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Filósofo de La Autenticidad 2018
Filósofo de La Autenticidad 2018
Filósofo de la autenticidad
FERNANDO GONZÁLEZ,
Filósofo de la autenticidad
Séptima edición
(Ampliada)
2
CONTENIDO
VIVENCIA CRONOLÓGICA
El nombre de Envigado. Los títulos de Ciudad de las Ceibas, Ciudad Prolífera y Ciudad
Doctoral. Primeros pobladores. Lucas de Ochoa, tatarabuelo de Fernando González y su
alter ego. Sus padres: Daniel González y Pastora Ochoa. Nacimiento el 24 de abril de
1895. La casa de la calle con caño. Sus hermanos. Su infancia. Características de su
temperamento.
2. ESTUDIANTE REBELDE
Regresa a Envigado a finales de 1911. Sus lecturas preferidas. Un pensador debe tener
una pequeña fortuna: «Todas las libertades». Proceso de gestación de Pensamientos de
un viejo. Prólogo de Fidel Cano. Sus libretas. Ingresa al grupo Los Panidas. El ser en el
tiempo: «Nerón murió a la edad de mil años». Nace un escritor con personalidad. El
payaso interior.
4. EL DERECHO A NO OBEDECER
3
5. ENTRE LA ABOGACÍA, LA JUDICATURA Y EL AMOR
Los dos filósofos aficionados: Fernando González Ochoa y Benjamín Correa Fernández.
Publicación de Viaje a pie (1929) y traducción al francés. Obra maestra destinada a
acabar con la literatura de palabras. La arquidiócesis de Medellín prohíbe su lectura. El
estilo suramericano.
4
10. VANIDAD Y EGOENCIA
5
entre ambos en La Huerta del Alemán. «Es mi experiencia más viva, estimulante y feliz
en Colombia», afirma Wilder.
18. OTRAPARTE
El tránsito de Villa Bucarest a La Huerta del Alemán. La casa, obra de Carlos Obregón,
Pepe Mexía y Pedro Nel Gómez, es habitada a partir de 1940. Thornton Wilder, primer
visitante ilustre, dice que encierra más gusto que todo Chapinero. Años de silencio. La
Huerta del Alemán se convierte en 1959 en Otraparte. Prestigio del maestro. Los
nadaístas. Sus amistades. Fallece el 16 de febrero de 1964. Otraparte, monumento
departamental y casa museo.
6
19. FILOSOFÍA Y VIDA
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE ONOMÁSTICO
7
VIVENCIA CRONOLÓGICA
El país soporta una nueva Guerra Civil: será la penúltima de la serie de nueve
insurrecciones armadas que marcaron con honda huella la vida colombiana
durante el desorbitado siglo XIX. Los liberales son vencidos por fuerzas del
gobierno presidido por Miguel Antonio Caro, sucesor del fallecido presidente
Rafael Núñez.
El 31 de julio, en el fragor de una nueva guerra civil —la que por su duración
sería llamada de los «Mil días»— un golpe de Estado dirime las candentes
controversias en el seno del partido gobernante: el conservador. El sector
histórico derroca al nacionalista, a cuya cabeza se encontraba Manuel Antonio
Sanclemente. Por esta vía tortuosa asume el mando el vicepresidente
Marroquín.
1909 Presionado por la opinión pública y los partidos políticos, el presidente Reyes,
quien desde el año siguiente al de su posesión venía gobernando al margen del
ordenamiento constitucional, abandona el poder y se exilia en España.
8
1910 Previa consulta a las municipalidades, el gobierno interino convoca una
Asamblea Nacional encargada de reformar la Constitución de 1886. En la
misma obtiene la mayoría una nueva coalición bipartidista, la Unión
Republicana. La Asamblea elige Presidente de la República para el cuatrienio
1910-1914 al abogado y hombre cívico antioqueño Carlos E. Restrepo, futuro
suegro de nuestro biografiado.
9
personalidad de la década de los años treinta y del viajero del espíritu de la edad
senil.
10
Benito Mussolini: Marcha sobre Roma…
1928 Juez Segundo Civil del Circuito de Medellín. En su secretario, don Benjamín
Correa, exseminarista y aficionado a la filosofía, encontrará a un admirable
amigo.
1929 Tras realizar un recorrido «con morrales y bordones» por pueblos de Antioquia,
Caldas y Valle en compañía de don Benjamín Correa, escribe Viaje a pie, libro
en el cual pretende acabar con la literatura de palabras. Según Gabriel Miró, «es
una obra extraordinaria y única que revela a los españoles de la península de
cuánto es capaz el genio sicológico de un criollo de Sudamérica».
1930 Con motivo del primer centenario de la muerte del Libertador, publica Mi
Simón Bolívar, bello y polémico libro inspirado, según él, por su alter ego
Lucas Ochoa. Emplea el método emocional, que le servirá para escribir nuevas
obras de contenido histórico. «Pensamiento original y sólido, y una prosa de
alta calidad», según Valéry Larbaud.
11
hombre nuevo, producto de la mezcla de razas, al que llamaría El Gran Mulato.
«Este camino es mío, opuesto al de todos los americanos…».
Vargas Vila, ese otro gran rebelde de la literatura colombiana, desde Barcelona
le escribe a su nueva sede con fecha 6 de junio y le dice: «Tiene usted el vicio
de pensar, y la virtud de decir bellamente lo que piensa; un Pensador-Artista, es
un producto muy raro en nuestras latitudes; usted llena en plenitud ese modelo;
no he de ocultarle que lo que amo más en sus libros es el aire de polémica que
se respira en ellos; ese hálito de combate, es vivificante y tonificador; vivir es
combatir».
12
1933 Es cónsul de Colombia en Marsella (Francia), a donde ha sido trasladado por el
gobierno nacional, previa petición del gobierno fascista. La causa: las críticas a
Mussolini y su régimen, encontradas por la policía italiana en las libretas de
apuntes que dieron origen a El hermafrodita dormido.
13
Atlántida, en Medellín, llama a Fernando González «el más original y
penetrante de los sociólogos suramericanos».
14
En la revista Antioquia, F. G. escribe sobre ambos. «Olaya era un lindero de mi
personalidad. Me hace falta y anoche estuve triste. En el fondo, lo que hay es
que me gustó que hubiera muerto, pero también me entristecí. Era astuto,
inteligente y amaba las formas. Tenía magnetismo femenino y muy bella la voz.
Era una persona, y aquí hay muy pocas». De su suegro dice: «Carlosé fue centro
en el hogar, en las reuniones, en la patria, en su casa, en casa, en su alma y en
mi alma. […] Murió bellísimamente, tal como vivió. […] Él era mi bordón. […]
Espíritu nobilísimo, envíame de eso que tenías; envíame ritmo».
Con motivo del primer centenario de la muerte del general Francisco de Paula
Santander, publica Santander, despiadado análisis histórico y psicológico del
Hombre de las Leyes, en donde analiza también el fenómeno de los héroes
nacionales.
15
La muerte literaria de Manjarrés coincide con la muerte real de Virginia Wolf y
con la publicación en Colombia de La vida maravillosa de los libros, de Jorge
Zalamea, y en el Perú, El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría.
(Es que sin juventud la cosa está fregada, más que fregada, viejo Bodegón,
como dijera el inimitable «Tuerto» López).
¿Y el libro? «Es santo, cuando es para consultar nuestras dudas, las que nacen
de la acción. Pero aquí, el libro es para adornarse».
Este es su grito desesperado: «Una escuelita. ¡No me dejen morir sin ver una
escuelita!».
16
1948 El 9 de abril es asesinado en Bogotá Jorge Eliécer Gaitán, jefe del partido
liberal y caudillo del pueblo. Una ola de violencia política se desata en el país.
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1953 Es nombrado cónsul de Colombia en Europa, cargo que ejercerá durante cuatro
años, primero y por pocos meses en Róterdam y luego en Bilbao. Situado en el
principal centro de influencia del País Vasco, halla ocasión para conocer esa
singular cultura y reencontrarse con dos de los personajes de su predilección:
San Ignacio de Loyola y Simón Bolívar.
Fallece Gabriel Mistral, la poetisa chilena con quien sostuvo una cálida
correspondencia epistolar.
1959 Libro de los viajes o de las presencias. En las libretas regaladas por Lucas de
Ochoa al pu-bli-cis-ta González, se enseña a viajar por maravillosos mundos
interiores. Emplea un lenguaje nuevo de conocimiento vivo en el que sobresale
el uso del gerundio, que «ya es de por sí expresión de amago de vuelo fuera de
lo conceptual imaginativo…». (Con esta obra, diferente a todas la anteriores,
surge el gimnosofista o filósofo desnudo, versión andina de aquellos filósofos
budistas y brahmanes que deambularon por Occidente, al parecer hasta el siglo I
de la era cristiana).
1962 La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera. Escrita en dos tomos, el
primero acabose de imprimir el 30 de enero y el segundo el 28 de marzo; aquél
18
dedicado a Fernando de Rojas de Montalbán y a Juan Pablo Sartre, y éste a
Martín Heidegger. Son apenas un mil ejemplares, publicados por Ediciones
«OTRAPARTE».
«¡La señora muerte que se va llevando todo lo bueno que en nosotros topa!»:
León de Greiff, el gran poeta colombiano, se encuentra con ella en Bogotá, el
11 de julio. Empleó los pseudónimos de Leo Legris, Borgislao von Greiff,
Beremundo El Lelo, Gaspar de la Noche, Sergio Stepansky, Matías Aldecoa,
19
Ramón Antigua y Diego de Estúñiga, entre otros. «Lontano, absconto,
sibilino…, gota abisal de música secreta», como él mismo quiso definirse.
Amigo de juventud de Fernando González, compartieron las inolvidables
tertulias del grupo Los Panidas en el Medellín de mediados de la segunda
década del siglo XX. Ambos, Fernando y León, habían nacido en 1895. F. G. lo
llamaba León de Bolombolo y lo consideraba «el gran músico de los vocablos».
1980 En París, a la edad de 75 años, fallece el escritor y filósofo Jean Paul Sartre, a
quien Fernando González había dedicado el primer tomo de su Tragicomedia.
Representante eximio de la tendencia existencialista de la posguerra,
consideraba que el hombre se define por su libertad, por una libertad absoluta
que es principio y fundamento de sí misma.
20
1982 Gabriel García Márquez gana, por primera vez para Colombia, un Premio
Nobel: el de Literatura. El primer colombiano candidatizado al preciado
galardón había sido, en 1955, Fernando González.
2001 El 10 de abril, martes santo, fallece Fernando González Restrepo. Pocos meses
antes había sido publicado su ensayo filosófico El Instante Vital y en el mes de
junio siguiente, con la colaboración de amigos del grupo La Tertulia, aparecerá
El Puesto, terminado de escribir en 1964; es novela pletórica de ironía que
dedica al «gran pintor de la vida», Guy de Maupassant.
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de comodato— y, para beneficio de la comunidad y protección del ambiente,
convertir los terrenos aledaños en parque cultural y jardín.
22
El Colectivo Teatral Matacandelas estrena la obra «Fernando González - Velada
Metafísica», primero en Medellín y después en Bogotá.
2008 Daniel Restrepo González, con motivo de sus bodas de oro sacerdotales,
publica San Fernando González, doctor de la Iglesia. En la solapa de portada
advierte que este libro lo escribe «para reivindicar la imagen de Fernando
González, vilipendiada injustamente por los clérici»; y más adelante: «Fue un
místico Fernando. Para saberlo, basta leer sus libros. Pero hay que saber leer.
Mucha gente que lee, no sabe leer».
En diciembre el Fondo Editorial Eafit publica una nueva edición de Viaje a pie.
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Como otrora, con la casa, ahora el diseño es de otro Obregón, Andrés, nieto de
Carlos y quien tiene la compañía de Marco Aurelio Montes, pertenecientes
ambos al «Estudio con Vista Arquitectónica». Constará de un auditorio
multipropósito, biblioteca, salas de exposición, oficinas y jardines, y en unión
con la Casa Museo, el Café y la Librería formará un importante complejo
sociocultural al servicio principal de Envigado y de los municipios del sur del
Valle de Aburrá, pero con proyección nacional e incluso internacional. Será
edificio paralelepípedo, o sea «sólido limitado por seis paralelogramos, cuyas
caras opuestas son iguales y paralelas»; la inversión aproximada es de 9.000
millones de pesos y su terminación está proyectada para diciembre de 2018.
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DE CÓMO CONOCÍ A FERNANDO GONZÁLEZ
Me forjé entonces el propósito de adquirir sus obras. A mis manos fueron llegando, en
medio de un inocultable regocijo interior, Viaje a pie, El remordimiento, Los negroides,
Mi Simón Bolívar, El Hermafrodita dormido…
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En aquella época era notorio su optimismo. Palpitaba con la realización de un nuevo y
estimulante proyecto, el de escribir un libro concebido así: «duro, límpido, vivido, que
fuera para después de que pase el jaleo, para los que vendrán…».
Prolongado silencio que quedaría interrumpido en 1959 con la publicación del Libro de
los viajes o de las presencias.
La motivación para escribir este esbozo biográfico reside ahí: en razones de experiencia
vital y la devoción por la obra filosófica y literaria de Fernando González.
Por ese camino nos introdujo en formas y métodos nuevos, originales y llenos de
vitalidad, que van mostrando un camino individual, el de cada uno de nosotros, irrigado
de sinceridad y perspectivas de futuro.
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1. EN ENVIGADO ÉRAMOS ASÍ
De los enormes troncos de sus árboles, que utilizados a manera de vigas sirvieron para
construir los primeros puentes sobre sendas quebradas, provino el sonoro nombre de
ENVIGADO.
En los orígenes del poblado están ya en latencia dos aspectos coincidentes: los árboles
(en especial las ceibas) y las quebradas. Entre éstas sobresalían tres: la Doctora, así llamada
porque en sus riberas habitó don Vicente Restrepo con cuatro de sus hijos doctores; la
Zúñiga, que marca los límites con Medellín; y, ante todo, La Ayurá, nombre que en la
lengua de los indios significa, según Uribe Ángel, perico ligero, y alude a la abundancia de
animales de esta especie que hallaron los conquistadores en sus orillas. La Ayurá, de
exquisitas aguas cristalinas, ha sido famosa por las leyendas que le atribuyen un mágico
poder fecundante:
1
URIBE ÁNGEL, Manuel. Geografía general y compendio histórico del ESTADO DE ANTIOQUIA en Colombia.
Imprenta de Víctor Goupy y Jourdan, París, 1885, p. 113.
27
(¡Ceiba! Eres la idea de majestuosidad. Bello y útil tu tronco, grande como la nobleza y
espléndido tu extenso ropaje de hojas, ramas y frutos. Árbol americano de la imponencia,
del señorío, propicio para que hombres soñadores o fatigados, disfruten de la placidez de
tus sombras. Sabes hacerte amar…).
Resulta comprensible que a las ceibas que en buen número adornaban la plaza de
Envigado —hoy en día infortunadamente quedan muy pocas—, hubiese dedicado Fernando
González uno de sus libros de raíces más hondas y mayor savia vital: Don Mirócletes.
Envigado se encuentra al sur del valle que los aborígenes llamaron de Aburrá,
descubierto en 1541 por Jerónimo Luis Tejelo, al mando de un grupo de treinta soldados.
Enmarcado por los municipios de Medellín, Itagüí, Sabaneta, Rionegro y El Retiro, está a
1.580 metros sobre el nivel del mar y tiene una temperatura promedio de 21 grados
centígrados. Su territorio de 78.8 kilómetros cuadrados de superficie es hasta tal punto fértil
y de hermosos paisajes, que Uribe Ángel llegó a considerarlo la más apacible y bella
llanura de la República2. Y como si todavía fuese poco —manteniendo, orgulloso, su
tradición— este municipio, categoría que ostenta desde 1814, dispone de la mejor calidad
de vida entre los de su clase en Colombia3.
Los primeros pobladores, de origen español, legaron a sus descendientes apellidos tales
como González, Restrepo, Vélez, Arango, Díaz, de la Calle (asturianos), Garcés,
Bustamante, Cano, Guzmán, Henao, Santamaría, Mejía, Villegas (de Castilla y León),
Álvarez, Escobar, Jaramillo, Tamayo (de Extremadura), Mesa, Ramírez (de Cádiz), Molina
(de Granada), Ángel (de las islas Canarias) y Aristizábal, Barreneche, Baena, Echeverri,
Isaza, Londoño, Montoya, Palacio, Saldarriaga, Uribe y Ochoa (vascos).
El apellido González, patronímico derivado del nombre propio Gonzalo, fue llevado a
España por los visigodos. Derivado de la raíz germánica «gunda», lucha, combate, se le
otorga el significado de «espíritu de la guerra». En latín se decía Gundisalvo, que después
derivó en González.
2
Ibidem, op. cit., p. 112.
3
Calificado en 1987 por el Instituto Ser de Investigaciones con un índice de 100.0, seguido por Bogotá 98.3,
Tunja 96.0, Medellín 89.4 y Bucaramanga 88.5. En el año 2014, según medición del Departamento Nacional
de Planeación, Envigado volvió a ser calificado como el municipio colombiano con mejor calidad de vida,
sobresaliendo el sector educativo, con cobertura total; entre los cinco primeros se situaron tres municipios de
Antioquia, ubicados todos en el sur del valle de Aburrá y limítrofes entre sí: Envigado, Sabaneta e Itagüí
(puestos 1, 3 y 5), y dos municipios de Cundinamarca: Chía y Madrid (puestos 2 y 4).
28
A la provincia de Antioquia había sido traído hacia 1680 por el asturiano don Juan
González de Noriega y posteriormente a Envigado, por don Esteban González4.
El árbol genealógico del apellido Ochoa se inicia con el español don Lucas de Ochoa y
López Alday, quien llegó a tierras antioqueñas en 1690. Del matrimonio de uno de sus
hijos, Nicolás, con doña Ignacia Tirado Zapata, nació Lucas de Ochoa y Tirado, conocido
por los envigadeños como «el gran progenitor» por haber sido el padre de veinte hijos,
nacidos de cuatro matrimonios que don Lucas celebró en los años 1769, 1781, 1796 y 1800.
Cuando murió en 1838, tenía noventa años de edad5.
Las relaciones intelectuales que crea con Lucas de Ochoa testimonian la admiración por
este varón de carácter, cuyo amor al trabajo y culto a la familia son la mejor síntesis de las
virtudes de una raza de la cual es tenido como fundador y ejemplar exponente.
29
De las sucesivas generaciones descendientes de Lucas de Ochoa, adquirió Envigado un
nuevo título: el de Ciudad Doctoral, que amerita con nombres de la prestancia de José Félix
de Restrepo, notable jurista y magistrado, educador de juventudes y ardiente patriota,
defensor de los esclavos y redactor del proyecto sobre su manumisión; Manuel Uribe
Ángel, intelectual y científico; Marceliano Vélez, influyente político y militar; Alejandro
Vélez Barrientos, discípulo del sabio Caldas y de José Félix de Restrepo, desempeñó
importantes cargos públicos: diputado al Congreso Admirable, gobernador de Antioquia,
Ministro de Relaciones Exteriores, consejero de Estado y senador; José Miguel de la Calle,
presbítero de fecunda labor religiosa y social; Miguel Uribe Restrepo, consejero de Estado,
senador, orador, cuya casa natal fue convertida en la atrayente «Casa de la Cultura» de
Envigado; José Manuel Restrepo, historiador y servidor público; Alejandro Vásquez Uribe,
gramático y educador; Luis Cano Villegas, influyente periodista; Francisco Restrepo
Molina, médico sabio y humanitario; Jorge Franco Vélez, médico, poeta y escritor; y
Débora Arango Pérez, artista que trascendió su época con un valiente y hermoso mensaje
pictórico, en busca de la liberación personal y social de la mujer6…
Y sin ser envigadeño de nacimiento: el padre Jesús María Mejía (1845-1927), cura en el
municipio durante 49 años y en propiedad de la parroquia por cerca de 40. Sacerdote de
almas y gestor de su grandeza material: construyó el hermoso templo parroquial, llamado
de Santa Gertrudis en honor a la patrona del municipio, y la iglesia de Santa Ana, así como
el Hospital de Caridad; fundó los colegios Uribe Ángel y de La Presentación, este último
regentado por religiosas a quienes vinculó a la educación de la niñez y la juventud; e inició
la organización del poblado de Sabaneta (corregimiento desde 1903 y municipio desde
1968).
6
La pintora Débora Arango (1907-2005) nació en Medellín pero vivió en Envigado durante sus últimos
sesenta años, invariablemente en «Casablanca», la hermosa casaquinta que fuera de sus abuelos.
30
El padre Mejía, sin embargo, a principios de 1918 fue obligado a retirarse de su curato
parroquial, debido, según sus palabras, a la labor destructora de «apóstoles siniestros de la
mentira». Desterrado, vivió en Manizales y Medellín, pero ya cansado y enfermo regresó en
1926 a Envigado, en donde murió al año siguiente, a los 82 años de edad.
Convendría agregar aún otros nombres. De aquellos que no suelen ser aceptados por los
cánones de la historiografía oficial, pues ésta reserva sus sitiales de honor a cierta clase de
hombres ilustres. Aunque sobresalientes por su inteligencia o por su estilo7, se les excluye
en virtud de su origen humilde o la falta de lo que llaman formación académica. Así no
hayan nacido todos ellos en Envigado, dieron también lustre a esta tierra, donde vivieron
durante largos años. Mencionaremos algunos con los calificativos que les dio nuestro
biografiado: Misael Osorio, el «escultor glorioso»8, su émulo, Álvaro Carvajal, y Cosiaca,
«¡el mayor ingenio y el mejor bebedor de aguardiente!».
Al comenzar la última década del siglo XIX, Envigado tenía aproximadamente seis mil
habitantes9. Conservaba sus tradiciones patriarcales en medio de un ambiente sencillo,
donde las gentes se dedicaban al trabajo y había una cierta placidez espiritual, dado el
sentimiento cristiano de la vida que allí imperaba y el respeto que solía presidir las
relaciones entre familias10.
7
La inteligencia es definida hermosamente por Fernando González: «Posesión consciente de su
individualidad y de los nexos que tiene con el universo», y el estilo como la manera de manifestarse: «El
verdadero estilo consiste en manifestarse naturalmente».
8
Misael Osorio Ramírez, hijo del también escultor Tomás Osorio Alzate, nació en Carolina (Antioquia) en
1877, pero desde niño vivió en Envigado, donde tuvo taller de escultura y ebanistería durante 45 años. Al
contemplar el arte escultórico de la capital de Italia, Fernando González en El Hermafrodita dormido recuerda
a este notable artista imaginero: «En Roma no hay santos como los de Misael Osorio…» (p. 64). Y tras
recorrer los pueblecitos cercanos a las montañas de Carrara: «Si tuviéramos por aquí a los escultores de
Envigado, Misael Osorio y los Carvajales, para que hicieran un San Juan, así, hermafrodita, ¡como ellos
saben!» (Ibidem, p. 134).
9
Según el Censo Nacional realizado en el año 2005, la población de Envigado ascendió a 175.240 habitantes.
Mujeres 54,6% y hombres 45,4%. Establecimientos económicos: 6.494. Promedio de personas por hogar: 3,5.
Tipo de vivienda: casas el 39,5%, apartamentos 59,5% y otros 1%. Es el municipio con mejor nivel de
educación en el área metropolitana del Valle de Aburrá: el 47,3% de sus habitantes tienen título de bachiller y
el 18,3%, estudios profesionales. Distancia a Medellín: diez kilómetros que se recorren en automóvil en
veinte minutos. (Proyección oficial del DANE a 31 de diciembre de 2014: 217.343 habitantes, de los cuales el
96% se encuentra en el área urbana).
10
Desde 1995, adscrita al Municipio, funciona la Institución Universitaria de Envigado con programas de
pregrado en Ingeniería de Sistemas, Ingeniería Electrónica, Derecho y Contaduría Pública. La ciudad también
dispone de un canal comunitario: Teleenvigado.
31
Aquel día de 1890 en que los hermanos Daniel y José Vicente González Arango
celebraron su matrimonio con las hermanas Pastora y Concepción Ochoa Estrada,
respectivamente, el entusiasmo de las familias de los contrayentes produjo cierta confusión,
hasta el punto de que el sacerdote invirtió el orden de las parejas, motivo por el cual fue
indispensable repetir la ceremonia, algunos minutos después11.
Los descendientes de las dos familias González Ochoa, heredaron de sus progenitores
algunas características especiales. De los varones, ambos maestros de escuela, una rara
inteligencia y el sentido de originalidad. Porque Daniel y José Vicente, no obstante carecer
de preparación académica, tenían un agudo sentido práctico que les permitía resolver los
problemas cotidianos, interpretar con sagacidad hechos y costumbres, y animar las
conversaciones con fluidez y gracia.
Daniel era, además, negociante cafetero, en una época en la cual el café constituía
nuestro principal producto de exportación. Años después, sin embargo, prefirió dedicarse a
la compra y venta de ganado en comisión.
Con su esposa habitó una casa de la «calle con caño», correspondiente a la calle 20 y
distinguida con el número 15-44. En esta casa, el 24 de abril de 1895, nació Fernando.
Según la actual nomenclatura urbana es la calle 38 Sur, 39-37, donde en el terreno que
ocupaba la antigua casa ha sido construido un edificio de tres pisos, situado a escasos
cuatrocientos metros de la plaza principal. En el frontis del primer piso existe una placa con
este letrero: «Aquí nació el maestro Fernando González, 1895-1964. Homenaje del Centro
de Historia de Envigado, 1969».
Dos días después de nacido, el niño recibió del padre Jesús María Mejía, párroco de
Santa Gertrudis, las aguas bautismales, siendo padrinos sus abuelos paternos Antonio
González y Bárbara Arango.
Ya por la línea materna es necesario destacar la influencia ejercida por doña Pastora y el
padre de ésta, Benicio Ochoa.
11
Los médicos Gustavo, José Vicente y Luis Enrique González Ochoa, el abogado Jaime González Ochoa, y
los filólogos y músicos Mario y Carlos González Ochoa —para no mencionar sino algunos de los veintiún
hijos de José Vicente y Concepción— son, por tanto, primos hermanos dobles de Fernando González. Jaime
es, además, el personaje de La Tragicomedia conocido con el nombre de Palillo Elías, el abogado de
Entremontes.
32
filosófica que Fernando hizo conocer y con la cual disfrutaba: «Somos cagajón aguas
abajo…».
12
Revista Antioquia, n.º 2, junio de 1936, p. 10.
13
Carta a su hermano Alfonso, Marsella, 5 de abril de 1934, en Cartas a Estanislao, Casa Editora Arturo
Zapata, Manizales, septiembre de 1935, p. 88.
14
Graciela estuvo casada con el prestigioso médico y filántropo Francisco Restrepo Molina (1898-1976). El
doctor Restrepo Molina fue médico personal de Fernando, a quien siempre llamó «don Fernando», y uno de
sus íntimos amigos. En La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera es «don Pío», el médico de
Entremontes. El escritor vallecaucano domiciliado en Envigado desde 1973, Faber Cuervo, lo describe así:
«Quién iba a pensar que la generosa humanidad arropada en impecable traje negro y sombrero de fieltro —
también negro— contenía una franqueza y humor provocadores que bordeaban las fronteras de la burla
ingeniosa […]. Algunos lo veían como un médico seco y repelente, porque decía en tres palabras lo que se
debía hacer; es lo cierto que una mayoría de envigadeños recuerda al bondadoso médico con gratitud y
singular admiración […]. Durante su apostolado en el mundo solidario del bisturí, condimentó sus largas
faenas de atención con la broma, el diagnóstico directo, el comentario imprevisto […]. La solidaridad y la
sabia franqueza con los enfermos lo acompañaría durante casi 50 años de servicios a la comunidad
envigadeña y antioqueña, pues fue profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia
durante 22 años […]. Antes de que el doctor se colocara su dedo pulgar entre los labios para empezar a
hablar, uno de los estudiante decía en voz queda: “Chiss…, va a hablar el micrófono de Dios” […]. El
maestro Fernando González hubiera dicho del médico Restrepo que fue un individuo que se acercó al espíritu
al desnudar su propio ser renunciando al vano rol de médico que halaga a sus “clientes”». (Autores varios,
Vigas contra el viento II - Memoria Literaria Viva, Envigado, 2012, pp. 90, 98, 99).
15
En Pensamientos de un viejo, siendo su hermana una niña, le dedica el capítulo titulado «Oh viejo bordón
de los abuelos», donde expresa: «Ligia es la única que conoce el alma del joven pensador. Él ha puesto todo
su amor en ella». Doña Ligia fue la última sobreviviente de los hermanos González Ochoa. Estuvo casada con
el odontólogo Antonio Zuluaga Aristizábal y falleció en Medellín en el mes de diciembre de 2004 a la edad de
91 años.
33
Dentro del número cabalístico siete, Fernando fue el segundo. Un segundo que
compartía sus experiencias especialmente con el primero, o sea el hermano mayor, en quien
encontró siempre el más decidido estímulo a su vocación filosófica y literaria.
Alfonso (1892-1949) llegó a ser un hombre culto: además de lector apasionado de obras
literarias, hablaba con soltura el inglés y el francés. Aristocrático y de refinados modales,
vivió por varias temporadas en Europa, y sobre todo en la capital de Francia, donde nació
su afición por la anticuaria.
Durante su primer viaje, que hizo en calidad de becario del gobierno colombiano y
estando en la población belga de Halma, «caserío de doscientos habitantes, todos labriegos
honrados y de costumbres sanas», estalló la Guerra Civil Europea, horrendo drama que lo
obligó a trasladarse a Bruselas, después a Londres y más tarde a ingeniarse el camino de
regreso a su patria. En 1917 conoció a la señorita Laura Jaramillo Uribe, de quien se
enamoró con desbordante pasión; decidido veinte días después a contraer matrimonio,
dícese que Alfonso arrimó una escalera a la ventana de su amada y en dos caballos
galoparon en la fría mañana manizaleña al encuentro con el cura.
Periodista por vocación, Alfonso dirigió en 1912 el primer periódico que se publicó en
Envigado, Vox Populi, de circulación semanal, y posteriormente La Patria, de Manizales.
34
1913— en procura de una beca para estudiar Veterinaria, la que inicialmente programada
para Chile, se concreta para Bélgica a donde llega en abril de 1914, pero a los pocos meses,
sin haber empezado aún sus estudios, pues se había dedicado al aprendizaje del francés,
Alemania declara la guerra a aquel pequeño reino y ya todo será problemas y dificultades
(después se refugiará en Londres y en diciembre de 1915 estará de nuevo en Colombia); el
tercer viaje, en compañía de su esposa Laura, es para dejar estudiando en París a sus hijos
mayores, Fernán y Jaime, de once y nueve años de edad, respectivamente (1929); el
capítulo siguiente corresponde a su viaje por los Estados Unidos y México (mayo a
noviembre de 1945), y el último se extiende por todo el año de 1947. Su punto de partida es
Rochester, a donde ha ido en procura de salud para su esposa.
Desde allí se traslada a algunas ciudades de los Estados Unidos y después de atravesar el
Atlántico a bordo del S. S. Asterion hasta llegar al puerto de Le Havre, hace un largo
recorrido por Europa, siempre en compañía de esposa e hija (Laura y Beatriz),
especialmente a través de Francia, Italia y España, en automóvil particular al que llama su
Rocín, disfrutando de paisajes, ciudades, pueblos, museos…
En la última de las 574 páginas de estas ilustrativas crónicas, Alfonso dejó consignado
con emoción un pensamiento íntimo: «¡Qué no diera yo hoy por un Diario de mi padre, por
poder revivir a don Daniel, por seguir sus huellas, por ir detrás de él, pisando su sombra!».
De aquellos «Diarios» recibió inspiración Tomás González16 al escribir Para antes del
olvido, obra ganadora en 1987 del premio nacional de novela. La narración comienza en el
Envigado de 1913 cuando Alfonso, «cansado de sentirse preso entre una jaula cantando
siempre las mismas trovas», decide irse de la casa paterna, guiado sólo por su espíritu
aventurero. Renuncia entonces al calor del hogar, a la compañía de sus hermanos y a la
dulce comunicación amorosa con Josefina, su novia. Inteligente, simpático, de singular
predisposición para conquistar amigos17, su errancia por pueblos y ciudades de Colombia,
16
Tomás González Gutiérrez (1950) es hijo de Alberto González Ochoa y, por tanto, sobrino del maestro. De
éste llegó a decir: «Él vivía en la finca vecina a la nuestra, en Envigado […]. Me deslumbraba su manera de
ser, de hablar, de relacionarse con el mundo. Tuve mucha suerte en convivir con una persona sabia como
Fernando a una edad en la que las puertas de la percepción están abiertas de par en par». («Un tímido bañado
de letras», en revista Bocas, Bogotá, junio de 2014, p. 38).
17
«No había ser humano —sostiene el autor— capaz de pasar cerca de él y no enredarse en una conversación
pequeña o grande». (GONZÁLEZ, Tomás. Para antes del olvido. Plaza & Janés, Bogotá, mayo de 1987, p.
18).
35
primero, y luego por Europa, a donde había ido con la intención de hacerse profesional de
la medicina veterinaria, conforman el tema central del libro, presentado con notable fuerza
descriptiva, cálida y llena de vida.
Pero si los rasgos del carácter de Alfonso son bien definidos: jovial, emprendedor,
trotamundos, sentimental, inclinado a disfrutar de los placeres de la vida, los
correspondientes al temperamento de Fernando no eran menos protuberantes, aunque en
sentido opuesto.
En este retrato de infancia elaborado por él mismo, está descrito con entera fidelidad:
«Yo era blanco, paliducho, lombriciento, silencioso, solitario. Con frecuencia me quedaba
por ahí parado en los rincones, suspenso, quieto. Fácilmente me airaba, y me revolcaba en
el caño cada vez que peleaba con los de mi casa»18.
Pronto adquirió también el gusto por las plantas. A orillas del caño donde vivía,
abundaban las poligonáceas, y en «amoroso contacto» con ellas nació su afición por la
18
VALLEJO, Félix Ángel. Retrato vivo de Fernando González. Editorial Colina, Medellín, 1982.
19
Mi Simón Bolívar. Segunda edición, Librería Editorial Siglo XX, Medellín, 1943, pp. 18-19.
20
VALLEJO…, op. cit., p. 45.
36
botánica, que cultivaría como complemento de su vida filósofa. Plantas que, como los
vegetales y los minerales, ¡expresan siempre la verdad! «El único mentiroso, entre todos los
de la creación, es el hombre»21.
Años más tarde, el inquieto muchacho perdería su fe. Precisamente fue el día en que, en
la sacristía de la iglesia de su pueblo, alzó el vestido a Pablo de Tarso y vio que su cuerpo
era «¡un tablón de madera ordinaria!». Desde entonces dejó de creer en los santos de
Envigado, en las devociones meramente acomodaticias para incentivar la fe. Sometido al
conflicto entre materia y espíritu, que es atormentador y persistente, en adelante su mensaje
estuvo dirigido al «hombre de carne y hueso», al estilo de ese eterno inconforme de la
literatura española que fue don Miguel de Unamuno.
En medio de la serie de experiencias de los años juveniles, aprendió también «el arte
suramericano de poseer a distancia todas las cosas de la vida». Convirtiose en intemperante
imaginativo. Los casos más vivos tuvieron que ver con Fernanda, María Luisa y una prima
nalgona que fue su tormento…, debido a la enseñanza que recibió del Mono de Marceliano,
un amigo suyo de aquellos tiempos febriles 22 . Desconsolado, decidió reaccionar con
vehemencia y olvidar el tormento ensoñador del vicio solitario; así fue convirtiéndose en
artista de la realidad turgente y concreta, en instigador de mundos interiores, en buscador de
cuanto oliera a semilla y a polen.
Infiel, es decir, insatisfecho. Infidelidad que es patrimonio de las almas cuyo destino es
la divinidad. Consecuencia de que lo anhelado no está ahí, donde se creía, y es necesario
21
Ibidem, p. 75.
22
Cartas a Estanislao, op. cit., p. 109.
23
El remordimiento. Editorial Arturo Zapata, Manizales, 1935, p. 78.
37
seguir buscando. ¿Dónde encontrar, pues, el secreto? Supone que las muchachas, tan bellas
y elásticas, pudieran tenerlo cuidadosamente escondido; entonces camina detrás de ellas,
las observa y analiza, pero es grande su desilusión: no hay tal secreto, ni siquiera en la
mujer única de Marsella… Tampoco lo encuentra en los libros de los filósofos, ni en las
ruinas romanas, ni en las esculturas griegas, ni en parte alguna del mundo exterior.
Así es como descubre, primero, y luego asimila la lección consistente en que la filosofía
es un camino, una amistad y no un matrimonio con la verdad.
Tal es, pues, su vocación. Tarea fascinante y tortuosa al mismo tiempo. Mediante ella
empieza a intuir a Dios, a quien considera interesante porque es un secreto. Por eso se
dedica a buscarlo «como mi mamá buscaba las agujas, en Envigado…». Es un proceso de
inquisidor que se prolongará durante cuatro décadas.
Esa actitud de búsqueda es esencial: viene a ser su trasegar humano. Fernando González
es un buscador y para ello se convierte en un atisbador: analista de sí mismo y del vasto
mundo que forja su constante brega por ascender en conciencia.
Las raíces del pensador —densas y profundas— están aquí, en Envigado; en sus gentes y
su ambiente. El marco criollo se lo proporcionará Antioquia, pueblo de ancestro vasco
cuyos perfiles de individualidad se adaptaron muy bien a su temperamento y espíritu
crítico. Y yendo más lejos, Colombia y Sudamérica instigarán las manifestaciones de un
original sociólogo y penetrante psicólogo.
24
El Hermafrodita dormido. Editorial Juventud, Barcelona, 1933, p. 11.
25
El remordimiento, op. cit., p. 82.
38
2. ESTUDIANTE REBELDE
Preocupados por la inquietud y viveza del estudiante, sus padres decidieron trasladarlo a
Medellín, donde fue matriculado en calidad de interno en el Colegio de San Ignacio de
Loyola, dirigido por sacerdotes de la Compañía de Jesús.
En aquel colegio prosiguió y terminó sus estudios elementales y cursó los primeros
cinco años de enseñanza secundaria. Es la época en que recibe la influencia intelectual y
afectiva más profunda. El método riguroso de sus profesores, el arte de formar silogismos,
los paseos a pie, los ejercicios espirituales…, forman un conjunto de experiencias que
sirvieron para moldear su carácter y conferirle agudeza a su espíritu crítico.
En medio de todo, se presentó un hecho que él mismo describiría más tarde como causa
de su temperamento retraído y de su amor a la soledad. Por herencia había sido tímido, y un
compañero de estudio se convirtió en su dominador; por medio de amenazas, lo sometió a
su voluntad: «Si me decía, durante la clase, que le prestara mi reloj y yo me negaba a ello,
me prometía una paliza para la hora de salida. Así que yo me hice un niño reconcentrado
1
Retrato vivo de Fernando González, op. cit., p. 140.
39
que miraba con temor a todos los hombres. Él me enseñó, sin quererlo, a hallar una gran
alegría estando conmigo mismo»2.
Cuando cursaba el quinto año de bachillerato, surgió el conflicto irremediable con los
jesuitas. Fernando estaba absorbido en la lectura de libros de Nietzsche, Voltaire, Kant y
Víctor Hugo, sin desconocer la intensa sensación que le causaba la lectura de Teresa de
Jesús. En la clase de filosofía, que dictaba el padre Quirós, se atrevió a pensar con libertad,
negando el primer principio que la lógica tomista —repensado el pensamiento aristotélico,
que le otorga ese lugar al principio de identidad—, y después la enseñanza jesuita,
denomina de contradicción: una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo
sentido. «Ese es el primero; ese no se comprueba»3. El alumno quedaba desconcertado. No
podía entender cómo una filosofía eminentemente racional, prescindía, en ese supuesto, del
uso de la razón.
«Luego le negué todo al padre Quirós —escribe en Los negroides—. ¡El primer
principio! Negué el primer principio filosófico, y el padre me dijo: “Niegue a Dios; pero el
primer principio tiene que aceptarlo, o lo echamos del colegio…”. Y negué a Dios y el
primer principio, y desde ese día siento a Dios y me estoy librando de lo que han vivido los
hombres. Desde entonces me encontré a mí mismo, el método emotivo, la teoría de la
personalidad: cada uno viva su experiencia y consuma sus instintos. La verdadera obra está
en vivir nuestra vida, en manifestarnos, en autoexpresarnos […]. Mi vida ha estado
dedicada a devolverles a los Reverendos Padres lo que me echaron encima; he vivido
desnudándome»4.
El 20 de agosto de 1911 —tenía dieciséis años de edad—, Fernando fue expulsado del
Colegio de San Ignacio. En carta suscrita por el rector, R. P. Enrique Torres, es comunicada
la decisión a don Daniel González. Con bella caligrafía y en estilo jesuítico, el padre Torres
escribió:
… Es el caso que desde el año pasado se dio Fernando con sumo ahínco a la
lectura, primero de obras literarias y luego este año de obras filosóficas
principalmente. Sin duda en lectura de tales libros procedía sin mucha selección al
principio, no advirtiendo el inmenso mal que de semejante proceder podía
seguírsele. Y así ha sucedido, en efecto, como U. habrá tenido que advertirlo; pues
al ojo avizor de un padre solícito, jamás se ocultan los cambios que en el hijo van
verificándose. Comenzando apenas sus estudios de filosofía y no bien cimentados
aún sus principios religiosos ha leído con verdadera pasión obras de Voltaire,
2
LA SEMANA, suplemento de El Espectador, Medellín, 28 de noviembre de 1915, entrevista concedida a
Fernando Isaza.
3
Viaje a pie. Segunda edición, Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, 1967, p. 50.
4
Los negroides. Editorial Atlántida, Medellín, 1936, pp. 14-15.
40
Víctor Hugo, Kant y sobre todo Nietche (sic), las cuales han apagado en su
entendimiento la luz de la fe y han secado en su corazón todo temor saludable. No
cree absolutamente, afirma él a sus compañeros, en la divinidad de Jesucristo ni
menos en la Iglesia Católica. Imbuido en las ideas de Nietche (sic), sostiene que
hasta ahora los hombres han estado cegados con falsas preocupaciones, como el
infierno, que un genio ha de hacer desaparecer para sustituirlas con otras nuevas y
mejor fundadas. Así lo dice, casi de continuo, a sus compañeros; esto ha sostenido a
su profesor de filosofía, el P. Quirós y en parte también al Rdo. Padre Rector, sin
admitir razones de ninguna clase.
Tenía yo la esperanza de que los ejercicios espirituales, que durante tres días
tuvieron los alumnos la penúltima semana, hubieran de aprovecharle y abriera su
corazón a la divina gracia, pero el último día de las confesiones no vino al colegio,
y menos el día de la comunión. El lunes pasado le dije debía comulgar el martes,
fiesta de la Asunción, conforme al reglamento, y tampoco lo hizo.
Por todos estos motivos tengo la pena de comunicarle que la Junta Directiva del
colegio ha resuelto que Fernando queda excluido del colegio, y en consecuencia
suplico a U. tenga la bondad de enviar por el pupitre y los libros al colegio.
Enrique Torres, S. J.
Quedaba abierto el camino para una vida de impertinencia y desfachatez, entregada por
entero a la noble tarea del pensamiento. Al mismo tiempo que buscaría su ruta espiritual,
expresaría sus ideas —redondas y duras— con absoluta veracidad. Línea de conducta que
mantendrá sin interrupciones, hasta llegar a sostener en el último de sus libros que el
mandamiento único es NO MENTIR.
Los años pasarán, pero permanecerá latente su interés por dar una explicación
satisfactoria al principio de contradicción, «evidente por sí mismo» y sobre el cual
edificaron durante siglos la filosofía escolástica.
41
En la última etapa de su vida, se dedicó a reemplazar el conocimiento conceptual por el
conocimiento vivo —método destinado a hacer posible la metafísica—, descubrió que los
conceptos son limitaciones, entidades nacidas de la imaginación sensual orgánica, del
aparecer de los sentidos; la «mente» los endiosa y la «razón» construye con ellos juicios,
racionamientos. Pero la verdad es que realmente no hay cuerpo, mente, razón, sino
Intimidad, Sucediendo, Presencia, y en esa Trinidad que es una, un número infinito de
sucediéndoses.
Fue así como del juicio Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo, separó los
conceptos de «cosa», «una», «ser», «no ser», «tiempo», y procedió con ellos a hacer el
viaje mental, discurriendo de esta singular manera:
5
Libro de los viajes o de las presencias. Tipografía y Editorial Gamma, Medellín, 1959, pp. 292 y 295.
6
Ibidem, pp. 240-246.
42
Hubo, pues, en su juventud, enfrentamiento con los jesuitas. Pero la huella de los
Reverendos Padres, su pensamiento y su disciplina, influiría con la fuerza desbordante de
un método admirable, hasta hacer de Fernando González un jesuita suelto. En este sentido
estuvo dotado de una definida vocación, llegando a entender a plenitud sus principios
orientadores y el modo de aplicarlos; sólo que prefirió que de racionales o conceptuales
devinieran en principios esencialmente vivenciales, transformados en manifestación de vida
pasional, mental y espiritual.
Cuando en 1930, a raíz de los juicios sobre Santander expresados en Mi Simón Bolívar,
sostuvo una polémica con Antonio José Restrepo, aprovechó para burlarse de los «lanudos»
de Bogotá —encarnación del espíritu santanderista— y advirtió que los actos humanos son
morales y se aprecian por la motivación. Espetó, tajante: «Les hace falta a ustedes ocho
años de jesuitismo para poder comprenderme…»7.
En Viaje a pie (1929) recuerda con cariño a sus «maestros y confesores»: el padre
Urrutia, el padre Torres, el padre Sarmiento, el padre Quirós. Asevera que este último —
«flaco, limpio, pausado y agradable en toda su persona»— fue quien más influyó en su
formación; quizá por haber sido el profesor con quien sostuvo las más arduas polémicas. Y
revela este atisbador por naturaleza que con frecuencia va los domingos, al atardecer, a ver
salir a los jesuitas de su finca de Miraflores. Lo hace porque ejercen gran atracción sobre él:
figuras interesantes que disciplinan su inteligencia y sus pasiones y pocos son mediocres.
Viven la vida del espíritu, perfeccionándose conforme a su método. «El alma del místico es
interesante como selva del trópico», afirma. Pero siempre profundo y burlón, no puede
sustraerse a describirlos en cuadro vivo:
El hombre jesuita no goza sino con tres cosas, a saber: las tres proposiciones
silogísticas: la mayor, la menor y la consecuencia. El que conozca las leyes de estos
tres elementos es más poderoso que un ejército de alemanes. Santo Tomás fue el
mago del silogismo. Cierta vez discutía con un fraile a quien asaltaban dudas acerca
de la existencia del diablo. ¿Qué hizo Santo Tomás? Lanzó las dos premisas, como
se lanza un anzuelo en río caudaloso; y el diablo salió chapaleando de los infiernos,
aterrador y furioso, casi ahogado por las premisas mayor y menor: ¡el diablo era la
8
consecuencia! ¡Imaginaos el susto del incrédulo!
7
Cartas a Estanislao, op. cit., p. 15.
8
Viaje a pie, op. cit., pp. 107, 112 y 150.
43
la belleza, el tiempo, el espacio, la realidad, por una parte; y por la otra, el Ser, el Ideal,
Dios. Filosofía y religión en conexión dialéctica y vivencial.
Concibió a san Ignacio como el mejor militar psíquico que ha producido el mundo. Y
saboreando parentesco y similitud de comportamiento:
Nada más activo que lo ignaciano. A nosotros, vascos (en la familia de san
Ignacio había Ochoas; su abuelo era Ochoa de Loyola; y yo soy Ochoa), nos llama
11
Dios por el lado de la guerra, en su verdadero sentido .
De ellos tenemos el amor por los paseos a pie; la pasión por los diálogos
peripatéticos, en los jardines y patios de los caserones; el ansia de tener finca rural,
con montes, prados, cañadas y mucha agua, así como la de ellos en Bucaramanga.
9
Don Mirócletes. Editorial Le Livre Libre, París, 1932, p. 21.
10
Mi Simón Bolívar, op. cit., p. 80.
11
RESTREPO PÉREZ, Antonio, S. J. Mis cartas de Fernando González. Consorcio Editorial Colombiano,
Bogotá, 1983, p. 45.
44
De nuestros queridos maestros tenemos esa pasión por convertir a las muchachas,
por llevarlas a la casa, para tocarles el corazón e impedir que sean engañadas por
12
hombres miserables… .
«¡Qué gran jesuita hubiera sido yo!», exclama en El remordimiento, donde se interroga:
«¿Por qué no insistiría el padre Torres?», y como soñando con el hombre de Iglesia que se
frustró en el Colegio de San Ignacio: «Hoy viviría en Roma o en París, enseñando un poco
de Teología abstracta […]. Yo habría fundado nuevas casas; mis sermones estarían
publicados y las muchachas de Francia habrían dicho: C’est gentil ce Père de la
Colombie!…»13.
¡Qué fervor por los jesuitas! El hermoso preámbulo es testimonio insuperable. Por eso
conviene leerlo con su ritmo musical, que va describiendo un mundo psicológico de
grandezas y defectos —como todo lo humano— pero cuán digno de ser amado, de ser
vivido, de ser imitado:
¡El jesuita! Indudable que es la comunidad religiosa más interesante, por castos,
por estudiosos y por las disciplinas psíquicas. ¡Ningún conocedor del alma como
nuestro santo padre Ignacio! Él basta a España para que tenga la primacía en el
mundo interior. Es la única compañía bien organizada en todos sus detalles. El aire
ignaciano es propiedad de ellos: generalmente delgados, cuerpos atormentados de
estudiosos; en su juventud son fornidos y ágiles; en la vejez llevan la calvicie y
seriedad ignacianas. Tienen gordos, pero son pocos. Su vestido es el más
intelectual. Imperan en todas partes. Madrugadores, activos, completamente
sugestionados de que La Compañía es el cielo o el camino más recto para él. Tienen
razón. Santa Teresa lo afirma. Son insuperables en el respeto a la castidad,
inflexibles. De ahí, creemos, su triunfo. Sólo el que siga a Ignacio puede triunfar de
la carne.
45
Para decir toda la verdad, que es nuestra cónyuge, diremos sus defectos, los que
nos parecen tales y que quizás sean los defectos de sus cualidades, según frase de
santa Teresa. Son:
El jesuita tiene aplomo dondequiera. Dominan el resto del clero. Son temidos,
temibles y respetadísimos.
Por eso aquella aparición de Jesús que describe en Poncio Pilatos envigadeño, cuando
asistía a la Semana Santa en su ciudad natal, y de regreso a su casa tiene un sentido
profundo de convicción cristiana. Iba por la carretera soñando en su frustrado sacerdocio.
14
Parecidos a un cadáver.
15
Revista Antioquia, n.º 2, junio de 1936, pp. 17-19 (cursivas del texto).
46
Primero se vio de cura en Envigado, predicando el sermón de la soledad, el viernes santo,
ante una feligresía conmovida, y luego de príncipe de la Iglesia. De pronto Jesús se le
apareció y lo detuvo; cayó bocabajo y oyó que Aquél le decía:
Como lógico corolario, cuando hubo llegado el momento de matricular a sus hijos en un
colegio, no dudó en escoger precisamente aquel de donde fuera expulsado, tras ocho años
de estudio, por los jesuitas.
16
Revista Antioquia, n.º 8, diciembre de 1936, pp. 29-31.
47
3. EL TIEMPO COMO MOVIMIENTO DEL ESPÍRITU
El incidente con los padres jesuitas en torno a la interpretación del primer principio de la
filosofía tradicional, hizo que Fernando González convirtiera en una constante la tarea
vivencial de búsqueda y entendimiento.
Un pensador debe tener una pequeña fortuna…, debe tener todas las libertades.
Mucho oro hace a uno esclavo del oro… ¡Todas las libertades!
Combina en sus lecturas el tema filosófico con el religioso, como queriendo al mismo
tiempo aprender a dudar y a creer. Creencia y duda imbuidas del inevitable tono poético,
cual corresponde a un joven pensador que ya conocía y admiraba a Mauricio Maeterlinck, a
quien llama el poeta de las cosas pequeñas del alma.
A esa influencia de doble vertiente parece dirigida esta hermosa confesión: «Hacerme
dos: uno que obra y otro que examina, es mi más refinado placer».
48
señala con fuerza y claridad su vocación: aquella de que con el tiempo se le irá revelando la
sabiduría…, dentro de sí mismo, y adquiriendo un goce más refinado y voluptuoso que
ninguno1.
Para entonces decide iniciar la preparación de su primer libro, al que guiado por una
definida intención intelectual le pondrá un título aparentemente extraño: Pensamientos de
un viejo.
En la montaña envigadeña, finca Las Palmas, de su tío Ramón Ochoa, realiza un intenso
trabajo que diariamente suele prolongarse hasta la una o dos de la madrugada. Encerrado en
su cuarto, con la ayuda de un candelero, lee y escribe. Luego sale a recorrer el prado,
envuelto en sábana blanca, descalzo y con un bordón en la mano… ¡Es como si quisiera
recibir la energía de la noche y de la naturaleza, y sentir en cielo abierto las palpitaciones de
la vida!
Fernando adquirió así una leve sordera, muy notoria ya por los años en que escribió el
Libro de los viajes o de las presencias y La tragicomedia del padre Elías y Martina la
velera.
Las gentes del contorno, alarmadas por el excéntrico comportamiento del joven,
empezaron a llamarlo «el loco».
1
En La Organización, el 22 de diciembre de 1911, fue publicado el primer ensayo de Fernando González
titulado «NOTAS».
2
Entrevista concedida por Fernando González a Fernando Isaza en LA SEMANA, suplemento de El
Espectador, Medellín, 28 de noviembre de 1915.
49
menudo embrujador, al que se han referido con admiración hasta los más agudos y
vehementes críticos de su obra3.
Una de las primeras libretas conocidas es de 1914, el año cruel del estallido de la guerra
europea. A ella corresponden estos pensamientos:
El que se entrega a la razón acabará por no poder amar, por no poder creer, por
no poder hablar. La razón no da autorización para nada. Y la vida es afirmativa. La
razón es enemiga de la vida.
Cada hombre es distinto a los demás. Y sin embargo, para darse cuenta de qué
tan poderoso es en los hombres el instinto del rebaño, y qué tan escaso es el
conocerse a sí mismo, basta considerar que se pueden contar con los dedos de las
manos los guías de la humanidad.
Mi abuelo don Benicio decía: «Aquel que se perfuma es porque huele mal».
¡Hay también escritores perfumados, abuelo!
En 1915, cuando contaba veinte años de edad, es recibido como integrante del grupo Los
Panidas, organizado en Medellín desde el año inmediatamente anterior por jóvenes
intelectuales. El lugar de reunión y de tertulia era el café «El Globo», situado a escasos
cincuenta metros al oriente del Parque de Berrío, por la calle Boyacá. Ahí cerca, en el
segundo piso del Edificio Central, llegaron a disponer de oficina arrendada cuando
decidieron tener su propia revista.
Los integrantes de ese cenáculo de «locos y artistas» eran: León de Greiff, Ricardo
Rendón, Félix Mejía Arango, Fernando González, Libardo Parra Toro, Teodomiro Isaza J.,
Jorge Villa Carrasquilla, José Gaviria Toro, Rafael Jaramillo Arango, Bernardo Martínez
Toro, José Manuel Mora Vásquez, Jesús Restrepo Olarte y Eduardo Vasco Gutiérrez. Con
el deliberado propósito de distinguirse y de adehala escandalizar a beatas y señoritos
3
Jaime Mejía Duque, por ejemplo, para quien Fernando González es un escritor inasible por lo irregular,
contradictorio y disperso de sus conceptos y opiniones, reconoce que «como artista literario es quizá el mejor
prosista de su generación en Colombia». (Literatura y realidad. Editorial La Oveja Negra, 1969, p. 39).
4
En Acuarimántima (revista de poesía), Medellín, n.º 28, julio-agosto, 1980.
50
burgueses —diríamos mejor, que como genuinos descendientes del dios Pan, para sembrar
pánico entre ellos…—, usaban cachucha (gorra) y cachimba (pipa).
Si bien los intelectuales de la «vieja guardia» los miraron con recelo, algunos, como
Fidel Cano, Tomás Carrasquilla y Abel Farina, simpatizaron con ellos. Más drástica aún fue
la Curia, que descalificó el espíritu innovador del juvenil movimiento artístico.
Sucesos
banales.
Gente necia,
local, y chata y roma.
Gran tráfico
en el marco de la plaza.
Chismes,
Catolicismo.
Y una total inopia en los cerebros…
Cual
si todo
se fincara en la riqueza,
en menjurjes bursátiles
y en el mayor volumen de la panza.
Entre febrero y junio de 1915 publicaron Panida, revista quincenal de literatura y arte,
con la cual los estudiantes rebeldes incursionaron en el ambiente intelectual y bohemio de
la parroquial Villa de la Candelaria. En ella Fernando González hizo conocer algunos
capítulos de Pensamientos de un viejo: son cinco ensayos, todos bajo el título
«Meditaciones», y un sexto al que bautizó «Desde mi tinglado».
En aquel último ensayo explica la noble filosofía de su amigo Juan Matías, cuyo oficio
de pensador necesariamente lo inclina a la vagancia. «Se ha descubierto que todo pensador
es vago y que en éste, toda la actividad se hace interior. Oficio de vago tan importante —o
tan sin importancia— como el de los médicos, los mercaderes o los locos… Cada profesión
puede ser apreciada o menospreciada, según la disposición en que se encuentre el
espectador al mirarla. Pero ya comienza a crecer la estimación por el oficio de Matías.
Quienes a él se dedican, llegarán a ser los grandes hombres».
51
Las tres primeras ediciones de la revista estuvieron dirigidas por León de Greiff y las
restantes, hasta el número diez, por Félix Mejía Arango.
Escritores, poetas, músicos, caricaturistas y, en todo caso, aficionados a las bellas artes,
los panidas utilizaron pseudónimo para dar a conocer algún poema, ensayo o producto de
su intelecto. «Nos parecía de buen tono y gusto ocultar los propios nombres», al decir de
uno de ellos, Jaramillo Arango. Así, León de Greiff pasó a llamarse Leo Legris y Gaspar de
la Nuit; Ricardo Rendón, Daniel Zegri y Arlín; Félix Mejía Arango, Pepe Mexía; Libardo
Parra Toro, Tartarín Moreira; Teodomiro Isaza, Tisaza; Jorge Villa Carrasquilla, Jovica;
Rafael Jaramillo Arango, Fernando Villalba; José Gaviria Toro, Joselyn; José Manuel Mora
Vásquez, Juan Manuel Montenegro; Jesús Restrepo Olarte, Xavier de Lys; Eduardo Vasco
Gutiérrez, Alhy Cavatini; y Bernardo Martínez Toro, músico y dibujante, quien «nunca
quiso figurar en letras de molde», Nano. Fernando González constituyó la excepción. No le
gustaba «taparse» y, además, consideraba que el nombre es esencial. «Sólo Moisés pudo
hacer las cosas que hizo Moisés; sólo Mirócletes pudo representar el papel de Mirócletes»,
sostenía; y remataba: «No hacemos las cosas que otros hayan hecho»5.
Los Panidas fueron trece, de los cuales alcanzaron prestigio nacional e internacional el
poeta León de Greiff, el caricaturista Ricardo Rendón y Fernando González. Otros como
Mejía Arango —arquitecto y dibujante—, Mora Vásquez —jurista y diplomático—, Vasco
Gutiérrez —médico— y Parra Toro, poeta y compositor, tuvieron importante figuración en
el ámbito intelectual antioqueño. Lamentablemente, años después tres de ellos se
suicidaron: Rendón, Isaza y Gaviria. El movimiento dejó su huella y puede ser considerado
predecesor del grupo bogotano de Los Nuevos.
El poeta De Greiff les dedicó su «Balada trivial de los 13 panidas», donde juega con el
idioma y crea frases musicales y vibrantes.
5
Revista Antioquia, n.º 2, junio de 1936, p. 13.
52
Fruto precoz de su vocación filosófica —de su ardiente deseo por desnudar su alma y
analizarse a sí mismo— tiene dedicatoria «para una lectora lejana». A sus amigos les dice,
acentuando el carácter subjetivo que ha marcado su línea de inspiración: «Al leer este
amargo libro, no pensaréis en él sino en Fernando. Mi sombra os oculta mis pensamientos».
Fidel Cano era un prestigioso periodista de quien el joven González decía admirar todas
las manifestaciones de su espíritu así como su optimismo luchador, con el que pretende dar
al alma raquítica de la juventud un poco de alegría sana y esperanza en tiempos futuros, de
donde concluía que era el único digno de ser nuestro maestro6. Con brillante pluma asumió
el encargo de redactar el prólogo. Es el único libro de Fernando que está precedido de esta
forma de presentación al público. El autor es descrito como un «joven pensador
envejecido» que empezó a leer filósofos y filosofar él mismo en la edad propicia para creer,
esperar y amar. De ahí que su fruto tenga sabor a acíbar y no al dulcemente grato de la
cosecha juvenil. Lo considera, además, «un atormentado», pero no porque el mundo se
haya propuesto torturarle, ni porque la naturaleza le haya tratado con rigor y aspereza, sino
por haberse dado demasiado temprano a beber de los pozos amargos «en que la vejez espía
y corrige las saciedades de miel de la juventud».
Con sutileza asevera don Fidel que si el pensamiento ha abierto surcos en el espíritu de
Fernando, en vano se empeña en estrujarle y atajarle el corazón, porque el amor pronto hará
surgir ahí su primavera: «Cuando Margarita entra en escena, hasta los Faustos ancianos y
de veras caducos rejuvenecen por obra de milagro…». (No se equivocó el viejo maestro.
Otra Margarita habrá de ser la mujer que en pocos años producirá las más suaves, dulces y
penetrantes transformaciones en el corazón de Fernando).
El prologuista afirma por último que, con este libro, su autor adquiere nombre
distinguido en el escalafón intelectual de Colombia. Pero que todavía no es más que una
aurora: «… el orto de la inteligencia que así se anuncia no tardará, y será espléndido».
Fernando reconoció que don Fidel significó para él «un alto estímulo moral e
intelectual».
6
LA SEMANA, op. cit.
53
Las frases son reveladoras. Deducen que el centro de su intimidad y el motivo de
proyección de su yo, es su propia alma. En este sentido se mezclan unas afirmaciones con
otras, como puede apreciarse en los párrafos siguientes:
Aprende a hacer de tu alma un tesoro: allí encontrarás lo necesario para vivir una
vida divina.
Amo de tal manera la meditación, que jamás concibo alegría en donde ella no
esté.
Cree que lo único cierto en el trato humano es la vulgaridad. Y por eso aconseja:
«¡Hazte dos! Uno, el solitario celoso y repleto de anhelos, y otro, el hombre que afirma y
niega».
Pero le atormenta el hecho de que el tiempo sea fugaz, inexorable. Por eso hay que
multiplicar las potencialidades del ser y, por este medio, prolongar el tiempo. Superar el
tiempo meramente cronológico de sucesión de instantes, de transcurrir de horas y minutos.
¿Cómo? Haciendo que el movimiento del espíritu sirva de medida al tiempo. Así, por
ejemplo, «Nerón murió a la edad de mil años».
(¿Por qué Fernando González escogió a Nerón como ejemplo de su tesis acerca del
tiempo y el movimiento del espíritu? Debió ser porque le seducían la vitalidad, la
autenticidad, la conciencia de artista de ese emperador que gobernó a Roma desde cuando
tenía diecisiete años de edad y por cerca de tres lustros. Pero cuidándose de emitir juicios
de valor sobre su conducta de gobernante, tarea que consideraba impropia de un aficionado
a la filosofía: «La afirmación y la negación son indignas del sabio, cosas del pueblo…»).
54
En Viaje a pie se resiste a admitir que pueda hacerse una comparación entre Nerón y ese
«monstruo» de Plutarco Elías Calles. «No podemos contener nuestra indignación —dice—
al saber que se ha comparado a este señor Calles con el fruto más jugoso del árbol de la
vida, con Nerón, con César Aenobarbus. ¡Qué artista perdió el mundo cuando Epafrodita
hundió el puñal en la garganta de Aenobarbus!»7.
Treinta años después, en sus diálogos con el novicio Ángel Ríos, de nuevo intercala
comentarios en torno a la personalidad del emperador:
… Nerón tenía una linda barba color de heno, repartida en dos alas… Uno de sus
abuelos había tomado ese apellido: Aenobarbus, o sea, barba de heno…
Nerón en sus primeros años de gobierno fue un gran gobernante. Lloraba cuando
se veía forzado a matar a alguien… Sus dos maestros fueron Séneca y Burro… A
éste lo hizo envenenar y al primero lo obligó a que se abriera las venas… Nerón fue
poeta… Su poema sobre el incendio de Roma dizque era soberbio…, ¡muy bello…!
8
La amaba mucho… El incendio fue de los barrios pobres, para reconstruirlos…
Estos Pensamientos, por otra parte, son obra de un solitario. Pero en ningún caso de un
solitario que desdeña la vida. La pregunta que formula es de una lógica apabullante:
«¿Cómo puede analizar la vida el que no tiene el corazón repleto de vida?». Y explica el
7
Viaje a pie, op. cit., p. 136.
8
ÁNGEL VALLEJO, Félix. Viajes de un novicio con Lucas de Ochoa. Editorial Gamma, Medellín, 1960, pp.
127, 138, 139. (Cursivas y puntos suspensivos del texto).
9
ÓRDENES, Jorge. El ser moral en las obras de Fernando González. Universidad de Antioquia, Extensión
Cultural, Colección «Huellas en la historia», Medellín, 1983, p. 20.
55
significado de la vida solitaria, que es hoguera sagrada, vivir mirando al mundo desde la
altura de una gran pasión. Por eso la imprecación que lanza con desdén y orgullo:
No doy derecho para juzgarme sino al que haya vivido la vida saboreándola con
recogimiento. A ningún sabio de biblioteca doy derecho para juzgarme. Estas cosas
no se aprenden; es preciso vivirlas.
Conviene advertir asimismo el acento poético del libro. Fernando se insinúa promesa
filosófica, pero a veces también poética. Uno de los capítulos está dedicado a «La amada» y
son frecuentes los «decires» y «quereres», palabras de corte poético y nada filosóficas. Pero
asume su propia defensa cuando dice que un filósofo, para poder vivir, tiene que ser algo
poeta. «¡Feliz yo que te he encontrado! —exclama dirigiéndose a la poesía—. Desde hoy
endulzaré mis amargas verdades con la miel de tus mentiras».
Puede parecer extraño, pero este libro es premonitorio de aquel estudio sobre teología
moral que instigado por mademoiselle Tony, la institutriz alsaciana, apareciera en 1935 con
el nombre de El remordimiento. En la parte final —subtítulo «La lucha interior»— el
remordimiento es concebido como el dolor de un instinto no satisfecho, de un deseo
contrariado. De profundo significado espiritual y humano, este «musageta de toda
filosofía» no dejará ya de formar parte del mundo vivencial de Fernando González como
fuente de tormento, de inspiración y de expansión de su conciencia.
En las fértiles y duras lomas de Envigado ha nacido un escritor con personalidad. Más
aún: están dadas las condiciones para elaborar una filosofía de la personalidad. Será
cuestión de seguir el proceso de madurez y de que surja, de contera, el sociólogo de
Suramérica.
Al hacer un certero análisis de su obra, Alberto Restrepo González sostiene que, desde
su comienzo, la búsqueda filosófica de Fernando González fue orgánica, sistemática, larga
y difícilmente madurada, y no ocasional, repentina, desvertebrada y contradictoria, como
frecuentemente se ha sostenido10.
10
RESTREPO GONZÁLEZ, Alberto. Para leer a Fernando González. Editorial UPB, Medellín, 1997, p.
215.
56
En lo relacionado con aquella búsqueda no contradictoria, conviene hacer una acotación
adicional. Consiste en admitir que creyó útil y necesaria la contradicción, la entendió como
algo connatural al ser humano y en este sentido la vivió a plenitud. «El animal hombre es el
más atormentado porque lleva en sí mismo la contradicción», y en nuestro interior «somos
un hervidero de contradicciones». Frases de F. G. que muestran el punto de referencia
desde el cual experimentó y trascendió sus instintos, sometidos a permanente combate
moral y convertidos a su vez en fuente de interpretación, origen de una de sus formas —
quizá la más protuberante— de hacer filosofía.
Por eso no creyó en la disyuntiva tradicional, planteada como ser o no ser. Prefirió esta,
que aparece tempranamente en Pensamientos de un viejo: «ser nada o serlo todo». Con el
transcurso del tiempo, cuando la metafísica se convierte en el centro de su interés y
quehacer, el serlo todo se torna en postulado que tras arduo proceso pasional-mental-
espiritual, permite descubrir al hombre superior, el amente (el existente en el Ser puro, o la
nada en el Padre, o la comunión en la Intimidad), conclusión y síntesis de sus viajes, a los
que también da el nombre de presencias.
***
Los herederos encontraron el segundo tomo (el primero había desaparecido), y después
de hacer la indispensable trascripción del texto, escrito a mano en su libreta personal,
permitieron su publicación casi noventa años después a la Universidad Eafit, de Medellín,
que la hizo en pulcra edición de bolsillo (diciembre de 2005), como quiso siempre el autor
que sus libros llegaran al público.
De estilo aforístico, preferido entonces por el pensador en ciernes, mediante esa forma
fragmentaria pero honda y elocuente expresa sus verdades e incita a la reflexión. Son
expresión viva de su intimidad, la misma que cultivó desde entonces y como una constante
57
que lo inducía al deber de entender, concebida cual medio para exprimir sus experiencias y
aumentar el campo de la conciencia.
Del análisis de los más diversos temas deduce un pensamiento tan breve como
elocuente. Así, en la democracia advierte un defecto fundamental: «favorece el ascenso de
hombres inferiores», y en cuanto a la sociedad del futuro, la concibe como «una esclavitud
sin amos». En las ciencias sociales —afirma— se acostumbra a pesar, contar y medir, para
no tener que pensar. De los verdaderos problemas, que «no tienen solución sino historia».
De la vida, que es taller de jerarquías, pues «solo la muerte es demócrata». Del escritor, que
si no ha torturado sus frases tortura al lector. De los ancianos, que ya no existen, pues han
sido reemplazados por «jóvenes decrépitos». Del hombre, que no quiere sino al que lo
adula, pero no respeta sino al que lo insulta. De la burguesía, que es todo conjunto de
individuos inconformes con lo que tienen y satisfechos de lo que son. Del comunismo, que
comprende el que es protesta, pero no el que es esperanza. Del pueblo, que no elige a quien
lo cura sino a quien lo droga, y que a veces acierta cuando se asusta, pero siempre se
equivoca cuando se entusiasma. De los tontos, que antes atacaban a la Iglesia; ahora la
reforman. De la poesía, que es la huella dactilar de Dios en la arcilla humana. De la obra de
arte, que demuestra que el mundo tiene significado, aun cuando no diga cuál. Del
periodismo, que «es escribir exclusivamente para los demás». Del mundo, que, felizmente,
58
es inexplicable. Y se muestra duro con el joven izquierdista, cuya divisa explica en dos
palabras: «revolución y coño».
Como resumen, pone de presente que la única pretensión que tiene es la de no haber
escrito un libro lineal, sino un libro concéntrico.
Los Escolios a un texto implícito son para algunos críticos la obra filosófica más
importante de Colombia. Para otros, como William Ospina, no pueden serlo porque
padecen de una de las grandes limitaciones de nuestro pensamiento a lo largo del tiempo:
«la sumisa veneración de la escritura, que nos hace pensar que sólo hay sabiduría si procede
de libros, casi siempre europeos, y que nuestra misión consiste si mucho en glosarlos, en
tejer variaciones sobre las partituras que nos dejaron los sabios y los filósofos de otras
partes». Agrega que como un bálsamo contra esa enfermedad de la veneración excesiva de
los modelos de las metrópolis surgió aquí la obra de Fernando González, a la que llama,
para contrastar con la otra, «Escolios a un hombre implícito».
Con el devenir del tiempo, para Fernando la intimidad con minúscula se convertirá en el
ámbito que buscará la permanente presencia de otra Intimidad mayor, a la que escribe
siempre con mayúscula y que llama con diversos nombres; en esencia es el Néant o Padre,
o Dios con nosotros. Así, mediante un poderoso impulso interior que quiere hallar la
compenetración entre ambas formas de intimidad, fue naciendo una especie de misticismo,
fuente primigenia de su pensar existencialista11.
Joven escéptico, solitario y atormentado por el destino del hombre, por la variedad y
limitaciones de la existencia, en El payaso interior se ocupa en mirar su alma, para lo cual
busca la manera de captar las cabriolas del espíritu, a las que llama «visiones espirituales».
De estas visiones es de donde extrae sus verdades, que no pueden ser sino relativas y
provisionales, a causa de que el alma —espíritu encarnado— es tan variable como
incesante es la influencia del binomio mente-cuerpo. De ahí, por una parte, la afirmación de
su vejez, y por la otra la inclinación hacia el análisis de la vida, a la que describe como un
«desbaratar sueños» y un continuo conocer que la única verdad es el silencio de la muerte,
del no ser.
11
Esta teoría, como todas las suyas, va madurando paulatinamente hasta completar su expresión sistemática
en el Libro de los viajes o de las presencias (1959), donde al mundo espiritual se llega después de superar —
el hombre es un súpero— los mundos pasional e intelectual. Fernando adaptará a su propio pensamiento
ciertos principios tomados tanto del budismo como del cristianismo. Recuérdese que para Buda la primera
obligación del hombre es SUBIR, que es tanto como LLEGAR AL DIOS INTERIOR.
59
Es ostensible, por lo tanto, la importancia que concede a la meditación, por ser la única
capaz de penetrar en el santuario del propio espíritu. Este lo concibe como «instrumento
músico del cual arranca armonías la vida que pasa», e insiste en que para hacerse pensador
es indispensable «aprender a sentir el trabajo del espíritu».
60
conquista de un hombre nuevo —adaptado y consciente de su misión individual y
colectiva— al que denominará el «gran mulato».
61
4. EL DERECHO A NO OBEDECER
Eso de asistir todos los días a la clase, a cierta hora señalada; de aprender en
idéntico texto una lección limitada de antemano, y de verle diariamente la cara al
mismo profesor, es cosa que me aterra.
62
El presidente de tesis, por su parte, en informe fechado el 12 de abril de 1919, reconoció
en González a uno de los jóvenes más inteligentes entre los que en los últimos años había
frecuentado la Escuela de Derecho, y en relación con el trabajo sometido a su consideración
aseveró que así no se aceptaran o prohijaran los conceptos allí expresados era de «valía
incontestable».
Dedicada a sus padres y a sus hermanos Alfonso y Laura, Una tesis1 es un ensayo socio-
político cuya primera reflexión versa sobre la ley de la proporcionalidad de las actividades.
Por no regir esta ley fundamental, en Colombia es fértil el semillero de poetas, doctores,
políticos y empleómanos; en cambio, hay poca agricultura, pocos caminos, escasa
tecnología. La consecuencia no puede ser más desalentadora: un pueblo aislado, ignorante y
pobre.
El hombre tiene la orgullosa pretensión de creer dirigir la vida, pero las leyes naturales
son las que presiden la vida y nadie puede reemplazarlas. De aquí induce que el auge de la
metafísica y la exaltación romántica pronto tendrán que ceder ante la vida real, racional y
positiva que ofrece la ley de la proporcionalidad de las actividades.
El enunciado del principio acerca del hombre-causa: «En los pueblos se puede hacer lo
que se quiera», resultaría engañoso o susceptible de abusos y falsas apariencias, de no ser
sometido a una rigurosa disección. Será verdadero si por tal principio se entiende que los
deseos de los pueblos son realizables porque la necesidad los hace nacer, pero si se utiliza
para deducir que un gobernante puede modificar a su amaño una nación, es falso y
peligroso. Como consecuencia, la ley debe ser expresión de la necesidad y someterse a la
evolución; de lo contrario es absurda y entraba el progreso.
1
GONZÁLEZ, Fernando. Una tesis. Medellín, Imprenta EDITORIAL, 20 de abril de 1919.
63
Su crítica a los colectivistas obedece, por tanto, a que cambian el medio en fin y el
efecto en causa, dando origen a la estatolatría; el hombre para la sociedad, no ésta para
aquél.
En el fondo es la defensa de una tesis: la escuela liberal —sobre todo la escuela liberal
evolucionista— no es una antigualla, puesto que sigue siendo regida por las leyes naturales
que presiden la vida del hombre. El socialismo de Estado, en cambio, resulta ser una
mistificación alemana, una forma de militarismo.
En el año de 1919, ante las experiencias surgidas de la recién terminada Guerra Europea
y el auge del socialismo de Estado, Fernando González —que nunca cohonestó con su
silencio los atropellos al hombre o a la verdad— se niega a admitir los nuevos modelos de
poder absoluto. Ante todo, por una razón simple pero decisiva: porque para él ostenta la
primacía el in-di-vi-duo. (La palabra conviene dividirla en sílabas para apreciarla y
entenderla mejor, así como Stendhal solía hacer con la ló-gi-ca).
Casi tres lustros después, siendo cónsul en Génova, observaba el espectáculo que ofrecía
el fascismo. En su libreta, el 8 de mayo de 1932, escribió:
2
Dos son las verdaderas ramas del gobierno —sostenía en 1937 en sus «Nociones de izquierdismo»—: la una
coactiva, proporcional a lo primitivo de los hombres, y la otra creadora de libertad. (En: El Diario Nacional,
Bogotá, 27 de abril de 1937, p. 3).
64
Todo régimen en que se pierda de vista que el fin es el individuo, es una maldad
humana. Sólo el hombre es promesa; la sociedad no. Esta es una manifestación
3
accidental del hombre. De ahí mi antipatía por este socialismo gregario de Italia .
Del mismo modo, en 1936 advertía cómo el desprestigio del individualismo conduce al
auge de la acción gregaria, a la muerte en los hombres del sentimiento de libertad y al
prestigio creciente de las dictaduras. «¿Podremos evitar —se interrogaba— el ser
arrastrados por Europa ensoberbecida y demente?». «¿Podrá América salvar la civilización,
salvar el espíritu de libertad y de mesura?». Quizá estos pueblos latinoamericanos —era su
respuesta—, a pesar de estar tan púberes y ser tan inocentes, pudieran reconquistar los
valores que la humanidad ha venido perdiendo, si entienden la herencia bolivariana y
obtienen el apoyo de los Estados Unidos4.
Actuando siempre dentro de la misma línea de pensamiento, en 1959 señalaba que para
los de su profesión no hay «masa», «todos», sino individuos. O en lenguaje metafísico:
«tantas agonías como seres».
Pero de ahí a calificarlo de individualista, a secas, hay notoria diferencia; más aún si a
tal expresión se le quiere otorgar una connotación exclusivamente económica, o asimilarla
a una actitud egoísta frente a sus semejantes.
Lo cierto es que sólo una clase de individualismo lo conmovía hondamente. Sin duda a
causa de que articulaba mejor que nada con la orientación de su pensamiento hacia la
metafísica. Es el individualismo místico, que convirtió en tema fundamental de reflexión.
Existe, por otra parte, en Una tesis, un detalle aparentemente nimio pero que conviene
resaltar, pues denota su inclinación por el estudio de las lenguas extranjeras, aspecto que
constituye una nueva y atrayente faceta de su personalidad. Allí se encuentran citas en
3
El Hermafrodita dormido, op. cit., p. 47.
4
«Panorama espiritual del mundo». En: Los negroides, op. cit., pp. 141-149.
65
francés e italiano, de Augusto Comte y Gina Lombroso, respectivamente 5 , sin su
correspondiente traducción española. Es una muestra de interés por aquellos idiomas,
estudiados en su juventud al margen de compromisos académicos. Durante los años de
consulado en Génova y Marsella perfeccionaría su conocimiento de los mismos,
advirtiéndose la predilección por el francés, pues el italiano no le parecía hermoso a causa
de tanto che, che, chi… (Adquirió también una aceptable comprensión del inglés y, sobre
todo, del latín; en Don Benjamín, jesuita predicador, las expresiones latinas le otorgan al
libro un especial encanto).
5
Una tesis, op. cit., pp. 11 y 14.
66
5. ENTRE LA ABOGACÍA, LA JUDICATURA Y EL AMOR
Pero la abogacía no le apasionaba. Parecíale poco adecuada como punto de apoyo para
emprender la búsqueda de la verdad y el desarrollo de la conciencia en el individuo. Más
aún en Colombia, donde todo se reduce a una lucha por ganar pleitos.
Había nacido para pensador —estar pensando por ahí, de pie bajo los árboles—, para
caminante atisbador de agonías, entierros, muchachas y silencios… y para polemizar contra
las deformaciones de la verdad y de la vida.
Con todo, aceptó por un tiempo ser incorporado al poder judicial del Estado. O sea,
ejercer la digna y difícil misión de aplicar la ley y administrar justicia entre los hombres.
1
Mi Simón Bolívar, op. cit., p. 29.
67
continuar en el ejercicio de sus funciones judiciales. La pasión partidista en el departamento
de Caldas —decía en una carta de esta época— «es algo aterrador y primitivo»2; pues esa
fue precisamente la causa que motivó su renuncia del cargo de magistrado, tras presentar al
Tribunal una solicitud para que iniciara la investigación por un delito de lesiones personales
en el cual estaban involucrados políticos de Manizales, según hechos ocurridos el 31 de
enero de 1923.
Siendo Juez Civil del Circuito, en las vacaciones correspondientes a diciembre de 1928
y enero de 1929, concibió un espléndido y vivencial libro: Viaje a pie, en uno de cuyos
capítulos hace una penetrante descripción de la lógica. Esta parte medular de la filosofía la
tuvo siempre de guía insuperable para la elaboración de sus providencias judiciales.
Sostenía que en donde la mente goza más con el poder de la lógica es en este reino de la
justicia, que dispone de la ciencia del derecho probatorio y hace la interpretación de normas
jurídicas y actos humanos. Tras precisar que «la lógica consiste en obrar de modo que cada
acto encierre en sí el efecto apetecido», en saber determinar cuáles partes componen un
todo, y en qué partes se descompone un todo, la define de este modo: «… es el orden en el
espíritu»3.
El buen juez —explica en aquel libro— cuenta la historia en toda su esencia; establece
luego sus proposiciones que enuncian del modo más corto los problemas sometidos a su
resolución; cita las leyes que dan contestación a ellos. Y falla. Nada de enumerar hechos
inútiles, de razonar inútilmente4.
2
Carta a Carlos E. Restrepo, 24 de enero de 1922. (Archivo Carlos E. Restrepo, Biblioteca Central de la
Universidad de Antioquia).
3
Viaje a pie, op. cit., p. 129.
4
Ibidem, p. 128.
68
Tribunal Superior ocupaba el tercer piso), al conceder un recurso de apelación terminó la
respectiva providencia con esta orden perentoria:
También, ocasionalmente, fue llamado a fungir como defensor de oficio en procesos por
homicidio. En una de esas causas judiciales, en alegato presentado ante el Tribunal
Superior de Medellín el 5 de noviembre de 1947, hizo esta advertencia:
A poco de haber hecho defensa ante jurado de conciencia, dice que se propuso su
designación para Juez Superior, ante lo cual algunos magistrados hicieron constar que él era
ateo y que su defensa había sido bufa. Entonces respondió en memorial dirigido al tribunal:
«Si algo he hecho con todo mi corazón y mi poca inteligencia es amar a Dios y defender
con fe, con mucho estudio y tenacidad y buena conciencia ilustrada a Miguel Ángel
Álvarez, y le he dado ayuda económica y está trabajando y tengo por él cuidados
5
En su condición, ya de juez o de magistrado, Fernando González se enfrentó, con su peculiar manera de
pensar y sus actitudes, al inveterado formalismo que como un lastre repercute sobre el sistema colombiano de
administración de justicia. En lenguaje claro y directo respaldaba su sentido pragmático de análisis de los
conflictos judiciales. Nada de discurrir alrededor. Más de medio siglo después, un expresidente de la Corte
Suprema de Justicia se quejaba, con razón, de que «en nuestros países latinoamericanos los abogados en
general, y los jueces en especial, tienden a ser solemnes sin causa, formalistas en demasía, retóricos y poco
prácticos, dentro de una mentalidad rígida, que es el resultado de muchos anacronismos que aún subsisten en
nuestra tradición jurídica». Y a modo de conclusión: «Estas tendencias, propias de la cultura del
subdesarrollo, influyen no poco en la ineficacia de nuestra administración de justicia y contribuyen a su
postración». (URIBE RESTREPO, Fernando. El viacrucis de la justicia. Impreseñal, Quito, 1992, p. 91,
donde recoge una serie de ensayos publicados en la prensa en 1987).
69
paternales. Suplico a los señores magistrados que tuvieron ese error, que me excusen de
esta queja, que fue que se me escapó». Y concluye: «En todo caso, tuve la satisfacción de
que el Jurado, compuesto por un médico bueno y comerciantes entendidos, todavía no
machuchos en sus arterías de bolsa y de mostrador, aceptaran la verdad; que el Juez
también, y que ahora el Fiscal pida la confirmación».
Había conocido a su prometida tres años antes en una finca que Juan Crisóstomo Uribe
tenía en la vereda Santa Elena, jurisdicción de Medellín. Desde entonces quedó dominado
«por la energía del espacio entre sus ojos risueños»; y con razón porque es allí, en esa
amplitud majestuosa del eje cigomático, donde, al decir de Lucas Ochoa, reside el aura de
la inteligencia.
70
A lo cual contestó:
—Papá, a amigas mías que se han casado con hombres normales, les ha ido mal. ¿No
crees que debería ensayar con un loco?
Más de tres décadas después, en su Libro de los viajes (1959), Fernando la concibe
como un ángel que sabe que «ese loco» es un niño grande6.
Margarita es la mujer que con el nombre de Berenguela tiene serena presencia en casi
toda su obra. Esta realidad es evidente a partir de Viaje a pie, en donde no puede resistir su
influjo; aunque es libro dedicado inicialmente de puño y letra del autor «al general Tomás
Cipriano de Mosquera, mi conciudadano» —tal vez pensando en el guerrero que recorrió la
geografía patria en busca de emociones y victorias—, terminó por ofrecérselo a ella, a
quien le dice en el epílogo:
Tú, Margarita, que sabes el intenso amor del autor por su tierra colombiana, por
el aire colombiano, por el Simón Bolívar solitario en Santa Marta, por el mar
territorial, eres la única que puede entender la finalidad de este libro: describirle a la
juventud la Colombia conservadora de Rafael Núñez; hacer algo para que aparezca
el hombre echado para adelante que azotará a los mercaderes. Para ti es este libro;
tú sabes qué piensa el autor de Nuestro Señor Jesucristo.
6
Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., p. 39.
7
Ibidem, p. 96.
71
Cuando se sintió enfermo y presintió el final de sus días, en busca de la mar se trasladó a
Cartagena de Indias. Allí, solitario y reencontrado consigo mismo, murió el 6 de febrero de
1999.
Durante años fijó su residencia en Villa de Leyva, población boyacense, en donde vivió
feliz en medio de la arquitectura colonial, la naturaleza policroma y la tranquilidad y
frescura del ambiente. Después, con su esposo, retornó a su tradicional domicilio en
Medellín.
Excelente conversador, matizaba los temas de su preferencia con una sencilla y cálida
sonrisa, reflejo de la transparencia de su mundo interior.
8
Mis cartas de Fernando González, op. cit., p. 85.
9
Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., pp. 69-70.
10
GONZÁLEZ RESTREPO, Fernando. La mutabilidad del derecho natural y el padre Francisco Suárez.
Empresa Nacional de Publicaciones, Bogotá, 1956, 78 páginas. Incluye un breve prólogo de Fernando
González Ochoa, fechado en Bilbao el 22 de mayo de dicho año.
72
Como su padre, usó durante años boina vasca, reemplazada después por boina
cordobesa, como queriendo recorrer la geografía de su España del alma.
Ese rasgo lo captó muy bien su progenitor cuando en carta del 24 de enero de 1951
decía: «Ese Nano es un ángel. Tiene alma limpia de niño. ¡Qué bueno para él…!».
Esquivo escritor, pocos meses antes de su fallecimiento permitió que fuese publicado su
pequeño pero denso libro, El Instante Vital11, ensayo filosófico en el cual sostiene que,
vivido críticamente en la conciencia cierta, el Instante Vital es la única posibilidad ética y la
única condición en la que el Ser puede ser penetrado por el existente. Por eso sólo el
inocente virgen puede ser preñado por el Instante Vital, el mismo que tiene que ser vivido
con asombro, alegría e inocencia, es decir, como niño, y buscando ir para adelante. Es el
que permite que el «hombre» pase a ser individuo; en otras palabras, es el devenir en el Ser,
o el progredere de su padre. De ahí esta conclusión: sólo en el Instante Vital existido
(gerundio) con conciencia cierta (claridad), puede darse la vida y ser el principio ético y
estético (axiológico); de donde deriva su desprecio al humanoide (mínima criatura en el
existente) y la crítica a la nueva ética referida al «buen ciudadano», o a la «polis
organizada», como también a los sistemas que se mueven alrededor del teórico-racional, o
sea, alrededor de la vida en el hombre, no del hombre en la vida.
A manera de obra póstuma fue publicada su novela El Puesto (Medellín, junio de 2001),
escrita en 1964 y dedicada a Guy de Maupassant, «el gran pintor de la vida». Consta de
diez capítulos, un capítulo final y a manera de conclusión una reflexión sobre el silencio, el
verdadero, el lleno de eternidad, ese que ni es triste ni alegre y que le es dado en este
mundo al hombre cuando nace de nuevo.
Una voz interior, influida por conocidos suyos, le decía que tenía que conseguir un
puesto, «aunque se ensucie todo lo bello que encuentres a tu paso», e intrigar, pues sin
intriga de por medio, fracasará. Empieza entonces un deambular en busca del anhelado
empleo, mezclando en la narración la angustia y la sátira oportuna. Golpeado por la mala
11
GONZÁLEZ RESTREPO, Fernando. El Instante Vital (ensayo filosófico). Unión Gráfica Ltda., Bogotá,
octubre de 2000, 59 páginas.
73
suerte, aprende a disimular todo lo utilitario y rastrero. Es como si su oficio, para el que
nació, fuese ese de buscar un puesto o un «destino» —como también se le dice con
inconsciente ironía—, drama tan angustiante que le hace creer que cuando lo encuentre,
hallará una razón para dejarlo y seguir buscando…
Actuaba con frecuencia como un pobre pendejo, sin saber qué responder a sus presuntos
empleadores, hombres-mentira que lo despedían diciéndole: «Usted es un excelente
candidato, mande el curriculum vitae», o al constatar su ambigüedad, le pedían que se
definiera: o liberal o conservador.
Soñó que atendidas las recomendaciones de tío y amigo, por fin había conseguido puesto
en el Instituto dirigido por don Poderoso. Pero como allí no había qué hacer, pues carecía
de clientes, el jefe le dijo: «Su puesto será llevar el negocio de su yo con amor, mi
secretaria le ayudará…». En la realidad el puesto resultó, pero de otra índole, y empezó a
trabajar convencido de que ya podía saludar con orgullo a sus familiares y conocidos.
Pronto le ganó el descontento y una soledad inmensa. Sumido en la enfermedad llamada
descentración o busquedita, cuyo síntoma «consiguió puesto» denota que la vida es como
de segundos, surge la conclusión: «Ya tengo un puesto. Hoy he muerto…».
Por haber sido el organizador de una reunión internacional de ocultismo, que él mismo
denominara Congreso Mundial de Brujería (Bogotá, 1975), el común de las gentes lo
identifica con el nombre de «el brujo», dando a entender que posee cierto poder misterioso
de hechicería. Pero Simón es discípulo genuino de su padre y en éste la brujería es la
ciencia de Mi Simón Bolívar, «abandonada hoy a causa de la civilización de cocina»12.
12
Convertirse en brujo o mago, a la manera como Fernando González entendía este arte divino, exige el
cumplimiento de un precepto esencial: ser hijo y padre de sí mismo. Seres escasos y como de leyenda, los
brujos adquieren el arte de acordar su voluntad con la cósmica, consiguiendo así cierto imperio divino sobre
74
De septiembre de 1982 a mayo de 1988 sirvió el cargo de intendente de San Andrés,
Providencia y Santa Catalina, habiendo realizado una labor de tal proyección social y
humana, que originó la llamada «Era Simón».
Elegido primer gobernador del nuevo departamento el 27 de octubre de 1991, por el voto
directo de los ciudadanos del archipiélago, asumió el cargo para un período de tres años el
2 de enero de 1992. Durante ese lapso brother Simón trabajó intensamente, convencido de
que su capacidad de brujo bueno —fuerza interior y poderes extrasensoriales— debía estar
al servicio de la comunidad y, sobre todo, de los niños, a quienes dirigió sus más hondos
afectos.
Imaginación, ternura, poesía, amor, son sus ingredientes para gobernar. «El que diga que
puede gobernar sin esos valores, es el diablo mismo. Lo único que le haría falta sería la
cola», afirma este hombre que, en el sentido vital y humano de la expresión, se manifiesta
como otro filósofo de la autenticidad…
el universo. Para ello hay que dejarse poseer, «que el alma se bañe en el infinito». A modo de ejemplo
menciona a Moisés, Elías y Samuel, Francisco de Asís e Ignacio de Loyola. El primero, un brujo egipcio-
hebreo; los segundos, grandes brujos históricos; y los dos últimos, grandes brujos católicos. Modernamente,
uno de los enemigos que debilita la posibilidad de ascenso cósmico en el hombre, e influye de manera
poderosa sobre los conceptos de bien y mal, es la propaganda. Fernando González, quien percibió con
claridad este peligro, respondió bellamente al interrogante: «¿No podré crearme?», diciendo: «Haré
propaganda dentro de mí…». (En la revista Antioquia, números 13 y 15, pueden consultarse los ensayos «De
magia» y «Diario de Atehortúa»).
75
Les cuento a mis familiares y amigos que he viajado a la eternidad. Desde la
Luna Verde y junto a mi barracuda de ojos verdes y lágrimas azules, los estaré
acompañando para siempre.
La programación acordada —cuyos gastos fueron cubiertos con dineros dejados por
Simón— tuvo cumplimiento durante los días viernes 10 y sábado 11 de octubre. Ese
viernes, en las horas de la noche, después del recibimiento a familiares y amigos en el
aeropuerto El Embrujo, se cumplieron tres actos: solemne misa en la parroquia de Nuestra
Señora de Fátima en la isla de Santa Catalina, presidida por monseñor Eulises González;
llegada de la luz a la Mar (72 farolitos —uno por cada año de vida— flotantes sobre la mar
en el Puente de los Enamorados), y la Danza de la Barracuda a la Luna Verde (bailes y
música folclórica). El sábado, los actos fueron denominados así: Sin amor todos somos
asesinos (cumplidos en la parroquia mencionada: cantos diferentes, palabras de
personalidades y lectura de algunos capítulos del libro del mismo nombre), Desfile de la
Barracuda (caravana marítima hasta las aguas de Cayo Cangrejo), Lágrimas azules y ojos
verdes (se esparcieron las cenizas en la mar según sus instrucciones), Colores de amistad
(recepción de invitados en la casa de la cultura) y Noche de Luna Verde (fiesta general con
grupos musicales de la isla, al ritmo del calypso y el reggae).
76
Este singular colombiano: hermano Simón —«es el brother Simón», solían decir los
raizales cuando lo veían pasar—, el brujo, el barracuda, el monje, el loco…, pues con todos
estos nombres fue conocido y admirado, vivió en torno a un amor diáfano a naturaleza,
animales y seres humanos, como buen filósofo vivencial o aprendiz de brujo. Además, supo
disfrutar de compañeros muy cercanos, aquellos que le sirvieron para prolongar la intensa
pasión por la barracuda, y al mismo tiempo para acompañar su soledad: el deporte del
buceo, la motocicleta Rayo de Luna, el jeep Chicanero, los cisnes Sol y Luna, los
guacamayos Moná y Cocó, los perros Mao y Seamoon, y aquel canario blanco al que sus
compañeros de oficina decidieron ponerle el nombre de Simón, «una inteligencia superior
de otro planeta» que en noche de dolor e inmensa tristeza —había encontrado sus plumas
regadas por el suelo— le cambió la vida y le inspiró el Congreso Mundial de Brujería.
Como su padre, este bacán era aficionado a los aforismos. Ellos sirvieron para resumir
su pensamiento:
Cuando uno ama, no puede ser malo; y si es malo, también es bueno. Sin amor
puedes ir a misa y ser un asesino.
Si la gente comprendiera que la vida es lo mejor que nos ha pasado y que debe
vivirse intensamente, nadie haría daño a otro.
Tiempo libre, no. Libre es el tiempo para hacerle el amor a la vida, y a cada
instante.
Los «pingo-fríos», que se caracterizan por tener orgasmos sólo cuando son
adulados, son la negación absoluta del gran mulato.
77
Quiero una Colombia nueva, preñada de amor y sembrada de paz. Aprendí que
gobernar es hacerle sentir a los gobernados que ellos son los que están
gobernando; y es ser antorcha que alumbra el camino y enseña. Creo en una
amorosa revolución violenta.
***
En el siguiente diálogo de Fernando González con dos de sus hijos, todavía niños, acerca
de Dios, hay misterio y belleza:
EL PAPÁ (un bagazo de la filosofía). —Dios no tiene ojos; Dios sabe; Dios está
inundado por sí mismo (?).
EL PAPÁ —Dicen que las almas son como espadas desenfundadas… (?)
SIMÓN —¿No es cierto, papá, que Pierrot (un perro muerto) está en el cielo?
EL PAPÁ —Unos opinan que no y otros que sí; otros dicen que no saben.
EL PAPÁ —Parece que el hombre no quiere que los animales vayan al cielo
porque entonces no podría maltratarlos, usar y abusar de ellos. Si los animales
tuvieran alma inmortal, no podríamos comernos las gallinas, montar los
caballos, cazar los animales salvajes, etc.
FERNANDO —¡Las pulgas también se van para el cielo! ¿No es cierto, papá,
que Pierrot tiene pulgas en el cielo?
EL PAPÁ —El perro debe creer que la pulga no va al cielo. Todo ser le niega el
cielo a su enemigo.
[…]
78
FERNANDO —¿No es cierto que no, porque Dios no tiene manos?
***
De ese ser en ebullición, movido por dos fuerzas opuestas, es resumen este pensamiento:
Deseo belleza para mí y para mis amigos; deseo ser casado y soltero; vivir en
Roma y en Colombia; hijos y soledad, viajes y monasterios, mujeres y ascetismo.
13
Revista Antioquia, n.º 7, noviembre de 1936, pp. 78-80.
79
Época de predominio del mundo pasional, fundamento y guía de su mundo mental. Y
éste premonitorio del mundo espiritual o de la beatitud. Trilogía vital y cósmica.
80
6. VIAJE A PIE DE DOS FILÓSOFOS AFICIONADOS
Cuando los dos sobrios caminantes llegaron a Abejorral, empezaron a tener una grata
compañía. Don Benjamín, herido en la parte posterior de la planta del pie, no podía caminar
bien. Se le consiguió un caballo blanco, manso, lento. Y entonces:
Amistad noble, sincera y profunda fue la que unió a Fernando González y a Benjamín
Correa. Nació cuando, en plena juventud, se conocieron en el municipio antioqueño de
Carolina; y se consolidó en el Juzgado Segundo Civil del Circuito, de Medellín, siendo
aquél, el juez; éste, su secretario. Pero por encima de esta circunstancia trivial, tuvieron en
común el gusto por la filosofía existencial, por el arte imaginero, por el sentido picaresco de
la vida. Aficiones que compartieron, atraídos por la fuerza del espíritu jesuítico. Don
Benjamín era de El Salto o La Tasajera (que de ambos modos llamaban a Copacabana), y
monaguillo en su infancia, contemplando al padre Luis Javier Muñoz «con roquete de
punto, estolón colorado y bonete encajado en sus rizos negros», descubrió su vocación
sacerdotal, brotó el deseo de ser jesuita; a los diecisiete años ingresó al Seminario de
Medellín, pero dos años después la situación de pobreza le impidió volver. Esta experiencia
de novicio lo hizo experto en latines; solía construir frases oportunas y sugestivas, con las
cuales disfrutaba mucho su compañero, quien era asimismo un enamorado de esa lengua
sonora y clerical. Las palabras le fluían con gracia y tenía una risa que era carcajada,
producida «con el estómago» y por ello mismo espontánea, desprovista de afectación o
maquillaje, enteramente diáfana.
81
Fernando insistió inútilmente en que don Benjamín terminara su carrera eclesiástica.
Aducía como razones el conocimiento que tenía de ritos y latines, el hecho de haberse
vestido de dalmática en la Compañía de Jesús y, sobre todo, porque «poseía la figura y el
modo dulce y hábil de los príncipes de la Iglesia».
Para Fernando González fue un hermano, de cuya compañía disfrutó intensamente. Con
el vocablo «deleitosa» calificó esa amistad entrañable que se manifestaba en las labores
diarias del juzgado, en las jornadas a pie donde alternaban los diálogos en español y latín y
en aquella manera lenta y filosófica de saborear un buen café en la tienda urbana o en la
fonda caminera.
Por eso con naturalidad, así como la madre pare a su hijo, el pensador de treinta y cuatro
años dio a la luz un libro, escrito en depurado estilo literario: claridad, fluidez, precisión y
energía en las descripciones; elegancia, fuerza y profundidad en los conceptos; y maestría
en el manejo de la sátira, llena de frescura y picardía. Obviamente, tenía que llamarse Viaje
a pie.
Editado en París por la editorial «Le Livre Libre» en octubre de 1929 e ilustrado con
dibujos de Alberto Arango Uribe, pronto fue traducido a la lengua francesa. En efecto,
Francis de Miomandre, atraído por ese «espíritu profundamente libre, desprevenido, de
filósofo ambulante» y por la «ironía, humor y fuego desbordante de paradojas», hizo la
1
El remordimiento, op. cit., p. 84.
82
versión respectiva para la Revue de l’Amérique Latine, siendo publicado en las entregas
correspondientes a febrero y abril de 1930.
Sin dejar de ser el producto de un viaje real donde se observa, analiza y deduce; sin
perder la perspectiva del ambiente y de recibir las influencias de lo exterior, de lo que
palpita afuera, este espléndido relato se ubica —como todo lo suyo— dentro del género
autobiográfico. Por eso es también un viaje por el camino zigzagueante de Fernando
González. Y, como suele ocurrir con sus otros libros, hay incitación fuerte a viajar por el
mundo del yo, a trascender la «nada» y los prejuicios, a la búsqueda del superhombre. Este
último es un ideal, el del hombre culto y palpitante de vida, para quien diseña como
principio básico: «No dejarse arrastrar por lo bueno que está fuera de su camino».
Porque le gusta ser desfachatado. Que es tanto como no mentir, no tener vergüenza, no
simular y no aceptar la verdad aparente.
¡Qué bella palabra reinventa Fernando González! ¡Cómo se hace de elegante y sutil en el
lenguaje que emplea, trasunto de su actividad vital! Y de qué preciosa manera la explica,
dándole un sentido trascendente: «A los que no somos eruditos suele ayudarnos esa gracia
del Espíritu Santo, que se llama desfachatez…».
¿Qué dirá entonces de los predicadores de la moral y de las mujeres constantes? Pues
que no cree ni en aquéllos ni en éstas. Los primeros le parecen hombres viejos, debilitados
ya, en quienes se ha agotado esa energía que causa todo el fenómeno variado de la vida. Y
las últimas, se le antojan a la manera de ideas fijas, algo así como un vestido que uno no se
pudiera quitar…
De adehala, se burla de los hombres que viven a la caza del dinero —«afán tan grande
como el que se tenía antaño por la bondad del alma»— y del diablo y de los mendigos y de
la falta de ideas propias.
Admira, en cambio, la egoencia —la cruel egoencia que desea tener— y el método para
usar de las cosas, sin dejarse poseer por ellas. De ahí esta frase que es todo un apotegma:
«El método y la contención son los que pueden hacer del hombre un bípedo interesante».
83
Libro, además, de pensamiento nacionalista, en donde la patria es amada con las
entrañas, pero con dureza y sin eufemismos.
Oímos que decía a sus peones arrieros que el clero colombiano era una peste y
que el país estaba en la barbarie. Cerca a nosotros había un freno; lo cogimos por
las riendas y le dimos dos frenazos al míster en la cabeza, diciéndole: «Sólo
nosotros, los colombianos, podemos hablar mal de Colombia, y sólo nosotros, los
católicos, podemos renegar de los curas».
Merecía, pues, a juzgar por la intención del autor, de un sobrio destino. Ciertamente fue
elogiado por la crítica culta, nacional e internacional. Gabriela Mistral, Concha Espina,
Teresa de la Parra, Azorín, Augusto Bréal, Valery Larbaud, Efe Gómez, Rafael Maya,
Baldomero Sanín Cano…. Según este último, es «libro curioso, original, temerario y
grandemente entretenido», agregando que Fernando González «ha hecho una cosa muy rara
aquí en Colombia, un libro de pensamiento […] escrito por un patriota que tiene de la
colombianidad un concepto libérrimo». Max Grillo expresaba: «Fernando González es un
poeta y un pensador vanguardista, con tantas y tan nutridas ideas que no puede ordenarlas.
Le duele el cerebro de pensar hondo. Es místico, es volteriano, es materialista, todo en un
mismo libro». Para Estanislao Zuleta Ferrer: «Es una obra de literatura subjetiva, de
penetrante observación psicológica, llena de pensamientos profundos, y sobre todo, llena de
gracias». Y Fabio Martínez, profesor de la Universidad del Valle: «Viaje a pie no solo
inaugura la presencia en nuestra cultura del viajero pensador, sino que marcará el inicio de
las novelas iniciáticas de viaje».
Su inteligente compañero, don Benjamín, escribió que Viaje a pie «se eternizará
mientras dure el amor por el habla castellana».
2
Monseñor Manuel José Caycedo, Arzobispo de Medellín, prohibió bajo pecado mortal la lectura de Viaje a
pie, según decreto arzobispal fechado el 30 de diciembre de 1929, condenación ratificada por el obispo de
Manizales el 8 de abril de 1930. Similar disposición cursó, tres años después, con respecto a Don Mirócletes:
«… por disposición del Excmo. Sr. Arzobispo, el libro Don Mirócletes está prohibido y es pecado mortal
84
Su mensaje de autenticidad, de nacionalismo, de desprecio por las formas aparentes, no
fue entendido sino por unos pocos. Los demás —apartándose de su lectura pero sin dejar de
criticarlo, o penetrando en sus páginas con prosaica prevención— despreciaron el clima
interior del autor, su amor por la vida y la juventud, el valor de sus ideas, y el goce
dionisíaco aprendido del Nietzsche vitalista (el pesimista ya había sido superado).
Más aún: se dejaba de lado su canto a Julia, la evocación sutil del espíritu jesuítico, la
manera profunda de concebir la castidad y hasta la búsqueda de la esencia vital de
Jesucristo, aquel SUPERADOR que concibió la forma corporal como accidente.
Definitivamente, como años después dijera Fernando González: «Eran tiempos muy
inocentes…». Con todo, este libro cálido, socrático, de Quijote y Sancho por la variada
geografía colombiana, escrito al ritmo del palpitar del corazón y de los efluvios del cerebro,
cumplió a cabalidad con el propósito del autor: el de reaccionar contra la literatura retórica
y de palabras —«literatura meníngea»—. Quedaron así marcadas las huellas que conducen
a un camino nuevo y abierto. Porque es partiendo de esta obra como podrá ser reemplazado
en el mundo de nuestras letras ese caduco estilo suramericano, ampuloso, verbalista,
desconectado de la realidad, árido y solemne3.
Asistía razón a don Jacinto Benavente: «Su obra es originalísima y del más desenfadado
humorismo. Pero no es para todos. Caviar para la multitud, que dijo Shakespeare…». Y al
propio autor del libro, que dejó escrita esta frase de corte testamentario: «A mí me han
llamado ateo los jerarcas, y fui beato»4.
reimprimirlo, leerlo, retenerlo, venderlo, traducirlo a otra lengua o prestarlo a los demás…». (Enrique Uribe,
secretario del Arzobispo, Medellín).
3
Véase la certera crítica de Fernando González al estilo suramericano en la revista Antioquia, n.º 5,
septiembre de 1936, pp. 23-32. Este «bello estilo» es el único que se ha usado en Colombia. Caracterizado por
la gran longitud de los períodos, con cláusulas entre comas, a veces más largas que la proposición principal, y
adjetivos antes y después de cada sustantivo. Así que no hay ninguna idea, «sino un ruido como el de la
música africana». Fernando González señala a los campeones en este país de híbridos e imitadores: Olaya
Herrera, en la oratoria, los magistrados, en el foro, y Luisito Cano en el periodismo. De este último presenta
ejemplos tomados de sus editoriales, tras lo cual pregunta al lector: «¿Seremos groseros al llamar a esto “bello
estilo peído”?».
4
La «Lectura del Viaje a pie desde el camino» es idea impulsada desde 2009 por el proyecto «Travesías
Literarias» de la Organización Caminera de Antioquia, OCA. Según sus estatutos, sus objetivos consisten en
el rescate del patrimonio nacional, la promoción de estilos de vida saludables, el impulso al turismo rural-
cultural y la generación de conciencia ambiental. En Colombia practican la caminería 550.000 personas,
según su estadística de abril de 2018 (camineriacolombia@gmail.com).
85
7. HISTORIADOR CON MÉTODO PROPIO
El punto de partida en Viaje a pie es la idea de ritmo. Columna vertebral moral del viaje,
lo considera tan importante para vivir «como lo es la idea del infierno para el sostenimiento
de la Religión Católica». El ritmo podría servir para clasificar a los hombres, pues cada uno
tiene el suyo para caminar, para trabajar y para amar1.
1
Viaje a pie, op. cit., p. 23.
86
«El joven pragmatista admira lo único que hay admirable en este esferoide: EL MÉTODO; la
capacidad de perfeccionarse que tiene el hombre»2.
En Don Mirócletes empieza por describir métodos para que su alter ego, Manuelito
Fernández4, deje de fumar y beber. Aconseja el método gradual: reglamentar el vicio en
escala descendente y tratarse mentalmente por medio del espejo, ante el cual hace propósito
de perfeccionamiento. Fracasa, sin embargo, a menudo. Después de cada derrota, su
voluntad se torna más débil. Pero su amor a la grandeza humana lo transforma: «Cuando
oigo que hay un gran hombre, o cuando leo algo sobre ellos, dejo de fumar y beber durante
ocho días».
Es por ese camino y con esas manifestaciones vitales como va naciendo su filosofía de la
personalidad, delimitada en Los negroides como réplica a los vanidosos escenarios raciales
y culturales de Suramérica, a su tradición imitadora, a su apariencia vacía.
Induce que la grandeza del alma todo lo embellece. El padre Elías usaba un gorrito sobre
su gran cabeza:
Fue la primera vez que vi cómo una prenda de vestir, fea de suyo, se hacía bella
por la personalidad. El alma del padre Elías irrigaba el sombrero, echaba raíces en
el sombrero.
2
Ibidem, op. cit., p. 48.
3
Ibidem, op. cit., p. 114.
4
Manuelito nació en 1895 con tres dientes y mordió a su madre, que murió de un cáncer que allí se le formó.
Con dientes, característica que sirve para explicar cómo pudo llegar a convertirse en «el filósofo de
Suramérica y de la personalidad». Qué bello y qué raro, pero cuán lógico: Fernández, el de las embolias, el
que no tiene personalidad, ¡es el nuncio de la personalidad y el destructor de las embolias! (Don Mirócletes,
op. cit., pp. 13, 27, 40).
87
Sí, la grandeza de alma le otorga belleza a todo, incluso a los vicios: el poeta Byron, por
ejemplo, «… se emborrachaba en sus banquetes hasta caer debajo de la mesa, y tal era la
personalidad del inglés que eso parecía bello […]».
Entiende que debe ofrecer una lección a la juventud. La formula con palabras que son
una especie de mensaje-resumen de su teoría de la personalidad: «Cuando un joven
comprende que el secreto no está en lo que haga, en lo que diga, en el vestido, etc., sino en
la energía interior, está maduro para la filosofía»5. Es así como la juventud estará en
condiciones de ir abandonando los complejos raciales impuestos por los conquistadores y
los prejuicios que la azotan; y de convertirse en superadora de las causas deformantes de su
quehacer vital auténtico.
Método es modo de hacer una cosa y, en cuanto concierne con el individuo, es su modo
propio de manifestarse. Por eso resulta insuperable el que cada uno tiene dentro. «Cada
hombre está llamado a llegar al Espíritu con sus propios pies»6.
Método, pues, necesario para dar libertad, para suprimir embolias, vicios heredados,
prejuicios, temores, y hacer posible la manifestación desde lo profundo del yo, con la
fuerza y pureza del agua que brota del prístino manantial.
¿Hubiera podido ser el método de Fernando González, el suyo propio, otro que no fuese
el emocional, nacido de su yo íntimo? Por supuesto que no, porque entonces la búsqueda de
prolongación en seres, realidades y anhelos habría sido una expectativa frustrada; porque
habría quedado desprovisto de dimensión subjetiva y expósitos sus personajes; y no hubiera
logrado la plena posesión de sus biografiados, indispensable para comprenderlos.
Utilizarlo, advierte, es saber que la alegría está en el poder de la conciencia.
A pesar de los aspectos relevantes que presenta, los mismos que le otorgarían virtualidad
para superar o complementar los métodos tradicionales, la metodología empleada por
Fernando González no ha sido comprendida en sus verdaderas dimensiones. Un perspicaz
5
Ibidem, op. cit., p. 22.
6
Los negroides, op. cit., pp. 47-48.
88
crítico de la literatura colombiana sostiene que se trata en realidad de un no-método, cuyo
inconveniente consiste en dejar a la libre asociación más de lo deseable para un trabajo
orgánico7. Pero aun concediendo cierta validez a esta tesis, es difícil dejar de reconocer que
están haciendo falta investigadores de la historia dotados de la capacidad de utilizar el
método emocional con la profundidad psicológica que encierra. Nos parece que quedó
abierto un camino de amplias perspectivas a los futuros historiadores que, sin prescindir de
una documentación seria, deseen apartarse tanto de criterios enciclopédicos como de
narraciones románticas y exaltadas.
Pero ¿qué decir de los artistas del drama, los hombres? Confiesa que no ha conocido
hombres, sino pedazos de humanidad, cabos de hombre.
Sí, grandes hombres. Porque «las verdaderas universidades son los grandes hombres».
¿Qué caracteriza a los grandes hombres, cómo se distinguen de los demás mortales? El
siguiente cuadro resulta ilustrativo:
Los grandes hombres son más fatalidad que todo. Son instrumentos de Dios. No
se detienen a meditar; el acto sigue a la idea, mezclados, sin espacio entre ellos.
Van como llevados de la mano; más que ninguno, no saben para dónde van.
Obedecen. Pienso que el secreto de la grandeza es obedecer a las voces. Tienen una
gran voz interior que no permite oír otras. La prueba está en que no se cansan, son
como posesos. […] Mientras que nosotros, humanidad amorfa, somos llamados por
8
mil cosas contradictorias y nos fatigamos y cambiamos; nada nos enamora .
7
Literatura y realidad, op. cit., p. 41.
8
Mi Compadre. Editorial Juventud, Barcelona, 1934, p. 114 (cursivas del texto).
89
Aplicando su método emocional, pretendió escribir en determinada época sobre casi
todos aquellos personajes, sin duda los que más influyeron en su vida y pensamiento.
Anunció que publicaría las biografías de Sócrates y Mahatma Gandhi, así como un segundo
volumen de Mi Simón Bolívar. Y en 1934, en Marsella, pocos meses antes de ser
reemplazado como cónsul, expresaba su emoción ante un proyectado viaje a Oriente en
busca de Jesús, Mahoma y Buda y la posibilidad de poder regresar con el más anhelado de
sus libros: La vida de Jesucristo9.
Los proyectos se concretaron tan sólo en los primeros tomos de Mi Simón Bolívar y
Santander (este último para destapar el falso héroe nacional), editados respectivamente en
1930 y 1940, años que corresponden a la conmemoración del primer centenario de la
muerte del Libertador y del Hombre de las Leyes. Y en la biografía de Juan Vicente
Gómez, titulada Mi Compadre y publicada en el intervalo de aquellas dos obras.
Asimismo, en 1959 anunciaba un segundo volumen del Libro de los viajes o de las
presencias. «Será el viaje a la hambre, cuyo rey es Carlos Marx, y también a varios otros
mundos». Pero una vez más, sus vivencias superaron sus propósitos.
***
Mi Simón Bolívar
Echaré a don Simón delante de mí por calles, plazas y montes, y yo iré detrás,
animándolo y comparándome con él. Será mi hijo. […] Bolívar debe ser mi Bolívar,
10
así como el mamón es de la mujer parida; tibio como el polluelo amarillo .
¿Cuáles fueron los motivos que obraron para que Fernando González —hasta entonces
el autor de Pensamientos de un viejo, Una tesis y Viaje a pie— hiciera este viraje hacia el
campo de la investigación histórica?
Refiere Alfonso González Ochoa11 que en París, a finales de 1929, conversando con el
célebre escritor francés Romain Rolland, éste le comentó a modo de sugerencia: «¿Por qué
su hermano no escribe una vida de monsieur Bolívar?».
9
Cartas a Estanislao, op. cit., p. 89.
10
Mi Simón Bolívar, op. cit., pp. 250 y 262.
11
Carta a Carlos E. Restrepo, 20 de septiembre de 1930. (Archivo Carlos E. Restrepo, Biblioteca Central de la
Universidad de Antioquia).
90
El 11 de diciembre de dicho año, Alfonso recibió en París una carta en la cual Fernando
mencionaba la situación de pugnacidad que vivía Colombia con motivo de la campaña
electoral para escoger presidente de la República, y le pedía con angustia: «Sácame de aquí,
pues ya tengo la cabeza cana y las contrariedades y enojos me están acabando la
inteligencia y la juventud del corazón».
—Escríbela para el centenario. Con esto ganarás dinero y podrás irte a estudiar a
Europa.
Fernando González concibió la biografía de Simón Bolívar para ser escrita en dos
volúmenes que se llamarían, respectivamente, Lucas Ochoa y El Libertador. Respecto del
primero le decía a Alfonso:
Lucas Ochoa soy yo, pero yo no soy Lucas Ochoa. El loco que hay en mí en
embrión lo haré salir y lo crearé (a Bolívar).
Y en relación con el segundo volumen: «Será la obra definitiva. No temas que nadie me
arrebatará esa biografía».
91
Entonces, al tiempo que atendía sus obligaciones familiares y judiciales, trabajaba con
inusitada intensidad, poseído por la presencia de Bolívar. Hasta el extremo de que parecía
un surtidor de ideas…
Por eso su hermano Alfonso, que conoció todo el proceso de gestación de Mi Simón
Bolívar y recibió los originales para entregarlos a la imprenta12, pudo escribir este elocuente
y atinado concepto:
¿Por qué la dedicatoria «al mayor Santander y al general Páez»? Porque mientras
Bolívar es conciencia continental y, a veces, cósmica, Santander y Páez representan
conciencias regionales y actitudes egoístas y mezquinas en el escenario de las guerras
libertadoras y después en el marco de la Gran Colombia, ideada y forjada por aquél. De
Santander dice: «Es la envidia hecha método, tenía conciencia orgánica del dinero. ¡Cuán
parecido a todos los abogados de la Nueva Granada!»13. Y de Páez:
Para el gran Páez no existía sino el río Apure; era un niño inocente, un primitivo
que miraba a Bolívar como a un dios y otras veces, cuando estaba lejos, como a un
diablo. Fue un niño hasta en sus crímenes; un primitivo dominado por todo lo que
14
brilla .
El trasfondo del libro es esencial: hacer ver que la América tropical e india debe poseer
y estimular a sus historiadores y artistas, capaces de entender a los grandes hombres que ha
producido, y no importar biografías y monumentos de Europa; no encargar esas obras a un
Emil Ludwig, a un Iván Mestrovic, a un Muller. Es cuestión de dignidad. Y, ante todo, de
auténtica conciencia americanista.
12
La primera edición de Mi Simón Bolívar fue publicada en Manizales por la Editorial Cervantes en
septiembre de 1930.
13
Mi Simón Bolívar, op. cit., p. 234.
14
Ibidem, op. cit., p. 151.
92
Con el propósito de hacer la mensura de El Libertador, Lucas inventa el metro psíquico
o concienciámetro, instrumento de máxima utilidad para la medición impersonal y
desapasionada de hombres y pueblos. Aunque admite muchos matices y puede suceder que
un hombre tenga instantes superiores, el metro permite clasificar a los seres humanos en
siete niveles o grados de conciencia: orgánica, familiar, cívica, patriótica, continental,
terrena y cósmica, o sea que la escala se eleva desde la masa amorfa —mínimo de yo y
máximo de cosas extrañas— hasta la completa evolución del yo, cuando se infunde en él
todo lo manifestado.
(El ideal bolivariano era el de romper las cadenas de la opresión y que todos sean libres
para vivir con dignidad, para formar parte de un pueblo representativo de sus propios
valores, orgulloso de lo autóctono).
Además fue Libertador en un doble sentido: del dominio español y del alma americana.
Quería no sólo independencia política sino también libertad espiritual.
93
Su lucha por la libertad espiritual refleja al hombre promesa y la obra inconclusa,
aspectos que para Lucas Ochoa representan lo trascendental del espíritu: que la realidad
jamás alcanza al anhelo.
Por eso Bolívar es situado entre los genios libertadores, aquellos que luchan por que
cada uno cumpla sus propios fines —se le sitúa al lado de Sidarta Gautama, Descartes,
Pasteur, Einstein…—, mientras los genios esclavizadores necesitan del rebaño (Atila,
Alejandro, Napoleón).
En cuanto a la organización del Estado, a las tres grandes funciones, órganos o poderes
tradicionales, Bolívar agregaba un cuarto poder, el Poder Moral, encargado de la
«jurisdicción efectiva de la educación y la instrucción». Lo juzgaba indispensable para
fomentar la virtud cívica y el espíritu nacional, condiciones sin las cuales Suramérica nunca
sería realmente libre. Quería que su gobierno fuera excelente, el que hacía consistir «en ser
apropiado a la naturaleza y el carácter de la nación para quien se instituye». Era entonces
cuando la política debía cumplir sus fines más elevados, que González entendía ya como
«el arte de conducir al pueblo a sus destinos latentes», o bien como «la faena de gestar una
patria en donde sea bueno estar vivo», como habría de escribir más tarde en sus Arengas
políticas. Además, por estar por encima de las facciones, consideraba que «Bolívar era
liberal y conservador».
En Mi Simón Bolívar —escribe Charles Lecca, desde París— se encuentran muchos más
elementos de interés que en tal o cual estudio grave y doctoral sobre el Libertador.
Laureano Gómez admite: «Es admirable en este autor la forma nueva como maneja el
arte biográfico, la gran independencia de criterio y la solidez de raciocinio».
Y Concha Espina: «Es lo más original, más bello y más moderno que se ha escrito
acerca del Libertador».
***
Mi Compadre
¿Qué indujo a Fernando González a escribir sobre Juan Vicente Gómez, el dictador
venezolano? Las palabras iniciales del libro, escritas de puño y letra del autor, ofrecen una
primera aproximación al interrogante planteado:
94
Este camino es mío, opuesto al de todos los americanos, y no tengo más
compañero que El Libertador.
¿Acaso no es interesante como objeto de estudio para el biógrafo un hombre que durante
sesenta años ha estado sobre sí mismo, construyendo su sendero de lucha y de victoria?
Por lo demás hay una frase de Fernando González que sirve, quizás mejor que ninguna
otra, para entender el porqué de esta biografía sobre Juan Vicente: «Yo lo estudié por amor
a la grandeza humana».
Tal fue la motivación que lo cautivó. Y también la razón que obró en su ánimo para
decidirse a viajar a Venezuela, en donde permaneció desde septiembre de 1931 hasta enero
de 1932, tratando de encontrar la «sinergia glandular» y la «unidad psíquica» del general
Gómez; bregando por recibir estímulos, por hallar el secreto de la vitalidad.
¡Estaba embriagado por el torbellino de la vitalidad! Y creía que esta cualidad humana,
tan incitante y creadora, se encontraba en la patria de Bolívar encarnada en ese extraño y
singular ejemplar humano, en ese «brujo» de los Andes.
¡Qué insondable viaje el de su compañero Panida, a quien debió evocar con inmenso
afecto desde la tierra de Bolívar y Gómez! Fernando lo admiró profundamente, hasta
afirmar que, como caricaturista, fue «el más grande de los de Colombia en todos los
tiempos»).
95
vida política y social de ese país. Todo ese mundo vivencial lo anotaba en sus libretas, las
cuales llegaron a hacerse tan comunes e imprescindibles, que sus amigos de la Academia
Venezolana de Historia resolvieron bautizarlo «el hombre de las libretas».
La elaboración del libro no se terminó sino dos años después, cuando su autor se
encontraba en Marsella (Francia), ejerciendo el cargo de cónsul de Colombia.
Es el fondo al retrato del general Gómez, a la actividad que éste habrá de desarrollar,
guiado por un trabajo metódico, silencioso, serio, analítico… y contundente.
Los tres hombres decisivos en la evolución política venezolana, son: José Antonio Páez,
Antonio Guzmán Blanco y Juan Vicente Gómez. Pero es en este último en quien existe una
característica que se convierte en verdaderamente seductora para nuestro biógrafo: su
sagacidad o astucia para instaurar un gobierno netamente nacional, primer ensayo de
autoexpresión de la raza suramericana. La consecuencia es el abandono de la sugestión de
Europa, de la imitación extranjera de leyes y costumbres.
Mezcladas en virtud de las guerras las sangres española e india y la pinta negra,
Venezuela comienza a autoexpresarse. El capitán de este experimento es «el montañero»
Gómez. Fernando González vislumbra el gran mulato: 45% aborigen; 45% blanco y 10%
negro. Esperanza de Suramérica, representa la síntesis del hombre unificado y adaptado.
La evolución racial y humana, sin embargo, no se presentó como lo intuía González. Por
eso en 1960, en rápida pincelada y un poco a modo de testimonio de la desilusión, escribió:
«Yo esperaba un poco de egoencia en Venezuela»15.
De hogar campesino —el mayor de trece hermanos—, Juan Vicente Gómez fue siempre
un hombre de firmeza, cumplimiento y seriedad. Cuando estuvo con Cipriano Castro
refugiado en Colombia, lo llamaban don Juan. Y en el Táchira, mano Juan. «Hombre hábil
como un brujo; sabe esperar su día, permanecer en la sombra. Cada amanecer tenía cien
amigos más y Castro cien amigos menos…». Así, con paciencia y realismo y sin derramar
una gota de sangre, desalojó a Castro y se hizo proclamar presidente.
15
En: ¿Qué es eso de… filosofía latinoamericana? Editorial El Búho, tercera edición, Bogotá, 1984, p. 76.
96
Tras afirmar que el general Gómez ha cumplido 23 años en el poder sin una revolución,
destaca que el país está cruzado por carreteras; ninguna deuda; y ni un vago, ni un
pordiosero. Tres sueños ha tenido: «Bolívar, carreteras y acabar con guerrilleros». «El mar
de podredumbre y enredos que encontró ha servido también para que lo insulten y
desfiguren»; pero lo cierto es que Gómez salvó a Venezuela «con sus doctrinas y prácticas
originales, nacionales, sencillas y nuevas, emanadas de nuestro suelo».
Todo ello sin haber estudiado en ninguna escuela y, salvo el tiempo de lucha desde
Colombia, sin haber salido de su país.
Recién terminada esta polémica biografía, Fernando González escribió: «Mi mejor libro
es Don Mirócletes, aunque los colombianos crean otra cosa. Mi mejor libro, eso sí, después
de Mi Compadre»16.
Un crítico literario, José María Salaverría, coincide con el autor de Mi Compadre: «Me
parece la obra mejor de cuantas conozco de él…». Y puntualiza: «Se trata de un escritor de
raza, ingenioso e inquieto, dueño del lenguaje y de una animación que conquista y seduce».
Velasco Ibarra, por su parte, estima que es «el libro de psicología histórica más hondo»18.
Es lo cierto, sin embargo, que en materia de apreciación o gusto personal con respecto a
sus obras, el maestro no conservó una posición definida y menos aún rígida, sino, por el
contrario, variable y ondulante como la vida misma. Este parece ser un asunto de vitalidad.
En efecto, después de haber escogido a Mi Compadre como su mejor libro, sus preferencias
se inclinaron por Viaje a pie. Durante un diálogo que con él sostuvimos en La Huerta del
16
Carta a su hermano Alfonso, 5 de abril de 1934, en Cartas a Estanislao, op. cit., pp. 87-88.
17
En Mi Compadre, escribió: «Gómez oculta, quiere ocultar a todos, su gran capacidad para castigar. Es un
ángel y es una tigra parida». (Ibidem, op. cit., p. 164).
18
VELASCO IBARRA, José María. Conciencia o barbarie. Editorial Atlántida, Medellín, 1936, p. 159.
97
Alemán a finales de 1958, nos decía que su obra predilecta era El maestro de escuela,
porque sintetizaba hasta la edad de 46 años su lucha y angustias.
Al año siguiente, en el Libro de los viajes o de las presencias, rememoraba con emoción
a Viaje a pie y Don Mirócletes, poseído por el deseo de escribir otro similar a aquéllos.
Tampoco faltó la posición ecléctica: «Con las obras, hijas del espíritu, sucede lo mismo que
con los hijos, fruto de la carne. Un padre de familia siente el mismo cariño por todos sus
hijos, aunque entre ellos haya un descarriado o un jorobado. Todos son sus hijos», le
expresaba, en los últimos años de su vida, a un artista amigo suyo. Pero éste, al insistir para
que eligiera una de sus obras, se encontró ante esta respuesta: «El remordimiento, porque es
muy viva y me costó grandes dolores parirla»19.
Con todo, Mi Compadre no fue bien recibido por la opinión oficial venezolana. «Se
enojaron y ni siquiera permitieron la entrada de los ejemplares enviados»20. Quizá porque al
lado de los elogios a la personalidad del general Gómez, existen también apreciaciones
comprometedoras para el prestigio de un hombre todavía en el zenit del poder, del cual sólo
lo despojaría la muerte, ocurrida en 1935.
Cabría resaltar la forma como percibe el aura de Venezuela, asemejándola a una casa de
ejercicios de jesuitas: silencio, porque la gente tiene miedo a una voluntad de hierro. «Es
una leonera con el domador adentro»21.
¿Esperó Fernando González, por haber escrito este libro sobre Juan Vicente Gómez,
alguna recompensa del biografiado? En carta del 5 de abril de 1934, dirigida a su hermano
Alfonso, hace una afirmación categórica: «Del general Gómez nunca aceptaré regalos ni
condecoraciones»; pero pocos días después, con fecha 18 de abril del mismo año, escribe a
su suegro, Carlos E. Restrepo, con el fin de invitarlo a viajar a Jerusalén si el presidente
venezolano le envía un cheque, por la biografía, y puntualiza: «Esta invitación es muy
19
POSADA SALDARRIAGA, León. Escritos breves. Susaeta Ediciones, Medellín, 1975, p. 67.
20
Cartas a Estanislao, op. cit., p. 85.
21
Mi Compadre, op. cit., p. 141.
22
Los negroides, op. cit., p. 13.
98
seria, condicionada apenas por el envío de un cheque, cosa que debe ser, pues digo que mi
compadre es otro Moisés. Dentro de poco sabré si la condición se cumple».
En libro escrito cuarenta años después por un notable historiador venezolano24, en donde
se describe ese turbio, imprevisible y complejo escenario de los caudillos criollos, son
exhibidos en su dimensión vital Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, representados por
los generales Carmelo Prato y Aparicio Peláez, respectivamente. Ya organizan tropas para
hacer la guerra, ora entran en conjuras o en combates, o bien en negocios e intrigas, como
dos compadres unidos por intereses comunes, y se mueven de un lado para otro por la
variada geografía de su país en busca del poder. Gómez aparece una vez más como el
hombre de actitudes y lenguaje propios del campesino de la frontera montañosa, astuto,
calculador, silencioso (prefiere oír hablar y callar largos silencios), apasionado por el
trabajo y por el campo y por el ejército, obsesionado por implantar el orden público en el
territorio nacional y para ello perseguidor de los guerrilleros y de los vagos, tan generoso
(dadivoso) con los amigos como implacable con sus enemigos, y además psicólogo nato
que se retrata en esta frase: «Lo que pasa es que yo sé lo que están pensando. No lo que
dicen sino lo que están pensando. No lo que hacen sino lo que querrían hacer».
Características humanas que después de la conjura o golpe de Estado de 1908 («nadie ha
preparado un viaje para Europa con la minuciosidad con que Gómez arregló el del general
Castro», afirma González en Mi Compadre), le permitieron mantenerse en el poder durante
veintisiete largos años, en los cuales —como sintetiza Uslar Pietri— acabó con la guerra
civil, creó el ejército nacional, echó las bases del Estado nacional, acabó con el caudillismo
y con los partidos históricos, abrió el camino para el desarrollo petrolero y pagó la vieja
deuda que venía desde la independencia25.
***
Santander
23
Cartas a Estanislao, op. cit., pp. 84, 85 y 88 (cursiva del texto).
24
USLAR PIETRI, Arturo. Oficio de difuntos. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1976.
25
Véase también su ensayo «El papel histórico de Juan Vicente Gómez», publicado en el suplemento
dominical de El Colombiano, 2 de junio de 1996, p. 9.
99
El general Francisco de Paula Santander ha sido un héroe nacional de Colombia, así
como Washington lo es para los Estados Unidos, San Martín para la Argentina y O’Higgins
para Chile. Pero todos estos héroes nacionales —según González— representan un
elemento conservador, son creadores de fronteras. Por oposición, Bolívar es un
quebrantador de fronteras: personaliza el impulso latente que va unificando al género
humano.
Más aún: para que sean posibles los héroes nacionales, ha sido necesario aminorar la
grandeza del Libertador. Porque sólo Simón Bolívar quiso que Suramérica fuera la madre
de las repúblicas, el gran teatro de la expresión humana e incluso la cuna del superhombre,
toda vez que «unos treinta años antes de Nietzsche, predicó y actuó y luchó como
superhombre».
Tal es la columna vertebral de este libro, objeto de los más agrios y despectivos
comentarios desde su aparición, debido a aquellos herederos de la Nueva Granada que no
podían aceptar una crítica implacable a Santander, a quien sin reservas han denominado el
Hombre de las Leyes, el organizador de la victoria, el constructor civil de la República… y
hasta fundador de un partido político, el partido liberal.
(Tal ha sido la creencia impuesta por una corriente oficialista de opinión, la misma que
incurre en un doble atrevimiento, pues enseguida va tras Simón Bolívar y le atribuye
también un papel político protagónico: la fundación del otro partido, el conservador. A este
respecto, González hace claridad: «Bolívar era liberal y conservador, estaba por encima de
las facciones»).
Sobre la real influencia del general Santander en la vida política nacional, Fernando
González va todavía más lejos. Con su acostumbrado sentido crítico y revisionista, lleno de
agudeza y sutil penetración en el meollo de los acontecimientos, revalúa verdades
ancestrales y muestra nuevos rumbos a la historia patria. En esta línea de interpretación,
refulgen la inigualable sagacidad y las sutiles artimañas de su biografiado, quien además
estuvo durante largos años a la cabeza del gobierno, ya como vicepresidente (dada la
permanente actividad guerrera del presidente titular, el Libertador Bolívar), o bien como
jefe de Estado; fueron esas características y prolongadas oportunidades las que lo
convirtieron en «padre de conservatismo y liberalismo, los cuales apenas se diferencian en
100
que éste tiene remordimientos en la hora de la muerte y, por eso, es el hijo predilecto de
Santander»26.
Entre las obras de Fernando González, quizá sea la más difícil de comprender, y la que
más se presta para un amplio y complejo análisis desde diferentes puntos de apreciación.
Contribuyen a ello, por una parte, la serie de opiniones formadas en la mente de muchos
colombianos por una historia oficial y parcializada que sólo ha servido para hacer el
ditirambo del general Santander; y por la otra, los objetivos de desmitificación que se
propone el autor, el ambiente de intrigas y de hipocresía en que se mueve con pasmosa
habilidad el personaje, y la ubicación de éste en una nueva perspectiva mediante la cual se
juzga a los héroes nacionales.
Durante los años del período comprendido entre 1810 y 1815, llamado de la Patria Boba
por algunos historiadores no muy ortodoxos en su léxico («Patria niña», prefería decir el
profesor López de Mesa), en el joven Santander era ya irresistible la tendencia al mando.
González pone en boca suya estas palabras: «aunque sea un piquete…».
101
sí mismo y ante la posteridad. Sólo en un país seminarista y andino —sostiene González—
puede explicarse el fenómeno de su nacimiento.
Poco a poco el joven va trazando su batalla interior: hacerse amar del odiado y obtener
su confianza. «Es la perfecta encarnación de la hipocresía […]. ¿No es bellísimo un sapo
bien sapo? Pues el general Santander es el hijo más perfecto de los seminarios. ¡Es el héroe
de la Nueva Granada!»27.
Santa Fe, Ocaña, Piedecuesta, Casanare, son escenarios donde el genio defensivo, el
maestro de la fuga, actúa sin dejar huellas.
El primer volumen del libro (el segundo nunca se publicó) abarca hasta el año 1819, una
vez librada la batalla de Boyacá. Mientras en América soplan fuertes vientos de libertad,
Fernando González se despide del personaje, que está concentrado en objetivos muy
ambiciosos: quiere poder, prestigio, tranquilidad y una hacienda productiva…
Sostiene nuestro autor que Santander no llegó a sospechar que las ciencias morales, la
psicología, la biología y la sociología, pudieran desnudarle alguna vez. En su tiempo era ya
posible que se reconstruyera un esqueleto con el hallazgo de un solo hueso; pero no las
figuras morales.
En este orden de ideas, era menester buscarle un sustituto al prócer granadino. Fernando
González lo encuentra en Antonio Nariño: «Meditad un poco, juventud universitaria
colombiana, en la figura de Antonio Nariño, que ahí encontraréis un padre de quien
27
Ibidem, op. cit., p. 179.
102
enorgulleceros»28. Nariño, concluye, es nuestro mejor ejemplar humano. Y aún superiores a
Santander son Camilo Torres y Policarpa Salavarrieta29.
Es preciso advertir, sin embargo, que hay inconsistencia en su juicio valorativo acerca
del general Nariño. Sólo una revaluación fundamental de su propio criterio puede servir
para explicar aquella afirmación de que es un padre del cual puede enorgullecerse la
juventud.
Para el gran Nariño no existía sino Bogotá, y en Bogotá su cuarto para comentar,
enredar y leer; fue una gran conciencia de café, una conciencia bogotana. Tradujo
un folleto que fue trascendental, pero se arrepintió de ello ante sus jueces, y
posteriormente enredó las cuentas de la Renta de Tabaco30.
Mas ahí no se detuvieron las acusaciones a Nariño. Seis años más tarde, en Los
negroides, es presentado como un enamorado del legalismo: discutiendo formas de
gobierno ante el apremio guerrero. Y se reiteran los calificativos peyorativos:
«revolucionario de traducciones y de cafés, conspirador del patio de la cocina…» 31 ;
«revolucionario que cuenta sus proyectos», «letrado, inofensivo»32.
¿Sería que al profundizar en el estudio de Santander descubrió las verdaderas facetas del
general Antonio Nariño (ciudadano instruido y generoso, luchador ardiente por la
independencia y la libertad, admirable capacidad de asimilación del infortunio, gobernante
abnegado y patriota), hasta decidirse a proponerlo a la juventud como modelo?
Tampoco podían escapar a sus diatribas los biógrafos José Manuel Restrepo y J. M.
Baraya, a quienes acusa de haber escrito bajo el dictado de Francisco de Paula Santander33.
Por eso los llama historiadores-pantallas34.
Obra densa, interesante por su alcance histórico, la manera de concebir a los héroes
nacionales y el análisis psicológico de la compleja personalidad del Hombre de las Leyes, a
quien consideraba más bien como un genio de la ley, es decir, capaz de cubrir con ésta
todos sus actos, por monstruosos que fueran.
28
Ibidem, op. cit., p. 124.
29
Ibidem, op. cit., p. 300.
30
Mi Simón Bolívar, op. cit., p. 151.
31
Los negroides, op. cit., p. 28.
32
Ibidem, op. cit., p. 131.
33
Santander, op. cit., pp. 233-236.
34
Ibidem, op. cit., p. 245.
103
Representa la culminación de un estudio biográfico que empezó a perfilarse al analizar a
Bolívar, diez años atrás, como el genio de la libertad. Con todo, es obra que no está exenta
de apasionamiento. Ni Santander es el primero de los colombianos, como algunos han
pretendido hacerlo creer, a pesar de haber dejado como ninguno grabada su impronta entre
sus compatriotas, particularmente en el gremio de abogados y en los políticos clientelistas;
ni resulta admisible concebirlo «tan grande para abajo como Bolívar para arriba», según
frase pasional de González35. La verdad histórica, que reclama también su justo medio, se
subordina mal a los criterios que irrumpen cargados de exageración o de subjetivismo.
Cabría una pregunta final: ¿cuáles motivos influyeron para que hubiese dejado
inconclusas las biografías de Bolívar y Santander?
Si nos atenemos a su propia explicación, la conducta pasiva debiose a una «maliciosa ley
psicológica»36 consistente en que, como la muerte depende del ánimo, muchos autores,
apenas terminan su obra, mueren… No terminó, pues, esas biografías, porque quiso ponerle
una trampa a la muerte.
La frase de Gabriela Mistral, expresada después de haber leído su estudio sobre Lucas
Ochoa, el biógrafo de Bolívar: «Es muy lindo estar tan vivo, mi amigo», pudiera también
emplearse ante la decisión de no escribir la parte relacionada con el Bolívar de las
campañas libertadoras, ni con el Santander gobernante.
35
Ibidem, op. cit., p. 268.
36
Revista Antioquia, n.º 6, octubre de 1936, pp. 38-39.
104
8. ANTINOMIAS DEL CONSULADO
105
o bien para el intercambio de una cálida correspondencia epistolar que surgirá espontánea
entre Roma y Génova.
¡Sobre todo la escultura! Descubre que es el arte por excelencia, más elocuente y sutil
que la literatura. Al menor descuido de los vigilantes, en los museos su sentido del tacto se
rebela: necesita tocar. Desliza la palma de las manos sobre los pedazos de mármol, y es
como si hundiera los dedos en la carne juvenil y prognata… Pero admite con Roger Bacon
que no hay belleza perfecta sin cierta desarmonía en sus proporciones.
Las obras de arte de los griegos, de los romanos, de los renacentistas, van desfilando
ante su espíritu contemplativo como maestros que despiertan su emoción y lo incitan a
devenir: El Moisés, «esa cara de joven de treinta y ocho años, con esas barbas de setenta y
ese cuerpo de treinta…»; la Fuente Exedra, el gran patio de las Termas de Diocleciano, el
Apolo de Belvedere, la Cabeza de Euménide durmiente, el nacimiento de Afrodita y la
Venus Capitolina y la Venus de Cirene…
Al mismo tiempo, busca anhelante la beatitud: «… aquel estado en que jamás el día está
más bello que nuestra alma»…
106
Ciertamente la descripción del hermafrodita produjo páginas soberbias y vibrantes.
Respecto de ellas nuestro gran pintor muralista Pedro Nel Gómez se expresó así: «Son tal
vez lo más precioso que yo haya leído en Colombia en materia de estética y crítica de
arte»1. Y Tomás Carrasquilla le escribe diciéndole: «Acaso haya invocado usted los manes
de Miguel Ángel, y por eso le ha salido su creación muy del Renacimiento. Ya sospechaba
yo que era usted muy greco-latino, de una nerviosidad muy sutil, y que fluctuaba entre
Kempis y Epicuro. Usted sabe sentir la naturaleza y la belleza de la realidad; pero acaso
siente mejor el arte, especialmente el plástico»2.
En Italia, el Estado, o sea Mussolini, tiene en sus manos las riendas de la prensa,
el cinematógrafo y la radiofonía. Por medio de la organización del sistema
corporativo de las industrias, haciendo a las corporaciones órganos del partido, las
colocó bajo su control.
¿Triunfará entonces? Tiene todo en sus manos, pero no tiene un fin noble y sus
métodos son envilecedores. ¿Qué se propone? No lo dice; se limita a repetir que la
grandeza de Italia. No triunfará, porque el alma humana no puede ser violentada;
ella no se mueve y crece sino por la instigación de la belleza.
Sólo hay una dictadura que triunfará: la que ejercen las almas grandes. Aun el
ser más perverso no crecerá un ápice por medio de la violencia. Azotando a un
esclavo, cada día será más esclavo. La virtud no se impone. Un pueblo debe preferir
el desaparecimiento a la tiranía. Por eso, la ley moral manda asesinar a los tiranos3.
1
En: Pedro Nel Gómez, Villegas Editores, segunda edición, Medellín, noviembre de 1986, capítulo «La
crítica de arte».
2
Carta del 16 de enero de 1934. En Otraparte.org.
3
El Hermafrodita dormido. Editorial Juventud, Barcelona, 1933, p. 100.
107
alemán y al inglés; a Colombia llegó posteriormente, una vez lograron superarse los
obstáculos que el gobierno nacional opuso a su circulación, presionado por la diplomacia
del fascismo italiano.
El origen de todos los inconvenientes vino a ser un hecho de común ocurrencia en las
dictaduras, pero que en Colombia tuvo amplia repercusión: la policía fascista, al penetrar en
el apartamento del cónsul situado en Vía Doménico Fiasella, 10-2, había descubierto
libretas de apuntes que se consideraron subversivas.
Fernando González, sintiéndose desterrado como Ovidio, alcanzó a decir, casi a musitar:
«No tuve tiempo sino para los museos…»4.
Y refiriéndose al Duce: «Fue incapaz de comprender». (Más tarde, desde un cafecito del
Puerto Viejo, en Marsella, el 27 de marzo de 1934, escribiría con acento profético: «Es ley
que acabe crucificado, para que deje lección de belleza»5.
¡Qué lástima tener que abandonar tanta belleza artística! Y sobre todo a Roma. La
ciudad eterna en donde percibió como nunca la presencia de Dios. Porque el Creador se le
reveló en los parques, en el cielo, en las estatuas, en los maestros de la pintura y hasta en la
mujer única, de Marsella, a quien encontró en una calle pagana y le decía: «Yo soy
única…».
Es época en la que no quiere admitir sino la actividad egoísta que consiste en trabajar
sobre sí mismo. Con todo, no puede sustraerse al hecho protuberante de que en el país en
4
Ibidem, op. cit., pp. 185-187.
5
Cartas a Estanislao, op. cit., p. 77.
6
Los negroides. Editorial Atlántida, Medellín, 1936, pp. 151-179.
108
donde vive se está bajo un fascismo uniformador y restrictivo. Es natural que exprese su
preocupación: «Hay mucha gente, 42 millones, en Italia. Por eso no hay amistades, ni amor
familiar. Hay odio mutuo de competidores. ¡Y dicen que a nosotros nos hace falta
inmigración! Lo que falta es orden».
Se siente «abrasado en amor por esta maravilla que es existir»: ¡ser centro del universo!
Pero se lamenta de que la gente no sea consciente del hecho maravilloso de existir. Ahí está
latente el drama: «Vida es belleza y el hombre es inmundo».
De los genoveses opina que son comerciantes y nada más. Pero en tal grado, que superan
a los judíos… por «más sucios y jodidos». Hablan un dialecto arrastrado y el plato
preferido es «tripa», una especie de mondongo sin caldo, que huele a «matrimonio
descobijado»7.
No quedando pues otra alternativa, a mediados de agosto de 1932 se vio obligado a salir
de la península itálica. Dos guardias fascistas lo dirigieron hasta la frontera con Francia,
acompañado siempre de Berenguela y de sus cinco hijos.
La ciudad le parece que «huele muy sabroso, como a libros nuevos», pero es
«quemadero de juventud». Muy de su agrado resultó la tumba de Napoleón, y en cambio le
disgustó bastante el Museo Rodin. «Rodin era una máquina de producir fealdades».
¿Incluyendo El Pensador? Responde que sí, porque: «Nadie piensa con esa actitud. Un
hombre con esa frente simiesca y esos músculos de terciador, puede boxear a lo sumo».
A Marsella llegó a principios del mes de septiembre, pero aquí en París, precisamente a
finales de este año de 1932, la Editorial «Le Livre Libre» publica Don Mirócletes, novela
psicológica cuyos personajes centrales son el abogado del mismo nombre, graduado en la
cárcel y alcohólico («Pequeño. Un metro con cincuenta. Grueso y sin cuello. La cara
pegada a los hombros», pero admirable por su vitalidad, imponencia y capacidad de
persuasión); un hijo suyo, Manuelito Fernández, hombre duro nacido con dientes y que
7
Carta desde Génova a Carlos E. Restrepo, entonces embajador en Roma, 20 de abril de 1932. (Archivo
Carlos E. Restrepo, Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia).
109
mordió a su madre, seminarista durante doce años y heredero de Mirócletes únicamente en
sus debilidades, si bien lucha a base de métodos para desarrollar una gran personalidad; el
tío de éste, Epaminondas; y Abrahán Urquijo, un usurero que se confiesa y comulga, y cree
tener relaciones divinas.
Descrito cual alter ego del autor, Manuelito estaba dentro de Fernando González como
un monstruo dormido, y despertó en París, donde lo creó. Tan intensa fue la obsesión y el
tormento que le produjo, que procedió a rodearlo «de gente y de vida observada hace
tiempos»; y así, en escasos tres meses, nació esta obra de creación artística, cuya
dedicatoria tiene una leyenda evocadora: «A las ceibas de la plaza de Envigado».
Vivencias de un hombre de escasos treinta y ocho años, cuyo espíritu refleja una edad
muy superior.
Pero enferma de peritonitis. Es una dolencia grave, que le henchía el vientre y comprime
el corazón. Su angustia llegó a tal extremo, que gritaba a los médicos: «¡Quítenme esto tan
horrible, por Dios!; ¡pónganme morfina!»8. Fue operado en la Clínica Bouchard, pero no
lograba recuperarse. Entonces decidió internarse en el Hospital Saint Joseph, donde tuvo la
inmensa fortuna de ser atendido con unción y cariño por dos monjas de La Presentación,
colombianas, las hermanas Anselma y Dionisia de la Cruz, y, además, por un especialista.
Sólo así logró estar sano, en condiciones de seguir disfrutando de las cosas bellas de
Marsella.
8
Cartas a Estanislao, op. cit., p. 30.
110
Tras dedicarse con intensidad durante dos meses y medio a ordenar sus apuntes
redactados en Venezuela para dejar listo Mi Compadre —obra terminada de escribir el 13
de marzo de 1934 y editada el mes siguiente—, emprende la elaboración de una novela
psicológica acerca de la influencia de la primavera. Influencia que se manifiesta en una gata
blanca (Salomé), bella virgen juguetona, y en un gato negro anhelante (Rousseau); pero que
incluye también —¡oh fatalidad primaveral!— a las señoritas Tony, Baby y Taylor, y no
puede dejar de reflejarse, por supuesto, en sus reacciones de hombre tentado. Escrita en
forma de «diario», algunos capítulos de aquella novela fueron publicados en la revista
Antioquia con el nombre de «La Primavera»9. Ya como libro, bajo el título Salomé, la
edición corresponde a 1984, año en el que con ocasión del vigésimo aniversario de su
fallecimiento los herederos autorizaron la reproducción completa de las libretas dejadas por
Fernando González10. Incitado por la frase con que Jenofonte describe el comportamiento
filosófico de Sócrates: «Nadie amaba tanto las cosas bellas y nadie se alejaba de ellas más
fácilmente», quería hacer suyas estas palabras en la primavera de 1934, ardiente y llena de
vitalidad y de belleza. Penetra, pues, en la estación maravillosa del amor con el propósito
de reflejar en temas tan naturales y vivos la conciencia de la música cósmica. Cada tema
como una estrofa musical. «El secreto del estilo literario, y también de las otras artes, está
en la música».
Pero conviene precisar que al mismo tiempo que lo invade el pensamiento de la belleza,
está atormentado por un suceso personal: pronto será reemplazado en el consulado11. ¿Cuál
es el motivo? La publicación de El Hermafrodita dormido, libro que seguía rondando en las
altas esferas del gobierno colombiano, convirtiéndose en causa de un nuevo problema
diplomático. El fascismo no admitía críticas y en su país de origen hacían eco a las
acusaciones del gobierno italiano. Consecuencia inevitable: prescindir de sus servicios12.
9
Antioquia, números 11, 12 y 13, correspondientes a los meses de septiembre, octubre y noviembre de 1939.
10
Salomé. Colección Autores Antioqueños, volumen 3, Medellín, diciembre de 1984.
11
Por Efraín del Valle Recuero, a quien dejó el mobiliario, al fiado, y «no pagó». (Cartas a Estanislao, op.
cit., p. 84).
12
En Cartas a Estanislao atribuye lo sucedido a una acusación de Eduardo Santos, originada en exigencia de
Mussolini, «de quien los Santos fueron espías en Europa, hasta 1935» (lb., p. 69). El doctor Santos era por la
época del problema uno de los más influyentes políticos del país, director-propietario del periódico El
Tiempo, de Bogotá, y amigo personal del presidente Olaya. Desde principios de 1930, cuando en casa de
Carlos E. Restrepo fueron relacionados, se evidenció que Eduardo Santos y Fernando González no se
entenderían. El Tiempo le criticó las ideas expuestas sobre Santander en Mi Simón Bolívar y también el
propósito de escribir una biografía de Juan Vicente Gómez, acusándolo de haberse declarado «Gomezolano»,
ante lo cual Fernando González reaccionó con vehemencia. Remitió entonces, con fecha 27 de febrero de
1931, una carta a Eduardo Santos en la que le decía: «Al ver su bigotico, intuí que usted me calumniaría; que
siempre han sido pelo y lana motivo de intuiciones…». (Publicada en Cartas a Estanislao, op. cit., p. 24).
Empero, una carta dirigida por Santos a Carlos E. Restrepo sirvió para aclarar el incidente diplomático.
Fernando reconoció su error y la nobleza de aquél y en carta a su suegro, de fecha 31 de agosto de 1932, le
confesó: «Cuánto daría yo ahora por no haber escrito aquello» (Correspondencia, Fernando González - Carlos
E. Restrepo, Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 1995, p. 68). Después ambos se cruzaron cartas
111
Salomé es, pues, novela donde se reflejan vivencias, sentimientos y amarguras. Escrita al
ritmo de sus emociones, entregando pedazos de alma. Y semilla de donde brotó —según
él— El remordimiento, un ensayo de teología moral que dedicó a dos amigos franceses:
Auguste Bréal y Alban Roubaud.
A mediados de abril de 1934, Fernando González hizo entrega del consulado. Las cartas
de la época reflejan su estado de ánimo. Está triste y frustrado, pues además ha quedado
hundido para siempre el proyecto de viajar a Oriente, con el que había soñado de este
modo:
Por eso dudó de la conveniencia de retornar a su patria. «Por allá no humea», le decía a
Carlosé. Indignado por las pequeñeces que tenía que soportar, llegó hasta dirigir una carta
al general Juan Vicente Gómez, en la cual solicitaba que le fuese concedida la nacionalidad
venezolana ad honorem, o sea, sin perder la colombiana; y alguna posición en Europa, pues
deseaba trabajar con los venezolanos, «cuyo carácter es más propicio para el mío»14. De no
ser atendida su petición, probaría suerte en Caracas, o bien en Barcelona, ciudad esta última
en donde habían sido editados sus libros más recientes: El Hermafrodita dormido y Mi
Compadre.
muy cordiales. Una de Eduardo Santos para Fernando González, remitida de París a Marsella, 1933, empieza
así: «Mi querido amigo», y expresa «un millón de gracias por sus cartas tan cordiales, tan generosas y tan
agradables»; en ella se despide con «un abrazo de su admirador y amigo». Después dice no estar
acostumbrado «a esa inaudita franqueza suya»; no obstante, le hace saber su «admiración y entusiasmo». En
otro aparte le manifiesta: «Con razón me decía Miomandre que Ud. es uno de los espíritus más libres que él
ha conocido y yo, como buen liberal, a veces resulto bastante conservador. En cambio admiro su prosa sin
reservas». (En Otraparte.org , sección Fernando González - Vida, artículos sobre su vida y obra).
13
Salomé, op. cit., p. 45.
14
Carta a Carlos E. Restrepo, 4 de mayo de 1934. (Archivo Carlos E. Restrepo, Biblioteca Central de la
Universidad de Antioquia).
15
La singular historia acerca del nacimiento de Eva puede leerse en Cartas a Estanislao, op. cit., pp. 111-112.
112
Del retorno a su tierra natal escribiría más tarde: «Vi a Grecia y vi a Florencia y me
volví para Envigado, […] la patria de los grandes agonizantes». Y también: «Estoy bien en
Envigado. […] Mejor que en París o en Roma, que tanto me agradaron».
Cerca de aquel paraíso hay una agradable mansión cuyo propietario es don Eugenio
Jaramillo, padre del destacado médico Ramón Jaramillo Gutiérrez. Allí se instala,
convertido en el arrendatario de Villa Bucarest. Y, casi de inmediato, quedan superadas las
angustias producidas por el consulado…
Durante seis años, hasta 1940, Villa Bucarest será su residencia habitual. Hoy en día, por
la carretera procedente de Medellín, corresponde a una edificación situada en la margen
izquierda de la entrada que conduce a la plaza principal; propiedad de por medio, está la
casa donde nació otro envigadeño ilustre: el médico, historiador y filántropo Manuel Uribe
Ángel. La zona es propicia para reminiscencias:
Dos cuadras más arriba estaba «el café de don Jorge» (Georgia), donde Fernando
González solía ir casi diariamente, en sus últimos años, a paladear un aromático café negro
(«tinto») y conversar con algún amigo. Diagonal a Georgia, surge atractiva Casablanca, la
residencia de la pintora Débora Arango16. Y hacia abajo…, a unos cuatrocientos metros,
sobre la otra margen de la carretera…, la casa campestre que habitó a partir de 1940.
Aquella que construyó en un terreno adquirido en la sucesión de un inmigrante ario y que,
por este motivo, llamó primero La Huerta del Alemán; después, en los meses de profunda
angustia causada por la muerte de su hijo médico, La Colmena de Ramiro; y que tras volver
a ser conocida como La Huerta del Alemán, bautizara en definitiva con el sonoro y
elocuente nombre de OTRAPARTE.
16
Débora Arango, un día de agosto de 1944, solicitó a Fernando González una recomendación personal. Con
su peculiar estilo, pleno de agudeza y sinceridad, escribió: «El suscrito, Fernando González, dice que conoce
a la señorita Débora Arango, artista pintora, desde niña, y certifica: que la considera como el artista pintor
más original de Colombia, junto con el maestro Pedro Nel Gómez. Tiene originalidad y poderío en el manejo
de los colores y genial atrevimiento en la temática. Que si se quiere incitar el aparecimiento de la personalidad
americana en el arte, se debe estimular a los que se parezcan a esta artista». Débora Arango, fallecida el 4 de
diciembre de 2005 a la edad de 98 años, fue objeto de homenaje de la Nación colombiana mediante la ley
1248 de 2008. La casa en la que vivió, en Envigado, fue declarada bien de interés cultural de la Nación con el
nombre de Casa Museo Débora Arango Pérez, debiendo las entidades públicas encargadas de proteger el
patrimonio cultural concurrir para su organización, protección y conservación arquitectónica e institucional.
113
del primer viaje a Europa, había representado su más fuerte incitación para el trabajo de la
inteligencia y la superación del espíritu:
Los alígeros, la ninfa, el sátiro, los gnomos, todo ese universo de los ritmos
movidos… es en Envigado, lugar predestinado para grande epifanía. Vi a Grecia y
vi a Florencia y me volví para Envigado, a La Huerta del Alemán, que ahora se
17
llama Otraparte .
Al mismo tiempo, entre agosto de 1934 y mayo de 1935, dirigió una serie de epístolas a
su entrañable amigo, domiciliado en Bogotá, Estanislao Zuleta Ferrer, las cuales
constituyen el fundamento e inspiración del libro Cartas a Estanislao.
Para Fernando fue una punzada en el corazón la muerte de su mejor amigo de entonces,
pero se consoló diciendo que «una existencia breve y repleta como la suya no necesita del
otoño de la existencia».
114
Aquel hijo heredero es Estanislao Zuleta Velásquez. Después de cursar sus primeros
cuatro años de bachillerato, y de tan solo dieciséis años de edad, empezó a convertirse en
uno de los más relevantes autodidactas de Colombia. Fue lector incansable de las obras de
Thomas Mann, Dostoievski, Freud, Nietzsche, Marx, Poe, Kafka, Hesse, Hegel, Heidegger,
Tolstoi, Sartre, Kierkegaard, Camus, ya en solitario —con el apoyo de su madre, Margarita
Velásquez Molina, quien siempre proveyó a sus necesidades económicas— o bien en
intensos grupos de estudio. Convertido después en profesor universitario —en Medellín,
Bogotá y sobre todo en Cali—, fue investigador, notable conferenciante y agudo, elegante
escritor. En 1980 la Universidad del Valle le otorgó el título de Doctor Honoris Causa,
reconocimiento académico al que respondió con un discurso titulado Elogio de la
dificultad. Nacido en Medellín, pocos meses antes de la trágica desaparición de su padre,
murió en Cali «en hora indefinida de la noche que va del 16 al 17 de febrero de 1990», a la
edad de 55 años. Consideró siempre que lo más importante de su vida era el pensamiento:
«Lo que importa es el pensamiento mismo, su diferenciación y su articulación, su mutación
y continuidad»18. Este autor sintetiza de este modo las características humanas de su
biografiado: «Un hombre asmático, insomne, bebedor, fumador, lúcido, inteligente,
revelador, encantador, algo así como un conjuratus fáustico»19.
18
VALLEJO MORILLO, Jorge. La rebelión de un burgués - Estanislao Zuleta, su vida. Norma, Bogotá,
2006, p. 266.
19
Ibidem, p. 222.
115
A su niñez y adolescencia estuvo cariñosamente vinculado Fernando González.
«González le daría al muchacho la lección definitiva para viajar a pie por sus propios
laberintos y recovecos»20.
***
Las cartas están dirigidas a amigos cercanos a su corazón («entiendo por amigos
aquéllos con quienes no tenemos negocios sino secretos»): Carlosé, don Benjamín,
Alejandro López, Aquileo Calle, Auguste Bréal, sus hermanos Alfonso y Alberto y, por
supuesto, Estanislao. En ellas hace desfilar a Bolívar, Santander, Juan Vicente Gómez,
Mussolini, y a políticos colombianos de la época: Olaya Herrera («Olayita»), Alfonso
López, Eduardo Santos, Laureano Gómez… Pero es sorprendente la manera como destaca a
Marañas, a quien llama «filósofo antioqueño» y menciona en cinco oportunidades21.
El polemista es una constante en Fernando González, que aparece en toda su obra como
meteoro deslumbrante. Sin esta capacidad de polemizar sería otro, sin duda más «pulido»,
20
Ibidem, p. 55.
21
Este Marañas, cuyo verdadero nombre era Nemesio Mejía, nació en Itagüí, población limítrofe con
Envigado, en 1872. Fue un personaje del pueblo llano que vestía ropa ancha y usaba invariablemente ruana,
sombrero de fieltro rojo y una mochila donde guardaba herraduras oxidadas y baratijas que ofrecía en venta a
los transeúntes; su tartamudez no le impidió expresarse en frases sentenciosas, plenas de humor y que además
matizaba con una risa tan espontánea como contagiosa. Sus peculiares condiciones de vida, ciertas
habilidades para el cálculo y la original manera de interpretar los acontecimientos cotidianos hicieron que
Fernando González lo llamará filósofo y lo tuviese por colega. Como dato curioso, Marañas es el único
colombiano que figura en el Salón de la Fama del Museo de las Empresas Públicas de Medellín, Pabellón de
Energía. ¿Por qué? Porque en la noche del 7 de julio de 1898, una vez encendidas en la Plaza Mayor (hoy
Parque de Berrío) las primeras 100 bombillas de arco, exclamó: «¡Ahora sí te jodiste luna, a alumbrar a los
pueblos!».
116
más «elegante» o especial para «señoritas distinguidas», pero nada radical y sincero.
Cultura es autoexpresión, según sus palabras. Con su estilo manifiesta su individualidad,
sin adornos ni tapujos. Es también cuestión de temperamento. El Ochoa chispeante. El niño
grosero convertido en filósofo irreverente.
Con todo, es bueno citar al desgaire algunos ejemplos, porque esta faceta del escritor y
pensador es la que ha reunido en torno suyo a un mayor número de adversarios y
admiradores:
Verdaderamente esta tierra es fértil en bobos; produce un bobo cada cuatro años.
Realista no he conocido sino al doctor Rendón, que tenía este lema: RES NON
VERBA, y RES eran unos pelos quemados, disueltos en agua, que curaban las
enfermedades imaginativas.
117
Libardo lee un libro y no lo orina; tiene uremia de lo que lee. Es enfermedad
bogotana.
Además de irreverente, el libro no puede dejar de ser autobiográfico. Por eso resulta
también analítico y sugestivo. Ahí está el Fernando González que combina con maestría el
amor y el insulto. «No sabemos amar —decía— sino insultando»… La irreverencia obra
como látigo para castigar fariseos y despreciar la mentira o el engaño; y en ocasiones es
fruto maduro que, a modo de idea madre, surge para dar explicación a un fenómeno o
mostrar la verdad desnuda.
… cuando sentí en verdad que alguien era perverso dije: hijo de puta, y cuando
vi santidades balbucié poemas infantiles…23
Sí, gustaba decir las cosas serias con «alas de paloma», y fustigaba muchas de las
actitudes de esa «gente de azar en sus nacimientos, fortunas y estudios», de manera
despiadada. El patriotismo —afirmaba en 1936 en la revista Antioquia— es lo que nos
obliga a tratar duramente a estos señores. Y agregaba que para hablar bien de ellos, para
apreciarlos, hay que tener «muy ancha la conciencia». Consideraba, además, que su
posición insular se debía a que Colombia es «un país inocentón».
22
Carta a su hermano Alfonso. Fechada en Envigado el 18 de marzo de 1936 y publicada en El
remordimiento, op. cit., p. VIII (cursiva del texto).
23
En la presentación del segundo volumen de Mi Simón Bolívar, por Lucas Ochoa (Medellín, 31 de mayo de
1931, texto inédito).
118
sido impulsado por un sentimiento de odio, pues la verdad es que «ME INSULTO A MÍ MISMO
24
EN LOS PRÓJIMOS» .
¿Será necesario asumir una tarea adicional y presentar la visión resumida de esa
polémica faceta del pensamiento de Fernando González? Si así fuese, un símil podría servir
de apoyo al esfuerzo de síntesis. Se atribuye a Óscar Wilde el haber dicho, refiriéndose a
Rudyard Kipling, que su obra está iluminada por «espléndidos destellos de vulgaridad».
Pues dicha frase es quizá la que mejor puede servir para calificar la obra de Fernando
González.
Mezclados la belleza literaria, la virulencia del polemista, el humor que matiza la rudeza
de ciertas expresiones y hace sonreír, y la búsqueda de un mensaje renovador, osciló entre
el ensayo, la novela biográfica y la biografía novelada. Cuando las ideas filosóficas, que
nunca dejaron de estar entreveradas en sus escritos, adquirieron mayor vuelo y consistencia,
pensamiento y estilo decidieron acabar con las novelas y evolucionar hacia LA NOVELA o
representación íntima del bien y el mal. (Metafísica y metafísico en la terminología
tradicional. Los viajes y el viajero en el lenguaje del pensador colombiano).
Además de servir de sede a aquel fecundo trabajo de publicista, Villa Bucarest merece
ser recordada por haber albergado a un ilustre exiliado ecuatoriano que ejerció por primera
vez la presidencia de su país durante once meses (del 1.º de septiembre de 1934 al 20 de
agosto de 1935): José María Velasco Ibarra.
24
Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., pp. 152-153 (mayúsculas del texto).
119
Llegué a Colombia con mis anhelos morales desplomados. […] El pueblo de
Sevilla me telegrafió a Bogotá y me recordó que la vida era amplia e inagotable el
servicio. Que los jóvenes del colegio de la ciudad querían que yo fuese el rector.
Que sembrar ideas vale más, a veces, que administrar países25.
Como fruto de esa noble amistad, Velasco Ibarra y Fernando González se definieron
mutuamente, según frases que merecen destacarse. El primero llamó al segundo «el más
original y penetrante de los sociólogos suramericanos»27, y éste, en Los negroides, dijo que
aquél era «el primer gobernante discípulo del Libertador».
Velasco Ibarra, que había estudiado derecho en Quito y en París, tenía por entonces
cuarenta y tres años de edad. Alto, delgado y de anteojos —como nuestro López
Michelsen—, talante de intelectual, político de pura sangre y orador fogoso y convincente,
al año siguiente salió de Colombia con un propósito definido: la reconquista del poder en su
país. Decía que para ello le sería suficiente disponer de «un balcón en cada plaza». Después
de un primer intento fallido, el objetivo lo cumplió con creces: el pueblo lo eligió
presidente de Ecuador en cuatro ocasiones más (1944, 1952, 1960 y 1968); pero los
militares lo derrocaron por tres veces, de modo que tan sólo pudo finalizar el período
constitucional 1952-1956. En los intervalos conoció de nuevo el exilio, que cumplió
preferentemente en Argentina, dedicándose a la docencia universitaria y a la tarea de
escritor.
25
Conciencia o barbarie, op. cit., p. 217.
26
Velasco Ibarra, tras divorciarse de la ecuatoriana Esther Silva Burbano, contrajo segundas nupcias con la
pianista argentina Corina Parral Durán, en quien encontró su verdadero complemento.
27
Conciencia o barbarie, op. cit., p. 157.
120
Angustiado ante la muerte de su esposa, ocurrida en accidente de tránsito en Buenos
Aires, y anciano ya, regresó a Ecuador a cumplir un deseo de mente y corazón: el de
«meditar y morir» en la tierra que fue su campo de batalla, escenario de los triunfos más
emocionantes y de los más crueles sinsabores. Fue así como falleció en Quito, el 30 de
marzo de 1979, a la edad de 86 años, habiendo sido expresa la negativa de «El profeta» —
como lo llamaba el pueblo raso— a recibir honores militares.
121
9. LA MUJER Y LA SUPERACIÓN DEL ESPÍRITU
Fue en Marsella, durante el otoño de 1933, cuando tuvo su período de gestación ese libro
«cristiano, muy tentado», al que Fernando González llamara El remordimiento (Problemas
de Teología Moral), dedicado formalmente a sus amigos franceses Auguste Bréal y Alban
Roubaud, pero cuyo mensaje está dirigido a la juventud. A la juventud guerrera.
Era mademoiselle Tony, quien pronto invadió la sinergia orgánica y el espacio mental
del cónsul, con actos, es decir, sin necesidad de palabras. Al principio la muchacha se
ruborizaba ante la presencia de aquel a quien llamaba monsieur Gonzalés, y procuraba
apartarse de su lado. Éste, por su parte, aunque trataba de no mirarla, percibía toda la
energía de esa juventud poderosa.
Un día ella le escribió un papelito con las iniciales J.V.A. (Je vous aime). Él se sintió
invadido por un intenso sentimiento de satisfacción y vitalidad; no obstante, su decisión fue
la de ir a la iglesia de la calle Paraíso, arrodillarse y decirle al Espíritu: «Vengo a ofrecerte
este papelito…; en cambio, dame conocimiento…»1.
1
El remordimiento (Problemas de Teología Moral), Editorial Arturo Zapata, Manizales, 1935, p. 36 (cursivas
del texto).
2
Ibidem, op. cit., pp. 51-52 (cursivas del texto).
122
Guiado por este lema: padezco, pero medito, refiere con admirable veracidad sus
relaciones con Tony y explica todo el proceso que siguen los fenómenos morales. De modo
que la tentación, la lucha interior, el pecado, el arrepentimiento, la confesión, el propósito
de enmienda, se convirtieron en materia vivencial e introspectiva, narrada paso a paso para
abrir el camino a principios fundamentales del comportamiento humano.
Establece como postulado el derecho que tenemos de cumplir los instintos. Sólo así
podremos llegar a odiarnos en virtud del remordimiento y llegar a ser otros por medio del
arrepentimiento. Tal es el proceso de la Teología Moral, entendida como el estudio de Dios
en cuanto se relaciona con el hombre.
El hombre es ser moral. Oscila como péndulo entre el bien y el mal, atormentado por el
remordimiento. No puede aprobarse ni vivir tranquilo. Menos aún cuando ascienda en
conciencia. «Los santos se tienen horror a sí mismos».
Tras la lucha interna, hay una tendencia vencida y otra vencedora. Si el instinto vencido
es el más fuerte y arraigado, habrá remordimiento. Creándonos ideales, podemos llegar a
sentir remordimiento por nuestra vida pasada, de la cual nos enorgullecíamos; esto significa
que el que se avergüenza de su pasado, está por encima de él.
De ahí deduce que el papel biológico del remordimiento es perfeccionar al ser humano.
Ello por cuanto obra como mecanismo que nos hace mejores, nos va perfeccionando, nos
demuestra que somos futuros diosecitos.
Por esa vía llegará el momento en el que el hombre podrá cumplir su suprema
aspiración, que es la beatitud: estado de conciencia no sujeto al tiempo ni al espacio.
«Mis discípulos son los que renuncian cada día a lo que más les gusta, porque no
les satisface. Quieren poseer a Dios»3.
3
Ibidem, op. cit., pp. 53.
123
¿Ha hablado de discípulos? Sí, pero sin duda en sentido figurativo, simbólicamente.
Porque en rigor el vocablo está mal empleado y, además, tampoco él es maestro. No se trata
de enseñar; ni de aprender conforme a modelo. Aunque es indudable que hay una lección
vital de progreso, pro gre-de-re (hacia adelante).
La frase siguiente, que abarca un panorama más amplio y encierra un vibrante mensaje,
ya no está dirigida a supuestos discípulos sino al yo de cada uno, a su intimidad solitaria y
trascendente:
Cierto que Fernando había autorizado a su hermano para que procediera a leer los
manuscritos y entenderse con la editorial; pero ante las supresiones e interpolaciones
respondió con energía en una carta que puede competir con las mejores de su extensa
producción epistolar. Fechada el 19 de marzo de 1935, discurre en ella acerca del valor y
alcance de las palabras que utiliza y las compara con los vocablos y expresiones con que se
pretende reemplazarlas; establece la diferencia entre el arte vital y el arte preciosista;
concibe la vitalidad como belleza; explica el sentido de la estética; y tras lamentarse de la
vergüenza que se tiene por la vida, analiza el verdadero significado de la pornografía.
4
Ibidem, op. cit., pp. 135.
124
Por eso el remate resultó punzante como un dardo y como la misma lógica: «Todo es
esencial en mi libro. Si suprimiste, renuncio a la publicación».
Alfonso recapacitó, entendió las razones expuestas y el libro pudo entonces estar listo
para el mes de junio siguiente.
Del libro emerge, por otra parte, una lección profundamente significativa. Es la que
consiste en demostrar que la mujer, fuente de tormentos —eje del proceso del
remordimiento—, es también para el hombre fuente de conocimientos y de superación.
Una de las páginas de Fernando González con más profunda belleza literaria, por su
contenido psicológico y humano, es aquella en la que explica el amor de Jesucristo por las
mujeres, el tratamiento preferencial que les dispensó y la manera como las mantuvo
siempre en su corazón. Forma parte del relato de una Semana Santa en Envigado. Es pieza
musical que invita a seguir el ritmo:
Por estas benditas calles de esta capital espiritual de Colombia iba la verdadera
escuela; esta escuela superior a la socrática: superior en poesía, porque fue de
maestro andarín-campestre; superior en amor, porque unas tres mujeres lo amaron
hasta más allá de la muerte. Jesús es el único filósofo que ha amado de verdad a las
mujeres, para quienes guardó sus más discretos y mesurados sentimientos. Jamás
5
El desarrollo de estas ideas se encuentra en El remordimiento, op. cit., pp. 23-31, y en Los negroides, op.
cit., pp. 22-24.
125
tuvo palabra dura para ellas. En su compañía experimentó los únicos consuelos de
su corazón humano; sólo de ellas quiso recibir homenajes; sólo de ellas se dejaba
cuidar; a ellas defendió siempre; las defendió aun adúlteras. Su cara adquiría
seriedad divina cuando acusaban a una mujer. Recorriendo sus palabras y su vida,
casi se persuade uno de que todas las mujeres irán a su reino. ¿Cuándo fue duro
para con ellas? ¿Ante qué mujer no se convirtió en bálsamo? Con ellas y por ellas
hizo sus milagros más atrevidos, más difíciles y más paladeados.
No les hablaba en parábolas, sino directamente; les adivinaba sus vidas. Jesús se
dio todo a la mujer; con los hombres fue duro muchas veces. Es porque el hombre
abusa y la mujer nunca.
¿Por qué extraña que las mujeres amen y sigan amando a Cristo, que las iglesias
estén llenas de mujeres y que mientras haya mujeres su doctrina vivirá? ¿Por qué se
admiran, si Jesús les dio a ellas su reino? Todo el que ataque a Cristo se estrellará
en el ejército siempre invencible de las mujeres.
Fue superior la escuela del lago, principalmente, porque puso el corazón más
allá de la muerte. Fue doctrina futurista, de superhombres. Tres o cuatro mujeres;
doce pescadores y, de vez en vez, un modesto auditorio en el monte: así debe ser
una escuela. Ningún empleo público; siempre fuera y por encima del gobierno;
fuera de lo actual, nunca con o contra lo actual. Así debe ser el maestro6.
Por sutil paradoja, tres mujeres ejercieron profunda influencia sobre Fernando González.
Su convivencia con ellas, en distintas etapas de su vida, sirve para explicar muchas de sus
reacciones y la dirección dada a su pensamiento. Esas mujeres son su madre, doña Pastora,
forjadora de su carácter y bálsamo de sus amarguras; la Hermana Belén, su primera
maestra, de quien recibió las nociones elementales del conocimiento; y doña Margarita, su
esposa y compañera, quien supo comprenderlo y estimular su efervescente trabajo
filosófico.
Doña Pastora, quien sobrevivió quince años a don Daniel, falleció en 1954 cuando
Fernando González desempeñaba funciones de cónsul en Bilbao (España). Y por singular
coincidencia, doña Margarita, la inolvidable Berenguela, sobrevivió otros quince años a su
esposo, pues murió en 1979 en Otraparte, a la edad de ochenta años.
6
Revista Antioquia, n.º 7, noviembre de 1936, pp. 15-16 (cursivas del texto).
126
Nuestro recuerdo de doña Margarita Restrepo es imborrable. La conocimos en esa tarde
de 1958 cuando fuimos a La Huerta del Alemán, guiados por el interés intelectual de entrar
en comunicación con el maestro; y la seguimos viendo allí, en su casa campestre que pronto
sería llamada Otraparte, dedicada con unción a las tareas del hogar, actividad cotidiana que
no le impidió ser una «lectora empedernida», sobre todo de novelas policíacas. Después de
1964 se sumió en una honda melancolía interior, pero jamás perdió la fortaleza del espíritu.
Su hijo Fernando constituyó entonces la única compañía y su consuelo. Era discreta y
retraída, pero con la sonrisa a flor de labio; hablaba con gracia, como queriendo con sus
palabras penetrar en el alma del interlocutor; y denotaba la imagen de persona prudente,
que inspiraba respeto y cariño. Sin ella, definitivamente, el joven pensador no hubiera
podido hallar su verdadero camino, borroso e impredecible a causa de su inicial pesimismo
e inseguridad personal.
Otras tres mujeres lo amaron con sentimientos pasionales, no correspondidos, según él,
por incapacidad material en el primer caso, y los dos siguientes por estar enamorado de una
imagen propia, o sea, enamorado de la superación. Ellas fueron, en su niñez, cuando
estudiaba donde los jesuitas, una criada que vivía en la casa de su tío Baltasar, llamada
Margarita, y en la época del consulado en Marsella, las sucesivas institutrices de sus hijos,
Teanós y la inolvidable mademoiselle Tony. Aquella ateniense, esta alsaciana; ambas
fueron estímulo para su alma trashumante, acicate a la renunciación, a la posibilidad de
resistir, que, cuando lo lograba, era su mayor alegría. Y le permitieron corroborar que el
hombre, sujeto a los sentidos, entiende mejor las cosas del espíritu en forma materializada;
de ahí sacaba otra conclusión: en el culto las imágenes son necesarias y los iconoclastas se
equivocan gravemente, pues ignoran la naturaleza humana…
127
donde se hermanan la sensualidad y el deseo —instinto— de buscar. Después de llegar al
convencimiento de que la vida santa está condicionada por el estímulo sensual, y que nada
sabría hoy de la belleza si hubiera huido desde el principio de pecado y fealdad, es cuando
expresa:
La presencia real, insinuante, a veces tórrida pero siempre trascendental de la mujer es,
pues, el punto de partida y de llegada de la obra que titulara El remordimiento, en la cual
demuestra que la agonística, o ciencia de los combates, ennoblece al hombre. Y lo conduce
a un superior destino.
Por lo demás, esa lucha pasional es un proceso de toda una vida, narrado con admirable
sinceridad y coherencia. Ya en su primer libro, el de juventud, con humor se interroga:
«¿Cómo entretener la vida, si no es jugando con la serpiente?». Más adelante alude a una
Eva que le sirvió para la superación de sus desarreglos imaginativos; fue la coja Matea —
«la coja mía, mi buena coja, mi Eva coja»—, a quien exalta diciendo: «Nadie sabe del amor
hasta que yazga con una coja». Pero más que búsqueda de placer, lo que ansiaba era la
superación personal, convencido de que el remordimiento es el puente que conduce al
superhombre y que el único refugio es indudablemente el espíritu. Estando siempre
presente el interés superior por la filosofía, deduce que su primer deber de filósofo es
dominar el amor sensual.
128
también razonador, deduce que «el Héroe y el Santo son el resultado del asco que tiene el
hombre por sí mismo»; de sus vivencias, exprimidas en ardua lucha consigo mismo, extrae
el convencimiento de que el ritmo que preside la vida se compone «de ascender por medio
del sufrimiento y bajar por medio del goce», y de la reflexión filosófica enuncia esta norma
de conducta para el animal humano o sucediéndose: «El método y la contención son los que
pueden hacer del hombre un bípedo interesante».
129
10. VANIDAD Y EGOENCIA
130
Suramérica —término que emplea por razones de eufonía, pero en el cual incluye
también a los países centroamericanos1— es, en efecto, vanidad. Incapaz de formar un
pueblo dotado de manifestaciones vitales propias e inconfundibles, vive a la zaga de Europa
y, debido a ello, no sabe crear sino copiar: «Copiadas constituciones, leyes y costumbres; la
pedagogía, métodos y programas, copiados; copiadas todas las formas»2.
El síntoma más visible de esos males consiste en que nos avergonzamos del indio y el
negro. Tenemos vergüenza de nuestros padres, y de sus instintos. Como consecuencia, nos
hemos forjado la ilusión de que lo bueno y digno de imitar es lo europeo. (Más
recientemente, también lo estadounidense, actitud que refleja aún más la persistencia del
sentimiento de que somos colonia).
«Aquí han dicho que uso palabras inmundas» —advierte con picardía—, y agrega con
intención docente: «… lo que sucede es que estudio problemas nuevos, suramericanos».
1
Los negroides, op. cit., p. 43.
2
Ibidem, op. cit., p. 13.
3
Ibidem, p. 14.
131
2.ª En cuando indios, fuimos descubiertos, convertidos; discutieron «si teníamos
alma»; rompieron nuestros dioses; nos prostituyeron moral, religiosa,
científicamente.
4.ª Lo peor: que somos mezcla de las tres sangres; ocultamos como un pecado a
nuestros ascendientes negros e indios. Somos seres que se avergüenzan de sus
madres, o sea, los seres más despreciables que pueda haber en el mundo. En
realidad, tal mezcla es un bien; pero en la conciencia tenemos la sensación de
pecado. Vivimos, obramos, sentimos el complejo de la ilegitimidad4.
Consecuente con sus ideas, para Suramérica concibe un programa muy diferente a los
que suelen exponer los gobiernos en sus planes de desarrollo, o los políticos en sus
campañas electorales. Merece ser destacado:
La norma de conducta: «meditar y no leer», es válida para el hombre una vez superada la
edad vanidosa por excelencia, que va de los catorce a los veintiocho años. A esta última
edad es llegado el momento, más que de leer, de observar; de meditar y crear. De lo
4
Ibidem, pp. 128-129 (cursivas del texto).
5
Ibidem, pp. 97-98.
132
contrario se irá al limbo, donde sostiene que se encuentran todos los suramericanos, menos
Bolívar.
En 1937 insinuaba la urgente necesidad de una campaña contra esa costumbre que
conduce al vicio de la repetición mecánica de cosas leídas. Sugería, en su reemplazo,
instigar a la investigación, a la experimentación, a la documentación personal; organizar
excursiones a pie con objeto científico; «formar herbarios, coleccionar piedras y
animales»6.
Advertía que aquella lectura suele generar una clase muy peculiar de genios. Son los
«genios de las nalgas (capacidad de sentarse a copiar)».
Fue así, repudiando la vanidad y adquiriendo la conciencia acerca de los males que
produce, como nació en Fernando González la teoría que denominó filosofía de la
personalidad.
Cree que la poderosa ley de los contrarios romperá con el orden existente y generará otro
completamente nuevo.
Cuando consigue descubrir las ideas madres de su filosofía, no oculta su emoción: «Soy
el predicador de la personalidad; por eso, necesario a Suramérica»7.
Se trata, sin duda, de una frase orgullosa. Pero su autor concibe el orgullo como fruto del
desarrollo de la personalidad y, por ende, contrario a la vanidad.
6
«Nociones de izquierdismo», XXI, en: El Diario Nacional, Bogotá, 31 de mayo de 1937, p. 3.
7
Los negroides, op. cit., p. 15.
133
El modo ha sido vagando por las calles, observando a mis amigos y parientes,
asistiendo a tumultos, sermones, ejercicios espirituales, mesas eleccionarias, teatros.
A ese método vivencial y trashumante se adapta muy bien una de sus definiciones de la
filosofía: «Es el arte de observar cautelosamente, agrupando hechos que luego se enuncian
en proposiciones madres»8.
Atisbador hemos llamado a este neosocrático. Hizo del verbo transitivo atisbar —mirar
con cuidado— su oficio predilecto, practicándolo primero consigo mismo y después con
cuanto le rodeaba. Ambas direcciones lo condujeron a un mismo camino: el de la
afirmación del yo. Sólo posible mediante el cultivo de la personalidad.
Adquirir personalidad es, ante todo, disciplinarse mediante prácticas que conduzcan al
conocimiento de sí mismo. Este conocimiento es esencial y la fuente de los demás
conocimientos.
El maestro, que enseña, es producto de la educación y hace posible que ésta sea
transmitida y conservada. El pedagogo, que instiga a los niños a la manifestación, es obra
de la cultura. La escuela es acrítica y enseñadora (mera instrucción o adaptación del
individuo al medio social); la cultura, ante todo, creadora. La escuela se nutre con cierta
8
Revista Antioquia, n.º 7, noviembre de 1936, p. 18.
9
Los negroides, op. cit., p. 12.
134
frecuencia de vanidad; la cultura, de la libertad. Pero es necesario precisar que ésta requiere
ser realista y no imaginativa, para que encauce hacia la liberación del vicio solitario que
consiste en aprender sin que el conocimiento sea incitado por los sentidos.
La cultura, por tanto, se expresa de dentro para afuera… procurando encausar la energía
hacia altos y nobles objetivos. La motivación le sirve de soporte. Los verdaderos motivos
explican la cultura y confieren valor a los actos. Para que sean fuente de cultura, las
manifestaciones deben brotar directamente de la personalidad. Es así como puede surgir el
egoente, que se distingue por tener «la gracia de la lógica».
Conviene señalar, por otra parte, que entre la vanidad y la egoencia existe una franja
intermedia: la formada precisamente por aquellos hombres que carecen tanto de la una
como de la otra. No simulan y tampoco su individualidad se manifiesta. Aunque nada
hacen, son tenidos por virtuosos. A los progenitores de estos niños buenos que no oponen
resistencia, que permanecen tranquilos en zona neutral, Fernando González se limita a
135
llamarlos «padres estériles»10. Cualquier disquisición en torno a ellos sería, ciertamente,
inútil.
Nada como la personalidad. Ella permitirá afirmar: yo soy el que existo, así como lo dijo
Jesucristo: «Yo soy el que soy». Su guía son las leyes de la motivación, pues sin ésta la
personalidad resultaría engañosa. Motivos íntimos, que broten de la esencia vital de cada
uno. Fernando González menciona el ejemplo de la corbata. El que la abandona, puede ser
para distinguirse o porque ya no le encuentra sentido. La corbata nada significa: hay
corbatudos vanidosos y los hay geniales. Compara a Gandhi con Sir Anthony Eden:
desnudo aquél y con bella corbata éste; pero ambos son aguas vivas, fuentes. En ambos
personajes, «el espíritu sonríe en las manifestaciones».
La egoencia es una fuerza tan poderosa que llega incluso a suplantar la realidad. «Hasta
el entierro se lo quitan a uno los hombres de personalidad…»11.
Aquellos principios ideológicos sirven así mismo para entender que su imperioso deseo
existencial por llegar a ser egoente —y su natural incapacidad para lograrlo— hicieron
indispensable la creación de un alter ego. De un «otro yo» que por épocas, al toque de
rebato de sentimientos, angustias y anhelos, le permitiese expresar sus ansias de perfección
o compartir sus vivencias. A veces mejor y más eurítmico que él, y en otras ocasiones
reflejo fiel de su mundo interior, para distinguirlo utilizó diversos nombres.
Inicialmente fueron sus Juanes, Juan de Dios y Juan Matías, quienes emergen en
diversos capítulos de su obra de juventud, Pensamientos de un viejo, como dos amigos
amantes del diálogo filosófico.
10
Ibidem, p. 81.
11
Don Mirócletes, op. cit., p. 119.
12
Don Benjamín Correa y el padre José María Acosta son los personajes centrales de Don Benjamín, jesuita
predicador.
13
Sobre el doctor Escobar, véase Don Mirócletes, op. cit., pp. 169-172.
136
En las últimas páginas del Viaje a pie surge Bolaños, una especie de antiego, pues se
trata de un zambo suramericano dominado por la atracción de las cosas materiales y que,
deslumbrado por el brillo de las metáforas, cree ingenuamente que en América hay grandes
escritores y artistas; por eso para Fernando González es prototipo de un «ilustre poeta
bogotano». Posición crítica que no obsta para que, en Mi Simón Bolívar, con el mismo
nombre sea presentado un ser frío, dominador, dandi y asexual que critica y dirige los
instintos de Lucas Ochoa. Pero esta disconformidad es transitoria, a causa de que Bolaños
se convierte en Jacinto.
En la tarea suprema de hacer de Bolívar su vivencia íntima —de seguirlo por sus
variados caminos hasta convertirlo en su hijo, sin dejarse dominar de él—, Fernando
González acude sucesivamente a la ayuda de aquellos tres «yoes»: Lucas Ochoa, Bolaños y
Jacinto. Con la advertencia de que estos dos últimos son el mismo personaje que,
impulsado por ansias de belleza, se convierte en crítico y guía de Lucas, un importante
profesor de psicología experimental que practica diversos métodos del Yoga inhibitorio
para estimular la evolución de su conciencia y a la postre estar en condiciones de emplear
adecuadamente el método emocional en la elaboración de esta su primera biografía. Sincero
consigo mismo, Lucas reconoce no haber dejado de ser «enamorado, mujerero, blando,
amigo del gusto», defectos estos que desea superar y de ahí su relación permanente con un
«querido amigo» que con dureza y buenas intenciones procura hacerlo mejor: es Bolaños, a
quien luego llamará Jacinto, quizá para eludir cualquier reminiscencia con respecto al
personaje de igual nombre que aparece al final del libro del pensador a pie. Aun así, Lucas
acude luego a un amigo más trascendental: es el padre Elías, personificación de sus ansias
espirituales y de sus mejores anhelos.
Empero, su interés en ese año de 1930 se concentraba en lograr sentir vivo a su lado a
Simón Bolívar, el hombre excepcional que había recorrido miles de kilómetros por tierras
de América, se había movido inquieto de un lado para otro en busca de ayuda para la
liberación de su patria y de países vecinos y en procura de soldados para organizar
ejércitos, había redactado manifiestos y cartas, arengado con proclamas y discursos, y
soñado y delirado… hasta ver culminada su obra de dar libertad a cinco naciones.
Absorbido por esa idea, y una vez Lucas Ochoa logró trascender su ambiente psíquico y
encontrarse de frente con el Libertador, Fernando González debió aceptar que estaba
equivocado en la aplicación de su método. ¿Por qué? Arguye de este modo: «Creaba yo el
137
personaje, y resulta que éste debe ser real, independiente de nosotros, para asimilarnos su
belleza»14.
¿La observación anterior es válida? Creemos que sólo en tratándose de biografías. En las
subsiguientes, sobre Juan Vicente Gómez y Francisco de Paula Santander, ya no acudirá a
la colaboración de otro epígono, sino que irá directo al personaje, sin que esta variante
incida en la aplicación del método emocional.
Por eso no es de extrañar que en los dos libros con los cuales concluye su itinerario
filosófico, o sea en época de plenitud metafísica, resurjan Lucas de Ochoa y el padre Elías,
sus más fuertes «yoes». El primero luego de vivir en Tesalónica entre sefarditas cristianos
—tras las huellas de Pablo de Tarso— para inspirar un proceso dialéctico de viajes
interiores, y el segundo, que es su presencia espiritual, para ser actor de tragicomedia
humana en íntima unión con su otra presencia, la pagana, encarnada en el cojitranco
sacristán Fabricio (Fabricio Sacristán).
Entre la biografía de don Simón y las obras de senectud, el empeño por obtener el
desarrollo de su conciencia y la brega por entender las manifestaciones de su yo y de su
mundo, exigieron la creación de nuevos seres que le sirvieran de ayuda y complemento.
Porque «no es bueno que el hombre esté solo». El primero fue Manuelito Fernández…
14
Mi Simón Bolívar, op. cit., p. 90.
138
Al final, en La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera, subsistirá tan sólo el
«pobre Elías». Éste es el último y definitivo alter ego. Corresponde a la inscripción que se
colocó, erróneamente, en la tumba reservada al padre Elías en el cementerio de
Entremontes.
139
11. EL GRAN MULATO, NUEVO HOMBRE AMERICANO
El cruce ha sido arbitrario, al acaso, temeroso muchas veces, falto de sinceridad casi
siempre, y en circunstancias de frecuente desigualdad, engaño y sometimiento.
Descubridores y descubiertos; conquistadores y conquistados; colonizadores y colonizados;
libres y esclavos… El biólogo ha estado ausente y también, por supuesto, los institutos de
investigación llamados a dirigir científicamente la mezcla de grupos.
El mulato no sirve porque tiene «la jactancia del blanco y la pereza del negro»1. Promete
mucho y nada cumple, perdido para el acto a causa de tanta palabra. Y es como extranjero
aquí: lleva vida artificial europea, con la «exageración meníngea» del híbrido.
El blanco es netamente europeo, vive con naturalidad su vida europea y, por tanto, sufre
el mal de la inadaptación.
1
Mi Compadre, op. cit., p. 65.
2
Los negroides, op. cit., p. 30.
140
de padre que se avergonzaba de él, lo desconocía y despreciaba a la mujer en quien lo
tuvo3.
La reserva indígena está lista en Bolivia, Ecuador, Paraguay y Colombia; el negro en las
costas y valles; y también el blanco.
Deduce una conclusión importante: no hay necesidad de ninguna inmigración. Ésta, por
el contrario, es perjudicial. Requiérese, sí, de carreteras y unión entre países y regiones.
Sobre esas bases elabora una tesis destinada a explicar la formación del hombre futuro
de Suramérica, mezcla de todas las razas. Es la teoría del Gran Mulato, intuida ya en 1930
cuando descubrió que el Libertador había dado carácter a la conciencia universal. Y que en
pensamiento y acción, representaba al gran americano adaptado.
Observa que hasta ahora han gobernado los blancos y los mulatos, bajo un común
denominador: las ideas europeas, deformadas, sin relación con las energías de cada país.
Por eso, después de Bolívar, nunca en Suramérica ha estado la inteligencia en el poder.
La ilustración, sí. Pero ésta es impropia para gobernar, para interpretar los verdaderos
anhelos del pueblo y ante todo para impulsar un desarrollo auténtico.
141
venezolano de la unidad racial ha sido el motivo incitador para escribir el libro) y en Los
negroides, ensayo sobre el presente y el porvenir de la Gran Colombia.
El marco de referencia es, pues, el hombre suramericano de los años treinta. Ciertamente
encarna un disvalor: es pésima realidad. Pero al mismo tiempo es excelente promesa: tiende
a transformarse en un valor que dará sentido a la conciencia del futuro.
Conformado por el mestizaje, en proporciones adecuadas, de las tres razas que habitan el
territorio suramericano, el Gran Mulato representa el producto del indio, el blanco y «la
pinta» negra, correspondiendo el 45% a cada uno de los dos primeros y el 10% al último.
Para lograr tal objetivo étnico se precisa dirigir biológicamente la mezcla de sangres y
de grupos hasta conseguir las dosis indicadas y obtener resultados óptimos. Si quiere
realizarse el sueño de la Gran Colombia, de ser teatro nuevo para una expresión humana
nueva, los gobernantes respectivos tienen el deber de crear Institutos Biológicos que
asuman esa tarea y regulen la inmigración.
Durante la visita que realizara en 1931 a Venezuela con el propósito de estudiar a Juan
Vicente Gómez y reencontrarse con Bolívar, Fernando González creyó constatar que ese
nuevo tipo suramericano estaba apareciendo en aquel país. Precisamente en la tierra del
Libertador, la imaginación creadora del blanco, la mesura y astucia del indio, y la
capacidad de impertinencia del negro empezaban a asimilar lo extranjero, creando una
especie de «nacionalismo ilustrado»7.
Respecto de la expresión Gran Mulato, Jorge Órdenes considera que sería más preciso
decir Gran Mestizo Americano, por cuanto el término mulato, estrictamente hablando,
viene a significar la mezcla de razas blanca y negra. Estima, además, que el autor de la
teoría utiliza dicha acepción para referirse de modo concreto a la gestación del hombre
nuevo en la región venezolana8.
6
Don Mirócletes, op. cit., p. 199.
7
Mi Compadre, op. cit., pp. 66 y 132.
8
ÓRDENES, Jorge. El ser moral en las obras de Fernando González, op. cit., p. 138.
142
No obstante la opinión de Órdenes, a quien asistiría la razón de conformidad con el
vocabulario tradicional, es menester atender al lenguaje empleado por Fernando González.
Éste, en efecto, explica: «Entiendo por mulato todo individuo de sangre mezclada»9. Al
tratar del Gran Mulato, la palabra tiene este significado amplio. En las demás ocasiones,
acude a su sentido estricto.
9
Mi Compadre, op. cit., p. 36.
10
Los negroides, op. cit., pp. 117-119.
11
Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., p. 125.
143
12. NACIONALISMO E IZQUIERDISMO
Un hombre que desde su temprana juventud había revelado una vocación tan decidida
hacia la metafísica, las disciplinas intelectuales y el estar pensando por ahí, obviamente
resultaba inapropiado para participar en la actividad política de los partidos.
Respecto de los dos partidos tradicionales existentes en Colombia desde mediados del
siglo XIX, ninguno de ellos llegó a representar para Fernando González un motivo de
admiración o simpatía. Por el contrario, abominó de todo ese juego de intereses creados, de
pugna por nombramientos y curules, de expresión demagógica de sentimientos y opiniones.
La más protuberante consecuencia que esa posición generó, fue la de hacer surgir al
polemista. Polemizó en libros, ensayos, cartas, conferencias. Polemizó con historiadores de
la vida colombiana, con periodistas de la prensa capitalina, con sociólogos a ultranza, con
miembros de la clase dirigente… y con aquellos a quienes llamaba «presidenticos».
«Me veo obligado a ser áspero y seré odiado —escribió en Los negroides—, pero
¿podría cumplir mi deber con dulces vocablos?». Ciertamente su línea de pensamiento
estuvo guiada por el desprecio a la Colombia actual, el amor a la Colombia del futuro, la
prédica de la originalidad y el culto a la verdad. Sin embargo, su actitud de inadaptado
social —sometido por voluntad propia a las reglas del vivir a la enemiga— y las críticas a
menudo vehementes a personajes de la política, desembocaron en la dramática decisión de
retirarse de la vida pública como escritor y pensador, adoptada en 1941 en El maestro de
escuela.
Jamás quiso afiliarse, o simpatizar siquiera, con ningún partido político. Cierta vez un
periodista publicó un supuesto reportaje concedido por Fernando González, en el cual éste
dizque afirmaba su vinculación al partido liberal. Reaccionó airado y, de inmediato, remitió
al director del periódico una carta con fecha l.º de enero de 1935, en la que dice de modo
perentorio:
144
¿He dejado de amar a la belleza? ¿Soy, por ventura, un opinante o un borracho?
¿Qué mal hice, para que se diga que pertenezco a la horda del Mayor Santander?
[…] No, señor director. No me acuerdo de haber pertenecido nunca, ni en la
inocente primavera, a ningún partido político existente. Mucho menos a esa cosa de
1
aguardiente de caña, infidelidad y rapiña que fue unigénita del Mayor Santander…
Nosotros, los maestros nuevos, debemos odiar todo lo pasado; odio eterno a las
generaciones conservadoras y liberales. Nada hay aprovechable en nuestro pasado.
La historia ha sido escrita e impuesta por Santanderes y Arrublas. La única
2
salvación está en volver al Libertador .
Recorriendo ese camino fue como surgió en Fernando González, en época de pensador-
sociólogo-romántico, la idea del nacionalismo.
De manera espontánea apareció el jefe: Bernardo Ángel, hijo del conocido industrial don
Alejandro Ángel.
1
Carta al director de El Colombiano, de Medellín, en Cartas a Estanislao, op. cit., p. 160.
2
Ibidem, op. cit., p. 176 (cursiva del texto).
145
protuberancia de la vida. Hay que buscar a las agujas perdidas, a las pulgas, a los
seres humildes, pero ¿a un hombre? Que lo vean, que lo sientan, que lo toquen, en
su esencia. ¿No ves que es protuberancia vital? […] Pues se autonombró y dijo que
«en numerosa reunión de copartidarios lo habían elegido». Nos colocó ante el
3
hecho cumplido. Para él, futuro es presente; adivinó nuestros votos y los aceptó .
Don Bernardo es un personaje a quien sigue describiendo con maestría, sin que la
intención política le haga perder el sentido del humor:
Y, a mediados del mes de mayo de 1935, concurrieron a las elecciones con listas
propias: Fernando González, cabeza para la Asamblea Departamental de Antioquia, y
Bernardo Ángel, primer renglón para el Concejo de Medellín. Resultado: ¡19 votos!
Obtuve dos votos en Puerto Berrío, uno en Amalfi y dos en Yarumal. Catorce en
Medellín, que son de los candidatos y sus familiares. Ninguno en Envigado y en
Itagüí, en cuyos linderos…; pero más grave aún: ¡don Benjamín no quiso votar!…
Esta última circunstancia, particularmente dolorosa, lo hizo exclamar: «¡No votar por
mí, don Benjamín! Entonces, ¿qué es filosofía?», y terminó diciendo:
Esta derrota me ha hecho recuperar la razón, como la agonía a don Quijote […].
Ya soy un joven que promete. La belleza colombiana estaba dentro de mí, ¡era mi
5
locura!
Fernando González asimiló prontamente su primera derrota política. Todo hacía pensar
que sería también la única; que no volvería a incursionar en esa áspera y esquiva actividad,
propicia tan sólo para individuos avezados en el arte de influir sobre el electorado y
adquirir burocracia.
3
Ibidem, p. 185 (mayúsculas y cursivas del texto).
4
Ibidem, p. 180.
5
Ibidem, pp. 208-211 (cursiva del texto).
146
Pasados algunos años, sin embargo, el sarampión revolucionario emergió de nuevo. A
principios de la década del cuarenta, poco después de haber enterrado al maestro de escuela
Manjarrés —su más auténtico y desgarrador yo de entonces—, resolvió organizar otro
movimiento político, siempre dentro de la línea de orientación nacionalista. En efecto,
conjuntamente con dos amigos suyos: el maestro Pedro Nel Gómez, notable pintor y
muralista educado en Italia, y Rubén Uribe Arcila, médico, político y vigoroso orador,
fundó La Izquierda Nacional (LAIN)6.
En los comicios de octubre de 1943, LAÍN obtuvo 901 votos y consiguió elegir el
primer renglón de la lista de candidatos al Concejo de Medellín: Rubén Uribe Arcila como
principal, y suplente, Froilán Montoya Mazo.
6
Rubén Uribe Arcila, quien fungió como jefe de LAÍN, era médico especializado en obstetricia y ginecología.
Cuando el maestro Pedro Nel Gómez cumplió ochenta años de edad, el 4 de julio de 1979 le envió un
telegrama de congratulación en el cual rememora: «… tú, Fernando González y yo, batallamos día y noche
enseñándole a la juventud Rebeldía con mayúsculas y amor a Colombia bajo el apotegma político de: Pan,
Techo, Salud y Alfabeto para todos…» (Uribe Arcila, Óscar. Medellín de mis recuerdos. Editorial Lenguaje
Publicitario, Bogotá, 2010, pp. 106-107). Después del desaparecimiento de LAÍN, Rubén fue gaitanista,
representante a la Cámara, y en 1954 miembro de la Asamblea Nacional Constituyente, en representación del
partido liberal. Retirado de la política, «quebrantada ya la salud y minada la esperanza», falleció en Bogotá en
1981, a la edad de 75 años.
147
voto por Gaitán, a quien se sentía ligado por un sentimiento de amistad nacido durante una
de las visitas que el jefe liberal hizo a la capital de Antioquia.
Consideraba que para lograr el objetivo propuesto era necesario organizar una
«escuelita»… Una escuelita en donde se practicase el amor a la patria y, por tanto, amorosa,
fría, metódica y astuta. Respecto de esta última palabra, explicaba: «Astuta como Fabré,
Pasteur, Edison y los otros maestros».
Pretendía que esas elecciones de 1945 las ganara el partido que llevara la mejor gente,
porque un hombre puede valer por miles. Pero era consciente del peligro de que todo fuese
arruinado por un apetito cruel y desmesurado: el de apoderarse de «la cosa» (la cosa es el
presupuesto). De ahí nacen los negociados, la juventud contratista…, opuesta a la otra
juventud, la del partido perdedor y por eso juventud llorona. ¡Pobre Colombia, ocupada por
una juventud llorona y por una juventud contratista!
7
«Arengas políticas» son dieciocho (18) ensayos publicados en El Correo de Medellín entre el 3 de febrero y
el 2 de marzo de 1945.
8
Revista Antioquia, n.º 14, julio 15 de 1945, p. 46.
148
¿Cómo juzgar esa conducta de Fernando González, insuflada de nacionalismo? Ante
todo es necesario distinguir entre el nacionalismo, que iba en serio, y el activismo político,
relegado a un plano más que secundario. Para esto último no tenía vocación. Aun en plena
campaña electoral de los nacionalistas, demostraba mayor interés por terminar de escribir
un libro, que por participar en actos públicos de proselitismo. «Cuenten conmigo» —le dice
al jefe Ángel— y le explica que está dispuesto a votar con el nacionalismo, usar sus
insignias, cantar su niñez dura…, pero advierte que no podrá hablarle a la juventud sino
cuando el libro quede listo, «por ahí dentro de dos meses». ¡Oh, ingenuidad! No faltaban
sino cuarenta y cinco días para la realización de las elecciones…
Tal vez por eso su deseo de impulsar políticamente el nacionalismo no haya sido sino
una manifestación más de esa vida picaresca a la que era tan aficionado. Y sin la cual la
filosofía no existe, o es apenas un remedo de amistad con la sabiduría. ¿Cómo no conceder
la razón al Lazarillo de Tormes: «La vida filosófica y la picaral son una mesma» y al propio
Fernando González: «No gano elecciones, pero soy partero»?
Porque hacia adentro, en el fondo de sus convicciones, como ideal, siempre quiso ser
anarquista, estado que concebía como la cima de la conciencia.
El anarquismo representa la liberación del hombre culto, por cuanto éste no necesita que
otro lo gobierne. Consecuentemente, el filósofo debe de estar por encima de leyes,
trascender las apariencias.
9
En El Diario Nacional, el periódico que fundara Enrique Olaya Herrera y que en 1937 dirigían Carlos
Arango Vélez y Benjamín Silva Herrera, escribió Fernando González sus ensayos titulados «Nociones de
izquierdismo», publicados entre el 23 de abril y el 2 de junio de dicho año.
149
algunos conceptos izquierdistas que en Colombia —decía— han sido manoseados por una
prensa oligarca e impreparada.
Izquierdismo que, así entendido, coincide con el auténtico liberalismo. Por eso, para
imponerse, necesita de disciplinas. «La disciplina es nuestra y no de las fuerzas
reaccionarias», recalcaba.
Para los izquierdistas, por tanto, no existe nada estático, ni instituciones petrificadas ni
verdades definitivas. Las ideas, las nociones, las opiniones, evolucionan con la conciencia.
150
izquierdistas y derechistas. El desorden, la falta de autoridad son, en política, de los
partidos de centro, de la gente tímida y capuchina…»10.
Por todo ello, resultó altamente significativo que un grupo de intelectuales y obreros de
Bucaramanga, en mensaje telegráfico publicado en la página cinco de El Diario Nacional
del 3 de mayo de 1937, calificaran a Fernando González como «el conductor espiritual de
la juventud revolucionaria de Colombia».
10
«Nociones de izquierdismo», III, 23 de abril de 1937, El Diario Nacional, p. 3.
11
La Editorial Universidad de Antioquia publicó en febrero de 2000 el folleto Nociones de izquierdismo,
recopilación de la columna periodística de Fernando González (84 páginas); la cita transcrita es de la página
19. De igual modo, la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana publicó el folleto Arengas políticas
(Medellín, 1997, 70 páginas).
12
Eduardo Santos ganó las elecciones a nombre del partido liberal y gobernó durante el período 1938- 42.
151
13. ANTIOQUEÑIZAR LA GRAN COLOMBIA
Densa en contenido como uno de sus libros y exquisita por la variedad de temas, cual si
se tratase de una publicación cultural de esas que nos deleitan con el pensamiento de
distintos colaboradores de categoría, ANTIOQUIA —manera nueva de panfleto filosófico—
inició labores en el mes de mayo de 1936, escrita íntegramente por Fernando González.
1
MEJÍA DUQUE, Jaime. Literatura y realidad, op. cit., p. 63.
152
Una segunda etapa, aunque un poco dispersa, está conformada por los ejemplares
aparecidos en noviembre de 1937, febrero de 1938 y septiembre, octubre y noviembre de
1939. En estos tres últimos números (11 al 13), donde el editor es Alfonso Esse Hernández
(Cronio), la revista incluye una aceptable cantidad de avisos comerciales.
Corresponde la tercera etapa al año de 1945 (números 14 al 17, de fechas julio 15, julio
30, agosto y septiembre). Representa un paréntesis a su silencio literario posterior a El
maestro de escuela, y surge imbuida por un trasfondo político en el cual se procura ejercer
un derecho de «legítima defensa» frente al gobierno de Alfonso López Pumarejo. En
aquellos tres primeros números figura como gerente administrador, Pablo Ortega López, y
como distribuidor la Librería Cano. El postrero, o sea el número 17, trae el subtítulo de
«panfleto amoroso» y menciona que el autor y administrador es Fernando González.
Llegado a ese punto, explica que como consecuencia de que la industria y el comercio
no quieren colaborar con avisos y ya no hay imprenta que edite la revista, se encuentra
«rendido incondicionalmente», no en espíritu, sino en los instrumentos de expresión. «Me
quebré, pues», es la frase que intercala a manera de lánguida confesión.
Acerca de los hábitos y costumbres del pueblo antioqueño, discurre en la revista con
admirable perspicacia. Los curas, los comerciantes, los gordos de Medellín, los miembros
de las juntas directivas de sociedades anónimas, los ricos del Parque de Berrío, los
gobernantes y el hombre de la calle, desfilan en un ambiente de vivos colores y con tan
perfecta naturalidad, que el lector se convierte en copartícipe de cada una de las escenas,
descritas brillantemente y con desfachatez gonzalina. Insuperable observador (en un país
que carece de literatos observadores), fino psicólogo, sutil humorista, Fernando González
cala hondo en las entrañas de su pueblo, combinando al filósofo vivencial con el sociólogo.
Hombre práctico, inteligente, amante del hogar y del trabajo, cualidades que adornan su
personalidad, el antioqueño es también hábil para urdir engaños («paradas», en su
lenguaje). Atraído sobremanera por el dinero, la estafa o latrocinio ejecutado con paradas,
se convierte en el delito prototipo de estos hombres ambiciosos. «Pero no somos judíos —
había precisado en Don Mirócletes, sino que los judíos son antioqueños degenerados».
153
Es «gente verraca» y muchos se han ido por el país demostrando su capacidad de
colonizadores, es decir, «atisbando» fincas y muchacha rica con quien casarse.
Con la «Pequeña biografía de la república de Antioquia para los niños», muchos de sus
conciudadanos se sintieron escandalizados. Mas es lo cierto que ahí está el retrato vivo de
esa inimitable psicología, indispensable para entender los orígenes y características raciales
del antioqueño.
También en Los negroides se refiere a esta gente rara, en la cual aunque advierte todavía
muchas limitaciones, destaca su personalidad prometedora.
Pepe Sierra, Clodomiro Ramírez, Esteban Jaramillo, etc., son individuos que buscan
dinero, comodidades para ellos y sus hijos. «Sus conciencias no alcanzan siquiera a los
nietos».
En Antioquia los pueblos con personalidad son Envigado, Marinilla, Rionegro, Santo
Domingo y Abejorral.
154
¿Artistas? Ricardo Rendón, Pedro Nel Gómez, León de Greiff (pero éste sólo en los
poemas publicados en Bogotá desde que se fue de Medellín en 1931).
Del género de novela mística son Don Benjamín, jesuita predicador, Poncio Pilatos
envigadeño (Semana Santa en Envigado) y los relatos breves titulados Casiano, presbítero
y El entierro de Valerio Suárez en San Jerónimo. Dentro de la misma temática: la vida
sobria y varonil de los curas en propiedad, las costumbres eclesiásticas, la religiosidad de
nuestras gentes, todos estos estudios revelan a un agudo observador que demuestra poseer
una natural inclinación y un especial cariño por los asuntos de la Iglesia. Más que otras
facetas de su personalidad filosófica y literaria, es en la narración mística donde Fernando
González posee cualidades excepcionales que lo convierten en escritor único e inimitable.
¡De qué manera deleitan Don Benjamín, jesuita predicador y Poncio Pilatos envigadeño, y
cómo producen suaves y reiteradas emociones!
155
supervivencia del yo», «Diario de Atehortúa», «Frases para 1938», «De magia»,
«Linderos»… Pero tal vez no se halla uno mejor concebido que el dedicado a Segismundo
Freud con motivo de su muerte, ocurrida en Londres en septiembre de 1939. Es joya
perdurable, lección de humanismo y culto a las ideas madres, en donde relaciona a Freud
con Darwin, Lamark y Mesmer; explica cómo el creador del psicoanálisis recogió en un
sistema coherente el progreso psico-fisiológico que iniciado por hindúes con las doctrinas
acerca de la eternidad del alma, la metempsicosis y la unidad última del ser o nirvana, había
sido introducido a Europa por Schopenhauer, el célebre autor de El mundo como voluntad y
representación. Demuestra, además, que la terapéutica psicoanalítica en el fondo coincide
con el confesionario y cree hallar antecedentes de la libido —aplicando el mismo método
freudiano de interpretación psíquica— en el mundo hebreo, en la actividad de Elías,
Samuel y en los amores inhibidos de José con la mujer de Putifar. Admite que el hombre
tiene de común con los otros seres la libido y el hambre, pues aunque posee instintos
propios, estos se encuentran condicionados por aquéllos; y de ahí esta peculiar manera de
definirlo: «Animal que se siente inmortal y que sonríe».
No todos los comentarios, por supuesto, son negativos. Experimenta también admiración
por algunos hombres de la clase política, cuyo trabajo honesto reconoce y exalta. A esta
lista de selección pertenecen Carlos E. Restrepo, creador de la concordia nacional;
Alejandro López, personalidad superior y agudo analista de problemas nacionales; Carlos
156
Uribe Echeverri, su candidato a la presidencia en 1938, si bien después le criticaba no
haberse preparado para estudiar los fenómenos de cada pueblo de acuerdo con la causalidad
(marginado éste de la campaña electoral, decidió apoyar a Darío Echandía con la esperanza
de que hubiera «escuela varonil, recta, justa y sin caridad» y, al mismo tiempo, hacer desde
la prensa una despiadada oposición a Eduardo Santos); Rafael Arredondo y Román Gómez,
a quienes consideraba los únicos antioqueños dignos de ser tenidos como jefes políticos; y
aunque la admiración deviene ocasional y fragmentaria, es posible agregar los nombres de
Jorge Eliécer Gaitán, Carlos Arango Vélez y Gabriel Turbay. De los pertenecientes a
generaciones anteriores, salva del naufragio a Tomás Cipriano de Mosquera, Murillo Toro,
Uribe Uribe y Benjamín Herrera.
Pero su verdadera predilección estaba en cantar al héroe, «al que no sirve a gobiernos y
honores, al que busca el mañana…».
Método similar empleó con respecto al clero. Solía distinguir entre el clero varonil, de
personalidad y sentido cristiano de la vida, y cierto clero que ha cambiado los valores
tradicionales tornándose intrigante y vanidoso.
Denunció sin reticencias esa conducta indigna de los representantes de Cristo en este
mundo, así se tratase del cura de aldea o de las relaciones interesadas del Papa con
Mussolini. Pero se deleitaba asumiendo la defensa de los perseguidos o destacando la
posición de dignidad de muchos sacerdotes. A modo de ejemplo, experimentó una especial
admiración por monseñor Juan Manuel González Arbeláez; lo veía como un árbol en medio
del rastrojo, a quien le ha tocado sufrir, solitario, el vendaval. Verdadero príncipe de la
Iglesia y hábil seminarista. Los párrafos que sirven para dar una explicación de este último
calificativo, merecen ser copiados:
157
cada día los métodos está el secreto del triunfo! No, el triunfo pertenece a la
4
habilidad constante .
4
Revista Antioquia, n.º 1, mayo de 1936, p. 46. Monseñor Juan Manuel González Arbeláez (1892-1966) es tal
vez la figura más carismática del clero colombiano de todos los tiempos. «No creo que haya nacido nunca en
Colombia un hombre mejor hecho que Juan Manuel González a imagen y semejanza de Dios», fueron las
palabras con que lo calificó Guillermo León Valencia, su amigo personal y entonces Presidente de la
República, durante los actos que tuvieron lugar en Rionegro (Antioquia), la ciudad natal del inolvidable
Arzobispo, con motivo de la repatriación y entierro de sus restos. Después de estudiar durante cuatro años en
el Seminario de San Sulpicio de París y en el Ateneo Latenarense de Roma, fue rector del Seminario de
Medellín (1926-1933), Obispo de Manizales (1933-1934), Arzobispo Coadjutor de Bogotá, con derecho a
sucesión con respecto al Arzobispo Primado monseñor Ismael Perdomo (1934-1942) y Arzobispo de
Popayán… «Apenas cambiaré de surco, pero la semilla es la misma» (1942-1943). Víctima de una implacable
persecución, desde fines de 1943 hasta su muerte ocurrida en Roma el 4 de enero de 1966, vivió en Europa un
heroico destierro, que soportó con ejemplar silencio. (Véase El Arzobispo Juan Manuel González Arbeláez y
selección de sus poesías por Humberto Bronx, Editorial Gran América, segunda edición, Medellín, julio de
1966). Conocedor profundo del alma humana, Fernando González asume su defensa en época en que ya se
insinuaba la dramática lucha del pastor en defensa de sus creencias y de los derechos de la Iglesia Católica.
158
y que venció a la fría muerte. El único que
mostró que se vive en donde no se come.
5
Revista Antioquia, n.º 7, noviembre de 1936, pp. 19-20.
159
Otro ejemplo es este poema que, escrito «Bajo los guayacanes», dedica a la salud:
SALUD: adorámoste;
también a tus hijos:
la belleza
y el proteico dinero.
¡Eres madre prolífica!
Expresión de sus sentimientos más íntimos es el titulado «El canto del maestro»:
6
Revista Antioquia, n.º 6, octubre de 1936, p. 8.
160
Qué bellos los viejos, sentados
cabe dinteles y sombras de los árboles
¡aconsejando!
Yo me doy a Ti en ellos,
7
los niños, mañanas tibias de la Patria .
Por último, cuando murió su alter ego el padre Elías, quiso un epitafio poético que
recordara a quien se hizo amente o beato. Fue grabado en un rincón del cementerio de
Entremontes, en piedra plana del río Cañafístol, por don Florín, el escultor de Las Alfardas:
En esa compenetración con su tierra, en ese interés por analizar a Antioquia en sus
diversos aspectos y hacer ostensible su personalidad, en tomarla como fuente de
7
Arengas políticas, Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1997, pp. 55-56 (poema publicado
en 1945 en el periódico El Correo).
8
La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera, op. cit., t. II, p. 153.
161
inspiración, son arquetipos —lo que no significa olvidar a Gutiérrez González, a Robledo
Ortiz y otros— Fernando González y Tomás Carrasquilla. A ambos los unió una sólida
amistad y admiración recíproca. Mientras González afirmaba: «Este Carrasquilla tan mirón,
tan escuchador, tan sastre de ropas y de almas, tan realista, tan semidiós que se nutre de las
energías de su patria antioqueña […], es único en Colombia; es orgullo colombiano, es el
que puedo enviarle a M. Bréal para que vea que somos iguales a los europeos»,
Carrasquilla le interrogaba: «¿Sabe usted lo que me gusta más de sus obras?», dando
enseguida esta respuesta: «Pues el antioqueñismo, un antioqueñismo pasado y repasado por
muchos libros y por muchos cedazos».
162
14. DESPEDIDA DEL MAESTRO DE ESCUELA
Los esfuerzos que realiza para poder editarla, en una época en que su situación
económica atravesaba dificultades; la dedicación de buena parte de su tiempo a la redacción
de los ensayos y comentarios que vierte en una revista mensual, íntegramente a su cuidado
y bajo su responsabilidad intelectual; la incomprensión de los lectores y hasta las amenazas
que recibe de parte de personas que no admiten críticas. Todo esto se va conjugando para
formar un opaco marco de referencia a sus aspiraciones de contribuir al ascenso en
conciencia de la juventud y a la formación de una Colombia guiada por valores de justicia y
autenticidad.
En febrero de 1938 aparece en Antioquia un artículo titulado «El idiota», en el cual cree
haber hallado en qué consiste lo que llaman suerte en la vida social de los hombres.
Descubre esta verdad: que el hombre con suerte se robustece, crece y domina en la sociedad
cuando ésta es apropiada a su modo de ser, y viceversa. Por eso con los inadaptados, o
idiotas, la sociedad es dura, inflexible, cruel.
Y así va adobando el juicio de los jóvenes, hasta el punto de que ellos terminan por
aceptar las reglas tradicionales, convivir con el orden establecido y decidirse a practicar las
mismas artimañas de los ambiciosos.
De hoy en adelante el rey será mi gallo, todo poder viene de Dios, y no escribiré
1
más contra los gobernantes, etc.
1
«El idiota», publicado en Antioquia, n.º 10, febrero de 1938, pp. 73-75, es después reproducido como
capítulo final de El maestro de escuela.
163
No es extraño, por tanto, que en el mismo año de 1938 decidiera irse a vivir a Chile, en
procura de un ambiente propicio para su trabajo intelectual y atendiendo la amable
sugerencia de la poetisa Gabriela Mistral, con quien desde la publicación de Viaje a pie
sostenía correspondencia epistolar.
Procedió entonces a vender casi todos los libros que constituían su biblioteca; el
comprador fue La Pluma de Oro, librería que los adquirió con el fin de revenderlos al
público. Quince días antes de la fecha señalada para el viaje, sin embargo, un violento
terremoto ocurrido en el país austral impidió que el proyecto se convirtiera en realidad.
¡El viaje se frustra y ha vendido su biblioteca! Pudiera pensarse que debió ser honda su
nostalgia, producida por el hecho de haberse visto precisado a la enajenación de libros
adquiridos en el transcurso de varias décadas… Pero tal vez ese sentimiento no trascendió
los límites normales, a juzgar por la siguiente descripción hecha años después por su alter
ego, Lucas Ochoa:
Una verdadera biblioteca no contiene sino unos cincuenta libros, debajo del
Sancta Sanctorum; unos doscientos en los misterios especializados, y… algún día te
enseñaré mí biblioteca: hay unos diez; encima de ellos, alto, Benedicto Spinoza,
2
con sus satélites, Bruno y Maimónides .
Uno de los pocos hechos reconfortantes es el viaje que emprende a la zona arqueológica
de San Agustín. Su compañía son dos amigos, almas gemelas por su amor al arte, los
notables pintores Pedro Nel Gómez y Carlos Correa. Como resumen de la inquietante
correría por esas tierras del Huila, Fernando González consideró entonces —según el
testimonio de sus acompañantes— que las doscientas esculturas de piedra que allí se
encuentran son el mayor patrimonio artístico de Colombia y por tanto deben ser enterradas
nuevamente, para que las futuras generaciones las reciban como herencia…
2
Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., p. 62.
164
Convencido de la inutilidad de continuar el enfrentamiento con la sociedad en que vive,
decide bajar la guardia y reconocer su derrota. ¡Cómo es dolorosamente cierto que no
podía, por más tiempo, seguir nutriéndose únicamente dentro de sí mismo! Brota entonces
una íntima y dramática confesión:
El que haya aguantado más de los cuarenta y seis años que yo aguanté debajo de
la fría alcarraza, en actitud de sapo nocturno, atisbando lo que no dijo que vendría,
que me arroje la primera piedra.
Admite que apenas en la edad madura logró asimilar ciertas verdades útiles, que otros
incorporaron a su comportamiento vital desde la niñez o la juventud. Quizá la más
protuberante de esas verdades es la que puede enunciarse así:
Sí, ha sido un inadaptado. ¿De qué han servido los trece libros que ha escrito pensando
en la juventud colombiana y americana (incluido éste donde el frustrado maestro abandona
su «escuelita»)?3
¿Para qué una revista que es también libro, por cuanto todos sus artículos reconocen una
misma y única paternidad responsable y obedecen a un criterio de análisis vivo de la
cotidianidad, que sugiere, persuade y trasciende?
3
Fernando González había considerado indispensable la formación de una escuelita, colombiana y
suramericana, de autoexpresión; donde se formara la juventud del futuro, libre de prejuicios y completamente
adaptada a su tierra y su medio. Es decir, que enseñara una filosofía-camino que, partiendo de la educación,
condujera a la cultura. El método es de ritmo y sobriedad, como corresponde a caminantes a pie, y el objetivo
consiste en que cada discípulo encuentre su propio e intransferible camino. Hallado éste, el caminante estará
en condiciones de manifestar su personalidad y coadyuvar a la creación de una cultura auténtica, fundamento
del desarrollo social. Pero nada hay nuevo bajo el sol. O en otros términos, nada hay original a menos que se
le juzgue en relación con determinados lugares y circunstancias. Así, por ejemplo, LinYutang en La
importancia de vivir (Editorial Suramérica, sexta edición, Buenos Aires, 1943, pp. 514-518), menciona que
los tres hermanos Yuan iniciaron a fines del siglo XVI la Escuela de Autoexpresión, llamada también Escuela
de Hisingling, de Hising que significa «la naturaleza personal» y ling, el «alma» o «espíritu vital». Al
reaccionar contra la literatura ortodoxa china que tendía expresamente a manifestar las mentes de los sabios y
no las mentes de los autores y, por tanto, carecía de dignidad e independencia, la Escuela de Autoexpresión
exigía que expresemos por escrito solamente nuestros pensamientos y sentimientos, nuestros amores
genuinos, odios genuinos, temores genuinos y caprichos genuinos, pues hay que expresarlo todo… sin miedo
de contradecir a los sabios antiguos o las autoridades contemporáneas.
165
En ese ambiente psíquico y frente a presiones sociales que habían ido debilitando su yo
—su poderosa capacidad de introspección—, Fernando González produce El maestro de
escuela. Es un libro-resumen de su biografía, vivencial, sincero y lleno de paradojas, cuyo
personaje central, Manjarrés, un maestro de escuela primaria escalafonado en quinta
categoría, se cree «un filósofo» y un «postergado». Tímido y carente de naturalidad en sus
movimientos, usaba bigotes colgantes y, en el bolsillo interior izquierdo del saco, un cepillo
para dientes, «condecoración de todo maestro de escuela»; donde los jesuitas se graduó en
introspección y estos eran los problemas en los cuales meditaba: si tiene «espíritu», si
progresa, si siente a Dios, si posee capacidades y si le odian o aman…
Casado con Josefa Zapata, y padre de doce hijos, su mujer soportaba al «grande hombre
incomprendido» y éste se sentía opinado por ella y decía: «Un hombre opinado por la
cónyuge es como planta orinada, que se marchita. Josefa tiene la culpa».
Objetivaba la culpa en su mujer y en el gobierno. Estos eran los causantes de todos sus
males. Y la causa, por supuesto, de que no hubiese podido cumplir sus mayores anhelos:
ser director de educación pública y redactar una teoría del conocimiento.
Manjarrés, convencido de que para dirigirse y salir triunfante requería acudir a otros
medios, creó su doble, su otro yo, al que puso por nombre Jacinto. Él sería la inteligencia y
Jacinto el ejecutor.
Cuando Josefa Zapata, después de veintidós años de estar al lado del maestro de escuela,
agonizaba, un inspector de educación acusó a Manjarrés de ser «un godo hijo de tal» y fue
declarado insubsistente. Obligado por las circunstancias, empeñó los vestidos y los libros.
166
Viudo, sin empleo y con una docena de hijos, algunos amigos le ofrecieron ayuda. Esta
se concretó —¡oh manes del destino!— en una carbonería, en la que fracasó vendiendo al
fiado.
Aparecieron, entonces sí, las damas caritativas: las de «la gota de leche», las de «la
columna de choque contra el mal», las «vírgenes del altar»… a implorar por los pobres
huérfanos. Cristianismo tardío, falso y blandengue, que no hizo sino irrespetar la memoria
de Manjarrés. Y sobre todo sus creencias, porque era hombre de fe, que con motivo de la
enfermedad de Josefa había entonado este canto sublime:
Necesito sentir a Cristo en mí. Entra, Señor, entra y barre y embellece… ¡Tú que
llamaste a Lázaro de la podre, Tú que resucitaste y comiste luego pescado! ¡Qué
hermoso eres, que no robaste, no opinaste, no te disfrazaste! ¡No pesas y
trasciendes, no te corrompes y renaces! ¡Empuja, pues, y derrumba! ¡Llámame con
voz más urgente! Yo no puedo ir a Ti, pues «venga a nos tu reino». De mí voy a la
prostitución. Empuja, urge, incita; todos son tus símbolos que me llaman, me hacen
guiños. Estoy preñado de ganas de realidad.
El idiota había muerto, dejando tras sí una dura lección: la de que no es posible
contradecir impunemente la fría causalidad, ni desconocer la verdad aparente.
167
***
Durante los meses de marzo, abril y mayo de 1941, Thornton Niven Wilder, novelista y
dramaturgo estadounidense, realizó una gira por Colombia, Ecuador y Perú en
cumplimiento de una misión de buena voluntad en relaciones culturales, conferida por el
Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Precedido de merecida fama como ganador en dos ocasiones del Premio Pulitzer (en
1928 con The Bridge of San Luis Rey y en 1938 con Our Town), Wilder, profesor de
Literatura Comparada en la Universidad de Chicago, fue recibido con respeto y entusiasmo
en los países mencionados, en los cuales tuvo la oportunidad de entrevistarse con
numerosos literatos, entre otros, Guillermo Valencia, Baldomero Sanín Cano, Eduardo
Caballero Calderón, Rafael Maya, Jorge Icaza, Demetrio Aguilera, Ciro Alegría, José
María Arguedas, Jorge Fernández, Humberto Salvador, Romero Castillo, Xavier Abril,
Jorge Basadre y Héctor Velarde.
Los días domingo 30 y lunes 31 de marzo, en La Huerta del Alemán, sostuvo intensos
diálogos con Fernando González. De éste dijo haber leído, con gran admiración, tres de sus
libros: El remordimiento, El Hermafrodita dormido y Los negroides. Después de conocerlo
personalmente, expresó su interés por estudiar en profundidad el conjunto de la obra del
pensador antioqueño. Fue así como, en el transcurso de sus viajes, dijo haber leído Mi
Simón Bolívar, Viaje a pie y desde luego, todavía fresco, El maestro de escuela. (Los
demás libros y la revista Antioquia le fueron enviados por el autor a su residencia
norteamericana).
Por razones de afinidad idiomática, los dos escritores se entendieron en francés; pero
matizaron la charla con expresiones al margen, ya en inglés, ya en español.
168
Una vez más en Bogotá, Wilder dirigió una nueva carta a Fernando González con fecha
4 de abril, en la cual consigna este sentimiento: «Mi experiencia más viva, estimulante y
feliz en Colombia es haberlo conocido a usted, su trabajo y su casa».
Tras la lectura, Wilder consideró que era al mismo tiempo «brillante y terrible», «cruel y
piadoso». Impresionado por la fuerza expresiva y, ante todo, por la originalidad, en el
sentido grande: cada momento completamente uno mismo, sintetizó su pensamiento con
este elogioso y revolucionario concepto:
4
Esta es la Nueva Novela .
4
«You have re-invented the novel.
You have created the Novel: Twentieth century.
Story-telling is dead. “That happened and then happened and then that happened is dead”.
This is the New Novel». (Carta fechada en Quito el 21 de abril de 1941).
169
15. NOCHES CARGADAS DE SILENCIO
Solamente en las postrimerías de la década de los cincuenta, con la aparición del Libro
de los viajes o de las presencias (1959), clausurará aquel intervalo del que brota como
corolario una última novela —novela del hombre— escrita desde el imperio invisible de
Entremontes: La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera.
En efecto:
b. En 1943 conoce al sacerdote jesuita R. P. Antonio Restrepo Pérez, quien en ese año
era profesor de Literatura de su hijo Fernando en el Colegio San Ignacio de Loyola, de
Medellín.
1
GONZÁLEZ, Fernando. Estatuto de Valorización. Imprenta Municipal, Medellín, 1942, 121 páginas.
170
De esa amistad, que se prolongará hasta su muerte, surgió una correspondencia
epistolar recogida en Mis cartas de Fernando González2, donde se agrupan cuarenta y
una de ellas, escritas entre 1944 y 1963.
d. Las Cartas a Simón. Corresponden principalmente a los años comprendidos entre 1950
y 1953, época en la que su hijo menor, Simón González Restrepo, cursó estudios de
ingeniería mecánica en los Estados Unidos; se agregan cinco cartas de 1958, escritas
en «La Huerta», y una, la última, del 10 de febrero de 1959, desde Otraparte, dirigidas
a Simón, quien por entonces estuvo trabajando primero en Cali y después en
Barranquilla. Permanecieron inéditas hasta abril de 1997 cuando fueron editadas por la
Universidad Pontificia Bolivariana, de Medellín. Plenos de ternura y amor filial, los
consejos al joven estudiante (a quien llama indistintamente Simón, Simoncito, hijito, y
con más frecuencia Moncho, Monchito o Monchín) versan en torno al inagotable tema
de la vida y aspectos tales como la personalidad, la formación del hombre, la amistad,
la disciplina, la psicología, la intimidad, e insiste en el método: «No estudies
demasiado, sino metódicamente. La salud mental y corporal ante todo». Son
reflexiones que se entreveran con las narraciones del padre acerca de lo que ocurre en
su entorno familiar, en su trabajo, en sus negocios (época de atracción por las fincas y
el ganado), y con sus alegrías y depresiones. También, a veces, con cariño le menciona
a María Eugenia, la novia que Simón dejó por estos lares. Como contraprestación, le
pide que le escriba una carta semanal, y mientras más extensa, mejor; cuando cuenta
pocas cosas, no vacila en incitarlo a la actitud contraria: «Escribe largo, hombre».
2
RESTREPO PÉREZ, Antonio. Mis cartas de Fernando González. Consorcio Editorial Colombiano, Bogotá,
sin fecha, aunque debe ser de 1983 (comentarios de pie de página del profesor Germán Marquínez Argote).
171
la necesidad de trascenderla, la invocación preferida es la siguiente: «Bendice, Señor, a este
viejo tronco en donde anidan los cucaracheros…».
Su interés principal reside en que Simón sea «cada vez más hombre». Tarea que consiste
en ser más frío pasionalmente y más ardiente en inteligencia y en fortaleza humana.
«Debemos ser fríos en cuanto a pasiones animales y ardientes en amor a la idea y forma en
que se nos revele el Infinito». Por eso el verdadero sabio se dedica a amar a Dios y a
conocerse y conocer a los hombres. Sólo en cuanto inteligentes, somos libres, pues «la
gloria más grande es entender; el que entiende y en cuanto entiende, es libre y amo del
universo».
Una segunda edición de Cartas a Simón, en la que se agregan veinte cartas inéditas, es
de Editorial EAFIT y Corporación Otraparte, Medellín, 2017. De ella destacamos las
siguientes observaciones y pensamientos:
«No te aburras. Observa, goza, estudia, medita, ama todo lo bello; en fin, solo
los bobos se aburren».
«Cultiva tus amores y déjate conducir por ellos; graba bien en ti esta idea: que
todo lo que nace, nace del amor: todos los descubrimientos y obras de arte son hijos
del amor. Y atiende a tu vocación, que eso es amor».
«Simón, el secreto está en amar, amar siempre: ama la vida: aire, noche y día,
lluvia y dolor».
«Yo sigo gomoso por la homeopatía; es como si hubiera conseguido una novia.
No hago sino recetar y ya he curado como a 20. […] No dejes de enviarme los
libros de homeopatía que encuentres».
«Sigue mi pasión por las plantas venenosas y por las olvidadas: las plantas
salvajes, las de los rastrojos, ignoradas, bellísimas y amantes encantadoras. Los
sábados y domingos y festivos me voy a los montes, caminos, solares y quebradas a
verlas, a recogerlas y a traerlas a casa. […] Cuando veas libros curiosos sobre
plantas, pues envíamelos».
172
«Respecto de tu enojada, recuerda también esto que dice: “El que es pendejo, al
cielo no va: lo joden aquí, lo joden allá…”».
«Se ve que tú no te vas a varar. Eres vivo y nada pendejo. Muy bien, hijo».
***
173
sólo completamente distinto al que aparece en sus libros sino superior a sus obras. «Éstas
son apenas un esbozo de lo que realmente era. Un hombre extraordinario, fabuloso»3.
Es una descripción de los demonios cuya síntesis soy yo —dice acerca del
retrato que le hizo Pepe Mexía—. El primero y el segundo daimones son la
tentación y el remordimiento; sigue una llave, que es «la llave de la puerta de la
casa de la coja»; ésta y el pescado son el diplomático o proteo; hay un sapo de
tinajero, que es el sentimiento de madre patria, pues mi familia se vino a las
Américas dejando los muebles por allá; hay las banderitas rojas (¿cuándo llegarán?
Pronto, porque el dos de septiembre último, en un discurso, el Papa se hizo
cristiano. ¡Ya el Papa se hizo cristiano!); hay un entierro, que es mi inocencia, que
se llama Manjarrés, y hay un pajarito que está emperrado cantando y que es lo
mejor, la síntesis, ese algo que va a quedar después de la muerte.
¿Qué sería de mí sin ese cucarachero, alias ruiseñor, alias teología? Una raya —
continúa— me divide de arriba a abajo en dos mitades asimétricas, y significa
campo de contradicciones, pocos dineros, muchas culebras.
En 1942, impulsado por la necesidad de sostener a su mujer y cinco hijos, acepta ser
Asesor Jurídico de la Junta de Valorización de Medellín. Este cargo público lo
desempeñará hasta mediados de 1945, cuando a causa de haber denunciado un robo
cometido en dicha oficina es despedido.
Ante la molesta situación creada, le correspondía asumir una posición decorosa. Como
en otras circunstancias difíciles, no encontró más alternativa que organizar su propio bufete
de abogado. (Instalose en la pieza n.º 6 del Edificio Córdoba, situado en el centro de la
ciudad de Medellín: carrera Bolívar, diagonal a la sede de la Gobernación). Y en algún
3
Ibidem, op. cit., pp. 12-14.
174
aviso aparecido en su revista Antioquia, se anunciaba como «especialista en juicios de
sucesión».
En carta de fecha 2 de agosto de 1945, dirigida al padre Antonio Restrepo, reitera que no
es nada fácil ganar la vida. Pero se muestra contento y optimista: «Así vivo, enamorado de
todo, en paz con Dios en cuanto se puede… Y no se puede, porque es infinito y nos dio
infinita posibilidad»4.
Pues de ese «infierno» en la oficina de Valorización, que se prolongó por un poco más
de tres años, quedó, como se deja expresado, un notable testimonio: el Estatuto de
Valorización. Así haya sido escrito en los primeros meses de su gestión como asesor
jurídico y por encargo del Concejo de Medellín, corporación que se interesó en promover y
respaldar la elaboración de una especie de código sobre la materia, Fernando González no
se limitó a un trabajo mecánico de recopilador. Además de atinados comentarios, incluyó
una segunda parte en donde reflexiona acerca de la propiedad privada de la tierra, las
razones por las cuales se ha guerreado en Colombia (aparentemente en defensa de «los
buenos principios», pero en realidad para atisbar fincas; y apenas ganada la guerra, emitir
títulos de baldíos y adjudicarse los «lotes» encontrados…), y de cómo las leyes sobre
valorización se parecen a los presidentes en cuyas administraciones se dictaron.
La frase cáustica, penetrante, resalta como el grafito de hoy en día, pero no dibujada en
los muros sino intercalada en las páginas del libro. Es la concisión aforística, de la cual hizo
siempre un elevado elogio. Su predilección por el aforismo era a causa de que lo
consideraba el fruto, la esencia de una larga meditación. Es forma de expresarse que tiene
las características singulares de mar profundo, pues según Fernando González: «Sólo puede
comprenderlo el que lo haya vivido; un aforismo no enseña: hace que el lector se descubra
a sí mismo. Si éste no tiene en la alforja de su experiencia el porqué, el alma de la
sentencia, ésta es para él una cosa vacía».
En su primer libro, que data de 1916, se encuentra este hermoso aforismo que, al mismo
tiempo que es autobiográfico, le sirvió para definir prematuramente ciertas fronteras en el
campo de la literatura: «Nosotros, los escritores de aforismos, sólo escribimos para los
espíritus nobles. Los escritores del vulgo son los grandes masticadores de las ideas. Un
escritor plebeyo es siempre orador».
4
Ibidem, op. cit., p. 63.
175
Volviendo a la valorización, dice acerca de ella:
Este impuesto duele, pero beneficia. No le hace que insulten, con tal de que
paguen. Pagarlo es ganar.
No tiene más utilidad que hermosear las ciudades y valorizarlas, sin que haya
enriquecimiento sin causa para los particulares. Es ley de rigurosa justicia en el
régimen capitalista.
Todo gobierno es para los ricos. Detrás de cada obra decretada hay ricos
escondidos.
Respecto del tratamiento dado a los obreros por el autor de la Rerum novarum:
León XIII apareció como el genio de los remiendos: dijo que había que darles
algo, por caridad, a los trabajadores; remendó el capitalismo, para que viviera otros
sesenta años.
***
La segunda parte de la década de los años cuarenta nos muestra a un Fernando González
cada vez más solitario. ¡Y buscando a los más altos solitarios! Jesucristo, Pablo de Tarso,
Sócrates, Francisco de Asís, Dante, el príncipe Hamlet, Søren Kierkegaard, Kafka,
Unamuno…
Cómo le seduce el silencio. De ahí que crea firmemente en este pensamiento: «Si
conoces algo mejor que el silencio, ¡escribe!».
176
Para entonces, abstraído en la lectura y la meditación, es relevante su interés por un tema
eterno y profundamente humano. El del dolor y el placer. Enuncia, a modo de ley divina de
este mundo, la proposición según la cual el dolor es el padre de la alegría, y el placer, el
padre de la tristeza.
Incluso llegó hasta reemplazar el nombre de La Huerta del Alemán; en efecto, llamó a su
casa campestre, así fuese de modo transitorio, «La colmena de Ramiro». Y les dijo a mujer
e hijos que Ramiro sería «el capitán de nuestro buque».
[…]
5
Fernando González rememora en estos versos, introductorios a su Tragicomedia, la mano hermafrodita de su
hijo Ramiro, así como su ojo inconfundible, características físicas sobresalientes de esa personalidad juvenil,
seria, generosa y atrayente. El motivo inmediato de inspiración, sin embargo, parece ser el pintor y dibujante
Horacio Longas, quien con mano maestra y visión certera trazó en admirables caricaturas los aspectos más
177
De la situación de amargura y postración que le dejó la muerte de su hijo, logró salir con
dificultad. Resultó definitiva la ayuda de Zaqueo, aquel publicano de pequeña estatura que
«hacía diligencias para conocer a Jesús de vista».
Trascendió por ese camino uno de los abismos más acuciantes, persistentes y agobiantes
en la vida del hombre: el misterio de los infiernos.
Su amor por Zaqueo llegó hasta el punto de firmarse Fernando Zaqueo Ochoa.
Es época en que dice estar «enamorado, pero muy enamorado de la muerte que es Cristo,
es decir, la vida».
Sólo así se comprende que hubiese logrado asimilar con resignación cristiana el
fallecimiento de su hermano mayor —y el preferido de siempre— Alfonso, ocurrido en
Bogotá de una enfermedad del corazón a la edad de 57 años. Precisamente el 22 de enero
de 1949.
sutiles de su variada actividad intelectual. Quizá sea también una manera de rendir homenaje conjunto a
Ramiro y al maestro Longas, inspirado en la similitud de ojos y manos.
6
Mis cartas de Fernando González, op. cit., pp. 92 y 97.
178
16. SEGUNDA TEMPORADA EN EUROPA
Obrando a la manera de generoso promotor de la idea, al igual que veinte años atrás lo
hiciera Carlos E. Restrepo, este otro Carlos obtuvo del jefe del Estado una concesión
especial: que el escritor, en uso de buen retiro, escogiera la ciudad europea de su agrado
para retornar a las funciones consulares.
Fernando González respondió a Carlos Mario Londoño que aceptaba irse para el norte
de Europa, desde donde podría entrar en comunicación vivencial con una nueva cultura1.
1
Carlos Mario Londoño Mejía (1918-1991), abogado, especializado en el Instituto de Estudios Superiores de
la Empresa (IESE) de Barcelona, fue banquero, líder del cooperativismo, representante a la Cámara y
Embajador en Portugal. Wikipedia recoge este perfil de su personalidad: «Socialista en lo económico,
progresista en lo social, independiente en lo político, aperturista en lo humano, artista en lo cultural,
renovador en lo espiritual y ante todo un cooperativista y solidario institucional».
179
En el mes de octubre de 1953 emprendió viaje a Róterdam, acompañado de doña
Margarita y de sus hijos Pilar y Fernando. Este último, de veintitrés años de edad y quien el
año inmediatamente anterior había terminado sus estudios de abogacía, recibió del gobierno
el nombramiento de vicecónsul honorario, con el fin de que se desempeñara como
secretario del consulado.
También llevó consigo, según cuenta don Benjamín Correa, los restos de su hijo Ramiro.
Fernando —agrega— quiso mucho a sus hijos2.
El gobierno colombiano, presidido por el teniente general Gustavo Rojas Pinilla, quien
había accedido al poder el 13 de junio de 1953 como consecuencia de un «golpe de
opinión», estimó prudente ordenar el traslado de Fernando González. Y una vez más, fue
consultado respecto de sus preferencias.
Por su mente debieron pasar, en rápida sucesión de imágenes, el ancestro vasco del
pueblo antioqueño…, los orígenes de San Ignacio de Loyola, el guerrero de Cristo…, la
ascendencia vasca de Simón Bolívar… y el embrujo seductor de la región vascongada.
Hay que volver a España. Organizar nuestro continente y tener amistad con ella;
volver a la fuente limpia, que somos centenar de millones, propietarios de la mayor
riqueza espiritual de los pueblos modernos. ¿Qué literatura supera a la española?
3
¿Quién tiene esos clásicos, esos místicos, esos conquistadores?
La nueva sede será Bilbao, donde podrá evocar también a don Miguel de Unamuno, el
sentimiento trágico de la vida y «la grandeza del acento y del tono» del pensamiento
español.
2
CORREA, Benjamín. «Había nacido para genio solitario». Revista IMAGO, Casa de la Cultura de
Copacabana, n.º 5, agosto de 1989, pp. 43-46.
3
El Hermafrodita dormido, op. cit., p. 220.
180
Bilbao, la atractiva capital de la provincia de Viscaya, situada a orillas del río Nervión y
a pocos kilómetros del mar, de ese golfo de Viscaya desde donde España se asomó durante
siglos al comercio con Inglaterra, los Países Bajos y Francia.
A la gran ciudad del País Vasco se trasladó a principios de 1954, en unión de su esposa y
su hija Pilar, dejando encargado del consulado a Fernando González Restrepo, quien debió
permanecer durante cuatro meses en Róterdam, antes de reencontrarse con sus padres y
hermana.
Presidida entonces por el padre Félix Restrepo, la Academia de la Lengua fue aún más
lejos: sugirió el nombre del octogenario escritor y filólogo español Ramón Menéndez Pidal,
por considerar que éste reunía los requisitos, para ella esenciales, de larga trayectoria y
reconocida erudición.
Con todo, aquel original exponente de las letras hispanoamericanas figuró como
candidato al Nobel de Literatura, y no una sino dos veces. Así se desprende de la versión
que nos suministrara el embajador de Colombia en Suecia en los años subsiguientes a esa
época, Guillermo Mora Londoño. Según este diplomático, cuando asistía en compañía de
su señora esposa, doña Luz de Mora, a una recepción ofrecida por la embajada alemana en
Estocolmo, en 1960, fueron gratamente sorprendidos por uno de los miembros del Comité
181
encargado de seleccionar a los aspirantes, con la información de que «un compatriota de
ustedes», el escritor Fernando González, había sido incluido en dos ocasiones, y «a
propuesta de personalidades no colombianas», en la respectiva lista de candidatos. «El
distinguido informante nos dijo algo más —agregó Mora Londoño—: que Fernando
González había sido un candidato “con posibilidades”, lo cual me llenó de emoción y así lo
comuniqué al Ministerio de Relaciones Exteriores».
Fueron los años en que ganaron el máximo premio literario el estadounidense Ernest
Hemingway y el islandés Halldór K. Laxness. Nuestro país había tenido la primera
oportunidad de aspirar a la conquista de un Nobel.
Entretanto, Fernando González seguía en Bilbao, quizá recordando con Unamuno que
«un alma vale por todo un universo». Convertido en el centro de sus actividades, desde allí
se movilizaba hacia sus lugares preferidos del interior: Ávila y Loyola; y allende las
fronteras recorrió territorios de Francia y Suiza, incluyendo una visita a su añorada
Marsella y otra a Lourdes, a donde prometió no volver, pues no quería contemplar las caras
de los niños paralíticos después «de la inmersión y de la oración y de la última
esperanza…», ante lo cual reflexionaba sobre dos infinitos, Dios, el Señor único, y la
angustia humana, también única. Siempre al ritmo de sus emociones, convivía con el
recuerdo de San Ignacio y Santa Teresa, con los jesuitas, las órdenes monásticas, el
ancestro vasco de Bolívar y de los antioqueños.
4
A su regreso a La Huerta del Alemán, una vez cumplida su misión como cónsul en Bilbao, Fernando
González disfrutó con la destrucción de libretas. Actitud que no era extraña en este envigadeño descalzo.
¿Estaría incluida en esas libretas la supuesta «biografía inédita» de Ignacio de Loyola? Algunos apuntes, a lo
sumo, pues si bien estudió en España con el interés de siempre la vida del santo, no tuvo entonces el propósito
de escribir su biografía. «Quemé más de veinte libretas, varios libros… “Vamos, Claudia, le decía a mi nieta;
vamos a quemar libretas…”, y ella era feliz en el incendio…». (En: Viaje de un novicio con Lucas de Ochoa,
op. cit., p. 192).
182
produciría un «desastre económico», pues no estaba concebido para venderse hoy, sino para
los que vendrán, para un lejano mañana.
En España revaluó viejos conceptos, y algunas ideas expresadas en sus libros. Empero
no quiso proceder a hacer rectificaciones, admitiendo con sana lógica que esta tarea habría
significado tanto como intentar vivir de nuevo en antiguas coordenadas.
Después de permanecer por tres días en aquella ciudad amurallada y colonial, estaba de
nuevo en Envigado. En La Huerta del Alemán —que pronto se llamará Otraparte—. Era un
hombre diferente al que cuatro años atrás había abandonado un ambiente de soledad y
aislamiento. Se sentía renovado por los vientos de España y por un proceso de maduración
intelectual. Iniciado en los Grandes Misterios, ya no deseará para acabar con las novelas
sino escribir LA NOVELA, la única, la del hombre, aquella que principió en el Paraíso
cuando con motivo de la perturbación original… fue echado a la Tierra.
Para la elaboración de dicho trabajo recurre primero al reencuentro con Lucas de Ochoa,
que le sirviera de inspiración al escribir Mi Simón Bolívar y ahora es el viejo maestro de
quien logra obtener las libretas que contienen la teoría de los viajes; y luego, en forma
183
sucesiva, van apareciendo personajes nuevos, pero nada imaginarios o abstractos, sino
sacados del fértil ambiente envigadeño, de modo que con su ayuda esté en condiciones de
construir una singular tragicomedia, compendio de su vida y exaltación de los mundos
pasional, intelectual y espiritual. Estos actores son, además del padre Elías, Fabricio
Sacristán, el padre Restrepón, el arzobispo Marco Tulio, el médico don Pío, Palillo Elías,
Jovino, el rico don Bedús, el abogado Sinsonte, el juez Lagartija, el chofer Julio Buche, el
escultor don Florín y, desde luego, Martina la velera, la de las «manos salutíferas», cuyo
padre Ildefonso es velero: «… tiene en la casita su fábrica de velas a mano; mil quinientas
diariamente…».
De ahí el nombre dado a su última obra: La tragicomedia del padre Elías y Martina la
velera.
***
Martina tiene cara larga, nariz larga, dientes largos y feos; manos, ¡oh, las
manos…! Tiene cicatrices de vacunas y heridas en los hombros… […] Le pregunté
a Martina si le gustaba pintar, y me mostraron las acuarelas infantiles que hizo…
¡Intuí, pues, el destino revelado por sus manos moribundas ya…! Pero todavía
díjeles que hablaría en la Escuela de Bellas Artes de Cañafístol para que pudiera
estudiar. ¡Qué beatitud (pensé al decirlo) que la Inteligencia guiara así LA NOVELA
5
mía!
Sí, ¡qué familia «buena»! Con dos compañeros de la junta asesora de la Casa Museo
Otraparte dialogamos con Martina —Magdalena Restrepo Arango—, su madre y tres
hermanas, evocando aquellos años de finales de la década del cincuenta y principios del
sesenta, cuando el maestro solía visitarlas con frecuencia y al tiempo que degustaba un café
5
La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera, op. cit., t. I, pp. 39-40.
184
tinto —«porque no aceptaba sino tinto»— conversaba con ellas sobre temas triviales. Y en
ocasiones hacía referencia a la pintura, la afición de Martina, quien nos enseñó algunos de
sus cuadros, exhibidos en los muros de la sala.
Quizá el nombre de Martina se le haya dado por el autor, pensando en su tía Martina
Ochoa. Pero está fuera de duda que doña Magdalena es «Martina la velera».
Esta mujer sencilla, obrera de una fábrica industrial, tan sólo en fecha reciente ha sido
convencida de su papel de inspiradora de la Tragicomedia, realidad que aceptó
difícilmente. Por eso nos dijo:
—Nunca me imaginé que don Fernando, que aquí en la casa hablaba con mis padres, con
mis hermanas y conmigo, mientras veía hacer las velas, y que nos traía frutas de regalo,
fuera un hombre tan importante y menos aún que se interesara de tal manera por mi
persona…
185
17. EXISTENCIA Y SER
Al contemplar en compañía de don Benjamín el majestuoso cráter del nevado del Ruiz
—a cinco mil metros sobre sus conciudadanos y sin que nada limite su horizonte— hace
una evocación de Afrodita, diosa griega del amor, en procura de ayuda para exponer su
metafísica, que por ende no puede ser sino metafísica del amor. Respecto de ella escribe,
entonces, en Viaje a pie (1929), lo siguiente:
¡Cuán bella es la vida para el metafísico! Es él quien percibe lo que hay debajo
de los fenómenos; el que adivina el hilo madre que sirve de eje para la tela efímera
del devenir. ¡Y generalmente se percibe a sí mismo como esencia! Imaginaos una
muchacha variada y ricamente vestida. Pues el metafísico es el único para quien ella
1
Viaje a pie, op. cit., pp. 122-123.
186
se desnuda. Los demás, el físico, el matemático, etc., están ocupados en examinar
2
sus vestidos. ¡Nosotros somos los verdaderos amantes de esta muchacha!
(En este libro de juventud es sorprendente detectar cómo sus anhelos de enamorado se
inclinan por el silencio y la belleza, sobre todo la belleza desarmónica, que es belleza
metafísica; y por la posesión de la absoluta libertad, sólo posible con la muerte, «porque
entonces se liberta uno de sí mismo»)3.
Cuatro años después del Viaje a pie, Fernando González observa, desde Italia, un
horizonte nuevo: el de la milenaria Europa. Confiesa que en Génova, donde trabaja como
cónsul, acostumbra salir a la ventana de su apartamento, mirar al cielo y llamar a Dios.
Quiere tener relaciones divinas. Cuando entra a los templos, permanece parado durante
horas contra una columna. ¡Cuán bella y conmovedora esta actitud! Es la época en que
busca a Dios, «como mi mamá buscaba las agujas, en Envigado…».
Al mismo tiempo considera que su etapa de escritor debiera terminar, ceder el paso…
Pero no acierta a saber el cómo darla por terminada, ni de qué modo proceder a
reemplazarla. ¿Acaso estará deseando ser un filósofo puro, un teólogo contemplativo? ¿O
habrá comprendido, al recordar a Jesús, Sócrates, Gandhi, que escribir es una forma
humana de limitarse?
En todo caso afirma: «Por mi parte, pasó mi período de escritor y tengo ansias de volar,
de darme, pero no encuentro a qué darme4.
2
Ibidem, op. cit., p. 123.
3
Pensamientos de un viejo, op. cit., pp. 76 y 134.
4
El Hermafrodita dormido, op. cit., p. 44 (cursivas del texto).
187
Ese principio constituye el punto de apoyo de su concepción metafísica. Y aunque
nacido en 1932 a orillas del mar Mediterráneo —en la época efervescente vivida en
Génova— tiene atisbos sorprendentes en Pensamientos de un viejo, dieciséis años atrás. En
este libro de juventud, en efecto, al meditar acerca del misterio de la muerte, se califica de
escéptico, mas advirtiendo que jamás podrá haber un escéptico verdadero, porque el
escepticismo está en el silencio absoluto. «Mientras lleves en ti la vida, estarás repleto de
afirmaciones y negaciones». No obstante, llegará un día en que el pensador experimentará
odio hacia sí mismo, lo exasperará el bullicio de su alma, el tormento de la razón, y querrá
suprimir el pensamiento…
Con esto quiero decir que sólo el que es capaz de dominar el pensamiento, es
individuo. Se refiere a mi teoría de que el olvido es una facultad que se adquiere en
5
los grados altos de civilización .
Sin embargo, en la misma obra sostiene que el fin de la vida es luchar para hacerse
consciente. Y que a medida que va elevando su conciencia y adquiriendo mayor
conocimiento de sí mismo, el hombre se acerca a la totalidad del Ser.
Por este camino resulta imposible eludir el supremo interrogante. Para obtener una
respuesta a la pregunta «¿quién es Dios?», acude primero a su amigo Lucas Ochoa —su
alter ego de aquella época—, quien le contesta: «Es la esencia, lo que no es hecho. Dios no
es formal»6.
… tan sencillo, tan simple, que cuando lleguemos a Él, diremos: ¡Vean, pues, lo
que era Dios! ¡Es tan inocente como un niño! Pero si Dios es como los niños, que
7
son bellos aunque no se bañen .
5
Ibidem, op. cit., p. 44.
6
Ibidem, p. 8 (cursiva del texto).
7
Mi Compadre, op. cit., p. 11.
188
Acerca del tema hay también notables intuiciones en El remordimiento (1935) y El
maestro de escuela (1941).
Al exponer en aquel último libro su «Teoría del conocimiento», distingue entre conocer
(familiarizarse con lo fenoménico llamado universo, hasta asimilarlo al «yo»), conciencia
(es objetivar lo que conocemos) y razonamiento (expresión de lo conocido por medio de
palabras escritas o habladas), tras lo cual sostiene que el culminar del conocimiento es el
sentimiento de un solo ser (Dios). Unión divina; ascenso a Dios. Ahí desaparecen los
sentimientos de bien, mal, pecado, dolor y placer, todos los entes morales, entes de la
imaginación.
Pero es indudablemente en sus dos últimas obras, las posteriores al consulado en Bilbao
y escritas en «Progredere» u Otraparte, en las cuales profundiza y amplía sus ideas respecto
del ser y el existente. En ellas emplea distintos nombres para referirse a Dios: es el Ideal, el
Ojo Simple, el Ser único, la Intimidad, el Inefable o Padre que sólo existe en los entes, en
presencia-ausencia. Por tanto no necesita del pensamiento. No piensa, luego ES.
Por supuesto que la facultad de pensar no es inútil, pues sirve al hombre para desear otra
realidad, superior a la que vive. A ella llegará, tras largo y dificultoso camino, en la medida
en que sea capaz de hacer innecesaria aquella facultad pensante. Sólo entonces adquirirá la
plenitud de la conciencia cósmica.
189
un horrible crimen. Atormentado por el remordimiento, es un ser moral. Da la impresión de
que no se siente bien en la tierra, de que no es poseedor de ella sino habitante pasajero,
impulsado a ceder su puesto.
Por tanto, «a cada progreso se nos hace más odioso el hombre que fuimos, el animal que
vamos matando en nosotros»11.
En el desarrollo de este proceso moral, Fernando González no menosprecia sino que, por
el contrario, exalta la función de la mujer como forma de belleza y deleite espiritual. Sin
duda que ella es fuente de tormento pero nos sirve para hacer sacrificios al espíritu y
adquirir conocimiento de nuestra nada y posterior destino. Se torna camino hacia el Ser, nos
va acercando a Dios.
9
Ibidem, pp. 33-115.
10
Ibidem, p. 154.
11
Ibidem, p. 117.
12
La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera, op. cit., t. II, p. 27.
190
Como es vida santa condicionada por el estímulo sensual, dicha situación se nos
presenta en general con las pasiones. Por eso no hay que huir de ellas sino aprovecharlas.
Padecer entendiendo.
(Al percibir esa verdad en los últimos años de su vida, se autocalificó de Viajero en la
Presencia).
Creado de la nada y, por tanto, nada, el hombre encuentra el reino de Dios, asciende a la
categoría de la beatitud, cuando la Presencia o Intimidad vive en él. Habrá entonces
cumplido con el precepto dado por Jesucristo a Nicodemus de que es necesario nacer de
nuevo14.
13
Debido a lo imaginero del idioma español, a la Presencia la llama también Néant, palabra con la cual los
franceses entienden el no ser cosa, ninguna cosa, nada objetivo para la imaginación; lo que está en el todo y
en cada parte, pero que no es la parte ni el todo (Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., p. 207).
Expresiones equivalentes son el Padre, la Intimidad, el Inefable. Pero…: «Son tartamudeos. La palabra no
sirve en esas regiones, y el usarla es impropio» (Ibidem, p. 65).
14
Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., p. 142.
191
La disyuntiva es a la vez terrible y llena de esperanza: «Somos posibilidad de nada o de
dioses»15.
***
De ambas decía que habían sido escritas por la Inteligencia y no por el yo.
En la primera de aquellas obras explicó la teoría de los viajes y las reglas para hacerse
viajero, guiado como Dante por un maestro (Lucas de Ochoa) y teniendo como ejemplo
vivo a Pablo de Tarso, a quien llama el patrono de los viajeros. La principal innovación, en
tratándose de reaccionar contra el lenguaje racionalista que toma los conceptos como
definitivos, convirtiéndolos en ídolos que producen la quietud (rémoras), consistió en el uso
15
Ibidem, p. 233.
16
RESTREPO GONZÁLEZ, Alberto. Testigos de mi pueblo. Editorial Argemiro Salazar y Cía. Ltda.,
Medellín, 1978, p. 23. Ver el ensayo «Fernando González, testigo de la madurez de la fe».
192
del gerundio, con el que intenta dar a los vocablos una sensación o proyección de «amago
de vuelo», impregnada de una especial connotación en que cada uno va siendo los viajes.
Convertido el padre Elías en cura del pueblito de Entremontes, vivió pasionalmente las
hermosas manos de Martina y todo el conflicto causado por las perturbaciones a su huerto
Progredere, instigado por la dureza del instinto de propiedad: «lo mío y lo tuyo». Pero
después de suspendido del curato por el arzobispo Marco Tulio (a causa de haber
escandalizado en una conferencia dirigida a jóvenes universitarios con la exposición
pasional de sus tentaciones, presencias psíquicas o daimones), el padre Elías, viviendo-
entendiendo-glorificando su sacerdocio campesino, trascendió las manos de Martina a
quien le regaló el huerto para que se casara con Jovino, el causante de aquellas
perturbaciones a la propiedad privada. Y así, poco a poco (agonizando, muriendo y
viviendo muerto), logró entender el «suicidio cristiano» y conocer la Inocencia
(comprensión de todo en uno), hasta habitar el singular y bello mundo de la Amencia.
17
Fue sólo en sus últimos años cuando Fernando González descubrió y admiró profundamente al pensador
alemán, a juzgar por las palabras de incrédulo que intercala en el Libro de los viajes o de las presencias: «En
el librito de Heidegger que me trajeron de Bogotá acerca del ser y de la nada, veo que es conceptual y muy
pretencioso (filosofía de “maestro consagrado”). Pero apenas lo he hojeado. […] Lo de Heidegger es una
carta para un libro editado en homenaje a otro “maestro” que cumplió 60 años. Me suena mal eso» (Ibidem, p.
212).
193
Fue por ese camino —el menos paradójico de todos los suyos— como consiguió lo que
anhelaba: descubrir y conquistar su propio mundo. Poseerse, vivir la paz de su intimidad.
Es decir, ser brujo. Más aún: brujo o mago reconciliado, para quien todos los reinos son
sagrados.
Para entonces, casi tres décadas después de haber enunciado aquel extraño «no pienso,
luego soy», sobre el que edificara toda una metafísica no conceptual, escribió su mejor
autobiografía:
Ciertamente es un pensamiento que trasciende la tarea del novelista, del ensayista o del
letrado, y que tiene la virtud de expresar dialécticamente, en forma de viajes, el lenguaje
conceptual de la filosofía perenne. Por eso el SER es la Presencia; la Presencia como
esencia, categoría de Dios, o sea del Inefable, del Ojo Simple; el hombre, un sucediéndose;
la glorificación del hombre por la Intimidad mediante el llevar su cruz, Jesucristo; el
Paraíso, participación de la Beatitud (lugar existente antes de nuestro nacimiento y en
donde se tenía directamente la Presencia); el infierno, la nada; y el poder del Espíritu Santo
en nosotros, la Inteligencia.
De allí deduce una profunda y sencilla verdad: que es cristiano todo el que ame a la
Intimidad y la busque y vaya realizándola en cada instante de su vivir; y que cuando se
supere el dualismo entre cristianos y católicos, todos seremos COMUNISTAS (uno en todos y
todos en uno).
***
¿Pero cómo entiende el Paraíso? Nos lo revela en el Libro de los viajes… Conviene leer
con ritmo lento y suave:
El Paraíso no fue en esta tierra y bajo estos cielos, en estas categorías espacio-
temporales. En todo caso, había la presencia de La Intimidad en los cuerpos de
18
Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., p. 99.
194
Adán y Eva, o sea, eran cuerpos glorificados… Sus almas eran la idea de sus
cuerpos glorificados en La Intimidad: veían a Dios. No había el mismo sucederse,
tiempo y espacio, que hay aquí. No había muerte. Otras coordenadas, otro mundo.
Y lo mismo eran los elementos, minerales, plantas y animales: «Toda la creación
espera angustiada la segunda venida del Hijo de Dios» (Pablo de Tarso). En nada
había dolor, placer, bien y mal, sino participación de la beatitud, que es
19
aquiescencia y contentamiento en La Intimidad .
De Spinoza dice que no obstante haber subido al Inefable, se quedó en el vacío a causa
de que no fue, no pudo hacerse la Perturbación Original. Murió prematuramente,
desgastado en el esfuerzo de hallarle explicación «lógica», «racional» a lo que él llamaba
NATURA NATURANTA, o sea, a los mundos estético y mental (Natura Naturans
manifestada).
De Kant afirma que fue la culminación del mundo mental, y concluyó con esta
tautología, que en su tiempo fue genial deposición del orgullo satánico: el mundo mental es
humano; la Mente es racional y no conoce sino la Mente; no están a su alcance o en su
jurisdicción EL SER, LA LIBERTAD ni LA ETERNIDAD. Para el filósofo alemán, nada sabemos
mentalmente del Ser, ni podemos saberlo, porque el espacio y el tiempo son categorías de
la mente humana. De tal manera que la metafísica no se halla al alcance del hombre, pero
«del actual hombre, de este sucediéndose racional que somos», explica el pensador
colombiano. (Si la mente endiosa esas limitaciones nacidas del aparecer a los sentidos, los
«conceptos» y estos le sirven tan sólo para construir juicios y razonamientos, los convierte
en obstáculo para la realización del proceso dialéctico de conocimiento vivo. Según F. G.,
los «conceptos» son material para el camino y la mente no es un ente, sino el procedimiento
reconciliador de los mundos de cada existiéndose).
19
Ibidem, pp. 258-259).
195
De Fichte, continuador de Kant: «Creyó encontrar explicación en el salto del Ser al
Aparecer y concluyó con la soberbia ignorancia hindú de YO igual a Ser; Yo soy Él.
Cuando, precisamente, el yo es la ausencia de La Presencia, ausencia en presencia. Pero
Fichte olió el entendiendo, el Mediador en nosotros. Estuvo cerca: podría decírsele, como
en el juego del escondite de los niños: “¡Por ahí humea!”».
Con cuánta deleitación disfrutaba, por lo demás, del lema nietzscheano: «¡Cava hondo,
cava hondo! Deja que los oscurantistas digan que debajo está el infierno».
Ahora, al retornar tras largo silencio a su vida de escritor —que por ningún motivo
quiere que sea tarea de publicista—, se sitúa de nuevo en esa línea de pensamiento que
alguna vez llamara «la ciencia nueva del espíritu», a la que pertenecen no solamente Kant,
Fichte, Spinoza y Nietzsche sino también Schopenhauer, Freud, Einstein y Bergson, de
todos los cuales llegó a decir que eran «hijos de Buda», porque es al hindú a quien debemos
los conocimientos del subconsciente y del superconsciente y la afirmación de que al
Espíritu se llega por todos los caminos…22
La vida del hombre y su destino, según Fernando González, serían inexplicables sin el
Paraíso y la perturbación en el Paraíso: de allí proceden el árbol del bien y del mal (los dos
ojos), el espacio-tiempo, el yo y los otros, el manejo del concepto de culpa (la posición
20
Las cartas de Ripol, op. cit., pp. 70-71.
21
La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera, op. cit., t. II, pp. 39-40.
22
Los negroides, op. cit., pp. 88-89.
196
orgullosa y facilista que consiste en buscar siempre un culpable, distinto de uno mismo), y
el razonar… Arrojado del paraíso a un mundo de vanidades, el ser humano debe emprender
un largo camino de retorno. El proceso de liberación exige digerir el mundo pasional con la
ayuda de La Inteligencia o Espíritu Santo y sustituir el mundo mental, creador de
ideologías, por el mundo del entendiendo en el cual el viajero y el viaje son uno mismo, de
manera que en ese itinerario dialéctico, originado en el contraste entre Ser y nada, el
hombre se convierta en un padeciendo-entendiendo-siendo.
Y como para explicar esos temas trascendentales es preciso utilizar un lenguaje diferente
del tradicional, el empleado tanto en el Libro de los viajes como en La Tragicomedia gira
esencialmente en torno del gerundio, forma verbal en la que se apoya para tratar de
comunicar la dialéctica pasional-mental y el destino espiritual del hombre. Su uso «ya es de
por sí expresión de amago de vuelo fuera de lo conceptual imaginativo…».
Por obra del hombre que ha entendido que el último criterio de verdad es Cristo y que
luego de áspero proceso ha logrado unificarse con Él, la metafísica —la esquiva, abstracta y
lejana señora que había querido mantenerse más allá de la realidad humana— habrá podido
cumplir su misión.
Para lograr tal propósito y dar una nueva dimensión a los atisbos que como pequeñas
colinas emergen de sus libros anteriores, ha sido necesario construir una antiteoría, a la vez
ontológica y existencial y mística, en la cual el «yo» es glorificado por el entendiendo.
23
Del mismo modo que Dios es trino: Intimidad (Néant o Padre), Nada (Manifestación o Hijo) y Espíritu
Santo (Conciencia de la Intimidad en la nada o creación), el hombre es un sucediéndose trismegisto:
Extensión (cuerpo), Intimidad (pensamiento) y Espíritu (Conciencia de la Intimidad). Libro de los viajes o de
las presencias, op. cit., 316-318.
197
Mediante esa forma de conocimiento el autor comunica sus mundos en forma viva y
dialéctica. Reconoce, empero, que la palabra es un instrumento inadecuado para expresar
ese ir desnudándose, digiriendo su propia nada hasta alcanzar el reino de la Intimidad o
presencia infinita; la palabra es adorno engañoso que sirve más bien para esconderse, como
medio de defensa… Por eso con sinceridad metafísica y elación poética, expresa a modo de
conclusión: «El temblor de las espigas en la brisa matinal es lo único apropiado».
Ciertamente en esa frase resurge el yo, su enemigo —nuestro enemigo— de todas las
horas. Y ello ocurre a pesar de que una de las oraciones favoritas de Fernando González es
aquella que concibe de este modo: «Señor, ¡líbrame de mi yo! Líbrame de esta carga, pero
que se haga tu voluntad y no la mía, o sea, líbrame de mi yo» (libreta n.º 10).
Por eso, para dar término a este capítulo, es preferible no apartarnos de la idea medular
de su concepción metafísica, en la cual Dios es El Ser y los seres humanos «los
sucediéndonos». De donde el nacimiento y la muerte no son sino sucediéndonos en El Ser.
O en otros vocablos: «Realmente no hay muerte ni vida sino viaje en el Ser, historia
infinita…». E historia que no es temporal, pues este concepto es tan sólo una de las
categorías del ente.
24
En carta al padre Antonio Restrepo Pérez, 28 de mayo de 1963.
198
18. OTRAPARTE
Otraparte es el nombre que Fernando González dio en 1959 —el año de publicación del
Libro de los viajes o de las presencias— a La Huerta del Alemán.
Con tal motivo hizo colocar en el pórtico una verja de hierro, cuya elaboración encargó a
su sobrino Javier Restrepo González (el don Florín de La Tragicomedia). La inscripción
que la misma lleva en su parte superior, en hermosas letras de bronce, confiere al cambio de
nombre de la Huerta un profundo significado, aparentemente enigmático, pero que se
refiere a sí mismo, a su convicción acerca de los peligros del yo: CAVE CANEM SEU DOMUS
DOMINUM, que quiere decir: «Cuidado con el perro, o sea, con el dueño de la casa».
Por el simbolismo que entraña, Otraparte fue considerado en su época por los
conciudadanos del maestro como una denominación novedosa y tenida como signo de
rebeldía. Efectivamente representa, ante todo, la evocación del vivir a la enemiga («¿Por
qué afirmo que vivo a la enemiga? Porque he luchado contra todo lo existente»). Denota,
por tanto, una actitud de independencia, de distanciamiento social y de búsqueda de sí
mismo; e incluso, en lenguaje metafísico, el escenario escogido para continuar la
realización existencial de ese «irse yendo», que por lo demás define de modo tan preciso la
vida del hombre.
Los terrenos correspondientes los adquirió Fernando González en 1937, tres años
después de su regreso del primer viaje por Europa. Resulta curioso señalar que fueron
también de propiedad de Lucas de Ochoa, su tatarabuelo materno, quien los compró en
1798 a Francisco de Isaza y Atuesta.
En una pequeña casa de tejas de zinc y paredes de bahareque que tenía junto a su huerta,
vivió allí durante varios años de las décadas del veinte y el treinta un alemán llamado
Walterio Niederheiser, al parecer refugiado de la Primera Guerra Mundial. Un día en que se
199
movilizaba en un bus de escalera entre Envigado y Medellín, murió en accidente de tránsito
con su cargamento de hortalizas.
En Villa Bucarest le fue creciendo el instinto de «tener finca raíz», aunque advertía que
no le gustaban sino las que no venden, o las de precio imposible. Y en torno de este deseo,
filosofaba: «El placer lo causa la resistencia, la serie de resistencias que oponen los objetos
a nuestra conquista, hasta llegar al sí».
Cuando concluyeron los trabajos y la habitó con su familia, transcurrían los meses
finales de 1940.
Haciendo reminiscencia de su anterior dueño, la casa finca, una vez terminada, recibió el
nombre de La Huerta del Alemán.
200
semeja una alfombra adornada por un pozo circular construido de cemento y piedra;
Obregón hizo los planos y Mejía Arango dirigió la obra.
De estilo predominantemente colonial, tiene un segundo piso que consta de una alcoba y
su correspondiente balcón, aspecto que resalta su belleza y le confiere un atractivo especial.
Es entonces cuando decide escribir su libro más hondo, dramático y doliente: El maestro
de escuela.
Expone allí las razones que lo obligan a retirarse de la literatura. Una es la imposibilidad
de seguir nutriéndose de métodos introspectivos, y la otra, la desazón producida en su
espíritu por las reacciones de un medio hostil que considera idiotas e inadaptados sociales a
quienes proceden a enfrentársele.
Con todo, la labor de decoración de la casa no se detiene. A ella procede con exquisito
gusto: coloca a la entrada una fuente que adornó la plaza principal del vecino municipio de
Caldas; de Cali hace traer los vitrales, obra del artista Leandro Velasco; de la capilla de
Envigado, las lámparas; y consigue las rejas forjadas a mano que pertenecieron a la Casa de
la Moneda. Un capitel, tallado en piedra caliza, sobresale ostentando la figura mitológica de
un sátiro; es escultura importada de Centroamérica, obsequio de su hermano Jorge. Y en el
corredor, una banca que perteneció a la iglesia de Cartago, servirá para el diálogo amistoso,
la lectura y el solaz del pensamiento.
201
Ello explica por qué Thornton Wilder, poco después de visitarla, expresó este elocuente
concepto, que sirve para definirla en la amplia perspectiva de su entorno: «La casa nueva de
Fernando González en Envigado encierra más gusto que todo Chapinero».
Resultó sensata la decisión de quedarse en Envigado. Amaba esta tierra, así tuviese en
Colombia enemigos que lo trataban con acerbia. Ciertamente había que preferir a los
amigos entrañables, los paisajes paradisíacos, la invitación a pensar y el placer de mirar
esas muchachas «que se salen por la piel».
Este gusto suyo por la homeopatía, función vital con la cual vinculaba filosofía y
medicina en la brega por mostrar los males e incitar reacciones, inspiró una interesante tesis
de grado elaborada para optar al título correspondiente en la Facultad de Filosofía del
Colegio Mayor del Rosario. Titulada La filosofía homeopática de Fernando González3,
adopta como tema conductor una anécdota del Viaje a pie en donde se narra que un yanqui,
agente viajero, decía a peones arrieros que el clero colombiano era una peste y que el país
estaba en la barbarie; es cuando Fernando González, que presenciaba la escena, golpea al
mister en la cabeza y le replica airado: «Sólo nosotros, los colombianos, podemos hablar
mal de Colombia, y sólo nosotros, los católicos, podemos renegar de los curas».
El autor sostiene que en dicha verdad asoma el sentido primordial del pensamiento
filosófico de Fernando González, en el que hay coincidencia con la ley homeopática que se
expresa así: sólo lo semejante cura lo semejante. Es una filosofía que crece en medio de un
malestar generalizado y el tratamiento que a éste le otorga evoca una terapéutica
homeopática. En tal sentido, por ejemplo, si Suramérica padece de una grave enfermedad,
2
A la alabanza de la homeopatía dedica el capítulo IX del Libro de los viajes o de las presencias (op. cit., pp.
45-48).
3
NÚÑEZ TRUJILLO, Germán José. Bogotá, 1983.
202
adquirida por la imitación de modelos provenientes del exterior, el remedio será una
medicina homeopática que le incite a vivir a semejanza de sí misma, buscando en su tierra,
en sus raíces, en la exaltación del orgullo propio, el modo de recuperar su estado de salud.
Así vivirá hasta 1953, cuando se le brinda una segunda oportunidad de viajar a Europa y
representar a Colombia en calidad de cónsul.
Guiado por esos sentimientos escribe el Libro de los viajes o de las presencias, y tres
años después La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera. En esta última obra,
inspirada por sefarditas cristianos, el huerto del padre Elías es denominado Progredere, para
4
Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., p. 9.
203
indicar los progresos del entendiendo, que es la Inteligencia en gerundio; pero el día del
entierro de quien fuera cura de Entremontes, el padre Restrepón hizo un apartado del
rincón del cementerio, prohibió que ahí se hicieran nuevos entierros, y en la puertecita
traída de Progredere inscribió la palabra Otraparte.
Exquisito anfitrión, recibía a sus visitantes con amabilidad y cariño, siempre sentado en
la banca iglesial del corredor, invitadora al solaz, a mirar hacia la calle y la montaña.
Gustaba del diálogo, de la conversación fluida, de la palabra aguda y cálida. Nada de
palabras «vulgares», pues las reemplazaba por la ironía y una sonrisa picaresca. Al respecto
llegó a decir con plena validez: «Cuando hablo nunca digo esas palabras. Cuando escribo sí
las necesito».
Fue también sincero, tenía que serlo, cuando dijo: «Yo amo a todo el que pasa las
aduanas de Otraparte…».
Entre los jóvenes que por entonces se acercaron al maestro estuvieron muchos de los
integrantes del grupo de los nadaístas. Principalmente el jefe de estos, Gonzalo Arango
Arias, a quien dedicó la «primera libreta regalada» de la cuarta parte del Libro de los viajes
o de las presencias6, elogiando en él ese infinito desamor a «los cascarones sin intimidad».
Gonzalo, por su parte, que de ese libro aprendió «la santidad de ser uno mismo en la verdad
de las presencias», empezó a llamarlo «mi querido maestro».
5
El padre Ripol se domicilió más tarde en España. El 29 de octubre de 1987 visitó de nuevo a Otraparte,
convertida ya en Casa Museo, y en el libro de visitantes escribió: «A mi mago, que transformó mi alma por el
amor en la Presencia». (Murió en su Cataluña natal el 20 de diciembre de 2002).
6
Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., pp. 205-218.
204
Inicialmente creyó en los nadaístas, en quienes veía a una juventud rebelde, con ansias
de cambio y en proceso de liberación. «Aparecieron las náuseas por ese mundo de la nada
en que vivimos», llegó a decir, entusiasmado7.
Pero la disyuntiva era clara: «Suceso prometedor o desastroso». Había llegado la hora de
nacer o de ser nada. Sólo una actitud vital muy definida podía legitimar la rebeldía. Por eso
sus palabras tienen carácter de premonición: «Si reniegan del mundo, de su mundo, sin que
se despeguen de él, entendiendo, enloquecerán o serán mera vanidad»8.
Gonzalo Arango, fundador del movimiento nadaísta del que formaron parte jóvenes
poetas pletóricos de rebeldía contra la retórica de la literatura colombiana, dejó expresado
su pensamiento sobre Fernando González en los términos siguientes, cuando él mismo se
encontraba viajando por un camino introspectivo como el de su maestro:
Gonzalo Arango, que había fundado el nadaísmo en 1958, abandonó este movimiento en
1971, cinco años antes de su trágico fallecimiento en accidente de tránsito. Convencido de
que «el inventico cumplió su ciclo», cambió también radicalmente de motivaciones e
intereses. Su novia inglesa, «Angelita» (Angie-Marie Hickie), al romper un largo silencio
de 30 años, en octubre de 2006 explicaba en la revista Semana:
Renunció al alcohol, a sus tres paquetes diarios de cigarrillos Nacional sin filtro,
apartó de sí la vanidad, la soberbia, las mujeres, la libido, las aspiraciones al poder,
la mentira, y sobre todo: cambió la razón por el sentir. Dijo que si seguía leyendo
7
Revista Colombia Nueva, Medellín, junio de 1959, p. 24.
8
Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., p. 103.
9
Ibidem, p. 314.
205
se enloquecería; que no le cabía un libro más en su cabeza. Fue por eso que él
mismo decidió vender su biblioteca y sólo dejar unos diez libros de cabecera, entre
ellos la Biblia.
Así se llega al año de 1964. Una intensa vida interior guiaba sus actos; parecía haber
conseguido aquel estado de beatitud del padre Elías, su alter ego superador, encarnación de
un ideal al cual aspiró desde su juventud.
Cuando le sobrevino el infarto, la taza de café que tenía a su lado se derramó sobre la
hoja de papel en la cual estaba escribiendo sus más recientes deseos y haciendo al mismo
tiempo un examen acerca de su existencia:
Así, la última palabra que escribió fue precisamente esa: Dios. Al único SER sustantivo
lo había buscado con ansiedad desde joven y en los últimos años de vida consiguió hacerlo
habitante de su intimidad. Como enseña Buda, Dios no baja hasta los hombres, sino que
estos deben elevarse hacia lo divino.
206
Sabía que no iba a morir. Pero inexorablemente «algún día nos hacemos cadáveres». Y
como lo único vacío es ese cadáver, es necesario darle sepultura o convertirlo de una vez en
ceniza. El de Fernando González fue enterrado en el cementerio de Envigado, al día
siguiente, lunes, en las horas de la tarde; previamente, en la iglesia parroquial de Santa
Gertrudis —la misma donde había sido bautizado—, tuvo cumplimiento la ceremonia
religiosa.
Uno de los asistentes al entierro fue el escritor y poeta Gonzalo Arango. El inquieto jefe
del movimiento nadaísta, que había encabezado desde 1958 la rebelión contra toda la
literatura colombiana anterior a su época (posteriormente de ella no salvaría sino la obra de
Fernando González), andaba en busca del silencio, bregando por encontrarse a sí mismo y
realizar la belleza absoluta. Su vivencia la tradujo de este modo:
Y agregaba:
Él se había hecho digno de Dios, porque lo había buscado con pasión, con fe y
desesperación. Para mí era un espíritu inmortal, el más santo y el más humano de
los hombres que conocí. A él le debo lo mejor que hay en mí, espiritualmente. Su
11
presencia me elevaba hasta lo más profundo y puro de mí mismo .
(Narra también Gonzalo Arango que, al salir del cementerio, un estudiante curioso le
preguntó si Fernando González había sido nadaísta… «No —respondió—, es eternista»).
10
Cabe destacar que la Escuela Fernando González (escuela urbana integrada) fue declarada Monumento
Nacional por el Gobierno, según el decreto 1913 del 2 de noviembre de 1995, en consideración a su valor
histórico, urbanístico, ambiental, paisajístico y sobre todo arquitectónico, pues fue diseñada por el célebre
arquitecto belga Agustín Goovaerts.
11
Carta a Amparo Arango, su hermana misionera residente en el Vaupés, escrita una semana después de la
muerte de Fernando González y que permaneció inédita hasta su publicación en el periódico El Mundo, de
Medellín, el 11 de abril de 1990.
207
Otro testimonio pertenece al sacerdote español Andrés María Ripol, de la Orden de San
Benito, convertido en los últimos meses de la vida del maestro en su más próximo y
entrañable amigo. Domiciliado en Medellín desde marzo de 1953, había fundado un
monasterio en compañía de David Pujol y otros benedictinos, y anexo al mismo un colegio,
situado en los límites con Envigado y, por tanto, cercano a Otraparte, circunstancia que le
permitió conocer a Fernando González en los meses previos al viaje de éste a Europa.
Durante los años posteriores, el padre Ripol continuó dedicado con entusiasmo a la labor
evangélica y docente; pero llegó el día en el que un nuevo superior, enviado desde España,
empezó a crearle dificultades que resultaron insalvables. Soportaba esta angustiosa
situación, cuando en agosto de 1963 se encontró de nuevo con su viejo conocido, quien
apenas comenzaba a recuperarse de un espasmo cerebral y fue como si dos almas gemelas
vivieran el milagro del amor, sub specie æternitatis. Desde entonces sostuvieron una
intensa y nobilísima amistad, traducida además en un frecuente intercambio de cartas, todas
ellas plenas de misticismo.
Pues bien, el padre Ripol hacía 24 horas que se había despedido de su «Mago», como le
llamaba, y de Medellín, cansado como estaba de soportar el ejercicio despótico de la
autoridad por el prior de Santa María, el monasterio que fuera escenario de sus luchas y
anhelos durante cerca de once años; iba, pues, camino del destierro, en busca del «hueco
donde caer muerto», cuando encontrándose en Cali recibió la sorpresiva y dolorosa noticia.
Sin pérdida de tiempo preparó su retorno y al mediodía del lunes, de nuevo en Otraparte,
celebró la Santa Misa como preludio a los diversos actos religiosos. (Luego continuó su
viaje, su incierto viaje que lo llevaría por Centroamérica, por los Estados Unidos y
finalmente al seno de su amada Cataluña. Pero había de cumplirse su dolorosa profecía,
expresada en una de las cartas dirigidas a su amigo, después de que éste fracasara en el
intento de hacer entrar en razón al prior: «Temo que tendré que abandonar mi orden que
tanto amé, pues creo con fundamento que ni quieran aceptarme en Montserrat, mi casa-
madre»).
208
amados pero también insultados en su «representación no entendida»,
procesionaron igualmente. Semejaba aquello comunitario acto de fe a toda la vida y
enseñanzas de aquel «universal» de la Verdad, de la Vida, de la Valentía, de la
Pureza de Intención, de la Autenticidad. […] Y luego llevamos lo que no era él, lo
12
que de él eran reliquias no más, a donde llega el olvido .
(En las últimas cartas, que datan de fines de enero y principios de febrero de 1964,
Fernando González le manifiesta al padre Ripol sus sentimientos de tristeza y soledad por
la próxima, irremediable y definitiva despedida del amigo y compañero, mas no deja de
infundirle fe y esperanza, y expresarle su renovada solidaridad ante el drama humano que
vive, y así le dice: «El Señor lo está pescando a Ud., con toda su divina maestría… Y
cuando Ud. menos lo espere, se hallará en La Abadía del Abad, en donde no hay arrugas, ni
lejanías, ni opiniones… y estaremos todos hechos uno solo en Caridad…, incluso los
pájaros bobos o priores».
12
Las cartas de Ripol, Editorial El Labrador, Bogotá, 1989, pp. 218-219.
13
Edición del 16 de enero de 1973, p. 8-A.
14
Edición del 16 de enero de 1973, p. 7-A.
209
Creen los familiares —escribía algunos días después un periodista— que los culpables
son jóvenes que admiraron profundamente la personalidad del filósofo y profeta y aprecian
demasiado sus obras literarias15.
Gonzalo Arango atribuyó el «asalto metafísico» a un joven idealista que nos dio con su
aventura una macabra lección sobre nuestros valores.
Al margen de dicha investigación, el autor de este libro conoció de fuente fidedigna que
jóvenes estimulados por la euforia etílica —al parecer eran cuatro—, fueron quienes en la
noche del sábado 13 de enero de 1973 penetraron sigilosamente en el cementerio (burlando
la vigilancia del sepulturero, pues éste sólo advirtió lo ocurrido al amanecer del domingo),
y tras llegar a la tumba del maestro sustrajeron el cráneo guiados por el propósito de
conservarlo y evocar su grande y poderoso cerebro. También incluyeron dos largos huesos,
dizque en «homenaje al Viaje a pie».
210
Demostraba así que era discípulo fiel de su padre, quien en Don Mirócletes había
discurrido con cierta benevolencia, no exenta de ironía, acerca del destino de su cadáver:
Con todo, en el mes de febrero de 1984 pasó a ser propiedad del municipio de Envigado,
luego de una transacción en la cual intervinieron los herederos del maestro (en su calidad
de propietarios, en proindiviso, del predio denominado Otraparte), la sociedad Inversiones
y Proyectos Limitada y el Departamento de Valorización de Envigado. El inmueble fue
desenglobado en dos lotes, con el fin de que los herederos pudieran vender el lote número
dos (2) a Inversiones y Proyectos Limitada, y esta sociedad transferir a título de cesión a
favor del municipio de Envigado el derecho de dominio y la posesión efectiva del lote
número uno (1), donde se encuentra la casa con su zona de retiro, cuya superficie es de
1.260 metros cuadrados y está alindado así:
17
Don Mirócletes, op. cit., p. 223.
211
Inversiones y Proyectos Ltda.; y por el norte, en longitud aproximada de 43.65
18
metros, con el lote número 2 de propiedad de los señores González Restrepo .
(La entrada se hizo siempre por camino en dirección diagonal. Pero desde cuando la casa
dejó de ser habitada por la familia González Restrepo y el terreno adyacente quedó
reducido a su frente hacia la carretera, se ingresa en línea recta por un caminito de piedra
que divide en dos partes el jardín en cuyo centro se destaca una fuente de agua, mientras a
ambos lados los árboles purifican el aire y dan al entorno un ambiente de naturaleza).
18
La escritura es la número 245 del 18 de febrero de 1984, otorgada en la Notaría Segunda de Envigado, y
contiene una cláusula cuarta plagada de inexactitudes, que dice: «… la casa de habitación existente en el lote
fue declarada MONUMENTO NACIONAL (sic) por haber sido residencia del ilustre escritor y filósofo
maestro Fernando González Ochoa según la ordenanza No. 16 (sic) de 1979, del Concejo Municipal de
Envigado (sic)…». En la misma escritura la familia González Restrepo dejó constancia de que con la aludida
transacción «hace en realidad un aporte fundamental en beneficio de la comunidad y contribuye a perpetuar la
memoria del maestro Fernando González Ochoa».
212
celebrado con el Municipio de Envigado. Desde entonces viene siendo dirigida por el
antropólogo Gustavo A. Restrepo Villa, un apasionado cultor de la obra del maestro.
Por su parte, el periodista Ernesto Ochoa Moreno explicaba en el mismo diario que la
corporación: «No pretende ser un culto a un personaje que durante su existencia quemó
humildemente, y angustiadamente, su orgullo en aras de la intimidad. Lo que va a nacer en
Otraparte es la búsqueda de respuesta a la urgencia de un pueblo (Latinoamérica,
Colombia, Antioquia, Envigado) por mantener vivo el acicate hacia la superación de sus
propias miserias, hacia la efloración de sus inmensas posibilidades. Porque en Otraparte
debe estar encendida, en silenciosa iluminación, una llama que es la de todos, porque es del
213
pueblo, necesitado hoy más que nunca de luz en la oscuridad» (columna de opinión Bajo
las ceibas).
214
19. FILOSOFIA Y VIDA
Tarea, por supuesto, nada fácil. Máxime si se emprende en relación con un hombre que
pensó y escribió, entre la segunda y la séptima década del siglo XX, en un país sometido
todavía a moldes rígidos y formas retóricas de expresión; condicionantes que impiden el
pensar filosófico, o lo obstaculizan seriamente.
Sin dejar de ser profunda, posee una lógica admirable. Tiene amistad permanente con la
verdad, pero se niega a identificarse con ella, porque la reconoce retozona e inasible.
Aunque universal por su dimensión y la proyección de las ideas, respeta las ciencias
particulares, las artes, las reflexiones parciales, que rodean como satélites su campo de
influencia. Y por sobre todo es natural, alejada de artificios y de cuanto choque con el
torrente de la vida.
La filosofía socrática fue antes que nada un pensar introspectivo, escuchando voces
interiores, percibiendo daimones, y en la relación vivencial con el interlocutor, un constante
interrogarse acerca de hechos y cosas (mayéutica). Con el transcurso del tiempo y cada vez
215
en mayor grado, la filosofía discurrió como un pensamiento crítico, interpretativo, que se
plantea con asombro los grandes problemas del hombre y de la vida.
De ahí que reserve sus secretos a los espíritus escogidos, a los buscadores de tesoros.
Se comprende entonces que un sistema como el racionalista y abstracto, que suele huir
de la naturalidad, del mundo vivencial y de las ideas redondas y duras, no coincida con los
orígenes de la filosofía, ni constituya atributo esencial de la misma.
Los alemanes fueron los que vinieron a dañarlo todo —conceptúa Eduardo Lemaitre,
notable escritor e historiador— cuando crearon un lenguaje especial para expresar el
pensamiento filosófico, y cada cual tuvo el suyo propio, y encima de eso creyeron que no se
podía escribir sobre filosofía en menos de cuatro volúmenes. De esta manera esa disciplina
se convirtió como en una montaña que nadie se atreve a escalar…
«El materialismo que todo quiere acomodarlo a la razón —le decía Teresa de la Parra en
carta fechada en Villard, Suiza, el 26 de agosto de 1930— se parece al Concilio de Trento y
a sus padres jesuitas del Viaje a pie. Lo limitan, todo. Son antipoéticos».
Si se tratase de situarlo en una tendencia filosófica moderna, quizá podría decirse que
prefirió aquella que, libre de sistemas, trató de comprender y valorar la vida por sí misma,
intuitivamente, acudiendo a la capacidad de atisbar, sentir y emocionarse, de la cual en
Alemania fue representante eximio Friedrich Nietzsche (1844-1900) y a la que
pertenecieron el precursor Søren Kierkegaard (1813-1855), Tolstoi, Maeterlinck1, además
de Unamuno, Heidegger, Sartre…
Miguel de Unamuno postula que el sujeto y el supremo objeto a la vez de toda filosofía
es el hombre concreto, de carne y hueso, «quiéranlo o no ciertos sedicientes filósofos». De
1
DILTHEY, Wilhelm. Historia de la Filosofía. Fondo de Cultura Económica, primera reimpresión de la
segunda edición, 1997, p. 225.
216
donde quienes tienen ese sentimiento trágico de la vida, al que dedicó uno de sus más
hermosos libros, son los hombres cargados de sabiduría más bien que de ciencia;
sentimiento que hace residir en lo antitético de la razón y la fe, constituyendo el punto de
partida personal y afectivo de toda filosofía y de toda religión. Lo vital se vuelve
antirracional y lo meramente racional, antivital. De esos presupuestos hace derivar la
filosofía, así ella responda a la necesidad de formarnos una concepción unitaria y total del
mundo y de la vida, en un producto humano de cada filósofo. El hombre filosofa, pero no
con la razón solamente, «sino con la voluntad, con el sentimiento, con la carne y con los
huesos, con el alma toda y con todo el cuerpo»2.
El filósofo alemán Karl Jaspers (1883-1969) expresa sobre el filosofar las siguientes
ideas:
Desde los antiguos sofistas, y en especial en los dos últimos siglos, se consideró
como criterio de pertenencia el carácter de «ciencia», esto es, en la filosofía, la
forma lógica y la condición de sistema. Excluíase a los ensayistas, a los autores de
aforismos, a los poetas y a los escritores filosóficos. Tal criterio ha terminado por
volverse problemático.
Tras referirse a las dos opuestas alternativas que excluyen toda filosofía grande —el
cientificismo positivista y logístico y aquella pretendida escuela que disuelve la filosofía en
un decir hostil a la ciencia—, puntualiza:
Explica que la universalidad del filósofo puede manifestarse de modo diverso y que es
propio del gran filósofo ser instancia normativa. Y hace énfasis en que «a diferencia de la
autoridad asentada en el poder, el pensar filosófico quiere llevar al oyente a convencerse a
sí mismo, a pensar por su cuenta, para que la propia responsabilidad se identifique por la
comprensión y no se rebaje a imitación»3. Lineamiento este último que coincide con el
2
Del sentimiento trágico de la vida. Serpe, Madrid, 1983, pp. 26-27, 48, 51-52, 57, 59.
3
JASPERS, Karl. Los grandes filósofos - Los hombres decisivos: Sócrates, Buda, Confucio, Jesús. Editorial
Tecnos, Madrid, 1993, pp. 39-40.
217
expresado en páginas anteriores: «Es propio de la grandeza filosófica no querer discípulos,
sino hombres que sean ellos mismos. De modo, pues, que nuestra actitud reverente sólo ha
de acercarnos a ellos si nosotros mismos filosofamos»4.
4
Ibidem, pp. 20-21.
5
Ibidem, p. 47.
6
Introducción a la sabiduría de Oriente. Editorial Nueva Acrópolis, 1960, p. 10.
218
Quien ha sido uno de los exponentes más representativos del quehacer filosófico en
Colombia, Rafael Carrillo, ya en 1945 sostenía —y después de estudiar en Alemania
durante varios años, su criterio al respecto permaneció inalterado— que «es un error vulgar
eso de que el filósofo es el que tiene un sistema. Tanto más vulgar cuanto que la actualidad
filosófica es antisistemática. No tienen sistema propiamente dicho ni Husserl, ni Heidegger,
ni Hartmann, ni menos Scheler, ni menos Guillermo Dilthey. No sólo no son sistemáticos,
sino que son antisistemáticos por excelencia»7. Posición consecuente con su concepción de
la filosofía, «la ciencia de un indagar infinito, un permanente preguntar y un permanente
intento de responder»8. Cuarenta y dos años después, en 1987, volvía sobre el significado
de la filosofía como un amor a la sabiduría, cuyo fundamento es el saber, sin finalidad
específica. «En todas las grandes definiciones de la filosofía, a través de la historia —
afirmaba— , la palabra filosofía significa sencillamente un saber por el saber, un conocer
por conocer, un investigar por investigar». Y concluye de manera contundente: «La
filosofía es una ciencia inútil, pero de esa ciencia inútil se ha derivado toda la cultura
occidental y toda la técnica que hoy nos invade y todos los conocimientos que hoy tenemos
de las cosas y de la naturaleza»9.
Ese objetivo de «vivir mejor» implicó para González, en sus últimos años, un análisis
riguroso y en proceso dialéctico de sí mismo, de su intimidad, el que condujo a un viaje
«infinito y de infinita beatitud», expresión de vitalismo metafísico, en el cual encontró la
manifestación más honda y vital de la filosofía. Fue entonces cuando la definió como «un
viajar en Dios, partiendo de nuestro yo original, concienzándonos», de donde la necesidad
de entenderla como un camino que se recorre en tres largas y difíciles etapas que, no
obstante sus altibajos, permite ir ascendiendo a «mundos» superiores; así del mundo
pasional, pasando por el mental, se puede llegar al mundo espiritual o de la beatitud. Ese
camino, empero, no era completamente nuevo. Seguía el recorrido iniciado por
Pensamientos de un viejo y que tiene su máxima expresión en el Libro de los viajes o de las
7
Summa Filosófica - El filósofo Rafael Carrillo Lúquez. Compilación: Beethoven Arlantt Ariza, primera
edición, Valledupar, 2012, p. 394.
8
Ibidem, p. 370.
9
Ibidem, pp. 360-361.
219
presencias; sólo que ahora había sido pulimentado, expurgado y era estrictamente intimista.
Por eso puede decirse que, en general, es el camino de sus libros, explicado en estos tres
movimientos que se complementan y retroalimentan:
1.º No mentir (no aparentar ser otro; no pretender ser otro. O sea, matar toda
vanidad).
***
Guiado por su cónyuge, la verdad, la expresó íntegra en todos sus libros. Por eso esta
frase explica su comportamiento como pensador y escritor: «Soy un hombre, espíritu que
desde la carne y por medio de los sentidos atisba con fruición a la verdad desnuda».
Creyó apasionadamente, ante todo, en la ley que concibió con su manera de ser y de
pensar. La ley de que todo tiene que estar vivo en uno para que pueda ser vivo en la
manifestación. Es ley de la que dijo que debía grabarse y vivirse muy bien, «antes de que se
principie a filosofar, a legislar, a esculturar o pintar, a cantar o danzar», como lo sostuvo
con plena convicción al responder el interrogatorio que le formulara el sacerdote jesuita
Jaime Vélez Correa, interesado en incluir su nombre en la obra Proceso de la Filosofía en
Colombia (carta fechada en Envigado el 29 de noviembre de 1960). Fue así como adquirió
la capacidad de asombro, «el único origen de la filosofía», al decir de Platón.
Y con Goethe creyó que mientras la teoría es gris, el árbol de la vida es eternamente
verde.
En vez de los temas abstractos o de las divagaciones eruditas, prefirió siempre el estudio
de los problemas concretos. Primeramente los relacionados con su individualidad, hasta el
punto de que hubiera podido decir con San Agustín y repetido con Unamuno: «Me he
10
Carta a Jaime Vélez Correa, S. J., fechada el 29 de noviembre de 1960.
220
convertido en problema para mí mismo». Después abordó aspectos fundamentales de la
realidad colombiana y, posteriormente, penetró en la sociología y psicología del hombre
latinoamericano. En el orden indicado emprendió desde muy joven una anhelante búsqueda
de conocimiento. Quería que a cambio de todos los goces sensuales, se le diera sabiduría y
belleza, mediante la expansión de su conciencia. Es decir, concienciándose, proceso que
definió como un infinito aumentar su presente a expensas de pasado y futuro.
Tentado por la carne —y «tentación es la vida del hombre en la tierra» (Job)— nos
mostró con absoluta veracidad su mundo pasional (y luego el mental y espiritual), hasta
construir una teología moral todavía no suficientemente comprendida, pero verídica y nada
artificial ni engañosa. En todos sus libros —así haya dedicado uno en especial, El
remordimiento, al desarrollo del proceso moral que vive el hombre—, la exposición de su
intimidad cautiva al lector, porque ese arte que es «modo de comunicar la desnudez de la
vivencia» se refleja en cada uno de nosotros en la doble faz de grandeza y de miseria que
caracteriza los actos humanos.
Por ese camino intimista y de desprecio por la mentira, encontró su verdad. Él, que tanto
gustó del uso de los posesivos, pudo entonces expresarla con dureza y sinceridad, haciendo
que la palabra fuese trasunto de su vida y «sucedáneo del confesionario».
Caminante hacia lo Absoluto, su anhelo estuvo en la «búsqueda casta del goce» que se
opone a la «esclavitud del alma por los deseos», desde luego con las naturales vacilaciones
y caídas. En comunión con el padre Elías nos dio a conocer un estado superior del ser
humano: el de amencia, al cual llegó como culminación de un proceso en el cual incursionó
en la sociología, en la historia, en el ensayo, en la novela (o nivola unamuniana), teniendo
221
como punto de apoyo una psicología natural, intuitiva y penetrante. Como la vida y la
verdad misma, pues el tiempo y el espacio condicionan el devenir incesante, fue con
frecuencia paradojal y contradictorio. Pero mantuvo una línea de autenticidad (ser siempre
él mismo) y, despreciando las posiciones conceptuales y áridas, una actitud de desfachatez.
E incluso de desvergüenza:
Digo lo que pienso; digo que Dios está también en el excusado; digo las palabras
que viven en el interior de mis compatriotas y no pronuncian porque tienen
11
vergüenza. Soy ¡un desvergonzado!
Su lema padezco, pero medito sirve para comprender cuál fue la dimensión de su lucha
interior, tan solitaria y prolongada. Y de qué modo sacrificaba, en favor del entendiendo,
las posibilidades de caer en el facilismo, en la atracción del halago, o en la mentira. Por esta
sintió una particular repugnancia. Las palabras crudas y fuertes que utilizó fueron
precisamente para «insultar la mentira».
La traducción: «Cuidado con el perro, o sea, con el dueño de la casa», expresa una
advertencia del padre Elías a sí mismo: la necesidad de estar prevenido respecto a su propio
yo. Por eso decía: «Tengo que vigilar al perro que soy», y con ello nos indicaba a todos:
«¡Ten cuidado contigo mismo!».
Veinticinco años antes, hacia mediados de la década de los treinta, en el prólogo escrito
para el libro de un joven que se iniciaba en la filosofía, explicó con las siguientes palabras
el trabajo correspondiente a su profesión:
Entiendo por filósofo el que se rebuja en las cosas de la vida, las revuelve,
parece que vaya a tumbar el edificio del universo, y luego se para al pie de los
11
Cartas a Estanislao, op. cit., p. 195 (cursiva del texto).
12
La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera, op. cit., t. II, p. 102. La frase del texto es la que
corresponde a la inscripción colocada en 1959 a la entrada de Otraparte. En la página 150 del mismo tomo se
utiliza también el hipérbaton: «Cave canem seu dominum domus!».
222
árboles o en los rincones de la casa, como a escuchar, bregando por encontrar una
sinergia entre él, el universo mundo y lo desconocido que está por detrás o por
13
dentro .
Como consecuencia, el raciocinio ocupa un lugar secundario, reservado para los que «no
han flotado en la emoción divina». Reconoce, sin embargo, que lo racional también es
verdad, «si estuviese vivo».
De modo que «la peculiaridad del pensar no está en el contenido». Así lo enseña un
estudioso de la filosofía, el jesuita Jaime Vélez Correa, para quien los grandes temas de esta
disciplina han sido siempre los mismos: el pensar en sí, el ser en sí, el cosmos, el hombre y
su obrar y «la última causa de todo». Lo que hace la diferencia es la manera peculiar de
pensar por parte de sus cultores, de enfocar el pensamiento y exponerlo, de plantearse
problemas e intentar resolverlos y la aplicación de un método al devenir vital. En este
campo es precisamente donde Fernando González asumió una posición auténtica, sin
pretender ser otro o admitir ser «colonizado» por ninguna de las doctrinas provenientes del
extranjero, pues «el que es colonia por dentro, concibe la libertad como cambio de amo».
Desde ahí emprendió el conocimiento de sí mismo, y con fundamento en éste, o sea
«partiendo de su personita», analizó su entorno —que es, ante todo, su Antioquia natal y se
va extendiendo a lo colombiano y suramericano—. Por ese camino, eminentemente libre,
construyó su realización personal y fue ascendiendo en los niveles de conciencia hacia
estados mentales y espirituales superiores, teniendo como guía las dos disciplinas que
elaboró principalmente en Los negroides como mensajes de comportamiento: la pedagogía
de la cultura y la filosofía de la personalidad.
Aquella es activa y creadora, en crecimiento de dentro hacia afuera (nace del mundo
interior con el propósito de influir en el mundo exterior) y denota una posición de
evolución superior, mientras que esta última se manifiesta en la capacidad cada vez más
neta de autoexpresión.
***
Una constante de su tarea intelectual merece ser destacada: es la del pedagogo que
quiere transmitir un mensaje. Sus libros contienen una lección de sinceridad, de
autenticidad, de análisis original y de pensamiento crítico. Tuvo como destinatario
preferido a la juventud, e intuyó su realización como promesa, condicionada a la liberación
de prejuicios y el encontrarse a sí misma. Atormentado desde niño por el sentimiento de la
13
Cartas a Estanislao, op. cit., p. 139.
223
vejez y la idea de la muerte, anheló después con vehemencia la juventud, «bella aunque no
se bañe», y la valoró en cuanto posibilidad.
¿Qué hacer, empero, con los jóvenes envejecidos que tienen el vicio solitario de opinar y
opinar? Hacerles ver que lo importante no es opinar sino convencer, que deben ser
guerreros y seguir cada uno su camino, sin dejarse absorber por el rebaño, por el anonimato
que surge de la «masa» y despersonaliza. Para ellos es esta doctrina que, nacida en las
quebradas de Sonsón, tiene el perfil de una actitud plena ante la vida:
Somos contenidos para ser potentes; castos, para poder amar; sobrios para poder
comer y beber; reposados, para poder caminar; tranquilos para poder matar con un
14
amago de acto .
«A mis jóvenes les ofrezco la cultura —escribió con convicción—. Los haré dueños de
los métodos, de sí mismos. Sus personalidades serán sus instrumentos. Los honores les
vendrán de dentro para afuera».
Y también para esos jóvenes es este mensaje de dureza y claridad, escrito con
mayúsculas para darle énfasis:
«Dadme diez años —es el grito que en 1936 lanza desde la revista Antioquia— y veré el
fruto de mi obra: una juventud honrada».
Así como creyó en la juventud-promesa, amó con convicción a la Colombia del futuro.
Al país que surgiría una vez se despojara de vanidad, trascendiera su complejo imitador e
hiciera posible, mediante la mezcla científica de las razas, el nacimiento del hombre echado
para adelante, producto superior de una nueva Suramérica: el Gran Mulato. Entretanto
declaró la guerra al complejo de ilegitimidad y al legado histórico de un personaje a quien
llamó falso héroe nacional: Santander, porque le pareció leguleyo, hipócrita, jugador, hábil
para tomar prestado dinero (más ambicioso de dinero que de gloria), hombre de discursos,
sombra de sotanas.
Como facetas múltiples tuvo su personalidad, fue de variada la temática de sus libros.
Estos son reflejo de aquélla (del envigadeño «airado, lleno de amor y remordimientos») y
14
Ibidem, p. 155.
15
Ibidem, pp. 49-50.
224
por lo mismo verdaderamente intuitivos. Además escritos en una prosa que resulta
subyugante por la ágil y profunda expresión de las ideas, retocadas a menudo de un
agradable sentido del humor, de ese humorismo superior propio de los grandes escritores,
que Pío Baroja definiera como arte de contrastes en donde se expresa, con gusto agridulce,
«lo cómico serio, lo trivial trascendental, la risa triste filosófica y cósmica»16.
Tenía que ser un espíritu así, multiforme y contradictorio, el que expresara en una
conversación sostenida en 1959 con el novicio Ángel Ríos este deseo, a la vez realista y
diabólico, pero antes que nada pleno de vitalidad:
Uno no se muere sino cuando ya no tiene ganas. Las… ganas que tengo de
cometer los pecados y delitos que me faltan, son las que no me dejan morir.
Y agregaba:
Al cielo no puede entrar sino el inocente… Allá no llegan ni los vanidosos ni los
18
bobos .
La inocencia. ¡Cómo amaba, en medio de todo, la inocencia! Quiere decir «no saber»; es
el estado de quien no conoce la «ciencia» del bien y del mal. Una de sus formas de
representación en la época antigua fueron los falos pompeyanos. Pues este ciudadano del
mundo de Pompeya quería verlo todo, saborearlo todo, tocarlo todo, decirlo todo, convivir
con todo, pero con mesura e inocencia.
Nutriéndose del gran libro de la vida, trabajó para ser amigo de la sabiduría y del reino
insuperable del amor (Ciencia Amorosa), guiado por su método emocional. Ello le permitió
construir un sistema con coherencia lógica (que no ideológica, pues sus ideas son un oleaje
desbordante); y nada racionalista y abstracto, desde luego, sino vital.
16
Jaime Mejía Duque, aunque crítico despiadado de la obra de González, se atreve a afirmar que es «el primer
humorista antioqueño desde 1920». Otorgándole en este sentido una importancia desmedida, con la cual
tiende a opacar las cualidades del pensador, agrega: «En su humorismo no cede ante los caldenses Arango
Villegas y Luis Donoso…». (Literatura y realidad, op. cit., p. 62).
17
Libro de los viajes o de las presencias, op. cit., p. 275.
18
Viajes de un novicio con Lucas de Ochoa, op. cit., pp. 94 y 148.
225
Cuando se encontró con una realidad social donde predominaban la vergüenza y el
sentimiento de pecado, los intereses creados y los complejos…, intentó cambiarla con la
energía de un hombre joven, intuitivo y a veces visionario. Esta misión la cumple con
admirable decisión y coraje hasta la muerte del maestro de escuela en 1941. La etapa
siguiente es la de un silencio enriquecedor, sobre el cual construye la fase final, la del
hombre creyente y enamorado de Dios, para quien la metafísica preside y explica el
proceso vital que conduce de la nada a la Intimidad.
Por supuesto que careció del rigor conceptual y metodológico de los pensadores de
academia y de los discípulos sobresalientes de la filosofía tradicional. Por eso, en un
principio, se consideró un filósofo «aficionado»; llamose más tarde filósofo de la
personalidad; y, por último, filósofo desnudo (gimnosofista).
Así hubiese él mismo clasificado su trabajo intelectual, contra este insular exponente de
la todavía embrionaria filosofía colombiana, seguirá esgrimiéndose una estereotipada
objeción, formulada en estos o parecidos términos: «No fue un filósofo, porque no creó un
sistema y menos una doctrina»19.
Críticos severos han dicho también, desde sus particulares puntos de apreciación, que
carece de un pensamiento sólido, de un hilo lógico en sus meditaciones, de una seriedad
intelectual auténtica para confrontar sus problemas fuera de ser grotesco su humorismo y
un mito su originalidad20, y, en otro sentido, que en una fácil y elemental filosofía de la
vida, creía encontrar el secreto de la existencia y la clave para la formulación de conceptos
anarquizados y anarquizantes, razón por la cual se quedó en el término medio de las
preocupaciones intelectuales y sus libros no traspasaron las fronteras regionales de su
medio nativo21.
226
reaccionario, aunque a primera vista sus ideas seducen porque parecen críticas en
comparación —agrega— con la satisfecha medianía de nuestros figurones literarios. Esta es
su conclusión: «Al autor de Viaje a pie (su mejor libro) hay que estudiarlo como un
momento histórico, lo mismo que a los costumbristas». Y previene: «Pretender recomendar
sus perspectivas y métodos, no es sino comulgar a sabiendas con el anacronismo».
Con más severidad aún, el profesor Rafael Gutiérrez Girardot critica el escogimiento que
hace Fernando González para practicar su método propio, el emocional o emotivo, y
diferenciarse de Emil Ludwig y Stefan Zweig, a quienes de paso llama «autores triviales»,
pues se trata —según él— de escritores que no son historiadores. Agrega que en realidad
los métodos de aquéllos, el narrativo y el filosófico, son uno solo. González, además,
prescinde de tener en cuenta otros métodos, de autores magistrales como J. G. Droysen, por
sólo citar un ejemplo, y concluye diciendo que el método adoptado por el colombiano no es
otra cosa que una manera desafiante de subrayar un aspecto propio de toda exposición
histórica. Asevera que existe un abismo entre el «mundo del espíritu» y lo que Fernando
González conoció de él. Estima en general que su pensamiento carece de rigor, de
coherencia y de adecuada fundamentación crítica, llegando incluso a calificarlo de
«semidiletante y ampulosamente desaliñado»22.
Contrasta la situación precedente con la actitud positiva y abierta que asume Marquínez
Argote, para quien, mientras en literatura hemos sido capaces de autoexpresarnos dejando
atrás los malos hábitos imitativos y vanos, en filosofía los exponentes criollos de esta rama
del saber siguen, todavía, «movidos por libros europeos». Concluye diciendo que es
justamente por apartarse de esa manera de actuar, por no haber hablado como un libro
europeo, que F. G. es uno de los pocos pensadores que hemos tenido en Colombia. Y
22
Boletín Cultural y Bibliográfico, vol. 27, n.º 23, Bogotá, 1990, pp. 69-71.
23
ROCA, Juan Manuel; ÁLVAREZ, Iván Darío. Diccionario Anarquista de Emergencia. Grupo Editorial
Norma, Bogotá, 2008, p. 114.
227
explica: «Su dispersión y anecdotismo, si bien se lee, es más aparente que real, sus análisis
adquieren una tensión que no se logra sin una gran concentración, que le permite filosofar
caminando, viajando, tocando aspectos múltiples de la cultura, de la política, de la estética,
de la historia patria o biográfica de diversos personajes, de la vida cotidiana y de su propia
experiencia»24.
Para otro de sus analistas, en Fernando González hay un filósofo por dos razones
protuberantes: su aspiración a lo trascendental, «fundamentadora», universal, y porque
aunque proclamó la relatividad de sus conclusiones, es válido sostener que la relatividad
puede adquirir carácter de verdad universal. Por consiguiente, toda esa expresión de
filosofía clamante, hiriente, viviente, que no dogmatiza y que suelta ideas «madres», es
susceptible de ser articulada como un «sistema»25.
24
Sobre filosofía española y latinoamericana. Universidad Santo Tomás, Bogotá, 1987, pp. 169, 174, 175.
25
GÓMEZ BUENDÍA, Hernando. Un viajero locuaz. Edición mimeográfica, Bogotá, 1968, p. 23.
26
Conferencia en la Casa Museo Otraparte el 4 de mayo de 2006.
228
imposturas» 27 . Y a manera de corolario: «Estoy seguro de que pocos guías pueden
ayudarnos tanto a encontrar la madera de nuestro propio sueño como este soñador tan
reciamente colombiano, tan reciamente antioqueño y a la vez tan de otra parte».
Harry Davidson estima conveniente hacer una distinción, para lo cual divide la obra de
González en dos partes: lo verde y lo claro. «Entiendo por verde —dice— la parte de sus
escritos destinada a poner de ese color todo cuanto se ha atrevido a colocarse bajo el rayo
de su cinismo, porque este autor no respeta ni familia, ni religión, ni las personas, ni nada.
Contra todo lanza sus invectivas con una frescura primaveral, invectivas tanto más
demoledoras, cuanto que van expresadas con un “humor” amargo y realista. En cambio de
la parte clara de su obra pueden sacarse granos de oro, diamantes purísimos de la expresión
y verdades más contundentes que pedazos de hierro».
Benjamín Correa Fernández, el «don Benjamín» de Viaje a pie, opina que «… para nada
lo tuvieron en cuenta ni gobiernos ni prensa de su patria. Más bien daban la sensación de
aborrecerlo e ingrata les era su presencia. Parece que tal inquina tenía sus raíces en que
Fernando les hacía sombra. Estoy seguro de que si él hubiera acomodado su ingenio a
cortejarlos y adularlos, y plegándose a tanta bajeza, revestida de oropel moderno, lo habrían
llevado en hombros».
Ernesto Ochoa Moreno: «El pensamiento de González no admite medias tintas. Tiene en
sí gérmenes de destrucción de todo lo que suene a componenda, indefinición, diplomacia
mental. Con el loco de Otraparte, o se va hasta las últimas consecuencias o todo se vuelve
añicos».
Luis López de Mesa, tras afirmar que es indefinible y encantador motivo de análisis,
asevera: «Esas narraciones seudorrealistas que no siguen congruencia de episodios, que van
y vienen deshilachadamente, que terminan en el prólogo, o en la mitad o en ninguna parte,
son cautivadoramente legibles, esencialmente vivas, embrolladamente artísticas». Y
también: «Sin poder nunca estar de acuerdo con sus tesis, y aun repugnándolas dentro de
mí, casi casi, en absoluto me cautivan sus torcimientos de la ideación, sus esguinces de la
historia y sus transposiciones filosóficas».
27
“Estanislao Zuleta: la amistad y el saber”. En: ¿Dónde está la franja amarilla?, Editorial Norma S. A.,
Santafé de Bogotá, abril de 1997, pp. 127-154.
229
Arturo Guerrero: «El poder de González está en sus ideas, que son fibra, y en la forma
en que las narra, que es incendio. Cada libro es un espasmo de existencia. […] El
colombiano que más se ha burlado de sí mismo. […] Es la conciencia fulminante de este
siglo entre nosotros».
Alberto Aguirre: «Fernando González, que sabía el libro, pensó desde la cosa, no desde
el libro. Y pensó sumergido en la energía vital, no en el concepto. […] Tan sólo hay que
dejarse inducir por su vida (que está en su obra)». «Hay que leer a González con los ojos y
el alma y el corazón abiertos. Para aprehenderlo se necesita la disposición generosa de todo
el ser». «A Colombia no le ha pasado nada tan grande como Fernando González».
Manuel Mejía Vallejo: «Con él aprendimos a ver el gallo, el gato, el perro, el árbol, un
niño, un crepúsculo, con ojos recién inaugurados. Él nos enseñó esta honrada tarea de mirar
cómo el mundo se crea cada día y renace en la pupila clara».
Eduardo Escobar: «Fernando González sirve para todo, a todos, a todas las causas y
contracausas: es un escritor místico para los beatos de camándula, un aguerrido
librepensador de revoltosos, un idealista descalificado por los materialistas dialécticos, un
panfletista ilegible para los sacristanes, un filósofo sin sistema a la manera de Nietzsche, un
crítico social irreductible, un educador revolucionario, un fascista, el más grande de los
escritores colombianos para unos y un loquito de aldea para otros». Y en relación con su
estilo literario: «La prosa de Fernando González es una prosa sublime, tiene un equilibrio
entre lo hablado y lo literario que ningún otro escritor en América ha conseguido».
Rufino Blanco Fombona: «Todos sus libros revelan a Fernando González, no como un
literato más de nuestra América, sino como uno de los que representan otra América y otra
literatura».
José María Velasco Ibarra: «Los libros de Fernando González merecen ser estudiados
por la juventud indoamericana. En ellos aprenderán los jóvenes lo que es la verdadera
historia, lo que significa rebeldía, audacia. Y en ellos se estimularán a pensar y a tener sed
de justicia».
230
y casto… ¿Qué más? Un escritor originalísimo, como no hay otro en América Latina ni en
ninguna otra parte que yo sepa».
Desde otro espacio geográfico, el profesor polaco Stanislaw Pazurkiewicz conceptúa que
«por su profundidad de reflexión y por su fuerza artística», su obra es única en la literatura
hispanoamericana.
Por último, alguien que ha estudiado a profundidad y sobre bases filosóficas y teológicas
el pensamiento de Fernando González, asevera que éste, «fenómeno humano único entre
nosotros […], en un lenguaje totalmente suyo, sin otra intención que vivir intensa y
auténticamente cada instante, fue consignando sus vivencias en libretas que siempre lo
acompañaron y constituyen el germen de sus libros». Agrega que nos legó «una filosofía
viva, hermosa, integral y original, cimentada en la convivencia con el medio, los
fenómenos, los hombres, la historia y la sabiduría latinoamericanos». Este autor es un
destacado coterráneo suyo, el sacerdote Alberto Restrepo González, quien, para dar
respuesta a la pregunta por el carácter filosófico de su obra, estima indispensable tomar
posesión previa respecto de una concatenación de proposiciones condicionales, las cuales
enuncia en los términos textuales siguientes:
28
Fernando González - Política, ensayo y ficción. Fondo Editorial EAFIT, Medellín, marzo de 2017.
29
«La filosofía política de Fernando González: la lucha por la personalidad del pueblo suramericano». En:
Ibidem, op. cit., p. 137.
231
obra filosófica alguna. Si la lógica vital, es decir, el ritmo vital que preside los
dinamismos de la vida, es lógica filosófica válida, ciertamente González desarrolló
una filosofía vivencial, desde la lógica del ritmo vital.
232
doctrina es la expresión de un movimiento del alma. Cesa el movimiento, pues muere la
doctrina». Cuando diecisiete años después, en El Hermafrodita dormido, se interroga
acerca del juicio, tampoco duda en responder dentro de la misma línea de convicción
intelectual: «¡Va! Eso es matar el proceso filosófico… Lo único que sé es que la filosofía es
un camino, una amistad y no un matrimonio con la verdad. Ésta no se ha casado, es virgen,
una virgen juguetona». Es que la brega del hombre por aclimatarse a la vida —asimilar
seres y acontecimientos— es un proceso caracterizado por la fluidez y el constante devenir:
«Jamás cesamos de filosofar; quien posee otra cosa que opiniones, conclusiones
provisionales, es un demente».
Charles Baudelaire fue contundente cuando escribió: «En la declaración de los derechos
del hombre se olvidaron de incluir el derecho a contradecirse».
233
En medio de ese variadísimo juego de colores —el mismo que incitó al corazón de
Zarathustra a llamar a su ciudad amada «La Vaca de Muchos Colores»—, las ideas madres
y su hija, la verdad desnuda, guiaron su pensamiento. Convertidas en las dos columnas de
su relación amistosa con la filosofía, le sirvieron para rendir culto al carácter universal de
ésta —«el hermoso estudio de las causas»— y de adehala le impidieron precipitarse en el
abismo caótico que suelen crear las ideas generales y su medio de expresión preferido, la
metáfora. Con ellas y el vitalismo, o el presentismo, o mejor, el movimiento del alma,
formó su doctrina (?), que obviamente nada tiene de abstracta, lo cual no significa que sea
de igual modo asistemática. De ahí la contundencia de su confesión, que nos hizo en una
tarde de sol, mientras recorríamos las mangadas de Otraparte: «Todo lo que he escrito lo he
vivido…».
Por eso creemos que en este pensador vitalista las ideas madres acerca de la
autenticidad, la expansión de la conciencia, la pedagogía de la cultura, el juicio de
identidad, la teoría de los viajes y la metafísica como vida, forman un legado presidido por
un existencialismo de profunda raigambre andina que habrá de ser juzgado, con la
perspectiva del tiempo, como un valioso aporte al conocimiento y la superación del
hombre.
Allí lo importante son las características y actitudes, intrínsecas y peculiares, que sirven
para expresar un pensamiento vivo. En modo alguno la eventual ubicación en sistema
imbricado en determinada ideología.
Quien ha sido considerado uno de los más célebres «existencialistas» del siglo XX, el
francés Jean Paul Sartre, no obstante sus meditaciones en torno al ser para sí
específicamente humano, en quien lo esencial es su existencia, despojada ésta de valores
fijos, o eternos y de normas preestablecidas —ambiente de libertad, propicio para el
234
conocimiento creativo—, coloca a muchos en posición de retirada cuando expresa (en cita
que conservo entre mis apuntes, sin respaldo bibliográfico preciso):
Vuelvo sobre una anécdota verídica, la misma que apenas me atreví a revelar en la
edición inmediatamente anterior de este libro, pues predominaba cierto temor reverencial y
la consideración que podía ser mal interpretada, peligro por lo demás imposible de evitar.
Me fue contada por Fernando González Restrepo y a éste por uno de los asistentes a la
reunión que se menciona a continuación y, por tanto, testigo de excepción. A finales de la
década de los años cincuenta, egresados de la Facultad de Filosofía de la Universidad
Nacional de Colombia, que se encontraban celebrando su grado con un viaje por Europa, en
París fueron recibidos en su residencia por Jean Paul Sartre. Al término de la reunión, a
nombre del grupo uno de los visitantes se despidió en estos términos: «Maestro, gracias por
su generosidad. Ha sido un inmenso honor para nosotros haber conocido al padre del
existencialismo…». A lo cual Sartre, que había leído en francés el Viaje a pie y otros
escritos de nuestro biografiado, respondió: «No, joven, a quien puede llamarse padre del
existencialismo es a Fernando González, un compatriota de ustedes…»31.
La consideración que no ofrece duda posible es la que asevera que Fernando González
es todavía, en nuestra América, un «gran desconocido». En este sentido se pronuncia, entre
otros, el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, quien en 1961, a la edad de treinta y seis años,
empezó a estudiar Teología en el Seminario de Cristo Sacerdote, de vocaciones tardías, en
La Ceja (Antioquia), situado a cuarenta kilómetros por vía terrestre de Medellín. Allí, poco
después de la muerte del maestro, comenzó a leer «algunas de las cosas que él decía de
Dios […], y ahí fue mi entusiasmo». Después leería con delectación sus libros, los mismos
que incorporó a la biblioteca de Solentiname, cuando decidió organizar esta comunidad en
su Nicaragua natal. Años después, en carta dirigida a un destacado intelectual, amigo suyo
de aquella época de vivencias en tierras colombianas, revela la opinión expresada por su
31
Helena Araújo de Albrecht, en ensayo publicado el 8 de septiembre de 1959 en la revista Semana, alude
tangencialmente a la misma anécdota en los términos siguientes: «“Ustedes tienen el único escritor
existencialista de América”, dijo Jean Paul Sartre en una entrevista concedida en París a estudiantes
latinoamericanos. El pontífice existencialista se refería a Fernando González, “el filósofo de Envigado”, como
se le llama por aquí». (Cfr. Otraparte.org, sección Fernando González - Vida, ensayo titulado «¡Manjarrés
resucita!»).
235
compatriota José Coronel Urtecho: González es tan importante en la literatura como Vallejo
y Borges, «aunque más profundo que Borges»32.
Pero creyó en la Colombia y Suramérica del porvenir, cuya grandeza únicamente será
posible por medio de la aplicación de métodos. De estos, fueron dos los que utilizó con
preferencia, haciéndolos confluir con miras a la formación de un hombre nuevo en un
subcontinente nuevo. El uno destinado a inducir a la autoexpresión americana, de carácter
pedagógico e influido por las ideas de Bolívar y por el pensamiento de Rousseau expuesto
en Emilio o de la educación; esta trascendental tarea es todavía incipiente en las naciones
colonizadas por España, si bien muestra un largo recorrido histórico desde La República, de
Platón, considerado por Rousseau el tratado de educación más bello que se haya hecho
jamás, pasando por aquella Escuela de autoexpresión que los hermanos Yuan fundaran en
la China de finales del siglo XVI y por diversos pedagogos de renombre. El otro método de
32
Carta de Ernesto Cardenal a Leonel Estrada Jaramillo, odontólogo, pintor y poeta por entonces domiciliado
en Medellín (26-VI-67), suministrada por este último en fotocopia al autor.
33
Mi Simón Bolívar, op. cit., p. 251.
236
análisis, étnico-biológico, es empleado para obtener con la orientación de institutos
biológicos la mezcla en proporciones adecuadas de las tres razas que confluyen en el
territorio latinoamericano, en la esperanza de hacer surgir al Gran Mulato, hombre egoente,
adaptado a su medio y orgulloso de la misión que le incumbe.
El compendio es una lección de intimidad. Ésta, como expresión de cultura, nos permite
entender, es decir, ascender en grados de conciencia hasta la cima de lo humano:
autoconciencia o completa posesión de uno mismo.
(Es un ascenso lento y complejo por los siete peldaños ideados por Fernando González,
que van desde la conciencia fisiológica hasta la conciencia cósmica. Allí el filósofo
encuentra su mejor camino y adquiere su exacto significado: «¡El esencial, despreciador de
todo, menos de la conciencia!»).
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BIBLIOGRAFÍA
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