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Enamorarse es fácil. Los besos son fáciles, las sonrisas, el café y el sexo.

Es fácil
tomarse de las manos y soñar con viajes, soñar con un anillo, una promesa, un
juramento. Enamorarse es así, natural.
Lo difícil viene con el tiempo, cuando los nervios de la primera cita desaparecen,
cuando el corazón ya no te corre a diez mil por hora y el hormigueo que sentías
recorrer todo tu cuerpo cada que acariciaba tu piel cesa. El amor madura.

Yo contigo he soñado despierta a crear un hogar, a crear un lugar seguro para ambos y
creo que lo hemos logrado. Me fascina que tu rostro sea lo primero que veo al
despertar y lo último que veo al dormir, me encantan tus besos desmañanados, tus
somnolientos ‘Buenos días’ y todo eso fue algo que aprendí a querer.

Sí, enamorarse es fácil, lo fue para mí, pero mantenerlo es el verdadero reto. Mantener
el amor es cuestión de práctica, supongo que puede llegar a ser algo innato en otros,
como lo es en ti, pero, para mí, fue difícil aprender a amar.
Sé que no te he amado como te lo mereces, he dicho y hecho cosas que te han
lastimado, pero jamás me has recriminado nada de eso, ni una sola vez. En cambio,
me has sujetado con más fuerza de la que merezco. Eres y siempre serás mi último
gran amor.

Me conozco, sé que no soy una persona fácil de amar, soy como una eterna tormenta
que ataca sin miramientos a quien encuentre cerca y haz fungido de pararrayos
innumerables veces. Podría dedicarte miles de palabras de arrepentimiento, porque las
tengo, pero prefiero dedicarte versos de amor. Prefiero confesarte que estoy
enamorada del lunar que tienes en uno de tus ojos, me encanta la longitud de tus dedos
y lo rico que sabe la comida cuando eres tú quien me acompaña a comerla.
Me enseñaste a querer bonito, me enseñaste que el compromiso y el cariño pueden no
tener límites, pueden ser algo que te vuelvan más fuerte, no más vulnerable y pasaré el
resto de nuestras vidas agradeciendo el haberte encontrado cuando lo hice.
Enamorarse es fácil, lo difícil es construir un lugar seguro para que ese amor crezca.
Las pláticas incómodas son difíciles pero necesarias y las peleas son inevitables pero
la reconciliación sabe a cielo y dulce.
Así que déjame amarte por cincuenta años más, déjame sujetarme entre tus brazos
para protegerme de los monstruos debajo de mi cama, acalla la voz que me sumerge
en la desesperación y encuéntrame dentro del bosque oscuro en el cual camino.
Encuéntrame y vivamos nuestra mejor historia de amor.

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