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UN VIAJE CULTURAL A TRAVÉS DE LA OBRA ARGUEDIANA.

(Huk puriy cultural arguediano llamkaykunawan)

Quien no ha leído a Arguedas no entiende al Perú


César Hildebrandt.

Es triste no poder tener cerca las personas que amas. Son cinco años que
llevo en la tierra natal de mi madre, Perú, que solo conocí a través de viejas
fotografías, maltratadas por las peripecias que atravesó esta inmigrante peruana en
su viaje hasta Venezuela. Yo nací en Caracas (Venezuela), mis raíces y mi infancia
están allá. En ese país que ahora veo lejano está gran parte de mi familia por parte
de mi padre.

Aunque tengo un documento que confirma mi nacionalidad peruana, no me


sentía identificado con el Perú, hasta que llegó a mi vida José María Arguedas con
toda su narrativa; comparto la misma idea de Cesar Hildebrandt (2014): “Yo como
testigo y como lector puedo decir que cambié mi mirada respecto del Perú leyendo
a José María Arguedas”. Llamó mi atención, sobremanera, la descripción tan
realista de la corrida de toros, la magia que fluye en el ambiente cuando baila un
danzante de tijeras, la unidad de los ayllus cuando se proponen un bien común y
me entristeció el descuido del sistema de salud en los pueblos andinos y en la cárcel
“El Sexto de Lima”.

Por eso en este ensayo se pretende demostrar la idea de que las obras de
Arguedas constituyen una muestra de la realidad peruana, en la que un extranjero,
un inmigrante o un peruano, logran conocer las costumbres, tradiciones, lengua
ancestral y diversos aspectos de la problemática social peruana.

Cuando leemos las obras de Arguedas podemos notar un aspecto


autobiográfico muy marcado. Sus novelas y cuentos se narran con mucha cercanía
y una detallada descripción, porque, aunque proviene de una familia acomodada es
arrojado a vivir en el seno de la comunidad indígena.

Por tal razón, Yawar fiesta, es considerada la primera novela indigenista que
muestra el sincretismo social que se vive en la sierra peruana. “Esta obra no tiene
una visión estereotipada y dualista simple, pues aquí aparecen diversos sectores
sociales, con muy variadas actitudes”. (Cantor, 1996, p. 24) Así se presentan
“indios” que se han apropiado del español para ser oídos, “blancos” que se han
apropiado del quechua para ser obedecidos. Además, se narra con un “español
mestizo”, para ser neutral. En otras palabras, la novela nos presenta el transcurrir
cotidiano del mundo andino y la importancia del quechua por su valor ancestral,
cabe resaltar que, la traducción al español de ciertos términos quechuas, limita su
significado. Respecto a esto, Zarate (2014) dice: “el quechua al igual que muchas
lenguas indígenas dispone de un riquísimo léxico en el campo de las relaciones
familiares, sentimientos religiosos y fenómenos naturales y no tiene comparación
con otras lenguas”. (p. 1)

Toda la trama de la novela gira en torno a un evento especial, la celebración


de la independencia del Perú. Arguedas, por un lado, describe el misticismo
indígena cuando los indios forman una peregrinación para atrapar al Misitu, el toro
más salvaje y bravo de Puquio al que; incluso, lo consideran divino. Veámoslo en el
siguiente fragmento:

—¡Los tigres! Si estos indios logran traer al Misitu va haber pelotera en la


plaza, como nunca. […] Yo he ofrecido dos arrobitas de aguardiente. El año pasado
un solo indio murió en la plaza. Pero este 28, si traen al Misitu. […] El ayllu está
decidido, aunque sea quinientos indios irán por el Misitu. El toro va hacer su agosto
en la puna. ¡Qué tal destripadera irá a haber! (Arguedas, Yawar fiestas,2011, p. 33)

Aquí es posible observar directamente la dicotomía social, cuando surgen


los conceptos de civilización y urbanidad en las figuras de las autoridades, quienes
por la incomprensión cultural tratan de civilizar “las corridas de toros”. Sin embargo,
los ayllus y los pobladores de la sierra siguen sus costumbres como están
programadas logrando, cautivar a los costeños y mestizos con las danzas andinas.

En un segundo plano, pero sin perder relevancia, aparecen las figuras de


“los danzantes de tijeras”, quienes cumplían la labor de llevar el espectáculo
carnavalesco. José María, su padre y su hermano Arístides, pudieron visualizar la
marcha de los danzantes de tijeras desde los balcones de una gran hacienda. Este
hecho lo retratará fielmente. Veamos:

En todas las esquinas y en las plazas, los dansak’s de K’ollana eran dueños.
No había hombre para el Tankayllu y para el taita «Untu» de K’ollana. Tankayllu
salía a bailar con Nicanor Rojas de arpista y Jacinto Pedraza de violinista. Su
pantalón y su chaleco, espejo y cintura dorada, piñes de todos los colores; sobre la
gran montera llevaba un cuerpo de gavilán, con el pico por delante; sus tijeras de
acero se oían a tres cuadras. Cuando Tankayllu salía a bailar, se juntaba la gente
de los cuatro ayllus; y cuando entraba al jirón Bolívar, tocando sus tijeras, las niñas
y los mistis salían a los balcones. —¡Es un artista este indio! —decían. (Arguedas,
Yawar fiestas, 2011, p. 36)

En efecto, se reconoce que las experiencias únicas de José María le


permitieron la representación fidedigna del despliegue en escena de los danzantes
de tijeras y compartir este espectáculo con todos sus lectores. Por ese respeto a las
costumbres indígenas, Arguedas planifica la divulgación literaria (ficticia) y
antropológica (real) de esta danza. En otras palabras, “Arguedas, tiene la
responsabilidad en el reconocimiento y valoración de la danza de las tijeras. […] En
su doble posición de literato y antropólogo contribuyó a su constitución como uno
de los elementos más expresivos de la cultura andina”. (Zevallos, 1988, p. 2)

Por último, dentro del conflicto de civilizar al “indio”, las autoridades


descubren un sentimiento de orgullo territorial que demuestran los indígenas;
sobresale la fortaleza ante todas las imposibilidades de poder realizar su evento
principal “la corrida de toros”. Aunque al final lo logran, Aquí se expone el concepto
de colectividad cultural andina, cuando los ayllus dejan sus diferencias y en una
especie de rito de sacrificio, los indígenas enfrentan al toro, lo detienen con dinamita
y hasta con su vida. Tal como se observa en el siguiente fragmento:

El allk’a daban vueltas junto a las barreras, con el Juancha o el Nicacha


colgando de las astas, a veces del chumpi, a veces de la ingle. «Honrao» Rojas
entraba, dinamita en mano a la plaza, ardiendo la mecha, llamaba con su brazo al
pillko, al allk’a. […] Desde lejos arrancaba el toro. «Honrao» Rojas ya sabía.
Riéndose fuerte esperaba. […] Cuando el toro estaba para cornearle ya, «Honrao»
Rojas tiraba al suelo el cartucho. Retumbaba la plaza, el polvo subía del suelo en
remolino. «Honrao» Rojas andaba de espaldas a las barreras. A veces el toro
pataleaba, lomo en tierra; o corría, como loco, echando sangre del pecho; bramando
saltaba, pero ya no había tiempo, el «Honrao» llegaba, riéndose, a la barrera. […]Así
eran los k’ayaus y los pichk’achuris en las corridas. (Arguedas, Yawar fiestas, 2011,
p. 36)

Como pudimos apreciar, Arguedas presenta este acto con tal detalle, que
sobrecarga el espíritu de cualquier persona. Los estudiosos de su obra afirman que
este tipo de sacrificio es digno de un indígena de la sierra andina, pues su coraje y
ferviente devoción a sus creencias quedan marcadas en una ceremonia. Antonio
Cornejo Polar (1958) afirma que Yawar fiesta es: “La narración del triunfo de este
pueblo en su decisión de conservar su idiosincrasia cultural y ciertos aspectos de
su organización social”. (como se citó en Arguedas, 1968, p.6) Por último, aunque
la novela utiliza el castellano para narrar los sucesos comunes de situaciones
andinas, podemos “notar que el quechua todavía prevalece, ya que los episodios
narrativos están unificados por varios núcleos de expresiones quechuas” (Harrison,
1983, p. 120)

Universalizando la realidad del pueblo andino de su época, Arguedas nos


muestra otro hecho particular, cómo los pobladores de la sierra en su cotidianidad
se las ingenian para superar una serie de males, entre ellos los de salud.

Ernesto en la obra, Los ríos profundos, no nos deja olvidar que el pobre tiene
pocas esperanzas de vencer a la muerte, si se enferma solo tiene algunas
herramientas arcaicas para sobrevivir y luego una fe mestiza que le hace esperar la
muerte entre rezos y llantos. Por eso se afirma que Arguedas, direcciona una crítica
hacia las autoridades sociales y de sanidad, pues no protegen la vida y salud de las
personas de los pueblos andinos. Esto se presenta en el siguiente fragmento:

Junto al fogón de la choza, una chica como de doce años, hurgaba con una
aguja larga en el cuerpo de otra niña más pequeña; le hurgaba en la nalga. La niña
pataleaba sin llorar; tenía el cuerpo desnudo. Ambas estaban muy cerca del fogón.
La mayor levantó la aguja hacia la luz. Miré fuerte, y pude ver en la punta de la aguja
un nido de piques, un nido grande, quizá un cúmulo. Ella se hizo a un lado para
arrojar al fuego el cúmulo de nidos. Vi entonces el ano de la niña, y su sexo
pequeñito, cubierto de bolsas blancas, de granos enormes de piques; las bolsas
blancas colgaban como en el trasero de los chanchos, de los más asquerosos y
abandonados de ese valle meloso. (Arguedas, Los ríos profundos, 2001, p.295)

Se puede reconocer la crudeza de esta situación, que no pasa desapercibida


para los pueblos olvidados del Perú. Tanto así que, Arguedas, le comenta a su
amigo, el investigador norteamericano John Murra, sobre cómo la miseria de los
pobladores de la sierra lo hacían sufrir. Él decía: “He visto al Perú de estos días y
su fuerza casi me dobla” (Cantor, 1996, p. 31). Este problema en el sector salud
también lo podemos observar en El Sexto, cuando Camac postrado en su celda
dice: “El médico del penal no examina a nadie.; nos mira solamente. Dice que tengo
el hígado. Pero Pedro sospecha. Yo no. He visto enfermarse y padecer a los tísicos
hasta que han muerto. Sé cómo es. No tengas miedo”. (Arguedas, El Sexto, 2001,
p. 10)

Desde esta perspectiva, las narraciones de Arguedas permiten a las


nuevas generaciones tener una idea de cuáles son los principales problemas
sociales que afrontan los peruanos, en especial los pobladores del Perú profundo
y los ciudadanos de las zonas urbano – marginales; es decir, la narrativa
arguediana en una visión del pasado, nos ayuda a cuestionarnos la realidad
presente y nos inspira en la búsqueda de un futuro mejor.

Todas las obras de Arguedas constituyen una forma de conocer al Perú en


donde un extranjero, un inmigrante o un peruano observa cómo toda la narrativa
arguediana se abre cual abanico a mostrarnos costumbres, tradiciones, paisajes
naturales, lengua ancestral, diversos aspectos de la problemática peruana, tanto de
la sierra como de la costa. Arguedas, con su pluma, nos muestra el Perú que
conoció, amó, por el que sufrió, al que siempre llamó un país de todas las sangres.
Escritor por: Pacha puriq.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Arguedas, J. (1958). Los Ríos Profundos. Lima: Horizonte

Arguedas, J. (1968). Yo no soy un aculturado. En MINEDU, Comunicación – Texto


Escolar (pp. 12-13) Lima: SM S.A.C.

Arguedas, J. (2011) Yawar Fiesta. (11ª. ed.). Lima: Horizonte


Arguedas, J. (2012). El Sexto. Lima: Horizonte.
Cantor, R. V. (1996). El legado cultural de José María Arguedas. Mopa
Mopa, 2(11Y12), 18-69.
Castillo Guzmán, G. (2018). Mundos sociales y espacios festivos en el Yawar fiesta
de José María Arguedas. Letras (Lima), 89(130), 224-241.
Harrison, R. (1983). José María Arguedas: el substrato quechua. Revista
iberoamericana, 49(122), 111-132.
Zarate, F. (2014). La lengua quechua representada mediante José María Arguedas.
Lima, 12.
Zevallos-Aguilar, J. (1998). La danza de las tijeras de José María Arguedas.
¿Construcción de la cultura quechua? Indigenismo hacia el fin del milenio.
Homenaje a Antonio Cornejo-Polar, 197-210.

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