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ESCUELA SUPERIOR DE SALUD PÚBLICA

TECNICATURA SUPERIOR EN ENFERMERÍA


BIOÉTICA Y ENFERMERIA LEGAL

Tema: 3 niveles de reflexión de la Ética.


Existe una distinción de niveles entre la moral y la ética. Esta distinción remite al tipo de
reflexión que se pone en juego en cada una de ellas. En esta lección examinaremos de
cerca los niveles de reflexión ética con el fin de justificar la diferencia entre moral y ética
que trabajamos en la lectura anterior. Pondremos los conceptos en el terreno de la
acción a partir de la situación de Juan.
Como sostiene Maliandi (2009), podemos hablar de ethos en dos sentidos: uno
prerreflexivo y uno reflexivo. En el primero nos encontramos con la normatividad pura,
no cuestionada aún, la conducta ajustada a determinadas normas, simplemente, y las
maneras de juzgar dicha conducta, especialmente cuando ésta se aparta de aquellas
normas (Maliandi, 2009, p. 43). Pueden incluirse aspectos de la predica moral, a pesar
de que la misma no puede permanecer en el ámbito de la pura normatividad y nos va a
conducir indefectiblemente a la reflexión:

 Ocurre así que, casi insensiblemente, se pasa de ese nivel “prereflexivo”, a un


primer nivel de reflexión. Se trata aquí de una reflexión elemental, espontánea,
que surge a consecuencia de discrepancias morales. Es el tipo de reflexión que
va adosado a la toma de conciencia de qué el otro no juzga exactamente como
yo. En el ethos hay certezas, pero también hay dudas.
 La actitud de “pedir consejo", por ejemplo, porque, aunque se conocen las
normas, no se sabe cómo aplicarlas a tal situación concreta —o porque no se
sabe cuál norma habría que aplicar ahí—, y, sobre todo, la actitud de brindar ese
consejo solicitado son actitudes que van necesariamente acompañadas de un
tipo de reflexión que podemos llamar “reflexión moral”. (Maliandi, 2009, p. 43)
En esta cita podemos captar la necesidad de establecer niveles de reflexión que
denominaremos éticos. Juan ha tomado una decisión con base en una evaluación de
valores. Ahora bien, ¿podemos reconocer los niveles de reflexión que menciona
Maliandi (2009) en el caso de nuestro personaje? Recordemos –antes de analizar en
dilema de Juan y las razones que justifican su curso de acción– cuáles son estos niveles:

Reflexión moral:
Preguntas del tipo: “¿Debo hacer X?”.
La actitud de “pedir consejo”, por ejemplo, porque, aunque se conocen las normas, no
se sabe cómo aplicarlas a tal situación concreta —o porque no se sabe cuál norma habría
que aplicar ahí—, y, sobre todo, la actitud de brindar ese consejo solicitado son actitudes
que van necesariamente acompañadas de un tipo de reflexión que podemos llamar
“reflexión moral”. (Maliandi, 2009, p. 47).
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Ética normativa:
Preguntas del tipo: “¿Por qué debo hacer X?”.

Un segundo nivel está constituido por las reflexiones que es necesario desarrollar
cuando no nos conformamos ya con saber, o con decir, qué se debe hacer, sino que nos
planteamos la pregunta “por qué”, y tratamos de responderla. Ahí se toma conciencia
de que la reflexión no sólo es ineludible, sino también de que hay que desarrollarla
racional y sistemáticamente. Ese desarrollo equivale ya a una “tematización”. O sea,
entramos ya en la “ética”. (Maliandi, 2009, pp. 47-48).
Pero se apela a la razón, a los argumentos en favor o en contra de determinadas normas.
Consciente o inconscientemente, en este nivel de reflexión se hace filosofía práctica,
ética.
Metaética:
Preguntas del tipo: “¿Está bien planteada la pregunta anterior?” (Y “¿por qué sí o por
qué no?”).

Un tercer nivel es el de la “meta- ética”, o sea, un tipo de reflexión que analiza el


significado y el uso de los términos morales. La metaética constituye un “meta-
lenguaje” con respecto al lenguaje normativo. En principio, pues, pretende ser ya una
reflexión no-normativa, sino “neutral”. (Maliandi, 2009, p. 48).

Ética descriptiva:

Preguntas del tipo: “¿Cree A qué debe hacer X?” (Donde A puede ser un agente
individual, un pueblo, una cultura, un grupo religioso, etcétera).

Se intenta, simplemente, describir la “facticidad normativa". No se toma posición


respecto de si algo está “bien” o “mal”, ni si “se debe” o “no se debe” hacer. Sólo se dice
cómo es; se investiga qué se cree que se debe hacer, se comprueba cómo se comportan
los seres humanos. No es una labor filosófica, sino “científica”: es parte de la labor de la
antropología, o de la psicología, o de la sociología, etc”. (Maliandi, 2009, p. 48).

Actividad de afianzamiento de contenido


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1. Un grupo de pueblos originarios en Argentina, tiene la costumbre de sacrificar a


todos aquellos niños que nacen con deformidades, apelando a la ira de un dios
que exige el sacrificio y, a cambio, otorga buena cosecha. Un científico, se
dispone a estudiar las costumbres de la etnia en cuestión, intentando encontrar
una justificación ética a la práctica sacrificial.
Responder: en este caso nos encontramos ante ¿qué tipo de reflexión ética?
2. De forma grupal, teniendo en cuenta los distintos niveles de reflexión ética, dar
un ejemplo para cada uno de ellos aplicado las diferentes preguntas reflexivas.

Tres niveles fundamentales de la reflexión ética

Teniendo en cuenta los cuatro niveles de reflexión ética, vamos a analizar el dilema
ético que se le presenta a Marco. ¿Qué decisión ha tomado? ¿Cómo se justifica esta
elección?
Continuamos con el caso de Juan, que está a pocas materias de recibirse de enfermero
profesional y con una amplia experiencia en el rubro de salud, ante el ofrecimiento
tentador de su compañero de curso, Juan decide no aceptar la propuesta, teniendo en
cuenta que su tiempo de carrera se extenderá indefectiblemente.
Aunque sabe que hizo lo correcto, nuestro personaje no se siente mejor por ello. Juan
ya eligió entre mentir o no mentir, uno de los dilemas más habituales en nuestra vida
cotidiana.

A partir de los siguientes enunciados, determinaremos qué tipo de reflexión está


operando en la toma de decisión de Juan y, además, comprenderemos el nivel de
profundidad reflexivo al que podemos apelar para ayudar a Juan a justificar su decisión.

¿Por qué no mentir en este caso? Juan es un buen estudiante, la mentira en este
caso sería solo una ayuda, no una calumnia. Además, también se pone en juego
su situación familiar compleja. Sin embargo, Juan piensa que, si todos
actuáramos mintiendo, entonces no podríamos distinguir entre lo bueno y lo
falso, ya que todos actuarían con base en sus propios intereses.
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El concepto de mentira se pone en juego: ¿qué es mentir? ¿Cuál es la diferencia


de grado entre una mentira que implica un embuste y una mentira que implica
proteger a una persona de una verdad dolorosa? ¿Qué significa mentir en el
contexto de los estudiantes?

Un amigo de Juan intenta calmar su angustia explicándole lo que leyó en un


artículo académico en el que se afirmaba que los valores a los que apeló son un
contrato social que en otras culturas son más flexibles; por ejemplo, los
japoneses son incapaces de mentir en un examen, mientras que los argentinos
mienten con mayor frecuencia en situaciones en las que no son observados o en
situaciones que presentan consecuencias nulas o moderadas.

Desde chicos sus padres le enseñaron que no hay que mentir. Los niños que
mienten no son niños buenos. Además, Dios inculca la honestidad por sobre la
mentira y, en este sentido, mentir está mal.

En los siguientes enunciados, podemos identificar el tipo de reflexión con las categorías
de Maliandi (2009):

Reflexión moral: desde chico sus padres le enseñaron que no hay que mentir (…)

Reflexión ética: ¿Por qué no mentir en este caso? Juan es un buen estudiante, la mentira
en este caso sería solo una ayuda, no una calumnia (…)

Metaética: El concepto de mentira se pone en juego: ¿qué es mentir? ¿Cuál es la


diferencia de grado entre una mentira que implica un embuste (...)

Ética descriptiva: Un amigo de Juan intenta calmar su angustia explicándole lo que leyó
en un artículo académico en el que se afirmaba que los valores a los que apeló son un
contrato social.
Bibliografía: Maliandi, R. (2009). “Niveles de reflexión ética”, En Autor, Ética:
conceptos y problemas (pp. 41-62). Buenos Aires, AR: Biblos.
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Tema 4
Formación del carácter

A continuación, intentaremos responder a la pregunta inicial de la lectura anterior: ¿por


qué Juan no se siente feliz si actuó correctamente, Para realizar esta tarea, volveremos
a traer a la escena a nuestro desdichado personaje y reflexionaremos sobre su situación
a la luz de los conceptos de carácter, formación y felicidad.
Ya en el módulo anterior, nos hemos preguntado por la relación entre la felicidad y la
buena vida, y respondimos, junto a Aristóteles (1988), que la vida buena es aquella que
busca la felicidad, y que esta solo se alcanza mediante el ejercicio de un carácter virtuoso
apoyado en la prudencia. Este esquema filosófico nos sirve ahora para profundizar y dar
una respuesta a la pregunta inicial. ¿Acaso Juan no ha obrado correctamente y por ello
no alcanza la felicidad? ¿Es la felicidad verdaderamente alcanzable mediante los actos
morales correctos?
 Victoria Camps nos dice:

 [La ética] no solo es un conocimiento de lo que se debe hacer, de lo que está


permitido o prohibido, sino también un conocimiento de lo que es bueno sentir.
También la ética es una inteligencia emocional. Llevar una vida correcta,
conducirse bien en la vida, saber discernir, significa no solo tener un intelecto
bien amueblado, sino sentir las emociones adecuadas en cada caso, entre otras
cosas, porque, si el sentimiento falta, la norma o el deber se muestran como algo
externo a la persona, vinculado a una obligación, pero no como algo interiorizado
e íntimamente aceptado como bueno y justo. (2011, p. 16).

Esta es la razón por la cual debemos tener presente que la formación ética es un ejercicio
constante que una persona debe poner en práctica hasta que se habitúa o
está dispuesta a actuar virtuosamente. Recordemos que el concepto
de ethos conservaba en sí este doble sentido: el de costumbre o hábito y el de carácter.
Por esta razón, pensar la formación ética era una de las principales preocupaciones de
la filosofía griega. El carácter supone una inteligencia emocional, como dice Camps
(2011) en la cita, que nos mueve a obrar guiados por la prudencia a la consecución del
justo medio entre vicios. La virtud solo se alzará mediante este ejercicio y se sostendrá
cuando se forje un carácter prudente. En este sentido, la comprensión de la ética como
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desarrollo de una sensibilidad rectora capaz de expandir nuestro crecimiento personal


de forma íntegra y duradera determinará la relación del sujeto moral consigo mismo y
con los demás. Así, para forjar el carácter se necesita un “entrenamiento” (Cortina,
2007), una preparación constante para ser excelentes o virtuosos. Recordemos que la
virtud (en griego, areté) es la excelencia del carácter que nos lleva a tomar buenas
decisiones. Pues bien, no se puede generar un buen carácter si no lo es en el medio y
largo plazo, es decir, a lo largo de la vida. Por lo tanto, el carácter es el resultado de un
proceso formativo. Como dice Cortina:
 El término ética viene del griego êthos, que significa carácter. Todos los seres
humanos nacemos con un temperamento determinado que no hemos elegido
pero, a medida que tomamos decisiones a lo largo de la vida vamos generando
unos hábitos, unas predisposiciones, a elegir en un sentido u otro, a las que se
da el nombre de hábitos y esos hábitos componen nuestro carácter. (2007, p.
28).

caracter

habitos virtuosos educación moral ejecitación

principios y normas morales


constante
de convivencia.
autoconocimiento es a mediano y largo plazo
formas de interaccion
autoreflexión social. crecimiento delgrupo de
manera integral y duradera.
inteligencia emocional.
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Guerra entre la razón y las emociones

En la siguiente imagen, podemos observar


gráficamente la guerra entre la razón y las
emociones a la hora de tomar decisiones
significativas para nuestra vida.

Juan duda sobre su elección moral porque no encuentra un estado de felicidad. Esto se
debe a que nuestro personaje pretende sentir una gratificación inmediata o, como
Cortina (2007) señala, hay una tendencia al “cortoplacismo”, a encontrar el bienestar en
lo inmediato.
Lo primero que deberíamos señalar es que nuestro personaje parece no estar lo
suficientemente “entrenado” en la acción virtuosa. En este sentido, Juan parece
motivado por las prohibiciones dadas por los códigos normativos de la institución
educativa y de su religión, aquellas normas que establecen lo que se debe o no se debe
hacer, antes que estar movido por aquello que considera justo y bueno. Aun así, Juan
puede ser educado moralmente, es decir, puede “entrenar” su carácter. Y una
educación moral lo da la ética en cuanto saber práctico. En este proceso, Juan deberá
preguntarse qué es aquello que quiere verdaderamente para él (García-Marzá y
Gonzales Esteban, 2014). ¿Y hacia dónde hay que forjarse ese carácter?, pregunta
Cortina (2007); hacia la toma de decisiones que sean justas y felicitantes, lo que implica
un proceso de autoconocimiento que es esencial para alcanzar el bienestar moral.
Este concepto de autoconocimiento será central en la reflexión ética. Cada perspectiva
filosófica que se ha preocupado por dar cuenta acerca de la dimensión moral del ser
humano ha dicho algo al respecto, pues no es lo mismo actuar conforme al deber, es
decir, actuar por el peso de la norma o la prohibición, que actuar por deber, es decir,
que el movimiento de la acción tenga que ver con el ejercicio de la acción moral como
fin en sí mismo. Kant dirá mucho sobre esta diferencia entre obrar conforme y por
deber.
En el marco de las éticas de la virtud, el autoconocimiento va a estar ligado al
sentimiento antes que a la razón. En este punto podemos hacer hincapié en la noción
de inteligencia emocional. Esta inteligencia tiene que ver con un saber que se gesta
desde la sensibilidad moral, es decir, nos conduce de acuerdo con el sentir moral. El ser
humano moral, para ser verdaderamente moral, acompañará su reflexión de un saber
sobre lo que es bueno sentir. Este saber versa sobre lo que es más conveniente sentir
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para alcanzar cierto grado de crecimiento personal o de florecimiento personal, de


felicidad en términos aristotélicos. Lo que permite el sentir es adquirir, a partir del
ejercicio constante de la acción moral, la disposición a largo plazo de la conducta
virtuosa. Es por esta razón que las emociones ganan relevancia como compañeras
imprescindibles de la reflexión ética y moral.

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