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Para obtener la vida eterna, debo amar a dios y a mi.

Lucas 10:25-37, buen samaritano

La misión de nuestro Redentor nos permite asegurar la clase de vida que Él y su Padre poseen:
la vida eterna. Aunque tenemos que hacer muchas cosas a fin de prepararnos para tal forma
de vida, afortunadamente se nos ha dado la “fórmula maestra” que comprende a cada ley y
requisito que llevan hacia la exaltación. Ahora consideremos estos puntos en relación a lo que
debemos hacer para “vivir”.

En dos momentos distintos del ministerio de Jesucristo leemos los dos grandes mandamientos.
En Lucas 10:25-28. Aquí, un intérprete de la ley preguntó qué es lo que debía hacer para
obtener la vida eterna y Cristo hizo que el hombre contestase su propia pregunta citando de
las Escrituras antiguas.

Fue en la segunda ocasión, sin embargo, que Él mismo indicó estos dos mandamientos y les
dio el lugar de preminencia entre todos los requisitos del evangelio.

En Mateo22:35 dice:

Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó para tentarle, diciendo:

Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?

Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu
mente.

Este es el primero y grande mandamiento.

Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

¿Por qué el amor a Dios es el primer mandamiento?

Porque el Señor requiere de un corazón y una mente bien dispuesta.

Y el 40 dice: De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.

Los Diez Mandamientos podrían ser usados como una ilustración sencilla en cuanto a cómo
todos los requisitos que conducen a la salvación pueden ser relacionados con nuestra
responsabilidad de amar a Dios y al hombre.

El mensaje principal de las Escrituras es que debemos amar al Señor con todo nuestro corazón.
El élder Ezra Taft Benson dijo:
“El mundo ignora demasiado el primer y grande mandamiento —amar a Dios— pero habla
mucho de amar al hermano…

“Sin embargo, solamente aquellos que conocen y aman a Dios pueden amar y servir mejor a
sus hijos, pues solamente Dios comprende plenamente a sus hijos y sabe qué es mejor para su
bienestar. Por lo tanto, uno tiene que estar a tono con Dios para ayudar mejor a sus hijos…

“Por lo tanto, si deseáis ayudar al máximo a vuestros semejantes, entonces debéis considerar
primero al primer mandamiento”.

Un intérprete de la ley resolvió desafiar al Salvador en un punto de doctrina. Con la intención


de tenderle una trampa a Jesús, le preguntó: “Maestro, ¿haciendo que cosa heredaré la vida
eterna?”. Jesús le respondió con otra pregunta.

“¿Que está escrito en la ley? ¿Cómo lees?”. La respuesta del abogado, la cual recitó de la ley,
fue perfecta: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus
fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Reconociendo Jesús la
respuesta, le dijo: “… haz esto, y vivirás”.

Al no haber conseguido confundir al Maestro, el abogado se desconcertó, y, queriendo


justificarse, hizo aun otra pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?”

Debemos estar muy agradecidos por la segunda pregunta del abogado, puesto que dio origen
a una de las parábolas más significativas del Salvador.

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