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EL CAPITALISMO

FUNCIONAL

Occidente se enfrenta
al reto de la civilización
duradera

ROGER GARCÍA BERTRAND


© Bubok Publishing S.L., 2011
1ª Edición
ISBN papel: 978‐84‐9009‐919‐3
ISBN e‐book: 978‐84‐9009‐920‐9
DL: M‐44085‐2011
Impreso en España / Printed in Spain
Impreso por Bubok
Índice

Agradecimientos y Dedicatoria .................................. 7


Prólogo ........................................................................ 11
Nota sobre nuestro Universo ...................................... 17
Conceptos básicos sobre la Existencia y la Realidad .. 21
Descripción de la Realidad .......................................... 37
Ejercicio de Cuerdas y Vacíos ...................................... 49
El Concepto Yin‐Yang de las Culturas Orientales ........ 55
Dinámica Del Movimiento Descriptivo De La Realidad 61
Dinámica De Los Equilibrios ........................................ 81
La vida humana como Equilibrio o función Yin‐Yang .. 111
Dinámica del equilibrio de la Vida Humana ................ 141
La Civilización Humana ................................................ 163
Implicaciones de la fuerte bipolaridad en la etapa
actual .......................................................................... 191
La Cuarta Fase: Alineamiento del mandato de los
distintos agentes con sus habilidades .......................... 215
El proceso de creación de valor dentro de la
empresa ...................................................................... 223
El Proceso de la Utilidad Social .................................. 245
Sincronización del Proceso de Creación de Valor
de la Empresa con el Proceso de la Utilidad Social .... 273
La de‐sincronización del modelo de negocio de la
Empresa: La Apreciación Instantánea de la actividad
empresarial y su Proceso Motivador .......................... 285
La Trampa del Modelo de Negocio del Distribuidor
y La Evolución del Modelo de Gestión Empresarial .... 321
Los Mercados de la Utilidad Social .............................. 353
Las edades de las civilizaciones y el actual Drama en
el Instituto .................................................................... 413
Bibliografía .................................................................. 455
Agradecimientos y Dedicatoria

La necesidad de escribir este libro ha surgido de una


confluencia de experiencias personales que muchas veces
es difícil de delimitar con exactitud. Espero hacer un buen
trabajo en esta tarea. Me gustaría comenzar por mi amigo
Alejandro Prensa. Todas las conversaciones e inquietudes
filosóficas que intercambiamos apasionadamente cuando
teníamos diecisiete años me ayudaron a enfrentarme por
primera vez al mundo de las grandes cuestiones elementa‐
les. Me es imposible separar esta experiencia adolescente
de tres profesores que pacientemente enseñaron a aquel
estudiante inquieto y travieso: la profesora de lengua,
Doña Milagros, del desaparecido colegio Nuestra Señora
del Altagracia (Madrid, España); el profesor de cálculo
avanzado, Dr. Knerr, de William Allen High School (Allen‐
town, Pennsylvania, USA) y la jefa de estudios, la Señorita
Lola, del Colegio Fomento COU (Madrid, España).
También en Allentown, Pennsylvania, he de agradecer a
Doña Joan Zamborsky (que en paz descanse) su dedicación
a los programas de intercambio cultural y por el par de lec‐
ciones sobre la vida que supo enseñarme. La familia
Krepelka al completo, Nancy, Ernest, Andrew y Stacey, me
acogieron en su casa como si fuera un miembro más de su
familia, transmitiéndome los valores de una cultura dife‐

7
rente a la mía y demostrándome que la familia, a parte de
un lazo de sangre, también puede ser una actitud voluntaria
hacia las personas. Si no hubiera vivido este intercambio cul‐
tural con esta familia en particular y a esa edad en concreto
(dieciséis años) mi capacidad subjetiva para enfrentarme a
este libro hubiera sido diametralmente distinta.
Por su participación indirecta en el origen de este libro,
me gustaría agradecer a mi amiga Maryse Bonnemason y
su amiga Gladis por aquella conversación que mantuvimos
hace diez años y en la que marcamos precisamente diez
años como tiempo límite para la ejecución de este libro. En
aquella conversación, el joven de 22 años que era yo en
aquel momento, defendía que una lucha frontal contra
nuestro sistema era una medida peligrosa que podría ha‐
cernos retroceder hacia modelos más arcaicos e injustos.
Este libro busca conseguir una evolución del sistema desde
su interior sin arriesgar el bienestar y la paz social de nues‐
tra civilización.
Por su implicación activa y paciente en este libro, debo
de agradecer especialmente los consejos, la colaboración y
el apoyo de mis amigas Deborah L. Roldán y Muskilda
Villanueva. También agradezco la labor correctora de Ma‐
riana Fresquet del primer borrador de este libro y los con‐
sejos sobre el planteamiento del libro tanto suyos como de
los hermanos, Andrea y Miguel Ángel Aguilar. Estoy muy sa‐
tisfecho y agradecido por el maravilloso trabajo de Luis
Echánove Echánove con las ilustraciones y la evaluación
final de Javier Gregorio Hernández. Así mismo, me gustaría
agradecer el trabajo de todos los autores que han escrito y
participado en las obras incluidas en la bibliografía.

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Gracias a Lady Catherine Wills, por su hospitalidad y esa
pequeña gran biblioteca que esconde la sala de baño de la
habitación azul de su residencia en los Cotswolds ingleses.
No puedo dejar de mencionar mi relación profesional
con la banca de inversión. Este libro no habría sucedido sin
haber tenido la oportunidad de conocer esta inquietante y
apasionante industria desde su interior. Por ello, me gusta‐
ría agradecer a los grandes profesionales con los que he te‐
nido el placer de trabajar. Ellos me han acogido, enseñado
y facilitado mi desarrollo humano y profesional. Entre
ellos, me gustaría nombrar a mi profesor universitario y
primer jefe, D. Antonio Carranceja junto a D. Chico Khan‐
Gandapur, D. David Knott, D. Christopher Cutte, Dr. James
Nixon, D. Arnaud Seguret, D. Stephane Esper, los infatiga‐
bles compañeros D. Pedro Cabeços y D. Christhi Theiss y a
mis compañeros de trabajo en Société Générale. A D. Chris
Fleming, D. Ignacio Álvarez‐Carlón y a mis compañeros de
Nomura, agradecerles su profesionalidad, la fe que siem‐
pre han depositado en mi y la faceta humana y compren‐
siva que me han mostrado en todo momento a lo largo de
nuestro trabajo juntos.
Como miembro de una familia muy numerosa, todos
sus integrantes han tenido su influencia en mí, en quién
soy y en mi visión de la realidad que da lugar a este libro.
En especial, quisiera nombrar a mis abuelas, Zulema y
Josefina, por haberme dejado el legado de sus vidas llenas
de motivación y superación desde perspectivas totalmente
distintas. A todos mis tíos y primos, y en especial a Josefina
Bertrand y familia, a Covadonga Bertrand y familia, a
Eugenio Bertrand y familia, a Germán Bertrand y familia, y
a mis padrinos Luis e Isabel, y su hija Isabel por el papel
que han ejercido de forma muy presente en mi interior. A

9
mis padres, María Dolores y Juan José agradecerles todos
sus sacrificios y amor. A mis hermanos, Beatriz, Natalia y
Héctor, deseo agradecerles su amor fraternal y su ayuda en
la difícil noción de saber quién he sido, soy y seré. Por úl‐
timo, agradecerles a mis amigos de toda la vida, Miguel,
Jorge, Wendy y Leyla, por haberme apoyado e inmunizado
frente a los prejuicios sociales y haberme armado de áni‐
mos, tolerancia y libertad.
Finalmente, deseo dedicar este libro a mi familia. A mi
marido Andrew, decirle que no podría comprender el amor
en todo su sentido si él no existiera. Su empatía y valentía
ante la adversidad es fuente de mi admiración y motiva‐
ción. Él, sin duda, es el compañero de mi alma y corazón. A
nuestros mellizos, Frida Josefina y Frederick Bertrand, dese‐
arles que crezcan y superen este gran reto que ha supuesto
su nacimiento prematuro a las 23 semanas y 6 días de ges‐
tación. Nunca podremos estar suficientemente agradecidos
al equipo médico y a los enfermeros del Children’s Hospital
of Minnesota en Minneapolis por todo lo que han hecho
para salvar la vida de nuestros pequeños. Me gustaría
poder mencionar algunas personas en especial, pero real‐
mente ha sido el personal del hospital al completo junto a
la familia Hoopman y al equipo de Growing Generations los
que han hecho posible los múltiples milagros para que
nuestros hijos estén hoy con nosotros. Tal y como cuenta
este libro, es importante conocer nuestro punto de partida
para saber dónde nos encontramos; pero lo realmente re‐
levante es saber interpretar cómo debería de ser nuestro
futuro y comprometerse con esa interpretación. A mis
hijos, por encima de cualquier otra persona, les dedico este
libro para que sepan interpretar las batallas que deben lu‐
char y consigan alcanzar su felicidad.

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Prólogo

Los ciudadanos del mundo occidental del siglo XXI nos


enfrentamos todos los días a una realidad compleja para
asegurar nuestra supervivencia. Todos estamos centrados
en nuestros deberes y responsabilidades para conseguir
sobrevivir con éxito en la sociedad que hemos creado y en
la naturaleza que nos rodea. Mientras tanto, pese a la falta
de consciencia de muchos de nosotros, nuestra propia ci‐
vilización también se está enfrentando al reto de su propia
supervivencia. Nuestro actual diseño socioeconómico es
tan complejo y requiere tantos expertos en distintas mate‐
rias que una persona común es incapaz de entender cual
son los problemas de la superestructura que hemos cre‐
ado. El Capitalismo Funcional es un libro para solucionar
este problema. La misión de este libro es conseguir expli‐
car de la forma más sencilla y universalmente posible el
funcionamiento de nuestra realidad para afrontar de
forma coherente el reto de la manutención y superviven‐
cia de nuestra civilización antes de que pueda desaparecer.
Para poder explicar de forma sencilla como funciona la
Realidad que todo lo inunda a nuestro alrededor, construi‐
remos una herramienta de análisis analógico fundada
sobre unos pilares básicos comprensibles por todo el
mundo. Una vez construida esta herramienta, podrá ser

11
empleada sobre cualquier aspecto de la realidad que nos
preocupe. El lector, a lo largo del libro, se encontrará con
multitud de ejemplos que ilustrarán cómo utilizar esta he‐
rramienta para extraer conclusiones sobre el dilema que
se le presenta. De este modo, independientemente de la
índole del problema que nos preocupe, encontraremos el
nexo de unión que existe en toda la Realidad que nos
rodea. Un patrón fijo que se repite, una y otra vez, dando
origen a las cosas que ocurren a nuestro alrededor.

***

Al hombre occidental de hoy en día le supera todo.


Diariamente, nos subimos en coches que sabemos condu‐
cir, pero no sabemos cómo producir o diseñar. Interactua‐
mos con ordenadores, máquinas y redes de información
sin ningún complejo, pero, sin embargo, no conocemos ni
la ciencia que los hace posible ni siquiera cómo progra‐
marlos apropiadamente. Comemos alimentos que a pesar
de su etiquetado ignoramos de donde vienen y el trata‐
miento que han recibido. Nuestro mundo ha llegado a ser
tan amplio que todos los campos del conocimiento están
inundados por siglos de cultura y avances. Al mismo
tiempo, la aplicación de esta amplitud de conocimientos
ha creado la necesidad de puestos de trabajo muy especí‐
ficos que requieren especialistas en su materia para poder
ser llevados a cabo con la diligencia adecuada. El hombre
occidental convive con un entorno tan complejo que, para
evitar caer en el refrán “quién mucho abarca poco
aprieta”, termina por concluir “no lo entiendo, pero no me
resulta relevante”.

12
Esta terrible arma de doble filo nos convierte, en cierto
modo, en especialistas de algunas cosas, pero ignorantes
en todo lo demás. Todos nosotros, desde el político más
aplaudido hasta el viajero más experimentado, llegamos a
tener una visión de la realidad muy sesgada por nuestro
entorno, ya sea éste un pueblo agrícola o la colección de
Salas VIP de los aeropuertos del mundo. En cierto modo, el
hombre cada vez es más pequeño frente a lo que la huma‐
nidad es capaz de hacer y esto hace que el ciudadano de a
pie sucumba y se dedique a sus preocupaciones más inme‐
diatas.
A pesar de que el ciudadano común pueda pensar que
su contribución a nuestra civilización es nimia y en cierta
forma se despreocupe sobre el rumbo del mundo, él y
todos somos responsables del destino de nuestra civiliza‐
ción. Al fin y al cabo, la Civilización la construye la suma de
todos los actos de sus integrantes. Con el fin de volver a
adueñarnos de nuestro destino, debemos conocer la Rea‐
lidad que nos rodea para asegurarnos que obramos, elegi‐
mos y votamos con responsabilidad.
A través de una serie de reflexiones básicas, este libro
equipará al lector con una herramienta de análisis analó‐
gico que es capaz de describir la realidad que nos rodea.
Una vez bien equipados con los conceptos necesarios, apli‐
caremos esta herramienta sobre las preguntas elementa‐
les de la Humanidad: ¿quiénes somos? ¿de dónde veni‐
mos? y ¿hacia dónde vamos?
Es para mi una satisfacción personal adelantar al lector
que a través de este aprendizaje y análisis, al término del
libro, el lector será capaz de entender cómo y por qué ha
llegado la civilización hasta el punto en el que nos encon‐

13
tramos, cuáles son las cartas que tenemos en la mano y
cuáles son las bazas que podemos jugar.
En la actualidad, corren tiempos muy difíciles. El mundo
occidental está inmerso en una crisis económica, finan‐
ciera y de confianza que nadie sabe predecir. La intensidad
y posibles repercusiones de ésta desafían los pilares que
han sostenido nuestro estilo de vida durante al menos los
últimos cincuenta años de civilización occidental. Es crítico
que comprendamos por qué nos encontramos en este
punto y cuál debe de ser la vía para solucionar los proble‐
mas que nos han traído hasta aquí.
Es estremecedor pensar que en el pasado, cuando las
civilizaciones se han encontrado en coyunturas muy vas‐
tas, complejas y difíciles de comprender, como la actual,
han surgido movimientos o posiciones radicales que las
han aniquilado. Abundan los ejemplos de civilizaciones
más o menos cultas que han sido aniquiladas o caído a
pesar de sus grandes logros. Cuando la Civilización Egipcia
cayó, gran parte de su conocimiento se perdió para no re‐
cuperarse hasta mucho más adelante. La Civilización
Romana fue derrotada por los bárbaros. La gran crisis eco‐
nómica de Alemania se cerró con la subida de Hitler al
poder, lo que arrastró al mundo hacia la Segunda Guerra
Mundial.
Visto desde esta perspectiva, ¿qué hacemos aquí?, ¿re‐
vivir el pasado?, ¿no hay nada mejor esperando al ser hu‐
mano? ¿Estamos construyendo civilizaciones de castillos
de naipes que recurrentemente se caen provocando que la
humanidad tenga que reorganizarse para probar mejor
suerte? ¿Cómo podemos evolucionar? ¿Cómo podemos
hacer que la especie humana (y sus problemas) sea mejor

14
en el futuro cuando nos encontramos inmersos en un
mundo que nos supera?
El hombre occidental ha de enderezar el rumbo de
nuestra civilización. Tenemos que evitar por todos los me‐
dios que el castillo de naipes vuelva a caerse a causa de la
aparición de movimientos más primitivos o radicales que
amenacen la seguridad y el bienestar de todos los que par‐
ticipamos de esta gran civilización. El éxito de este endere‐
zamiento de los pilares de nuestra civilización depende de
que nos mantengamos unidos y de que hagamos las elec‐
ciones adecuadas. Sin embargo, sólo conseguiremos el
consenso global necesario, si todos entendemos los pro‐
blemas de nuestro sistema de organización social actual y
cómo todos nosotros hemos contribuido a llegar a la situa‐
ción de incertidumbre actual.
Sin más tiempo que perder, remanguémonos la camisa
y empecemos con la construcción de esa máquina de vi‐
sualización que tendrá que ayudarnos a salir de este em‐
brollo.

15
Nota sobre nuestro Universo

La ciencia (humana) ha avanzado enormemente en los


últimos tiempos. El mundo que nos rodea, las leyes de la
física y el Universo parecen ser mucho más complejos de
lo que imaginábamos poco tiempo atrás. En la historia, los
grandes avances de la ciencia han marcado una gran in‐
fluencia sobre el patrimonio cultural de la humanidad.
Para el hombre de hoy en día, un eclipse solar no significa
lo mismo que lo hacía para el hombre de hace cinco mil
años. A nadie le sorprende hoy en día que la Tierra sea re‐
donda o que el ser humano NO sea el centro del Universo.
Todos estos descubrimientos han influenciado la cultura
del ser humano en cada época. Lamentablemente, para el
ciudadano actual cada vez es más complicado entender
esos avances tan específicos y complejos. Incluso para el
científico, el panorama se ha complicado. Atrás queda la
ansiada búsqueda de una teoría simple y unificadora que
explique de dónde venimos y hacia donde vamos. Los cien‐
tíficos han viajado mucho a lo largo del mundo de las hipó‐
tesis en búsqueda de una teoría única y elegante que expli‐
case el porqué de todo sin falta de necesitar un Dios. En
lugar de ello, los últimos avances de la física teórica apun‐
tan hacia un paisaje cósmico complejo y tan lleno que han
reavivado el debate sobre el principio antrópico.

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Los que crecimos pensando que la materia estaba com‐
puesta de electrones, neutrones y protones que formaban
átomos, nos hemos quedado demasiado anticuados para
comprender el panorama actual. Existen librosi que de una
forma cercana y clara explican nuestra nueva coyuntura. No
voy a alargarme con este tema pero, para que se hagan una
idea, hoy en día nuestra realidad está poblada por seis tipos
de quarks, fotones, gravitones, gluones, neutrinos, electro‐
nes, muones y bosones entre otras identidades. Además,
no todas estas partículas avanzan en el espacio‐tiempo, si
no que muchas de ellas (las antipartículas) de hecho viajan
hacia atrás en el espacio‐tiempo. Desde las complicadas te‐
orías de cuerdas (hasta cinco teorías con nueve dimensio‐
nes espaciales y una temporal), nuestros físicos más aven‐
tajados han tenido que abrir todavía más el mundo de po‐
sibilidades para conseguir una explicación de todas ellas
gracias a una Teoría M que aumenta el número de dimen‐
siones de nuestra realidad hasta once (diez dimensiones es‐
paciales y una temporal). Estos descubrimientos apuntan
hacia la idea de que nuestro universo tiene más posibilida‐
des de ser entendido como una gran máquina de Rube
Goldberg1 que como una elegante y única teoría.
En este gran mundo lleno de posibilidades teóricas es
muy difícil para el hombre común reflexionar y aplicar en

1 Reuben L. Goldberg fue un ingeniero que trabajó como dibujante humorís‐


tico. Algunas de sus viñetas más rememoradas mostraban máquinas que fun‐
cionan gracias a la consecución de mecanismos imposibles. Por ejemplo la vi‐
ñeta de la “servilleta auto operativa” dibuja una máquina sombrero que se ac‐
tiva por una cuerda en el extremo de una cuchara de tal forma que cuando el
comensal la acerca a la boca tira de un mecanismo que lanza una tostada que
atrapa un pájaro que mueve un recipiente haciendo verter su líquido empu‐
jando otro mecanismo y así sucesivamente hasta que se corta una cuerda que
hace que la servilleta se precipite contra la boca del comensal.

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su día a día conclusiones sobre la lógica de la Realidad.
Como ya he avanzado en el prólogo de este libro, a lo largo
de su texto vamos a componer una herramienta de análi‐
sis analógico2 que nos ayude a extraer conclusiones sobre
la Realidad para la búsqueda de soluciones. Lo revolucio‐
nario de este ensayo es, a mi juicio, la reconciliación con el
concepto tiempo como parte de nuestra Realidad. Al tér‐
mino de este texto, el lector comprenderá cómo el tiempo
es efectivamente la identidad que ata nuestra existencia. A
pesar de que a más de un físico teórico le moleste la súper
simetría que utiliza la herramienta analógica descrita en
este libro, nos permitirá extraer conclusiones. Les aconsejo
que emprendan este viaje con fe y esperen al final del
texto a juzgar si las conclusiones de esta máquina analó‐
gica son o no efectivas a la hora de identificar soluciones
para la situación actual de la Civilización Occidental.

2 A lo largo del texto empleo la palabra análisis en su acepción de estudio. El


estudio por analogía trata de entender un objeto por su comparación con
otro, mientras que un análisis consiste en la distinción y separación de las par‐
tes de un todo hasta llegar a conocer sus principios o elementos.

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Conceptos básicos sobre la Existencia y la Realidad

En este capítulo nos vamos a familiarizar con los límites


lógicos de la Realidad en la que vivimos. Para poder enten‐
der el funcionamiento del mundo que nos rodea, vamos a
partir de cero. Empezaremos por realizar un ejercicio men‐
tal: construir el universo lógico más pequeño posible que
podamos imaginar. La clave del enunciado del problema
que acabamos de plantear es que ese universo mínimo
debe de satisfacer las normas lógicas más elementales.
En primer lugar tomaremos como punto de partida el
ejercicio de escepticismo que hizo en su día el filósofo René
Descartes. Su “Cogito Ergo Sum” (pienso luego existo) su‐
puso el inicio de la filosofía modernaii. Esta proposición su‐
pone una afirmación tan obvia y simultáneamente tan ín‐
tima, que al menos en mi opinión, permite la asimilación
del concepto existencia de una forma muy directa.
A través de esta proposición, podemos determinar que
al menos yo, o mis pensamientos y yo mismo existen. Esta
afirmación es simple, pura, directa y resiste contundente‐
mente ante los posibles ataques del escéptico más acé‐
rrimo. La verdad en esta afirmación es alcanzable sin el
empleo de ningún sentido y por lo tanto es totalmente
ajena a nuestra capacidad de percepción.

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En segundo lugar, esta proposición también ratifica la
existencia de al menos otra identidad con la misma fiabili‐
dad: el Tiempo. El tiempo existe puesto que aunque yo
siga dudando de cualquier otra cosa que perciba, sienta o
piense, mis pensamientos se suceden en el tiempo de una
forma inevitable y obvia en mi realidad. Con estas dos con‐
clusiones, es obvio que tanto el tiempo como yo y mis pen‐
samientos existen.
En Matemáticas o Lógica, un conjunto queda definido
por todos aquellos elementos que cumplen una regla de
validación en concreto.
Ejemplo: El conjunto de los números está integrado por
todos aquellos elementos que sean un número y, sin em‐
bargo, cualquier otro elemento que no sea un número no
puede pertenecer a ese conjunto.

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En este ejemplo (Figura 1), podemos ver cómo el con‐
junto de los números tiene infinitos elementos, tantos
como números podamos imaginar. A pesar de ello, este
conjunto de infinitos elementos tiene un límite, una fron‐
tera, puesto que hay otros elementos que no pertenecen a
este conjunto, es decir, no son números.
Ahora bien, regresando al reto mental de construir el
universo mínimo lógicamente posible, dibujemos el con‐
junto “Existencia”. Este conjunto quedará definido por
todas aquellas identidades (elementos) que cumplan con
la regla de validación “elementos que existen” (Figura 2).

Dependiendo de cómo de escépticos seamos sobre lo


que existe o no, podremos pintar un conjunto Existencia
con más o menos elementos en su interior. Sin embargo,
incluso hasta el más escéptico tendría que pintar un con‐

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junto Existencia compuesto de elementos tangibles y/o in‐
tangibles (yo pienso) y de Tiempo. Del mismo modo, no
podremos pintar ningún elemento fuera del conjunto
Existencia, puesto que algo que no existe no puede ser un
elemento.

La Existencia ha quedado definida como el Todo, todo


lo que existe, incluido todo el tiempo que existe.
Ahora bien, ¿podemos definir el Conjunto Vacío o de
elementos que no existen como la “Nada”?
Sí, podemos definirlo así, pero al definir la “Nada”, la
definición de su concepto existe y por lo tanto el “concepto
nada” debe pertenecer al conjunto Existencia (Todo).
El panorama frente al que nos encontramos es que exis‐
te un conjunto que engloba todas las cosas que existen,
tanto tangibles como intangibles, además de todos los mo‐

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mentos del tiempo y todos los conceptos que podamos
imaginar o pensar (incluso el concepto nada), y, aparte de
este conjunto “Todo”, existe un conjunto vacío Nada que
no contiene ningún elemento.
Al igual que ocurría con el ejemplo del conjunto de los
números, este conjunto “Existencia” posee infinitos elemen‐
tos. Sin embargo, este conjunto no tiene límite o frontera,
puesto que, aparte de él, no hay Nada. Cuando yo analizo el
conjunto de “Hombres Rubios en España”, puedo definir su
tamaño puesto que lo puedo comparar con otros conjuntos,
como, por ejemplo, el “Conjunto de Hombres No Rubios en
España”. De este modo, podría afirmar, por ejemplo, que el
tamaño del conjunto “Hombres rubios en España” es pe‐
queño porque representa un bajo porcentaje del tamaño
del conjunto “Hombres No Rubios en España”. Lamentable‐
mente, en el caso del conjunto “Existencia”, el tamaño es in‐
finito o indeterminado, puesto que no existe ningún ele‐
mento fuera de él con el cual contrastar tamaños. Lo que
podíamos resumir como que en el número “1” caben infini‐
tos “0”, mientras que en el “0” no cabe ningún “1”.
Otra característica lógica de este conjunto es que por
concepto no puede tener ninguna intención externa. ¿Por
qué no puede? Observemos la definición de “Intención”
más genérica posible:
Intención = Determinación de la voluntad en orden a un fin3.
El conjunto del Todo (Existencia) está solo y por ello
sería incongruente que, siguiendo la definición de “Inten‐
ción”, determinara su voluntad de forma que tuviera un re‐
sultado ajeno a él (un fin). Cualquier consecuencia (fin)
que resulte de la voluntad del Todo será algo que exista y,

3 Definición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

25
por lo tanto, algo que le pertenezca. De este modo, queda
claro que la determinación de la voluntad del Todo (de la
Existencia) tiene que ser en orden a un fin Nulo (“0”). Aún
así, la “Intención” y la “Voluntad”, como conceptos, existen
y se encuentran dentro del conjunto Todo (Existencia).
El ser humano acostumbra a emplear de forma inapro‐
piada el concepto del “Todo” y la “Nada”. El motivo es que
estos conceptos son tan abstractos y la Realidad que nos
rodea tan concreta que el ser humano termina siendo am‐
biguo en el uso del lenguaje.
Ejemplo: Cuando un amigo me dice:
“Acércame todos los papeles, por favor”.
En realidad está pidiendo que “le acerque [todos] los pape‐
les que están en ese preciso instante del tiempo junto a mi”.
Mi amigo no quiere que le acerque todos los papeles que
fueron, son y serán en el Universo, sólo quiere un grupo
muy reducido de papeles que están a la vista junto a mí; sin
embargo, para economizar palabras y tiempo, acabamos
usando una definición muy ambigua del concepto “Todo”.

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Del mismo modo, decimos:
“No he comido nada”.
Y, en realidad, nos referimos a que no hemos comido
[nada] durante un cierto periodo de tiempo.
Si buscamos la definición de “todo” y de “nada” en el
diccionario nos daremos cuenta del uso tan “relativo” y
“ambiguo” que realizamos de estos dos conceptos. Para
evitar esta confusión, en este ejercicio mental nosotros
emplearemos la definición del “Todo” y la “Nada” sólo de
forma completa. Estas definiciones sólo pueden ser com‐
pletas si son atemporales:
Definición “Todo” = Existencia, es decir, lo que fue, es y
será.
Definición “Nada” = Conjunto vacío de lo que no existió,
no existe y no existirá.
Prosigamos entonces con la búsqueda de las caracterís‐
ticas lógicas de este universo imaginario frente al que nos
encontramos. Como ya he dicho antes, el Tiempo sólo
existe dentro del “Todo”. ¿Por qué no puede existir el
Tiempo fuera del Todo? En primer lugar, porque si exis‐
tiese, sería incongruente que no perteneciera al conjunto
Existencia o “Todo”; pero, además, es que si aceptara esta
incongruencia, el Tiempo seguiría sin poder existir fuera del
“Todo”. Fuera del “Todo” hay “Nada”, así que no sucede
nada. Si no sucede nada, desde el “Todo” no se puede ob‐
servar ningún cambio externo a él con el que medir la exis‐
tencia de un “Tiempo superior al Todo”
Cuando yo digo “Me ha llevado mucho tiempo llegar a
la oficina”, lo digo porque sé que, mientras que yo iba
hacia la oficina, han acontecido muchas cosas. Incluso,

27
aunque viajará en un coche completamente aislado del ex‐
terior, cuando saliera del coche apreciaría que han cam‐
biado cosas en el exterior. Durante el viaje en coche no po‐
dría medir el tiempo exterior por falta de observaciones,
sólo podría medir el tiempo en mi (mis respiraciones, mis
latidos, mis pensamientos). Pero el “Todo”, por su defini‐
ción lógica, no puede llegar a un destino y “salir del coche”.
La única forma de ser “el Todo” es siendo todo lo que
existe. Si en algún momento del tiempo el “Todo” pudiera
salir del coche, es porque lo que está fuera del coche sigue
siendo parte de él. No existe ningún acontecimiento (recu‐
rrente o no) fuera del “Todo” con el que medir el “Tiempo
superior al Todo”. De este modo, concluimos que el
“Tiempo Superior al Todo” NO EXISTE.
Como el Tiempo Superior al Todo no existe, entonces,
podemos afirmar que el “Todo” y la “Nada” son atempo‐
rales; es decir, no ocurren en el Tiempo.
Algún lector estará pensando: ¿Cómo puede ser el
“Todo” atemporal si yo observo la realidad a mi alrededor
y el tiempo inunda todas las definiciones de las cosas que
puedo ver o percibir?
Al igual que no se podían medir las dimensiones físicas
del “Todo” porque no existe ningún elemento externo al
“Todo” con el que determinar si el “Todo” es grande o pe‐
queño y concluíamos que era infinito porque en el “1”
caben infinitos “0”. El “Todo” es atemporal porque en su
interior existe infinito tiempo, es decir, hay tiempo para
todo o lo que es lo mismo, el “Todo” es todo el Pasado,
todo el Presente y todo el Futuro, por lo que su existencia
no se limita a un tiempo en concreto, sino a todos los mo‐
mentos del tiempo, es atemporal.

28
De forma contraria, las cosas no existen, sino que son
(verbo “SER”). La palabra Existencia (Todo) no debería de
emplearse como raíz semántica para crear el verbo “exis‐
tir”. La Existencia (el “Todo”) comprende todo el Tiempo,
por lo que es imposible alcanzar un tiempo (pasado, pre‐
sente o futuro) donde la Existencia deje de existir. Las
cosas no dejan de existir. Las cosas dejan de SER. Si yo me
muero, yo dejo de ser yo, pero mi esencia existencial se
convierte en otras cosas. Un hombre muerto deja de ser
hombre, pero se convierte en un cadáver, en materia orgá‐
nica biodegradable que permite a otras identidades
(cosas) ser gracias a que el hombre ha muerto. De este
modo, encontramos que es incongruente el mero hecho
de conjugar el verbo existir, puesto que el “Todo” (la
Existencia) es el conjunto de elementos que existen. Todas
aquellas cosas que existen comparten una “esencia exis‐
tencial” y por eso forman parte del “Todo”. Los elementos
no pueden dejar de existir, simplemente dejan de ser. Las
identidades (cosas) serán en concreto una u otra en ciertos
momentos del tiempo pero siempre existen en todos los
tiempos (pasado, presente y futuro).
Gracias a este primer análisis del universo fruto de
nuestro ejercicio mental, podemos definir por fin la Di‐
mensión Eterna (Figura 5).
Definición Dimensión Eterna: Espacio existencial en el
que el tiempo no existe o es infinito.

29
Ahora ya conocemos las características más importan‐
tes que definen la Dimensión Eterna donde habita la
Existencia (el “Todo”) y la Nada. Sin embargo, seguimos te‐
niendo pendiente dos preguntas por contestar:
1. ¿Cómo puede ser que el “Concepto Nada” como Iden‐
tidad (cosa) existe y pertenece al “Todo” mientras que la
“Nada” no existe y por lo tanto no pertenece al “Todo”?
2‐ Si el “Todo” posee un único denominador común,
que es la esencia existencial y posee un fin nulo, ¿cómo
puede ser que la Realidad tan diversa que me rodea
pueda ser parte de ese “Todo”?
Para responder a la pregunta sobre cómo el Concepto Nada
habita en el “Todo”, lo entenderemos con el ejemplo de cual‐
quier cosa que existe, la temperatura, el color, etcétera.
La temperatura de un cuerpo sólido se define como la
velocidad a la que vibran dentro de sus sitios las partículas
que componen el sólido. A mayor velocidad, más caliente
estará dicho sólido y viceversa.

30
Imaginemos ahora que todas las cosas que existen tu‐
vieran siempre la misma temperatura, puesto que sus par‐
tículas se movieran o vibrarán a la misma velocidad sin po‐
sible alteración. La temperatura seguiría existiendo como
concepto (es decir, las partículas siguen vibrando o mo‐
viéndose), sin embargo, la temperatura no sería aprecia‐
ble. Yo no podría percibir nada más caliente ni más frío. La
temperatura en este caso sería ninguna y podríamos decir:
“hay nada de temperatura”. Si el hombre, en lugar de
medir el tiempo en segundos, lo midiera en función de los
cambios de temperatura que se producen en un año, ten‐
dría un grave problema en un mundo donde todo tiene
siempre la misma temperatura, y es que no podría medir
el tiempo. El tiempo en función de la temperatura no exis‐
tiría y podríamos decir que “no hay nada de tiempo tér‐
mico o que el tiempo térmico es infinito” (tarda infinito
tiempo en acontecer un evento o cambio térmico). La tem‐
peratura (vibración de moléculas) “existiría”, y el hombre
podría utilizar esa vibración para medir el tiempo, pero no
sería tiempo térmico, sería una frecuencia o vibración. No
podríamos decir, “ha terminado el invierno”, o “hace frío”
porque el tiempo térmico no “sería” en una realidad en la
que todo está a la misma temperatura (la temperatura
sólo “existiría”).
De igual modo, si todos los objetos y cosas, e incluso la
luz, fueran siempre de color morado, entonces, el color o
la imagen sería inapreciable por no haber contraste que hi‐
ciese el color y la imagen identificable. Como concepto, el
color y la imagen seguirían existiendo, pero serían imper‐
ceptibles. En esta situación, podríamos decir: “hay nada de
imagen” o, como generalmente decimos, “no hay ninguna

31
imagen”4. Si en este tipo de situación intentásemos utilizar
el número de imágenes que se suceden para medir el
tiempo que transcurre, seríamos incapaces de hacerlo. Por
mucho que yo me moviese en búsqueda de imágenes dis‐
tintas del morado absoluto, no encontraría ninguna; por lo
que en ese mundo no existiría el tiempo visual y podría‐
mos decir: “no hay nada de tiempo visual o que el tiempo
visual es infinito” (tarda infinito tiempo en suceder un
evento visual).
En el siguiente gráfico (Figura 6), se puede observar una
reproducción en miniatura 100% precisa del famoso cua‐
dro de “La Gioconda” en un único y precioso color verde.

4 También se podría decir “hay infinita imagen”, es decir el contorno de la ima‐


gen morada frente a mí está en el infinito, por lo que no puedo llegar a perci‐
bir la imagen frente a mí.

32
En numerosas ocasiones he oído a gente decir: “lo con‐
trario de amar no es odiar, es la indiferencia”, mientras que
otra gente opina que lo contrario de amar es efectiva‐
mente odiar. Si utilizamos esta perspectiva de la realidad
para resolver cuál de las dos frases es la correcta, podre‐
mos concluir lo siguiente. La indiferencia sentimental im‐
plica que los sentimientos de odio y amor son nulos o infi‐
nitos, y el antónimo de amar es odiar. Ahora bien, si uno es
indiferente con respecto a algo, conseguirá una vida sin
tiempo sentimental en ese sentido (o lo que es lo mismo,
con tiempo sentimental infinito). En definitiva, lo que sue‐
le ocurrir es que las personas que son indiferentes ante
algo, o bien jamás lo han experimentado y por ello tienen
un sentimiento nulo (tiempo nulo), o bien tienen tal canti‐
dad de motivos para amar como para odiar ese algo que el
resultado es que son indiferentes (tardan infinito tiempo
en decidir si lo aman o lo odian).
De este modo, podemos concluir que el “Concepto Na‐
da” habita en la Dimensión Eterna del “Todo”5.
Precisamente por ello nos surge la segunda pregunta.
¿Cómo puede ser que el “Todo” en su conjunto sea una
única cosa, la Existencia y, sin embargo, yo pueda apreciar
una Realidad tan diversa a mi alrededor? Si la Gioconda estu‐
viera pintada con un único color, yo no la apreciaría. ¿Cómo
puede ser que el “Todo” sea únicamente Existencia Absoluta
y yo, sin embargo, pueda apreciar las millones de pinceladas
de las cosas que “existen” [son] con mis sentidos?
La respuesta es que la Existencia Absoluta también ha
de englobar el concepto tiempo como cosa que existe.

5 Cuando todo tiene la misma temperatura, nada está caliente y nada está frío,
todo está a nada de temperatura..

33
Cuando el tiempo sucede, se puede medir gracias a que
acontece un cambio entre el momento 1 y el momento 2.
La existencia del tiempo es la que da origen a la Realidad.
La Realidad ES diversa y susceptible de ser percibida en ese
particular momento del Tiempo.
En este libro manejaremos la siguiente definición de
Realidad: Diversidad de Identidades (cosas) que son en un
momento determinado del tiempo.
Entonces, si la Existencia tiene una intención determinada
en base a un fin nulo y no existe “Tiempo superior al Todo”,
entonces, ¿cómo se crea el tiempo dentro del “Todo”?
En la construcción de nuestro universo mínimamente
lógico, hemos determinado que al menos “algo” tangible o
intangible existe (yo, pensamientos) y que el tiempo exis‐
te. Para que ese “algo” pueda ser en el tiempo, al menos
han de haber un mínimo de dos cosas (identidades) para
que cada una se pueda identificar por contraste contra la
otra dentro del Todo (de la Existencia plena). A su vez, para
que el tiempo pueda ser, se necesita que sucedan eventos.
Un evento puede ser definido como un cambio en la reali‐
dad de da lugar a dos momentos del tiempo y realidades
distintas: el momento y realidad anterior al cambio, y el
momento y realidad posterior al cambio.
Ahora sabemos que aparte del Todo, no existe Nada,
que el Todo tiene un fin nulo, y que es condición necesaria
para la existencia del tiempo que sucedan eventos que
identifiquen al menos dos identidades en cada momento o
realidad. Por lo que el universo más simple lógicamente
posible ha de comprender: un conjunto Todo que engloba
todo lo que existe incluidos todo los momentos del tiempo

34
(realidades) con al menos dos identidades, y un conjunto
Nada que no existe.
Ahora vamos a comprobar como se traduce esta confi‐
guración mínimamente lógica del universo en la Realidad
que nos rodea.

35
Descripción de la Realidad

Gracias a la definición de la Existencia como el conjunto


de todo lo que existe, hemos llegado a concluir cuáles son
las características básicas que debe de respetar la Realidad
que nos rodea:
1. Fuera del conjunto del “Todo”, no hay “Tiempo Supe‐
rior al Todo”, por lo que en la Dimensión Eterna no pasa
absolutamente Nada.
2. La Existencia es atemporal, sin embargo, la Realidad
sólo puede ser en el Tiempo.
3. El “Todo”, por ser un conjunto solitario (está rodeado
de nada), tiene una dimensión infinita (en el “1” caben
infinitos “0”s) y la “Nada” tiene una dimensión nula (en
el “0” no cabe ningún “1”).
4. Dada la soledad del “Todo”, el “Todo” no puede te‐
ner ninguna intención ajena a él, por lo que su voluntad
se determina en orden a un fin nulo (sin intención ex‐
terna).
Dadas estas condiciones necesarias, he llegado a la con‐
clusión de que el “Todo” (como conjunto) debe de ser al
menos dos identidades en todos los momentos del tiempo
para permitir que el tiempo sea. Como estamos haciendo
el ejercicio mental de crear el universo mínimo lógica‐

37
mente posible, imaginémonos esos dos elementos indis‐
pensables para la existencia del tiempo como dos partícu‐
las. Si la realidad sólo estuviese compuesta por dos partí‐
culas, ¿cómo pueden éstas interaccionar para que sucedan
cambios o eventos que permitan la existencia del tiempo
sin incumplir la condición mínima necesaria de que la vo‐
luntad del conjunto Existencia esta ordenada en base a un
fin nulo? La respuesta en este escenario tan reducido es vi‐
brando.
La vibración hace que exista el tiempo, puesto que exis‐
ten cambios que yo puedo apreciar y medir. Una partícula
cuando vibra primero viaja hacia arriba, luego empieza a
frenarse para empezar a bajar, regresa al punto en el que
originalmente empezó y sigue bajando. A continuación,
empieza a frenarse para empezar a volver a subir, regre‐
sando al punto del que partió.
En la figura 7, podemos ver tres representaciones de la
misma vibración de una partícula. A la izquierda, la posi‐
ción inicial de la partícula se encuentra representada en
color naranja sólido. He elegido pintar la partícula de tal
modo que según sube, va perdiendo color y, según vuelve
a pasar por el centro, lo vuelve a recuperar. De igual modo,
según baja, va perdiendo color, y según sube, lo va recupe‐
rando. Al fin y al cabo, la partícula en realidad vibra en‐
torno a la posición central y por eso he pintado esa posi‐
ción en el color más sólido.
En el centro de la Figura 7, he pintado la partícula de
forma estática y he representado con flechas la dirección
en la que las Fuerzas que hacen posible la vibración actúan
sobre la partícula.

38
Por último, en el lado de la derecha, he pintado la
misma vibración en función de un diagrama de flechas y,
además, he numerado la posición de la partícula según el
momento en el tiempo en el que ocurren. De este modo,
el lector puede observar cómo, aunque la posición física
de la partícula en 1 y 3 es la misma, suceden en momentos
distintos del tiempo. De igual modo, la posición física de la
partícula en 0, 4 y 8 es la misma, pero suceden en momen‐
tos distintos del tiempo y lo mismo para el caso de la posi‐
ción 5 y 7.

Como vemos, una partícula que vibra se mueve, lo que


nos permite medir sus tiempos; pero, sin embargo, no va
hacia ninguna parte. Sube para después bajar, para acto se‐
guido volver a subir, por lo que, cuando consideramos el
Tiempo en su totalidad, llegamos a la conclusión de que,
aunque se ha movido, su desplazamiento total ha sido nulo.

39
Para intentar ser más claros, también podemos pintar la
posición de la Partícula ordenada según una representa‐
ción en dos ejes: uno de coordenadas temporales y otro de
coordenadas de posición. De este modo, obtendremos un
gráfico (Figura 8) donde podemos observar la posición de
la partícula sin tener superposiciones engorrosas en aque‐
llas posiciones físicas donde la partícula está en el mismo
sitio, pero en distintos momentos del tiempo.

Imaginemos ahora que la partícula es el Todo (el con‐


junto de todo lo que existe). De este modo, observamos
que, cuando consideramos todo el tiempo “posicional”
que ha transcurrido en el proceso que ha sufrido la partí‐
cula, ésta no se ha movido. Considerado todo el tiempo
(dimensión eterna), no ha pasado Nada ya que la partícula
sigue en el mismo sitio. Sin embargo, en los distintos mo‐

40
mentos del tiempo, la partícula se ha movido, lo cual valida
las características 1 y 2 (intemporalidad de la Existencia y
temporalidad de la Realidad) que resumía al principio de
este capítulo.
De igual modo, la característica número 3 (Realidad de
dimensión infinita) también queda validada en la Figura 8.
Es completamente irrelevante cuánto pueda subir la partí‐
cula que vibra siempre y cuando luego baje la misma dis‐
tancia en la dirección contraria y retorne a su posición ori‐
ginal. El tamaño de la Existencia puede ser y es infinito
(hay infinitas posiciones posibles para la partícula por en‐
cima y por debajo del punto inicial) con la salvedad de que
considerado todo el tiempo en su conjunto su resultado
sea que no se ha movido para poder seguir respetando las
condiciones necesarias 1 y 2.
Ahora bien, como ya hemos visto, un escenario de una
única identidad o partícula es incongruente. Por ejemplo,
en el gráfico anterior, ¿la vibración siempre comienza
yendo hacia arriba? ¿Qué es “arriba”? ”Arriba” no puede
ser si no hay algo “Abajo”. Ya sabemos que en el universo
lógico más pequeño posible debe de estar formado de un
mínimo de dos partículas (identidades) en todos los mo‐
mentos del tiempo, por lo que a no ser que la segunda par‐
tícula esté “abajo”, la primera no podrá estar “arriba”. Al
configurarse como una arriba y la otra abajo consiguen
crear una dimensión real (en la que el tiempo sucede) que
podríamos denominar “dimensión altura relativa”.
En el capítulo anterior, veíamos cómo la Existencia,
como magnitud absoluta, es sólo una cosa: esencia exis‐
tencial que ni se crea ni se destruye y que permanece du‐
rante toda la Dimensión Eterna. Sin embargo, para que la

41
Realidad temporal sea real (el tiempo exista), el mínimo de
Identidades (cosas) que pueden ser en el tiempo son dos
Identidades (cosas). Como estas dos Identidades (cosas)
son en el tiempo, han de estar vibrando. Sus vibraciones
tendrán que ser complementarias para que se equiparen
continuamente en todo momento del tiempo y así no con‐
ferirle una voluntad a la Existencia (el requisito número
cuatro exigía que la Existencia estuviese ordenada en
orden a un fin nulo).

Para que el “Todo” pueda cumplir con la característica


N.° 4 de la Existencia (intención ajena a él nula), entonces
el inicio de la vibración no puede ser uno en concreto.
Siempre que una vibración se inicie, la contraria que la
equipara deberá de iniciarse también.

42
Tenemos que mantener está noción muy presente para
entender la Realidad al completo. Por ejemplo, muchos
hombres aplicamos erróneamente las conclusiones del es‐
tudio de la aleatoriedad. El caso más sencillo que se suele
estudiar como proceso aleatorio es el de lanzar una mo‐
neda al aire y estudiar si el resultado se determina en
“cara” o en “cruz”. Este ejercicio es incorrecto. Una per‐
sona que estudie este proceso desde la perspectiva analó‐
gica6, sabe que el ejercicio de lanzar una moneda consiste
en estudiar que dorso de la moneda se determina boca
arriba y cuál boca abajo. El resultado del proceso “estar
boca arriba” sólo puede determinarse en “Cara” condicio‐
nado a que el proceso “estar boca abajo” se determina en
“Cruz”). Ahora podemos entender que el caso más senci‐
llo de aleatoriedad NO es el de un proceso que puede de‐
terminarse en UN momento del tiempo en UN VALOR de
DOS POSIBLES. El caso más sencillo de aleatoriedad es
aquel en el que un proceso aleatorio determina DOS VALO‐
RES de dos posibles en cada momento del tiempo. El
Tiempo sólo puede ser si al menos se producen un mínimo
de dos vibraciones entrelazadas, la que empieza vibrando
hacia arriba y la que empieza vibrando hacia abajo en tér‐
minos relativos de la una con respecto a la otra.
6 Los occidentales somos fundamentalmente educados a estudiar las cosas
analíticamente. Según el método analítico, un objeto se compone de distintas
partes, estudiando cada parte podemos comprender como se construye la
esencia del objeto analizado. El método analógico no persigue la deconstruc‐
ción del objeto a estudiar, si no comprender su esencia al completo a través de
la interrelación que existe entre el objeto y el entorno que le permite ser como
es y le da sentido. Por ello en este libro, estamos acercándonos a la descrip‐
ción de la Realidad que nos rodea a través de la comprensión de ese entorno
tan especial en el que se encuentra la Existencia: la Dimensión Eterna. La
Realidad que nos rodea ES, pero para poder SER, ha de tener sentido en el ám‐
bito de la dimensión eterna.

43
Ahora ya podemos dibujar la Realidad más sencilla que
podría habitar en la Existencia respetando sus condiciones
mínimas necesarias. Esta realidad mínima estaría com‐
puesta de dos partículas que vibran sincronizadamente en
sentidos opuestos.

Si miramos este gráfico con detenimiento, nos daremos


cuenta de que quizás no lo hemos coloreado de la forma
más adecuada.
En el momento inicial 0, el Todo es una única cosa
“todo lo que existe”, por lo que es imposible diferenciar la
partícula naranja de la verde. Cuando el todo comienza a
vibrar, lo tiene que hacer en al menos dos sentidos y en la
misma intensidad para respetar su condición de no inten‐
cionalidad. El inicio de esas vibraciones en ambos sentidos

44
permitirá empezar a identificar (separar) una partícula
verde que baja y una partícula naranja que sube.
Como observamos en el gráfico (Figura 11), en el mo‐
mento 1, la Identidad de la partícula naranja quedará defi‐
nida como la partícula que se encuentra más arriba, y la
Identidad de la partícula verde quedará definida como la
partícula que se encuentra más abajo.
Según esa doble vibración continúe hacia el momento
2, será más fácil identificar cada partícula por separado. La
Identidad de la partícula naranja tendrá más consistencia
como la partícula que posee la cualidad de estar muy
arriba (la cualidad “estar arriba” está más saturada, puesto
que es más distante de la cualidad “estar abajo”) y la
Identidad de la partícula verde tendrá más consistencia
como la partícula que está más abajo (la cualidad “estar
abajo” está más saturada por ser más distante de la cuali‐
dad “estar arriba”).

45
En el momento 3, nos encontramos en la misma situa‐
ción que en el momento 1, pero el sentido es el contrario.
La Identidad de la partícula naranja pierde consistencia,
puesto que la cualidad “estar arriba” está des‐saturándose
(está acercándose a la cualidad “estar abajo”) y viceversa
para la partícula verde.
El momento 4 es un momento de una realidad muy
compleja, la partícula verde y naranja se confunden,
puesto que se encuentran en la misma posición que en la
que empezaron; sin embargo, no por ello se encuentran en
el equilibrio de la Dimensión Eterna. Aunque las dos partí‐
culas hayan regresado al punto original, el tiempo en ese
momento existe, puesto que las fuerzas de la vibración de
cada partícula siguen actuando para respetar la condición
de no intencionalidad del “Todo”7 y de ese modo finalizar
la vibración en el sentido contrario.
Los momentos 5, 6 y 7, de manera análoga a los mo‐
mentos 1, 2 y 3, son iguales a los anteriores, pero en el
sentido contrario. En este caso, la Identidad de la partícula
verde que primero estuvo muy abajo en el momento 2,
ahora, en el momento 6, llegará a ser muy consistente
(identificable) por la saturación de la cualidad “estar más
arriba” y la Identidad de la partícula naranja llegará a ser
muy consistente (identificable) por una saturación de la
cualidad “estar más abajo”. Es decir, serán identidades muy
identificables por tener muy saturada la cualidad comple‐
mentaria (opuesta) a la que poseían en el momento 2 de
la realidad.
7 El “Todo” no puede preferir que la particular naranja siempre vibre por en‐
cima de la verde, puesto que ello lo determinaría. El Todo no puede determi‐
narse porque no existe nada fuera de si mismo, ni siquiera tiempo superior a
él, y por lo tanto su intención tiene un fin nulo.

46
A la hora de alcanzar el momento 8, la Realidad tempo‐
ral y la Existencia atemporal habrán respetado a todos los
niveles y en todos los momentos del tiempo posibles las
características básicas que les definen.
Si pintáramos esta bi‐vibración que define la Realidad
temporal de una forma continua (es decir, un punto por
cada mínimo incremento del tiempo), hallaríamos el si‐
guiente gráfico (Figura 12):

47
Ejercicio de Cuerdas y Vacíos

En el capítulo anterior hemos dibujado cómo interactúan


las fuerzas más básicas que definen la mínima Realidad tem‐
poral posible que nos rodea. Vamos a realizar un par de ejer‐
cicios que nos ayuden a entender qué implicaciones tiene
esta organización “bi‐vibrante” de la Existencia.
Imaginemos que introduzco una pequeña esponja en
un gran tarro de cristal resistente a una altísima diferencia
de presión entre su interior y su exterior. Acto seguido ce‐
rramos el tarro sellándolo del exterior. Si ahora, con una
bomba mecánica, extraemos todo el aire del tarro para
que quede envasado al vacío, la esponja se estiraría en
todas las direcciones para tratar de abarcar el espacio que
ya no rellena el aire.

49
Imaginémonos ahora el Todo como si fuera un único
punto (esquema 1 en la figura 13). Imaginémonos que in‐
troducimos el punto en un tubo fino y alargado y hacemos
el vacío (esquema 2 en la figura 13).
Este tubo es el tiempo. El “Todo” llena todo el tiempo sin
alterarse. En un diagrama cartesiano, cuando la posición de
un punto es siempre la misma durante todos los segundos,
su representación sólo puede ser una línea y por lo tanto el
diagrama sólo posee un eje (el tiempo) que coincide con la
posición del punto. La localización de un punto que no se
mueve es inidentificable sin tener ningún otro punto desde el
que observar o contrastar. De este modo, el tiempo en reali‐
dad no es medible (es indeterminado, caben infinitos 0 en el
1), porque no podemos observar cambios en el punto.
Si ahora, en vez de utilizar un tubo fino, utilizásemos un
tubo con cierta holgura y repetimos el experimento del
vacío con una cuerda formada por dos hilos entrelazados,
obtendríamos algo similar al tercer esquema de la figura.
Si ahora hacemos el tubo de ensayo más grande mante‐
niendo el interior al vacío, la cuerda se estirará tratando de
cubrir todo el espacio de forma similar a la figura 14.

50
Cambiemos de ejercicio por un segundo. Dejemos a un
lado este ejemplo momentáneamente y supongamos que
poseo 10 metros de cuerda y la extiendo sobre el suelo.

Esquema 1 en la Figura 15; Si extiendo la cuerda esti‐


rada sobre el suelo, ocupa 10 metros longitudinalmente.
Esquema 2 en la Figura 15: Si curvo la cuerda sobre el
suelo, necesariamente avanzará menos metros longitudi‐
nalmente.
Figura 16: Imaginemos ahora que cojo dos cuerdas de
10 metros lineales cada una y las coloco en forma de onda.
Con una cuerda dibujaré una onda de amplitud moderada
(izquierda) y con la otra una muy intensa (derecha). La
cuerda colocada en forma de onda moderada avanzará 6
metros longitudinales, mientras que la cuerda colocada en
forma de onda intensa sólo conseguirá avanzar 3 metros
longitudinales a pesar de ser de la misma longitud.

51
En ambos casos, empezamos con 10 metros de cuerda.
En el caso de la Onda Moderada (Roja), como no nos he‐
mos alejado tanto de la línea horizontal de referencia, la
distancia longitudinal total que hemos perdido para conse‐
guir dibujar la forma de onda ha sido pequeña. La cuerda
consigue avanzar unos 6 metros, mientras que con la
cuerda totalmente estirada eran 10 metros.
En el caso de la Onda Intensa (Amarilla), como nos he‐
mos alejado mucho por encima de la línea horizontal de
referencia, también nos hemos tenido que alejar mucho
en el sentido contrario (por abajo) para conseguir pintar
una onda simétrica, lo que ha resultado en que con esa
cuerda, sólo hemos conseguido avanzar longitudinalmente
unos 3 metros de los 10 totales que podíamos avanzar
cuando la cuerda se estiraba al máximo en una línea recta.
Si sustituimos los 10 metros de cuerda colocados en
línea recta por el eje “Tiempo” y consideramos que las
cuerdas son las ondas de la bi‐vibración determinante de
la Realidad del capítulo anterior, podemos observar que,

52
en aquellas ondas donde se alcanzan valores más alejados
del origen, el tiempo pasa más rápido (la cuerda se acaba
antes de que hayamos podido avanzar mucho tiempo “lon‐
gitudinalmente”). Las ondas que se alejan más del eje hori‐
zontal inicial eran, además, las ondas que conseguían las
Identidades más consistentes ya que poseían cualidades
muy saturadas. De este modo, podemos afirmar que en
aquellos momentos en los que la Realidad presente
Identidades muy consistentes por saturación de sus cualida‐
des, la presencia de Identidades más moderadas será menor
y más fugaz, y el tiempo de cambio entre una cualidad satu‐
rada y su contraria será muy corto. Al contrario, cuando tra‐
temos de ondas que se alejen poco del eje horizontal inicial,
las Identidades moderadas estarán presentes durante
mucho tiempo, y el cambio de ciclo hacia la cualidad contra‐
ria será más lento (se pueden encontrar ejemplos de esto
más adelante en el epígrafe de “Radicalización de un
Equilibrio” del capítulo “Dinámica de los Equilibrios”).
Para finalizar, supongamos que con los 10 metros de
cuerda originales quiero conseguir llegar lo más arriba po‐
sible de la línea de origen (Figura 17).

53
En este caso, no conseguimos pintar la onda completa,
pero tampoco conseguimos avanzar nada longitudinal‐
mente. Cuando una onda trata de alcanzar las Identidades
más saturadas posibles entonces alcanza la Dimensión
Eterna, puesto que el Tiempo no pasa; es decir, se avanzan
0 segundos longitudinalmente (se pueden encontrar ejem‐
plos de esto más adelante en el epígrafe de “Radicalización
Suicida de un Equilibrio” del capítulo “Dinámica de los
Equilibrios”).

54
El Concepto Yin‐Yang de las Culturas Orientales

Hace ya miles de años que los pensadores y filósofos


asiáticos se dieron cuenta de la bipolaridad de la realidad.
Su pensamiento sobre la realidad apuntaba que si un ele‐
mento se aprieta o aglutina es porque simultáneamente
otro elemento se dispersa manteniendo la Realidad Global
en equilibrio.
En ese sentido, el símbolo que representaba esa bipolari‐
dad era el representado en el lado izquierdo de la Figura 18.

55
Pese a algunas “trampas” en las conclusiones extraídas
del Dào Dé Jing8 que ahora no es relevante explicar y que
hicieron que esta civilización también fuera derrotada con
el paso del tiempo, este símbolo representa a la perfección
la esencia del orden natural. Mi interpretación de su signi‐
ficado sería el siguiente:
‐ La circunferencia representa la globalidad sin límites,
sin esquinas, sin confines, la Existencia Total.
‐ La composición de los colores opuestos muestran la
bipolaridad de la Realidad. Para que la Nada exista,
tiene que existir el Todo. Para que el Todo SEA tiene
que tener características. Para que las características
puedan SER, tiene que existir el Tiempo. Para que el
tiempo sea, tiene que haber cualidades en mayor y en
menor grado. Si todo tuviera las mismas características
en el mismo grado, no se percibiría la Realidad y, por lo
tanto, no existiría el tiempo (Dimensión Eterna).
‐ La forma ondulada que separa el Blanco del Negro, el Yin
del Yang, representa la fluctuación, la “vibración” que
existe en la Realidad entre el grado mayor de una caracte‐
rística y su grado menor. Para llegar desde el Blanco al
Negro, se pasan por una gran escala de grises. Cuando el
Negro empieza a abundar, se “echa de menos” el Blanco,
y viceversa, lo cual afecta como un freno a la expansión de
ese color y motiva la expansión de su antagónico.
8 El Dào Dé Jing es el libro más importante del pensamiento y filosofía Taoísta.
Trata sobre la fuerza de contradicción llamada el Dào (Tao) que constituye el
orden del universo. La leyenda establece que fue escrito alrededor del año 600
A.c. por el que pudiera ser un archivista de la Corte Imperial de Zhou, Lao Tse.
Como está escrito con ideogramas del chino clásico, su traducción puede dar
lugar a múltiples interpretaciones, su título se traduce comúnmente como “El
libro del Camino y de su Virtud”.

56
‐ El punto de un color rodeado del otro color representa
la dimensión eterna. Es decir, si llego al blanco absoluto,
el blanco absoluto es igual al negro absoluto. Paradóji‐
camente, nada se distingue cuando todo tiene el mismo
color. O lo que es lo mismo que nada tiene color. Si todo
tiene el mismo color, entonces, el color es una caracte‐
rística que deja de SER en esa Realidad.
Los filósofos que utilizaron este signo no dividieron el
mundo en Blanco y Negro, si no en Esparcido o Apretado
(Yin o Yang). Es sencillo de entender. Si toda la Realidad se
concentra en un punto, todo lo demás está esparcido, tan
esparcido que está vacío.
Los orientales buscaban esta analogía en todos los pro‐
cesos que nos rodean y en todos los ciclos que inundan la
vida natural. Así conseguían entender el funcionamiento
de la Naturaleza y abstraer importantes conclusiones
sobre la interrelación que existe en la Realidad en la que
vivimos.
Desde un punto de vista material, apretado y esparcido
es una característica fácil de entender porque se repre‐
senta a través de la densidad y eso es algo que los seres
humanos estamos acostumbrados a medir. Todo el mundo
comprende que se necesita mucho más campo para culti‐
var 100 naranjos si al plantarlos se dejan 10 metros de se‐
paración entre cada uno de ellos que si tan sólo se dejan 5
metros.
Sin embargo, este concepto no se corresponde con las
dimensiones físicas conocidas, si no que en sí depende del
tiempo. Con el siguiente ejemplo, nos daremos cuenta rá‐
pidamente que el factor que aprieta o esparce es el
tiempo, el ritmo o la frecuencia de la Realidad.

57
Digamos que mi plato favorito son los huevos fritos.
Imaginemos que, de repente, para buscar mi felicidad per‐
sonal, decido que todos los días comeré dos huevos fritos.
Al principio estaré encantado de poder permitirme tomar
mi plato favorito todos los días. Viendo lo contento que
estoy, podría incluso verme tentado a empezar a desayu‐
nar y también cenar huevos fritos. Esa euforia, en lugar de
desencadenar una satisfacción a largo plazo por haber
conseguido comer a todas horas mi plato favorito, termi‐
nará avivando un rechazo hacia la opción de comer todos
los días huevos fritos. Podría incluso llegar a detestarlos y
no volver a comerlos nunca más.
Desde la perspectiva del gusto por los huevos fritos, pri‐
mero experimenté una fase Yang (apretar el consumo de
huevos, es decir, pasar de tomar huevos fritos una vez por
semana a tomarlos todos los días a todas las horas).
Cuantos más huevos fritos, mejor; sin embargo, cuando
esta fase Yang triunfó y sólo comía huevos fritos a todas
horas, mis preferencias evolucionaron, cambiando de pa‐
recer completamente, y empecé a rechazar la idea de con‐
sumir huevos fritos y a querer combinar ese consumo con
el de otros platos. Es decir, se inició la fase Yin o de
Esparcimiento del gusto por los huevos fritos.
Desde la perspectiva de los otros platos, cuando em‐
pecé a consumir huevos fritos alocadamente (consumo de
huevos fritos en Fase Yang), el consumo de otros platos es‐
taba desapareciendo, es decir, en Fase Yin (compensando
la Fase Yang del consumo de huevos fritos) y, sin embargo,
cuando el consumo de huevos fritos empezó a cansarme
(se inicio la fase Yin del consumo de huevos fritos), el con‐
sumo de otros platos comenzó a reavivarse (entró en fase

58
Yang), aumentando la frecuencia del consumo de otros
platos.
La realidad es que estas fuerzas Yin y Yang, dispersora y
apretadora, suceden en todos los aspectos de la Realidad
en distintas frecuencias. Por ejemplo, en un año, meteoro‐
lógicamente, existe un período dispersor (verano) y otro
apretador (invierno) con dos etapas de transición entre el
uno el otro (primavera y otoño). Sin embargo, el tiempo o
las temperaturas no van cambiando en una línea continúa
descendiente o ascendente. Si no que, a la vez, esos proce‐
sos también sufren ciclos Yin ‐ Yang compensadores den‐
tro de sí mismos, donde las temperaturas van avanzando y
retrocediendo, según días/noches y semanas. Cuando de
repente, a finales de septiembre, hay una semana de buen
tiempo en España, a nadie se le ocurre pensar que nos
adentramos de nuevo en un período estival, si no más bien
que es un receso en la nueva tendencia hacia temperatu‐
ras más frías. Un físico cuántico diría que nuestra realidad
prueba todas las realidades posibles antes de tomar
forma, prueba incluso aquella en la que puede hacer calor
en invierno, pero al final gana la configuración vibrante de
temperaturas primero frías en invierno y luego cálidas en
verano. Al mismo tiempo, no podemos olvidarnos de la vi‐
bración que mantiene la otra equilibrada. No podríamos
tener estaciones climáticas en el hemisferio Norte de no
poseer las contrarias en el hemisferio Sur9. Por lo que la

9 Los planetas como la Tierra, Marte y Urano que poseen una inclinación hacia
el Sol, experimentan estaciones climáticas “anuales” (un año terrestre no equi‐
vale a un año marciano). Cuanto mayor sea la inclinación del eje de rotación
del planeta, más identificable será su verano y su invierno. Planetas como
Mercurio que no presentan ninguna inclinación hacia el Sol, no experimentan
estaciones climáticas “anuales”.

59
dispersión del verano meridional es sólo posible gracias a
la contracción del invierno septentrional.

60
Dinámica Del Movimiento Descriptivo De La Realidad

Como ya hemos visto, la Realidad es temporal y se de‐


fine como el conjunto de cosas que SON en un momento
del tiempo. Hemos construido una teoría de cómo debiera
de ser el universo lógico y congruente más pequeño posi‐
ble. A continuación vamos a emplear la analogía (buscar la
similitud de nuestra realidad con esa realidad mínima po‐
sible) como método científico para ver que conocimiento
podemos extraer de su aplicación. Cada lector tendrá que
decidir si las conclusiones inducidas por este método son
convincentes o no, pero es mi opinión que tras este ejerci‐
cio, ningún lector se quedará sin poner a prueba la práctica
totalidad de su propia percepción sobre la Realidad que
poseía hasta ahora.
En base a nuestra “elegante” teoría de la Existencia, la
Realidad es temporal y cada uno de sus accidentes (arriba‐
abajo, calor‐frío, etcétera) viene delimitado por una fun‐
ción (i.e.‐ función posición relativa, función temperatura
relativa, etcétera).
Cada función temporal que crea una dimensión está a
su vez compuesta por dos procesos. Es decir, un proceso y
su proceso complementario. Estos dos procesos interac‐
túan de tal modo que ambos tienen que permanecer en
un equilibrio en todo momento.

61
Ejemplo: para que algo se enfríe, lo que está a su alre‐
dedor se tiene que estar calentando y viceversa. El hielo
se calienta, y el vaso de agua se enfría.
Ambos procesos complementarios han de pasar por
ambas fases, aglutinadora o Yang, y esparcidora o Yin,
para continuar siendo (existiendo en la Realidad).
Ejemplo: Si dejo que todos los cubitos de hielo se de‐
rritan dentro de un vaso de agua, al final, tendré que vol‐
ver a enfriar el agua del vaso para que los cubitos de hielo
no dejen de existir (ser) en mi Realidad. Si no lo hago y no
existe ninguna otra fuente de calor o de frío, ahora tanto
el agua que procedía de los cubitos como el agua que es‐
taba en el vaso se encontrará toda ella a la misma tempe‐
ratura, por lo que si el universo se redujera sólo a estas
dos cosas, la dimensión temporal de la temperatura del
agua dejaría de ser parte de la realidad para ser sólo parte
de la dimensión eterna. No habría tiempo térmico en el
agua y todas las identidades que dependen de la tempe‐
ratura para ser consistentes (i.e. el vaho, vapor, hielo,
nieve, etcétera) dejarían de ser (existirían sin ser).
El comportamiento de cada Dimensión de la Realidad
en el Tiempo sigue un patrón general como el de la Figura
19.

62
Existen todo tipo de dimensiones temporales. Con el fin
de ilustrar mejor lo que implica esta configuración de la re‐
alidad, pongamos un ejemplo: la dimensión diestro/torpe.
Imaginemos que conocemos a dos electricistas, don
Chispas y don Cables. Ambos realizan un servicio por día y

63
para expandir su negocio, deciden reclutar a diez ayudan‐
tes de electricista en un centro de Formación Profesional.
Su plan es conseguir hacer cinco servicios al día y, conse‐
cuentemente, ganar más dinero. Para ello, don Chispas
acude al “Centro de Formación Saturado” y don Cables
acude al “Centro de Formación Moderado”.
‐ En el Centro Saturado, hay diez estudiantes prepara‐
dos para graduarse y comenzar a trabajar. De ellos, cin‐
co son extremadamente diestros y habilidosos. Sin em‐
bargo, los otros cinco son extremadamente torpes.
‐ En el Centro Moderado, también hay diez estudiantes
listos para graduarse, de los cuales dos son extremada‐
mente diestros, seis chicos no son ni especialmente
diestros ni especialmente torpes, y otros dos chicos son
extremadamente torpes.
Supongamos que cada electricista contrata a los diez
graduados de cada centro y organizan su nueva plantilla en
cuadrillas de dos electricistas cada una. Supongamos tam‐
bién que cada servicio que atienden se tarda en ejecutar
una jornada laboral. Bajo este supuesto cada empresario
puede atender cinco servicios al día con sus cuadrillas
mientras que él coordina y gestiona el negocio.
En el caso de don Chispas, la mitad de su cuadrilla de
electricistas es extremadamente habilidosa y la otra mitad
es extremadamente torpe. Don Chispas, como empresario,
se lleva sorpresas continuamente (sucesos). De los cinco
servicios que atiende su empresa diariamente, aproxima‐
damente la mitad de los clientes están extremadamente
satisfechos. Por desgracia, la otra mitad está profunda‐
mente insatisfecha y no quiere pagar el servicio por consi‐
derarlo una chapuza.

64
Don Cables adopta la misma organización, pero en su
caso el 20% de su cuadrilla es muy habilidosa, el 60% es
convencional y un 20% es muy torpe. Con sólo dos electri‐
cistas muy torpes, el resto del equipo, aunque no sea bri‐
llante, consigue “tapar” o compensar la chapuza que ha‐
cen los dos trabajadores torpes. De ese modo, aunque el
20% de la plantilla sea torpe, sólo una media de un servi‐
cio de cada diez (10%) evoluciona en una situación insalva‐
ble y termina en impago.
En nuestra realidad, medimos el tiempo con días y no‐
ches porque son eventos lo suficientemente contundentes
como para poder ser contados fácilmente. Antes se decía:
“se tardan cuatro lunas en llegar desde Oviedo hasta San‐
tiago”. Hoy en día, el mundo se ha organizado de tal forma
que todos miramos el mismo tipo de reloj con las misma
escala (segundos, minutos y horas) sobre un calendario
común y eso facilita hablar sobre el tiempo de una forma
que todos comprendemos. Sin embargo, el hombre ha
desmaterializado o mejor dicho irrealizado el concepto
tiempo. Si no existiera ninguna de estas convenciones, ten‐
dríamos que buscar un evento claramente diferenciado
para poder medir el tiempo. En la dimensión de estos dos
empresarios, el evento más contundente (y relevante)
sería usar las incidencias que terminan en impago puesto
que ponen en peligro la supervivencia económica del em‐
presario. El ser humano se ha acostumbrado a pensar en
días por la contundencia del evento noche y la propia cali‐
bración de nuestro biorritmo con estos eventos. Hoy en
día, si viviéramos en un sistema solar en el que no hubiera
noche, bien podríamos vivir en un mundo de 120 horas la‐
borales y 48 festivas por la contundencia del fin de semana

65
en contraste a los días laborales. Al no haber “noche”, la
medida “día” perdería prácticamente su significado.
Volvamos a la dimensión de los electricistas cuyo tiem‐
po se mide en impagos. Las cuadrillas de trabajadores de
don Chispas y don Cable tienen la misma habilidad media.
Sin embargo, en el caso de don Chispas, de los cinco servi‐
cios que hacen al día, la mitad terminan en impago; mien‐
tras que en el caso de don Cable, sólo tiene un impago
cada dos días. Lo que pone de manifiesto que el tiempo en
términos de impagos sucede más rápido para don Chispas
(en su día sale y se pone el Sol más de una vez por día).
En general, si la dimensión real de una cualidad (des‐
treza/torpeza) posee abundancia de cualidades mas satu‐
radas, los sucesos ocurrirán en menos tiempo o cada
menos tiempo. Será lo que definiremos a partir de ahora
como una dimensión más tupida o pesada. Las dimensio‐
nes más tupidas poseen una densidad temporal mayor (los
sucesos acontecen más rápido) y determinan una realidad
menos diversa pero más contundente (los trabajos o están
bien hechos o son una chapuza).
Sin embargo, en las dimensiones reales con cualidades
menos saturadas, lo sucesos contundentes tardarán más
tiempo en ocurrir. Las llamaremos dimensiones menos tu‐
pidas o más livianas. Las dimensiones más livianas o me‐
nos tupidas poseen una densidad temporal menor (los su‐
cesos acontecen menos rápido) y determinan una realidad
más diversa pero más ambigua (muchos trabajos son me‐
diocres).
Como el lector observa, estamos hablando de cuánto
tardan en aparecer o suceder las cosas (las identidades), es
decir una frecuencia o velocidad. En una dimensión más

66
tupida, las cosas aparecen y desaparecen más rápido, son
más frugales, y, sin embargo, en una menos tupida, las
cosas aparecen y desparecen cada más tiempo, tardan
más. Ya que hablamos de elementos que son y dejan de
ser (sucesos) según una velocidad, veamos como evolucio‐
nan la características dinámicas de ésta configuración vi‐
brante de la realidad.
Tomemos por ejemplo el caso de una barca. La veloci‐
dad a la que se mueve una barca puede variar, pero para
ello hay que acelerarla o frenarla. Para acelerar se rema o
se colocan las hélices en el sentido de la marcha, para fre‐
nar se rema o se colocan las hélices en dirección contraria
a la de la marcha. En general, si yo avanzo rápido con una
lancha e intento detenerla, tengo que empezar a acelerar
en el sentido contrario a la marcha para conseguir fre‐
narla. Posiblemente, si acelero mucho en sentido contra‐
rio para frenar rápidamente, es factible que la barca in‐
cluso empiece a navegar en dirección contraria antes de
que consiga tomar el control definitivo sobre dónde dete‐
ner la barca.
Imaginémonos un río cuyas orillas (llamémoslas flanco
“B” y flanco “D”) están repletas de afiladas puntas de
metal. En el río, se encuentra un barquero en una balsa
neumática tratando de encontrar un punto en el que acce‐
der a tierra firme sin ahogarse ni pinchar su balsa. Según la
corriente lo lleva río abajo, el barquero tendrá que remar
de un flanco al otro del río para probar suerte; sin em‐
bargo, mientras que existan pinchos en ambos flancos, no
podrá llegar a alcanzar la tierra firme. Su movimiento sería
como el mostrado en la figura 20 “El Barquero”.

67
Nota: la cifra en color azul es la velocidad de la barca en
cada momento y la cifra en rojo es la aceleración ejercida
por el barquero en cada momento.
Momento B = El barquero está próximo a la tierra firme
del flanco B sin poder acercarse más para evitar pinchar la
balsa con los pinchos. Su velocidad es “0”. Ante la imposi‐
bilidad de llegar a tierra, decide cruzar hacia el otro lado
para ver si hay un acceso sin pinchos al otro lado. Para ello,
empieza a remar (acelerar) a potencia máxima para ale‐
jarse del peligro de los pinchos del flanco “B”.
Momento BC = Gracias a la aceleración (energía con la
que rema) del momento anterior, la barca ya tiene una ve‐
locidad hacía el flanco “D”. A partir de este momento, el
barquero no tiene que remar tan fuerte para que la barca
siga avanzando. La barca ya tiene inercia.

68
Momento C = Cuando la barca está a mitad de camino
entre el flanco “B” y “D”, la barca avanza a gran velocidad.
En ese momento, el barquero deja de remar del todo (no
acelera más). Es normal que lo deje de hacer, con el im‐
pulso que ya ha cogido posiblemente no sólo llegue hasta
el flanco “D”, sino que, además, podría estrellarse contra
ese flanco.
Momento CD = Según la barca se va aproximando al
flanco “D”, el barquero tiene miedo de que su velocidad
sea excesiva y de que vaya a toparse con pinchos en la ori‐
lla del flanco “D”. Por ello, empezará a ejercer resistencia
con la pala de los remos para ir reduciendo la velocidad de
la barca (frenar o aceleración negativa).
Momento D = Efectivamente, según la barca se apro‐
xima al flanco “D”, los temores del barquero se confirman.
El flanco “D” también está plagado de afiladas puntas que
amenazan con pinchar la barca y hundirla en el agua del
canal. El barquero tiene que remar en dirección contraria
de la forma más enérgicamente posible para conseguir de‐
tener la barca sin estrellarse contra el flanco “D”. Pero,
además, el barquero no sólo detendrá la barca. Sin acceso
posible a tierra firme por este flanco, su única alternativa
será volver a tratar de cruzar de nuevo hacia el flanco “B”
para comprobar si a esta altura del río ya no hay pinchos
en el flanco B. Si el barquero decidiera abordar la orilla a
pesar del límite marcado por los puntas afiladas, la barca
se pinchará y dejará de ser en su realidad para solo existir
(radicalización suicida).
De forma análoga, se producirá el cruce al flanco con‐
trario. Si los pinchos de los flancos del río nunca desapare‐
cen, esta secuencia se seguirá produciendo durante todo
el tiempo que exista.

69
Si regresamos al caso que nos ocupa, si una partícula
vibra en vez de viajar en una dirección, es porque cuando
empieza a subir, va perdiendo velocidad (va frenando). Al
final ese freno consigue evitar que la partícula siga via‐
jando hacia arriba. Esta aceleración en sentido contrario
no sólo hace que deje de subir, sino que también provoca
que empiece a bajar rápidamente. Cuando la partícula re‐
gresa al punto inicial, no se detiene, la inercia que ha im‐
pulsado su movimiento hacia abajo continúa. Según em‐
piece a alejarse del punto de origen por abajo, su fuerza ira
remitiendo (deceleración o aceleración para volver a
subir). Esta nueva aceleración a subir no sólo conseguirá
detener el movimiento hacia abajo de la partícula, sino
que también conseguirá que la partícula empiece a subir
para regresar a su punto inicial.
De este modo, para conseguir entender qué es lo que
depara el futuro y cómo deberíamos de obrar, no sólo tene‐
mos que vigilar la velocidad que hay en la dimensión tem‐
poral actual, sino, además, saber si la tendencia actual está
acelerándose o frenándose. De nada sirve tratar de dedicar
tiempo y recursos para tratar de mantener el rumbo de la
tendencia previa cuando nos encontramos cercanos al lí‐
mite de la realidad. En este momento toda la aceleración
del proceso se opone a que el proceso continúe tratando
de retar el límite de la realidad. Eventualmente, si consi‐
guiéramos retar el límite, lo único que conseguiríamos sería
la radicalización suicida por lo que dejamos de ser en el
tiempo para sólo existir conceptualmente (la barca se pin‐
cha y deja de ser en nuestro tiempo).
A modo de referencia, según transcurra el texto, el lec‐
tor puede referirse a las Figura 21 para consultar de ma‐

70
nera rápida cual es la velocidad y la aceleración que sufre
un proceso en cada etapa de esa dimensión temporal.

71
El lector puede comprobar, comparando la Figura 21 con
la Figura 20 del Barquero, que la onda verde representa la
posición de la barca en cada momento, la onda azul corres‐
ponde a la velocidad de la barca, y la onda roja equivale a
la aceleración (energía) ejercida por el barquero.
Por cada proceso que existe en esta realidad mínima y
lógicamente posible, existe un proceso complementario;
el lector puede ver las características dinámicas de ambos
procesos simultáneamente en la Figura 22. Si se presta
atención, no sólo el proceso verde se compensa completa‐
mente por el proceso naranja, sino que, además, su velo‐
cidad y su aceleración, si se suman por momentos en el
tiempo (momento A, momento B, etcétera), resultan tam‐
bién cero. Por lo que en definitiva, la Existencia (el “Todo”)
no sólo no va a ningún sitio (desplazamiento total cero),
sino que tampoco posee ninguna velocidad (velocidad
total cero), ni se acelera o desacelera (aceleración cero).
En definitiva, la Existencia (el “Todo”) sigue cumpliendo la
cualidad de fin nulo de forma agregada (el Concepto Nada
habita en la Existencia).

72
73
EJEMPLO DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA ANALOGÍA CON UNA DIMENSIÓN
DE LA REALIDAD.

Consideremos por ejemplo cómo se configura la dimen‐


sión de la temperatura en la Tierra10. Empecemos, por
ejemplo, por el hemisferio Norte y luego le sumaremos el
hemisferio Sur para conseguir la dimensión total de tem‐
peratura en la Tierra.
Supongamos ahora que nos encontramos en un punto
cardinal del hemisferio Norte, por ejemplo, hoy mismo,
Madrid (España), el día 5 de agosto del 2007. La evolución
de su temperatura durante ese día sigue el siguiente patrón:

Al igual que recogemos los datos de este punto cardi‐


nal, podemos hacer los mismo con todos los otros infinitos
10 Todos los datos empleados a continuación son hipotéticos con la finalidad
de ilustrar un ejemplo.

74
puntos del hemisferio norte. Cada punto cardinal del he‐
misferio norte tendría una evolución similar a la de Madrid
pero con una temperatura media distinta. El proceso com‐
plementario para cada una de las temperaturas de estos
puntos habría que buscarlo en el punto del hemisferio
norte que esta exactamente a 12 horas solares del que bus‐
camos. De ese modo, cuando en unos puntos son las 12 del
mediodía, en sus complementarios son las 12 de la noche.
Nuestro objetivo en este ejemplo es construir la dimen‐
sión más liviana (menos densa) que permite la oscilación
de las temperaturas medias de los días en la Tierra. Esta di‐
mensión es la que permite que haya estaciones climáticas
y por lo tanto que todos los días no sean tan iguales. Para
ello, lo que haremos es agrupar la información de las tem‐
peraturas medias de cada punto en un gráfico de frecuen‐
cias. En el eje de abscisas (x), colocaremos las temperatu‐
ras medias posibles y, en el eje de ordenadas (y), represen‐
taremos el número de puntos cardinales que hemos en‐
contrado con cada una de las temperaturas medias:

75
Una vez recogidos todos los puntos de todo el hemisfe‐
rio Norte, calculada su temperatura media y calculada la
temperatura media de todas las temperaturas medias de
cada día, podríamos subir unas cuantas dimensiones tem‐
porales más (a una dimensión menos densa, que tarda
más tiempo en pasar) y pintar la evolución de la tempera‐
tura media del hemisferio Norte durante 2007.

Acto seguido podríamos realizar el mismo procedimien‐


to para las temperaturas del hemisferio Sur y representar‐
las en el mismo gráfico, así obtendríamos un resultado si‐
milar al de la figura 26.

76
El sistema de temperaturas en la Tierra se va compen‐
sando en un equilibrio inestable pero continuo. Sin em‐
bargo, los meteorólogos todavía pueden apreciar un valor
residual en la Temperatura Media de la Tierra, puesto que
la Temperatura Media de este año no coincide con la del
año anterior ni con la de la década anterior. Entonces, eso
significa que todavía tenemos dimensiones temporales su‐
periores menos densas (que tardan más tiempo en suce‐
der) en las que ese valor residual es uno de los resultados
de su proceso y proceso complementario. En el caso de la
Tierra, los científicos barajan hipótesis como que la ten‐
dencia que percibimos en el valor de la temperatura media
de la Tierra es parte de una de las grandes etapas de gla‐
ciación o calentamiento, o parte de un ciclo de Gases de
Efecto Invernadero libres en la atmósferaiii. En cualquier
caso, ambas posibilidades señalan que existe una dimen‐
sión temporal menos tupida que contiene las Eras Climato‐

77
lógicas o los ciclos de la retención y liberación de gases con
efecto invernadero y que es la que permite que en nuestra
dimensión temporal más tupida observemos una tenden‐
cia al enfriamiento o al calentamiento. Si consideramos la
temperatura de la Tierra en la dimensión eterna, es decir,
a lo largo de todo el tiempo, resultará que las distintas ten‐
dencias experimentadas en la temperatura media de la
Tierra son del todo irrelevantes, puesto que las fases de ca‐
lentamiento fueron contrarrestadas por las de enfriamien‐
to y viceversa.
En definitiva, a lo largo de este libro, podemos observar
cómo conceptos menos densos temporalmente (que tar‐
dan más tiempo en suceder) están rellenos de una gran
población de procesos temporalmente más tupidos. En el
caso de la Tierra, podemos observar cómo su Temperatura
Media Anual es un proceso y antiproceso que está poblado
de infinitas temperaturas diarias en infinitos puntos de la
Tierra, y a su vez, las temperaturas diarias están llenas de
infinitas temperaturas instantáneas en infinitos puntos de
la Tierra. Es importante darse cuenta de que si bien las
temperaturas diarias determinan en su conjunto el pro‐
ceso y antiproceso de una dimensión temporal mayor
(Temperatura Media Anual de la Tierra), lo contrario no su‐
cede. Es decir, en el día más caluroso del año en el hemis‐
ferio Norte, en el Polo Norte sigue haciendo bastante frío
y puede incluso encontrarse en una tormenta de ‐30 ºC.
No es lo más probable, pero puede suceder porque hay di‐
mensiones menos tupidas que permiten esta ambigüedad
(diversidad).
Del mismo modo, más adelante veremos cómo todos
los seres humanos de una civilización determinan la Civili‐

78
zación a la que pertenecen y, sin embargo, la Civilización
en sí misma no necesariamente los determina a ellos.
El lector debe de tener muy presente a lo largo de este
libro que siempre encontrará excepciones que confirmen
la regla. Éstas son posibles gracias a las dimensiones tem‐
porales menos tupidas que permiten una Realidad más di‐
versa (en el polo norte hace frío en verano). Cuando utili‐
zamos ciencia analógica (comprensión por similitud de
esencias) en lugar de ciencia analítica (comprensión por
aislamiento de los componentes), nos vamos a encontrar
continuamente con excepciones que confirman la regla. El
lector no debe de utilizar una de estas excepciones para
tirar por tierra todo lo que podemos aprender a través de
la analogía entre esencias, sino que ha de entenderlas
como parte de la profundidad de la Realidad. En definitiva,
sería tan ridículo como decir que el verano no existe en el
hemisferio Norte porque en el Polo Norte sigue haciendo
frío. De forma similar, los ciudadanos de Occidente com‐
parten ciertos valores sociales que en el futuro serán estu‐
diados como los valores sociales de la Civilización Occi‐
dental actual sin no por ello existir localidades concretas
dentro del mundo occidental en las que sus habitantes de‐
cidan vivir con los valores de nuestros antepasados (por
ejemplo la existencia de Amish en Pensilvania, EE.UU. en la
actualidad, no contradice que exista una tendencia general
distinta a la de este pueblo en cuanto al sistema de valores
de la mayoría de los ciudadanos estadounidenses).

79
Dinámica De Los Equilibrios

Fijémonos ahora en lo que sucede con esta realidad en


forma de onda doble enroscada. Estos procesos duales
pueden sufrir alteraciones de varios tipos:

Radicalización de un equilibrio

Un equilibrio puede mantenerse de muy diversas ma‐


neras. En los ejemplos anteriores, hemos visto cómo un
equilibrio pasa por etapas de equilibrio pleno (regreso al
punto inicial), y fases donde el equilibrio se consigue a
base de contrarrestar dos situaciones igualmente dispares.
Esta continua variación de la forma de alcanzar el equili‐
brio es la esencia de la Realidad. Un equilibrio puede expe‐
rimentar una ampliación de su rango como consecuencia
de factores estresantes exógenos a él (aumentando la dis‐
paridad máxima alcanzable frente al equilibrio pleno).
Cuando un equilibrio toma este camino debido a factores
intensificadores de su disparidad, se corre un riesgo de
atacar la diversidad existencial. En otras palabras, si el pro‐
ceso o factor exógeno que contribuye a la radicalización
del desequilibrio continúa insistiendo en el tiempo, sólo
caben dos soluciones futuras: la resolución a través de una

81
corrección severa en forma de crisis para las identidades
que participan de esos procesos (proceso y su proceso
complementario) o bien, la desaparición de las identidades
involucradas en el proceso producida por el alcance de la
radicalización a todo el universo potencial (desaparecen
porque un proceso se convierte en Todo y el otro en Nada,
y pasan a la dimensión eterna o atemporal).
En el primero de los casos, cuando la radicalización no
es suicida, el equilibrio pasará a formar parte de una di‐
mensión más tupida, lo que provocará una contra reacción
también voraz y acusada. En el segundo de los casos, al
tratarse de una radicalización suicida, el equilibrio pasará a
formar parte de la dimensión menos tupida de la existen‐
cia; es decir, la Dimensión Eterna. En general, una radicali‐
zación de un equilibrio pondrá en peligro la continuidad de
la existencia temporal de todas aquellas identidades que
requieran la existencia de un universo diverso y por tanto
moderado, por ejemplo, una especie animal dependiente
de un ecosistema complejo. Sin embargo, favorecerán
aquellas identidades que se beneficien de un universo muy
específico (poco variado) y abundante, como por ejemplo,
las plagas (la plaga constituye el intento natural para alcan‐
zar de nuevo el equilibrio y consigue que evitar que la
Realidad de determine en la dimensión eterna).
Los síntomas de una radicalización son evidentemente
la frugalidad o disminución de las identidades moderadas,
la alta proporción de identidades radicalizadas, el exceso
de confianza sobre la perpetuidad de la identidad radical y
la contundencia de sus características radicales.

82
Ejemplos de Radicalización de un Equilibrio:

83
1. La Temperatura en el Espacio
El Espacio esta prácticamente vacío. Al estarlo, un cien‐
tífico se encuentra con dificultades para medir su tempe‐
ratura. Existen tres formas de transmisión del calor: radia‐
ción, convención o conducción. De estas tres formas, en el
espacio sólo puede producirse la radiación. Si colocáramos
un termómetro en una zona oscura del espacio (no sujeta
a radiación) y esperásemos a que se enfriase, su tempera‐
tura se establecería en +2,7ºK (‐270,3º C) ligeramente por
encima del 0ºK (0 absoluto o ‐273ºC). Esta temperatura es
debida a la Radiación Cósmica de Fondo11 que inunda el
Espacio. Vamos a aprovechar este escenario tan inhabi‐
tado de identidades para plantear una radicalización.
Cuando una astronauta sale de su nave en el sistema solar
parte de la temperatura ambiente que había dentro de la
nave. En el exterior cuando la luz solar ilumina un lado y
deja el otro en sombra, la temperatura de su traje puede
variar en unos 153ºC entre ambas caras12. En este espacio
poco habitado (con pocas identidades), la temperatura se
presenta de una forma radicalizada. Si el astronauta no lle‐
vara un traje tan extremadamente reflectante como los
que utilizan, el lado expuesto a la radiación solar se calen‐
taría en exceso con respecto al otro. Al final, la radicaliza‐
ción sería suicida, puesto que el traje terminaría perdiendo
su identidad (quemándose). Un hipotético método de sol‐
ventar esta radicalización suicida sería haciendo girar al as‐

11 Esta radiación se produce en la región microonda del radio espectro, por lo


que también se conoce como CMBR de su acrónimo en inglés (Cosmic
Microwave Background Radiation).
12 www.nasa.gov La NASA a través de distintas medidas paliativas consigue
mantener la mayoría de las temperaturas de contacto de sus equipos en el es‐
pacio entre +120ºC y ‐129ºC

84
tronauta rápidamente, generando mucho tiempo (muchas
revoluciones, dimensión muy tupida) para evitar que nin‐
gún lado se mantuviese expuesto continuadamente a la
caliente radiación solar ni al frío del espacio en sombra ab‐
soluta. He dicho hipotético, porque si la velocidad de rota‐
ción de un objeto supera una cierta barrera, el objeto tam‐
bién podría desintegrarse13.
La oscilación entre temperaturas extremas se puede
observar claramente en los planetas o satélites que no po‐
seen atmósfera a su alrededor. En ellos, la radiación del Sol
azota directamente la superficie del planeta14. En Mercu‐
rio, la temperatura de la superficie expuesta a la radiación
solar alcanza temperaturas de más de 400ºC mientras que
durante el período en sombra las temperaturas bajan
hasta los ‐180ºC. Sin embargo, el caso de los planetas no
es comparable con el caso de un objeto pequeño que es in‐
troducido en el sistema solar arbitrariamente. Los planetas
de por si poseen una masa mucho mayor, que hace la dimen‐
sión de sus temperaturas mucho más diversa (hay mucha
más cantidad de masa en el interior de un planeta con tem‐
peraturas distintas de la temperatura de la superficie).
Además, los planetas pertenecen a una dimensión mucho
más liviana en la que se ha tardado mucho tiempo en llegar
a su configuración actual y por lo tanto queda mucho tiempo
para que ese proceso alcance su fase opuesta.

13 La dimensión temporal más liviana es la dimensión eterna y en ella, los su‐


cesos tardan una eternidad en ocurrir. La dimensión temporal más tupida es
también la dimensión eterna. En ella, los sucesos no tardan tiempo en ocurrir,
todo sucede en el mismo tiempo porque no existe tiempo superior al Todo.
14 www.nmm.ac.uk/explore/astronomy‐facts/solar‐system/the ‐surface‐tem‐
peratures‐of‐the‐planets

85
El ejemplo del pequeño objeto abandonado en el sis‐
tema solar, es un ejemplo simplista que sirve para ilustrar
una situación radical que se resolverá en dos escenarios
posibles: el aumento de la diferencia de temperatura (ra‐
dicalización) de cada una de sus caras que lleva a la des‐
trucción de la identidad que conocíamos (radicalización
suicida: el objeto o se quema, o se parte, o se funde, etcé‐
tera) o la generación de tiempo (rotación) para moderar la
saturación de cada una de sus caras y que ninguna de ellas
esté demasiado caliente o demasiado fría durante dema‐
siado tiempo. Tal y como apuntaba en los síntomas de una
radicalización podemos observar como cuando la radicali‐
zación comienza, las temperaturas moderadas desapare‐
cen dando paso a temperaturas radicales. Si no sucede
nada para remediarlo el lado radiado cada vez estará más
caliente y el lado en sombra cada vez estará más frío. Justo
cuando un lado sólo parece que se puede calentar más y
otro lado sólo puede enfriarse más (aumento de la contun‐
dencia y consistencia de las identidades radicales), es
cuando el objeto se extinguirá transformándose en una/s
identidad/es distinta/s (fundiéndose, quemándose o par‐
tiéndose). Si por el contrario, la radicalización consigue
contenerse, necesariamente el proceso entrará en una di‐
mensión más tupida (creación de tiempo), donde la cara
expuesta a la radiación pasa a ser la cara en sombra y vice‐
versa. Esta rotación hace la dimensión de este proceso
más tupida (más recurrente).

86
2. El Estado Belga
El Reino de Bélgica como identidad está amenazada por
la fuerte identidad propia que presentan las distintas co‐
munidades lingüísticas que habitan en el país: flamencos,
valones y germanohablantes. Desde que en 1962 se esta‐
blecieron cuatro regiones (una región por comunidad más
la región bilingüe de la capital Bruselas), la radicalización
de la identidad del propio país se hizo cada vez más pa‐
tente. A las tensiones sociales provenientes de las clases
trabajadorasiv se le sumó el conflicto lingüístico y de falta
de identificación de la población con un modelo de estado
unitario. Cuando la dimensión social del país comienza a
polarizarse en identidades separadas (valones, flamencos
y germanohablantes) sólo caben dos escenarios.
Si la radicalización hubiera sido suicida, primero habría
aumentado la contundencia y consistencia de cada identi‐
dad radical. La confianza en que Bélgica siempre tendría
una dimensión multi‐lingüística hubiera aumentado dada
la fortaleza y contundencia de sus movimientos valones,
flamencos y germanohablantes. Acto seguido, ante faccio‐
nes internas tan distintas y confiadas en sí mismas, el país
hubiera estallado en guerra/crisis y su identidad previa ha‐
bría dejado de existir (el país o se hubiera dividido –de‐
jando de existir Bélgica– o hubiera perdido su carácter
multi‐lingual al convertirse en un estado de vencedores y
vencidos).
La radicalización, sin embargo, ha conseguido re‐equili‐
brarse. Esto implica la entrada en una dimensión más tu‐
pida donde los eventos acontecen más frecuentemente.
Esta cantidad de eventos consiguen mantener compen‐
sada los extremos de las identidades que conforman el

87
Estado Belga. De ese modo, la dimensión política belga ha
sufrido una gran cantidad de eventos relevantes desde en‐
tonces que tratan de contentar a las facciones enfrenta‐
dasv. La Constitución ha sido reformada en 1970 (creación
de tres comunidades y tres regiones), en 1980 (estableci‐
miento de las instituciones políticas de las comunidades y
regiones), en 1988‐1989 (cesión de mayores responsabili‐
dades a las regiones y comunidades) y en 1993 (abandono
del modelo de estado unitario al modelo de estado fede‐
ral). En el proceso de la segunda reforma constitucional,
los tres principales partidos políticos se dividieron en línea
con la división lingüística. Los gobiernos se han formado
por coaliciones que no siempre consiguen mantenerse du‐
rante toda la vigencia del período electoral o terminan
provocando elecciones más frecuentes. Entre 1973 y 1981,
Bélgica tuvo once gabinetes y cuatro elecciones generales.
Entre 1979 y 1981 hubo cuatro gobiernos de corta dura‐
ción presididos por Wilfried Martens. En 1985 y 1987 hubo
elecciones anticipadas que resultaron en el gobierno de
coalición de 1988 que introdujo la tercera reforma consti‐
tucional. En 2001 se produjo otra ronda de descentraliza‐
ción con la transferencia de responsabilidades. En 2004, el
Tribunal Supremo de Bélgica prohibió el partido ultradere‐
chista Vlaams Blok (Bloque Flamenco) que había conse‐
guido importantes logros electorales en las últimas dos
elecciones. Este partido es ahora el Vlaams Belang (Interés
Flamenco) y defiende una república flamenca indepen‐
diente. En las elecciones generales de Junio de 2007, el go‐
bierno definitivo se tardó en formar 9 meses por las fuer‐
tes diferencias entre los partidos francófonos y flamencos
que llegaron a amenazar con la división del país.

88
Todos estos eventos son una clara ilustración de cómo
la radicalización de las identidades del Estado Belga han
provocado la necesidad de acuerdos muy frecuentes (ha
aumentado la densidad temporal de la dimensión política
convirtiéndose en una dimensión más tupida) que tratan
de contrarrestar y contentar la fuerte disparidad de las po‐
siciones existentes.

3. Homogeneización excesiva y hegemonía (epidemia


o plaga)
Cuando un ecosistema se homogeniza demasiado,
pocas o incluso una especie animal ostenta una gran hege‐
monía. Al estar todo el entorno compartido por pocas cla‐
ses de seres vivos, la interdependencia es máxima, puesto
que los tipos de seres vivos que pueden crecer en ese en‐
torno están limitados a aquellos que pueden compartir su
hábitat con aquella especie en hegemonía. En ese mo‐
mento, la especie hegemónica se presenta contundente‐
mente y proporcionará una gran confianza sobre su perdu‐
rabilidad en el tiempo. Es precisamente entonces cuando
la consecuencia también será la aparición de epidemias o
plagas que se beneficien de esa alta concentración de “po‐
tenciales víctimas” y equilibren el entorno radicalizado.
Un ejemplo de homogeneización excesiva es el asenta‐
miento y aumento de la población humana gracias a la
aparición de la agricultura. Precisamente cuando el ser hu‐
mano se presentaba contundentemente en agrupaciones
con cualidades saturadas que parecían haber aprendido a
controlar la naturaleza para su sustento, es cuando apare‐
cieron las epidemias y mostraron la debilidad de la hege‐
monía del hombre. La agrupación de humanos en grandes

89
núcleos produjo la proliferación de epidemias puesto que
ese gran número de personas aseguraba la disponibilidad
de nuevas víctimas para que el agente infeccioso pudiera
seguir esparciéndose y perpetuándosevi.
Cuando la plaga o epidemia aparece, la población en
hegemonía que generó la homogeneización excesiva mer‐
ma rápidamente. La rápida muerte de las víctimas también
induce la reducción de la epidemia o plaga que se queda
sin alimento. Precisamente, por haber hecho un ecosis‐
tema de pocos modos de vida (radicalizado), se pone en
peligro la continuidad de la vida en ese ecosistema.
Una vez más, existen dos posibles escenarios. La radica‐
lización suicida sería el caso en el que la población hege‐
mónica y epidémica dejan ambas de existir por la aniquila‐
ción de la primera y la muerte por falta de alimento de la
segunda. El escenario de radicalización no suicida sería si
la población víctima, en reacción a la merma de su pobla‐
ción, avivase la reproducción de su especie para conseguir
volver a recuperar el tamaño de su civilización. De este
modo, la población entraría en un ciclo frecuente de creci‐
miento y merma de la población según la epidemia fuera
contraatacando (dimensión más tupida como parte de un
ciclo de vida más lleno de episodios radicales, la población
y la epidemia crecen y decrecen frecuentemente).
En definitiva, los humanos al disfrutar de voluntad y ca‐
pacidad de análisis tratamos de alterar las circunstancias
de nuestro entorno para evitar terminar en un escenario
en el que pudiera aparecer una epidemia. El viejo remedio
de la cuarentena por ejemplo, consiste en tratar de crear
un límite de esa realidad epidémica más pequeño. De ese
modo, si la radicalización termina en suicida y todos los su‐

90
jetos contagiados han conseguido ser puestos en cuaren‐
tena a tiempo, entonces todos ellos morirán y con ellos la
epidemia también. La otra reacción que suele adoptar el
ser humano es precisamente la correspondiente a tratar
de llevar esta lucha hegemónica a una dimensión más tu‐
pida (donde los sucesos ocurren más frecuentemente).
Hoy en día, en el mundo occidental existen muchos pues‐
tos de trabajo, recursos económicos y científicos destina‐
dos a la monitorización e investigación continua de enfer‐
medades que podrían evolucionar en epidemias. Por lo
que en la dimensión que podríamos bautizar como “lucha
hegemónica de la especie humana” ha entrado en una di‐
mensión muy tupida, donde muchos sucesos ocurren fre‐
cuentemente, desde la detección de posibles amenazas a
los continuos anuncios de avances científicos en la lucha
contra la proliferación de epidemias.
En este ejemplo en particular, conviene que todos re‐
cordemos la paradoja de los síntomas existentes en una di‐
mensión radicalizada. Cuando la Humanidad se presenta
con más contundencia y características saturadas que nos
inspira una gran confianza sobre su supremacía es precisa‐
mente cuando su entorno (dimensión) es más peligroso y
confiere una gran fragilidad a la especie frente a una epi‐
demia.

Atenuación de un Equilibrio
Al igual que en el epígrafe anterior hablábamos de una
radicalización de un equilibrio, también en la naturaleza,
un equilibrio (con sus respectivo proceso y anti‐proceso)
puede verse ralentizado por un factor exógeno inhibidor.
En este caso, los procesos involucrados en este equilibrio

91
se desarrollan con mayor lentitud. Ello provoca que la ma‐
terialización potencial de las identidades involucradas en
el proceso se reduzca, y, por lo tanto, las identidades que
sí se producen accedan a una dimensión menos tupida de
la existencia; es decir, tardan más tiempo en saturarse y en
corregirse.
Los síntomas de la atenuación de un equilibrio son por
tanto: prolongación del tiempo de maduración (dimensión
más liviana en la que los eventos contundentes tardan más
tiempo en suceder), la desaparición de las identidades sa‐
turadas, la proliferación de las identidades moderadas con
menor potencial y la falta de confianza en la consistencia
de éstas últimas.

92
Ejemplos de Atenuación de un Equilibrio:
1. El animal doméstico
Las mascotas que tenemos en casa son animales que no
están expuestos a los mismos estímulos que sus análogos
salvajes puesto que tienen sus necesidades básicas cubier‐
tas. Los estudios de arqueólogos han encontrado por
ejemplo que una evidencia de la domesticación de anima‐
les fue la disminución de su tamaño que sufrieron estas es‐
pecies a partir del Neolítico Acerámicovii. En definitiva, po‐
dríamos decir que la mascota no desarrolla su talla poten‐
cial, su potencial cazador, ni su nivel de agresividad poten‐
cial y puede perder facultades físicas (desaparición de las
identidades más saturadas y reducción de su potencial);
sin embargo, el animal poseerá una mayor esperanza de
vida al correr menos riesgos y amenazas (ralentización de
las identidades moderadas) y vivirá de una forma mucho
menos estresada (atenuación del equilibrio). Estos mismos
animales podrían haberse criado en el medio salvaje, pero
no lo han hecho. Por el contrario, sus dueños en muchas
ocasiones pecan de controlar demasiado sus vidas (falta de
confianza en la consistencia de la identidad del animal) lo
que incluso puede llegar a deprimir al animal (reducción
de su potencial emocional)viii.

2. La amistad cínica
En el proceso de la amistad, los humanos intercambian
empatía, cariño, dedicación, preocupación, sentimientos,
tiempo, contacto, simpatía y respeto, entre otras cosas.
Los humanos que buscan en sus relaciones de amistad de‐
sarrollar esas cualidades a gran nivel, descubrirán rápida‐

93
mente con qué sujetos pueden alcanzar esos objetivos,
con cuáles no pueden y con cuáles es contraproducente
desarrollarlos (sus enemigos). El ser humano que desee
una amistad profunda consumirá mucho tiempo en ser
amigo de sus amigos (dimensión liviana o menos tupida),
por lo que no podrá tener gran cantidad de ellos; pero, sin
embargo, siempre y cuando dedique el esfuerzo necesario
para construir una gran amistad (cualidad saturada), dis‐
frutará de todo el potencial de una gran amistad (cualidad
saturada). Por el contrario, aquél que elija tratar la amistad
de una forma más cínica (en el sentido de menos intensa),
rebajando las expectativas y el potencial que espera con‐
seguir con sus amistades (cualidad moderada), verá cómo
con menos dedicación, consigue satisfacer muchas amista‐
des de una manera más cínica (identidad moderada) y du‐
rante más tiempo (prolongación del tiempo de madura‐
ción). Para la persona que elige amistades menos intensas,
mantener relaciones cordiales con sus amigos y enemigos
durante más tiempo le será mucho más fácil y le consu‐
mirá menos esfuerzo (proceso atenuado). Ahora bien, esa
persona no puede olvidar que la falta de motivación im‐
pide que esas relaciones adquieran cualidades más pro‐
fundas y saturadas. En el futuro, un individuo con amista‐
des cínicas (más atenuadas, menos saturadas) dudará al
pedirle un gran favor a una de ellas (falta de confianza en
la fiabilidad de las amistades moderadas), y si lo termina
haciendo, posiblemente la amistad cínica termine por ha‐
berla estresado más allá del límite de su realidad.

94
REDIMENSIONAMIENTO DE UN EQUILIBRIO
Los equilibrios de nuestra Realidad conviven con otros
equilibrios de semejante dimensión temporal pero tam‐
bién habitan dentro de equilibrios de dimensiones tempo‐
rales menos tupidas (que tardan más tiempo en suceder).
En estas dimensiones más livianas, pueden surgir factores
propios de la etapa que atraviesan que reduzcan (o au‐
menten) el índice de saturación del proceso y antiproceso
de dimensión más tupida que sucede dentro del tiempo de
esa dimensión menos tupida. Los procesos derivados de
las acciones humanas son generalmente un buen ejemplo
de estas situaciones, puesto que es fácil señalar cuál ha
sido el equilibrio externo que ha constituido el factor de
redimensionamiento.
Un proceso redimensionado hacia una dimensión tem‐
poral más tupida (más recurrente, más pesada) y menos
profunda (que se aleja menos de la dimensión eterna) im‐
plica una pérdida de las Identidades Saturadas, pero, tam‐
bién, una pérdida de consistencia en la esencia de las
Identidades Moderadas. Esta pérdida de consistencia de las
Identidades moderadas provoca una falta de confianza en
la perdurabilidad de su existencia, puesto que, de seguir el
redimensionamiento menor actual, dichas Identidades
Moderadas también desaparecerán. Esta visión cortopla‐
cista de los procesos redimensionados a la baja poseen un
alto riesgo de terminar en una crisis por de‐sincronización
de objetivos (este tipo de crisis se explica más adelante en
el Capítulo “La Civilización Humana”).
Por el contrario, en un redimensionamiento hacia una
dimensión temporal menos tupida (que tarda más en su‐
ceder, más ligera) más profunda (que se aleja más de la di‐

95
mensión eterna), las Identidades Saturadas aparecerán en
detrimento de las Identidades Moderadas y, además, sus
conceptos ganarán en consistencia. Este aumento de con‐
sistencia provoca un aumento de la confianza en la perdu‐
rabilidad de su existencia. Este aumento de confianza
puede ser la trampa que origine una crisis por ingenuidad
capitalista u homogeneización excesiva (este tipo de crisis
se explican más adelante en el Capítulo “La Civilización
Humana”).

Ejemplos de redimensionamiento a la baja por atenua‐


ción: (hacia una dimensión más tupida donde las cosas su‐
ceden más rápido):

96
1. El Distribuidor
Una empresa con un modelo de negocio tradicional
tenía que cumplir más o menos con las siguientes fases
para conseguir ganar dinero: investigar, aprender, innovar,
diseñar, fabricar, comercializar, vender, atender al cliente,
reparar, sustituir y volver a investigar, etcétera. La apari‐
ción de empresas especializadas ha permitido modelos de
negocios redimensionados hacia una dimensión más tu‐
pida. Un ejemplo es el modelo de negocio del Distribuidor:
invierto un poco en crear un stock mínimo, gano un poco
al vender mi stock y vuelvo a comenzar.
En este modelo de negocio, donde los límites de su
Realidad son muy estrechos, las identidades más saturadas
del modelo de negocio tradicional desaparecen, apenas
hay investigación, innovación, diseño, fabricación, repara‐
ción o sustitución. Sin embargo, el ciclo del modelo de ne‐
gocio dura muy poco (dimensión más tupida) por lo que se
puede ganar dinero gracias a que en poco tiempo el mo‐
delo de negocio rota muchas veces (compro mercaderías –
vendo mercaderías – vuelvo a comprar mercaderías –
vendo mercaderías – y así sucesivamente muchas veces).
No es de extrañar que, al final, el consumidor acabe des‐
confiando de aquella empresa que sólo distribuye y que
luego no repara, no garantiza, no atiende o no proporciona
soluciones cuando existen problemas relacionados con el
producto que compró.

2. El amor en la pareja occidental en el siglo XXI


El grado de compromiso y la tolerancia dentro del amor
de pareja entre adultos occidentales ha sufrido un claro
proceso de redimensionamiento hacia una dimensión más

97
tupida. Antes una pareja tomaba su compromiso a largo
plazo, y, por lo tanto, su grado de tolerancia (límite de sa‐
turación del proceso) era también mayor. Este hecho daba
cabida a todo tipo de identidades moderadas y saturadas.
Se encontraba de todo: desde parejas que con el apoyo y
amor recíproco incondicional conseguían proyectos vitales
muy ambiciosos, aunque ello supusiera trabajar mucho,
no verse demasiado, ser fieles durante toda la vida y tole‐
rar los defectos del otro durante toda la vida; hasta pare‐
jas muy radicalizadas en las que una persona abusaba de la
otra o la maltrataba sin que ello conllevase un divorcio o
separación. A pesar de lo difícil que resulta generalizar, po‐
demos decir que en la actualidad cada vez pasa más al con‐
trario, y tanto el compromiso en la pareja como el poten‐
cial máximo de su amor se han visto reducidos.
El hombre occidental contemporáneo tiene un límite de
tolerancia menor, puesto que de lo contrario siente que la
pareja amenaza su individualidad. Además, el humano
ahora se compromete a corto plazo, ya que somete su de‐
cisión de compromiso y monogamia con una persona a
una revisión periódica. En consecuencia, el hombre espera
ver los frutos de su relación a corto plazo, puesto que sino
considera cambiar de decisión en su compromiso para con
esa persona. De este modo, el occidental aporta a la rela‐
ción y, si no se ve recompensado en un tiempo cercano,
termina la relación. Esto ha contribuido a una disminución
de las identidades más saturadas: cada vez hay menos re‐
laciones de pareja con proyectos vitales de gran enverga‐
dura que exijan un compromiso incondicional; también,
duran menos las relaciones abusivas o de maltrato, porque
la gente simplemente ya no tolera ni espera (más divorcios
significa un rellenado de esta dimensión con más sucesos,

98
es decir, más tiempo, una dimensión más tupida). A cam‐
bio, cada vez a más occidentales les da tiempo para tener
un compañero sentimental o más de uno para cada fase de
su vida, puesto que los compromisos terminan antes (di‐
mensión temporal más tupida). Aquellos que consiguen
una relación más longeva es porque prestan especial aten‐
ción a ir aportando y recibiendo por igual constantemente
a lo largo de toda la relación y así conseguir renovar la
esencia de su equilibrio en pareja continuamente. Si se
descuidan, la relación deja de ser en el tiempo. En general,
debido a este redimensionamiento del amor en la pareja
occidental, el hombre del siglo XXI confía cada vez menos
en el concepto del amor y en lo que con él somos capaces
de conseguir.
Ejemplo de redimensionamiento al alza por acumula‐
ción (hacia una dimensión más liviana donde las cosas
pasan más despacio o cada más tiempo):

3. Las Empresas Globalizadas


Las grandes industrias globales han aumentado su di‐
mensionamiento y sus planes estratégicos. Ahora sus pla‐
nes exigen unos tiempos de ejecución más amplios, una
territorialidad mayor y una gran cantidad de departamen‐
tos y de recursos humanos. En una PYME, a lo mejor no
encontramos un departamento de psicología del consumi‐
dor, pero, en una gran multinacional, encontramos depar‐
tamentos que ni siquiera pensábamos que podían existir.
El consumidor las percibe como más consistentes y tiende
a confiar más en ellas como empresa. Este exceso de con‐
fianza tiene un lado negativo. Muchos empleados de gran‐
des empresas pueden llegar a sentir que su trabajo es in‐

99
significante; que independientemente de lo que hagan, la
gran empresa siempre sobrevivirá, lo que supone un gran
riesgo para la empresa. Incluso, tal y como se apuntaba
antes, un exceso de confianza puede terminar en una radi‐
calización suicida.
Un ejemplo de un redimensionamiento al alza que ter‐
mina en radicalización puede ser el de una gran corpora‐
ción global que termina produciendo una gran contamina‐
ción. Esta contaminación pone en peligro la supervivencia
de sus consumidores y por lo tanto de sí misma. En este
caso, la radicalización se habría producido por una crisis de
de‐sincronización de objetivos (corto plazo vs. largo plazo).
También existen ejemplos de radicalizaciones derivados
de crisis por homogeneización excesiva. Por ejemplo, una
empresa global que sufre un ataque de un virus informá‐
tico fulminante que aprovechando la homogeneidad de la
estructura informática de la empresa es capaz de aniquilar
toda la información guardada, creada y utilizada por sus
empleados dejando a la empresa altamente dañada. Otro
ejemplo de una radicalización por homogeneización exce‐
siva sería una plaga que fuera capaz de arrasar con toda la
producción de las grandes multinacionales de la alimenta‐
ción. Sus procesos productivos están calibrados hacia la
eficiencia y la economía de escala, por lo que su excesiva
homogeneidad representa un punto débil ante plagas.
Como resultado, la pérdida de su producción, provocaría la
quiebra de la empresa y la hambruna de los consumidores.

100
Equilibrio pleno o existencia
El equilibrio pleno se produce cuando no existe dese‐
quilibrio temporal. Las identidades antes implicadas en ese
proceso y su proceso complementario dejan de ser para
sólo existir. En este caso se habita en la dimensión eterna
o atemporal, las identidades siguen existiendo en poten‐
cia, pero SON nada (no son en el tiempo, de este modo el
“concepto nada” habita dentro del Todo). Una acción que
alcanza recurrencia máxima es el ejemplo de una dimen‐
sión temporal infinitamente tupida (caso contrario a la ra‐
dicalización suicida).
Imaginemos que el hombre común actual aprendiera a
desarrollar poderes telepáticos. De este modo, si este
hombre que había aprendido a hablar de forma tradicional
se dispusiera a emitir un mensaje oral convencional, el
destinatario de su mensaje lo estaría recibiendo y, por lo
tanto, contestándole por el mismo canal telepático. De su‐
ceder esto, no tendría ningún sentido que el emisor del
mensaje llegara a pronunciarlo, puesto que su resultado
ha sido obtenido de forma instantánea. La pronunciación,
el habla, el oído, las palabras, la construcción gramatical y,
en fin, todas aquellas identidades necesarias y determina‐
das por el proceso y proceso complementario de comuni‐
cación oral entre dos personas dejarían de existir en la
Realidad para pasar sólo a existir en la dimensión eterna
(en potencia). Si todos los humanos compartieran todos
los pensamientos e informaciones de forma simultánea,
dejaríamos de hablar de comunicación humana para ha‐
blar del conocimiento común de la civilización.
En definitiva, podrían existir infinitas palabras, lenguas,
pronunciaciones y gramáticas para comunicarse; pero, al

101
haber llegado a la ausencia de tiempo en el acceso a la in‐
formación, la comunicación sería infinita sin palabras ni
tiempo.
Del mismo modo, si yo no me relaciono con nadie, el
concepto “relación social” existe en potencia, pero no ES
en mi tiempo. Al no ser perceptible ninguna amistad, tam‐
poco lo es ninguna enemistad ni relación de cordialidad,
por lo que el concepto “relación social” está en equilibrio
pleno por no “ser en el tiempo”.
Otro ejemplo sería el del sabio oriental. El sabio orien‐
tal observaba, meditaba y abogaba por la no interferencia
humana sobre el medio natural, puesto que éste era per‐
fecto y equilibrado. Esa actitud en contra del intervencio‐
nismo humano efectivamente aumentó el virtuosismo de
sus pensamientos, acercándolos a la dimensión eterna, lo
que supuso que dejaran de ser para sólo existir como con‐
cepto. Es decir, su altruismo y aversión al intervencionismo
hizo que las demás civilizaciones vecinas los aniquilaran
por ser excesivamente moderados (faltos de identidad
propia), fáciles de erradicar.

De‐sincronización, pérdida del equilibrio


La de‐sincronización se da sólo en aquellos procesos (y
por lo tanto también las identidades que determinan) cuya
existencia está sujeta a la acción intencionada. La Existen‐
cia (dimensión eterna) no posee intención y por eso ha de
estar organizada en un sistema que se auto compensa ins‐
tantáneamente en todo momento del tiempo. La Realidad
permite que la intención sea en el tiempo lo cual genera
valores residuales que se incorporan y equilibran en di‐

102
mensiones menos tupidas (que tardarán más tiempo en
corregirse).
La vida es un proceso cuya perpetuidad depende de las
condiciones del entorno (en este caso la Tierra). La vida
sólo seguirá siendo real (siendo en el tiempo) mientras
que consiga soportar los continuos cambios de su entorno
y por ello evoluciona (posee intención de perdurar). En
otros planetas del sistema solar, pudo haber vida en el pa‐
sado (ejemplo: Marte), sin embargo, esos organismos no
consiguieron sobrevivir a los cambios en las condiciones
ambientales.
En la Realidad existen factores que provocan una crisis
en un determinado proceso o identidad, de hecho acaba‐
mos de enumerarlos (radicalización, ralentización, etcé‐
tera). El caso de una de‐sincronización es distinto. La de‐
sincronización se produce cuando uno de los dos procesos
que constituye un equilibrio experimenta un mayor o
menor cambio del que le corresponde en función del com‐
portamiento de su proceso complementario.
Esta velocidad de cambio distinta en el proceso que en
el antiproceso provocan que el proceso y el antiproceso no
se mantengan compensados, por lo que se generará un
valor residual. Si sólo hubiese una densidad temporal, un
valor perdurable en el tiempo sería imposible (es incompa‐
tible con las condiciones necesarias de la Dimensión
Eterna). Gracias a la existencia de distintos niveles de den‐
sidad temporal de la Realidad, pueden surgir valores reales
que parezcan perdurar en el tiempo. Estos valores que pa‐
recen perdurar sólo son factibles cuando entendemos que
ese valor contribuye al proceso y al antiproceso de una di‐

103
mensión temporal menos tupida que tardará más tiempo
en re equilibrarse.
En la Existencia absoluta, cuando un proceso sufre un
gran cambio, éste se replica en su proceso complementa‐
rio (antiproceso) en sentido contrario para mantener el
equilibrio. Sin embargo, con la aparición de la vida y la vo‐
luntad, surge de manera endógena la capacidad de des‐
compensar los dos procesos equilibrados. Entonces, la
evolución de uno de los procesos es más intensa que la de
su proceso complementario y, por lo tanto, posee más ve‐
locidad que el otro. Al final, uno de los procesos llegará a
su fin con anterioridad a su proceso complementario, ya
que pertenece a una dimensión más tupida.
El resultado de este desequilibrio es una crisis para el
proceso complementario que no puede asumir las conse‐
cuencias de haberse quedado huérfano. Evidentemente
este tipo de proceso rompe con el equilibrio temporal ins‐
tantáneo, puesto que, al terminar uno antes que el otro,
éste deja de compensar su antiproceso hermano. En el
ejemplo de la ilustración, podríamos decir que el proceso
complementario (verde) se encuentra apalancado con res‐
pecto a su proceso parejo (naranja). Estos procesos gene‐
ran un valor que la Realidad tienen que absorber para evi‐
tar su determinación (el Todo no puede tener voluntad) y
su ajuste puede conllevar a crisis en otros equilibrios que
cohabiten o vivan dentro de éste.

104
Ejemplo de de‐sincronización:
1. El dopaje
Un deportista se entrena y se esfuerza para en el futuro
ir mejorando su capacidad física. Todo esfuerzo físico está
acompañado de un esfuerzo mental y de fuerza de volun‐
tad. Un hombre no es capaz de alcanzar un nivel físico que
no esté de acuerdo con su integridad psicológica; en otras
palabras, no podrá forzar la máquina más de lo que su sis‐
tema psicológico también aguante.
El deportista que se dopa consigue mejores resultados
de los que conseguiría con el esfuerzo físico y psíquico ac‐
tual. De hacerlo, creará una incongruencia existencial fu‐

105
tura, puesto que su cuerpo desarrollado por encima de su
potencial tenderá al fallo sistémico, es decir, a una crisis fí‐
sica (orgánica) prematura que podría incluso acarrear la
muerte del sujetoix. A nivel intelectual, el deportista podría
haber seguido viviendo, pero su cuerpo no aguanta la
fuerte tensión creada por el desarrollo radical. La incon‐
gruencia existencial creada por la muerte de esta persona
tendrá que ser absorbida por su entorno más inmediato,
ya que la familia tendrá que prescindir de uno de sus inte‐
grantes que, en otro caso, hubiera estado vivo.
En un caso extremo, si toda la mano de obra de una so‐
ciedad se dopara para ser más fuertes, entonces, la socie‐
dad entera tendría que asumir la incongruencia existencial
creada por las crisis orgánicas que estos sujetos vivirán
antes de haber alcanzado la edad de la jubilación.

2. El apalancamiento financiero y la fijación de precios


Desde que el hombre se apropia de los recursos natura‐
les de la tierra a su discreción, la fijación del precio de di‐
chas materias primas ha sido de extrema relevancia para él
y su economía. Por ello no es de extrañar que muchos es‐
tudios se hayan realizado para tratar de modelizar el pre‐
cio de una materia prima. Como cualquier otro producto,
las materias primas se intercambian en el mercado y su
precio depende de muchísimas variables y está sujeto a
continuos shocks. El Modelo Estándar, por ejemplo, tra‐
baja con las siguientes variables: volumen de la oferta, vo‐
lumen de la demanda, precio del producto sustitutivo, in‐
ventarios, nivel de renta y de producción, factores tecnoló‐
gicos, características de la materia prima en si y las políti‐
cas vigentesx.

106
La preocupación sobre la fijación de precios no preo‐
cupa tan sólo a los consumidores de materias primas, si no
que está a la orden del día para todo tipo de activos y pro‐
ductos financieros. Por ejemplo, las emisiones de bonos
constituyen una materia prima fundamental para las
Compañías Aseguradoras, así como el precio de la vivienda
lo es para cualquier ciudadano común.
Generalmente, cuando la utilidad proporcionada por
una materia prima, producto o activo (en adelante “ac‐
tivo”) abundante en el sistema preocupa sólo a unos pocos
usuarios, éstos poseen un gran poder de negociación y el
precio es presionado a la baja. Según se descubren los be‐
neficios de la utilidad proporcionada por dicho activo, el
número de usuarios finales aumenta devolviendo poder
de negociación a los productores que presionarán el pre‐
cio al alza. Un activo “de moda” experimenta una subida
en su precio que deteriora gravemente la ratio utili‐
dad/coste de sus usuarios. Esta pérdida de atractivo moti‐
vará a los usuarios finales a innovar o buscar activos susti‐
tutivos que sean capaces de proporcionar una mejor ratio
utilidad/coste. Según se vayan encontrando alternativas
interesantes, el productor perderá capacidad de fijar pre‐
cios y el precio del activo abandonará los niveles desorbi‐
tados que se dieron durante su “moda”. Cuando la innova‐
ción encuentre un activo sustitutivo con mejores cualida‐
des, el precio del activo que antes estuvo “de moda” po‐
dría incluso llegar a derrumbarse (i.e.‐ precio del carbón
frente al del petróleo).
El apalancamiento financiero consiste en comprar una
cantidad de activo mucho mayor a la capacidad de compra
actual que se posee a través de la utilización de un prés‐

107
tamo (el comprador utiliza su capacidad de compra actual
y futura). Si un agente económico identifica un activo que
presumiblemente se pondrá de moda, el comportamiento
capitalista natural en la economía hará que este agente in‐
vierta en este activo a la espera de su revalorización. El ob‐
jetivo de este agente económico es por tanto la especula‐
ción y no es usuario del activo en cuestión.
Si el agente económico es capaz de apalancarse, enton‐
ces será capaz de desvirtuar el fondo del mercado ope‐
rando con mucho más importe del que realmente posee,
acelerando la presión alcista en el precio del activo. Los
usuarios reales de dicho activo, verán como la materia
prima que emplean se encarece rápidamente. Si el fondo
del mercado se ha desvirtuado lo suficiente, esta subida
repentina cogerá a los usuarios del mercado por sorpresa
sin el tiempo necesario para ser capaces de afrontar un
cambio en sus costes tan considerable. Ante la falta de
tiempo, sin la innovación suficiente ni un activo sustitutivo
a punto, el usuario real se verá obligado a cubrir sus nece‐
sidades del activo en cuestión antes de que su continua su‐
bida de precio siga deteriorando su ratio de utilidad/coste
hasta su ruina. Momento en el cual, el agente económico
apalancado puede aprovechar para deshacer su posición
en el activo en cuestión a precios desorbitados obteniendo
una gran ganancia.
No es que se trate de un comportamiento amoral ni
falto de ética. No hay nada de malo en que un agente quie‐
ra ganar dinero. Además el especulador no se encuentra
libre de riesgo puesto que existen otras muchas variables
que pueden afectar a la fijación de precios de los activos y
puede acabar en su ruina al haber comprometido más di‐
nero del que poseía actualmente.

108
La diferencia radica en que para el usuario real, el activo
es una materia prima de su proceso de generación de valor
y por lo tanto le proporciona una utilidad. Para el agente
económico el activo en sí no le proporciona ninguna utili‐
dad. El usuario real compra el activo porque con él conse‐
guirá una utilidad que le permitirá crear valor justificando
el cobro de una plusvalía. Por el contrario, el especulador
lo compra porque está tratando de anticiparse a la utilidad
que proporcionará ese activo para el universo de usuarios
en el futuro. El problema surge en que el desequilibrio
entre las dimensiones temporales genera una incongruen‐
cia existencial. Si la subida de precios de un mercado des‐
virtuado por especuladores es muy repentina, los usuarios
reales no habrán tenido todavía suficiente tiempo (y por
tanto beneficios suficientes) que les hayan permitido inno‐
var o encontrar activos alternativos que relajen su depen‐
dencia del activo en cuestión. Muchas empresas pueden
quebrar con ese alza de los precios, al igual que muchos
deportistas pueden morir por abusar del dopaje sin que
fuera necesariamente “su momento” para quebrar/morir.
El especulador apalancado consigue su rentabilidad espe‐
rada más rápidamente que si sólo hubiera invertido en
función de su capacidad de compra real actual, pero el sec‐
tor de usuarios reales también recibe el impacto de gran‐
des costes en sus modelos de generación de valor de
forma prematura. El resultado es que se produce un hueco
(“gap”) en los modelos de negocio de los usuarios que se
traducirá en un ajuste repentino en la Economía Real.

109
La vida humana como Equilibrio o función Yin‐Yang

Nota al lector: Este libro NO es un tratado científico


sobre el desarrollo humano. El siguiente capítulo es un
ejercicio de aplicación de la herramienta analógica bi‐vi‐
brante que hemos explicado. De este modo, analizaremos
la vida humana para contrastar que mensaje predice nues‐
tra herramienta analógica frente al conocimiento que po‐
seemos a través de la ciencia analítica.
La identidad humana como cualquier cosa que existe ha
de estar en desequilibrio para que pueda ser en el tiempo.
Un desequilibrio sólo es posible si se experimentan dos
procesos que se contrarrestan: uno con inicio acaparador y
otro con inicio dispersor. En mi opinión, generalmente las
personas asimilan la vida humana más fácilmente como
una función Yang o Acaparadora. En este capítulo, tratare‐
mos ambas, la acaparadora (Yang) y la dispersora (Yin).
Un ser humano surge de la unión de dos gametos que
aportan cada una la mitad de la carga genética necesaria.
Esos dos gametos forman una nueva célula que, a partir de
entonces, se alimentará y retendrá gran parte de esos ali‐
mentos para crecer tanto en tamaño como en número de
células y finalmente reproducirse. Esta fase de crecimiento

111
tan brutal que desarrolla primero un embrión, luego un
bebé, luego un niño y un adolescente invita a pensar que
la vida es una función Yang. Es decir, aglutinadora de re‐
cursos, avariciosa.

El proceso físico de la vida humana


Desde este punto de vista físico, el ciclo de la vida de un
hombre podría dibujarse como una Onda que inicia su‐
biendo (acaparando recursos). En la Figura 31 y sucesivas,
la línea horizontal supone el paso del tiempo. Siempre que
dibujemos la onda por encima de la línea del tiempo
quiere decir que el cuerpo humano se regenera o crece
más de lo que se degenera o envejece. Por el contrario,
siempre que la onda se encuentre por debajo de la línea
del tiempo, significa que el cuerpo humano envejece o se
degenera más de lo que crece o regenera. Es importante
recordar que en el caso de la vida humana estamos pin‐
tando una capacidad de regeneración o crecimiento frente
a una capacidad de degeneración o envejecimiento, por lo
tanto, es la ratio entre dos capacidades y se tiene que
tener en cuenta al extraer conclusiones. Tradicionalmente,
los estudios sobre el crecimiento del ser humano, analizan
el crecimiento del ser humano desde una perspectiva
semi‐dimensionalxi. En otras palabras, observaban a que
nivel se encuentra el individuo con respecto a su creci‐
miento potencial (o 100%) que se obtiene entorno a los 20
años (consideraban el desarrollo sólo como crecimiento y
no como una ratio de ganancias vs. pérdidas). Para com‐
prender la esencia de la identidad física del ser humano,
en este libro vamos a fijarnos en la capacidad de regenera‐

112
ción o crecimiento (ganancias) frente a la de degeneración
o envejecimiento (pérdidas)15.
En ningún momento debemos de olvidarnos que du‐
rante el verano del hemisferio norte en su Polo sigue ha‐
ciendo frío. Lo cual quiere decir que durante las etapas de
crecimiento también existen procesos de envejecimiento
(pérdidas), pero éstos son en una magnitud menor que los
de crecimiento (ganancias). Del mismo modo, cuando en
los gráficos, la línea de la identidad física del hombre se
encuentre por debajo del eje horizontal del tiempo, el
cuerpo también experimenta procesos de regeneración
(ganancias), pero estos son en una magnitud menor a los
degenerativos (pérdidas).

LA INFANCIA FÍSICA
Recién nacido, el bebe crece sin parar. Su capacidad de
crecimiento es máxima. Según va pasando el tiempo de su
infancia, la velocidad a la que su capacidad generativa au‐
menta sobre la degenerativa va desacelerándose. Incluso
durante estos años de crecimiento tan voraz, el cuerpo hu‐
mano también sufre procesos de envejecimiento (pérdi‐
das), como son la continua pérdida de elasticidad en sus
huesos. Durante esta etapa, a nadie se le ocurriría pensar
que el niño está envejeciendo por estar fijando sus huesos.
La cima de esta onda no ha de interpretarse como que el
hombre alcanza su tamaño máximo al término de su infan‐
cia, sino que la magnitud de su capacidad de regeneración
(ganancias) es máxima sobre su capacidad de degenera‐

15 Este punto de vista sigue la línea de la dirección que han tomado actual‐
mente los estudios sobre el “crecimiento” humano hacía estudios más com‐
pletos del “Desarrollo” humano.

113
ción (pérdidas). En realidad, cada una de estas fases tam‐
bién sufre sus fases en dimensiones temporales más tupi‐
das. En definitiva, nadie crece de golpe ni de forma conti‐
nuadaxii, del mismo modo que se necesitan días (cálidos) y
noches (fríos) para que el tiempo transcurra y se alcance
una nueva estación climatológica.
En el crecimiento en altura del ser humano existen tres
“estirones”: el prenatal (entre la vigésima y trigésima se‐
mana de gestación), el juvenil (entre los 6 y los 8 años de
edad) y el adolescente (entre los 11 y 18 años de edad). En
la función del crecimiento clasificado como general16, la
velocidad experimenta un “valle” (estancamiento) entre
los 8 y los 10 años de edad. Sin embargo, en nuestra herra‐
mienta analógica es en esta edad cuando la capacidad de
generación (ganancias) debería de ser máxima con res‐
pecto a la capacidad degenerativa (pérdidas). Este estanca‐
miento no debe de observarse cómo un fallo en el diag‐
nóstico a través de nuestra herramienta analógica ya que
existen muchos otros tipos de crecimiento que se produ‐
cen en esta edad al margen del de la talla física general.
Por ejemplo, el crecimiento de tejido cerebral y nervioso
alcanza entre el 90% y el 95% de su crecimiento a esta
edad. De igual modo, al comienzo de este período de es‐
tancamiento del crecimiento general, el tejido linfático
(que ya ha alcanzado el 100% de su tamaño de adulto) se
duplicará hasta el 190% durante el lapso de tiempo previo
al “estirón adolescente”. Además, los estudios realizados
sugieren que el crecimiento lento de la infancia permite la
“plasticidad del desarrollo” en simpatía con el entornoxiii.
No podemos olvidarnos que los niños en edad escolar, cada

16 En el crecimiento general se incluye el crecimiento linear de las dimensio‐


nes del cuerpo, órganos, musculatura y volumen sanguíneo.

114
año mejoran un poco más sus capacidades motoras y las
van aprendiendo a combinar e integrando unas con otras
(ejemplo: aprender a coordinar cómo adelantar el cuerpo
al lanzar una pelota con el brazo). Mientras que un niño de
3 años tiene problemas para abrocharse los botones, uno
de 5 años es capaz de hacerlo y de cortar en línea recta con
unas tijeras. A los 8 o 9 años ya son capaces de utilizar he‐
rramientas domésticas como un taladro y serán completa‐
mente hábiles en juegos que exijan una buena coordina‐
ción ojos‐mano. Además, el tiempo de reacción de un niño
disminuye establemente con cada año de infancia y la velo‐
cidad de los procesos cognitivos también aumentaxiv.
El hecho de que la capacidad regenerativa al término de
esta fase sea máxima con respecto a la capacidad degene‐
rativa también provocará un exceso de confianza del niño
sobre su propia identidad física y su capacidad regenera‐
tiva. Este hecho podría justificar el comportamiento ato‐
londrado y la falta de cautela que muestran muchos chava‐
les a esta edad.

115
LA ADOLESCENCIA FÍSICA
Durante la adolescencia (Figura 32), la capacidad de re‐
generación y crecimiento del sujeto sigue siendo mayor
que la de degeneración o envejecimiento. Según el indivi‐
duo entra en esta etapa, se produce el “estirón”17. A partir
de ese momento, la capacidad de crecimiento o regenera‐
ción frente a la de envejecimiento o degeneración seguirá
siendo positiva, pero cada vez menor. Por ejemplo, a pesar
de que el crecimiento en tamaño físico todavía es positivo,
el crecimiento neuronal durante la adolescencia es mí‐
nimo. Simultáneamente, la práctica totalidad del creci‐
miento del tejido reproductivo se produce en esta fase. Los
procesos de envejecimiento (entendidos desde su sentido
madurador) seguirán produciéndose e incluso irán en au‐
mento. El joven seguirá perdiendo elasticidad, no cicatri‐
zará tan bien como cuando era niño, o por ejemplo per‐
derá la mitad de su tejido linfático antes de convertirse en
adulto (como parte de su proceso de maduración el tejido
linfático regresa del 190% alcanzado en la fase previa al
100% de un adulto)xv.

17 La cima de la tasa de crecimiento en altura para las chicas es a los 12 años


y para los chicos a los 13,4 años. La cima de la tasa de crecimiento en peso es
a los 12,5 años para las chicas y 13,9 años para los chicos. A partir de la cima,
los adolescentes continúan creciendo a una tasa inferior, las chicas suelen ter‐
minar de crecer alrededor de los 16 años y en los chicos se puede alargar hasta
los 20 años.

116
LA MAYORÍA DE EDAD FÍSICA
El cruce por el punto de equilibrio constituye la mayo‐
ría de edad para el sujeto. En este momento, es cuando la
Identidad Física de este sujeto está más llena, su cuerpo se
regenera y degenera por igual. Nuestra imagen mental de
un hombre suele referirse a este momento de su vida. La
máquina funciona a la perfección, ha alcanzado la totali‐
dad y diversidad de la esencia para la que su cuerpo estaba
diseñado. Generalmente, el pensamiento analítico occi‐
dental estudia el crecimiento hasta este punto desde el 0%
al 100% por un lado, y por otro lado el deterioro o enveje‐
cimiento desde este punto hasta la muerte. Sin embargo,
si queremos englobar el estudio de la identidad física hu‐

117
mana como un único estudio (el Desarrollo Humano), este
es el punto del regreso al equilibrio (al “0”), el hombre se
ha desarrollado completamente y en su mayoría de edad
(aunque sólo sea por un momento) no se regenera más de
lo que envejece, simplemente es el hombre que debía de
ser18xvi. Al ser este un punto de equilibrio (aunque inesta‐
ble), éste es el estado físico con el que tendemos a asociar
mentalmente el concepto de lo que es un hombre física‐
mente.

18 En realidad en este punto, la capacidad de regeneración (ganancias) equi‐


vale a la de degeneración (pérdidas) pero como sabemos, esta ratio posee una
velocidad a favor de la capacidad degenerativa.

118
LA MADUREZ FÍSICA
La entrada en la fase de la madurez física supone el ini‐
cio del triunfo de la capacidad degenerativa sobre la capa‐
cidad regenerativa. Los datos empíricos de los que dispo‐
nemos en la actualidad favorecen la validez de la pleiotro‐
pia antagónica como la teoría que determina la tasa de en‐
vejecimiento de una especiexvii. Esta teoría defiende que
como la reproducción de las especies es más intensa en la
primera parte de la vida de un sujeto, prevalecerán aque‐
llos genes responsables de cambios que mejoren las capa‐
cidades del sujeto en esa parte de su vida para que pueda
afrontar el reto de la Selección Natural con mayores posi‐
bilidades, incluso aunque esos genes le supongan cambios
perjudiciales en la segunda parte de su vida19. Por ejem‐
plo, una mejora de la fijación del calcio en los huesos del
adolescente prevalecerá aunque ello pueda suponer una
mayor calcificación de los tejidos blandos (arterias y órga‐
nos) en la senectud. De confirmarse esta teoría, el enveje‐
cimiento de una especie tendría una relación inversa‐
mente proporcional al crecimiento/generación (o mejoras
físicas) que acomete el cuerpo infantil y joven de los indi‐
viduos de esa especie20xviii.

19 En los últimos 15 años, según se han identificado alelos de más genes que
afectan a la tasa de envejecimiento, se ha descubierto que virtualmente todos
poseen un efecto negativo en la idoneidad del sujeto en su etapa de vida tem‐
prana (en línea con la predicción de la teoría de la pleiotropia antagónica). Por
lo que tratar de reducir la tasa de envejecimiento a nivel genético podría con‐
llevar una pérdida de cualidades/ventajas en la juventud. Referirse a la
Bibliografía para aumentar detalles.
20 En este sentido, trabajos teóricos como el de Barry Bogin (Universidad de
Michigan) defienden que los humanos poseen una infancia porque les propor‐
ciona una ventaja reproductiva frente a otras especies a través del mecanismo
de reducción del espaciamiento de nacimientos y una mayor vida fértil.

119
Durante la Madurez Física, la magnitud de la capacidad
degenerativa del hombre se impone a la regenerativa. Se
empieza a observar un envejecimiento paulatino en todos
los aspectos físicos del hombre. A partir de la década de
los veinte años todos los sistemas corporales comienzan
una caída gradual en su eficiencia (Christofalo, 1988;
Whitbourne, 2001). También se produce una caída en la
capacidad de reserva (capacidad de realizar un ejercicio
extraordinario) de muchos de los sistemas orgánicosxix.
La mayoría de las personas aumenta de peso durante la
madurez física porque su metabolismo entra en declive y
no adapta sus hábitos de alimentación y ejercicio físico
(Kart, Metress, & Metress, 1992). De hecho, más de la
mitad de adultos de mediana edad posee sobrepeso y por
lo tanto hay más personas fuera del rango apropiado que
dentro de él21.
Justo en el cambio de fase, hacia los 60 años se suele
dar una pérdida de peso (Harber, 1994) relacionada con la
pérdida de masa muscular. Una vez más, este efecto no
viene determinado por el proceso de envejecimiento en sí,
si no por la vida sedentaria que adoptan los adultos de
mayor edad (Harper 1999).
Según la teoría aquí planteada, la imposición de la capa‐
cidad de degeneración (pérdidas) irá en aumento, impo‐
niéndose cada vez más hasta llegar a su máxima magnitud
al término de la fase madura e inicio de la Senectud.

21 Datos del Centers for Disease Control, 2002.

120
LA SENECTUD FÍSICA
Finalmente, cuando se inicia la fase de la Senectud, la
magnitud de la capacidad de degeneración sobre la capa‐
cidad de regeneración es máxima. Siguiendo las enseñan‐
zas de nuestra particular herramienta de análisis, es en
este momento máximo cuando se debería de presentar un
exceso de confianza en la capacidad de nuestro organismo
de envejecer. Precisamente, este es uno de los principales
problemas del estudio del envejecimiento: el desusoxx. El
desuso contribuye a resultados muy distintos entre nues‐
tros mayores22. Este exceso de confianza en nuestra capa‐
cidad de seguir envejeciendo es nuestro peor enemigo.
22 Los resultados de los estudios físicos presentan una disparidad mucho más
elevada entre adultos de mayor edad que entre los de menor edad.

121
Sentirse viejo y actuar como tal empeora nuestro estado fí‐
sico y mental.
El estudio de John Masters y Virginia Johnson (1966)
sobre el deterioro de la función sexual describió en pocas
palabras que tipo de deterioro sexual se da con el desuso:
“úsalo o piérdelo”. Goldberg & Hagberg (1990) analizaron
la atrofia muscular y la función cardiaca y concluyeron que
las pérdidas registradas por una persona mayor con una
vida sedentaria son muy similares a las que experimenta
cualquier persona de cualquier edad que ha de guardar re‐
poso prolongado.
En este sentido, el estudio de Bierren et al. (1963) apor‐
ta un dato muy interesante. La mayoría de los ancianos (en
este caso su muestra tenía edades de entre 65 y 91 años)
poseen una enfermedad crónica o deterioro (artrosis o
condición cardíaca) que afecta a los resultados. Sin em‐
bargo, si se separa al grupo de ancianos estudiados que no
presenta ninguna muestra de enfermedad ni condición, se
observa que sus resultados apenas difieren de los de hom‐
bres más jóvenes. Sus principales limitaciones se redujeron
a una actividad mental más lenta y unos tiempos de reac‐
ción más largos, en otras palabras, algo bastante lógico en
el proceso de envejecimiento en si.
Como apuntaba, es muy difícil encontrar una persona
de más de 65 años que no posea algún problema con su
cuerpo. Entre la población anciana, la artrosis afecta al
50% de los hombres y al 64% de las mujeres, el 45% posee
hipertensión y el 22% tiene una condición cardíaca23.
El envejecimiento viene determinado por cuatro varia‐
bles: proceso de envejecimiento propiamente dicho, en‐
23 Resultados del Federal Interagency Forum, 2000.

122
fermedad, desuso y abuso. Por ello, resulta crítico para po‐
der mantener la salud asegurarnos que ni el desuso ni el
abuso inciden en nuestra probabilidad de desarrollar una
enfermedad o condición deficitaria.
Como se apreciaba ya en la Fase de la Madurez Física, lo
que hagamos con nuestro cuerpo afecta mucho a nuestro
peso y condición física en general. En base a esta herra‐
mienta de análisis que hemos desarrollado, si conseguimos
atravesar está etapa de riesgo sin caer en ninguna enferme‐
dad o condición de deterioro, aunque el sujeto siga enveje‐
ciendo, esta ratio de capacidad de pérdidas debería ir remi‐
tiendo hasta agotarse en el momento de la muerte física.
Por el bien de su salud, le recomiendo que durante su
madurez, neutralice en su cabeza la inclinación natural que
poseemos a confiar en nuestra capacidad degenerativa cre‐
ciente ya que si organiza su estilo de vida entorno a esa con‐
vicción sólo empeorará las cosas y envejecerá más rápido.

123
Este gráfico representa a la persona que muere de una
forma natural y posee una vida equilibrada. En el siguiente
capítulo estudiaremos cual ha sido la dinámica de este
equilibrio y que tipo de desequilibrios pueden afectar al
hombre actual.

El proceso intelectual de la vida humana


Muchos hombres modernos tienden a entender su vida
primordialmente de una manera física porque saben que
si alguno de sus órganos vitales falla, su supervivencia está
del todo comprometida. En cualquier caso, es obvio que el
hombre conoce su propia vida física gracias a contar con
una parte espiritual/intelectual. Quizás, su intelecto se ve
condicionado por la secuencia en la que le suceden las
cosas y, dado que nacemos con una fuerte tendencia Yang
al crecimiento físico, muchos hombres terminan relacio‐
nando su existencia más a su presencia física que a su pre‐
sencia intelectual.
La Identidad Intelectual del hombre atraviesa las mis‐
mas fases que la Identidad Física y puede dibujarse con el
mismo tipo de grafico tal y como vemos en la Figura 36.
Una vez más, el eje horizontal representa el paso del
tiempo, y el eje vertical representa la ratio entre la capaci‐
dad intuitiva imaginativa (dispersora) y la capacidad racio‐
nal (aglutinadora). De tal modo que cuando la línea se en‐
cuentre por debajo del eje horizontal significará que el in‐
dividuo en esa edad posee una capacidad intuitiva imagi‐
nativa que domina sobre su capacidad racional y viceversa.

124
El proceso de la Identidad intelectual es claramente un
proceso Yin o esparcidor, ya que como veremos a conti‐
nuación, la identidad intelectual del ser humano primero
se tiene que abrir al medio que la rodea (capacidad intui‐
tiva imaginativa) para recibir la suficiente estimulación y
experiencias que luego le permitan interiorizar su visión de
la realidad en sus pensamientos (capacidad racional).

LA INFANCIA INTELECTUAL
El bebé al nacer no confía absolutamente nada en su ca‐
pacidad de razonamiento y basa su supervivencia instantá‐
nea al cien por cien en su capacidad intuitiva imagina‐

125
tiva24. El bebé posee una tendencia a imponer su capaci‐
dad para intuir el peligro y el estado de ánimo de los que
le rodean. Como su imaginación e intuición son dominan‐
tes, para el niño cualquier alternativa o mundo es posible
ya que la razón todavía no ha impuesto límites de probabi‐
lidad a su capacidad de imaginar.
De igual modo, ésta es la edad del hombre en la que es
más sensible a los cambios en su entorno. Curiosamente,
las dos fases en las que la capacidad intuitiva imaginativa
crece sobre la racional (infancia y senectud) son las fases
en las que el entorno parece afectar más al individuo. En el
caso de la infancia por ejemplo, hasta casi un cincuenta
por ciento de las variables que afectan al coeficiente de in‐
teligencia de un individuo de esta edad podrían venir atri‐
buidas por el entorno en el que se desarrolla la persona en
lugar de su carga genética (Polmin & Spinath, 2004 y
Rowe, Vesterdal, & Rodgers, 1999)xxi. Al mismo tiempo, las
puntuaciones en los tests de coeficiente de inteligencia de
niños que se crían en el mismo hogar guardan parecido
durante la infancia y dejan de hacerlo cuando alcanzan la
adolescencia (Bartels et al., 2002; Lochlin, Horn & Wille‐
man, 1997; McGue et al. 1993), demostrando que el
efecto del entorno es más notable durante la infancia. De
igual modo, los individuos creativos parecen guardar en
común haberse visto beneficiados de entornos que reco‐
nocían, valoraban y motivaban las aventuras creativas
(Sternberg, 2006)xxii. Creo que es parte del conocimiento

24 Recordemos que según la herramienta de análisis que hemos construido


en este ensayo, las variables dinámicas que presentaba el nacimiento de un
proceso Yin eran Velocidad ‐1 y Aceleración 0. Estos datos extrapolados al pro‐
ceso esparcidor de la Identidad Intelectual del hombre significa que el indivi‐
duo nace en una fase intuitivo imaginativa expansiva pero NO acelerada.

126
general la obviedad de que un niño se ve muy afectado por
las emociones derivadas de sus experiencias. En definitiva
durante el predominio de la capacidad intuitiva imagina‐
tiva, las emociones son máximas. Según nuestra herra‐
mienta de análisis, el niño irá desarrollando éste dominio
de la capacidad intuitiva imaginativa sobre su capacidad
racional y será máxima al final de la infancia25.
El problema puede surgir a la hora de definir la capaci‐
dad intuitiva imaginativa en sí misma. A modo de recuerdo
para el lector estas son algunas definiciones apropiadas.
Según dos de las acepciones de la RAE, la intuición es la fa‐
cultad de comprender las cosas instantáneamente, sin ne‐
cesidad de razonamiento; así como la percepción íntima e
instantánea de una idea o una verdad que aparece como
evidente a quién la tiene. En cuanto a la imaginación, ésta
sería la facultad del alma que representa las imágenes de
las cosas reales o ideales.
A nadie le asombra cuando un niño sabe que ha hecho
algo mal pero es incapaz de explicar con palabras porque
sabe que está mal. La imaginación del niño es máxima y no
ha fijado todavía los límites de lo real. El niño inconscien‐
temente exploraxxiii la realidad más inmediata a él y suele
ser el trabajo de los padres y educadores poner límites a su
exploración irresponsable. Como el niño carece de un uso

25 Note el lector que nuestra herramienta de análisis esta devolviendo un pa‐


trón de la evolución intuitiva imaginativa que podría estar perfecta e inversa‐
mente correlacionada con el crecimiento de los tejidos de nuestro cerebro y
sistema nervioso. Los tejidos nerviosos alcanzan el 95% de su tamaño final a
los 10 años de edad aproximadamente. Por lo que podríamos decir que la ca‐
pacidad intuitiva imaginativa del individuo es más dominante frente a la capa‐
cidad racional justo cuando el individuo “estrena” su sistema nervioso “casi
completo” que le permite percibir al máximo.

127
de razón desarrollado, cuando encuentra un límite se sor‐
prende y lo pone a prueba, si el límite es firme, el niño lo
asimila (lo intuye) pero no lo reta. Un adulto con su uso de
razón es capaz de analizar si existe alguna forma de adap‐
tar la realidad a sus necesidades y gracias a ello el ser hu‐
mano ha evolucionado cambiando de lugar muchos de los
límites de la Humanidad (ejemplo: el hombre viaja al espa‐
cio). Sin embargo, el niño, a falta de la capacidad racional
suficiente, no puede retar el límite, si lo encuentra y com‐
prueba que es firme, entonces lo asimilará (lo intuirá).
Es importante que describamos un poco más exhausti‐
vamente este proceso de capacidad intuitiva imaginativa
para no caer en conclusiones erróneas. Existen dos tipos
de pensamientos, el convergente y el divergentexxiv. El pri‐
mero es aquél por el que el pensamiento “converge” hacia
la mejor solución a un problema, mientras que el segundo
es aquél por el que el pensamiento involucra la creatividad
para dar con varias alternativas o ideas ante un problema
que no posee una única solución correcta.
Podríamos inclinarnos a pensar que los niños disponen
de una alta creatividad dada su alta capacidad intuitiva
imaginativa dominante, y sin embargo, esta conclusión
sería incorrecta. Los niños más jóvenes en edad pre‐esco‐
lar han mostrado niveles bastante elevados de pensa‐
miento divergente (creativo) y son capaces de generar
ideas muy originalesxxv. Según pasa el tiempo, el nivel de
pensamientos divergentes disminuye cuando acceden a
preescolar y sufre una caída muy severa de nuevo en
cuarto curso (Runco, 2007; Smith & Carlsoon, 1990). En re‐
alidad, esta caída de pensamiento divergente no es tan se‐
vera como originalmente se pensaba (Claxton, Pannels &
Rhoads, 2005) sino que más bien podría ser una respuesta

128
a la acción del entorno. Tanto sus compañeros como el
medio escolar suponen una presión/incentivo para que el
individuo se parezca al grupo en lugar de convertirse en un
“espíritu libre” (Gardner, 1982). No podemos olvidar que
las respuestas demasiado creativas no suelen ser aprecia‐
das en un entorno escolar convencional (Runco, 2007) y
que los niños creativos tienden a caer más en la fantasía y
el juego (Kogan, 1983) dificultando el progreso de la uni‐
dad de una clase de alumnos.
Esta observación confirma que nuestros niños se ven alta‐
mente influenciados por el medio y muestran una gran plas‐
ticidad26. Nuestra nueva herramienta analógica es capaz de
predecir esta observación en el sentido de que si bien la ca‐
pacidad intuitiva imaginativa domina cada vez más sobre la
capacidad racional, esa velocidad de dominio va reducién‐
dose por la aceleración creciente de la motivación del indivi‐
duo por alcanzar una capacidad racional desarrollada.
Este es el motivo por el que yo he preferido bautizar al
proceso Yin (esparcidor) de la Identidad Intelectual como
capacidad intuitiva imaginativa y no simplemente imagina‐
tiva. El componente intuitivo es indispensable para com‐
prender este proceso porque la capacidad imaginativa se
encuentra totalmente volcada hacia la asimilación de la
Realidad (asimilación o intuición) y por eso, la velocidad a
la que la capacidad imaginativa se impone sobre la capaci‐
dad racional va reduciéndose27.
26 La plasticidad es el proceso por el que nuestro organismo se adapta para me‐
jorar sus procesos en respuesta a la estimulación proveniente del entorno y las
experiencias (por ejemplo, las conexiones neuronales de nuestro cerebro).
27 En nuestra herramienta de análisis (o para mayor comodidad en la figura del
Barquero), durante esta fase se observaba como la aceleración pasaba de cero
(en el nacimiento) a cada vez más negativa hasta llegar a ‐1 (completamente
desacelerada a seguir imponiéndose) en el paso de la infancia a la juventud.

129
Según el niño crece y va siendo educado, cada vez echa
más de menos no poseer uso de razón tal y como hacen
los adultos, lo cual motiva la entrada en la siguiente fase.

LA JUVENTUD INTELECTUAL
Al inicio de la juventud intelectual, la capacidad de ima‐
ginación e intuición predomina totalmente sobre la capa‐
cidad de razonamiento, sin embargo, es cuando el joven
adolescente (o el niño mayor) más echa en falta esa capa‐
cidad de razonamiento que utilizan sus padres para conse‐
guir ajustar la Realidad a sus necesidades28. En esta fase el
hombre desarrollará su uso de razón pero este desarrollo
estará fuertemente condicionado por la todavía domi‐
nante capacidad intuitiva imaginativa del joven intelectual.
Como el dominio de la capacidad intuitiva imaginativa
es máximo sobre la capacidad racional, nuestra máquina
analógica predice un exceso de confianza en la primera. No
es de sorprender por tanto, el comportamiento alocado y
poco premeditado de nuestros niños más mayores y ado‐
lescentes más jóvenes. Según nuestra herramienta analó‐
gica, este exceso de confianza sería el que provocaría ese
abandono del comportamiento “no retador de los límites
establecidos” del niño y la entrada en la fase del carácter
rebelde y retador de un adolescentexxvi.

28 Una vez más, en nuestra herramienta de análisis las cualidades dinámicas


de este punto de inicio de las segunda fase (juventud intelectual) son: valor ac‐
tual ‐1 (máximo dominio de la capacidad intuitiva imaginativa sobre la capaci‐
dad racional) velocidad 0 (la capacidad intuitiva imaginativa no avanza más
sobre la capacidad racional) y aceleración ‐1 (la motivación por conseguir ca‐
pacidad racional es máxima).

130
Por un lado, se ha confirmado que los adolescentes ne‐
cesitan separarse de su padres y relacionarse con sus igua‐
les con el objetivo de formar su identidad (Arnett, 2002).
También se ha descubierto que el córtex prefrontal de
nuestro cerebro (parte encargada de las emociones y la
toma de decisiones particularmente importante en la pla‐
nificación y evaluación de las consecuencias de nuestras
decisiones) atraviesa un período de reorganización de sus
conexiones neuronales durante la adolescencia (Linda
Spear, 2000b). Del mismo modo, se ha descubierto una co‐
nexión entre el comportamiento arriesgado, la actividad
cerebral y la anticipación de un resultado como positivo o
negativo (Adriana Galvan et al. 2007). La actividad en el
núcleo accumbens de nuestro cerebro (parte del cerebro
que se cree asociada al placer, recompensa y adición) es
mayor durante la adolescencia que durante la infancia y la
edad adulta y la actividad en esta región aumenta cuando
un adolescente anticipa tantos resultados positivos como
negativos en la toma de decisiones arriesgadas29. Se ha
demostrado que la zona del cerebro que inhibe el compor‐
tamiento arriesgado no se encuentra totalmente desarro‐
llada hasta los 25 años (Giedd, 2004). En general, podemos
afirmar que a pesar de que el sistema nervioso ya ha cre‐
cido al 95% de su tamaño antes de entrar en la adolescen‐
cia, el cerebro del adolescente está todavía formándose.
Hasta que la zona del córtex prefrontal no madure, el joven
no terminará de afinar su buen juicio y su toma de decisio‐
29 Los adolescentes como grupo muestran una mayor inclinación hacia el
comportamiento que asume riesgos, pero las diferencias a nivel individual
están presentes en todas las edades, por lo que NO todos los adolescentes se
involucran en decisiones arriesgadas. Al igual que el verano es la época de
temperaturas cálidas, pero no en todos los lugares hace calor. En el Polo sigue
haciendo frío (aunque menos que en invierno).

131
nes (Steinberg, 2007). Independientemente de estos análi‐
sis, podemos ver como la herramienta analógica predecía
un exceso de confianza en la intuición de la Realidad en los
albores de la adolescencia. Este exceso de confianza sería
el detonante de una fase equilibradora como es la experi‐
mentación con el riesgo para conseguir terminar de madu‐
rar el juicio sobre la Realidad.
Es también característico de esta etapa el regreso de la
creatividad. El pensamiento divergente vuelve a incremen‐
tarse a partir de los 12 años (Runco, 2007; Carlsson, 1990),
hecho que se alinea con la necesidad de la exploración de
los límites de la Realidad que motiva la adquisición del uso
de la razón.
Otra conclusión de la herramienta analógica es que los
adolescentes son inexpertos en su capacidad racional. Al
inicio de esta etapa la capacidad intuitiva domina sobre la
racional y por ello tendría sentido que el adolescente co‐
menzara la construcción de su uso de razón sobre la impre‐
siones que recibe de su entorno. Lo que sucede en su en‐
torno más inmediato influye mucho sobre los adolescen‐
tes. Al ser novatos, deben de comenzar por abstracciones
de mucha densidad temporal que como ya hemos visto
contienen sucesos fácilmente identificables por su contun‐
dencia. Este podría ser el motivo por el que los adolescen‐
tes acostumbran a ver la realidad como “blanca” o “negra”,
“a su favor” o “en su contra”, “guay” o “apestosa”. Su Iden‐
tidad Intelectual todavía está dominada por la imaginación
e intuición (y no por su incipiente razón), por lo que las
conclusiones que extraen y que dominan su comporta‐
miento presentan una gran carga emotiva. El joven adoles‐
cente comienza a retar los límites de la realidad que le ro‐
dean, huye de los razonamientos de sus padres y trata de

132
interferir en la realidad que le rodea de una forma inex‐
perta, y en ocasiones, irresponsable. Como su uso de razón
principiante no comprende los distintos niveles de profun‐
didad de la realidad, sus decisiones acostumbran a ser pre‐
cipitadas, contundentes pero poco elaboradas. Con el paso
del tiempo, el entrenamiento del uso de la razón irá con‐
trarrestando el dominio intuitivo emocional propiciando
alcanzar la mayoría de edad intelectual.

LA MAYORÍA DE EDAD INTELECTUAL


La Mayoría de Edad Intelectual es más bien un punto en
la vida de la Identidad Intelectual del hombre que una
fase. Una Identidad Intelectual alcanza la mayoría de edad
cuando deja de estar dominada por su capacidad intuitiva
imaginativa para estar regida por una combinación de ésta
y de su capacidad racional. Los pensamientos y actos del
mayor de edad intelectual acostumbran a cumplir objetivos
que responden a sus dos facetas, la intuitiva imaginativa y
la racional. Por ello, el adulto intelectual puede ser un so‐
ñador o visionario al mismo tiempo que es racionalmente
competente y responsable. Es en este punto en el que la
Identidad Intelectual del ser humano está más llena y con‐
templa más diversidad, más color, más niveles y matices.
En línea con este abanico de matices y complejidad que
describe la identidad intelectual del mayor de edad, la cre‐
atividad que había regresado modestamente desde los 12
años se disparará en el mayor de edad intelectual. Su cre‐
atividad se mantendrá presente pero en declive a partir de
entonces (Harvey Lehman, 1953; Wayne Dennis, 1966;
Runco, 2007 y Sternberg, 1999b)xxvii. Ahora bien, el hom‐
bre que se encuentra en este punto de pleno desarrollo de

133
su Identidad intelectual, lo ha conseguido gracias a un re‐
ciente esfuerzo en el desarrollo de su capacidad racional
frente a su infantil capacidad intuitiva imaginativa, y los
efectos de este esfuerzo son los que le harán entrar en la
siguiente fase30.

LA MADUREZ INTELECTUAL
La fase de la Madurez Intelectual esta caracterizada por
el dominio de la capacidad racional sobre la capacidad in‐
tuitiva imaginativa. Como el desarrollo de la razón llevó al
joven a conseguir la mayoría de edad intelectual, el hom‐
bre maduro sigue bajo la influencia de esa tendencia que
empuja su capacidad racional a imponerse sobre su capa‐
cidad intuitiva imaginativa. El hombre maduro intelectual
utiliza más su razón que su intuición para la toma de deci‐
siones y de este modo consigue alterar su entorno para
responder a sus necesidades desde la responsabilidad.
Es evidente que el adulto posee una capacidad intuitiva
e imaginativa pero ésta se encuentra al servicio de la utili‐
zación de la razón. Por eso decíamos que la madurez inte‐
lectual es la etapa más creativa en términos de producción
creativa del individuo. Nuestra propia definición de creati‐
vidad está sesgada hacia el uso racional (nuevas formas
para solucionar problemas) del pensamiento divergente.
La producción creativa del ser humano se acelera a partir

30 Este punto de nuestra herramienta analógica esta equilibrado en el sentido


de que una faceta de la identidad intelectual compensa enteramente la otra
(valor 0) y no está experimentando ninguna fuerza (aceleración 0). Sin em‐
bargo el equilibrio presenta una inercia (velocidad +1) originada por el movi‐
miento que ha permitido que se alcanzara este equilibrio. Esta velocidad será
la que provoque el abandono de este equilibrio.

134
de los 20 y alcanza sus máximos entre los 30 años y los 40
años (Harvey Lehman, 1953; Wayne Dennis, 1966; Runco,
2007; Sternberg, 1999b)xxviii para decrecer a partir de en‐
tonces31.
A medida que pasa el tiempo, si bien el uso de la razón
es predominante, nuestra herramienta analógica predice
que el hombre empezará a echar de menos esas emocio‐
nes fuertes que sentía cuando su Identidad Intelectual es‐
taba dominada por su capacidad intuitiva e imaginativa.
Esta nostalgia ralentizará el avance del dominio de la capa‐
cidad racional sobre la capacidad intuitiva imaginativa. A
nadie le sorprende que una persona intelectualmente ma‐
dura sufra la denominada crisis “de los cuarenta” o que re‐
alice alguna decisión para rejuvenecer su identidad inte‐
lectual demasiado racional y organizada. A medida que los
años pasen, esta nostalgia32 será la que frene el dominio
de la razón y lleve al hombre a su siguiente etapa de su
Identidad Intelectual.
Del mismo modo, nuestra herramienta analógica tam‐
bién anuncia que el hombre puede sufrir una crisis deri‐
vada del exceso de confianza en su capacidad racional. Las
personas de todas las edades pueden sufrir estrés, sin em‐
bargo, son los adultos de edad media los que muestran la
mayor incidencia de problemas derivados del estrésxxix.
Curiosamente, los ancianos de más de 65 años son los que

31 La edad en la que se produce el pico de la producción creativa varía según


el campo estudiado (Csikszentmihalyi & Nakamura, 2006).
32 El final de esta fase en nuestra herramienta analógica está caracterizado
por las siguientes cualidades dinámicas: valor +1 (máximo dominio de la capa‐
cidad racional sobre la capacidad intuitiva imaginativa), velocidad 0 (el domi‐
nio es máximo por lo que ya no avanza más), aceleración ‐1 (máxima nostalgia
de la capacidad intuitiva imaginativa).

135
menos padecen de estrés, lo cual nos demuestra que exis‐
te una “joroba” en la sensibilidad del individuo al estrés
justo en la transición de adulto a anciano.
El estrés depende enormemente de cómo pensamos e
interpretamos una situación o evento (Folkman, 2008; La‐
zarus & Folkman, 1984) independientemente de cuál sea
ese evento o de cómo reaccionemos ante él. Nuestra má‐
quina analógica predice una frustración “estresante” del
individuo. Acabamos de ver cómo la mayoría de los adul‐
tos materializan su potencial creativo entre los 20 y los 40
años de edad utilizando su capacidad racional y su pensa‐
miento divergente para amoldar la realidad a sus preferen‐
cias. Es precisamente después de esta etapa en la que el
ser humano ha sido más capaz de imprimir su huella en la
Realidad, cuando las tareas y problemas más insignifican‐
tes (pero no controlables por el ser humano) pueden con‐
vertirse en las más irritables. Tendemos a pensar que las
personas con ciertos trabajos, como controladores aéreos
o ejecutivos de alto nivel, son más susceptibles de sufrir
estrés por su trabajo o el estilo de vida al que se someten.
Este grupo de individuos, sin embargo, experimentan me‐
nos problemas de salud derivados del estrés que camare‐
ros, empleados de la construcción, secretarias, técnicos de
laboratorio, operadores de maquinaria, agricultores y/o
pintores. La clave se encuentra en que estos últimos emple‐
ados poseen poco control directo sobre sus trabajos, mien‐
tras que los primeros, aunque estén sometidos a una acti‐
vidad estresante, tienden a encontrarse aislados, poseen el
control y tienen más salidas a sus problemas como, por
ejemplo, la posibilidad de delegar (Cooper & Quick, 2003).

136
LA SENECTUD INTELECTUAL
La senectud de la Identidad Intelectual comienza cuan‐
do la nostalgia por el proceso intuitivo e imaginativo es
máxima. Al principio, el dominio de la razón es pleno, pero
esta nostalgia y la erosión de la razón tras un período tan
largo de desarrollo (juventud) y trabajo (madurez) fomen‐
tan el regreso hacia los procesos intuitivos. De repente, en‐
contramos personas que después de cincuenta y pico años
de frenética actividad profesional prefieren ponerse a cul‐
tivar un huerto y ver sus verduras crecer en lugar de la bús‐
queda de nuevos horizontes intelectuales. Durante mucho
tiempo han estado tratando de amoldar la realidad a sus
necesidades y ahora por fin necesitan dejar de manipular
la naturaleza alrededor suya para regresar a ella. Necesitan
reconectar.
Nuestra máquina analógica predice un retroceso del
dominio de la capacidad racional frente a la capacidad in‐
tuitiva imaginativa. La mayoría de las personas sufren una
pérdida de velocidad en el funcionamiento de su sistema
nervioso central según envejecen (Salthouse, 1996;
Sliwinski & Buschke, 1999; Zimprich & Martin, 2002)xxx.
Además de la pérdida de velocidad de proceso de datos, se
ha observado que ante un problema complejo, un proce‐
sador más lento es menos capaz de mantener en mente y
procesar simultáneamente todos los aspectos relevantes
para su resolución (Kaufman & Kaufman, 1997).
En cualquier caso, a pesar de que el rendimiento se vea
afectado, la inteligencia del individuo, no sufre del mismo
modo. En general, se habla de la inteligencia humana con
dos distinciones: la inteligencia fluida y la cristalizada

137
(Cattell, 1971 & Horn, 1968)xxxi. De éstas, la primera se
mide con tareas que requieren la adaptación a un nuevo
problema para los que la educación previa no aporta nin‐
guna clara ventaja a su resolución33. La segunda, en cam‐
bio, se aprecia mejor en aquellas tareas cuya resolución
depende del aprendizaje previo34. El declive en la inteli‐
gencia fluida suele aparecer en la década de los sesenta
años, mientras que el declive en la inteligencia cristalizada
no suele aparecer hasta una década más tarde (Schaie,
1996b). Para tranquilidad de los lectores, se ha demos‐
trado que el cerebro sigue teniendo plasticidad (apertura
hacia el estímulo) a estas edades, por lo que se le pueden
enseñar nuevos trucos a un cerebro anciano.
Tal y como comentábamos en la infancia, cuando la ca‐
pacidad intuitiva imaginativa avanza sobre la capacidad ra‐
cional (éste es el caso de la Infancia y la Senectud Intelec‐
tual) el entorno vuelve a ser importante. Surgen las ma‐
nías, el olvido y el hastío intelectual que responden al re‐
torno del proceso intuitivo e imaginativo más que al racio‐
nal. Según el dominio de la razón va sucumbiendo, nues‐
tros mayores vuelven a ser muy sensibles a lo que intuyen
que sucede a su alrededor, por lo que el envejecimiento es
mucho más plausible en aquellos casos en los que existe
un aislamiento social de la persona mayor.
Podemos apreciar cómo el desarrollo intelectual del ser
humano es una función Yin o esparcidora y por eso la pin‐
tamos hacia abajo. En el dilema intuición e imaginación
contra Razón, la intuición e imaginación son los mecanis‐

33 Como son las pruebas de razonamiento abstracto, orientación espacial, ve‐


locidad perceptiva, etcétera.
34 Como son las habilidades aritméticas y las lingüísticas.

138
mos que nos permiten abstraernos, abrir las posibilidades
del mundo más próximo a nosotros, expandir nuestros ho‐
rizontes mentales, es por ello que se trata de una función
esparcidora o Yin. La imaginación es una herramienta que
explora las alternativas no tan obvias, evidentes o previsi‐
bles. La razón es el mismo mecanismo en sentido contra‐
rio, puesto que lo que hace es utilizar esa capacidad de vi‐
sualización mental para discernir cuál es el siguiente paso
lógico antes de que ocurra.
Si quisiéramos resumirlo de algún modo breve, podría‐
mos decir que la razón se utiliza para adivinar los resulta‐
dos de aquellos procesos muy habituales y, por tanto, pro‐
bables. Sin embargo, sólo el ser humano que consigue
imaginar casos posibles, aunque no muy probables, es el
que sobrevive a éstos cuando suceden.
A modo de ejemplo podemos recordar que hubo una
época en la que todos los integrantes de una civilización
estaban fuertemente condicionados a pensar que la Tierra
era plana. Para tratar de explicar como debían de ser los
confines del mundo surgieron todo tipo de fábulas con ele‐
mentos fantásticos como deidades, fieras o personajes mi‐
tológicos que ayudaran a calmar las dudas del habitante
común. Aunque ahora esas fábulas nos pueden parecer un
final de videojuego, en aquel momento la gente no eva‐
luaba esta idea como fruto de la imaginación, sino como la
realidad más probable. A algunos cartógrafos no les cua‐
draron sus cálculos cuando empezaron a observar una
cierta curvatura en sus mediciones y mapas. Si ellos no hu‐
bieran dejado volar su imaginación para visualizar otras
posibles alternativas que justificaran esa curvatura, si no
hubieran continuado con sus averiguaciones de la mano

139
de su intuición, jamás hubiéramos llegado a la realidad co‐
nocida actual. La idea de un mundo plano es ahora total‐
mente rechazada por evidencia empírica y vive en nuestras
cabezas de nuevo como una imaginación más allá del um‐
bral de las cosas posibles (no existe ninguna probabilidad
de que la Tierra sea plana, es decir, probabilidad 0%) y, sin
embargo, la que un día fue una idea completamente ab‐
surda, ahora habita con nosotros en la realidad de las
cosas 100% probables. La Tierra es un planeta cuasi‐esfé‐
rico con un 100% de probabilidad según el intelecto hu‐
mano actual.

140
Dinámica del equilibrio de la Vida Humana

La Identidad Humana, como hemos visto, se compone


de un proceso intelectual y de un proceso físico. Estos pro‐
cesos son ondas (una vibración) que juntas crean un equi‐
librio o dimensión (la identidad humana). Cada una de las
ondas (procesos) de esa vibración constituye un ciclo, es
decir, una vida. Un tiempo.
Los occidentales pintamos un ciclo como un círculo que
se renueva, pero, a partir de ahora, ya sabemos que debe‐
ríamos de pintarlo de la siguiente manera:

141
Como se observa en esta ilustración, en el pensamiento
occidental tradicional, la vida consiste de dos sentidos con‐
trarios. Las cosas pueden ser positivas o negativas, reales o
irreales, buenas o malas. La segunda representación, sin
embargo, muestra cómo el reciclaje de las cosas se pro‐
duce sólo en el tiempo, lo positivo terminará siendo nega‐
tivo y viceversa.
Volviendo al tema que nos ocupa, la vida humana es
posible gracias a la vibración simultánea de dos procesos
(físico e intelectual). Según la etapa en la que se encuen‐
tren dichos procesos se determinarán las cualidades de la
Identidad Humana que conforman ese momento del
tiempo. Al igual que cualquier otro equilibrio, el equilibrio
de la identidad humana puede verse alterado tal y como se
expuso en el capítulo “Dinámica de los Equilibrios”.
El hombre ha pasado de una esperanza de vida de alre‐
dedor de 40 años hace 780,000 años a aproximadamente
los 78 años actuales. Obviando los casos coyunturales
como fases bélicas o de gran mortalidad infantil, como por
ejemplo los 20‐30 años de esperanza de vida del Imperio
Romano, el equilibrio de la vida humana en el mundo oc‐
cidental ha sufrido un redimensionamiento al alzaxxxii.
Un redimensionamiento al alza conduce el equilibrio
hacia una dimensión más liviana (con densidad temporal
menor) consiguiendo aumentar los límites de saturación
de los procesos involucrados (sus límites de la realidad) al
mismo tiempo que asegura una vida más longeva para
ambos procesos. Para que se pueda producir un redimen‐
sionamiento al alza han de existir al menos cuatro factores:
dos factores incentivadores (uno del proceso físico y el
otro del proceso intelectual) y dos factores atenuadores
(igualmente uno para cada proceso).

142
Evolución de la Identidad Física del ser humano:
Inicialmente, el hombre primitivo tenía una talla menor,
una capacidad cognitiva inferior y una vida más corta. De
forma muy resumida, los factores que han afectado el re‐
dimensionamiento al alza del proceso de la Identidad Fí‐
sica del hombre son35:
1. La mejora de la Alimentación. La agricultura y el ex‐
cedente agrario hicieron posible el abandono de la vida
nómada, contribuyeron a reducir la mortalidad infan‐
til36xxxiii y permitieron el crecimiento potencial del ser hu‐
mano, aumentando su talla y estirando el límite de la iden‐
tidad física del ser humano.
2. La mejora de las condiciones higiénico sanitarias y el
desarrollo de la Medicina. El excedente agrario y el descubri‐
miento del fuego también permitió la creación de asenta‐
mientos más seguros, con mejores condiciones higiénico sa‐
nitarias y con mayor tiempo para la investigación y los cui‐
dados médicos. La higiene y la medicina mejoraron las tasas
de mortalidad infantil, redujeron el número o la intensidad

35 Durante la revisión del texto de este libro, el New York Times ha avanzado
en un artículo el contenido del libro “The Changing Body: Health, Nutrition,
and Human Development in the Western World Since 1700,” Cambridge
University Press. En este trabajo, el premio Nobel Robert W. Fogel y otros in‐
vestigadores estudian la evolución de la talla del cuerpo humano en los últi‐
mos siglos y apuntan a los mismos factores clave que los expuestos en este
libro: los avances en medicina y en la fabricación de comida.
36 Nótese que la mejora de la Alimentación ha sido un proceso largo y no
exento de altibajos. Por ejemplo, los humanos de los asentamientos prehistó‐
ricos sustentados por agricultura sistemática resultaron menos sanos que los
cazadores‐recolectores nómadas o de asentamientos menores. Al homogenei‐
zar su dieta demasiado consecuencia de la agricultura sistemática, redujeron
su acceso a nutrientes necesarios para el desarrollo humano, lo cual empeoró
su salud.

143
de las enfermedades capaces de matarnos, y reforzaron o
suplieron el rol del sistema inmunitario de los ancianos. Lo
que conllevo un alargamiento de la esperanza de vida37.
Para representarlo gráficamente en nuestra herra‐
mienta analógica, en primer término tomaremos el Equili‐
brio de la Vida Humana y aislaremos su proceso físico de
su proceso intelectual.

A continuación tomando el proceso de la Identidad


Física de la Vida Humana (color Naranja), podemos obser‐
var en la Figura 39 qué presión ha ejercido cada uno de
estos dos factores sobre la vida física del hombre inicial.
Por un lado, la mejora de la nutrición (onda intensa) ha
presionado al proceso hacia la expansión de los límites de
su capacidad de crecimiento físico estirando los límites de

37 La influencia de este factor también ha sido un proceso con altibajos. Por


ejemplo, los asentamientos con animales también provocó un salto de epide‐
mias o enfermedades desde los animales hacia el ser humano.

144
saturación del proceso. Este factor de manera aislada y
según nuestra herramienta analógica debería de extremar
el crecimiento humano pero acortar su esperanza de vida
temporal38. Sin embargo, la mejora de la higiene y la me‐
dicina (onda moderada) han sido un factor atenuante de la
dimensión física del hombre. El sistema inmunológico hu‐
mano y las condiciones higiénicas en las que vive quitan
mucho estrés y peligros al hombre moderno comparado
con nuestros ancestros primitivos, lo que nos permite
abordar nuestro proceso de crecimiento hacia una talla
mayor sin enfrentarnos al peligro de una crisis orgánica39.
El resultado, se observa justo debajo de ambos factores,
donde vemos la nueva Identidad Física (onda de contorno
naranja resultante) creada por la suma de ambos factores.

38 Recuerde el lector que en la sección “Ejercicios con cuerdas” la cuerda que


dibujaba una onda muy arqueada, alcanzaba extremos más alejados pero con‐
seguía avanzar muy pocos metros longitudinales (menor esperanza de vida)
39 En el caso de la cuerda que dibujaba una onda menos pronunciada se avan‐
zaban más metros longitudinales (mayor esperanza de vida)

145
Evolución de la Identidad Intelectual del ser humano:
Al principio el hombre primitivo tenía un desarrollo men‐
tal mucho más limitado. El hombre desarrollaba su imagina‐
ción con las fábulas que eran vehículo de transmisión del co‐
nocimiento. Las aptitudes analíticas (racionales) del hombre
se aplicaban a la mejora de procedimientos cotidianos y a su
defensa en el entorno hostil que le rodeaba. El uso de ima‐
ginación y razón estaba equilibrado. El avance en la fabrica‐
ción de utensilios y el análisis del medio hicieron posible el
excedente agrario. Este gran desarrollo económico permitió
la aparición de los dos factores para redimensionar al alza la
identidad intelectual del hombre:
1. El tiempo para la educación. Los niños no nacían co‐
nociendo los avances de sus padres, por lo que, para cola‐
borar en la función productiva, necesitan aprender pri‐
mero lo que sus padres ya sabían. El excedente agrario
permitía alimentarlos mientras que los niños se formaban.
El concepto de infancia que poseemos en la actualidad es
algo muy reciente (Cunningham, 1996)xxxiv pero en cual‐
quier caso, el acceso estable a la alimentación permitió
más tiempo para la educación y el desarrollo de otras acti‐
vidades no tan intensamente ligadas con la autosubsisten‐
cia del individuo. Este factor se constituye como un factor
desmotivador ya que ha aumentado drásticamente el
tiempo en el que un infante tarda en incorporarse a la fun‐
ción productiva de la sociedad.
2. La apertura del horizonte para la reflexión humana.
Este lujo de la educación también permitió a los niños el lujo
del tiempo libre para jugar (con la mente) y preguntarse
“¿por qué?”. La gran cantidad de respuestas de las que care‐
cía el hombre era un campo de trabajo perfecto para su ima‐

146
ginación. El aumento de la formulación de preguntas aún no
contestadas (imaginación) con conocimientos adquiridos
(educación) incrementó el horizonte de crecimiento de la
Identidad Intelectual. Dando lugar a un hombre con mayor
vida y potencial de su desarrollo intelectual.
En la figura 40, vemos el efecto de los factores que han
redimensionado la Identidad Intelectual: es decir, el au‐
mento del tiempo para el Estudio (onda moderada) y el au‐
mento de la Curiosidad humana (onda intensa). Justo de‐
bajo de ambos factores, podremos ver la nueva Identidad
Intelectual (onda de contorno verde resultante), creada
por la suma de ambos factores.

147
Finalmente, uniendo las dos Identidades resultantes
después de su redimensionamiento, obtenemos la nueva
identidad humana. En el centro de la parte inferior de la fi‐
gura 41, se puede ver la nueva esperanza de vida del hom‐
bre (resaltada en color azul).

Como anticipábamos, la vida del hombre ha sufrido un


proceso de redimensionamiento al alza. El hombre ha au‐
mentado tanto su desarrollo potencial máximo en el ám‐
bito físico (talla) como en el ámbito intelectual (capacidad
cognitiva), y al mismo tiempo ha conseguido alargar su es‐
peranza de vida física e intelectual gracias a los factores
atenuadores: la Higiene, la Medicina, y el aumento de la
duración del programa educativo.
Estos factores unidos, equilibrándose los unos a los
otros, han ido transmitiéndose generación tras generación
y poco a poco han permitido una evolución sostenible,
pero llena de altibajos, de la identidad de la vida humana.

148
No podemos olvidar cuando pensemos sobre estas ondas
que son evoluciones temporales. Si olvidamos esto, hay
cosas que no se entienden en primer término. Por ejemplo
alguien podría pensar que el uso de la Medicina y la me‐
jora de las condiciones higiénicas no es un factor ate‐
nuante del desarrollo de un bebé.
Para comprenderlo tenemos que entender que el hom‐
bre aplicó la medicina sobre sí mismo. Los humanos trata‐
dos han tendido a sobrevivir más y, por lo tanto, a ser tra‐
tados más veces durante sus vidas. Igualmente que este
uso ha retrasado el envejecimiento o la muerte de los
adultos, también ha desmotivado el desarrollo de sus hijos
que han sido tratados y cuidados desde el inicio de sus
vidas. El hombre ahora no crece ni desarrolla tantos meca‐
nismos como antes para protegerse de las mismas amena‐
zas, puesto que la onda que lo precedía (la generación pa‐
ternal anterior) alteró esa faceta. Por ejemplo, ahora el
hombre cada vez sufre más alergias porque está acostum‐
brado a que todo esté en mejores condiciones asépticas.

149
En la figura 42, queda patente como generación tras ge‐
neración, los factores que han afectado a la vida adulta de
nuestros antecesores se ha transmitido a las generaciones
venideras puesto que han sido un condicionante del en‐
torno en el que esos niños se han desarrollado. Esta trans‐
misión es la que ha permitido un proceso de redimensio‐
namiento al alza que dura siglos.
Como ya se explicaba en el Capítulo sobre “Dinámica de
los Equilibrios”, un redimensionamiento hacia una dimen‐
sión temporal menos tupida (que vive más tiempo) implica
una realidad más profunda (que se aleja más de la dimen‐
sión eterna). Las Identidades Saturadas aparecerán en de‐
trimento de las Identidades Moderadas y, además, sus
conceptos ganarán en consistencia. No es de extrañar que
en los tiempos actuales veamos un aumento de los seres
humanos con cualidades saturadas tanto físicas como psí‐
quicas: obesos y flacos, altos y bajos, alérgicos, investiga‐
dores, malos estudiantes, atletas, etcétera. Gracias a que
se trata de un redimensionamiento al alza y no una radica‐
lización, la diversidad humana se mantiene y existen todo
tipo de hombres, pero las cualidades que diferencian a
estos hombres se van saturando, por lo que la Identidad de
cada hombre gana consistencia en función de sus cualida‐
des saturadas. Por decirlo de otra forma, hoy en día pode‐
mos colocar cientos de “etiquetas” más específicas y con‐
tundentes para describir a un ser humano occidental que
las que eran capaces de colocarse entre ellos los habitan‐
tes de una misma tribu hace diez mil años (por ejemplo
ahora existen todo tipo de profesiones diferentes).
Ahora bien, lo realmente peligroso para nuestra civiliza‐
ción es la otra consecuencia del redimensionamiento al

150
alza: el aumento de la confianza. El hombre actual exhibe
una confianza irreverente sobre la perdurabilidad de la
Existencia Humana. El gran riesgo, a cambio de este au‐
mento de confianza, puede ser la trampa que origine una
crisis por ingenuidad (porque pensemos que jamás nos ex‐
tinguiremos) u homogeneización excesiva (que lleguemos
a conquistar todo el ecosistema, por lo que el ecosistema
busque la forma de erradicarnos). Podemos ilustrar un
ejemplo de las consecuencias del exceso de confianza
sobre uno mismo con un sencillo símil: el peor peligro para
una gran empresa multinacional (empresa redimensio‐
nada al alza) es que todos sus empleados la perciban tan
consistente y saturada que confíen plenamente en la su‐
pervivencia de la empresa. Cuando ello sucede, ninguno
de los confiados empleados está trabajando por la evolu‐
ción sana de la compañía porque piensan que indepen‐
dientemente de lo que ellos hagan, la compañía sobrevi‐
virá y conseguirá beneficios. Si esta actitud es adoptada
por todos los empleados, supondrá una pérdida de pro‐
ductividad brutal que arrastrará a la gran empresa a la ban‐
carrota a pesar de parecer tan consistente.
Por ello, el hombre actual ha de ser muy cauteloso a la
hora de salvaguardar el nuevo equilibrio redimensionado
que tanto tiempo ha costado conseguir, porque de no ser
así puede verse envuelto en una crisis que le quite la espe‐
ranza de vida que considera conquistada.
Para conservar esta nueva esperanza de vida debemos
de conseguir mantener bien ajustadas la frecuencia de los
dos factores que han permitido ese desarrollo. En defini‐
tiva, el hombre es ahora más longevo y más capaz mental‐
mente, pero, sin embargo, es más débil físicamente y le es

151
más difícil analizar de manera agregada el entorno tan
complejo que ha creado. Puesto que estas nuevas caracte‐
rísticas las ha alcanzado gracias a los factores que hemos
descrito, ahora el hombre depende de esos factores para
mantener sus nuevas capacidades.
A continuación vamos a resumir las distintas alteracio‐
nes que puede vivir el hombre actual tanto a causa de sus
propias acciones como de las de sus antepasados; y que
pueden alterar el resultado del redimensionamiento al alza
que le asigna su esperanza de vida.
Identidad Humana desequilibrada en su proceso agluti‐
nador (identidad física) en sentido aglutinador (Desequili‐
brio Yang ‐ Yang): Estrés Nutricional
El factor aglutinador (incentivador) del redimensiona‐
miento al alza que ha experimentado el hombre ha sido la
mejora de la Nutrición. El hombre actual puede correr pe‐
ligro si estresa este factor más rápidamente de lo que la
medicina y las condiciones higiénico sanitarias avanzan
(factor desmotivador). En el campo de la nutrición, el hom‐
bre ha delegado completamente la función de su nutrición
a la industria de la alimentación. La civilización cada vez
conoce más cómo debería alimentarse, qué propiedades
posee cada alimento o incluso cuáles son los entresijos
químicos que ayudan a resolver nuestras dolencias habi‐
tuales. El individuo, por lo contrario, cada vez desconoce
más, hasta tal punto, que casi no sabe cocinar o cuáles son
los remedios naturales que nos han ayudado durante miles
de años de humanidad.
Al mismo tiempo, la industria de la alimentación ha op‐
timizado su producción para vender más productos y más
cantidad. En muchas ocasiones, sacrificando la calidad de
la materia prima, la pureza de los nutrientes de sus rece‐

152
tas, o abusando de métodos contundentes, pero “estre‐
santes” o abrasivos. Esto produce un desajuste de frecuen‐
cias muy peligroso. Por un lado, la higiene y la medicina
(factores desmotivadotes) nos protegen y pensamos que
deberíamos de ser capaces de vivir ochenta años. Por des‐
gracia, el estrés nutritivo hace que nuestro crecimiento po‐
tencial sea conseguido de una forma forzada que puede
generar una crisis orgánica antes de tiempo. Como en
cualquier proceso estresado, la saturación de nuestra ca‐
pacidad generativa hace que aumente nuestra confianza
sobre nuestra propia identidad física y por ello es más fácil
caer en la imprudencia nutritiva.
Como veíamos en el capítulo de la Dinámica de los
Equilibrios, nuestra máquina analógica predice que un au‐
mento de este factor aglutinador producirá que el cuerpo
alcance la madurez física antes. Curiosamente, se observa
una tendencia en las civilizaciones industrializadas hacia un
tamaño del cuerpo mayor y una maduración física más
temprana. En 1840, las mujeres de nuestra región del
mundo experimentaban su primera menstruación a los
16,5 años. Hoy en día lo hacen cuatro años más jóvenes y
los estudios apuntan a los factores precisamente expuestos
en este libro (Nutrición y Avance de la Medicina/Hi‐
giene)xxxv. Todavía hoy en día, en muchas culturas de otras
regiones del mundo, la edad de maduración es mucho más
tardía de la que experimentamos en el mundo occidental.
El estrés nutritivo provocará fallos orgánicos que com‐
prometan la capacidad de regeneración física de nuestra
identidad física. Esta situación puede ilustrarse, por ejem‐
plo, con el caso del consumo de proteína animalxxxvi. En los
países del norte de Europa en los que se consume gran
cantidad de estas proteínas (por ejemplo en productos lác‐

153
teos), ostentan unas de las estaturas medias más elevadas.
Sin embargo, también ostentan una de las tasas de osteo‐
porosis más altas del mundo. Mientras que los países
donde se consumen más proteínas vegetales y menos ani‐
males, mantienen tallas más comedidas y disfrutan de
tasas muy bajas de esta enfermedad40. De nada serviría
ser muy alto, si los últimos 20 años de nuestra vida los tu‐
viéramos que pasar en silla de ruedas porque no existieran
prótesis para solucionar las rupturas de huesos recurren‐
tes a las que se enfrentan muchas personas con osteopo‐
rosis. Venas colapsadas, hígado saturado, riñones fallidos,
residuos químicos en el organismo, glándulas disparadas,
células que dejan de reproducirse adecuadamente (cán‐
cer) son algunos de los muchos problemas a los que puede
enfrentarse el hombre fruto del estrés nutritivo.
Por ello es crucial que el hombre recupere el equilibrio
nutritivo ya que una vez que una persona se ha desarro‐
llado bajo un estrés nutritivo, su organismo terminará por
sufrir una crisis que amenazara el equilibrio de su vida y la
única solución será la medicina paliativa (el factor desmo‐
tivador) si existiera.

40 En la investigación de Frassetto et al. (2000) que estudió las tasas de frac‐


tura de cadera en 33 países para mujeres de más de 50 años. Según el estudio,
una alta tasa de consumo de proteína animal en el país mantenía una correla‐
ción de un 82% con el riesgo de ruptura de cadera, mientras que el consumo
de proteína vegetal poseía un coeficiente de correlación inversa poco signifi‐
cativo del ‐32%. El estudio también dictamino que la raza del individuo no
afecta estos resultados. El estudio de Kappagoda (2004) sobre las dietas bajas
en carbohidratos y altas en proteína animal concluyó que un alto consumo de
proteína animal incrementa la pérdida de masa ósea y aumenta el riesgo de
osteoporosis y fracturas por lo que es consistente con el estudio de Frassetto.

154
Identidad Humana desequilibrada en su proceso agluti‐
nador (identidad física) en sentido dispersor (Desequilibrio
Yang ‐ Yin): Desmotivación Física
El factor dispersor (desmotivador) del redimensiona‐
miento al alza que ha experimentado el hombre ha sido la
mejora de las condiciones higiénicas y sanitarias. El hom‐
bre cuya identidad se ve más favorecido por este factor
desmotivador consigue un redimensionamiento al alza
pero se enfrenta a las siguientes amenazas:

155
Si se ha beneficiado demasiado de este factor desmoti‐
vador a temprana edad o en generaciones anteriores a él,
su organismo puede estar desmotivado a la hora de en‐
frentarse a realidades físicas de lo más comunes. Frutos de
este déficit madurador pueden ser las alergias o un desa‐
rrollo del sistema inmunológico deficiente. Debido a la
falta de motivación, su organismo tarda más tiempo en
desarrollar mecanismos y medidas que antes eran muy ne‐
cesarios, lo que también produce que se alcance la mayo‐
ría de edad física más tarde. Nuestra máquina analógica
predice que el hecho de que este hombre no alcance su
desarrollo físico potencial también podrá afectar a sus pro‐
babilidades de supervivencia posteriormente. El individuo
puede carecer de alguna capacidad que necesite más ade‐
lante por no haber recibido el suficiente estímulo durante
su desarrollo.
Si por el contrario, el individuo se ha beneficiado en ex‐
ceso de este factor desmotivador durante su madurez fí‐
sica, nuestra máquina analógica predice que este hombre
será capaz de mantener la vida física durante mucho
tiempo. Todo aquello que su cuerpo normalmente no so‐
portaría, ahora es capaz de hacerlo gracias a la ayuda ex‐
terna de la medicina. Consecuentemente, ese individuo
también correrá el peligro de que la medicina mantenga su
vida física a pesar de que su proceso de identidad intelec‐
tual se agote, lo que puede dar lugar a situaciones de en‐
fermedades dominadas por procesos imaginativos (senec‐
tud intelectual acentuada): demencia senil, desarrollo de
miedos, etcétera.

156
Identidad Humana desequilibrada en su proceso disper‐
sor (identidad intelectual) en sentido aglutinador (Desequi‐
librio Yin ‐ Yang): Estrés Imaginativo
El factor aglutinador (incentivador) del redimensiona‐
miento al alza que ha experimentado la identidad intelec‐
tual del hombre ha sido el aumento del horizonte del co‐
nocimiento humano: la curiosidad. Existen varias formas
de estresar la capacidad intuitiva, de abstracción y visuali‐
zación imaginativa de un individuo. Puede ser por motivos
ajenos a su voluntad como es el caso de las personas que
sufren experiencias muy intensas a una temprana edad

157
que les hacen sobrepasar los limites intuitivo‐imaginativo
del potencial humano (miedos y traumas que el niño no ha
conseguido dominar por la intensidad emocional), o por
hechos voluntarios como puede ser el uso de drogas o una
capacidad imaginativa innata en grado superlativo (super‐
dotado). Nuestra máquina analógica predice que estas
personas confiarán en exceso en su capacidad intuitiva
imaginativa. También, su abstracción de la realidad estará
muy sesgada por las experiencias que han vivido (exceso
de confianza en sí mismo) y alcanzarán la mayoría de edad
(rigidez) imaginativo intelectual antes de tiempo. Además
esta sobre exaltación intelectual les podrá llevar a un desa‐
rrollo confuso e híper‐confiado de su capacidad racional
como puede ser la paranoia, la esquizofrenia, etcétera. La
única solución es que a mayor experimentación imagina‐
tivo intelectual mayor tiempo, esfuerzo y dedicación al es‐
tudio y a la reflexión (exactamente lo contrario al efecto
que tiene una droga, la cual proporciona una experiencia
intelectual muy intensa sin haber ejercitado ni desarro‐
llado la capacidad racional). Otro ejemplo de este tipo de
desequilibrio son personas extremadamente inteligentes
con una gran capacidad de abstracción. Este estrés intelec‐
tual les permite conseguir la mayoría de edad intelectual
(rigidez intelectual) muy rápidamente pero según nuestra
máquina analógica, si no dedican el suficiente tiempo a
ejercitar su capacidad de reflexión y estudio, luego corre‐
rían el riesgo de caer en trastornos del pensamiento (para‐
noia, duda compulsiva, locura, etcétera) y enfrentarse a
una muerte intelectual prematura.

158
Identidad Humana desequilibrada en su proceso disper‐
sor (identidad intelectual) en sentido dispersor (Desequili‐
brio Yin ‐ Yin): Desmotivación imaginativo intelectual
El factor dispersor (desmotivador) del redimensiona‐
miento al alza que ha experimentado la identidad intelec‐
tual del hombre ha sido el aumento del tiempo libre para
el estudio y la experimentación. El gran avance de la civili‐
zación occidental, la educación, puede convertirse en un
factor desmotivador para el ser humano. Cada vez es más
difícil encontrar preguntas y plantearse retos intelectuales

159
que no requieran años y años de formación para ser re‐
sueltos. El objetivo está tan lejano que muchos individuos
se desmotivan porque piensan que no serán capaces de al‐
canzarlos. Si a la gran cantidad de tiempo que nuestro sis‐
tema educativo otorga para la educación y el tiempo libre
de nuestros menores, le sumamos el gran desarrollo de la
industria del Ocio, nos encontramos con un campo abo‐
nado para la desmotivación imaginativo intelectual.
Nuestra máquina analógica predice que los niños que
poseen una rutina extremadamente organizada y con poco
ejercicio de la imaginación durante la infancia tienen con‐
secuencias desastrosas para la capacidad cognitiva futura
del individuo. El abuso de videojuegos, películas, y rígidos
sistemas educativos que no ejercitan la imaginación del in‐
dividuo podrían generar un retraso de la mayoría de edad
intelectual, por lo que en la actualidad cada vez habría más
adultos físicamente que se comportan como jóvenes inte‐
lectualmente. Además, la capacidad racional futura del in‐
dividuo se ve afectada, es decir, cuando sea adulto tendrá
menor capacidad para entender la Realidad que le rodea
por falta de capacidad de abstracción. El hombre se con‐
vierte en dependiente del medio. El individuo sólo conse‐
guirá mantener su larga esperanza de vida intelectual de
su identidad atenuada si el entorno sigue proporcionán‐
dole un exceso de instrucciones sobre el siguiente paso a
seguir. En caso contrario, el hombre estará perdido sin ca‐
pacidad racional suficiente para entender y decidir racio‐
nalmente. La única medida paliativa contra este efecto es
fomentar la motivación artística y la abstracción.

160
161
La Civilización Humana

En este capítulo procederemos ha aplicar nuestra má‐


quina analógica sobre la civilización humana para enten‐
der cómo este concepto ha surgido y evolucionado en
nuestra Realidad. El objetivo es entender cuáles han sido
las fuerzas que nos han traído hasta el momento actual
para comprender como debería de ser el futuro que nos
espera. En ningún caso, el lector debe de interpretar este
capítulo como una descripción de la historia socioeconó‐
mica de las civilizaciones occidentales. El lector que desee
una visión histórica puede acudir a los numerosísimos tra‐
bajos de historiadores y expertos en el temaxxxvii.
Una civilización se define como una sociedad de indivi‐
duos que adquiere, establece y promociona una forma de
interrelación concreta de acuerdo a un sistema de organi‐
zación y funcionamiento en común.
Una civilización no puede existir si todos sus integrantes
son autónomos, puesto que entonces no existe la interre‐
lación, los individuos no necesitan organizarse ni funcionar
de forma conjunta.
Ejemplo: el cuerpo humano.
Las células del cuerpo humano pueden considerarse
una civilización, ya que se interrelacionan para conseguir

163
un modelo de organización y repartirse las tareas que sa‐
tisfacen las necesidades básicas de todas las células inte‐
grantes. No tendría sentido una alianza de todas estas cé‐
lulas si todas fueran iguales. Las células se ordenan en sis‐
temas y se especializan en tareas concretas para así apor‐
tar utilidad a la civilización con su misión, pero también lo
hacen para recibir de la civilización el beneficio de utilidad
que aportan todas las demás células.
De forma similar a la especialización de las células del
cuerpo humano, la construcción de una civilización exige
por tanto una deconstrucción a nivel organizativo (quién
rige sobre quién) y funcional (quién hace qué tarea).
En la Dimensión Eterna, el concepto civilización existe
perfectamente equilibrado (todos los componentes de la
civilización aportan y reciben por igual). Pero para que el
concepto pueda ser en el tiempo y convertirse en real, ha
de encontrarse en desequilibrio. Cada civilización se carac‐
terizará de una forma o de otra, dependiendo de en qué
fase de ese desequilibrio esté cada una de sus dos proce‐
sos: su estructura organizacional (de poder), y su estruc‐
tura funcional (reparto del trabajo y sus frutos).
Vamos a realizar un viaje por las distintas fases que ha
vivido el concepto de Civilización Humana en el mundo oc‐
cidental. El lector debe recordar en todo momento que
cada país y región ha realizado este viaje a su ritmo.
Algunos han atajado tramos gracias al ejemplo de sus ve‐
cinos, otros han caído en errores del pasado una y otra vez
hasta que han decidido aprender de ellos. No es el propó‐
sito de este capítulo describir la exacta historia de la
Civilización Occidental. Lo que pretendemos es describir
cuál ha sido la evolución del concepto y cómo esa evolu‐

164
ción queda descrita por nuestra máquina analógica para así
entender qué inercia se ha dado en cada momento, cuáles
eran las fuerzas motivadoras y cuáles, las atenuantes.

El punto de inicio: la tribu


El concepto civilización surgió equilibrado en su forma
más sencilla: la tribu. Conceptualmente en una tribu, es in‐
dispensable que todos sus integrantes confíen los unos en
los otros. Los integrantes de una tribu se reparten las ta‐
reas de forma natural. Entre todos cubren todos los traba‐
jos necesarios para la supervivencia del grupo: cultivar,
cazar, recolectar, trabajar la piedra y la piel, construir, de‐
fender, salvaguardar la salud, analizar el medio y las posi‐
bles amenazas, liderar el grupo y mantener el ordena‐
miento interno. En teoría, este equilibrio se mantiene de
forma espontánea y el que se arriesga a ponerlo a prueba,
o gana el control sobre la tribu (renovando la función de
ordenamiento interno), o bien es expulsado de la misma.
En resumen, todos se apoyan con sus habilidades para
afrontar el reto de la supervivencia de manera conjunta.
En la práctica, dentro de las tribus existían liderazgos.
Una persona llevaba la voz cantante en cuanto a remedios
médicos, mientras que otro organizaba a los cazadores, et‐
cétera. En general, aunque al final siempre pudiéramos
distinguir una cabeza visible en cada tribu, los líderes eran
bien conocedores del límite de su poder. Nadie, ni siquiera
el líder más fuerte, podía asfixiar a sus compañeros o con‐
vertirse en un tirano y arriesgarse a un motín entre su pro‐
pia gente. Un buen líder que quisiera preservar su supervi‐
vencia y la de su tribu estaba obligado a ejercer su función

165
desde la responsabilidad, el sentido común, la psicología
de grupo y la sabiduría sobre el medio natural.
El nivel de interdependencia era pleno. El sentido de la
vida fuera de la tribu era inexistente. Vagar por el mundo
de forma independiente sólo servía para probar la muerte.
Ni siquiera el líder más fuerte podía verse abandonado por
la tribu que le daba su autoridad. El liderazgo se iba repar‐
tiendo y transmitiendo de forma natural y espontánea
entre los miembros de la tribu. Si de repente una persona
de la tribu se rebelaba frente al líder y conseguía impo‐
nerse, el liderazgo se renovaba. Del mismo modo, todos
los integrantes de la tribu recibían todos los servicios indis‐
pensables para la vida en su comunidad. Si alguien se que‐
daba atrás o no colaboraba, se arriesgaba a ser expulsado
y tener una probabilidad de supervivencia mucho menor.
En definitiva, la tribu era un sistema organizativo que de‐
mandaba el trabajo de todos sus integrantes, pero, tam‐
bién, proveía sustento, cobijo, seguridad, sanidad y com‐
pañía para todos ellos.
Ante este éxito de la tribu, como concepto, no desapa‐
reció. Y, como cualquier cosa que es en el tiempo, se dese‐
quilibró.
Una vez el hombre comprobó que, si se juntaba y orga‐
nizaba como grupo, su probabilidad de supervivencia au‐
mentaba; hubo un incentivo para el desarrollo de la agri‐
cultura y finalmente con ella se produjo la explosión de‐
mográfica. Así que las tribus empezaron a crecer en nú‐
mero y número de integrantes, entrando así en la primera
fase de su desequilibrio que analizaremos a continuación.

166
Primera Fase: El anquilosamiento del poder
Con el crecimiento en tamaño y número, el poder den‐
tro de las tribus comenzó a anquilosarse. El líder en un pe‐
queño grupo de personas siempre tarda muy poco tiempo
en aparecer y, generalmente, sus compañeros poseen una
primera tendencia a hacerle caso y apoyar sus iniciativas.
Pero, al convertirse en un grupo más grande, este proceso
se complica, sobretodo si existe más de una persona con
perfil de liderazgo en el grupo. La reacción de aquellos que
ostentaban algún tipo de poder fue la de mantenerlo para
sí mismos y los suyos.
Esto supone la aparición de un proceso aglutinador
(yang) que produjo la aparición de Identidades Moderadas
de acaparamiento del poder como por ejemplo: los Sante‐
ros y chamanes (poder sobrenatural), las dinastías (poder
político), las castas superiores (anquilosamiento de ciertas
personas o familias a ciertas funciones), etcétera. En defi‐
nitiva, todos los integrantes de la civilización dejaron de
tener la misma importancia. Aquéllos que disfrutaban de
algún poder sobre los otros se aferraron a él para su bene‐
ficio propio y el de los suyos.
Esta concentración del poder en ciertos grupos o fami‐
lias sólo pudo producirse con la aceptación de la masa.
Independientemente de las particularidades por las que
pasaban las personas que integraban esa civilización, el re‐
sultado fue que la población no se rebeló contra esa con‐
centración de poder o, si lo hizo, no lo hizo con la contun‐
dencia suficiente como para evitarla.
Ahora bien, una casa de 10 m2 con sólo una habitación
tiene sentido, pero una casa de 1000 m2 y sólo una habita‐
ción es una estupidez. La construcción (aumento) del con‐

167
cepto tribu pasó necesariamente por una deconstrucción
de su sentido funcional. La manera en la que esta decons‐
trucción se ha ido realizando junto a la construcción del
poder es la que ha generado las distintas fases en el con‐
cepto civilización.
La civilización desequilibrada en su faceta del poder (or‐
ganizacional) supuso un desequilibrio en su faceta funcio‐
nal (el trabajo y sus frutos). Antes, los integrantes de la
tribu aportaban su trabajo y su talento para sacar adelante
al grueso de la tribu. Todos trabajaban por un objetivo
común, la supervivencia del grupo. Sin embargo, la con‐
centración del poder produjo que esta función se decons‐
truyera. Surgieron Identidades Moderadas de la disfuncio‐
nalidad en el reparto del trabajo y beneficio común, como
los “patriarcas”, los “feudalismos”, los “paternalismos” y la
pérdida de libertades que obligaban a la población a some‐
terse y a trabajar para las castas superiores o a realizar
contribuciones (tributos, etcétera).
Originalmente, el integrante de una tribu recibía de ella
todo lo que necesitaba: compañía, alimento, cobijo, vigi‐
lancia, defensa, asistencia sanitaria, educación y orienta‐
ción vital. A partir de este momento, poco a poco, estas
funciones que los integrantes recibían de la civilización a la
que pertenecían fueron desapareciendo. El plebeyo y su
familia se mantenían a sí mismos con su trabajo y tenían
que mantener a las figuras de poder concentrado por or‐
denamiento social a través de contribuciones agrarias, tri‐
butarias, etcétera. Toda la razón de ser de los patriarcas, su
poder, su riqueza y su bienestar venían íntegramente pro‐
porcionados por la sumisión (pérdida de libertad) de su
pueblo.

168
La civilización dejó de cubrir las necesidades vitales de
muchos hombres para convertirse en la sociedad de pocos
hombres (de sus dirigentes). Además, el hombre común
cedió mucha libertad para pertenecer a la civilización y, sin
embargo, recibía poco de ella. Esto supuso el inicio de un
proceso dispersor (Yin) de los beneficios sociales y liberta‐
des que percibía el ciudadano por ser un integrante de la
civilización.
De este modo, según la civilización permitió que el po‐
der se concentrara de forma paternalista, surgieron las res‐
tricciones de las libertades de las clases plebeyas. Apare‐
cieron las leyes y los regímenes autoritarios por los que las
bases de la sociedad cada vez recibían menos de la Civili‐
zación a la que pertenecían y estaban sujetos a más leyes
sacrificando su libertad individual.
La representación gráfica de esta situación de acuerdo
a nuestra máquina analógica se realiza del siguiente modo.
El proceso de la estructura organizacional (el poder), es el
proceso Yang que comienza aglutinándose. Por lo que
siempre que la onda se aleje por encima del eje horizontal
del tiempo, significará que el poder social se aglutina en
las instituciones del Estado (el poder se concentra en el
Estado) y cuando lo haga por debajo de la línea del tiempo
significará que el poder se dispersa en el Estado (entre los
individuos). Al mismo tiempo, el proceso de la estructura
funcional (el trabajo) es el proceso Yin que se dispersa.
Siempre que la onda se aleje por debajo del eje del tiem‐
po, significará que el trabajo se esta dispersando fuera de
las instituciones del Estado (entre los individuos). De
forma contraria, siempre que se aleje por encima de la
línea del tiempo indicará que el trabajo se aglutina en las
instituciones del Estado.

169
Tras esta concentración inicial del poder y sumisión de
la población, según pasó el tiempo, la situación se acen‐
tuó. Una mayor concentración de poder requiere una
mayor pérdida de libertades y de beneficios individuales
para mantener el concepto equilibrado. Si esta tendencia
continúa en el tiempo, el equilibrio empieza a radicalizarse
y se convierte en un peligro, puesto que podría derivar en
una radicalización suicida.
La radicalización suicida puede darse por una crisis de
tipo Yang (por excesiva concentración de poder) o de tipo
Yin (por excesiva pérdida de libertad o perjuicio de sus
bases sociales).

170
Algunas civilizaciones se enfrentaron a una radicaliza‐
ción suicida de tipo yang por excesiva acumulación del
poder. Si una civilización invasora asesinaba a la cúpula del
poder de dicha civilización, se hacía con el control de todos
sus integrantes. Al estar el poder tan concentrado, sus
bases sociales eran muy sumisas y seguirían a cualquiera
que la reemplazara. Otro ejemplo fueron aquellas civiliza‐
ciones que terminaron perdiéndolo todo por objetivos ego‐
ístas de monarcas o dictadores. Sus imperios se perdieron
por objetivos que no necesariamente respondían a las ne‐
cesidades reales de su pueblo sino a las de su mandatario.
Otras civilizaciones se enfrentaron a la radicalización
suicida de tipo Yin por excesiva pérdida de libertad y el
perjuicio generado a sus bases sociales. Muchos mandata‐
rios abusaron de su poder para extraer cada vez más bene‐
ficio personal de sus bases sociales. Oprimiendo tanto a su
gente, sólo provocaron que su propio pueblo lo percibiera
como un tirano. Esto supuso una trampa mortal para estos
mandatarios.
Cualquier desequilibrio en radicalización o radicaliza‐
ción suicida se caracteriza por la aparición de Identidades
Saturadas. En este caso fueron:
‐ Identidades Saturadas Yang: dictaduras, monarquías
absolutas, déspotas, tiranos, guerras, imperios, empe‐
radores, teocracias autoritarias, etcétera.
‐ Identidades Saturadas Yin: motines, deserciones, trai‐
ciones, rebeliones, esclavitud, violación de los derechos
individuales de la persona, leyes impopulares o abusi‐
vas, religiones estrictas y coercitivas, etcétera.

171
Nuestra máquina analógica predice durante esta etapa
un exceso de confianza en la contundencia de estas identi‐
dades saturadas. Según esta predicción, muchos de estos
imperios y civilizaciones habrían fracasado justo cuando
más vastas, extensas y desarrolladas parecían. Muchos
mandatarios podrían haber tomado decisiones equivoca‐
das inspiradas en un exceso de confianza sobre su propio
poder. Del mismo modo, muchas personas de esas civiliza‐
ciones podrían llegar a tomar decisiones extremas motiva‐
das por el pensamiento de que nunca recobrarían su liber‐
tad ni recibirían el fruto de su trabajo. Acciones que un
hombre libre normalmente no tomaría si no fuera fruto de
la confianza que posee en su desesperación. Y justo
cuando muchos pensaban que jamás recuperarían sus li‐
bertades y derechos, se inició la etapa de su reequilibrio.
Como veremos más adelante en mayor profundidad,
este exceso de confianza es muy relevante para la toma de
decisiones con lo referente a la financiación ajena. Muchos
dirigentes en equilibrios radicalizados, confiados por la con‐
tundencia de su mandato y sus logros pasados, no tuvieron
miramientos a la hora de endeudarse en grandes sumas
para conseguir objetivos cada vez más ambiciosos. Estas
deudas precipitaron a sus civilizaciones hacia la radicaliza‐
ción suicida cerrando de golpe la etapa de su dominio.
Otra predicción de nuestra máquina analógica es que
aquellas civilizaciones que tensaron demasiado el con‐
cepto Civilización, acercándose a la radicalización ya fuera
por el lado Acaparador del poder (Yang) como por el lado
Esparcidor de la libertad del individuo (Yin), tuvieron que
experimentar o la desaparición (radicalización suicida) o la
entrada en una dimensión temporal más tupida. Es decir,

172
que las que no desaparecieron, tuvieron una etapa de in‐
estabilidad severa en la que se precipitan eventos contun‐
dentes en poco espacio de tiempo para tratar de re‐equili‐
brar esta situación radicalizada (inestabilidad).
Otras civilizaciones, sin embargo, las que no se permi‐
tieron llegar a ese fuerte desdoblamiento del concepto ci‐
vilización o las que reaccionaron rápidamente al darse
cuenta de lo fuertemente polarizadas que se encontraban,
pudieron evolucionar a tiempo asegurando la superviven‐
cia de la civilización.
En resumidas cuentas, esta fase se inicia en el concepto
equilibrado de tribu para luego desequilibrarse según
crece en el tiempo, por ello diremos que este tipo de fase
es una fase desequilibradora (Figura 48).

173
La Segunda Fase: La evolución desde la Sociedad Pater‐
nalista hacia la Sociedad de Clases
Frente al ejemplo de aquellas sociedades que no supie‐
ron reequilibrar su concepto de civilización a tiempo, algu‐
nas sociedades iniciaron una fase reconciliadora y evolu‐
cionaron sobre la base de dos factores.
1) Primer factor reconciliador: La aparición de la burguesía.
Las clases en el poder durante la etapa anterior habían
empezado un proceso de ambición sin límites41. El tamaño
de una civilización era clave para asegurar su superviven‐
cia. Podríamos decir que, en lo que a civilización humana
se refería, llegamos a la etapa de los dinosaurios. No era
suficiente contar con una sociedad robusta, unida y fuerte,
si ésta no era capaz de intimidar a sus vecinos. Era necesa‐
rio crecer o crecer. Algunos monarcas o dirigentes podían
incluso sacrificar a muchos de sus soldados o plebeyos con
tal de ejercer su poder según les pareciera. Sin embargo,
dentro de estas civilizaciones imperialistas tan enormes y
tan preocupadas por su posición geoestratégica, se abrie‐
ron muchos espacios en su interior. Su tamaño permitía
crear territorios de paz y estabilidad muy propicios, por
ejemplo, para el comercio. Además, las grandes hazañas,
llamadas también “empresas”, que pretendían los monar‐
cas tenían un marcado sesgo lucrativo y por ello, la logís‐
tica y el equipamiento de estas empresas se veía total‐
mente justificada por los posibles réditos a conquistar.
Como resultado de estos tamaños descomunales de na‐
ciones e imperios, al mandatario autoritario que primero
41 El comportamiento de los mandatarios de la etapa anterior estaban someti‐
dos a la corriente aglutinadora de poder característica de la primera etapa, por
lo que sus objetivos generalmente consistían en crecer, conquistar y acaparar.

174
había arrebatado el poder de la soberanía popular, le em‐
pezaron a surgir pequeños competidores: la burguesía. Al
principio puede que fueran sólo meros artesanos, comer‐
ciantes o usureros, y también puede que su poder pare‐
ciera ridículo, pero no podemos olvidar que era un poder
que arrebataban al sistema sin levantar sospechas. Por
ejemplo, si en Valencia se podía comprar un plato de
Talavera de la Reina, no era porque el monarca así lo dic‐
tase, sino porque un comerciante, por su cuenta y riesgo,
había decidido organizar esa ruta comercial aprovechando
un “vacío legal” (en el sentido de que el mandatario toda‐
vía no había regulado el comercio interno). De repente,
cualquier persona podía tener financiación si un presta‐
mista así lo estimaba oportuno sin necesidad del consenti‐
miento del poder gobernante.
Los mandatarios, en primer término, menospreciaron el
poder que esta nueva clase social les arrebataba. En defi‐
nitiva, cualquier mandatario podría pensar que si alguna
vez necesitaba regular el comercio o el crédito, él desde su
posición autoritaria siempre podría hacerlo. Pero la histo‐
ria nos ha confirmado que lo que empezó como un poder
de poca monta llegó a ser crucial para las capacidades de
los Estados. Por ejemplo, un ejército de 10 000 hombres
no podía luchar sin ser apropiadamente abastecido, equi‐
pado y pagado honorarios. Así que de repente el precio de
10 000 armaduras, de 10 000 espadas o el coste de poder
financiar una guerra pasó a ser algo muy relevante y muy
beneficioso para los proveedores del Estado.
Quizás al principio el poder de negociación sobre los
precios fuera escaso, pero, a medida que se iban realizan‐
do más y más transacciones económicas, el burgués y el

175
banquero fueron acumulando más y más riqueza. Desde
una posición financiera más holgada, aumentaron su
poder de negociación en la fijación de precios, puesto que
podían controlar más la oferta de sus productos. En mu‐
chos casos, se llegó a dar la situación en la que el Estado
necesitaba pedir fondos a la Burguesía para financiar sus
operaciones. Lo que pone de relieve que la aparición de
esta clase social supuso un factor esparcidor del poder
concentrado en la fase anterior (abandono del apogeo
Yang o tiranía). De repente, a pesar de existir estados au‐
toritarios, éstos no podían entrar en guerra si no eran ca‐
paces de financiarlaxxxviii.
En definitiva, ésta fue una fase reconciliadora que hizo
que las Identidades Saturadas Yang de la radicalización an‐
terior se moderaran en dirigentes obligados a mantener el
equilibrio interior mediante acuerdos con la burguesía
mercantil, los banqueros y religiosos de su nación.
2) Segundo factor reconciliador: La aparición del ciuda‐
dano.
Incluso obviando la aparición de la burguesía mercantil
y financiera como factor reconciliador del autoritarismo en
la civilización, la tiranía de la fase anterior no se podía
mantener durante mucho tiempo. El Estado que era dema‐
siado tirano se enfrentaba a motines, rebeliones y traicio‐
nes que amenazaban su supervivencia. Las Civilizaciones
que no llegaron a estresar esta función tanto como para
cavar su propia tumba, aprendieron rápidamente que ten‐
drían que devolver algo al pueblo para conseguir su apoyo.
Surgió la necesidad de proteger al hombre dentro del
Estado y de algún modo crear el concepto de “ciudadano”.
Al igual que en la fase tirana previa surgieron las leyes au‐

176
toritarias (las obligaciones del ciudadano), esta nueva fase
implicó la aparición de derechos fundamentales para pro‐
teger al individuo y asegurar un sistema judicial (abandono
del apogeo Yin o sumisión). Por muy precario que pudiera
parecer este nuevo sistema de garantías civiles o de justi‐
cia, supuso el inicio del pago de la deuda del Estado para
con su pueblo del que tanto poder había sustraído. Este
momento representó para estas civilizaciones el naci‐
miento del Derecho en lugar de la Ley autoritaria.
Las Identidades Saturadas Yin de la fase anterior se mo‐
deraron con la aparición de mecanismos de protección al
ciudadano, la aparición del derecho y del incipiente sis‐
tema judicial. Anteriormente, el concepto de Civilización
se había desdoblado hacia dos polos opuestos (se había ra‐
dicalizado), sin embargo, en esta fase, la dimensión del
concepto se replegó sobre su esencia y por eso decimos
que es una fase reconciliadora (Figura 49).

177
Fase Tercera: El desahucio al Estado
En las fases anteriores, hemos observado cómo la cons‐
trucción del poder supuso la deconstrucción de las liberta‐
des individuales. La reconciliación de esta construcción y
deconstrucción era necesaria, pero no es suficiente para
regresar al equilibrio. Es necesario el desequilibrio en sen‐
tido contrario al sufrido inicialmente para que la existencia
sea armoniosa y podamos regresar al concepto existencia,
plena y equilibrada.
De este modo, los dos factores que en la fase anterior
colaboraron para la reconciliación del concepto radicali‐
zado, una vez logrado su objetivo nos conducen de lleno
dentro de la tercera fase en la que siguen ejerciendo su in‐
fluencia desequilibrando el concepto civilización en el sen‐
tido contrario.
1) Primer factor desequilibrador: La hegemonía de la
burguesía y la revancha del pueblo.
La burguesía mercantil y financiera no se limitó a arañar
un poco de poder ingenuamente, sino que deliberada‐
mente tomó posiciones y ganó terreno para constituirse
como clase apoderada. De forma no siempre discreta, la
burguesía aprovechó la inercia de la fase anterior y se for‐
taleció asegurando su supremacía financiera a través del
acaparamiento de los recursos naturales y de los procesos
de creación de valor. El concepto de propiedad privada y su
reconocimiento por parte del Estado era fundamental para
retar a la propiedad y hegemonía pública. Con este motivo
también surgieron las sociedades mercantiles o empresas.
Como el lector ya podrá intuir, para cualquier occidental
de nuestra época, esta fase es mucho más cercana a nues‐
tras vidas.

178
La burguesía ha evolucionado y su exponente en la ac‐
tualidad son grandes empresarios y hombres de negocios
que ostentan auténticos emporios. No por ello, además de
los grandes magnates, existen muchas más personas que
todos los días se levantan y arriesgan su patrimonio cre‐
ando su propio estilo de hacer las cosas en miles y miles de
empresas, que al fin y al cabo son en sí mismas mini civili‐
zaciones.
Esta clase social ha conseguido instaurarse como una
nueva clase de poder. Las patronales negocian con el
Estado y con los Sindicatos. El capitalismo ha germinado en
todos los niveles. El estilo de vida de la mayoría de los oc‐
cidentales depende de que grandes corporaciones sigan
haciendo lo que vienen haciendo hasta ahora.
Los empresarios compiten entre sí y están dispuestos a
pagar para fichar a los mejores profesionales. Los dirigen‐
tes de sus empresas ganan en muchas ocasiones más di‐
nero que el que los votantes están dispuestos a pagar a sus
dirigentes políticos. Esta diferencia salarial es una para‐
doja, puesto que sobre los hombros de los políticos recae
el futuro de todos los ciudadanos y, sin embargo, sobre los
de los directivos empresariales, la responsabilidad se re‐
duce a un grupo de accionistas y de trabajadores42.
Las empresas están tan instauradas que estimulan la
demanda de sus propios productos. A través de su publici‐
dad y su oferta de productos, educan al consumidor para

42 El salario del presidente de EE.UU. ronda el medio millón de dólares entre


sueldo y complementos, mientras que los CEOs de empresas y bancos supe‐
ran estas cifras con creces. Por ejemplo, Larry Ellison, CEO de Oracle ganó 6,1
millones de dólares en efectivo y 78,4 millones en acciones y opciones por su
trabajo realizado en 2009 (según CNNmoney.com)

179
adoptar el comportamiento que más favorece sus ventas.
Antes vivíamos como el rey nos permitía vivir, y ahora vivi‐
mos como las corporaciones multinacionales quieren que
vivamos. Las empresas han desbancado al Estado del po‐
der en tantos sentidos que a menudo observamos cómo
los Estados van legislando por detrás de los abusos empre‐
sariales.
En las grandes corporaciones niponas, hoy en día, toda‐
vía muchos consideran su funcionamiento interno excesi‐
vamente paternalista, como si de un patrón y sus hombres
se tratase. Vale la pena recordar los códigos de conducta de
las primeras fábricas de Ford, donde el empresario dictaba
un código de conducta no sólo en la empresa, sino también
en su vida familiar, social, etcétera. Es evidente que a esta
nueva burguesía le interesa un Estado débil para así poder
tener más libertad a la hora de organizar sus mini civiliza‐
ciones; por lo que, tras obtener el dominio sobre los recur‐
sos naturales y los métodos de fabricación, se han dedicado
a educar a la población para necesitar y organizarse en fun‐
ción de sus productos. De este modo, han conseguido
ganar un enorme poder de negociación frente al Estado.
El pueblo también ha aprovechado la nueva predisposi‐
ción del Estado a servir al ciudadano para cobrarse su pro‐
pia factura. Al igual que los burgueses se aseguraban la
propiedad privada, entre el pueblo se propagó la reflexión
de descuartizar la forma en la que el Estado ejerce su
poder para así no volver a caer de nuevo en las manos de
un tirano. Como a la burguesía también le interesaba un
Estado débil y volátil, el Estado se ha visto sometido a un
ataque simultáneo desde dos frentes.

180
La etapa de despotismo estatal anterior generó una re‐
saca que provocó una reacción revulsiva para evitar caer
de nuevo en el mismo error. De esta forma, tuvo sentido la
construcción de las Democracias Modernas con Economías
Capitalistas. Esta etapa constituye el desequilibrio en su
sentido esparcidor (Yin) de lo que originalmente se había
constituido como dimensión Yang (concentración del
poder) en el concepto Civilización.
En las fases anteriores, observamos cómo el poder esta‐
tal primero se construyó, luego se radicalizó, para terminar
moderándose de nuevo. Ahora, en cambio, el poder esta‐
tal comienza a dispersarse. Esta fase de desequilibrio Yin
(dispersor) de la función del poder estatal se caracteriza
por la aparición de Identidades Moderadas que lo caracte‐
rizarán: sociedades mercantiles, propiedad privada, res‐
ponsabilidad limitada, derecho mercantil, separación de
los tres poderes del Estado (legislativo, judicial y ejecu‐
tivo), sufragio universal, leyes electorales y regulación de
intereses cruzados, etcétera.
Ahora bien, este desdoblamiento de la concentración
de poder en las sociedades modernas se ha visto acompa‐
ñado de un proceso de abuso (desequilibrio Yang) de la
cualidad complementaria, la función del Estado, el trabajo
en común que realiza la civilización y quién recibe sus fru‐
tos. El pueblo, tras haber reconquistado terreno al Estado,
no se ha conformado con un Estado que garantice las liber‐
tades de los individuos y se limite a la gestión de la efica‐
cia y eficiencia social. El pueblo se ha armado de reivindi‐
caciones y ha aprendido a pedir beneficios sociales.
2) Segundo factor desequilibrador: El abuso de la fun‐
ción del Estado.

181
El pensamiento social durante esta fase evolucionó y
abrió paso a la etapa del abuso sobre la función del Estado.
De un Estado que primero obligó y luego ofreció un mí‐
nimo de garantías al ciudadano, se ha pasado al “Papá
Estado”. En muchas civilizaciones, se empezó a atiborrar al
Estado con funciones para satisfacer en beneficio del indi‐
viduo. De este modo, aparecieron los servicios públicos,
los socialismos, el Estado de Bienestar y el Comunismo.
Todos los países, hasta EE.UU., símbolo del capitalismo
moderno, han tenido que ceder en ciertos aspectos dentro
de su función social, y todos, sin excepción, ofrecen cober‐
turas estatales ya sea por sus ideales o como pura golosina
electoral.
Los gobiernos en la actualidad tienen que ofrecer bene‐
ficios sociales a su electorado y además lo tienen que con‐
seguir con un capital humano menos renumerado que el
de la iniciativa privada. La empresa privada ha ganado la
batalla en el mundo laboral y el empleo público trata de
defenderse a través de beneficios laborales que le infieren
todavía mayor rigidez. Este hecho produce que los trabaja‐
dores más ambiciosos tiendan a permanecer en la inicia‐
tiva privada, a no ser que valoren más otros aspectos que
el empleo público puede proporcionar (estabilidad laboral,
realización personal, reputación oficial, corrupción polí‐
tica, etcétera).
La legislación electoral ha puesto una traba más al po‐
der estatal: las elecciones. Esta prueba fatídica, pero extre‐
madamente necesaria, hace que los partidos políticos rea‐
licen promesas con la intención de ganar votos. Esta cita
electoral es un catalizador que provoca que el Estado cada
vez tenga más trabajo que hacer, más funciones, más de‐

182
beres y, sin embargo, cada vez lo tengan que hacer con un
personal más supervisado y menos renumerado que sus
homólogos corporativos. No estoy sugiriendo que se
deban prohibir las elecciones. Las elecciones son algo sano
y necesario para evitar el anquilosamiento del poder y sus
efectos y yo comulgo con esta opinión, sin embargo, el
mundo corporativo no posee este tipo de trabas a la hora
de aplicar sus políticas43. Este es uno de los motivos de la
agilidad del sector corporativo frente a la del gobierno que
vela por el interés común de los ciudadanos.
Todos los Estados, hasta el más capitalista del mundo,
tiene este tipo de preocupaciones. Las pensiones, el
Estado del Bienestar, la educación, las ayudas, las subven‐
ciones, etcétera son tareas que mantienen al Estado ocu‐
pado, gastando mucha energía, dinero y trabajo. Como,
además, sus empleados acostumbran a estar menos remu‐
nerados que los de la empresa privada, alcanzar el nivel de
eficiencia y calidad demandado por la población suele im‐
plicar la necesidad de utilizar más recursos que los pura‐
mente necesarios.
La omnipresencia y capacidad impositiva recaudadora
del Estado hace que el contribuyente lo perciba cada vez
más como una enorme rueda cuya supervivencia está ase‐
gurada. Es conveniente que el ciudadano perciba al Estado
como una Identidad que jamás desaparecerá, pero, al
mismo tiempo, hace que el contribuyente se desvincule
del Estado e incluso empiece a obrar en su contra (exceso
de confianza característico de la radicalización).
43 Además, las corporaciones han acaparado las actividades en las que han
visto una oportunidad de negocio mientras que el electorado asigna al Estado
las actividades que nadie quiere hacer o no parecen económicamente intere‐
santes.

183
Si el individuo actual percibiera al Estado como una
parte de todos, la evasión fiscal sería como robarse dinero
a uno mismo; es decir, algo incongruente. Sin embargo,
muchos individuos se ven tentados a atracar al Estado
todos los días y en todos los países. Por ejemplo, en algu‐
nos estados europeos, el Estado llegó a encargarse de la
ortodoncia de todos los adolescentes. Una dentadura per‐
fecta es algo muy importante y puede que una sociedad
entienda que es básico para su salud. Pero hay que tener
mucho cuidado con lo que elegimos y le pedimos al Estado
que nos proporcione. Si le pidiéramos al Estado que la or‐
todoncia fuera un servicio estatal llevado a cabo por médi‐
cos y centros estatales, de pronto incrementaríamos mu‐
cho la factura del sistema público. Una parte de la pobla‐
ción podría percibir este gasto como excesivo, como un
lujo. Esos habitantes podrían ver incrementado su apetito
por evadir el pago de impuestos ya que consideran que su
Estado es un despilfarrador, acelerando el desahucio al
Estado (más gastos‐ortodoncia, menos recursos‐evasión
de impuestos).
Es evidente que esta sobrecarga de la función social del
Estado constituye el desequilibrio acaparador o abusador
(Yang) de lo que originalmente se había constituido como
dimensión Yin (dispersión de la función social, del trabajo
y sus frutos) en el concepto Civilización.
Esta nueva fase de desequilibrio permitió que surgieran
Identidades Moderadas de ambos tipos:
‐ Identidades Moderadas Yang: pensiones estatales, los
servicios públicos, la industria estatal, la educación pú‐
blica, el Estado del Bienestar, las ayudas, las subvencio‐
nes, el subsidio por desempleo.

184
‐ Identidades Moderadas Yin: sociedades mercantiles, la
responsabilidad limitada, el blindaje de la propiedad
privada, el derecho mercantil, la separación de los tres
poderes del Estado (legislativo, judicial y ejecutivo), el
sufragio universal, las leyes electorales y la regulación
de intereses cruzados, etcétera.

Con el paso del tiempo, esta fase de desequilibrio ha


ido creciendo y llegando a su radicalización. Una de las
predicciones de nuestra máquina analógica en equilibrios
radicalizados son las crisis por exceso de confianza en las
identidades radicalizadas. Uno de los exponentes máximos
del abuso de la población sobre la función estatal fue el
Comunismo. Se presentó como una idea redonda y com‐
pleta. La iniciativa privada ambiciona una plusvalía, el

185
Comunismo considera el cobro de esta plusvalía por parte
del empresario injusta para con los trabajadores y el resto
de la sociedad. En base a este razonamiento, los comunis‐
tas querían convertir la plusvalía de la iniciativa privada en
pública para resolver con ello la injusticia social. Algunos
temían que fuera un concepto ingenuo, utópico e incluso
en contra de la naturaleza humana. No se equivocaron,
pero tampoco acertaron.
El comunismo no difiere del capitalismo en lo referente
a su representación gráfica en nuestra herramienta analó‐
gica. El comunismo es una ideología que cambia la defini‐
ción del Estado. Este cambio conceptual, sin embargo, no
altera las fuerzas internas que han experimentado las civi‐
lizaciones que adoptaron este sistema político.
Frente al traspaso de poder del Estado hacia la burgue‐
sía que las sociedades post‐autoritarias estaban sufriendo,
las civilizaciones que optaron por el comunismo pretendie‐
ron la continuación de la hegemonía estatal a base de in‐
corporar la función productiva en un Estado que represen‐
taba a todo su pueblo. La definición del Estado paso a ser
doble: Estado proveedor de servicios sociales y Estado pla‐
nificador de la función productiva. A pesar de este cambio
de definición del Estado, estas dos facetas muy diferencia‐
das continuaron existiendo y siguieron estando sujetas a
las mismas fuerzas que incrementaran la separación de sus
objetivos.
El Comunismo fue viable durante un cierto tiempo, y
aún lo es en algunos Estados aunque su purismo ideoló‐
gico es del todo cuestionable. Su máximo exponente, la
URSS, se derrumbó de la noche a la mañana como aquella
persona excesivamente ansiosa y nerviosa que un buen

186
día sufre un síncope. El problema es exactamente el mis‐
mo al que antes se enfrentaron los mandatarios que se ex‐
cedieron convirtiéndose en tiranos: el estrés. Se llegó a
confiar tanto en la idea de un Estado puro, para todo el
pueblo, que se le atribuyeron todas las funciones.
Como ya hemos visto en este libro, cuando una cualidad
se lleva al máximo, el máximo y el mínimo de esa cualidad
se juntan en un mismo punto, haciendo que la cualidad
deje de existir en la Realidad y pase a existir sólo en la di‐
mensión eterna como concepto44. En este caso, cuando el
Estado tiene que soportar el peso de todo, la conclusión es
que no soporta el peso de nada. Esto es exactamente lo
que les ha pasado a los estados comunistas que han inten‐
tado instaurar un Comunismo puro. Cumplir todas las fun‐
ciones de la sociedad, mantenerla satisfecha y al mismo
tiempo sustituir todas las ambiciones individuales por la
nacional, es materialmente imposible, precisamente por‐
que el tiempo sólo puede existir a través del desequilibrio.
Esto no quiere decir que el Estado Comunista no fuera
plena o parcialmente eficiente, o que no lo fuera más que
otras formas de organización social. Lo fue o lo pudo ser.
Lo que intento decir es que, al igual que al segundo minuto
del establecimiento de una anarquía empiezan a surgir lí‐
deres de una forma espontánea, cuando alguien retiene el
poder de todo el pueblo y para todo el pueblo, al minuto
siguiente, el individuo, aunque represente una parte de
ese pueblo, siente que el Estado no salvaguarda sus intere‐
ses particulares porque éste ha de velar por el de todos lo

44 Por ejemplo: si todo es blanco, el blanco y el negro son la misma cosa por‐
que la imagen deja de ser en nuestro tiempo, no hay tiempo cromático, o el
color existe pero no es en el tiempo.

187
ciudadanos. Es de este modo como comienza la corrupción
de la “posible virtud” en la definición del sistema45.
El buen Estado Comunista debe de ocuparse de muchas
cosas para respetar su definición. Cuando digo muchas
cosas, en realidad quiero decir demasiadas. La persona de
la calle lo sabe, y además presupone que ese gigantesco
Estado siempre sobrevivirá. Es tal la omnipresencia del
Estado y su mandato que el ciudadano piensa que sería
imposible que el Estado se derrumbase. Al fin y al cabo,
¿cómo no iba a pensarlo? El Estado cuenta con el apoyo de
todos y el poder sobre todos. Todo esto lleva a muchos in‐
dividuos a un estado de ánimo donde lo único que quieren
hacer es preocuparse de sí mismos y no, de mantener al
Estado que todo lo tiene y todo lo puede. No podemos ol‐
vidar que la definición del Estado comunista es una identi‐
dad muy saturada propia de esta fase tremendamente bi‐
polar. Como ya hemos visto, la gran saturación de una
identidad inspira un exceso de confianza sobre su supervi‐
vencia existencial que puede suponer la trampa de una ra‐
dicalización suicida (justo cuando la identidad parece más
consistente es cuando pasa a la dimensión eterna, sola‐
mente existe y deja de ser en el tiempo).
El individuo termina pensando que el Estado tiene que
ocuparse de tantas cosas que en el fondo nadie está ve‐
lando por sus intereses particulares. Precisamente, el
Estado que conceptualmente se creó para atender y salva‐
guardar todos los aspectos básicos de la vida del ciuda‐

45 A mi parecer, una definición no puede ser virtuosa si no tiene en cuenta la


continuidad del desequilibrio temporal de la Realidad. Sin embargo, por res‐
peto a la opinión de muchas personas que han visto en el Comunismo una
idea pura, mi comentario de “posible virtud en la definición del Comunismo”.

188
dano, es el que con el paso del tiempo, termina percibién‐
dose como el que no puede respaldar los intereses particu‐
lares de su población. Este hecho constituye el germen
que terminará estresando hasta la muerte por infarto de
miocardio al Estado utópico que primero apoyó.

No obstante, al igual que el Comunismo ha fracasado


como modo de organización del trabajo y del poder den‐
tro de las civilizaciones modernas, el capitalismo puro tam‐
bién lo ha hecho. El hombre actual está desconcertado,
por un lado, con la caída del Comunismo, pensaba que el
Capitalismo se ratificaba como modo organizativo válido y,
sin embargo, no comprende cuáles son las características

189
fundamentales incrustadas en el concepto de Capitalismo
(en el sentido de liberalismo económico) que lo llevará a la
quiebra del sistema.
Es necesario, por tanto, que revisemos las característi‐
cas de la fuerte polaridad en la que estamos inmersos para
comprender cómo debe de ser la siguiente etapa que con‐
siga reconciliar el concepto de la civilización humana y nos
permita afrontar el reto de la civilización duradera.
Si nos resistimos a realizar las reformas necesarias del
sistema, nuestra máquina analógica predice que o nuestra
civilización desaparecerá de golpe justo cuando más vasta,
compleja y contundente parecía. O alternativamente, en‐
trará en una dimensión temporal muy tupida. La conse‐
cuencia de un redimensionamiento radical de la dimensión
temporal sería la experimentación de una crisis en la cual
suceden eventos de excesiva contundencia muy frecuente‐
mente (en muy poco espacio de tiempo). Estos fuertes y
contrapuestos eventos obligarían a nuestra población y di‐
rigentes a fuertes golpes de timón para enderezar el rum‐
bo de nuestra civilización pero que amenazan con hacerla
naufragar hacia la dimensión eterna (en la cual nuestra ci‐
vilización dejaría de ser en el tiempo para sólo existir como
concepto).

190
Implicaciones de la fuerte bipolaridad en la etapa actual

En resumidas cuentas, la Civilización Occidental ha re‐


gresado a una situación de bipolaridad. La acentuación de
esta bipolaridad podría ser crítica para la supervivencia de
la Civilización. El despotismo del Estado de la primera fase
creó un mundo desigual donde unos pocos (los mandata‐
rios) disfrutaban del esfuerzo de muchos, y muchos perci‐
bían cada vez menos de su civilización a cambio de sacrifi‐
car mucho. Lo que produjo que las civilizaciones autorita‐
rias e imperialistas de Occidente se extinguieran.
En la bipolaridad actual, ya hemos tenido las primeras
víctimas. El desmantelamiento de la URSS fue un claro re‐
flejo de cómo la saturación del Estado sumió al país en un
sistema de corrupción, ineficiencia y falta de motivación.
Precisamente como estamos en una bipolarización del
concepto de civilización, la desaparición del comunismo
hizo que la antigua URSS se sumiera en el extremo más
contrario conceptualmente de la noche a la mañana, en el
capitalismo más despiadado. Los millonarios han surgido
en décimas de segundo, el más fuerte o más influyente
acaparó todo lo que pudo, quitándole el mayor poder o ri‐
queza al Estado a precio de saldo. En la calle, las mafias y
el orden “privado” se apoderaron rápidamente de las ne‐
cesidades más fundamentalesxxxix.

191
En el mundo occidental, esta corriente bipolar, Iniciativa
Privada (Capitalismo) frente al Interés Social (Socialismo),
nos ha llevado a una sociedad víctima de los intereses par‐
ticulares en los que el Estado hace malabares para conse‐
guir subsanar los daños producidos por el abuso de dichos
intereses. Un Estado de Derecho rico en ideas, historia y
experiencia, pero muy débil frente a un electorado mal‐
criado por la era de los excesos sociales y la bonanza eco‐
nómica. Un Estado lento y cauto obligado a la sensatez de
tener que consensuar sus actuaciones con su opinión pú‐
blica, pero en desventaja táctica frente a los consejos de
administración de las grandes corporaciones que toman
sus decisiones mucho más rápidamente. Por si fuera poco,
el consenso con la opinión pública también supone una
desventaja frente a otras civilizaciones del planeta que se
hayan todavía en la primera fase (concentración de poder)
y segunda fase (aparición de la sociedad de clases) de su
existencia. Los dirigentes de esos países deciden e impo‐
nen en lugar de tener en cuenta la opinión de su pueblo,
lo que les permite reaccionar más rápidamente46. El terro‐
rismo internacional lo sabe y lo está utilizando como arma
para asustar a la opinión pública occidental que vota y pro‐
porciona (pero también fracciona) el poder de los Estados
occidentales (ataques terroristas del 11‐S, 11‐M, etcétera).
Esta senda de la bipolaridad ya ha asestado un golpe
mortal al Comunismo, pero el mundo sigue por el mismo
camino. Las grandes corporaciones capitalistas buscan sin
cesar formas con las que ganar más dinero y, en esa bús‐

46 Por ejemplo, a nadie le sorprende que en China la adopción de medidas


pueda ser más rápida puesto que el Gobierno no consensúa sus medidas con
los ciudadanos.

192
queda, suelen incurrir en actuaciones desventajosas para
el interés común. Evidentemente, nuestra bipolaridad
cada vez se hace más patente y, por lo tanto, las corpora‐
ciones están empezando a buscar una conciencia social,
pero a menudo sus actuaciones presentes responden a sis‐
temas productivos que no son sostenibles a medio o largo
plazo. Es bastante habitual que los vacíos legales, la falta
de consenso internacional o la falta de experiencia del
hombre en ciertos aspectos sobre los que todavía no ha re‐
flexionado suficientemente creen un hueco que las empre‐
sas aprovechan y exprimen al máximo hasta que la alarma
social o gubernamental se levanta.
Estas burbujas abusivas a menudo plantan un “jaque” a
las sociedades y a los gobiernos. Si se ha dejado que la bur‐
buja creciera sin cesar, es posible que la solución al pro‐
blema planteado suponga una larga crisis para conseguir
superar la resaca del abuso. El peligro al que se enfrenta la
civilización occidental es que si una de esas burbujas no se
identifica a tiempo y se deja crecer y crecer sin cesar, se
podría presentar de repente como un “jaque mate” y ases‐
tar un golpe mortal a la forma en la que vivimos.
De no reaccionar a tiempo, la situación “bipolar inver‐
tida” en la que nos encontramos se solucionará a través de
una gran crisis que reconducirá las dimensiones de la
Civilización hacia un repliegue conciliador. Estas posibles
crisis pueden clasificarse de manera resumida en las si‐
guientes:

193
1.‐ Las crisis por ingenuidad capitalista (exceso de con‐
fianza)
¿Qué sería del ser humano si nunca se hubiera dado
cuenta de que los gases aerosoles destrozaban la capa de
ozono de la Tierra? De ser así, la moda del aerosol se hu‐
biera instaurado sin ninguna acritud. Las empresas que fa‐
brican aerosoles hubieran intentando con su publicidad
crear la mayor necesidad de éstos y propagar su consumo
al máximo. El público, tras haber sido convenientemente
bombardeado por los medios, comenzaría a consumir
estos productos en todo tipo de ocasiones. Rápidamente,
con la bajada de los precios de la producción en masa, los
hábitos cotidianos de los seres humanos evolucionarían de
tal modo que nuestros hijos crecerían necesitándolos.
Sin embargo, ese abuso combinado con la falta de aler‐
ta social acabaría en una gran resaca quizás irreversible.
Un día, demasiado tarde para el hombre, podríamos ver la
Tierra convertida en un planeta inhabitable a consecuen‐
cia de la radiación solar. Ésta sería una crisis por ingenui‐
dad, ya que es el hombre el que confía en que será capaz
de dar solución a las intervenciones que hace él mismo o
sus empresas sobre los recursos y la capacidad regenera‐
tiva de la Tierra.

2.‐ Crisis por de‐sincronización de objetivos (radicaliza‐


ción)
El sistema capitalista se entiende sabio a la hora de asig‐
nar recursos. El mercado manda y, a simple vista, el sis‐
tema funciona. Generalmente, si conseguimos que todos
seamos felices a nivel particular, estaremos consiguiendo

194
una civilización feliz a nivel social. Pero ¿podríamos enton‐
ces afirmar que si todos los agentes actúan por el bien in‐
dividual, se conseguiría el bien social? La respuesta es NO.
El que haya intuido la esencia de la dirección que esta‐
mos marcando en este nuevo Capitalismo Funcional, en‐
tenderá que el problema está en el estrés de la función al
límite. Necesariamente, si “todos” actúan debido a su in‐
terés particular, ninguno lo conseguirá. Me explico. Por
ejemplo, a ninguna sociedad le gusta la inflación o el paro.
Imaginemos que no hubiera Estado, que nadie velara por
el interés común y que nadie estuviera observando los
abusos que se producen entre las unidades de distinto ca‐
pital (recursos); el sistema rápidamente se colapsaría.
Por mucho que a las empresas les interese que el con‐
sumidor tenga renta que poder gastar en comprar sus pro‐
ductos, a las empresas también les gusta cobrar un margen
al consumidor por el valor que ellas consideran que han
añadido al producir sus productos o servicios. Sería del
todo utópico pensar que porque a las empresas les inte‐
rese que los consumidores tengan una economía saneada,
que fueran ellas mismas las que crearan y mantuvieran un
organismo privado que regulara la economía del país. Sin
duda, no tardaría en aparecer algún monopolio que llevara
a la civilización a una nueva fase tirana, pero no por el lado
estatal (como en la antigüedad), sino por el lado de la ini‐
ciativa privada.
Cada persona es proveedor de unos y cliente de otros,
empleador de unos y trabajador de otros, contribuyente
para algunas cosas y subvencionado fiscalmente en otras; la
interconexión es tan grande que existe un gran conflicto de
intereses que involucran a las mismas personas y empresas

195
en distintos planos simultáneamente. Si no fuera por el
Estado, el hombre jamás hubiera podido abordar por sí
mismo la creación de un organismo de Política Monetaria o
jamás se hubieran introducido medidas como el impuesto
especial sobre el tabaco o la ley antimonopolios.
En definitiva, la empresa tiene un objetivo a muy corto
plazo: retribuir a sus accionistas. Por ello, la empresa es una
experta en asignar recursos. Cualquier propuesta que no
deje beneficios a corto plazo, o en un plazo razonable, no
prosperará dentro del mundo corporativo. Por el contrario,
en muchas empresas sí pueden prosperar iniciativas que
permiten un beneficio a muy corto plazo, a pesar de que
ello ponga en peligro la actividad en el futuro. No es un pro‐
blema para un accionista cobrar dinero hoy, aunque eso
signifique que mañana habrá que dedicarse a otra cosa
porque se habrá agotado un recurso. Ésta es la lección que
el hombre recibió en la crisis de 1929, o incluso más recien‐
temente en la crisis de las hipotecas subprime. No es que a
la empresa no le interese que la Economía se comporte
bien a largo plazo, sí le interesa, pero la forma en la que se
toman decisiones en una empresa anima a aprovechar los
tirones al máximo, aunque sean contraproducentes.
A una empresa le encanta cuando su producto se pone
de moda, sin embargo, desde la perspectiva económica a
largo plazo, una moda puede suponer el despilfarro de re‐
cursos y renta en un producto que no necesariamente con‐
tribuye a construir un mundo cualitativamente mejor o
simplemente no tiene el valor que se cobra por él mientras
que dura la “moda”. El producto sólo tiene valor porque
está “caliente” en un momento del tiempo, pero no por su
utilidad real. Podríamos denominar este tipo de crisis

196
como crisis capitalista por des‐sincronización de objetivos
entre la empresa (corto plazo) y la civilización (largo plazo).
La empresa pertenece a una dimensión más tupida (todos
los años ha de conseguir sus objetivos para sobrevivir),
mientras que la Civilización evoluciona más despacio en
una dimensión más liviana (donde los objetivos tardan
más tiempo en ser alcanzados).
La caída del mayor exponente del Comunismo (URSS) ha
acentuado la apuesta por el Capitalismo. El hombre en ge‐
neral no se ha dado cuenta de que ambos suponen el
mismo estrés y la misma amenaza de cara al futuro. Una
vez probado que la planificación central es inviable o utó‐
pica, las civilizaciones han interpretado que por el contrario
se había validado el modelo económico liberal como mo‐
delo a seguir. Pero la conclusión que debemos extraer es
exactamente la contraria, el Capitalismo ha de reformarse.
La “moda” del capitalismo se ha instaurado y ha creado
una ola que nos ha llevado a una globalización alarmante
con muy poco espacio para “errores humanos”. Hoy en día,
si alguno de los sectores de la economía global incurre en un
fallo de cualquier tipo, sus consecuencias son también glo‐
bales y a lo mejor irreparables. La Humanidad se ha equivo‐
cado en la interpretación de la caída del Comunismo. La
caída del Comunismo es la prueba de que es sólo cuestión
de tiempo que el Capitalismo puro también se derrumbe. El
Capitalismo puro es inviable como el Comunismo.
Entonces, ¿cómo evitar que, una vez fracasado el Co‐
munismo, no caigamos en la amenaza del Capitalismo?
¿Cuáles deberían de ser las claves de la Cuarta Fase de
nuestra Civilización?

197
En la actualidad, el hombre occidental se encuentra en
una fase crítica, puesto que el concepto de civilización está
completamente desequilibrado (polarizado). Pero, para
mayor confusión, esta desvirtualización de la Civilización
es del tipo que más trabajo nos cuesta discernir, puesto
que no tenemos referentes (es el problema inverso a los
grandes debacles de civilizaciones anteriores a la nuestra).
En el transcurso de la historia, la Humanidad ha sufrido por
la situación contraria, pero la amenaza actual sólo se ha
puesto de manifiesto en la URSS. Es decir, en el pasado, las
civilizaciones acabaron porque el Estado era demasiado po‐
deroso y autoritario, o porque los ciudadanos de esa civili‐
zación no tenían ninguna libertad o garantía social. Ahora la
amenaza es la contraria, los Estados tienen muy poco
poder efectivo, y los ciudadanos y empresas con sus dere‐
chos y garantías ponen a prueba la continuidad del sistema.
En el terreno conceptual, diríamos que el concepto
Civilización se encuentra altamente esparcido en su faceta
Acaparadora (el Estado posee poco poder realmente efec‐
tivo), y, por contraste, fuertemente concentrada en su fa‐
ceta Dispersa (el ciudadano y la iniciativa privada cuenta
con gran cantidad de derechos, garantías y beneficios). No
es de extrañar que cada vez los grupos empresariales sean
más grandes y los políticos sean más débiles, aunque estos
últimos están más ocupados que nunca.

3. Crisis por homogeneidad excesiva


La globalización, la búsqueda de eficiencias y produc‐
ciones en masa enfrentan al mundo a una estandarización
y homogeneización excesiva. El hombre ha de darse
cuenta que al hacerlo estamos creando una única civiliza‐

198
ción mayor y mayor en la que la diversidad se está viendo
seriamente mermada. Si el ser humano convierte el pla‐
neta Tierra en el jardín de una única gran civilización, la
Naturaleza tomará a la Humanidad como una identidad ra‐
dicalizada y, por lo tanto, se convertirá en uno de sus obje‐
tivos a derrotar. El ser humano se enfrentará cada vez más a
plagas, virus, bacterias y amenazas procedentes del desequi‐
librio en el ecosistema global. Seremos la especie a reducir.
En lenguaje funcionalista, diríamos que si un modelo de
vida se instaura en todo el ecosistema, entonces comienza
la desaparición de su hegemonía. Si la instauración de ese
modo de vida es muy dramática, también será muy dramá‐
tica su desaparición. Si el modo de vida se instaura poco a
poco, las fuerzas contrarias a él también irán surgiendo
poco a poco, y así nos dará tiempo a estudiarlas y evaluar‐
las. El ser humano tiene que ser consciente del pulso que
está ejerciendo contra su medio natural, si la presión es
muy fuerte o rápida, quizás no podamos sobrevivir el de‐
sajuste y posterior “resaca” que esa presión genere.
El ser humano debe de entender el funcionamiento apa‐
lancado de la sociedad. Por ejemplo, el mes más caluroso
en el Hemisferio Norte no es el mes de los días con más
horas de sol (finales de junio), sino que se produce a finales
de Julio y principios de Agosto. Es decir, las modas (los nue‐
vos hábitos) no tienen sus mayores efectos cuando más se
producen, sino cuando su historia y repetición hacen que
adquieran una inercia que fuerza su huella en el paso del
tiempo. Tenemos que ser prudentes para controlar que las
fuerzas que estamos ejerciendo hoy no se conviertan en
una huella tan profunda en el futuro que no podamos su‐
perar sus efectos aunque tratemos de detenerlos.

199
El hombre todavía no ha conseguido diseñar una civili‐
zación humana orgánicamente (funcionalmente) bien cali‐
brada. Los desajustes dentro de cada una de las grandes
sociedades que podemos observar hoy en el planeta son
evidentes, por lo que el hombre debería de afrontar el pro‐
ceso de la globalización con extrema cautela.
La búsqueda de eficiencias y economías de escala que
facilitan la globalización es indudablemente muy atractiva.
Por poner un ejemplo, también es muy atractiva la eficien‐
cia nutricional que consigue el cuerpo humano gracias a su
sistema digestivo centralizado que prepara el alimento
para todas las células del hombre. Imagínense la gran inefi‐
ciencia que soportaría nuestro cuerpo si poseyéramos un
sistema digestivo independiente para cada zona de nues‐
tro cuerpo: uno para nuestra cabeza, otro para nuestro
brazo derecho, otro para el torso, otro para una pierna y
así para cada parte de nuestro cuerpo. Es comprensible
que el ser humano a la hora de buscar formas de hacer ne‐
gocios busque la economía de escala. Construir una gran
civilización formada por todos los habitantes del planeta
es sin duda un objetivo último de la humanidad, pero ¿sa‐
bemos ya cómo esa gran civilización tiene que ser si toda‐
vía no hemos conseguido una “gran” pequeña civilización
en ningún país?
El hombre es demasiado inexperto en este campo. No
hay ningún país, por ejemplo, que consiga alimentar bien
a su población. La nutrición es una de las funciones más
básicas de una persona. Por supuesto, una vez eliminados
los países que sufren de hambruna, en los países ricos,
toda esa industrialización nos ha llevado a una nutrición
deficiente, rica en ingredientes que o no favorecen el de‐

200
sarrollo equilibrado del ser humano o que directamente
son responsables o agravan muchísimas enfermedades.
Hay países desarrollados en los que el índice de obesidad
se ha disparado en la última mitad de siglo XX. No nos ol‐
videmos que posiblemente nuestro modelo de explota‐
ción agraria y nuestros nuevos hábitos alimenticios pue‐
den ser parcial o totalmente responsables de la escasez de
recursos para otros países más poblados, pero menos de‐
sarrollados.
¿De verdad podemos sentirnos tan orgullosos de lo que
hemos creado como para exportarlo e imponerlo en todo
el mundo? ¿No deberíamos de proponernos alcanzar un
modelo interno equilibrado antes de meter a toda la
Humanidad de la Tierra en un sistema nutricional defec‐
tuoso? Con la ayuda del Capitalismo, Occidente ha entrado
en la fase de especialización más rápida de nuestra histo‐
ria, a pesar de ello, todavía no hemos sido capaces de al‐
canzar un modelo socioeconómico equilibrado a nivel local
¿es responsable por nuestra parte que tratemos de impo‐
ner este modelo globalmente si ni siquiera es localmente
equilibrado? ¿Podemos esperar que las grandes multina‐
cionales encuentren por el modelo de prueba y error un
modelo equilibrado global si ni siquiera hemos conseguido
un modelo de relación política estable en el ámbito inter‐
nacional?

La paradoja del hombre occidental


El consumidor occidental cada vez comprende menos
cómo funcionan las cosas a su alrededor. El ciudadano
medio se ha acostumbrado a delegar la función del cono‐
cimiento. Los occidentales nos levantamos todos los días y

201
nos preparamos un desayuno con una máquina que sabe‐
mos utilizar, pero no conocemos. Nos montamos en un
tren que sabemos cómo coger, pero no tenemos ni idea de
cómo funciona o de cómo fabricar uno. Trabajamos con un
ordenador que más o menos sabemos manejar, pero no
somos capaces de diseñarlo, comprenderlo o programarlo
adecuadamente. Nos informamos a través de medios de
comunicación que sabemos cómo contactar, pero desco‐
nocemos cómo funcionan o cómo consiguen la informa‐
ción. Comemos comida que creemos apta y apropiada
para el consumo humano, pero desconocemos cómo ha
sido cultivada, criada o preparada. El hombre se ha acos‐
tumbrado a delegar la función del conocimiento.
El hombre occidental en general ha asumido que no se
puede entretener en el arte de conocer. El ciudadano occi‐
dental medio necesita saber manejarse para invertir su
tiempo en conseguir avanzar en sus intereses particulares.
El que hoy en día se planteara conocerlo todo, tendría que
ser muy rico. Hay tanto que estudiar, que perdería toda su
vida en ello y, aun así, posiblemente no sumaría en su ce‐
rebro todo el conocimiento disponible en la actualidad.
Esta coyuntura motiva que la sociedad occidental siga dis‐
persándose cada vez más. La consecuencia es que, al
haber muy pocas personas (o ninguna) que puedan con‐
templar el funcionamiento de la civilización desde arriba,
se abre un gran hueco para que puedan surgir crisis de
cualquier tipo: capitalista por ingenuidad, por des‐sincro‐
nización de objetivos o por homogeneización excesiva.
Cada vez es más difícil analizar las situaciones desde
arriba, pero, además, esta forma de organización nos hace
muy débiles. Somos débiles frente a civilizaciones que no

202
se hallan en esta situación o, frente a equivocaciones en el
planteamiento global de nuestro funcionamiento como ci‐
vilización. La descapitalización en el plano intelectual más
básico que ha sufrido la población occidental nos hace
muy dependientes del propio modo de vida que hemos
creado. Nos hemos convertido en ciudadanos más o
menos cultos, especialistas de cosas muy concretas y rele‐
vantes sólo dentro del modo de vida que hemos creado.
El hombre occidental prácticamente no sabe de estacio‐
nes del año, no sabe si el tomate es una fruta de primavera
o verano. Por supuesto, no sabe cazar, fabricarse un chuchi‐
llo y ya casi ni cocinar. El hombre occidental está perdiendo
la sabiduría patrimonial que nos ha permitido sobrevivir e
imponernos (más importante todavía) en el planeta Tierra
durante miles y miles de años, para entrar en una vida aje‐
treada poco comprensible. El ciudadano occidental piensa
que ha superado y controlado muchas de las tareas rutina‐
rias que ocupaban al hombre en el pasado y, sin embargo,
no se da cuenta de que ese pensamiento está inspirado en
el exceso de confianza sobre nuestro contundente y radica‐
lizado sistema. Ningún ciudadano en particular es el que ha
sido capaz de superar esos problemas y tareas del pasado.
Es la civilización occidental la que de forma agregada los ha
superado y controlado, pero si ésta desaparece, el hombre
occidental sufriría un gran retroceso.
Es bastante ilustrativo analizar, por ejemplo, lo que ha
pasado con nuestro propio cuerpo. El organismo del ser
humano ha superado muchas amenazas a las que se en‐
frentaban seres unicelulares mucho más básicos que no‐
sotros. En realidad, todas esas formas de vida más simples
siguen dentro de nosotros haciendo posible que tengamos

203
vida y consciencia, pero tanto ellas como nosotros necesi‐
tamos el uno del otro para continuar existiendo. El hom‐
bre, para ser hombre, necesita estar formado por miles de
organismos especializados en funciones básicas. Cuando
todos estos organismos tocan su parte de la partitura, es
cuando la melodía suena a “vida humana”. Si uno de ellos
no toca la partitura correcta (como es el caso del cáncer) o
si se maltrata a algunos de los músicos de la orquesta
(como por ejemplo, el efecto del consumo excesivo de al‐
cohol sobre el hígado), entonces la melodía se desestabi‐
liza y puede llegar a exterminar a la comunidad de organis‐
mos en su totalidad.
De manera similar, los occidentales nos hemos especia‐
lizado y necesitamos que cada uno de los especialistas
haga su trabajo para que podamos seguir con nuestro es‐
tilo de vida. Si sacáramos a un fontanero o a un ingeniero
nuclear de la civilización que lo han convertido en lo que
son y los lleváramos a la selva, por ejemplo, con un poco
de suerte conseguirían sobrevivir, sin embargo, no conse‐
guirían mantener su estilo de vida actual ni un minuto.
Sería tan ridículo como pretender que el riñón extirpado
de una persona mantuviera el mismo modo de subsisten‐
cia sumergido en una piscina que el que consigue dentro
del cuerpo humano.
En el modelo de subsistencia occidental se han incluido
muchas variables que hay que analizar, comprender y cali‐
brar para que nuestro modo de vida siga funcionando. En
definitiva, todos somos expertos en algo (como los órga‐
nos de una persona son expertos en una de las funciones
del organismo superior). Esta especialización funcional de
cada ciudadano nos contagia con una prepotencia que nos

204
conduce hacia una despreocupación sobre la calibración
de las otras variables importantes para la supervivencia de
la raza humana (exceso de confianza). Somos expertos en
algo, pero cada vez más inexpertos en alcanzar la felicidad
personal, inexpertos en el equilibrio emocional, inexpertos
educadores, inexpertos padres, inexpertos cónyuges, inex‐
pertos en economía doméstica, inexpertos en la gestión
global de una civilización y —lo más importante— inexper‐
tos a la hora de plantear y planear nuestra vida. No nos
alarmemos, ¿cuán experta creen ustedes que es una mito‐
condria a la hora de planear su vida en nuestro sistema di‐
gestivo? Yo diría que ni siquiera es consciente. Pues, de
forma análoga, el occidental va por este camino.
Nuestro cuerpo está diseñado para el trabajo en la na‐
turaleza y ha sido entrenado en ella durante miles de años,
en miles de poblados y granjas a través del globo, y ahora,
en este paraíso “especializado”, se halla desorientado. Este
esparcimiento de las funciones ha abierto demasiados
huecos en el hombre occidental que se acostumbra a que
las cosas lo superen, haciéndolo débil a nivel individual y
también débil a nivel social. Las sociedades occidentales
son cada vez más vulnerables y están cada vez más predis‐
puestas a echar balones fuera, echándole la culpa a éste o
a aquel sector de la civilización, en lugar de analizar los
problemas desde la perspectiva global. Cada vez es más di‐
fícil analizar los problemas internos de nuestra propia or‐
ganización. Este factor hace que nuestra sociedad pueda
ser extremadamente débil frente a un gran cambio exó‐
geno, como una gran catástrofe natural, una guerra mun‐
dial o un error en el modelo de explotación de algunos de
los sectores de la actividad económica más globalizados.

205
La propia polarización que nosotros hemos creado es
un terreno abonado para la aparición de fuertes crisis o co‐
rrecciones que podrían engendrar uno de esos grandes
cambios exógenos de las normas del juego. Del mismo
modo que el apetito es una herramienta necesaria para la
supervivencia del hombre, la obesidad mórbida o la anore‐
xia son ejemplos de cómo una herramienta fundamental
puede ser utilizada de forma incongruente y amenazar la
supervivencia del ser humano. La civilización occidental es
cada vez más débil a cambios bruscos en las normas del
juego porque las Identidades que en ella habitan están
más especializadas e interconectadas. Es fundamental que
el hombre se asegure de que sus acciones no son las que
terminen generando estos peligrosos cambios y así evitar
caer en la incongruencia.

El capitalismo ha creado la máquina del tiempo y reta


la propia ambición del hombre occidental
Si yo tuviera una máquina del tiempo y adelantara la in‐
vención del motor de vapor/gasolina y de los medios de
transporte más comunes (ferrocarril, automóvil, barco a
motor y avioneta), en unos cuatrocientos años, sin duda
me haría muy rico, pero ¿sería este comportamiento res‐
ponsable? ¿Sería equilibrado que todo ese conocimiento
se pusiera a disposición de la Humanidad de repente y de
la mano de sólo unos pocos? O ¿serviría para darle la he‐
gemonía global a un dictador o monarca sin escrúpulos,
pero con los bolsillos repletos?
La civilización occidental sufre una fuerte de‐sincroniza‐
ción con respecto a otras civilizaciones de la Tierra. El pro‐
blema no sólo radica en lo débil que es un occidental a la

206
hora de organizar su vida. Todo está tan organizado en el
mundo occidental que simplemente dejándose llevar y si‐
guiendo los pasos lógicos e inducidos por el propio sis‐
tema, su modo de vida está más o menos estipulado. Es
cierto que el hombre occidental es cada vez más torpe,
pero también más sabio. Si hemos conseguido industriali‐
zar la agricultura, también hemos sido capaces de utilizar
ese exceso de eficiencia agraria en estudiar la Biología y el
funcionamiento de los ecosistemas de nuestro entorno.
Aunque el hombre occidental sea hoy en día capaz de
dejar una huella más profunda gracias al uso de sus máqui‐
nas, también es más sensato y entiende mejor el ecosis‐
tema del que depende su vida.
Lo realmente arriesgado es el contraste de esta situa‐
ción frente a la de nuestros homólogos en otras civilizacio‐
nes. A la hora de convivir con nuestros vecinos, nuestras
fortalezas cada vez nos distinguen más. Eso nos hace fuer‐
tes frente a ellos en determinados aspectos, pero, tam‐
bién, nos obliga a la responsabilidad. ¿Le dejaríamos la
bomba atómica a cualquier mandatario político simple‐
mente porque las cuentas públicas de su país decidan que
pueden permitírsela? ¿Realmente deberían de pelear con
rifles y minas antipersonales civilizaciones que nunca hu‐
bieran alcanzado el conocimiento que conlleva desarrollar
esas armas tecnológicamente avanzadas?, ¿es responsable
vender maquinaria altamente contaminante a países que
no entienden la seriedad de la factura que les (y nos) ven‐
drá de vuelta?
El mundo, a consecuencia de las grandes corporaciones
multinacionales, es cada vez más global, por lo que en la
actualidad ninguna Civilización puede ignorar a otra.

207
Lamentablemente, vivimos en un mundo de “conmigo o
sin mí”, lo que hace que el cinismo burocrático domine la
mayoría de las relaciones entre países. Debemos de tener
mucho cuidado en los mecanismos de funcionamiento de
nuestra sociedad y nuestro sistema de valores. En ningún
caso podríamos arriesgarnos a transferir nuestros avances
sin asegurarnos que también transferimos la madurez civil
y social que conlleva la utilización de esa tecnología. De no
ser así, estaríamos propiciando un futuro cáncer en nues‐
tra sociedad, en el cual, nuestros propios avances y nues‐
tros nuevos hábitos se pueden volver en nuestra contra
(de‐sincronización del desequilibrio). Un sistema de orga‐
nización que no tiene este factor en cuenta no puede ser
válido, sería como programar un ordenador para que él
mismo pudiera destruir de manera aleatoria los archivos
que nosotros hemos fehacientemente almacenado.
Por ejemplo, imaginémonos un mundo de sólo dos paí‐
ses. En primer lugar, el país “Déspota”, gobernado por un
Monarca autoritario, que mantiene a su población bajo un
estricto régimen dictatorial. La economía de Déspota es
básicamente de autosuficiencia. Los súbditos pagan im‐
portantes impuestos a las arcas del Tesoro y el orden se
mantiene gracias al uso intensivo de las fuerzas de seguri‐
dad del Estado. Del otro lado de la Frontera, se encuentra
“Ilustre”. Ilustre es un país con un Estado poco intervencio‐
nista que cree en la sabiduría del mercado para satisfacer
las necesidades de su población, asignar recursos y fijar
precios. Ilustre es un país muy desarrollado, por lo que su
población está altamente educada y muy especializada.
Ilustre cuenta con un ejército de pocos efectivos, pero un
armamento muy avanzado que han desarrollado los cien‐
tíficos de las grandes corporaciones de su país.

208
Si una compañía armamentística de Ilustre, desea dupli‐
car su facturación (mayores ventas) sin necesidad de inno‐
var (menores gastos), lo lógico sería vender al ejército de
Déspota el mismo armamento que ha vendido al ejército
de Ilustre. Si así lo hiciera, crearía una fuerte des‐sincroni‐
zación entre ambos países que puede poner en peligro de
extinción a ambos países. Déspota puede sentirse tentado
a conquistar Ilustre para así controlar de una forma pater‐
nalista todos los medios y científicos que existen en Ilustre.
Ilustre puede sentirse amenazado por la “gobernabilidad”
del pueblo de Déspota que sería capaz de ir a la guerra sin
rechistar si su mandatario así lo ordenase.
Posiblemente, si le pidiéramos a un estratega militar que
nos aventurase el resultado de una guerra entre estos dos
países, a igualdad de armamento, nos diría que la guerra la
ganaría el ejército de Déspota, puesto que la población de
Ilustre no está acostumbrada a respaldar con su vida a un
Estado que ha cometido un error tan absurdo. Es posible
que la población civil de Ilustre esperara a que su ejército hi‐
ciera su trabajo, es decir, aniquilar el ejército invasor. Pero, a
igualdad de armamento, el ejército de Déspota posee más
soldados y su Monarca puede obligar a toda su población a
ir a la guerra. Sin embargo, en Ilustre, muchos habitantes se
cuestionarían por qué han de ir ellos a la guerra si el error
ha sido de la compañía armamentística.
No me resulta extraño que Roma perdiera su poder
ante una civilización menos sofisticada, pero mucho más
motivada. Roma y su Imperio eran demasiado grandes, su
nivel cultural era tan distinto al de las bases de su pobla‐
ción y de sus vecinos que se abrieron muchos “huecos”
(muchos espacios) para desvirtuar el concepto de su

209
Civilización. Cuanto más saturada se encuentra una identi‐
dad, más “hueco” existe entre ésta y la identidad comple‐
mentaria que la equilibra.
Como occidentales, nos tenemos que asegurar que el
lema de los países paternalistas o teocráticos no se en‐
frente con nuestro modo de vida. De lo contrario, no pode‐
mos permitir que las ventajas competitivas que nuestra ci‐
vilización ha conseguido gracias a su modelo liberal y espe‐
cializado se filtren a civilizaciones que no han experimen‐
tado la madurez intelectual que ha permitido nuestro
avance tecnológico. Estos avances nos han proporcionado
ventajas, pero también nuevos tipos de debilidades deriva‐
das de nuestra organización funcional.
Nuestros avances tecnológicos han venido proporciona‐
dos por el trabajo, la reflexión y el esfuerzo de miles y
miles de estudiantes que terminaron siendo científicos e
ingenieros en el mundo occidental. Muchas de estas per‐
sonas posiblemente no se meterían en una trinchera a lu‐
char cuerpo a cuerpo, por lo que poseemos un ejército
menor pero sin olvidarnos que gracias a estas personas es‐
pecializadas, hemos conseguido necesitar un menor es‐
fuerzo combativo para obtener contundentes resultados
bélicos. Si ahora distribuimos ese conocimiento sin ningún
control para ganar dinero más fácilmente, caeríamos en la
incongruencia y nos estaría bien merecida la derrota a
cargo de una civilización menos madura socialmente ha‐
blando47. Resulta obvio, que la innovación nos está pro‐
porcionando una ventaja competitiva estructural. Si no re‐
compensamos a los innovadores por ese ejercicio, enton‐

47 “Menos madura socialmente” no significa mejor ni peor, sino que se en‐


cuentra en una fase más temprana de su proceso temporal.

210
ces éstos pueden verse tentados a buscar esa recompensa
adicional por su excepcional trabajo en un mercado de
clientes menos avanzados civilmente pero con recursos
para gastar.
Piensen si no, en el desastre que hubiera sido para la
humanidad si una civilización paternalista de hace miles de
años contara con el armamento más avanzado del siglo XXI
y, además, le enseñáramos a utilizarlo. Posiblemente sería
capaz de llevar a la humanidad a su extinción. La culpa sin
duda habría sido del occidental ingenuo que proporcionó
tales armas y tal enseñanza a un pueblo tan alejado de la
madurez social que exige el desarrollo e investigación de
ese armamento.
Por el contrario, en el mundo actual, precisamente con‐
tamos con este riesgo derivado de uno de los factores que
analizábamos anteriormente: la ingenuidad capitalista y la
de‐sincronización de objetivos. Por un lado, el capitalista
piensa que no existe ningún problema en vender arma‐
mento en general. Para ese capitalista, el hecho de que se
venda a discreción tiene muchas implicaciones positivas:
gana más dinero hoy (mañana ya veremos), estimula la de‐
manda entre los vecinos que no compran sus armas (por‐
que están menos armados que los que si las compran),
además, constituye un factor que anima la investigación y
el desarrollo para la búsqueda de nuevas armas que de‐
fiendan o ataquen mejor que las anteriores y así conseguir
vender más y más caro. Pero, además, el capitalista opina
que el mundo jamás se volverá contra él (es ingenuo), que
independientemente del reto que se plantee, el mercado
se estimulará para buscar una solución, la encontrará y en‐
cima se ganará más dinero de nuevo gracias a la nueva so‐
lución comercializada.

211
El lector que posea un pensamiento más funcionalista
entiende que esta escalada armamentística nos llevaría a
un exceso de confianza en nuestra capacidad bélica que
nos conduciría a una crisis y posterior fase de desarme. El
exceso de confianza sobre la capacidad armamentística
producirá dos resultados posibles. O bien, la población se
preocupa y se asusta de la fuerte capacidad alcanzada y
busca la firma de un acuerdo internacional de desarme vo‐
luntario para relajar la tensión entre las naciones (lo que
prueba que el gasto en armamento ha terminado siendo
un derroche de recursos públicos) o bien, se acabaría ali‐
mentando las ambiciones bélicas de una nación que gra‐
cias a ese exceso de confianza bélica, armada hasta los
dientes, se cree invencible.
Un sistema de organización occidental que no tenga en
cuenta que el capitalismo liberal es una fuente de des‐sin‐
cronización temporal entre civilizaciones no puede ser un
sistema eficiente y, además, es incongruente consigo mis‐
mo. Irremediablemente con el paso del tiempo acabará
ocasionando un de‐sincronización del equilibrio (un do‐
paje, muchos ingresos hoy, mucha amenaza existencial
después) en esa civilización.
Por el momento, los occidentales ya hemos advertido
algunos problemas de diseño que acarreábamos en el pa‐
sado y que ya hemos subsanado, como, por ejemplo, la ne‐
cesidad de una Ley en contra de los monopolios. No obs‐
tante, todavía no nos hemos dado cuenta de que en nues‐
tro diseño actual existen fallos enormes que pueden termi‐
nar en la muerte de la civilización humana.
¿Se imaginan cuán arriesgado sería el diseño de nuestro
cuerpo humano si estuviese contemplado que nuestro hí‐

212
gado saliera de nuestro cuerpo durante el día para irse a
depurar la sangre de un chimpancé y que luego regresará
a nuestro cuerpo para cumplir su función depuradora du‐
rante la noche? Pues, en nuestra civilización, ocurren este
tipo de cosas, lo que pasa es que algunas de ellas todavía
no las hemos visto así de obvias. Es comprensible que sea‐
mos en cierto modo ingenuos. La vida tiene que ser a la
fuerza optimista. Se ha demostrado que el cerebro del ser
humano está predispuesto al optimismoxl. Si el hombre
pensara que su casa se puede derrumbar todos los días,
jamás hubiéramos empezado a construir casas. Para que el
tiempo SEA y no sólo EXISTA, hay que motivar el cambio,
por lo que la búsqueda de la mejora constituye un factor
evolutivo clave para evitar que la vida desaparezca; es
decir, que haya tiempo dentro de la dimensión de la vida
orgánica.
El optimismo es necesario para la concentración de fac‐
tores, igual que el pesimismo lo es para la dispersión (di‐
versificación de poderes). Como la mente humana está di‐
señada para el optimismo como mecanismo evolutivo, el
hombre acostumbra a caer en las “trampas aglutinadoras”,
como lo fueron las dictaduras, los Monopolios, el Comu‐
nismo o la Globalización. No hay que irse muy lejos, el
error más común entre los inversores noveles es que no di‐
versifican su riesgo.
La búsqueda de eficiencias, motor del sistema capita‐
lista, trae consigue grandes beneficios a la hora de abordar
procesos productivos desde un enfoque “agregado”, pero
si su aplicación se hace ignorando las distintas fases de
cada civilización, se crea una máquina del tiempo. De ser
así, seremos capaces de trasladar las ventajas conseguidas

213
en una fase de una civilización a otra civilización que se en‐
cuentra en otra fase, creando una de‐sincronización del
Equilibrio, lo que se traduce en un escenario más complejo
de controlar y sobretodo de volver a equilibrar sin un
fuerte desajuste existencial (la desaparición de identida‐
des, en especial las saturadas).

214
La Cuarta Fase: Alineamiento del mandato de los
distintos agentes con sus habilidades

El mundo occidental ha de tomar medidas drásticas en


el replanteamiento de ambas dimensiones de sus Estados,
la forma en la que se ejerce y distribuye el poder en la so‐
ciedad (dimensión del poder), y los derechos, libertades y
funciones sociales que recibe el ciudadano (dimensión so‐
cial) para conseguir reequilibrar la tensionada bipolaridad
a la que nos enfrentamos (el mundo corporativo frente al
Estado del Bienestar). Es importante recordar que cuando
el ser humano cae enfermo, no es la razón la que nos cura
en primera instancia, sino nuestra propia organización me‐
tabólica. No es de extrañar que el cuerpo humano tenga
un sistema sin voluntad para cuidar de su integridad meta‐
bólica. De la misma forma que el Todo, no podía tener vo‐
luntad, el cuerpo humano, como civilización de células hu‐
manas, no puede poseer una voluntad interna.
El Estado es bueno fijando objetivos para la población a
largo plazo, la iniciativa privada es buena consiguiendo
procesos eficaces y eficientes a corto plazo. Un objetivo a
largo plazo sólo se consigue si todos los pasos a corto plazo
contribuyen a llegar a la consecución del objetivo a largo
plazo. Los Estados en la actualidad tratan de conseguir ob‐
jetivos a largo plazo asumiéndolos en sus tareas diarias.

215
Sin embargo, en este apartado de tareas diarias, las em‐
presas privadas son más eficaces obteniendo resultados y
más eficientes consumiendo recursos. Salvo raras excep‐
ciones, el Estado termina consiguiendo sus objetivos a
base de destinar una ingente cantidad de recursos para su
consecución. Este empecinamiento es el que muchas
veces nos hace percibir al Estado como una entidad despil‐
farradora. Sería mucho más fácil si el Estado adoptase una
política fiscal flexible que premiase a las compañías priva‐
das, cuya actividad y gestión contribuyen a la consecución
de los objetivos estatales a medio y largo plazo. El Estado
debe convertir en negocio la consecución de los objetivos
sociales y de esta forma contará con el mejor aliado entre
sus filas: la iniciativa privada.
Nuestra máquina analógica predice como ha de ser las
directrices que caracterizarán la siguiente etapa:
‐ El Estado debe de reconciliarse con la población. El
Estado se ha convertido en una tercera persona al que
el votante designa tareas. El Estado no puede ser una fi‐
gura distinta a la persona. El Estado somos todos y por
lo tanto, si el Estado hace algo, es porque algunos de los
individuos pertenecientes a él lo hace posible. En la ac‐
tualidad, el votante asigna al Estado las tareas relacio‐
nadas con el bien común o que le parecen poco lucrati‐
vas o engorrosas (tratamiento de residuos, polución, in‐
vestigación en campos de difícil ganancia económica,
etcétera). El Estado ha de reducir la política de subven‐
ciones directas para comenzar a crear “estilos de vida”
que conviertan estas actividades en rentables para que
algún individuo en el Estado se vea motivado a especia‐
lizarse en ella. Del mismo modo que el cuerpo humano

216
motiva la existencia de organismos o células cuya vida
hace posible el funcionamiento de tareas de interés gene‐
ral para el organismo superior. Una herramienta para con‐
seguir esta reconciliación sería a través de una política fis‐
cal variable que incentiva las actividades económica‐
mente poco atractivas pero socialmente necesarias.
‐ La iniciativa privada ha de reconciliarse con la civiliza‐
ción. La iniciativa privada ha de incorporar los objetivos
de la civilización en sus objetivos para evitar que sus in‐
tereses particulares acaben llevando a la civilización a
una prematura radicalización suicida. Por ello, las empre‐
sas que incorporan estos objetivos sociales han de ser in‐
centivadas frente a las que los ponen en peligro por po‐
seer un enfoque demasiado centrado en sus intereses
particulares (igualmente que el cuerpo humano atrofia
aquello que no contribuye a la eficiencia sistémica del or‐
ganismo completo). Con este fin, una política fiscal varia‐
ble (progresiva) que proporcione una ventaja a las em‐
presas que incorporan los objetivos sociales en sus obje‐
tivos también sería una herramienta válida.
‐ El Estado ha de recuperar poder, pero este poder no
puede aglutinarse en unos pocos para evitar volver a
caer en la primera etapa (el poder autoritario). Además
el Estado ha de ganar en dinamismo puesto que su
único poder autoritario (el legislativo), va muy por de‐
trás de la actividad de la iniciativa privada y sus efectos.
Por ello, el Estado ha de buscar las formas de dinamizar
y distribuir entre muchos agentes la toma de decisiones
sobre que actividades promover y cuáles desincentivar.
La corriente de pensamiento del liberalismo económico
ha permitido a la iniciativa privada ganar la batalla por

217
el poder al Estado. Para conseguir evolucionar el mo‐
delo actual, es ahora el Estado el que ha de emplear la
misma herramienta que ha usado su enemigo (los mer‐
cados) para recuperar su autoridad de forma descentra‐
lizada y basada en información inmediata e imparcial.
Los Estados deben de crear los Mercados que les van a
permitir gestionar sus objetivos sociales: los Mercados
de la Utilidad Social.
‐ La iniciativa privada debe de reconciliar su dimensión
temporal más tupida de objetivos económicos a corto
plazo con las características de la dimensión temporal de
la civilización más liviana. Por lo que la política fiscal flexi‐
ble que se cree para motivar o desincentivar ciertas acti‐
vidades debe de poseer un efecto “memoria”. Este efecto
memoria debe ser aplicado sobre aquellas actividades
que hayan producido registros de información negativa
repetidamente en los Mercados de la Utilidad Social.
Bajo estas directrices, el Estado será capaz de diseñar
una organización que permita todo tipo de actividades
pero que sistemáticamente vaya desincentivado aquellas
actividades que provoquen incongruencias en su diseño.
Con esta política fiscal flexible, evitaríamos futuras crisis
en pilares básicos del funcionamiento de la civilización y
por fin se podrá abordar el reto de la civilización duradera
y global.
Si el hombre logra alcanzar la civilización metabólica, es
entonces cuando conseguiremos por fin meter la cabeza
en el mundo de los retos sobrehumanos. Del mismo modo
que todos los microorganismos que componen el cuerpo
humano, una vez que cuentan con un diseño metabólico
que los mantiene con vida, pueden entonces abordar el

218
reto de la conciencia superior, la que nos convierte en
hombres racionales y no, en un conjunto de células.
La civilización occidental necesita llegar a la eficacia y a
la eficiencia en las funciones básicas que sostienen su su‐
pervivencia. Las unidades de decisión más eficaces en la
búsqueda de resultados globales son las empresas, por lo
que la civilización ha de utilizarlas como vehículo en la bús‐
queda de la eficiencia social. Las empresas son eficaces
(efectivas) a la hora de conseguir resultados, pero no todas
lo consiguen con la misma eficiencia.
Eficacia = Capacidad para conseguir un resultado.
Eficiencia = Consecución de un resultado empleando la
menor cantidad de recursos posibles.
Las compañías buscan beneficios individuales (para sus
accionistas) a través de satisfacer una función por la cual
cobran un precio (que incluye una plusvalía). A cambio, la
sociedad obtiene un beneficio organizativo, ya que gracias
a la empresa, consigue la mejor organización posible para
la realización de las tareas necesarias que requieren esa
función (bajo la hipótesis de un mercado de libre compe‐
tencia). Ahora bien, la actividad corporativa puede derivar
un perjuicio social dependiendo del grado de cumpli‐
miento de esa función y del método empleado.
A modo de ejemplo, pensemos en una empresa que fa‐
brica cubiertos de plástico. Los cubiertos de plástico son
necesarios para poder comer de forma higiénica y desloca‐
lizada. Si nadie fabricara cubiertos de plástico, el mundo
tendría una herramienta menos a la hora de la búsqueda
de la eficiencia en sus procesos. No obstante, en muchas
ocasiones, los cubiertos de plástico han supuesto una op‐

219
ción demasiado fácil y demasiado barata al alcance de
miles de personas todos los días. Antes la humanidad
comía todos los días y no generaba la cantidad de basura
que genera hoy en día. Para muchos, “usar y tirar” es más
cómodo o más barato que utilizar responsablemente los
recursos. ¿Significa eso que los cubiertos de plástico debe‐
rían de prohibirse? No. Nuestro sistema organizativo tiene
que encontrar un modelo de calibración automática para
evitar abusos irresponsables. Al fin y al cabo, sería comple‐
tamente ridículo que la Humanidad se enfrentara a un pro‐
blema de destrucción del medio ambiente y gestión de re‐
siduos a nivel global simplemente porque seis mil millones
de personas hubieran decidido comer con enseres de plás‐
tico todos los días y tirarlos a la basura una vez usados. En
realidad, el cubierto de plástico no es tan barato como el
consumidor lo percibe, lo que pasa es que el coste real de
utilizar un cubierto de plástico se encuentra disperso en di‐
versos conceptos y diluido en el tiempo. Parte del coste del
cubierto de plástico está incorporado en el impuesto de re‐
cogida de basuras que pagamos (desincentivando que la
empresa que los fabrica sea más respetuosa con la pérdida
de utilidad social que genera su actividad), otra parte está
en el presupuesto futuro que se producirá con la apertura
y mantenimiento de una nueva planta de reciclaje o verte‐
dero cuando el actual agote su vida o nuestro medioam‐
biente se vea amenazado (lo que desincentiva un compor‐
tamiento responsable de los consumidores y votantes ac‐
tuales). Ni que decir tiene que parte de su coste está en el
coste futuro de retirar partículas de dióxido de carbono de
la atmósfera o de recuperación del medio ambiente.
Nuestros Estados no poseen ningún mercado en el que
esta información quede reflejada, ni que identifique quié‐

220
nes han sido los mayores culpables, por lo que esos costes
no son aprovisionados en origen y cuando se producen re‐
quieren un gran esfuerzo económico que la población
asigna al Estado ya que es demasiado engorroso para que
cualquier individuo quiera lidiar con él. El ejemplo sobre
como el coste medioambiental del cubierto de plástico no
está siendo recogido en nuestro sistema organizativo es
bastante obvio48. Esta organización supone una fiesta para
las empresas productoras y una desgracia para los votan‐
tes (presentes y futuros). Sin embargo, no debemos de in‐
terpretar este problema como un problema únicamente
medioambiental, el problema actualmente encubierto en
nuestro sistema de organización es de dimensiones mucho
mayores. En realidad, existen muchas fuentes de “Polución
Social” o “Pérdida de Utilidad Social” que no están siendo
detectadas ni registradas por nuestros Estados. El modelo
de calibración al que aspira el Estado, ha de contemplar
todas las fases de la eficiencia social que aportan las distin‐
tas fases de cada producto o servicio para así conseguir
una autorregulación ajustada a cada momento del tiempo.
Los modelos de gestión se estudian en las escuelas de
negocios y también atraviesan modas. Por ello, muchos di‐
rigentes y autoridades han visto en este ejemplo de cómo
la corporación aprovecha estos “vacíos” de nuestro actual
sistema de organización para conseguir mejores réditos
electorales sin atender a todos los objetivos de la socie‐
dad. En la actualidad, algunos modelos sociales (Estados
de Bienestar) consiguen ser eficaces y ofrecen buenas ga‐
48 El votante y el Estado tiene que empezar a identificar que modelos de ne‐
gocio hacen que se dispare el gasto de las cuentas públicas y por lo tanto, de
la recaudación de impuestos. Si la empresa tiene éxito, el empleo masivo de
cubiertos de plástico nos hará tener que pagar más impuestos en el futuro.

221
rantías a su población, pero lo hacen consumiendo tantos
recursos (poco eficientes) que en muchos países donde se
está cerca de la eficacia se están hipotecando las genera‐
ciones venideras (generando deuda y dejando riesgos sin
aprovisionar), por lo que seremos eficaces hoy a costa del
derrumbe futuro del modelo.
Tenemos que entrar de lleno en el análisis de cómo po‐
demos lograr que el Estado se quite trabajo y consiga que
las Compañías se dediquen a satisfacer necesidades socia‐
les de una forma eficaz y eficiente que genere la menor
pérdida de utilidad social posible y no ponga en peligro el
correcto funcionamiento del sistema en general. Si el
Estado quiere tener en la iniciativa privada un aliado en
lugar de un enemigo, entonces, el Estado tiene que con‐
vertir en negocio la contribución a los objetivos a largo
plazo del Estado. A través de una política fiscal flexible,
nuestro sistema impositivo necesita motivar y premiar a
las empresas cuya integración vertical, procesos producti‐
vos y organizativos ayuden a la consecución de los objeti‐
vos sociales a largo plazo de nuestra Civilización.
Para conseguir diseñar este sistema de motivación so‐
cial, tenemos que analizar primero cómo genera valor la
empresa a través de su modelo de negocio. También ten‐
dremos que analizar cómo afecta la actividad empresarial
a la sociedad en la que opera para conseguir encontrar la
forma de coordinar ambas facetas, dando una posibilidad
de negocio a las empresas sensibilizadas con los objetivos
sociales a largo plazo y un sistema de gestión económica
eficiente para el bien general de la sociedad.

222
El proceso de creación de valor dentro de la empresa

El Capitalismo Funcional busca cómo conseguir que la


iniciativa privada se alíe con la sociedad. En principio esta
idea parece descabellada. La empresa quiere ganar dinero,
si lo hace, es porque cobra más que lo que valen sus pro‐
ductos. Si cobra más (la plusvalía), quita recursos a la so‐
ciedad y por eso algunos pensaron que la solución era el
Comunismo (la gran empresa de todos). La definición de
plusvalía49 es, en mi opinión, la parte proporcional del
valor de todos los intangibles que aporta o asume la em‐
presa y que ésta es capaz de repercutir (recuperar) en la
venta de una unidad de producto: el riesgo operacional, el
riesgo de mercado, la función organizativa, la función de
experiencia, la estrategia de distribución, el saber hacer y
el fondo de mercado. La ambición por obtener una plusva‐
lía ha hecho que la empresa privada gane una gran habili‐
dad a la hora de asignar recursos. Si queremos que las em‐
presas trabajen para nosotros, tenemos que entender
cómo ese mecanismo de ambición funciona para utilizarlo
al servicio de todos.

49 Según la RAE, plusvalía es el acrecentamiento de valor de una cosa por cau‐


sas extrínsecas a ella. Según su definición Marxista, la plusvalía es el valor que
el trabajo no remunerado del trabajador asalariado crea por encima del valor
de su fuerza de trabajo y que se apropia gratuitamente el capitalista.

223
Las empresas crean valor a través de la agricultura, la
manufactura o la prestación de servicios. Estos productos
y servicios tratan de responder a necesidades demandadas
por la sociedad (o una parte de ella) para así poder cobrar
un sobreprecio por ellos y generar una plusvalía para sí
mismas.
Si la demanda de esa necesidad es real y la sociedad (o
clientela potencial) en cuestión obtiene una utilidad a un
coste admisible, entonces, esos productos y servicios al‐
canzan un éxito comercial y, por tanto, aportan un benefi‐
cio para la empresa.
La consultoría Boston Consulting Group propuso una
matriz para clasificar cómo de interesante o valioso es un
producto en función de la cuota de mercado y el creci‐
miento que puede aportar a la empresa que lo produce o
vendexli. De este modo, la BCG nos decía que existen pro‐
ductos “incógnita”, productos “estrella”, productos “vaca
lechera” y productos en fase de “perros muertos”. En rea‐
lidad, el proceso de creación de valor de la empresa ha de
ser capaz de definir todas estas identidades que se pueden
dar. Por ello, tendríamos que ampliar este análisis en un
proceso que sea capaz de crear todas esas realidades de
producto.
La representación gráfica en nuestra herramienta ana‐
lógica, sería la mostrada en la Figura 52.

224
Rápidamente podemos distinguir que la función de cre‐
ación de valor desde la perspectiva de la empresa es una
función esparcidora (Yin). Es decir, la empresa tiene que di‐
luir su identidad (su riqueza, su capital social, su pasivo) a
través de invertir (pagar dinero a sus proveedores, a sus
empleados, es decir, crear valor para otros) a cambio de
tener la oportunidad de crear valor propio para sí en el fu‐
turo. De tener éxito, ese valor le permitirá atraer flujo de
caja más adelante que volverá a apretar su identidad (in‐
crementar su pasivo a través de la obtención de benefi‐
cios). Podríamos resumir este concepto en la frase: “pri‐
mero hay que gastar sembrando (esparciendo, Yin) para
luego poder ganar cosechando (aglutinando, Yang)”. Por
ello, siempre que pintemos la línea del proceso yendo en

225
dirección hacia abajo, la empresa estará descapitalizán‐
dose (gastando su riqueza), mientras que si el proceso
avanza hacia arriba la empresa estará capitalizándose (ga‐
nando riqueza).
A continuación, repasaremos una por una las seis fases
que se marcan en la Figura 52. Además de describir cada
fase, haremos hincapié en sus cualidades dinámicas. Al lec‐
tor, puede serle de utilidad corroborar los datos dinámicos
(velocidad y aceleración del proceso) con la Figura 22 que
vimos anteriormente.
Con el objetivo de ilustrar de una forma más clara este
ejemplo, supongamos la creación de una empresa cuya
misión es el desarrollo y comercialización de un único pro‐
ducto. De ser así, la identidad de esta empresa evolucio‐
nará junto con el proceso de creación de valor para ese
único producto. En este proceso o identidad empresarial,
encontraremos las seis fases que ya anticipaba la Figura
52. Antes de comenzar a describirlas, el lector ya puede di‐
ferenciar los siguientes tipos de fases:
‐ Fases Desequilibradoras: Fases 1 y 4. Dan lugar a Iden‐
tidades Moderadas.
‐ Fases Radicalizadas: Fases 2 y 5. Dan lugar a Identida‐
des Saturadas.
‐ Fases Reconciliadoras: Fases 3 y 6. Difuminan las Iden‐
tidades Saturadas anteriores en nuevas Identidades
Moderadas.
Veamos entonces cuáles son cada una de estas fases del
proceso de creación de valor en la empresa. Podemos en‐
contrar un paralelismo en la forma que posee una em‐
presa monoproducto de relacionarse con su producto y la

226
relación que se produce entre padres e hijos en una rela‐
ción familiar.

1. Gestación e Infancia productiva:


Esta fase se caracteriza por la asignación de recursos
para un proceso incierto del mismo modo que una familia
cuida a sus menores. Ante una idea o iniciativa, la empresa
decide asignar recursos para el desarrollo de un nuevo
producto o servicio que presenta retos e interrogantes y
cuyos resultados futuros son inciertos.
Existen infinitos tipos de interrogantes, no es lo mismo
plantearse el lanzamiento de un servicio de viajes a la Luna
para turistas millonarios, que plantearse diseñar y fabricar
un bolígrafo desechable, pero ambos procesos suponen
una desmaterialización (una inversión) de la empresa por
algo que piensa que en el futuro le podrá acarrear benefi‐
cios. El inversor tendrá más probabilidades de lanzarse a la
aventura de este “embarazo” empresarial, cuánto mas pre‐
decibles le parezcan esos posibles beneficios futuros. Sin
embargo, se parte del valor cero y la esperanza matemá‐
tica del proceso por delante también es cero, por lo que
esos resultados positivos que el inversor está tratando de
capturar son solo ciertos durante un tiempo. Todo el
mundo sabe, que un producto posee una “vida comercial”
con fecha de caducidad, por lo que el inversor general‐
mente trata de atrapar los beneficios hasta que se agote la
vida rentable del producto y luego abandona la actividad
para migrar hacia otra. Lo que justifica que se adentre en
la inversión a pesar de saber que a largo plazo la esperanza
matemática de todo el proceso es de cero beneficios.

227
Un error muy común entre empresarios noveles a la
hora de abrir su propio negocio es que calculan fehacien‐
temente los costes de inaugurar su empresa, sin embargo,
no se dan cuenta de que la gestación no consiste única‐
mente en abrir las puertas al público, sino que la empresa
tardará un tiempo en organizarse, implementar un sistema
de funcionamiento eficiente, investigar o elaborar produc‐
tos, etcétera. Cuando este tiempo de maduración interno
de la empresa es ignorado o mal calculado, la empresa
desaparecerá en el intento. Sería como si una mujer inten‐
tará gestar un elefante, quizás sobreviviría un mes pero
terminaría muriendo en el intento por haber marcado un
objetivo fuera de sus capacidades. Si montas una empresa
con diez mil euros, debería de ser una empresa que tenga
un coste de gestación y lanzamiento por delante inferior a
los diez mil euros, y si no, tendrá que cerrar prematura‐
mente. Las características fundamentales de esta fase son:
a‐ Rentabilidad Actual Negativa (inicia con una veloci‐
dad de ‐1) y Posición Acumulada Negativa (aunque en el
primer instante se inicia en valor cero): La rentabilidad
es la velocidad a la que este proceso descapitaliza el pa‐
trimonio de la empresa. Una empresa que investiga y
desarrolla, pero todavía no tiene producto, da pérdidas.
La compañía se desmaterializa cada minuto que perma‐
nece en esta fase. Si esta fase dura demasiado tiempo
en relación al capital de la empresa (identidad original),
puede acabar en una crisis por radicalización de su fun‐
ción creadora de valor (función Yin) obligando a su
quiebra y extinción. El primer día es el día en el que la
empresa se descapitaliza de la forma más rápida, según
vaya estando más cerca de lanzar el producto su veloci‐
dad de pérdidas se ira frenando.

228
Ejemplo de radicalización de la función Yin: si yo tengo
unos ahorros de 2000 euros, no puedo plantearme ges‐
tar la prestación de servicios de alquiler de aviones,
puesto que en cuanto me llegue la primera factura, ya
estoy obligado a declararme en quiebra (el objetivo está
más allá del límite de la realidad de una inversión de
dos mil euros).
b‐ Aceleración Inicial Nula que va creciendo positiva‐
mente (de 0 a +1). La empresa se enfrenta a un proceso
de creación de valor incierto y la etapa en la que se en‐
cuentra dentro de ese proceso es una etapa donde las
fuerzas descapitalizadoras (Yin) están en disminución.
La onda va hacia abajo (descapitalización), pero cada
vez que baja experimenta una mayor reticencia a seguir
bajando (aceleración creciendo positivamente). La mo‐
tivación de la empresa por ganar dinero (aceleración)
aumenta cada vez que su descapitalización es algo
mayor. Ello quiere decir que cuánto más cerca está de
lanzar el producto, más cerca está de parar sus pérdi‐
das. Por ello, cuanto más arriesgada sea su postura al
principio de esta fase, menos probabilidades de sobre‐
vivir esta etapa tendrá. Sin embargo, como la acelera‐
ción es positiva y va en aumento, cuánto más cerca se
esté de la siguiente etapa (lanzamiento del producto) es
conveniente no echarse atrás para conseguir alcanzar la
siguiente fase con éxito.
En esta fase, nos encontraremos por tanto con Identidades
Moderadas. Empresas que invierten su capital realizando in‐
vestigaciones en un producto que nadie sabe muy bien lo que
es. La identidad de la empresa es por tanto ambigua.

229
2. Paso de la infancia a la adolescencia productiva:
Esta fase se caracteriza por el nacimiento del producto
o servicio, es una fase corta, más bien representa un punto
mínimo en la función de pérdida‐ganancia patrimonial de
la empresa. El producto/servicio por fin tiene definición,
forma y manera de ser elaborado o prestado. El naci‐
miento del producto rompe la inercia de la fase anterior.
Las características de esta fase son:
a‐ Rentabilidad Actual Nula (velocidad nula, es decir,
cero o en cambio de signo, de negativa a positiva) y
Posición Acumulada Negativa (valor ‐1): La empresa se
ha descapitalizado en gran medida para crear el pro‐
ducto, por lo que la rentabilidad obtenida sobre el capi‐
tal sigue siendo negativa, esta etapa no produce ni ren‐
tabilidad ni pérdida, pero abre una puerta a la bús‐
queda de la rentabilidad.
b‐ Aceleración Positiva Máxima (aceleración +1): En
esta fase, se frena la fuerte pérdida patrimonial de la
fase anterior. Al no tener que continuar con costes de
investigación y desarrollo, deja de dispersar su identi‐
dad (capital social & pasivo). La empresa tan sólo consi‐
gue cerrar la etapa de I+D y de gestación anterior gra‐
cias a que su motivación es ahora al 100% rentabilizar
sus inversiones a través del lanzamiento de un pro‐
ducto. La aceleración o segunda derivada de este pro‐
ceso constituye el factor motivador.
Si la empresa hubiera recurrido a financiación ajena
para poder afrontar la Fase de Gestación e Infancia Pro‐
ductiva (para pagar los proyectos de I+D), entonces, aun‐
que la aceleración sea máxima, no se consigue frenar la
descapitalización en esta fase. Si la empresa tarda en lan‐

230
zar su producto, cada día que pase en esta etapa va a se‐
guir descapitalizándose a la tasa del repago de su deuda (la
aceleración máxima de +1 no ha conseguido frenar la ve‐
locidad negativa). Tiene sentido que una empresa con esta
situación patrimonial soporte unos costes de financiación
altos que ahonden en su inercia hacia el fracaso. La conclu‐
sión evidente es que la certidumbre sobre el éxito de la
nueva empresa/producto ha de ser mayor para recurrir a
la financiación ajena durante la fase de gestación que en
fases posteriores. Como vemos, la financiación ajena aleja
el límite de saturación de la realidad financiera de la com‐
pañía por lo que se constituye como un factor de apalan‐
camiento. Conviene recordar que el apalancamiento es
capaz de generar una desincronización entre el proceso y
el antiproceso de una realidad.
Si se recurre a financiación demasiado al principio, puede
que se fuerce a la empresa a una tasa de descapitalización
más fuerte de la que es capaz de soportar su capacidad de
aceleración, consiguiendo aniquilar la empresa antes de
haber tenido la oportunidad de jugar sus cartas en el mer‐
cado. Por el contrario, si la empresa está muy cerca de lan‐
zar su producto (de la siguiente fase), sería poco elocuente
tirar todo el trabajo por la borda por no arriesgar un poco
más puesto que de conseguir sobrepasar la fase, tendría op‐
ción a empezar a recuperar su riqueza invertida gracias a la
aceleración positiva de la siguiente fase.
Ésta es una fase radicalizada que da lugar a Identidades
Saturadas. La empresa que se encuentra en este punto es
fácilmente identificable: es la empresa “X” que ha inver‐
tido “Y” en desarrollar el producto “Z”.

231
Nuestra herramienta analógica predice que en este
punto de desequilibrio máximo (empresa fuertemente
descapitalizada) se pueden dar crisis por exceso de con‐
fianza en nuestra capacidad innovadora. Una empresa
puede verse tentada a mejorar el producto que va a lanzar
al mercado incluso antes de haberlo llegado a lanzar, pen‐
sando que así tendrá un mayor éxito. La empresa que
gasta en I+D, pero nunca traslada sus hallazgos a nuevos
productos, que llega tarde al mercado por ser demasiado
perfeccionista o que lanza productos demasiado avanza‐
dos, no tienen ninguna posibilidad de recuperar lo inver‐
tido y, por lo tanto, esa cantidad se convierte en riqueza
gastada (en lugar de invertida). Es imprescindible no caer
en una crisis por exceso de confianza innovadora. La etapa
de descapitalización tiene que cerrarse antes de que sea
demasiado tarde para no malgastar lo invertido y presen‐
tar una apuesta de producto al mercado.
En la matriz de BCG, ésta es la fase que produce Produc‐
tos Incógnita, es decir, productos con pequeña cuota de
mercado pero en un mercado creciente.

3. Adolescencia productiva:
Siguiendo con la analogía de los miembros de una fami‐
lia, una familia continúa haciéndose cargo de sus adoles‐
centes, pero al mismo tiempo éstos empiezan a acceder al
mundo real de los adultos y a contribuir en la función pro‐
ductiva. Esta fase de la empresa se caracteriza por la pene‐
tración del producto/servicio en el mercado. Es la hora de
divulgar la aparición y utilidad del nuevo producto/servi‐
cio, educar o estimular la demanda, y comenzar la comer‐

232
cialización y venta. El desarrollo exitoso de esta fase llevará
a la empresa a alcanzar el punto de “break even”. Las ca‐
racterísticas básicas de esta fase son:
a‐ Rentabilidad Actual Positiva (velocidad positiva cre‐
ciendo desde 0) y Posición Acumulada Negativa: Aun‐
que el producto ya esté preparado para tener su pri‐
mera oportunidad de devolver riqueza a la empresa,
ésta ya se ha descapitalizado tanto que el punto de par‐
tida es muy negativo. Cada venta aportará un incre‐
mento de la rentabilidad instantánea, pero no hay que
olvidar que se arrastran pérdidas (posición acumulada
negativa). En un primer momento, la venta no será bo‐
yante, puesto que primero hay que dar a conocer el
producto y educar a la demanda, y para eso, no sólo
hacen falta recursos, sino también tiempo. Si la em‐
presa consigue dar a conocer y educar a la demanda, el
producto cada vez se venderá más. Cuando la oleada de
ventas se desate, se llegará a recuperar el dinero inver‐
tido. Este punto supone el fin de esta etapa y es cono‐
cido como “break‐even”, regreso a la situación patrimo‐
nial inicial o punto de inflexión.
b‐ Aceleración Positiva, pero en disminución (aceleración
pasa de +1 a 0): Pese a que el punto de partida de esta
fase es muy negativo para la situación patrimonial de la
empresa, esta fase está dominada por fuerzas capitaliza‐
doras positivas en disminución. Cualquier recurso adicio‐
nal que se destine a asegurarnos una buena comercializa‐
ción, una buena estimulación de la demanda, un buen po‐
sicionamiento y una fidelización rápida del mercado po‐
tencial es un seguro que la empresa está comprando aho‐
ra que posee fuerzas capitalizadoras positivas antes de

233
que pierda este empuje. Además, contribuirán a que la
empresa alcance la rentabilidad lo más rápidamente posi‐
ble. Una vez recurrido el tiempo necesario para comercia‐
lizar el producto, educar y estimular la demanda, y de‐
satar el boca a boca, comienza la espiral ascendente de las
ventas y, con ellas, el crecimiento de los ingresos para la
compañía se multiplica. El final de esta fase termina con
la máxima velocidad e inercia pero aceleración cero
(fuerza capitalizadora cero).
Es natural que la empresa pueda considerar acudir a la
financiación ajena para asegurarse de que consigue realizar
todas estas tareas antes de que su competencia reaccione
y organice un contraataque. En esta fase, la captación de
recursos debería de tener un coste todavía elevado para la
empresa (ya que se encuentra todavía descapitalizada),
pero el hecho de encontrarse en una fase con aceleración
positiva de la rentabilidad del capital puede hacer que, de
tener éxito, pueda devolver esos fondos rápidamente.
Ésta es una etapa reconciliadora que difumina la
Identidad Saturada de la fase anterior. La empresa “X”, ha
lanzado el producto “Z”, pero ya no está claro que se haya
gastado “Y”. En esta fase, la empresa no ha perdido (inver‐
tido) tanto dinero como habíamos pensado en la fase an‐
terior, porque ya ha recuperado algo con el inicio de las
ventas. Sin embargo, tampoco estamos seguros de que
vaya a conseguir recuperar todo lo invertido y convertirse
en un éxito. Podría ser que a pesar de recuperar algo de lo
invertido, terminara fracasando igualmente. El futuro del
producto es ambiguo y, por tanto, la empresa es una incóg‐
nita, una Identidad Moderada (o difuminada).

234
Esta es la fase que consigue convertir productos incóg‐
nita de la Matriz de BCG en productos estrellas (productos
con alta cuota de mercado en mercados crecientes).

4. Mayoría de edad productiva:


Un adulto es capaz de proveer sustento al resto de su
familia. La fase adulta de la vida de un producto es la pri‐
mera fase del desequilibrio del proceso de creación de
valor con resultado global capitalizador en lugar del desca‐
pitalizador que habíamos observado en las fases anterio‐
res. La empresa, una vez ha hallado la forma de extraer ri‐
queza de su “hábitat” a través de vender su producto o
servicio, no se sentirá satisfecha con sólo recuperar lo in‐
vertido, sino que querrá recoger todos los frutos de su co‐
secha. Esta fase se caracteriza por contar rentabilidad po‐
sitiva y aceleración negativa:
a‐ Rentabilidad Real y Posición Acumulada Positiva: Una
vez recuperados la gran cantidad de costes iniciales tanto
de I+D como de comercialización y con la demanda ya
educada y estimulada a necesitar nuestro producto, el
producto se encuentra en su fase “dorada”. Con unos cos‐
tes unitarios muy bajos gracias a la amortización de los
anteriores costes, cuantas más ventas, más rentabilidad a
la inversión. Con el transcurso del tiempo, la alta tasa de
crecimiento de la rentabilidad que sufría el producto
cuando estaba “de moda” empezará a tener problemas
para mantenerse. Estos problemas pueden derivarse de
distintos tipos de situaciones: agotamiento de la capaci‐
dad instalada (es necesario ampliar fabricas, plantilla, et‐
cétera), por embistes de la competencia, por reducciones
de precio de venta (reducción del margen comercial) para

235
acceder a clientes de menor renta disponible o por la fre‐
cuente fragmentación del mercado en nichos especializa‐
dos para determinados usos o clientes (que obliga a inver‐
siones de reajuste de diseño y producción y empiezan a
frenar la rentabilidad conseguida). En cualquier caso,
durante esta fase, aunque se acometan estos ajustes,
todavía se recogen frutos, y la empresa sigue teniendo
rentabilidad positiva cada día que pasa, aunque cada
vez sea más difícil aumentarla.
b‐ Aceleración Negativa (pasa de 0 a ‐1): Las fuerzas ca‐
pitalizadoras que nos han permitido llegar hasta esta
fase adulta del producto se han disipado y ahora van a
ir en disminución (se convierten en descapitalizadoras).
Pasado el apogeo de la moda por nuestro producto,
cada vez es más difícil conseguir mayor ganancia patri‐
monial, cada vez hay que gastar más dinero para conse‐
guir nuevas ventas (re‐styling, nuevas versiones, acce‐
sorios cada vez más rebuscados o específicos, etcétera).
Cada esfuerzo adicional que se realice en esta fase es
una ayuda para mejorar la situación patrimonial de la
empresa. Una correcta política que evite la entrada de
grandes competidores, un aumento de la clientela obje‐
tivo en su debido momento, ya sea por precio o por es‐
pecialización del producto (nicho), ayudan a alargar la
vida del producto y especialmente contribuyen a que la
demanda continúe estimulada con inversiones relativa‐
mente puntuales y menos arriesgadas (comparadas con
las iniciales de la Fase Gestación), pero al final termina‐
rán por fracasar.
En esta situación, muchos empresarios buscan financia‐
ción ajena para asegurar que estas tareas se acometan di‐

236
ligentemente sin empeorar la ratio de rentabilidad por ca‐
pital50. Como la situación patrimonial en esta fase es salu‐
dable y la historia reciente de la compañía es de éxito, el
coste de esta financiación ajena será menos elevado que
en las tres fases anteriores (Gestación, Parto e Infancia).
Sin embargo, aunque sea más barata, el empresario tendrá
que extremar la prudencia para asegurarse de que no se
encuentra demasiado cerca de las siguientes fases, ya que
su deuda podría perjudicarlo en caso de pasar a la si‐
guiente etapa de su modelo de creación de valor (en la que
las ventas del producto dejarán de ser rentables).
Esta es la fase de proceso de creación de valor que con‐
vierte a los productos estrella en productos “vacas de efec‐
tivo” (productos con gran cuota de mercado en un mer‐
cado con bajo crecimiento) según la clasificación de la
Matriz de BCG. Pero también es la fase que termina en el
punto más radicalizado del equilibrio, por lo que cuanto
más cerca estemos del final de la fase, más peligrosa es el
exceso de confianza que esta fase proporciona.
Esta fase de desequilibrio vuelve a dar lugar a una
Identidad Moderada: La empresa “X” que lanzó el producto
“Z” ha ganado riqueza con su producto. Pero ¿cuánto? Por

50 Si el riesgo sobre la compañía es percibido por los mercados de deuda como


relativamente bajo, puede que el tipo de interés exigido por los mercados sea in‐
ferior a la rentabilidad mínima exigida por los accionistas. Por ello, siempre que
la empresa sea capaz de rentabilizar los nuevos fondos a la misma velocidad que
lo ha hecho en el pasado puede mejorar la rentabilidad para los accionistas acu‐
diendo a la financiación ajena. Sin embargo, si la empresa falla en sus previsiones
y no es capaz de monetarizar sus nuevas inversiones a la misma velocidad que lo
hizo con sus inversiones pasadas, entonces, la financiación ajena puede ser con‐
traproducente ya que al ser exigible en unos términos fijos preestablecidos por el
préstamo o bono puede llegar a desencadenar una suspensión de pagos.

237
fin es la primera Identidad en la que sabemos que la fase an‐
terior mereció la pena, porque ha traído sus frutos, pero
¿cuántos son esos frutos?, ¿cuándo terminaran?, ¿hasta
dónde se puede estirar este producto?, ¿cuántas versiones
y renovaciones serán realmente viables?

5. Madurez productiva:
Esta fase, al igual que el paso de la infancia a la adoles‐
cencia productiva, es una fase corta. En este caso, repre‐
senta el punto máximo en la función de ganancia patrimo‐
nial para la empresa. Esta fase esta caracterizada por:
a‐ Rentabilidad Actual Nula o en cambio de signo, de
positiva a negativa (velocidad 0) y Posición Acumulada
Positiva (valor +1): La empresa a estas alturas se en‐
cuentra en un nivel muy elevado de la curva de la expe‐
riencia en cuanto a la fabricación de su producto y tam‐
bién ha llegado a conocer bien el mercado al que se di‐
rige. Sin embargo, el producto ya ha sido versionado
para cada uno de sus nichos, las ventas están dema‐
siado fragmentadas, hay tantos competidores o ya han
surgido productos sustitutivos, que conseguir ganar
más dinero es prácticamente imposible. También pue‐
de ser que la demanda esté exhausta o que la oferta
esté tan sobredimensionada que no consiga fijar los
precios por encima de los costes. En otros casos, la ne‐
cesidad real del producto puede haberse disipado y las
ventas están tan promocionadas que la empresa no
consigue ganar más dinero por el hecho de seguir ven‐
diendo. Esta fase sigue produciendo flujo de caja, pero
éste no revierte en mayor valor patrimonial para la em‐
presa (rentabilidad nula). Acostumbra a ser una fase

238
corta, puesto que si es diagnosticada a tiempo, la em‐
presa generalmente abandonará el producto. Esta es la
fase que convierte a un producto vaca de efectivo en un
producto perro (baja cuota de mercado en un mercado
de bajo crecimiento) según la matriz de la BCG.
b‐ Deceleración máxima (‐1): Esta fase se caracteriza
por ser la etapa de aceleración más negativa. En esta
fase, destinar mayores recursos no repercute en una
mayor rentabilidad. La rentabilidad ya es cero (veloci‐
dad 0) y más recursos no conseguirán recuperar la ren‐
tabilidad, sino perder el dinero invertido (aceleración ‐
1). La demanda está bien servida y los nichos de mer‐
cado han sido apropiadamente cubiertos. Existen for‐
mas de alargar esta situación de forma similar a como
se hacía en la fase anterior (deslocalización en otros pa‐
íses con menores costes, nuevas versiones, etcétera),
pero, a la larga, la empresa empezará a perder patrimo‐
nio por mantener esta actividad.
La captación de financiación ajena en esta fase suele ser
barata (porque la empresa posee recursos y flujo de caja),
pero supone un gran peligro para la situación patrimonial
de la empresa si los fondos no se dedican para reconvertir
en profundidad el proyecto vital de la empresa. En este
momento es mucho más recomendable la financiación
propia a través de capital que la financiación ajena, espe‐
cialmente si ésta es cortoplacista. La empresa ha de rein‐
ventar su proceso de creación de valor, por lo que si acude
a financiación ajena debería de ser en el largo plazo. Los
gestores pueden verse tentados a acudir a financiación a
corto plazo más barata, pero si esperan refinanciar la deu‐
da a su término, podrían terminar arrastrando a la compa‐

239
ñía a una radicalización suicida (porque en este corto espa‐
cio de tiempo la empresa todavía no se ha reinventado
pero la situación financiera si se ha deteriorado). Las em‐
presas que se dan cuenta de que han llegado a esta fase en
algunos de sus productos generalmente los descatalogan o
reducen su producción y mantenimiento hasta un punto
meramente testimonial para dedicarse a otras aventuras
productivas. Esta fase suele suponer un gran peligro para
la empresa si no es diagnosticada a tiempo.
Cuando una empresa se encuentra en este punto, ha
experimentado un gran crecimiento en su fase anterior,
por lo que muchas veces el empresario estará extremada‐
mente confiado en su capacidad para crear valor y pensará
que es un posible receso temporal (una “crisis”) y buscará
nuevas formas de incentivar la demanda, sin darse cuenta
de que quizás la demanda ya ha tocado techo y su infraes‐
tructura instalada es demasiado grande para un mercado
agotado. Si la empresa ya ha pasado una época dorada, ya
ha aumentado la capacidad instalada para reducir costes y
el precio de venta, si ya ha segmentado su producto ver‐
sionándolo para sostener las ventas gracias a la creación
de nichos, si ya ha externalizado las partidas más engorro‐
sas de su modelo productivo (síntomas de la fase anterior),
entonces debe de extremar su precaución puesto que se
haya muy cerca de esta fase. En este momento, debería de
tener ya desarrollados otros productos incógnitas sobre
los que lanzar una nueva apuesta al mercado.
Esta fase radicalizada dará lugar a Identidades Satura‐
das: La empresa “X” ha ganado “Y” con la fabricación y co‐
mercialización del producto “Z”. Es una empresa que acu‐
mula un éxito contundente y cuantificable (pero no pro‐
longable en el tiempo).

240
6. Senectud productiva:
La entrada en esta fase supone el agotamiento de la
vida del producto inventado en la fase de gestación e in‐
fancia productiva. En la analogía familiar, los ancianos de
una familia necesitan de cuidados y sustento proporciona‐
dos por otros miembros de la familia. Nuestros mayores
son una gran fuente de experiencia, sabiduría y poseen
fuertes relaciones. Evidentemente, la empresa ha acumu‐
lado una mejora patrimonial importante en las fases ante‐
riores a ésta, pero la permanencia en esta fase terminará
por devolver a la empresa a su situación inicial.
a‐ Rentabilidad Actual Negativa (velocidad pasando de
0 a ‐1) y Posición Acumulada Positiva: Gracias a la ren‐
tabilidad positiva anterior, la situación patrimonial de la
empresa sigue siendo buena; sin embargo, las ventas
no consiguen sobrellevar los costes y empiezan a aca‐
rrear una pérdida patrimonial. Esta fase en su etapa ini‐
cial puede venir enmascarada bajo el titular de “crisis
de demanda”. La realidad es que la demanda está satu‐
rada o el producto ha sido o debía haber sido sustituido
por una alternativa mejor. Generalmente, la capacidad
instalada para satisfacer la demanda residual del pro‐
ducto es excesiva, puesto que está adaptada al con‐
sumo que se daba durante la “moda”. Dejar pasar el
tiempo en esta fase sólo conlleva a la pérdida patrimo‐
nial de la empresa y el regreso al equilibrio (su punto
inicial). Es normal que ante una empresa incapaz de ge‐
nerar nueva rentabilidad, tanto la financiación ajena
como el capital decidan huir, lo que precipita la muerte
del producto o de la empresa.

241
b‐ Aceleración Negativa (evolucionando de ‐1 a 0): Esta
fase está dominada por fuerzas descapitalizadoras en
disminución. Intentar dedicar más recursos para la sal‐
vación del producto es un error que arrastraría a la pér‐
dida del patrimonio de la empresa. En general, llegado
este punto, es mejor para los accionistas liquidar las ga‐
nancias o reinvertirlas en reciclar la capacidad instalada
y plantilla en otra aventura productiva.
Éstas son las fases que atraviesa una empresa en su
aventura por la búsqueda de creación de valor para sus ac‐
cionistas. El resultado a nivel funcional de este proceso es
que la empresa gracias a estos desequilibrios consigue dar
una respuesta a una necesidad demandada por la socie‐
dad. Para continuar con nuestro análisis, vamos a hacer la
hipótesis de que los productos que realmente no necesita
nuestra sociedad no existen, con el argumento de que en
general algo no necesitado no será comprado y, por lo
tanto, la empresa que los produce se descapitalizará y no
sobrevivirá. Más adelante, podremos ver cuáles son las in‐
congruencias sistémicas que contribuyen a que esta situa‐
ción (de demanda de productos y servicios innecesarios)
no sólo se produzca, sino que de hecho haya atravesado
fases de gran crecimiento (véase más adelante el capítulo
sobre las familias de Civilizaciones).
Gracias a estas fases que atraviesa la ambición de los ac‐
cionistas, las compañías son expertas en la búsqueda de
eficiencias para fabricar/realizar productos y servicios a
corto y medio plazo que aporten soluciones a las deman‐
das reales de la sociedad. Como el ámbito de actividad de
una empresa tiende a estar muy concentrado sobre un
producto o sector, la empresa es muy ágil a través de sus

242
propios sistemas a la hora de detectar incongruencias en
su organización. Es muy improbable que una empresa con‐
tinúe una actividad que no le es rentable durante mucho
tiempo, a no ser que sirva como vía de mantener otra ac‐
tividad que la compense.
Precisamente, cuando las empresas crecen y empiezan
a tener ámbitos de actividad demasiado dispersos o varia‐
dos, surge la necesidad de asegurarse la eliminación de in‐
congruencias sistémicas en sus procesos. Por ello, han apa‐
recido empresas “consultoras”, cuya especialidad es preci‐
samente el sector de diseño e implementación de mode‐
los organizacionales para otras empresas. Podemos enton‐
ces resumir que una empresa es una especialista en satis‐
facer las demandas de productos y servicios que poseen
los individuos (personas o empresas) de una sociedad.
Hasta aquí la magia del Capitalismo funciona.
Las empresas satisfacen las necesidades de los indivi‐
duos de una sociedad, ¿significa eso que las empresas pue‐
den satisfacer las necesidades de la sociedad en su con‐
junto tal y como aboga el Capitalismo Puro? La respuesta a
esta pregunta es NO.
Para comprender esta respuesta y la repercusión social
que conlleva la función de creación de valor a cargo de la
actividad empresarial, tenemos que observar este mismo
proceso desde la perspectiva de la sociedad.

243
El Proceso de la Utilidad Social

El proceso de la Utilidad Social es el proceso comple‐


mentario al proceso de Creación de Valor dentro de la em‐
presa. Tras analizar las distintas fases que atraviesa el em‐
presario en la búsqueda de su ambicionado beneficio, te‐
nemos que entender exactamente cómo cada una de esas
fases de su modelo de negocio afecta, beneficia o perju‐
dica a la sociedad en la que se desarrolla la actividad em‐
presarial. El objetivo en última instancia será conseguir
cuadrar la interrelación entre la ambición empresarial y la
utilidad social, para que ninguno sea un contundente ven‐
cedor o vencido (radicalización que pone en peligro la con‐
tinuidad del sistema). De este modo, la sociedad usará el
eficiente motor de asignación de recursos del sector pri‐
vado para satisfacer sus necesidades y el Estado podrá de‐
dicarse 100% al mantenimiento del sistema desde una
perspectiva “metabólica”.
Hemos visto cómo la función de creación de valor den‐
tro de una empresa es una función de esencia esparcidora,
es decir, la función comienza invirtiendo primero (siembra
primero). La recompensa de una función “esparcidora” es
obviamente una etapa “concentradora” (recolecta de la
cosecha) que le devuelve recursos a la empresa y, por lo

245
tanto, recompensa el riesgo de los accionistas y el trabajo
de los empleados.
El desequilibrio complementario que equilibra una fun‐
ción de esencia esparcidora (inversora/previsora o Yin) en
su ecosistema ha de ser, por tanto, un desequilibrio de
función concentradora (gastadora/vividora o Yang).
El ecosistema (dimensión) en la que la empresa crea
valor es la Sociedad o el Mercado en el que opera. Con el
objetivo de simplificar, consideremos que sólo existe un
país en el mundo, una sociedad, por lo que las exportacio‐
nes/importaciones no se producen. La secuencia lógica en‐
tonces sería que la empresa hace unas inversiones en esa
sociedad primero y, a través de su modelo de negocio,
busca extraer valor de esa sociedad (cobrando un precio y
un margen) en el futuro con el objetivo último de engordar
su patrimonio.
Si cambiamos de bando, y en lugar de analizar este pro‐
ceso desde la barrera del empresario, lo hacemos desde la
barrera de la sociedad que se relaciona con esa empresa,
entonces, el gráfico sería el representado en la Figura 53.
Con ánimo de conseguir ilustrar las fuerzas que provocan
este tipo de procesos (Yang/vividores), he designado las
fases de éste con el nombre de las fases que atraviesa un
invitado a una fiesta durante la cual se sirven bebidas alco‐
hólicas.

246
A continuación, repasaremos una por una las seis fases
que se marcan en la Figura 53. Además de describir cada
fase, haremos hincapié en sus cualidades dinámicas. Pue‐
de ser de utilidad corroborar los datos dinámicos (veloci‐
dad y aceleración del proceso) con la Figura 22.
Antes de comenzar a describirlas, el lector ya puede di‐
ferenciar los siguientes tipos de fases:
‐ Fases Desequilibradoras: Fases 1 y 4. Dan lugar a Iden‐
tidades Moderadas.
‐ Fases Radicalizadas: Fases 2 y 5. Dan lugar a Identida‐
des Saturadas.

247
‐ Fases Reconciliadoras: Fases 3 y 6. Difuminan las Iden‐
tidades Saturadas anteriores en nuevas Identidades
Moderadas.
Veamos entonces cuáles son cada una de estas fases del
proceso de creación de utilidad social:

1. La Fiesta:
Una empresa decide invertir su riqueza para poner en
curso una actividad mercantil (gestación e infancia produc‐
tiva). Inmediatamente, la empresa se establece, compra pro‐
piedades, maquinaria, contrata a gente, da trabajo a directo‐
res, investigadores, operarios, administrativos. Contrata ser‐
vicios de suministros con otras empresas de la sociedad. La
sociedad respira un ambiente festivo, alguien ha decidido
gastarse su dinero en crear empleo, en comprar cosas y en
poner una iniciativa en marcha. Si la empresa quebrase du‐
rante esta fase, disgustaría a todo el mundo, porque no se‐
guirá dando empleo y gastando dinero en el futuro, pero el
resultado para la sociedad sigue siendo positivo.
Incluso en el supuesto de quiebra prematura, la em‐
presa no ha tenido éxito, pero para la sociedad ha sido
mejor intentarlo que no haber dejado ese patrimonio pa‐
rado en la cuenta bancaria de un individuo. En definitiva,
la empresa ha contratado gente, se ha gastado dinero que
ha hecho que otras empresas ganaran dinero y crearan
empleo. Si nunca se hubiese intentado, durante el tiempo
que ha durado la empresa, toda esa gente habría estado
en el paro, cobrando subsidios o hubiera crecido la delin‐
cuencia. La sociedad no ganará más en el futuro gracias a
esa compañía, pero ha absorbido al 100% la riqueza del
empresario que decidió arriesgar su patrimonio.

248
Tanto si la empresa en el futuro termina teniendo éxito
como si termina quebrando, durante esta fase podemos
observar las siguientes cualidades dinámicas:
a‐ Rentabilidad Social Actual Positiva (velocidad evolu‐
ciona de +1 a 0) y Posición Acumulada Positiva (justo en
el momento inicial es cero): La sociedad está beneficián‐
dose de los frutos resultantes de la inversión empresa‐
rial. Mientras que la empresa innova, desarrolla o se or‐
ganiza, gasta dinero que absorbe la sociedad mediante
empleos, compras, etcétera.
b‐ Desaceleración en aumento (aceleración pasa de 0 a
‐1): Una vez que la empresa se crea y se establece,
cuanto más tiempo sigue investigando u organizando su
producción, más dinero gasta, pero cada vez aumenta
menos. Mantener un día más abierto un laboratorio ya
montado es más barato que montarlo desde cero. Cada
día que pasa la empresa está más organizada y se
avanza más en las investigaciones necesarias para lan‐
zar su producto. Por ello, el trabajo que ese grupo de
personas realiza está cada vez está más cerca de traer
un beneficio a su jefe (accionistas) y limitar el beneficio
social (o pérdida de la empresa). Es por esta desacele‐
ración en aumento por lo que la velocidad a la que la
Sociedad recibe el beneficio de la inversión empresarial
se reduce en esta etapa desde +1 a 0.
Esta fase es una fase desequilibradora que da lugar a
Identidades Moderadas. En la sociedad “X”, se ha creado
“Y” puestos de trabajo, gracias a la aparición de una nueva
empresa que no se sabe muy bien qué va a producir, ni si el
producto llegará a lanzarse o a tener éxito. En definitiva, son
puestos de trabajo, pero la consistencia de estos es baja.

249
2. Euforia:
Si la empresa ha logrado llegar a buen término y está
preparada para lanzar su nuevo producto/servicio (paso de
la infancia a la adolescencia productiva), entraremos en la
euforia social. La sociedad está contenta. Se confirma que
esta empresa ha conseguido crear su producto. En este
punto radicalizado, la sociedad sufrirá de un exceso de
confianza sobre la capacidad futura de esa empresa de se‐
guir creando empleo e invirtiendo capital en su ecosis‐
tema. Si, además, la empresa ha innovado para conseguir
su producto, la sociedad gana doblemente, puesto que se
ha ahorrado los costes de esta investigación. Ahora puede
disfrutar de esos avances tecnológicos sin haber tenido
que ser ella la que se ha gastado el dinero y el tiempo bus‐
cando soluciones o innovaciones.
La sociedad también se ha ahorrado el riesgo del fra‐
caso. Si las investigaciones de la empresa no van a parar a
ningún sitio, se llegará al “fin de la fiesta” en lugar de a la
Euforia. La empresa pierde su patrimonio (radicalización
suicida) y tiene que cerrar. Desde el punto de vista social,
se destruye el empleo que había creado esta empresa,
pero, por decirlo de algún modo, la sociedad ha disfrutado
de la fiesta mientras que ha durado y no sólo no le ha cos‐
tado nada, sino que además ha disfrutado del dinero que
se ha gastado el anfitrión (empresario). Siguiendo con la
analogía de una fiesta, podríamos decir que se ha agotado
el alcohol, pero los invitados se han bebido el que había, lo
han disfrutado y nadie se ha emborrachado. La fiesta ha
sido divertida, no ha durado tanto como nos hubiera gus‐
tado, pero, en fin, “¡qué nos quiten lo bailado!”. Esta fase
presenta las siguientes cualidades dinámicas:

250
a‐ Rentabilidad Social Actual Nula o en cambio de signo,
de positiva a negativa (velocidad 0) y Posición Acumu‐
lada Positiva (valor +1): En realidad, la sociedad ya ha
recibido el máximo valor de la innovación o instalación
de la nueva actividad empresarial. Si la empresa decide
no lanzar el producto y cierra, la sociedad ya no recibirá
nada a cambio, pero la riqueza que se gastó la empresa
permanece en la sociedad. Si la empresa continúa, la
sociedad pagará un precio por el producto, por lo que
empieza a pagar a la compañía al contrario de como
ocurría cuando la empresa invertía y generaba empleo
sin recibir ningún ingreso a cambio.
b‐ Desaceleración Máxima (aceleración mínima ‐1): Du‐
rante esta fase, el hecho de que la empresa ya esté lista
para empezar a sacar provecho de su nuevo produc‐
to/servicio marca un punto máximo sobre la rentabili‐
dad social. Recordemos que la aceleración es el proceso
motivador, por lo que este valor de ‐1 indica que en este
momento es cuando la Sociedad está más predispuesta
a gastarse dinero en el nuevo producto de esta em‐
presa. La Sociedad percibe confiadamente a esta em‐
presa como creadora de valor para la sociedad y por lo
tanto tiene una predisposición a comprar sus produc‐
tos. El nuevo producto o servicio representa una inno‐
vación, por lo que el consumidor que obtenga una utili‐
dad importante gracias a esta innovación, estará muy
dispuesto a pagar un elevado precio por el mismo. La
empresa ha conseguido frenar la velocidad a la que se
descapitalizaba y con ello ha frenado la Utilidad Social
sin contraprestación dineraria.
Esta fase es una fase radicalizada que da lugar a Identi‐
dades Saturadas. En la sociedad “X”, se ha creado “Y” pues‐

251
tos de trabajo por una empresa que ha lanzado el pro‐
ducto “Z”. En definitiva, son puestos de trabajo consisten‐
tes que evolucionarán con el ciclo de vida del producto
creado.

3. Aturdimiento:
Esta fase se corresponde con la fase de adolescencia
productiva en la función de creación de valor para la em‐
presa. En esta fase, la sociedad está satisfecha por el buen
camino y las buenas perspectivas que tiene la empresa en
su sociedad. Han creado trabajo, han innovado y han con‐
seguido lanzar un nuevo producto. La memoria reciente de
la buena experiencia que acaba de terminar hace que la
sociedad esté aturdida y no se dé cuenta de que ahora,
comprando el producto, utilizándolo y necesitándolo es
como están pagando (devolviendo riqueza) a la empresa.
Por ejemplo, si la sociedad realmente quisiera seguir sa‐
cando provecho de esta empresa, lo que tendría que hacer
ahora es nacionalizar la empresa para así poder consumir
el nuevo producto/servicio sin tener que pagar un margen
a la empresa, sólo su coste. Las sociedades no acostum‐
bran a tomar estas medidas, en primer lugar, porque están
“aturdidas”, como bien explica el nombre de esta fase,
pero, además, no desean enviar el mensaje al mundo cor‐
porativo de que el éxito empresarial será castigado con la
nacionalización de la empresa y sus innovaciones (este tipo
de medida supondría una radicalización suicida que conlleva‐
ría la destrucción de la iniciativa privada y la ambición inno‐
vadora). Las cualidades dinámicas de esta fase son:

252
a‐ Rentabilidad social actual negativa (velocidad pasa de
0 a ‐1) y Posición Acumulada Positiva. Si ese nuevo pro‐
ducto o servicio que se ha creado tiene éxito, es porque
facilita alguna tarea que es demandada por la sociedad,
por lo que es de esperar que ese nuevo producto contri‐
buya a mejorar la eficiencia en algunos procesos que ya
existían en la sociedad. Al principio, la situación parece
idílica. Sin embargo, todo ese diseño organizacional y ca‐
pacidad de trabajo de la empresa que ha conseguido dar
a luz al producto, ahora están totalmente volcados en re‐
cuperar la riqueza invertida. Generalmente, el producto al
principio tendrá un precio y un margen alto. Los primeros
consumidores serán aquellos que realmente necesitan
una solución para un problema que el nuevo producto
ayuda a solucionar, éstos lo contratarán rápidamente a
pesar de su alto precio. El consumidor común estará toda‐
vía aturdido en cuanto al funcionamiento, el servicio y las
aplicaciones del nuevo producto. Durante esta fase, la
Sociedad todavía ha salido ganando, porque la empresa
se ha gastado más en el desarrollo del producto que en lo
que ha cobrado por sus ventas (rentabilidad acumulada).
Sin embargo, cada día que pasa, la empresa recupera te‐
rreno, es decir, la sociedad va perdiendo riqueza a favor
de la empresa (rentabilidad actual negativa).
b‐ Aceleración Negativa pero creciendo (evoluciona de
‐1 a 0). Como ya adelantábamos, una parte de la Socie‐
dad comienza esta etapa muy predispuesta a gastarse
dinero en el nuevo producto, por ello el proceso motiva‐
dor (aceleración) parte del valor ‐1 (la pérdida de utilidad
social es deseada). Según vaya pasando el tiempo, la so‐
ciedad va a estar menos predispuesta a seguir gastándose
altas sumas de dinero por ese producto por lo que la em‐

253
presa necesita trabajar en expandir el consumo del pro‐
ducto. La empresa va a destinar los recursos y el trabajo
de su organización en promocionar los beneficios del
nuevo producto, educando a la demanda para necesitar
su producto y para hacer su producto cada vez más ase‐
quible a todo el mundo. Según las ventas del producto
vayan creciendo, la sociedad habrá pagado más de vuelta
a la compañía por haber aportado aquel nuevo pro‐
ducto/servicio. Al final de esta fase, la sociedad no posee
ninguna motivación para aumentar el gasto en el pro‐
ducto pero tampoco ejerce ninguna resistencia a él (se
pierde la aceleración negativa y se llega al 0), momento
en el que la Sociedad se encuentra totalmente entregada
al consumo del producto a pesar de que ello suponga
pagar beneficios a la compañía (el consumo del producto
se ha normalizado, o lo que es lo mismo, está de moda).
Esta fase es una fase reconciliadora que da lugar a
Identidades Moderadas que son un reflejo difuminado de
la Identidad Saturada de la fase anterior. En la sociedad
“X”, se ha creado “Y” puestos de trabajo por una empresa
que ha lanzado el producto “Z”. Sin embargo, ahora la em‐
presa no necesita tantos investigadores y necesita más co‐
mercializadores. Además, ahora se trata de rentabilizar las
inversiones que la empresa ya hizo anteriormente, con lo
cual sus inversiones van a ir disminuyendo51. En definitiva,
la empresa ha creado puestos de trabajo y se ha gastado

51 El precio que la sociedad paga por el producto es alto considerando que el


consumo ya está normalizado (de moda). La empresa trata de retrasar lo más
posible el traslado al precio final de la gran ventaja en costes que está consi‐
guiendo gracias a la producción masiva y el consumidor paga una factura ele‐
vada (el margen comercial durante la moda es alto).

254
(invertido) dinero, pero ahora ambas cosas las hace en un
grado relativamente menor por un precio relativamente
mayor, por lo que su utilidad social es ambigua.

4. Confusión:
Esta etapa coincide con la etapa de mayoría de edad
productiva en la función de creación de valor para la em‐
presa. En la fase anterior, los consumidores eufóricos (los
que recibían una mayor utilidad del nuevo producto) han
pagado los costes de desarrollo y han liderado y educado
al resto de consumidores sobre las cualidades del nuevo
producto. El consumidor común se encuentra confundido.
No es capaz de entender a la perfección el funciona‐
miento, el servicio, y las aplicaciones del nuevo producto,
pero gracias a la euforia previa de los primeros consumido‐
res, posee una sensación de estar perdiendo una utilidad
por no incorporar este nuevo producto en sus hábitos. En
esta fase, la sociedad está viviendo los efectos de la “moda”
por consumir este nuevo producto. Por eso precisamente se
confunde, porque el precio del producto de moda no se co‐
rresponde con la utilidad que va a recibir el consumidor.
Nadie sabe muy bien por qué hay que tener este producto
o por qué deberíamos de aplicar esta nueva solución en
nuestras actividades cotidianas, pero, en definitiva, si no lo
tienes o no lo aplicas, estás fuera del juego. Así que, una vez
desatado el fenómeno de masas, éste se impone.
a. Rentabilidad Social Actual Negativa (la velocidad
evoluciona de ‐1 a 0) y Posición Acumulada Negativa:
Durante esta etapa, la sociedad se encuentra muy dis‐
traída con el fenómeno de masas, la moda, la aparición
del producto y no se da cuenta de que ya no sólo ha re‐

255
compensado a la empresa devolviéndole el dinero que
invirtió para sacar ese producto al mercado, sino que de
hecho le está pagando grandes beneficios. Es evidente
que este beneficio fue el motivador de la inversión pri‐
vada inicial, por lo que es imprescindible que exista. El
caso es que con las grandes ventas y la imposición de la
moda, no sólo se da riqueza a la empresa, sino que tam‐
bién los procesos o los hábitos se ajustan a la nueva tec‐
nología. La empresa, a través de esta normalización del
consumo de sus productos, busca que la población sea
educada para depender de sus productos, y así su con‐
tinuidad en el tiempo estará asegurada. De este modo,
la empresa aprovecha la etapa de confusión social para
tratar de crear ingresos recurrentes en el tiempo. De
forma paralela, se produce una descapitalización inte‐
lectual entre la población, puesto que las generaciones
que crecen con esos avances desconocen cómo realizar
el trabajo que ha simplificado el nuevo producto/servi‐
cio. Cuando pase la moda introductoria del producto,
llega un momento en el que a la sociedad le cuesta se‐
guir consumiendo las cantidades de ese producto, por
lo que es difícil mantener el ritmo de sus ventas. Por
ello, las empresas buscan todas las alternativas posibles
que aumenten la rotación, es decir, el consumo recu‐
rrente de su producto.
En este momento, la sociedad no solamente ha pagado
mucha riqueza a la empresa a cambio de sus productos,
sino que ahora los necesita (se crea una dependencia
en el consumidor). La normalización del consumo de
sus productos, está destinando muchos recursos natu‐
rales e intelectuales a su producción, que ya no aporta

256
grandes incrementos de utilidad social, sino más bien
dependencia.
b‐ Aceleración Positiva creciente (evoluciona de 0 a +1).
Según pasa el tiempo, la sociedad se empieza a dar
cuenta que está destinando recursos a un producto más
por moda que por necesidad. Aunque al principio de
esta fase (durante la moda) no ejercía ninguna oposi‐
ción a consumir este producto (aceleración 0), a partir
de entonces, la sociedad cada vez estará más reacia
(menos predispuesta) a seguir destinando riqueza
(pagar un precio alto) al consumo de ese producto (ace‐
leración creciendo hasta terminar en +1). Las empresas
son conscientes de que una vez pasada la gran moda in‐
troductoria del producto/servicio es muy difícil mante‐
ner el ritmo de crecimiento de sus ventas. Por ello, las
compañías trabajan para reducir el precio aumentando
capacidades y motivan al consumidor para que renueve
el consumo de su producto. Con una pequeña inversión
buscan que sus ventas no se desaceleren. A veces estos
incentivos son una oferta a muy buen precio, una oferta
gratuita a cambio de una relación contractual por un
determinado tiempo, una nueva versión del producto
más ajustada a las necesidades de un nicho, etcétera.
Las razones son muchas, pero al final buscan empujar al
consumidor a volver a consumir el producto. Este acto
aumenta muy poco la utilidad nueva que el consumo
aporta a la sociedad, pero fuerza a la sociedad a derro‐
char recursos y materias primas en volver a consumir
un producto antes de que esté obsoleto, con el conse‐
cuente crecimiento exponencial de los residuos y conta‐
minación.

257
Según el producto está más y más introducido, el im‐
pacto negativo sobre la sociedad estará cada vez más
cerca de su límite. Es decir, continúa habiendo una pér‐
dida de utilidad social, pero se está frenando. Por ejem‐
plo, una vez que el 85% de los hogares ya tienen un tos‐
tador eléctrico de pan, y la sociedad ya ha destinado
todos esos recursos y trabajo en fabricarlos y comprar‐
los, la penetración del producto en la sociedad ya no
puede crecer mucho más y, por lo tanto, siempre que
no vuelvan a comprar todos los hogares otra tostadora,
el impacto social y medioambiental está cada vez más
cerca de su límite. Por ello la empresa trata de fomen‐
tar la renovación. Esta técnica produce grandes benefi‐
cios para la Compañía, pero no hay ninguna utilidad so‐
cial en que toda la población compre una tostadora
nueva cuando ya tiene una que funciona.
Algunos podrían pensar que el beneficio social es man‐
tener esos puestos de trabajo, pero la utilidad social de
estos puestos es algo muy cuestionable. Cuando la em‐
presa ha llegado a este punto el proceso productivo está ya
muy controlado. La empresa ha tenido que motivar tanto
al consumidor que ya se ha deshecho de todas las partes
del proceso que le resultaban engorrosas (más costosas y
por lo tanto que aportaban más Utilidad Social). La em‐
presa ya amplió su capacidad en el pasado, al revés, posi‐
blemente en este momento la empresa ya esté produ‐
ciendo en un país extranjero que mejore los costes y que
aporta poca utilidad social al país consumidor. La empresa
además cada vez necesita menos trabajadores para fabri‐
car el producto y, por lo tanto, ya no genera tanto empleo.
Las nuevas versiones buscan el consumo emotivo, por lo

258
que el consumidor cada vez gana menos eficiencia por
tener una versión más reciente del producto.
Esta fase es una fase desequilibradora que da lugar a
Identidades Moderadas que por primera vez hacen perci‐
bir a la empresa como una fuente de desutilidad social. En
la sociedad “X”, se ha creado “Y” puestos de trabajo por
una empresa que ha lanzado el producto “Z”, que ha inva‐
dido nuestras costumbres y hábitos de consumo. La em‐
presa gana mucho dinero por un producto que ahora con‐
sumimos más de lo que estrictamente necesitamos y, sin
embargo, ello no conlleva una gran inversión y generación
de empleo en la sociedad, sino que la riqueza se queda
atrapada en forma de dividendos para los accionistas.
Frecuentemente, esta impresión se extiende incluso entre
los propios empleados de la firma que pueden llegar a sen‐
tir que su empleador no les paga lo que su trabajo real‐
mente genera.

5. Estupor (o coma etílico):


Esta etapa coincide con la etapa de Madurez Productiva
en el proceso de creación de valor de la empresa. En este
punto, la saturación del producto en la sociedad ya es má‐
xima. La sociedad ha pagado grandes réditos a la empresa y
su producto ya está por todas partes, lo cual ha hecho que
la sociedad se acostumbre a él, las nuevas generaciones no
conocen la vida sin ese producto, la sociedad está obligada
a funcionar con ese producto. Generalmente hay dos sínto‐
mas claros que anuncian esta etapa. O bien existe gran can‐
tidad de unidades producidas que no generan ninguna
nueva utilidad por renovar su consumo (está muy próximo a
convertirse en un producto obsoleto) pero que suponen

259
muchos problemas para la sociedad por su mantenimiento,
reciclaje, contaminación, etcétera. O bien, el consumo del
producto ha llegado a afectar el ecosistema de la sociedad
en la que se vende, por lo que continuar con el consumo del
producto constituye una gran amenaza de pérdida de utili‐
dad social severa. Esta fase se caracteriza por:
a. Rentabilidad Social Actual Nula y Posición Acumulada
Negativa: Este producto ya no es interesante para la
empresa, pero ya ha invadido la sociedad. Normalmen‐
te, la capacidad productiva instalada durante la fase
“dorada” del producto es ahora excesiva. Así que la em‐
presa cierra fábricas o las redimensiona para menor
producción. Además, generalmente la empresa ya co‐
noce muy bien todo lo relacionado con la fabricación de
este producto, por lo que el sistema de producción ya
se encuentra muy optimizado, así que deja de ser una
fuente de empleo o de riqueza para la sociedad.
Después de tanto tiempo, el uso del producto se habrá
estandarizado y la gran capacidad instalada genera gran‐
des cantidades de producto. Estas grandes cantidades de
stock son altamente peligrosas si el producto ha termi‐
nado convirtiéndose en “polución social”. Aunque la em‐
presa lo siga intentando, no consigue vender más canti‐
dad y el consumo se limita, en el mejor de los casos, a la
renovación del producto ya usado. Lo habitual es que el
producto haya sido superado por algún producto sustitu‐
tivo, por lo que la utilidad social que aporta este pro‐
ducto es cada vez más marginal. Por el contrario, el resi‐
duo del producto obsoleto, su reciclaje y la recolocación
de los empleados queda a cargo de la sociedad en solita‐
rio. La des‐utilidad social es máxima (‐1).

260
b‐ Aceleración máxima (1): Una vez llegado al mayor
nivel de daño (des‐utilidad) para la sociedad, este pro‐
ducto es incapaz de empeorar las cosas más y la veloci‐
dad de deterioro de la utilidad se detiene gracias a que
la Sociedad se encuentra totalmente motivada a inte‐
rrumpir o reducir la pérdida de utilidad social generada
por el consumo del producto. En general, a partir de
aquí, la tendencia será la de volver a equilibrarse, para
lo cual la sociedad tendrá que reaccionar para conse‐
guir recuperar terreno en la función de utilidad social y
regresar al equilibrio.
Esta fase es una fase radicalizada que da lugar a Identi‐
dades Saturadas. En la sociedad “X”, están en peligro inmi‐
nente “Y” puestos de trabajo, porque la empresa que fa‐
brica el producto “Z” no consigue ganar más dinero con el
producto. Estos puestos de trabajo que en la fase de Eufo‐
ria estaban consistentemente justificados ahora están con‐
sistentemente injustificados. Si además el consumo del
producto ha terminado afectando el ecosistema de la so‐
ciedad consumidora, la propia sociedad se encontrará en
peligro. Al quedar el producto obsoleto, ahora las unidades
que existen de éste se convierten en residuos. En el cóm‐
puto total de la pérdida de utilidad social hay que añadir a
la pérdida de puestos de trabajo, la saturación de residuos
a la que se enfrenta la sociedad.
Un ejemplo de los empleos insostenibles es el caso de
muchas marcas de automóviles que no han sabido reinver‐
tir las ganancias de la época dorada en revolucionar la in‐
dustria del transporte privado de personas. y ha exte‐
nuado la vía de las economías de escala, la vía del versio‐
nado de sus productos y la vía de la renovación impul‐

261
siva/emotiva de su producto. Un ejemplo de la polución
del ecosistema de la sociedad es la industria de la colate‐
ralización de hipotecas, en especial su producto subprime,
cuyo consumo intoxicó el ecosistema financiero de la so‐
ciedad con grandes cantidades de riesgo financiero no
aprovisionado. Por ello es imprescindible que las Socieda‐
des aprendan a discernir entre las innovaciones “revolu‐
cionarias” de las innovaciones “versionadoras” de nuevos
subproductos que maximizan la rentabilidad de la inver‐
sión empresarial a cambio de aniquilar la Utilidad Social
del proceso complementario.

6. Desintoxicación o Resaca:
Esta etapa coincide con la Senectud del producto. Como
veremos en las secciones de este libro que vienen a conti‐
nuación, si una empresa se da cuenta que tienen un pro‐
ducto en la tercera edad porque ha sido sustituido por un
producto alternativo, en general, lo dejará de fabricar y ce‐
rrará el proyecto empresarial para dedicarse a otros pro‐
ductos (de lo contrario, recordemos que esta etapa lleva‐
ría a la empresa a su pérdida patrimonial). Como las com‐
pañías abandonan rápidamente los productos “muertos”,
es un poco difícil encontrar ejemplos empíricos, aunque
aun así los hay. El hecho de que las empresas abandonen
el producto no significa que esta fase no se produzca en el
tiempo, sólo quiere decir que bajo nuestro actual sistema
de organización pasan inadvertidas (esto supone uno de
los grandes “agujeros negros” en nuestro sistema fiscal”
como explicaremos más adelante). No por pasar inadverti‐
das dejan de tener consecuencias, el bolsillo del contribui‐
dor se verá muy afectado económicamente por esta falta
de atención.

262
En general, si queremos buscar ejemplos sobre esta
fase, es más fácil encontrarlos en las empresas que buscan
cómo relanzar sus productos. Algunas empresas tardan
tiempo en darse cuenta de que su producto ha entrado en
esta fase de des‐utilidad social, quizás se equivocan y pien‐
san que es una crisis de demanda y que volverán encontrar
un reclamo comercial para su producto. Durante esta
etapa, la empresa que continua con su producto obsoleto
ya no consigue venderlo en la misma cuantía, por lo que
tendrá que ajustar la fabricación a la baja, buscar métodos
drásticos para abaratar costes y así reducir precios en un
intento de vender más de nuevo. Las propiedades dinámi‐
cas de esta fase son las siguientes:
a‐ Rentabilidad Social Actual Positiva (evoluciona desde
0 a 1) y Posición Acumulada Negativa. Mientras que la
empresa cree que las ventas del producto tendrán una
recuperación o una “reentreé”, sigue invirtiendo tiempo
y dinero en el producto tratando de encontrar nuevas
aplicaciones, nuevos reclamos comerciales, nuevas fun‐
cionalidades o avances. Este proceso de inversión hace
que el empleo se mantenga, la fábrica permanezca
abierta (favoreciendo a la sociedad a la que da empleo) y
se pongan a trabajar en como “reinventar” o “innovar
una nueva versión del producto”. Durante esta fase, por
tanto, el impacto del consumo de la primera versión ya
ha hecho su daño máximo, y ahora, la empresa que
busca cómo relanzar el consumo vuelve a dejar riqueza
(invertir) en la sociedad con la que se relaciona.
b‐ Aceleración positiva en disminución (de 1 a 0): Una
vez conocida la dependencia máxima en un producto,
también se descubren sus efectos secundarios al má‐

263
ximo. La sociedad es ahora plenamente consciente que
debe detener el deterioro de la utilidad social que pro‐
duce la actividad de la empresa. Ésta va a verse cada vez
más apremiada por la sociedad a que reinvente su pro‐
ducto o se haga cargo de sus consecuencias perjudiciales
de su actividad. Los excesos del consumo anterior han
alertado a las instituciones y ahora están motivadas para
regular el marco de la actividad de la empresa. General‐
mente, aparecerán leyes reguladoras, prohibiciones o li‐
mitaciones del uso sobre la base de las experiencias em‐
píricas que se hayan derivado del uso masivo de las pri‐
meras versiones del producto. La sociedad y sus institu‐
ciones finalmente aprenden la lección de que ese pro‐
ducto, como otro cualquiera, tiene un horizonte de apli‐
caciones determinadas muy útiles para la sociedad, pero
que su consumo indiscriminado hace incrementar enor‐
memente el estrés sobre la función de Utilidad Social que
supone un peligro de radicalización suicida.
Esta última etapa del producto puede acabar en “em‐
pate”, ya que la empresa pierde la riqueza que ganó en su
día y además es la demostración de la necesidad de abor‐
dar un nuevo proyecto (la segunda generación “revolucio‐
naria” del producto)52. El agotamiento de los ingresos en
el modelo de negocio anterior renueva la ambición empre‐
sarial de solucionar un problema real de la sociedad y por
eso la sociedad recupera el equilibrio. Durante esta etapa,
52 No podemos olvidar que en muchas ocasiones las empresas buscan como
escabullirse de la fase de desintoxicación contribuyendo a una acumulación de
la pérdida de utilidad social residual en el sistema. Por ejemplo, prácticamente
ninguna empresa en la actualidad reequilibra el impacto negativo que ha rea‐
lizado su actividad sobre nuestro medioambiente lo que hace que la sociedad
del futuro cada vez herede una posición de pérdida de utilidad social me‐
dioambiental mayor.

264
la sociedad vuelve a ganar en utilidad porque esta cen‐
trada en regular y evitar los perjuicios derivados de la acti‐
vidad empresarial. Es particularmente ilustrativo el caso de
los ejemplos de productos que realmente se han quedado
obsoletos o se demostraron dañinos o perjudiciales para la
sociedad. En estos casos, se aprecia claramente el proceso
de reconciliación de las funciones en desequilibrio tempo‐
ral y el regreso al equilibrio pleno (a la dimensión eterna).
No tenemos que olvidar que ésta es una fase reconcilia‐
dora. La empresa que se queda tratando de reinventar el
producto obsoleto, en lugar de abandonar su producción, re‐
percute positivamente en la sociedad. Invierte los beneficios
pasados, mantiene puestos de trabajo y, sobre todo, busca
cómo reinventarse para aportar algo nuevo a la sociedad.

Un ejemplo no radicalizado: la Cabina de Teléfono


Imaginémonos el caso de las cabinas telefónicas como
hipotético caso de estudio en un país occidental cual‐
quiera. El teléfono fue un gran invento que supuso una
gran revolución. En todo el mundo, grandes compañías te‐
lefónicas se crearon para hacer realidad un proyecto de
tanta envergadura como dar cobertura telefónica a ciuda‐
des y naciones. La sociedad se benefició de gran manera
con aquella iniciativa de capital privado que decidió fundar
sociedades mercantiles que contrataron a tantos emplea‐
dos. Estas sociedades mercantiles se organizaron y gasta‐
ron mucho dinero en infraestructuras para poder hacer el
sueño realidad (la inversión supuso una descapitalización
empresarial y una capitalización de la utilidad social).

265
Al principio, con el encendido de la red telefónica, la so‐
ciedad estaba eufórica, por fin iba a ver un sistema de co‐
municación directa entre lugares geográficamente distan‐
tes, por medio de algo tan próximo como la voz. Al princi‐
pio, tener teléfono era caro, sólo los más pudientes o
aquellos agentes cuya eficiencia se viera altamente mejo‐
rada les compensaba pagar los elevados precios. Pero no
nos engañemos, aunque fuera un servicio caro, la sociedad
estaba satisfecha ante la nueva herramienta que abría las
puertas de la imaginación en todo tipo de aplicaciones. Por
ello la sociedad estaba altamente motivada (eufórica) por
destinar recursos a esta innovación. La sociedad ganó en
empleo y también en innovación. Por poner un ejemplo,
coordinar la cooperación de varias ciudades ante una
emergencia era ahora más fácil y rápido que en la era del
Morse.
Una vez comprobado el funcionamiento del producto
con los clientes con baja sensibilidad al precio, surgirían los
planes de crecimiento de la empresa. Ahora que había cre‐
ado un método de generación de valor para la compañía
(un producto por el cual facturar) y empezaba a tener in‐
gresos, era momento de tratar de aumentar la facturación.
Posiblemente de esta idea surgió el proyecto de la cabina
de teléfono. Seguro que al principio muchísima gente que
no podía permitirse un teléfono en casa, o que quizás pu‐
diera necesitar un teléfono de repente, la utilizaría. Gracias
a esta aplicación del producto, la gente podía acudir a un
locutorio para hacer una llamada puntual cuando lo nece‐
sitara. La red aumentó y con ella, la facturación.
En un primer momento, cuando a las grandes ciudades
les faltaban muchas esquinas sin cabinas telefónicas, cada

266
cabina que se instalaba suponía un significativo aumento
de la cuenta de resultados y, de este modo, las compañías
telefónicas empezaron a rentabilizar su inversión. También
se empezó a popularizar la instalación de teléfonos domés‐
ticos, lo cual tuvo un impacto positivo. Cuanta más gente
era accesible a través de esa red, más útil podía ser para un
consumidor que no tuviera teléfono emplear una cabina de
teléfono. Con esta rápida expansión de la instalación y uso
de las cabinas, la sociedad pagó facturas y facturas por con‐
ferencias telefónicas y devolvió a la empresa todo lo que
se había gastado en desarrollar la tecnología, fabricar los
productos, instalarlos y mantenerlos. Estos fueron los mo‐
mentos dulces para la compañía de teléfonos.
Para la sociedad, era un momento de aturdimiento.
Nadie se había parado a pensar que, ahora que todo el
mundo tenía teléfono o acceso a uno, el coste de una lla‐
mada era realmente bajo. Al mismo tiempo, según la co‐
nectividad de la red crecía, cada vez iba a ser más difícil
prescindir de él por lo que la situación era muy propicia
para que la empresa consiguiera cobrar un alto margen
por sus servicios. A medida que pasó el tiempo y evidente‐
mente la gente necesitaba cada vez más el teléfono, la em‐
presa telefónica registró grandes beneficios. En este mo‐
mento, para la empresa con un sistema de facturación ins‐
talado y una amplia cantidad de clientes, el consumo de
teléfono parecía lejos de reducirse.
La red de cabinas se amplió. Con la mayoría de los ho‐
gares conectados, ahora las cabinas de aeropuertos, esta‐
ciones de tren y gasolineras eran un campo sembrado de
ingresos. No tardaron en llegar la de los bares, los restau‐
rantes, las escuelas, los hoteles y las instituciones públicas.

267
La sociedad ya confusa empezaba a tener envidia de aque‐
lla gran compañía. Seguro que sus propios trabajadores
empezaron a darse cuenta de los grandes beneficios que
acumulaba la empresa por un trabajo que en realidad es‐
taban haciendo ellos. En la calle, aunque todo el mundo
todavía adoraba el uso del teléfono, comenzarían a dejarse
oír críticas hacia la compañía por su precio, por el abuso de
lo que cobran por conferencia, etcétera.
La empresa, seguramente atraída por los grandes ingre‐
sos que estaba experimentando y motivada por capturar el
mercado frente a sus competidores, siguió con su plan de
crecimiento de ingresos. Posiblemente trasladaron la fa‐
bricación de las cabinas en búsqueda de un abaratamiento
de costes, externalizaron las partes de su proceso produc‐
tivo que más dificultades tenían para abaratar y expandie‐
ron la base de cabinas instaladas para asegurar una cuota
de mercado elevada. De tal modo que llegó un momento
en el cual las ciudades y núcleos más importantes ya con‐
taban con una buena cobertura de servicio de cabinas te‐
lefónicas. A partir de este momento, la empresa tenía que
ir en búsqueda de nuevas localizaciones y empezó a notar
cómo cada nueva cabina aportaba menos crecimiento de
las ventas para la compañía telefónica. En esta búsqueda
de expandir el negocio, se llegó a los barrios residenciales
y a los pueblos recónditos en los que instalar, mantener y
acudir para recoger la caja de la cabina de teléfonos supo‐
nía posiblemente más dinero que la facturación que esa
cabina era capaz de aportar. No obstante, esta ineficiencia
quedaba oculta dentro de la gran generación de ingresos
que conseguía la compañía telefónica en su gran red de ca‐
binas, así que nadie se preocupaba.

268
Nada más lejos de lo que posiblemente anticiparon los
directivos, las ventas (tanto de las cabinas bien como mal
localizadas) empezaron a descender. La bajada de las tari‐
fas para animar a los hogares a instalar teléfonos hizo que
llamar por cabina fuera más caro. Además, había tantos
puntos de acceso en la red privada que el uso de cabinas
no era tan necesario. Aun así, la empresa de telefonía si‐
guió disfrutando de una larga época de ingresos, aunque
estos no consiguieran crecer. En definitiva, es mejor ganar
algo, aunque sólo sean unos céntimos por un trabajo y una
infraestructura que ya está realizada, que abandonar la ac‐
tividad. Finalmente, llegó un momento en el que la histo‐
ria dio un revés.
La red de técnicos de mantenimiento y de recaudadores
de monedas era grande y, además, tenían demandas sala‐
riales, lo clientes sabían que llamar desde su casa o desde
su puesto de trabajo era más barato y se empezaron a usar
las cabinas como método de urgencia. La aparición del te‐
léfono móvil, gracias a la inversión en investigación y desa‐
rrollo de las empresas de electrónica con uso telefónico,
marcó el inicio del fin. Al principio, los móviles eran caros,
los consumidores más pudientes e innovadores estaban
eufóricos viendo cómo podían llamar desde el coche o
desde aquel pesado “ladrillo”. El resto de la población es‐
taba simplemente aturdido por cómo aquello era posible,
y todo el mundo deseaba poder participar de la nueva
fiesta a pesar de su coste. Según las fases del teléfono
móvil se iban sucediendo en cuanto a su generación de
valor para la compañía de telefonía móvil (Gestación e in‐
fancia productiva, paso de la infancia a la adolescencia
productiva, adolescencia productiva, mayoría de edad pro‐
ductiva, madurez productiva y senectud productiva), tam‐

269
bién lo hacían en cuanto a la generación de utilidad para la
sociedad (Fiesta, Euforia, Aturdido, Confuso, Coma, Desin‐
toxicación). Esto produjo que las cabinas telefónicas entra‐
ran de lleno en la época de la senectud productiva.
La compañía de teléfonos posiblemente no supo anali‐
zar este entorno correctamente. Los directivos segura‐
mente mostraron un exceso de confianza en la capacidad
de la empresa de telefonía en la vía pública de generar
valor. Después de un período de bonanza tan contun‐
dente, les debió de parecer que desechar su producto
“vacas de efectivo” era una imprudencia. La división de
Cabinas de teléfono acometió un plan de modernización
de las cabinas, invirtiendo dinero y recursos en equipa‐
mientos más avanzados que requerían un plan de marke‐
ting y un plan de mantenimiento también más avanzado.
La unidad empresarial siguió con un plan que ya nunca re‐
cuperaría las rentabilidades del pasado que tanto añora‐
ban. Por mucho que las cabinas durante un tiempo se re‐
versionaron para convertirse en soporte de anuncios pu‐
blicitarios con acceso a Internet y capacidad para enviar
SMS (como fue el ejemplo en España), no recuperaron
consistentemente la senda alcista de ingresos. La realidad
es que han terminado siendo retiradas en gran medida de
innumerables espacios. Tanto es así que casi podríamos
decir que ese último plan de inversión para el relanza‐
miento de la cabina telefónica como medio de enlace con
la red de telecomunicaciones fue un error para la compa‐
ñía telefónica por haberlo realizado durante la fase de
Senectud del producto.
La civilización les sacó partido durante su vida, pero al
final han sido retiradas y convertidas en basura, lo que sig‐

270
nifica una carga para la comunidad que tiene que ocuparse
del tratamiento de residuos y un despilfarro de recursos
por un producto que ha terminado siendo obsoleto. Los
empleados que no han conseguido reubicarse en otra pro‐
fesión, han ido al paro, por lo que también han pasado a
suponer de nuevo una carga social.
En cualquier caso, en este ejemplo, las fases están equi‐
libradas, ya que la empresa de teléfonos al menos trató de
relanzar su producto, lo cual generó una nueva ola de in‐
versiones que devolvió valor a la sociedad (empleo, inver‐
sión, etcétera) hasta que finalmente se dio cuenta de que sus
esfuerzos eran inútiles. Sin embargo, las empresas en gene‐
ral tienen un miedo atroz a malgastar sus recursos en una si‐
tuación como ésta, por lo que han encontrado los métodos
para abandonar la escena en cuanto les interesa, dejando
tras de sí una gran perdida de utilidad social en el sistema
(“polución de la utilidad social”, residuos, basura, productos
vendidos que siguen siendo útiles pero no poseen cobertura
ni asistencia técnica, mantenimiento, etcétera).
La moraleja de la historia es que la compañía sólo con‐
sigue recuperar la ansiada rentabilidad si es capaz de lan‐
zar un nuevo producto revolucionario, en lugar de una
nueva versión de un producto ya en fase de senectud pro‐
ductiva. Curiosamente, hoy en día se habla de reconvertir
las cabinas telefónicas en puntos de abastecimiento eléc‐
trico para los nuevos coches eléctricos.
La moraleja de la moraleja de la historia es que si la in‐
dustria automovilística, la telefónica y la energética no hu‐
bieran perdido tanto tiempo en reversionar sus productos
para seguir ganando dinero con un bajo nivel de innova‐
ción, todas estas industrias se podrían haber juntado antes

271
para revolucionar el modo en el que vivimos y nos trans‐
portamos. Ahora, podríamos tener una red de abasteci‐
miento eléctrico muy amplia. En lugar de haber retirado,
abandonado o modernizado tantas cabinas telefónicas se
podría haber evitado la senectud del modelo de negocio
de la cabina de teléfono revolucionándolo. El modelo de
negocio de la cabina de teléfono es dar acceso al usuario a
una red de comunicaciones, su revolución hubiera sido dar
acceso a un nuevo tipo de usuario a una nueva red para sa‐
ciar una nueva necesidad. Podríamos haber solucionado
un problema del pasado (el residuo de tantas cabinas de
teléfono) proporcionando una solución a un problema del
presente y del futuro (el mayor problema para la introduc‐
ción del coche eléctrico es la dificultad al acceso deslocali‐
zado a la red eléctrica para la recarga de sus baterías).

272
Sincronización del Proceso de Creación de Valor de la
Empresa con el Proceso de la Utilidad Social

Anteriormente, hemos analizado cómo todo proceso o


función (que devuelve resultados o valores) está siempre
acompañado de su proceso o función complementaria
(que devuelve resultados o valores que equilibran la Reali‐
dad). También hemos analizado qué tipo de variaciones
pueden darse en estos tipos de equilibrios (o desequili‐
brios continuos); es decir, radicalización, suicidio, atenua‐
ción, redimensionamiento y la desincronización. Es hora
de analizar cómo se sincronizan la Función de creación de
valor de la empresa con la Función de Utilidad Social.
Comencemos a analizar la sincronización de este equili‐
brio partiendo de la situación ideal (Figura 54).

273
274
Esta ilustración muestra cómo es la relación entre una
empresa monoproducto y la Sociedad. Como las socieda‐
des de Occidente están organizadas de una forma demo‐
crática, podemos entonces decir que es una relación entre
una empresa monoproducto y el Estado (en la democracia,
el Estado somos todos).
El Estado democrático generalmente viene fundado por
una carta constitucional de acuerdos y principios genera‐
les que sientan el punto de partida sobre el cual empezar
a coordinar y regular el interés general. Además, periódi‐
camente, el gobierno es elegido para diseñar, ejecutar y
supervisar aquellas funciones que la sociedad en su con‐
junto le encarga a través de los programas y mandatos
electorales. Los partidos políticos aspirantes al gobierno
proponen programas de acciones para llevar a cabo y los
votantes eligen uno u otro programa electoral. Es evi‐
dente, por tanto, que el gobierno tiene voluntad, puesto
que sus acciones son fruto de la propuesta de un grupo de
personas con una idea particular sobre qué hacer o qué
necesita la sociedad.
Al igual que una persona, puede decidir atacar a otra o
suicidarse. Los gobiernos también pueden decidir lo
mismo: atacar al vecino, entrar en guerra civil o lanzar una
bomba atómica sobre su propio país, tanto en teoría como
en la práctica pueden. En nuestra historia, ya se ha sufrido
mucho a costa de gobiernos demasiado autoritarios, por lo
que las sociedades occidentales han avanzado mucho en la
elaboración de mecanismos de limitación y control del
poder, así como en los procedimientos a seguir en caso de
crisis en el poder. Sin embargo, de forma poco ruidosa,

275
pero a un ritmo trepidante, la sociedad ha ido confiando la
ejecución de sus funciones más básicas a compañías co‐
merciales. A menudo, éstas se encargan de satisfacer sus
necesidades de comida, sanidad, limpieza, comunicación,
educación, etcétera. ¿Realmente nos hemos detenido a in‐
vestigar si existen “trampas ocultas” en el modo en el que
el Estado se relaciona con el sector privado que puedan
amenazar la cobertura de las necesidades más básicas de
la población?
La sociedad occidental ha ido aprendiendo poco a poco,
a base de crisis o trompicones, dónde estaban algunas de
estas “trampas”. Por poner un ejemplo rápido, la ley de la
competencia o antimonopolios es uno de ellos. Esta
puerta era de las más elementales para el pensamiento del
capitalista funcional, puesto que precisamente encerraba
una de sus conclusiones básicas: si algo engloba el todo de
alguna cosa, entonces ese algo no puede tener voluntad
para ser equilibrado. Como las empresas poseen voluntad,
la sociedad y el interés común no pueden someterse a la
voluntad de un grupo monopolístico. Por ejemplo, si el co‐
razón humano se encarga de todo el bombeo de la sangre
en el cuerpo humano, entonces, el corazón no puede tener
voluntad, puesto que es un fallo del cuerpo humano que el
corazón pueda detenerse a su juicio arriesgando la super‐
vivencia de otras partes necesarias para la vida humana (y
por extensión de la propia vida del corazón). De igual
modo, un monopolio significa que una empresa engloba la
unidad de todo ese mercado, concepto que implica en sí
mismo una radicalización suicida. Cuando esto sucede, el
mercado desaparece, no es real porque en él no transcu‐
rre el tiempo.

276
La humanidad tardará mucho tiempo en llegar a emular
en su sociedad el magnífico equilibrio del desequilibrio
continuo del metabolismo humano, pero cuando lo logre,
será cuando podrá afrontar retos mucho más allá de los
propios de la dimensión humana. Del mismo modo que un
hombre afronta retos mucho más allá de la dimensión de
la vida de las células que lo conforman, este mundo sobre‐
humano debería de ser el objetivo de la Humanidad para
así asegurar la supervivencia del hombre en un sistema
mucho más complejo que el de su hábitat natural. Con
este motivo, debemos de empezar a construir los sistemas
reflejos de calibración metabólica. Es extraño ver que el
cuerpo humano fabrique algo que no necesite y, sin em‐
bargo, las sociedades occidentales fabrican todo tipo de
cosas, desde las muy necesarias hasta las muy superfluas.
Este hecho no quiere decir que el cuerpo humano no
posea enzimas o células altamente especializadas en fun‐
ciones tremendamente minúsculas. Sí las posee y contri‐
buyen al funcionamiento general de la vida humana, pero
nada superfluo prevalece durante mucho tiempo en el me‐
tabolismo humano. ¿Cómo podremos encontrar cuáles
son las medidas necesarias para sincronizar el funciona‐
miento de la civilización?
El Estado, a través de su cuerpo de gobierno, acomete
las funciones que se le han asignado. Ahora bien, para ello
ha de disponer de fondos y esos fondos generalmente pro‐
vienen de la recaudación de tasas, sanciones y principal‐
mente impuestos. Siguiendo con la analogía sobre el
cuerpo humano, los movimientos de dinero representan
los intercambios de intereses que se dan entre las distintos

277
“órganos” que hacen que la sociedad funcione en un dese‐
quilibrio continuo, pero equilibrado. El cuerpo humano ne‐
cesita poder permitirse excesos. Tiene que poder correr en
lugar de caminar para poder definir su voluntad (exterior)
a través de lo metabólicamente (interiormente) superfluo.
Sin embargo, cualquier actividad siempre pasa su factura a
las demás partes del organismo. Uno no puede pretender
que su cuerpo esté corriendo sin parar. De hacerlo, provo‐
caría su propia muerte por sobreasignación de recursos a
una función en detrimento de otras y por haber preten‐
dido acceder a una dimensión temporal menos tupida (en
la que el descanso tarda más tiempo en suceder, es decir,
en ser necesario) de la que su metabolismo puede resistir
(es decir, un síncope). El Estado es como el resto del
cuerpo del corredor: pasa factura. El Estado no puede
arriesgarse a la desaparición de la sociedad por el exceso
de esfuerzo en una única dirección. Los organismos regu‐
ladores tienen que poder enviar a descansar al “cuerpo hu‐
mano” de la sociedad para evitar la muerte por sobre‐ex‐
tenuación. Esta lección alarmantemente es una lección
que de momento sólo hemos aprendido parcialmente.
La sociedad ha entendido la necesidad de regular cuán‐
ta energía estamos dispuestos a derrochar hoy a cambio
de una resaca o extenuación el día de mañana, y por ello,
por ejemplo, ha creado los Bancos Centrales con autoridad
e independencia sobre la política monetaria de un país o
región económica. Cuando el Banco Central observa sínto‐
mas de sobrecalentamiento, sube los tipos de interés e im‐
pone una “siesta” generalizada, puesto que si la economía
compromete demasiados recursos futuros, se corre el pe‐

278
ligro de caer en el cuento de la lechera53. Sin embargo,
cuando la economía está anquilosada, las bajadas de tipos
de interés abren la puerta a la ilusión por la prosperidad
futura. Podríamos decir que, por analogía, la política mo‐
netaria representa el cambio de las estaciones del año y su
implicación en la vida (hibernar, crecer, florecer, madurar y
marchitar).
Analicemos ahora si tiene sentido la forma en la que se
produce el intercambio de riqueza entre Estado y Empresa
con el fin de encontrar posibles errores en nuestro sistema.

53 El cuento de la lechera fue escrito por el fabulista griego Esopo alrededor


del s.VI a.C. (Fábulas de Esopo, Vicens Vives)
Una lechera llevaba en la cabeza un cubo de leche recién ordeñada y caminaba
hacia su casa soñando despierta. “Como esta leche es muy buena”, se decía,
“dará mucha nata. Batiré muy bien la nata hasta que se convierta en una man‐
tequilla blanca y sabrosa, que me pagarán muy bien en el mercado. Con el di‐
nero, me compraré un canasto de huevos y, en cuatro días, tendré la granja
llena de pollitos, que se pasarán el verano piando en el corral. Cuando empie‐
cen a crecer, los venderé a buen precio, y con el dinero que saque me com‐
praré un vestido nuevo de color verde, con tiras bordadas y un gran lazo en la
cintura. Cuando lo vean, todas las chicas del pueblo se morirán de envidia. Me
lo pondré el día de la fiesta mayor, y seguro que el hijo del molinero querrá
bailar conmigo al verme tan guapa. Pero no voy a decirle que sí de buenas a
primeras. Esperaré a que me lo pida varias veces y, al principio, le diré que no
con la cabeza. Eso es, le diré que no: “¡así! “. La lechera comenzó a menear la
cabeza para decir que no, y entonces el cubo de leche cayó al suelo, y la tierra
se tiñó de blanco. Así que la lechera se quedó sin nada: sin vestido, sin polli‐
tos, sin huevos, sin mantequilla, sin nata y, sobre todo, sin leche: sin la blanca
leche que le había incitado a soñar.

279
Fase A: Subvención Estatal
Los Estados identifican que si cosechan invirtiendo en
un tejido industrial innovador, entonces, crearán empleo y
una fuente de generación de renta, lo que será una fuente
de ingresos para ellos el día de mañana cuando se mate‐
rialice el éxito empresarial. Por ello a menudo existen pro‐
gramas de subvenciones y ayudas para la innovación.
Durante esta etapa, además, las empresas no tienen que

280
pagar ni impuestos de beneficios (porque todavía no los
tienen) ni IVA (impuesto sobre el valor añadido), puesto
que todavía están analizando cómo van a organizarse y de‐
cidiendo qué valor van a añadir a sus productos/servicios.
Sin embargo, las empresas no sólo no pagan estos impues‐
tos, sino que además van acumulando un crédito fiscal que
les permitirá no pagar impuestos de beneficios hasta que
no hayan recuperado todo el dinero invertido (gastado).
Como hemos visto antes, esta etapa tenía utilidad para la
Sociedad y por ello, en principio, es coherente que la Socie‐
dad le destine recursos. Del mismo modo, esta fase era des‐
capitalizadora para la empresa, por lo que en principio es co‐
herente que, a través de las subvenciones y el crédito fiscal,
reciba recursos de la sociedad durante esta etapa.
Fase B: Crédito Fiscal
En el momento en el que la empresa ya ha encontrado
un producto sobre el que aplicar su innovación para añadir
valor, el crédito fiscal deja de crecer y las subvenciones
dejan de tener tanto sentido. Como la empresa abre una
vía para poder empezar a facturar, el Estado abre una vía
para poder recaudar y verá recompensada su inversión en
un sector productivo innovador.54
54 Debo recordar que en contabilidad existe la figura del Activo y sus Amorti‐
zaciones. De acuerdo a estas figuras, las inversiones son contabilizadas como
un activo y no como un gasto instantáneo (una pérdida). Las inversiones tras
ser contabilizadas como activo estarán sujetas a unas amortizaciones periódi‐
cas en función de la legislación de cada país. Este sistema ayuda a los Estados
a diluir en el tiempo el crédito fiscal que otorgan a las empresas en las prime‐
ras fases de su proceso de creación de valor. En mi análisis, no he querido
tomar en cuenta este hecho ni todas las normas contables de periodificación
de gastos e ingresos. El motivo es que la inversión que se produce en este mo‐
mento del tiempo es la que justifica el crédito fiscal, mientras que las normas
contables de cada país es algo convencional y coyuntural. Es decir, la amorti‐
zación es real como concepto pero responde a la percepción subjetiva que re‐
aliza la Autoridad Fiscal sobre la naturaleza temporal de la identidad (inver‐
sión) que sucede en este momento del tiempo.

281
Fase C: Repago del Crédito Fiscal
Cuando se inicia la venta del producto, la compañía nor‐
malmente no recibe subvenciones y, además, empieza a
tener una cuenta de IVA para pagar, puesto que el precio
de sus productos es más alto que lo que a ella le cuesta
producirlos (añade valor). Eso significa que la empresa em‐
pieza a pagar Impuesto sobre el Valor Añadido. No obs‐
tante, aunque cobre más que lo que le cuesta producir, to‐
davía no va a pagar ese IVA, ya que cuenta con el crédito
fiscal por IVA soportado en las fases anteriores. Tampoco
pagará impuestos sobre beneficios puesto que, aunque
tenga ingresos, primero tiene que compensar todas las
pérdidas de las fases anteriores que han sido acumuladas
en el crédito fiscal. El Estado recauda cada vez más, pero
todavía no ha recuperado ni lo que invirtió en subvencio‐
nes ni el IVA soportado que devolvió a la empresa durante
su fase gestacional.
Break even (Paridad)
En este punto, la empresa ya ha recuperado toda su in‐
versión, no acumula ninguna pérdida, por lo que oficial‐
mente empieza a ganar dinero y el Estado empieza por fin a
recaudar más fondos de los que puso en su día por dos vías:
Como las pérdidas se han acabado, también se ha com‐
pensado todo el IVA soportado que en su día se le devol‐
vió a la compañía, así que a partir de ahora los pagos de
IVA de la empresa supondrán nuevos fondos para el Estado
en lugar de la devolución del crédito fiscal por IVA sopor‐
tado, como pasaba en la etapa anterior55.

55 Bajo el supuesto de un código contable que carece de amortizaciones (in‐


versión = gasto).

282
Además, como no hay pérdidas pendientes que com‐
pensar, entonces la empresa por fin empezará a pagar el
impuesto de sociedades sobre sus beneficios.
Como en esta etapa se dan las dos vías de cobro de im‐
puestos (IVA y Beneficios), los ingresos del Estado crecen a
su máxima velocidad cuando el producto de la empresa
está “de moda”.
Fase D: Recaudación de Recursos
Como acabamos de ver en el análisis del Break Even,
cuando la empresa empieza a ganar dinero con la venta de
su producto, es también el inicio de la etapa en la cual la
empresa deja de recibir fondos o ayudas del Estado, y em‐
pieza a pagar más y más impuestos, engrosando las cuen‐
tas del Estado. Éste es el motivo por el cual al Estado le
gusta la prosperidad económica, puesto que recauda gran‐
des sumas de dinero. En este ejercicio de aplicación de
nuestra herramienta analógica no estamos teniendo en
cuenta la recaudación estatal por el concepto de seguridad
social que grava el empleo, éste es otro motivo por el que
a los estados les gusta la prosperidad económica (para fi‐
nanciar la Seguridad Social). Es evidente que esta fase tam‐
bién es la responsable de que las empresas se sienten atra‐
ídas por aquellas regiones/países que gravan su éxito co‐
mercial con menores impuestos.
Fase E: Agotamiento de la Fuente de Ingresos
Según el producto de la empresa sigue avanzando con
su ciclo de vida, la empresa encontrará cada vez más pro‐
blemas para mantener el volumen de ventas (primero) y la
rentabilidad del proyecto (después). Cuando el producto
de la empresa entre en la fase de “productos perro” o fase

283
madura de su función de producción de valor, entonces, al
igual que desaparecen los beneficios, desaparece la recau‐
dación del impuesto sobre beneficios y del IVA (si la em‐
presa no gana dinero, generalmente el IVA Soportado
anula o supera el IVA Repercutido).
Fase F: Inconsistencia Final
En esta etapa, la empresa entra en pérdidas, por lo que
la recaudación del impuesto sobre los beneficios desapa‐
rece. Mientras que la empresa trata de reajustar sus mo‐
delos para regresar a los beneficios, cada día que pasa, so‐
porta el pago de IVA que junto a la acumulación de pérdi‐
das volverán a iniciar la senda del crédito fiscal. A medida
que la situación empeora, si la Sociedad posee grandes in‐
tereses en ese sector de su Economía, entonces llegarán
los planes de rescate del gobierno para intentar salvar (es
decir, más subvenciones o condiciones especiales) los
puestos de trabajo (de su electorado) y la gallina de los
huevos de oro que tanto dinero recaudó para el gobierno
en el pasado.
Con este análisis del planteamiento del sistema fiscal
sobre sociedades mercantiles, podemos ver cómo el mo‐
delo de recaudación de impuestos es en general coherente
y debería de funcionar de forma equilibrada (es decir, en
desequilibrio continuo). Ahora bien, ¿puede de‐sincroni‐
zarse?

284
La de‐sincronización del modelo de negocio de la
Empresa: La Apreciación Instantánea de la actividad
empresarial y su Proceso Motivador

Las empresas, al igual que el Estado, pasan por distintas


etapas patrimoniales durante su función o proceso de cre‐
ación de valor. ¿Cuáles le gustan más? ¿Cómo evoluciona
su apreciación sobre sí mismas? ¿Cómo se parece o se di‐
ferencia ese sentimiento momentáneo del proceso moti‐
vador que justifica las acciones de la empresa?
En el siguiente gráfico (Figura 56), podemos observar
pintado en líneas discontinuas cómo evoluciona el proceso
del sentimiento INSTANTÁNEO que siente la “empresa” en
cada una de las fases de su proceso productivo. Es impor‐
tante que el lector diferencie entre el sentimiento instan‐
táneo (1ª Derivada – ie.‐ Velocidad en el caso del Bar‐
quero) y el proceso motivador (2ª Derivada – ie.‐ Acelera‐
ción en el ejemplo del Barquero). Por ejemplo, al ser hu‐
mano no le gusta el dolor físico, sin embargo, muchos de‐
portistas entrenan y sufren haciéndolo para conseguir
unos resultados (una satisfacción) que sucederán en una
etapa futura de ese proceso de entrenamiento. En ese sen‐
tido, cuando el deportista está entrenando, su sentimiento
instantáneo sigue siendo que odia el dolor físico (veloci‐
dad, sensibilidad o primera derivada del proceso); pero,

285
gracias a la capacidad de comprensión de la Realidad del
hombre, el deportista entiende que está trabajando (ace‐
leración o segunda derivada del proceso) para conseguir
un resultado en el sentido contrario. A través del desgaste
físico conseguirá aumentar su resistencia y potencia física
así como su satisfacción futura a pesar del sufrimiento que
exige el entrenamiento.
De forma análoga, las empresas, cuando consiguen lan‐
zar un producto (momento 2 en la Figura 58 XX), no saben
si están satisfechas u odian su situación actual. Por un
lado, es positivo que al fin hayan logrado trasladar una in‐
novación a un nuevo producto; pero, por otro lado, tienen
una gran preocupación por la severa descapitalización que
han sufrido. En el momento que nace el producto, el sen‐
timiento de la empresa es tan complejo que podríamos
decir que no es ninguno o que son todos, porque tiene
todos los matices, positivos y negativos. Cuando el pro‐
ducto se empieza a vender y hay esperanza de empezar a
recuperar la inversión, la empresa se empieza a sentir
“algo” satisfecha. Si el producto se empieza a vender con
ganas, está “bastante” contenta (momento 3 en la Figura
56), puesto que cada vez está más cerca de cubrir gastos.
Finalmente, la empresa se emociona o está “muy” satisfe‐
cha cuando la fabricación de un producto está por fin
amortizada y el producto se encuentra “de moda” (mo‐
mento de corte del eje del tiempo, en la figura 56 entre el
momento 3 y 4). Además, en esa etapa, el producto se
sigue vendiendo en grandes cantidades, dejando un gran
margen que aportará beneficios. A partir de este punto, el
sentimiento de gran satisfacción se irá relajando. A la em‐
presa también les satisface “bastante” cuando sigue ga‐
nando dinero con productos conocidos o viejos (productos

286
“vacas de efectivo” momento 4 en la Figura 56), aunque
sea gracias a menores precios o ventas. Si se gana un cen‐
tavo más con algo que ya sabe hacer, prefiere ganar ese
centavo que dejárselo a otro.

Las empresas no disfrutan de todas las etapas de su


proceso productivo por igual. La empresa odia por encima
de cualquier cosa tener la sensación de que está arries‐
gando su patrimonio en un proceso de investigación que
puede que no alcance ningún fruto (momento 1 en la fi‐
gura 56). No obstante, afrontará la investigación gracias al
proceso motivador, pero eso no quita que su nerviosismo
en ese momento esté a flor de piel. Tanto es así que mu‐
chos proyectos no son jamás desarrollados por el gran es‐
cepticismo que generan. Una vez que ya ha hecho las gran‐

287
des inversiones en su proyecto de desarrollo y el plan esté
en marcha, sigue estando en una situación que la inco‐
moda y preocupa, porque todavía no tienen producto (en
la figura 56, momento entre el 1 y el 2), pero, conforme se
vayan acercando al momento en el que está lista para lan‐
zar el producto, esa incomodidad irá desapareciendo.
Cuando la empresa logra lanzar el producto (momento
2), el sentimiento dentro de la empresa, tal y como men‐
cionábamos, es la indiferencia (obsérvese que la primera
derivada corta el eje del tiempo, es decir, el sentimiento es
pleno o indiferente). ¡Ojo! No debemos de confundir esta
fase con la NO existencia de sentimiento instantáneo, todo
lo contario. El punto de valor sentimental 0 o de cambio de
signo es el complementario a la NO Existencia. Es decir, en
este punto, existe la diversidad máxima de sentimientos,
existen tantos motivos para estar contentos como motivos
para estar descontentos, y ambos sentimientos se com‐
pensan de una forma muy intensa, haciendo el senti‐
miento de la empresa en ese momento tan complejo que
existe TODO. Es en este momento cuando la función de
sentimiento dentro de la empresa está más llena, tan llena
que se acerca a la Dimensión Eterna.
Una vez pasados todos los momentos de satisfacción
que traen las ventas y la historia del éxito, la satisfacción
dentro de la empresa comienza a mermar de nuevo.
Todavía se gana dinero, pero cada vez es más complicado,
cuesta más, la vida de la empresa no es tan fácil como
cuando el producto estaba “de moda” (momento 4). Las
empresas se vuelven a encontrar en la encrucijada emo‐
cional cuando llega el día que se deja de ganar dinero con
el producto (sea por lo que sea, obsolescencia, producción
sobredimensionada, etcétera). Una vez más, en este mo‐

288
mento (momento 5 en la Figura 56), no es que las empre‐
sas no tengan ningún sentimiento, sino todo lo contrario.
Las empresas en este punto tienen todo tipo de sentimien‐
tos, habrá decisiones pasadas que se considerarán muy
bien tomadas, otras se considerarán muy mal tomadas y
habrá una gran cantidad de ellas que se percibirán de una
manera tan compleja que no se sabrá bien si fueron bue‐
nas o malas. Sin ánimo de repetirme, el sentimiento estará
totalmente lleno, tan lleno que se complementa a sí mis‐
mo y está al borde de la Dimensión Eterna.
A partir de este punto, la empresa, a medida que em‐
piece a perder dinero (momento 6 en la Figura 56), se irá
sintiendo de nuevo más insatisfecha que satisfecha. Sin
duda, incapaz de conseguir ganar más dinero con su pro‐
ducto actual, su proceso motivador estará añorando al má‐
ximo la capacidad de innovación que le devolvería un pro‐
ducto nuevo y rentable (aceleración ‐1 = nostalgia máxima
por innovar). Al principio, el colchón patrimonial que le
proporcionó el éxito empresarial anterior hará que la insa‐
tisfacción sobre el producto actual no sea tan intensa;
pero, según la pérdida patrimonial vaya llevando a la em‐
presa hacia la descapitalización absoluta, el odio hacia el
proceso irá aumentando. Cuando la empresa llegue a la
quiebra por haber intentado seguir produciendo un pro‐
ducto que ya no tiene mercado, el sentimiento generali‐
zado será el odio. Tanto los accionistas como los emplea‐
dos odiarán la empresa.
Los hombres tenemos voluntad, y por ello, siempre tra‐
tamos de manejar y modificar nuestro entorno hacia lo
que más nos conviene. El hombre, al igual que el depor‐
tista, sabe que es el duro entrenamiento el que te hace me‐

289
jorar y ganar. Así que todos los días surgen nuevas empresas
y productos con la esperanza de que traigan una riqueza pa‐
trimonial a sus promotores. Ahora bien, al igual que hay de‐
portistas que se dopan para intentar llegar a sus resultado
más rápidamente y ahorrarse muchas horas de sufrimiento
y entrenamiento, las empresas también han buscado y han
aprendido cómo aprovechar los vacíos legales y los meca‐
nismos sociales para intentar asegurarse un futuro más
próspero y en menor tiempo, es decir, para doparse.
Evidentemente, si alguien busca un atajo, es para li‐
brarse de la parte que más le incomoda. Si un deportista se
dopa, es para entrenar y competir de forma más fácil. Las
empresas y sus dirigentes, en su búsqueda de nuevas solu‐
ciones, han atacado las fases que odian: el I+D y la fase de
Senectud de sus productos. Al mismo tiempo, las empre‐
sas han tratado de “apalancar” o “estirar” los rendimientos
de las fases que más les gustan: producto estrella y vacas
lecheras. El objetivo sin duda es maximizar la función de
creación de valor de la empresa para conseguir tener el
mayor crecimiento patrimonial posible.
La empresa trata de ahorrar en I+D, es decir, conseguir
lanzar un producto nuevo sin innovar tanto. La empresa
tampoco tiene ningún interés en seguir fabricando produc‐
tos obsoletos, por lo que rápidamente los descatalogan.
Gracias a esta búsqueda de mejora de su rentabilidad, las
empresas tratan de reducir al máximo la etapa en la que la
empresa se descapitaliza, maximizar las etapas en la que
se capitaliza y desaparecer en cuanto no se consigue ganar
más dinero.

290
Si partimos de la Figura 57 y reescalamos el eje del
tiempo una vez minimizadas las fases 1 y 6 podemos ob‐
servar que incidencia tiene este modelo de creación de
valor de la empresa sobre el proceso de la Utilidad Social.
El gráfico re‐escalado sería el de la figura 58.

291
292
Las herramientas que las empresas han utilizado para
atacar la incómoda fase de Investigación y Desarrollo (in‐
fancia productiva) han sido:
‐ Copiar tecnología, patentes, soluciones, diseños e ideas.
‐ Creación de sensación de novedad sin realmente apor‐
tar una utilidad nueva.
‐ Incorporación de tecnologías ya amortizadas por otras
industrias. Como por ejemplo la conocida industria de
los ordenadores clónicos. Estas empresas no relanzan el
ciclo de creación de valor, simplemente aprovechan las
tecnologías ya amortizadas para ensamblar gran canti‐
dad de ordenadores a bajo precio. Ayudan a rebajar los
precios, pero no reinvierten sus beneficios en dar con‐
sistencia al empleo futuro del sector de la informática,
sólo aportan consistencia al empleo generado por el
sector de los componentes de informáticos. Las empre‐
sas ensambladoras ayudan a satisfacer y posteriormen‐
te agotar la demanda de productos a bajo precio, pero
no contribuyen a la provisión de inversiones para la in‐
novación futura necesaria que relance el ciclo econó‐
mico del sector a nivel agregado.
‐ Lanzamiento de nuevos productos que incorporan in‐
novaciones “versionadoras” en lugar de “revoluciona‐
rias”. Por ejemplo, la industria del automóvil es un buen
ejemplo ya que lleva mucho tiempo estirando los rédi‐
tos de su mayoría de edad productiva. Un automóvil
cuya innovación es que incluye una pantalla táctil para
los controles de mando esta recurriendo a la innovación
“versionadora” para lanzar un nuevo producto. La pan‐
talla táctil es una innovación “revolucionaria” en la in‐
dustria de los sistemas de información y audiovisuales,

293
La empresa automovilística está motivando la renova‐
ción del consumo por una innovación ajena a la utilidad
principal de su producto.
Las herramientas utilizadas para estirar y mantener los
rendimientos de la fase de mayoría de edad productiva du‐
rante el máximo tiempo posible (Fase Vaca Lechera) han sido:
‐ Desarrollo de versiones y gamas para distintos seg‐
mentos y nichos.
‐ Búsquedas de vías para el aumento de la rotación de
las ventas (mayores compras por cliente, un producto
para cada ocasión, etcétera).
‐ Incentivación del consumo irresponsable. Creación de
valor del producto a través de la búsqueda de acciones
no valoradas correctamente por nuestro actual sistema.
Para ello han creado productos que añaden valor por
generar más residuos como por ejemplo los productos
de usar y tirar. También han creado productos que des‐
piertan mayores emociones al consumidor a costa de
administrar peor los recursos como por ejemplo los co‐
ches súper deportivos que derrochan recursos para cir‐
cular en situaciones muy similares a las de los demás
vehículos pero transmitiendo más sensaciones al con‐
sumidor.
‐ Innovación en la fórmula para capturar el consumo fu‐
turo (la fidelidad del cliente) a través de atractivas ofer‐
tas que resultan en una captura del consumo futuro a
un coste mayor para el consumidor.
‐ Inversiones asimétricas a favor de la publicidad y co‐
municación en detrimento de las inversiones destina‐
das a la mejora de la utilidad del producto, para fomen‐

294
tar el efecto “moda”. Un claro ejemplo de este caso ha
sido el relanzamiento de la renovación del consumo de
electrodomésticos gracias a la promoción de una moda
por los electrodomésticos con acabado en acero inoxi‐
dable. El consumo consigue renovarse sin tratarse nece‐
sariamente de un producto que aporta una nueva utili‐
dad al usuario final (incremento de la pérdida de utili‐
dad social gracias a la etapa de la confusión social de‐
satada por la moda comercial del producto).
Estas herramientas parecen inofensivas a primera vista.
De hecho, para cualquier estudiante de Dirección y
Administración de Empresas, supondrían la aplicación bá‐
sica del sentido común empresarial (buscar vías para ganar
más dinero). Además, este tipo de herramientas suponen
un interesante laboratorio para la innovación “versiona‐
dora” y por lo tanto sería un error prohibirlas. Sin em‐
bargo, por hacer uso de estas herramientas, muchas em‐
presas han dejado de invertir en el laboratorio de la inno‐
vación “revolucionadora”. De hecho, las empresas que han
dejado de lado la costosa e incierta inversión en investiga‐
ción revolucionadora, han sido más rentables en el corto
plazo ya que han dejado de gastar dinero en la fase más in‐
cómoda del proceso de creación de valor. El resultado de
eliminar esta fase es un gráfico apalancado con una atrac‐
tiva ratio retorno/inversión. Esta ratio tan favorable ha
hecho que este tipo de gestión empresarial se ponga de
moda y nos ha dejado con una función productiva “do‐
pada” que empeora la pérdida de Utilidad Social.
Los comités deportivos no tardaron mucho tiempo en
darse cuenta de lo tremendamente disfuncional que es el
uso de dopajes y la gran inconsistencia final que produce

295
en el deportista a largo plazo (problemas fisiológicos y psi‐
cológicos). Sin embargo, las autoridades de nuestros go‐
biernos, a pesar de ser entidades gestoras a largo plazo, to‐
davía no se han dado cuenta del gran problema que los
abusos de estas herramientas nos generan. Más grave aún
es el hecho de que todavía no nos hayamos dado cuenta
de la inconsistencia que genera la pérdida del ciclo de I+D
y el abandono de productos o residuos sin contemplar su
reciclado.
Encontrar ejemplos de la presencia empresarial durante
la fase de senectud de sus productos es complicado por‐
que las empresas (generalmente) tratan de desaparecer
en cuanto su producto no es rentable. Normalmente los
productos se descatalogan lo antes posible, se deja de pro‐
veer el servicio de mantenimiento o se fuerza la renova‐
ción del consumo de producto a través de unas tarifas de
mantenimiento elevadas. A no ser que exista un claro be‐
neficio económico o una fuerte regulación al respecto,
pocas empresas eligen libremente participar en la recogida
y reciclado de sus productos usados y se desentienden del
destino final de los mismos.
Las empresas nos han enseñado el “usar y tirar” que ja‐
más te hubiera enseñado tu abuelo. Por supuesto, ¿cómo
no nos iban a enseñar tal cosa? Si usamos y tiramos, al
poco tiempo estamos de nuevo comprando su producto. El
Estado tiene que ir por detrás limpiando. ¿Qué es lo pri‐
mero que le decía una madre “de las de antes” a sus hijos
cuando utilizaban todas las cosas en casa y las dejaban
desordenadas? “Ordena, limpia, deja las cosas como las
has encontrado”. Sin embargo, el gobierno no nos dice
mucho al respecto. ¿Por qué? El problema surge del plan‐

296
teamiento de su sistema de ingresos por recaudación fis‐
cal. Un restaurante tradicional produce muchísima menos
basura no orgánica que un restaurante de comida rápida
(embalaje, enseres desechables, vasos de plástico, llamati‐
vos embalajes, etcétera). El restaurante de comida rápida
está dopando sus ventas gracias al arbitraje del sistema fis‐
cal. Ambas empresas pagan la misma tasa de residuos. El
coste de esta contaminación pasa (o pasará en el futuro) a
incrementar los impuestos de los habitantes de esa ciudad.
Independientemente de si el ciudadano contamina o no,
tendrá que pagar por la contaminación generada por el
restaurante de comida rápida y sus clientes. La moraleja de
la historia es perversa. Como el restaurante de comida rá‐
pida tiene éxito engrosando sus ventas a base de asignar
mayores costes (e impuestos) a los ciudadanos, todos los
negocios del sector han aprendido la lección equivocada.
No existe ningún incentivo para que los restaurantes traten
de no generar más basura de la necesaria siempre y
cuando ayude a facilitar una venta.
Por fin, hemos llegado a una de las grandes puertas “es‐
condidas” que las empresas utilizan para gobernar la so‐
ciedad. El problema es que el Estado no percibe este tipo
de crecimiento de la empresa como un problema. Al fin y
al cabo, las empresas consiguen resultados más abultados
cuando se permite el libre albedrío (libre comercio, legisla‐
ciones más permisivas, etcétera). Cuantos más resultados
pueden generar, menos subvenciones hay que dar, más
trabajadores pueden contratar, más recaudación de IVA,
más recaudación de impuestos de beneficios. Todo suena
perfecto. ¿Cómo puede ser erróneo que las empresas tra‐
ten de vender más y ganar más? Muchos opinan que sería

297
lo mismo que decir que un deportista se equivoca si trata
de conseguir mejores resultados.
Las empresas han buscado formas de re‐versionar pro‐
ductos estrella efímeramente “innovadores” para estirar
en el tiempo sus productos vacas de efectivo, y con ello,
los Gobiernos han visto como su base recaudatoria crecía
enormemente. Las economías capitalistas además inten‐
tan que el patio de juegos sea lo más divertido posible
para atraer a más y más empresas, si no lo hacen corren el
riesgo de que éstas se vayan a otros países. Bien, el pro‐
blema es que ello no sólo trae más recaudación a las arcas
del Estado (hoy), sino que también traerá muchos dolores
de cabeza y responsabilidades al gobierno el día de mañana
(en el largo plazo) y además la sociedad se está arriesgando
a sufrir una radicalización suicida. Es decir, el problema no es
que el deportista quiera mejores resultados, el problema
es que el deportista se esté dopando, lo que lo llevará a
una severa disfuncionalidad orgánica o a la muerte (radica‐
lización suicida). Como el “dopaje” de las empresas es una
afirmación que no puede verificarse por ser intangible,
está abierta al debate y, además, las empresas en su de‐
fensa siempre argumentan que están obrando con pru‐
dencia, el resultado es que el deterioro de la utilidad social
continúa y generalmente, no se regula hasta que es dema‐
siado tarde.
Hoy en día, la sociedad conoce los efectos secundarios
de las drogas “dopantes” y por ello están prohibidas. Ima‐
ginemos ahora que los efectos secundarios de las drogas
en lugar de surgir al cabo de unos años, tuvieran efectos
mucho más fuertes, pero que tardan en salir tres o cuatro
generaciones. La sociedad hoy estaría encantada con el

298
uso de estas drogas para convertirnos todos en “súper”
hombres, las autoridades, ante la imposibilidad de verifi‐
car los efectos secundarios, permitiría su venta y consumo.
Tanto ciudadanos como instituciones estarían encantados
con la nueva moda. Los ciudadanos tendrían cuerpos más
potentes y las arcas públicas recaudarían más dinero vía
impuestos gracias a la actividad económica generada.
Posiblemente, el Estado no dedicaría esa recaudación de
impuestos para investigar sobre posibles efectos secunda‐
rios. Lo más seguro es que estuviera tentado a utilizar esos
nuevos fondos para ofrecer “lujos” o “beneficios sociales”
que sirvan de gancho electoral y así conseguir que los re‐
nueven en el cargo. Y, sin embargo, para cuando tuviéra‐
mos nietos o biznietos, veríamos la realidad del precio de
la factura que ha supuesto el uso de las drogas “dopantes”.
Llegado ese momento, la sociedad tendría que enfrentarse
a toda una generación enferma y pagar las consecuencias
sin ni siquiera tener las arcas del Estado dotadas con fon‐
dos suficientes.
¿Quién va a convencer a alguna empresa privada de
que vaya a limpiar todas las bolsas de plástico que están en
el océano, matando y destruyendo ecosistemas y diversi‐
dad de fauna y flora? ¿De verdad es usar y tirar (jugar y
nunca ordenar) la mejor opción? De repente un día, la so‐
ciedad volverá a casa y se dará cuenta de que lo que co‐
menzó como un simple “los niños han dejado los videojue‐
gos desordenados” ha terminado en “una casa tan sucia e
infectada que posiblemente la única alternativa sea aban‐
donar la casa”. Decir hoy que: “la Humanidad está en peli‐
gro por la actividad corporativa” es FALSO, pero lo impor‐
tante es la temporalidad de la afirmación. Lo que real‐
mente importa es que este proceso se encuentra en una

299
des‐sincronización que genera una radicalización de la fun‐
ción de la utilidad social, por lo que, aunque hoy es falso,
de no corregirse la radicalización, mañana será verdad. Si
no cambiamos ninguna cosa, es una mera cuestión de
tiempo que esta afirmación sea VERDAD.
Los Estados Occidentales y sus electorados han malin‐
terpretado la lectura del incremento de la recaudación de
impuestos producida por el apalancamiento de los mode‐
los de negocio de las empresas. Lo han percibido como
buenos para la sociedad puesto que les otorgaban más
fondos para las partidas de gasto público. La consecuencia
del apalancamiento corporativo ha sido el apalancamiento
del ingreso público y el Estado de Bienestar.
El lector debe notar que la empresa, gracias al apalan‐
camiento de su fase de producto Maduro (Vacas de Efec‐
tivo), ha expandido el límite de su dimensión productiva.
Las consecuencias que gracias a nuestra herramienta ana‐
lógica podemos predecir son:
‐ El exceso de confianza: las empresas no han dudado
en entrar en este apalancamiento confiadas de que
siempre serán capaces de encontrar una forma de crear
valor que justifique el cobro de un beneficio para ellas
independientemente de si han o no invertido lo sufi‐
ciente en su modelo productivo. Este exceso de con‐
fianza a la hora de recurrir a la deuda para maximizar
sus cuentas de resultados sin tener en cuenta el peligro
que ésta supone cuando la fase de productos en madu‐
rez prolongada finaliza.
‐ La entrada en una dimensión temporal más tupida: la
vida de los productos de las empresas cada vez se ha
ido acortando más. Al ser productos menos revoluciona‐

300
rios y más re‐versionados, cada vez han tenido que ofrecer
motivos más frecuentes para renovar su consumo.
‐ Aumento del riesgo de radicalización suicida: Cada vez
más empresas son incapaces de sobrevivir en esta dimen‐
sión tan tupida (radical) de la realidad y desaparecen.
Simultáneamente, este dopaje del modelo de negocio
de las empresas ha generado el mismo apalancamiento en
el proceso complementario de recaudación de fondos pú‐
blicos:
‐ El exceso de confianza: los dirigentes, agentes de po‐
der y gobiernos del mundo occidental no han dudado
sobre si este nuevo modelo de negocio era negativo o
no. Cuando las empresas han encontrando problemas
para mantener este crecimiento efímeramente innova‐
dor, nuestros dirigentes han seguido proporcionando
una vía de relanzamiento de este crecimiento corpora‐
tivo apalancado. Si el crecimiento económico se estan‐
caba amenazando la recaudación de fondos públicos,
los dirigentes han acudido a los mercados de deuda
para suplementar su fuente de ingresos y asegurarse
que relanzaban el ciclo económico (con la esperanza de
que reactivará la recaudación de impuestos). El relanza‐
miento del ciclo económico por parte del Estado ha sido
contraproducente porque ha producido una pérdida de
Utilidad Social acumulada cada vez mayor. Cada relan‐
zamiento agrava la pérdida de Utilidad Social porque las
empresas evitan las fases del ciclo que son más favora‐
bles para la utilidad social y más incómodas o arriesga‐
das para su inversión de capital. Por ello, aunque la re‐
caudación vuelva a aumentar, no será lo suficiente‐
mente importante como para alcanzar la pérdida de uti‐

301
lidad social en el sistema ya que su tasa de crecimiento
también está apalancada (la pérdida de utilidad social
es el antiproceso de un modelo corporativo apalan‐
cado, como el Estado no deja que el modelo corpora‐
tivo se extinga, la pérdida de utilidad social tampoco lo
hace, acumulándose cada vez más y más).
‐ La entrada en una dimensión temporal más tupida: los
gobiernos y autoridades económicas de las economías
occidentales están siendo obligadas a refinanciar y sub‐
vencionar el lanzamiento del crecimiento económico
cada menos tiempo puesto que la escasa calidad de los
nuevos modelos de negocio apalancados son incapaces
de sostener el desequilibrio radicalizado durante mu‐
cho tiempo.
‐ Aumento del riesgo de radicalización suicida: Los esta‐
dos soberanos están corriendo mayor riesgo de quiebra
dada su implicación en un modelo apalancado que pro‐
duce una gran pérdida de Utilidad Social a cambio de
maximizar la extracción de resultados corporativos a
corto plazo. Su exceso de confianza sobre estima su ca‐
pacidad de refinanciar sus deudas y la efectividad de
sus políticas de gasto público para estimular de nuevo el
crecimiento económico56.
56 En el momento de revisión, edición y maquetación de este libro (Mayo 2009
‐ Mayo 2011), Grecia, Irlanda y Portugal han necesitado un paquete de rescate
europeo para ser capaz de refinanciar su déficit público; la Unión Europea ha cre‐
ado un fondo de rescate europeo para asegurar la financiación de estados miem‐
bros. Tanto EE.UU. como la UE han tenido que subvencionar o rescatar la indus‐
tria del automóvil, el sistema financiero y adentrarse en políticas de profundo
gasto público que está deteriorando la salud financiera de estas naciones a rápida
velocidad. La expansión del déficit público ha sido tan severa que las naciones
han tenido que cambiar de estrategia porque los mercados de deuda han conti‐
nuado poniendo presión sobre la capacidad de refinanciación de los gobiernos.

302
¿Cómo puede ser que hayamos tardado tanto tiempo
en darnos cuenta en el sistema de huída hacia delante en
la que estamos atrapados? El problema es que esta puerta
escondida es capaz de generar dos tipos de crisis que ame‐
nazan la supervivencia de la Humanidad bajo un marco ca‐
pitalista puro:
1‐ Crisis por de‐sincronización de objetivos: El gobierno
está despreocupado por la pérdida de utilidad social.
Presumiblemente, la pérdida de utilidad será en el fu‐
turo, cuando los políticos se hayan retirado de sus car‐
gos y no se estén jugando la re‐elección, por lo que no
hay motivación para abordar este hecho. Incluso, aun‐
que se detecte o conozca la fuente de ineficacia social y
el gobierno imponga un impuesto para reducir o desin‐
centivar el abuso, este dinero se utiliza para otros fines
que no son paliar la pérdida de utilidad social futura.
Esta expansión del sistema de gasto público (Estado de
Bienestar cualquiera que sea ésta la interpretación de
cada país), hace que no sólo no se evite la crisis futura,
si no que se empeore, puesto que a pesar de haber
identificado la fuente del problema, los fondos se desti‐
nan a otros gastos. De este modo, cuando la crisis se
produzca no sólo no habrá fondos aprovisionados para
atajarla, sino que además habrá que suspender partidas
del gasto público que jamás nos podríamos haber per‐
mitido. Pagamos un impuesto por hidrocarburos, pero
¿realmente se destinan esos fondos a solucionar el pro‐
blema de la dependencia energética de un recurso que
no abunda en el mundo desarrollado? y ¿el problema
del CO2 en la atmósfera?
2. Crisis por ingenuidad: Supongamos que el gobierno,
de forma responsable, se da cuenta del posible pro‐

303
blema futuro derivado del abuso de la función de crea‐
ción de valor de la empresa y decide crear un impuesto
especial para paliar los problemas futuros. Si en lugar
de acometer acciones hoy que acabaran equilibrando el
desarrollo futuro, simplemente lo ahorran para ver
luego por dónde aparece el problema, puede ser que
para cuando aparezca el problema, no tengan recursos
suficientes para afrontarlo. Por ejemplo, en la crisis ac‐
tual del sistema financiero, los estados no tienen dinero
suficiente para reemplazar el papel del mercado finan‐
ciero. Los gobiernos se han embarcado en un gran au‐
mento del déficit público sin ni siquiera estar seguros de
que será suficiente o que realmente se podrá pagar esa
deuda una vez agotado una gran parte del modelo eco‐
nómico.
La gran trampa de esta aproximación es el plantea‐
miento a primera vista muy atractivo para el gobierno. Si
un gobierno abre la mano y les da a las empresas vía libre,
las empresas generaran tantos resultados como puedan
con los menores costes posibles (menor innovación posi‐
ble y menor reciclado posible). El gobierno entonces verá
cómo es capaz de llenar las arcas del Estado con poca sub‐
vención de proyectos innovadores y, encima, recaudando
mucho. Sin embargo, la gran contrapartida que obtendrá
es una gran pérdida de utilidad social. Su sociedad habrá
destinado muchos fondos a algo que no poseía tanto valor.
Por ejemplo, comprar un coche nuevo cada año, mejora el
crecimiento económico pero produce una acumulación de
pérdida de utilidad social en forma de muchos recursos
malgastados (que luego habrá que recuperar) en un con‐
sumo que ha incrementado mínimamente la utilidad que
recibe el usuario final. Si el coche nuevo no es un coche ex‐

304
tremadamente revolucionario, el comprador no recibe un
gran aumento de utilidad por renovar su consumo cada
año. El coche de un año de antigüedad era tan eficaz como
el anterior para los desplazamientos del usuario. La única
mejora de utilidad para el usuario se reduce a la mayor efi‐
ciencia del nuevo modelo con respecto al anterior (ambos
son eficaces para transportar a la persona pero con efi‐
ciencias distintas). A partir de aquí, las vías de escape que
nuestras sociedades están utilizando ante los problemas
derivados de esta organización disfuncional son:
‐ Si existe una forma de tapar el “agujero” que el sis‐
tema no valore, la actuación lógica del Estado, ante la
imposibilidad de ganar más dinero con ese producto o
sector, será la de asignar esa pérdida de utilidad en ese
agujero. Éste es el caso, por ejemplo, del medioam‐
biente. El medioambiente es el sumidero donde se tapa
el agujero de muchísimas ineficiencias sociales genera‐
das por el sector corporativo irresponsable, pero, mien‐
tras que la basura no llegue a nuestras casas, el sistema
se despreocupa (esa burbuja pertenece a una dimen‐
sión temporal más liviana, menos tupida). El día que la
dimensión de la polución se radicalice, ya veremos si la
Humanidad es capaz de sobrevivirla.
‐ Si no existe esa forma “fácil” y poco valorada por el sis‐
tema donde asignar esta ineficiencia social “sin que po‐
líticamente se note demasiado”, entonces el Estado co‐
nocerá el lado agrio de la pérdida de utilidad social. Las
empresas echarán balones fuera y pedirán ayuda al
Estado, o si no, amenazarán con generar desempleo
(aumento de coste para el Estado) y la pérdida de la co‐
rrespondiente recaudación de impuestos sobre sus ven‐
tas y sus salarios. La sociedad también echará balones

305
fuera y pedirá ayuda al Estado desconcertada por cómo
se ha dejado llegar a una situación tan extrema. Por úl‐
timo, el gobierno se verá atrapado entre la espada (el
sector que cuando va bien, hincha exacerbadamente las
cuentas del Estado y permiten gastos sociales que com‐
pran votos) y la pared (la Sociedad que vota y renueva
sus cargos). La forma de salir de esta situación suele ser
la siguiente:
s Si las empresas todavía poseen un respaldo patri‐
monial aceptable y otros negocios diversificados
que van bien y generan recursos, el Estado sabrá
que puede cobrarles parte de esa ineficiencia y pro‐
pondrá una sanción ejemplar.
s Si la(s) empresa(s) está(n) muy expuesta(s) al sec‐
tor económico que ha generado la gran burbuja de
ineficiencia social, entonces no le quedará más re‐
medio que arriesgar su renovación en el cargo y arre‐
meterá contra el contribuyente y legislará fuerte‐
mente en contra del sector o sectores causa de la
pérdida de utilidad social.
Por ello, es fácil darse cuenta de que el planteamiento
de nuestro sistema de recaudación de impuestos incen‐
tiva el comportamiento ingenuo y poco previsor del
Gobierno, puesto que justo antes de que la situación esta‐
lle por los aires, el Gobierno se encuentra confiado de
estar en la cresta de la ola, recaudando muchos fondos sin
mucho esfuerzo.
Nuestro sistema fiscal fue inspirado en el modelo de las
civilizaciones paternalistas europeas anteriores. El pa‐
triarca/monarca obligaba al pago de tributos al pueblo y a
los burgueses. La psicología utilizada era: “cuanto más tie‐

306
nes, más puedes pagarme” y ese eslogan continúa pre‐
sente en la actualidad. Ahora se ha disfrazado tras el con‐
cepto de solidaridad: “los que más tienen que aporten
más al Estado”. Sin duda, este gancho funciona electoral‐
mente. Esta evolución del sistema fiscal es lógica, puesto
que es más fácil seguir modificando el modelo fiscal ante‐
rior que crear uno nuevo. Especialmente si el nuevo mo‐
delo exige el desarrollo de nuevas herramientas para de‐
tectar otro tipo de “hechos imponibles”.
El concepto sobre el que gira el modelo fiscal es el hecho
imponible. En general, el núcleo estructural del hecho im‐
ponible es la existencia de una manifestación concreta de
capacidad contributiva que se pueda determinar con preci‐
sión en el espacio (o territorio) y en el tiempo. Por lo que la
gran puerta escondida de este sistema es que “aquí no paga
impuestos el que debe pagarlos, es decir, el que merma la
utilidad social, sino que paga impuestos el que se le puede
exigir pagar (se sabe la riqueza que tiene, para qué la utiliza
y donde la tiene)”. Por ello el sistema sensorial que el
Estado ha desarrollado está diseñado para saber dónde y
quién tiene riqueza y qué está haciendo con ella. Sin em‐
bargo, somos “ciegos” a la hora de saber de dónde pro‐
viene la ineficiencia social. Además, como recaudamos sin
un criterio metabólico, tampoco asignamos los recursos a
la fuente de los problemas, sino que el gobierno los asigna
a aquellos proyectos que piensan que les asegurarán su re‐
elección electoral (creación del Estado de Bienestar).
En definitiva, las actividades que desarrolla la actividad
empresarial han de ser útiles para la sociedad en general.
De no serlo, generaran un gasto (presente o futuro) para el
gobierno del país que tenga que lidiar con la pérdida de

307
utilidad social generada. Este gasto para el gobierno pro‐
vocará que el Estado necesite más fondos, y el Estado, por
el principio de hecho imponible, tenderá a recaudar esos
fondos entre los que tienen una riqueza demostrable.
De un primer vistazo, podríamos decir que el sistema
más o menos funciona en el sentido de que el Estado re‐
cauda fondos de particulares y empresas que ganan di‐
nero. Si la actividad empresarial genera una pérdida de uti‐
lidad en su fase final, entonces parece justo que, mientras
las empresas ganan dinero con sus productos, vayan pa‐
gando impuestos (de sociedades e IVA). Pero, cuidado,
puesto que hay trampa en este silogismo. La trampa es
que presupone que todas las empresas generan una inefi‐
ciencia social o la generan en igual cuantía. ¿Es eso cierto?
Al igual que nuestro sistema fiscal para el Impuesto sobre
la Renta es progresivo y hay ciudadanos que no pagan im‐
puestos sobre la renta por poseer una renta mínima, la po‐
lítica fiscal que grava la actividad empresarial debería de
tener en cuenta el modelo de negocio de la empresa para
generar el valor añadido que cobra por sus productos o ser‐
vicios, y evaluar sus resultados. Es decir, el sistema fiscal se
tiene que inmiscuir en el proceso de creación de valor de la
empresa para determinar si la forma en la que satisface la
necesidad de sus clientes es funcional y eficiente a nivel so‐
cial. De este modo, las empresas respetuosas y responsables
con toda la cadena del proceso que utilizan deberían de
pagar menos impuestos y su consumo debería de estar in‐
centivado por una imposición indirecta (IVA) más permisiva
que los diferencie de los demás productos.
La civilización occidental consigue grandes avances gra‐
cias a su especialización. El objetivo de la especialización

308
es la mejora de la eficiencia. La moneda de cambio es la in‐
terdependencia (uno no puede ser especialista en todo, así
que tiene que dejar de hacer algo para ser mejor en su es‐
pecialidad). Por lo tanto, es crítico que la eficiencia resul‐
tante de la especialización deba de poseer una dimensión
social. Si se mejora la eficiencia de un único proceso a
costa de un aumento de la ineficiencia social, con el paso
del tiempo, se llega a la destrucción de la sociedad.
El problema de dejar que el Ministerio de Hacienda se
inmiscuya en los procesos de las compañías mercantiles le‐
vantaría muchas alarmas entre los defensores de la divi‐
sión de los poderes ya que no es prudente otorgar mucho
poder a un grupo de personas en particular. Las posibles y
nefastas consecuencias de otorgar mucho poder a un
equipo de personas sobre qué es considerado más o
menos eficiente a nivel social son evidentes. ¿Cómo pode‐
mos entonces establecer este tipo de mecanismos sin vol‐
ver a caer en la trampa del poder autoritario?
Como hemos visto anteriormente nuestra herramienta
analógica predice que la cuarta fase de la civilización occi‐
dental, el Capitalismo Funcional, estará caracterizada por
una pérdida del alto y radicalizado poder que el mundo
corporativo ejerce sobre nuestras sociedades. Simultánea‐
mente, la herramienta analógica también predice que el
Estado se verá aliviado de las cada vez más numerosas ta‐
reas que le han sido asignadas57. ¿Cómo podemos des‐
montar los Estados de Bienestar sin perder los beneficios y
dignidad civil que nos han proporcionado? ¿Cómo pode‐

57 Para el propósito de este libro, estas tareas quedan aglutinadas en el con‐


cepto “Estado de Bienestar” independientemente de como lo defina cada na‐
ción occidental.

309
mos controlar las consecuencias de las acciones corporati‐
vas sin volver a caer en la trampa de la autoridad paterna‐
lista? La respuesta es aprendiendo del mundo corporativo
que ha conseguido alcanzar su actual hegemonía: convir‐
tiendo los objetivos sociales en un buen negocio y creando
los mercados necesarios para llevar a cabo este negocio.
La clave de esta solución está en saber reconciliar estos
dos procesos de una misma dimensión. El diseño de una
política fiscal progresiva y flexible sobre la iniciativa pri‐
vada en función de la pérdida de utilidad social que gene‐
ran o generarán a la sociedad, sería una forma efectiva de
imponer una “siesta” forzosa a aquellas empresas o secto‐
res menos responsables. Pero cómo determinar cuáles son
las empresas a favorecer y cuáles las empresas a desmoti‐
var? En ningún caso puede ser a través de un poder auto‐
ritario porque de ser así retrocederíamos hacia sociedades
paternalistas. La calibración de esta política fiscal flexible
deberá de ser en función del comportamiento de cada em‐
presa (o sector) por agravio comparativo frente al resto de
agentes económicos (incluidos las instituciones públicas).
Las compañías privadas han conquistado los sectores eco‐
nómicos que les han resultado más interesantes a través
de la defensa y propaganda del liberalismo económico.
Ahora le llega el turno al Estado. El Estado tiene que utili‐
zar la misma arma, los mercados, para conseguir recuperar
el rumbo de la Utilidad Social. La construcción de los mer‐
cados de la Utilidad Social nos permitirá recoger, en tiem‐
po real y de manera objetiva, la información necesaria
para determinar cuál es la aportación de cada empresa a la
Utilidad Social y así poder establecer el criterio justo y ob‐
jetivo para la discriminación fiscal (Política Fiscal Progre‐
siva y Flexible).

310
Una compañía que sea capaz de establecer un modelo
de negocio que atiende a una necesidad o demanda de la
sociedad de principio a fin haciéndose cargo de aprovisio‐
nar la inversión en innovación futura y atender los residuos
generados, no debería de pagar impuestos ya que no está
dejando ninguna pérdida de utilidad social desatendida.
Por el contrario, una empresa, como por ejemplo una
aseguradora, que sólo atiende a la parte de la sociedad
que le interesa, rechazando del servicio a los usuarios me‐
nos rentables, debe de pagar más impuestos, ya que esta
dejando la clientela más “engorrosa” o difícil de abastecer
fuera de su modelo de negocio convirtiéndola en respon‐
sabilidad subsidiaria del Estado. Un modelo empresarial
que tiene en cuenta el coste de la recogida de basuras de
sus residuos, ha de pagar menos impuestos que uno que
no lo hace. Los que se despreocupen de sus residuos, de‐
berán de convertirse en el cliente de una empresa que se
dedique a esta actividad que repara la Utilidad Social y
asigna el coste real de hacerlo.
De este modo la reconciliación de los dos procesos será
perfecta, puesto que son las mismas fuerzas avariciosas
que dominan el funcionamiento de un mercado las que
ahora se encargaran de establecer un entorno altamente
competitivo por conseguir una exención de impuestos que
haga la acción de una compañía mucho más atractiva que
la de sus competidores. La ventaja competitiva de las pri‐
meras y la desventaja competitiva de las segundas motiva‐
rán la consciencia social de nuestras compañías e impedirá
que empresas altamente irresponsables se instauren y do‐
minen un sector hasta el punto de que se convierten en
“demasiado grandes para poder quebrar”. Por el contrario,

311
sólo conseguirán una gran cuota de mercado aquellas que
sean “demasiado responsables para poder fallar”.
Cuando describía la tercera etapa de la civilización occi‐
dental, explicaba como esta construcción del Estado de
Bienestar había hecho del Estado una tercera persona. El
Estado ha dejado de ser una representación de sus inte‐
grantes para convertirse en un agente más que sirve al
pueblo realizando las tareas que éste le encomienda (sean
justas, necesarias o no). A través de la creación de los
Mercados de la Utilidad Social y el establecimiento (gracias
a ellos) de una política fiscal progresiva y flexible, abriría‐
mos una vía para volver a reconciliar la idea del Estado con
el concepto “el Estado somos todos nosotros”. Bajo este
nuevo lema, las propias reivindicaciones del electorado
que asignaron tantas tareas al Estado bajo la máxima de
que eran “justas”, “dignas” o “necesarias”, serían las que
ahora motivarían una transferencia de estas responsabili‐
dades al sector corporativo. Para que el sector corporativo
quiera asumir este reto, la política fiscal flexible ha de con‐
vertir las reivindicaciones sociales en un negocio lucrativo
gracias a una menor carga impositiva. El capitalismo fun‐
cional propone convertir las demandas sociales en nego‐
cios fiscalmente interesantes para asegurarnos que alguna
de nuestras empresas decide abordar el reto de la preser‐
vación de la utilidad social. De este modo, seremos noso‐
tros mismos, la iniciativa privada de una nación, la que se
encargará de alcanzar los objetivos de esa sociedad y co‐
brar un beneficio por realizarlo responsablemente.
Claramente, esta fase constituiría un repliegue armo‐
nioso de ambos procesos que sería capaz de llevarnos a
una etapa más evolucionada de nuestra civilización (fase

312
reconciliadora). Pero irremediablemente, este tipo de or‐
ganización también levantaría sospechas entre los defen‐
sores del pensamiento socialista que atribuyen al Estado
un rol de garante de las reivindicaciones sociales.
En los países occidentales desarrollados, hay reivindica‐
ciones que se atienden más rápido que otras en función de
la voluntad que transfiera el partido político gobernante o
la opinión popular. Hay países igual de desarrollados
donde conducir un coche que emite cierto nivel de CO2
está castigado vía impuestos, y otros que no. Incluso, entre
los que los castigan, las cuantías de este impuesto difieren
muchísimo. ¿Cuál es el criterio? El criterio es el cebo polí‐
tico y la necesidad de recaudación. Nuestra división de po‐
deres no ha sido suficiente. Gracias al paso del tiempo, los
partidos políticos se han organizado y reagrupado en gran‐
des compañías. El resultado de este hecho es que ahora
confieren voluntad al sistema y a la propia población. Los
partidos políticos estimulan las reivindicaciones que pien‐
san que van a tener mejor resultado en las urnas y los uti‐
lizan como moneda de cambio para mantener su poder
concentrado.
La contrapartida, como ya hemos visto, es que la pobla‐
ción se aprovecha. A cambio de permitir la voluntad de los
políticos, les ponen muchos deberes y, por lo tanto, se des‐
ocupan de la fuente de ineficiencia social. La voluntad de la
sociedad (al igual que la voluntad del hombre) ha de ser
hacia el exterior de ella. De puertas hacia dentro, la volun‐
tad de la sociedad debería de ser metabólicas y auto‐calibra‐
ble, según las necesidades sociales del momento y de las
previsibles (tal y como funciona el sistema reflejo sin volun‐
tad del ser humano que organiza nuestras tareas internas).

313
Esta transferencia de voluntad es la que ha provocado
que el sistema fiscal tenga por máxima “que contribuya
más el que más dinero tiene”. Cuando la sociedad es pre‐
guntada democráticamente, ratifica este criterio fiscal (por‐
que hay más clase media que clase privilegiada económica‐
mente); sin embargo, esta pregunta es en si misma contra‐
producente. Esta máxima contribuye a eximir de responsa‐
bilidad a aquél agente que gana mucho dinero generando
mucha pérdida de utilidad social. Mientras que pague sus
impuestos, ya ha cumplido. Este eslogan es un incentivo
para que el empresario sea lo más despiadado posible, ya
que mientras que pague su porcentaje de impuestos no
habrá ninguna otra consecuencia negativa para él ni que le
suponga una desventaja competitiva frente a los que ganan
dinero minimizando la pérdida de utilidad social. Este crite‐
rio es en gran parte la causa de las fuertes crisis económi‐
cas que periódicamente se generan en la sociedad y que
generan una gran pérdida de utilidad social para sus habi‐
tantes (inflación primero, paro después, etcétera). Además
esta alta conferencia de voluntad al sistema a través de una
política fiscal discrecional es un gran incentivo a la evasión
fiscal por parte de todos aquellos sujetos que estén en de‐
sacuerdo con la fijación discrecional de impuestos.
Como hemos aprendido utilizando nuestra herramienta
analógica, el acierto de hoy termina por convertirse en el
error del mañana cuando el desequilibrio se radicaliza en
su sentido contrario. El debate del Sistema público contra
el Sistema Privado, que ha llevado a la creación del Estado
de Bienestar, fue un acierto en su momento, pero al madu‐
rar está convirtiéndose en error. Precisamente, por esos
aciertos pasados debemos de continuar reformando las
medidas que de seguir así nos llevarán al error. El hombre

314
necesariamente se ha organizado a través de la democra‐
cia y con ella hemos vivido un proceso de especialización y
de aumento de nuestra interdependencia. Sin embargo
ahora que somos interdependientes, no podemos asignar
voluntad democrática a nuestro sistema metabólico. El
cuerpo humano no puede elegir que su corazón deje de
latir, ni que su digestión se convierta en un hecho cons‐
ciente, ni permitir una descarga imprudente de adrenalina
que nos genere un síncope.
Por contraste, la aplicación de las políticas económicas
de esta última etapa de nuestra civilización nos sugiere
que la solución a nuestros problemas es que todos vaya‐
mos al centro comercial a comprar (o peor aún, a volver a
comprar) algo que realmente no necesitamos para que la
economía vuelva a crecer y el medioambiente siga su‐
friendo. Y así nos encontramos todos, todos sabemos que
hay algo mal en cómo funcionamos, pero el ciudadano
medio al final piensa: “no estoy de acuerdo, pero, mientras
que a mí me paguen la pensión de jubilación… los que ven‐
gan detrás ya lo solucionarán”. La gente se repite: “No
suena bien, y ganan los que deberían de ser castigados;
pero, mientras que yo tenga seguro de desempleo y asis‐
tencia sanitaria… quizás sea esta la forma de que el mundo
funcione”. Y así se va haciendo la vista gorda con los erro‐
res sistémicos. Un buen día nos encontremos con una gran
recesión y entonces todos diremos: “estaba claro que está‐
bamos haciendo algo mal”.
Si la sociedad ha dejado a la libertad capitalista funcio‐
nes tan básicas como la alimentación, la vivienda, la ener‐
gía que nos resguarda del clima y, en la mayoría de los
casos, nuestra propia capacidad de trabajo y realización

315
personal, ¿por qué necesitamos que sea el Estado el que
pague, contrate y organice directamente la educación, la
jubilación y la asistencia sanitaria? Si la respuesta a esta
pregunta es “para garantizar el servicio”, ¿acaso el Estado
no produce fallos cuando presta estos servicios? El mundo
está lleno de reclamaciones contra el Estado por los servi‐
cios públicos, entonces, ¿qué hemos ganado con ello? Y si
es verdad que garantiza un mundo mejor, ¿por qué no re‐
gresamos al Comunismo para que el omnipotente Estado
nos diga cómo ser felices y terminemos de nuevo en la
trampa de la corrupción del Estado y la desmotivación del
individuo? ¿El Socialismo es sólo posible si el Estado presta
o subcontrata el Estado de Bienestar o hay otras vías?
El Estado de Bienestar se ha planteado como un cebo
político para atraer votos en base al sentido de la dignidad
de cada electorado. Y las facturas no sólo se pagan con los
impuestos de la renta o de la Seguridad Social, también
surgen de los impuestos que recaudamos de la actividad
económica en general. La solución al debate no es que el
Estado se debe de encargar de “todo” ni que el mundo ca‐
pitalista debe de regular “toda” la actividad. Pero tampoco
es que el Estado debe de encargarse de “todo lo que com‐
pra votos” y el mundo empresarial sólo de aquello “que le
interesa”.
Por ejemplo, todos los automóviles en España tienen
que tener un seguro de Responsabilidad Civil. Cuando uno
compra un automóvil nuevo está obligado a presentarlo
para poder retirar el vehículo. Aun así, como existe un
cierto nivel de delitos, se ha creado un fondo de compen‐
sación para asegurar que los accidentes con coches no ase‐
gurados sean cubiertos de forma adecuada. Nadie se queja

316
de que este sistema no funcione, y como no compra votos,
el Estado no quiere hacerlo o el pueblo no se lo pide. ¿Por
qué el Estado de Bienestar no puede organizarse de forma
similar?
El Estado debe de alejarse de la prestación de servicios
o de la fabricación de productos “generales y frecuentes”
en sí para no desvirtuar el valor real de cada esfuerzo e im‐
pedir la creación de “cebos” políticos. No obstante, el
Estado debe de asegurar la integridad sistémica y por ello
ha de encargarse de que haya una solución para todos los
productos, servicios y escenarios excepcionales o atípicos;
es decir, ser un experto en las necesidades sistémicas y en
los casos de probabilidad remota. El Estado ha de asegurar
que cuando uno de los pocos coches que no tiene seguro
causa un accidente, el sistema sea solvente y pueda resol‐
ver la pérdida de utilidad generada por el siniestro. Pero
además en este ejemplo, el Estado debe de incentivar a
aquellas empresas que están dispuestas a ayudarle a cu‐
brir ese riesgo sistémico. Cuanto menor sea la probabili‐
dad de que se necesite la intervención estatal para solucio‐
nar pérdidas de utilidad social no aprovisionadas, menor
debe de ser la tributación de las empresas que han ayu‐
dado a esta reducción del papel del Estado. Mientras que
en el caso contrario, las empresas deberían de pagar ma‐
yores impuestos para ayudar a la financiación del fondo
que cubra las contingencias que ellas no desean asumir y
que quedan por tanto huérfanas de un gestor privado.
El sector privado debe de combinar los recursos para
generar productos y servicios especializados para las nece‐
sidades sociales atribuyéndoles su valor real actual. Su
ansia de supervivencia ha de ser motor de la innovación y

317
de búsqueda de eficiencia. El Estado ha de tener en cuenta
el valor actual de los productos y servicios generados por
el sector privado y contrastarlos con su valor pasado y fu‐
turo para así poder regular y anticipar la ganancia o pér‐
dida en utilidad social [sistémica] generada de forma es‐
pontánea y continua. Para ello el Estado necesita transfor‐
mar los objetivos sociales en un buen negocio para aque‐
llas compañías que le ayuden a hacer su trabajo más eficaz
y eficientemente. Con estas medidas, el Estado podrá de‐
dicarse a la creación de un sistema “sin voluntad” [sin
orientación política] en cuanto a las cuestiones metabóli‐
cas se refieren. El Estado debe estudiar las herramientas
estadísticas y las probabilidades que van a asegurar la de‐
tección y clasificación de las necesidades sociales pasadas,
presentes y futuras a nivel sistémico [agregado]. Una vez
identificadas, tiene que ser capaz de calibrar la presión o
incentivación fiscal necesaria en cada momento en función
de esa perspectiva global pasada, presente y futura.
Si continuamos con la comparación con el ser humano,
el hombre de forma inconsciente controla y regula conti‐
nuamente todas sus funciones fisiológicas de forma refleja
[sin constituir acto de voluntad], pero no por ello discri‐
mina ninguna de estas funciones ni los elementos que las
hacen posible. El Estado necesita competir con el sector
privado y contratar los mayores expertos en las distintas
áreas de la actividad económica para poder comenzar el
desarrollo de un sistema metabólico que permita com‐
prender de antemano que esfuerzos y compromisos futu‐
ros conllevan la actividad económica de cada momento.
De esta forma, se podrá dibujar una política fiscal varia‐
ble ajustada al momento de la vida de cada sector de la

318
economía. Como el sistema fiscal actual es único y no
tiene distintos grados, los agentes se dedican a tratar de
arbitrarlo (esquivarlo) para pagar menos impuestos o es‐
conder la pérdida de utilidad en “agujeros” todavía no de‐
tectados por la autoridad fiscal. La observación estatal de‐
bería de llegar a ser continua y a‐voluntaria (apolítica).
La voluntad es un concepto que tal y como veíamos en
las características de la Dimensión Eterna proviene de la
motivación externa. El Estado como representante de la
Sociedad ha de poseer una voluntad hacia su entorno, ana‐
lizarlo, anticiparse y actuar en consecuencia. Todas estas
cuestiones junto al debate social y moral deben de conti‐
nuar supeditado a la reflexión democrática. Por tanto, la
voluntad hacia el exterior de un país y la determinación de
los objetivos morales y educativos de una nación debe de
ser objeto de sus mecanismos democráticos. Sin embargo,
en lo referente a la voluntad interna de la sociedad, el sis‐
tema debe de ansiar la formulación de legislaciones y or‐
ganismos “calibrables” que puedan responder frente a las
necesidades y los excesos en los que van incurriendo los
sectores de la actividad económica por su propio funciona‐
miento. Del mismo modo que el ser humano recibe seña‐
les claras cuando debe dejar de correr y caminar despacio
para evitar una crisis por extenuación, el Estado tiene que
saber en qué punto de la fase productiva está cada sector
para saber cuándo tiene que incentivarlo a renovarse a tra‐
vés de unos tipos impositivos más altos. La monitorización
de la fuente de los márgenes empresariales es fundamen‐
tal para poder saber qué sector está en una etapa eufórica
que más tarde sufrirá una resaca.
En particular, la ratio de beneficios (o margen opera‐
tivo) frente a la inversión en investigación “revolucionaria”

319
por sectores debería de ser crítico para la selección de un
gravamen fiscal apropiado tanto en lo que se refiere al im‐
puesto sobre beneficios como al impuesto gravado sobre
las ventas. Del mismo modo, el grado de integración verti‐
cal en el proceso de creación de valor de cada empresa
(desde el I+D+i hasta el reciclaje de residuos e inconsisten‐
cia final) debería de ser crítico para la determinación del
impuesto sobre el valor añadido a gravar en cada producto
o subproducto.
Finalmente, la implementación de esta nueva fase sólo
será posible si somos capaces de dar una respuesta válida
a las siguientes preguntas:
¿Son nuestras compañías capaces de asumir el reto de
rellenar sus identidades con objetivos sociales?
¿Cuáles son los mercados que reflejan la Utilidad Social?
¿Qué tipo de mecanismos necesitamos instaurar para
asegurarnos que éstos mercados funcionan?
¿Será nuestra civilización capaz de implementar estos
cambios? ¿Qué tipo de resistencia social podemos en‐
contrar frente a este cambio de sistema organizativo?
Para poder dar respuesta a la primera pregunta, tene‐
mos que repasar rápidamente la historia reciente de nues‐
tras grandes compañías. Sólo sabremos si están prepara‐
das para sumir el reto de competir por impuestos más
bajos en función de la consecución de la mínima pérdida
de Utilidad Social si entendemos cuál es el siguiente paso
en la evolución de sus modelos de negocio.

320
La Trampa del Modelo de Negocio del Distribuidor y La
Evolución del Modelo de Gestión Empresarial

Para saber si nuestras compañías serán capaces de asu‐


mir el reto de rellenar sus identidades con objetivos socia‐
les debemos de estudiar en qué punto se encuentra su
modelo de gestión empresarial. ¿Qué modelo de gestión
ha sido el que más ha influenciado sus decisiones? Para
poder analizar cómo ha evolucionado el modelo de ges‐
tión perseguido por los directivos de las compañías es im‐
prescindible revisar el modelo de gestión empresarial más
reducido, el del distribuidor, y que consecuencias produce.
En el capítulo “Proceso de Creación de Valor en la
Empresa”, vimos el ciclo de vida de un producto en una
empresa desde el punto de vista de la capitalización y des‐
capitalización que genera para la empresa. Por supuesto, si
la empresa es monoproductiva y realiza por sí misma todas
las fases de diseño, fabricación, publicidad, distribución y
venta del producto, su proceso de descapitalización y capi‐
talización será exactamente igual que el que veíamos para
la vida de un producto.

321
No obstante, una empresa que se dedica única y exclu‐
sivamente a la distribución58 (broker) expulsa fuera de su
modelo de negocio todas aquellas partes que no sabe o no
quiere realizar. El tiempo que transcurre durante el desa‐
rrollo del modelo de negocio de una empresa que asume
todas las fases de la vida de un producto es mayor que el
tiempo que transcurre en el modelo de negocio del distri‐
buidor. El distribuidor solamente compra stock y lo vende,
por lo que, en el mismo tiempo, su modelo de negocio
tiene tiempo para rotar muchas veces (dimensión tempo‐
ral más tupida).
58 Distribución en su sentido más antiguo. Me refiero a un mero distribuidor
que no garantiza, repara u organiza la producción de marcas blancas, etcétera.

322
El Distribuidor o Broker ha expulsado de su modelo gran nú‐
mero de fases necesarias para el proceso de creación de valor de
un producto y se ha quedado sólo con la parte que le interesa,
eso lo que provoca es un Redimensionamiento de su Realidad
hacia una dimensión menos consistente, pero más tupida.
Un redimensionamiento que merma su Realidad tiene
consecuencias muy positivas para el Distribuidor. Por un
lado, minora su riesgo. Si el producto es malo, él sólo
pierde el stock que hubiera comprado. Por el contrario, si
el producto es bueno, la empresa convencional gana toda
la diferencia entre el precio de venta al público y el precio
de coste, mientras que el distribuidor “sólo” gana la dife‐
rencia entre el precio de venta al público y el precio al que
compra del inventario (stock). De igual modo, cuando
todos sus clientes ya han comprado ese producto, el distri‐

323
buidor puede cambiar de producto o género y puede utili‐
zar su base de clientes para iniciar la comercialización de
otra cartera de productos sin necesidad de hacer inversio‐
nes en I+D, como es el caso del productor.
El Distribuidor no soporta los costes de Investigación y
Desarrollo, ni de organización de la fabricación, pero eso
hace que sea completamente dependiente de los produc‐
tos que crean e innovan otras compañías.
El Distribuidor tampoco es el responsable de la calidad
del producto. Si un producto es malo y necesita servicio
técnico, el distribuidor no es responsable. El cliente debe
acudir a la compañía que produjo el producto. Este tre‐
mendo redimensionamiento a la baja del proceso de crea‐
ción de valor del distribuidor resulta muy cómodo para la
empresa, pero tal y como vimos en los ejemplos de redi‐
mensionamiento a la baja, también genera al consumidor
una pérdida de confianza en la identidad del distribuidor.

324
En su forma primitiva, un distribuidor era un comer‐
ciante que iba de pueblo en pueblo comprando y ven‐
diendo su stock. El distribuidor redujo al máximo la dimen‐
sión del proceso de creación de valor del producto59 y ello
tiene varias implicaciones. Por un lado, la dimensión tem‐
poral es mucho más tupida y el modelo de negocio rota
completamente cada vez que se produce una venta. Un
broker gana dinero cada vez que cruza una operación,
mientras que una empresa innovadora, cuando vende la
primera unidad de su producto innovador, todavía pierde
dinero por los grandes costes que ha soportado para fabri‐
car el producto.
No obstante, no podemos olvidar que un redimensiona‐
miento hacia una Realidad menos profunda afecta a la
consistencia de las Identidades que genera. La consistencia
de la Identidad de un broker es muy baja porque sus cuali‐
dades no son nada saturadas. Una empresa convencional
tiene laboratorios de investigación y de desarrollo, tiene
naves de fabricación, de empaquetado, departamento de
marketing y publicidad, un equipo de ventas, tiendas, pun‐
tos de asistencia técnica, etcétera. Su esencia posee
mucha consistencia porque tiene cualidades saturadas. El
distribuidor o el broker, por otro lado, puede ser cual‐
quiera. Es un chiringuito. Cualquiera que compre algo para
luego venderlo es ya una empresa de distribución. Puede
tener oficinas o no. Puede creer en el producto que vende
o no. Puede cerrar mañana y desaparecer.
Como ya veíamos en el capítulo sobre la “Dinámica de
los Equilibrios”, la consecuencia directa de un redimensio‐
namiento a la baja de la dimensión de un proceso es la ge‐

59 El modelo de negocio se vio reducido a su mero aspecto logístico.

325
neración de desconfianza. Es ya un estereotipo de las pelí‐
culas del Oeste americano la imagen del comerciante que
iba de pueblo en pueblo vendiendo armas, remedios o
productos milagrosos. El comerciante organizaba un “es‐
pectáculo”, vendía sus unidades y, para cuando los clientes
se daban cuenta que habían sido víctimas de un timo, el
comerciante ya se había ido y estaba en otro pueblo repi‐
tiendo la misma artimaña.
El comerciante tradicional prácticamente ha desapare‐
cido del mundo occidental, puesto que su clientela tiene
una tendencia a sospechar de aquél que no tiene ninguna
vinculación con la producción de un producto o su garan‐
tía. Por ello, el sector económico de venta al consumo ha
tenido que solucionar todos los aspectos que afectaban
negativamente a su modelo de negocio para asegurar su
supervivencia.
Como no puede ser de otra forma, los problemas de los
Distribuidores venían derivados de un redimensiona‐
miento a la baja de su modelo de negocio, por lo que la so‐
lución de sus problemas ha sido un redimensionamiento al
alza hacia una dimensión más profunda. Los distribuidores
de productos de consumo han evolucionado y se han dado
cuenta de que frente a la reducción de la dimensión de su
modelo de negocio tenían que dar más consistencia a sus
identidades (más confianza) si querían sobrevivir. Por ello,
este sector ha evolucionado para conseguir cualidades sa‐
turadas que reafirmen la consistencia de su Identidad.
Ahora los distribuidores son grandes centros comerciales
(cualidad saturada), que tienen una imagen de marca muy
presente (cualidad saturada), que ofrecen gran cantidad
de productos en la gama que comercializan (cualidad satu‐
rada), en localizaciones con gran accesibilidad (cualidad sa‐

326
turada), con muchas formas de pago y política de devolu‐
ciones (cualidad saturada).
Gracias al redimensionamiento al alza del proceso de ex‐
plotación de sus establecimientos, han conseguido suplir el
déficit de consistencia en su Identidad derivada del redi‐
mensionamiento a la baja de su proceso de creación de
valor a través de la mera intermediación. Gracias a la recu‐
peración de la consistencia en sus Identidades, ahora los
Grandes Distribuidores han arrasado con el pequeño comer‐
ciante. Estas compañías siguen sin tener control sobre cómo
y qué se fabrica, pero ahora firman acuerdos de distribución
exclusiva de ciertos productos. Continúan sin ser responsa‐
bles por la garantía o servicio técnico del producto, pero
ahora tienen departamentos de devoluciones para rechazar
sin pagar la mercancía que se descubre defectuosa y obligan
a los productores a dar protección o servicio sobre las ven‐
tas que se realizan en sus establecimientos.
En definitiva, la supervivencia del Distribuidor ha pa‐
sado por integrar un modelo de negocio minúsculo (com‐
pro y vendo) en una estructura comercial muy grande. En
los últimos años, estas cadenas de distribución no sólo han
sobrevivido, sino que se han impuesto frente a las grandes
compañías productoras, frente a los pequeños comercian‐
tes, frente a los consumidores y frente a los gobiernos.
Esta supremacía ha hecho que el resto de sectores los res‐
peten, pero al mismo tiempo los envidien. El dominio del
canal de distribución incomoda tanto a compradores como
a vendedores que perciben a estas cadenas de distribución
como un embudo por el que hay que pasar para conseguir
lo que uno quiere, ambos sacan algo en limpio, pero sólo
si el distribuidor lo permite.

327
La evolución de los modelos de gestión y sus modas
La posición privilegiada del Distribuidor ha generado
mucha envidia entre otros sectores empresariales. En los
tiempos que corren, una gran empresa que innova y fa‐
brica un gran producto no vende si no está correctamente
posicionada en los canales de distribución adecuados. Para
ello, tiene que renunciar a muchísimo poder sobre la fija‐
ción de sus precios, la realización de ofertas, las fechas y
modo de cobro de sus ventas, etcétera.
En contraposición, una empresa que no innova dema‐
siado y que no tiene un gran producto consigue vender
gran cantidad de productos si hace la campaña de imagen
adecuada y tiene un buen acuerdo con los grandes canales
de distribución. De este modo, una empresa con pocos
méritos consigue inundar el mercado con sus productos
gracias a la ayuda del distribuidor. Con ello motiva la com‐
pra (o renovación) del producto por parte de los compra‐
dores sin crear un aumento de la eficiencia social o gene‐
rar más valor para el consumidor. Ahora bien, consigue
crear valor para las empresas, ya que captura el margen
comercial de fabricante y distribuidor más de una vez gra‐
cias a la renovación de la venta.
Esta moda de ir sacando del balance de la compañía
todas las partes que no le generan tanto interés o que no
saben hacer tan bien ha ido provocando una sensación de
coste de oportunidad para aquellas empresas que han se‐
guido cubriendo todos los aspectos de la vida de sus pro‐
ductos. Evidentemente, la moda tiene un límite. Si todas
las compañías se convirtieran en distribuidores, nadie fa‐
bricaría y entonces no habría productos para vender. Por
tanto, al igual que el distribuidor se ha convertido en un

328
gran agente distribuidor, los fabricantes se han convertido
en grandes agentes de la producción, realizando un redi‐
mensionamiento a la baja de sus modelos de negocio y
orientándolos exclusivamente hacia la maximización de su
función productiva (ensamblaje). Para contrarrestar la
amenaza a la supervivencia de sus Identidades por la falta
de cualidades saturadas, estas empresas también han res‐
pondido tratando de ajustar el redimensionamiento a la
baja, compensándolo con un redimensionamiento al alza,
la Globalización (el ensamblaje y producción se han globa‐
lizado).
La conclusión que debemos de extraer es que esta
moda por redimensionar los modelos productivos a la baja
no ha sido una casualidad. Como comentábamos en el ca‐
pítulo de la “Dinámica de los Equilibrios”, los procesos de
redimensionamiento y la confianza en las Identidades redi‐
mensionadas están estrechamente relacionados. La crono‐
logía de cómo hemos llegado hasta aquí sería la siguiente:
0. El mercado equilibrado y cauto
En un principio, los sectores de la economía estaban
compartimentados. Un artesano realizaba todo el trabajo
para investigar, desarrollar y comercializar su producto.
En función de su buen hacer o no, se ganaba una reputa‐
ción directamente proporcional al grado de cumpli‐
miento de sus productos. El mercado, sin embargo, era
muy cauto con todo aquel que no tenía una reputación.

1. Aparición de la Gran Corporación


Con la aparición de la fábrica, la cadena de montaje y,
por lo tanto, la gran corporación, el artesano estaba en

329
situación de debilidad. La Corporación permitía unas
economías de masas que el artesano no podía facilitar
y que rebajaban los precios de una forma que los consu‐
midores aplaudían. La confianza hacia las grandes corpo‐
raciones fue en aumento, puesto que parecían la solu‐
ción de muchos problemas: proporcionaban productos
baratos para el consumo de todos y eran fuentes de gran‐
des cantidades de empleo (proceso aglutinador).
Según la gran corporación se aglutinaba, el tejido arte‐
sanal que llevaba supliendo el mercado hasta ese mo‐
mento, se dispersaba. Cada vez desaparecieron más pe‐
queños artesanos y los que sobrevivían lo hicieron gra‐
cias a la especialización en nichos muy concretos a los
que la gran corporación no accedía. Del mismo modo, la
bajada de precios de los productos de la gran corpora‐
ción conllevo a una subida de precios de los pequeños
artesanos. Una producción mucho menor les obligaba a
orientarse a segmentos superiores para poder retribuir
sus recursos con mucha menos cuota de mercado (pér‐
dida de empleo en el sector artesano).

2. Dominio de la Multinacional
El modelo de negocio de la gran corporación se exten‐
dió traspasando fronteras y conquistando mercados. El
sector artesanal del mundo occidental sufrió una gran
competencia por parte de su nuevo gran competidor.
Estas empresas llegaron a ser tan grandes que sufrieron
de elefantiasis. Bajo el gran paraguas de la multinacio‐
nal, la confianza en ellas aumentó. Nada parecía que
pudiera tumbar a los gigantes de los distintos sectores.
Tanto fue así que ese exceso de confianza de sus emple‐

330
ados incentivó la aparición de grandes “bolsillos” de in‐
eficiencias. De repente, las empresas que se habían im‐
puesto por su eficacia y eficiencia gracias a las econo‐
mías de escala empezaron a tener departamentos o
personas por las que se perdía eficiencia a raudales. Sin
embargo, a primera vista era difícil de identificar quié‐
nes eran estas personas o departamentos, puesto que
su comportamiento se disipaba entre el comportamien‐
to de toda la organización. No olvidemos que su dimen‐
sión temporal más liviana favorecía el exceso de con‐
fianza (exceso de concentración o aglutinamiento en el
proceso acaparador).
Según la construcción de la gran corporación se radica‐
lizó, también lo hizo la situación del sector artesanal.
Todo aquel artesano que no se hubiera especializado
desapareció (exceso de dispersión del proceso disper‐
sor). Esta situación radical confirió un exceso de con‐
fianza en los productos genéricos de la gran corpora‐
ción así como en los exclusivos productos artesanales.
Tanto unos como otros, corrieron un gran riesgo por
acomodarse en la confianza que transmitían sus pro‐
ductos, cada uno en su mercado y que justificaba un
amplísimo diferencial de precios entre ambos. La gran
empresa que se acomodó en su gran cuota de mercado
de su producto genérico corrió el riesgo de dejar de
reinventarse. Lo mismo le sucedió al artesano que
pensó que el hecho de seguir fabricando de forma es‐
pecializada y tradicional sería suficiente motivo en el fu‐
turo para justificar la venta de sus productos al precio
que él necesitase para seguir existiendo.

331
3. La externalización de tareas en búsqueda del dominio
del mercado, el nuevo artesano industrial.
Ante la situación radicalizada de elefantiasis en las gran‐
des corporaciones, la empresa reaccionó y corrigió el
problema. Por un lado, tenían una gama de producto
muy centrada en el producto genérico, y por otro pose‐
ían un tamaño descomunal. Habiendo construido una
gran imagen de confianza a costa de convertirse en un
gran dinosaurio, la empresa empezó a externalizar las
funciones que más quebraderos de cabeza le originaba.
Gracias a su imagen de marca, de cara al consumidor se‐
guía manteniendo su imagen de gran corporación, pero
de puertas adentro, cada vez realizaban menos tareas.
En realidad, eran “menos gran” (reconciliación del pro‐
ceso aglutinador que dio origen a la gran corporación).
Ahora, podían subcontratar a un artesano especialista
en los productos más exclusivos del mercado para que
“versionara” uno de sus productos genéricos consi‐
guiendo así acaparar una cuota de mercado más diversa
y facilitando la expansión del artesano que correcta‐
mente había seguido buscando formas de innovar y au‐
mentar su nicho de mercado. Muchos directivos de
grandes corporaciones dejaron sus puestos de trabajo
para crear compañías con modelos de negocio redi‐
mensionados a la baja que se especializaban en la con‐
sultoría o en procesos muy concretos. Con ellas, se con‐
siguió fragmentar una gran corporación asegurando la
coordinación necesaria para el correcto funciona‐
miento del proceso productivo.
Evidentemente estos cambios minoraron la saturación
de las identidades anteriores. De repente, la gran cor‐

332
poración que fabricaba millones de productos a bajo
precio era capaz de sacar al mercado versiones “Pre‐
mium”. Simultáneamente, algunos artesanos parecían
haber cedido a las concesiones de las grandes corpora‐
ciones y ahora fabricaban para ellos. Muchos pensaron
que sus exclusivos productos ya no serían igual de bue‐
nos por haber accedido a proveer al mundo de la fabri‐
cación en masa.
El sector artesanal en la fase anterior se había disper‐
sado fuertemente. La aparición de todas estas peque‐
ñas empresas orientadas a externalizar las tareas más
engorrosas de la gran corporación, y la reorientación
del modelo de negocio artesanal hacia la fabricación de
componentes versionadores de los productos de la gran
corporación, produjo un crecimiento y aglutinamiento
de recursos en el sector artesanal (fase reconciliadora
de la dispersión vivida en el sector artesanal).
Del mismo modo, ese exceso de confianza interna de la
fase anterior se moderó. Los sindicatos de las grandes
corporaciones empezaron a observar cómo su poder
dentro de estas organizaciones disminuía. Ahora, su
empleador podía externalizar partes del negocio, dis‐
persando su dependencia en sus propios empleados.
Igualmente, los artesanos que pensaron que sus pro‐
ductos siempre sobrevivirían por ser tradicionalmente
fabricados, vieron como ahora las corporaciones conse‐
guían sacar al mercado versiones de productos que
cada vez competían más directamente con los suyos.
Los artesanos que si supieron continuar innovando y
buscando formas de aumentar su nicho, dispersaban
ahora el exceso de confianza en el producto artesanal.

333
4. El modelo de gestión empresarial “Menos es Más” y
la Globalización.
Animadas por el gran éxito de la fase anterior. Las com‐
pañías decidieron que gracias a la imagen de marca y a
la cuota de mercado generada en las fases anteriores
ahora podían dedicarse a rentabilizar esa posición do‐
minante a través de sacar de su balance las partes más
arriesgadas o complicadas. Despreocupadas por esas
engorrosas tareas podían centrar sus esfuerzos en el
dominio del mercado global. Durante esta etapa, apare‐
cieron identidades moderadas del “menos es mas”, la
franquicia se popularizó, la fabricación en otros países
con legislaciones más permisivas afloró, las empresas
crearon subsidiarias de todo tipo, concesionarios, ven‐
dieron su marca en todo tipo de sectores y ámbitos.
Muchos sindicatos, consumidores y empleados cono‐
cieron el lado más cruel de estas organizaciones que pa‐
recen tenerlo todo, pero que todo lo han externalizado,
rentabilizado y exprimido.

334
335
Profundizando en esta etapa, podemos decir que cada
vez más industrias se han ido hacia el “just in time”, todo
lo que genera problemas lo externalizan y, poco a poco,
van mitigando la consistencia interna de sus Identidades
mientras que por fuera poseen grandes y consistentes
marcas globales. Este cambio de actitud ha dado de nuevo
mucha relevancia a gran número de artesanos (empresas
mucho más pequeñas y menos conocidas) que gracias a la
orientación de su fabricación especialista de ciertos com‐
ponentes, productos o procesos, han visto como eran ca‐
paces de reconquistar cuota de mercado de forma indi‐
recta (a través de los necesidades y/o productos versiona‐
dos de las grandes compañías).
Muchas compañías automovilísticas, por ejemplo, se
han convertido en ensambladores, que lo único que quie‐
ren hacer es montar más coches y venderlos a toda prisa.
El resultado es que los productos y servicios pasan muy rá‐
pido por los modelos de negocio de todas las compañías.
Con una velocidad de paso tan elevada, nadie quiere en‐
cargarse de partes engorrosas o arriesgadas, y la única
forma de crecer es con un mercado en expansión continua.
En cuanto la demanda se estanca, las pérdidas aparecen
también a gran velocidad (exceso de dispersión del factor
aglutinador, es decir, de la gran corporación).
La construcción del sector artesanal como proveedor de
la gran corporación y la actitud “externalizadora” de ésta,
han hecho que la innovación se concentré en los compo‐
nentes, es decir, fuera de la gran corporación y en los nue‐
vos sectores industriales (sectores artesanales reconstrui‐
dos). La mayor víctima de este enfoque en la innovación de
componentes ha sido la innovación revolucionaria de pro‐
ductos. La gran corporación pensó que gracias a esta exter‐

336
nalización había conseguido librarse de la engorrosa tarea
de la innovación revolucionaria, y por ello, su capacidad in‐
novadora se ha concentrado en la innovación más rentable
a corto plazo, el diseño y versionado. Antes se tardaba más
de diez años en ultimar el diseño de un nuevo modelo de
automóvil y ahora sin embargo, tenemos uno cada tres o
cuatro años. Muchas de las últimas novedades que apare‐
cen no son innovaciones revolucionarias del producto final
(que incrementarían su utilidad exponencialmente), sino
que son innovaciones revolucionarias en alguno de sus
componentes (por lo que el incremento sobre la utilidad
del producto final es marginal). La mayoría de las razones
con las que los distribuidores y fabricantes tratan de moti‐
var la sustitución o renovación de un producto/servicio
son en base al versionado fruto de la innovación en los
componentes o a la motivación del consumidor a través
del diseño o factores emocionales no necesariamente úti‐
les o sensatos (la moda). Las empresas han tenido tanto
éxito a la hora de externalizar sus procesos, y sus produc‐
tos pasan tan rápido por su proceso de creación de valor
que necesitan renovar continuamente sus productos por‐
que de lo contrario estarían sobredimensionados y ten‐
drían que reducir su tamaño (dar pérdidas y ser cuestiona‐
das por los inversores).
Según este redimensionamiento a la baja de los mode‐
los de negocio de las grandes compañías continúa espar‐
ciéndose por todos los sectores de la Economía Real, el
consumidor tiene una inercia a seguir consumiendo y
mantener en pie el sistema que nos ha traído hasta el mo‐
mento actual. Las grandes corporaciones han dispersado
su modelo de creación de valor en un sector artesanal que
se ha construido para proveer de servicios a estos grandes

337
paraguas corporativos (exceso de concentración del factor
dispersor, es decir, del sector artesanal). La construcción
de este nuevo mundo bipolar (fase desequilibradora) con‐
llevó un exceso de confianza60 en el modelo económico ac‐
tual de nuestra civilización tal y como ya sucedió en la an‐
terior fase desequilibradora (proceso aglutinador que creó
la gran corporación acompañado de un proceso dispersor
en el sector artesanal). Por un lado, grandes y consistentes
corporaciones “montadoras” y con una gran capacidad de
orientar productos a cada segmento del mercado. Y por el
otro, los artesanos que fabricaba en directo para el cliente
final, ahora son consolidados fabricadores de componentes
o proveedores de servicios específicos que poseen un gran
reconocimiento en su labor específica pero que están con‐
centrados en el negocio corporativo y han perdido gran
parte de su acceso directo al consumidor final.

5. Radicalización y Crisis por exceso de Confianza Sistémica


Este exceso de confianza en el nuevo orden económico
global supone una amenaza a la perdurabilidad del sis‐
tema al completo. Con la saturación de las grandes corpo‐
raciones en compañías “empaquetadoras” o “ensamblado‐
ras” globales y de compañías artesanales en nichos muy
específicos del proceso de creación de valor, han llevado a
muchos agentes a un exceso de confianza en la organiza‐
ción actual del sistema.
La imagen de la gran corporación siguió siendo potente,
gracias al proceso de redimensionamiento al alza (Globali‐

60 Tal y como se ha argumentado en este libro, el exceso de confianza es una


consecuencia de la radicalización.

338
zación) que han realizado para asegurar su supervivencia;
pero, poco a poco, estas compañías han ido dispersando
su Identidad en cualidades difusas y confusas. Nadie sabe
muy bien qué hace quién. El paraguas es grande, pero cada
vez se desconfía más de dónde provienen sus productos,
quién o dónde se fabrican realmente, o si realmente son lo
que pensamos que son cuando los compramos. Numero‐
sas incidencias provocadas por este nuevo y disperso sis‐
tema de organización industrial nos señala que nuestra
confianza en grandes empresas globalizadas es excesiva.
Paradójicamente, el aumento de la confianza y saturación
de las identidades de empresas especialistas y de las gran‐
des corporaciones globales, ha mermado la confianza en la
supervivencia del sistema. Nadie proporciona consistencia
al sistema.
En el caso de la industria automovilística, este nuevo
enfoque del “monta y vende” llevó la venta de automóvi‐
les a nuevos récords, pero al mismo tiempo también ha en‐
terrado la confianza de que este sector pueda continuar
con esta senda durante mucho tiempo. Además, según
más y más consumidores han sido engatusados para cam‐
biar de coche por uno que realmente no le aporta mucha
más utilidad que el anterior, cada vez es más difícil ser con‐
vencido por el siguiente argumento para estrenar coche
frecuentemente. Si no se consigue convencer al consumi‐
dor que realmente el nuevo producto ofrece soluciones in‐
novadoras que él necesita, será más reticente a picar en el
anzuelo de nuevo. Además, como la fabricación de las pie‐
zas que integran el automóvil está tan esparcida entre di‐
ferentes compañías, las innovaciones que se producen son
en los componentes, pero ¿quién está investigando para
realmente revolucionar el concepto del vehículo del trans‐

339
porte privado de personas? La industria del automóvil ha
desperdiciado muchos años buenos (muchos beneficios)
en seguir alargando la fase de las “vacas de efectivo” de
sus productos en lugar de reinventar “producto incógnita”.
El resultado es que, si no fuera por la marca y el diseño, los
coches cada vez son más parecidos y todos son capaces de
contar con equipamientos muy similares. En otras pala‐
bras, la implementación del coche eléctrico debería de
estar mucho más avanzada.
Los fabricantes de componentes (artesanos concentra‐
dos en el negocio corporativo) han innovado para sacar
nuevas versiones de sus componentes que vender a las
marcas automovilísticas. De ese modo, las compañías del
automóvil se han convertido exactamente en eso, en mar‐
cas. Marcas que re‐versionan sus productos, pero cuya in‐
novación en el propio concepto del automóvil ha sufrido
un retraso debido al redimensionamiento a la baja que
han realizado de su proceso de creación de valor. Las gran‐
des empresas han confiado demasiado en su capacidad de
lanzar nuevos productos gracias a la innovación que desa‐
rrollan sus proveedores especializados, pero como hemos
visto, la innovación versionadora sólo es capaz de alargar
un poco más de tiempo la fase de “vacas de efectivo” pero
es incapaz de aportar un nuevo “producto incógnita” que
termine siendo un nuevo “producto estrella”.
Quien dice coches, dice móviles, televisores, microon‐
das, bancos, aseguradoras, etcétera. En el fondo, cada cor‐
poración en su sector ha aplicado la lección de las ventajas
del modelo de negocio del distribuidor, tratando de redi‐
mensionar a la baja su modelo de negocio en aquella parte
que realmente hace bien o le satisface. Una vez tomada

340
esta decisión, lo único que se necesita para ganar esta
apuesta es vender mucho volumen para rotar ese modelo
de negocio lo más rápidamente posible.
La generalización de este tipo de estrategia a lo largo de
los modelos de negocio de las compañías ha sido un caldo de
cultivo para alimentar una gran crisis de confianza en el sis‐
tema. Durante los últimos años, el hombre occidental se ha
resistido a creer en sus dudas. La mayoría hemos preferido
pensar que “si hemos conseguido llegar hasta aquí, ¿por qué
no vamos a ser capaces de continuar?”. Lo cual supone un
exceso de confianza que puede inspirar una crisis por inge‐
nuidad característica de los equilibrios radicalizados.
La moda del redimensionamiento a la baja es una de las
características más notables de las sociedades occidenta‐
les de final de siglo. Tal y como comentábamos en el capí‐
tulo de la “Dinámica de los Equilibrios”, hasta el amor en el
siglo XXI es una Identidad poco consistente por la ausencia
de cualidades saturadas. Nadie confía de verdad, nadie se
entrega de verdad. Nadie quiere depender de nadie. Nadie
quiere comprometerse con nadie. Todo el mundo descon‐
fía. Todo trato puede revisarse en cualquier momento. Se
desconfía de la Iglesia, del vecino, de las instituciones. El
hombre se ha quedado solo.

La envidia del modelo del distribuidor llega al Sector


Financiero
Durante siglos, los bancos se han dedicado al negocio
del fideicomiso y del préstamo de dinero. Para ello desa‐
rrollaron departamentos de compras (captación de recur‐
sos), producción (análisis de riesgos) y venta (préstamo de

341
recursos). Los bancos rápidamente se dieron cuenta de
que, mientras que tuvieran Identidades bien consistentes
gracias a cualidades bien saturadas (fuertes medidas de se‐
guridad y cajas fuertes, gran presencia, seriedad y profe‐
sionalidad), la gente no necesitaba sacar el dinero de sus
arcas. Un mero cheque que diga que el Banco X pagará mi
deuda sirve para cumplir con mis compromisos de pago, y
de este modo se creó el dinero fiduciario que ha permitido
el gran dinamismo de las economías modernas.
Gracias al dinero fiduciario (el que prestan sin pedir per‐
miso a los depositantes), existen gran cantidad de fondos
disponibles para la concesión de préstamos, lo cual bene‐
ficia el desarrollo de una sociedad. Las hipotecas, los prés‐
tamos a estudiantes, los préstamos al consumo, el pago de
un electrodoméstico en mensualidades y un largo etcétera
son sólo factibles gracias a este sistema. Con una contabi‐
lidad adecuada, reservas de efectivo suficientes y una gran
seriedad en la medición de los riesgos asumidos en los
préstamos (cualidades saturadas), el negocio de un Banco
es comprensible, entendible y rentable (Identidad consis‐
tente) además de proporcionar un efecto “apalancado”
sobre los recursos disponibles de una sociedad.
Ahora bien, las instituciones financieras han evolucio‐
nado del mismo modo que las demás industrias. Primero,
aparecieron los bancos locales, luego crecieron, se fusio‐
naron y crearon economías de escala. Los bancos que no
siguieron esta moda, tuvieron que especializarse para con‐
tinuar en el mercado. Estos grandes bancos no tardaron en
darse cuenta que poseían ineficiencias dentro de su gran
estructura y comenzó la externalización de procesos que
dio lugar a nuevas instituciones de servicios financieros es‐
pecializadas en atender a los grandes grupos financieros.

342
Finalmente, las grandes entidades se dieron cuenta que en
realidad sin hacer nada más que explotar su propia marca
podían ganar más dinero que haciendo las cosas ellos mis‐
mos y con esta idea llegamos al “menos es más”.
El llamado sistema financiero en la sombra, no es más
que externalización de las funciones que antes acontecían
dentro de un banco comercial. Para los ahorradores, sur‐
gieron entidades gestoras (gestoras de fondos de inver‐
sión, gestoras de fondos de pensiones, etcétera) y para los
prestatarios apareció la herramienta de la emisión de
bonos. Tradicionalmente un banco, satisfacía las necesida‐
des de éstos últimos con los ahorros de los primeros a tra‐
vés de su departamento de “producción”, es decir, su
Departamento de Riesgos. Si el departamento productivo
(riesgos) del banco era eficiente, los ahorradores no tenían
porqué temer por sus ahorros. Si el banco se equivocaba
en la concesión de créditos, era él el que perdía dinero
(primero sus ganancias y luego, su capital), por lo que no
existía ninguna motivación para generar créditos de du‐
doso cobro si no todo lo contrario.
Desde el punto de vista económico, el modelo de nego‐
cio de un intermediario es más interesante que el de un
productor puesto que el intermediario cobra una comisión
(un margen) sin asumir ningún riesgo en sus operaciones.
Al igual que todas las demás industrias, los grandes bancos
aprovecharon la aparición de nuevas entidades especiali‐
zadas para cobrar comisiones por poner en contacto a aho‐
rradores con prestatarios sin la necesidad de utilizar sus
propios recursos (arriesgar su capital).
Las instituciones de gestión e inversión han captado
gran cantidad de ahorros que antes terminaban en los ban‐

343
cos. Y los bancos han utilizado su gran imagen de marca
para ayudar a los grandes prestatarios a emitir bonos con
los que acudir directamente a los mercados para conseguir
fondos. Por ello, los bancos cobran una comisión, un mar‐
gen, pero no corren ningún riesgo porque el riesgo es asu‐
mido por el tenedor del bono, es decir, el fondo de inver‐
sión (el ahorrador que lo compra). El banco encontró una
fórmula con la que asumiendo menos riesgo conseguía
ganar dinero. Los bancos han continuado aceptando aho‐
rros y concediendo créditos interesantes desde una pers‐
pectiva de riesgos, pero gracias a este mecanismo también
han podido colaborar en la creación de crédito de poca ca‐
lidad, puesto que ellos no eran los que iban a soportar el
riesgo de esos créditos. De ese modo, han surgido bonos de
todo tipo de “riesgos” que se emiten directamente en los
mercados de deuda para captar fondos directamente de los
inversores institucionales (ahorradores)xlii. Y con ellos tam‐
bién surgieron todo tipo de empresas especializadas en
una parte de este proceso, empresas gestoras de vehículos
de emisión de deuda, de gestión de pagos, de anotaciones
contables, de custodia de títulos incluso bancos que no po‐
seen depósitos.
Este nuevo sistema fue considerado una innovación, y
efectivamente lo es, pero es una innovación versionadora.
Nuestro sistema actual no diferencia entre la innovación
revolucionadora (costosa a corto plazo pero beneficiosa
para la sociedad a largo plazo) y la versionadora (barata y
rentable a corto plazo pero perjudicial para la sociedad en
el largo plazo) por lo que el sector corporativo ha seguido
apostando por la segunda.
El problema es que al meternos de lleno en esta fase del
“menos es más” ninguna de estas compañías especializa‐

344
das ni ningún banco ha querido hacer el trabajo más engo‐
rroso: la provisión, es decir, medir la pérdida esperada pro‐
bable y asignar capital para asumir la pérdida cuando se
produzca. Antes un banco, solo concedía préstamos con
alta probabilidad de devolución. Ahora gracias al sistema
en la sombra, podía participar también en las operaciones
arriesgadas o dudosas gracias a que el riesgo era asumido
por los ahorradores directamente, multiplicando el nú‐
mero de operaciones de préstamo de los bancos y por lo
tanto sus beneficios.
Los bancos están sometidos a regulaciones de solvencia
y provisiones sobre mora para asegurarse que poseen su‐
ficientes fondos líquidos como para poder garantizar los
depósitos de sus clientes y de no ser así, el Banco Central
de cada país proporciona una garantía adicional para favo‐
recer así la creación de dinero fiduciario. Ahora bien, en un
fondo de inversión, el ahorrador soporta directamente las
pérdidas de crédito que se realizan en sus inversiones. Esto
quiere decir que el sistema financiero en la sombra no está
convenientemente aprovisionado contra la posible mora
en los mercados de crédito. Aún así las autoridades consi‐
deraron que esta nueva configuración del sistema finan‐
ciero constituía un avance e incluso animaron a los ahorra‐
dores a través de rebajas fiscales a ahorrar a través de fon‐
dos en lugar de a través del sistema financiero oficial que
si estaba obligado a estar aprovisionado.
Podríamos pensar entonces que con bancos cada vez
más “empaquetadores” y menos prestamistas, sus analis‐
tas de riesgos se quedaron sin trabajo. Pues no es así, por‐
que en ese gremio también surgieron compañías especia‐
lizadas. Las agencias de calificación crediticia surgieron
para tratar de proveer a los mercados de deuda con una vi‐

345
sión imparcial de los bonos y préstamos que circulaban por
los mismos. Así que los analistas tuvieron trabajo, pero
como su empresa no arriesgaba su propio capital, si se
equivocaban lo único que podían perder era reputación.
Estas compañías eran independientes, pero también inex‐
pertas en calibrar exactamente el funcionamiento de un
mercado completamente compartimentado donde los
bancos están más “vacíos” que nunca y gran cantidad de
riesgos andan sueltos cambiando de mano inocente en
mano inocente en los mercados de la renta fija.
Como si esta situación de por sí no fuera lo suficiente‐
mente benigna para la proliferación de créditos arriesga‐
dos por parte de los bancos, no podemos olvidar las pro‐
mesas políticas. Los políticos encontraron en el deseo de
su electorado de poseer su propia casa un gran cebo polí‐
tico. Así que en gran cantidad de países desarrollados, el
gobierno ha incentivado el ahorro a través de la compra de
vivienda, ya sea por rebajas fiscales o por permitir un sis‐
tema financiero en la sombra que fomenta la concesión de
créditos de menor calidad, o ambas.
Efectivamente, los bancos consiguieron de este modo
redimensionar su modelo de negocio a la baja. Cualquier
oportunidad de dar un crédito, aunque fuera de baja cali‐
dad, se podía utilizar para montar una operación que de‐
jara una comisión y un margen para el banco originador,
pero asignaba el riesgo fuera del Balance del Banco. De
este modo, cuantas más operaciones pasaran por las ofici‐
nas del banco, mejor que mejor, más comisiones gratis (sin
riesgo para el banco).
No tardó en notarse que la rentabilidad de los bancos se
aceleró y se convirtieron en empresas muy rentables para

346
sus accionistas. A través de la ayuda de los bancos de inver‐
sión, este nuevo modelo de negocio se exportó a otros ban‐
cos propiciando la configuración de este sistema financiero
en la sombra. Este funcionamiento es similar al de la indus‐
tria automovilística, donde detrás de cada marca de coches,
existen multitud de empresas en la sombra y cada una de
ellas se hace cargo de una parte de la fabricación.
Esta facilidad del crédito animó a los consumidores a
aumentar su gasto y también incentivó la aparición de mu‐
chos irresponsables que especularon a través del apalan‐
camiento financiero en la compra de casas y otros activos
(este exceso de confianza del consumidor es una caracte‐
rística de la radicalización). Lo mismo ocurrió entre las ins‐
tituciones financieras (grandes bancos que habitan en un
entorno de un sistema financiero en la sombra altamente
fragmentado). Esta forma de ganar dinero, era tan sencilla,
que si no se hacía se regalaba negocio a la competencia,
con el consiguiente agravio para los accionistas del banco
en cuestión. Así que las instituciones financieras no duda‐
ron en colaborar en la generación de más crédito dudoso
a pesar de que eso era contaminar su propio entorno.
Los gobiernos experimentaron un gran aumento en la
recaudación vía impuestos derivada de la frenética activi‐
dad inmobiliaria por lo que tampoco se alarmaron. Todo lo
contrario, ahora eran capaces de ofrecer atractivos benefi‐
cios electoralistas para ser elegidos, ya fueran bajar otros
impuestos más impopulares o proporcionar un mejor
Estado de Bienestar. Cómo a corto plazo, el sistema funcio‐
naba bien (gran recaudación de fondos), la mayoría de la
civilización se confío en exceso de que la historia se segui‐
ría repitiendo día tras día justo cuando nuestra herra‐

347
mienta de análisis avisa de una posible crisis por exceso de
confianza.
Evidentemente los precios de los activos involucrados
en este nuevo sistema subieron. La propiedad inmobiliaria
residencial y comercial, los materiales constructivos, los
bonos corporativos, los bonos empaquetados, todos ellos
subieron en precio. Su subida respondía única y exclusiva‐
mente a la burbuja especulativa. Ninguno de esos acti‐
vos/productos mejoraba la utilidad de sus predecesores
significativamente como para justificar la subida de pre‐
cios. Las casas no mejoraron necesariamente en su calidad
constructiva y los bonos empaquetados con una rentabili‐
dad parecida a la de un tradicional depósito bancario no
aportaban mucha más utilidad pero si mucho más riesgos
para el ahorrador (el depositario está protegido por el ca‐
pital del banco que a su vez está protegido por su política
de diversificación del riesgo). Todavía a día de hoy, el go‐
bierno desconoce que un aumento de la plusvalía, que no
está acompañado de un aumento del I+D ni una mejora de
la eficiencia conduce a una gran pérdida de utilidad social
futura. Así que el Gobierno también era feliz con el nuevo
y apalancado ritmo de su recaudación de impuestos. Con‐
fiados aumentaron el gasto público y en ningún caso se de‐
dicaron a aprovisionar la pérdida de Utilidad Social que se
estaba amontonando. Los consumidores estaban pagando
altos márgenes comerciales por productos poco innovado‐
res61, descapitalizándose para conseguir un mínimo incre‐
mento de su utilidad.

61 Tan poco innovadores que en muchos casos se trataba de viviendas de segunda


mano que, independientemente de su estado de conservación, habían duplicado
su valor en pocos años como consecuencia de esta euforia inmobiliaria.

348
Llego un momento en el que la espiral de precios alcista
alcanzó los límites de la realidad (radicalización suicida) y
la rueda se detuvo. Con todos los modelos de negocio
compartimentados en trocitos, cualquier eslabón que fa‐
llara en esa cadena provocaría que la empresa que se de‐
dicaba a ese eslabón pudiera quebrar rápidamente. Y de
ese modo, todos los bancos se pusieron a la defensiva
hasta saber quiénes iban a ser esas empresas quebradas.
La oleada de aversión al riesgo que nadie había querido
tener en cuenta se disparó, inundando el mercado mone‐
tario y llevando a la quiebra técnica al sistema. Ahora nos
miramos los unos a los otros preguntándonos: ¿Quién
tiene la culpa? ¿Quién puede solucionar este galimatías?
La respuesta es que todos tenemos la culpa y que nues‐
tro sistema de organización social tiene un gran vacío en el
Sistema Fiscal que permite que estas situaciones se pue‐
dan llegar a dar. No hay que ser pesimistas. Esta crisis de
confianza es exactamente la crisis que pone de relieve las
consecuencias del vacío de los modelos de negocio que fa‐
vorece una gran especialización y eficiencia corporativa,
pero que son suicidas sin un sistema que sepa calibrar
cuándo un sector en particular de la economía ha entrado
en un sobrecalentamiento.
La solución de este galimatías pasará por la sexta y úl‐
tima fase del desequilibrio mostrado en la Figura 62.

6. Desintoxicación ‐ Rellenado de las Identidades Cor‐


porativas
Nuestra herramienta analógica predice, que el próximo
modelo de gestión empresarial debe reconciliar la fuerte
polaridad actual. Por un lado, las grandes corporaciones

349
globales han crecido acaparando las políticas de comercia‐
lización y “ensamblaje” de productos en todos los segmen‐
tos del consumo que dependen de que este consumo se
renueve muy frecuentemente. Por el otro, la excesiva frag‐
mentación de las distintas tareas del proceso de creación
de valor, ha concentrado el esfuerzo innovador en los com‐
ponentes (innovación versionadora) y minorado la innova‐
ción revolucionaria. Esta configuración actual del sector
corporativo ha sido gracias a dos factores: una política fis‐
cal arbitraria y uniforme que deja impune a los agentes
que más minoran la utilidad social y una configuración
económica de mercado libre.
Nuestro sistema de organización como civilización debe
de impedir que se siga popularizando la gestión empresa‐
rial que favorece un paso de los productos por los mode‐
los empresariales excesivamente rápido que sólo es soste‐
nible con un incremento de la velocidad de consumo y que
amenaza con la generación de un exceso de pérdida de uti‐
lidad social insostenible para la civilización. Para ello, nues‐
tra civilización debe de otorgar una ventaja competitiva a
aquellas empresas con fuertes gastos en la primera y úl‐
tima fase del proceso de creación de valor empresarial
frente a aquellas que sólo ensamblan y distribuyen. Este
incentivo por la primera y última fase del proceso de crea‐
ción de valor empresarial otorgará consistencia a la reno‐
vación futura del consumo de productos impidiendo la
fuerte pérdida de utilidad que produce una etapa de
“vacas de efectivo” demasiado duradera. Hasta ahora, la
uniformidad del tipo fiscal pagado por las empresas ha
desincentivado que muchas empresas se preocupen por
pensar en la fabricación y consumo responsable. Por ello,
es ahora el momento de otorgar una ventaja competitiva a

350
través de la fiscalidad (menores impuestos) a aquellas em‐
presas que reinviertan en el ciclo productivo de una forma
responsable.
El otorgamiento de esta ventaja competitiva hará que
las empresas que se beneficien de ella, ofrezcan una ma‐
yor rentabilidad a sus accionistas y mayor capacidad de su‐
pervivencia. Sin embargo, el mecanismo por el cual se ob‐
tiene esta ventaja ha de ser compatible con la fuerte frag‐
mentación y especialización de muchas compañías y evitar
la arbitrariedad para no conferir voluntad al sistema. De no
ser así, en lugar de ser un factor evolutivo sería un factor
contra evolutivo (volver hacia la fase de integración de las
primeras fábricas y artesanos especializados).
El mecanismo por el cual las compañías han conseguido
su hegemonía actual ha sido la economía de mercado del
pensamiento liberal. Ahora, este sistema de ventaja o pe‐
nalización fiscal debe aprender del sector corporativo y
aprovechar el funcionamiento de los mercados para ase‐
gurar su éxito al mismo tiempo que bloquea la transferen‐
cia de voluntad al sistema. Ha sido el libre mercado el que
ha ayudado a las empresas a conseguir su gran hegemonía
actual, por lo tanto es el mercado la mejor herramienta
para devolver a la Utilidad Social al sitio que le corres‐
ponde sin entorpecer el crecimiento económico. La crea‐
ción de los Mercados de la Utilidad Social tiene por obje‐
tivo buscar la motivación empresarial para la consecución
de los objetivos sociales. Si convertimos la Utilidad Social
en negocio, rápidamente la iniciativa privada (todos y cada
uno de los ciudadanos) nos ayudará a preservarla. Este
será el mecanismo de reconciliación del concepto “Estado”
con el concepto “Pueblo” ya que asigna la responsabilidad
social a la propia sociedad.

351
Los Mercados de la Utilidad Social

Como hemos visto en los capítulos anteriores, las civili‐


zaciones occidentales se construyeron en primer lugar
como sociedades de poder autoritario sobre un pueblo so‐
metido al orden instaurado. Una construcción excesiva de
este tipo de sociedad conllevo la radicalización suicida de
algunas de ellas. En la segunda fase, nuestras civilizaciones
se moderaron en incipientes sociedades de clases o pseu‐
dodemocráticas que defendían la propiedad privada frente
a la pública y que construyeron un marco de derechos ci‐
viles. La tercera fase ha profundizado en esta línea y ha
conseguido construir democracias modernas con una am‐
plia clase media. Bajo marcos económicos capitalistas, la
clase burguesa se ha institucionalizado para conseguir aca‐
parar más poder a través de corporaciones de distintos ta‐
maños, algunas incluso “demasiado grandes para caer”.
Las bases sociales se lo han permitido a cambio de la de‐
fensa y expansión de sus libertades y de la obtención de
beneficios sociales (creación de un Estado de Bienestar).
Los increíbles beneficios de esta etapa tanto para el vo‐
tante (beneficiado por el Estado de Bienestar) como para
las empresas (antigua burguesía que gracias al liberalismo
económico ha acaparado la riqueza global) nos ha llevado
a la calibración de un sistema diseñado para que esta cons‐

353
trucción continúe en el tiempo. El perdedor ha sido el
Estado que tiene que lidiar con las reivindicaciones de las
corporaciones (mercados más libres) y de los votantes (un
Estado del Bienestar mayor). El Estado ha dejado de ser el
interés común de todos para convertirse en un ente al ser‐
vicio de los votantes que no duda en generar endeuda‐
miento (pobreza futura) cada vez que el modelo econó‐
mico amenaza con detenerse. La construcción excesiva de
este modelo económico nos llevará a la radicalización sui‐
cida. Para evitarlo, las civilizaciones occidentales deben de
adentrarse en la cuarta fase que reconcilie su esencia.
Otorgar de nuevo el poder al Estado de forma autorita‐
ria sería un grandísimo error puesto que nos llevaría de
vuelta a la primera fase. Para conseguir, entrar en una
cuarta fase “evolucionadora” debemos de utilizar los mis‐
mos mecanismos que han construido la radicalización ac‐
tual pero en su sentido contrario.
Los mercados con regulaciones capitalistas liberales son
los que han permitido la acumulación de riqueza por parte
de nuestro nuevo gran sector corporativo. Ahora el meca‐
nismo del mercado libre ha de utilizarse para construir la ri‐
queza del interés general de la sociedad. Igualmente, la re‐
caudación de impuestos ha permitido la construcción del
Estado de Bienestar. Ahora, serán los impuestos los que de‐
berán otorgar ventajas competitivas al sector corporativo
que atienda las necesidades del interés general y contri‐
buya a disminuir el rol del Estado en el Estado del Bienestar.
Para llevar este plan acabo necesitamos implantar una
política fiscal progresiva que endurezca el gravamen según
sea la participación de cada empresa en los mercados de la
Utilidad Social. Es crucial identificar adecuadamente cuá‐

354
les son estos mercados. No podemos dejar de la mano de
la voluntad política su designación. El “New Deal”62 que
nos saque de la actual crisis no puede ser discrecional. El
objetivo ha de ser poner en valor la aportación que realiza
cada agente económico a la Utilidad Social. Con los datos
extraídos de estos mercados se podrá penalizar aquellos
agentes que operan sin preocuparse de la pérdida de utili‐
dad social generada y diferenciarlos de aquellos que tratan
de incrementar o preservar la Utilidad Social.
Los períodos en los que la Utilidad Social se incremen‐
taba eran los siguientes: desde la Fase de Fiesta hasta la de
Euforia, y desde la Fase de Estupor hasta la de Desintoxica‐
ción. Estos períodos del proceso de Utilidad Social son los
complementarias a los siguientes períodos del proceso de
creación de valor de la empresa: desde la Fase de Gesta‐
ción e Infancia Productiva hasta la de Paso de la Infancia a
la Adolescencia Productiva, y desde la Fase de Maduración
Productiva hasta la de Senectud Productiva. Por lo tanto,
es imprescindible que los mercados de la Utilidad Social
ayuden a identificar cual es el rol que juega cada compañía
en estas fases de sus productos para así poder comparar‐
los con el resto del mercado y determinar un gravamen
progresivo que proporcione una ventaja competitiva a
aquellas compañías que menos pérdida de utilidad social
generan.

62 Serie de medidas económicas diseñadas para atacar las consecuencias de la


Gran Depresión del 29 que fueron aprobadas por el Congreso de Estados Unidos
de América durante el gobierno de Franklin Delano Roosevelt desde 1933 hasta
su reelección en 1937. Las medidas se basaron en las tres “Rs”: Alivio, Recupera‐
ción y Reforma (del inglés “Relief, Recovery and Reform”). Posteriormente, algu‐
nas de estas medidas fueron declaradas inconstitucionales y otras fueron deroga‐
das durante la Segunda Guerra Mundial

355
Hasta el momento, cada agente económico se ha preo‐
cupado de la creación de los mercados que les permitían
incrementar la consecución de sus objetivos. Por ello, los
gobiernos han construido un sistema tributario y un mer‐
cado de la deuda pública que les facilite la financiación de
un estado de bienestar sin arriesgar su reelección política.
Del mismo modo, las corporaciones han creado los merca‐
dos de capitales, de la deuda corporativa, de las materias
primas, de los recursos laborales y productivos que les per‐
miten establecer su proceso de creación de valor con la fi‐
nalidad de extraer renta del consumidor y conseguir una
plusvalía. Por el contrario, ningún agente económico o po‐
lítico se ha preocupado de crear un potencial mercado de
la basura y paradójicamente es un elemento cada vez más
relevante en nuestra vida y oneroso en los presupuestos
públicos actuales y futuros.
Cada agente económico ha presionado para mejorar su
situación, lo que nos ha dejado con un sistema disfuncio‐
nal que promueve una construcción desequilibrada ob‐
viando los mercados que les resultan más incómodos. Los
políticos, gracias a sus medidas complacientes y a la estra‐
tegia de endeudar a las generaciones venideras, han sido
reelegidos ordenadamente sin grandes convulsiones socia‐
les. Las corporaciones han ganado dinero durante los años
de bonanza y siempre que se ha visto una amenaza de cri‐
sis de demanda (de consumo), los Estados (u organismos
públicos, como los Bancos Centrales) han acudido al res‐
cate para asegurar que el consumo seguía incentivado. Las
corporaciones socialmente más “virtuosas” poseen más
gastos que las empresas diseñadas para producir benefi‐
cios a corto plazo. Nuestro sistema actual no premia a las
primeras ni castiga a las segundas por lo que a corto plazo

356
es económicamente incoherente tratar de mejorar la “vir‐
tud social” de una compañía. Esta deficiencia del sistema
ha hecho que nuestras empresas hayan maximizado sus be‐
neficios a corto plazo alimentando una burbuja de pérdida
de utilidad social. Como el sistema tributario por el cual se
finanza el Estado es tremendamente dependiente del cre‐
cimiento económico del sector privado, los Estados han
asumido esta gran pérdida de Utilidad Social crisis tras cri‐
sis malcriando el sector corporativo. La consecuencia ha
sido que el sector corporativo se ha acostumbrado a asig‐
narle al Estado cada vez más pérdida de utilidad social. Los
Estados poco a poco han ido comprometiendo su capaci‐
dad de pago futura para ayudar al crecimiento económico
y para expander las garantías sociales de los votantes resul‐
tando en un alto crecimiento del endeudamiento público.
Nótese que he mencionado varias veces la “virtud” so‐
cial de una empresa. Sería un error asumir este reto de
construcción de un sistema funcional, tratando de definir
la “virtud” social puesto que conferiríamos voluntad a
nuestra organización. Una ley castigando un comporta‐
miento en concreto es, en mi opinión, poco efectiva. La au‐
dacia siempre conseguirá replicar la acción bajo una figura
todavía no legislada. Nuestras opiniones y valores son sub‐
jetivos y no alcanzarán la virtud a no ser que sean capaces
de atender a la plena configuración de nuestra realidad
(configuración bi‐vibrante de la dimensión real). Nuestra
organización ha de ser metabólica, por lo que todas las
fases de cada proceso han de poseer su momento en el
tiempo, si bien ninguna puede perdurar indefinidamente
(radicalización suicida). La creación de los Mercados de la
Utilidad Social asegurará la sostenibilidad en el tiempo de

357
nuestra civilización proporcionando un marco estable para
la evolución económica de nuestra sociedad.
El punto en el que se encuentran las civilizaciones occi‐
dentales ya está radicalizado, por lo que el primer paso
debe de ser corregir esta radicalización. Los gobiernos
deben de aprovechar la implementación de este nuevo
modelo fiscal para recapitalizarse minorando el excesivo
endeudamiento del pasado. De igual modo, que cuando se
inició la telefonía móvil los Estados vendieron licencias
para los operadores, los gobiernos deben de ahora recupe‐
rar fondos del gran sector corporativo mediante la emisión
de licencias que otorguen la capacidad para operar en los
Mercados de la Utilidad Social. Los agentes de cada mer‐
cado tendrán capacidad para imponer la venta de sus ser‐
vicios a aquellos agentes que interactúen en su mercado.
Las corporaciones que se sientan amenazadas por la crea‐
ción de estos nuevos mercados, tendrán dos opciones:
1. Innovar y mejorar para minimizar sus operaciones en
ese incómodo mercado63, o
2. Si opina que realmente ese mercado es ciertamente
injusto por lo que resulta oneroso para sus usuarios y
excesivamente rentable para los que operan en él gra‐
cias a una licencia, entonces deben de tratar de adqui‐
rir una licencia para ganar dinero operando en él.
Ahora bien, ¿qué mercados reflejan la actuación de los
agentes en las fases de mejora de la Utilidad Social? ¿cómo
organizarlos?

63 Creando inversión de capital que relance el ciclo de crecimiento económico.

358
Mercado de los Residuos y de la Contaminación
Imagínese cuánta inversión de capital e innovación se
produciría si nos dijeran que dentro de tres años, una em‐
presa con licencia para ello va a poder facturar directa‐
mente el reciclaje del plástico a la empresa que lo utiliza
para la fabricación de sus productos independientemente
de dónde fueron producidos. Las empresas que ganan di‐
nero poniendo productos a disposición de los consumido‐
res deberían también aprovechar su experiencia empresa‐
rial para recogerlos cuando ya no sean de utilidad para evi‐
tar la pérdida de Utilidad Social. Las que no lo hacen, están
creando una mayor tarea al Estado. Imagínese cuanta in‐
versión y mejora logística se produciría si dentro de tres
años una empresa con licencia para ello le va a facturar di‐
rectamente a las empresas de transporte y de venta al por
menor el coste de recoger las basuras y residuos produci‐
dos por los productos que ellos mismos abandonaron en
nuestra sociedad cuando los vendieron y los distribuyeron.
¿Cuánto gasto público nos ahorraríamos? ¿Cuánto pagaría
usted por participar en este mercado de millones de tone‐
ladas de recogida de basuras? Hay que darle la vuelta al
concepto del Estado de Bienestar y crear una oportunidad
de negocio que permita externalizar aquellas partidas que
engrosan o amenazan con disparar el gasto público pre‐
sente o futuro.
Las empresas fabrican productos que poseen una vida
estimada. Una vez la vida del producto consumido se
agota, el producto se convierte en un residuo. El proceso
de fijación de precios actual no tiene en cuenta el coste de
la retirada y aprovechamiento del residuo. Con el sistema
actual estamos ignorando el origen del problema y alimen‐

359
tando una burbuja de contaminación cuyo coste no está
apropiadamente aprovisionado. Simultáneamente el gasto
público tanto presente como futuro se esta incremen‐
tando por lo que los ciudadanos se ven obligados a pagar
más impuestos hoy y todavía más en el futuro.
El Estado debe de crear un mercado de los residuos (re‐
cogida) y uno de la contaminación (reciclado, transforma‐
ción y reaprovechamiento). Los agentes autorizados para
operar en el mercado de los residuos han de llevar a cabo
las labores de recogida. Mientras que los autorizados para
operar en el mercado de la contaminación han de llevar a
cabo el reciclado de los residuos.
Ninguna compañía puede realizar su función sin ventas
que le generen ingresos con los que pagar sus costes y re‐
tribuir su capital. Los Estados han de otorgar a estas com‐
pañías operadoras de los mercados de la utilidad social la
facultad de facturar sus ventas de forma obligatoria. Una
compañía que genera residuos y contaminación podrá de‐
cidir libremente desatender sus residuos, recogerlos ella
misma o elegir contratar directamente el servicio de repa‐
ración de la pérdida de utilidad social generada por la fa‐
bricación y venta de sus productos. Si elige no hacerlo, en‐
tonces el Estado deberá de pagar el coste de esos servicios
y para poder pagarlos, recaudará un impuesto basado en
los residuos generados por aquellas compañías que no
hacen uso del mercado creado para tal efecto. De este
modo podremos empezar a diferenciar qué empresas se
preocupan de la pérdida de utilidad social y desde hace
cuánto, de aquellas que operan despreocupadas gene‐
rando pérdida de utilidad social.

360
‐ El Mercado de los Residuos reflejará el coste de la re‐
tirada de los residuos. Las compañías operadoras factu‐
rarán sus servicios a los canales de distribución (que
dispersaron esos productos en primer término) o al
Estado que tendrá que hacerse cargo de la irresponsa‐
bilidad de las empresas que elijan no hacerse cargo.
‐ El Mercado de la Contaminación reflejará el coste del
reciclado de un producto obsoleto en una materia que
sea no dañina para el entorno y reutilizable por el hom‐
bre. Las compañías operadoras facturarán sus servicios
a los fabricantes que produjeron estos componentes en
primer término o al Estado que tendrá que ocuparse de
la irresponsabilidad de las empresas que elijan no ha‐
cerse cargo.
La empresa que no desee contratar en este mercado la
recogida y tratamiento de sus residuos, entonces está de‐
liberadamente dejando esa tarea al Estado que tiene que
garantizar el bien común. El Estado tendrá que recaudar
para poder hacer frente a las facturas que le presentan los
operadores del mercado. La recaudación deberá realizarse
sobre la deliberada irresponsabilidad de las compañías
que eligen no hacerse cargo de las consecuencias de su ac‐
tividad y que por tanto sufrirán una carga fiscal mayor.
La pérdida de utilidad social generada es independiente
de si la empresa consigue o no ser rentable. Desde la venta
de su primer producto, la empresa que no se encarga de
sus propios residuos está generando un gasto público pre‐
sente o futuro. La mayor carga fiscal que deben soportar
estas empresas no involucradas deberá de gravarse sobre
sus ventas (mayor impuesto sobre ventas). La carga fiscal
sobre sus beneficios también ha de ser mayor que la gra‐

361
vada sobre las compañías que si eligen operar directa‐
mente en este mercado. Al fin y al cabo, la empresa que se
desentiende está realizando un menor esfuerzo para con‐
seguir su plusvalía mientras deja más problemas pendien‐
tes de resolver por el Estado en el futuro.
El gravamen superior aplicado sobre las ventas y los be‐
neficios de las empresas despreocupadas supondrá un in‐
centivo para todas aquellas empresas que vean en este
gran reto una oportunidad para obtener una ventaja com‐
petitiva (menor carga fiscal que abarata comparativa‐
mente el precio de sus productos y que mejora el rendi‐
miento a sus accionistas). El Estado ha de preocuparse de
que todas las funciones necesarias para preservar la
Utilidad Social son rentables como para asegurar que un
sector de la economía (un sector de la población) desea
encargarse de él. Esta misión supone la reconciliación de la
esencia del Estado. El Estado somos todos, por lo que si el
Estado hace algo es porque alguno de nosotros acomete
esa tarea. Para que alguien quiera acometer esa tarea
debe de ser interesante para su modo de vida. Esta recon‐
ciliación es necesaria para re‐equilibrar la disociación ac‐
tual en la que el Estado se ha convertido en una tercera
persona que sirve a la población. El Estado debe de volver
a entenderse como la comunidad de población en si
misma, tal y como ocurría en la tribu.
Debemos pensar metabólicamente como lo hace por
ejemplo la vida orgánica del cuerpo humano. El cuerpo hu‐
mano en si acomete todas las funciones de mantenimiento
del organismo para mantenerlo con vida y sin embargo no
realiza ninguna en primera persona. Si es necesario depu‐
rar la sangre del cuerpo humano, el cuerpo esta diseñado

362
para crear las condiciones necesarias que permiten que
una vida orgánica inferior consiga su objetivo vital encar‐
gándose de esa tarea. Si creamos un Estado capitalista en‐
tonces el Estado debe asegurarse que es interesante para
un capitalista encargarse de todas las funciones necesarias
para la supervivencia del Estado. El objetivo debe ser con‐
seguir un capitalismo funcional capaz de crear oportunida‐
des de negocio para aquellos que mejor colaboran en la
consecución de los objetivos sociales de la comunidad de
población (del Estado).
Incluso si creamos estos dos nuevos mercados, por muy
eficiente que el comportamiento de nuestros ciudadanos y
empresas pueda llegar a ser, siempre existirán riesgos de
contaminación impredecibles o todavía no cuantificables.
El Estado (la unión de todos nosotros) es el garante último
que resolverá esa pérdida de utilidad social imprevista o
hasta ese momento no detectada. Vemos entonces como
la aplicación de políticas fiscales “funcionalistas” plantea el
reto de comenzar a compartir la responsabilidad de la pre‐
servación de la utilidad social con el sector corporativo.
Este será precisamente el fundamento del criterio que se
empleará por los gobiernos para determinar cómo de gra‐
vosa debería de ser la carga fiscal adicional a aplicar sobre
las compañías y sus ventas que decidan libremente seguir
actuando fuera del mercado de los residuos y la contami‐
nación:
‐ Si ninguna compañía decide por voluntad propia acu‐
dir al mercado de residuos (situación actual), entonces
la sociedad está dejando el cien por cien de esta res‐
ponsabilidad en el Estado. Ni siquiera los residuos más
sencillos de ser recuperados están siendo deliberada‐
mente atendidos por los que los generan. Como el

363
Estado somos todos, el Estado debe de incentivar enér‐
gicamente a que algún miembro de la sociedad se haga
cargo de al menos parte de los residuos a través de un
gravamen adicional fuerte, para así conferir una ventaja
competitiva considerable a aquellos que decidan contri‐
buir a la preservación de la utilidad social. En este caso,
el impuesto que se grave sobre las compañías que no
operan en el mercado de los residuos y la contaminación
debe de ser alto y debe de incrementarse todos los años
hasta que algunas empresas pioneras decidan empezar a
involucrarse en esta desatendida tarea.
‐ Como hemos visto a lo largo de este libro, el Estado
debe de reducir la voluntad que confiere a su diseño or‐
gánico. Los gobiernos no deben de caer en la tentación
“electoralista” de estipular este tipo de impuesto sólo a
las grandes corporaciones, sino a todas las que estén ge‐
nerando residuos futuros. Es posible que algunas empre‐
sas más pequeñas inicialmente tengan menos capacidad
de responsabilizarse de sus propios residuos, sin em‐
bargo, como ahora la situación es límite y el 100% de los
residuos es responsabilidad del Estado, el incentivo ha de
ser fuerte, y el gravamen adicional por mantenerse fuera
del mercado de residuos debe de ser grande. Según el
volumen de residuos tratado directamente en el mer‐
cado de residuos entre las compañías y los operadores
vaya creciendo, el Estado irá responsabilizándose cada
vez de menos cantidad de residuos y de casos más remo‐
tos o poco previsibles. Según el volumen de residuos pa‐
gados por el Estado se reduzca drásticamente será
cuando el gravamen adicional se reducirá para aquellas
pequeñas empresas que no puedan hacerse cargo tan

364
fácilmente de su responsabilidad. Si la medida no es
universal, no será ni metabólica ni efectiva.
La gestión de los residuos corresponde a una fase avan‐
zada en el proceso de creación de valor de la empresa (fase
de senectud del producto). Una compañía que activamente
consigue encargarse del tratamiento de sus residuos y con‐
taminación debe de ser capaz de ganar una exención tem‐
poral sobre la venta de sus nuevos productos que se en‐
cuentran muy al inicio de su curva de experiencia. Esta me‐
dida permitirá que sean las empresas más concienciadas las
que ganen una ventaja competitiva también a la hora de in‐
novar, asegurando que la innovación tanto en productos
como en diseño organizacional sigue incentivando activa‐
mente un factor evolutivo. Las ventas de un producto pro‐
totipo o experimental no suelen ser muy cuantiosas, quizás
sean contaminantes pero son necesarias para explorar nue‐
vas posibilidades. Si bien un producto innovador de una
empresa responsable puede ganarse una excepción en su
impuesto sobre la contaminación, lo que nunca deberá de
ser premiado es con un exención del coste de “recolec‐
tarlo” una vez se convierta en residuo.
Hasta el momento, hemos obviado tanto el proceso de
la utilidad social que las capacidades sensoriales de nues‐
tros sistemas fiscales no están correctamente dirigidos
para percibir la información necesaria para implementar
este nuevo orden fiscal64. Por ello, la primera implementa‐
ción de este mercado será algo ruda y tosca. Los organis‐
64 En la actualidad, la Hacienda Pública tiene sensores para identificar hechos
imponibles que no alteran el Gasto Público. Por ejemplo, un ciudadano que
gana 1€ en un depósito monetario. Sin embargo, no posee sensores para iden‐
tificar hechos que si disparan el gasto público, como por ejemplo, una em‐
presa que genera cien toneladas de basura.

365
mos reguladores de los nuevos mercados de la utilidad so‐
cial deberán de dar prioridad a la construcción de un sis‐
tema de información que permita la mejora de su funcio‐
namiento. Llevará un tiempo establecer los mecanismos
de recogida de datos, pero los Estados deben de anunciar
ahora los fundamentos de estos mercados e irlos introdu‐
ciendo poco a poco para que el sector privado pueda ir re‐
accionando. Esta introducción paulatina ayudará a incenti‐
var la inversión de capital desde ya, puesto que aquella
empresa que ignore el nuevo sistema fiscal terminará te‐
niendo una desventaja competitiva frente a su competen‐
cia cuando el sistema esté operativamente avanzado.
Ejemplo:
Bajo el nuevo sistema, una gran superficie que distri‐
buye alimentos y bienes de consumo podrá elegir que sus
ventas y beneficios sean paulatinamente gravados más se‐
veramente por no contemplar en su modelo de negocio la
recuperación de los residuos que su proceso productivo
distribuye entre nuestra sociedad y medio ambiente. De
ser así, el Estado recaudará un impuesto que cada año será
mayor con el que aprovisionar los gastos futuros de reco‐
gida de residuos y abonará a las empresas operadoras el
coste de los servicios realizados sobre la recogida residuos.
Alternativamente, tanto la gran superficie como las
ventas que allí se realizan, podrán disfrutar de un tipo fis‐
cal mucho menor si la empresa decide abonar directa‐
mente los costes de la recuperación de sus residuos a uno
de los operadores del mercado de los residuos. Esto su‐
pondrá un incentivo para que la empresa innove y trate de
reducir la cantidad de residuos que distribuye y por lo
tanto la factura que terminará pagando al operador que

366
haya elegido. Inmediatamente aparecerían medidas como
fomentar el envase reutilizable, eligir marcas que empa‐
queten con mayor sensibilidad medioambiental o propor‐
cionar incentivos para que los consumidores retornen los
envases utilizados. La incorporación de este mecanismo
desataría una oleada de innovación e inversión de capital
que incrementarían la utilidad social y relanzarían el ciclo
económico.
Algunos lectores estarán pensando que este nuevo sis‐
tema fiscal desatará un aumento de la factura de la reco‐
gida y tratamiento de residuos que antes pagaba el Estado
directamente con los impuestos de todos. Algunas empre‐
sas podrían pensar que es injustamente incómodo. Bien,
todos los que opinen así, en realidad quieren decir que
piensan que esta es una oportunidad de oro para las em‐
presas de recogidas y tratamiento de basuras. Entonces
deben comprar acciones de alguno de las compañías que
adquieran una licencia para operar en este mercado. Esta
es precisamente la belleza de este “New Deal” que para
continuar con la tradición de las “R”s podríamos bautizarlo
como “The Real Deal”. Ha llegado la hora de identificar a
los agentes que “R”ealmente originan la pérdida de
Utilidad Social y hacer económicamente interesantes los
mecanismos de preservación de la misma.

Mercado de la Innovación Industrial


Imagínese cuanta más innovación se produciría si nos
dijeran que dentro de tres años las empresas que no des‐
tinen beneficios a la innovación va a soportar tipos fiscales
por beneficios y sobre sus ventas más elevados que las que
si lo hacen. Todas las empresas que poseen un modelo de

367
negocio excesivamente especializado en una pequeña
parte de la cadena de creación de valor estarán amenaza‐
das con ser asignadas una desventaja competitiva a no ser
que decidan operar en el mercado de la innovación. Las
empresas con modelos de negocio muy cortos (empresas
distribuidoras o ensambladoras) que basan su rentabilidad
en la rápida rotación de su ventas obtienen beneficios a
corto plazo muy interesantes pero son altamente depen‐
dientes de que el ciclo económico siga en fase expansiva y
sin embargo su falta de inversión en innovación no contri‐
buye a relanzar el ciclo del consumo en el futuro. Los be‐
neficios y ventas de estas empresas deben de perder su ca‐
rácter cortoplacista para poder disfrutar del mismo tipo
fiscal que una empresa sensible a la ganancia de utilidad
social que produce la inversión en innovación.
¿Cómo se articularía este mercado? Las empresas inno‐
vadoras realizan en su propia empresa sus inversiones en
I+d+i. Al final de cada ejercicio económico, pagarán im‐
puestos en función de cómo de grandes sean esas inversio‐
nes con respecto a las que han realizado el resto de empre‐
sas del sector. Las empresas NO innovadoras podrán deci‐
dir soportar tipos impositivos más elevados o acudir al
mercado de la innovación. En éste mercado una empresa
operadora funcionaría como una entidad financiera que
concede préstamos para proyectos innovadores. La vía de
financiación de estas empresas operadoras será la recep‐
ción de depósitos a plazo provenientes de los beneficios
de empresas no innovadoras que voluntariamente “depo‐
siten” en ellas una parte de sus beneficios renunciando a
cualquier rentabilidad (renunciando al coste del dinero).
Con estos fondos “sin coste” estas empresas operadoras
del mercado de la innovación podrán aprovisionar un

368
fondo que asegure su solvencia (tal y como hace cualquier
banco) y con el resto proporcionar préstamos baratos para
la financiación de proyectos de investigación cobrando por
ellos sólo el diferencial de crédito en función del riesgo de
la compañía65.
El ciclo económico sólo es capaz de expandirse cuando
existen nuevos productos que mejoran la utilidad del con‐
sumidor que los consume y para ello se necesita innova‐
ción. El consumo basado en modas o burbujas es capaz de
generar plusvalías a corto plazo pero a largo plazo extrae
renta del consumidor sin aprovisionar fondos para que en
el futuro siga habiendo mejoras en los productos y servi‐
cios que nos permiten mantener la evolución de nuestro
estilo de vida actual.
La empresa que elija no participar en el aprovisiona‐
miento de fondos para que el ciclo económico mantenga
un nivel adecuado de inversión en innovación y desarrollo
está dejando esa responsabilidad al Estado. El Estado con‐
secuentemente les debe de cobrar un impuesto más alto
sobre sus ventas y beneficios para asegurarse que posee
fondos para financiar y dar subsidios a la innovación. El au‐
mento de estos impuestos debe de ser por lo tanto una
función del precio del dinero. Si el Estado va a otorgar
préstamos a las empresas innovadoras a 5 años, entonces
el gravamen superior que deben de pagar las empresas
que no operan en este mercado ha de ser al menos equi‐
valente al coste actual del precio del dinero para los próxi‐
mos 5 años más un impuesto adicional sobre sus ventas
65 Un préstamo o crédito bancario ordinario retribuye por un lado el capital al
precio de su coste en el mercado interbancario (en Europa el Euribor) y por
otro lado un diferencial adicional que cobra la entidad financiera que lo otorga
en función de la solvencia y probabilidad de solvencia futura del deudor.

369
que motive que la empresa en el futuro elija aprovisionar
la inversión en innovación en el sistema de forma directa.
De este modo, cuando el precio del dinero es elevado por‐
que la economía esta sobrecalentándose, el incentivo por
realizar innovación “en casa” (dentro de la propia compa‐
ñía) será elevadísimo, puesto que de no realizarse, el gra‐
vamen fiscal adicional o el coste de operar en el mercado
de la innovación también será más elevado (ya que el gra‐
vamen adicional esta basado en el coste del dinero que
como hemos dicho en un momento de calentamiento se
encuentra alto). Esta calibración es extremadamente rele‐
vante para conseguir eliminar el apalancamiento actual.
Una empresa puede ganar mucho dinero con una moda,
pero si no reinvierte ese dinero en la inversión directa en
innovación, la empresa acabará pagando gran parte de ese
beneficio en impuestos. Este es el mecanismo que impe‐
dirá nuevas burbujas por modas como fue por ejemplo la
burbuja inmobiliaria.
Con esta organización del mercado que permitirá a las
empresas operadoras ganar dinero captando fondos de
nuestras economías excesivamente orientadas al consumo
continuo y reiterado, ¿cuánto pagaría usted por poseer
una licencia para operar en este mercado?
No podemos olvidar que existen dos tipos de innova‐
ción. La innovación revolucionaria es el motor que relanza
el ciclo económico desde su origen. Como vimos en la sin‐
cronización del proceso de la Utilidad Social con el proceso
de creación de valor en la empresa, la innovación (Fase de
Gestación e Infancia Productiva) equivale a la Fase de la
Fiesta por lo que ésta es la tarea desempeñada por las em‐
presas que más se debe de fomentar. También sabemos

370
que el lanzamiento de un nuevo producto (Fase de Paso de
la Infancia a la Adolescencia Productiva) que emplea esta
innovación constituye la Fase de Euforia en el proceso de
la Utilidad Social, así que para asegurarnos que no llega‐
mos a una situación radicalizada (que la fase de innovación
se cierra) deberemos de monitorizar el número de nuevos
productos innovadores o patentes. La monitorización de la
concesión de patentes nos ayudará a identificar los secto‐
res en los que se está produciendo innovación revolucio‐
naria en lugar de versionadora.
Durante nuestro estudio también hemos observado
como existen innovación “versionadora” que las empresas
utilizan para alargar la vida rentable de sus productos (pro‐
ducto vacas de efectivo). La forma más fácil de distinguir la
innovación versionadora de la revolucionaria es que la pri‐
mera, emplea la innovación revolucionaria de un campo
en concreto para añadirla a un producto ya existente, cre‐
ando una nueva versión. Por ejemplo, los faros de tecnolo‐
gía LED son una innovación revolucionaria para el fabri‐
cante de lámparas, pero debe considerarse una innovación
versionadora para el fabricante de automóviles. Sin em‐
bargo, un coche innova empleando sensores existentes en
el mercado para incorporar un sistema automático de pre‐
vención de accidentes es una innovación revolucionaria
para el fabricante de automóviles o de automatismos (el
automóvil avanza hacia la revolución del transporte pri‐
vado de personas sin necesidad de un conductor ya que
éste es sustituido por un automatismo) y sólo versiona‐
dora para el fabricante de sensores.
La innovación es una actividad costosa y una empresa
incierta. Por ello, gran cantidad de empresas tratan de re‐

371
ducirla y aprovechar la innovación ajena para copiar pro‐
ductos o lanzar nuevas versiones que les permitan estirar
sus ventas con menos costes. Las empresas que toman esta
ruta están satisfaciendo la demanda de los consumidores
sin aprovisionar la suficiente inversión en innovación. Esta
situación provocará una crisis de demanda futura ya que la
demanda para los productos conocidos habrá sido satisfe‐
cha pero no se contará con un nuevo e innovador producto
que mejore drásticamente la utilidad obtenida por el con‐
sumidor y por tanto vuelva a estimular la demanda (como
ha ocurrido en la industria del automóvil).
Los Estados deben de crear un mercado de la innova‐
ción que recoja información sobre quién y cuánto está
contribuyendo al relanzamiento del ciclo de crecimiento
una vez se haya satisfecho la demanda por los productos
actuales.
El Estado debe de empezar a monitorizar las partidas de
gastos en investigación, desarrollo e innovación que se re‐
aliza en cada compañía. Para ello debe de otorgar licencias
a operadores de la provisión de la inversión en I+D+i. Estos
operadores servirán de vehículo entre las empresas que
producen beneficios pero no reinvierten en el futuro de su
sector y las empresas innovadoras que están invirtiendo en
los fundamentales a largo plazo de su sector económico.
Cuando una empresa deja de invertir en I+D+i está au‐
mentando sus beneficios puesto que reduce sus gastos. A
corto plazo puede parecer una empresa más rentable a
costa de restar fundamentos futuros a ese sector de la ac‐
tividad económica. Para contrarrestar esta contraprodu‐
cente actitud cortoplacista, las empresas que generan be‐
neficios a corto plazo con modelos de negocio de dimen‐

372
sión poco profunda (por ejemplo el broker, el distribuidor
o el ensamblador) y no invierten en I+D propia o a través
del mercado de la innovación, están dejando la responsa‐
bilidad de relanzar el ciclo económico al Estado. Por ello,
deberán de pagar más impuestos sobre beneficios y sus
transacciones deberán ser gravadas con un mayor im‐
puesto sobre ventas. Las compañías podrán utilizar los
operadores del mercado de la innovación para “aparcar”
en el tiempo una parte de sus beneficios fomentando la in‐
novación. Una empresa también podrá realizar una inver‐
sión estratégica si así lo prefiere concediendo un préstamo
directamente a aquellas empresas innovadoras cuyos sec‐
tores o actividades les resulte más interesante para su pro‐
pia actividad involucrándose en primera persona en la re‐
ducción de su carga fiscal. Las empresas operadoras del
mercado de la innovación deberán de otorgar un certifi‐
cado de que dicho proyecto es efectivamente un proyecto
de innovación revolucionaria, por lo que cobrarán una co‐
misión por el estudio, análisis y auditoría del proyecto y
quedarán legalmente vinculadas a las responsabilidades
derivadas de la falta de veracidad en el proyecto.
Generalmente, un inversor invierte su dinero con la es‐
peranza de recibir una rentabilidad. En contrate, esta si‐
tuación aquí descrita es la contraria. Este mercado afectará
a las empresas que poseen beneficios pero no son inverso‐
ras en su propio sector (o lo son por debajo del nivel de sus
competidores). Para solucionarlo, deberán de realizar in‐
versiones cuyo retorno en lugar de ser un tipo de interés,
será una rebaja fiscal. Gracias a esta configuración del mer‐
cado de la innovación, las empresas innovadoras recibirán
créditos blandos por parte de los operadores del mercado
de la innovación. Los operadores que compren una licen‐

373
cia para este sector, deberán de actuar como bancos finan‐
ciadores de la actividad innovadora del siguiente modo.
Financiándose al 0% con beneficios de empresas no inno‐
vadoras, serán capaces de ofrecer préstamos que no nece‐
sitan remunerar el precio del dinero. Esta configuración
del mercado de la innovación generaría operadores banca‐
rios que guardan un capital para aprovisionar reservas
contra el riesgo de quiebra de una empresa innovadora
pero que sin embargo no retribuyen el dinero a su precio
puesto que lo obtienen gratuitamente de aquellas empre‐
sas que no reinvierten en innovación lo suficiente en com‐
paración con el resto del universo de empresas.
Una vez más, la creación de este tipo de mercado nos
proporcionará la suficiente información para poder reali‐
zar un ajuste de la política fiscal flexible. Como ya hemos
visto, el impuesto sobre beneficios adicional a pagar de‐
penderá del precio oficial del dinero. El gravamen adicio‐
nal sobre las ventas de los productos de compañías no in‐
volucradas en este sector deberá depender del comporta‐
miento relativo e histórico del universo de empresas.
Todas las empresas que tengan un ratio muy bajo de
Inversión vs. Resultados económicos deberían de ver su
impuesto sobre ventas subir a no ser que inviertan en in‐
novación u operen en el mercado de la innovación para lu‐
char contra esta desventaja competitiva. Una vez posea‐
mos estos datos y seamos capaces de tabularlos, se podrá
premiar a aquellos sectores de la economía que mantie‐
nen una sólida inversión en los fundamentales de su sec‐
tor. Un sector que respalda sólidamente la innovación,
podrá disfrutar de tipos fiscales e impuestos sobre ventas
menores independientemente de si se trata de inversiones

374
propias o de inversiones fiscales en el mercado de la inno‐
vación.
Existen muchísimos ejemplos sobre cómo esta configu‐
ración ayudaría a evitar una crisis como la actual. Por
poner uno muy obvio, la burbuja inmobiliaria se podría
haber evitado fácilmente con este tipo de ajustes. El sector
inmobiliario ha vivido un alza en los márgenes comerciales
desde la materia prima en los materiales y el suelo, hasta
los márgenes comerciales de fontaneros, contratas y pro‐
motores. Una correcta tabulación de los datos habría per‐
cibido que este sector de la economía crecía en resultados
sin realmente proporcionar avances tecnológicos ni en la
construcción ni en la recuperación de escombro. La
Hacienda Pública debería de haber atacado está burbuja
de plusvalías a través de una subida del impuesto sobre
beneficios y gravando la vivienda con un IVA más caro que
obligara a los constructores a mantener sus márgenes co‐
merciales estables si no querían obtener una desventaja
competitiva clara frente a los productos con márgenes ra‐
zonables. En lugar de ello, la compra de viviendas estaba
fiscalmente esponsorizada por la mayoría de gobiernos en
base a políticas electoralistas.

Mercado del Desarrollo de Servicios y Garantías


Sociales
Si el Estado (la comunidad de población) de un país
acuerda que debería de haber una cobertura o garantía
social universal para sus ciudadanos, entonces el Estado
debe de asegurarse que los proveedores de los servicios
necesarios para dar respaldo a esa cobertura o garantía
poseen un estilo de vida viable (rentable) para hacerlo.

375
Ahora bien, también deben de asegurarse que los servicios
y garantías llegan a todos los ciudadanos. Hasta ahora, el
Estado ha ido asumiendo en primera persona las funciones
y tareas que el electorado ha delegado en ellos. Mientras,
las compañías privadas han sido libres de ofrecer los servi‐
cios que han estimado oportunos a los clientes que más les
interesan compitiendo o no con los servicios estatales.
Debemos volver a dar significado a la máxima “El Estado
somos todos”. Si el Estado garantiza algo no debe de ser
porque lo haga en primera persona, de ser así, el ciuda‐
dano se relacionaría con el Estado como si se tratase de un
tercero. Si el Estado acuerda una garantía, éste ha de en‐
cargarse de que exista un modo de vida rentable para que
algunos de sus individuos se organicen para proporcio‐
narla al resto de ciudadanos, pero también ha de asegu‐
rarse de que el comportamiento de los proveedores
atiende a las necesidades de todos los ciudadanos.
Anteriormente en este libro he utilizado el ejemplo de
los seguros de automóvil que son de contratación obliga‐
toria para todo el mundo que posee un coche. En muchos
países estos seguros destinan una parte de la prima pa‐
gada a un fondo de compensación para cubrir la responsa‐
bilidad que se pueda generar en accidentes en los que un
conductor conduce ilegalmente sin estar asegurado. Como
el fraude en este sentido es bajo y la mayoría de conduc‐
tores poseen un seguro de responsabilidad civil para su ve‐
hículo, la contribución a este fondo de garantía por parte
de los usuarios “legales” es relativamente baja y el fondo
consigue atender todos los casos de los conductores “ile‐
gales”. Debemos de utilizar este tipo de mecanismos para
los seguros y garantías sociales. Una compañía de seguros
de automóvil que decide, por ejemplo, tener una clientela

376
objetivo de mujeres de entre 30 y 40 años con coches de
baja potencia (uno de los perfiles de conductor de menor
riesgo) y ningún otro tipo de cliente, tiene toda la libertad
para hacerlo, pero le esta quitando la clientela más renta‐
ble a aquellas compañías que si están dispuestas a aceptar
el reto de asegurar a todo tipo de conductores incluidos
los de alto riesgo (por ejemplo un varón de 25 años con un
automóvil de elevada potencia). Al extraer los clientes de
menor riesgo, cubrir al resto de asegurados es más caro
para el resto de la población. Si todas las compañías de se‐
guro (como libres que son) optaran por la opción de sólo
asegurar a los clientes de bajo riesgo, al final a pesar de
que la ley establece que todo el mundo ha de asegurar su
vehículo, en la práctica sólo lo conseguirían hacer las mu‐
jeres de entre 30 y 40 años. La contribución que tendrían
que hacer estos asegurados al fondo de compensación
para cubrir el caso de los conductores que circulan sin se‐
guro (todo el resto de conductores) debería de aumentar
enormemente para ser capaces de absorber la gran canti‐
dad de casos no asegurados.
Bajo esta filosofía el Estado ha de premiar a aquellas
compañías que asuman el reto de ofrecer una garantía so‐
cial universal (que cubre al grueso de la población a un
precio similar). Si la población de un país decide que el ac‐
ceso a los servicios médicos debe de ser universal, enton‐
ces el Estado ha de relacionarse con las compañías de ser‐
vicios médicos para asegurarse que el servicio se propor‐
ciona de tal forma que llega a todos los ciudadanos y que
existe suficiente inversión en I+D+i. Cuántas menos garan‐
tías y servicios proporcionen las compañías privadas a la
población, éstas están generando más trabajo al Estado
que tendrá que organizar la cobertura para la población o

377
tipos de siniestros no cubiertos. Por el contrario, cuánta
más gente sea cubierta por la iniciativa privada, menos es
el número de casos no cubiertos y por lo tanto es más sen‐
cillo para el Estado acometer su función de garante.
La sociedad que acuerda una garantía social debe de
acordar también su obligación al pago de la misma. Aque‐
llas compañías que ofrezcan mayor universalidad en su
servicio deben de ser recompensadas con un impuesto
sobre beneficios y sobre ventas menor (incluso cero ya que
están realizando una labor social de gran valor). Por el con‐
trario, si ninguna empresa desea abordar el reto del servi‐
cio universal y son selectivas en los servicios, garantías y
usuarios que desean cubrir, entonces son empresas que
dejan mucho trabajo por hacer a cuenta del Estado. No
sólo no aceptan el reto social si no que además extraen del
universo a los usuarios más “rentables” (los más fáciles de
cubrir y atender o los que podrían permitirse pagar más).
Los impuestos en este sector deben de aumentar para fi‐
nanciar la cobertura de grandes masas de población e in‐
crementar la ventaja competitiva que alcanzarían esas
compañías si decidieran lanzarse a colaborar con el Estado
en el alcance de los objetivos sociales que han marcado los
ciudadanos del país.
Mi opinión particular con respecto al debate sobre la
universalidad o no de la asistencia sanitaria se inspira en el
ejemplo del cuerpo humano. Todos los ciudadanos somos
iguales puesto que pertenecemos al mismo conjunto. Una
civilización sólo puede ser fuerte si protege la unidad. Al
igual que nuestro sistema inmunológico protege todas
nuestras células para evitar que surjan puntos débiles que
pongan en peligro la salud de la civilización mayor. La uni‐
versalidad de la asistencia sanitaria es un objetivo que

378
aporta Utilidad Social (ello no implica que necesariamente
tenga que ser gratuito o que su coste se tenga que diluir en
una recaudación sobre una actividad que no afecta a la sa‐
nidad pública). Según la civilización humana continúa con
su presión colonizadora sobre nuestro planeta, el papel de
la asistencia sanitaria va a ser cada vez más relevante. Los
peligros para la especie humana son cada vez mayores. Por
ello, es crítico que abramos el debate para conseguir un
sistema sanitario que consiga aunar la ambición de la ini‐
ciativa privada con la utilidad social de la necesidad de una
sanidad para nuestra civilización.
En la actualidad los estados están asumiendo grandes
costes de seguridad social mientras que las empresas pri‐
vadas seleccionan los usuarios y garantías que desean pro‐
porcionar. Lo realmente útil para una sociedad es una em‐
presa que desee proporcionar servicios sanitarios univer‐
sales, no selectivamente en aquellos servicios o usuarios
que más rentables le son. Por ello, si ninguna empresa
ofrece un seguro universal a precio único, el estado debe
de elevar los impuestos a todas aquellas compañías que
carezcan de este tipo de póliza para animar a que ello ocu‐
rra. El objetivo del Estado no debe de ser ofrecer en pri‐
mera persona los servicios sanitarios, sino que debe de
proporcionar las condiciones para que el mercado fun‐
cione de una forma socialmente útil y económicamente in‐
teresante para el proveedor de los servicios.
Por ejemplo, la asistencia sanitaria podría organizarse
del siguiente modo. Todo trabajador, pensionista o recep‐
tor de subsidios que desee tener una cobertura médica
para cubrir sus necesidades sanitarias y las de sus depen‐
dientes podría elegir un plan de pago mensual ya sea pri‐

379
vado o público. Si por el contrario, no desea poseer cober‐
tura médica, puede elegir abonar sus servicios médicos
cuando se producen en el establecimiento al que acudan,
ya sea público o privado. Finalmente los desempleados
que superen el período de subsidio siempre podrán acudir
al sector privado para comprar una póliza privada, o una
póliza privada universal (al precio medio pagado por los
clientes de la aseguradora) o si así lo desean pagar las fac‐
turas por los servicios que tengan que recibir. De este
modo, todo el mundo es libre de elegir. Los que elijan acu‐
dir al plan público pagarán un precio a modo de porcentaje
sobre su renta anual. Este porcentaje deberá de ser igual
para todos los trabajadores y pensionistas, ya que el plan
público, como garante de último recurso, debe de tener la
ambición de ser universal66. A través de este plan, las au‐
toridades conocerán cuál es el precio expresado en por‐
centaje sobre la renta que es capaz de ofrecer el Estado
para garantizar una asistencia médica universal.
El sector privado, como privado que es, es libre de orga‐
nizar tantos planes o sistemas tarifarios como desee. Al igual
que los ciudadanos, como libres que son, pueden optar por
la opción pública, cualquiera de las opciones privadas o in‐
cluso el pago directo. Ahora bien, las empresas privadas que
acepten el reto de proporcionar una cobertura médica uni‐
versal deberían de ser recompensadas con un impuesto

66 Para los efectos de este libro, una póliza responde al principio de universa‐
lidad cuando está disponible para toda la población, cubre cualquier evento
sin cláusulas restrictivas o las mínimas posibles y es igual de asequible para
todos los usuarios con la excepción de aquellos usuarios que no creen en el
sistema de la provisión solidaria y han elegido el sistema del pago directo. Esta
excepción evita que los usuarios sólo se aseguren cuando son diagnosticados
con una enfermedad grave.

380
sobre las ventas de su cobertura universal y sobre los bene‐
ficios derivados de ellas, muy bajo o incluso nulo.
Con el propósito de ilustrar mejor esta situación, regre‐
semos a los conductores de automóviles. Un conductor
que elige un coche con un consumo de carburante poco
eficiente causa más problemas al resto de la sociedad que
uno que hace lo contrario. Pero además el conductor irres‐
ponsable desincentiva a la industria del automóvil a buscar
una solución más eficiente que consiga el transporte pri‐
vado libre de contaminación. Del mismo modo, un usuario
de un seguro médico que decide pagar única y exclusiva‐
mente sus facturas o su póliza privada está desincenti‐
vando, dificultando y encareciendo que la industria sanita‐
ria sea capaz de lograr ofrecer una cobertura médica uni‐
versal que todo el mundo pueda permitirse. De acuerdo
con el pensamiento del capitalismo, el usuario es libre de
elegir el plan que prefiere, pero si elige uno que entorpece
la consecución de los objetivo sociales (comunes a toda la
población), debería de pagar un impuesto mayor por la
compra de esa póliza privada no universal para contrarres‐
tar su contribución a una mayor pérdida de Utilidad Social.
De igual modo, la compañía privada que facilita la contra‐
tación de pólizas no universales, debería de pagar un
mayor impuesto sobre los beneficios que obtiene de ellas.
Este gravamen adicional deberá ayudar a financiar la
cobertura de los individuos que elijan pagar un porcentaje
de su renta en un plan universal (ya sea público o privado).
Por lo que ahora será posible reducir el precio (en porcen‐
taje sobre renta) pagado por los usuarios de los planes uni‐
versales gracias a la mayor recaudación proveniente del
sector privado no universal. Una compañía privada que

381
consiga ofrecer una póliza con el mismo grado de univer‐
salidad que la estatal a un precio expresado en porcentaje
sobre la renta del usuario deberá de pagar un impuesto
sobre ventas y beneficios menor puesto que esta acep‐
tando el reto de reducir la pérdida de Utilidad Social.
Incluso, si el precio ofrecido por la empresa privada es
menor que el que consigue ofrecer el Estado (antes de la
subvención vía impuestos) entonces no debería de pagar
ningún impuesto ya que está ahorrando costes a la socie‐
dad a través de su excelente gestión.
Según más usuarios decidan contratar pólizas no univer‐
sales, mayor deberá de ser el gravamen adicional sopor‐
tado por esas ventas y beneficios. De ese modo, la rentabi‐
lidad para la compañía será menor ya que los elevados im‐
puestos reducirán la retribución del capital de los accionis‐
tas. El Estado siempre será el garante en aquellos casos de
probabilidad remota en los que las corporaciones son inca‐
paces de ser rentables. Si las empresas de sanidad llegan a
cubrir al 99% de la población y de las enfermedades comu‐
nes bajo un plan universal, entonces, no deberían de pagar
ningún impuesto puesto que han conseguido aunar la am‐
bición capitalista con la preservación de la Utilidad Social.
Los Estados deben de motivar al sector privado para
conseguir que su rol en la prestación de servicios sanitarios
en primera persona sea mínimo. Si lo consiguen, el papel
del Estado podrá evolucionar y convertirse en el garante
de último recurso que ofrece un servicio vanguardista e in‐
novador para el tratamiento de los casos remotos en los
que la iniciativa privada no es capaz todavía de ser renta‐
ble. Las autoridades han de anunciar una subida progre‐
siva de los impuestos sobre servicios sanitarios y sus bene‐

382
ficios a todas aquellas compañías que no elijan proporcio‐
nar un plan universal cotizado en porcentaje sobre la renta
del usuario entre sus productos. Cuántos más usuarios
estén en pólizas privadas no universales, más elevados
deben de ser los impuestos para motivar a que las empre‐
sas incorporen objetivos sociales en sus misiones empre‐
sariales. Según la carga impositiva sea mayor, tanto usua‐
rios como compañías tendrán una mayor motivación para
afrontar el reto de una cobertura médica privada tan uni‐
versal como la pública.

Mercado de la Satisfacción del Cliente


El Estado debe de recaudar fondos con la emisión de li‐
cencias para los operadores del Mercado de la Satisfacción
del Cliente. El estilo de vida de la civilización occidental ha
evolucionado enormemente en los últimos 150 años. La
forma en la que vivimos en la actualidad requiere la exis‐
tencia de grandes empresas e infraestructuras que sean
capaces de realizar las tareas necesarias que mantienen y
evolucionan este nuevo estilo de vida para la humanidad.
A consecuencia de ello, en muchos sectores hemos termi‐
nado con empresas necesariamente grandes que a su vez
suponen un peligro si su gestión es inadecuada. Estas com‐
pañías han utilizado su tamaño para asegurar su posiciona‐
miento en el mercado y luchan por capturar usuarios de la
forma más rígida que les permita la ley. Esta rigidez de sus
mercados y la escasez de operadores colocan a los usua‐
rios en una situación de desventaja en su relación con su
propio proveedor. El usuario en desventaja se ve obligado
a esperar que las autoridades regulen los “agujeros” de la
ley en la actividad empresarial, que se creen métodos de

383
control que ayuden a identificar las incidencias y abusos
que cometen las corporaciones y a asumir costes para la
defensa de sus intereses (pleitos entre un consumidor
“David” y una corporación “Goliat”).
Se imaginan que un consumidor pudiera contratar una
compañía que a cambio del pago de una comisión de ges‐
tión, ésta posee la capacidad legal de reclamar y resolver
las incidencias en los servicios que uno ha contratado y co‐
brar directamente el coste de la reclamación a la compañía
que generó la deficiencia en el servicio. ¿Cuánta inversión
de capital se produciría en la mejora de la satisfacción al
cliente? ¿Cuántos incumplimientos de contrato por parte
de grandes operadores dejarían de existir o al menos se‐
rían abonados por aquellas empresas que fueron deficien‐
tes a la hora de cumplir sus promesas? ¿cuánto pagaría
usted por poseer una licencia de operador del mercado de
la satisfacción del cliente?
Los Estados deben de emitir licencias para los operado‐
res de la satisfacción al cliente. En otras palabras, operado‐
res que a cambio de comprar una licencia gubernamental
tengan derecho a gestionar las incidencias e incumpli‐
miento de los servicios contratados en nombre de los
usuarios afectados. De este modo, si un usuario ve que un
contrato ha sido incumplido o cumplido de forma no satis‐
factoria, éste podrá quejarse como hace en la actualidad y
tratar de encontrar una solución con la empresa provee‐
dora. En el caso de que el consumidor estime oportuno
que no se le ha tratado como se debiera o que la compa‐
ñía no deseara o no consiguiera subsanar el daño, enton‐
ces el usuario podrá acceder al mercado de la Satisfacción
y Atención al Cliente a través de una compañía operadora.

384
La operadora una vez analizada la incidencia, se asegurará
que los derechos del consumidor, los servicios prometidos
y el marco regulador son cumplidos. Actuará de mediador
entre el consumidor y la empresa proveedora (cobrando
una comisión de gestión a la compañía proveedora por no
haber sabido ganarse la confianza de su consumidor en la
gestión de su incidencia), si la operadora considera que la
solución ofrecida por la compañía proveedora no se co‐
rresponde con sus obligaciones contractuales, podrá acu‐
dir a la competencia y facturarle tanto la comisión de ges‐
tión como el gasto del servicio reparador a la compañía
que originalmente causo la incidencia. La compañía prove‐
edora se verá obligada al pago inmediato de estas facturas
de la compañía operadora del mercado de la satisfacción al
cliente. Incluso si no está de acuerdo, primero tendrá que
pagar y luego podrá reclamar o tomar las medidas legales
que considere oportunas.
Al convertir el servicio de atención al cliente en un ne‐
gocio se habrá conseguido garantizar la misma. Un usuario
que sienta que necesita acudir a uno de estos operadores
para que sus derechos sean atendidos está generando una
venta para el operador y un gasto para el proveedor del
servicio. Por ello, el proveedor del servicio querrá resolver
la incidencia a la primera notificación o de lo contrario sus
gastos se multiplicarán. De este modo, el servicio al consu‐
midor queda garantizado en la mayor brevedad de tiempo
y se soluciona el problema del enfrentamiento injusto
entre las empresas “Goliat” y los consumidores “David”.
Este mercado, además de recapitalizar al Estado a tra‐
vés de la emisión de licencias, asegurará que las compa‐
ñías prestan la misma atención a aquellos departamentos

385
que generan ventas como a los que generan gastos. Es na‐
tural que una empresa se centre en aquellas actividades
que mayor satisfacción (ventas) le genera. Por ello, es ne‐
cesario convertir la satisfacción del cliente en un negocio
para conseguir motivar que las inversiones empresariales
no sean asimétricas (concentradas en producir única‐
mente el mayor número de ventas posible). La compañía
que no desee encargarse de la Atención al Cliente siempre
tendrá la opción de externalizarla con la ayuda de uno de
estos operadores. Convirtiendo la Atención al Cliente en
un negocio en si mismo se estimularía tanto la inversión en
capital como en I+D+i.

Mercado de la Implementación Normativa


Los Estados realizan una infinidad de trámites burocrá‐
ticos para asegurarse que las normativas se cumplen. El
Estado tiene que empezar a buscar en el sector corpora‐
tivo el aliado que le permita, con su pericia empresarial,
poseer el control sobre el cumplimiento normativo sin en‐
gordar el tamaño y la carga de trabajo sobre las institucio‐
nes públicas.
Los Estados deben de recapitalizarse a través de la emi‐
sión de licencias que permitan a instituciones privadas la
tramitación de licencias, permisos y tasas. Estas compañías
podrían entrar en competencia con las actuales institucio‐
nes públicas en la prestación de estos servicios. De este
modo, el usuario que así lo desee podría acudir a cual‐
quiera de estas compañías para tramitar sus gestiones con
los organismos públicos o a las ventanillas de las institucio‐
nes públicas si así lo prefiere.

386
De este modo, si estas compañías son más eficientes
que los organismos públicos, serían capaces de ganar di‐
nero en el negocio de la tramitación burocrática y robarles
usuarios a las instituciones públicas. Los procesos y la cali‐
dad del servicio quedarían asegurados por el Mercado de
la Satisfacción del Cliente. Las licencias para operar en este
mercado de la Utilidad Social, al igual que en todos los
demás, serían renovables en función de la calificación ob‐
tenida a través de los datos extraídos del Mercado de la
Satisfacción al Cliente. Con ello, el Estado se asegura que
sólo las empresas que poseen la pericia necesaria para
ofrecer un buen servicio son capaces de conseguir una
cuota de mercado importante. Estas empresas serían ca‐
paces de otorgar licencias y permisos, para lo cual firman
y aseguran que la normativa se ha respetado. Al quedar
vinculadas en su concesión, el Estado consigue en la inicia‐
tiva privada un primer aliado para minimizar el riesgo de
desidia o negligencia en la implementación normativa.
Con este aliado privado, el organismo público podría
concentrarse en luchar contra la corrupción en la imple‐
mentación normativa centrándose en la inspección del
funcionamiento de estás compañías que se arriesgarían a
perder su licencia para operar en este mercado.

Mercado del Riesgo y la Provisión de Fondos


El mercado del riesgo de crédito es uno de los más an‐
tiguos del mundo y su receta ha sido siempre la misma: di‐
versificación y provisión. Los agentes financieros con supe‐
rávit financiero (ahorradores) siempre han tenido varias
opciones al respecto de que hacer con su dinero:

387
‐ Mantener su dinero custodiado,
‐ Invertir directamente en aquellos proyectos que con‐
sideren de futuro (es decir, convertirse en empresa‐
rios/inversores), o
‐ Prestarlo (convertirse en prestamistas) a agentes con
déficit financiero (prestatarios) cuyos planes de futuro
sean lo suficientemente convincentes como para asu‐
mir el riesgo de que quiebren sin devolver el préstamo.
Las primeras dos opciones mantienen el futuro de la ri‐
queza del ahorrador en sus propias manos. Él ahorrador
posee total control sobre cómo se emplea su dinero. Con
respecto a la tercera, el futuro de la riqueza del ahorrador
está en manos del futuro de una tercera persona. Si el aho‐
rrador se equivoca prestando a la persona equivocada,
puede que esa persona le haga perder su dinero. El riesgo
de crédito es por tanto la mayor variable a tener en cuenta
cuando pensamos en esta tercera opción.
Tradicionalmente, ante la imposibilidad de conocer las
pretensiones de cualquier persona que solicitase un prés‐
tamo, los ahorradores solían custodiar sus ahorros o inver‐
tirlos en aquellas actividades o negocios que conocieran
bien. Desde la perspectiva del ahorrador, la tercera opción
(dar un préstamo) no era tan atractiva, ya que si se equivo‐
caba en la selección del prestatario, podría terminar per‐
diendo su dinero. Desde la perspectiva de la sociedad, la
concesión de préstamos también implicaba un problema
adicional. Las personas pueden parecer solventes, pero
cuantos más préstamos existen, también surgirán más
préstamos que no se devuelvan. En un entorno con muchas
obligaciones de pago cruzadas es más difícil saber cuántos
agentes económicos serían capaces de hacer frente a una

388
racha de insolvencias. Si uno de estos préstamos impaga‐
dos afecta a un agente económico que dependía de su de‐
volución para poder hacer frente a sus compromisos, se
puede terminar desencadenando una oleada de impagos.
Como muchos ahorradores consideraron que esta ter‐
cera opción era muy arriesgada, los pocos que se arriesga‐
ron a seguirla se configuraron como lo que tradicional‐
mente se ha conocido como usureros.
Pongamos un ejemplo de cómo funciona el modelo de
negocio del usurero. Un ahorrador que posee diez mil dó‐
lares puede convertirse en usurero y conceder diez présta‐
mos de mil dólares cada uno y un año de duración. Si cobra
un tipo de interés del veinte por ciento anual, cada presta‐
tario le devolverá mil doscientos dólares y el usurero recu‐
perará 12,000 dólares al cabo de un año. De este modo
habrá ganado dos mil dólares. Sin embargo, si uno de sus
prestatarios resulta ser un moroso, recuperará 10,800 dó‐
lares y su ganancia se reducirá a ochocientos dólares. Si
dos de sus prestatarios se convierte en morosos, entonces
sólo recuperará 9,600 dólares por lo que habrá perdido
cuatrocientos dólares. Con este ejemplo vemos como
cuanto más alto sea el tipo de interés y más atomizada sea
la masa de prestatarios, menos dinero pierde el usurero
(ahorrador). Por ello, los usureros eran conocidos por el
cobro de altos tipos de interés. El cobro de intereses tan
elevados al mismo tiempo aumentaba la probabilidad de
impago en el préstamo, puesto que el prestatario tenía
que devolver más fondos lo que desencandenaba un cierto
circulo vicioso a la hora de fijar los precios de los présta‐
mos (tipos de interés).

389
La creación del dinero fiduciario ha sido una pieza bá‐
sica para el desarrollo económico de la era moderna. Gran
cantidad de ahorros se encuentran custodiados porque sus
dueños no desean optar ni por la segunda ni por la tercera
opción. Si la sociedad es capaz de invertir esa gran canti‐
dad de ahorros en proyectos de futuro, sería capaz de con‐
seguir grandes logros con ellos pero sus dueños no desean
prestarlos para no correr el riesgo de perder su dinero67xliii.
De este modo, los bancos se dieron cuenta de la posibi‐
lidad de la creación de dinero fiduciario (cuando prestan el
dinero de sus clientes sin pedirles autorización). El banco
sigue estando obligado a reembolsar los depósitos a sus
dueños cuando éstos lo soliciten, pero como la probabili‐
dad de que todos los ahorradores extraigan su dinero al
mismo tiempo es baja, ellos pueden conceder gran canti‐
dad de préstamos con los ahorros allí depositados.
Un banco es capaz de ganar mucho dinero cuando la
mora es baja. Cuando la mora es moderada, el banco consi‐
gue absorber las pérdidas procedentes de los préstamos im‐
pagados con los beneficios obtenidos de los préstamos que
si pagan. Si los ingresos de los otros préstamos no fueran su‐
ficientes, entonces el banco todavía es capaz de absorber
pérdidas contra su capital. Gracias a esta función, el banco
actúa como colchón frente a la mora, consiguiendo aislar

67 La falta de acceso al crédito posee consecuencias devastadoras para el de‐


sarrollo de una sociedad pobre. El fundador del movimiento a favor de las
micro financiaciones, el premio Nobel Muhammad Yunus ha demostrado
como una de las formas más efectivas para luchar contra la pobreza es la con‐
cesión de microcréditos. Desde 1983, su banco Grameen Bank ha concedido
préstamos a 7.5 millones de personas (casi todas mujeres) por valor de tres
mil millones de dólares y ha conseguido ser un banco solvente, autónomo e
incluso rentable.

390
sus efectos e impidiendo que termine desatando un efecto
de impago en cadena que pararía la circulación del dinero
desde los ahorradores hacia los agentes económicos con ne‐
cesidad de financiación para sus proyectos de futuro.
Cuando un prestatario acude directamente a un ahorra‐
dor/inversor está aumentando la debilidad del sistema
puesto que se pierde la función de absorción sobre la mora
que realiza la entidad financiera. La entidad financiera ma‐
neja un balance muy grande comparado con su capital, por
lo que está obligada a ser cauta para proteger su capital
frente a una masa tan enorme de préstamos en su balance
(un banco debe diversificar su riesgo).
Las ambiciones de dirigentes y gobiernos acostumbran
a venir acompañadas por una gran necesidad de financia‐
ción. Los Estados, sin embargo, no acuden tradicional‐
mente a las entidades financieras. Las entidades financie‐
ras se financian gracias a la confianza de los ahorradores,
así que los Gobiernos decidieron hacer lo mismo y crearon
con la ayuda de los banqueros la figura del bonoxliv. El
bono es un reconocimiento de deuda del Estado. El tene‐
dor del bono recibe el importe principal del bono a su ven‐
cimiento y durante la vida del mismo se embolsa el tipo de
interés (llamado cupón) que se determinó en el momento
de la emisión del bono. Por lo tanto, los ahorradores a tra‐
vés del bono, eran capaces de prestar (tercera opción) sus
ahorros directamente al Estado. El Estado inspira mucha
confianza y este tipo de bonos acostumbran a ser bien re‐
cibidos por los ahorradores.
Una diferencia fundamental entre el bono y el depósito
es que el depósito surgió como respuesta a la necesidad de
custodia de fondos y por lo tanto está garantizado por el

391
depositario independientemente de lo que suceda con los
préstamos que ese depositario otorga a sus clientes. Si el
banco depositario se equivoca en los préstamos que con‐
cede, sigue estando obligado al reembolso de sus depósi‐
tos. El bono es un título (transmisible) sobre un préstamo
concedido al emisor del mismo. Un depositario (un banco)
garantiza los fondos a través de la diversificación de los
préstamos que concede, los criterios de riesgos que aplica
y el cobro de primas a los prestatarios según el riesgo que
representen. El bono es un préstamo concedido a buen fin
para el proyecto de futuro de un único agente económico,
su emisor. Si un emisor, se equivoca en su proyecto de fu‐
turo y es incapaz de devolver su deuda, transmite a los
ahorradores que le prestaron el dinero su morosidad. En
este caso, si los tenedores de bonos no son lo suficiente‐
mente solventes, ellos mismos pueden convertirse en mo‐
rosos al haber perdido sus ahorros, transmitiéndose de
este modo la mora y las pérdidas por todo el sistema.
Cuando un banco se equivoca en el préstamo que ha con‐
cedido y su prestatario se convierte en moroso, el banco
asume esa primera pérdida (con las ganancias procedentes
del resto de préstamos) y los depósitos de los ahorradores
quedan protegidos sin perder un solo céntimo.
El bono fue una gran idea. Un banco generalmente es
poco capaz de asumir un préstamo de grandes dimensio‐
nes precisamente por su necesidad de diversificar y atomi‐
zar el riesgo. Los Estados necesitan cantidades ingentes de
financiación. Con el bono, un banco era capaz de ayudar a
un Estado a conseguir su financiación cobrando una comi‐
sión por ayudarle a encontrar los compradores del bono.
De este modo, el banco gana dinero pero no asume ningún
riesgo si el Estado no puede devolver el dinero recibido a

392
través de la venta de los bonos. Ganar dinero sin arries‐
garlo es el negocio más limpio que existe, así que muchas
entidades financieras se han apuntado a esta moda.
La moda de la emisión de bonos ha llegado a todas par‐
tes. Las grandes corporaciones en muchas ocasiones pue‐
den conseguir mejor precio (un tipo de interés más bajo) si
acuden al mercado de bonos (renta fija privada) que si tie‐
nen que cumplir con los estándares, requisitos y primas de
riesgo que aplican a sus prestatarios las entidades financie‐
ras para poder conceder préstamos importantes (sin dejar
de retribuir el uso de su capital adecuadamente). El pro‐
blema, es que todos estos préstamos que se están origi‐
nando a través de la emisión de bonos, no se están aprovi‐
sionando en ningún sitio. Un banco mantiene reservas
para luchar contra la mora y evitar que alcance su capital,
pero los bonos son prestamos directos entre el tenedor y
el emisor. Tan interesantes han llegado a ser los precios
ofrecidos por los bonos, que muchas compañías a pesar de
ser capaces de utilizar o conseguir fondos propios, prefie‐
ren acudir al mercado de los bonos porque la financiación
que obtienen es más barata que la que sus accionistas les
exigen. El problema es que cuantos más emisores acuden
a pedir financiación directa a los mercados, más se debilita
el sistema, puesto que el riesgo de desatar una oleada de
mora en cadena es mayor. Además, como los bonos atomi‐
zan un préstamo en un gran número de títulos transmisi‐
bles, todo tipo de ahorradores pueden comprarlos. Esta
atomización es otra ventaja para los emisores que consi‐
guen acceder a ahorradores no profesionales y eluden los
requisitos que un banco les exigirían cumplir para prestar‐
les fondos.

393
Como todas las inversiones financieras tributan de for‐
ma muy similar pero el bono supone un ahorro de costes
para los emisores y una comisión sin riesgo para los bancos
(intermediarios), la industria ha apostado fuertemente por
ellos. La industria es libre de optar por la vía de financiación
que prefiera, pero igual que un conductor que contamina
más, genera más problemas para el resto de la sociedad en
el presente y en el futuro (pérdida esperada), cuanta más
deuda se emite sin generar provisiones contra una posible
oleada de mora, más pérdida de Utilidad Social futura (es‐
perada) se está acumulando.
La forma de contener esta “contaminación morosa” es
obligando al aprovisionamiento desde el principio. Las au‐
toridades deben de seguir el crecimiento del mercado de
la deuda en relación al crecimiento de los balances de las
entidades financieras. El bono como herramienta debe de
existir, pero no puede ser equiparada fiscalmente a un de‐
pósito financiero. La civilización no puede contar única y
exclusivamente con un mercado de crédito instrumentali‐
zado en depósitos financieros, ni exclusivamente en
bonos. Si al principio, la mayoría de los recursos se encon‐
traban en depósitos bancarios, el bono fue una herra‐
mienta válida y necesaria para que la sociedad pudiera fi‐
nanciar grandes proyectos (independientemente de si son
o no interesantes para una entidad financiera). La tributa‐
ción de las inversiones en bonos tenía que ser atractiva
para conseguir que algunos ahorradores se decidieran a
prestar sus fondos directamente a los emisores de bonos.
Según los depósitos financieros se han ido desviando hacia
fondos de ahorro (sociedades de inversión) que prestan di‐
rectamente sus ahorros a través de la compra de bonos,
los impuestos sobre la emisión de bonos y el cobro de sus

394
cupones debería de haber ido en aumento para alimentar
un fondo que proveyera al Estado con un nivel de reservas
que permita hacer frente a la futura pérdida de utilidad
(riesgo de oleada de mora). En una situación como la ac‐
tual, los bonistas deberían de pagar impuestos sobre los
rendimientos de sus bonos superiores a los que pagan los
depositantes sobre el interés recibido en sus depósitos en
entidades financieras68.
Las autoridades deben de vigilar el crecimiento de los
mercados de la deuda especialmente cuando se acelera
frente al tamaño de los balances bancarios. Según el mer‐
cado de la deuda sea mayor, la carga tributaria sobre la
emisión de bonos ha de incrementarse para favorecer la
correcta provisión del sistema. La solución de la debilidad
del sistema no pasa por obligar a los bancos a mantenerse
más capitalizados69. La solución consiste en evitar que, a
través de la innovación versionadora (sociedades de aho‐
rro y activos financieros de todos los tipos), el tamaño del
sistema financiero en la sombra (el sistema que no está
aprovisionado frente a la cantidad de riesgo de crédito
otorgada) no llegue a tener un tamaño tal que reduzca la
consistencia de nuestro sistema financiero global. Con el
estallido de la crisis financiera, los bancos se han visto obli‐
gados a expander sus balances puesto que existía una gran
cantidad de riesgo que no había sido convenientemente
aprovisionado dentro de los balances.

68 Este tipo de medida fomentaría la recuperación de la solvencia en las enti‐


dades financieras.
69 La reforma del acuerdo de Basilea II y que dará lugar a Basilea III obligará a
los bancos a aumentar en gran medida su nivel de capitalización.

395
Los impuestos sobre la emisión de deuda también de‐
ben de afectar al propio Estado. Nuestro sistema finan‐
ciero actual está diseñado para facilitar la financiación del
endeudamiento del Estado. Posiblemente este diseño fue
apropiado cuando se creo el sistema. Ahora bien, este di‐
seño ha pasado de facilitar a incentivar el endeudamiento
público. Los Estados se han acostumbrado a solucionar
todos sus problemas con deuda (a cargo del electorado fu‐
turo). El hecho de que el sistema facilite la financiación del
Estado sin importar su comportamiento, contribuye a que
los Estados se endeuden hasta los límites de su solvencia.
Muchos de las soluciones que se ponen de relieve en este
libro podrían haber sido experimentadas y estar ya imple‐
mentadas si los gobiernos hubieran percibido una mayor
resistencia según han ido aumentando su endeudamiento.
El Estado (la comunidad) tiene que esforzarse en conse‐
guir un modelo de organización en el que la cooperación
con los objetivos sociales sea mejor negocio que la plusva‐
lía a corto plazo obtenida de una forma disfuncional. La
proliferación de la emisión de bonos ha permitido un aba‐
ratamiento de los costes de financiación de muchas enti‐
dades y agentes económicos. La pérdida de utilidad social
de ese abaratamiento ha sido que nuestra sociedad no dis‐
pone de provisiones para ser capaz de afrontar un au‐
mento de la mora en el sistema. El acceso directo de las
empresas y agentes económicos a los mercados de la
deuda ha imposibilitado a las entidades financieras com‐
petir en el mercado de los grandes préstamos de manera
tradicional. Un banco no es capaz de asumir un gran riesgo
concentrado en un único prestatario si no es capaz de co‐
brar la suficiente prima de riesgo como para mantener un
buen nivel de provisiones, por lo que la única forma de

396
ganar dinero en este escenario tan competitivo fue el de
cobrar una comisión por ayudar a los emisores a encontrar
compradores de sus bonos. En cuanto un prestatario era lo
suficientemente grande como para tratar de acceder al
mercado de deuda directamente le era más económico ha‐
cerlo que pedir un préstamo tradicional. Además, la enti‐
dad financiera que le ayudaba a hacerlo ganaba una comi‐
sión por colocar los bonos y no asumía ningún riesgo en la
operación. No obstante, esta situación favorable tanto
para el emisor del bono como para la entidad colocadora
del mismo si generaba una gran contaminación: riesgo de
crédito no aprovisionado.
Una organización del sistema de forma “funcionalista”
debería de contemplar gravar la emisión de bonos deven‐
gado al inicio de la operación. La recaudación de este im‐
puesto debería proveer un fondo de recapitalización con‐
tra la mora en el sistema. El tipo impositivo debería de de‐
pender del volumen del mercado de la deuda frente al ta‐
maño de los balances de las entidades financieras. A ma‐
yor tamaño del primero, mayor tipo impositivo. Según el
tipo impositivo aumentara, la competitividad de los prés‐
tamos tradicionales (que si asumen el aprovisionamiento
de reservas contra pérdidas esperadas) aumentaría, ayu‐
dando a contener el crecimiento del mercado de la deuda
y permitiendo a los bancos fijar la prima de riesgo que ne‐
cesitan para funcionar correctamente. No tiene sentido en
un entorno como el actual obligar a las entidades financie‐
ras a aumentar su capitalización. Los prestatarios que son
lo suficientemente grandes, acceden al mercado directa‐
mente a un precio al que un banco no puede competir, cre‐
ando una pérdida de utilidad social (contaminación) en
forma de pérdidas esperadas no aprovisionadas. Mientras,

397
la nueva regulación hacia mayor capitalización de los ban‐
cos, ahoga la rentabilidad del negocio bancario tradicional
(que si aprovisiona las pérdidas esperadas) y encarece los
préstamos de aquellos que no son capaces de acceder al
mercado directamente. La existencia de este nuevo im‐
puesto, devolvería a los bancos competitividad en su nego‐
cio tradicional frente al apalancado (reservas 0%) sistema
financiero en la sombra ayudándoles a recuperar poder de
fijación de precios en la valoración de la prima de riesgo
adecuada para cada prestatario. De manera adicional, el
fondo de capitalización creada con la recaudación del im‐
puesto, sería un vehículo para dotar de fondos la recapita‐
lización bancaria si llegara a ser necesaria (como lo ha sido
en la actualidad). Una vez devuelta la competitividad y la
rentabilidad del negocio bancario tradicional, aumentado
las operaciones correctamente aprovisionadas, entonces
el impuesto podría volver a bajar, abaratando el préstamo
directo en los mercados de la deuda y fomentando una
mayor competitividad en el sector.

El Capitalismo Funcional
El Capitalismo Funcional es el siguiente paso a la actual
realidad radicalizada en la bipolaridad de la Economía de
Mercado (en su identidad más saturada, Capitalismo Puro)
y el Estado de Bienestar (en su identidad más saturada, el
Comunismo). Los Gobiernos y Sociedades no han conse‐
guido extraer las conclusiones necesarias con el tiempo su‐
ficiente para evitar una gran crisis fruto de los errores or‐
ganizacionales que se encuentran en nuestra forma de re‐
caudar impuestos para luego prometer servicios sociales.

398
El Estado está atado de pies y manos. Por un lado, su sis‐
tema de recaudación está ligado a la capacidad de pago de
los sujetos pasivos, y por tanto fuertemente indexado a la
actividad económica. Cada vez que existe una crisis econó‐
mica el Estado se ve obligado a generar las condiciones ne‐
cesarias para que la actividad económica se vuelva a acti‐
var a costa de gasto y deuda pública. Por el otro, el Estado
está siendo abusado por un electorado que vota en fun‐
ción de lo que los políticos les prometen (independiente‐
mente de si son medidas de “derechas” o de “izquierdas”)
lo que también incentiva un aumento del gasto y la deuda
pública.
Ante esta situación, el Estado escucha demasiado las re‐
clamaciones de las empresas (mayor liberalismo) que son
las que generan empleo y actividad económica que se tra‐
ducirá en recaudación de impuestos. Una vez recaudados
esos impuestos, los utilizan para satisfacer a su electorado
y conseguir ser reelegidos en las siguientes elecciones (el
cebo político acostumbra a ser una expansión del Estado
de Bienestar o Gasto Público). Con elecciones cada cuatro
años, no poseen mucho tiempo para distraerse y por ello
su gran preocupación es ser reelegidos.
Mientras que el gobierno está ocupado con estos dos
aspectos, no se da cuenta de que la sociedad se aprovecha
del sistema instaurado continuamente. Las empresas se
despojan o no asumen las partes desagradables o “incó‐
modas” de sus modelos de negocio. El Estado, en lugar de
incentivarles a hacerse cargo de sus “problemas” o a tener
que pagar tributos más altos si se desentienden de ellos;
entra al trapo y va por detrás haciéndose cargo de estos
problemas. Esta estrategia de los gobiernos genera menos

399
enemigos en el corto plazo pero produce una mayor pér‐
dida de Utilidad Social en el futuro. El Estado debe de crear
una relación de “socios” con el sector corporativo. No se
trata de acceder a todo lo que un sector empresarial nece‐
sita para ganar dinero más rápido para así mantener el
nivel de empleo y de recaudación de impuestos a cual‐
quier precio. Esta actitud sólo lleva a que la forma de ge‐
nerar resultados de ese sector corporativo sea cada vez
más disfuncional. Cada vez que la economía es rescatada,
se incentiva que la imprudencia vuelva a producirse. Se
trata de asociarse con el sector corporativo para evitar que
nadie se aproveche del sistema generando más pérdida de
Utilidad Social de la necesaria. La corporación que consiga
no dejar ningún problema sin ser correctamente tratado o
aprovisionado no debería de pagar impuestos ya que está
usando su pericia empresarial para conseguir un sistema
eficaz y eficiente, y por primera vez, funcional.
Los modelos de negocio de las compañías se han redi‐
mensionado a la baja concentrándose en conseguir la plus‐
valía más rápida y fácil. La consecuencia ha sido que ha au‐
mentado el grado de dependencia de cada empresa del
resto de su sector corporativo. En la analogía de la Civiliza‐
ción con un gran ser pluricelular, la Civilización ha tomado
el rumbo hacia la creación de “órganos” que se especiali‐
zan en la satisfacción de distintas necesidades de la socie‐
dad. Además, la globalización ha empezado a reducir el
número de órganos. Quizás antes, la civilización tenía siete
“hígados”, pero, gracias a la globalización, el número de
agentes en cada sector y en cada tramo del modelo de ne‐
gocio se va concentrando. En definitiva, corremos un gran
riesgo de crisis por homogeneización excesiva o por de‐
sincronización de objetivos, y, sin embargo, nuestro sis‐

400
tema neurálgico, nuestro cerebro [el Estado], es el único
órgano que no se especializa y asume todo tipo de activi‐
dades con tal de que sean electoralmente rentables.
El cerebro [el Estado] de nuestra civilización tiene que
limpiar nuestras calles, tratar nuestros residuos, pagar y
administrar la justicia, atender a los menos favorecidos,
diagnosticar, curar a nuestros enfermos, gestionar la polí‐
tica exterior (la voluntad), garantizar las pensiones y reali‐
zar infinidad de trámites burocráticos para asegurarse que
las normativas se cumplen.
En el cuerpo humano, estas funciones se hacen de for‐
ma refleja y las regulan órganos que no tienen voluntad,
sino que viven (son económicamente viables) gracias a la
ejecución de una tarea concreta. El sistema neurálgico sólo
tiene que ocuparse de que no exista una sobreextenuación
en ningún sector que comprometa la supervivencia de la
supraestructura.
En primer lugar, el código fiscal (ingresos públicos) se
tendría que haber orientado hacia la realidad del sistema
de gastos del Estado, la Utilidad Social (la fuente de sus
costes). Para ello, el Estado necesita un sistema nervioso
que reciba los datos de los sectores de la economía que
están recalentándose y constituyen un peligro futuro en
potencia.
Un hombre sabe cuándo está exhausto y debe parar
para descansar antes de suicidar a todo el organismo por
un exceso de actividad; sin embargo, nosotros podemos
estar suicidándonos y no darnos ni cuenta. De hecho, en la
forma que hemos organizado el Capitalismo occidental,
justo antes de que nos dé el síncope, es cuando el Estado
más dinero está recaudando y vive despreocupado, pen‐

401
sando que todo marcha bien. Los Mercados de la Utilidad
Social han de ser creados para ser usados como herra‐
mienta sensorial y poder empezar a identificar claramente
de donde proviene la pérdida de Utilidad Social. Estos
mercados constituyen la herramienta perfecta para devol‐
verle poder al Estado sin volver a caer en la trampa del
poder paternalista o discrecional (lo cual supondría un
paso atrás en lugar de una evolución de nuestra civiliza‐
ción actual).
En la actualidad, con la crisis inmobiliaria se ha puesto
de manifiesto el problema de poseer un sistema mal cali‐
brado. Si el Estado hubiera hecho crecer sus tentáculos
para poder identificar que sectores suben sus márgenes de
forma desorbitada, se hubiera dado cuenta que el sector
inmobiliario y el financiero, de principio a fin, estaban su‐
biendo márgenes sin un incremento equivalente ni en
Investigación ni en la provisión del riesgo de mora. Por lo
que no se estaba utilizando esos beneficios para aprovisio‐
nar un correcto funcionamiento futuro de la sociedad, sino
para generar plusvalías a corto plazo. De haberse identifi‐
cado a tiempo, se podrían haber subido los impuestos in‐
directos aplicados sobre ese sector para ayudar a que el
consumidor abandonara esa moda antes de que fuera de‐
masiado tarde. Además, gracias al seguimiento de los már‐
genes de toda la industria, estas empresas que suben sus
márgenes tradicionales, sin un nuevo aporte de innova‐
ción, habrían pagado más y más impuesto sobre benefi‐
cios. De ser así, muchas empresas hubieran preferido no
subir sus márgenes de manera desorbitada, para no engro‐
sar su cuenta de pago de impuestos y seguir vendiendo
casas a precios razonables. Las empresas que aun así hu‐
bieran subido sus márgenes de forma no justificada no se

402
habrían salido con la suya, puesto que hubieran pagado
más impuestos y sus productos habrían sido menos com‐
petitivos.
La ejecución de una política fiscal flexible es fundamen‐
tal para poder calibrar la economía de forma que no se
pueda llegar a comprometer la salud de toda la Civilización
porque un sector en concreto esté demasiado sobrecalen‐
tado. El hombre ha comprendido que el sector corporativo
va creando una cierta des‐utilidad social al término de la
vida de sus productos. Esta pérdida de utilidad social se va
acumulando y, cuando alcanza un nivel elevado, se pro‐
duce un ajuste a largo plazo que denominamos crisis.
El hombre occidental ha creado los bancos centrales
para asegurarse que los ciclos se paran antes de que sea
demasiado tarde y se produzca una espiral inflacionista.
Sin embargo, no nos hemos dado cuenta que sólo un sec‐
tor, si se estresa la suficiente, puede llevarnos a lapidar la
totalidad de la Economía. Hoy han sido las casas, pero si la
basura sigue inundando nuestro ecosistema, ¿podremos
sobrevivir en una Tierra convertida en vertedero? Cada
sector está en una fase de su evolución y necesita tipos im‐
positivos que incentiven algunos de sus aspectos y desmo‐
tiven otros; sin embargo, la única medida ajustable que te‐
nemos hoy en día es la política monetaria que mide la tem‐
peratura de todo el organismo y no, del órgano que en ver‐
dad sufre la infección.
El Estado tiene que hacer una Política Fiscal Fija basada
en los niveles presupuestarios fijos y una variable en fun‐
ción de los datos estadísticos extraídos de cada sector eco‐
nómico y de su repercusión sobre las cuentas del Estado o
sobre la des‐utilidad social generada presente y futura.

403
Se trata de volver a saturar las cualidades de nuestros
modelos de negocio para recuperar empresas consistentes
que sean capaces de generar empleo, innovación, y obte‐
ner beneficios generando la menor des‐utilidad social po‐
sible.
El Estado tiene que promocionar que las empresas no
sólo se hagan cargo de las partes que les interesa para
ganar más dinero, sino que también se animen a incorpo‐
rar dentro del diseño de su modelo de negocio todas aque‐
llas partes necesarias en la prestación de su servicio o fa‐
bricación de su producto, para que la necesidad que satis‐
facen sea satisfecha de una forma funcional y eficiente.
Ello no quiere decir que tengan que volver a ser monstruo‐
sas multinacionales las que afronten este proceso de prin‐
cipio a fin. Pero a una empresa le ha de repercutir econó‐
mica y fiscalmente el modelo de negocio de sus proveedo‐
res, de sus clientes y de aquellos que se hacen cargo de sus
residuos. Las empresas que así lo hacen deberían de tribu‐
tar menos que las empresas que compran a piratas de
cualquier tipo (medioambiente, tecnológico, etcétera) y se
desentienden de las consecuencias de sus modelos pro‐
ductivos para que el resto de la sociedad tenga que sufrir‐
las y solucionarlas.
Los impuestos directos sobre la compra de casas se de‐
bían de haber ido subiendo según los márgenes de la in‐
dustria sobre los mismos se multiplicaban. Pero, como los
Ayuntamientos y el Estado también ganaban dinero, mira‐
ban para otro lado. Por ejemplo, la vivienda en España so‐
portaba unos impuestos de entorno al 7% para el compra‐
dor y un 30‐35% en impuestos sobre beneficios para el
constructor. Uno pensaría, si la solución era subir los im‐
puestos sobre las casas, ¿cómo podrían entonces com‐

404
prarse una casa los ciudadanos que la necesitasen? Si te‐
nemos en cuenta los fuertes márgenes que se aplicaban en
todos los productos involucrados, desde el ladrillo al azu‐
lejo, pasando por los sanitarios, el margen del constructor
y todos los demás proveedores, nos daremos cuenta que
el ciudadano medio que ha comprado una casa en los últi‐
mos años ha pagado varias veces su valor fundamental..
Todos participaron de esta fiesta con grandes márgenes
comerciales porque la demanda estaba “caliente”. La inno‐
vación en la construcción de casas ha sido relativamente
baja, por lo que el aumento de los precios ha repercutido
en subida de beneficios para los que venden sus materia‐
les y las construyen. Si el aumento de impuestos se hu‐
biera reflejado sobre aquellas empresas que subían sus
márgenes, entonces, aquellas empresas que siguieran ven‐
diendo a márgenes razonables se hubieran beneficiado de
un IVA y un impuesto sobre beneficios más comedido,
otorgándoles así una ventaja competitiva que motivara al
resto de empresas a ser competitivas de nuevo. En la ac‐
tualidad, la implantación de este tipo de medidas parece
imposible puesto que nuestro sistema sensorial no percibe
la información necesaria para diagnosticar objetivamente
la situación de cada sector. La única forma de implementar
una política fiscal flexible hoy en día tendría que ser discre‐
cional con la consiguiente transferencia de voluntad polí‐
tica al sistema. Por el contrario, con la apertura de los mer‐
cados de la Utilidad Social, las propias empresas se empe‐
zaran a autocalificar al elegir o no operar en esos merca‐
dos, generando la información suficiente para hacer una
diagnosis objetiva sobre qué sectores generan plusvalías
responsablemente y cuales lo hacen a base de transferir
una pérdida de utilidad al resto de la sociedad.

405
El aparato digestivo humano seguro que puede empa‐
char nuestro organismo, pero por ello, nuestro organismo
tiene resortes de medición y de control que calman la sen‐
sación de hambre para frenar ese instinto en concreto
cuando es peligroso para la supervivencia del sistema. Del
mismo modo, un coche que contamina un 30% menos que
otro coche debería de estar gravado por un impuesto
menor que incentive que nuestras compañías adquieran
cualidades más saturadas e Identidades más consistentes.
El atún, en sólo unos años, ha pasado de ser una espe‐
cie muy abundante en nuestros mares a ser una especie en
alto peligro de extinción70. El 9 de Junio de 2010, la Unión
Europea ha llegado a prohibir su pesca hasta el final de la
temporada de ese año en el Mediterráneo y en el Atlántico
Oriental. A pesar de ello, las empresas y los consumidores
no entienden el mensaje. La regulación lo que hace es que
los empresarios ahora se vayan más lejos a pescar los atu‐
nes y los consumidores siguen consumiéndolos sin con‐
cienciarse, pensando que, cuando realmente exista un
problema, el paraguas del Estado solucionará el problema.
El Estado tiene que construir el sistema nervioso que le
permita recibir todos estos datos y redistribuir el impuesto
sobre ventas que se paga en los distintos productos, para
seguir recaudando lo mismo, pero distribuido en línea con
los objetivos de Utilidad Social. De tal modo que los im‐
puestos sobre las legumbres (fuente proteica alternativa)
podrían reducirse y el del atún, quintuplicarse, para refle‐
jar la extrema urgencia que atraviesa la situación de esta
70 Según los cálculos de la Comisión Internacional para la Conservación de los
Atunes Atlánticos (ICCAT de sus siglas en inglés) el declive de la especie ha sido
del 80% desde 1970. http://www.nytimes.com/2010/03/19/science/earth/19spe‐
cies.html

406
especie en la Tierra. Los impuestos sobre beneficios tam‐
bién tienen que alinearse con estos objetivos para premiar
a aquellas compañías que incorporan las necesidades so‐
ciales en sus modelos de negocios. Esta amenaza contra la
diversidad de especies, de productos, de innovaciones, de
personas y de culturas es de extrema relevancia, puesto
que es la que hace posible una realidad moderada con
Identidades más y menos saturadas que aseguran una ve‐
locidad del paso del tiempo tolerable por el ser humano.
En Marte, por ejemplo, el tiempo climatológico también
transcurre, pero su velocidad marca una dimensión clima‐
tológica intolerable para la vida humana.
Como ya hemos visto, la reducción de la diversidad de‐
semboca en crisis por homogeneización excesiva, cuyo
riesgo principal es la radicalización de los procesos que lle‐
van a la extinción de sus Identidades justo cuando más
consistentes parecían (exceso de confianza). La Humani‐
dad no puede seguir jugando a la creación de una civiliza‐
ción interdependiente sin crear un sistema interno sin vo‐
luntad que regule el nivel de des‐utilidad social generado
por el propio sistema. Al final, el modelo de la civilización
sólo es perdurable si todos ganan. Para que todos ganen,
todos han de tener un momento en el tiempo en el que su
modelo de negocio merece el pago de la plusvalía deman‐
dada por su proceso productivo y otros momentos del
tiempo en los que la plusvalía que merece pagarse es la del
antiproceso que lo complementa. Aquellas empresas que
sepan posicionarse en su industria de tal forma que son ca‐
paces de atender el proceso y el antiproceso no deben de
pagar impuestos (o deben pagar menos) ya que ayudan a
relanzar continuamente el ciclo sin llegar a la radicalización
suicida de su modelo de negocio.

407
Los Estados actuales están pensando en cómo recapita‐
lizar a los bancos. Es evidente que los modelos de negocio
de los bancos se habían vaciado y requieren volver a ser
rellenados con cualidades lo suficientemente saturadas
que les devuelvan una Identidad consistente sobre la cual
la economía pueda seguir funcionando. Ahora bien, la so‐
lución no pasa por simplemente exigir más capital sin ha‐
cernos cargo de cuál ha sido la fuente de la pérdida de la
Utilidad Social. Nos encontramos en la actual coyuntura fi‐
nanciera por haber considerado que era una innovación
positiva que el sistema financiero en la sombra no aprovi‐
sionara las pérdidas esperadas. La solución no es seguir en‐
grosando la deuda pública (pérdida de Utilidad Social fu‐
tura) para rescatar al sector privado de la economía que lo
necesite hasta conseguir llevar al Estado a la quiebra.
La siguiente ola que consiga alcanzar la tracción sufi‐
ciente como para involucrar la inversión de capital a largo
plazo será la integración de los modelos de negocio de
nuestras compañías bajo modelos “funcionalistas”; en
otras palabras, un modelo de negocio que incluya e integre
todas las fases del proceso de creación de valor y utilidad
social. De este modo, se reactivará la ambición capitalista
sin temor a que nos volvamos a meter en una burbuja es‐
peculativa cortoplacista. Los Estados que antes empiecen a
minimizar la pérdida de utilidad social basando sus códigos
fiscales en los mercados que permiten cuantificarla, conse‐
guirán reactivar su economía real con nuevos aires de fu‐
turo. La propia reforma del sistema fiscal será percibida
por el mercado como una medida que asegure que las bur‐
bujas especulativas se identificarán a tiempo y que las em‐
presas no responsables serán castigadas con una pérdida
de competitividad fiscal. Los Estados primarán las fases

408
que antes las empresas han tratado de eliminar (la innova‐
ción revolucionaria de productos nuevos y el tratamiento y
reciclado de sus productos antiguos), este nuevo tipo de
regulación animará las inversiones de capital en proyectos
que reactivarán todos los sectores de la economía.
Los impuestos fijos y en especial los impuestos sobre la
renta de las personas físicas han de reducirse a cambio de
aumentar en gran medida el rango de variabilidad de la im‐
posición indirecta (Impuesto sobre ventas o sobre el valor
añadido) y del Impuesto sobre beneficios. El sistema fiscal
ha de reflejar que aquellas compañías que hagan más fácil
la consecución de los objetivos del Estado pagarán menos
impuestos. El consumidor percibirá a través de cada trans‐
acción económica que realice qué índice de colaboración
está realizando a la función social, gracias al tipo imposi‐
tivo que grava el producto y lo notará en su bolsillo.
Una vez que esta actitud se confirme como la actitud a
seguir, las compañías buscarán su supervivencia y tendrán
que invertir para revisar sus procesos, los procesos de sus
proveedores y las vías de mejora para poder ganar la ca‐
rrera por unos tipos impositivos más bajos que permitan
capturar más cuota de mercado.
La regulación no debe prohibir de forma estática. Ante
las prohibiciones, el sector privado siempre encuentra la
forma de saltarse la normativa a través de un vacío legal
internacional, nacional o regional. La regulación debe de
permitir gran cantidad de productos (amplio rango de li‐
bertad) y prohibir sólo aquello que sea estrictamente ne‐
cesario, pero, para los productos legales, es responsabili‐
dad del Estado que sus precios reflejen la situación verda‐
dera en su contribución a la des‐utilidad social. Los pro‐

409
ductos que se encuentran en una de las fases que más per‐
judican a los objetivos sociales deben de estar altamente
gravados para desmotivar su consumo. El contrabando y la
evasión fiscal sobre productos clasificados en esta catego‐
ría deben de estar altamente castigado por la legislación
para desmotivar el delito.
Las compañías que dedican grandes presupuestos a la in‐
vestigación han de pagar menos impuestos, porque, gracias
a ellas, cada vez que renovamos el consumo de su producto,
el nuevo producto aumenta nuestra eficiencia y eficacia. Sin
embargo, una marca que sólo quiere vender un producto
más sin preocuparse en la evolución futura de su sector, sólo
busca su beneficio particular, pero no aporta nada nuevo a
la sociedad y debe soportar un tipo fiscal mayor. Cuando las
compañías son innovadoras y tienen nuevos productos lis‐
tos para lanzar, es más fácil que no caigan en la tentación de
sobreincentivar sus ventas hasta la des‐utilidad social, pues‐
to que ya tienen otro producto más eficiente que se venderá
gracias a su componente innovador.
Los consumidores que compran productos de una em‐
presa que integra en su modelo de negocio la gestión de
los residuos que produce su actividad no pueden pagar el
mismo impuesto sobre ventas que el de compañías que no
lo hacen o sólo lo hacen en un grado menor.
Esta reestructuración del código fiscal y de la definición
del hecho imponible desatará la mayor oleada de Innova‐
ción y Gestión que haya vivido la Humanidad con anterio‐
ridad y nos permitirá abandonar la Nueva Economía [que
hasta ahora han sido más bien meras “Modas Adolescen‐
tes”] por productos y servicios que de verdad aplican el
potencial del conocimiento disponible.

410
En la actualidad, una parte de nuestro capital intelec‐
tual se ha dedicado al sector de la banca y de los merca‐
dos. El resultado de poner a tanta gente inteligente a jugar
el juego de la innovación versionadora ha sido nefasto.
Gracias al sistema financiero en la sombra, hemos conse‐
guido versionar el mercado del crédito eliminando su de‐
partamento clave, la provisión de riesgos. ¿De verdad ne‐
cesitábamos a todos estos matemáticos, físicos e ingenie‐
ros trabajando en este sector para dinamitar el modelo de
negocio bancario y compartimentarlo en unidades mucho
más susceptibles de terminar en situación de quiebra? La
nueva economía se está organizando de una forma adoles‐
cente, buscando los réditos a corto plazo y eludiendo las
responsabilidades a largo plazo.
La única forma de conseguir que reaccione, madure y
crezca es subiendo el listón. Motivando e Incentivando a
aquellos que asumen la parte agradable y desagradable en
lo que hacen, en lugar de tratando a todos por igual. Los
Gobiernos deben de dejar de hacer los deberes de todo el
mundo y empezar a calificar quién hace sus deberes mejor.
Conseguirlo o no depende de dos factores fundamental‐
mente:
1‐ Que consigamos reaccionar a tiempo y empecemos a
reorientar nuestros modelos de gestión antes de que
cualquier radicalización se apodere de un ecosistema
tan homogéneo como el actual (sobreendeudamiento
generalizado, descapitalización del sistema financiero
simultáneo en todas las regiones más ricas del mundo
occidental, producción globalizada altamente agresiva y
homogeneizada, el riesgo de un desastre ecológico, et‐
cétera).

411
2‐ Que la civilización occidental se de cuenta de la fase
tan fuertemente polarizada en la que se encuentra. El
cambio hacia modelos funcionalistas encontrará una
oposición tal y como lo hace cualquier cambio, pero si
continuamos por este camino sin hacer nada, acabare‐
mos llegando a una radicalización suicida. A pesar de la
oposición que se encuentre, la introducción de estos
cambios en nuestro sistema organizativo es vital para
superar la amenaza que se cierne sobre nuestra civiliza‐
ción actualmente.
Con respecto al primer punto, ya conocemos la res‐
puesta. Hay que redefinir el concepto del hecho imponible
y empezar con la implementación de los Mercados de la
Utilidad Social sobre los que desarrollar la política fiscal va‐
riable. Esta nueva política fiscal debe aplicarse mayorita‐
riamente sobre los impuestos que gravan el consumo y los
beneficios empresariales.
En lo que respecta al punto número 2: ¿Seremos capa‐
ces de llevar a cabo estos cambios? ¿Nos opondremos a
ellos? ¿Es demasiado tarde? ¿Cuál es el entorno actual de
las civilizaciones occidentales?, ¿en qué edad se encuen‐
tran?, ¿qué tipo de resistencia vamos a encontrar cuando
tratemos de impulsar estos cambios?

412
Las edades de las civilizaciones y el actual Drama en el
Instituto

Nota para el lector: una vez más, este capítulo es exclu‐


sivamente un ejemplo de la aplicación de un ejercicio de
analogía. En ningún momento, debe de interpretarse como
un insulto, una clasificación estricta o un juicio de valor
sobre los buenos y lo malos, lo memorable y lo deplorable,
o lo correcto y lo incorrecto. Al igual que en el resto de este
libro, la ciencia analógica pretende la comprensión de sis‐
temas mucho más complejos, a través de la extrapolación
desde sistemas de funcionamiento similar y conocimiento
más cercano al científico que ejecuta el estudio. Si el lector
interpreta que con este capítulo se está haciendo un juicio
de valor con respecto a algún país, sociedad en su conjunto
o confederación, entonces, comete un error y no debe de
citar este texto como tal. El lector debe de entender que el
ser humano tiene la indiscutible ventaja de poder elegir, y
es uno mismo el que elige quién desea ser, independiente‐
mente de sus acciones pasadas o del comportamiento de la
sociedad a la que pertenece. No olvidemos que hasta en el
verano del hemisferio Norte hace mucho frío en el Polo
Norte, la realidad admite todo tipo de actuaciones, el ser
humano puede elegir.

413
Algunos pensarán que, cuando alguien da a luz a una
criatura, lo normal es que se dé cuenta. De no ser así, es‐
taríamos ante un caso de un parto “sin dolor ni conscien‐
cia”. Pues bien, la Civilización Occidental ha dado a luz,
pero, sin embargo, no estoy muy seguro de que seamos
conscientes de tal hecho. ¿Habrá sido un parto sin dolor?

Infancia de una civilización llamada “Madre”


Al principio de este libro, vimos cómo la “tribu” consti‐
tuyó el nacimiento de la civilización en su formato más sim‐
ple, sencillo y equilibrado. En aquel momento, el ser hu‐
mano era una especie débil en la tierra. El humano necesi‐
taba este proceso de acumulación de poder para conseguir
instaurarse. La división del trabajo y la especialización su‐
pusieron una revolución social para la supervivencia común
y nació un tierno e inexperto sistema de interdependencia
llamado “civilización”. Gracias a la tribu, se puso de mani‐
fiesto que “la unión hace la fuerza” y sus dirigentes toma‐
ron nota rápidamente. Sus líderes no pudieron resistirse a
la tentación del poder y crearon civilizaciones paternalistas
que acumulaban en una clase dirigente el poder sobre las
bases de su población. Estas sociedades se crearon en un
entorno hostil, las fuerzas de la naturaleza y la fortaleza de
otras civilizaciones constituían una continua amenaza para
la vida humana. Esta construcción del poder fue un paso
necesario para que la civilización pudiera crear unas condi‐
ciones más favorables para el desarrollo humano.
Muchos condados y Estados consiguieron grandes haza‐
ñas, pero, también, con el tiempo, fueron derrotados,
amotinados o sublevados, y, en definitiva, todos acabaron
sufriendo en sus propias carnes los errores de su diseño

414
social. Las derrotas y sufrimientos de estas civilizaciones
infantiles se sucedieron una y otra vez a lo largo de distin‐
tos ejemplos en distintos rincones del planeta. De hecho,
todavía hoy en día, existen sociedades/civilizaciones que
no consiguen superar esta mortalidad infantil y van bo‐
tando de monarca en dictador y de dictador en monarca
sin darse cuenta de la enfermedad infantil que padecen. La
lección que estas civilizaciones deberían de aprender para
superar esta plaga de mortalidad infantil entre las civiliza‐
ciones es que el “porque lo digo yo” no funciona entre ci‐
vilizaciones jóvenes o adultas, sólo funcionan durante un
tiempo, mientras la civilización es infantil.

415
416
Recordando lo expuesto en el capítulo de este libro
sobre el desarrollo humano, la infancia del hombre es la
parte del proceso vital del ser humano en el que se da un
crecimiento orgánico (físico) excepcional, acompañado
por un comportamiento intuitivo que avanza sobre la ca‐
pacidad racional. La infancia de las civilizaciones se pro‐
duce de forma análoga. Estas primeras civilizaciones auto‐
ritarias crecían (incluso tenían ambiciones imperialistas),
tenían más fuerza, pero sus métodos de decisión no eran
coherentes para con todos sus integrantes (capacidad ra‐
cional dispersa), sino que lo eran con respecto a una redu‐
cida clase dirigente (voluntad infantil). Al igual que si deja‐
mos a un niño abandonado en mitad de la selva, lo más
probable es que muera, estas incipientes civilizaciones mu‐
rieron a consecuencia de sus voluntades excesivamente
caprichosas, intuitivas y poco racionales. Sin embargo, a
pesar de la alta tasa de mortalidad infantil que hemos ob‐
servado a lo largo de la historia en cuanto a civilizaciones
se refiere, al final, alguna civilización infantil, pero algo
más moderada, consiguió superar la mortalidad infantil y
pasar a la difícil etapa adolescente.
En aquella adolescencia, el crecimiento físico todavía
seguía siendo positivo, pero el uso de la razón comenzó a
instaurarse. Aquellas civilizaciones adolescentes entendie‐
ron la trampa que supone arrebatarles a las bases sociales
la hegemonía popular para usarla a capricho de un diri‐
gente autoritario y consecuentemente, trataron de susti‐
tuir el “porque lo digo yo” por un “porque lo dice el pue‐
blo”. Para llevarlo a cabo, crearon una democracia arcaica
que permitía una sociedad de clases más amplia.
Dispersando la función del poder dentro de sí misma (re‐
conciliación del proceso aglutinador), trataron de asegu‐

417
rarse que la civilización no se rebelaría contra su propia
clase dirigente. Esto lo consiguieron a través de un nuevo
(aunque ya antiguo) modelo de organización social, la de‐
mocracia71, que equilibró la balanza durante cierto
tiempo. De esta manera, el concepto civilización entró de
lleno en su pubertad (civilizaciones clásicas). Algunas de
las características de la adolescencia humana son la creati‐
vidad y la ambición del joven por convertirse en un ser ra‐
cional. El adolescente desea ser considerado como un
adulto pero al mismo tiempo se resiste a ser un contribui‐
dor neto a su entorno (cosa que el adulto si hace). De este
modo, estas civilizaciones adolescentes combinan su inci‐
piente faceta racional con una actitud vividora que utiliza
la doble moral para alargar su disfrute lo máximo posible.
La doble moral y otras características propias de la adoles‐
cencia como son la capacidad de juicio polarizada o la
atracción por las actividades arriesgadas, también queda‐
ron reflejadas en estas civilizaciones adolescentes.
Lamentablemente (o quizás, necesariamente), estas ci‐
vilizaciones no tuvieron éxito en su intento y murieron
adolescentes. El motivo es que, cuando apenas estas civili‐
zaciones adolescentes habían abordado su pubertad, éstas
eran las únicas aventajadas y convivían rodeadas de gran‐
des y caprichosas civilizaciones infantiles. Cuando dejamos
a un chaval de once años encargado de cuidar un patio de
un colegio de niños de menor edad, generalmente a los
diez minutos, el joven habrá perdido el control absoluto
sobre la situación y posiblemente decida abandonar su
responsabilidad despreocupándose sobre quién o cómo se
volverá a instaurar el orden (carácter vividor). Estas civili‐

71 Me refiero a las democracias y repúblicas clásicas y no a las contemporáneas.

418
zaciones adolescentes desaparecieron de la mano de civi‐
lizaciones menos avanzadas, en mi opinión, fruto de su in‐
experiencia, su falta de coherencia interior, su volátil (ado‐
lescente) capacidad de compromiso y ética, y su inferiori‐
dad numérica frente a todo el patio de civilizaciones infan‐
tiles y caprichosas.
Durante la Edad Media, las civilizaciones infantiles que
vivieron fueron niños huérfanos criados en orfanatos y go‐
bernados por “fábulas”, fantasías, la sensación de continua
amenaza y el castigo ejemplar. Tras la Edad Media, se vivió
otra oleada de civilizaciones infantiles empeñadas en cre‐
cer sin asumir el reto de entrar en la adolescencia (fase re‐
conciliadora). Como la infancia es una fase desequilibra‐
dora, cuando una civilización se niega a pasar a la fase ado‐
lescente, el desequilibrio de la civilización continua hasta
que alcanza la radicalización suicida y desaparece (suce‐
sión de imperios cuyo único objetivo era crecer y crecer
hasta que empezaban a desmoronarse). Gracias a la rele‐
vancia de los descubrimientos que acometía la Humanidad
y el desarrollo de la cultura (el estudio) dentro de estos im‐
perios72, surgió otra oportunidad y algunas civilizaciones
asumieron el reto de seguir creciendo en búsqueda de un
modelo social más allá del paternalismo que fuera más vir‐
tuoso, más racional. Estas civilizaciones “avispadas” aplica‐
ron esos conocimientos, iniciaron una etapa más racional,
evitaron la radicalización paternalista en sus propias filas y
consiguieron lograr una doble ventaja frente al resto de ci‐

72 Nótese que muchas civilizaciones adolescentes no consiguieron evitar la radi‐


calización suicida. Finalmente el adolescente que lo consigue es al que se le exige
más (se le sube el listón) de lo que su generación precedente ha sido capaz de
conseguir, empujándole a competir por el reto de la adquisición de una mayor ca‐
pacidad racional.

419
vilizaciones infantiles. Por un lado, integraron a todos los
miembros de su sociedad bajo el paraguas de su Estado (de‐
mocracias o sociedades de clases) y, por otro lado, aprove‐
charon la estabilidad de la paz en su mercado interior para
emplear sus recursos intelectuales en el desarrollo de ciuda‐
danos capaces de realizar trabajos más sofisticados que no
sólo requerían el uso de la fuerza, sino también exigían des‐
treza y conocimientos (Revolución Industrial).
Estas sociedades no sólo se convirtieron en adolescen‐
tes, sino en adolescentes que hacían los deberes, y así lo‐
graron imponerse al resto del mundo de civilizaciones ca‐
prichosas e irracionales para consigo mismas. Este proceso
no estuvo exento de dolor y sufrimiento y por ello debe‐
mos de estar agradecidos a todos los seres humanos que
han hecho nuestra sociedad actual posible. Quizás a una
civilización no le crezca el vello púbico, no tenga las hor‐
monas a flor de piel, no se agarre una borrachera incons‐
ciente o no se salte las normas del sentido común en un
acto de rebeldía adolescente. Sin embargo, sí hubo mu‐
chas guerras, muchos descubrimientos, muchas fábulas y
mitos echados por tierra, y muchos comportamientos ra‐
cionales acompañados de otros tremendamente insensa‐
tos. Se requirió de toda la predisposición y determinación
del mundo para que aquellas civilizaciones adolescentes
continuaran desarrollándose, pero lo consiguieron y se
convirtieron en civilizaciones adultas.
La entrada de estas sociedades en una fase reconcilia‐
dora como es la fase adolescente, consiguió renovar su
equilibrio conceptual. Ahora eran civilizaciones en las que
el poder estaba disperso (gracias a conceptos como la pro‐

420
piedad privada) y todos sus habitantes estaban integrados
en el Estado a través de renovados sistemas democráticos.
Así lograron por primera vez, alcanzar la madurez. Y, como
adultos fértiles que eran, dieron a luz a su descendencia.
Civilizaciones “hijas” que a partir de ese momento com‐
partirían nido con ellas. Civilizaciones “Hija” cuyo punto de
partida difería del punto de amenazas continuas por parte
de la Naturaleza y de otras civilizaciones vecinas del que
partieron sus Civilizaciones “Madres”73. Civilizaciones hijas
que partían de ese nuevo equilibrio alcanzado. Civilizacio‐
nes que llegaban directamente a un mundo de diversidad
de poderes, de riquezas y de trabajos (funciones) reparti‐
dos entre los integrantes de su sociedad. Quizás esta
nueva civilización no recuerde el dolor que supuso su
parto, pero lo hubo, y lo sufrió nuestra civilización “ma‐
dre”. Civilización Madre que, en primer término, consiguió
imponerse a la ley de la jungla en la que había nacido y, en
segundo término, fue lo suficientemente inteligente como
para rediseñar su modelo de organización paternalista
antes de alcanzar la radicalización suicida de su propio sis‐
tema organizativo.

73 En el punto de partida de la Civilización Madre (la tribu), el ser humano era


una especie débil frente a un entorno hostil. La naturaleza poderosa amenazaba
y atacaba la supervivencia del hombre contundentemente y por ello, el humano
deseaba imponerse. El punto de partida de la Civilización Hija es el contrario, el
de un ser humano que ha conseguido vencer el reto de la Naturaleza. Ahora, gra‐
cias a esa victoria, nos hemos excedido y somos nosotros mismos los que ame‐
nazamos y atacamos la supervivencia de la Naturaleza en la Tierra.

421
La familia de civilizaciones
La civilización “madre” había tenido un bebé. Una cria‐
tura compleja, un ser vivo compuesto de muchos seres
vivos, cuyos estilos de vida dependen los unos de los otros.
El ser humano tiende a pensar que su alma, o quién él es,
es un concepto que reside en sus pensamientos y, por lo
tanto, es su cerebro. El cerebro, sin embargo, necesita de
todos los demás órganos vitales para poder seguir vivo y,
además, el pensamiento consciente es prácticamente irre‐
levante para todas las funciones metabólicas que ocupan la
mayoría del tiempo de la mayoría de organismos que efec‐
tivamente mantienen al hombre (y su cerebro) con vida. De
igual modo, esta nueva criatura (la civilización occidental
actual) está compuesta de millones de organismos (ciuda‐
danos). Estos organismos destinan el 99% de su tiempo a su
estilo de vida y para ellos, el papel del “teóricamente” go‐
bernante social (o cerebro) ocupa una parte minoritaria de
su tiempo (para muchos de ellos, únicamente el tiempo de
ir a votar, y, en muchos casos, ni siquiera eso).
Ahora entre nuestras civilizaciones occidentales convi‐
ven una civilización madre y otra hija. Puede ser que en
nuestro ajetreado día a día no nos percatemos de ello,
pero sí lo hacen. Todos los humanos que integramos nues‐
tra civilización tenemos un poco de las dos, una parte de
“vieja escuela” y una parte de “nueva escuela”. La Civiliza‐
ción Madre sigue poniendo en práctica aquellas medidas
que cuando era una adolescente la salvaron de la mortali‐
dad infantil. En cierto modo, la madre hace lo que ha
aprendido con su propia experiencia. Ella opina que al
igual que ese comportamiento de “vieja escuela” la salvó a
ella, ahora asegurará el modelo de vida de su hija. De ese

422
modo, la “mamá” se ha encargado de que la propiedad pri‐
vada esté asegurada en su legislación. También ha traba‐
jado por un gobierno con poderes más divididos y contro‐
lados para evitar la corrupción o caer de nuevo en un mo‐
delo paternalista. Mamá civilización también se ha encar‐
gado de que el concepto democracia se ampliase y se lu‐
chara contra la discriminación de género o raza, que se
persiguiera el abuso de poder, que se eliminaran las clases
sociales o que se impusiera el sufragio universal. Como no
podía ser de otro modo, la Civilización Madre ha hecho
todo esto tal y como aprendió en el entorno hostil en el
que ella se crió, imponiéndose. Imponiéndose ante la
Naturaleza y ante cualquier otra civilización que amenace
su existencia.

423
424
Mientras tanto, Civilización Hija ha disfrutado de un
nido de protección bajo el paraguas de mamá civilización.
Ha disfrutado, ha crecido ajena a muchos de los dilemas y
problemas por los que pasó Mamá Civilización. Civilización
Hija da por sentado que Civilización Mamá siempre será
capaz de imponerse a la Naturaleza, a sus vecinos y de
asistirla en sus problemas para ayudarla a sobrevivir. A
pesar de toda una vida de trabajo, a Mamá Civilización to‐
davía le quedan fuerzas para seguir luchando por temas no
resueltos del todo. Sin embargo, Civilización Hija ha sido
muy protegida durante su infancia y no está acostumbrada
a lidiar con la resolución de los problemas de la Civilización
Madre. Civilización Hija le demanda a Civilización Mamá
un Estado de Bienestar que le solucione sus problemas, y
Civilización Mamá, trata por todos los medios de compla‐
cer más y más, proteger más y más, y asistir más y más a
Civilización Hija.
Lo hace, pero lo hace tal y como sabe, a la antigua. Si la
cosa se va mucho de la mano, arregla los temas por las
buenas, o por la malas; pero siempre con la ley de la jun‐
gla en la que nació muy presente en el trasfondo de su
pensamiento, “primero yo, y luego ya veremos”. Civiliza‐
ción Mamá nació en un entorno virgen y creció y maduró
apropiándose de lo que la rodeaba. Se convirtió en la reina
de la Naturaleza, pesara a quien le pesara. Civilización
Madre creció en un entorno rodeada de otras civilizacio‐
nes niñas, que también trataban de desarrollarse, y,
cuando ella lo consiguió primero, aprendió rápidamente
que la forma de controlar a esos niños que la rodeaban
eran promover estabilidad y asegurarse que esas civiliza‐
ciones niñas encontraran los límites de hasta dónde po‐
dían llegar sus actos. Y así lo hicieron.

425
Bajo este paraguas superlativo, Civilización Hija ha cre‐
cido, como pez en el agua, en un entorno muy diferente a
la jungla en la que nació su madre. Civilización Hija es una
gran beneficiada de los sistemas de interdependencia so‐
cial, pero, también, es una civilización hija de una familia
que le ha enseñado a aprovecharse de todos los recursos
naturales que la rodean en base a La Ley de la Jungla: “esto
es mío porque lo digo yo”. Hoy en día, todos trabajamos
para otras personas (jefes, clientes o votantes), todos en‐
tendemos lo que es la propiedad privada y todos desea‐
mos poder reservar un trozo de este pastel que hemos re‐
clamado como nuestro (encontrar nuestra oportunidad o
ganga).
No obstante, Civilización Hija era eso, una niña. Cuando
ha empezado a comportarse, ha demostrado fielmente su
corta edad. Un niño no se preocupa sobre la procedencia
de la comida que ingiere y, cuando tiene hambre, simple‐
mente llora para conseguir más. En la guardería sin profe‐
sora de las civilizaciones occidentales, cuando a los niños
les faltó dinero, pidieron más “paga”. Las civilizaciones
hijas que cayeron en la ingenuidad de simplemente impri‐
mir más dinero, terminaron encontrándose con la trampa
de la hiperinflación74xlv.
Otro disgusto infantil fue, por ejemplo, la lección sobre
el uso de la fuerza. Un niño es inconsciente del daño que
puede llegar a hacer por su inexperiencia. Cuando llega al
colegio y se relaciona con otros niños, de repente apren‐

74 Por ejemplo, tras la primera Guerra Mundial, Alemania, Austria, Rusia,


Hungría y Polonia sufrieron un período de hiperinflación a consecuencia de su
continuo aumento de la oferta monetaria que les llevó a tener que introducir
nuevas unidades monetarias.

426
den a “empujarse”, a “pegarse” o a hacerse “daño”. Si la
guardería no está bien vigilada, al final acaba pasando una
desgracia y un niño hace demasiado daño a otro. Del
mismo modo, las civilizaciones se atacaron y llegaron a
emplear la bomba atómica para luego aprender de la
forma más dura que la fuerza efectivamente se impone
pero que todo acto violento conlleva un coste moral que
no engrandece la dignidad de una persona o pueblo.
Los niños no entienden que jugar con fuego es peli‐
groso, simplemente les atrae el poder que tiene y, si se los
deja, al final, acaban teniendo un problema. La Civilización
Hija tuvo que tener un Chernobyl para darse cuenta de
que un gran poder exige una gran responsabilidad. En mi
opinión, a los ojos de un niño todos los bienes son los que
en Ciencia Económica se denominan “higiénicos”. Es decir,
productos que en cuanto uno los posee no los valora, sim‐
plemente los da por sentando. Los niños no tienen en
cuenta el factor de oportunidad, y así, nuestra Civilización
Hija se enfrentó con la mayor de las ingenuidades a la Gran
Depresión del 29, asumiendo que siempre habría trabajo,
que las producciones, aunque fueran excesivas, siempre
encontrarían una demanda, y, sobre todo, que siempre ha‐
bría capacidad de refinanciación o endeudamiento. La
Civilización Hija no conocía el sentido financiero más bá‐
sico: “disfrutar por adelantado de dinero prestado, signi‐
fica que en el futuro se trabajará a cambio de un retribu‐
ción menor puesto que las ganancias han de utilizarse para
pagar la deuda“.
Las civilizaciones occidentales “madre” se dieron cuen‐
ta de lo peligrosas que eran sus civilizaciones “hijas” a base
de muchos sustos y han ido legislando por detrás y po‐

427
niendo castigos ejemplares para conseguir que en el “cole‐
gio” de la vida en el que se crían sus civilizaciones hijas
haya profesores que eviten otro “gran problema”. En la na‐
turaleza de los niños, está buscar los límites y, cuando los
encuentran, los ponen a prueba. Si los límites son fijos, los
asimilan ayudándoles a entender mejor su entorno. De
esta forma, los niños consiguen estabilidad y se desarro‐
llan de forma saludable. Durante mucho tiempo, la Civili‐
zación Madre ha conseguido mantener un entorno estable
y ha facilitado el desarrollo de la Civilización Hija.
Un niño por lo general no pretende sustituir el rol que
desempeñan sus padres ya que no tiene capacidad plena
para hacerse cargo de si mismo. El niño reta porque, en
primer lugar, su pensamiento no esta sesgado, y en se‐
gundo lugar, porque no conoce su entorno. Cuando un
niño encuentra un límite, lo pone a prueba, se asegura que
está ahí y finalmente lo comprende. El niño no ambiciona
sustituir el poder instaurado, ambiciona sus beneficios. El
niño no trata de sustituir a su padre porque depende de él
y por ello, generalmente un castigo ejemplar corrige un
mal comportamiento y mantiene la situación bajo control.
Cuando no existen límites al comportamiento infantil, la si‐
tuación es muy peligrosa. El niño los buscará y al no encon‐
trarlos, podrá acabar involucrado en todo tipo de situacio‐
nes que, por sí mismo, no tiene capacidad para superar.
La civilización occidental “Madre” era una madre pri‐
meriza y se llevó unos buenos sustos, pero reaccionó y
consiguió poner profesores en la guardería y en el colegio
de primaria. Esos “profes” (regulaciones) nos han mante‐
nido por el buen camino durante mucho tiempo. Obvia‐
mente hemos sufrido algunas incidencias por el camino,

428
pero la familia de civilizaciones (madres e hijas) occidenta‐
les han podido superarlas.
Ahora bien, estos profesores no pueden hacer imposi‐
bles. Un profesor no puede enseñar lo que no sabe ni com‐
prende. Durante toda su vida, nuestra Civilización Madre
ha estado apropiándose de los recursos naturales para uti‐
lizarlos a su antojo y nunca ha tenido grandes problemas,
así que nuestra Civilización Madre no puede ser una buena
educadora en esta materia. Las civilizaciones occidentales
hijas, con la ayuda de los profesores, han ido aprendiendo
como funciona el sistema organizado por su Civilización
Madre. Finalmente, han aprendido tanto que se han gra‐
duado de la escuela elemental y han podido llegar al
Instituto.
El paso de la infancia a la adolescencia suponía, en el
caso humano, un momento radicalizado en el equilibrio
del proceso físico. Este punto generalmente se produce
cuando un padre está en el momento radicalizado opues‐
to, es decir un hombre maduro que está evolucionando
desde su fase adulta hacia su senectud. En el caso de las ci‐
vilizaciones, con las civilizaciones hijas entrando en la ado‐
lescencia, las civilizaciones madres occidentales son ya ci‐
vilizaciones maduras, pero están comenzando su camino
hacia la Senectud. Cualquiera que tenga cuarenta y cinco
años con un hijo de catorce sabe perfectamente a lo que
me refiero. El modelo diseñado por Civilización Madre está
empezando a mostrar síntomas de agotamiento. Aunque
hoy por hoy se puede vivir de este modelo durante algún
tiempo más, es difícil pensar que el modelo instaurado por
la Civilización Madre pueda proveer sustento infinita‐
mente. El mundo ha evolucionado y la Civilización Madre
empieza a notar que este nuevo mundo la supera.

429
Civilización Hija tiene que darse cuenta de que pronto
Civilización Madre no será capaz de proveer al ritmo que lo
hacía antes y ni siquiera entenderá totalmente nuestra
nueva realidad. En la actualidad están ocurriendo cosas
que Civilización Madre ya no es capaz de entender porque
ella pertenece a una etapa anterior. Exactamente igual que
muchos hijos explican a sus padres como utilizar algunas
funciones del teléfono móvil, en la actualidad, existen de‐
sajustes sociales y problemas de calibración de nuestro sis‐
tema organizativo que Civilización Madre no va a ser capaz
de resolver con las herramientas que ella sabe utilizar.
Por si fuera poco, las civilizaciones madre occidentales
dentro de poco empezarán a ser viejas y a comportarse más
como abuelos que como padres. Para el físico del ser hu‐
mano, el inicio de la adolescencia implicaba una fase de cre‐
cimiento físico positivo pero en el cual la capacidad de enve‐
jecimiento (maduración) empezaba a contrarrestar la de re‐
generación. Civilización Hija tiene que aprovechar esta eta‐
pa para madurar y empezar a sustituir de forma responsable
el rol de su Civilización Madre. Si la Civilización Hija no ma‐
dura y continúa siendo cada vez más infantil, según
Civilización Madre se acerque a su fase de senectud correre‐
mos el riesgo de sufrir una radicalización suicida y poner en
peligro la continuidad de nuestra civilización.

Ejemplo de traspaso generacional en las civilizaciones


Imaginemos un minero inglés que trabajaba de sol a sol
en una mina y con ello ganaba dinero para mantener a su
familia. El padre orgulloso de su duro trabajo transmite su
conocimiento sobre la vida a su hijo. Van pasando los años
y padre e hijo, que pertenecen a la misma civilización occi‐

430
dental, van imaginándose un futuro similar al que han te‐
nido hasta ahora: trabajo duro de sol a sombra que per‐
mite llegar a final de mes y criar a los hijos. Sin embargo,
llega un momento en el que en el entorno del hijo del mi‐
nero, a pesar de seguir siendo muy parecido al entorno de
la civilización de su padre, empiezan a surgir nuevas carac‐
terísticas que no se les parecen en nada. Es en ese mo‐
mento cuando nace la Civilización Hija que convive con la
Civilización Madre que había arropado al papá minero.
Según vaya pasando el tiempo, más hijos de mineros se
darán cuenta de que seguir trabajando en la mina es una
equivocación. Que el carbón de un país en vías de desarro‐
llo es más barato y que un buen día cerrarán la mina y ya
no podrá ganarse un futuro con el que mantener a su fu‐
tura familia. En este momento, los padres mineros que si‐
guen apostando por la mina como modo de vida pertene‐
cen a la Civilización Madre; sin embargo, cada vez más de
sus hijos pertenecen a la Civilización Hija y se marchan en
búsqueda de nuevos modos de vida. Según Civilización
Hija se vaya desarrollando y creciendo, los hijos de los mi‐
neros que no supieron comprender que la enseñanza de
Civilización Madre (trabajar en la mina) estaba obsoleta, se
habrán equivocado. Su equivocación les saldrá cara, por‐
que no sólo no podrán mantenerse a sí mismos, sino que
serán incapaces de mantener a sus propios hijos y de cui‐
dar de sus mayores que tanto trabajaron por ellos. Este
tipo de situación supone la Senectud de la Civilización
Madre y la muerte de la Civilización Hija por radicalización
suicida (seguir haciendo lo mismo más allá del límite de sa‐
turación).

431
Afortunadamente, los hijos de los mineros que se die‐
ron cuenta que las minas no tenían una viabilidad en el fu‐
turo fueron en búsqueda de otro modo de vida. Cuando se
marcharon del hogar, posiblemente sus padres mineros no
los entendieron o incluso se enfadaron por ver cómo sus
hijos renunciaban a la tradición familiar. Cuando los padres
mineros escucharon los planes ambiciosos de sus hijos de
ir en búsqueda de nuevos modos de vida, posiblemente se
sintieron inseguros o insultados, incluso a lo mejor les re‐
criminaron no sentirse orgullosos del trabajo de su padre.
Sin embargo, pasados unos años, el hijo del minero que
supo entender la transformación de su civilización tiene
trabajo y un modo de vida con el que puede ayudar a cui‐
dar de sus ancianos padres, mientras que los que orgullo‐
samente siguieron trabajando en la mina han perdido su
trabajo, su modo de vida y la sociedad los ha olvidado.
Éste es un mero ejemplo en el que hemos reducido el
concepto de civilización a las ambiciones personales que
podrían darse en un hipotético pueblo minero inglés.
Podría haber utilizado también la marcha del campo a la
ciudad u otros ejemplos. En general, cualquier persona
aseguraría que no se trata del nacimiento de una Civiliza‐
ción Hija, sino que se trata de un cambio generacional. No
obstante, no podemos olvidar que muchos cambios gene‐
racionales en diferentes ámbitos son los que terminan por
transformar las características que definen una civilización
en concreto.
Durante un cierto tiempo, ambas civilizaciones convi‐
ven, madre e hija, y en todos los hombres que integran esa
civilización podemos encontrar características u opiniones
que pertenecen indistintamente a la civilización madre o a

432
la civilización hija. Con el paso del tiempo y la propagación
de esos cambios generacionales, al final dejaremos de en‐
contrar entre la población las características de la
Civilización Madre y ya sólo encontramos las propias de la
Civilización Hija, e incluso otras nuevas, momento en el
cual consideraremos que la Civilización Madre ha cedido la
batuta a la Civilización Hija y sus descendientes.
En definitiva, en la actualidad, la Civilización Occidental
Madre se encarama a la Senectud desde la madurez, y la
Civilización Occidental Hija ha llegado al Instituto, tiene
que definir su personalidad, saber quién quiere ser y con
ello realizar una apuesta. No es una tarea fácil, puesto que
poco a poco, según esta etapa vaya sucediéndose, su
Civilización Madre irá envejeciendo y ya no será capaz de
generar réditos. Cuando ello suceda, la Civilización Hija
tiene que haber aprendido bien quién es, haber realizado
una apuesta de futuro sobre cómo se va a ganar la vida, y
haber hecho todos los deberes para poder convertirse en
el relevo generacional que provea sustento no sólo para
ella misma, si no que también para su nueva Civilización
Hija (Nieta de su predecesora) así como para el legado que
persista de su Civilización Madre (ahora Abuela).
Las civilizaciones occidentales hijas tienen que coger las
riendas y darse cuenta de lo qué está pasando, pero ¿pue‐
den hacerlo? ¿Pueden las civilizaciones occidentales hijas,
después de haber sido tan excesivamente protegidas por
sus civilizaciones occidentales madres, darse cuenta de los
errores que todos cometemos por seguir imponiendo un
modelo económico social obsoleto? ¿Seguirán las civiliza‐
ciones occidentales hijas picando el carbón de una mina
que en el futuro no comprará nadie?

433
Para poder responder a esta pregunta, debemos anali‐
zar el entorno psicológico y emocional al que se enfrenta
las civilizaciones occidentales hijas. Así comprenderemos
si van a ser capaces de darse cuenta del momento en el
que se encuentran o si, por el contrario, van a seguir com‐
portándose infantilmente, despreocupadas por la consis‐
tencia de nuestro modelo, y corriendo el riesgo de arras‐
trar ambas civilizaciones a la muerte a través de una radi‐
calización suicida.
La adolescencia, como veíamos en el capítulo sobre la
vida humana, es una edad muy complicada. Una de las ca‐
racterísticas de esta fase era que el adolescente ambiciona
el uso de razón del adulto (factor motivador para que ma‐
dure intelectualmente) pero todavía no posee juicio sufi‐
ciente por lo que acostumbran a caer en el análisis super‐
ficial. El adolescente, además, se enfrenta al dilema de la
construcción de su propio juicio moral por lo que en esta
edad puede experimentar una cierta doble moral. El ado‐
lescente se siente atraído por las actividades arriesgadas,
posee grandes capacidades y anhela ser reconocido como
un adulto; pero al mismo tiempo rechaza las responsabili‐
dades y el compromiso que exige convertirse en un adulto.
El adulto es contribuidor neto positivo en su comunidad,
trabaja para darse sustento a él y a los demás. Sin embargo
el adolescente a pesar de querer ser reconocido como un
adulto, todavía desea seguir disfrutando (recibiendo) los
beneficios del sistema instaurado en su comunidad. Todas
estas características extrapoladas al caso de las civilizacio‐
nes occidentales son, en mi opinión, obvias en el momento
actual que atraviesan grandes sectores de nuestras civiliza‐
ciones occidentales.

434
Si le preguntásemos a cualquier adolescente que nos di‐
jera que tipo de compañeros tiene en su Instituto, rápida‐
mente nos propondría un juicio fruto de un análisis bas‐
tante superficial. Posiblemente nos respondería que en su
Instituto existen las siguientes categorías de compañeros:
‐ El chico popular y sus amigos.
‐ Los chicos inteligentes y con recursos económicos.
‐ Los chicos inteligentes pero sin recursos económicos.
‐ Los chicos vagos pero con recursos económicos.
‐ Los chicos vagos y sin recursos económicos.
‐ El abusón o bully y sus amigos.
‐ Y un grupo de chicos normales o “Don Nadies”
Como ya he dicho anteriormente, un Estado o país de‐
bería tener la ambición de llegar a poseer un sistema in‐
terno autorregulable y sólo conferir voluntad a sus accio‐
nes para con el exterior (como es el caso del ser humano).
Por ello, en mi opinión, el carácter de una civilización o na‐
ción se percibe más claramente a través de su política ex‐
terior que en el carácter de algunos de sus ciudadanos en
particular. No creo que sea posible definir el concepto del
ser humano analizando sólo una de sus células por sepa‐
rado, sino por lo que todas ellas juntas llevan a cabo. Un
ciudadano o una cultura puede percibirse a si misma de
muchas formas o tener características muy multicolores,
pero es en sus actuaciones externas a ella donde la identi‐
dad de su carácter aglutina su compleja realidad interior y
se define gracias al contraste con el exterior.
Si pensamos en el estilo de la política exterior de las na‐
ciones o civilizaciones que conocemos, creo que desde un
adolescente hasta a un anciano de nuestra época sería
capaz de clasificar todos los países que conoce en base a

435
las clases que acabo de enumerar. Y muy posiblemente, los
ciudadanos de un mismo país o civilización clasificarían al
resto de naciones de una forma similar.
Todos los países y civilizaciones de la Tierra tienen
ahora mismo un hijo que están criando dentro de sí mis‐
mas. De cómo se comporte su hijo durante esta etapa y de
las conclusiones que saque, depende en gran parte el fu‐
turo de esos países y civilizaciones. Todos los seres huma‐
nos de todos los países y civilizaciones tenemos un poco
de todos ellos, pero todos nosotros tenemos la libertad
para elegir en cuál de estas personalidades nos vamos a
centrar y esforzar en desarrollar. Cuando el individuo su‐
pera la edad adolescente entiende que lo más importante
durante esta etapa de la vida, no es quién se es hoy, sino
quién se quiere ser mañana, desde qué punto se parte y lo
que se está dispuesto a hacer para conseguir esa meta.
Cuando nuestras civilizaciones actuales se enfrenten a
esta pregunta, se darán cuenta de que el Instituto es sólo
una fase que llega a su fin y que no vuelve a repetirse. Por
lo que las civilizaciones no tienen que medir el éxito en base
del sistema de popularidad actual. No se trata de trazar un
plan para convertirse en el Popular de dentro de un tiempo,
porque dentro de un tiempo todos nuestros contemporá‐
neos ya habrán abandonado el Instituto. Se trata de apren‐
der al máximo, ejercitar la lógica mientras que se disfruta de
la ventana de oportunidad de aprendizaje (mientras que ci‐
vilización madre –la vieja economía– es capaz de mantener‐
nos) y emanciparse lo antes posible con todo lo necesario
para tener un proyecto vital de éxito. El adolescente tiende
a pensar que todos sus problemas se solucionarían si se
convirtiese en el “popular”, pero en realidad sus problemas
se solucionan cuando empieza a madurar.

436
Las civilizaciones que consigan este enfoque serán las
primeras en volver a alcanzar el equilibrio necesario para
engendrar una nueva Civilización Hija; es decir, la Nieta de
la anterior Civilización Madre que pasará a ser la Abuela.
Esas serán las civilizaciones cuyos adultos construirán una
posición cómoda desde los que dominar el mundo y poder
criar a la Civilización Nieta que volverá a atravesar por
todas las fases de la infancia y dará sustos a su anteceso‐
res, tal y como nosotros se los dimos a los nuestros.
Cualquier padre de familia sabe que en los albores de la
pubertad parece que no sirve de nada adoctrinar a un ado‐
lescente, porque el adolescente “pasa”. Muchos adoles‐
centes piensan que sus padres lo único que quieren es con‐
trolarles y convertirlos en una fotocopia de sí mismos.
Analógicamente, la Civilización Hija adolescente de nues‐
tros días (la Nueva Economía) ha vaciado literalmente los
modelos de negocio de nuestras compañías. En definitiva
y en un lenguaje muy juvenil, ha sacado de sus empresas
todas las partes de las que “pasaba” porque no le “mola‐
ban” y sólo están presentes para lo que les divierte (ganar
un margen de la manera más sencilla). En definitiva, las fa‐
milias de civilizaciones se encuentran en un momento fa‐
miliar en el que los papás adultos ya han madurado y se
encaraman a la Senectud mientras que sus hijos ya han
crecido y se encaraman a la pubertad. El choque genera‐
cional en este momento de la vida occidental está quizás
en su punto máximo. Por supuesto que ya había una dife‐
rencia generacional antes, pero la gran diferencia con la
etapa anterior, es que entonces la Civilización Hija se en‐
contraba en su Infancia y dependía al cien por cien de su
Civilización Madre para sobrevivir. Por ello, se subordinaba
a su sistema de organización. Ahora, el adolescente atra‐

437
viesa una fase en la que reta el sistema instaurado e in‐
tenta crear un microclima en el cual demanda ser conside‐
rado como un adulto pero desea disfrutar de su condición
de niño (amparado y beneficiado).
La civilización Madre se llevó sus sustos como toda
madre primeriza que cuida a su hijo. En 1929, el niño, al
llegar el primer invierno, se enfrió porque su irresponsabi‐
lidad le hizo pensar que con papá allí el nunca tendría que
cuidarse de sí mismo y la fiebre de ese catarro lo estuvo
apunto de matar y dejó secuelas durante mucho tiempo
(se dio por sentado la accesibilidad al crédito y que la
oferta siempre encontraría una demanda insaciable). El
niño, con la superinflación alemana, sisó en el monedero
de sus padres para terminar dándose cuenta de que sola‐
mente le hacía trampas al solitario. De igual modo que un
niño puede tirar toda la comida que no le gusta y empa‐
charse con la que sí le gusta, el niño aprendió lo que es un
buen empacho de petróleo en 1973 y finalmente llegó a la
adolescencia dando el estirón con la globalización.
Ahora, en esta etapa, la civilización adolescente tiene que
prepararse para la mayoría de edad y para tomar el relevo
generacional completamente según su madre (civilización
madre) se acerque a su senectud. Si recordamos las etapas
del desarrollo físico y mental del ser humano, la etapa de la
adolescencia es aquella etapa donde el crecimiento físico
llega a su máximo y empieza a ceder por un incremento de
la capacidad degenerativa (envejecimiento) frente a la capa‐
cidad regenerativa (por ejemplo, el adolescente sigue cre‐
ciendo, pero empieza a perder elasticidad). En lo que se re‐
fiere al crecimiento intelectual, los procesos intuitivos y emo‐
cionales llegan a su máximo y empiezan a frenarse para dar
entrada a un uso de la razón cada vez mayor.

438
Este adolescente convive con un padre maduro que se
encarama hacia la Senectud. Las características de la Civi‐
lización Madre en este momento (camino de ser Abuela)
son un envejecimiento físico alto que seguirá siendo posi‐
tivo, pero que se irá ralentizando hasta llegar a la muerte,
y un uso de su razón máximo que irá dejando paso a partir
de ahora al regreso de los procesos intuitivos o emociona‐
les. La Civilización Madre ya no se siente con fuerzas de
comprender y entender todos los cambios que acontecen
a su alrededor, ya se percibe a sí mismo como “mayor”
para esas cosas, y cuando intenta hacer frente a esa nueva
realidad lo hace con sus obsoletas herramientas que no
son tan útiles en este “nuevo” entorno. La Civilización Hija
Adolescente percibe a su Civilización Madre como “fuera
de onda” y “chapada a la antigua”. Es precisamente por
esta distancia entre Civilización Madre y Civilización Hija
que la Hija tiene espacio para revolucionarse y retar el mo‐
delo de la Madre. Espacio para encontrar nuevas vías para
su futuro. Ahora bien, de equivocarse en esa revolución, la
Civilización Madre tendrá cada vez menos recursos para
subsidiar o reparar los errores que su Civilización Hija
pueda realizar en su búsqueda de la revolución del modelo
económico futuro.
A veces el consejo del padre puede ser hasta contrapro‐
ducente (ejemplo del padre minero que recomienda a su
hijo seguir con la tradición familiar sin darse cuenta de que
en el futuro cerrarán la mina). La interrelación que vemos
en la actualidad dentro de cada país y entre países es exac‐
tamente esa: la de una serie de hogares de padres madu‐
ros con hijos adolescentes. Cada padre sigue trabajando y
explotando el modo de vida que le ha permitido sobrevivir
hasta la actualidad y sus hijos aprovechan esos recursos

439
para crecer y colaborar en casa, pero también se relacio‐
nan con los demás adolescentes en el Instituto retando el
sistema educativo impuesto por los padres (la Antigua
Economía) y a sus propios compañeros de Instituto (polí‐
tica exterior internacional adolescente). Pero el adoles‐
cente es, además, un rebelde en casa, donde también
retan la hegemonía de sus padres dentro de su propio
hogar (la Nueva Economía).
Las Civilizaciones Occidentales Hijas Adolescentes se
han inventado todo tipo de productos, contratos y formas
de sacarle partido (Nueva Economía) a la forma en la que
sus padres venían explotando los recursos que se encon‐
traban en su entorno y que eran más débiles que ellos
(Antigua Economía). Este antiguo modo de vida impositivo
todavía no está agotado y no está siendo totalmente cues‐
tionado puesto que, gracias a él, se ha sobrevivido hasta
ahora. No obstante, la Antigua Economía tampoco es
capaz de atraer la atención del adolescente. La Civilización
Hija Adolescente está buscando formas de revolucionar el
método antiguo. El adolescente está intentando reprodu‐
cir el modelo del padre, pero “pasando” de todo lo que no
le “mola” y tratando de quedarse sólo con lo que le di‐
vierte. Lamentablemente, hasta ahora lo estaba consi‐
guiendo a base de sacrificar la solidez de los cimientos del
modelo económico predecesor.
El problema es que, al igual que el adolescente es capaz
de estudiar, memorizar y estar motivado para estar a la úl‐
tima en todo, al padre maduro cada vez le cuesta más com‐
prender y entender los factores nuevos que lo rodean y,
además, se siente cansado para hacerlo. De este modo se
producen las turbulencias típicas de todos los hogares de

440
padres que conviven con adolescentes. Algunas civilizacio‐
nes hijas adolescentes se aprovechan del las ventajas del
cobijo provisto por sus civilizaciones madre y muchas
veces éstas tardan bastante tiempo en darse cuenta. El
adolescente (Nueva Economía) se aprovecha de todos los
espacios de estabilidad que ha creado la etapa adulta de
los padres (Antigua Economía). El adolescente se aprove‐
cha de la confianza que le otorgan sus padres para que
pueda crecer y en muchas ocasiones termina aplicando
una doble moral para satisfacer sus ganas de disfrutar sin
asumir la responsabilidad de convertirse en un contribui‐
dor neto al modo de vida familiar (la Utilidad Social). El tra‐
bajo del Padre (“La Antigua Economía”) ya no está de
moda. El padre lo sabe y las antiguas compañías que solían
ser el epicentro empresarial tienen cada vez más proble‐
mas para encontrar vectores de crecimiento atractivos
para el panorama inversor. Simultáneamente, aquellos
sectores de la civilización hija adolescente (“Nueva
Economía”) tienen todo el poder seductor que corres‐
ponde a su juventud al mismo tiempo que disfrutan de
otras características de la pubertad como son: el interés
por las actividades arriesgadas, el empleo de análisis su‐
perficiales, la aplicación de una ética de doble moral y
mantener una cierta despreocupación por su contribución
neta al resto del sistema.
En la actualidad, las Civilizaciones Madre Occidentales
se han dado cuenta de que en cierto modo han sido vícti‐
mas de sus propias Civilizaciones Hijas, del mismo modo
que un padre a veces puede pensar que su hijo adoles‐
cente se aprovecha de él. Las Civilizaciones Madre poseen
facturas millonarias sin pagar por cosas que o no poseían
el valor que sus Civilizaciones Hijas le otorgaban o que no

441
han aportado la mejora de la Utilidad Social que espera‐
ban. El problema radica en que si las Civilizaciones Madre
toleran durante mucho tiempo que sus Civilizaciones Hijas
continúen sin valorar el trabajo, el esfuerzo y el impacto de
sus acciones sobre el resto, corremos el riesgo a que éstas
Civilizaciones Hijas se especialicen en el oportunismo.
Quizás ya existan entre nosotros civilizaciones hijas que
están a punto de convertirse en drogadictas de la oportu‐
nidad. Civilizaciones hijas que puedan caer en el pensa‐
miento utópico de que siempre encontraran una forma de
aprovechar la oportunidad y caigan en el desenfreno que
derrumbe su civilización al completo.
La llamada crisis subprime no es una crisis hipotecaria ni
financiera. Es una crisis sistémica y generacional de toda
nuestra civilización. Esta crisis no es una reprimenda cual‐
quiera, esta crisis debe de ser una experiencia vital que
haga madurar a nuestra Civilización Adolescente que no
sólo la provocó sino que además la ignoró. Esta crisis re‐
quiere una concienciación del momento que atraviesa la
civilización. De no ser así, terminaremos en una radicaliza‐
ción suicida. Debemos comenzar a pensar en términos
temporales. Aprender que los desequilibrios son en el
tiempo pero que eventualmente, si queremos ser en el fu‐
turo, debemos de trabajar y motivarnos en la dirección re‐
conciliadora. Tenemos que recuperar la consistencia de
nuestras Identidades a través de conseguir cualidades sa‐
turadas que transmitan el mensaje de que somos adultos.
Necesitamos poner alarmas dentro de nuestras cabezas
para no dejarnos llevar por el desenfreno adolescente
nunca más75.
75 Recordemos que en la adolescencia human el cerebro se encuentra inclinado
a la experimentación de actividades arriesgadas.

442
De pequeño, cuando un padre da una reprimenda a su
hijo, en general, el hijo acata y el orden se reinstaura. De
pequeños, cuando los niños van al colegio, si se provocan
los unos a los otros, los niños inmediatamente empiezan a
pegarse y al final aprenden que los dos salen llorando, y, a
partir de entonces, un castigo es totalmente suficiente para
mantener el orden y la conciencia tranquila de los niños.
En la adolescencia, todo eso no funciona. En la adoles‐
cencia, cuando un padre le da una reprimenda al hijo, el
hijo busca la forma de “pasar”, de que “le da igual”. Existen
muchas formas de tomar esta actitud en el ámbito econó‐
mico: buscar jurisdicciones más permisivas, buscar “hue‐
cos en el sistema” para asignar costes fuera de la propia
responsabilidad (medio ambiente), crear nuevos produc‐
tos, contratos y mercados todavía no tan regulados, etcé‐
tera. El hijo adolescente siempre intentará darle la vuelta a
las cosas para salirse con la suya, es desafiante, provocador
y sus atractivos y juveniles argumentos suelen resultar al‐
tamente engatusadores. El adolescente juega con los con‐
ceptos de los mayores en su beneficio irracional para con‐
seguir sus objetivos cortoplacistas sin preocuparse por ser
un contribuidor neto al sistema que le da cobijo. El adoles‐
cente en el Instituto no se pega, a lo mejor hay una pelea
al año en comparación con la pelea diaria que hay en par‐
vulitos. Pero el adolescente es cruel y divertido al mismo
tiempo, mantiene el nivel de amenaza alto para contra
todos aquellos que perciba como amenaza y utiliza todas
sus dotes comunicativas y propagandísticas para controlar
su posición en su entorno social sin tener que llegar a las
manos. Y de este modo, vivimos en un mundo financiado
por “Viejas Economías” (Civilizaciones Madre) que tienen
problemas crecientes para ser más productivas, más atrac‐

443
tivas y conseguir nuevos réditos; pero que son capaces de
mantener y dar cobertura a “Nuevas Economías” (Civiliza‐
ciones Hijas Adolescentes) que aplican la irracionalidad del
adolescente para extraer atractivos beneficios a corto
plazo independientemente de la viabilidad futura de su
modo de actuación.
Las Civilizaciones Hijas se amenazan con programas nu‐
cleares, gastan lo que no tienen, contaminan y no aprove‐
chan los recursos, “pasan” de sus gobiernos y de los “car‐
cas” que los controlan, idolatran “looks” y estrellas de cine,
envidian a aquellos que se pueden permitir la cirugía esté‐
tica, y en general envidian a todo aquel que tiene algo que
ellos no tienen. Copian en los exámenes de la innovación y
utilizan la calculadora tanto que casi han olvidado las ope‐
raciones matemáticas más simples. Hoy en día podemos
llevar en un reproductor digital de bolsillo, todo el conoci‐
miento, toda la literatura, la historia, las matemáticas, la
astronomía, la medicina o cualquier otra cosa; pero no lo
hacemos porque “no mola”. Lo que mola es irnos a cuesta
con nuestras películas y nuestra música. Somos como ado‐
lescentes que no salen de su habitación y que no dejan
que sus padres entren en ellas. ¿Y cuál es la solución?
La solución es que el que piense que la adolescencia
dura para siempre: SE EQUIVOCA. Los sociólogos y filóso‐
fos que dicen que el hombre seguirá buscando ser joven
eternamente se equivocan. Aquellos que piensan que el
futuro es más de lo mismo se equivocan. El futuro es en el
tiempo porque acontecen cambios. Esta tendencia que
hoy parece irreversible no sólo terminará sino que además
se revertirá. El futuro sólo puede ser uno de dos: o el ado‐
lescente madura y alcanzan la mayoría de edad equilibrán‐

444
dose o terminaremos en una desaparición de la civilización
por radicalización sistémica.
La mayoría de los adolescentes que van al Instituto en
algún momento sufren o conviven con la crueldad y la
doble moral del sistema social que los propios adolescen‐
tes promulgan. Los más inteligentes han de darse cuenta
de que, en el futuro, el instituto terminará, las reglas del
juego serán otras, todas las ridiculeces juveniles sobre
“quién es amigo de quién”, “quién es más guapo y más
feo”, “quién tiene más y quien tiene menos” se acabarán.
Entonces se pondrá de relieve quién ha sabido aprovechar
su talento en algo útil. Todos tenemos que concienciarnos
de que esta adolescencia de la Civilización Hija va a termi‐
nar. La única forma de que esta adolescencia no terminará
nunca es que fuera eterna. Ahora ya sabemos que para
que algo sea eterno (alcance la dimensión eterna) el
tiempo tiene que dejar de transcurrir en esa dimensión,
por lo que insistir en seguir saturando las características de
la etapa anterior sólo nos puede llevar a una radicalización
suicida que haga que nuestra civilización desaparezca.
Tenemos que concienciarnos en desarrollar y saturar las
características de nuestra próxima etapa, para que así el
tiempo siga transcurriendo en nuestra realidad y nuestra
civilización sobreviva y evolucione.
¿La solución? La solución es la misma que se lleva apli‐
cando con los adolescentes toda la vida, pero dándonos
cuenta de que ahora no sólo los jóvenes son adolescentes,
sino que toda la civilización en su conjunto está atrave‐
sando una etapa adolescente confrontada con la etapa de
madurez de sus civilizaciones madre. La solución es subir el
listón.

445
Los adolescentes pueden tener desparpajo, fuerza, ju‐
ventud, ímpetu y capacidad de seducción, pero, al mismo
tiempo, pueden ser irascibles, irracionales, crueles, com‐
petitivos, rencorosos y muy muy muy imprudentes. Cuan‐
do los adolescentes sienten que tienen el sustento asegu‐
rado y carecen de una pauta a seguir, entonces “pasan”
todo el rato. Se dedican todo el día a saber quién es el más
“guay”. Quién tiene el mejor coche, quién viste mejor,
quién es el más guapo, quién es el más listo. Los adoles‐
centes ponen etiquetas continuamente. No hay que olvi‐
darse de que están aprendiendo a usar su razón y por ello
las etiquetas los ayudan a empaquetar unidades de cono‐
cimiento de una forma fácil y accesible.
Cualquier persona madura entiende que hay infinitos
grises por cada pareja de blanco y negro, pero el adoles‐
cente no necesariamente. El adolescente trata a todos los
empollones por igual, a todos los guays por igual, a todos
los raros por igual. El adolescente necesita conocer pri‐
mero blanco y negro para sentar unas bases sólidas desde
las que después investigará los grises cuando vaya madu‐
rando. La estrategia de los hombres adultos para hacer
madurar a sus hijos adolescentes ha sido siempre la mis‐
ma, elevar el listón. Pedirles más, obligarlos a canalizar
todo ese ímpetu, toda esa energía y todo ese talento en
potencia hacia algo más. El adolescente generalmente se
queja: “¿Por qué tengo que estudiar como resolver ecua‐
ciones integrales si mi padre jamás lo estudió y jamás las
ha necesitado?”. Si no fuera porque existe un programa de
estudios, el adolescente jamás terminaría el instituto. Si no
fuera porque existen las notas, los profesores, los exáme‐
nes y las evaluaciones, los adolescentes de forma espontá‐
nea jamás aprovecharían esos años de potencia y juventud

446
para equiparse bien para su futuro. El adolescente se limi‐
taría todo el rato a compararse con los demás y a diver‐
tirse. Para él, cuando alguien lo distrae de esas dos princi‐
pales prioridades, es la prueba más clara de que todo el
mundo está contra él. El adolescente es en definitiva el rey
del drama.
Es exactamente así como hemos llegado hasta aquí:
todo el mundo echando balones fuera y todo el mundo
quejándose de que el mundo está contra él. Los ciudada‐
nos culpan a los constructores y a los bancos de ser unos
ladrones, los constructores echan la culpa a los bancos, los
bancos echan la culpa a los bancos centrales, los bancos
centrales echan la culpa a los ciudadanos y a los bancos.
Los gobiernos echan la culpa a todos los demás y todos los
demás echan la culpa al gobierno. En definitiva, que sien‐
do la Humanidad un grupo cerrado de personas… ¿cómo
puede ser que todos estemos contra todos?
La respuesta es fácil, la civilización hija actual está en
una fase adolescente y tiene un criterio y una doble moral
muy ambigua porque sus individuos no tienen Identidades
consistentes todavía76. Las civilizaciones madres que con‐
sigan marcar una pauta de exigencia máxima a sus civiliza‐
ciones hijas serán las que consigan que sus civilizaciones
hijas maduren a tiempo para conseguir tomar el relevo ge‐
neracional, es decir, una Nueva Economía Funcional. Es así
como la Civilización Hija Adolescente dejará de crear nue‐
vas economías disfuncionales como las que hemos obser‐
76 Es relevante diferenciar bien el concepto de cualidad saturada e identidad con‐
sistente. Las cualidades saturadas de una identidad son se producen durante las
fases radicalizadas (arriba‐abajo). Sin embargo, la identidad es consistente
cuando alcanza el equilibrio o la “mayoría de edad” en el Ecuador de su vida (cen‐
tro), momento en el cual su identidad está más completa y llena.

447
vado hasta ahora (.com, subprime, renovaciones del con‐
sumo de productos totalmente injustificadas, productos
enteramente superfluos, etcétera). Pero, al mismo tiempo,
según la Civilización Hija vaya aprendiendo a cómo no
hacer trampas al solitario, también se dará cuenta de
cómo su Civilización Madre hizo en el pasado muchas
trampas. Tras esta senda de aprendizaje, la Civilización Hija
será capaz de revolucionarse, tomar el control y acabar
con las incongruencias de las Viejas Economías (industrias
altamente contaminantes, fuertes dependencias energéti‐
cas, etcétera).
Hay que empezar a poner notas, a marcar diferencias
que nuestras civilizaciones adolescentes puedan compren‐
der y que guíen sus pasos. Como el adolescente sólo en‐
tiende de etiquetas, hay que poner etiquetas y notas a
todo (política fiscal flexible). El formato del examen de
evaluación, no puede ser una mera prohibición o norma‐
tiva, tiene que existir libertad para que el sistema pueda
revolucionarse. Tenemos que examinar a la civilización con
exactamente la misma herramienta que ella emplea para
tratar de buscar su beneficio: el Mercado. Los Mercados
de la Utilidad Social serán la clave para poder aplicar una
política fiscal flexible que no vuelva a transferir paterna‐
lismo a nuestro sistema de poderes divididos.
La civilización occidental adolescente tiene por delante
la mayor revolución tecnológica y de eficiencia que jamás
haya podido imaginar la Antigua Economía. Y esa revolu‐
ción de tales dimensiones llegará precisamente cuando
nuestras civilizaciones adolescentes maduren, alcancen la
mayoría de edad y estén listas para reemplazar definitiva‐
mente a las civilizaciones occidentales madres. Cuando lo
hagan, serán capaces de tener descendencia, tener una ci‐

448
vilización hija y dejar morir a su civilización madre, repi‐
tiéndose de nuevo la historia familiar.
La Economía Global atraviesa una fuerte crisis de con‐
fianza. Ya no es sólo una crisis financiera, el ánimo inversor
en general tiene miedo de invertir en algo que vuelva a
terminar siendo un .com, un subprime, otra moda adoles‐
cente que parezca que lo da todo para luego terminar qui‐
tándolo todo. Para reconstruir la confianza en el sector
económico, el Sistema Fiscal tiene que demostrar que es
capaz de identificar los procesos abusivos en los distintos
sectores económicos de la actividad. Los gobiernos tienen
que hacer que los agentes económicos vuelvan a incorpo‐
rar todos los aspectos de su cadena de creación de valor
de tal modo que se tribute por el proceso global de princi‐
pio a fin, con independencia de la parte que aporte cada
compañía o quién sea el dueño legal.
Los gobiernos y las personas han de enfrentarse a los
grandes retos de la ingeniería de una sociedad compleja
compuesta por muchos seres (hombres), todo ellos inte‐
grantes del mismo conjunto. Las civilizaciones occidentales
han de iniciar los pilares sobre los cuales se fundará un
Estado con menos voluntad interna (menor voluntad de
gestión) que permitirá la deconstrucción del concepto de
democracia (paso necesario para seguir evolucionando)
evitando la reconstrucción del poder paternalista (es decir,
evitando la contra‐evolución).
Del mismo modo que ningún elemento de un conjunto
gobierna sobre los otros, simplemente pertenecen al
mismo conjunto, las civilizaciones occidentales han de asu‐
mir el reto de construir su sistema reflejo por el cual reú‐
nan la suficiente información como para poder calibrar au‐

449
tomáticamente el nivel de esfuerzo económico pasado,
presente y futuro, sin llegar a amenazar su supervivencia
por radicalización del sistema. Para ello, deben empezar a
construir un sistema de política fiscal autorregulable ba‐
sado en la utilidad social y en su relación con las fases del
proceso de generación de valor en la empresa (en lugar de
estar vinculado al mismo). Este sistema de organización
metabólica tardará mucho en llegar, pero hay que empezar
cuanto antes. Roma no se construyó en un día, pero por
algún día hay que empezar.
Las bases actuales del sistema fiscal y del Estado de
Bienestar sólo nos llevarán a más engaños y juergas encu‐
biertas, puesto que no adoctrinan a los agentes económicos
e incentivan que los agentes hagan “trampas al solitario”.
La Humanidad ahora mismo no puede correr el riesgo
de otra “juerga” a lo subprime por dos motivos:
1. La civilización madre (Antigua Economía) ya no tiene
capacidad para pagar más facturas en un entorno tan
dinámico y endeudado como el actual.
2. Sus civilizaciones hijas acabarán por convertirse en
drogadictas irracionales que se llevarán a la quiebra fi‐
nanciera o medioambiental a sí mismas y al sistema.
Las civilizaciones madres (que sustentan la Antigua
Economía) tienen que sentarse y escribir un programa de
estudio que aspire a conseguir lo que ellas no han sido ca‐
paces de obtener. Gracias a este plan, las civilizaciones
adolescentes (Nueva Economía) podrán llegar a alcanzar la
mayoría de edad bien equipadas para retar el modelo so‐
cioeconómico precedente desde la responsabilidad.
Si las civilizaciones madres escriben ese plan de estu‐
dios y empiezan a poner notas con los impuestos, estare‐

450
mos frente a un escenario en el que todos los tipos de ci‐
vilizaciones adolescentes son capaces de madurar, alcanzar
la mayoría de edad y ser productivas para con sus propios
integrantes. Cuando un joven accede por primera vez al
mercado laboral, de repente se da cuenta de que la socie‐
dad necesita todo tipo de personas (perfiles) dentro de
una empresa. Cada perfil tiene sus ventajas y sus desven‐
tajas, y es responsabilidad (y talento) del gestor conseguir
sacar lo mejor de cada uno de esos perfiles. Cuando un
adulto se da cuenta de que todas las personas son útiles,
necesarios y tienen cabida en la sociedad, es cuando el
hombre definitivamente abandona la pubertad. En la ac‐
tualidad nuestras compañías sólo quieren responsabili‐
zarse de lo que ellas hacen y no de las consecuencias de
sus actos. Se niegan a afrontar el gran reto de la utilidad
social. Es labor de la Civilización Madre corregir este error
adolescente. Un examen de Matemáticas sólo es correcto
si además de estar bien planteado, está también bien eje‐
cutado de principio a fin. No es éticamente justo que dos
compañías sean calificadas al mismo nivel cuando una re‐
suelve todo el ejercicio matemático con excelencia y la
otra sólo asegura la excelencia en uno de los pasos de la
solución del problema (conseguir plusvalía para sus accio‐
nistas) y se despreocupa del resto. Tampoco es justo que
una tercera persona ajena a sus problemas califique la vir‐
tud de una compañía. Por ello es necesaria la creación de
aquellos mercados en los que cada compañía va a poder
demostrar objetivamente su grado de compromiso con la
preservación de la Utilidad Social.
En el caso de que las civilizaciones insistan por seguir en
este camino de drama adolescente, no nos debería de sor‐
prender si se acaban cumpliendo algunos de los vaticinios

451
más estereotipados en estos casos. Por ejemplo, que el
“adolescente popular” se convierta en el “adulto perde‐
dor”, que el “chaval inteligente y pobre”, termine convir‐
tiéndose en el “adulto rico y despiadado” o que el “chaval
vago y rico” termine como adulto pasando penurias como
sucede en el cuento de la Hormiga y la Cigarra.
Como ya he dicho anteriormente, todos nosotros, cada
persona, tenemos facetas de todos estos personajes den‐
tro de nosotros mismos, al igual que todos los países y ci‐
vilizaciones también los tienen. Mientras que nuestra civi‐
lización siga en esta fase, vamos a seguir viendo caracterís‐
ticas adolescentes en nuestra forma de organizarnos y de
realizar juicios de valor. No obstante, la civilización occi‐
dental tiene que recordar que lo importante no es quién se
es hoy, sino quién se va a ser mañana y qué se va a hacer
para conseguirlo.
Las sociedades occidentales tienen que complicarle la
vida al sector productivo, darle más tareas y marcar como
objetivo el estudio de la asignatura más difícil (la Utilidad
Social). Eliminemos la hipocresía del sistema. Dejemos de
mirar para otro lado, cuando continuamente nuestras com‐
pañías hacen trampas. Iniciemos el camino hacia la mayoría
de edad, haciendo que sean las propias compañías las que
asignen el valor y los recursos necesarios para poder realizar
su actividad sin generar una gran pérdida de utilidad social.
Ya no es suficiente prohibir como cuando se educa a un niño,
la solución no es “porque lo digo yo”. Al adolescente se le
educa enseñándole que los que hacen los deberes mejor
obtienen una fiscalidad más ventajosa. Tiene que ver que
los que “pasan” de la sociedad acaban sufriendo una carga
fiscal cada vez mayor que se traduce en una pérdida de

452
competitividad. Si la civilización adolescente actual sólo
comprende el lenguaje de plusvalías para sus accionistas,
hay que saber hablar su idioma para que el mensaje llegue
y se comprenda. El Estado tiene que motivar a las empre‐
sas a que se demuestren a sí mismas que son capaces de
hacerlo mejor, que no es solución “pasar” de lo que no nos
gusta, porque al final el trabajo sucio se acumula.
Si el Estado premia con impuestos indirectos e impues‐
tos sobre beneficios más bajos a los sectores económicos
que traten de integrar todas las fases de su proceso de cre‐
ación de valor (ya sea bajo la misma compañía o un para‐
guas comercial), los consumidores los premiarán y el ciclo
se convertirá en un ciclo virtuoso que nos meterá de lleno
en la mayor era de innovación y eficiencia social que el
hombre jamás habrá podido imaginar. Pero para ello, tene‐
mos que corregir el error que hemos hecho. Tenemos a los
estudiantes (compañías) haciendo trampas y a los profeso‐
res (Estados) acudiendo a su rescate y haciendo los debe‐
res en su lugar. Hay que retomar las riendas, rediseñar
nuestra civilización desde el punto de vista metabólico in‐
tegrador evitando la transferencia de poder paternalista al
sistema y asignando el trabajo y los deberes al sector pro‐
ductivo. Abramos el inicio de este plan de estudios secun‐
darios llamado “Capitalismo Funcional” y evitemos la so‐
ciedad disfuncional.
La civilización occidental hija de cambio de milenio es y
será recordada como la civilización adolescente. De noso‐
tros depende elegir en qué adulto nos queremos convertir
o, de lo contrario, terminaremos enfrentándonos a una
tragedia propiamente adolescente.

453
454
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Alain Meynen, Political History of Belgium: From 1830
Onwards, Academic and Scientific Publishers NV, Brussels,
2009, pp. 271 ss.
v Véase un resumen de eventos en “Federal Elections in
Belgium ‐ Elections to the Senate and the Chamber of Re‐
presentatives”, Manuel Álvarez Rivera, http://electionre‐
sources.org/be/, 2007‐2009. Véase también “Increasing
Tension Between the Communities and the Creation of a
Federalised Belgium”, Els Witte, Political History of
Belgium: From 1830 Onwards, Academic and Scientific
Publishers NV, Brussels, 2009, pp. 361 ss.

455
vi Véase “Unintentional Causes of Epidemic Diseases: The
Impact of Human History on Disease”, Alfred J. Bollet,
Plagues & Poxes: The Impact of Human History on Epide‐
mic Disease, Demos Medical Publishing, Inc. New York,
2004, pp. 3.
vii Véase “Generalidades y precisiones necesarias: Animales
Domésticos” Francisco Bernis, Rutas de la Zooarqueología
Editorial Complutense, Madrid, España, 2001, pp. 9 y ss.
viii Véase “Getting Frustrated” y “How Control Makes Us Fell
Good”, Franklin D. McMillan, Kathryn Lance, Bob Barker,
Unlocking the Animal Mind: How Your Pet’s Feelings Hold the
Key to His Health and Happiness, Holtzbrink Publishers,
U.S.A., 2004, pp. 79 y 97 respectivamente.
ix Véase “Anabolic‐androgenic steroids: Historical back‐
ground, physiology, typical use and side effects” Richard V.
Clark, Pharmacology, Doping and Sports: A Complete
Scientific Guide for Athletes, Routledge, Abingdon, Oxon,
2009, pp. 23 y ss.
x Véase “History of Commodity Price Analysis”, Walter C.
Labys, Modeling and forecasting primary commodity
prices, Ashgate Publishing Limited, Hampshire (UK) y
Burlington (VT, USA), 2006, pp. 11 y ss.
xi Véase “How Should We Think About Development” Carol
K. Sigelman, Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Develop‐
ment, Thomson Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 2 y 3.
xii Véase “The Physical Self ‐ The Adolescent” Carol K.
Sigelman, Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Develop‐
ment, Thomson Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 111 y ss.
Referencia directa a este asunto en la p.131 (Lampl, 2002)
Véase “The Velocity Growth Curve and Growth Spurts”,

456
Noël Cameron, M.Sc., Ph.D., CBioL,. Fisiol., Human Growth
and Development, Academic Press, London & San Diego,
2002, pp. 6 y ss. Horacio Lejarraga M.D., Ph.D.
xiii Véase “Conclusion”, Noël Cameron, M.Sc., Ph.D.,
CBioL,. Fisiol., Human Growth and Development, Academic
Press, London & San Diego, 2002, pp. 18 ‐20.
xiv Véase “The Physical Self ‐ The Child” Carol K. Sigelman,
Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Development,
Thomson Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 111 y ss.
Referencia directa a este asunto en la p.129 (Kail, 1991,
van Galen, 1993 y Eaton & Richot, 1995).
xv Véase “Other Patterns of Growth”, Noël Cameron,
M.Sc., Ph.D., CBioL,. FIBiol, M.Sc., Ph.D., Human Growth
and Development, Academic Press, London & San Diego,
2002, pp. 8 y ss.
xvi Véase “The Physical Self ‐ The Adult” Carol K. Sigelman,
Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Development,
Thomson Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 135 y ss.
xvii Véase “Making Sense of Biological Theories of Aging”
Vern L. Bengtson, Merril Silverstein, Norella Putney,
Handbook of Theories of Aging, Springer Publishing
Company, New York, 2009, pp. 147 y ss.
xviii Véase “The Velocity Growth Curve and Growth
Spurts” y “The Evolution of Human Growth”, Noël Came‐
ron, M.Sc., Ph.D., CBioL,. FIBiol, y Barry Bogin, M.A.,Ph.D.,
Human Growth and Development, Academic Press,
London & San Diego, 2002, pp. 6 y pp. 295 y ss. respectiva‐
mente.
xix Véase “The Physical Self ‐ The Adult ‐ Functioning
Health” Carol K. Sigelman, Elizabeth A. Rider, Life‐Span

457
Human Development, Thomson Wadsworth, Toronto,
2006, pp. 136.
xx Véase “Disease, Disuse and Abuse”, Carol K. Sigelman,
Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Development, Thom‐
son Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 140.
xxi Véase “Factors That Influence IQ Scores”, Carol K.
Sigelman, Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Develop‐
ment, Thomson Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 265.
xxii Véase “Fostering Creativity”, Carol K. Sigelman,
Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Development,
Thomson Wadsworth, Toronto, 2006, pp. 256.
xxiii Para estudios sobre la exploración infantil referirse por
ejemplo a “Motivational Aspects of Exploratory Behavior”
Josef A. Keller, University of Würzburg, Curiosity, imagina‐
tion and play: on the development of motivational
processes, Dietmar Górlitz & Joachim F. Wholwill, 1987.
xxiv Véase “Intelligence and Creativity” Carol K. Sigelman,
Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Development, Thom‐
son Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 251.
xxv Véase “The Emergence of Creativity” Carol K. Sigel‐
man, Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Development,
Thomson Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 254.
xxvi Ha habido varios estudios que han tratado la cuestión
sobre el comportamiento arriesgado de los adolescentes.
Véase “Can Brain Development Explain Why Adolescents
Take More Risks Than Adults?” Carol K. Sigelman, Eliza‐
beth A. Rider, Life‐Span Human Development, Thomson
Wadsworth, Toronto, 2006, pp. 128.
xxvii Véase “Intelligence and Creativity ‐ Creative Ende‐
vors” Carol K. Sigelman, Elizabeth A. Rider, Life‐Span

458
Human Development, Thomson Wadsworth, Toronto,
2006, pp. 263 y ss.
xxviii Véase “Creative Endeavors” Carol K. Sigelman,
Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Development,
Thomson Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 263.
xxix Véase “Stress and Health”, Robert V. Kail, John C.
Cavanaugh, Human Development: A Life‐Span View,
xxx Véase “Intelligence and Creativity” Carol K. Sigelman,
Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Development,
Thomson Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 261.
xxxi Véase “Intelectual Development In Adulthood – Fluid
And Crystallized Intelligence” Cynthia A. Berg, Handbook
of Intelligence, by Robert J. Sternberg, pp. 199 y ss.
xxxii Véase “Historical Changes in Periods of the Life Span”
Carol K. Sigelman, Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human
Development, Thomson Wadsworth, Toronto, 2006, pp. 8
y ss.
xxxiii Véase “Conclusions”, Richard Hall Steckel y Jerome
Carl Rose, The backbone of history: health and nutrition in
the Western Hemisphere, Cambridge University Press,
Cambridge, UK, 2002, pp. 583 y ss.
xxxiv Véase “Historical Changes in Periods of the Life Span”
Carol K. Sigelman, Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human
Development, Thomson Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 8
y ss.
xxxv Véase “The Physical Self ‐ The Adolescent” Carol K.
Sigelman, Elizabeth A. Rider, Life‐Span Human Develop‐
ment, Thomson Wadsworth, Toronto, ,2006, pp. 111 y ss.
Referencia directa a este asunto en la p.132 (Rees, 1993 y
Johnston, 2002).

459
xxxvi Véase “Shorter people have lower risk of hip frac‐
ture” Thomas T. Samaras, Andrzej Bartke, Christopher
David Rollo, Human Body Size and the Laws of Scaling,
Nova Science Publishing, New York, 2007, pp. 56 y ss.
Véase también “The Osteoporosis Epidemic and Fosfo‐
max”, Kathy Smiley, Finally ‐ The Truth About Women’s
Health Care”, Lumina Press, Coral Springs, FL, 2003, pp.
111 y ss.
xxxvii El lector puede acceder a una introducción general a
la historia económica de occidente en Introducción a la
historia económica mundial, Gaspar Feliu i Monfort,
Universidad de Valencia, Valencia, 2007. Yo particular‐
mente he disfrutado enormemente del trabajo de Niall
Ferguson, The Ascent of Money: A Financial History of The
World, Pinguin’s Books Ltd, London England, 2008.
xxxviii Véase “Dreams of Avarice” Niall Ferguson, The
Ascent of Money: A Financial History of The World,
Pinguin’s Books Ltd, London England, 2008, pp. 18 ‐ 66.
xxxix Véase “Corruption, Crime and the Russian Mafia”,
Marshall I. Goldman, The piratization of Russia: Russian re‐
form goes awry, Routledge, Abingdon, Oxon, UK, 2003, pp.
177
xl Véase “Neural Mechanisms mediating optimism bias”,
Tali Sharot, Alison M. Ricardi, Candace M. Raio & Elizabeth
A. Phelps, Department of Psychology, New York University
& Wellcome Department of Imaging Neuroscience,
Institute of Neurology, University College London.
Published by Nature Magazine, 450, 102‐105, 1st
November 2007

460
xli Véase “Part Two ‐ Planning ‐ BCG Matrix” Ricky Griffin,
Fundamentals of Management, Houghton Mifflin Compa‐
ny, Boston, USA, 2008, pp. 74
xlii Véase “Safes as Houses: From S&L to Subprime” Niall
Ferguson, The Ascent of Money: A Financial History of The
World, Pinguin’s Books Ltd, London England, 2008, pp. 254
‐ 275.
xliii Véase “Safe as Houses: As Safe as Housewives” Niall
Ferguson, The Ascent of Money: A Financial History of The
World, Pinguin’s Books Ltd, London England, 2008, pp. 279
‐ 282
xliv Véase “Of Human Bondage” Niall Ferguson, The Ascent
of Money: A Financial History of The World, Pinguin’s
Books Ltd, London England, 2008, pp. 66 – 119.
xlv Véase “Recuperación y problemas de inestabilidad de
los años veinte: Inflación y Estabilidad Monetaria”, Derek
H. Aldcroft, Historia de la Economía Europea 1994‐2000
(título original: The European Economy 1914‐2000), Crítica
S.L., Barcelona 2003, pp. 68.

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