los exteriores de Downton Abbey, es
muy popular entre los visitantes y aprovecha sus conexiones con un mundo ficticio. El reciente
fenómeno mundial, Game of Thrones, que mezcla un pasado inventado con elementos de la cultura
medieval, es un ejemplo fascinante de las formas en que la historia y la fantasía pueden mezclarse,
ya que existe un considerable interés por ir a los lugares reales donde se filma. 13

Si nos fijamos en los monumentos conmemorativos y los cementerios, las formas de utilizar
el pasado se vuelven más complejas. 14 Normalmente, los monumentos conmemorativos de guerra
afirman los valores en los que se basó el conflicto en cuestión. Esto es, en parte, una cuestión de
retórica, de presentar una cara públicamente aceptable. Las complicadas condiciones -diplomáticas,
militares, políticas- antes, durante y después de un conflicto no son la única preocupación, sino que
se trata de ofrecer un relato que otorgue honor a los instigadores y al personal implicado, y sobre
todo a los muertos. Los monumentos se construyen para perdurar, pero no han sido concebidos
140

principalmente como una forma de "historia": lo son desde el momento en que se construyen.
Constituyen, de hecho, un registro público de los acontecimientos y de las reacciones a los mismos,
que son de interés general. La característica específica del registro y de las reacciones impulsa su
diseño y por eso, como todos los productos culturales, los monumentos conmemorativos deben
considerarse representaciones surgidas en circunstancias específicas. Difícilmente se puede ser
crítico con los conmemorados; se requiere una imagen positiva, construida con arte y apta para el
momento de la creación.

Los monumentos, los memoriales y los estatutos conmemoran acontecimientos y personas


de importancia pública, tanto para los gobiernos como para amplios sectores de la población.
Muestran cómo se utiliza el pasado, a través de estructuras físicas, para fomentar el respeto por los
que perdieron la vida y proporcionar un foco de duelo para los que quedaron atrás. Estas estructuras
se convierten, por derecho propio, en documentos públicos que, esperamos, ayuden a gestionar la
ira y la culpa de los supervivientes, la desesperación y el orgullo de los afligidos. Además, es
probable que sean visualmente agradables, o al menos notables de alguna manera, y por lo tanto
pueden ser visitados como lugares de interés, así como para la edificación y la reflexión. Son de
interés histórico y también conducen a la expresión de sentimientos. Todo esto forma parte de la
historia pública, de hecho, es la historia en público.15

Los creadores de gran parte de la historia pública suelen provenir de pequeños grupos con
agendas muy específicas, aunque pretendan actuar en nombre de grupos más amplios. En
consecuencia, las élites políticas tienden a ser los maestros del pasado cuando se trata de
representarlo, y de hecho manipularlo. Esto contrasta con lo que puede denominarse historia
amateur, realizada por aquellos que no reciben una remuneración por su trabajo histórico, sino que
lo llevan a cabo por compromiso personal. La historia como pasatiempo, una actividad para
aficionados, es un fenómeno importante, útil en el contexto de los pasados utilizables. También
puede tener una influencia ideológica. La historia local y familiar goza de gran popularidad, y a
menudo es practicada por entusiastas con grandes conocimientos en genealogía o en el trazado de la
historia de las casas, por ejemplo. El rastreo de los orígenes, y la creación de linajes que sirven para
fines particulares, son temas importantes en muchas partes de la historia pública, especialmente en
aquellas que promueven una amplia participación. Las exposiciones y los clubes locales son una
forma de utilizar la historia con fines actuales. Deberíamos considerar los tipos de interés que
motivan a la gente a emprender actividades históricas. El término "amateur" significaba
originalmente "hacer algo por amor", no "carecer de habilidad", como en algunos casos habituales.
Las diferencias entre los historiadores profesionales y los aficionados no son tan claras como los
primeros piensan. Además, conviene recordar que muchos bestsellers históricos son obra de
personas que escriben, fuera del sistema universitario, para ganarse la vida. La difunta Barbara
Tuchman es un excelente ejemplo de este fenómeno. De ahí que no existan distinciones claras entre
historiadores profesionales, historiadores públicos, escritores históricos e historiadores aficionados.
Una buena comprensión de la historia pública en sus múltiples formas demuestra y anima a
reflexionar sobre este punto.

Géneros y públicos
141

Sea cual sea su definición, los historiadores profesionales y aficionados tienden a trabajar dentro de
diferentes géneros históricos. Por "género" me refiero a un tipo de representación, ya sea en forma
de palabras, exposiciones, imágenes o películas, que se rige por convenciones literarias, artísticas o
institucionales reconocidas, como la novela, la monografía, el diorama o la conferencia de historia
local. El concepto sigue siendo útil a pesar de la diversidad dentro de los géneros, los cambios en
las convenciones y la aparición de nuevas formas. Los géneros son flexibles, con historias
intrincadas. Se trata de una idea de vital importancia para entender la historia pública. Dado que los
géneros incluyen elementos de convención, son reconocidos, a menudo de forma intuitiva, por las
audiencias y los lectores. En consecuencia, existen expectativas en ambos lados que son, en efecto,
reglas informales de compromiso.16

La ficción histórica, por ejemplo, tiene muchos subgéneros, entre ellos los romances
históricos. Los lectores de éstos esperan un cierre, una resolución romántica entre el héroe y la
heroína, especialmente en las historias de autores exitosos como Georgette Heyer, que, escribiendo
entre los años 20 y los 70, se especializó en la Inglaterra del siglo XVIII y principios del XIX. 17
Otros tipos de novelas históricas pueden culminar con una aventura terminada con éxito o con la
muerte del héroe(s). Se trata de tipos narrativos que despliegan tópicos o temas fácilmente
reconocibles. El conocimiento del género (y de otras convenciones, tanto literarias como visuales)
contribuye a nuestra comprensión de la práctica de la historia. Todos los escritos tienen un contexto
genérico, y ser consciente de ello permite evaluar con mayor eficacia cualquier pieza, y contribuye
a que los lectores sean conscientes de su propia escritura. Reconocer los géneros y analizar sus
casos depende precisamente de la comprensión de las convenciones y sus implicaciones. Esto es
especialmente importante a la hora de pensar en la historia pública, ya que se presenta en muchos
géneros. Hasta cierto punto, estos géneros conforman el contenido del tipo de historia que
designamos como "pública".18 Si podemos identificar y reflexionar sobre esta gama genérica, se
pueden apreciar mejor los distintos medios por los que el público desarrolla su sentido del pasado. 19
Los artículos breves que se encuentran en las revistas y periódicos de historia son un buen ejemplo.
Los artículos breves de las revistas y los periódicos de historia son un buen ejemplo de ello. Deben
ser sobre temas llamativos o de actualidad, sin notas a pie de página y redactados de forma ágil y
accesible. El material de los sitios web históricos sigue pautas similares.

A la hora de considerar los géneros y las audiencias, resulta útil seguir insistiendo en los
nuevos significados de "público". El sociólogo y filósofo alemán Jürgen Habermas ha realizado un
influyente, aunque controvertido, recuento histórico de la evolución en la llamada "esfera pública" a
lo largo del siglo XVIII.20 El término "esfera" es claramente una metáfora que conlleva la
connotación engañosa de una zona autónoma. Muchos historiadores se refieren, de forma poco
consciente, a una distinción de género entre la esfera pública (masculina) y la privada o doméstica
(femenina), que también ha desarrollado, supuestamente, durante el siglo XVIII, en consonancia
con los cambios económicos y sociales resumidos como "la Revolución Industrial", y con un
conservadurismo político sobre los roles femeninos tras las revoluciones americana y francesa. 21 El
enfoque de Habermas se centra en las generaciones de la "opinión pública" -un concepto y un
conjunto de prácticas- y en los espacios de debate en los que se podían discutir asuntos de interés
general de forma liberal y tolerante. Un ejemplo de este cambio es el desarrollo de los periódicos,
que Habermas considera especialmente importante en la Inglaterra del siglo XVIII.

Los museos públicos se estaban desarrollando en Europa justo en ese momento: el Museo
Británico, fundado en 1753, por ejemplo. 22 El propio nombre indica que se trata de una institución
142

para una nación que, como sabemos, se estaba inundando de material impreso. Los museos, las
exposiciones y los materiales impresos generaban, y satisfacían, la curiosidad del público. Aunque
el crecimiento de la cultura impresa fue gradual a lo largo de los siglos XVI y XVII, y ciertamente
sujeto a considerables variaciones locales, el siglo XVIII marca un punto de inflexión significativo
en relación con la historia de las comunicaciones, de las audiencias y de las ideas de "lo público".
Benedict Anderson lo resumió de forma especialmente elocuente en Imagined Communities. Su
propósito era identificar las condiciones previas para un sentido moderno de nación. Por ejemplo,
sugirió que cuando los ciudadanos de toda una nación leían más o menos las mismas o similares
noticias, estas experiencias desempeñaban un papel importante en su sentido de pertenencia. A
Anderson le preocupaban los mecanismos esenciales de una idea abstracta -la "nacionalidad"-
puede ser comunicada y experimentada por un gran número de personas. Una parte integral de esta
idea, era el sentido del pasado de su nación, presente en una proporción significativa de la
población, e incorporado a sus vidas e identidades. Lo público, como concepto y como experiencia
vivida, es en sí mismo un fenómeno histórico, y la historia pública ha estado explícitamente ligada a
la formación de la nación durante al menos tres siglos. El compromiso de rastrear los usos que los
gobiernos, las profesiones y otras partes interesadas hacen de la "esfera pública" y del pasado, y de
trazar las formas en que los resultados se han convertido en parte del imaginario de cada sociedad,
ayuda a explicar los orígenes y la importancia actual de la historia pública.

Anderson ofrece un modelo para entender el desarrollo del fenómeno de la "historia


pública". Personas lejanas se encuentran con exposiciones y publicaciones históricas que les son
relevantes y a través de las cuales construyen su identidad. Las entidades políticas, como las
naciones y sus infraestructuras administrativas, actúan como mediadoras de los procesos en
cuestión. Por ello, las exposiciones y publicaciones están necesariamente cargadas de valores. En
este sentido, es probable que las formas de historia pública difieran entre regiones y países. Hoy en
día, el público puede visitar museos, utilizar sitios de Internet y ver películas que tienen efectos
similares en cualquier parte del mundo. Utilizan lo que leen y ven en su vida cotidiana, y se
convierten en parte de comunidades imaginadas a nivel nacional, regional y de otro tipo. Anderson
sugirió que las naciones existen en virtud de una historia compartida y públicamente disponible.
Ahora ha surgido un campo que observa, documenta y critica esas tendencias.

Los monumentos a los líderes y a los acontecimientos de importancia simbólica son, como
las dinastías de gobernantes, signos visibles de la historia compartida de una nación, aunque ese
pasado haya sido sometido al concepto de contabilidad creativa. Si bien los sistemas educativos
ponen los cimientos de la identidad colectiva, ésta se moldea y se mantiene, en ocasiones
radicalmente alterada, por la historia pública. De ello se deduce que una de las ideas más
importantes que ofrece el fenómeno de la historia pública es que la comprensión colectiva del
pasado se impregna de todos los sentidos y moviliza la imaginación. Por lo tanto, cualquier análisis
de la historia pública debe estar atento a la vista y al sonido, al gusto y al olfato. En un mundo en el
que mucha gente viaja y en el que Internet facilita el acceso a la información y a las experiencias a
los grupos más pudientes, la historia pública no se limita al pasado de las naciones. Permite el
compromiso con las regiones, las agrupaciones religiosas, étnicas, raciales y sociales y los
productos básicos, todo lo cual contribuye a nuevas formas de conciencia histórica. Los patrones de
migración, y especialmente la migración forzada, son casos en los que la comprensión histórica da
forma pero también desafía a las comunidades imaginadas.
143

Por lo tanto, al hablar de "historia pública", tengo en mente cuatro temas principales: los
públicos no académicos de la historia, los usos generales del pasado, las muestras y productos
específicos que se relacionan con la historia, sea cual sea su definición, y el análisis crítico de todos
estos fenómenos. El público indica un gran interés, y una gran participación, en la historia que los
de los historiadores profesionales y las publicaciones especializadas. El pasado es esencialmente
abierto, y diversos relatos del mismo son de dominio público, disponibles para numerosos usos.
Reconocer esto puede ayudar a los historiadores a ver sus propias actividades en un contexto más
amplio y a seguir reflexionando sobre cuestiones generales acerca de la práctica de la historia, sin
importar quién produzca relatos del pasado. Por consiguiente, merece la pena centrarse en aquellas
cuestiones que son fundamentales para la historia pública, pero que están relativamente descuidadas
en la práctica académica. Una de estas cuestiones ha suscitado un amplio interés: ¿quién, si es que
hay alguien, es el dueño del pasado? Plantear esta duda implica pensar menos en los materiales
básicos de la historia -aunque la propiedad y la custodia de los mismos es ciertamente importante-
que en quién tiene derecho a representar el pasado de forma autorizada. Entiendo que se trata de una
cuestión política, por lo que es importante tener claro cómo es esto.

Historia pública y política

El Estado, que en muchos países desempeña un papel importante en la financiación de instituciones,


como archivos y museos, se encuentra en el centro mismo de la historia pública. La historia pública
es una materia política en la medida en que los productos históricos contienen, y promueven,
intereses particulares, al tiempo que velan y marginan otros. Los puntos de vista específicos desde
los que parten varían, como es de esperar. Se trata, en efecto, de cuestiones políticas; se trata de
alineaciones y representaciones de poder. Comprender el papel del Estado en la financiación y de
las élites en la configuración de las representaciones históricas, es una parte vital del examen de la
historia pública. La representación de individuos, clases, alianzas religiosas, facciones políticas,
grupos étnicos, etc., como ganadores o perdedores, víctimas o agresores, es un ejemplo evidente.
Además, cuando la historia pública de los museos está patrocinada por empresas, que dan su
nombre a las exposiciones, hay que hacer frente a complejas fuerzas políticas. La historia de la
producción de papel y de las fuentes de energía son temas en los que afloran estas cuestiones. Por
eso los museos presionan para que se llegue a un acuerdo con los patrocinadores que dé a los
conservadores el control total del contenido.

La historia pública es política en cierto sentido, aunque menos preciso, ya que teje discursos
morales en torno a formas de exhibición y relatos del pasado, que están cargados de suposiciones
sobre el poder. Estamos familiarizados con la idea de que la historia se compone de relatos. Para la
mayoría de la gente, los historiadores cuentan historias porque sus relatos del pasado están
estructurados y adquieren verosimilitud de manera similar a otras narraciones. Estamos igualmente
familiarizados con la idea de que los escritos históricos tienen una carga moral. Todo el mundo
puede reírse de 1066 and All That, el clásico relato humorístico de la historia británica, o de las
historias de Astérix, tiras cómicas sobre la Galia romana. 23 Los lectores reconocen que los juicios
sobre monarcas, líderes políticos y naciones enteras, por ejemplo, que son "buenos" o "malos" son
omnipresentes; los historiadores profesionales también los hacen. Esto no es ninguna sorpresa, y no
estoy sugiriendo que los historiadores puedan o deban abstenerse por completo de las discusiones
144

morales. La cuestión de la historia que llega a un público más amplio es que los juicios morales
pueden ser emotivos y simplificados; a veces son obvios, otras veces implícitos o encubiertos.

La naturaleza política de la historia para el público se hace excepcionalmente clara cuando


hay intensas controversias. Es difícil llegar a un consenso sobre la representación de la violencia
reciente, como Troubles en Irlanda del Norte. El desarrollo de la bomba atómica en Los Álamos,
Nuevo México, se explica en un museo de ciencias sobre el que existe un estricto control por parte
de una agencia gubernamental.24

Un ejemplo clásico es la controversia sobre los planes para exponer el Enola Gay, el avión
que lanzó la bomba sobre Hiroshima, en el Museo Nacional del Aire y del Espacio de Washington,
DC, en 1995, 50 años después del fin de los veteranos. Las discusiones resultantes han sido
ampliamente documentadas y debatidas, proporcionando una visión de la historia pública en
Estados Unidos.25 Se trataba de un asunto político, ya que giraba en torno a cómo debían
presentarse al público del museo los objetos asociados a uno de los acontecimientos más
controvertidos del siglo XX, el equilibrio entre la conmemoración y la interpretación histórica, y la
solidez de las versiones recibidas de que la toma de decisiones políticas significaba que las bombas
"salvaron" vidas al final.

Algunos expertos opinan que los aliados se equivocaron al lanzar las bombas sobre Japón y
que sus motivos para hacerlo fueron claramente contradictorios. Según otros, los Aliados tenían
razón y el acontecimiento puede celebrarse legítimamente. Es imposible presentar estas cuestiones
de forma "neutral", y podría argumentarse que es impropio hacerlo, dada la enorme destrucción de
vidas civiles y los efectos a largo plazo de las bombas. Las instituciones financiadas con fondos
públicos están sujetas a una serie de fuerzas y limitaciones, que poco tienen que ver con la historia
rigurosa tal y como la entienden los académicos. Posiblemente, una evaluación analítica del final de
la Segunda Guerra Mundial resultó ser una amenaza tanto para los veteranos como para el gobierno
de Estados Unidos, ya que ponía en tela de juicio los supuestos sobre quién y qué debía
considerarse "heroico" y ético.

Sin embargo, otras instituciones, además de los gobiernos y los museos, participan en la
historia pública, que sigue siendo una cuestión política en sentido amplio, incluso en sus formas
más comerciales. La historia forma parte de muchas industrias que venden versiones del pasado de
una u otra manera. Las producciones de ropa, joyas, muebles y objetos decorativos presentan al
público determinados periodos históricos, creando y manteniendo imágenes de distintas épocas -el
siglo XVIII era elegante, el XIX ornamentado, el XX aerodinámico, etc.- basadas en ideas de estilo.
Esto puede parecer inofensivo, tan claramente construido que tales asociaciones difícilmente
pueden ser significativas. Sin embargo, las respuestas estéticas son una fuerza poderosa en la
configuración de las actitudes hacia el pasado. Aunque parezca que no hay elementos políticos en
este caso, es vital recordar qué formas drásticas de selección están implicadas. Ver el siglo XVIII en
términos de elegancia, por ejemplo, depende de dar prioridad a los estilos de vida de las élites y a su
hegemonía cultural sobre los pobres, los indigentes y los marginados. Además, depende de
determinadas lecturas del Antiguo Régimen, que se ajustan a las ideologías de la época. El enorme
crecimiento del comercio minorista en los museos, que venden artículos relacionados con sus
colecciones, ha contribuido en gran medida a esta tendencia. 26
145

Otro elemento importante de la historia pública, es el encargo de libros por parte de


entidades comerciales, como los destinados a celebrar la historia de una entidad, es decir, a
construir un tipo particular de cara al público. La idea de las historias por encargo es una cuestión
controvertida. Las asociaciones profesionales y las organizaciones políticas, al igual que los
departamentos gubernamentales y otras organizaciones, pueden contratar los servicios de los
historiadores, que se arriesgan a perder cierta libertad intelectual. Estas relaciones nunca están
exentas de problemas. Una de las cuestiones que se plantean es hasta qué punto los historiadores
tienen acceso sin restricciones a los archivos pertinentes y pueden hacer lo que quieran con ellos, o
si se espera que escriban una historia que esté limitada desde el principio por los materiales
restringidos que pueden ver. También está la cuestión de la interpretación y la posibilidad de que
los historiadores encargados puedan emitir los juicios que consideren oportunos. ¿O es que el relato
debe escribirse para que el organismo que lo encarga quede bien reflejado? He planteado la
pregunta con bastante crudeza y, sin duda, en la práctica es menos clara que esto. Pero es bueno ser
consciente de las posibles trampas; como dice el refrán, el que paga al músico es el que manda.
Aunque algunas historias se escriben principalmente para otros historiadores, y contribuyen así, por
ejemplo, al creciente campo de la historia empresarial, también tienen un público más amplio. El
público potencial incluye a quienes trabajan o apoyan al organismo que las encarga. En este caso, la
escritura de la historia se utiliza para fines determinados por los comisionados, lo que hace que las
tensiones entre la conmemoración y el análisis sean una posibilidad clara. 27

La biografía como historia pública

Las complejidades de las historias por encargo nos recuerdan un tema recurrente en este libro,
especialmente para la historia pública. En general, se acepta que los relatos históricos contienen
juicios inevitables de valor implícitos. Algunos relatos históricos se encargan específicamente de
mostrar al sujeto -ya sea una persona, un grupo, una organización o un acontecimiento- bajo una luz
favorable, precisamente porque se considera que la historia tiene autoridad y los que están en el
poder desean que ellos mismos y sus asociados parezcan dignos de respeto. La biografía es un buen
ejemplo. En el caso de sujetos vivos, prominentes y recientemente fallecidos, pueden ser encargadas
por familias, patrimonios, colegas y amigos. Menciono la biografía en el contexto de la historia
pública porque, al ser uno de los géneros históricos más populares y duraderos, acerca la historia a
un público amplio y es ampliamente discutida en los medios de comunicación.

Las biografías pueden compararse con las historias oficiales por encargo. No hay que
olvidar que las biografías no autorizadas pueden causar un fantástico revuelo. La forma en que se
valora públicamente una vida es significativa, y los relatos de las acciones de personajes destacados
y su interpretación, están muy marcados. 28 La reputación de los principales actores históricos es, en
efecto, de interés público. Dado que los biógrafos necesitan permiso para utilizar documentos
privados, la calidad de sus relaciones con los guardianes de esas fuentes es vital. Rara vez se trata
de "la verdad". Las familias pueden saber cosas sobre sus parientes, pero aun así prefieren que los
biógrafos no las hagan públicas; de hecho, esto puede ser una condición para conceder el acceso a
los documentos. El biógrafo que acepte estas condiciones no estará distorsionando el pasado, como
se suele decir, sino omitiendo hábilmente material que es de algún modo problemático.
146

La selección es una habilidad histórica central, y su evaluación es excepcionalmente


complicada. Los lectores, por muy expertos que sean, rara vez conocen todas las fuentes utilizadas.
Las elecciones de los autores tienden a ser relativamente invisibles en su relato final. Cuando los
materiales primarios no son de dominio público, la evaluación de los relatos publicados es aún más
difícil. La presentación de personajes históricos de forma positiva no es tan sencilla como podría
parecer. Para escribir una biografía convincente, el autor debe sentir cierta simpatía por el personaje
y es probable que se identifique en mayor o menor medida con él. Algunas biografías se escriben
por antipatía, desaprobación u odio, pero son poco frecuentes. 29 Si los miembros de la familia
siguen vivos, el historiador puede acercarse también a ellos, e inevitablemente se establecen
vínculos afectivos. Todos estos relatos son necesariamente selectivos.

Los lectores, que ya piensan en términos de elogios y culpas, de inocencia y culpabilidad, lo


perciben. Todos los relatos históricos contienen juicios morales, implícitos o explícitos. La historia
escrita para el público en general es especialmente propensa a expresar esos juicios, que pueden ser
alentados por los editores y los medios de comunicación para aumentar las ventas y fomentar la
controversia.

Las actividades de los historiadores plantean problemáticas políticas sobre moralidad,


responsabilidad y ética, y la historia pública lo hace con especial urgencia. Esto se debe, en parte, a
que los discursos históricos públicos tienden a ser condensados y simplificados, sacando a relucir
estas cuestiones de manera tajante. Las biografías son particularmente claras en este sentido, pero
no son el único género de la escritura histórica en el que nos encontramos con debates sobre los
juicios de valor de los historiadores, debates que se refieren tanto a la dimensión emocional como a
la política de la historia. Además, el contenido dramático de (gran) cantidad de historia pública -
guerras, genocidios, dictadores, diásporas, persecuciones religiosas, movimientos de protesta,
limpiezas étnicas, crisis nacionales e internacionales, por ejemplo- sitúa las cuestiones morales en
primer plano. De ahí que la historia pública como campo de estudio deba seguir planteando
preguntas de búsqueda. Las cuestiones sobre la propiedad del pasado se sitúan mejor en este amplio
contexto.

¿A quién pertenece el pasado?

El pasado es de dominio público y se considera que se puede poseer. 30 La propiedad y la posesión


son ideas potentes. Aquí no me preocupan tanto las cosas relacionadas al acceso público de las
fuentes históricas, aunque sea una cuestión importante, como la inversión y la identificación con
aspectos del pasado que, de alguna manera, los hacen nuestros. La noción de que el pasado es
propiedad pública puede utilizarse para señalar su carácter y disponibilidad para diversos fines. Hay
que seguir las implicaciones de esta afirmación. Por ejemplo, el pasado se utiliza habitualmente con
fines abiertamente manipuladores y sectarios. La afirmación que suelen hacer los grupos racistas
sobre su país, comenzó a decaer con el aumento de la inmigración es un ejemplo de ello. Sugiere
una amenaza al propio patrimonio de los hablantes y depende de que la gente crea un relato
interesado en dos fenómenos ("decadencia" e "inmigración"), planteando una relación causal entre
ellos, y luego extrayendo una inferencia política de ello. Decir que el pasado es una propiedad
pública implica, sin duda, que haya relatos que compitan entre sí y que causen divisiones; de ahí
que sea esencial desarrollar una crítica de los mismos. En los contextos profesionales, tanto los
147

relatos como las críticas a los mismos se elaboran buscando, tamizando y evaluando numerosas
pruebas, que luego se plasman en argumentos plausibles y reflexivos. Sin embargo, más allá de las
preferencias personales, sigue sin estar claro cómo, en el caso de la historia pública, deben
evaluarse los relatos que compiten entre sí si no se dispone de debates detallados sobre las pruebas.
Ni las fuentes históricas ni la capacidad de construir relatos históricos son dominio exclusivo de los
cuadros profesionales, lo que permite a los grupos de interés promover su propia comprensión del
pasado, para bien o para mal.

La "propiedad pública" implica pensar en el pasado bajo el lenguaje de la propiedad. Para


profundizar en estas materias, son importantes dos puntos. En primer lugar, al señalar la
omnipresencia de los lenguajes de la propiedad, no estoy implicando su aprobación, sino sacando a
la luz supuestos comunes y fomentando la reflexión crítica sobre ellos. En segundo lugar, si la
historia es popular porque la gente se identifica mucho con algunos de sus aspectos, entonces la
idea de la propiedad está condenada a surgir de una manera u otra. La propiedad, además de ser una
metáfora excepcionalmente poderosa, está ligada a la identidad, lo cual no ha sido siempre ni en
todas partes, pero sí lo es aquí y ahora, en una época de preocupación sin precedentes por la
identidad.31

Un ejemplo familiar, la historia de las mujeres, ilustra este punto. 32 Las feministas de habla
inglesa pueden evocar A Room of One's Own (1929) de Virginia Woolf: el propio título sugiere el
cruce de un sentido del yo y el espacio, presumiblemente con posesiones, que es exclusivo y
generativo para una mujer. Como resultado de los movimientos feministas de los años sesenta, se
buscó y celebró una marca distintiva de heroína histórica, una búsqueda que sigue siendo urgente
hoy en día. La noción de modelos de conducta comenzó a utilizarse de forma generalizada en esa
época. Se animó a las lectoras de historia a identificarse con las mujeres que hacían historia a través
de las escritoras de historia, y a aplaudir y emular los logros del pasado, lo que podría inspirar a
otras mujeres. En este sentido, la historia de las mujeres no era sólo sobre las mujeres, sino para las
mujeres, para que la utilizaran en sus propias vidas. Para algunas era "nuestra" historia, es decir, una
historia con especial relevancia para un grupo -las mujeres- que eran sus legítimas poseedoras.

Es fundamental preguntarse quién está incluido en "nuestro". Las mujeres de color se


apresuraron a señalar que las generalizaciones sobre las mujeres en el pasado implicaban una falsa
inclusión, y en la medida en que hay líneas comunes en la experiencia femenina a través de las
clases, razas y regiones en un momento y lugar determinados sigue siendo una cuestión
controvertida. Algunos de los pioneros de la historia de las mujeres en la década de 1970 eran
hombres, lo que suscitó muchos comentarios: se estaban entrometiendo en el acto, "utilizando" a las
mujeres para sus propios fines profesionales, ya que se trataba de un nuevo campo de moda, al
menos a los ojos de algunos. Los historiadores conservadores se inclinaban por el escepticismo
sobre si era una parte adecuada de la historia, y lo digo basándome en mis propias experiencias. Se
hicieron suposiciones sobre las relaciones entre los sujetos y los intérpretes de la historia que se
expresan comúnmente en el lenguaje de la propiedad. Decir "mi" o "nuestra" historia es evocar el
pasado de un grupo al que el hablante está directamente vinculado.

Cada persona tiene varias identidades posibles, mientras que la "identidad" es un concepto
difícil de precisar. En la práctica, nunca es obvio cuál es la dominante, ni cuáles son las relaciones
entre ellas. Las obras de historia, sobre todo las populares, tienen múltiples identidades difíciles de
negociar, a menudo porque los imperativos políticos y sociales dictan que una debe ser la
148

predominante. Hay quienes dicen que sólo las mujeres pueden escribir la historia de las mujeres,
porque sólo ellas pueden conocer el tema desde dentro. Aunque creo que este argumento es falaz,
ya que asume, por ejemplo, que "mujer" podríamos sustituirlo por cualquier número de categorías
étnicas, raciales, religiosas, sexuales y sociales.

No me refiero a los supuestos sobre la práctica de la historia a los que dependen los
argumentos sobre quién puede practicar lo que podríamos llamar "historia de la identidad", ni a sus
implicaciones para la historia presentada a los miembros del público, que probablemente estén
familiarizados con la política de la identidad. Las creencias sobre la historia de la identidad son
influyentes, por ejemplo, en Norteamérica, donde a veces se asume que la historia de los negros es
mejor escrita y enseñada por los negros, la historia de los judíos por los judíos, etc. Se plantean
cuestiones similares sobre los museos y las exposiciones: ¿debería un no judío, por ejemplo, ser
nombrado director de un museo judío? Para que el argumento lógico a favor de tales restricciones
sea factible, tienen que darse dos condiciones. En primer lugar, el punto de vista interno tiene que
funcionar realmente. Tiene que haber una visión privilegiada que se vea favorecida por la
pertenencia a la categoría en cuestión. Sin embargo, no está claro cómo funciona realmente este
privilegio, especialmente para los historiadores interesados en épocas mucho más tempranas: ¿se
puede suponer, razonablemente, una continuidad suficiente a lo largo de los siglos para que el
argumento de la información privilegiada sea convincente? ¿De qué tipo de experiencia compartida
se trata? En segundo lugar, hay que hacer una aserción política, de modo que incluso si el
historiador no tiene una visión privilegiada, de alguna manera sería incorrecto que estudiara un
grupo a menos que formara parte de él. Se requiere un argumento ético-político sobre quién tiene
derecho a estudiar el pasado y en virtud de qué características. Estos debates están en constante
evolución. A medida que los grupos alcanzan el reconocimiento y el respeto, la escritura de sus
historias puede transformarse. Desde el punto de vista ético, dar prioridad a las personas de dentro
puede ayudar a generar reconocimiento y respeto en el ámbito público, porque quienes consiguen
hablar y escribir con autoridad sobre el pasado son también símbolos. Representan el valor y la
relevancia del pasado para el público y pueden dirigirse al grupo en cuestión de forma más directa.
Por lo tanto, hay motivos para dar prioridad a los integrantes de los grupos vulnerables, ya que
hacerlo es una forma de reconocer públicamente el sufrimiento del pasado y de animar a otros a
mostrar compasión, comprensión y respeto.

Estos puntos no restan fuerza a la afirmación de que todos los historiadores tienen
obligaciones éticas: ser humanos, precisos, conscientes de sí mismos y juiciosos, por ejemplo. Estas
obligaciones se cumplen en la práctica de la historia y no dependen de los aspectos del historiador,
como el parentesco, el género, la orientación sexual o el color de la piel, sobre los que tiene poco o
ningún control. Podría decirse que los mejores historiadores sobresalen porque pueden comprender
condiciones que no forman parte de su propia experiencia inmediata. Esta capacidad es fundamental
para el oficio de historiador. Mis observaciones son coherentes sobre el aspecto de la historia
pública que presento en este capítulo. El pasado está en todas partes, se utiliza y se vuelve a
presentar constantemente y, en el mejor de los casos, no es objeto de apropiación por parte de
intereses particulares. En la práctica, las cosas no son tan sencillas y esa posición está en manifiesta
tensión con otro aspecto de la historia pública sobre el que también he llamado la atención.

La historia pública puede ser una historia interesada, y cuanto más cerca esté del Estado y
de sus preocupaciones, o de cualquier facción poderosa con una identidad fuerte y abundantes
recursos, más insistentes serán esos intereses. Las exposiciones relativas a la historia del imperio,
149

que son invariablemente polémicas, son un excelente ejemplo. Las encendidas controversias sobre
las estatuas públicas que celebran a figuras cuya reputación se ha puesto en duda, son testimonio de
las profundas divisiones. Los alejados de los intereses dominantes han desarrollado estrategias de
oposición para dar a conocer "sus" historias. Esto ha dado lugar, al menos en el mundo de los
museos y el patrimonio, a una proliferación de exposiciones y muestras que representan las
preocupaciones de diferentes grupos. Los responsables de lo que podríamos denominar museos del
sistema, se esfuerzan mucho por presentar puntos de vista diversos en sus instituciones. Hay que
distinguir entre la necesidad urgente de una historia pública de oposición y la evaluación de quién
está mejor calificado para llevarla a cabo. Localizar esas cualificaciones en la raza, el género, la
clase, la orientación sexual o el origen religioso de los historiadores puede ser convincente en
algunos momentos, pero también puede ser problemático. Se corre el riesgo de desviar la autoridad
histórica al situarla en atributos biológicos o sociales, en lugar de hacerlo donde reside
principalmente: en las habilidades y la experiencia adquiridas con esfuerzo. Al mismo tiempo, los
historiadores aportan todas sus experiencias vitales a su trabajo y éstas pueden generar ideas
distintivas y valiosas. Es fundamental que estas cuestiones, tan intrincadas en nuestro ser, puedan
debatirse con calma y abiertamente.

Juicios morales

Uno de los temas que recorre este capítulo, es la importancia de la historia pública para comprender
las actitudes generales hacia el pasado y las creencias sobre la historia dentro de las comunidades.
La historia pública tiene dos aspectos que son relevantes aquí. En primer lugar, tiene el potencial de
llegar a un público masivo; su capacidad de penetrar en la vida cotidiana es formidable. Incluye
muchos fenómenos, como la televisión, el cine y la ficción, que provocan fuertes reacciones y, al
estar impulsados comercialmente, necesitan ser rentables. Se puede decir que estas formas de
cultura han contribuido más que ninguna otra cosa a la formación de las mentalidades históricas
populares, por lo que los historiadores profesionales deben comprenderlas y apreciar sus efectos. En
segundo lugar, al movilizar potentes sentimientos que pueden describirse vagamente como
"morales", la historia pública involucra las emociones y la imaginación del público. Por lo tanto,
hay poderosas participaciones, literal y metafóricamente, en una proporción significativa de los
relatos históricos. Algunos acontecimientos del pasado humano son desproporcionadamente densos
en estos aspectos. Quiero profundizar un poco más en estas cuestiones, aunque insisto en que no son
exclusivas de la historia pública, que simplemente las pone más de relieve.

Los siglos XX y XXI han sido testigos -y estamos siendo testigos- de una serie de
acontecimientos tan terribles que nos tambaleamos ante ellos. Es discutible que no tengan ningún
precedente en la historia de la humanidad. En cualquier caso, los desafíos intelectuales que plantean
no serían menores si se pudieran encontrar precedentes. 33 Su horror consiste en parte en su
proximidad a nosotros, que no tiene tanto que ver con lo recientes que son como con su proximidad
sensual y emocional a través del cine, la radiodifusión, los medios sociales y las ficciones, así como
los periódicos y la transmisión oral. El Holocausto y el lanzamiento de las bombas sobre Hiroshima
y Nagasaki fueron, al igual que las guerras y los actos de terrorismo posteriores, tan extremos en sus
efectos que las respuestas que siguen provocando tienen mucho que decirnos sobre la historia
pública y sobre la práctica de la historia en general.
150

En los monumentos conmemorativos a los millones de muertos de los años 30 y 40, y en los
museos sobre temas afines, se utiliza repetidamente un número limitado de citas. Se refieren a la
importancia de recordar el pasado para aprender de él, subrayando que quienes olvidan el pasado
están destinados a recordarlo.34 De hecho, para muchos, éste sería uno de los objetivos más
importantes de la historia pública: recordamos para aprender. Pero es necesario indagar qué es
precisamente lo que se puede aprender, cuáles son las lecciones de la historia y cómo se pueden
aplicar a otros tiempos y lugares. ¿Existen inferencias claras e inequívocas de los acontecimientos
pasados que puedan transformarse en recetas para hacerlo mejor, cuando para ello haya que
implicar a sociedades enteras? Si las hay, los historiadores se convertirían en conductos
privilegiados entre el pasado y el futuro. Es, sin duda, un problema que los historiadores saquen
conclusiones diversas de los materiales que estudian. La noción de "lección de la historia" se
menciona con tanta frecuencia y con tanta facilidad que se pasan por alto sus dificultades. Se trata
de cuestiones extraordinariamente delicadas, y la gente se malinterpreta fácilmente porque los
sentimientos son muy elevados. No cabe duda de que existen fuertes deseos de obtener respuestas
sencillas y polaridades morales claras. Una de las ideas más valiosas que los historiadores pueden
aportar al público en general es que no existen tales cosas, por muy claras que parezcan las
cuestiones.

En el centro de estas dificultades, se encuentran la culpa y la culpabilidad. Los historiadores


evalúan las reivindicaciones contrapuestas de los actores históricos, reconstruyen los relatos de
cómo se tomaron las decisiones y las acciones, y se forman ideas sobre la responsabilidad. Una vez
que se asigna la responsabilidad, no es más que un pequeño paso hacia el territorio de la culpa. La
necesidad de encontrar culpables de hechos horribles está muy arraigada: es emocionalmente
satisfactorio tener figuras de odio; aporta claridad y simplicidad al tiempo que exime de culpa a
otros. Es inevitable que haya preferencias emocionales previas sobre dónde debe recaer la culpa.
Dudo que podamos explicar completamente de dónde proceden esos compromisos previos, pero las
controversias históricas dan testimonio de ellos. Por ejemplo, en los últimos años, cuando se han
reevaluado los acontecimientos de Alemania que condujeron a la Segunda Guerra Mundial (¿y
hasta dónde hay que remontarse para explicar el surgimiento del fascismo?), se han producido
feroces debates públicos sobre el papel de la población alemana, y hasta qué punto sabía lo que
estaba ocurriendo. Si lo sabían y eran cómplices o incluso participantes voluntarios, ¿Qué tipo de
responsabilidad tienen? Hay preguntas sobre la capacidad de acción. 35

A continuación, se plantean otros problemas relacionados con las formas adecuadas de


castigo una vez asignada la responsabilidad. ¿Se logrará la justicia diciendo "lo siento", como piden
los que sufrieron en los campos de prisioneros de guerra japoneses; devolviendo la propiedad, lo
que se pide a los museos y bancos que tienen posesiones judías saqueadas o robadas; o pagando una
indemnización, una petición bastante frecuente a los gobiernos, bancos y empresas? Algunas de
estas preguntas pueden perder su importancia a medida que los participantes mueren. Es posible
reflexionar sobre ellas de forma abstracta; las respuestas más concretas tienen que basarse en el
derecho nacional e internacional. Los casos legales exigen amplias pruebas históricas. Además,
cada caso, cada cuestión, debe verse en su contexto, examinar sus particularidades. Esto es, al
menos en parte, competencia del historiador, lo que explica que los protagonistas de los juicios
relacionados con la guerra contraten a historiadores para que realicen un trabajo de archivo que
ayude a determinar lo que ocurrió, quién sabía qué y cuándo. Sólo así se puede asignar la
responsabilidad, la culpa y el castigo de una manera más segura.
151

El Holocausto y sus consecuencias han involucrado a los historiadores en una serie de


funciones: llevar a cabo investigaciones en las que se basan los juicios legales; participar en debates
más amplios sobre lo que ocurrió y por qué; asumir la responsabilidad, especialmente ante los
supervivientes, de los relatos que se publican en nombre de la disciplina. Los historiadores están
profundamente comprometidos con la historia que llega al público no especializado; tienen
responsabilidades especiales en virtud de lo mucho que está en juego en la exactitud histórica y la
autoridad moral de la que goza la disciplina de la historia. Pero lo que cuenta como historia
autorizada, y para quién, es probable que sea discutido. Los relatos de los horrores de las décadas de
1930 y 1940 varían en cuanto a los destinatarios y el respeto que despiertan. El discurso popular,
que despliega polaridades morales de forma inconsciente, y la historia académica, que se supone
que es reflexiva, marchan a ritmos diferentes.

Hay historiadores revisionistas que creen que se ha difundido una visión distorsionada de,
por ejemplo, los campos de concentración nazis para exagerar el sufrimiento de los judíos. Esto es
historia antisemita y su existencia refuerza lo que ya se ha dicho; si el pasado está disponible, es
utilizable, es propiedad pública, ¿qué impide a los revisionistas, como David Irving, publicar relatos
que se han considerado profundamente maliciosos, poco éticos y totalmente irresponsables,
especialmente cuando afirman tener pruebas que los respaldan? 36 En capítulos anteriores he
argumentado que el aparato de la investigación, y la capacidad de examinar las fuentes, los métodos
y los argumentos de otros historiadores, ofrecen la mejor defensa contra la distorsión intencional.
En el contexto de la historia pública y los debates sobre el Holocausto, esta respuesta puede parecer
inadecuada, precisamente porque el discurso público no es un discurso académico. Dado que
muchas personas no poseen ni los materiales ni las herramientas conceptuales para evaluar relatos
radicalmente diferentes de un acontecimiento cargado de moral, es probable que recurran a sus
emociones en busca de orientación. A muchos grupos les interesa presentar el pasado en términos
moralizantes simplificados, que manipulan sentimientos intensos. El problema es que los
sentimientos son guías poco fiables porque pueden hacer que la gente no sea crítica. Dado que
nunca hay unanimidad en materia de corazón, ¿Quién puede decir si las emociones de una persona
son "mejores" o están más justificadas que las de otra?

En este punto hemos llegado al núcleo de las preocupaciones sobre el relativismo. 37 Una
definición sencilla de relativismo sería el rechazo a las normas absolutas de juicio. Sin embargo, a
los ojos de los críticos, el término implica un repudio de cualquier norma, una falta de
discriminación al considerar que todo es igualmente aceptable. Por muy peliagudo o emotivo que
sea el tema, el "relativismo" resume un conjunto de preocupaciones que los historiadores deben
tener en cuenta. Por ejemplo, desde hace algún tiempo forma parte de la filosofía educativa que se
respeten las diferentes opiniones; se ha llegado a preferir, al menos en algunos contextos, ver el
mundo a través de los ojos de diversos grupos en lugar de emitir juicios basados en una única
perspectiva. El reciente aumento del interés por la historia del medio ambiente es un ejemplo de
esta tendencia. Los cambios en la gestión de los recursos naturales ya no se ven en términos de
progreso económico inexorable, sino desde el punto de vista de las poblaciones nativas, los
trabajadores pobres, los animales, etc. Este ejemplo ilustra las estrechas relaciones entre la política,
las políticas públicas y la práctica de la historia, dado el auge de los movimientos ecologistas en el
mismo periodo.38

Al mismo tiempo, se nos ha alentado a respetar (algunos tipos de) historia interesada. La
historia comprometida sitúa una perspectiva particular y puede no ser muy receptiva a otras que
152

compiten con ella. Cuando las comunidades o los grupos de interés escriben sus propias historias,
especialmente cuando su existencia se ve amenazada, es probable que surjan formas polémicas de
historia pública. Esta forma de relativismo diferente sanciona los juicios de valor, siempre que estén
en el lado "correcto". Así, sólo los historiadores de izquierda se han volcado con confianza y
tranquilidad a escribir sobre la historia de la aristocracia. Aunque hay diversas formas de abordar la
historia de la aristocracia, en los años sesenta y setenta se produjo un aumento del interés por los
grupos menos privilegiados. Desde entonces, el clima ideológico ha cambiado y los ricos materiales
dejados por los aristócratas han desplegado un atractivo para los historiadores, que abordan sus
investigaciones teniendo en cuenta las agendas de la historia social y cultural. Este atractivo se
moviliza en muchas formas de historia pública, como las biografías, los programas de televisión, las
ficciones y la presentación de lugares históricos. 39

Hay varias respuestas posibles a los dilemas resultantes, que surgen con especial nitidez en
la historia pública. Toda historia parte de un punto de vista específico, por lo que las
identificaciones y preferencias son inevitables. No son objetables en sí mismas, siempre y cuando
sean declaradas y el aparato académico esté a la vista. Este enfoque funciona mucho mejor en la
historia académica que en la pública, que es ligera en notas a pie de página y biografía o puede no
ofrecer ninguna. Los historiadores deben ser abiertos y flexibles, en lugar de llegar a la
investigación con ideas fijas. Por ejemplo, la afirmación de que la historia debe escribirse, en
principio, desde el punto de vista de los sirvientes y no de los amos, podría ser criticada por ser
demasiado abstracta, sin base en los datos. Parece que algunos sirvientes explotaban a sus amos, por
ejemplo, mediante el chantaje, al igual que algunos amos explotaban a sus sirvientes, por ejemplo,
sexualmente.40 De hecho, incluso en un mismo hogar, la situación puede variar y cambiar a lo largo
del tiempo, por lo que tomar una posición como punto de partida no hace justicia a las
complejidades históricas. Por lo tanto, se podría argumentar que cualquier marco de trabajo se basa
mejor en el problema histórico que está diseñado para dilucidar, y no en posiciones abstractas. Una
vez más, este enfoque es más convincente en los contextos históricos académicos que en los
populares, en los que el público ha llegado a esperar líneas argumentales claras con cierta dosis de
dramatismo.

Otra respuesta a las complejidades del relativismo, en relación con la historia pública,
podría ser la de intentar cambiar los términos en los que se debate la historia en público, de modo
que las ambigüedades genuinas puedan ser reconocidas y apreciadas de forma más general. ¿Podría
esto significar que un historiador tiene derecho a publicar un libro "simpatizante" de un conocido
dictador? La respuesta debe ser afirmativa, siempre y cuando se atengan a las normas para el uso
responsable de las pruebas y la producción de un relato histórico autorizado. También deben
declarar sus compromisos y justificar su enfoque por motivos intelectuales y no políticos o
emocionales. Analizar algo no es lo mismo que aprobarlo. En cualquier caso, la censura de las
publicaciones históricas es intrínsecamente indeseable, y la diversidad de opiniones es saludable,
siempre que el resultado pueda ser evaluado críticamente, tanto en la historia académica como en la
pública. El reto consiste en difundir lo más ampliamente posible la comprensión de la práctica
histórica rigurosa.

Puente

Los compromisos morales y políticos de los historiadores -sus valores humanos- deben hacerse
explícitos siempre que sea posible y deben estar atenuados por pruebas abiertas al estudio.41 Como
153

parte integral de sus obligaciones profesionales, los historiadores pueden explicar útilmente sus
creencias en lugar de insinuarlas o afirmarlas, y revelar al público los procesos a través de los cuales
se llega a los juicios históricos. La historia pública plantea cuestiones complejas con las que se
encuentran todos los historiadores. No podemos descartarla como " simple " divulgación,
entretenimiento o propaganda. Es preferible desarrollar posiciones coherentes sobre las relaciones
entre la historia académica, los medios de comunicación, las instituciones como los museos y la
cultura popular. Una forma de hacerlo es abordar la noción de lecciones de la historia. El estudio
del pasado es ciertamente inspirador e instructivo, pero no se encuentra de lecciones o preceptos
claros e inequívocos. Es más bien un ámbito de contemplación y análisis. El pasado es el contexto
del presente, pero no por ello genera instrucciones directas. Los historiadores hacen bien cuando
plantean preguntas incómodas y desconciertan las opiniones recibidas. Imaginar que el público en
general no puede apreciar estos puntos, es condescendiente; deberían, al menos, recibir alternativas
a la historia sensacionalista, algunas de las cuales rozan la pornografía en su preocupación por la
violencia y el escándalo. Una visión del mundo en la que la historia académica y la pública
colaboren más de cerca, depende no sólo de la colaboración entre los distintos grupos, sino también
de la generación de una comprensión lo más amplia posible de las habilidades y conocimientos que
poseen los historiadores. El conjunto de habilidades que sustentan el oficio de historiador es el tema
del siguiente capítulo.

CAPÍTULO OCHO

Las habilidades de los historiadores

La historia puede enfocarse de manera provechosa desde el punto de vista de


las habilidades necesarias para producir una comprensión sólida y relatos
robustos del pasado. Hablar de habilidades ayuda a los historiadores a
centrarse en sus prácticas, a debatir, desarrollar y perfeccionarlas y a
reflexionar sobre cómo debe enseñarse la materia. En este capítulo se
154

analizan las diversas, y a la vez, interrelacionadas habilidades que utilizan


los historiadores.

¿Qué son las habilidades?

Las habilidades impregnan todo lo que hacen los historiadores. En este capítulo analizo las
habilidades que razonablemente se puede esperar que tengan los historiadores, y evalúo si son de
alguna manera distintivas. ¿Quizás una determinada combinación de habilidades sea un rasgo
definitorio de la disciplina de la historia? Un punto clave sobre las habilidades históricas, sean o no
definitivas de la disciplina, es que se construyen con el tiempo, a través de la propia práctica
histórica. No son como las habilidades necesarias para manejar una maquinaria, cambiar un
enchufe, etc., que pueden enseñarse y el alumno puede ejercitarlas de inmediato, y sólo es necesario
cambiarlas cuando cambia la propia tecnología. Las habilidades del historiador son algo diferentes;
se desarrollan y perfeccionan a lo largo de la vida, convirtiéndose en parte integrante de la persona.
Incluyen la capacidad de escribir de forma clara y persuasiva, y de captar la complejidad de las
situaciones. Naturalmente, hay mucho de lo que se puede enseñar, pero hay mucho más que tiene
que ver con cualidades humanas más sutiles, que son menos susceptibles de recibir instrucciones
directas.

Las dudas en torno a las competencias de los historiadores llegan al corazón de la propia
disciplina. Por ejemplo, revelan sus prioridades y relaciones con campos afines. Por ello, también
son un foco de conflicto. Las competencias en general han adquirido una nueva importancia en los
últimos años, en parte porque en muchos países las políticas de educación superior hacen especial
hincapié en las "competencias transferibles", es decir, aquellas que pueden utilizarse en diversos
contextos. En cierto modo, esto es positivo, ya que ser historiador implica diversas habilidades, que
son extremadamente útiles en una variedad de entornos. De ahí que se pueda presentar el estudio de
la historia como algo con valor general. Sin embargo, el énfasis político en las habilidades
transferibles también tiende a fomentar un enfoque mecanicista del aprendizaje, un modelo que no
es adecuado para el trabajo histórico y que da la impresión errónea de que hay técnicas finitas para
aprender. Para mucha gente, lo que distingue a los historiadores es la adquisición de mucha
información sobre el pasado, lo que resta importancia al conjunto de competencias que necesitan los
historiadores.

A primera vista, el término "competencias" implica técnicas que pueden aplicarse a una
serie de situaciones, por lo que parece referirse a los métodos que al contenido. Aunque voy a
hablar de las destrezas específicas que necesitan los historiadores, es erróneo establecer una
distinción demasiado firme entre las destrezas y los materiales a los que se aplican. Las habilidades
de los historiadores se perfeccionan con el uso, es decir, con su aplicación a problemas históricos
concretos. De este modo se construye un fondo de conocimientos y experiencia, y resulta un tanto
forzado dividirlo en técnicas y sustancia, ya que ambas se mezclan a través de una interacción
constante. Conocer muchos datos históricos sin saber de dónde proceden y cómo utilizarlos e
interpretarlos no tiene sentido. Las habilidades más valiosas consisten en la capacidad de rastrear
información y fuentes, de movilizarlas como pruebas y de saber cómo utilizar los materiales de
forma reflexiva, en lugar de limitarse a recordar los hechos.
155

El dominio de los materiales y las habilidades son dos aspectos del oficio de historiador; se
desarrollan juntos con mutua dependencia. Las habilidades deben aplicarse en algo, y ese algo, que
tiene varias facetas, ayuda a perfeccionar las habilidades. La esencia de la historia es importante
porque proporciona pruebas con las que construir argumentos históricos. Es una fuente de
comparaciones sin la cual no se puede interpretar ningún estudio, propone pautas generales de
cambio, dentro de las cuales hay que situar los fenómenos específicos y ofrece una visión de las
estructuras fundamentales de las sociedades humanas. De ahí que tener una idea de los principales
perfiles de, al menos, algunas partes del pasado sea absolutamente vital. Hago hincapié en la
experiencia como una mezcla de conocimientos y habilidades. Es difícil generalizar sobre estas
cuestiones, pero hay una "sensación" que proviene de la familiaridad con un tema, incluso si no es
prudente romantizarlo o idealizarlo. A medida que cambian las formas de conocimiento y de
tecnología, junto con las prácticas educativas y las prioridades políticas, también cambian las
competencias, surgiendo otras nuevas y pasando a ser competencia de pequeños grupos de
especialistas.

Tipos de habilidades

Muchas de las competencias históricas básicas se utilizan en otras disciplinas de las humanidades y
las ciencias sociales, por lo que prestar atención a sus cualidades también nos ayuda a comprender
las relaciones entre la historia y otros campos.

Podemos dividir las competencias históricas en tres tipos. Las primeras pueden
denominarse competencias técnicas, como la paleografía y la diplomática, la cliometría y la
prosopografía, que abarcan el descifrado de documentos, el uso de métodos cuantitativos y el
estudio de las características de los grupos. Me referiré a ellas muy brevemente. Las segundas
podrían denominarse habilidades basadas en las fuentes, y se refieren a la búsqueda y evaluación de
materiales, ya sean primarios o secundarios, una vez que se ha identificado un problema histórico.
El tercer tipo son las habilidades interpretativas, que incluyen la capacidad de construir un
argumento plausible. Estos tres tipos de habilidades están interconectados, y tratados bajo distintos
giros, quiero llamar la atención sobre la que quizás sea la habilidad más importante de todas:
identificar y dar forma a un problema histórico. Esto no encaja claramente en ninguna de las tres
categorías; es incluso más fundamental que ellas, y sin ella no se puede producir una historia
decente.

Un problema histórico no es simplemente un tema, un trozo del pasado. Estudiar algo sólo
porque está ahí puede dar lugar a relatos desenfocados y empíricos. Puede resultar tentador dirigirse
a un lugar, una persona, una institución o un archivo y estudiarlos porque nadie lo ha hecho antes.
Pero los resultados corren el riesgo de ser intelectualmente limitados. El camino más eficaz para
entrar en cualquier trabajo histórico -ya sean ensayos de licenciatura o la investigación más
avanzada- es a través de una pregunta, un rompecabezas, un enigma, una anomalía, una sorpresa,
una hipótesis. Éstas pueden adoptar muchas maneras, pero generalmente implican algún tipo de
comparación, implícita o explícita, que proporciona un contexto para la pregunta. El trabajo
histórico se basa en la identificación de una situación que requiere una explicación. Este juicio
depende de las explicaciones existentes. Esta comparación se encuentra en el centro de la práctica
histórica. Los historiadores comparan constantemente las fuentes, los estudios de casos, los relatos
156

secundarios y las teorías; es difícil desarrollar un problema histórico sin hacer comparaciones y, en
la historia comparada, los métodos se convierten en el centro explícito del campo. 1

Los historiadores se plantean diferentes tipos de preguntas, que están conformadas por las
tradiciones académicas y por sus propias preocupaciones. Los campos construyen formas de trabajo
características y a través de ese mismo proceso surgen preguntas; éstas se encuentran menos en las
fuentes que en las mentes de quienes las estudian. Un par de ejemplos ilustran aspectos generales
sobre las competencias. El primero, se refiere a la historia de Norwich; durante varios siglos fue la
ciudad más poblada de Inglaterra después de Londres. En el siglo XVIII, los patrones de desarrollo
regional estaban cambiando de forma decisiva con el crecimiento de Bristol y Liverpool como
puertos, y de Birmingham, Newcastle y Manchester como centros industriales. En la actualidad,
Norwich es una atractiva ciudad de provincias con un castillo normando y una catedral medieval,
pero se encuentra, en varios aspectos, "fuera de juego", lo que se refleja en las limitadas conexiones
de transporte dentro y fuera de Norfolk.2 Esta situación lleva al historiador a plantearse una serie de
preguntas sobre cómo las ciudades adquieren importancia. Esta situación lleva a un historiador a
plantearse una serie de preguntas sobre la importancia de las ciudades, como el declive relativo de
Norwich, la mejor forma de medir la importancia de las zonas urbanas y los efectos de los cambios
generales en la ciudad y la región en la que se encuentra. Incluso las respuestas más elementales
dependen de la comprensión de las tendencias económicas a largo plazo, incluidos los tipos de
industria y agricultura, los patrones de comercio, incluido el extranjero, y la distribución de la
riqueza.

Es necesario situar a Norwich en un contexto, de hecho, en múltiples contextos, para


abordar las cuestiones básicas, y la producción de respuestas históricamente sofisticadas depende de
las comparaciones entre Norwich y Norfolk, entre otras áreas similares. Las zonas serían
comparables si compartieran algunos rasgos -ciudades con catedrales y zonas agrícolas en el
interior, por ejemplo- mientras difieren en otros -como los patrones de crecimiento de la población-.
De ahí que la selección de casos para la comparación sea significativa, ya que dirige la
investigación en una determinada dirección, en virtud de qué características se comparten y cuáles
no. De hecho, las preguntas sobre Norwich sólo surgen porque ya existen ideas y explicaciones
sobre el desarrollo urbano y regional en toda Europa. Además, sería posible plantear el problema
histórico de forma muy diferente, cuestionando si el análisis debe ser principalmente económico, o
considerando otras dimensiones relevantes, como la institución de la iglesia, las élites locales y la
práctica religiosa. Todas ellas tienen dimensiones económicas, al igual que la situación económica
tiene dimensiones sociales, políticas y culturales. El tema es que hay varias maneras de pensar en
una problemática, como el declive regional, y que la selección y formulación de un problema
también implica la toma de decisiones sobre el tipo de respuestas que uno quiere, y espera
encontrar. Las elecciones de los historiadores están condicionadas por los trabajos existentes y por
sus puntos de vista sobre el desarrollo regional. Por lo tanto, el planteamiento de un problema de
investigación histórica implica una serie de competencias, y las decisiones que se toman al respecto
poseen una dimensión comparativa.

El segundo ejemplo se refiere a un fenómeno que ha suscitado el interés de los


historiadores, aunque puede tener poca resonancia para muchas personas en la actualidad. Pero fue
lo suficientemente importante en el pasado como para generar una amplia gama de fuentes y, en
ocasiones, reacciones legales drásticas. Nos permite reflexionar sobre las formas de discriminación,
la naturaleza de la familia y las actitudes hacia las mujeres, por ejemplo. La "ilegitimidad" se refiere
157

al nacimiento de hijos fuera del matrimonio, y su historia es desafiante en virtud en dos de sus
aspectos: ha sido un tema emotivo, y también susceptible de trato cuantitativo. Las repercusiones de
la ilegitimidad han cambiado considerablemente a lo largo de mi vida. Aunque ha sido estudiada en
gran medida por los demógrafos, no surgiría como tema sin las estructuras legales que rigen el
matrimonio y la herencia, y los procedimientos administrativos para registrar tales asuntos.
Entonces, ¿Cómo se pueden formular preguntas históricas sobre este fenómeno? Éstas pueden estar
motivadas, por ejemplo, por la percepción de que su incidencia ha cambiado notablemente. Los
cambios, sobre todo los aumentos, se perciben como problemáticos, en particular para las
prestaciones sociales. De hecho, la historia de la descendencia extramatrimonial tiene una
relevancia directa para los debates políticos actuales, y los términos en los que éstos se llevan a
cabo pueden afectar al modo en que se establecen las investigaciones históricas. Es de esperar que,
a la inversa, el trabajo histórico pueda aportar información a los debates actuales.

La relación entre la paternidad y la maternidad en solitario (principalmente las madres) y la


pobreza se ha convertido en un área importante de preocupación, ya que en los sistemas de
protección social son asuntos urgentes para las políticas públicas relacionadas con la vivienda y la
asistencia social. Los roles de género, las actitudes hacia la sexualidad y las respuestas a la
delincuencia también están implicados. Los vínculos entre el infanticidio y los nacimientos no
matrimoniales han atraído la atención de los historiadores, al igual que los sistemas jurídicos en el
pasado. Parece que las madres solteras eran más propensas a matar a sus hijos que las mujeres
casadas.3 Además, la ilegitimidad tiene que ver con el estatus del matrimonio y el mantenimiento
del orden social. Los intentos realizados durante la Revolución Francesa, para eliminar la categoría
jurídica de la bastardía, sugieren lo mucho que se había invertido en la legitimidad del Antiguo
Régimen.4 En estrecha relación con ello, existían nociones mucho más permisivas sobre el
matrimonio y el divorcio, que resultaron ser poco duraderas. 5 Este tema puede revelar la
importancia política que han tenido el matrimonio y la situación jurídica de los hijos. Muchas
sociedades han estigmatizado a las mujeres que tenían hijos fuera del matrimonio; de ahí que el
fenómeno de la ilegitimidad plantee cuestiones sobre la posición de la mujer. En algunos casos, se
ejercía una enorme presión moral y se imponían severos castigos a las "portadoras de bastardos". 6
Es evidente que hay fuerzas históricas complejas en juego, ya que ha habido sociedades con una
edad media de matrimonio elevada, tasas de ilegitimidad bajas y sin formas mecánicas de
anticoncepción. Por lo tanto, lejos de ser "natural", el comportamiento sexual varía notablemente y
está ligado a una serie de condiciones históricas.

Los niños nacidos fuera del matrimonio siguen provocando reacciones sentidas, como
sabemos por las desaprobaciones de las "madres solteras". El fenómeno se utiliza como indicador
de las tendencias sociales, pero ¿Qué revelan las cifras sobre la ilegitimidad, dado el amplio abanico
de factores que intervienen? Las respuestas ofrecidas han incluido los cambios en la estructura
familiar, la disminución del control social, el aumento de la independencia económica de las
mujeres, la mayor movilidad, que permitió a los hombres escapar de sus responsabilidades, y los
cambios en los marcos morales. Por tanto, formular problemas históricos en torno a la paternidad
única es un reto, precisamente porque el tema ha estado cargado de moral. El hecho de que sea
susceptible de análisis cuantitativo agrava la dificultad. Los historiadores que trabajan en este
ámbito pueden plantearse las siguientes preguntas ¿es apropiado o significativo estudiar
cuantitativamente un tema como éste? ¿son las fuentes lo suficientemente fiables como para
justificar el ejercicio? ¿cuánto tiempo se necesita para revelar tendencias significativas? ¿podría un
estudio cuantitativo dar una falsa sensación de especificidad y permitir que los resultados sean
158

utilizados de manera engañosa por los responsables políticos? Esta lista ilustra las dificultades que
rodean a la investigación sobre el tema, mientras que este ejemplo revela algunas de las cuestiones
que se acumulan en la formulación de un problema histórico.

Un punto está muy claro: cuando se trata de formular un problema, dependemos del trabajo
de otros historiadores. Para que un problema sea realmente generativo, un investigador necesita las
fuentes, el tiempo, el marco de trabajo y un sentido de cómo su proyecto encaja en patrones más
amplios de estudio. También necesita las habilidades técnicas pertinentes. He utilizado el ejemplo
de la ilegitimidad para sugerir que los conocimientos técnicos están relacionados con toda la forma
en que se conceptualiza un problema histórico. Un estudio cuantitativo de este fenómeno requiere
una comprensión sólida y crítica de los métodos demográficos, por lo que las habilidades y el marco
son inseparables. Aunque no voy a hablar detenidamente de las competencias técnicas, merece la
pena considerarlas con atención, ya que son parte fundamental de la práctica de la historia. A la
hora de definir un problema histórico para su estudio, es esencial considerar y luego evaluar la
gama de formas de abordarlo que permiten las fuentes.

Volviendo brevemente a la descendencia extramatrimonial, sería posible pensar en el tema


de términos de la historia de la familia y de las actitudes hacia la sexualidad femenina, lo que
supone, en efecto, tratarlo como una cuestión de historia social y cultural. La familia es muy difícil
de definir y abarca muchos fenómenos históricos. 7 Algunas de las preocupaciones de la demografía
están relacionadas con la vida familiar: el estudio de las tasas de natalidad y mortalidad, y los
patrones de matrimonio, para reconstruir los hogares en épocas pasadas. 8 Sin embargo, la
composición de los hogares y "la familia" no son lo mismo, ya que los miembros de la familia no
son necesariamente convivientes, y el número de hijos, la edad al casarse, etc., apenas arrojan luz
sobre la calidad de las relaciones personales. Existe una brecha entre las pautas demográficas y las
culturales -una no puede extrapolarse simplemente de la otra- y, por tanto, los historiadores deben
tener claro qué pueden y qué no pueden revelar las técnicas elegidas. Es posible que haya que
dominar las técnicas de la demografía para algunos tipos de investigación histórica, pero también
hay que evaluarlas, y la decisión de utilizarlas conlleva experimentos.

La demografía no es la única parte de la historia en la que se utilizan métodos cuantitativos.


Como señaló Roderick Floud, la medición está presente en todas partes en la práctica de la historia;
"las áreas medibles pueden ayudarnos en nuestra interpretación de lo inmensurable". 9 Sería
imposible resumir los numerosos lugares en los que surgen cuestiones cuantitativas dentro de la
disciplina, pero cabe hacer dos observaciones generales, que refuerzan las ya expuestas sobre las
competencias técnicas. En primer lugar, los métodos estadísticos implican agregados; reúnen
conjuntos de datos que se procesan según procedimientos estandarizados. Por lo tanto, es necesario
pensar en los fenómenos colectivos. Cuando, por ejemplo, la información sobre los individuos se
reúne bajo categorías como la ocupación, los ingresos, el estado civil, la clase, el género y la edad,
los historiadores tienen que reflexionar sobre los significados históricos de esas mismas categorías.
Hay problemas históricos relativos a los grupos que sólo pueden estudiarse con rigor utilizando
métodos cuantitativos, que, si se utilizan bien, se convertirán en parte integral del marco conceptual
que se despliegue. En segundo lugar, los métodos cuantitativos tienen su propia historia. Resulta
útil que quienes los utilizan comprendan sus orígenes y su desarrollo. Estos conocimientos revelan
por qué y cómo se miden los fenómenos, los supuestos y valores que se incorporan al proceso, todo
lo cual hace que los historiadores tomen conciencia de sus propios procedimientos. Por tanto, los
estudios sobre la historia de la estadística son muy bienvenidos. 10
159

Si nos interesamos por los conocimientos que ayudan al análisis de los grupos, hay que
mencionar la prosopografía, el estudio de las biografías colectivas. Su origen está en la recopilación
de fragmentos de información que los historiadores de la antigüedad realizaban para superar la
escasez de fuentes más completas. La técnica ha sido retomada por los historiadores que estudian
comunidades relativamente fáciles de definir. Por "comunidad" no me refiero sólo a las personas
que viven en un mismo lugar, sino a las que se asocian voluntariamente o están vinculadas de
alguna manera significativa, es decir, a los grupos que pueden tener valores y aspiraciones en
común. No es casualidad que los historiadores de la ciencia se sientan atraídos por esta técnica, ya
que las organizaciones de profesionales afines -las sociedades científicas y médicas y los colegios
profesionales, por ejemplo- pueden abordarse de manera fructífera. El objetivo es discernir
patrones, por ejemplo, en la afiliación religiosa o el origen social, que promuevan una comprensión
histórica más profunda.11
Otros conocimientos técnicos son más sencillos: se trata principalmente de la paleografía, la
diplomacia y los idiomas. Aunque pensamos que la paleografía se ocupa principalmente de la
escritura, toda la gama de temas relacionados con la autenticidad de los documentos entra en su
ámbito. Los historiadores que trabajan en periodos anteriores, a finales del siglo XIX, tienen que
sentirse cómodos con los estilos de escritura, que varían notablemente con el espacio y el tiempo. A
veces se trata de una cuestión de familiaridad, por lo que practicar mucho es el principal requisito.
En otras, puede ser necesaria una instrucción especial para la escritura en letra gótica o en mano de
secretario, por ejemplo. Muchos documentos medievales importantes están disponibles en ediciones
impresas, pero la capacidad, a nivel de postgrado y más allá, de volver a los originales es esencial.
De hecho, para los medievalistas se trata de mucho más que descifrar la escritura, ya que todos los
aspectos de un documento tienen el potencial de aportar una rica información, incluyendo la tinta,
los pigmentos y el papel. La naturaleza elaborada de las ilustraciones de los manuscritos es bien
conocida, aunque los conocimientos históricos que ofrecen son objeto de debate. Las fórmulas
según las cuales se redactaron los documentos son especialmente importantes; la capacidad de
reconocerlas y de detectar variaciones que puedan ser significativas es, por tanto, una habilidad
fundamental, sobre todo para quienes trabajan en la Edad Media. Es importante apreciar la
complejidad de la edición de los manuscritos, sea cual sea su época. De hecho, dado que el periodo
medieval fue testigo de una profunda transición "de la memoria al registro escrito", la naturaleza y
el papel de esos documentos que pasaron a formar parte de la vida cotidiana a lo largo del siglo XIII
son una vía de acceso a cuestiones históricas más amplias. 12

Los argumentos para trabajar en otras lenguas, a pesar de la disponibilidad de algunas


fuentes primarias en traducciones impresas, son similares: los historiadores necesitan
comprometerse con todos los aspectos de sus fuentes originales. Aquí es donde el mundo digital
puede ayudar. Estas habilidades técnicas implican una reflexión más profunda sobre el período que
se examina y sobre cómo se generaban los registros en esa época. Aunque es útil evitar la
idealización de los archivos y los documentos originales, la experiencia de trabajar con esos
materiales es imprescindible.13 La gama total de experiencias sensoriales a disposición de los
historiadores, incluyendo la vista, el olfato y el tacto, eleva los niveles de conciencia histórica: el
formato, el estilo y el tamaño de la escritura, los garabatos, las cuentas y los márgenes ayudan a
construir una imagen del pasado. En cualquier caso, es fundamental acudir a los originales, ya que
siempre es posible que se hayan introducido errores en la transcripción y la traducción. No hay nada
que sustituya a la lectura de las fuentes en su lengua original. Cada una tiene sus propios sabores
derivados de su gramática, la historia y la extensión de su vocabulario, y sus tradiciones históricas y
160

literarias. Captar esas resonancias es una parte importante del trabajo histórico. Esta habilidad
aparentemente técnica forma parte de la manera de abordar las fuentes y de practicar el oficio de la
historia.

Los conocimientos necesarios para elaborar notas a pie de página y proporcionar


referencias, son también, en cierta medida, técnicos. Este ejemplo ilustra una vez más la relación
entre los distintos tipos de habilidades de los historiadores. Las notas a pie de página exigen
exactitud; la idea que subyace en ellas es la transparencia de la investigación, a través de la cual los
escritores rinden cuentas a sus lectores. Pero es difícil traducir esto en términos concretos. Está
claro que no se puede poner una nota a pie de página a todo, lo que sería poco práctico y engorroso,
así que hay que seleccionar. En general, se coincide en que todas las citas directas requieren notas a
pie de página lo suficientemente detalladas como para que los lectores puedan consultar el original,
aunque las obras de divulgación suelen prescindir por completo de esos soportes. También hay
consenso en que deben reconocerse las deudas intelectuales de los escritores. Las notas a pie de
página deben dar una idea de otros trabajos en el campo, así como fundamentar el amplio enfoque
adoptado en ese escrito. Estas tareas, excepto la de detallar las citas, implican una selección. Por
eso, aunque las notas a pie de página exigen cierta competencia técnica, también implican una
selección juiciosa y una destreza retórica, que ayudan a convencer a los lectores de los argumentos
y, por tanto, son una parte importante de las estrategias de persuasión de los historiadores.

He señalado que los grupos de personas que trabajan en un campo académico pueden
considerarse como comunidades de creencias. Al plantearlo así, se pone de manifiesto la
importancia del contexto social en el que se realiza el trabajo intelectual. El grupo de compañeros es
el público y el juez. Las notas a pie de página son una importante manera de comunicación dentro
de los grupos. De ello se desprenden dos puntos. Las notas a pie de página revelan linajes, alianzas,
líneas de influencia dentro de un campo, y es mejor ser consciente de ello. En consecuencia, las
notas a pie de página no son piezas de información neutrales, sino señales sociales. Si alguien cree
que su trabajo debería haber sido reconocido en una publicación y no lo es, puede sentirse muy
ofendido. Por ello, las notas a pie de página son también herramientas de diplomacia.

El segundo punto está fuertemente relacionado. Cuando se utilizan materiales similares en


diferentes campos y subcampos, su manera de poner notas a pie de página puede ser distinta. He
mencionado la historia de la familia, que ilustra muy bien la idea de las notas a pie de página.
Tomemos el ejemplo de la viudez, que puede ser estudiada de diversas maneras: demográficamente,
utilizando registros legales, especialmente testamentos; económicamente, en términos de pobreza y
ayuda a los pobres; culturalmente, utilizando representaciones de viudas en la literatura, el arte, la
música, etc.; o a través de estudios de casos de familias particulares. 14 Estos enfoques, incluso si
utilizan material del mismo lugar y tiempo, es probable que generen publicaciones con diferentes
notas a pie de página. Esto no sólo se debe a que hacen hincapié en diferentes fuentes y tradiciones
académicas, sino a que es probable que sus lectores implícitos sean diferentes. Los resultados
finales también pueden mostrar diferentes suposiciones sobre las pruebas y sobre lo que constituye
un argumento convincente. Por lo tanto, es probable que la forma de escribir también sea diferente.
Este punto es especialmente importante en la historia interdisciplinar. Reunir fuentes y puntos de
vista de distintas disciplinas plantea una serie de retos, entre ellos la forma de dirigirse a varias
comunidades académicas y recurrir a ellas. Muchos de los que ahora publican trabajos históricos se
han formado en otros campos -estudios literarios, por ejemplo- y es probable que establezcan
161

puntos según las convenciones literarias y se basen en trabajos y marcos conceptuales basados en la
teoría literaria y crítica.

Aunque a menudo se da por hecho que la investigación histórica comienza con las fuentes,
hay que realizar muchas tareas antes de llegar a ellas; por ejemplo, se necesita algo de contexto,
tanto historiográfico como histórico. No es útil pensar en la investigación histórica en términos de
una simple secuencia de tareas que deben realizarse en un orden determinado. En la práctica, los
historiadores se mueven constantemente entre los principales tipos de actividad que llevan a cabo, a
saber, el estudio de las fuentes, la delimitación de un problema, su ubicación en contextos amplios,
la elaboración de un marco y la construcción de argumentos en forma escrita. Esta es una forma
más dialéctica de imaginar el trabajo histórico. Desgraciadamente, no encaja muy bien con las
normas implícitas en las prácticas de algunos organismos que conceden subvenciones, que suelen
basarse en una visión idealizada de la investigación científica, según la cual se procede en una
secuencia lógica desde las preguntas iniciales hasta la investigación y luego las conclusiones
escritas. Muchos historiadores vuelven una y otra vez a sus materiales, encontrando en ellos cosas
diferentes en cada vuelta y utilizándolos para iluminar una serie de problemas. La idea de que se
puede "destripar" una fuente, sacar lo que se quiere y pasar a otra, promueve una visión
excesivamente mecánica del tema y resta importancia a las complejidades del proceso interpretativo
que la investigación histórica implica.

Habilidades basadas en las fuentes

La naturaleza de las habilidades basadas en las fuentes que utilizan los historiadores, puede
describirse muy brevemente, aunque su ejecución no es en absoluto sencilla. Es necesario
identificar las fuentes relevantes, leerlas de forma precisa y crítica, evaluarlas y luego integrarlas en
un relato histórico. Este último paso exige habilidades interpretativas. Decidir qué materiales son
"relevantes" no suele ser sencillo, y a menudo se trata de pensar en forma lateral, encontrando
fuentes evidentes que proporcionan una visión inesperada de un problema. El juicio sobre el valor
de las fuentes no puede hacerse en el vacío. Hay que evaluarlas cuidadosamente, lo que exige
compararlas y contextualizarlas, y su valor dependerá del proyecto de investigación en cuestión.
Las fuentes no tienen un valor absoluto, por muy encantadoras que sean.

Cada vez que se examina una fuente, una serie de preguntas pasan por la cabeza del
historiador: ¿quién, ¿qué, por qué, dónde, cuándo, cómo...? Estas preguntas básicas nos ayudan a
comprender las fuentes como cosas hechas y a reconstruir las circunstancias de su generación. Cada
elemento utilizado por un historiador puede ser analizado a la manera de un crítico, ya sea de arte,
de espectáculos o de literatura. Dado que los historiadores también son escritores, las habilidades
literarias son fundamentales para nuestro oficio. La gran mayoría de los materiales que utilizan los
historiadores han sido elaborados por personas, que dejan tras de sí huellas tanto de ellas como de
sus circunstancias. El objetivo de la interpretación crítica y rigurosa es revelar todo lo posible, para
que las fuentes puedan revelar sus riquezas. Hay que entender el contenido evidente, pero también
las intenciones ocultas. En el caso de los textos, hay que indagar en el lenguaje utilizado, en la
construcción de las frases y en la organización del conjunto. La conciencia de la metáfora, por
ejemplo, incluyendo las resonancias históricamente específicas, es un componente de la caja de
herramientas del historiador. Es importante no tanto por sí misma como porque permite al lector
162

pensar lateralmente, moverse en su imaginación de un artefacto a otro y de ahí al contexto.


Reconstruir las circunstancias de la adquisición de una fuente determinada requiere una gran
habilidad. Un análisis minucioso es necesario, pero no suficiente. Hay que tener en cuenta al autor
de la fuente y su situación, así como las presiones y limitaciones que le afectan. Los historiadores
del derecho, por ejemplo, han sido enfáticos en señalar que los expedientes judiciales deben ser
evaluados críticamente de esta manera. Todos los conocimientos disponibles sobre una situación
histórica concreta se movilizan al situar la fuente en sus contextos de producción y uso, lo que ha de
hacerse para apreciar tanto su fecundidad como sus limitaciones para un proyecto determinado.
Estas competencias provienen de la práctica, de la comprobación y comparación de las diferentes
fuentes, de la familiaridad con la situación histórica concreta que las ha originado y de la conciencia
historiográfica. Una vez más, vemos que las habilidades y el contenido están relacionados.

Dado que todas las fuentes son mediaciones, producto de mentes y situaciones complejas y
compuestas por dimensiones conscientes e inconscientes, no pueden ser registros transparentes de
una situación pasada. Por ello, los historiadores deben ser capaces de reconstruir los tipos de
mediación que se dan en cualquier elemento, sea cual sea el medio y el género. He indicado algunos
de los medios -textuales y contextuales- con los que pueden hacerlo. Uno de los retos, es que
existen varios enfoques posibles: no hay un único "método histórico", al igual que no hay un único
método para el análisis textual, visual o material. Algunas diferencias provienen de supuestos
fundamentales, por ejemplo, sobre la naturaleza humana. El lenguaje que he utilizado y los
ejemplos que he dado -metáfora, inconsciente, mediación, etc.- ya indican un punto de vista
particular, pero algunos historiadores se sienten incómodos al hablar del inconsciente, una situación
que expone profundos desacuerdos, sobre la naturaleza humana y su estudio, que deben ser
reconocidos. Lo mejor es ser abierto sobre ellos y reconocer las formas en que afectan al trabajo
histórico. La observación y la evaluación crítica de los artefactos son habilidades, mientras que las
afirmaciones sobre la naturaleza humana son creencias. Es fácil estar de acuerdo en que la
capacidad de analizar las fuentes de manera crítica es una habilidad histórica fundamental, pero no
en qué debe consistir exactamente el análisis, ni en sus supuestos fundamentales. Por ejemplo, no
hay consenso sobre si los seres humanos son fundamentalmente iguales en todas las épocas y
lugares, sobre si el interés propio es su principal factor de motivación o sobre si debemos pensar en
el inconsciente. En consecuencia, la forma detallada en que se interpretan las fuentes varía según la
visión del mundo, los gustos y la experiencia del historiador. Podemos decir que la interpretación es
una habilidad muy importante que se basa, de hecho, en una serie de habilidades relacionadas entre
sí.

Interpretación y habilidades

Es posible resumir las habilidades que requiere la interpretación. 15 Estas incluyen la combinación de
textos e ideas históricas en un argumento coherente, la capacidad de demostrar su importancia,
especialmente a la luz de otros relatos, las técnicas para producir afirmaciones convincentes y
plausibles basadas en los resultados de la investigación, y el empleo adecuado de conceptos, teorías
y marcos de referencia. A su vez, éstas dependen de otras habilidades que permiten a los
historiadores generar una escritura clara, lógica y evocadora, realizar una lectura crítica, establecer
conexiones y discernir patrones, es decir, pensar lateralmente, integrando diferentes tipos de
materiales. Se trata de habilidades complejas y sutiles, y aunque pueden enseñarse, es en gran
163

medida gracias al poder de los ejemplos positivos y negativos como se adquieren. De ello se
desprende que una lectura amplia y meticulosa de una serie de enfoques históricos contribuye en
gran medida al desarrollo de las habilidades.

Sin embargo, en última instancia, la interpretación tiene mucho que ver con el gusto, y
utilizo la palabra "gusto" deliberadamente para indicar que se trata de preferencias personales. Éstas
surgen de nuestra formación, política y experiencia pasada, es decir, de los contextos que nos han
formado. Las habilidades necesarias para generar interpretaciones históricas convincentes son
complejas y no pueden presentarse en términos de formulación. Las habilidades interpretativas
están integradas en las prácticas de la historia, no están separadas de ellas; recurren a todos nuestros
recursos humanos y se evalúan mejor a través de los resultados.

Quizá la idea de que existe un único método histórico, similar al método científico, sea
atractiva porque parece simplificar las preguntas de interpretación. De hecho, la noción de un
método tiende a poner en primer plano la recopilación y manipulación de las fuentes, más que la
interpretación histórica. De hecho, la idea de un "método científico" ha sido cuidadosamente
construida, y se utilizan muchos métodos para producir los tipos de conocimiento llamados
"ciencia". Y también los hay en la historia. En cualquier caso, parece poco plausible que un campo
tan complejo y diverso como la historia pueda tener un único método unificador. Quizá el acto
interpretativo más importante que realizan los historiadores es el de la escritura, porque es a través
de la descripción y la argumentación crítica, como sus ideas se integran en un relato que puede ser
compartido. Las ideas, los escritos y las afirmaciones históricas son en gran medida interpretadas
por otros a través de las palabras, lo que convierte a la escritura en el principal acto de
interpretación. Resulta sorprendente, pues, que la práctica de la historia se haya identificado mucho
más con el archivo y su contenido que con lo que ocurre después, más con los depósitos
privilegiados de fuentes que con la interpretación histórica en forma escrita. 16

El culto al archivo

Los archivos ocupan un lugar especial en el corazón de muchos historiadores, incluido el mío. Es el
lugar en el que nos formamos, nos identificamos con nuestras fuentes, reivindicamos la originalidad
y, hasta cierto punto, habitamos otros mundos. ¿Qué implica invocar la noción de "archivo"? Sin
duda, supone dar autoridad a las colecciones de fuentes inéditas, que pueden considerarse
especialmente cercanas a sus situaciones de origen, es decir, menos mediadas, cuando se encuentran
en un archivo. El archivo implica una especie de intimidad entre los historiadores y las huellas del
pasado que se vuelven inmediatas y vívidas. Por supuesto, hay muchos tipos de archivos diferentes,
con sus propias características e historias. Situar los archivos en contextos completos es parte
integrante de un buen uso de los mismos.

Las cartas de amor de un personaje famoso, las actas confidenciales de reuniones políticas
de alto nivel, las declaraciones de testigos ante un tribunal, todo ello comparte las cualidades que he
descrito, a pesar de tratarse de tipos de fuentes distintas y de estar típicamente en manos de
diferentes tipos de organizaciones. Muchos archivos son testigos de la manera en que las principales
áreas administrativas funcionaban e interactuaban con sus destinatarios. En estos contextos, se unen
diversos grupos sociales -la administración colonial sería un excelente ejemplo- y se tocan en
164

puntos de tensión, como la muerte, el crimen, la insurrección política, la pobreza extrema, etc.
Además, gran parte del material de archivo puede entenderse en términos de historias. Esto es cierto
en el caso de los registros legales, que ofrecen un camino que invita a entrar en mundos pasados.
Estas narraciones se ajustan a tipos reconocibles, a menudo siguiendo los patrones de la ficción
contemporánea, de ahí su atractivo.

El uso de relatos que despiertan la curiosidad, se convierte en un problema para los


historiadores si, al redactar sus investigaciones, comercian con historias dramáticas o las
reconstruyen de forma acrítica. Por muy sabrosos que sean, estos relatos exigen un análisis y una
interpretación cuidadosos. Hay que distinguir los relatos fascinantes de los archivos en los
argumentos históricos en los que se pueden utilizar. Evidentemente, los diferentes tipos de archivos,
locales, regionales y nacionales, personales, institucionales, etc., contienen materiales heterogéneos;
su utilización requiere una amplia gama de habilidades y conocimientos previos, sobre todo acerca
de los procesos que llevaron a la generación, selección y clasificación de sus contenidos, y también
a la pérdida y destrucción de otros. Antes de los recientes proyectos de digitalización, "el archivo"
implicaba materiales examinados sólo por unos pocos especialistas, lo que alimentaba las fantasías
de los historiadores sobre su acceso privilegiado al pasado.

He presentado los archivos como un lugar especial en la práctica de la historia. Al igual que
todos los demás aspectos de esa práctica, resulta productivo someterlos a una inspección crítica,
aunque comprensiva. La complejidad de los archivos tiene claras implicaciones para las habilidades
de los historiadores. Es fundamental reconstruir, en la medida de lo posible, las formas en que se
produjeron originalmente los materiales y cómo llegaron a los archivos. Necesitamos saber cómo se
ha gestionado y clasificado el archivo, si los artículos se han perdido, destruido o alterado. También
es necesario conocer nuestras propias respuestas al material, la habilidad, si se quiere, del
autoanálisis. En otro nivel conceptual, es necesario criticar cómo y por qué los logros históricos se
siguen entendiendo como derivados de la supuesta calidad de las fuentes primarias. He indicado que
esto aleja fácilmente la atención de la interpretación y la dirige hacia la "investigación", lejos de la
mente del historiador y los actores históricos y los estados del pasado. Si bien este movimiento
puede ser saludable en el sentido de que obliga a los historiadores a comprometerse profundamente
con otros mundos, a reconocer su diferencia con el presente, puede ser que también sea más seguro.
Si tanto depende de las fuentes, alejamos la responsabilidad de los historiadores y la trasladamos a
sus materiales. No estoy negando los innumerables encantos de las fuentes de archivo, sino dando
importancia a lo que se hace con ellas a través de la acción de los historiadores.

El logro histórico se deriva en la manera en que se manejan las fuentes; no se encuentra en


las fuentes mismas. La habilidad de encontrar pruebas inusuales, poco conocidas o previamente
descuidadas es ciertamente valiosa, y refuerza el punto, ya que el logro es del historiador. Hago
hincapié en la escritura como una de las principales habilidades históricas porque es así como se
debe juzgar el logro. La transición de las fuentes primarias a los relatos históricos implica muchos
pasos; no hay un camino sencillo desde el documento hasta la publicación; normalmente hay
muchas vueltas, muchos giros y vueltas inesperadas. Lo que cuenta es la calidad de los argumentos
resultantes, tejidos a partir de numerosos hilos. Es inevitable que se llegue al resultado final de
muchas maneras diferentes. La elección de un marco conceptual por parte del escritor, dado que hay
tantas posibilidades, es un ejemplo obvio: un recordatorio de cómo las habilidades informan cada
elemento de la práctica histórica.
165

Los historiadores tienen que seleccionar un género que se ajuste a su propósito. He hecho
hincapié en las habilidades necesarias para delinear un problema histórico, que está vinculado a los
géneros a través de los cuales se expresa. Es fundamental elegir un género fructífero para el
problema en cuestión y viceversa. Un artículo de revista sólo puede hacer frente a ciertos tipos de
problemas, ya que este género opera con límites estrictos de palabras, convenciones bastante rígidas
y exige un enfoque claro. En cambio, en los libros, que exigen unas habilidades de escritura
distintas, como la capacidad de mantener un hilo conceptual o narrativo, es posible explorar temas
más ramificados y amplios. Elegir un género adecuado y utilizarlo bien implica tomar decisiones
sobre el nivel de detalle necesario y dónde debe situarse cualquier elemento de apoyo: en el texto
principal o en las notas a pie de página. Si tenemos en cuenta estas ideas, cada vez que leemos un
relato histórico, la lectura crítica nos ayuda a perfeccionar nuestras habilidades. No se trata tanto de
tener una lista de control como de comprender las consecuencias de los elementos aparentemente
mundanos que componen la obra histórica publicada. Las habilidades que implica la producción de
un trabajo histórico pueden deducirse comparando una serie de prácticas y evaluando su eficacia.
La interpretación escrita en los relatos históricos debe ser convincente para los demás, aunque,
como revelan las reseñas de libros, la evaluación de su capacidad de persuasión puede ser diferente.
La interpretación histórica, por tanto, implica el arte de la retórica, y su hábil despliegue mejora
todo el trabajo académico.

Habilidades y fuentes no textuales

Hasta ahora, este capítulo ha presentado a los historiadores como productores de textos y usuarios
de diversas fuentes, incluidas las escritas. Merece la pena considerar las fuentes no textuales y las
habilidades distintivas que se necesitan para utilizarlas. 17 Incluyen elementos de la cultura visual y
material, como sellos, mapas, fotografías, dibujos, grabados, pinturas, joyas, trajes, herramientas y
máquinas, restos arqueológicos, edificios, planos urbanos, películas... de hecho, cualquier artefacto.
Los sonidos y la música -composiciones, libretos, representaciones, instrumentos, diseños escénicos
de óperas, grabaciones, etc.- son un terreno histórico fértil. Las fuentes no textuales suelen suscitar
una de las dos respuestas de quienes no se han especializado en ellas. Según la primera, estos
materiales requieren conocimientos muy especiales, casi secretos. En consecuencia, se refuerzan sus
diferencias con los textos. De hecho, podemos acercarnos a ellos de manera similar, pensando en las
habilidades técnicas, basadas en las fuentes y las interpretativas requeridas. Según la segunda
respuesta, las fuentes visuales en particular se privilegian como ventanas transparentes a tiempos
pasados, simples reflejos, más que construcciones artísticas por derecho propio, lo que implica que
no se requieren habilidades distintivas en su uso.

Quiero avanzar un poco más en la propuesta de que las fuentes no textuales son similares,
pero no idénticas, a las textuales, tomando el ejemplo de las habilidades necesarias para utilizar
materiales visuales. No es necesario ser un experto en grabados para utilizarlos eficazmente en el
trabajo histórico, pero es esencial ser capaz de identificar el tipo de impresión -grabado, aguafuerte,
mezzotinto, litografía, etc.- y tener un cierto conocimiento de su modo de producción, costo y
posibles audiencias. Se trata de cuestiones relativamente "técnicas", que constituyen la base de
cualquier trabajo con estos objetos. Los conocimientos basados en las fuentes permitirían
profundizar el análisis en un contexto histórico determinado. 18 Por ejemplo, habría que tener en
cuenta a los fabricantes y vendedores de impresos. Nos preguntamos dónde ejercieron, si trabajaron
166

con determinados artistas, cuáles fueron sus afiliaciones políticas y cómo se compara su producción
con la de otros. Los grabados son útiles para relacionarlos con otros tipos de pruebas, como los
panfletos y el vestuario; por ello, otro conjunto de preguntas basadas en las fuentes, situaría los
grabados en el contexto de otros materiales comparables sobre temas relacionados: excesos de la
moda, política, escándalos, por ejemplo. Mientras que los historiadores del arte pueden estar
especialmente interesados en los grabados que fueron creados por un maestro reconocido, como
Hokusai, Durer o Rembrandt, es probable que los historiadores consideren los grabados en el
contexto de una amplia gama de otros materiales y evalúen su estatus como evidencia histórica.
Esto implica alejarse del grabado en sí mismo y adentrarse en sus contextos más amplios de
reproducción y consumo.

Los historiadores deben seguir prestando una cuidadosa atención a las condiciones visuales
de los géneros artísticos y a las formas de trabajo de cualquier imagen. Los grabados sólo se activan
como formas de prueba mediante un análisis meticuloso, al igual que cualquier otro documento, y
considerando los tipos de mediación que contienen precisamente en virtud de los intereses de
quienes los inspiraron, hicieron y distribuyeron. Por tanto, las habilidades que implica el uso de
materiales visuales como los grabados son, en líneas generales, similares a las que se aplican a las
fuentes textuales, pero exigen que los historiadores presten mucha atención a los fenómenos
específicamente visuales y desarrollen la capacidad de escribir sobre ellos de forma precisa y
evocadora.19

En lo que respecta a la interpretación, los historiadores se benefician de la lectura y la


interacción con los relatos de quienes tienen una formación histórico-artística. 20 Dado que las
disciplinas tienen sus propios hábitos mentales, puede haber cierto grado de "traducción". No
obstante, los procedimientos no son muy diferentes de los interpretativos que se exigen en todo
trabajo histórico: un argumento claramente estructurado, el uso meticuloso de la "cita" visual, un
marco bien escogido y un ajuste firme entre los materiales, los argumentos y las conclusiones. Las
fuentes no textuales tienen lógicas y condiciones de existencia distintas y han sido interpretadas por
otras disciplinas, con sus propias tradiciones académicas. Los principios en los que se basan las
habilidades necesarias para utilizarlas bien son los mismos que se aplican a los textos. El problema
viene cuando utilizamos materiales desconocidos y queremos dotarlos de un estatus especial. Me he
referido a uno de los ejemplos más problemáticos, a saber, lo que podría llamarse historia de
reflexión o de ventana. Se trata de la afirmación, sorprendentemente extendida, de que (algunas)
obras de arte ofrecen una visión de mundos pasados, permitiendo a los historiadores ver
directamente cómo era entonces. O, dicho de otro modo, se considera que el arte refleja la vida. Es
significativo que esto no sea todo lo que los historiadores asumen sobre las fuentes escritas, que sí
se reconocen como mediaciones. El arte y la cultura visual también son mediaciones, pero de
distinto tipo. Los libros de historia ilustrados tienden a utilizar las imágenes como complementos
decorativos; en lugar de integrarlas plenamente en los argumentos históricos, se tratan como
ilustraciones no problemáticas de las ideas a las que se llega por los medios habituales. Las
imágenes no se contextualizan como lo haría cualquier fuente escrita. Se trata de una especie de
doble rasero que ha sido criticado con razón, por ejemplo, por Michael Baxandall en su obra
Painting and Experience in Fifteenth-Century Italy, una discusión bellamente conceptualizada y
muy accesible sobre si las imágenes son, o no, una prueba. 21

Quiero insistir en la necesidad de tratar las imágenes, o cualquier elemento de la cultura


visual o material, de forma crítica. A menudo se utilizan de forma irreflexiva para evocar un estado
167

de ánimo o una emoción, para asociar sentimientos a un tiempo y un lugar concretos, para animar a
los lectores a identificarse con determinadas categorías de fenómenos históricos y para transmitir
"autenticidad". Entre los ejemplos de obras utilizadas, se encuentran la fotografía documental, la
obra de Hogarth, la pintura de género holandesa y las escenas domésticas victorianas. Es posible
evitar los usos inadecuados y manipuladores de las fuentes no textuales, teniendo en cuenta las
prácticas que se analizan en este capítulo. Adquirir la confianza y las habilidades necesarias para
utilizar fuentes no textuales tiene enormes ventajas. Una gama más amplia de pruebas proporciona
una visión histórica más rica. Un argumento se hace más sólido si se puede demostrar que se basa
en un mayor número de ejemplos y se aplica a ellos. Un tema se entenderá mejor si se pueden
rastrear más de sus modulaciones y variaciones. La gente del pasado no experimentaba el mundo en
los compartimentos en los que se dividen convencionalmente las fuentes. Muchas de las habilidades
que exigen las fuentes no textuales formaban, y forman, parte de la vida cotidiana. En los contextos
académicos, es mejor sacar a relucir esas habilidades para inspeccionarlas conscientemente y
perfeccionarlas de forma deliberada, y, si se abordan con este espíritu, suponen una considerable
contribución a los puntos fuertes de los historiadores. 22

Hay que reconocer que el uso, por parte de los historiadores, de algunos tipos de pruebas
musicales exige habilidades con un alto componente técnico. Uno de los problemas de la música es
que, en la medida en que se puede decir que es representativa, lo es en un sentido muy diferente al
del arte figurativo, por ejemplo. Esto explica que a los historiadores les resulte mucho más fácil
utilizar la música con un texto de apoyo que la música "abstracta", y que les resulte más atractivo
abordar el tema a través del patrocinio, las instituciones y las representaciones que a través de las
partituras. Sin embargo, con las habilidades adecuadas, toda la gama de sonidos y música del
pasado puede convertirse en parte integral de la práctica histórica. En general, en el caso de la
cultura oral y auditiva, se aplican argumentos similares a los de otras fuentes no textuales: todas son
portadoras de testimonios históricos si sabemos encontrarlas y utilizarlas. 23 Nuestro objetivo es
lograr un equilibrio, respetando las lógicas de los distintos medios e integrándolas en los
argumentos históricos, sin tratarlas como extras decorativos. Si se hace bien, el resultado es una
visión más global del pasado y una mayor conciencia de las habilidades críticas necesarias para
utilizar y evaluar cualquier tipo de fuente, argumento e interpretación. El hecho de trabajar con
materiales e ideas que aparentemente pertenecen al ámbito de otras disciplinas, plantea asuntos que
se describen mejor como políticos, y a los que me referiré en breve. Pero antes quiero destacar las
implicaciones de mis argumentos para la enseñanza de la historia.

La enseñanza de la historia

Las implicaciones pedagógicas de mis argumentos sobre las competencias, son directas. Todo
historiador necesita una serie de competencias básicas, la principal de las cuales es la lectura crítica,
es decir, la capacidad de analizar cualquier escrito de la forma más completa y rigurosa posible,
independientemente de cuándo y cómo se haya producido. El objetivo de la lectura crítica no es
tratar los textos de forma aislada, sino desarrollar las herramientas básicas que revelen su
composición y modo de producción. El resultado es la comprensión del marco, el argumento y los
principales supuestos de un texto determinado, su uso de las pruebas, el lenguaje y las notas a pie de
página, si las hay. Es necesario adquirir competencias básicas comparables en relación a los
materiales no textuales. Para aplicar la capacidad crítica a las fuentes secundarias, los estudiantes se
168

benefician de la familiaridad con las tradiciones académicas, que les ayuda a navegar por la
disciplina, a tener una idea de su historia, de los principales cambios que ha experimentado, de las
revistas importantes del campo, de los enfoques influyentes y de las relaciones con los dominios
vecinos. La navegación implica no sólo el reconocimiento de las señales, sino la capacidad de
evaluar los principales contornos de un tema y las tendencias actuales dentro del mismo. Los
historiadores dependen de su capacidad para escribir y, por lo tanto, necesitan aprender sobre las
habilidades de autor. También necesitan un conjunto de ejemplos históricos que les ayuden a
desarrollar un sentido de las estructuras. Lo ideal es que estos ejemplos sean de diferentes tipos:
estudios muy concretos, estudios a gran escala, ejemplos temáticos, relatos basados en fuentes, etc.
Estos casos constituyen un repertorio, un fondo, unos recursos con los que reflexionar. De ello se
deduce que un curso de licenciatura que permita a los estudiantes especializarse, por ejemplo, en la
Europa de los siglos XIX y XX, o en la historia de su propio país, está proporcionando una
formación demasiado limitada. Los departamentos universitarios de historia también pueden ayudar
a desarrollar la capacidad de escritura de sus estudiantes. Algunos enseñan "historiografía", en
forma de "filosofía de la historia", "métodos y enfoques" o hacen hincapié en las críticas recientes
de la disciplina; todo ello puede ser valioso para ver la disciplina de una manera más distanciada.

La clave de una buena enseñanza de la historia es la unión de una gran variedad de cursos
sustanciales, con otros basados en habilidades, que idealmente incluyen lo que yo llamo navegar por
el campo. Las destrezas, en la forma en que las he presentado aquí, se integran mejor en toda la
enseñanza de la historia. La ventaja de nombrarlas y llamar la atención sobre ellas es que así se
toma conciencia de su importancia, de modo que pueden practicarse y perfeccionarse de forma
bastante explícita. Los estilos de enseñanza que animan a los alumnos a tomar notas de forma eficaz
y a desarrollar sus técnicas orales y auditivas son valiosos, ya que refuerzan otras habilidades: la
selección, la evaluación y la argumentación. Nada de esto es posible si los estudiantes no pueden
realizar un análisis crítico, que es la base del trabajo académico en las humanidades. No es un fin en
sí mismo, sino una forma de abrir perspectivas intelectuales más amplias.

Las profesiones se reproducen mediante la enseñanza de competencias y la transmisión de


conocimientos a las generaciones siguientes. En consecuencia, lo que constituye las competencias
básicas, y la forma en que deben comunicarse, se convierten fácilmente en cuestiones políticas
dentro de la profesión, porque afirman puntos de vista de la disciplina en los que los profesionales
tienen enormes intereses. Estos debates también son políticos en un sentido más amplio, en virtud
del fenómeno de la historia pública, del que es imposible, y no conveniente, que los historiadores
académicos se desvinculen. Hoy en día hay poco consenso sobre cómo enseñar historia en la
universidad, y se ha producido un notable alejamiento de la idea de que los planes de estudio deben
tener un núcleo sustancial y hacia un enfoque modular, de "supermercado", que ofrece a los
estudiantes lo que se cree que les resulta atractivo. Dado que los historiadores difieren en gran
medida en sus actitudes respecto a las disciplinas afines y a la definición de "historia" -dos
cuestiones importantes a la hora de configurar el plan de estudios-, es difícil llegar a un acuerdo
sobre un núcleo. La afirmación de que existe un núcleo en la asignatura se percibe ampliamente
como algo anticuado, incluso retrógrado. Parecen fundamentales, y sus críticos las asocian a
menudo con un interés por reafirmar la centralidad de las formas tradicionales de la historia, como
la "alta" historia política. Creo que hay un núcleo, una combinación de habilidades y contenido.
Podemos pensar en él en términos de un portafolio de habilidades, que se aprenden de manera más
efectiva a través de su aplicación a una amplia gama de situaciones históricas. Además, este núcleo
169

tiene una dimensión ética, ya que los historiadores tienen obligaciones con sus fuentes, sus lectores,
el pasado y el público en general.

Algunos de los debates más acalorados sobre el plan de estudios de historia, se refieren a la
naturaleza y la variedad de los temas tratados. Dado que soy partidaria de ofrecer a los alumnos una
variedad de temas históricos, considero valiosa la oportunidad de abordar la historia mundial, yendo
más allá de la historia de las propias naciones. Esto no se debe a que la historia basada en las
naciones sea ipso facto "mala"; todo depende de cómo se presente. Ha sido objeto de críticas
salvajes por ser un instrumento de valores conservadores y elitistas, por marginar las voces de las
minorías, y por proporcionar relatos autojustificados que se adelantan a la disidencia política. Es
posible, y muy deseable, enseñar la historia de una población de forma crítica. Los mismos
argumentos se aplican a zonas geográficas más amplias. Europa, al igual que Occidente y Oriente,
es una invención: las propias ideas se han convertido, y siguen siendo, fundamentales en la
configuración de las identidades y las prácticas, por lo que la historia de Europa se enseña mejor
teniendo en cuenta estos puntos. De ello no se desprende que, por el hecho de que algunos tipos de
historia varíen el contenido, no deban enseñarse. Deben serlo por dos razones. En primer lugar, ser
capaz de situarse a sí mismo y a sus propias comunidades históricas, es intrínsecamente importante.
Se basa en experiencias de primera mano, como defiende la historia radical. Por lo tanto, es un
medio a través del cual se puede aprender mucho, por ejemplo, sobre los patrones de identificación
(a través de la religión, el lugar de trabajo, la familia, etc.); sobre los métodos y las fuentes más
adecuados para este tipo específico de historia, y sobre el pasado de las situaciones contemporáneas.
En segundo lugar, ilustra los diferentes niveles analíticos de los que se compone el trabajo histórico.
Estudiar la historia de una ciudad o de un grupo étnico, de una nación, de un continente, y luego
pensar en términos de historia mundial, es moverse a través de niveles analíticos distintos, que son
complementarios y están densamente entrelazados entre sí. Este es de nuevo el punto del repertorio:
los historiadores necesitan la gama de niveles porque precisamente ilustra diferentes tipos de
enfoque histórico. Sería totalmente erróneo pensar que algunos de ellos son más importantes que
otros. Este es el punto sobre los contextos de otra manera. Lo ideal es que los historiadores vean
cada nivel a la luz de otros: las ciudades tienen contextos regionales, nacionales y a veces
mundiales, las regiones tienen contextos nacionales, continentales y mundiales, y así
sucesivamente. La clave aquí, es algo más que la escala geográfica; se extiende a las formas
sociales -familias, pueblos, ocupaciones, clases, partidos políticos-, cada una con sus propios
contextos, a las instituciones, los mercados y las empresas comerciales. Preparar a los estudiantes
para que sean analíticamente flexibles y empíricamente amplios es un proyecto que merece la pena.

Me resisto a la idea de que algunas formas de historia sean más o menos importantes que
otras; lo que importa es la calidad del conocimiento histórico. Hay cuestiones morales al acecho.
Por ejemplo, el uso del sufijo "centrado" es una crítica por motivos político-morales. Así, se dice
que gran parte de la enseñanza de la historia es "eurocéntrica", es decir, que privilegia una
perspectiva europea del mundo. Esta crítica tiene importancia si un punto de vista se presenta como
incuestionable cuando otros son potencialmente relevantes, pero realmente se descuidan, y si
Europa se toma, de forma inapropiada, aislada de otras partes del mundo. Además, implica que
existe un único punto de vista europeo. Una vez que existe una noción como "eurocentrismo" u
"orientalismo", se difunde con bastante libertad, convirtiéndose en un término irreflexivo de
desaprobación, que se adelanta al pensamiento verdaderamente crítico. Una enseñanza eficaz sobre
"Europa" somete ese mismo término a análisis, se pregunta por la labor que realiza, reflexiona sobre
las implicancias de las distinciones entre Europa Oriental y Occidental, reflexiona sobre las
170

relaciones entre regiones, tanto dentro como fuera de "Europa" y, por lo tanto, evita un punto de
vista único. Las fronteras orientales de "Europa" han sido durante mucho tiempo problemáticas:
¿dónde termina Europa y empieza Asia, y qué está en juego en el lugar donde se traza la línea? La
situación de Turquía ilustra perfectamente esta idea. Muchos de sus ciudadanos querrían entrar en la
Unión Europea, mientras que algunos grupos poderosos de Europa Occidental se oponen porque
consideran que el país no es suficientemente "europeo". Un enfoque reflexivo aprovecha de forma
creativa lo que los alumnos ya saben. Dado que cada historiador procede de un entorno particular,
es necesario basarse en él, en lugar de fingir que no existe. Esta historia mundial, al igual que otros
enfoques, también se escribe desde puntos de vista particulares porque no puede ser de otra manera.
Variando deliberadamente el enfoque y la escala de lo que enseñamos, es posible sensibilizar a los
alumnos sobre lo que de otro modo se daría por sentado, ayudarles a imaginar otras formas de cortar
el pastel histórico y aumentar su agilidad intelectual.

Las habilidades y la disciplina de la historia

La disciplina de la historia se ha visto sometida a una serie de críticas, especialmente en las últimas
décadas, que tienen importantes implicaciones para las competencias, ya que inciden en cómo debe
practicarse la disciplina. Muchas, si no la mayoría, de estas críticas tienen sus raíces en paradigmas
intelectuales que están fuera de la disciplina tal y como ésta se define habitualmente. Por ello,
algunos historiadores se sienten atacados. Recientes comentarios sobre el campo han llamado la
atención de los historiadores sobre perspectivas hasta ahora desconocidas y han insistido en su
relevancia para la práctica histórica actual. Si, por ejemplo, la historia es simplemente un tipo de
narración, cuyas pretensiones de autoridad intelectual son frágiles porque se basan en relatos que
sirven a intereses particulares y limitados, las afirmaciones sobre el carácter distintivo de la
disciplina se ven socavadas, con consecuencias para su pedagogía. Al argumentar contra la
acusación de que la historia es simplemente otra narrativa, es útil explorar si las habilidades que
requiere la distinguen de otros campos.

Tomados individualmente, ninguno de los conocimientos de los que he hablado define la


disciplina de la historia. Sin embargo, si las juntamos todas y pensamos que están estrechamente
relacionadas con la materia, podemos acercarnos. Es fundamental recordar que no existen límites
firmes en torno a la "historia". Las disciplinas académicas no pueden delimitarse con precisión, y
las fronteras entre ellas se han vuelto más flexibles en los últimos años. Es posible pensar en la
disciplina de la historia como un paraguas amplio: la gente elige entrar en él y llamar "historia" a lo
que hace, y otros pueden estar de acuerdo o no, según el caso. Estas cuestiones deben negociarse.
La "historia" nunca ha sido, ni puede ser, una categoría estable. Los que se amparan en ella tienen la
sensación de ser "un historiador"; construyen una identidad profesional en torno a la etiqueta. Tal
vez sea posible acercarse un poco más a lo que es distintivo de la "historia" si pensamos en el
conjunto de habilidades involucradas. No es posible definir la historia simplemente como el estudio
del pasado, porque otras disciplinas también lo hacen. Aunque se superponen, la arqueología y la
historia, por ejemplo, siguen siendo campos diferentes. En la primera, la cultura material es la
principal fuente de pruebas, mientras que la segunda se basa en mayor medida en los documentos
escritos. Además, existe la historia contemporánea, un área de rápido crecimiento, cuyo propio
nombre sugiere la unión del pasado y el presente. No obstante, la disciplina de la historia se ocupa
171

en su mayor parte de un pasado del que existen registros, y de dar cuenta de las continuidades y los
cambios.

Es posible ser un poco más específico diciendo lo que la historia no es. La historia no
abarca una sola categoría de actividad o producción humana, como la música, la danza, el vestido,
el ocio, la procreación, la literatura o los viajes. Las subramas especializadas tienen un enfoque más
estrecho, pero éstas sólo son totalmente históricas si sitúan dichas actividades en contextos amplios.
Por difícil que sea definirlo, el contexto es un concepto central para la práctica de la historia. Los
historiadores estudian la naturaleza humana en función de los contextos sociales. No lo observan
directamente, como hacen los antropólogos, sociólogos y psicólogos, sino que llegan a él de manera
mediata a través de diversas fuentes. Se interesan tanto por los rasgos abstractos como por los
concretos de las sociedades del pasado, así como por las conexiones entre ellos. Quieren hacer
afirmaciones de un nivel de generalidad bastante alto sobre el pasado, hablar de fenómenos que
abarcan muchas de sus facetas. Las tendencias generales se ilustran con casos particulares que,
recíprocamente, contribuyen a delimitar los rasgos generales: la historia implica intrincados
diálogos entre lo específico y lo general. Cualquier texto, imagen, actividad o experiencia se
enmarca en contextos -el plural es importante, ya que los historiadores suelen tener en cuenta una
serie de entornos, incluidos aquellos en los que se produjeron, recibieron y utilizaron sus fuentes, y
aquellos en los que se producen fenómenos complejos y se les da significado. Por lo general, estos
contextos incluyen elementos estructurales, es decir, los sistemas básicos a través de los cuales
funciona una sociedad determinada: la producción y distribución de la riqueza y el poder, las formas
de diferencia social y su representación, las identidades colectoras, las instituciones, la
administración, el gobierno, etc. Al llevar a cabo estas operaciones, se ejerce la evaluación, el
razonamiento y el juicio, todo lo cual depende de habilidades cuidadosamente perfeccionadas con
conocimiento de causa.

De ello se derivan diversas explicaciones históricas, según el tipo de historia de que se trate.
Se podría decir que la historia es simplemente lo que hacen los historiadores, lo que reconoce que la
práctica histórica adopta muchas maneras. De ello se deduce que las competencias son todo lo que
las personas que se llaman a sí mismas historiadoras despliegan en su trabajo. La descripción que
acabo de hacer de lo que puede ser distintivo de la disciplina indica algunos de sus hábitos
mentales, y podemos ser un poco más precisos siguiendo algunas de las formas en que la historia se
diferencia de las disciplinas afines.

No existe un concepto único en el cual se organice la disciplina de la historia, del mismo


modo que la sociología, se basa en el concepto de "sociedad" o la antropología en lo que solía
llamarse "hombre". No hay un conjunto de teorías maestras o de padres fundadores, de manera que
los sociólogos y antropólogos pueden recurrir a Durkheim y Spencer, Marx, Mauss y Maliowski,
por ejemplo. Hubo grandes e influyentes historiadores en el pasado, pero su legado ha sido más
débil y sus escritos están relativamente descuidados, excepto por los especialistas en historia de la
disciplina. Mientras que los estudiantes de sociología siguen leyendo a Weber, por ejemplo, para
familiarizarse con sus ideas y evaluar su utilidad, existen pocas figuras comparables en la historia.
Se espera que los sociólogos y antropólogos conozcan lo esencial de las teorías sobre las que se han
construido sus campos, por lo que no se espera que los estudiantes de historia hagan con los grandes
escritos históricos del siglo XIX y principios del XX. El campo se ha vuelto más teórico en los
últimos años, pero esta diferencia se mantiene: en la historia no existe un número limitado de
pensadores, sobre cuyo estatus de "padres fundadores", los profesionales -cualquiera que sea su
172

pertenencia teórica- están de acuerdo. 24 La historia es una práctica inherentemente evolucionada,


que a veces se trata con desdén. Como mínimo, el eclecticismo suena desprolijo: si los historiadores
tratan el pasado de manera demasiado prolija, pierden mucho. De ahí que la disciplina sea
justamente pragmática, también en lo que respecta a las fuentes y los enfoques utilizados y a las
competencias que éstos exigen. Es precisamente la capacidad de abarcar las complejidades al
mismo tiempo que se les da sentido, y de pensar con flexibilidad sobre diversos fenómenos en una
gama de escalas y niveles analíticos, lo que caracteriza la compra del pasado por parte de los
historiadores.

Tampoco se privilegia ninguna categoría de fuentes dentro de la disciplina. Si los


historiadores del arte dejan de prestar atención a las obras de arte, los musicólogos a la música o los
especialistas en literatura a los textos, entonces pierden algo bastante fundamental en sus campos.
Podemos conceder el punto sin dejar de lado la diversidad de las fuentes dentro de las categorías
"música", "arte" y "literatura". Sin embargo, esas categorías son importantes. Empezar con una obra
de arte es muy diferente a empezar con, por ejemplo, una revolución o una guerra. Es irrelevante
que a uno le guste o no la obra en cuestión: proporciona un punto de partida que surge de la
conciencia de uno o más seres humanos; ha sido diseñada para fines específicos; ha sido tratada, por
los mercados y por el público, de maneras bastante particulares. Nada de esto ocurre cuando se trata
de golpes de Estado, hambrunas, órdenes religiosas, hospitales, etc.

En capítulos anteriores, hemos examinado las relaciones entre historia y otras disciplinas.
Está claro que los distintos tipos de estudios pueden unirse de forma creativa, pero esto no
disminuye su carácter distintivo: la interdisciplinariedad, después de todo, se basa en la disciplina.
Y la mayoría de las competencias se adquieren en contextos disciplinarios.

Puente

He argumentado que ser historiador implica el desarrollo autoconsciente de una amplia gama de
habilidades. Dado que la naturaleza de la práctica histórica está profunda e intrincadamente
informada por su contexto inmediato, los historiadores son también observadores críticos de los
mundos que habitan. Este papel también exige habilidades, entre ellas la capacidad de percibir y
evaluar las tendencias, no sólo en la historia y las disciplinas afines, sino en las publicaciones, la
política gubernamental, los museos, así como en la política local, regional, nacional y mundial.
Quizá la tendencia actual más significativa sea el auge de las tecnologías digitales, y con ellas el
creciente uso de Internet y de los métodos de investigación digitales. En la historia digital se
requieren algunas habilidades altamente especializadas, desde la codificación, la comprensión de las
bases de datos y los programas informáticos hasta la interpretación de los "grandes datos". 25 Dado
que los fenómenos digitales se han convertido en una parte tan integral de la vida académica
cotidiana, invitan a un cuidadoso análisis.
173

Capítulo nueve

La historia en la era digital

Los historiadores hacen un amplio uso de técnicas y recursos digitales, que


están cambiando las prácticas de la disciplina en algunos aspectos
fundamentales. Ahora es necesario un enfoque reflexivo del mundo digital.
Precisamente, porque el alto nivel de conocimientos técnicos, necesarios para
producir y mantener los materiales digitales, no es compartido por la
mayoría de los usuarios, los historiadores deben hacer un esfuerzo adicional
para evaluar críticamente las herramientas que utilizan y reflexionar sobre el
impacto de las tecnologías de la información en la práctica histórica y en el
lugar que ocupa el pasado en el mundo.

¿Nuevos mundos para los historiadores?

Desde que escribí la primera edición de La Historia en práctica, en los años 90, la irrupción de las
técnicas digitales en la práctica de la historia se ha profundizado considerablemente. Además de las
actividades cotidianas, como escribir y recibir correos electrónicos, buscar en los catálogos de las
bibliotecas y utilizar plataformas digitales para el aprendizaje y la enseñanza, existe una gran
cantidad de sitios web, muchos de ellos asociados a archivos, museos y publicaciones,
complementados con blogs, juegos, películas y charlas que podemos utilizar. 1 Los historiadores
deben plantearse ahora las consecuencias de los drásticos cambios que se han producido,
especialmente desde 1989, cuando Tim Berners-Lee inventó la web mundial. También ayuda a
reflexionar de forma crítica sobre las nuevas tecnologías empleadas en la investigación y la
enseñanza. En este sentido, hay que tener en cuenta una serie de cuestiones. Por ejemplo, cabe
preguntarse cómo han cambiado las formas de entender el pasado en las últimas décadas y si han
surgido nuevos problemas y agendas de investigación con diferentes grupos que generan y utilizan
conocimientos históricos. A nivel práctico, podemos preguntarnos por la naturaleza de las
competencias digitales para explorar cómo se pueden utilizar las búsquedas por palabras clave de la
forma más eficaz posible, qué ofrecen los archivos y las publicaciones digitalizadas a los
investigadores y la fiabilidad de los registros digitalizados. En la práctica, estas cuestiones están
relacionadas, de modo que reflexionar sobre la naturaleza de las búsquedas por palabras clave
implica también una sólida comprensión de los conceptos: los que utilizamos, los que aparecen en
las fuentes y los que consideran más significativos los diseñadores y constructores de sitios
174

digitales, por poner un ejemplo. Hoy en día es prácticamente imposible imaginar ser historiador de
cualquier tipo sin tener conocimientos y comprensión de las tecnologías de la información. Además,
a medida que se convierte en una parte cada vez más integral del trabajo histórico cotidiano, parece
menos notable, lo que hace que sea aún más importante y desafiante someter esta amplia área a
examen. El objetivo de este capítulo, por tanto, es sugerir algunas formas de pensar en la historia
digital, y por qué merece la pena hacerlo. Llama la atención sobre algunos de los escollos que
supone dar por sentada la cultura digital, al tiempo que esboza los beneficios para la disciplina.

El término "historia digital", aunque conveniente, también es engañoso, ya que reúne


fenómenos bastante dispares, como blogs, catálogos de bibliotecas en línea, complejas bases de
datos, textos digitalizados, colecciones de imágenes en movimiento y fijas y sitios web con toda su
diversidad. Merece la pena reflexionar sobre las variadas y complicadas relaciones entre individuos,
grupos, organizaciones y profesiones que sustentan el mundo digital. Hay que tener en cuenta la
formación, la financiación y los intereses de quienes crean, y ponen a disposición de los
historiadores, los materiales que utilizan. Entre los actores relevantes se encuentran los intérpretes
del pasado, las instituciones, como los archivos, que son propietarias de las fuentes, los que diseñan,
pagan, controlan y dominan las dimensiones técnicas de la historia digital, y las empresas que
desarrollan programas informáticos, sitios web, máquinas y motores de búsqueda, además de
comercializar y adversar los productos digitales. En parte, como respuesta a la popularidad de la
historia como actividad de ocio, se han creado sitios que permiten al público acceder a documentos
y otras fuentes; algunos de ellos son gratuitos, mientras que otros son de pago. Tanto la historia
pública como la historia académica se están transformando en consecuencia. Inevitablemente,
algunos de estos tipos de historia digital se solapan: muchos sitios se dirigen a visitantes con
diferentes niveles de conocimientos y experiencia; también pueden incluir opiniones, comentarios y
publicidad, por lo que es esencial discriminar cuidadosamente entre estos elementos dentro de un
mismo sitio. Además, es fundamental ser consciente de las complejas maneras de dividir el trabajo,
que son necesarias debido a las exigentes dimensiones técnicas de la informática. Al mismo tiempo,
hay que tener en cuenta el papel de las empresas comerciales, como los proveedores de recursos
digitales de pago dirigidos tanto a los genealogistas aficionados como a los especialistas, en un
clima de austeridad.

El abanico de competencias y técnicas de la historia digital hace inevitable que este campo
se caracterice por formas de especialización que repercuten en las maneras de practicar la historia.
Los historiadores somos un grupo heterogéneo: sólo unos pocos tenemos conocimientos de
programación; algunos ya pueden trabajar estrechamente con los diseñadores y gestores de sitios
web, así como con los que encuentran, transcriben e introducen datos, a veces como voluntarios.
Además, el mantenimiento de sitios web complejos, cuando las tecnologías cambian con rapidez
plantea retos económicos, además de organizativos y técnicos. La obsolescencia es un problema
importante para todos los implicados. El resultado son algunos fenómenos de obsolescencia que son
relativamente nuevos en la historia profesional. El modelo académico solitario, que muchos
historiadores defienden a rajatabla, simplemente no es aplicable aquí. La colaboración es una parte
fundamental y en muchos sentidos muy positiva de la historia digital. Al mismo tiempo, los
historiadores pueden encontrarse trabajando con colegas cuya formación y mentalidad es diferente a
la suya. Los expertos en lingüística computacional, análisis de textos y bibliografía han estado a la
vanguardia del uso de los métodos digitales. De este modo, están surgiendo nuevas formas de
historia interactiva y se hacen evidentes las ventajas de colaborar, por ejemplo, con los especialistas
en software y los que están familiarizados con los sistemas de información geográfica (GIS).
175

Hay campos de la historia -la demografía y la prosopografía son los principales ejemplos-
en los que las técnicas digitales se han convertido en algo fundamental para su existencia, y
mencionaré otros casos en este capítulo. En estos casos es bastante obvio lo que entendemos por
historia digital, porque ahora existen facilidades que permiten a los historiadores buscar y manipular
grandes conjuntos de datos, que son elementos fundamentales de algunos campos históricos. Al
mismo tiempo, existe una dependencia general de las tecnologías digitales, independientemente de
la manera en que se practique la historia. Podríamos incluso sugerir que la disciplina de la historia
está tan impregnada de estas tecnologías que es difícil trazar una línea divisoria entre la
investigación digital y otras formas de investigación histórica. Esta situación, que se ha producido
en un periodo de tiempo relativamente corto, requiere nuestra atención. Ha cambiado el panorama
de la actividad académica; ha facilitado el acceso rápido e inmediato a las fuentes a millones de
personas intrigadas por el pasado; ha permitido que las interpretaciones y afirmaciones sobre los
fenómenos históricos lleguen a vastos públicos; ha puesto en tela de juicio los puntos de vista
recibidos presentando la información de nuevas maneras; ha reunido a grupos, algunos con
conocimientos recién acuñados, para trabajar en colaboración en proyectos ambiciosos y costosos.

Estas nuevas formas de colaboración invitan a una cuidadosa reflexión, al igual que la
existencia de un nuevo campo denominado humanidades digitales, un término amplio que reúne a
académicos y otros especialistas, no sólo para emprender proyectos específicos, sino para
reflexionar de forma crítica sobre las implicaciones de largo alcance de las técnicas digitales. Se
trata de un ámbito amplio, cambiante y en expansión, en el que los especialistas en literatura, textos
y bibliografía han tomado la delantera. En el marco de las humanidades digitales, por ejemplo,
podemos encontrar trabajos sobre videojuegos, muchos de los cuales tienen temas históricos, así
como sobre textos clásicos, escritores modernos, registros legales y documentos económicos. 3 Estos
nuevos campos que incluyen "humanidades" en su nombre -las humanidades médicas y las
humanidades de la energía son otros ejemplos- son fenómenos importantes. 4 Generalmente señalan
la intención interdisciplinaria y los modos de trabajo en colaboración. En el caso de las
humanidades digitales hay que destacar el papel de la visualización. Las formas nuevas y flexibles
de presentar los datos, las reconstrucciones de edificios y asentamientos antiguos desaparecidos y la
creación de nuevos mapas son ejemplos pertinentes para la práctica de la historia.

Cualquier cosa puede ser digitalizada, es decir, convertida a información que puede ser
leída por ordenadores y transmitida a larga distancia en cuestión de segundos. Por lo tanto, las
cuestiones clave giran en torno a lo que ocurre cuando la información se codifica y se vuelve a
presentar, a las suposiciones incorporadas a estos procesos y a la forma en que funciona realmente
el intercambio de datos. En este capítulo indico cómo podríamos adoptar un enfoque crítico y bien
informado de la historia digital, tomar conciencia del abanico de posibilidades que la tecnología de
la información ofrece a los historiadores y apreciar algunos de los diferentes métodos implicados.

Los historiadores que utilizan técnicas digitales, suelen depender por cuadros de expertos
cuya formación es diferente a la suya. El éxito de la colaboración depende, por tanto, de que cada
parte comprenda las características fundamentales de los conocimientos, las prioridades y las
preocupaciones de la otra. Al mismo tiempo, el papel de los ayudantes y voluntarios se ha vuelto
más importante: los que no se ganan la vida como historiadores pueden realizar un importante
trabajo histórico, por ejemplo, en archivos locales y registros genealógicos. El grupo de
investigación de la Universidad de Cambridge, que reconstruyó la evolución de la población
176

inglesa, fue pionero no sólo en la realización de trabajos demográficos a gran escala, sino también
en el uso de voluntarios.5 Algunos grandes proyectos digitales, como la base de datos del clero de la
Iglesia de Inglaterra, simplemente no podrían haberse llevado a cabo sin este tipo de trabajo. 6 Ya
sea de forma voluntaria o con una remuneración básica, el trabajo rutinario no lo llevan a cabo
principalmente los historiadores que dirigen el proyecto: el gran volumen de materiales hace que el
esfuerzo colectivo sea esencial. Esta situación hace que los historiadores sean vulnerables a la
calidad del trabajo que realizan sus colaboradores, cuyo aspecto debe ser, idealmente, comprobado.
Si hay que extraer información de documentos que no son estándar, o que exigen conocimientos
paleográficos perfeccionados, el potencial de error es evidente. La otra cara de los peligros
potenciales, es la oportunidad de desarrollar maneras innovadoras de hacer historia y de involucrar
al mundo en general en formas de producción y consumo de conocimientos.

He señalado que la "historia digital" abarca diversos fenómenos y que, por muy
entrelazados que estén, merece la pena desglosarlos para poder rastrear sus consecuencias en la
práctica histórica. Para hacerlo con eficacia, resulta útil situar las técnicas y la cultura digital en una
perspectiva histórica. De hecho, hay varias historias implicadas, como el desarrollo de la
informática, los grandes cambios en las formas de comunicación, el almacenamiento y la
recuperación del conocimiento, la cuantificación y la estadística, y la asequibilidad de los
dispositivos tecnológicos sofisticados.7

Historización de lo "digital”

La historia de la informática se remonta a Charles Babbage y Ada Lovelace, que estaban activos en
el siglo XIX. El contexto en el que trabajaban era significativo en dos aspectos importantes: el
llamativo crecimiento del volumen de conocimiento, y por tanto, la necesidad de gestionarlo, y los
constantes intentos de comunicación a través de distancias significativas. Estos retos no eran
nuevos, y para afrontarlos se utilizaron varias tecnologías, incluida la energía de vapor. 8 En el siglo
XVIII se reconoció plenamente la magnitud de la "información". Si pensamos en el tamaño y la
complejidad de la Encyclopédie francesa (1751-1765) y de la Encyclopaedia Britannica (a partir de
1768), podemos hacernos una idea del deseo y la necesidad de sistematizar lo que se sabía. Al
mismo tiempo, observamos el creciente uso de técnicas cuantitativas para analizar los fenómenos
humanos: patrones de enfermedad, nacimiento, muerte y matrimonio, por ejemplo. A finales del
siglo XIX se utilizaban máquinas electromecánicas en el censo de Estados Unidos para procesar
más de 62 millones de tarjetas perforadas con datos personales, una por cada persona. Se
necesitaban menos personas que antes y la tarea podía llevarse a cabo mucho más rápidamente con
este método.9

Los censos son un fenómeno muy antiguo y se mencionan, por ejemplo, tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento de la Biblia. En Inglaterra, Escocia y Gales, la forma actual del
censo, que se realiza cada diez años excepto en 1941, comenzó en 1801. Son fuentes importantes
para los genealogistas, y el censo de 1911 está ahora ampliamente disponible a través de sitios web.
Cada país maneja el recuento de su población de una manera diferente, y la forma en que surgieron
también tiene un considerable interés histórico. Estos registros son una fuente importante, no sólo
por la información que contienen, sino también por la visión que ofrecen del proceso de gobierno,
incluyendo las políticas relativas a los impuestos, el bienestar y la vivienda, la importancia del
177

pensamiento estadístico, la planificación militar, la demografía y las industrias como los seguros de
vida.

Los historiadores económicos han sido, naturalmente, los pioneros de los métodos
cuantitativos de la historia, y luego en el uso de los ordenadores a medida que estos estaban
disponibles. En este contexto, el énfasis se puso en la manipulación de grandes cantidades de datos,
donde los "datos" se referían a tipos de información relativamente sencillos, que podían
cuantificarse y manipularse mediante dispositivos tecnológicos. 10 La cultura digital en la que nos
encontramos ahora se distingue por una serie de aspectos significativos. Por ejemplo, la cantidad de
información que pueden manejar, incluso dispositivos bastante "pequeños" ha crecido
exponencialmente. Estos dispositivos son multifuncionales, y la propia idea de lo "digital" evoca
ahora la música, las fotografías y las películas, así como las tareas de cálculo para las que se
diseñaron los primeros ordenadores. Por encima de todo, Internet y la red mundial han supuesto una
transformación, y su funcionamiento está en constante evolución. 11 De ahí que las habilidades para
comprender la naturaleza del cambio tecnológico y económico contemporáneo también formen
parte de las herramientas del historiador.

Nuestro mundo digital es complejo, y en él se reúnen operaciones que en el pasado


adoptaron distintas maneras. Se ha hablado mucho de practicar la historia desde la comodidad de un
estudio u oficina. Aunque esta afirmación es un tanto exagerada, la posibilidad de informarse, por
ejemplo, sobre los objetos de los museos, sin importar dónde se encuentren éstos, siempre que
dispongan de catálogos en línea, ha traído consigo cambios extraordinarios. Sin embargo, los
investigadores serios siguen basándose en el contacto con los documentos, objetos y lugares
originales. Así, en una época de abundancia digital, al menos para la parte más rica del mundo, es
saludable reconocer las limitaciones de trabajar a distancia y desde pantallas, que no pueden
transmitir la escala y las texturas, por ejemplo, de los originales.

De este breve resumen extraigo tres puntos generales. En primer lugar, la gestión de la
información puede llevarse a cabo de muchas maneras diferentes y, hay que subrayar, con diversos
fines, entre ellos los imperativos políticos, económicos y militares cambiantes. Un relato histórico
permite apreciar mejor estos fenómenos. Esto también es válido para la actualidad, de ahí la
necesidad de plantear preguntas de investigación sobre la cultura digital, su financiación y su
política. En segundo lugar, lo mismo ocurre con las formas de comunicación. La comparación de
estas formas a lo largo del tiempo y del espacio nos permite comprender mejor sus consecuencias.
En tercer lugar, las tecnologías, tanto el hardware como el software, son importantes. Es importante
saber cómo funcionan, por ejemplo, Internet, las bases de datos relacionales y las búsquedas por
palabras clave. Tim Hitchcock, en su provocador artículo publicado en 2013, criticó a los
historiadores por no haber trabajado lo suficiente con las técnicas digitales; como resultado,
argumenta, no han apreciado las limitaciones de los métodos, el reconocimiento óptico de
caracteres, por ejemplo, que simplemente dan por sentado. 12

El estudio sobre los relatos históricos de las tecnologías, los datos y la comunicación,
también sugiere algunas de las formas en que se entienden mejor los cambios clave, por ejemplo, en
la gestión de la información. Nos dan una perspectiva de la sensación de que el cambio en nuestra
época se ha producido a un ritmo sin precedentes, y revelan que son las relaciones sociales
cambiantes, más que la propia tecnología, las que provocan alteraciones profundas. 13 Las formas en
que surgen las innovaciones y configuradas dinámicamente por sus contextos, proponen ideas que
178

serán útiles para evaluar nuestra situación actual. Ver la cultura digital en términos de aquellos que
están a favor de ella frente a los que se resisten a sus incursiones en la práctica académica es poco
productivo.

Es esencial considerar algunos ejemplos concretos de historia digital. Utilizaré Valley of the
Shadow, 1993-2007, que es un ejemplo temprano de un sitio web histórico y muestra lo importante
que es el diseño de estos sitios. Y por "diseño" me refiero no sólo a su aspecto, sino a todos los
detalles de su construcción y navegación. Este tipo de diseño nos anima a apreciar que la creación
de la historia digital exige imaginación, talento visual y comprensión del razonamiento histórico,
además de conocimientos técnicos. The Old Bailey Online es un proyecto bastante diferente, en el
que Tim Hitchcock, junto con Robert Shoemaker, desempeña un papel destacado. 14 Este último,
además, ofrece la posibilidad de buscar y visualizar las relaciones entre las variables, conservando
la prioridad del acceso a las fuentes. Mi tercer ejemplo es una base de datos sobre viajes de
esclavos, que se refiere a un tema difícil por el que existe actualmente un enorme interés. Los tres
sitios demuestran formas de presentar pasados controvertidos.

El Valle de la Sombra

El legado de la guerra civil estadounidense (1861-1865) sigue siendo vivo y controvertido en


Estados Unidos. El Valle de la Sombra, concebido a principios de la década de 1990, explora la
complejidad de la guerra a través de dos comunidades; el proyecto se menciona a menudo en los
debates sobre historia digital como uno de los ejemplos más impresionantes de lo que Cohen y
Rosenzweig denominan el nuevo género de "archivos inventados". 15 Una de estas comunidades, el
condado de Franklin (Pensilvania), estaba en el norte, la otra, el condado de Augusta (Virginia), en
el sur. Se han digitalizado muchos miles de documentos, desde artículos de prensa y registros
censales hasta cartas, diarios y fotografías. Abarcan el periodo comprendido entre 1859 y 1871, lo
que permite a quienes visitan el sitio explorar el periodo previo y posterior al conflicto, así como los
propios años de la guerra. La estructura del sitio es compleja y con varios niveles. La página de
inicio es bastante sencilla, ofrece una breve descripción del proyecto y presenta tres retratos, un
hombre blanco, una mujer blanca y un hombre negro, sobre un paisaje. Los detalles de los derechos
de autor revelan su construcción durante el periodo comprendido entre 1993 y 2007. Al hacer clic
en "Entrar en el Archivo del Valle", se nos presentan tres diagramas, que parecen planos de
distribución, cada uno de los cuales traza las categorías de documentos disponibles para el periodo
de tiempo en cuestión: De otoño de 1859 a primavera de 1861, de primavera de 1861 a primavera
de 1865 y de primavera de 1865 a otoño de 1870. Para cada periodo, el diagrama muestra 7 u 8
áreas en las que se puede buscar, que son en su mayoría tipos de material, como periódicos, cartas y
diarios, registros censales y fiscales, mapas e imágenes. Una vez que se ha hecho clic en uno de
ellos, el siguiente nivel ofrece otras opciones, algunas de las cuales se centran en el material del
norte, otras en el sur y otras en las comparaciones. Todavía hay más niveles, que proporcionan
enlaces a artículos de prensa, diarios y cartas específicos, y a mapas especialmente preparados que
comparan las dos zonas, en términos de características tales como patrones de votación
presidencial, hidrología, desarrollo de carreteras y ferrocarriles, iglesias y escuelas. El resultado es
que hay miles de maneras de utilizar este sitio. La página que mapea las fuentes y periódicos,
también ofrece otro punto de entrada, "Uso del proyecto del Valle". Esto lleva a una guía que
comprende tres secciones: ¿Qué es el Proyecto Valley?; Cómo orientarse en el Archivo Valley; y
179

Cómo utilizar el Proyecto Valley, cada una de las cuales contiene más enlaces. Desde cada página
es posible volver a los diagramas de época.

El material de apoyo hace una serie de observaciones. Compara el sitio, no sólo con un
archivo, sino con una biblioteca, y anima a los usuarios a pensar en la exploración de la vida
cotidiana en una época turbulenta y a hacerlo de distintas maneras, ya que el proyecto facilita el
descubrimiento de muchas historias. Es posible acceder a los "recorridos a pie" de cada periodo,
que, tras un breve resumen, conducen a las principales secciones del sitio. El apartado "Uso del
proyecto del Valle" contiene nueve enlaces que van desde la información sobre los miembros del
personal que trabajaron en el Valle de la Sombra, hasta una serie de interpretaciones de los
materiales que contiene. Enumera los premios y la cobertura de la prensa, así como los recursos
didácticos. La transparencia es manifiestamente el principal objetivo aquí, y los comentarios están
claramente delimitados de los documentos.

Construir y mantener un sitio tan complejo es un gran logro; merece plenamente los elogios
que ha recibido. El Valle no ofrece rendimientos rápidos, sino que fomenta la reflexión y la
búsqueda minuciosa, cualidades importantes dado lo persistentemente emotivo que sigue siendo el
tema. Difiere en algunos aspectos significativos de otros sitios web mencionados en este capítulo.
Una de las diferencias es la distinción entre los sitios que ofrecen acceso a materiales, ya sean
primarios, secundarios o ambos, y los que permiten a los usuarios explorar las relaciones entre
variables clave, como la edad, el género, la ubicación y la fecha, según lo deseen.

Merece la pena reflexionar por un momento sobre el tipo de historia que representa y
permite el Valle de la Sombra. El sitio da importancia a la comprensión de comunidades específicas
y sus ubicaciones, tomando áreas demarcadas para representar a los dos bandos en la Guerra Civil.
En virtud de estas características, el proyecto plantea cuestiones sobre el papel de las historias
locales, comunitarias y microhistorias en la práctica histórica actual, y sugiere algunas de las formas
en que es posible estudiar y generalizar sobre un fenómeno tan complejo como "la guerra civil
americana".16 La importancia de la historia desde abajo también se afirma en el proyecto de Old
Bailey.

Criminales y tribunales

The Old Bailey Online ha recibido mucha atención: es muy accesible y de gran valor para los
investigadores académicos. El sitio forma parte de un conjunto de sitios relacionados con él,
creados gracias a la experiencia, el compromiso y la imaginación de Tim Hitchcock y Robert
Shoemaker.17 Se dedican a la "historia desde abajo", una frase que se oye menos ahora, tal vez
porque se ha aceptado ampliamente como algo central para cualquier comprensión del pasado. Los
tribunales de justicia son un escenario excepcionalmente rico para aprender sobre aquellos que no
eran miembros de las élites -podríamos pensar, por ejemplo, en el vocabulario, los modismos y las
suposiciones subyacentes de las declaraciones de los testigos, incluso si fueron registradas por
secretarios con sus propias agendas. Antes de que existiera Old Bailey Online, se habían producido
muchos estudios importantes utilizando los registros legales. 18 Pero su llegada permitió un nuevo
compromiso con los materiales contenidos en los extensos relatos publicados de lo que ocurrió en el
tribunal más famoso de Inglaterra.
180

Las actas cubren el periodo de 1674 a 1913. Como se explica en la página de inicio, se trata
de "una edición con todas las posibilidades de búsqueda del mayor conjunto de textos que detallan
la vida de personas no pertenecientes a la élite jamás publicada, que contiene 197.745 juicios
penales...". Ya en esa página, podemos ver una serie de características que merecen ser destacadas.
La primera es la posibilidad de desplazarse a los tres sitios relacionados: London Lives, Locating
London's Past y Connected Histories, cada una de las cuales tiene un enfoque y alcance diferente, y
dentro de cada una de ellas se pueden buscar los Procedimientos. En efecto, aquí encontramos todo
un mundo histórico-digital. En segundo lugar, es posible realizar búsquedas desde esa página de
inicio, utilizando, por ejemplo, palabras clave. De este modo, se pone en primer lugar la capacidad
de buscar por los términos que el individuo desee. En tercer lugar, la página de inicio hace
referencia tanto a la existencia de correcciones como a las noticias de proyectos digitales
relacionados. Se ofrece un enlace a una lista de esas correcciones. Esto indica una atención
académica a la exactitud, a la vez que ilustra la necesidad de mantener los sitios mucho tiempo
después de que se haya realizado el cuerpo principal de un trabajo. Las posibilidades de error son
enormes, por lo que la rectificación de errores es un saludable recordatorio de lo importante que es
comprender las formas en que se producen y tener en cuenta la posibilidad. En cuarto lugar, para
financiar el mantenimiento del sitio tras la expiración de las subvenciones originales, contiene
anuncios, y la política con respecto a ellos se explica en "Acerca de este proyecto", que también
ofrece información sobre el personal, la financiación, etc. Por último, cabe destacar las complejas y
cambiantes redes de asociación que establece la página de inicio, no sólo a otros sitios web, sino a
noticias relevantes, como las publicaciones recientes, a un acontecimiento del pasado que ocurrió en
el día en cuestión, y a otras partes de este complejo sitio, incluyendo más información sobre los
antecedentes históricos de las Actas y su evolución. En él se encuentra una gran cantidad de
información sobre cómo utilizar el sitio de manera sofisticada.

Hay que decir unas palabras sobre las funciones de búsqueda, en las que las palabras clave,
los nombres, incluidos los alias, los delitos, las penas y las fechas son las principales variables. Los
usuarios también pueden buscar en partes seleccionadas del sitio si así lo desean. Me interesa el
infanticidio y la práctica médica: dado que el primero es una categoría de delito clara, el uso de esa
función de búsqueda específica proporciona enlaces a 430 casos en los que es posible rastrear el
papel de las pruebas médicas, y también hacer clic y ver las páginas de la publicación original.
Utilizar "infanticidio" como palabra clave no da los mismos resultados. Las palabras clave sí deben
utilizarse para rastrear el papel de los médicos en estos ensayos. Sin embargo, esto es más
complicado porque las ocupaciones pueden describirse de varias maneras. Por lo tanto, es necesario
conocer la historia de la práctica médica, las distinciones entre médicos y cirujanos en un momento
dado, por ejemplo. Por supuesto, sería posible leer cada caso y encontrar la forma en que los
médicos contribuyeron a él, pero el hábil uso de las búsquedas por palabras clave, especialmente si
se combinan con fechas limitadas, acota el campo. La verdadera fuerza de este sitio reside en la
posibilidad de buscar los nombres de personas que tienen menos probabilidades de aparecer en, por
ejemplo, el Oxford Dictionary of National Biography, cuya versión en línea es una herramienta de
investigación digital fundamental para quienes trabajan en la historia británica. Contiene entradas
de algunos criminales famosos, pero el Old Bailey Online y otros sitios relacionados contienen
miles de nombres. Por lo tanto, permiten explorar las vidas de aquellos que, de otro modo, podrían
escapar a la atención de los historiadores.
181

Es fácil ver que el sitio de Old Bailey también atrae a los especialistas en genética y a los
que buscan buenas historias que puedan ser utilizadas, por ejemplo, en los medios de comunicación.
Hitchcock y Shoemaker han utilizado en sus publicaciones los convincentes relatos que es posible
generar a partir de estos casos judiciales. Y han aprovechado su experiencia en la creación de la
historia digital para reflexionar sobre la práctica histórica. Aunque han criticado a los historiadores
y editores por su lentitud a la hora de aprovechar las posibilidades digitales, insisten en el potencial
de las nuevas tecnologías para hacer la disciplina de la historia más abierta y accesible. Para ellos,
los sitios web de historia son sólo un aspecto de un panorama más amplio, que incluye los blogs, el
acceso abierto y las formas de visualización.

Estudiar la esclavitud

Un tercer proyecto, sobre el transporte de esclavos al Nuevo Mundo, puede servir para ampliar
nuestra idea de lo que ofrece la historia digital. Como se indica en su página de inicio, "la base de
datos sobre la trata transatlántica de esclavos, contiene información sobre casi 36.000 viajes de
esclavitud". Se dirige a una serie de públicos, incluido el general, permitiéndoles buscar en la base
de datos de viajes, examinar las cifras estimadas de los transportes y buscar los nombres de los
africanos tomados como esclavos. Este sitio explica su funcionamiento, proporciona materiales
educativos y otros recursos, ofrece a los usuarios interpretaciones de sus contenidos y también
incluye mapas y gráficos. La página de inicio utiliza un mapa antiguo para ayudar a los usuarios a
visualizar las relaciones geográficas entre América del Norte, el Caribe y Brasil a un lado del
Océano Atlántico, con Europa y África al otro. Cada lugar está claramente etiquetado, y cuando el
cursor pasa por encima de un nombre, aparece una breve explicación del papel de ese lugar en la
trata de esclavos. Así, desde el principio se ofrece una introducción muy accesible a uno de los
temas más difíciles y dolorosos que estudian los historiadores. Hay muchas maneras de explorar
este rico recurso, y las características especiales incluyen "mapas introductorios" y "línea de tiempo
y cronología".

La línea de tiempo, a la que se llega haciendo clic en una pestaña, es en realidad un gráfico,
con el tiempo en el eje horizontal y los números en el vertical. Al utilizar dos colores diferentes,
revelan el número de esclavos que embarcaron y el número menor que desembarcaron. De este
modo, se visualizan los patrones históricos de forma clara. Es fácil apreciar los niveles de
mortalidad durante la travesía, así como los puntos máximos y mínimos del comercio en sí, con las
cifras más altas que se produjeron entre mediados del siglo XVIII y mediados del XIX. Una de las
principales áreas del sitio se denomina "evaluación de la trata de esclavos", y consta de tres partes,
ensayos, estimaciones y mapas de presentación: La sección... está organizada en torno a las tres
formas en que los historiadores e investigadores han utilizado la Base de Datos de la Trata
Transatlántica de Esclavos". Cada una de ellas se resume brevemente. Esta estructura organizativa
no sólo se ocupa de los diversos tipos de prácticas históricas, ya sean llevadas a cabo por
investigadores o estudiantes, sino que llama la atención sobre los debates históricos. Los ensayos
que ofrecen "Una breve visión de la trata transatlántica de esclavos" han sido escritos por David
Eltis y abarcan nueve temas, desde la esclavitud hasta la abolición. Uno de los ensayos narra la vida
de un joven, Dobo, que fue traído en la década de 1820, para convertirse en un "africano liberado en
La Habana del siglo XIX". De este modo, el sitio opera en una serie de niveles analíticos, sin dejar
de ser accesible para aquellos que tienen una cantidad limitada de conocimientos y experiencia
182

histórica. Al presentar tanto material, proporciona herramientas y conocimientos para tratar un tema
enormemente emotivo. Ayuda a los usuarios a visualizar la trata de esclavos a través de mapas y
gráficos, más que de las imágenes del sufrimiento, ya que las primeras ejercen su propio tipo de
poder emocional. Estos materiales se dirigen directamente a los debates más acalorados en los
enfoques históricos.19 Dado que el pasado esclavista es una cuestión política tan viva, especialmente
pero no sólo en los Estados Unidos, proporciona una ruta accesible para entender ese pasado para
cualquiera que quiera comprometerse con él.

Hasta ahora, hemos considerado la profunda introducción de las técnicas digitales en todos
los ámbitos de la práctica histórica, la historia en las formas de la tecnología de la información y
tres ejemplos de sitios web históricos. Gracias a ello, es posible apreciar la diversidad de
actividades que se engloban bajo el título de "historia digital". Algunas de ellas son comunes a
todos los temas, por ejemplo, la recuperación de información, la manipulación de datos y la
comunicación de resultados, ideas y opiniones. En la actualidad, los blogueros son ampliamente
reconocidos como comentaristas influyentes, y muchos de ellos han podido ganar mucho dinero en
el proceso. Pero ninguno de estos fenómenos es propio de la historia. Debemos considerar si la
disciplina tiene una presencia digital distintiva. Propongo que la tenga en virtud de la actual
prominencia de la historia pública, que hace un amplio uso de la tecnología digital, y de la
popularidad de la historia como actividad de ocio, para la que las fuentes digitales son ahora
indispensables. La comercialización del pasado y las formas digitales de la historia están
estrechamente relacionadas. Además, la enseñanza de la historia se ha transformado gracias a la
disponibilidad de grandes cantidades de recursos digitales. Por lo tanto, hay grandes beneficios,
tanto para la disciplina académica como para la historia en el mundo en general. Además, la historia
digital suele implicar algún tipo de colaboración, y en muchos casos está fomentando nuevas
formas.
Historia colaborativa

Las tendencias sociales determinan la práctica de la historia, y esto es evidente cuando


consideramos la cultura digital, que hace posibles formas de colaboración que eran inimaginables
en épocas anteriores. Por lo general, se produce a través de disciplinas, formas de experiencia e
instituciones, e implica a profesionales, aficionados y voluntarios. Poco a poco van surgiendo
nuevos vocabularios que expresan estos fenómenos, junto con los cambios contemporáneos, como
el impulso de poner más "activos" a disposición de un público más amplio. Coproducción", " co-
creación" y "co-curación" son ejemplos de términos que transmiten la idea de que muchas personas
cooperan, desempeñando sus papeles de forma coordinada durante los procesos de creación.
Podemos extender este concepto a la enseñanza y el aprendizaje, donde los estudiantes de diferentes
partes del mundo pueden celebrar seminarios juntos, generar exposiciones en línea y compartir
recursos, al igual que los investigadores pueden ahora trabajar juntos, sin importar lo lejos que estén
sus bases de origen.

Muchas formas de historia requieren la colaboración de las personas, como ocurre en la


investigación cuantitativa compleja y en la demografía. Sin embargo, en algunos campos la
colaboración desempeña un papel especial. Para profundizar en este punto, considero primero la
historia oral y luego la historia pública. En la historia oral, la conversación entre el entrevistador y
el entrevistado constituye el tipo de prueba más importante, que se complementa con otros tipos
según sea necesario. La capacidad de generar conocimientos históricos depende de que ambas
183

partes hablen con espíritu operativo, es decir, de la colaboración. Los grandes proyectos de historia
oral dependen de equipos de investigadores, así como de familias, comunidades y grupos que
actúan como informantes. Además, el espíritu de este campo es fuertemente colaborativo, en el
sentido de que los historiadores participan para ayudar a dar voz a aquellos cuyas experiencias no
podrían ser captadas de otro modo; lo hacen pasando tiempo con ellos, hablando e intercambiando
ideas. Aunque en principio cualquier grupo social podría ser estudiado con los métodos de la
historia oral, en la práctica tiene una marcada afinidad con la historia desde abajo. Las nuevas
tecnologías han facilitado considerablemente la vida de los historiadores orales, gracias a la
disponibilidad de equipos más pequeños y a la posibilidad de encontrar y compartir rápidamente y a
bajo coste secciones específicas de grabaciones. No es de extrañar, pues, que los historiadores
orales hayan reflexionado sobre las formas en que su campo se está transformando en la era digital.

La historia oral siempre ha dependido de dispositivos tecnológicos para grabar y reproducir


el sonido, de ahí que quienes la practican hayan tenido que considerar la tecnología como una
manera de mediación. Ahora, esos dispositivos son digitales, lo que tiene una serie de
consecuencias, más allá de la simple comodidad. Cuando se ponen en línea, se puede llegar a
nuevos y amplios públicos, por ejemplo, a través de Youtube. También hay repercusiones para la
privacidad. Los historiadores orales siempre se han preocupado por las dimensiones éticas de su
práctica, haciendo hincapié en la necesidad del consentimiento informado de los entrevistados. Con
Internet, y suponiendo que los participantes estén dispuestos, cualquiera puede escuchar la voz real
de los que dan testimonio, que es mucho más vívida que una transcripción, por muy
meticulosamente producida. Las entrevistas en vídeo proporcionan una mayor inmediatez, y el
potencial para utilizar la historia oral como parte del debate público aumenta. Las posibilidades
políticas de la historia oral en un mundo digital se amplían enormemente. La "autoridad
compartida" y el "impulso igualitario" con el que se comprometen los profesionales nos permiten
ver lo profundamente afines que son la historia oral, la historia pública y las tecnologías digitales. 20

La historia pública comenzó a ser reconocida como un campo antes de que se desarrollara
Internet y en este caso también hay una sinergia excepcional con la cultura digital, incluyendo los
blogs y el acceso a los materiales digitales, lo que permite que la historia sea escrita fácilmente por
los no especialistas, que los conocimientos históricos sean ampliamente compartidos y que el
pasado en general esté más presente. Este es otro campo que ha sido moldeado por un impulso
democratizador, que valora que la gente cuente sus "propias" historias. Al abordar este ámbito, he
sugerido que las expresiones basadas en el concepto de "propiedad" tienen implicaciones
complicadas. Sin embargo, es innegable que las personas tienen un fuerte apego a aquellos pasados
con los que experimentan una conexión inmediata. Esa conexión puede provenir de una serie de
fuentes, como el lugar de residencia de las personas, sus antecedentes familiares, las ocupaciones y
las comunidades que generan, los pasatiempos y las actividades de ocio, y los sistemas de creencias.
La historia digital permite a quienes tienen conocimientos informáticos, investigar y comunicar su
pasado. Además, fomenta el debate sobre esas historias y facilita las discusiones de importancia
pública: sobre el cambio medioambiental, la participación política, las experiencias de violencia y la
migración, por ejemplo. Los estudiantes de historia pública crean sitios web, comparten sus ideas,
desarrollan nuevas colaboraciones e investigan museos y lugares del patrimonio que quizá nunca
puedan visitar en persona.

Hay otra faceta de la historia pública que hay que considerar aquí: sus relaciones con los
responsables políticos y los medios de comunicación. Al menos en principio, la elaboración de
184

políticas públicas está más abierta al análisis en la era digital. Los medios de comunicación utilizan
ampliamente las nuevas tecnologías en nombre de la participación. Aunque los sentimientos
generales y repetidos sobre el aprendizaje del pasado podrían implicar que los responsables de las
políticas públicas, y de informar sobre ellas, necesitan niveles sofisticados de conocimiento
histórico, esto rara vez ocurre en la práctica. Existe una oportunidad de oro para las personas con
formación y conocimientos históricos y voluntad de comprometerse con el proceso político. Pero
los historiadores no siempre son lo suficientemente específicos sobre cómo su campo puede y debe
informar la toma de decisiones del gobierno y el debate público. Así, la historia pública puede, en
general, fomentar el debate, pero no necesariamente conseguir nada concreto. El sitio web History
and Policy, con sede en el Reino Unido y dedicado a reunir a historiadores, profesionales de los
medios de comunicación y responsables políticos, ilustra perfectamente esta cuestión. Su principio
es que la manera precisa en que se presentan las perspectivas históricas influye en la facilidad con
que las asumen funcionarios, políticos, asesores especializados, periodistas, etc. La afirmación es
que quienes tienen conocimientos históricos demostrables, deben escribir de forma que se adapte
bien al público al que pretenden informar. A partir del sitio digital, hay seminarios diseñados para
reunir a los diferentes grupos de interés en persona. El sitio, de uso gratuito, constituye la base de
muchas colaboraciones. El material está organizado en tres grandes categorías: documentos de
política, artículos de opinión y noticias. History and Policy pueden buscarse por nombre de autor o
por tema. Aunque tiene su sede en Cambridge y Londres, el proyecto es internacional y sus temas
incluyen la economía global y el desarrollo, y los asuntos internacionales y la seguridad, por
ejemplo. Demuestra cómo muchas temáticas actuales pueden beneficiarse de una perspectiva
histórica informada. Desde el alcoholismo, los abusos sexuales y las enfermedades mentales hasta
las relaciones laborales, la vivienda y la censura. Es difícil imaginar que se pueda llegar a un
público tan diverso y abordar una variedad de preocupaciones tan amplia en un mundo no digital.
Hay algo de utópico en Historia y Política, ya que anticipa la unión de profesiones y conocimientos
muy diferentes en beneficio del público. En este caso, la tecnología digital proporciona un medio
para coordinar una red de historiadores; permite que exista un único sitio web con capacidad de
búsqueda a través del cual se publican los relatos. 21 Las formas que adoptan esos relatos son
familiares y sigue confiando en la palabra escrita como principal medio de comunicación, aunque el
objetivo sea establecer nuevas formas de colaboración.

Las sinergias entre las nuevas tecnologías y las formas de la historia, son complejas. Por un
lado, las formas digitales pueden permitir a los usuarios establecer conexiones entre la investigación
local y la global, y pueden dar vida al pasado de múltiples maneras, incluso, mediante el uso
simultáneo de varios medios. Por otro lado, han surgido nuevos cuadros de especialistas, con los
que puede ser un reto trabajar para los formados en humanidades o ciencias sociales. Hay que
resolver problemas técnicos relacionados con la obsolescencia, el almacenamiento y la propiedad
intelectual, mientras que los grandes proyectos pueden ser terriblemente caros. Irónicamente, puede
que los materiales que surgen de la digitalización sean especialmente vulnerables a la hora de
garantizar su accesibilidad a las futuras generaciones de historiadores. Los organismos deben
trabajar juntos para garantizar la supervivencia de los activos digitales, independientemente del
destino que hayan tomado y puedan tomar en los próximos años. Por tanto, la colaboración entre
muchos grupos, aunque esencial, puede ser compleja en la práctica. La retórica en torno al acceso
abierto, un tema de importancia para los historiadores profesionales, puede dar fácilmente una
impresión demasiado simple de las complejidades organizativas que requiere la investigación
digital.
185

Espacio y tiempo

Si imaginamos que la historia digital consiste en hacer accesibles a todas las fuentes escritas, resulta
una visión muy limitada de sus capacidades para transformar la disciplina de la historia. Las
posibilidades de pensar de manera diferente gracias a las técnicas digitales son realmente
apasionantes. Uno de los ejemplos más convincentes de ese potencial transformador procede de los
sistemas de información geográfica, o GIS, que son bastante distintos del GPS, los sistemas de
posicionamiento global, que se utilizan en los navegadores por satélite. Los GIS pueden
considerarse tanto una forma de software que permite a los usuarios relacionar la información sobre
la ubicación geográfica con otros datos, como los registros censales y las estadísticas de mortalidad,
como un enfoque para analizar el espacio. Está en constante evolución, sobre todo en lo que
respecta a la facilidad con la que se pueden considerar conjuntamente el espacio y el tiempo. 22

Con los GIS es posible generar mapas que muestren la distribución de atributos, es decir, de
variables distintas de la ubicación: el valor de la tierra; las tasas de natalidad, mortalidad y
matrimonio; la ubicación de los miembros de una determinada religión; las posiciones de los
ejércitos; los niveles de renta; los escenarios de los crímenes, etc. También puede utilizarse para
analizar las referencias de los textos a lugares concretos y para presentar estas relaciones de
diferentes maneras visuales, incluidos muchos tipos de mapas.

Los defensores de los GIS indican que constituyen un conjunto de herramientas potentes y
de rápida evolución que sólo unos pocos historiadores están explorando hasta ahora. Pero también
insisten en el esfuerzo intelectual necesario para interpretar los materiales generados por el software
de los GIS. Puede constituir una parte central del conjunto de herramientas del historiador, y se
integra mejor con otros métodos y enfoques. La mayoría de las fuentes utilizadas en la investigación
histórica tienen una dimensión geográfica y, por lo tanto, tienen el potencial de ser tratadas con el
GIS. También puede utilizarse para cuestionar las interpretaciones recibidas, por ejemplo, sobre el
Dustbowl estadounidense, y las causas de los juicios a las brujas de Salem. 23 Dado que los GIS
pueden tratar grandes áreas mediante su subdivisión y, por tanto, identificar tendencias diversas y
desagregadas, pueden impulsar nuevos estudios locales. Quienes utilizan activamente este enfoque
mantienen un animado debate sobre su potencial y sus limitaciones.

Estas técnicas exigen, sin duda, el perfeccionamiento de habilidades especiales; para


desplegar el software en cuestión, para ver cómo puede informar las preguntas de investigación y
para interpretar los resultados finales. Este tipo de trabajo es obligatoriamente interdisciplinario y
colaborativo, y ofrece la oportunidad de que las disciplinas de la historia y la geografía se
acerquen.24 Aunque la esencia de los GIS es vincular la información sobre el lugar con otra
información, el interés por el espacio es un fenómeno más amplio, alimentado, en parte, por la
preocupación por las perspectivas transnacionales, globales e internacionales. El rico sentido de
cómo el medio ambiente moldea y es moldeado por todos los aspectos del comportamiento también
ha contribuido a lo que algunos han llamado "el giro espacial", que se ve fomentado también por el
trabajo sobre las localidades y los barrios, y especialmente por la capacidad de trazar redes sociales,
de parentesco y ocupacionales. 25 Así, los GIS se basan en formas bien establecidas de pensamiento
histórico y las transforman.
186

Los GIS pueden presentar los datos de diferentes maneras, permitiéndonos "ver" el pasado
de forma diferente. Varios de los sitios históricos que he mencionado, utilizan los GIS. Por ejemplo,
Old Bailey Online hace pleno uso de los datos de localización. Como se explica en el sitio, "los
usuarios pueden comparar las ubicaciones de los delitos y las residencias de los acusados en los
juicios de Old Bailey con las concentraciones de población de las parroquias; los datos
geográficos...; los registros de la peste y de los impuestos...; y los registros arqueológicos... " 26 Hay
que señalar dos puntos. En primer lugar, la flexibilidad con la que se pueden manipular y presentar
los datos en los programas informáticos de los GIS no disminuye en absoluto la importancia de la
interpretación más escrupulosa, que también debe tener en cuenta los errores y las distorsiones que
sean necesarios. En segundo lugar, un aspecto positivo de los GIS es la forma en que ayudan a los
historiadores a tomar en serio el espacio, y de forma concreta, al animarnos a prestar atención a los
planos de las ciudades, la disposición de los edificios, la proximidad de las fuentes de agua, la
construcción de carreteras y ferrocarriles, la densidad de personas que viven en una zona
determinada, etc. Cabe destacar que los mejores escritos sobre los GIS hacen hincapié en la
necesidad constante de considerar conjuntamente su potencial y sus deficiencias. Algunas de estas
últimas pueden resolverse mediante desarrollos técnicos, pero el punto más amplio sobre la
comprensión de las limitaciones que pueden incorporarse a estas técnicas, se mantiene. Por eso, a
quienes utilizan los GIS les ayuda entender su funcionamiento.

Los GIS ilustran los hilos conductores de este capítulo, sobre la necesidad de
colaboraciones creativas, por ejemplo. Las primeras modalidades, conocidas como ArcGIS, fueron
desarrolladas por una empresa, ESRI, que ahora es un negocio de software de alcance mundial. Su
sitio web contiene mucha información sobre los GIS y, a la hora de utilizarlos, también hay que
saber que venden software. ¿Cómo podemos evaluar la fiabilidad en este y otros casos? ESRI es
bastante diferente de los sitios de genealogía, que funcionan sobre la base de suscripciones y rara
vez han creado recursos digitales por sí mismos. También son distintos los sitios web de los
museos, en los que la credibilidad de la institución ante los especialistas y el público en general se
basa, en parte, en su capacidad para ofrecer información e imágenes de alta calidad de sus
colecciones, así como mecanismos de búsqueda eficaces. Los sitios de GIS más fiables son
totalmente transparentes en cuanto a su financiación y personal. Los GIS también ilustran la
interdisciplinariedad tan característica de la cultura digital. Cabe destacar, más allá de las obvias
alianzas entre la historia y la geografía, el papel central que desempeña la arqueología, dada su
profunda preocupación por el espacio, que se extiende desde la localización de cada hallazgo hasta
la disposición de los edificios y asentamientos, los patrones de migración y las rutas comerciales.
Arqueólogos, clasicistas y medievalistas fueron los primeros en adoptar las nuevas tecnologías.
Resulta sorprendente que las posibilidades de la tecnología digital hayan sido acogidas con especial
entusiasmo por quienes trabajan en periodos anteriores, que a menudo han sido metódicamente
aventureros.27 ORBIS, que permite a los usuarios explorar los viajes en el imperio romano en
términos de coste, distancia, duración, modo de transporte y época del año, es un excelente ejemplo.
Los GIS no pueden existir específicamente sin un amplio abanico de competencias, que van mucho
más allá de las de las humanidades y las ciencias sociales. La historia resultante no es independiente
de la tecnología y la ciencia que la sustentan, una forma menos conocida de interdisciplinariedad.

Hasta ahora, he ofrecido ejemplos de las contribuciones positivas de la tecnología digital a


la disciplina de la historia. Sin embargo, sería conveniente considerar algunos de los problemas que
surgen cuando dependemos profundamente de ella. 28
187

Limitaciones y dificultades

Ya se han mencionado algunos inconvenientes. Por ejemplo, he citado la preocupación de Hitchock


por las imprecisiones del reconocimiento óptico de caracteres, que a menudo se pasan por alto.
También se han señalado las formas en que se puede introducir el error en proyectos grandes y
complicados. También se ha señalado la necesidad de mantener los sitios después de que cese la
financiación inicial y el riesgo de obsolescencia. He observado que ver un artefacto en una pantalla
no da pistas sobre su tamaño y texturas. En primer lugar, me referiré a la creencia errónea de que
Internet ha proporcionado acceso a "todo", lo que alimenta una ambición a la que los historiadores
son especialmente propensos: ser exhaustivos. En segundo lugar, me planteo lo que se pierde al
utilizar una pantalla en lugar de realizar una observación de primera mano.

Actualmente se discute mucho sobre los motores de búsqueda, de los cuales Google es uno
de los más conocidos. Las empresas, por ejemplo, quieren asegurarse de que las búsquedas de
palabras clave las sitúen en los primeros puestos de la lista, y de hecho hay profesionales
especializados en asesorar sobre cómo conseguir este objetivo, dado que el funcionamiento exacto
de las herramientas de Google sigue siendo un secreto muy bien guardado. Esta situación se debe a
que todas las formas de tecnología incluyen muchas suposiciones. Por "suposición" me refiero a
algo más que a las decisiones humanas: estoy llamando la atención sobre la forma en que tanto el
hardware como el software han sido configurados para funcionar. La mayoría de los usuarios no
conocen estos detalles, por lo que pueden verse tentados a confiar indebidamente en una búsqueda
determinada. Además, es imposible saber cómo corregir estas suposiciones, si no sabemos cuáles
son, sólo que existen. Por lo tanto, se requiere una medida de escepticismo sobre la amplitud de lo
que cualquier mecanismo de búsqueda localiza.

El éxito de las búsquedas en Internet depende del tipo y calidad de la información que
ofrecen las organizaciones. La calidad de los sitios varía notablemente, entendiendo por "calidad"
los niveles de precisión, exhaustividad y lógica. Una vez más, se sabe que este es el caso, pero sin
una cantidad significativa de detalles, no está claro cuáles son estas limitaciones. Sin duda, se trata
de errores triviales, por ejemplo, en la introducción de fechas y nombres. De ahí que sea crucial
emitir un juicio sobre la fiabilidad general de un sitio; una forma de hacerlo es comprobar la
financiación y la dotación de personal, si las autoridades se citan adecuadamente y si hay agendas
discernibles. Lo ideal es que estos procesos de discriminación tengan lugar constantemente en la
práctica histórica, pero pueden parecer menos necesarios cuando se trata de materiales digitales. En
parte, esto se debe a su gran inmediatez, a su alcance en nuestras vidas íntimas, ya que parece que
las pantallas nos acompañan a todas partes, incluso al dormitorio. Es posible que hayamos otorgado
al mundo digital una especie de prestigio peculiar, ya que es la fuente de mucho de lo que los seres
humanos sienten que necesitan para la vida diaria en las zonas acomodadas. Precisamente por esta
razón, las historias críticas de las tecnologías son tan valiosas. 29

Los inconvenientes que acabo de mencionar son especialmente problemáticos porque


pueden ser difíciles de detectar. Cuando es conveniente, se puede buscar información en diferentes
sitios, pero incluso así es difícil saber hasta qué punto es "exhaustiva". Por tanto, quizá sea mejor
renunciar a la idea de que podemos rastrear y tener en cuenta "todo" y, en su lugar, examinar
cuidadosamente los procesos de selección que desplegamos y los tipos de evaluación que llevamos
188

a cabo. Cuanto más comprendamos los métodos y enfoques digitales, más fácil será ejercer un
juicio crítico.

Parte del escepticismo consiste en tener en cuenta lo que las representaciones digitales no
pueden hacer; al fin y al cabo, escuchar música en directo es una experiencia totalmente diferente a
la de escuchar un CD o un archivo MP3, mientras se viaja, se come o se estudia, por ejemplo. La
tecnología, por muy "buena" que sea, no reproduce la experiencia de formar parte de un público
personificado. Del mismo modo, las imágenes digitales, aunque son valiosas y ciertamente
preferibles a no tener ninguna imagen, son inherentemente limitadas. Por ejemplo, en una pantalla
de ordenador todas aparecen del mismo tamaño, lo que elimina la experiencia de la escala. Al ver
cualquier objeto, es necesario encontrar las dimensiones y utilizarlas para adquirir una mayor
sensación del objeto en cuestión. Esto se aplica tanto a los libros y manuscritos como a los
grabados, dibujos, pinturas, maquetas, etc. En los mundos digitales, nuestro sentido de la escala, tan
vital en un encuentro de primera mano, está empañado. También lo está nuestra capacidad para
captar detalles de textura. En el uso de pruebas visuales y materiales, estas son deficiencias
significativas, y los historiadores que utilizan tales pruebas siempre querrán examinarlas con sus
propios ojos, si es posible. Por tanto, una representación digital no es más que un sustituto apenas
adecuado de la realidad. Obsérvese aquí cómo formas comunes de comportamiento, como tomarse
selfies, se han convertido en sustitutos de las experiencias que representan, disminuyendo así la
distancia entre los fenómenos y las representaciones digitales de los mismos. En el contexto de la
investigación y la erudición, es necesario reconocer, conceptualizar y comprender esa brecha.

A lo largo de este capítulo he estado haciendo hincapié en los aspectos de la tecnología


digital que desempeñan un papel más destacado en la generación y difusión del conocimiento
histórico. Pero hay casos, de los que los juegos digitales son el ejemplo más llamativo, en los que
las líneas entre el entretenimiento y el aprendizaje no sólo son difusas, sino que pueden ser
imposibles de trazar en absoluto. 30 Estos juegos históricos dependen de técnicas de simulación. Las
tecnologías digitales permiten crear otros mundos que atraen a sus usuarios a muchos niveles,
incluido el emocional. Las películas de animación son ahora un rasgo familiar de la cultura popular
en virtud del éxito de las películas de Pixar, por ejemplo. Pixar se fundó en 1986 y ha hecho
importantes contribuciones técnicas a los sistemas de software. Así pues, en muchos entornos se
están construyendo mundos digitales. Esos mundos pueden construirse a partir de pruebas históricas
o de la imaginación, algunos mezclan las dos cosas. En consecuencia, podemos apreciar la renovada
importancia de temas que fueron centrales en la práctica histórica y en las reflexiones sobre la
misma, mucho antes de que se pensara en los ordenadores: el papel de la imaginación, de las
imágenes visuales y de la reconstrucción del pasado, son ejemplos de ello. Esto no quita que los
aspectos innovadores de la simulación y otras formas de cultura digital puedan incitar a los
historiadores a reflexionar y comprometerse críticamente con su propia práctica. Al hacerlo, nos
encontramos con temas familiares, como la colaboración y la interdisciplinariedad, y abordamos
otros nuevos, de los que el potencial intelectual de los GIS es un excelente ejemplo.

He insistido en el abanico de relaciones que los historiadores tienen ahora con el mundo
digital, muchos de cuyos aspectos simplemente dan por sentado -palabra clave para pensar-. 31 Para
comprender estas relaciones, es útil pensar históricamente en las formas de comunicación, la
naturaleza de la tecnología y la creciente importancia de la producción de conocimiento fuera de las
escuelas y universidades. Es muy útil analizar con detalle todas las herramientas digitales,
189

evaluando sus puntos fuertes y sus limitaciones para utilizarlas de la forma más eficaz posible. Una
vez más, esto nos ayuda a comprobar la naturaleza de la práctica histórica en general.

Los blogs son un excelente ejemplo. En su blog "Historyonics", Tim Hitchcock explora
aspectos de su propia obra y publica escritos que parecen no encajar en ningún otro sitio. Esto
provoca inmediatamente preguntas sobre los géneros de la escritura histórica, al igual que Twitter.
Así que podríamos considerar que los artículos publicados digitalmente, independientemente de su
manera, son fuentes primarias para pensar en la disciplina de la historia en el siglo XXI. Las
distinciones potencialmente engañosas entre fuentes primarias y secundarias ya han sido tratadas
anteriormente. En este contexto vuelvo a ellas, al tiempo que sugiero el valor del autoexamen tanto
para los individuos como para los grupos, que es precisamente lo que señalan Hitchcock y
Shoemarker. Como principales exponentes de la historia digital, tratan de someter sus propias
actividades y las de otros a una inspección crítica. Todo lo que hacen es una fuente "primaria" para
mí al escribir La Historia en Práctica. Para otros, sólo la versión digitalizada del Old Bailey
Proceeding cuenta como tal. El sitio que presenta las actas está cuidadosamente comisariado y
gestionado, por lo que merece un análisis histórico meticuloso en su totalidad. Subrayo este punto
porque con demasiada facilidad consideramos que los materiales digitales no tienen intermediarios
y dan acceso directo al pasado. Todas las etapas de la producción de nuestras fuentes deben
someterse a un escrutinio, tanto si las calificamos de "primarias" como de "secundarias", y esto se
aplica especialmente al mundo digital, en el que las formas en que los materiales han sido
manipulados y representados pueden no ser inmediatamente evidentes.

Puente

El desarrollo de las tecnologías y la cultura digitales, es en sí mismo un fenómeno histórico de


primer orden, comparable a las revoluciones de la imprenta y de la industria por su amplio y
profundo impacto. Por ello, los historiadores deben ser capaces de reflexionar sobre su importancia,
incluso cuando participan y ayudan a dar forma a dichas tendencias. De hecho, como he indicado, la
historia digital está estrechamente vinculada a una serie de tendencias actuales, tanto históricas
como historiográficas. La comprensión de la naturaleza del cambio sustenta toda la práctica
histórica, por lo que es indispensable entender los cambios contemporáneos en la elaboración de la
historia, y a ellos me refiero en el último capítulo.
190

CAPÍTULO DIEZ

Tendencias

La práctica de la historia cambia constantemente. Los cambios sociales


profundos se producen a través del cambio tecnológico, como el desarrollo de
Internet y el creciente uso de dispositivos móviles multifuncionales. Las
reacciones a lo que ocurre en el mundo en general, en los conflictos, los
cambios de régimen, las catástrofes y la degradación del medio ambiente, por
ejemplo, también influyen en las formas de hacer historia. Los historiadores
están inevitablemente condicionados, y de diversas maneras, por los mundos
en los que ejercen. En su docencia, investigación y escritura, unen el pasado,
el presente y el futuro imaginado. Al prestar atención a las tendencias
actuales, se nos anima a reflexionar sobre la práctica histórica, y nuestras
propias experiencias de lucha contra las complejidades morales, políticas y
sociales pueden ser aprovechadas.

Por qué son importantes las tendencias

En este capítulo examino algunas de las últimas tendencias que arrojan luz sobre la naturaleza de la
práctica histórica. Si nos centramos en los desarrollos actuales, podremos comprender mejor las
conexiones entre la historia que se produce y los mundos amplios en los que se produce. No
pretendo predecir las áreas o los enfoques de la historia que saldrán a la luz en el futuro. Esto se
debe, en parte, a que los propios acontecimientos, que otorgan relevancia a determinados temas o
enfoques, son impredecibles. Los dramas de la política y las catástrofes configuran la práctica
histórica tanto directa como indirectamente. Las crisis financieras, la llamada Primavera Árabe, el
Brexit, la guerra civil en Siria, la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos
en 2016 y los repetidos actos de terrorismo han sugerido nuevas analogías y "lecciones", han
provocado reevaluaciones del cambio histórico y han alterado los sentimientos sobre las tendencias
históricas.1

Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, habitualmente denominados "11-S",


junto con los posteriores actos de terrorismo en todo el mundo, cambiaron de manera determinante
las actitudes y el interés por la violencia política, el islam y Oriente Medio. 2 Algunos de sus efectos
han sido profundamente preocupantes para los historiadores profesionales. Las grandes
191

generalizaciones sobre el "Islam" y el "terrorismo global", que se invocan como si fueran términos
sencillos con capacidad para explicar muchas cosas, son un ejemplo sorprendente. También hay
oportunidades en este sentido: se trata de un ejemplo clásico, tanto del enorme potencial de la
historia pública para hacer una contribución fundamental a la política y a las políticas, como de los
terribles costos de la ignorancia generalizada sobre los sistemas de creencias y las historias de
grandes partes del mundo.3 Debería ser motivo de preocupación que el número de historiadores
capaces de hablar los idiomas requeridos, con experiencia de primera mano en las áreas geográficas
relevantes, y con el tiempo y la inclinación para explicar fenómenos enormemente complejos,
parece inadecuado. En los países más poderosos de la tierra, y en sus gobiernos y medios de
comunicación en concreto, se necesita una profunda comprensión histórica de los principales
actores que apoyan la violencia. Las naciones dominantes necesitan comprender sus propias
propensiones a incitar al conflicto. Los historiadores pueden arrojar luz sobre las formas en que se
fomenta y se libra la guerra.

Los grandes acontecimientos afectan a la práctica de la historia, al igual que muchos otros
fenómenos, incluidas las experiencias personales de quienes estudian y se relacionan con el pasado.
En los capítulos anteriores se ha señalado el impacto de las formas de feminismo y la agitación por
los derechos de los homosexuales en la investigación histórica. A ellas se suman, por ejemplo, las
campañas contra el aborto, los derechos de los animales y el medio ambiente. Estos movimientos
tienen un perfil particular. Llaman la atención sobre los problemas de una manera dramática, a
menudo muy emotiva, tocando a los participantes de una manera íntima e inmediata. Al participar
en las protestas, las personas expresan su compromiso con una causa, experimentan sentimientos
poderosos y conceptualizan las luchas en las que participan, generalmente en términos morales.
Estos movimientos combinan ideas abstractas, como los "derechos", con potentes reacciones
emocionales. A menudo suscitan un análisis intelectual, que incluye la investigación histórica.

Hay otras maneras de que se produzcan las tendencias. Podríamos invocar aquí la "moda" y
el "gusto", que describen las tendencias en lugar de explicarlas. Sin embargo, son útiles para
reflexionar sobre la naturaleza de la práctica histórica. Muchos historiadores quieren trabajar en
temas o utilizar enfoques que sean claramente actuales, que llamen la atención por ser novedosos y
originales. La originalidad es difícil de definir: por su propia naturaleza, la investigación se
construye sobre bases establecidas por otros. En la vida académica se valora la innovación, al igual
que en actividades creativas como la pintura, la escritura o la música. Sin embargo, el público debe
ser receptivo, y una vez que una idea se impone y se pone de moda, otras la siguen, creando
tendencias, ciertamente, pero por ello mismo planteando cuestiones sobre la originalidad y la moda.
Así pues, la "moda" y el "gusto" sugieren preferencias, incluso simples preferencias, lo que equivale
simplemente a decir que algo está de moda y la gente se aferra a ello. Aquí hay tres cuestiones
distintas: cómo se evalúa la originalidad, cómo se establecen las tendencias y cómo encuentran un
público receptivo. Hay que analizar las modas históricas y examinar su dimensión comercial. Las
modas también responden a necesidades emocionales, incluso cuando contribuyen a crearlas. Dado
que las tendencias históricas no se producen de forma aislada, es necesario captar las formas en que
los contextos amplios dan forma a la investigación.

Las tendencias pueden establecerse mediante la reacción contra los supuestos existentes, los
estilos de investigación establecidos y las ortodoxias actuales. Esto se denomina "revisionismo" en
el ámbito académico, y una de las modalidades consiste en encontrar errores, interpretaciones
erróneas y omisiones en los trabajos existentes, que luego pueden desecharse como pasados de
192

moda. Otra manera es atacar la visión del mundo implícita en los trabajos autorizados. En parte,
esto se debe al impulso de destacar, de que se considere que se está haciendo algo diferente, nuevo e
importante, lo que forma parte de la construcción de una carrera. Las tendencias en todos los
campos académicos se producen de forma similar, y eso sería razón suficiente para que los
historiadores les prestaran atención. Sin embargo, las tendencias dentro de la disciplina de la
historia están especialmente ligadas a los asuntos públicos: las íntimas conexiones entre el
periodismo, la historia moderna y contemporánea, las relaciones internacionales, el estudio de la
política y los acontecimientos mundiales así lo revelan. 4 El trabajo histórico puede tener
consecuencias públicas y extrae una energía considerable de las preocupaciones actuales, situación
que obliga a los historiadores a ser especialmente cuidadosos. El uso explícito de las
reivindicaciones e ideas históricas en la vida pública es cada vez mayor. Las tendencias históricas,
por tanto, tienen que ver tanto con los amplios debates, los cambios globales y los climas de opinión
como con las modas académicas actuales.

Las tendencias también consisten en cortar el pastel histórico de forma innovadora. Un


método de corte que no se haya probado antes tiene sus méritos. Al escribir Falcon, sobre los
animales más rápidos que han existido, Helen Macdonald recurrió a fuentes de muchos tipos,
épocas y países, para explorar la "luz [que arroja esta extraordinaria ave]... sobre las culturas por las
que ha volado". Al reunir mitos, poesía, zoología, ecología, historia militar, diarios, literatura
infantil, películas y periódicos de muchos siglos, esculpe una nueva y esclarecedora historia
inderdisciplinaria.5 Suficientes animales han tenido este tipo de importancia para generar una serie
que abre nuevas perspectivas. El estudio de los animales sigue siendo un área en crecimiento. 6

En este libro se abordan varias tendencias; una de ellas es tan trascendental que se le ha
dedicado un capítulo aparte, ya que las tecnologías digitales están presentes en casi todo lo que
hacen los historiadores. En el capítulo 10 se examinan otras tendencias, como el continuo
crecimiento de la historia medioambiental y las formas cada vez más amplias de examinar los
conflictos y la guerra. Resulta sorprendente la creciente atención que se presta a los fenómenos
"globales", aunque las distinciones entre historias "globales", "mundiales" y "transnacionales" sigan
siendo borrosas, al menos para algunos públicos. En este ámbito, como en muchos otros, florecen
los enfoques interdisciplinarios, con geógrafos, estudiosos de la cultura material, estudiosos
postcoloniales y diversos tipos de historiadores que trabajan juntos y se informan mutuamente.

La pasión por todo lo relacionado con la historia entre los no especialistas, no ha


disminuido, y la riqueza de las revistas de historia da fe de ello, al igual que la abundancia de
películas, novelas, juegos, programas de radio y televisión ambientados en el pasado, que a veces
ofrecen un comentario sobre cómo se entiende ese pasado. La historia familiar y local también goza
de buena salud en muchas partes del mundo, con la ayuda de la profusión de fuentes en línea. La
conmemoración, que reúne a profesionales y aficionados, es ahora un gran negocio; se beneficia de
las vidas famosas, las batallas, los tratados de paz, la fundación de países y organizaciones; de
hecho, cualquier cosa inaugurada o completada es un candidato. Así, los actos conmemorativos
pueden ser ocasiones de regocijo, que es como muchos consideran el inicio de un periodo de
gobierno exitoso, o de hacer las más desgarradoras atrocidades. 7

La idea de extraer "lecciones" del pasado sigue siendo válida. 8 Aunque a veces las analogías
que se pretenden establecer entre el pasado y el presente conducen a afirmaciones fáciles, puede ser
útil examinar tanto las diferencias como las similitudes entre dos episodios cronológicamente
193

distintos, sobre todo si se evitan los juicios morales burdos. Preguntar sobre los atributos que los
niños refugiados de Siria comparten con los menores no acompañados que escaparon del fascismo
en los años 30 y 40, podría conducir a una comprensión más clara y a respuestas más compasivas.
El impulso que subyace en los debates sobre el terrorismo, los conflictos, la migración forzada y el
impacto de los individuos más poderosos políticamente tiende a ser una mezcla de preocupación
política y simpatía humanitaria. Sin embargo, hay que reconocer que la violencia actúa como imán
para los relatos históricos populares, que a menudo basan su atractivo claramente voyerista en el
relato de formas extremas de comportamiento. 9

Conflictos y conmemoración

El interés, ya sea popular o más especializado, por las situaciones de conflicto intenso, reúne varios
fenómenos que siguen dominando las actividades históricas actuales: los estudios sobre la violencia
y la guerra, frecuentemente organizados en torno a los aniversarios, van a veces acompañados de
intentos de atribución de culpas y responsabilidades y de búsqueda de disculpas y formas de
reparación. Los aniversarios asociados a la Primera Guerra Mundial son un ejemplo de ello. Se ha
producido una avalancha de actos, exposiciones, muestras, publicaciones, emisiones y otros
productos, para conmemorar un fenómeno de extraordinaria complejidad que sigue siendo una
presencia viva en los países más implicados. El aniversario ofreció tanto atractivas oportunidades
comerciales como ocasiones para un solemne espectáculo público. También brindó la oportunidad
de desarrollar nuevas perspectivas históricas. 10

The Sleepwalkers: How Europe Went to War in 1914 de Cristopher Clark, es una de las
obras más importantes e influyentes que han abordado los orígenes de la guerra. Al hacerlo, Clark
reflexiona sobre la naturaleza de la práctica histórica. Se aleja explícitamente de la asignación de
culpas y responsabilidades, y prefiere centrarse en cómo se produjo la guerra, "abriendo la historia a
un elemento de contingencia": "los protagonistas de 1914 eran sonámbulos, vigilantes pero sin ver,
perseguidos por sueños, pero ciegos a la realidad del horror que estaban a punto de traer al
mundo".11 Esta conclusión llega tras más de quinientas páginas de un denso análisis que, aunque
está escrito de forma accesible, requiere un alto nivel de atención sostenida. Clark es consciente de
las resonancias contemporáneas de los terroristas suicidas y del terrorismo.

Por el contrario, muchas respuestas al aniversario de la guerra han hecho hincapié en los
recuerdos de los participantes, en los artículos asociados al conflicto y en batallas específicas, como
la del Somme.12 Las conmemoraciones de la guerra difícilmente pueden desprenderse de sus
consecuencias a lo largo del siglo XX o de los puntos de vista de vencedores y vencidos. Las
actividades que marcan los aniversarios clave de la Primera Guerra Mundial asumen su carácter
delineado -de 1914 a 1918, seguido del Tratado de Versalles en 1919-. Los centenarios también
pueden provocar una reevaluación. Robert Gerwarth ha tratado de replantear esta periodización en
The Vanquished: Why the First World War Failed to End, 1917-23, en el que cuestiona la idea de
que hubo paz y estabilidad política inmediatamente después de la Gran Guerra. Estos aniversarios
en algunas manos refuerzan los supuestos establecidos, incluidos los morales, mientras que en otras
incitan a una seria reevaluación del tipo que Gerwarth ha emprendido en un estudio que considera
Europa central, el antiguo Imperio Otomano, Rusia e Irlanda, es decir, todos los estados vencidos,
en un solo volumen.13
194

He observado diversas respuestas a la Primera Guerra Mundial, dentro del contexto de las
extensas celebraciones del centenario. Hay una rama de la historia -la historia militar- que se ocupa
de la guerra, entre otros fenómenos, que está floreciendo en estos momentos. Su lugar dentro de la
historia académica es complicado, en parte por su relación con la formación militar y su atractivo
para los aficionados que coleccionan, recrean y atienden a los detalles de batallas significativas.
Este campo es un área cada vez más popular y prominente, incluso entre los jóvenes, como queda
patente en los programas de televisión, la gama de títulos disponibles en las librerías, las películas
de éxito y las publicaciones académicas, así como el turismo. Se trata de un caso en el que se
pueden examinar las relaciones entre la historia profesional, la pública y la amateur.

No está claro lo que incluye la "historia militar", y los especialistas distinguen entre la
historia de la guerra y la guerra, los estudios relativos a la guerra, los estudios estratégicos, la
historia del pensamiento militar, las relaciones internacionales y la historia militar. Los estudios
sobre la guerra, al igual que su pariente más frágil, los estudios sobre la paz, son un campo
interdisciplinar en el que participan historiadores junto a especialistas de otros campos de las
ciencias sociales y las humanidades. Utilizo aquí el término "historia militar" de la forma más
amplia posible para incluir el estudio histórico de la defensa, la estrategia, las fuerzas de combate y
todos los aspectos de la guerra. El término "militar" sugiere inmediatamente que se trata de
ejércitos, y existe un interés considerable en los ejércitos como instituciones y en sus participantes
más destacados y recordados: grandes líderes, valientes soldados y hábiles estrategas. La historia
militar es mucho más que esto: examina las batallas, las guerras en todas sus dimensiones, la
naturaleza y el impacto de la guerra en general, junto con las estructuras que las sustentan. Dado
que afecta a gran parte del pasado, incluidos los fenómenos económicos, políticos, sociales y
culturales, y que conecta con las historias de la ciencia, la medicina y la tecnología, la historia oral,
la historia contemporánea, la historia comparada y muchos otros subcampos, su importancia
metodológica para la disciplina es difícil de poner en duda. Se trata de la totalidad de una sociedad
determinada: sus capacidades económicas y tecnológicas, las estructuras políticas, especialmente el
aparato estatal, la educación, la formación y la organización profesional, las formas sociales, las
identidades nacionales, regionales, étnicas, de clase y de género, y los productos culturales.

Por lo tanto, se puede afirmar que la historia militar se encuentra en el centro de la práctica
histórica.14 Sin embargo, se ha extendido la idea de que es el dominio de historiadores anticuados
preocupados por el Estado, la política exterior y la diplomacia, o de entusiastas mayoritariamente
masculinos, apasionados por la guerra y las armas, por las particularidades de las batallas, las
campañas, los uniformes, las armas, etc. Se trata de estereotipos poco útiles e inexactos, que se
asocian a las especialidades históricas porque su objeto de estudio o la forma en que se lleva a cabo
plantean cuestiones difíciles o movilizan prejuicios arraigados. Los altos niveles de especialización
en la investigación académica, evidentes en la fundación de nuevas revistas, disminuyen la
posibilidad de que tales supuestos sean desafiados por la exposición a exponentes de estilos
históricos diferentes al propio. Por esta misma razón, es esencial una amplia formación histórica
básica, que idealmente incluya una comprensión crítica de la historia militar, dada la importancia de
la guerra como fenómeno histórico y contemporáneo. Así pues, aunque campos como la historia
militar no deberían considerarse zonas aisladas para los aficionados, el ritmo al que proliferan las
nuevas organizaciones y series de libros, así como las revistas, fragmenta inexorablemente una
disciplina que se nutre del eclecticismo, la apertura intelectual y los asaltos concertados a las ideas
preconcebidas sobre sus partes constituyentes, su estatus intelectual y la clasificación de la moda.
195

Aunque el entusiasmo por "recordar" la Primera Guerra Mundial ha dado lugar a muchas
obras históricas, no hay que olvidar otras formas en las que se está desarrollando la "historia
militar"; utilizo aquí las comillas para sugerir que la etiqueta conserva connotaciones con las que
quienes escriben actualmente sobre la guerra y los ejércitos en sus amplias ramificaciones pueden
sentirse incómodos. El libro de Sonya Nevin, Military Leaders and Sacred Space in Classical
Greek Warfare, puede contar como "historia militar" para los catalogadores de las bibliotecas, pero
no se ajusta a ninguno de los estereotipos.15 Al indagar en las relaciones entre la religión y la guerra,
Nevin considera cómo se comportaron los protagonistas, y especialmente los líderes, en los lugares
más sagrados de cada uno. Le preocupan los valores articulados en los relatos de la guerra, y cómo
"expresaban ideas de carácter y moralidad, piedad y sacrilegio, y poder y cambio". 16 Su sutil y
sensible análisis de cómo se describían las acciones cargadas de moral está lleno de ideas sobre la
redacción de historias, las actitudes hacia la religión y la profanación, y la evaluación de los líderes
militares. De ahí que tenga una poderosa resonancia contemporánea.

Los conflictos actuales invitan a relatos históricos sobre cómo surgió la situación en Oriente
Medio, especialmente en Siria, y en otras zonas asoladas por la violencia y la inestabilidad, y por lo
que David Tucker denomina "guerra irregular". 17 Aquí se unen varias tendencias. Los
acontecimientos contemporáneos impulsan los escritos realizados por periodistas, así como por
historiadores, politólogos, especialistas en el área y aquellos con conexiones personales con la zona
en cuestión.18 Esta mezcla del pasado y el presente, de las identidades de los autores y de los
campos de investigación es totalmente coherente con la evolución de la disciplina en su conjunto.
Las editoriales desempeñan un papel fundamental en la selección de autores y el desarrollo de series
de libros. El libro de Samer Nassif Abboud, Syria, apareció en una serie titulada "Hot Spots in
Global Politics". Abboud quiere "ofrecer una introducción más complicada a la crisis siria... [No
presenta el conflicto en términos rígidos, dictaminados y lineales". 19 Critica la cobertura simplista
de los medios de comunicación y las crudas polaridades morales. El autor, que nació en Canadá,
país que no abandonó hasta los 12 años, comparte con sus lectores su profunda tristeza al escribir
sobre un país que ama, especialmente cuando no hay resolución a la vista.

Los conflictos actuales provocan profundas ansiedades y fomentan las comparaciones con
episodios anteriores, muchos de los cuales siguen estando muy marcados. La importancia de las
guerras civiles modernas ha sido reconocida por una revista dedicada precisamente a este tema. En
ella se afirma implícitamente que las "guerras civiles" constituyen una categoría analítica coherente,
presumiblemente basada en sus características comunes a lo largo del tiempo y el lugar. La mayoría
de los artículos se refieren a los últimos cien años, aunque no faltaron guerras civiles en épocas
anteriores. El editorial inaugural admitía que la "guerra civil" es difícil de definir. 20 Dado que se
trata de fenómenos contemporáneos significativos en los que se interesan una serie de grupos,
responsables políticos y gobiernos, así como académicos, esta revista indica las formas en que los
conflictos actuales informan la práctica histórica, incluidos los modelos de periodización.

Los testigos vivos de los conflictos violentos quieren hablar, contar sus historias
individuales y que sus palabras sean creídas y respetadas como pruebas históricas fiables. Los
medios de comunicación otorgan un peso especial a los relatos de primera mano, mientras que los
historiadores se encuentran con la dificultad de evaluarlos e integrarlos en interpretaciones más
amplias. Los reportajes de los medios de comunicación no sólo dan voz a los supervivientes, sino
también a sus familiares, que quieren visitar lugares significativos y conectar los grandes
196

acontecimientos de la historia con relatos más íntimos. En consecuencia, el público de la "historia


militar" es amplio. Uno de los contextos de este interés es el turismo. Las visitas a los campos de
batalla, a veces denominadas excursiones a los campos de batalla, y a los campos de concentración
parecen haber aumentado notablemente y se han convertido en algo habitual, sobre todo para los
alumnos de los colegios, quizá una manifestación de la creencia duradera en las lecciones de la
historia.21 El número de museos relacionados con la guerra, las actividades imperiales, los conflictos
recientes y con el Holocausto va en aumento. La guerra no es sólo una realidad sombría y siempre
presente en una era de noticias 24/7, sino la base de una próspera industria del ocio.

La historia militar toca el nervio histórico en bruto del determinado económico y


tecnológico. Ya no se considera que los cambios en la naturaleza de la guerra se deban
evidentemente a los nuevos materiales, técnicas, armas, etc. Explicar las intrincadas relaciones entre
la organización social, las estructuras políticas y la política exterior, el papel de la ciencia y la
tecnología, el pensamiento militar y las situaciones "sobre el terreno" exige todas las habilidades del
historiador. Las formas intelectualmente ambiciosas de la historia militar, que cuentan con décadas
de erudición, pueden muy bien cambiar la forma de pensar de otros historiadores, al mostrar la
capacidad de las guerras y los ejércitos para arrojar luz sobre diversos fenómenos. 22

Para quienes no pertenecen a la academia, la historia militar no es tanto un análisis abstracto


como una forma de relacionarse con el legado de batallas y lugares concretos, que a menudo están
sobrecargados de significado. Es innegable que estar en el mismo lugar donde se produjeron
acontecimientos trascendentales -campos de concentración, fugas de lugares de detención notorios o
campos de batalla- puede desencadenar fuertes efectos emocionales. Lo que queda por aclarar es
cómo éstos ayudan a la comprensión histórica, que necesariamente implica procesar, al mismo
tiempo que evaluar críticamente, grandes cantidades de pruebas. Resulta especialmente difícil
analizar la atracción que supone estar en el mismo escenario en el que tuvo lugar un acontecimiento
histórico conocido cuando, como suele ocurrir, hay poco que ver. El papel de los centros de
interpretación de los lugares históricos se convierte entonces en algo crucial. Merece la pena
preguntarse cómo se deciden los lugares que los necesitan y lo que contienen. ¿Puede decirse que
los campos de batalla hablan por sí mismos?23 Es significativo que los restos de seres humanos -por
ejemplo, las gafas, los zapatos y el pelo expuestos en algunos campos de concentración- produzcan
respuestas especialmente intensas. En su familiaridad cotidiana, estos objetos llevan a los
espectadores a imaginar a sus propietarios en un estado de sufrimiento excepcional. Incluso sin
estos objetos como desencadenantes, puede que decir "yo estuve allí", compartir la experiencia con
otros y proporcionar pruebas fotográficas, sea un aspecto tan integral de la vida contemporánea, tan
firmemente consagrado en los modelos de ocio y sus formas comerciales asociadas, que
simplemente se da por sentado. A través de estos procesos se forman nuevos tipos de "comunidades
imaginadas".24

Lamentos y responsabilidades

La fascinación por la guerra está directamente relacionada a dos tendencias que ya he mencionado.
En primer lugar, hay respuestas a la sed de información sobre los altos niveles de violencia y
sufrimiento. Es cierto que los países difieren en el grado en que sus medios de comunicación
refuerzan esa curiosidad morbosa. El deseo de conocer los extremos humanos, las penurias, el
triunfo sobre los elementos, así como la crueldad y la tortura, los horrores de la guerra y la anatomía
197

del poder en las sociedades del pasado no muestra signos de disminuir. Los estudiantes se sienten
atraídos por Hitler, Stalin y Mussolini y sus regímenes. Los programas de televisión, los libros y los
artículos sobre los campos de concentración son legión. Los relatos históricos que se centran en el
autoritarismo y el conflicto deben situarse en el contexto de las actitudes generales hacia estos
fenómenos. La fascinación puede estar tanto en la forma de asignar y explicar la responsabilidad de
los actos despreciables como en los propios actos. Por ello, merece la pena recordar lo popular que
es la biografía. Aunque una proporción relativamente pequeña de vidas pasadas implica la tiranía o
la fuerza física, asociar tales fenómenos a individuos no sólo los hace más accesibles, sino que
también ofrece la posibilidad de explicar cómo se produjeron a través de la agencia de personas
nombradas.25

La segunda tendencia surge de las exigencias de las víctimas y sus representantes para que
los autores se disculpen, reconociendo y asumiendo la responsabilidad de las acciones pasadas y, en
algunos casos, reparando el daño, por ejemplo, restituyendo los bienes tomados ilegítimamente o
pagando una indemnización. Los discursos de disculpa son cada vez más prominentes y el interés
de los académicos por este fenómeno es cada vez mayor. 26 Sin embargo, no todos los países
devastados por la guerra ni todos los que la sufren plantean este tipo de exigencias. Estos discursos
apenas existen, por ejemplo, en Vietnam, donde predomina un enfoque pragmático que permite a
los antiguos opresores convertirse en valiosos socios comerciales. Precisamente porque los
fenómenos relacionados con la petición de disculpas están distribuidos de forma desigual, invita a la
atención de los historiadores.

Los conflictos armados suelen ser el contexto en el que surgen las demandas de disculpas.
Los debates sobre la esclavitud, el maltrato infantil y la separación forzada de los niños de sus
padres son otros casos. A menudo, las organizaciones de víctimas presionan a los gobiernos y a los
responsables de las instituciones para que admitan su culpabilidad. En los juicios a los criminales de
guerra, se atribuye la culpa a personas concretas. Se trata de un fenómeno formidablemente
complejo, que implica intrincadas suposiciones sobre las responsabilidades de los individuos, las
instituciones y los Estados y sobre la propia guerra. Los juicios morales que se emiten en estos
casos rara vez son incontestables o sencillos, por muy horrendos que se perciban los actos en
cuestión. Evidentemente, no es que haya que condonar las atrocidades, pero ocupar el terreno moral
puede ser más problemático de lo que parece a primera vista.

La palabra "disculpa" es la abreviatura de una serie de conceptos, como restitución,


arrepentimiento, reconciliación, reparación, renuncia, arrepentimiento, responsabilidad y
recompensa. Aunque es evidente que pedir disculpas tiene un considerable valor simbólico -
reconoce los errores cometidos y asigna tanto la culpa como la responsabilidad a los grupos y/o
individuos, que es lo que las víctimas desean en la mayoría de los casos-, plantea una serie de
cuestiones. La distinción entre culpa y responsabilidad es significativa. La "responsabilidad"
implica un análisis de causa y efecto. La "culpa", además, conlleva una carga emocional: rectitud
por un lado y culpabilidad por otro. Una vez asignada la culpa, la otra parte debe sentirse culpable y
comportarse en consecuencia, por ejemplo, aceptando su culpa y, si procede, ofreciendo una
compensación. La afirmación "soy responsable" no implica necesariamente nada de esto.

La asignación de responsabilidades se basa en un relato autorizado de lo sucedido; el


proceso requiere un análisis histórico previo y bien fundamentado que, si es posible, cuente con el
apoyo de ambas partes. Trazar una línea clara, capaz de generar un consenso generalizado entre el
198

trato normal y aceptable de los prisioneros de guerra y su uso indebido es extremadamente difícil,
pero sin ella es poco probable que se resuelvan las reclamaciones de los prisioneros contra sus
captores. El abuso de una parte puede ser considerado como algo normal por la otra. En términos
más generales, es necesario considerar si es tarea de los historiadores asignar responsabilidades
retrospectivas. ¿Cómo se puede distinguir con seguridad entre la responsabilidad individual,
colectiva e institucional? ¿Qué argumentos pueden utilizarse legítimamente si los historiadores
deciden emitir juicios sobre la responsabilidad? ¿Es moralmente defendible que los historiadores se
involucren en un proceso que puede llevar a encarcelamientos, confiscación de bienes o pena de
muerte? Algunos comentaristas podrían simplemente afirmar la necesidad de que los historiadores
se impliquen activamente en estas complejas cuestiones, en cuya dilucidación despliegan sus
conocimientos especializados. Tal vez sea preferible una evaluación caso por caso a la adopción de
una posición general sobre estas cuestiones.

Reflexionar sobre las responsabilidades históricas ayuda a agudizar nuestra comprensión de


la acción, tanto como a los del pasado como a los propios historiadores. La práctica histórica genera
complejidades morales. Son cuestiones que conciernen a todos los historiadores, aunque los que
trabajan en épocas recientes se encuentren con ellas de la manera más cruda y preocupante. Al
observar las actividades de los grupos de presión, los tribunales, los gobiernos y los medios de
comunicación en respuesta a las peticiones de disculpas, los historiadores pueden poner a prueba y
refinar las ideas sobre la responsabilidad, que son en sí mismas fenómenos históricos. Siempre se
trata de cuestiones emotivas, que con demasiada frecuencia se debaten en el lenguaje de "héroes
contra villanos". Detrás de las peticiones de disculpas por actos pasados se esconden intensas
energías emocionales, como la rabia y la furia, ante las que el razonamiento abstracto y el análisis
histórico parecen fácilmente inadecuados.

Un ejemplo relevante es el caso presentado contra Deborah Lipstadt y Penguin Books por
David Irving, en el que un destacado historiador de la Alemania moderna, Richard Evans, fue
llamado como testigo experto para la defensa, una experiencia sobre la que ha escrito de manera
muy conmovedora. el juicio constituye la base de una película, Denial (2016), que lleva los
argumentos feroces sobre la evidencia histórica a un público amplio. Lipstadt ha argumentado, en
forma impresa y oral, que Irving distorsionó el registro histórico. David Irving perdió el caso, y
Evans es categórico en su condena: Irving es expuesto "como un manipulador de documentos
históricos y un negador del Holocausto". A grandes rasgos, el juicio versaba sobre las
responsabilidades de los actos del pasado; fue ocasionado por las afirmaciones de un historiador
sobre las insuficiencias fatales de otro relato. Evans dedicó su libro a las víctimas del Holocausto:
"ver a los supervivientes de los campos en los bancos del público en el tribunal era un recordatorio
diario de la importancia humana de lo que estábamos discutiendo". 27 El juicio no trataba de pedir
perdón; se trataba de la responsabilidad de los historiadores en un ámbito en el que asignar
retrospectivamente la responsabilidad de manera correcta era de suma importancia. Los
historiadores somos testigos privilegiados de lo que ocurrió en el pasado, por lo que nuestros relatos
deben ser lo más sólidos posible.

La guerra y la violencia se encuentran, por lo que sabemos, en todas las sociedades. Cada
vez más, los conflictos armados, sancionados por el Estado, se entienden como un fenómeno sujeto
a normas, que provoca protestas cuando se perciben violaciones. Los códigos claros y los procesos
reales de la guerra no son fáciles de entender, y el estatus del derecho internacional y los códigos de
conducta pertinentes son objeto de una gran controversia. Es como si toda la atención que se presta
199

a las faltas y a los intentos de rectificarlas contribuyera a hacer la guerra más tolerable. A la vista de
los antecedentes históricos, cabe preguntarse por qué siguen sorprendiendo las atrocidades de la
guerra y el persistente incumplimiento de las convenciones, que quizá no sea reconocido como tal
por todos los implicados. Si hay posibilidades de extraer lecciones de la historia, ésta es una de
ellas.

Imaginando el pasado

Las películas basadas en historias reales reclaman la atención del público, especialmente cuando
participan intérpretes conocidos. Lipstadt fue interpretada por la premiada actriz Rachel Weisz en
Denial, por ejemplo. Helen Mirren protagonizó la película de 2015, Woman in Gold, sobre una
anciana judía que trata de recuperar un cuadro confiscado por los nazis. En la cultura popular
contemporánea hay otras formas de dar vida al pasado, que se basan en habilidades visuales muy
extendidas, como los juegos digitales con temas históricos. Los recientes avances tecnológicos no
sólo han permitido que circulen más imágenes, sino que se produzcan nuevos tipos de imágenes
gracias a la manipulación digital, el uso del ultra sonido y la resonancia magnética. Las formas de
representación visual establecidas se están utilizando de manera novedosa. Un ejemplo
sorprendente es la historia gráfica, que se está convirtiendo en un género importante, capaz de
comunicar aspectos complejos del pasado de forma accesible. Las novelas gráficas pueden resultar
más familiares para los lectores, aunque el primer ejemplo que utilizo ha alcanzado fama mundial.
Se trata de una tendencia de cierta importancia por su alcance a diversos públicos y por la vívida
inmediatez que produce la combinación de palabras con imágenes. Tres ejemplos revelan algunas
de las formas en que funcionan las historias gráficas.

Art Spiegelman ganó el premio Pulitzer en 1992 por su obra Maus: A Survivor's Tale.
Contando la historia de su padre a través de imágenes en blanco y negro, burbujas de diálogo dentro
del marco y algunas frases narrativas cortas dentro o encima de los marcos, Spiegelman presenta las
experiencias de un hombre en el Holocausto. Ratones, gatos, cerdos y perros representan los
principales grupos: judíos, nazis, polacos y estadounidenses. 28 Reproduce el estilo de su padre al
hablar en inglés: "No estaba lejos, así que me fui unos días a Belsen. Una mañana llegó una
multitud, con dos chicas a las que conocía un poco de mi pueblo... " 29

Spiegelman utiliza una serie de recursos visuales para reforzar sus ideas. En un fotograma,
especialmente crudo, vemos a sus padres caminando sin rumbo, con su camino en forma de
esvástica.30 Spiegelman viste a sus animales; éstos provocan respuestas como podrían hacerlo las
representaciones naturalistas. Si acaso, respondemos con más simpatía en el caso de los ratones,
más miedo en el caso de los gatos y los cerdos. No hay un simple hilo cronológico aquí, y el lector
es constantemente consciente de su padre como un narrador a veces exasperante y difícil. Es
evidente que se trata de una forma peculiar de evocar el pasado. Los grupos se mantienen bien
delimitados, y las complejidades de un relato extenso con notas a pie de página y bibliografía están
necesariamente ausentes. Hay una voz dominante, cuyas debilidades están totalmente presentes,
incluyendo su insistencia en que algunas partes de su historia de vida no se incluyan en el libro -
una petición que su hijo ignoró.31
200

Maus es un logro notable, que incita a la reflexión sobre cómo se evocan las experiencias
del pasado, se hacen palpables y cobran vida de una manera muy accesible. Este ejemplo podría
sugerir que las formas de historia basadas en las tradiciones del cómic funcionan bien para las sagas
personales, pero no para fenómenos más abstractos. 32 Mi siguiente ejemplo, sin embargo, muestra
cómo se pueden explicar complicadas cuestiones sociales, intelectuales y económicas utilizando
técnicas gráficas.

Economix: How Our Economy Works (and Doesn't Work) in Words and Pictures es
también un proyecto en blanco y negro, aunque el estilo visual es diferente al de Spiegelman, al ser
más sobrio y sencillo. El enfoque general, sin embargo, es similar, con burbujas de discurso y
pensamiento y algunas frases de narración directa. La motivación de Maus no se explica
explícitamente; apenas había necesidad de explicar por qué un relato personal del Holocausto
debería estar al alcance de todos. En el caso de Economix, los mensajes se explicitan: dadas las
dificultades de la actual coyuntura económica, los ciudadanos necesitan un conocimiento básico de
la economía para poder tomar decisiones políticas efectivas e informadas. El libro pretende
ofrecerlo a través de una narración histórica. El lector se introduce en un campo que "trata la
infinita complejidad del comportamiento humano", con la ayuda de diagramas, chistes, mapas,
líneas de tiempo y gráficos, así como imágenes satíricas, incluso de personajes históricos
conocidos.33 Goodwin explica que necesitamos entender el "capitalismo", por lo que es necesario
abordar, por ejemplo, a Colbert y sus ideas mercantilistas en el siglo XVII, a los fisiócratas y a
Adam Smith durante la Ilustración, a los exponentes del libre mercado, etc., hasta la actualidad. Con
un glosario, una bibliografía y un índice, este volumen posee algunas de las características
familiares de un libro de texto, pero su viva inmediatez y sus burlas humorísticas hacen
comprensibles para adolescentes y adultos actividades y teorías económicas que de otro modo
podrían parecer desalentadoras. Así, la mordacidad satírica de las imágenes, junto con las
indicaciones visuales, como los mapas y diagramas, y el lenguaje cotidiano, permite a los lectores
captar las cambiantes ideas y prácticas económicas a lo largo de cientos de años.

Economix tiene un propósito abiertamente didáctico, al igual que el premiado Abina, que
combina la narración personal con materiales interpretativos, lo que permite utilizarlo para la
enseñanza de varios niveles. Así, vemos la inmediatez emocional de Maus combinada con
características, como la transcripción de un juicio, información contextual, breves ensayos y
sugerencias de lectura, que nos resultan familiares de publicaciones más convencionales. El corazón
del libro es Abina Mansah, una mujer de la Costa de Oro africana de finales del siglo XIX, que fue
esclavizada injustamente y trató de defenderse por medios legales. Las imágenes son en color, y el
diseño del libro se relaciona con la propia cultura de Abina, por ejemplo, a través de los ideogramas
que aparecen al principio de cada sección. Maus también se apoya en una sola voz dominante, pero
Abina es tratada como una heroína, una mujer que lucha por ser escuchada, en el contexto de una
sociedad que prefiere hacer oídos sordos a sus súplicas. El padre de Spielgelman es un individuo
complejo y defectuoso. Abina no sólo se representa a sí misma, sino a los esclavos, a las mujeres, a
los "sin historia". Al dibujarla, el artista invita a los lectores a entrar en su vida de la forma más
completa posible, y al incluir tanto material auxiliar, los escritores proporcionan herramientas y
materiales para interpretar el juicio y sus contextos.

Las tradiciones del cómic no pueden separarse de la exageración visual y de los


comentarios que ésta implica, por ejemplo, sobre las polaridades morales. Algo de esto está
presente en las imágenes, pero en Abina son notablemente sutiles, tanto literalmente, en su uso del
201

color, por ejemplo, como metafóricamente, en el intento de mostrar cómo los principales
protagonistas fueron moldeados por sus circunstancias. Por ejemplo, el juez William Walton recibe
una breve biografía visual para explicar cómo formó sus ideas, con una breve explicación en cada
fotograma que contextualiza sus creencias. 34 Mediante el uso de tonos amarillentos en estos cinco
fotogramas, percibimos que se trata de una interjección en la narración principal. La historia no
termina con el resultado del juicio, sino con la introducción de algunas de las cuestiones relativas a
la historia escrita por las culturas dominantes. Por último, la propia Abina reaparece en un delicado
esbozo, emergiendo de las páginas de la transcripción del juicio para llegar a las aulas en forma de
libro.35 Al combinar muchos modos históricos, Abina es un relato profundamente conmovedor, una
fuente de reflexión sobre la práctica histórica, una vívida introducción a la historia de la esclavitud,
de la Costa de Oro y mucho más.

Estos ejemplos nos permiten comprender mejor cómo representar el pasado, el público al
que pueden llegar estas obras y el papel de la imaginación visual en la comprensión de la historia.
Aunque no se trata de temas nuevos, sus nuevas formas en las historias gráficas invitan a ser
consideradas. El uso de técnicas gráficas para presentar el pasado, es un ejemplo de cómo los
historiadores miran más allá de las formas convencionales de difusión. La receptividad a los nuevos
géneros y técnicas ha ido acompañada de una voluntad de comprometerse con nuevos objetivos y
tipos de pruebas. Al considerar los métodos digitales en la práctica histórica, observamos una serie
de innovaciones de este tipo, entre ellas los usos de los sistemas de información geográfica. La
preocupación histórica por los lugares y sus atributos, así como por los enfoques de la geografía,
están ahora muy extendidos. El interés por el espacio y el lugar ofrece muchas oportunidades para
un pensamiento innovador sobre el pasado.36

El poder del lugar

Tomo el título de esta sección a partir de una publicación reciente, que explora "los gobernantes y
sus palacios, paisajes, ciudades y lugares sagrados", por citar su subtítulo. David Rollanson
demuestra el valor de las fuentes no escritas, como las iglesias, los jardines y los paisajes, para
indagar en la naturaleza del poder de los gobernantes. Afirma que, al analizar una amplia gama de
lugares, utilizando campos como la arqueología, la historia de los jardines y los estudios literarios,
nos acercamos mucho más a "lo que los gobernantes consideraban que era la naturaleza de su
poder".37 La propia palabra "lugar" es inclusiva y sugiere todos los aspectos de un lugar
determinado. No es una coincidencia que, a medida que la historia se vuelve más interdisciplinaria
y que campos como la historia ambiental adquieren mayor importancia, recurramos a las
características de lugares específicos como rutas hacia el pasado.

El método de Rollanson es comparado y el libro está organizado temáticamente -la parte V


se refiere a los "Lugares de Inauguración y Lugares de Entierro", por ejemplo-, que se basa en una
impresionante gama de ejemplos geográficamente diversos de Alemania, Francia, Italia, España,
Croacia, Inglaterra, Escocia, Gales, Sicilia y otros. También considera los lugares durante largos
períodos de tiempo.38 La intención es esclarecer la naturaleza del poder a través del estudio de los
lugares y edificios, que estaban "muy cerca de los gobernantes, muy presentes en sus propias
acciones".39 Se trata de un historiador que se centra en las intrincadas historias de lugares
específicos a lo largo de varios siglos.
202

Hay muchos puntos en los que el entorno físico de las personas, los edificios, los
acontecimientos y los procesos resulta crucial para la comprensión histórica. Hemos observado que
la historia militar se ha ocupado durante mucho tiempo de la especificidad del lugar, y que esto ha
alimentado la historia popular, las formas de conmemoración y la enseñanza en las escuelas. Es
necesariamente vital para la historia agrícola, el estudio de las hambrunas y el cambio climático, las
relaciones comerciales, los imperios y los patrones de migración. El reconocimiento de la
importancia de los lugares y el medio ambiente puede expresarse en muchos estilos históricos, y se
nutre de las características de las sociedades en las que trabajan los historiadores. A veces es
perfectamente explícito, como en las investigaciones inspiradas en la preocupación por los grandes
cambios provocados por el hombre, como la construcción de presas, el desvío de ríos, la
exploración de recursos naturales y los medios para llevarlos -los oleoductos, por ejemplo- a lugares
lejanos. Los escritos actuales sobre la historia del medio ambiente se inspiran en las sobrias
evaluaciones del cambio climático, en las que la cuestión clave es el papel de las sociedades
contemporáneas en su aparición. Inevitablemente, la naturaleza, el ritmo y el impacto de tales
alteraciones es una cuestión política muy debatida.

Un excelente ejemplo de la labor histórica que se ha visto afectada por estas controversias
se encuentra en los escritos sobre el " antropoceno ", un término creado en el año 2000 por Paul
Crutzen, químico galardonado con el Premio Nobel. Una de las definiciones es la era "en la que la
humanidad... surgió como la influencia más poderosa de la ecología global". 40 La idea ha sido
ampliamente adoptada. El interés reciente por el antropoceno se manifiesta en dos temas familiares.
El primero sirve para recordar que la historia es una disciplina con conexiones con muchas áreas
académicas, ya que la propia noción de "antropoceno" invita a respuestas interdisciplinarias. En
segundo lugar, observamos las profundas e intrincadas conexiones de la historia con las ansiedades
contemporáneas.

Es revelador que no haya consenso sobre el periodo que abarca el antropoceno. Para
Crutzen, comenzó a finales del siglo XVIII "con el inicio del régimen energético de los
combustibles fósiles".41 Paul Dukes, por ejemplo, sitúa el inicio de la época en 1763, es decir,
cuando James Watt trabajaba en las máquinas de vapor. En Minutes to Midnight, deja claro lo
mucho que le preocupa el futuro, y aboga por que los historiadores se unan a otros en un intento de
salvar el planeta.42 Aunque todavía existe la negación del cambio climático, las pruebas científicas
que apoyan su existencia son sólidas, y muchos historiadores escriben desde una profunda
preocupación por el medio ambiente. El "lugar", al igual que el "espacio", es importante para los
investigadores que buscan comprender lugares específicos y sus historias; también señala una
preocupación más amplia por el impacto humano en el medio ambiente, que se comprende mejor a
través de estudios de casos.

El "antropoceno" puede ser un concepto orientador para los historiadores que hacen
hincapié en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, como hacen McNeil y Engelke, así
como para los que examinan los cambios durante periodos de tiempo mucho más largos. Al vincular
el antropoceno con el capitalismo, los autores de ¿Anthropocene or Capitalocene? plantean
preguntas sobre cómo debe entenderse el propio capitalismo. 43 Los colaboradores proceden de
diversas disciplinas, como la geografía, la ciencia política, el periodismo, la historia y la literatura, y
pretenden replantear la relación y el activismo que van de la mano.
203

Los escritos sobre la historia del clima y el medio ambiente pueden atraer a un amplio
público. Children of the Sun: A History of Humanity's Unappeasable Appetite for Energy, de Alfred
Crosby, es un buen ejemplo, con su amplio recorrido histórico, su estilo ameno y sus atractivos
relatos. El volumen tiene un mensaje claro, ya que aborda los problemas energéticos y la necesidad
de utilizar los recursos de forma inteligente, en lugar de despilfarrarlos como ocurre actualmente.
Crosby considera que el enfoque histórico es útil para abogar por la "cordura medioambiental". 44 En
este caso, la historia de larga duración sirve, sin duda, para dar lecciones.

Globalización

Junto a la intención de asignar culpabilidades históricas, ya sea a individuos, sistemas económicos o


sociedades, existe otra igualmente fuerte que consiste en invocar fuerzas impersonales como la
"globalización".45 El término en sí mismo puede tener una carga moral, de hecho, a veces transmite
rechazo hacia el impacto indeseable de los países capitalistas más poderosos sobre otras partes del
mundo. La expresión "manifestante antiglobalización", ampliamente utilizada en los medios de
comunicación, sugiere un reconocimiento inmediato del propio término "globalización" y de sus
connotaciones emotivas y politizadas. La "globalización" evoca procesos a gran escala, incluso
abrumadores, que amenazan con engullir a los individuos, las familias, la comunicación, el
comercio, las empresas internacionales y las prácticas laborales explotadoras. Los conceptos que
terminan en "ización", como modernización y secularización, suelen evocar fuerzas inexorables,
posiblemente fuera del control humano. A menudo han sido el centro de lo que a veces se denomina
gran historia narrativa, y subyacen, a menudo sin reconocimiento explícito, en muchos escritos de
historia. Evidentemente, estos términos poseen un gran atractivo; implican narrativas familiares y
refuerzan supuestos ampliamente aceptados, aunque su punto de vista y los intereses a los que
sirven puedan estar velados. Es fundamental que los historiadores presten atención a las fuerzas a
gran escala, tanto sociales como naturales, y que conceptualicen los diversos ritmos de cambio que
éstas conllevan. Sin embargo, las palabras "-ización" se utilizan con frecuencia de forma bastante
imprecisa, como si fueran capaces, por su mera invocación, de explicar grandes cambios históricos.
También son implícitamente teleológicas; el núcleo de la palabra es el punto final del proceso al que
se refiere. Posiblemente, parte de su atractivo es que, como muchas palabras clave, son difíciles de
definir con precisión. Estos términos son utilizados por varias disciplinas, como el derecho, la
educación, las relaciones internacionales y la economía, adquiriendo inflexiones específicas en el
proceso; también son propicios para el análisis interdisciplinario. Más que poseer un poder
explicativo evidente, estas nociones fusionan una serie de procesos, sobre todo al evocar
percepciones de cambio ampliamente compartidas.

En el caso de la "globalización", la conciencia de la aparente igualdad y el contacto directo,


de la uniformidad donde antes, supuestamente, había diversidad, y la experiencia de la inmediatez,
tanto de las noticias como de la comunicación personal, confieren credibilidad al término. La idea
de que hay "un solo mundo" sugiere algún tipo de conexión inmediata, y tal vez la sensación de que
hay un beneficio cultural que se deriva de la globalización. El hecho de que se utilicen nombres de
marcas, normalmente Coca Cola o McDonald’s, para criticar estos procesos es revelador. Sirven
como marcadores familiares, además de como símbolos emotivos; combinan un reconocimiento
fácil -en eso consiste el branding- con una comprensión a menudo fácil de la corporación global y
de los patrones cambiantes de consumo. 46 La labor de los historiadores es desglosar estos términos,
204

situarlos en contextos más amplios y a largo plazo y someterlos a un escrutinio crítico. Está claro,
por ejemplo, que junto a la "globalización" existen marcadas tendencias hacia la localización y la
regionalización, la protección de las lenguas minoritarias, el cultivo de las tradiciones locales de
producción de alimentos y bebidas y, de forma algo irónica, el uso de las redes de comunicación
mundiales para preservar y celebrar la diversidad de la "música mundial". 47

Actualmente, la "globalización" es una especie de palabra de moda, que sigue necesitando


un análisis riguroso. La observación de David Reynolds de que "la globalización no es más que la
historia de los vencedores de la guerra fría conceptualizada en un marco más amplio" es un
recordatorio útil del cuidado que exigen estos términos. 48 Los debates actuales sobre la
globalización son fenómenos históricos importantes y forman parte de las reuniones en las que se
forjan los marcos históricos y las formas de análisis. los recientes y ambiciosos intentos de escribir
historias del mundo, de los que One World Divisible, de Reynolds, es un ejemplo, forman parte de
este contexto y lo comentan.

La "globalización", por tanto, se refiere a los procesos por los que las partes del mundo
están más conectadas y tienen un mayor impacto entre sí. En general, se asume que la desigualdad
es un elemento constitutivo de estas relaciones, que el impacto ha ido en su mayoría en una sola
dirección, desde un "Occidente" dominante hacia otras partes del mundo, y que las uniformidades
se han impuesto de forma ilegítima. Las manifestaciones de esta conexión son variadas; incluyen el
comercio, la inversión, la comunicación, los viajes, el derecho internacional, las tecnologías
compartidas y los intercambios tangibles de personas, objetos y tecnologías, y de conceptos, como
los derechos, la justicia, la democracia y el patrimonio, así como los cambios en el gusto y la moda
que hacen que los productos fabricados en una parte del mundo sean deseables en otra. 49 El afán de
lucro desempeña un papel en esta evolución.

Además, otro fenómeno vinculado a la globalización, es el cambio climático, en gran parte


atribuible a la acción humana. Podríamos asociar las amenazas de la contaminación, por ejemplo,
con el uso del motor de combustión interna y la extensión geográfica de la fabricación industrial.
Desde hace tiempo es evidente que los acontecimientos en una parte del mundo, ya sean naturales o
causados por el hombre, pueden tener un impacto en entornos distantes. Los historiadores del medio
ambiente hacen una importante contribución al trazar las pautas y las causas de los principales
cambios en el mundo físico, como hacen los demógrafos y los geógrafos históricos al demostrar
cómo el cambio climático afecta a las poblaciones. 50

Los historiadores son participantes valiosos de los debates sobre la globalización. 51 Pueden
adoptar una visión a largo plazo como una visión amplia y comparativa. Si bien es posible afirmar
que la "globalización" se hizo reconocible en el siglo XVI a raíz de los viajes de "descubrimiento",
los que trabajan en períodos anteriores, incluidos los arqueólogos, ofrecen perspectivas aún más
amplias, de modo que también se tienen en cuenta los movimientos de personas, bienes e ideas
mucho antes de las Cruzadas. Al responder a la pregunta "¿Es la globalización un fenómeno
nuevo?", Steger comienza con el año 10.000 a.C. 52 Uno de los resultados de adoptar un generoso
ámbito cronológico es una mayor capacidad para identificar cuándo, dónde y cómo se produjeron
los cambios decisivos y conceptualizar con mayor precisión la naturaleza y la velocidad de los
diferentes tipos de cambio. Siempre es importante examinar las afirmaciones sobre la novedad que
se hacen en los medios de comunicación, la política y otros ámbitos, y darles contenido histórico
205

cuando sea apropiado, demostrando, así como una perspectiva histórica genera explicaciones más
plausibles y una mejor comprensión de los patrones generales de cambio.

Escribir historias del mundo

Dada la importancia de la globalización, no es de extrañar que la popularidad de la historia mundial


haya aumentado en los últimos años. A juzgar por los libros de referencia y las reediciones de obras
anteriores, como History of the World, de John Roberts, que ya va por su sexta edición, y por la
aparición de importantes obras nuevas con vocación mundial. 53 Las mejores de ellas tratan de
replantearse muchas de las cuestiones historiográficas mencionadas en este libro, como la
periodización, la identificación de los agentes del cambio, la determinación del ritmo al que se
producen los cambios de distinto tipo, la búsqueda de conceptos y modelos adecuados y la
naturaleza de las pruebas. The Renaissance Bazaar, de Jerry Brotton, se inscribe en la tendencia a
considerar el Renacimiento, antaño considerado paradigmáticamente europeo, como un fenómeno
global, cuyo núcleo es la cultura material. 54 Sin embargo, no aspira a ser una historia de todo el
mundo durante los siglos XV y XVI.

Un ejemplo destacado de historia mundial es la obra de Christopher Bayly, The Birth of the
Modern World 1780-1914. Se han hecho muchas afirmaciones sobre cuándo se produjo ese
"nacimiento". Ahora se imagina como un conjunto de trabajos prolongados más que como una
única y dramática explosión. Los nuevos intérpretes tienen que redefinir sus términos, y "moderno"
es una idea notoriamente difícil de entender. Bayly replanteó las cuestiones relativas a la
periodización, a la vez que se enfrentaba a diversos patrones de cambio en todas las regiones del
mundo. También puso en tela de juicio algunos supuestos establecidos. Hubo que desmantelar las
ideas recibidas sobre la causa y el efecto -el cambio era algo que unas partes del mundo imponían a
otras, por ejemplo-.

Cambiar las ideas preconcebidas ya es un reto, pero, además, hay que poner en su lugar
nuevas formas de ver. Para ello, hay que llevar a cabo una serie de operaciones intelectuales para
replantear la explicación histórica, la periodización y el impacto del posmodernismo, así como para
dominar los materiales básicos y seleccionar los ejemplos más adecuados y persuasivos. Para una
europea resulta sorprendente saber que las revoluciones de 1848 se ven mejor en un contexto
mundial. Las ilustraciones del volumen de Bayly insisten en el carácter distintivo de su obra. Son
diversas desde el punto de vista geográfico y algunas serán desconocidas para muchos lectores,
mientras que están íntimamente entrelazadas con uno de los temas principales del libro: los cambios
en la "práctica corporal", que utiliza para demostrar el aumento de las uniformidades globales.
Bayly insiste en que la " uniformidad " debe distinguirse de la homogeneidad, y la define como " el
ajuste de las prácticas para crear similitudes a gran escala ", utilizando los cambios en la vestimenta,
el cronometraje, las lenguas, las prácticas de denominación, la alimentación, el deporte y el ocio
para ilustrar este punto. Al llamar la atención desde el principio del libro sobre la importancia del
comportamiento corporal y la vestimenta, establece un marco a través del cual se pueden ver
muchas de las ilustraciones. Al mismo tiempo, conversa con los estudiosos que utilizan las nociones
de globalización.55
206

Escribir historias del mundo no es algo nuevo. Hay diferencias entre las de Reynolds y
Bayly, por ejemplo, que buscan la amplitud geográfica, en un periodo de tiempo relativamente
limitado, y las que son más parecidas a la de John Roberts, que tiene un periodo cronológico más
largo y pretende una cobertura "total". Tomar un periodo de 134 años ya es una tarea descomunal;
Bayly argumenta de forma convincente que se trata de un auténtico periodo histórico, un largo siglo
XIX. Cualquiera que sea su cometido, las historias del mundo son excepcionalmente difíciles de
escribir. Expresan nuestra preocupación por los grandes patrones de la historia de la humanidad y
por la forma en que se pueden entender las conexiones entre las distintas partes del mundo. La
búsqueda de afinidades y patrones discernibles en un mundo dividido, en el intento de encontrar
hilos que unan a pueblos, épocas y culturas dispares, independientemente de los niveles de conflicto
y violencia, tiene un cierto sentido. Aunque esos lazos pueden revelarse a través del análisis
histórico, su inestabilidad es ineludible.56

En la actualidad, existen varios términos para designar tipos de historia que exploran las
múltiples formas en que los lugares están conectados, ya sea a través de los intercambios
económicos, la movilidad de las personas, los bienes y las ideas, la rivalidad imperial, la
proximidad geográfica o las afinidades culturales. A veces se utiliza el término "global" para
referirse a esto; también tiene connotaciones de fenómenos mundiales. También se utilizan los
términos "transnacional" e "internacional". La historia comparada también aparece en este contexto:
el subtítulo de Bayly es Conexiones y comparaciones globales. Ninguno de estos términos es fácil
de definir y la búsqueda de categorías estables es una tarea ingrata. Palabras afines como "red",
"red" y "sistema" evocan imágenes que nos ayudan a pensar en las interconexiones. 57 El poder de
las tecnologías digitales y de la red mundial ha reforzado la importancia de las palabras
relacionadas con la interconexión, al igual que la preocupación por el medio ambiente, ya que se
basa en la idea de que los cambios en una parte del planeta afectan a otras zonas.

Sin embargo, es sorprendente que, junto a la generación de grandes relatos históricos, exista
una sed de los géneros íntimos de las memorias, la biografía y la autobiografía. En las últimas
décadas, la escritura de la vida se ha vuelto más prominente y popular, y el interés académico se ha
desarrollado en paralelo. Los historiadores participan plenamente en esta tendencia. Las biografías
de personajes históricos importantes, incluso de historiadores profesionales, forman parte de este
desarrollo más amplio -presente en periódicos y revistas, la blogosfera, películas y series de
televisión- de profundizar en las vidas privadas y de que los autores adopten un modo confesional.

Vidas examinadas

La noción de una vida examinada se remonta a la época clásica y goza de una gran difusión en un
momento en el que existen muchos tipos de terapias habladas que fomentan el autoexamen. Las
afirmaciones sobre el valor de una "vida examinada", presentes en el pensamiento del antiguo
filósofo Sócrates, pueden interpretarse de diversas maneras. La frase no implica necesariamente una
introspección, sino que puede alentar una evaluación cuidadosa del mundo social y natural. En estos
momentos hay un gran interés por que los historiadores ofrezcan reflexiones sobre su oficio, y a
veces sobre sus propias vidas. Que los historiadores escriban autobiografías no es un fenómeno
nuevo -el historiador de Roma del siglo XVIII, Edward Gibbon, es un buen ejemplo- ni que los
grandes historiadores se sometan a un escrutinio biográfico. 59 No es de extrañar en una época en la
207

que las políticas de identidad y las empresas históricas están estrechamente vinculadas.
Reconocemos que nuestra elección de temas de investigación y nuestras experiencias personales
están estrechamente relacionadas.60

Las dos autobiografías del destacado historiador del Holocausto, Saul Friedlander, nacido
en 1932, examinan las conexiones entre la vida y la investigación. Escritas con décadas de
diferencia, relatan no sólo sus propias experiencias, sino cómo, como superviviente del Holocausto,
convirtió el estudio de éste en el centro de su vida. Cuando llega la memoria, publicado por primera
vez en francés en 1978, trata de su vida hasta 1977. A dónde lleva la memoria: Mi vida, aparecido
en 2016, retoma la historia hasta 2015, al tiempo que revive episodios anteriores. Los sucesos y
experiencias que relata son dolorosos de leer, ya que incluyen terribles crueldades, violencia y
persecución, y también antisemitismo casual en entornos académicos. El tono de Friedlander es
nítido: "la narración se centra en la escritura y la enseñanza de la historia... En ocasiones me
involucré profundamente en lugares y temas que siguen atrayendo un intenso interés general; aquí
se presentan desde una perspectiva subjetiva, pero de la forma más abierta y sincera posible y desde
un punto de vista tan distante como puedo lograr ". 61 Estos volúmenes hablan con elocuencia de la
historia en la práctica.

También lo hace A Life Beyond Boundaries, de Benedict Anderson. Anderson, fallecido en


2015, era científico político de formación; su impacto en la disciplina de la historia ha sido
inmenso, principalmente en virtud de su obra más conocida, Imagined Communities. Al igual que
Friedlander, Anderson explora la íntima conexión entre su vida y su obra. Encontró un lugar
agradable en los estudios sobre el Sudeste Asiático y relata cómo llegó a trabajar en Indonesia,
Tailandia y Filipinas, y el impacto de su educación, trabajo de campo, preocupaciones políticas y
enseñanza. Lo que dice tiene un interés histórico considerable, sobre todo como comentario de los
acontecimientos de los que fue testigo. Anderson analiza las formas de profesionalización y "los
procesos de interacción entre el nacionalismo y la globalización”. 62 Estos relatos permiten al lector
comprender la manera específica en que las circunstancias y las personalidades dan forma a las
versiones del pasado que se cuentan. Aunque la historia global está de moda, la mayoría de los
historiadores trabajan de forma más convencional en áreas geográficas familiares. De ahí que,
precisamente, el modo en que Benedict Anderson llegó a tener un interés tan profundo y apasionado
por el sudeste asiático sea una cuestión de gran interés. Su activo compromiso político y su firme
defensa del aprendizaje de otras lenguas fueron fundamentales en su vida y su obra.

Otras obras con una perspectiva autobiográfica son menos confesionales que las de
Anderson y Friedlander, pero no por ello menos reveladoras. History in the Making, de John Elliott,
se basa en casi 60 años de trabajo histórico. El tono aquí es menos personal y más reflexivo,
aportando pensamientos sobre la práctica de la historia a través de la lente de sus preocupaciones
particulares con la España moderna temprana, el Nuevo Mundo, la historia transnacional y
comparativa, y utilizando fuentes culturales como las pinturas, no sólo en sus publicaciones sino en
el formato de las exposiciones. Elliott presenta una visión más distante de la práctica histórica que
Anderson y Friedlander, tratando de identificar y evaluar las tendencias dentro de la disciplina.
Entre sus muchos logros, Elliott escribió una importante biografía del estadista español, el Conde-
Duque de Olivares. Un capítulo examina cómo abordó esta gigantesca tarea. 63

Es alentador que los académicos sigan dispuestos a emprender tareas de magnitud


comparable para que la biografía, como género histórico serio, siga floreciendo. Un ejemplo es el
208

libro de Robert Gerwarth sobre Reinhard Heydrich, Hitler's Hangman, que hasta ahora no había
sido objeto de una biografía académica. Gerwarth combina un relato detallado de la vida de
Heydrich con la discusión de temas historiográficos y filosóficos cruciales, como la naturaleza del
mal y de la ideología nazi. Es un relato convincente, lleno de detalles vívidos. La biografía es un
género que requiere claridad narrativa y particularidades reveladoras. Estas cualidades pueden
encontrarse también en el monumental libro de Gareth Stedman Jones sobre Karl Marx, subtitulado
Greatness and Illusion. Stedman Jones necesitaba explicar las considerables complejidades del
pensamiento de Marx, al tiempo que llamaba la atención sobre su contexto decimonónico. No se
trata, sin embargo, de una biografía intelectual, en la que las ideas priman sobre las ricas texturas de
la vida cotidiana, sino de una obra en la que se entretejen convincentemente muchas capas del
pasado. Por ejemplo, la relación personal e intelectual entre Marx y Engels recorre el volumen. 64

La escritura de la vida y su análisis siguen atrayendo la atención tanto de los estudiosos


como de los aficionados; se trata de ámbitos interdisciplinarios en los que se valora la originalidad.
El reciente libro de Ruth Scurr, sobre el anticuario inglés del siglo XVII, John Aubrey, es un
ejemplo de ello. Scurr se describe como "historiadora, biógrafa y crítica literaria" en el volumen, y
es profesora de política. Autora ya de un exitoso libro sobre Robespierre -figura notoria en los
anales de la Revolución Francesa-, su enfoque de Aubrey es muy original. Ha organizado las
propias palabras de Aubrey, y ha añadido algunas propias, para formar, por así decirlo, una
autobiografía, conservando su estilo anecdótico y fragmentado. 65 Este ejemplo sugiere que la
biografía es un género lo suficientemente abierto como para permitir tal innovación. La "biografía"
es también una idea poderosa, que no tiene por qué centrarse en un ser humano, como demostró
Thomas Harding al escribir House by the Lake. Por un lado, el libro se refiere a una sola vivienda,
revelando cómo los cambios que sufrió hablan de transformaciones más amplias en su entorno y los
destinos de sus ocupantes. En otro nivel, es, como sugiere el subtítulo, una historia de Alemania.
Hay un tercer nivel, ya que la casa perteneció durante un tiempo a la familia de Harding, por parte
de su padre, cuando se llamaban Hirschowitz. El punzante relato de Harding puede describirse
como la biografía de una casa, la historia de una familia con elementos autobiográficos y el relato
de un lugar, que muestra cómo todos ellos se vieron afectados por procesos sociales, políticos y
económicos.66

La noción de vidas examinadas indica e la combinación de reflexión profunda y


reconstrucción meticulosa que caracteriza gran parte de la práctica histórica de calidad.67 También
sugiere algunas continuidades significativas en las actividades históricas a lo largo de muchos
siglos, ya que la narración de historias de vida ha tenido, durante mucho tiempo, un gran atractivo y
no muestra signos de disminución. A los historiadores les interesa tanto la continuidad como el
cambio, la interacción entre ambos, tanto en el pasado como en sus propias prácticas.

Continuidades

En un mundo que premia la novedad, resulta sorprendente que algunos aspectos de la práctica de la
historia no hayan cambiado mucho. Las tareas habituales de investigación, como las formas
familiares de publicación, siguen siendo su eje central. La tecnología de la información ha facilitado
ciertas tareas históricas, como la clasificación de las fuentes y la comparación de versiones de textos
clave, en lugar de eliminarlas. A pesar del renovado interés por los océanos, por ejemplo, la mayor
209

parte de los historiadores trabajan sobre zonas tradicionalmente delimitadas: aldeas, pueblos,
ciudades, regiones y naciones.68 En términos prácticos, es mucho más fácil hacerlo; en muchos
casos, las zonas cubiertas por los archivos y el área de investigación coinciden más o menos. Pero
esto no es suficiente para explicar el uso continuado de las fronteras establecidas, que tiene tanto
que ver con la inmediatez, la identidad, el uso del lenguaje, las pautas pedagógicas y la
organización de la vida profesional como con la practicidad. Las zonas geográficas tienden a dar
prioridad a sus propias historias.

La experiencia de primera mano, como acabo de señalar, puede impulsar la investigación


histórica. Aunque puede ser una ventaja, esa familiaridad también significa que los aspectos del
pasado se dan por sentados y no se someten a una inspección crítica o a una reevaluación radical. Si
la comprensión del pasado tiene que ser elaborada minuciosamente desde la base, trabajar en un
territorio desconocido puede hacer que ese proceso sea más riguroso. Al mismo tiempo, el
compromiso íntimo es, sin duda, una condición previa para una historia seria. Cada vez hay más
conciencia de que es necesario realizar una excavación arqueológica o un trabajo de campo
antropológico para generar la comprensión profunda que se requiere cuando se escribe sobre zonas
en las que los historiadores no han crecido. 69 Los ciudadanos que se dedican a la historia de su
propia nación rara vez piensan que sea necesaria esa familiarización consciente. Al igual que los
antropólogos han llevado a cabo una desfamiliarización deliberada al trabajar con sus propias
culturas, los historiadores pueden hacer lo mismo.

Una de las continuidades más significativas de la práctica histórica es la del Estado-nación,


que, al igual que los imperios, sigue siendo una unidad de análisis privilegiada. Los gobernantes y
los gobiernos tienden a insistir, con todos los medios a su disposición, en los contornos
significativos de la historia nacional y en los valores morales asociados a ella: los momentos
notables de triunfo y desastre, los vencedores estimados y los vencidos despreciados. Las historias
de una nación ofrecen un atractivo inmediato, en un mundo en el que el número de naciones
aumenta y los estados nación son la unidad paradigmática de gobierno. El concepto de "nación" no
se da por sentado entre los historiadores académicos. Ya hubo un considerable interés crítico por las
naciones, el nacionalismo y la nación durante las décadas de 1980 y 1990, y en el siglo XXI estas
cuestiones conservan su urgencia. El poder político contemporáneo toma a las naciones como las
entidades más significativas; las Naciones Unidas, por muy ineficaces o marginales que parezcan,
siguen ocupando un lugar central en las noticias mundiales, y su nombre, así como las formas en
que se informa de los acontecimientos, mantienen el concepto de nación en primer plano. Los
patrones de migración son un potente catalizador para los debates sobre la nación. Los
acontecimientos en Europa del Este y Oriente Medio, así como en África y otros lugares, son un
recordatorio constante de la fragilidad de las naciones y la arbitrariedad de las fronteras, aunque el
ideal de una nación claramente delimitada, con su propia historia, sigue siendo fuerte. En parte, se
trata del uso de nombres y, posiblemente, de la difusión del turismo, una industria que, al igual que
las empresas internacionales que operan en varias zonas geográficas, refuerza la conciencia de la
riqueza de las naciones.

La historia ahora
210

Las tendencias que he expuesto sugieren que, como campo, la historia no sólo está floreciendo, sino
que se está diversificando constantemente en nuevas áreas, nichos de mercado y audiencias. La
historia pública es cada vez más importante, no sólo como un fenómeno en sí mismo, sino como un
aspecto de la práctica histórica que es relevante para todos los historiadores profesionales. Dentro
de la profesión, todavía hay que encontrar formas de acercar a los historiadores que ejercen de
formas muy diferentes. Parte de este florecimiento de la historia es el notable aumento del número
de publicaciones sobre la historia como disciplina. Es tan plausible suponer que esto marca una
nueva prominencia e interés en un campo seguro como preguntarse si indica una continua ansiedad
sobre el estatus del conocimiento histórico y las reivindicaciones de los historiadores. No cabe duda
de que confirma la capacidad de comercialización de la historia, lo que puede servir de estímulo
para que los historiadores de todo tipo sigan pensando, sintiendo y escribiendo sobre el pasado de
forma consciente e intelectualmente sólida. Sin embargo, sería una pena que la lectura sobre la
disciplina desplazara a la práctica de la historia.

Hay muchas cosas que dependen de los relatos del pasado; he argumentado que las historias
sofisticadas e intelectuales deberían desempeñar un papel más importante en la vida pública. Por
muy entretenidos que sean, las películas y los libros de gran éxito que vuelven a contar historias
familiares no son lo que tengo en mente. Hay alternativas, incluida la búsqueda de nuevos públicos.
La disciplina se nutre de la apertura y la diversidad; se beneficia de una combinación de trabajo
honesto, autoconciencia analítica y excelente escritura. El destino de la historia debe seguir siendo
combinar los valores académicos establecidos con el compromiso apasionado y la reflexividad.

Hillsborough y la humildad

A lo largo de este libro, he tratado de reconocer los diversos factores que conforman las prácticas de
los historiadores. Uno de los más difíciles de analizar es el impacto de los compromisos
emocionales. Quiero terminar con un ejemplo que toca muchos de los temas de History in Practice,
y que nos permite apreciar cómo las emociones de los actores históricos, y de quienes escriben
sobre ellos, están presentes en la actividad diaria para la elaboración de relatos históricos. Nos
sugiere las formas, a menudo inesperadas, en que los incidentes del pasado nos tocan
profundamente, se alojan en la mente y suscitan respuestas apasionadas durante períodos de tiempo
prolongados.

El 15 de abril de 1989, aficionados al fútbol del Liverpool murieron en una catástrofe en el


estadio de Hillsborough, en Sheffield. 70 El dolor por las víctimas y la pérdida de vidas fue intenso,
como lo es cuando sucede algo imprevisto, especialmente a los jóvenes -la víctima más joven tenía
10 años-. Las vidas se truncaron prematuramente, y en un contexto asociado al placer y la
recreación, no al sufrimiento y la muerte. Tras la tragedia se produjeron tres hechos relevantes para
la práctica de la historia: los medios de comunicación publicaron historias dramáticas; se pusieron
en marcha procesos legales; y las familias y amigos de los fallecidos hablaron. Se han difundido
muchas versiones de lo sucedido aquel día. Estas tienen diferentes estatus en cuanto a pruebas
rigurosas. Una serie de grupos lucharon para que su versión tuviera credibilidad y reconocimiento
legal. Hubo que hacer valoraciones formales sobre lo ocurrido. Así pues, muchos de los retos a los
que se enfrentan los historiadores estuvieron presentes en esta catástrofe, en sus secuelas y en las
representaciones de la misma.
211

Esta historia me conmueve porque gira en torno a las pruebas, que fueron fundamentales en
un conjunto de casos e investigaciones judiciales, que duraron muchos años. En el momento en que
este libro entra en circulación, continúan. Ilustra el formidable poder de los medios de
comunicación en la formación de la opinión pública. Los periódicos británicos, y el diario
sensacionalista The Sun, culparon a los propios hinchas, basándose en las afirmaciones de la policía
y de un diputado, que más tarde se demostró que eran totalmente falsas, de que estaban borrachos y
alborotados. Ahora se acepta que la situación se gestionó mal y que las autoridades trataron de
desviar la culpa y la responsabilidad desprestigiando a los que murieron y a los seguidores del
Liverpool. Sus mentiras han demostrado ser notablemente persistentes. Los familiares llevaron a
cabo una larga campaña para conseguir que se aceptara públicamente un relato que tuviera una base
sólida demostrable, y para obligar a la policía a reconocer su participación en la catástrofe. La
catástrofe de Hillsborough provoca una respuesta más personal, que reconoce el dolor, el heroísmo,
el paciente que se enfrenta a afirmaciones engañosas, la injusticia absoluta de la forma en que se
trató a las víctimas y a sus familiares, la terrible mala gestión del día, las vidas arruinadas de los que
quedaron atrás. Estas reacciones emocionales tienen su origen en la ira, la conmoción y la
incredulidad.

De esta terrible tragedia y sus consecuencias, extraigo una serie de conclusiones. En primer
lugar, ilustra el tipo de interés que se puede tener en la precisión histórica. Era necesario un relato
minuto a minuto de cómo se desarrollaron los acontecimientos, y los activistas no descansaron hasta
que se movilizaron todas las pruebas y se evaluaron de la forma más meticulosa posible. En
segundo lugar, revela el abanico de conocimientos que se requieren en estos casos: derecho,
medicina de urgencias y toxicología, por ejemplo. La historia es realmente interdisciplinaria. En
tercer lugar, grandes sectores de la población se preocupan por la "historia", aunque no se
consideren historiadores. Los activistas se convirtieron en investigadores históricos expertos y
rigurosos, y aprendieron habilidades especializadas en el camino. Al observarles y comprender sus
proyectos, se nos ofrece una visión de la historia pública, y aprendemos cómo las emociones
impulsan la búsqueda de relatos fiables del pasado. Y lo que es más revelador, vemos cómo mucha
gente se preocupa por la "historia" en el sentido que ha surgido durante las largas batallas que
siguieron a Hillsborough, lo que nos recuerda, una vez más, por qué es importante conseguir que el
pasado sea lo más correcto posible.

Los sucesos de Hillsborough, en 1989, conmovieron a mucha gente. La catástrofe sigue


siendo un tema determinante en Liverpool y ha suscitado interés en todo el mundo. Revela lo
poderosas que pueden ser las formas de historia "local", al tiempo que arroja luz sobre cuestiones
más amplias, ya sean historiográficas, jurídicas, sociológicas o políticas. Entre ellas, las formas de
autoridad, los estereotipos, los testigos poco fiables y el poder de los medios de comunicación.
También demuestra cómo las preocupaciones profundas se mantienen vivas, en parte por los
analistas y comentaristas, pero sobre todo por los que más sufrieron. En 2016, más de veinte años
después de la catástrofe, una segunda investigación determinó que los aficionados al fútbol no
tenían la culpa.

La dolorosa e interminable historia de Hillsborough puede servir de inspiración. Invita a


todos los historiadores, ya sean estudiantes, profesores, investigadores o curiosos del pasado, a
considerar la fiabilidad de sus relatos, a extender sus redes cuando se trata de pruebas, a no tener
miedo a aprender nuevas habilidades y a rechazar falsedades demostrables, y sobre todo a
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esforzarse por hacer justicia a las personas que estudian. Plantea la necesidad de un compromiso
férreo y el valor de la humildad ante la complejidad de las fuentes, y ante las habilidades históricas
de quienes no se ganan la vida escribiendo sobre el pasado, sino que lo indagan porque las
emociones profundas les obligan a hacerlo. Al cerrar el libro con estas palabras, soy muy consciente
de que las emociones también pueden servir para fines destructivos y llenos de odio; lejos de que
esto sea una razón para rechazar su poder, nos da aún más razones para comprenderlas, para
sacarlas a la luz para su inspección crítica, para mantener un firme control sobre la calidad de las
pruebas y para perseguir un análisis meticuloso, una argumentación clara y una interpretación
consciente de sí misma. Al apreciar el poderoso papel que puede desempeñar una excelente práctica
histórica en nuestro tiempo, es posible captar y reafirmar el propósito público de la historia. Nunca
ha habido una época en la que la práctica de la historia fuera más importante que ahora.

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