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EL DESIERTO. PREPARÁNDOME PARA ORAR.

Cuando comiences un tiempo de reflexión orante, siempre vale la pena tomar unos momentos
para llegar a esta más quieto, más silencioso, más enfocado. Hay diferentes formas de hacer esto,
y tú puedes ya conocer alguna. Emplea unos momentos estando consciente de las sensaciones de
diferentes partes de tu cuerpo. No importa si estás sentado, acostado, o caminando. En primer
lugar, busca las sensaciones de tus pies, de los zapatos que los calzan o del suelo sobre el que se
apoyan. Puede ayudar que muevas los dedos de tus pies!
Luego recorre tu cuerpo hacia arriba., desde tus piernas, tus caderas, tu tórax, tus brazos y manos,
tus rostros y tu cabeza. Deja que la sensación de cada parte se registre en tu mente, y solo avanza
cuando eso suceda.
Cuando hayas alcanzado tu cabeza, deja que tu atención vuelva a tus pies, y lentamente recorre tu
cuerpo lentamente, una o dos veces más.
Entonces, cuando estés listo, deja que el punto de atención descanse, en un punto cerca del
centro de tu cuerpo.

Es desde ese silencioso centro, de donde podrás escuchar ahora la escritura del Evangelo de
Mateo… Luego de la lectura, te invitamos a una pausa y a emplear la Lectio Divina para que te guíe
más profundamente en la meditación del Evangelio. 

LECTURA: MATEO 4:1-11

El Espíritu condujo a Jesús al desierto para que fuera tentado por el diablo.

El Espíritu condujo a Jesús al desierto para que fuera tentado por el diablo, y después de estar sin
comer cuarenta días y cuarenta noches, al final sintió hambre. Entonces se le acercó el tentador y
le dijo: «Si eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan.» Pero Jesús le
respondió: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale
de la boca de Dios.» Después el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso en la parte más alta de la
muralla del Templo. Y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, pues la Escritura dice: Dios
dará órdenes a sus ángeles y te llevarán en sus manos para que tus pies no tropiecen en piedra
alguna.» Jesús replicó: «Dice también la Escritura: No tentarás al Señor tu Dios.» A continuación, lo
llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todas las naciones del mundo con todas sus
grandezas y maravillas. Y le dijo: «Te daré todo esto si te arrodillas y me adoras.» Jesús le dijo:
«Aléjate, Satanás, porque dice la Escritura: Adorarás al Señor tu Dios, y a Él solo servirás.»
Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles a servirle.

REFLEXIÓN

Jesús rechazó todas las tentaciones del demonio. No realizaría milagros para sí mismo, no tentaría
a Dios ni adoraría en falso a otros dioses.

En la lectura de esta sesión, escuchamos sobre las tentaciones de Jesús. Él ha entrado en el


desierto. El desierto era un lugar donde, de acuerdo al profeta Oseas, Dios invitaba a Israel para
escucharlo (Oseas 2:14). El desierto es el lugar donde encontramos a Dios.

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Pero el desierto es también un lugar de pruebas: Dios le dice a su pueblo que fue en el desierto
donde sus antepasados lo pusieron aprueba (Salmo 95:9). Israel estuvo en el desierto durante
cuarenta años (Deuteronomio 8:2). Jesús estuvo en el desierto por cuarenta días.

En el desierto, Jesús vivió en la presencia de Dios. Él había recién escuchado la voz de Dios en su
bautismo, y fue en espíritu de Dios el que lo llevó ahí. Cuando escuchamos a Jesús hablar, Él cita
palabras que Dios pronunció por medio de Moisés en el Deuteronomio (8:3; 6:11; 16)

Pero también fue tentado y puesto a prueba por el demonio: “si eres el Hjo de Dios”, el demonio
lo tentaba, igual que sus enemigos se burlaban de él cuando estaba crucificado (Mateo 27:40).
Pero Jesús rechazó todas las tentaciones que le presentó el demonio. Él no haría milagros para sí
mismo ni adoraría en falso a otros dioses.

HABLA CON DIOS

Para todos nosotros, la Cuaresma es un período en el cual debemos vivir más cerca de Dios.
Rezamos para que podamos profundizar nuestra comprensión de nuestro llamado y nuestra
dignidad cristiana. Puedes tomar ahora un momento y reza esto para ti.

Gracias a nuestro bautismo, somos todos hijos de Dios. Sabemos, y Jesús sabía, que no vivimos
sólo de pan, sino que de cada palabra que viene de la boca de Dios. ¿Has escuchado alguna
palabra “de la boca de Dios” en esta sesión? Quizás lo harás durante tu tiempo en la Lectio
Divina… Habla con Dios como un amigo habla contigo, de todo lo que te ha sucedido hoy día…

No nos colocamos en situaciones en las cuales sólo Dios nos puede rescatar, y no adoramos nada
ni nadie, solamente a Dios. ¿Hay una gracia o consolación especial que esperas encontrar en esta
jornada cuaresmal? Permanece unos momentos en reflexión mientras esta sesión se termina

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