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Oporto - La Educación Argentina y La Deslatinoamericanización
Oporto - La Educación Argentina y La Deslatinoamericanización
Mario Oporto
La primera página del Facundo: texto fundador de la literatura argentina. ¿Qué hay ahí? dice Renzi.
Una frase en francés: así́ empieza. Como si dijéramos la literatura argentina se inicia con una frase escrita en
francés: On ne tue point les idées (aprendida por todos nosotros en la escuela, ya traducida). ¿Cómo empieza
Sarmiento el Facundo? Contando como en el momento de iniciar su exilio escribe en francés una consigna. El
gesto político no está en el contenido de la frase, o no está solamente ahí. Está, sobre todo, en el hecho de
escribirla en francés. Los bárbaros llegan, miran esas letras extranjeras escritas por Sarmiento, no las
entienden: necesitan que venga alguien y se las traduzca. ¿Y entonces? dijo Renzi. Está claro, dijo, que el
corte entre civilización y barbarie pasa por ahí. Los bárbaros no saben leer en francés, mejor son bárbaros
porque no saben leer en francés. Y Sarmiento se los hace notar: por eso empieza el libro con esa anécdota,
está clarísimo. Pero resulta que esa frase escrita por Sarmiento («Las ideas no se matan», en la escuela) y que
ya es de él para nosotros, no es de él, es una cita. Sarmiento escribe entonces en francés una cita que atribuye
a Fourtol, si bien Groussac se apresura, con la amabilidad que le conocemos, a hacer notar que Sarmiento se
equivoca. La frase no es de Fourtol, es de Volney. O sea, dice Renzi, que la literatura argentina se inicia con
una frase escrita en francés, que es una cita falsa, equivocada. Sarmiento cita mal. En el momento en que
quiere exhibir y alardear con su manejo fluido de la cultura europea todo se le viene abajo, corroído por la
incultura y la barbarie.
Respiración artificial
Ricardo Piglia
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Al iniciar su discurso, García Márquez decía con respecto al escrito de Pigafetta sobre
su paso por nuestra América meridional: «Contó que había visto un engendro animal con
cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo». Ante la
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imposibilidad de admitir que estaba frente a un animal original y desconocido utilizó los
elementos que la fauna europea le brindaba para describirlo. Construyó un monstruo donde
había simplemente algo diferente.
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Desde esa experiencia, se podría señalar que la historia de los textos escolares como
también los ensayos de mayor divulgación intelectual, fueron fuertemente eurocéntricos. Ello
condujo a considerar en «forma desfavorable o despectiva a las experiencias de indudable
interés y sabiduría que acaecieron en algunos países periféricos» (Bolívar, 2008).
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la modernidad a la barbarie. Ocurre todo lo contrario: se desarrollan sociedades desiguales,
de desarrollo combinado y fuertemente vinculadas a intereses foráneos.
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El traspaso de América Latina en la segunda mitad del siglo XIX hacia un capitalismo
dependiente desmembró la unidad, frustró el desarrollo autónomo, valoró el monocultivo y
potenció algunas regiones en desmedro de otras.
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Distintos autores que trabajaron sobre la historia latinoamericana han planteado una
serie de conceptos sobre este tema. En general han caracterizado a este proceso como una
transición hacia el capitalismo dependiente, mientras que otros lo han considerado como el
resultado de una época de reformas liberales y de la formación de los Estados nacionales.
Observar la segunda mitad del siglo XIX nos permite encontrar procesos claves para
comprender la relación de la naciente República Argentina y el resto de la región, que iba a
ser denominada en su conjunto con el nombre de América Latina.
Cuando finaliza el ciclo de guerras civiles se avanza hacia la división del continente
emancipado de la Corona española y en la organización de Estados autónomos dispuestos a
construir y organizar las nuevas nacionalidades. Hemos ya señalado que data de esa época el
surgimiento de la historiografía profesional en los distintos países y la consolidación de los
sistemas educativos organizados por los Estados y bajo un sistema unificado.
Como sabemos, los europeos lograron generar una nueva perspectiva temporal de la
historia y reubicaron a los pueblos colonizados —a sus historias y culturas— en el pasado de
una trayectoria histórica cuya culminación era Europa (Quijano, 2000, pp. 219-264). De esta
manera se organizó la totalidad del tiempo y del espacio —a partir de la experiencia
europea— colocando su especificidad histórico-cultural como patrón de referencia superior
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y universal. Hegel ya lo había enunciado en 1830: «La historia universal va del Oriente hacia
el Occidente. Europa es absolutamente el fin de la historia universal [...]. La historia universal
es la disciplina de la indómita voluntad natural dirigida hacia la universalidad y la libertad
subjetiva» (Hegel, 2004).
Las consecuencias de esa idea las plantea con claridad el pensador portugués
Boaventura de Sousa Santos (2009) cuando —al distinguir cinco lógicas o modos de
producción de no existencia de las periferias coloniales— señala «a la monocultura del saber
y del rigor del saber» como la forma de no existencia más poderosa, al transformar a la ciencia
moderna y a la alta cultura en criterios únicos de verdad y de cualidad estética. Esas lógicas
de monocultura impuestas desde la colonialidad también se manifiestan en la concepción del
tiempo lineal en el cual «la historia tiene sentido y dirección únicos y conocidos» (Sousa
Santos, 2009).
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El pasaje del siglo XIX al XX dio cuenta de la expansión de la escuela como la forma
educativa hegemónica a nivel mundial (Pineau, 2007). La sociedad occidental encontró en el
sistema educativo una manera eficiente de formar a los sujetos que la nueva realidad social
requería. En este mismo contexto, se conforma el sistema educativo argentino.
7.
La Ley n.º 1420 de 1884 fue la herramienta legal para universalizar la educación
común, con una finalidad estratégica que era la de unificar y consolidar una identidad.
Sarmiento disputó, por un lado, con las pretensiones de la Iglesia católica en torno a la
educación —logrando la derrota de dicha oposición que pretendía una educación
comprometida contra el ateísmo— aunque de todos modos se mantuvo la enseñanza religiosa
en las escuelas públicas de manera opcional. Por otro lado, apuntó a las escuelas particulares
a cargo de las colectividades de inmigrantes porque significaban un peligro para la
construcción de una sociedad nacional. Previamente, en Argentina convivían diversos
protosistemas escolares creados por gobernadores y caudillos (Puiggrós, 1990).
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Asimismo, creemos que la concepción de nacionalidad argentina contuvo
necesariamente una representación respecto de América Latina, alejándola de una identidad
amplia, de una patria grande o de una integración regional.
Ahora bien, cuando abordamos la idea de «nación», nos encontramos con distintas
perspectivas. Según Grimson (2012) encontramos, por un lado, la «esencialista» que
presupone al Estado coincidente con la nación, el territorio, la cultura y la identidad;
enfatizando la supuesta homogeneidad cultural de los miembros. Por otro lado, la perspectiva
constructivista que critica la idea de que las naciones expresen la existencia previa de rasgos
culturales objetivos y, señalando, que las mismas fueron construidas por los Estados por
medio de dispositivos tales como la educación, los símbolos nacionales, los mapas, los
censos, los mitos, los rituales y los derechos. Finalmente, existe una tercera mirada que
coincide con los constructivistas en que la identificación nacional es el resultado de un
proceso socio-histórico y político contingente, pero al mismo tiempo se pregunta por la
sedimentación de esos procesos en la configuración de dispositivos culturales y políticos, que
conforman un marco compartido, y que entiende que no es un todo homogéneo. Esta
perspectiva hace foco en la experiencia (Thompson, 1989) y en la historia vivida.
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seguramente muchos hicieron uso de material complementario y que el currículo oculto
(Jackson, 1991) siempre operó en las aulas.
La Historia en la escuela no fue sólo una asignatura, sino que fue el instrumento para
que los futuros ciudadanos —en formación— se identificaran con la comunidad nacional.
Los textos fundadores fueron los de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, quiénes
proyectaron una idea de nación. Ya en el siglo XX un grupo de historiadores elaboraron un
relato del pasado y ofrecieron una «historia nacional» acorde a la disciplina histórica. Esta
nueva escuela histórica argentina, fortaleció la idea de nación que se asienta en una definición
territorial y jurídica, y no en presupuestos sociales y culturales (Romero, 2004). Para estos la
nación se terminó de consolidar en 1862, con la definitiva incorporación de Buenos Aires y
el posterior control de los territorios argentinos. Este relato fue el que terminó convirtiéndose
en el sentido común, y la escuela fue clave en la transmisión del mismo.
¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda
clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia
social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo
latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes?
Y un principio de respuesta dado por José Martí hace más de un siglo y que dejó
como legado y también como plataforma de trabajo:
Bibliografía
Carli, S. (2002). Capítulo 1. Niñez, pedagogía y política. Bs. As.: Miño y Dávila.
Grimson, A. (2012). Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de la identidad. Bs.
As.: Siglo Veintiuno Editores.
Martí, J. (10 de enero de 1891). Nuestra América. La Revista Ilustrada, s/v(s/n). New York,
USA.
Pineau, P. (2007). ¿Por qué triunfó la escuela? La escuela como máquina de educar. Bs.
As.: Paidós.
Puiggrós, A. (1990). Sujetos, disciplina y currículum en los orígenes del sistema educativo
argentino. Bs. As.: Galerna.
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Quijano, A. (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En E. Lander
(comp.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas
latinoamericanas. Bs. As.: CLACSO.
Sousa Santos, B. de (2009). Una epistemología del sur: la reinvención del conocimiento y
la emancipación social. México: Siglo Veintiuno Editores-CLACSO.
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