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Dos salubristas y universitarios esenciales: Héctor Abad y Leonardo Betancur’ Saiil Franco Agudelo Médico Magister en Medicina Social. ‘Director Corporscon Sal y Desert Profetor Ada, Inia de Estos Politics y Relaones Intemacionales ‘Universidad Nacional de Colombia Unidos y distintos minuto yen pleno ejercicio del otro vinculo esencial: la defensa de los derechos humanos. Muy tunides, pero muy’ distintos Los separé al nacer un cuarto de siglo. El doctor Abad nace en la primera posguerra, en 1921, en el suroeste antioquefto, en Jeric6, hijo de un notario libe- ral y nieto de agricultores. Leo- nardo nace el 13 de febrero de 1946, también en el suroeste de Antioquia, en Titiribi, en la segun- da posguerra, hijo de un albafil. Abad desarrolls més él perfil de un + Homenaje en el séptimo aniversario de su asesinato. Facultad de Medicina. Universidad de Antioquia. 25 de agosto de 1994. ‘Saul Franco Agudelo Dos salubristas esenciales En Héctor Abad y en Leonardo Betancur la salud puibli- ca no fue sélo una profesién © un empleo. Ni menos atin un nego- cio. Fue su manera de vivir. Ex- presaba la sintonia entre su ser individual y su entomo. Entre sus Paquetes biolégicos y su mundo social. Entre su vocacién y su de- seo. No la aprendieron de afuera hacia adentro. La vivieron en un movimiento permanente de den- tro hacia afuera y de afuera hacia adentro. La ensefiaban con pala- bras y con hechos, en salones y en la calle, administrando y diri- giendo, investigando y actuando. Era una de sus vidas, porque vi- vieron intensamente muchas otras vidas. Era una de sus pasiones, porque fueron apasionados de todo lo que querian y hacian. Era su clima y su medio. Su forma casi natural de aproximarse a la realidad, Por todo esto y por mu- cho més no dudo en calificarlos como salubristas esenciales. {Qué era para ellos la sa- Iud_piiblica? Corriendo todos los riesgos de la simplificacién me arriesgo a enunciar las que consi- dero fueron sus cuatro dimensio- nes fundamentales de la salud ptblica, La salud piiblica: un campo de lucha por la vida En resumen, ambos fueron luchadores por la vida. Y la salud publica fue una de sus armas favoritas. El horizonte mé- ximo de la salud es la vida. Y la defensa de la vida, de sus condi- dad, de la convivencia es la pri cipal tarea de la sociedad en su conjunto y de cada individuo en No defendieron la vida sélo en el discurso, Hacian salud ptiblica defendiendo la vida sana, ‘con agua y leche limpias. Por eso las denuncias germinales del Abad joven en U-235; y por es0 sus debates en las corporaciones Piblicas de Antioquia. Queria como salubrista una vida sin résitos ni microorganismos 1 vos. Por eso luché en la campafta de desparasitacién en el munici- pio de Santo Domingo, Antioquia; en el enfrentamiento de la fiebre amarilla en el Putumayo y en la rriesgosa y precoz vacunacién ma- siva contra la poliomielitis en el municipio de Andes, también en Antioquia. Y por eso el trabajo de Leonardo en campamentos uni- versitarios, movimiento al que es- tuvo vinculado durante toda su etapa de estudiante de medicina, y con el cual construfa escuelas y caminos rurales. Por eso también trabajé Leonardo durante afos con los sectores marginales del sector denominado, sin eufemis- mo alguno, del Basurero, ayudan- do a organizarse y a evitar contagios casi inevitables en ese medio. No sélo salud piblica para sanear ambientes fisicos y prevenir enfermedades. Querfan la vida con educacién, vivienda, empleo y alimentacién adecuadas para todos. Por eso se fue Abad, Volumen 13 (1), juliordciembre de 1995 ante el desconcierto y la censura de muchos, a trabajar en el Insti- tuto Colombiano de la Reforma Agraria a promover la modalidad organizativa de la accin comunal y a apoyar a Futuro para la nifez. ‘Avanz6 con su salud ptiblica ha- cia la defensa de la vida social, de la vida en colectivo, organizada y participativa. Por eso presidié, or- ganizé y apoy6 asociaciones pro- fesionales y gremiales. Y culminé su salud publica defendiendo la convivencia ciudadana y la tole- rancia bajo las banderas de los derechos humanos. Por es0 se vineuld al Comité por la Defensa de los Derechos Humanos. Por eso alz6 su voz por los que no la tenjan para denunciar y acusar. Por las mismas razones Leonardo milité sin pausa en organizaciones campesinas, obreras y gremiales defendiendo minimos de dignidad ¥ construyendo ciudadania. Aun en el momento dificil de la deten- cidn en la cércel de Bellavista, en- tre el 6 de mayo y el 6 de noviembre de 1979, en el oscuro momento de la caceria de brujas del gobierno del doctor Turbay Ayala, dedicé su tiempo de pri- sién a curar y alfabetizar compa- fieros de prision. Alli, justo en el escena- rio de negacién de los derechos, reforz6 su decisién de Iuchar por ellos y desde entonces se vinculd sin descanso a esa causa, muy cerca de Abad. De la lucha por la so- brevivencia avanzaban a la lucha por la convivencia. Del trabajo en Dos salubristas y universitarios esenciales: Héctor Abad y Leonardo Betancur i j 5 2 Revista Facultad Necional de Salud Piiblice el campo de la vida individual al trabajo en la colectividad. De la vacunacién a la organizacién. Del discurso a la préctica. Del andlisis a la denuncia. De la denuncia a la lucha. Y de ésta a la muerte. Fue su salud piiblica, la de la vida. Hoy, cuando se recono- ce a nivel continental una crisis general de la salud piblica, se acepta que su recuperacién pasa por retomar este norte y objetivo supremo de la defensa de la vida. Se va creando consenso en que el futuro de la salud piblica pasa por su capacidad de volverse a enamorar de la vida humana y or convertirla en su idea, fuerza y raz6n tiltima. Y en esto, como en muchas otras cosas, Abad y Leonardo no sélo fueron visiona- tios sino también testimonios vi- vos. Tan vivos antes como después de su muerte. La salud piblica como saber y como préctica Para ambos la salud publica era un saber. Un saber de la vida, de la sociedad, del poder, de la organizacién y las institu- ciones, del acontecer colectivo, de la enfermedad y la muerte, Por tanto, ni s6lo “médico, ni sélo cuantitativo, ni sélo bionatural. Era un saber muiltiple, te6rico y practico, transdisciplinario y mul- tiprofesional. Requeria de la ma- temitica y de la estadistica —de la que Abad fue profesor en sus primeros afios de docencia— pero las sobrepasaba. Necesitaba de la sociologia y de la antropologia —que también ensehé— pero no se limitaba a ellas. Se basaba en la epidemiologia —Abad fue uno de - primeros epidemidlogos, espe- Tara por entonces entre noso- ao pero entendia que a partir de ella el trabajo apenas empeza- ba. Suponia la economia politica, campo en el que Leonardo incur- sion6 desde temprano, y la histo ria, otra de las pasiones del doctor Abad. Se enriquecia en el arte, se expresaba en la musica, se hacia mensaje en la poesia. Por eso los intimos de Abad, ms que médicos, lo fueron —entre otros— Castro Saavedra, Arenas Betan- court y Mejia Vallejo, su paisano. Y por eso la compariia de un poe- ma en el bolsillo de su saco al momento del asesinato: “Ya so- ‘mos el olvido que seremos...”. Un saber asi requeria de bases sélidas. Las adquirieron en la facultad en donde se graduaron de médicos, Abad el 19 de abril (sdlo Azar?) de 1947 y Leonardo en 1971. En el posgrado en Salud Pui- blica, Abad en Mineépolis, Leonar- do en 1974 en la facultad creada por Abad en la propia Universidad de Antioquia. Y desarrollan las ba- ses adquiridas a lo largo de todas sus vidas pues fueron siempre es- tudiantes, aprendices con ganas in saciables de saber siempre més. Un saber asi era tam- bién dificilmente aceptable y asi- milable por el saber médico convencional, de rigidas fronteras y poder excluyente. Por eso sub- valoraron y persiguieron a Abad los que 61 lamaba las “vacas sa- gradas” de la medicina paisa. Y oe, simil. Ese nuevo saber se- tia la poliatria, la ciencia del bienes- tar humano. Si bien le dedicé trabajo y una publicacién, la po- liatria necesitaba mas de lo que Sin duda por su perfil ¥ Por su historia, al saber de la Salud publica le aporté mas Abad que Leonardo. Pero para ambos, més que un saber, la salud piiblica era un hacer. Un hacer social. Un hacer en colectivo. Una linea sos- tenida de acciones, organizacio- nes, servicios, decisiones ensayos. Por eso las campafias ya anotadas. Por eso alternaron casi sin paréntesis en la Jefatura del Departamento de Medicina Pre- ventiva de su facultad desde 1956 hasta su muerte. Y por eso el em- pefio de Abad en la idea y la rea- lidad de las promotoras rurales de salud. Al respecto, vale ia pena un comentario. La promocién de la sa- Jud es una antigua idea de la sa- lud publica que hoy renace, esté de moda y la presentan algunos ‘como la panacea del futuro. Tam- bién en esto, pero sin lo de pana- cea, Abad se anticip6. Y no se quedé en Ja idea, sino que, a raiz, de lo que observé en México, la concret6, le dio un instrumento eficaz: las promotoras rurales de Volumen 13 (1), jliosiciembre de 1995 salud. Las empez6 a formar en 1956 en Santo Domingo, Antio- quia. Para 1968, siendo Ministro de Salud otro quijote de la salud piiblica de este pais: Antonio Or- défiez Plaja, se les da reconoci- miento académico y adminis trativo y se intenta extenderlas a todo el territorio nacional. Y a los veinticinco afios de iniciado el tra- bajo, Megan a la cantidad no des- preciable de 5.000, “mis cinco mil novias” como las llamé en el ena- morado articulo periodistico del 23 de agosto de 1981. No sélo promotoras ru- rales. También salubristas. En 1964 Abad fundé la Escuela Na- cional de Salud Publica, proyecto conjunto entre el Ministerio de Sa- lud y la Universidad de Antio- quia. Fue su primer director, su orientador original. En el camino, la relacion del Maestro y su Es- cuela fue turbulenta. El se recono- cia también, desde Asia lo explicito en més de una carta, como creador de antiescuela. No se asustaba en consecuencia cuando sus discipulos, Leonardo y yo entre ellos, lo enfrentaba- mos y atacébamos. O cuando los ritmos y directrices de su Escue- la eran distintos de los suyos. Terminé por sentir mas préximo su Departamento de Medicina Preventiva de la Universidad de Antioquia, al que volvia siem- pte. No asi a la Escuela. Hoy, como Facultad, la Escuela lleva su nombre. Y, ojalé, més que el nombre, Ileve adelante lo mejor de su mensaje. Dos salubristas y universitarios esenciales: Héctor Abad y Leonardo Betancur ‘Sail Franco Agudelo Revise Facultad Nacional de Salud Piblica No sélo_ salubristas. También lideres sindicales. En 1981 Leonardo es co-fundador de la Escuela Nacional Sindical en donde todavia se siguen forman- do obreros y conciencia obrera. Fue su primer Director entre 1981 y 1983 y estuvo en su Consejo Di- rectivo hasta 1985, Sigue necesitando con tios de la vida cotidiana de la so- ciedad y menos pegada exclusiva y nostélgicamente al medio hospitala- tio. Debe fortalecer su rigor mate- matico, pero no puede seguir mirando con desprecio los esencia~ Jes aportes de las ciencias humanas y sociales. No puede olvidarse de la enfermedad, pero tiene que adentrarse mucho mas en los arca- nos de la vida, en las positividades de la salud y en los misterios de la muerte, Ms ciencia, nuevas préc- ticas, més espacios. Y mucha, mu- chisima més vida. La salud piiblica como cultura de la salud y de la vida Nieto de agricultores de Jeric6 el uno y de albafil y familia campesina el otro, asimilaron que el campo de la salud era también un campo de siembras y cultivos, de abonos y cosechas. De muchas siembras y de pocas cosechas, Fueron, en sintesis, sem- bradores de ideas y dudas, de sue- ios y experiencias, de amores lo saben muy bien dofia Cecilia, el amor y la compafera inseparable de Abad desde el 16 de septiem- bre de 1950 hasta siempre, y Ceci- lia, la compafiera de Leonardo desde 1971, la madre de sus tres hijos, uno de los cuales ya no nos acompafia por esos absurdos que padecemos sin entender jamés. Como sembrador de dudas y de ideas reconocemos a Abad como ‘Maestro, uno de los oficios que més amé y que mejor supo des- empefar. Como sembrador de hi- jos y de nietos lo reconocen como padre y abuelo quienes tuvieron la dicha y el orgullo inagotable de serlo. Como sembrador de proyec- tos y de acciones lo reconocemos como gerente, dirigente, vicedeca- no 0 jefe de todas las empresas e instituciones que le dieron la oportunidad de serlo. Eran sembradores. Lo sabia Abad desde cuando partici- po en el Colegio de Sevilla, en el Valle del Cauca, en la redaccién de Simiente, su primer periddico estudiantil. Cuando en la década del cuarenta sacudié a la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioguia con su explosivo U-235. © cuando al empezar los ochenta ayud6 a refrescar la misma Facul- tad con Viento Nuevo, la ultima re- vista. estudiantil en la que comprometié su nombre. Y lo sa- bia Leonardo desde sus estudios primarios en Titiribi, secundarios en Envigado, y univesitarios, con liderazgo reconocido, en el mo- ‘mento de mayor auge y compleji- dad del movimiento estudiantil. Sabian que para sembrar habla que remover la superficie, abonar y hundir fuerte el azadén en la entrafa de la tierra, Sélo asi la semilla penetra y se protege. Por eso Abad sintié el grito de la reac- Gin de los sectores més conserva- dores de su Antioquia y soports Jos embates muy poco catélicos de “La hora catélica’. Entendian que la cultu- Fa es un territorio de cultivo de la diversidad; de explicaciones y representaciones diversas sobre las realidades con las que se con- vive 0 se suefia; de comporta- mientos, valores y expectativas diferentes. Lo Ievaron al campo de la salud y defendieron la nece- sidad de entender el entorno del enfermo y de las enfermedades; de respetar creencias y practicas populares frente a la enfermedad y la muerte no canonizada por el ‘saber convencional; de cuidar ta salud como una planta y la vida como la mayor riqueza. Sin pro- ponérselo fueron agricultores de To que hoy Hamamos “nueva cul- tura de la vida y la salud”. En 1972 Leonardo se va al Guaviare, y en San José se aproxima a otra cultura: la de los indigenas. Y es- tablece una corriente de doble flu- jo desde su saber y su practica hacia y desde la de ellos. Este contacto lo marca y le refuerza una de sus notas dominantes: la tolerancia y la concertacin. Am- Volumen 13 (1), julio-diciembre de 1995 bos ten{an madera tolerante en un medio que ni lo era ni lo es. Uno siempre siembra, dijo Abad. El sembrador siempre nace, le dije yo cuando en agosto de 1982 se jubilé como profesor de nuestra Facultad de Medicina y como hoy lo repetimos todos al verlos nacer cada dia en tantas partes. Buen sembrador. Pero mal cultivador y pésimo cosecha- dor Abad. De tanto sembrar, 0 no le alcanzé la vida 0 le preocupé menos cosechar. Por eso algunos proyectos quedaron huérfanos 0 inconclusos. Por eso algunas ideas —poliatria y mesoismo, por ejem- plo— no tuvieron los desarrollos que les hubieran permitido mayor densidad y utilidad. Por eso algu- nas experiencias no germinaron como 61 lo sofé. Leonardo, en cambio, cultivé mucho més sus frentes, su tierra, sus tareas. Pero la vida Je negé el tiempo de casi todas las cosechas. La crisis actual de la salud péblica pasa también por la pérdida de su potencia seminal. La hist6rica primacia del academi- cismo y el burocratismo la ha ale- jado de su tarea de fermento, de su campo de siembras y cosechas. Hoy siembra poco. Casino cava. Repite mucho y casi no interroga Acepta rapido y se inclina y se deslumbra facil. Se cree muy cien- tifica, eficiente y gerencial. No siempre sabe valorar y asumir su Papel transformador, interrogador, confrontador. Su futuro también salubristas y universitarios esencialos: Héctor Abad y Leonardo Betancur 15 i 16 ‘Revista Facultad Nacional de Salud Pibica tendré que ver con su capacidad para recargarse de ideas y pre- guntas, de dudas y proyectos, de ‘energia vital. La salud piiblica del futuro seré también una nueva agricultura de la vida y de la sa- lud. Tendré nuevos campos y se- millas, agricultoresy _abonos mejor balanceados y, ojalé mejores cosechas. La salud piiblica como accién politica Abad Gémez se auto- definié también como un activista politico-social. Y Leonardo fue exactamente eso para todos. Al igual que Virchow un siglo antes, entendieron que 1a politica era medicina a gran escala. Y asf la ejercieron. No como politiqueria, ademés sino como interpretacién y canalizacién de la voluntad co- lectiva hacia la solucién de las ne- cesidades sociales. De hecho en politica partidista no les fue bien. La de derecha consideraba a ‘Abad demasiado de izquierda, y la de izquierda desconfiaba de sus afinidades con la derecha, Esto, en un pafs en el que la filia~ cin partidista cuenta tanto en la distribucién del poder burocrati- co, puede explicar en parte por qué un hombre de su talle y de sus capacidades nunca fue deca ‘no, ni rector, ni alcalde, ni minis- tro. En realidad sélo tuvo cargos de mediano calibre. Leonardo, por su parte, no tuvo ningun car- go por fuera de la Universidad, con excepcién de su paso por el Concejo de Medellin en 1980. En cambio, en los campos en los que el poder lo confiere el liderazgo, las ideas, la lealtad y las convic- ciones, estaban siempre en la pri- ‘mera fila. Apenas Abad recibia su titulo de médico, ya estab: trando en el campo de las decisio- nes politicas de la salud publica regional. Muy poco después est ya en el nivel nacional enfrentan- do epidemias, impulsando vacu- naciones 0 redactando proyectos de ley, como el del afto del servi- cio social obligatorio aprobado en 1948. Un poco més adelante lo encontramos ya en foros y con organismos internacionales y miundiales comunicando experien- clas locales, discutiendo proyectos innovadores y, como siempre, aprendiendo y polemizando. Sin perder el polo a tierra, trabaja al mismo tiempo en una de las mo- dalidades participativas de enton- ces, Ia accién comunal, visitaba los distritos de riesgo de a refor- ‘ma agraria, iba a donde otros no iban, tenfa tiempo para ofr a los que nadie oye. Leonardo, desde antes de recibir su titulo de médico, ya era un militante de la justicia y de Ja dignidad. Va al Guaviare, vuelve a los sindicatos, a las organiza- clones barriales, a la lucha politi- ca dentro del movimiento profesoral y estudiantil, a la par- ticipacién en Firmes, cuando ese movimiento significaba una aventura democratica. Militaron ambos sin descanso —iy a qué preciol— en un partido: el de los derechos hu- ‘manos. Desde alli pudieron ente- arse de muchas verdades no oficiales, de muchas violaciones a todos los derechos, de muchos violadores con antifaz de defenso- res de derechos. Fue una militan- cia que los llevé de vereda en vereda, de riesgo en riesgo, de dolor en dolor. Incapaces de otor- gar con el silencio, hablaron, bata- llaron, denunciaron. “Yo acuso” fue uno de los més vibrantes y valientes articulos _periodisticos del doctor Abad, publicado en el eriddico El Mundo, de Medellin, el 4 de agosto de 1979. Es posible que por acusar los hayan acusado ¥ que por hablar asi hayan ido ecidiendo silenciarlos. No sélo denunciaron. Padecieron la violencia, todas las violencias. Cinco de los compafie- ros mds proximos del doctor Abad fueron asesinados en Sevilla en su primera juventud. Le gol- ‘peé cerca la violencia politica de- satada en 1948 y salié del Pais en 1950. Lo vimos enfrentar la vio- lencia policial contra marchas pa- cificas en defensa del Hospital o de otras causas universitarias. Leonardo crecié en los primeros aftos de la etapa que conocemos como de la Violencia en Colom- bia. Enfrenté la violencia de la fuerza publica contra las manifes- taciones de protesta e insatisfac- cién estudiantil, padecié los allanamientos frecuentes a su casa y a su privacidad, y fue victima ‘Volumen 13 (1), julio-diciemine de 1995 del encarcelamiento y sefialado en 1979, La muerte violenta de am- bos fue la culminacin contra ellos del imperio de la fuerza y de la intolerancia. Y estudiaron la violen- cia. El tinico escrito que conservo de Leonardo es la transcripcién de una conferencia suya sobre la violencia en Colombia, dictada en la sede de la Asociacion Médica de Antioquia en 1986, en la cual diferencia las violencias econémi- ca, politica y social. Abad consi- deré la violencia como una expresion de desigualdades, un sintoma de profundas enfermeda- des sociales y una realidad cultu- ralmente creada, en ocasiones necesaria al organismo social. Fue el pionero solitario de los estudios de epidemiologia de la violencia al empezar la década de los se- senta. La estudié e invit a estu- diarla. Le hicimos caso demasiado tarde La presunta neutrali- dad politica de la salud ptiblica en nombre de la objetividad y la racionalidad cientifico-técnica_ha contribuido, sin duda, a su distan- ciamiento de muchas realidades y causas que le son esenciales. Y en lugar de neutral ha devenido cOmplice, ajena, insipida. No es que deba politizarse conyuntural ¥ subjetivamente. Bs que la salud publica es, por esencia, politica Las més recientes discusiones so- bre el tema —la Declaracin de Quito, de septiembre 1993, por ejemplo— sefalan como tarea fundamental para revitalizar y re- ‘Dos salubristas y unversitarios esenclales: Héctor Abad y Leonardo Betancur ‘Saul Franco Agudelo Revista Facultad Nacional de Salud Piblica encauzar la salud publica en ‘América Latina la recuperacién de su entidad y de su compromiso politico. Esta tarea no es exclusiva de los salubristas de escuela. Ni s6lo de los reconocidos y remune- rados como tales. Lo es de todos los que en el arte o en la politica, en la ciencia o en la técnica, en la calle o en las instituciones luchan, por la vida, trabajan como agri- cultores de la convivencia y el bienestar colective, construyen sa- beres y précticas para mejorar la salud y prevenir enfermedades, y se arriesgan a hacer de la politica no una maquinaria para multipli- car sus intereses sino un instru- mento para demandar y ejercer el poder en la biisqueda de solucién a las necesidades sociales. Que fue lo vivido y lo ensefiado por Héctor Abad Gémez y por Leo- nardo Betancur con su vida, Y con su muerte, Dos universitarios esenciales No era para ellos la uuniversidad la fuente de ingresos © el espacio rutinario de trabajo. No les era exterior. Ni firmaron con ella un contrato de trabajo. Fue un pacto de vida. Eran Uni- versidad, universitarios. Vivian en y para la Universidad. Ella les re- ‘toalimentaba siempre la inquie- tud intelectual, la pregunta sobre lo establecido y lo convencional, el estimulo para la lucha, la fuer- za para avanzar. Si “Alma Mater” tiene que ver con micleo de vida, con matriz, con reserva y genera- cién de energia, ellos lo entendie- ron y ejercieron muy bien. De ella bebieron cono- cimientos igual como docentes que como aprendices. En ella con- formaron y ejercieron sus lideraz~ 0s, reconocidos en la madurez cuando ambos, en distintos mo- mentos y contextos, ejercieron con acierto la Presidencia de la Aso- diacion de Profesores. En ella desarrollaron y cultivaron la conciencia critica, ne- cesaria igual para tomar distancia del poder establecido que para mirar otros Angulos y proponer otras alternativas. Desde ellas se proyecta- ron hacia adentro y hacia afuera via la catedra, el debate, el discur- 80 y la investigacién. Ella los acogia y los re- chazaba a veces, los queria y los interrogaba, los exallaba y los tranquilizaba, les daba vida y los oré al perderlos. Dos preguntas pueden orientar nuestra indagacién y nuestro trabajo universitario ac- tual: qué universidad necesita la so- ciedad de este final de milenio? ¢Qué sociedad quiere ayudar a construir la Universidad de principios del siglo XXI? Se trata de acelerar, bien ubicados en el presente y proyec- tados al futuro, bien sintonizados con la provincia, el pais y la aldea planetaria, la construccién y re- construccién de la Universidad que la sociedad esta requiriendo, ¥ la formulacién de la sociedad que consideramos mejor. Al res- peto pienso que la tarea priorita~ fia es la reconformacién del pacto universidad-sociedad. Un pacto que ha existido, pero que requiere reformulaciones, nuevas practicas y actores, aire fresco y sangre nueva. Pacto cientifico-tecnolégico, para decidir qué ciencia y qué tecnologia, construidas cémo, al servicio de quiénes y aplicadas dénde. Pacto con el arte y los ar- tistas para crear més, fecundar mis lo cotidiano y ayudar a sohar con polo a tierra. Pacto ciudada- no, para reencontrar la identidad politico-social de los actores uni- versitarios y sociales y reconstruir la red de deberes y derechos, de relaciones de tolerancia a la dife- rencia e intolerancia a las inequi- dades. Pacto con el Estado que igual le impida a ella seguir exis- tiendo como hija minusvalida le impida a él evadir sus esenciales responsabilidades frente a ella. Pacto con las regiones y con las organizaciones sociales con lo que producen y con los que necesitan, con el presente y con el futuro de Las dos preguntas for- muladas trascienden el objeto de esta presentacién. Pero pueden impulsarnos a nuevas bisquedas y acciones. Y, sin duda, apuntan en la direccion de lo que Leonar- do y Abad trabajaron y quisieron. El mejor homenaje a ellos puede ser acelerar Ja lucha por Ia vida, Volumen 13 (1), juliosiciemive de 1995 por ia salud (piiblica) y por la Uni- versidad. Bibliografia ‘ABAD GOMEZ, Héctor. Carls desde ‘Asia. Medellin: Universidad de An- tioguia, 1977, UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA. FACUL- TAD DE MEDICINA. Memorias Primer encuentro nacional de profe- sores de medicina preventva y sa lud_piiblica. Medellin: Universidad de Antioquia, 1982 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA. FACUL- TAD NACIONAL DE SALUD PU- BLICA. Memorias Foro Salud Siglo XXL Medellin, 1984 ABAD GOMEZ, Héctor. Teoria y prictica de salud publica. Medellin: Univer- sidad de Antioquia, 1987. BETANCUR, Leonardo. La vielencia en Colombia, Revista Facultad Nacio- nal de Salud Piblica (Medellin) Vol. 10 No. 2, Qul-Dic. 1987) JUTEN, Paul, compilador. Una vida por la vida. Coedicion UNAP-ECOE. Bo- ‘gots: 1989. ABAD GOMEZ, Héctor. Manual de tole rancia, Coleccién Otraparte, Mede- Ii: Universidad de Antioquia, 1990. 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