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Unidad 9 Arte Barroco
Unidad 9 Arte Barroco
Introducción
El término Barroco, no tiene un origen muy seguro. Barocco o barrôco era una palabra
portuguesa que designaba las perlas de forma irregular. Por extensión, se dio
despectivamente este nombre a las cosas defectuosas o de poco valor. En general,
barroco sirvió para calificar todo lo que era desordenado y confuso. Otra teoría lo deriva
del sustantivo baroco, un silogismo de origen aristotélico proveniente de la filosofía
escolástica medieval, que señala una ambigüedad que, basada en un débil contenido
lógico, hace confundir lo verdadero con lo falso. Así, esta figura señala un tipo de
razonamiento pedante y artificioso, generalmente en tono sarcástico y no exento de
polémica.
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En países como Holanda se va a generalizar el uso privado del arte.
El arte barroco está al servicio del poder, tanto civil como eclesiástico. El siglo XVII
coincide con el punto culminante del poder real. La Monarquía justifica su poder
absoluto porque lo ha recibido de Dios y no encontrará ninguna oposición a sus
decisiones ya que atacar al rey sería atacar a Dios y es así la Iglesia la que legitima el
poder del rey, se producirá un entendimiento o alianza entre las dos partes. La
administración se concentra en la corte del rey y ésta ya reside en una capital fija,
Madrid, por ejemplo, es capital desde el 1562, la capital del reino será tratada con
mimo, reordenada, decorada... El rey utilizará el arte para lograr el asombro y
admiración de sus súbditos y de los extranjeros, dentro de una línea muy barroca.
El arte estará también al servicio de la iglesia católica, el mismo concilio de Trento (que
se hace para reformar la Iglesia y luchar contra los protestantes) da al arte un papel muy
destacado, define cómo tiene que ser el arte y cómo éste tiene que servir de propaganda
de la fe católica, el arte tiene que exaltar lo principios católicos frente a los protestantes,
dentro de un marco de teatralidad, espectacularidad... que es al fin y al cabo el Barroco.
Las procesiones de Semana Santa o del Corpus, por ejemplo, eran manifestaciones
colectivas donde se exaltaban los valores de la religión católica y estos principios eran
expuestos de forma clara a los fieles con la intención de deslumbrarle.
También el Papa, como monarca absoluto y teocrático quiere dejar claro su papel, y es
en Roma donde se ve toda su obra: creación de la plaza de San Pedro con su columnata,
el Baldaquino... Además, en cada reino o país la Iglesia muestra su poder a través del
arte, arte que, como hemos visto, sirve para difundir los principios religiosos.
El urbanismo barroco.
Las capitales de los estados modernos son el reflejo de las ansias de centralización y de
poder de la Monarquía absoluta. La ciudad medieval y la renacentista eran ciudades
cerradas por murallas, la barroca es una ciudad abierta en la que las calles se prolongan
por los caminos ya en el campo. Las calles se hacen más grandes, y el nuevo urbanismo
responde ya a necesidades racionales prácticas y funcionales: allí tenían que albergarse
los centros administrativos que gobiernan el Estado. A veces, cuando la herencia del
pasado es fuerte, se llega incluso a crear ciudades nuevas (Versalles), donde todo se
uniformiza (todas las fachadas son parecidas).
La ciudad se concibe como una obra de arte de inmediata percepción visual, predomina
lo sensorial (lo que entra por los sentidos) sobre lo racional. La perspectiva se aplica a
las calles y plazas, se construye tomando como referencia determinados ejes.
La población europea de las ciudades aumenta, sobre todo la población de las capitales,
a este crecimiento hay que darle una solución urbanística.
Como lugar importante, dentro de la ciudad, destaca la plaza mayor; en París la plaza
Vendôme será el reflejo del poder real, incluso se coronará con la estatua del soberano;
en Madrid se construye la plaza Mayor; en Roma ya hemos adelantado que pasa lo
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mismo con la plaza de las Naciones de San Pedro; en Londres, Copenhague, Viena...
encontramos ejemplos similares. La decoración de las plazas se complementa con las
fuentes, algunas con esculturas alusivas al soberano benefactor.
Rasgos generales.
1. Se busca la prolongación del edificio más allá de los límites reales mediante la luz, la
decoración general (y en particular las bóvedas pintadas), la utilización de espejos...
Todo esto contribuye a dar la sensación de que el espacio se amplía y que la mirada del
espectador va hacia el infinito.
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2. El punto culminante de este espacio dirigido, de este engaño en el que las paredes
caen y se intenta aparentar dilatadas superficies, es la utilización de espejos, como en el
Salón de los Espejos del palacio de Versalles.
3. Los efectos ópticos eliminan la pared real, esta se alabea (se curva) con lo cual se
realza el espacio. Esto combinado con los focos de luz hace que nos encontremos en un
lugar irreal.
Los edificios típicos suelen ser la iglesia y el palacio, como en el Renacimiento. Entre
los palacios destaca en importancia el palacio real.
En Italia es donde surgen los primeros chispazos de este nuevo arte. El principal
protagonista de la arquitectura barroca italiana será la columna, tanto para decorar
fachadas como para producir efectos de perspectiva.
3. La primera mitad del XVIII es la aproximación a lo clásico sin perder de vista las
grandes dimensiones, como arquitectos destacarán: Juvara, Saccheti... En este siglo
Italia pierde la preponderancia artística de la que había gozado desde hacía siglos y será
sustituida principalmente por Francia.
Los inicios del Barroco los encontramos con el arte de la Contrarreforma, el ejemplo
más representativo es la iglesia de Il Gesú en Roma, iglesia de los jesuitas, orden
religiosa que surge ahora en defensa de la fe y del papado.
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No existe en esta etapa un juego de curvas y contracurvas como más tarde veremos, es,
por tanto, un barroco reposado, pero sí ciertos entrantes y salientes en la fachada de Il
Gesú que nos anuncia lo que será la siguiente etapa del Barroco.
Construye también la fachada tal y cómo la conocemos hoy, utilizando el orden gigante
(columnas grandes que recorren varios pisos) que va a ser normal en el Barroco y que
ya veíamos en algunos edificios renacentistas. En la fachada presenta un pequeño
frontón, si lo hubiera hecho más grande hubiera quitado protagonismo a la cúpula de
Miguel Ángel.
Fue un artista polifacético (arquitecto, escultor, pintor, poeta…). Entre su clientela sirve
a ocho papas y a cardenales y aristócratas, incluso Luis XIV le invitó a París para
diseñar el Louvre.
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es decir, que ascienden en espiral, rematadas con capiteles compuestos y apoyadas sobre
pedestales cúbicos de mármol. La gran cantidad de bronce necesaria
para realizar el baldaquino hizo que Urbano VIII permitiera la
fundición de los relieves del Pantéon de Agripa. Sobre las columnas,
se apoya un entablamento realizado también en bronce, sobre el que se
sitúan unos tallos a modo de volutas que convergen en el centro de la
composición. El vértice se corona con una esfera que trata de
representar el mundo y sobre ella una cruz, símbolo del cristianismo.
La decoración escultórica está representada por cuatro ángeles que se
sitúan en la parte superior de las columnas, que guardan en su interior
reliquias de los primeros mártires cristianos. En el centro vemos al
Espíritu Santo y un ángel portando las llaves de San Pedro. El resto de
la decoración versa sobre motivos vegetales y abejas, estas, símbolo
del escudo de la familia Barberini a la que pertenecía Urbano VIII.
Debajo de él se encuentra el altar mayor. En el Baldaquino trabajó
también Borromini, el otro gran arquitecto.
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Ésta aparece rodeada de rayos dorados y ángeles que crean un efecto de gran
teatralidad y monumentalidad. Fue encargada por el papa Alejandro VII.
En sus obras civiles destaca la fachada del palacio de Montecitorio (actual parlamento
italiano).
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espacio. Un efecto importante es la sensación de amplitud que logra
en la cúpula, los casetones de la parte inferior de ésta son más
grandes que los de la parte superior, así nos da sensación de
profundidad. Interesante es el pequeño claustro anexo. La fachada es
todo un manifiesto de la obra de Borromini, utiliza la curva, la
contracurva, si en un lado de la parte inferior utiliza líneas cóncavas,
en la parte superior y justo encima utiliza las convexas...esto unido a
la decoración de ventanas, esculturas que enmarcan las puertas y el
gran escudo que rompe la fachada por la parte superior nos da una
gran sensación de movimiento.
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soy Yo), por tanto el palacio del rey ha de ser el mejor de todo el reino. En Francia se
crean además las Academias o lugares donde se forma el artista que es ahora más culto
y refinado.
El gran proyecto del rey Sol sería la construcción del palacio de Versalles, un palacio
que ensombreciera al de Fouquet y al de cualquier monarca europeo, en este palacio
enorme fijaría su residencia y corte. El arquitecto del edifico fue Le Levau que edificó
una nueva estructura alrededor de un viejo castillo de Luis XIII, dándole así una forma
casi cuadrada (realmente parecía una gran U). Jules
Hardouin Mansart, otro de los grandes arquitectos
del barroco francés, hace en 1678 otra ampliación,
añade dos alas prolongadas colocadas en escuadra
(en ángulo recto) con el núcleo anterior siguiendo
proyectos de Le Vaux, en el ala derecha se
instalarían despachos ministeriales y en la izquierda
la residencia de los príncipes.
Delante del conjunto se coloca un gran patio de armas donde confluyen tres grandes
vías que comunican con París, esta plaza revaloriza el palacio.
Versalles influiría en toda Europa y a imitación suya serían construidos un gran número
de palacios, reminiscencias versallescas encontramos, por ejemplo en España en el
palacio Real, en Aranjuez y La Granja, a ellos nos vamos a referir a continuación.
Rasgos generales.
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El ansia de movimiento está presente en la escultura de una manera obsesiva, más
incluso que en arquitectura. Este interés fijo por el movimiento lleva consigo:
3. Gusto por representar el cuerpo humano en torsión, en veloz rotación. Los ropajes
que envuelven los cuerpos de los personajes se agitan, estén o no estén éstos en
movimiento, son ropajes anchos, movidos, hinchados. Además para acentuar más el
claroscuro se utilizan gestos teatrales.
Italia es el centro de la escultura barroca, dentro de ésta será Roma el núcleo principal
con la figura de Bernini.
Gian Lorenzo Bernini fue un católico convencido, amigo de los jesuitas e impulsor de la
Contrarreforma, a pesar de estos datos también realizó obras mitológicas. Fue
polifacético, lo hemos visto como arquitecto y además fue pintor por afición, pero al
igual que Miguel Ángel él se considera escultor sobre todo.
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Período juvenil: son sus primeras obras para el cardenal Scipione
Borghese. Estas primeras obras son de espíritu clasicista como en la
Cabra Amaltea (1615-1616). El mito de la cabra Amaltea es una
leyenda heredada de la mitología griega y posteriormente adaptada
por los romanos que dicen que Amaltea es la cabra que alimentó
con su leche a Júpiter, el dios Zeus en la mitología griega como un
niño y que jugando con ella, el pequeño dios había roto uno de sus
cuernos. En agradecimiento al cuidado desinteresado que
tuvo con el, Júpiter transformó este cuerno en cornucopia,
que es el cuerno de la abundancia. Vemos una escena común
con niños que beben la leche que han obtenido de la cabra,
muy de la época es la redondez de los niños, exquisitamente trabajados. La cabra
está en una posición de relajación jugando con ellos. El mármol se envejeció con
cenizas a fin de darle mas color de campo a la escena.
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de Dafne salen ramas, de sus pies raíces, su cuerpo se recubre de
corteza arbórea... en su cara se refleja el dolor de la transformación y
en la de Apolo el asombro. Bernini introduce una composición abierta
con una gran línea diagonal que confiere movimiento y dinamismo a
todo el conjunto, ropajes ondeando, cabellos volados… En la obra la
inestabilidad está presente a través de líneas curvas y paralelas como
la que describen los cuerpos de Dafne y Apolo. La obra adquiere un
importante tratamiento volumétrico con distintos puntos de vista que
permiten al espectador observar diferentes detalles a medida que
rodea la escultura, así vista la escultura desde la espalda de Apolo, la
figura de Dafne parece casi oculta y tan sólo se aprecia el incipiente
árbol. En la composición apreciamos el movimiento, la torsión, la
inestabilidad, características que habían sido anunciadas ya por el
manierismo.
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brazos en cruz, guían la mirada del espectador en dirección oblicua y ascendente hacia
la lanza que lleva en su mano derecha, la considerada la Santa Lanza, una reliquia que
se conserva en la cripta del Vaticano que precisamente se sitúa bajo la escultura. Como
siempre en las obras de Bernini elige el momento más importante de la vida del
personaje para representarlo. En este caso se trata del instante en que Longinos se
convierte al Cristianismo. Es una obra movida y espiritual donde los ropajes nos marcan
las líneas compositivas. Es una obra hecha por piezas ensambladas.
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mundo orgulloso como un emperador, coronado por la tiara y con gesto arrogante. La
composición es piramidal y espectacular. El propio papa sugiere éste como un
monumento a la fama póstuma, surgiendo del sarcófago la figura de la Muerte que
escriben en la cartela el título, alegoría esta de la Fama. Las figuras de las virtudes
muestran una gran perfección técnica, encontrándose llenas de
verosimilitud y estas representaciones corresponden a la cultura
neohumanista dentro de la que se mueven tanto el papa como
Bernini. Posadas dentro de la composición aparecen dos abejas en
referencia al escudo de los Barberini.
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espiritualidad. Destacan los Ángeles con los atributos de la Pasión (1668-1671),
situados en las barandillas de Puente de Sant´Ángelo.
La pintura en Italia
Características generales.
En cuanto a los géneros estos son muy variados. Desde los paisajes, en la
representación de la naturaleza no tienen porqué aparecer hombres, hasta los bodegones
o naturalezas muertas, donde se pintan las calidades de las cosas, el artista, en
definitiva, abandona muchas veces su taller y se va a la naturaleza; importante es, así
mismo, el retrato, pero basados en ese naturalismo se convierte en un retrato físico y
psicológico. Con la pintura se expresa también el dolor, los temas cruentos, la Pasión,
los martirios de los santos...
Se produce también un predominio del color sobre el dibujo. El color es muy variado,
y es el que limita las formas y volúmenes frente al Renacimiento donde casi por regla
general –hay excepciones: el sfumato-- predomina el dibujo.
Desde el punto de vista del espacio se estudia la perspectiva continua, esa idea de
captar la tercera dimensión en pintura era casi una obsesión. El motivo principal se
situaba en el primer plano del cuadro en el Renacimiento, ahora en el Barroco puede
estar en cualquier plano, y no hay esa sensación de ruptura entre un plano y otro, todo
aparece continuo. Hay varios procedimientos para captar la profundidad: líneas
convergentes, series de escorzos, un término oscuro y la luz en el fondo, juegos de luces
que subrayan la profundidad... algunos de ellos ya los conocíamos.
En las composiciones hay que destacar la asimetría. La simetría era una ley básica en
el Renacimiento, esto se pierde, la simetría da sensación de estabilidad, orden,
equilibrio... ideales nada barrocos. Otra idea muy utilizada es hacer composiciones
atectónicas, las figuras pueden salirse del marco, y en el cuadro aparecer figuras
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parciales. En la misma línea están las composiciones diagonales o en aspa (cruce de dos
diagonales).
No está de más recordar que uno de los principios básicos del Barroco es la idea de
movimiento, esto lo hemos visto ya aplicado a otras artes pero en la pintura será
fundamental.
Debemos indicar también que muchas de las características ya observadas habían sido
ya adelantadas en el manierismo.
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eje central, desnudo como corresponde a los héroes, apoyado en su maza. El cuerpo de
Hércules remite a aquellas anatomías poderosas de Miguel Ángel. Pensativo, escucha
las razones que le ofrecen dos figuras alegóricas, que luchan por inclinarle una hacia las
artes y otra hacia la fama y la historia. Las figuras femeninas están contrapuestas, con
los gestos indicando direcciones contrarias, una de frente y otra de espaldas, acentuando
el carácter de decisión que el héroe debe tomar entre dos posturas que se oponen.
En 1597 comenzó la bóveda de la Gran Galería, cuyo tema fue Los amores de los
dioses, o, como lo describió Bellori, «el amor humano gobernado por el amor celestial».
Aunque la bóveda ofrece una rica interrelación de varios elementos ilusionistas,
mantiene fundamentalmente la contención y la claridad figurativa de las decoraciones
propias del Alto Renacimiento, inspirándose en la bóveda de la Capilla Sixtina de
Miguel Ángel y los frescos de Rafael en las Logias Vaticanas y en la Farnesina Tuvo
una enorme influencia, no sólo como manual de representaciones de figuras heroicas,
sino también como modelo de procedimiento técnico. El asunto central es el Triunfo de
Baco y Ariadna, Empleó la "quadratura", en la que se insertaban los "quadri riportati",
es decir, parecían auténticos cuadros con sus marcos de estuco. Esta técnica de la
"quadratura" es la que
empleó Miguel Ángel
en la Capilla Sixtina,
aunque los boloñeses
como Carracci la
convirtieron en recurso
habitual. Baco sentado
en el trono en
compañía de Ariadna y
rodeado de amorcillos,
traen la felicidad a la
Tierra. El carro es
tirado por leopardos y
cabras. El cortejo
también está formado
por sátiros, silenos y
ménades que bailan y tocan instrumentos musicales.
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La huida a Egipto (h. 1604) es la obra
maestra de Annibale en este género.
Pasó los dos últimos años de su vida en Parma, donde realizó su propio «techo Farnese»
decorando una bóveda con escenas mitológicas en el Palazzo del Giardino para el
duque Ranuccio Farnese. Muestra una versión meticulosa, aunque fría, del vital
Clasicismo de su hermano.
Su etapa más fructífera se produjo entre 1585-1595, pero ya hacia el final de su vida
realizó pinturas tan notables como Cristo crucificado sobre figuras en el Limbo
(1614), de una fuerza casi expresionista.
Tuvo también grandes mecenas que le sacaron de apuros en más de una ocasión.
Reformó la pintura italiana a la que dio nuevos rumbos, el manierismo estaba ya
agotado.
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En su vida vemos tres etapas, la primera se corresponde a sus primeros años en Roma e
iría desde 1590 a 1599 se ve influido por sus predecesores y está lejos del tenebrismo.
Sus cuadros son de pequeño tamaño, sobrios, de pocos personajes y los personajes más
ordinarios, de la calle, son tomados como modelos (naturalismo).
En esta etapa inventa el bodegón moderno con su cuadro La cesta con frutas (h.1596)
Caravaggio fue uno de los primeros, si no el primero, en emplear
este género para simbolizar alegorías cristianas o morales. Esta
significación profunda en lo que aparenta ser un simple cesto con
frutas de temporada se puede rastrear analizando las frutas y
hojas que aparecen pintadas, por cierto, con extraordinaria
maestría: manzanas, peras, higos, membrillos y uvas, todas ellas
son frutas del final del verano, antes de que se detenga la vida
con la llegada del invierno; son un símbolo de las fiestas de
recolección y la dulzura obtenida tras el largo año de trabajo.
Además, el pintor combina con habilidad frutas lozanas,
maduras, que se anuncian dulces como la miel, junto con otras
frutas marchitas, llenas de manchas, que preludian la podredumbre y la muerte. Lo
mismo ocurre con las hojas, entre las que encontramos verdes y acharoladas junto a
otras arrugadas, amarillentas y llenas de agujeros de parásitos. El lienzo posee un fondo
amarillo brillante, muy claro, lo cual sólo realiza su autor en los primeros años de su
producción.
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cesta de fruta del primera plano esté repleta de frutas no comestibles o que en el cristal
de la copa de Baco aparezca representado el propio Caravaggio.
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Otro detalle muy importante es el bodegón que incluye Caravaggio sobre la mesa. En el
que también hay un atrevido escorzo con el cesto de fruta en un frágil equilibrio sobre el
tablero. En el cesto de frutas vemos manzanas ya muy maduras o higos ya reventados,
lo cual alude al pecado original. Mientras que también se ve la granada, símbolo del
triunfo de Cristo por medio de la resurrección.
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vacío donde el protagonista es la luz divina. Por su parte el joven Saulo aparece con los
ojos cerrados por el golpe pero su rostro no muestra desfallecimiento sino que está
sumido en un estado de éxtasis sereno y placentero.
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Caravaggio, la obra fue tachada de irrespetuosa e incluso herética y el abogado del papa
rechazó de inmediato el encargo. Finalmente la obra fue adquirida por el duque de
Mantua gracias a la intercesión de su embajador en Italia, el mismísimo Rubens que
consideró la obra como una de las mejores producciones del pintor italiano.
La figura de María es el centro que rige la obra, ésta aparece representada como una
mujer muerta con los pies y el vientre hinchados. La figura está tratada con gran
realismo, su mano cae sin vida hacia el suelo y su encarnación es pálida y enfermiza.
Caravaggio representa el tema con gran realismo, de hecho parece ser que el artista
tomó como modelo a una conocida prostituta que hallaron muerta en el Tíber, y alejado
de los dogmas de la iglesia; obvia el tema de la ascensión representando tan sólo la
muerte de la Virgen.
La etapa final coincide con su exilio. Como obras de este período tenemos Las siete
obras de misericordia (1607), La decapitación del Bautista (1608) y La
resurrección de Lázaro (1609) entre otras.
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Caravaggio por su tenebrismo, aunque fue muy débil; de los Carracci por sus
composiciones majestuosas, grandilocuentes, exquisitas...
Abarcó todos los géneros: religioso, bodegones, retratos (aunque sus retratos sólo
revelan lo físico)... Se codeó con los grandes personajes de su época, reyes, papas... y
por tanto llevó una vida holgada.
Ya en 1598 era un pintor independiente, En 1600 llegó a Italia donde conoció y estudió
la pintura de los grandes artistas renacentistas y las fuentes artísticas más destacadas de
la Antigüedad Clásica. Durante esta época su pericia fue alabada por algunas de las
figuras más destacadas de Italia y Rubens llegó a convertirse en el pintor de la corte del
Duque de Mantua, Vicenzo Gonzaga. En representación de Vicenzo Gongaza, Rubens
acudió a la corte española con una misión diplomática que no tuvo ningún éxito pero
que, sin embargo sirvió al artista flamenco para conocer las obras de la colección real
española, a algunos de los grandes genios de la época y
sobretodo dejar en este país algunas obras y pinta el famoso
cuadro Retrato ecuestre del duque de Lerma (1603), El
Duque aparece representado sobre un caballo blanco que se
dispone frente al espectador; el artista flamenco opta por una
disposición frontal con un pronunciado escorzo del animal y
cuya posición nos permite en la lejanía el fragor de una batalla.
Se ha utilizado un contrapicado de manera que el espectador se
sitúa casi a los pies del caballo y parece que éste le vaya a
arrollar. Don Francisco Sandoval era un hombre corpulento y
elegante y así aparece representado en el óleo de Rubens; está
ataviado con una pulida coraza que destaca por su detallismo y
en las manos porta el bastón de mando. Especial mención
merece sobre sus vestiduras la cruz y la venera que ponen de
manifiesto su condición como Caballero de la Orden de
Santiago.
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que decoraría este altar, en los paneles laterales el artista resolvió la composición con
figuras de santos que observaban la escena central.
Nos encontramos ante un lienzo de formato vertical que representa una de las escenas
de la Pasión de Jesucristo, concretamente el momento en el que Cristo ya se encuentra
clavado a la cruz y los soldados se disponen a elevarlo. La figura de Jesucristo en una
marcadísima línea diagonal es el centro de la composición, parece clara la influencia de
la obra El entierro de Cristo muerto de Caravaggio en la potente diagonal que Rubens
aún representa más marcada. Especial mención merece el gesto del crucificado que,
eleva sus ojos hacia el cielo en un gesto de súplica, en este lugar debía de situarse las
esculturas de Dios Padre y los ángeles en el altar mayor.
* Todas estas líneas se centran en el cuerpo de Cristo que es el tema principal alrededor
del cual se organiza todo el cuadro.
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características comunes a todas las artes barrocas. Otra sería la sensación de
espectacularidad, entra al espectador por los ojos, subrayando el carácter sensorial
(mundo de los sentidos) del Barroco frente al mundo de la razón típico del
Renacimiento.
En 1619 realizaba la serie dedicada a San Ignacio y San Francisco Javier, para cubrir
el techo de la casa de la Compañía de Jesús en Amberes pero se perdió destruida por un
incendio.
Las relaciones entre Doña Isabel Clara Eugenia, Gobernadora de los Países Bajos, y
Rubens fueron excelentes. Fruto de ese contacto surgió el encargo en 1625 de diseñar
una serie de bocetos destinados a servir como modelos de tapices para el convento de
las Descalzas Reales de Madrid, fundado por su tía Doña Juana de Austria. La serie
tenía como tema el Triunfo de la Iglesia sobre sus diferentes enemigos: el paganismo, la
herejía, la ciencia y la filosofía. El Triunfo de la Eucaristía sobre la Herejía es el más
dinámico de la serie, destacando las diagonales y los escorzos tan del gusto del maestro,
aun más marcados por el claroscuro y la intensidad del color. La Verdad, representada
como una mujer de rubios cabellos, es
elevada por encima de las disputas de los
hombres en el Tiempo. A sus pies caen
los herejes, identificados en los rostros
de Calvino y Lutero. La escena está
pintada como sí de un tapiz se tratara,
situándose entre las columnas
salomónicas de los extremos, sujetas a
un arquitrabe por anillas o angelillos,
disposición totalmente barroca que
recuerda a Rafael. Las figuras se sitúan
en primer plano, ocupando todo el
espacio. El león y el zorro que luchan en
primer plano, símbolos de fuerza y de
astucia, están colocados fuera de la
escena principal, reforzando la idea de que ésta es un tapiz. Al estar colocados ambos
animales más cercanos al espectador hace que nos sintamos involucrados en la
composición y participemos en ella. El Triunfo de la Iglesia y el Triunfo de la
Eucaristía sobre la Idolatría también forman parte de la serie.
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También decora el Salón de Banquetes del rey Carlos I de Inglaterra en el palacio de
Whistehall; y la Torre de la Parada del rey Felipe IV de España, cerca de Madrid. En
este viaje conoce a Velázquez y va a copiar los Tizianos del rey.
En 1630 enviuda y se casa con Helena Fourment que le sirve de modelo en sus
composiciones mitológicas, como ejemplos, en El jardín del amor (1630-1635),
también conocido como El jardín de las Gracias, es una obra realizada en óleo sobre
lienzo cuya datación aún es hoy discutida. La
obra representa un conjunto de personajes
galantes reunidos en el exterior de un palacio
celebrando una pequeña fiesta. En el centro de
la composición vemos representada a la nueva
mujer del artista.; ésta aparece acompañada por
un entusiasta grupo de amigos que charlan y se
divierten en las más variadas posturas. Sus
ropajes son galantes indicándonos cómoda
posición social. La ambientación exterior parece
ser que podría tratarse de la casa de campo que
en propio Rubens poseía a las afueras de
Amberes.
La presencia de pequeños puttis por el jardín, nos remiten a una composición de tipo
alegórico. Muchos de estos angelotes portan en sus manos símbolos del amor y la
presencia de una fuente representando a las Tres Gracias y otra a la diosa Venus,
representando un original de Gian Bologna, hacen referencia a las virtudes del
matrimonio.
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sobre todo de la obra del flamenco: Son figuras carnosas y desnudas, con aspecto grácil
pero poco delicado. Sus senos y caderas son abultados aludiendo a la condición de
madre de la mujer que para Rubens era inseparable. El artista utilizó como modelo a su
segunda esposa para retratar a la diosa del amor.
En Las tres Gracias (1638) del Museo del Prado, aparecen las
tres hijas de Zeus, Aglaya, Talía y Eufrosine, las tres gracias de
la mitología griega. Se representan a dos de ellas de perfil y la
del medio, de espaldas con la cabeza vuelta, estando las tres con
el cuerpo desnudo. Simbolizan el amor, la belleza, la sexualidad
y la fertilidad.
La composición es elegante y las carnaciones claras irradian luz a la obra, con seguida
con la fusión de los tres colores primarios. El colorido es muy brillante y predomina el
color sobre el dibujo. Hay movimiento en los escorzos y posturas de ellas, además del
círculo que forman.
Tendría una gran influencia en toda Europa y su influjo alcanzó desde Velázquez a Van
Dyck que aprendió con él; Jordaens, Teniers...
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el rey Carlos I. Los retratos de esta etapa son muy exquisitos y refinados, predominan
los tonos plateados: Carlos I, autorretrato con Sir Endimion Porter...
Entre los seguidores de Rubens encontramos a Jacob Jordaens, famoso por sus escenas
populares con rostros vulgares y toscos: El rey bebe... Teniers representa las
costumbres del pueblo llano para una clientela burguesa. Snyders con sus escenas de
caza y de animales...
Además el triunfo del calvinismo en la zona hace que el arte, al contrario que en el sur
católico, no se ponga al servicio de la religión sino que sirva para cantar el alto nivel de
vida y desarrollo económico de esta rica sociedad burguesa. El territorio tradicional de
los Países Bajos se divide en esta época entre el Norte, calvinista, republicano e
independiente (lo que hoy llamamos Holanda) y el Sur, católico y español hasta
principios del siglo XVIII (lo que hoy llamamos Bélgica y Luxemburgo).
Los temas son totalmente diferentes a los usados en Italia o España, aquí se tratará con
maestría el paisaje, el mar que tanto amenaza a Holanda y además la fuente de su
riqueza comercial, los lagos, los bosques interiores, las ciudades, la atmósfera... el
pintor, por así decirlo, abandona el taller y se va a pintar al exterior. Destacará también
otro género que tiene mucha importancia en Holanda: el retrato; ya lo veíamos en los
primitivos flamencos, aquí se perfecciona y se lleva a sus últimas consecuencias con los
retratos colectivos o doelen. Un género típicamente holandés va a ser la pintura de
bodegones o naturalezas muertas, pero son austeros en comparación con Flandes.
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Ya en 1624 había abierto un taller en la ciudad de Leyden y sus primeros cuadros versan
sobre temas bíblicos y comienza a desarrollar la técnica del grabado al aguafuerte. En
1632 está ya establecido en Ámsterdam De esta etapa es su famosa Lección de
anatomía del doctor Tulp (1632), recibió el encargo del gremio de cirujanos de
Ámsterdam y con esta obra esa corporación de médicos trataba de rendir homenaje al
primer anatomista del país, el doctor Nicolaes Pieterszoon Tulp.
Como cualidad pictórica de la obra hay que reseñar el estudio de la luz que realiza
Rembrandt para su composición, ya que la luz incide directamente sobre las caras de los
personajes, de manera que destacan de una manera muy clara sobre la oscuridad de la
sala donde se desarrolla la autopsia. De hecho parece que la palidez del cadáver sea el
elemento que irradia la luz para iluminar a los personajes. ); sin embargo la luz procede
de un foco a la izquierda se derrama de manera selectiva por el lienzo.
No obstante, hay que saber que el cuerpo muerto que se está investigando era el de un
criminal ajusticiado.
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En 1642 pinta uno de sus cuadros más célebres es la Ronda de la Noche. El título
correcto de esta obra es "La compañía militar del capitán Frans Banning Cocq y el
teniente Willem van Ruytemburch". El título popular se debe a un error de
interpretación del siglo XIX, debido a la suciedad del cuadro; una restauración en 1947
demostró que se trataba de una escena diurna.
El color: es muy rico, lleno de contrastes y matices. Destacan el brillante amarillo del
traje del teniente, con un fajín rojo anaranjado, frente al negro del traje del capitán en el
centro del cuadro. Predominan los tonos cálidos, dorados. El color ha sido aplicado con
pinceladas anchas, espontáneas y pastosas.
El dibujo: Rembrandt pinta sin apoyo del dibujo que pierde importancia frente al color.
Los contornos están diluidos. El cuadro está constituido por la luz y el color.
Estilo: observamos todas las características típicas del Barroco: composiciones llenas de
movimiento y dinamismo, con predominio de líneas diagonales y curvas; colorido rico y
variado, con un color que unifica el cuadro (el dorado); contrastes de luces y sombras;
31
desvalorización de la línea; realismo y gusto por el detalle; falta de claridad y confusión
(lo más iluminado es lo que menos percibimos, como la enigmática niña), etc.
En una mesa cubierta por un espectacular paño rojizo y dispuesta en diagonal desde el
primer plano, los síndicos se arremolinan en torno a la figura de su presidente Willen
van Doeyemburg quien les muestra en libro de cuentas de la compañía. El artista ha
sabido realizar un perfecto estudio psicológico de cada uno de los personajes cuyo
rostro delata su propia personalidad pero también su condición social o religión. La
iluminación se focaliza en cada uno de los personajes cuya faz se resalta aún más por la
blancura de su cuello blanco sobre las negras vestimentas. La representación ha sido
realizada en un contrapicado desde abajo hacia arriba.
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En 1653, pinta Aristóteles contemplando el busto de
Homero, fue encargado por el aristócrata Antonio Ruffo
como parte de un tríptico que pretendía representar a
algunos de los eruditos y de los mandatarios más
importantes de la antigua Grecia. El comitente encargo siete
años después, en 1660, un lienzo a un artista italiano que
hiciera conjunto con la obra de Rembrandt; Guercino
decidió entonces representar un hombre estudiando una
escultura y otro estudiando un mapamundi. Mattia Preti
realizo el tercero de los lienzos representando a Diógenes de
Siracusa.
También realiza obras con asuntos históricos como La conspiración de Julios Civilis
(1661), Desde la segunda mitad del siglo XVI los Países Bajos estaban en guerra contra
España por lo que se eligieron diferentes episodios de la rebelión de los bátavos para
decorar el Ayuntamiento de Ámsterdam, en la actualidad el Palacio Real. Los bátavos
eran un pueblo que, como los holandeses, se habían rebelado contra sus opresores, los
romanos, encontrándose cierto paralelismo entre
ambos casos. Representa el episodio del Juramento en
el que aparece el promotor de la rebelión, Claudio que
era tuerto, junto a los demás jefes en el momento de
unir sus espadas para juramentarse contra el enemigo
romano. Recurrió a iluminar la mesa con un potente
foco de luz que incluso parece salir de la propia mesa
por los reflejos de las espadas. Este foco ilumina
ligeramente a las figuras, recortándolas de la
oscuridad del fondo.
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Tradicionalmente se considera que esta figura
femenina representa a la mujer del carnicero que
ha desollado al animal, de esta manera nos
encontraríamos más ante una escena de género que
ante un bodegón propiamente dicho. Sea como
fuere lo cierto es que Rembrandt ha realizado un
trabajo sin igual en la composición del lienzo, en la
representación realista de la escena y como no, en
los efectos lumínicos. De hecho, algunos autores
indican que este lienzo junto con otro del mismo
tema fechado unos años antes, en 1643, serían
estudios lumínicos realizados por el artista como
años después harían algunos artistas impresionistas
como Monet en su serie de la Catedral de Rouen.
Esta hipótesis adquiere cierto sentido si pensamos
que un cuadro con una temática tan sangrienta
tendría poca salida en el mercado del arte y resulta
más probable que el artista lo realizase motu
proprio.
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completarán o remodelarán iglesias anteriores. Por otro lado, los materiales van a ser
casi siempre pobres, predominando el ladrillo, siguiendo así con la tradición mudéjar, y
usando pocas veces la piedra con la excepción de Galicia; un descubrimiento
sorprendente es el de la cúpula encamonada que no es tal cúpula en realidad sino una
cúpula falsa hecha con un armazón de madera y revestida de yeso.
Las plantas que realizan estos religiosos son las llamadas de salón y
de cajón y su estructura es regular. Castilla difunde el tipo salón con
una única y amplia nave con capillas laterales entre los contrafuertes. En el caso andaluz
se da el tipo cajón, en un rectángulo perimetral. En ambos casos cuentan con una capilla
mayor visible desde todas las partes del templo.
En Castilla destacan:
Juan Gómez de Mora (1586-1648) que se aleja de lo herreriano con un espíritu muy
geometricista. Él es el autor de la Clerecía de Salamanca (1617), edificio complejo,
destinado a albergar un colegio, el seminario de los jesuitas y la iglesia, la planta está
inspirada, como es lógico, en la iglesia jesuítica de Il Gesú en Roma (planta de cruz
latina, una sola nave, capillas entre los contrafuertes, cúpula en el crucero...), la fachada
se encuentra flanqueada por dos torres y será concluida por Pedro Mato, un arquitecto
de la Orden, ya en el siglo siguiente.
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reclusión, a ser plazas cerradas. Las funciones de éstas eran variadas: fiestas, corridas de
toros, actos públicos y, sobre todo, el marco y el símbolo de la exaltación del poder real.
El proyecto de Juan Gómez de Mora es de 1619, la concibe como un espacio
rectangular casi cuadrado, se inaugura en 1620 pero en 1631 tras un incendio el mismo
autor la reconstruye. Los materiales más utilizados son el ladrillo en las paredes,
armazones de madera tras éstas y pizarras en los tejados. La influencia herreriana es
evidente; destaca el geometrismo, casi todos los lados son iguales, la pizarra y las torres
en chapitel uniformizan aún más el conjunto. En 1790 hay otro incendio y Juan de
Villanueva (arquitecto neoclásico) le da el aspecto que hoy tiene:
En uno de los lados de la plaza se encuentra la casa de la Panadería, el pórtico real, por
ahí aparecía el rey y se llama así porque debajo había
una panadería, es lo único que sobresale del resto. Es
de 1662.
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mejores muestras de arte urbanístico barroco. Se levanta como una fachada retablo en
torno a la puerta de acceso –un arco escarzano- y adquiere un movimiento ascendente
culminando en un frontón partido con curvas y contracurvas. En la portada se aprecian
tres alturas diferentes: la inferior se organiza a través de unos cortinajes que enmarcan
el acceso y se decoran con estípites, formas geométricas y vegetales. En la zona
intermedia la decoración gira en torno a la escultura de Juan V. Ron; éste escultor sería
el encargado de diseñar el programa iconográfico de todo el edificio el cual ensalza la
figura del monarca como benefactor de los más desfavorecidos. El último cuerpo es de
menor tamaño que los anteriores -el retranqueamiento de las alturas potencia aún más el
dinamismo del conjunto- se organiza en torno a un ventanal con forma de óvalo que se
dispone en el espacio central. La arquitectura de Pedro de Rivera desarrolla en la
fachada del Real Hospicio tiene un fuerte componente teatral que el artista ha explotado
a través del uso de diferentes perspectivas.
Está diseñado como si de un altar de tres cuerpos – el central más ancho e importante
que los laterales- se tratara. Su estructura cóncava contrasta con la convexidad de la
girola sobre la que se dispone creando así un juego de curva y contra-curva muy típico
de la estética barroca.
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figuras de los santos Eugenio y Leocadia en la zona de la izquierda y san Ildefonso y
santa Casilda en la derecha.
También realizó las trazas para un nuevo pueblo en las afueras de Madrid, el Nuevo
Baztán (1709-1713), con simetría y donde la plaza centraliza el espacio urbano con el
palacio y la iglesia.
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En Galicia encontramos a:
También destacó Domingo de Andrade (1639-1712), que realizó la Torre del Reloj,
de la Catedral de Santiago de Compostela, superponiendo cuerpos y multiplicando
cúpulas.
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pequeña iglesia adosada a la catedral, de planta cuadrada con tres tramos y el central
está cubierto por una cúpula.
Entre 1725 y 1728, Ignacio Sala se encarga de la creación del proyecto de construcción
de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, posteriormente Diego Bordick sustituye a
Sala entre 1731 y 1750; y al final será terminada por
Sebastian van der Borcht. Arquitectónicamente destaca su
esquema general de referencias renacentistas, con aires
herrerianos en su planta, patios y detalles de remate de las
fachadas. Sus fachadas realizadas en cantería, se encuentran
moduladas por pilastras que se elevan sobre un pedestal que
recorre el inmueble. En su fachada principal se aprecia la
influencia del estilo barroco, presenta una portada con doble
columnas a cada lado y en la planta superior, balcón
balaustrado y remate con tímpano decorado con atributos
reales. Por encima, se levanta una estatua de la fama, y
jarrones de azucenas,
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En Levante van a destacar las fachadas curvas, La fachada del
palacio del marqués de Dos Aguas (1740), en esta obra
valenciana vemos el influjo del Rococó (último barroco decorativo
francés) realizada en alabastro por Ignacio Vergara sobre diseño
de Hipólito Rovira. Presidida por la imagen de la Virgen, desde
ella descienden dos caudales de agua en alusión al título de los
marqueses, con dos atlantes a los lados que simbolizan dos ríos, el
Turia y el Júcar, todo con un aspecto de desbordante
voluptuosidad.
En Aragón, Herrera el Mozo realiza en 1680 la Basílica del Pilar, que será terminada
por Ventura Rodríguez, planta inscrita en un rectángulo, destacando sus cúpulas.
La arquitectura palaciega se va a
desarrollar en el siglo XVIII con el
cambio de dinastía y coincidiendo
también con la destrucción del antiguo
palacio de los Austrias en un incendio en
el año 1734. El arte cortesano o
palaciego incorpora influencias francesas
e italianas en la corriente oficial, pero va
a coexistir con la corriente popular del
barroco dieciochesco que ya
estudiábamos. La nueva dinastía decide
construir un nuevo palacio que sea también un símbolo de su poder, se encarga del
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proyecto Filippo Juvara el gran arquitecto cortesano italiano, pero muere en 1734.
Continua las obras Sacchetti, que concentró los elementos dispersos en el proyecto de
Juvara y lo simplificó respetando, no obstante, su lenguaje, se constituiría como un gran
bloque con un gran patio en el interior. En su construcción se emplearon materiales
nobles y duraderos. En sus paredes se utilizan, alternándose, la caliza (en dos tonos) y el
granito.
La fachada: sobre un piso macizo con franjas horizontales con ventanas y puertas, se
levanta el resto del edificio; utiliza columnas de orden gigante en el centro y los
extremos de la fachada y en la parte central, el resto de la fachada está articulada por
pilastras; algunas partes están resaltadas hacia fuera, entrantes y salientes que crean
efectos de claroscuro y rompen la monotonía; los tejados son en terraza y el remate en
balaustrada, en el patio de la Armería el cuerpo central tiene un curioso remate. Todo el
conjunto se pensó que estuviera decorado con un gran número de estatuas alegóricas
sobre la monarquía española a lo largo de la historia, pero una vez colocadas en las
fachadas éstas se bajaron. En el interior de palacio, que tiene decoración de todas las
épocas, destacan dos partes: la escalera principal y el espacio que se logra en la capilla,
capilla que ocupa un lugar central a diferencia de Versalles.
Este palacete de la sierra de Guadarrama existía desde de los Austrias, era una
hospedería de monjes jerónimos, ahora va a sufrir una gran remodelación que le va a dar
un aspecto clasicista. El primer arquitecto que trabaja allí en
el XVIII, es Teodoro Ardemans que aunque de origen
alemán se adapta al lenguaje herreriano popular con pizarras,
torres en chapitel... a este núcleo se añadirían otros edificios
y dos alas más, en una de ellas se encuentra el movido patio
de la Herradura y en el otro lado uno más clásico.
Lo realmente francés son los jardines, grandes avenidas vegetales que se cruzan
formando plazas en las que se colocan fuentes con alegorías de Neptuno, las Ninfas...
El palacio de Aranjuez.
Este palacete sufrió un incendio en el año 1748, el incendio afectó a su interior pero se
remodeló todo el conjunto. Santiago Bonavía fue el arquitecto encargado de la
remodelación construyendo una nueva escalera y edificando una nueva fachada
inspirada en Vignola y muy del gusto del
barroco clasicista palaciego, esta portada
constaba de arcadas a donde llegaban los
carruajes. Sabatini, ya neoclásico, colocó dos
grandes alas delante de la fachada ganando así
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el conjunto en espectacularidad y profundidad. Destacan también sus jardines pero son
menos importantes que los de La Granja.
Las reformas clasicistas alcanzarían a otros edificios, entre ellos al palacete de Riofrío
que repite en pequeño el esquema del palacio Real de Madrid.
Características generales.
Las características de la escultura española van a ser claramente diferentes de las del
resto de Europa, en casi todo es una continuación de la escultura renacentista pero con
una estética barroca. El principal objetivo es la plasmación del sentimiento religioso.
Dentro de esta etapa adquirirán gran importancia los retablos, han evolucionado desde
épocas anteriores y ahora es el apogeo de este género. Todas las características barrocas
confluyen en los retablos: movimiento, claroscuro, espectacularidad, engaño,
suntuosidad, propaganda... allí se concentran los principales motivos decorativos de los
templos. A menudo exige una gran destreza su diseño, normalmente a cargo de
arquitectos. Para el montaje de éstos, una auténtica labor de carpintería, se recurre a los
ensambladores, luego vienen los doradores que doraban las maderas: dinteles,
entablamentos, pero, sobre todo, estípites (un soporte decorativo muy original) y las
columnas salomónicas decoradas con racimos de uvas y pámpanos. En todo este marco
se desarrollaba el programa iconográfico normalmente pictórico, pero a veces
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combinándose con lo escultórico. Destacará el retablo de la iglesia de la Caridad de
Sevilla.
Ambas escuelas son realistas, pero mientras la castellana es hiriente, con el dolor o la
emoción a flor de piel; la andaluza es sosegada, buscando siempre la belleza correcta sin
huir del contenido espiritual.
El que el siglo XVII fuera para Castilla una época tremendamente crítica hizo que
aumentara la religiosidad en todos los niveles. El tema de la muerte está siempre
presente. Junto a esto va a destacar una corriente mística, hiperreligiosa, encarnada
principalmente por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.
La crisis económica va a influir en que algunas esculturas sólo tengan la cabeza y las
manos, el resto es un armazón hueco que se viste.
Los dos géneros más importantes van a ser los retablos, que serán monumentales pero
más simples, y los pasos procesionales de Semana Santa.
Su formación se inició en el taller de Rincón, Fernández fue discípulo de Juni, del que
tomó la expresividad y también de Leoni, del que saca la elegancia de la que dota a sus
figuras.
Los ropajes de las obras de Gregorio Fernández se doblan angulosamente, quería así
resaltar el claroscuro, esto está tomado de la pintura hispanoflamenca del siglo XV.
Estudia el cuerpo humano con gran atención y capta la calidad de las cosas: carnes
realistas... La policromía de sus obras robustece el realismo: heridas, llagas... y así
expresa el dolor.
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Entre sus clientes encontramos las iglesias, cofradías penitenciales, nobleza, la
monarquía y las órdenes religiosas para los que construyen retablos.
Sus primeras obras son de corte manierista: figuras alargadas y elegantes, expresión
calmada y dulce...
En el Cristo yacente, crea un tema que será muy repetido, el Cristo muerto se encuentra
solo sobre el sudario o sobre un manto. Cristo está echado con la cabeza ligeramente
inclinada y con la boca entreabierta. Con la pintura de la imagen se potencian las huellas
de la agonía: llagas, rodillas... logrando así un gran expresionismo. Al colocar lágrimas
de cristal se logra un toque trágico-realista. Como siempre las telas son angulosas.
En cuanto a la policromía, abandona los acabados y el uso del oro en aras de un mayor
realismo. Los marcados plegados del paño que le cubre a medias por la zona genital y
sirve de sábana, favorecen los contrastes lumínicos, dándole además un aspecto de
metal muy característico de su escuela. Gregorio
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En cuanto a su Virgen de la Piedad (1616-1617) encargada por la cofradía religiosa de
las Angustias de Valladolid, por lo que ésta debía configurarse como un paso
procesional en sustitución de una pieza más antigua
y de menores dimensiones. La pieza estaba
realizada en madera policromada y el conjunto se
completaba con otras cuatro figuras más: los dos
ladrones que fueron crucificados junto a Jesús, San
Juan y María Magdalena.
Los ampulosos pliegues que realizan los ropajes de los protagonistas se confunden con
las rocas que los soportan. Son pliegues duros y de gran tamaño que parecen acoger a
madre e hijo y otorgan a la escultura un fuerte contraste de luces y sombras.
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De sus pasos procesionales ninguno ha llegado hasta nosotros
íntegro. Pero tal vez, el más célebre sea el Descendimiento
(1623-1624) realizado para la iglesia de la Vera Cruz de
Valladolid. El paso en sí tiene unas dimensiones gigantescas.
La particularidad del paso radica en lo ingenioso de su
escenificación. La composición es diagonal, a la manera
barroca, y a la vez existen dos focos de atención: la Virgen y
Cristo. Las esculturas contribuyen a mantener el equilibrio de
la cruz. La Virgen aparece sentada, con los brazos abiertos.
Los pliegues son amplios; ya muy angulosos.
B) La escuela andaluza.
Debemos considerar dos focos: el sevillano, próximo a la tradición clásica y amor por la
belleza; y el granadino, con su gusto por lo pequeño y preciosista.
1) El núcleo sevillano.
Sevilla contaba con una escuela importante de imagineros, entre ellos se formó Juan
Martínez Montañés, que había formado parte del taller de Pablo Roldán en Granada.
Sólo se ausentará de Sevilla en una estancia que realiza a la Corte, llamado por
Velázquez, para modelar el retrato de Felipe IV, para una estatua ecuestre que Pietro
Tacca debía realizar en Florencia.
En su obra hay siempre un sentido clásico, de rostros inclinados, pero sin negar el
aspecto realista. Los paños de sus imágenes son muy abundantes, esto da grandiosidad a
la obra. En cuanto al color no es tan abundante en sus esculturas como en la escuela
castellana y lo realizaba el pintor Francisco Pacheco.
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la vida de Cristo, ocupando el ático un relieve de la Asunción, en tanto que las tallas de
San Jerónimo y San Isidoro ocupan la calle central.
De estos relieves, los de la Natividad y la Epifanía están considerados con toda justicia
como los mejores salidos de sus gubias. Ambos destacan por el equilibrio compositivo,
la belleza de las figuras y el profundo sentido sacro que inunda la escena; es asimismo
digna de mención la figura de San José, ajustado a los modelos masculinos del maestro
y plenamente acorde con la nueva iconografía surgida en los comienzos del siglo, según
la cual se presenta al Patriarca como hombre en plenitud.
La imagen del titular es un magnífico estudio del natural suficiente por sí sola para dar
fama a su creador; Montañés, que ya había tratado el tema en el retablo de Llerena,
reelabora el que hiciera en barro Torrigiano en el primer tercio del sigloXVI,
ofreciéndonos un impresionante desnudo minuciosamente tratado en el que se acusa con
intenso verismo el rigor de las privaciones y la vida penitente, sublimado todo por la
fuerza espiritual que deja traslucir la expresión del rostro.
Otros retablos importantes son los de San Miguel, de Jerez de la Frontera (1617-1643),
Santa Clara, de Sevilla (1621-1623), el de la Cieguecita, en la catedral de Sevilla
(1629-1631)…
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túnica estofada que se cubre por un manto, el cual cae desde los hombros y se recoge en
diagonal bajo uno de sus brazos.
La actitud orante representa la aceptación plena que María tuvo hacia la voluntad de
Dios mientras que la belleza formal de la imagen denota la perfecta creación hecha por
Dios para que fuese la madre de su Hijo y, por lo tanto, corredentora y partícipe de la
redención del género humano.
La estética de Montañés está impregnada del más logrado naturalismo, aunque el ligero
zig-zag de esta imagen, introducido por el contraposto de su pierna, preludian ya el
exacerbado sentimiento de lo barroco.
Esculpe también imágenes de vestir que sólo tienen la cabeza y las manos. Entre sus
imágenes de pasión, ya en 1602 había realizado su Cristo del Auxilio de la Merced, de
Lima, pero su primera gran obra importante es el Cristo de la Clemencia de la catedral
de Sevilla de 1603-1606, encargada por Mateo Vázquez de
Leca quien deseaba tener un crucificado en la cabecera de su
capilla personal y quien además dejó establecidas las bases de
cómo éste debía ser. Según nos informan las fuentes
bibliográficas y el mismo contrato de la pieza que aún se
conserva, el crucificado debía estar mirando hacia el
espectador directamente, por eso el Cristo de Montañés baja y
ladea su cabeza mirando al orante y dejando ver sus últimos
alientos de vida. Si bien la talla en madera es de Montañés, fue
Pacheco quien se encargó de la policromía.
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manierista. Su rostro, de líneas muy clásicas, cuenta con una enorme fuerza expresiva,
alejada de la concepción idealizada del Cristo de la Clemencia y transformada en una
imagen capaz de transmitir el sufrimiento humano. La policromía presumiblemente es
obra de Pedro Pacheco y refuerza el gran naturalismo que transmite la imagen. Su
cuerpo es un maniquí, ya que se trata de una talla de vestir.
Sus desnudos revelan un gran conocimiento de la anatomía humana, los rostros de sus
figuras reflejan una intensa vida interior y los ropajes de sus personajes crean intensos
contrastes de luz; en el caso de los paños de pureza se atan con una gruesa cuerda. En
algunas ocasiones Jesús aparece vivo, en otras, muerto. Suele representarlos con tres
clavos y de un tamaño mayor que el natural. Capta a la perfección la anatomía del
cuerpo, pudiéndose apreciar la tensión de los músculos, los tendones y las venas y la
expresividad del rostro. Realiza detalles de gran realismo como poner una espina que
perfora la oreja y la ceja de Jesús.
Cronológicamente, Juan de Mesa se inicia como imaginero en 1615 con una imagen de
«San José con Jesús de la mano», obra concertada con fray Alonso de la Concepción
para realizar en blanco —sin estofar ni encarnar—, pues su policromía corresponde a
una actuación posterior del siglo XVIII, para la iglesia de Santa María la Blanca de
Fuentes de Andalucía.
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retallando sus vueltas hasta lugares imposibles. También en el plegado sudario, que se
ata en las dos caderas con abultados nudos laterales, se aprecia la
minuciosidad de esta talla. Este es el primero de un total de diez
Crucificados que llegó a realizar, y que se contrató haciendo contar
en escritura notarial que la haría «por mi persona sin que en ella
pueda entrar oficial alguno…».
En ese mismo año, 1620, De Mesa realiza su obra más conocida, el portentoso «Cristo
del Gran Poder» para la sevillana Hermandad del mismo nombre, hoy convertido en
todo un símbolo de la ciudad; obra de un marcado barroquismo que consigue reflejar
como ninguna otra las tremendas secuelas del sufrimiento humano en un rostro que
aparece vejado y como envejecido por los daños soportados. Representa a Jesús como
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nazareno, portando la cruz en un momento de cansancio absoluto. La composición de la
figura principal responde a una suave diagonal que
arranca desde la cintura para soportar (y potenciar) el uso
de la cruz), las piernas, un tanto abiertas y en posición de
marcha equilibra levemente la figura que se lanza
claramente hacia delante, sobre todo desde la vista lateral
en donde la cruz crea una potente diagonal de avance
dado su longitud e inclinación. (sin embargo, y al tratarse
de una escultura articulada, puede recolocarse sus manos
y cintura según las distintas necesidades). La figura parte
de un realismo total en manos y pies para llegar a unos
grados extremos de expresionismo en la cabeza, trabajada
con total detallismo y en la que destaca el trabajo del pelo
y barba o la mirada, ya sea amenazante, ya perdida, según
desde el lugar que se contemple.
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última exhalación. Serenidad y patetismo se unen en esta plasmación magistral del gesto
frío de la muerte. En el torso, el vientre hundido y el pecho hinchado reflejan
igualmente el impulso del último ahogo. Cae vertical el brazo izquierdo, signo de
desfallecimiento y falta de vida, tal como es frecuente ver en la imagen de la Piedad.
Pero es rara la posición del brazo derecho, que penetra estirado en el plano de fondo,
como si la Virgen forzara el imposible abrazo del Hijo muerto.
2) El núcleo granadino.
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A partir de 1652 vive en Granada y realiza la mayor parte de su producción y la de
mejor calidad, y en 1654 es prebendado de la catedral de Granada.
El convento de San Ángel Custodio le encarga una serie de obras: San José con el
Niño, San Antonio de Padua, San Diego de Alcalá. También la catedral le realiza
encargos, realizando los bustos de Adán y Eva.
Pero sus obras más importantes son sus imágenes pequeñas como la
Inmaculada realizada en 1656, para rematar el facistol del coro de la catedral;
los comitentes quedaron tan impresionados con la escultura del artista que
decidieron situarla en la sacristía del templo con el fin de poder apreciarla
mejor.
Es una pequeña talla de poco más de medio metro de altura, tallada en madera
de cedro y policromada. En la obra el artista sigue las indicaciones de Pacheco
para la realización de una imagen de la Inmaculada pero también la combina
con la dulzura que el artista pudo conocer en la pintura de Zurbarán. Situada
sobre una pequeña peana que toma la forma de una nube con tres caras de
angelitos o querubines incrustadas la Virgen toma una imagen de recogimiento
sobre sí misma: las manos juntas, el rostro inclinado hacia abajo y el manto
marcando una diagonal que otorga movimiento al conjunto. El artista no ha
diseñado la imagen de una mujer madura, más bien se trata de una joven
inocente muy acorde a la idea de María Inmaculada nacida sin pecado original
que tanto se potenció en la Contrarreforma. El manto la envuelve en amplias
curvas hacia el centro y se agudiza hacia los pies a modo de llama mística.
En 1664 realiza otra obra para sustituir a la anterior en el facistol del coro,
La Virgen de Belén. De 45 cm. de nuevo destacaremos la belleza serena
de la imagen y el minucioso tratamiento de los ropajes de María que
destacan frente a la desnudez del niño.
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Sus figuras son movidas y expresivas.
En los rostros encontramos expresiones
femeninas y de honda teatralidad.
Será importante en España por ser él quien introduce en nuestro país la tradición de los
belenes o nacimientos, costumbre muy italiana; de gran perfección es el Belén de
Salzillo que se encuentra en el Museo Salzillo de Murcia, donde crea escenas
evangélicas, apareciendo sus vecinos murcianos ataviados al estilo de la época.
Al igual que hemos visto en escultura, en España se sigue una línea peculiar con
respecto al resto de Europa, si bien es más parecida a la italiana que a la holandesa. De
todas las artes es en la pintura donde destacará claramente el genio español de la época.
Casi todos los pintores estarán influidos por el naturalismo tenebrista de Caravaggio,
algunos durante toda su vida y otros abandonarán esta tendencia enseguida (Velázquez)
influidos por el gusto aparatoso flamenco fundido con la luz veneciana creando el
realismo barroco. Con respecto a Italia se abandonará la tendencia teatral y no se verá
tampoco ninguna concesión a la sensualidad...
Va a ser también una pintura totalmente naturalista, reflejan la sociedad como es,
agradable, bella, dura, fea...
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JOSÉ DE RIBERA (Xátiva, Valencia, 1591 – Nápoles, 1652).
Aunque nace en Játiva, hacia 1610 se traslada a Italia, viajando por Roma y Bolonia, en
Italia donde permanecerá toda su vida, sobre todo en el reino de Nápoles, que dependía
de la Corona española.
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Suecia, recomendada iconográficamente por Pacheco- y pisando la media luna como
símbolo de dominio sobre el infiel. Un grupo de angelitos forma un semicírculo en la
zona baja y porta los atributos marianos: la palma, la rama de olivo, rosas, lirios o el
espejo. En la zona baja de la composición contemplamos dos ángeles mancebos que
dirigen su tierna mirada hacia María mientras que en la zona superior se advierte la
escorzada figura del Padre Eterno, rodeado de ángeles y acompañado por la paloma del
Espíritu Santo. En la composición contrasta el dinamismo de todas las figuras respecto a
la Virgen, cuyas manos se cruzan en el pecho y su mirada se eleva hacia Dios Padre.
Ribera ha abandonado cualquier referencia al tenebrismo de Caravaggio e inicia una
etapa caracterizada por el pictoricismo y el luminismo, dentro del más absoluto barroco
colorista.
En 1637 realizó un conjunto de grandes cuadros, entre los que encontramos temas
mitológicos (Apolo desollando a Marsias) y bíblicos (La bendición de Isaac a
Jacob). En Apolo desollando a Marsias, Marsias
era un joven frigio que desafió a Apolo a un
concurso de flauta. Las Musas declararon
vencedor a Apolo y el dios, para castigar a
Marsias por su soberbia y audacia, lo ató a un
árbol y lo desolló vivo. Ribera repitió el tema en
varias ocasiones, eligiendo el momento del
castigo. Marsias aparece en un pronunciado
escorzo, destacando su gesto de dolor, captado
con soberbio naturalismo, y el realismo de su
anatomía, conseguido gracias al tratamiento
pictórico de la materia. El dios procede a realizar
el castigo con sus propias manos y quita la piel de
la pata del sátiro, mostrando un gesto alegre y complaciente. Al fondo observamos a los
compañeros del perdedor que lloran de pena y rabia ante la visión del martirio, La
composición se organiza a partir de diagonales cruzadas, configurando los personajes de
Apolo y Marsias un círculo subrayado por el manto del dios. La luz procedente de la
izquierda crea un efecto de atardecer, especialmente en el celaje rojizo que reforzaría la
dureza del castigo. La anatomía de ambas figuras está perfectamente estudiada,
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representa con gran naturalismo a modo de un pastor de ovejas apoyado sobre un
tronco, casi despojado de sus hojas, que le sirve al pintor para acentuar el desarrollo
horizontal de la composición.
Para acentuar el carácter realista del cuadro, Ribera, representa la escalera celestial
insinuada por un haz de luz bajo un cielo gris y azul. Se trata de una luz fuerte y clara
que ilumina el rostro de Jacob y Ribera hace surgir los ángeles mediante pinceladas
rápidas y esenciales que se difuminan y confunden en el torbellino de luz.
Del oscuro suelo del primer término vamos ascendiendo a través del cuerpo del santo
hasta un cielo azul y transparente, que resulta realmente insólito en la trayectoria del
pintor.
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que tapa ligeramente al mártir, contrastando así vivamente con su piel
y el intenso azul del cielo que baña con su fría luz la escena.
Nació en Fuente de Cantos (Badajoz) pero desarrolló casi toda su labor en Sevilla.
Otra característica de su obra es que no suele colocar paisajes como fondo de sus
lienzos, sus figuras se desenvuelven en espacios cerrados, le falta profundidad a sus
cuadros.
Sus cuadros más importantes se encuentran hoy en el Museo de Bellas Artes de Sevilla,
y segundo museo español de pintura después del Prado.
Formado en Sevilla, aquí trabaja desde 1626 hasta 1658, posteriormente marcha a
Madrid hasta su muerte. Anteriormente había estado ya en la Corte invitado por
Velázquez, para decorar el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro.
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En 1626 pinta para los dominicos de San Pablo; y en 1628 pintó la Vida de San Pedro
Nolasco, para la Merced Calzada. En 1629 pinta cinco episodios de San Buenaventura
para el Colegio franciscano del Santo. En el episodio de La exposición del cuerpo de
San Buenaventura, nos presenta el cuerpo del santo y
entorno suyo se disponen el resto de los personajes,
algunos de ellos perfectamente identificables como el
Obispo de Lyon, el rey Jaime I de Aragón y el Papa
Gregorio X, estando estos dos últimos señalando con sus
manos al verdadero protagonista del cuadro: el santo.
Unos rostros que en general están pintados con tonos vivos, lo cual contrasta
enormemente con los tonos tierra en los que representa la cara de san Buenaventura.
Todo un juego de luces para iluminar las caras desde el lateral izquierdo de la escena,
que inevitablemente parece conducir la mirada hacia uno de los personajes arrodillados
a la cabeza del santo. Un joven personaje que parece salir por completo de la oscuridad
y que apoya la cabeza sobre su mano y mira fijamente al santo,
al mismo tiempo que se ve como otro compañero le está
consolando con unas palabras susurradas al oído. Esta curiosa
figura, de la que solo se distingue su cara, se ha venido
interpretando como un símbolo que quiso incluir Zurbarán,
tratándose de una imagen con la que querría representar la
esperanza en la vida ante la visión de la muerte.
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visión que tuvo en el claustro, participando de una gran fiesta celestial dedicada a la
Virgen, lo que explica la presencia de los ángeles músicos.
En 1631, pinta su Apoteosis de Santo Tomás para el retablo mayor del Colegio de
Santo Tomás en Sevilla. La composición, el
esquema arcaizante de la división en diferentes
registros. En el inferior se sitúan, en torno a un
bufete en el que está la bula fundacional, a la
izquierda, el fundador del colegio Fray Diego
Deza al frente de un grupo de frailes dominicos y
a la derecha el Emperador Carlos V que encabeza
otro grupo de figuras orantes. En el registro
superior preside la escena Santo Tomás
flanqueado por los cuatro Padres de la Iglesia. En
un plano más elevado aparece el Espíritu Santo en
un rompimiento de Gloria, con Cristo y la Virgen
a la izquierda y San Pablo y Santo Domingo a la
derecha. Es ésta una de las obras más complejas
de Zurbarán, con figuras de gran monumentalidad
e intensa expresión naturalista y múltiples detalles
en los que pone de manifiesto su extraordinaria
maestría para la plasmación de las calidades de la
materia.
De regreso en Sevilla vuelve a pintar temas religiosos, pinta hasta los cuadros del
retablo mayor para la Cartuja de Jerez: La Anunciación, Adoración de los Pastores,
Epifanía y Circuncisión, decorando también el pasadizo abierto tras el altar con
Santos de la Orden. Entre 1638 y 1639 Zurbarán llevó a cabo el gran programa
pictórico de la Sacristía del Monasterio de Guadalupe (Cáceres), el conjunto está
integrado por ocho cuadros con historias de monjes de la orden de los Jerónimos, y
otros tres de la vida de San Jerónimo. Es el mayor conjunto de Zurbarán que continúa
en su lugar de origen. De entre los cuadros destacan la Misa del Padre Cabañuelas,
que había tenido lugar en el siglo XV, en plena misa el monje tuvo dudas sobre la
presencia real de Cristo en la Hostia, de repente vio como la patena y la Hostia se
elevaban y a la vez una voz decía: Calla lo que ves y termina lo que has empezado. Del
mismo tipo es la Visión de fray Pedro de Salamanca o el Milagro del Padre
Salmerón.
Hacia 1655 pinta para la Sacristía de la Cartuja de Sevilla una serie de obras entre las
que destaca San Hugo en el refectorio o El Milagro de San Hugo en el refectorio,
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Los monjes se debatían entre contrariar sus normas o al obispo y mientras discutían
cayeron en un profundo sueño. Cuarenta y cinco días después el obispo envió a un
criado para avisar a los monjes de una nueva visita y éste encontró a los monjes sobre la
misma mesa con la carne dispuesta para comer pese a que ya era tiempo de Cuaresma.
San Hugo acudió al monasterio de los Cartujos y al tocar la carne ésta se convirtió en
cenizas, un designio divino de que la Cuaresma debía celebrarse.
El cuadro está compuesto con líneas rectas que se cruzan; los siete cartujos se disponen
detrás de la mesa (dos de ellos quedan recortado en el margen como si de un encuadre
fotográfico se tratase) marcando las líneas
verticales junto con el criado del obispo y
el propio San Hugo, que ya anciano se
encorva y debe sostenerse con un bastón.
Las mesas del refectorio dispuestas en L
marcan las líneas horizontales.
Otras obras para esta Cartuja de Sevilla fueron la Virgen protectora de los cartujos,
Beato Juan de Houghton, una serie de santos cartujos...
Destacó también como retratista, muchas de sus santas son nobles damas
emperifolladas. Como ejemplos tenemos a Santa Margarita y a Santa
Isabel de Portugal, en este caso la serena efigie en grave paso procesional
está iluminada por una intensa luz que hace resaltar su elegante figura
sobre un fondo oscuro y muestra la exquisita variedad de las telas y el
refinamiento de su colorido. Viste la santa guardapiés verde oscuro y
basquiña de un original tono castaño violáceo; las mangas, bermellón
hasta el codo, llevan por encima dos bullones del mismo tafetán azul
verdoso de la prenda sobrepuesta, separados por una suntuosa cadena de
pedrería como la que rodea sus hombros y su cintura. En la espalda pende
desde el escote hasta el suelo, una capa abullonada de un precioso tono
amarillo dorado. La soberbia sinfonía de este opulento vestuario, el
volumen del traje y la sugerencia táctil excepcional de las texturas de las
telas son característicos de mediados de la década de 1630.
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También pintó un gran número de Cristos
con cuatro clavos; y temas como la Santa
Faz y el Niño Jesús en la carpintería de
Nazaret confeccionando una cruz o una
corona de espinas que le hiere como
augurándole los futuros designios. Por
ejemplo de 1630 tenemos La casa de
Nazaret, Se trata de una escena de
interior, íntima donde un jovencísimo
Jesucristo se entretiene tejiendo una
corona de espinas, el muchacho en su
labor, se pincha en uno de los dedos
mientras su madre, pensativa, lo mira con
compasión conocedora del destino que le
aguarda.
Es el genio más grande de la pintura española, abarcando todos los géneros pictóricos y
gran retratista; evoluciona desde el tenebrismo hasta aclarar su paleta. Intérprete de la
perspectiva aérea que domina totalmente. Si bien sus composiciones no poseen
movimiento, la distribución y el contrapunto de sus figuras otorga gran dinamismo;
incluso llega a una pincelada deshecha casi “impresionista”. Pintaba alla prima, sin
dibujo previo.
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Podemos distinguir varias etapas en su vida y obras.
Estará muy influido por el tenebrismo. Sus primeros cuadros los realiza en Sevilla y son
ya un prodigio de virtuosismo; ejemplos: Vieja friendo huevos (1618), el estilo de la
misma es el naturalismo tenebrista, en el que las figuras aparecen en un primer plano
destacando sobre el fondo oscuro, fuertemente iluminadas por un foco de luz único,
externo al cuadro y que normalmente entra por la izquierda del mismo. Así se ilumina la
mujer que da título a la obra, el niño que la acompaña, la cazuela de barro en la que fríe
los huevos y una serie de enseres y utensilios de cocina que aparecen representados. Del
fondo apenas si distinguimos algo más que la cesta de la pared y los objetos metálicos
que cuelgan tras la protagonista.
Vemos pues que se trata de un tema de la vida cotidiana, con modelos que toma de la
vida popular, constituyendo una de los denominados “cuadros de cocina”. Muchos de
sus modelos se repiten, por lo que cabe suponer que pertenecían a su entorno familiar.
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El aguador de Sevilla (1620). Representa en primer término a un hombre de edad
avanzada, un viejo aguador que tiende con la mano derecha una elegante copa de cristal
a un niño. Entre ambos se interpone más al fondo un mozo que bebe de una jarrita de
vidrio. Se trata de una escena desarrollada en un exterior, por las peculiaridades del
oficio de aguador, pero de un exterior en penumbra. El aguador aparece dignamente
representado, con un porte casi mayestático, con importante presencia física, curtido a la
intemperie y psicológicamente caracterizado como hombre experimentado, fuerte,
sosegado, que viste una capa parda, con una manga descosida que deja asomar una
blanca camisa, atuendo que refleja cierta dignidad, pese a ser modesto. Tiende al niño
una copa de fino cristal en el que se ve un higo, destinado seguramente a aromatizar el
agua. Éste, con la cabeza algo inclinada, es muy parecido al que aparece en la “Vieja
friendo huevos”, coge la copa y, por su atuendo de traje oscuro y cuello, parece gozar de
cierta consideración social. Ambos personajes no mantienen comunicación entre sí, más
bien parecen estar ensimismados en sus pensamientos. Entre sus cabezas se ve una
tercera figura, la de un joven bebiendo que, pese a verse en
penumbra es una figura rematada, que se hace tenue solo por
la degradación del foco de luz de la escena.
Pintó, además, bodegones, retratos y cuadros religiosos como Cristo en casa de Marta
y María (aprox. 1618), La obra conjuga a la perfección los elementos de una escena de
género, el tema bíblico y la práctica del bodegón. Representa la visita de Jesús a la casa
de las hermanas de Lázaro, sin embargo la escena es tratada con gran innovación: en
primer plano una doncella aparece trabajando en la cocina mientras una anciana aparece
por su espalda para reprenderla. A través de la ventana se puede observar una segunda
sala donde Jesús está predicando mientras María le escucha ensimismada y Marta le
reprocha a su hermana que nunca le presta
ayuda.
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todo lujo de detalles, entre ellos cabe destacar los platos de barro, los huevos y sobre
todo los cuatro pescados.
Especial mención merece el detallismo con el que el artista trata toda la composición,
los detalles son de gran calidad tanto en las personas, a destacar la contraposición que se
establece entre la joven criada y la anciana que la reprende, como en los distintos
elementos que conforman el bodegón de primer plano. La luz, remitiendo a modelos
caravaggiescos, potencia aún más esta ilusión de realismo.
Con todo la obra también tiene una enseñanza moral. Velázquez anima a los hombres a
dejar a un lado los placeres y preocupaciones del mundo terrenal y finito para
concentrar sus fuerzas y energía en el mundo espiritual.
Este recurso de invertir las escenas también será utilizado por Velázquez en otras obras
como La cena de Emaús o La Mulata. En esta etapa hay otras obras como la
Inmaculada Concepción, La Adoración de los Reyes, San Juan de Patmos, etc.
Desarrolla en esta etapa otro tipo de obras como son la serie de bufones y enanos de la
Corte que inicia ahora y se desarrollará durante toda
su vida. Pinta también El triunfo de Baco o Los
borrachos (1628), un cuadro totalmente realista
donde trata un tema mitológico pero con un toque
de humor que lo desmitifica, con realismo burlón.
El artista quiso representar a Baco como el dios que
obsequia al hombre con el vino, que lo libera, al
menos de forma temporal, de sus problemas
cotidianos, por lo que Baco se convierte en uno de
los borrachos que participan en la fiesta,
diferenciándose de los demás por su piel más clara.
El asunto ha sido tratado como una escena realista y
popular, del mismo modo que si estuviésemos ante
una merienda de amigos en el campo; por esto el título original ha sido sustituido
popularmente por "Los Borrachos". Se ha supuesto que el tema mitológico y el aire
divertido de la obra fueron sugeridos por Rubens, en aquellos momentos en Madrid. La
escena puede dividirse en dos mitades: la izquierda, con la figura de Baco muy
iluminada, cercana al estilo italiano inspirado en Caravaggio, y la derecha, con los
borrachines, hombres de la calle que nos invitan a participar en su fiesta, con un aire
muy español similar a Ribera. En esta obra, Velázquez introduce un aspecto profano a
un asunto mitológico, en una tendencia que cultivará aún más en los siguientes años.
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La decisión de realizar un viaje a Italia, auténtica escuela de pintura, la tomará
aconsejado por Rubens y para proveer de cuadros y obras de arte el palacio del rey,
Felipe IV es uno de los principales mecenas de la Historia del Arte. Italia influye
grandemente sobre él y hará que cambien los tonos de su paleta. Se interesará por los
desnudos femeninos, algo inusual en España, y por la perspectiva aérea. Es aquí cuando
pinta La fragua de Vulcano (1630), donde Velázquez se consagra ya como pintor de
ambientes, ese captar el ambiente y la profundidad ambiental, el aire, es la perspectiva
aérea barroca. El tema es tratado
con dignidad, Apolo desciende del
Olimpo a comunicar a Vulcano
que su mujer le está siendo infiel
con Marte, a quien Vulcano está
construyendo unas armas, expresa
la reacción de sorpresa de éste.
Apolo, casi adolescente, aparece
cubierto por una túnica anaranjada
que, en unión de la aureola de
rayos solares que rodean su cabeza,
parece actuar de foco de luz en el
taller en donde el único tono cálido
es un trozo de metal rojo que
Vulcano sujeta sobre el yunque y
la llama de la chimenea que recorta
el cuerpo de los herreros que
contemplan sorprendidos al
visitante, al igual que su patrón. Es el único que aparece representado como uno se
puede imaginar que es un dios, como una figura idealizada, ya que el resto de la escena
se podría corresponder con una escena de taller, un “cuadro de género”, constituyendo
los demás personajes, incluido el dios Vulcano, tipos normales, para los que el pintor
debió inspirarse en personajes populares. la composición es más dinámica, en esta las
figuras se mueven en varios ejes direccionales. Además se ha ganado en profundidad, al
colocar al herrero del último plano al lado de la puerta del fondo. Pero sobre todo, los
focos de luz se han hecho más complejos, por influencia de la pintura veneciana, por lo
que aparecen varios focos distintos que generan diferentes sombras y también los
rostros de las figuras están dotados de una mayor intensidad expresiva.
Es una composición algo terrosa, con predominio de los tonos ocres como debe
corresponder a la vida del dios de las profundidades, el viejo y deforme Vulcano, que se
ve animada por las pinceladas de azul del cielo que asoma por la puerta, por el jarro de
cerámica blanca azulada de la chimenea (digno del mejor bodegón holandés), y la cinta
de las sandalias de Apolo.
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Todos los objetos y herramientas están trazados con la minuciosidad de un pintor
realista que puede competir con los mejores y prestigiosos pintores flamencos. Destacan
las calidades de la armadura del primer plano, el jarro blanco de la chimenea, los
yunques, etc.
Velázquez se retrasa en Italia y el rey urge a sus embajadores para que Velázquez -
calificado por el rey como una persona muy tranquila- vuelva a Madrid. En Italia realiza
también La túnica de José (1630) y retratos como el de María de Hungría, hermana
de Felipe IV.
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cuadro está retratado el propia Velázquez. Muy destacado es el
paisaje que sirve de fondo a la escena, representa una zona
brumosa con gran capacidad de evocación.
Va también con el objeto de reunir cuadros para las galerías reales españolas, aunque la
penuria del país llega hasta la Corte el rey no deja de comprar obras de arte que serán la
base del futuro Museo del Prado.
En Italia hace el retrato de su criado Juan de Pareja, un esclavo mulato que tenía
también dotes de pintor, el retrato causó un gran asombro en Roma. Hizo también el
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retrato del papa Inocencio X Pamphili, (1649) el cual al contemplarlo exclamó Troppo
Vero! (Demasiado verdadero), representa a un hombre cruel y despótico.
Importante en esta época son los dos pequeños lienzos del Museo del Prado sobre la
Villa Médicis, lugar donde fue alojado en Roma, Ambos son motivos tomados
directamente del natural (lo cual ya es en sí novedoso, pintar al aire libre), en los que el
paisaje aparece mediatizado por el efecto atmosférico que provoca la luz en un
momento determinado del día. Capta la vibración lumínica mediante pequeños toques
luminosos. Esto, junto al uso de la pincelada suelta y menuda que disuelve las formas,
sugiriéndola más que afirmándola, supone un anticipo con respecto a los impresionistas
de más de doscientos años, está construyendo a base de pequeños de pincel, que hacen
que debamos alejarnos un poco del lienzo para poder captar la forma sugerida. No
solamente en este aspecto, sino que por su valoración de la autonomía de la pincelada y
porque al dotar a puntos aislados de la composición de toques luminosos da sentido a
todo un plano, estas dos obras suponen todo un tratado de principios de pintura
contemporánea.
Uno de los lienzos se conoce con el nombre de “La tarde”, porque la luz que aparece
representada recuerda a la del
atardecer. En él aparece una
arquitectura tapada con una especie
de andamios, en la que aparecen dos
personajes conversando. Los
personajes no dejan de ser una
anécdota, ya que el interés se centra
en el paisaje. El otro, llamado “El
mediodía”, por los efectos
luminosos que evocan la intensa luz
de ese momento del día, muestra a
través de una arquitectura la imagen
de un paisaje arbolado plenamente
iluminado, mientras que en el plano en el que aparecen los
personajes, los árboles aparecen oscuros, ya que apenas si dejan pasar la luz. Igual que
en el otro, los personajes no dejan de ser más que una anécdota, ya que lo interesante lo
constituyen los efectos luminosos realizados a base de pequeñas pinceladas y los efectos
de la luz del sol a través de las hojas de los árboles, magistralmente conseguidos. Por
todas estas características se le considera un precedente del Impresionismo.
Importante es La Venus del espejo (1656), pintada en Italia, en España hubiera sido
inusual, ahora está en la National Gallery de Londres. Recostada en unas ricas sábanas
de color gris sobre un lecho protegido por una cortina carmesí, una mujer desnuda, de
espaldas, se observa en un espejo, absorta en la
contemplación de su propio rostro. El espejo es
sostenido por un niño alado, desnudo, apoyado
en la misma cama. Los personajes son
presumiblemente Venus, diosa de la belleza, y
su hijo Cupido, dios del amor. El espejo permite
al espectador atisbar el rostro de la diosa que en
un principio estaba oculto.
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En cuanto a la composición, el cuerpo femenino, en primer plano, atraviesa
horizontalmente el cuadro. Desde el pie izquierdo de la Venus comienzan su recorrido
líneas que siguen los contornos del cuerpo femenino y remarcan su sensualidad
repitiendo sus curvas en los tejidos que le rodean; hacia la derecha, deslizándose por los
pliegues de la colcha y los contornos del cuerpo recostado, y hacia arriba hasta alcanzar
los bordes del cortinaje rojo. La figura del cupido cierra la composición verticalmente y
la equilibra. El espacio contenido en el cuadro es reducido y aún lo parece más al
cerrarse el fondo con el cortinaje -no hay escapatoria posible-, con esta manera de
componer Velázquez ha acrecentado la sensación de intimidad y cercanía.
En el cuadro hay dos entradas de luz, la de la puerta del fondo es la más intensa y sirve
para iluminar al aposentador real que entra en esos momentos. Las figuras del primer
plano reciben otra luz, más suave, de una ventana
lateral que está fuera del cuadro.
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en profundidad típica de la perspectiva aérea. Velázquez ha sustituido la tradicional
perspectiva óptica por la espacial, y para lograrla utiliza los focos de luz para alcanzar
ese efecto pictórico.
Se representa el propio Velázquez pintando a los reyes, estos fuera del cuadro aparecen
reflejados en el espejo del fondo. Los monarcas acaban de aparecer y la infanta está
saludando, el niño -Nicolás de Pertusato- no se da cuenta y sigue dándole patadas al
perro, un perro magistralmente pintado.
Su último gran cuadro de la época son Las hilanderas (1657), En el lienzo observamos
lo que a simple vista pareciera ser una escena de taller, un ejemplo de lo que se ha
venido en denominar “pintura de género”, ya
que en el primer plano tenemos a una serie de
mujeres hilando en la rueca y preparando
hilos. Al fondo se observa a tres mujeres,
vestidas como nobles, contemplando un tapiz
en el que aparece representado un motivo
mitológico. Esto es sólo apariencia, ya que lo
que en realidad se representa en el cuadro es
una alegoría de Las Parcas, la representación
de la fábula de Aracne. Ésta era una joven
famosa por ser una buena tejedora, que retó a
la diosa Atenea (inventora de la rueca) a un
duelo de tejido. Así según esta interpretación,
Aracne sería la joven que se representa de
espaldas al espectador, tejiendo su tapiz que es
el que está representado al fondo de la estancia, mientras que la diosa aparecería
camuflada como la anciana que vemos en el primer plano, por lo que el pintor para
darnos pistas de quien en realidad es, deja ver su pierna que no se corresponde con la
edad del rostro de la mujer. La escena del fondo se correspondería con el final de la
fábula, ya que Atenea, representada con sus atributos guerreros aparece enfrente de la
joven, ataviada con un vestido de plegados clásicos, levantando la mano para castigarla
y condenarla a tejer eternamente bajo la forma de la araña. Estas dos figuras parecen
formar parte del tapiz que se encuentra al fondo de la estancia, pero según esta
interpretación, estarían situadas justamente delante de él.
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deja el hilo al ser manipulado. A nivel cromático, contrapone un primer plano cálido y
cerrado con un fondo frío y abierto, con lo que ahonda en la sensación de profundidad,
ya que los colores fríos alejan las figuras del espectador, mientras que los cálidos las
acercan. Por ultimo respecto a la pincelada, se va haciendo más líquida, lo cual también
es producto de un cambio en la imprimación previa al lienzo. En muchas ocasiones, se
esfuma la forma, ya que las pinceladas las coloca sin fundirlas entre sí, logrando
calidades táctiles y visuales insuperables. Muchas figuras, están construidas solamente
con color, que cada vez se hace más transparente.
Podemos decir que fue el mayor genio pictórico español de todos los tiempos. Influyó
en un gran número de contemporáneos y autores futuros, siendo el precedente de gran
número de movimientos pictóricos posteriores.
Sus cuadros están llenos de gracia, embellece la realidad, la hace amable, aun en los
temas de miseria y pobreza. En sus pinceles triunfa el sentimentalismo. Habían pasado
ya los años duros de la contrarreforma y el ambiente empezaba a relajarse.
El período frío que corresponde a su época juvenil, con fuertes contrastes de luz, dibujo
preciso y una pincelada lisa. De las obras de este
período destacan:
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Alcalá de Henares durante la primera mitad del siglo XV, hasta su muerte en 1463,
siendo canonizado en 1589. Murillo nos muestra al santo en el momento de ofrecer una
plegaria de acción de gracias antes de servir a los pobres la comida que tiene en una
olla. El protagonista aparece arrodillado, en la zona izquierda de la composición,
acompañado de un niño de espaldas en la misma postura. Las demás figuras aparecen en
diferentes posturas, ordenándose en planos paralelos y captando diferentes actitudes que
parecen tomadas del natural, en sintonía con los mendigos de Velázquez. La influencia
de Zurbarán y Herrera el Viejo se manifiesta en la pincelada espesa y lisa, la
iluminación tenebrista empleada, el evidente naturalismo que define la escena o los
colores terrosos empleados, sin eludir los pliegues del hábito del monje.
La cocina de los ángeles (1646), que forma parte de la misma serie anterior. La
temática de la serie gira alrededor
de la ideología franciscana,
dedicándose a exaltar las virtudes
de la Orden: el espíritu de
pobreza y su amor hacia los
pobres y la práctica de la caridad.
La cocina de los ángeles es uno
de los mayores de la serie. En él
se narra un episodio de la vida de
Fray Francisco Pérez, fraile
cocinero de profunda devoción que alcanzaba el éxtasis en lugar de realizar sus trabajos.
La recompensa vino del cielo al ser enviados un grupo de ángeles para realizar las tareas
que el fraile no hacía, evitando así la reprimenda de sus superiores. El centro de la
escena lo ocupan dos ángeles que enmarcan al fraile, arrodillado y en levitación,
rodeado de una aureola dorada. En el fondo aparece la puerta abierta y un fraile que
contempla el milagro: diversos ángeles están trabajando en una típica cocina conventual
donde se muestran las ollas, el fogón, las viandas sobre la mesa, los platos, etc. Los
angelitos se dispersan por el escenario para crear una mayor sensación de profundidad.
Murillo emplea intensos efectos de claroscuro tomados del tenebrismo que en aquellos
momentos estaba cosechando un importante éxito en la capital andaluza gracias a
Zurbarán. El empleo de una luz dorada resalta las tonalidades empleadas, especialmente
pardas. El naturalismo utilizado en los personajes terrenales contrasta con la cierta
idealización que emplea Murillo en los ángeles, cuyos
cabellos y rostros denotan una belleza sobrenatural.
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Sagrada Familia del Pajarito (1649). En la obra el Niño, un pequeño rubio de unos
dos años, juega inocente con un pajarillo y un perrito, su padre abandona sus labores de
carpintería para jugar con su pequeño y su madre se gira para contemplar la escena
mientras sigue con sus labores de hilandera. Murillo trabaja la escena según los
parámetros de la Contrarreforma, el protagonismo y la devoción de San José creció
durante esta época, el artista le dedica un protagonismo especial que hasta entonces no
había tenido. El padre del Niño es representado como un hombre protector y trabajador,
cercano a su hijo.
El artista trata con cuidado cada uno de los detalles de la escena así, tras la figura de San
José podemos observar su banco de trabajo y a los pies de María el cesto de la costura
con las tareas que debe realizar. El ambiente costumbrista de la obra queda resaltado por
los ropajes de los personajes que ponen de manifiesto su humilde condición y el
tratamiento espacial del entorno, una casa con las
pareces vacía sin ningún tipo de lujo. La austeridad
también viene reflejada por los elementos con los
que el Niño juega, no tiene ningún juguete sino
que es un perrillo y un pequeño pájaro que trata
con cariño.
En 1650 realiza su obra Niños comiendo fruta. Uno de los niños se encuentra sentado
sobre un gran madero que le hace elevarse sobre su compañero, mientras con una mano
sostiene una raja de la fruta, con la otra aguanta la navaja que le sirve para cortar; tiene
la mejilla izquierda hinchada por culpa de la comida y se vuelve hacia su compañero en
un gesto confidente. A su lado el otro pilluelo aparece sedente en
el suelo, comiendo un racimo de uvas verdes mientras con la otra
mano sostiene una raja de melón que le ha ofrecido su
compañero. Por la disposición de los jóvenes, el ansia con la que
comen y sus mugrientas obras el artista nos da a entender que los
pícaros han robado la fruta para comerla a escondidas
furtivamente.
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difundidas por toda Europa, se trata de una luz dorara que ilumina a los jóvenes dejando
en tinieblas el resto de la estancia.
Hacia 1656 se inicia su período cálido, con su San Antonio de la catedral de Sevilla. El
tenebrismo tiende a desaparecer y su paleta es de
colorido brillante con pincelada más suelta. Destacan
también El sueño del patricio (1656), narrando la
historia de la aparición de la Virgen en un sueño
pidiéndole que construya una basílica en el monte
Esquilino en su honor. En 1660 realiza el Niño Jesús
como pastor o El Buen Pastor, en el que el Niño
Jesús se sitúa en un paisaje con una referencia
arquitectónica al fondo, sentado sobre algunos restos
clasicistas y dirigiendo su mirada al espectador. En la
mano derecha lleva la vara del pastor y con la
izquierda acaricia al cordero, quien también dirige la
mirada hacia nosotros. La composición se estructura
con una pirámide característica del Renacimiento
mientras que la pierna y la vara se ubican en diagonal
para reforzar el ritmo del conjunto. La atmósfera
creada gracias a la iluminación y el colorido
recuerdan a la escuela veneciana, aportando el
maestro sevillano una idealización de las figuras que
no aparece en sus escenas costumbristas.
A partir de la serie de cuadros que realiza en 1665 para Santa María la Blanca y los
realizados entre 1665 y 1668 para los Capuchinos de Sevilla se inicia la transición hacia
su último período.
76
representa a santa Isabel dando de comer a los pobres, segunda parte del ejercicio
caritativo entre los hermanos de la Caridad, de los que Murillo era miembro desde 1665.
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empanada (1675), Niños comiendo melón y uvas (1650-55), Niños jugando a los
dados (1665-75), Contando monedas... Ribera hubiera tratado a estos como pícaros,
Murillo, sin abandonar el mismo naturalismo de Ribera, los representa con una gran
comprensión y dulzura En las Gallegas en la ventana (1670), representa la curiosidad
femenina.
Anexo: El
arte Rococó
El estilo Rococó nace en Francia a principios del siglo XVIII y se desarrolla durante los
reinados de Luis XV y Luis XVI.
Se difundió rápidamente por otros países europeos, sobre todo en Alemania y Austria y
se seguirá desarrollando hasta la llegada del Neoclasicismo.
El fin del arte Rococó se inicia en torno al 1760, cuando personajes como Voltaire y
Jacques-Francois Blondel extienden la crítica sobre la superficialidad y la degeneración
del arte.
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Características del Rococó
En pintura, los temas más abundantes son las fiestas galantes y campestres, las historias
pastoriles, las aventuras amorosas y cortesanas. Las composiciones son sensuales,
alegres y frescas, predominan los colores pasteles, suaves y claros. La mujer se
convierte en el foco de inspiración, ya que es la figura bella y sensual.
En Francia los representantes más notables de la arquitectura rococó son los integrantes
de la familia Gabriel. Jacques Gabriel (1667-1742) admiró a Mansart, con el que
colaboró en alguna ocasión. -trató en muchos sentidos de continuar su labor. Representó
la transición que se vivió en Francia del Barroco clasicista al Rococó. Trabajó en los
palacios de Versalles y Fontainebleau. Además de la arquitectura, Gabriel sobresalió en
el campo del urbanismo (Burdeos y Rennes).
Jacques Ange Gabriel (1698-1782) es uno de los arquitectos franceses más importantes
durante el reinado de Luis XV, bajo el cual se desarrolló un Rococó pleno. Se encargó
de proyectos urbanísticos, de la restauración de algunos castillos y de la realización de
residencias para personajes notables de la sociedad francesa del momento. Prosiguió las
obras de Versalles, en donde llevó a cabo el Pavillon Français, el Petit Trianon y el
parque del Trianon. Una de sus obras urbanísticas claves es la Place de la Concorde,
llamada en un principio plaza de Luis XV.
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El otro gran representante de la arquitectura rococó en Alemania es Johan Baltasar
Neumann (1687-1750). Visitó Milán y otras ciudades italianas, lo que debió ser sin
duda una experiencia esencial dentro de su formación. La mayor parte de su obra se
desarrolló en Würzburg. Evolucionó desde la arquitectura barroca al Rococó más puro,
como demuestra la
Residencia del arzobispo de
Würzburg (1719-44), en la
que emplea planta central y el
sistema de pilastras al
descubierto. La decoración
mural corrió a cargo de
Tiepolo, que trabajó allí con
sus dos hijos. La intervención
de los venecianos sintoniza
muy bien con la arquitectura de Neumann.
Sus lienzos reflejan la influencia de los grandes pintores flamencos, con un estilo que
puso de manifiesto una sensibilidad en el tratamiento de la luz y el color, una
sensualidad, una delicadeza y un lirismo hasta entonces desconocidos. Su estilo fue
imitado por otros pintores rococós y
en sus temas destacan las reuniones
de galantes al aire libre, siendo su
obra maestra, Embarque para la
isla de Citerea creada en el 1717. La
escena es lo que se ha venido en
llamar una fête galante, es decir la
representación de las típicas fiestas
cortesanas habituales en la sociedad
más adinerada del siglo XVIII. Unas
fiestas en las que eran habituales los
disfraces y los juegos de los que
salían desde tramas políticas a
tórridos romances amorosos.
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de carácter mitológico, como era la peregrinación a Citerea, la isla sagrada de Venus, la
diosa del amor.
Es posible que ya estén en Citerea, porque repartidos por el paisaje y entre los grupos de
personajes hay abundantes amorcillos o cupidos, pequeñas divinidades representadas
por niños totalmente desnudos que caminan, vuelan o juegan con los adultos. Otros
elementos hacen pensar que se encuentran en Citerea, porque por ejemplo algún hombre
está cortando rosas para entregar a su amada, y se trata de flores consagradas al amor, o
sea, a Venus.
La propia diosa aparece en una especie de estatua viviente ocupando la franja del lateral
derecho. Es una estatua pero Watteau consigue dotarla de vida, algo que es muy
habitual en las pinturas de este artista.
En realidad, pese a las teatrales poses de casi todas las figuras, se trata de figuras con
mucha vida y movimiento. De hecho, la obra se ha descrito como una especie de
secuencia o de pasos a seguir en la fase del romance por una misma pareja. Desde un
momento inicial de acercamiento hasta la conquista final. No es de extrañar ese aire
teatral en los gestos, ya que Watteau estuvo muy vinculado al mundo teatral y entre sus
mejores amigos se contaban varios actores de la época. Por eso todo tiene ese aire de
representación, a lo que ayuda incluso la vegetación, pintada con suma libertad, donde
se desarrolla la escena.
Otro tema muy utilizado fueron las representaciones de payasos, arlequines y los
cómicos italianos.
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bella dama. Mientras en la esquina izquierda,
bajo una estatua de cupido y de manera mucho
más visible para el espectador, un joven noble
aparece recostado aceptando el juego de la
dama; éste se ha identificado como el barón
Saint Julien y se lleva la mano a los labios en
señal de silencio y simbolizando su amor
secreto. Su situación le permite ver
perfectamente bajo la falda de la joven
induciendo al vouyerismo y remarcando la
sensualidad.
La pincelada tiene una gran fuerza, parece espontánea y está fuertemente cargada de
empaste pero en realidad se hace precisa en multitud de detalles. Los colores son suaves
y alegres con predominio de los tonos pastel típicos de la pintura rococó, especial
mención atención se presta a los tonos verdosos y amarillentos de la flora que contrastan
con el rosa del vestido que lleva la joven.
El dinamismo viene marcado por el balanceo del columpio que está captado en un
instante como si de una fotografía se tratara, y al instante siguiente volviera hacia atrás
con su marido.
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Su primera decoración al fresco importante es el ciclo decorativo del Palacio
Arzobispal de Udine (1727-1728). La temática es religiosa y, aunque, se observa la
influencia de Ricci y del Veronés, muestra un gran virtuosismo y emplea un colorido
cálido. Con esta obra obtiene gran éxito, por lo que a partir de ese momento recibirá una
enorme cantidad de encargos, primero dentro de Italia y, posteriormente, en resto de
Europa. En 1751, por ejemplo, se trasladó a Würzburgo para decorar la residencia del
príncipe obispo con escenas de la Vida de Federico Barbarroja.
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que se desbordan de una cornucopia. Completan la escena varias alegorías geográficas
que hacen referencia a África, Asia, América y Europa. La disposición e importancia de
cada uno de los elementos fue modificada por el artista en el fresco definitivo de la
saleta. En el Metropolitan Museum de Nueva York se conservan dos bocetos previos
pintados sobre lienzo, que nos permiten identificar con mayor claridad las figuras y las
modificaciones realizadas finalmente, como se muestra en el esquema adyacente.
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