Está en la página 1de 3

La gran fachada del Museo de Arte 

Italiano

Al llegar a la Estación Central del Metropolitano no supimos qué salida escoger


para ir al Parque Neptuno. Finalmente, tomamos la que decía “Parque de la
Exposición”. Totalmente desubicadas, como “gringo” en mercado central,
salimos buscando algo que se nos haga conocido. Paradógicamente, lo primero
que vimos al salir fue la fachada del Museo de Arte Italiano, justo lo que
buscábamos.
Nos llamó la atención por los grandes mosaicos con varios personajes, raros
escudos y diversos detalles en las columnas. Fácil de identificar, ya que en la
parte superior del gran portón se lee el título “Instituto Nacional de Cultura.
Museo de Arte Italiano”, acompañado de los escudos de Italia y Perú a los
costados. Este imponente frontis nos daba augurios del maravilloso arte italiano
que íbamos a encontrar dentro del museo, que según la información que
teníamos tiene casi 88 años de apertura, y fue un obsequio de la colonia italiana
por el Centenario de la independencia del Perú.
En la puerta estaban parados solo dos hombres de seguridad con su típico
uniforme marrón

Vitral inspirado en "La Primavera" del artista Sandro Botticelli

de “wachiman”; ambos, para variar, panzones. Nos acercamos para entrar y uno
de los guardias nos abrió el gran portón, todo de fierro forjado italiano, con
aplicaciones en dorado, imponente. Esta portada fue inspirada en la
del Baptisterio de San Juan, enFlorencia, elaborada por Alessandro
Mazzucotelli. Toda la parte arquitectónica estuvo a cargo de Gaetano Moretti.
Entramos a la primera sala, encontramos cuadros de Giacomo Grosso y
esculturas como La rana. A un lado, frente a la entrada, antes de la puerta hacia
la segunda sala, hay un escritorio donde se encuentra un trabajador del museo.
Como era el primer domingo del mes los estudiantes universitarios y niños no
pagan entrada, pero al parecer el señor no lo sabía y nos quiso cobrar dos soles,
al insistir nos dijo: “Ya, pasen no más”.
Una vez adentro
Al ingresar nos encontramos con una sala parcialmente vacía, al igual que el
resto del museo, con un gran vitral inspirado en La Primavera de Sandro
Botticelli. A partir de la segunda sala existen dos entradas a cada lado para
poder observar el arte que se muestra en este edificio. Nos sugirieron empezar
por la izquierda, donde estaba la exposición de Francis Alÿs: Fabiola del MALI
(Museo de Arte de Lima), en las cual se muestra a la misma mujer, una santa
cristiana del siglo IV conocida como Fabiola, la cual usa un velo color carmesí, a
la que se le ve de perfil, mirando hacia la izquierda. En el centro de la sala se
pueden observar distintas esculturas propias del museo. Dentro de este
ambiente, se encuentra otro en forma de media luna, en el cual se encontramos
más pinturas de la muestra Fabiola.
Luego pasamos a la sala del extremo derecho, donde encontramos cuadros
como Colegiala de Gian Emilio Malerba y La Prueba de Ulisse Caputo y unas
vasijas muy grandes. Lo vimos casi vacío, definitivamente, si alguien va debe
conocer de arte, porque nosotras, dos estudiantes universitarias, quienes a lo
largo de nuestra vida no hemos tenido gran roce con el arte, no teníamos la
menor idea de lo que estábamos viendo en realidad, por lo que preguntamos a
un joven que estaba parado en el marco de la entrada si había algún guía que
nos pudiera explicar mejor lo que veíamos, a lo que respondió “No, no tenemos,
pero el señor de la entrada te puede dar un tríptico para que se guíen mejor”.
Luego de esta respuesta, lo único que nos quedó fue ir al hall principal para
tener aunque sea una idea de qué obras estábamos viendo.
Visita guiada para invidentes
Tríptico en mano, pudimos gozar de la descripción de al menos algunas obras,
pero algo que nos llamó la atención de él fue que en la parte de “Programas”,
mencionaban una Visita guiada para invidentes, algo que nos pareció particular
e interesante, así que nos acercamos nuevamente al señor de la entrada para
preguntar si se tenía que hacer una cita o si habían días establecidos, su
respuesta fue que no estaban llevando a cabo el programa en ese momento
porque no todas las esculturas estaban expuestas, debido a la otra exposición y
que era probable que no se brinde hasta el otro año, porque habrían mas
exposiciones que no lo permitirían.
Las personas, que visitaban el lugar, no tenían idea de donde estaban paradas.
88 años de historia en sus pies y frente a sus narices, pero para ellos solo eran
cuadros, esculturas y vasijas gigantes. Se notaba en sus caras una desilusión,
como si estuvieran buscando algo que nunca encontrarán. Al parecer nosotras
teníamos las mismas caras.
Dimos una vuelta más para apreciar las pinturas y esculturas que ahí se
encontraban, para buscar algo que se nos haya pasado en la primera “ojeada”,
pero solo había más de lo mismo.
Así fue como culminó nuestra visita, sin más que hacer. Solo salimos admirando
la hermosa arquitectura que tenía el lugar, especialmente en la fachada, pero
decepcionadas por lo poco que pudimos apreciar dentro del museo, “mucho
ruido y pocas nueces”.
Con esto pudimos concluir, que todo el esfuerzo realizado a lo largo de los años
para que el Museo de Arte Italiano sea de agrado de todos, y pueda ser
disfrutado por el pueblo peruano, se vea desperdiciado por el simple hecho de
que no se le da el interés que se debería, la falta de información en el lugar no
ayuda a que se pueda apreciar la riqueza cultural que se puede encontrar ahí, y
no debería ser así, si lo que se busca es fomentar la cultura en nuestro país.

También podría gustarte