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En Busca Del Tiempo Perdido (PDFDrive) - 2196
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morir. Pero hay que resignarse a morir. Aceptamos la idea de que dentro de diez
años nosotros mismos, dentro de cien años nuestros libros, ya no existirán. Ni a
los hombres ni a los libros se les promete ya la duración eterna. [La edición de
La Pléiade destaca a pie de página este pasaje, esta adición marginal, que, en
lugar señalado en el manuscrito, rompe la ilación. (N. de la T.)]
mil y una noches, pero muy diferente. Desde luego, cuando estamos
enamorados de una obra quisiéramos hacer algo muy parecido, pero tenemos que
sacrificar nuestro amor del momento, no pensar en nuestro gusto, sino en una
verdad que no nos pregunta nuestras preferencias y nos prohíbe pensar en ellas.
Y solamente siguiendo esta verdad se encuentra a veces lo que se ha abandonado
y se escribe, olvidándolos, los «Cuentos árabes» o las «Memorias de Saint-
Simon» de otra época. Pero ¿me quedaría tiempo? ¿No sería demasiado tarde?
No me decía sólo: «¿Me quedará tiempo?», sino: «¿Puedo hacerlo?» La
enfermedad, que, como un inexorable director de conciencia, me hacía morir
para el mundo, me hizo un servicio («pues si la semilla del trigo no muere una
vez sembrada, quedará sola, pero si muere dará muchos frutos»): la enfermedad
que, después de haberme protegido la pereza contra la facilidad, iba quizá a