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Prólogo

¿Alguna vez te has preguntado cómo mueren las estrellas? Tal vez podrías pensar que se
ha agotado su combustión de hidrógeno y colapsará hacia dentro lo que terminará siendo
una supernova, y puede que sea así, o al menos es lo que teoriza la ciencia. Pero ahora
quiero que elimines todo juicio previo de tu cabeza y te dejes conducir a la verdad, aquel
paraíso oculto que pocos quieren descubrir pero que cuando llegas te das cuenta que
siempre viviste engañándote y caminando como un ciego. A veces, solo tienes que hacer
las preguntas adecuadas para obtener las respuestas correctas, tal vez no quieras saber
cómo mueren las estrellas sino que necesitas conocer qué sucede después, si deseas
arrancar de tu rostro el velo que existe entre tus ojos y la realidad debes seguir leyendo
cada palabra aquí escrita, porque eso te llevará hacia un camino totalmente inesperado,
pero al fin y al cabo, llegarás a la verdad.

Esto nos trae de vuelta a la pregunta que debiste haberte formulado en un principio, ¿Qué
pasa después de que muere una estrella? Si, su núcleo se comprime tanto hasta volverse
una enana blanca pero…no se queda allí, el polvo estelar que dejó aquel ya fallecido astro
se condensa en la más mínima manifestación de la materia, un átomo, y así una y otra y
otra vez hasta se forman miles de millones de átomos que en algún momento de la
existencia danzaran sobre el vacío infinito y tejerán un cuerpo sólido con el cual volaran
hacia el planeta habitable más cercano y allí todas aquellos astros renacerán como un
nuevo ser, aunque ya no con la misma luz de sus ancestros, y así, con la muerte viene la
vida, con el fin de una estrella nace lo que llamaríamos una estela gris.

Estos seres han estado entre nosotros incluso desde antes que el primer animal tocara
tierra firme, se les reconoce por sus melancolicas ojeros y una mirada tan triste y apagada
que es imposible suponer que dentro de sus grandes pupilas hubo alguna vez un ser tan
brillante y apasionante como nuestro propio sol, su piel es blanca como la nieve y sus
cabellos son de un negro tan oscuro como el manto con el que la noche viste, su sonrisa no
existe pues estos la quemaron en el instante en el que se dieron cuenta que no habia dentro
de su existencia el mero concepto de felicidad, la mayoria de estos seres asemejan la
apariencia de mujeres pequeñas, delgadas y debíles.

Los antiguos mitos de civilizaciones que ya no pueden hablar por sí mismas los
consideraban seres solitarios, condenados a vagar por el mundo sin poder hacer contacto
con ningún humano, otras historias los definen como dioses de la muerte que recorren
nuestro mundo en busca de vida, vida que nunca podrán tener. Pero la verdad, si quieres
creerme, es que nada de esto es como dicen, ellos simplemente son como nosotros, o
mejor dicho, ellas son como nosotros. Comen como nosotros, duermen como nosotros e
incluso llegaron a amar como nosotros, pero hace un par de milenios que ya perdieron la
esperanza, la poca luz con la que llegaron a nuestro ancho planeta se fue marchitando poco
a poco como una flor olvidada en una maceta solitaria, y entonces un día decidieron dejar
de vivir por ellas mismos y dejarse llevar por la corriente, lo que las hizo esclavas del
destino que su propia miseria había forjado y en un momento, dejaron de sentir.

Tal vez has de pensar que estoy loco, o que todo lo que te estoy diciendo es invento de un
joven que decidió escribir alguna historia sin más, pero es más complicado que esto. Si
quieres creerme eres libre de hacerlo, y si no, entonces sigue leyendo y pensando que solo
es una mera obra de ficción y tragedia. Ahora solo quiero que atiendas atentamente a la
historia que te voy a contar, esta historia habla no solo de estos seres celestiales y muerte y
vida, esta historia trata de las experiencias, del amor y de la luz interna que vive en cada
uno de nosotros, entonces, sin más, vamos allá.

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