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*^o SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

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El Baplislerio.

dividieron á la Italia en los siglos xii, xiii y xiv. Procedían


LORENZO GHIBERTI. ambos dq dos familias ilustres de Alemania, que tenían por jefe
EL BAPTISTERIO DE FLORENCIA. launa á Conrado, hijo de Federico llohenstavfen, duque de
Suavia, señordeWiblingen, que por corrupción llamaban Gibe-
Ardia la Italia en la cilad media en las disensiones civiles lino; y la otraá Enrique el Soberbio, sobrino de Wduelf II,
que habían suscitado los poderosos bandos de Güclfos y Gi- güelfo, duque de Baviera; se disputaron la corona imperial
helinos. Este nombre es .tomado de los dos poderosos que después de la muerte de Lotario. Conrado, jefe de losGibclinos,
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fué elegido emperador; y la familiatle los güelfos, lejos de que- ría la suerte que se le preparaba, al verse preso en un país ex-
rer reconocerle, le suscitó enemigos en todas partes. El impetio traño y á merced de un tirano que como todos los señores que
se dividió en güelfos y gibelinos. Estas disensiones cesaron pron- entre sí se tenían dividida la Italia, no reconocían mas ley que
to en Alenania, pero duraron mas de tres siglos en la Italia. La su capricho,
familia de los güelfos, contando con la protección de los papas, ¡ Adiós las bellas ilusiones del poético escultor; adiós su via-
levantó los pueblos en Italia, cansados del yugo imperial, con- je á Roma, el sdeño de su juventud : adiós su libertad I
tra los emperadores, y constituyeron estados pequeños feudata- Atravesó en la oscuridad mas completa de la noche las ca-
rios de la Sede romana. lles de Rímini, y llegó ante un palacio antiguo muy imponente,
En el siglo xiii un noble señor de Verruchio, descendiente cuyas paredes espesas, y la ausencia total de ornatos exterio-
de los condes de Carpagna, por su atrevimiento y mala cabeza, res, mostraban que había sido edificado para guerra civil. Rí-
fué apellidado Malatesta. Habia combatido con éxito á los mini, como la mayor parte de las ciudades de Italia, eran por '
gibelinos de la Romanía, que defendían los derechos del empe- sus edificios las ciudades de la fuerza individual, ciudades en
rador , y apoderándose de la ciudad de Rímini, se babia hecbo que cada hombre era dueño y señor de su casa. Cada habitación -
declarar soberano de ella. Sus descendientes después conquis- estaba defendida por una torre almenada, y á mas cuando lo
taron las ciudades de Cesena, Pesaro, Fano, Fosombrone y otras; exigía la necesidad, reuníanse todos los nobles de un cuartel,
pero fueron poco á poco despojados de sus estados así como los y concertábanse entre sí para elevar una especie de fortificacio-
demás tiranos ó jefes que se babian establecido en diversas par- nes movibles llamadas Serragli, consistentes en barricadas, con
les de la Italia, cuando César Borgia, el hijo del célebre Alejan- cuyo auxilio obstruían las calles para defenderse , ni mas ni me-
dro VI, intentó establecer la unidad de la Italia bajo el poder del nos que como ahora se hace en las modernas revoluciones.
Pontificado. Subió Ghiberti una pesada escalera, y se halló en una gran-
Malatesta, á pesar de ser un tirano, era uno de esos tiranos de estancia cubierta de antiguos tapices, en que reinaba las som-
artistas que nos presenta la edad media, y que al paso que opri- bras que en vano combatía el débil resplandor de una góti-
mían á los pueblos, tomaban grande interés por el arte, tenían ca lámpara de plata suspendida del techo. Ningún ruido per-
gran vanidad en proteger á los artistas, y cifraban su orgullo en turbaba el silencio que reinaba en aquellos lügubres salones,
cubrir do monumentos y de obras artísticas los pueblos que do- sino el ruido de las armaduras de los soldados al moverse. Juz-
minaban. gúese cuál seria el terror de Ghiberti al encontrarse en el pala-
Los artistas siempre de alma altiva é independiente, cuali- cio ducal aguardando á que el terrible señor de Malatesta deci-
dad inseparable del genio, no se avenían bien con'esta forzada diese de su suerte. Pasóse una hora y no venían á buscar á Ghi-
protección y desdeñaban las riquezas á cambio de su libertad berti. Dieron las doce de la noche y tampoco venían á llamarle:
Así, mas de una vez vemos artistas célebres detenidos contra su eternas se le hicieron estas horas al desgraciado Ghiberti. Al fin
voluntad en los diversos estados de Italia y hasta en la misma hacía la una de la madrugada, salió un hombre anciano vestido
corte del papa Julio II. de negro, y mandó al jefe de los esbirros que no se aleja.se de
allí, y señaló con el dedo áGhibertí el camino que debía seguir,
Llegó un día á Rímini un joven que iba recorriendo la Ita-
y después de haber andado algunos minutos por un gran corre-
lia y que habia dado ya grandes muestras de .su talento en la
dor, se halló de pronto á la entrada de un gran salón.
escultura y la pintura. Brunelleschi, Donatello, Lorenzo de Bar-
toluccio, Jacobo de la Cuercia de Sienna, Nicolás d'ArezZo, su El duque Malatesta sentado delante de una mesa, leía unos
discípulo Francisco de Valdambrine y Simón de Colle, llamado papeles, y escribía cuando entraron Ghiberti y el que le acom-
Simón de los Bronces, á causa de su habilidad en modelar esta pañaba.
materia, ó babian sido sus maestros ó le honraban con sH Apenas alzó el duque Malatesta la cabeza para fijar en los re-
amistad. cien llegados sus sombríos y terribles ojos.
Este joven escultor, habia nacido en Florencia, la patria de — Aquí está el hombre que habéis mandado detener.
io.s grandes artistas, en 1378, llamábase Lorenzo Ghiberti. Alzó Malatesta la cabeza, y con su voz sorda y bronca que
Venía de Venecia, donde habia adornado uno de los salones parecía el rujido de una yena , ¿cómo te llamas ? preguntó.
del palacio del Dux y la .sacristía de la magnífica iglesia de san — Lorenzo Ghiberti.
Marcos, é iba á Roma i estudiar en aquella capital de las artes — ¿De dónde eres?
los grandes modelos de la escultura gríegayromana, salvado del —De la ciudad de Florencia.
olvido de los tiempos por la solicitud ilustrada de los papas. — ¿No vienes de Venecia de haber servido al Dux como pin-
Era muy entrada la noche, y so disponía después, de haber tor , platero y estatuario ?
cenado modestamente Ghiberti en una mala posada de Rímini, — Le he servido con lealtad y á su satisfacción, y me ha da-
¡i meterse en la cama para continuar al amanecer la jornada, do recomendación para el Santo Padre el Papa, á cuyos estados
cuando llamaron con grandes golpes á la puerta de su apo- voy.
sento. El artista abrió al punto con la tranquilidad que da la — I No irás, vive Dios I
pureza de conciencia de verse ajeno á las contiendas políticas — Señor, estoy ¡nocente de cualquiera culpa que hayan que-
que agitaban la Italia, y la indiferencia del hombre que poco rido imputarme. No sé porqué calumnia han podido prenderme
tiene que perder, y á quien poco podían quitar; porque apenas y traerme entre soldados á vuestro palacio como un bandido.
llevaba en su escarcela los escudos necesarios para llegar á Ro- — No irás á Roma ¡vive Dios! porque yo te necesito, y aquí
ma, en el mal rocín en que venia caballero. encontrarás lafortuna que vas á buscar á Roma. Veo que te han
Al ver delante de sí seis arqueros y un" hombre que los tratado como un prisionero. Yo habia mandado que te trajesen
dirigía, que por su traje conoció ser de justicia, creyó desde á mi presencia á loda costa, y han tomado mi orden por un
luego que se habían equivocado. mandato de prisión. Libre estás; para todo, menos para abando-
— ¿En qué puedo serviros, señores míos? soy forastero, y nar mis estados. Aquí tendrás dinero, honores; serás el amigo
sin duda por equivocación habéis llamado á mi puerta. de Malatesta, y solo exijo en cambio de mis favores y amistad,
— ¿Venís de Venecia? que con tus pinceles cubras defrescos las paredes de mis palacios,
— Hace pocas horas que he llegado á Rímini: vengo do allí, los muros de mis iglesias; que con tu pincel animes las piedras
y rao dirijo á Roma, donde cuento con algunos amigos. y llenes mis plazas con las obras mejores de tu inspiración. Ro-
— ¿ Vuestro nombre? ma, Florencia, Venecia, cuentan demasiados artistas; yo quie-
— Lorenzo Ghiberti, florentino. ro tener uno, lo he elegido, y eres tú. Seré contigo tirano; pero-
— Daos á prisión en nombre de nuestro muy alto y poderoso lo seré para la gloria de las artes.
duque el señor Malatesta. Ghiberti vio que era necesario resignarse á su suerte, renun-
Absorto quedó el joven , y revolviendo en su mente cuál so- ciar su viaje á Roma. La fortuna tras de la cual iba corriendo á
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Roma habia venido á ofrecérsele enRímini ahorrándole el viaje, guo, figurando el sol y los doce signos del Zodíaco. En el techo
el tiempo y el trabajo; así es que Lorenzo Ghiberti se alejaba de hay mosaicos de muchos artistas; entre ellos, de Apolonio el
la estancia del duque Malatesta tan alegre como triste y deses- griego. En el altar mayor está la estatua del santo precursor de
perado babia entrado en ella, cuando este le volvió á llamar. Cristo, llevado por los ángeles al cielo. También se conserva un
—Lorenzo Ghiberti, puesto que consentís en quedaros al ser- magnifico monumento de Baltasar Cozzia, en el cual el Sumo
vicio de mi persona, encontrareis en mí un amo generoso, y Pontífice Juan XXIII abdicó la tiara, y murió en Florencia,
pues al salir de vuestra posada freisteis por el mal modo con que donde vivió como simple particular. Este monumento es obra
mis gentes han interpretado mis órdenes, que no volveríais mas de Donatello. El exterior del Baptisterio es tan hermoso y tan
á ella, quiero qué hayáis acertado: viviréis en mi palacio. resplandeciente como el interior, habiéndolo revestido de már-
Un paje condujo á Ghiberti á una estancia propia de la du- moles de colores Arnolfo Dilapo.
cal morada. Todos los niños que nacen en el radio de una legua, debian
Allí vivió muchos años en la intimidad del duque Malates- ser bautizados, y lo son todavía, en este Baptisterio.
ta y en el seno de la abundancia, y como uno de los mas con- Se creyó que para guardar tantas riquezas senecesitaban puer-
siderados ciudadanos de Rímini, Lorenzo Ghilberti, haciendo tasdebronce, y Andrés de Pisa ejecuto la que mira al Mediodía:
hermosísimos frescos en las iglesias que aun hoy son el orgullo su obra fué tan magnifica; produjo tanta sensación, que la Se-
de esta ciudad, y que va á visitar con admiración el viajero. En ñoría de la república de Florencia salió solemnemente de su pa-
los intervalos de su trabajo, el joven que era además platero y lacio á visitarla, acompañada de los embajadores de Ñapóles, de
escultor, se divertía para distraerse en modelar figuritas de bar- Sicilia y de los demás estados de la Italia.
ro y cera, que eran la admiración y el asombro de cuantos las Faltaban todavía dos puertas por ejecutar: las maravillas
velan, y que el señor de Malatesta daba á sus hermosos hijos que habia desplegado en la primera puerta el artista, hacían di-
para que jugasen y se divirtiesen con ellas: á sus hijos que un fícil el encargo de mandar hacer las otras. La república de Flo-
dia debían ser tiranos como él, y dominadores de varias ciuda- rencia resolvió abrir un concurso entre todos los grandes artis-
des de la Italia. tas de la Italia. Cada opositor adoptado y admitido al concurso
Malatesta, á quien nos han pintado como un execrable tira- por una comisión, debia recibir del tesoro de la magnifica re-
no, era un excelente hombre. Tenia los defectos de los señores pública, una cantidad suficiente para poder vivir un año; y al
de la edad media; defectos mas propios de la época en que vi- cabo de este año, debia de presentar sus planos y dibujos.
vieron que de los hombres. Resonó en toda la Italia este gran llamamiento artístico. El
.,Ghiberti vivía en su palacio; era casi un amigo de este- gran joven Ghiberti encerrado en Rímini, condenado á pintar las
señor á quien debia su fortuna y grandes consideraciones ; pero iglesias de aquel estado, y á entretener con sus preciosas figuri-
que ya por amor al arte, ya por el afecto que con el trato de tas de cera y barro á los hijos de Malatesta , sintió hervir en su
tantos años le hahia tomado, no le dejaba jamás salir de Rími- corazón el fuego sagrado de la inspiración : creyóse con genio y
ni, ni aun para ir algunas veces a abrazar á sus parientes y vol- fuerzas bastantes para rivalizar con la maravilla de Andrés
ver á ver su patria, la hermosa Florencia. de Pisa. Una terrible preocupación se apoderó de su ánimo al
Florencia, que en el ardor que por las ciencias y las artes se verse encadenado en el palacio ducal de Rímini. La palidez,
desplegaba en el siglo del renacimiento, era la rival de Roma, habia remplazado á los frescos colores de su rostro juvenil. Ma-
y que teniendo en su seno una legión de pintores, arquitectos latesta no encontraba ya la antigua alegría en su meditabundo
y escultores célebres, cada dia se embellecía mas y mas. Floren- comensal. Preguntóle un dia la causa de aquel pesar que len-
cia encerraba en su seno diez y siete plazas, ciento setenta esta- tamente iba minando su existencia, y el joven que necesitaba
tuas públicamente expuestas, veinte fuentes, seis columnas, diez depositar su pena en un corazón amigo, se resolvió, aunque no
obeliscos, veinte y ocho iglesias y muchos palacios. sin temor de incurrir en la desgracia de su protector, á confiarle
Florencia ostentaba Santa María de las Flores, su magnífica los vivos deseos que tenia de tomar parte en aquella gran lucha
iglesia catedral, edificio que excede en mucho en belleza á cuan- del genio que iba á abrirse en su patria : sentíase con bastante
tos en ella se admiran. Está revestida exteriormente de mármo- fe, con bastantes fuerzas para poder consignar de un modo in-
les de colores, y duraron los trabajos de su construcción ciento mortal su nombre en la gran puerta con que Florencia iba á
setenta años, y desde Arnolfo Dilapo que fué el primer arqui- cerrar su mas bello monumento. í'i'fa i.'!'-
tecto á quien se confió su construcción , trabajaron sucesivamen- Admirado quedó Ghiberti, cuando en lugar de ver anublar-
te en tan suntuoso edificio, Brualfo Giotto, Tadeo Gadhic, Or- se la frente del tirano de Rímini, este con la mayor amabilidad
gagna y Brunellesco. Este último elevó la cúpula, obra extraor- le animó, sostuvo su entusiasmo artístico, y le propuso que vol-
dinaria edificada sin cimbra, ni bolo ni armazón, y con el solo viese á Florencia á disputar el premio del concurso abierto por
auxilio de un andamio ingeniosamente inventado por él. El la república. Hizo mas aun : no quiso que el hombre que por
mismo Miguel Ángel estaba tan profundamente admirado de seis años habia vivido con él, se habia sentado á su mesa y ha-
aquella ciípula, que al partir para ir á hacer la de San Pedro bia llamado su amigo, entrase en su patria cual un pobre artis-
en Roma, fué á despedirse de la de Santa María de las Flores, ta; y viendo que sus recursos pecuniarios eran escasos, le dio un
y la dijo: «adiós; amiga mia, voy á hacer tu semejante, mas bien bolsillo lleno de oro, para que pudiese hacer con mas comodidad
que tu rival.» su viaje. Ghiberti, mas aprisionado aun por el agradecimiento
Enfrente de la catedral está el Baptisterio de San Juan, edifi- que debia á Malatesta, que lo habia estado antes por la fuerza,
cio octógono que era primitivamente un templo de Marte, cons- juro volver á consagrarle el resto de su existencia , si no salía
trucción debida á la hermosa reina Teodolinda, que dominaba vencedor en la lucha artística en que iban á tomar parte los mas
la rica comarca desde los Alpes hasta Roma. Las ruinas del grandes artistas de toda la Italia.
mundo pagano, que acababa de concluir, prestaron expléndidos Ghiberti se puso en camino para Florencia con el corazón
materiales al mundo cristiano que comenzaba. Los arquitectos lleno de esperanza á la vez que de temor. Cerca de Florencia su
lombardos colocaron en él los restos de los templos del genti- corazón parecía saltársele del pecho al descubrir el célebre cmii-
lismo, para levantar un templo al bautismo de Cristo. En este panile (campanario). Esta célebre torre cuadrangular, formada
Baptisterio están las dos columnas de pórfido que los ciudada- de cuadros de mármol rojo, blanco y negro, hecho por los dibu-
nos de Pisa dieron á los florentinos, en reconocimiento de que jos del Giotto, que tiene doscientos veinte pies de altura, es el
habían conservado á Pisa cuando ellos fueron á sitiar las islas edificio mas hermoso de su género de la Italia. Sólido como
de Mallorca y de Menorca. El interior de este templo, de ocho una torre, ligero, hermoso y brillante como un delicado enca-
lados, está adornado de diez y seis columnas de granito que je, adornado de magníficas estatuas, nuestro emperador Car-
sostienen una galería, y de las estatuas de los doce apóstoles. los V decia que debia colocarse bajo nn fanal y no enscñars*
Colocadas entre las columnas: el pavimento es de mosaico anti- mas que en los días de grandes fiestas; tan gracioso lo hallaba
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en todos sus detalles. Ghiberti saludó con él entusiasmo que se Florencia, y asombrado el modesto artista Ghiberti, al oír está
tiene al volver á ver el punto en que uno ha nacido, el hermoso declaración de aquellos tres grandes maestros, que bastarla á ha-
campanile de Florencia. cerlos célebres en la posteridad , si no lo fuesen ya tanto por sus
Entró en la ciudad y se dirigió á donde se hallaban los jue- obras.
ces encargados de admitir los artistas al concurso, para la cons- Cuarenta años tardó Lorenzo Ghiberti en la construcción de
trucción de la famosa puerta del Baptisterio. Ghiberti se presentó la puerta de bronce del Baptisterio. La comenzó joven, lleno de
ante aquel temible consejo, cuyo fallo iba á decidir del porvenir vida y de fuerza, y la acabó anciano y encorbado su cuerpo á
de toda su vida. Uno de los jueces le preguntó su nombre. fuerza del trabajo. Sobre aquella puerta de bronce habia derre-
— Lorenzo Ghiberti. tido gota á gota toda su vida de artista; allí habia gastado sus
—^¿En qué obras te has dado á conocer? ideas, sus fuerzas; habia hecho pasar toda su alma en aquel
A esta pregunta quedó parado un momento el joven artista; bronce, que es la obra maestra de un tiempo que fué la edad
pero reponiéndose de su temor contestó: de oro de la escultura.
— He pintado al fresco él palacio del duque Malatesta y las Esta es la famosa puerta de bronce de quien el gran Miguel
iglesias de Rímini. Ángel decía siempre «que tenía miedo de que arrebatase Dios
—Te pregunto : ¿qué has hecho de escultura? ¿en qué se ha aquella obra maestra á Florencia para trasladarla á las puertas
dado á conocer tu cincel? del cielo.»
—Magníficos señores, contestó tímido y ruborizado el joven, Sobre estas puertas están representados diversos pasajes del
he hecho muchas figuras pequeñas para los hijos del duque Ma- Nuevo Testamento.
latesta. Lorenzo Ghiberti, murió en el año 14S5.
—¿Y crees, dijo con severidad el juez del concurso, qué va- Sobre esta puerta, cuando está cerrada, se encuentra en el
yamos á poner en manos de un fabricante de juguetes la obra adorno de enmedío el retrato de un anciano calvo, cuyas facciones
maestra déla Italia? Vuélvete á Rímini, no tengas la presun- están arrugadas por los años, gastadas por el trabajo. Es el retrato
ción de colocarte entre los grandes maestros. hecho por él mismo, es el retrato del joven Lorenzo Ghiberti,
Oprimiósele á Ghiberti el corazón, al ver desvanecidos en un que cuarenta años antes habia recibido de la magnífica república
punto todos los ambiciosos ensueños de su porvenir.... Lágrimas de Florencia la misión de construir la puerta principal del Bap-
so agolparon á sus ojos, é iba á retirarse ya de la sala del concur- tisterio.
so con la vergüenza en el rostro y la desesperación en el cora- La otra puerta que le fué también dada en recompcn.sa de la
zón, cuando los célebres escultores Bruneleschi y Donattelo, que primera, fué solo un juego para él, porque no se trataba ma.s que
habían sido sus amigos de la infancia, lo detuvieron. de imitar la primera hecha por Andrés de Pisa, que hasta en-
Estos dos célebres escultores, que no tenían rivales en la Ita- tonces se había creído inimitable.
lia, y que eran los vencedores presuntivos del concurso, habla- ¡Cuántas veces al escribir estos renglones he recordado las
ron á los jueces, y era tanta su influencia, tan poderoso el cré- horas enteras que he pasado extasíado ante esas magníficas puer-
dito de su nombre, que lograron que Ghiberti fuese admitido al tas de bronce en que aun el hombre menos inteligente en las
concurso, mas á título de estímulo, que de formal concurrencia. artes, halla que no hay hipérbole en la magnífica expresión del
Brillo un rayo de alegría en la frente del joven artista. No le divino Miguel Ángel, de «que aquellas puertas no eran propias
importaba con qué título era admitido á la lid. Tenia fe en su de un monumento humano, sino de abrir y cerrar el Paraíso! 1!»
inspiración; sentíase con fuerzas para vencer. Recibió su progra- EL CONDE DE F A B R A Q U E R .
ma, cobró del tesoro de Florencia la suma necesaria para man-
tenerse un año sin necesidad de dedicarse i trabajo alguno, y se
consagró con toda su alma al estudio del proyecto del concurso.
UNA LAGRIMA
Pasó un año. El tribunal encargado de examinar los planos
y dibujos so hallaba reunido en la sala del palacio de la Señoría S0B3R.E £ A S a t r O T A S » E WUmÁSXCtA,
de Florencia. Componían el tribunal treinta y cuatro jueces pin- ron D. MANUEL mo AiFAno.
tores, escultores, plateros, lodos de los mas célebres de la Italia.
Allí estaban todos los artistas que hablan sido admitidos al con-
CONCLUSIÓN (1). . . .
curso, cuyos corazones palpitaban entre el temor y la esperanza
del triunfo. Allí se hallaba todo el pueblo de Florencia, ansioso Sí; me quedé dormido al dulce beso de Ias'teffli)lá'da!s Brisias,
de oir de boca de aquel artístico tribunal el nombre del afortu- ó al tierno halago de u n recuerdo seductor, ó al suave influjo
nado escultor á quien iba á cometerse la empresa gloriosa de ter- de la santa inspiración.
.minar el monumento inmortal de Florencia. Dividiéronse los Me quedé dormido; y u n a nube de misteriosas formas, de
votos de aquel respetabilísimo jurado, entre Brunelleschi, Lo- diáfanos contornos envolvió mí m e n t e : n u b e desconocida, va-
renzo de Bartoluccio y Donatello. por extraño, soplo tal vez de u n poderoso genio, suspiro de mil
El boceto de Ghiberti era muy hermoso; había agradado á piicblosque murieron.
los jueces; empero pesaba tanto la colosal reputación desús Y una mano poderosa tocó los si^os pasados, y los siglos
competidores, que por temor de no herir su celebridad recono- pasados se alzaron de la tierra.
cida por toda la Italia, nó quisieron adjudicar el premio á un Y u n a mano s u t i l t o c ó m i espíritu, y mi espíritu víó al tra-
artista tan joven como Ghiberti, y desconocido aun en la histo- vés de los siglos pasados que se alzaron de la tierra.
ria de las artes. Vio u n pueblo h u m i l d e que se levantaba en un monte, y
Entonces se vio una cosa que honra tanto á los artistas como mil generaciones con armas, con escudos, con b a n d e r a s , que si-
á los hombres: Brunelleschi, Bartoluccio y Donatello, cuya re- tiaban aquel pueblo, para exterminar al pueblo porque era va-
putación se hallaba tan alta, cuyos nombres se hallaban ya es- liente.
critos en las inmortales páginas de tantos monumentos, que no Víó al pueblo que á falta de hombres le sobraba corazón;
podían sentir la envidia ni eclipsarse por una nueva celebridad que á falta de armas lo sobraba valor; porque los brazos do
que se levantara, se reunieron un momento en la misma sala del aquellos hombres eran como brazos de osos, y su mirada, á m i -
concurso, deliberaron entre sí, se presentaron á los jueces del rada de león parecida.
concurso, y declararon que les parecía que se habia cometido
una injusticia decretándoles el premio; y que creían en su alma (I) Entre el anterior capitulo r esta conclusión, venia intcrtolada una
y en su conciencia, que debia sor el elegido el joven Lorenzo reseña histórica dol sitio de Jiuiuancia, con una mirada íllósoflca sobro
sus causas, y con una noticia de lodos sus detalles, tomada de los autores
Ghiberti. mas antiguos y fidedignos, pero las corlas dimensiones dol periódico en que
Asombrados quedaron los jueces, asombrado el pueblo de las pulilicamos, nos han obligado á relícarla. (ft'oW del autor )
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Aquel pueblo era Numancia; aquellos leones eran los nü- Y oí una voz profunda que salía del centro de la hoguera, y
manlinos. que gritaba:—Los siglos venideros adorarán esta hoguera; esta
Y esto que mi espíritu vela, no era un sueño como los demás hoguera es el corazón siempre valiente de los españoles.
sueñes, era como visión de cosas pasadas. Y esta voz me despertó.
Y otra nube mas oscura con truenos y relámpagos confundió Y miré en torno mío asustado, y no vi nada; ni hoguera, ni
mi mente. españoles, ni guerreros; Numancia estaba sola; sola y olvidada.
Y entonces vi con mas claridad, porque cuanto mas sá opri- ¡Pobre matrona! rasgaste tu pecho para dar de beber tu gloriosa
me al cuerpo, mas libre vuela el alma por la región de cosas sangre á los españoles tus hijos, y tus hijos los españoles cerra-
ideales. ron sus labios por no bebería.
Desde el vapor que me circunvalaba, vi una edad felice en Quemaste tus galas y tus entrañas para que los españoles
>iue los hombres pensaban de una manera que yo no compren- vieran cómo se defiende el honor patrio, y los españoles cerra-
día, en que los hombres obraban de un modo muy distinto de ron sus ojos por no verlo.
aquel en que yo estaba acostumbrado á ver obrar... Labraste con tus propias manos la tumba de tus cenizas, para
Yo vi también guerras en mí parasismo, y sangre y fuego, y que los españoles contemplaran la gloría de tu tumba; y los es-
oí gritos y oí lamenlos,y escuché una voz terrible que me decía. pañoles volvieron las espaldas, porque los llamó una vieja que
Aquella es Numancia. se apellida CODICI.\.
Y en Numancia vi denodados españoles qué peleaban como Sí Numancia hubiera sido de oro, los españoles adorarían las
fieras por su honor... ruinas de Numancia.
Vi mujeres atrevidas que lanzaban dardos con denuedo... Solas, solas duermen hoy en el sitio que florecieron un dia:
Vi al padre abandonar á sus hijos. los nietos de TubalTlo piensan en ellas; los sabios no las miran;
Vi al esposo abandonar á su esposa, por lanzarse todos contra las academias no quieren recordarlas
el enemigo á defender su patria, á defender su honor, á defen- «iViva la libertad!» grita un hombre en nuestro siglo; y los
der su independencia y su libertad. españoles adoran á ese hombre.
Y aquellos pastores, porque pastores eran los nuraantinos, Por defender la libertad de su patria murió Megara (1), y
peleaban con bizarría desde sus murallas, y mil y mil enemi- los españoles desprecian á Megara.
gos llegados de lejanos países, arremetían á ellos con saña, y No importa; si el siglo -mx es un hermano bastardo de los
ellos se defendían con valor. siglos de Sagunto y de Tarifa; si él ha hecho voto de rele-
Y vi después que los enemigos avanzaban, porque como nu- gar al olvido las esplendentes glorias que han dado nombre á
iles cargadas de granizo, arremetían sobre ellos, y ellos estenua- mi adorada patria, nunca faltará un poeta que en el misterioso
dos por el hambre, reventados por la fatiga, pero animados por silencio de la tarde, vaya á meditar un momento sobre la sa-
el entusiasmo, gritan desesperados: grada tumba de Megara; nunca faltará un poeta que vaya á ver-
Somos españoles, y como españoles moriremos. ter una lágrima de entusiasmo sobre las sacrosantas ruinas de
Y rasgan sus vestiduras, y desnudan sus pechos, y volviendo Numancia.
gontra sí sus propios aceros, los unos á los otros se hieren, los Guando el crepúsculo comenzó á tender sus alas de crespón
unos á los otros se degüellan, y las madres lloran al matar sus por los montes y los valles, se acercó á mí mí compañero de via-
hijas, y las hijas lloran al despedazar sus madres... je, tomamos las caballerías, y preocupado yo todavía con mis
Y oí luego un confuso ruido como de truenos, como de ma- reflexiones, nos dirigimos á Soria.
res, como do tempestades... ...Españoles! Numancia fué un modelo de valor; Numancia
/ Y luego vi una hoguera inmensa que nacía en Numancia, y. triunfó muriendo; Numancia fué nuestra madre; id, id á con-
cuyas llamas se levantaban hasta las nubes; hoguera encendida templar su cadáver que aun palpita, y beberéis en su pecho el
por los mismos numantinos, atizada por la intrepidez de su verdadero honor y el verdadero orgullo nacional; id á contemr
ánimo invencible. piar sus ruinas, y allí aspirareis en todo su esplendor, el noble
Y vi millones de guerreros que doblaban las rodillas ante sentimiento de independencia y de libertad.
aquella hoguera, porque aunque contrarios suyos, respetaban
FIN.
tanto valor
Y vi que todas las naciones callaban, y abrían sus ojos para
contemplarla ^ CO Megara fué desforzado camlillo que mandó la plaza durante el sitio.

Trajes portugueses.
230 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

olvidado el nombre ; el que tiene ahorase lo pusieron en la con-


AMPARO. firmación.
— Es extraño que haya V. olvidado su nombre; pero aun
(MEMORIAS DE UN LOCO.) queda el medallón.
— No por cierto; le vendí: era necesario criarla... yo era pobre
(Continuación.) — ¿ Pero no recuerda V. lo que el medallón contenia ?
— ¿Y qué es esto? me dijo abriéndolo ; |ah ! ¡una cruzl la —'Sí por cierto : un retrato de mujer.
conservaré, la conservaré siempre en memoria dé V. — ¿Y las señas de esa mujer?
Y aprovechando el estupor que había causado en mí el extra- — Las mismas de Amparo : alguna mas edad ; pero tan
ño aspecto, la profunda conmoción que noté en ella, al expre- hermosa como ella; un parecido exacto... y es lástima que esc
sarme su deseo de ser monja, escapó. retrato se haya extraviado, porque era una prueba indudable...
Cuando quise detenerla sonó el golpe de una puerta que se pero á bien que el retrato existe en Amparo... en engordando la
cerraba, y luego sentí que bajaba rápidamente las escaleras. muchacha un poco mas... el mejor dia encuentra á sus padres
Abrí el balcón, y la vi alejarse por la acera opuesta en paso en la calle.
lento y con la cabeza baja. Todas estas contestaciones habían sido pronunciadas con una
Mustafá la seguía cabizbajo también. intención maligna; comprendí que existia un misterio terrible
— Ella volverá, me dije; y cuando menos, la señora Adela entre aquella mujer y la pobre Amparo, y no insistí.
vendrá por su asignación á fin de mes. La dejé ir.
Habia en mi corazón algo que me hacia desear volverla á Habia concebido el pensamiento de apelar á la ley para po-
ver; y sin embargo aquel no se qué vago, dulce, íntimo, estaba ner en claro la procedencia de .amparo.
muy lejos de ser amor. Y como si hubiese comprendido mi pensamiento, aquella
Y era mas que caridad. mujer me arrojó al salir una insolente mirada de desafio.
O yo no comprendía la caridad, y me engañaba.
O yo no comprendía el amor, y me engañaba también. Aquel mismo dia fui á coiisultar á uno de los abogados de
Esto quería decir, que respecto á ciertas sensaciones, mi co- mas fama.
razón era inocente, ó mejor dicho, estaba virgen. Me escuchó con atención , y cuando hube concluido, me dijo :
Lo que sí puedo deciros es, que el recuerdo de Amparo se — No veo el medio de arrancar á esa mujer su secreto: el
fijó en mi pensamiento, fresco, puro, consolador, lleno de encan- tormento está abolido hace muchos años; por consecuencia, si
tos y de consuelos. esa mujer tiene un gran interés en ocultar la procedencia de la
Si es verdad que estoy loco, mi locura empezó el día que protegida de V . , nada confesará. Queda sin embargo un me-
almorcé con ella. dio.
— ¿Cuál?
El no verla me tenia de muy mal humor. — El dinero. Pagarle su secreto al precio que pida.
La esperaba. Di las gracias al abogado por su luminoso consejo; le pagué
Sin embargo, Amparo no venia. la consulta y salí.
Pasó el tiempo, y llegó el último dia del mes.
Yo esperaba que la Adela seria puntual, y no me engañé. Pasó un mes.
Se me presentó mas pobrememte vestida que lo que yo espe' En vano esperé á Amparo.
raba, y sin saludarme ni sentarse me dijo : La Adela se me presentó de nuevo.
— Vengo á... La pregunté por ella.
Sí, por la asignación de Amparo, la interrumpí. — ¡Ahí está desconocida, me dijo; ha engordado. ¡Ya .se
— Eso es. ve I la cuido bien, ó por mejor decir, la cuidamos bien. La
Abrí mi cartera y la di un billete de quinientos reales. enviaré por acá.
— No puedo devolver á V. lo que sobra , me dijo. Ponga Y. precio á su secreto, la dije desentendiéndome
— Lo mismo es, la contesté. de su observación, y entrando de lleno en mi objeto.
— I Ah I 1 es V. muy generoso! Gracias en su nombre; que — Es V. muy joven, rae dijo, para que pueda haber perdí-
V. lo pase bien. do una hija de la edad de Amparo; sin embargo, pudiera ser
Y se iba. que algún amigo hubiera á Y. encargado le buscase una niña
— Espere V., la dije : tenemos que hablar. perdida.
— ¡Ahí ¡tenemos que hablar I ¿va V. comprendiendo que Y la Adela me miraba de una manera fija, escudriñadora.
es hermosa, demasiado hermosa, para mantenerse respecto á ella — ¿Se obstina Y. en no confiarme...? la dije.
en los inflexibles límites de la caridad ? — Nada sé respecto á ella, me contestó.
— No se trata de eso. Acabé de convencerme de que nada recabaría de aquella
— Pues no comprendo entonces... mujer; la di dinero; la encargué dijese á Amparo que deseaba
— ¿Qué sabe V. acerca del origen de esa niña? verla, y la despedí.
— ¡Bahl ¿y que le importa á V.? A no ser que...
Y aquella muger me miró con un recelo hostil. A los pocos dias, y cuando acababa de levantarme, me sor-
¡Seria gracioso que quisiera V. casarse con una mucha- prendió un fuerte campaníllazo á la puerta.
cliuela 1 añadió con sarcasmo. Abrió Mauricio; sentí pasos apresurados, y poco después se
— Tampoco se trata de eso; pero si V. tuviera algún antece- precipitó en mi gabinete Amparo.
dente... ayudándome V. y gastando cuanto fuese necesario, aca- Mustafá la seguía cojeando.
so lograríamos encontrar á sus padres. Amparo se asió á mí, y me miró pálida, aterrada, anhelante.
— ¿Y para qué quiere mas padres que V. ? Mustafá gruñía dolorosamente.
.Necesité hacer un esfuerzo para contener la cólera que me Yenia Amparo en el mayor desorden : deshecho el peinado;
c;i usaba la fría insolencia de aquella muger. una de sus manos envuelta en un pañuelo.
— En último resultado, la dije, ¿se niega V. á indicarme?... Durante algún tiempo nada me dijo; ni yo, sorprendido,
Nada sé; la recogí. Ignoro quien era ; pero debe sor hija de acerté á decirla nada: luego pareció como que despertaba de un
buenos padres ; las ropas que la envolvían eran ricas ; llevaba, sueño, de una horrible pesadilla, y exclamó con un acento ar-
además, un magnífico medallón guarnecido de brillantes, y entre diente y lleno de ansiedad:
la faja un papel que decía : — • Está bautizada, y íe llama... he — ¡ Ah 1 ¡ Gracias á Dios!
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 231
Y se separó de mí j se dejó caer en un sillón , se cubrió el — Yo también le conozco á V., le contesté, encantado por lo
rostro con las manos y rompió á llorar. simpático de su mirada, de su espontaneidad, de su palabra.
Mustafá se acercó á ella cojeando; se sentó, me miró, y si- Estrechó entre sus dos manos la mia, y sin disimular su im-
guió con sus dolientes gruñidos. paciencia, me dijo :
Sospecllé no sé qué horrible cosa , y me aterré. — ¿Dónde está?
— ¿Pero qué sucede? la pregunté, alentando apenas. Le señalé la alcoba, y los dejé en libertad de hablar.
- ^ Sucede, contestó Amparo, mirándome á través de sus lá- La conferencia fué larga; al fin el padre Ambrosio salió pro-
grimas, que esa infame de mujer lia querido hacerme infeliz. fundamente conmovido, y me llegó la vez de demostrar mi im-
No pude contestarla : sentí que toda mi sangre se reconcen- paciencia.
traba á mi corazón, — ¿Acepta? le pregunté.
— Pero afortunadamente, continuó Amparo, Mustafá me ha Se sentó en un sillón, sacó una caja de pasta negra, me ofre-
salvado, acometiendo á aquel hombre, y dándome tiempo para ció un polvo, tomó otro, y me dijo :
escapar : es verdad que el pobre ha sufrido un horrible basto- — Nos encontramos en una situación sobremanera extraña:
nazo , y que yo he salido del lance herida... una joven, embellecida por Dios con cuantas virtudes pueden
— llleridal exclamé. hacer respetable á una criatura, sola, pobre, desventurada, .so
— Sí: I el horrible viejo me seguia I las escaleras son estrechas encuentra entre nosotros dos; puesta primero bajo la protec-
y empinadas; caí, di con la cabeza en la barandilla, y casi me ción espiritual de un pobre exclaustrado, y amparada después,
he rolo una mano; pero al fm estoy aquí; aquí, con Y. que me de una manera noble, desinteresada, admirable , por un joven
defenderá. rico , viciado en el gran mundo, casi impío, pero que tiene un
No la pregunté mas. ¿Y para qué? excelente corazón. Pero he dicho mal: nuestra situación no es
Todo estaba explicado. extraña. |Nos ha reunido la Providencia de Dios I
Envié á Mauricio por un facultativo que se encargó de la — En efecto; en el conocimiento de nosotros tres, hay mu-
curación de Amparo y de Mustafá. cho de providencial, le dije, mas por ser cortés con el buen
La herida de la cabeza de la niña era leve, pero profunda y exclaustrado, que porque yo creyese en la Providencia. Ya he
grave la de la mano. dicho antes que en aquella época era yo impío.
Mustafá tenia casi roto un hueso. — ¡Pues ya lo creol dijo, con el entusiasmo de un poeta, el
Amparo se vio obligada á quedarse en casa. padre Ambrosio; mi vida era triste, llena de sufrimientos, llena
Dos horas después, cuando estuvo mas tranquila, la dije : de recuerdos, combatida por pasiones, que babia exacerbado la
— No puedes volver á vivir con esa infame. desgracia, y.... si hace diez años, no hubiera encontrado á mi
— i Oh , Dios mió 1 (noli imposible ! paso á esa niña que se arrastraba sobre sus manecitas en los cor-
— No puedes vivir tampoco conmigo. redores de la casa de vecindad donde me había llevado á vivir
— No, no; de ningún modo. mi pobreza... Yo lo habia perdido todo; parientes, amigos, afée-
— Tampoco puedes vivir sola. los, basta la paz de mi celda, de la cual me arrojaron las nece-
— ¡Dios mió I ¿y qué hacer? sidades de la nación... la planta marchita y enferma que vegeta
Y después de algunos instantes de triste silencio, añadió : sobre un terreno ingrato, siente con delicia, y parece reanimar-
— I El convento I i es preciso I i preci.so de lodo punto 1 se al soplo de las auras de la mañana. Yo, muy semejante á una
— No te daré el dote. planta enferma, sentí una impresión de consuelo un dia que,
— Me pondré á servir. sentado al sol en la puerta de mi tabuco, sentí junto á mi, apo-
— Y sirviendo estarás expuesta á cada paso, á peligros como yando sus manecitas en mis rodillas, y sonriéndose (Dios me
el do que has escapado milagrosamente hoy. perdone) como deben sonreír los ángeles, una niña como de cua-
tro i cinco años.—Era Amparo.^ Necesitaba afectos, y mi alma
— ¿Pero por qué cerrarme el refugio del claustro? exclamó
se volvió á aquella existencia pura, á aquella niña que estaba
llorando.
muy pobremente vestida, enflaquecida por el hambre. Supe que
— Si has de agitarte de ese modo, te dejo sola : agitándote,
no tenia padres, que estaba en poder de una mujer de la misma
afligiéndole puedes empeorar: tienes calentura, y solo te be habla-
vecindad, que la babia encontrado en la calle. Y aquel desam-
do porque estás en la casa de un soltero, porque es necesario
paro de la infancia, aquella miseria en un ser tan débil, me hi-
evitar las interpretaciones. He pensado en que el padre Ambro-
cieron concebir el mismo pensamiento que Y. concibió cuando
sio podria adoptarte, ya que te repugna mi adopción.
la encontró en medio de la noche recogiendo trapos. He hecho...
— jOht I sí I I si I exclamó.
cuanto he podido... en cambio ella ha sido para mí, acaso la
— Pero es necesario que no seas gravosa al padre Ambrosio.
salvación de mi alma, porque estaba desesperado... y Amparo ha
— I Oh, Dios miol | otra dificultad!
sido para mi un amparo de Dios, porque me ha obligado á
— La dificultad está salvada. Entra en un colegio.
amarla; porque amándola he llenado mi corazón con un afecto,
Quedóse Amparo pensativa, y al cabo me dijo :
y he podido consolarme y esperar con resignación el fin de mi
— Mande V. llamar de mi parte al padre Ambrosio.
jornada.
Me dio las señas de la habitación del religioso, y Mauricio
fué á buscarle, — Creo que Amparo ha ejercido sobre mi una influencia
muy semejante á la que ha ejercido sobre Y.
Media hora después, un hombre alto , delgado, pálido, co- — ¡Oh, sil me ha bastado con lo que Amparo me ha dicho
mo de sesenta años, muy modestamente vestido con ropas que de Y'., y con verle después una sola vez, para comprenderle: tie-
demostraban un antiguo y continuo trato con el cepillo, entró ne Y. el alma virgen, sedienta, cansada de un mundo donde no
lleno de ansiedad. vive bien; hastiada de todo; escéptica, porque ha perdido la espe-
Era uno de esos hombres que llevan el corazón en la cara. ranza, y ha encontrado Y. en Amparo algo de lo que buscaba
Un corazón todo sentimiento, todo dulzura, todo abnega- y no babia podido encontrar. (Loba encontrado Y. de noche, re-
ción , todo caridad. cociendo los'despojos del lujo y de la miseria, teniendo por úni-
Y en los ojos, la mirada inteligente y serena. co amigo un perro, por único amparo Dios! Y porque tiene Y.
Y en la frente la severidad y la majestad de la virtud, la el alma virgen y llena de entusiasmo y de sentimiento, ha hecho
conciencia de sí misma. Y. lo que nadie hubiera hecho; y porque Dios quiere que crea
Me saludó con encogimiento y me extrechó la mano con efu- Y. en él, le ha presentado áY. de la manera mas bella el dulce
consuelo de la expansión de la caridad,
sión.
. Lo conozco á V., me dijo con la voz trémula; le conozco
i Y. mucho, aunque nunca le he visto hasta ahora. (Continuará).
252 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

y dos viejos van diciendo


ÉGLOGA URBANA. Al retirarse á sus casas:'
—«Tanto mal no tiene cura :
...de »ioiiíí'6it^^t^j¡^;flp^.ji.;-(¡ »¡ Maldita ambición humana ! •
JOAQUÍN JOSÉ CERVINO.
A MI AMIGO D. JOSÉ CONZALEZ DE-.TEJABA-,

Paseando está Juanita, A DOLORES...


Madrileño encanto y gala. Yo, vasallo de los tiempos •
Del Neptuno á la Cibeles, En que se usaban chorreras,
Aprisionando las almas. Botas con borla ó camijana.
Pero lay ¡ que siente la suya Pantalón de trampa estrecha, •
Agitarse en vivas ansias, Frac de hoja de cortaplumas,
Y á los suspiros no atiende Carrick, corbatín de á tercia,
Que le envian cuantos pasan! Pelo á la bombé, patillas
En sus rizos de azabaclie De herradura o de chuleta,
No ha prendido rosa blanca Currutaco, pisaverde,
Ni artero los va agitando Don. Quijote de cien bellas, , .
Su abaniquito de nácar. De talle junto al cogote,
La blonda de su mantilla Tufos y peinede teja,
No la molesta ni enfada, Zapatito á la cachucha, ,
Ni cl pié brevísimo enseña Basquina con fleco y nesgas,
Al ondular de la falda. Cinturon con gran hebilla.
Ve á Juan , y no se sonríe; Guantes bordados con seda ;
Mira á Diego , y no se pasma ; A tí, j)olla ciudadana.
Llega Gil, y no murmura; De parlamenlaria era, _
Váse Pepe, y no se cansa. Mas hermosa que la dalia.,
Los ojos, cuyo color Mas blanca que la azucena,
Noche lóbrega envidiara Te juro por mi peluca,
Para su manto, no buscan Que aunque por chocho me tengan ,
Lo que otras veces buscaban. Te he decir muy clarito,
Sus párpados entretienen Que con tú cintura esbelta.
Tal vez indiscreta lágrima: Tus miriñaques y gasas.
Su labio en púrpura tinto Tus cocas, rizos y trenzas.
Ni aun para quejarse habla. Te encuentro tan seductora
Pero da el túrgido seno Que no me extraiia que pi«rdai) .
Que ocultan Sutiles gasas La cabeza y algo mas,
Ocasión á que la mente Los que te miran tan bella;
Prorrumpa en tales palabras : Pues yo, á pesar de mis años,
— «i Ingrato I ¿y asi me liuyi-'s? Mis arrugas y dolencias, ,
»¿ Así dejas á tu .luana? Por una sonrisa tuya.
• Cada paso que te alejas, La mitad del mundo diera ;
»¡ay! retumba en mis entrañas.' Esto encaso de que el mundo
»No soy tan fea, Gonzalo, Fuese de...
«Que hoy no mo dijese el aya : ' " ' • ' ' * ' ' ' ' ' " ' ^ ' l £ BXBON'DE ILLESCAS.
—«Señorita, el mismo cielo
«Envidia esa tez nevada.
• Y el carmín de esas megillas K.\ EL ALBUN HE LA MAnOüESA DÉ NEVARES.
«Que en las de la aurora falta, A...
»y cl brillo de esos luceros
Ángel hermoso á quien amar juré,
»Que no lo tiene el del alba.—
Sombra querida que en mi mente está ,
«Vuelve , vuelve, mi Gonzalo ; Paloma pura, cuyo vuelo alcé,
• Deja á esa Inés tonta y vana; Dime por qué
«Que el oro no hace dichosos, No me amas ya? .
>.K Inés no tiene otras gracias.»
Esto pensaba gimiendo Dime á quién puedo consagrar mi amor,
Juanita la desdeñada, Dime á qué asjiirp, si la fe perdí:
Cuando el otro repella El mundo entero y el placer mayor,
En el fondo do su alma : Marchita flor
«Llora, mujer, llora, llora
Será sin tí.
«Mientras yo no diga basta :
«Con Inés andaré en coche ;
Si en adorarte mi existir cifré,
«Contigo andarla á galas.
Si en pos de tí mi pensamiento va.
«Y esta cinta, última prenda
Si gloria y nombre para tí busqué,
«Que de tu amor conservaba,
Dime por qué
«De mi jockey en la gorra
No me amas ya?
"Será divisa encarnada."
• En esto-cayo la tarde; Luis M.tRiANO DE LARRA.

La oscuridad se levanta,
Pugnando por confundirla MADRID.—Imp. de M. GALIANO,
Los tubos que el gas intlama. l'laza de los ¡linislerios, 3.

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