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TESTIFICA

Josué Yrion

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Primera edición 2018

© 2018 por Josue Yrion World Evangelism & Missions, Inc.


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renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
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puede ser usada solamente bajo licencia.
Las palabras en las citas con letras en negrillas indican el énfasis añadido por
el autor.
ISBN 1-933467-010
ISBN 978-1933-467016
Categoría: Iglesia y ministerio / Evangelismo / Misiones
Category: Church & Ministry / Evangelism / Missions
Impreso en Colombia.
Printed in Colombia.
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CONTENIDO
Introducción
Presentación
Dedicatoria
Prólogo
Lista de abreviaturas
Primera parte: La seriedad de testificar
1. La importancia de testificar
2. La responsabilidad de testificar
3. Métodos bíblicos de testificar
4. La obediencia de testificar
Segunda parte: La oposición al testificar
5. La desobediencia al no testificar
6. Excusas y negligencias al no testificar
7. La rendición de cuentas al no testificar
8. La falta de convicción al no testificar
Tercera parte: El respaldo para testificar
9. El ejemplo de Cristo para testificar
10. La Gran Comisión para testificar
11. El enorme desafío para testificar
12. La pasión necesaria para testificar
Palabras finales y agradecimientos
Notas
Acerca del Autor
INTRODUCCIÓN
«En la obra de evangelización, siempre es cierto que el presente nunca
puede anticipar el futuro, y que el futuro nunca puede sustituir el pasado.
Lo que debe hacerse por la salvación de un alma debe hacerse en esta
generación».
J. Oswald Sanders
La ciudad de Dios, Jerusalén, después de Antioquía, se tornó en el centro de
la evangelización y de las misiones del Nuevo Testamento, según el relato del
libro de Hechos. Aquí se encontraban las tres civilizaciones más importantes
de la época: griega, romana y hebrea, donde creció el cristianismo de manera
significativa en cuanto a la obra misionera, pues los miembros de la iglesia
primitiva testificaban de Cristo sin cesar durante los tres primeros siglos de la
era cristiana.
Los elementos de la civilización griega no son difíciles de trazar. Incluía el
arte, la arquitectura, la literatura, el idioma, la ciencia y la filosofía. Todavía
nos admiramos que una cultura tan pequeña tuviera tantas ideas profundas y
un gran dinamismo, y que alcanzara e hiciera tanto. Esto se lo debemos a la
mente, el intelecto inquisidor y al espíritu lleno de vitalidad del griego. En
medio de todo esto, nació Cristo, que vino a redimir a la humanidad de sus
pecados. Su propagación del evangelio, su muerte en la cruz y su victoriosa
resurrección provocaron un impacto en la sociedad, griega y hebrea, donde
vivía el pueblo que recibió la ley dada por Dios por medio de Moisés.
Con esto, el gobierno romano se afectó mucho, pues unos pocos hombres y
mujeres doblegaron el poder dominante de Roma ante la arrolladora
autoridad del cristianismo del primer siglo, y donde los primeros cristianos de
la época de la iglesia primitiva estaban determinados a testificar del Señor
Jesús en cualquier lugar del Imperio romano.
A partir de estas tres civilizaciones, todas las generaciones posteriores al
nacimiento de Cristo, tanto judíos, griegos como romanos, recibieron la
influencia de este Gran personaje que cambió la historia del mundo en apenas
treinta y tres años, pues testificó de manera poderosa a través de sus hechos,
palabras, obras, milagros, muerte y resurrección. Antes de su partida, Él dejó
claro la obra que le encomendó a su Iglesia: debía testificar, evangelizar y
hacer la obra de misiones en todo el mundo hasta que Él volviera.
Por lo tanto, nuestra responsabilidad es testificar y anunciar el evangelio a
todos los continentes del mundo. De ahí que las palabras que abren esta
sección de J. Oswald Sanders reflejaran el contenido de este libro: Tenemos
que testificar y alcanzar el mundo para Cristo, y hacer todo lo posible a fin de
ser ejemplos para la generación cristiana de hoy, y también la que vendrá, al
prepararla y madurarla de modo que, a su debido tiempo, ocupe nuestro
lugar.
Hoy, al igual que en esas tres civilizaciones antiguas de Grecia, Israel y
Roma que escucharon la Palabra por el testimonio y la evangelización de la
iglesia primitiva, necesitamos predicar el evangelio. Es más, necesitamos
testificar de cualquier forma posible en los tres idiomas más hablados y
conocidos del mundo actual (inglés, español y francés), sin dejar fuera, por
supuesto, a todas las demás naciones de la tierra que no hablan ninguno de
estos idiomas. En estos debemos incluir el chino, el mandarín y el cantonés,
así como el hindi, telugu y tamil de la India, donde solo en naciones como
China y la India hay más personas que no conocen a Cristo que los cristianos
de todo el mundo. En estos lugares hay miles de millones de personas que
aún no han escuchado el Nombre de Cristo en pleno siglo XXI, pues aun
nadie les ha testificado de Cristo en la conocida Ventana 10/401. Tampoco
debemos olvidarnos del resto del mundo en todos los continentes, donde
millones de millones de personas están en la misma situación espiritual
aterradora. Aquí es donde entramos nosotros para reconocer nuestra
responsabilidad como cristianos, la cual encontramos sin sombra de dudas en
la Palabra de Dios, y que podemos corroborar en este libro... Testifica.
PRESENTACIÓN
«La iglesia cristiana existe para las misiones, así como el fuego existe
para quemar».
Emil Brunner
Cuando escribí el primer libro, El poder de la Palabra de Dios, mi deseo fue
llevar a la Iglesia a un entendimiento teológico más profundo sobre la
necesidad de volver a las Escrituras.
En el segundo, Heme aquí, Señor, envíame a mí, mi pasión fue hablarle al
pueblo de Dios y a sus ministros sobre reconocer la importancia de las
misiones mundiales en sus vidas y hacer de la evangelización una prioridad.
En el tercer libro, La crisis en la familia de hoy, mi intención fue establecer
las bases bíblicas para que el matrimonio entre un hombre y una mujer fuera
estable, sólido y santo, teniendo a Cristo como fuente de todas las
bendiciones, ya sean materiales o espirituales, a fin de que el hogar sea capaz
de resistir los embates furiosos del enemigo y permanecer hasta el fin.
En el cuarto, La fe que mueve la mano de Dios, mi propósito fue escribirles a
los cristianos y ministros diciéndoles que la fe madura es capaz de llevarlos a
niveles espirituales poderosos y a recibir grandes milagros de parte de Dios,
si tan solo creemos lo que ya sabemos y predicamos.
En el quinto libro, El secreto de la oración eficaz, mi énfasis fue dejar en
claro la importancia de mantener o regresar a la comunión íntima con el
Señor al obtener el resultado y la respuesta que esperamos de Dios a través
del secreto de una oración específica y de poder hecha por medio del Espíritu
Santo.
En el sexto libro, La vida espiritual victoriosa, mi corazón anheló expresar
que es posible vivir una vida espiritual plena, abundante y próspera cuando
empleamos las bases de la Palabra de Dios para obtenerla.
En el séptimo y el octavo libro, Espíritu Santo, necesito conocerte más, que
están en dos tomos, mi vida y mi ser escribieron sobre la tercera persona de la
Santísima Trinidad de la cual, creyentes y ministros, necesitamos el respaldo,
la ayuda, el poder, la unción y la autoridad del Espíritu Santo en todas las
esferas de nuestra vida personal, privada y pública.
En el noveno libro, «Dad, y se os dará», escribí sobre la necesidad de tener
un entendimiento claro y sencillo, y al mismo tiempo profundo en lo
espiritual, sobre la administración y la mayordomía de las finanzas, la
necesidad de estar fundamentados en la Palabra de Dios y aplicar sus
principios establecidos como la fidelidad en los diezmos, ofrendas y el
sostenimiento de la obra de Dios en cuanto a su avance mediante la
evangelización y las misiones mundiales.
En el décimo libro, Pablo: Su vida, llamado y ministerio, escribí sobre el
ejemplo de este gran hombre de Dios, el único que pudo decir: «Sed
imitadores de mí, así como yo de Cristo» (1 Co 11:1), y una vez más pudo
afirmar: «Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto
haced; y el Dios de paz estará con vosotros» (Flp 4:9). Su amor por Cristo,
sus tribulaciones, persecuciones, prisiones, aflicciones, su pasión, su
ambición por predicar donde no se había anunciado al Señor, así como su
motivación y liderazgo en la preparación de nuevos candidatos a obreros,
hicieron del apóstol Pablo el personaje más importante de la iglesia y del
Nuevo Testamento después del propio Cristo. En esencia, los escritos de
Pablo son la base de la teología cristiana del Nuevo Testamento, solo a
continuación de las enseñanzas mismas de Jesucristo en los cuatro
Evangelios.
En el undécimo libro, La conquista de Cristo en la cruz, escribí sobre el
propósito de Dios en la cruz, así como del amor inmenso de Cristo
demostrado en la cruz al sufrir una muerte horrenda, y lograr la victoria por
su sangre y resurrección. Además, señalé que, por la cruz, Cristo venció el
pecado, obtuvo nuestro perdón, sanó nuestras enfermedades y, por último,
derrotó al diablo y la muerte. En resumen, la cruz es la respuesta para cada
pregunta del hombre y la solución para toda la necesidad de la humanidad, ya
sea física, espiritual o material.
En este duodécimo libro, Testifica, que habla sobre nuestra responsabilidad
de testificarles de Cristo a los inconversos mediante la evangelización y las
misiones, deseo hablar del tema que es mi llamado y la pasión de mi corazón
desde jovencito: ¡El amor por las almas perdidas! En este libro hago hincapié
en que todos los cristianos tenemos, de una forma u otra, el llamado a
testificarles de Cristo a nuestros amigos, familiares, y colegas de escuela o
trabajo.
Sin importar la edad, tú puedes testificar de Cristo. NO necesitas ser una
persona joven para testificar. NO necesitas ser una persona adulta para
testificar. NO necesitas tener un llamado específico para testificar. NO
necesitas un llamado especial como pastor, evangelista o misionero para
testificar. Todo cristiano tiene un llamado a testificar de Cristo donde quiera
que esté. Así que, repito, NO necesitas de un llamado especial para ir al otro
lado del mundo como evangelista o misionero para testificar. Puedes
testificar al otro lado de la calle, a tus vecinos; puedes testificar al otro lado
de la sala a tus familiares; puedes testificar al otro lado de tu oficina a tus
compañeros de trabajo; y puedes testificar al otro lado de tu clase en la
escuela.
Por lo tanto, estamos comprometidos con la evangelización y las misiones a
nivel local, nacional, internacional o en cualquier esfera que Dios nos quiera
usar. Así que podemos testificar a nivel local en nuestro barrio o ciudad;
podemos testificar a nivel nacional en las ciudades de nuestro país o nación; y
podemos testificar a nivel internacional y mundial alrededor del mundo. Ten
la seguridad de que, para Dios, todos estos niveles tienen el mismo valor. Lo
que importa es ganar las almas, ya sea que estén en nuestro propio barrio o en
el otro lado del mundo. Las almas perdidas están en cualquier lugar. El sabio
Salomón lo dijo de manera muy acertada: «El que gana almas es sabio» (Pr
11:30). Y tú puedes ganar a los inconversos, a las almas perdidas,
dondequiera que estén, solo necesitas amarlas, tener un corazón dispuesto a
buscarlas, y el interés y la disposición de hacerlo.
Cristo lo dijo de forma categórica cuando dejó claro que la tarea de todo
cristiano es testificar: «Como me envió el Padre, así también yo os envío» (Jn
20:21). Él NO dijo que esta Palabra era en específico para líderes, pastores,
ministros, evangelistas o misioneros. En su lugar dijo: «Así también yo os
envío». ¿A quién envía? ¡Nos envía a todos! ¡A toda la Iglesia! ¡A todo
cristiano! ¡A todo creyente!
Una vez más las palabras del Señor definen que este es un llamado para
todos: «Y estas señales seguirán a los que creen» (Mr 16:17). ¿Creemos en
Cristo? ¡Sin lugar a dudas, pues somos cristianos! Entonces, ¡Cristo nos habla
a nosotros también! A los que creemos... ¡A los que somos creyentes! ¡A
todos los cristianos! ¡A todos los salvos! Quiero dejar claro que después de
haber predicado la Palabra de Dios hasta hoy en más de setenta y cuatro
países alrededor del mundo en todos los continentes, es triste que la Iglesia,
por lo que he visto y oído, haya fallado en su tarea de testificar en cuanto a la
evangelización, ya sea de manera local, nacional o mundial.
Los «shows», el «entretenimiento» y los «programas» de muchas iglesias de
hoy no incluyen en su enfoque, meta o propósito el testificar de Cristo ni
tienen en cuenta la responsabilidad con relación a la evangelización y las
misiones. ¡Esto es lamentable! Sus «estrategias» de mantener la membresía o
«ganar» a más feligreses sencillamente es como dicen las estadísticas:
Transferencia de creyentes de otras iglesias y no de nuevos convertidos.
Tales pastores y sus iglesias no tienen idea de la filosofía, teología ni del
propósito en cuanto al llamado a la evangelización y las misiones. Tampoco
la tienen en cuanto a la responsabilidad de testificar, tanto en lo personal de
cada cristiano como en la corporativa de toda la iglesia, cuando la tarea
suprema es ganar almas para Cristo. Muchas de estas iglesias no incluyen la
evangelización y las misiones como prioridad. Es más, solo viven de «evento
en evento», de «programa en programa», de «show en show», de
«entretenimiento en entretenimiento», sin salir de las cuatro paredes. No
buscan a los perdidos, no evangelizan, no ganan almas, no aman al perdido,
no se preocupan por traer a alguien nuevo como visitante para oír la Palabra.
Lo que es peor, estas «iglesias» saben la definición del discipulado y la
preparación de nuevos cristianos para la tarea que el mismo Cristo comisionó
a la iglesia: ¡Testificar de su Palabra a tiempo y fuera de tiempo!
Muchas de estas llamadas «iglesias» funcionan más como un «club
cristiano», donde se reúnen una vez a la semana de domingo en domingo, y
se pasan todo un año entero sin ganar una sola alma para Cristo. Incluso,
algunas ya llevan años que no reciben un solo nuevo convertido en su
membresía. He visto de todo al predicar en tales iglesias en cada estado de la
nación estadounidense y alrededor del mundo. ¿Qué más puedo decir? Que
mi corazón llora de tristeza por ver la precaria condición de una iglesia fría,
triste y sin poder que se destruye por las pocas personas sin entrega, amor y
pasión por las almas perdidas. De esto se trata este libro: De que cada
cristiano y ministro sea consciente de su responsabilidad respecto a
TESTIFICAR.
Es mi oración y deseo que, mediante esta obra literaria, descubras todo lo
relacionado con lo que abarca el gran llamado que tiene cada cristiano de
testificar. Por eso estoy seguro que la lectura de este libro te llevará a un nivel
espiritual mucho más alto y profundo cuando sepas, entiendas y pongas en
práctica los principios bíblicos establecidos aquí. Dios nos salvó con un
propósito específico: Testificar y ganar para Cristo a otros que caminan hacia
una eternidad de perdición horrible, a menos que nosotros obedezcamos la
tarea de la Gran Comisión. De ahí que las palabras antes citadas de este gran
teólogo del siglo XX, Emil Brunner, sigan vigentes en nuestros días.
Nuestro propósito como Iglesia de Cristo fue, es y siempre será la tarea de
testificar a través de la evangelización y las misiones. Desde el punto de vista
bíblico, y sin temor a represalias, hasta me atrevo a decir lo siguiente: «Una
iglesia cristiana, sea cual sea su denominación o concilio, donde su líder o
ministro no enseña y anima al cristiano a testificar, y donde la iglesia misma
no evangeliza, no gana almas ni testifica. Además, si esta iglesia no tiene un
departamento misionero, no sostiene financieramente a los evangelistas y los
misioneros, sean locales, nacionales o internacionales, no tiene razón de
existir dentro del contexto bíblico de la iglesia del Nuevo Testamento
establecida en el libro de los Hechos de los apóstoles». ¡Punto!
Algún día, tales ministros e iglesias tendrán que rendirle cuentas al Señor por
las miles y miles de personas que vivían a su alrededor, pero que se perdieron
por toda una eternidad porque no les amaron lo suficiente como las amó
Cristo. Dichas iglesias responderán al Dios Todopoderoso en cuanto a por
qué no testificaron de una salvación tan gloriosa y eterna, estando tan cerca
de esas personas. Tendrán que excusarse por el simple hecho de haber pasado
por alto el mandato del Señor que en el Evangelio de Marcos se expresa de
manera tan enfática: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda
criatura» (Mr 16:15).
¡Que Dios tenga misericordia de nosotros!
DEDICATORIA
«He visto a mucha gente estar de pie por muchas horas, noche tras noche,
y cuando terminamos de predicar, les he escuchado decir: “¡Quédate y
cuéntanos más!”. Para mí no es cansancio de la carne quedarme y hablar
más del evangelio a gente que tiene sed de oírlo. El tiempo vuela y se
renueva nuestra fuerza».
Jonathan Goforth
El movimiento de la evangelización y las misiones mundiales de testificar
sobre la persona de Jesucristo no empezó con Francisco Javier, William
Carey, David Livingston, Hudson Taylor, con el apóstol Pablo y ni con el
mismo Cristo. Empezó con Dios el Padre. Robert E. Speer escribió: «Los
argumentos supremos para las misiones no se encuentran en algunas palabras
específicas. En la propia esencia y el carácter de Dios es donde se encuentran
las profundas raíces de todo el movimiento misionero»1.
La Reforma Protestante declaró que la Gran Comisión de testificar solo se
podía aplicar a los doce apóstoles y que estos llevaron el evangelio hasta los
confines del mundo conocido. La Reforma dijo que la Gran Comisión ya la
completaron los apóstoles, y que la iglesia y sus futuras generaciones no
tenían la autoridad ni la responsabilidad para la evangelización del mundo.
¡Nada pudo estar más lejos de la verdad!
Por consiguiente, las iglesias de Europa fallaron en gran medida por más de
doscientos años en la tarea de testificar y evangelizar, así como en las
misiones mundiales. Sin embargo, al mismo tiempo en que la iglesia europea
fallaba en su llamado y misión, el Espíritu Santo despertaba corazones de un
ejército de hombres y mujeres de Dios, levantándolo para testificar y cumplir
con la tarea olvidada de la iglesia. Basados en la Gran Comisión de Mateo
28:19-20, este ejército de Dios ha transformado el mundo bajo el poder y la
unción del Espíritu Santo en todos los continentes.
A estos héroes que transformaron el mundo, hombres y mujeres de Dios del
pasado, y también los grandes siervos y siervas de hoy, misioneros y
misioneras en mi generación que conozco alrededor del mundo, y las futuras
generaciones que vendrán después de nosotros, a todos les dedico este libro
con mi corazón. Los reconozco por su labor, esfuerzo, pasión, abnegación,
sacrificio, total entrega y dedicación al Señor en la tarea aún no terminada de
testificar de Cristo en cuanto a la evangelización y las misiones. A ellos les
dedico esta obra literaria en reconocimiento por el alto precio que han
pagado, pagan y que pagarán de igual manera, al llevar la Palabra hasta los
confines de la tierra.
Por eso, las palabras de Jonathan Goforth antes citadas son tan apropiadas
para este momento. Hay que trabajar aunque sintamos cansancio físico por
viajes constantes alrededor del mundo, ¡pues nuestro descanso no está aquí!
¡Firmes y adelantes huestes de la fe, sin temor alguno que Jesús nos ve!
Nuestro trabajo diario y labor incansable están aquí. Nuestros desvelos, viajes
y predicaciones constantes de día y de noche están aquí. Sin embargo,
¡nuestro galardón y nuestra recompensa están en los cielos! ¡Aleluya!

PRÓLOGO
«Jesús nos ha llamado y nos ha llenado de poder para ser sus testigos. Él
nos usa a fin de formar parte en el adelanto de su propósito de redención
en la historia. Desde luego, la pregunta se hace: “¿Cómo podemos ser
testigos de Cristo?”. La respuesta es: “¡A través de la proclamación del
evangelio!”».
Daniel Myer
Cuando leemos en la Palabra el mandato de llevar a cabo la Gran Comisión,
casi siempre queremos pasarlo por alto aludiendo que no recibimos este
llamado. En verdad, no todos los creyentes tienen el llamado a servir de
manera específica en algunos de los cincos ministerios descritos en Efesios
4:11. No obstante, la Biblia nos declara que todo creyente tiene un llamado a
trabajar para el Señor. Dios nos llama a todos para llevar a cabo la Gran
Comisión, y una forma de lograrlo es cuando testificamos. En el Evangelio
de Marcos tenemos la historia del mandato de Jesús a testificar. La Biblia nos
dice que cuando Jesús calmó la tempestad y llegaron al otro lado del mar, a la
región de los gadarenos, le salió al encuentro un hombre en completa
posesión demoníaca. Después que Jesús dejó libre a ese pobre hombre de su
tormento, este quería seguirle, pero el Señor no se lo permitió, como lo
vemos en el siguiente pasaje:
Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le
dejase estar con él. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu
casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho
contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a
publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y
todos se maravillaban.
Marcos 5:18-20
Como vemos en la Palabra, Jesús no permitió que este hombre le siguiera
porque tenía otros planes. El Señor mandó al gadareno que testificara, que
contara lo que Dios hizo a su favor. Dios también nos dio a nosotros este
llamado a testificar. Nuestra responsabilidad es hablarle al perdido de Jesús.
Todos los redimidos por la sangre del Cordero tenemos un testimonio que
dar. Todos, como el gadareno, somos testigos del poder de Dios en nuestra
vida. «Testificar» significa contar las Buenas Nuevas de salvación, decirles a
todos nuestros familiares, conocidos y desconocidos cuán grandes cosas
Cristo ha hecho con nosotros.
Josué y yo llevamos treinta años de casados, y en todo este tiempo yo he sido
testigo de la pasión que él tiene por la evangelización, por ganar almas. Él le
habla del amor de Cristo a todo el que se encuentra a su paso, y trata de ganar
las almas perdidas en cualquier momento que se le presenta la oportunidad.
Por ejemplo, el año pasado fuimos a predicar a Tijuana, México. Habíamos
quedado con el pastor que organizó el evento de encontrarnos en un
restaurante McDonald’s que quedaba a la entrada de la ciudad, para desde ese
lugar ir juntos hacia donde se celebraría el evento.
Llegamos y estacionamos el auto. Josué se bajó para ver si el pastor ya nos
estaba esperando. Al cabo de un rato, me preocupé, pues Josué se demoraba
en regresar. Cuando miré por el espejo retrovisor, allí estaba Josué
evangelizando al guardia de seguridad. Y es que así es él, no pierde una
oportunidad para hablar de Cristo.
Queridos hermanos, la voluntad de Dios es que todos testifiquemos del amor
de Cristo. La voluntad del Señor es que le hablemos al perdido de las Buenas
Nuevas de salvación. La Biblia nos dice que el gadareno obedeció el mandato
del Señor, y comenzó a publicar en el área de Decápolis, o sea, en todas las
ciudades vecinas, cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
Asimismo, la voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es que
nosotros, al igual que el gadareno, cumplamos nuestro llamado a testificar.
Por eso es que recomiendo en gran manera este libro escrito por mi querido
esposo, Josué, llamado: Testifica. También le pido al Señor en oración que, al
leer, el Espíritu Santo te contagie y llene de esta pasión para contarle al
perdido cuán grandes cosas Cristo ha hecho en tu vida. Por eso es que las
palabras que cité de Daniel Myer siguen vigentes hoy: Tenemos que
proclamar, evangelizar y testificar del evangelio a quien esté a nuestro
alcance. ¡Amén!
Dámaris Yrion
LISTA DE ABREVIATURAS

Génesis Gn Nahum Nah


Éxodo Éx Habacuc Hab
Levítico Lv Sofonías Sof
Números Nm Hageo Hg
Deuteronomio Dt Zacarías Zac
Josué Jos Malaquías Mal
Jueces Jue Mateo Mt
Rut Rt Marcos Mr
1 Samuel 1S Lucas Lc
2 Samuel 2S Juan Jn
1 Reyes 1R Hechos Hch
2 Reyes 2R Romanos Ro
1 Crónicas 1 Cr 1 Corintios 1 Co
2 Crónicas 2 Cr 2 Corintios 2 Co
Esdras Esd Gálatas Gl
Nehemías Neh Efesios Ef
Ester Est Filipenses Flp
Job Job Colosenses Col
Salmos Sal 1 Tesalonicenses 1
Proverbios Pr Ts
Eclesiastés Ec 2 Tesalonicenses 2
Cantares Cnt Ts
Isaías Is 1 Timoteo 1 Ti
Jeremías Jer 2 Timoteo 2 Ti
Lamentaciones Lm Tito Tit
Ezequiel Ez Filemón Flm
Daniel Dn Hebreos Heb
Oseas Os Santiago Stg
Joel Jl 1 Pedro 1P
Amós Am 2 Pedro 2P
Abdías Abd 1 Juan 1 Jn
Jonás Jon 2 Juan 2 Jn
Miqueas Miq 3 Juan 3 Jn
Judas Jud
Apocalipsis Ap
PRIMERA PARTE: LA SERIEDAD DE TESTIFICAR
1. LA IMPORTANCIA DE TESTIFICAR
«Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura
[...] Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y
confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén».
Marcos 16:15, 20
«Una iglesia que no busca a los perdidos, ella misma está perdida».
Reinhard Bonnke
Como cristianos, todos debemos tener gran interés en testificar de Cristo a
través de las misiones y la evangelización. La seriedad de este llamado que
tiene cada cristiano está relacionada con el nivel de importancia que le damos
a la obra de Dios. Testificar mediante la evangelización está en el corazón de
Dios y su obra misionera alrededor del mundo. El amor por las almas es de
suma importancia.
La muerte de Cristo en la cruz y su amor es la base de nuestro llamado a
testificar, y debemos tomarlo con mucha seriedad. Como ya dije antes en la
presentación: Una iglesia que no evangeliza, no testifica del amor de Dios
reflejado por medio de Cristo en la cruz, no tiene un departamento misionero
y no alcanza a las almas perdidas para el Señor, no tiene razón de existir
dentro del contesto bíblico de la iglesia del Nuevo Testamento.
El trabajo de las organizaciones misioneras, sean las que sean, que no incluya
la evangelización como prioridad y no le da la importancia debida, se
catalogan como asistencia social y humanitaria, pero no evangelizadora.
Podrán ayudar a los necesitados y enfermos, y con esto atraerlos a Cristo,
pero si no se les predica ni testifica de la Palabra de Dios a estas personas,
esto no es evangelización, sino obra caritativa. Además, no sustituye la
definición clásica del Nuevo Testamento donde se establece que la prioridad
es alcanzar a los perdidos para Cristo mediante la predicación de la Palabra
de Dios. Esto es muy serio, pues se abandona la predicación y se sustituye
por obras de caridad.
Es obvio que este trabajo social de ayuda humanitaria es necesario en todos
los continentes, sobre todo en los países del Tercer Mundo. Sin embargo, el
alma es más importante que el cuerpo. El cuerpo vivirá por algún tiempo,
pero el alma es eterna. De modo que si sanamos el cuerpo y perdemos el
alma, nuestro trabajo será en vano y un completo fracaso. Por otra parte, si
salvamos solo el alma y no ayudamos a los necesitados, también nos
equivocamos en nuestro trabajo misionero al no atender las necesidades
físicas de los demás. Tenemos que hacer ambas tareas.
En realidad, cada cristiano tiene el llamado a ganar almas para el Señor y no
necesita de un llamado especial para evangelizar, como ya dije también. Hay
llamados específicos para los ministros, como el de evangelista, pastor o
misionero, pero hay un llamado general de servicio que cada cristiano debe
obedecer. Ahí es donde todo cristiano debe tomar en serio la tarea de
testificar.
Una escuela o un hospital cristianos, o cualquier otra institución, solo serán
una obra misionera si de veras les predican y testifican de Jesucristo a los
demás, y ganan a los inconversos para el Reino de Dios. La propia definición
bíblica de la palabra evangelización o misiones denota un llamado para cada
cristiano de forma individual, de modo que cumpla con su tarea personal de
testificar, ya sea con un llamado específico como ministro del evangelio o
solo como un creyente, pues en ambas situaciones la mayor importancia
radica en ganar almas perdidas para Cristo.
El Congreso sobre Evangelización Mundial de 1966, cuyo organizador
principal fue Billy Graham, enfatizó mucho que sus participantes y líderes
llevaran de vuelta a sus iglesias y comunidades una nueva pasión por la
evangelización. Más tarde, ya de regreso en sus casas, algunos que estuvieron
en este congreso dijeron: «En muchas partes del mundo están más que
dispuestos a escuchar el evangelio que los predicadores están dispuestos a
predicar». ¡Esto es algo insólito!
LA SERIEDAD DE TESTIFICAR
Como nunca antes en la historia, las personas no cristianas tienen un hambre
muy grande por escuchar la Palabra de Dios, así que están abiertos al
evangelio de Cristo. Incluso, muchos están demostrando interés en la fe
cristiana. En mi caso, que he predicado en más de setenta y cuatro países en
todos los continentes alrededor del mundo, te puedo decir que esto es cierto.
Aunque la sociedad y la moralidad de las naciones están en decadencia, por
esta misma razón y como nunca antes, tenemos que tomar en serio la
oportunidad de testificar y predicar a Cristo por todos los medios posibles
debido al avance de la tecnología actual. Debido también a que los corazones
están vacíos y en busca de una solución a sus problemas espirituales,
debemos tener presente que la respuesta la tenemos nosotros al anunciar a
Cristo Jesús. Repito, por esto debemos tomar en serio la tarea de testificar.
Por mi experiencia puedo decirte que he visto a muchas personas que quieren
oír el evangelio aquí mismo en Estados Unidos, así como en el Canadá,
animistas en África, budistas en Asia, hindúes en la India, musulmanes en el
Oriente Medio y en muchos países del mundo, europeos intelectuales y gran
cantidad de ateos, así como australianos insatisfechos que buscan una
respuesta que los placeres de la vida no les han proporcionado. También he
visto hispanos en México, Latinoamérica, Centroamérica y Suramérica que
están desilusionados con su religión tradicional. Sí, millones de millones de
personas en todos los continentes están encontrando en Cristo la razón de
vivir, de modo que se salvan y sanan de manera física y espiritual. En fin, se
liberan de sus cadenas de vicios y ataduras espirituales en sus vidas. ¡Cristo
es la solución!
En todo lugar, el Espíritu Santo está llevando de veras el hambre por el Pan
de Vida a estos corazones deseosos de perdón, restauración y de toda clase de
bendición que solo les puede dar Cristo. Por eso debemos aprovechar este
mover del Espíritu y testificar con seriedad, ahínco y determinación. Esta
hambre espiritual no solo se encuentra en las grandes masas de personas
pobres, desde el punto de vista económico en los países del Tercer Mundo.
¡De ninguna manera! En todos los niveles sociales, desde el menor hasta el
mayor, desde un campesino, maestro, estudiante, trabajador público, oficiales
de gobiernos, personas de negocios, empresarios, profesionales, médicos,
abogados, ya sea del menor nivel hasta el más alto, incluso los presidentes,
jefes de estado, primeros ministros o reyes, todos están encontrando el Pan y
el Agua de Vida que es Cristo. Así que debemos asumir la responsabilidad de
testificar con mucha seriedad y entender como cristianos la importancia de
este llamado de proclamar, anunciar y testificar mediante la evangelización o
las misiones. ¡Nuestro tiempo es ahora! Así que, ¡testifica!
LA DEFINICIÓN DEL LLAMADO A LAS MISIONES Y A LA EVANGELIZACIÓN
Todo cristiano tiene el llamado a evangelizar, testificar y a saber cuál es su
parte en el plan de Dios en cuanto a las misiones y la evangelización, sin
importar que sea en un llamado general de servir o uno específico en cuanto
al ministerio. «En el Nuevo Testamento hay cinco llamados concretos que
Cristo nos hace a cada creyente para testificar:»
Primer llamado a testificar: «Por tanto, id, y haced discípulos a
todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo» (Mateo 28:19).
Segundo llamado a testificar: «Y les dijo: Id por todo el mundo y
predicad el evangelio a toda criatura» (Marcos 16:15).
Tercer llamado a testificar: «Y que se predicase en su nombre el
arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén» (Lucas 24:47).
Cuarto llamado a testificar: «Como me envió el Padre, así
también yo os envío» (Juan 20:21). Este pasaje enfatiza, de una
vez por todas, nuestro llamado a la evangelización.
Quinto llamado a testificar: «Pero recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra»
(Hechos 1:8).

¿Todavía tienes alguna duda sobre la importancia de este llamado de Cristo


hacia nosotros, a todos los cristianos? ¿No debería ser importante para ti
también? Muchas definiciones se le han dado a la palabra evangelización a lo
largo de estos años del cristianismo. Michael Green define la evangelización
de la siguiente manera:
La evangelización [es] la proclamación de las buenas nuevas de salvación
a hombres y mujeres, con miras a su conversión a Cristo y su
incorporación en la iglesia1.
Por otra parte, el Dr. J.I. Packer sugiere que «la evangelización es solo
predicar el evangelio»2. El Dr. John Stott está de acuerdo con Packer y dice
que la evangelización y su contexto es que «su esencia está en la fiel
proclamación del evangelio»3.
Las palabras «evangelización» y «misiones» están ligadas entre sí, puesto que
en las misiones se predica el evangelio y se testifica de Jesús, y no solo se
limitan a las obras humanitarias de varias organizaciones. Muchos teólogos
dicen que de nada vale atender el cuerpo de las personas en obras caritativas
y sanar sus enfermedades, cuando volverán a morir de todos modos. En
cambio, si no han oído del evangelio de Cristo, estarán perdidas para siempre.
Eruditos sobre la evangelización y las misiones también comentan que
podemos demostrar el amor de Cristo a través de las obras caritativas, pero
que se debe testificar y predicar el evangelio, a fin de que se salven sus
almas. Por otro lado, John Stott define que las misiones «es llevar a cabo todo
lo que Dios nos encomienda a hacer como su pueblo»4. Así que podemos
concluir que si en las misiones están presentes la testificación y la
predicación del evangelio, de seguro que hay evangelización.
Al igual que muchos líderes, soy de los que opinan que la evangelización
incluye netamente la proclamación del evangelio. Es más, toda obra de
evangelización es misiones, aunque no todas las misiones sean
evangelización. Dos palabras griegas en el Nuevo Testamento sobresalen en
estos aspectos: «euangelion», que solo es «buenas nuevas», y aparece setenta
y cinco veces. La otra es «euangelizomai», que es «publicar y anunciar las
buenas nuevas», es decir, predicar el evangelio, la cual aparece veinticuatro
veces. El evangelio es el «evangel», o «euangelion», las buenas nuevas, y
«euangelizomai» es la «evangelización», que es la proclamación y
predicación de las buenas nuevas.
EL MENSAJE DE LAS MISIONES Y DE LA EVANGELIZACIÓN
El evangelio tiene muchas facetas, aspectos e interpretaciones, pero solo un
único tema: ¡Cristo! Eso está claro en el libro de los Hechos de los apóstoles.
Justo después de su conversión, Pablo «predicaba a Cristo» en Damasco (Hch
9:20). Predicaba, o sea, testificaba de Cristo, y este crucificado (1 Co 2:2).
Los otros apóstoles hacían lo mismo. Testificaban en cualquier parte que
iban, pues predicaban de Cristo, y su crucifixión y resurrección (lee Hch
2:24; 4:2, 33).
En una ocasión, le preguntaron al gran evangelista y misionero Stanley Jones
en la India: «¿Qué tiene el cristianismo que no tiene el hinduismo?». Su
respuesta fue instantánea: «Jesucristo». Él es el centro de nuestra predicación.
Si eliminamos a Cristo y predicamos otra cosa, ya no es cristianismo, sino
cualquier otra religión sin fundamento, base y verdad. La cruz de Cristo y su
resurrección es el corazón del evangelio y de la evangelización. Fuera de Él
no hay evangelio.
El evangelio es Cristocéntrico en dos maneras: Su Persona y su obra
redentora. El Nuevo Testamento enseña, y la iglesia primitiva creía al igual
que nosotros, que durante su vida, ministerio, crucifixión y resurrección,
Jesucristo es y seguirá siendo único e inigualable, pues vive para siempre. Sin
Él no existiría la salvación, el evangelio, el Nuevo Testamento, y tampoco
habría iglesia cristiana ni esperanza para la humanidad.
En mi último libro, La conquista de Cristo en la cruz, hablé en detalles sobre
la persona única de Cristo. En cuanto al gran significado de la cruz, me referí
al propósito de Dios, al amor inmenso de Cristo, su muerte horrenda, la
victoria de su poder, la victoria del poder de la sangre, la victoria del poder de
la resurrección, la victoria sobre el pecado, el perdón que logró, la sanidad de
la enfermedad, y la derrota del diablo y la muerte en la cruz. ¡Aleluya! ¡Oh,
bendita conquista! ¡Gloria al Señor! Él es el Hijo unigénito de Dios, su
encarnación y nacimiento virginal fueron milagrosos. También lo fueron su
vida santa y sin pecado, su carácter intachable, su poder, sus milagros, su
muerte expiatoria en la cruz del Calvario, su victoriosa resurrección, su
ascensión al cielo, así como lo será su futura Segunda Venida. Jesucristo es el
único y soberano Salvador del mundo y Señor del universo.
Junto con la persona de Cristo está su obra. Él es el corazón del evangelio
que predicamos y testificamos. Pablo lo resumió cuando dijo que Él murió
por nuestros pecados, lo sepultaron y resucitó al tercer día con poder, de
acuerdo con las Escrituras (1 Co 15:1-3). Así que Él no murió como un
profeta, un reformador ni tampoco como un mártir. Él murió y padeció como
el único Salvador del mundo (1 P 3:18). Jesucristo dio su vida y derramó su
sangre para la remisión de nuestros pecados, pues vino a cumplir el plan
eterno de Dios para rescatar a la humanidad de la perdición. Por esta razón
predicamos «las buenas nuevas de salvación»:
Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en
cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de
la reconciliación.
2 Corintios 5:19
Jesús reconcilió al hombre con Dios y nos encargó a nosotros, a todos los
cristianos y ministros del evangelio, llevarles la Palabra de reconciliación a
los demás debido a que:
Dios amó al mundo.
Cristo murió por todos.
Cualquiera que invocare el nombre del Señor en arrepentimiento y
confesión será salvo.

Gracias a estos tres aspectos es que podemos predicarle y testificarle al


mundo el mensaje del evangelio.
LA IMPORTANCIA Y PRIORIDAD DE LAS MISIONES y DE LA EVANGELIZACIÓN
Teniendo en cuenta que los expertos en la evangelización dicen que esta NO
ES ninguna obra social, ayuda comunitaria ni cualquier trabajo humanitario,
aunque todas estas cosas podrán expresar el amor de Cristo, si no se testifica,
la predicación del evangelio NO ES evangelización, sino solo trabajo
misionero. ¿Cuál debería ser la importancia de la evangelización?
No hay duda de que todas las estrategias para alcanzar las almas son
importantes. Mucho más cuando vemos los resultados en la conversión de las
personas a las que se les testifica y se les predica el mensaje de salvación. Las
demás cosas que se hagan a su favor solo serían obras caritativas sin ningún
beneficio para el alma, sino solo para el cuerpo. Sin Cristo, esas personas
morirán e irán a una eternidad separadas de Dios.
Es obvio que reconocemos que debido a muchos de estos trabajos misioneros
la gente se ha convertido por el simple hecho de la demostración de amor de
los cristianos. Un ejemplo de esto lo vemos cuando a las multitudes
inconversas se les atiende y se les suple para sus necesidades físicas, sociales,
económicas y psicológicas. Alrededor del mundo, el amor de Cristo se
expresa a diario a través de estos programas comunitarios de grandes
organizaciones misioneras cristianas y, como resultado, muchos miles se
entregan a Cristo. Sin embargo, esto solo será trabajo misionero si se incluyó
la testificación y la proclamación del evangelio. De esta manera se transforma
en la evangelización, según el contexto bíblico de la iglesia del Nuevo
Testamento. Como dijera Jack Frizen:
La evangelización debe ser nuestra obsesión. El elemento básico en el
alcance misionero es la prioridad de la evangelización, ya sea de palabra o
por hechos. La evangelización fue la orden directa de Cristo a sus
discípulos y es la comisión solemne a la iglesia. Otros ministerios deben
apoyar la evangelización, pero no sustituirla.
Por lo tanto, creemos que el énfasis es ganar almas para Cristo, pero también
podemos decir que la evangelización social, junto con la proclamación verbal
del evangelio, han alcanzado a millones de personas alrededor del mundo.
Aun así, las dos deben trabajar juntas, y jamás lo humanitario debe quitarle la
prioridad a la predicación y la testificación. ¿Por qué? Porque la ayuda física
y humanitaria, la obra de caridad y de misericordia, y la justicia social
durarán algún tiempo, será por un momento. En cambio, cuando se testifica y
se predica el evangelio, las almas se salvan para toda la eternidad.
Por supuesto, muchas organizaciones misioneras trabajan con estas
actividades y usan el trabajo misionero humanitario como forma para atraer a
los inconversos a las iglesias y que conozcan a Cristo. ¡Y esto se debe hacer!
¡Es una estrategia excelente! Sin embargo, la importancia primordial y la
prioridad de la evangelización es testificar y predicar la Palabra de Dios.
«Aparte que nuestro ministerio ayuda financieramente a cincuenta y dos
misioneros en todos los continentes del mundo, también ayudamos del mismo
modo a ministerios que predican la Palabra como por ejemplo:»
«Judíos para Jesús», que alcanza a los judíos para Cristo alrededor
del mundo.
Morris Cerullo Evangelismo Mundial.
«King Ministries», con el evangelista y amigo Daniel King, que
tiene como meta alcanzar a un millón de personas para Cristo cada
año alrededor del mundo.
«Fred Jordan Mission», que da albergue, abrigo, ropas y comida a
los desamparados y, al mismo tiempo, les testifica y les predica el
evangelio.
«Life Outreach», organización de James Robinson, que abre pozos
en África para ofrecer agua potable a los sedientos, reparte
comida, zapatos y construye casas de refugio en Asia para sacar a
las niñas de la prostitución, a la vez que les testifican y les
predican la Palabra.
«Hand to Hand», organización que conocimos personalmente en
Bangkok, Tailandia, dedicada a sacar niñas de las garras de la
explotación sexual, y les construye casas de refugio seguras donde
las alimentan, les enseñan, les testifican y les predican la Palabra
de Dios.

Las organizaciones evangélicas siempre consideran que la evangelización es


la tarea primordial y más importante que llevan a cabo. En la iglesia
primitiva, ya había problemas en cuanto a su prioridad
En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo
murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de
aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce
convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que
nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas.
Hechos 6:1-2
¡Aquí está la prioridad! ¿Cuál es? ¡La predicación de la Palabra! ¿Cómo lo
sabemos? Por la respuesta de quienes componían el liderazgo de la iglesia
cuando dijeron:
Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen
testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes
encarguemos de este trabajo.
Hechos 6:3
¿Cuál trabajo? ¡La asistencia social y humanitaria que desarrollaba la iglesia!
¿Por qué escogieron a estos hombres? ¡Para que la iglesia se enfocara en su
prioridad que era testificar, predicar la Palabra y alcanzar las almas! Como se
confirma en el libro de Hechos:
Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra.
Hechos 6:4
Esta es la tarea fundamental y de suma importancia: ¡La evangelización!
Billy Graham fue el que más enfatizó este punto. El Pacto de Lausana,
difundido por el Congreso Internacional sobre Evangelización Mundial, que
se realizó en julio de 1974 en la ciudad de Lausana, Suiza, de seguro que es
uno de los documentos cristianos más importantes del siglo XX. En el cuarto
punto del Pacto de Lausana sobre de la Evangelización Mundial se expresa la
función de la iglesia:
Evangelizar es difundir la buena nueva de que Jesucristo murió por
nuestros pecados y resucitó de los muertos según las Escrituras, y que
ahora como el Señor que reina ofrece el perdón de los pecados y el don
liberador del Espíritu Santo a todos los que se arrepienten y creen.
También la directiva de las Misiones Foráneas afirmó lo siguiente:
Cuando una casa se está quemando en la noche, lo primero, y la
preocupación más urgente, es sacar a tiempo vivos los que están
durmiendo. De la misma manera, la preocupación principal del misionero
es por el ALMA de la persona para salvarla del fuego eterno. A su tiempo,
cuando estén reconciliados con Cristo, podrán recibir una obra social y
humanitaria. Debemos mantener esta manera y prioridad misionera, y
seguir las pisadas de los apóstoles de Cristo.
EL COMPLEMENTO DE LAS MISIONES Y DE LA EVANGELIZACIÓN
Orlando Costas, en su libro La iglesia y su misión evangelizadora, no usa el
término «prioridad de la iglesia», sino que prefiere hablar del «trabajo total
de la iglesia», como una sola cosa en conjunto5. Para Costas, la acción social
y la evangelización son dos partes integrales de la iglesia y su misión. Por un
lado, tiene razón, aunque hay diferentes puntos de vista entre los ministros
con relación a este asunto6.
Diría que a pesar de que nuestra prioridad es predicar y ganar almas para
Cristo, la iglesia evangélica ha fallado en muchos aspectos en cuanto a la
ayuda humanitaria y social. Pudiéramos alcanzar a más millones de personas
(predicando y ayudando), si hubiéramos incluido el trabajo de la obra
caritativa, como Jesús mismo lo dijo:
Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre,
heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de
beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis;
enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos
le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te
sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos
forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos
enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá:
De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos
más pequeños, a mí lo hicisteis.
Mateo 25:34-40
Es aquí donde la iglesia evangélica ha fallado, aunque creamos que nuestra
tarea principal sea la de testificar y predicar el evangelio. Sí, necesitamos
testificar y predicar, pero sin olvidar la asistencia social, porque el hombre es
cuerpo, alma y espíritu. De modo que en cada una de estas esferas hay
distintas necesidades que solo Cristo puede suplirle al hombre.
Es bíblico y lógico que necesitemos personas y ministerios cristianos que
hagan obras sociales y humanitarias, como lo dijo el mismo Jesús. Que den
comida a los hambrientos y agua al sediento. Que provean orfanatos para los
niños, casas para los ancianos, ropa para el que no tiene. Es más, que visiten
los hospitales y oren por los enfermos. Sin embargo, lo que es más
importante, que también testifiquen y prediquen la Palabra.
Por otra parte, hay necesidad de que se ejerza el ministerio en las cárceles,
que se abrigue al que tiene frío y que se reciba en sus instalaciones a los
desamparados. Nos hacen falta ministerios que hagan cada una de estas
cosas, así como cristianos que les ayuden, pues todo esto es bíblico y
necesario. Ahora bien, sería mucho mejor si realizáramos esta obra a la vez
que testificamos, predicamos y alcanzamos a las personas para Cristo.
¡Aleluya!
Nuestro ministerio ayuda financieramente a muchos ministerios y misioneros
en la India, África y Asia que tienen asilos para huérfanos, ancianos y
desamparados. Así que junto con la ayuda material, se les predica la Palabra
para suplir sus necesidades espirituales. Como resultado, les ministran en
todas las formas y carencias humanas. Y aparte de estos versículos donde
Cristo dejó bien claro la tarea de la Iglesia que es ayudar al necesitado, ¿hay
alguna otra base bíblica? ¡Claro que sí! Veamos el caso de Cornelio:
Él, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo:
Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios.
Hechos 10:4
Cornelio prestaba ayuda social y caritativa a los demás, y esto le llamó la
atención a Dios. Nadie es salvo por darles limosnas a los pobres ni por
ofrendar en sus iglesias. En cambio, la demostración de las obras y del amor
de Dios en nuestros corazones es lo que nos mueven a dar, contribuir,
compartir, ayudar y hacer las obras humanitarias y sociales. No somos salvos
por las obras, pero sí somos salvos para HACER las obras. Repito: No somos
salvos por las obras, como lo aclara bien la Palabra:
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Efesios 2:8-9
Aun así, somos salvos para HACER las buenas obras, como lo dijo el propio
Cristo:
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Mateo 5:16
John Stott dijo:
Aunque no somos salvos por las buenas obras, tampoco podremos actuar
sin ellas. Las buenas obras no son el camino para la salvación, pero son
una evidencia necesaria para nosotros. Una fe que no se demuestra en sí
misma por las obras, es muerta.
En la epístola de Santiago encontramos la siguiente conclusión:
Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno
dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te
mostraré mi fe por mis obras.
Santiago 2:17-18
Cuando me refiero a las «obras», expreso que el cristiano debe dar frutos de
su salvación al emplear su vida y sus finanzas para el beneficio de los menos
afortunados. Como ya dije, hasta el momento, nuestro ministerio está
ayudando financieramente a cincuenta y dos misioneros y sus familias en
todos los continentes del mundo, así como preparamos a centenares de
personas en el Instituto Teológico J.Y. que tenemos en la India, para alcanzar
el Asia para Cristo. Con tal objetivo, asumimos la responsabilidad financiera
de sostener a maestros, estudiantes y misioneros. Tenemos fe, pero también
tenemos obras. Al igual que las obras sin fe es muerta, la fe sin obras es
muerta también. Ambas se complementan entre sí. Por lo tanto, ¡llevemos a
cabo las dos tareas!
¿QUÉ NOS IMPULSA A LAS MISIONES Y A LA EVANGELIZACIÓN?
Nuestro objetivo primordial al testificar y predicar la Palabra de Dios, la
Biblia, es la certeza absoluta de que nuestro Dios es el único Dios verdadero,
de modo que debemos rechazar cualquier otro falso «dios» o religión que
puedan existir en la tierra.
Nuestra convicción, pasión y entrega está en darle a conocer al mundo el
único, absoluto y verdadero Dios, y que aparte de Él, no hay otro dios. Así
que esta es nuestra prioridad: Proclamar y testificar del evangelio para la
salvación de las almas, y después, la obra social y humanitaria. Los dos
deben complementarse, pero nunca lo humanitario debe sustituir la
evangelización, como pregunta J. Mack Stiles:
Entonces, ¿cuidar de los demás es el evangelio, es la evangelización? ¡No!
No sin la proclamación y el testimonio verbal del mensaje que produce la
salvación. Nunca debemos confundir la atención que debemos brindarles a
quienes tienen necesidades materiales con la proclamación del evangelio
para salvación. Cuidar de los demás representa el evangelio, apunta al
evangelio y es una aplicación del evangelio, pero NO es el evangelio en el
significado original de la palabra, así que no es igual al evangelio.
Nosotros creemos que predicar debe ser la prioridad de la iglesia. La
salvación de las almas es lo más importante, pero también creemos que
ayudar al necesitado es importante también. Algunos ministerios
evangelizadores solo alcanzan a las almas perdidas. Otros se dedican nada
más a atender las necesidades físicas de las personas mediante obras
humanitarias y sociales. Nosotros y nuestro ministerio, en cambio, hacemos
ambas cosas: Proclamamos y testificamos del evangelio para la salvación de
los perdidos, pero también ayudamos financieramente a ministerios que dan
comida y abrigo a los pobres, y sostienen orfanatos y escuelas para que los
niños desamparados aprendan a leer y escribir. Incluso, ayudamos
financieramente a organizaciones que tienen hospitales que se preocupan por
sanar las enfermedades de personas necesitadas como estas.
Creemos en los milagros, y los hemos visto alrededor del mundo en nuestras
cruzadas, pero también somos conscientes que Dios usa a los médicos y las
medicinas para curar un cuerpo enfermo y aliviar el dolor. Seamos realistas:
¡Hasta nosotros los ministros nos enfermamos de vez en cuando! ¿Verdad? E.
Stanley Jones, evangelista y misionero en la India, dijo en cierta ocasión:
Un evangelio individual sin un evangelio social es un alma sin cuerpo, y
un evangelio social sin un evangelio individual es un cuerpo sin alma.
Uno es un fantasma y el otro es un cadáver.
¡Así es! ¡Tenemos que hacer el evangelio individual y el evangelio social!
Esto es lo que nos impulsa a la evangelización y a las misiones: Predicar,
testificar y también ayudar materialmente a los demás.
Entre los ministros hay diferentes puntos de vista sobre este asunto, pero creo
que todos estamos de acuerdo en que la proclamación del evangelio salva el
alma, mientras que el trabajo social y humanitario restaura el cuerpo. Si
hacemos ambas cosas, tendremos el evangelio completo. Jesús enfatizó
mucho en esto, basta con leer los Evangelios. Aunque Él testificó y predicó la
Palabra, también sanó enfermos, e hizo un trabajo humanitario y social al
ayudar a las necesidades físicas de los demás, como cuando multiplicó los
panes y los pescados, y dio de comer a la multitud. Por lo tanto, Él dio esta
tarea de ayudar a los necesitados y enfermos a nosotros, su Iglesia, de lo cual
ya comentamos el pasaje de Mateo 25:31-46. Hablando sobre esto, Lindsay
Brown comentó:
Algunos de nosotros somos egocéntricos. Nuestro desafío está en
preocuparnos por los necesitados. Para los ministerios de misericordia que
tenemos, su desafío es hacernos ver la necesidad y ser sensibles a los
demás. Así que tanto nosotros, como estos ministerios de la iglesia,
debemos comunicar y testificar con nuestras palabras el evangelio, pero
también ayudar a los necesitados. Nuestro modelo está en Jesús que
predicó, pero también alimentó a los cinco mil.
EL AMOR A LOS DEMÁS ES LA BASE DE LAS MISIONES Y DE LA EVANGELIZACIÓN
Cierta vez un misionero trabajaba en una nación fría en extremo. Al pasar por
una calle, vio a una persona sin abrigo para protegerse de tan baja
temperatura. Se detuvo, le ofreció un folleto evangelístico y se marchó.
Entonces, le escuchó a su corazón decir: «¿De qué le sirve el folleto si esta
persona podrá morir de frío en cualquier instante?». Paró en la calle y,
considerando volver, pensó: «Si yo regalara mi abrigo, el que moriría de frío
sería yo». Cuando empezó de nuevo a seguir su camino, escuchó la misma
voz hablándole a su corazón más alto aún. Decidió regresar y, quitándose el
abrigo, se lo dio a esta persona que leía el folleto.
Al cabo de mucho años, una vez en una conferencia misionera el misionero
estaba oyendo a la gente testificar de las bendiciones del Señor. Un hombre
se paró y dijo: «Hace muchos años yo estaba en la calle con mucho frío y sin
abrigo. Un misionero me dio un folleto y se fue, después regresó y me dio su
abrigo. Su gesto de amor cambió mi corazón y me salvó tanto mi vida
espiritual como física. Así que hoy también predico de este gran amor de
Cristo por medio de sus siervos».
El misionero que estaba sentado escuchándole, lo reconoció y empezó a
llorar de emoción. Más tarde, los dos se abrazaron entre lágrimas y nació una
gran amistad.
Como ves, la generosidad de este hombre le salvó la vida, y por esta acción
Dios también le salvó su alma. El amor demostrado por este misionero tuvo
consecuencias de vida eterna. En cuanto a esto, el pastor David Platt dijo:
Hoy más de mil millones de personas viven y mueren en la pobreza.
Tratan de vivir con menos de un dólar al día. Si yo voy hablar de la
urgente necesidad espiritual al predicar el evangelio de Cristo, no puedo
pasar por alto, también de paso, la urgente necesidad física a mi alrededor.
¿Cómo podemos los cristianos olvidarnos que, mientras vivimos, miles de
niños y de personas hambrientas en el mundo morirán hoy porque no
tuvieron comida o agua? ¿Cómo podemos vivir nuestras vidas de cristianos e
ignorar que tales personas ni siquiera existen? Esta es una realidad profunda
que la iglesia evangélica debe afrontar. Nos han acusado de solo predicar y
testificar de lo espiritual a las almas, y de no importarnos lo material de tales
personas. Nos han apuntado con el dedo y nos han señalado que solo nuestra
visión es alcanzar las almas en lo espiritual para que se llenen las iglesias. Sin
embargo, muchas personas del Tercer Mundo, en especial de América Latina,
África y Asia, no reciben atención en cuanto a sus necesidades físicas,
sociales y humanas. Repito: «La prioridad de la iglesia es predicar y testificar
de la Palabra, a fin de que las almas se salven de la condenación eterna al
proclamarles el evangelio. Aun así, también debemos promover el bien
humanitario de los demás a través del evangelio social y caritativo. Es más,
debemos demostrar el amor al alimentar, cuidar, suplir, sanar y ayudar en sus
necesidades físicas a millones y millones de personas alrededor del mundo».
UN PUNTO DE VISTA DISTINTO SOBRE LAS MISIONES Y LA EVANGELIZACIÓN
En su libro Revolución en el mundo de las misiones, el Dr. K.P. Yohannan,
fundador y director internacional de «Evangelio para Asia», ofrece de
acuerdo a su experiencia algunos puntos de interpretación diferentes. Según
expresa, el diablo ha introducido una sarta de medias verdades para confundir
a la iglesia al proponer la obra social y humanitaria sin la predicación del
evangelio. Así que enfatiza que millones de personas se perdieron, y se
pierden, porque el enemigo ha introducido ciertas mentiras. El Dr. Yohannan,
oriundo de la India, nos presenta una serie de afirmaciones que de seguro son
mentiras del enemigo, y a las que les daremos respuesta en pocas palabras7:
Primera mentira: ¿Cómo podemos predicar el evangelio a alguien que
tiene el estómago vacío?
Estoy en desacuerdo a lo que parece una declaración racional y lógica. Un
estómago vacío no tiene nada que ver con la condición espiritual de su alma.
Dios ama al rico de la Quinta Avenida en Nueva York, pero también ama al
pobre y miserable en las calles de Bombay, India. La única manera que
cualquiera de los dos herede la vida eterna es a través del arrepentimiento y
de la confesión de sus pecados. En los últimos cien años, muchas
organizaciones cristianas han invertido millones de dólares en trabajos
sociales y humanitarios sin haber ninguna persona convertida, así que este es
el resultado de esta gran mentira. Aunque debemos ocuparnos de los
necesitados, no debemos caer en lo que practican dichas organizaciones
cristianas que olvidan que nuestra prioridad es la evangelización.
Segunda mentira: El trabajo social (suplir solo las necesidades materiales
del hombre) es un trabajo misionero
Esta es la tragedia de todas las tragedias. Es uno de los más grandes
malentendidos de todos los tiempos. Ha causado que millones murieran sin
Cristo y fueran al infierno sin que escucharan el verdadero evangelio de
Cristo. Esta mentira se disemina a través de la propaganda en la televisión de
organizaciones cristianas que piden ayuda financiera solo para satisfacer las
necesidades materiales de las personas. En su mayoría, los cristianos dan su
ofrenda pensando que en algún lugar el misionero está alcanzando a miles de
personas que todavía no son salvas. Sin embargo, esto es un engaño, pues
tratan de que alguien se sienta un poco mejor en lo material ahora, mientras
va camino a una eternidad de sufrimiento.
Tercera mentira: El trabajo social es trabajo misionero y es igual que
predicar
La sepultura y la muerte están en esta declaración. En Lucas 14:9-23 se
cuenta la triste historia del hombre rico y Lázaro. ¿Qué beneficio obtuvo el
hombre rico con sus posesiones? No pudo pagar su salida fuera del infierno.
Lo perdió todo, incluyendo su alma. ¿Y qué me dices de Lázaro? Él no tenía
ninguna posesión que perder, pero había preparado su alma. ¿Qué era lo más
importante durante su tiempo en la tierra? ¿Cuidar su cuerpo o su alma
inmortal? Es un crimen en contra de la humanidad perdida ir en el Nombre de
Cristo a las misiones solo para hacer la obra social y actuar de manera
negligente en cuanto el llamado que se le debe hacer a las personas al
arrepentimiento de su rebelión y que tienen que seguir a Cristo.
Cuarta mentira: No van a escuchar el evangelio a menos que le
ofrezcamos otra cosa primero
Yo me he sentado en las calles de Bombay con los mendigos. Hombres
pobres y miserables que pronto morirían. Al hablarles del evangelio, les he
dicho que no tenía nada material que darles, pero que tenía la vida eterna para
ofrecerles. Así que empezaba a testificarles sobre el amor de Jesús que murió
por sus almas y acerca de que Él tenía muchas mansiones en la casa de su
Padre (Jn 14:2), de modo que podrían ir allí para nunca más tener hambre o
sed. Además, les decía que el Señor les quitaría toda lágrima de sus ojos,
pues no habría más dolor, lloro ni tristeza (Ap 7:16; 21:14). Qué gozo, alegría
y felicidad es haber visto a algunos de ellos abrir sus corazones y oír sobre el
perdón de pecados que encontraron en Jesús.
ESTO ES «NECESARIO HACER, SIN DEJAR DE HACER AQUELLO»
Estas palabras de Jesús lo aclaran bien (Mt 23:23). No obstante, sustituir el
Espíritu Santo y la Palabra de Dios por un plato de arroz nunca salvará un
alma y es muy raro que cambie la actitud del corazón del hombre. Hasta
Jesús reprendió a las multitudes al decirles que le seguían por las obras y los
milagros que Él hacía. Con esto, no me refiero a que las iglesias en Estados
Unidos deben dejar de enviar los miles de millones de dólares que suplen las
necesidades del hombre tanto en la India como en otras naciones.
A finales de los años de 1970, aprendí de primera mano la horrible verdad de
la ineficacia de la ayuda humanitaria en el norte de la India. A través de las
iglesias, había varias misiones, hospitales y escuelas como son conocidas. Así
que tratamos de conectarnos con algunos misioneros y sus iglesias locales.
Estábamos seguros que encontraríamos cristianos cerca de estas famosas
misiones. Para nuestro asombro, no encontramos ninguna iglesia establecida
en ningún lugar. Casi no había cristianos en estas aldeas, y estas se
encontraban en profundas tinieblas espirituales como lo estuvieron unos
doscientos años atrás cuando llegaron los misioneros.
Quedamos muy impresionados al ver que después de ochenta o cien años de
constante trabajo misionero, y al cabo de varias inversiones de millones y
millones de dólares en estas regiones, casi no existía iglesia cristiana
establecida en estas aldeas.
Al viajar por la India y otras naciones, he visto que esto se repite una y otra
vez. Una de las naciones donde han tenido un gran fracaso con el trabajo
humanitario es Tailandia. Después de ciento cincuenta años del maravilloso
trabajo social que se ha desarrollado, solo menos de un uno por ciento de toda
la población general es cristiana. Los misioneros sacrificaban sus vidas en el
servicio de la nación, a través de los campos civiles, educacionales, médicos
y otros. Tailandia les debe mucho a los misioneros que construyeron los
primeros hospitales, escuelas e imprentas. Incluso, formaron los primeros
médicos y ofrecieron la primera educación en cuanto a la ciencia. Hasta
ayudaron a Tailandia en la diplomacia entre naciones.
Después de todo esto, solo quedaron vestigios de las buenas obras sociales y
humanitarias que hicieron mientras que millones de personas se fueron a la
eternidad sin Cristo y sin la esperanza de la vida eterna. Murieron con mejor
educación, gobierno y salud, pero murieron sin Cristo y están perdidas para
siempre. ¿En qué se equivocaron los misioneros cristianos? ¿No fueron lo
bastante dedicados? ¿Será que cambiaron la prioridad de predicar el
evangelio de salvación y lo sustituyeron con la ayuda humanitaria para
intentar aliviar el sufrimiento del cuerpo?
Por otro lado, he encontrado a hermanos nativos que son pobres y con una
mínima educación, pero que están dedicados a predicar el evangelio en áreas
pioneras. No tienen nada material que ofrecerle a la gente, ninguna
preparación en cuanto a la agricultura, ni alivio médico ni alguna escuela. Sin
embargo, centenares de almas se salvan y en pocos años se fundaron algunas
iglesias. ¿Qué hacen bien estos hermanos para lograr tales resultados donde
otros con muchas más ventajas no lo hicieron? La respuesta está en entender
básicamente lo que es el trabajo misionero en realidad.
No hay nada equivocado con las obras caritativas, PERO ELLAS NO
ESTÁN PARA QUE SE CONFUNDAN CON LA PREDICACIÓN DEL
EVANGELIO. Los programas para alimentar a los necesitados pueden
ayudar a alguien para que no muera de hambre. La ayuda médica puede
prolongar la vida y sanar la enfermedad. Los proyectos de construcción de
casas pueden hacer que esta vida temporal sea más cómoda, PERO SOLO EL
EVANGELIO DE JESUCRISTO PUEDE SALVAR EL ALMA DE UNA
VIDA DE PECADO Y DE UNA ETERNIDAD EN EL INFIERNO. En otras
palabras, esto fue lo que expresó el Dr. K.P. Yohannan.
En parte, estoy de acuerdo con la explicación que resumí antes acerca de las
palabras del Dr. K.P. Yohannan. Aun así, también enfatizo que podemos
hacer de manera adicional las obras caritativas, sociales y los trabajos
humanitarios, pero sin olvidar que junto a estos se encuentran la testificación
y la predicación de la Palabra de Dios. Solo lo humanitario no será suficiente,
tiene que haber predicación, pues hay que testificar de Cristo para que haya
conversión.
Hace varios años, y ahora aún más en nuestros días, parece ser que el Dr.
K.P. Yohannan y su organización, «Evangelio para Asia», ha cambiado
bastante su enfoque en cuanto a sus afirmaciones anteriores respecto a la
ayuda humanitaria y caritativa, así como la obra social. En el reciente brote
de fiebre por el dengue causado por los mosquitos en la India, «Evangelio
para Asia» donó a través de la Iglesia Creyente más de doscientos cincuenta
mil mosquiteros a las familias más pobres para evitar las picaduras de
mosquitos que transmiten esta enfermedad que ha invadido la nación. Este
esfuerzo es una manera de combatir la epidemia de la fiebre del dengue que
ha sido una de las peores en los últimos seis años, sobre todo en Nueva Delhi,
según la organización Christian Newshire.
El Ministerio de Salud de la Unión ha informado de veintiocho mil casos de
esta fiebre en 2015. Solo en Nueva Delhi, veinticinco personas murieron el
año pasado, comparado a tres en 2014. Esta ola de fiebre del dengue es
posible pararla, dice el Dr. Yohannan, por eso estamos trabajando por la
gracia de Dios para proteger estas personas de esta plaga. En la ciudad de
Bhubaneshwar, el alcalde Shri Ananta Narayana Jena ha alabado el trabajo de
la Iglesia Creyente y se lo ha agradecido al decir:
Lo que están haciendo por las personas es admirable, pues les dan
educación y entendimiento en cuanto a la higiene personal, y son de gran
ayuda los mosquiteros que los protegen de las enfermedades que provocan
estos mosquitos.
El dengue es una enfermedad común entre las regiones tropicales, también
conocida como «la fiebre rompe huesos», que es similar a la malaria. El Dr.
Yohannan termina diciendo:
Oremos al Señor para que Él sane a todas estas personas que sufren con
esta fiebre, pues estamos demostrando el amor de Cristo a través de la
distribución de estos mosquiteros.
En verdad, el Dr. Yohannan siempre ha creído en la ayuda humanitaria, pero
nunca ha dejado de enfatizar que la prioridad está en testificar y predicar, y
que después viene la obra caritativa. En los últimos treinta años, su
organización «Evangelio para Asia» ha provisto asistencia humanitaria y
ayuda espiritual a millones de personas en el sur de Asia, en especial entre
quienes no han escuchado sobre Cristo todavía. Solo el año pasado
patrocinaron a setenta y cinco mil niños, brindaron ayuda médica gratuita a
más de ciento y ochenta mil personas, cavaron más de seis mil pozos para
darles agua potable a los sedientos, instalaron once mil filtros de agua, dieron
regalos gratuitos en tiempo de Navidad a más de cuatrocientas mil familias y
sus enseñanzas espirituales están disponibles en ciento diez lenguas, a la vez
que mantienen programas radiales en catorce naciones en el sur de Asia. En
otras palabras, ¡es un gran ministerio! Por eso digo: La predicación y la
testificación van junto con la ayuda humanitaria y la obra caritativa y social.
De esta manera, las personas ven el amor de Cristo a través de las obras de
los creyentes, y esa es una gran estrategia para traerlos a Cristo.
CUANDO LO PRIMERO ES LO PRIMERO, LO SEGUNDO VIENE DESPUÉS
En la época que se instaló el comercio en las islas Fiyi, un mercader ateo y
escéptico llegó para hacer negocios. En cuanto salió del barco, vio una Biblia.
—¡Qué absurdo! —le dijo al jefe de la tribu—. Ustedes han estado oyendo
las necedades y leyendas de estos misioneros sin sentido.
—¿Usted ve esa piedra muy grande allá? —le preguntó el jefe.
—¡Sí! —le dijo el mercader.
—Pues bien —le contestó de inmediato el jefe—, solo hace unos años atrás
usábamos esa piedra para aplastarles las cabezas a nuestras víctimas para
sacarles el cerebro. ¿Usted ve aquel gran horno allá?
—¡Sí!
—Solo hace unos años también lo usábamos para cocinar los cuerpos de
humanos que nos lo comíamos después. Si no hubiéramos oído lo que le
llama necedades y leyendas de los misioneros, le aseguro que su cabeza ya
estaría aplastada en esa piedra y su cuerpo ya se estaría cocinando en ese
horno.
¿Lo ves? Cuando se testifica del evangelio de Cristo, cambian los corazones
de los hombres, como sucedió en esa tribu de las islas Fiyi. Si los misioneros
se hubieran limitado a ofrecerle ayuda humanitaria a esta tribu caníbal, pero
no le hubieran predicado el evangelio, todavía los fiyianos estarían perdidos y
no habría ocurrido la transformación en su vida. Tendrían algo que comer,
pero sus almas estarían perdidas aún. Primero es predicar y más tarde
alimentar. Primero damos el alimento espiritual para el alma del hombre, y
después damos alimentos para su cuerpo. ¡No al revés!
Creo que si en Asia se le hubiera dado la prioridad que se debe a la
predicación del evangelio en lugar de dársela a la ayuda humanitaria, de
seguro que la libertad y la prosperidad prevalecerían en la mayor parte del
continente asiático hoy en día. De manera indirecta, el verdadero evangelio
produce más cambios sociales que todos los esfuerzos del mundo juntos.
Tenemos que aprender de los errores del pasado en cuanto a las misiones y
no repetirlos.
Los chinos aliados de Mao Tsé-tung les dijeron a los misioneros: «Ustedes
han tratado de ganar la atención de las masas a través de las construcciones
de orfanatos, casas para los desamparados, hospitales y escuelas. Nosotros,
en cambio, hemos impreso nuestro mensaje y hemos distribuido nuestra
literatura en toda China. Algún día, nosotros los echaremos a ustedes los
misioneros de nuestro país y lo haremos mediante la página impresa». ¡Y lo
hicieron!
Un líder cristiano dijo que si la iglesia le hubiera dedicado más tiempo a
testificar y predicar el evangelio como lo hizo construyendo hospitales,
orfanatos, escuelas y casas de ancianos, las cosas hubieran sido diferentes. En
realidad, esas obras humanitarias eran necesarias, pero más lo era predicar y
testificar del evangelio. Como resultado, hoy en día no existiría la Cortina de
Bambú. La tragedia de China se repite hoy en otros países. Cuando
permitimos que la actividad misionera tenga su centro en las necesidades
físicas del hombre sin el equilibrio espiritual adecuado, participamos de un
programa que, a la larga, enviará las personas a una eternidad sin Cristo. El
Dr. J.I. Packer dijo en cuanto a esto:
La naturaleza del amor es hacer el bien y aliviar primero la necesidad
espiritual. Entonces, si nuestro vecino no es salvo, tenemos que
demostrarle amor al testificarle a él y su familia que sin las Buenas
Nuevas de salvación, se perderían para siempre.
En lo particular, he visto que hay ministerios y organizaciones dentro y fuera
de Estados Unidos que solo predican y testifican del evangelio. También he
visto que otras organizaciones y ministerios solo ofrecen ayuda y alivio
humanitarios, sociales y caritativos. De acuerdo con el llamado dado por
Dios, creo que necesitamos de estos dos tipos de organizaciones y
ministerios. Los dos son necesarios. No debemos ignorar que la importancia
de nuestro llamado como cristianos es predicar y testificar de la salvación en
Cristo, pero que también tenemos que aliviar las necesidades físicas de los
menos afortunados a través de las obras sociales y humanitarias, sobre todo
en los países de la Ventana 10/40. Como también dijera el Dr. John Stott en
cuanto al trabajo social y a la obra humanitaria:
¿Cuál es, entonces, la base bíblica de nuestra preocupación social? ¿Por
qué los cristianos deben participar? Solo hay dos posiciones que los
cristianos pueden adoptar en cuanto al mundo: Escapar o involucrarse.
Escapar quiere decir que le daremos las espaldas al mundo en rechazo, nos
lavaremos las manos y nos olvidaremos de los agonizantes gritos que
piden socorro. En contraste, involucrarse quiere decir que miramos al
mundo con compasión, trabajamos, servimos y sentimos en nosotros ese
amor que no podemos contener.
LA CONDICIÓN DE LA HUMANIDAD ANTE LAS MISIONES Y LA EVANGELIZACIÓN
La iglesia no puede obedecer de veras su llamado en cuanto a alcanzar al
pecador si pasa por alto las necesidades básicas del hombre y sus intentos de
recibir alivio de estas, ya sea de manera física, mental, espiritual, intelectual o
material. No podemos ignorar y hacer oídos sordos al clamor de miles de
millones de personas que anhelan ser libres de las cadenas de enfermedad,
pobreza y de, lo que es más importante, la necesidad de un Salvador que les
pueda traer paz y seguridad de la vida eterna. Jesús trajo alivio y esperanza a
todos los que vinieron a Él, pues así se confirma en la Palabra:
Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y
cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el
diablo, porque Dios estaba con él.
Hechos 10:38
Algunos misioneros abogan para que nuestro énfasis solo esté en el ámbito
espiritual y que resida de forma exclusiva en la salvación de las almas al
proclamar y testificar del evangelio. Sin embargo, como vimos, Jesús atendió
las necesidades físicas de las personas, pues sanó sus enfermedades y les dio
de comer a los que no tenían cuando multiplicó los panes y los pescados.
Además, trajo salvación al alma, como lo hizo con Zaqueo y muchísimos
otros. Este punto de vista de varias agencias misioneras en que solo debemos
ver el lado espiritual y no el social, físico y material, parece fuera del
contexto bíblico. También están fuera de contexto quienes dicen que solo se
necesita la ayuda humanitaria y social. Los dos son necesarios, pues Jesús
mismo dijo en el inicio de su ministerio:
El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar
buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de
corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en
libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor.
Lucas 4:18-19
Aquí vemos que Jesús predicaba el evangelio de las Buenas Nuevas, el de la
Palabra; testificaba; traía salvación; sanaba a los quebrantados de corazón, o
los que tenían necesidades espirituales; predicaba libertad a los cautivos,
tanto en lo espiritual como en lo físico; daba vista a los ciegos o los sanaba de
sus enfermedades; ponía en libertad espiritual y física a los oprimidos. A la
vez que predicaba la Palabra dando salvación, Jesús suplía las necesidades de
sanidad y restauración. Su ministerio abarcaba todos los niveles. ¡Fue
completo!
Así que los dos tipos de organizaciones que se van a los extremos en sus
actividades, solo hacen una de estas cosas y dejan a un lado las otras. Por eso
vemos, como ya dije antes, que algunas solo predican y testifican sin ofrecer
ayuda material, mientras que otras, por el contrario, solo se dedican a brindar
ayuda humanitaria, social y caritativa. De modo que solo atienden las
necesidades físicas y materiales de las multitudes, a través de las ayudas
médicas y educativas, sin tener en cuenta la predicación del evangelio para la
salvación de las almas.
Una vez más, debo decir: Necesitamos los dos enfoques para que así
prediquemos un evangelio completo. Hay una frase que algunos predicadores
estadounidenses a favor de este punto de vista igual que al mío dicen: «A la
gente no le importa cuánto sabes, hasta que sepan cuánto te importa la
gente». ¡Tienen toda la razón! Tenemos que predicar un evangelio tripartito.
En otras palabras, tenemos que predicar un evangelio que abarque alma,
cuerpo y espíritu, lo mismo que hizo Jesús:
Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y
predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda
dolencia en el pueblo.
Mateo 4:23
De aquí hemos llegado a estas frases conocidas: «Todo el evangelio para toda
persona» o «El evangelio completo para la persona completa».
Por lo tanto, una vez realizado este análisis, llegamos a entender dónde
radican las principales necesidades que tienen los seres humanos:
1. La necesidad espiritual
Ningún cristiano niega que la necesidad más importante del hombre es la
espiritual, su necesidad de salvación que solo la puede suplir Jesucristo (Hch
4:12; 1 Ti 2:5). El hombre posee un alma eterna, creada a la imagen de Dios,
y esto hace que viva en comunión con su Creador si es cristiano o apartado de
Dios si no es salvo. Esta fue la prioridad de Cristo, la de los apóstoles
después de Él en la iglesia primitiva y lo es hasta hoy de la iglesia cristiana.
Jesús dejó claro cuál era su énfasis al decir:
Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su
alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Marcos 8:36-37
La Escritura enseña que la humanidad está ajena de la vida de Dios (Ef 4:18);
es hostil hacia a Él (Ro 5:10); y está bajo la ira de Dios (Jn 3:36). De ahí la
importancia de este llamado a la evangelización y a las misiones, pues todo
cristiano tiene que testificar: Predicarle al pecador que su única esperanza
está en volverse de sus malos caminos, arrepentirse y creer al evangelio.
Lo más importante de este llamado es decirles a todas las personas su
necesidad de salvación, pues en su mayoría ni siquiera saben que están
perdidas, que sus entendimientos están cegados por el diablo (2 Co 4:4), lo
cual hace aún más difícil nuestra tarea de evangelización. La pregunta más
importante que una persona incrédula debe hacerse es esta: «Señores, ¿qué
debo hacer para ser salvo?» (Hch 16:30). Por eso, la importancia de este
llamado que tiene todo creyente es que el hombre se dé cuenta que está
perdido sin Cristo y que va rumbo a una eternidad sin Dios y sin esperanza.
2. La necesidad física
El hombre no solo es alma, también tiene un cuerpo. En casi todas las
religiones orientales, en especial la del hinduismo y del budismo, el cuerpo es
algo que se interpone en medio de la búsqueda del hombre en cuanto a la
esfera espiritual. Para cultivar su alma, el hombre debe pasar por alto su
cuerpo y, hasta abusar del mismo. Según sus adeptos, el cuerpo no participa
de la «salvación» cuando el alma entra en el «nirvana» o la reencarnación.
En contraste de todo esto está el cristianismo, pues Jesús afirmó que si el
alma se pierde, «todo está perdido». Aun así, de ninguna manera ignoró el
cuerpo, pues Él mismo dijo:
Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios.
Mateo 4:4
Aunque dijo «no solo de pan», Él sabía que el hombre necesita del pan para
sobrevivir. El hombre tiene necesidades físicas en su cuerpo, por supuesto,
que las estableció Dios. Por esta razón, también Jesús sanó a los enfermos,
limpió a los leprosos, alimentó a los hambrientos y hasta resucitó a muertos,
como la hija de Jairo, Lázaro y el hijo de la viuda de Naín. Todos los dolores,
las enfermedades, las debilidades y la muerte física son el resultado del
pecado y estarán vigentes mientras vivamos. Ahora necesitamos de este
cuerpo para vivir, pero algún día tendremos cuerpos nuevos, glorificados,
reales. Por eso, muchos de los misioneros que llevaron la Palabra y
testificaron en todos los rincones de la tierra durante el siglo XIX, llevaron
también la sanidad física como parte del evangelio. Además, establecieron
hospitales y ofrecieron médicos, medicinas y educación en cuanto a la
higiene para ayudar y atender a quienes tenían enfermedades y dolencias en
sus cuerpos. Dios ha usado, usa y siempre usará a los médicos. Lucas mismo
fue médico. Sin embargo, los gobiernos, fundaciones o corporaciones jamás
podrán suplir las necesidades espirituales y físicas de la humanidad, sin
importar cuántas riquezas posean. Solo el Pan de Vida, Cristo, puede llenar el
corazón vacío y el alma en perdición espiritual, pues es el único que puede
sanar físicamente a todo el que acuda a Él.
3. La necesidad intelectual
El hombre no solo es alma y cuerpo, también tiene mente. Con esto, los
expertos se refieren al espíritu, al intelecto, donde está la sede de sus
pensamientos, emociones y decisiones. Así que tiene necesidades
intelectuales bien definidas. Cuando los primeros misioneros llegaron al
África, encontraron más de ochocientas tribus, cada una con su propia
lengua. No eran analfabetos porque no supieran leer, sino debido a que
todavía no había nada escrito en sus lenguas. Los misioneros no tuvieron otra
alternativa que satisfacer esta necesidad intelectual, primero de sus
convertidos, y después de todo el que no sabía leer. Los misioneros
aprendieron estas lenguas y empezaron a traducir las Escrituras para que ellos
las pudieran entender.
Entonces, nos preguntamos: ¿De qué manera una iglesia puede tener madurez
espiritual y crecer sin acceso a la lectura y al conocimiento de la Palabra de
Dios en las lenguas e idiomas de sus miembros? No solo en el ámbito
espiritual el hombre necesita llenar su intelecto con la lectura y el
conocimiento de la Palabra de Dios, la Biblia, sino también poseer estudios
seculares y conocer su lugar al establecerse en una profesión para dar su
contribución a la sociedad.
El hombre es una criatura racional, creada por Dios con un intelecto para
pensar, razonar y decidir a través de su mente, sus emociones y sus
convicciones. Así que los misioneros en muchos países, en todos los
continentes, abrieron escuelas, transformaron lenguas y las pusieron por
escrito. Tanto mediante la Palabra de Dios como los libros, enseñaron al
pueblo a leer, publicaron literatura y abrieron un nuevo mundo de ideas,
conceptos y realidades. Antes, no existía nada de esto. Hubiera sido
inalcanzable sin el trabajo, esfuerzo y la entrega de estos «héroes de la fe»
llamados a las misiones y que, mas tarde, les siguieron pastores, predicadores
y evangelistas. ¡Aleluya!
EL TRATO DE DIOS CON EL PECADOR Y LA SALVACIÓN
El movimiento del la evangelización y las misiones se basa en tres
proposiciones arraigadas en las Escrituras: Primero, el hombre está perdido y
necesita ser salvo. Segundo, la salvación solo se encuentra en Jesucristo. Y
tercero, para que el hombre sea salvo es necesario que entienda y crea en el
evangelio. La relevancia de este llamado radica en la proclamación del
evangelio y, luego, dejarle al Señor los resultados.
Teniendo presente todo esto, cada cristiano debe tener en cuenta estas cuatro
cosas importantes:
Recibir la gracia de Dios a través de la conversión.
Ser lleno del Espíritu.
Proclamar y testificar la verdad de Dios.
Llevar el mensaje hasta los confines de la tierra.

En torno a esto, vemos que son muchos los puntos de vista teológicos
respecto al procedimiento de Dios con el pecador y la necesidad que este
tiene de salvación. Diferentes concilios, denominaciones, organizaciones y
maneras de pensar y creer han nacido en nuestros medios. Además, teólogos,
eruditos y estudiosos han tenido sus divergencias en cuanto a la doctrina de la
salvación. Todos han expuesto sus comentarios y respuestas sobre este gran
dilema relacionado con la parte de Dios en su intento de salvar a alguien, así
como con la parte del pecador de lo que debe hacer para heredar la vida
eterna.
Algunos creen en la predestinación, la cual afirma que si Dios quiere salvar a
alguien lo hará. De lo contrario, no lo hará. Otros creen en la predestinación
parcial, donde Dios toma su decisión, mientras que el pecador toma la suya.
Es más, hay quienes solo creen en el libre albedrío de la persona sin la
intervención divina. En otras palabras, el pecador debe decidir aceptar la
salvación sin que Dios tenga que ver en su determinación. También otros
creen que Dios actúa junto con su Espíritu trayendo convicción al pecador, y
que este tiene la última palabra en su decisión personal a lo que llamamos de
libre albedrío o voluntad propia. El hecho es que en las Escrituras, desde el
punto de vista teológico, existen todas estas opciones y, como resultado, se
entablan muchos debates y discusiones sobre este tema doctrinal de la
salvación. Entre los puntos de vista están los siguientes:
1. El destino final del pecador en cuanto a su salvación se decide
mediante un acto de justicia por parte de Dios
Aunque nos resulta muy difícil explicar este punto, el hecho es que Dios, en
su soberanía, les abre los ojos espirituales a algunos (Mt 13:14-17) y les
cierra los ojos a otros (Ro 11:8). Dios endureció el corazón del faraón (Éx
7:3), pero le abrió el corazón a Lidia para escuchar la Palabra (Hch 16:14).
El hecho es que las personas se añadieron a la iglesia mediante un acto de
Dios (Hch 2:47) y solo creyeron los que «estaban ordenados para vida
eterna» (Hch 13:48). Este asunto es muy difícil de entender y mucho más
difícil tratar de explicarlo. Por ejemplo, Cristo dijo:
Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo
fuera.
Juan 6:37
En un solo versículo Jesús habló de las dos opciones: la predestinación y el
libre albedrío. Es decir: «Todo [o toda persona] que el Padre me da, vendrá a
mí», esto es predestinación. Entonces, «al que a mí viene», esto es decisión
propia o libre albedrío, «no le echo fuera».
Algunos teólogos dicen que Dios quiere salvar a toda persona, así que, por la
convicción de su Espíritu, Él pone en el corazón del hombre la necesidad de
salvación: «El Padre me da». Aun así, la decisión y la palabra final, de si
quiere o no, es de la persona por su libre voluntad o albedrío. La Biblia habla
bien claro de estas dos opciones.
2. Si Dios lo desea, se salvarán quienes le abran su corazón al venir a
Cristo
Jesús lo dejó bien claro: «Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió
no le trajere» (Jn 6:44). Si al pecador se le deja por su propia voluntad venir a
Dios, tal persona nunca lo hará, jamás irá a dejar sus malos caminos (Ro
3:10-18). Entonces, Dios es el que tiene que tomar la iniciativa, por eso
Cristo vino al mundo para salvar al pecador que se «había perdido» (Lc
19:10).
Una vez que Jesús ascendió a los cielos, Dios envió al Espíritu Santo para
que trajera convicción de pecado, justicia y juicio (Jn 16:8). Sin la búsqueda
del Gran Pastor, las ovejas nunca se hubieran encontrado; y sin la convicción
del Espíritu, tales ovejas nunca se hubieran salvado. Dios desea salvar al
pecador, pero este debe abrirle su corazón al escuchar que se predica y
testifica el mensaje sobre el Salvador. Después, debe venir a Cristo en
arrepentimiento y confesión.
3. La fe de la persona que cree para salvación es un don de Dios
Pablo define muy bien este concepto en su carta a la iglesia de Éfeso:
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios.
Efesios 2:8
La fe es un «don» o «regalo» de Dios. Nunca debemos olvidar que Dios es
quien salva. Él trae a toda persona para que escuche el evangelio. Es más,
Dios es el que lleva a toda persona a Cristo. Si Dios de su propia voluntad no
pone la fe en el corazón del hombre y lo abre a través de la convicción de su
Espíritu, la persona no puede ejercer por sí misma la fe para creer en Cristo.
Podrá creer desde el punto de vista intelectual en el Cristo histórico. Sin
embargo, solo Dios puede hacer que crea para salvación. Es lógico que Dios
quiera traer esta fe a un sinnúmero de personas. En cambio, lo han rechazado
y, por lo tanto, se han rebelado en contra de la voluntad de Dios que es
salvarlas. La revelación que llevó a Pedro a decir que Jesús era el Hijo de
Dios no fue suya, sino que vino de parte de Dios. Así lo dijo Cristo (Mt
16:17), y el mismo Pablo corroboró que nadie puede llamar a Cristo «Señor»,
a no ser por el Espíritu Santo (1 Co 12:3).
4. Solo los que son salvos y están unidos a Cristo por medio del Espíritu
Santo se mantendrán en la fe, pero los demás se apartarán
El camino a Dios es por medio de Cristo (Jn 14:6), mientras que el camino a
Cristo es por medio del Espíritu Santo (Jn 16:13-14), debido a que solo por el
Espíritu Él puede unir las almas a Cristo (1 Co 12:13). En mis libros séptimo
y octavo llamados Espíritu Santo, necesito conocerte más, pues los escribí en
dos tomos, hablo ampliamente sobre el Espíritu Santo con relación a estos
aspectos que responden a la salvación del hombre.
5. La salvación no es obra humana, sino de Dios
La religión es el hombre que intenta ir a Dios a través del esfuerzo propio. El
cristianismo es Dios que vino al hombre por medio de Jesucristo al morir en
la cruz y resucitar al tercer día. La salvación es un regalo de Dios (Ro 6:23),
así que no es necesario comprarla con dinero (Is 55:1), y se basa en la gracia
divina (Ef 2:8).
6. La salvación está arraigada en la moralidad
Dios es un Dios santo. Él no puede perdonar el pecado solo por perdonar. Él
no puede impartir misericordia a expensas de su justicia. Él tiene que
mantenerse justo y al mismo tiempo justificar al pecador (Ro 3:26). Él no
puede salvar al pecador, independientemente de cuánto lo ama, sin solucionar
el problema del pecado. Las Escrituras enseñan la teología de la redención y
esta abarca una serie de principios en cuanto a la santidad de Dios.
El alma que peca va a morir (Ez 18:20).
Sin el derramamiento de sangre no hay perdón de pecados
(Hebreos 9:22).
La vida de toda carne está en la sangre (Lv 17:11).
La sangre de toros y corderos jamás pueden quitar el pecado (Heb
10:4).
Jesús entró una sola vez en el Lugar Santísimo y nos dio redención
eterna (Heb 9:12).

Estas cinco declaraciones constituyen la base moral y ética de la doctrina de


la salvación cristiana. Es gratuita, pero no fue barata. Le costó la preciosa
sangre de Cristo en la cruz. Por lo tanto, cuando Dios perdona, Él no solo es
bueno y misericordioso (Tit 3:4), sino también fiel y justo (1 Jn 1:9). Esta es
la salvación que está arraigada en la moralidad y la santidad de Dios.
7. La salvación es siempre la liberación de la penalidad y del poder del
pecado
Otras religiones tratan el síntoma y no la enfermedad, como sucede con el
budismo, el hinduismo, etc. La salvación para los que practican estas
religiones equivale a ser libres del sufrimiento. El cristianismo va más allá,
pues llega hasta la raíz de la causa del sufrimiento, que es el pecado.
Entonces, para que lleguemos a ser libres del sufrimiento eterno, hay que
abolir el pecado. ¿Y cómo se pudo abolir? ¡En la cruz de Cristo! Además, la
libertad del pecado es la de ser libres de la penalidad del pecado. ¿Y cómo ser
libres de esta penalidad? ¡Cristo la pagó al morir en la cruz del Calvario! Así
que ahora, en Cristo, somos nuevas criaturas perdonadas, restauradas y
lavadas en su preciosa sangre, y ya no estamos bajo el poder del pecado (Ro
5:1; 6:14; 8:1-2; 2 Co 5:17).
8. La salvación incluye la totalidad del hombre: cuerpo, alma y espíritu
Cuando el hombre pecó, todo su ser se llenó de tinieblas. Los teólogos le
llaman a esto «la depravación total», pues incluye el cuerpo, alma, espíritu,
corazón y mente. Para derrotar al pecado, el hombre necesita rendirle a Cristo
todas estas esferas de su vida. Tiene que rendirle su cuerpo, alma y espíritu (1
Ts 5:23). También tiene que rendirle su mente (Ro 12:2; Flp 4:8; 2 Co 10:5),
corazón (Ro 5:5; 2 Co 3:15; Heb 10:22) y voluntad (Ro 7:14-24).
9. La salvación se obtiene para el presente y para el futuro
El cristianismo, al compararse con todas las demás religiones del mundo, es
la única que promete salvación para la persona mientras viva y también para
después que muera. Todas las demás solo brindan «algo de esperanza» para
el futuro después de la muerte.
El budismo y el hinduismo enseñan la doctrina de la reencarnación, la cual no
es bíblica. En estas falsas religiones, alguien solo puede esperar que en un
futuro distante las cosas quizá mejoren, pero nunca tienen la certeza absoluta
de que ocurra esto. Solo pueden esperar que tal vez después de ocho millones
de reencarnaciones alguien logre alcanzar el nirvana. ¿Y qué es el nirvana?
¡Es como soplar una vela!
Los cinco agregados (khandhas, en el idioma pali) del ser de esta persona, se
disuelven, y el alma del individuo se pierde para siempre en el universo, al
igual que una gota de agua que cae en el océano pierde toda su identidad. No
solo carece de salvación para el cuerpo, sino que el alma está perdida para
siempre en el espacio y sin ninguna personalidad de cada individuo.
La salvación que ofrece el cristianismo, por el contrario, no hay que esperarla
para la próxima vida. Aquí y ahora todo cristiano puede disfrutar y gozar del
perdón de sus pecados (1 Jn 2:12), y saber que tiene vida eterna (1 Jn 5:13).
También para el creyente está la promesa futura de vida eterna, donde su
cuerpo será redimido (Ro 8:11, 23), pues en la resurrección se le dará un
cuerpo nuevo, real y espiritual (1 Co 15:44), un cuerpo glorioso (Flp 3:21),
donde al fin será libre de todo pecado (1 Co 15:42-43).
10. Dios desea y quiere que todo pecador sea salvo
Dios desea, quiere y anhela que toda persona sea salva. Las Escrituras lo
dicen:
Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual
quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la
verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre.
1 Timoteo 2:3-5
Aquí está claro: ¡Dios quiere que todos los hombres sean salvos! Él quiere,
pero si el pecador quiere ser salvo o no, ya es una decisión que toma por su
libre albedrío y voluntad propia. También el apóstol Pedro afirma:
El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino
que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino
que todos procedan al arrepentimiento.
2 Pedro 3:9
Como ves, ¡Dios no quiere que nadie perezca! ¡Está escrito! Y esto es lo que
creo con todo el corazón: Dios quiere y desea que todos vengan al
conocimiento de su Hijo Jesucristo y obtengan la vida eterna. Esto lo he
predicado y testificado en más de setenta y cuatro naciones en todos los
continentes del mundo. No todos se van a salvar, pero tampoco todos se van a
perder. Solo Dios lo sabe. En esto radica la necesidad y la importancia de este
llamado a la evangelización y las misiones. Mi deseo es arrebatar del infierno
el mayor número de personas posible y llenar el cielo. ¡Aleluya!
LA IMPORTANCIA DE ESTE LLAMADO ESTÁ EN LA PREDICACIÓN
Debemos saber que la importancia del llamado de cada cristiano está en
testificar y predicar la Palabra de Dios. Su fin es que todo ser humano la
escuche, se convierta en arrepentimiento y confesión, y sea salvo. Oswald
Smith dijo una vez: «Nadie tiene el derecho de oír el evangelio dos veces
mientras hay muchos que nunca lo han oído antes ninguna vez». La
predicación a los inconversos es la razón suprema de la iglesia. Lo más
importante es el trabajo que debe hacer cada cristiano, a fin de ser testigo de
Cristo a las almas perdidas. Entonces, ¡nuestra causa, nuestra pasión y
nuestro llamado supremo de Cristo a nosotros es que seamos pescadores de
hombres al testificar y predicar!
El pastor José Lima lo expresó muy bien en su bello poema al escribir sobre
el que proclama el evangelio:
Allá va el misionero.
La Palabra predicando, el evangelio anunciando, las almas ganando.
Él es un operario [siervo, trabajador, obrero, evangelista].
Allá va el predicador.
Él orienta y enseña, la misión jamás termina.
Planta y disemina la semilla del amor.
Allá va el mensajero.
Él se alegra, sonríe y canta.
La causa es noble, es santa, él no se espanta.
Tiene en Cristo su compañero.
Allá va el sembrador.
Él está regresando.
Viene cantando, llorando... viene feliz, agradeciendo.
Él es un ganador de almas.
En su lindo poema, este pastor brasileño dejó bien claro que la tarea más
sublime es anunciar el reino de Dios, testificar, predicar y extender el reino
de Dios por medio de cada cristiano. Esta es la tarea más elevada de todo
creyente. Al «ganador de almas» lo llamó: Predicador, misionero, operario
[siervo, trabajador, obrero, evangelista, pastor], mensajero, sembrador y
ganador de almas. ¡Aleluya! ¡Esto es lo que somos! Repito, esta es la tarea
más elevada de un cristiano, no solo de un ministro, sino de todos los
creyentes en Cristo: testificar y predicar.
A principios del siglo veinte, un misionero regresó de China después de haber
vivido allí por más de veinticinco años. Una poderosa compañía petrolera que
estaba empezando sus operaciones en esa nación sabía que se necesitarían
muchos años para que alguien pudiera aprender el chino y el cantonés, así
como para entender y comprender la cultura milenaria.
Cuando los ejecutivos conocieron al misionero, le enviaron por correo una
oferta de pagarle mil dólares si trabaja para ellos y aceptaba ser gerente de
esta compañía petrolera en China. Esto sucedió a principios del siglo pasado.
El misionero no contestó la carta. Le enviaron otra carta al hombre de Dios
diciendo que le pagarían quince mil dólares y le rogaron que aceptara. En
cambio, tampoco contestó esta carta.
Lo mismo pasó más tarde cuando le ofrecieron veinte mil dólares y después
veinticinco mil dólares. Pensaban que el misionero consideraba muy bajo el
salario, así que fueron a verle en persona y le dijeron: «Usted es muy
importante para nosotros. Necesitamos su ayuda. Por favor, trabaje con
nosotros y le pagaremos lo que nos pida. Ponga usted mismo el salario que
quiera». El misionero respondió: «No se puede decir que el salario sea
pequeño», y añadió: «¡Lo que es pequeño es el trabajo!».
¿Ya ves? ¿Te das cuenta? El misionero tenía muy bien definida cuál era la
importancia de su vida tanto física como espiritual en la escala de
prioridades. Sabía que la obra de Dios es la empresa más grande y de más
importancia en la tierra que alguien puede ocuparse de ella. Este es el
privilegio más elevado, el mayor y el que es de suma importancia. Así que
cualquier creyente debe enfocarse en esta tarea y no dejársela solo a los
ministros.
¡Todos somos obreros del Señor! ¡Todos somos importantes para Él! A todos
se nos encomienda que realicemos una tarea específica. Es más, a todos se
nos hace un llamado específico, en un lugar específico, en un tiempo
específico, con dones específicos y en un ministerio específico. Procura con
sabiduría y diligencia saber cuál es la importancia de tu llamado, cuál es tu
deber en este llamado y lo que Dios requiere de ti. Por lo tanto, ¡predica y
testifica de la Palabra de Dios! ¡Es tiempo de tomar muy en serio la tarea de
testificar y hacerlo con responsabilidad!
2. LA RESPONSABILIDAD DE TESTIFICAR
«Y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la
preocupación por todas las iglesias».
2 Corintios 11:28
«Si yo volviera a vivir, daría mi vida por la India. Y si yo tuviera mil
vidas, todas las daría por la India».
William Carey
Como cristianos, debemos tomar muy en serio la responsabilidad de testificar
de Cristo, pues cada creyente debe tener presente cuál es su tarea en las
misiones y la evangelización. Justo por eso, la preocupación de Pablo en
cuanto a las iglesias era su gran responsabilidad y compromiso de testificar y
predicar debido a su llamado respecto a la evangelización y las misiones.
La responsabilidad del llamado en los grandes movimientos misioneros de
los siglos XIX y XX, pasaron por tres etapas o períodos. Durante la primera
etapa, las misiones y sus organizaciones fueron la fuerza dominante y el
misionero el maestro. Durante la segunda etapa, la iglesia cooperó con las
misiones y el misionero se transformó en un asociado. En la tercera etapa,
después de la colonización, la iglesia es la organización dominante y el
misionero es el siervo. Esto es lo que vivimos ahora en el siglo XXI.
Aunque después del colonialismo las iglesias nativas o nacionales en países
del Tercer Mundo hayan crecido y se volvieran independientes, tanto de
manera espiritual como financiera, en Asia, África y América Latina todavía
permanece la necesidad del misionero. Es más, su instrucción, enseñanza,
madurez, entrega y pasión por Cristo son imperiosas alrededor del mundo,
pues los misioneros fueron los que construyeron escuelas, hospitales,
carreteras, asilos y universidades, y quienes llevaron la Biblia. Por lo tanto,
junto con la educación que proporcionaron, establecieron las bases de la
civilización en estas naciones hasta el día de hoy.
En muchas naciones, los primeros médicos fueron misioneros cristianos.
Entre los primeros libros que se leyeron en diversas naciones estuvo la Biblia,
pues la tradujeron junto con otros libros y obras de literatura que trajeron la
civilización en la mayor parte del continente africano y sus naciones. El
misionero siempre fue, es y será el pionero que, llevado por el poder del
Espíritu Santo, se encarga de la evangelización para Cristo de naciones
enteras con la propagación del evangelio al testificar de la Palabra. Su
ejemplo es único, su entrega es incomparable y su arduo trabajo es fructífero
para la salvación de miles y miles de personas, al igual que para su
crecimiento al alcanzar la madurez espiritual que las iglesias nativas o
nacionales disfrutan hoy.
Al saber de ministerios de evangelistas y misioneros en la evangelización de
naciones enteras que han tenido gran éxito, llegamos a la pregunta lógica en
cuanto a la importancia y la responsabilidad de este llamado a testificar:
«¿Será necesario un llamado específico para la evangelización y las misiones
que se ocupan de testificarles y predicarles de la salvación a los demás?».
Veamos esto a continuación.
¿ES NECESARIO UN LLAMADO A LAS MISIONES Y A LA EVANGELIZACIÓN?
En cuanto a la evangelización y las misiones, no hay otro aspecto del
cristianismo más complejo y difícil en lo que respecta a nuestra
responsabilidad al llamado de testificar. Es el problema número uno que
afrontan los jóvenes y que debaten los adultos: «¿Es necesario o no un
llamado específico?». En cualquier panel de discusión, las preguntas vienen
en seguida: «¿Cómo puedo saber que tengo un llamado? ¿Puedo evangelizar
y testificar sin un llamado? ¿Puedo ser misionero sin un llamado?». Estas son
preguntas serias hechas por cristianos serios en cuanto a la Gran Comisión de
la evangelización mundial que desean saber y hacer la voluntad de Dios de
manera genuina. Las preguntas son sinceras y justas, de modo que merecen
respuestas sinceras y justas. Al tratar este asunto, debemos evitar dos
extremos:
Primer extremo: «El llamado macedonio»

De un lado están los que insisten en que todos deben tener lo que
denominan «el llamado macedonio», como Pablo experimentó en
Troas (Hch 16:9-10). Esto siempre se relaciona con la persona que
escucha voces o tiene visiones, sueños y otras revelaciones misteriosas.
Así que este grupo de personas admite que tales manifestaciones
vienen de Dios y que, por lo tanto, se refieren a la voluntad divina que
se les imparte a la conciencia de dichas personas.
Según su opinión, sin estas «experiencias exotéricas» es imposible
recibir un llamado evangelístico o misionero, y que las personas tienen
que esperar con paciencia hasta que «reciban» tal llamado o
«revelación». Como dije antes, todo cristiano tiene el llamado a
testificar y predicar la Palabra. Aun así, hay un llamado específico para
ministros, pastores, evangelistas y misioneros que Dios les hace a
personas concretas para llevar a cabo una obra determinada en un
preciso lugar.

Segundo extremo: «Todos los cristianos son misioneros»

Por otro lado, están quienes se van al otro extremo de este pensamiento
sobre el llamado, pues afirman que debido a que todos los cristianos
son misioneros, no hace falta un llamado en sí, y que el trabajo
misionero no es diferente de ninguna otra obra en el servicio cristiano.
Es más, muchos hacen justo esto: Como no necesitan un llamado
específico, toman un avión, van a donde les parece, y cuando llegan a
ese determinado lugar, hacen lo que quieren también. ¿El resultado?
¡No hacen nada! Los tales no querían verse involucrados en cuanto a
un llamado, lugar, tiempo, sumisión y obediencia a un ministerio,
iglesia o pastor. Solo pensaban que Dios los guiaría. Sin embargo,
como Dios es un Dios de orden y sus vidas estaban en desorden, nunca
hicieron nada, no hacen nada y jamás harán nada.
¿Qué sucede con estas dos posiciones? Que están equivocadas por completo.
No es una cosa ni la otra. Los que abogan por la primera, terminan en sus
casas, pues nunca les llega la tal «revelación o sueño, y no escuchan ninguna
voz». Los que defienden la segunda posición, casi siempre le hacen más daño
que bien a la obra de Dios. Así que regresan a la casa con sus vidas
frustradas. Lo que es peor, les invaden un sentimiento de derrota debido a que
intentaron hacer algo que Dios no les llamó a hacer. ¡Estos dos puntos de
vista los he visto alrededor del mundo! La verdad reside en el punto medio de
estos dos pensamientos extremos. Ahora bien, esto nos lleva a una pregunta
importante: «¿Es necesario un llamado?».
DIFERENTES LLAMADOS EN EL NUEVO TESTAMENTO
La palabra «llamado» se usa de varias maneras en el Nuevo Testamento. En
la mayoría de los casos, solo se refiere a la vida cristiana, pero también se
relaciona con un servicio en sí mismo para el reino de Dios.
1. Todos sabemos que Dios nos llamó a la salvación (Ro 9:24-26), y que
esta se manifestó por Cristo (Lc 5:32)
Todos los cristianos tenemos el llamado a ser santos (Ro 1:7), y el propósito
final de este llamado es que seamos conformados a la imagen de Cristo (Ro
8:29). Mientras esto sucede, todos los creyentes tenemos el llamado por la
gracia (Gl 1:6) a la paz (1 Co 7:15), la luz (1 P 2:9), la esperanza (Ef 4:4), la
gloria (1 Ts 2:12), la santidad (1 Ts 4:7), la libertad (Gl 5:13) y el sufrimiento
(1 P 2:21).
2. Hay un llamado al servicio cristiano que está ABIERTO PARA
TODOS
Este es el primer llamado de los cuatro llamados de Hechos 1:8 que dice:
«Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo,
y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último
de la tierra». Este es el llamado a tu Jerusalén, a evangelizar a quienes están a
tu alrededor. Entonces, sin dejar tu trabajo ni tus ocupaciones, debes
evangelizar a tu familia, a tus amigos, a tus compañeros de escuela y trabajo,
a los de tu barrio y de tu ciudad. (De los otros tres llamados no hablaremos
ahora, sino más adelante).
Cualquier creyente puede llevar a cabo este llamado al servicio cristiano,
pues todos debemos testificar y evangelizar. Jesús ya lo dijo en Marcos
16:17: «Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre». No dice
que será para ministros, pastores, evangelistas ni misioneros, sino «a los que
creen». ¡A TODOS! Este es un llamado general que está a la disposición de
cada uno de nosotros. Tú puedes ganar almas para Cristo, hacer
evangelización personal, y predicarle a alguien en la calle y en cualquier
lugar. ¡Tú eres importante para Dios! ¡Eres valioso!
En general, puedes marcar la diferencia al servir a Cristo mismo aunque no
tengas un llamado específico. Puedes alabar a Dios en el coro de tu iglesia. O
tal vez puedes cantar y, mediante tu voz, Dios podrá tocar los corazones con
una voz ungida bajo el poder del Espíritu Santo. Puedes ayudar a distribuir
folletos de evangelización en la calle, en el edificio de apartamentos donde
vives, al cartero, etc. Puedes trabajar de voluntario en tu iglesia, ser parte del
grupo o equipo de evangelización, etc. Puedes ayudar a alimentar a los
pobres en tu comunidad. Puedes disponer de tus entradas económicas y
colaborar con tus finanzas para extender el reino de Dios al sostener
misioneros o apoyar a uno de los centenares de ministerios de tu elección y
preferencia. Puedes ser un voluntario y hacer muchas cosas para el reino de
Dios. Ora al Señor y Él te guiará. Sin duda, puedes hacer muchas cosas. ¡No
hay excusas! ¡Así que empieza hoy mismo a testificar de Él!
3. Hay un llamado único, especial, específico y definitivo
Cuando hablo de este llamado, me refiero a ese en el que dejas profesión,
ocupación, trabajo, planes, estudios, etc. Sea lo que sea que estés haciendo, lo
abandonas para entregarte a tiempo completo al trabajo del Señor. Esto es a
lo que Pedro se refería cuando dijo con la convicción que todos le
conocemos: «Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la
palabra» (Hch 6:4). En el Evangelio de Mateo, vemos que Jesús llama a
Pedro, Andrés, Jacobo y Juan para que le siguieran:
Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón,
llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar;
porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré
pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le
siguieron. Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos,
Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el
mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré
pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le
siguieron.
Mateo 4:18-22
Hablando de lo mismo, Lucas enfatiza lo siguiente: «Y cuando trajeron a
tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron» (5:11). Por estos versículos
está claro que Jesús les hizo un llamado único, especial, específico y
definitivo a estos hombres. Como resultado, estos dejaron sus ocupaciones de
pescadores para seguirlo a Él, ser sus discípulos y convertirse en «pescadores
de hombres».
Al parecer, no les era posible ser pescadores de peces y al mismo tiempo ser
«pescadores de hombres». Esto no quiere decir que hubiera algo equivocado
en sus labores anteriores, solo que ahora sus ocupaciones las desempeñarían
para el Reino de Dios, donde pondrían tiempo, esfuerzos y energías para
adelantar y testificar de la obra que comenzaba Cristo.
Es interesante notar que estos cuatro hombres nunca más regresaron a sus
antiguas ocupaciones. Lo contrario de esto es que muchos cristianos también
han recibido el llamado para predicar, pero siguieron en sus ocupaciones de
motoristas, camareros, pilotos, psicólogos, siquiatras, médicos, dentistas,
abogados, ingenieros, empresarios, etc. Por lo que trabajan en torno a sus
profesiones. También están los que han tenido todas estas ocupaciones y más,
pero cuando Dios los llamó y cambió, Él los envió a tierras lejanas, a pueblos
y lenguas que no conocían. Nunca un llamado es igual a otro, siempre habrá
diferencias entre sí. Todos somos distintos y únicos a los ojos del Señor, con
diversos dones, talentos y ministerios. Y a todos Él nos puede usar como
«medios poderosos en sus manos».
Esta idea de un llamado específico para servir a Cristo está relacionada con la
voluntad del individuo. En un momento de entusiasmo, alguien le dijo al
Señor:
Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que
vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos
nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. (Lucas
9:57-58)
Al parecer, el hombre desistió del compromiso. En otro caso, alguien se
ofreció de voluntario, pero mira lo que sucedió: «Y dijo a otro: Sígueme. Él
le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre» (Lc 9:59).
También parece que la prioridad de este hombre era su familia. Y uno más
quería una fiesta familiar de despedida para después seguir al Señor:
«Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida
primero de los que están en mi casa» (Lc 9:61). En todos estos casos, la
respuesta de Jesús para estos tres hombres y candidatos al servicio cristiano
fue la misma:
Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia
atrás, es apto para el reino de Dios.
Lucas 9:62
EL LLAMADO SECULAR O MATERIAL, Y EL LLAMADO SAGRADO O ESPIRITUAL
Están los creyentes que se niegan a hacer una distinción del llamado secular o
material, al llamado sagrado o espiritual. El cristiano consagrado dice:
«Todas las vocaciones ministeriales son sagradas, pues todo lo que hago es
para Dios». Al decir esto se apoya en pasajes como este:
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para
los hombres.
Colosenses 3:23
Esto dicen y tienen razón: «Serviré al Señor en mi profesión y ocupación».
Por supuesto, esto es cierto. En cambio, tampoco invalida la distinción que el
Nuevo Testamento hace entre quienes realizan ministerios seculares por
mantener sus ocupaciones, y los que llevan a cabo el ministerio sagrado
cuando lo abandonan todo debido a que recibieron un llamado específico,
único, especial y definitivo. Los dos tienen validez, y los dos son para dos
clases de llamados a testificar diferentes por completo entre sí, aunque en
ambos se sirve al Señor.
En varios versículos, Pablo parece establecer una diferencia entre el «llamado
secular o material» del llamado «sagrado o espiritual» (Ro 15:27; 1 Co 9:11).
En el propio caso de Pablo, este era consciente de «un llamado especial,
espiritual, específico y único en cuanto a cómo debía testificar de Cristo»,
pues esto es a lo que se refiere cuando dice que Dios lo puso en el ministerio
(1 Ti 1:12). En 2 Timoteo 2:11 dice que su llamado era el de ser apóstol,
predicador y maestro al enseñar la Palabra. Reconocía que podía fallar en el
ministerio (1 Co 9:27), pero expresó la esperanza de poder completarlo (Hch
20:24). Esto lo comprobamos cuado lo hizo realidad al terminar la carrera (2
Ti 4:7). En sus epístolas, Pablo fue claro al decir que era un genuino apóstol
(1 Co 9:1), pues así lo dispuso Dios por su voluntad (1 Co 1:1). Además, su
llamado radicaba en anunciar el evangelio de Dios (Ro 1:1).
Pablo no eligió este llamado (1 Co 9:16-18), ni se lo concedieron otras
personas, sino que lo llamó Dios mismo (Gl 1:1). Por lo tanto, Pablo dice que
era un apóstol por «la voluntad de Dios», y que fue hecho ministro del
evangelio (Ef 3:7). Es cierto que trabajó con sus propias manos para
mantenerse y ayudar a sus compañeros (Hch 20:34), pero nunca se refirió al
trabajo de hacer tiendas como su vocación ni que «este oficio fuera por la
voluntad de Dios», sino que era un apóstol, predicador y maestro por la
«voluntad de Dios», ya que «hacer tiendas» solo lo hizo para pagar sus gastos
por un tiempo. Pablo estaba sorprendido por la gracia de Dios que le hizo
predicador y apóstol, debido a que antes fue un perseguidor de la iglesia (1
Co 15:9-10; 1 Ti 1:12-14).
Pablo habló de Tíquico y de Epafras como «fieles ministros de Cristo» (Col
4:7, 12), una distinción que obviamente no se la daba a todos. En cuanto a
Timoteo, recordó el día de su ordenación y consagración al ministerio cuando
los presbíteros le impusieron las manos (1 Ti 4:14). En cambio, no hay
evidencia en el Nuevo Testamento que sugiera que se eligieran hombres en
trabajos seculares, ni que los líderes, ancianos o presbíteros les impusieran las
manos al ordenarlos al ministerio para que luego siguieran en sus trabajos
seculares. Esta exclusividad solo se ajusta a Cristo, que llamó a sus apóstoles,
como fue el caso de Leví o Mateo (lee Mt 9:9). Esto parece que solo se
reservó para quienes Él llamó de manera específica, a fin de que predicaran el
evangelio y sirvieran en la iglesia de Cristo. Como resultado, los tales dejaron
sus trabajos seculares cuando se les llamó al ministerio.
Al parecer, los apóstoles sintieron que había algo «especial» con relación a
sus «ministerios», porque cuando la distribución de los alimentos amenazó la
unidad de la iglesia en Jerusalén, se negaron a participar en el servicio a las
mesas, pues solo se dedicarían a la predicación de la Palabra y la oración
(Hch 6:1-4). Es difícil escapar a la convicción de los apóstoles y líderes de la
iglesia primitiva, pues «la predicación de la palabra y la oración» equivalen a
lo que hoy llamamos «el llamado completo al ministerio o al servicio
cristiano».
Todos los cristianos tenemos el llamado a servir a Cristo y testificar de Él, sin
importar la vocación o el trabajo secular, pues solo «unos pocos» tenemos el
llamado para dejarlo todo con el propósito de entregarnos por completo al
ministerio, y dedicarnos a la oración y predicación de la Palabra de Dios. Es
importante mantener esta distinción entre los laicos, quienes sirven a Cristo
en sus trabajos y profesiones seculares, de los que son clérigos o llamados,
ordenados y consagrados al servicio o ministerio a tiempo completo.
¿QUÉ CONSTITUYE EL LLAMADO AL SERVICIO CRISTIANO?
El llamado al servicio cristiano no viene como un rayo ni un meteoro ruidoso
cayendo del cielo. En gran parte, es una convicción que crece basada en
ciertos principios estipulados en la Palabra de Dios. A medida que
caminamos y maduramos en el Señor a la luz de su Palabra, descubrimos que
paso a paso Él nos guía al lugar conveniente y al llamado apropiado, al
ministerio preciso y en el tiempo oportuno; y escucharemos lo que nos dice la
Palabra en este pasaje:
Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el
camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a
la mano izquierda.
Isaías 30:21
Una vez aclarado esto, debemos preguntarnos: «¿Qué constituye este
llamado?».
1. El reconocimiento del señorío de Cristo
Esto constituye el primer paso en el proceso de este llamado: Reconocerlo
como «Señor» en todas las esferas de nuestra vida.
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien
vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Hechos 2:36
Con estas palabras el apóstol Pedro resume la gran afirmación de la iglesia
primitiva, pues el señorío de Cristo debe ponerse siempre como una
prioridad. Puesto que Jesús nos redimió con su sangre, nos salvó por su
gracia y nos guarda por su poder, Él tiene el primer lugar y el señorío en
nuestra vida como cristianos. Nosotros somos de su propiedad. Nuestro
cuerpo, alma, mente y espíritu son suyos. Él tiene el derecho de hacer lo que
quiera y desee en nuestra vida. Así que nosotros somos sus siervos. Cuando
Él habla, debemos escuchar. Cuando Él llama, debemos responder. Cuando
Él ordena, debemos obedecer. Solo tenemos el derecho de hacerle una
pregunta: «Señor, ¿qué quieres que yo haga?» (Hch 9:6). Si Él nos quiere en
el servicio cristiano, no tenemos opción alguna, sino solo obedecer y
testificar de Él.
2. El reconocimiento de la confirmación de la iglesia local
Esto constituye el segundo paso en este llamado, el cual era muy importante
y prominente en el Nuevo Testamento. En sí, se refería a la aprobación y
confirmación del liderazgo de la iglesia sobre los llamados al servicio
cristiano y al ministerio.
Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros:
Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que
se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al
Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo
para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado,
les impusieron las manos y los despidieron. Ellos, entonces, enviados por
el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre.
Hechos 13:1-4
Hoy en día, esto casi no existe en las iglesias cristianas. Vivimos en una
época donde hay «divisiones» y casi «cualquiera tiene un llamado», por no
decir de quienes, en realidad, nunca «han recibido un llamado alguno».
Entonces, al estar en desacuerdo con el liderazgo de su iglesia local, o con su
pastor, se levantan para ejercer un ministerio al cual nunca los llamó el Señor,
y esto provoca destrozos, divisiones, enemistades y dolor en el pueblo de
Dios.
El clásico ejemplo de sujeción de un candidato al ministerio fue el de Pablo y
Bernabé, quienes recibieron la orden imperativa del Espíritu Santo:
«Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado» (Hch
13:2). Por lo tanto, esta es la pregunta que se debe hacer: «Si el Espíritu
Santo ya les llamó, ¿esto no era lo suficiente?». ¡No! «¿Y por qué la iglesia
debe opinar sobre esto y dar su aprobación?». Sencillo: Porque Dios es un
Dios de orden, y Él respeta y no pasa por alto la autoridad de los pastores y
líderes que Él pone y constituye en su Iglesia. Además, ¡nunca viola los
principios de sujeción de los llamados! La razón es que la iglesia, como
menciona este pasaje, «es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de
la verdad» (1 Ti 3:15).
La iglesia es el canal por el que fluye la gracia salvadora de Dios hacia un
mundo necesitado de evangelización (Hch 1:8). La evangelización y las
misiones no son obras de algunos individuos, sino que son la responsabilidad
de la iglesia como un todo. El Espíritu Santo envió a Pablo y Bernabé a los
viajes misioneros, pero ellos estaban «sujetos» a la iglesia local, la iglesia de
Antioquía. Así que a su regreso, le informaron a la iglesia todo lo que
llevaron a cabo, así como las cosas que le sucedieron.
En varios pasajes de la Biblia vemos que todos los ayudantes de Pablo
estaban sujetos también a sus iglesias locales. De Timoteo se dice que «daban
buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio» (Hch
16:2}. De manera directa o indirecta, a Tíquico, Onésimo, Aristarco, Marcos,
Jesús (llamado Justo), Epafras, Lucas y Demas se les menciona y vincula a la
iglesia en Colosas, debido a que prestaron sus servicios en la misma (Col 4:7,
9-12, 14, 17). De igual manera, se afirma:
Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de
Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.
Hechos 20:4
Todos estos mencionados, y muchos otros también, eran miembros de sus
iglesias locales. Así que estaban sujetos a las mismas, aunque actuaban en el
ministerio junto con Pablo. Cuando la iglesia en Antioquía daba sus primeros
pasos, la iglesia de Jerusalén envió a Bernabé para que ayudara a los
creyentes allí a establecerse y afirmarse en Cristo (Hch 11:22).
La persona que dice que tiene el llamado a pastor, evangelista, misionero,
maestro o cualquier otra ocupación ministerial, pero sin sujeción a nadie, no
responde a nadie, ni le rinde cuentas de sus actos a un superior en cuanto a lo
espiritual. Así que actúa por su cuenta, se comporta de manera individual y
no se sujeta a su iglesia local ni a su pastor. En realidad, no tiene el llamado
al ministerio de acuerdo a la norma bíblica y los parámetros establecidos en
el Nuevo Testamento respecto al llamado y la sujeción.
Lo cierto es que esta persona se ha llamado sola y no tiene base alguna en las
Escrituras para ministrar a otros. Lo que es peor, no tiene carta de
recomendación de algún concilio, denominación, organización, corporación
ni de alguna junta directiva de un ministerio establecido como es debido. De
modo que no responde a las autoridades civiles y mucho menos está bajo la
autoridad divina y humana de sus líderes espirituales. Hay quienes dicen:
«Yo solo respondo ante Dios». ¡Esto no existe y no es bíblico! Hasta Jesús
estuvo sujeto al Padre. Basta con que leas el Evangelio de Juan y te enterarás.
El llamado al servicio cristiano, al ministerio a tiempo completo, viene del
Espíritu Santo, esto es obvio. Sin embargo, debe existir alguna forma de
sujeción del candidato a su iglesia local y la confirmación de esta a su
llamado, pues su iglesia lo conoce más que nadie debido a que forma parte de
su membresía. El pastor local y el liderazgo lo conocerán y estarán en
posición de percatarse o no del llamado de esta persona. Al final, le podrán
dar su bendición y aprobación, o también su rechazo y desaprobación por
falta de testimonio en su iglesia o comunidad. Un aspecto necesario de este
llamado es entender cuál es la voluntad de Dios y ser susceptible a la guía del
Espíritu Santo. Más adelante hablaremos de esto.
LA INTERPRETACIÓN «DEL LLAMADO MACEDONIO»
Muchos han interpretado la visión del varón macedonio como un llamado al
trabajo misionero:
Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en
pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la
visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto
que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.
Hechos 16:9-10
La mayoría de los expertos, eruditos y estudiosos de las misiones cristianas
dicen que esto NO fue un llamado misionero y lo interpretan de otra manera.
¿Por qué? Porque antes que esto sucediera, ¡ya Pablo había sido misionero
durante muchos años! ¿Cuál es la razón? ¡La razón es que su llamado al
servicio misionero vino junto con su conversión y coincidió con la misma!
¿Cuándo fue su llamado? Cuando Dios le dijo a Ananías lo siguiente:
Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en
presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel.
Hechos 9:15
Y este llamado, como ya vimos antes, lo confirmaron el Espíritu Santo y la
iglesia local de Antioquía (Hch 13:1-4).
Entonces, ¿cuál fue la naturaleza de este «llamado macedonio»? Solo fue una
cuestión de dirección divina, pues Pablo recibió su llamado mucho tiempo
antes y ya hacía varios años que estaba a tiempo completo en la obra
misionera. Incluso, ya había llegado al extremo occidental del continente
asiático, y tenía varias opciones abiertas y disponibles. Al parecer, no tenía
pensado visitar Europa, pero es posible que decidiera ir de nuevo hasta allá y
entrar en la provincia romana de Asia hasta llegar a Bitinia. Aun así, el
Espíritu Santo se lo impidió dos veces. ¿Adónde irían? Es obvio que tanto él
como sus compañeros necesitaban la dirección divina, a fin de que llevaran el
evangelio por primera vez a Europa.
Debido a que la decisión que Pablo estaba a punto de tomar era de suma
importancia, el apóstol necesitaba de una guía muy especial en un momento
crucial de su vida y ministerio. Entonces, Dios le mostró en visión al hombre
de Macedonia. Como es natural, todos entendieron que esta era la voluntad
divina, pues así lo dice muy claro la Escritura: «Cuando vio la visión, en
seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos
llamaba para que les anunciásemos el evangelio» (Hch 16:10).
EL LLAMADO ÚNICO ANTE LA DIRECCIÓN DIVINA
Debemos hacer una clara distinción entre el llamado a tiempo completo al
ministerio y al servicio cristiano, y la dirección divina. Ya dijimos que «el
llamado macedonio» de Hechos 16:9-10 no fue «misionero» en realidad, sino
solo una cuestión de la dirección de Dios. EL LLAMADO VIENE Y
SUCEDE UNA SOLA VEZ EN LA VIDA DE UNA PERSONA, y cuando
se entiende y obedece, no necesita que se repita. En cambio, LA
DIRECCIÓN DIVINA SE REQUIERE Y NECESITA TODA UNA
VIDA. Una vez que el Señor llama a alguien, Él la guiará a lo largo de su
vida en las decisiones que deba tomar esta persona.
Así que surgen preguntas similares a estas: ¿Dónde el Señor quiere que le
sirva y testifique de Él? ¿En la evangelización o en las misiones? ¿Cómo
evangelista, pastor o misionero? ¿En mi país o en el extranjero? ¿En cuál
misión o denominación? ¡No se puede estar en dos lugares al mismo tiempo!
Entonces, ¡se necesita la dirección divina! Lo mismo sucede contigo y
conmigo. Debemos saber dónde debemos servir al Señor, por eso siempre
necesitaremos su dirección en las múltiples e innumerables decisiones que
debamos tomar. Todos estos aspectos son muy relevantes y no se deben
analizar a la ligera. Por ejemplo, recuerda que Dios escogió a Pablo para
enviarles su mensaje a los gentiles, mientras que a Pedro lo eligió para que
les llevara su mensaje a los judíos (Gl 2:7-8).
Cuando consideramos los grandes misioneros del pasado, vemos que Dios
guio a Hudson Taylor a la China, a David Livingston al África, a William
Carey a la India, a Raymund Lull al Oriente Medio, a los musulmanes, a
Adoniram Judson a Birmania, a Juan Paton a las Nuevas Hébridas, solo por
mencionar a algunos. Además, el mismo Dios envió a los ingleses, escoceses
y estadounidenses al mundo entero, y ha enviado, está enviando y enviará
ahora a los hispanos y brasileños. ¡Este es nuestro tiempo! ¡Alabado sea su
nombre! Él te guiará hacia el lugar en el que debes predicar, ya sea en tu
ciudad, nación o en otro país.
En mi caso, lo he hecho en todas estas esferas. En el tuyo, tendrás que
decidir, o mejor dicho, Dios decidirá si serás misionero, evangelista o pastor.
Yo fui misionero en Brasil y España, pero soy un evangelista internacional.
Hay quienes tienen el llamado a enseñar en una escuela bíblica, un seminario
o en una universidad cristiana. ¿Qué tal si Dios te llama a pastorear? ¿Dónde?
¿En cuál ciudad? ¿Por cuánto tiempo? En todo esto se requiere la dirección
divina. ¿Cómo la podemos encontrar? En ayuno y oración, ¡y bajo la guía del
Espíritu Santo y la Palabra de Dios!
¿CÓMO SE RECIBE EL LLAMADO A LAS MISIONES Y A LA EVANGELIZACIÓN?
Dios es soberano en cuanto a la elección de sus siervos que irán a servirle
para testificar en la evangelización y las misiones. Esto no quiere decir que
nos sentemos de brazos cruzados a esperar que la voz del Señor suene como
trompeta y nos llame a la mies. Tiene que haber de nuestra parte una actitud
de receptividad, apertura y disposición para lo que Él decida en nuestra vida.
Luego, debemos responderle de acuerdo a lo que nos guíe. En realidad, ¿qué
necesitamos para atender a este llamado?
1. Una mente abierta y obediente
Muchos cristianos deciden con antelación que hay ciertas cosas que harán o
no en la obra del Señor. Esto es una oposición y resistencia a los planes de
Dios, y puede incurrir en desobediencias. Si ya has premeditado y
determinado lo que vas a hacer sin tener una palabra específica de parte de
Dios, estás en serios problemas. Si Dios decide lo contrario, habrá conflicto.
Otros deciden que servirán al Señor, pero que no lo harán en «misiones
extranjeras» ni en lugares donde su vida corra «peligro». También están
quienes deciden lo contrario, pues quieren ir al extranjero. Entonces, si Dios
decide otra cosa, no estarán de acuerdo. Cuando albergamos ideas
preconcebidas en cuanto a la voluntad de Dios y con una mente cerrada a la
sensibilidad del Espíritu, esperaremos en vano para recibir el llamado.
El otro lado de la moneda es que si tienes una mente abierta y eres obediente
a lo que decida Dios, harás más fáciles las cosas para Él, pues pondrá en tu
corazón el deseo, la voluntad, el amor y la entrega de servirle donde
determine. He visto a muchos cristianos alrededor del mundo que esperan y
esperan, y según su opinión, el llamado nunca llega. En cambio, el llamado sí
llegó, sí vino, pero ellos eran los que no estaban dispuestos a obedecer la
plena voluntad de Dios. Allí es donde tienes que ser sincero por completo
contigo mismo al considerar tus opciones y mantener tu mente abierta para
ser obediente a lo que el Señor decida para ti.
También he visto a muchos creyentes decepcionados y frustrados porque
esperaron por un largo tiempo que sucediera «algo sobrenatural» en sus
vidas, y esto nunca se hizo realidad. No necesitamos de esto. Tenemos la
Palabra de Dios, el ayuno, la oración y la guía divina por su Espíritu. Al tener
una mente abierta y obediente en el llamado y la dirección del Señor, ahora la
tal persona debe asumir la responsabilidad de realizar la obra de Cristo que se
le encomendó al testificar de Él.
2. Un oído sensible y atento
Una mente abierta es algo muy bueno, pero todavía necesitamos otra cosa
más. Se trata de un oído sensible, atento y dispuesto a escuchar la voz del
Espíritu Santo. Todos sabemos que la facultad de oír se puede abrir y cerrar
casi al mismo tiempo. En esos momentos es donde tenemos que aprender a
escuchar «el silbo apacible y suave de la voz de Dios» por medio de su
Espíritu.
Tenemos la costumbre de usar esta frase: «Ten siempre el oído atento». Esto
es cierto en lo que respecta al mundo espiritual y al llamado. Muchos, al no
discernir su llamado a una vocación, ocupación o un ministerio específico,
pierden la oportunidad, o muchas oportunidades, de servir al Señor en el
centro de su voluntad. Algunos cristianos dicen a menudo: «¿Cómo Dios les
habla a los demás y a mí nunca me habla?». Es posible que Dios haya
hablado más de una vez y que tal persona no lo escuchara, como está escrito
en este pasaje que confirma lo que decimos:
Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no
entiende. Por sueño, en visión nocturna, cuando el sueño cae sobre los
hombres, cuando se adormecen sobre el lecho, Entonces revela al oído de
los hombres, y les señala su consejo [...] He aquí, todas estas cosas hace
Dios dos y tres veces con el hombre.
Job 33:14-16, 29
¡Allí esta! ¡Dios habló, habla y hablará siempre! Nosotros somos los que no
lo escuchamos hablar y no le prestamos atención, pues Él nos habla por
medio de su Palabra, un sermón, un consejo, una canción, un sueño. También
lo hace mediante nuestra autoridad espiritual, nuestros líderes o pastores,
poniendo paz en nuestro corazón, etc. Él habla y confirma el llamado de
muchísimas maneras diferentes, pero nosotros somos los que no sabemos
escuchar. Por lo tanto, tenemos que «afinar» nuestros oídos, tanto físicos
como espirituales, siendo susceptibles a la voz del Espíritu, debido a que
Dios sigue hablando hoy. Al tener un oído sensible y atento al llamado y la
guía del Señor, ahora tal persona debe asumir la responsabilidad de realizar la
obra de Cristo que se le encomendó, a fin de que testifique de Él.
3. Un corazón puro y sincero
Además de una mente abierta y obediente, un oído sensible, atento y
dispuesto, se necesita tener un corazón con motivos puros y sinceros delante
de Dios. La motivación de nuestro corazón debe estar alineada con su
voluntad para servir al Señor de una manera adecuada. Aceptar la verdad de
Dios no solo se hace con la mente de una manera intelectual, sino también de
una manera espiritual y moral con el corazón. Dios no se le revela a cualquier
persona que solo razona con su mente, sino que Él les habla a quienes están
dispuestos a servirle con un corazón puro y sincero, y con buenas
motivaciones para honrarlo y glorificarlo. Dios no les habla a los que solo
quieren «saber», sino que se les revela a los que quieren «obedecer». El
Salmo 99:5 dice que Dios es santo, y que quienes desean tener comunión con
Él, deben buscar la santidad. Así lo expresa el libro de Hebreos cuando dice
que debemos buscar «la santidad, sin la cual nadie verá al Señor» (12:14).
En el Salmo 24, David se hace dos preguntas importantes respecto a quién se
podrá acercar al Señor, y él mismo las responde:
¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El
limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas
vanas, ni jurado con engaño.
Salmo 24:3-4
Se necesita un corazón puro y sincero por completo para tener comunión
íntima con el Señor, y para servirlo entre los hombres a los cuales
testificamos y ministramos. Más adelante, una vez más David deja en claro lo
siguiente:
Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría
escuchado.
Salmo 66:18
El cristiano, de cualquier edad, que alberga algún pecado sin confesar en su
corazón, no podrá servir al Señor con entera libertad y esperará en vano por
el llamado de Dios en su vida para servirle, excepto el llamado al
arrepentimiento como lo dice Isaías 55:7 y Santiago 4:8. Para el llamado de
Dios al servicio cristiano, ya sea en la evangelización o las misiones, se
necesita la pureza de un corazón sincero, pues sin esto nadie verá a Dios (Mt
5:8). Examina tu corazón delante del Señor y tus motivos al servirle, como lo
dice este pasaje de manera contundente:
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para
los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la
herencia, porque a Cristo el Señor servís.
Colosenses 3:23-24
Al tener un corazón puro y sincero en el llamado y la guía del Señor, ahora
tal persona debe asumir la responsabilidad de realizar la obra de Cristo que se
le encomendó, a fin de que testifique de Él.
4. Manos ocupadas y disponibles
Para recibir el llamado, no solo hacen falta una mente abierta y obediente, un
oído sensible y atento, y un corazón con motivos puros y sinceros delante de
Dios. También es imperativo estar con las manos ocupadas y disponibles para
servirlo en cualquier lugar. El diablo siempre encontrará un sitio en la vida de
un cristiano que no hace nada. Bien lo dice el refrán: «Mente vacía, oficina
del diablo». Hay cierta verdad en esta afirmación. Si hay algo que hace
distinción al llamado que menciona las Escrituras, todas estas personas
hacían algo cuando Dios las llamó:
Moisés: Cuidaba las ovejas de su suegro
Josué: Era el ayudante de Moisés, pero que más tarde llegó a ser
un gran general
Gedeón: Trabajaba en el trigo
Débora: Profetiza y jueza
Rut: Trabajaba en el campo de Booz
David: Cuidaba las ovejas de su padre
Pedro y los hijos de Zebedeo: Eran pescadores
Mateo: Cobraba impuestos
Pablo: Hacía tiendas

Estos son solo algunos ejemplos, pues hay muchos otros personajes bíblicos
que estaban ocupados cuando Dios los llamó a una tarea específica. Dios
quiere trabajadores en su viña y no ociosos (Pr 6:6-11). Jesús mismo dijo:
«Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo» (Jn 5:17). Además, mencionó lo
siguiente al respecto:
Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día
dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.
Juan 9:4
Cualquier creyente que esté considerando recibir un llamado específico del
Señor en cuanto a un ministerio, debe estar ocupado sirviendo a Dios en su
iglesia local y esperando la dirección divina. Tú puedes enseñar en la Escuela
Dominical, hacer alguna obra evangelística, visitar hogares, hospitales o
casas de ancianos, distribuir folletos cristianos, ayudar de alguna manera con
los niños en la guardería, los jóvenes en sus cultos, en un centro de
recuperación o solo ayudando a tu pastor en cualquier cosa que lo necesite.
Así empecé yo en Brasil, ayudando a mis pastores y distribuyendo folletos
para evangelizar en las calles, en autobuses, trenes, plazas, hospitales, etc.
Jamás pasó por mi mente que me dedicaría a la evangelización y las misiones
mundiales, que predicaría en todos los continentes del mundo a millones de
personas, que escribiría libros, editaría DVD de predicación, ayudaría
financieramente a cincuenta y dos misioneros (hasta ahora) en todos los
continentes, que tendríamos un Instituto Teológico en la India, etc. Empecé
de jovencito en Juventud Con Una Misión sirviendo de cualquier manera que
se me pidiera, tanto en Brasil como en España. Después, me ordenaron como
ministro de las Asambleas de Dios. Así le sucedió a Felipe, quien empezó
sirviendo las mesas (Hch 6:5) y más tarde se convirtió en predicador (Hch
8:5), para llegar a ser el evangelista Felipe (Hch 8:26-40; Hch 21:8). Así que,
¡trabaja en la obra del Señor! Lo que tu pastor y tus líderes espirituales te
pidan que hagas, llévalo a cabo de la mejor manera posible. Siembra tu
tiempo y esfuerzo, y Dios te indicará lo que debes hacer en el futuro, paso a
paso. Al tener las manos ocupadas y disponibles en el llamado y bajo la
dirección del Señor, tienes la responsabilidad de realizar la obra de Cristo que
se te encomendó para que testifiques de Él.
5. Pies listos y dispuestos
Ya vimos que para la obra del Señor se necesitan una mente abierta y
obediente, un oído sensible y atento, un corazón con motivos puros y sinceros
delante de Dios para recibir y actuar en el llamado, y que también es
imperativo que se esté con las manos ocupadas y disponibles. Por último,
tenemos que tener nuestros pies listos y dispuestos para ir y hacer la obra de
testificar donde nos indique Dios.
Todo cristiano correrá el peligro de equivocarse de dos maneras: Una es
correr delante del Señor fuera de su tiempo y perfecta voluntad, y la otra es
perder la oportunidad y quedarse atrás de lo que Dios determinó para su vida.
Por todos los que caen en la primera trampa, hay muchos más que sucumben
en la segunda.
Están los que, al parecer, nunca podrán tomar una decisión final en servir o
no al Señor a tiempo completo. En realidad, sus pies, vidas y corazones no
están listos ni dispuestos a obedecer sin reservas al Señor de la mies. Muchos
especulan demasiado al examinar todas las posibilidades y aspectos de su
llamado, tales como lugar, nación, tiempo, edad, estado civil, etc. Estos oran,
hablan con los demás, analizan con sus mentes un llamado que es divino y
sobrenatural, y acaban perdiendo grandes oportunidades, pues parece que
nunca llegan a una conclusión definitiva.
El problema que afronta esta clase de personas es que no entienden la
verdadera naturaleza de la guía divina y no están preparadas para actuar por
fe. Todo lo analizan con sus mentes y quieren tener la respuesta para cada
una de las preguntas que le hacen al Señor. De modo que desean estar
seguros al ciento por ciento de todo, y esto por supuesto nunca ha pasado,
pasa ni pasará. ¡Esto no funciona de esa manera! En su carta a la iglesia de
Corinto, Pablo lo define así: «Porque por fe andamos, no por vista» (2 Co
5:7). Si esperamos estar absolutamente seguros de nuestro llamado, tarea y
ministerio, esto nunca sucederá, y quien lo crea así, esperará por siempre.
Tenemos que actuar en fe. Yo lo hice con dieciocho años de edad. Podrás leer
con más detalles acerca de esto en mi segundo libro: Heme aquí, Señor,
envíame a mí, donde relato mi llamado, perseverancia, fe y total confianza en
la provisión del Señor para cumplir paso a paso, y en completa obediencia, la
tarea y el llamado que me hizo Él.
La guía divina siempre es perfecta, pero al filtrarla en nuestra mente, deja de
ser perfecta y es allí donde tenemos que creer. De lo contrario, ¿cuál es el
papel de la fe en la guía del Señor? Debemos actuar en fe, día a día, paso a
paso, revelación por revelación, todo a través de su Palabra, con el objetivo
de conocer su perfecta voluntad para nuestra vida. También es vivir por la fe
y creer que Él tiene el control absoluto de todo y que requiere de nuestra vida
una obediencia, entrega, consagración y tener siempre nuestros pies listos y
dispuestos para servirle.
En algún momento de tu vida tendrás que aceptar esto en tu mente y corazón,
para después decidir actuar en fe y confianza sin precedentes, y esto te tomará
toda una vida. Recuerda: El llamado se recibe solo una vez, y este queda
para siempre, como lo confirma este pasaje: «Porque irrevocables son los
dones y el llamamiento de Dios» (Ro 11:29). Entonces, recibimos el
llamado de parte de Dios una sola vez, pero la guía del Señor se recibe
toda la vida de diferentes maneras y en circunstancias favorables o no
favorables para nosotros.
La conclusión de todo es: Tener una mente abierta y obediente, un oído
sensible y atento, un corazón con motivos puros y sinceros delante de Dios,
estar con las manos ocupadas y disponibles, y por último tener nuestros pies
listos y dispuestos para ir donde nos indique Él. Esto requiere de nosotros fe,
entrega y total confianza en el Señor. Al tener los pies listos y dispuestos en
el llamado y la guía del Señor, ahora te toca asumir la responsabilidad de
realizar la obra de Cristo que se te encomendó para que testifiques de Él.
¿CÓMO RECONOCER EL LLAMADO A LAS MISIONES Y LA EVANGELIZACIÓN?
Esta quizá sea la pregunta más crucial e importante de todos los cristianos de
cualquier edad, sobre todo de la juventud que quiere servir al Señor. Veamos
algunas preguntas similares a esta:
¿Cómo viene el llamado?
¿Cómo recibirlo?
¿Qué debo esperar?
¿Es una cuestión de conocimiento o sentimiento?
¿Debo aguardar hasta escuchar una voz o tener una visión?
¿Seré capaz de reconocer la llegada del llamado?
¿Sabré cuándo ya lo tenga?

La verdad es que, como dije, el llamado para el servicio cristiano nunca


vendrá como el sonar de una trompeta ni por un meteoro que caerá del cielo.
La experiencia extraordinaria de la conversión y el llamado del apóstol Pablo
no es la norma establecida para todos. Timoteo, Tito, Silas y muchos otros no
tuvieron un llamado tan conmovedor como este. En casi todos los casos, el
llamado es un proceso que lleva meses y hasta años para recibirlo,
reconocerlo, desarrollarlo y madurarlo con el pasar del tiempo. Se requieren
muchos pasos para llegar al llamado.
Primer paso: «Curiosidad»

Este primer paso puede darse de diversas maneras: Por un consejo de


un líder maduro, experimentado y veterano en la obra del Señor, una
carta de un misionero, un libro sobre la evangelización y las misiones,
un cántico durante el culto o a solas con el Señor, un artículo en un
periódico cristiano, o de cualquier manera que Dios decida hablar.
Nada puede ser más imprevisible que el mover del Espíritu Santo.

Segundo paso: «Interés»

De la curiosidad se va al interés. La persona llamada se verá buscando


cada vez más sobre un asunto específico que le llamó la atención. Por
primera vez, la persona se ve hablando de la evangelización y las
misiones, así que no puede esperar hasta llegar al otro culto misionero
o la convención anual misionera.

Tercer paso: «Entendimiento

La simple curiosidad y el interés no son suficientes. Se necesita de algo


más que conocemos como «entendimiento». Esto no se recibe de
inmediato. Llevará tiempo y estudio para adquirirlo, pues a medida que
se lee y se estudian las Escrituras respecto a los temas de la
evangelización y las misiones, poco a poco se llega a un entendimiento
sobre la naturaleza, el alcance, el sentido y el mandato de Cristo de
testificar en cuanto a la evangelización y las misiones mundiales, la
condición perdida del hombre, la magnitud de la tarea sin terminar y
las grandiosas oportunidades para servir al Señor.

Cuarto paso: «Seguridad»

Cuando la persona se dispone a leer, estudiar, meditar y orar sobre la


evangelización y las misiones, el entendimiento la lleva a la seguridad.
El corazón se apasiona por las almas perdidas de los seres humanos, y
esto la prepara para servir al Señor. Lo que esta persona dijo que nunca
haría, ahora lo encuentra atractivo. El pensamiento de ser evangelista o
misionero que antes era intolerable, ahora experimenta una muy
placentera y suave atracción por ganar el mundo para Cristo al
testificar de Él. Así que piensa: «¡Yo puedo ser un evangelista o
misionero!».

Quinto paso: «Confirmación»

Llegado este momento, la persona desea contarles su secreto a sus


padres, cónyuge, pastor, hermanos cristianos más allegados, etc.
Entonces, con el paso de algún tiempo, sus pastores y líderes
espirituales le confirmarán la guía que tal persona ya recibió del
Espíritu Santo.

Sexto paso: «Convicción»

Una vez que se recibe la confirmación, tanto de manera interna por la


obra del Espíritu Santo como externa por los cristianos maduros que
reconocen en la persona el llamado de Dios, esta confirmación se
transforma en convicción. Como resultado, la persona cree y establece
lo siguiente: «¡Tengo que ser un evangelista o misionero!».

Séptimo paso: «Decisión»

En cuanto la persona transita por estos pasos, no hay más vuelta atrás.
Ya sabe que su llamado es ser evangelista o misionero. Incluso, sabe
sin ninguna sombra de dudas que el Señor Jesucristo le llamó al
servicio cristiano de la evangelización y las misiones. En este punto es
que la convicción conduce a la decisión. Tal persona está lista para
actuar en fe y se hace el propósito de servir a Cristo. Por lo tanto, no
habrá oposición que podrá detener a tal persona, sin importar que sea la
de sus amigos, familiares y hasta de algunas personas de la misma
iglesia.

Octavo paso: «Acción»

Por último, la decisión llevará la persona a la acción. Así que llega el


momento en que empieza a moverse. Ya hace planes y preparativos
para el campo evangelístico y misionero. Tal persona se dirigirá hacia
donde está su corazón: La evangelización y las misiones. Como
resultado, la persona renuncia a todo y se va a una escuela bíblica o
misionera a fin de prepararse para servir al Señor.
Es importante notar que todos estos pasos abarcan el ser completo de una
persona:
La curiosidad, el interés y el entendimiento involucran la MENTE. La
seguridad, la convicción y la decisión involucran el CORAZÓN. Y, al final,
la acción involucra la VOLUNTAD. En realidad, la persona ya es y será aún
más bendecida cuando su MENTE, CORAZÓN y VOLUNTAD estén
alineados con atender, recibir, reconocer y obedecer este alto llamado de
servir a Cristo en la evangelización y las misiones. Tal persona será
evangelista o misionero por la voluntad de Dios, por el llamado de Cristo y
por la guía del Espíritu Santo. ¡Aleluya!
¿CUÁL ES NUESTRA RESPONSABILIDAD EN LAS MISIONES Y LA EVANGELIZACIÓN?
Nuestra responsabilidad de testificar de Cristo en cuanto a la evangelización
y las misiones mundiales es enorme. La persona que tiene el llamado al
ministerio sabe, conoce y discierne sus oportunidades con sabiduría y
dirección espiritual concedida por Dios para llevar a cabo esta gran tarea.
Al viajar alrededor del mundo, veo la gran necesidad por la falta de obreros,
evangelistas y misioneros comprometidos con el Señor. Es imposible poder
imaginar cómo se siente el corazón de Dios al ver tantos miles de millones de
personas que nunca han escuchado el evangelio todavía. El Concilio de
Evangelización Mundial de Lausana, Suiza, dijo que para el año 2040 no
habrá iglesias si la iglesia de hoy no evangeliza y gana almas.
Todos sabemos que la palabra «misiones» viene del latín misso, que quiere
decir «ACCIÓN DE ENVIAR». De ahí el ENVÍO de un misionero,
evangelista o predicador. ¿Quién lo envía? ¡Dios! La palabra «apostelo», o
«apostolos», tiene implícita el significado de enviar para un servicio o
comisión. En este caso que venimos analizando, se refiere a ganar almas,
evangelizar y llevar a cabo las tareas en las misiones y la evangelización. Así
que ser enviado es sinónimo de misionero, evangelista o predicador
itinerante. Ahora bien, los términos «misiones» y «evangelización» implican
tres elementos esenciales que son:
1. Uno que envía, que es Dios.
2. Uno que es enviado, que somos nosotros.
3. Uno a quien se envía, ya sea en la localidad, nación o ciudad que
el Señor determine.

Las inspiraciones misioneras y evangelísticas son muchas. Estas nos deben


concienciar, como lo hicieron con los primeros misioneros y evangelistas
apostólicos, y hasta el día de hoy, pues constituyen la razón suprema de la
evangelización y las misiones, que es la salvación de toda persona por medio
de Jesucristo (Hch 4:12; 1 Ti 2:5). Es más, la condición secular del hombre
actual, así como su deterioro moral y espiritual delante de Dios, nos deben
inspirar a la evangelización.
La Biblia declara que todos los hombres pecaron (Ro 3:23), y que todos están
en desobediencia y culpabilidad delante de Dios, lo cual abarca al género
humano entero. Así que nuestra responsabilidad es alcanzarlos para Cristo.
La responsabilidad de testificar es nuestra. Y esta responsabilidad debería ser
en gratitud a la infinita gracia de Dios y a las incontables bendiciones
recibidas de Él. Como iglesia, deberíamos tener responsabilidad y demostrar
nuestro amor por Cristo que murió y resucitó por nosotros, haciendo de la
evangelización y las misiones mundiales la causa de nuestra vida al testificar
de Él. Entonces, ¿cuál es nuestra responsabilidad?
1. Nuestra responsabilidad de testificar de Cristo en las misiones y la
evangelización es de carácter diferente al secular, y se encuentra en el
ámbito espiritual, pues nuestra prioridad es la salvación del hombre
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase
por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con
Dios.
2 Corintios 5:20
Todos sabemos que del 100   % de la iglesia mundial, el 80   % no evangeliza
ni gana almas, del 20   % restante se sabe que el 15   % no sabe evangelizar
porque sus pastores o líderes espirituales no los han enseñado... y solo queda
un 5   % de una iglesia mundial que evangeliza y gana almas para el Señor.
En otras palabras, ¡el 95   % de la iglesia no testifica! Esta es la situación
lamentable de la iglesia actual. Por eso, debemos tener presente que nuestro
trabajo y responsabilidad es espiritual, y que están dirigidos a la salvación
eterna del hombre. Es más, nuestro propósito es la reconciliación del hombre
con Dios. El finado Hugh Thomson Kerr, quien fuera profesor de Teología
Sistemática y prolífico autor, expresó:
No nos enviaron a predicar sociología, sino salvación; no economía, sino
evangelización; no reforma, sino redención; no cultura, sino conversión;
no progreso, sino perdón; no un nuevo orden social, sino un nuevo
nacimiento; no revolución, sino regeneración; no renovación, sino
avivamiento; no resucitación, sino resurrección; no una nueva
organización, sino una nueva creación; no democracia, sino el evangelio;
no civilización, sino a Cristo; somos embajadores, no diplomáticos.
2. Nuestra responsabilidad de testificar de Cristo en la evangelización y
las misiones mundiales es sublime, peculiar y exclusiva
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al
Padre, sino por mí.
Juan 14:6
Presentamos a Cristo como el único Señor y Salvador de la humanidad, el
único Nombre por el cual debemos predicar esta salvación y el único camino,
la verdad y la vida, y que todo hombre necesita de esta salvación exclusiva
por medio de Cristo. La peculiaridad y exclusividad está en el evangelio, no
en el Corán, los escritos filosóficos de Buda ni Confucio, ni tampoco en las
religiones místicas del Oriente. Los pasajes bíblicos (como por ejemplo, Mt
7:13; Jn 8:24; 10:7; 14; 17:1-3; Hch 4:12; 1 Ti 2:5), apuntan que solo la
salvación es exclusiva por medio de Cristo. No es por Alá, Mahoma, Hare
Krishna, Dalai Lama, Confucio, María, la virgen de Guadalupe ni ningún otro
santo o ídolo. Solo es por la exclusividad del único y verdadero camino,
Jesucristo. No hay otro camino a Dios, ¡excepto por medio de Cristo!
3. Nuestra responsabilidad de testificar de Cristo mediante la
evangelización y las misiones mundiales es nuestra razón de vivir, causa
y meta, y es decisiva y objetiva
Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió
por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que
viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
2 Corintios 5:14-15
Dicha responsabilidad debe fijar y regir nuestro espíritu, alma, mente y
corazón, así como nuestros esfuerzos, metas y objetivos. Todo esto debe estar
encaminado hacia un mismo fin: la salvación eterna del hombre. Esta es
nuestra causa, determinación y objetividad. Te pregunto: «¿Cuál es tu causa?
¿Cuál es tu determinación? ¿Cuál es tu objetivo, meta y propósito en la vida
como cristiano o ministro?». ¡Piénsalo! Ya no vivimos para nosotros, sino
para Aquel (Cristo) que murió y resucitó por nosotros (lee Ro 4:8).
4. Nuestra responsabilidad de testificar de Cristo en la evangelización y
las misiones mundiales es personal e individual, a fin de que cada uno de
nosotros la llevemos a cabo
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para
los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la
herencia, porque a Cristo el Señor servís.
Colosenses 3:23-24
Esta responsabilidad es de cada cristiano o creyente, ministro y miembro de
cada iglesia alrededor del mundo. Es de todos. La palabra dicha por Cristo en
Hechos 1:8, respecto a que seamos «testigos», aparece en muchas partes del
Nuevo Testamento, como veremos en otros capítulos, y este es uno de los
versículos de la Gran Comisión.
Los expertos en las misiones dicen que para el fin del período apostólico el
número total de discípulos cristianos llegó a ser de miles y miles de personas.
¿Esto no es increíble? Toda la iglesia primitiva, los apóstoles, sus
predicadores, sus evangelistas y sus miembros tomaron a serio, de manera
personal e individual, la responsabilidad de testificar y predicar. ¡Nosotros
debemos hacer lo mismo!
5. Nuestra responsabilidad de testificar de Cristo en la evangelización y
las misiones mundiales es propagar y extender el Reino de Dios
Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de
pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Lucas 24:47
La Palabra salió desde Jerusalén y ha ido a todo el mundo. La iglesia
primitiva, los padres de la iglesia, y más tarde los apóstoles, fundaron y
establecieron centros misioneros principales en muchas ciudades, de ahí que
el evangelio se propagara por todo el Imperio romano. Después, los
evangelistas y misioneros que le siguieron, predicaron en todo lugar
inimaginable. De igual forma, los evangelistas itinerantes y misioneros
testifican y predican en gimnasios, estadios, iglesias, auditorios, coliseos,
centro de convenciones, etc. En fin, testifican y predican en todas partes, ya
sea por la radio, la televisión, vía satélite, por internet, a través de CD, DVD,
libros, etc. Lo cierto es que hay que testificar, predicar y extender el reino de
Dios por toda la tierra hasta que Cristo venga a buscar su Iglesia. Hay que
testificar y predicar el evangelio a todas las naciones, como lo dijo el mismo
Jesús: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Mr
16:15).
6. Nuestra responsabilidad de testificar de Cristo en la evangelización y
las misiones mundiales es de total entrega y pasión de nuestra parte
Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
Lucas 14:27
Desde la iglesia primitiva y hasta el día de hoy, muchos miembros,
predicadores, ministros, evangelistas y misioneros han pagado con la vida el
servicio a Cristo. Los mártires por la causa de Cristo son incontables, desde
Esteban hasta en nuestros días. A la iglesia la han perseguido desde el
principio; y en estos momentos, en pleno siglo XXI, es más perseguida que
nunca. Basta con que leas las estadísticas del ministerio La Voz de los
Mártires y verás cómo se ha incrementado la persecución a nivel mundial.
Incluso aquí en Estados Unidos, aunque no físicamente, nuestros derechos de
libre expresión están en peligro debido a los ateos y seculares que influyen en
las leyes e intentan ponerle fin a la iglesia en esta nación americana que ha
exportado misioneros a todo el mundo. Debe haber una completa rendición,
entrega y pasión de nuestra parte, hasta el punto de que estemos listos para
dar nuestra vida por Cristo. ¡Nuestra responsabilidad es servirlo!
¿QUIÉN TIENE LA RESPONSABILIDAD DE TESTIFICAR DE CRISTO EN LAS MISIONES Y
EN LA EVANGELIZACIÓN, LAS AGENCIAS MISIONERAS OCCIDENTALES O TODA LA
IGLESIA A NIVEL MUNDIAL?
No cabe duda que durante el siglo XIX, cuando comenzaban las misiones
protestantes, las agencias misioneras occidentales y sus misioneros tenían la
responsabilidad de la evangelización, por la simple razón de que no había
nadie más que pudiera hacer el trabajo. Si el evangelio se iba a predicar en
África, Asia o Latinoamérica, tendría que venir de afuera, y los misioneros
eran los agentes de Dios para hacer esta gran tarea.
Por ejemplo, Bartolomé Ziegenbalg, Heinrich Plütschau y William Carey
fueron pioneros en la India; Robert Morrison y Hudson Taylor en la China;
Adoniram Judson en Birmania; David Livingston en África; y Jim Elliot y
otros a los indios nativos del Ecuador. Estos, por solo mencionar algunos de
los misioneros, pues son muchos. A medida que las iglesias nativas iban
surgiendo alrededor del mundo, empezaron a asumir la responsabilidad de
testificar y predicar mediante la evangelización y las misiones locales de sus
propios pueblos. Sin embargo, esto fue un proceso muy lento, costoso y
difícil, pues según el decir común, y la impresión en los campos misioneros,
«esto era la carga y tarea del hombre blanco».
En realidad, los misioneros ganaron convertidos, hicieron discípulos,
levantaron iglesias, enseñaron a los líderes, prepararon pastores, organizaron
iglesias en estos lugares remotos, etc. Entonces, cuando la iglesia nativa o
local ya podía mantenerse en pie, testificando y predicando por su cuenta, el
misionero se marchaba a otro lugar y repetía el proceso.
El misionero fue el pionero por excelencia en las tierras lejanas de todo el
mundo. Al llegar a la segunda y tercera generación después del misionero,
casi todas las iglesias en cada continente se volvían autónomas, producían sus
propios líderes y establecían sus propios pastores. Ahora, estas mismas
iglesias envían misioneros para que testifiquen y prediquen en todo el mundo.
¡Aleluya!
En la actualidad, las iglesias del Tercer Mundo exportan a miles y miles de
misioneros a todos los continentes, pues llegó la hora en que la iglesia nativa
y local asuma su responsabilidad de testificar y predicar, de modo que lleve a
cabo la evangelización mundial... ¡y lo está haciendo! ¡Gloria a Dios!
En 1938, durante la Primera Conferencia Misionera Internacional en Madrás,
India, el obispo Dornakal dijo estas profundas palabras refiriéndose a esto:
La tarea de llenar las iglesias en la tierras nominalmente llamadas
cristianas pertenece a los miembros de estas tierras; la tarea de traer a la
iglesia a quienes todavía no conocen la fe cristiana en estas tierras
pertenece a los cristianos de estas mismas tierras [...] La evangelización es
el factor necesario de crecimiento en la vida de la iglesia local. Quitar esta
tarea divina de la iglesia local es matar literalmente la vida divina que se
implantó en ella.
Por lo tanto, la tarea de testificar en la evangelización empieza con nuestras
iglesias a nivel local, se expande a nivel nacional al implantar nuevas iglesias
en otros estados y por fin se transforma en internacional al enviar misioneros
alrededor del mundo. De esa manera, la iglesia adquiere una mentalidad, una
visión y un llamado mundial. ¡Nunca pienses que tu iglesia es demasiada
pequeña para no hacer misiones a nivel local, internacional y global!
El Rvdo. A.M. Cakau ha sido superintendente de las Asambleas de Dios en
las islas Fiyi y ha dirigido las iglesias de allí con mucha dedicación en una
tarea misionera de alcanzar a todas estas islas. En una conferencia en Manila,
Filipinas, pronunció estas palabras:
Mi convicción es que ninguna iglesia es demasiada joven para tener una
visión misionera, y ninguna iglesia es demasiado pobre financieramente
para dejar de tener un programa misionero y apoyarlo.
Esta debe ser la mentalidad de cada iglesia, en cada nación y en cada
continente. Por lo tanto, está claro cuál es nuestra responsabilidad para
testificar, ya sea en lo individual de cada cristiano o a nivel corporativo de
toda la iglesia, que es alcanzar al perdido para Cristo en cualquier lugar del
mundo.
Un reciente estudio, realizado mediante una encuesta de Lifeway Research,
reveló que en los próximos siete años, cincuenta y cinco mil iglesias cerrarán
sus puertas aquí en Estados Unidos. También menciona que la membresía
que asiste a las iglesias los fines de semana caerá de un 17   % a un 14   %.
Además, menciona que solo un 20   % de las iglesias en esta nación está
creciendo, y que nada más que el 1   % crece debido a que alcanza a los
perdidos. Este estudio termina diciendo que el 95   % de las iglesias que
celebran su crecimiento no se debe a que alcanzaron almas nuevas, sino a que
hubo transferencia de membresía; es decir, personas de otras iglesias que
intercambiaron miembros.
Conclusión: En Estados Unidos no hay responsabilidad de evangelización por
parte de las iglesias locales en cuanto a los inconversos, mucho menos hay
énfasis respecto a las misiones, ya sean locales, nacionales o extranjeras. De
todo este estudio razonamos que la mayoría de los cristianos no tiene idea de
lo que es la evangelización ni las misiones, así que carecen de la pasión por
testificar de Cristo y no sienten amor por las almas que no conocen al Señor
todavía. ¡Que Dios tenga misericordia de sus líderes, pastores y de nosotros!
¡Es tiempo de tomar en serio la tarea de testificar! Con tal fin, ¡existen
muchos métodos diferentes para hacerlo!
3. MÉTODOS BÍBLICOS DE TESTIFICAR
«Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo;
redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina».
2 Timoteo 4:2
«Oh, Dios, úsame de la manera que quieras, pero dame Escocia o
muero».
Juan Knox
Como cristianos, todos debemos tomar en serio la oración, si es que
deseamos saber en cuál método o campo el Señor nos usará para testificar en
las misiones y la evangelización. Dentro del contexto general de las misiones,
considero que lo más importante de las mismas, ya sean locales, nacionales o
extranjeras, es alcanzar las almas al testificar y predicar acerca de Cristo. Así
que en este capítulo enfatizaré en que la prioridad de las misiones está en la
evangelización y en ganar almas para Cristo.
En cuanto a los muchos métodos para testificar en la tarea de alcanzar las
almas perdidas para el Señor, se destacan la evangelización personal y la
evangelización masiva. Y como veremos, hay muchos métodos diferentes en
cuanto a la tarea suprema de todo cristiano y de toda la iglesia mundial que es
la salvación del alma de una persona.
Como ya vimos antes, la ayuda humanitaria tiene su lugar en las misiones.
Sin embargo, creo que lo más importante es la salvación del alma de alguien
que no conoce al Señor Jesucristo. Es cierto que la distribución de alimentos,
los hospitales, las escuelas, universidades, y todo lo demás que los
misioneros realizan con tanto esfuerzo, son de gran ayuda. En cambio, si las
personas no escuchan el evangelio, se arrepienten de sus pecados y confiesan
a Cristo como el Salvador de sus almas, todo lo que se ha hecho fuera de esto
no tendrá ninguna importancia de aquí a cien años, pues el alma vivirá para
siempre. En otras palabras, la persona se salvará por la eternidad en el cielo o
se perderá para siempre en el infierno. Algún día los cuerpos físicos de las
personas morirán, excepto los de los cristianos que estuvieren vivos en la
venida de Cristo y que el Señor llevará con Él en el día del arrebatamiento,
del rapto de la Iglesia, como nos lo testifica el apóstol Pablo (1 Ts 4:15-17).
LA PRIORIDAD DE LAS MISIONES ES TESTIFICAR MEDIANTE LA EVANGELIZACIÓN
El misionero cristiano más que todo es un evangelista nato en su naturaleza
de ganador de almas, pues testifica de Cristo en cada oportunidad que se le
presenta. Su tarea principal, por encima de cualquier otra, es predicar el
evangelio y hacer discípulos, como lo ordenó el propio Señor (Mt 28:19-20).
Además, todo su trabajo está asociado de manera directa o indirecta con la
obra suprema de la evangelización mundial. Adondequiera que va el
misionero, predica, traduce las Escrituras, gana un sinnúmero de almas,
establece iglesias y discipula a muchos.
Sin embargo, podemos decir que el misionero también sabe que hay otros
métodos, al igual que los usados por el Señor que enseñaba, predicaba, y
sanaba a los enfermos y toda dolencia en el pueblo (Mt 4:23). Puesto que
tiene conocimiento de que cada persona posee espíritu, alma y cuerpo,
comprende que a estas tres esferas se les deben suplir sus necesidades en
Cristo, pues solo Él tiene el poder de satisfacerlas, sin importar que sean
físicas, espirituales o mentales, como producto de la condición tripartita del
ser humano (1 Ts 5:23).
Algo más que vemos presente en el misionero es que tiene bien claro que en
el corazón de toda la obra misionera está la evangelización que se realiza
cuando se testifica y predica el mensaje de salvación. Entonces, cualquier
trabajo u obra misionera que no incluya la evangelización y la salvación del
alma (como dicen algunos expertos de las misiones), de seguro que no es
trabajo misionero. Aunque esto es innegable, existen muchos puntos de vista
diferentes y contrarios entre sí sobre este asunto. Como dijera John E.
Skoglung, quien fuera respetado maestro, misionero y autor:
En el corazón del evangelio está la misión para el mundo. La tarea
principal de la iglesia es pararse en las esquinas de las calles del mundo y
gritar: «¡Las buenas nuevas han llegado!». No podemos escapar de esta
obligación al ignorarla. Ni tampoco podemos delegársela a los demás. La
iglesia y las misiones son una misma cosa, y de ninguna manera pueden
dividirse entre sí [...] Las misiones no pueden ponerse nunca como una de
las marcas de la iglesia. ES la marca de la iglesia. Todas las demás
marcas, aunque sean legítimas, son solo una explicación (o definición) de
las misiones1.
En mi opinión, el único poder que Cristo le prometió a la Iglesia, siempre por
medio del Espíritu Santo, es el poder para TESTIFICAR, y está bien claro
cuál es la prioridad de la iglesia y las misiones:
Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a
predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar
fuera demonios.
Marcos 3:14-15
Aquí tienes en orden de prioridades la tarea de la iglesia y las misiones:
1. Predicar.
2. Sanar enfermedades.
3. Echar fuera demonios.

Por lo tanto, la evangelización es la tarea más importante de las misiones.


Todas las demás actividades de la iglesia se derivan de esta tarea esencial y
principal. Repito: Todo trabajo misionero, ya sea hospitales, escuelas o
cualquier otra institución, solo se le puede llamar así, en realidad, si tiene
como principal prioridad la tarea de testificarles de Cristo a los demás. Sin
esto, dicha obra misionera solo se puede definir como «ayuda o trabajo
humanitario». Es claro que todos sabemos que muchas agencias cristianas
usan el trabajo humanitario a fin de ayudar a las personas para combatir el
hambre, las enfermedades, etc., pues así captan su atención y, entonces, les
predican el evangelio. Además, Jesús mismo habló sobre la importancia de
este servicio humanitario (Mt 25:32-46). Por lo tanto, definimos que la
evangelización es la prioridad de las misiones, pero que también esta incluye
otras actividades humanitarias.
La evangelización es «la proclamación de las buenas nuevas» o la
«predicación» a hombres y mujeres que están en necesidad de conversión a
Cristo; en otras palabras, la evangelización es «TESTIFICARLE» a alguien
sobre Cristo y llevarle la salvación a todo el que está perdido sin Jesucristo.
En realidad, hay muchas otras definiciones aceptables, pero podemos
concluir que el término «evangelización» se resume, desde el punto de vista
bíblico, de la siguiente manera:
1. Todo hombre está perdido y necesita ser salvo (Ro 3:23; 6:23).
2. Hay un solo camino a la salvación que es por medio de Cristo (Jn
14:6; 1 Ti 2:5).
3. La manera para que alguien pueda ser salvo es entender y creer en
el evangelio (Hch 2:21-41; 8:26-38).

LAS TRES FORMAS O TIPOS DE EVANGELIZACIÓN DE UN CRISTIANO EN LAS


MISIONES
En esencia, hay tres formas o tipos reconocidos de evangelización de un
creyente hacia los demás entre muchos otros que son aceptados por la
mayoría de los eruditos en las misiones mundiales. Estos son:
1. La evangelización mediante la presencia
2. La evangelización mediante la proclamación
3. La evangelización mediante la persuasión

En general, la iglesia misma está dividida entre sí respecto a cuál es la mejor


forma de estos tres tipos de evangelización. Tenemos a los que son un tanto
más liberales que enfatizan la evangelización mediante la presencia, pero
rechazan la evangelización de la proclamación y la persuasión. Por otro lado,
están quienes apoyan la evangelización mediante la persuasión, pero no están
de acuerdo con la evangelización de la presencia ni con la de proclamación.
Por último, están los más conservadores que solo creen en la evangelización
mediante la proclamación, pero creen que no hace falta la evangelización de
la presencia ni de la persuasión.
En lo particular, creo que los tres son importantes y que cada uno ocupa su
lugar, momento y alcance, como veremos más adelante cuando analicemos la
tarea suprema de la evangelización del ser humano. En general, he visto
alrededor del mundo que iglesias, cristianos, líderes y ministros han perdido
el amor, el fuego y la pasión por la evangelización. Por eso es que tenemos
que volver a ganar almas para Cristo. Es más, tenemos que volver a sentir la
misma pasión por la evangelización que experimentó la iglesia primitiva.
1. La evangelización mediante la presencia
Esta primera forma o tipo de evangelización se refiere propiamente al
testimonio del creyente, donde solo se ganan almas con el ejemplo, sin
expresarles palabra alguna a los demás. Esta es la evangelización que se ha
vuelto cada vez más popular a medida que la mayoría de los cristianos deja
de hablarles de Cristo a familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o
de estudios, etc.
Mahatma Gandhi, el hombre que llevó a la India a su independencia de
Inglaterra, enfatizaba este tipo de evangelización. Siendo hindú, se
posicionaba por un punto de vista muy definido en cuanto a la religión. Decía
que la religión debía ser como una flor, una rosa, que solo exhala su perfume
y fragancia con su presencia. Muchas veces dijo que no creía que la gente
debía hablar de religión ni de la fe particular en esta, sobre todo cuando se
requería la conversión de los demás. Decía que la fe no requiere que se hable
de la misma, pues había que vivirla con el ejemplo2.
Hermanos, si vamos al Nuevo Testamento, lo cierto es que veremos que este
método no fue el más usado y sería una equivocación aplicar este en
particular por encima de los otros dos métodos. De por sí, no es erróneo,
porque nosotros debemos ser ejemplo para los demás, y vivir y expresar esta
fe aun sin palabras. Por supuesto, este método tiene validez, y lo llevan a
cabo cristianos principalmente en países donde no se puede predicar en
público.
Recapitulando, debemos decir que de las tres formas en que el cristiano
puede expresar su fe, esta es la primera. Las otras dos es mediante la
proclamación y la persuasión. Estos tres métodos se compensan entre sí, de
modo que deben estar juntos y trabajar para un mismo fin: la salvación de las
almas. Jesús fue claro al decir que debíamos ser sal de la tierra y luz del
mundo (Mt 5:13-16). Por lo tanto, es de todo punto esencial que el cristiano
sea ejemplo en su iglesia, casa, familia, sus parientes, vecinos, compañeros
de trabajo y de estudio, amigos, etc. Nuestras palabras y acciones deben
expresar el Cristo que tenemos dentro de nuestro corazón.
Friedrich Nietzsche, filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, dijo una vez
refiriéndose al mal ejemplo de los cristianos: «Yo pudiera estar más dispuesto
a creer en tu Salvador si solo encontrara más personas salvas de veras por
Él». Mahatma Gandhi, por su parte, dijo: «Me volveré cristiano cuando vea
uno en realidad». Hasta cierto punto, ambos tenían razón. Tenemos que ser lo
mismo en nuestro hablar, vivir y caminar con Cristo. Y como sabe todo
ministro y estudiante de misiones y evangelización, hay países cerrados al
evangelio, sobre todo en las naciones socialistas y musulmanas en el Oriente
Medio, donde estas personas solo pueden llevarse a Cristo por el gran
testimonio de los cristianos que conocen. Además, estos creyentes saben que,
si violan las leyes en estos países, pueden terminar en la cárcel, sufrir torturas
y, en el mejor de los casos, a los extranjeros los expulsan de estas naciones.
Debo repetirlo, a muchos misioneros y cristianos por el simple hecho de
regalarle a alguien un Nuevo Testamento en el Oriente Medio, los han
encarcelado, torturado y expulsado del país en caso de ser extranjero. Todos
sabemos los riegos que trae consigo la evangelización verbal en estas
naciones. Por lo tanto, la evangelización mediante la presencia, al
TESTIFICAR de Cristo con nuestras vidas como ejemplo, es esencial para
ganar almas para el Señor cuando estas ven que nuestras acciones y actitudes
concuerdan con lo que decimos y hacemos.
Cierta vez, una hermana cristiana viajaba por la China. En una determinada
noche llegó a una aldea donde no había un lugar donde quedarse. Así que,
junto con una persona que la acompañaba, salieron en busca de una casa
donde pudieran pasar la noche, pues la hermana sabía que las familias
cristianas eran muy hospitalarias. Más tarde, al llegar a una casa, le
preguntaron al líder de la aldea dónde podrían encontrar una residencia
cristiana para dormir.
—Lo siento mucho, pero no hay ningún cristiano aquí en esta aldea —fue la
respuesta del hombre.
—Entonces, ¿dónde vive el cristiano más cerca? —le preguntó la hermana.
—El cristiano más cerca vive muy lejos de aquí, a unos tres días de camino
—le respondió el hombre.
A pesar de que ese cristiano vivía tan lejos, el hombre sabía y conocía dónde
residía ese cristiano. ¿A qué se debía esto? A que ese cristiano practicaba la
evangelización mediante la presencia.
Con nuestro ejemplo, les testificamos a otros que tenemos a Cristo como
nuestro Señor y Salvador, pues esto es evidente a través de nuestro
testimonio, así como nuestros familiares, hechos, palabras y acciones. En
cuanto a los ministros y su ejemplo, Charles Spurgeon, el príncipe de los
predicadores, dijo una vez:
Hay predicadores que predican tan ungidos arriba en el púlpito, que no
quisiéramos que se bajaran. Sin embargo, cuando se bajan, viven de tal
manera que no quisiéramos que se volvieran a subir.
Con estas palabras me acuerdo en parte de una canción, o corito, que
entonábamos de jóvenes:
Si en verdad eres salvo, di amén, ¡amén!
Si en verdad eres salvo, di amén, ¡amén!
Si en verdad eres salvo, testifica con tu vida.
Si en verdad eres salvo, di amén, ¡amén!
Por lo tanto, ¡seamos ejemplo de buenos seguidores de Cristo!
2. La evangelización mediante la proclamación
Esta segunda forma o tipo de evangelización va más allá del testimonio
personal, de la evangelización mediante la presencia y de TESTIFICAR con
nuestra vida. Está asociada con la proclamación del evangelio y es la más
frecuente en el Nuevo Testamento. Alguien dijo: «Si nuestra doctrina está
equivocada, tenemos que cambiarla. No obstante, si es acertada, tenemos que
propagarla».
El cristianismo en su naturaleza misma es evangelizador y misionero. Tiene
un mensaje de vida y esperanza para la humanidad. Este mensaje se llama el
evangelio y contiene la verdad sobre la persona de Cristo. Creo que esta
verdad tiene que proclamarse precepto por precepto hasta que la persona
logre entender su rebeldía y pecado, y hacer una decisión de fe, de manera
consciente y de corazón, al aceptar o no las verdades expuestas para la
salvación que solo es en Cristo Jesús.
Esta forma de evangelización se caracteriza por la «predicación»,
TESTIFICAR con las palabras, como hicieron Pedro y Juan con tanta
eficiencia que se les prohibió «predicar» en el Nombre de Jesús (Hch 4:18).
También el gran apóstol Pablo, luego de su conversión, «predicaba a Cristo»
en las sinagogas (Hch 9:20).
Una generación más tarde, todavía encontramos a Pablo que «predicaba» el
reino de Dios en su casa alquilada (Hch 28:31). A los corintios les dijo que
Dios le llamó a «predicar» y no a bautizar (1 Co 1:17). También les dijo a los
mismos corintios: «¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!» (1 Co 9:16). Y
al final decía que Dios determinó «salvar a los creyentes por la locura de la
predicación» (1 Co 1:21).
Ahora quiero enfatizar que la responsabilidad de la predicación no solo es del
pastor, evangelista o misionero, sino de todo creyente en Cristo, pues el
cometido es de toda la iglesia. Además, es muy importante que las iglesias
del Tercer Mundo sepan que la responsabilidad de predicar el evangelio no
solo es del misionero extranjero, como lo fue en épocas pasadas. Muchas
iglesias ya han despertado a esta realidad y han asumido el compromiso de
TESTIFICAR y ganar a su propia nación para Cristo.
Hay muchas razones para que los creyentes locales le prediquen a su propia
gente en sus países. Por ejemplo:
La persona que predica a alguien de su nación ya conoce la
cultura, el idioma y las costumbres de su pueblo.
Para una persona es mejor escuchar el evangelio por primera vez
de los labios de alguien de su nación.
Las personas van a entender mejor.
Aceptarán el evangelio con más facilidad.
El evangelio no se considerará como una religión extranjera.
Resulta más sencillo que el cristiano les hable a sus vecinos,
amigos, compañeros de trabajo y de escuela.

Es un hecho probado que los misioneros extranjeros que no hablan el mismo


idioma de la nación en que ministran, no han sido los mejores comunicadores
en una situación transcultural. Los evangelistas y misioneros nacionales o
locales son mejores para comunicarle el evangelio a su propio pueblo, pues
no tienen el problema de la barrera del idioma, de la cultura ni de la tradición
de su país.
En cierta ocasión, el Dr. Gifford, pastor en Boston, Massachusetts, dijo una
mañana mientras predicaba: «Cualquier persona que de veras es salva en
Cristo, puede ganar almas para el Señor». Después del culto, una señora se
dirigió al predicador y le hizo este comentario:
—Dr. Gilfford, usted siempre es muy especial en sus sermones, pero lo que
dijo hoy acerca de que cualquier persona salva puede ganar almas para el
Señor, no es mi caso. Usted sabe que yo soy una pobre viuda que se pasa
todo el tiempo en la casa cosiendo para sobrevivir.
—¿Pero nadie va a su casa? —le preguntó el pastor.
—Sí —dijo la viuda—, el lechero, el repartidor de periódicos, el muchacho
de la farmacia y también el chico del supermercado que me trae los
mandados casi todos los días.
—¿Qué pasa? —le preguntó de nuevo el pastor—. ¿Usted no les habla de
Cristo?
La hermana regresó a la casa y oró al Señor sobre esto. Entonces, al día
siguiente, cuando llegó el muchacho para entregarle la leche, le preguntó:
«¿Usted es cristiano?». El muchacho respondió: «¡No, señora, en otro tiempo
fui cristiano, pero ahora estoy descarriado de los caminos de Dios!». Ella le
pidió permiso y oró por su vida para que se reconciliara con Cristo. Al cabo
de algún tiempo, el Dr. Gilfford le dijo a toda su congregación que esa
hermana viuda en menos de un año ya había llevado a más de cincuenta
personas al Señor, y que lo hizo al TESTIFICARLES usando la
evangelización personal.
Este es el evangelio mediante la proclamación: predicar, evangelizar y
testificar de la Palabra de Dios con los que no la conocen o con los que se
apartaron de los caminos del Señor, a fin de llevarlos de nuevo a Cristo.
3. La evangelización mediante la persuasión
Esta tercera forma o tipo de evangelización es un paso más allá del
testimonio personal de la evangelización mediante la presencia y la
proclamación. Se encuentra asociada con persuadir a alguien para que acepte
el mensaje del evangelio, una vez que el cristiano le TESTIFICA de Cristo.
No basta con que les seamos de ejemplo como cristianos a los demás,
tampoco basta con la predicación, así que debemos añadirle la persuasión.
NO se trata de coerción, sino persuadirles de tal manera que logremos
llevarles a Cristo. El mensaje del evangelio demanda una decisión de parte
del oyente. Oír la Palabra de Dios y rechazarla es algo serio. Es cuestión de
vida o muerte eterna. Pablo lo dice así:
Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los
que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a
aquéllos olor de vida para vida
2 Corintios 2:15-16
Hay quienes están en contra de este método, ya que dicen que no es necesario
obtener los resultados, que hay que dejárselos al Señor, que solo basta con ser
ejemplo para los demás. Otros dicen que lo único que se debe hacer es
predicar y también dejarle los resultados al Señor. Sin embargo, como
evangelista, al final de cada mensaje siempre hago el llamado, porque
después que alguien escucha el plan de salvación, esta persona tiene la
responsabilidad de responder de forma afirmativa o negativa a la oferta de
vida eterna en Cristo. A Pablo siempre le interesaban los resultados. Llegó a
decir lo siguiente:
Que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo
mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que
son mis parientes según la carne.
Romanos 9:2-3
Estas palabras no se refieren a una persona que no está interesada en ver que
se salvan las almas. Es absurdo que haya quienes afirmen lo contrario a esto.
Muchos dicen que no necesitamos persuadir a nadie para que haga su
decisión, que esto es algo privado. Les diré que esto no es cierto de acuerdo a
las Escrituras, pues el apóstol siempre quiso ver las almas salvas, y de nuevo
afirma:
Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he
hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.
1 Corintios 9:22
Juan el Bautista quería ver la conversión de sus oidores (Mt 3:7-12). Pedro y
Pablo hicieron lo mismo, tanto a judíos como a gentiles, al ofrecerles la vida
eterna mediante el arrepentimiento y avisarles del juicio venidero (Hch 2:38;
3:19; 17:30-31). No solo se contentaban con predicar el evangelio y dejar las
cosas así. Querían llevar a sus oyentes a Cristo al persuadirles que hicieran
una decisión por el Señor. En Hechos se dice de Pablo que «discutía en la
sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos» (18:4).
Mas tarde, en su carta a los efesios, Pablo usó argumentos, discusiones y
persuasiones, pues se afirma:
Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres
meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios.
Hechos 19:8
También vemos a Pablo en su intento por persuadir al rey Agripa, y la
respuesta de este: «Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a
ser cristiano» (Hch 26:28). Y Pablo le responde: «¡Quisiera Dios que por
poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen,
fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!» (v. 29). En muchos
otros pasajes de la Escritura vemos a Pablo intentando llevar a sus oyentes a
Cristo: «Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres»
(2 Co 5:11). Más tarde, dio por hecho este asunto al enfatizar este punto de
una vez por todas:
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase
por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos
con Dios.
2 Corintios 5:20
En este método, tenemos que ser cuidadosos de no usar la coerción para que
alguien acepte a Cristo, y mucho menos intentar forzarle a que se convierta.
En su lugar, debemos limitarnos a ser ejemplos, predicar y persuadir, pero la
decisión es de la propia persona, después que se hace un llamado que sea
claro.
Jesús mismo esperaba que alguien, al recibir la sanidad física a través de sus
milagros, se arrepintiera y creyera en Él. Aun así, ni Cristo ni los apóstoles
nunca forzaron a nadie para que viniera al conocimiento de la verdad, aunque
sí le hacían un llamado al arrepentimiento.
En los Evangelios, no hay evidencia de que Jesús, al sanar a alguien, le
dijera: «Yo iré a sanarte de tu enfermedad, pero después espero que me
sigas». ¡Esto nunca aconteció! Él era el Sanador y también el Salvador. Él
siempre ofreció sanidad física y también espiritual. Dejó claro que el alma era
más importante que el cuerpo (Mr 9:43-48), y que hay un cielo y un infierno.
Además, dejó claro que la persona que pierde su alma, lo pierde todo (Mr
8:36-37). En varias ocasiones, a Jesús le pidieron que se marchara de sus
ciudades. Incluso, cuando a los apóstoles los rechazaban en algún lugar, se
iban a otro en busca de almas, como lo dice este pasaje de manera enfática:
Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la
verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas
puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí,
nos volvemos a los gentiles.
Hechos 13:46
Como cristianos, tenemos el llamado a ejercer las tres formas de
evangelización:
Ser ejemplos para los demás al TESTIFICAR con nuestras propias
vidas en la evangelización mediante la presencia.
Predicar la Palabra al TESTIFICAR mediante la evangelización de
proclamación.
Persuadir a todas las personas a que reciban a Cristo al
TESTIFICAR mediante la evangelización de persuasión.

Como dijera el finado Donald Anderson McGavran, quien fuera misionero en


la India y autor de varios libros:
La evangelización no es tener una teoría adecuada, sino buscar y salvar al
perdido. La evangelización no es tener una teología apropiada, sino ser fiel
a la revelación de las verdades que sabe cada cristiano. La evangelización
es agradar a Dios al buscar al perdido y traerlo a la casa de Dios. La
evangelización es traer al hombre perdido al Salvador.
Cierta vez, un ateo le prometió al predicador británico Alexander Maclaren
(1826-1910) que iría a visitar su iglesia en los próximos cuatro fines de
semana y que escucharía sus sermones. Tal y como lo prometió, asistió a la
iglesia y escuchó la Palabra los cuatro fines de semana siguientes. Después
del cuarto sermón, el ateo se presentó delante de toda la congregación y
confesó a Cristo como su Salvador y Señor al recibirlo en su corazón.
Maclaren quedó muy feliz y le preguntó al exateo y ahora hermano: «¿Cuál
de los cuatro sermones le tocó su corazón y le llevó a tomar esta decisión?».
El exateo contestó: «Sus sermones, pastor, fueron muy útiles. En cambio, no
fueron los que me llevaron a Cristo, aunque me ayudaron, por supuesto», le
dijo al predicador. «Después de uno de los cuatro cultos, mientras ayudaba a
una señora ya bastante anciana en un camino que estaba muy resbaloso
porque había llovido mucho, ella me miró al rostro y me dijo: “A mí me
gustaría saber si usted conoce a mi Señor y Salvador Jesucristo. Él es todo
para mí”. Y con palabras cariñosas y con mucha persuasión me habló del
Señor con gran ahínco y determinación.
»Entonces, pastor, esas palabras penetraron en lo profundo de mi corazón.
Así que cuanto más me persuadía para recibir a Cristo, yo más me convencía
de lo real que era la necesidad de mi alma. Al llegar a mi casa, después de
escuchar por todo el camino las palabras persuasivas de esa querida anciana
creyente, me arrodillé y le entregué mi corazón a Cristo en oración».
Como ves, esta es la evangelización mediante la persuasión: Hablar, contar,
TESTIFICAR, seguir predicando la Palabra, insistir y persuadir hasta que la
persona se decida por Cristo. No es usar la coerción ni forzar a alguien, ¡no!
Solo es perseverar hasta alcanzar la victoria, pues muchas personas saben que
son pecadoras, pero desconocen que están perdidas sin Cristo y que sufrirán
una eternidad sin Dios. Por lo tanto, nuestra responsabilidad es persuadirles y
TESTIFICARLES de manera que vengan a Cristo, así como lo hizo el gran
apóstol Pablo.
LOS DOS TIPOS DE EVANGELIZACIÓN MÁS USADOS POR LA IGLESIA
Los métodos de la evangelización son muchos, pero hay dos que sobresalen:
La evangelización personal y la evangelización masiva. Ambos métodos se
diferencian de un país a otro, y de una cultura a otra. Todos sabemos que la
evangelización masiva no se permite en los países islámicos y comunistas.
También sabemos que en la evangelización de saturación no puede darse
donde no hay iglesia. De igual manera, no podemos evangelizar con folletos
y literatura cristiana, ni distribuir las Escrituras donde el pueblo no sabe leer.
Esto es tener sentido común.
I. La evangelización personal
En Hechos 5:42 está escrito: «Y todos los días, en el templo y por las casas,
no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo». Este es el método más
conocido, eficaz y usado por la iglesia. Hay algunas razones para que esto sea
así:
1. Es natural y espontáneo.
2. No requiere organización ni capacitación alguna.
3. No demanda equipos ni gastos.

Entonces, ¿de qué depende la evangelización personal? Solo depende de cada


cristiano y de su preparación espiritual. Para esto se basa en su conocimiento
de Cristo y de su Palabra, así como de buscarlo en ayuno y oración a fin de
tener sabiduría a la hora de dar el mensaje de salvación. También depende de
su deseo de ganar almas para Cristo y de testificarles del evangelio a los
demás.
Solo basta con leer el libro de los Hechos y nos daremos cuenta de que toda
la obra de evangelización la hicieron los miembros de la iglesia primitiva y
los apóstoles Pedro y Pablo, tanto a través de la evangelización personal
como la evangelización masiva.
El evangelio se esparció por todo el Imperio romano por parte de los
cristianos que les TESTIFICARON a los demás y de que estos a su vez les
TESTIFICARON y les predicaron a otras personas. La Biblia es clara, pues
cuando se cerraron las puertas en Jerusalén, los discípulos fueron a todas
partes predicando la Palabra, como lo dicen estos pasajes:
Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el
evangelio.
Hechos 8:4
Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que
hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía.
Hechos 11:19
Esta es la pasión que ha perdido la iglesia actual: ¡el deseo profundo de ganar
almas para Cristo! La iglesia de hoy necesita volver a evangelizar
voluntariamente a los que no conocen a Cristo. Hemos perdido esta pasión y
fuego de rescatar al perdido de las llamas eternas.
Ahora, veamos algunos ejemplos de la evangelización personal:
1. La evangelización ocasional

Jesús evangelizó a la samaritana (Jn 4:5-42).


Pedro y Juan evangelizaron al cojo en la puerta del templo (Hch
3:1-16).

2. La evangelización del diálogo

Jesús evangelizó a Nicodemo (Jn 3:1-10).


Pablo evangelizó a los atenienses en el areópago (Hch 17:34).

3. La evangelización sistemática

Los setenta que Jesús envió de dos en dos (Lc 10:1).

4. La evangelización mediante la distribución de Biblias

La organización de los Gedeones Internacionales ha distribuido


millones de Biblias y Nuevos Testamentos en los hoteles alrededor
del mundo.

5. La evangelización mediante la distribución de folletos y literatura

De esta manera empecé yo en 1981 cuando apenas era un


jovencito de dieciocho años de edad en Brasil, pues distribuía
folletos en las calles, plazas, hospitales, edificios, bares, trenes,
autobuses, etc.

6. La evangelización mediante dramas en las calles e iglesias

Al principio, los jóvenes también hicimos dramas con «Juventud


Con Una Misión», las Asambleas de Dios y otras denominaciones,
tanto en Brasil en 1981-1982, y después en España, Italia y Suiza
en 1983.
7. La evangelización en los hogares, células o casas culto

Los apóstoles evangelizaban de casa en casa (Hch 5:42).

Otros métodos de evangelización personal


Hay muchos más métodos en la evangelización personal, y son muy eficaces,
como la «conversación», debido a que el creyente puede testificar en
cualquier lugar, a cualquier persona y a cualquier hora. Para esto, es muy
importante saber el nivel educacional de la persona a la que le testificas del
evangelio.
Puedes empezar una conversación con alguien haciendo preguntas como
estas:
¿Usted está bien con Dios?
¿Profesa alguna religión?
¿Qué piensa acerca de Dios?
¿Cree que Dios representa algo en su vida?
¿Piensa que Dios es personal?
¿Cree que Cristo es el Salvador del mundo?
¿Cree que una religión puede salvar a alguien?
¿Qué piensa de la Biblia?
¿Le tiene miedo a la muerte?
¿Siente algún vacío en su corazón?
¿Cree en la eternidad?
¿Usted es feliz?
¿Cree en el cielo y en el infierno?
¿Cree que Jesús es el único camino al cielo?
¿Cree que las obras le pueden llevar al cielo sin la fe en
Jesucristo?

El objetivo de estas preguntas es el siguiente:


Convencer al pecador de su pecado.
Convencer el pecador que está condenado.
Mostrarle al pecador la providencia de Dios.
Hacerle ver al pecador lo que necesita para ser salvo.
Explicarle lo que Dios hace cuando un pecador se arrepiente y
cree.
A la persona que se arrepiente y le confiesa sus pecados a Cristo, Dios le
ofrece:
Perdón: «En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de
pecados según las riquezas de su gracia» (Ef 1:7).
Salvación: «Por que por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que
nadie se gloríe» (Ef 2:8-9).
Vida eterna: «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva
de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Ro 6:23).

Algunos ejemplos bíblicos de la evangelización personal


En la Biblia abundan los ejemplos de la obra evangelizadora a nivel personal.
Entre estos se destacan la que realizaron los apóstoles, los que se convertían a
Cristo y la que vemos que desarrolló el propio Jesús.
1. Los apóstoles y los convertidos
La Biblia nos muestra varios ejemplos de cómo todos los que aceptaban a
Cristo como su Salvador, ya fueran apóstoles como convertidos, se dedicaban
a evangelizar a los inconversos.
Andrés evangelizó a Pedro: «Andrés, hermano de Simón Pedro,
era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a
Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos
hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús.
Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás
llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)» (Jn 1:40-42).
Felipe evangelizó a Natanael: «Felipe halló a Natanael, y le dijo:
Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así
como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret» (Jn 1:45).
Pablo y Silas evangelizaron al carcelero de Filipos: «Y le
hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su
casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó
las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y
llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su
casa de haber creído a Dios» (Hch 16:32-34).
La samaritana evangelizó a su ciudad: «Entonces la mujer dejó
su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un
hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el
Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él [...] Y
muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la
palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo
que he hecho. Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron
que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron
muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no
creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos
oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del
mundo, el Cristo» (Jn 4:28-30, 39-42).
El gadareno después de ser libre evangelizó a su casa y a su
pueblo: «Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu
casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho
contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó
a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con
él; y todos se maravillaban» (Mr 5:19-20). (Decápolis era un grupo
de ciudades alrededor del mar de Galilea).
Felipe evangelizó al eunuco: «Entonces Felipe, abriendo su boca,
y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de
Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el
eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe
dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo:
Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y
descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó»
(Hch 8:35-38).

2. Jesús, el gran Maestro de la evangelización personal


La evangelización personal fue el método más usado por Cristo durante su
vida y ministerio. En los Evangelios se registran treinta y cinco entrevistas
personales suyas.
Jesús siempre empezaba en el nivel de la persona.
Jesús no se quedaba hablando de lo secundario, sino que iba
directo al punto vital y necesario de la persona.
Jesús estaba siempre a la disposición de cualquiera que lo buscara.
Jesús estaba siempre preparado para darle lo mejor a cada persona.
Jesús, aunque hablando y testificándole al pueblo, siempre le
prestaba atención a cada uno a nivel personal.
Jesús siempre usaba los encuentros accidentales con las personas
para presentarle su mensaje.
Jesús aprovechó el uso de las circunstancias para hablar y enseñar.
Jesús siempre trajo corrección del pecado a cada persona.
Jesús nunca juzgó a nadie, por más pecador que fuera y que no
estuviera al alcance de la salvación.
Jesús sabía que la mayor necesidad del hombre era el perdón.
Jesús reconocía el tiempo limitado que Él tenía aquí en la tierra, y
usó de manera sabia y adecuada de su tiempo personal y
ministerial.
Jesús no dejó que la oposición y la crítica en su contra le
impidieran hacer su trabajo.
Jesús reconocía que las personas eran más importantes que las
tradiciones que tenían.
Jesús sabía que el alma de la persona tenía más valor que cualquier
otra cosa.
Jesús usó la sencillez de las parábolas para predicar su mensaje.
Jesús tuvo compasión de cada uno mientras ministraba a las
multitudes.
Jesús fue amable, gentil, cortés, educado, amigable y siempre
sensible a las necesidades de la gente.
Jesús se identificó con cada uno en su nivel educacional al
ministrar su Palabra.
Jesús nunca dejó impresionarse por los ricos e importantes.
Jesús amó a todos por igual, y les habló la verdad sin temor y sin
ofender a nadie, buscando siempre la salvación de cada persona;
asimismo, lo hizo de igual manera al predicarles y testificarles a
las multitudes.

Mi experiencia en la evangelización personal


En lo particular, amo mucho la evangelización personal, aunque he predicado
alrededor del mundo en cruzadas masivas de miles y miles de personas, y he
visto a muchos otros miles más entregarle sus corazones a Cristo. He ganado
un sinnúmero de personas desde el inicio, cuando empecé a evangelizar en
Brasil con dieciocho años en 1981-82, después en Europa en 1983, y en 1984
en Estados Unidos hasta hoy. He llevado a Cristo gente en los aviones, en los
hoteles, en tiendas, en autobuses, en las calles, en el gimnasio, mis vecinos,
mis parientes, etc., etc., etc. Por el tiempo y el espacio no es posible describir
todas las experiencias que he tenido en más de treinta y seis años de
evangelización. Soy un ganador de almas nato para el Señor.
Hace unos días, me encontraba en una tienda Walmart para comprar un
pijama, y gané a una de sus empleadas para el Señor en menos de cinco
minutos. Este es el amor que nos debe consumir. Es la pasión que han
perdido iglesias, miembros y hasta ministros por dejar de testificar. Cristo fue
muy claro al decirnos cuál era nuestra responsabilidad, y como ya vimos, hay
cinco órdenes específicas del Señor a nosotros, su Iglesia, en cuanto a la
evangelización. Puedes leerlas en Mateo 28:19-20, Marcos 16:15, Lucas
24:47, Juan 20:21 y Hechos 1:8. Tenemos que tener este deseo profundo de
ganar a los perdidos para Cristo.
Encuentros personales durante el trabajo de evangelización
El tiempo y el espacio limitado de este libro no me permiten contar todos los
detalles de estos encuentros personales en que he ganado a muchísima gente
para Cristo en la evangelización personal. Solo les narraré algunos encuentros
que tuve con personas que llevé a Cristo.
En mis inicios en 1981, con apenas dieciocho años, en la ruta en
tren de Santa María a Puerto Alegre, la capital de mi estado Río
Grande del Sur, Brasil, y de Puerto Alegre a Santa María, mi
hermano, Tairone, y yo ganamos mucha gente para Cristo. Nuestra
costumbre y palabras al regalar un folleto o una literatura a una
persona era: «¡Jesús te ama, Jesús te ama!». Luego, ¡le
testificábamos de Cristo! En una de las veces, una señora que iba
en el tren me pegó una bofetada y me escupió por haberle dado un
folleto que hablaba de Cristo. Sin embargo, cuando un caballero
que estaba sentado detrás de mí en su banco del tren, después que
recibió un folleto y que le testificamos del Señor, encontró la vida
eterna al entregarle su corazón a Cristo al ver la reacción
irrespetuosa de la mujer impía hacia el evangelio.
En 1982, siendo aún joven, evangelicé una vez adentro del
cementerio en mi ciudad de Santa María. Ese día estaba llenísimo
el cementerio, así que prediqué parado arriba de una tumba, pues
era el 2 de noviembre y se celebraba el día de los muertos. Mi
hermano Tairone estaba a mi lado y testificó cómo el Señor lo
levantó de la muerte después de un terrible accidente que tuvo en
1981. En ese entonces, yo era el líder de los jóvenes de mi iglesia
de las Asambleas de Dios.
Cuando en 1983 me enviaron como misionero a España con
Juventud Con Una Misión (JuCUM), evangelizábamos en las
calles de Madrid y después con un equipo en Sevilla. En esa
oportunidad, les dábamos comida a los pobres en Madrid y
ganamos muchas almas para Cristo. También prediqué varias
veces delante de la famosa tienda El Corte Inglés en Madrid.
En 1984, fui junto a un equipo de JuCUM a predicar en los Juegos
Olímpicos en Los Ángeles, y evangelizamos a un sinnúmero de
personas por las calles y también predicamos en iglesias.
En 1985, gané a un chico socialista y comunista en el tren que iba
desde Hungría a Bulgaria, Checoslovaquia y Yugoslavia, en la
antigua Cortina de Hierro.
En un autobús, también le expliqué el evangelio a un musulmán en
Estambul, Turquía, y él no pudo con los argumentos que le
presenté al hacer la diferencia incomparable entre la Biblia, el
Corán, Cristo y Mahoma.
Yendo a Japón, y al hacer escala en Alaska, gané a un caballero
después de hablar con él por más de doce horas en el avión.
En 1986, me acuerdo de una vez en la que gané a un chico chileno
para Cristo en Nazaret, Israel.
En otra ocasión, también le hablé a un muchacho y le dije que yo
era embajador, pero sin decirle de qué país. Al final, le gané para
Cristo en el avión cuando le expliqué que yo era un embajador de
Cristo (2 Co 5:20).
Cuando regresábamos con mi familia después de una campaña en
Brisbane, Australia, una chica mormona se sentó a mi lado y
charlamos por más de catorce horas. Así que la llevé al
conocimiento de Cristo, aunque no sé si su conversión fue
genuina, porque aunque reconocía que Cristo era el camino, la
verdad y la vida, dijo de manera explícita que prefería perderse
que renunciar al mormonismo. ¡Qué absurdo!
Una vez gané a un estadounidense para el Señor adentro del avión
(¡y cuántas personas más en los aviones!). Se trataba de un
veterano de la guerra de Vietnam. Le dije que él no murió allá,
porque si esto hubiera pasado, estaría perdido para siempre. Al
final del viaje, al llegar a Minneapolis, este hombre le entregó su
corazón a Cristo entre lágrimas. ¡Aleluya! ¡Qué gozo se siente al
ver que un alma se entrega a Cristo! ¡No hay mayor alegría y
gozo!
Desde siempre, aquí dentro de los Estados Unidos, en aviones, al
viajar al extranjero o en cualquier lugar del mundo, sin importar el
medio de transporte, les he presentado a Cristo a los demás. He
evangelizado y testificado a mucha gente cuando voy al gimnasio,
mientras espero a que me laven el auto, en los supermercados, etc.

Estas son solo algunas de las muchísimas experiencias que he tenido a lo


largo de más de treinta y seis años. Experiencias en las que les he testificado
a las personas acerca del mensaje de salvación, y a las que he guiado a que le
entreguen sus vidas a Cristo. Todo esto no tiene otro nombre que no sea la
pasión por las almas, la cual nunca debemos perder. Cuando tu corazón arde
por Cristo y está lleno de amor, agradecimiento y gratitud por lo que Él ha
hecho en tu vida, de seguro que desearás contarle a todo el mundo lo que
Dios ha hecho en ti.
Se dice que el evangelista D.L. Moody ganaba una persona para Cristo cada
día en Chicago. ¿Y tú? ¿Cuántas almas estás ganando?
Es conocida la historia de la mujer que encontró un folleto cristiano en su
gaveta que le regaló alguien hacía veinte años. Una vez, limpiando las
gavetas de su cuarto, encontró el folleto en el momento oportuno, pues estaba
pasando por una necesidad y crisis espiritual muy fuerte. Entonces, al leer el
folleto sobre el amor de Dios y su salvación por medio de Cristo, se arrodilló
con humildad al lado de su cama y le entregó su corazón al Señor.
Como ves, algún hermano o hermana oró por ese folleto y por la persona que
lo recibiría, y lo entregó. Aunque en ese momento, no pareció muy eficaz,
Dios, en su infinita sabiduría, sabía cuándo esta señora lo iba a necesitar y
por medio de la convicción del Espíritu Santo le habló a su corazón. ¡Y así
fue! Tenemos que hacer nuestro trabajo y dejarle los resultados al Señor.
¡Aleluya!
En cierta ocasión, el Dr. C. Horton entró en un elevador. Entonces, el
ascensorista que trabajaba allí le preguntó a cuál piso quería ir. Siempre
dispuesto a no perder una oportunidad para hablar de Cristo, Horton le
preguntó:
—¿Su destino es ir al cielo o al infierno?
—Yo no lo sé —respondió el hombre un tanto sorprendido por la pregunta.
Cuando el piso deseado llegó, el ascensor paró y abrió sus puertas, pero el Dr.
Horton no hizo ningún movimiento para salir.
—Dr. Horton, ¿usted no va salir? La puerta está abierta —le preguntó el
ascensorista después de esperar unos segundos.
—Así también está abierta la puerta del cielo —le respondió el sabio cristiano
—. ¿A usted no le gustaría entrar por ella?
Como ves, no debemos perder ninguna oportunidad de hablarles y
testificarles de Cristo a los demás. Ese es nuestro llamado. Ese es nuestro
objetivo y esa es nuestra pasión.
II. La evangelización masiva
Además de la evangelización personal, este método lo usaron mucho Cristo y
los apóstoles. En mi segundo libro, Heme aquí, Señor, envíame a mí, hablo
de este método. A través de la historia, empezando con Cristo, lo vemos con
solo leer los Evangelios. A Cristo le siguieron los apóstoles, tal y como se
narra en el libro de Hechos. Más adelante, también lo vemos en los padres de
la iglesia. Es más, teniendo en cuenta los avivamientos de los años 1700,
1800, 1900 y hasta hoy, Dios ha usado en gran medida a sus siervos para
predicarles y testificarles a las multitudes. Basta con que se lean las
Escrituras y los libros de la historia de la iglesia, y nos daremos cuenta de
esta realidad. ¿Hay base bíblica para este método? Veamos:
1. Jesús usó este método

Marcos 3:7-8: «Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le


siguió gran multitud de Galilea. Y de Judea, de Jerusalén, de
Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de
Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes multitudes
vinieron a él».
Lucas 5:1: «Aconteció que estando Jesús junto al lago de
Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de
Dios».
Lucas 12:1: «En esto, juntándose por millares la multitud, tanto
que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir».

2. Pedro usó este método


Hechos 2:41: «Así que, los que recibieron su palabra fueron
bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas».
Hechos 4:4: «Pero muchos de los que habían oído la palabra,
creyeron; y el número de los varones era como cinco mil».

3. Felipe, el evangelista, usó este método

Hechos 8:5-8: «Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de


Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba
atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las
señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus
inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos
y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad».

4. Pablo usó este método

Hechos 9:20: «En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas,


diciendo que éste era el Hijo de Dios».
Hechos 13:44: «El siguiente día de reposo se juntó casi toda la
ciudad para oír la palabra de Dios».

Las Escrituras están llenas de ejemplos como los antes citados. Hay quienes
contradicen y se oponen a este método diciendo que muchos no permanecen
en las iglesias después de la campaña, que es costoso, que es mucho trabajo,
etc. Les diré que a nosotros los evangelistas Dios nos ha puesto para predicar
en las campañas masivas. Después que las almas se convierten a Cristo, el
trabajo de los pastores es visitar y discipular a esta gente. Esta no es nuestra
tarea ni nuestra responsabilidad. ¡Cada uno en su función!
Los evangelistas pescamos los peces en la red del evangelio. Los pastores, en
cambio, lavan, cortan y preparan esos pescaditos después de la pesca; es
decir, discipulan a esta gente ya salva. Este método se critica a menudo, pero
es bíblico, y aun Dios lo usa en nuestros días. ¡Dímelo a mí!
En este enero pasado de 2017, estuvimos en Chile con Dámaris, quien
también predicó. La asistencia fue de más de treinta mil personas, contando la
que tuvimos en las ciudades de Temuco, Chillán, Concepción y Santiago. En
febrero, fuimos a Cali, Colombia, y también tuvimos miles y miles de
personas donde Dámaris predicó también. En marzo, prediqué a más de
quince mil personas, contando a todas las personas que vinieron a la campaña
en Melchor de Mencos, en el departamento de Petén, Guatemala. El jueves
tuvimos tres mil personas, más tres mil quinientos el viernes, cuatro mil el
sábado y cinco mil el domingo. En todas estas actividades tuvimos centenares
y centenares de personas que rindieron sus corazones a Jesucristo. ¡Aleluya!
¡Ah, qué gran bendición es ganar almas para Jesús!
En resumen, este método se utiliza para alcanzar a las personas con el
evangelio en el contexto de un lugar público de reunión, como en un
gimnasio, auditorio, plaza, coliseo o estadio. Entonces, un evangelista
presenta el mensaje y se invita a las personas a responder, y la atención
posterior de los nuevos creyentes, el DISCIPULADO, se deja bajo la
responsabilidad de las iglesias locales y sus pastores. Las reuniones son de
carácter masivo y se caracterizan por el entusiasmo del pueblo de Dios. Con
tal fin, todos se movilizan y cada creyente invita a una persona diferente cada
día de la campaña y la lleva a estas reuniones para que escuche la Palabra de
Dios.
Basta leer los libros cristianos actuales y verás cómo Dios usa este método
masivo de alcanzar naciones enteras, como sucedió en 1985 durante la
cruzada de los evangelistas Billy Graham y Luis Palau en Inglaterra. En
1986, Billy Graham celebró una cruzada en París, la cual se transmitió a
todas las ciudades de Francia vía satélite desde las pantallas del estadio. Otro
caso lo vemos en el evangelista Reinhard Bonnke, quien en África ha
alcanzado naciones enteras para Cristo con cruzadas de más de cinco
millones de personas. Además de los evangelistas, Dios usa conciertos
musicales o películas cristianas a fin de atraer grandes multitudes que
después escuchan la Palabra que predica un evangelista o pastor.
Pasos de la evangelización masiva
Este tipo de evangelización cuenta con tres pasos importantes: Preparación,
proclamación y preservación o conservación. A continuación, veamos
algunos detalles de los mismos.
1. Preparación
La preparación incluye la propaganda a través de la radio, la televisión, los
periódicos, el uso general de las redes sociales, folletos, invitaciones a todas
las iglesias, consejeros, etc. También es de suma importancia la preparación
espiritual en ayuno y oración, donde participan los miembros de las iglesias.
Por supuesto, en esta etapa se requiere un comité de finanzas, los grupos
musicales, los ujieres, etc. En fin, toda la programación se realiza con mucha
anticipación y la participación de todos los creyentes movilizados para un
mismo propósito: alcanzar las almas a través de la predicación del evangelio.
2. Proclamación
Este paso se refiere de manera específica al mensaje poderoso de la Palabra
de Dios por medio de un evangelista, pastor local o invitado. Su preparación
espiritual en ayuno y oración es muy importante antes del evento, a fin de que
las multitudes sean salvas.
3. Preservación
La preservación o conservación de los resultados se hace a través del trabajo
del comité de discipulado. La tarea de este comité es atender los nuevos
convertidos, de manera que se les pueda ayudar a madurar en su nueva vida
como creyentes. Para esto, se necesita tener un registro con sus nombres y
teléfonos para visitarlos después del evento y llevarlos al templo. Si falla este
aspecto de la preservación o conservación de los resultados, es muy difícil
que las almas perseveren en la iglesia y con Cristo, pues necesitan crecer
espiritualmente mediante el discipulado. No se olviden que estas personas
nuevas en Cristo son «bebes espirituales» que necesitan la leche de la Palabra
para crecer y madurar como cristianos en lo espiritual.
Obstáculos en la evangelización masiva
En este método de evangelización hay muchos obstáculos que bloquean su
puesta en práctica. Algunos de estos son:
Falta de iniciativa de los líderes y del pueblo cristiano.
Tradicionalismo, o sea, estos se acomodan y no quieren cambios.
Indiferencia y falta de interés por parte del liderazgo y los
miembros.
Ausencia de planes, capacidad, técnicas, estrategias, etc.

En mi segundo libro, Heme aquí, Señor, envíame a mí, hablé sobre la


evangelización masiva que ha usado Dios a través de la historia. Empezando
con éxito por Cristo, los discípulos y los apóstoles, continuó a través de la
historia de la Iglesia. El Señor usó a los reformadores como Martín Lutero,
Juan Calvino y otros. Después empezaron los grandes avivamientos en
Europa y en las colonias americanas con hombres como Juan Wesley, George
Whitefield, Robert Murray M'Cheyne, Charles Spurgeon, Charles Finney,
Dwight L. Moody, Gypsy Smith, Billy Sunday y otros... En nuestros días, se
han destacado T.L. Osborne, Reinhard Bonnke, Yiye Ávila, Alberto Motessi,
Luis Palau, Morris Cerullo y otros. Sin embargo, el más sobresaliente de la
historia de la iglesia hasta ahora fue Billy Graham.
Hoy en día, necesitamos con urgencia mucho más evangelistas y misioneros,
pues todavía tenemos más de 2,3 billones de personas que jamás han
escuchado el nombre de Cristo todavía. Por lo tanto, nos urge que haya cada
vez más evangelización personal y masiva con las grandes cruzadas. Lo que
es más importante, que todo cristiano TESTIFIQUE de Cristo en cualquier
lugar y en cualquier parte del mundo. Por esta razón, ya nos decía Juan
Wesley:
Haz todo el bien que puedas por todos los medios que puedas, de todas
las maneras que puedas en todos los lugares que puedas, en cualquier
tiempo que puedas, a toda la gente que puedas, y tanto como tú puedas.
Por mi parte, en cuanto a las misiones y a la evangelización, diría: «Testifica
a todos los que puedas, por todos los medios que puedas, de todas las
maneras que puedas, en cualquier tiempo que puedas, a toda la gente que
puedas y tanto como tú puedas».
LA EVANGELIZACIÓN URBANA
En la Biblia encontramos un ejemplo muy claro acerca de la evangelización
urbana. Se trata de la misión que Dios le encargó a Jonás con respecto a la
ciudad de Nínive.
Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate y ve a
Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su
maldad delante de mí [...] Vino palabra de Jehová por segunda vez a
Jonás, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama
en ella el mensaje que yo te diré.
Jonás 1:1-2; 3:1-2
La Palabra es clara al decir que Nínive era una «gran ciudad», refiriéndose al
número de sus habitantes. Testificar y evangelizar en una ciudad, y llevar a
cabo la obra de misiones en este contexto, se llama «evangelización urbana».
Todo pastor quiere ver crecer su iglesia, tanto de manera espiritual como
numérica. Si tal iglesia no evangeliza y no testifica de Cristo, no tendrá
crecimiento en cuanto a nuevos convertidos.
Hoy en día, lo que la mayoría de las iglesias experimentan no es que su
membresía crezca por nuevas almas, sino que crece por transferencia de
membresía de otras iglesias y no por la evangelización. La iglesia que no
gana almas, no es una iglesia cristiana dentro de los parámetros establecidos
del Nuevo Testamento. Tal parece que algunos pastores están más
interesados en que sus iglesias crezcan en número, sin importar si su barrio
está perdido o no. ¡Es lamentable! La mayoría sí están interesados en que sus
iglesias crezcan en número, pero mediante la evangelización, pues estas son
de veras ganadoras de almas.
Entonces, ¿qué es la evangelización urbana? Esta estrategia para evangelizar
y testificar de Cristo tiene como objetivo la proclamación del evangelio en el
marco de las grandes ciudades. Lejos de considerar el creciente proceso de
urbanización como una desventaja para el cumplimiento de la misión, esta
estrategia procura aprovechar la oportunidad de los elementos característicos
de este proceso para la comunicación de la predicación. Es más, tal estrategia
toma en cuenta sobre todo de la migración del campo a la ciudad.
Los tres elementos clave de esta estrategia son: el uso de los medios masivos
de comunicación, el establecimiento de iglesias caseras o grupos hogareños,
y programas de acción social. Como bien dijera el misionero Donald
Anderson McGavran:
Evangelizar a las multitudes urbanas quizá sea la tarea más urgente que le
espera a la iglesia. Fundadas esperanzas resplandecen en el sentido de que
ahora es el momento de aprender cómo hacer la tarea para dar un paso
hacia adelante y desempeñarla.
La evangelización urbana se transformó en uno de los grandes desafíos que
afronta la iglesia. En 1985, había trescientas nueve ciudades con más de un
millón de habitantes, pero después del año 2000 la cifra asciende a
cuatrocientas treinta y tres ciudades así en el mundo. De estas, setenta y
nueve tendrán más de cuatro millones de habitantes, y veinticuatro contarán
con más de diez millones.
El potencial para las catástrofes ecológicas, económicas y políticas aumenta
de manera vertiginosa a medida que el mundo se urbaniza. Las ciudades, sin
importar su tamaño, deben ser metas estratégicas para que la iglesia testifique
a la hora de llevar a cabo la evangelización. No obstante, las estadísticas
dicen que el cincuenta y siete por ciento de las ciudades tiene una mayoría de
habitantes que no son cristianos. Ahí es donde cada iglesia, junto con su
pastor y sus miembros, debe involucrarse y trazar estrategias alcanzables que
les permita ganar a las personas de la ciudad para el Señor.
Las grandes religiones del mundo, como el catolicismo, el islamismo, el
hinduismo, el budismo, el judaísmo, el mormonismo, el animismo, y otras
sectas como los Testigos de Jehová, han crecido alrededor del mundo. En
cambio, la iglesia cristiana ha estado durmiendo en los laureles mientras las
personas se pierden a diario. En muchos aspectos, la iglesia ha perdido su
entusiasmo, fervor y amor por las almas. David Sills, profesor de misiones
cristianas y antropología cultural en el Seminario Teológico Bautista del Sur,
dijo sobre esto:
Cuando amas al Señor, deseas glorificarle en todo, y que las naciones
caigan a sus pies y lo alaben. Cuando amas a tu vecino como a ti mismo,
le TESTIFICAS del evangelio y tratas de ayudarlo en todo, incluso a que
caiga de rodillas a los pies de Cristo en agradecimiento por su salvación.
La iglesia tiene el llamado de hacer esto: ¡Testificar! Además, debe hacerlo
en cualquier lugar, vecindario, barrio, ciudad y nación. En cuanto a hablar de
ciudades, el mundo se vuelve cada día más URBANO, lo cual se manifiesta
en un cambio general donde casi todos se mudan del campo o del interior
para las ciudades grandes. A inicios del siglo XXI ya teníamos el ochenta por
ciento de la población viviendo en las grandes ciudades, y esto constituye un
gran desafío para nosotros los ministros. Todas las ciudades del mundo
necesitan escuchar del evangelio.
1. La definición de la evangelización urbana
El urbanismo es la concentración y distribución de la población en ciudades.
En otras palabras, la población rural, o del campo, se agrupa en la ciudad,
provocando cambios sociológicos y culturales. Si aplicamos este concepto a
la evangelización urbana, vemos que la iglesia debe empeñarse en testificar
del evangelio, a fin de alcanzar y ganar para Cristo las personas de la ciudad.
2. Factores que influyen en el urbanismo
Existen varios factores presentes en el urbanismo que, de una manera u otra,
marcan el cambio de la sociedad. Por ejemplo:
Industrialización: La revolución industrial, con su proceso de
transformación económica, social y tecnológica se manifiesta,
entre otras cosas, en fábricas o factorías, pues se le da el
predominio a las industrias.
Crecimiento de la población: Hay más nacimientos que muertes,
pues existen más hospitales, supermercados, mejor calidad de
vida, alimentos, salarios y posición social.
Avance notorio de la tecnología: Internet, televisión, satélites,
teléfonos, celulares, computadoras, mejores medios de transporte,
bancos, escuelas, trabajos, oportunidades, universidades, etc.

3. Características de la persona urbana


Hoy más que nunca, las personas difieren mucho en su vida y
comportamiento en medio de la sociedad. Por ejemplo:
Las personas de la ciudad, en su manera de pensar y ser, son
individualistas, se apartan de sus amigos, tienen estrés, son un
tanto agresivas debido a los fracasos, son aburridas, sufren de
soledad, etc.

Aquí en Estados Unidos, muchos de los inmigrantes están solos,


necesitan la palabra de una persona amiga. Incluso, muchos no conocen
el idioma, no tienen trabajo, etc. Ahí es donde se nos presenta una gran
oportunidad para que testifiquemos y evangelicemos.

Las personas de la ciudad cambian su manera de pensar muy a


menudo con relación a las cosas materiales. Siempre quieren más,
se mudan de casas constantemente para mejorar y superarse.
Viven para sí mismas, y en esto influyen los medios de
propagandas. Como resultado de todo esto, se dejan dominar por
la desconfianza, lo cual hace que la persona de la ciudad piense en
muchos aspectos de una manera individualista.

4. Los problemas y necesidades de la persona urbana


La carga de problemas de la persona urbana se acrecienta cada vez más. Por
eso, vemos que afronta una serie de problemas y necesidades que se deben
satisfacer.
Problemas socioeconómicos: Escasez de dinero, viviendas, etc.
Problemas familiares: Solo se preocupa por su familia inmediata, y
no tiene en cuenta a tíos, tías, abuelos, etc., como lo hacía en el
pasado. Así que se enfoca y responsabiliza por su propia familia y
consigo misma.
Problemas psicológicos: Emociones, traumas, inseguridad, miedo
del asalto, robo, crimen, estafa, muerte, etc.
Problemas de salud: Enfermedades por el consumo de comidas
rápidas, falta de ejercicios, preocupaciones, etc.
Problemas culturales: La persona de la ciudad ahora tiene que ir a
la par del crecimiento intelectual. Por lo tanto, se ve obligada a
leer, estudiar, ver noticias por la televisión, y leer periódicos y
revistas, etc.
Problemas lingüísticos: El idioma en el país que vive se convierte
en una barrera, pues casi siempre sus muchas ocupaciones le
impiden desarrollarse en este aspecto.
Problemas espirituales y morales: Como en toda sociedad
moderna, hay más oportunidades para pecar, fornicar, adulterar,
engañar y traicionar. Así que debido al vacío espiritual se refugia
en la pornografía, la infidelidad, la prostitución, la drogadicción, el
alcoholismo y hasta en el suicidio. El novelista ruso, y profundo
pensador social y moral, Tolstói, dijo una vez: «Hay un vacío en el
corazón de toda persona que solo lo puede llenar Dios».

5. ¿Qué impide, obstaculiza y detiene la evangelización urbana?


A grandes rasgos, vemos que se presentan dos grandes obstáculos en la
evangelización urbana que podríamos catalogar como «internos» y
«externos». El primero es más evidente dentro de la iglesia y el segundo
dentro de la sociedad en general.
Problemas internos de las iglesias: Estos problemas se muestran
de diversas maneras, como son el tradicionalismo, la comodidad y
la timidez, así como la falta de iniciativa, entusiasmo, planes,
estrategias, objetivos, amor por Cristo y las almas perdidas, por
solo mencionar algunos. También se revela en el poco
conocimiento en cuanto a la existencia real de la guerra espiritual
de las huestes satánicas que se libra cada día en contra de las
personas no salvas en sus barrios, alrededor de sus iglesias y hasta
entre sus propios familiares no salvos, etc.

Aunque no lo creas, también el racismo contribuye a que surjan más


problemas, pues hay miembros de las iglesias que se sienten
«superiores» en lo económico o lo espiritual. Incluso, se creen únicos
con relación a otras personas de un determinado color, país, nación,
lengua, religión, estilo de vida, etc. De modo que no se sienten
cómodos con que tales personas lleguen a pertenecer a sus iglesias,
debido a que se creen que están en una «clase más alta» que los demás.
Creo que tales miembros, o hasta ministros, racistas, soberbios,
orgullosos y prepotentes, todavía no han leído la amonestación del
Señor a la iglesia de Laodicea cuando exhorta: «Porque tú dices: Yo
soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no
sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo»
(Ap 3:17). ¡Que Dios tenga misericordia de tales personas!
Muchas iglesias han «engordado» tanto espiritualmente después de oír
muchos sermones de domingo a domingo, que se creen que se han
vuelto «superespirituales» y que están siempre por encima de los
demás. Así que consideran que nunca podrán bajar del «monte de la
transfiguración» y testificarles a los inconversos acerca de lo que han
aprendido respecto a la Biblia. El problema de dichos «cristianos» es la
falta de amor por su Señor y la falta de pasión por las almas perdidas.
Cierta vez, en una reunión cristiana dirigida por Moody, un hombre se
levantó para contar sus experiencias con Dios.
—Yo he estado cinco años en el “monte de la transfiguración” —dijo.
—¿Y cuántas almas llevó al conocimiento de Cristo el año pasado? —
le preguntó Moody.
—¡Yo no sé! —le respondió el hombre un tanto sorprendido.
—¿Al menos llevó una? —insistió Moody.
—¡Yo no sé si la llevé o no! —dijo el hombre de nuevo.
—Bien —dijo Moody al terminar—, este tipo de experiencia en lo alto
del monte no tiene valor ninguno para el Señor. Cuando una persona se
pone en una elevada posición espiritual sobre los demás, pero no
consigue bajar y salvar a los pobres perdidos sin Cristo, es que alguna
cosa anda mal. Por más está decir que toda su experiencia cristiana no
sirve para nada.

Problemas externos de la sociedad: Es evidente que la vida


corrompida de las personas impide la penetración del evangelio.
Sin duda, estas se endurecen, se cierran y a menudo rechazan el
mensaje de salvación, mientras unas cuantas otras le abren su
corazón a Cristo. Por eso tenemos que aprovechar la oportunidad
de testificar y predicar acerca de la obra redentora del Señor y lo
que Él ofrece a través de la cruz.

6. La preparación para la evangelización urbana


La preparación es muy importante en la evangelización. A la hora de
testificar sobre el mensaje de salvación, debemos tener presente que la parte
que nos toca es prepararnos de manera espiritual, material y económica.
Preparación espiritual: Entre otras cosas, en la preparación
espiritual debe tenerse en cuenta a los consejeros, la enseñanza, las
clases para maestros sobre cómo testificar de Cristo, la
evangelización, el discipulado, la oración, el ayuno, el estudio de
la Palabra, el discipulado y las misiones urbanas. Además, se debe
estudiar el pensamiento de la persona urbana, su manera de vivir,
actuar, etc. Con tal fin, los creyentes deben estar llenos del
Espíritu Santo y sentir el deseo de testificar, evangelizar, tomar
acción y decidirse a ganar a los perdidos para Cristo en su ciudad.
En cambio, si la iglesia es fría, tibia, seca y derrotada, debe clamar
al Señor para transformarse en una iglesia viva, evangelizadora y
llena de pasión por las almas de personas sin la salvación eterna
que van rumbo a la perdición eterna.

Como vimos, las estadísticas revelan que solo un 5   % de la iglesia


mundial evangeliza y gana almas para el Señor. ¿Cuál es el resultado?
¡Los miembros que componen el 95   % de la iglesia están acomodados
y muertos espiritualmente! Es más, olvidan lo que dice la Palabra en el
libro de Apocalipsis: «Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que
vives, y estás muerto». Más adelante, afirma: «Yo conozco tus obras,
que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por
cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Ap 3:1,
15-16).
Lo triste es que este es el cuadro de muchas iglesias alrededor del
mundo. ¡Yo las he visto!

Preparación material: En este tipo de preparación se incluye


tener mapas adecuados de la ciudad, dividirlas por zonas, códigos
postales, grupos, puntos de crecimiento o células, estudiar el
pensamiento de la persona urbana, su manera de vivir, actuar y
decidir. Se debe estudiar si son hispanos, brasileños, chinos,
blancos, negros, europeos, etc. En dicho estudio se deben tener
presente sus edades, niveles educacionales, creencias, religiones,
culturas, necesidades, intereses, problemas, etc. Cuando una
iglesia utiliza toda esta información en oración y ayuno, Dios le
dará la estrategia de alcanzar su barrio, y le mostrará cómo
testificar y evangelizar su ciudad para Cristo.
Preparación económica: Este aspecto abarca los recursos
financieros para realizar la evangelización. Con tal fin, la iglesia
debe ser dadivosa y generosa en sus contribuciones para la
evangelización y las misiones. Yo escribí un libro sobre las bases
sólidas establecidas en las Escrituras en cuanto a las finanzas. El
libro se llama «Dad, y se os dará», y te vendría muy bien leerlo y
estudiarlo en tu iglesia. Serás bendecido y bendecirás a los demás
en gran manera al saber que los recursos que Dios nos da son para
expandir su Reino sobre la tierra al testificar y tener buenos
resultados en la evangelización y las misiones.

7. Los métodos para la evangelización urbana


Los métodos utilizados para predicar y esparcir el evangelio son muchos y
diversos. Todos deben realizarse de acuerdo a la cultura en particular de las
personas a las cuales tal iglesia desea evangelizar y alcanzar al testificar. Para
esto, debe haber cursos de preparación para laicos, o miembros no ordenados
al ministerio, de modo que estos alcancen para Cristo vecinos, amigos y
familiares; es decir, personas de acuerdo a quienes les enseñaron a
evangelizar. Algunos métodos de evangelización al testificar son:
Operación de contacto: Como lo son personas en el autobús, la
calle, escuela, el trabajo o vecindario, así como amigos y
familiares.
Grupos de células: En especial las casas de oración o puntos de
crecimiento.
Grupos de recuperación: En particular, se atiende a personas
adictas a las drogas o a la pornografía, de manera que haya un
cambio positivo en sus vidas.
Casas de amistad: Aquí se ayudan a niños abandonados,
orfanatos, ancianos, ciegos, etc.
Acción social cristiana: Esta se encamina hacia la enseñanza en
el campo de la salud, asistencia, ayuda a señoras embarazadas de
bajos recursos, clínica dental, etc. Muchos médicos y dentistas
cristianos donan de su tiempo para ir a países pobres y ayudar a
estas personas con sus problemas de salud.
Distribución de alimentos: Se les ofrece a los necesitados, pobres
y desamparados.
Ayuda a personas discapacitadas: De esta manera, sus familiares
verán el amor de Dios en tal iglesia y querrán aceptar a Cristo
como Salvador y Señor.
Ayuda a inmigrantes recién llegados: Se les asiste con el idioma
para traducirles documentos importantes, en los tribunales,
hospitales, así como brindándoles su apoyo en cuanto a víveres,
vivienda, etc.
Ayuda a las prisiones: Esta actividad es un gran apoyo para la
comunidad. Incluso, nuestro ministerio envía cada año centenares
de libros y Biblias a las cárceles en Estados Unidos.
Medios audiovisuales: Son las iglesias que usan estos recursos
para testificar las buenas nuevas de Cristo. Hoy en día, se hace un
buen uso de los avances extraordinarios en la tecnología, pues se
ponen al servicio del evangelio y hasta se emplean las redes
sociales para testificar del Señor. También la producción de
películas cristianas y programas de televisión se ha expandido de
forma notable, lo cual ha tenido un impacto significativo en todo
el mundo.

Este tipo de evangelización consiste en que el creyente invita a una


persona o familia no cristiana para que venga a su iglesia a ver una
película sobre Cristo. Por supuesto, se espera que dicha familia haga su
decisión de aceptar a Jesús como Salvador y Señor de sus vidas. Hay
varios ministerios conocidos a nivel mundial con sus aportes para la
evangelización. Ejemplo de esto lo tenemos en la serie de películas
científicas producidas por el Instituto Bíblico Moody y la película
«Jesús» producida por Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo.
Estos son recursos que pueden utilizar las iglesias y sus pastores.

Grupos de oración e intercesión: La oración ha representado


siempre un papel fundamental en la expansión del Reino de Dios
sobre la tierra por medio de la evangelización. Aun así, siempre se
la ha considerado como un complemento de la misma y no como
un medio dinámico para su ejecución. Aunque de nada vale que la
iglesia solo ore y no evangelice, y que no salga de las cuatro
paredes del templo, la oración tiene un poder potencial
considerable como recurso evangelizador.

La oración, como método de evangelización, es un recurso esencial,


sobre todo debido a que se ora de manera específica por un
determinado barrio, ciudad o nación, así como por las necesidades que
tienen las personas por las que se ora. Confiando en que Dios siempre
responde a la oración, este es un primer paso para que los no creyentes
se interesen por el amor y el poder de Dios antes de que se les
testifique del evangelio.

Demostración del poder y de las maravillas de Dios: A través


de la proclamación del evangelio y la Palabra, siempre y cuando la
predica un pastor o evangelista lleno del poder de Dios, el
resultado será de conversiones, sanidades y milagros divinos,
como los que vimos en nuestras cruzadas en Madras, India; en
Bangkok, Tailandia; en Ghana, África; así como en Latinoamérica
y alrededor del mundo.

Algunos expertos dicen que cuando hay sanidades y milagros, la


gente será testigo del poder de Dios y se convertirá más rápido al ver la
demostración del poder divino. El fundamento de este método de
evangelización está en la comisión que Jesús les dio a los Doce (Mt
10:5-16; Mr 6:7-13; Lc 9:1-6), a los Setenta (Lc 10:1-12, 17-20) y a
toda la Iglesia (Mr 16:15-18), lo cual involucra tres acciones distintivas
e integradas entre sí: 1) La proclamación de las Buenas Nuevas del
Reino de Dios; 2) La sanidad de los enfermos; y 3) Echar fuera
demonios.

Movilización total de la membresía activa: Al referirnos a la


movilización, debemos decir que se lleva a cabo entre los
miembros de una iglesia o grupos de iglesias, con el objetivo de
abarcar un área completa con el evangelio. A fin de lograrlo, se
debe inspirar a la iglesia para que testifique de Cristo, establecer
metas a corto y largo plazo en el liderazgo de una iglesia
evangelizadora, cooperar con los demás pastores y líderes aunque
no sean de su misma denominación, enfocarse en ganar almas,
dejar a un lado las diferencias teológicas y ganar a los perdidos
para el Señor ahora.
Esfuerzo de la evangelización transcultural: Como su nombre
lo indica, esta tarea de testificar y extender la obra es de quienes
emprenden la evangelización más allá de las fronteras culturales,
raciales, sociales y lingüísticas de nuestro país. En otras palabras,
es el trabajo de las misiones mundiales que testifican de Cristo
más allá de nuestras naciones e idiomas.

Esta evangelización se lleva a cabo venciendo barreras culturales y


le plantea grandes exigencias al evangelizador. Aunque se debe ser
bien consciente de la propia identidad cultural, se tiene que conocer
todo lo posible de la identidad cultural del individuo o grupo de cultura
diferente al que ministra. Cuanto más eficiente sea el evangelista,
misionero o la iglesia a la hora de penetrar en la cultura ajena y
comprenderla, tanto más positiva será la comunicación del mensaje al
testificar del Señor.

Evangelización y alcance de toda una familia: Este tipo de


evangelización consiste en proclamarle el evangelio a la familia
como unidad social, de modo que se practica con miras a su
conversión al invitarlas para una reunión de carácter evangelístico
en un hogar cristiano. Así que vemos que toma en cuenta la
estructura social de un determinado pueblo, pues allí es donde tal
estructura está fundamentada la familia. Por lo tanto, este método
de evangelización apunta a la comunicación de las Buenas Nuevas
mediante las relaciones familiares de creyentes y no creyentes. A
este método también se le conoce como «casas culto», «células» o
«puntos de crecimiento». El nombre cambia de país en país.
Alcanzar a los niños para el Señor: Muchas veces los niños no
han recibido la suficiente atención, lo cual es evidente a lo largo de
la historia del testimonio cristiano hasta tiempos más recientes.
Estudios realizados al respecto apoyan la importancia estratégica
de la evangelización que merecen los niños. Un tercio de la
población mundial está por debajo de los quince años de edad; es
decir, alrededor del ochenta y cinco por ciento de ese total
constituye la mayoría en el mundo. La trágica situación actual de
los niños en el mundo, sobre todo en Latinoamérica, es un desafío
permanente para que las iglesias asuman su responsabilidad de
testificarles a los niños. Además de la Escuela Dominical, varias
organizaciones están trabajando entre los hispanos con este
propósito.
Distribución de folletos y literatura en general: Como ya
mencioné, a los que no son cristianos todavía se les debe entregar
literatura evangelística en las calles, de puerta en puerta, en los
edificios, en los apartamentos, etc. Es más, dicha distribución no
debe limitarse, sino que debe llegar a cada barrio, ciudad, estación
de trenes, autobús, mercado, etc. Para lograrlo, el grupo
evangelizador sale en días determinados bajo oración y de dos en
dos, o en grupo, en un esfuerzo colectivo de la iglesia local para
alcanzar a las almas perdidas. Uno se queda orando, mientras que
el otro testifica del Señor a las personas no cristianas.
Distribución de Biblias: Esta labor la puede realizar cierto grupo
de cristianos en las casas del vecindario o cerca de la iglesia local.
Uso del deporte: Muchas iglesias han confraternizado con otras
congregaciones y denominaciones, y han usado algún deporte para
los jóvenes. Aprovechando esta oportunidad, toda la iglesia con
sus miembros invitan en sus comunidades a quienes no son
cristianos para que participen en tales actividades. Entonces, a
través de la amistad, y al invitarles a sus iglesias, muchos han
encontrado a Cristo como Señor y Salvador. Pablo usa el deporte y
sus atletas, haciendo una comparación a nuestra carrera cristiana
(1 Co 9:24-27; 2 Ti 2:5).
Conciertos cristianos: El cantante viene y ministra a través de la
música. Muchas veces un pastor o un evangelista, o el mismo
cantante, trae después un mensaje evangelístico para los invitados
al concierto, quienes escuchan la Palabra.
Plantación de nuevas iglesias: La ambición del apóstol Pablo era
predicar donde Cristo no se había anunciado todavía. Es más, lo
hizo durante toda su vida y ministerio. Abrir nuevas obras es la
responsabilidad de toda iglesia que ya está establecida. Sus
pastores y líderes deben orar y aceptar solicitudes de nuevos
obreros con un llamado específico de levantar obras, a fin de
enviarlos a que abran nuevas iglesias en barrios, vecindarios,
ciudades, estados y naciones donde no hay testimonio evangélico
todavía. En las misiones y la evangelización, esta es la tarea
suprema: testificarles de Cristo a quienes aún no han oído y
conocido al Señor Jesucristo.

En julio de 1983, tuve la dicha de conocer a Floyd McClung, uno de los


líderes mundiales de JuCUM. Este encuentro fue durante mi estadía en la
base de Juventud Con Una Misión en Ámsterdam, Holanda, al celebrarse la
Conferencia Internacional de Evangelistas Itinerantes de Billy Graham
llamada «Ámsterdam 83». En ese entonces, era un jovencito de veinte años
de edad, y McClung me ayudó mucho cuando estuve allí. Más adelante lo
volví a ver en Mayrhofen, Austria, en septiembre de 1983, donde se llevó a
cabo la Conferencia Europea de JuCUM.
Floyd McClung fue un hombre de Dios extraordinario. En cierta ocasión, dijo
al referirse a la necesidad de la plantación de nuevas iglesias:
Usted podrá decir: «Yo no soy llamado a plantar nuevas iglesias». Sí,
¡usted tiene ese llamado! Siempre es la voluntad de Dios que haya
personas que alaben a su Hijo en las naciones. Me parece extraño que
muchos cristianos estén bajo la ilusión de que necesitan un llamado
especial para salvar almas, llevarlas al discipulado y, entonces, que estas
amen a Jesús. Sin importar el ministerio en el que esté, debe entender esto:
Plantar iglesias no es para nosotros, sino para Dios. Lo hacemos para que
Dios tenga un pueblo que lo alabe.
Querido pastor, prepare obreros para enviarles a abrir obras nuevas. Que de
su iglesia salgan muchas otras iglesias hijas bajo su liderazgo. Como dijera de
manera acertada el autor y maestro Mendell Taylor al referirse a este asunto
de plantación de iglesias y obras nuevas: «La iglesia tiene que enviar, si no la
iglesia va a terminar». Y en cuanto al ministerio de plantar nuevas iglesias y
obras, dijo en conclusión el autor Mike Stachura: «La señal de una iglesia
“grande” no es su capacidad de asientos, sino su capacidad de enviar».
En conclusión, existen muchos otros métodos que como pastores, líderes y
miembros pueden utilizar para testificar y evangelizar a las personas de su
barrio y ciudad. En esta oportunidad, solo cité algunos. En cambio, Dios les
puede dar en ayuno y oración la estrategia y el método específico para que
alcancen a tales personas cerca de su iglesia o vecindario, pues solo Él sabe y
conoce los corazones, y lo que les hace falta. Por otra parte, también lo que
de veras necesitan los ministros y miembros de las diferentes iglesias es la
pasión y el amor abnegado para alcanzar las almas para el Señor.
En cierta ocasión, un misionero estaba sentado a la mesa de la cocina en su
casa cuando vio una hormiguita subir por una de las patas de la mesa donde
arriba había azúcar derramada. Al parecer, comió un poco de azúcar y
después regresó por la misma pata para bajar de la mesa. A continuación,
subieron dos hormiguitas más al mismo lugar, comieron un poco de azúcar y
también bajaron por la misma pata de la mesa.
Al observarlo todo, el misionero se dio cuenta de que en muy poco tiempo un
gran número de hormigas subían y bajaban por la misma pata de la mesa
debido al azúcar derramada encima de la mesa. El misionero reflexionó
consigo mismo y pensó: «Ellas deben tener un sistema de comunicación muy
eficaz que le informan a las otras hormiguitas que había azúcar arriba en la
mesa».
Queridos ministros, pastores y hermanos amados en Cristo, quiero decirles
algo con el corazón en la mano de un hombre que ha predicado alrededor del
mundo y que es apasionado por la evangelización y las misiones en ganar
almas para mi Señor de la manera que sea: No importa el método de
comunicación que Dios ponga en su corazón y en su espíritu para alcanzar a
los perdidos. Lo que importa es que los alcancen.
Tú y yo somos como esas «hormiguitas» que testificaron, comunicaron y les
informaron a las demás «hormiguitas» que había azúcar encima de la mesa.
La «hormiguita» que encontró el azúcar no fue egoísta al guardar para sí
misma su descubrimiento, sino que fue, transmitió, comunicó y les testificó a
las demás para que también disfrutaran del azúcar. Lo más importante es que
tú hagas lo mismo y ames a las demás «hormiguitas» que son las personas sin
Cristo, que tengas compasión, amor y pasión al ver las almas, las
«hormiguitas», caminando sin Cristo a una eternidad de tormento lejos de la
presencia del Señor. Pon estos dos versículos de la Palabra en tu corazón,
cuando Pablo nos exhortó a todos para que testifiquemos del Señor:
Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para
salvación a todo aquel que cree.
Romanos 1:16
Más adelante, al referirse a su misión, el apóstol concluye:
Si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es
impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!
1 Corintios 9:16
Entonces, ¡a testificar, predicar y anunciar el evangelio se ha dicho! ¡Es
tiempo de tomar en serio la tarea de testificar y ser obedientes para llevarla a
cabo!
4. LA OBEDIENCIA DE TESTIFICAR
«Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial».
Hechos 26:19
«Aquí estoy, Señor, envíame a los confines de la tierra. Envíame a los
rudos y salvajes paganos del desierto. Envíame lejos de todo lo que se
llama comodidad en la tierra. Envíame incluso a la muerte misma si es
para tu servicio y extender tu reino. Por lo tanto, en obediencia, me
regocijo en mi abnegación personal. No me importa si tengo qué comer o
no, dónde vivir o no, ni cuántas dificultades deba atravesar, con tal de
poder ganar almas para Cristo».
David Brainerd
Como cristianos, todos debemos tomar muy en serio nuestro deber de
obedecer el llamado a testificar mediante la evangelización y las misiones. De
ahí que la obediencia sea fundamental en el servicio al Señor.
En su defensa ante el rey Agripa, el apóstol Pablo aclaró que no fue rebelde a
la visión «celestial», puesto que su llamado a testificar lo recibió del propio
Señor. ¿Y tú? ¿Estás obedeciendo o te encuentras en rebeldía con relación a
tu papel, tarea y obligación como cristiano a testificar de Cristo? Ten presente
que desde el principio Dios decidió usarnos a los creyentes para que le
testifiquemos a toda la humanidad acerca del plan de redención por medio de
su Hijo Jesucristo.
EL LLAMADO GENERAL Y EL LLAMADO ESPECÍFICO
La tarea de testificar de las maravillas del Señor es el trabajo más sagrado e
importante en el que pueda participar cada cristiano. Por lo tanto, tenemos el
deber de obedecer a nuestro Señor en el llamado que todos tenemos de
testificarle al mundo en general. Ahora bien, está también el llamado
específico a una persona en particular, a un determinado ministerio, a un
lugar en concreto y en un tiempo que señale Dios. Ya sea en el llamado
general, en el que todos debemos participar a fin de testificar, o en el llamado
específico respecto a un ministerio en particular, siempre encontraremos que
debemos tomar en serio esta tarea de testificar, sin importar las dificultades
que debamos afrontar. Os Guinnes, escritor, crítico social y apologista, dijo:
Solo una cosa puede conquistar la elección: ser llamado. Así que el
llamado de Cristo a sus seguidores neutraliza el veneno de la vida
moderna. Jesús dijo: «No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí
a vosotros». No nos pertenecemos a nosotros mismos, fuimos comprados
por precio. No tenemos derechos, solo responsabilidades. Seguir a Cristo
no es una iniciativa nuestra, solo es nuestra respuesta en obediencia. Una
vez que tenemos el llamado, no tenemos elección.
¡Y esta es la verdad! Tenemos que obedecer este llamado maravilloso de
testificar su Palabra a través de la evangelización y las misiones. Como dije
antes, esta tarea es algo difícil, pues debemos hacerle frente a muchos
obstáculos, tanto a nivel local, nacional como mundial. Siempre la tarea
evangelizadora ha sido ardua, peligrosa y a menudo desalentadora. En esta
obra de evangelización no hay lugar para el cristiano que sea débil en su fe,
de doble ánimo, ni que viva en constantes altibajos y derrotas en su caminar
con el Señor. Dios está buscando personas decididas, valientes y que estén
dispuestas a pagar el precio en obediencia, a fin de llevar a cabo la tarea
suprema de testificar.
Haremos bien en reconocer que esta obra, tarea o responsabilidad de testificar
es una misión divina, o dada por Dios, por lo que no es iniciativa nuestra. Él
empezó la tarea de la salvación del hombre y nos la entregó a nosotros para
que podamos desarrollarla en obediencia. Hablando de nuestra
responsabilidad de testificar, Pablo afirma:
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase
por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con
Dios.
2 Corintios 5:20
Por lo tanto, somos embajadores y predicadores que testificamos del gran
amor que Cristo demostró en el Calvario por todos nosotros. Cuando Él llamó
a su Iglesia para que fuera a predicar, nunca dijo que sería fácil, nunca
prometió victorias inmediatas. Tampoco dijo que la obra sería placentera por
completo, y que no habría peligro ni dificultades. Muy por el contrario, Él
habló de oposición y persecución, pues incluso la gente nos aborrecería por
causa de su nombre (Mt 10:22). Por eso debemos estar preparados para que,
si fuera necesario, entreguemos nuestras propias vidas por este mandato,
causa y tarea de testificarle a todo ser humano acerca de Él.
Todavía esto sigue vigente hoy en cada continente del mundo. Entonces, si a
los que amamos el mensaje de la cruz y deseamos anunciarlo se nos cierran
las puertas en algún lugar, debemos hacer lo mismo que los creyentes de la
iglesia primitiva, y marcharnos a otro sitio. Si en una ciudad no nos dejan
predicar, vamos a otra, pues la obra no puede detenerse.
Estamos enfrascados en una batalla feroz contra el diablo y a favor de las
almas perdidas. Así que solo los que «de veras» aman al Señor Jesús podrán
llevarla a cabo. Los demás son cristianos nominales, sin propósito y sin
causa. Solo calientan las bancas en sus iglesias de domingo a domingo,
mientras el diablo lleva al infierno personas que incluso viven cerca de sus
iglesias y congregaciones, pues se niegan a obedecer el mandato de ir,
predicar y testificar a toda criatura (Mr 16:15). ¡Qué lástima!
Todos los que somos ganadores de almas natos hemos tenido luchas, batallas
y guerras espirituales en contra nuestra durante esta tarea y obra de
evangelización, pero pon esta palabra en tu corazón: Estamos viviendo en
tiempos peligrosos y nadie sabe lo que va a pasar en el futuro, excepto lo que
ya sabemos por las Escrituras. Sin embargo, ten la seguridad de que
Jesucristo no solo es Cabeza de la Iglesia, sino que es el Señor de la historia.
Civilizaciones enteras han existido y desaparecido, dictadores han venido y
se han ido, y reinos y naciones se han levantado y se han caído. En cambio,
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y para siempre, y la tarea suprema de la
evangelización mundial y de la iglesia permanecerá hasta el fin. ¡Aleluya!
En resumen, respecto al llamado general de toda la iglesia para testificar, y
también al llamado específico en cuanto al ministerio de una determinada
persona, debemos dar siempre un paso al frente en obediencia hasta que
Cristo venga por su Iglesia.
LA BASE BÍBLICA Y TEOLÓGICA DE TESTIFICAR
La tarea de testificar de Cristo, y la base para llevar a cabo la evangelización
y las misiones, están bien establecidas en las Escrituras. El propio Señor nos
la encomendó directamente cinco veces, tal como aparece en estos pasajes
bíblicos: Mateo 28:19, Marcos 16:15, Lucas 24:47, Juan 20:21 y Hechos 1:8.
Por lo tanto, en cada uno de estos versículos está la base bíblica y teológica
de las misiones, de modo que no se debe interpretar, sino obedecer. Solo las
Escrituras nos pueden hacer sabios para la salvación. De ellas emanan
nuestro mensaje, nuestro mandato, nuestra motivación y nuestra metodología.
Sin las Escrituras, la tarea mundial de testificar de Cristo a través de la
evangelización y las misiones no tendría sentido, pues solo ellas nos pueden
llevar a la salvación y prepararnos como es debido para esta obra, como bien
dicen:
Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te
pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
2 Timoteo 3:15-17
¿A qué obra se refería Pablo? De seguro que a la tarea de testificar, dado que
es la obra del ministerio y del trabajo en la viña del Señor. Sin embargo, hoy
en día han aparecido «nuevas y torcidas doctrinas» que están sustituyendo la
«verdadera y sana doctrina». Por eso el creyente necesita saber, conocer y
discernir lo que muchos predicadores modernos de hoy dicen sin base alguna
acerca de las Escrituras.
En los siglos XIX y XX, la mayoría de los obreros laicos, pastores,
evangelistas y misioneros tenían una interpretación conservadora de la
Palabra. En la actualidad, ya no es así. Cada vez más se escucha de una
«nueva teología» o de una nueva manera de «evangelización», donde la
Palabra de Dios se ha sustituido por predicaciones y métodos contrarios al
mensaje bíblico.
De una manera rápida, sutil y diabólica, la antropología y la sociología están
sustituyendo las doctrinas fundamentales que se establecen en las Escrituras.
De acuerdo con la «nueva teología», el hombre no está eternamente perdido y
Dios sigue siendo un Padre amoroso que jamás enviaría a nadie al tormento
eterno llamado infierno.
Muchos predicadores de hoy, que son solo «motivadores» y no verdaderos
predicadores de la Palabra, intentan agradar a Dios y al diablo al mismo
tiempo. Los hemos visto y oído en sus «entrevistas televisivas» de cómo
tuercen, niegan, quitan y añaden a las Escrituras para quedar bien con todo el
mundo. ¡Nunca se debe hacer algo semejante! Quien no se define en lo que
cree, no es apto, ni llamado, ni predicador y mucho menos siervo de Dios.
Entre otras cosas, dicen también que la salvación ya no es personal, que Dios
en su misericordia salvará a todo hombre, sin tener en cuenta si acepta o no a
Cristo, que «no hay un infierno» y que ya no existe el hecho llamado
«pecado». De modo que su predicación va en contra de todo lo que el Señor
nos enseña en su Palabra. Es más, plantean que el hombre ya no necesita la
redención ni el perdón. Esto es algo absurdo, descabellado, sin fundamento y
lógica según la Palabra de Dios, la cual establece de manera muy clara la
necesidad de que cada persona tiene que confesar sus pecados, arrepentirse y
entregarle su corazón al Señor Jesucristo, a fin de ser salva poniendo su fe en
Él, en su Palabra, en su sangre y en sus enseñanzas.
LA NECESIDAD DE QUE CADA CRISTIANO CONOZCA LAS ESCRITURAS
Como dije, es muy necesario que cada creyente conozca, sepa, estudie y esté
parado firme en la inamovible Palabra de Dios, y que al mismo tiempo sepa
la seriedad de testificar de Cristo en obediencia en cuanto a su tarea de
evangelizar. Pablo expresa muy bien algo sobre esto cuando cita:
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no
tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.
2 Timoteo 2:15
Es imperativo que todo cristiano conozca que su mandato y tarea en cuanto a
la evangelización no es una opción, sino un mandato, una orden, dada por el
mismo Señor. Muchos cristianos no se involucran en esta obra porque
quieran, sino porque deben hacerla. Por eso todo se resume en el hecho de la
obediencia, pues los cristianos actuamos bajo órdenes superiores y no de
acuerdo a nuestros deseos y preferencias.
El cristiano debe obedecer a su Señor que murió por su vida, así que todo le
pertenece a Cristo que le compró a través de un precio muy grande. Por
consiguiente, su cuerpo, alma y espíritu ya no le pertenecen, sino que está a la
disposición de su Maestro. Ahora cada cristiano es un soldado de Jesucristo y
debemos obedecer sin replicar ni argumentar a Él que es nuestro Comandante
en Jefe. Hacer lo contrario, es un delito de alta traición a Aquel que dio su
vida por nosotros.
Debido a todo lo dicho, cada creyente necesita conocer la base bíblica que
responde a lo que el Señor nos encomendó y no permitir que nadie nos
impida llevarla a cabo con seriedad y entrega. No podemos olvidar que en
nuestra tarea de testificar está el destino final de las almas de millones de
personas que todavía no conocen la salvación ofrecida gratuitamente por
medio de la cruz a todo aquel que cree.
¡Que nadie te engañe! Las Escrituras son claras al declararnos de manera
terminante:
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.
Romanos 3:23
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna
en Cristo Jesús Señor nuestro.
Romanos 6:23
Aquí está la base para afirmar que todo hombre está perdido si no tiene a
Cristo. ¡Punto! Estudia, analiza y conoce la Palabra, como lo expresa Pablo
una vez más cuando le dice a Timoteo:
Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza.
1 Timoteo 4:13
Incluso, le vuelve a mencionar la importancia que las Escrituras eran para su
vida al pedirle lo siguiente:
Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los
libros, mayormente los pergaminos.
2 Timoteo 4:13
¿A qué pergaminos se refería? ¡A las Escrituras del Antiguo Testamento! Por
eso Pablo poseía un grande, profundo y vasto conocimiento de la Palabra, y
podía hablarle a cualquier persona, en cualquier nación y en cualquier cultura
de su tiempo. ¡Haz tú lo mismo!
El renombrado y mundialmente conocido predicador inglés, John Stott, dijo
algo muy importante en cuanto a las Escrituras y la evangelización:
Sin la Biblia, la evangelización mundial no solo sería imposible, sino
inconcebible de veras. La Biblia es la que nos impone la responsabilidad
de evangelizar el mundo, nos da un evangelio para proclamar, nos dice
cómo proclamarlo y nos promete que es el poder de Dios para la salvación
de cada creyente.
Además, es un hecho observable de la historia, tanto pasada como
contemporánea, que el grado de compromiso de la Iglesia con la
evangelización mundial es proporcional al grado de su convicción acerca
de la autoridad de la Biblia. Cada vez que los cristianos pierden su
confianza en la Biblia, también pierden su celo por la evangelización. Por
el contrario, cada vez que están convencidos de la Biblia, están decididos
a evangelizar1.
El informe de la Convención de Toronto en 1902 decía:
Misiones, en su sentido más amplio, es la respuesta del cristiano en
obediencia a la orden del Señor de ir y predicar a toda criatura. Esta orden
jamás se ha anulado. Es la obligación para siempre de la Iglesia. No
tenemos el derecho de negarnos a obedecer. La verdadera obediencia no
es escoger de nuestra parte lo que queremos entre los mandamientos del
Señor.
¡Y esto es verdad!
NUESTRA PRIORIDAD ES TESTIFICAR Y EVANGELIZAR
Todo cristiano maduro sabe que lo más importante de la tarea que Dios le
entregó a la Iglesia, de todas las actividades que pueda tener, es la prioridad
de testificar, evangelizar de cualquier forma y de la manera que sea, y ganar
para Cristo a todo el que no lo conoce todavía. A.B. Simpson, quien fuera
predicador, teólogo y autor canadiense, dijo una vez:
El cristiano no es obediente a menos que haga todo lo que esté a su
alcance para testificarle a un mundo perdido.
A esto le añadiría que todos los demás proyectos de la iglesia son
secundarios, pues la salvación de las almas fue, es y siempre será lo
primordial de esta. La ayuda social y todo lo demás que la iglesia desea
realizar están en un segundo plano, junto con el resto de sus programas. Todo
tiene su lugar. Es importante la salud espiritual de los niños, de los hijos de
los creyentes, de los adolescentes, del crecimiento espiritual de los jóvenes,
de los estudiantes universitarios, de los adultos solteros, de las parejas
cristianas, de la enseñanza a los ancianos y de su cuidado pastoral. Todo esto
es muy, pero muy importante. Aun así, recuerda: No habría niños cristianos,
ni adolescentes, ni jóvenes, ni adultos solteros o casados, ni estudiantes
universitarios, ni ancianos para cuidar si primero no fueran cristianos. ¡Esto
es obvio!
Reconozco la legitimidad y la importancia de todos estos programas, y está
bien. A pesar de eso, primero Cristo alcanzó a los perdidos y después se
discipularon. Esta es la verdadera orden, y no los entretenimientos y
conciertos como muchas iglesias suelen hacer, dejando la tarea de testificar
en la evangelización como secundaria. Incluso, en muchas iglesias ni siquiera
evangelizan ni ganan almas. ¡Es lamentable! Recuerda que los conciertos y
todo lo demás tienen su lugar, porque algunas veces también allí se predica y
se salvan almas. Además, los jóvenes cristianos experimentan necesidades
sociales que se deben suplir dentro del parámetro cristiano y moral, PERO
ESTO NO ES LA PRIORIDAD DE LA IGLESIA. La prioridad de la iglesia
es ganar las almas perdidas.
Tu pastor, tu iglesia y tú darán cuenta al Señor de las almas que se perdieron
en tu barrio y hasta en el propio vecindario de la iglesia local. El propósito de
la iglesia, de sus ministros y sus miembros no es mantenerla feliz, alegre,
contenta y mucho menos «entretenida», sino enseñarle la Palabra para que
madure y crezca en espíritu, conocimiento, edificación y santificación (Ef
4:12-16). John E. Skoglung dijo sobre esto:
La iglesia y las misiones [la evangelización] son una sola cosa y no
pueden jamás romperlas entre sí. Separarlas es hacerlas incapacitadas. Las
misiones [la evangelización] es la marca de la iglesia. Todas las demás
marcas [actividades], si son legítimas, solo son el resultado de las
misiones2.
Mi opinión es que cuando la iglesia pierde su visión, amor y pasión por las
almas perdidas, pierde su causa, meta, propósito y su primer amor. Como
resultado, están en un descenso y en un declinar constante hasta que
desaparecen. ¿Por qué? Porque no viven en obediencia en cuanto a la tarea de
testificar en la evangelización y las misiones. Están frías, secas y muertas
espiritualmente. ¡Qué lástima! Yo he visto muchísimas iglesias así alrededor
del mundo, sobre todo aquí en Estados Unidos, Canadá, Europa y Australia.
Las iglesias del Tercer Mundo, como las de América Latina, África y Asia,
están mucho más avivadas que aquí. Es más, ni se les compara, pues sería
injusto hacerlo. ¡Imposible! ¡Es terrible predicar en una iglesia apagada, tibia
y muerta en lo espiritual! En cambio, qué gozo es predicar en iglesias llenas
de vida, evangelizadoras y que crecen de manera espiritual. Por esta razón,
Dámaris y yo oramos y ayunamos antes de salir a predicar en una campaña,
pues no sabemos lo que vamos a encontrar en el lugar. Y cuando vamos así,
el poder de Dios se derrama de una manera extraordinaria. ¡Alabado sea su
Nombre!
Nuestra obediencia en cuanto a testificar no solo la encontramos aislada en
algunos versículos de la Biblia. Muy por el contrario, está desde Génesis
hasta Apocalipsis. La tarea de la iglesia es la evangelización y las misiones, y
no cualquier otra cosa. El ministro James S. Stewart (1896-1990) habló muy
bien sobre esto:
No hay necesidad de argumento en cuanto a las misiones, pues este es el
argumento para la entera acción de Dios en la historia y toda la revelación
de Cristo3.
EL ÉNFASIS DE LA MAYORÍA DE LAS IGLESIAS
Cuando se trata de cristianismo en los Estados Unidos, hay una serie de
puntos de interés concentrados en cuatro círculos de lo que se trata la iglesia
como un todo:
1. El círculo íntimo que representa la iglesia local.

2. La denominación de esta iglesia.


3. El trabajo de la denominación de esta iglesia.
4. El interés más amplio de solo «algunas» iglesias de lo que acontece
en otras partes del mundo en cuanto a la evangelización y las
misiones.

Los tres primeros puntos es la mayor influencia y el énfasis de interés de casi


la totalidad de las iglesias, y solo una «pequeña minoría» de la iglesia del
cuarto punto está interesada en alcanzar almas, ya sean locales, nacionales o
al otro lado del mundo. Hay iglesias y ministros que no tienen idea de su
responsabilidad en obedecer el mandato de testificar en cuanto a la
evangelización. Mucho menos saben, conocen y no se enteran de lo que son
las misiones cristianas, tanto locales, nacionales como mundiales. Iglesias
enteras no conocen lo que es la filosofía, la teología y el propósito de las
misiones, mucho menos saben la importancia de la obediencia en cuanto a las
mismas.
La mayoría de estas «iglesias» no tienen siquiera un comité misionero para
llevar a cabo actividades misioneras, y casi ninguna ayuda financieramente a
los misioneros, tanto locales, nacionales como mundiales. ¿Por qué sucede
esto? ¡Sencillamente porque no están interesadas en ganar almas! No hay
interés tanto de parte de sus pastores, líderes, junta directiva como de sus
miembros. ¿Por qué? Porque la iglesia es el reflejo de lo que son su pastor y
liderazgo. Si estos no están interesados en la evangelización y las misiones, la
iglesia será igual que ellos, pues es la imagen de sus dirigentes.
Aquí tienes la diferencia: Si se anuncia que un cantante famoso dará un
concierto en una fecha específica, la iglesia se llena hasta no haber lugar. En
cambio, si se anuncia que habrá un predicador en una fecha determinada,
digamos un sábado por la mañana, y que habrá un taller, una conferencia o un
seminario sobre evangelización y misiones, no viene casi nadie. La iglesia se
queda con sus bancos vacíos. ¿Por qué? Porque no aman las almas, no les
apasiona ganar a los perdidos para Cristo. ¡Esa es la verdad! ¡Qué lástima!
Aunque es duro reconocer y aceptar esto, no deja de ser verdad. Pablo afirma:
¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?
Gálatas 4:16
¡Y yo también pienso lo mismo! Después de más de dos mil años de historia
de la iglesia, todavía tenemos más de 2,3 billones de personas que jamás han
escuchado el Nombre de Jesús. Es increíble, ¡pero como hemos fallado! El
verdadero ministro que Dios llamó para testificar y ganar almas, y todo
cristiano maduro que obedece en esta tarea, no descansarán hasta que
alcancen el mayor número de personas posible para Cristo. Por eso se
dedicará en cuerpo, alma, espíritu y corazón para llevar a cabo esta tarea tan
necesaria, importante y que es nuestra prioridad: salir de las cuatro paredes de
la iglesia y ganar las almas perdidas para Cristo. Como dijera P.F. Bresee,
fundador de la iglesia del Nazareno:
Somos deudores a todo hombre para darle el evangelio en la misma
medida que nosotros lo hemos recibido.
El verdadero creyente reconoce su responsabilidad y participación en la
evangelización y las misiones. Se involucrará en la tarea de testificar a nivel
local o donde le lleve Dios. Tal vez tal persona nunca se convierta en un
misionero de carrera, con un llamado especial para ir a las misiones, pero
continuará en su trabajo secular y será un gran ganador de almas dondequiera
que esté. Tal persona ayudará de manera económica a los misioneros y
dispondrá de su tiempo para realizar las tareas necesarias en su iglesia en lo
que respecta a las misiones.
Existen más de mil cosas que un creyente apasionado por Cristo puede hacer
en cuanto a la evangelización y las misiones. Aunque hay cristianos que sus
denominaciones o concilios no los aceptan para ser misioneros de carrera,
quizá por alguna razón de salud u otra, esto no les ha detenido para seguir
con el propósito sagrado de ganar almas. Por el contrario, pone a disposición
de la evangelización y las misiones sus recursos financieros y sostiene a
quienes ya están en el campo misionero. Es más, dedican gran parte de su
tiempo personal para orar por estos hombres y mujeres de Dios que están en
las trincheras de las misiones mundiales.
Muchos creyentes nunca han tenido una preparación teológica en cuanto a las
misiones, nunca han podido salir del país, pero sus corazones arden de pasión
por las almas que perecen sin Cristo. Entonces, vemos que en los cuartos y
las salas de sus casas tienen fotos de misioneros y misioneras de todo el
mundo, a fin de orar por ellos cada día. En lo particular, nuestro ministerio
llama a estas personas SEMBRADORES, pues nos ayudan financieramente
con nuestro Instituto Teológico en la India y con nuestros cincuenta y dos
misioneros, hasta ahora, que tenemos alrededor del mundo en todos los
continentes. Incluso, también nos ayudan con sus contribuciones a llevar a
cabo cruzadas, sobre todo en los continentes de África y Asia. A estos
hermanos los llamo MISIONEROS FINANCIEROS; es decir, no pueden ir,
pero ayudan a quienes ya están allá.
De corazón les agradezco a estos hermanos y hermanas tan queridos que nos
ayudan, pues tienen esa visión, amor y entrega por la obra de Dios. Nuestras
oraciones como ministerio, y las mías personales y las de Dámaris, están con
ustedes. Tan cierto como que Dios vive, la recompensa de cada uno de
ustedes está en los cielos. ¡Muchas gracias por su ayuda! Sin ustedes no
podríamos hacer lo que hacemos y aún haremos. ¡Ustedes son parte de este
ministerio! Siempre oramos y ayunamos por ustedes y sus familias, hijos,
finanzas, trabajos, estatus legal en este país, necesidades, peticiones, por
quienes están enfermos, etc.
NECESITAMOS MÁS QUE CREER, Y SÍ HACER Y OBEDECER
Por lo tanto, tenemos que obedecer, pues mientras que solo algunos cristianos
ganan almas y colaboran con sus finanzas en la evangelización y las
misiones, la mayoría ignora su responsabilidad y no obedece el mandato del
Señor en cuanto a la tarea de testificar y evangelizar. Por lo general, los
creyentes en países del Primer Mundo, como Australia, Estados Unidos,
Canadá y Europa, mantienen una apariencia de religiosidad, pero no
obedecen al Señor en la tarea de testificar. Son cristianos nominales,
indiferentes, y sin pasión y amor por las almas perdidas. Claro que no son
todos, pero muchos sí lo son.
Tenemos que impactar a nuestras comunidades con el evangelio y animar a la
iglesia local para que asuma su responsabilidad y obedezca el mandato de la
Gran Comisión. Es más, tenemos que hacer nuestra esta obligación sin
ignorar nuestro papel, llamado y orden de «predicar el evangelio a toda
criatura», a fin de que obedezcamos de una vez por todas. Nuestra conciencia
tiene que saturarse con la Palabra de Dios y nuestro corazón llenarse del amor
de Cristo, así como de la pasión y entrega por las almas perdidas. Tenemos
que ser cristianos fervientes, como lo fue Juan Bunyan, que testificó, predicó
la Palabra y escribió el famoso libro llamado El progreso del peregrino, el
cual llegó a ser el más vendido en el mundo después de la Biblia.
Es hora de que la iglesia despierte y que no se limite solo a creer, sino que
empiece a obrar, lo cual es testificar, evangelizar y ganar almas para el Señor.
Si de veras creemos que el infierno es real (y lo es, aunque muchos
predicadores modernos de hoy lo «nieguen» para no «ofender» a nadie, según
dicen), si de veras el infierno es un lugar terrible como lo dijo Jesús donde el
fuego no se apaga y el gusano no muere (Mr 9:43-48), un lugar de dolor y de
crujir de dientes (Mt 13:42, 50; Luc.13:28), de tinieblas profundas (Mt
25:30), de fuego (Mt 5:22; 18:9), de tormento (Lc 16:28; Ap 14:11) y de
condenación (Mt 23:23; Jn 5:29), en el Nombre del Señor y por el amor de
Dios vamos a ganar almas. Cuánto debemos odiar a una persona para no
testificarle de Cristo sabiendo que esta irá a un infierno real, horrible,
espantoso, de tormento y dolor eternos. ¡Esto es inimaginable!
Quien se dice ser cristiano y no ama a las almas perdidas, debe examinar su
corazón y considerar si es nacido de nuevo o no, si de veras es salvo o no. Lo
cierto es que no puede ser que siendo creyente no intente librar el alma del
pecador y de su destino fatal. La Palabra dice muy bien cuál es nuestra
responsabilidad y obediencia:
Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le
hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que
viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu
mano.
Ezequiel 3:18
¿Será que estamos librando a las almas del infierno, del fuego eterno? (Por
favor, lee también Ez 3:18-21 y 33:1-9). ¡Que Dios tenga misericordia de
nosotros! Entonces, ¿qué debemos hacer? La Biblia nos da la respuesta: «A
otros salvad, arrebatándolos del fuego» (Jud 23)
TESTIFICAR ES UNA CUESTIÓN DE COMPASIÓN, MISERICORDIA Y PIEDAD
Supongamos que tú y yo estuvimos ahí cuando se abrieron los portones de
algunos de los campos de concentración, exterminio y aniquilamiento de los
judíos, durante la Segunda Guerra Mundial, y miles de miles de prisioneros
quedaron libres de lugares como Auschwitz, Dachau, Ravensbrück y
Treblinka, solo por mencionar algunos. Los estadounidenses, rusos y los
aliados en general, liberaron a muchos miles de personas en campos de
concentración como estos. Los libraron del horror y del crimen de los nazis
alemanes, de la SS, la Gestapo, o Policía Secreta del Estado, quienes mataron
de forma sistemática y cruel a seis millones de niños, mujeres y hombres en
el lamentable, triste, horrible y trágico incidente de violación al respeto y a
los derechos humanos que todos conocemos como el Holocausto.
Supongamos que tú y yo vimos que abrieran algún campo de concentración,
como en Alemania, Austria o algún otro país, y que estas personas quedaran
libres. Y supongamos que tú y yo estuviéramos ahí en cualquiera de estos
lugares, y viéramos que los portones se abrían y venían hasta nosotros los
miles y miles de prisioneros desnutridos, hambrientos, sedientos, enfermos,
maltratados, miserables, semidesnudos, débiles al punto de no poder caminar
y caer al piso casi sin vida. Supongamos que uno de estos prisioneros fuera
nuestra madre, padre, hermano, hermana o algún otro familiar o algún amigo.
¿Cuál sería nuestra reacción?
Supongamos que tú y yo tuviéramos muchísimas cestas de pan y nos
negáramos a darles una sola migaja a estas pobres personas. Luego, nos
sentáramos a comer delante de ellas y les viéramos hambrientas a punto de
morir. A los ojos de Dios, ¿cómo Él nos consideraría a ti y a mí? ¿Cómo nos
juzgaría? ¿Cómo nos vería? ¿Cómo pudiéramos ser tan insensibles e
inhumanos? ¿Dónde estaría nuestra compasión, clemencia, amor,
misericordia y piedad? ¿Qué crees que nos diría Dios? ¿Nos es eso lo que
estamos haciendo con exactitud pero desde un punto de vista espiritual?
Cuando dejamos de obedecer y de testificarles la Palabra a nuestros
familiares y a los demás, ¿no fallamos como cristianos?
Pongamos ahora en perspectiva este cuadro desde un punto de vista espiritual
y de salvación o perdición eterna. La Biblia nos exhorta de manera
terminante lo siguiente:
Libra a los que son llevados a la muerte; salva a los que están en peligro
de muerte.
Proverbios 24:11
En un sentido espiritual, estas personas son prisioneras, atadas por el diablo
con cadenas espirituales, y están en un peligro de muerte espiritual fatal
rumbo a un destino horrible. Ellas y otros billones de personas están sin vida
espiritualmente, pero Jesús es la Vida (Jn 14:6). Tienen hambre espiritual, y
nosotros tenemos el Pan de Vida, que es Jesús, para ofrecerles (Jn 6:51). Y si
acaso nos negáramos a hacer nuestro trabajo de testificar por medio de la
Palabra al predicarles, ¿qué nos diría el Señor? La respuesta nos la da la
propia Palabra al reafirmarnos:
Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿acaso no lo entenderá el
que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, y dará al
hombre según sus obras.
Proverbios 24:12
Dios nos está diciendo: «Yo sé lo que está en tu corazón y no puedes
esconderte de mí y tratar de hacerte el que no sabe. Yo te veo y conozco tus
obras. Sé si amas o no a las almas». ¡Dios nos conoce! Y no solo estas
personas están encadenadas por el maligno y con hambre espiritual, también
están sedientas del Agua de Vida que es Cristo (Jn 7:37-38).
Volviendo a nuestro relato de los campos de concentración y de trabajo
forzado, todos sabemos que los prisioneros vivían hacinados en barracones,
casi sin luz, en la oscuridad y las tinieblas, y esto es justo lo que 2,3 billones
de personas están, desde el punto de vista espiritual, en completas tinieblas.
Por lo tanto, debemos llevarlas a Jesús que dijo de manera enfática que Él es
la luz del mundo (Jn 8:12).
Además, como Jesucristo es el Pan de Vida, el Agua Viva y la Luz del
mundo, tú y yo debemos presentarles a los que no le conocen todavía y
testificarles de su gran amor y de su enorme sacrificio en la cruz por ellos.
¡Esta es nuestra tarea! Al igual que los prisioneros de los campos de
concentración y de exterminio estaban sin un abrigo para cubrirse del frío y
de la nieve, 2,3 billones de personas están desprovistas y sin protección
espiritual para sus almas, y a punto de perderse eternamente y ser aniquiladas
y exterminadas por el maligno en el fuego eterno, del cual solo Jesús las
puede salvar, pues Él es el único camino, verdad y vida eterna (Jn 17:3).
TESTIFICAR ES UNA CUESTIÓN DE AMOR Y PASIÓN POR LAS ALMAS
El cristianismo está fundamentado en la base del amor y de la obediencia,
debido a lo que Cristo hizo en la cruz del Calvario por nosotros. El verdadero
creyente es aquel que ama a Dios y a su prójimo como a sí mismo (Mt 22:37-
39). Cuando les testificamos a las almas perdidas, demostramos este amor de
Dios que se derramó en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo (Ro
5:5). ¿Cómo hemos obtenido esto? Por el gran amor de Dios y de la entrega y
del sacrificio de Cristo (Jn 3:16), pues por medio de su amor, Él dejó libre a
los oprimidos por el diablo (Hch 10:38), y nosotros tenemos el llamado a
hacer lo mismo por los demás (1 Jn 3:16).
El Reino de Dios está basado en el amor, pues Dios es amor (1 Jn 4:16).
Somos discípulos del Señor porque nos amamos unos a otros (Jn 13:35),
porque Él se dio por nosotros (Gl 2:20), y Pablo dice que lo más grande y la
virtud más elevada es el amor, así que le dedica un capítulo entero al amor (1
Co 13). Los hombres y mujeres del pasado que Dios usó en gran medida
fueron impulsados por el amor, la obediencia y la pasión por las almas
perdidas. Por solo citar algunos, veamos los siguientes:
Zinzendorf dijo: «Tengo una sola pasión: es Él y solo Él».
Melvin Cox murió apenas cuatro meses después de estar en
Liberia y dijo: «Que caigan miles antes que yo desista de África».
Hudson Taylor, el gran misionero en la China, dijo: «Si yo tuviera
mil vidas, todas se las daría a China».
Juan Knox, el gran reformador de Escocia dijo: «Oh, Señor, dame
las almas de Escocia o me muero».
Henry Martin dijo en cuanto llegó a la India: «Oh Señor, deseo
entregar mi vida y gastarme para ti».
William Carey, otro gran misionero en la India, dijo: «Oh Dios,
ahora quiero gastarme para la India».
Alexander Mackay escribió una carta a la Sociedad Misionera y
dijo: «Mi corazón arde para que África sea libre».
David Brainerd, el gran misionero a los indios pieles rojas al este
del río Delaware, dijo: «Me regocijo en mi abnegación personal.
No importa las penalidades que pase, con tal de que gane almas
para Cristo».
Y el gran apóstol Pablo dijo: «El amor de Dios me constriñe» (2
Co 5:14).

Estos, y muchos otros misioneros y misioneras más en completa obediencia,


no solo tenían pasión por las almas, ganándolas para Cristo al testificarles de
la Palabra, sino también para saciar sus necesidades físicas. Estaban
interesados en ellas como personas y no solo como convertidas. Estos y otros
en obediencia enfrentaron oposiciones, guerras, pobreza, hambre, pestilencia,
estuvieron a punto de morir asesinados y pusieron sus vidas en peligro para
salvar otras vidas. Tal vez no resucitaran a nadie, pero dieron de comer a los
pobres, cubrieron con ropas al desnudo, cuidaron de viudas, huérfanos y de
todo el que estaba abandonado. Sin importar que fuera una persona adulta, un
niño o una niña, los educaron, protegieron, amaron y sanaron las heridas de
muchos que estaban enfermos. Este es el poder del amor de Cristo en
nuestros corazones que es impulsado por la obediencia en cumplir con el
«id», a fin de testificar y predicarle a toda criatura.
Cuando los misioneros moravos fueron a predicar y ministrar en obediencia
en las Indias Occidentales durante la primera parte del siglo XVIII, se
vendían a sí mismos para poder tener acceso a los esclavos y testificarles de
Cristo. Los primeros voluntarios del Ejército de Salvación se transformaron
en «intocables», y por su obediencia, sumisión y abnegación, se identificaron
como si fueran parte del pueblo indio, pues vivieron a su lado, comieron sus
comidas, aprendieron el idioma para hablarles en su propia lengua, durmieron
en sus mismos lugares, y se hicieron iguales a ellos de todas formas y
maneras posibles. Incluso, absorbieron su cultura a tal punto que por medio
del amor de Cristo y la obediencia ganaron miles y miles de almas para el
Señor.
Estos hombres y mujeres de Dios fueron siervos excepcionales del Señor.
Además, fueron obedientes hasta lo increíble. Atacaron de frente los males de
esa época, e hicieron que países y naciones enteras cambiaran sus leyes
después que el evangelio llegó por medio de ellos, tales como: El matrimonio
con niños, la muerte de viudas que quemaban vivas al morir su esposo, la
prostitución en templos, el comercio de opio, la compraventa y propagación
del alcohol, las diferentes castas sociales en la India, el juego, la esclavitud y
la muerte de los gemelos en África, etc., etc. Alrededor del mundo, los
misioneros abrieron escuelas y alfabetizaron, fundaron clínicas y hospitales
para los enfermos, orfanatos para niños, casas de ancianos, de viudas, y
recibieron con los brazos abiertos a todos los que venían a ellos.
¿Cuál era la motivación de estos misioneros y misioneras? El amor de Cristo
y la obediencia en sus corazones demostrados con sus palabras, testimonios y
hechos. Esto es lo que nos debe impulsar, motivar y llevarnos a testificar de
Cristo: ¡El amor y la obediencia! No importa si se trata de misioneros de
carrera, ministros ordenados, laicos, predicadores o solo creyentes, todos
tenemos el llamado a testificar del amor de Cristo.
Durante su exilio en la isla de Santa Helena, Napoleón les dijo a uno de sus
amigos: «Alejandro el Grande, César, Carlomagno, yo y también otros,
hemos tratado de fundar un imperio basado en la fuerza, y hemos fallado.
Jesucristo, en cambio, fundó un imperio basado en el amor, y hoy existen
millones que están dispuestos a morir por Él y por su causa»4. Claro, nosotros
sabemos que el «imperio» al que se refería Napoleón es a la Iglesia del Señor.
Solo que este «imperio» no se construye de manera humana, ni por métodos,
esfuerzos, ni el intelecto del hombre, pues es de Dios. Así que jamás caerá
como los demás imperios que se han levantado y han caído. La iglesia está
edificada en amor (Ef 4:15-16), y la iglesia es indestructible, inconquistable e
invencible, pues las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt
16:18), debido a que la Roca de los Siglos es su Cabeza y Señor (Ef 1:22; Col
1:18). ¡Aleluya! ¡Alabado sea su Nombre!
TESTIFICAR ES CUESTIÓN DE OBEDIENCIA
El Dr. David Livingston dedicó su vida a testificar y fue un gran misionero en
África. Sabía que corría muchos peligros al estar allí, pues estaba cercado de
los nativos que eran bravos, agresivos y valientes guerreros de este
continente. Llegó a un punto en su vida que, debido al trabajo, cansancio y
constante peligro en que vivía, consideró abandonarlo todo y huir de ese
lugar en una determinada noche. Sin embargo, algo sucedió que le hizo
cambiar de idea. Este hecho lo registró en su diario el día 14 de enero de
1856. Allí escribió:
Sentía mi espíritu turbado en cuanto a mi deseo de ver a este pueblo
cambiado para el Señor. Entonces, leí que Jesús dijo en Mateo 28:18-20
que toda la potestad tanto en la tierra como en el cielo había sido dada a
Él, y que debíamos ir y enseñar a todas las naciones. También dijo que Él
estaría conmigo todos los días hasta el fin del mundo. Así que me di
cuenta que esta palabra era de un Caballero del más elevado y sagrado
honor, y que mi venida al África tuvo un propósito. No me iré de esta
tierra esta noche como tenía pensado. ¿Un hombre como yo podría huir?
¡No! Tengo que seguir en obediencia. Ahora me siento tranquilo y mucho
mejor. ¡Gracias, Señor!
Al igual que David Livingston, nosotros tenemos que obedecer y saber que,
como humanos, a menudo tendremos desánimos y fatigas. Es más, no
siempre todas las cosas saldrán como queremos. A cada momento tendremos
desafíos ante obedecer o desobedecer su voluntad. Muchas veces, sino toda la
vida, necesitaremos ser valientes y determinados en nuestra perseverancia y
obedecer por la fe, aunque parezca que todo está en contra nuestra. Dios
nunca nos prometió que todo sería fácil ni que todo fuera a salir bien. Los que
predican esto están equivocados. Eso no es verdad, pues el mismo Cristo nos
dijo que tendríamos aflicciones (Jn 16:33), pero también nos dijo que
tuviéramos paz, y que Él estaría siempre con nosotros en todo tiempo y en
cualquier lugar del mundo.
Los conocidos «siete de Cambridge», que fueron Stanley Smith, Montague
Beauchamp, Dixon Hoste, William Cassels, Cecil Polhill-Turner, Arthur
Polhill-Turner y Charles Thomas Studd5, obedecieron el mandato del Señor y
llegaron a Shanghái, China, el 18 de marzo de 1885. Surgieron cuando las
universidades británicas tuvieron un avivamiento y recibieron el profundo
impacto del trabajo que realizó D.L. Moody. La obra de estos siete hombres
levantó la Misión al Interior de la China a una inusual preeminencia y hasta
popularidad. «Los siete de Cambridge», como se conocieron, revelaron el
poder de Dios mediante la obediencia en sus vidas de comunión, oración y
devoción a su primer amor, que era el Señor Jesucristo. Cierta vez, dijeron
estas profundas palabras:
La opinión del hombre no valdrá mucho cuando lleguemos delante del
trono del juicio, pero sí valdrá la opinión de Dios. Entonces, nos será
mejor que tomemos su Palabra y la obedezcamos de manera explícita.
Como ves, la obediencia se requiere para testificar, ya sea en nuestra ciudad,
nación o en el mundo. Las grandes conquistas se logran a través de la
obediencia al Señor, de grande esfuerzo de nuestra parte y de una fe
determinada a hacerle frente a cualquier precio. Nuestra total obediencia es la
clave para vencer en todas las esferas de la vida, en especial si vamos a
testificar de Cristo en tierras lejanas, debido a los desafíos y riesgos que
afrontaremos. Nunca debemos abandonar nuestra convicción, determinación
y pasión de servir al Señor ante el primer obstáculo que nos encontremos.
Durante toda nuestra vida cristiana tendremos pruebas, luchas, tribulaciones,
tentaciones y mucha, pero mucha oposición, pero tenemos el llamado a
vencer en Él a través de nuestra obediencia.
Hay grandes ejemplos de obediencia de hombres que arriesgaron sus vidas
para testificar, predicar y anunciar el evangelio a quienes aún no habían oído
de Jesucristo. A continuación, solo mencionaré algunos hombres de Dios que,
mediante su obediencia, cambiaron generaciones enteras para el Señor e
impactaron el mundo al testificar de Cristo y su Palabra.
La obediencia de William Carey
El presidente de un encuentro de ministros y pastores en Nottingham,
Inglaterra, invitó al joven William Carey, que más tarde recibiría un llamado
para la India, a que hablara sobre algún tema. El joven Carey les preguntó a
los oyentes: «¿Cuál es el deber de los cristianos en la obra para difundir el
evangelio entre las naciones paganas?». La frialdad espiritual y la
indiferencia de los ministros presentes fueron tan reales que allí mismo se dio
inicio a una gran oposición contra las misiones cristianas. El moderador que
lo invitó se levantó agitado y en voz alta le dijo a Carey: «Siéntese, jovencito.
Cuando Dios quiera convertir a los paganos, Él lo hará sin su ayuda o la
mía». Lo triste es que el joven William Carey no recibió el apoyo de los
líderes y pastores de su iglesia. Años más tarde, escribió el famoso tratado:
«Una investigación sobre la obligación de los cristianos de crear los medios
para la conversión de los paganos».
William Carey nació de padres pobres en el condado de Northamptonshire,
Inglaterra, en 1761, y desde joven, demostró mucho interés por los estudios.
A los catorce años de edad, empezó como aprendiz de zapatero en Hackleton.
Educado y criado como miembro de la iglesia establecida, tuvo la bendición
por la transformación de su corazón al ingresar como miembro de la humilde
y pequeña iglesia bautista en la cual comenzó a predicar a los dieciocho años
de edad.
A fin de ayudar con los gastos de su ministerio pastoral, continuó trabajando
como zapatero. No obstante, decidió utilizar cada momento disponible para
estudiar literatura clásica y leer muchos libros. Llegó a dominar el latín, el
griego, el hebreo, el italiano, el francés y el holandés, además de adquirir un
buen conocimiento de botánica y zoología. En su habitación de zapatero tenía
un mapamundi y oraba todos los días para que las naciones fuesen alcanzadas
a través de las misiones mundiales.
El 31 de mayo de 1792, predicó su famoso sermón basado en Isaías 54:2-3,
dando inicio a un nuevo nivel en las misiones mundiales. Algunos
especialistas en misiones le llamaron a ese año como annus mirabilis, o «el
año milagroso», por haber marcado el inicio del avance misionero. A William
Carey se le llama con justicia «padre de las misiones modernas». Además,
fue uno de los más grandes misioneros que el mundo haya conocido, debido
en parte a la oposición de sus adversarios, tanto pastores como líderes e
iglesias, aparte del mismo diablo en el campo misionero. Pudo decir como el
apóstol Pablo:
Porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los
adversarios.
1 Corintios 16:9
Los enemigos de quienes Dios llama están tanto dentro como fuera de la
iglesia. Adentro están líderes, pastores y ministros que no tienen
«discernimiento» para saber cuándo una persona tiene el llamado o no, pues
carecen de una vida de oración delante de Dios. Adentro está una iglesia
egoísta, fría, seca y vacía que no entiende que la razón primordial de su
existencia es ganar almas y apoyar a los llamados, a fin de que alcancen el
mundo para Cristo a través de los ministerios y dones que el Señor nos
describe en su Palabra. Así que tratan de alejar a esa persona que Dios llamó
de sus convicciones ministeriales.
Carey sirvió durante cuarenta años evangelizando, fundando escuelas y
traduciendo la Biblia a diferentes lenguas de la India. Se le considera como
uno de los grandes de la evangelización y las misiones modernas. Además,
desarrolló un plan de misiones y animó a muchos para que se integraran a
dicha obra.
La obediencia de Adoniram Judson
Adoniram Judson, proveniente del Seminario de Andover, Massachusetts, fue
un joven que se transformó en un gran hombre de Dios. Junto a otros
compañeros que ardían por las misiones, fundaron en 1810 la Junta
Americana de Comisionados para las Misiones Extranjeras.
El 19 de febrero de 1812, Adoniram Judson y su esposa, Ana, embarcaron
rumbo a la India. Al llegar a Calcuta, la «opresora» Compañía de las Indias
Orientales, que odiaba el evangelio, ordenó que salieran de allí. El esfuerzo
de Judson para conseguir un permiso de trabajo en Madras fue en vano.
Entonces, se fue a Birmania en julio de 1813. La oposición del hombre contra
Judson en la India resultó en la providencia de Dios para que se fuera a
Birmania. Allí, entre las tribus salvajes, había un pueblo ya preparado para
ser salvo para el Señor: El grupo de los «karens», quienes habían cultivado la
tradición de que vendrían predicadores blancos para traerles un libro de Dios.
Cuando Judson llegó, los karens lo recibieron con los brazos abiertos,
escucharon con atención el evangelio y se convirtieron, pero los resultados se
obtuvieron con mucho sufrimiento y trabajo.
Al empezar la guerra entre Birmania e Inglaterra en 1824, a Judson lo
acusaron de ser espía y lo encarcelaron. Fue objeto de maltratos físicos
brutales durante casi dos años en las sucias prisiones de Birmania. La
devoción heroica de su talentosa y consagrada esposa, Ana Hasseltine
Judson, quien trabajó de manera incansable para sostenerlo y conseguir su
libertad, es una de las historias más conmovedoras en las crónicas misioneras.
Durante ese tiempo, Judson estudió a profundidad el idioma y más tarde
comenzó a traducir las Escrituras al idioma birmano. Al preguntarle sobre las
perspectivas de la obra de Dios que estaba realizando en medio de tanto
dolor, luchas, prisiones y trabajo arduo, Judson contestó: «Las perspectivas
son tan atractivas como las promesas de Dios».
Cuando Judson murió, miles de birmanos y de karens estaban bautizados, y
más de siete mil se encontraban dispersos por sesenta y tres iglesias bajo el
cuidado de ciento sesenta y tres misioneros, pastores nacionales y ayudantes.
Judson terminó la traducción de la Biblia y compiló un diccionario bíblico en
birmano. El Dr. Oswald Smith, quien fuera el pastor de la Iglesia del Pueblo
en Toronto, Canadá, lo catalogó como «el mayor de todos los misioneros
norteamericanos», y dijo:
No hubo otro misionero, después del apóstol Pablo, que haya superado
a Judson en su dedicación, erudición, trabajos, peligros, santidad y
humildad.
En el templo de la Iglesia Bautista de Malden, Massachusetts, se encuentra
una pequeña placa de mármol con la siguiente inscripción:
En memoria del Rvdo. Adoniram Judson. Nació el 9 de agosto de
1788. Murió el 12 de abril de 1850. Malden: Su lugar de nacimiento. El
mar: Su sepulcro. Sus trofeos: Los birmanos convertidos y la Biblia en
birmano. Su historia: Escrita en los cielos
La obediencia de E. Stanley Jones
El evangelista Stanley Jones nació en Baltimore, Maryland, Estados Unidos,
el 3 de enero de 1884 y falleció el 25 de enero de 1973 en la India. Por la
obediencia en testificar, su persona se volvió muy respetada no solo en la
India, sino también alrededor del mundo.
Un breve resumen de su vida nos muestra que fue un gran misionero cristiano
de la iglesia Metodista y también teólogo. Si a William Carey se le considera
el padre de las misiones modernas en la India en el siglo XVIII, Stanley Jones
fue lo mismo a su propia manera en el siglo XX. Empezó trabajando con las
clases inferiores de la India y después acostumbraba a predicarles a las clases
altas y educadas del subcontinente indio.
En 1925, Jones escribió un informe de sus muchos años de trabajo en la India
y lo que aprendió. Más tarde, esto se transformó en un libro llamado The
Christ of the Indian Road [El Cristo del camino indio], que fue un gran éxito
y que vendió más de un millón de ejemplares. Contó con la amistad de las
familias de Mahatma Gandhi y Jawaharial Nehru, y también fue confidente
del presidente Franklin D. Roosevelt en 1941, antes de la Segunda Guerra
Mundial. Lo nominaron para el Premio Nobel de la Paz por su trabajo de
reconciliación entre África, Asia, Estados Unidos y Japón.
En 1959, la publicación metodista nombró al Dr. Stanley Jones como
«misionero extraordinario». En 1963, Jones recibió el Premio Gandhi de la
Paz, y después del asesinato de Gandhi, escribió la biografía de la vida de
este. Se sabe que mucho después, el Dr. Martin Luther King Jr. le dijo a la
hija de Jones, Eunice Jones Mathews, que esta biografía fue la que lo inspiró
a «protestar sin violencia» durante los años del movimiento de los derechos
civiles aquí en Estados Unidos. En todo el contexto de su vida, Stanley Jones
fue más que un misionero para la India. El destacado misionero Sherwood
Eddy dijo al referirse a Jones: «Nadie pudo ser más apropiadamente llamado
el evangelista mundial que él».
Predicó en obediencia por más de medio siglo. Fue al Japón varias veces a
testificar durante sus campañas evangelísticas. Sus reuniones atraían a
muchísimas personas de todas partes, y varios miles se convirtieron al Señor.
Después de sufrir un derrame cerebral que le impidió físicamente seguir
ejerciendo su ministerio, a sus ochenta y ocho años de edad habló mediante
una grabadora, dictó y le escribieron su último libro, The Divine Yes [El
divino sí]. En junio de 1972, predicó desde su silla de ruedas mensajes muy
poderosos en el Primer Congreso Cristiano Mundial Ashram en Jerusalén.
Stanley Jones fue más que un evangelista y misionero, fue un obediente
siervo de Dios en todos los años de su ministerio y vida.
Hay un himno cristiano muy conocido llamado «Cuando andemos con Dios»,
y su coro dice:
Obedecer, y confiar en Jesús,
Es la regla marcada
Para andar en la luz.
Basta con tu obediencia al testificar para que Dios te lleve a donde Él decida
y seas de bendición. Sin embargo, ¡tienes que obedecer!
¡A OBEDECER SE HA DICHO!
Cuando estudias sobre la obediencia de los grandes misioneros en las
misiones mundiales, verás hombres como David Brainerd, cuya obediencia
influyó en Henrique Martyr para que este se hiciera misionero. A su vez, la
obediencia de Henrique Martyr influyó en William Carey y este, por su
obediencia, en Adoniram Judson. Así trazamos la obediencia de la genealogía
espiritual de estos misioneros que obedecieron al Señor en lo que se les
requirió: Hus, Wycliffe, Zinzendorf, los Wesley, Whitefield, Brainerd, Carey,
Judson y muchos otros... Todos fueron hombres obedientes, humildes,
sencillos, consagrados y apasionados por las almas perdidas y por testificar
del amor de Dios en cualquier lugar y a cualquier persona.
Todos estos hombres fueron conscientes de sus llamados y ministerios, de sus
limitaciones y habilidades, y en obediencia, cumplieron lo que Dios los llamó
a hacer, conforme a lo que Pablo nos dice en este pasaje:
Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida
del don de Cristo.
Efesios 4:7
Si estudias la vida de los misioneros que testificaron a través de la
evangelización y las misiones mundiales, tanto en el pasado como en el
presente, encontrarás personas que cambiaron el rumbo de la humanidad
mediante la obediencia al testificar, predicar y anunciar el evangelio. Estos
tuvieron una gran entrega, un gran amor y una enorme pasión por Cristo y las
almas perdidas. Fueron hombres como: Jerónimo Savonarola, Martín Lutero,
Juan Knox, Juan Bunyan, Jonatán Edwards, Jorge Whitefield, Christmas
Evans, Charles Finney, Jorge Müller, David Livingstone, Juan G. Paton,
Hudson Taylor, Charles Spurgeon, D.L. Moody, Pastor Hsi, Jonathan
Goforth, John Hyde, Robert Murray M’Cheyne, Smith Wigglesworth,
Rodney «Gipsy» Smith, Billy Sunday, David Livingstone, Willian Booth,
Oswald J. Smith, Duncan Campbell, Evan Roberts, Daniel Berg, Jim Elliot...
y los más recientes, como Loren Cunningham, el fundador mundial de
JuCUM, Bill Bright y muchos otros, como Jim y Pamela Stier, directores
nacionales de JuCUM en Brasil, mis discipuladores, Jaime y Maristela
Araujo, y Alfonso y Debee Cherene, que fueron directores nacionales de
JuCUM en España, y otros predicadores de nuestra época que han ganado a
muchísimas personas para Cristo como Billy Graham, Reinhard Bonnke, T.L.
Osborn, Morris Cerullo, Luis Palau, Alberto Mottesi, Yiye Ávila y muchos,
muchos otros... solo por mencionar algunos.
Hoy, tú puedes obedecer a Cristo y empezar a testificar de su Palabra como
laico o creyente que ama a las almas, o teniendo un llamado específico y ser
un ministro ordenado a la evangelización y las misiones, ya sean locales,
nacionales o mundiales. El Señor te usará siempre y cuando seas obediente en
todo lo que Él determine hacer en tu vida. Entonces, si solo obedeces al Dios
Todopoderoso, actúas en fe y sin reserva alguna, Él te usará de una manera
que no tienes idea siquiera. ¡Alabado sea su Nombre! Así que pon esta
palabra en tu corazón: «¡A obedecer a la tarea de testificar se ha dicho!».
Cuando yo era un joven misionero de veinte años de edad en Madrid, España,
con Juventud con Una Misión (JuCUM) en los años 1983-84, después de
pasar por JuCUM en Belo Horizonte, Brasil, escuché por primera vez una
canción del ya fallecido cantante cristiano Keith Green. Su título es «Jesus
Commands Us to Go» [Jesús nos ordena a ir], y en parte la letra dice así:
Jesús nos ordena a ir,
pero vamos en sentido contrario.
Entonces Él lleva la carga solo,
Mientras sus hijos están ocupados jugando,
Sintiéndose llamados a quedarse.
Oh, cómo Dios llora y cree que el mundo no puede ser salvo,
A menos que obedezcan a los que ha designado.
Por eso Él nos ordena a ir al mundo que Él ama,
y que ama más que a la vida.
Oh, sí, Él murió, y Él llora
Jesús nos ordena a ir,
Seremos la excepción si nos quedamos.
No es de extrañar que nos estemos moviendo tan despacio,
Cuando su iglesia se niega a obedecer,
Sintiéndose cómoda al quedarse.
Oh, cómo Dios llora, porque Él sabe del gran juicio de fuego.
Porque Él sabe que las almas de los perdidos,
Solo se pueden alcanzar por medio de nosotros,
pues somos sus manos y sus pies.
Jesús nos ordena a ir,
Seremos la excepción si nos quedamos.
No es de extrañar que nos estemos moviendo tan despacio,
Cuando su iglesia se niega a obedecer,
Sintiéndose cómoda al quedarse.
Esto es justo lo que debemos hacer: arrepentirnos de la desobediencia y,
renunciando a esta, ir a testificar de Cristo alcanzando a las almas a través de
la evangelización y las misiones. ¡Es tiempo de tomar en serio la tarea de
testificar! No es una opción, es un mandato. ¡Y debemos hacerla en
obediencia! Así que una vez más te digo, con el corazón en la mano de un
hombre que ama y es apasionado por las almas: ¡A obedecer la tarea de
testificar se ha dicho! ¡Tenemos que decirle no a la desobediencia! Recuerda
lo que dijo Jesús:
Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.
Mateo 28:20
Las palabras «que guarden todas las cosas» en la Nueva Versión
Internacional se traducen así: «Enseñándoles a obedecer todo lo que les he
mandado a ustedes». A estas palabras las conocemos como la Gran
Comisión, pero para muchos ministros, iglesias y ministerios ha sido la Gran
Omisión. ¡Así que a obedecer nos llama Dios! Y siempre que obedezcamos al
Señor, tendremos oposición, ya sea por parte del enemigo, nuestra carne, el
mundo, el pecado, nuestro «yo» y hasta por parte de otros creyentes,
ministerios, organizaciones «cristianas», iglesias y ministros.
Llegamos al final de la primera parte: «La seriedad de testificar». Aquí vimos
la importancia, la responsabilidad, los métodos y la obediencia de testificar.
Ante esto, recuerda que la crítica y la oposición son solo la evidencia de que
estás haciendo algo para el Señor y que estás impactando al mundo de las
tinieblas. Por eso el diablo hace de las suyas y usa al que le dé lugar para
traernos oposición. De ahí que muchos cristianos estén en desobediencia en
cuanto a la tarea de la evangelización. Espero que ese no sea tu caso, y que a
través de estas páginas, el Señor le hablara a tu corazón respecto a la sublime
tarea de testificar del evangelio.
SEGUNDA PARTE: LA OPOSICIÓN AL TESTIFICAR
5. LA DESOBEDIENCIA AL NO TESTIFICAR
«Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia
atrás, es apto para el reino de Dios».
Lucas 9:62
«El mundo es mi parroquia».
Juan Wesley
Como cristianos, no podemos desobedecer al Señor en cuanto a la tarea de
testificar en las misiones y en la evangelización. Muchos creyentes han
desobedecido a Cristo y hoy están apartados de los caminos de la verdad. La
desobediencia ha representado un papel importante por parte del diablo hacia
los cristianos, a fin de frenar y oponerse a la obra de la evangelización
mundial.
En los capítulos anteriores vimos que la prioridad y el énfasis de la iglesia es
testificar del Señor a través de las misiones y la evangelización. Este es
nuestro mandato. Sin embargo, muchos están en desobediencia en cuanto a
esto. La evangelización está casi olvidada en algunas iglesias, y se ha
olvidado y abandonado casi por completo en muchas otras.
En mis viajes alrededor del mundo he visto varias iglesias desobedientes,
egoístas, secas, vacías, tibias, derrotadas y centradas en sí mismas. En
cambio, su crecimiento en cuanto a números de miembros se refiere, no se
debe a almas nuevas, sino a transferencia de membresía. He visto que estas
iglesias se vuelven ricas, con personas importantes, pero carecen de amor por
las almas perdidas y no tienen siquiera la pasión necesaria para ser
verdaderos discípulos del Señor. Estas iglesias son mundanas, no tienen
poder, vida, unción, amor y pasión por los que no conocen a Jesucristo
todavía. Son más clubes sociales que parte de la verdadera Iglesia de Cristo
que fue comprada por su sangre.
LA OPOSICIÓN AL TESTIFICAR
Todos sabemos que hay dos reinos espirituales: el Reino de la luz (Jn 12:36),
y el reino de las tinieblas (Col 1:13). Podrás leer más sobre esto en mi libro
anterior a este llamado La conquista de Cristo en la cruz. Estos dos reinos
son antagónicos o contrarios entre sí, están siempre en guerra el uno con el
otro, y no tienen nada en común (2 Co 6:14-17). El combate es diario, feroz y
constante entre la carne y el Espíritu. El reino de las tinieblas se opone,
resiste, bloquea, impide y estorba la obra del creyente y su deseo de testificar
de Cristo. Y esto será así hasta el final, cuando el Reino de la luz destruya y
aniquile por completo al reino de las tinieblas (Ap 11:15).
Toda persona pertenece a uno de estos dos reinos que compiten entre sí. No
hay zona neutral ni «desmilitarizada». Nadie puede estar con un pie en uno y
otro pie en el otro. O estamos con Cristo o estamos sin Cristo. Es así de fácil.
Cuando una persona se convierte al Señor Jesús, pasa del reino de las
tinieblas al Reino de la luz (Hch 26:18; Col 1:13; 1 P 2:9). Este conflicto
empezó desde que a Satanás lo echaron del cielo (Is 14:11-15; Ez 28:11-19),
y se hizo más fuerte durante el ministerio terrenal de Cristo, pues el Señor
echó fuera los demonios de quienes estaban poseídos y dejó a muchas
personas libres de toda fuerza del maligno.
Jesús mismo dijo que el diablo es el «rey», o la «cabeza», de este reino (Mt
12:26). Como el diablo fue incapaz de usurpar el trono de Dios en los cielos,
entonces decidió destruir lo más hermoso de la creación de Dios: el ser
humano. Este posee cuerpo, alma y espíritu, y fue creado a imagen y
semejanza de Dios, por eso es que el diablo vino a matar, robar y destruir (Jn
10:10).
Sin duda, el diablo estableció un gobierno y poder ilegítimos, así que se
comporta como un usurpador en este mundo y se opone a todo lo que es de
Dios y para Dios. Por lo tanto, se resiste y se opone a la obra de la
evangelización y de las misiones. No cometas una equivocación en pensar
que el diablo no ejerce poder e influencia en este mundo, pues es el enemigo
número uno de la humanidad. Aun así, su poder está limitado, y nosotros,
como miembros de la Iglesia del Señor, tenemos autoridad sobre él y su reino
(Lc 10:19).
El diablo invadió el planeta tierra para usurpar lo que le pertenece a Dios, y
ejerce fuerza y poder en todo aquel que le da lugar y le abre una brecha en su
vida. Sin embargo, Jesús vino para destruirlos a él y sus demonios (1 Jn 3.8),
y algún día llegará su fin. No es cuestión de si esto va a suceder o no, ¡sí
sucederá! La cuestión es «cuándo», y esto solo lo sabe Dios.
Aunque el diablo es el causante de la enfermedad y la muerte, algún día Dios
los echará a él y a sus demonios en el lago de fuego eterno. Es más, Jesús ya
lo venció en la cruz, pues Él vino para hacer el bien y dejar libre a todo el que
estaba atado por el diablo (Hch 10:38). Cristo lo destruyó a pesar de que ese
ser impío y traidor tenía el imperio de la muerte (Heb 2:14-15). Incluso Pablo
nos dijo que, en la cruz, Jesús triunfó majestuosamente sobre todo poder del
enemigo (Col 2:14-15). Además, a través de su gran resurrección de entre los
muertos, Jesús destrozó de nuevo al enemigo para siempre, venciéndolo en
todos los aspectos y por la eternidad (1 Co 15:55). ¡Aleluya!
Más tarde, Cristo regresó al cielo y se sentó a la diestra de la Majestad de
Dios (Heb 1:3), sobre todo poder, gobierno y autoridad (Ef 1:21). Así que la
tentación, crucifixión, resurrección y ascensión de Cristo fueron pasos de
victoria que Él obtuvo en contra del diablo. Si bien todavía ocupa el territorio
robado, usurpado e ilegítimo en la tierra, al final Cristo tendrá el último paso
de victoria cuando lo destruya al echarlo de manera definitiva en el lago de
fuego de acuerdo a lo que está escrito en Apocalipsis 20:10. ¡Aleluya!
Entonces, hasta que esto no acontezca, tenemos que ir por todo el mundo,
predicar a toda criatura, testificar, anunciar, proclamar y evangelizar en
cumplimiento al mandato dado por el propio Señor Jesucristo a nosotros, su
Iglesia.
Desde el principio, la oposición del diablo en contra de la iglesia presenta dos
características que le distinguen como:
Destructor: A veces, actúa como león rugiente en busca de
alguien a quien devorar (1 P 5:8), pues su fin y propósito es
DESTRUIR a todo creyente.
Engañador: Otras veces actúa como un ángel de luz (2 Co 11:14),
ya que su fin y propósito es ENGAÑAR a todo creyente.

Sin importar la manera en que actúe, y debido a que es el archienemigo de


Dios, su propósito es OPONERSE a cualquiera que invada «su territorio»
para liberar a los que tiene cautivos en el reino de las tinieblas. ¡Y esta
oposición la experimentamos tú y yo, y todo el que le haga frente!
En el libro de los Hechos de los apóstoles se nos muestra con claridad la
oposición demoníaca que los primeros cristianos encontraron al intentar
penetrar en el terreno del enemigo. Puedes leer más acerca de la oposición
demoníaca en el último libro de mi querida esposa Dámaris titulado La
guerra espiritual que enfrentamos todos. Aquí nos describe y presenta al
enemigo como lo que es en realidad. Además, nos habla acerca de que
estamos en una guerra espiritual, lo que llamamos de choque de poder, y
cómo el diablo y sus demonios intentan obstaculizar, detener, bloquear,
resistir y hacer todo lo posible para ir en contra de la obra evangelizadora y
misionera, a fin de que Cristo sea conocido en todas las naciones.
LO QUE NO NECESITAS PARA TESTIFICAR
En la actualidad, los cristianos limitan la evangelización y las misiones de
manera más amplia y diversa que nunca. Por eso establecen una serie de
parámetros que, según la opinión de muchos, son indispensables para
testificar. A todo esto solo lo puedo llamar de una manera: «Desobediencia».
Nosotros, como el cuerpo de Cristo, ¿entendemos de veras lo que es la Gran
Comisión?
Kevin DeYoung y Greg Gilbert, en su libro What Is the Mission of the
Church?, explicaron muy bien cuál era la prioridad y el énfasis que la iglesia
debe tener a la hora de negarse a desobedecer y cumplir así con el mandato
de testificar:
No es responsabilidad de la iglesia corregir cada error ni satisfacer cada
necesidad, aunque tenemos una motivación bíblica para hacer ambas
cosas. Sin embargo, es nuestra responsabilidad, nuestra misión única y
simple prioridad, que se anuncie este impopular y poco práctico
mensaje del evangelio, que los vecinos y las naciones puedan saber que
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que al creer, puedan tener vida en
su nombre1.
¡Dieron en el clavo! Esto es exactamente a lo que se llama a la Iglesia:
¡Testificarle al perdido! Varios cristianos han desobedecido al Señor al
pensar que necesitaban muchas calificaciones para servirlo. Esto lo he visto
alrededor del mundo. El enemigo usa la falta de entendimiento de creyentes y
les sugiere que para servir a Dios necesitan una lista enorme de
calificaciones. ¡Esto no es cierto! Basado en mi experiencia de ya haber
predicado alrededor del mundo por más de treinta y seis años, de acuerdo a lo
que he observado, esto es lo que yo he visto:
1. Nosotros no necesitamos de un llamado especial para testificar
El único llamado que debemos tener es el de seguir a Cristo. Con solo ser
cristiano ya se te considera llamado para servirlo. Matthew Henry dijo una
vez: «Los penitentes deberían ser predicadores». ¡Tenía razón! No
necesitamos que nos reconozcan como predicadores formales para testificar
de Jesucristo. No necesitamos un título como «evangelistas» para testificar.
No malinterpretes lo que estoy diciendo, por favor. Es lógico que haya un
llamado especial al ministerio para predicar la Palabra de Dios, y de acuerdo
a los dones del Espíritu dados a la Iglesia. Los ministros estudian, después los
ordena algún concilio o denominación, y al final los envían a una obra.
Además, están bajo la autoridad de sus superiores, sus líderes espirituales, de
modo que todo se haga con orden en la iglesia del Señor. (Puedes leer en
cuanto a esto en Romanos 10:14-15).
Sin embargo, cuando digo que no necesitamos de un llamado para testificar,
me refiero al creyente común, al discípulo, a un simple seguidor de Cristo.
Este no necesita nada especial para predicar y testificar del Señor, pues no le
hace falta ningún permiso para hablar de la salvación y del Salvador a su
vecindario, sus amigos, en su trabajo, en su escuela, a sus familiares, etc. Su
permiso ya se lo dio el propio Señor:
Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
Marcos 16:15
Para testificar, no se necesita escuchar una voz del cielo ni cualquier
dirección para que nos diga lo que debemos hacer. Las Escrituras nos
ordenan que vayamos y prediquemos. Lo que necesitamos de veras es la
pasión por las almas perdidas. Muchos creyentes han desobedecido al Señor
al pensar que necesitaban un llamado especial para testificar. D.L. Moody
dijo:
Tal vez no seremos capaces de hacer grandes cosas para Dios, pero si
cada uno de nosotros hiciera algo, por pequeño que parezca, muchas
cosas pudieran lograrse para Él.
Solo obedece. ¡Esto marcará una gran diferencia!
2. Nosotros no necesitamos de un alto nivel intelectual para testificar
En cuanto a esto, ten bien presente que de ninguna manera sugiero que una
persona llamada al ministerio no necesita estudiar. Repito, no me
malentiendas, por favor. Nadie puede comunicar el evangelio sin conocerlo
primero. Para nosotros ser eficientes necesitamos saber, leer, estudiar,
conocer, investigar, etc. En su lugar, lo que quiero decir con esto es que para
testificar del Señor y ser un ganador de almas, no es necesaria una
preparación intelectual con un alto nivel académico. Para una evangelización
eficaz a nadie se le exige que tenga un coeficiente de inteligencia de genio ni
un título que diga que tenemos una maestría en teología o un doctorado en
divinidad para predicar de Cristo. Por el contrario, he visto muchos cristianos
muy inteligentes y dotados con una capacidad intelectual enorme, pero nunca
tuvieron la pasión por las almas que se requiere para hablar del Salvador.
Insisto, no estoy diciendo que los llamados a un ministerio específico no
deberían estudiar. Por favor, no entiendas mal las cosas y no malinterpretes lo
que estoy diciendo. El estudio es muy importante, porque no se puede hablar
de algo que se desconoce. Estoy hablando del discípulo que en su corazón
arde el deseo de testificar y que no ha tenido la oportunidad de un estudio
formal. Una persona así debe ser autodidacta; en otras palabras, debe leer,
estudiar y educarse por su cuenta respecto a la doctrina y la Palabra para
testificar mejor sobre su Señor.
A veces pensamos que debemos saber todo lo que está en las Escrituras para
después empezar a testificar. ¡Eso no es cierto! Nadie sabrá jamás todo sobre
Dios y su Palabra. Hasta Pedro dijo que algunas cosas eran difíciles de
entender. De modo que no necesitamos comprender todos los misterios de
Dios ni tener un nivel académico altísimo para hablar de su Palabra. Para el
creyente ser un arma y un medio poderoso en las manos de Dios, necesita una
vida de oración, ayuno, lectura de la Palabra, y una vida de integridad,
santidad, sujeción al Señor y a sus líderes espirituales y a su pastor. Debe
conocer el poder del Nombre de Cristo, de su Palabra, de su sangre, etc.
Nadie está descalificado para servir al Señor si no posee un alto nivel
intelectual o no tiene una alta calificación académica. No dejes que el diablo
te engañe al decirte que no tienes capacidad para servir a Cristo. No le des
oídos ni tampoco te dejes llevar por la corriente actual que enfatiza
demasiado los títulos académicos. Hoy tenemos demasiados ministros bien
preparados teológicamente, pero sus barrios y vecindarios están perdidos, y
sus iglesias sufren de muerte espiritual. Esto sin hablar de la soberbia, del
orgullo y de la prepotencia que hay en sus corazones por considerarse mejor
que los demás ministros por el simple hecho de poseer un título académico.
Con esto, no me refiero a todos los ministros, por supuesto. En su mayoría
son hombres de Dios humildes de corazón que saben que su capacidad viene
de Él. Aun así, no ignoro que también hay quienes se vuelven arrogantes por
poseer un reconocimiento académico. Dios no necesita nivel intelectual, Dios
necesita simples ganadores de almas. Muchos creyentes han desobedecido al
Señor al pensar que carecían de un alto nivel intelectual para testificar. John
Stott dijo:
El más grande obstáculo, impedimento o estorbo para el avance del
evangelio a nivel mundial se debe al fracaso de las vidas del pueblo de
Dios.
Solo obedece. ¡Esto marcará una gran diferencia!
3. Nosotros no necesitamos de elocuencia para testificar
No hace falta tener siempre un discurso elocuente desde el punto de vista
teológico. Un buen hablador no necesariamente es un buen predicador. En su
lugar, depender de la unción del Espíritu Santo es la clave hacia la presencia
y el poder de Dios en la vida personal y ministerial, tanto del creyente como
del ministro.
Algunos predicadores se sienten tentados a pensar que los sermones con
mucha elocuencia que muestran gran habilidad en la oratoria, con frases
largas, una hermenéutica y homilética intachables, con una introducción
impecable, un cuerpo lleno de contenido y una conclusión envidiable, esto es
señal de eficacia evangelística. Sin embargo, muy a menudo la realidad es
todo lo contrario. Lo que hacen muchos de estos «sermones» es confundir a
la gente, debido a que el predicador por hablar en un nivel de elocuencia tan
alto, hace que sus oyentes no entiendan nada de lo que expresa. Esto ha
hecho más daño que bien. Como dijera Billy Graham: «Si hablas con tanta
elocuencia que tus oyentes no te pueden entender, tienes muy mala puntería».
¡Estoy de acuerdo!
Muchos predicadores confunden a los que les escuchan. De nuevo te digo, no
me entiendas mal. Es necesario que tengamos predicadores preparados, pero
también que sean llenos del poder del Espíritu Santo. Ahora bien, para
testificar de Cristo tú no necesitas elocuencia, necesitas pasión por las almas,
como bien dijo J.C. Ryle una vez:
A menos que seas sencillo... nunca te entenderán; y a menos que seas
entendido, no puedes hacer bien a los que te están oyendo2.
Varios creyentes han desobedecido al Señor al pensar que necesitaban tener
elocuencia para testificar. Solo obedece. ¡Esto marcará una gran diferencia!
4. Nosotros no necesitamos de una seguridad económica para testificar
La abundancia de las finanzas o la necesidad de ella no nos deben impedir
que testifiquemos de Cristo. Para un creyente ganador de almas, evangelizará
teniendo entradas financieras o no. Repito, no entiendas las cosas
equivocadas en cuanto a lo que estoy diciendo. Es lógico que organizaciones
como la nuestra, donde ayudamos a sostener financieramente a cincuenta y
dos misioneros alrededor del mundo en todos los continentes, que sostenemos
también el Instituto Teológico J.Y. en la India, junto con los misioneros,
maestros y estudiantes, y que también pagamos por nuestras cruzadas en
África y Asia, necesitemos sembradores de ofrendas y que dependamos de la
generosidad del pueblo de Dios, de iglesias y sus pastores para hacer todo
esto.
Sin embargo, en lo personal, de jovencito no empecé así. Como es natural,
empecé distribuyendo folletos y literaturas en las calles, y hablando acerca
del amor de Dios por medio de Cristo al que estuviera dispuesto a oír.
Después de muchísimos años fundamos nuestra organización no lucrativa y
corporación exenta de impuestos federales del Servicio de Recaudación de
Impuestos (IRS, por sus siglas en inglés): Josué Yrion Evangelismo y
Misiones Mundiales, Inc. 501(c)3. Puesto que tenemos que hablar de Cristo y
testificar de su Palabra, Él suplirá nuestras necesidades para llevar a cabo su
obra y su propósito. Muchos creyentes han desobedecido al Señor al pensar
que necesitaban de una seguridad económica para testificar. Ted Engstrom,
quien fuera presidente emérito de Visión Mundial Internacional y un antiguo
ejecutivo y presidente de Juventud para Cristo Internacional, dijo:
La iglesia o el individuo que no se involucran de manera activa en la
proclamación mundial del evangelio, no entienden la naturaleza de la
salvación.
Solo obedece. ¡Esto marcará una gran diferencia!
5. Nosotros no necesitamos de un curso intensivo para testificar
Una vez más te suplico que no malentiendas ni malinterpretes las cosas, por
favor. No estoy diciendo que alguien llamado de manera específica a un
ministerio de pastor, evangelista, misionero o cualquier otro llamado no
necesite preparación. De ninguna manera. No me refiero a esto, sino que
hablo de algún creyente que ama a Cristo, pero que no ha tenido la
oportunidad, por la razón que sea, de ir a un instituto bíblico, seminario o
universidad teológica. En cambio, como ama las almas de los perdidos y
siente pasión por ganarlas para Cristo, decide evangelizar. Tal vez un
hermano así no tuviera una preparación académica, como mencioné antes,
pero su corazón y madurez cristiana le califican a los ojos de Dios para ser un
ganador de almas.
Muchos de los grandes evangelistas del pasado no tuvieron una preparación
formal. Toma solo como ejemplo a D.L. Moody y Smith Wigglesworth. Con
el poder de Dios, estos dos hombres transformaron su generación y el mundo
para Cristo, debido a su sencillez, humildad y pasión por las almas. No
fueron grandes oradores ni predicadores. Incluso Moody tenía problemas de
dicción, pero Dios usó sus imposibilidades para transformar la vida de
millones de personas, así como lo hizo con Wigglesworth.
Es lógico que para ser un predicador eficiente se necesita instrucción, como
ya dije antes. Cuanto más te preparas, más te usará Dios, por supuesto. Aun
así, mantén siempre tu humildad y reconocimiento de que Él es quien te usa,
y no lo hace por tus dones, capacidades teológicas o habilidades oratorias,
sino por el poder del Espíritu Santo en tu vida.
No obstante, si el cristiano normal, sencillo y apasionado por Cristo no puede
prepararse ni instruirse como es debido en alguna institución teológica, ya sea
por su trabajo o familia, no necesita de una calificación especial como
evangelista. Es más, no necesita ningún diploma de ninguna escuela bíblica
ni ninguna enseñanza humana para hablar de Cristo. Lo que sí necesita es el
conocimiento de las Escrituras, y que su doctrina sea sana y arraigada en la
Palabra de Dios. También necesita en gran medida del poder del Espíritu y de
una vida de oración y ayuno, además de vivir en integridad, a fin de tener la
plenitud de la unción y del respaldo del cielo. Ningún curso, escuela
teológica ni cualquier otra forma humana de enseñanza califica a nadie ni
garantiza que el que los tenga será eficiente al transmitir el evangelio y al
testificar de Cristo.
Otro ejemplo relevante lo tenemos en Charles Spurgeon, a quien Dios llamó
para ser un ministro del evangelio. Spurgeon nunca tuvo una educación ni
preparación formal, pero tenía un nivel intelectual altísimo y envidiable para
los colegas de su época. También tuvo un poder de elocuencia natural
extraordinario. No tenía los medios financieros cuando empezó, pero
despacio Dios le fue bendiciendo. Su éxito fue increíble en su vida y
ministerio, pero a menudo se deprimía mucho. Llegó a escribir grandes
libros, incluso el muy famoso Discurso a mis estudiantes, que te recomiendo
que lo leas en caso de que no lo hayas leído todavía. Llegó a conocerse, y lo
es hasta hoy, como «El príncipe de los predicadores». Todo lo que hizo fue
por el poder de Dios.
Así que ponte al lado de Spurgeon también. Depende del Señor y Él te usará.
¡Aleluya! ¡A Él sea la honra y gloria! No creas que te estoy motivando a que
no te capacites ni prepares, pues esto es muy importante. En cambio, si no
puedes hacerlo por cualquier razón que Dios lo sabe, no te preocupes, Él te
capacitará. Abundan los creyentes que han desobedecido al Señor por pensar
que necesitaban de un curso intensivo para testificar. Alexander Duff, quien
fuera misionero en la India, dijo: «La iglesia que deja de ser evangelística,
muy pronto dejará de ser evangélica».
Se ha dicho que la mayoría de los evangelistas no son eruditos, estudiosos ni
teólogos, y que casi todos los eruditos, estudiosos y teólogos no son
evangelistas. El obrero, el ministro, el siervo o misionero ideal sería el que
tiene la mente de un teólogo, pero el corazón de un evangelista apasionado
por ganar las almas perdidas para Cristo. Creo que un teólogo debería tener el
corazón de un evangelista y un evangelista debería tener la mente de un
teólogo. La combinación de los dos es casi inexistente, pero es posible,
aunque se ve pocas veces. A pesar de eso, Dios nos ha llamado a obedecer y
a servirlo mediante la evangelización.
Solo obedece. ¡Esto marcará una gran diferencia!
6. Nosotros no necesitamos de un determinado temperamento para
testificar
A veces escuchamos a algunos creyentes decir: «Si yo fuera de esta manera o
de la otra, o fuera como tal persona que sí puede hablar bien, sería un ganador
de almas». ¡Eso es mentira del diablo! Tú eres como eres, pues Dios te creó
así. Eres único y especial, y tienes un gran valor a los ojos del Señor. Dios te
puede usar para ser un gran ganador de almas si cuentas con la entrega,
abnegación y amor por las almas perdidas, y sientes pasión por Cristo. No
necesitas ser igual a nadie y tener el mismo temperamento que otra persona.
Tú eres lo que eres. ¡Punto!
Dios llamó a su servicio a personajes del Antiguo Testamento como
Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Josué, los jueces, David, los reyes de Judá e
Israel, los profetas. Si lees el Nuevo Testamento, verás que llamó a doce
hombres sencillos, comunes y corrientes, y los educó, los discipuló y los
transformó para la extensión de su Reino, con la excepción de Judas.
También lo hizo con el resto de sus discípulos y los padres de la iglesia
primitiva.
Por más de dos mil años, el Señor ha llamado a una infinidad de hombres y
mujeres de Dios con diferentes temperamentos, niveles escolares o
teológicos, nacionalidades, etc., y a todos Él los ha usado por su disposición a
ser obreros fieles a su servicio. Sus temperamentos eran diferentes, y esto fue
lo que les hicieron eficientes y exitosos al transmitir el evangelio. ¡No oigas
las mentiras del diablo que te dice que no tienes el temperamento ni la
preparación necesaria! ¡Eso no es cierto! Pablo mismo dijo lo siguiente
referente a esto:
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en
vano para conmigo.
1 Corintios 15:10
¡Tú y yo somos lo que Dios quiere que seamos! Por la manera de ser de
algunas personas, todos sabemos que las hay introvertidas y otras
extravertidas. Además, están quienes poseen temperamentos coléricos,
sanguíneos, flemáticos y melancólicos. Existen libros escritos que lo
explican. ¡Léelos! Con esto quiero decirte que cada persona es única y
diferente a los ojos de Dios, pero que Él tiene un lugar especial para cada uno
de nosotros en su obra. ¡Solo debemos creer! Dios no califica ni descalifica a
nadie por su temperamento. Toma a Pablo como ejemplo. Fue un perseguidor
feroz de la iglesia, pero Dios hizo que cayera a tierra, lo transformó y lo usó
para predicar el evangelio y llevar su Palabra a lugares tan lejanos como
Europa. El mismo empeño, dedicación y entrega que Pablo tenía antes al ser
celoso de la ley, lo tuvo al convertirse en el gran apóstol del Señor para
testificar su evangelio y transformar el mundo para Cristo. ¡De igual modo Él
lo hará contigo!
Nunca debemos enorgullecernos por lo que Dios ha hecho por medio de
nosotros. Dije bien: «Él lo ha hecho» y no nosotros». Los cristianos comunes
y corrientes llevaron la iglesia primitiva a un crecimiento sobrenatural, y lo
hicieron en medio de la persecución (Hch 11:19-21). Así que nosotros, al
igual que ellos, no tenemos razón para quedarnos y guardar silencio, sino
para ir a testificar de Cristo sin importar nuestro temperamento. Lo que
importa es lo que dice la Palabra:
Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió
al Señor.
Hechos 11:21
¡Aleluya! La mano del Señor también estará con nosotros. ¡No tenemos
excusas! Muchos creyentes han desobedecido al Señor al pensar que
necesitaban de un determinado temperamento para testificar. Por eso no me
canso de repetir que no necesitamos de un llamado en particular para
testificar de Cristo. Tampoco necesitamos de un alto nivel intelectual, mucho
menos de gran elocuencia, ni de una seguridad financiera, ni de un curso
intensivo, ni de un temperamento especial. Es más, no necesitamos nada de
esto para hablar y testificar de la salvación que solo está en Jesucristo.
Un joven que por ya casi un año frecuentaba la iglesia, le dijo a su pastor que
todavía no estaba listo para servir al Señor y hablar de su amor. Según él, era
muy jovencito, llevaba muy poco tiempo en la iglesia y necesitaba prepararse
mejor. El pastor le dio un abrazo y le dijo:
—Te voy a hacer una pregunta: Cuando entras en tu cuarto y ves que todo
está oscuro, ¿empiezas a preparar la lámpara para que un día pueda iluminar
tu cuarto?
—Claro que no —dijo el joven—. Cuando entro en mi cuarto y enciendo la
luz, ¡espero que se ilumine de inmediato!
—Tú ve y haz lo mismo —le dijo el pastor con una sonrisa—. Empieza a
iluminar, a hablar y testificar de Cristo en tu casa, tu trabajo y tu vecindario.
Testifícales a tus parientes y amigos, y empieza a brillar hoy...
William Booth, el fundador del Ejército de Salvación, dijo:
¿Dijiste que no has sido llamado? Más bien es que no escuchaste el
llamado. Pon tu oído atento a la Biblia y escucha a Dios diciéndote que
saques a los pecadores del fuego del pecado. Pon tu oído atento al
corazón abrumado y agonizante de la humanidad y escucha su
lastimera petición de ayuda. Ve y párate a las puertas del infierno y
escucha a los condenados que te piden ir a la casa de sus padres para
advertir a sus hermanos y hermanas, a sus siervos y amos, para que no
vengan a ese lugar. Y ya que lo hagas, mira a Cristo cara a cara, a
quien su misericordia has profesado obedecer, y dile si unirás corazón,
alma, cuerpo y circunstancias en la marcha para publicar su
misericordia al mundo.
Solo obedece. ¡Esto marcará una gran diferencia!
JONÁS, SU DESOBEDIENCIA Y ARREPENTIMIENTO
El ejemplo típico de desobediencia que todos conocemos, del que más se ha
hablado, sabido y predicado, es el de Jonás. Para no tomar mucho tiempo y
espacio, ni citar muchos versículos, puedes leer después todo el libro de
Jonás que tiene cuatro capítulos. Lee varias veces todo el libro, pero te pido
que te concentres en los siguientes versículos 1:1-3 y 3:1-5.
Los teólogos dicen que Jonás fue uno de los primeros profetas, y que era
oriundo de Galilea, según se cita en 2 Reyes:
Él restauró los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar del
Arabá, conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel, la cual él había
hablado por su siervo Jonás hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer.
2 Reyes 14:25
Dios lo llamó a predicar, a ser un misionero en Nínive, una de las más
grandes y antiguas ciudades de Mesopotamia, el Irak de hoy. Nínive era una
ciudad violenta y su pueblo era cruel, pues les arrancaba la piel a sus
enemigos mientras estos vivían todavía. Los inconversos han ridiculizado la
narración del libro de Jonás. Incluso, los estudiantes se burlan y dudan de la
misma, diciendo que es una leyenda, una parábola, algo no real y ficticio. Los
judíos la aceptan como hecho histórico por medio de su historiador Josefo, y
Jesús la citó como un caso real y verdadero que sí aconteció (Mt 12:39-41).
Veamos, entonces, lo que sucedió:
1. Dios llama a Jonás y le habla: «Levántate y ve a Nínive» (Jon 1:2a)
Como ya dije, Nínive era una ciudad sangrienta. Nimrod edificó Nínive (Gn
10:11) en la tierra de Asiria, y más tarde se convirtió en su capital (2 R
19:36), donde gobernó Senaquerib, rey de Asiria.
Los estudiosos y eruditos dicen que Jonás era joven, que quizá tuviera entre
veintiséis y treinta y dos años de edad. Tal vez tú también seas joven y el
Señor te está llamando hoy. Pregúntale al Señor: «¿Adónde me enviarás,
Dios? Si ya me has enviado, ¿qué debo hacer?».
Yo tenía dieciocho años de edad cuando el Señor me llamó un sábado por la
noche en la ciudad de Puerto Alegre, la capital del estado Río Grande del Sur,
Brasil. Después que vi una película sobre misiones en la base de JuCUM
(Juventud Con Una Misión) sobre los no alcanzados, los perdidos a nivel
mundial, de los que todavía no tenían a Cristo, hice de la evangelización y las
misiones mi causa, mi pasión y mi propósito en la vida. Esto es lo que he
hecho alrededor del mundo: predicar y testificar del Señor.
No traté de entender mi llamado, sino de obedecer. Y fue lo que hice.
Recuerda que Dios no le preguntó a Jonás si quería IR o NO, Dios le ordenó
que fuera... Dios no dijo: «Yo pienso que deberías ir y creo que sería bueno
que fueras. Si te decides, podrás ir». No, Dios le ordenó, y hoy Dios nos
ordena a ir y testificar de Cristo.
En Vietnam arrestaron a un joven por drogas. Allí en la prisión encontró a
dos pastores de las Asambleas de Dios que estaban presos por predicar, y
ellos lo llevaron a Cristo. Los pastores salieron libres después de dos años, y
al joven también lo liberaron. Este muchacho fue a la escuela bíblica, y en el
primer semestre volvió a su casa en el tiempo de vacaciones, donde predicó
el evangelio a la tribu blanca Taí en Vietnam. En un año, setecientas
cincuenta y tres personas en cinco aldeas respondieron al evangelio de Cristo.
Todo porque este joven fue, obedeció e hizo lo contrario de Jonás. ¿Y tú?
2. Dios le dice a Jonás lo que debía declarar en Nínive: «Pregona contra
ella; porque ha subido su maldad delante de mí» (Jon 1:2b)
Como ya dije, Nínive era una ciudad sangrienta, perversa, cruel, que había
derramado mucha sangre. Muchos teólogos dicen que con razón Jonás no
quería ir allí. ¿A quién le gustaría ir a semejante lugar? En cuanto a Nínive, el
profeta Nahum profetizó en su contra en su libro (1:1) y en sus tres capítulos
habló de esta ciudad. Nahum la llamó ciudad de sangre, llena de mentira y de
rapiña (3:1). También el profeta Sofonías profetizó su destrucción (2:13) y
que se quedaría en asolamiento, sequedal y desierto. Piensa en las grandes
ciudades del mundo actual, llenas de asesinatos, robos, pornografía, etc. Dios
te llama a IR para proclamar su Palabra y testificar de su Nombre en ellas.
A Nínive la podríamos comparar con las tribus caníbales donde los
misioneros pioneros llegaron y predicaron la Palabra. Varios de estos
misioneros fueron SOLO DE IDA. Ponían todas las cosas y posesiones que
tenían adentro de un ataúd, significando que no volverían más. Por eso se les
llamaban los misioneros solo de IDA. Muchos se han ganado para Cristo en
esas tribus, quienes testifican: «Cuando el misionero llegó no había luz, y
cuando se fue ya no había tinieblas». ¡Aleluya! ¡Dios permita que podamos
hacer lo mismo!
3. Jonás se levantó, pero no para ir a Nínive: «Jonás se levantó para huir
de la presencia de Jehová» (Jon 1:3)
El propósito de Jonás era huir, por eso se fue para el puerto en busca de un
barco que lo llevara a Tarsis, que hoy estaría en el sur de España.
Jonás salió de Galilea, del norte de Israel, y caminó unos ciento cuarenta
kilómetros hasta llegar al puerto de Jope, que es hoy Tel Aviv... caminó todo
esto solo para huir. Tal vez tuvo miedo de morir en Nínive, y el miedo le hizo
huir. ¿Y tú? ¿Estás huyendo del Señor hoy?
Algunos no vienen a los cultos con miedo a que Dios les hable. Otros no
oran, porque saben que Dios les hablará, y no quieren un llamado, un
compromiso. También hay otros que huyen de las actividades de la iglesia,
del pastor, de sus responsabilidades. Incluso, huyen de sí mismos. Repito,
¿estás huyendo del Señor hoy? Es posible que estés muy involucrado en tu
trabajo, estudios, familia, etc., y te olvidas que Dios tiene un plan para ti.
A fin de huir del Señor, vemos que Jonás se embarcó en el puerto de Jope
(Jaffa o Yafo), ciudad portuaria situada justo al sur de Tel Aviv, que hoy en
día se nombra Tel Aviv-Yafo, dentro del distrito de Tel Aviv, en el mar
Mediterráneo. Entonces, Jonás entró en el barco y se dispuso a marcharse...
Tal vez hoy tú no estés en un puerto a punto de tomar un barco, pero a lo
mejor te encuentres en el puerto de tu tradicionalismo, legalismo,
religiosidad, concilio o denominación, pero no puedes ver las almas que se
pierden. A lo mejor estás en el puerto del descuidado, insensible y sin pasión
por las almas... Quizá tu puerto sea el de la falta de seriedad, compromiso y
responsabilidad con la obra de Dios. Es posible que arribaras al puerto de la
frialdad espiritual o que dejaras el puerto de tu primer amor, como lo dice el
apóstol Juan en Apocalipsis:
Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.
Apocalipsis 2:4
Lee creció en un país que prohíbe la propagación del cristianismo fuera de las
iglesias, en los Emiratos Árabes Unidos. Vino a los Estados Unidos para
hacer su doctorado, pero se quedó impresionado por el amor de los
estudiantes cristianos en la universidad y quiso saber más de Cristo. Después
de una larga consideración, aceptó al Señor y ahora está de regreso a su país
predicando la Palabra de Dios en esta nación difícil para el evangelio. ¿Y tú?
4. Jonás estaba en medio del mar cuando empezó una tormenta: «Jehová
hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad»
(Jon 1:4)
Cuando piensas que todo está bien, que todo está en calma y tranquilo, Dios
envía una tempestad, una tormenta, un problema, una circunstancia, un
acontecimiento que te sacudirá y piensas que vas a hundirte. ¿Y por qué
razón Dios envía tal cosa? Por causa de la desobediencia. Entonces, Dios
envía pruebas, luchas y tribulaciones para despertarte. La Biblia dice bien
claro que Jonás estaba abajo en el barco DURMIENDO. ¿Y tú? ¿Estás
durmiendo espiritualmente? La Palabra nos exhorta y nos dice muy claro:
Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los
muertos, y te alumbrará Cristo.
Efesios 5:14
Jonás dormía y la tempestad iba en aumento... Cuanto más duermes y no
obedeces el llamado de Dios para testificar de Cristo y de su Palabra, más
Dios permitirá pruebas en tu vida para despertarte. Cuanto más duermes fuera
de la voluntad de Dios, más arreciará la tempestad y te irá peor en tu trabajo,
escuela, familia, iglesia, etc. Desobedecer a Dios es algo serio. ¿No fue esta
una de las causas que derrumbó a Saúl, rey de Israel? Lee este pasaje y verás
lo que Dios piensa al respecto:
Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e
idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él
también te ha desechado para que no seas rey.
1 Samuel 15:23
Si estás en desobediencia hoy, recapacita y vuelve al Señor que es
misericordioso, compasivo, clemente y perdonador. Él te dará otra
oportunidad para servirlo.
La chica Jen era tan tímida que no se atrevía a presentarse siquiera junto con
los estudiantes en la universidad. Era cristiana, pero había ciertas cosas en
ella que necesitaban un cambio. Un día, en oración, Dios la transformó y ella
se arrepintió de su egoísmo. Así que le entregó su corazón a las misiones.
Viajó a México, Hong Kong y al Oriente Medio. Ahora, está ganando a las
musulmanas para Cristo en la ventana 10/40. ¿Y tú?
5. Los hombres en el barco le preguntaron a Jonás: «¿Qué oficio tienes, y
de dónde vienes?» (Jon 1:8)
¿Y tú? ¿Qué estás haciendo en la iglesia? ¿Cuál es tu causa? ¿Cuál es tu
propósito? ¿Cuál es tu llamado? ¿Cuál es tu responsabilidad como cristiano
en cuestión a las almas perdidas? Los marineros se dieron cuenta de que
Jonás estaba huyendo del Señor. En cuanto a ti, ¡Dios lo sabe todo! Si Jesús
viniera hoy, ¿qué le dirías? ¿Qué has hecho por Él? ¿Qué podrías presentarle
al Señor? ¿Cuántas almas has llevado a Cristo?
En el Congreso Internacional de Evangelización Mundial, en Lausana, Suiza,
se dijo que para el año 2040 las iglesias y congregaciones que no tengan un
centro misionero, un departamento de misiones o sostengan misioneros,
dejarán de existir. Denominaciones y concilios enteros desaparecerán debido
a que no enfatizan las misiones, no sostienen misioneros y no entienden el
propósito de la visión clara de la Gran Comisión. ¿Y nosotros qué estamos
haciendo para que esto no suceda? ¿Y qué haces tú?
6. Los hombres lanzaron a Jonás al mar: «Y tomaron a Jonás, y lo
echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor» (Jon 1:15)
¿Qué hará el Señor en el día final con los cristianos que desobedecieron su
Palabra? La respuesta está en el libro de Apocalipsis y deberíamos temblar al
oírla:
Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o
caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi
boca.
Apocalipsis 3:15-16
A menudo no creces espiritualmente porque estás en pecado de
desobediencia. Jesús dijo que al siervo inútil lo echarían en las tinieblas (Mt
8:12; 22:13; 25:13). ¡Que Dios nos libre!
En una reunión cristiana de una universidad, Dios transformó a un joven
llamado Wayne y lo desafió para ir a las misiones. Después de seis meses,
Wayne fue a su pastor y le dijo: «¿Qué estoy haciendo para el Señor? Yo
quiero ir de misiones a lugares difíciles a predicar». Entonces, Wayne
aprendió el idioma árabe, y ahora les enseña a niños palestinos en Jerusalén,
y está alcanzando a esta generación para Cristo. ¿Y qué haces tú?
7. Jonás clamó al Señor desde lo profundo de su alma: «Entonces oró
Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez» (Jon 2:1)
En los versículos del 1 al 9, del capítulo 2, está la oración desesperada de
Jonás y del reconocimiento de su desobediencia. Luego, en el versículo 10,
Dios le da la orden al pez para que vomitara a Jonás en tierra.
¡Es imposible que huyas de Dios! Si lees el Salmo 139:7-12, te darás cuenta.
Tú todavía tienes tiempo y te puedes arrepentir ahora, como lo hizo Jonás, de
tu desobediencia y regresar... ¡Escucha la voz de Dios hoy!
En el país de Birmania hay ciento treinta y cinco pueblos étnicos y sociales.
Nosotros tenemos un misionero allí hace muchos años, Joseph Thau Thau,
pero lo conocimos en Bangkok, Tailandia, en 2014. Estos pueblos viven
aislados en áreas muy remotas y difíciles para escuchar el evangelio. Cierta
vez, un monje budista escuchó el evangelio por la radio. Sintió mucha
curiosidad y quiso saber más sobre este Dios llamado Jesucristo. Entonces,
dejó el monasterio y se fue a Rangún, la ciudad más grande de Birmania.
Encontró al predicador de la radio, Myo Chio, y al oír el evangelio, se
convirtió y empezó a predicar.
Más adelante, se fue a la escuela bíblica y, al finalizar, regresó para predicarle
al pueblo de Arakan. Los monjes se lo prohibieron, pero él siguió predicando.
Por esta época, hubo una sequía muy grande donde se encontraba este
misionero, así que los monjes budistas vinieron a desafiarlo: «Solo creeremos
en este Jesucristo si Él hace que llueva. De lo contrario, tú regresarás al
budismo si el que hace llover es Buda». El misionero aceptó el reto. Luego,
los budistas clamaron a Buda y no pasó nada. Entonces, le tocó el turno al
exmonje, quien oró y clamó a Cristo, y la lluvia cayó. Los budistas dijeron:
«Eso fue una coincidencia». De nuevo, clamaron a Buda y nada sucedió. El
monje dijo: «Vamos a ver quién puede más, si Buda o Cristo». Oró y clamó
de nuevo y la lluvia cayó... Los monjes dijeron: «Solo Jesucristo es Dios».
¡Aleluya!
8. La Palabra de Jehová vino por segunda vez a Jonás: «Levántate y ve a
Nínive» (Jon 3:2)
Dios le dio una segunda oportunidad a Jonás, lo mismo hará contigo hoy.
Dios quiere levantarte, enviarte y usarte. Decide obedecerlo. Seguro que Dios
ya te ha dado muchas veces la oportunidad de servirlo, y no solo una segunda
como a Jonás. Lo maravilloso del Señor es que Él siempre nos da otra
oportunidad.
Muchos cristianos pecan y se descarrían de los caminos del Señor, pero Él
siempre los recibe de vuelta con amor, perdón y vida eterna, lo mismo que
sucedió en la historia del hijo prodigo. En cuanto al llamado, o a nuestra
responsabilidad de testificar, es lo mismo. Dios te recibe hoy con los brazos
abiertos. ¡Ven a Él! ¡Él te espera!
En Israel, un misionero judeoamericano de las Asambleas de Dios,
evangelizó a un jovencito árabe y este se convirtió. Cuando lo enviaron, al
principio estuvo un tanto reacio, pero después obedeció. El padre de este
chico era un jeque (un líder) musulmán en la comunidad, así que mandó a
llamar al misionero para matarlo. La noche anterior de la llegada del
misionero, Jesús se le presentó al jeque y le dijo: «Yo te amo, yo soy el
Único Dios». Él se despertó y vio que era imposible que alguien hubiera
traspasado las dos puertas de hierro, y se dio cuenta de que fue Cristo y se
convirtió.
¿Y tú? ¿Estás obedeciendo al Señor aunque estás un tanto reacio como Jonás
la primera vez? ¿El Señor te ha dado una segunda o muchas otras
oportunidades para ir y obedecer? ¡Hazlo!
9. Jonás se levantó y obedeció: «Y se levantó Jonás, y fue a Nínive» (Jon
3:3)
Ahora vemos que Jonás obedeció... ¿y tú? Este mismo versículo dice que
Nínive era una ciudad grande en extremo. Predica en tu ciudad, ya sea chica,
mediana o grande. El Señor necesita de ti para testificar de Cristo. Levántate
hoy por fe y obedece el llamado. Pídele a Dios que te dé la pasión y el amor
por las almas sin Cristo.
Otra canción de Keith Green que aprendí en España en 1983 se llama:
«Obedecer es mejor que sacrificio». Y la letra dice así:
Obedecer es mejor que sacrificio.
No necesito tu dinero, quiero tu vida.
Y te escucho decir que volveré pronto,
pero actúas como si nunca fuera a volver.
Bueno, tú hablas de la gracia y mi amor tan dulce.
Cómo prosperas con la leche, pero rechazas mi carne.
Y no puedo evitar el llanto de cómo será,
si sigues ignorando mis palabras.
Bueno, oras para prosperar y tener éxito,
pero tu carne es algo que simplemente no puedo alimentar.
Obedecer es mejor que sacrificio.
Quiero más que el domingo y el miércoles por la noche,
porque si no puedes venir a mí todos los días,
entonces no te molestes en venir.
Obedecer es mejor que sacrificio.
Quiero corazones de fuego,
no con tus oraciones de hielo.
Y voy pronto para devolverte
de acuerdo con lo que has hecho,
de acuerdo con lo que has hecho,
de acuerdo con lo que has hecho.
Y esto fue justo lo que Jonás hizo cuando Dios le dio otra oportunidad:
¡Obedeció! ¿Y tú? ¿Estás obedeciendo?
10. Jonás predicó la Palabra de Dios en Nínive: «Y comenzó Jonás a
entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba» (Jon 3:4)
Como resultado de la predicación de Jonás, el pueblo creyó, se arrepintió,
declaró ayuno y oración, y se humilló delante del Señor.
En el capítulo 3:4-10 está lo que trajo como resultado la predicación de
Jonás. Cuando predicamos, esto es lo que sucede: La Palabra trae cambio al
corazón de quienes están dispuestos a obedecerla. Pon esta Palabra en tu
corazón:
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo
creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien
les predique?¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está
escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los
que anuncian buenas nuevas!
Romanos 10:14-15
Esto fue justo lo que hizo Jonás, predicó para que lo oyeran, y si oyeron fue
porque Dios envió a Jonás. Si tú estás dispuesto, Dios te enviará. Basta con
obedecer, testificar, predicar y anunciar el evangelio.
En el capítulo 4 versículo 11 dice que los ninivitas ignoraban el juicio de
Dios. Algunos teólogos afirman que la cantidad de ciento veinte mil personas
era solo de niños. Por esto dice que no sabían distinguir la diferencia entre su
mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales. Por lo tanto, sería
más o menos una ciudad de trescientas sesenta mil personas, de ahí que se
considerara como una «gran ciudad».
Christopher Hitchens fue una voz importante entre los nuevos militantes
ateos, y su disgusto por el Señor era evidente en el título de su libro Dios no
es bueno: Alegato contra la religión. Él y otros partidarios de lo secular y
ateos han acusado al cristianismo de haber robado el gozo de la vida, de
haber quitado lo divertido y de haber arruinado todo para todos. Ay, ¡cuán
equivocados están! Los que somos seguidores de Cristo no podemos
imaginar nuestra vida sin Él, pues la alegría, el gozo y la felicidad de
conocerlo y de ganar almas para Él es inexplicable.
Estoy seguro que lo mismo sintió Jonás al ver por fin la transformación de
Nínive. Al principio no fue así, pues estaba renuente como algunos cristianos
que no quieren testificar y evangelizar. Jonás pasó de ser un misionero
enojado, patriota, desobediente y que llegó a desear la muerte, a un misionero
exitoso donde llevó la Palabra a toda una ciudad y esta se convirtió. Imagina
cuánto se alegraría el corazón de Dios con la actitud de los ninivitas. Y
nosotros debemos alegrarnos también.
Por eso les decimos a todos los ateos y secularizados que creen que vivimos
una vida aburrida, de mandamientos y cargas, que es absolutamente lo
contrario, pues seguimos al Señor y le amamos de corazón, NO por
obligación o religiosidad. Por eso el título del libro que llevamos dentro de
nosotros es Dios es muy bueno: Cómo Jesús lo bendice todo. ¡Aleluya!
¡Alabado sea su Nombre!
Entonces, ¿qué podemos deducir del carácter de Jonás?
Santo en parte, no consagrado por completo.
Fuerte, duro, pero al mismo tiempo débil.
Desobediente.
Causador de problemas por su desobediencia.
Hombre de oración.
Decidido la segunda vez, pues aprovechó la nueva oportunidad.
Patriota.
Sin misericordia o piedad.

Recuerda esto y nunca lo olvides: Cuando Jonás desobedeció al Señor, solo


descendió...
De Nazaret a Jope.
Al barco.
Al interior del barco para dormir.
Al fondo del mar.
A la boca del pez.

En resumen, cuando Jonás desobedeció al Señor, solo descendió. Cuando tú


desobedeces al Señor, solo descenderás también. ¿Estás ascendiendo o
descendiendo? ¿Estás creciendo espiritualmente, madurando, orando,
ayunando, meditando en la Palabra, predicando, ganando almas? ¿O estás
descendiendo en desobediencia? Medita en las palabras de Amanda Berry
Smith, quien fuera una esclava que se convirtió en una inspiración para miles
de mujeres, tanto blancas como negras, que dijo:
Quedarme aquí y desobedecer... yo no puedo ni imaginar las
consecuencias. Prefiero ir y obedecer a Dios que quedarme aquí y saber
que desobedecí.
¡Dejemos a un lado las excusas y negligencias que damos al Señor! ¡Es
tiempo de tomar en serio la tarea de testificar!
6. EXCUSAS Y NEGLIGENCIAS AL NO TESTIFICAR
«Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado
una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Otro dijo:
He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me
excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir».
Lucas 14:18-20
«Si Cristo Jesús siendo Dios lo dejó todo y murió por mí, ningún
sacrificio es demasiado grande para que yo lo haga por Él».
C.T. Studd
Como cristianos, nunca debemos dejar de testificar. Por eso es que nunca
debemos escudarnos tras excusas, pretextos y justificaciones cuando lo cierto
es que somos negligentes en nuestro llamado a las misiones y la
evangelización. Sí, siempre tendremos oposiciones, pues todos los hombres y
mujeres de Dios las tuvieron en el pasado, las tenemos hoy y las tendremos
en el futuro.
Unas de las grandes oposiciones que el enemigo usa en contra de las misiones
y la evangelización son la negligencia y las excusas de los propios cristianos.
¿Por qué? Porque el diablo detesta que se evangelice, se testifique, y se hable
y proclame acerca de la salvación que es en Cristo Jesús. Así que tendremos
muchos tipos de oposiciones, y una de estas son las excusas que damos al
Señor para no servirle. Como resultado, afrontaremos oposiciones para ganar
almas, pues el diablo usará nuestros propios pensamientos de forma racional
y secular para presentarnos argumentos en contra de la tarea de testificar.
Todos sabemos que el cristiano tiene tres implacables enemigos: la carne, el
mundo y el diablo. El Nuevo Testamento habla mucho acerca de esto, pues el
creyente tiene el llamado a estar en guardia contra las obras de la carne (Gl
5:19-21), la corrupción moral del mundo (1 Co 6:9-11), y los engaños del
diablo (2 Co 2:11; Ef 6:10-19). Pablo reconocía la oposición y el «estorbo»
del diablo (1 Ts 2:18), y nosotros hacemos bien al tener en cuenta lo mismo.
El diablo ha sido el «gran estorbo» de las misiones y la evangelización desde
el mismo nacimiento de la iglesia. De ahí que a cada momento se nos
presenten trabas, oposición y resistencia, pues siempre tendremos algo que
hacer en la obra del Señor, como dijera David Brainerd una vez: «Mientras
yo vea que hay algo que hacer para Dios, la vida es digna de vivirse, pero qué
vano y sin mérito es vivir por una causa que sea menos que Él».
DILACIÓN Y EXCUSAS
El verbo «procrastinar», del latín procrastināre, significa «diferir, aplazar».
Cuando dejamos las cosas para después, otro día, mañana, más adelante, otra
oportunidad, eso es tardar, posponer, aplazar, demorar, atrasar, dejar para el
final, etc. A decir verdad, es dejar de hacer hoy lo que se tiene que hacer.
Esto es una dilación, es neutralidad.
En el nivel espiritual, se manifiesta cuando se ponen «excusas» para no hacer
lo que se debe. Incluso, para no testificar de Cristo, muchos se «disculpan»
alegando falta de tiempo por un sinnúmero de «razones» que son infundadas,
sin base o concreción. Así que tales personas están carentes de madurez y
responsabilidad cristiana delante de Dios. Son creyentes nominales, secos,
vacíos, sin compromiso y responsabilidad alguna con la verdad y con las
almas perdidas. Son oidores y no hacedores. Son tibios, negligentes y sin
amor por los demás, ni siquiera por sus propias almas, cuánto más por las
almas de quienes todavía no conocen a Cristo. No tienen una causa, meta y
pasión por las cuales vivir, y lo cierto es que quien no viva para servir, no
sirve para vivir. Como Michael Griffiths dijera en cierta ocasión:
Solo una vida y eso es todo lo que cada uno de nosotros tiene para ofrecer.
¿Cómo me pueden usar para la gloria de Dios y la bendición de los
demás? ¿Cómo nos pueden usar de una manera mejor como cristianos?
Yo diría lo mismo. Tenemos que trabajar ahora y no dejar nada para mañana,
pues no sabemos si estaremos aquí o no. ¡Solo tenemos una vida para servir
al Señor!
La Warnick Business School [Escuela de Negocios Warnick] realizó una
encuesta sobre el efecto de la «proscratinación» o dilación sobre las
calificaciones de los estudiantes. Su encuesta reveló que la mayoría de los
estudiantes, o sea, un ochenta y seis por ciento, esperaba hasta la última hora
para entregar sus deberes escolares. Y los pesquisidores de la Warnick
descubrieron que las calificaciones de los estudiantes bajaban por cada hora
que demoraban para entregar sus deberes1. Además, quienes los entregaban
en los últimos sesenta segundos, recibían una calificación menor todavía. Si
llevamos esto al ámbito espiritual, debemos considerar lo que Pablo dijo en
su carta a la iglesia de Colosas:
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para
los hombres.
Colosenses 3:23
¿Será que estamos cumpliendo la tarea de testificar de Cristo? ¿Será que tú
no la estás dejando para otro día? El prestigioso escritor estadounidense
Napoleón Hill dijo cierta vez: «La dilación es el mal hábito de dejar para el
día después lo que deberías haber hecho anteayer». No dejes que la dilación
te robe la bendición de Dios en tu vida. Sé diligente y el Señor te dará éxito.
Dale Carnegie, en su libro Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de
la vida, dijo estas palabras:
El mejor modo de prepararse para el mañana es concentrarse, con toda la
inteligencia, todo el entusiasmo, es hacer soberbiamente hoy el trabajo de
hoy. Es este el único modo en que uno puede prepararse para el futuro2.
En cuanto a la «dilación», podemos decir lo siguiente: El negligente, que es
lo contrario al diligente, o sea, el perezoso, el apático, el indolente y el flojo,
siempre «dejará para después lo que tiene que hacer hoy», y es muy probable
que nunca lo haga. Siempre tendrá una «excusa perfecta» para no cumplir
con su tarea, su responsabilidad y lo que le ordenó el Señor en cuanto a la
tarea de testificar. Salomón ya lo decía en el libro de Proverbios: «El alma del
perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será
prosperada» (13:4). ¿Somos perezosos o diligentes?
Quienes viven en «dilación» aceptan una serie de pensamientos que les
impiden hacer lo que deben. Por eso, entre otras cosas, manifiestan
sentimientos de:
Esperanza: «A partir de ahora, empezaré más temprano».
Poca tensión y convicción: «Necesito empezar ya».
Culpa insidiosa: «Debí empezar más temprano».
Falsa seguridad: «Todavía tengo tiempo para hacer esto».
Abatimiento: «¿Qué anda mal en mí?».
Intenso sufrimiento interior: «Ya no soporto más».
Insensatez: «Haré que suceda».
Derrota: «La próxima vez empezaré cuanto antes».

En la tarea de testificar, la «dilación» puede provocarnos daños enormes a


nosotros y consecuencias eternas para los que no conocen al Señor todavía.
Puede atacarnos de manera que perdamos oportunidades únicas que jamás
regresarán, tales como pérdida de tiempo, recursos materiales y espirituales,
preparación y madurez espiritual, así como los medios financieros que el
Señor nos confió, pero que hemos sido negligentes para usarlos con sabiduría
y extender su Reino en la tierra. ¡Esto es serio!
El problema es que la «dilación» se vuelve un círculo vicioso en la vida de
cualquiera, aun en la de creyentes y ministros que sucumben a la misma. Al
final, es muy difícil cambiar porque tal persona ya se ha acostumbrado a ese
estilo de vida, en el que deja para después todo lo que hace. ¡Esto es
peligroso!
«La dilación» puede convertirse también en un estilo de vida y un hábito
maligno de los que será difícil librarse una vez que se arraigan en el corazón.
En cuanto a nosotros, en nuestra responsabilidad de testificar de Cristo, nos
vienen bien las palabras de Edwin Leonard «Jack» Frizen, quien fuera
misionero, cuando narró lo siguiente:
El Dr. George Peters dijo de un alumno que le preguntó a su profesor:
«¿Qué hará Dios con las personas que murieron en la ignorancia?». Antes
de responderle, el profesor se sentó un momento y, con sus ojos llorosos,
dijo: «Hermano, esto lo dejaré para que lo decida Dios, pero yo tengo
todavía una pregunta más seria que hacer: “¿Qué hará Dios con su Iglesia
que dejó a esas personas en la ignorancia?”». ¡Esto es justo lo que hemos
hecho como iglesia! La salvación de las almas la hemos dejado para
después, para mañana, y lo cierto es que no sabemos si habrá un mañana.
¡Esto se llama dilación! Tenemos que cambiar.
En cierta ocasión, una hermana le hablaba de Cristo y evangelizaba a un
joven que se mostraba indiferente al Señor.
—Voy a aceptar al Salvador un día antes de morir —dijo el joven después de
escuchar del amor de Cristo.
—¿Y cuándo vas a morir? —le dijo la hermana que le testificaba con ternura
y compasión.
—¡No lo sé! —dijo el joven.
—Si no sabes el día que vas a morir —le dijo la hermana—, ¿por qué no lo
aceptas hoy entonces? Así estarás preparado en caso de que mueras mañana.
¿CÓMO NOS LIBRAMOS DE LA DILACIÓN?
No debemos aplazar la presentación de Cristo a los demás, y estos no pueden
aplazar el momento en que lo van a recibir. La dilación en ambos casos es
terrible. Sin embargo, gracias a Dios que su Palabra habla de la «dilación» y
también nos presenta la solución:
El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no
segará.
Eclesiastés 11:4
Entonces, ¿cuál es la manera de librarnos de la dilación? Aquí tienes algunos
aspectos que te ayudarán:
1. Deja de inmediato de presentar disculpas y aplazar lo que
necesitas y debes hacer.
2. Sé consciente de tu responsabilidad y de tus consecuencias si no
haces lo que debes hacer.
3. Afronta tu dilación y dile no al atraso y a posponer lo que debes
hacer.
4. Lee la Palabra de Dios cada día, y pídele en oración al Señor que
te ayude a hacer lo que debes.
5. Concentra tu meta, propósito y causa en lo que vas a lograr,
conseguir y conquistar si no te detienes a pensar en el costo,
tiempo o dolor que tendrás que invertir en la tarea, pues tu
recompensa será mayor si haces lo que debes hacer.
6. Entrégale al Señor tus dudas, temores e incapacidades, y decide
llevar a cabo lo que debes hacer.
7. No esperes, y haz lo que debes hacer.
8. Deja de postergar las cosas y dejar para mañana lo que debes hacer
hoy.
9. Debido a que desconoces el mañana, toma la decisión de hacer lo
que tienes que hacer.
10. Ora una vez más y pídele al Señor que te ayude a hacer «ahora» lo
que debes hacer.

Hesíodo, poeta griego del siglo VIII a. C., dijo: «Desdichado el que duerme
en el mañana». Los cristianos debemos despertar y no postergar el mandato
de la Gran Comisión. De lo contrario, ¿qué le responderemos al Señor
cuando estemos en su presencia?
LO QUE NOS DICE LA BIBLIA SOBRE LA DILACIÓN Y LAS EXCUSAS
La Biblia nos tiene mucho que decir en cuanto a la negligencia y la dilación,
así como los deseos que tienen algunos cristianos de postergar, atrasar o dejar
para después lo que se debe hacer hoy. Por eso, nos advierte muy en serio
respecto a las consecuencias que tendremos que afrontar:
1. Si Dios nos llama a hacer algo como sus siervos y no lo hacemos,
tendremos serias consecuencias
Lucas 9:62: «Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado
mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios».
Lucas 12:46-47: «Vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y
a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles.
Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo
conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes».
2. Dios sabe que no conocemos el día de mañana, así que hagamos lo que
debemos hacer hoy y no dejarlo para más tarde
Proverbios 27:1: «No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué dará
de sí el día».
Santiago 4:14: «Cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es
vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y
luego se desvanece».
3. Dios nos da el día de hoy para vivir, así que tenemos que hacer lo que
Él nos demanda hoy
Salmo 90:9, 12: «Acabamos nuestros años como un pensamiento [...]
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón
sabiduría». (Lee el Sal 39:4-5).
Salmo 118:24: «Este es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos
en él».
Como dice este salmo, «este es el día» que tenemos ahora. Ni siquiera
sabemos si lo tendremos completo, mucho menos si lo vamos a tener
mañana. Debemos trabajar en este momento, pues el propio Jesús lo dijo de
manera terminante:
Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día
dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.
Juan 9:4
Repito, tenemos que trabajar, proclamar, anunciar y testificar de Cristo hoy,
ahora, en este día, mientras podemos, y ganar el mayor número de personas
posibles arrebatándolas del infierno y llevarlas a la cruz de Cristo. Además de
la dilación y los pensamientos, también están las excusas y las disculpas que
muchos ministros y cristianos le dan al Señor cuando se niegan a testificar.
Por eso, el teólogo Emil Brunner dijo:
El trabajo misionero no surge de ninguna arrogancia en la iglesia
cristiana; las misiones son su causa y su vida. La Iglesia existe por las
misiones, así como el fuego existe al arder. Donde no hay misiones, no
hay iglesia; y donde no hay ni iglesia ni misiones, no hay fe.
EXCUSAS Y NEGLIGENCIAS PARA NO TESTIFICAR DE CRISTO
Hudson Taylor, quien diera cincuenta años de su vida a la obra misionera en
China, acertó y dio en el clavo cuando dijo estas palabras en contra de todo el
que cree que Dios no puede cumplir con lo que dijo ni sostener a quienes
trabajan para Él. Expresó su credo misionero en solo cuatro puntos:
Hay un Dios vivo.
Él habla en su Palabra.
Él quiere decir justo lo que dijo.
Él siempre mantendrá y cumplirá sus promesas.

Por lo tanto, si Dios te dijo que escuches el llamado a las misiones, o si Él te


dijo que prediques y testifiques de su Palabra, yo te puedo garantizar, después
de haber ministrado en todos los continentes del mundo por más de treinta y
seis años, que Dios es fiel, que jamás ha fallado, no falla y nunca fallará.
Siempre Él ha suplido todas nuestras necesidades, ya sean físicas, espirituales
o materiales. ¡Él es fiel! ¡Aleluya! Hay una palabra dura para todos los que
servimos al Señor que afirma:
Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová.
Jeremías 48:10
Esta palabra «indolentemente» se refiere a la persona que no se conmueve y
que es insensible. También pudiéramos decir que se relaciona con todo el que
da «excusas» para no servir y testificar de Cristo. Para servirlo, el Señor
requiere de nosotros una decisión, un cambio de carácter, de vida, de fe, de
madurez, etc. Sin embargo, a menudo vemos que muchos que dicen ser
«cristianos» hacen caso omiso y se excusan para no aceptar el llamado de
Dios a testificar. Por ejemplo:
1. Hay quienes que por los negocios dan excusas y no atienden el llamado
que tenemos como creyentes para testificar de Cristo.
Lucas 14:18: «Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He
comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses».
2. Hay quienes que por sus trabajos dan excusas y no atienden el llamado
que tenemos como creyentes para testificar de Cristo.
Lucas 14:19: «Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a
probarlos; te ruego que me excuses».
3. Hay quienes que por casarse dan excusas y no atienden el llamado que
tenemos como creyentes para testificar de Cristo.
Lucas 14:20: «Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir».
4. Hay quienes que por no querer renunciar a todo dan excusas y no
atienden el llamado que tenemos como creyentes para testificar de
Cristo.
Lucas 14:26: «Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y
mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no
puede ser mi discípulo».
5. Hay quienes que por no querer renunciar a sí mismos dan excusas y
no atienden el llamado que tenemos como creyentes para testificar de
Cristo.
Lucas 14:27: «Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser
mi discípulo».
6. Hay quienes que por no querer pagar el precio dan excusas y no
atienden el llamado que tenemos como creyentes para testificar de
Cristo.
Lucas 9:57-58: «Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré
adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las
aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la
cabeza».
7. Hay quienes que por su madre o su padre dan excusas y no atienden el
llamado que tenemos como creyentes para testificar de Cristo.
Lucas 9:59-60: «Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que
primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos
entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios».
8. Hay quienes que por estar apegados a sus familiares dan excusas y no
atienden el llamado que tenemos como creyentes para testificar de
Cristo.
Lucas 9:61: «Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que
me despida primero de los que están en mi casa».
9. Hay quienes que por incompetencia personal dan excusas y no
atienden el llamado que tenemos como creyentes para testificar de
Cristo.
Éxodo 3:11: «Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que
vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?».
10. Hay quienes que por el temor al hombre dan excusas y no atienden el
llamado que tenemos como creyentes para testificar de Cristo.
Éxodo 4:1: «Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me
creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová».
11. Hay quienes que por no hablar bien dan excusas y no atienden el
llamado que tenemos como creyentes para testificar de Cristo.
Éxodo 4:10: «Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido
hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque
soy tardo en el habla y torpe de lengua».
12. Hay quienes que por falta de una posición social dan excusas y no
atienden el llamado que tenemos como creyentes para testificar de
Cristo.
Jueces 6:15: «Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a
Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa
de mi padre».
13. Hay quienes que por la pereza dan excusas y no atienden el llamado
que tenemos como creyentes para testificar de Cristo.
Proverbios 22:13: «Dice el perezoso: El león está fuera; seré muerto en la
calle».
14. Hay quienes que por debilidad personal dan excusas y no atienden el
llamado que tenemos como creyentes para testificar de Cristo.
Jeremías 1:6-7: «Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar,
porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo
que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande».
15. Hay quienes que por incompetencia, negligencia y creencia de que el
Señor es demasiado duro dan excusas y no atienden el llamado que
tenemos como creyentes para testificar de Cristo.
Mateo 25:24-26: «Pero llegando también el que había recibido un talento,
dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste
y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu
talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo:
Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo
donde no esparcí».
OTRAS EXCUSAS Y NEGLIGENCIAS PARA NO TESTIFICAR DE CRISTO
La lista de «excusas» es mucho más larga de la que puse antes. Esa solo
abarca una pequeña parte. Sin embargo, hay muchísimas más. Por ejemplo,
analiza para ver si no te sientes reflejado en alguna de estas:
1. No tengo una educación formal.
2. No tengo una preparación adecuada.
3. No estoy bien financieramente, pues tengo muchas deudas
acumuladas.
4. No puedo dejar de atender a mi familia, matrimonio, cónyuge ni
mis hijos.
5. No tengo el apoyo de mis padres.
6. No tengo la ayuda necesaria.
7. Mis líderes y pastores no me dejan evangelizar.
8. No tengo respaldo de nadie, y sí mucha oposición de mis padres y
de los demás.
9. No tengo una buena salud y tengo problemas físicos.
10. No tengo el llamado (tú no necesitas un llamado específico para
testificar).
11. No tengo la dirección divina.
12. No sé cómo empezar.
13. No sé qué decir.
14. No sé evangelizar.
15. No tengo una preparación académica secular.
16. No tengo una preparación espiritual.
17. No tengo una preparación de una escuela bíblica ni de un
seminario.
18. No tengo experiencia para hablar de Cristo (nunca la tendrás si no
empiezas).
19. No tengo tiempo; además, tengo muchas ofertas atractivas de
trabajo.
20. No sé orar (nunca sabrás hacerlo si no oras).
21. No sé ayunar (nunca lo sabrás si no ayunas).
22. No puedo entender la Biblia (no la entenderás hasta que la leas una
y otra vez).
23. No tengo el bautismo del Espíritu Santo (muchas denominaciones
que no creen en el bautismo y los dones del Espíritu Santo
evangelizan de igual manera).
24. No tengo lo que se necesita para evangelizar de veras.
25. No tengo una personalidad evangelizadora.
26. No tengo un carácter evangelizador.
27. No tengo un temperamento adecuado, soy tímido.
28. No es la evangelización mi don espiritual.
29. No tengo el tiempo necesario, estoy muy ocupado.
30. No me permiten en el trabajo tener horas libres para evangelizar.
31. No sé cómo acercarme a alguien y hablarle del Señor.
32. No conozco a mis vecinos.
33. No siento poder, unción ni respaldo del Señor, ni tampoco de mi
iglesia.
34. No me siento bien ni cómodo al hablarles de Jesús a otros;
además, es muy peligroso hablar con un extraño hoy en día.
35. No estoy preparado para que me rechace alguien que no quiere
escuchar.
36. No me siento tranquilo al testificar, me pone nervioso.
37. No sé lo que es la guerra espiritual, la oposición ni el choque de
poderes contra el enemigo.
38. No tengo recursos financieros; o sea, carezco del dinero suficiente
para dejar de trabajar y testificarles a los demás del Señor.
39. No tengo los recursos espirituales necesarios para evangelizar.
40. No me siento con la preparación espiritual necesaria para
evangelizar.
41. No me gusta, no me siento bien y no quiero evangelizar.
42. No iré a apoyar este esfuerzo de la evangelización a menos que
tales hermanos sean de mi propia denominación (no tienes idea de
los muchos «pastores» y hermanos que no han apoyado nuestras
campañas porque su denominación no organizó el evento, pues
aman más a su denominación que a Jesús).
43. No, no iré a ayudar en la tarea de evangelización a esta iglesia a
menos que el pastor y los hermanos sean de mi país (aunque no lo
creas, he encontrado este tipo de «creyentes patrióticos» en
muchos lugares).
44. No he oído la voz de Dios todavía, y Él no me ha hablado
diciéndome que evangelice (no necesitas oír la voz de Dios, Él ya
habló por su Palabra).
45. No evangelizaré hasta que vea alguna señal, algo extra, algún
impulso, alguna oportunidad favorable y el cambio de algunas
cosas.
46. No empezaré a evangelizar hasta que esté en el lugar, el ambiente
y las circunstancias adecuadas.
47. No voy a hablar de Cristo hasta que la puerta del evangelio se abra
aún más.
48. No ganaré almas hasta que me inviten a salir con alguien de la
iglesia.
49. No testificaré de Cristo hasta que compruebe que este asunto no
daña mi carrera profesional y trabajo, y no corro riesgo alguno.
50. NO quiero ganar almas, no me llama la atención; estoy acomodado
en mi iglesia y de seguro que NO amo a los perdidos. ¡Punto! (Si
este es tu caso, tu situación es crítica, triste y lamentable, pues
tendrás que rendir cuentas ante Dios [Ez 3:17-21; 33:1-9]).

¿Te identificas con alguna de estas cincuenta excusas? De seguro que la lista
podría aumentar, pues cada cristiano tiene sus propios obstáculos en cuanto a
este tema de testificar del Señor personalmente. Aun así, esto no te da el
«derecho ni la razón de excusarte y disculparte» de tan grande e importante
obra: ganar a los perdidos para Cristo. Estos que dan «excusas» se olvidan de
lo que Pablo expresa en cuanto a nuestra responsabilidad, la cual no deja
lugar para excusas ni negligencias:
Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo;
redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
2 Timoteo 4:2
¡A tiempo y fuera de tiempo! Es decir, ¡a cualquier hora y en cualquier lugar!
Recuerda que Proverbios 11:30 lo dice bien claro: «El que gana almas es
sabio». Entonces, ya sabes lo que es para el Señor la persona que no gana
almas. Como dice el refrán: «Para buen entendedor, ¡con pocas palabras
basta!». Alguien dijo: «Hay dos tipos de cristianos: Los ganadores de almas y
los que abandonan la fe».
En cierta ocasión, dos amigos conversaban durante el receso de ambos en la
empresa donde trabajaban. Uno de ellos dijo: «Lo que más me gusta hacer
durante las vacaciones es cazar. Además de gustarme mucho, me alimenta
por varios días». El otro, que era cristiano, le comentó: «A mí también me
gusta mucho cazar, pero mi caza es diferente a la tuya. A mí me gusta salir,
buscar y cazar a los perdidos, y llevarlos a Cristo. Cazo los que no tienen
alegría, paz, amor, felicidad, los que no tienen esperanza, los que están en
drogas, atados a la bebida o al sexo ilícito, matrimonios que están
destrozados, familias y personas que están en pecado y que necesitan del
Salvador. Yo no hago esto solo en las vacaciones, lo hago siempre que
puedo, y también me siento muy alimentado del privilegio y gozo de servir al
Señor, y de ver vidas trasformadas por el poder de Dios». ¡Oh, el Señor
permita que podamos ser como este hombre!
EL PRECIO QUE DEBEMOS PAGAR PARA SEGUIR A CRISTO EN LAS MISIONES Y EN LA
EVANGELIZACIÓN
Por favor, lee Lucas 9:57-62 para que tengas una idea de lo que analizaremos
a continuación.
1. Un hombre le dijo a Cristo que iría a donde Él fuera
Lo interesante del pasaje que nos habla de este hombre es que a Jesús lo
llamó Señor, pero el señorío de Cristo no estaba en él.
Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que
vayas.
Lucas 9:57
Si no estamos bajo su control, señorío y voluntad en todos los aspectos de
nuestra vida, incluyendo el de testificarles a los demás de Cristo, estamos en
falta, pues no basta con ir a la iglesia. Así que tenemos que dejar de ofrecer
excusas. Aquí tienes la respuesta que recibió este hombre:
Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos;
mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
Lucas 9:58
Con estas palabras, Jesús se refería a la pobreza, la necesidad humana, la
renuncia que debemos tener y el precio que, a la larga, tenemos que pagar
para seguirlo. Aun así, a veces nos emocionamos y nos identificamos de
veras con la misión de testificar. Esto nos sucede cuando:
Escuchamos a un misionero hablar de su misión y de lo que está
haciendo.
Vemos una película sobre las misiones.
Escuchamos una predicación sobre las misiones y la necesidad de
ganar almas para el Reino de Dios.

Sin embargo, Jesús habló de una verdadera renuncia personal donde no hay
lugar para disculpas, sean las que sean, o excusas egoístas de nuestra parte.
Justiniano von Welz poseía el título de barón, pero estaba tan dedicado a la
idea misionera que después de plantearle sin éxito a la iglesia que debía ir a
los paganos y alcanzarlos para Cristo, renunció a sus títulos, propiedades y
tierras, y se ofreció a pagar sus propios gastos para ir a la Guayana
Neerlandesa (hoy Surinam), y después formó un grupo misionero. Von Welz
justificó su decisión de renunciar a sus títulos diciendo lo siguiente:
¿De qué me sirve el título de BIEN NACIDO HUMANAMENTE si yo
nací de nuevo en Cristo? ¿Qué importancia tiene para mí el título de
SEÑOR si soy un siervo de Jesucristo y Él es el verdadero Señor? ¿De qué
me sirve que me llamen SU GRACIA, SU MERCED, si yo tengo la
necesidad de la gracia y de la merced de Dios? Todos estos títulos y
vanidades los pongo a un lado, y los deposito a los pies de Cristo, pues
solo quiero servirle a Él de todo corazón y alma.
2. Jesús le dijo a otro hombre que le siguiera
Este también le llamó Señor a Jesús, pero tampoco vivía su señorío. Así que
dio una excusa:
Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y
entierre a mi padre.
Lucas 9:59
Este tipo de persona es semejante al que se describe en Apocalipsis: «Yo
conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto» (3:1).
¿Cuántos cristianos apagados, derrotados y muertos en lo espiritual tenemos
en nuestras iglesias? No evangelizan, no ganan almas, no oran, no ayunan, no
leen la Biblia... He aquí la respuesta:
Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y
anuncia el reino de Dios.
Lucas 9:60
¡Tú ve, y anuncia el reino de Dios! Yo estaba en África en 2001 predicando
con Dámaris, Kathryn y Joshua Jr. cuando mi padre murió en Brasil. Fue un
gran dolor para mí, pero estaba ministrando en nuestra cruzada en Ghana,
país del oeste de África, así que no pude ir a su funeral. ¡Esto se llama
renuncia, pagar el precio y abnegación personal!
En cambio, tal parece que los humanos somos especialistas en dar excusas
cuando se trata de algo personal con relación a nosotros. Parafraseando los
siguientes pasajes bíblicos, veamos algunos casos:
Adán: «La culpa la tiene la mujer que me diste» (Gn 3:12).
Moisés: «Yo no sé hablar y, además, ¿quién soy yo?» (Éx 3:11;
4:10).
Aarón: «El pueblo me dio el oro y yo solo lo eché en el fuego»
(Éx 32:24).
Saúl: «El pueblo quería ofrecer sacrificios» (1 S 15:21).
Gedeón: «Mi familia es pobre y yo soy el hijo menor de la casa»
(Jue 6:15).
Los perezosos: «Un león está afuera en la calle y me matará» (Pr
22:13).
Jeremías: «Ay, Señor, yo soy apenas un niño y casi no sé hablar»
(Jer 1:6-7).
El miedoso y desobediente: «Como tuve miedo, fui y escondí tu
dinero» (Mt 25:24-25).

No obstante, siempre habrá los que obedecen, como fueron los casos de Elías
y Eliseo (1 R 19:19-21). Lo mismo sucedió con Mateo que, cuando recibió el
llamado de Jesús, respondió de inmediato:
Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado
al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le
siguió.
Mateo 9:9
En las Escrituras vemos muchos otros más que dejaron atrás las excusas y
obedecieron el llamado. Entonces, ¿qué haremos nosotros?
Mientras estudiaba en la universidad a principios de la década de 1720, el
gran misionero Nicolás von Zinzendorf y su pequeño grupo de moravos se
sintieron inspirados para realizar la obra misionera. Estos pocos hombres
empezaron más misiones en veinte años que todas las iglesias protestantes
juntas en doscientos años anteriores. En 1888, fundaron el movimiento
voluntario estudiantil que puso a veinte mil personas en el campo misionero
mundial. Nunca dieron una «excusa» ni una «disculpa» para decir que no
podían hacer lo que Dios los llamó a hacer. Solo lo hicieron. ¿Y tú?
3. También otro se ofreció para seguir a Jesús
En esta oportunidad, vemos a otro hombre que, al parecer, quería seguir a
Jesús, pero en seguida le presentó su excusa:
Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me
despida primero de los que están en mi casa.
Lucas 9:61
Aunque este hombre llamó Señor a Jesús, tampoco respondió en obediencia.
¿No es lo mismo que hacen muchos cristianos hoy? Siempre tienen un
«PERO». Lo llaman Señor, pero no le obedecen. Los tres hombres de los
pasajes bíblicos que vimos llamaron a Jesús Señor, pero ninguno obedeció
sus palabras. Bien lo dijo el propio Jesús:
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Mateo 7:21
¿Y cual es la voluntad de Dios? Que testifiquemos de su Palabra para que no
se pierdan las almas (2 P 3:9). Por eso hay que renunciar a nosotros mismos.
Pedro le dijo a Jesús que él y los demás discípulos lo habían dejado todo y
que lo habían seguido (Mt 19:27). Entonces el Señor le contesta que
cualquiera que lo dejare todo, recibiría cien veces más y, lo que es más
importante todavía, la vida eterna (Mt 19:29).
Abraham fue un hombre que también lo dejó todo, y se fue de su tierra y de
su parentela para obedecer a Dios (Gn 12). Por favor, lee el pasaje de Lucas
14:25-27, 33, y analiza lo que hay que dejar para seguir a Cristo. Ahora viene
la pregunta difícil: «¿Qué debemos dejar nosotros?». ¡Lo más importante que
debemos dejar es lo de darle excusas inútiles al Señor!
El predicador Taylor Smith, en un momento de gran sufrimiento en una cama
de un hospital y ya muy anciano, fue un gran ganador de almas hasta el final.
Al cabo de algunos días, murió muy enfermo en dicho hospital de la ciudad
de San Francisco. Un día, su amigo, el Dr. Philpot y otro amigo lo fueron a
visitar en el hospital antes que él se fuera con el Señor. Eran las once de la
noche, y cuando llegaron a la puerta del cuarto, miraron a una enfermera
arrodillada junto a la cama de Taylor y este con su mano sobre su cabeza. Los
amigos sintieron que no debían interrumpir este momento. Al final, la
enfermera se levantó y entre lágrimas les dijo a los visitantes: «Yo soy la
tercera persona que este viejito lleno de amor lleva a Cristo hoy». Smith
pudiera haber dado la excusa al decir que estaba muy enfermo y todos lo
hubieran entendido. Pudiera haber dicho: «Me gustaría hablar de Cristo, pero
es que no me siento bien, estoy enfermo, me encuentro en esta cama
imposibilitado para hablar de mi Señor. Yo quisiera, pero...». ¡No! Él hizo lo
que debía hacerse y llevó muchas almas al Señor. ¡Alabado sea el Nombre de
Cristo!
4. Una aclaración importante para los que se excusan
En el siguiente pasaje, el Señor deja bien establecido que, para seguirlo,
tenían que ser aptos para el reino de Dios.
Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás,
es apto para el reino de Dios.
Lucas 9:62
Si se mira hacia atrás, no se es apto para el reino de Dios. Tampoco lo merece
ni debe recibirlo, pues no se tiene la calidad de discípulo, no se ha renunciado
a todo. Repito, no se es apto. Entonces, ¿somos aptos tú y yo? Los tres
candidatos al ministerio que vimos antes, digamos a las misiones y a la
evangelización, ilustran lo que cuesta seguir a Cristo.
El primer incidente enseña que el entusiasmo emocional del hombre que no
ha calculado el costo de abandonar las comodidades materiales no es
suficiente. La lealtad a Cristo tiene preeminencia sobre todas las demás
lealtades.
El segundo hombre trataba de excusarse diciendo que debía cuidar de su
padre hasta que este muriera. Los muertos espirituales deben enterrar a sus
muertos, pero los seguidores de Jesús deben cumplir la urgente tarea de
proclamar las buenas nuevas de vida en Cristo. Este no es un argumento en
favor de la insensibilidad de cuidar de los padres ni de la falta de respeto
sobre lo apropiado de celebrar funerales. Es una lección contra la dilación en
el cumplimiento de una encomienda.
El tercer hombre se excusó diciendo que quería «despedirse» de su familia.
Ahora bien, la respuesta de Jesús respecto al arado no debe interpretarse
como una enseñanza sobre dejar de lado las cosas ni de perder la propia
salvación. En su lugar, Jesús centra su atención en una verdad: servir a su
causa demanda completa dedicación. El «no apto» para el reino de Dios
significa que una dedicación a medias hace que el Señor no pueda utilizarnos
de manera óptima. Él lo dejó bien claro cuando dijo:
El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge,
desparrama.
Mateo 12:30
Más adelante, Jesús sigue hablando de las excusas de esos hombres cuando
afirma:
Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus
negocios.
Mateo 22:5
Esto es justo lo que muchos cristianos hacen hoy. Cada uno tiene sus propias
responsabilidades que cumplir, así que dejan a Dios y su obra en último
lugar, y dicen: «Lo haré si es que me sobra tiempo».
El capitán del barco donde llevaba a su destino al misionero Juan G. Paton,
quien evangelizó tribus de remotas islas conocidas como Nuevas Hébridas, le
dijo:
—Sr. Paton, ¡no vaya allí! Los caníbales se lo van a comer.
—¡Yo ya morí! —le respondió Paton.
—¿Cómo es eso? —le preguntó el capitán.
—¡Yo ya morí en Cristo! —le respondió Paton haciendo referencia a Gálatas
2:20.
Juan Paton le pudo dar la excusa al Señor de que no iría al campo misionero
porque creía que moriría comido por los caníbales. Sin embargo, fue y
obedeció. No le presentó excusas al Dios que lo llamó a testificar de Cristo en
tierras lejanas. ¿Y tú?
Lo único que Dios te demanda es que les hables y les testifiques de Cristo a
los que te rodean: familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo y de
estudio, y en lugares como tu ciudad, barrio, estado y nación. Por tanto, si
Dios te llamó a testificar en alguna otra nación, Él también te dará la
capacidad para hacerlo. Isobel Miller Kuhn, quien fuera misionera en
Birmania, dijo una vez:
Dios ha llamado a hombres y mujeres para evangelizar, pero todavía
tenemos tribus no alcanzadas. ¿Por qué yo creo esto? Porque a donde
quiera que voy, a cada momento encuentro cristianos que me dicen:
«Cuando yo era joven, quería ser misionero, pero me casé», y oigo
también a otros decir: «Mis padres me disuadieron e influyeron en mí
para que no fuera». Yo diría: «No, no es que Dios no llame, somos
nosotros los que no respondemos».
Aquí está lo que hemos hablado en este capítulo: Hay una enorme lista de
excusas que tienen muchos cristianos. El único problema es que Dios no
acepta ninguna, a pesar de que los creyentes se encargan de dar todo tipo de
excusas para no obedecer y testificar de Cristo. Incluso, muchos se oponen a
que los demás sirvan al Señor, pues C.T. Studd dijo una vez: «Si yo fuera a
dar oídos al comentario de la gente, nunca hubiera sido misionero». Así que
debemos resistirnos a la oposición y no dejar de atender a nuestro llamado de
testificar de Cristo sin importar la persona que trate de impedir que
obedezcamos.
Tenemos que participar en las actividades cotidianas de cada día, pero sin
desperdiciar ninguna oportunidad que Dios nos conceda de testificar en
cualquier lugar. El pastor británico Tim Chester dijo en una ocasión: «La
evangelización es hacer las cosas y ocupaciones normales de la vida con una
personalidad evangelizadora». En otras palabras: Aprovechemos la
oportunidad para testificar de Cristo en cualquier circunstancia, sin importar
con la persona que estemos hablando ni lo que estemos haciendo tanto ella
como nosotros. No debemos perder este momento único que nos proporciona
Dios, cuando se nos permite hablar del Señor por la razón que sea. A esto lo
llamamos evangelización personal, pues alertamos a la otra persona lo que
significa la vida eterna con Jesús o una vida de perdición para siempre sin
Jesús. ¡Tan sencillo como eso!
El pastor J.D. Greear nos cuenta el siguiente episodio:
Tarde en la noche, un hombre conducía su auto por una autopista en Los
Ángeles. Un gran terremoto sucedió y de inmediato él puso su auto al lado
de la carretera para esperar. El severo terremoto duró algunos segundos y
entonces terminó. Después que pasó el temblor, el hombre entró de nuevo
a la carretera e hizo una izquierda para pasar un puente. Cuando el hombre
empezó a conducir sobre el puente se dio cuenta de que las luces traseras
prendidas de los autos que estaban yendo delante de él desaparecían de
repente. Detuvo su auto, salió y se percató de que una parte del puente
cayó en el río. El auto delante del suyo cayó a toda velocidad por la parte
del puente que ya no existía, y se fue río abajo a unos veinte metros.
El hombre se volteó y vio que unos cuantos autos más venían por el
mismo camino. Así que empezó frenéticamente a hacer señales con sus
manos para evitar más tragedias. Sin embargo, la gente conducía a las tres
de la mañana por una autopista de Los Ángeles donde no hay costumbre
de parar a lo que parecía una persona loca en medio de la carretera. El
hombre miró horrorizado cómo unos cuatro autos pasaron a su lado y
cayeron hacia abajo a la muerte.
En ese momento, vio un autobús que venía por la misma carretera que los
demás vehículos. Así que decidió que si este autobús iba a caer del puente,
tendría que llevárselo a él también. Se paró en medio de la autopista
haciendo señales con sus manos para que el conductor se detuviera. El
autobús le tocó el claxon y accionó sus luces de emergencia, pero él no se
movió de su lugar en medio de la carretera. Entonces, el chofer se detuvo,
salió, vio el peligro y puso el autobús atravesado en medio de la autopista
para que nadie más cayera del puente3.
Al leer sobre el acto heroico de este hombre, me quedé muy impresionado.
¿Y qué nos enseña este hombre con ese gesto de amor por los demás? Solo se
detuvo en medio de la carretera y decidió que no vería más gente conducir
hacia el vacío, caer y morir al hundirse en el río. ¿Será que tú y yo estamos
dispuestos a hacer lo mismo desde el punto de vista espiritual? ¿Estamos
dispuestos a pararnos en el medio de la batalla espiritual e impedir que
muchos más caigan a la perdición eterna al hundirse para siempre en las
llamas de fuego? ¡A esto llamamos amor, entrega y pasión por las almas!
¿Será que estamos dispuestos a alertar a los demás del juicio venidero a
través de la proclamación y predicación? ¿Será que estamos decididos a
testificar sobre el Señor e intentar que sus almas sean salvas y que no caigan
eternamente en el pozo de perdición? ¡La decisión es nuestra!
Si lo analizamos, al ver que alertaba a la gente del peligro y que nadie le
hacía caso, el hombre de nuestra historia pudo optar por no avisarle a nadie
más. Pudo haber dado la excusa de que nadie respondía a su intento frenético
de evitar más tragedias. Pudo haber desistido. En cambio, arriesgó su vida al
pararse en medio de la carretera y alertar al chofer del autobús, pues este le
pudo haber pasado por encima. Esto es lo que nos está faltando a nosotros
hoy como iglesia: Correr riesgos, tomar decisiones, adoptar una posición y
decidirnos a evangelizar, testificar y alertar a los demás de la manera que sea,
a fin de librarlos de la fatalidad eterna. (Por favor, lee los siguientes
versículos, pues son importantísimos en cuanto a nuestra responsabilidad de
alertar a los demás: Ez 3:17-21; 33:1-9). Dios permita que podamos dejar las
excusas a un lado y testificar.
Lo lamentable es que muchos cristianos en las iglesias de hoy desean un
ministerio visible, reconocido, de aplausos y estar por encima de los demás
hermanos sencillos y comunes de la congregación. Así que la tarea de
testificarles de Cristo a los perdidos les resulta pequeña, pues nadie les da
recompensas, nadie les ve, no reciben premios ni reconocimientos públicos y,
por consiguiente, no evangelizan.
Una hermana una vez invitó a otra hermana para que formara parte del grupo
de evangelización de la iglesia a fin de salir a evangelizar los domingos por la
tarde.
—Yo no estoy preparada para eso —respondió la hermana invitada—. Yo
quiero un ministerio público y que todos vean lo que estoy haciendo.
—Entonces, ¿por qué no empiezas a hacer algo para el Señor? —le preguntó
la hermana—. Ora a Dios y Él te lo indicará. Ya te he visto aquí otras veces y
no participas de ningún ministerio en la iglesia.
—Te diré de nuevo que no quiero ser apenas una participante más en este
grupo de evangelización —fue la respuesta de la hermana invitada—. No
quiero hacer las cosas pequeñas y que nadie se dé cuenta. Quiero hacer cosas
grandes que marque mi presencia en la iglesia.
¿Lo ves? Esa señora quería reconocimiento público, aplausos, ser grande y
sobresalir entre los otros hermanos. Nuestras iglesias están llenas de tales
«cristianos» soberbios, altivos, orgullosos, carnales. Es obvio que buscan
títulos, que el hombre les vea, que el pastor y la congregación les pongan en
un pedestal. Por eso les gustan las primeras sillas en las «sinagogas», que los
saluden en público, etc. ¿Jesús no habló sobre esto en cuanto a los fariseos?
Tal vez esta hermana nunca había leído lo que Pablo les escribió en su carta a
los hermanos de Galacia, cuando aclaró:
Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de
agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería
siervo de Cristo.
Gálatas 1:10
Ten la seguridad que, tanto esta hermana como nosotros, algún día tendremos
que darle cuenta y razón al Señor en cuanto a la tarea de testificar. Delante de
Él se revelarán todos nuestros motivos en intenciones al servirlo. Entonces, se
comprobará si lo hicimos para que nos reconocieran o si lo hicimos para su
honra y gloria. Como bien dijera el apóstol Pablo:
La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues
por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la
probará.
1 Corintios 3:13
¡Pon esta Palabra en tu corazón, pues le daremos cuenta al Señor!
7. LA RENDICIÓN DE CUENTAS AL NO TESTIFICAR
«Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien
todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien
tenemos que dar cuenta».
Hebreos 4:13
«Señor, aquí en tu preciosa Palabra me entrego a mí misma, mi esposo,
mis hijos, y todo lo que tengo o llegaré a tener, todo a ti. Seguiré tu
voluntad, aun hasta China. Señor, abre las puertas, e iré, y les hablaré a
los chinos de tu gran amor. En tiempo de necesidad, suple para nosotros;
en tiempo de angustia, concédenos paz; en tiempo de gozo envíanos a
alguien con quien compartirlo. Ayúdame a nunca murmurar. Te amo,
Señor».
Tanna Collins
Como cristianos, todos debemos saber que sin importar la oposición que
tengamos, daremos razón y cuenta al Señor si no hablamos ni testificamos de
Cristo a los demás mediante las misiones y la evangelización. El hecho y
razón por los que daremos cuenta se deben a que Él nos promete estar con
nosotros. Por lo tanto, no tenemos que presentarle alegatos al Señor si no
cumplimos con nuestra tarea de testificar.
Jonathan Goforth, quien fuera misionero presbiteriano canadiense en China,
dijo una vez: «¡Todos los recursos de la Deidad están a nuestra disposición!».
Dios nos prometió estar con nosotros, pero muchos creyentes todavía
muestran una gran indiferencia, falta de voluntad y compromiso en cuanto a
testificar. Es más, no sirven a Cristo con toda su alma, corazón, fuerza y
entendimiento, sino que son creyentes sin compromiso, sin entrega y sin
amor por los perdidos. Son cristianos nominales, sin propósito y sin causa
con el Señor que murió por ellos. Así que pasan días, semanas, meses y años
sin llevar siquiera un alma a los pies de Jesucristo. Escuchan sermones
domingo tras domingo, pero nunca con relación a la evangelización.
Si vuelves la vista atrás, en cuestión de tiempo, ¿cuánto hace que no testificas
y le llevas un alma al Señor? ¿Qué impacto ha hecho tu vida en los demás al
ser cristiano? ¿Cuánto ha influido tu vida en quienes no tienen al Salvador?
¿Cuál fue la última vez que le testificaste a alguien en necesidad que Jesús le
podía y le puede ayudar? La mayoría de los creyentes no piensan en estas
preguntas. En cambio, hay otros cristianos que sí testifican de su Señor en
agradecimiento por lo que Él ha hecho en sus vidas. Mantienen una relación
personal con Dios. Aman a las almas perdidas e intentan conquistarlas para
Jesús.
Los que no están agradecidos con el Salvador, los que solo están para recibir
y no dar de su tiempo y disponibilidad, no están evangelizando. Estos
cristianos y sus iglesias nunca crecen. No hay gozo, felicidad y alegría por los
que se salvan, sino solo rutina, reglas, normas, y son siempre los mismos día
tras día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año. No hay cambio.
Están fríos, secos y muchos en pecado, sin importar el que sea. No oran, no
ayunan, no leen la Biblia, no testifican, no ganan almas, no visitan a los
necesitados, pobres, enfermos y rechazados por la sociedad. Estos no son
cristianos y mucho menos estas son iglesias, pues solo son símbolos de un
cristiano y de una iglesia en derrota.
Tanto estos «ministros» como dichos «cristianos» deberían leer las cartas a
las siete iglesias de Asia en los capítulos 1 al 3 de Apocalipsis, y ver las
amonestaciones que Cristo les hizo a estas «iglesias» y a estos «cristianos».
¡Que Dios nos libre! Bien decía Spurgeon sobre el amor que debemos sentir
por las almas perdidas:
Si los pecadores van al infierno, que sea sobre nuestros cuerpos. Si van
a perderse, que lo hagan, pero con nuestros brazos alrededor de sus
rodillas. Que nadie vaya para allá sin que se le avise y sin que alguien
haya orado por ellos.
¡Dios permita que tengamos esta misma pasión! ¡Ayúdanos, Señor!
¿CUÁNTO AMAMOS AL SEÑOR EN VERDAD?
Si has pasado por alto el gran mandamiento de Marcos 16:15 de ir y predicar,
o testificar, anunciar y proclamar, ¿amas de veras al Señor Jesús? ¿Cómo
podemos ver a las almas perderse y no hacer nada para evitarlo? Tal vez tu
corazón y vida necesiten de una nueva unción, un nuevo encuentro con
Cristo, una experiencia de real conversión. Quizá te haga falta que Jesús
derrame sobre ti un amor especial hacia los perdidos. A lo mejor es que te
encuentras desanimado con tu vida espiritual.
Te diré que debes buscar a Dios, orar y arrodillarte en su presencia. Puedes
hacerlo en tu casa, pero a solas con Él, y después serle sincero en cuanto a
que, en realidad, no le amas como pensabas. Tus palabras no son lo
importante, sino tus frutos. Jesús dijo que por los frutos nos conocerían a ti y
a mí. Las palabras sobran, pues los hechos son los que marcan la diferencia.
En el capítulo 15 del Evangelio de Juan, el Señor habló sobre cuatro tipos de
creyentes y sus frutos:
1. Para que tengan fruto.
2. Para que tengan más fruto.
3. Para que tengan mucho fruto.
4. Para que su fruto permanezca.

¿A cuál de los cuatro perteneces tú? En la iglesia que eres miembro, ¿cuántas
personas han venido a Cristo en los últimos doce meses? ¿Hay
evangelización y, por lo tanto, conversiones y discipulado de nuevos
creyentes? Si ni tú ni tu iglesia ganan almas, ¿cuál es el retrato espiritual que
muestran ante Dios? ¿Crees que tú, tu iglesia o sus líderes no darán razón y
cuenta delante de un Dios Todopoderoso al cual todos tendremos que
responderle algún día? ¿Crees de veras que Dios no ve tu familia, tus amigos,
colegas, tu vecindario o tu barrio?
Pon esta palabra en tu corazón: ¡Tú y yo daremos razón y cuenta si no
testificamos! La triste realidad es que miles y miles de cristianos, y miles y
miles de iglesias alrededor del mundo no ganan almas para Cristo. Así que
viven en un estado de autonegación. En otras palabras, no creen que darán
razón y cuenta de sus hechos y de su negligencia al no obedecer el mandato
del Señor en la tarea de testificar.
Si todavía crees que no tendrás que rendir cuentas por no testificar, te
recomiendo que leas Ezequiel 3:17-21 y 33:1-9. Aquí verás lo serio de esta
tarea de hablar y alertar del Señor a los demás sobre la eternidad. En realidad,
el termómetro que mide nuestra espiritualidad y lo mucho que amamos al
Señor es el número de almas que le llevamos cada año. ¡Esa es la verdad!
Con el corazón de un hombre apasionado por las almas, te digo con amor,
ética y respecto que la mayoría de las iglesias y los cristianos no aman de
veras al Señor, de modo que solo viven un cristianismo nominal y de
apariencias, sin ganar siquiera un alma para Cristo durante todo un año.
Incluso, muchos no han ganado al menos un alma en toda su vida. ¡Esa es la
verdad!
En cierta ocasión, una hermana dijo estas palabras en público durante un
culto de misiones en su iglesia: «Yo he subido al monte a orar durante toda la
semana». Cuando terminó, el misionero, que era el predicador invitado, le
preguntó: «¿Cuántas personas llevó a Cristo el mes pasado?». Sorprendida, la
hermana no pudo contestar. El misionero hizo otra pregunta: «Y en el año
entero, ¿cuántas vidas ha llevado al Señor?». La hermana dijo que no sabía.
Entonces, el misionero concluyó: «Una vida que sube al monte todas las
semanas, pero que no produce frutos de su salvación al no ganar las almas
perdidas, es tan vacía como la vida de quien no sube el monte y no ora». ¡Y
es cierto!
NECESITAMOS UN DESPERTAR
¿Por qué daremos razón y cuenta al no testificar? Razón, porque sabíamos lo
que debíamos hacer y no lo hicimos; y cuenta, porque tendremos que decirle
al Señor todo lo que no hemos hecho con los talentos que nos dio. Pablo lo
dijo bien claro:
La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues
por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la
probará.
1 Corintios 3:13
Aquí está bien establecido que Dios nos probará en aquel día al recibir los
galardones. La situación de la iglesia de hoy necesita un despertar, un
avivamiento, y volver a ganar al perdido para ver una gran cosecha de almas
para el Reino de Dios. El prolífico escritor Dave Davidson dijo una vez en
cuanto a esto:
Si encuentras una cura para el cáncer, ¿no sería inconcebible
esconderla del resto de la humanidad? Cuánto más inconcebible es
callar la cura para la paga de la muerte eterna.
Tenemos que testificar y que Cristo salve las almas que están condenadas
para siempre a una eternidad de fuego que jamás se apagará llamado infierno.
Jesús habló sobre el infierno en Marcos 9:43-48. En la actualidad, hay
iglesias que ya no mencionan la palabra «infierno», mucho menos «pecado»
o «diablo». Son iglesias apóstatas que, con la excusa de no ofender a nadie,
niegan al Señor al omitir la verdad, y dejar de predicar y testificar la verdad.
¿Cómo alguien sabrá que es pecador si no escucha primero lo que es el
pecado? ¿Cómo las personas sabrán que tienen un enemigo mortal que odia
sus almas si no saben quién es el diablo? ¿Cómo alguien sabrá que está
perdido a una eternidad sin Cristo si no sabe que se llama infierno y que se
dirige para allá? Algún día, tales «iglesias» y «ministros» que no predican el
evangelio como se debe, tendrán que dar razón y cuenta delante del Señor.
Jesús les dijo a personas como estas:
Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de
maldad.
Mateo 7:23
¿Cómo alguien sabrá que el pecado es algo horrible a los ojos de Dios si no
confronta su pecado, se arrepiente, lo confiesa, se convierte a Cristo y
abandona su maldad? Por eso es que, como iglesia, necesitamos un despertar,
un nuevo mover del Espíritu Santo, y volver a predicar y testificar del
evangelio como lo es de verdad. Los que todavía ministramos la sana
doctrina, a veces nos critican, ridiculizan y nos llaman de muchas maneras,
cuando todo lo que hacemos es testificar de la verdad de la Palabra de Dios.
Pablo también dijo:
Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de
Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba
en el cuerpo, sea bueno o sea malo.
2 Corintios 5:10
¡Ten por seguro que tendremos que rendir cuentas!
En cierta ocasión, una señora cristiana criticó a D.L. Moody por los métodos
que usaba para la evangelización de las almas. La respuesta del gran
evangelista no se hizo esperar:
—Yo estoy haciendo todo lo mejor que puedo, ¿y usted? —le preguntó—.
¿Cuál es su método para ganar las almas perdidas?
—¡Yo no lo tengo! —respondió la señora.
—Siendo así, a mí me gusta más los métodos que uso para evangelizar que el
suyo que no tiene ninguno y no gana ningún alma para el Señor —le
respondió Moody de inmediato.
Esto es lo que digo: Los cristianos que no evangelizan, hablan, critican y
desperdician su tiempo en cosas sin importancia o relevancia para el reino de
Dios. Al igual que esta hermana que solo criticaba, pero que no ganaba
almas, varias iglesias con sus ministros, líderes y muchísimos cristianos de
hoy solo se han enfocado en montar «espectáculos», «entretenimientos»,
«conciertos» o «eventos» para pasar el tiempo. Así que hoy en día es muy
raro que veamos una campaña de evangelización con el enfoque solemne de
ganar al perdido, cuando esta es la tarea de la iglesia.
Hoy en día ya casi no vemos, ni tenemos como en el pasado, evangelistas que
prediquen para la salvación de las almas, y que Dios usa para hacer
sanidades. Tampoco vemos que hay avivamientos ni un gran despertar en la
iglesia. Hoy solo quedan escombros de lo que antes era la iglesia, la cual
amaba las almas, sentía pasión por Cristo, estaba viva y tenía un propósito
específico: ver la salvación de todo el que no tuviera a Cristo todavía.
En este tiempo, necesitamos un despertar, porque muchas iglesias están
dormidas. El mundo las ha contaminado y, como resultado, han perdido su
celo y primer amor. Están como las cinco vírgenes insensatas que cabecearon
y se durmieron, sin estar preparadas para la venida del Señor. Lee lo que
Jesús relata en la «Parábola de las diez vírgenes» (Mt 25:1-12). Aquí se nos
dice que cinco de las vírgenes fueron negligentes y no se prepararon para la
venida del esposo, como les sucede a muchos cristianos de hoy:
Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite.
Mateo 25:3
Esto es justo lo que le falta a la iglesia actual: Unción, el poder del Espíritu
Santo para testificar, predicar y proclamar a los que no son salvos que Cristo
todavía puede salvarlos, perdonarlos y restaurarlos. Paul Borthwick, escritor
y capacitador de líderes, dijo una vez estas palabras al referirse a los
cristianos que no evangelizan:
Si la invitación amable de Dios hacia la vida eterna no nos motiva a
testificarles las buenas nuevas a los demás, ¿qué te parece contarles las
malas nuevas entonces? ¿Qué tal si le avisamos a la gente que huya de
la ira venidera?
Haremos bien al confrontar a la gente con la realidad, como lo dijera C.S.
Lewis: «Las personas pueden escoger seguir a Jesús y decir: “Que tu
voluntad sea hecha”, o que tales personas rechacen a Jesús que como el Gran
Juez les dirá en ese día: “Que la voluntad de ustedes sea hecha”, dejando que
vayan a su destino de elección, que será el fuego del infierno». Así que,
hermanos, nuestra responsabilidad es testificar, la de Dios es traer convicción
por medio del Espíritu Santo a los corazones, mientras que el de las personas
es decidir en cuál de los dos lugares desean pasar la eternidad.
¿NOS PRESENTAREMOS DELANTE DE ÉL CON LAS MANOS VACÍAS?
Jeremy Walker, en su libro The Brokenhearted Evangelist [El evangelista con
el corazón quebrantado], nos narra lo siguiente:
Charles C. Luther fue un ministro de Nueva Inglaterra que escuchó a un
predicador llamado A.G. Upham contar una historia de un joven que
sufrió un grave accidente tan solo un mes después de conocer a Cristo. Se
supo que la herida era fatal. Antes de que muriera, un creyente al lado de
su cama le preguntó: «¿No tienes miedo de morir?». A lo que el joven le
contestó: «No, hermano, no tengo miedo de morir, porque Jesús me
salvó». Lo único que el joven lamentaba era que no había logrado ganar
un alma para el Reino de Cristo, dado el corto tiempo que vivió como
cristiano. Así que dijo: «No, no tengo miedo de morir, ¿pero cómo me
presentaré delante de Él con las manos vacías?»1.
Muy emocionado y conmovido por esta narración, Luther escribió el
siguiente himno:
¿Debo irme tan vacío
Ante Cristo, mi Señor.
Sin haberle consagrado
A su gloria mi labor?
¿Debo irme solitario,
Sin cosecha, sin servir,
Con talentos malgastados?
¿Cómo a Cristo he de ir?
¿Debo irme tan vacío
Sin presentes al altar,
Con el tiempo derrochado
Sin por mi Señor actuar?
¡Cuántos años, en pecado,
He pasado sin la Luz!
Si volverlos yo pudiera,
Los daría a mi Jesús.
¡Oh, hermanos!, sed constantes,
No durmáis, perseverad,
Hoy es día, noche viene,
Pecadores rescatad.
¡Qué triste realidad y verdad vemos en este himno, mis hermanos! ¿Cuál es
tu respuesta después de leer estos versos? ¿Será que solo nos encogemos de
hombros en completa indiferencia, apatía, pereza, dejadez e ignoramos
nuestra tarea y la realidad de las almas perdidas? Si nuestra actitud es la de
voltear el rostro ante la desesperación de las almas sin Cristo y no socorrerlas
de una perdición eterna, debemos arrepentirnos, confesar, humillarnos y,
delante del Señor, buscar con lágrimas su perdón y restauración por la dureza
de nuestros corazones.
Recuerda que nuestro Salvador lloró sobre Jerusalén (Lc 19:41-43). Esta era
su ciudad y a la que Él envió sus profetas y mensajeros, pero Jerusalén no
quiso escuchar, aceptarlo ni arrepentirse. Él mismo dijo con el corazón en la
mano:
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son
enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus
polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
Lucas 13:34
Jesús tenía, y tiene, un corazón apasionado por las almas, por los pecadores y
por quienes no le conocen todavía. Por eso Él vino al mundo, y por eso
nosotros estamos aquí ahora. Debido a que nos rescató, salvó, perdonó,
restauró, sanó, llamó, envió y respaldó, estamos aquí para anunciar las
Buenas Nuevas y testificarles a los demás. Si Jesús lloró sobre Jerusalén, ¿no
deberíamos nosotros llorar por nuestros familiares, amigos, colegas, vecinos,
barrios, ciudades, estados, naciones y el mundo que no le conocen?
La mayoría de los corazones de muchos cristianos se han endurecido con
relación a los pecadores. Por eso debemos saber que tendremos que dar razón
y cuenta delante del Señor en aquel día final. Nuestra responsabilidad es
testificar, hablar, proclamar y anunciar el glorioso evangelio, pero también
nos deberíamos alarmar cuando los pecadores escuchan las buenas nuevas y
no se arrepienten. Aun así, dejémosle los resultados al Señor y cumplamos
nuestra obligación de testificar, pues como ya dijimos, la responsabilidad del
Señor es traer convicción por medio del Espíritu Santo a los corazones de los
inconversos. Por lo tanto, debemos hacer nuestra tarea y preocuparnos por
testificar, Dios hará lo demás.
Pon esta palabra en tu corazón: Si Cristo lloró sobre Jerusalén, ¿no
deberíamos nosotros llorar por los inconversos y estar preocupados por su
destino eterno? ¿No deberíamos ser diligentes y persistentes al insistir en
testificarles aun a los que no quieren oír? ¿No deberíamos tener un corazón
quebrantado, triste y sensible a las almas que no le conocen? ¿Cuán duro es
nuestro corazón que ignoramos los gritos desesperados de quienes están
condenados al infierno? Si pasaras ahora a la eternidad, ¿te presentarías
delante del Señor con las manos vacías? ¿Qué le dirías sobre tu fervor,
entrega y devoción cristiana por los perdidos? ¿Serías capaz de ir con las
manos vacías a su presencia?
NUESTRA RESPONSABILIDAD EN LA TAREA DE TESTIFICAR
El Dr. Oswald Smith dijo cierta vez: «Hemos predicado tanto sobre la
Segunda Venida de Cristo que la mayoría del mundo todavía no conoce sobre
su primera venida». ¡Es verdad lo que dijo! Como cristianos, seamos
conscientes que el Señor vendrá otra vez, ¿pero saben los inconversos que Él
vino una primera vez? La mayoría de las personas en el mundo desconoce
este hecho. Aquí tienes la exhortación y la advertencia que nos hace la
Palabra de Dios:
Libra a los que son llevados a la muerte; salva a los que están en peligro
de muerte. Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿acaso no lo
entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo
conocerá, y dará al hombre según sus obras.
Proverbios 24:11-12
Nuestra responsabilidad es testificarles a las personas que están sin Dios, sin
Cristo, sin esperanza y perdidos en este mundo a la espera del juicio y del
castigo divinos. Por consiguiente, analicemos los aspectos más relevantes que
vemos en este pasaje del libro de Proverbios:
1. «Libra a los que son llevados a la muerte».
Cada día, millones de millones de personas van a la muerte eterna, a la
perdición, al sufrimiento, a la condenación del cual no hay regreso, vuelta o
segunda oportunidad. Bien dice el dicho: «Mientras hay vida hay esperanza».
¡Y esto es verdad! De acuerdo con la Palabra de Dios, la Biblia, no hay
reencarnación, no hay purgatorio y no hay oportunidad después de la muerte.
El diablo tiene engañados a los que dicen y predican cosas como estas.
Un muchacho hablando con otro chico de su misma edad que vivía en la calle
como él y que tenía igual infortunio, se lamentó: «Creo que Dios no existe,
porque si existiera, no estuviéramos viviendo aquí sucios, sin casa y con
hambre. Si en verdad existiera, hubiera enviado a alguien para que nos
ayudara». Con el rostro muy triste, el otro chico comentó: «Tal vez Dios sí
exista y haya enviado a alguien para que nos ayudara, pero ese ALGUIEN no
vino».
¿Te das cuenta? Tal vez esa persona pasara por alto el llamado y no lo
obedeció... ¿A cuántos Dios les ha llamado pero no han obedecido?
Recuerda: Nuestra responsabilidad es la de librar a los que son llevados a la
muerte eterna. ¡Nuestra responsabilidad es testificar!
2. «Salva a los que están en peligro de muerte».
¿Cuántos ahora mismo están en peligro de muerte cerca de ti? ¿Ya no piensas
en la cantidad de personas que tienen contacto contigo cada día, cada semana,
cada mes y cada año? De seguro que son personas que han estado a tu
alcance para testificarles del Salvador y no lo has hecho, pues no te
preocupan, no te conmueven el corazón para solo decirles: «Jesús te ama».
En mi caso, no solo predico en iglesias, estadios, coliseos y gimnasios,
también les testifico a otros en los aviones, semana tras semana, mientras
viajo tanto aquí en Estados Unidos como alrededor del mundo para cumplir
con el ministerio evangelístico. Les he testificado a miles de personas de
manera personal. Aunque es probable que nunca más las vuelva a ver aquí en
la tierra, no pierdo esas oportunidades. Unos han recibido a Cristo, otros no,
pero cumplí, y cumplo, con mi obligación como cristiano y como ministro.
Esto se llama: «¡Pasión por las almas!».
Cierto hombre que visitaba un faro en la costa, le preguntó al guardián:
—¿Usted no tiene miedo de vivir aquí? ¿Usted no cree que este sea un lugar
terrible para quedarse por mucho tiempo?
—¡No, yo no tengo miedo! Este no es un lugar malo para vivir. ¡Aquí nunca
nos preocupamos por nosotros mismos! —le contestó el hombre.
—¿No se preocupan por ustedes mismos? —preguntó espantado el visitante
—. ¿Cómo puede ser eso?
—Nosotros sabemos que estamos seguros aquí y solo nos preocupamos en
mantener nuestras lámparas brillando y reflejando con claridad la luz para
quienes están en peligro y puedan ser salvos —le respondió el guardián de
manera convincente.
Y tú, hermano, ¿mantienes tu lámpara brillando? Al igual que este guardián,
nuestro papel es alumbrar las vidas de los demás con la luz del evangelio de
Cristo. Recuerda: Nuestra responsabilidad es salvar mediante la predicación a
los que están en peligro de muerte eterna. Es más, ¡nuestra responsabilidad es
testificar!
3. «Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos».
Esto es una excusa engañosa, pues todo verdadero ministro, líder y cristiano
sabe su responsabilidad espiritual delante de Dios. El problema es que
muchos creyentes o se hacen que no saben o no les importa. Lo que es peor,
saben, pero ignoran de veras sus obligaciones sin importarles los perdidos.
Tales cristianos son una lástima y una tristeza. También son una completa
derrota de manera personal y espiritual en todo lo que respecta al Señor y su
vida cristiana, si es que la tienen en realidad. Recuerda que en el Reino de
Dios «el que no vive para servir, no sirve para vivir». Servir es trabajar en la
obra, testificar, ganar almas, etc.
Cuando en el pasaje se dice: «Ciertamente no lo supimos», se pone de
manifiesto una autonegación y mentira conscientes de un cristiano sin
compromiso, sin causa, que sí «sabe» de su responsabilidad y obligación,
pero a pesar de eso no hace algo al respecto, no cumple, no realiza lo
necesario y niega la real y urgente tarea de testificarles a los perdidos.
Un pastor caminaba por un lugar muy difícil. Su meta era visitar a un
hermano que hacía mucho tiempo que no se aparecía por la iglesia. Los
hermanos de la iglesia dijeron que no iban a visitarlo porque vivía en un lugar
muy difícil para llegar. Algún tiempo atrás, las lluvias destruyeron el único
camino que conducía a su casa. A pesar de eso, el pastor decidió, con mucho
amor en su corazón, intentar llegar hasta la aldea del hermano.
En un determinado momento, el pastor vio que la única manera de llegar
hasta allá sería descendiendo por un precipicio para subir después. Se detuvo
y pensó: ¡No lo voy conseguir! ¡Es muy peligroso llegar hasta allá!
Entonces, escuchó una voz que le dijo: ¡Sí, tú podrás! El pastor miró para ver
si veía a alguien, pero no había nadie. Así que decidió continuar y, al poco
tiempo, ya estaba del otro lado.
Al llegar, encontró al hermano enfermo, el cual se alegró muchísimo al ver a
su pastor: «Dios le envió aquí», dijo el hermano entre lágrimas. «¡Alabado
sea el Señor!». El pastor le entregó los alimentos y las demás cosas que le
llevaba, y después le leyó la Palabra y oró por el hermano. El pastor regresó
feliz y contento debido a que pudo llevar a cabo la tarea que Dios le
encomendó de hacerle la visita al hermano. ¿La razón? ¡Sabía lo que tenía
que hacer y lo hizo! ¡Aleluya!
¿Y tú? ¿Estás cumpliendo con lo que Dios te llama a hacer? En cuanto al
hermano de la historia, ya era salvo, pero necesitaba ayuda. ¿Cuánto más la
necesitan quienes no conocen todavía al Señor? Recuerda: Nuestra
responsabilidad es no pasar por alto el llamado de Dios, pues sabemos que
muchas almas van rumbo a la muerte eterna. ¡Nuestra responsabilidad es
testificar!
4. «¿Acaso no lo entenderá el que pesa los corazones?».
¿Crees que Dios no sabe si ganamos almas o no? Él pesa, sabe, ve, observa,
entiende, reacciona, y creo que se emociona al ver que se salva un alma.
También creo que muchas veces Él llora al ver nuestra negligencia espiritual
en cuanto a la tarea de testificar. Entiende nuestras ocupaciones, tanto en lo
secular como en lo espiritual, y sabe que todos estamos ocupados. Aun así,
nuestros quehaceres diarios no son comparables a la perdición eterna de una
persona sin Cristo. En realidad, ¡no hay comparación! Todo aquí es temporal,
pero una persona tiene un alma eterna y pasará su eternidad en el cielo o en el
infierno.
El finado pastor y autor Harold Fickett Jr., escribió sobre un cristiano de
negocios y muy rico que en su lecho de muerte estaba lleno de un profundo
remordimiento. Cuando su pastor lo fue a visitar, le abrió su corazón y le
contó acerca de la carga que llevaba sobre sus hombros. Le dijo que diez años
antes lo invitaron para enseñar en una clase de la Escuela Dominical para
niños de nueve años de edad. Creyendo que no tendría tiempo, rechazó la
invitación y el llamado que le hacía el Señor. Ahora, diez años después,
plenamente consciente que su vida terminaría pronto, le confesó a su pastor
que su mayor remordimiento era haber perdido la maravillosa oportunidad
que Dios le ofreció de invertir su vida en la vida de estos niños de nueve años
de edad. Creía que al menos unos cien niños hubieran pasado por esa clase de
la Escuela Dominical y que él hubiera hecho un impacto eterno en la vida de
estos muchachitos. Entonces, concluyó con mucho dolor en su corazón:
«Todas mis inversiones en acciones, propiedades y títulos quedarán atrás
cuando muera. ¡Qué necio fui!».
Hermanos, yo les diría que se preguntaran: «¿Acaso Dios no sabe hasta qué
punto podemos marcar la diferencia en la vida de los demás? ¿De qué nos
servirá dejar de servir al Señor por servirnos a nosotros mismos?». ¡Así que
recapacita hoy! Recuerda: Nuestra responsabilidad es la de pesar nuestro
corazón, tener conciencia de cuán breve es la vida y de librar a los que van
rumbo a la muerte eterna. ¡Nuestra responsabilidad es testificar!
5. «El que mira por tu alma, él lo conocerá».
Dios lo sabe todo y nos observa, pues sus ojos están en toda la tierra. Él
conoce a cada creyente, sus motivos, corazones, intenciones, etc. Los
atributos más conocidos de Dios son:
Omnisciente
Omnipotente
Omnipresente
Inmutable

En resumen, Dios lo conoce o sabe todo. Tiene todo el poder y la autoridad


absoluta. Está en todas partes al mismo tiempo, y ve, mira y observa todas las
cosas al mimo tiempo (lee Ap 5:6). Él nos examina, nos prueba y nos ve si le
somos fieles o no, si cumplimos con nuestras obligaciones y
responsabilidades como creyentes o no, si ganamos almas o no, o si solo
enfatizamos más en las cosas materiales y temporales que en la de invertir
nuestro tiempo en cosas espirituales y eternas como es testificar de Cristo.
Mira el caso de dos jóvenes cristianos que conversaban por teléfono.
—El show de la banda fue todo un éxito —dijo el primero—. Tuve que
conducir más de tres horas para llegar y pagar cien dólares, pero valió la
pena. La mayoría de los jóvenes de la iglesia estuvo allí.
—¿Y cómo fue el culto del final de semana? —le preguntó el otro joven.
—No lo sé, yo no fui —le respondió—, el predicador era un misionero y eso
no me interesa. Además, es aburrido, preferí quedarme en la casa.
¿Te das cuenta? Para ir a un concierto, a un show sin responsabilidad alguna,
el primer chico sí fue. En cambio, sintió apatía, rechazo y aversión contra los
misioneros, pues le aburrían. Estos son jóvenes creyentes, pero hasta muchos
cristianos mayores, carecen de compromiso, entrega y pasión por Cristo, y
mucho menos sienten amor por las almas perdidas. Son verdaderas lástimas
en nuestras iglesias. La música, los cánticos y los conciertos tienen su lugar,
pero pasar por alto nuestro llamado a testificar pensando que Dios no nos está
mirando, pensando que no sabe, que no conoce, es un verdadero rechazo a la
verdad y a su Palabra en cuanto a las almas sin Cristo.
¿Y tú? ¿Sabes cuál es tu llamado? Recuerda: Debido a que sabemos que Dios
nos conoce, nuestra responsabilidad es librar a los que van rumbo a la muerte
eterna. ¡Nuestra responsabilidad es testificar!
6. «Y dará al hombre según sus obras».
Dios nos juzgará, así que daremos razón y cuenta si hemos evangelizado o
no. Él nos pagará de acuerdo a nuestro trabajo y lo que hemos hecho o dejado
de hacer, pues todos sabemos que hay pecados de omisión y pecados de
comisión. Dejar de hacer algo que deberíamos haber hecho o hacer algo que
no deberíamos haber hecho. Él nos recompensará de acuerdo a nuestras
obras, si hemos hecho o no lo que debíamos hacer. Recuerda que no somos
salvos por OBRAS, pero sí somos salvos PARA HACER buenas OBRAS.
(Por favor, lee Efesios 2:8-9 y Santiago 2:14-18).
En su primera carta a los creyentes de Corinto, el apóstol Pablo expresa lo
siguiente:
La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues
por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la
probará.
1 Corintios 3:13
¿Manifiestas tu obra por el Señor o no? ¿Testificas o no? ¿Ganas almas o no?
Cierto hombre estaba sentado pescando en un pequeño pozo en el patio de su
casa. Su vecino vino a verle y le dijo: «Hombre, no hay peces adentro de ese
pequeño pozo, ¿por qué malgastas tu tiempo de esta manera en algo tan
absurdo?». A lo que el hombre le respondió: «Yo sé que no hay peces aquí,
pero es más CÓMODO, práctico y menos trabajoso que salir de la casa e ir a
pescar lejos». Lo triste es que esta es la imagen de muchos «cristianos» en
varias «iglesias». Unos están fríos, otros tibios y otros ignoran por completo
que algún día tendrán que rendirle cuentas al Señor respecto a sus actitudes
egoístas con relación a las almas perdidas.
¿Cuántas personas pudieras haber alcanzado que están tristes, afligidas y
perdidas? Muchas iglesias practican una evangelización de COMODIDAD,
como el hombre de la historia, esperando que las almas vengan a la iglesia,
cuando nuestra tarea es salir de los bancos e ir a buscar al perdido dejando
nuestra comodidad para salir a las calles. ¿Dónde están los pescadores de
almas? Quizá estén sentados y pescando, ¡pero a sabiendas que no hay peces
en el pequeño pozo del patio de sus iglesias! Pon esta Palabra en tu corazón:
Y con gran poder los apóstoles daban testimonio [testificaban] de la
resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.
Hechos 4:33
¿Y tú? ¿Estás testificando? Recuerda: Debido a que Dios nos conoce y nos
recompensará por nuestra obra para Él, nuestra responsabilidad es librar a los
que van rumbo a la muerte eterna. ¡Nuestra responsabilidad es testificar! Ten
presente esta palabra en tu corazón, mi hermano: ¡Daremos cuenta a Dios!
Sobre esto, John Piper dijo:
El Señor será mi Juez algún día. Yo iré a rendirle cuentas de cómo le he
servido. Espero que haya sido un buen mayordomo de mis dones y mi
tiempo. Espero que por más imperfecto que haya sido, Dios acepte el
ministerio que he desarrollado para Él.
Te repito: ¡Daremos cuenta!
DAREMOS CUENTA DE LO QUE HEMOS HECHO DE LA IGLESIA DEL SEÑOR
Muchísimos creyentes no saben que darán razón y cuenta al Señor del
privilegio que tuvieron de haber sido salvos, sanados, rescatados, restaurados,
de oír su Palabra, de ir a su iglesia, de haber disfrutado de la convicción del
Espíritu, de haber participado de la comunión con los hermanos. También
darán cuenta debido a que se les dio el mayor honor que es el de testificar y
hablarles a los demás del Nombre que es sobre todo nombre. Lo lamentable
es que no lo hicieron.
Un sinnúmero de cristianos no tiene idea de cuánto sus líderes y pastores han
orado y han tenido que invertir tiempo en las vidas de quienes discipularon y
ayudaron. ¿Por qué? Porque muchos cristianos van y miran, y consideran la
iglesia como un crucero de turismo, un gran barco que ofrece lujo y diversión
para toda la familia, como deporte, gimnasio, piscina, entretenimiento,
música, cuidado de niños, tiendas, negocios, cines, casinos, bufés de varias
comidas diferentes y de distintos países, etc. Vienen a la iglesia cada
domingo y se preguntan: «¿Esta iglesia será capaz de mejorar la calidad de
“religión” de mi vida? ¿Me ofrecerá todos los beneficios que necesito?
¿Predicará el pastor sermones que no sean radicales, de compromiso y de
causa?». Muchos creyentes piensan así... ¡y esto es verdad!
Les digo más: Si por alguna razón la iglesia no satisface sus preferencias
egoístas y carnales, hay muchas otras en otro lugar con numerosos cruceros y
barcos que están en el puerto y que le pueden proveer todo lo que quieran. Es
más, muchos cristianos van a dos o tres iglesias al mismo tiempo. Entonces,
analizan: «Después de todo, el crucero “A” tiene buena música, el crucero
“B” tiene buen programa para los niños y adolescentes, y el crucero “C” tiene
buenos estudios bíblicos y una predicación suave que no me incomoda.
Además, la mayoría de nuestras amistades están allí».
Como ves, se trata de «cristianos» sin compromiso, causa, meta, pasión,
convicción, amor por las almas. Lo más triste es que muchísimos de ellos
nunca han nacido de nuevo en realidad, de modo que no son salvos ni
conocen al Señor. ¡Esta es la verdad! Jesús lo dijo bien claro:
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Mateo 7:21
¿Y cuál es la voluntad del Señor? ¡Que testifiquemos y ganemos almas para
Él! En cambio, el problema está en que la mayoría de los pastores solo
predican para cristianos, no para las almas perdidas. Domingo tras domingo
les predican a cristianos, y estos han engordado espiritualmente de tanto oír
sermones una semana tras otra, pero no ganan almas, no les testifican a los
demás. El misionero, plantador de iglesias, entrenador de misioneros y autor
David Sitton habló sobre esto diciendo:
En realidad, no entendemos lo que significa el evangelio si solo les
predicamos a los cristianos. El evangelio es un evangelio misionero. Es
una comunicación de las «buenas nuevas» a los demás y en otros
lugares donde no se conoce el Nombre de Cristo.
¡Testifiquémosles a otros!
DIOS NOS PEDIRÁ CUENTA CON RELACIÓN A GANAR ALMAS
¿Qué nos demandará el Señor y nos pedirá con relación a la tarea de
testificar? Como «Él te ha declarado lo que es bueno» (Miq 6:8), ¿qué pide
de ti?
1. Dios pide tu obediencia para ganar almas
Pablo decía que estaba agradecido por la obediencia de la iglesia en Roma.
Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me
gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos
para el mal.
Romanos 16:19
En fin, Pablo se gozaba porque la iglesia de Roma aceptó a Cristo y, por lo
tanto, se discipuló. Ahora, ya madura y creciente, esta iglesia les testificaba a
todos del poder de Jesucristo, de su nombre y de su Palabra.
Todos sabemos que hay tres maneras muy conocidas de obedecer cuando se
trata de testificar de Cristo en cuanto a las misiones y la evangelización:
En obediencia puedes ir al campo misionero a predicar.
En obediencia puedes orar y ayunar por los misioneros.
En obediencia puedes contribuir financieramente a la obra de
Dios, a las misiones y a la evangelización.

El inglés Sir Isaac Newton fue el más brillante matemático y físico de sus
días. En 1687, se publicó su obra Principios matemáticos de la filosofía
natural, la cual dio expresión a las inmutables leyes de la física y de la fuerza
en el universo. El fin de este trabajo era deducir los verdaderos movimientos
a partir de los aparentes y viceversa.
En el mundo espiritual, todos sabemos que nuestras acciones tienen
consecuencias, pues cosechamos lo que sembramos (lee Gl 6:7). Al igual que
las leyes de la física, nuestras acciones nos mueven a una de las dos
direcciones: hacia Dios o lejos de Él, nos acercamos a Dios o nos apartamos
de Él. Piensa hoy en tus acciones y pensamientos con relación a la tarea de
testificar. ¿Vives en obediencia o desobediencia? El prolífico autor Charles
Colson dijo una vez: «Dios no demanda nuestras conquistas para Él, pero sí
demanda nuestra obediencia» (lee Heb 5:8).
2. Dios pide que sepas que es un honor y un privilegio ganar almas
Cuando les testificamos a otros del amor de Dios y ganamos esas almas para
Cristo, esto es algo que no merecemos, sino que es un regalo que nos da el
Señor al poder trabajar en su obra.
Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que
veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Mateo 13:17
En mi caso, testificar de Cristo no es una obligación, aunque sea un mandato
del Señor. No, para mí es un gozo, alegría y felicidad hablar de las maravillas
del Señor y ver las almas salvadas.
Una hermana le comentó a otra en la iglesia: «¿Qué puedo hacer para llevar
las personas a Cristo? ¡Yo no sé hacer nada!». La otra hermana le contestó:
«Tú puedes hacer muchas cosas: Visitar a una persona enferma en su casa o
en el hospital, distribuir tratados. También puedes visitar a alguna persona
que viva sola, leerle la Biblia a alguien que no sabe leer o no entiende las
Escrituras. Puedes darle ánimo a alguien que afronta pruebas y tribulaciones.
Incluso, puedes orar por alguna persona necesitada. Puedes testificarles a los
demás en las calles. Puedes hablarle al cartero, a quienes te rodean en el
supermercado o a tus vecinas. Puedes ayudar a un adolescente o a alguien
que deba hacer lo bueno. Puedes formar parte del grupo de evangelización y
salir a testificar en un día determinado. Puedes llamar a alguna persona por
teléfono y evangelizarla... ¡Tú puedes hacer muchas cosas! Además, todo lo
que hagas será un privilegio para ti, pues servirás al Salvador y ganarás almas
para Él».
3. Dios pide tu amor, pasión y entrega para ganar almas
La pasión por las almas es el termómetro que mide nuestra entrega y
abnegación en cuanto a las almas perdidas. Nuestro amor por el Señor refleja
lo que hacemos o dejamos de hacer para Él. Es una pasión creciente, va en
aumento, es interminable.
Y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por
amor de mi nombre, y no has desmayado.
Apocalipsis 2:3
Yo empecé muy jovencito distribuyendo folletos (tratados) evangelísticos en
las calles. Entonces, para empezar una conversación, solo decía: «Jesús te
ama». Así gané a centenares de personas para Cristo. Mi pasión por las almas
nunca ha disminuido, sino que siempre va en aumento hasta el día en el que
termine mi carrera. ¡Y lo amaré por toda la eternidad!
El papá y su hijo pequeño salían todos los domingos a repartir tratados.
Cierto día frío y lluvioso, después del servicio de la iglesia, el papá no pudo
salir con su hijo, pero el niño le pidió permiso y se fue solo. Se trataba de un
pueblo pequeño donde casi todo el mundo se conocía. Así que tomando los
tratados en sus manos, el niño se fue a evangelizar.
El muchachito de once años recorrió todas las calles de su pequeño pueblo,
puerta por puerta, visitando a todos los que le recibían. Después de estar
caminando dos horas bajo la lluvia y el frío, solo le quedaba un tratado. Se
detuvo en una esquina esperando a que pasara alguien, pero no venía nadie.
Las calles estaban desiertas por completo.
Así que al dar la vuelta para marcharse, vio una casa, se dirigió hacia la
puerta del frente y tocó el timbre. Lo tocó varias veces, pero nadie abría la
puerta. Cuando se dispuso a marcharse, algo lo detuvo. El niño se volteó de
nuevo hacia la puerta y tocó otra vez el timbre varias veces, pero en esta
ocasión empezó a tocar también la puerta con insistencia. Él esperó y
esperó...
De repente, la puerta se abrió despacito. Salió una señora con la mirada muy
triste y le preguntó con suavidad: «¿Qué puedo hacer por ti, muchachito?».
Con los ojos radiantes y una sonrisa hermosa, el niño le dijo: «Señora, perdón
por molestarla, pero vine a decirle que JESÚS LA AMA, ¡y la ama mucho!
También vine para darle mi último tratado que habla sobre Jesús y su gran
amor por usted». Y el niño se marchó.
El domingo siguiente por la mañana, el pastor desde el púlpito preguntó:
«¿Alguien tiene algún testimonio que le gustaría darnos?». Despacio, en la
última fila de la iglesia, una señora mayor con la felicidad retratada en el
rostro, se puso de pie y con voz suave empezó a hablar:
«Nadie en esta iglesia me conoce. Nunca antes he estado aquí y hasta el
domingo pasado no era cristiana. Mi esposo murió hace un tiempo atrás
dejándome sola por completo en este mundo. El domingo pasado fue un día
de mucho frío y lluvia, y también fue el día en que yo había llegado al final
de la línea de mi vida. Ya no tenía deseos de vivir. Entonces, tomé una silla y
una soga, y subí hasta el ático de mi casa. Até la cuerda alrededor de mi
cuello y la aseguré a las vigas del techo, pues iba a suicidarme ahorcándome.
Ya parada en la silla, y con el corazón destrozado, estaba a punto de tirarme
cuando de repente escuché el sonido del timbre de la puerta.
»En ese momento pensé: Esperaré un minuto y sea quien sea se irá pronto.
Yo esperé y esperé, pero el timbre tocaba una y otra vez. Es más, alguien
empezó a tocar la puerta con fuerza e insistencia. Me pregunté: ¿Quién podrá
ser en este día tan frío y lluvioso? Nadie toca a mi puerta ni viene a verme.
Entonces, solté la cuerda de mi cuello y me fui hasta la puerta mientras el
timbre seguía tocando una y otra vez sin parar. Cuando abrí la puerta, no
podía creer lo que veían mis ojos. Frente a mí tenía al más radiante ser
angelical que hubiera visto jamás: Un niño con una mirada de amor y una
sonrisa que me conmovió mucho. Las palabras que salieron de su boca
hicieron que mi corazón muerto, por tanto tiempo, volviera a la vida cuando
me dijo: “¡Señora, perdón por molestarla, pero vine a decirle que Jesús la
ama, y la ama mucho!”. Luego, me entregó un tratado y se marchó en medio
de la lluvia y del frío.
»De inmediato, leí palabra por palabra ese tratado, y subí al ático para quitar
la silla y la soga. Ya no las necesitaría. Como pueden ver, ahora soy una
señora feliz y una hija de Dios. Como la dirección de la iglesia estaba atrás
del tratado, vine a darle las gracias personalmente a este pequeño niño que
fue el ángel que Dios envió justo a tiempo, en el último momento, para salvar
mi alma».
Toda la iglesia lloraba de felicidad desde el primer banco hasta el último. Los
padres del niño lo abrazaron, y la familia lloraba sin control. ¡Aleluya!
Recuerda, hermano, tú también puedes cambiar la vida de muchas personas al
testificarles este mensaje de amor, fe y esperanza a los corazones perdidos y
tristes. Nunca te avergüences de predicar el mensaje del gran amor de Cristo
y de su gran sacrificio en la cruz por nosotros. ¿Ya ves? Para este pequeño
niño evangelizar era una pasión y lo hacía con entrega, amor y cariño.
Testificaba de puerta en puerta, repartía tratados y les hablaba a todos sobre
el amor del Señor. ¡Haz tú lo mismo!
4. Dios pide que prediques y testifiques para ganar almas
Testificar es una cuestión de convicción, amor y conciencia al saber que las
personas sin Cristo irán a perderse si no les predicamos la Palabra. Esa es
nuestra responsabilidad, y debemos hacerlo tal y como lo hizo Jesús cuando
estuvo aquí en la tierra:
Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y
predicando el evangelio del reino.
Mateo 4:23
La Palabra dice que Pablo y Bernabé hablaron, predicaron y testificaron con
tanta eficiencia que creyó un gran número de judíos y gentiles (lee Hch 14:1).
Solo Dios les pudo dar a estos hombres estrategias y métodos en cuanto a la
evangelización, las misiones y la obra de testificar en su Nombre. Al igual
que a ellos, Él puede hacer lo mismo por nosotros hoy.
Un joven se levantó cierta vez para dar un testimonio en su iglesia. Contó que
había encontrado una botella flotando en el agua de cierto río. En el interior
de la botella había un mensaje del evangelio que lo llevó al conocimiento de
Cristo. A medida que testificaba, las lágrimas le corrían por el rostro al
pastor. Tomando la palabra, dijo: «A mí me encarcelaron una y otra vez por
predicar acerca del Señor. Entonces, cuando estaba en la cárcel, encontré una
manera de seguir evangelizando. Así que para eso agarraba unas botellas, les
metía dentro versículos bíblicos o un pequeño mensaje del evangelio, y las
cerraba con un corcho. Después, las echaba por entre las rejas de la prisión al
río». ¡El Señor usó una de esas botellas para salvar a este joven!
Dios permita que nosotros también podamos predicar y testificar usando los
métodos y las estrategias que Él nos dé, y que las aprovechemos para ganar a
los perdidos para Cristo.
5. Dios pide que tú interés y énfasis sea ganar almas
Lo más importante de la vida de Pablo y lo que de veras le interesaba era su
ministerio, su carrera, y lo hizo con gozo dando testimonio y testificándoles
de la gracia de Dios a todos los que estuvieran a su alcance. Su vida no era
preciosa ni importante para él, excepto para cumplir lo que Dios le llamó a
hacer cuando le dio esta gran tarea de testificar acerca de las Buenas Nuevas
de salvación y su Palabra.
Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí
mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí
del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
Hechos 20:24
Un creyente hablaba con otro sobre los talentos y lo que Dios puede hacer
con los mismos. El primero dijo: «Yo no sé cuál es mi talento. Siempre estoy
criticando. Así que mi interés es encontrar los errores que cometen los demás
hermanos, y creer que son falsos e inútiles». El segundo le contestó: «Si tu
talento es el de criticar a los demás y no hacer nada para Dios, es todo lo
contrario a lo que dice la parábola de los talentos que aparece en la Biblia.
¡De seguro que el Señor te dirá que lo entierres de inmediato!». No seas
como el primer hermano, ¡sino que tu interés sea el de testificar de Jesucristo!
6. Dios pide tu perseverancia para ganar almas
Si perseveramos, alcanzaremos la meta que es la de ver miles y miles de
personas a los pies del Señor.
Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las
casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón.
Hechos 2:46
No debemos desanimarnos ni desistir jamás en la tarea de testificar. En
realidad, debemos hacer lo mismo que la iglesia primitiva: trabajar en unidad,
olvidar nuestras diferencias teológicas y dejarlas para el cielo. Es más,
debemos trabajar ahora mientras podemos, y hacerlo con sencillez de
corazón, humildad y perseverancia.
Cuando en la Segunda Guerra Mundial el general Douglas MacArthur perdió
la batalla de Bataán ante la ofensiva japonesa, se retiró de Filipinas y
transfirió su cuartel general para Australia en 1942. En esa oportunidad, le
habló al pueblo filipino por la radio y le prometió que regresaría. Lo hizo con
esta famosa palabra: «¡Volveré!». Durante su ausencia, los ejércitos
japoneses destruyeron el archipiélago y establecieron un sistema de hierro y
opresión en contra del pueblo filipino.
Dos años y medio después, MacArthur, cumpliendo su palabra, desembarcó
con las fuerzas aliadas en la isla de Leyte el 20 de octubre de 1944. En
cuestión de horas, las buenas nuevas se esparcieron por toda Filipinas:
«¡Regresó MacArthur!». Las viudas que perdieron a sus esposos lloraron de
felicidad y los hombres fuertes temblaron de emoción. Los estudiantes
universitarios se reunieron en pequeños grupos para hablar de la noticia.
¡MacArthur estaba en camino! La liberación y la libertad estaban cerca. La
herencia más prestigiosa del hombre estaba a punto de lograrse de nuevo: ¡Su
libertad!
Al igual que el general MacArthur perseveró, regresó a Filipinas y, más tarde,
ganó la batalla, nosotros debemos perseverar en ganar almas al traerles
libertad espiritual a miles y miles de personas que están cautivas del diablo y
atadas con terribles cadenas espirituales que solo puede romper Jesucristo. Si
predicamos la Palabra y testificamos del Señor, el Espíritu de Dios obrará de
tal forma que les traerá libertad a muchas personas que están aún en tinieblas.
7. Dios pide tu tiempo para ganar almas
Una cosa es muy cierta, tendremos que rendir cuentas por lo que hicimos con
nuestro tiempo, ya sea que lo desperdiciáramos en cosas sin importancia o si
lo usáramos para testificar a quienes no conocen del Señor todavía.
Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien
todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien
tenemos que dar cuenta.
Hebreos 4:13
Miles de cristianos pierden la preciosidad de su tiempo en cosas irrelevantes,
efímeras, pasajeras y sin ningún provecho. Lo triste es que lo hacen mientras
un sinnúmero de personas mueren sin Cristo y van a una eternidad de
sufrimiento. ¿Por qué? Porque no asumen la responsabilidad de ser buenos
administradores de su tiempo.
Toda persona que puede sonreír y extender la mano, puede darle un folleto, o
tratado, evangelístico a alguien. Es solo hacer el tiempo. El negociante
cristiano puede poner un folleto adentro de cada cosa que haga para su
cliente. Tú puedes dárselo a toda persona que venga a la puerta de tu casa.
Puedes pagar tus cuentas y poner un tratado adentro. De soltera, Dámaris
usaba la guía telefónica para enviarles cartas a las direcciones de personas
que estaban allí y les incluía un folleto de evangelización.
Sé sabio con tu tiempo y úsalo para ganar almas para Cristo. Redime y
aprovecha tu tiempo, no lo desperdicies. Debemos trabajar ahora mientras
podemos y el tiempo nos lo permite. (Lee Ef 5:16; Col 4:5).
Cuando fue a la guerra, un soldado llevó algunos instrumentos de su oficio.
Era relojero y pensó en hacer algún dinero extra arreglando algunos relojes
mientras estaba en el campamento. Al poco tiempo, ya tenía muchos relojes
para arreglar y casi se olvida de que era un soldado.
Cierto día, recibió órdenes de sus superiores para que saliera a cumplir una
misión. La pregunta del soldado que le vino a avisar fue un poco
desconcertante: «¿Cómo voy a salir ahora de aquí si tengo más de diez relojes
que arreglar?». A lo que le respondió el soldado que le enviaron para
asignarle la tarea: «¡Usted aquí es un soldado y no un relojero!». Hermanos,
eso es lo que somos: ¡Soldados de Cristo! Por lo tanto, debemos redimir el
tiempo y aprovecharlo con sabiduría, a fin de testificarles a los demás acerca
de esta salvación tan grande.
8. Dios pide tu colaboración financiera para ganar almas
En la obra misionera y de evangelización, las almas se salvarán por medio de
quienes oran, ayunan, testifican y colaboran de manera económica.
Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a
las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la
abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su
generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a
sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos
que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los
santos. Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron
primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios.
2 Corintios 8:1-5
En mi libro «Dad, y se os dará», encontrarás bases sólidas y establecidas en
las Escrituras sobre las finanzas. Te recomiendo que lo obtengas y lo leas.
¿Por qué es importante leerlo? Porque somos mayordomos y administradores
de los recursos que Dios pone en nuestras manos.
En los últimos cinco o seis años, nuestro ministerio ha dado más de un millón
de dólares solo para las misiones, aparte de los gastos normales de las
operaciones del ministerio, los libros y todo lo demás. Tenemos un grupo de
hermanos fieles, a los cuales llamamos «SEMBRADORES», que están
comprometidos con el Señor en ayudarnos con un dólar diario. Es decir,
treinta dólares al mes, para ayudar al sostenimiento de nuestro ministerio, así
como a los cincuenta y dos misioneros que tenemos en cada continente, más
los gastos del Instituto Teológico J.Y. que tenemos en la India. Aquí, nuestra
responsabilidad es sostener a los maestros, estudiantes y misioneros.
También estos hermanos nos ayudan a solventar los gastos de las cruzadas
que hacemos en África y Asia, donde tenemos que pagar por todo. En
resumen, pagamos los pasajes de avión, el hotel, la alimentación y el
transporte de los pastores que apoyan la campaña. Asimismo, pagamos el
alojamiento en los hoteles y la alimentación de todos involucrados en la
campaña. También pagamos el estadio, coliseo o gimnasio donde será la
cruzada. En cuanto a la parte musical, pagamos por el alquiler de los
instrumentos, los ingenieros de sonidos, etc. Lo cierto es que fuera de los
Estados Unidos, quienes viven en los continentes de África y Asia no pueden
dar una ofrenda y nosotros tampoco podemos llevar nuestro material.
Claro, no damos treinta dólares, sino que damos miles y miles de dólares
cada mes para las misiones y la evangelización. Por lo tanto, ten en cuenta
que Dios nos pedirá, tanto a nosotros como a ti, que les rindamos cuenta de lo
que hemos hecho con las finanzas y los recursos que Él puso en nuestras
manos.
Si quieres más información acerca de lo que estamos haciendo en nuestro
ministerio, visita www.josueyrion.org y lee las noticias que publicamos sobre
la obra misionera. Allí también encontrarás una galería de fotos que te
mostrarán parte de todo el trabajo misionero que realizamos alrededor del
mundo.
Juanito era un niño de cinco años. A él le gustaba ir a la iglesia con sus
padres y participaba de la Escuela Dominical, la iglesia infantil y la Escuela
Bíblica de Vacaciones. Un día, vino un misionero de otro país a hablarles a
los niños y Juanito lo escuchó con mucha atención. El hombre de Dios dijo
que había una gran necesidad en cierto pueblo de una nación muy lejana. La
campaña misionera se realizaba en muchas iglesias y en varias ciudades, por
lo que se necesitaba casi un millón de dólares para llevarla a cabo.
Juanito se fue a la casa pensando en los niños de esa distante nación. Al día
siguiente, llenó una bolsa con sus juguetes y se fue de casa en casa a
ofrecérselos a sus vecinos.
—Juanito, ¿por qué quieres vender tus juguetes? —le preguntó intrigado uno
de los vecinos.
—Es para ayudar a los niños pobres de cierto pueblo en una nación muy lejos
de aquí. Yo necesito conseguir un millón de dólares —le respondió Juanito.
—¿Y crees que vas a conseguir un millón de dólares tú solo? —le preguntó
sorprendido el vecino.
—¡Qué va! —contestó Juanito con una sonrisa contagiosa—. Mi hermanito
está en la otra calle más arriba ayudándome con sus juguetes.
Hermanos, ¡lo que es la sencillez, la inocencia y el corazón de un niño! Pon
estas palabras de Jesús en tu corazón:
Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en
vuestro regazo.
Lucas 6:38
Entonces, ¿cuál es el resultado?
Tú das al Señor y Él te dará de vuelta.
Quizá tú des de cualquier manera, pero Él te dará una medida
buena.
Su medida es apretada para que quepa más.
Además, es remecida, para que quepa mucho más.
Estará rebosando, a fin de que sobre cuando des y siembres.
Esa medida te la pondrán en tu regazo, de modo que recibas lo que
sembraste.

Ahora, te pregunto: «¿Cuánto vale un alma para ti? ¿Un dólar al día?». El
valor de un alma es incalculable, pues costó la preciosa sangre de Cristo en el
Calvario. Cuando damos al Señor para la obra misionera y de evangelización,
reconocemos lo que Cristo hizo por nosotros y ponemos en práctica nuestra
responsabilidad como cristianos. Es más, hacemos nuestra parte al entender
el propósito de las misiones mundiales y la evangelización, la teología de las
misiones y la filosofía de las misiones. Como bien dijera el ya fallecido Dr.
Oswald Smith, quien fuera el pastor de la Iglesia del Pueblo en Toronto,
Canadá:
Dios nunca nos ha dicho que debemos edificar grandes catedrales
espléndidas e invitar a la gente para que nos venga a escuchar. Dios nos ha
dicho que debemos enviar el mensaje. El mensaje es una dinamita. En
nuestra iglesia, lo hemos hecho una regla: Cada dólar que invertimos aquí
a nivel local, vamos a invertir y enviar siete dólares a las misiones en otras
naciones lejos de nosotros. Por eso Dios nos ha bendecido tanto en nuestro
trabajo. Creo que esta es una proporción adecuada y apropiada. Daremos e
invertiremos siete dólares a las misiones y a la evangelización mundial por
cada dólar que invirtamos en nosotros aquí a nivel local.
¡Y esto fue justo lo que hizo! ¡Qué visión tan extraordinaria! Dios permita
que nosotros podamos invertir de la misma manera en el campo misionero y
que más pastores tengan una visión como la de este gran hombre de Dios que
envió millones y millones de dólares a las misiones. A través de esta
inversión, sostuvo financieramente a centenares de misioneros alrededor del
mundo. ¡Aleluya! Esta también es nuestra visión: «Enviar miles y miles de
dólares a las misiones, y sostener a los misioneros». ¡Dios nos ha ayudado,
nos está ayudando y nos ayudará siempre! ¡Aleluya!
En cierta ocasión, una hermana en Cristo le enseñaba a su amiga una bolsa
nueva.
—Mira la nueva bolsa que tengo. La compré en una tienda muy famosa del
centro comercial. Allí se venden las principales marcas del mundo.
La amiga se dio cuenta que traía los billetes de más valor en una cartera muy
bonita, pero en otra cartera vieja y usada traía los de menos valor y algunas
monedas.
—¿Por qué tú separas los billetes mayores y menores en carteras diferentes?
Una es bonita y nueva, y la otra fea y vieja —le preguntó la amiga intrigada y
curiosa por este hecho.
—Yo uso los billetes mayores de la cartera nueva en los restaurantes y en las
tiendas caras, y uso los billetes menores de la cartera vieja para la iglesia en
el momento de dar las ofrendas —le respondió la hermana.
Hermanos, es lamentable que muchos cristianos piensen así. Claro, ¡no se
trata de la mayoría! Sin embargo, para muchos creyentes, lo primero son
ellos y después es Dios, la iglesia y por último su obra. ¡Qué triste!
E. Stanley Jones decía: «Si yo tengo algo que mi hermano necesita más que
yo, mi obligación como cristiano es darle lo que tengo». ¡Y esto es verdad!
Así es que vivía la iglesia primitiva (lee Hch 2:44; 4:32, 34-35). Muchos años
después, el apóstol Juan dijo lo mismo y lo aplicó con relación al amor (1 Jn
3:17-18). Santiago también lo expresa en su epístola respecto a las obras (Stg
2:14-17).
Los misioneros alrededor del mundo han tenido que renunciar a la comodidad
de su país, su comida, las medicinas para su familia y para él, las escuelas
para sus hijos y todo lo demás por amor a Cristo y a las almas. Hombres y
mujeres de Dios en naciones tan distantes como Nueva Indonesia Occidental
o la jungla en el Amazonas de Brasil, han tenido que sacrificar sus gustos por
amor a Aquel que dio su vida por ellos. De la misma manera, estos
misioneros estuvieron dispuestos a dar sus vidas por los demás. Y muchos lo
dieron todo en realidad, incluyendo sus propias vidas al morir asesinados en
muchas naciones debido a que amaban a Cristo.
El cristiano maduro sabe que todo le pertenece a Dios: posesiones, terrenos,
casa, muebles, comida, ropas, autos, libros, etc. Sabe que todo esto y todo lo
demás es del Señor. Por lo tanto, el creyente tiene presente sus
responsabilidades financieras para expandir el Reino de Dios sobre la tierra y
está dispuesto a compartir, ya sea su dinero, tiempo, sus talentos espirituales
o naturales, etc. Billy Sunday, el gran evangelista, acostumbraba decir que lo
último a convertirse en una persona es su chequera, y afirmaba también que
la mejor manera de observar si de veras alguien era cristiano o no, lo único
que necesitaba era revisar su chequera para saber a dónde estaba yendo su
dinero...
Cuando en 1937 murió el multimillonario John D. Rockefeller, que hizo su
fortuna con el negocio del petróleo, a un hombre le dio una gran curiosidad
saber cuánto dejó de sus bienes. Interesado en esto, marcó un encuentro con
uno de los asesores que fue uno de los más cercanos a Rockefeller. En la
reunión, le preguntó al hombre: «¿Cuánto dejó el Sr. Rockefeller?». El asesor
le contestó: «¡Todo!». Hermanos: Esto es justo lo que dice la Palabra. No
vamos a llevar nada con nosotros (1 Ti 6:7). Debemos contentarnos con lo
que tenemos y compartirlo con los demás (Heb 13:5).
Recuerda: Cundo das y abres tu mano, dejas tu mano abierta para recibir del
Señor de regreso. Si tu mano está cerrada, Él no puede darte, pues con tu
mano cerrada no tienes cómo recibir. En cambio, si abres tu mano y la dejas
abierta, Él podrá darte de vuelta.
William White habló sobre las tres emociones o alegrías del dólar: «La
primera es cuando lo recibes, esta es tu primera alegría; la segunda es cuando
lo ahorras, esta es tu segunda alegría; y la tercera y la más importante es
cuando lo das para la obra del Señor, esta es tu tercera y más grande alegría».
Recuerda también que Dios no necesita el dinero para gastarlo en el cielo,
pero sí necesita dinero para sustentar su obra. Y, por último, recuerda que el
mundo dice: «¡Lo que tengo es mío!», pero el cristiano dice: «¡Lo que tengo
lo comparto!». Estas dos filosofías, ideas o líneas de pensamiento pueden
resumirse en cuatro palabras: Mantenerse y aferrarse, o compartir y bendecir.
¿Y tú? ¿Compartes y bendices a los demás? ¿O te mantienes y te aferras a lo
que tienes?
Amy Carmichael, la gran misionera que abrió orfanatos en Dohnavur, Tamil
Nadu, India, y que trabajó con los niños y desamparados de esta nación por
más de cincuenta y cinco años, dijo: «Tú puedes dar sin amar, pero es
imposible amar sin dar». ¿Y tú? ¿Amas a los demás y la obra de Dios? No te
olvides de este pasaje bíblico:
En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los
necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más
bienaventurado es dar que recibir.
Hechos 20:35
A este pasaje se le llama el versículo del boxeador: ¡Es mejor dar que recibir!
Y para terminar este capítulo, me gustaría hacer referencia al libro
Revolución en el mundo de las misiones, donde su autor, K.P. Yohannan,
relata la siguiente historia que nos enseña que algún día tendremos que darle
cuenta al Señor de nuestras finanzas:
Durante los días que predicaba en el sudoeste de la India, conocí a una
misionera de Nueva Zelanda que había estado involucrada en el
ministerio cristiano de la India por 25 años. Durante su último período,
la asignaron a una librería cristiana. Un día cuando mi equipo y yo
fuimos a su negocio a comprar algunos libros, encontramos la librería
cerrada. Cuando fuimos a su residencia misionera, que quedaba en una
mansión amurallada, le preguntamos qué pasaba. Ella contestó: «Me
vuelvo a mi hogar para siempre».
Le pregunté qué pasaría con el ministerio de la librería. Ella contestó:
«Vendí todos los libros al costo, y cerré todo».
Con gran dolor, le pregunté si podría transferir la tienda a alguien para
continuar con el trabajo.
«No, no pude encontrar a nadie», contestó. Me preguntaba por qué,
después de 25 años de estar en la India, se estaba yendo sin tener una
persona que haya ganado para Cristo, ningún discípulo, que continuara
su trabajo. Ella, junto con sus compañeros misioneros, vivían en
complejos amurallados con tres o cuatros sirvientes cada uno para
atenderlos según su estilo de vida. Pasó toda una vida y gastó
incalculables sumas del precioso dinero de Dios, que podrían haber
sido usados para predicar el evangelio [...] Si ella lo hubiese hecho,
habría llevado a cabo el llamado de Dios en su vida y cumplido con la
Gran Comisión2.
Que Dios nos ayude a cumplir con nuestro llamado y a rendirle cuenta algún
día de nuestros dones, talentos y finanzas, ya sean personales o ministeriales,
y que Él encuentre integridad, honestidad y transparencia en nosotros. Tan
cierto como que el Señor vive para siempre, ¡daremos cuenta a Él de nuestras
finanzas, dones, talentos, llamado y ministerio!
Os Guinness, autor o editor de más de treinta libros, dio su punto de vista
sobre esto:
En el entendimiento bíblico de la superdotación, los dones nunca son
para nosotros en realidad. Es para usarse para los demás, porque son de
Dios y nosotros solo somos sus mayordomos. La verdad no es que Dios
está buscando un lugar para nuestros dones, sino que nos creó y nos da
nuestros dones para su uso personal en un lugar escogido por Él.
Yo diría que sin importar dónde el Señor te vaya a usar para testificar, ya sea
dentro de tu país o fuera del mismo, teniendo el llamado y los dones Él
suplirá siempre tu necesidad financiera. Como bien dijera David Sills: «Dios
no irá a guiarte adonde Él no pueda suplirte». Pon esta palabra en tu corazón:
Todos los cristianos y ministros daremos cuenta ante el Señor por cada una
de las cosas antes mencionadas (Heb 13:17). Además, con el respaldo del
Señor, llevaremos a cabo la tarea de testificar. Dejemos a un lado la falta de
convicción al hablarles de Cristo a los demás. ¡Y hagámoslo hoy!
8. LA FALTA DE CONVICCIÓN AL NO TESTIFICAR
«Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en
quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él».
Efesios 3:11-12
«¡Ah, si yo tuviera mil vidas y mil cuerpos! Ninguno lo dedicaría a otro
empleo que no fuera predicarles a Cristo a los perdidos y despreciados,
pero a la vez amados mortales».
Roberto Moffat
Todos afrontamos oposición en las misiones y la evangelización, pero si
tenemos una convicción sólida y personal en cuanto al llamado de testificar,
como la tuvo Moffat, alcanzaremos nuestro objetivo. La convicción es
indispensable y necesaria. Sin esta, no puedes afrontar los problemas,
pruebas, desánimos, dificultades, luchas, tribulaciones y tentaciones que
vienen en contra de todo el que quiere testificar. La convicción es lo que nos
hace despertar todas las mañanas y trabajar para el Señor.
Lo lamentable es que hay quienes les falta convicción personal para testificar,
y por eso no hacen esta tarea tan importante de hablar de Cristo. Si alguien no
tiene convicción por lo que hace, nunca tendrá éxito en sus estudios, trabajo,
vida espiritual como cristiano o vida ministerial, si es un ministro del
evangelio.
En Efesios 3:12 encontramos la palabra «seguridad», que es sinónima de
«certeza», «confianza», «evidencia» y «convicción». En los siguientes
pasajes, vemos reflejadas estas semejanzas:
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no
se ve.
Hebreos 11:1
Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud
hasta el fin, para plena certeza de la esperanza.
Hebreos 6:11
Cuando hablamos de «certeza», decimos que es un conocimiento seguro y
claro de algo, mientras que la «convicción» es la idea a la que alguien se
adhiere fuertemente. Por lo tanto, ambas palabras tienen mucho en común,
pues la «certeza» que se tiene en determinados conceptos conduce a la
«convicción» de los mismos. Si no tenemos convicción para servir al Señor,
todo lo demás es en vano. ¡Y muchos cristianos no la tienen! Respecto a la
convicción, el legendario estratega misionero estadounidense Ralph D.
Winter dijo una vez: «Los que conocen bien a Dios pueden saber el intento
del propósito de Él». ¿Y cuál es su propósito? ¡Que tengamos convicción al
testificar!
La convicción fue una de las armas más poderosas que tuvieron los grandes
hombres y mujeres de Dios del pasado, y lo que permitió que el Señor los
usara para su gloria. Lo mismo sucede en la actualidad. Un creyente sin
convicción al testificar de Cristo no tiene propósito, meta, ánimo, voluntad,
decisión, empuje, valentía, determinación ni un sentido de terminar y llevar a
cabo con excelencia esta gran tarea de evangelización. Tal persona quizá diga
ser cristiana, pero no vive como los cristianos de la iglesia primitiva, quienes
testificaban de manera real, auténtica y extraordinaria (lee Hch 8). Es más,
predicaban y testificaban adondequiera que iban.
Recuerda: Todos somos imperfectos, pero perdonados y santificados, así que
podemos testificarles a los demás de lo que Dios hizo por nosotros. Nunca
digas que no puedes testificar o que no estudiaste en alguna escuela bíblica.
¡Eso no tiene relevancia! ¡Tú sí puedes testificar! Tan sencillo como que
hagas tuyas las palabras de Filipenses 4:13.
Dios fue el que nos escogió y aceptó para servirle, no los hombres. Si
hubiéramos esperado la aprobación humana, nunca hubiéramos hecho nada
para el Señor. Incluso, si fuera así, ¿qué habría pasado con estos hombres de
Dios?
A Pedro lo habrían dejado fuera del servicio debido a su carácter
voluble e inconstante.
A Tomás lo hubieran rechazado, pues no creía, y hasta lo hubieran
calificado de «escéptico».
A Juan y Jacobo no los aceptarían, pues uno quería estar a la
derecha y el otro a la izquierda de Cristo en su Reino.
A Pablo ni siquiera lo hubieran considerado para servir, pues fue
perseguidor de la iglesia, agresivo, intolerable y renuente.

Sin embargo, todos estos hombres, con sus limitaciones, defectos,


incapacidades e imperfecciones, tuvieron más tarde una convicción y
determinación increíbles para testificar y servir al Señor. Dios toma todas
estas desventajas de nuestro carácter, nos cambia y nos hace aptos para
servirle. Además, ten presente que Dios escogió lo que no es para confundir
lo que es (lee 1 Co 1:27-28). ¡Aleluya!
EL SEÑOR NOS ESCOGIÓ PARA TESTIFICAR CON CONVICCIÓN
A veces, algunos cristianos tienen una «crisis de identidad» cuando de
momento no saben quiénes son en realidad. Es más, no tienen convicción
propia. Pablo nunca tuvo ese problema después que le llamó Dios. Aunque
era bien consciente de que persiguió a la iglesia antes de ser cristiano, tuvo la
certeza de que el Señor lo escogió, llamó y transformó para que fuera un gran
apóstol, así como autor, predicador, maestro, evangelista, organizador,
hacedor de tiendas, etc. Lo más importante para Pablo era su relación con
Cristo y su convicción personal respecto a Él. Cuando estudiamos su vida,
vemos que fue un prisionero de Cristo y no del Imperio romano.
A pesar de que en ocasiones Roma lo inmovilizó, neutralizó y maltrató, era
un «embajador en cadenas» (Ef 6:20). Pablo sabía muy bien quién era, pues
una y otra vez decía que su «llamado» para ser «apóstol» fue «por la voluntad
y el mandato de Dios y Jesucristo» y «no por la voluntad de los hombres».
Skye Jethani, autor, orador, consultor y pastor, dijo sobre Pablo: «Las
misiones eran el llamado de Pablo, pero no su tesoro. Su tesoro era Dios
mismo». Al igual que con Pablo, también lo es con nosotros respecto a
nuestro llamado. El Señor es soberano en todo, tanto del universo como del
hombre, y Él escoge a cada individuo como crea necesario, le plazca y le
guste. Pon estas palabras muy importantes en tu corazón:
Dios tiene un plan maestro para cada cristiano.
Te usará en un lugar específico y determinado.
Él nunca se equivoca.
No necesita consultar a nadie.
Conoce más a la persona que la propia persona se conoce a sí
misma,
Sabe dónde son más necesarios sus siervos y siervas.
También sabe dónde actuarán de la mejor forma con sus dones y
talentos.

¡No te preocupes! ¡Solo confía! Lo único que Él te pide es obediencia, así


como tu convicción para servirlo.
Entonces, ¿para qué nos escogió Dios? ¡Para testificar en las misiones y en la
evangelización! ¿Por qué nos escogió? ¡Porque las misiones cristianas y la
evangelización son partes de la actividad soberana de Dios para redimir al
hombre! Pon también estas significativas palabras en tu corazón:
Las misiones y la evangelización son de Dios.
Las misiones y la evangelización están en el corazón de Dios.
Las misiones y la evangelización son la demostración del amor de
Dios.
Las misiones y la evangelización las determinan la voluntad de
Dios.
Las misiones y la evangelización las anunció el Hijo de Dios.
Las misiones y la evangelización se explican en la Palabra de
Dios.
Las misiones y la evangelización darán resultado y tendrán éxito
cuando dependen del poder de Dios.

Por lo tanto, cree que Dios te escogió para testificarles a los demás de su
Palabra y que lo hagas con convicción, denuedo, ahínco, valor, intrepidez y
entrega en la tarea de las misiones y la evangelización. Por lo tanto:
1. Dios escoge la persona para que la tarea se testifique con convicción
Jesús escogió a los discípulos (Mt 4:18-22; Mr 3:13) y, de igual manera, a
Pablo. Con este propósito, aquí tienes la misión que le encomendó a su
discípulo Ananías en la ciudad de Damasco:
El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para
llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos
de Israel.
Hechos 9:15
El Señor nos escogió a nosotros también (Jn 15:16). Cada cristiano tiene el
llamado a ser testigo para Cristo, a dar testimonio en su diario vivir y en su
trabajo. Aun así, Él no llama a todos los cristianos para que sean misioneros
ni para que se dediquen al ministerio a tiempo completo. ¡Esto es obvio! Él
dijo que todos seríamos sus testigos, pero que no todos seríamos ministros,
pastores, evangelistas o misioneros. En otras palabras, todos podemos ganar
almas y testificar, pero Dios no escoge y llama a todos para ser misioneros,
como bien comentó sobre esto David Sills:
Cuando Dios llama a algunos de sus hijos para ser misioneros, Él
también les da el deseo junto con este llamado.
Incluso, tampoco todos los cristianos reciben el llamado para ser pastores o
evangelistas, aunque tenemos el llamado a testificar de Cristo. (Lee Is 43:10,
12; 44:8; Hch 1:8).
2. Dios escoge la tarea para que se testifique con convicción
Cada uno de nosotros tenemos dones espirituales diferentes y Dios sabe la
tarea específica que debemos hacer. Pedro y Pablo fueron dos hombres a
quienes el Señor usó en gran medida, pero al primero lo envió a los judíos y
al segundo a los gentiles:
Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.
Hechos 22:21
Como vemos, el poder, la unción y los dones que tenían estos hombres
venían del Espíritu, pero para llevar a cabo dos tareas diferentes. Por eso es
que los dones equipan a la persona para la tarea que se le delegó, y el éxito de
la tarea depende de estos dones dados por el Espíritu Santo. En cuanto a esto,
C.S. Lewis nos dice que debemos tener una meta, un propósito, una causa,
una tarea específica, y nos asegura lo siguiente: «He descubierto que la gente
que cree con más firmeza en la otra vida, hace lo mejor en esta vida
presente». Lo que se nos encomendó es que vivamos y testifiquemos con
convicción, de acuerdo con los dones que nos ha dado Dios, pues todos
tenemos dones diferentes para tareas diferentes (lee Ro 12:6).
3. Dios escoge la tarea específica para que se testifique con convicción
El Señor envió a los apóstoles para que predicaran en todo lugar. Tenían que
empezar en Jerusalén, ir a Judea y Samaria, y después hasta los confines del
mundo.
Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y
hasta lo último de la tierra.
Hechos 1:8
Nuestro campo misionero es el mundo, pero es obvio y lógico que una
persona solo puede trabajar en un determinado lugar. No hubiera sido sabio
tener a todos los apóstoles en Judea ni a todos en Samaria a la misma vez. Si
se tenía que evangelizar al mundo, necesitaban un plan de acción. Entonces,
¿quién decidía dicho plan de acción y trabajo? ¡El Señor y su Espíritu, por
supuesto! Veamos: Cuando Pablo llegó a la provincia romana de Asia, el
Espíritu Santo le prohibió que entrara allí (lee Hch 16:6). Después, el apóstol
trató de ir a Bitinia, pero de nuevo el Espíritu no se lo permitió (lee Hch
16:7). A continuación, tuvo una visión donde un macedonio le pedía ayuda.
Pablo y sus compañeros interpretaron que se trataba de la dirección y la
voluntad de Dios, así que debían ir en ese momento a Europa para plantar y
establecer iglesias allí (lee Hch 16:9-10). Como resultado, Europa se
transformó en un continente cristiano, mientras que el de Asia permaneció
pagano.
¿Qué hubiera pasado si Pablo y sus compañeros hubieran seguido las
inclinaciones de sus corazones y hubieran ido al este en vez de hacerlo al
oeste? Es intrigante saber que el budismo entró en la China desde la India
más o menos en el mismo tiempo en el que Pablo llegó a Roma. Allí el
budismo echó raíces y se transformó en la gran religión de China y Asia.
Supongamos que en ese tiempo se hubiera llevado el cristianismo, y no el
budismo, a la China. ¿No hubiera sido Asia hoy cristiana y Europa pagana?
¡Solo Dios sabe la respuesta para esta pregunta! Quizá los asiáticos no
recibieran la Palabra ni que, más tarde, fueran tan buenos misioneros como
los europeos que llevaron el mensaje de salvación alrededor del mundo. ¡Solo
Dios lo sabe! Y solo en la eternidad sabremos estas razones.
El hecho es que el Señor dirigió a Pablo para que fuera a las regiones que Él
quería que por el momento escucharan el evangelio y que se testificara de su
Palabra en esos lugares. Pablo no podía opinar y decidir sus propios planes de
viaje. La dirección de Dios lo condujo a través de lo que el Espíritu Santo
decidió en ese entonces. Es lógico que el apóstol también usara de su sentido
común al viajar por los abiertos y muy buenos caminos romanos, y que se
concentrara en testificar en las grandes ciudades y sus cosmopolitas
poblaciones. Durante todos sus viajes y esfuerzos misioneros, Pablo fue
consciente de la completa dirección de Dios en su vida. El pastor Charles
Price, de La Iglesia de los Pueblos, en Toronto, Canadá, que enviara a
centenares de misioneros y diera millones de dólares a las misiones, nos deja
claro la relación que tiene la tarea con nosotros:
Dios ve primero nuestra disponibilidad, después ve nuestra movilidad
y, por último, nuestra habilidad.
Tenemos que estar listos para obedecer el llamado de Dios y realizar la tarea
que Él nos dio, a fin de que proclamemos y testifiquemos de su Palabra.
4. Dios escoge el tiempo de la tarea para que se testifique con convicción
El Señor Jesús siempre tuvo presente la obra de salvación que vino a realizar
a este mundo. Además, nunca perdió la oportunidad de testificar acerca de la
misma:
Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día
dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.
Juan 9:4
Algunos misioneros, como William Axling en Japón y Stanley Jones en la
India, testificaron por más de sesenta años en sus respectivos países. Otros,
como John y Betty Stam, murieron en su primer término de servicio en la
China. Las circunstancias se presentan sin que podamos entender el porqué.
Esteban fue el primer mártir cristiano, pero su compañero en el diaconado,
Felipe, se convirtió en un gran evangelista que sirvió a Cristo toda su vida
(Hch 21:8). Por otra parte, el rey Herodes decapitó a Jacobo, mientras que a
Pedro, a quien le esperaba el mismo destino, en una oportunidad el Señor lo
libró de forma milagrosa de la prisión (Hch 12:1-18).
Nunca sabremos los detalles de por qué sucedió una cosa y no la otra. Esto
solo lo sabe Dios. No podemos cuestionar las decisiones que Él toma.
Además, si se lo preguntáramos, tampoco nos contestaría ni nos daría razón
de sus determinaciones (lee Job 33:13). El hecho es de que sabemos que
tenemos que trabajar mientras podemos, tenemos salud, vida, posibilidades y
puertas abiertas. Llegará el momento en el que, por diferentes razones, ya no
podremos hacer lo que hacemos hoy. En cuanto a esto, Donald Anderson
McGavran nos reafirma lo siguiente:
En los campos que están blancos para la siega, la evangelización es que
cada uno lleva su cuota de gavillas a la era del Maestro. La
evangelización no es una ponderación sobre lo que es acertado o
equivocado. La evangelización es una enorme convicción de la
preeminencia de Cristo fluyendo a la vida humana como un río que se
desborda.
Y por eso tenemos la necesidad de usar y redimir el tiempo con sabiduría (lee
Jn 5:17; Ro 13:11; Ef 5:16; Col 4:5).
5. Dios escoge el éxito que tendrá la tarea para que se testifique con
convicción
¿Quién podrá determinar lo que es y lo que no es el éxito en la obra del
Señor? ¡Cristo es el Señor de la cosecha! Él es quien envía a sus obreros a las
diferentes partes del mundo para el trabajo en su viña y allí testificar. Les
ordena a unos que planten y empiecen una tarea, y a otros los envía a recoger,
segar o a cosechar los frutos de esta tarea.
Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que
el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es
verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.
Juan 4:36-37
Sin embargo, la mayoría de las veces solo identificamos el éxito con quienes
cosechan, pues a toda la iglesia le encanta escuchar historias de éxito de sus
misioneros al cosechar las almas. En cambio, el trabajo de los pioneros es el
que rompe el hielo y quiebra el poder del diablo en una determinada región.
Después, el evangelista solo viene a cosechar lo que ya se plantó con
esfuerzo, entrega y dedicación.
Aunque hay algunos que prefieren cosechar los frutos, el Señor es el que
decide quién debe ir a plantar y quién debe ir a cosechar. Al fin y al cabo,
Dios es el que da el crecimiento, y algún día todas las intenciones de servirlo
se revelarán, ya sean de los que plantan como de los que cosechan también.
El misionero Samuel Marinus Zwemer, que en su época se consideró el
apóstol al islam, observa lo siguiente con relación a la tarea:
El desafío de los campos desocupados del mundo es uno de gran fe y,
por lo tanto, de gran sacrificio. Nuestra disposición a sacrificarnos por
una empresa [tarea] siempre guarda proporción con nuestra fe en esa
empresa. La fe tiene el genio de transformar lo apenas posible en
realidad. Un hombre dominado por la convicción de que una cosa debe
hacerse, no se detendrá ante nada hasta que se lleve a cabo1.
Además, recuerda que en la tarea que se debe realizar, el éxito depende de
nuestra entrega y de Dios, por supuesto, pero solo Él puede bendecir y dar el
crecimiento, pues nosotros solo somos sus siervos (lee 1 Co 3:5-15).
NECESITAMOS CONVICCIÓN
En la segunda carta que Pablo le escribe a su hijo espiritual, Timoteo, la cual
registra la Biblia, dice lo siguiente:
Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de
evangelista, cumple tu ministerio.
2 Timoteo 4:5
Todos podemos ganar almas, ser evangelistas de corazón, o sea, testificar y
evangelizar. Claro, hay un ministerio específico de evangelista, pero toda la
iglesia tiene el llamado a ganar almas. La evangelización eficaz vendrá de
«evangelistas» y cristianos eficientes, tanto en la comunicación del evangelio
como en sus propias vidas.
Para que podamos testificar con eficiencia, nuestra vida necesita de una
profunda convicción personal. De esta manera, ganaremos almas para el
Señor con más facilidad, pues nuestro celo, entrega y amor hacia Él
determinarán el éxito que alcancemos. Hudson Taylor aclara esta idea:
Que no haya ninguna reserva, debes entregarte de manera total y
absoluta a Él si deseas servirlo, y no tendrás ninguna desilusión.
¡Y esto nos habla de convicción! Por lo tanto, como cristianos, evangelistas,
misioneros o pastores, ¿de qué manera debemos ser para ganar almas con
eficacia?
1. Con toda convicción, debemos ser cristianos de una vida devocional
profunda de ayuno y oración
En cierta ocasión, un general del ejército chino hizo la siguiente declaración:
«Si el mundo necesita orden, mi nación necesita transformarse primero. Si mi
nación necesita transformación, mi ciudad natal necesita renovación. Si mi
ciudad natal necesita un cambio, mi familia necesita disciplina. Y si mi
familia necesita corrección, yo necesito someterme y subordinarme primero».
Si queremos testificar y cambiar el mundo, tendremos que empezar con
nosotros primero, y hacerlo de manera que tengamos una vida devocional
profunda cada día.
Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.
Hechos 3:1
Siendo aún joven, cuando fui misionero en España con Juventud Con Una
Misión, me despertaba todos los días a las tres de la mañana para orar.
Después leía la Palabra y a continuación seguía con la lectura del libro que
leía en ese momento. Todavía hoy oro por las madrugadas. Ya no como
antes, debido a tantos viajes, pero lo hago. ¡Es algo maravilloso! Siempre,
desde jovencito, he mantenido una vida diaria devocional para estar a solas
con Dios en alabanza, oración, ayuno, la Palabra de Dios y libros cristianos
muy buenos. ¡Esto es lo que me mantiene espiritualmente!
En 1985, visité la iglesia de David Yonggi Cho en Corea del Sur, que oraba y
ora sin cesar. Allí vi lo que es el poder de la oración a nivel colectivo. ¡Fue
extraordinario! Durante una campaña que prediqué en 2002 en Temuco,
Chile, los pastores me llevaron a una montaña donde todos los domingos,
muy temprano, ellos y su equipo oran por nosotros, nuestra familia y
ministerio. La llaman «la montaña de la oración». Respecto a esto te
recomiendo mi quinto libro llamado El secreto de la oración eficaz, que de
seguro te haría bien adquirirlo.
La vida devocional junto con la disciplina diaria (lee 1 Co 9:25-27; Gl 5:23)
de una vida con Cristo, te transformará en un cristiano fuerte y saludable que,
a su tiempo, podrá testificar y evangelizar a los demás. El prolífico escritor,
maestro y pastor sudafricano, Andrew Murray, dijo:
Los grandes avances en las misiones siempre están conectados con un
avivamiento profundo de una vida espiritual con una alta devoción al
Señor Jesús.
Sin duda, la oración te dará el poder y la convicción para testificar (lee Hch
4:31; 13:2-3; 1 Ts 5:17).
2. Con toda convicción, debemos ser cristianos que conocen las
Escrituras de manera profunda
Por experiencia, puedo decirte que la lectura de la Biblia es indispensable
para el cristiano con amor por las almas y con la disposición para testificar.
Analiza lo que el apóstol Pablo le dice a Timoteo:
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que
no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.
2 Timoteo 2:15
La esposa del mundialmente conocido evangelista Billy Graham, Ruth Bell,
nos dice cómo desarrolló un apetito deseoso por la Palabra de Dios. Todo
empezó con su padre, el Dr. Lemuel Nelson Bell, y su madre, Virginia
McCue. Dijo:
Cada mañana, cuando bajaba para el desayuno, mi padre, un excelente
cristiano y muy ocupado cirujano y misionero, siempre estaba sentado
en su silla favorita leyendo la Biblia. Por la noche, ya después de su
trabajo, mi madre hacía lo mismo. Pensaba que la devoción por la
Biblia de quienes más amaba debía ser algo importante y digno de
investigarse. Entonces, a mi corta edad, empecé a leer las Escrituras y
encontré que son, según las palabras de un cristiano escocés, «pastos
dulces y deleitosos»2.
Conoce las Escrituras y te darán seguridad al testificar, y sabiduría,
conocimiento y convicción al hablar de Cristo. No hay tamaño de
conocimiento humano que sustituya la Palabra de Dios. Primero, lee y estudia
la Biblia. Después, lee muy buenos libros sobre las misiones, la
evangelización y las otras religiones del mundo, a fin de alcanzar a estas
personas con eficacia. Tienes que conocer al detalle la Palabra de Dios y
tenerla siempre en la punta de la lengua. Para esto, debes memorizar y llevar
en tu corazón pasajes tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
Las Escrituras son la fuente para tu vida espiritual y para ganar a los demás
para Cristo. Te proveerán el mensaje que debes predicar. Marcarán la
diferencia en tu vida respecto a la fe, moral, rectitud, integridad y todo lo que
necesites. Es más, de las Escrituras obtendrás sabiduría, consejo, consuelo,
ánimo y limpieza espiritual. Serán el fundamento para tu vida a la hora de
testificar, así como para tu llamado y ministerio. En fin, serán tu guía.
Ten presente que debes conocer las doctrinas básicas de la Biblia, lo más
importante. Entonces, para no desviarte de la sana doctrina, debes conocer
sobre la iglesia, el hombre, el diablo, el pecado y la salvación. Lo que es más
importante, debes conocer sobre Dios, Cristo y el Espíritu Santo. El prolífico
autor y evangelista John Stott, refiriéndose a nuestro trabajo con el Señor en
conexión con el amor por las Escrituras, citó:
Si el amor de nuestros corazones es el amor de Cristo, no
disminuiremos nuestro servicio que es costoso en energía, dignidad y
tiempo.
Así que, trabaja, testifica con convicción sobre Cristo, ama y estudia las
Escrituras, y Él te bendecirá. (Lee también el Sal 119; Jn 5:39, Ro 10:17; Col
3:16; 1 Ti 4:13; 2 Ti 3:16; 4:2, 13; Heb 13:9).
3. Con toda convicción, debemos ser cristianos con un gran amor,
disposición y dedicación por la obra de Dios
Sin importar lo que debamos afrontar, los cristianos nos debemos distinguir
por el amor, la determinación y la consagración a la obra del Señor.
Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia [...] y has sufrido,
y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi
nombre, y no has desmayado.
Apocalipsis 2:2-3
El célebre misionero y explorador David Livingstone nació en Blantyre,
Escocia, pero dejó literalmente su corazón en África, aunque su cuerpo está
sepultado en la gran abadía de Westminster en Londres. Al morir, los nativos
sacaron con bondad su corazón y lo sepultaron en su querida África, pero su
cuerpo lo enviaron de vuelta a Inglaterra por barco. Él nunca midió esfuerzo,
dedicación y amor por la obra de Dios.
Después de dieciséis años de trabajo en África, regresó a su país natal para
hablarles a los estudiantes de una universidad en Glasgow. En todo su cuerpo
había marcas de cuánto había sufrido y padecido en el África. Macilento y
delgado, como consecuencia de haber sufrido más de treinta fiebres malignas
en las selvas africanas, su rostro se veía envejecido por su exposición al sol.
Incluso, uno de sus brazos lo llevaba en cabestrillo, como resultado de un
encuentro con un león. Además, tenía el corazón destrozado por el comercio
de esclavos y, sobre todo, por la muerte de su querida esposa, Mary, lo cual
detalló con mucho dolor en su diario. Entonces, los alumnos se dieron cuenta
de que el que hablaba no era una persona común y corriente. En esa
oportunidad, Livingstone les dijo a sus oyentes:
Les preguntaré y yo mismo les daré la respuesta acerca de lo que me ha
sustentado por tantos años en medio de innumerables pruebas,
tribulaciones, aflicciones, soledad y dolor. ¿Saben lo que me ha
sostenido? La promesa de un Caballero de más alto honor y palabra
que dijo: «He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo». Y les digo más: Volveré al continente de mi amor, al calor
insoportable, a las lenguas que no entiendo, donde mis piernas ya no
soportan el peso de mi cuerpo, y desde ahí, sí, desde ahí, iré a mi hogar
para encontrarme con mi Señor.
Alguien le preguntó a Livingstone si creía que había hecho un gran sacrificio.
A lo que contestó:
La gente habla del gran sacrificio que he hecho en pasar tantos años de
dolor en África. Yo solo estoy devolviéndole un poco a Dios y al gran
sacrificio que Cristo hizo por mí en la cruz, lo cual nunca podré pagar
en realidad. ¡Yo diría que, en lugar de ser un sacrificio, para mí es un
privilegio!
Años más tarde, al lado de su cuerpo doblado en oración, pero ya muerto, los
nativos encontraron un Nuevo Testamento ya muy viejo y usado abierto en
Mateo 28, con una nota al margen que decía: «Palabras de un Caballero».
Cuando el cuerpo de Livingstone lo llevaban por las calles de Londres en su
camino para ser sepultado en la abadía de Westminster, un hombre lloraba sin
consuelo. Un amigo le preguntó si conoció a Livingstone en persona.
Entonces, la respuesta no se hizo esperar: «Yo no estoy llorando por
Livingstone, sino por mí mismo, porque él sí vivió con un propósito y causa,
pero yo he vivido para nada».
¿Y tú? ¿Por qué o para quién estás viviendo? No midas tu entrega, amor,
esfuerzo y dedicación por el Señor y su obra. Todo lo que hagas, sea lo que
sea, hazlo con convicción y amor para el Señor, y Él te bendecirá. No mires
el esfuerzo que haces. Tampoco midas tu determinación, trabajo, desvelos,
angustias, aflicciones, tribulaciones y lo que tengas que pasar. Recuerda todo
lo que Cristo hizo por amor a nosotros al enfrentar la horrenda cruz y sufrir
allí por ti y por mí. Testifica con amor y convicción, y no midas esfuerzo
alguno para servir al Señor. Andrew Murray habló también sobre las
experiencias de Hudson Taylor en China:
Esto nos enseña que Dios prepara al hombre para creer en Él, esperar
en Él, y darse por completo a Él y su obra, sin importar cuán grande
sea la dificultad. La iglesia necesita aprender esta lección en nuestras
reuniones misioneras, y nuestros sermones deben enseñar esto.
Debemos ser personas que nos demos por entero a Dios, y Él nos
equipará para ser útiles en el servicio de su Reino. Esto requiere una
comunión cercana con Dios, y una total rendición a Él y su dirección,
de modo que nos enseñe a llevar a cabo su obra.
En resumen, debemos hacer la obra de Dios con amor y entrega, y
amándonos los unos a los otros (Jn 13:35; lee también Hch 15:26; 1 Co
15:58; 2 Co 5:14; Ef 4:15-16; 5:2; 1 Ts 2:8; 1 Co 13; Col 3:23-24).
4. Con toda convicción, debemos ser cristianos con un gran deseo de
alcanzar a los perdidos para que seamos ganadores de almas
La convicción es muy importante a la hora de rendir nuestra voluntad a fin de
ganar almas para Cristo, pues como bien dice la Palabra, «el que gana almas
es sabio» (Pr 11:30).
Dos periodistas gnósticos pasaron tres meses con los misioneros en el este de
África para descubrir sus puntos débiles. Al final, en su informe escribieron
la siguiente observación:
Cuando hablas con los misioneros, es obvio que el fenómeno del éxito
en su trabajo está en que creen de veras y hacen su obra de corazón.
Con cada misionero que hablamos y observamos, vimos que
renunciaron a sí mismos y sus voluntades para otro tipo de vida, y que
ahora viven para servir, como dicen, a su Señor3.
Con este mismo deseo de alcanzar a los perdidos, como el de estos
misioneros, es que debemos trabajar para ganar las almas para Cristo.
Bob Pierce, quien fuera evangelista y fundador de World Vision
International, afirmó en cuanto a ser ganadores de almas y alcanzar a los
perdidos: «Permitan que mi corazón se quebrante por las cosas que
quebrantan el corazón de Dios». ¿Y qué más duele y quebranta el corazón de
Dios? ¡Un alma que se pierde para siempre! De esta manera, gana almas, ama
al perdido, testifica, evangeliza, habla, predica y sé un testigo fiel de Cristo
con convicción, amor y pasión enormes por los que todavía están en tinieblas
espirituales. Entonces, ganarás muchas y muchas almas para Cristo y para el
Reino de Dios (lee Jud 22-23).
5. Con toda convicción, debemos ser cristianos sencillos y humildes en la
comunicación
El apóstol Pablo experimentó de primera mano lo que significaba ser sencillo
y humilde en la comunicación del evangelio:
Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que
con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con
la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con
vosotros.
2 Corintios 1:12
Adoniram Judson tuvo una inteligencia fenomenal. A los tres años de edad
aprendió a leer. Con solo doce años ya traducía del griego. Se matriculó en la
Universidad Brown cuando tan solo tenía dieciséis años. Mientras estudiaba
en la universidad, entabló amistad con un joven llamado Jacob Eames, un
devoto deísta y escéptico. Este hombre no creía en los milagros de la Biblia.
En 1807, a Judson le tocó dar el discurso de graduación y despedida. Sin
embargo, por la influencia de Eames, Judson llegó a negar a Cristo.
En cierta ocasión, mientras estaba hospedado en un hotel, escuchó a un
hombre gemir toda la noche en el cuarto al lado del suyo. Al otro día,
preguntó en el hotel sobre el enfermo que escuchó durante la noche, y le
respondieron que el que acababa de morir se llamaba Jacob Eames. La gran
casualidad de haber estado cerca de alguien que conocía y que estaba a punto
de morir causó un gran impacto en Judson. Esto lo llevó a ahondar en su
propia alma delante del Señor, así que buscó su perdón y reconciliación por
haber negado antes su fe en Dios.
Desde entonces, empezó a vivir para Dios. Más tarde fue al Seminario
Bautista de Andover, en Massachusetts; y a los veinticinco años de edad,
Dios lo envió a una obra pionera en Birmania. Cuando llegó, la tribu de los
karens lo recibió con los brazos abiertos.
Judson tuvo una gran educación, tanto en la universidad como en el
seminario, pero siempre fue humilde. Los que le conocieron dicen que jamás
dejó de predicarles y testificarles a los demás con sencillez. En Birmania
soportó prisión, torturas, enfermedades, tristeza, dolor, soledad, muerte de
seres queridos y sufrió mucho por el Señor, pero siempre mantuvo su
compostura. Durante treinta y siete años perseveró y, a finales de su
ministerio, había establecido sesenta y tres iglesias en Birmania. Incluso,
capacitó y dejó otros ciento sesenta y tres misioneros y asistentes, y bautizó a
más de siete mil convertidos.
Hoy en día, como mencioné antes, puedes ir a Malden, Massachusetts, y leer
una placa de mármol que dice:
En memoria del Rvdo. Adoniram Judson. Nació el 9 de agosto de
1788. Murió el 12 de abril de 1850. Malden: Su lugar de nacimiento. El
mar: Su sepulcro. Sus trofeos: Los birmanos convertidos y la Biblia en
birmano. Su historia: Escrita en los cielos
El gran misionero Judson cumplió su misión y su arduo trabajo que hizo por
casi cuarenta años con una convicción increíble. Partió con el Señor mientras
navegaba por el mar de la bahía de Bengala. El Dr. Oswald Smith dijo: «Él
fue el más grande de todos los misioneros estadounidenses». Entonces,
pregunto: «¿Qué es lo que Dios puede hacer con una persona humilde y
sencilla?». ¡La puede usar para trasformar naciones enteras!
Debemos hablar, testificar y predicar con toda humildad, sencillez y
dependencia del Señor, dejando a un lado todo orgullo, sabiduría humana,
arrogancia, soberbia y prepotencia, y saber que Dios nos usa por su gracia y
misericordia. Como Billy Graham dijera una vez: «Si hablas con tanta
elocuencia que tus oyentes no te pueden entender, tienes muy mala puntería».
En 1965, durante una conferencia sobre evangelización en Berlín, al terminar
un «gran predicador» de exponer su mensaje, los africanos vinieron a verle y
le dijeron: «No entendimos nada de lo que usted dijo, pero por lo menos
sabemos que está de nuestro lado». ¡Qué trágico! Por lo tanto, testifica con
sencillez y convicción, y no seas como muchísimos predicadores que he
escuchado hablar en un nivel tan alto que nadie los entiende. El escritor
James A. Michener declara sobre esto:
Si rechazas la comida, ignoras las costumbres, temes a la religión y
evitas a las personas, es mejor que te quedes en casa. De esta manera
serás como los guijarros, que al ser echados en el agua, se mojan solo
por arriba, pero nunca serán parte del agua.
Aquí Michener se refería a las costumbres, cultura e idioma para hablar,
evangelizar y testificar con humildad y sencillez. Pablo, que era «Pablo»,
hablaba con sencillez y humildad, ¿qué haremos nosotros? (Lee 1 Co 2:1-5;
Ro 12:16; 1 P 5:5).
6. Con toda convicción, debemos ser cristianos seguros bajo la dirección
y la voluntad del Señor
Si como cristianos queremos testificar, debemos pedirle a Dios que nos haga
aptos para llevar a cabo la obra de evangelización con seguridad.
[Dios] os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad,
haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo;
al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Hebreos 13:21
En su autobiografía, Our Incredible Journey [Nuestro viaje increíble], el
cofundador del ministerio Palabra de Vida, Harry Bollback y su esposa
Millie, escribieron sobre sus años de misioneros en Brasil donde vivieron en
condiciones primitivas. Dijeron:
Vivir de esta manera era muy difícil para nosotros, pero en ese
entonces nadie pensaba que era incómodo ni dificultoso. Habíamos
tomado la decisión de servir al Señor y hacíamos lo que Él nos
encomendó. Solo teníamos que disfrutar de la mano de Dios y sus
bendiciones.
También Bollback escribió lo siguiente:
Estoy convencido que cuando sirves el Señor, no es una cuestión de
sufrimiento. Solo es hacer lo que se supone que hagas para la gloria de
Él. No piensas que es un sacrificio, sino que piensas que esa es tu
misión.
Y esta es nuestra misión: ¡Testificar de Cristo a todos!
A. Jack Dain, veterano misionero a la India, escribió algunas palabras de
sabiduría y consejo para los jóvenes y los demás en cuanto al llamado
misionero, la dirección y la voluntad del Señor:
Me parece que en estos días, cuando se enfatiza tanto en el servicio
misionero, tenemos que guardarnos de ponerles presión a nuestros
jóvenes y los demás cuando, en realidad, no saben si tienen o no este
llamado de Dios para su vida. No es una cuestión de que se dude de su
integridad, su discipulado ni su amor por Dios. Sin embargo, ¿son
llamados de veras? Si no lo son, estarán destinados al fracaso y el
resultado será algo serio para cada uno4.
En cuanto a mí, diría como el misionero y erudito escocés Stephen Neil: «Si
todos son misioneros, nadie es misionero». Y yo añado a lo que dijo Neil:
«Es acertado decir que todos los cristianos son testigos, pues pueden testificar
de Cristo, pero no todos los cristianos son misioneros». Así que todos no
tienen el llamado al ministerio, a ser misionero. Si no hay un llamado
específico, debemos ser guiados por Dios en su perfecta voluntad, que es la
de ganar almas para Cristo, al testificarles a los demás.
Los llamados pueden decir: «Soy misionero bajo la dirección y la voluntad
del Señor». Y los que no son llamados de manera específica al campo
misionero, pueden decir: «De cualquier manera, tengo el llamado a testificar
de Cristo. Por lo tanto, soy alguien que testifica bajo la dirección y la
voluntad del Señor».
Gladys Aylward, quien fuera misionera en China, señaló acerca del servicio
al Señor bajo la dirección de Él, y de estar seguros de su voluntad:
Si Dios te ha llamado a China o a cualquier otro lugar, y en tu corazón
te sientes seguro de esto, no permitas que nada te detenga... recuerda
que Dios es quien te llamó y es lo mismo como cuando llamó a Moisés
o a Samuel.
Si un cristiano o un misionero que testifica tiene una profunda convicción y
seguridad que está en la perfecta voluntad de Dios para su vida, no importa si
se encuentra en Brasil, la isla de Borneo o Burundi, tal persona no huirá a la
primera señal de peligro, no desistirá cuando lleguen las dificultades y no
abandonará el centro de la voluntad de Dios para su vida al dejar todo atrás.
Se quedará en su lugar, firme, seguro y victorioso, trabajando para su Señor.
Lo que importa es su convicción de que está bajo la dirección y la voluntad
de Dios (lee Hch 13:36; 22:14; Ro 12:2; Gl 1:4; Ef 1:1; 5:17; 6:6-7; Heb
10:36).
7. Con toda convicción, debemos ser cristianos embajadores de Cristo
¿Te has puesto a pensar lo que significa en que los cristianos somos
embajadores en nombre de Cristo? Sin duda, esas son nuestras credenciales
para presentarnos ante el perdido, a fin de testificarle de Él.
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase
por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos
con Dios.
2 Corintios 5:20
El trabajo protestante misionero empezó en China con Robert Morrison,
enviado por la Sociedad Misionera de Londres en 1807. Mientras estaba en
Washington, recibió de las manos del entonces secretario de estado, James
Madison, una carta de presentación para el Consulado Estadounidense en
Cantón, China. Con esta carta abordó un barco que le conduciría hasta el país
asiático, a fin de conquistar a los chinos para Cristo. El dueño del barco, que
consideraba la aventura de Morrison un tanto precipitada, le dijo con una
sonrisa cínica: «Entonces, Sr. Morrison, ¿usted espera de veras causar algún
efecto en medio de la idolatría del gran Imperio chino?». De inmediato,
Morrison respondió: «¡No, señor, yo no, pero espero que Dios sí lo haga!».
Morrison ya era un embajador de Cristo cuando sintió el llamado de ir a la
India, pero que Dios lo cambió a China. Lo que es más, después que recibió
la carta del gobierno estadounidense, y al llegar a China con mucha
convicción y esfuerzo, se dedicó a aprender el idioma y la cultura de este
pueblo que le resultaban muy difíciles. Al igual que Morrison, todos somos
embajadores de Cristo. Todos tenemos el llamado a testificar.
Henry Venn, clérigo anglicano reconocido como uno de los principales
estrategas de las misiones protestantes del siglo XIX, define bien lo que es
ser un embajador de Cristo:
Con el mundo bajo sus pies, con la mirada en el cielo, con el evangelio
en su mano y Cristo en su cabeza, va como un embajador para Dios.
No conoce a nadie, sino solo a Jesucristo. No disfruta de nada, excepto
de la conversión de los pecadores, y no espera nada más, solo ser
promovido al Reino de Cristo. No se gloría de nada a no ser de la cruz
de Cristo, con quien está crucificado para el mundo y el mundo para él.
El Rey Jesucristo ha enviado a sus embajadores, lo cuales somos nosotros, a
predicar, anunciar y testificar sobre su poder y autoridad a cada nación (Mt
28:19). Todos los hombres deben arrepentirse y creer en el evangelio (Hch
17:30), al hacer esto saldrán de las tinieblas (Col 1:13). Por eso nosotros, los
embajadores de Cristo, no nos conformaremos a no ser con la victoria final
de una conquista de almas a nivel mundial para nuestro Señor y su Reino (Ap
11:15).
Por consiguiente, somos embajadores del Dios soberano del universo. Para
nosotros o un misionero, ya sea que su choza esté en un lugar fangoso del
África, una casa cubierta de nieve en Alaska, una cabaña en la jungla del
Amazonas en Brasil, una tienda en el desierto de Gobi en el sur de Mongolia
y al norte de China, ahí mismo el misionero levanta una bandera sobre su
residencia y un ángel del Señor mantiene la guardia.
Sobre esto escribieron Mildred Cable y Francesca French en su libro
Ambassadors for Christ:
Su casa siempre será un lugar santo, aunque esté cercada de maldad,
pues es tierra privilegiada donde está la embajada y ahí el embajador
disfruta de derechos extras de territorio. Nadie puede interferir entre su
correspondencia y su Rey [...] Su comunicación con su Soberano está
guardada con tanta seguridad que ningún espía puede escuchar ni
interceptar sus palabras e informes. A cualquier hora del día o de la
noche, puede tener una audiencia con su Rey, asegurando sus consejos
y sus instrucciones, y recibir la complacencia de su Rey5.
Así que nosotros, hermanos, somos embajadores de Cristo (lee Ef 6:20).
8. Con toda convicción, debemos ser cristianos que testifican la verdad
Si se trata de testificar, nuestra convicción debe guiarnos siempre a predicar
la palabra de verdad:
En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el
evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis
sellados con el Espíritu Santo de la promesa.
Efesios 1:13
En cierto acuario, un pez intentaba con mucha insistencia atacar a otro pez.
Sin embargo, no podía alcanzar a su presa debido a que dentro le tenían
colocada una barrera de vidrio que mantenía separados a los dos peces.
Después de golpear de manera insistente con su boca la barrera divisoria,
acabó por desistir de llegar al otro pez. Más tarde, el personal del acuario
retiró el vidrio de separación, y el pez nadaba hasta el punto en que sabía que
«estaría todavía» la barrera, de modo que paraba allí y no intentaba cruzar. El
instinto del pez le hacía ver que la barrera seguía allí.
Hay cristianos que son como ese pez, y tienen una barrera imaginaria creada
con limitaciones y falta de convicción. Saben que lo pueden hacer, pues Dios
les ha dado su poder, pero no quieren llevar a cabo la tarea de testificar de la
verdad. Es más, ¡muchos de nosotros somos como ese pez! Así que te
pregunto: «¿Qué tipos de barreras tienes que te impiden obedecer con
convicción la tarea de testificar?». Cuando tus circunstancias dicen «no», la
fe dice «sí puedo».
Siempre que te sientas frustrado o que no tengas a alguien que te ayude en tu
labor de evangelización, ora y ayuna. Dios te dará a las personas que
necesitas para llevar a cabo la tarea de evangelización. No permitas que te
detenga alguna «barrera imaginaria». Testifica del Señor y Él te ayudará.
Muchas cristianas piensan que no pueden servir al Señor, y se crean a sí
mismas barreras imaginarias en sus mentes pensando que Dios nos las puede
usar. Helen Barret Montgomery, autora y promotora de misiones bautistas
estadounidenses, nos enseña sobre esto:
Los peligros de los misioneros pioneros fueron compartidos por sus
esposas pioneras. Judson en su prisión, Moffat con los salvajes en
Sudáfrica, Chalmers en el desierto de Nueva Guinea, Hunt y Calvert en
el Fiyi manchado de sangre, Paton en las Nuevas Hébridas, todos estos
y cientos más tenían a una mujer que estaba hombro con hombro a su
lado, compartiendo cansancio, peligro, soledad, enfermedad, muerte6.
Dámaris, mi querida esposa, escribió un libro tremendo sobre esto llamado
Mujer, Dios te ha llamado. Joven y cristiana, ¡el Señor te puede usar en gran
medida!
Acuérdate que todos, sin importar a qué género pertenezcamos, somos
heraldos de la verdad, pues:
Cristo es el camino, la verdad y la vida (Jn 14:6), y nosotros somos
testigos de esto.
Él prometió que los hombres conocerían la verdad, y que la verdad
los haría libres (Jn 8:32).
Su propósito para venir al mundo fue para dar testimonio de la
verdad (Jn 18:37).
Su Reino es un Reino de la verdad (Jn 18:36-37), y está fundado
en el entendimiento de la verdad (Jn 8:32).

Jesús conocía la verdad, Él habló la verdad, Él vivió la verdad y Él ES la


verdad. Nosotros somos mensajeros de Cristo que testificamos y predicamos
de la verdad (2 Co 6:7), por eso practicamos la verdad (1 Jn 1:6). Nosotros no
inventamos este mensaje de la verdad, solo lo testificamos, proclamamos y
predicamos.
El cristianismo es la verdad no porque nosotros, o los misioneros, lo
dijéramos, sino porque lo dijo Jesucristo. Stephen Neil expresó:
La única razón para que seamos cristianos es la grande y abrumadora
convicción de que la fe cristiana es la verdad.
La expresión «abrumadora», o «contundente», convicción es lo que tenía la
iglesia primitiva. Los cristianos y apóstoles de entonces creían de todo
corazón que el evangelio era y es la verdad concerniente a Dios, el hombre, el
pecado y la salvación. Por eso los cristianos de la iglesia primitiva no solo
estaban dispuestos a predicar y testificar de la verdad, sino también estaban
dispuestos a morir por la verdad.
En lo que respecta a los cristianos primitivos, había muchos senderos, pero
un solo Camino. Había muchos profetas, pero un solo Salvador. Había
muchas religiones, pero un solo evangelio, y es el evangelio de la verdad (Gl
1:1-10). Por lo tanto, con convicción y certeza, nosotros somos los emisarios
de esta verdad, porque Dios es verdad (Ro 1:25), y Cristo es la verdad (Ef
4:21). El autor G.G. Findlay escribió:
La naturaleza del mensaje constituye nuestra responsabilidad de
proclamarlo. Es la palabra de verdad. Si hay alguna duda sobre esto, si
nuestra certeza en cuanto a la verdad la están sacudiendo y ya no
podemos anunciarla con CONVICCIÓN, es natural que disminuya
nuestro celo en propagarla. El escepticismo mata el celo y el fervor
misioneros7.
Por lo tanto, anunciamos la verdad con convicción de que hay un cielo y una
vida eterna para quienes reciben a Cristo: los salvos; y hay un infierno y una
perdición para quienes rechazan a Cristo: los no salvos. El mismo Cristo
enseñó esto sobre el cielo (Mt 4:17; Jn 11:25), y sobre el infierno (Mt 10:28;
Mr 9:43-48). Por eso tenemos que testificar de la verdad y hacerlo con
convicción. Como dijera David Platt en cuanto a esto:
Cada persona salva de este lado del cielo le debe el evangelio a cada
persona no salva que está al otro lado en el infierno8.
¡A testificar la verdad del evangelio! (Lee 2 Co 6:7; 13:8; Gl 2:5).
9. Con toda convicción, debemos ser cristianos con una profunda paz
interior
Si vamos a cumplir con nuestro deber de testificar, debemos experimentar esa
paz interior que solo nos la da el Señor.
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.
No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
Juan 14:27
Cierta vez un muchachito llamado Luke Short escuchó un sermón que
predicó el eminente puritano John Flavel en la ciudad de Dartmouth. Este
chico creció y se fue a la región de Nueva Inglaterra, viviendo una vida sin
pensar en Dios. Años más tarde, Michael Boland describe lo que sucedió y
que aparece en la introducción del libro de John Flavel, The Mistery of
Providence:
Incluso una breve mirada a la historia de Flavel da alguna indicación de
su carácter sobresaliente [...]
Uno que estaba íntimamente familiarizado con él, John Galpine de
Totnes, llama la atención en sus memorias de Flavel a tres
características: su diligencia, su anhelo por la conversión de las almas,
y su espíritu pacífico y sanador.
Además de los incidentes registrados en sus propios escritos, hay
algunos ejemplos notables de los efectos del ministerio de Flavel. Luke
Short era un granjero en Nueva Inglaterra [...] con un vigor excepcional
aunque sin haber buscado la paz con Dios.
Un día, mientras estaba sentado en su campo reflexionando sobre su
larga vida, recordó un sermón que escuchó en Dartmouth, cuando era
niño [...]
El horror de morir bajo la maldición de Dios le impresionó cuando
meditó sobre las palabras que había escuchado hacía mucho tiempo y
se convirtió a Cristo ochenta y cinco años después de escuchar la
predicación de John Flavel9.
¿Ya ves? Si testificamos de Cristo con fidelidad, Dios usará nuestras palabras
en el tiempo oportuno, a fin de tocar el corazón de quienes nos escucharon
testificar y predicar. Basta con que seamos fieles discípulos del Señor para
que Él nos use como lo hizo con Flavel. Cuando el Espíritu Santo trajo a la
mente de Luke Short el sermón que escuchó muchas décadas antes, aceptó al
Señor Jesús de todo corazón. La Palabra nunca vuelve vacía.
Pon esto en tu corazón: Quizá pienses que lo que estás haciendo al testificar y
orar por el mayor número posible de personas no está dando resultados.
Entonces, te desanimas por eso. Sin embargo, ¡en el cielo tendrás una gran
sorpresa! Verás a muchos que en el momento en que les testificaste no
recibieron tus palabras, pero que después el Espíritu de Dios les trajo
convicción y se convirtieron. Recuerda lo que dice la Palabra:
Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo
hallarás.
Eclesiastés 11:1
¡Aleluya! Al igual que ese hombre que vivió la mayor parte de su vida sin
paz, pero que después de muchas décadas vino al Señor, tú tampoco la tenías
antes de conocer a Cristo, pero ahora la posees. Así que no importa los años
que te llevó ser cristiano, ahora lo eres y puedes testificarles a los demás
acerca del poder del Señor.
El Espíritu Santo trajo paz y salvación al corazón de Luke Short, pues uno de
los títulos mesiánicos de Jesús es «Príncipe de Paz» (Is 9:6). La Palabra nos
muestra cómo muchas veces se manifestó la paz del Señor a través de su
ministerio terrenal. Por ejemplo:
En su nacimiento, los ángeles cantaron: «Paz en la tierra» (Lc
2:14).
En sus enseñanzas, Él habló de la paz (Mt 5:9, 21-26).
En su muerte, Él obtuvo la paz entre Dios y el hombre (Ro 5:1), y
entre los hombres entre sí (Ef 2:14-17).
En la cruz, reconcilió todas las cosas trayendo la paz (Col 1:20).

Todo reino e imperio humano se ha conquistado por la fuerza y se han


desintegrado y colapsado, menos el de Cristo (Jn 18:36). El Reino que Él
construye en la tierra es de paz (Ro 14:27). El evangelio que anunciamos es
de paz (Ef 6:15). Predicamos, anunciamos y testificamos de este evangelio de
paz, pues solo la paz de Cristo puede traer el fin de las enemistades entre
judíos, árabes y gentiles, y entre musulmanes, indios y africanos.
En los años más recientes, misioneros, pastores y cristianos han continuado
su misión de paz. En las guerras civiles de Nigeria, India, Pakistán,
Afganistán, Burundi, Vietnam, y muchos otros países, han protegido a líderes
nacionales, sin importar que fueran políticos o religiosos, y han establecido
en medio de grandes conflictos y guerras, campos de refugiados y de
rehabilitación. Todo lo han hecho con una profunda paz de Cristo en sus
corazones.
Aunque Amy Carmichael, la gran misionera en la India, nunca se casó, Dios
le dio una paz y seguridad que siempre le acompañaría, y sobre esto
mencionó:
Yo tenía sentimientos de miedo en cuanto al futuro. El diablo siempre
me susurraba: «Estás bien ahora, ¿pero después? ¡Estarás muy sola!».
Entonces, acudí a mi Dios en desesperación y le dije: «¿Señor, que
puedo hacer? ¿Cómo puedo ir hasta el final?». Y Él me respondió:
«¡Nadie que confía en mí estará solo!». Y esta palabra ha estado
conmigo desde entonces.
¡Tengamos paz en cualquier situación! Si tenemos esa paz profunda de
Cristo, las otras personas se darán cuenta y seremos capaces de
transmitírselas al testificarles con convicción de Él y de su paz. (Lee Lc 1:79;
10:6; Jn 16:33; 20:19, 21, 26; Hch 9:31; Ro 1:7; 10:15; 1 Co 14:33; 2 Co
13:11; Heb 7:2).
10. Con toda convicción, debemos ser cristianos rendidos y consagrados
por completo a Cristo, y ser sus verdaderos discípulos
Jesús nos muestra con claridad cuál debe ser nuestra respuesta ante su
llamado para ser discípulos obedientes en la tarea de testificar:
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Mateo 16:24
Un día de 1975, Reese Kauffman, un fabricante de Indianápolis, respondió a
la invitación para servir al Señor después de un servicio misionero. Reese era
cristiano, pero sentía que algo faltaba en su vida. Necesitaba algo más para
servir al Señor con consagración y de todo corazón. Un hermano en la fe
llamado Roy Daniels se encontró con Reese en el cuarto de oración, y Reese
le dijo: «Acabo de darme cuenta de que quiero servir al Señor». Entonces,
Daniels le preguntó: «¿Tu nunca has oído hablar de Child Evangelism
Fellowship?». En realidad, el Señor preparó esa reunión entre los dos. Y por
muchísimos años, Reese Kauffman ha servido como el presidente de esta
organización que se enfoca en la evangelización de los niños en más de
ciento noventa países hasta ahora10.
Cristo demanda una total rendición y consagración de nuestra parte a Él (Mt
10:37). En el Nuevo Testamento encontramos dos palabras opuestas entre sí:
El Señor y el siervo. Y todos sabemos que no podemos servir a dos señores.
Por eso, Jesús nos enseña en la Palabra acerca de la consagración y la
negación propia e individual de cada uno de nosotros como cristianos.
También nos muestra que debemos tomar su cruz cada día (Mt 10:38; Lc
9:23; 14:27), y renunciar a nuestra vida de manera incondicional por Él (Mt
10:39).
Si estamos dispuestos a poner en práctica sus enseñanzas por amor a Él, todo
esto nos podrá traer persecución, aflicción y tribulación de parte del mundo
(Gl 6:12; 2 Ts 1:4; 3:11-12). Sin embargo, aun así, el Señor nos dice que su
yugo es fácil y que su carga es ligera (Mt 11:30). De modo que, con
convicción, debemos rendirnos de forma total y completa a Él. Dietrich
Bonhoeffer, pastor y teólogo alemán que muriera a manos de los nazis,
comenta sobre esto: «Cuando Dios llama a un hombre [para seguirlo], Él le
pide que venga y muera».
El verdadero discípulo del Señor, sea hombre o mujer, sabe que su decisión
tendrá un precio a pagar. Sabe que necesita morir para el mundo, para sus
intereses personales, para su vanidad y orgullo, etc. También sabe que esta
muerte le llevará a una vida de paz, alegría, felicidad, gozo y, por fin, a la
eternidad con Cristo. ¡Que Dios nos ayude a hacer lo mismo! Paul Borthwick
nos anima para que sirvamos al Señor renunciando a nosotros mismos:
Nuestra inadecuada teología sobre el cielo nos hace huir de las pruebas.
No solo le tememos a la muerte, sino también evitamos lo necesario
para «morir a nosotros mismos» que viene con seguir a Cristo.
Evadimos el sacrificio, escapamos del dolor y del sufrimiento, y
vivimos por los resultados rápidos con el mínimo esfuerzo.
Sé que a ninguno de nosotros nos gusta las penas, la privación, ni las
dificultades, pero todo esto nos madura y nos hace capaces para cargar con la
cruz con convicción y como verdaderos discípulos del Señor. (Lee acerca de
la consagración, rendición, negación y renuncia del apóstol Pablo en 1 Co
4:9-13; 2 Co 6:13-10; 11:23-29).
11. Con toda convicción, debemos ser cristianos que reconocen el señorío
de Cristo
Si somos cristianos de convicción, debemos estar dispuestos a reconocer el
señorío de Cristo como lo manifestó el apóstol Pedro durante su discurso en
el día de Pentecostés:
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a
quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Hechos 2:36
Durante la guerra chino-japonesa (1937-1945), centenares de misioneros,
entre los cuales se encontraban muchas jóvenes solteras, abrieron sus casas y
las residencias misioneras para recibir a las mujeres y niñas chinas en un
esfuerzo para salvarlas de las manos de los soldados japoneses. A Héctor
MacMillan, padre de seis hijos, lo asesinaron durante la Rebelión de Simba
en Zaire, África, debido a que no negó a su Señor. Su esposa regresó más
tarde para testificar y ministrar a los que mataron a su esposo. Elisabeth Elliot
y Rachel Saint llevaron el evangelio a los indios aucas del Ecuador que
mataron al esposo de una y al hermano de la otra. Dos de los hijos del
misionero mártir Jim Elliot, testificaron, ganaron y bautizaron para Jesús a
los que mataron a su padre. De esto se trata el amor, la rendición y la
consagración de los verdaderos cristianos, los cuales deben ser nuestros
también.
Al igual que estos hombres y mujeres de Dios del pasado, debemos vivir una
vida espiritual como verdaderos discípulos del Señor, de consagración y
rendición absolutas, testificando con una convicción segura, determinada y
final que Jesucristo es el Señor. ¡No importa lo que tengamos que sufrir! Así
que Dios permita que podamos testificarles a todos con gran convicción y
certeza que Jesús es el Señor para la gloria de Dios Padre.
El misionero Jim Elliot, asesinado por los indios aucas del Ecuador, nos
reafirma que debemos proclamar el Señorío de Cristo al reconocer que solo
somos siervos inútiles, y que Jesús es el único Señor. Dijo: «Somos un grupo
de don nadie, tratando de exaltar al que es Alguien en realidad».
Tanto el credo de la iglesia primitiva como el nuestro deben ser: «¡Jesucristo
es el Señor!». A muchos centenares de cristianos los echaron a los leones en
las arenas romanas por negar que César era el señor y que Cristo era y es el
SEÑOR. Además, Él es el Señor tanto en todos los aspectos de nuestra vida,
como lo es también el Señor del universo. La posición del Señor es única,
pues solo le pertenece a Él y a nadie más. Él ocupa el trono. Él es sin par. Él
no tiene ningún rival a su altura. Su resurrección selló su gran victoria, pues
fue la piedra clave, el golpe fatal para el diablo.
El Señor estableció el cristianismo como la verdadera fe. Es un hecho. El
cristianismo es la única verdad. De ahí que se nos envíe a testificar que solo
Jesucristo es el Señor, que solo Él puede ser el Salvador del mundo y que es
el único que puede salvar a todo el que deposita su fe en Él. Como resultado,
todo el que invoca el Nombre del Señor Jesús será salvo (Ro 10:13), pues
solo Él puede salvar a la humanidad. ¡Aleluya! Por eso no podemos dejar de
testificar acerca de la verdad con convicción. (Lee Hch 2:21; 4:33; 6:7; 9:5,
42; 10:36; 11:21; 14:3; 15:36; 16:31; 19:10; 20:24).
Hoy en día, muchos hermanos necesitan volver a testificar con convicción en
la tarea de las misiones y la evangelización, ya sea local, nacional o mundial.
Otros deben continuar con la tarea de testificar con esta convicción poderosa,
mientras que todos en general nunca debemos dejar de testificar con la
convicción del Espíritu en nuestra vida. Recuerda: Tenemos que testificar con
convicción, primero con nuestra vida y después a los demás. ¿Cómo revelas
esa convicción? Entre otras cosas...
Vive con convicción en todo lo que haces y serás bendecido.
Vive con convicción una vida devocional profunda.
Vive con convicción al conocer las Escrituras.
Vive con convicción al hacerlo todo con amor, esfuerzo y
dedicación en la obra del Señor.
Vive con convicción para alcanzar a los perdidos y ser ganadores
de almas.
Vive con convicción al ser sencillo y humilde en tu comunicación.
Vive con convicción al tener la seguridad absoluta de que estás
bajo la dirección y la voluntad del Señor.
Vive con convicción al ser embajador de Cristo.
Vive con convicción al testificar con la verdad.
Vive con convicción al tener paz interior para testificarles a los
demás.
Vive con convicción al estar rendido, consagrado y ser un
verdadero discípulo del Señor.
Vive con convicción al reconocer el señorío de Cristo en todos los
aspectos de la vida y así poder testificar con eficacia.

Después de todo esto, todavía necesitamos el respaldo y ejemplo de Cristo, a


fin de imitarle en esta gran tarea de testificar.
Llegamos al final de la segunda parte: «La oposición al testificar». Vimos lo
que representan la desobediencia al no testificar, las excusas, las cuentas que
tendremos que dar ante el Señor y lo que significa la falta de convicción de
muchos cristianos al no testificar. Espero que el Señor le haya hablado a tu
corazón en cuanto a esta sublime tarea de la evangelización. Así que ten
siempre presente que necesitamos el respaldo de Cristo e imitar su ejemplo en
esta gran tarea de testificarle a un mundo perdido y necesitado de salvación y
vida eterna.
TERCERA PARTE: EL RESPALDO PARA TESTIFICAR
9. EL EJEMPLO DE CRISTO PARA TESTIFICAR
«Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas
de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad
y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de
ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no
tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es
mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que
envíe obreros a su mies».
Mateo 9:35-38
«Soy misionero de alma y corazón. Dios tuvo un hijo y su Hijo fue
misionero [...] Me he dado cuenta de que yo solo soy una pobre imitación
de Jesús, pero quiero vivir y morir sirviéndole a Él».
David Livingston
Todos como cristianos debemos imitar el gran ejemplo dado por el Señor
Jesucristo en cuanto al llamamiento a predicar, proclamar, anunciar y
testificar en las misiones y la evangelización. Cristo vino a cumplir su
misión: morir en la cruz por nosotros. Sin embargo, en sus años hasta llegar
al Calvario, nuestro Señor testificó de su Palabra e hizo la tarea de
evangelización entre todos los que querían oírle y los que venían a Él. Así
que nosotros tenemos que imitarle, como está escrito:
Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por
nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas.
1 Pedro 2:21
Ante un pasaje como este, es importante conocer el significado, desde el
punto de vista bíblico, de la palabra «ejemplo». Veamos:
ejemplo, hupogrammos; Strong #5261: De hupo, «debajo», y grapho,
«escribir»; por tanto, asegurar. La palabra se refería a redactar cartas, a
copiar los escritos de un maestro. Después llegó a significar un ejemplo
a seguir. El ejemplo de Cristo nos hace capaces de resistir cuando
sufrimos a causa de nuestra fe1.
En cuanto a seguir e imitar el ejemplo de Cristo, el escritor Calvin T. Partain
nos narra su experiencia personal cuando era niño:
En la hacienda donde crecí, cerca de Lamesa, Texas, se cultivaba el
algodón. El suelo era plano y los árboles de algodón aparecían en línea
recta como una lanza. Yo le pregunté al responsable de la plantación
cómo conseguía plantar en línea recta. Entonces, me contestó: «Cuando
estoy sembrando, fijo los ojos en algún objeto bien distante al final del
campo, y nunca miro para atrás. No se puede arar la tierra mirando
hacia atrás».
Nuestro «objeto» a mirar es Cristo, y Él dijo que no podemos poner la mano
en el arado y mirar hacia atrás (Lc 9:62). Además, tenemos que mirarlo como
nuestro ejemplo y fijar nuestros ojos en Él, nuestro autor y consumador de la
fe (Heb 12:2). Al igual que lo dijo la gran misionera Lottie Moon:
Cuántos hay [...] quienes imaginan que porque «Jesús lo pagó todo» no
necesitan pagar nada, olvidando que el principal objetivo de su
salvación era que debían seguir los pasos de Jesucristo para traer de
vuelta un mundo perdido a Dios, y así ayudar a traer la respuesta a la
petición que nuestro Señor les enseñó a sus discípulos: «Venga tu
reino»2.
Por tanto, los cristianos debemos seguir su ejemplo y fe, y anunciar el Reino
de Dios como lo hizo Él. Además, Cristo prometió darnos su respaldo en esta
ardua tarea de testificar, pues así lo dice en su Palabra:
Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y
confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.
Marcos 16:20
De acuerdo a Lucas 4:18, que fue el cumplimiento de la profecía en Isaías
61:1-2, Jesús:
1. Predicó las buenas nuevas.
2. Sanó a los quebrantados de corazón.
3. Libertó a los cautivos, o sea, echó fuera demonios.
4. Sanó a los enfermos.
5. Dejó libre a los oprimidos.

Podemos decir, a manera de conclusión, lo que Lucas registra en el libro de


Hechos refiriéndose a Jesús:
Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret,
y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos
por el diablo, porque Dios estaba con él.
Hechos 10:38
¡Aleluya!
EL RESPALDO AL TESTIFICAR
Dios siempre respaldará a quienes Él llama y a los que usa. Las palabras
inmortales del Señor cuando les dijo a sus discípulos: «Yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28:20), están presentes en las
Escrituras desde el mismo inicio en Génesis y termina en Apocalipsis. Esta
promesa se hizo realidad en la nación de Israel, así como en Abraham, Isaac,
Jacob, José, Moisés, Aarón, Josué, los Jueces, Samuel, David, Salomón, los
reyes íntegros y buenos de Judá e Israel, los profetas, Esdras, Nehemías, etc.
Las Palabras de «Yo estoy contigo», encontradas en pasajes como el de Isaías
(41:10, 13; 43:1-2, 5; 45:2) y muchos otros, nos dan la seguridad que Dios
siempre estuvo, está y estará con nosotros. Además, Él respaldó, respalda y
respaldará a su pueblo Israel y a los hombres y mujeres que Él llama. Un
ejemplo de esto lo encontramos en el respaldo que le da al profeta Jeremías
(1:5-8, 19) cuando le afirma:
Te formé
Te conocí.
Te santifiqué.
Te di por profeta.
Te envié.
Te mandé.
Te libraré.

Al final, le afirma a Jeremías lo siguiente para que no le quedara duda: «Yo


estoy contigo». De modo que tenemos la certeza que así como Dios estuvo
con los profetas del Antiguo Testamento, Dios está con nosotros hoy. Como
vimos antes, esa fue la misma promesa que Jesús les hizo a sus discípulos
cuando les entregó la Gran Comisión: «Yo estoy con vosotros».
En otras palabras, podemos decir que, al testificar, el Señor estuvo con la
iglesia primitiva, estuvo con Pablo y sus ayudantes, con los cristianos y
escritores de las epístolas del tiempo apostólico y con Juan en el Apocalipsis.
Durante los siglos que vinieron después, Él ha estado con su Iglesia hasta el
día de hoy y lo estará siempre.
El respaldo de Dios y del Señor Jesucristo ha estado siempre con los suyos.
Esto se debe a que todo lo hacemos de corazón para Él. Como dijera Clarence
W. Jones, pionero de la radio misionera:
Es increíble lo que se puede lograr si no te preocupa quién obtiene el
crédito [reconocimiento].
Dios respalda a quienes trabajan para Él y a nadie más. También el Espíritu
Santo, con su presencia y poder, ha respaldado a la Iglesia desde sus inicios,
y estará con nosotros por toda la eternidad.
Cuando escribí mi segundo libro titulado Heme aquí, Señor, envíame a mí,
dije cinco cosas que son necesarias para que alguien posea el llamado tanto a
las misiones como a la evangelización en cuanto a la tarea de testificar de
Cristo:
1. Dios llama.
2. Dios capacita.
3. Dios envía.
4. Dios suple.
5. Dios respalda.

Este es el respaldo tan necesario que me ha dado el Señor para testificar y


predicar su Palabra desde jovencito hasta hoy. Por más de treinta y seis años
he predicado este evangelio alrededor del mundo, y nunca jamás Él me ha
dejado, sin importar que fuera en los momentos más difíciles y de peligro en
naciones problemáticas y de alto riesgo para ministrar. Él siempre me ha
respaldado.
La historia que deseo narrarles ahora se trata de un pastor que llevaba muchos
años en el ministerio. Su fidelidad era evidente y contaba siempre con el
respaldo de Dios para realizar su tarea con excelencia. Entonces, la junta
directiva de la iglesia aprobó la construcción de un nuevo templo, y se
decidió hacerle un homenaje a este pastor.
Así que el comité de construcción le informó que su nombre se pondría en la
piedra fundamental e inaugural del nuevo templo. El pastor, un hombre
humilde, les agradeció la consideración que tuvieron con ese gesto, pero les
recordó el pasaje de 1 Corintios 10:31, donde el apóstol Pablo exhorta a que
todo se debe hacer para la gloria de Dios. Luego, les pidió de favor que su
nombre no apareciera en la nueva construcción. Hoy en día, los que visitan
esa iglesia, en lugar de ver alguna placa con el nombre del pastor, encuentran
escritas las siguientes palabras: «Para la gloria de Dios».
Este pastor tenía razón. ¡A Dios sea la honra y la gloria! Recuerda que así
como con este pastor y conmigo, Él nos prometió a todos que estaría con
nosotros hasta el fin del mundo si trabajábamos para su Nombre con entrega
y humildad (Mt 28:20), y que cuando testificáramos, lo confirmaría, como
dije antes, con señales, milagros y prodigios (Mr 16:20). ¡Aleluya!
LA PRIORIDAD DE CRISTO
Jesús nunca enfatizó el crecimiento numérico, pues su enfoque e interés
estaban en el calibre, la calidad y la madurez de sus discípulos, y no en la
cantidad de sus convertidos. En la iglesia primitiva vemos lo mismo, aunque
después tuvo un crecimiento sobrenatural.
En la actualidad, la iglesia se dirige en sentido absolutamente contrario a la
visión de Cristo. Las «megaiglesias» están llenas de personas, pero el nivel
de compromiso y disposición de la mayoría de sus miembros para servir al
Señor es la más baja en la historia de la iglesia, por no hablar de la inmadurez
espiritual de dichas personas. El «show», el «entretenimiento», lo «exterior»
y lo de «ser visto por los hombres» son el énfasis y la prioridad actual de la
mayoría de estas megaiglesias, aunque no todas, por supuesto.
Por experiencia puedo decir que he visitado iglesias muy grandes que
predican de veras el evangelio y son ganadoras de almas. Incluso, tienen
excelentes programas de discipulado, a fin de preparar obreros que testifiquen
y alcancen a los perdidos. Lo triste es que, iglesias como estas, son la
excepción. Ahora es común ver que el orgullo y la soberbia invaden nuestras
iglesias y nuestros púlpitos. William Carey, el gran misionero en la India,
dijo una vez: «Cuando yo me vaya, no digas nada sobre Carey. Solo habla
acerca del Salvador de Carey». ¡Cuán diferente es lo que se dice hoy!
Para Jesús, sus discípulos eran lo más importante. Sanó, hizo milagros y
restauró a una infinidad de personas con amor y humildad, a pesar de que
sabía que las multitudes venían y se iban. Muchos lo buscaban de verdad,
pero a la mayoría solo le interesaba sus milagros, la comida, las señales (Jn
6:26), pero no le importaban su palabra ni su doctrina. Solo eran espectadores
y oidores, pero no hacedores. Basta con leer el pasaje de Juan 6:59-70.
Lo cierto es que Jesús no confiaba en personas así, pues las conocía muy bien
(Jn 2:24-25). Hasta en los días de su popularidad, Él se negó a que lo
pusieran como rey (Jn 6:15). Su preocupación no era tener programas para
llegar a las multitudes, sino ocuparse de sus discípulos y de todo el que lo
quería seguir. ¿La razón? Para después prepararlos, capacitarlos y enviarlos.
Por eso Jesús escogió a sus seguidores antes de realizar cualquier campaña o
predicación pública. Su método era discipular a quienes se transformarían en
pescadores de hombres, a fin de que los llevaran al Reino de Dios.
Muchos abandonaron a Jesús en el tercer año de su ministerio (Jn 6:60-67).
Por eso, a los que le seguían de verdad, los llamó «manada pequeña» (Lc
12:32). En sus enseñanzas dejó claro que quienes ponen su mano en el arado
y miran hacia atrás, no son aptos para el Reino de Dios (Lc 9:57-62),
tampoco lo son quienes no abandonan las cosas del mundo para seguirlo a Él.
De ahí que a sus seguidores en ese entonces, y a nosotros hoy, nos dijera que
necesitamos entrar por la puerta estrecha y tomar el camino angosto que lleva
a la vida eterna (Mt 7:13-14).
Jesús predicó que sus discípulos debían tomar su cruz y renunciar a sí
mismos en negación, fe y abnegación personales (Lc 14:25-27). Entonces,
más tarde, Él los usaría (Hch 1:8). Primero, debían conocerle, y acto seguido,
Él los enviaría. Y eso fue lo que sucedió después, por supuesto, cuando sus
discípulos fueron llenos del Espíritu Santo.
Por la Palabra sabemos que una vez que los discípulos recibieron la unción
del Espíritu, se involucraron por completo en el trabajo misionero de la
iglesia primitiva, y lo hicieron con madurez y solidez. Como resultado, llegó
la cantidad numérica:
En un solo día se convirtieron unas tres mil personas (Hch 2:41).
Cada día el Señor añadía a la iglesia los que se iban salvando (Hch
2:47).
Más tarde, se añadieron cinco mil (Hch 4:4).
Los que creían en el Señor aumentaban en gran número (Hch
5:14).
La Palabra del Señor se difundía y se multiplicaba en gran medida
el número de los discípulos (Hch 6:7).

La prioridad de Jesús era preparar a sus discípulos para que maduraran y


fueran aptos para la evangelización y el crecimiento que vino después de su
ascensión. Por lo tanto, como parte de su iglesia, nosotros tenemos el llamado
para ministrar y testificarles a los demás, y así ver el crecimiento de la iglesia.
John Hardonk, mientras navegaba a bordo de un barco, soñó una noche
que el día del juicio había llegado, y que se llamó los nombres en el
rollo de la tripulación del barco excepto su propio nombre, y que esta
tripulación había desaparecido; y en su sueño le preguntó al lector por
qué se había omitido su nombre; y le dijo que era para darle más
oportunidad de arrepentimiento. John despertó como un hombre
diferente. Más tarde llegó a ser ilustre en el servicio cristiano3.
Todos sabemos que Cristo, a través de su ministerio, les enseñó a sus
discípulos cómo servirlo en el trabajo de testificar. Su énfasis fue ministrar a
los demás y siempre lo hizo con compasión, misericordia y clemencia.
EL MINISTERIO DE CRISTO
Antes de continuar, quiero que vuelvas a leer el pasaje de Mateo 9:35-38, a
fin de que lo sigamos juntos. Necesitamos entender el ministerio
extraordinario del Señor y su propósito, de modo que podamos comprender
su esfuerzo, enseñanza, predicación, sus sanidades, su amor, compasión,
misericordia, trabajo en la mies y su ruego para que se enviaran más obreros
a la mies. Nos resulta necesario y fundamental conocer, saber y sentir en el
corazón cómo ministraba Jesús, de manera que nosotros, a su vez, podamos
hacer lo mismo al imitarle en la suprema tarea de las misiones y la
evangelización, y testificar con eficacia.
1. «Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas» (v. 35a)

Aquí esta la primera declaración del propósito del ministerio de Cristo: Él


viajaba, caminaba y se movía para ministrar en diversos sitios. Jesús
recorría como un verdadero misionero los diferentes lugares de la nación
de Israel, sus ciudades y aldeas. No esperaba que las personas vinieran a
Él, sino que iba donde estaban las personas. Iba de una ciudad a otra, de
una aldea a otra, para salvar a los perdidos (Lc 9:56). Esto habla de trabajo
físico, esfuerzo y voluntad. La Palabra dice que Cristo iba a TODAS las
ciudades y aldeas, no solo a algunas, sino a todas (lee Lc 4:43).
En cierta ocasión, un ministro del evangelio visitó un trabajador del
ferrocarril que se conocía como un hombre duro en su ciudad. Cuando
recibió al pastor y supo que su visita era para hablarle de Dios, maldijo
tanto al pastor como a la Biblia y la iglesia. Es más, el trabajador le dijo
que si volvía a venir, lo expulsaría personalmente de su casa y de su
barrio. Antes de retirarse, el hombre de Dios le dijo con calma: «¡Dios le
ama y yo también!». El hombre estaba preparado para todo: discusión,
ofensas y pelea. Sin embargo, no estaba listo para escuchar lo que le dijo
el ministro. Se quedó sorprendido y no pudo resistir el toque del Espíritu
Santo en su vida. Cuando se vino a dar cuenta, estaba en el piso llorando
amargamente. Luego, aceptó a Cristo y dejó todo el odio que había
acumulado en su corazón. El trabajo de este pastor al visitar y recorrer a
quienes necesitaban de Jesús, fue lo que trajo a este hombre a los caminos
del Señor. En ese instante, el duro y agresivo trabajador se transformó por
completo debido al poder de Dios. ¡Nosotros también debemos recorrer,
viajar, caminar e imitar a Cristo, y hacer lo mismo al testificar!
2. «Enseñando en las sinagogas» (v. 35b)

Aquí está la segunda declaración del propósito del ministerio de Cristo: Él


enseñaba. Así lo dice también este pasaje: «Y recorría las aldeas de
alrededor, enseñando» (Mr 6:6b).
La palabra «enseñanza» en griego es «didasko», que quiere decir,
«instruir», «entregar un discurso», «impartir conocimiento», «compartir
conocimiento con otra persona» y «explicar». Cristo fue el gran Maestro
entre los hombres, y todos se maravillaban por sus enseñanzas. La palabra
«enseñanza» se menciona ciento sesenta y ocho veces por igual en los dos
Testamentos. En algunas ocasiones, el maestro que enseña la Palabra de
Dios debe permitir que se hagan preguntas concernientes a lo que se
enseña, para que las cosas queden claras (Mt 13:10-11). Más adelante se
cita: «Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos
respondieron: Sí, Señor» (Mt 13:51).
También la palabra «enseña» en hebreo tiene similares connotaciones. Por
ejemplo, en Isaías 48:17 encontramos lo siguiente: «Así ha dicho Jehová,
Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña
provechosamente». Basados en este pasaje, veamos lo que nos muestra
con relación a la palabra «enseña»:
enseña, lamad; Strong #3925: Instruir, entrenar, punzar, estimular,
hacer que alguien aprenda. El origen de este verbo podría estar
relacionado con el aguijoneo del ganado. De forma similar, la
enseñanza y el aprendizaje se logran a través de una variedad de
estímulos, mediante eventos, técnicas o lecciones inolvidables. De
lamad viene talmid, melammed y Talmud, que respectivamente quieren
decir: «erudito», «estudiante» y el «Libro del aprendizaje rabínico»4.
¡Y también debemos imitar a Cristo al enseñar y testificarles de la Palabra
a los demás!
El gran misionero Juan G. Paton nunca se olvidó del ejemplo de su padre
cuando este lo acompañó hasta el barco donde navegaría para ir al sur del
Pacífico. Más tarde, Paton escribió:
Sus sabios consejos, lágrimas y su conversación oportuna antes de ese
viaje todavía están frescas en mi corazón como si hubieran sido ayer.
Él tomó mi mano con firmeza y, después de algunos minutos de
silencio, me dijo: «Dios te bendiga, hijo mío, y que Él te prospere y te
guarde de todo mal». Sin poder decir nada más, sus labios continuaban
moviéndose en una oración silenciosa. Entonces, entre lágrimas, nos
abrazamos y nos despedimos. Yo corrí lo más rápido que pude hacia el
barco. Miré hacia atrás y todavía vi a mi padre parado allá. Moviendo
mi sombrero en señal de despedida, al instante me metí adentro de la
nave. En cambio, mi corazón estaba muy dolido y, acercándome a un
rincón, lloré muchísimo.
Paton jamás se olvidó del gran ejemplo de su padre al enseñarle
abnegación y renuncia, al entender y apoyar su llamado a las misiones. Y
esto es, amados hermanos, lo que tenemos que hacer: Enseñar con el
ejemplo, mucho más que con las palabras. Además, ¡debemos imitar a
Cristo y hacer lo mismo al testificar!
3. «Y predicando el evangelio del reino» (v. 35c)

Aquí esta la tercera declaración del propósito del ministerio de Cristo: Él


predicaba. El libro de Hechos nos dice que Pablo «en seguida predicaba a
Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios» (9:20). La
palabra «predicaba» en griego tiene un gran significado:
predicaba, kerusso; Strong #2784: Publicar, decirlo ampliamente,
propagar, proclamar públicamente, exhortar, clamar con voz clara,
comunicar. El heraldo tiene el deber de hacer el anuncio público de un
mensaje oficial y de emitir cualesquiera demandas que el mensaje
conlleve. El heraldo cristiano debe proclamar el mensaje de salvación
por medio de Jesucristo y emitir un llamado al arrepentimiento y a
recibir el perdón de los pecados5.
De modo que la palabra «predicaba» tiene que ver con un heraldo público,
un mensajero, un enviado, un emisario, un anunciador, uno que proclama
las buenas nuevas, un predicador y uno que testifica. Esta palabra se
menciona cinco veces en el Antiguo Testamento, y ciento treinta y ocho
veces en el Nuevo Testamento. Y como ya vimos, hay que predicar con
sencillez la Palabra, pues Jesús siempre predicó al nivel de la gente para
que le pudiera entender.
Un misionero en Egipto que le predicó con gran capacidad y poder a un
musulmán, le preguntó: «¿Cuál de todos mis argumentos te llevó a recibir
a Cristo en tu corazón?». El exislámico, muy cortés y educado, le contestó
para sorpresa del predicador: «Aunque ahora ya conozco la verdad, en ese
entonces le hubiera podido refutar todos sus argumentos. Sin embargo, su
vida y ejemplo fueron los que me convencieron, y me llevaron al
arrepentimiento y a la salvación en Jesucristo».
¡Así es! Debemos predicar y testificar con lo que decimos, pero nuestro
ejemplo hablará más alto que nuestras palabras y respuestas teológicas,
pues testificar con nuestra propia vida tendrá un efecto extraordinario en
quienes nos escuchan. ¡Aleluya! ¡Y también debemos predicar e imitar a
Cristo, y hacer lo mismo que Él al testificar!
4. «Y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (v. 35d)
Aquí esta la cuarta declaración del propósito del ministerio de Cristo: Él
sanaba a los enfermos, lo cual incluye echar fuera demonios o espíritus
causantes de ciertas enfermedades, pues todos sabemos que hay
enfermedades físicas y hay enfermedades espirituales causadas por el
maligno. La Palabra nos dice bien claro que el diablo tiene mucha gente
oprimida (Hch 10:38). ¡Que el Señor lo reprenda!
Estos propósitos en el ministerio de Cristo se confirman en el Evangelio
de Mateo:
Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y
predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda
dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le
trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas
enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y
los sanó.
Mateo 4:23-24
La palabra «sanó» se traduce treinta y ocho veces como «sanidad de
enfermedades» y cinco veces se usa como «curar» con el mismo
propósito. La palabra «dolencia» en griego es «nosos», que se traduce seis
veces como «molestias», cinco veces como «enfermedades» y una vez
como «plaga» (Lc 7:21). No es igual al vocablo griego «malakia» (en Mt
4:23), que se traduce «enfermedad».
La palabra «sanando» en griego es «diasodzo», que quiere decir
«completamente sanado». Esto nos aclara que Jesús nunca sanó en parte,
sino que siempre hizo «completa sanidad». También veintitrés veces está
escrito: «Él los sanó a todos» o «Él sanó a cada uno». Otra palabra para
«sanar completamente» o ser «sanado por completo» en griego es
«holokleria», como se cita en este pasaje:
Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha
confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta
completa sanidad en presencia de todos vosotros.
Hechos 3:16
¡Sanidad completa! ¡Aleluya! Jesús afirma en el Evangelio de Mateo lo
siguiente:
Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los
espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda
enfermedad y toda dolencia.
Mateo 10:1
Cristo nos llamó a orar para que la gente se sane de enfermedades. En
Hebreos 2:4 dice que Dios testificó con sus siervos mediante milagros y
prodigios. Nosotros debemos hacer lo mismo. En Mateo 12:22 está
escrito: «Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le
sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba». En el análisis de
la palabra «sanó», tenemos lo siguiente:
sanó, therapeuo; Strong #2323: Compárese «terapia» y «terapéutico».
Originalmente, servir de una manera sencilla, tal como hacen los
sirvientes domésticos que atienden a los miembros de una familia. En
vista de que sus deberes incluían el cuidado de los miembros enfermos
de la familia, la palabra tomó una connotación médica, en el sentido de
atender, cuidar y proveer para la persona enferma. De ahí que, la
palabra llegó a significar sanar, restaurar la salud, curar6.
El Señor transformó la vida del Dr. John Scudder mientas leía el tratado
«La conversión del mundo», escrito por Gordon Hall, donde se narra el
deseo de dos misioneros estadounidenses en Bombay que querían alcanzar
el mundo para Cristo. Dios habló a su corazón a través de este pequeño
libro y partió para la India, llegando a ser el primer médico misionero en
este país. ¡Y eso no fue todo! Sus hijos, sus nietos y bisnietos le siguieron
después. En total, cuatro generaciones, y cuarenta y dos miembros de la
familia de Scudder, han dado más de mil cien horas al servicio misionero
en la India.
Su nieta, la Dra. Ida, también se transformó en una muy famosa médica
misionera. La amaron tanto en la India que una vez encontraron en el
correo un sobre con solo estas palabras: «A la Dra. Ida. India». En una
nación de trescientos millones de habitantes en ese entonces, el servicio
postal de correo de la India sabía con exactitud dónde entregar la carta,
aunque no tuviera dirección, solo bastaba el nombre.
Necesitamos personas como el Dr. Scudder y su familia que sirvieron con
amor, misericordia, piedad y clemencia a miles y miles de personas, y nos
dejaron su ejemplo a seguir. ¡Y también debemos orar y creer en los
milagros sanando enfermos e imitar a Cristo al hacer lo mismo al
testificar!
5. «Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban
desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor» (v.
36)

Aquí esta la quinta declaración del propósito del ministerio de Cristo: Él


tenía compasión, misericordia, piedad, clemencia y amor. Hay
muchísimas personas con necesidades y problemas profundos que Cristo
ayuda y sana. ¡Nosotros debemos hacer lo mismo!
Cuando lees: «Y al ver las multitudes», sabemos lo que sintió Jesús. ¿Y
tú? ¿Qué ves cuando miras las multitudes? Jesús dijo: «Alzad vuestros
ojos y mirad los campos» (Jn 4:35). Repito, ¿qué ves y sientes? ¿Qué ves
cuando miras los campos blancos de las misiones y la evangelización
mundial? Yo veo hindúes en la India que mueren sin Cristo ahora mismo
y que tratan de purificarse en el río Ganges... Yo veo niños hambrientos en
África... y a millones engañados por la brujería. Yo veo cantidades
enormes de musulmanes en Egipto que, en dirección a La Meca, le hacen
sus rezos a Alá, pero que no conocen al Dios verdadero... Yo veo miles y
miles de personas comprando en los centros comerciales de Estados
Unidos, pero con un gran vacío en sus corazones... Yo veo miles de
muchachos jugando fútbol en Brasil y ajenos de la eternidad... Yo veo
monjes budistas en Tailandia quemando incienso en honor a Buda, una
estatua que no puede hablar, ni oír, ni ver, ni palpar, ni caminar... Yo veo a
un hombre educado en Londres, pero perdido... Yo veo una gran ciudad en
Australia y millones sin Cristo... Yo veo naciones en América Central
llena de violencia, gangas y drogas... Yo veo intelectuales en Tokio, pero
en completa tinieblas... Yo veo millones de millones en los muchos países
de América del Sur sin Cristo, sin Dios y sin esperanza...
¡Créeme, yo he visto todo esto y mucho más! ¿Qué sientes tú al ver las
multitudes sin Cristo? Ya en el año 2018 la población mundial llegará a
unos siete billones y medio de personas. Hay casi dos billones de
cristianos incluyendo a los católicos. Por lo tanto, tenemos un billón de
NO cristianos que viven ENTRE los cristianos; hay otro billón de
personas que viven LEJOS de los cristianos... y tenemos dos billones y
medio de personas que NUNCA han oído hablar de Cristo. ¡La tarea de
testificar es enorme! Debemos ver las multitudes de personas necesitadas
de nuestra ayuda como las vio Jesús, e imitarle en su compasión y
misericordia.
Caroline Hebard fue la cofundadora del Equipo de Respuesta a Desastres
de Estados Unidos. Junto con sus perros pastores alemanes llevó a cabo
misiones de búsqueda y rescate en los sitios de desastre más trágicos del
mundo: terremotos en Japón, México y Armenia, inundaciones en
Tennessee, huracanes y derrumbes de puentes. El trabajo era peligroso,
pero el corazón de esta mujer estaba lleno de amor y compasión. Su lema
era: «Siempre lista a actuar de manera que los demás puedan vivir».
Nosotros deberíamos hacer lo mismo, y estar siempre dispuestos a
testificar a quienes puedan vivir espiritualmente algún día al alcanzar la
vida eterna.
La Palabra dice de Jesús: «Y al ver la multitudes tuvo compasión de
ellas». La misericordia y la compasión son características tanto del Padre
como del Hijo, y deberían ser de nosotros también.
La compasión es un sentimiento que brota del alma, del corazón, y que
hace mover nuestras entrañas como resultado de haber visto la miseria y el
dolor de las almas perdidas. Cristo usa nueve veces la palabra
«compasión» en los Evangelios: cuatro veces en Mateo, cuatro en Marcos
y una en Lucas. En Mateo 14:14 está escrito: «Y saliendo Jesús, vio una
gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban
enfermos».
En este pasaje, las palabras «tuvo compasión» en griego es más que sentir
pena ante los males de alguien. Veamos cómo lo dice este comentario:
tuvo compasión, splanchnizomai; Strong #4697: Sentirse uno movido
con la compasión profunda o piedad. Los griegos consideraban las
entrañas (splanchna) como el lugar donde se originaban las emociones
fuertes y poderosas. Para los hebreos splanchna era el lugar de donde
surgían las tiernas misericordias y los sentimientos de afecto,
compasión, simpatía y piedad. Por lo menos cinco de los milagros de
Jesús son consecuencia directa de su compasión7.
En Colosenses 3:12, Pablo nos dice lo que debemos hacer: «Vestíos, pues,
como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de
benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia». Si todos
queremos imitar a Cristo, debemos sentir compasión y misericordia por
los demás como las experimentó Él.
Cuando Jesús se encontraba con las multitudes, las veía como ovejas
desamparadas, dispersas, perdidas, extenuadas y sin pastor. Ovejas que
estaban a merced del enemigo, del lobo, del diablo. En las Escrituras se
comparan a los perdidos sin Cristo con las ovejas sin pastor:
Yo anduve errante como oveja extraviada; busca a tu siervo, porque no
me he olvidado de tus mandamientos.
Salmo 119:176
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por
su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Isaías 53:6
Sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Mateo 10:6
Jesús es el buen pastor (Jn 10:1-16). Esto se pone de relieve cuando narra
la parábola de la oveja perdida:
¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas,
no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió,
hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros
gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles:
Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.
Lucas 15:4-6
También la palabra traducida como «compasión» es «sentir lástima», lo
cual significa «conmoverse las entrañas» y expresar «empatía y dolor» por
el mundo perdido. Es ver con los ojos espirituales las ovejas dispersas,
errantes, fatigadas, arrojadas a la merced del diablo, sin alimento
espiritual, sin dirección, sin protección y, todo esto, solo el Buen Pastor,
que es Cristo, lo puede dar. Él vino para salvar las ovejas perdidas, solas y
sin Dios, y las buscó, así que eso es lo que debemos hacer nosotros
también. En otras palabras, ¡debemos imitar a Cristo que vio las
multitudes, y sintió compasión y misericordia, y hacer lo mismo que Él al
testificar!
6. «Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha,
mas los obreros pocos» (v. 37)

Aquí esta la sexta declaración del propósito del ministerio de Cristo:


Poseía la visión del enorme trabajo de la mies y que los obreros eran
pocos. Jesús nos habla de la necesidad de hombres y mujeres para el
campo misionero y la obra de evangelización al testificar de su Palabra.
Según las Naciones Unidas, tenemos 193 países en el mundo, pero el
Departamento de Estado Americano dice que son 195. Unas pocas
estadísticas revelan que solo en Estados Unidos tenemos un obrero
cristiano para cada 1   321 personas. En África tenemos un misionero para
cada 249   278 personas. En Asia tenemos un misionero cristiano para
cada 2 millones 760   636 personas. Y falta Europa, Canadá, Australia,
América Central y América del Sur, donde hay millones de cristianos,
pero muy, muy pocos obreros... y muchos más millones de millones que
no conocen a Cristo. Piensa: Si la mies en los tiempos de Jesús ya era
mucha, ¡imagínate ahora! La mies es enorme, monumental y demasiado
grande. Por eso se necesita que los cristianos en todo el mundo se vuelvan
ganadores de almas y alcancen a los perdidos para el Señor.
Cierta vez dos hombres de negocios estadounidenses llegaron a Australia.
En el hotel les dijeron que esa noche acontecería el fenómeno de todos los
años. Uno de ellos le preguntó a la persona de la recepción: «¿Qué
fenómeno?». El hombre le contestó: «Todos los años para esta fecha las
olas del mar se levantarán y echarán a miles y miles de peces en la playa y
morirán». Los dos subieron a sus cuartos y fueron a dormir.
A la mañana siguiente, uno de los empresarios se levantó más temprano
que el otro y se fue a correr al lado de la playa. Cuando llegó, vio lo que le
dijo el recepcionista del hotel. Miró hacia la playa, donde miles y miles de
pececitos aún se movían en la arena. Se agachó y empezó a tomar uno por
uno en sus manos y a echarlos de vuelta a las aguas del mar. Su
compañero le encontró más tarde en la playa, y al ver lo que hacía, le dijo:
«¿Qué haces? ¿Acaso podrás echar a todos estos peces de vuelta al mar?».
Y su amigo le respondió: «No podré echar a todos al mar, pero este pez
que ves aquí, este que tengo en mi mano, lo podré salvar antes que muera
al echarlo de vuelta al mar».
Hermanos, nosotros no podemos intentar salvar a todas las personas, no
podemos predicarles y testificarles a cada uno de los que mueren
espiritualmente. ¡Eso es cierto! En cambio, podemos marcar la diferencia
cuando les testifiquemos a familiares, vecinos, conocidos, a los del barrio,
a los que trabajan o estudian con nosotros, etc. A estos les podemos
testificar del evangelio e intentar salvarlos de la muerte eterna al invitarlos
a nuestra iglesia y al proclamarles la Palabra de Dios.
Hace muchos años que Jesús dijo: «A la verdad la mies es mucha». Con
esto, ¡expresó una gran verdad! Sin sombras de dudas, es un hecho
innegable. En la mies, son muchos los peces, las personas, para salvar.
Aun así, salva a todos los que te sea posible al arrebatarlos del fuego,
como dice Judas 23, y librarlos de la muerte y la perdición a una eternidad
de dolor y sufrimiento sin Cristo. Repito, la mies es mucha, ¡pero también
debemos saber que los obreros son pocos para tan grande tarea y debemos
alistarnos para imitar a Cristo, y hacer lo mismo al testificar!
7. «Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies»
(v. 38)
Aquí esta la séptima declaración del propósito del ministerio de Cristo: Él
conocía la necesidad de reclutar y enviar obreros a los campos misioneros,
a la mies. «Rogar» es más que una plegaria, es más que orar, es más que
interceder, es gemir, llorar e implorar hasta que llegue la respuesta.
Aquí la palabra «rogado» en griego es «deomai», la cual expresa una
necesidad urgente, que es la falta de «obreros» para enviar. Y la palabra
«enviar» en griego es «ekbalo», que significa «inyectar», «arrojar
adentro» y «empujarlos», pero en este pasaje es «empujarlos hacia
afuera». La palabra más fuerte de todas es «apostelo», que es ser enviado.
En esta declaración, «que envíe obreros a su mies», se ve una expresión
enérgica, dictada por una necesidad imperiosa. ¿Cuál necesidad? ¡La
urgencia que tenemos de más trabajadores, obreros y predicadores que
testifiquen en la mies! El apóstol Pablo declaró:
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo
creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien
les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está
escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los
que anuncian buenas nuevas!
Romanos 10:14-15
Por lo tanto, en la obra de Jesús se manifiesta la evangelización y las
misiones a plena capacidad. ¿Cómo? Veamos:
Viajaba.
Enseñaba.
Predicaba.
Sanaba enfermos y echaba fuera demonios.
Sentía compasión.
Poseía la visión del enorme trabajo de la mies y que los obreros
eran pocos.
Conocía la necesidad de reclutar y enviar obreros a los campos
misioneros, a la mies.

De muchos es sabido que después de la victoria de los aliados en la


Segunda Guerra Mundial, el general Douglas MacArthur escribió cartas a
mil iglesias diciendo: «Envíenme mil misioneros y les entregaré un Japón
cristiano el día de mañana». Solo respondieron dos iglesias. Y hoy
tenemos un Japón budista por completo. ¡Qué lástima! ¡Perdimos una gran
oportunidad!
Las Escrituras dicen que cuando Jesús resucitó con poder y ascendió al
cielo, el Padre lo recibió y se sentó a la diestra de la Majestad de Dios
(Heb 1:3; 8:1; 10:12; 12:2; 1 P 3:22). Basado en esto y en la
evangelización, cierto predicador narró la siguiente ilustración en cuanto a
Cristo después que regresó al cielo:
—¡Bien hecho, Hijo, llevaste a cabo el plan de la redención!
¡Felicitaciones! —le dijo el Padre y, después, le preguntó—: ¿A
quiénes dejaste en tu lugar para continuar testificando y predicando del
evangelio?
—¡Dejé doce hombres! —le contestó Jesús.
—Muy bien, si estos doce hombres fallan —continuó el Padre—, ¿a
quién más dejaste?
—¡Dejé otros setenta hombres!
—Bien —añadió el Padre—, ¿a quién dejaste si fallaran estos setenta
hombres?
—Bueno, dejé tres mil personas que se convirtieron con el primer
mensaje de Pedro en la recién inaugurada iglesia primitiva.
—Y si estos tres mil hombres fallaran, ¿a quién dejaste?
—Dejé otros miles y miles de cristianos y testigos desde el inicio de la
iglesia que tuvo un crecimiento extraordinario.
—¿Y si fallaran estos miles y miles de un inicio, ¿quién continuará la
obra de evangelización?
—Dejé millones y millones de cristianos en todo el mundo, en cada
continente.
—Y si estos fallaran, ¿qué pasará?
Entonces, Cristo se puso triste y le respondió al Padre:
—Si mi Iglesia fallara, ¡ya no tengo a nadie más para enviar!
El Padre, con lágrimas en sus ojos y abrazando a su Hijo, le dijo:
—¡Hijo, tu Iglesia ha fallado!
Hermanos, esta es la triste realidad: Hemos fallado como iglesia y pueblo de
Dios, como cristianos y ministros. Hace más de dos mil años que estamos
predicando esta Palabra y todavía billones y billones de personas nunca han
escuchado el evangelio. En realidad, los obreros son poquísimos. Por eso
necesitamos tener esta urgencia en nuestro corazón de orar, pedir y rogar al
Señor que envíe más obreros a su mies. No solo eso, sino que nosotros
debemos estar dispuestos para ser la respuesta a nuestra oración e ir a la mies.
Por consiguiente, ¡debemos rogar, orar y pedir al Señor que envíe más
obreros a la mies, pero imitar a Cristo y hacer lo mismo que Él al testificar!
Jesús les enseñó a sus discípulos estas siete declaraciones y a nosotros
también, por supuesto. Les dejó a sus discípulos y a nosotros su ejemplo,
como Él mismo lo dijera con estas palabras: «Porque ejemplo os he dado,
para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis» (Jn 13:15).
EL EJEMPLO DE CRISTO
En su ministerio, Jesús nunca usó artimañas ni trucos para atraer a nadie en
particular, y mucho menos se valió de inventos para conquistar a las
multitudes. Siempre habló con la verdad en la mano, y a muchos, sobre todo
a los líderes religiosos de Israel, no les gustaba esto. Jesús sanaba a la gente
porque estaba necesitada de sanidad. Muy claro dijo que los sanos no
necesitaban médicos, sino los enfermos. Él se mezclaba con los pecadores
para alcanzarlos, y hacía milagros como prueba de su amor y de su Palabra.
El Señor siempre ofreció sanidad tanto para el cuerpo, la mente como el
alma. En una sola ocasión, sanó a diez leprosos (Lc 17:11-19), y solo uno
regresó para darle las gracias. Aun así, Él no acusó a los otros nueve de
ingratitud, no los maldijo, ni tampoco revocó o anuló la sanidad. Si alguien
decidía seguirle, muy bien. De lo contrario, Él seguía cumpliendo su
ministerio de misericordia. Nunca obligó a nadie a que creyera en Él, y jamás
dejó de ayudar a nadie que lo necesitaba. Siempre estuvo disponible para
todo aquel que lo buscara.
Cuando lo rechazaron y le pidieron que dejara la región de los gadarenos
después que sanara al endemoniado, Él se marchó sin pronunciar ninguna
palabra en su contra, y continuó haciendo el bien, sin importarle que se lo
agradecieran o no. Él vino a cumplir la profecía de Isaías 61:1-2, la cual tuvo
su culminación en Lucas 4:18.
Jesús dijo que haríamos las mismas obras que Él y aun mayores (Jn 14:12).
Por eso debemos seguir su ejemplo. Las obras incluyen, desde luego, su vida,
predicación, amor y compasión. Es más, cualquier erudito de la Palabra te
diría que también incluye los milagros. Cuando vamos al libro de los Hechos,
vemos que esto fue exactamente lo que sucedió, pues los apóstoles realizaban
milagros (Hch 2:43; 5:12), al igual que Pablo (2 Co 12:12). Incluso, los
realizaron de la misma manera en que Jesús lo hizo y dijo que lo haríamos
después de Él (Jn 14:12). Así que nosotros podemos hacerlos también. ¡Solo
debemos creer y haremos los milagros por medio de Él! Hudson Taylor dijo
sobre esto:
La mies es de veras grande y los obreros son pocos e imperfectamente
capaces sin la gracia para tal trabajo. Aun así, la gracia puede hacer que
algunos instrumentos débiles sean la manera de realizar grandes cosas,
mucho más grandes de lo que podemos imaginar.
¡Aleluya! Recuerda que el propio Jesús nos dejó su ejemplo al testificar con
valor ante Pilato (1 Ti 6:13), y nosotros debemos hacer lo mismo al dar
testimonio, o testificar, ante los demás (2 Ti 1:8). De modo que podemos
predicar, testificar y orar por los enfermos, y ver grandes milagros para la
gloria del Señor. Por esto digo que junto con la predicación, Jesús hizo
muchos milagros durante su ministerio, y en los cuatro Evangelios se detallan
treinta y cinco de sus milagros. Además, Jesús hizo mucho otros milagros
que no están escritos (Jn 20:30).
Tanto al judaísmo como al cristianismo se les atribuyen muchos milagros. El
milagro más grande del judaísmo en el Antiguo Testamento fue el éxodo de
Egipto, la salida de Israel de la esclavitud, que culminó cuando el pueblo
hebreo cruzó el Mar Rojo en seco. De la misma manera, el milagro más
grande que se registra en el Nuevo Testamento fue la resurrección de
Jesucristo de entre los muertos.
Los milagros de Cristo demostraban su poder sobre el hombre, la naturaleza y
los demonios. En el Nuevo Testamento se usan tres palabras para «milagros».
Una es «señales», otra es «maravillas» y la otra es «prodigios», y las tres se
mencionan en Hebreos 2:4 y Hechos 2:22. Cualquier definición del término
«milagros» por lo menos incluye una, dos o las tres palabras. Por lo tanto, un
milagro es la demostración sobrenatural del poder de Dios que causa
«maravillas», haciendo «prodigios» y que constituye una «señal».
Los milagros no terminaron con los discípulos, ni terminaron con los
apóstoles, ni con los primeros cristianos de la iglesia primitiva. Tampoco
terminaron con el libro de los Hechos, pues al final del libro no hay un
«Amén» (Hch 28:31). Los milagros siguen activos hoy en cualquier parte del
mundo con quienes creen en la Palabra de Dios, actúan en fe y reciben su
sanidad. ¡Nosotros los hemos visto! Y así como fue en la vida de Cristo, que
durante su vida y ministerio se hicieron muchos milagros con maravillas,
prodigios y señales, hoy Él desea hacer lo mismo por medio de nosotros.
Hablando de la persona de Cristo, de su poder, majestad, autoridad única y
exclusiva, y de como Él nos dejó su ejemplo como el más grande de todos los
misioneros, Louis J. Luzbetack dijo:
El hecho de la mayor transformación cultural en la historia de la
humanidad la trajo un solo Misionero, el Divino Legado, Él mismo,
que declaró ser nada menos que la «luz de los hombres» (Jn 1:4) y «el
camino, la verdad, y la vida» (Jn 14:6), que su misión era «echar
fuego» sobre la tierra hasta que toda tribu y nación, y aun de los que
viven en los lugares más remotos, se consumieran con este fuego (Lc
12:49)8.
Amados, así como Jesús fue y es la luz del mundo (Jn 8:12), nosotros
debemos seguir su ejemplo al ser la luz y la sal de la tierra e imitarle (Mt
5:14-16).
LA MIES Y CRISTO
Con respecto a la mies, las Escrituras explican lo que hizo el Señor ante la
necesidad que veía entre las multitudes que estaban sin Dios:
Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a
quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde
él había de ir. Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los
obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a
su mies.
Lucas 10:1-2
Como ya vimos antes, Jesús sentía compasión, misericordia, clemencia y
piedad de la gente, de cada persona en particular y de las multitudes que
venían a Él también. En su ministerio, las personas eran lo más importante
para Él. Le llamó «mies» al gran trabajo de testificar en la evangelización. El
corazón de Jesús siempre fue ministrar al pueblo y, al mismo tiempo, Él sabía
que había una gran necesidad de obreros. Entonces:
1. Cristo es el que nos llama para ir a la mies: «Después de estas
cosas, designó el Señor también a otros setenta» (v. 1a)

Él es quien nos llama y capacita para llevar a cabo el trabajo de acuerdo a


los dones del Espíritu que le concede a cada cristiano.
2. Cristo es el que nos envía a la mies: «A quienes envió de dos en
dos delante de él» (v. 1b)

Él es quien nos envía de acuerdo a su voluntad al lugar en el que cree que


somos más necesarios.
3. Cristo es el que pone el deseo en nuestros corazones para
predicar donde sea en la mies: «A toda ciudad y lugar adonde él
había de ir» (v. 1c)

Él es quien nos guiará al lugar en el que tenemos que servirlo.


4. Cristo es el que nos dice que la mies es enorme: «Y les decía: La
mies a la verdad es mucha» (v. 2a)

Él es quien nos muestra la enormidad del desafío que debemos afrontar al


testificar.
5. Cristo es el que nos dice que los predicadores son apenas algunos
en la mies: «Mas los obreros pocos» (v. 2b)

Él es quien sabe cuántos cristianos deben involucrarse en la tarea de la


evangelización.
6. Cristo es el que nos pide nuestra oración para que más obreros
vayan a la mies: «Por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe
obreros a su mies» (v. 2c)

Él es quien nos invita a que tengamos sus mismos sentimientos, y que


veamos la necesidad de alistar y movilizar más obreros al trabajo de la
evangelización. Esto es imperativo. La iglesia de hoy necesita con
urgencia de más hombres y mujeres que puedan testificar del evangelio.
E.M. Bounds, pastor, evangelista y autor, dijo una vez: «El hombre busca
mejores planes y métodos para hacer la obra de Dios, pero Dios busca
mejores hombres para hacer su obra». Por esta razón, debemos realizar la
obra de las misiones y la evangelización como lo hizo Jesús. Debemos
predicar y orar por los enfermos, y ver que suceden los milagros tal como los
llevó a cabo el Señor. La Palabra y los milagros harán que la gente crea en el
poder de Dios cuando vea las «maravillas», «prodigios» y «señales», como
dice la Escritura. Recuerda que «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los
siglos» (Heb 13:8). ¡Él no cambia! Los mismos milagros que Él hizo en el
pasado, los puede hacer hoy. ¡Basta con creer y tener fe en Él! Su Palabra es
la misma.
Se cuenta que cierta vez un turista estadounidense fue a la ciudad de El Cairo,
en Egipto, con el fin de visitar a un famoso sabio. El turista quedó
sorprendido al ver que el sabio vivía en un cuarto muy pequeño, simple y
lleno de libros. Las únicas piezas del mobiliario eran una cama, una mesita y
un pequeño banco.
—¿Dónde están sus muebles? —le preguntó el turista.
—¿Y dónde están los suyos? —le respondió de inmediato el sabio con otra
pregunta.
—¿Los míos? —preguntó a su vez el visitante —. ¡Yo estoy aquí de turista!
—¡Yo también estoy aquí de paso! —le respondió el sabio.
Hermanos, esta ilustración nos enseña que algunos cristianos viven como si
fueran a quedarse aquí para siempre; y nosotros también, como este sabio,
estamos solo de paso, pues todo terminará. Somos extranjeros y peregrinos
aquí en la tierra. Es más, lo cierto es que todos somos turistas en este mundo
sin permanencia fija. Lo importante es la mies, el trabajo, la labor, nuestra
responsabilidad en la evangelización mundial. ¡Esto es lo que vale! ¡Y esto es
lo más importante! Pon esta palabra en tu corazón: «Solo permanecerán dos
cosas por la eternidad: Dios y su Iglesia. ¡Todo lo demás pasará!».
TENEMOS QUE CREER EN CRISTO
En cuanto a la sanidad física se refiere, cuando prediqué en Madrás, India, en
1999, vimos muchos milagros, señales y prodigios. Fuimos testigos de ciegos
que veían, paralíticos que caminaban y muchísima gente sanarse de varias
enfermedades en medio de una multitud de setenta mil personas, donde seis
mil setecientas se convirtieron al Señor. En Ghana, África Occidental, en
2001, también hubo muchas sanidades. En 2014, en Bangkok, Tailandia,
hubo muchos milagros y sanidades de igual manera. ¡Aleluya! ¡Alabado sea
el nombre de Dios por su sanidad!
Cuando vamos a campañas en América Latina, sucede lo mismo, pues hay
muchas sanidades. Puedes visitar www.josueyrion.org para leer las noticias y
los informes, y ver en la galería de fotos lo que el Señor hizo en estas
naciones.
¿Por qué hay sanidades, milagros, señales y prodigios en Asia, África y
Latinoamérica más que en otros lugares? ¡Sencillamente porque las personas
creen! En nuestras campañas en Estados Unidos, Canadá, Europa y Australia
no ha habido muchas sanidades, solo unas pocas. ¿Por qué? Porque la
mayoría de las personas de estos países tienen seguros de salud, mientras que
en las naciones de los continentes de Asia y África no los tienen. En su lugar,
tienen fe, y esta es la diferencia en la mayoría de los casos, claro que no
todos.
Con esto no me refiero a que las personas de estos países más ricos no tengan
fe, muchas sí la tienen; aunque también tengo que decir que una gran
cantidad no cree en las señales, los milagros y prodigios, pues solo acepta el
avance de la tecnología en la ciencia médica. Incluso, hasta llegan a decir que
los milagros son para los países no desarrollados del Tercer Mundo, pues
estos sí lo necesitan, mientras que a las naciones más ricas no les hace falta,
pues tenemos la tecnología y la medicina para sanar enfermedades.
Sin embargo, esto no fue lo que dijo Jesús, pues aun aquí en Estados Unidos,
con el cáncer y demás enfermedades incurables, los médicos no pueden hacer
nada después de llegar a un límite. La Palabra es la misma que he predicado
en todos los continentes, pero el resultado y el efecto en cuanto conversiones
y sanidades han sido diferentes de un lugar a otro. ¿La razón? ¡Unos creen y
otros no! La Escritura con relación a Jesús y la sanidad es válida para
nosotros hoy:
Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos
enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la
incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Marcos 6:5-6
¿Lo leíste bien? ¡Incredulidad! En Hebreos 4:2 también puedes leer sobre el
daño que causa la incredulidad. Por esa razón, muchos no se sanan. Y la
experiencia negativa en cuanto a la sanidad divina de estos continentes más
ricos les sucede por igual a todos los ministerios, predicadores, pastores y
evangelistas. En general, dicen y notan la misma diferencia, así como yo
también. ¿Y cuál es la diferencia? ¡La fe y la incredulidad! Aun así, debemos
ser imitadores del inigualable y único Cristo, como David Hesselgrave, una
de las voces más importantes en misionología evangélica en las últimas
décadas, hablara sobre la maravilla que tenemos:
La fe cristiana es absolutamente única y no hay fe como esta. No hay
otro Dios, no hay otro Cristo, no hay otro Calvario, no hay otra tumba
vacía, no hay otra redención, no hay otra salvación y no hay otro cielo.
Por eso debemos testificar y creer junto con todos los que creen (1 Ts 2:14).
Debemos predicar y testificar de la fe y de la Palabra de manera activa, como
lo hizo Filemón (v. 6), e imitar a los pastores y líderes espirituales que
testificaron (Heb 13:7). Entonces, ¡los milagros vendrán cuando se predique
y testifique! En resumen, debemos imitar a Jesús en todo, porque Él dijo que
haríamos las obras que Él hizo... ¡y aun mayores! ¡Aleluya! Ahora bien,
debemos tener presente que a las personas no solo les hace falta sanidad
física, sino que primero necesitan sanidad del alma, la espiritual, la salvación
y el perdón de pecados.
El evangelista Moody cuenta la historia de un pasajero en un barco que
cruzaba el océano Atlántico y que descansaba en su cama durante una
tormenta en alta mar. De momento, desde su cuarto escuchó un grito:
«¡Hombre al agua!». Así que oró y se dijo: «Que Dios ayude a este pobre
hombre, pues no hay nada que yo pueda hacer». Entonces, pensó: «Al menos
yo puedo prender mi linterna y ponerla en mi ventana». Al final, el hombre
que cayó al mar se salvó.
Al día siguiente, la persona rescatada les contó a todos lo sucedido: «Yo
estaba en completa oscuridad, tal vez hundiéndome por última vez, cuando
alguien puso una pequeña luz en una ventana. La luz de la linterna dio directo
en mi mano y el marino en un barco salvavidas me rescató». Esto es,
apreciados hermanos, lo que tenemos que hacer: prender nuestras linternas
que son las luces del Espíritu Santo en nuestra vida y ayudar a rescatar a
quienes se hunden en el mar del pecado y que quizá vivan sus últimos días.
No debemos poner como excusa que no podemos hacer nada y que no está a
nuestro alcance ayudar a los demás al mostrarles la luz de la vida, que es
Cristo, al testificarles del evangelio de salvación.
DEBEMOS IMITAR A CRISTO
Para terminar este capítulo, les diré que debemos imitar a Jesús, tal y como lo
declaran las Escrituras:
Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a
pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él. Y
salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque
eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas
cosas. Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se
acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy
avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de
alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer. Respondiendo él,
les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y
compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer? Él les
dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y
dos peces. Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre
la hierba verde. Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de
cincuenta en cincuenta. Entonces tomó los cinco panes y los dos peces,
y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus
discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre
todos. Y comieron todos, y se saciaron. Y recogieron de los pedazos
doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces.
Marcos 6:33-43
¿Cuántos nos parecemos a Cristo en realidad? ¿Y cuántos nos parecemos a Él
en la tarea de testificar? Jesús nos dejó su ejemplo en todas las cosas y
debemos imitarle. Esto incluye madurar y crecer de manera espiritual cada
día, como se nos dice en Efesios 4:13. También tenemos que imitarle en el
ministerio de predicar, testificar y hacer las sanidades como lo hizo Él (Mt
9:35-38). Por lo tanto, de acuerdo a lo que vimos en el pasaje de Marcos 6:
1. Debemos ser como Jesús: «Y le reconocieron» (v. 33)

La gente admiraba su predicación, enseñanza, doctrina, sus milagros, su


autoridad, y lo reconocían y le seguían a pesar del cansancio y del hambre.
También «reconocieron» a los apóstoles, pues estuvieron con Jesús (Hch
4:13). ¿La gente reconoce que tú y yo somos cristianos? ¿Será que ven a
Jesús en nosotros? Hay un excelente libro que leí hace mucho tiempo: En
sus pasos, ¿que haría Jesús?, por el autor Charles M. Sheldon. Su lectura
te haría mucho bien.
2. Debemos ver como Jesús: «Y salió Jesús y vio una gran multitud»
(v. 34a)

La mirada de Cristo quedó registrada de muchas maneras diferentes... una


mirada compasiva, triste, misericordiosa, persuasiva, amorosa, etc. Como
ya mencioné, ¿qué sientes cuando contemplas a las multitudes sin Cristo?
3. Debemos sentir como Jesús: «Y tuvo compasión de ellos, porque
eran como ovejas que no tenían pastor» (v. 34b)

Como ya vimos, esta era una característica de Jesús: Él ministraba con


compasión. Aunque estuviera muy cansado físicamente, sentía compasión
de las multitudes que venían a Él. Las multitudes también tenían mucho
cansancio físico, pero de igual forma sentían gran necesidad espiritual.
Recuerda que el Señor es compasivo y misericordioso (Stg 5:11). ¿Qué
sientes tú cuando ves una oveja perdida sin Cristo, sin Dios y sin
esperanza?
4. Debemos enseñar como Jesús: «Y comenzó a enseñarles muchas
cosas» (v. 34c)

Como señalamos antes, esta era otra característica del ministerio de Cristo:
Él enseñaba. Nosotros no solo debemos enseñar con palabras al testificar,
sino también con nuestra vida al ser ejemplo para los demás, tanto para los
cristianos como para los que todavía no conocen al Señor.
5. Debemos discernir como Jesús: «Cuando ya era muy avanzada la
hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es
desierto, y la hora ya muy avanzada» (v. 35)

Ya está tan avanzado el tiempo que nos apremia ganar almas cuanto antes
según nuestras posibilidades. Jesús dijo estas alarmantes palabras: «¿No
decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí
os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos
para la siega» (Jn 4:35). (Lee también Ro 13:11-12 y Ef 5:14).
6. Debemos tener en cuenta a las personas como Jesús: «Despídelos
para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren
pan, pues no tienen qué comer» (v. 36)

Los discípulos encontraron una manera fácil de ignorar y despedir a las


multitudes. Nosotros jamás debemos hacer lo mismo. En el siguiente
versículo está la respuesta de Cristo, pues Él siempre tuvo en cuenta a las
personas.
7. Debemos alimentar a los demás como Jesús: «Respondiendo él,
les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que
vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos
de comer?» (v. 37)

Es evidente que con esta frase: «Dadles vosotros de comer», nosotros los
cristianos y ministros tenemos la responsabilidad de darles de comer el
alimento espiritual a las multitudes que no conocen al Señor. También
tenemos que prepararnos de manera espiritual y teológica para satisfacer
las necesidades espirituales de quienes nos escuchan cuando les
testificamos. Se dice que Spurgeon hacía trescientos nuevos sermones al
año.
La respuesta de los discípulos ante la orden que les dio Jesús para que
alimentaran a las multitudes, no se hizo esperar: «¿Que vayamos y
compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?». Los
discípulos miraron sus limitaciones físicas, y muchas veces nosotros nos
comportamos de la misma manera. Por lo tanto, no debemos olvidar que
nuestra capacidad para predicar, testificar y alimentar espiritualmente a las
multitudes viene del Señor. No solo eso, también tenemos que darles
alimentos físicos a los pobres, mendigos, desamparados, etc.
En nuestro ministerio, esto lo hacemos cada día en la India, Tailandia,
Birmania y otras naciones. También ayudamos financieramente a Fred
Jordan Missions, que radica en Los Ángeles, y da alimentos a los
desamparados y visten a los menos afortunados en el famoso Skid Row.
8. Debemos usar los recursos que tenemos como Jesús: «Él les dijo:
¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y
dos peces» (v. 38)

Dios puede usar lo poco que tenemos y multiplicarlo para su honra y


gloria, ya sean nuestros dones o recursos financieros y administrativos. Si
estamos dispuestos a poner lo poco que creemos que tenemos en las
manos del Señor, Él lo multiplicará.
9. Debemos ser ordenados como Jesús: «Y les mandó que hiciesen
recostar a todos por grupos sobre la hierba verde. Y se
recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en
cincuenta» (vv. 39-40)
La multitud era tan grande que Jesús la hizo sentar en la hierba por grupos,
para que cuando Él hiciera el milagro, no existiera la posibilidad de que se
atropellaran los unos a los otros en el intento de saciar el hambre con los
panes y los pescados.
Nosotros debemos ser también ordenados y disciplinados en nuestra vida
espiritual al estudiar para testificar con eficacia la Palabra de Dios.
10. Debemos tener comunión con el Padre como Jesús: «Entonces
tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo,
bendijo» (v. 41a)

Jesús siempre tuvo comunión con el Padre. También nosotros debemos


orar, ayunar y vivir una vida de rectitud para testificar con eficacia al
predicarles el evangelio a los demás.
11. Debemos repartir y compartir como Jesús: «Y partió los panes, y
dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los
dos peces entre todos» (v. 41b)

Tenemos que compartir con los demás lo que nos ha dado Dios. Nuestro
ministerio ha bendecido a un sinnúmero de ministerios alrededor del
mundo que han necesitado de nuestra ayuda. Y nosotros no damos para
ser bendecidos, damos porque ya somos bendecidos.
12. Debemos cumplir con la tarea de testificar como Jesús: «Y
comieron todos y se saciaron» (v. 42)

Tenemos que saciar a las personas de manera espiritual al predicarles y


testificarles del evangelio. Además, debemos hacerlo hasta que todos
puedan «comer en el nivel espiritual» y ser «saciados»; o sea, que se
conviertan, que sean «salvos, restaurados y sanados». Tenemos que
cumplir con nuestro llamado y ministerio, como le dijo Pablo a la iglesia
de Colosas: «Decid a Arquipo: Mira que cumplas el ministerio que
recibiste en el Señor» (Col 4:17); y también a Timoteo al concluir: «Haz
obra de evangelista, cumple tu ministerio» (2 Ti 4:5).
13. Debemos distinguirnos por ser personas ahorrativas como Jesús:
«Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró
de los peces» (v. 43)
No desperdicies nada de tus recursos, tiempo y ministerio. Sé un excelente
administrador y tendrás siempre más que suficiente. Decídete a ser un
mayordomo fiel de las cosas que le pertenecen al Señor y de lo que Él te
ha confiado. Sé fiel en tus diezmos. Lo sabrás si solo lees en los
Evangelios las parábolas de los talentos, las minas y del sembrador. Si
eres ahorrativo, siempre tendrás para tus ofrendas en tu iglesia y para
extender la obra de Dios sobre la tierra. Da y serás bendecido.
Para terminar, hazte estas preguntas: ¿Será que nos parecemos a Jesús? ¿Será
que estamos dispuestos a imitar el ejemplo de Jesús y nosotros mismos
servirles de ejemplo a los demás? ¿Será que somos imitadores de Cristo?
¿Será que vemos de la misma manera que Cristo? ¿Será que sentimos como
Cristo? ¿Será que enseñamos como Cristo? ¿Será que discernimos como
Cristo? ¿Será que tenemos en cuenta a las personas como Cristo? ¿Será que
alimentamos a los demás como Cristo? ¿Será que usamos los recursos que
tenemos como Cristo? ¿Será que somos ordenados como Cristo? ¿Será que
tenemos comunión con el Padre como Cristo? ¿Será que repartimos y
compartimos como Cristo? ¿Será que estamos cumpliendo con nuestra tarea
de testificar como Cristo? Y lo más importante, ¿será que servimos a los
demás como Cristo? El gran educador y autor Duane Elmer dijo estas
palabras sobre ser ejemplos como Cristo al servir:
Dios tiene un significativo lugar para ti en su misión mundial. Aun así,
solo puede ser significativo si eres capaz de seguir la actitud de [siervo
o] servicio de Jesús [...] Dios nos llama a los cristianos a esta vida y
nos asegura que seremos como Jesús cuando servimos [a los demás].
Entonces, ¡debemos ser como Jesús! Por favor, lee los siguientes versículos
que nos enseñan a imitar a Cristo y a los héroes de la fe, y también a que
nosotros seamos ejemplo para los demás: Juan 13:15; 1 Corintios 4:6, 16;
11:1; Filipenses 3:7; 4:9; 1 Tesalonicenses 1:7; 2 Tesalonicenses 3:7, 9; 1
Timoteo 1:16; 4:12; Tito 2:7; Hebreos 13:7; Santiago 4.10; 1 Pedro 2:21; 5:3.
El famoso predicador Robert Hall tenía a menudo momentos de gran dolor
físico en su cuerpo y a veces se echaba al suelo con gran agonía y
sufrimiento. Cuando pasaban los dolores, las primeras palabras que siempre
decía eran: «Espero que yo no haya murmurado contra ti, Señor». Quizá no
tengamos dolores físicos como Hall, pero no debemos murmurar, reclamar ni
quejarnos por lo que tenemos que hacer, que es la tarea que necesitamos
realizar: Testificarles de Cristo a los demás por medio de la Palabra y nuestro
ejemplo.
Nuestro dolor debe ser interno, de nuestro corazón, nuestra alma y nuestro
espíritu al ver las multitudes de billones de personas que viven sin Cristo y
que van rumbo a la perdición eterna. Debemos imitar a Jesús en todo y en su
ejemplo al testificar. También debemos imitar a los héroes de la fe, siendo
nosotros mismos ejemplo para los demás al testificar. Cuando hagamos esto,
estaremos preparados para la gran responsabilidad de predicar, compartir,
anunciar, proclamar y testificar del compromiso individual de cada cristiano,
que es llevar a cabo la Gran Comisión.
10. LA GRAN COMISIÓN PARA TESTIFICAR
«Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en
el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin
del mundo. Amén».
Mateo 28:18-20
«No vinimos a China porque el trabajo misionero aquí fuera seguro o
fácil, sino porque Él nos llamó. No entramos en nuestras posiciones
actuales bajo una garantía de protección humana, sino confiando en la
promesa de su presencia. Los incidentes de lo fácil o difícil, de
aparente seguridad o peligro, de la aprobación o desaprobación del
hombre, de ninguna manera afectan nuestro deber. Si surgen
circunstancias que nos involucran en lo que puede parecer un peligro
especial, confío en que tendremos su gracia, a fin de manifestar la
profunda realidad de nuestra confianza en Él, y por la fidelidad a
nuestro llamado para demostrar que somos seguidores del Buen
Pastor que no lo hizo huir de la muerte misma [...] Nuestro deseo es
que Dios haga el infierno tan real para nosotros que no podamos
descansar; que el cielo sea tan real que debamos tener a todos allí;
que Cristo sea tan real que Él llegue a ser nuestro motivo supremo, y
nuestro objetivo sea convertir al Varón de Dolores en el Varón del
Gozo mediante la conversión de muchos a Él».
Hudson Taylor
Jesús escogió a doce hombres e invirtió en ellos su tiempo, predicación y
enseñanza para capacitarlos, prepararlos y dejarlos para que ocuparan su
lugar, de modo que continuaran su obra que llamó la «Gran Comisión». Sin
embargo, lo triste es que hoy en día, en la mayor parte del mundo, esta es la
«gran omisión» de la iglesia.
Jesús les instruyó a sus discípulos acerca de la necesidad que tenían de
prepararse para enviarlos al mundo y llevar a cabo la «Gran Comisión».
Durante su vida y ministerio, el Señor tuvo muchos discípulos, ¿pero cuántos
seguidores tenía en realidad para emprender la tarea de la Gran Comisión?
¡No lo sabemos! Aun así, por el pasaje de Hechos 1:15 notamos que al menos
había ciento veinte. Quizá fueran más, pero no estaban allí en ese momento.
Lo cierto es que ese era el número de los que se encontraban en el aposento
alto.
Imagínate, solo ciento veinte en comparación con las miles de miles de
personas que lo escucharon, vieron sus milagros y recibieron su bendición.
¡Solo ciento veinte! El énfasis de Jesús durante su vida y ministerio siempre
fue, además de morir por nosotros, dejar una Iglesia que se ocupara de la
tarea de evangelizar en su lugar. Por lo tanto, el calibre, la calidad y la
madurez de sus discípulos eran primordiales en su ministerio. ¿Por qué?
Porque se le debía dar continuidad a su misión, ¡la llamada Gran Comisión!
Debido a que cada cristiano debe formar parte de esta gran tarea, la iglesia
desempeña un papel muy importante al preparar a cada uno de sus miembros
para que sean ganadores de almas y discipuladores de los nuevos convertidos,
a fin de que, a su vez, estos ganen a otros para Cristo. Una iglesia y
ministerio maduros en crecimiento se destacarán por ganar almas y tener un
discipulado modelo. En cambio, una iglesia y ministerio inmaduros no
tendrán ningún interés en la salvación de los inconversos, mucho menos en
discipular. ¡Tan sencillo como eso!
El movimiento misionero y de evangelización de los últimos tres siglos se
edificó, mantuvo y basó en la Gran Comisión de Mateo 28:19-20, y hay
razones históricas para esto. Luego, vino la Reforma protestante y todo
cambió, pues esta declaró por error que a los únicos que el Señor les
encomendó la Gran Comisión fue a los doce discípulos, o apóstoles
originales, y a quienes les dejó toda la responsabilidad de llevar el evangelio
hasta el fin del mundo. En otras palabras, según sus ideas, la tarea de la Gran
Comisión les pertenecía de manera exclusiva a los doce apóstoles, y que la
iglesia en las generaciones futuras no tenían la autoridad ni la responsabilidad
por la evangelización mundial. ¡Esto fue una interpretación errónea o
equivocada por completo!
Como resultado, las iglesias de Europa fallaron en su obligación en cuanto a
las misiones y la evangelización mundial por más de doscientos años. ¿A qué
se debió? ¡A la inmadurez de la iglesia, líderes y ministros! Sabemos que
cuando William Carey sintió el llamado de Dios a las misiones, primero tuvo
que refutar esta idea, doctrina o pensamiento erróneo de interpretación, para
después tener el apoyo de las iglesias en la evangelización mundial. A fin de
llevar a cabo esta inmensa tarea, escribió un tratado llamado: «La obligación
de los cristianos para la conversión de los paganos». En su escrito defendió y
definió con vehemencia la responsabilidad de la iglesia de occidente que
tendría que llevar el evangelio hasta los confines de la tierra. A partir de ese
momento, hubo un despertar mundial de la iglesia en cuanto a su tarea de
testificar y se basó en la Gran Comisión.
LA TAREA DE LA IGLESIA
La palabra «misionero» proviene del verbo latino missio, que significa
«enviar», mientras que en el griego del Nuevo Testamento es «apostelo», que
quiere decir lo mismo. Así que un misionero, un pastor, un evangelista, uno
que «predica» y que «testifica» es alguien que se «envía» a darles testimonio
a los demás de la Palabra. En el Evangelio de Juan se dice que «hubo un
hombre enviado de Dios», que era Juan el Bautista (1:6), y que el Padre
también envió a Jesucristo (16:28).
El Señor escogió a sus discípulos y, al final de su vida y ministerio, Él les
empezó a decir que su trabajo había terminado (Jn 17:4). En otras palabras,
decía: «Mi misión terminó y la de ustedes apenas comienza». Es posible que
Jesús tuviera en mente el Salmo 2 cuando presentó la Gran Comisión. En
realidad, aparece escrita en cinco maneras diferentes, pero la sustancia e
importancia es la misma: Mateo 28:18-20; Marcos 16:15; Lucas 24:47-49;
Juan 20:21; y Hechos 1:8. No se debe creer ni decir que, debido a que estos
pasajes bíblicos están escritos en cada uno de los cinco libros de forma
diferente, sean cinco versiones aisladas del mandamiento de ir, predicar y
hacer discípulos. ¡Todo es una misma cosa!
Es interesante notar que en Marcos 16:15 Jesús dijo: «Predicad el evangelio»,
y en Mateo 28:19, Él dijo: «Haced discípulos». Así que nuestra tarea de
testificar tiene dos responsabilidades: Predicar y hacer discípulos. Recuerda
que Jesús se quedó cuarenta días con sus discípulos en el período
comprendido entre la resurrección y la ascensión. Durante este tiempo, Él les
dio instrucciones con relación al Reino de Dios y a la expansión que harían
del mismo después de su partida (Hch 1:3). El primer anuncio vino en el día
de su resurrección (Jn 20:19-25), y el último anuncio vino en el día de su
ascensión (Hch 1:6-8).
Hay muchas razones para que la iglesia esté empeñada y activa en su tarea de
la evangelización mundial en obediencia a la Gran Comisión, pero la más
importante es que se trata de una orden de Jesús, como lo dice John Stott:
En última instancia, nos dedicamos a la evangelización hoy no porque
lo deseemos, porque lo elijamos ni porque nos guste, sino porque nos
lo pidieron. La Iglesia está bajo órdenes. El Señor resucitado nos ha
ordenado «ir», «predicar», «hacer discípulos», y eso es suficiente para
nosotros1.
Como Cabeza de la Iglesia, Jesucristo es el Comandante en Jefe de su ejército
que Él dejó después de su ascensión para traer a las naciones a la obediencia
de la fe (Ro 1:5). La Gran Comisión representa su orden de marcha para la
Iglesia, pues es nuestra tarea suprema. Somos una iglesia evangelizadora y
misionera. Entonces, cuando lo dejamos de ser, negamos la fe y traicionamos
al Señor.
La tarea mundial de las misiones y la evangelización no es nada nuevo, pues
sabemos que Él vive en la Iglesia (Col 1:27) y trabaja por medio de su iglesia
(Mr 16:20). Nuestra misión como iglesia es continuar lo que empezó Cristo,
y que tanto el Padre como el Hijo están involucrados en esta tarea de
evangelización (Mt 10:40). Como bien dijera el Dr. Oswald Smith:
«Cualquier iglesia que no esté seriamente involucrada en ayudar a cumplir la
Gran Comisión ha perdido su derecho bíblico a existir».
LO URGENTE Y LO IMPORTANTE
La Gran Comisión fue idea de Cristo y no nuestra. Era, y es, para que se
acometa y emprenda bajo su orden. Era, y es, para que reciba el apoyo, sostén
o respaldo de su poder. Era, y es, para que la oriente, dirija o guíe su Espíritu.
Era, y es, para que se haga en su Nombre, y para su honra, alabanza y gloria.
Era, y es, para que se logre, realice y ejecute para su propósito.
Por lo tanto, la Gran Comisión se originó en el corazón de Dios, de Cristo y
llevada a cabo por el poder del Espíritu Santo. No nació de la Reforma
protestante que la interpretó de manera equivocada, ni tampoco nació en un
seminario bíblico. ¡Nació en el corazón de la Trinidad! Así que es válida, y
está activa y vigente para nuestros días hasta el arrebatamiento de la Iglesia.
La tarea suprema de la iglesia es predicar para la salvación de las almas, al
mismo tiempo que discipula a los nuevos convertidos para que, a su vez,
lleguen a ser ganadores de almas. Como resultado, la iglesia se multiplica de
una manera extraordinaria.
Debemos llevar a cabo la Gran Comisión porque fue y es idea de Jesucristo.
Porque fue y es orden de Jesucristo. Porque fue y es respaldada por el poder
de Jesucristo. Porque fue y es por el Espíritu de Jesucristo. Porque fue y es
para la alabanza de Jesucristo. Porque fue y es para el propósito de Jesucristo.
Porque fue y es nacida en el corazón de Jesucristo. Por lo tanto, ¡debemos
obedecer a Jesucristo! ¡Cueste lo que cueste!
El gran misionero John Stam y su esposa, Betty, murieron asesinados en la
China por causa del evangelio. Hablando sobre la paga del precio por Cristo,
John comentó:
Debemos recordar que la Gran Comisión nunca se calificó por
cláusulas ni ventajas que debíamos ir si solo los fondos fueran
abundantes y que no tendríamos que aceptar renuncias personales o
pruebas. Al contrario, nos alertaron que esperáramos tribulaciones y
persecuciones, pero que tendríamos victorias en Cristo [...]
Recibiremos alegrías y gozos indecibles llenos de gloria que no deben
afectarse por circunstancias externas.
John y Betty Stam se entregaron en alma y cuerpo a la evangelización, y
murieron decapitados por amor a Cristo. No se rindieron ante lo urgente, que
era salvar sus vidas y la de su bebé, Helen, de tres meses de nacida, sino que
decidieron ser obedientes hasta el final. Nosotros, al igual que estos
misioneros, tenemos el llamado a rendir nuestros planes personales y aceptar
la voluntad de Dios, pase lo que pase. Por lo tanto, debemos preguntarnos:
«¿Qué debo hacer con mi vida? ¿Me dedicaré por entero a las cosas urgentes
o haré lo más importante que es servir al Señor?».
En 1967, Charles Hummel publicó un pequeño libro titulado La tiranía de lo
urgente. En su libro sugiere por qué muchos se sobrecargan de trabajo y se
encuentran estancados sin saber cómo lograr sus metas. Según su opinión,
esto se debe a lo confundidos y desorientados que estamos en nuestros
quehaceres diarios y prioridades. Hummel narra lo siguiente:
Un experimentado gerente de fábrica me dijo una vez: «Su mayor
peligro es dejar que las cosas urgentes ocupen el lugar de lo
importante»2.
No siempre lo urgente es lo más importante. Eso lo sabemos todos. Entonces,
¿qué es lo importante para ti en las cosas espirituales como cristiano? ¡Cuán
fácil es dejar que lo urgente se interponga en lo que es importante de veras!
Debemos siempre priorizar lo que es importante en realidad, pero que no es
tan urgente. Sin duda, lo importante es la Gran Comisión, la salvación de las
almas y no las cosas urgentes que tenemos que hacer en nuestra «lista diaria».
Por otra parte, en un sentido más profundo y espiritual, la Gran Comisión es
muy URGENTE, pues millones de almas van rumbo a una eternidad sin
Cristo. Sin embargo, la urgencia de la Gran Comisión radica en su
IMPORTANCIA, pues es la tarea suprema de la Iglesia y su responsabilidad.
Tenemos que enfocarnos en lo que en verdad tiene valor y que está en los
planes de Dios. Pat Morley, destacado conferenciante y escritor, dijo una vez:
Si la Gran Comisión es verdadera, nuestros planes no son demasiado
grandes; son muy pequeños.
En el Libro de la oración común, que es el libro fundacional de oración de la
Iglesia de Inglaterra, se sugiere una oración condensada que todos
necesitamos hacer en el inicio de cada año. Dice así:
Padre Todopoderoso y misericordioso [...] Hemos dejado de lado las
cosas que deberíamos haber hecho; y hemos hecho las cosas que no
deberíamos haber hecho; y no hay salud en nosotros. Pero tú, oh Señor,
ten piedad de nosotros [...] Y concede, oh Padre misericordioso, por
amor a Él, para que [...] vivamos una vida piadosa, justa y sobria, para
la gloria de tu santo Nombre. Amén.
Dios permita que todos podamos hacer esta oración común, corriente y
ordinaria, y hacer la distinción de lo que de veras tenemos que realizar y lo
que no tenemos que hacer. Además, que seamos capaces de diferenciar lo
urgente de nuestras vidas de lo que es importante en realidad, sabiendo que lo
urgente e importante en nuestra vida como cristianos es testificar en la obra
de la evangelización mundial de la Gran Comisión. Sobre esto dijeron los
autores Kevin DeYoung y Greg D. Gilbert:
Al final, la Gran Comisión es la misión para la iglesia por dos razones
básicas: Hay algo peor que la muerte, y hay algo mejor que la
prosperidad humana.
De seguro que se referían a que lo peor que la muerte física es la muerte
eterna, el infierno, para donde irán todos los que no tienen a Jesús. Y yo diría
que la eternidad de estas almas es lo más importante para nosotros, la Iglesia,
pues todo lo demás vendrá por añadidura, como dijo el Señor en Mateo 6:33.
LA GRAN COMISIÓN
Por favor, lee de nuevo Mateo 28:18-20, y sigamos juntos para ver lo que
Dios nos quiere instruir sobre la tarea suprema de la Iglesia y su
responsabilidad en cuanto a la Gran Comisión.
El poder o la base de la Gran Comisión: «Y Jesús se acercó y les habló
diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra» (v. 18)
Al analizar lo que significa la Gran Comisión, podemos llegar a una serie
de conclusiones que nos conducen a entender por qué debemos testificar y
predicar el mensaje del evangelio sin claudicar, como lo hizo el Señor:
Aunque la muerte y resurrección de Cristo ya eran parte del plan original
de Dios, no fueron como resultado de un accidente en la historia
humana (Hch 4:27-28).
Jesús llevó a cabo esta obra redentora con una vida santa y sin pecado.
A pesar de que padeció siendo tentado en todo, Jesús nunca sucumbió ante
el tentador (Heb 2:18; 4:15; 7:26).
En su tiempo aquí en la tierra, Jesús dijo muchas veces que su «hora» no
había llegado todavía (Jn 2:4; 7:30; 8:20). Entonces, más adelante,
cuando llegó ese momento crucial, anunció que ya había llegado su
«hora» (Jn 12:23; 13:1; 17:1).
Jesús murió en la cruz para pagar la penalidad por nuestros pecados (Ro
3:15; 4:25), pero los discípulos de Emaús no lo entendieron en un
principio, pues veían la crucifixión como un fracaso y un desastre (Lc
24:21).
La resurrección de Jesús lo transformó todo en victoria (Col 2:13-15),
pues por su muerte en la cruz, venció el pecado, y destruyó al diablo y
sus emisarios (Col 2:14-15), así como a la muerte y su poder (1 Co
15:55-56; Heb 2:14).
A través de su muerte y resurrección, Jesús se convirtió en el Autor de la
vida (Hch 3:15) y en el Señor de la gloria (1 Co 2:8), pues Él es el
único soberano, Rey de reyes y Señor de señores (1 Ti 6:15).
Toda la autoridad, poder y potestad se les dieron a Él (Mt 28:18),
incluyendo la autoridad de perdonar pecados como Príncipe y
Salvador (Hch 5:31), darles la vida eterna a los que creen en Él (Jn
17:2) y ejecutar todo juicio (Jn 5:22; Hch 17:31; Ap 15:3-4).
Por su muerte y resurrección obtuvo la redención eterna (Heb 9:12) para
los pecados de todo el mundo (1 Jn 2:2).
Jesucristo es ahora el Salvador del mundo (1 Jn 4:14) y el heredero de
todas las cosas (Heb 1:2).
Por su obediencia, Él está sentado a la diestra del Padre (Heb 1:3).
Algún día, toda rodilla tendrá que doblarse ante Él (Flp 2:9-11).
Él está hoy y estará siempre sobre toda autoridad, gobierno, poder y
dominio (Ef 1:21), pues es la Cabeza de la Iglesia, que somos nosotros
(Ef 1:22).
No hay ningún poder concebible, tanto humano como demoníaco, natural
o sobrenatural, que no esté bajo Cristo y su absoluto poder. Todo está
bajo Él, incluyendo todo hombre, toda ley, todo gobierno y toda
nación, pues ya sea hoy o mañana, tendrán que rendir cuentas ante Él
(Ap 11:15; Sal 2:7-12).
Debido a todo lo que Cristo es, y a todo lo que hizo por nuestra salvación,
Él pudo declarar: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra».
Entonces, estableció la Gran Comisión. De ahí que al decir «Por lo tanto»,
es evidente que la base y el poder de la Iglesia para realizar la obra de las
misiones y la evangelización mundial esté fundamentada en Cristo. Con
esto se establece una conexión necesaria e inquebrantable entre su
persona, su señorío universal, y la misión y tarea de testificar de la Iglesia.
Solo por medio de Él es que podemos llevar a cabo la obra de testificar en
la Gran Comisión.
En Hechos 4:33 está escrito: «Y con gran poder los apóstoles daban
testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre
todos ellos». Recuerda que los apóstoles daban testimonio del poder de la
resurrección de Cristo y no del poder de ellos mismos, sino del Señor. En
la Gran Comisión, la potestad a la que Jesús se refirió fue al poder que Él
recibió del Padre, pues a través de su muerte y resurrección también
obtuvo la victoria sobre el diablo y la muerte.
La palabra «poder» podemos analizarla de la siguiente manera:
poder, dunamis; #1411 de Strong: Una de las cuatro palabras que
designan un poder muy grande. Las otras son exousia, autoridad
delegada; ischuros, fuerza grande (especialmente física); y kratos,
autoridad de dominio. Dunamis significa energía, poder, capacidad,
gran fuerza, habilidad grande, fortaleza. Se le usa algunas veces
para describir los poderes del mundo venidero que obrarán sobre la
tierra, y el poder divino que vence a toda resistencia. (Compárese
«dinámico», «dinamita» y «medidor de dinamo».) El dunamis en
Jesús resultó en transformaciones dramáticas. Esta es la norma de la
Iglesia llena del Espíritu y guiada por el Espíritu3.
Solo por medio de Cristo y su autoridad se nos concede el poder para
testificar y ganar almas en la Gran Comisión. ¡No hay otra manera! La
Gran Comisión se basa solamente en la supremacía y soberanía de Cristo
que, por medio de la encarnación, se convirtió en el «Hijo del Hombre» y
Salvador del mundo. Además, debido a su muerte en la cruz y su
resurrección, venció a todos sus enemigos. Así que Él es el Señor del
universo. ¡Alabado sea su Nombre!
En otras palabras, al morir en la cruz y resucitar, Cristo venció el pecado,
la enfermedad, las huestes malignas, los principados y potestades, el
diablo, la muerte y el infierno. Por eso solo en Él está el poder en el que se
basa la Gran Comisión. Y a través del trabajo de todos los creyentes y
ministros en las misiones y en la evangelización mundial por medio de su
Iglesia, el Padre les dará las naciones hasta los confines de la tierra (Sal
2:8). ¡Aleluya!
El destacado misionero, autor y educador James Herbert Kane, dijo estas
profundas palabras que nos muestran la razón de ser de la Gran Comisión:
Jesucristo no solo es la Cabeza de la iglesia, también es el Señor de
la historia. Él está obrando en todas las cosas según el consejo de su
propia voluntad. Él está en posesión de todos los hechos. Tiene
tanto la voluntad como el poder para lograr su propósito soberano
tanto para la iglesia como para el mundo [...] El Señor de la mies ha
prometido estar con sus siervos misioneros hasta el fin del mundo
(Mt 28:20). Los dictadores vienen y van; los reinos se levantan y
caen; pero la misión mundial de la iglesia continúa hasta el final de
las edades a pesar de las vicisitudes de la historia humana. Sin duda,
los problemas aumentarán, las dificultades abundarán, el costo se
disparará, pero la misión continuará4.
Se cuenta, que una antigua iglesia estaba sobre un monte. Era una
construcción de muchos siglos. Sin embargo, por falta de recursos para su
conservación, esta se deterioró con el tiempo y su torre se vino abajo. Así
que el encargado del templo se dio a la tarea de reconstruirla en la medida
de sus posibilidades. Entonces, un día por la mañana recibió la visita de un
comandante del ejército que le hizo algunas preguntas sobre la torre.
—¿Por qué la torre está en esas condiciones?
—Es lamentable, pero no puedo reconstruirla solo.
—Si usted y los demás lo permiten, nosotros vamos a reconstruir esa torre
a su estado original —le afirmó el comandante—. Ella forma parte de
nuestros mapas y es muy importante para guiar a nuestros barcos.
Estimados hermanos, así como este militar tenía autoridad para reconstruir
la torre, Cristo también tiene toda la autoridad para usarnos con poder, a
fin de reconstruir vidas a través de la Gran Comisión. La torre, o sea, la
vida de muchas personas y sus almas, se encuentran en completa ruina, y
está en nosotros reconstruirlas con el poder y la autoridad de Cristo. Así
que con su misma autoridad es que Cristo nos mandó, nos ordenó y nos
comisionó a «ir».
La orden o el mandato de la Gran Comisión: «Por tanto, id» (v. 19a)
Jesús ya les había dicho a los discípulos que ahora tenían que «ir». Les
instruyó antes de ir a la cruz, después de su muerte en la resurrección y
antes de su partida en la ascensión. Es más, como ya vimos, les habló
cinco veces. Los discípulos pasaron de alumnos, y de estar bajo
aprendizaje, a «enviados» o «apóstoles». Así que tenían que obedecer el
«id», que era un mandato, una orden de Cristo, dirigida de forma directa a
ellos.
Por lo tanto, la comisión o el mandato es «id e ir», no es «quédense y
observen». De modo que, ante la orden de marcha, hay que invadir el
territorio del enemigo y testificar, predicar, orar por los enfermos, ver
sanidades, milagros, señales y prodigios, dejar a los cautivos libres y que
las personas reciban el poder del Espíritu Santo en todas los aspectos de su
vida. Este es nuestro mandato: «ir o id». Es una orden y un mandato
enérgicos para derrumbar el poder de las tinieblas. Como bien dijera
Archibald Alexander:
En las ordenanzas que Cristo les dio a sus discípulos, quienes
formaron la primera iglesia bajo la nueva dispensación, la primera
orden es una que requiere acción. «Id», dice Él. Todo cristiano debe
estar alerta. Él tiene órdenes de marcha del Capitán de su salvación.
Él no puede sentarse con tranquilidad y holgazanería, y aun así, ser
cristiano. Como el padre le dijo a su hijo en la parábola: «Ve hoy a
trabajar en mi viña», así Cristo se lo dice a cada discípulo; y no
responderá para decir: «Sí, señor, voy», pero a pesar de eso, se
niega a obedecer. Debemos ser hacedores de la Palabra, y no
simples oidores. Debemos ser hacedores de la Palabra, y no simples
profesores. La orden dada por el Salvador resucitado todavía está
vigente, y como era obligatoria para todos los que la escucharon al
principio, también es obligatoria para todos los que la escuchan
ahora5.
Hermanos, los enviados somos «nosotros», su Iglesia, todo creyente y
todo ministro, que también se nos considera como sus discípulos, pues
hemos aceptado tanto la doctrina como la disciplina del Señor. Cuando se
persiguió a la iglesia primitiva, los cristianos se esparcieron por todo el
Imperio romano y testificaban de las buenas nuevas obedeciendo el «id»
de Cristo. La alegría y el gozo de los primeros cristianos se diseminaron
con rapidez por todo el imperio. Para el año 200 d. C., la presencia
cristiana era tan real, que Tertuliano escribió:
Somos un nuevo grupo, pero ya hemos penetrado en todas las áreas
de la vida imperial [romana], sus ciudades, islas, aldeas, barrios,
mercados, campos, tribus, palacios, senado, cortes. Ellos solo se
quedaron con sus templos6.
Para los discípulos, el milagro de la redención fue total: Su Maestro
murió, resucitó y fue llevado al cielo en su ascensión. Entonces, ¿cómo
estos discípulos que antes fueron tímidos, miedosos e incrédulos se
transformaron de una manera tan radical? Esto solo fue posible por su
experiencia directa con el Señor:
Estaban llenos del «Espíritu Santo» (Hch 2).
Poseían un nuevo denuedo y valentía para testificar (Hch 4:13, 31).
Tenían un nuevo poder para el servicio o la obra evangelística (Hch 5:12-
16).
Ponían en práctica una nueva iniciativa en acción de rectitud y fidelidad
(Hch 5:1-11).
Formaban parte de una iglesia que crecía de una forma extraordinaria
(Hch 6:7).
Eran conscientes de que el fin de la vida y el ministerio de Cristo
significaban para ellos el inicio del mandato y de la orden de «ir», pues
aunque Jesús ascendió a los cielos, recibieron la unción del Espíritu
Santo.
Fueron testigos presenciales de la redención y la gloria de Cristo (1 Jn 1:1-
3; 2 P 1:18).
Sabían que Dios les entregó el ministerio de la reconciliación, del cual
eran ahora embajadores de Cristo (2 Co 5:19-20).
Algunos escritores, como Harry Boer y varios teólogos sin base bíblica
alguna, dicen que la Gran Comisión no representó un papel importante en
el inicio de la iglesia. Incluso, opinan que ni el gran apóstol Pablo se sintió
motivado por la Gran Comisión y que no hay evidencia de que ningún
discípulo se la comunicara al apóstol. Sin duda, se olvidan que los
discípulos recibieron la orden directamente de su Señor y que después la
obedecieron. Es más, no tienen en cuenta que el mismo Señor se le
apareció a Pablo en el camino de Damasco (Hch 9:3-6) y en una visión le
dijo lo que debía hacer.
¿Para qué Pablo necesitaba oír acerca de la Gran Comisión si esta la
recibió de manera directa y personal por medio de Cristo? ¡Es absurdo!
¿Alguien necesita que se le comisione más que esto? ¿Por qué a Pablo le
haría falta que los discípulos le encargaran la misión de testificar cuando
esto lo hizo el propio Señor Jesucristo en persona? ¡Qué privilegio! Así
que, tanto los discípulos como Pablo sabían que todo hombre debía ser
salvo por la predicación del evangelio (1 Co 1:21-23).
En realidad, no hay una sola palabra, línea o frase en el libro de los
Hechos que sugiera que Dios salva a las personas sin emplear agentes
humanos. Tanto en un principio como ahora, ¡Dios siempre usó, y usa, a
los creyentes! Dios usó a Pedro para que le testificara a Cornelio. Sin
embargo, antes envió un ángel en una visión para dirigir a Cornelio a fin
de que llamara a Pedro. Dios nunca le dijo al ángel que predicara, sino que
solo le avisara e informara a Cornelio para que este mandara a buscar al
apóstol. En el caso de Pablo, después que quedara ciego por la visión,
recibió la ayuda de Ananías, un discípulo desconocido y humilde de
Damasco. Más tarde, Bernabé se los presentó a los discípulos, ya que la
sola presencia de Pablo les producía temor, pero estos debían saber la
misión que le encomendó el Señor al apóstol.
Hasta el día de hoy, y mientras la iglesia esté aquí en la tierra, Dios usará a
seres humanos como tú y como yo para testificar y predicar el evangelio.
De seguro que si alguien rechaza el mandato misionero de «ir», Dios
llamará a otro. ¡Claro que sí! Dios siempre tendrá un hombre o una mujer
para que ocupe el lugar de alguien, ya sea cuando este le falle o que
termine su carrera y parta con el Señor.
Por eso es que Dios nunca dejará de levantar una nueva generación de
pastores, evangelistas y misioneros. Él cumplirá su propósito y meta por
medio de todos los que estemos dispuestos a «ir» y hacer nuevos
discípulos. Por lo tanto, en la Gran Comisión tenemos los cinco «id» para
predicar y testificar:
Primero, tenemos el «id» y hacer discípulos de todas las naciones (Mt
28:19).
Segundo, tenemos el «id» y predicar el evangelio por todo el mundo a
toda criatura (Mr 16:15).
Tercero, tenemos el «id» a predicar a todas las naciones empezando desde
Jerusalén (Lc 24:47).
Cuarto, tenemos el «id» de «como me envió el Padre, así también yo os
envío» (Jn 20:21).
Quinto, tenemos el «id» al recibir el poder del Espíritu Santo, a fin de
predicar y testificar «en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta
lo último de la tierra» (Hch 1:8).
Así que aquí están los cinco «id» dichos por el Señor a predicar, testificar
y proclamar el evangelio. ¡Aleluya!
Hay algunos teólogos, que se consideran a sí mismos como expertos en la
Gran Comisión, que tienen sus propias opiniones acerca del pasaje de
Mateo 28:19. Entre otras cosas, afirman que la palabra «id» no es un verbo
en imperativo ni constituye el último mandamiento de Cristo. Dicen que
esto no es así. Alegan que la palabra «id» es un término aoristo, o sea, una
forma verbal que no debería traducirse ni entenderse como un mandato,
sino como el término que, por lo general, expresa el tiempo pretérito que
indica una acción puntual o momentánea, pues muchas veces se refiere a
acontecimientos pasados.
Sin embargo, al mismo tiempo, estos expertos dicen que de cualquier
manera esto no minimiza la fuerza ni el intento de la declaración de Jesús
con la palabra «id». Por un lado, estos teólogos dicen que no era necesario
que Cristo dijera y mandara a los discípulos a «ir» a todo el mundo, pues
ya sabía y daba por sentado que «irían», debido a que ese sería el curso
normal de los eventos como resultado de la persecución. Así que los
discípulos «esparcirían» la Palabra por todo el imperio sin que se les
mandara a «ir» (esto lo podemos ver en Hch 8:4; 11:19-21).
Por otro lado, los mismos teólogos dicen que al dar la orden, el mandato o
la comisión, Cristo reforzó su propósito original, a fin de que se predicara
su Palabra en todo el mundo, empezando en Jerusalén. No importa cuál
sea el punto teológico de los eruditos y estudiosos. Para mí, en particular,
¡es imperativo! Dejamos nuestras diferencias teológicas para la eternidad
y debemos trabajar ahora como lo hizo Jesús. En su libro Encountering
Theology of Mission, Craig Ott y Stephen J. Strauss expresaron:
La conexión íntima entre la vida y el trabajo de Cristo y la Gran
Comisión hace ineludible la conclusión de que el mandato misionero
no es solo una de las muchas cosas buenas que la iglesia debe hacer. Es
más que solo otro «programa». Es el punto de integración de acceder al
llamado de la iglesia7.
Charles Simeón, teólogo anglicano inglés, se convirtió a Cristo en el
Domingo de Resurrección de 1779 cuando todavía era un estudiante en la
Universidad de Cambridge. Su nuevo entusiasmo por Cristo y su servicio
a Él, levantó gran oposición. Incluso, más tarde, siendo miembro del
consejo rector en 1782 y al año siguiente titular de Holy Trinity Church en
la misma ciudad de Cambridge, tanto los estudiantes universitarios y hasta
algunos de la iglesia se burlaban de él y de su testimonio público.
Una vez, mientras caminaba por una calle, y golpeado por las críticas,
buscó en su pequeño Nuevo Testamento, en oración, alguna palabra de
consuelo de parte de Dios. Dijo que, al abrirlo, sus ojos se detuvieron en
este versículo:
Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón;
a éste obligaron a que llevase la cruz.
Mateo 27:32
Como quizá sepas, Simón es el mismo nombre de Simeón. Así que con
este pasaje de la Palabra recibió ánimo e instrucción que fue una gran
bendición para su vida. Más tarde, animado con este versículo, se
transformó en una fuerza evangelizadora en Inglaterra por muchos años.
Esta Palabra lo sostuvo, pues entendió que servir a Cristo en el «id» es
sinónimo de sufrimiento, pago del precio y renuncia. Algún tiempo
después, dijo: «Tener la cruz sobre mí, para que la pueda llevar después de
Jesús, es un gran privilegio».
Amados, nosotros debemos hacer lo mismo: renunciar a nuestra propia
vida en abnegación y obediencia al «id» del Señor, sin importar que esto
nos ocasione críticas, persecuciones y burlas. Por lo tanto, tenemos que
obedecer a Cristo al «ir» y hacer discípulos.
La meta o el propósito de la Gran Comisión: «Y haced discípulos» (v.
19b)
No hay nada nuevo que los discípulos ya no supieran respecto a la orden
de Cristo, pues Él los llamó a seguirle para que fueran pescadores de
hombres (Mt 4:19). Durante los tres años de su ministerio, los discípulos
tuvieron una comunión muy cercana con el Señor. Así que sabían muy
bien lo que era «hacer discípulos».
Sin embargo, su tiempo de discipulado terminó y ahora les tocaba el turno
de ser quienes hicieran discípulos. Esta tarea de hacer discípulos no solo
se limitaría a Israel, sino que se extendería a todas las naciones. En otras
palabras, los discípulos recibieron primero la invitación del Señor para
«venir», luego para «seguir» y, por último, debían «ir» y hacer discípulos
de todas las naciones. Aquí hay algo muy importante en cuanto al orden
de estas palabras: Lo primero que necesitamos es «venir» a Cristo antes
que lo podamos «seguir». Luego, necesitamos «seguir» a Cristo antes de
que podamos «ir».
Cristo les hizo el llamado a «venir» a todos, y esto incluye a las
multitudes, a los publicanos, a las prostitutas, a los leprosos, a los
enfermos y a todos los pecadores, cuando dijo: «Venid a mí» (Mt 11:28).
Aquí está contenida la gran «invitación» que nunca puede divorciarse ni
separarse del gran «renunciamiento» del versículo siguiente:
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí.
Mateo 11:29
Este es el «gran renunciamiento» que se les exigió a quienes ya eran leales
a Cristo. Uno se convierte a Cristo y después en seguidor, en discípulo del
Señor. Aquí es donde empieza el discipulado. Cuando no seguimos estas
palabras en orden, se crea una gran frustración y confusión en la vida
cristiana, así como un gran fracaso en el servicio del Señor. Muchas
personas sinceras han intentado actuar como discípulos, pero nunca han
sido verdaderos cristianos. Tratan de vivir una vida «cristiana», sin antes
ser salvos. ¡Esto es absurdo! Debido a esto vemos muchos descarriados y
apartados de los caminos del Señor, porque nunca fueron verdaderos
discípulos de Cristo.
Los doce discípulos originales de Cristo sabían que el discipulado era
difícil (Mt 10:37-39; Lc 14:25-27; Jn 6:61-69), y que por no ser fácil
tendrían persecuciones y pruebas. Lo que es más, debían entrar al cielo a
través de muchas tribulaciones (Hch 14:22). Después que la persona
«viene» a Cristo y se vuelve un creyente o cristiano, empieza a «seguir» a
Cristo como discípulo. Ser creyente es una cosa, pero ser discípulo es otra
diferente por completo. El discipulado no es fácil ni barato. Por el
contrario, es costoso y difícil, basta con que leas Mateo 16:24-25, así
como los versículos antes citados.
Los discípulos sabían que el discipulado involucraba lealtad a la persona
de Cristo, obediencia a la voluntad de Cristo y fidelidad a la causa de
Cristo, así como una abnegación total hacia a Él. Sabían que no solo era
suficiente que se confesara a Jesús como Salvador, sino que tenían, y
tenemos, que reconocerlo también como Maestro; es decir, alistarnos en
su escuela de discipulado, escuchar sus palabras, andar en sus caminos y
renunciar a todo por Él.
Al igual que los primeros discípulos, de seguro que poco a poco
disfrutaremos de una completa transformación de vida y pensamiento.
Como resultado, tendremos un nuevo sistema de valores, un nuevo nivel
de moralidad, una nueva referencia de lo que es bueno y un nuevo
propósito en la vida. Ahora somos como lo fueron ellos, sus discípulos,
porque aceptamos su disciplina. Entonces, cuanto más profunda sea esta,
cuanto más arraigada esté en nosotros, tendremos más humildad y
sinceridad al servirlo y sacrificarnos por Él. A la larga, nos
transformaremos en la copia del retrato original que es Cristo, y esto se
llama discipulado.
Como vimos en el capítulo anterior, desearemos ser como Cristo, ser
como nuestro Maestro, tendremos compasión de los demás al ver las
multitudes como las veía Jesús (Mt 9:36), oraremos para que Dios envíe
más obreros a su mies (Mt 9:37-38), y buscaremos al perdido como lo
hizo Cristo (Lc 19:10). ¡Aleluya! ¡A esto llamamos discipulado!
La Gran Comisión es para todos los cristianos. No es un llamado, sino una
orden, un mandato, una comisión de «ir» y «hacer discípulos» que ordenó
Cristo. Por increíble que parezca, todavía hay muchos en sus iglesias que
están esperando recibir «un llamado». No necesitamos oír una voz, pues
ya tenemos un versículo. La Gran Comisión no es un llamado, es un
mandato para todos, para toda la iglesia y sus ministros. Como dice el
pastor Bob Roberts: «La iglesia no envía misioneros, la iglesia es
misionera». Esta es la mentalidad que debemos tener: Involucrar a todos
los cristianos en la tarea de la Gran Comisión, pues cada creyente debe
actuar con diligencia para ganar almas como verdadero misionero para
Cristo.
El médico Thomas Hale dijo con mucha precisión y sabiduría estas
palabras que captan lo que estamos hablando:
Nadie puede decir: Puesto que no tengo el llamado a ser misionero, no
tengo que evangelizar a mis amigos y vecinos. No hay diferencia en
términos espirituales de un misionero que testifica en su propio barrio
al de un misionero que testifica en Katmandú, Nepal. Todos tenemos el
llamado a ir, aunque sea al próximo cuarto o al próximo barrio.
Yo diría de manera terminante que o bien cada cristiano es un misionero o
es un obrero en las misiones... ¡No hay una tercera opción! Claro, como ya
dije antes, hay misioneros de carrera que tienen un llamado especial, ya
sea en su país o afuera en otras naciones, pero toda la iglesia tiene el
llamado a testificar de Cristo y hacer la obra misionera de la
evangelización en su barrio, ciudad, estado, departamento, provincia y
nación.
Dawson Trotman, el fundador del ministerio «Los Navegantes», casi
siempre sostenía una conversación similar a esta con los posibles
candidatos a las misiones:
«¿Cuántas personas conoce por nombre que se ganaron para Cristo por
medio de usted y que viven para Él hoy?». Para mi sorpresa, casi todos
admitían que estaban listos para cruzar el océano y aprender una lengua
extranjera, pero que nunca habían ganado al menos un alma para
Cristo. Algunos decían que habían llevado mucha gente a la iglesia y
otros decían que habían persuadido a varias personas para que
recibieran al Señor en público cuando se hacía la invitación. Entonces,
les preguntaba: «¿Viven para Cristo ahora?». Ante esta pregunta, esos
candidatos bajaban los ojos. Así que yo continuaba: «¿Cómo espera
que con solo cruzar un océano y aprender a hablar una lengua
extranjera de una gente que sospechará de usted, que su vida cotidiana
sea diferente a la suya y que podrá hacer allá lo que no pudo hacer
aquí?».
En realidad, hay una gran verdad en lo que dijo Trotman. Muchos quieren
ir al otro lado del mundo sin antes haber «ido» al otro lado de la sala de su
casa a ganar a sus propios familiares para Jesús. Tampoco han «ido»
jamás al otro lado de la calle a ganar sus vecinos para Jesús, ni han ido al
otro lado de su propia ciudad a ganar y discipular al menos un alma para
Cristo. En su lugar, quieren ir a las misiones y a la evangelización
mundial. ¡Seamos sinceros! Lo que cabe ahora es preguntarnos:
«¿Estamos haciendo discípulos? ¿Nos estamos reproduciendo a nosotros
mismos? ¿Nuestra iglesia está haciendo discípulos?».
La tarea del discipulado es que, como cristiano, guíes a los demás a Cristo
de manera que reciban al Señor. Después, les enseñas la Biblia, cómo orar
y evangelizar, al igual que tú, y ganar a otros para Cristo. Si eres un
verdadero cristiano digno de ser imitado por ser un ejemplo, otros querrán
parecerse a ti. Para esto no se necesitan años de aprendizaje, sino
voluntad, deseo y compromiso para hacerlo.
Alguien le preguntó a un cristiano muy exitoso cómo realizaba su trabajo
de discipulado. Este hermano le respondió que solo les escribía una lista
de versículos a las personas que trataba de llevar al Señor. Les pedía que
los leyeran y que escribieran en una hoja de papel lo que pensaban de cada
versículo y de lo que Dios trataba de decirles a través de los mismos.
Entonces, a la semana siguiente, se encontraba con estas personas para
comentar acerca de lo que leyeron y escribieron respecto a la lista de
versículos.
Después de esto, su próximo paso era preguntarles si les gustaría leer un
libro de la Biblia, a fin de que en otra oportunidad se volvieran a reunir
para analizar lo aprendido con la lectura. Lo mejor de todo era que, según
la experiencia de este hermano, casi todos los que leían el libro de Juan o
cualquier otro Evangelio, aceptaban a Cristo y se convertían sin siquiera
reunirse con él. ¡Eso era todo lo que hacía este hermano!
Como ves, no hay ninguna genialidad por detrás de la tarea del
discipulado, sino solo la voluntad, el deseo y el compromiso de reunirse
con las personas en algún lugar, tomar un café, o lo que muchos pastores
ya hacen, impartir clases de discipulado en sus iglesias, de modo que los
nuevos cristianos maduren y crezcan en la fe para que, a la larga, sean
discípulos que ganen a otros para Cristo.
«Haced discípulos» solo significa «discipular», invertir nuestro tiempo en
los demás cristianos y ser sus mentores, ayudantes y maestros. ¡Punto!
Discipulado es lo que encontramos en las palabras de Jesús en este pasaje
del Evangelio:
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos.
Juan 8:31
Ahora bien, discípulo es todo aquel que se afirma y permanece en Cristo, a
la vez que se vuelve leal, fiel y maduro en Él para transformarse en un
ejemplo digno de imitar. Esta fue exactamente la manera en que los
discípulos aprendieron de Cristo. ¡Lo observaban! Ya fuera que Jesús les
estuviera hablando a las multitudes, discutiera con los fariseos, hablara
con algún desamparado, sanara a algún enfermo o echara fuera un
demonio de alguien, en todas estas ocasiones y oportunidades los
discípulos aprendían de su Maestro. Esto se llama legado.
Jesús les dejó a sus discípulos un gran legado a través de su enseñanza y
demostración personal. Es más, para ellos, Jesús era un sermón viviente,
personal y poderoso que valía más de mil palabras. ¡Esto es discipulado!
Tenemos que preguntarnos: «¿Será que les estamos enseñando a los
padres la Biblia para que estos a su vez se la enseñen a sus hijos a fin de
que sean discípulos de Cristo que se conviertan en el día de mañana en
líderes, predicadores o ministros cristianos? ¿Será que en las células, casas
cultos o puntos de crecimiento estamos trayendo nuevas personas y
ganándolas para Cristo y, al mismo tiempo, discipulándolas para que estas
a su vez ganen a sus familiares para el Señor? Y los ministros, sobre todo
los pastores en sus iglesias locales, ¿están comunicando, enseñando,
predicando e impartiendo este conocimiento a sus iglesias desde el
púlpito?
En mi caso, soy evangelista, voy y predico, y las almas se salvan. Sin
embargo, la responsabilidad de los pastores es la de discipular a los
nuevos convertidos. Dicho de manera sencilla: Mi función es la de un
pescador que alcanza los peces, mientras que la tarea y la responsabilidad
de los pastores y sus líderes son las de quitarles las escamas y preparar al
pescadito para que este gane a otros para Cristo. ¡Sencillo! ¡Somos siervos
de Dios que trabajamos en equipo!
Al discipulado lo llamamos «seguimiento», o «conservación de los
resultados», y esto es tarea de los pastores y sus líderes. Aun así, déjame
explicarte un poco más sobre este asunto de la predicación para que no
haya confusión. Con este propósito en mente, veamos algunas clases de
predicadores:
Algunos se deleitan en llenarles las cabezas a sus oyentes de
conocimiento.
Otros buscan una reacción emocional al aplaudir durante el mensaje.
No faltan los que solo quieren entretener a las personas para que regresen
a la semana siguiente.
Hay quienes parecen que les importa más su tema que la gente en sí.
También están los que predican con el corazón para ver que las almas se
salven.
Otros, además de predicar con ahínco, no solo desean ver que las almas se
salven, sino que los enfermos se sanen.
Incluso, están los que desean ver las almas salvas, sanidades y el bautismo
del Espíritu Santo descender sobre la gente.
Una vez visto todos estos tipos de predicadores, lo cierto es que cada
pastor debe ser un hacedor de discípulos, como lo dijo Jesús, y este debe
ser el enfoque de cada uno de sus sermones. Aquí tienes las preguntas que
debemos hacernos: «¿Es mi predicación eficaz? ¿Soy un predicador que a
la gente solo le gusta ver, saber y observar si soy un experto en el tema?
¿Soy de los que realizo una buena introducción y domino la homilética, la
hermenéutica y la oratoria? ¿Tengo buenos resultados con el cuerpo del
mensaje y su conclusión? ¿O será que estoy llevando a quienes les predico
a la madurez a fin de que se conviertan en discípulos que a su vez
discipulen a los demás?».
Ante esto, debemos hacernos una última pregunta clave: «¿De qué sirve
mi predicación si esta no hace que las almas se salven, que haya
sanidades, bautismo del Espíritu y que la congregación no muestre amor
por Jesús de manera que haya ganadores de almas capaces de hacer
discípulos a fin de que estos, a su vez, se reproduzcan a sí mismos?». Si
mis predicaciones carecen de estos elementos, son solo palabras sin poder,
unción y sin convicción que no hacen nada en nadie, no cambian ni
transforman a ninguna persona. Pon esto en tu corazón: El cristianismo es
un mandato, una orden, una comisión de «ir» y hacer discípulos. ¡Ese es
nuestro llamado!
Así que no debemos perder el tiempo en algo tangencial; es decir, no
debemos perder el tiempo en algo tan pequeño, frívolo, efímero, pasajero
y sin importancia como invertir en nosotros mismos. Lo cierto es que,
todo lo demás fuera de Cristo, carece de importancia. Tenemos que
obedecer la Palabra de Dios en la Gran Comisión y ganar almas. Tenemos
que hacer discípulos que se transformen en ganadores de almas y que, al
igual que nosotros, puedan discipular a otros. ¡No podemos perder el
tiempo! ¡El amor de Dios nos constriñe! M. Newell hablando del amor de
Cristo y la Gran Comisión, dijo:
El mensaje de Juan 3:16 es la razón para la Gran Comisión. Si no
existiera, tampoco hubiera la Gran Comisión. No se hubiera necesitado.
No hubiera habido necesidad de ir a ningún lugar. No hubiera
necesidad de hacer discípulos. No hubiera necesidad de bautizar,
enseñar o plantar iglesias. No hubiera necesidad de hacer ningún
sacrificio por Jesús, porque entonces Él no se hubiera sacrificado por
nosotros. En cambio, sabemos que lo opuesto es verdad. La verdad de
Juan 3:16 es una realidad porque sucedió. Y esta es la razón de la Gran
Comisión.
Una musulmana tenía una hija que se convirtió al cristianismo. Todavía
muy joven, la chica contrajo una seria enfermedad y lo lamentable es que
murió a los diecisiete años de edad. La madre buscó al misionero y le
pregunto:
—¿Qué le hicieron ustedes a mi hija?
—¡Nosotros no le hicimos nada —le respondió el misionero—. ¡Solo le
hablamos de Jesús!
—Claro que sí, ustedes le hicieron algo —le dijo de nuevo la madre—,
porque ella murió sonriendo y nuestro pueblo nunca muere de esa manera.
¿Ya ven, queridos creyentes? Esta chica era una discípula de Cristo, y al
irse con Él, fue en completa paz, gozo y seguridad. ¡De esta manera va al
encuentro de su Señor un discípulo suyo! ¡Aleluya! Por eso el Señor nos
llamó a hacer discípulos... ¡y hacerlos en todo el mundo!
El alcance o la esfera de la Gran Comisión: «A todas las naciones» (v.
19c)
El mensaje del evangelio tiene un llamado mundial, universal. ¿A qué se
debe esto? Por las siguientes razones:
El pecado es universal (Ro 3:23).
La oferta de salvación es universal (1 Ti 2:4).
La orden para arrepentirse es universal (Hch 17:30).
La invitación para creer es universal (Ro 10:9-11).
Por eso el Señor dijo que debíamos predicar, testificar y hacer discípulos
de todas las naciones. Los discípulos y la iglesia primitiva empezaron en
Jerusalén a testificar del evangelio y la llenó de la Palabra (Hch 5:28).
Cuando los demás miembros de la iglesia primitiva huyeron después de la
muerte de Esteban y empezó la persecución, los discípulos se quedaron en
Jerusalén (Hch 8:1).
El evangelista Felipe rompió el hielo yendo a Samaria (Hch 8). Más tarde,
la iglesia se expandió desde Jerusalén y fueron a toda Judea, Samaria y
Galilea. Así que al cabo de algunos años, estos lugares estaban llenos de
iglesias (Hch 9:31). Cuando Pedro les predicó a Cornelio y a todos los de
su casa, las puertas se abrieron para los gentiles (Hch 10). A pesar de eso,
los esparcidos por la persecución solo les predicaban a los judíos (Hch
11:19).
Más tarde, apareció Pablo, quien se transformó en el predicador más
grande de la historia de la iglesia, pues al llevar el evangelio a los gentiles,
el evangelio se extendió para tener el alcance en una esfera universal. Esto
solo sucedió después que algunos de los judíos rechazaran el evangelio
(Hch 13:46; 18:6; 28:8). Pablo tuvo la responsabilidad de establecer
iglesias a través del Imperio romano. De doce a quince años, plantó
iglesias en las cuatro provincias más importantes: Galacia, Asia,
Macedonia y Acaya.
Por el libro de los Hechos, es evidente que los predicadores, misioneros,
apóstoles y miembros laicos de la iglesia eran conscientes del mandato y
la orden misionera de Cristo de «ir». El tema de todo el libro de Hechos es
la proclamación y predicación del evangelio para la extensión del reino de
Dios en todo el Imperio romano, tanto a judíos como a gentiles.
La responsabilidad de predicar y testificar en la iglesia primitiva fue de
todos y no solo de los apóstoles. Los predicadores laicos «anónimos» se
destacaron a la hora de testificar y llevar la Palabra por todas partes que
iban. En esa época de la iglesia, no había el esfuerzo y el empeño
organizado como lo hubo años más tarde. Sin duda, no es comparable con
las miles de agencias misioneras que tenemos hoy esparcidas por todo el
mundo. El evangelio lo testificaban personas laicas en su vivir diario con
familiares, vecinos, amigos y hasta desconocidos. Esto fue en el inicio,
pues había una increíble pasión de evangelización por parte de toda la
comunidad cristiana. Will Durant, filósofo, escritor e historiador
estadounidense, dijo:
Casi todos los convertidos, con el ardor de un revolucionario, se
transformaron en agentes de propaganda8.
En este caso la «propaganda» era el evangelio, por supuesto, pues lo
«propagaron» por todos los rincones del Imperio romano. Así eran los
cristianos de la iglesia primitiva. Es más, los primeros creyentes fueron
únicos. ¡Ah, Dios permita que podamos volver a ser como lo fueron ellos!
Después, la iglesia fue a Europa y de allí pasó a todos los continentes del
mundo. Por lo tanto, nuestra misión es «ir» y llevar este evangelio hasta
los confines de la tierra. Al hacerlo, debemos ser conscientes que quizá
pongamos en peligro y riesgo nuestras vidas, como lo he hecho yo
alrededor del mundo, a fin de propagar, anunciar, predicar y testificar del
evangelio.
Conocemos a Aquel que nos envió, sabemos del poder del evangelio y
testificamos con valentía y convicción, predicando que no hay salvación
en nadie más y en ningún otro nombre (Hch 4:12). Debido a que somos
enviados, debemos «ir» a predicar y hacer discípulos de todas las
naciones. No hay distinción entre el judío o el gentil, entre el griego o el
romano, entre el esclavo o el libre, pues todos los hombres están perdidos
y necesitan de la salvación (Ro 3:23). Ahora bien, la paga de quienes no se
convierten a Cristo será la perdición eterna (Ro 6:23). Por eso no podemos
dejar de predicar y testificar (Hch 9:20; 28:31; 1 Co 1:17; 9:16).
Nuestro propósito es hacer discípulos. En realidad, hacer prosélitos. Hacer
convertidos y después discípulos del cristianismo. Solo la mención de la
palabra «prosélito» asusta y espanta a muchas personas. Sin embargo, el
cristianismo, hablando la verdad, es tan intolerante que no acepta ninguna
otra religión, y busca derrumbar cualquier otro sistema o forma de
pensamiento que no sea ni venga de Cristo. De manera que tienes que ser
libre de errores teológicos y no enseñar doctrinas falsas.
Hoy en día, existen muchas doctrinas que dicen ser «cristianas», pero son
falsas aunque usen el Nombre de Cristo como nosotros. Si hubiéramos
admitido cualquier otra forma de doctrina, pensamiento o religión, los
cristianos hubieran escapado de la persecución. En cambio, no fue así,
pues decimos con todas las letras que el único camino al cielo es Jesús (Jn
14:6). ¡Punto! Y allí es donde muchas personas nos tildan de religiosos,
legalistas e intolerantes, debido a que no aceptamos ninguna otra forma de
acercarse a Dios excepto por medio de Jesucristo.
Ante esto, no tenemos que amedrentarnos ni alarmarnos, pues Él nos
llamó a hacer «prosélitos», que es lo mismo que «discípulos», y este es
nuestro trabajo. Digan lo que digan, la opinión de las demás personas, ya
sean seculares, ateas o burladoras, no nos importa. Lo que sí tiene valor, y
es de gran estima y gran valía, es lo que nos dice el Señor: «Id, y haced
discípulos a todas las naciones». Es más, al testificar, predicar y anunciar
el evangelio, ayudamos a que se cumpla la Palabra:
Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía
contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban
delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas
blancas, y con palmas en las manos.
Apocalipsis 7:9
¡Aleluya! ¡Hagamos, pues, discípulos en todas las naciones! Este es
nuestro anhelo, meta y deseo: ver alrededor del trono de Cristo gente de
todas las naciones. También es nuestro trabajo, por eso nunca lo olvides ni
confundas con algo más que no sea servir a Cristo. Daniel Myer afirma lo
siguiente sobre nuestra responsabilidad como iglesia:
Nunca confundas tu apoyo [la iglesia] con tu campo misionero [los de
afuera de la iglesia]. Que nada te distraiga de la Gran Comisión que
Cristo les dio a todos los cristianos incluyéndote a ti. Está bien orar
para que más personas vengan a nuestro compañerismo cristiano, pero
Jesús sugirió que nuestras oraciones vayan más allá para que la iglesia
salga, como Él lo hizo, a los campos del mundo.
La Coca-Cola está en todos los rincones del mundo. Entonces, ¿cómo
llega hasta los lugares más remotos? La propaganda puesta en las oficinas
en una de las compañías lo dice todo: «Piensa de forma global, pero actúa
de forma local». Lo que es este eslogan para la Coca-Cola, debería ser
para nosotros como Iglesia en la Gran Comisión. Si una iglesia desea
obedecer el mandato de «ir a todas las naciones», debe empezar primero a
nivel local con cada cristiano ganando a sus familiares, su barrio, su
vecindario, sus amigos, sus compañeros de trabajo, etc.
Así que, apreciados hermanos, empezamos la Gran Comisión al hacer
discípulos a nivel local y Dios irá expandiendo nuestros esfuerzos más allá
de nuestras fronteras, como lo afirmó en Mateo 28:19: «a todas las
naciones»; en Marcos 16:15: «por todo el mundo [...] a toda criatura»; en
Lucas 24:47: «en todas las naciones»; y en Hch 1:8: «y hasta lo último de
la tierra». ¡Aleluya! Además, debemos hacer discípulos de la manera
adecuada al bautizarles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo.
El sistema o el método de la Gran Comisión: «Bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (v. 19d)
La evangelización sola no es todo el mandato, orden o comisión que dijo
el Señor. Después que las personas se ganan para Cristo, deben bautizarse,
lo cual sugiere el compañerismo de una iglesia local para que estén bajo la
autoridad del líder espiritual que es el pastor. Entiende que nuestra misión
no solo es «ganar almas». Es «ir» y hacer discípulos, lo cual incluye
ganarlos, traerlos al compañerismo cristiano, bautizarlos, edificarlos e
instruirlos en la fe, de modo que maduren, crezcan espiritualmente y que,
a su vez, ganen a los demás para Cristo y discipulen a otros también.
Muchos han dicho que bautizar y enseñar no es el mandato, la orden ni la
comisión, sino que es el método para llevar a cabo la Gran Comisión. Lo
importante es que tenemos que hacer discípulos, bautizarlos y enseñarles
los primeros pasos de la fe cristiana. Todo lo que hacemos en el ministerio
para el Señor con relación a las personas es con la meta de hacerles
discípulos y bautizarles como es debido: en el Nombre de la Trinidad,
como lo dijo Jesús: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Si lo que hacemos no incluye hacer discípulos y bautizarlos, todo lo demás
es inútil, ya sea el dinero que se pide, los misioneros que se envían, los
edificios que se construyen, los ministerios que se organizan, los sermones
que se predican y las canciones que se entonan. ¡Todo será un fracaso! Lo
importante es lo que dijo Jesús: hacer discípulos y bautizarlos. Por lo
tanto, lo que hacemos debe estar centralizado en este hecho primordial,
que es el componente central e importante de la Gran Comisión, pues lo
demás es secundario. Así que esta es la norma en la que se debe basar toda
la iglesia si desea obedecer a Cristo. En su libro clásico, Plan supremo de
evangelización, Robert Coleman dijo:
La Gran Comisión no es simplemente ir hasta los confines de la tierra
predicando el evangelio (Mr 16:15), ni bautizar a muchos convertidos
en el nombre del Dios Trino, ni enseñarles los preceptos de Cristo, sino
«hacer discípulos» [...] los criterios según los cuales una iglesia debiera
medir el éxito no es cuántos nombres han venido a aumentar la lista de
miembros ni en cuánto ha aumentado el presupuesto, sino en cuántos
cristianos se dedican activamente a ganar almas y a prepararlas para
ganar a las multitudes.
Entonces, al ganarlos para Cristo, debemos bautizarlos. Todos sabemos
que el bautismo en las aguas es el símbolo o la señal del cambio del
corazón después que la persona viene a Cristo. Por este acto, la persona se
identifica con el Señor. Cuando el creyente participa del bautismo por
inmersión, así como fue el de Jesús (Mt 3:16), pone de manifiesto que
«muere a su antigua vida», a «su ego, a su antiguo yo, a sí mismo». El
simbolismo al bajar a las aguas significa que la persona «muere con
Cristo», pero al levantarse de las aguas la persona «resucita con Cristo» a
una vida nueva con Él (Ro 6:1-6) y cambiada por el poder de Dios.
En realidad, el bautismo es un acto público de un cambio radical al romper
con el pasado, donde el nuevo creyente se identifica con Cristo y
abandona su vida anterior. Por lo tanto, ahora vive en novedad de vida con
el Señor, pues todo se ha transformado y cambiado, pues la persona es una
nueva criatura (2 Co 5:17). ¡Aleluya! Tal persona se bautiza en público,
pues mediante este acto manifiesta su fidelidad y lealtad a Cristo delante
de todos (Mt 10:32-33). No existe tal cosa como «un discípulo secreto».
José de Arimatea y Nicodemo fueron discípulos ocultos de Jesús debido a
las circunstancias alrededor de la muerte de Cristo, las cuales todos
entendemos, pero la cruz puso un fin a esto (Jn 19:38-40).
¡El bautismo es obediencia! Muchos «cristianos que frecuentan nuestras
iglesias», dan la excusa para no ser bautizados que el ladrón en la cruz que
crucificaron junto a Cristo no tuvo tiempo para hacerlo. La Escritura es
clara en el Evangelio de Marcos para quienes ya son cristianos hace
mucho tiempo, pero que no se han bautizado: «El que creyere y fuere
bautizado, será salvo» (16:16). ¡Lo dijo el Señor! Lo del ladrón en la cruz
fue una circunstancia inusual. Sin embargo, quienes llevan tiempo en la
iglesia y no se bautizan, son negligentes. Quizá te preguntes: «Pero el
bautismo no salva, ¿verdad?». ¡No, no salva! ¡Lo que salva es recibir a
Cristo como Salvador! Entonces, una vez que aceptas al Señor en tu vida,
quieres obedecerlo a través de las ordenanzas que le dejó a la Iglesia. Así
que, sé obediente y no negligente.
El Dr. James Houston, profesor y maestro de teología, dijo estas palabras
sobre la Trinidad en una reunión de la universidad Regent, en Vancouver,
Canadá:
Si la iglesia quiere darse cuenta de su verdadero potencial, necesita
regresar a la doctrina de la Trinidad. Esto se debe a que solo Dios el
Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo pueden solucionar los
problemas actuales de la humanidad y las profundas necesidades del
corazón humano.
Los que son miembros de «Solo Jesús», usan este pasaje del libro de los
Hechos, a fin de fundamentar sus doctrinas:
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo.
Hechos 2:38
Ahora bien, a estas personas les decimos con todo el respeto que nuestro
punto de vista teológico es diferente con relación al bautismo de un nuevo
convertido. Lo que de veras quiere decir y significa este versículo es que,
para un judío, bautizarse en el nombre de Jesús y su autoridad significaba
dejar, abandonar y renunciar el judaísmo y toda su relación con la nación
de Israel, dejando a un lado y abandonando todos sus derechos y
privilegios religiosos y políticos, y estar expuesto a su expulsión de la
sinagoga.
Recuerda que en Hechos 2:38 Pedro les hablaba a los judíos, pues este
versículo lo dice con claridad:
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a
quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Hechos 2:36
Como ves, Pedro dijo: «Toda la casa de Israel»; es decir, le hablaba a
Israel, a los judíos. Por esta razón, necesitaban renunciar a todo, aceptar el
evangelio de Jesucristo y bautizarse en el nombre de Él. Si este hubiera
sido el plan de acción después que comenzara la iglesia primitiva con los
judíos, Jesús mismo lo hubiera dicho. En cambio, Él enfatizó, y dijo bien
claro, que sería en el nombre de los tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo (lee
1 Jn 5:7-8 sobre el Dios Trino). También puedes leer más sobre esto y la
Trinidad en los libros que escribí en dos tomos y que se titulan Espíritu
Santo, necesito conocerte más.
De seguro que el Nuevo Testamento tiene más que decir respecto a la
enseñanza del bautismo. Sin embargo, Jesús mismo se concentró más en
enseñar y les dejó el bautismo a sus discípulos (Jn 4:2). Pablo, de igual
manera, pasó más de su tiempo enseñando que bautizando (Col 1:28), y
habló muy poco sobre el bautismo. Al parecer, dejó el bautismo para que
lo hicieran otros (1 Co 1:14-17). Ahora bien, una cosa es cierta: El
bautismo se realiza una sola vez, en una sola transacción, pero la
enseñanza es un proceso de aprendizaje espiritual que es para toda la vida
cristiana.
En el Nuevo Testamento, la enseñanza viene antes y después el bautismo.
Tanto Pedro como Felipe les presentaban el evangelio a las personas y
después les enseñaban que debían bautizarse: Pedro a los judíos y Felipe
al eunuco (Hch 8:26-38). Robertson McQuilkin, hablando de nuestra
obligación individual como cristianos al evangelizar, hacer discípulos y
bautizar, afirmó:
Ninguna generación de cristianos ha sido obediente por completo a la
Gran Comisión de Cristo. Aun así, ninguna generación de seres
humanos se puede alcanzar excepto por los cristianos de esa
generación. Para sesenta generaciones de personas perdidas es
demasiado tarde. Con todo y eso, de acuerdo con la promesa de Dios,
algunas generaciones podrán presentarse ante el Señor y decir: «Todo
terminó. La tarea que nos encomendaste, la cumplimos»9.
Cierto pastor hablaba con un hombre que ya hacía algún tiempo que había
aceptado a Cristo como su Salvador. Sin embargo, este hombre no se
decidía a bautizarse.
—¿Usted está en comunión con la iglesia? —le preguntó el ministro.
—¡No, el ladrón moribundo nunca estuvo unido a una iglesia y fue al
cielo! —le respondió el hombre.
—¿Usted les ha hablado de Cristo a sus vecinos y les ha dado testimonio
de su conversión? —le preguntó también el pastor.
—¡No, el ladrón moribundo nunca hizo esto y fue al cielo! —volvió a
decir el hombre.
—¿Usted ya participó o ayudó financieramente a las misiones? —siguió
preguntando el pastor.
—¡No, el ladrón moribundo nunca participó en las misiones y fue al cielo!
—le respondió el hombre ya perdiendo la paciencia.
—Bien, mi amigo, la diferencia entre ustedes dos parece ser que el ladrón
murió, pero usted sigue vivo todavía —le dijo el pastor.
Respetados hermanos, ya es tiempo que dejemos las excusas para no
obedecer al Señor, pues aun sabiendo lo que tenemos que hacer, no lo
hacemos, y es servirlo en la Gran Comisión. Ante esta realidad, vemos que
hay dos tipos de negligencias o pecados. En primer lugar, tenemos la
negligencia o el pecado de comisión, cuando haces algo indebido que no
debes hacer; y en segundo lugar, se encuentra la negligencia o el pecado
de omisión, que es cuando dejas de hacer algo que sabes que debes hacer,
pero no lo haces.
Por lo tanto, seamos obedientes y terminemos de una vez con los pecados
y las negligencias de comisión y omisión. Con esta actitud, seremos
capaces de bautizar como es debido a los nuevos discípulos y enseñarles a
que guarden todas las cosas que nos mandó el Señor.
El mensaje o contenido de la Gran Comisión: «Enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado» (v. 20)
La Biblia es un libro misionero y evangelizador de principio a fin. No hay
duda de esto. Solo ella contiene toda la revelación de la verdad
concerniente a Dios, la creación, la encarnación, la redención, el hombre,
el pecado, la salvación en Cristo, la santificación, el juicio, el cielo, el
infierno y la eternidad de estos dos lugares. Nos habla del Dios Trino:
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es la única que nos puede hacer sabios para
la salvación (2 Ti 3:15). De sus enseñanzas sacamos su mensaje, mandato,
motivación e inspiración, por lo que hasta el momento he escrito doce
libros para la gloria del Señor y he predicado miles y miles de mensajes
alrededor del mundo. Aparte de la Biblia, no hay cristianismo.
La gran diferencia entre la Biblia y los escritos sagrados de las demás
religiones es que estos otros libros describen la búsqueda del hombre para
encontrar a Dios, mientras que la Biblia describe a Dios en la búsqueda
del hombre para salvarlo por medio de Jesucristo. ¡Qué diferencia! Así
que debemos enseñar lo que Jesús dijo y que encontramos en su Palabra:
Las Buenas Nuevas del evangelio que proclaman que Dios ama al mundo
y que envió a Jesucristo para morir por nuestros pecados y salvarnos de la
perdición.
El don de la salvación es gratuito que nos ofrece Dios por medio de Cristo,
y que recibimos a través de la fe y la gracia (Ef 2:8). Desde los primeros
discípulos y apóstoles, después los misioneros y hasta hoy, se predica este
mismo mensaje: a Cristo, y este crucificado (1 Co 2:2). Nosotros no
hemos inventado el mensaje, ni tenemos el llamado a defenderlo. Nuestra
tarea es predicar la Biblia, la Palabra, en el poder del Espíritu Santo.
Ahora bien, el oyente tiene dos opciones: recibir la Palabra y obedecerla al
hacer de Cristo su Señor y Salvador por la fe, arrepintiéndose de sus
pecados, o rechazarla y no aceptarla. El destino eterno de tu alma depende
de esta decisión: o escoges el cielo o escoges el infierno, como dicen las
Escrituras (Mr 16:16).
Como ya vimos en el capítulo anterior, Jesús enseñaba, pues esta era una
parte importante e integral de su ministerio. En cuanto a nosotros, Él nos
dijo que debemos «enseñar a que guarden lo que Él ha dicho». Esa es
nuestra tarea. Por eso Cristo dijo que el que lo ama, su Palabra guardará
(Jn 14:23-24). Por otra parte, a los judíos que creyeron en Él les dijo que
debían permanecer en su Palabra (Jn 8:31). Este proceso de aprendizaje
acerca de Él debía continuar después de su ascensión y por medio de la
dirección del Espíritu Santo:
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad;
porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que
oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará;
porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Juan 16:13-14
Estas palabras en cuanto al Espíritu expresan con claridad que Él iba a
hablar «todo lo que oyere» del propio Señor, así que no hablaría «por su
propia cuenta». Además, con la frase «tomará de lo mío», que es del Señor
Jesús, actuaría basado en las palabras de Cristo y en todo lo que enseñó Él.
Por eso los discípulos, por medio del Espíritu, debían enseñarle a la gente
todo lo que Cristo les enseñó a ellos primero. Esto incluía las cosas
difíciles que Él dijo y que, al parecer, ofendieron a muchos de los
discípulos que lo seguían, pues se daban cuenta de que la palabra era dura
(Jn 6:60).
Estas enseñanzas de Jesús no solo incluyen las que encontramos en Mateo
11:28 y Juan 3:16, sino también en Mateo 10:37-39 y Marcos 9:43-50. Es
más, no solo se debía incluir la parábola del hijo pródigo (Lc 15:11-32),
sino también la parábola del juicio de las naciones (Mt 25:31-46). Se debía
incluir todo lo que Jesús enseñó sobre el pecado, la muerte, el juicio, el
cielo, el infierno, el perdón, el amor, la renuncia, el discipulado y la vida
eterna. En fin, se debía incluir desde el Sermón del Monte con su alto
nivel ético, hasta sus conversaciones comunes con la mujer de Samaria,
Nicodemo y otros.
Los discípulos no tenían la autoridad de escoger lo que debían enseñar y lo
que no debían enseñar, de lo que a ellos les gustara o no. Jesucristo no
ofrecía consejos a la gente, sino que emitía una orden, un mandato, una
comisión. De ahí que demandara fidelidad y lealtad de todos los que
deseaban seguirle. Más tarde, la iglesia primitiva perseveró y obedeció la
doctrina de los apóstoles (Hch 2:42), que era la misma de Cristo, por
supuesto. Pablo enseñó también la Palabra y doctrina de Cristo (Col 1:28;
además, lee Ro 6:17; 2 Ts 2:15; 1 Ti 1:3,10; 4:6, 16; 2 Ti 3:10; 4:2-3; Tit
2:1, 10). Así que esta «doctrina» o enseñanza debe continuar hasta que
todos lleguemos a la madurez del varón perfecto (Ef 4:13). Por eso Jesús
dijo que debíamos hacer discípulos y «enseñarles todo lo que Él dijo».
David Platt, pastor y autor, expresó en uno de sus sermones:
La meta de Dios no solo es desinfectar a los cristianos y separarlos del
mundo, sino hacerlos discípulos y enviarlos de regreso al mundo para
evangelizar, a fin de que cada cristiano sea un propulsor que avance la
causa de Cristo al arriesgar su vida a favor de otros.
En lo particular, creo que Jesús, al darnos el mandato de la Gran
Comisión, le presentó a cada cristiano la oportunidad de evangelizar a
nivel local, nacional y mundial. No solo Él nos limpió del pecado, sino
que puso en nosotros el deseo evangelizador de ganar a cada persona para
Él. Por lo tanto, empezó a prepararnos desde el momento de nuestro
nacimiento, inició la obra de evangelización en nuestro corazón desde que
lo aceptamos como Salvador y estableció ese amor en nuestro ser para
alcanzar al perdido.
Aquí entra en acción el discipulado, donde creo que esto es dejar de ser un
campo misionero (antes de ser cristiano), a fin de ser un misionero que
proclama, anuncia, testifica y predica la Palabra, un discípulo que gana a
otros y los hace discípulos, para que estos a su vez hagan otros discípulos.
A la larga, esto se convierte en una cadena que crece cada día alrededor
del mundo. ¡Aleluya!
Jesús les dijo a los primeros discípulos que enseñaran «todas las cosas»
que Él les había «mandado» (Mt 28:20). Por supuesto, en «todas las
cosas» se incluye «hacer discípulos» de todas las naciones. Jesús NO dijo:
«Enséñales todo lo que yo les he mandado, EXCEPTO esta orden de hacer
discípulos a nivel internacional, mundial o “de todas las naciones”. Esto
solo es para ustedes, no es para los demás cristianos que vendrán». ¡Eso es
absurdo! ¡Claro que Él no dijo esto! Él se los dijo tanto a ellos como a
nosotros también. Es un mandato y una comisión para todas las
generaciones hasta que Él venga. ¡Aleluya!
Por lo tanto, debemos enseñar al nuevo convertido, y a todo cristiano en
general, toda la enseñanza y «todo el consejo» de Dios; es decir, toda la
Palabra de Dios (Hch 20:27). Entonces, como un discípulo es un aprendiz,
debemos basarlo en la Palabra, a fin de enseñarle «todas las cosas» que el
Señor nos ha «mandado», entre las cuales se encuentra «hacer discípulos
de todas las naciones».
Como dijimos antes, la Biblia es la base de las misiones y la
evangelización, y si el evangelio es el mensaje misionero y la iglesia tiene
la custodia del evangelio, de las Buenas Nuevas, tiene la obligación de
llevarlo a todo el mundo. Por eso, como iglesia, nosotros debemos
testificar ahora. Así lo expresó Carl F.H. Henry, quien fuera un teólogo
cristiano: «El evangelio solo es Buenas Nuevas si llega a tiempo».
¿Adónde debe llegar? Al mundo, a todos, a la gente, a quienes no conocen
de Cristo. Este es nuestro mensaje: «Enseñar todo lo que Cristo nos ha
mandado». Nuestra tarea suprema es predicar el evangelio, testificar este
mensaje y proclamar a los cuatro rincones de la tierra que Cristo salva,
sana y vendrá otra vez. ¡Aleluya! Somos, como su iglesia, los guardianes y
protectores de este mensaje que se nos delegó para que lo testifiquemos, y
es un honor y un privilegio hacerlo. Con estas palabras, el pastor y
misionero Virgil Amos se refirió al mensaje que debemos proclamar:
Hay cosas que tendrás que dejar cuando vayas a una tierra distante. Lo
que ganarás al dejar amigos y familiares, casa y comodidades es mucho
más que lo que vas a perder si te quedaras con ellos. Dios nos ha dado
la misión de llevar el evangelio a todo el mundo. Nuestra fidelidad a la
Gran Comisión tiene recompensa eterna para nosotros y consecuencias
eternas para quienes escuchan nuestro mensaje.
En cuanto a esto, Dixon Edward Hoste, quien fuera misionero británico en
China, el más longevo de los Siete de Cambridge y sucesor de James
Hudson Taylor, dijo las siguientes palabras: «Vive para ser olvidado, para
que Cristo sea recordado». Este es nuestro mensaje de renuncia,
abnegación y muerte de nuestro «yo» y, al mismo tiempo, de proclamar la
Palabra de Dios.
Cierta vez, al llegar a un determinado pueblo, un hombre ilustre les pidió a
sus ayudantes que pregonaran un mensaje por todas partes: «Mañana
pagaré todas las deudas a cualquiera que venga a verme entre las nueve de
la mañana y la una de la tarde». Llegó casi las doce del mediodía y nadie
había venido. Entonces, al poco tiempo, se presentó un hombre que con
voz temblorosa le dijo: «Señor, ¿es verdad que usted dijo que pagaría las
deudas de cualquier persona que viniera a verle?». De inmediato, el
adinerado hombre le respondió: «Así es, ¿cuánto debe usted?». El hombre
le dijo la cantidad y el señor le hizo un cheque por el mismo monto de su
deuda. Luego, le pidió al hombre que esperara hasta la una para
marcharse. Un poco más tarde, vino otro hombre y lo recibieron de la
misma forma.
Cuando llegó la una de la tarde, el rico les dijo a los hombres que ya se
podían ir. En cuanto salieron a la calle, se encontraron con algunas
personas que se burlaron de ellos por haber sido tan ingenuos al creer en
algo tan absurdo. En cambio, cuál fue su sorpresa cuando vieron en las
manos de los dos hombres los cheques. Entonces, corrieron hasta la puerta
de la casa, pero ya había pasado la hora y la puerta estaba cerrada. Los
burladores regresaron entristecidos por no haber creído en la palabra del
hombre ilustre.
Valorados hermanos, Cristo ya envió su mensaje que es el evangelio para
quienes lo quieran escuchar. Él ya murió en la cruz para salvar a los
pecadores, pero muchos no creen y se burlan como esos hombres que no
le hicieron caso al anuncio. Algún día, será demasiado tarde para
muchísimas personas. También para nosotros los cristianos algún día será
demasiado tarde para la Gran Comisión. Por eso tenemos que trabajar
ahora mientras dura el día, pues cuando llegue la noche, nadie podrá
trabajar. Esto lo dijo el propio Jesús (Jn 9:4). Al trabajar en la Gran
Comisión, sabemos que Cristo estuvo, está y estará con nosotros todos los
días, semanas, meses, años y décadas hasta que Él nos lleve a estar con Él
o que Él venga a buscar su Iglesia.
El respaldo o la provisión de la Gran Comisión: «Y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén» (v. 20b)
Jesús les prometió a los primeros discípulos, como lo promete hoy, estar
con nosotros todos los días hasta que Él regrese.
Después de la resurrección, Jesús se quedó cuarenta días con sus
discípulos para afirmarlos y animarlos de manera que continuaran la obra
que comenzó Él. No hay evidencia bíblica alguna que Jesús realizara
algún ministerio público durante este tiempo. Estos días solo fueron para
preparar aún más los sucesores que continuarían en su lugar. Al quedarse
los cuarenta días, el Señor confirmó la fe de los discípulos, les quitó sus
temores y les dio este mandato de la Gran Comisión. La parte de proveer
el evangelio que debía haber hecho Cristo, Él la realizó, ahora les tocaba a
los discípulos predicar y anunciar este evangelio.
Los discípulos no podían haber provisto el evangelio y Jesús no podía
anunciarlo, porque estaba a punto de regresar al cielo. Aun antes, y ahora
durante el tiempo previo a su ascensión, Él les habló de su visión y
misión, su tiempo, sus pensamientos, consejos, oración. Los preparó para
enviarlos, les dio poder, antes y después en el Pentecostés, para predicar,
sanar, echar fuera demonios y que todo lo debían hacer en su Nombre.
¡Esto es lo que llamamos la Gran Comisión!
Hay quienes dicen que esta comisión se les dio solo a los discípulos, a los
apóstoles, y que no es una prerrogativa, o privilegio, de nosotros los
«cristianos comunes y corrientes». ¡Eso no es cierto! Esta manera de
interpretar ese versículo está fuera de contexto y es absurdo que se piense
así. En realidad, esto es nada más que una excusa para no evangelizar y
trabajar para el Señor. Considera lo que dijo Jesús: «Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones», y después concluyó: «Y he aquí yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».
Ningún cristiano maduro duda ni titubea en cuanto a reclamar la última
parte de la promesa cuando afirma que Él estaría con nosotros. Sin
embargo, muchas veces pasan por alto el mandamiento de la orden de
obedecer y hacer discípulos. Las dos cosas van juntas y nadie debe oscilar
entre ambas. ¡Es absurdo! La Palabra y el mandamiento de «ir» son para
todos los cristianos de todas las edades. Además, fue para ayer, es para
hoy y es para mañana, porque Cristo no cambia (Heb 13:8).
Cristo les prometió a los discípulos que estaría con ellos, y nos promete lo
mismo a nosotros con relación a su mandato de «ir». Entonces, ¿qué
cambios se operaron en realidad en la vida de los discípulos?
Primero: El llamado que Cristo les hizo de que serían «pescadores de
hombres». Nota que Jesús NO dijo: «Les enseñaré a pescar», sino «los
haré pescadores». Así que al caminar con Cristo y aprender de Él, de
su vida y ministerio, vino el «deseo de pescar», y el «impulso, el ansia
y la voluntad de pescar». Después de su muerte y resurrección, el
Señor les dio esa «habilidad para pescar», según el mandato de la Gran
Comisión.
Segundo: Cristo cambió por completo la vida de los discípulos, tanto
antes como después de la resurrección. En los cuarenta días que estuvo
a su lado, el Señor siguió moldeando el carácter de ellos.
Tercero: Cambiaron de nuevo al ver la ascensión de Cristo, lo cual fue un
evento único, extraordinario y particular. ¿Tú o yo ya vimos a alguien
subir al cielo delante de nuestros ojos? ¡No! Por lo tanto, esta fue una
experiencia tremenda para ellos.
Cuarto: El Pentecostés transformó sus vidas con el bautismo del Espíritu
Santo. Pasaron de ser unos discípulos miedosos, inseguros y
espantados, a ser hombres valerosos, resueltos y osados al proclamar,
predicar y testificar la Palabra de Dios.
Con todos estos cambios, ahora estaban listos para «ir». Es más, todo esto
les había revolucionado de manera tan profunda, que ahora tenían:
Una nueva visión y misión.
Una nueva percepción y perspectiva en cuanto a las Escrituras.
Una nueva acción e iniciativa.
Una nueva unción y poder para el servicio.
Una nueva postura decidida al anunciar el evangelio.
En ese momento, pasaron de los Evangelios al libro de los Hechos de los
apóstoles. Eran nuevos hombres, cambiados completamente por el poder
de Dios. En los Evangelios eran discípulos. En el libro de los Hechos se
volvieron apóstoles en realidad, los «enviaron» y se convirtieron en
«embajadores de Cristo», como lo dijera M. Newell una vez: «Ser
embajador de Cristo, participar de su causa a través de la Gran Comisión,
es lo primero que Él pide de cada uno de nosotros. Ningún creyente debe
sentirse exento. Jesús no excusará a los que se nieguen a hacer siquiera la
parte más pequeña. La ofrenda de la viuda y un misionero tienen el mismo
valor para Él».
¡ARREBATÉMOSLOS DEL FUEGO!
Todos sabemos que la era de las misiones modernas empezó con William
Carey en el año de 1792, y que sus raíces estaban fundadas y arraigadas en la
Gran Comisión de Cristo en Mateo 28:19-20, al igual que el movimiento
misionero. De allí es que el jovencito Carey se inspirara y desafiara a todos
los líderes y pastores presentes en aquel famoso culto en Nottingham,
Inglaterra.
Es interesante notar que la Gran Comisión no se menciona, ni se repite, en el
libro de los Hechos. Esto no se debe a que no fuera importante, sino a que no
hacía falta que se dijera de nuevo, pues la iglesia primitiva había entendido su
llamado y responsabilidad. Así que ya no necesitaba de ningún mandamiento,
orden ni comisión externa, pues los discípulos, ahora apóstoles, ya la habían
escuchado directamente de los labios del Señor. Estaban llenos del Espíritu
Santo y ahora era evidente su transformación gracias al poder de Dios. Basta
con leer el libro de Hechos y encontrarás varias veces la frase: «Fueron llenos
del Espíritu Santo y hablaban».
Pedirles a ellos entonces, o a cualquier cristiano ahora que está lleno del
Espíritu que deje de testificar, es como decirle a un pato que se mantenga
fuera del agua o a un pájaro que deje de volar. ¡Esto es imposible! Si los
dejamos, por instinto y con naturalidad volverán al agua o a volar, pues para
esto se crearon, es su naturaleza. Lo mismo nos sucede a nosotros los
cristianos: Cuando recibimos la salvación, se nos concedió el poder para
hablar, testificar, proclamar, anunciar y predicar el evangelio. Esta es nuestra
naturaleza espiritual, y los que están llenos del Espíritu, lo harán.
Entonces, ¿cuál es la función primordial de la iglesia? ¡Testificar,
evangelizar! Aunque tenga varias funciones como alabar y adorar al Señor,
enseñar y edificar a los creyentes en la Palabra, la comunión con otros
cristianos, el servicio a los demás en la comunidad, dar comida y ropa a los
pobres, etc. etc., su tarea más importante es testificar y evangelizar. ¿Por qué?
Porque durante la existencia terrenal y limitada de la iglesia, su tarea
principal es testificar, pues tendremos toda la eternidad para alabar y adorar
al Señor. En cambio, la actividad de testificar está restringida y limitada
mientras la Iglesia esté aquí en la tierra. Así que todo terminará con el fin de
nuestra vida o el arrebatamiento de la Iglesia. De ahí la urgencia de testificar
y evangelizar ahora. El Dr. Billy Graham dijo al terminar su predicación en el
Congreso Internacional sobre la Evangelización Mundial en Berlín en 1966:
«Es probable, es posible y es imperativo, toda la tierra necesita oír su voz».
Cuando Emil Brunner dijo que la iglesia existía para las misiones, así como
el fuego existía para quemar, expresaba una profunda verdad no siempre
reconocida entre el liderazgo y los pastores de la iglesia local. Se refería a
que la tarea primordial de la iglesia es testificar y evangelizar. El teólogo,
misionero y autor Lesslie Newbigin dijo que una iglesia que ha perdido su
visión misionera, ya no tiene el derecho de llamarse una iglesia
neotestamentaria, pues tal iglesia ha negado su fe y traicionado a la verdad.
Por lo tanto, Dios necesita de la iglesia, de nosotros, que somos sus agentes
humanos para llevar a cabo esta tarea de alcanzar al mundo. Los ángeles no
pueden predicar, ni se suponen que lo hagan, pero nosotros sí. Como dijera
George Sherwood: «Solo Jesucristo puede salvar el mundo, pero Jesucristo
no puede salvar al mundo solo». En otras palabras: Solo Jesús es el Salvador
del mundo (lee Jn 4:42; Hch 4:12; 1 Ti 2:5), pero Él solo no puede salvar a
los hombres, lo puede hacer por medio de nosotros, su Iglesia, a través de la
predicación del evangelio (lee Hch 2:47; 11:26; 1 Co 1:18-23; 2 Co 5:20).
Además, Él está con su Iglesia, como lo prometió: «Y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén». ¡Este es nuestro
respaldo, provisión y seguridad! Estas fueron las palabras del Señor que no
hicieron al Dr. David Livingston desistir de África, cuando él mismo afirmó
sobre Cristo: «¡Es la palabra de un Caballero!».
Por lo tanto, la Gran Comisión empezó con una declaración: «Toda
potestad me es dada en el cielo y en la tierra». Continuó con una comisión:
«Por tanto, id, y haced discípulos». Y terminó con una promesa: «Y he aquí
yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». ¡Aleluya! Y
hablando sobre la promesa de Cristo a nosotros, Craig Ott y Stephen J.
Strauss dijeron:
La promesa vinculada a la comisión es «hasta el fin del mundo». Esto
indica claramente que la comisión debe continuar hasta el regreso de
Cristo y esta era llegue a su fin. La promesa no termina con la muerte
de los discípulos de la primera generación, ni tampoco la comisión [...]
Solo cuando el evangelio se predique a cada nación, vendrá el fin (Mt
24:14)10.
En cierta ocasión, un profesor le preguntó a un grupo de alumnos en una
escuela bíblica de misiones: «¿Cómo se interpreta la Gran Comisión?». Un
estudiante se puso de pie y contestó con gran convicción: «¡La Gran
Comisión no se interpreta se obedece!». Esto fue exactamente lo que dijo
sobre la Gran Comisión el gran misionero a China, Hudson Taylor, al
expresarse de esta manera: «La gran comisión no es una opción para ser
considerada, sino un mandamiento para ser obedecido». ¡Y es para
obedecerse tanto a nivel local como internacional!
Si yo te preguntara: «¿Alguna vez has ido al campo misionero, o has estado
allí o lo has visitado? Tal vez me contestes: «Yo nunca he viajado ni visitado
una nación lejana. Tampoco nunca he oído un lenguaje o idioma diferente en
una cultura distinta a la mía». ¡Esto es lo que la mayoría de los cristianos cree
que es «el campo misionero»! Ir afuera del país, a otras naciones, pero nunca
han pensado que el campo misionero, la mies, puede estar al otro lado de la
sala ganando a sus familiares para Cristo o al otro lado de la calle, ganando a
sus vecinos para Cristo. Sin duda, Jesús también se refería a «ir» a todo el
mundo como Él mismo lo dijo, pero el énfasis de la iglesia es local y después
internacional.
En mi caso, he estado en muchas iglesias predicando y, cuando llego al
templo, he notado que algunas tienen un letrero a la entrada de la iglesia por
fuera que dice: «Ahora está entrando al centro de entrenamiento misionero».
Luego, al terminar el culto y los hermanos van de regreso a sus casas, hay
otro letrero arriba de la puerta por dentro del templo que dice: «Ahora está
entrando al campo misionero». La Gran Comisión que Jesús ordenó no solo
es respecto a las misiones o la evangelización mundial. Él nunca dijo que no
debíamos incluir a nuestros amigos, familiares y todos los demás cercanos a
nosotros, ni a nuestro propio país, barrio, vecindario o comunidad. Primero
viene la evangelización local y después viene la mundial. ¡Tengamos, pues,
una mentalidad global, pero actuemos a nivel local!
Una vez un predicador durante su sermón les pidió a algunas personas que
subieran a la plataforma y que actuaran como si estuvieran en un camión de
bomberos, y que cada uno representara un papel y asumiera una
responsabilidad. A cierta persona le asignaron la tarea de conducir el camión,
a otra se le encargó el sistema de navegación, a otra el control de la bocina,
otra tenía a su cargo la sirena, otra tenía la manguera, incluso otra tenía en su
mando ese extraño timón en la parte de atrás del camión. Después que todos
estaban en sus lugares y listos para empezar a actuar como bomberos, el
predicador les preguntó a cada uno: «Entonces, ¿cuál es el trabajo de
ustedes?». Cada uno contestó de acuerdo a lo que el predicador les asignó, lo
que cada uno debía ejecutar.
El que hacía las veces de chofer dijo que su tarea era conducir el camión. El
de navegación dijo que su papel era navegar el sistema. El de la bocina dijo
que su papel era tocar el claxon. El de la sirena dijo que su parte era que esta
se escuchara. El de la manguera dijo que su parte era usarla de la mejor
forma. Y el del timoncito de atrás dijo que sabía cuál era su oficio. Después
que todos respondieron lo que acabo de decirles, el predicador les preguntó
de nuevo: «Entonces, ¿cuál es el trabajo de ustedes?». Y todos volvieron a
contestarle lo mismo.
Al final, el predicador les dijo: «¡Todos ustedes están equivocados! ¡El
trabajo de cada uno de ustedes es APAGAR EL FUEGO!».
Estimados hermanos, esto es con exactitud a lo que a nosotros, como la
Iglesia de Cristo, se nos llama: APAGAR EL FUEGO en las vidas y almas
de quienes están sin Cristo y que van rumbo a una eternidad de sufrimiento,
fuego, dolor y tormento. Podemos tener muchas tareas: Unos son pastores,
otros evangelistas, otros misioneros, otros profesores de seminarios bíblicos,
otros maestros de escuelas dominicales, otros maestros de niños, otros que
ayudan financieramente a la obra de las misiones y de la evangelización
mundial, otros plantadores de iglesias y obras nuevas, otros predicadores
laicos, otros hermanos que testifican en la calle o las prisiones, otros que les
anuncian de Cristo a sus amigos y familiares en sus vecindarios, sus casas,
escuelas, trabajos, barrios, etc. El Señor nos llamó a APAGAR EL FUEGO,
como bien dice la Palabra:
A otros salvad, arrebatándolos del fuego.
Judas 23
El «id» de la Gran Comisión todavía esta vigente y tenemos que obedecerlo.
Y con la Gran Comisión viene el enorme reto, combate y desafío de llevarla a
cabo en todas las naciones del mundo.
11. EL ENORME DESAFÍO PARA TESTIFICAR
«Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de
pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén».
Lucas 24:47
«Solo propongo que la cruz se levante de nuevo en el centro comercial,
así como en el campanario de la iglesia. Estoy rescatando la
afirmación de que a Jesús no lo crucificaron en una catedral entre dos
velas, sino en una cruz entre dos ladrones; en el montón de basura de
la ciudad; en una encrucijada tan cosmopolita que tuvieron que
escribir su título en hebreo, latín y griego... en el tipo de lugar donde
los cínicos hablan obscenidades, los ladrones maldicen y los soldados
juegan. Porque ahí es donde Él murió. Y eso es por lo que murió».
Rvdo. George MacLeod
Como cristianos, todos afrontamos enormes desafíos en cuanto al llamado de
testificar de Cristo en las misiones y en la evangelización, ya sean locales,
nacionales o internacionales. No obstante, lo importante es que su respaldo
estuvo, está y estará con nosotros, tal como dice este pasaje bíblico:
He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero
quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos
de poder desde lo alto.
Lucas 24:49
¿Qué promesa era esta? ¡El poder de Espíritu Santo! Este sería también su
respaldo para nosotros. (Puedes leer más sobre el Espíritu Santo en los libros
que escribí en dos tomos y que se titulan Espíritu Santo, necesito conocerte
más). La Palabra es clara cuando dice que Él los bendijo, pues de esta manera
nos reafirma su apoyo: «Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos,
los bendijo» (Lc 24:50). De la misma forma que Él bendijo a los discípulos
de ese entonces, Él nos bendice hoy en esta tarea de testificar de su Nombre y
salvación. No es menos cierto que tendremos grandes y enormes desafíos en
la tarea de testificar, pero Él nos promete estar con nosotros.
A veces pensamos que la obra no avanza, o que va muy despacio por causa
de los desafíos, pero todos tenemos el mismo problema. En cuanto a esto,
Hudson Taylor dijo una vez: «El trabajo de un verdadero misionero es de
veras un trabajo, a menudo muy monótono, al parecer poco exitoso, y llevado
a cabo a través de grandes y variadas, pero incesantes, dificultades».
El genio de la ciencia que formuló la teoría de la relatividad, Albert Einstein,
dijo estas palabras con relación a las crisis o los desafíos:
No pretendas que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La
crisis [el desafío] es la mejor bendición que puede sucederles a las
personas y los países, porque la crisis [el desafío] trae progreso. La
creatividad nace de la angustia cuando nace el día de la noche oscura.
En la crisis [el desafío] es donde nacen la inventiva, los
descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis [el
desafío], se supera a sí mismo sin ser vencido. Quien atribuye a la
crisis [al desafío] sus fracasos y dificultades, viola su propio talento y
respeta los problemas más que las soluciones. La verdadera crisis [el
desafío] es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las
personas y los países es la pereza de encontrar los resultados y las
soluciones. Sin crisis no hay desafíos, no hay retos, la vida es una
rutina, una agonía lenta. Sin crisis [desafíos] no hay méritos. En la
crisis [el desafío] es donde surge lo mejor de cada uno, porque sin una
crisis [un desafío], cada viento es una caricia. Hablar de crisis es
promoverla, y guardar silencio en la crisis es exaltar el conformismo.
En cambio, trabajemos duro. Terminemos de una vez por todas con la
única crisis amenazante, que es la tragedia de no querer luchar para
vencerla.
Hermanos, también en el mundo espiritual tendremos crisis o desafíos, como
dijo el Hermano Lorenzo sobre esto: «Todas las cosas son posibles para el
que cree, son menos difíciles para el que espera, son más fáciles para el que
ama. Y aún más fáciles para el que persevera en la práctica de estas tres
virtudes».
DEBEMOS AFRONTAR LOS DESAFÍOS
Durante la guerra civil de los Estados Unidos, Abraham Lincoln tuvo un gran
general, George Brinton McClellan, quien fuera militar, político, ingeniero y
ejecutivo. Lo llamaban, y adulaban, como «el joven Napoleón». McClellan
era un fenómeno. Fue el cadete más joven, a los quince años de edad, que
aceptaron en la Academia Militar de West Point. Se graduó como segundo de
su clase, solo porque no sabía dibujar mapas. Sirvió con honores y distinción
en la guerra de Estados Unidos-México y en la de guerra de Crimea.
Tal vez el mayor talento de McClellan fuera su habilidad para reclutar y
organizar. Cuando Lincoln lo nombró para que creara el nuevo ejército de
Potomac en 1861, McClellan expandió de inmediato las tropas de cincuenta
mil a ciento sesenta y ocho mil, sorprendiendo a sus superiores con un nivel
altísimo de organización. El ejército lo quería y lo apreciaba aun en medio del
estado horrible en que se encontraban en la guerra civil. McClellan mantuvo
la moral de los soldados en alto y los inspiró para que dieran lo mejor de sí
cada día, debido a que la causa por la que peleaban era digna. El ejército creía
en él.
A nadie le tomó por sorpresa cuando Lincoln le concedió el cargo de
comandante general en octubre de 1861 como cabeza del ejército de la
Unión. McClellan tenía experiencia y valor. Había tras él un grande y
poderoso ejército que en número de soldados superaba el doble de sus
enemigos. Solo había un problema: ¡Él y su ejército no salían a la batalla!
Durante semanas, preparó sus soldados, su posición, los organizó y tenía una
estrategia poderosa, mientras el ejército del general Robert G. Lee, de los
Confederados, estaba peligrosamente expuesto y abierto solo a algunos
kilómetros de distancia.
Lincoln instó a McClellan que pusiera en marcha su ventaja numérica y
estratégica, y que de un solo golpe aniquilara a los rebeldes con un ataque
masivo y de sorpresa. McClellan entendía la situación, tenía estrategia,
conocía los pros y los contras, pero no apretaba el gatillo, no peleaba, no
salía a la guerra. Después de todo un año muy difícil y poco productivo
debido a la inactividad de McClellan y del ejército, el presidente Lincoln
decidió prescindir de la mente militar más extraordinaria de su tiempo. Lo
cambió por un hombre que tenía la mitad de sus talentos y estrategias tácticas
para un general, pero que iría a la guerra a la menor provocación y por lo
mínimo que fuera. Su nombre era el general Ulysses S. Grant, que estuvo al
mando del ejército durante la conclusión de la guerra y que más tarde llegó a
ser presidente.
Hermanos, lo más preciado de un líder militar es la calidad y la habilidad de
salir a guerrear, pelear y ganar, pues sin esto, todo lo demás es secundario y
no tiene valor. McClellan tenía un desafío, que era ganar la guerra. Tenía la
ventaja, pero no la aprovechó, ni batalló, peleó ni ganó. Esto es justo lo que
hace gran parte de la iglesia de hoy, pues no sale a pelear, no afronta los
desafíos, ni gana almas para Cristo. Tenemos las mejores estrategias, las
mejores instrucciones, los mejores maestros, las mejores escuelas teológicas,
escuelas bíblicas, seminarios y centros de capacitación, los mejores ministros,
los mejores sermones, etc., pero solo hay un problema: ¡No salimos a la
guerra! No le enseñamos a la iglesia a pelear ni a hacerle frente a los
desafíos que se le presentan ahora mismo por el creciente nivel de
inmoralidad y de secularismo actual.
En muchos aspectos, algunos ministros y sus iglesias se sienten acorralados,
temerosos, inseguros y dudosos en cuanto a su tarea de salir a las calles a
testificar de Cristo. La iglesia ha fallado en este punto, y no sale a pelear
contra el enemigo con eficacia, a fin de arrebatarle las almas de sus garras.
También en muchos aspectos, la iglesia está inactiva, desperdiciando el
tiempo con «programas y espectáculos» que no hacen ningún impacto en el
mundo espiritual de las tinieblas, pues las almas siguen sin el Señor y la
iglesia sigue perdiendo la oportunidad de afrontar los desafíos con Cristo y
vencer. Jesús dijo que tenemos que trabajar, guerrear espiritualmente y pelear
contra el enemigo durante el día, pues la noche vendrá cuando ya no
podremos hacerlo (Jn 9:4).
Por lo tanto, tenemos que trabajar ahora antes que el enemigo nos tome la
ventaja. Tenemos que hacer la obra misionera y evangelizadora en estos
momentos, sin importar los desafíos ni la guerra espiritual que tengamos que
afrontar, como dijera L.E. Maxwell, educador y ministro:
Las misiones mundiales son la invasión de Dios a un mundo hostil que
está lleno de fuerzas malignas. Es una guerra, una conquista. Las
misiones son una guerra total de movilización. El Gobernador General
no es otro más que el Capitán de nuestra salvación.
Cierto animal estaba en la jungla afilando sus garras con mucho empeño.
Otro animal que pasaba por el lugar le pregunto: «¿Por qué tanto esfuerzo
para afilar tus garras? ¡Tú no tienes ningún enemigo por aquí y no necesitarás
de esas garras para defenderte!». Entonces, el animal que afilaba sus garras le
contestó: «Es cierto, pero si algún día aparece de momento un enemigo
desconocido, ¿qué será de mí si no estoy preparado?». Si en el mundo
espiritual no tenemos garras de fe, valentía y determinación para afrontar los
obstáculos, estos nos derribarán. Además, ten por seguro que los desafíos
vendrán y el diablo, que es nuestro enemigo mortal, hará todo lo posible para
hacernos daño. Por eso, ¡tú y yo debemos estar preparados!
EL DESAFÍO DE ANTES Y DE AHORA AL TESTIFICAR
Al principio de su ministerio, tanto el Señor como sus discípulos le hicieron
frente a grandes y enormes desafíos a fin de trabajar para el Reino de Dios y
su expansión. Basta con que leamos el libro de los Hechos de los apóstoles y
nos daremos cuenta de dichos desafíos.
El libro de Hechos ocupa un lugar estratégico en el canon de las Escrituras
del Nuevo Testamento. Forma un puente entre los Evangelios y las epístolas
paulinas y generales al hablar del avance de la iglesia, sus dificultades y
retos. Hechos es el único libro histórico del Nuevo Testamento. Sin Hechos,
no supiéramos nada de las iglesias ni de las epístolas que se escribieron.
Tampoco hubiéramos sabido nada de Pablo que más tarde fue el autor de
trece libros.
Sin este libro estaríamos en oscuridad total en cuanto a cómo se esparció el
evangelio empezando desde Galilea hasta Jerusalén, Antioquía, Éfeso,
Corinto y Roma. Tampoco tendríamos conocimiento de que en cada uno de
estos lugares hubo grandes desafíos. Como historiador, Lucas tuvo en su
Evangelio mucho cuidado para evaluar los hechos y luego escribirlos (Lc 1:1-
4). Es más, lo hizo con mucha precisión, pues estableció la conexión directa
entre su Evangelio y el libro de Hechos (Hch 1:1-2).
El Evangelio de Lucas termina con el mismo acontecimiento donde empieza
Hechos: la ascensión de Cristo. En su Evangelio, Lucas escribe lo que Jesús
EMPEZÓ a hacer y a enseñar cuando todavía estaba en la tierra, mientras que
en Hechos escribe lo que el Cristo resucitado CONTINUÓ haciendo y
enseñando por medio de sus apóstoles cuando ya Él no estaba en la tierra.
Otra conexión entre los Evangelios y Hechos es lo que Jesús dijo en este
pasaje: «Como me envió el Padre, así también yo os envío» (Jn 20:21). Aquí
el Señor Jesucristo inauguró, lanzó y puso en marcha la obra de la
evangelización y de las misiones mundiales, donde los apóstoles asumirían su
papel para esparcirla y llevarla a cabo. De modo que su misión sería
continuar con el propósito de Cristo, llenos de su poder para testificar el
mismo mensaje.
El versículo clave de Hechos es 1:8. Por eso es obvio para quienes leen y
entienden este libro, que Lucas lo escribió basado precisamente en este
versículo, el cual nos habla acerca del poder del Señor y del Espíritu Santo
actuando en la vida de la iglesia primitiva para que fuera capaz de vencer
cualquier obstáculo y desafío. Partiendo de Hechos 1:8, Lucas dividió el libro
en tres partes bien definidas y claras que relatan el progreso del cristianismo:
«Jerusalén» (Hch 1—7).
«Judea y Samaria» (Hch 8—12).
«Hasta lo último de la tierra» (Hch 13—28).
Las palabras más importantes de Hechos 1:8 son «poder» y «testigo». La
resurrección hizo posible que los discípulos fueran «testigos» y que el
Pentecostés les proveyera el «poder» para testificar. Hay algo muy
importante que notar: En los Evangelios, los discípulos eran tímidos,
dudosos, inseguros, egoístas y desobedientes. Eran seguidores y no líderes,
alumnos y no maestros. Sin embargo, cuando le damos vuelta a la última
página del Evangelio de Juan y comenzamos con Hechos, vemos que una
poderosa transformación tuvo lugar en sus vidas.
Ahora, eran otras personas cambiadas por completo debido al bautismo del
Espíritu Santo. Eran los mismos hombres en lo corporal, pero eran valientes,
resueltos, esforzados y valerosos en lo espiritual. Es más, afrontaban desafíos
en contra de los líderes religiosos de Israel y los vencían como nunca antes.
¿Por qué? Porque pasaron de ser «aprendices» en los Evangelios, para
convertirse en «hacedores» en los Hechos. En otras palabras, el curso de su
transformación fue de discípulos, o «alumnos», en los Evangelios, para llegar
a ser apóstoles, o «enviados», en Hechos.
A partir de allí, miraban todo con las lentes del poder de Dios que vino sobre
sus vidas y fueron de un extremo al otro por completo: De haber estado
escondidos por cobardía, a estar ahora en las calles de manera pública y
osada. Y todo por el derramamiento del poder del Espíritu. ¡Aleluya!
Al igual que los discípulos, todos nosotros de una manera u otra, hemos
tenido dudas, temores, inseguridades, egoísmos, y también hemos sido
desobedientes. ¡De seguro que no somos héroes espirituales! Por el contrario,
hemos necesitado de la gracia, del favor y del poder de Cristo en nuestra vida
para cumplir con nuestro llamado y ministerio. Todos somos humanos y
fallamos, al igual que los discípulos, y afrontaremos de igual manera muchos
obstáculos, problemas, pruebas, tentaciones, aflicciones y desafíos. No
obstante, al igual que ellos vencieron en Cristo los grandes desafíos, nosotros
venceremos también.
Es importante notar algo más en cuanto a los apóstoles y Hechos 1:8. Fíjate
en lo que escribió el pastor W. Graham Scroggie en su libro Know Your
Bible, donde mostró cuatro conceptos de Hechos 1:8 que son:
El tema central y principal del cristiano para testificar es Jesús.
La iglesia lo proclama y testifica de Él.
La esfera de testificar es el mundo.
El secreto infalible para testificar es el Espíritu Santo.
Todo esto lo hicieron los «falibles» apóstoles y lo haremos nosotros también,
«falibles» al igual que ellos, testificaremos en el Nombre de Cristo. Su
testimonio acerca de Jesús lo proclamaron afrontando desafíos en su recién
fundada iglesia. Incluso, testificaron hacia afuera, al mundo, con desafíos
también, pues tenían el secreto infalible del poder del Espíritu Santo... ¡y
vencieron! ¡Aleluya!
El mensaje de Hechos 1:8 es muy claro: «Pero recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en
toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra». Cuando lo analizamos,
vemos que este versículo nos habla de cuatro esferas, cuatro aspectos o
campos, que tenemos que alcanzar para Cristo:
Jerusalén: Esta se refiere a nuestra ciudad, los latinos, hispanos de
primera, segunda y tercera generación. Son nuestros familiares,
vecinos, colegas, amigos, compañeros de trabajo, barrios, vecindarios,
escuelas, etc. Esta es la evangelización a nivel local.
Judea: Aquí se refiere a nuestro país y toda ciudad donde no hay
testimonio de Cristo.
Samaria: Se trata las comunidades aisladas o segregadas por diferencias
culturales o religiosas. Por ejemplo, los samaritanos en tiempos de
Cristo (Jn 4:1-42). También puede ser Latinoamérica, con sus tribus no
alcanzadas aún, etc.
Hasta lo último de la tierra: Con esto nos referimos a la evangelización
global, donde se incluye la Ventana 10/40 y todos los continentes del
mundo. Nuestra tarea es testificar, y si hacemos lo más importante que
está en el corazón de Dios de acuerdo a su obra que es las misiones y
la evangelización, Él cuidará de nosotros.
Alice Taylor, misionera en la China, se quedó preocupadísima y con mucho
miedo cuando los japoneses se llevaron a sus hijos al campo de prisioneros de
Weihsien durante la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, se acordó de
lo que su antiguo pastor, en Wilkes Barre, Pensilvania, le dijo: «Alice, tú
conoces Mateo 6:33, y sabes que si tú cuidas de lo que es estimado, amado y
querido para Dios, Él cuidará de las cosas estimadas, amadas y queridas para
ti». Se sabe que la misionera tomó esta Palabra como garantía de parte de
Dios y siguió en China trabajando para el Señor. Después, al terminar la
guerra, la familia se reunió de nuevo.
Debemos dejar que Dios se encargue de las cosas que nos hieren a nosotros, a
medida que oramos en cuanto a las cosas que hieren el corazón de Dios. Si
tienes cuestiones preocupantes que están fuera de tu control, trabaja para el
Señor y deja todo lo demás en sus manos. Más tarde, la misionera Alice dijo:
«Para nuestra familia, el consejo que muchos años atrás me dio el pastor
Ferguson, tiene un significado muy especial. Te lo dejo a ti, porque es
verdad». El misionero T.J. Bach (1881-1963), hablando sobre los obstáculos
que tenemos, comentó: «Si vamos a esperar hasta que se hayan eliminado
todos los obstáculos posibles antes de hacer un trabajo para el Señor, nunca
intentaremos hacer nada».
EL DESAFÍO MISIONERO DE TESTIFICAR
En el siglo XIX, el misionero se consideraba como un héroe. Se daba por
sentado que era un gigante intelectual y espiritual, y que era más dedicado,
valiente y con un nivel espiritual muy superior al de los demás ministros. Sin
embargo, hoy en día esta opinión ya no es así. Muchos estudiantes que fueron
a un viaje misionero de verano al extranjero regresaron y dijeron que su
mayor descubrimiento fue que el misionero, después de todo, es un ser
humano como cualquiera. ¡Y esto es verdad!
Todos somos iguales, «falibles», como lo fueron los discípulos y como lo son
todos los demás ministros. Sin embargo, a pesar de esta mentalidad
equivocada del pasado al poner a los misioneros en un nivel tan alto,
debemos reconocer que fueron y son hombres y mujeres de Dios
extraordinarios. Arriesgan cada día la vida por Cristo y afrontan desafíos al
testificar de Él. La mayoría de la iglesia no tiene idea siquiera de lo que
pasan, sufren y soportan por Cristo. Solo lee sus biografías y te darás cuenta
que muchos de ellos, a pesar de ser «falibles» como todos, fueron grandes
héroes de la fe, e hicieron cosas impensables y maravillosas al testificar del
Señor y para su reino.
Yo mismo he sido misionero en Brasil y España. Además, he visitado a
misioneros alrededor del mundo que hacen obras grandiosas para Cristo y
que experimentan todavía situaciones muy difíciles en cuestión de vivienda o
alojamiento. Tanto estos misioneros como sus familias, viven en países
peligrosos y arriesgados debido a la política imperante. No obstante, siguen
testificando y haciendo la obra de Dios con dificultad, oposición, en medio de
enfermedades y grandes desafíos en todos los aspectos posibles.
Es lógico que las necesidades físicas y espirituales en cuanto a las misiones
extranjeras sean mucho mayores, pues no se comparan con las que tenemos
en este país que disfruta de cierta estabilidad. Testificar del otro lado del
mundo es muy diferente a testificar aquí, pues los desafíos son mucho más
grandes. Stephen Neill escribió sobre esto:
Quiero dejar registrada mi convicción de que las necesidades del
campo misionero siempre son mayores que las necesidades de la iglesia
local. Que no hay calificaciones humanas tan grandes como las que se
requieren para el trabajo misionero. Que no hay carrera ni profesión
que, debido a la seriedad de la esfera de acción, dé y demande tanto
sacrificio y entrega como este oficio. Y que no hay otra recompensa
mayor que esta y que se encuentra más allá de cualquier forma en que
se mida1.
¡Qué gran declaración y verdad! David Brainerd, el gran misionero a los
indios pieles rojas, hablando sobre la dificultad del trabajo en la obra y de lo
débiles que somos también en nuestra propia carne, dijo con humildad:
He descubierto que cuando pensaba que la lucha estaba terminada y la
conquista ganada, bajaba la guardia, y entonces el enemigo se
levantaba y me hacía daño.
¡Por eso Jesús nos instaba a orar y vigilar! Aunque somos débiles en la carne,
Dios, en su misericordia, usó, usa y usará a todo el que se pone en sus manos
y tiene el deseo de ganar almas para Él. Edwin M. Long, en su libro acerca de
historias de himnos de 1875, cuenta el siguiente relato:
El Rvdo. E.P. Scott, mientras trabajaba como misionero en la India, vio
en la calle a uno de los paganos más extraños que sus ojos vieran
jamás. Al preguntar, se enteró de que era un representante de una de las
tribus que vivía en las zonas montañosas y que bajaba una vez al año
para comerciar.
Luego de una investigación más profunda, descubrió que el evangelio
nunca se les había predicado, y que era muy peligroso aventurarse entre
ellos debido a sus tendencias asesinas. Él se conmovió con grandes
deseos de entregarles el Pan de vida. Así que fue a su lugar de
alojamiento, se arrodilló y suplicó la dirección divina.
Levantándose, empacó su valija, tomó su violín, con el que tenía la
costumbre de cantar, su bastón de peregrino y emprendió en la
dirección del grito macedonio [...] Durante dos días, viajó sin apenas
encontrarse con un ser humano, hasta que por fin divisó las montañas.
De repente, estaba rodeado por una multitud de salvajes. Todas las
lanzas apuntaron al instante a su corazón. Él esperaba que cada
momento fuera el último. Sin conocer ningún otro recurso, intentó el
poder de cantarles acerca del nombre de Jesús. Sacando su violín,
comenzó a cantar y tocar con los ojos cerrados: «Loores dad a Cristo el
Rey, suprema potestad; de su divino amor la ley, postrados aceptad; de
su divino amor la ley, postrados aceptad».
Temeroso de abrir los ojos, cantó hasta la tercera estrofa, y mientras
cantaba: «Naciones todas, escuchad y obedeced su ley; de Cristo ved su
majestad, y proclamadle Rey; de Cristo ved su majestad, y proclamadle
Rey», abrió los ojos para ver qué iban a hacer, ¡cuando las lanzas
habían caído de sus manos, y grandes lágrimas rodaban de sus ojos!2
El Rvdo. Scott dedicó dos años para evangelizar esta tribu. ¡Aleluya!
Sabemos que el poder de Jesús sobrepasa todos los peligros que podamos
tener. ¡Alabado sea su Nombre para siempre!
LO QUE INVOLUCRA EL DESAFÍO DE TESTIFICAR
El misionero, pastor, evangelista o el que testifica participan en una gran
tarea. Como ya vimos, para nosotros tener una idea más precisa del avance
del cristianismo del primer siglo, dependemos casi por entero del libro de los
Hechos de los apóstoles. Las cartas de Pablo también nos proporcionan un
indicio de los comienzos de la obra de la iglesia y de su labor al testificar de
Cristo. Sin embargo, del libro de los Hechos es que recibimos más
indicaciones en cuanto a lo que abarca e incluye el desafío de testificar
durante los primeros pasos de la iglesia. Entonces, ¿qué involucra el desafío
de testificar?
Involucra toda la iglesia
La responsabilidad de la obra misionera de testificar no solo fue de los
ancianos, diáconos, ni aun de los apóstoles y evangelistas. Fue de todo el
pueblo laico de la iglesia primitiva que se dio a la tarea de testificar. En
sus inicios, la iglesia tuvo sus ojos enfocados en la misión de testificar,
proclamar y anunciar el evangelio. El programa misionero de la iglesia
primitiva se basaba en dos puntos de vista:
La tarea primordial era la evangelización del mundo.
La tarea de llevar a cabo esta evangelización era responsabilidad de toda
la comunidad cristiana.
Si solo lees Hechos 8:4 y 19:20, verás cómo esparcieron el evangelio por
todas las regiones. Así que los apóstoles tenían el desafío de involucrar a
toda la iglesia para testificar.
Involucra la extensión hacia lo último de la tierra
Antes del Pentecostés, los discípulos estaban apegados a su tierra, así que
se hubieran contentado con establecer «el Reino de Dios en sus
contornos». Sin embargo, Jesús pensaba más allá, en términos mundiales.
Después que los discípulos recibieron la plenitud del Espíritu, empezaron
a testificar desde Jerusalén, llevaron el evangelio a Judea y Samaria (Hch
8), Pedro lo llevó hasta Judea (Hch 9) y después a Cornelio (Hch 10),
mientras que Pablo y sus compañeros abarcaron más de la mitad del
noroeste del Imperio romano (Ro 15:19). Incluso, entre sus planes estaba
llegar hasta España (Ro 15:24). Así que el evangelio llegó a Roma y de
allí fue a todos los continentes conocidos hoy. Por lo tanto, los apóstoles
tuvieron el gran desafío de involucrar a la iglesia para que testificara y
extendiera el evangelio hasta lo último de la tierra.
Involucra a todas las razas y clases sociales de los hombres
Al principio, la iglesia era más judía que cristiana (Hch 21:20-26). Le
llevó algunos años para que desarrollara su propia teología, curso,
proyección y enfoque. Pablo, más que nadie, asumió la responsabilidad de
eliminar esa mentalidad judía de la iglesia, de modo que se aceptaran a los
gentiles. Como vimos, los primeros pasos de la iglesia fueron para
predicarles y testificarles solo a los judíos. Fue con gran renuencia que los
líderes de la iglesia por fin estuvieron de acuerdo en incluir en sus planes a
los gentiles.
Esta controversia llevó al primer concilio de la iglesia (Hch 15). Por
fortuna, Pablo y sus ayudantes ganaron el caso (Gl 2). Además, los
gentiles se reconocieron y admitieron en el seno de la comunidad cristiana
sin tener que pasar por los procesos de los ritos judíos que estipulaba la
antigua ley. Así que Pablo dijo que era deudor a todos los hombres, ya
fueran griegos, sabios y no sabios (Ro 1:14).
No solo el evangelio remedió el asunto racial, sino también solucionó el
problema social de los hombres. Cuando llegó el evangelio a los gentiles,
Cristo elevó el nivel de valor racial y social, y corrigió, reparó y arregló lo
que antes se encontraba sin Dios y equivocado. Ahora, tanto judíos como
gentiles de todos los niveles de la sociedad, sin importar que fueran pobres
o ricos, se aceptaban como miembros de la iglesia cristiana. Por eso Pablo
pudo decir:
Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni
mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Gálatas 3:28
¡Aleluya! Así que los apóstoles tenían el desafío de involucrar a toda la
iglesia para testificar y establecerla universalmente, siendo de todas las
razas y clases sociales de los hombres.
En esencia, estos tres puntos que acabamos de mencionar se ponían de
manifiesto en la iglesia primitiva en su tarea de testificar y su desafío en la
evangelización, pues esta labor se define de manera detallada y progresiva en
el libro de los Hechos. ¡Imagínate el trabajo, esfuerzo y la entrega en la obra
del Señor de estos hombres y mujeres de Dios!
Cerca del fin de la vida del gran predicador George Whitefield, este se sentía
muy débil físicamente, pero se negaba a dejar de testificar. Su oración era:
«Señor, estoy cansado en tu trabajo, pero NO de tu trabajo. Todavía no he
terminado mi carrera, déjame ir una vez más para predicar en los campos
abiertos». Más tarde, le escribió a un amigo: «Mantente firme en la fe y sé
fuerte». Whitefield fue un gran hombre de Dios que acostumbraba a
predicarles a las multitudes. En cierta ocasión dijo:
¡Cómo! ¿Quieres ir al cielo por tu propio esfuerzo? ¡Vaya! Eso es lo
mismo que tratar de subir a la luna en una cuerda de arena.
Hermanos, cuando te involucres en la tarea de testificar, esto incluye que a
veces estarás agotado, cansado y fatigado. Es parte de la obra de testificar y
del desafío que tenemos de llevarles la Palabra a los demás. Nos podemos
cansar mientras servimos al Señor, pero nunca estar cansados de servir al
Señor. En tiempos de desafíos, tenemos que hacer como David que se
fortaleció en el Señor (1 S 30:6). Más tarde, le aconsejó a su hijo Salomón
que se fortaleciera en el Señor (1 Cr 28:20). Tendremos cansancio y
agotamiento, ¡pero no hemos terminado la carrera todavía!
Refiriéndose a esto, Charles Spurgeon dijo:
No puedes sentarte y ponerte la corona en tu cabeza, pues no la tienes
aún. Debes seguir poniéndote el casco y llevar la espada. Debes vigilar,
orar y pelear. Espera que tu última batalla sea la más difícil, pues el
arma más afilada te la tiene reservada el enemigo para el final del día.
EL DESAFÍO DE RECLUTAR A TODA LA IGLESIA PARA TESTIFICAR
Deberíamos desafiar el corazón de los hermanos y reclutarles en masa para el
trabajo de la evangelización. Luego, hacerles conscientes de la grande y
urgente tarea de testificarles de Cristo a los demás. Ganar almas debería
hacerles pensar en el nivel del compromiso personal de cada uno y de su
entrega a la causa de Cristo. A nivel colectivo, se necesita que toda la iglesia
entienda su papel y responsabilidad en la evangelización. Cuando íbamos
rumbo a Ámsterdam, Holanda, para la Conferencia Internacional de los
Evangelistas Itinerantes de Billy Graham en el año 2000, fuimos con la
familia a Londres, Inglaterra, y visitamos el Tabernáculo Metropolitano
Bautista de Charles Spurgeon, que fue conocido como el «príncipe de los
predicadores». En una súplica en cuanto a que la iglesia debe testificar,
Spurgeon escribió:
Trata de acercarte a los pecadores; conversa con amabilidad hasta que
les hables en voz baja del reino de los cielos, hasta que les cuentes la
bendita historia que traerá paz y gozo a su corazón. Queremos, en la
Iglesia de Cristo, un grupo de francotiradores bien entrenados que
elegirán a la gente de manera individual, y estarán siempre atentos a
todos los que entren en el lugar, sin molestarlos, pero asegurándose de
que no se van a ir sin haber tenido una advertencia personal, una
invitación personal y una exhortación personal para venir a Cristo.
Queremos capacitar a toda nuestra gente para este servicio, a fin de
hacer que sea un Ejército de Salvación. Todo hombre, mujer o niño que
se encuentre en nuestras iglesias debe trabajar para el Señor3.
Cuando Spurgeon escribió estas palabras, quizá tuviera en mente a alguno de
sus ancianos del Tabernáculo. Por lo general, se sentaban junto a Spurgeon
en la plataforma. Así que el gran predicador era consciente que, al terminar
su mensaje y después de la oración, uno de sus ancianos dejaba el lugar a su
lado. Cuando levantaba la cabeza, lo encontraba en algún asiento al lado de
alguien que había identificado durante el sermón, pero que no había recibido
a Cristo todavía. Ese amado hombre era uno de los francotiradores de
Spurgeon que salía a buscar las almas que aún estaban dentro del
Tabernáculo, de la iglesia, y que no habían aceptado al Señor.
Te pregunto, hermano, cuando tienen algún visitante en tu iglesia, ¿solo
hablas de su familia, trabajo o del tiempo? ¿O le testificas de Cristo haciendo
un intento de llevarlo al cielo? En un determinado día, quizá haya algunas
personas visitando tu iglesia que querrán hablar con el pastor o con alguien
que les indique el camino a la vida eterna. ¿Cuántos de nosotros somos
francotiradores en el ejército de Cristo, como decía Spurgeon? ¿Buscas
alguna persona que tiene la cabeza baja, tal vez hasta con lágrimas, pero que
no se ha entregado al Señor todavía?
Puedes preguntarle: «¿Qué puedo hacer por usted? ¿Qué le está molestando
en su alma? ¿Puedo ayudar?». Incluso, puedes ser más directo: «Después de
escuchar el mensaje, ¿puedo ayudarle en alguna pregunta y guiarlo para que
vaya a Cristo?». Ahora, la pregunta es para ti: «¿Tienes este deseo en tu
corazón de ganar almas?». Lo cierto es que, según mi opinión, no solo es
suficiente que uno, dos o tres lleven a cabo esta tarea. Debe hacerla toda la
iglesia. Quizá te sientas inadecuado, insuficiente o incapaz para hacer este
trabajo, pero todo lo que necesitas hacer es hablar de Jesús. Juan Calvino dijo
una vez sobre esto:
Nosotros somos muy propensos en concluir que nuestros intentos de
ganar a los inconversos son en vano e ineficaces, y nos olvidamos que
Dios es poderoso para coronarnos de éxito4.
Así que como cristianos, vamos a dejar de una vez por todas ese asunto de:
«No puedo. No soy capaz. No tengo la instrucción necesaria». Vamos a
terminar con la excusa de la baja autoestima. ¡Sí lo puedes hacer! ¡Sí puedes
ganar almas para Cristo! ¡Sí puedes testificar y evangelizar! ¿Ya leíste
Filipenses 4:13? ¿Qué dice? ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!
¡Todo es todo! ¡Punto! Así que vamos a dejar de depender de nosotros
mismos y mirar hacia Dios, su poder y sus promesas. Vamos a testificar de
Cristo con fidelidad, diligencia, eficacia y coherencia. Oremos al Señor con
confianza, fe y devoción, hasta derramar lágrimas para que Él corone de éxito
nuestros esfuerzos en todo lo que hagamos para su Reino. Pidámosle que nos
use como instrumentos de su gracia, a fin de que Él salve a quienes sabe que
le abrirán sus corazones.
En Cristo está nuestra esperanza, así como Él es la esperanza de todo el
mundo. Por lo tanto, ministros, tenemos que desafiar a todos los miembros de
la iglesia y reclutarlos para esta noble causa. Debemos enrolarlos en esta
tarea de testificar. Esta es mi petición: ¡Que Dios nos haga sabios a todos y
excelentes ganadores de almas para Él (Pr 11:30b)!
El muy conocido y prominente pastor Edward Victor Hill, más conocido
como el Dr. E.V. Hill, cuando era niño hizo una decisión por Cristo a los
once años. Esto lo llevó a desarrollar después una vida entera en la
predicación que empezó en 1951, cuando se convirtió en evangelista. Su
experiencia como evangelista y pastor en Texas lo preparó para un largo y
prolífico ministerio como pastor en Los Ángeles, California, donde asumió el
liderazgo de la Iglesia Bautista Monte de Sión, donde permaneció hasta su
partida con el Señor en 2003.
E.V. Hill llamó a la iglesia para reclutar obreros y, al mismo tiempo, a vivir
una vida de entrega absoluta al Señor. Poseía una gran pasión por las almas
perdidas. Trabajó ardientemente por la justicia social y la reconciliación
racial. Las barreras religiosas, políticas y raciales, así como las diferentes
denominaciones cristianas, no lo detuvieron para seguir predicando. E.V. Hill
fue el primer afroamericano miembro de la junta directiva de la Asociación
Evangelística Billy Graham. Además, fue uno de los evangelistas más
influyentes del siglo XX. Durante su vida y ministerio, fue mentor, reclutó y
ordenó a más de mil cuatrocientos predicadores y los envió a ministrar,
testificar y predicar. E.V. Hill dijo una vez:
La legislación, los decretos, las marchas y los disturbios [raciales] no
pueden cambiar el corazón del hombre. Solo Dios puede conquistar un
corazón segregado.
Dios permita que nosotros podamos ser como E.V. Hill, y reclutar a la iglesia
para marcar la diferencia en todas las esferas raciales, sociales,
gubernamentales, políticas y espirituales. ¡Aleluya!
Yo tuve el gran privilegio de escuchar en persona al Dr. Hill en la
Conferencia Internacional de los Evangelistas Itinerantes de Billy Graham en
Ámsterdam, Holanda, en 1983. Después, le conocí en persona en su iglesia
durante los famosos disturbios del caso de Rodney King en Los Ángeles en
1992, cuando estuvimos junto con el presidente George H. Bush, padre. Fue
un gran honor para mí darle un abrazo a este gran hombre de Dios que ya está
con el Señor.
De seguro que el pastor Hill afrontó luchas, desafíos y grandes obstáculos
para llegar hasta donde llegó. En cuanto a esto, C.T. Studd, pionero en las
misiones a China, India y África, dijo:
A veces siento [...] que mi cruz es demasiada pesada para soportarla.
Mi corazón parece cansado y herido sin remedio, y en mi profunda
soledad, a menudo deseo irme, pero como Dios lo conoce todo, sabe
que deseo hacer todo lo que Él quiere que haga.
EL DESAFÍO DE ENVIAR A LA IGLESIA PARA TESTIFICAR
El pastor J.D. Greear, con la convicción de que cada iglesia, cada ministerio y
cada discípulo de Jesucristo deben dedicarse a plantar y dar a conocer lo que
tienen debido al reino de Dios, escribió:
Quiero sugerir cuatro razones de por qué el futuro del cristianismo
pertenece a las iglesias que envían, y por qué aquellos de nosotros que
queremos ver el mundo alcanzado, estamos más comprometidos a levantar
y enviar de lo que estamos para reunirnos y contar [se refería a la
membresía]. Esas cuatro razones son:
Cada vez más, en una sociedad «poscristiana», los incrédulos no
llegarán a nuestras iglesias, sin importar qué tan «atractivas» las
hagamos.
Cada vez más, la multiplicación supera a la adición.
La presencia de Dios acompaña a quienes envían.
Las promesas de Jesús de «grandeza» en la iglesia siempre están
relacionadas con enviar5.
Hermanos, la multiplicación es lo siguiente: Si una iglesia en cualquier parte
del mundo tiene doscientos miembros y cada uno gana para Jesús un alma,
solo una, durante todo el año, lo cual es nada, y la discípula, para el siguiente
año la iglesia tendrá cuatrocientas personas. Si estas cuatrocientas personas
ganan una sola alma, las hacen discípulas y estas también ganan una sola
alma cada una, para el tercer año la iglesia tendrá ochocientos miembros. Si
estos ochocientos ganan cada uno una sola persona y las hacen discípulas,
para el cuarto año la iglesia tendrá mil seiscientos miembros. Y así se puede
hacer sucesivamente. Entonces, imagínate cuál sería el resultado. ¡Es obvio
que esto lo hacen muy pocas iglesias!
¡A este tipo de trabajo se le llama multiplicación! Por lo tanto, cada iglesia
tiene la responsabilidad de hacer discípulos y enviarlos para que, al testificar,
hagan que otros cumplan también esta misión. Cada iglesia debe ser
consciente de su prioridad que es la evangelización local y mundial. Cada
iglesia debe tener un departamento de evangelización y misiones, y apoyar
tanto de manera espiritual como financiera a obreros, misioneros,
evangelistas y a todo aquel que esté dispuesto a testificar. Quizá te preguntes:
«¿Tenemos base en las Escrituras de los Evangelios para enviar?». ¡Claro que
sí! Veamos solo algunas:

Dios envió a Jesucristo: Lucas 4:18, 43; 9:2; 10:1; Juan 3:17, 34; 5:37-
38; 6:38-40, 57; 7:16, 18, 28-29, 33; 8:16, 18, 26, 29, 42; 9:4; 10:36;
11:42; 12:44-45, 49; 17:3, 8, 18, 21, 23, 25).
Jesucristo nos envió a nosotros: Mateo 9:38; 10:5, 16; Marcos 3:14;
Juan 4:36-38; 20:21).
Estos pasajes nos muestran que tenemos que enviar a la iglesia a testificar
tanto a nivel local, nacional como internacional. Con este propósito en mente,
debemos tener claros los dos métodos más usados en las Escrituras para esta
tarea: La evangelización personal y la evangelización masiva. Recuerda lo
que dijo Pablo:
Y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros,
públicamente [evangelización masiva] y por las casas [evangelización
personal], testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento
para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
Hechos 20:20-21
En el capítulo 3, «Métodos bíblicos de testificar», ya hablamos de manera
más amplia y específica de estos dos métodos. Así que solo recuerda que en
el libro de los Hechos estos son los dos sistemas más usados para testificar.
La Palabra es nuestra base para la evangelización, pues aunque los tiempos
cambien, la Palabra nunca lo hará. ¡Aleluya! Y una de sus premisas es que
debemos preparar y enviar a la iglesia para que testifique. Por eso lo
importante es que tenemos que enviar. ¡Y enviarlos con la Palabra de verdad!
El erudito y autor Samuel H. Moffet (1916-2015) decía: «Sin que los hechos
nos acompañen, las Buenas Nuevas es apenas creíble; y sin la Palabra, las
nuevas no son comprensibles siquiera». Que Dios nos use con poder para
predicar con señales, milagros y prodigios. ¡Aleluya! ¡Que la iglesia sea
enviada con la Palabra por el poder del Espíritu! Que sean enviados de
manera local, nacional o internacional para la gloria del Señor.
Con relación a los enviados a las misiones foráneas y al desafío de testificar,
el muy conocido misionero escocés Juan G. Paton (1824-1907), quien sirvió
al Señor en las islas de Nuevas Hébridas, habló cierta vez respecto a la
oposición y al desafío que afrontó con un hombre que quiso detenerlo para
que no fuera al campo misionero:
Entre los muchos que intentaron disuadirme, estaba un querido y
anciano caballero cristiano, cuyo argumento principal siempre era:
«¡Los caníbales! ¡Te comerán los caníbales!». Al final, le contesté:
«Señor Dickson, ya está avanzado en años, y su propio futuro es que
pronto lo colocarán en la tumba para que lo devoren los gusanos. Le
confieso que si puedo vivir y morir sirviendo y honrando al Señor
Jesús, no me importará que me coman los caníbales o los gusanos, pues
en el Gran Día mi cuerpo de resurrección surgirá tan justo como el
suyo a semejanza de nuestro Redentor resucitado».
¡Qué respuesta! Tenemos que vencer todos los desafíos que podamos
encontrar cuando Dios quiere enviarnos, sin importar la oposición que
tengamos por delante. Debemos actuar en fe sabiendo que Él nos dará la
victoria al testificar de su Palabra a los pueblos no alcanzados aún, o en
nuestro propio vecindario, calles y barrio.
EL DESAFÍO DE PLANTAR NUEVAS IGLESIAS PARA TESTIFICAR
Doy por sentado que, al leer estas líneas ahora, ya valoraras el hecho de lo
que es «enviar» o «ser enviado». La iglesia está para salir afuera y testificar,
ganar a los inconversos y traerlos para la iglesia. Luego, prepararlos para
hacerlos discípulos, como lo dijo Jesús y ya vimos antes. No obstante,
también enviamos a los líderes, a los hermanos más maduros, ¿a qué? ¡A
testificar y plantar nuevas obras!
Ante esto, quizá me preguntes: «¿Ya no hay suficientes iglesias en los
Estados Unidos para empezar otra mientras las más antiguas necesitan
ayuda?». ¡No! Aquí hay millones de millones de anglosajones e hispanos que
todavía no son cristianos. Es lógico que plantar nuevas obras e iglesias no
excluya la necesidad de revitalizar la iglesia ya existente. Basta leer el libro
de los Hechos con Pedro, los apóstoles y Pablo, y después leer las cartas del
propio Pablo, y verás cómo la iglesia primitiva estableció nuevas obras e
iglesias por todo el territorio del Imperio romano. Considera lo que le dijo
Pablo a Tito:
Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y
establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé.
Tito 1:5
No debemos detenernos solo en la evangelización, sino que tenemos que
plantar nuevas obras. Tal vez preguntes de nuevo: «¿Por qué otra iglesia aquí,
si hay una en cada esquina en los Estados Unidos?». ¡Sí, pero existe un
declive muy grande! Si lo dudas, veamos lo que nos dicen las estadísticas.
En los años de la década de 1900, había veintiocho iglesias para cada diez mil
personas. Así que en promedio deberían asistir trescientas cincuenta y siete
personas a cada una de las veintiocho iglesias. Para el año 2004, la iglesia
declinó y el número bajó a once iglesias para cada diez mil personas; es decir,
novecientas nueve personas tendrían que asistir a cada una de las once
iglesias. Los expertos en plantación de iglesias dicen que solo para ir a la par
en el crecimiento de la población dentro del territorio estadounidense, se
necesitan plantar cerca de siete mil doscientas nuevas iglesias cristianas cada
año. En realidad, afirman, las nuevas iglesias son de seis a ocho veces más
evangelizadoras que las iglesias ya existentes.
Mi pregunta es: «¿A qué se debe esto? ¿Por qué las iglesias nuevas son más
ganadoras de almas que las antiguas?». Porque los nuevos convertidos son
los que están llenos del Espíritu y del primer amor, así que son los que
evangelizan y ganan almas. En su mayoría, los cristianos de más tiempo están
fríos, secos y tibios, donde gran parte ha perdido su primer amor, de modo
que hace muchos años que dejaron de ganar almas para Cristo. Se trata de
cristianos tradicionales, nominales y sin compromiso con el Señor. Por eso
solo se preocupan por sí mismos y no por los inconversos. En realidad, tales
creyentes han creado más dificultades y barreras para alcanzar al perdido
debido a sus «costumbres».
Pon esta palabra en tu corazón: Las nuevas iglesias no dañan a las existentes.
¡Muy por el contrario! Las nuevas iglesias traen un renovado sentido y
enfoque en cuanto a la evangelización en el vecindario, pues los nuevos
convertidos hablarán de Cristo a sus vecinos y amigos. El efecto sería similar
a esto: «Cuando las aguas suben en el puerto, todos los barcos suben». Las
iglesias nuevas traen consigo de manera maravillosa el ánimo, la expectativa
y la entrega de los recién convertidos. Así que influyen de manera positiva en
la comunidad. También muchas personas que se convierten cuando se abren
nuevas obras e iglesias, más tarde van y se hacen miembros de iglesias ya
establecidas donde están sus familiares y amigos. Los pastores de estas
iglesias no tienen nada que perder, sino que deben apoyar las nuevas obras, a
fin de que crezcan las suyas. Tampoco los pastores de las obras nuevas no
tienen nada que perder, pues sin importar a donde va la persona a
congregarse, lo importante es que está en Cristo. Trabajamos para el Señor y
no para nosotros mismos (Col 3:23-24).
Las nuevas obras e iglesias pueden empezar en la sala o el garaje de una casa,
como yo lo he visto muchas veces, por medio de una mujer o un hombre
llamado por Dios y que no se llamó a sí mismo. También una nueva obra e
iglesia pueden empezar cuando la planta una iglesia ya existente o establecida
con anterioridad. He visto alrededor del mundo que muchos pastores se
oponen a abrir obras nuevas porque dicen que se gasta mucho dinero y que se
retira el esfuerzo de grandes causas como ayudar a otros misioneros, la
evangelización local, la evangelización a los estudiantes universitarios, la
alimentación de los pobres, etc., etc. No es menos cierto que tal vez se usen
grandes sumas de dinero para establecer una nueva iglesia. Incluso, puede
que el trabajo sea agotador, se tenga que movilizar a muchas personas y que
también tome mucho tiempo, pero si se planta una nueva iglesia de la manera
adecuada, tales iglesias van a recibir su inversión de vuelta. ¿Por qué? Porque
los nuevos convertidos en esos nuevos lugares empezarán a contribuir de
manera financiera y, más tarde, prepararán a otros también para que estos a
su vez abran otras nuevas obras.
Cuando uno pone en una balanza lo que se entrega y lo que se recibe con las
nuevas obras, nos damos cuenta que la iglesia sede, madre o principal,
recupera el doble o triple de su inversión en todo lo que hace. Esto sin contar
el gozo de ver centenares y centenares de personas que vienen a Cristo, se
salvan y restauran. ¡Aleluya!
Sé que para muchos pastores es muy intimidante, amedrentador e
impresionante todo el trabajo que implica fundar una nueva iglesia, así como
los grandes desafíos que deben afrontar en esta tarea. Los plantadores de
iglesias tienen los mismos problemas, pruebas, tribulaciones, aflicciones y
desafíos que cualquier otro ministro, pero pon esta palabra en tu corazón:
Cada cristiano tiene el llamado a reproducirse y ganar a otros para Cristo; y
cada iglesia tiene el llamado a reproducirse a sí misma al plantar nuevas
obras por difícil que sea esto.
Por lo tanto, cada iglesia tiene el deber de reproducirse también en la
plantación de una iglesia. Luego, esta plantará otra iglesia, y la otra plantará
otra... y así sucesivamente hasta que Cristo venga. Esto se llama hacer nuevos
discípulos, prepararlos hasta que sean líderes y enviarlos para que estos
hagan otros discípulos, de modo que estos lleguen a ser líderes y les envíen a
hacer otros discípulos... ¡Esto se llama «reproducción»!
Los buenos líderes plantan iglesias saludables, pues según los expertos en
este tema, el cuarenta y cinco por ciento está en hacer discípulos, mientras
que el otro cuarenta y cinco por ciento tiene que ver con un liderazgo
maduro. Luego, el diez por ciento restante se relaciona con las habilidades
que se necesitan para fundar una nueva obra, y esto se puede lograr mediante
la lectura de un manual de instrucción acerca de cómo fundar una iglesia. Lo
que es más importante, debe tenerse siempre presente que en esta tarea se
recibirá la dirección del Señor al buscarlo en ayuno y oración.
Las iglesias maduras que desean hacer un impacto en el mundo espiritual, no
solo ganan a los convertidos, los hacen discípulos, los hacen líderes y los
envían. Estos plantan iglesias y, las que se plantaron, irán a plantar a otras en
una reproducción activa, permanente e impactante. En realidad, la clave para
el crecimiento numérico no es la cantidad de cuántas iglesias se plantan, sino
la calidad de los líderes que se envían, pues todo se hará con líderes maduros
y de carácter. Como resultado, la fundación de nuevas obras e iglesias se hará
con mucha más facilidad.
Hay pastores que no se sienten cómodos a la hora de liberar a sus líderes para
que vayan y empiecen su ministerio al plantar nuevas iglesias. ¡Lo entiendo!
Los ministros invierten mucho tiempo en consejería y todo lo demás para
hacerlos líderes de carácter y madurez. Sin embargo, también entiendo que es
necesario delegarle autoridad al liderazgo. Si vemos que alguien tiene dones
y llamado, ¿por qué no enviarle? De seguro que Dios enviará de vuelta a
otros líderes que se sembraron para la obra de Él.
Nosotros sabemos, y es lógico, que ni todos los cristianos serán líderes ni que
serán líderes de líderes, pues Dios no los equipó para esto. Seguirán
creciendo en la fe y en el conocimiento de Cristo, pero tal vez nunca funden
nuevas obras. Para ser enviados como discípulos y transformarse en un
fundador de iglesias, la persona necesita tener un llamado para hacer tal cosa
y no solo salir de su iglesia sin dirección divina o apoyo espiritual para irse a
fundar una nueva obra. ¡No existe tal cosa! Solo lee Hechos 13:2 y verás que
el Espíritu debe llamar a la persona, a fin de que haga algo para el Señor en lo
que respecta a este trabajo en especial:
Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo:
Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.
Si ya recibiste el llamado para servir a Cristo para fundar una nueva obra,
Dios te dará la visión, la capacidad, los recursos, la habilidad, los dones, la
preparación, la experiencia y el apoyo adecuados. Se sabe que cuando a
muchos buenos vendedores se les promueven a gerentes, acaban haciendo un
trabajo terrible y fracasan. ¿Por qué? Porque tienen la habilidad y el talento
para ser vendedores, pero no para ser gerentes. Así somos cada uno en la
iglesia de Cristo: todos tenemos diferentes dones y habilidades.
La iglesia que envía no debe abandonar a las personas enviadas, sino que
debe apoyarlas de cualquier forma, ya sea de manera espiritual o financiera,
siendo su mentora en todo tiempo y conociendo las necesidades que tienen
para poder ayudarles. A nivel espiritual, la iglesia madre sabe que, a su
tiempo, los enviados dejarán de ser «dependientes de la sabiduría de la iglesia
principal», sino que serán sus «propios capitanes de la nueva misión». A
nivel familiar es lo mismo, pues como buenos padres, no abandonaremos a
nuestros hijos después que crezcan; y aunque se casen, no dejaremos de
apoyarles con consejos, sabiduría y en todo que necesiten.
Pablo no veía el fin de su trabajo después que plantaba una iglesia. Por el
contrario, se mantenía conectado a las iglesias, las apoyaba, las visitaba, les
recogía ofrendas, les escribía, las aconsejaba, era su mentor. Las llevaba a su
autonomía, pero nunca las dejaba solas hasta que tenían la suficiente
madurez. Como lo expresara en la carta que dirigió a la iglesia de Galacia:
Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que
Cristo sea formado en vosotros.
Gálatas 4:19
Este era el corazón paternal de Pablo.
Como evangelista, y después de haber predicado en más de setenta y cuatro
países en todos los continentes del mundo por más de treinta y seis años, te
digo lo siguiente: «No es salir ni ir a un viaje lo que determina tu victoria,
sino volver a la casa triunfante es lo que marca tu premio y el éxito de tu
viaje». Se trata de traer las «almas», las gavillas (Sal 126:6). No solo es «ir»
y plantar nuevas iglesias, sino «ir» en la dirección que te da el Espíritu y el
respaldo divino, con la convicción y el llamado del Señor para hacerlo y dar
fruto (Jn 15:1-5, 16). Este es el trabajo de cualquier iglesia.
Así que plantar iglesias no solo es trabajo de las megaiglesias, ni de una
persona en particular, sino que es trabajo de todos nosotros. Cada cristiano y
cada iglesia tienen el llamado a reproducirse. Jesús puso esto en el ADN de
los discípulos y, al mismo tiempo, les dio grandes promesas si solo se lo
proponían. Somos pescadores de hombres, hacedores de discípulos y
enviamos a los obreros. Por lo tanto, nuestra seguridad está en Él que dijo
que las puertas del infierno no prevalecerían contra nosotros, su Iglesia.
Si como líder recibes el llamado a plantar iglesias, sométete a tu pastor,
supervisor o superintendente de tu denominación. A su tiempo, y al ver tu
madurez, en su momento orarán por ti y te enviarán. Por otra parte, si ya te
enviaron, da el primer paso en fe y camina fuera del barco, al igual que
Pedro, sobre el temeroso y desafiante mar de plantar iglesias. Al final, te
sorprenderás del poder de Dios que te mantendrá caminando sobre las aguas,
así como me ha sostenido a mí como evangelista alrededor del mundo. Por
consiguiente, tenemos que asumir el desafío y plantar la semilla de obras
nuevas y transformarlas en iglesias nuevas. Tú puedes empezar hoy.
Esto hace que recuerde la ilustración de un hombre que miró el letrero en el
departamento de semillas en una tienda cuando buscaba una clase de semillas
que deseaba plantar. Dicho letrero decía: «El mejor tiempo para plantar esta
semilla fue hace quince años atrás, pero el segundo mejor tiempo es hoy».
Así que planta la semilla de una nueva obra, una nueva iglesia. ¡Y empieza
hoy! Tenemos que salir fuera de nuestro propio templo para evangelizar y
establecer nuevas obras para el Señor. Gene Edwards, en su libro llamado
How To Have A Soul Winning Church [Cómo tener una iglesia que gana
almas], afirmó:
Tratamos de evangelizar el mundo [...] pero realmente evangelizamos
el edificio de la iglesia, cada salón y cada banco. La iglesia es el lote
más evangelizado del mundo, pues de la manera en que trabajamos,
podríamos pensar que el edificio necesita convertirse [...] es como si
toda la gente perdida del mundo estuviera allí.
A nivel nacional, en cuanto a lo que a los hispanos se refiere, todavía
tenemos un gran desafío por delante. Hay más de cincuenta y siete millones
de hispanos en Estados Unidos que representan el diecisiete por ciento de la
nación, y solo de estos tenemos seis millones de evangélicos. ¡Necesitamos
predicar, testificar y fundar nuevas obras! A nivel internacional, también
tenemos el enorme desafío de la evangelización global. Puedes leer más en
cuanto a las misiones, la evangelización mundial y la Ventana 10/40 en mi
segundo libro Heme aquí, Señor, envíame a mí. Así que, si tienes el llamado
para plantar, fundar y establecer nuevas obras e iglesias, hoy es tu mejor
oportunidad. ¡Empieza y hazlo en el Nombre de Cristo!
Un artículo escrito por Miriam Testasecca, sobre el establecimiento de la
iglesia en el Congo de las Asambleas de Dios, nos narra lo difícil que fue al
principio. Aquí tienes solo un resumen:
A principios del siglo veinte, muy pocas personas conocían a Cristo en el
Congo. El clima espiritual de la región lo había documentado el Dr. David
Livingston y Henry Stanley que desafiaron a los creyentes de modo que
llevaran el evangelio a esta nación en África en respuesta al llamado del
Señor. Muchas luchas, sacrificios y desafíos marcaron el inicio de las
Asambleas de Dios en el Congo. En medio de tantos obstáculos, oposición
gubernamental, condiciones climáticas severas, privación de viviendas,
peligro de animales salvajes, como las serpientes, y las dificultades con el
idioma, hacían casi imposible fundar iglesias allí.
Las más de doscientas etnias y culturas dificultaron mucho el trabajo
misionero de evangelización. Los primeros misioneros que llegaron fueron
Joseph Blakeney y Jesse Barney en 1921. También los misioneros Arthur y
Ana Berg, Fred y Lulu Leader, y Julia Richardson también arribaron al año
siguiente. Para 1930, ya se habían plantado muchas iglesias. Sin embargo,
cuando las Asambleas de Dios se establecieron de manera formal en el
Congo en 1956, ya se habían reportado más de dos mil quinientos adultos
cristianos adorando al Señor en sesenta y dos iglesias. Muchos fueron los
pioneros y misioneros que entregaron sus vidas para ver este hecho glorioso.
En 1960, cuando el Congo ganó su independencia de Bélgica, estalló la
violencia y los misioneros tuvieron que evacuar, pero regresaron al año
siguiente. Los militantes izquierdistas de inspiración maoísta se llamaban
«Simbas», quienes tenían su fortaleza en Kisangani. El 14 de noviembre de
1964, asesinaron al misionero J.W. Tucker, pero las tropas belgas rescataron
a su familia y los niños. A pesar de eso, la obra continuó y se abrieron nuevas
iglesias y muchos fueron salvos, sanados y llenos del Espíritu Santo.
Para 1970, los misioneros Vernauds llegaron a plantar quince iglesias más
con una membresía de quince mil cristianos adultos. Wayle y Silvia Turner,
que fueron misioneros en el Congo por más de treinta años, dijeron estas
palabras:
Una de las características más sobresalientes de la iglesia congolesa es
su celo y entusiasmo. En la alabanza, son ruidosos y exuberantes, y a la
vez melancólicos; en la evangelización son entusiastas, y en el dar son
gozosos y generosos.
Las Asambleas de Dios Americana les han ayudado a nuestros hermanos del
Congo a plantar nuevas iglesias que establecen cristianos nativos. El norte
sigue teniendo problemas políticos y violentos, pero los misioneros Ernie
Jones y su esposa, Marge, ministraron en el norte por más de veintidós años e
iban con frecuencia a predicar, enseñar y asistir a la iglesia nacional para
plantar nuevas obras. Jones dijo:
Aun en la falta de recursos, sin calles pavimentadas, más de dos
millones y medio de personas asesinadas durante los cuatro años de
guerra, en medio de bandidos o soldados, la iglesia está creciendo. Se
siguen plantando nuevas iglesias en las aldeas. Se construyen con
barro, palos y hierba, porque no tienen otros materiales, pero el Señor
sigue edificando su iglesia en el Congo en medio de condiciones
imposibles.
El crimen, el miedo, el hambre, la enfermedad, la falta de trabajo, la pobreza
y las guerras continuas no han detenido el crecimiento de la iglesia en el
Congo6. Hermanos, nada ni nadie puede estancar la plantación de nuevas
iglesias, ni detener el mover del poder de Dios. No hay condiciones adversas
ni desafíos que no podamos vencer. ¡Sé un plantador de nuevas iglesias!
Siempre tendremos dificultades y muchísimos obstáculos, pero es posible.
William Carey ya nos lo había advertido: «Hay serios desafíos en cada
momento y muchos se nos avecinan; por lo tanto, tenemos que seguir
adelante».
DIOS USA AGENTES HUMANOS EN EL DESAFÍO DE TESTIFICAR
Todos sabemos que hay dos agentes que actúan para testificarles a los
hombres: el agente divino y el humano. Las Escrituras enseñan en detalles
tanto la soberanía de Dios como la responsabilidad humana en el intento de
salvar a los pecadores. Entre ambos puntos no hay conflicto alguno, pues se
delimitan bien la soberanía divina y nuestra responsabilidad. Dios no hará
nada en el mundo excepto por medio de nosotros, ya sea ganar almas,
testificar, predicar, fundar iglesias, obras misioneras, etc. Todo lo hará el
Señor por medio de nosotros.
Sabemos que Dios es Omnipotente y que puede hacer todo lo que quiere. Él
es el Señor y el Soberano del universo entero, así que actúa de acuerdo a su
voluntad, poder y gloria. Además, Él es justo y misericordioso en todo lo que
hace (Sal 145:17). Él es absolutamente perfecto y sus decisiones son la
referencia de sus principios morales eternos, lo cual es su naturaleza y se
expresan con claridad en las Escrituras. Desde la creación, sus juicios y
redención se llevan a cabo de acuerdo a su plan y propósito. Él es
autosuficiente y siempre existente, el Supremo Gobernador del universo que
sostiene todo bajo el poder de su Palabra (Heb 1:3).
Por alguna razón que desconocemos, que solo la sabe Él, Dios decidió poner
ciertas limitaciones sobre sí mismo en el ejercicio de su propia Soberanía.
Ordenó que ciertas prerrogativas o cuestiones solo le pertenezcan a Él, de ahí
que no lo podamos entender desde el punto de vista teológico ni tampoco
espiritual. De la misma forma, Él ordenó que el hombre tuviera ciertas
responsabilidades que solo se ajustan a nosotros de manera exclusiva, ya sean
cristianos o no.
El milagro sucedió cuando Dios hizo los cielos y la tierra, dándole al hombre
la responsabilidad de cuidar del huerto. También vemos la obra milagrosa de
Dios cuando después que creó al hombre y a la mujer, les dio la encomienda
de que se reprodujeran y multiplicaran. En cada caso, el trabajo de Dios
incluyó un poder sobrenatural, no así en el hombre, pues Él no le dio algún
poder sobrenatural. Por lo tanto, el milagro pertenece a Dios y la obediencia
al mandato le pertenece al hombre.
El hombre fue la cúspide de la creación divina, fue la obra maestra de Dios.
Él estableció un compañerismo con el hombre, lo puso como su representante
en la tierra y le dio el dominio sobre la misma. Dios creó el huerto, pero
después de la caída, Adán tuvo que plantar la semilla en el verano y cosechar
su fruto en el otoño.
El general William Booth, del Ejército de Salvación, acostumbraba a decir:
«Se necesitan dos agentes para hacer crecer una papa: Dios y el agricultor».
Por supuesto, Dios puede hacerlo solo, pero nunca se ha visto que lo hiciera.
Él hace el milagro de hacerla crecer, pero el hombre es quien tiene que regar
la planta. Dios provee el sol, la lluvia y la semilla, pero no hará nada más,
excepto hacerla crecer. Sin embargo, el hombre tiene que asumir su
responsabilidad al preparar el suelo, plantar y cosechar. Nunca se ha visto a
algún agricultor que ignore estos principios ni coseche algo que no plantó. Lo
cierto es que están los que no creen en los milagros, pero también están los
que creen que no tienen que hacer nada, liberándose de ese modo de sus
obligaciones y responsabilidades, pues según dicen, Dios es el que tiene que
hacer siempre los milagros. Los dos puntos de vista están equivocados por
completo y son bíblicamente erróneos.
Como ya dijimos, Dios creó la tierra y se la dio al hombre para que la
dominara. El hombre no podía haberla creado. Así que lo primero que Dios
hizo fue un milagro, pero lo segundo fue un mandato para el hombre. Es un
hecho asombroso pensar que Dios invitara al hombre para tener
compañerismo con Él. ¡Esto es maravilloso! El Antiguo Testamento está
lleno de ejemplos de cómo Dios usa los agentes humanos para llevar a cabo
sus propósitos. Basta con mencionar solo algunos como Noé, Moisés, Josué,
Samuel, David, los profetas, los reyes de Judá y de Israel, Ester, Esdras,
Nehemías, etc., etc.
Al abrir las páginas del Nuevo Testamento, vemos también el milagro de
Dios y el mandato del hombre. El milagro involucró tres eventos: La
encarnación de Jesucristo, su muerte expiatoria y su resurrección corporal. Es
imposible que la salvación del hombre se pudiera haber realizado de alguna
otra manera, sino solo por medio de Cristo, el Hijo del Dios viviente. El
propio Cristo dijo que vino a buscar y salvar al perdido (Lc 19:10). Pablo
testifica de esto y dice que Jesús vino a salvar a los pecadores (1 Ti 1:15).
También el apóstol Juan dijo que el Padre envió a su Hijo como el Salvador
del mundo (1 Jn 4:14). Si no hubiera sido por la crucifixión, muerte y
resurrección de Cristo, no hubiéramos tenido salvación, evangelio, iglesia ni
misión.
Ya vimos el milagro que fue la venida de Cristo. Ahora bien, en el mandato
al hombre, es aquí donde entramos nosotros y nuestra responsabilidad con
relación a la obra de Dios y la salvación de las almas, como dijo Pablo:
Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza
de Dios, edificio de Dios.
1 Corintios 3:9
Dios no le puede testificar y predicar por nosotros al pecador. Esa es nuestra
tarea. Como es lógico, Dios tiene todo el derecho y el poder para hacerlo, por
supuesto. Aun así, esta obligación nos la entregó a nosotros, pues se trata de
nuestra responsabilidad. Somos sus agentes humanos, como bien dijera
Pablo:
Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
1 Corintios 1:21b
¿Y quien debe predicar, testificar y proclamar el evangelio? ¡Tú y yo! ¡Así de
simple! Cuando el moderador del culto histórico de ministros en Nottingham,
Inglaterra, le dijo al joven William Carey, una vez que este predicó, que si
Dios quisiera salvar a los paganos lo haría sin él, este hombre y todos los
demás estaban equivocadísimos. Esto fue lo que se había enseñado después
de la Reforma protestante en Europa. Y por más de doscientos años no hubo
trabajo misionero por causa de este pensamiento absurdo de que si Dios
quería salvar a los paganos lo haría solo.
No obstante, Dios sí convirtió a los paganos en la India, pero lo hizo por
medio de la ayuda de Carey. El gran misionero pasó en la India casi cuarenta
años e hizo cosas maravillosas para el Señor. Entre otras, se abolió leyes tan
brutales como quemar vivas a las mujeres junto con sus fallecidos esposos.
Incluso, ayudó a traducir las Escrituras a treinta y cinco lenguas de esa parte
del mundo. Estas lenguas y la gente que las hablaban, estaban allí desde
centenares y centenares de años atrás.
Las Escrituras ya estaban disponibles por más de mil ochocientos años hasta
entonces. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX que llegaron a estos
pueblos. Si no fuera por Carey, y los que vinieron después, quienes
afrontaron grandes desafíos, estas personas todavía estarían sin el
conocimiento de Cristo. No es la mayoría, pero muchos cristianos aún
ignoran su responsabilidad de testificar y anunciar el evangelio. Por eso
dicen: «Dios cuidará de los paganos y salvará a los pecadores». ¡Esto es
absurdo! ¿Cómo podemos cerrar los ojos y dejarlos perecer para que se
pierdan eternamente cuando tenemos bien claro el mandato en la Biblia de
«ir», sin importar los desafíos que tengamos? Como ves, la pregunta no es si
Dios irá a cuidar o no de los paganos, sino: ¿Cómo lo irá a hacer Él? ¡El
Señor dice con mucha claridad en su Palabra que los cuidará por medio de su
iglesia que somos nosotros!
Cristo llevó a cabo el MILAGRO de la reconciliación (Ro 6:23), y el
MINISTERIO de la reconciliación se le entregó a la iglesia (2 Co 5:19-20). Si
por alguna razón la iglesia falla en cumplir y realizar su tarea, quien tiene la
culpa es la propia iglesia y no Dios. La iglesia no puede anular ni abolir su
responsabilidad para echarla de vuelta a Dios, pues en las Escrituras están su
mandato, orden y comisión. La obra y tarea de la evangelización mundial
solo puede realizarse por medio de nosotros, la Iglesia de Cristo.
Sería imprudente, necio y erróneo pensar, o esperar, que Dios haga algo
sobrenatural cuando la iglesia lo puede hacer humanamente. Así que tenemos
que realizar nuestra parte con la ayuda del Señor y de su Espíritu, por
supuesto. David Sills ya hablaba en cuanto a esto:
El mundo necesita escuchar el evangelio, y Cristo nos lo encargó a
nosotros. Entonces, ¿por qué las naciones no han oído el evangelio
después de dos mil años? No es porque Cristo no proveyera el número
suficiente de cristianos para hacerlo ni que no les haya llamado a las
misiones. Dios ha llamado a muchos más de los que quieren ir en
realidad.
Con esto de las «misiones» se refería también a la evangelización mundial, y
como es natural, los cristianos somos los agentes de Dios, sin importar los
desafíos que tengamos que afrontar. Con solo leer el Nuevo Testamento, nos
damos cuenta de cómo Dios usa a los agentes humanos.
Pablo es un buen ejemplo, pues la entrega del apóstol fue magnífica en
cuanto a la evangelización del Asia Menor, la cual fue y es para nosotros algo
inaudito, según se relata en este pasaje:
Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que
habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.
Hechos 19:10
En dos años, todos en el Asia Menor escucharon el evangelio, y eso que
Pablo no tenía computadora personal ni portátil, fax, teléfono, radio,
televisión, periódico, vídeos, DVD, CD, Biblias, pues solo poseía algunos
pergaminos. Tampoco tenía avión, películas cristianas, imprenta, auto, tren,
autobús, celular, internet, wifi, Facebook, Instagram, Twitter, correo
electrónico, satélite, ni todos los demás avances de la tecnología actual. No
tuvo nada de esto, pero lo hizo en dos años. ¿Cómo lo hizo? ¡Debido a que
entendía su responsabilidad! ¡Tuvo una entrega impresionante! ¡Trabajó de
manera incansable! Y nosotros que tenemos toda esta tecnología de hoy, ¿qué
estamos haciendo? De nuevo les digo: ¡Somos los agentes de Dios y
podemos hacer lo que se nos encomendó! ¡Basta con que trabajemos en lo
que Dios nos llamó a hacer!
James Cantelon escribió sobre un encuentro con una viuda en una villa de
chabolas en Sudáfrica:
Estaba parado con una viuda afuera de su casa. Por cierto, la «casa»
necesita calificarse: era una caja de hojalata oxidada, con tierra por piso
y una lámina inestable de fibra de vidrio corrugada por techo.
Albergaba a dieciocho huérfanos, y esa mujer estaba delgada hasta los
huesos, cansada y desbordada. Se echó a llorar.
Le habían traído otro huérfano esa mañana. Al igual que los demás,
este pequeño pertenecía a la familia extendida de la viuda; esta vez, de
una sobrina que murió de sida, y la casa de la viuda era la única opción
para el pequeño [...] «No puedo soportar más», gritó, «no tengo nada,
ni nadie, ni esperanza. Solo quiero morir». Entonces, hizo una pausa,
como si escuchara una conversación interna. Me miró a través de sus
lágrimas y, luego, miró hacia el cielo. Levantando sus manos hacia el
cielo, dijo, en un susurro: «Ah, pero tengo esperanza. Puse mi
confianza en mi Padre celestial»7.
Esta mujer muy pobre, pero de un corazón millonario, estaba siendo el agente
humano que Dios usaba para ayudar a esos niños desamparados. De seguro
que Dios le siguió dando fuerzas para continuar realizando aquella obra tan
grande en indecibles circunstancias. ¡Dios permita que podamos ser agentes
humanos, a fin de que Él nos use al igual que a esta mujer!
A LA IGLESIA PERSEGUIDA LA DESAFÍAN CADA VEZ MÁS POR TESTIFICAR
Los ministerios que están enfocados en asistir y ayudar a nuestros hermanos
perseguidos por causa del evangelio, Puertas Abiertas y La Voz de los
Mártires, informan que se han incrementado las persecuciones en contra de la
iglesia del Señor. Nuestros hermanos, líderes y pastores le hacen frente a
grandes desafíos y sufren por su fe y la causa de Cristo en muchas partes del
mundo. Entre los países que más persiguen a los cristianos están Corea del
Norte, Somalia, Afganistán, Pakistán, Sudán, Siria, Irak, Irán, Yemen, la
India, Egipto, Libia, Cuba y muchas otras naciones. Estos ministerios
informan que en el año 2016 hubo mil trescientas veintinueve iglesias
destruidas, y en 2017 encarcelaron, torturaron y asesinaron de muchas
maneras a casi un millón y medio de cristianos por testificar de su fe.
Por cosas como estas, no debemos olvidar a la iglesia perseguida y orar por
ella, pues hay que tener presente el gran desafío que afrontan cada uno de
nuestros hermanos y ministros al testificar. En el mejor de los casos, puede
que a todos los misioneros de occidente que sirven al Señor en las lejanas
tierras de las naciones del Tercer Mundo, en lugar de asesinarlos, los declaren
«personas no gratas» y se tengan que marchar. Entonces, los misioneros
latinos, hispanos, africanos y asiáticos ocuparían su lugar, como ya lo están
haciendo.
Si acaso expulsaran también a estos misioneros de un país determinado,
como ya lo han hecho antes, todavía se quedaría la iglesia nativa o nacional
para sustituirlos. Y si aun la iglesia se viera obligada a la clandestinidad,
todavía quedaría el Espíritu divino que no vive en templos ni edificios, sino
en los corazones del pueblo de Dios. Esto no es nada nuevo, pues ya lo vimos
en la antigua Unión Soviética y en los países del este europeo que se
encontraban tras la conocida cortina de hierro. También lo vemos ahora en
China y otros países totalitarios del Asia que se encuentran tras la cortina de
bambú.
Por lo tanto, nunca debemos subestimar el poder del Señor para ayudar a su
pueblo. Una cosa es que un gobierno declarare la iglesia ilegal, o fuera de la
ley, y la empiece a perseguir, como ha pasado y está pasando en muchísimas
naciones, pero otra cosa muy distinta es si tratan de deshacerse del Dios
Todopoderoso. El cielo todavía es su trono y la tierra continúa siendo el
estrado de sus pies. Es imposible quitarlo y deshacerse de Él, porque todo el
universo es suyo y está bajo su control. Así que debemos seguir adelante con
la obra de evangelización que se nos encomendó, ya sea local, nacional o
mundial, a fin de testificar, predicar, proclamar y anunciar el evangelio de la
gracia salvadora de Dios por medio de su Hijo Jesucristo. No importa los
desafíos ni las persecuciones que tengamos que afrontar, pues tenemos este
respaldo divino en nuestra vida al testificar de su Palabra.
En China, durante los años de 1910 a 1935, los jefes militares dominaron con
crueldad las áreas rurales de esta nación. En ese tiempo, centenares de
misioneros sufrieron el encarcelamiento a manos de bandidos. A algunos los
mantenían para pedir una recompensa por sus vidas, a otros los asesinaban
con violencia, mientras que muchos otros morían en cautividad. En medio de
tal situación tan terrible, muchos misioneros se mantenían en sus puestos. A
menudo ofrecían sus servicios y conseguían una tregua entre jefes militares
opuestos que impedían más destrucción. En 1923, en el auge de la
convulsión, un grupo de misioneros firmó la siguiente declaración:
Los misioneros estadounidenses abajo firmantes, estamos en China
como mensajeros del evangelio de la fraternidad y la paz. Nuestra tarea
es llevar a hombres y mujeres a una nueva vida en Cristo que
promueva la hermandad y elimine todas las ocasiones de guerra. Por lo
tanto, expresamos nuestro ferviente deseo de que no se ejerza ninguna
forma de presión militar [...] y que, en el caso de nuestra captura por
personas sin ley o nuestra muerte en sus manos, que no se pague dinero
por nuestra liberación, ni se envíe ninguna expedición punitiva, ni se
exija indemnización alguna8.
¡Qué misioneros tan valientes y extraordinarios! En medio del dolor, del
sufrimiento y de la persecución, se mantuvieron firmes por Cristo al hacerles
frente a tantos desafíos y tribulaciones. John Piper se refiere a esto cuando
afirma:
El plan de Dios para las naciones es que su propósito salvador triunfará
a través del sufrimiento de su pueblo, en especial de quienes están en la
primera línea del frente en su ejército. Son ellos los que invaden las
tinieblas y la ceguedad puesta por el diablo a los no alcanzados.
Dios permita que podamos tener esta disposición al ser parte de su ejército
para alcanzar a los perdidos. Los ministros, pastores, evangelistas y
misioneros son los que están en la primera línea más cerca del embate furioso
del enemigo.
Queridos hermanos, estamos a las puertas del último capítulo. Ya puedo
escuchar el latir de sus corazones que arden por la evangelización y las
misiones locales, nacionales y mundiales. Ustedes desean ser ganadores de
almas perdidas y ya están preparados para afrontar los desafíos. Sin embargo,
para esto se necesita poseer una profunda pasión personal al evangelizar y
testificar por Cristo mientras se anuncia su Palabra.
12. LA PASIÓN NECESARIA PARA TESTIFICAR
«Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí
mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que
recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia
de Dios».
Hechos 20:24
«Tengo una sola pasión: es Él, es solo Él. El mundo es el campo y el
campo es el mundo; y desde ahora en adelante, mi lugar estará en la
nación donde más me puedan usar, a fin de ganar almas para Cristo».
Nikolaus Ludwig von Zinzendorf
Llegamos al último capítulo de este libro. Mi esperanza es que Dios ya le
hablara a tu vida a través de estas páginas en cuanto a esta extraordinaria
tarea que tiene todo cristiano de testificar, anunciar y proclamar a Cristo a los
demás. Como cristianos, además de tener una relación personal con Cristo y
su Palabra, necesitamos pasión para testificar y ganar almas perdidas
mediante las misiones y la evangelización. Así que debemos asumir esta
responsabilidad, pues de seguro que el Señor nos respaldará en todo lo que
emprendamos para llevar a cabo esta gran tarea. Como parte de nuestra
responsabilidad, debemos sentir pasión por las almas perdidas de tal manera
que estemos dispuestos a salvar a otros «arrebatándolos del fuego» (Jud 23).
Cuando era muy joven, leí un libro que me impactó mucho, su título es
Pasión por las almas, del pastor Oswald J. Smith, de Toronto, Canadá. Trata
sobre el primer amor y la pasión por ganar almas, lo cual nunca debemos
perder. Sin embargo, la realidad actual es que muchos cristianos están secos,
vacíos y sin amor para servir a su Señor. Consideran al cristianismo como
una cuestión de cultura, y no de convicción y pasión. Quizá esto se deba a
que crecieran en un país que dice ser «cristiano» y que algunos fueran de
niños a la iglesia de sus padres o abuelos cristianos. Como resultado, dieron
por sentado que heredaron esa fe. De modo que no es una fe real, legítima,
genuina ni de alguien nacido de nuevo con pasión por Cristo.
La fe de esta clase de «cristianos» es nominal, sin responsabilidad, sin
entrega o abnegación por el Señor. Digamos que es una cuestión de tradición,
no una relación íntima por conocer a Cristo y su Palabra. En resumen, es una
fe sin discipulado, sin paga por el precio y sin compromiso. De ahí que venga
la declinación espiritual en la que muchos viven hoy. Aunque van a la iglesia
cada domingo y oyen la Palabra, son simples oidores, pero no hacedores de la
misma. Por eso es que la palabra de alerta que el Señor le dio a la antigua
iglesia de Éfeso es para hoy también:
Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.
Apocalipsis 2:4
No solo muchos creyentes han perdido el primer amor, sino también muchos
ministros alrededor del mundo han perdido la pasión por las almas y el amor
por alcanzar a quienes viven en pecado y sin Dios. Con relación a esto, la
iglesia mundial está en una crisis y un gran problema. Debemos volver a ser
lo que éramos antes. ¿Y cómo volver? En este versículo está la respuesta:
Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las
primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de
su lugar, si no te hubieres arrepentido.
Apocalipsis 2:5
¿Cuáles son las primeras obras? Cuando orábamos, ayunábamos, leíamos la
Palabra, testificábamos y ganábamos almas, así como evangelizábamos en las
calles, parques, barrios, hospitales y vecindarios, hablándoles a familiares y
amigos, etc. Muchas iglesias han perdido la pasión, el primer amor por
Cristo.
El Tercer Congreso de Lausana para la Evangelización Mundial, celebrado en
ciudad de El Cabo, Sudáfrica, declaró:
El núcleo de nuestra identidad es nuestra pasión por las buenas noticias
bíblicas de la obra de salvación de Dios a través de Jesucristo. Estamos
unidos por nuestra experiencia de la gracia de Dios en el evangelio y
por nuestra motivación de hacer conocer ese evangelio de la gracia
hasta los confines de la tierra por todos los medios posibles1.
El sentir de Pablo era semejante a este. El versículo que encabeza este
capítulo habla de la gran pasión del apóstol, donde no le temía a ningún
problema, ningún desafío, ningún obstáculo, a nada ni nadie, ni siquiera a su
propia vida, pues su pasión y gozo eran terminar bien su carrera. Si quieres
más información acerca de la pasión y convicción de Pablo, la encontrarás en
mi libro Pablo: Su vida, llamado y ministerio.
LA PASIÓN POR GANAR LAS ALMAS
Imagina que una casa se esté quemando y un hombre esté dentro. Su vida
pende de un hilo, pero duerme sin darse cuenta del gran peligro que corre. El
fuego sube y arde por las paredes, pero el hombre sigue durmiendo en su
cuarto y nadie lo despierta ni viene a rescatarlo. El humo está penetrando en
sus pulmones y haciendo que su corazón lata más despacio. Así que su mente
se entorpece por instantes debido al humo. La intensidad de las llamas
queman el oxígeno del aire y su fuerza devora todo lo que está en su camino.
Sin embargo, el hombre sigue durmiendo... sin darse cuenta de que está a
punto de morir. Es cuestión de segundos para que el fuego lo consuma todo y
la casa le caiga encima. Lo cierto es que necesita con urgencia que alguien lo
rescate y lo salve del fuego. A pesar de eso, ¡nadie lo hace! ¿Qué haríamos tú
y yo? ¿Estaríamos dispuestos a arriesgar nuestra vida por él?
Lo interesante de todo esto es que, desde el punto de vista espiritual, hay
millones de millones de personas que duermen en el sueño espiritual y el
fuego de la perdición eterna está a punto de consumirlas, pero no lo saben...
siguen durmiendo... ¡y nosotros no hacemos nada por despertarlas ni vamos
en su rescate para intentarlas salvar! Lo lamentable es que esta es la
indiferencia en la que están sumidos casi todos los cristianos que viven sin
pasión por Cristo y que no les interesa ganar a las almas perdidas.
¿Qué tal si fuéramos tú y yo los que estuviéramos adentro de esa casa
envuelta en llamas? ¿Nos hubiera gustado que alguien viniera a socorrernos
para salvarnos la vida? Ahora bien, ¡imagínate el fuego eterno! Si tú y yo
estuviéramos parados delante de esa casa considerando la situación del
hombre adentro, ¿vacilaríamos en si debemos ayudarlo o no? ¿Atenderíamos
sus gritos de socorro pidiendo desesperado que alguien fuera a ayudarlo? ¿O
solo tú y yo estaríamos hablando con los vecinos analizando qué
posibilidades tendría el pobre hombre de salvarse del fuego? ¿Será que tú y
yo haríamos lo que esté a nuestro alcance para salvarlo? ¿O solo seríamos
simples espectadores? Es más, ¿nos importaría poco si se salva o no?
Lo triste del caso es que, en el ámbito espiritual, esa ha sido la reacción de
gran parte de la iglesia ante esta situación. La iglesia se niega a entrar en la
casa y arriesgarse, mucho menos intenta sacar al hombre que está en medio
del incendio. ¿Por qué no lo hace? ¡Porque ha perdido su pasión por Cristo!
Dejó de ser una iglesia evangelizadora y ganadora de almas. Se ha enfriado,
ha perdido su primer amor. Así que sobrevive de los escombros de su antigua
fe y de sus pasadas experiencias, mientras que millones de personas están a
punto de quemarse en el fuego eterno. Entonces, ¿qué sucede con la iglesia?
Ah... ¡duerme el sueño de la indiferencia! Esta realidad la encontramos en la
Palabra cuando nos advierte:
Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará
Cristo.
Efesios 5:14
¿Será que como iglesia estamos haciendo todo lo posible por salvar al
hombre? ¿O será que nos hemos descuidado? Entonces, analicemos esto en el
ámbito natural. ¿Qué persona con sentido común se quedaría parada
observando mientras la otra persona se consume en el fuego a solo pocos
pasos de ella? Mi opinión es que cualquier persona en sus plenas capacidades
mentales, y ante esta terrible situación, se metería en la casa a despertarlo,
alertarlo del peligro y lo ayudaría a salir del fuego. De no poder hacerlo por
alguna razón, llamaría de inmediato a los bomberos y, a la vez, saldría dando
gritos en busca de ayuda. Ahora bien, ¿qué te parece si analizas la escena
desde el punto de vista espiritual? Por lo tanto, ¿alguna vez has pensado si
amas a las almas perdidas? Es más, ¿cuántas almas has ganado para el Señor
desde que te convertiste? Sobre la pasión por las almas, el pastor George
Sweeting, expresidente y rector del Instituto Bíblico Moody, dijo:
Cuando voy a la cruz [...] y entro en su pasión, mi pasión se revive y mi
visión se renueva. Nuestro llamado como evangelistas no es nada más
que trabajar, llorar y sudar [...] nuestra entrega necesita de veras ser así
de completa.
Cierta vez, el evangelista Billy Sunday estaba predicando en una cruzada en
Nueva York y un reportero de un periódico secular fue a su cuarto del hotel
para entrevistarlo.
—¿Cuál es la razón de su éxito en el ministerio? —le preguntó el reportero.
Billy Sunday estaba sentado en una silla cerca de la ventana de su cuarto. Al
oír la pregunta, se levantó de su silla y abriendo la cortina llamó desde la
ventana al periodista.
—Contestaré su pregunta con otra pregunta: “¿Qué ve allá abajo en la
calle?”.
—Veo personas, autos, semáforos, edificios, casas —le respondió el
reportero.
—¿Qué más ve? —le preguntó de nuevo el evangelista.
—Ya se lo dije —contestó el hombre—. Veo todo eso... ¿Hay algo más que
ver?
—Cuando observa a las personas, ¿qué ve? —le preguntó Billy.
—Veo caballeros, damas, niños —dijo de inmediato el entrevistador
perdiendo la paciencia—. ¿Qué más puedo ver?
—Pues ve mal, porque los ve por fuera nada más. Sin embargo, yo las veo
diferente —le respondió el evangelista—. Yo veo en cada persona un alma, y
esta alma está perdida y va rumbo a una eternidad sin Cristo. La razón del
éxito de mi ministerio es que amo a las almas y tengo pasión por alcanzarlas
para Cristo. Esa es la diferencia entre usted y yo. Usted ve el exterior, yo veo
el interior, el alma dentro de cada una de las personas que vemos allá abajo.
Yo las veo con los ojos espirituales de mi corazón y de mi espíritu. Usted las
ve con sus ojos físicos. Yo siento pasión por ganarlas para Cristo, yo amo las
almas.
¡Aleluya! ¡Qué tremendo hombre de Dios!
En cierta ocasión, me encontraba predicando en una iglesia, y al subir las
escaleras leí un letrero que decía: «Permite que Dios reencienda la pasión por
las almas en ti». ¡Qué palabras! El pastor de la iglesia a la que fui a predicar,
ama a las almas, es un ganador de almas, es apasionado por las almas y
trabaja sin cesar para salvar a las almas por medio de Cristo. ¿Y tú? ¿Crees
que el Señor necesita reencender esta pasión en tu vida por Él? Como
cristianos, tenemos una obligación innegable, tal y como dice el apóstol
Pablo en este pasaje:
A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor.
Romanos 1:14
Cuando Pablo dijo «soy deudor», se refería a la obligación que sentía por
predicar, anunciar, proclamar y testificar el evangelio de Cristo. En otras
palabras, se consideraba un deudor a todo el que todavía no había escuchado
el evangelio. Entonces, ¿qué tal de nosotros? ¿Somos deudores también? Más
adelante, Pablo reafirma su pasión:
Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo
ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno.
Romanos 15:20
Entonces, ¿cuál fue el resultado de esa pasión? En el siguiente versículo lo
expresa:
Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; y los
que nunca han oído de él, entenderán.
Romanos 15:21
¡Tenemos que testificar como lo hizo Pablo! Por esa razón debemos
preguntarnos: «¿Estamos haciendo lo que nos corresponde y se nos asignó, o
nos hemos descuidado?». Una vez que consideremos esto, debemos hacernos
otra pregunta: «¿Cuál es nuestra responsabilidad?». La respuesta obvia es la
siguiente: «¡Testificar! ¡Predicar!».
LA PASIÓN POR TESTIFICAR Y PREDICAR
Dios es poderoso para bendecir nuestros esfuerzos al predicar, ya sea como
ministros, o como cristianos, con pasión por testificar. Tenemos que predicar
con pasión, entrega y amor por las almas. Tenemos que hacerlo con el
corazón como lo dice Colosenses 3:23-24.
El problema que he visto en varias iglesias alrededor del mundo es este: Se
sustituye el poder de Dios de una predicación ungida por el Espíritu Santo
con el esfuerzo humano por intentar atraer almas a la iglesia de otras
maneras. ¿Qué hacen en su lugar? Emplean métodos y sistemas sin la
autoridad divina y sin el respaldo del Señor. Iglesias como estas que carecen
de pasión por Cristo, así como de la unción y el poder de Dios, realizan una
infinidad de intentos y de cambios humanos esperando que las personas
vengan al templo sin darse cuenta de que nada sustituye una predicación de
un hombre o una mujer de Dios que están bajo el poder del Espíritu.
A veces, los ministros, líderes y miembros en general de estas iglesias no
buscan a Dios, quien es el que puede darles el poder que necesitan, y se hacen
preguntas como estas tratando de buscar soluciones:
¿Qué sucedería si cambiamos la alabanza y la hacemos más corta?
¿Qué tal si cortamos también la lectura de la Palabra? ¿Atraería
esto a la gente?
¿Qué ocurriría si los sermones son más cortos y menos aburridos?
¿Y si contratamos una banda y hacemos las cosas más
contemporáneas para los jóvenes?
¿Nos daría resultado si invitáramos a una «celebridad» para que
venga a testificar?
¿Y si nos vistiéramos más a la moda?
¿Nos sería útil si movemos los asientos?
¿Y si acaso cambiamos las luces del templo y lo hacemos más
atractivo?
¿Podemos mover los muebles y arreglarlos de otra manera?
¿Y si organizáramos un concierto para atraer a la gente?
¿Qué tal si no ofendemos a la gente mencionándoles las palabras
pecado, diablo o infierno para que así venga a la iglesia?
¿Podríamos dejar de enfatizar tanto en la ofrenda?

Hermano, tal vez quienes piensan así tengan buenas intenciones al plantearse
cosas como estas. Aunque su deseo es ver sus comunidades alcanzadas, tales
personas, líderes y hasta ministros no se dan cuenta de que introducen todo
tipo de carnalidad para atraer a la gente cuando es muy sencillo lograr el
crecimiento de una iglesia. Entonces, ¿qué debemos hacer para no caer en
errores como estos? ¡Salir a las calles, parques y barrios con el evangelio de
la paz, y testificarles a familiares, amigos y vecinos a fin de ganarlos para
Cristo! Luego, cuando los invitemos y vengan a la iglesia, hay que
predicarles con poder y autoridad. ¿Por qué hacer esto? Porque hoy en día las
personas ya no vienen a la iglesia, a no ser por alguna necesidad. Porque hay
que ir a ellas, hay que buscarlas, hay que ganarlas. Repito, ¿por qué? Porque
la gente ya no viene a la iglesia, excepto en Semana Santa, Navidad, una
boda, un funeral o alguna otra ocasión especial. En cierta ocasión, el célebre
teólogo, poeta y escritor de himnos, Richard Baxter, declaró desde lo más
profundo de su corazón en cuanto a la predicación:
Yo prediqué como si no tuviera la certeza que predicaría de nuevo.
Lo hice como un hombre muriendo a otro hombre a punto de morir2.
Algo similar podemos decir de Pedro que, una vez que el Señor lo restauró
después que lo negara y recibiera la plenitud del Espíritu Santo, predicó con
poder al decir palabras como estas:
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a
quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Hechos 2:36
¡Qué predicación! ¡Qué mensaje! ¡Qué convicción, autoridad y valentía! Esto
también lo vemos en el apóstol Pablo que, con una gran pasión por predicar,
dijo: «¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!» (1 Co 9:16b). Tanto Pedro
como Pablo, los demás en la iglesia primitiva, al igual que los primeros
cristianos, predicaron con pasión y denuedo. En cuanto a Pablo, podemos
decir que, después de Cristo mismo, fue el predicador más extraordinario en
el Nuevo Testamento. (Puedes leer acerca de esto en algunos versículos como
Hch 9:20; 14:7, 15; 17:18; 20:25; 28:31; Ro 10:8; 1 Co 1:17, 23; 15:1-2, 11-
12; 2 Co 1:19; 11:7; 1 Ts 2:9, etc.). Si a Spurgeon lo llamaron «el príncipe de
los predicadores», ¿qué no sería Pablo? Las palabras que le dirigió a su hijo
espiritual, Timoteo, lo ratifican:
Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo;
redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
2 Timoteo 4:2
Juan Bunyan, el autor del famoso libro El progreso del peregrino, quien
estuvo preso en Bedford, Inglaterra, debido a sus convicciones, testificó lo
siguiente:
Yo prediqué lo que sentía, lo que de manera inteligente y profunda
sabía. En verdad, me enviaron a ellos como uno de entre los muertos.
En efecto, yo mismo fui en cadenas, les predicaba en cadenas, y tenía
en mi propia conciencia el fuego del que les advertía que se libraran3.
Hermano, ¿ves con qué pasión predicaba Bunyan? ¿Cuánto ardía su corazón
por testificar y entregar el mensaje del Señor a quienes no lo conocían? ¡Dios
permita que nosotros podamos hacer lo mismo!
Ahora bien, ¿procuramos ser eficientes a la hora de comunicar el evangelio?
¿Predicamos a Cristo, y a este crucificado y resucitado? Los cristianos somos
los que les tenemos que llevar a los hombres la revelación de Dios que es su
Palabra. Por lo tanto, tenemos sus palabras en nuestra boca, así como en
nuestro corazón, mente y espíritu. A ese libro lo llamamos la Biblia, que es
infalible, poderoso e inmutable. Lo tenemos en nuestras manos y el poder de
Dios en nuestras vidas. Predicamos este evangelio del Dios soberano con
valentía, osadía y sin temor. No necesitamos de favores de ningún hombre,
gobierno, país o nación, tampoco necesitamos la adulación de nadie. ¡Somos
únicos!
Nuestro mensaje es sencillo, claro y dice que en el pasado Dios permitió que
las naciones anduvieran en sus propios caminos (Hch 14:16), pero que ahora,
por medio de Jesucristo, Él les ordena a todos los hombres en cualquier lugar
que se arrepientan (Hch 17:30), se vuelvan de sus ídolos sin vida, vacíos y
huecos al Dios vivo y verdadero (1 Ts 1:9), y que reconozcan el Señorío
universal de Cristo (Flp 2:9-11). ¡Aleluya! ¡Ese es nuestro mensaje! Por lo
tanto, ¡tenemos que testificarlo y predicarlo con pasión, entrega, esmero y
dedicación! Con la misma pasión que predicaba George Whitefield, a quien
su amigo John Gillies lo describiera de la siguiente manera:
Su deseo ardiente de ganar a los demás con el mensaje de la gracia
sobrepasó cualquier desafío o prueba que pudiera tener. Testificó sobre
la ayuda divina que experimentó mientras aprendía la tarea de predicar
al aire libre sin tener notas [un bosquejo escrito]. Expresaba el gozo
que tenía cuando predicaba y comentaba: «A veces tenía delante de mí
veinte mil personas, y yo no tenía ni una sola palabra que decir tanto a
Dios como a ellos. Aun así, nunca estuve desamparado, sino que
muchas veces recibí ayuda, pues sabía lo que significaba cuando
nuestro Señor quiso decir “de su interior correrán ríos de agua viva”»4.
¡Qué predicador! Dios permita que podamos predicar con la pasión de
Whitefield y otros.
Sin embargo, hoy muchas iglesias se han acomodado y ya no predican como
en el pasado. ¿La razón? Muchos han perdido la pasión por Cristo y la visión
de alcanzar las almas mediante la evangelización. ¡Qué tristeza! Cuando
dejamos a un lado las misiones y la evangelización, ya sean locales o
mundiales, cuando la iglesia pierde su enfoque, énfasis y visión, empieza a
experimentar la muerte espiritual.
Hemos estado tan involucrados en asuntos administrativos, organizativos y
burocráticos que hemos dejado a un lado lo primordial, lo más importante y
la pasión del corazón de Dios que es la evangelización y las misiones.
Incluso, en muchas partes del mundo me he encontrado con algunos
misioneros que no participan en la evangelización, sino que se encuentran
confinados a un trabajo para estructurar su denominación y mantener su
propia existencia como concilio e iglesia local sin importarles las almas y las
necesidades de quienes están a su alrededor.
Muchos miembros de estas iglesias, como dije antes, han perdido su primer
amor, su pasión por Cristo y la evangelización ya no es una opción para ellos.
Están enfrascados en lo suyo y pocas veces, o quizá nunca, salen a pelear
contra las tinieblas para rescatar un alma, mucho menos para combatir con
sus propias vidas al mundo, la carne y el pecado. Viven vidas sin propósito,
causa, ni razón. Ya no testifican, ni predican, sino que están derrotados,
fracasados, secos, vacíos y sin ningún motivo para que se les pueda llamar
«iglesia» dentro de lo que es el contexto del Nuevo Testamento. Cristo ya no
es un hecho ni realidad en sus vidas. ¡Qué lástima! Lo contrario a esto es lo
que dijera Spurgeon sobre la pasión de predicar:
Creo que los sermones que están llenos de Cristo son los más
propensos a ser de bendición para la conversión de los oyentes. Permite
que tus sermones estén llenos de Cristo, henchidos de principio a fin
del evangelio. En cuanto a mí, hermanos, no puedo predicar otra cosa
que no sea de Cristo y su cruz, porque no sé nada más, y hace mucho
tiempo, al igual que el apóstol Pablo, decidí no saber nada más que de
Jesucristo y este crucificado. La gente a menudo me pregunta: «¿Cuál
es el secreto de su éxito?». Siempre respondo que no tengo otro secreto
más que esto: que he predicado el evangelio, no sobre el evangelio,
sino sobre el evangelio completo, libre y glorioso del Cristo viviente
que es la encarnación de las Buenas Nuevas. Prediquen a Jesucristo,
hermanos, siempre y en todas partes; y cada vez que prediquen,
asegúrense de tener mucho de Jesucristo en el sermón5.
¡Qué palabras las de Spurgeon! ¡Cuánta pasión!
Cada creyente tiene el llamado a testificar de Cristo. Además, estamos los
que tenemos el llamado específico de predicar. Si a esto nos llamó el Señor,
tenemos que hacerlo con pasión, dedicación, ahínco y amor. Los ministros
tenemos que tomar la iniciativa, la vanguardia y el liderazgo, y avanzar con el
evangelio y extenderlo, ya sea de manera local o hasta lo último de la tierra.
Si Dios nos llamó para estar en la primera línea del combate espiritual, de
seguro que Él nos respaldará.
Por otra parte, si cada cristiano tomara en serio esta tarea de testificar y lo
hiciera con pasión a todos los que conoce, tuviéramos un impacto increíble.
Sin embargo, los que lo hacen son muy pocos. Repito una vez más: Si una
iglesia no gana almas, no tiene razón de existir. Por eso es que Dios ha puesto
en el corazón de cada verdadero creyente este deseo y pasión de ver salvos a
los seres humanos. Muchos pastores saben que si la iglesia mantiene una
visión global de las misiones, inspirará a sus miembros a que evangelicen en
su propio barrio. Además, los pastores sabios también saben por experiencia
que cada dólar que se invierte en el sostenimiento de los misioneros en las
misiones mundiales, regresa el doble o triple para la iglesia local. Poseen una
mentalidad global, abierta, y la generosidad marca sus vidas y ministerios.
Por eso tenemos que aceptar el desafío de predicar la Palabra, y transmitir
esta pasión y visión a la iglesia local para que sus miembros salgan a
testificarles y predicarles a los demás con pasión. El resultado será
extraordinario, pues verán un avivamiento en su iglesia al recibir almas
nuevas, así como la salvación de familiares, vecinos y amigos, lo cual
repercutirá en los barrios, vecindarios, trabajos, escuelas, etc. Hay que ganar
almas, hay que evangelizar y hay que predicar. Aunque al predicar la Palabra
verdadera y el evangelio como es en realidad tendremos oposición,
obstáculos, resistencia e impedimentos, al final nos regocijaremos al
presentar las gavillas ante el Señor (Sal 126:5-6).
El destacado pastor, predicador y maestro, E.V. Hill (1933-2003), en su libro
A Savior Worth Living, escribió:
De todos los nombres en la tierra hoy en día, un nombre es más
poderoso que cualquier otro. Los cristianos saben que Él tiene el poder
de cambiar vidas, salvar almas perdidas, sanar cuerpos enfermos y
asegurar la eternidad. Es el nombre de nuestro amado Salvador, Jesús6.
En ese mismo libro, el pastor E.V. Hill narra la experiencia que tuvo con un
grupo radical que lo amenazó diciéndole que le quedaba un día de vida. ¿La
razón? ¡Por predicar acerca de Jesús! Esto no sucedió en otro país, sino que
fue aquí mismo en Los Ángeles, Estados Unidos. La policía le comunicó que
no debía predicar el siguiente domingo, pero el pastor Hill respondió: «El
trabajo de ustedes es mantenerme vivo, y mi trabajo es seguir predicando». El
peligro de muerte que afrontaba el Dr. Hill no lo amedrentó y, llegado el
momento, predicó sobre el Nombre de Jesús. Así relató este hecho:
Ese domingo, llegaron mis diáconos y me dijeron: «Todos nos
sentaremos en la primera fila». Les dije: «Siéntense donde lo deseen.
Recibí mi mensaje. Quiero hablar sobre este gran Cristo, el poderoso
Salvador. Quiero ponerle el nombre de Jesús, ¡y quiero decir su
nombre en voz alta! Entonces, si esta es mi última vez y una bala me
mata, quiero salir diciendo: ¡Jesús!»7.
¡Aleluya! ¡Qué pasión la del pastor Hill! Este grupo radical que lo amenazó
debió saber lo que leí una vez: «La tarea principal de un predicador es
inquietar a quien está tranquilo y tranquilizar a quien este inquieto». Las
tinieblas siempre se inquietan cuando escuchan el Nombre de Jesús.
Tuve la oportunidad de escuchar en persona la predicación del Dr. E.V. Hill
en Ámsterdam, Holanda, durante la Conferencia Internacional de los
Evangelistas Itinerantes de Billy Graham en 1983. Su sermón lo terminó con
más de cuatro mil evangelistas de pie aplaudiendo al Señor mientras él decía:
«Predique, predique y predique en las calles, en su vecindario, en su barrio, a
sus vecinos, a sus familiares, a sus amigos, a sus colegas, a sus compañeros...
predique en su trabajo, predique en los parques, predique en los autobuses,
predique en los aviones, predique en los hospitales, predique en todas partes,
en todo tiempo, predique, predique y predique». ¡Aleluya! ¡Fue una
experiencia maravillosa para mí!
Por eso, hermanos, tenemos que predicar en el Nombre de Jesucristo, y
hacerlo con pasión y denuedo. Ningún otro nombre puede salvar al pecador,
sanar enfermedades, dar fuerza a todo ser viviente, resucitar a los muertos,
derrotar a los demonios, ayudarnos en tiempos de pruebas. Solo Jesús se
ofreció como un sacrificio santo y justo por el pecado y derramó su sangre
como una alianza perpetua. ¡En Hechos 4:12 se nos dice bien claro que no
hay otro Nombre! Así que tenemos que predicar y traer las ovejas
descarriadas de vuelta al Señor. Juan, en su Evangelio, cita:
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también
debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
Juan 10:16
El teólogo William Barclay (1907-1978), comentando sobre este versículo y
la predicación, dijo:
Los hombres no pueden escuchar sin un predicador; y las ovejas no
pueden reunirse a menos que alguien salga a traerlas. Aquí tenemos
ante nosotros la tremenda tarea misionera de la Iglesia. Y no debemos
pensar en eso solo en términos de lo que solíamos llamar las misiones
extranjeras. Si conocemos a alguien aquí y ahora que está fuera de su
amor, podemos buscarlo para Cristo. De nosotros depende la misión de
Cristo; nosotros somos los que podemos ayudarlo a hacer del mundo
un rebaño con Él como su Pastor.
Quiero poner en perspectiva lo que dijo Barclay en cuanto a predicar, pero
aplicado al ministerio de las cárceles, lo cual vamos a tratar de seguir.
Nosotros tenemos que predicarles a los que están tras las rejas. Los
capellanes lo hacen de manera física y nosotros lo hacemos enviando
materiales a las prisiones. La gran tarea misionera de la iglesia en cuanto al
ministerio carcelario es la realidad que cada prisión es un campo misionero
fértil para predicar. Y lo tenemos que hacer aquí y ahora en Estados Unidos y
en cualquier país donde vivamos. Tenemos que buscarlos, es nuestra
responsabilidad. Tú y yo podemos ayudar a salvar a los presos. Somos los
que van a alcanzar las almas perdidas que están detenidas en las prisiones
estatales y federales. Y depende de nosotros traer estas ovejas descarriadas al
rebaño de Cristo y hacer del Señor su único pastor.
LA PASIÓN POR BUSCAR TESOROS ESCONDIDOS
En Isaías 45:3 se declara: «Y te daré los tesoros escondidos, y los secretos
muy guardados». Una vez, un hermano que estaba preso en una cárcel me
envió una hoja con un escrito de Bill Yount titulada «Treasures» [Tesoros].
Aquí tienes lo que resumí:
Era tarde y yo estaba cansado, y quería dormir. Sin embargo, el Señor
deseaba hablar conmigo. Era cerca de la medianoche, pero Dios no
duerme. Me preguntó: «Bill, ¿en la tierra es donde los hombres
guardan sus tesoros y valores más preciados?». Le dije: «Creo que
guardan su oro, plata y joyas en cofres y caja fuertes bien seguros».
Entonces, vi a Jesús parado delante de miles de prisiones y cárceles, y
Él me dijo: «A estos casi los destruye el enemigo, pero tienen un gran
potencial de manera que se usen para traer gloria a mi Nombre. Tras
estas paredes se levantará un ejército de gigantes espirituales que
tendrán el poder contra el infierno y de vencer los poderes satánicos.
Dile a mi pueblo que un gran tesoro está detrás de estas paredes que
son esos vasos olvidados. Mi pueblo necesita salir y venir a rescatarlos,
pues una gran unción vendrá sobre sus vidas. Ellos necesitan
restauración».
Entonces, vi al Señor parado con una llave y se acercó a las puertas
para abrirlas. Una sola llave servía para abrir todas las puertas. Y las
puertas se empezaron a abrir. Luego, escuché una explosión similar a la
causada por dinamita que salía de detrás de las paredes indicando que
se había provocado una guerra espiritual. Y Él me dijo: «Dile a mi
pueblo que venga a buscar a estos para hablarles y rescatarles».
Entonces, de inmediato vi que estos brillaban como oro y plata, y que
se levantaban como gigantes espirituales vistiendo la armadura de
Dios, donde cada pieza era de oro puro, incluyendo los escudos.
Después vi que el Señor les hablaba a estos guerreros y les decía que
fueran en contra del diablo. Así que vi que estos salían de las paredes
de las prisiones sin que hubiera alguien que los pudiera detener, y
fueron a la primera línea del frente de batalla contra el enemigo.
Los vi salir y cruzar las líneas enemigas, donde empezaron a dejar
libres a muchos que estaban atados por el enemigo. Todo esto sucedía
mientras los demonios temblaban y huían. Incluso, vi que nadie se daba
cuenta, pues ni siquiera la iglesia sabía de dónde salían estos gigantes
espirituales del Señor. Todo lo que se podía ver era que estaban
vestidos con la armadura de oro de Dios de pies a cabeza. Hubo gran
victoria y regocijo.
Entonces, vi que unos estaban vestidos con la armadura de tesoros
preciados, otros de oro y el resto de plata. Aun así, nadie los conocía.
Eran los rechazados por la sociedad, personas de la calle, los
marginados, los pobres, los despreciados y menospreciados. El Señor
me dijo: «Estos son mis tesoros que faltan en mi Iglesia, pues son
necesarios para que vayan a los hospitales, las calles, misiones y
prisiones. Diles que mi Iglesia vaya a buscarlos, pues serán juzgados de
acuerdo a mi Palabra: “Estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí [...] Porque tuve hambre, y no
me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y
no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la
cárcel, y no me visitasteis”» (Mt 25:36, 42-43).
Ahora, mi pregunta es: «¿Dónde están escondidos los reclusos?». ¡En las
tinieblas de las prisiones! «¿Y dónde están guardados?». ¡En las tinieblas de
las cárceles! No obstante, estos presidiarios son un tesoro en las manos de
Dios. Como una joya necesitan que se les pula, arregle, y sean salvos y
restaurados, pues tienen un gran valor a los ojos del Señor. ¡Así que nosotros
debemos buscar esos tesoros escondidos!
Phil Roberts relata la historia de un misionero, Tom Tipton, que fue para una
aldea en Uganda, África, a fin de testificar de Jesús. La única persona que
estaba dispuesta a escuchar el evangelio era un leproso que perdió las dos
piernas y parte de un brazo. El leproso aceptó a Cristo y Tipton le enseñó
algunos versículos de la Biblia y algunos himnos para que cantara.
Tipton tuvo que viajar y regresó un mes después. Cuando volvió, encontró un
número de personas reunidas cantando los himnos que les enseñó el leproso.
Cuando Tipton investigó lo sucedido durante su ausencia, le dijeron que el
leproso fue arrastrándose de cabaña en cabaña, usando apenas un brazo que
todavía tenía, y en cada una les había hablado del amor de Cristo y del
evangelio de salvación. ¡Qué entrega tan extraordinaria! El leproso fue en
busca de los tesoros escondidos, pues él mismo era un tesoro que estaba
escondido y que fue encontrado. Es increíble que los cristianos teniendo dos
piernas y dos brazos carezcan de la pasión para testificar como la del leproso.
¿Alguna vez has oído hablar de Nick de Australia? Nicholas James Vujicic,
más conocido como Nick, es un evangelista internacional y motivador
australiano, de descendencia serbia, que nació sin los dos brazos y las dos
piernas. Ha viajado alrededor del mundo presentando el evangelio y el amor
de Cristo. ¿Y tú que tienes dos piernas y dos brazos qué estás haciendo para
el Señor? ¡Que Dios tenga misericordia de nosotros!
LA PASIÓN POR EL MINISTERIO CARCELARIO
La Palabra de Dios nos enseña acerca de la pasión que, como cristianos,
debemos tener por quienes se encuentran privados de su libertad física. Por
eso, entre otras cosas, afirma:
Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con
ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis
en el cuerpo.
Hebreos 13:3
En nuestro ministerio, casi a diario recibimos cartas de los hermanos que
están en las cárceles. Al leerlas, a Dámaris le corren las lágrimas por leer
sobre sus problemas y por el amor que sienten por la Palabra de Dios, la
Biblia; después, me pasa las cartas a mí. Durante muchísimos años, nuestro
ministerio ha enviado material gratuito a las prisiones, pues creemos que son
«tesoros escondidos» y que todavía muchos están en «tinieblas». ¡El
resultado ha sido extraordinario! Hemos enviado Biblias regulares, Biblias de
estudio, como la Biblia Plenitud, y las que se publican de forma exclusiva
para los presos llamada Libre entre rejas: La Biblia. Los hermanos se reúnen
en estudios bíblicos y necesitan Biblias, así que se las enviamos con gusto.
También les hemos enviado todos los libros que hemos escrito, y los DVD se
los enviamos a los capellanes para que se los pasen a ellos y así escuchen la
Palabra de Dios.
Es interesante notar que muchos cristianos que están libres no tienen el amor
ni el deseo de leer la Biblia, mientras que los presos la consideran un tesoro
de mucho valor. Hemos recibido fotos, cartas y testimonios de varios
centenares de presos que se salvaron, restauraron y liberaron de manera
espiritual gracias al gran poder de Cristo. Un hermano nos escribió
diciéndonos que le envió una carta a cierto ministerio pidiendo una Biblia y
que, en respuesta, este «ministerio» le envió un «catálogo» para que
comprara la Biblia y otros materiales.
¿Cómo es posible algo semejante? ¿No se dan cuenta que el hermano está
preso y no puede comprar una Biblia? Nosotros le enviamos la Biblia y
nuestros libros. Después de un tiempo, nos escribió diciendo: «Muchas
gracias por enviarme la Biblia y sus libros, han cambiado mi vida. Estoy
preso físicamente, pero libre en el Espíritu». Otro hermano nos escribió:
Hermano Yrion:
Nunca deje de escribir. Usted no tiene idea del gran número de
personas que se han convertido y del ejército de ministros que Dios
está levantando aquí en la cárcel a través de sus libros para predicar.
Siga adelante.
Junto con su carta nos envió fotos de los hermanos alabando al Señor en sus
cultos en la prisión. Después, cuando salió en libertad, me llamó por teléfono.
En nuestra conversación me contó de la gran bendición que han sido las
Biblias que les enviamos. Además, me dijo cómo el Señor ha usado nuestros
libros para transformar vidas por el poder de la Palabra escrita. Así que me
repitió de nuevo: «¡Nunca deje de escribir!». Qué hermoso es oír estos
testimonios que nos animan a seguir adelante. Es más, tenemos miles de
cartas y testimonios de lo que Dios ha hecho en las prisiones. ¡Alabado sea el
Señor! ¿Y cuál es ese ejército? Se trata del ejército que describió antes el
hermano. Así que somos parte de esta gran cosecha de almas y de una
generación de ministros que se están levantando «detrás de las paredes de la
prisión».
Muchas de las cartas que hemos recibido de los presos son para pedir
materiales, pero también recibimos otras de agradecimiento. El 24 de
diciembre de 2017 nos llegó un correo electrónico de un expresidiario que ya
estaba en libertad y nos decía:
Muchas gracias por todo su apoyo. Hay miles de personas en la prisión
que su ministerio ha ayudado como no se imaginan. Los libros que
envían gratis a la prisión son de gran bendición. Yo estuve preso
noventa meses, y fui testigo de cómo sus libros han ayudado a miles de
prisioneros. Así que puedo decir: «Estuve en prisión y ustedes me
visitaron. Tuve hambre y me dieron de comer alimento espiritual con
sus libros». Muchas gracias, pastor Josué Yrion. Lo amo. Jesucristo le
bendiga en gran medida.
Más adelante, el 26 de febrero de 2018, este hermano nos envió otro correo
electrónico que dice:
Su ministerio ha sido de mucha bendición para todos los presos que
recibimos este material gratis junto con las Biblias. Esos libros los
utilicé para discipular a otros presos; y muchos, después de leer un
libro, me preguntaban si podía regalárselo, así que se los obsequiaba.
Después, les proporcionaba la dirección y, uno tras otro, me pedían el
material. No saben cuánto ayudaron a miles de presos. Muchas gracias
por toda su ayuda.
Por favor, no dejen de hacer esto. Todavía hay muchas personas en la
prisión que necesitan este material. Antes, había personas que no
querían saber nada de Dios, pero a través de sus libros, pastor Yrion,
muchas almas vinieron a los pies de Jesucristo. Muchas gracias.
Pastor Ubaldo Sierra Briones
¿Lo ves? Ayudamos a este hermano cuando estaba preso y hoy es pastor.
Este es el fruto que hemos visto. Además, al igual que él, hay muchísimos
otros. Cuando escribió: «Sus libros han ayudado a miles de prisioneros»,
¿esto no fue lo que el hermano Bill Yount dijo del gran ejército que vio?
¡Somos parte de esto! ¡Alabado sea el Señor!
El ministerio carcelario ha afrontado varias oposiciones y diversos
obstáculos. Creo que uno de estos es por la falta de iniciativa, compasión y
misericordia por parte de la iglesia y del pueblo de Dios. Creo que uno de los
impedimentos es que muchas iglesias no sienten el gozo ni la alegría de
visitar y evangelizar a los presos, excepto por los familiares, por supuesto.
Creo que no han tenido la actitud de ser agradecidos con el Señor por lo que
Él ha hecho en sus vidas y de ser de bendición a quienes lo necesitan. A esto
le llamamos ingratitud. Creo que la barrera está en que todavía no han
desarrollado una medida de compasión por medio de la cruz de Cristo y, por
lo tanto, no ven la necesidad de amar, cuidar y bendecir a estas
desafortunadas personas que están detenidas.
Muchos de los estorbos desaparecerían si la iglesia amara como Jesús. Sin
embargo, lo cierto es que no llevamos a cabo este ministerio de misericordia
y compasión. La dificultad reside en nosotros mismos que ponemos
limitaciones a lo que Dios desea hacer, de modo que muchos de los
programas semanales de nuestras iglesias no incluyen el ministerio carcelario,
porque tal vez no haya cristianos dispuestos a iniciarlo ni a tomar las riendas
de esta gran tarea de visitar y testificarles a los presos. El mismo Jesús nos
advirtió que esta actitud se condenará en el juicio final de las naciones (Mt
25:36, 42).
En cierta ocasión, un hombre estaba muy lejos de su casa y por eso
necesitaba ayuda. Alguien, con mucho cariño y generosidad, le extendió la
mano y le ayudó. El hombre que recibió la ayuda le dijo a este buen
samaritano: «Cuando visite mi ciudad, trate de localizarme, por favor. Tendré
un gusto enorme en retribuir lo que usted hizo por mí». El ayudador, con un
semblante alegre, le contestó: «No, no espere por mí. Cuando alguien lo
necesite de la misma manera que usted lo necesitó de mí ahora, atienda a esa
persona y me estará retribuyendo el favor que le hice».
¿Lo ves? Debemos hacerles a los demás lo que el Señor hizo con nosotros al
transformar nuestra vida. ¡Es una cuestión de compasión! Como Donald G.
McGavran, que fue hijo y nieto de misioneros en la India y que deseaba ver
una evangelización eficaz de parte de cada cristiano mediante la compasión,
dijo:
Dios misericordioso, tú eres todo el amor que nos envuelve [...] Entre
todas las miles de piezas del mosaico humano, toca nuestros ojos para
que podamos ver la verdad, y toca nuestros corazones, y el acero de
nuestra voluntad, a fin de que podamos arder de compasión, buen
Señor, para que podamos hacer esas cosas que sabemos que debemos
hacer.
Con estas palabras, McGavran se refería a «las miles de partes del mosaico
humano», a las vidas rotas, despedazadas, tristes, angustiadas, sin Dios y sin
esperanza. Siempre abogó por la responsabilidad de la iglesia en alcanzar al
perdido y establecerle en una iglesia local. Estas vidas son tanto nuestros
hermanos que están presos por alguna cosa que hicieron, como todos los
demás que, a pesar de que disfrutan de libertad física, están en su misma
situación al no conocer a Jesús como su Salvador. El gran misionero a los
indios aucas, Nate Saint, también habló sobre la compasión:
Que nosotros, los que conocemos a Cristo, escuchemos el clamor de
los condenados cuando se precipitan hacia una noche sin Cristo sin
siquiera tener una oportunidad. Que nos mueva la compasión como
nuestro Señor. Que derramemos lágrimas de arrepentimiento por estos
que no hemos podido sacar de las tinieblas [...] Que Dios nos dé una
nueva visión de su voluntad con respecto a los perdidos y nuestra
responsabilidad.
En cuanto a este tema, mi opinión es que podamos ser cristianos llenos de
compasión en nuestros corazones. Así que, como hijos de Dios, debemos
amar a la población carcelaria. Que podamos ser amables, gentiles y
generosos con estas personas menos afortunadas que nosotros. Tal vez la
única manera de que vean el amor de Cristo sea a través de nuestras vidas,
actitudes y testimonios. Que podamos brillar al hacer las obras de amor y
compasión como dijo Jesús (Mt 5:16). Recuerda, no somos salvos «por»
obras (Ef 2:8-9), pero sí somos salvos para «hacer» buenas obras (Ef 2:10).
LA PASIÓN NECESARIA Y LA COMPASIÓN REQUERIDA
El Señor nos dice bien claro que necesitamos pasión al testificar, al igual que
la tuvo el apóstol Pablo (lee Hch 20:18-21). Ahora bien, esta tarea requiere
que también la pongamos en práctica entre los presidiarios y, para eso,
debemos sentir «compasión». En la Epístola a los Hebreos, se alienta a los
primeros cristianos que recuerden los días pasados, pues en medio de sus
tribulaciones, fueron capaces de sentir compasión por quienes estaban
privados de su libertad física: «Porque de los presos también os
compadecisteis» (10:34).
Durante sus años de estudiante en la Universidad de Oxford, Juan Wesley
siempre dedicó parte de su tiempo para ministrar a los que estaban en prisión.
Más tarde, durante el gran avivamiento de la década de 1730 en Inglaterra,
Juan y Carlos Wesley, así como Jorge Whitefield, desempeñaron un papel
muy importante que no solo transformó sus almas, sino también a la
sociedad. Este avivamiento se centró en las personas que ya eran miembros
de la iglesia, y lo vemos reflejado en las dos cosas que sucedieron: Volvieron
a predicar bíblicamente, y hubo un gran despertar en cuanto a la
responsabilidad social de la iglesia hacia la gente necesitada.
Esto llevó al célebre filántropo inglés, John Howard, a visitar las prisiones
con un corazón lleno de compasión. Es evidente que trabajó sin descanso y
de manera apasionada y compasiva, pues su influencia fue crucial en la
reforma penitenciaria europea de finales del siglo XVIII. Como resultado, el
Parlamento Británico realizó dos reformas que mejoraron las condiciones
sanitarias y el cuidado de la salud de los presos.
No solo debemos hablarles a los presos acerca del amor y de la compasión de
Dios, tenemos que ser un reflejo de ese amor y esa compasión. Es más,
tenemos que pensar en que si el padre de la familia era el único proveedor y
ahora está preso, toda la familia está afectada y debemos ayudar en las
necesidades básicas tanto de los presos como de sus familias. Me acuerdo de
una vez en que un preso nos escribió pidiendo ropas, camisas, cinto, ropa
interior, pantalón, medias, etc. ¿La razón? Iba a salir en libertad y no tenía
nada que ponerse. ¡Se lo enviamos!
La iglesia debe visitar las prisiones, pero también necesita sentir compasión
por los familiares que están fuera de la cárcel, pues uno de sus familiares está
detenido. Cuando alguien en la cárcel se entrega a Cristo, la iglesia carcelaria,
o la iglesia local, necesita ayudarle en su crecimiento en la fe. De ahí que sea
imperativo que la iglesia visite al preso con pasión, determinación y
compasión, a fin de apoyarle en su nuevo caminar con el Señor, a la vez que
contribuye en suplirle las necesidades básicas de la vida. ¿Por qué? Porque
quizá esté solo y sus familiares vivan en su país de origen, como son los
relatos de muchas cartas que recibimos.
Recuerda lo que hablamos en el capítulo 9 acerca de la compasión de Jesús.
Incluso, vemos que la puso en práctica de muchas maneras, como en el caso
de un leproso:
Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo:
Quiero, sé limpio.
Marcos 1:41
Jesús tuvo misericordia, palabra que es sinónima de «compasión». Entonces,
veamos lo siguiente:
1. Él leproso vino a Jesús: Muchos presos vienen a Cristo.
2. El leproso se humilló, pues vino de rodillas: Muchos presos se
humillan y encuentran a Cristo.
3. Jesús tocó al hombre y fue limpio de su lepra: Muchos presos
quedan limpios de la lepra del pecado por la sangre de Cristo y son
restaurados.
¿A qué se debe todo esto? ¡A la compasión de Jesús! ¿Por qué? Porque Jesús
mismo dijo que quería verlo limpio de su lepra. También el Señor desea que
los presos sean perdonados y limpios de la lepra destructiva del pecado. Son
tesoros escondidos que Él usará en gran medida para testificar y predicar.
El Dr. Billy (Jang-hwan) Kim, de Seúl, Corea del Sur, más conocido como el
pastor Billy King, nos relata la siguiente historia:
En Corea del Sur, un joven mató a diecisiete personas, así que lo
arrestaron, juzgaron y sentenciaron a la pena de muerte. Mientras
estaba en el corredor de la muerte, una cristiana lo visitó en la cárcel.
Al principio, no respondió a su visita. Después, cuando tenía hambre,
la mujer le enviaba comida. Cuando tenía frío, ella le enviaba ropa
caliente. Cuando quería algún dulce, ella le enviaba chocolate. Durante
las Navidades, le envió una tarjeta muy hermosa expresándole su
atención y amor cristianos. Por fin un día, el joven se quebrantó, se
humilló y recibió a Cristo como su Salvador personal. Antes de
marchar a la horca, le escribió once cartas a esta hermana cristiana
diciéndole que había confiado en Cristo y que creía firmemente que
Dios lo había perdonado. Antes de su ejecución, los oficiales le
preguntaron si quería decir algunas últimas palabras. Aprovechando el
momento, dijo: «Señores, he aceptado a Cristo como mi Salvador. Hoy
voy a encontrarme con el Señor Jesucristo. Mi deseo es que ustedes
también crean en Él para que nos podamos ver en el cielo».
Este joven tuvo la oportunidad de evangelizar y testificarles del Señor a
muchos guardias y reclusos antes de cumplir su condena. ¡Aleluya! Ese es el
amor de Dios que perdona y salva a un asesino y criminal. La pasión de esta
hermana por Cristo y testificar de Él, así como la compasión de su corazón y
su amabilidad, alcanzaron a este joven para que le entregara su vida al Señor.
Hoy está en el cielo gracias a esta fiel y compasiva hermana. ¡Oh, cuánto
necesita de esto la iglesia hoy! Bien decía David Sills sobre el testimonio y la
compasión:
Todo creyente debe comprender y aceptar la Gran Comisión, los
Grandes Mandamientos y la Gran Compasión. También son
componentes importantes cuando se busca evidencia de un llamado
misionero. Al examinar tu corazón en busca de evidencia de un
llamado misionero, busca una carga para cumplir con la Gran
Comisión y obedecer los Grandes Mandamientos guiado por la Gran
Compasión8.
En cierta ocasión, un misionero caminaba por una calle durante un muy
rigoroso invierno y se encontró con un mendigo que pedía limosnas. Se dio
cuenta que el pobre hombre se estaba congelando. Entonces, el misionero le
dio al hombre lo que tenía. Se quitó el abrigo y, dándoselo, cubrió al hombre.
Esa noche el misionero tuvo un sueño. Vio el cielo abierto y a Cristo sentado
en su trono. Uno de los ángeles le preguntó al Señor: «¿Por qué estás vestido
con ese abrigo?». De inmediato el Señor respondió: «¡Porque mi siervo lo
regaló para mí!».
¿Ves, hermano? Cualquier cosa que hagamos para demostrarles humanidad y
caridad a los demás lo hacemos para el Señor y no para los hombres. Al igual
que la hermana en Corea del Sur lo hizo al visitar en la prisión al joven
condenado a muerte, este misionero lo hizo al demostrarle el amor, la
misericordia y la compasión de Cristo a este pobre mendigo. ¿Tú y yo
hacemos lo mismo? ¡Cuántas personas en las cárceles sienten frío debido a
que necesitan un abrigo! Lo cierto es que lo que nos sobra a nosotros, les
falta a ellos. Tengamos compasión por los demás y demostrémosles el amor
que sentimos por el Señor, a fin de no caer en lo que señalara William
Wilberforce en esta cita:
Si no hay un amor apasionado por Cristo en el centro de todo, solo
produciremos un tintineo y nos abriremos paso a través del mundo
haciendo ruido a medida que avanzamos.
LA PASIÓN POR DAR LO MEJOR DE NOSOTROS
Todos sabemos que junto a Jesús crucificaron también a dos ladrones: uno a
su derecha y el otro a su izquierda. Debido a la reacción de ambos, hubo dos
respuestas diferentes, pues uno rechazó al Señor, mientras que el otro se
convirtió. Alabamos a Dios por ese ladrón que se humilló y reconoció su
error al escuchar las palabras de Cristo que le afirmaron: «Hoy estarás
conmigo en el paraíso» (Lc 23:43).
En la actualidad, todavía el Señor sigue salvando a quienes se arrepienten
aunque sea en el último minuto de su vida. La autora Joannie Yoder (1934-
2004) escribió sobre esto en la revista Nuestro Pan Diario:
Una de estas personas fue Lester Ezzel, que estaba en el corredor de la
muerte en la Florida. Cuando su antiguo maestro de la Escuela
Dominical, Curtis Oakes, viajó más de mil doscientos kilómetros para
visitarlo en la prisión, Lester le dijo: «Usted no se rinde, ¿verdad?».
Aunque Lester todavía no quería escuchar del evangelio, Curtis le dio
un Nuevo Testamento y lo instó a que lo leyera.
Más tarde, Lester le escribió varias cartas a Curtis. La primera le daba
la noticia de su conversión. Su última carta, a principios de 1957,
decía: «Para cuando reciba esta, ya me habrán quitado la vida. Habré
pagado por el error que cometí. Aun así, deseo que sepa esto: Con ese
pequeño Nuevo Testamento, y por la gracia de Dios, he guiado a
cuarenta y siete personas al conocimiento salvador de Jesucristo. Solo
le agradezco por no rendirse».
Cuando les testificamos a otros acerca de Jesucristo, algunos quizá no
se arrepientan hasta tarde en la vida. Entonces, nunca nos rindamos con
nadie.
Como ves, hermano, cuando testificamos acerca del Señor, ya sea a los
presos o a cualquier otra persona, algunos tal vez se conviertan más tarde
durante su vida. Así que nunca debemos desistir de alguien. Siempre tenemos
que evangelizar, predicar y testificar, pues todos tenemos el llamado a hablar
del Señor. ¡Imagínate qué hubiera pasado si ese maestro de la Escuela
Dominical no se hubiera esforzado, viajado, hablado del evangelio y regalado
un Nuevo Testamento a este hombre! ¿Dónde estaría hoy? ¡Perdido! Sin
embargo, Curtis Oakes se preocupó por Lester Ezzel, le buscó y le testificó
del amor del Salvador. Por eso tenemos que darles de lo mejor de nosotros a
los demás.
Se cuenta que un capellán hablaba con un soldado en una cama de un
hospital. El capellán le dijo: «Usted perdió un brazo, pero fue por una gran
causa». Entonces, el soldado le contestó con una sonrisa: «¡No, yo no lo
perdí, yo lo di». ¡Qué respuesta tan tremenda! Esta debe ser nuestra reacción
siempre. Pon esta palabra en tu corazón: No hemos perdido nada... ni tiempo,
ni dinero, ni recursos al testificar. Al contrario, hemos invertido, pues con
Dios no perdemos, sino que invertimos. Esa es la actitud adecuada. Esa es la
mentalidad apropiada. Esa es la motivación conveniente. Debemos dar de
nosotros mismos a los demás, ¡y servir!
La consagración de nuestra vida debe ser sin reserva y total. Esta fue la
manera en que el Señor usó a los grandes hombres del pasado, como a D.L.
Moody. Al referirse a este hombre de Dios, el afamado pastor, escritor y
educador R.A. Torrey dijo:
Lo primero que explica que Dios usara a D.L. Moody de una manera
tan poderosa es que fue un hombre rendido por completo. Cada gramo
de ese cuerpo de ciento veintisiete kilos le pertenecía a Dios; todo lo
que era, y todo lo que tenía, le pertenecía por entero a Dios.
Hermanos, ¡este es el secreto! Tenemos que tener una vida entregada y
consagrada al Señor, de modo que le rindamos a Él cada parte de nuestra
vida. En otras palabras, hacer siempre lo mejor para Él... ¡y esto incluye
testificarles a nuestros familiares!
LA PASIÓN POR GANAR A NUESTROS FAMILIARES
Al testificar, nuestra prioridad siempre debe ser nuestra casa y nuestros
familiares. Después, podemos testificarles a los demás, pues tenemos la
promesa que dice:
Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
Hechos 16:31
Basado en esta Palabra es que debemos testificarles a los miembros de
nuestra familia. Se sabe que la Sra. Mónica, la madre de Agustín de Hipona,
valoraba en gran medida el alma de su hijo y se lamentaba mucho por su
condición espiritual. Oraba por él, le hablaba y hasta le seguía físicamente.
Un cristiano, de quien buscó consejo, la animó a que siguiera orando y le
dijo: «Es imposible que un hijo de tantas lágrimas a su madre perezca»9.
Ustedes, mis queridos hermanos, sigan orando por sus cónyuges e hijos que
están lejos del Señor y, por supuesto, descarriados de su camino. Nosotros
recibimos muchas llamadas telefónicas, cartas y correos electrónicos de
hermanos pidiéndonos oración por sus familiares y hemos orado por ellos.
Varios han llamado o escrito de nuevo para contarnos el milagro que el Señor
hizo en la vida de sus seres queridos al salvarles, sanarles, restaurarles y
traerles de vuelta a Cristo. ¡Aleluya! Así que ora, ayuna, habla y testifica del
Señor. Luego, deja los resultados en las manos de Dios, pues de seguro que
Él hará el milagro. Spurgeon, hablando también sobre su fiel madre que
oraba y le enseñaba la Palabra, dijo:
Era costumbre los domingos por la noche, cuando éramos todavía
niños muy pequeños, que ella se quedara en casa con nosotros, y luego
nos sentábamos alrededor de la mesa, y leíamos versículo por versículo
la Biblia y ella nos explicaba las Escrituras. Después que terminaba
esto, empezaba su súplica [...] Ella nos preguntaba a cada uno de
nosotros cuánto tiempo pasaría hasta que buscáramos al Señor y nos
diéramos cuenta de nuestro estado espiritual. Entonces, venía la
oración de una madre, y algunas de las palabras de esa oración jamás
las olvidaremos ni aun cuando nuestro cabello se vuelva gris. Recuerdo
que, en una ocasión, oró así: «Ahora, Señor, si mis hijos continúan en
sus pecados, no será por ignorancia que perecerán, y mi alma testificará
pronto en su contra en el día del juicio si no se entregan a Cristo». Esa
idea de mi madre testificando en mi contra traspasó mi conciencia y
conmovió mi corazón10.
Hermanos, testifíquenles a sus hijos y enséñenles la Palabra. Así lo hizo
Dámaris con nuestros tesoros Kathryn y Joshua Jr. Mientras yo viajaba
alrededor del mundo ministrando, ella se quedaba y los instruía, les enseñaba,
les predicaba y les testificaba con las Escrituras. Hoy, son hijos sabios,
inteligentes y temerosos del Señor. Así que educa a tus hijos en el temor del
Señor, tal y como dice Efesios 6:1-4. (Puedes leer más acerca de la educación
de los hijos en mi libro La crisis en la familia de hoy). Además, no solo debes
testificarles a tus familiares e hijos, también necesitas hablarles a tus vecinos,
amigos y colegas del trabajo, así como a quienes viven en tu barrio o
vecindario. Es más, no solo debes hacerlo a nivel familiar, sino también
trabajar y testificar ayudando a tu pastor y a tu iglesia en la tarea de testificar.
El Dr. Lee Roberson, en su libro Touching Heaven, expresó:
Algunos cristianos nunca han tenido una carga real por las almas.
Cuando se salvaron, tuvieron un deseo temporal de ver a otros
convertidos. Hubo una breve preocupación por los miembros de sus
familias; entonces, esta preocupación desapareció. En tales casos,
nunca hubo una carga real de su parte por las almas de los demás.
Si no sientes una carga, haz lo siguiente: 1) Obtén una nueva visión de
nuestro Salvador muriendo por ti [...] 2) Lee tu Biblia y adquiere una
nueva visión de lo horrible del infierno eterno [...] 3) Ora por los
pecadores por nombre [...] 4) Prepárate para testificarles a los demás
cuando tengas oportunidad11.
Hermanos, para ganar a nuestros familiares y los demás, debemos empezar
con una carga, una pasión legítima, real y profunda de verles salvos.
LA PASIÓN DE LA IGLESIA LOCAL POR LA EVANGELIZACIÓN
En lo particular, he predicado alrededor del mundo en estadios, coliseos,
gimnasios, auditorios, centros de convenciones, campos abiertos, complejos
deportivos, parques, calles, etc., pero también he predicado, y predico, en
muchas iglesias, sin importar que sean grandes, medianas o pequeñas en
membresía. A las iglesias «pequeñas» o de «poca membresía», no
acostumbro llamarlas «pequeñas», sino «iglesias en crecimiento» o «iglesias
en desarrollo».
Muchas de estas iglesias en diversos lugares aquí en Estados Unidos, y en
todos los continentes del mundo, son conscientes que aunque tienen una
membresía limitada y pequeña en cuanto a números se refiere, y que a la vez
poseen recursos limitados, pueden hacer un gran impacto respecto a la
evangelización a nivel local, nacional y mundial.
Tenemos que testificar y predicar a quienes no conocen al Señor todavía. Al
menos hay diez maneras en las que cada cristiano puede llevar a cabo la tarea
de las misiones y la evangelización, y hacerla con pasión y amor para
alcanzar a las almas a través de su iglesia local. De seguro que hay más, pero
solo mencionaré diez. Entonces, las iglesias «pequeñas», «iglesias en
crecimiento» o «iglesias en desarrollo», se caracterizan por lo siguiente:
14. Estas iglesias tienen una gran pasión por promover las
misiones y la evangelización en su comunidad, así que tanto la
iglesia como su liderazgo poseen una visión global para extender
el Reino de Dios.
15. Estas iglesias sienten una gran pasión por las misiones y la
evangelización, y cierto número de sus miembros son parte de un
grupo dedicado de manera exclusiva a testificar para extender el
Reino de Dios.
16. Estas iglesias sienten una gran pasión por las misiones y la
evangelización, y afrontan pocos problemas administrativos, de
modo que pueden moverse con mucha rapidez para responder a las
oportunidades que se les presentan para extender el Reino de Dios.
17. Estas iglesias sienten una gran pasión por las misiones y la
evangelización, y casi todos sus miembros saben cómo contribuir
y dar para extender el Reino de Dios.
18. Estas iglesias sienten una gran pasión por las misiones y la
evangelización, y se les enseña a ser fieles en sus finanzas,
diezmos y ofrendas para extender el Reino de Dios.
19. Estas iglesias sienten una gran pasión por las misiones y la
evangelización, y no vacilan en responder a enormes desafíos,
pues aun con su limitada membresía se aventuran a hacer cosas
grandes para extender el Reino de Dios.
20. Estas iglesias sienten una gran pasión por las misiones y la
evangelización, y tienen un deseo profundo, real y genuino de
alcanzar al pecador, de ahí que trabajen sin descanso para extender
el Reino de Dios.
21. Estas iglesias sienten una gran pasión por las misiones y la
evangelización, y sus pastores son hombres y mujeres de fe que
con decisión y carácter están listos para extender el Reino de Dios.
22. Estas iglesias sienten una gran pasión por las misiones y la
evangelización, y junto con sus líderes están dispuestas a pagar el
precio en oración y ayuno para extender el Reino de Dios.
23. Estas iglesias sienten una gran pasión por las misiones y la
evangelización, y están llenas del Espíritu Santo al ser parte de un
avivamiento personal y corporativo para extender el Reino de
Dios.

En las iglesias pequeñas en membresía, a veces el director de la Escuela


Dominical es el presidente de los caballeros, o de las damas, o el líder del
grupo de jóvenes, o el tesorero o el secretario. Por otra parte, he comprobado
de primera mano que, en muchas partes del mundo, las complicaciones
administrativas, así como los problemas de las grandes juntas directivas y
ejecutivas, a menudo logran desanimar a las personas con un corazón
dispuesto para las misiones y la evangelización. Esto se debe a que les ponen
demasiados obstáculos, trabas y estorbos para que sirvan al Señor.
Nosotros tenemos que desafiar a las iglesias, a fin de que no piensen que, por
tener poca membresía, son incapaces de impactar al mundo para Cristo
mediante su disposición en el trabajo y el servicio para el Señor. ¡Muy por el
contrario! Todos nosotros podemos dar frutos que obren para la extensión del
Reino de Dios.
Lo que sucede es que cuando los líderes no tienen una visión global para las
misiones y la evangelización, la iglesia sufre daños. De modo que solo se
ponen a especular respecto a sus condiciones locales o a lo limitados que
están debido a su membresía. Sin embargo, lo que de veras necesitan es
madurar y tener una mentalidad abierta para transformar el mundo para
Cristo. Como resultado, tales iglesias serán osadas y valientes, no tendrán
temor o miedo, y experimentarán el crecimiento, tanto numérico como
espiritual, a la vez que verán la realidad de los milagros y las provisiones de
Dios en sus vidas. Por eso Pablo, que visitaba a menudo las iglesias, ya
fueran grandes, medianas o pequeñas, pudo afirmar:
Para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual
actúa poderosamente en mí.
Colosenses 1:29
¡Aleluya! Tenemos que trabajar, luchar y esforzarnos bajo la potencia o el
poder del Señor, lo cual actuará en nosotros en todo momento. En cuanto a
mí, he predicado y ministrado en muchísimas iglesias pequeñas a las que no
quieren ir un gran número de «predicadores» de hoy. Sin embargo, según mi
experiencia, estas iglesias, sus líderes y pastores están llenos del poder de
Dios, así como de amor por las almas perdidas. Tienen un corazón que se
desborda de generosidad al ofrendar para nuestro ministerio y las misiones
mundiales, de modo que nos apoyan y ayudan con las finanzas, pues son
parte de nuestro grupo de sembradores. Lo cierto es que muchos pastores de
iglesias grandes, medianas y pequeñas nos echan la mano para ayudarnos con
nuestros cincuenta y dos misioneros, y el Instituto Bíblico que tenemos en la
India. ¡Que Dios los bendiga, junto con sus familias e iglesias!
Ahora bien, no solo debemos tener una visión respecto al crecimiento de la
iglesia local, sino también invertir nuestras vidas, finanzas y esfuerzos a nivel
internacional en cuanto a las misiones y la evangelización global. Nuestra
meta debe ser la expansión del Reino de Dios en todas las naciones, ya sean
parte de la famosa Ventana 10/40 o en cualquier lugar del mundo. Sin duda,
¡podemos marcar la diferencia en las misiones y en la evangelización
mundial!
Hace algún tiempo, la revista Selecciones del Reader’s Digest publicó un
pequeño artículo sobre un grupo de gaviotas que morían de hambre. No
morían por falta de alimentos, sino porque habían perdido la habilidad de
pescar. Por años, dependieron de las sobras que caían de las redes de los
pescadores. Cuando estos dejaron el lugar y se marcharon, las gaviotas
empezaran a morir de hambre. Perdieron la destreza natural de pescar, pues
dejaron de usarla durante mucho tiempo. Es una regla de la naturaleza. Si no
usas lo que se te da, te lo quitarán.
Lo mismo les sucede a muchísimos cristianos que mueren de hambre
espiritual, debido a que perdieron la pasión y el deseo de ganar almas en la
evangelización. No se trata de que sus pastores, ya sean de iglesias grandes,
medianas o pequeñas, no les hayan dado la comida espiritual, pues las han
comido cada domingo, sino que perdieron su primer amor y no cultivaron su
pasión inicial por Cristo. Así que al no mantenerse activos ni preservar su
habilidad espiritual y natural como creyentes que es la de testificar y ganar
almas, se mueren poco a poco dentro de sus propias iglesias. Esta es la triste
realidad: El enfriamiento les llegó despacio cada día y, como resultado, están
secos, vacíos y muertos de hambre en lo espiritual. ¡Qué lástima!
John Piper, hablando sobre esta pasión que han perdido muchos cristianos,
afirmó:
Cuando la pasión por Dios es débil, el celo por las misiones será débil.
Las iglesias que no están centradas en la exaltación de la majestad y la
belleza de Dios no tendrán un deseo ferviente de «contar su gloria
entre las naciones» (Salmo 96:3)12.
LA PASIÓN POR ALCANZAR LAS NACIONES DE LA VENTANA 10/40
Según un estudio del Pew Forum Research Center, el treinta y uno por ciento
de la población mundial es cristiana: un total de dos mil doscientos millones
de personas13, en las que se incluyen a los católicos. En noviembre de 2017,
la población mundial ya era de siete mil trescientos cincuenta millones de
habitantes. Entonces, ¡imagínate el desafío que tenemos por alcanzar el
mundo para Cristo!
Debemos aceptar este esfuerzo de la evangelización, ya sea local o mundial,
pues reconocer el reto y negarse a obedecer el mandamiento de «ir a todo el
mundo» es contradictorio. Podemos «ir» nosotros mismos o colaborar con
nuestras finanzas para quienes ya están allá. Uno no puede creer de veras en
la resurrección de Cristo y, al mismo tiempo, no obedecer su mandato de
trabajar en las misiones cristianas que incluyen la evangelización en todas las
esferas sociales y en cualquier país. El arzobispo Richard Whately (1787-
1863) dijo: «Si tu religión es falsa, tienes que cambiarla. No obstante, si es
verdad, tienes que propagarla».
Estoy seguro que la iglesia primitiva, que cambió el mundo de su época,
estaría de acuerdo con Stephen Neill (1900-1984), obispo anglicano en la
India, cuando dijo:
La única razón de ser cristiano es la contundente convicción que la fe
cristiana es la verdad14.
Entonces, como el cristianismo es verdad, ¡tenemos que testificar y predicar
de esta verdad hasta lo último de la tierra! Es más, debemos darnos cuenta de
que hoy vivimos en un punto de la historia humana con oportunidades sin
precedentes para expandir la fe cristiana.
Sabemos que ningún país está cerrado para el comercio o el negocio. Aunque
muchos países estén cerrados al evangelio, incluso en estas naciones
«cerradas» para predicar en público les dan la «bienvenida a cristianos que
sean hombres de negocios o empresarios». Ante esto, es evidente que
tenemos grandes puertas y oportunidades abiertas, y muy buenas opciones
para que testifiquemos. Por eso necesitamos ayudar a los cristianos para que
entiendan que cada uno de nosotros tiene el llamado para testificar de nuestra
fe.
Piensa en lo que sucedería si cada creyente supiera que su profesión secular
puede ser la puerta que Dios quiere abrir al transformarla en la plataforma por
la cual Él quiere usar a tal persona. En medio de la tecnología tan avanzada
que tenemos hoy en el siglo XXI, todavía existen miles de grupos y tribus
que no se han alcanzado aún en muchas partes del mundo, lugares donde no
hay cristianos, iglesias, misioneros ni ningún tipo de testimonio del
evangelio. Muchos de los lugares no se han alcanzado debido a una razón:
Son lugares en los que, a pesar de que están abiertos al turismo, resultan muy
difíciles llegar con el evangelio, pues son tribus, pueblos y grupos étnicos
donde se prohíbe predicar debido a leyes gubernamentales en contra del
cristianismo.
Solo por mencionar el continente asiático, donde están casi todos nuestros
misioneros, hay una oposición terrible para evangelizar. Allí se encuentran
estructuradas tres de las diversas religiones más conocidas: El hinduismo, el
budismo y el islamismo. El cristiano común no sabe ni tiene idea de cuán
difícil es hacer un solo convertido para el Señor en Asia. Después de más de
quinientos años de trabajo misionero allí, el porcentaje de cristianos en Asia
es muy bajo con respecto a una población que abarca el ochenta y cuatro por
ciento del mundo. Aun así, el evangelio ha crecido mucho en este continente
en los últimos años. Incluso, algunos países asiáticos ya están enviando
misioneros al extranjero, como es el caso de Corea del Sur.
Además de estas tres religiones principales, sin contar el confucianismo, estas
religiones orientales tienen sus propios fundadores, filósofos, maestros,
sabios y reformadores. Poseen hermosos templos, altares, pagodas y
monasterios. Tienen sus propios hombres «santos», los cuales son sus líderes
religiosos llamados, entre otros, yoguis, faquires y gurús. También poseen
sus «sagradas escrituras», y sus «dioses» y «diosas» por millones. Muchas
veces he predicado en las naciones de Asia y es muy difícil ganar a una
persona para Jesús.
Ahora bien, si es tan difícil ganar a un budista o un hindú para Cristo, ¿qué
no será testificarle a un musulmán y ganarlo para Cristo? La mayoría son
inflexibles y están en contra del cristianismo de manera terminante. Respetan
a Jesús como profeta, hijo de María, pero no admiten ni aceptan su deidad,
muerte y, mucho menos, su resurrección corporal. Les enseñan que es una
herejía y blasfemia decir que Dios pudo tener un «hijo». Un misionero
veterano a los países árabes afirmó lo siguiente respecto a los musulmanes:
En algunos países del Oriente Medio las personas están tan cautivas
que, si un seguidor del islamismo cambiara de religión, de seguro que
tendría que romper su certificado de nacimiento, sus papeles de
ciudadanía, su registración para votar y su permiso de trabajo, y se
transformaría en una persona sin país o nacionalidad15.
Así que, hermanos, ganar un alma para el Señor en Asia o en el Oriente
Medio es muy difícil, pero no imposible. Además, lo que es imposible para
los hombres, es posible para Dios. ¡Lo podemos hacer! En estas naciones tan
difíciles es que se encuentra la Ventana 10/40, la parte del mundo donde
menos se conoce de Cristo. (En mi libro Heme aquí, Señor, envíame a mí,
hablo con más detalles acerca de la Ventana 10/40). Por lo tanto, tenemos que
preparar a los miembros de la iglesia y enviarlos a las naciones de la Ventana
10/40, a fin de ganar a los budistas, musulmanes e hindúes para Cristo, donde
viven millones de millones de personas que pertenecen a una infinidad de
falsas religiones, sectas y cultos «ancestrales», que hasta creen en la
«reencarnación», y que son contrarios a la Palabra de Dios. El pastor J.D.
Greear, hablando sobre la Ventana 10/40, dijo:
Los expertos en las misiones se refieren a la Ventana 10/40 que es la
parte del mundo menos evangelizada y alcanzada entre los grados de
latitud 10 y 40. Sin embargo, aquí vemos una cosa: Ya hay suficientes
cristianos viviendo en la Ventana 10/40 que pueden incrementar seis
veces más la fuerza misionera allá; es decir, en el caso de que los
cristianos estuvieran dispuestos a hacer discípulos. Si sumas los
misioneros cristianos de todas las denominaciones y de las agencias
misioneras en la Ventana 10/40, tendremos unos cuarenta mil
misioneros. El número de estadounidenses trabajando en empleos
seculares en la Ventana 10/40 es de unos dos millones. Alrededor del
treinta y cinco por ciento de ellos se identifican como «cristianos
nacidos de nuevo». Si un tercio de este número fuera eficiente en su fe
e hiciera discípulos, esto aumentaría el número de evangelistas y
misioneros cristianos en primera línea de cuarenta mil a doscientos
cuarenta mil, sin costarles a las agencias misioneras ni un centavo. Para
los hombres de negocios y empresarios, la Ventana 10/40 no es una
ventana, sino una puerta que está abierta por completo16.
Como ves, hermano, aquí tenemos otro punto de vista diferente y válido en
cuanto a la Ventana 10/40. Según su opinión, las agencias misioneras están
gastando millones y millones de dólares para sostener a los misioneros allí,
mientras que ya hay suficientes cristianos para ganar esta parte del mundo
para Cristo si cada uno cumpliera con su responsabilidad de evangelizar y
hacer discípulos. Otros expertos consideran que ya hay muchos cristianos
extranjeros y nativos que pueden alcanzar la Ventana 10/40. Es una cuestión
de visión, trabajo y dedicación de ambas partes. Recuerda lo que dijo Jesús
en cuanto a las misiones y la evangelización mundial:
Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para
testimonio a todas las naciones.
Mateo 24:14
¡En todas esas naciones se incluye la Ventana 10/40! ¡Se puede hacer! Todo
lo podemos hacer en Cristo (Flp 4:13). ¡Hay que trabajar! ¡Hay que invertir
nuestras vidas y finanzas! En un artículo, Cathy Ketcher escribió sobre Gary
y Janice Dickinson, misioneros de las Asambleas de Dios en el Congo, y su
pasión por predicar. Aquí solo tienes un resumen de sus palabras:
Estaban acostumbrados a las pruebas. Desde 1989, han afrontado
guerras civiles, enfermedades y oposición espiritual. Sin embargo,
fueron plantadores de iglesias en África. Cuando llegaron al Congo,
fundaron la Universidad de Kinshasa. Al presentarse la guerra civil,
tuvieron que evacuarlos. Mientras se preparaban para regresar, los
médicos descubrieron que Gary tenía una enfermedad seria en el
hígado. Entonces, en medio de las malas noticias, regresaron al Congo
en 1993.
En Pointe-Noire, una ciudad al sur del Congo en la costa del Atlántico,
los Dickinson empezaron a plantar iglesias y animar los grupos
pequeños de cristianos. Más tarde, comenzaron a ministrar a los
pigmeos que vivían a orillas del río Sangha.
En su primera visita, Gary dijo: «Después de un largo vuelo y más de
dos horas de navegar en canoa, por fin llegamos y predicamos a unos
doscientos pigmeos en sus aldeas. Más de treinta de ellos le entregaron
sus corazones a Cristo. ¿Qué tesoro en la tierra puede sustituir el gozo
que sentimos al llevarle a Cristo a alguien que nunca ha oído de Él?
Predico con todo mi corazón y con el sudor bajando por mi espalda
hasta llegar a mis zapatos, pero ver las almas satisfechas en el altar de
la oración aquí en el Congo, ¡eso sí que es satisfacción!»17.
Hermanos, ¡esto sí es pasión de ministrar donde Cristo no se conoce todavía!
Y esto es lo que hacen los misioneros en la famosa Ventana 10/40. ¡Qué
galardón tendrán de parte del Señor!
LA PASIÓN POR HACERLO TODO PARA DIOS EN EL ANONIMATO
El libro de los Hechos nos habla de la gran pasión que tuvieron los primeros
cristianos al anunciar, testificar y predicar el evangelio. Fue algo asombroso
lo que hicieron con tan pocos recursos que tenían disponibles y, en especial,
siempre corriendo el riesgo de la persecución. De estos primeros cristianos, el
libro de Hechos nos dice:
Poseían una impresionante y sin igual entrega, dedicación y pasión por
Cristo (5:42).
Iban por todas partes predicando el evangelio (8:1-4).
Felipe, el evangelista, fue a Samaria a predicar (Hch 8:5); más tarde,
realizó el «primer viaje misionero» cuando alcanzó al eunuco de
Etiopía para Cristo (Hch 8:26-39), y después fue predicando desde
Azoto hasta Cesarea (Hch 8:40).
La iglesia en Antioquía se transformó en el centro de actividades o cuartel
general de la obra misionera (cap. 15 en adelante).
Todo esto lo hicieron «hermanos» que Lucas ni siquiera se molestó en
nombrarlos, tal vez porque nadie sabría de quiénes estaría hablando. Apolos,
un laico, llevó el evangelio con pasión hasta Éfeso, y un «hermano
desconocido» estableció la iglesia en Roma. Estos hermanos no
evangelizaban en «viajes misioneros» formales. ¡Qué va! A pesar de eso, a
cualquier parte que iban, tenían la disposición de hacer discípulos, como ya
vimos en Hechos 8 y en los demás relatos de este mismo libro hasta el
capítulo 28. Ah, y recuerda que al final de Hechos 28 no hay un «amén»,
como es el caso de Apocalipsis 22:21. Así que la obra continúa hoy...
mañana... ¡y hasta que Cristo venga! ¡Aleluya!
Los primeros cristianos no tenían una organización misionera como las
agencias y ministerios que tenemos hoy y que vinieron después. El evangelio
lo predicaban hermanos laicos sin ningún recurso o preparación teológica,
sino solo con la verdad. Es más, no tenían bandera ni afiliación alguna, sino
que solo los impulsaba el amor por las almas perdidas. Estos seguidores de
Cristo viajaban por mar y tierra a todas las ciudades del Imperio romano,
pues querían que Dios los usara y, en efecto, Él los usaba. Dondequiera que
iban les hablaban con pasión de su fe a sus amigos, vecinos, desconocidos,
esclavos, soldados... ¡a cualquiera!
Para viajar en ese entonces, estos «evangelistas y misioneros laicos» del
primer siglo contaban con las buenas carreteras romanas que les facilitaban el
trabajo. Además, tenían la ventaja de hablar en griego y latín, y aprovechaban
cada oportunidad para testificar en los idiomas del Imperio sin ningún
problema, barrera o dificultad. Predicaban aun en medio de la persecución, y
por causa de esto, los inconversos se convertían al Señor cuando observaban
su osadía y valentía.
La primera ola o generación de cristianos hizo temblar las estructuras del
Imperio, porque tenían una pasión inigualable, una entrega total y un amor
por Cristo extraordinario. Lo más sorprendente es que ninguno de ellos se
preocupaba de quién se llevaría el crédito por sus esfuerzos, pues lo hacían en
el «anonimato» y para el «Señor», como bien dijera Stephen Neill:
Nada es más notable que el anonimato de estos primeros misioneros
[...] Lucas no menciona el nombre de ni siquiera uno de estos pioneros
que pusieron los fundamentos. Pocas, y si algunas, de las grandes
iglesias fueron fundadas en realidad por los apóstoles. Quizá Pedro y
Pablo organizaran la iglesia en Roma, pero de seguro que no la
fundaron18.
Hermanos, ¿no es fenomenal esto? Esos primeros cristianos vivían y
trabajaban en el anonimato sin tener el más mínimo deseo de reconocimiento.
Sin embargo, es asombroso lo que sucede hoy en día, pues es evidente que la
soberbia, el orgullo y la prepotencia «intelectual» en diversos «círculos
cristianos» provocan que muchos «ministerios» deseen recibir el
reconocimiento público de lo que realizan, en lugar de trabajar para la
extensión del Reino de Dios, y que solo sea para la honra y gloria del Señor
(Col 3:23-24). ¡Qué lástima! ¡Evita a tales personas, vive apasionado por
Cristo y sírvelo solo a Él!
Refiriéndose a servir solo a Cristo, y a que hagamos todo en el anonimato y
con pasión por el Señor, John Piper dijo:
Dios nos llama, sobre todo, a que seamos personas con el deseo de ver
la Supremacía de Dios en todos los aspectos de la vida. Si no hemos
sentido la magnificencia de Cristo, no podremos llegar a la
magnificencia de la causa misionera. Si no vemos a Dios como un Dios
grande, no tendremos una gran visión misionera. Si nuestra mayor
pasión no es adorar a Dios, no trabajaremos con pasión para que el
mundo le adore19.
En cierta iglesia, después del servicio, una joven buscó al pastor y le dijo.
«Yo deseo servir al Señor. ¿Usted pudiera indicarme algún cargo en la
iglesia?». El pastor se alegró al ver la disponibilidad de la joven en participar
de los cultos y donar de su tiempo. Se trataba de la persona indicada para el
ministerio de enseñanza de la iglesia, a fin de coordinar las clases bíblicas,
tanto de los niños como de los adultos. Seis meses después, la joven buscó de
nuevo al pastor y le dijo que ya no deseaba hacer ese trabajo. El pastor le
pregunto: «¿Por qué no quiere continuar? He oído que todo está muy bien
organizado y que estás haciendo un trabajo muy bueno». La respuesta de la
joven fue: «Es que no tengo la oportunidad de presentar mi trabajo en público
durante los cultos como los demás hermanos que reciben elogios de todos».
Hermanos, este es el problema del ser humano, y hasta de muchos cristianos:
Recibir el reconocimiento y el aplauso delante de todos. ¡Qué vanidoso es el
corazón! ¡Ten cuidado con esto!
LA PASIÓN POR SERVIR AL SEÑOR DONDE ÉL QUIERA
Debemos estar dispuestos a trabajar, ocuparnos y servir al Señor en el lugar
que Él crea adecuado para nosotros. Todos tenemos dones y habilidades
diferentes y formamos parte del cuerpo de Cristo en esta maravillosa tarea de
testificar del evangelio. Cada cosa que hagamos tiene que ser para Él de
modo que su Nombre sea conocido dondequiera que nos ponga. Por eso,
tenemos que comprometernos a realizarlo todo con pasión, determinación y
entrega para Él, sin medir esfuerzos de nuestra parte. Hay que sacrificar todo
con el fin de ganar y alcanzar a los perdidos. Debemos ser cristianos
visionarios, con una mente abierta, y aunque trabajemos en nuestra localidad,
tenemos que pensar de manera global.
Solo el evangelio es la verdad, y solo Cristo puede salvar, sanar, restaurar y
llamar a una persona para que lo sirva. Así que nosotros somos los
mensajeros de la compasión, del amor y de la abnegación que demostró
nuestro Señor. William Carey, el padre de las misiones modernas, dijo estas
famosas palabras:
«Esperad grandes cosas de Dios, emprended grandes cosas por Dios».
Es importante que analicemos el orden de la declaración de Carey:
Primero: Se esperan grandes cosas de Dios.
Segundo: Se emprenden grandes cosas debido a lo grande que se espera
de Dios.
Tercero: Se esperan grandes cosas de Dios que vienen de entender el
evangelio.
Cuarto: En el evangelio vemos las grandes cosas que se esperan y la
disponibilidad de Cristo cuando emprendemos la tarea de salvar a
otros.
Quinto: Todo esto nos mueve a preguntarle a Dios: «¿Qué esperas en
cuanto a mi vida? ¿Cómo puedo emprender grandes cosas por ti?
¿Dónde quieres que te sirva?».
Estas últimas preguntas son muy válidas. Ahora bien, respecto a servir al
Señor donde Él quiera y sobre la abnegación de los misioneros pioneros en
tierras extranjeras, Samuel M. Zwemer (1867-1952), quien fuera misionero
entre los musulmanes, comentó:
Todos los grandes misioneros pioneros «invirtieron la nostalgia» por
esta pasión de llamar su hogar a ese país que más necesitaba del
evangelio. En esta pasión, todas las otras pasiones murieron; antes de
esta visión, todas las otras visiones se desvanecieron; este llamado,
ahogó todas las otras voces. Fueron los pioneros del Reino, los que
abrieron la marcha de Dios, ansiosos por cruzar las fronteras y
descubrir nuevas tierras o ganar nuevos imperios.
Vernon Mortenson, quien fue el director general de la Misión Alianza
Evangélica (TEAM, por sus siglas en inglés), hizo la siguiente analogía en
cuanto a la evangelización y sus diferentes formas:
Un hospital es muchas cosas. Es un hotel donde las personas deben
alojarse cómodamente. Es un restaurante donde se sirven cientos de
comidas a diario. Es un centro de comunicaciones donde la centralita
maneja docenas de llamadas por hora. Es una oficina comercial donde
se guardan registros, cuentas, organigramas y descripciones de trabajo.
Es un centro de capacitación donde médicos, enfermeras y demás
personal médico desarrollan sus habilidades.
Sin embargo, por encima de todo, el hospital es un lugar donde las
personas se curan. El propósito de su existencia es la sanidad del
cuerpo. Por lo tanto, en el centro de todas sus diversas actividades está
el trabajo del cirujano y otros especialistas médicos. Todas las demás
actividades serían en vano e inútiles si no incrementaran la habilidad
del médico.
El trabajo misionero también es un montón de cosas. Es una
combinación de las habilidades de muchos oficios y profesiones. Es un
edificio, porque se deben construir casas, iglesias, escuelas y
hospitales. Es lingüístico, porque los idiomas deben reducirse a
escritura, gramáticas y diccionarios compilados y traducciones
realizadas. Es un trabajo médico, porque las personas padecen una gran
variedad de enfermedades que socavan su fortaleza y las llevan a una
tumba temprana.
Es una administración comercial, porque se deben atender las finanzas,
se debe asignar y dirigir al personal, y se debe evaluar el trabajo. Es un
trabajo de socorro [de ayuda humanitaria], porque las hambrunas
plagan el mundo y las calamidades naturales afectan a un gran número
de personas. Es educación, porque millones no tienen otra oportunidad
de salir de la ignorancia y la pobreza.
Sin embargo, por encima de todo, su propósito indispensable es la
predicación de la salvación por medio de Jesucristo, a fin de que se
satisfaga la necesidad espiritual extrema del ser humano. Es el
discipulado de los conversos para que a su vez puedan ministrar a las
almas que los rodean20.
Hermanos, al igual que en un hospital los más importantes son el médico y el
cirujano, el hospital en el que nosotros trabajamos, en el sentido espiritual, es
de muchísima más importancia, pues es para la salvación y restauración de
las almas de las personas. Uno es físico y el otro es espiritual. Del mismo
modo que muchas personas en diversas posiciones diferentes trabajan en un
hospital, también nosotros en la iglesia tenemos varias funciones diferentes,
con dones y capacidades distintas, para servir al Señor en lugares que Él
decida y de la manera que crea conveniente. Solo Él sabe dónde nos necesita
y el lugar en el que seremos de bendición a los demás.
En la Iglesia de Cristo hay ministros, pastores, evangelistas, misioneros,
líderes de diferentes departamentos, diáconos, ancianos, servidores, maestros,
cantantes, escritores, directores, supervisores, presbíteros, superintendentes,
porteros, secretarias, tesoreras, conserjes, etc., y también otras posiciones con
diferentes nombres y obligaciones. Todos somos útiles para Dios. Nadie
puede decir que Él no lo puede usar. Lo importante es saber dónde nos
quiere, a fin de servirlo y amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y
espíritu.
Recuerda que solo tenemos una vida terrenal para vivir. Por eso hay que
hacer lo mejor para Dios ahora y no dejarlo para mañana. Servirlo como lo
hizo C.T. Studd, quien tenía una gran pasión por Cristo, pues dedicó toda su
vida solo para el Señor. Studd nació en una familia rica en Inglaterra y cursó
estudios en Cambridge. A los veinticinco años, renunció a una fortuna dejada
por su padre de unos veinticinco millones de dólares y la donó a varios
ministerios de la época. A partir de allí, confió en Dios para que supliera
todas sus necesidades. Y el Señor le respaldó. Consagró diez años de su vida
a China, más de seis años a la India, y con su poca salud, todavía dio sus
últimos veintiún años al Señor para África. Murió allí a los setenta y un años
de edad en julio de 1931. Escribió un famoso poema que en parte dice:
Solo una vida que pronto pasará,
Solo lo que se hace por Cristo permanecerá.
¡Qué tremendas palabras! Su pasión era testificar donde no se conocía a
Cristo todavía. ¡Esto es amar al Señor! Es servirlo con el corazón, pasión y
entrega. ¡Dios permita que podamos ser así! Ten la seguridad que tú también
puedes cambiar el mundo para Cristo.
Dos predicadores galeses viajaban juntos para un culto especial. Uno de los
dos, al ver al otro que tenía un bosquejo escrito y ya preparado para su
sermón, le dijo: «Usted no puede llevar el fuego en un pedazo de papel». A lo
que el otro contestó: «¡Es verdad! Aun así, usted puede usar el papel para
empezar un fuego».
Al igual que este predicador galés, tú puedes empezar un fuego y un
avivamiento espiritual cuando sirves al Señor en cualquier lugar que Él te
ponga. Solo necesitas estar dispuesto y hacerlo de corazón. De ahí que sea
importante tu disponibilidad para que Él te use donde lo decida. Entonces, si
te sometes a su voluntad y lo obedeces, ¡Él lo hará! Solo me queda decirte...
¡testifica!
Querido hermano, con estas palabras llegamos al final de esta tercera parte:
«El respaldo para testificar», así como al final de este libro. Vimos el ejemplo
de Cristo que necesitamos para testificar, la Gran Comisión, el desafío y la
pasión de Cristo para testificar. Espero que el Señor hablara a tu corazón en
cuanto a esta sublime tarea de testificar del evangelio de Cristo. Ahora, pon
esta Palabra en tu corazón:
El testigo verdadero libra las almas.
Proverbios 14:25a
¡Tenemos el llamado a testificar en verdad y librar las almas! Esta última y
tercera parte, desde el capítulo 9 hasta el 12, bien pudiera haberse llamado de
diversas maneras: «El gran ejemplo de Cristo para testificar»; «La Gran
Comisión al testificar»; «El gran desafío para testificar»; y «La gran pasión
por testificar». ¡Así que testifica! (Por favor, lee Hch 8:25; 10:42; 18:5;
20:21, 23; 1 Jn 1:2). ¡Y testifica del Señor a tiempo y fuera de tiempo!
¡Aleluya!
PALABRAS FINALES Y AGRADECIMIENTOS
Mi vida entera se la he dedicado al Señor mediante la evangelización y las
misiones mundiales, pues estas son mis pasiones. Las he transformado en la
causa de mi vida desde muy jovencito... No hay nadie que esté en cualquier
lugar junto a mí, o que se siente a mi lado en el avión, y no escuche acerca de
la Palabra de Dios. Claro, solo si las circunstancias me lo permiten. Por eso,
¡siempre testificaré! ¡Ya sea que la persona quiera escucharme o no! En el
caso de que no quiera escucharme, le digo: «¡Estaré orando por usted!».
¿Cuántas almas he ganado así, Dios mío? Solo tú lo sabes... Por eso tenemos
que testificar y mostrar la verdad de la manera adecuada.
Alguien dijo que la diferencia entre Hollywood y los cristianos es que
Hollywood presenta la ficción como si fuera verdad, mientras que nosotros
presentamos la verdad como si fuera ficción. ¡Esto no debe ser así! Tenemos
que presentar la verdad, que es Cristo; testificar de la verdad, que es Cristo; y
hablar de esta única verdad que puede salvar, que es Cristo. Además, tenemos
que estar listos para testificar y contestar a cualquiera que pida una
explicación de por qué somos cristianos, tal y como dice Pedro en este
pasaje:
Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y
reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay
en vosotros.
1 Pedro 3:15
Esto es con exactitud lo que he hecho. Por eso quiero decirte, mi hermano,
que no me da pena ni vergüenza. Tampoco tengo temor ni me dejo
impresionar por nadie al testificar. En el avión en Perú, al otro lado del
pasillo estaba el exalcalde y a mi lado una señora. Evangelicé a los dos al
mismo tiempo. Es cómico, porque en mi afán de ganarles para Cristo, y
debido a que el vuelo era corto de Trujillo a Lima, les hablaba a los dos al
mismo tiempo. Como resultado, a veces mezclaba la conversación, pues lo
que decía a uno era para el otro en realidad... Sin embargo, ¡lo hice!
¡Testifiqué!
Tengo un sinnúmero de experiencias similares alrededor del mundo. ¡Me
apasiona ganar las almas para Cristo! ¡No hay satisfacción y gozo que se le
iguale! Es una inversión para la eternidad. ¡Soy un ganador de almas nato! Y
este es el versículo que tengo en un pequeño cuadro en la mesita de noche de
mi cuarto y que lo leo cada noche al acostarme y cada día al levantarme:
Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo
en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor
no es en vano.
1 Corintios 15:58
¡Aleluya! Puedo decirte que he trabajado mucho, muchísimo... ¡y trabajaré
hasta que Él lo decida!
Ahora, por último, quiero darles las gracias por tomar de su valioso y
ocupado tiempo para leer esta obra literaria que escribí con mucho esfuerzo,
dedicación y entrega. Lo hice en medio de viajes, campañas, hoteles,
aeropuertos, dentro de los aviones y con mucho cansancio y agotamiento
físico. Por favor, les pido que oren por nosotros, por este siervo de Dios y
suyo, por mi querida esposa, Dámaris, y por los tesoros que Dios nos regaló:
Kathryn y Joshua Yrion. También les pido que oren por nuestro ministerio y
sus finanzas, y que lleven en oración a nuestros cincuenta y dos misioneros
que ayudamos a sostener financieramente en todos los continentes del
mundo, así como el Instituto Teológico que tenemos en la India, donde
preparamos a centenares de ministros, predicadores, evangelistas y pastores
para alcanzar a los países no evangelizados aún del Asia.
En los lazos del Calvario que nos unen, y con profundo agradecimiento a
Dios y a ustedes,
Rvdo. Josué Yrion
NOTAS
Introducción

1. La Ventana 10/40 es un término que acuñó el misionero y estratega


cristiano Luis Bush en 1990. La ventana forma una banda que abarca
la región del Sahara y el norte de África, así como casi toda Asia.
Alrededor de dos tercios de la población mundial vive en la Ventana
10/40. En este espacio geográfico se encuentran los más grandes
grupos de musulmanes, hindúes, budistas, animistas, judíos o ateos.
Por lo tanto, muchos gobiernos de esta región se oponen de manera
directa o indirecta a la obra cristiana dentro de sus fronteras. La
conclusión de nosotros los cristianos es que las personas que viven en
la Ventana 10/40 necesitan con urgencia que se envíen misioneros
para salvar sus almas de la perdición eterna.

Dedicatoria

1. Robert E. Speer, Christianity and the Nations, Revell, Nueva York,


1910, pp. 17-18.

Capítulo 1: La importancia de testificar

1. Michael Green, La evangelización en la Iglesia Primitiva, Wm. B.


Eerdmans Publishing Company, Grand Rapids, MI, 1997, p. 8.

2. J.I. Packer, El evangelismo y la soberanía de Dios, Publicaciones


Faro de Gracia, México DF, p. 41 (del original en inglés).
3. John Stott, La misión cristiana hoy, Ediciones Certeza, Buenos Aires,
Argentina, 1975, p. 40 (del original en inglés).
4. Ibidem.
5. Un análisis sobre los diferentes puntos de vista en cuanto a la ayuda
humanitaria que puede ofrecer la iglesia se encuentran en un artículo
de Ronald J. Sider, «Evangelism, Salvation and Social Justice», en
International Review of Missions, julio de 1975, pp. 251-255.
6. Orlando Costas, La iglesia y su misión evangelizadora, Editorial La
Aurora, Buenos Aires, Argentina, 1971.
7. K.P. Yohannan, Revolución en el mundo de las misiones, GFA
Books, división de Gospel for Asia, Carrollton, TX, 2001, pp. 115-
116.

Capítulo 2: La responsabilidad de testificar

1. J. Merle Davis, Sir Kenneth Grubb, International Missionary Council,


«Evangelism», The Madras Series, 1939, vol. III, p. 40.

2. Ibidem.

Capítulo 3: Métodos bíblicos de testificar

1. John E. Skoglung, To the Whole Creation, Judson Press, Valley


Forge, PA, 1962, p. 94.

2. M.K. Gandhi, Christian Missions: Their Place in India, Navajivan


Trust, Ahmedabad, Gujarat, 1957, p. 35.

Capítulo 4: La obediencia de testificar

1. John Sttot, Perspectives on the World Christian Movement, cuarta


edición, William Carey Library, Pasadena, CA, 2013, p. 21.
2. John E. Skoglung, To the Whole Creation, Judson Press, Valley
Forge, PA, 1962, p. 94.
3. James S. Stewart, Thine is the Kingdom, Scribner, Nueva York, 1957,
p. 11.
4. Frank S. Mead, The Encyclopedia of Religious Quotations, Fleming
H. Revell, Westwood, NJ, 1965, p. 56.
5. J.C. Pollock, The Cambridge Seven: A Call to Christian Service,
InterVarsity Fellowship, Londres, Inglaterra, p. 104.

Capítulo 5: La desobediencia al no testificar

1. Kevin DeYoung y Greg D. Gilbert, What Is the Mission of the


Church?: Making Sense of Social Justice, Shalom, and the Great
Commission, Crossway, Wheaton, IL, 2011, p. 249.
2. J.C. Ryle, «Simplicity in Preaching», en The Upper Room: Being a
Few Truths for the Times, Banner of Truth, Edimburgo, 1970, p. 36.
Capítulo 6: Excusas y negligencias al no testificar

1. Consulta www.dailyhelmsman.com/news/procrastination-leads-to-
lower-grades-study-says/article.

2. Dale Carnegie, Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la


vida, Penguin Random House Grupo Editorial (Grijalbo), México,
2012, p. 25.
3. J.D. Greear, Gaining by Losing: Why the Future Belongs to
Churches That Send, Zondervan, Nashville, TN, 2015, p. 146.

Capítulo 7: La rendición de cuentas al no testificar

1. Jeremy Walker, The Brokenhearted Evangelist, Reformation Heritage


Books, Grand Rapids, MI, 2012, pp. 130-131.
2. K.P. Yohannan, Revolución en el mundo de las misiones, GFA
Books, división de Gospel for Asia, Carrollton, TX, 2001, pp. 171-
172.

Capítulo 8: La falta de convicción al no testificar

1. Samuel Marinus Zwemer, The Unoccupied Mission Fields of Africa


and Asia, Student Volunteer Movement for Foreign Missions, Nueva
York, 1911, p. 219.
2. Ruth Bell Graham, «Start Young...Give Small Doses», Family Life
Today, enero de 1975, p. 4.

3. Helen y Richard Exley, In Search of the Missionary, Highway Press,


Londres, 1970, p. 38.
4. A. Jack Dain, The Screening of Missionary Canditades, Evangelical
Foreingn Missions Association, Washington D.C., 1956, pp. 15-16.
5. Mildred Cable y Francesca French, Ambassadors for Christ, Hodder
and Stoughton, Londres, 1935, p. 153.
6. Helen Barret Montgomery, Western Women in Eastern Lands: An
Outline Study of Fifty Years of Woman's Work in Foreign Missions,
Macmillan Company, Nueva York, 1910, p. 158.
7. G.G. Findlay, Expositor’s Bible, VI:19.
8. David Platt, Radical, Editorial Unilit, Miami, FL, 2011, p. 75.
9. Michael Boland, en la introducción del libro de John Flavel, The
Mistery of Providence, Banner of Truth, Edimburgo, 1963, p. 11.
10. Consulta de Robert J. Morgan, Every Child, Every Nation, Every
Day: The Story of Christian Evangelism Fellowship and Its
President, Reese Kauffman, CEF Press, Warrenton, MO, 2015, p. 62.

Capítulo 9: El ejemplo de Cristo para testificar

1. Biblia Plenitud, Riqueza Literaria, «ejemplo» (1 P 2:21), Editorial


Caribe, Miami, FL, 1994, p. 1661.

2. Tomado de un artículo de Lottie Moon publicado por Foreign


Mission Journal en diciembre de 1887.
3. Rvdo. Walter Baxendale, Dictionarie of Anecdote, Incident,
Illustrative Fact, ilustración 4678, Thomas Whittaker, Nueva York,
1888, p. 486.
4. Biblia Plenitud, Riqueza Literaria, «enseña» (Is 48:17), Editorial
Caribe, Miami, FL, 1994, p. 873.
5. Biblia Plenitud, Riqueza Literaria, «predicaba» (Hch 9:20), Editorial
Caribe, Miami, FL, 1994, p. 1405.
6. Biblia Plenitud, Riqueza Literaria, «sanó» (Mt 12:22), Editorial
Caribe, Miami, FL, 1994, p. 1206.
7. Biblia Plenitud, Riqueza Literaria, «tuvo compasión» (Mt 14:14),
Editorial Caribe, Miami, FL, 1994, p. 1212.
8. Louis J. Luzbetack, The Church and Cultures, Divine Word
Publications, Techny, IL, 1970, p. 5.

Capítulo 10: La Gran Comisión para testificar

1. John Stott, «The Great Comission», One Race, One Gospel, One
Task, edit. por C.F.H. Henry y W.S. Mooneyham, World Wide
Publications, Minneapolis, 1967, p. 37.

2. Charles E. Hummel, La tiranía de lo urgente, edición revisada,


Editorial Patmos, Miami Gardens, FL, 2000, p. 4.
3. Biblia Plenitud, Riqueza Literaria, «poder» (Hch 4:33), Editorial
Caribe, Miami, FL, 1994, p. 1395.
4. J. Herbert Kane, A Concise History of the Christian World Mission: A
Panoramic View From Pentecost to the Present, edición revisada,
Baker Academic, una división de Baker Publishing Group, Grand
Rapids, MI, 1980, p. 173.
5. Archibald Alexander, «Christianity in Its Nature Agressive», en
Practical Truths, American Tract Society, Nueva York, 1851, pp. 32-
33.
6. Tertuliano, Apología, 37.
7. Craig Ott y Stephen J. Strauss, Encountering Theology of Mission,
Baker Academic, una división de Baker Publishing Group, Grand
Rapids, MI, 2010, p. 41.
8. Will Durant, The Story of Civilization: Caesar and Christ, vol. III,
Simon and Schuster, Nueva York, 1944, p. 602.
9. Robertson McQuilkin, The Great Omission: A Biblical Basis for
World Evangelism, Gabriel Publishing, Waynesboro, GA, 1984, p.
78.
10. Craig Ott y Stephen J. Strauss, Encountering Theology of Mission, p.
37.

Capítulo 11: El enorme desafío para testificar

1. Stephen Neill, Builders of the Indian Church, Edinburgh House


Press, Londres, 1934, p. 4.
2. Edwin M. Long, Illustrated History of Hymns and Their Authors,
publicado por Joseph F. Jaggers, Filadelfia, 1985, p. 340.

3. Charles H. Spurgeon, El ganador de almas, Banner of Truth,


Edimburgo, 2013, p. 135 (del original en inglés).
4. Juan Calvino, Comentarios bíblicos, 5:302 (del original en inglés).
5. J.D. Greear, Gaining by Losing: Why the Future Belongs to Churches
That Send, Zondervan, Nashville, TN, 2015, p. 29.
6. Resumen basado en un artículo escrito por Miriam Testasecca en
Pentecostal Evangel Magazine, Asambleas de Dios, marzo de 2003,
p. 17.
7. James Cantelon, When God Stood Up, Wiley & Sons, Mississauga,
ON, 2007, pp. 1-2.
8. R. Pierce Beaver, Envoys of Peace: The Peace Witness in the
Christian World Mission, Eerdmans, Grand Rapids, 1964, p. 29.
Capítulo 12: La pasión necesaria para testificar

1. Tomado de «Amamos el evangelio de Dios»,


documents@lausanne.org, ©2011 El Movimiento de Lausana, #   8.

2. Richard Baxter, «Love Breathing Thanks and Praise», segunda parte,


estrofa 29.
3. Juan Bunyan, Gracia abundante para el mayor de los pecadores,
Penguin Books, Londres, 1987, p. 70 (del original en inglés).
4. Arnold Dallimore, George Whitefield: The Life and Times of the
Great Evangelist of the Eighteenth Century, Volumen II, Banner of
Truth, Edimburgo 1970, p. 1   268.
5. Charles H. Spurgeon, El ganador de almas, Banner of Truth,
Edimburgo, 2013, pp. 106-107 (del original en inglés).
6. E.V. Hill, A Savior Worth Having, Moody Publishers, Chicago, IL,
2002, p. 13.
7. Ibidem, p. 34.
8. David Sills, The Missionary Call: Find Your Place in God's Plan For
the World, Moody Publishers, Chicago IL, 2008, pp. 57-58.
9. Agustín de Hipona, Las confesiones de San Agustín, traducción al
inglés E.M. Blaiklock, Hodder & Stoughton, Londres, 1983, p. 73.
10. Charles H. Spurgeon, Autobiografía, vol. 1: Los primeros años,
Banner of Truth, Edimburgo, 1962, pp. 43-45 (del original en inglés).
11. Lee Roberson, Touching Heaven, Sword of the Lord Publishers,
Murfreesboro, TN, 1994, pp. 116-117.
12. John Piper, ¡Alégrense las naciones! La Supremacía de Dios en las
misiones, Editorial Clie, Barcelona, España, 2007, p. 28.
13. Consulta
http://protestantedigital.com/internacional/28560/Los_cristianos_son_el_mayor_gr
14. Stephen Neill, Call to Mission, Fortress Press, Filadelfia, 1970, p. 10.
15. R. Park Johnson, Middle East Pilgrimage, Friendship, Nueva York,
1958, p. 142.
16. J.D. Greear, Gaining by Losing: Why the Future Belongs to Churches
That Send, Zondervan, Nashville, TN, 2015, p. 77.
17. Pentecostal Evangel Magazine, Asambleas de Dios, marzo de 2003,
p. 18.
18. Stephen Neill, A History of Christian Missions, Penguin Books,
Harmondsworth, RU, 1986, p. 22.
19. John Piper, ¡Alégrense las naciones! La Supremacía de Dios en las
misiones, Editorial Clie, Barcelona, España, 2007, p. 58.
20. Vernon Mortensen, «What Is Missionary Work?»,
http://www.fbbclancaster.org/missions/whatismissions.
ACERCA DEL AUTOR
El Rvdo. Josué Yrion es escritor y evangelista internacional. Ha predicado en
la unción del Espíritu Santo a millones de personas en setenta y cuatro países
de todos los continentes del mundo. Esto ha resultado en la salvación de
multitudes para Cristo. En 1985, estuvo en la Unión Soviética y en los países
del este europeo, conocidos como la antigua Cortina de Hierro. Regresó en
1993 para predicar en Rusia en una base militar soviética de Moscú, a donde
su ministerio llevó dieciséis mil Biblias. Fue el primer ministro
iberoamericano en predicar en una cruzada en Madrás, India, donde setenta
mil personas fueron testigos del poder de Dios a través de milagros y
prodigios.
Ha recibido muchos honores, incluyendo la medalla del Congreso chileno y
una placa del gobierno de Chile como «Hijo y visita ilustre de Viña del Mar».
Fue maestro activo y acreditado de Misionología del curso «Perspectivas», de
la División Latinoamericana de la Universidad William Carey y del Centro
Mundial de Misiones en California. Es presidente del Instituto Teológico
Josué Yrion en Manipur, India, donde muchos se preparan para alcanzar a los
países no evangelizados aún del Asia.
En este momento, su ministerio está sosteniendo económicamente a
cincuenta y dos misioneros alrededor del mundo, y su organización cuenta
con una oficina en cada continente. Su ministerio está entre las ochocientas
veinticinco organizaciones misioneras reconocidas por el Libro de Consulta
de Misiones [Mission Handbook] del Centro Billy Graham, EMIS (por sus
siglas en inglés de Servicio de Información de Evangelización y Misiones),
editado por la Universidad de Wheaton.
El Rvdo. Yrion es autor de los libros: El poder de la Palabra de Dios; Heme
aquí, Señor, envíame a mí; La crisis en la familia de hoy; La fe que mueve la
mano de Dios; El secreto de la oración eficaz; La vida espiritual victoriosa;
Espíritu Santo, necesito conocerte más [dos tomos], «Dad, y se os dará»,
Pablo: Su vida, llamado y ministerio, La conquista de Cristo en la cruz y
este: Testifica.
Es ministro ordenado del Concilio General de las Asambleas de Dios en los
Estados Unidos, y fundador y presidente de Josué Yrion Evangelización y
Misiones Mundiales, Inc. En la actualidad, reside con su esposa, Dámaris, y
sus hijos, Kathryn y Joshua Yrion, en Los Ángeles, California, Estados
Unidos.
Si deseas más información de los títulos de nuestros libros, DVD y CD
disponibles en inglés y español, o alguna otra información de nuestras
cruzadas evangelísticas alrededor del mundo, visita nuestra página web:
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