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LOS ARREPENTIDOS DE LA TECNOLOGÍA

INTERNET SE ROMPIÓ

El discurso de Silicon Valley parece estar cambiando. Hace


tiempo sus cabezas reconocieron que Internet se les fue de las
manos. ¿Habrá modo de desintoxicar las redes sociales de la
dependencia a las pantallas, los discursos de odio, las fake news y
la vigilancia masiva? Por Axel Marazzi.

Por: Axel Marazzi
 
Arte: Pablo Boffelli

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Hace tiempo que vengo leyendo a algunas de las personas más
importantes de la industria tecnológica arrepentidas.
Arrepentidas porque los productos que crearon, sobre todo las
redes sociales, terminaron convirtiéndose en algo diferente a lo
que habían imaginado. Nos volvieron dependientes,
desinforman y amplifican el discurso de odio como nunca antes
nada lo hizo y, como si fuera poco, exponen datos que deberían
ser privados. Esto terminó haciéndole mal no solo a sus
usuarios, sino también al mundo. Incluso aquellos que
decidieron quedarse afuera de esas plataformas sufren sus
consecuencias. Por eso decidí escribirle al estadounidense
Mike Monteiro, un diseñador que, conociendo la industria desde
adentro, se convirtió en uno de sus críticos más férreos.
Después de dos semanas recibí una notificación en mi celular.
Era un correo suyo: “Enviame las preguntas”.

Te doy un poco de contexto. Soy de los millennials más viejos.


De esos que no se sienten tan millennials aunque estén
pegados a internet como si fuera falopa. De hecho, crecí sin
internet ni celular. En mi casa había teléfono de línea y para
llamarme a cenar mi vieja salía a la puerta y gritaba mi nombre
hasta que yo, que siempre estaba dando vueltas por mi barrio
del conurbano, la escuchaba y volvía. La otra opción era llamar
por teléfono a la casa de mis dos o tres amigos para decirle a
sus padres que me avisaran que fuera a comer. Hoy soy,
probablemente, la persona que más rápido contesta un
mensaje de WhatsApp que conocés. Hace poco un amigo me
dijo: 

—No había terminado de escribirte, y ya me habías devuelto el


saludo. No estás bien. 

Tiene razón. El celular es el medio a través del cual me


comunico, hablo con mis amigos y trabajo. A través del cual, en
cierta forma, vivo. Y eso sacando de la ecuación que estamos
en el medio de una pandemia y que internet se convirtió en una
salvación a la hora de realizar videollamadas por Zoom, seguir
en contacto con seres queridos y hasta trabajar desde nuestros
hogares.

La primera computadora que tuve, una Pentium 486, llegó a mi


casa cuando yo tenía 15 años. Podría decir que me cambió la
vida, pero no sería cierto (porque todavía no tenía internet). Dos
años después empezaron a aparecer los servicios gratuitos:
Full Zero, Alternativa Gratis, DeArriba, Datafull y Tutopía fueron
los primeros. Entonces sí: mi mundo cambió. Estilo Stranger
Things pero sin monstruos noventosos con Sacoas de fondo.
Para un pibe curioso, tener acceso a una cantidad de
información inabarcable era el paraíso. Fue ese el motivo por el
cual Tim Berners-Lee, creador de la Web, decidió desarrollarla:
el acceso al conocimiento. Berners-Lee la inventó con la ilusión
de generar un “espacio libre y abierto para que la humanidad
pueda compartir ideas y conocimientos”. Durante un tiempo
funcionó, pero hoy se pudrió todo.

La vieja mula ya no es lo que era. Internet se rompió. Bah, la


rompieron las cabezas de Silicon Valley que empezaron a
innovar sin que les importara en lo que pudiese llegar a pasar.
Con la aparición de Facebook allá por el 2006 internet pareció
haberse convertido en la meca de la conectividad. La
comunicación constante e instantánea había alcanzado su
máxima expresión, pero nunca hubiéramos imaginado que
íbamos a terminar donde estamos ahora. 

Hoy el discurso de odio inundó las redes sociales, nos dimos


cuenta de que pasamos un tiempo insano con nuestros
dispositivos, y las fake news  y la desinformación están por
todos lados. La vigilancia masiva por parte de los Estados es
moneda corriente. Puedo citar dos que cambiaron el curso de
la red. El primero fue el de Cambridge Analytica. El segundo fue
el que involucró a Edward Snowden, informático que develó el
programa de espionaje masivo de la NSA contra ciudadanos
propios y ajenos en 2013. Siendo optimista, se podría decir que
estamos ante un panorama terrible. Berners-Lee, como todos
los que habitamos internet, lo sabe: “Mientras la Web creó
oportunidades, dando voz a grupos marginados y haciendo
más fácil nuestra vida, también creó oportunidades para los
estafadores, dio voz a los que proclaman el odio e hizo más
fácil cometer todo tipo de crímenes”, escribió en una
carta abierta cuando la Web cumplió 30 años.

El daño es tan grande que estamos viendo cómo el relato que


llega desde Silicon Valley empezó a cambiar. Hoy, ejecutivos y
empleados salen del closet y admiten, con vergüenza, que
están arrepentidos porque lo que hicieron, las plataformas que
crearon, dañaron a millones de personas. En resumidas
cuentas, admiten que hicieron las cosas mal.

Quizás el que mejor lo plasmó fue Mike Monteiro en Ruined by


Design (2019), que abre con una frase demoledora: “Diseñamos
redes sociales sin forma de lidiar con el abuso o el acoso.
Diseñamos un sistema de incentivos financieros que llevó a
Mark Zuckerberg a afirmar que lo que es bueno para el mundo
no es necesariamente bueno para Facebook y llevó a Jack
Dorsey [fundador y CEO de Twitter] a creer que
el engagement  era una métrica más importante que la
seguridad de los usuarios. Por acción o inacción, por culpa o
ignorancia, diseñamos un mundo para que se comportara
exactamente como se está comportando”. 

 
Le escribí a Monteiro sin esperanzas de que me fuera a
contestar, pero lo hizo. Las respuestas no son nada
alentadoras.

–¿Les crees a las cabezas de Silicon Valley cuando dicen que


quieren que pasemos tiempo valioso dentro de sus
plataformas?

–No. Pienso que son adictos a hacer dinero a partir de nuestra


adicción a los productos que crearon. Todavía están enfocados
en mantenernos pegados a sus creaciones la mayor parte del
tiempo posible. No le prestes atención a lo que dicen, prestale
atención a lo que hacen.

–¿Nos ayudarán las características de bienestar digital que


implementaron las redes sociales con la intención de alejarnos
de nuestros dispositivos o ya estamos perdidos?

–No estamos perdidos. Perdidos implica que nosotros somos


los culpables. Estamos usando los productos como fueron
diseñados para que los usemos. Ellos los diseñaron para que
nos volviéramos adictos y nosotros lo hicimos. No fue un
accidente de la tecnología sino una decisión consciente. Es
ridículo esperar que esos productos curen nuestra adicción
porque fueron creados por las mismas personas que la
generaron. Como dijo Audre Lorde: “Las herramientas creadas
por el amo nunca desmantelarán su casa”.

En otro libro publicado a principios de 2019, llamado Zucked:


Waking Up to the Facebook Catastrophe (2019), Roger
McNamee, uno de los primeros inversores de la plataforma y
consejero de Mark Zuckerberg durante años, cuenta cómo notó
que la red social le estaba haciendo mal al mundo: “Explicaré
cómo actores explotan el diseño de Facebook y otras
plataformas para lastimar e incluso matar personas inocentes.
Cómo democracias están siendo socavadas por las decisiones
de diseño y de negocios de plataformas que niegan la
responsabilidad de sus actos. Cómo la cultura de estas
compañías hace que los empleados sean indiferentes al lado
negativo de sus creaciones”. 

También le escribí a Scott Berkun, quien publicó The Myths of


Innovation (2007) y trabajó para compañías como Microsoft
desarrollando nada menos que el Internet Explorer y
WordPress. Me dijo que las personas que desarrollan este tipo
de productos tienen problemas para ver lo terrible que son las
consecuencias negativas de su trabajo, y esta ignorancia puede
hacerle mal a millones: “Es posible que sean honestos al tratar
de reducir la adicción al mismo tiempo que subestiman la
escala y la complejidad del problema”.

Hace un tiempo vi el documental de Netflix


llamado Minimalism que hizo Joshua Fields Millburn junto a
Ryan Nicodemus. En él los creadores apelan a un consumo
más consciente no solo de la tecnología sino de cualquier otro
producto. Una vida más minimalista y menos efímera donde
haya sentido detrás del consumismo. Racionalizar el consumo
y hacerlo por necesidad y no por inercia. Por eso me interesaba
su visión en relación al avance constante de las redes sociales
sobre nuestra vida. Fields Millburn asegura que el scrolling  es
el smoking  (fumar) de la nueva generación. “Si el significado de
la tecnología es la conexión, ¿por qué dejamos que nuestros
dispositivos creen una cortina de humo entre nosotros?
Últimamente se viene hablando sobre ‘construir un muro’, pero
tal vez ya hayamos construido uno, una barrera de atención
entre nosotros y las personas en nuestra vida cotidiana”,
aseguró Fields Millburn.

Pero bueno, basta de frases apocalípticas. Si se le puede


encontrar algo ¿bueno? a todo esto es que cada vez más
usuarios, al menos los que de alguna manera seguimos la
tecnología más de cerca, sabemos que lo que dicen Monteiro,
McNamee, Millburn y Berkun es cierto. Hace un tiempo
empezamos a preocuparnos no solo por cuánto tiempo
pasamos delante de las pantallas sino también a la
desinformación, el odio y nuestra privacidad. Así empezaron a
aparecer los arrepentidos. Empleados y exempleados de las
compañías de tecnología que moldearon nuestra realidad y
que, conscientes de que la cagaron, empezaron a pedir perdón.
Desde Sheryl Sandberg y Mark Zuckerberg, directora de
operaciones y el creador y CEO de Facebook, hasta Jack
Dorsey, de Twitter. Y en el medio de esos dos gigantes,
muchos, muchísimos otros.
 

Hace un tiempo, Sandberg dijo en una entrevista que dio a la


National Public Radio, después de la filtración masiva de datos
de usuarios, que no hicieron lo suficiente para proteger la
información de las personas que usan su plataforma. “Estoy
muy arrepentida, Mark también.” En febrero de 2020
Zuckerberg sorprendió a todos: “No creo que las empresas
privadas deban tomar tantas decisiones solas cuando tocan
valores democráticos. Tenemos que equilibrar la promoción de
la innovación y la investigación contra la protección de la
privacidad y la seguridad de las personas”. ¿El creador de
Facebook pidiendo más regulación? 

Investigando para escribir este artículo llegué a una charla TED


que dio Dorsey donde contó cuál fue el mayor arrepentimiento
en relación a su creación: la importancia que le dieron a
los followers  y a los likes: “Si tuviera que empezar otra vez, no
enfatizaría tanto el recuento de ‘seguidores’. No enfatizaría
tanto el recuento de ‘me gusta’”. ¿No te habrás dado cuenta un
poco tarde, amigo? Hace poco el creador del botón de retuit,
Chris Wetherell, salió a mostrarse avergonzado por su
desarrollo. Era el año 2009 e internet era un lugar
completamente diferente al que es hoy. En ese momento a
Wetherell se le ocurrió crear un botón que permitiera amplificar
un mensaje. Permitía que un usuario al que le había gustado un
tuit pudiera mostrárselo a sus seguidores. Así fue como nació
el botón que más contribuyó a romper internet. “Le entregamos
un arma cargada a un niño de 4 años”, dijo en una
entrevista que le dio a BuzzFeed. Tranca.

La cuenta es simple. Si vos creás una plataforma en la que


priorizás el engagement y le das “premios” a los usuarios que
más lo generan, está claro cuál será el resultado: personas
enganchadas a esos servicios buscando publicar contenidos
que generen likes  y que sumen seguidores. No te podés
desentender después de lo que terminó pasando. Es lo que me
dijo por WhatsApp Santiago Bilinkis, emprendedor y autor
de Pasaje al Futuro (2014) y Guía para sobrevivir al
presente (2019): “En la elección de qué variables maximizás en
el algoritmo y cómo ubicás los intereses de tu compañía y
plataforma estás determinando la ideología de tu
tecnología”. Nada es gratuito. “Si bien es la persona la que
mata usando un arma, el que la diseña lo hace para matar
porque no tiene otro uso. El fabricante no es enteramente
inocente”, agregó. Salvando la cruenta distancia, lo importante
es que las personas entiendan cuál es la visión moral que hay
detrás de cada una de las plataformas que utilizan y decidir si
coincide o no con la suya. Si eso está claro, todo bien. El tema
es que no suele estarlo porque las compañías, hasta ahora,
venían escondiéndolo.

Después del mea culpa llegó el intento de resolver el problema


que crearon. ¿Cómo? Hay varios frentes. Uno es el del “tiempo
bien empleado”, el concepto que usan los CEOs de grandes
compañías tecnológicas, con Zuckerberg a la cabeza, para
referirse a que no pasemos tiempo en el celular solo porque sí.
Que no estemos scrolleando  por el feed de Instagram, Twitter o
Facebook sin pensar en lo que estamos haciendo, como si
fuésemos autómatas; que cuando usemos el teléfono y las
redes sociales haya un sentido detrás. Para eso están apelando
a un diseño más “humano”, más pensado en pos del usuario y
no de que pasemos más tiempo en sus productos para poder,
solamente, ganar más plata. Resumiendo, la intención es crear
plataformas más empáticas con sus usuarios. No te digo que
no les creo, pero voy a permitirme desconfiar teniendo en
cuenta lo que hicieron hasta ahora y lo que me dijo Mike
Monteiro.

Un ejemplo claro es la inclusión en iOS y Android de una


herramienta para saber cuánto tiempo pasamos con nuestro
teléfono y qué hacemos con él. Ah, no te conozco, pero te
aseguro que cuando veas cuántas horas pasás con el celular
por día no te va a gustar el resultado. Otro cambio que vimos es
que Facebook modificó su algoritmo para poner énfasis en las
interacciones entre familiares y amigos en vez de publicaciones
de medios o marcas, y Apple, después de que su CEO dijera que
estaba usando demasiado su iPhone y silenciara las
notificaciones para reducir ese tiempo de uso, le está dando
prioridad a las apps que apelan a mejorar la salud de los
usuarios.

Estos sistemas no fueron diseñados para el goce de los


usuarios sino para mantenerlos pegados y así poder generar
más ganancia. Esto originó problemas que nunca hubiéramos
imaginado. No reconocerlo es inútil. Ahora hay que intentar
dilucidar cómo resolver esos problemas. Estar atentos a que
esos ejecutivos que los crearon estén a la altura y, como dijo
Monteiro, preocuparse por sus acciones más que por sus
declaraciones. Algunos apuntan a la regulación por parte de los
diferentes Estados; o a que deben ser multados; o a la
educación de los usuarios; mientras que los más radicales que
hay que empezar de cero porque no hay solución aparente. Es
un debate abierto que, lamentablemente, no se cerrará en un
corto tiempo.

El problema detrás de todo esto es que lo que están haciendo


las empresas suena a chamuyo porque estas características no
son tan utilizadas por los usuarios. En relación a esto, Bilinkis
me explicó que “hasta que no haya un esfuerzo concreto y real
de comunicación y de adopción de esas funcionalidades por
ahora es más window dressing  que un cambio genuino”. 

04/09/20.

PorAxel Marazzi
+ Info
ArtePablo Boffelli
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https://www.revistaanfibia.com/internet-se-rompio/

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