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Taller de Lectura y Expresión Oral y Escrita I

Sandra Vázquez

Ejercicio de Pastiche
Referencia de: Un Viaje a Venezuela

Los países de América del Sur son constantemente vistos por su lucha tras la
búsqueda de autonomía y crecimiento. Martí observa que luchan brava y oscuramente para
abrirse paso entre las ruinas; que tenía razón la Biblia: los hijos pagan por los pecados de
los padres. Y sugiere que las repúblicas de América del Sur pagan por los pecados de los
españoles.
Declara que ver estos hermosos países siempre amenazados por naciones avaras y a
pesar de todo aspirar a la vida y a crecer, es conmovedor; estos no recibieron más que
ignorancia, guerra y miseria y aún así poseen talento y grandes ideas, aunque precoces para
su época. Más preciso es, para una nación, poseer al hombre de su época pero más aún de
su pueblo; de equilibrar la fuerza de la pasión con la del interés, de lo contrario la nación
muere. Siendo la desgracia que sucede en los países sudamericanos: la pasión ha sido más
grande que el interés. Observa que la fuerza del interés busca ya nivelarse con la de la
pasión, pudiendo compensar así el tiempo de exceso permanente de la otra fuerza. Dice que
morir ha sido el deber de estas naciones, sin fijarse en el bienestar público, sólo creyendo
que la libertad les asegurará el bienestar, y que la alcanzaran con la revolución violenta,
pero no toman en cuenta las malas pasiones que crea la guerra. Habla de considerar ser más
trabajadores y lo bastante ricos para poder garantizar una constitución política respetable y
el desarrollo de la nación. Más adelante indica que la libertad es hija del amor y la paz; que
la felicidad es el premio de los que fundan, no de los que destruyen.
Nota la maravillosa obra que ofrece la naturaleza en la tierra donde nació un
formidable héroe como Bolívar, Venezuela; sintiendo aun con tristeza que subsistan en el
territorio, por razones históricas, rencores, pobreza, el rechazo de las clases inferiores por
parte de castas desdeñosas y dominadoras. En alguna otra parte de su texto elogia lo rico
que este país es más allá de los límites naturales: posee todo tipo de climas, todo tipo de
agua, zonas frías, templadas y tórridas, suelos fértiles, dones todos dentro de una madre que
aun duerme y sólo darán fruto cuando la mano de un labrador hábil la despierte. Opina que
vale la pena el viaje de doce días, desde Nueva York, que hay que hacer para llegar a
Venezuela. Indica que al octavo día se llega a una pequeña ciudad, posesión holandesa:
Curazao, toda una ilusión vista desde lejos, ya al acercarse puede notarse el desdén que hay
en ella. Piensa que el idioma papiamento hablado por la gente de esa ciudad es espantoso,
ciertamente sin gracia. Casi todo lo que comen allí proviene del exterior, cosa terrible para
los alemanes residentes, que de vez en cuando tiende a decir que esos países deben ser de
ellos; volviendo nuevamente a amenazar a los países sudamericanos.
Poco más tarde al salir de Curazao se llega a Puerto Cabello, una ciudad pequeña,
pobre y medio arruinada, encargada de todo el comercio de Valencia; segunda ciudad del
país adyacente a un puerto. Recuerda este como un lugar animado, con un jardín riente,
platanales, limoneros, naranjos, donde uno se refresca con agua de coco directamente de
este porque así sabe mejor; con dejo pesimista opina que sigue siendo lamentable la
pobreza de la ciudad. Partiendo al fin de esta, se llega al puerto de La Guaira; lugar donde
permaneció en prisión el general Miranda, el cual goza calificar como un verdadero gran
hombre. Un recorrido de dos días de viaje, a través de un camino de montañas, que tocan el
mar y traspasan las nubes, que infunde el vértigo al mirar abajo, lleva a Caracas. En otra
parte nota, para la enseñanza de viajeros e historiadores respecto al camino, que al
comienzo el calor rudo y abrazador provoca querer despojarse de la ropa, más a mitad de la
ruta comienza el frío y estas ya no son suficientes; en su presente se construye un
ferrocarril, para atravesar el amasijo de montañas, con tal rapidez febril que honra la
inteligencia y la actividad del país.
Allega noticias sobre la transculturización que se vive en la ciudad por toda la
influencia europea, lo que deja de lado el estudio de los verdaderos problemas de la patria o
que se tienda a buscar soluciones extranjeras no acordes para el problema original. Afirma
que no hablan la lengua indígena del país pero traducen a Gautier, admiran a Janin y
conocen de memoria a Chateaubriand, a Quinet, a Lamartine. La educación de la clase
dirigente, basada en enseñanzas de los pueblos antiguos difícilmente pueden ser leyes de
vida para un país habitado por originales y cuya mezcla ofrece caracteres singulares. Un
país agrícola necesita una educación agrícola. El estudio exclusivo de la literatura ha
degenerado en pasiones, ideas y entidades abstractas que no ayudan al desarrollo de la
fuerza de un pueblo; y cuenta que estos hombres intelectuales de la República tienen
necesidad innata de lujo, la pobreza les resulta un dolor insoportable; se entregan entonces
a placeres costosos del lujo intelectual sin mirar a la tierra, sin trabajarla para producir el
dinero que tanto desean gastar. Dice que si algo tiene todo el mundo en el país es la
abundancia de corazón, dan lo que tienen e incluso más; la generosidad y una sonrisa
siempre están en las personas; uno se hace amigo de todo el mundo, hombres y mujeres
conversan admirablemente. Y es un placer agradable y dulce que disfrutar.
Retrata con curiosidad una fiesta de Caracas donde se observan mujeres hermosas,
la fiesta de Carnaval. En un principio bastante abominable por motivos de soberbia, pero
con el tiempo describe que se ha convertido en una celebración animosa, de alegría
aristocrática, una fiesta al aire libre, donde la calle de la Candelaria se baña con los colores
y se colma de mujeres, quienes deseen pasean a caballo o en carruajes adornados con el
tricolor nacional. Observa que la verdadera fiesta está en el combate de las ventanas donde
los hombres avientan bombones, joyas, monedas de oro desde sus corceles a las señoritas
que adornan las ventanas y luego escapan como flechas de los proyectiles que caen sobre
ellos. Durante los tres días de esta celebración se gasta gran suma de dinero en regalos para
cada familia de Caracas, sin importar el malestar económico del país. Seguido de esta
celebración retrata también la Semana Santa en la que destaca la suspensión de todo
trabajo, la entrega al placer de ver y ser visto, el desbordamiento del lujo; ocasión para que
las adorables señoritas paseen su primer vestido de mujercita. Elogia la virtud de la mujer
caraqueña, su inteligencia, su elegancia y su encanto natural. Dice que estas mujeres tienen
el don de detener a los hombres atrevidos con una sonrisa; no hace falta nodriza ya que la
inteligencia de las mujeres es una salvaguarda contra las seducciones de los enamorados.
Entiende la belleza de la ciudad y el hogar caraqueño lleno de amor y honestas alegrías; los
paisajes de montañas, ríos, catedrales, el Capitolio y el Palacio Federal, la Plaza Bolívar y
la Casa Amarilla, como espectáculos dignos de admirar, y reconoce que los hombres deben
conocer mejor las necesidades de su patria para hacerla un país más rico, feliz y fuerte, que
todo puede esperarse de un pueblo donde la mujer es virtuosa y el hombre honesto.

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