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Excelencia

es un talento o cualidad de lo que es extraordinariamente bueno y


también de lo que excede las normas ordinarias. Es también un
objetivo para el estándar de rendimiento.

Historia
Los antiguos griegos tenían un concepto de areté que significa una aptitud
excepcional para un fin. Esto ocurre en las obras de Aristóteles y Homero .
Otro concepto relacionado es eudaimonia , que era la felicidad, resultado de
una vida bien vivida, ser próspero y estar satisfecho. El concepto
equivalente en la filosofía musulmana es Ihsan .

La práctica hace perfecto

Los estudios han demostrado que la forma más importante para


lograr un excelente rendimiento en ámbitos como el deporte, la
música y las profesiones, es practicar.

El logro de la excelencia en estos campos normalmente requiere


aproximadamente 10 años de dedicación, que comprende cerca
de 10.000 horas de esfuerzo.

Excelencia es también un tratamiento de dignidad.


.
Areté
Areté (en griego αρετή) es uno de los conceptos cruciales de la
Antigua Grecia; sin embargo, resulta difícil precisar con exactitud
su extraño y ambiguo significado.

En su forma más general, para algunos sofistas la areté es la


"excelencia" o prominencia en el cultivo de la elocuencia; la raíz
etimológica del término es la misma que la de αριστος (aristónt,
'mejor'), que designa el cumplimiento acabado del propósito o
función.

Es un concepto vago que implica un conjunto de


cualidades cívicas, morales e intelectuales.1

Según Hipias el fin de la enseñanza era lograr la "areté", que


significa capacitación para pensar, para hablar y para obrar con
éxito. La excelencia política ("ciudadana") de los griegos
consistía en el cultivo de tres virtudes específicas: andreia
(Valentía), sofrosine (Moderación o equilibrio) y dicaiosine
(Justicia): estas virtudes formaban un ciudadano relevante, útil y
perfecto. A estas virtudes añadió luego Platón una cuarta, la
Prudencia, con lo que dio lugar a las llamadas Virtudes
cardinales: la prudencia, la fortaleza y la templanza se
corresponderían con las tres partes del alma, y la armonía entre
ellas engendraría la cuarta, la justicia. En cierto modo, la areté
griega sería equivalente a la virtus, dignidad, honor u hombría de
bien romana.

En la Grecia antigua podía hablarse indistintamente de la areté de


un soldado, de un toro o de un navío, aunque su uso para los
objetos inanimados es raro. Sin embargo, desde la Época Arcaica
estuvo vinculado especialmente a la posesión de las virtudes, en
especial la valentía y la destreza en el combate.
Para los primeros griegos guerreros de hace más de tres mil años
el único camino era mediante hazañas en la batalla. El ejemplo
clásico es Aquiles, quien prefiere morir en combate antes que
cualquier otra forma de vida. Los griegos tenían mucho miedo al
destino. El destino podía impedirles de forma inmediata alcanzar
la areté. Por ejemplo, un accidente, nacer ciego, o nacer mujer
imposibilitaba para conseguir hazañas en la batalla. También la
areté se relaciona con la astucia. En las obras de Hesíodo y
Homero; cuando en la Ilíada, Agamenón alaba a Penélope, lo
hace en atención a la cooperación de ésta con los propósitos de
Ulises.

Hacia la época clásica —sobre todos los siglos V y IV a. C.— el


significado de areté se aproximó a lo que hoy se considera virtud,
fundamentalmente a través de la obra de Aristóteles, en general,
incluyendo rasgos como la μεγαλοψυχια (megalopsyjía,
'magnanimidad'), la σοφροσυνη (sofrosyne, 'templanza') o la
δικαιοσυνη (dikaiosyne, 'justicia').nota 1

La adquisición de la areté era el eje de la educación (παιδεια,


paideia) del joven griego para convertirse en un hombre
ciudadano, siguiendo el ideal expuesto por Isócrates. Huellas de la
concepción más restringida de la era arcaica se pueden ver en el
énfasis puesto en la disciplina y dominio del cuerpo mediante la
gimnasia, una de las actividades principales, y la lucha, pero una
formación acabada incluía también las artes de la oratoria, la
música y —eventualmente— la filosofía.

Si bien la posesión de la areté seguía mayormente restringida a los


varones de la nobleza —llamados por lo general αριστοι, aristoi,
"los buenos"—, a quienes estaba reservada la concurrencia a los
gymnasia, el análisis de los filósofos elaboró una sofisticada
teoría de las facultades espirituales. Tanto Platón como
Aristóteles harían de la areté uno de los conceptos centrales de su
doctrina ética. El Menón, diálogo platónico que marca el pasaje
de los diálogos mayéuticos a los diálogos metafísicos, se centra
precisamente en el problema de si es posible hacer una ciencia de
la areté.
La "areté": de los griegos a los romanos

Hemos de entender, necesariamente, la visión que los griegos


tenían del mundo antes de poder explicar el concepto de areté; y
para poder ver de la misma manera que ellos, debemos
comprender la que, tal vez, sea la más importante característica de
su pensamiento: la visión integral de la vida.

Esta visión integradora abarcaba lo físico, intelectual, moral,


espiritual y sensorial. Una fusión de diversos ámbitos ahora vistos
como independientes.

El ser humano debía ser completo, y desarrollarse en equilibrio.


La areté era en gran parte eso: la excelencia del ser humano como
un ser completo. La polis, como comunidad viva, también jugaba
un papel importante dentro de la concepción de la areté ya que era
el ideal de aquella, según Kitto, “que cada ciudadano
desempeñara su papel en todas sus múltiples actividades”,
entendiendo “el respeto por la unicidad de la vida y un
consiguiente desagrado por la especialización”.

Entonces la areté, según lo que hemos leído, se podría definir


como la excelencia del ser humano como tal, en todos los
aspectos; ya que son todos los aspectos juntos, practicados con
justicia, valor, autodisciplina y prudencia, los que hacen a un
hombre virtuoso.

Los romanos asimilaron gran parte del pensamiento griego. Sin


embargo, la absorción de la ideología griega, se da en el momento
en que la areté griega empezaba a decaer, y hasta ahora hemos
descrito solamente la visión que tenían los griegos durante la
época clásica.
La areté decae por una serie de factores combinados. Por un lado
está la relativización de los valores que antiguamente se
consideraban absolutos. Por otro lado encontramos la ampliación
de las polis, lo que trae consigo la especialización por parte de los
ciudadanos (dejando de lado el ideal integrador) y la
diferenciación de intereses (antiguamente era el bien común lo
que los movía a la vida en conjunto), hechos que a su vez van
mermando la integridad de la polis; que, como vimos
anteriormente, era el espacio central para el desarrollo de la areté.

Además, encontramos en las ciudades romanas elementos que


dificultan la aproximación a la areté tal como la concebían los
griegos: el tamaño del imperio había generado la
profesionalización hace mucho; la visión integral se degeneró; los
valores no estaban orientados hacia un comportamiento ideal, sino
hacia la evasión del comportamiento maligno; el énfasis en lo
material era tremendo, y se entendía a la virtud como una
herramienta, no como un fin en sí misma; la razón de la
formación tampoco era sincera, sino pragmática y utilitarista; y
por último, el individualismo primaba.

A pesar que se dice que muchas veces “se intentó revivir las
antiguas virtudes romanas” (R.A.G. Carson), en parte mediante
las obras de Virgilio y Homero, y teniendo en cuenta que al decir
“virtudes antiguas” se hacía referencia, obviamente, a las raíces
griegas; nunca se consiguió, tal vez por la forma que ya tomaba el
imperio romano (las polis griegas ideales eran pequeñas y de
población mucho más homogénea), o por la mentalidad
materialista latente en el romano.

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