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COMENTARIO FILOLÓGICO 8.

En Roma fue vn hombre que dezían Caton,


castigava a su [f]ijo con muy gran devocion,
como pusiesse su vida en buena intencion,
guarnesciolo de costumbres e de buena rrazón.

Assí como el padre el fijo nombre auia,


en los castigos del padre el coraçon tenia,
en dichos e en fechos al padre bien seguia,
assi como oyredes, el padre le dezia.

E como el moço del padre era mandado,


e en no saber costumbres era muy abaxado,
de lo que le castigo tomo muy gran cuidado.
Començose a guarnir por ser bien doctrinado.

Todo hombre que quisiere ser bienenseñado,


en aqueste mi romance ponga el su cuidado,
que si el bien guardare lo que aqui es mandado
puede ser bien dichoso e bienaventurado.

COMENTARIO.

En un texto de estas características inmediatamente podemos evidenciar que se trata de un


texto medieval. Rasgos como el mantenimiento de la f- inicial latina nos permite ubicarla en
épocas anteriores al siglo XV.

No obstante, como se trata de examinar todos los rasgos que nos pueden indicar una
determinada cronología, veamos pormenorizadamente cada uno de ellos:

1) La f- inicial latina aparece en el texto en la palabra “fijo” y “fechos”. Se mantiene como


grafía en las palabras que hoy tienen h- hasta principios del siglo XVI. Encontramos la grafía h- ya
en el siglo XII en algunos textos, pero lo general, hasta finales del XV es el mantenimiento de f-.
Suele ponerse como ejemplo de cambio de grafía las dos primeras ediciones de La Celestina
porque, en la primera (1499), predomina la grafía /f/ y, en la segunda (1501), la /h/. Aunque, a partir
del XVI, lo predominante sea la grafía /h/, no faltan textos arcaizantes que presenten /f/.

Parece claro, por los documentos, que el fenómeno se inicia en las zonas norteñas limítrofes al
vasco. En cuanto a la cronología, se registra ya en el siglo IX, por lo que hay que suponer que el
fenómeno se diera mucho antes en el habla. Pero lo normal era que la grafía se mantuviera. Lo que
no quita que en la lengua literaria haya casos de h- por f- desde el siglo XII, pero son los menos.
Todavía en el Siglo de Oro podemos encontrar la f- mantenida en la literatura “arcaizante” (libros
de caballerías, teatro en fabla) y en documentos notariales. Hasta la primera mitad del siglo XVII
podemos encontrar h- en palabras que hoy han mantenido la f-.
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Esta situación de mantenimiento de f- o de h- provocó también muchas confusiones de las
grafías, surgiendo así una f- antietimológica o, al contrario, se eliminaba alguna h- que provenía
del latín. Posteriormente se recuperará la grafía con el restablecimiento de la norma ortográfica por
la Real Academia. No obstante, en el texto encontramos alguna palabra que ya presenta el
mantenimiento de la h- inicial, como por ejemplo en la palabra “hombre”.

2) Las grafías -ҫ- y -z- representaban a los fonemas dentoalveolares africados sordo y
sonoro /ŝ/ y /ẑ/ respectivamente que, en la Edad Media, procedentes de los latinos tj, kj, cj y c + e,
i, palatalizaron en latín vulgar a consecuencia de la yod y que en situación intervocálica se sonorizó.
Cuando se produce la palatalización del grupo /kt/ > /ĉ/ en un sonido idéntico al sonido palatal
africado sordo /ŝ/, este último adelanta su punto de articulación convirtiéndose en dentoalveolar
africada sonora en posición intervocálica o implosiva (“dezía” en el presente texto), o sorda si
no es intervocálica (no vemos ejemplos en el texto).

Estas dos grafías -ҫ- y -z- sólo son válidas desde la época alfonsí, ya que antes todavía
pueden encontrarse casos de “confusión” de grafías, puesto que éstas todavía no estaban fijadas. Por
ello, en el texto vemos que no se sigue la regla tal como la hemos marcado arriba, de manera que
nos vamos a encontrar la grafía -ç- de la sorda en posición intervocálica: “coraçon”, “moço” y
“començose”,

Perdurarán hasta su regularización en 1726, fecha de la publicación del primer tomo del
Diccionario de Autoridades, en cuyo prólogo se dictan las primeras normas académicas,
suprimiendo la -ҫ- y regularizando los empleos de -b-, -u- y -v-.

3) Presencia de la geminación “ss”, “s” ante consonante y “s” inicial como representantes
del fonema alveolar fricativo sordo /s/ (“pusiesse” y “assi”, encontramos en el texto) que podía
sonorizar en posición intervocálica como /z/, marcándose en lo escrito como “s” simple para
diferenciarla de la geminada.

4) También encontramos geminación de “rr” al comienzo de palabra, como ejemplo


encontramos en el texto la palabra “razón”. A partir del siglo XIV las geminadas vibrantes pasas a
denominarse vibrante múltiple, fecha en la que se consolida como tal.

5) El fonema bilabial sonoro podía realizarse como oclusivo /b/ (grafía -b-) y como
fricativo /ᵬ/ (grafía -u- o -v-). En la etapa medieval, eran dos fonemas diferentes con grafías
diferentes, al menos en situación intervocálica. En un principio, el fonema fricativo labial sonoro
tenía una articulación labiovelar, correspondiente a la semiconsonante o semivocal wau. Cuando
la articulación velar se pierde y evoluciona se dan numerosas confusiones gráficas entre la oclusiva
bilabial sonora /b/ y la fricativa labial sonora /ᵬ/, fenómeno que además se complica porque el
fonema oclusivo estaba sufriendo un proceso de fricatización en posición intervocálica. Este estado
de confusiones se denomina betacismo. Así, encontramos en el texto “castigava”, un caso de
betacismo, pues posteriormente, se escribirá con -b-.

Desde el punto de vista gráfico, el problema queda solventado en el siglo XVIII, con la
creación de la RAE y la publicación del Diccionario de Autoridades (1726), porque decide seguir
criterios etimológicos, de manera que se impone que las palabras cuyo étimo tenía /p/ o /b/ se

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escriban con -b- y las que, etimológicamente, tenían wau se escriban con -v-. La presión del uso y la
tradición provocó no pocos vocablos que tienen -b- o -v- no etimológica: vota > boda.

6) Confusión en el uso de la “u” y la “v”, esta confusión se refleja en el texto en la palabra


“vn”. Es en el español medieval cuando en situación inicial encontramos la grafía b- para aquellas
formas que en su étimo tenía la /b/ latina y la grafía v- para las que presentaban la wau en situación
inicial. Ejemplo: “vn” que encontramos en el texto, se recuperará su forma etimológica “un”. Aquí
encontramos con este ejemplo una con fusión en este uso, pues posteriormente se vuelve a recuperar
la forma “un”.

7) La /d/ intervocálica en las segundas personas de los verbos se perdía en diferentes épocas
según la vocal que le precediese fuese tónica o átona. Si la vocal era tónica se pierde a finales del
siglo XIV, si era átona se perdía a finales del XVI. En el texto hay conservación, como vemos en
“oyredes”, por lo que nos ayuda este hecho a cerrar todavía más nuestra datación del texto.

8) En esta forma “oyredes” también encontramos el fonema palatal /y/, que en la Edad
Media era el fonema semivocálico y como tal podía encontrarse en la segunda posición de un grupo
vocálico, o en posición inicial de palabra. Su origen es la yod 3ª (bj, dj, gj), y se consonantizó
seguramente a finales del siglo XV, aunque fue un proceso largo que comenzó quizás a mediados
del siglo XIV.

9) Otros rasgos morfológicos o léxicos que podemos apreciar en el texto son los siguientes:

- La conjunción copulativa podemos decir que predomina la “e” que tenía supremacía en el
siglo XV, cuando sustituye a la forma “et”, y a partir de principios del XVI son “y” o “i”. Desde el
Poema de Mio Cid hay casos de “y” o “i”, pero son escasos, al igual que “e” también la podemos
encontrar a principios del XVI, sobre todo en textos notariales más conservadores.

- En el texto vemos la alternancia entre “tener” y “haber” que permanece durante toda la
Edad Media e incluso en siglos posteriores. “Haber” solía ir con objeto directo abstracto y “tener”
con objeto directo concreto. En el texto tenemos “avia” y “tenia” con idénticos significados.

- Otro de los rasgos que apreciamos es uno de los aspectos más interesantes desde un punto de
vista del posesivo que consiste en la estructura “artículo + posesivo átono + sustantivo”, uso que
llega hasta el siglo XIV y se va perdiendo progresivamente, hasta que desaparece completamente en
el XVI, y sólo se conserva dialectalmente. Un ejemplo que encontramos en el texto es: “el su
cuidado”. Se ha explicado esto de acuerdo con criterios de variación estilística. Para Rafael Cano,
el posesivo con artículo constituye secuencias claramente marcadas con especial valor afectivo,
retórico o enfático de la posesión.

- Pronombre demostrativo “aqueste”: Se trata de la serie enfática “aqueste”, “aquese”,


serie que tiene sus variantes con formas apocopadas (“aquest”, “aques”), documentadas desde el
castellano antiguo. A finales de la Edad Media, la lengua tiende a eliminar las formas largas, y esto
ocurre porque se pierde ese matiz enfático y no tiene sentido diferenciarla entre larga y breve
porque no aporta ningún matiz semántico distinto. La reducción de formas se cumple en “aqueste” y
“aquese”, mientras que no ocurre lo mismo con “aquel”, porque de haber ocurrido nos habríamos
encontrado con una forma “el”, que ya se había especializado como pronombre personal “él”, lo
que hubiera provocado una terrible homonimia entre personal y demostrativo. Finalmente el
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paradigma queda resuelto con las tres formas siguientes: este, ese, aquel. Los tratadistas
gramaticales del Siglo de Oro señalaban que no estaba nada clara la diferencia entre las formas
largas y las cortas y, evidencian también que debió de darse más de una diferencia social y regional
en el uso de estos demostrativos. Correas dice en el XVIII que las formas largas son poco usadas.

- Pronombres enclíticos. En español medieval, el pronombre aparecía tras el verbo, a no ser


que este fuera precedido en la misma cláusula por otra palabra tónica (nombre, adverbio, pronombre
tónico, etc.) Estas normas de colocación no fueron sustituidas por las actuales hasta el Siglo de Oro
y todavía las cumplían muchos escritores del XVII. En el texto tenemos como ejemplo la forma
“guarnesciolo”.

LOCALIZACIÓN Y DATACIÓN.

Para concluir podemos decir que los rasgos fonéticos nos ayudan a ubicarlo en una fecha
anterior al siglo XIV. Si tenemos en cuenta que es un poema escrito en cuaderna vía, metro
característico del Mester de Clerecía, y además no se aprecia ninguna irregularidad, lo que nos hace
datarlo en el siglo XIII, característico por ser un “mester sin pecado” propio de sus rasgos
definidores mencionados en la segunda estrofa del Libro de Alexandre, sin tachas ni
irregularidades. Además, teniendo en cuanta su temática podríamos decir que se trata de Castigos y
ejemplos de Catón, cuyo tema es enseñar el saber medieval a través de los consejos que Catón le da
a su hijo. Esta es una obra del primer período del Mester de Clerecía, ubicada en el siglo XIII
(1265). Su estructura métrica y lenguaje utilizado permite ubicar dicho fragmento.

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