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temor al seaose, empiezs a armarse ficaciones y datos Este, recordemos, es el problema con la Madre Na- turaleza. No ef la entidad ven a través de sus con clasi- La visién de una pluma en ppavo real me pone enfermo cada ver que lami La néusea de Darwin El primer encuentro de Darwin con la nfusea fue 2 bordo del Beagle. Estovo hi reado durante cinco aflos. Nunca se adapt6, nunca se a gusto en el mar, pero, de un modo heroico, ni abandon6 ni se volvi6 a case, 2 pesar de que lo deseaba ardientemence, pues sufra también de uns nostalgia pars- Tizante que le impidi6 percibir la rqueza y vaiedsd de sus ltimas escalas, de Thiet « Mauricio, Luché coners Ja nuiusea cumpliendo su deber de nacuralsta reuniendo y alogando tenarmente muestras, anhelando estar en &- ¥y maldiciendo el mar, fe «monstruo furioso» al que toda si vida «odié y aborreci le, angustiosamente ma 37 Bl mare sco de Darwin es claramente un sintoma de ‘una niusea més existencial. Ouiabs el mar porgue nunca 2 de fui, de movers, sacudiéndole har e puede ver como una metéfora de su wciente y especialmente de sue movi ‘4 pier dese sobre sus forts. Su enfermedad, runes dagaosticada de manera declacaba cad vex que se movis 0 vida gira «voces ¢ de sa vida labora ass do y emojindose con agua [No sorprende, ps, que a nateralezs, rar leat y cai le produjers niu seas, Canto mis hermosa era una plums de pavoresh ‘mis conmosin y mis repugnanca le produc como el aborrecide En presencia de vatiadas produeciones del Di los que se proclamaban ateos, ea todavia anatema para la ‘ortodoxia anglicana imperante, y por lo tanto para Ia res- le decia que no habia enada mis en el hombres: la mente oda str reducida a materia, a étomos vivos que se orgi- Pero la naturaleza no se estabilizba ni se movie unifor~ rmemente, como la miquina que se suponta que era. Cada vez que Darwin la concempla, le hace estremecerse Pien- san ella como una especie de madrastea malvada, aunque hacia una col rogresivamente més oscura.** Imaginense cual fue mi decepcién cuando descubii que no se trataba de una prucba de seleccién natural. Lo ‘que en tealidad sucedia era lo siguiente: originalmente ha- bia una gran cantidad de polillas grises y unas pocas més ‘oscuras de la misma especie. Las de color mis claro eran devoradas porque su camuflaje ya no servia, mientras que las més oscuras prosperaron. No habfa ningin cambio evolutivo, ni tampoco seleccién natural, s6lo un cambio de poblacién; algo asi como si una enfermedad exterminara a los blancos y no afectara a los negros. Aunque esta histo- equefisima alteracién en una Gnica especie; no habria nada remotamente parecido al cambio de una especie en as istas pueden protestar diciendo que ellos in que la historia de las polillas ¢s una evi- ‘orgullosamente el cuento de la polilla. Es un tipo de leyenda que no se preocupan de corregir aquellos que tie- 161 zen més conocimientos. Mis ain que una leyenda: esta era la teoria oficial al menos hasta 1970, cuando el A fe que muchas «prucbis» darwinistas se sic dicho de otro modo, parecen ser una especie de folelore. ia del més aptor, cde Herbert Spencer (que también acu el término sevol cidnm), Esta expresin es mis propiada a su concepcidn de la vida como una amarga lucha. Pues lo que sucede, decia 4quier animal? Por su eapacidad de supervi Jos darwinistas. Por eso los més aptos sobreviven, y aque- spervivientes. sobreviven— ficativa. ‘Aunque no fuera tautolégica, Ia superrivencia de los ‘mds aptos seguirfa siendo dudosa. Es un nocién comple- ividualista que excluye la cooperaciéa, el amor y el altruismo que caracterizan a muchas especies sumamente présperas, includ la nuestra. La competicién sanguinaria que Darwin imagin6 como la caracteritica de la naturaleza pocas veces se encuentra en la ibrumadora mayoria de las mis de 22.000 ¢s- reptiles, anfibios, aves y mamiferos no Juchan ni matan por comida ni compiten agresivamente por el espacio." Ademés, en el éxito influye gran cantidad 16 de factores, y Ia suerte no es el menor; de hecho, Ia idea de que un entorno competitivo elimina a los débiles y ase- sgurala supervivencia del mis apto ya no es, para ser justo con los datwinistas, ampliamente suscrita. «Mis aptos» hha tendido a ser reemplazado discretamente por «adap- tados», Las teorias de la selecci6n natural, o la «supervivencia y «baboso», y & su autor como alguien que «precisa asistencia psiquigtricas,” me sentf naturalmente agradecido hacia Dawkins por llamar avis de su critica cuidadosamente rszona- ra que de otra manera me podris haber \n resulé estar desconcer- para establecer que la teoria de Is evo- dad. La weoria, como todo el mundo sabe, afirma que todos los organismos del planets han evolucionado por «muta- fortuitar. De vez en cuando, un miembro de una a del érbol. La seleci6n natural hace el resto, y la produce una jirafs. Por eso, en el curso de rillones de afios hay lo que en la época de Darwin sella ‘aba una gradual «trinsmutacin de las especies, por sedio de la cual todo lo que ahora esta vivo evolucioné de in antepasado comin, como un sencillo organismo eval 16 inadas por Ia seleccién natural (asi lo cuenta el cuento)y conservamos sus restos f saurios, por ejemplo~ para probarlo, Un hecho crucial es que la teoria predice inmensas can- tidades de f6siles, como invertebrados con rudimentarias espinas dorsales, peces con patas, reptiles con alas medio. formadas, es deci, fsiles de todas las especies de tra cién que relacionan los peces con los reptiles, con las aves y los mamiferos. Predice atin mis {6s de todas las especies intermedias entre los primeros ma feros conocidos (posiblemente un pequefio roedor) y no- sotros mismos. Asi mismo, predice mas fosiles de todas aquellas especies intermediae que no sobr les ~todos los dino- ‘monstruos que fortuitamente experimentaron un cambio sin salida. Sin embargo, no tenemos ni uno solo de tales al vez haya wno, y ya hablaré de ello). Lagalta de fésiles desconcerté a Darwin y a sus cole- 82s, pero supusieron que finalmente aparecerian las prue- bas. Hemos estado buscando en todos los lugares posibles durante mis de cien afios y todavia no hemos encontrado correspondiente a esas especies de tran: actwalidad. ¢Cudndo dejaremos de in como un hecho probado?, pre- \n, al que también molesta con toda razén el Categéricamente, no es un creacionista (un ereyente en la verdad literal del relato biblico de la ereacién) quedaria espantado por mi pi ‘mo. Simplemente, deplora ehasta qué punto el darwinis- 167 partidarios a decir verdades a medias, hhacer juegos de manos con las pruebas, Los evolucionistas estén naturalmente dispuestos a mostrarnos una «secuen- cia evolutivar. Pero la nica con wn némero decente de . Las religiones no necesitan una prueba cien- sifica, y la suya tampoco: la verdad de la evolucién era realmente una revelacién de la diosa por la que habian sido apresados de mode inconsciente. Y esa revelacin es verdadera, aunque s6lo sea porque todas las historias, uso las mas sorprendentes, encar- ‘nan una verdad imaginativa. «Toda lo que puede ser ref do -afirmé Blake~ es una imagen de la verdad.»™ Los 176 sola imagen, fijando 1 naturaleza en un modo tnico y rigido y obstruyendo asi l fluid y oceénico juego de la imaginacién, tan espan- tosa para Darwin y, sin embargo, tan esencial para la salud del alma, Genes como diimones Segiin Platén, al nacer se nos asigna al azar un daimon que determina nuestro destino.” Representa, en otras pa- labras, esa combinac leccidn natural = nec parece pensar que se trata de principios cic les, libres de cualquier valoracién, pero, desde Iuego, no lo son: son la «diosa» habitual en dos de sus apariencias ciega diosa Fortung, ala que los cientificos reconocen inconscientemente cuando, como hacen a menudo, calfican el azar de , lo que nin- ‘in principio abstracto podria ser. Ademés, el azar es pre- cisamente de lo que se supone que nos silva una hipétesis nifita.™ Al menos deberia ser tratado como una hip6- is que hay que establecer. En lugar de eso, el azar se da bras, es una creencia™ La necesidad es a veces la todopoderosa diosa Ananke, 4 veces las tes Moiras que bilan, enrolln y corean de nuestra vida Son ellas quienes nos dan nuestros déimo- "7 res bajo el aspecto de azar y necesidad, Pero los dsimones fencarnan también aspectos opuestos:telos, 0 pro 4 azar, y libertad, opuesta a necesidad, Eldaimon ¢s nuestro esquema imaginativo. Inpone e 0 personal que representamos en el curso de nues la vor que nos llama a nuestra voc los hombres y mujeres daim desus Yeats y Jung decfan tener déimones que les conducfan despiadadamen te hacia la autorrealizaci6n ~a menudo, smo lenguaje de conduccién despiadada y jdad brutal, pero sin el sentido y genes. Los genes son déimones tomados literalmente. Por supuesto, no estoy afirmando que no existan; peo eoy lejos de sere Gnico que dice ques funcin y signiesdo no son tan bien comprendidos como pretenden los secobislo- {05 Son entidades oscuras,fronteriza, evasivas, ambiguae ~a juzgar por los grandes desacuerdos que existen sobre ellas- y, como tales, satisfacen ls crteriosduiménices. Preocupan poderosamente a Richard Dawhias, un defensor eminente del evolucionismo. En un lenguaje notable por su antropomorfismo primitive, sfirma que fos genes ecrean la formas, «moldean la materia», wesco- ten ¢ incluso emprenden ecareras de armamentos evo- lutivas>.** Como los demonios, los genes «ego oseen».™ Ellos son «los inmortales»."" Nosotros somos storpes robots» cuyos genes «nos eresron en cuerpo Y almas. Sin duda, esto parece mis un sermén que una tifica. Ciertamente, demuestra la ubiui- ciuso (especialmente) cuando la 178 literalizacién les impide ser reconocidos como tales. Tra- dicionalmente, nuestro cuerpo ha sido considerado el vehiculo de nuestro daimon personal, nuestra alma o «si superior». Ahora, por una divertida inversién, se nos pide que creamos que nuestros atributos més preciados estén simplemente al servicio de los genes: «Son realmente nuestros genes los que se propagan a través de nosotros. Nosotros s6lo somos sus instrumentos, sus vehiculos pro- visionales..»™ A partir de esta ideologia extremista, no resulta sorprendente que los sociobidlogos quieran creer que la ingenieria genética lo resolverd todo, desde el cén- cer hasta la adiccin a las drogas y el paro. Pero, como sefiala el genetista de Harvard R. C. Lewontin, no sélo esta ideologia es irreal, sino que todas sus «explicaciones de la evolucién de la conducta humana son como las his- torias de Rudyard Kipling en Just so, acerca de cémo el camello consiguié su jorob: 179

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