a restricción de proteínas en la dieta puede favorecer la longevidad pero,
si se llega demasiado lejos, inhibe el crecimiento normal y causa desnutrición. Unas veces, la deficiencia de proteínas aparece de manera aislada y, otras, como parte de una falta general de alimento. La desnutrición generalizada, no solo por deficiencia de proteínas, sino también por deficiencia de grasas, se denomina marasmo. La persona muestra una delgadez extrema, sin grasa corporal y con consunción muscular. En otras situaciones, la persona obtiene de los alimentos calorías suficientes, pero muy poca proteína. Este problema de disponibilidad de suficientes calorías, pero no de proteínas, se produce de manera característica en niños de países en guerra del África subsahariana, que dependen de la ayuda humanitaria para la alimentación. Estas personas reciben sobre todo carbohidratos refinados (que son baratos), pero casi nada de proteína (que es cara). La donación de alimentos por parte de países del primer mundo consiste fundamentalmente en esos carbohidratos refinados (azúcar, harina, arroz, maíz), que proporcionan calorías a un precio mucho menor que el de la proteína y, lo que es más importante, no requieren de refrigeración durante el largo viaje. En las décadas de 1970 y 1980 se produjeron muchos casos de deficiencia aislada de proteínas, un trastorno conocido como kwashiorkor. Los niños africanos tenían pies hinchados, brazos y piernas delgados (por la pérdida de músculo), se les caía el pelo, Página 52 mostraban inmunodeficiencia y presentaban hígado graso con abdomen hinchado (debido al exceso de carbohidratos). El kwashiorkor afecta sobre todo a los niños, debido a la importancia que tienen las proteínas de la dieta para un crecimiento adecuado en las etapas de lactancia e infancia. Los adultos pueden descomponer sus propias proteínas y reciclar los aminoácidos, pero los niños deben comer una cantidad suficiente de proteínas para crecer. En los países desarrollados, prácticamente no existe kwashiorkor y rara vez nos encontramos con una deficiencia grave de proteínas en estas áreas. A medida que el ser humano avanza hacia la mediana edad, el crecimiento deja de ser necesario y se produce, posiblemente, en detrimento de la longevidad. La baja ingesta de proteínas se asocia a reducción de IGF-1, así como a una menor incidencia de cáncer y una menor mortalidad general en personas de 65 años o más jóvenes, pero no en mayores de 65 años[1]. A medida que envejecemos (especialmente a partir de los 65 años), una disponibilidad demasiado baja de proteínas puede ser perjudicial, ya que, en general, se pierde músculo con el tiempo. De todos los tejidos humanos, el muscular es el que quema más energía. La consunción o atrofia muscular puede comenzar incluso a los 30 años de edad. Como media, las personas pierden un diez por ciento de masa muscular por década de vida. A los 80 años, una persona promedio puede haber perdido un 50 % de su masa muscular (ver figura 4.1). La pérdida de músculo, conocida como sarcopenia, tiene consecuencias nefastas, entre ellas incapacidad para realizar las tareas de la vida diaria, como levantarse de una silla o incluso mantenerse de pie. Parece ser que la falta de ejercicio juega un papel importante en la sarcopenia, de tal modo que estudios sobre grupos sociales tradicionales, con un estilo de vida activo, han puesto de manifiesto que las personas pertenecientes a estas sociedades mantienen la masa y la fuerza musculares. No obstante, con la edad, en las sociedades occidentales tendemos al sedentarismo y puede que necesitemos más proteína por un fenómeno conocido como resistencia anabólica. Página 53 Figura 4.1. Masa muscular y envejecimiento. La resistencia anabólica es el fenómeno en virtud del cual un aporte suficiente de proteínas con la dieta, particularmente del aminoácido leucina, da lugar a un menor crecimiento muscular (anabolismo) en personas mayores que en jóvenes. La mayoría de los tejidos, incluidos músculos y huesos, se encuentran en estado constante de descomposición y reparación. Así, las células llamadas osteoclastos descomponen el tejido óseo, mientras que otras células, llamadas osteoblastos, depositan nuevo tejido óseo. Unas veces este ciclo de renovación avanza despacio y, otras, se acelera, como en el ayuno. El ayuno reduce la insulina y la vía mTOR y activa la descomposición de las proteínas. En todo momento el cuerpo tiene algunos aminoácidos en el torrente sanguíneo y, cuando se reanuda la alimentación, los altos niveles de hormona del crecimiento ayudan a reconstruir el músculo para reponer el tejido perdido. Cuando se hace ejercicio, el tejido muscular se recompone para soportar más peso. Debemos hacer hincapié en que, en este ciclo, intervienen pequeñas fracciones de tejido muscular. Por un ayuno periódico de corta duración (por ejemplo, 24 horas), no se corre peligro de perder mucha masa muscular, si es que se pierde algo. Este ciclo de renovación es comparable a la autofagia que tiene lugar en el nivel subcelular y en la que intervienen orgánulos y mitocondrias. En la gente mayor, la resistencia anabólica supone que, para que se produzca este ciclo de descomposición Página 54 muscular y crecimiento, es necesaria más proteína. Comer más proteína puede ayudar a la gente mayor a superar este fenómeno. No es lo mismo restringir calorías que restringir proteínas. Los miembros de la Calorie Restriction Society (CRS), fundada en 1993 en Estados Unidos, restringen deliberadamente las calorías de la alimentación para favorecer la longevidad y el bienestar. Sin embargo, no siguen una dieta de bajo contenido proteico. Por el contrario, estudios científicos observaron que su ingesta proteica era alta, de 1,7 gramos por kilo de peso corporal y día, en comparación con el valor de 1,2 gramos de una dieta occidental típica y el valor de 0,8 gramos de una dieta vegana. Los niveles de IGF-1 del grupo de la CRS no eran muy diferentes de los encontrados en personas con una dieta estándar occidental[2]. Solo el grupo vegano mostró disminución de IGF-1. Cuando algunos miembros del grupo de la CRS redujeron su ingesta de proteínas a 0,95 gramos, sus niveles de IGF-1 cayeron un 22 % y arrojaron valores solo ligeramente más altos que el grupo vegano. La ingesta proteica tiene una importancia fundamental en lo referente a los niveles de IGF-1 en humanos, al margen de la restricción calórica. El grupo vegano que participó en el estudio ingería más calorías que el grupo de la CRS, pero menos proteínas. Y las proteínas que ingerían eran exclusivamente de origen vegetal. De modo que la disminución de los niveles de IGF-1 parece tener más que ver con la restricción proteica que con la restricción calórica. Si, por un lado, la disminución de IGF-1 que se observa con una menor ingesta proteica se muestra alentadora, la relación entre IGF-1 y longevidad está aún por demostrar. Aun así, los enanos de Laron que mencionamos en el capítulo 2 son un ejemplo de la importancia de unos niveles bajos de IGF-1 en la lucha contra el cáncer y otras enfermedades ligadas al envejecimiento.