Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
King of Spades
King of Spades
Sinopsis
Aclaración
Capítulo Uno
Capitulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Gracias
Sobre la Autora
Sinopsis
Nick Hudson tiene una reputación peligrosa.
Necesito protección.
Yo no.
Los celos son una perra fea. Lo sé, pero el mons-
truo de ojos verdes se apodera de mí y se niega a sol-
tarme. He intentado alejarme y no mirar atrás, pero no
puedo. Las garras de la bestia me mantienen en su si-
tio, mirando desde fuera.
Busco en la habitación a mi padre. Bryant Mo-
relli está en alguna parte, pero ¿dónde? ¿Me recono-
cería? Lo dudo. Pero si supiera que me estoy colando
en su fiesta, haría que me escoltaran antes de que la
gente pudiera siquiera parpadear. Por lo tanto, tengo
cuidado de no llamar la atención sobre mí misma
mientras observo.
Observo desde lejos, como siempre. Es lo que
hago. Eso es en lo que me he convertido.
Me escondo junto a una escultura decorada con
nada más que rosas rojas en cada centímetro cuadrado
del mármol. La más pequeña, la que nadie parece no-
tar junto a la enorme y brillante pieza central del salón
de baile. Parece apropiado que la hija bastarda se es-
conda junto a la escultura de color rojo sangre. Estoy
aquí, pero no realmente. Veo como siguen llegando
los invitados, agradecida de haber conseguido una in-
vitación a un evento tan exclusivo. Una invitación que
nunca recibiría.
1
La parca.
Es muy tarde ahora.
Está parado cerca de la única salida que co-
nozco, y lo más probable es que no esté solo. Mi con-
jetura es que ya encontró mi auto, y tiene hombres pa-
trullando afuera esperando a que yo camine hacia su
trampa. Lo hará de forma digna. Nadie es tan tonto
como para arruinar una fiesta Morelli, por eso sé que
van a esperar a que me vaya.
Buena niña.
No demuestres que estás intimidada.
Nunca muestres que estás intimidada.
—No creo que nos hayan presentado —dice con
hielo goteando de sus palabras. Me encanta su cortina
de humo, aunque puedo ver a través de ella. Camina
hacia la silla frente a mí, pero no se sienta.
—Perdóname —le digo mientras me pongo de
pie y me inclino ante ella. Voy a jugar su juego. Amo
los juegos—. Soy Nick.— Alcanzo su mano y beso la
parte superior de su delicada piel.
Sus pestañas revolotean mientras mira mis la-
bios sobre su carne, y luego, de repente, suelta su
mano de mi agarre. —¿Por qué estaría en peligro?
Su actuación necesita trabajo. Ella sabe exacta-
mente de lo que estoy hablando. Pero de nuevo... Me
gustan los juegos, así que seguiré el juego.
— Hay una recompensa por tu cabeza. Una
muy, muy cuantiosa. Bien hecho, mi niña. La gente a
la que hiciste enojar realmente te quiere muerta.
Ella da un paso hacia atrás. Tacones que me en-
cantaría ver en mis hombros mientras empujo mi po-
lla dentro de ella. Sus piernas bien formadas tiemblan,
tal vez amenazan con doblarse, pero se recupera rápi-
damente. Su expresión facial sigue siendo tan fría y
serena como cuando se preparó por primera vez para
mirarme. —¿Y cómo sabes tal cosa?
Buena niña.
Detesto a los mentirosos.
Sí.
Pero no Lyriope.
—Hiciste tu cama…
—No te pido que te involucres del todo —inte-
rrumpe—. Sólo te pido algo de tiempo. Un poco de
orientación.— Sus ojos son suplicantes, aunque su voz
no flaquea en lo más mínimo. La mujer me fascina con
su valentía.
—Así que, explícame esto —empiezo—. ¿Qué
es exactamente lo que estás pidiendo?
—Necesito que me mantengas con vida.— Se
esfuerza mucho por parecer fuerte, pero los pequeños
temblores en su cuerpo me dicen lo contrario—. Sé
que me estarán esperando cuando salga el sol, porque
solo pediste una noche.— Respira profundo—. Estoy
pidiendo más de una noche.
—¿Y qué obtengo a cambio?— Me gusta lo atre-
vida que es. Se desenvolvería increíblemente bien en
mi mesa de té entre los más despiadados. Está claro
que tiene pelotas de acero y no tiene miedo de nego-
ciar y usar sus poderes sexuales para salirse con la
suya.
—Me tienes.
Tú lo sabes.
No puedo evitar reírme. —Preferiría no fo-
llarme a un pez muerto. Cierto.
2
Personaje del Cuento Alicia en el País de las Maravilas de Lewis Carroll.
que persuadirla, instruirla o amenazarla con casti-
garla si no hace un buen trabajo.
Pero no.
3
Éxtasis.
Después de detenernos en varios puntos a lo
largo del camino, recogiendo nuestras galletas ador-
nadas con direcciones esmeriladas, claramente final-
mente hemos llegado. Pero con el sonido de las sirenas
en la distancia y pasando junto a un letrero Zona de
Carga que está iluminado por un automóvil que pasa,
no estoy impresionada con “Wonderland” hasta
ahora. Tal vez la propaganda es mucho más que la
realidad.
Sasha y yo caminamos por un callejón oscuro, y
la única razón por la que accedí a salir de la parte tra-
sera del auto fue porque pude ver una multitud de in-
vitados del “Wonderland” delante de nosotros do-
blando la esquina. Si nos asaltan, no hay absoluta-
mente nada en mi bolso para robar aparte de un lápiz
labial barato y mi billetera con tarjetas de crédito ago-
tadas.
De pie frente a una puerta de metal, bajo una
luz de neón rosa que brilla sobre su cabello castaño
claro, hay una mujer con un portapapeles en sus bra-
zos. Es pequeña, pero los dos hombres corpulentos
que flanquean cada lado de ella le dan una formidable
energía de «no quieres meterte conmigo».
―Sasha y Lyriope Morelli ―dice mi prima con
una confianza que solo espero poseer algún día.
El portero baja la vista hacia el portapapeles,
vuelve a mirarnos, centrando sus ojos en mí, y luego
asiente. ―Sabes las reglas.
Sasha asiente. ―Las sabemos.― Sasha mete la
mano en su bolso y saca su teléfono y me mira para
hacer lo mismo. Le entregamos nuestros teléfonos a
uno de los hombres que sostiene una caja de metal
para que los coloquemos. Cierra la caja, la bloquea y
le entrega la llave a Sasha.
¿Reglas? No conozco las reglas, pero decido
permanecer en silencio hasta que crucemos la puerta
para preguntar. Claramente, no se permiten teléfonos,
pero no puedo imaginar cuáles son las otras reglas.
Me doy cuenta de que estoy conteniendo la respira-
ción. Sigo esperando que alguien me acuse de ser un
fraude y me envíe de vuelta a donde pertenezco.
A ningún lugar.
El hombre corpulento abre la puerta y nos ro-
dea una marea de bajos profundos. La música está tan
alta que puedo sentirla dentro de mí. Respiro hondo
cuando el ritmo de los golpes casi me hace temblar los
huesos. Es como si estuviéramos caminando hacia lo
desconocido, porque las luces centelleantes me ciegan
por un momento mientras mis ojos se adaptan al caos
de la luz. Rayos magenta, esmeralda y azules tan bri-
llantes como el Mar Caribe se arremolinan a nuestro
alrededor.
Miro a Sasha para ver si está tan asombrada
como yo, pero, aunque parece emocionada, también
parece mezclarse perfectamente con nuestro entorno.
El estruendo de la música hace que sea imposible ha-
blar, así que en silencio mantengo mi paso al lado de
Sasha y finjo que, de hecho, pertenezco adentro.
Estoy dentro... de “Wonderland”.
Si no fuera por el hecho de que mis ojos están
muy abiertos y mis piernas me mueven hacia ade-
lante, pensaría que estoy soñando. Mi vida gris de re-
pente ha sido inyectada con tanto color, que no puedo
evitar sonreír y sentir la... maravilla... a mi alrededor.
Me siento tan pequeña en un espacio tan grande, es-
pecialmente cuando miro hacia arriba y veo cuerpos
dando vueltas y vueltas sobre mí.
Sasha toma mi mano y casi nos lleva hacia el
centro de la habitación.
La música, su energía, las luces, todo me obliga
a imitar su cadencia, y casi bailamos en la sala princi-
pal. A medida que entramos más en el almacén y mis
ojos se adaptan, juro que pasamos junto a un famoso
artista de hip-hop. No puedo pensar en su nombre de
inmediato, pero sé que lo reconozco de los Grammy
que vi recientemente. Debo haber dejado de caminar
para mirar boquiabierto porque Sasha se gira para mi-
rarme, ve a quién estoy mirando y asiente con una
sonrisa.
Se inclina hacia mi oído y grita: ―Todos somos
VIP. “Wonderland”.
Ella tira de mi mano y me lleva más adentro del
almacén. Aunque en su interior no hay nada que se
asemeje a un típico almacén. Un enorme candelabro,
más grande que cualquier cosa que haya visto, do-
mina el centro de la habitación. Un DJ toca música en
una plataforma elevada con luces láser disparadas
desde todos los ángulos. Grandes tambores están a los
lados de la habitación con pintura de neón brillante
salpicando por todas partes con cada libra del mazo.
Los altavoces llenan cada vacío y rincón de la habita-
ción, y las paredes se han convertido en pantallas con
videos que reproducen imágenes de formas arremoli-
nadas, paisajes y cuerpos bailando que parecen mo-
verse al ritmo de la música EDM4 que resuena en el
aire.
Todo el mundo está animando, bailando, be-
biendo y… viviendo.
Reconozco más actores y músicos a medida que
asimilo mi entorno. Fama. Estoy rodeado de fama, y
mis rodillas quieren ceder ante la idea. Pero también
sé que no puedo quedarme boquiabierta debido a la
regla de “Wonderland”. Todos somos VIP. Lo que sig-
nifica que soy VIP.
Cuando Sasha siente que hemos llegado al lu-
gar en el que quiere estar, instantáneamente se une a
la multitud que nos rodea y comienza a bailar. Nunca
he sido de los que bailan, pero no veo otra opción más
que balancearme con la música. Miro hacia arriba para
poder ver a los acróbatas y noto que hay un balcón
encerrado en cristal en la distancia. Veo la silueta de
un hombre con una luz roja detrás de él.
Le doy un codazo a Sasha para llamar su aten-
ción y le grito al oído mientras señalo al hombre.
―¿Crees que ese es Nick Hudson?
4
Música electrónica.
Hace una pausa en su baile, inclina la cabeza y
entrecierra los ojos. ―Sí, diría que es una apuesta se-
gura.― Vuelve a mover su cuerpo al compás de la
música.
Sigo mirando la figura en la distancia. ¿Por qué
está allá arriba mirando y no abajo bailando con los
demás? Es su fiesta y, sin embargo, está fuera y solo.
Me recuerda cuando lo conocí solo en un estudio en
lugar de estar en medio de otra celebración.
La figura sombreada se mueve lo suficiente
para que pueda verlo apoyado en su bastón. Si tenía
alguna duda de que era Nick el que estaba arriba,
ahora ya no. Tengo esta extraña sensación de que el
hombre me está mirando. Que está furioso cuando se
da cuenta de que tiene un invitado sin invitación, y
está planeando el castigo apropiado por romper las re-
glas de su “Wonderland”. Lentamente muevo mi
cuerpo en un baile sensual, manteniendo mis ojos fijos
en el hombre de arriba. Mis movimientos son solo
para sus ojos. Quiero hacer mi parte en este juego en-
tre nosotros.
Nos dejó sin terminar, y ahora estoy aquí.
Quiero que mire y fantasee sobre qué más
puedo hacer con este cuerpo. No pensó que estuviese
lista cuando me conoció, pero le demostraré que está
equivocado.
Pero entonces la realidad se establece, y sé que
no hay forma de que Nick se dé cuenta de mí en una
multitud de cientos con luces intermitentes a nuestro
alrededor. El pensamiento arrogante se aplasta
cuando vuelvo a centrar mi atención en vivir el mo-
mento.
Para esta noche… Soy una Morelli. Soy distin-
guida. Soy deseada. Estoy aquí.
Incluso si quiero dejar de bailar, no puedo. Te-
nemos tanta gente a nuestro alrededor, que solo sus
cuerpos golpeándose junto al mío, me obligan a mo-
verme como las olas en un mar. Hay tanta gente to-
cándome desde todos los ángulos que me toma un
momento darme cuenta de que una mano en la parte
superior de mi brazo no me suelta.
Trato de quitar mi brazo de un tirón de un hom-
bre que viste nada más que negro, pero su agarre se
aprieta más. Sé que el sexo en público es bienvenido
en “Wonderland”, pero no voy a permitir que un ex-
traño simplemente me asalte porque siente que tiene
la libertad de hacerlo.
Pero luego me doy cuenta de que algo es dife-
rente. Esto no es sexual. Al ver cómo sus ojos se estre-
chan sobre mí, instantáneamente lo reconozco y sé
que no es un simple fiestero tratando de coquetear
conmigo. Maxim. El mismo hombre que me persiguió
la noche de la fiesta de Morelli.
Busco frenéticamente a Sasha, que ahora está a
unos cuerpos de distancia, completamente incons-
ciente. La multitud es aglomerada y Maxim me está
alejando cada vez más de ella. Ni siquiera pierdo el
aliento tratando de gritar porque no hay forma de que
alguien me escuche por encima de la música. Real-
mente es el escenario perfecto para un secuestro.
Pierdo pie cuando el hombre tira con más
fuerza, pero su agarre me sostiene, y ahora casi estoy
siendo arrastrada. El pánico se apodera de mí, pero la
complaciente persona que hay en mí no quiere montar
una escena en medio de “Wonderland”. No quiero
empezar a pelear con el hombre y atraer la atención
hacia mí, pero lo absurdo de ese pensamiento me gol-
pea a medida que me alejo más y más de Sasha, que
está bailando felizmente con los ojos cerrados y los
brazos en el aire.
Los dedos de Maxim se están clavando en mi
brazo, y el dolor es suficiente para que empiece a lu-
char. Con mi mano libre, golpeo su cara y hago con-
tacto. Aunque mi puño golpea su mandíbula, el hom-
bre no se inmuta. Es casi como si hubiera sido gol-
peado toda su vida en preparación para este día.
¿Quién soy yo sino un puño pequeño en comparación
con los puños mucho más grandes a los que está acos-
tumbrado?
Pero independientemente, tengo que hacer
algo. No sé cuál es su plan ni por qué me lleva con él.
Golpeo de nuevo y hago lo mejor que puedo para ale-
jarme.
Algunas personas se detienen para ver la con-
moción, pero toda la sala es una gran conmoción, por
lo que no retenemos su atención por mucho tiempo.
La distracción está trabajando a favor del hombre en
este momento, y no importa cuánto intente luchar
contra él, el hombre está ganando.
¿Me ha alcanzado finalmente mi pasado?
Nick no debe haber pagado mi deuda. Ese pen-
samiento me hace entrar en pánico.
Mis dedos de las manos y de los pies se están
adormeciendo y el vértigo se está apoderando de mí.
Eso es todo. Este hombre.
Como tiburones saliendo del mar para atacar a
su presa, llegaron los dos guardias de seguridad que
habían estado trabajando en la puerta. Uno agarra a
mi atacante, inmovilizándole ambos brazos detrás de
su espalda, y el otro me agarra, tirando de mí contra
su pecho para protegerme. Ya no corro el peligro de
que me secuestre este hombre extraño, pero aún no
soy libre.
Mis oídos resuenan contra el bajo pesado de la
actuación del DJ mientras ambos somos conducidos a
una escalera que conduce al balcón de arriba.
Mis ojos observan a la gente de abajo en busca
de Sasha, quien todavía no tiene idea de que no estoy
a su lado bailando. Mi atacante no está nada contento
de ser escoltado por dos hombres mucho más grandes
y amenazantes que él. Lo empujan a la fuerza por las
escaleras, y aunque también me llevan escaleras
arriba, el guardia de seguridad a cargo de mí está
siendo amable.
Entramos en la habitación cerrada que está ilu-
minada por una luz roja profunda, y lo primero que
veo es a un hombre que conozco íntimamente y, sin
embargo, también es un extraño. Está de espaldas a
nosotros mientras se apoya en su bastón, la parte su-
perior de rubí se asoma a través de sus dedos fuerte-
mente agarrados.
La mezcla de miedo, anticipación y lo descono-
cido hace que casi se me doblen las rodillas. Me quedo
sin palabras, aunque siento que lo más educado es de-
cir algo. Quiero ser sexy y seductora, pero el hombre
que intentó secuestrarme me ha robado la gran en-
trada que había imaginado al enfrentarme de nuevo a
Nick Hudson. En lugar de eso, sólo soy una niña asus-
tada, incapaz de fingir hasta lograrlo.
Cuando la puerta se cierra y el sonido de la mú-
sica se amortigua, Nick ordena. ―Siéntate.
Los guardias de seguridad nos conducen hacia
dos sillas que están juntas, pero separadas unos me-
tros entre sí. Empujan a mi atacante hacia el asiento,
pero me permiten sentarme por mi cuenta.
Nick se vuelve hacia nosotros. No puedo evitar
sentir que me han llevado a la oficina del director por
alguna fechoría. No es así como quería volver a ver a
Nick, pero al menos puedo verlo cara a cara una vez
más. Y qué cara tan increíblemente hermosa es.
Sus ojos se estrechan sobre mí. ―¿Estás bien?
Asiento con la cabeza, aunque no sé si es ver-
dad.
Los ojos de Nick se enfocan en mi brazo que está
palpitando ahora que parte del impacto de casi ser sa-
cada del almacén por un extraño está desapareciendo.
―¿Él te hizo eso?
Miro mi brazo que está rojo y tiene las marcas
de las huellas dactilares de mi atacante. ―No sé por
qué me agarró ―digo en lugar de responder―. Tiene
suerte de que tus hombres intervinieran antes de que
yo me defendiera.
No quiero parecer una niña débil y asustada
que necesita ser rescatada, otra vez.
Nick golpea con fuerza su bastón contra el piso
de concreto mientras enseña los dientes y le da una
sonrisa falsa a mi atacante. ―Creo que tu nombre es
Maxim, ¿correcto? ―pregunta.
Mi atacante finalmente habla. ―Sí.
―Maxim ―comienza Nick mientras se centra
directamente frente a él. Hay tanta tensión en su man-
díbula que me pregunto si se romperá un diente. ―¿Y
conoces las reglas de “Wonderland”?
―Con todo el debido respeto. Vine aquí para
hacer un trabajo ―dice Maxim sin el más mínimo
miedo en su voz. Ni siquiera un temblor o una sacu-
dida―. Aunque no estaba invitado, iba a entrar y salir
a escondidas sin interrumpir tu fiesta.
Nick asiente con otra sonrisa forzada. ―Pero
hubo una interrupción. Y claramente no conoces las
reglas. Regla número uno. No se pueden realizar ne-
gocios en “Wonderland” excepto como parte de una
fiesta de té. Regla número tres. Sin violencia.― Nick
comienza a caminar de un lado a otro frente a noso-
tros, sus ojos hacia el suelo como si estuviera en una
profunda contemplación―. Rompiste la regla número
uno y la regla número tres, Maxim.
―Mi cliente me ha contratado para llevarle a
Lyriope. Recibí la orden esta noche y me dijeron que
actuara de inmediato. Simplemente estoy siguiendo
órdenes.― La voz de Maxim todavía tiene un tono
uniforme. El hombre es verdaderamente hábil para no
demostrar miedo.
Sería un desastre chillón y lloriqueante si tu-
viera que mantener una conversación en este mo-
mento.
―¿Quién es tu cliente?― Nick pregunta―.
¿Los Sidorov?― Maxim permanece en silencio.
Los ojos de Nick se lanzan hacia él en adverten-
cia, esperando una respuesta. ―Simplemente estoy si-
guiendo órdenes ―dice Maxim finalmente.
Nick deja de pasearse y estudia al hombre que
tiene delante. Su mano tatuada frota la nuca, uniendo
la tinta de su mano a la tinta de su cuello.
Su ominosa belleza me eriza el vello de los bra-
zos. Está tranquilo y sereno por fuera, pero veo una
llama oscura formándose en el marrón de sus ojos.
Maxim debería tener miedo. Debería estar aterrori-
zado.
Yo lo estoy.
Esto no es lo que imaginé cuando decidí venir a
“Wonderland” esta noche.
Una cosa es escuchar rumores sobre lo despia-
dado que puede ser Nick Hudson, y otra es presen-
ciarlo con tus propios ojos.
Maxim se mueve para ponerse de pie, y ambos
guardias de seguridad colocan una mano en cada uno
de sus hombros, empujándolo de regreso a su asiento.
Nick se acerca a mí y pasa las yemas de los de-
dos por mi brazo magullado. El calor de su toque en-
vía escalofríos arriba y abajo de mi cuerpo.
―¿Ves su brazo, Maxim?
Ahora veo la primera señal de miedo cuando
Maxim traga saliva.
Nick continúa pasando sus dedos sobre mi
carne como si estuviera tratando de acariciar el dolor.
Simplemente me siento congelada, paralizada por el
toque. ―Tenemos reglas por una razón, Maxim
―continúa―. Sigo las reglas en el mundo oscuro en el
que tú y yo vivimos, incluso si no me gustan. Pero en
mi mundo. En “Wonderland”, espero que se sigan mis
reglas. Mías.
Nick luego se dirige hacia Maxim, su bastón
golpea fuerte con cada paso. Se inclina con el rostro a
centímetros del de Maxim y lo mira a los ojos.
―Me disculpo. Debí haber esperado hasta que
se fuera de la fiesta —dice Maxim con calma, pero veo
gotas de sudor formándose en su frente.
―Hay consecuencias por romper mis reglas
―dice Nick, enderezándose de nuevo y haciendo se-
ñas a sus guardias para que actúen.
Sus señales silenciosas son leídas por sus hom-
bres porque ambos levantan a Maxim para ponerlo de
pie y lo arrastran hacia una mesa de metal en el lado
derecho de la habitación.
―Dos dedos ―dice Nick mientras sus hombres
golpean la mano de Maxim sobre la mesa, mantenién-
dola en su lugar por la muñeca.
Maxim comienza a dar pelea, pero luego se de-
tiene instantáneamente mientras mira a Nick. ―Te
matarán por esto. Conoces a los Sidorov. Sabes las re-
glas. Me tocas, los tocas.
Nick balancea su bastón hábilmente como lo ha-
ría Fred Astaire antes de un número de claqué y sonríe
diabólicamente. ―Mi “Wonderland”. Mis reglas.
Se acerca a la mesa y saca el rubí de la punta de
su bastón. Debajo de la joya hay una hoja afilada, un
arma oculta.
Permanezco en mi asiento a pesar de que quiero
salir corriendo lo más rápido que pueda. Pienso hasta
dónde puedo llegar antes de que me detengan. No es-
toy tan preocupada por mí como por este hombre, Ma-
xim. No quiero ser testigo del mal que está a punto de
ocurrir. Quién sabe qué había planeado el hombre
para mí, o qué harían los Sidorov, pero independien-
temente... ¿dos dedos? No quiero que pierda dos de-
dos, y definitivamente no quiero ver cómo se hace.
―Te harán pagar. Te haré pagar ―dice Maxim,
con la mano extendida sobre la mesa. Lucha con es-
fuerzo inútil mientras los guardias de seguridad no le
dejan mover ni un centímetro.
―Me arriesgaré ―dice Nick mientras levanta
su bastón por encima de su cabeza.
―Espera ―digo, gritando mientras dejo mi
asiento.
Capítulo Nueve
Lyriope
―HAS SIDO UNA CHICA MUY MALA ―dice Nick
en el momento en que sus guardias sacan al maldito
Maxim por la puerta.
―Sasha tenía una invitación. Soy su más uno —
prácticamente tartamudeo, odiando lo asustada que
sueno. Quiero sonar tan confiada como lo hizo Maxi,
justo antes de perder dos dedos, pero sé que estoy fa-
llando épicamente. Miro hacia la puerta. ―No fue mi
intención causar una escena.
Dios, ¿soy la siguiente? ¿Seré castigada de la
misma manera en que lo fue Maxim?
Nick no dice nada. Su silencio es más aterrador
que si me estuviera gritando.
Confianza. Confianza. Confianza. Canto a mi yo
interior.
―No estoy haciendo nada malo. ¿Cómo es eso
de ser una chica mala? —pregunto con la mirada más
intensa que puedo reunir, aunque me estoy mintiendo
a mí misma si digo que la forma en que Nick me mira
no hace que mi cuerpo tiemble. Pero de ninguna ma-
nera voy a revelar ese hecho si puedo evitarlo. No me
respetará si le suplico, aunque estoy a dos segundos
de caer de rodillas y hacer exactamente eso.
¿Esperará dos dedos de mí en su lugar? Estoy
sorprendida de que incluso me haya escuchado y
haya dejado que Maxim se fuera ileso. Ni siquiera es-
toy seguro de por qué lo hice. Podría decir que tengo
más miedo de las represalias de Sidorov, pero la ver-
dad es que odio la violencia. Creo que las personas son
inherentemente buenas. Que mostrar misericordia es
más fuerte que empuñar un cuchillo.
Lo que probablemente es una prueba de que no
soy realmente una Morelli después de todo.
Me tiemblan las piernas, y sé que, si no empiezo
a caminar hacia la salida, puedo caer al suelo en cual-
quier segundo.
―Lamento haber venido a “Wonderland” sin
ser invitada ―digo, dándole la espalda mientras me
voy. ―Voy a buscar a Sasha y saldremos de tu…
Antes de que pueda decir otra palabra, incluso
antes de que pueda parpadear, Nick me tiene inmovi-
lizada con la espalda aplastada contra la pared, su
mano se envuelve alrededor de mi garganta, su otra
mano en mi cabello, tirando de él dolorosamente
mientras tira de mi cabeza hacia un lado, su cara a una
fracción de pulgada de la mía.
―¿Por qué pensarías que en “Wonderland” es-
taría a salvo? ―casi gruñe―. ¿Y por qué usarías Mo-
relli como tu nombre? ¿Tienes alguna idea de la bestia
que acabas de desatar esta noche?
Confundida por la sonrisa en su rostro, no estoy
seguro de si está enojado o divertido, trato de ale-
jarme, solo para sentirlo presionándose contra mí.
―Me iré entonces…
―No se puede reescribir la historia ―dice, no
permitiéndome terminar de hablar, apretando los de-
dos, bloqueando no solo mi habla, sino también mi
respiración. La sonrisa que me da no es de diversión,
sino una que hace que mi cuerpo tiemble con lo des-
conocido―. Estás aquí ahora. Estás en medio de esta
tormenta. Es furios y solo empeorará.
Mis pensamientos vuelven a Maxim tratando
de secuestrarme. Si Nick no hubiera intervenido, si no
hubiera... ―Después de la fiesta de los Morelli ―digo
a gritos, su mano hace que sea difícil hablar―. Los Si-
dorov me dejaron sola. No sabía por qué, pero…
―Tu deuda fue pagada ―dice Nick, sus ojos
oscuros fijos en los míos. Pero eso no significa que es-
tés a salvo. En este mundo, en el mundo en el que ele-
giste entrar en el momento en que tomaste el dinero
de la familia rusa, nunca estás realmente a salvo ni ol-
vidada.
Abro la boca para hablar, pero no tengo nada
que decir. Su mano se afloja en mi cuello, pero todavía
me sostiene con firmeza.
―Estúpida ―dice, sus labios tan cerca de los
míos que me pregunto si me va a besar en lugar de
lastimarme.
―¿Pagaste mi deuda? —pregunto, aunque ya
sé la respuesta. En el fondo, siempre he sabido la res-
puesta.
―Te dije esa noche que te ayudaría, y soy un
hombre de palabra.
―Entonces, si pagaste mi deuda, ¿por qué Ma-
xim trató de secuestrarme?
―Esa es una respuesta que aún no tengo ―dice,
su mano libera mi cabello para correr lentamente por
mi costado, sus dedos rozan la pendiente de mi pecho
como si fuera dueño de mi cuerpo porque ya lo com-
pró―. Y tú deuda con los Sidorov está cubierta, pero
está lejos de ser pagada. Me debes ahora.
―Encontraré la forma…― Me las arreglo para
susurrar, esta vez interrumpiéndome cuando me doy
cuenta de que no tengo un plan. Pagar a Nick Hudson
será tan imposible como pagar a los Sidorov. Simple-
mente cambié un demonio por el siguiente en la fila.
Puedo culpar a mi corazón palpitante, mi san-
gre acelerada por el hecho de que estoy siendo domi-
nada, pero ¿a quién puedo culpar por el dolor que
siento crecer entre mis piernas, la pesadez de mis pe-
chos, el latido de mis pezones bajo el encaje de mi sos-
tén? La presión de algo duro contra mi cuerpo hace
que mi respiración se quede atrapada en mi garganta
mientras Nick muele su erección contra mí. Cuando
me doy cuenta de que estoy empujando contra él,
como si quisiera más, me congelo.
¡No!
¿Qué está mal conmigo? Este hombre casi le
corta los dedos a alguien.
Me tiene contra la pared, la mano alrededor de
mi garganta, con la oscuridad en sus ojos, y todo lo
que puedo pensar es en lo seductor que huele. Me está
haciendo débil. Es parte de su juego. No puedo sim-
plemente dárselo. Si quiere mi cuerpo, si me va a exi-
gir a cambio de mi deuda como me amenazó hace me-
ses… Bueno… Tendrá que tomarlo.
Llevo mis manos a las suyas que están alrede-
dor de mi garganta y trato de liberarme. Mis ojos no
dejan los suyos, y aunque estoy tratando de liberarme,
todavía no voy con toda mi fuerza. Algo me está fre-
nando. Quiero creer que es el miedo a lo desconocido
y no mi lujuria lo que me mantiene respetuosamente
bajo control.
―Adelante. Me encanta una pequeña pelea.
Hace que ganar sea mucho mejor ―dice, lamiendo
una línea desde mi clavícula hasta un punto detrás de
mi oreja―. Y sé esto… yo siempre gano.
Grito cuando él toma mi lóbulo de la oreja entre
sus dientes y lo muerde, mis ojos se cierran mientras
trato de controlarme, de encontrarle algún tipo de sen-
tido a esto... esto... lo que diablos sea esto.
De repente, puedo respirar completamente de
nuevo, mis ojos se abren de golpe para ver a Nick ale-
jarse, sonriendo como si entendiera la confusión que
estoy teniendo conmigo misma... con mi reacción a su
dominio aterrador, pero atractivo.
La puerta de la oficina se abre de par en par con
una furiosa Sasha irrumpiendo. Detrás de ella hay un
hombre alto, tatuado y con traje, que sacude la cabeza
en señal de diversión. ―Intenté detenerla ―dice el
hombre con una risa―. Claramente, ella tiene otras
ideas.
―¿Qué diablos estás haciendo con mi prima? —
pregunta Sasha, sus ojos me escanean rápidamente
antes de enfocarse en Nick.
Nick le da una sonrisa diabólica. ―Salvándole
la vida―. Otra vez.
―Estoy bien ―le digo, pero Sasha parece igno-
rar mis palabras.
Observo cómo sus ojos se abren cuando siente
la amenaza oscura en la habitación, y su voz se quie-
bra un poco cuando me pregunta. ―¿Estás realmente
bien?
Me acerco a ella y coloco mi mano temblorosa
en su brazo. ―Lo estoy. Solo quiero irme.
Me doy cuenta de que el hombre de Nick está
bloqueando la puerta y no parece que tenga intención
de apartarse.
Nick sonríe. En el poco tiempo que conozco a
Nick, he aprendido que su sonrisa no es jovial. Es si-
niestra. ―Déjenme decirles a ambas lo que vamos a
hacer.― Señala a Sasha con su bastón―. Te irás. Ha-
rrison te acompañará hasta la salida, te buscará un co-
che y todo irá bien.― Luego me apunta con el bas-
tón―. Lyriope se quedará conmigo.
Sasha se pone las manos en las caderas y es-
cupe. ―Absolutamente no. ¿Sabes quién soy? ¿Quié-
nes somos las dos? No quieres joder con un Morelli a
menos que tengas una sentencia de muerte.
―Sé exactamente quién eres, Sasha Anne Mo-
relli. Hija de Vincent Morelli, sobrina del todopode-
roso Bryant Morelli. Tu padre tiene una buena cuenta
bancaria pero no tan poderosa o rica como su her-
mano menor. Y tu nombre es conocido, pero te falta la
fama de los hijos de Bryant. De hecho, tus celos por
Eva, Sophia, Daphne y Lisbetta te devoran viva.
Deseas haber nacido en el lado poderoso de la familia
a pesar de que odias a tu tío por sus formas viciosas.
Sí, lo sé todo sobre cómo Lyriope es el bebé de la
amante de Bryant y cómo descubriste obsesivamente
esa información, aunque has ocultado ese secreto a to-
dos. Sé exactamente quién eres.
No puedo quedarme de brazos cruzados y ob-
servar mientras Sasha pelea mis batallas por mí. A pe-
sar de que las campanas de advertencia suenan fuer-
tes dentro de mí, rogándome que corra y me esconda,
cruzo la habitación y me coloco directamente entre
Nick y mi prima. Lo miro y pongo rígida mi columna
vertebral, reuniendo toda la fuerza que puedo. Es
hora de que sepa que dos pueden jugar el mismo
juego.
―Y sé quién eres tú, Nick Hudson ―respondo,
inclinando mi cuerpo hacia él con los ojos y la mandí-
bula entrecerrados―. Puede que seas multimillona-
rio, pero no siempre lo fuiste. Viniste de la nada. Te
cubres de tatuajes porque debajo de toda esa tinta, no
eres nadie. Crees que la gente te teme, y tal vez algu-
nos sí, pero nunca tendrás la notoriedad que tanto an-
helas. tienes hambre y ambición, pero solo porque sa-
bes que nunca te compararás con un Morelli. Eres
todo humo y espejos. Nada de ti es real.
Mi corazón se detiene mientras inhalo para re-
cuperar el aliento. Vi a este hombre casi cortarle los
dedos a alguien por mucho menos de lo que estoy ha-
ciendo. Instantáneamente me arrepiento de haber sido
tan audaz, pero seguro que no lo demostraré.
Nick está en silencio. La habitación también está
inquietantemente silenciosa aparte del sonido dis-
tante de la música de la pista de baile.
Miro a Sasha que está de pie con la boca abierta
y los ojos muy abiertos. Tal vez fui demasiado lejos.
Tal vez debería hacer algo o decir algo, pero no estoy
segura de qué calmará la situación.
Finalmente, Nick me da una de sus sonrisas ma-
liciosas y se inclina hacia mí. ―Así que parece que am-
bos hacemos nuestra investigación. Está claro que am-
bos nos conocemos bastante bien.
―No me voy a quedar aquí contigo.― De al-
guna manera me atrevo a decirlo después de varios
momentos incómodos mientras miramos hacia
abajo―. Me voy con Sasha.― Doy un paso hacia la
puerta, pero está claro que Harrison no se mueve a
menos que Nick se lo ordene.
―Sasha ―comienza Nick―. Eres una chica in-
teligente. Sabes todo sobre la familia Sidorov y lo leta-
les que son. ¿Sabes que contrataron a un asesino a
sueldo para secuestrar a Lyriope esta noche y llevár-
sela? ¿Eres consciente de que Lyriope estaba siendo
secuestrada en la pista de baile mientras no tenías
idea? ¿Dónde estaba entonces el apellido Morelli para
protegerla? ¿Y sabes que acabo de enviar al asesino a
sueldo con un maldito mensaje a los Sidorov para que
no me jodan a mí ni a nada, ni a nadie, en mi posesión?
Los ojos de Sasha se abren aún más de lo que
han estado, y me mira con un verdadero miedo en sus
ojos. Todos los signos de su furia anterior han sido re-
emplazados por un labio tembloroso y una respira-
ción superficial.
Cuando ella no responde, Nick continúa. ―La
única razón por la que tu prima está parada a tu lado
en este momento es por mí. Y la única forma en que se
mantendrá con vida más allá del final de la semana
también se deberá a mí.
―Haré que mis primos me ayuden. Leo la man-
tendrá a salvo de los Sidorov ―dice, pero no con la
convicción que estoy acostumbrada a escuchar en ella.
―Leo tiene suficiente con proteger a su es-
posa… su esposa embarazada. Sin recoger también a
los animales callejeros.
Ella parpadea.―¿Haley está embarazada?
―Todavía no se lo han dicho a nadie, pero
tengo mis métodos. Además, ¿cómo reaccionará el
querido tío Bryant si se entera de que la estás ayu-
dando?― Nick pregunta, su nefasta sonrisa hace que
mi corazón lata más rápido mientras se acerca a mí―.
¿Es ahora el momento de una gran reunión de la fami-
lia Morelli?
No me gusta que hablen de mí mientras estoy
parada ahí. Aprieto la mandíbula y tiro los hombros
hacia atrás.
―Me metí en este lío, y puedo salir de él
―digo―. No quiero que ninguno de los Morelli sepa
sobre esto o sobre mí. No quiero su ayuda, y puedo
manejar esto.
Nick me mira directamente. ―No, no puedes.
―Tiene razón ―dice Sasha, sus ojos bajando al
suelo―. No estás a salvo sola. Y no sé cómo reaccio-
narán mis primos si les hablo de ti. No sé cómo ac-
tuará cualquiera de mi familia. No puedo garantizar
tu seguridad.― Luego mira a Nick―. ¿Me estás di-
ciendo que planeas mantener a Lyriope a salvo?
―¡Ambos dejen de hablar de mí como si no es-
tuviera aquí! ―chasqueo.
―Tienes mi palabra de que Lyriope se manten-
drá a salvo de los Sidorov ―dice Nick con una leve
inclinación de cabeza, ignorando mi arrebato.
―¿Ella se quedará contigo? ―pregunta―. ¿Tu
casa?― Él asiente, pero no dice una palabra.
Sasha se vuelve hacia mí y toma mi mano entre
las suyas. ―Tenemos que confiar en él. Al menos
dame algo de tiempo para sondear a mi familia sobre
lo que saben o no saben.
Intento apartar la mano, pero ella me sujeta con
firmeza. ―Esto es una locura. No me voy a quedar
aquí y dejar que ustedes dos decidan mi futuro como
si no tuviera nada que decir.
―Perdiste esa palabra cuando pediste dinero
prestado que no podías devolver ―interviene Nick
con calma―. Perdiste esa palabra cuando te presen-
taste esta noche como una Morelli, lo que complica las
cosas más de lo que crees.― Nick despeja la distancia
entre nosotros y toma la parte superior de mi brazo y
me mira―. Perdiste ese derecho cuando me involu-
craste esta noche. A partir de ahora tú no haces las lla-
madas. Las hago yo.
Los ojos de Sasha se lanzan a su mano en mi
brazo y luego advierte. ―Si malditamente la lasti-
mas...― Se traga las últimas palabras y se mueve hacia
la puerta.
―No le digas a nadie de tu familia sobre mí ―le
digo, acercándome a ella, pero el agarre de Nick en mi
brazo no me permite ir muy lejos.
―Harrison te acompañará ―le dice Nick a
Sasha―. Cuando nos instalemos y se establezca un
plan, haré que tu prima te llame.
Harrison toma el brazo de Sasha, de la misma
manera que Nick toma el mío, y la saca de la habita-
ción antes de que pueda decir otra palabra o cambiar
de opinión.
―No necesito ser tu problema ―digo mientras
lucho por tragar el nudo que se forma en la parte pos-
terior de mi garganta.
―Y, sin embargo, aquí estás.
―Me quedé aquí y dejé que le dijeras a Sasha lo
que necesitaba escuchar porque no quiero ser una
carga para ella, pero no voy a vivir contigo ―le digo,
mientras lo absurdo de la idea me supera.
―¿Por qué viniste a “Wonderland” esta noche?
―pregunta.
No quiero mentir, pero no estoy segura de saber
la razón exacta. ―Curiosidad.― Es todo lo que se me
ocurre.
―¿Tienes curiosidad por “Wonderland” o por
mí?
―Ambos ―confieso―. Pero…
―¿Pero?
―No eres lo que pensé que serías.
Él me da otra de sus sonrisas pecaminosas que
envía un escalofrío a través de mí. ―¿Y cómo pensa-
bas que sería yo?
―No es un psicópata que corta la ira.
Se ríe a carcajadas. ―Ese era yo siendo miseri-
cordioso. Fue solo un aperitivo de lo que realmente
puedo ser.
—Tengo que irme —digo, aunque las palabras
no salen tan enérgicas como quisiera.
―Déjame decirte lo que vas a hacer. Saldrás por
esta puerta a mi lado con la cabeza en alto y paso vivo
y sin ninguna preocupación en el mundo ―dice Nick
con una sonrisa malvada que domina.
—No lo haré —digo con calma, aunque no
tengo ni idea de cómo me las arreglo para hacerlo―.
¿Crees que la escena entre Maxim y yo fue mala? No
tienes idea de lo rápido que puedo tener todas las mi-
radas sobre mí más allá de esa puerta. Tienes que de-
jarme salir de “Wonderland”. Sola.
No tengo idea de adónde iré, o qué haré. Pero
la sensación sofocante de no tener otra opción y de
que me dicten mi futuro es demasiado. Necesito espa-
cio. Necesito tranquilidad. Necesito un lugar para
idear un plan. Aunque sea desde el asiento trasero de
mi coche.
―Pronto sabrás que eres tú quien recibirá mis
órdenes. No de la otra manera.
Trato de apartar mi brazo de él, pero eso solo
hace que apriete más su agarre. Grandes campanas de
advertencia comienzan a sonar en mi cabeza. Nick
debe estar leyendo mis pensamientos porque, justo
cuando estoy a punto de abrir la boca para soltar un
grito espeluznante, coloca la punta de su dedo en mis
labios.
―Yo no haría eso ―sisea―. Nadie te escuchará
por encima de la música. Y será una pena amordazar
esa bonita boca tuya.
Las campanas de advertencia ahora están so-
nando.
―Y si peleas conmigo ―continúa―. Habrá
consecuencias. Consecuencias severas.
Se me saltan las lágrimas y se me para el cora-
zón. Pero me trago el terror de saber que me enfrento
a un hombre al que no puedo vencer.
Creo que puede oler el miedo en mí, y con eso,
le estoy dando poder. Necesito fingir la fuerza y la va-
lentía que me faltan si tengo alguna posibilidad de sa-
lir por la puerta como una mujer libre.
―Le diste tu palabra a Sasha de que me man-
tendrías a salvo ―le digo en voz baja―. Lo que signi-
fica que no importa con qué me amenaces, no me ha-
rás daño. Realmente no. Todo son amenazas.
―Le prometí que te mantendría a salvo de los
Sidorov. En ningún momento dije que te mantendría
a salvo de mí.
―No voy a salir por esa puerta contigo y fingir
que todo está bien ―reitero, sin saber por qué me
opongo tanto a la idea de irme con un hombre que
dice hacerlo por mi propia protección. Pero algo den-
tro de mí me dice que me aleje lo más posible de Nick
Hudson.
―Muy bien ―afirma con calma―. Lo haremos
de otra manera. Una forma mucho menos digna, pero
a pesar de ello.― Se ríe, mira hacia la ventana junto a
la puerta y asiente con la cabeza.
La puerta de la oficina se abre de nuevo y entran
sus dos guardias en trajes negros.
―No me hagas ser un hombre cruel, Lyriope.
Preferirás mi hospitalidad a mi brutalidad.
Pienso en tratar de escapar, pero sé que no tiene
sentido. Puedo llorar y suplicar que me dejen en paz,
pero algo dentro de mí quiere mantener un poco de
dignidad, especialmente porque sé que de todos mo-
dos no funcionará. Está claro que Nick Hudson es un
hombre que consigue lo que quiere y no negocia con
nadie, y mucho menos con una mujer que no tiene
nada que negociar.
Noto que uno de los guardias de seguridad
busca en su bolsillo y saca una botella y un trapo.
―Es hora de que tomes una siesta. Y cuando te
despiertes, toda esta experiencia en el “Wonderland”
habrá sido una pesadilla ―dice Nick.
Mientras me colocan el trapo sobre la boca y la
nariz, lo último que veo es a Nick pasando un dedo
por las brillantes caras del rubí. Lo último que escucho
es el sonido del bajo y la música a lo lejos. El último
pensamiento que tengo antes de hundirme en un agu-
jero de oscuridad es que me están secuestrando y que
todo en mi vida está a punto de cambiar.
Capítulo Diez
Lyriope
LO PRIMERO EN LO QUE ME FIJO ES EN EL SONIDO
DEL AGUA QUE GOTEA. Goteo tras goteo, lento y cons-
tante. Mis párpados siguen pesados y algo en el fondo
de mi alma se resiste a abrirlos. Hay una realidad al
otro lado a la que no quiero enfrentarme. Entonces,
prefiero concentrarme en el goteo, goteo, goteo. Más
seguro.
No. no estoy a salvo. Estoy lejos de estar a salvo
Me equivoqué al ir a “Wonderland”. Estaba tan
equivocada al pensar que Nick era cualquier cosa me-
nos un monstruo.
Mis dedos están entumecidos. No puedo mover
mis brazos. No puedo separar mis muñecas. Mis omó-
platos arden. Tengo frío.
Mierda…
Estoy completamente desnuda.
No tengo otra opción. Tengo que abrir los pár-
pados. Ya no puedo esconderme detrás de su seguri-
dad.
Con un aleteo lento, parpadeo contra la tenue
iluminación de la habitación en la que estoy. No me
toma mucho tiempo darme cuenta de mi nuevo en-
torno. No tengo ni una pizca de ropa puesta, mis bra-
zos atados a la espalda, acostada de lado sobre con-
creto frío en lo que parece ser una bodega llena de
cientos, si no miles, de botellas de vino. La ilumina-
ción de la olla empotrada desde arriba arroja una luz
lo suficientemente tenue como para ver barriles de
vino contra gabinetes tallados por expertos que sostie-
nen licoreras y vasos de cristal. Aunque estoy siendo
tratada como un prisionera, mi entorno está lejos de
ser una prisión.
El olor terroso y especiado me ayuda a volver a
la realidad mientras me siento torpemente. Gimo
cuando los latidos de mi cabeza y el zumbido severo
en mis oídos casi me obligan a recostarme. Intento ti-
rar de mis ataduras, pero me detengo rápidamente
cuando la punzada de dolor en mis muñecas, donde
la cuerda las ha rozado, me hace darme cuenta de que
no hay esperanza. Mis pies están libres de cualquier
tipo de ataduras, lo que significa que todavía puedo
caminar... correr... patear. Pero a pesar de que la habi-
tación está en penumbra, hay suficiente luz para mos-
trar que no tengo adónde correr. No hay nadie en la
habitación para patear. Estoy sola en una bodega. Des-
nuda. Sentada, impotente, con las muñecas atadas a la
espalda.
El sótano tiene que ser de Nick. No hay otro lu-
gar donde pueda estar.
Los recuerdos de todo lo que había sucedido
antes de que me pusieran un trapo en la cara me inun-
dan, mi estómago se revuelve mientras se forma mi
pesadilla.
Como si mis pensamientos fueran la señal tea-
tral de su entrada, se abre una puerta de madera en lo
alto de un tramo de escaleras. Nick Hudson baja las
escaleras con los pies calzados con botas pesadas y el
sonido de su bastón en cada escalón.
―Pensé que te despertarías ―dice cuando llega
al final de las escaleras y me examina con ojos ham-
brientos, o divertidos. No puedo decidir cuál.
Quiero ocultar mi desnudez, pero tampoco
quiero darle la satisfacción de saber lo incómoda y
asustada que estoy. Por alguna razón, siento que man-
tener mi orgullo y la cabeza en alto me ayudará a lu-
char contra mi situación. La luz adicional de la puerta
abierta expone más del sótano. Aparte de unas pocas
cajas o algo así escondido en los rincones más oscuros,
puedo decir que no hay mucho a mi alrededor para
usar como arma si de alguna manera reúno el coraje
para atacar. La puerta por la que entró parece ser la
única forma de entrar y salir. ―¿Cómo estuvo tu
siesta?― Nick pregunta con los brazos cruzados con-
tra su pecho y una sonrisa en su rostro. Lleva la misma
ropa que usó en “Wonderland”, lo que me está dando
mi único sentido del tiempo.
Las sombras de la habitación ocultan sus ojos,
pero no tengo dudas de que el hombre tiene un brillo
en ellos cuando hace la pregunta. Está claro que está
encontrando mi situación divertida con su enfermizo
sentido del humor, y lucho contra el impulso de escu-
pir en su dirección.
―¿Dónde estoy? ―pregunto, sorprendida de
escuchar lo áspera y temblorosa que es mi voz. Me
traiciona en mi búsqueda de mostrar fuerza.
Sin embargo, independientemente de cómo
suene, me niego a llorar y le suplicarle que me deje ir.
Algo muy dentro de mí me dice que será inútil.
―La bodega de mi casa ―dice Nick.
―¿Tu hogar?
―Era hora de que dejáramos “Wonderland”.
Ahora puedes ver mi mansión que no comparto con
muchos ya que tengo mi “Wonderland” en diferentes
lugares. Prefiero tener mis fiestas de té en otro lugar.
Pero mi hogar será tu hogar. Es cómodo. Hay personal
completo, seguridad y podrás dormir sin preocuparte
si un Sidorov te matará mientras duermes.
―¿Es aquí donde planeas tenerme? ¿Por cuánto
tiempo?― Maldita sea mi voz se quiebra y apenas sale
como un chillido. También trato de ignorar la forma
en que parece tomar cada centímetro de mi cuerpo
mientras me siento impotente con mi pecho forzado a
tener una mayor prominencia debido al hecho de que
mis muñecas están atadas a la espalda―. ¿Por qué no
tengo ropa?
―Decidí poner todas mis cartas sobre la mesa
desde el principio ―comienza.― Quiero que veas
dónde puedes terminar. Así es como puedes pasar el
resto de tus días. Desnuda. Con frío. Temerosa. Esta-
mos trabajando hacia atrás, comenzando al final de la
historia y avanzando hacia el principio. Por supuesto,
espero que ese no sea el final real de nuestra historia:
estar desnuda, atada en un sótano, pero aún quiero
que pruebes esta realidad para disuadirte. Creo que te
ayudará a tomar decisiones sabias a partir de ahora.
―Entonces, ¿no planeas mantenerme así?― Mi
cabeza da vueltas y mi cuerpo comienza a temblar
cuando la corriente fría de la habitación finalmente ha
penetrado mis huesos―. ¿Esto es una lección?
Nick da unos pasos hacia mí y luego se pone en
cuclillas para estar a la altura de mis ojos. ―Hablemos
de estar en la misma página, ¿de acuerdo?
Tomo una respiración profunda para tratar de
calmar el miedo furioso que amenaza con consumir
todo pensamiento racional. Tengo que pensar en una
forma de salir de esta situación. Tengo que encontrar
una manera de burlar a este hombre retorcido, jodido,
demente y extraño que ahora tiene una obsesión con-
migo.
―Así que este es el trato ―dice Nick de la ma-
nera más profesional―. La primera opción es pelear
conmigo por mi generosa oferta que estoy a punto de
dar. En cuyo caso, los Sidorov eventualmente te mata-
rán, pero solo después de que me aburra de ti atada
en mi sótano. O la segunda opción es que aceptes mi
oferta, sigas mis reglas y disfrutes de su estadía. Me
parece una elección fácil.
―No veo cómo estar cautiva contra mi volun-
tad es disfrutar de mi estancia.
Él se ríe y se levanta lentamente como si su mo-
lestia conmigo le estuviera causando un dolor en los
huesos. ―Si tomas decisiones sabias, obtienes recom-
pensas. Tu cautiverio puede llegar a ser bastante pla-
centero.
Levanto mis rodillas hasta mi pecho, la primera
vez que me muevo desde que entró al sótano. ―En-
tonces, ¿cuál es exactamente tu oferta?
―Te quedarás conmigo indefinidamente, en tu
propia habitación como mi invitada. Seguirás todas
las reglas que tengo. Me deberás una gran deuda, y en
este momento no he decidido cómo cobrarla. Pero por
ahora, soy tu dueño, en cuerpo y mente. Eres mía.
―¡No puedes poseerme! ―chasqueo, mi voz
haciendo eco en las paredes―. Entiendo lo que has he-
cho por mí y te lo agradezco. Pero eso no significa que
seré tu puta.― Mi pecho se contrae y el pánico que he
tenido desde que me desperté está siendo reempla-
zado por furia―. No puedes hacer esto.
―Ya te tengo. Cuanto antes lo aceptes, mejor.
No estoy bien. No soy decente. Y no sigo las reglas de
la moralidad. Así que sí, puedo, y haré lo que me dé
la gana.
―¿Incluso si es en contra de mi voluntad?
―¿Fue en contra de tu voluntad cuando acu-
diste a una de las familias más peligrosas del mundo
para pedir un préstamo? ¿Qué mierda estabas pen-
sando?
―Fue una medida desesperada. Un medio para
hacer una pausa hasta que pudiera encontrar una so-
lución. Necesitaba dinero rápido o mi familia...―
Trago saliva, tengo la garganta seca. Él no necesita sa-
ber acerca de mis padres―. Ellos tenían dinero y yo
necesitaba dinero. Era en blanco y negro.
―¿Pagaste una deuda contrayendo otra más
mortífera con los rusos? ¿Oyes lo loco que es eso? Sé
que eres una chica inteligente, pero ese movimiento
fue más que tonto. Y todo para unos padres que ni si-
quiera se preocuparon lo suficiente como para que-
darse. Tu lealtad sería impresionante si no estuviera
fuera de lugar. Si no fuera por mí, estarías muerta. De
ninguna manera podrías averiguar la cantidad de di-
nero que les pagué. Te das cuenta de que se estaba
acumulando interés, ¿verdad? Y que los Sidorov
nunca desaparecen. Esos hijos de puta te van a perse-
guir por el resto de tu vida.
―¿Cuánto interés? —pregunto, no estoy segura
de querer escuchar el número.
―Lo suficiente como para que me debas lo que
yo quiera ―dice con una voz mucho más severa que
antes―. No estás en condiciones de discutir. Porque
no hay forma de que pueda obtener el efectivo adeu-
dado. Así que será mejor que dejes de lado tu maldito
orgullo y estés feliz de que esté siendo tan generoso al
permitirte pagarlo de otra manera.
―La gente me buscará. Sasha y mi hermano…
―Sí, hablemos de tu hermano ―dice con voz
uniforme y firme―. Tus padres también jodieron su
vida. No estará a salvo porque los Sidorov son inteli-
gentes y tratarán de usarlo como garantía para llegar
a ti. Si amenazan con matarlo, entonces tienen la sar-
tén por el mango. O… pueden simplemente matarlo
para enviarte un duro mensaje. De cualquier manera,
su sentencia de muerte está firmada a menos que
cooperes conmigo.
Me trago el grito listo para ser desatado y mal-
digo la lágrima que cae.
Dylan...
Nick tiene razón. Lo puse en peligro. Técnica-
mente mis padres lo hicieron, pero las especificaciones
ya no importan. ¿Lo encontrarían en su universidad
y…?
Nick coloca la punta de su dedo en una sola lá-
grima y me la quita de la cara. ―Ahórrate las lágri-
mas, Lyriope. Guárdalas si decides decirme que no.
―¿Y si digo que sí?
―Entonces vives. Nunca le ocurrirá ningún
daño grave mientras obedezca y viva de acuerdo con
las reglas. No serás mi cautiva. No serás mi víctima.
De hecho, serás tratada como una reina. Eso te lo pro-
meto.
―¿Y mi hermano?
―De buena fe, ya he hecho arreglos para su se-
guridad permanente.
―Pero su universidad. Su educación…
―Mi equipo de seguridad lo acompañará hacia
y desde el campus hasta que la amenaza de los Sido-
rov, y quienquiera que esté en su contra, haya sido
neutralizada.
Moviendo mis dedos entumecidos, traigo mis
pensamientos de vuelta a mi ahora―. ¿Por qué estás
haciendo esto?
―Porque invertí una gran cantidad de dinero
en ti. No voy a permitir que simplemente desaparezca
en una tumba de dos metros.― Camina detrás de mí
y giro la cabeza para seguir sus movimientos―.
Ahora… puedo desatarte, y podemos pasar el resto
del día de una manera mucho más civilizada, pero la
elección depende de ti.
―¿Y Sasha? ―pregunto, necesitando saber que
todos los que me importan están a salvo.
―Es una Morelli. Una real, con el certificado de
nacimiento para probarlo. Los Sidorov no son tan es-
túpidos como para lastimarle un pelo de su cabeza. Y
como le prometí, dejaré que la llames una vez que te
instales en tu habitación.
―Si digo que sí ―casi susurro, lamiendo mis
labios secos―. ¿Esperarás sexo de mí?
―Definitivamente ―afirma sin siquiera perder
el ritmo.
―¿Así que seré tu puta?
―Ser una puta es simple. Es algo ordinario.
Abre las piernas, entrega tu cuerpo.— Se agacha de
nuevo y comienza a desatar mis ataduras―. Esperaré
más que eso. Si simplemente quisiera una puta, podría
comprar mi propio harén. Pero eso no es lo que siem-
pre he querido, y no es lo que quiero contigo. Y nada
de lo que espero de ti será sencillo. Nada sobre mí o
nuestra situación es ordinario. Odio lo sencillo. De-
testo lo ordinario.
Capítulo Once
Nick
5
En el más simple de los términos, un doppelgänger es gemelo o doble de alguien.
un muelle con una lancha rápida estacionada en él, y con-
sidero ver si hay una manera de robar el barco. Tal vez las
llaves queden dentro. Pero al igual que el camino de en-
trada, el muelle también está bien iluminado. La posibili-
dad de ser descubierta es un riesgo demasiado grande. Sin
embargo, hago una nota mental para estar atenta a un
juego de llaves del barco en el futuro. Es una opción de es-
cape. Improbable, pero sigue siendo una opción.
Pero si sigo la costa...
Me dirijo a la playa y empiezo a caminar por la orilla,
sin importarme que mis zapatos se mojen. Aunque su pro-
piedad es grande, espero ver a algunos vecinos a lo largo
de la costa. Tal vez haya hoteles o restaurantes en el ca-
mino. Solo rezo para no estar en una isla propiedad de Nick
sin posibilidad de escape. Habló de los vecinos, a pesar de
que dijo que no me ayudarían... pero tal vez lo hagan si de-
fiendo mi historia.
Sigo caminando y finalmente veo luces de casas a lo lejos.
Está demasiado oscuro para distinguirlos exactamente,
pero hay señales vida. Mientras camino, mis pies mojados
se enfrían, y creo que la marea está subiendo porque el
agua sigue lamiendo y mojando mis tobillos e incluso mis
rodillas a veces.
El sonido de las olas, las estrellas en lo alto, todo crea
un hermoso escenario, pero mi situación actual es todo lo
contrario. Mi hermano, Dylan, tiene razón al preguntar
cómo nuestra madre pudo hacerme esto. Debería estar más
enojado de lo que estoy, pero toda mi vida le he dado un
pase a la mujer simplemente porque es mi madre. Nunca
la hago responsable por sus pobres habilidades maternales.
Nunca grito. Nunca exijo. Nunca la descarto cuando real-
mente debería hacerlo. He sido la madre en nuestra diná-
mica desde que pude caminar y hablar. Incluso cuando era
niña, mis habilidades de razonamiento superaban con cre-
ces las de ella.
Debería estar enojada. Debería estar furiosa. ¡Estoy
aquí por ella! Mi vida corre peligro porque la estaba ayu-
dando. Y sin embargo… Sé que lo volvería a hacer porque
es mi madre. Es quien ella es y quién soy yo. Es una rela-
ción enferma que no se puede romper.
Es un vínculo tóxico.
No sé cuánto tiempo he estado caminando, revi-
sando, tomando notas mentales sobre cómo puedo o no es-
capar, pero los edificios están cada vez más cerca y las luces
más brillantes. Me he ido por más tiempo del que había
planeado y considero regresar antes de descubrir que me
perdí, pero luego escucho el sonido retumbante del motor
de un bote acercándose a mi lado.
Una voz profunda viene de las sombras. ―¿Qué de-
monios estás haciendo?
Capítulo Quince
Lyriope
NICK EMERGE DESDE LA OSCURIDAD, conduciendo
la lancha rápida, la ira pintando su rostro.
Mi corazón se las arregla para comenzar de nuevo,
pero da un vuelco mientras trato de pensar en una explica-
ción para estar fuera de la mansión.
Cuando no se me ocurre ninguna idea brillante,
digo. ―Yo… yo, eh… quería ir a dar un paseo por la playa.
Mira la mansión en la distancia y luego me mira a
mí. Apagando el bote, pregunta. ―¿Cómo saliste de la
casa?
Considero mentir y decirle que salí por la puerta
principal, pero no quiero meter a Tweedle Dee y Tweedle
Dum6 en problemas por mi mentira.
6
Personajes del cuento A través del espejo y lo que Alicia encontró allí de Lewis Carroll y de
una canción de cuna inglesa anónima. Los nombres fueron tomados de un poema de John By-
rom y parece que provienen del hecho de enredar con los dedos o agitarlos sin ningún sentido
práctico.
―Salí por mi ventana ―confieso―. Necesitaba un
poco de aire fresco para pensar.
Mira por encima del hombro, luego hacia mí y luego
por encima del hombro una vez más. ―¿Estás loca? ¡Po-
drías haberte roto el cuello!
―Bueno, no lo hice ―digo―. Y si lo hubiera hecho,
solo tienes que culparte a ti mismo. Solo quería salir y sabía
que no permitirías…
―Así que sabías que no debías salir de mi casa. Sa-
bías que no lo permitiría.
Oh, mierda. Hora de retroceder. ―Mira, no es como
si estuviera tratando de escapar o huir. Sólo quería pensar
y no sentir que las paredes blancas se cerraban sobre mí.
―Tienes un minuto para meter tu trasero en este
bote ―ordena Nick.
La demanda ataca cada pizca de feminismo y poder
femenino que hay en mí. Esas eran palabras de lucha. Miro
hacia las luces en la distancia y me pregunto si tengo la
oportunidad de salir corriendo. Aunque el hombre de la
lancha que está a mi lado responde bastante bien a ese pen-
samiento de reflexión.
―Tú no puedes decirme qué hacer. Puedo ser tu
maldita cautiva, pero no puedes tratarme como a una mal-
dita niña. Dijiste que no me tratarías como a una prisionera.
Dijiste que me tratarías como una reina. ¿Pero no puedo ni
dar un paseo?
―Tienes diez segundos ―advierte, comenzando a
contar hacia atrás desde diez.
Me mantengo firme, mirándolo, ignorando su
cuenta regresiva a pesar de que mi corazón salta con cada
cuenta. ―No me asustas. Cuenta todo lo que quieras. No
me estoy moviendo.
―Cinco, cuatro, tres, dos, uno. Se acabó el tiempo.
Salta fuera del bote, chapoteando hasta los muslos en
el agua del océano. Se dirige hacia mí a grandes zancadas.
Al verlo venir, la luz de la luna refleja claramente la mirada
de absoluta determinación en su rostro, hago lo único que
haría cualquier persona en su sano juicio... corro.
No he recorrido ni tres metros antes de gritar, mi
cuerpo vuela sobre el hombro de Nick. Mientras yo jadeo,
el hombre ni siquiera está respirando con dificultad por el
esfuerzo.
―¡Bájame! ―grito, me retuerzo, pateo y puñetazos
en un intento de liberarme sin hacer nada más que hacer
que él apriete más―. Está bien. Tú ganas. Me subiré al bote.
Solo bájame.
―Me temo que ya no es una opción ―dice Nick, gol-
peando mi trasero con tanta fuerza que grito en voz alta.
El agua salpica a nuestro alrededor y me empapa la
cara mientras nos conduce hacia el barco que espera. Dejo
de forcejear cuando soy recompensada con otra fuerte bo-
fetada en mi trasero, los pantalones de yoga hacen muy
poco para protegerme en este acto humillante.
―No soy un hombre con el que meterse ―dice Nick,
otro golpe aterrizando en mi trasero vuelto hacia arriba―.
¿Ya has olvidado nuestro contrato?
Eso me tiene quieta en estado de shock. Presionando
contra sus piernas para arquear mi cuerpo, digo. ―¡Bien!
Lo entiendo. Sigue tus reglas. Te escucho fuerte y claro.
Su risa hace que cada célula de mi cuerpo se ponga
en alerta, pero es su: ―Sí, y un castigo con tu nombre hará
que te acuerdes de seguir lo que oyes alto y claro.― Lo que
hace que mi culo se apriete tanto y que mis manos vuelvan
a intentar cubrir lo que sé que es su objetivo.
Nick me sube al bote, siguiéndome de cerca. Ambos
estamos mojados, y la energía entre nosotros chisporrotea
tanto que apenas puedo respirar. Está enojado, pero tam-
bién tiene el control. De hecho, me pregunto si Nick Hud-
son alguna vez pierde el control. Incluso cuando estaba a
punto de cortarle los dedos a un hombre, parecía tener el
control de cada emoción que poseía.
Me lanza un chaleco salvavidas. ―Póntelo.
Me trago una réplica enojada y me las arreglo para
mantener la calma. ―Sé cómo nadar.
―Ahora.
―No necesito un chaleco salvavidas.
Su tono no cambia, pero la tormenta en sus ojos pa-
rece alcanzar fuerza de huracán. ―No te estoy pregun-
tando, Lyriope, te lo estoy diciendo. Créame, no quieres
que me repita.― Inclinándose en el asiento, abrocha el cha-
leco a mi alrededor―. Permanece sentada.― Luego se
sienta en el asiento del conductor y enciende el motor.
Hago lo que me ordena porque no tengo muchas op-
ciones. Los asientos de cuero están fríos por el aire inusual-
mente fresco de la primavera y por el hecho de que el agua
del océano se adhiere a mi ropa y está helada sin importar
la época del año.
El estruendo del bote se siente como pura masculini-
dad, causando que el deseo y la excitación crezcan dentro
de mí, lo que también me enfurece por permitir que mis
emociones sean persuadidas tan fácilmente. Miro el perfil
cincelado de Nick en la luminosidad del cielo estrellado. Su
mirada, su olor, toda su presencia dominante es franca-
mente erótica.
¿Qué diablos está pasando? Él muy bien podría ser
el hombre más sexy que he visto en mi vida, pero este hom-
bre es exasperante, mandón y me secuestra... o me rescata...
o… no tengo ni idea.
Viajamos en silencio mientras el bote atraviesa el
agua y nos dirigimos de regreso al muelle donde estuvo
estacionado el bote. En una situación normal, habría dis-
frutado el paseo en bote, pero actualmente todo lo que
puedo sentir es aprensión por lo que viene después.
Cuando llegamos al muelle iluminado, salta y ama-
rra el bote. Sus guardias de seguridad caminan hacia noso-
tros mientras les indica que se detengan. ― Lo tengo con-
trolado. Sólo ocúpense de la casa.
Ambos hombres hacen una pausa, me miran y luego
siguen rápidamente la orden de su jefe. Estoy seguro de
que los hijos de puta esperaban verme desnuda.
Nick vuelve a subir al bote cuando lo tiene asegu-
rado y me quita el chaleco salvavidas que olvidé que lle-
vaba puesto.
Me concentro en sus manos mientras recoge su bas-
tón que estaba en el suelo. Intento repeler las imágenes se-
xuales que invaden mi mente de lo que es capaz de hacer
con esas manos.
―¿Siempre eres así? ―pregunta.
―¿Así como?
―¿Terca, tonta y ridículamente descuidada?― La
mandíbula de Nick se tensa y su expresión se oscurece aún
más―. Sabía que intentarías escapar, pero no pensé que lo
harías en la primera noche.
―No estaba tratando de escapar. Necesitaba aire.
Necesitaba recuperar cierta sensación de control cuando mi
vida es todo lo contrario. Siento que he entrado en una tie-
rra que es más grande que yo, más poderosa que yo, y ame-
naza con tragarme.
Sé que debería estar enojada con Nick por quitarme
mi elección y dictar mi nueva vida, pero a pesar de mi si-
tuación, solo me siento excitada. Su acto de hombre de las
cavernas de tirarme sobre su hombro y azotarme el trasero
parece haber desatado un deseo oculto por más. No puedo
dejar de imaginar sus manos sobre mi cuerpo.
―Lyriope, los Sidorov enviaron a alguien para se-
cuestrarte y tal vez incluso matarte. ¿Entiendes eso? ¿En-
tiendes que no tienes el lujo de dar un paseo de mediano-
che por la playa? No hasta que pueda al menos ver por qué
hay una vez más un asesino sobre tu cabeza.
Se vuelve hacia mí, mirándome directamente a los
ojos. Tomo aire para calmarme y decido enfrentarlo, ne-
gándome a romper su mirada. Se sienta a mi lado en el
asiento de cuero, invadiendo mi espacio personal hasta que
está a centímetros de mi cara. Se sienta tan cerca que puedo
sentir el calor de su cuerpo, la intensidad de su mirada hace
que mi estómago se agite. Vamos a tener nuestro propio
concurso de miradas, y no voy a dejar que gane. No esta
vez.
Tampoco estoy por encima de cambiar las reglas del
juego. Virgen o no, incluso con mi falta de experiencia, lo
que realmente quiero hacer es besarlo. Quiero dar el primer
paso y tirar todas las precauciones al viento mientras nos
balanceamos de lado a lado bajo el cielo estrellado. Quiero
sentir sus labios, sus manos y su cuerpo pegados al mío.
No entiendo cómo puede ser posible sentirme así, pero
maldita sea si no quiero probar el sabor de esta increíble-
mente fuerte atracción sexual.
Antes de que pueda reunir el coraje para inclinarme hacia
adelante, Nick toma su turno, robándome ese primer mo-
vimiento del juego. Me agarra por la nuca y acerca mis la-
bios a los suyos. Pasando sus manos por mi cabello, con-
duce el beso aún más profundo. El beso es apasionado, in-
tenso y lleno de tantas promesas de lo que puede crear esta
química que me olvido de respirar.
Cuando desliza su mano hacia mi hombro y luego
baja suavemente por mi costado hasta posarse en mi ca-
dera, me tenso, sólo para que Nick acerque mi cuerpo al
suyo. Olvidando que se supone que esto es un juego con
mis reglas, no lo alejo. En lugar de eso, extiendo mis dedos
contra su pecho musculoso, deseando desesperadamente
quitar la ropa que me impide acceder a su piel.
Sin romper el beso, me levanta, colocándome sobre
su regazo para que esté a horcajadas sobre sus caderas. Su
dureza presiona contra mi estómago, llevando mi necesi-
dad a otro nivel. Nick alcanza el dobladillo de mi camisa y
comienza a levantarla sobre mi estómago, provocando que
suene una campana de advertencia en la parte posterior de
mi cabeza.
Él es el villano.
Es el monstruo de la historia.
No es mi caballero de brillante armadura. Debería
estar planeando mi escape.
Esto es una locura; apenas conozco a este hombre.
Una mujer cuerda no se enrolla con un loco que la secues-
tra. Impulsivo, imprudente y absolutamente loco, es la
única forma de describir lo que está sucediendo.
Nick me besa el cuello y me susurra al oído. ―Estás
mojada.
¿Está hablando de mi ropa o sabe lo que está pa-
sando entre mis piernas?
Lucho por encontrar mi voz. Segura que no esperaba
esto cuando prácticamente fui arrojada al bote. Esperaba
algunos gritos, tal vez algunos insultos, pero no esto. Real-
mente no tengo idea si quiero que se detenga o continúe.
Sin poder expresar lo que quiero verbalmente, meto
la mano entre nosotros hasta el botón de sus pantalones,
tirando para liberar el contenido. Deslizando mi mano en-
tre la tela y el plano de su abdomen, deslizando mis dedos
dentro de sus calzoncillos, puedo sentir el vello de su ingle
bajo las yemas de mis dedos. Antes de que pueda explorar
lo que hay entre esos rizos, me agarra la muñeca.
―Has sido mala.― Palmea mi pecho con su mano
libre y pasa su pulgar por mi pezón―. Muy mala ―gruñe.
Lo miro a los ojos, sorprendida por la ferocidad que
veo allí. De manera evidente quiere exactamente lo mismo
que yo. Su agarre es como el hierro... irrompible, mante-
niendo mi mano atrapada, mis nudillos rozando una barra
de acero que juro que palpita contra mis dedos.
Dándole lo que espero sea una sonrisa sexy, estoy a
punto de sugerir que vayamos más allá cuando…
―Hay consecuencias para esta noche. Y lo que esta-
mos haciendo aquí es una recompensa. No es un castigo
―dice, cada palabra enunciada con una firmeza que parece
romperse en los pequeños confines del asiento de cuero―.
Es hora de entrar.― Se aleja lo suficiente para decirme que
nuestro tiempo de pasión ha terminado.
¡Qué demonios! ¿Habla en serio? Prácticamente es-
toy sosteniendo su polla... su polla dura, ¿y así es cómo
reacciona?
¿Él no puede decirme esto mientras mantengo mi
ropa puesta? Mi camisa está casi fuera de mí, mis tetas
prácticamente se están cayendo del sostén de media copa
que estoy usando, y mis pezones están tan duros como gui-
jarros. Ni siquiera mira hacia abajo o rompe el contacto vi-
sual. No, en lugar de eso, eligió tratarme como una puta
que recogió en una esquina oscura. Ha elegido pisotear mi
dignidad. No soy solo yo quien quiere más y, sin embargo,
él me hace sentir de esa manera.
Furiosa, saco mi mano de sus pantalones, bajo de su
regazo y me alejo lo más que puedo de Nick. Tan rápido
como mis dedos pueden manejar, me bajo la camisa. ―Eres
un verdadero idiota, ¿lo sabías?
La sonrisa de Nick me da ganas de abofetearlo.
―¿Estás lista para pagar por tu crimen?
―Es gracioso que estés diciendo que cometí un cri-
men ―digo, saltando del bote―. Vete al infierno.― Salgo
corriendo hacia la mansión. ¿En qué estaba pensando? Gi-
lipollas no es una palabra suficientemente fuerte para este
hombre.
Lo escucho reír detrás de mí mientras el clic, clic de
su bastón golpea el muelle mientras me sigue de cerca.
Capítulo Dieciséis
Nick
―A MÍ ESTUDIO, AHORA —ordeno mientras
cruzamos la puerta principal y entramos al vestíbulo.
―Me voy a la cama ―escupe Lyriope, sin mi-
rarme.
―Ahora ―advertí.
Es bueno ver que ella no es estúpida. Está
aprendiendo porque deja de caminar, me mira por en-
cima del hombro y espera.
―Estudio. Ahora. ―Señalo hacia el largo pasi-
llo que conduce a la habitación.
Se cruza de brazos y se dirige al estudio sin de-
cir una palabra más. Ignoro las huellas mojadas que
deja en el piso de mármol blanco, sabiendo que estoy
haciendo el mismo desastre. No es propio de mí sim-
plemente dejar un desastre… de hecho, me está dando
comezón, pero necesito actuar ahora y no preocu-
parme por algo que mi ama de llaves sin duda habrá
limpiado para cuando termine con Lyriope.
―Quítate la ropa ―digo mientras entramos al
estudio y cierro la puerta detrás de mí―. Está mojada.
―No me importa ―dice―. Tomaré una ducha
y me calentaré una vez que suba las escaleras.― Man-
tiene los brazos cruzados y me lanza una mirada de
impaciencia.
Suelto un fuerte suspiro, mi propia paciencia se
está agotando. ―Di una orden, y espero que se cum-
pla. Claramente necesitamos un recordatorio de nues-
tro contrato.
La veo tragar saliva mientras sus ojos se dirigen
al fuego de la chimenea. Estoy feliz de que esté ar-
diendo porque el calor en la habitación ya está ayu-
dando a secar mi propia ropa. Elijo no poner atención
a cómo el agua gotea de nuestra ropa sobre la alfom-
bra blanca de mi estudio. O al menos lo intento, pero
quiero que se quite esa ropa lo antes posible.
―Nick.
Deja de hablar cuando conecta sus ojos con los
míos. Me gusta que pueda leer mis pensamientos por-
que rápidamente se baja los pantalones y las bragas,
quitándoselos de una patada. Luego se levanta la ca-
misa por encima de la cabeza, se desabrocha el sostén
y luego se para frente a mí completamente desnuda.
Mi polla se para en atención a la vista más her-
mosa del mundo. Me encanta que la mayor parte de
mi oficina no tenga ningún color. El blanco domina la
habitación, pero debido a que lo hace, la calidez de la
carne de Lyriope y la riqueza de su cabello se destacan
en el lienzo en blanco. Ella brilla y nada puede desviar
la atención de su impresionante apariencia.
Engancho mi dedo y le hago un gesto para que
se acerque a mi escritorio como lo habíamos hecho an-
tes. Ella camina hacia mí, con los ojos bajos, el labio
interior entre los dientes.
Le doy la vuelta y la aprieto contra mi escrito-
rio, con su trasero frente a mí. —Échate hacia atrás y
separa tus mejillas —demando, mientras desabrocho
mis pantalones, sacando mi dolorida polla de su con-
finamiento.
―¿Q-qué?
—No me hagas repetirme —digo, apretando mi
polla en la base, obligándome a retroceder. No por fo-
llar su estrecho agujero... eso es lo que finalmente su-
cederá, pero no quiero correrme en el momento en
que me hunda en su culo.
―¿Pero por qué? ―pregunta. No hay sarcasmo
en su tono, simplemente un poco de confusión.
―Sabes por qué ―digo acercándome, amando
la forma en que su mirada cae sobre mi polla y el ru-
bor que instantáneamente inunda su rostro.
Pero lo que más me gusta es la llamarada de
miedo... mezclado con la necesidad que llena sus ojos.
Extiendo la mano y acaricio con un dedo la grieta de
su trasero, observo su cuerpo estremecerse y escucho
el suave jadeo que no puede contener.
―¿Qué te dije que les pasa a las chicas que no
pueden obedecer las reglas? ¿Qué te dije que pasaría
si rompías el contrato?
—Tú… no lo harías —dice, y tengo que
reírme―. No podrías haber hablado en serio.
Ella aprenderá que ciertamente lo haré, y hablo
en serio. ―Responde la pregunta, o podemos comen-
zar la lección desde el principio. Otra vez.
―¡No! Por favor, no.― Su súplica se corta
cuando empujo mi dedo contra su apretado agujero.
―Se les folla.― Prácticamente grita, sus nalgas no se
ablandan por su fuerte apretón.
―¿A dónde se les folla? —pregunto, disfru-
tando de la batalla de voluntades, sabiendo exacta-
mente quién será el vencedor.
―Oh, Dios ―dice, y sin embargo puedo oírla
rendirse. Sus ojos se cierran brevemente pero luego se
abren, su mirada se encuentra con la mía. ―En… en
el culo.
―Exactamente ―digo―. Ahora, separa tus me-
jillas y muéstrame ese pequeño y apretado agujero
que mi polla va a follar.
Sus manos tiemblan cuando se estira hacia
atrás, flotando por un momento como si contemplara
rechazar la orden, pero después de un momento, los
dedos se deslizan en la raja de su trasero, y lentamente
separa la carne.
―Abre más, mucho más ―reprendo―. Quiero
ver cada pliegue de ese agujero arrugado.
La carne rosada en su trasero por mis golpes an-
teriores no es la única pintura roja de su cuerpo. Su
rostro es escarlata mientras obedece. Sus dientes han
atrapado su labio inferior, escapando suaves maulli-
dos de angustia que no hacen otra cosa que mi polla
se retuerza.
Ella es jodidamente magnífica en su rendición
forzada.
Su cabello está revuelto, y sus delgados dedos
agarran la carne regordeta. La hendidura pálida de su
trasero es como un faro para mi misión y en ese valle
se encuentra mi objetivo. Su ano está lejos de estar
listo para tomar mi circunferencia cómodamente, el
borde estrecho y el centro apretado.
―¿Has estado pensando en cómo se sintió la
pluma en tu trasero? ―pregunto―. ¿Fantaseas sobre
cómo se sentiría algo mucho más grande?
―No.
―Vamos, Lyriope. Siempre me ha gustado tu
honestidad. No cambies ahora.
―Yo no... no. Nunca... no soy así. Nunca que-
rría esto ―dice, con los ojos cerrados de nuevo como
si le diera vergüenza confesar que nunca ha jugado de
esta manera.
O tal vez avergonzada de que ella si quiera.
Puedo leer cuánto la avergüenza su virginidad.
Un remedio que me encantará curar. Pero primero el
culo virgen será mi prioridad.
Me muevo completamente detrás de ella, em-
pujando contra su tobillo con mi pie, guiándola para
ampliar su postura. Estirándome hacia adelante, paso
mis dedos a lo largo de su sexo. A pesar de su miedo…
o tal vez no miedo exactamente, sino inquietud, su
coño no ha dejado de gotear.
Su respiración se acelera cuando paso las pun-
tas de mis dedos por su clítoris.
―Puedes protestar, mi flor ―le digo, mientras
empujo dos dedos profundamente dentro de su coño,
haciendo una tijera.
Ella gime fuerte pero no dice una palabra.
Sonrío y deslizo mis dedos libres, inclinándome
sobre ella, escucho su grito de sorpresa cuando el mo-
vimiento hace que mi cuerpo presione contra sus bra-
zos, sus manos, su trasero, mientras muevo mi mano
hacia su cara.
—Abre los ojos —le ordeno y cuando lo hace,
froto mis resbaladizos dedos para que ella vea, su ex-
citación brillando a lo largo de ellos―. Tu mente
puede decir que está mal, sucio, tabú, pero tu cuerpo
dice la verdad. Tu coño está empapado.
Ella jadea, ante la verdad o las malas palabras,
no lo sé y no me importa. ―Es algo bueno ―digo, pa-
sando mis dedos por sus labios. ―¿Sabes por qué?
Evidentemente recelosa de abrir la boca, niega
con la cabeza. Me inclino más cerca para hablar justo
en la concha de su oído.
―Porque mi polla va a empujar dentro de tu
pequeño agujero. Lo forzará a estirarse ampliamente
y luego profundizará para hacer estallar tu cereza
anal. Y lo único que ayudará a que sea más fácil es el
jugo que está sacando tu coño. Bueno, eso y el escupi-
tajo que vas a aportar.
Retrocediendo, paso de nuevo mis dedos a lo
largo de su coño, tan húmedo como antes, pero esta
vez transfiriendo esa humedad hasta su ano. Ella se
resiste, pero mantiene sus nalgas abiertas, y después
de varios giros alrededor del borde fruncido, co-
mienza a dar pequeños gemidos suaves, empujando
sus caderas hacia atrás cada vez que dejo su agujero
para sumergirlo más abajo para recolectar más de su
crema de su coño.
Su jadeo es más agudo cuando empiezo a desli-
zar un dedo dentro de su culo. ―No lo dudes, no va-
yas lento. ― Presiono firmemente dentro, obligando a
su culo a ceder, para permitirme la entrada.
Sus brazos tiemblan, sus caderas intentan em-
pujar hacia abajo en la mesa, pero mi agarre en su ca-
dera le asegura que no irá a ninguna parte.
Después de unos cuantos empujones, saco mi
dedo, sólo para unir otro a él, deslizando ambos de
nuevo dentro.
Esta vez, su grito es más fuerte. ―Por favor,
es… es demasiado. Duele.
―Son dos dedos, mucho más pequeños que mi
polla ―le informo, sin dejar de empujar en su culo―.
Y sí, va a doler. Va a arder como el infierno, y te va a
encantar.
―No me gusta. Ya no necesito la consecuencia.
Entiendo y seguiré el contrato a partir de ahora. Por
favor ―dice, pero su trasero empuja hacia atrás como
si ayudara a asentar más profundamente los dos de-
dos, y suspira cuando están completamente enterra-
dos.
Parece que alguien anhela el dolor tal como lo
había predicho, pero no está lista para admitirlo.
Comienzo a follarla con mis dedos, separándo-
los, separando sus músculos contraídos. Sé que la fric-
ción por la falta de lubricación adecuada está cau-
sando escozor, incluso si no pudiera escuchar sus
maullidos de dolor y placer mezclándose. Pero bueno.
Es un castigo, no es una recompensa.
Estirándome hacia adelante, agarro su cabello y
tiro de su cabeza hacia atrás, obligándola a mirarme.
―Ahora, pídeme cortésmente que te deje chupar mi
polla para que puedas mojarla bien y follar por el culo.
Estoy realmente sorprendido cuando ella no ha-
bla de inmediato. Es un caso de su mente discutiendo
con su cuerpo, pero la expresión de su rostro y el mau-
llido suave y estrangulado me dice exactamente quién
será el vencedor.
―¿Puedo… por favor, puedo chuparte la polla?
Tiro más de su cabello. ―¿Por qué?
―Oh, Dios ―gime ella―. ¿Realmente tengo
que decirlo?― Cuando solo asiento con la cabeza, su
rubor se oscurece, pero dice―. Así puedo tenerlo bien
mojado antes de que me folles.
―¿Vete a la mierda dónde? —pregunto, disfru-
tando esto de más formas de las que creo posibles.
Esta vez, la chispa que veo en la profundidad
de sus ojos marrones es más que deseo. Es un destello
de desafío, y solo eso hace que la batalla sea aún más
dulce.
Un tirón de mi mano hace que su cuello se ar-
quee hacia atrás otra pulgada. ¿Dónde, Lyriope?
¿Dónde te va a follar mi polla?
Rindiéndose, cierra los ojos brevemente y luego
los abre, encontrándose con los míos. ―En mi culo.
—Qué chica tan sucia eres —digo, sacando mis
dedos de su culo, pero usando mi agarre de su cabello
para evitar que se extienda sobre mi escritorio. ―Sí,
puedes chuparme la polla, y si haces un buen trabajo,
te recompensaré con lubricante. De lo contrario, me
tomarás solo con saliva.
Luego la empujo para que se arrodille, el suave
siseo que emite es ignorado. Empuñando mi polla en
una mano, tiro del puñado de mechones marrones,
obligándola a mirarme, observando cómo sus labios
temblar. Paso la cabeza de mi polla por sus labios y
ella permite que se separen ligeramente.
Me río profundamente con maldad.
―Vas a tener que hacerlo mejor que eso.― Se
separan un poco más―. Así. Abre tu boca y chupa mi
polla.
Ella no discute, no protesta, simplemente obe-
dece. Es increíble lo que los dedos en el culo y el miedo
a que te metan una gran polla en el culo hasta dejarla
seca pueden hacer que cambies de actitud.
Su lengua se desliza sobre mi polla, lamiendo el
líquido preseminal que comenzó a gotear desde el
momento en que se bajó los pantalones para su cas-
tigo. Mis dedos en su cabello la mantienen en su lugar,
guiándola arriba y abajo, asegurándome de que com-
prenda que ella no está a cargo... ni siquiera de esto.
―Todo ―digo, tirando de su cabeza hacia ade-
lante, sus arcadas involuntarias no me molestan en lo
más mínimo. La mantengo en su lugar por unos se-
gundos más y luego la jalo hacia atrás, permitiéndole
respirar profundamente―. Tienes una ventana de
oportunidad muy corta para mojar mi polla lo más
que puedas para ganar ese lubricante. Y créeme, mi
flor, vas a querer que sea agradable y resbaladiza
cuando folle ese culito apretado con ella.
Su lengua gira lo mejor que puede, intentando
cubrir cada centímetro de mi eje. Tan genial como se
siente, no estoy aquí para obtener una mamada. Estoy
aquí para reclamar por completo ese trasero suyo.
Mucho antes de lo que quiero, sabiendo que es-
toy cerca de correrme, y su boca no es lo que deseo
llenar, me detengo aquí. Uso su cabello para tirar de
su cabeza hacia atrás.
—Ábrete —digo, y una vez que lo ha hecho, hi-
los de saliva se extienden desde sus labios hasta mi
polla—. Demuéstrame que has hecho un buen trabajo
como la buena chica que eres. Parece que puedes
aprender rápido cuando quieras. Agradable y hú-
medo. Arriba y atrás sobre la mesa.
La ayudo a ponerse de pie, dándole la espalda
a la mesa. Ella me mira, pareciendo estar tratando de
decidir si hablar o no. Tal vez quiera suplicar por el
lubricante. Tal vez quiera rogarme que pare del todo.
―Cuanto más esperes ―digo―. Más se secará
mi polla.― Su mirada cae sobre mi polla en la mano,
una gota de líquido preseminal se desliza desde la
punta. Otro maullido suave, otra ráfaga de color en su
rostro, y ella asiente, inclinándose hacia adelante,
abriendo las piernas y luego, sin que se lo recuerden,
se estira hacia atrás y separa sus mejillas, ofrecién-
dome su dulce, culo virgen.
―Ahora, esa es mi chica buena. Obtienes una
polla lubricada por hacer exactamente lo que espero
sin que te lo pida.
Abro el cajón de mi escritorio y saco el frasco de
lubricante que utilicé anoche. Cubro mi polla con él, y
luego me tomo el tiempo de añadir otras pasadas de
jugo de coño a su agujerito, y otro momento para em-
pujar dos dedos dentro de ella de nuevo. Una vez que
siento que el músculo empieza a rendirse, saco mis de-
dos y pongo la cabeza de mi polla en su entrada.
Follar es uno de mis pasatiempos favoritos,
pero, por Dios, hundirme en el culo de una mujer es
follar en su nido. La lucha involucrada, la sumisión
absoluta requerida es casi tan deliciosa como el calor
apretado y satinado que constriñe mi polla mientras
se la meto en el culo. Cada maullido, cada grito agudo,
jadeo y gemido es música para mis oídos.
Me encanta bailar el tango sucio con el dolor
desgarrador que provoco.
Así se hacen los villanos. Así es como comienza
la obsesión.
Tan malo, pero tan jodidamente bueno.
Tanto dolor, pero tanto placer. Tan mal, pero tan jodi-
damente bien.
Una vez que este culo sea reclamado, ella es
mía. Nunca la dejaré ir.
Mía.
—Joder, estás apretada —gruño, teniendo que
hacer una pausa a mitad de camino, sus músculos se
contraen con tanta fuerza alrededor de mi polla que
tengo que apretar los dientes. Será más fácil si te rela-
jas.
―Es imposible relajarse cuando alguien te está
metiendo el tronco de un árbol por el culo ―espeta.
Tengo que reírme Por mucho que amaba su ren-
dición, no estoy por encima de admitir que me gustó
bastante el regreso de su espíritu.
Agarrando sus caderas, tiro de ella hacia mí,
hundiéndome una pulgada más. ―Hazlo a tu manera.
Me gustan los dulces gemidos y jadeos de tu malestar.
Sin otra palabra, sigo tirando de ella hacia atrás
y empujando hacia adelante, ignorando sus chillidos,
gemidos y súplicas para detener o ir más despacio
hasta que, por fin, estoy enterrado hasta el fondo. Mi
cuerpo se inclina sobre el de ella de nuevo mientras le
retiro el pelo de la nuca.
―Felicidades. Ya no eres virgen.― Lamo a lo
largo de la piel expuesta hasta su oreja, tomo el lóbulo
entre mis dientes y le doy un tirón, un mordisco, antes
de soltarla para decir―. Ahora, asegurémonos de que
nunca olvides haberla perdido, ¿de acuerdo?
Me encantó el hecho de que la respiración de
Lyriope es un poco irregular, sus pezones duros, su
coño todavía goteando contra mi cuerpo donde esta-
mos tan apretados, y su gemido ante mi declaración,
no es de negación, sino de pura y cruda necesidad.
Retrocedo lentamente, viendo mi polla desli-
zarse hacia afuera, amando su llanto cuando dejo su
trasero, solo para alinearme nuevamente y empujar
hacia adelante en el momento en que su agujero se ha
cerrado.
Es tan jodidamente agradable que lo hago de
nuevo, y luego otra vez, cada vez que su cuerpo tarda
un poco más en recuperarse antes de verse obligado a
rendirse de nuevo. La vista de su cuerpo luchando por
adaptarse, el empuje de sus caderas como si me diera
la bienvenida, hace que el viaje sea más fácil esta vez.
Puedo sentir mis bolas apretándose y sé que,
aunque desearía poder quedarme y follarla toda la no-
che, no puedo, voy a explotar antes de lo que quiero.
Alcanzando su cabello nuevamente, tiro de ella hacia
atrás e inclino su rostro para poder verla, queriendo
ver su expresión mientras realmente empiezo a follar
su trasero con fuerza.
Choco contra ella una y otra vez, sin impor-
tarme que suelte el agarre de sus nalgas, sus manos
van a empujar contra el escritorio, preparándose
mientras entro y salgo de su trasero implacablemente.
Sus fuertes gritos son una mezcla de placer y
dolor erótico y pecaminoso.
Cuando siento que su canal se contrae aún más,
sé que a mi belleza bastarda le gusta que le metan por
el culo. La mujer puede ser virgen, pero está a punto
de experimentar su primer clímax con una polla ente-
rrada en un lugar que no sea su coño.
―¿Quieres correrte? ―gruño, girando su ca-
beza un poco más hacia atrás para que se vea obligada
a mirarme.
―Duele, pero…
―Pero el dolor también se siente bien ―digo,
moviendo mis caderas hacia adelante, empujándola
con fuerza sobre el escritorio.
―Por favor... ―suplica, sus manos arañan el es-
critorio mientras me retiro, sosteniendo solo la punta
de mi polla dentro de su calor prohibido.
―¿Eres una de esas chicas a las que les gusta
una gran polla enterrada profundamente en su culo?
―Oh Dios ―jadea.
―Dime, Lyriope, ¿qué tipo de chica quiere co-
rrerse cuando le están follando el culo por primera
vez?
―¡Una chica sucia!― Prácticamente grita―.
Soy una chica sucia. Por favor, Nick, por favor déjame
correrme.
―Eres una chica sucia ―repito―. Solo una
chica muy sucia toma a un hombre por el culo y su-
plica por más. Admite que quieres que te folle, que te
gusta someter tu culo a mí. Te gusta que lo reclame,
como sea que decida hacerlo.
Ella gime, sacudiendo la cabeza de un lado a
otro hasta que la detengo con un tirón de su cabello.
―Admítelo.
―¡Sí! ―grita―. Me gusta darte mi culo.
―Sí, lo haces ―respondo―. Ahora, chica sucia,
si quieres correrte, será mejor que te corras y te corras
fuerte. Quiero sentirte ordeñando mi polla mientras
estoy profundamente en tu culo.
Ella gime, pero empuja contra mí, instándome a
moverme más fuerte, más rápido, más profundo, a pe-
sar de la evidencia de que está experimentando el do-
lor con su placer.
―¡Más duro! ―grita y cuando me hundo hasta
el fondo con un fuerte empujón, su respiración se de-
tiene, sus ojos giran hacia atrás y todo su cuerpo se
convulsiona.
―¡Mierda! ―gimo, sus contracciones como un
tornillo alrededor de mi polla.
Puedo sentirlas ondulando arriba y abajo de mi
longitud. Aprieto la mandíbula, tiro hacia atrás contra
la constricción y luego empujo hacia adelante.
Cuando siento otra ola ordeñando mi polla, es mi
turno de gritar mientras empujo profundamente, mis
bolas golpean contra su coño que se contrae mientras
mi semilla corre por mi longitud para estallar profun-
damente dentro de su culo.
―Maldita sea ―digo con un empujón final. Co-
lapsando sobre su espalda, entierro mis labios en su
cuello, escuchando su respiración entrecortada con
sus suaves gemidos.
Me toma varios minutos hasta que siento que
puedo pararme sin que mis piernas flaqueen. Le doy
un beso en el cuello y luego empujo hacia arriba, sa-
liendo de su culo, amando el suave gemido que da
cuando la dejo, mi semen goteando de su agujero.
Le doy una palmada en el culo con fuerza y
digo. ―Consecuencias. Ahora ve arriba y duerme un
poco.
Capítulo Diecisiete
Lyriope
RECUERDO LA PRIMERA VEZ QUE ME DESPERTÉ EN
LA PARTE TRASERA DE MI COCHE DESPUÉS DE UNA LARGA
Y FRÍA NOCHE APARCADA EN EL ESTACIONAMIENTO DE
UN SUPERMERCADO. Estaba tan desorientada que tardé
varios momentos en darme cuenta de dónde estaba
exactamente.
Ese sentimiento regresa cuando abro los ojos y
veo el techo blanco sobre mí. Por un segundo, me pre-
gunto si todo lo que me ha pasado es un sueño. Sin
duda, es un sueño. Los hombres como Nick Hudson
no existen en la vida real. Su mansión es solo una ex-
presión de mi imaginación. Tal vez accidentalmente
tomé algo cuando estaba en “Wonderland”, y acabo
de estar en un estupor drogado que me hizo alucinar
todo.
Las mullidas mantas blancas y las almohadas
que casi envuelven mi cabeza me hacen sentir como si
estuviera acostada en un lecho de nubes. Entonces, sí,
seguramente todo esto es un sueño. Nadie duerme en
las nubes. Me muevo lo suficiente para mirar alrede-
dor de la habitación y cuando lo hago, hago una
mueca ante el dolor en mi… en mi trasero.
Oh, Dios, no fue un sueño lo que pasó anoche.
Me estiro detrás de mí y toco suavemente el área
donde me habían invadido la noche anterior y supe en
ese momento que el área adolorida y en carne viva ha-
bía sido reclamada por Nick Hudson. Me había jodido
el culo como había prometido hacer si rompía sus re-
glas. Mi rostro se calienta ante el recuerdo y el hecho
de que mi coño tiene una cálida sensación de hormi-
gueo cuando recuerdo que me incliné sobre su escri-
torio y me violó de todas las formas que eligió. La peor
parte de anoche no fue el acto en sí, sino el hecho de
que mi cuerpo quería más. No quería que me jodieran
allí. Quería que reclamara cada parte de mi cuerpo.
Incluso ahora.
Debería estar gritando, horrorizada, exigiendo
mi liberación. Debería odiar a Nick, despreciar su re-
pugnante y animal acto. Y, sin embargo, fue, con mu-
cho, la experiencia más caliente de mi vida. Incluso su-
pera la primera noche que pasé con Nick en la fiesta
navideña de los Morelli.
Hay un pequeño golpe en la puerta, seguido
por Diane asomando la cabeza. ―No estaba segura de
a qué hora te gustaría vestirte para el día. Nick me dijo
que ahora estaría bien.― Da un paso cauteloso aden-
tro mientras me siento en la cama, frotándome los ojos
para quitarme el sueño.
Considero despedirla, pero recuerdo que esta
era una de las reglas de Nick, y aunque anoche fue…
Bueno, no quería que se repitiera tan pronto. Eso, y
tampoco quiero meter a esta mujer, Diane, en proble-
mas por no hacer su trabajo.
―¿Te gustaría tomar una ducha primero?
―pregunta.
―Tomé una anoche― digo, apartando los pies
del lado de la cama.
Diane corre al armario y saca un precioso ves-
tido azul. Tiene un diseño simple, parece ser de algo-
dón y también parece que me colgará hasta las espini-
llas más o menos. En realidad, no soy de vestir, pero
no quiero parecer una ama de casa de los suburbios,
ya que Nick me acusó de parecerme a una. Ha demos-
trado su punto lo suficiente como para saber que, si
quiero estar cómoda, en todos los sentidos, entonces
necesito seguir las reglas de su casa.
Tratando de concentrarme en la pintura bri-
llante frente a mí mientras Diane hace su trabajo, me
niego a hablar o hacer contacto visual con la mujer
mientras me viste. Es extraño e invasivo. Lo único que
me ayuda es recordar que el personal viste a la realeza
todo el tiempo. De todos modos, es la sensación más
incómoda del mundo levantar los brazos y permitir
que una mujer coloque un vestido sobre mi cabeza.
Una vez que estoy vestida, Diane me da unos
sencillos zapatos planos negros para que los use, y me
alivia que no se espere que camine en tacones de cinco
pulgadas todo el día. Luego me hace sentar frente a
una mesa de maquillaje y un espejo y comienza a pei-
narme.
Hay otro golpe en la puerta seguido de una mu-
jer que entra en la habitación con mucha más con-
fianza que la que tenía Diane. Me toma unos segundos
recordar de dónde la reconozco. Ella es la mujer que
trabajaba en la puerta principal del “Wonderland”.
―Buenos días, Lyriope ―dice la mujer―. Mi
nombre es Marta. Trabajo para el Señor Hudson. Tuvo
que salir del país por negocios, un par de días, y que-
ría que yo cuidara de ti y me asegurara de que tienes
todo lo que necesitas mientras él está fuera.
Giro la cabeza para mirarla directamente.
―¿Salió?
―Envía sus disculpas por irse sin despedirse,
pero tenía que irse antes del amanecer.
Luego Martha sale de la habitación por un se-
gundo, sin cerrar la puerta detrás de ella. Vuelve a en-
trar con una caja de estaño llena de herramientas para
esculpir bajo el brazo. Abre una puerta que revela una
antecámara con luz solar que entra desde arriba. Ya
hay una gruesa lona gris colocada sobre el suelo de
mármol y unos cuantos bloques de lo que parece ser
granito, recién sacado de una cantera. Ella es más pe-
queña en estatura de lo que pensé originalmente, es-
pecialmente al lado de los bloques grandes. Me pre-
gunto cómo los metieron dentro. Aunque tengo la
sensación de que esta mujer podría patear el trasero
de cualquier oponente que se cruce en su camino. Ob-
servo su trabajo con atención a través del espejo mien-
tras Diane termina de peinar mi cabello.
―El Señor Hudson no quiere que te aburras
mientras él está fuera y pensó que te gustarían algu-
nos materiales de arte.― Martha mira las pinturas bri-
llantes en la habitación de diferentes tipos de flores―.
Como puede ver, el Señor Hudson ama el arte. Tam-
bién quiere que sepas que tienes acceso completo a
toda la casa, incluido el gimnasio, su estudio que está
lleno de libros y la sala multimedia si quieres ver tele-
visión o una película. Ha hecho arreglos para que to-
mes todas tus comidas en tu habitación mientras él
está fuera porque siente que es demasiado solitario co-
mer sola en el comedor, pero si prefieres no comer en
tu habitación, solo tienes que avisarme y yo me en-
cargo.
Diane se aleja de mí. ―Se ve encantadora, Se-
ñorita Bailey. ¿Hay algo más que desee?
Niego con la cabeza, sintiéndome abrumada
por toda la atención que me han dado a primera hora
de la mañana.
Diane asiente y luego camina hacia la puerta.
―El desayuno llegará pronto. Te veré más tarde esta
noche para prepararte para ir a la cama. El servicio de
limpieza también estará disponible en breve.
Cuando Diane se va, Martha da un paso hacia
mí mientras termina de preparar el área de escultura.
―Me quedaré en la habitación contigua a la tuya
mientras el Señor Hudson está lejos. Si necesitas algo,
no dudes en pedirlo.
―Hay una cosa ―empiezo, sintiéndome inse-
gura de si debería atreverme a preguntar―. Nick me
dijo que podía llamar a mi prima, Sasha. Lo intenta-
mos anoche, pero ella no estaba en casa. ¿Hay alguna
manera de que pueda llamarla ahora? Sé que tiene que
estar muy preocupada por mí y...
―Sí ―interrumpe Martha―. El Señor Hudson
me dijo que te diera esto.― Me entrega un celular
nuevo de su bolsillo, mucho mejor que el viejo modelo
que tenía antes―. Dice que es un regalo y sabe que
después de tu reunión de anoche, sabrás a quién es
apropiado llamar y lo que está permitido decir.
El calor barre la parte de atrás de mi cuello y
cruza mi cara. No sé cuánto sabe Martha, pero espero
en Dios que Nick no le haya contado lo que me hizo.
―Si necesitas algo, estoy al lado ―dice Martha
mientras sale de la habitación sin decir una palabra
más.
Miro hacia los rincones de la habitación, en
busca de cámaras. También miro las pinturas para ver
si hay algo que se parezca a una lente escondida en el
arte. No se ve nada, pero no puedo imaginar que Nick
simplemente me dejaría tener total libertad con un te-
léfono y no estar viendo o al menos escuchando lo que
digo y hago. Sin importar si él está mirando o escu-
chando, marco el número de Sasha, feliz de haberlo
memorizado.
Ella contesta inmediatamente, sin aliento.
―Hola. Sasha, soy Lyriope.
―Ay dios mío. He estado tan preocupada por
ti. Intenté devolverte la llamada cuando perdí la tuya,
pero no obtuve una respuesta y... ¿Estás bien?
―Estoy bien ―aseguro―. Estoy en casa de
Nick. No estoy segura dónde vive porque no he es-
tado fuera de la propiedad, pero…
―Vive en Bishop's Landing. No estoy segura de
si estás en esa casa o no, pero supongo que sí.
Las dos hacemos una pausa, ya que acabamos
de hablar a toda velocidad. No estoy segura de qué
decir, o de lo que se me permite decir.
―Creo que debería ir con Leo antes de ir con
Lucian ―dice Sasha―. Lo he estado pensando un
poco, y él es el más protector de la familia, y estoy se-
guro de que si le explicamos la situación, te manten-
drá a salvo.
―No. No quiero que me rescaten. Hay una ra-
zón por la que me han mantenido en secreto, ya sea
por Bryant o tal vez porque su esposa Sarah no quiere
que sus hijos sepan que su padre tuvo una aventura.
Independientemente de la razón, no quiero que la pri-
mera vez que todos sepan de mí y me conozcan sea en
estas circunstancias. Pareceré una jodida alborota-
dora.
―Bueno, bienvenida al club ―dice ella―. To-
dos los Morelli la han cagado de vez en cuando. Enca-
jarás perfectamente.
―Lo digo en serio.
―Yo también.
―Por favor, no le digas a Leo ni a nadie ―digo
en voz baja―. Encontraré una manera de salir de este
lío.
―¿Nick te está ayudando? ―pregunta
―Estoy aquí, ¿no?
―Eso no significa que te esté ayudando. Podría
significar que te mantiene como un peón para su plan
maestro. Tal vez él planea venderte a los Sidorov. No
tiene sentido por qué un completo extraño, y un hom-
bre como Nick, simplemente te convertiría en su caso
de caridad a menos que tenga piel en el juego.―
Tengo que estar de acuerdo con Sasha. Aunque al
principio, pensé que me estaba ayudando para poder
follarme antes de morir, como dijo, creo que hay más.
Tiene que haber. ¿Por qué él pagaría la deuda que
tengo con los Sidorov?
―No sé qué está pasando. Dijo que pagó mi
deuda con ellos. Entonces, ¿por qué todavía están de-
trás de mí?
―Exactamente ―dice ella―. No tiene sentido.
Es por eso por lo que necesitas dejarme ayudarte.―
Ella hace una pausa―. Tengo acceso a una propiedad
familiar en Italia, en las afueras de Florencia, en la que
podrías esconderte.
Me río y examino la habitación de nuevo, pre-
guntándome si el teléfono está intervenido y Nick está
en algún lugar escuchando nuestra conversación.
―Estaba durmiendo en mi auto. No veo un viaje a Ita-
lia en mi futuro financiero. Además, estoy aquí, por
ahora. Nick tiene seguridad y la casa es segura.
―Tengo dinero.
―Sasha, aprecio todo lo que ofreces para hacer
por mí. Realmente. Pero este no es tu desastre para
limpiar. Y nunca podría vivir conmigo misma si te po-
nes en peligro por mi culpa.
―¿Dónde está Nick ahora? ¿Puedo hablar con
él? ―pregunta. Puedo sentir su frustración en su tono
de su voz.
―Está fuera por negocios.
―¡Perfecto! Entonces me subiré a mi auto para
ir a buscarte. Él no estará allí para detenerme.
―Tiene seguridad. Y te soy sincera cuando te
digo que por ahora estoy bien. Solo necesito algo de
tiempo para respirar y averiguar por qué los Sidorov
no están satisfechos con la deuda pagada y por qué
todavía me quieren. Tengo el lujo de eso ahora mismo,
y lo necesito.― Cuando ella no responde de inme-
diato, agrego―. Te prometo que si alguna vez siento
que necesito salir de esta casa y necesito ayuda para ir
a otro lugar, me pondré en contacto contigo. Lo pro-
meto.
―Bien. Me retiraré. Siempre y cuando devuel-
vas todos mis mensajes de texto y llamadas y cumplas
tu promesa de que vendrás a mí en el momento en que
no estés feliz o no te sientas segura.
―Lo prometo.
―¿Cuál es el número del que me llamaste?
―Nick me dio un teléfono celular. No estoy se-
gura dónde está el otro.
Hay otro golpe en mi puerta, pero a diferencia
de Diane y Martha que entraron sin que yo dijera
nada, quien está al otro lado de mi puerta no siente
que tenga permiso para entrar.
―Adelante ―digo. La puerta se abre y entra un
señor mayor vestido con el uniforme del personal de
Nick con una bandeja llena de pasteles, huevos duros
y una jarra de jugo de naranja―. Sasha, tengo que
irme. El desayuno ha llegado, pero te juro que me
mantendré en contacto y te mantendré informada si
escucho algo sobre por qué los Sidorov todavía me
quieren.
Ella suelta un pesado suspiro. ―No me gusta
esto... pero estaré de acuerdo por ahora.
―Señorita Bailey, no estaba seguro de lo que te
gusta para el desayuno, así que me tomé la libertad de
traerte un poco de todo. Pero en el futuro, si quieres
algo especial...
―Oh, esto se ve encantador ―interrumpo
mientras cuelgo el teléfono―. No soy quisquillosa con
la comida en absoluto. Si me lo pones delante, me lo
como.― Le doy al hombre una cálida sonrisa―. Soy
Lyriope.
Él le devuelve la sonrisa. ―Soy Michael y estaré
disponible para ti cuando lo necesites.
Deja la bandeja y sale de la habitación tan rá-
pido como entró, dejándome solo con una exhibición
de comida como nunca antes había visto. De ninguna
manera puedo comer todo esto, pero debo admitir que
me encantan todas las opciones. Si una cámara está so-
bre mí y Nick está mirando, entonces me está viendo
sonreír como una colegiala atolondrada. No puedo
evitarlo. Nunca me han mimado. Nunca me han en-
tregado comida en una bandeja de plata. Y pintar...
hacer arte es para gente rica que puede permitirse los
suministros. Yo tampoco he tenido ese lujo y él lo
sabe.
Nick ha cumplido sus promesas hasta ahora.
Dijo que, si sigo las reglas, seré tratada como
una reina. Todo lo que me falta en este momento
mientras mordisqueo el tocino perfecto es una corona.
También dijo que me mantendría con vida. La
última vez que lo comprobé, estoy respirando.
Capítulo Dieciocho
Lyriope
EL TIEMPO ES UN LUJO.
Mientras observo el blanco de mi habitación
con toques de color, me doy cuenta de que nunca he
tenido tiempo. Nunca he podido dormir hasta tarde,
tener una comida tranquila, ver películas durante ho-
ras y horas, ni tener el lujo de pintar por diversión y
no con un propósito. Siempre me he sentido como si
hubiera perseguido al conejo blanco del tiempo.
Más rápido. Más rápido. Más rápido. No hay
tiempo para disfrutar o saborear el momento.
Sí, el tiempo es un lujo y, por primera vez en mi
vida, pude absorberlo todo estos últimos días.
Aunque he estado sola la mayor parte del
tiempo, con Martha y, por supuesto, Diane constante-
mente vigilándome, no me ha importado ni un poco.
He hecho una pausa en mi pesadilla de vida. He lle-
gado a vivir en esta maravillosa tierra de los sueños y
no quiero que se acabe.
Martha me dijo esta mañana, mientras Diane
me vestía, que Nick regresaría esta noche. Mi corazón
dio un vuelco con la noticia, y no pude dejar de pensar
en él en todo el día. Y ahora, mientras la luna se eleva
sobre el horizonte, me pregunto si él está en la man-
sión y simplemente no saluda. Considero salir de mi
habitación y buscarlo, pero no sé si estoy lista para en-
frentarlo. La última vez que lo vi, me estaba casti-
gando. Y sin embargo… no lo odio en absoluto. A me-
dida que han pasado los días, mi escudo va bajando
más y más. Veo motas de bondad en el hombre, aun-
que realmente tienes que prestar mucha atención para
verlas. No puedo negar el hecho de que estoy a salvo.
Estoy protegida del mundo cruel y peligroso que hay
fuera de estos muros. Aunque sea temporal, he amado
cada momento en que puedo respirar cómodamente,
y sé que Nick Hudson es la razón de esto.
Me detengo un momento de mi escultura, tra-
tando de quitarme un mechón de cabello de la frente,
pero finalmente levanto la mano y lo retiro con el
dorso de mi mano cubierta de polvo. Recordar cómo
Nick me había castigado, enciende mi cuerpo y envía
un rayo a mi sexo. Un suave gemido se me escapa, mi
cuerpo responde, recordando cómo me había sentido
cuando me reclamaba como suya y merecía su disci-
plina erótica, de hecho, incluso queriendo más.
Sacudiendo el recuerdo, sabiendo que es solo
eso, un recuerdo, levanto los hombros hacia arriba y
hacia abajo varias veces. Puede que no sea capaz de
aliviar el dolor sexual en mi cuerpo, pero al menos
puedo intentar aflojar mis músculos, tensos por estar
parada sobre un bloque de piedra, cortando pedazos
hasta que mi corazón esté contento. Me duelen los
músculos de los brazos y los hombros de tanto usar-
los, pero no quiero parar.
―Ya te ves más fuerte.
Salto ante el sonido de la voz de Nick. Mi rostro
se inunda de calor cuando me giro para ver que ha
entrado en mi dormitorio. Me pregunto si de alguna
manera conoce mis pensamientos. Una parte de mí
sabe que se refería al enorme entrenamiento que me
proporciona la escultura, el ardor en mis músculos.
Otra parte de mí piensa que se refiere a mi confianza.
Mi sentido del yo. Yo también me siento más fuerte.
La sombra de la habitación y el ángulo de su cabeza
protegen la profundidad de sus ojos. Incluso sin inten-
tarlo, exuda atractivo sexual y mis pezones se tensan,
presionados contra el corpiño de mi vestido.
―Lo estoy disfrutando.
Siento que mis palabras salen de mí como si du-
dara. Extraño. No sé qué decir. De repente, no tengo
ni idea de cómo actuar. Me siento como un adoles-
cente tímida, tan consciente de su intensa masculini-
dad, pero aterrorizada de que no me considere digna
de su tiempo. Es más fácil dar la espalda y volver a
centrar mi atención en la escultura en la que he estado
trabajando los últimos días. Es un árbol salpicado de
grandes rosas de color rojo sangre, inspiradas en las
de Alicia en el País de las Maravillas.
Escucho su bastón en el suelo mientras cruza la
habitación y luego siento su presencia detrás de mí.
Coloca una de sus manos en cada uno de mis hombros
y comienza a dar un suave masaje.
―Lamento haber tenido que irme por nego-
cios.― Continúa masajeándome mientras habla, ha-
ciéndome gemir suavemente y deleitándome con la
sensación deliciosa―. Necesitaba ir a Hong Kong.
―Vaya.― La idea de viajar tan lejos por nego-
cios me parece tan ajena. Con curiosidad por qué tipo
de negocio lo llevaría hasta allí, le pregunto―. ¿Vas a
organizar un “Wonderland” en Hong Kong?
―Quizás. Sin embargo, eso no es de lo que que-
ría hablar contigo. También pasé por Morelli Hol-
dings cuando regresé a la ciudad de Nueva York.
Mi corazón se detiene. —¿Morelli Holdings? —
Ni siquiera sé por qué estoy preguntando. Sé la res-
puesta, pero la noticia casi me roba todo el pensa-
miento y la razón.
―Lucian y yo nos conocemos desde hace mu-
cho tiempo ―dice Nick, sus manos aun acariciando
mis hombros―. Y sentí que le debía el respeto de ir a
él antes de que lo escuchara de otra persona.
Me giro para mirarlo, mis ojos buscando los su-
yos. —Le hablaste de mí. ¿Sobre mi relación con los
Morelli?
―Sí. Solo es cuestión de tiempo hasta que toda
esa familia lo sepa.
―No quería que supieran de mí ―digo, sin-
tiendo crecer la ira dentro de mí.
―Eso no es posible. Tu nombre es el tema entre
muchos en este momento.
Mi corazón cae al suelo al pensar en él visitando
a uno de mis hermanos o primos que dudo que sepa
que estoy viva. Apenas puedo respirar cuando pre-
gunto. ―¿Qué dijo Lucian?
Nick respira hondo y da un gran paso hacia
atrás. ―Es una larga conversación para que tú y yo
tengamos, tal vez en otro momento. Estoy cansado
por el vuelo y tú has estado encerrada durante días.
Quiero llevarte a algún lado. Aséate y encuéntrame
afuera en cinco minutos.
―No puedes simplemente decirme que ha-
blaste con Lucian y dejarme colgada ―digo, todavía
sin poder respirar con facilidad.
―Te informaré de todo muy pronto. Lo pro-
meto. Pero ahora mismo, nos vamos.
Me quedo ahí, sin saber qué pensar o decir.
Puede que no conozca muy bien a Nick, pero lo co-
nozco lo suficiente como para saber que no hay forma
de presionarlo para que haga algo que no quiere. Y
claramente no quiere hablar de su encuentro con Lu-
cian Morelli. ―¿A dónde vamos?
―Solo ve a limpiarte. Ponte jeans y encuén-
trame abajo ―dice Nick, saliendo de la habitación.
Cuando bajo las escaleras, veo a Nick en el ves-
tíbulo hablando con un hombre que reconozco como
Harrison del “Wonderland”.
―¿Estamos listos para el “Wonderland” esta
noche?― Nick le pregunta al hombre.
―Como siempre. Debería ir sin problemas. ¿Es-
tás seguro de que has descansado lo suficiente para
asistir?― Harrison le pregunta a Nick.
―Estoy bien.
―¿Cuándo fue la última vez que dormiste?
Nick palmea al hombre en la espalda y sonríe.
―Tú me conoces, Harrison. No necesito dormir.
―Tal vez deberíamos reprogramar la reunión
de esta noche ―ofrece Harrison―. Si estás cansado…
―Asegúrate de que todos estén allí
―dice Nick―. Estaré allí en un par de horas.
Luego se vuelve hacia mí y dice―. Te ves her-
mosa.
Todo lo que he hecho es lavarme el polvo de las
manos, cepillarme el pelo, quitarme el vestido salpi-
cado de polvo y, sin embargo, siento que me sonrojo
ante el cumplido. Hay algo tan fuerte dentro de mí
que quiere complacer a Nick. No puedo explicarlo, y
ciertamente no lo entiendo.
―¿Vamos a ir “Wonderland” esta noche?
Harrison y Nick intercambian una mirada y Ha-
rrison se encoge de hombros. ―No está decidido si
asistirás o no esta noche.
―Me gustaría ―digo en voz baja, la idea de
volver a “Wonderland” me emociona, sobre todo por-
que mi última experiencia se truncó. Además, me gus-
taría pasar tiempo con Nick. No me di cuenta hasta
que lo vi cuánto lo extrañaba.
Él simplemente asiente y con una mano exten-
dida en mi espalda baja, me lleva afuera, donde una
motocicleta del color negra nos espera en el camino
circular.
―¿Vamos a montar eso? ―pregunto.
―¿Alguna vez has estado en la parte trasera
de una motocicleta?― Nick pregunta.
―No. Es peligroso.
―Vamos. Te ayudaré a subir.
―Pero…― No quiero parecer asustada, pero
lo estoy.
Me entrega una chaqueta de cuero y un casco
que descansa sobre el asiento. ―Sé que has averi-
guado que estás en Bishop's Landing, así que pensé
que daríamos un paseo para que puedas verlo.
La única forma en que puede saber que estoy al
tanto de que estamos en Bishop's Landing es que, de
hecho, estaba monitoreando mis conversaciones con
Sasha desde que hablamos sobre eso. Considero con-
frontarlo sobre la invasión de mi privacidad, pero al
mismo tiempo, esperaba que lo hiciera, por lo que no
es realmente impactante ni molesto.
―No sé andar en moto ―digo, mientras me
pongo la chaqueta, mi corazón salta ante la idea de ir
a altas velocidades sin protección de metal a mi alre-
dedor―. Tal vez deberíamos conducir en…
―Es bueno para ti que lo haga. Solo hay que
aguantar ―interrumpe.
Alarga la mano y me empuja el pelo por encima
del hombro, pasando la punta de su dedo por mi cla-
vícula mientras me ayuda a ponerme el casco. Por el
calor que se desprende de mi cara, la tensión de mis
pezones y la sonrisa que me dedica, no me cabe duda
de que sabe el efecto que produce en mí.
Se da la vuelta y balancea su pierna vestida de
jeams sobre el asiento. Me tiende la mano, y su sonrisa
y su absoluta confianza me dan el valor para poner mi
mano en la suya. Con poco esfuerzo, me sube a la
moto y me acomoda detrás de él. Mi corazón se de-
tiene y el miedo me paraliza mientras me aferro de-
sesperadamente a Nick, haciendo lo posible por con-
trolar mi respiración.
Con un arranque del motor, que retumba de-
bajo de nosotros, arranca, el movimiento repentino me
hace chillar.
Nick me grita por encima del hombro. ―Relá-
jate. No voy a dejar que te pase nada. Estás perfecta-
mente a salvo.
Su voz tranquilizadora me produce escalofríos,
pero no consigue calmar mi ansiedad. Miro hacia
abajo, a la calle que va a toda velocidad. Me siento
fuera de control y lejos de la seguridad, pero cuando
su mano se extiende hacia atrás y me da unas palma-
ditas tranquilizadoras en el muslo, me trago el miedo
y me inclino firmemente hacia la espalda de Nick. Su
calor me reconforta, su espalda dura como una roca
me asegura que puedo confiar en su palabra.
―Mira, esto no es tan malo ―dice cuando se
detiene en un semáforo.
Pasa su palma arriba y abajo de mi pierna.
―Pan comido.― Mi voz tiembla un poco, su to-
que aviva las brasas en un fuego que debería estar re-
sistiendo.
―Puedo ir más rápido si quieres ―desafía
Nick.
―¡No! Me gusta este ritmo muy bien, gracias.
Nick ríe mientras se pone en marcha una vez que el
semáforo se pone en verde.
La motocicleta ronronea suavemente por las ca-
lles y, después de un rato, empiezo a relajar los
músculos de mi cuerpo. Mi respiración se calma y mi
corazón parece volver a latir a su ritmo regular. Cada
vez que ajusto mi cuerpo, Nick reduce la velocidad,
me mira por encima del hombro con preocupación y,
con la calidez de sus ojos, me envuelve en seguridad
y protección. La sensación de estar protegida, vigilada
y bien... querida, reemplaza cualquier remanente de
inquietud.
―Tal vez un poco más rápido ―digo unos mi-
nutos más tarde mientras pasamos rápidamente por
las mansiones y el paisaje perfectamente cuidado de
Bishop's Landing.
Se ríe, aumenta la velocidad y yo grito cuando la mo-
tocicleta corta el aire a nuestro alrededor. Ni siquiera
he estado prestando mucha atención a dónde vamos,
pero cuando llegamos a la cima de una colina y él
frena la moto cuando empezamos a subir otra cuesta,
empiezo a ver por qué todos los ricos quieren vivir en
Bishop's Landing.
―Allá ―dice, señalando a la derecha mientras
gira―. Hay una casa que pertenece a una vieja y que-
rida amiga mía. Ella tiene un jacuzzi que se encuentra
en un acantilado con vistas al mar. Es la mejor vista
que he mirado en mi vida. Ella está fuera de la ciudad
en este momento, pero no le importará que lo usemos.
Se detiene frente a una puerta, ingresa un có-
digo de acceso y, una vez que se abre el hermoso tra-
bajo de hierro, nos conduce por un camino circular
muy similar al de Nick.
Nick se detiene, apaga la moto y la mantiene
firme para que yo pueda bajarme. Giro la cabeza para
poder mirar sus ardientes ojos marrones. ―¿No crees
que le importará que nos presentemos sin invitación?
No quiero que nos metamos en problemas.
―A ella no le importará ―dice, saltando de la
moto y quitándose el casco. Me quito el mío también,
sintiéndome incómoda con este viaje nuestro. ―Su
bañera de hidromasaje ha sido utilizada por muchos.
―No empaqué un traje de baño.
Su risa es lo suficientemente fuerte como para
que no tenga dudas de que no siente que nos estemos
escabullendo o haciendo algo malo. ―Realmente me
fascinas, Lyriope. Para alguien que se metió en la
cama con asesinos como los Sidorov y se ha conver-
tido en una de las mujeres más buscadas en el infra-
mundo en este momento, realmente eres tan... inex-
perta. No has tomado riesgos en la vida en absoluto.
Tan virginal.― Él da una sonrisa maliciosa―. Pero
podemos cambiar eso. Espero abrirte los ojos a todo
tipo de experiencias.
El calor me recorre al instante cuando los re-
cuerdos de nosotros en su estudio se agolpan en mi
mente con toda su fuerza. La firma del contrato, las
consecuencias posteriores, la sensación de los dedos
de Nick entre mis muslos, su diversión y placer al en-
contrarme tan mojada. Sus exigencias para que me co-
rriera y mi cuerpo traicionando mi cordura al explotar
cuando introdujo su pluma en mi culo... y la indes-
criptible sensación cuando unas horas más tarde había
introducido su polla en un lugar que ni siquiera había
imaginado que fuera utilizado para el placer. Y aun-
que me había dolido, me había quemado, no podía ne-
gar que el dolor se había transformado en un placer
más allá de lo que había experimentado antes.
¿Qué me ha hecho Nick?
Nunca he sido de los que fantasean con el sexo
de ninguna manera. Mi vida estaba demasiado ocu-
pada, aburrida y, francamente, sola para hacerlo antes
de conocer a Nick. Ser virgen no fue una elección mo-
ral, pero simplemente nunca se me ha presentado la
oportunidad. Pero ahora que este hombre me ha to-
cado varias veces, mi cuerpo anhela más. Es como una
adicción con la que estoy luchando y no puedo ganar.
Entramos en una arboleda en la parte trasera de
la mansión, y puedo ver los zarcillos de vapor que se
filtran entre las grietas en una pared de enormes rocas
que rodean la bañera de hidromasaje que se encuentra
en el borde de un acantilado.
Nick extiende sus dedos contra mi espalda baja
y me guía alrededor de las rocas, e instantáneamente
veo por qué a Nick le encanta la vista. El cielo ilumi-
nado por la luna, las estrellas titilando en el mar de-
bajo, es realmente impresionante.
―Wow, esto es increíble ―digo.
Detrás del refugio de las rocas hay una gran
bañera de hidromasaje que puede acomodar fácil-
mente a diez personas, si no más.
―Adelante, entra―. Con un brillo en los ojos,
sonríe―. No te preocupes, no miraré... todavía.
Miro del agua a él, mi corazón late un poco
más rápido. ―Espera. ¿No vas a unirte a mí?
― Sólo voy a preparar el narguile7.
7
El narguile o narguilé, más conocido como shisha, au shisha o también hookah,
huka, pipa de agua, pipa oriental o cachimba, es un dispositivo que se emplea para fu-
mar tabaco de distintos sabores.
Veo a Nick caminar hacia una mesa donde se
encuentra un gran narguile dorada decorada con ru-
bíes, esmeraldas y zafiros. Nunca antes había visto
una tan hermosa en persona. En realidad... nunca he
visto una pipa de agua en persona.
―Este lugar es conocido por fumar narguile,
pasar tiempo de calidad con los demás y disfrutar de
una vista que el dinero no puedo comprar.― Coloca
la pipa de agua junto al borde del jacuzzi―. Anda, en-
tra.
Después de quitarme los zapatos, mantengo mi
atención en él mientras busco los botones de mi blusa,
desabrochando varios para aflojarla lo suficiente
como para despegarla de mis hombros. Veo cómo su
mirada desciende por mi cuerpo. La tela vaquera de
sus vaqueros es incapaz de ocultar el movimiento de
su polla, que se agranda contra su muslo cuando me
bajo la camisa por debajo de los pechos, y sólo enton-
ces me desprendo de ella para caer a mis pies. Me des-
prendo del sujetador y me lo quito, revelando que mis
pezones ya están duros, preguntándome si él puede
notar que están palpitando.
Lentamente deslizo las yemas de mis dedos en
la cinturilla de mis jeans y bragas combinados, los
bajo, tomándome mi tiempo hasta que finalmente me
los quito. Me muerdo una sonrisa mientras lo veo tra-
gar saliva mientras giro el trozo de encaje rosa en la
punta de mi dedo antes de dejarlo caer al suelo.
Extendiendo la pierna, apunto con los dedos del
pie como una primera bailarina. A continuación, bajo
el pie hasta que está a un centímetro de la superficie,
y de repente lo tiro hacia atrás y doy un meneo a todo
mi cuerpo.
El sonido de su gemido me hace sonreír antes
de volverme hacia él. ―Eso es mucho vapor. ¿Qué tan
caliente está el agua? ―pregunto.
―¿Eh?
Apenas me las arreglo para no reírme mientras
tiro mi cabello, mirando hacia atrás sobre mi hombro.
―Es realmente humeante. ¿Qué tan caliente es?
Me encanta tener este efecto en Nick Hudson.
Es la primera vez desde que lo conocí que siento que
tengo cierto sentido de control, y me gusta.
Se aclara la garganta y luego sacude un poco la
cabeza como para aclararla. ―El vapor es más visible
porque está contenido dentro de este círculo y el aire
del océano es más frío ―dice Nick. Te prometo que no
te vas a quemar. Es la temperatura perfecta. Siempre
lo es.
―¿Está seguro? ―pregunto, mordiéndome el
labio.
Se las arregla para sonreír. ―Confía en mí. Te
traje aquí para relajarte, no para hervirte. No estoy de
un humor violento.
―No lo sé. Me parece recordar que casi le cortas
los dedos a un hombre. Estaba bajo la creencia de que
debía temer por mi vida.― Cierro mis ojos en los su-
yos, usando la última munición en mi arsenal―. Por
otra parte, tal vez te he juzgado mal. ¿Quizás la ver-
dad del asunto es que no tengo nada que temer? ¿Que
los villanos de la historia realmente no son malos en
absoluto?
―Los villanos siempre son malos. No estarías
aquí para empezar si recordaras esa regla ―dice,
dando un descanso antes de comenzar a quitarse la
ropa, y ahora es mi turno de mirar.
Esta es la primera vez que lo veo en todo su es-
plendor desde la fiesta de Morelli, y su cuerpo aún no
decepciona. Musculoso, delgado, y delicioso, Nick pa-
rece un dios griego. Pero cuando se quita los calzonci-
llos, me deja sin aliento. Tengo serias dudas de que sea
capaz de llevarlo dentro de mi coño sin el mismo do-
lor que cuando me tomó el culo. Y poner a prueba esa
teoría es, de repente, lo único en lo que puedo pensar.
Jesús, jodido Cristo. El hombre es pura perfec-
ción. No podría haber un lienzo más impresionante
que Nick. La tinta de colores se muestra ingeniosa-
mente en cada músculo ondulado de su cuerpo. Su
polla, dura y lista para hacer magia, atrae mi atención
y no puedo apartar la mirada sin importar cuán ca-
liente se ponga mi cara.
Levanto mi cabeza para verlo sonriendo y ex-
tendiendo su mano. Él sonríe cuando ve dónde están
mis ojos mirando. ―Entremos.
Toma mi mano entre las suyas y ambos nos su-
mergimos en el agua. Decido en ese mismo momento
que esta noche será la noche. Planeo perder mi virgi-
nidad con Nick Hudson en este gran lugar.
Capítulo Diecinueve
Nick
VUELVO A TIRAR DE LA MANO DE LYRIOPE PARA
QUE SE SIENTE A MI LADO. Gimo en voz alta cuando el
líquido caliente cubre mi cuerpo.
Pasando mi mano mojada por mi cabello, ali-
sándolo hacia atrás, digo. ―Creo que vamos a tener
que convertir esto en un hábito.
Muevo mi cuerpo más cerca, y solo el roce de su
pierna contra la mía aumenta el calor que me rodea. Si
tengo mucho más calor, definitivamente estaré hir-
viendo.
Agarro la pipa de agua y tomo una larga inha-
lación, pasándosela a Lyriope, quien niega con la ca-
beza.
―Yo no fumo.
―Yo tampoco. Esto es diferente.
Ella sonríe. ―Parece que te sale humo por la
boca.
Vuelvo a inhalar, lo sostengo en la boca y
avanzo poco a poco hasta Lyriope. Poniendo mis la-
bios sobre los suyos, respiro el humo en su boca, sin-
tiendo mi polla endurecerse mientras ella inhala sua-
vemente, sus ojos se cierran y sus labios permanecen
separados. Considero nunca alejarme, ya que la sen-
sación es, con mucho, una de las sensaciones más de-
liciosas que existen.
―¿Puedo hacerte una pregunta?― pregunta
Lyriope, interrumpiendo nuestro beso y soltando el
humo.
―Siempre puedes hacerme una pregunta. Sin
embargo, no puedo responder.― Me alejo con pesar,
pero me recuesto y me relajo en el agua humeante.
―No sé nada sobre ti. Nada en absoluto. Eres
un misterio para mí.
―¿Eso es una pregunta?
Pone los ojos en blanco. ―Claramente sabes
todo sobre mí, pero yo no sé mucho sobre ti. Solo sé lo
que quieres que la gente sepa. Sé acerca de la imagen
de Nick Hudson que trabajas tan duro para retratar.
Puedo tratar de desenterrar todo lo que quiera sobre
ti, y lo he hecho, pero nunca sabré nada sobre tu ver-
dadero yo. Quien realmente eres. Por qué haces lo que
haces. Ya que voy a estar viviendo contigo por un
tiempo, siento que debería saber al menos algo.
―¿Por qué?
―Porque.― Ella traga saliva―. Me confundes.
―¿Cómo es eso?
―Un segundo me tienes aterrorizada, al si-
guiente segundo me tienes con…
―¿Deseo?― La interrumpo, tomando su silen-
cio atónito como una oportunidad para inhalar de
nuevo el narguile.
―Sí.― Mira hacia abajo, sus manos, sus meji-
llas sonrojadas―. Deseo.
―Entonces, ¿cómo es que conocerme más cam-
bia eso?
Ella se encoge de hombros. ―Puede que no seas
un enigma para mí.― Ella mira mi bastón tirado en el
lado de la bañera de hidromasaje―. ¿Por qué andas
con ese bastón? Al principio, pensé que era parte de
tu estilo. Como un disfraz. Pero nunca vas a ninguna
parte sin él. Esta noche, solo llevas una camisa negra
y jeans. Un bastón no combina exactamente con el
atuendo. ¿Entonces por qué?
Me giro lentamente para contemplar su belleza
bajo el cielo estrellado. Curiosamente, me apetece res-
ponder a esta pregunta que nunca lo he hecho con na-
die. Aunque tampoco nadie me había preguntado an-
tes por el bastón. ―Necesito el bastón para ayudarme
a caminar y aliviar el dolor que tengo. Tuve un acci-
dente de coche cuando era adolescente que me des-
trozó la pierna. Los médicos la salvaron de la ampu-
tación, pero la cojera y el dolor diario me acompaña-
rán siempre.
―Oh ―dice ella, con los ojos muy abiertos―.
Había asumido que era un accesorio. Estoy... Guau.
¿Sigues sufriendo por el accidente? Lo siento.
Como si hubiera abierto la caja de Pandora, no
tengo ganas de detenerme ahí. ―Fue un accidente ho-
rrible. Mi madre, mi padre y mi hermana murieron en
el auto. Yo fui el único sobreviviente.
La escucho inhalar bruscamente. ―Lo siento.
No fue mi intención que me dijeras…
―Dijiste que querías saber más sobre mí.
Bueno, ahí lo tienes. Mi padre conducía por la costa.
Los caminos eran sinuosos, los acantilados que con-
ducían al océano a nuestra derecha. No es gran cosa
para una familia normal. Pero no éramos una familia
normal. Mi padre, deprimido y maníaco, decidió que
ese sería un buen momento para morir. Entonces, en
lugar de reducir la velocidad en una de las curvas, de-
cidió acelerar y enviarnos volando por el acantilado.
Lyriope se tapa la boca. ―Ay dios mío. ¿Y so-
breviviste a eso?
―Apenas. Pero sí.― Señalo algunos de mis ta-
tuajes. ―La tinta cubre las cicatrices que dominan la
mayor parte de mi cuerpo. Tienes que mirar muy de
cerca para verlas todas—. Los prefiero en lugar de te-
ner cicatrices toda mi vida, causadas por otra persona.
Las transformaría en belleza. Tomaría el control de mi
propia apariencia en lugar de permitir que mi pasado
y las acciones de mi padre lo hicieran por mí.
Sus ojos observan mi cuerpo.
―Los huesos rotos sanan, pero durante todos
esos meses de recuperación en el hospital decidí que
nunca dejaría que la historia se repitiera. Nunca me
convertiría en mi padre. Vivió una vida patética. Tenía
un trabajo de nueve a cinco que odiaba, estaba en un
matrimonio sin amor y tenía dos hijos con los que
nunca pasaba tiempo. Simplemente se movía por las
corrientes de la vida en una niebla de tristeza y mise-
ria hasta que finalmente no pudo soportarlo más.
―Jesús ―dice en voz baja.
―En la superficie, parecíamos una familia tan
normal. Suburbios, dos niños, un perro, una valla
blanca―. resoplo―. Normal. Lo normal es mortal. Es
por eso por lo que lo detesto. Lo normal esconde los
oscuros secretos que acechan bajo la superficie. No
hay secretos oscuros conmigo ahora. Permito que la
oscuridad se revele en todo lo que hago. Nunca ocul-
taré ese lado de mí porque, de ser así, me lanzaré por
ese acantilado una vez más.
Hablar en voz alta sobre algo que no le he dicho
a un alma se siente como un puñetazo en el estómago,
pero también parece levantar un millón de libras que
pesan sobre mis hombros. Se siente bien y mal al
mismo tiempo. Mi rodilla late con el recuerdo de ha-
ber tenido barras de metal saliendo de ella durante
meses. mientras estaba acostado en una cama solo,
con todos mis visitantes potenciales muertos, en el
fondo de un acantilado, las olas bañándolos. No tenía
a nadie. Todo lo que quedó fue un niño destrozado
que no tuvo más remedio que reconstruir su vida.
Pero mi objetivo era reconstruirme como al-
guien fuerte e inquebrantable. Alguien opuesto a mi
padre. Alguien que no era ordinario sino más bien...
extraordinario.
Me deslizo más cerca de Lyriope y muevo mi
rostro a centímetros del suyo. ―Entonces, ¿eso res-
ponde a tu pregunta? ¿Sientes que sabes más de mí?
Ella traga, asiente y desvía la mirada. ―No fue
mi intención traer malos recuerdos.
―Todos tenemos malos recuerdos. Todos tene-
mos pasados jodidos. Simplemente me niego a ser ese
niño asustado y herido en la cama del hospital nunca
más.
―Tienes suerte de haber podido romper el do-
minio de tus desastrosos padres ―dice―. Ojalá pu-
diera hacer eso.
―Los míos están muertos. No tengo que en-
frentarlos.
Ella asiente, mira hacia el mar y suelta una respiración
profunda.
―¿Tienes alguna otra pregunta? ―inquiero.
Se lame los labios y luego me mira. ―Cuando
tomas mi virginidad, nuestro contrato termina. ¿Y
qué? ¿Qué me pasa entonces? ¿Cuál es tu plan a largo
plazo?
―Bueno, primero, nuestro contrato no ha ter-
minado ―dice claramente.― Una vez que tome tu vir-
ginidad, renegociamos. No ha terminado. Simple-
mente, se pondrá en marcha un nuevo contrato.― Le-
vanto la comisura de mi labio y reprimo las ganas de
gruñir―. Y disfruté bastante la firma del contrato.―
Paso mi dedo a lo largo de su mandíbula, bajo su cla-
vícula y lo sumerjo entre sus senos.
Ella se sonroja, pero no se aparta ni trata de de-
tener mi toque.
Mis manos rodean su cintura, posicionando su
cuerpo para que pueda moverme detrás de ella.
Usando mis dedos para masajear su cuello y hombros,
de repente quiero darle a esta mujer placer más allá
del erotismo.
―Y planeo tomarme mi tiempo antes de tomar
tu virginidad, me gusta saborear algo rico ―agrego.
―¿Qué pasa si no quiero que te tomes tu
tiempo? ―pregunta suavemente.
Antes de que pueda responder, se mueve hacia
mí de nuevo, girando hasta que está a horcajadas so-
bre mi regazo.
―¿Qué pasa si quiero que la tomes ahora?―
Casi ronronea cuando sus labios se acercan a los míos.
Levanto su barbilla con mis dedos, obligándola
a mirarme. ―Hay muchas otras cosas que podemos
hacer que son tan divertidas como follar. Tal vez in-
cluso más divertidas.
Sus ojos ardientes se encuentran con los míos.
―No quiero esperar.
Puedo ver la punta de mi polla justo debajo de
la superficie del agua y me pregunto si seré capaz de
resistirme a ella otro segundo. El lado obstinado de mí
que le gusta apegarse a un plan quiere esperar para
reclamarla completamente como mía, pero mi polla
exige satisfacción ahora.
Deslizándome hacia adelante hasta que mi po-
lla descanse contra su estómago y sus pezones rocen
mi pecho, digo: ―¿Cuánto la quieres?
Tomando su mano, la guío hacia mi polla... mi
respiración se detiene cuando me doy cuenta de que
sus dedos diminutos no llegarán completamente alre-
dedor de mi circunferencia.
―Eres tan grande ―dice, mirando mi polla en
su palma, notando claramente cuánto he estado cre-
ciendo con la idea de estar enterrado dentro de ella.
Levanto su barbilla, inclinando su cabeza hacia
atrás hasta que nuestras miradas se encuentran.
―Cuando follo a una mujer, entierro cada centímetro
de mi polla en ella. Boca, coño o culo, no importa cuál,
o los tres, empujaré hasta que no quede un solo centí-
metro de mí que no esté enterrado profundamente.
¿Estas lista para eso?― Sonrío―. No estoy seguro de
que lo estés.
No le doy la oportunidad de responder mien-
tras mi boca se estrella contra la suya. Es como el pri-
mer beso, uno que ordena que acceda a mis deseos.
Si mis palabras pretendían asustarla, fracasé. En
lugar de tener miedo, se aferra a mis hombros, acer-
cándome aún más. Abriendo su boca a la demanda de
mi lengua recorriendo la comisura de sus labios, ella
provoca un dolor al sentirme profundamente dentro
de ella.
Un escalofrío la recorre mientras sigo embele-
sando su boca, mis manos explorando cada parte de
sus pechos húmedos y expuestos. Ambos gemimos
cuando una oleada caliente de hambre me atraviesa.
Pasa sus manos por el duro plano de mi torso antes de
envolverlas alrededor de mi cuello. Pero cuando tomo
sus pezones entre mis dedos y aprieto mi agarre, ja-
lándolos de su cuerpo, torciéndolos, su cabeza cae ha-
cia atrás, y ella grita de una manera tan embriagadora
que mi necesidad de tenerla ahora me atraviesa como
un rayo. Rayo de fuego.
―Oh… Oh Dios ―gime.
―Te deseo, Lyriope. Joder, te necesito —digo
con voz áspera, liberando sus pezones y levantándola,
al mismo tiempo que bajo la cabeza.
Ella gime cuando paso de un pezón duro al
otro, metiendo primero uno y luego el otro en mi boca,
calmando el dolor que mis dedos le habían causado.
Cada chupada tiene mi polla palpitando.
―Más... por favor... Nick, por favor ―suplica.
Ella suelta mi cuello para dejar caer su mano en
busca de mi polla. Necesito absolutamente que ella to-
que, acaricie, que me lleve a la plenitud que necesito
desesperadamente.
Necesito correrme, pero no quiero follármela
todavía. Independientemente de lo que diga, no estoy
listo para arriesgarme a cambiar el contrato. Me gusta
como es. Me gusta ella aquí. Me gusta que ella me
deba. Ella me gusta…
Pero joder, necesito correrme ahora.
Capítulo Veinte
Lyriope
QUIZÁ SI MANTENGO LOS OJOS CERRADOS, PUEDA
BLOQUEAR QUE EL HOMBRE QUE TANTO DESEO ME TIENE
PRISIONERA. Quizá si me concentro en las sensaciones
de mi cuerpo cobrando vida, no tenga que enfren-
tarme a la realidad de que estoy traicionando mi alma
al entregársela al monstruo de esta historia. Él mismo
lo dijo. Los villanos no son los buenos. Son los malos.
Él es el malo.
Esto está mal, muy, muy mal.
Pero mientras acaricio su sexo con mi mano una
y otra vez, el agua del jacuzzi zumba a nuestro alrede-
dor mientras presionamos nuestros cuerpos, ya no
puedo descifrar la diferencia entre el bien y el mal.
Y aunque puede ser el villano, también es solo
un hombre lleno de cicatrices con demonios inquie-
tantes de su pasado. Hay razones por las que es como
es. Y curiosamente, me relaciono con ellos. No es solo
un personaje de una historia para temer, sino un ser
humano con un profundo dolor subyacente.
Una parte de mí desearía no haber pedido saber
más sobre este hombre. Porque ahora que sé más so-
bre su historia, quiero ser parte de ella. Pero quiero ser
el mejor capítulo de su libro.
Presiono mi cuerpo contra el suyo, lista para
montarlo y empujar su grosor dentro de mí cuando
una voz fuerte y estridente atraviesa la noche.
―¡Ah, Nick Hudson! Qué placer y placer verte
por aquí. Te he estado buscando por todas partes, y
todo el tiempo has estado aquí, justo debajo de mis
narices.
Nick y yo nos congelamos, nos separamos e in-
halamos profundamente. Mi cuerpo está gritando en
señal de protesta, pero no tengo más remedio que de-
jar que la frustración y la decepción me penetren. Es-
toy tan amargada que ni siquiera trato de luchar para
ocultar lo que estamos haciendo en el jacuzzi cuando
normalmente me sentiría mortificada si alguien me
atrapara en una situación como esta.
Una mujer se acerca con el pelo largo y gris que
le llega hasta la parte baja de la espalda. Tiene joyas
grandes y toscas en las orejas, alrededor del cuello y
en casi todos los dedos. Es delgada, pero mantiene los
hombros en alto con una elegancia y un poder que
debe haber llevado años dominar.
Nick no parece avergonzarse de que lo pillen
desnudo en un jacuzzi. Él no hace ningún esfuerzo por
ocultar su cuerpo cuando ella se acerca, así que yo
tampoco. No es como si tuviera la capacidad de ha-
cerlo de todos modos. No veo toallas, y si me apresuro
a buscar mi ropa, voy a hacer el ridículo. Decido tomar
nota de cómo se comporta Nick y tratar de hacer lo
mismo.
―Cora, pensé que estabas en Ibiza.
Algo ha cambiado en el comportamiento de
Nick. No posee la personalidad psicópata, despiadada
y cortante que siempre le he visto tener con otras per-
sonas. Él no muestra ese lado en absoluto en este mo-
mento. Ni siquiera parece molesto porque fue inte-
rrumpido de follar con alguien. De hecho, tiene una
cualidad casi infantil y caprichosa cuando saluda a la
señora mayor.
―Oh, iba a ir, pero luego escuché que “Won-
derland” se llevaría a cabo esta noche, y esperaba mu-
cho una invitación. Se rumorea que va a ser uno de los
temas más magníficos hasta el momento.
―Sabes que siempre estás invitada, amiga mía.
Simplemente pensé que estabas fuera de la ciudad, o
que habrías estado en la lista oficial de invitados. Pero
sabes que Martha nunca te rechazaría en la puerta.―
Como si olvidara que estoy sentada a su lado, des-
nuda, añade finalmente.—. Lo siento. Déjame presen-
tarte a Lyriope.― Él pone su brazo alrededor de mí y
me tira un poco más cerca―. Lyriope, esta es Cora Pi-
llar. Es una amiga mía muy querida. Nos conocemos
desde hace años.― Nick empuja la pipa de agua hacia
Cora―. Pensando que no estabas, aproveché la opor-
tunidad para traerla aquí para que pudiera disfrutar
de la mejor vista de la costa este. Todavía deseo que
me dejes comprarte esta propiedad.
―Nunca ―dice ella, sentada junto a la pipa de
agua, su falda vaporosa cayendo en cascada a su alre-
dedor y tomando una gran calada. ―Pero siempre
eres bienvenido a venir y jugar.― Sus ojos me reco-
rren de la cabeza a los pies desnudos. El agua clara
hace poco para ocultarme―. Lyriope… qué nombre
tan interesante. No siento que nos hayamos conocido.
Y me aseguro de conocer a todos los que viven en
Bishop's Landin.
―Lyriope no es de aquí. Ella se queda conmigo
por el momento.
―Ahh.― Ella exhala una gran bocanada de
humo―. ¿Y qué piensas de nuestro pequeño mundo?
―Esta es la primera vez que lo veo hasta ahora
―digo, mirando el agua por encima del acantilado―.
Pero es hermoso. Es como algo sacado de una pintura
o de un libro de cuentos de hadas.― Me giro para mi-
rarla, notando que sus ojos están fijos en mí y no pa-
recen en lo más mínimo interesados en Nick en lo ab-
soluto―. Tienes un lugar encantador aquí.
―Lo tengo. Y siempre está abierto a cualquier
amigo de Nick.― Vuelve a inhalar y exhala lenta-
mente el humo en un círculo danzante―. ¿Cuánto
tiempo planeas quedarte con Nick?
Lo miro en busca de una respuesta. No estoy se-
gura de qué decir exactamente.
―Aún no lo hemos decidido ―dice Nick con
una sonrisa―. Tenemos algunos asuntos pendientes
de los que ocuparnos que pueden llevar algún tiempo
y luego seguir negociando. Soy un hombre paciente.
No hay necesidad de apresurar las cosas.
Ella asiente, sus ojos aún examinan cada centí-
metro de mi piel. ―¿Y de dónde vienes?
―La ciudad de Nueva York ―respondo―.
Nunca he venido a Bishop's Landing.― Soy dema-
siado pobre para estar en Bishop's Landing pero no
siento la necesidad de compartir esa información.
―¿Cuánto hace que conoces a Nick?― Sigue in-
terrogando.
Lo miro, sin saber si debo decir la verdad o no.
―Lo conocí en la fiesta navideña de los Morelli.
Sus ojos se abren. ―¿Ah, de verdad? Yo estaba
en esa fiesta. Curioso… ―Ella inclina su cabeza y me
examina de nuevo―. No recuerdo haberte visto allí.
―No estuve allí por mucho tiempo ―digo, sin-
tiendo mi cara arder ante el recuerdo de la noche con
Nick.
Sus ojos se estrechan. ―¿Pero no acabas de de-
cir que nunca has estado en Bishop's Landing? La
fiesta fue en la mansión Morelli.
Trago el nudo en mi garganta causado por la
forma sospechosa en que me mira. ―Bueno, sí, yo es-
taba aquí para la fiesta. Pero nunca he estado fuera de
casa en Bishop's Landing. Nunca he visto los lugares
de interés.― Miro a Nick que parece divertido por mi
incomodidad debido a todas las preguntas. Deba-
tiendo mientras estoy sentada aquí desnuda. ―Hasta
esta noche.
Lo que realmente debería decir es que nunca he
estado en Bishop's Landing como invitada. Nunca he
sido bienvenida. Siempre he sido una extraña.
Alcanza la pipa de agua y toma otra inhalación,
aparentemente satisfecha con mi respuesta. ―Bueno,
no quiero interrumpirlos.― Nos da a ambos una son-
risa maliciosa―. Pero esperaba pasar una noche en
“Wonderland”―. Empuja la pipa de agua hacia Nick,
quien inhala profundamente―. Y ahora que estás
aquí.― Me sonríe y luego de nuevo a Nick―. ¿Qué
sería más divertido que asistir a “Wonderland” del
brazo de Nick Hudson?― Ella asiente hacia mí―.
Puedes quedarte con su otro brazo.― Ella se ríe y el
sonido melódico resuena en el aire de la noche.
Nick sonríe, mostrando sus dientes perfecta-
mente rectos, me mira y dice: ―Parece que vamos a
tener que volver y pasar más tiempo aquí más tarde.―
Sus ojos se oscurecen por un una fracción de segundo
mientras se inclina y me muerde el labio inferior.
―Continuará.
Abro la boca para objetar, pero al mismo tiempo
no veo cómo podríamos volver a lo que estábamos ha-
ciendo ahora de todos modos.
―Nunca puedo rechazar una solicitud de Cora.
Muy bien entonces ―dice mientras exhala el humo,
poniéndose de pie para revelar su desnudez total sin
un ápice de timidez―. Preparémonos todos y vaya-
mos a “Wonderland”. Va a ser una noche fascinante.
Capítulo Veintiuno
Lyriope
LAS LUCES SE APAGAN, EL DJ DEJA DE TOCAR LA
MÚSICA Y UN SILENCIO GRADUAL RECORRE LA MULTI-
TUD. Me sitúo lejos de las masas, en la esquina de la
plataforma elevada, para poder observar. Veo con
asombro cómo Nick se sitúa en el centro del escenario
junto al DJ.
Una vez que salimos del lugar de Cora, hizo que
ambos nos cambiáramos y pusiéramos un atuendo
adecuado, más apropiado para un carnaval que para
un club nocturno. Lleva un traje a rayas blancas y ne-
gras con un sombrero de copa que le da un aspecto
más siniestro de lo normal. Su camisa negra está des-
abrochada hasta la mitad, dejando al descubierto un
pecho que francamente… quiero lamer.
Llevo un ceñido vestido rojo que brilla bajo las
luces de arriba. Me siento como un rubí en una multi-
tud de joyas, ya que todo el mundo ha recibido clara-
mente el memorándum de llevar ropa brillante y relu-
ciente. Los tacones que uso son altos, y me tambaleo
al caminar, sin la delicadeza necesaria para usar algo
como esto, pero a pesar de eso, me siento elegante.
Por los bailarines aéreos entrelazados en sedas,
las telas brillantemente colgadas por toda la habita-
ción, está claro que la magia superior es la intención
de la noche. Un circo oscuro y macabro.
Nick Hudson es el maestro de ceremonias de
este evento de “Wonderland”.
Él tiene el poder de encantar, el poder de hip-
notizar y el poder de capturar a todos los invitados
esta noche que pongan sus ojos en su presencia.
No se puede negar que es una fuerza domi-
nante que, con una mirada, puede inducir un trance
casi similar al de las drogas en todos los que encuentra
su mirada. Realmente tiene la capacidad de crear un
mundo que se transforma de un almacén frío y hú-
medo a algo mágico, fantástico y alucinante.
Cierra los ojos absorbiendo la energía, el olor a
anticipación palpitando en las venas de la audiencia.
Todos en “Wonderland” poseen un nivel de riqueza,
poder o notoriedad, pero esta noche están a merced de
Nick. Es casi como si pudieras escuchar cada latido de
corazón en la habitación, escuchar cada respiración
que todos toman y puedes saborear el deseo de expe-
rimentar cualquier obra maestra que el artista en Nick
haya creado.
Deslizándose hacia el único foco, mira con sus
penetrantes ojos marrones a la multitud de simples
mortales que beben de sus caros vasos de cristal o co-
pas de champán. Los tonos rojos, dorados y morados
de la tela que cubre las paredes del almacén a su alre-
dedor se mezclan con los tatuajes brillantes que se aso-
man del traje que usa.
Los artistas esperan ansiosamente sus señales
para entrar. Trapecistas en ajustados leotardos, mi-
mos y payasos con las caras pintadas, un domador de
leones con un látigo en la mano y bestias sostenidas
por pesadas cadenas están listos para comenzar el es-
pectáculo. El gruñido de un león me devuelve a la
realidad, aunque me siento perdida en un país de en-
sueño.
Comienza el hechizo hipnótico que sólo un
hombre de su talento creativo y seguro puede tejer. La
multitud de hombres y mujeres se fijan en su fasci-
nante mirada, permitiéndole chupar a cada uno... uno
por uno. Separando ligeramente sus labios, aspira len-
tamente sus alientos, robando una parte de sus almas
durante toda la noche. Cautiva su atención, exige que
se concentren, incluso antes de que comience el carna-
val.
Sin estremecerme, estoy tan cautivada por
Nick, que estoy dispuesta a ser su presa para lo que
tiene planeado. Quiero estar a merced de este hombre
por esta noche y más allá.
Cualesquiera que sean los actos oscuros, sexua-
les, incluso dolorosos que estén planeados para la no-
che, si Nick lo considera así, cooperaría de buena
gana... con entusiasmo. Me siento ebria por su magne-
tismo.
―Damas y caballeros, pecadores y santos…
―comienza―. Vamos a tener una noche llena de di-
versión, magia, seducción, desenfreno y deseo.
Su voz brama entre los espectadores. Nick exige
su atención, los atrae con lo que está por venir y co-
mienza el espectáculo... la noche acaba de comenzar.
Ver a Nick Hudson en su “Wonderland” me
abre los ojos a una nueva comprensión. Esta es la exis-
tencia que lleva. Transformando un almacén en otro,
atendiendo a un público, y viviendo entre un elenco
de malos, buenos, y los intermedios. Personas fasci-
nantes que eligen vivir en sus propios términos con
sus actos pecaminosos, en lugar de esconderse en las
profundidades de las sombras.
Nick se ha rodeado de personas de ideas afines.
Su “Wonderland” no es para los ordinarios. No para
los aburridos. No para las personas que se levantan
tristes y buscan una salida. “Wonderland” es para la
gente... que no es como su padre.
Este es un ambiente de fiesta como ningún otro.
Una colección de poder y oscuros secretos seductores.
Asesinos disfrazados, malvados disfrazados, criatu-
ras inmorales maquilladas. Y, sin embargo, todos se
juntan por una noche bajo las reglas de Nick.
Un refugio seguro. Sin violencia. Sin VIP. No
hay negocios. Libertad para follar.
Nick ha creado una tierra protectora y maravi-
llosa. Las reglas y el decoro deben quedar afuera.
Nick se ha convertido en mi salvador en más de
un sentido.
Alguien accidentalmente roza mi brazo, y me
congelo de miedo por un segundo. Aunque esto fue
un accidente, mi pasado todavía me persigue. Todavía
puedo oler el hedor del aliento de mi atacante cuando
trató de secuestrarme fuera de la pista de baile la úl-
tima vez que estuve en el “Wonderland”. Me pre-
gunto si esa noche seguirá para siempre mis pesadi-
llas con la sensación de pánico y horror de saber que
pude haber muerto esa noche.
Cierro los ojos y recuerdo cómo Nick me ayudó
a escapar de la mansión Morelli cuando los Sidorov
me perseguían esa noche. Yo también podría haber
muerto entonces. Su fuerza y exigencias, eran aterra-
doras, pero nunca me había sentido más segura. Este
misterioso extraño me estaba salvando la vida.
Nick me había salvado.
Cuando decidió saldar mi deuda, comenzó la
historia de Nick y Lyriope.
Observo cómo la chaqueta a rayas que lleva se
balancea cuando su cuerpo se mueve. Los ajustados
pantalones negros se adhieren a sus musculosos mus-
los. Su camisa negra abotonada revela lo suficiente de
su pecho para hacer que a mí y a todos los miembros
de la audiencia se nos haga agua la boca con anticipa-
ción para ver más. Su hechizo hipnótico es como una
droga que no puedo evitar desear. Me encanta cómo
su voz resuena en mis oídos, acelera los latidos de mi
corazón y alimenta mis deseos sexuales como nunca
antes. Mi coño late con la cadencia de su voz en auge.
Me estoy volviendo adicta a la forma en que me
hace sentir, adicta a la magia. Estoy luchando contra
la adicción, pero perdiendo, sentir su poder dominar
mi alma.
Y no es solo el salvador en Nick lo que tiene mi
cuerpo en llamas.
Incluso soy adicta a la oscuridad que cubre su
propio ser. Me gusta su maldad. Disfruto de su enfer-
medad. Parece que me siento más segura cuando sé
que matará si es necesario.
He visto lo bueno en Nick. El protector. El que
cuida de los niños. El encanto humorístico y juvenil.
Pero creo que lo que realmente me hace querer dar
todo de mí a este hombre es su conexión con la sangre
y el caos.
―Es hora de que comience el espectáculo
―grita Nick, levantando los brazos por encima de la
cabeza.
―Él es realmente magnífico de ver, ¿no es
así?― Cora dice desde las sombras, sorprendiéndome
por mi mirada.
―Sí, lo es. Realmente crea un club fantástico, y
es fascinante verlo.― Veo a Nick dejar el escenario y
quiero unirme a él.
Me doy la vuelta para marcharme, pero Cora
emerge por completo de las sombras, y algo sobre
cómo me bloquea para que no me vaya me tiene con-
gelada en el lugar.
―No hay necesidad de salir corriendo ―dice
mientras se acerca. Sus ojos hechiceros, su voz cauti-
vadora, me hace sentir vulnerable a sus caprichos.
Esta mujer emana un poder que solo espero tener al-
gún día. Años de sabiduría y experiencia en ella, ha-
cen que me sienta como una niña en comparación.
—Debería irme —digo en poco más que un su-
surro―. Estoy segura de que Nick quiere que me
quede cerca de él esta noche.― Debería irme, pero mi
cuerpo no me lo permite.
No puedo evitar sentirme débil y obligada a es-
cuchar cada sílaba que sale de la boca de la mujer.
―Tú y yo tenemos algo en común ―dice Cora―. Yo
también estoy fascinada con Nick. Es un viejo y muy
querido amigo mío. Cuando sus padres murieron,
vino a vivir conmigo. Lo amo como a un hijo y haría
cualquier cosa por él.
―Oh, él nunca me mencionó eso.
―Y él nunca me mencionó a ti ―responde ella.
―Nick y yo nos conocimos recientemente
―digo, sintiéndome incómoda con la energía tensa
que crece entre nosotros.
La mandíbula de la mujer se cierra, y sus ricos
ojos marrones parecen enrojecerse a lo largo de los
bordes justo delante de mis ojos. No es la mujer ama-
ble que conocí en el jacuzzi. Veo veneno e ira saliendo
de ella. ―Busqué esta noche y descubrí quién eres.
Me trago el nudo en mi garganta, dirigiendo
mis ojos hacia donde alguna vez estuvo Nick, pero no
lo veo por ninguna parte.
―Estás poniendo su vida en riesgo ―agrega
Cora―. No me gusta eso ni un poco. ¿Cuál es tu pers-
pectiva, Lyriope Bailey? ¿Quién eres? ¿Por qué estás
usando a Nick para que te ayude?
No quiero decirle la verdad de que Nick me se-
cuestró. Él es quien me obligó a hacer esto. No de la
otra manera. —Nick insistió.― Niego con la cabeza―.
No sé por qué me está ayudando, pero lo hace. Nunca
querría que saliera lastimado en todo esto. No quiero
que nadie salga lastimado. No sé qué hacer ni cómo
salir de esto.― Tomo una respiración trémula―. Fran-
camente, si no tuviera a Nick, estoy segura de que es-
taría muerta ahora mismo.
―Es un hombre respetado. Temido a veces,
pero respetado ―dice―. Pero él no es invencible.
―No quiero lastimarlo. Desearía poder desper-
tarme un día y que todo esto sea un sueño. No sé cómo
llegué aquí, y si podría retroceder en el tiempo…
La expresión de Cora se suaviza y sus ojos pa-
recen desvanecerse a un marrón cálido casi instantá-
neamente. ―Tengo fe en que Nick sabe lo que está ha-
ciendo. Y sabe cómo manejarse. Aprendió de los me-
jores. De mí.― Ella da un paso más cerca de mí, y lu-
cho por mantenerme en el lugar. No quiero que la mu-
jer vea cuánto miedo está causando―. Nick aprendió
a ser un luchador. Cómo ganar. Cómo agarrar el po-
der por las bolas. Es un hombre con el que no hay que
meterse, así como yo no soy una mujer con la que en-
fadarse. Entonces, si Nick siente que es mejor tenerte
en su vida en este momento, confiaré en eso. Pero tam-
bién quiero dejar algo muy claro. Si tienes algún plan
malvado, algún motivo tortuoso al que Nick de al-
guna manera está ciego. Te encontraré y te mataré.―
Se inclina más cerca de mí y puntúa cada sílaba de las
siguientes dos palabras―. Matarte. ¿Estamos claras?
Asiento con la cabeza. ―Esa no es mi intención.
nunca le haría nada…
―Bueno. Entonces nunca tendrás que ver mi
lado desagradable.
Cora me mira de arriba abajo con una expresión
de disgusto que rápidamente se desvanece y se trans-
forma en una sonrisa seductora.
―Debería irme. Tengo que hacerlo. Estoy se-
guro de que Nick me está buscando.― Logro dar un
par de pasos hacia atrás.
―Lyriope ―grita Cora mientras trato de irme
con calma y no huir como realmente quiero―. Real-
mente pareces una chica encantadora. Y siento que
podríamos ser grandes amigas.
Asiento con la cabeza y sonrío débilmente. Sí…
la mujer acaba de amenazarme con matarme y ahora
ve una amistad duradera en nuestro futuro. Solo en
“Wonderland”, supongo.
―Lyriope ―grita de nuevo con voz canta-
rina―. Simplemente no jodas con Nick.
Capítulo Veintidós
Lyriope