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Corrupción 

es un término que generalmente indica el mal uso por parte de


un funcionario de su autoridad y los derechos que se le confían, así como la
autoridad relacionada con este estado oficial, oportunidades, conexiones
para beneficio personal, contrario a la ley y los principios morales. La
corrupción también se llama soborno de funcionarios, el cual es típico de los
estados de la mafia.
Un signo característico de corrupción es un conflicto entre las acciones de
un funcionario y los intereses de su empleador, o un conflicto entre las
acciones de una persona elegida y los intereses de la sociedad. Muchos
tipos de corrupción son similares al fraude cometido por un funcionario y
pertenecen a la categoría de crímenes contra el poder estatal.
Cualquier funcionario con discreción puede estar sujeto a la corrupción en
la distribución de cualquier recurso que no le pertenezca a su discreción
(funcionario, diputado, juez, agente de la fuerza de seguridad,
administrador, etc.). El principal incentivo para la corrupción es la
posibilidad de obtener beneficios económicos (rentas) asociados con el uso
del poder, y el principal elemento disuasorio es el riesgo de exposición y
castigo.
La naturaleza sistémica de la corrupción se manifiesta en su naturaleza
coercitiva para aquellos que trabajan en organizaciones gubernamentales
cubiertas por ella: los rangos inferiores recaudan sobornos y comparten con
los rangos superiores para mantener su propia posición.
Según estudios macroeconómicos y políticos, la corrupción causa daños
significativos e impide el crecimiento económico y el desarrollo en interés de
la sociedad en general. Además, a nivel microeconómico se evidencia que
en general mayores niveles de corrupción disminuyen las inversiones en
infraestructuras realizadas mediante colaboraciones público-privadas en
países en desarrollo1.
Las sociedades corruptas no pueden apoyar a sus ciudadanos", dice Stuart
Gilman, jefe de la Dependencia de Lucha contra la Corrupción de la
ONUDD. "Privan a sus hijos no solo de la comida, sino también de la
educación y la atención sanitaria
En muchos países, los actos de corrupción o corruptos son punibles
(castigables) por la ley; principalmente en los países del primer mundo.
Stephen D. Morris,3 un profesor de política, escribió que la
corrupción política es el uso ilegítimo del poder público para beneficiar un
interés privado. El economista Ian Senior definió la corrupción como la
acción de proporcionar secretamente un bien o un servicio a un tercero para
influir en determinadas acciones que benefician al corrupto, a un tercero o a
ambos en los que el agente corrupto tiene autoridad.4El economista del
Banco Mundial Daniel Kaufmann5 amplió el concepto para incluir la
"corrupción legal" en la que se abusa del poder dentro de los límites de la
ley, ya que los que tienen poder suelen tener la capacidad de crear leyes
para su protección. El efecto de la corrupción en las infraestructuras es
aumentar los costes y el tiempo de construcción, disminuir la calidad y
reducir el beneficio.6
La corrupción es un fenómeno complejo y puede darse a diferentes
escalas.7 La corrupción va desde pequeños favores entre un número
reducido de personas (corrupción menor),8 a la corrupción que afecta al
gobierno a gran escala (gran corrupción), y la corrupción que es tan
frecuente que forma parte de la estructura cotidiana de la sociedad, incluida
la corrupción como uno de los síntomas del crimen organizado (corrupción
sistémica).
Se han desarrollado una serie de indicadores y herramientas que pueden
medir las diferentes formas de corrupción con una precisión cada vez
mayor;910 pero cuando estos no son prácticos, un estudio sugiere mirar la
grasa corporal como una guía aproximada después de encontrar que la
obesidad de los ministros del gabinete en los estados del post-
soviético estaba altamente correlacionada con medidas más precisas de la
corrupción.1112

La corrupción es como un cáncer que carcome a las sociedades en todos


lados del mundo, perjudicando a los ciudadanos porque se nutre de dineros
públicos que no deben ser mal utilizados. Es una enfermedad moral
asociada a un gusto patológico por el dinero. Casos de corrupción recientes
nos asombran por los montos exorbitantes que se manejan, y la avidez de
sus protagonistas principales. 

Tomemos como ejemplo el caso Odebrecht en Latinoamérica, o “Lava


Jato” como lo llaman en Brasil, que implica complicidad entre funcionarios
públicos y compañías privadas que se pusieron de acuerdo para pagar o
recibir sobornos, inflando los precios de las contrataciones públicas
perjudicando a los ciudadanos, que al final son los propietarios de ese
dinero. Ese caso ha significado la caída de dos presidentes, Dilma Roussef
en Brasil y Pedro Pablo Kuczynski en Perú. Cayó el expresidente Lula Da
Silva y ahora el expresidente Alan García del Perú está siendo investigado.
El vicepresidente de Ecuador Jorge Glas, muy cercano al expresidente
Rafael Correa, también salió del cargo a prisión por el mismo caso de
corrupción. Muchos otros altos funcionarios en varios países
latinoamericanos han sido acusados o investigados por ese caso, así como
bastantes empresarios corruptos que pagan su condena en cárceles de
esos países. Extrañamente en Venezuela, a pesar de que Odebrecht tuvo
un papel prominente en las grandes obras públicas estatales, no
conocemos el caso de ningún alto funcionario o empresario preso por este
caso. 

Pero más que los síntomas de la enfermedad, que en algunos países es


combatida eficazmente y en otros no, quisiéramos analizar en estas líneas
los orígenes de la corrupción. ¿Por qué nace la corrupción, y sobre todo,
por qué se propaga? Probablemente nace en la misma naturaleza del ser
humano, en sus pasiones. La codicia, la ambición y la avaricia son vicios
que forman parte del coctel de inclinaciones impetuosas que tenemos los
hombres para buscar lo que deseamos. Son antivalores. Forman parte de
los pecados capitales y como todas las pasiones, nos mueven a
desenfrenos que perjudican a nuestros semejantes. La pasión por el dinero
o por el poder mueve mucho más al hombre que la pasión amorosa. Por
eso casi todas las religiones sugieren e invitan a un desprendimiento de las
acumulaciones excesivas de dinero, de la obsesión por poseer cosas
materiales. Las religiones estimulan el desapego material, como forma de
combatir esas llamadas bajas pasiones. 

Si bien no podemos luchar contra la naturaleza humana sino reforzando


desde la infancia los valores, sí podemos luchar contra el origen de la
corrupción minimizando la discrecionalidad del funcionario público. A ver, si
las decisiones que toma un funcionario se limitan a seguir un reglamento
claro e inequívoco que no permita interpretaciones, entonces no hay
necesidad de sobornos o complicidades con nadie. Pongo un ejemplo
meramente ilustrativo: Si los cientos de alcabalas que pululan por todas las
carreteras de Venezuela fueran eficaces para combatir la delincuencia,
tendríamos el país más seguro del mundo. Pero no es así. En las alcabalas
hay funcionarios que a su absoluta discreción detienen a algunos
ciudadanos y a otros no. Allí está el origen de la corrupción. En la
discrecionalidad del funcionario público. Ese es el momento de pedir u
ofrecer dinero a cambio de algún favor. Países mucho más seguros que el
nuestro no montan alcabalas permanentes sino en casos de necesidad,
minimizando así la discrecionalidad de los funcionarios. Ese ejemplo sirve
para extrapolar el origen de la corrupción administrativa los más altos
niveles de decisión. Reflexionemos sobre esta teoría. 

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