= Un perro con suerte
Alfredo Gomer Corda
Kuko es un de ciudad
y desde cachorro vive con
Una ‘Sin embargo, ¢
medida que pasa ol tiempo y va
Kuko se da cuenta
de que sus amos cada vex lo
‘quieren menos y lo tratan peor.
Hasta que llega el fatidico dia
fen el que la familia vigja hacia
su destino de vacaciones y
‘a Kuko en el campo.
wilt
ditorial anoconsentia que ninguna oveja
se alejase demasiado 0 se que-
dase rezagada ramoneando junto a
los arroyos.
Kuko habfa tenido dos buenos
maestros: Leonardo, el pastor, que
llevaba toda la vida caidando reba-
fios, y Locatis, su perro, un mastin
grande y con muchos afios, pero que
en cuestiones de campo y ovejas lo
sabfa absolutamente todo.
Kuko habia nacido en la ciudad,
en la gran ciudad
Cuando su madre lo trajo al mun-
do, unas manos lo cogieron conBBD onucha delicadeza y lo coloca
ea ron sobre un mullido cojin. A
las pocas horas, Kuko recibié la vi-
sita del veterinario, quien lo reco
nocié y certificé que seria un perro
fuerte y sano.
El primer paisaje que vio en su vi
da le result6 sorprendente: monto-
nes de edificios enormes, calles
pletas de coches que no dejaban de
cn una y otra direccion... Miles de
luces y de sonidos se confundian,
formando una mezcla que aturdiaAunque fue separado de su madre
alos pocos dias, su infancia fue ma-
ravillosa junto a una familia de seres
humanos.
El padre se lamaba Juan. Teresa,
Ja madre, Y Juanito y Teresita, los
hijos.
Su entrada en la casa de aquellos
hhumanos fue maravillosa. Lo metie-
ron con cuidado en una caja de car-
t6n de colores, entre papeles, para
que estuviera mas comodo. Ademas,
ala caja le hicieron algunos agujeros
para que no le faltase el aire y le co-
Jocaron un precioso lazo de color
rojo.
Con la caja entre las manos, el pa
dre se present6 en casa.
_;Sorpresa! —dijo a los nifios—
Aqui dentro traigo una sorpresa
Juanito y Teresita se lanzaron so-
bre la caja. Estaban muy emociona-
dos. Quitaron el lazo rojo y la abrie
ron, Sus ojos se iluminaron al verlo.
Lo sacaron y lo abrazaron, le die-
ron besos, jugaron con él y le ense-
Aaron sus habitaciones... Estaban lo-
cos de alegria,En aquella casa Kuko creyé
haber encontrado la felicidad
Le daban los biberones a la hora
exacta, lo cepillaban a diario para
que estuvicra mas guapo, lo acaricia
ban, jugaban con él a todas horas, lo
sacaban a la calle para que pudiese
ejercitar sus misculos y hacer pis
Por la noche lo cubrian con una
manta y, si hacia frio, le ponfan
unos calzones de lana, Los pelos
que le crecfan entre las orejas, se los
sujetaban con un precioso lacito de
colores.@ Pasaron algunos meses y Ku-
ko, como es natural, crecié y
se hizo grande, muy grande. El no
era uno de esos perros canijos con
los que a veces correteaba por el
parque y que siempre se asustaban
un poco al verlo. El era un perro
grande y fuerte, que crecia sano, Ile
no de vitalidad.
—Demasiado grande —comenté
un dia Teresa, la madre.
—Ha crecido mucho —aseguro
Juan, el padre.
—Podias haber comprado uno
més pequefio.B Kuko escuché aquella conver
sacién, que no entendia muy
bien, pero no le dio importancia. Si
él era grande, fuerte, robusto, Agil..
mejor que mejor. Aquella familia, a
la que él consideraba la suya, s
que se sentiria orgullosa de tener un
perro asi
Pero Kuko empez6 a notar com-
portamientos muy extrafios en la fa
milia. Por ejemplo, se olvidaban a
menudo de él
Algunos dias se retrasaban con la
comida, a pesar de que él intentaba
recordarselo grufiendo, moviéndose&P
entre sus picrnas, miréndolos con
cara de pena y hambre.
No le cepillaban casi nunea, y su
pelo largo se habia ido enmaraitan-
do, A veces se miraba en el espejo del
recibidor y le espantaba su aspecto.
‘Tampoco jugaban con él y, lo que
acarlo a la
era peor, a la hora de
calle siempre se producia una dis
cusi6n:
— Ayer lo saqué yo, hoy te toca a ti
—decfa Teresita.
—Pero la semana pasada yo lo sa
qué mas veces —replicaba Juanito.
££
A Kuko no le gustaba que discu-
tiesen por su culpa. Queria tanto a
aquella familia de humanos, que
verlos enfadados le ponia muy tris
te
—jTe toca a ti!
—;De eso nada!
Pensaba que si le abriesen la puer-
ta podrfa bajar solo a la calle, dar una
vueltecita por el barrio, olisquear
unos cuantos
rincones, hacer pis y
volver a casa
Asi no molestaria a nadie y se evi
tarian discusiones y enfados. Cono-
cia el camino perfectamente. Estaba5
seguro de no perderse. Ade-
no se entretendria con
nadie para que no lo echasen en fal-
ta mucho tiempo, ni siquiera con
Neli, la perra de una ciega que ven-
dia loteria unos portales calle abajo,
y con la que siempre intercambiaba
algunas carantofias
mo veia que cada vez renega-
ban ma
s por su culpa, Kuko trat6 de
mostrarse amable, obediente y sim-
patico. Se arrimaba constantemente
a sus duefios y trataba de juguetear
entre sus pi
nas.gS Pero sus buenas intenciones
no siempre daban fruto y a ve-
ces se volvian contra él.
—No seas pesado, Kuko —le de-
cia la madre.
—Ahora no tengo tiempo de ju-
gar, vete —le decia Juanito.
—Déjame, que quiero ver la tele
—le decia Teresita.
—jQue me tiras! —le grit6 el pa-
dre, y le dio un puntapié.
Kuko gruiié de dolor y se alejé co-
rriendo. Se tumbé en un rincén de
la cocina, detras del frigorifico, para
no molestar a nadie.MH Kuko nose enfadé por lo ocurri-
do y traté de disculpar a todos.
Tmaginé que Juan estaba de mal
humor porque habria tenido algéin
problema aquel dia
Imaginé que Juanito y Teresita
tendrian que hacer muchos deberes
de esos que les mandaban en el co-
legio, y por eso no podian atenderle
ni jugar con él.
Ni siquicra se molest6 con Teresa,
cuando al ir a abrir la puerta del fri
gorifico lo vio alli tambado, La mir6
con sus ojos tan grandes y descubrié
que ella lo miraba también. Enton-ces se levanté despacio y se deslizé
entre sus piernas con suavidad.
{A la terraza! —le grité la ma-
dre, sefialindole con su brazo exten-
dido la puerta de la terraza.
Imaginé que ella estarfa muy can-
sada y no necesitaba su compaiiia.
Por eso, obedecié al instante y sali
ala terraza.
Lo que Kuko nunca imaginé fue
lo que ocurrié el dia que se fueron
de vacaciones a la playa.
Su familia de humanos se mostra-
ba muy contenta. Habfan pasado la
tarde anterior haciendo los prepara-
tivos del viaje: maletas con ropa,
bolsas con calzado, sombrillas, cre-
ma
. jtodo lo necesario!
El, por supuesto, también se sentia
feliz y correteaba de un lado a otro,
participando de tanta emocién.
Se colocé en los asientos traseros
del coche, como siempre, entre Jua-
nito y Teresita.
Cuando el coche arrancé, los ni-
fos dieron un grito de alegria y él
les secund6 con un ladrido. Kuko
estaba seguro de que todos juntosPB ban a pasar unas vacaciones
‘A mitad de viaje, pararon un mo-
mento a la sombra de unos tboles
para estirar las piernas y comer un bo-
cadillo. Mientras los humanos daban
un paseo, él correted a sus anchas
De pronto Kuko escuché el motor
de un coche. Como su ofdo era ex-
celente, enseguida lo reconocis.
“Ese es mi coche”, pensé, y se di-
rigid hacia él
Le
tuvieran ya dentro y que las pue
llamé la atencién que todos
se encontrasen cerradas.
aAceleré el paso. Le daba rabia
ser el dltimo en llegar, pues no
queria que tuvieran que esperar por
su culpa.
Pero antes de alcanzar el coche,
éste comenzé a andar.
Kuko ladré un par de veces, como
diciendo: “;Eh! ;Que estoy aqui!”.
Pero el coche seguia andando, co-
mo si nada, y cada vez lo hacia mas
deprisa.
Kuko eché a correr a toda veloci-
dad y ladr6 con todas sus fuerzas.
“Sera posible que se hayan olvi-
dado de mi?”, se preguntaba.
AeLo alc
de que se incorporase de nue-
ctera. Salté delante para
an; pero tuvo que apar-
126 unos metros antes
vo a la ca
que lo v
tars
=, porque el cache no se detuvo.
- quedé el resto del dia junto a
aquellos arboles, es
perando, pues
estaba seguro de que volverian a
buscarlo.
e de un
despiste”. Kuko trataba de com
lo ha podido trata
prender lo que habia ocurrido. “Co-
mo estaban todos tan emocionados
con las vacaciones... Pero en cuanto
se den cuenta, daran la vuelta y ven-
dran a buscarme”.Pasaron las horas muy despacio
para el perro, que no se movia del
sitio y no apartaba la vista de la ca
rretera.
Empez6 a oscurecer, pero Kuko
se resistié a moverse del sitio. Vol-
verian por él, estaba seguro.
Aguanté toda la noche sin comer y
in dormir, a pie firme. Si las luces
de un coche se acercaban, le daba
un vuelco el coraz6n. Pero ninguno
de los coches que
se detuvo en aquel
lugar para descansar era el que esta-
ba esperando.
Al amanecer tuvo un negto pre-
sentimiento y se puso muy triste.
“Me habran abandonado?”, se
pregunté. “Y si lo han hecho, ¢por
intié un escalofrio y aullé con
mucha pena.
Fue entonces cuando sintid unos
pasos a su lado. Se volvié y descu-
brié a un hombre alto y fuerte, dex
WIP aspects mado, pero de mirada
ea franca.
El hombre se acereé y Kuko se pu-
so en guardia, pues a su lado cami-
naba un enorme ma
in
Pero enseguida comprobé que las
intenciones de aquel hombre eran
buenas, pues se agaché a su lado y
comenz6 a acariciarle la cabeza y el
lomo
—¢Te han abandonado? —le pre-
gunto.
A Kuko le hubiese gustado res-
ponder que no, que tan sélo se tra-
taba de un despiste y que volverfan
a buscarlo de un momento a otro.Pero habia comprendido que
no era asi y volvi6 a aullar con
tristeza.
—Me llamo Leonardo y soy pastor
—dijo aquel hombre—. Puedes ve-
nirte conmigo.
Kuko lo dudo un buen rato. Pri-
mero, pensé que no debe
se del sitio y continuar ¢
perando,
Pero cuando estaba a punto de per-
der de vista al pastor, teaccioné y
eché a correr tras é
Cuando lo alcanzé, Leonardo le
presenté a Locatis, su perro, y a su
rebafio de ovejas, que pastaba por
los alrededores.ee endieecorpaciny sonics
—le dijo.
Desde entonces, Kuko es muy fe-
liz con Leonardo, con Locatis, con
las ovejas y con su nueva vida en el
campo.
Pero de vez en cuando no puede
evitar el recuerdo de aquella familia
de humanos a la que tanto quiso.
Cuando esto ocurre, la nostalgia lo
entristece durante unos segundos.
Pero se consuela pensando que, a pe-
sar de todo, es un perro con suerte.