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nética) y larga cabellera compacta rizada o en trenzas que caen sobre la


frente, hombros y espalda.
Estas estatuas, cuyo mayor rasgo es la frontalidad, eran realzadas por
una policromía que hoy se ha perdido en gran parte.
Las primeras representaciones escultóricas se fechan en el 640-630
a.C. como la Nicandra de Delos, el llamado Apolo Strangford y la esfinge
de Naxos. Entre los siglos VII y VI a.C., se observa una prodigiosa evolu-
ción, en la técnica, en el conocimiento de la anatomía, la flexibilidad en
los movimientos el naturalismo y la expresión que indican el camino hacia
la belleza de las obras del arte del siglo V a.C.
La escultura en relieve contribuyó a la decoración de los templos. La
escultura tenía que adaptarse a la arquitectura, rellenando espacios prin-
cipalmente en sus tejados (Akrotería), frontones, frisos jónicos y metopas
dóricas. Fue un auténtico desafío para los artistas griegos que tuvieron
que adaptar su obra a los distintos espacios y a su configuración, median-
te la colocación de figuras según su tamaño, adecuando la representación
de ésta al espacio. Los distintos intentos de decorar estos espacios con-
tribuyeron notablemente en la evolución y desarrollo del arte griego. Son
importantes jalones en esta evolución técnica: el templo de Atemis en Cor-
cira, el Hecatompedon de los Pisistrátidas en Atenas y, sobre todo, el famo-
so Tesoro de los Sifnos en Delfos.
Estas composiciones escultóricas se utilizaron como importantes luga-
res de propaganda estatal y religiosa, como lo eran los frisos y relieves de
los palacios y templos de Oriente Próximo.
Finalmente, aunque son indudables los rasgos comunes de esta pri-
mitiva escultura griega y no se puede hablar de escuelas escultóricas, sí
podría distinguirse tímidamente un arte más severo y rudo en la parte
dórica frente a la escultura jónica más decorativa y de rasgos más fluidos
y trabajados.

4.3.3. Pintura y cerámica

1. ESTILO GEOMÉTRICO (SIGLOS XI-VIII A.C.)


Ya el primer período del arte griego tiene una importancia manifes-
tación cerámica en los llamados estilos protogeométrico, entre los años
1000 y 700 a.C.
Los vasos protogeométricos pueden ser calificados como el lazo de
unión entre los prehelénico y lo helénico.
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FIGURA 98. Arte geométrico. Ejemplo de cerámica funeraria procedente


del cementerio de Dípylon. Su decoración en bandas horizontales,
representa un cortejo fúnebre. En la banda inferior: jinetes y de carros.
Museo Arqueológico Nacional de Atenas.

Tras estos primeros vasos, en los que comienza una decoración de lí-
neas geométricas, surge el estilo geométrico propio de decoración orna-
mental rectilínea (triángulos, ajedrezados, cruz gamada, rosetas, mean-
dros...) que partiendo del Ática, se difunde rápidamente a lo largo del siglo
IX a.C. y con la llamada cerámica de Dípylon (así denominada al hallarse
en la necrópolis de este nombre los ejemplares más significativos).
Los más antiguos son los de estilo negro, estando la parte superior del
vaso decorada con un engobe de este color, pero más tarde la decoración
se va realizando en franjas a lo largo de la superficie del vaso.
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Finalmente, a partir del siglo VIII a.C. aparece la figura humana y los
vasos adquieren grandes dimensiones, cubriendo la decoración toda su
superficie.
La representación del hombre en el estilo geométrico es simple y esque-
mática: la cabeza es un punto con apéndice que en unos casos represen-
ta la nariz y en otros la barba, el torso es un triángulo y los miembros
unos filamentos rectilíneos. La mayoría de las representaciones son de
carácter funerario, considerándose el vaso más hermoso de este estilo el
gran ánfora que se conserva en el Museo Nacional de Atenas, datada a
mediados del siglo VIII a.C. (Figura 98).
En la última fase del estilo geométrico, hacia cl 700 a.C. las represen-
taciones humanas se extienden a costa de las puramente geométricas, a
la vez que van adquiriendo una mayor perfección. El torso es mayor, la
cara es más expresiva, representándose el ojo con un círculo con un pun-
to en su centro, el pelo es más alargado en las mujeres (pelo eléctrico) y
se busca un mayor movimiento; tal vez nos estén anunciando un arte más
vivo y colorista del período denominado orientalizante.

2. ESTILO ORIENTALIZANTE (SIGLOS VII-VI A.C.)

Las influencias venidas de Oriente, principalmente por los contactos


de tipo comercial y por la expansión comercial y mercantil griega, logra-
ron que los griegos conocieran las técnicas y los gustos de otras culturas
que indudablemente se reflejaron en las artes menores, entre ellas la cerá-
mica.
La cerámica orientalizante es de colores alegres. Se inspira en temas
principalmente de animales y vegetales y demuestra un gusto refinado.
Con frecuencia su cerámica está destinada a objetos de lujo (perfumes,
vinos, aceite...) (Figura 85).

a) Grecia jónica. Cerámica rodia

Las primeras producciones de este estilo aparecen en la Grecia asiá-


tica. Son los llamados «vasos rodios» que se fabricaban tanto en la isla
como en otros puntos de la costa: Samos, Larisa y Clazomenes e, inclu-
so), en Naucratis (Egipto), aunque con ligeras variantes locales.
La cerámica rodia, quizá más orientalizante que ninguna otra, se desa-
rrolló fundamentalmente a lo largo del siglo VII a.C.
Sus caracteres principales son:
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• El baño blanco que recubría el vaso para su posterior decoración


pictórica. Éste podía ser desde una fina capa de barniz a un espeso
engobe.
• Su estilo altamente decorativo, de cuidadoso dibujo y fuertes influen-
cias orientales representa en franjas superpuestas flores y animales
(capullo y flor de loto, esfinges y grifos, ánades, cabras y ciervos...)
en negro con retoques rojos y blancos.
En los hombros o asas de estos vasos se contraponen a los lados dos
animales o dos plantas.
A comienzos del siglo VI a.C. desaparece la cerámica rodia, sustitu-
yéndola la llamada cerámica de Fikellura.

a) b)

FIGURA 99. Dos ejemplos de cerámica arcaica: a) Aryballo con cabeza femenina,
decorado con escena de combate, atribuido al «pintor de Mac Millan». Estilo
protocorintio, fechado sobre el 640 a.C. b) Dinos de estilo corintio, con marcadas
influencias del llamado «estilo orientalizante», decorado con esfinges y desfile de
animales y rosetas, fechado hacia e. 615 a.C.
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b) Grecia continental

1. CORINTO
A mediados del siglo VIII a.C., la cerámica de las fábricas de Corinto
sustituye en los mercados a la geométrica, difundiéndose por todo el Egeo
hasta finales del siglo VI a.C. en que es, a su vez, sustituida por la ateniense.
Se destaca fundamentalmente por el color amarillo pálido) de su pas-
ta sobre la que se dibujan temas orientalizantes en barniz negro.
Los pintores corintios empleaban simultáneamente dos técnicas:
• El dibujo de contornos.
• El dibujo de siluetas.
Las piezas más características de un primer período son de tamaño
muy pequeño, posiblemente utilizadas para perfumes u objetos de toca-
dor y de lujo: Aryballos, alabastroi, olpes y oinocoes. (Figura 99).
Estos vasos eran decorados por hileras de animales: toros, jabalíes,
leones o panteras, ciervos..., también algún animal mitológico como la
esfinge y aves acuáticas con un fondo floral.
A mediados del siglo VII a.C. aparecen piezas de mayor talla y se dibu-
jan también escenas mitológicas. La obra maestra de esta etapa es el vaso
Chigi de la Villa lulia de Roma, donde se representa el encuentro de dos
ejércitos de hoplitas, fechado en torno al 640 a.C.
A principios del siglo VI de nuevo la cerámica corintia experimenta un
cambio: debido a la competencia de Atenas y la demanda del mercado, la
cerámica pierde calidad. Tan sólo las piezas caras tienen calidad y sus
figuras están bien dibujadas.
Además, los corintios intentan imitar la pasta anaranjada de la cerá-
mica ática, dándole un engobe rojo más atrayente, pero su técnica de dibu-
jo vacila ante las nuevas demandas y gustos en el mercado. No obstante,
aún realiza obras maestras como la crátera de Berlín que representa la
despedida de Anfiarao (único varón justo de los siete contra Tebas), fecha-
do en el 540 a.C.
Poco después de esta fecha, Corinto ha de rendirse ante la superior
competencia de Atenas en los mercados.

2. ATENAS
La cerámica ateniense no desapareció tras el período geométrico, sino
que evolucionó. Prueba de ello es el fragmento que se conserva en Nueva
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York donde todavía quedan vestigios de ornamentación geométrica, aun-


que ya hay decoración narrativa.
En torno al 700 a.C. se inicia un período denominado Protoático, muy
impregnado de orientalismo, pero donde se inicia la ornamentación de
figuras. (Figura 49-B).
En el siglo VII a.C. avanzado ya se caracteriza por la espontaneidad y
lozanía de los dibujos en las cerámicas. Aunque los frisos de animales
y de monstruos todavía siguen ocupando lugares preeminentes, ya se per-
filan las figuras de héroes mitológicos como el llamado «Vaso de los car-
neros», que trata la huida de Ulises de la cueva de Polifemo. En este tipo
de cerámica la narración sobre temas mitológicos se encuentra rodeada
de una decoración de tema vegetal.
La técnica es la misma que la corintia pero sus siluetas llevan un exce-
lente barniz negro que le permite competir abiertamente con ésta en los
mercados.
A finales del siglo VII a.C. los artistas atenienses logran la técnica de
las figuras negras, eliminando los dibujos a línea que hasta aquel enton-
ces se habían empleado para el dibujo de siluetas.
Este logro en la pintura cerámica se debió a una generación de ar-
tistas suya personalidad más relevante es el pintor de Neso, del que nos
ha llegado un ánfora, que actualmente se encuentra en Atenas y que re-
presenta la leyenda de Perseo y el combate de Heracles y Neso en su
cuello.
Entrando ya en el siglo VI a.C., aunque todavía hay ornamentación
vegetal y animal, la representación narrativa de temas mitológicos pre-
domina en la decoración cerámica, se advierte un notable avance y sur-
gen verdaderas obras maestras en la cerámica de figuras negras. Entre
ellos destaca Sófilos, primer artista ático de nombre conocido y el lla-
mado Pinto de Kómastai.
Pero la obra maestra de esta época es el llamado «Vaso François», crá-
tera de volutas que se conserva en el Museo Arqueológico de Florencia,
firmada por el pintor Klitias y el alfarero Ergótimos, datada hacia el 570
a.C., cuya decoración corrida en franjas horizontales ilustra los episodios
más famosos de leyendas heroicas y mitológicas griegas.
A partir del segundo cuarto del siglo VI a.C. se perfilan dos corrientes:
• El estilo miniaturista.
• El estilo monumental.
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Las figuras de más relieve en la pintura de cerámica de figuras negras,


son sin duda el pintor de Amasis, el pintor de Heildelberg, Lidos y Exe-
quias, maestros con los que la cerámica llega a su punto álgido.
Los mismos discípulos de Exequias comenzaron a desarrollar una nue-
va técnica con la que, en vez de pintar las figuras con siluetas negras sobre
fondo rojo, prefirieron reservarlas en rojo, dentro de un fondo de color
negro, realzando los detalles con incisiones hechas con un buril.
Aunque esta técnica de «figuras rojas» fue la preferida en los alfares
atenienses, nunca desplazó definitivamente a la cerámica de «figuras
negras».
Además del color se lograron múltiples innovaciones en la técnica:
• Se alcanzan efectos en el sombreado.
• Se consigue mayor variedad de movimientos y escorzos.
• El dibujo muestra mayores efectos naturalistas como detalles ana-
tómicos y del vestido.
• La copa con asas o Kilix adquiere la máxima importancia, existien-
do pintores especializados en ellas.
En este primer período de figuras rojas (520-500 a.C.), destacan los
pintores Nicóstenes, al que se le atribuye la invención de la técnica de
figuras rojas; Andócides, que tuvo el taller más importante de su tiempo;
también Oltos, Epictetos, Eutímides y Skites, aunque es posible que sea
Eufronios el pintor que consigue las mejores obras de su tiempo, desta-
cándose entre estas el ánfora de Munich con la escena de Héctor ponién-
dose la armadura y despidiéndose de Príamo y Hécuba.

BIBLIOGRAFÍA
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AHLBERG, O.: Prathesis and ekphona in Greek geometnic art, Góteborg, 1971.
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Literatura

BURN, A. R.: Time Lynic of Greece,Londres, 1960.


DELGANI, E. y BURZACHINI, G.: Linici Greci, Flórencia, 1977.
FINLEY, I. H.: «Politics and Early Attic Tragedy», Harward, St. Classic. Phil., 71,
1966, pp. 119-137.

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