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Estudiantes más allá del contexto universitario

Los estudiantes provenientes del campo forman redes de apoyo para sobrevivir en la ciudad, se
movilizan para aportar al desarrollo de sus comunidades y se agencian para desarrollar
aprendizajes que a veces las universidades no les brindan. Como lo mencionamos en el primer
capítulo, los estudiantes de casi todas las provincias están organizados en asociaciones, y
muchos de los que pertenecen a HATUN ÑAN están involucrados en acciones de proyección
social en las comunidades de donde son originarios. Así, por ejemplo, ofrecen charlas a los
alumnos que están terminando la secundaria, con el fin de motivarlos a que estudien en la
universidad, pero también para prevenirlos de las dificultades que implica hacerlo. Según
argumentan algunos de ellos, la idea es que los jóvenes que están egresando de la secundaria
no sufran de la forma en que ellos sufrieron cuando migraron a la ciudad: “creo que ser mejor
profesional no es estar alejado de la comunidad de donde saliste. Sientes la necesidad, el
porqué es porque como persona necesitas, ves como necesidad principal que la población
tenga mejores oportunidades”. Asimismo, los estudiantes se organizan y se cohesionan entre
ellos para dar asesorías académicas a los chicos de su provincia que se encuentran en los
centros preuniversitarios de la ciudad y van a postular a las universidades, para que, de ese
modo, tengan mayores posibilidades de ingreso. Finalmente, la mayoría de estos estudiantes
participa en círculos de estudios o de investigación, organizados por ellos mismos, donde se
discute sobre los problemas sociales de sus comunidades y distritos, se organizan actividades
culturales, se leen colectivamente diversos textos y se intercambian escritos que ellos
producen. En estos círculos –que funcionan de forma paralela al desarrollo de los cursos en la
universidad– los estudiantes tienen la oportunidad de seguir aprendiendo cuando la institución
se paraliza por huelgas, inasistencia de profesores u otras razones de índole burocrática. Quizás
lo más interesante sea que, a diferencia de lo que ocurre en las aulas, en estos círculos el
aprendizaje se desarrolla de forma colectiva y contextualizada, y permite que los jóvenes
transmitan su voz con relación a lo que les inquieta como universitarios. Frente a un discurso
sobre la falta de interés y el desánimo para leer, los alumnos se organizan en redes para
prestarse e intercambiar libros y se juntan en estos círculos para involucrarse en prácticas
letradas que difieren de las que se desarrollan en las aulas con los docentes. Muchos
estudiantes señalaron que se involucran en estas actividades paralelas a la universidad porque
reconocen que también aprenden afuera (“la universidad es la calle”, plantean) y porque
además se sienten insatisfechos con la forma como esta institución genera los aprendizajes.
Una preocupación general de los estudiantes entrevistados –y que puede explicar los conflictos
con la escritura académica que veremos más adelante– es que en la universidad se espera que
los estudiantes repitan lo que dicen los docentes o los libros: “en la universidad tú lo que haces
es copiar de los libros lo que piensan los autores y entonces tú lo escribes”, “Ahí, ya muda,
tienes que escribir lo que encuentras en los libros”, “en el examen nunca te preguntan tu
opinión”. Esto tiene como consecuencia que muchos sientan que en la universidad no pueden
tener voz: “Al estudiante que memoriza mejor, que hace todo lo que el docente quiere,
estudiante buenísimo. Copiamos, copiamos, excelente, chico bueno, no hay rebeldía nada,
buen estudiante aquel que no hace bulla ni reclama”. Después de todo, sienten que “la
universidad debería ser para eso, interpretar la realidad y proponer soluciones o alternativas
de solución”: Eso es lo que no me gusta, profesora, tienes que repetir todo lo que has
estudiado de las bibliografías y todo lo que, por ejemplo, te dice que el problema de la equidad
de género es por tal razón, pero según tal autor y eso tienes que repetir en el examen. Qué
bueno sería si relacionas con el problema actual y te permiten cómo dar esa iniciativa por lo
menos para empezar en el hogar, en la universidad misma. Ya conoces mucho más, es un
asunto social y un asunto político que debiéramos saberlo todos. Lo que queremos resaltar
aquí es que muchos estudiantes tratan de satisfacer los requerimientos de los docentes para
no ser desaprobados, pero al mismo tiempo desarrollan estrategias para sentir que son
protagonistas de su aprendizaje. Son críticos frente a la forma en que se desarrolla el
aprendizaje en las aulas y proponen una perspectiva más dialógica a través de los círculos de
estudios en los que están involucrados: “[el diálogo] es la mejor manera de aprender y la
universidad debería considerarlo como algo académico”. Estos cuestionamientos funcionan
como marco para entender mejor las tensiones que produce el aprendizaje de la escritura
académica y que analizaremos en el caso de Emilia y de Félix.

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