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Yo uso queer para describir mi estilo particular de feminismo lésbico, que tiene
mucho que ver con el feminismo radical en el que estuve involucrada a principios
de los años 80. También lo uso externamente para describir una inclusividad
política — un nuevo movimiento hacia una celebración de diferencia entre las
sexualidades, entre los géneros, entre la preferencia sexual y entre la elección del
objeto. Ambas se relacionan.
—Linda Semple (citada en C. Smith 280)
Yo prefiero usar las palabras “lesbiana negra”, porque cuando escucho la palabra
queer pienso en hombres blancos homosexuales.
—Isling Mack-Nataf (citada en C. Smith 280)
—s. 3. alguien que piensa y siente y actúa (y, a veces, “se rebela”); comprometido
a luchar contra todas las formas de opresión —racial, sexual, de género, de clases,
religiosa, etc.
—s. 4. Aquel que sufre del cruce de las identidades sexuales y de género siempre
con la subjetividad racial.
He decidido arriesgarme. Esta es una posición precaria, pero hay tantas cosas en juego que
se justifica correr el riesgo. En este caso, ese riesgo se refiera a reconceptualizar la disciplina
todavía en incubación llamada estudios queer. Pero ¿qué implica un nombre? Esta es una
pregunta importante ya que, como James Baldwin proclama en el título de dos de sus
ensayos, yo “no tengo nombre en la calle” (No name in the street) o, peor aún, “nadie sabe mi
nombre” (Nobody knows my name) (énfasis añadido). Yo solía identificarme con “queer”, pero
llegó un momento en que me dijeron así y sentí como si me hubieran llamado por “otro
nombre”. Yo necesitaba algo con más “alma”, con más “impacto”, algo que me llegara más
hondo. ¡Después de todo es mi nombre!
Luego, recordé cómo usan el término “queer” en mi familia. Mi abuela, por ejemplo,
lo usaba a menudo cuando yo era pequeño y todavía lo usa hoy en día. Cuando dice la
palabra, lo hace en un dialecto sureño, negro y marcado: “That sho’ll is a quare chile”1. Su uso
de “queer” casi siempre es matizado. Sin embargo, es lógico preguntarse ¿qué podría
enseñarle una mujer mayor, negra, sureña, pobre y homofóbica a su nieto de más de treinta
años, educado, clase media y homosexual? Todo, o casi todo. Por una parte, mi abuela usa
“quare” para referirse a algo o a alguien extraño, irregular o un poco desequilibrado —
definiciones conforme a las concepciones y usos tradicionales de “queer”. Pero por otra,
también utiliza “quare” para connotar algo excesivo —algo que pueda traducirse en términos
filosóficos como un exceso de significados discursivos y epistemológicos basados en rituales
culturales afroamericanos y en experiencia vivida. Su conocimiento o ignorancia del término
“quare” se basa en una “múltiple y completa posicionalidad social, histórica y cultural”
(Henderson 147). A mí parecer, dicha posicionalidad específica de cada cultura no se incluye
en el uso dominante y más convencional del término “queer”, sobre todo en la actual
reapropiación teorética en la academia.
E. Patrick Johnson es un profesor auxiliar de Estudios de Performance en la Universidad Northwestern. El autor agradece
a Michele Barale, Margaret Hunt, Charles Nero y, en especial, a Mae Henderson por sus provechosos comentarios en
versiones preliminares de este ensayo.
1N. de la T.: Frase literal en inglés que ejemplifica la pronunciación de “queer” con acento negro sureño estadounidense. Traduce literalmente:
“Ese muchacho es un poco extraño”.
Yo sabía que la palabra “quare” implicaba algo que iba mucho más allá del porche de mi
abuela. Sin embargo, nunca imaginé que su uso se extendía hasta el otro lado del Atlántico.
Luego, encontré “quare” en Irlanda. 2 En Quare Joyce, Joseph Valente escribe:
[. . .] Elegí usar el epíteto anglo irlandés quare en el título como una especie
de juego de palabras transnacional/transidiomático. Quare, significa raro o
extraño, como en la famosa obra teatral The Quare Fellow de Brendan Behan,
últimamente ha sido asignado como una variante irlandesa de queer. Como
en la reciente recopilación de prosa Quare Fellas, cuyo editor, Brian Finnegan,
reinterpreta el uso del término de Behan como “aludido secretamente a su
propia sexualidad”. (4, énfasis en el original)
Debido a que en gran parte, la teoría queer interroga de forma crítica las nociones de
individualidad, capacidad de acción y experiencia, muchas veces no admite los problemas que
enfrentan los gais y lesbianas de color que vienen de comunidades de minorías raciales. Gloria
Anzaldúa aborda explícitamente esta limitación al advertir que “queer se usa como un falso
paraguas unificador que resguarda a todos los “queers” de todas las razas, etnias y clases”
(250). Ella reconoce que “a veces, necesitamos dicho paraguas para consolidar las filas contra
las personas externas”, sin embargo, Anzaldúa insta a que “incluso cuando busquemos
refugiarnos debajo de él (“queer), no debemos olvidar que homogeneiza y borra nuestras
diferencias” (250).
Por otro lado, “quare” no solo aborda las identidades, sino que además, las articula. “Quare”
ofrece una manera de analizar las nociones estables de identidad y, a la vez, ubicar los
conocimientos discriminatorios de raza y de clase. Mi proyecto se basa en la recapitulación y
en la recuperación. Yo quiero mantener la inclusividad y el espíritu alegre de “queer” que
motiva gran parte de la teoría queer, pero también quiero eliminar sus tendencias
homogeneizadoras. Así, como expansión disciplinaria, yo busco adaptar “queer” a “quare”
para que las formas de conocimiento se consideren tanto discursivamente mediadas, como
históricamente situadas y significativamente condicionadas. Dicha reconceptualización
destaca cómo las lesbianas, bisexuales, gais y transgéneros de color asumen el conocimiento
sexual y racial. Además, los estudios quare reconocen los diferentes “puntos de vista” que
existen entre las lesbianas, bisexuales, gais y transgéneros de color —diferencias que también
están condicionadas por la clase y el género. 3
Los estudios quare es una teoría de y para los gais y lesbianas de color. Por lo tanto, estoy
consciente de que al intentar fomentar dichos estudios, corro el riesgo de fomentar otra versión
de políticas de identidad. No obstante, yo encuentro que es necesario atravesar este campo
minado político para aclarar las formas en que algunos de los aspectos de la teoría queer no
incorporan la sexualidad racial. La teoría que yo promuevo es una “teoría en carne y hueso”
(Moraga y Anzaldúa 23). Las teorías en carne y hueso enfatizan la diversidad dentro y entre
los gais, bisexuales, lesbianas y transgéneros de color y, a la vez, consideran cómo el racismo
y el clasismo afectan la manera en que experimentamos y teorizamos el mundo. Además, las
teorías en carne y hueso unen la teoría y la práctica a través de políticas de resistencia
personificada. Dichas políticas de resistencia se manifiestan en tradiciones vernáculas como
performance, folklore, literatura y arte verbal.
Este ensayo ofrece una amplia reflexión y una intervención en la teoría y la práctica queer.
Comienzo señalando la historia general de la implementación de la teoría queer en el discurso
académico contemporánea, enfocándome en la falta de debate sobre raza y clase dentro del
paradigma teorético queer. Seguidamente, ofrezco un análisis de la (mal)interpretación de un
teórico queer sobre dos performances de negros gais. Luego, propongo una intervención de la
teoría queer esbozando los componentes de la teoría quare, una teoría que incorpora raza y
clase como categorías de análisis en el estudio de sexualidad. En la siguiente sección, llevo la
teoría quare a la práctica, donde presento una interpretación quare del film documental Black
Is… Black Ain’t de Marlon Riggs. Finalmente, la última sección convoca a la unión de praxis
académicas y políticas.
En un momento en que los estudios queer han cobrado impulso en la academia y se han abierto
un espacio como tema disciplinario legítimo, la mayor parte de los estudios al respecto omiten
problemas de raza y clase. A pesar de que los epígrafes que introducen este ensayo sugieren
que el término “queer” a veces representa (homo)sexualidades, también sugieren que el
término no es necesariamente acogido por los gais, bisexuales, lesbianas y transgéneros de
color. En efecto, las afirmaciones de Mack-Nataf, Blackman y Cohen reflejan una desconfianza
general ya que el término suele ignorar sus preocupaciones y casi nunca las aborda. 4
Algunos teóricos queer han sostenido que el uso de “queer” es más que una reapropiación de
un término ofensivo. Cherry Smith, por ejemplo, asegura que el término implica una
“interrogante radical de normas sociales y culturales, nociones de género, sexualidad
reproductiva y de familia” (280). Otros destacan la jovialidad y la inclusividad del término,
argumentando que amplía identidades, en lugar de limitarlas. Según Eve Sedgwick, “Lo que
hace falta—lo único que hace falta—para que la descripción de ‘queer’ sea verdadera es el
impulso de usarlo en primera persona” (9). En efecto, Sedgwick sugiere que puede referirse a:
Para Sedgwick, “queer” pareciera ser un término general que no se limita a ninguna identidad
en particular, una noción que nos separa de lo binario como homosexual/heterosexual y
gay/lesbiana. Michael Warner propone una opinión aún más politizada y polémica:
Algunos críticos han aplicado la teoría de género de Butler a una formación de identidad de
manera más general. Butler cuestiona la noción de “yo” separada de los campos culturales
discursivos. Esto se debe a que, como en el género, no existe un “yo” o agente independiente
2N. de la T: “Pusshy femmes”: lesbianas, drag queens u hombres gais que manifiestan enérgicamente una personalidad femenina. “Faeries”:
designa afeminamiento. “Clones”: cualquier grupo de gais o de lesbianas que visten y se comportan según modas grupales. “Leatherfolk”: todos
aquellos y aquellas para quienes el cuero es un fetiche identitario sexual. “Ladies in tuxedos”: aquellas que suelen ir con esmoquin o traje
masculino. “Bulldagger”: lesbiana muy masculina. “Snap! Queens”: aquellas drag queens que prefieren la función pasiva del sexo anal. “Butch
Bottoms”: aquellas lesbianas “butch” que prefieren ser recipientes durante el sexo. “Storytellers”: pretenciosos o literalmente, cuentacuentos.
(Definiciones según libro “Sexualidades Transgresoras de Rafael M. Merida Jimenez”)
o puro que resulte ajeno a los sistemas discursivos mediados social y culturalmente. Por lo
tanto, en su opinión, cualquier paso hacia la identificación será manipulado a creer que las
identidades son libres de discurso y capaces de existir fuera de los sistemas que dichas
formaciones de identidades quieren criticar. Incluso cuando la identidad se contextualiza y se
califica, Butler insiste que las teorías de identidad “siempre están ligadas a un vergonzoso
‘etc.’’’ (Gender 143). El énfasis de Butler en que el género y el sexo son “performativos”
pareciera apoyar una teoría de sexualidad progresiva y directa. De hecho, algunos teóricos
han dado el salto teorético de lo performativo del género a lo performativo de la raza,
demostrando así el potencial de su teoría para entender la ontología de raza. 5
Sin embargo, si adaptamos la nueva frase popular “problema de género”, podríamos decir
que su teoría queer tiene problemas de raza. Especialmente, en “la carrera por la teoría”
(Christian), la teoría queer nunca ha abordado las realidades materiales de los gais o lesbianas
de color. Como la activista británica negra Helen (Charles) cuestiona: “¿Qué ocurre con la
definición de “queer” cuando te bañas o cuando te masturbas? ¿Cuándo estás consciente de
la pérdida o el desplazamiento de tu color, género o identidad? ¿Se subsumen [. . .] en una
categoría homogénea donde se ignoran la clase y otros elementos que conforman la identidad
cultural?” (101-102). Por ejemplo, ¿cuáles son las consecuencias éticas o materiales de la teoría
queer si su proyecto quiere desmantelar todas las nociones de identidad y capacidad de acción?
El giro deconstructivo de la teoría queer destaca la manera en que funciona la ideología para
oprimir y proscribir las formas de conocimiento, pero cuál es la utilidad de dicha teoría en los
frentes, en las trincheras, en la calle en cualquier lugar donde el cuerpo discriminado
racialmente y sexualizado lo golpean, muere de hambre, lo despiden, lo maldicen —donde el
cuerpo es el lugar del trauma?6
Pero más allá del fracaso de la teoría queer de enfocarse en la materialidad, también ha fallado
en reconocer consistente y críticamente las contribuciones intelectuales, estéticas y políticas de
gais, bisexuales, lesbianas y transgéneros de color que no pertenecen a la clase media y que
luchan contra la homofobia y la opresión. Asimismo, aun cuando los teóricos queer blancos
reconocen dichas contribuciones, pocas veces reflexionan deliberada y abiertamente sobre la
forma en que su blanquitud forma su posición crítica queer. Esto ocurre en un momento en el
que nombrar la posicionalidad propia casi se ha convertido en un protocolo estándar en otras
áreas del conocimiento. Aunque existen excepciones, la mayoría de las veces los teóricos queer
blancos no reconocen ni abordan el privilegio racial. 7
Como los transgéneros, lesbianas, gais y bisexuales de color suelen basar su teorización en
políticas de identidad, frecuentemente son víctimas de acusaciones de “esencialismo” o “anti-
intelectualismo”. Sin embargo, promover la identidad no siempre es una jugada “esencialista”
accidental. Muchas veces, es una opción estratégica intencional. 8 Cathy Cohen, por ejemplo,
sugiere que “la teorización queer que exige la eliminación de categorías determinadas,
pareciera ignorar la forma en que algunas identidades sociales tradicionales y vínculos
comunitarios pueden ser importantes para la supervivencia personal” (“Punks” 450). Los
“vínculos comunitarios” que menciona Cohen son aquellos que existen en comunidades de
color más allá de las fronteras de la sexualidad. Por ejemplo, mi abuela es homofóbica, sin
embargo, debe ser incluida en la lucha contra la opresión a pesar de su intolerancia. Su
homofobia debe ser criticada, su lucha feminista y racial a lo largo de su vida me han permitido
a mí y a otros miembros de mi familia a establecer estrategias de resistencia contra una serie
de opresiones, incluyendo la homofobia. Sin embargo, algunos grupos activistas queer han
defendido fervientemente el rechazo de cualquier alianza con heterosexuales, rechazo que
aquellos que vivimos en comunidades de color no podemos darnos el lujo de hacer. 9 Por lo
tanto, aunque ofrezca políticas de sexualidad progresivas y a veces transgresivas, las costuras
de la teoría queer quedan expuestas cuando se aplica a identidades más allá de la sexualidad,
como la raza y la clase.
Como réplica a esta miopía y en un intento para cerrar la brecha entre la teoría y la práctica,
Yo y Otro, Audre Lorde indica:
Sin comunidad no hay liberación, únicamente el armisticio más vulnerable y
temporal entre un individuo y su opresión. Pero la comunidad no debe suponer el
abandono de nuestras diferencias, ni mucho menos el patético pretexto de que
dichas diferencias no existen.
[.. .] Yo insto a que cada uno de nosotros llegue hasta lo más profundo del conocimiento que
tenemos dentro y cambie el terror y el odio de cualquier diferencia que viva ahí. Vean qué cara
tiene. Solo entonces, lo personal y lo político puede comenzar a iluminar nuestras elecciones.
(112-13, énfasis en el original)
Para Lorde, una teoría que anule la identidad comunitaria — en todas sus diferencias — en la
que los marginados pueden organizarse políticamente, no es una teoría progresiva. Tampoco
lo es aquella que los gais, bisexuales, transgéneros y lesbianas de color puedan darse el lujo
de asumir, ya que hacerlo sería eliminar las posibilidades de cambio.
Para ejemplificar cómo algunos teóricos queer (mal)interpretan o minimizan el trabajo, las
vidas y la producción cultural de gais, lesbianas bisexuales y transgéneros de color y para
preparar el terreno para retomar el enfoque del performance integral como práctica de la
crítica, ofrezco un análisis de la interpretación de un teórico queer de dos performances de
negros gais. En The Ethics of Marginality, por ejemplo, el teórico queer John Champagne usa las
objeciones de teóricos negros gais hacia las fotografías de Robert Mapplethorpe para señalar
el problema de utilizar la “experiencia” como probatoria. 10 En concreto, Champagne se enfoca
en un discurso que Essex Hemphill, un escritor y activista negro gay, dio en la conferencia
OUTWRITE 1990 de escritores gais y escritoras lesbianas. En dicho discurso, Hemphill criticó
las fotografías de hombres negros de Mapplethorpe. 11 Champagne objeta la crítica de
Hemphill, argumentando que su interpretación es “monolítica” y que denota “una gran
relación no teorizada entre el deseo, la representación y lo político” (59). Sin embargo, yo
quisiera profundizar sobre la interpretación de Champagne sobre la aparente
“emocionalidad” de Hemphill durante su discurso.
Según Champagne, Hemphill comenzó a llorar durante su discurso, lo cual tuvo dos
reacciones: una de solidaridad/empatía y otra de protesta. Refiriéndose a una conversación
que escuchó por casualidad entre dos personas blancas en la audiencia, Champagne escribe:
“Aunque acuerdo con gran parte de la esencia de los comentarios de esta persona sobre las
relaciones raciales en la comunidad gay y lesbiana, me pareció sospechoso el placer casi
masoquista que emitió a través de esta declaración pública de culpabilidad blanca” (58). Me
parece sorprendente que Champagne describa lo que pareciera ser autorreflexión blanca sobre
el privilegio racial y de clase como “masoquista”, dado lo poco frecuente que es tal
autorreflexión tanto en la academia como en otros ámbitos. Después de calificar como
masoquistas a los dos blancos que compasivamente empatizan con Hemphill, Champagne se
identifica con la única persona que expresó desaprobación verbal al abuchear el discurso de
Hemphill:
Debo admitir que admiro la bravura del único que abucheó. Yo no estoy de acuerdo
con la interpretación de Hemphill sobre las fotografías y me pareció que sus lágrimas
fueron un intento de avergonzar a la audiencia para que no interrogaran los términos
que abordó. Si, como Gayatri Spivak sugirió, calificamos la política de una
explicación por cómo asegura su modo particular de existir en el mundo, la política
de la interpretación de Hemphill sobre Mapplethorpe podría describirse como una
política de lágrimas o una política que asegura la validez de su explicación apelando
a una especia de emoción “humana” de experiencia “auténtica”, universal y (por
consiguiente) no cuestionada. (58-59)
Para plantear una interpretación alternativa a las lágrimas de Hemphill, recurro a las ideas de
Bell Hook sobre la forma en que los blancos suelen malinterpretar la emotividad evocada a
través de la estética cultural negra. “En el contexto de las instituciones blancas, sobre todo las
universidades”, Hooks escribe, “ese modo de discurso es cuestionable justamente porque
mueve a las personas. El estilo se equipara en ese entorno con una falta de esencia” (21). Hooks
considera que esta transformación de espacio cultural requiere una “audiencia [para] cambiar
[…] paradigmas” y así, “[se] centralizaría un aspecto marginado de la identidad cultural
negra” (22). A diferencia de la disminución de Champagne de los “poderes [y políticas]
subversivos del estilo” (127-28), Hooks afirma el potencial transgresivo y transformativo del
estilo y lo cita como “un ejemplo de práctica cultural en contra de la hegemonía”, así como
“una inserción de subjetividad negra radical” (22). A pesar de que Champagne afirmó lo
contrario, su interpretación de Hemphill lo representa como un “sujeto soberano” dentro de
su teoría contra la subjetividad, una posicionalidad que lo deja como “capataz” de las prácticas
y el discurso de la cultura negra. Por otra parte, las lágrimas de Hemphill, como performance
del estilo negro que recurre a la emotividad, pueden interpretarse como algo más que un
premeditado acto de manipulación para justificar la “experiencia” negra gay de subyugación
y objetivación. De una manera más compleja, puede interpretarse como un “enfrentamiento
con lo diferente que se da en un terreno nuevo, en ese espacio marginado en contra de lo
hegemónico donde la subjetividad negra radical se ve y no se vigila por Alguien autoritario
que asegura conocernos mejor que nosotros mismos” (Hooks 22). En su interpretación de
Hemphill, Champagne se sitúa a sí mismo como ese “Alguien autoritario”, al suponer la
motivación detrás de las lágrimas de Hemphill.14
Champagne también dedica un capítulo completo a Tongues Untied3, un film documental del
director negro, gay Marlon Riggs. Una vez más, critica lo que él ve como una problemática
dependencia en la “experiencia” como evidencia, Champagne ofrece una interpretación queer
del film de Riggs para cuestionar la representación fílmica de la cultura negra y la clase:
A diferencia del despliegue de Champagne de la teoría queer, el modelo de estudios quare que
yo propongo no solo criticaría el concepto de “raza” como históricamente contingente y social
y culturalmente construido/representado, sino que también abordaría los efectos materiales
de la raza en una sociedad de supremacía de la raza blanca. Los estudios quare requieren un
reconocimiento por parte del crítico de su posición dentro de un sistema opresivo. Sin esto,
como afirma Ruth Goldman, “le [dejaría] la carga de lidiar con las diferencias a personas que
son diferentes y al mismo tiempo, permitiría que los académicos blancos construyan un
discurso de silencio con respecto a la raza y otros puntos de vista queer” (173). Nuestra
“experiencia” dentro de ese sistema, a pesar de estar discursivamente mediada, también está
materialmente condicionada. Un crítico no puede hablar ética y responsablemente desde un
lugar privilegiado como lo hace Champagne y no asumir su privilegio. Hacer eso, solo
mantiene la fuerza de la hegemónica raza blanca, que hasta hace muy poco, no había sido
interrogada.17
Los estudios quare restablecerían el sujeto y la identidad alrededor de la cual circula el objeto,
cosa que la teoría queer descarta tan fácilmente. Al reenfocar nuestra atención en los cuerpos
discriminados por su raza, las experiencias y los conocimientos de transgéneros, lesbianas,
gais y bisexuales de color, los estudios quare fundamentan el proceso discursivo de la
identificación y la subjetividad mediada en una praxis política que se dirige a la existencia
material de los cuerpos “de color”. Aunque esté estratégicamente galvanizada en torno a la
identidad, los estudios quare deben comprometerse a interrogar las afirmaciones de identidad
que excluyan, en lugar de incluir. En este sentido, me refiero por ejemplo a las afirmaciones
de nacionalismo negro de “autenticidad negra” que excluyen, rotundamente, las identidades
homosexuales. La lealtad cegada a “ismos” de cualquier tipo es uno de los temores de los
teóricos queer que critican las políticas de identidad. Conscientes de dicho riesgo, los estudios
quare no deben implementar una formulación de identidad totalizante y homogénea. Más
bien, debe fomentar alianzas contingentes y frágiles en la lucha contra formas comunes de
opresión.
Una serie de teóricos queer han propuesto potenciales (aunque limitadas) estrategias que
podrían utilizarse para desarticular los sistemas opresivos. La más significativa podría ser la
formulación de performatividad de Judith Butler que tuvo un impacto importante, no solo en
los estudios de género y sexualidad, sino también en los estudios queer. Sin embargo, aunque
dicha formulación de performatividad de género de Butler me impactó mucho, al mismo
tiempo me perturbó que no articulara políticas de resistencia más contundentes. Por ejemplo,
¿cuáles son las consecuencias de desarmar por completo la subjetividad y la capacidad de
acción social en regímenes opresivos? ¿Acaso un énfasis en la constitución discursiva de los
sujetos nos impulsa más allá de un estado de quietismo para abordar las verdaderas injusticias
en el mundo? Yo considero que el cuerpo debe teorizarse de una manera que no solo describa
cómo fue creado, sino además lo que hace una vez que se constituye y su relación con los otros
cuerpos que lo rodean. En otras palabras, necesitamos una performatividad que dé cabida a
la subjetividad, a la capacidad de acción (aunque sea pasajera y discursivamente tensa) y sobre
todo, al cambio.
Por lo tanto, para complementar las nociones de performatividad, los estudios quare también
implementan teorías de performance. Las cuales no solo resaltan los efectos discursivos de los
actos, también señalan cómo dichos actos se sitúan históricamente. La misma Butler reconoce
que la fusión la “performatividad con la performance sería un error” (Bodies 234). De hecho,
un foco único en la performatividad podría reducir gravemente la performatividad y la
performance a un solo marco interpretativo para teorizar la experiencia humana. Por el
contrario, si existe un foco en ambos elementos, podría unir dos marcos interpretativos cuya
relación sea más dialogal y dialéctica.
En su introducción a Performance and Cultural, Elin Diamond propone una relación interesante
entre la performance y la performatividad:
Los discursos no están sometidos al poder ni se alzan ante él, mucho más que el
silencio. Debemos ser indulgentes ante el complejo e inestable proceso a través del
cual el discurso puede ser tanto un instrumento como un efecto de poder, pero
también un obstáculo, una traba, un punto de resistencia y un punto de partida para
una estrategia opuesta. El discurso transmite y produce poder; lo fortalece, pero
también lo debilita y lo expone, lo hace frágil y así es posible contrarrestarlo. (100-
101, mi énfasis)
Aunque las personas de color quizás no teorizaron nuestras vidas basándose en Foucault,
usamos el discurso de forma subversiva porque fue necesario para sobrevivir. No basar el
discurso en la materialidad es favorecer la posición de aquellos cuyo subjetividad y capacidad
de acción, fuera del ámbito del género y la sexualidad, nunca han sido subyugados. La
tendencia de muchas lesbianas, bisexuales, gais y transgéneros de color es unirse alrededor de
una identidad racial en un momento cuando su subjetividad ya ha sido eliminada.
Para profundizar más sobre la noción de performance como espacio para la capacidad de
acción de lesbianas, gais, bisexuales y transgéneros de color, el teórico de performance latino
José Muñoz propone una teoría de “desidentificación”, a través de la cual queers de color
trabajan dentro y contra de la ideología dominante para lograr cambios:
Mi intención no es sugerir que los performances vernáculos quare no conspiran, a veces, con
ideologías sexistas, misóginas, racistas e incluso homofóbicas. Las lesbianas, bisexuales, gais
y transgéneros de color siempre deben concientizar que no podemos transgredir solo por
transgredir o por temor a que nuestro trabajo termine idealizando y prolongando nuestra
lucha y la lucha de otros. En otras palabras, aunque ocasionalmente disfrutemos los placeres
del performance transgresivo, debemos transgredir responsablemente o corremos el riesgo de
crear y sostener representaciones de nosotros mismos en contra de los gay, de las mujeres, de
los transgénero, de la clase trabajadora, de los negros. A pesar de este riesgo, no podemos
volver a la posición dentro de un sistema donde los cambios son imposibles.
En el fondo, los estudios quare ofrecen una teoría más utilitaria de políticas de identidad, que
se enfoca no solo en performers y efectos, sino también en contextos y la contextualización
histórica. Además, como advierte Bell Hooks, no separa la “política de la diferencia de la
política del racismo” (26). Los estudios quare abren espacio para que los individuos
marginados representen “la subjetividad negra radical” (Hooks 26) para adoptar ambas
posturas de “desidentificación”. Asimismo, los estudios quare proponen una teoría basada en
una crítica del esencialismo primitivo y una representación de praxis política. Dicha
teorización puede aceptar estratégicamente políticas de identidad y a la vez, reconocer la
contingencia de la identidad. Una doble jugada que Angelia Wilson hábilmente describe como
“políticamente necesaria y políticamente peligrosa” (107).
Una Mirada A Través de los Ojos Quare: Black Is… Black Ain’t de Marlon Riggs
En el documental Black Is… Black Ain’t de Marlon Riggs, encontramos un ejemplo de la teoría
quare puesta en práctica. Por lo tanto, para demostrar las posibilidades de quare, pasaré a
realizar un análisis del film. Culminado luego del fallecimiento de Riggs en 1994, este
documental registra la batalla del director con el sida y además, sirve como una mediación en
el asediado estatus de la identidad negra. Black Is… Black Ain’t convierte queer en quare al
sugerir que aunque la identidad sea altamente polémica, también se manifiesta en la piel y,
por lo tanto, tiene consecuencias sociales y políticas para aquellos que viven en ella. Asimismo,
el documental da cabida a la capacidad de acción y a la autoridad al darle prioridad visual a
la narrativa de la experiencia del sida de Riggs. En efecto, la documentación del deterioro de
la salud de Riggs sugiere una identidad y un cuerpo en proceso de ser y de llegar a ser. La
teoría quare dilucida la mecánica de dicha formación de identidad y, con esto, desafía una
interpretación estática de la identidad basada solo en la performatividad o solo en la
performance.
Aunque el film interroga de manera crítica las divisiones entre los negros, también expone los
efectos sociales, políticos, económicos y psicológicos del racismo y el papel que ha jugado al
definir la raza negra. Al adoptar este doble enfoque, Riggs ofrece un punto de vista claramente
quare. Él señala las diferencias de los negros y entre los negros y los “otros”20; basa la negritud
en la experiencia vivida y evidencia las consecuencias de la negritud personificada. El montaje
de imágenes de los disturbios de Los Ángeles y las entrevistas con jóvenes negros que se
califican como “gang bangers” o pandilleros pone en relieve la realidad material de los negros
en Estados Unidos y cómo el cuerpo negro ha sido históricamente un lugar de violencia y
trauma.
Sin embargo, en ninguna otra parte del film se evidencia un cuerpo negro con tanta intención
y vigor, que en las escenas donde Riggs sale caminando desnudo en el bosque o cuando narra
desde la cama del hospital mientras anuncian su reconteo de linfocitos. Según Riggs, estas
escenas son importantes porque él quiere enfatizar que hasta que no nos expongamos unos a
otros, no seremos capaces de comunicarnos eficazmente a través de nuestras diferencias. A
pesar de las intenciones de Riggs, su cuerpo negro desnudo tiene otra función importante
dentro del film, ya que simultáneamente está en un estado de ser y de llegar a ser. Con esto,
busco alterar ambos términos al negarme a afirmar que la identidad solo es performance o
solo es performativa y al demostrar la relación dialógica/dialéctica de ambos tropos.
La teoría de diáspora de Paul Gilroy resulta útil para aclarar la diferencia entre ser y llegar a
ser. Según Gilroy, “la diáspora resalta el “llegar a ser” más que el “ser” y la identidad
concebida diaspóricamente resiste la cosificación” (24, énfasis en el original). Aquí, Gilroy
asocia “ser” con el sujeto transhitórico y transcendental y “llegar a ser” con la
contextualización histórica y la contingencia. A continuación, complemento el uso de ambos
términos de Gilroy al sugerir que “ser” y “llegar a ser” son elementos de performance y
performatividad. Analizo el “ser” como un elemento de infinita importancia así como de
presencia corporal y material. El “ser” llama la atención del espectador no solo hacia la
“negritud” como discurso, sino también hacia una negritud personificada en el momento en
que el discurso y la piel se unen en performance. Si vemos por encima de la intención de Riggs
de “exponerse” para fomentar la comunicación contra las diferencias, encontramos que su
desnudez en el bosque funciona ideológicamente más allá de lo que él pretendía. Por ejemplo,
su desnudez puede evocar el estereotipo racista del hombre negro viril, bestial y acechante
que se popularizó en el imaginario estadounidense de los siglos XVIII y XIX. Por otra parte,
su negritud personificada en el bosque y en la cama del hospital también representa un cuerpo
enfermo, frágil y vulnerable y un elemento de trauma, un elemento que fundamenta
materialmente la discursividad negra en la piel. De manera literal, el cuerpo masculino negro
de Riggs queda expuesto como frágil y vulnerable, pero representa de manera sinecdóquica
un discurso racista mayor hacia el cuerpo masculino negro en movimiento. Este tropo de
kinestésica física negra se manifiesta de varias maneras (por ejemplo, la expresión vernácula
“keep the nigger running” o mantén al negro corriendo, la imagen del esclavo fugitivo y las
imágenes hiper masculinizadas de los atletas negros). Las interpretaciones racistas del cuerpo
masculino negro de Riggs se dan por el contexto dentro del cual aparece su cuerpo, el bosque.
Con este escenario, la negritud se alinea problemáticamente con la naturaleza, ya que se
presenta el cuerpo negro como bestial y primitivo. Estás imágenes son contrarias a las
intenciones de Riggs —a saber, correr desnudo en el bosque para atravesar la enredada y
complicada red que es la identidad. De hecho, las imágenes de Riggs corriendo desnudo por
el bosque suponen en muchos sentidos que, una vez suelto, nadie puede contenerlo; ya sea las
intenciones de Riggs como autor o la mirada del espectador. Sin embargo, la belleza del “ser”
es que si se derrumba bajo el peso de la deconstrucción, resurge en toda su facticidad corporal.
Aunque el cuerpo de Riggs de alguna manera puede limitar su capacidad de acción, su
negritud personificada anima una discusión de una naturaleza “carnal”. Independientemente
de lo que su cuerpo represente, el espectador no puede eludir su presencia material.
Por último, Black Is… Black Ain’t presenta lo que anuncia su título: la simultaneidad de la
presencia y la ausencia corporal, del ser y el llegar a ser. Aunque Riggs ofrece su propia receta
de gumbo que representa la negritud, solo lo hace para demostrar que, al igual que su raza, la
receta puede alterarse, expandirse, reducirse y diluirse. A la vez, Riggs también nos pide que
no olvidemos que el gumbo (negritud) está dentro de una olla maciza (el cuerpo), que se ha
desgastado por el abuso, que se ha quemado, restregado y raspado; una olla/cuerpo que está
en proceso de llegar a ser, pero que bien que mal es.
A diferencia de la teoría queer, la teoría quare dirige nuestra atención hacia la constitución
discursiva de la receta, incluso cuando representa los aspectos improvisados del gumbo y la
materialidad de la olla. Aunque la teoría queer nos ha dado nuevas posibilidades para teorizar
el género y la sexualidad, al igual que una olla de gumbo que se cocine muy rápido, no ha
estado a la altura de su pleno potencial crítico al negarse a considerar todos los ingredientes
queer dentro de su olla teorética. La teoría quare, por su parte, promete reducir el rebosamiento,
permitiendo así que toda la variedad y la cantidad de sabores coexistan — esos sabores
diferentes que hacen una sopa picante, caliente, única y suntuosamente oscura.
De la teoría a la práctica: Estudios Quare en el porche de la casa
Nuestros esfuerzos en el ámbito de la política pública no han sido suficientes. Como Cohen
argumenta tan convincentemente en su revolucionario libro, The Boundaries of Blackness8,
tenemos que intervenir ante el fracaso del liderazgo negro conservativo y tomar acciones sobre
la devastadora epidemia de VIH/SIDA en las comunidades afroamericanas. Debido al
creciente número de afroamericanos infectados y en riesgo de contraer VIH, los teoristas quare
deben ayudar en la educación y la prevención de la propagación de la enfermedad y, además,
preocuparse por aquellos que la padecen. Pero esto va más allá del voluntariado y de
participar en la recaudación de fondos; esto implica usar nuestra capacitación como
académicos para deconstruir cómo se discute el VIH/SIDA en la academia y en la profesión
médica. Debemos continuar con la importante labor de ayudar físicamente a nuestros
hermanos y hermanas que viven con VIH/SIDA a través de servicios de asistencia y eventos
benéficos, pero también debemos usar nuestras capacidades intelectuales para combatir el
discurso de racismo y homofobia que circula tanto en las comunidades blancas, como en las
negras. Ron Simmons, un fotógrafo negro gay y crítico de medios que dejó la academia para
dedicar su vida a las personas con SIDA mediante la formación de la organización US Helping
US, sigue siendo un importante modelo a seguir sobre cómo podemos usar nuestras
credenciales académicas y nuestra praxis política en servicio del cambio social.
Dada la relación entre la academia y la comunidad, los teóricos quare deben valorar y hablar
desde lo que Hooks llama “homeplace”. Según Hooks, homeplace o sitio/hogar, “[es] el único
lugar en el que [podemos] enfrentar libremente el problema de la humanización que
[debemos] resistir” (42). Desde el homeplace las personas de color vivimos las contradicciones
de nuestras vidas. Al trascender las líneas de clase y género, homeplace ofrece un lugar donde
podemos criticar la opresión. Con esto, no busco idealizar este lugar ignorando la homofobia
que circula en él o el desprecio que algunos de nosotros (de todas las orientaciones sexuales)
sienten hacia el “hogar”.22 Más bien sugiero que a pesar de estas contradicciones, homeplace es
ese lugar que por primera vez nos dio “herramientas para vivir” (Burke 293) en una sociedad
Pero Homeplace no está exento de la crítica de la praxis quare. Es decir, podemos refugiarnos
en ese lugar marginalmente seguro para criticar la opresión fuera de sus límites, pero también
debemos usar la teoría quare para abordar la opresión dentro del homeplace. Por ejemplo,
podríamos comenzar con la iglesia negra, la cual todavía representa para algunas lesbianas y
gais un lugar de afirmación espiritual, consuelo y medio artístico. Los estudios quare no
pueden ignorar deliberadamente el papel de la iglesia negra en las vidas quare. Sin embargo,
tampoco puede olvidar su continuo rechazo hacia la subjetividad gay y lesbiana. Nosotros
jugamos un rol importante dentro de la iglesia negra y debemos cuestionar tanto al púlpito
como a la congregación cuando se escondan detrás de los romanos y el Levítico para justificar
su homofobia. Tenemos que exigir que la iglesia negra nos nombre y nos represente, si
queremos obtener algún tipo de liberación dentro de nuestras propias comunidades.23
Yo no estoy convencido de que los estudios queer cambien a corto plazo, por eso considero los
estudios quare como un proyecto disciplinario intervencionista. Los estudios quare abordan las
preocupaciones y las necesidades de gais, lesbianas, bisexuales y transgéneros a través de los
problemas de raza, género, clase y otras posiciones. A pesar de enfocarse en la constitución
discursiva de los sujetos, los estudios quare también se comprometen a teorizar la práctica de
la vida cotidiana. Nosotros existimos en cuerpos materiales y por eso, necesitamos una teoría
que aborde esa realidad. En efecto, los estudios quare pueden infundir una nueva vida a
nuestras estratagemas “muertas” (o mortales) de supervivencia.
Coda
Como yo le agradezco y le debo a mi abuela el poco sentido común que todavía tengo,
concluyo este ensayo con una historia sobre su uso del “gaydar”24, una historia que describe
cómo las personas negras usan el “sentido común” como una estrategia de “interpretación”,
así como una manera de “olvidar todas las cosas que no quieren recordar y recordar todo lo
que no quieren olvidar” (Hurston 1).
Mi abuela vive al oeste de Carolina del Norte. Cuando me fui a vivir con ella para registrar
su relato oral para mi disertación, dedicó una cantidad de tiempo considerable para ponerme
al día sobre todos los nuevos residentes que se habían mudado a su comunidad de adultos
mayores. Vestida con sus usuales bermudas de polyester, su blusa de algodón improvisada y
un pañuelo transparente amarrado al descuido alrededor de su cabello teñido negro azabache,
con las piernas cruzadas y la cabeza ligeramente inclinada, mi abuela me describió, uno por
uno, todos los nuevos residentes. Detalló, entre otras cosas, sus historias y condiciones
médicas, la cantidad de hijos que tenían, su estado civil, pero tal vez lo más importante, si eran
“pickles” o no. Ella usa el término eufemísticamente para describir a las personas que según
“no están bien de la cabeza”.
Había un residente, David, sobre quien mi abuela tenía un interés particular. Enseguida supe
que David era un hombre blanco de setenta y cuatro años que debía caminar con la ayuda de
una andadera y se había mudado a la comunidad de mi abuela desde el otro lado de la ciudad,
pero eso no era lo más importante sobre David. Un día, mi abuela me lo reveló: “Bueno, sabes
que tenemos a uno de esos “homosexuales” viviendo aquí” me dijo, fríamente. Como no
estaba seguro si había escuchado bien, pero a la vez temía que hubiera sido así, respondí: “¿Un
qué?” “Tú sabes, uno de esos “homosexuales”,” me dijo con la misma frialdad. Esta vez, sin
embargo, su voz tenía un tono de impaciencia y molestia. Me daba curiosidad, pero también
ansiedad por el giro que estaba tomando la conversación (yo no he “salido” del armario con
mi abuela), sin embargo, indagué un poco más: “Pero ¿cómo sabes que ese hombre es
homosexual, abuela?” Ella pausó, se sobó la pierna, entrecerró los ojos y respondió: “Bueno,
cuida su jardín, hornea tartas y mantiene su casa limpia”. Como una polilla directo a la luz,
abrí la puerta de mi propio armario para que ella entrara y dije: “Bueno, yo cocino y mantengo
limpio mi apartamento.” Tras una breve pausa, acoté: “Pero no disfruto la jardinería. No me
gusta ensuciarme las manos”. Apenas esas palabras “salieron” de mi boca, me di cuenta de lo
que había hecho. Mi abuela no dijo nada. Simplemente cruzó los brazos y comenzó a mecerse
como si estuviera en la iglesia. Tenía en la punta de la lengua la pregunta que no se atrevía a
hacerme: “¿Tú eres quare, Pat?” Sí, abuela, soy quare.
Notas
1Ver Johnson, “SNAP! Culture” 125-128.
2Hace tiempo que conozco la conexión entre los afroamericanos y los irlandeses. Como se señala en el film
The Commitments, “lo islandeses son los negros de Europa”. La conexión era evidente — hasta que los
irlandeses se convirtieron en “blancos”. Para un debato sostenido de cómo los emigrantes irlandeses
obtuvieron el privilegio racial de “blancos”, ver Ignatiev.
3Para más información sobre la teoría del punto de vista, ver Collins.
4En Cuerpos que importan (en inglés Bodies That Matter), Judith Butler anticipa la parte debatible de “queer”,
señalando que excluye tanto como incluye, pero que un término tan controvertido podría activar una nueva
forma de activismo político. Ella propone que ‘‘[. . .] es posible que la crítica del término inicie un
resurgimiento tanto de la movilización feminista como de la antirracista dentro de la política lesbiana y gay
o que abra nuevas posibilidades para que se formen alianzas o coaliciones que no partan de la base de que
cada una de estas agrupaciones es radicalmente diferente de las otras. El término será cuestionado,
remodelado y considerado obsoleto en la medida en que no ceda a las demandas que se oponen a él
precisamente a causa de las exclusiones que lo movilizan” (228-29). Sin duda, hay gais, bisexuales, lesbianas
y transgéneros de color que aceptan el término “queer”. En mi experiencia, sin embargo, aquellos que
aceptan el término representan una pequeña minoría. En los “Black Queer Studies” (Estudios Negros Queer)
en la Conferencia del Milenio” que se realizó en la Universidad de Carolina del Corte del 7 al 9 de abril del
2000, por ejemplo, muchos de los asistentes les perturbó que los organizadores escogieran pusieran el
término “queer” en el nombre de una conferencia sobre la sexualidad negra. Su desagrado fue tan ferviente
que se convirtió en el tema de debate durante uno de los paneles.
5Ver, por ejemplo, “Race” de Hall y Gilroy.
6Gracias a Michel Barale por esta idea.
7Aunque es cierto que algunos teóricos blancos queer son autorreflexivos sobre su privilegio e incorporan el
trabajo y las experiencias de gais, bisexuales, lesbianas y transgéneros de color en sus estudios, esta no es la
norma. Paula Moya señala como la teorización de las mujeres de color se les consigna a teóricos
postmodernistas: “‘‘[ Judith] Butler extrae una oración de ‘‘[ Cherríe] Moraga, la entierra en una nota a pie de
página y luego, la malinterpreta para justificar su inhabilidad de considerar las complejas interrelaciones que
estructuran las diferentes forman de la identidad humana” (133). David Bergman también ofrece una
interpretación problemática de la ficción negra gay cuando analiza a James Baldwin a través de la retórica
homofóbica de Eldridge Cleaver y teoriza que las comunidades negras son más homofóbicas que las blancas
(163-87). Para más información sobre críticas de interpretaciones simplistas o despreciativas de los trabajos de
gais, bisexuales, lesbianas y transgéneros de color ver Ng (Charles) y Namaste. Una excepción resaltable es
“Who is That Queer” de Ruth Goldman; en su ensayo ella, una bisexual blanca, le reclama a otros teóricos
blancos queer por no teorizar su blanquitud: “‘[. . .] nosotros los blancos no solemos afligirnos por nuestra
raza, quizás porque ese solo serviría para normalizarnos —reducir nuestra queerness, por así decirlo” (173).
8Para más información sobre esencialismo “estratégico”, ver: Case: 1-12; de Laurentis y Fuss 1-21.
9Para un debate sostenido sobre la negación de los activistas queer sobre las alianzas políticas heterosexuales,
ver Cohen, “Punks” 440-52.
10Champagne se vale de “La Evidencia de la Experiencia” de Joan Scott, donde ella argumenta que esa
“experiencia” es formada discursivamente, mediada por y a través de sistemas lingüísticos e integrada en
ideología. Como en todos los ámbitos discursivos, el terreno donde se mueve la “experiencia” es turbulento
y flexible, aquí colapsan los puntos de apoyo que creemos tener en la historia y en lo “probatorio”. Scott
escribe, “La experiencia siempre es una interpretación y necesita una interpretación. Lo que cuenta como
experiencia no resulta evidente, ni directo; siempre es disputado y por consiguiente, siempre es político. Esto
ocurre cuando los historiadores no asumen como proyecto la reproducción y la transmisión del conocimiento
que llega a través de esa experiencia, sino el análisis de la producción del propio conocimiento” (37, énfasis
en el original). Scott se preocupa por las historias que utilizan la “experiencia” como probatoria para
contextualizar las diferencias. “Al quedarnos dentro del marco epistemológico de la historia ortodoxa”, Scott
argumenta, “estos estudios pierdan la posibilidad de examinar esas suposiciones y prácticas que excluyen
consideraciones de diferencia en primer lugar” (24-25).
11Las fotografías de hombres negros gay de Robert Mapplethorpe siguen siendo controversiales en la
comunidad negra gay. Las reacciones a las fotos van desde la ira, hasta la ambivalencia y la valoración. Yo
creo que la interpretación más compleja de Mapplethorpe está en “True Confessions: A Discourse on Images of
Black Male Sexuality” de Isaac Julien y Kobena Mercer. Ellos escriben: “Aunque reconocemos la dimensión
opresiva de estas imágenes de hombres negros como Ajena, también nos atraen: queremos mirar, pero no
siempre encontramos las imágenes que queremos ver. Esta mezcla ambivalente de atracción y repulsión suele
darse con imágenes pornográficas de hombres negros gay, pero los sentidos inscrito y preferente de dichas
imágenes no están establecidos; pueden tener interpretaciones alternativas cuando experiencias diferentes
influyen en su interpretación” (170).
12Gracias a Soyini Madison por plantear el problema.
13Mi intención no es negar que gais, lesbianas, bisexuales y transgéneros blancas han sido lastimadas
emocional, psicológica y físicamente. El reciente asesinato de Matthew Shepard es un triste testimonio de esa
realidad. De hecho, considerando cómo lo mataron sus atacantes, en cierta forma podría decirse que dicho
asesinato tendría connotaciones raciales. Sin embargo, lo que yo sugiero es que esa violencia racial (o su
amenaza) se ejerce en personas negras de una manera diferente y por motivos diferentes que en personas
blancas.
14La emocionalidad tan manipuladora o supuestamente repugnante también puede tener connotaciones de
género. Generalmente percibido como un performance del género “débil” (“femenino”), demostrar
emociones entre los hombres de cualquier raza u orientación sexual representa una amenaza a la
heteronormatividad y, por consiguiente, suele rechazarse.
15Yo no quiero sugerir que la apariencia de pobreza o riqueza nunca refleja que alguien es realmente pobre o
rico. Sin embargo, lo que sugiero es que en muchas comunidades afroamericanas, el estilo representa un
elemento más importante de lo que algunos se imaginan. Por lo tanto, existe una política de gusto entre
afroamericanos que se realiza de tal manera que distorsionan percepciones establecidas de quién es alguien o
de dónde vienen. Por ejemplo, en muchos casos, tener un cierto estilo de clase media ha permito que los
afroamericanos “pasen” de diferentes maneras estratégicamente astutas. Para más información sobre el
performance del estilo en las comunidades afroamericanas consultar “Home” de B. Smith y “Leaving” de
Beam. Para una perspectiva teorética sobre las políticas del gusto consultar Bourdieu.
16Champagne escribe que, “al igual que las feministas blancas antiporno cuya retórica a veces comparten, los
intelectuales como Riggs y Hemphill podrían expresar en Tongues Untied un sentido de repulsión afectado
por la clase (media) relacionado a la sexualidad—obviamente, no a toda la sexualidad, pero a un tipo
particular y culturalmente problemático. Por lo tanto, quizás no es coincidencia que la retórica empleada por
Hemphill en su interpretación de Mapplethorpe sea tan similar a la de Dworkin, Stoltenberg e incluso Jesse
Helms” (79).
17Para ejemplos de críticos blancos que interrogan la “blanquitud”, consultar Frankenberg, Hill y Roediger.
18Para un análisis de las canciones de blues explícitamente lesbianas de Bessie Smith, consultar Harrison 103-
104.
19Consultar “Black Macho” de Riggs y “SNAP!” y “Feeling” de Jonhson.
20La percepción de Paul Gilroy en cuanto a la utilidad teorética del concepto de “diáspora” son similares a mi
punto de vista, en el sentido que él plantea que esa diáspora “acepta una concepción compleja de semejanza
y una idea de solidaridad que no reprime sus diferencias para maximizar las diferencias entre una comunidad
“esencial” y los demás” (“…to be real,”24).
21Mi intención no es sugerir que la academia siempre ha sido un lugar politizado. Yo solo busco sugerir que
la manera en la que está politizada es, en muchos casos, diferente a la manera en la que politizan las
comunidades no académicas.
22Para una crítica sobre la noción de “hogar” en la comunidad afroamericana frente a la homofobia y el
sexismo, consultar Clarke, Crenshaw, Hooks y Simmons.
23Para una crítica sostenida sobre la homofobia en la iglesia negra, ver Dyson 77-108.
24”Gaydar” es un término que usan algunos gais y lesbianas para señalar su habilidad para determinar si
alguien es gay o no.
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