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TOPOGRAFiA DEL APARATO PSfQUICO

L a teoría psicoanalista tiene la particularidad de no


coiisiderar los actos psíquicos de la iiiisma manera que
lo hace la psicología clásica. Esta los estudia como ele-
mentos yuxtapuestos, asociados y estáticos.
El psicoanhlisis concibe la vida psíquica como evolu-
ción incesante de fuerzas elementales, aiitagónicas, com-
puestas o resultantes, con un concepto dinámico del
psiquismo.
E n la época en que inició el estudio del material acu-
inulado, advirtió Freud la necesidad de crear un esbozo
auxiliar para hacer comprensible o esti'ucturar su teo-
ría, y al niismo tiempo mantener un orden en la inves-
tigaciCn. Creó para esto la mctapsicologia, estructura
hipotética, que le sirvió para i r colocando los distintos
elementos estructurales de su teoría en un conjunto
coo1,dinado.
Coino no podía encontrar o explicar el oi'igen de los
sintoinas neuróticos sin conjeturar una función deter-
minada que se cunipliría en un sistema espacial, hizo tal
estructuración y concibió ese espacio en que actuarían
dináinicamente las distintas fuerzas psíquicas. Esto, e
primera vista, parece algo fantasioso; pero hay que re-
cordar que la mayoría de Ias teorías científicas siempi'e
tienen algo de fantástico, que es necesario y puede
mantenerse cuando reúne condiciones que permitan cun-
ciliar las enigeiicias prácticas con los resultados de la
experiencia. Baste, como ejemplo, mencionar el caso de
la teoría de la inmunidad de Ehrlich.
El sistema metapsicológico teórico de Freud cumple
con estos requisitos. E s una topografía hipotética del
aparato psíquico, pero en este caso hipotético no quiere
decir, ni siquiera, que se concibe la posibilidad de que
la psiquis esté dividida en tres planos delimitados con
mayor o menor rigurosidad. Se debe considerar que son
fuerzas, cargas energéticas que se desy~laztin en cierta

forma, que tienen u n tipo de vibración que es específico


y que todas van a estructurar los tres sistemas que
Freud ha denominado y dividido topográficamente en
Inconsciente, Precoitsciente y Consciente, cada uno de
ellos con características determinadas. Dentro de estos
tres campos de límites imprecisos, se considera la exis-
tencia de tres instancias o localizaciones, que actúan
en distintos planos y que adquieren las características
propias de ese nivel de l a actividad psíquica son: el ello,
el yo y el superyó.
El yo, por ejemplo, tiene una parte dentro del cons-
ciente, pero llega a l preconsciente y al inconsciente. El
A . TALLAFERRO

ello, en cambio, está totalniente situado en el inconsciente


y regido por las leyes de ese sistema. E n suma, son
campos de límites esfumados que tienen zorias fronte-
rizas coiiiunes.

E L SISTEMA INCONSCIENTE
E l concepto de inconsciente es, en su mayor parte.
teórico, en el sentido de que nunca ha sido observado
directamente. Pero al niisiilo tiempo es einpirico, por
el hecho de representar una inferencia imprescindible
p a r a explicar, de una nianera lógica y sistemática, gran
cantidad de observaciones. El estudio de los contenidos
del inconsciente permite, por otra parte, explicar y de-
mostrar que los actos mentales y sociales tienen una
causa d ~ f i n i d a siguen
, un propósito y son emofiionalmente
lógicos, aun cuando desde un punto de vista intelectual,
aparenteniente no sea así.
Mal se podrá, pues, dar una definición categórica de
algo cuya naturaleza se desconoce íntimamente, y cuyo
conociiiiiento sólo puede hacerse de un modo indirecto,
mediaxte los datos que nos suministran los sueños, los
actos fallidos, los tests proyectivos, como el de Ror-
schach, Szondi, Test de apercepción temática de Murray
y sobre todo la historia de los síntomas neuróticos y psi-
cóticos. Prácticai~teizte se conoce cl inconsciellte en s u
cxpreszón consciente.
Los psicoanalistas, por otra parte, no son los únicos
que admiten la existencia de un inconsciente, pues tam-
bién lo conciben muchos filósofos y psicólogos. Theodor
Lipps ha dicho, al respecto, que el inconsciente debe ser
considerado la base universal de l a vida psíquica. Male-
branche deducía la originaria inconsciencia de nume-
rosas representaciones de la imposibilidad de apercep-
ción simultánea. Johannes Friedrich Herbart entiende
por representación inconsciente toda aquella que se da
t r a s el umbral de la consciencia, y para Edward von
Hartmann, los fenómenos psíquicos inconscientes no se
hallan sometidos a regla alguna de la experiencia, son
siempre el "eterno inconsciente", de existencia aislada,
con propiedades completamente trascendentes, no asequi-
bles a la comprobación experimental.
Pese a aue el inconsciente es ordinariamente admi-
tido, su concepto continúa aún oscuro para la mayoría
(Dalbiez).
El concepto psicoanalítico de éste difiere del de los
autores precitados, que le atribuyen un sentido negativo
y. denominan con tal designación todo lo que no es cons-
ciente. De ahí nace el término s?rbco?iscic~ztc,derivado
del concepto de que todo lo que no es consciente es sub-
consciente, es decir, una cosa que está por debajo o que
es inferior. P a r a el psicoanálisis, el término subcons-
ciente no es exacto: "sub" es una desvalorización. El
inconsciente, p a r a el psicoanálisis, es psíquicamente po-
sitivo, es un sistema en constante evolución y cargado
(le energía psiquica. Según el concepto de Freud, el
inconsciente no es lo contrario de lo consciente, como
decid Lipps, ni es el consciente "degradéJ' o latente, a l
que los filósofos de la introspección y de la intuición
titubean en acordar categoría de psíquico. Por el
contrario, es el grado preparatorio del consciente, y
más exactamente a ú n : el verdadero, el real psiquismo.
(Freltd.)
Las experiencias hipnóticas "A" y "B" de B,ernheim
habían permitido demostrar, antes de que hiciese su a.pa-
rición la teoría y el método psicoanalítico, la existencia
de un inconsciente. E l cumplimiento de l a orden post-
k~ipnótica y su racionalización permiten ver, en forma
experimental, que existe un inconsciente, un elemento
que actúa por debajo de l a conciencia, pero que es capaz
de movilizar al sujeto sin que éste advierta el origen
de su decisión.
Stefan Zweig dio, en su libro La c~c?.aciónpor el espi-
ritti, un ejemplo sumamente claro que evidencia que
habia comprendido lo expresado por Freud.
"El inconsciente -dice- no es de ninguna manera
el residuo del alma, sino, por el contrario, su materia
prima, de la que sólo una porción mínima alcanza la
superficie iluminada de l a consciencia; pero la p a r t e
principal, llamada inconsciente, que no se manifiesta,
no está por eso muerta o privada de dinamismo. Do-
tada de vida y acción influye en forma efectiva sobre
nuestros pensamientos y sentimientos, representando el
sectoi' más plástico de nuestra existencia psíquica. Por
eso el que en toda decisión no toma en cuenta el querer
inconsciente, comete un error, puesto que excluye de sus
cálculos el elemento principal de nuestras tensiones in-
ternas; se equivoca groseramente, como se equivocaría el
que valuara la fuerza de un témpano considerando sólo
i f i h. TALLAFERRO

la parte que emerge de! agua. S u verdadert, voliimen


queda bajo ella." 1
La existencia del inconsciente se puede establecer por
el c«rctc?tido y e1 naotlo de actuar. Dentro de los conte-
nidos hay que considerar los cqui7>ale?ites i~istintivos y
las i.cpres~ntncionesde hechos, objetos y de órganos.
Se entiende por eqzcivalcntc, i ~ t s t i ~ i t i zla
~ o manifesta-
ción psíquica externa de un instinto que se expr ja por
modificacionek inotoras y secretorias que se viven com?
emociones '. E s decir, que existen en el inconsciente ele-
mentos instintivos que no se presentan como tales sino
traducidos a1 consciente. I!n impulso amoroso aparece
con todas las iiiodificaciones motoras y secretoras ; se
vive como u n a emoción. Un iiiipulso agresivo se t r a -
duce y ce vive como una emoción colérica. De acuerdo
con la definiciór, de Freud, los cq?rii~nlcntc.sinstintivos
serían las en~ociones,el elemento que es posible c a p t a r
a través de las modificaciones (le la p a r t e formal del
sujeto y que son expresiones de la que está sucediendo
en su inconsciente.
Al n~orlo rlc trcttrur del inconsciente se le denomina
pt.oc<>soprimario, por ser la primera fornia de actuación,
la más primitiva del psiquismo. Debe tenerse en cuenta
que la teoría psicoanalítica considera que los procesos
psíquicos son esencialmente inconscientes y que antes de
llegar a conscientes deben s u f r i r un coinplicado proceso,
que tiene sus leyes determinantes. reglas de la gramá-
tica especial y lógica primitiva que gobiernan este sis-
tetna, y que en este caso son las del piweso primario.

' Es necesario h a r r r tina aclaración rcfcrrnte a l ~ > a p r lq u e rcpre-


senta el inconscienlr. o más e x a r t a n ~ r n t e . r l proceso primario en la
actuari6n del sujrto. La acción y persistencia del proceso primario
r s sobrevalorada por alpunos. pues consideran q u e los "normales" o
aquellos pacientes con varios año9 d r psicoan8lisis. continúan domi-
nados por artuarionei q u e corresponden al proceso urimario. Lo que
debr tcnrrsr presente es que despues de un análisis extenso y consi-
derando el ejemplo de Strfan Zweig. la parte sumergida del iceberg
continua. pero ya no dehe tener el volumen drl comienzo. es decir.
que al haher madurado r l yo y adquirido un sentido de la realidad.
el pensamiento racional d e asociación horizontal adquiere predominio.
y drsde r n t o n r r s r l sujeto y a no dehr actuar regido totalmente por
las leyes d?l proceso primario: en rsas ,condiciones si se puede sos-
t r n r r qiic rxistr un c i ~ r t ogrado d e lihre arhitrio que. si bien n o es
total. como algiinos lo pretenden. tiene tina vigrnria que no es des-
preciable.
' M c Dougall definr emoción a s í : "ronromitantr ronscirntr d r los
impulsos instintivos r n plena actuación".
El sistema preconsciente también tiene sus formas de
actuación, que han sido denominadas proceso secundario.
E n el proceso primario deben considerarse los elemen-
tos que actúan, teniendo en cuenta que en el aparato
psíquico lo que llega a ser consciente proviene del in-
consciente. E s decir, existe una dinámica que, como tal,
debe tener reglas que la regulen.
E n el inconsciente hay que tomar en cuenta los si-
guientes mecanismos: a ) desplazamiento y b ) la con-
densación; c ) la proyección y d ) la identificación. Estos
son los elefientos, entre otros, que se encuentran en el
proceso primario.
Desplazamiento: consiste en ia movilización y cambio
de lugar de una carga psíquica, un desplazamiento de
la importancia de una unidad a otra. Así, en un sueño
puede aparecer un elemento que tiene una carga deter-
minada, que la transfiere a otro. Este fenómeno se
produce generalmente en la histeria de angustia, es de-
cir, en las fobias y en la neurosis obsesiva. E n esta
última suele haber un desplazamiento hacia lo pequeño,
lo menos importante, que lleva a la persona que tiene
un cierto resentimiento contra otra, no hacia la agresión
directa, sino hacia la indirecta, dirigida hacia lo más
pequeño. Si son vecinos, por ejemplo, quizá riña con
ella diciéndole que la vereda de su casa está muy des-
pareja. Realiza un desplazamiento desde el objeto X
que quiere agredir, hacia la parte más alejada y nimia,
relacionada con dicho objeto, aun cuando su actitud vaya
dirigida, en realidad, hacia el vecino personalmente.
La condensación consiste en la unión de varios ele-
mentos separados que tienen determinada afinidad entre
sí; es decir, que los rasgos u objetos A, B, C, y D se
condensan en uno nuevo y único compuesto por A +
B+ + C D. Esto es lo que ocurre con los sueños, donde
es posible que aparezcan en un solo sujeto características
de varios personajes distintos. El color de ojos de -4,
los cabellos de B, el caminar de C y el t r a j e de .D.
La condensación es característica de la histeria de
conversión en la que un síntoma puede ser la conden-
sación de energía psíquica de varios elementos. Un
vómito histérico puede condensar varias situaciones si-
multáneamente. Puede ser en primer lugar un deseo
de embarazo, luego el de efectuar un fellatio y por ú1-
timo el asco que la misma fantasía produce. Todas
estar situaciones se condensan en un solo síntoma qiie.
como en todos los casos, tendrá un elemento que es la
expresión de l a condensación. Todo síntoma esta pluri-
deterininado por diversos afectos que se expresan con-
densatlos a través de él. Este coinplejo mecanismo ocurre
íntegrametite en el inconsciente y está regido por el
proceso primario que regula la actividad de todo neu-
rótico o psicótico.
La p r o ~ e c c i o ~se
i produce generalmente en la para-
noia en que el sujeto proyecta sus inipulsos agresivos
sobre otro u oti'os y luego se siente perseguido y aco-
sado por esos aiismos in~pulsosque él proyectó.
La it1c~ifificució)io transferencia del acento del objeto
al sujeto es una iiianifestación psíquica general. "En
todo momento, dice Nunberg, nos identificamos con al-
guien." Mediante este proceso una persona se considera
en cierta medida semejante a otra, el niño copia el modo
de actuar del padre y este proceso de identificación
parece ser la posibilidad de una mutua comprensión
huiilana.
Tanto la identificación como la proyección son modos
del desp!azawieiito que en el piinier caso se hace de
un objeto al sujeto, mientras que en la proyección va
del sujeto al objeto. Si una persona sueña que J u a n se
cae del puente, sentirá todas las sensaciones inherentes
a la caída. E n otros términos, una ameba engloba un
trozo cle carmín y se tiñe. La proyección es todo lo con-
trario. E l sujeto que siente tenior en el sueño, no lo
vive coilio cosa propia, pero en el episodio oiiirico habrá
otro personaje que vivirá un estado de miedo. E n rea-
lidad, lo único que se produce es un desplazamiento de
la carga psíquica del sujeto al objeto. E n la paranoia,
la persona proyecta su agresividad, pero también lo hace
con otros afectos, sin darse cuenta de que la esencia
de todo está en él. Por ejemplo, el caso del niiio que.
ante la jaula de los leones en el zoológico, dice: "Sal-
gamos de aquí, abuelito, porque tú tienes miedo."

C a ~ ~ a c t e l ~ í s t i cdel
a s inconsciente
El inconsciente tiene sus modos propios de actuar que
constituyen en conjunto el proceso primario y son:
a ) Ausencia de cronología;
b) Ausencia de concepto de contradicción;
c ) L e ~ ~ u a simbólico;
je
d ) Igualdad de valores p a r a la realidad interna y la
externa o supremacía de la primera;
e ) Predominio del principio del placer.
a ) - E n el inconsciente la cronología no existe, como
tampoco rige en los sueEos. E n l a vivencia onirica pue-
den darse casos en que el tiempo y el espacio estén
totalniente ausmtes. Careciendo de sentido cronológico,
el inconsciente no reconoce pasado ni f u t u r o y t a n sólo
un presente.' Todas l a s tendencias son vividas por el
inconsciente en el tiempo actual, incluso cuando se refie-
i'en al pretérito o al futuro. Los acoiiteciiiiientos más
lejanos sig~ienactuando en el inconsciente de un niodo
invar/able, con t a n t a actualidad, conio si acabaran de
ocurrir. Un paciente de 35 años luchaba inconsciente-
niente y con g r a n tenacidad contra la autoiidacl paterna,
pese a que su progenitor había fallecido cuando él tenia
stlo 8 anos de edad.
b ) - T a n ~ p o c o tiene el inconsciente un concepto tlefi-
nido de la contradicción. No opone reparo alguno a la
coexistencia de sucesos antitbticos; sus elenientos no es-
tsin coordinados y las contaa(licciones se dan simultA-
neaniente, nianteniendo su plena valencia, sin excluirse,
aun cuando sean de signo contrario. Pueden existir a la
vez un sí y un n o . . . Si en la inaquina de escribir se
aprietan dos teclas a la vez, aiiibas l l e ~ a r á njuntas a la
guía que iiornialinente hace que un tipo pegue firiiie-
mente sobre la cinta y deje su marca impresa. Pero en
este caso, como llegarían dos, chocarían al entrar en la
~ u í a ,y ni una ni otra lograrían grabarse en el papel,
pues no respetan un orden preestablecido. Eii el incoiis-
ciente, sin embai'go, todo se desarrollaría de t a l manera
que ambos tipos tendrían acceso al papel, imprimiendo
simultáneaniente letras o palabras de signo y va!or con-
trario. Un amor y un odio. Inconscienteniente se puc-
den vivir en foi*ma simultánea sentiniientos de odio y
de amor, sin que uno de los dos desplace o anule al o t r ~
ni siquiera en parte.
E l inconsciente tampoco sabe decir que no, g cuaiidc
necesita d a r una negativa debe enunciarla recurriendo
a otros elementos. Quizás a una anestesia, si lo que
quiere es no sentir; a una parálisis, si lo que tlesea es:
"no quiero".
Esta modificación drl sentido dcl t i r ~ n p o sc r>hst,rva tarrilii6n i.n
las e x p r ~ i c n c i a s realizadas con mcscalina y L.S.D. ~ L I V S ! inirixl.
~
cación produce un prrdominio drl proceso p r i r n ~ r i o
fi0 A. TALLAFERRO

C) -Cuando el inconsciente tiene que decir, lo ex-


presa en forma arcaica, u t i l i z a ~ d osímbolos. (Esto se
verá con mayor detalle a l estudiar el proceso de ela-
boración de los sueños, pág. 137.) U n a enferma sueña
que ha comprado un helado, que sorbe con fruición, y
cuando la boca se le llena de crema chantilly derreti-
da, siente uii g r a n placer. El significado del sueño es
evidente, pero l a tratlricción se ha hecho empleando
sín~bolos.
d ) - L a realidad interna en los psicóticos y neuró-
ticos tiene t a n t o o niás valor que l a externa. E l psicó-
tico, que vive la fantasía de ser mujer, tiene en ella algo
que es tanto o más valedero que su real personalidad.
Por lo tanto, es perfectamente natural que actúe como
tal. También el psicótico que se cree millonario vive
una realidad interna más valedera que l a externa; está
convencido de que h a coniprado todos los ríos y los cam-
pos del país, y en un gesto de generosidad, que en él
es auténtico, le regala a un amigo dos estancias y a
otro un río entero. Esto, aparentemente, tiene ribetes
risueños, pero para el hombre cuya acción psíquica está
condicionada por el proceso primario, es algo tan serio
y real coino lo serían p a r a un hombre normal.
e) - Predominio del Frincipio del placer. E l hombre
normal aprende a esperar y a acomodarse p a r a conse-
g u i r l a satisfacción instintiva; en cambio el neurótico
y psicktico, que se encuentran dominados por el proceso
primario, no pueden soportar el displacer, pues las ten-
dencias del inconsciente buscan su satisfacción, sin pre-
ocuparse por las consecuencias que ésta pueda deparar.
Tal imperativo constituye lo que se denomina predominio
del principio del p l a c c ~ . Existe en este plano del apa-
rato psíquico un carácter perentorio que es una cua-
lidad general de los instintos y constituye la esencia de
los mismos.
Dentro del sistema inconsciente es necesario tener en
cuenta una porción, una parte del mismo, que se halla
integrada por elementos de una naturaleza t a l que si
liegaran a ser conscientes presentarían notables dife-
rencias con los demás. Estos elementos diferentes, que
no tienen un acceso libre a l sistema consciente, consti-
tuyen lo que se denomina inconsciente reprimido.
Por lo tanto, en el inconsciente pueden considerarse,
en forma hipotética, una parte compuesta por elementos
que se hallan temporalmente en él y están por consi-
guiente sometidos a sus leyes, pero que en cualquier
momento pueden hacerse conscientes, y por otra, cuyos
elementos no pueden aflorar al consciente, pero aun así
llegan a producir determinados efectos por vías indi-
rectas, alcanzando la conciencia en forma de síntomas o
sueños. Todo lo reprimido tiene que permaiiecer incons-
ciente,, pero no forma por sí solo todo el contenido de
este sistema. Lo reprimido es, por lo tanto, una parte
del inconsciente, el i?tconscicnte r e p r i m i d o , ha dicho
Freud.
De acuerdo con el sistema hipotético, el ello en su
totalidad y parte del v o y del sicpcryó se encuentran
dentro del sistema inconsciente.
Antes que el i n v e s t i ~ a d o raustríaco f i j a r a las normas
del m6todo psicoanalítico era difícil penetrar en el in-
consciente; ahora los medios p a r a hacerlo se hallan al
alcance de toda persona preparada en la técnica psico-
analítica. Pero hay que saber buscar. El estudiante que
niira por primera vez un preparado en el n~icroscopio
o se detiene ante una radiografía, pocas conclusiones
podrá sacar. Lo que vea le resu1tai.á borroso; pero'con
el tiempo y mediante el uso de lentes más débiles y
radiografías nienos complejas, aprenderá cuál es el va-
lor de lo que tiene ante sí. Por analogía, cuando se
"mira" por pi'irpera vez dentro del sistema inconsciente,
poco o nada podrh verse, pero luego, con la técnica ade-
cuada y la prActica necesaria, lo irreconocible se des-
tacará con nítida claridad.
Y así ha dicho Dalbiez que: "para muchos el psico-
annlisis es sólo una filosofía y por lo tanto se creen
con derecho a discutirlo de un modo puramente dialéc-
tico, sin recusrir a la experiencia. Sorprende que haya
médicos, a los cuales su formación debería a p a r t a r de un
error de método tan grave, que publican trabajos críti-
cos sobre el psicoanálisis en los que no figura ninguna
c~bservación personal, y que no parecen ni sospechar
la iiecesidarl de la con~probaciónexperimental. P a r a cri-
tica1.10 es necesario comenzar por rehacer sus experien-
cias, estimando sin embargo, que si bien nada comienza
sin ella, nada termina sólo por la experiencia".
EL SISTEMA PRECONSCIENTE
En la topografía hipotética del aparato psíquico,
creada por Freud, el sistema preconsciente se halla ubi-
cado entre el consciente y el inconsciente. Su contenido
está integrado, en parte, por elementos procedentes del
inconsciente, en paso hacia el consciente y también del
consciente hacia el inconsciente, adoptando la forma de
material preconsciente. Existen además impresiones del
mundo exterior, radicadas en él como representaciones
fonéticas o verbales.
Las tendencias y representaciones objetivas incons-
cientes llegan a la conciencia a través del sistema pre-
consciente, asociándose para ello con los conceptos que,
en forma de representaciones verbales. han sido adqui-
ridos de la realidad.
El preconsciente está relacionado con la realidad ex-
terna y con el inconsciente, y ésta es la razón por la
cual durante el trabajo onírico se usan sucesos reales,
tina idea concebida en estado de vigilia, etcétera, para
expresar un deseo inconsciente.
Así como el sistema inconsciente está regido por el
proceso primario, el preconsciente tiene leyes propias
q u e constituyen el p ~ . o c c s o scorndario q u e comprende:
a ) La elaboración de una sucesión cronológica en las
representaciones;
b) el hallazgo de una correlación lógica;
c ) la replecikn de lagunar; existentes entre ideas ais-
ladas, y
d ) la introducción del factor causal, es decir, rela-
ción de coexistencia y sucesión entre los fenónie-
nos: relación causa-efecto.
Durante el sueño esta tarea se cumple en el precons-
ciente, tal conio sucede en los estados de vigilia en los
que esta actividad coi-istituye el acto de pensar. Las
ideas preconscientes -ha dicho Nunberg- aparecen
injertadas en los impulsos inconscientes, g de allí surge
la necesidad de distinguir la esencia de la enfermedad
> lo que es el resulta(lo (ir la elaboración secundaria.
Trasladado esto ti1 canipo somático, a titulo (le simple
ejeiiiplo, podría recordarse lo que les sucede a los elec-
tricistas que t r a b a j a n con un cable sin piaotecciÓn ai,s-
l a n t e y la e n e r g í a eltctrica les (la u n ~ o l p e ;si estan
nientalniente preparados p a r a recibirlo, la iiiipresión, el
sacudiiiiiento e s iiiucho nieiior. Lo iiiisn?o sucede con
un golpe cualquiera. Si el hoiiibre lo recibe sin adver-
tencia previa a l g u n a , el t r a u n i a e s iiiayor que el q u e el
iiiisiiio golpe le c a u s a r í a si estuviera prevenido.
E n sinteis, el a p a r a t o protector recibe el estimulo del
exterior, lo a m o r t i g u a y lo transiiiite cii u n a foi.ma pro-
xresiva, evitando que se pertui,be el equilibrio psiquico
del organismo.
L a localización topográfica de este aniortiguador de
excitaciones correspondería hipotéticaiiiente, ya que e s
iiiiposible s e ñ a l a r centros o zonas aiiatóniicas específicas.
a la corteza cerebral, q u e filogenéticaniente coincide
taiiibién con dicho Iíiiiite. E l 'desarrollo (le1 sistenia ner-
vioso s e hace n expensas (le l a hoja ectodérmica de la
p á s t r u l a , la q u e en l a s prinieras f a s e s de la forniacibn
enibrionaria se encuentra e n t r e el niuiitlu externo y el
interno, y que, iiiks t a r d e , en v i r t u d del proceso de in-
vagiiiación, s e s i t ú a iiiás profundaniente.
El an~oi.til?.uadorde excitaciones e s lo que capacita al
hoiiibre p a r a r e g u l a r s u vida psíquica, iiiediante una
tlistribución econiiniica de las c a r g a s energbticas, lo cual
le perniite conservar el reposo y iiianteiier en equilibrio
adecuado su tensión energética.

L A S I K S T A N C I A S D E L A P A R A T O PSiQUICO
EL ELLO
La denoniinacibn (,llo f ~ intro(1ucida
e en la terniino-
logia psicoanalítica por Geor~?.Groddek, quien a s u vez
!a había toiiiadn de Sietzsche, siendo legitiiiiada poi.
E'ieutl en el a n o 1923 e n su obi,a El !lo r/ ($1 r'llo, al
conferirle un determinado conteiiido conceptual. E l ( , / l o
esta integrado por l a totalidad de los iiiipulsos instin-
tivos. Tiene íntiiiias conexiones con lo biolí,~ico,de tlon-
de e x t r a e l a s energias instintivas que por niedio de esta
instancia adquieren s u exterioriziición psíquica.
E l honibre de l a calle lo llama 1'1 i t t d i r ) , y a él se .re-
f i e r e cuando al encontrarse a iiierced de iiiipulsos in-
c o n t ~ ~ o l a b l edices
s que se le h a "despei,tado el alwriyen".
A lo largo de sus estudios Freud modificó varias veces
el concepto, lo cual es una prueba de su seria posición
científica. Inicialinente desarrolló una concepción dua-
lista, que mantuvo a lo largo de toda su obra. Jones
dice que p a r a adoptar esta posición dualista --dentro
de l a cual hizo sus niodificaciones- F r e u d se basó en
la antítesis amor-odio, que tomó de Schiller.
E s necesario hacer una diferencia entre inipulso ins-
tintivo --"triebU- e instinto. No e s 10 mismo un orga-
~ i s r i i o siniple que otro m i s estructurado, pues en el
priniario 110 se encuentra un yo interniediario entre el
i!iipulso del ello y su espresión en el mundo exterior.
Pero a medida que se evoluciona encuéntraiise elenientos
i~ietliadores,nuevas formaciones o productos de evolución
que periiiitiriii diferenciar un inlpulso de un instinto
( L o c t v c s t t i ~ c ) . Debe considerarse que lo que antes se
denoiiiinaba instinto de autoconservación no son iilás
que eleilientos o iiiecaiiismos del yo que están vinculados
a la experiencia anterior, y Stern sostiene que "impulso
iiistintivo" sería aquella fuerza que t r a t a de alcanzar el
fin sin toiiiar en cuenta íos medios, y col-iio "instinto"
considera el iuoviinieiito energético dirigido y condicio-
nado p a r a alcanzar su fin. Esta diferenciación, empero,
no aclara totalniente lo que debe coinprendcrse por ins-
tinto. A!gunos autores estiman que los instintos son una
serie o sucesión de reflejos, pero, en su libro M e t 1 i c i ) t a
/ i s i c o s o ~ i i i t i c u , Kof Carballo sostiene que si bien un ins-
tinto puede utilizar una serie de reflejos es imposible
nfiriiiar que sea eso nada más, y a que el reflejo sólo
tonia una porción del individuo, y en un niovimiento ins-
tintivo se ve actuar todo el organismo como una unidad
q u e bien puede utilizar las cadenas de reflejos p a r a
;tlcanzar este fin. La diferencia f ~ n d a m e n t a lsería que
el iiiipulso instintivo t r a t a de alcanzar su f i n sin toniar
en cuenta los riiedios, i ~ i i e n t r a sque el instinto estaría
dado por una movilización, de modo que el organismo
debe valerse tle medios adecuados p a r a lograr tal fina-
lidad.
E n los íiltimos años Freud renunció en principio a
considerar la enunieración de todos los instintos, t a l
co~iiolos que admite Papillaut, quien se refiere a diver-
sos instintos: nutritivo, de confort, de conservación,
sexual, gregario e hipergregario.
Se limitó a tener en cilenta dos instintos primarios:
de vida y d e muerte. El primero -instinto de vida-
tendería a la reunión, integración, fusión, conservació.?
y creación de nuevas vidas. E l otro es el que motiva
el envejecimiento y l a muerte. S u finalidad es la des-
trucción, la desintegración y el aniquilamiento, por cuyo
motivo e s desviado del propio organismo hacia el medio
ambiente, mezclado con los instintos de E r o s y se pone
de manifiesto bajo la forma de sadisn~o.
Freud consideró que existe una tendencia a volver a
lo inanimado, y lo que lo llevó a enunciar esta teoría f u e
hallar que en ciertas situaciones traumáticas, y aun
hasta durante l a terapia analítica, h a y hechos que se
repiten. Los sujetos volvían a repetir las situaciones
traumáticas, y sintió l a necesidad de d a r con algún ele-
mento que le permitiera comprender esa tendencia a la
repetición. Como solución se le ocurrió pensar que algu-
na vez los organismos vivientes habían sido inanimados
y que por lo tanto en los ind.ividuos y en ese sentido
existía una tendencia regresiva.
Utilizando algunos conceptos de Weissman, quien con-
sidera que existe en el protoplasma una parte mortal,
Freud especuló con la idea de que lo único que hacen
los instintos de vida, por l a forma en que actúan, e s
evitar la muerte accidental.
Se produce entonces lo paradójico, pues los instintos
del yo, o de autoconservación de su primer concepto, co-
rresponden en s u última teoría a los de muerte. ;,Por
qué t r a t a el ser viviente de volver otra vez a lo inani-
mado? Freud sostiene que ese instinto de muerte se
encuentra en todos los seres, invisible en los unicelula-
res, pero ya más evidente en los pluricelulares. Este
concepto ha sido objeto de muchas críticas y aun el
mismo Freud no lo aceptó como definitivo sino que lo
consideró una elaboración teórica susceptible de ser mo-
dificada o sustituida en cualquier momento por otra.' La
enunciación de esta teoría dio origen a equivocaciones,
debido al uso de las palabras, y así, muchos expresan
que durante el tratamiento de pacientes han podido
comprobar la existencia de un instinto de muerte; pero
lo que ocurre en realidad es que han tomado tendencias
agresivas y mortales hacia u n objeto del mundo exterior
y luego vueltas contra sí mismo, a las que han consi-
derado como expresión del instinto de muerte (Reich).
' "Es obvio -dice Alexander- que esta teoría ya no era un
intento de describir fuerzas instintivas, sino tan 5610 una abstracción
filos6fica."
Los instintos son dificiles de comprender psicológica-
mente, pues constituyen un concepto límite entre lo
psicológico y lo biológico y pueden sei. estudiados desde
ambos puntos de vista.
Considerados así, constituyen un fenómeno biológico
con una representación psíquica, que los da a conocer
a! niundo. Sus equivalentes psíquicos son excitaciones,
tendencias, deseos, representaciones y fantasías que,
asociados afectivamente, llegan a l a conciencia en forma
de niaterial pre-consciente e incitan al yo a actuar p a r a
ser descargado en el mundo exterior y obtener de tal
modo la satisfacción que esa niisma descarga produce.
Biológicamente consideradas, las fuerzas instintivas
activas existen detrás de los equivalentes indicados y
pueden ser reducidas a una fórniula general: Un esti-
tti/rlo continuo qirr c)r s11 nlo?lnr pnrtc tiene S?< origen.
C ) J p?,ocenos hirilhgicos !I crltc~i~ncin~irs
rnvr.qéticarr y qui-
utico-físicrrs (ir, los hr.grrnos. Nunberg dice, en Teoria
!/r~ir,t-nlrlc lrrs itr~rrosis,que el instinto represento una
excitación biológica cotititrircl que induce al organisinn
a i~eaccionai.eri tleterniinada forma.
Lo que difeieiicia un estíniulo biológico o instinto de
lin estímulo esterioi. es que i'csulta imposible huir de
los primeros, cuya fuente está en nosotros mismos.
E n el sentido psicoanalitico el térniino "instinto" re-
pr'esenta tina tentativa de unificar lo somático con lo
psiquico, cleinentos que la psicología clásica h a inten-
tado separat. durante afios.
Con ru conccq~todel instinto, al que estudia en función
(le necesidades fisiológic;~~,Freud t r a t a de colocar la
~!sicología sohre una [)ase 1)iolOaica y abatir de este
nlorlo la artificiosa scparaci6n entre psique y soma.
A pesar de <.xistii v ~ i ~ i ateorías
s sobre los instintos,
los principios diii5iiiic~os tlel psicoiin;ílisis está11 firme-
ii:ente c.rtnhl~ci(lo':y ron independientes (le las teorías
concei~nientesal .>ricen fundanieiitnl de los instintos, del
mismo niotlo que las leyes ópticas son válidas aun cuan-
do los físicos nc; e s t i n totaIii7eiite (le acuerdo sohre la
esencia niisma de la luz.
1.0:; instintos tienen caractei.ísticas qiií5 les son pim-
pias y tlistintivas:

1) Firrir t r s rlr, or.igr,~~. 3 ) Ohfcto.


2 ) 1))lprtlso. 4 ) Fiir.
La fuente de origen es el proceso energético, fisico-
químico, que se desarrolla en un órgano somático, cuyo
estímulo es representado en lo psíquico por un equiva-
lente instintivo.
Las condiciones de excitación en los órganos tomados
como fuente instintiva habían sido consideradas ante-
riormente de una manera demasiado simplista. Se supo-
nía, por ejemplo, que la falta de alimentos originaba
en el estómago la digestión de la membrana mucosa por
parte de los ácidos libres. Se comprobó lo erróneo de
este concepto cuando se observó que personas que per-
sonas que a raiz de una operación viven sin estómago.
tienen también una nítida sensación de hambre. F u e
Krafft-Ebing el que consideró la repleción del canal
espermático como origen del instinto sexual; pero este
concepto sólo podría ser vnlido en el caso de los adultos
varones.
La fz(cntc de los instintos parece ser un proceso mucho
más complejo y de naturaleza predominante bioquímica
o energética pura. Aún en la actualidad es deficiente
el conocimiento de estos complicados procesos, por el
mismo hecho de que se desarrollan en el interior de
nuestro organismo en forma de cambios químicos, lo
cual hace dificil una investigación exacta.
La intcnsidnd o cl imp?tlso rlinrímico* de los instintos
se mide en función (le la niagnitud de los obstáculos que
es cnpaz de superar p a r a lograr su satisfacción. Un
ejemplo.: el sujeto que tiene hambre y carece del dinero
necesario para coniprar pan. Pasa una vez, mira el pan
y lo desea. Vuelve a pasar y se queda ante la vidriera,
pero no hace nada más, pues su instinto carece de l a
suficiente fuerza. Pero si 6rta fuera en aumento, lle-
garía un momento en que levantaría una piedra, rom-
peria la vidriera, tomaría el pan y lo devoraría sin
pensar en las consecuencias ulteriores.
E l impulso de un instinto es su factor motor, el ele-
mento diiiHniico, la cantidad de energía que representa.
Tiene un caricter de perentoriedad que es la cualidad
general de los instintos. la esencia de las mismos.
El nbjrto de los instintos cs algo que pertenece al
niundo exterior, y tanto puede ser una persona o cosa,
por ln cual, y con la runl, el instinto alcanza su satis-
facción al suprimir la excitaci6n o estado de necesidad.
La conexibn entre el instinto y el objeto no es pi.inior-
dial, en el sentido de que sea el objeto el que dé origen
al instinto. Por el contrario, éste es lo primitivo, existe
antes que el objeto, y cuando se produce u n a adecuación
instinto-objeto para el logro de la satisfacción. sólo
entonces se da una vinculación entre ambos.
El objeto es lo m á s variable del instinto, en cuanto
a los medios a que recurre para lograr su satisfacción.
Pero se dan casos en que están patológicamente ligados
a un objeto específico, situación a l a cual se denomina
fijtrci6,t. T a n variable es el objeto que algunos sujetos
tonian como tal el propio yo. es decir, u n amor narci-
cístico cuya expresión es el autoerot2smo.
Los instintos forman parte del ello, que está total-
niente sumergido e n el inconsciente, y por lo t a n t o se
hallan regidos por las leyes de este sistema y en par-
ticular por el pi,incjpio del placer.
Todo instinto tiende a llegar a u n fin, que es resta-
blecer u n estado en el cual deja de subsistir una deter-
minatia tensión instintiva, que es displacentera, para
llegar a1 equilibrio tensional, luego de haber obtenido
u n placer. El ejemplo m á s típico es el del orgasmo
genital.

L i b irlo
i qué debe entenderse por libido? La traducción de la
voz latina libido e s : d c s ( ~ o ,i?icli)ración, voltc?itci7, n?tsia,
crp(*tito o pasió)i. E n psicoanálisis el térniino se emplea
vinculado exclusivan~ente con placer y deseo sexual.
Freud adoptó este término de Moll, que lo usa para sena-
lar la expresión dinámica de la sexualidad. Por lo tan-
to, por libido debe entenderse: iwtcnsidnd rlc In c?rev.cin
ciiirhttiica dcl iiistinto sexttal; es decir, S I I clerncqtc
cuantitativo.
Todo ser huiiiano dispone de una cantidad deLerniinada
de " f u e r z a pulsiva sexual" (libido) que podrá ser au-
mentada o disminuida por la acción de diversos factores
que pueden ser divididos para su clasificació.: en intra
y extrapsíquicos (véase cuadro de pág. 7 1 ) .
Los intereses sesuales fueron el objeto rnás proveclioso
en la investigación psicoanalitica por la gran importan-
cia -pese a no ser exclusiva- de los instintos sexuales
en la etiología de las neurosis. Pero junto a los intere-
ses sexuales existen los factores ambientales (sociales.
CURSO BÁSICO DE PSICOANÁLISIS Í 1

económicos, políticos, religiosos, etcétera) que también


tienen su preponderancia y a los cuales algunos autores
han subrayado, entre ellos Horney, W. Reich y Sullivan.

A) INTRAPSI-
QUICOS

1 ) Vista
3) Tacto
1 ) Pubertad
2 ) Climatcria

patías
4) Tumores
1 ) Hormonaa
1 ) Alcohol
B) EXTRAPSI- etc.
QUICOS V) Farmac*
16gicos 1) Barbitl
3 ) Depreaores ricoa
2 ) Drogas,
etc.
1) Primavera

VI) Teliiricoa i 2) Invierno


3 , Aran (O3)'
Positivos
{ Negativo8 "
El psicoanálisis ha sido acusado de parcialidad, ale-
gzíndose que sobrevalora los instintos sexuales en la etio-
logía de las neurosis, por lo cual arguyen que el hombre
posee otros intereses fuera de los sexuales. Al respecto,
Freud ha dicho: "En momento alguno hemos olvidado o
negado tal cosa. Nuestra parcialidad es semejante a la
1 En loa momentoa eii que el índice de Aran (4) es menor en
la atmósfera, los tipos C de Ia clasificadón de Curry experimentan
una mayor excitación aenial. Y por el contrario, cuando el índice
de Aran es alto, los tipw F sienten indiferencia sexual con manifea-
taciones de fatiga.
a Un exceso de iwes positivos en la atmósfera (moléculas con car-
ga positiva) afecta desventajosamente los procesoa fisiológicos. mien-
traa que un exceso de ionea negativca produce efectos favorables al
bienestar del organismo (Robles, Medina y Mibaaham. "La Semana
MCdica", 106, 9-1955).
del químico, que reduce todas las estructuras nioleculares
a la energía de l a atracción quiniica, sin negar por ello
la fuerza de l a gravitación, pero abandonando s u estudio
a l fisico" 1.
E l concepto psicoanalítico de la sexualidad es lo que
h a provocado niayor resistencia en todos los airibientes.
Resistencia que está influida, en su mayor parte, por la
educación cultural, que tiende a rechazar l a satisfacción
instintiva, lo cual explica que l a sociedad adopte una
actitud hostil frente a este concepto, y a que la repro-
bación ética y moral de los instintos sexuales h a con-
ducido a la identificación de todo lo sexual con lo sucio
e indecente, malo y demoníaco.
Existen varios instintos sexuales, a los que se deno-
minan i)isti)ltos parciales, y tienen su origen en fuentes
orgánicas y biológicas. Estos instintos parciales (exhi-
bicionismo, deseo de ver, orales, anales, fálicos y sádicos)
actúan a l principio independienteniente unos de otros, y
sólo luego de algún tiempo evolucionan en fornia tal
que quedan reunidos en una síntesis ni55 o menos
perfecta.
E n el adulto esta organizarión está centrada en torno
de l a satisfacción genital, y es por eso que se la denomina
organización últinia, o genital, de los instintos.
E l fin hacia el que cada uno de ellos tiende es el
placer orgánico, l a descarga tensional. Eii las primeras
etapas de su evolución se superponen a las funciones
vegetativas, por lo cual el mamar tiene en los niños
también un significado sexual.
Poco a poco se separan los instintos de las funciones
vegetativas y siguen, p a r a el hallazgo de su objeto, los
caminos que les marca el yo. Una parte de los instintos
sexuales sigue asociada, a lo largo de toda la vida, a
l a s funciones vegetativas, aportándoles coniponentes li-
b i d i n o s o ~ ;por eso, el comer es, en el adulto, una des-
carga libidinosa, que en el caso del que vive para comer
es más patente que en el come p a r a vivir.
E n muchas oportunidades los coniponentes libidinosos
pasan fácilmente inadvertidos mientras la función es
normal, pero se hacen claramente perceptibles en los
estados patológicos.
Sin cmbarao. durante los tratamientos, según mi concepto, no
puede ni debe dcscuidarsc la incidencia de todos los factores concu-
rrcntes. ya que lo lógico es tener siempre presente la idea de la con-
tinuidad organismo-ambiente
CURSO BASICO DE PSICOANALISIS 73

Cada uno de los instintos parciales tiende a l a obten-


ción del placer orffánico, y por sexual debe entenderse
todo aquello que tenga como meta el placer. "Los im-
pulsos sexuales d i c e Freud- incluyen aquellas ten-
dencias meramente afectivas y amistosas, a las que el
uso aplica una palabra en extremo ambigua: amor.''
Gran parte de l a resistencia que se ha hecho al psico-
análisis se debe en realidad a una mala intepretación
del término sexual. P a r a el psicoanálisis todo lo genital
es sexual, pero no todo lo sexual es genital, ya que el
término denota funciones que no son genitales. Tal el
caso de comer, para los glotones.
Al fijar los alcances de la palabra sexual, Freud no
amplió el significado de la misma sino los conceptos
denominados por ella. Su concepto de la idea de sezua-
lidad es, por cierto, mucho más amplio que la idea co-
rriente, pero tampoco es exacto decir que la forma en
que él usa la palabra difiera mucho de la acepción que
se le da habitualmente.
E n su autobiografía h a dicho: "La sexualidad está
divorciada de su conexión demasiado estrecha con los
gekiitales y la considero una función más amplia del
cuerpo, que tiene como meta final el placer y sólo sirve
secundariamente para fines de reproducción."
En síntesis: puede decirse que para el psicoanálisis
el tkrmino sexual denota la función general de obtener
pW e r .
Esta separación de lo sexual y lo genital permite
poner las actividades sexuales de los niños y de los
perversos en el mismo terreno de los adultos normales.
Miradas desde un punto vista psicoanalítico las perver-
siones se explican como manifestaciones de instintos par-
ciales, componentes de la sexualidad que se han liberado
de l a primacía genital y se han lanzado por su cuenta
a la prosecución del placer, tal como lo hicieron en eta-
pas precoces del desarrollo de la libido 1.
Como ejemplo de una actividad infantil considerada
como sexual por el psicoanálisis puede citarse el placer
del chupeteo en los niños de corta edad, estudiado.por
R. Sterba, quien dice: "Un niño chupa su pulgar con los
labios y la lengua sin sacar beneficio alguno desde el
74 A . TALLAFERRO

punto de vista de la autoconservación. E n ese acto de


chuparse el pulgar pueden observarse detalles que apa-
recen también en la actividad sexual de los adultos. Los
niños chupan los dedos rítmicamente y l a mayoría de
las actividades sexuales de los adultos registran el mis-
nio movimiento. La succión describe una curva. Em-
pieza moderamente, después aumenta la agitación y
alcanza un punto culminante para decrecer luego. La
actitud sexual del adulto sigue el mismo curso: El punto
culminante de placer de la succión es acompanado a ve-
ces por una excitación, que se posesiona de la muscu-
latura entera, tal como acontece en algunos niños cuando
defecan u orinan. El orgasmo, que es la experiencia
placentera máxima y la satisfacción más intensa sen-
tida por el adulto en un acto sexual, manifiesta una
reacción semejante.
"La analogía esencial entre la succión del pulgar y
las manifestaciones de los adultos es, indudablemente, el
placer experimentado en ambos casos. Quien haya ob-
servado una vez el placer que un niño experimenta
durante la succión de un dedo y la calma y serenidad
que manifiesta al fin de su actividad, se hallará obligado
a reconocer, por esta demostración objetiva de placer,
que existe una profunda analogía entre el chupeteo o
alguna otra costumbre similar de la infancia y la acti-
vidad sexual de los adultos. Si se le preguntara a un
niño de corta edad por qué se chupa el dedo, segura-
mente contestaría: 'Por que me resulta muy agradable'.
"En estas actividades infantiles se pueden observar
características subjetivas y objetivas de las manifesta-
ciones sexuales del adulto. E s lógico, entonces, conside-
i arlos actos sexuales" ( S t e r b a ) .

P a r a Freud, el yo no es más que una parte del ello


modificado por el impacto o lo interacción de las pul-
siones internas y de los estímulos externos. De acuerdo
con esta hipótesis, formulada desde el punto de vista
psidológico, el yo estaría constituido por una modifi-
cación del propio ello 1. Recurriendo a un ejemplo gro-
'
En los Últimos años algunos autores -entre ellos Hartman y
Kubie- consideran que el yo. tal como lo acepta Rof Carballo, no
ea el resultado pasivo de las influencias cnergCticas intrrnas o cxter-
CONSCIENTE

- - - -- - - - -- - - --
PRE CONSCliNTE
- - - - ----------

W
t-
Z
-
ul
U
a
z
o
U
z
-

- - - - ----------
sero pero sumamente objetivo, podría decirse que el yo
es algo así como la cáscara del queso, que se ha modi-
ficado por el contacto con el mundo exterior.

nas, sino una estructura en virtud de la cual el hombre ha de


hacerse cargo de la situación si quiere subsistir. Esta estructura hiper-
formalizada de la corteza cerebral es la que le hace al hombre estar
en realidad. Tal estructura, sin embargo, no nace de una interferencia
entre los impulsos instintivos y las percepciones externas, sino que
las percepciones externas son "de la realidad", en virtud de la estruc-
tura de la corteza cerebral. prefijada por la evolución embrionaria
(Rot Carballo). Es decir, se habría modificado el concepto primario
e hipot6tico de Freud sobre bases puramente psicológicas. tornRndosr
cn cuenta elementos estructurales som4ticos y neurológicos, conside-
r4ndose entonces la existencia de un elemento. la estructura de la
corteza cerebral, prefijada por la evolución embrionaria: el neocortex.
con a u función neurológica daría la posibilidad al ser human'o de
conocer la realidad y ponerlo frente a ella y a todos sus objetos. El
primer concepto hipot6tico y psicológico de Freud tiene así una hasc
neurofiaiológica, que corresponderla a lo que 61 intuyó en sus in-
vestigaciones.
76 A . TALLAFERRO

P a r a desarrollar l a teoría freudiana con su topogra-


f í a hipotética del a p a r a t o psíquico, se puede decir que
el yo se encuentra ubicado entre el mundo interno y el
externo, en una posición t a l que se comporta como recep-
t o r de los iinpulsos que le llegan desde ambos canipos.
Durante las primeras etapas del psicoanilisis se
identificaba todo el yo con lo consciente, pero investi-
gaciones posteriores deniostraron que esta instancia tiene
partes que llegan a l preconsciente y aun a l inconsciente.
De acuerdo con los centros nerviosos que los han reci-
bido, los estímulos externos dejan vestigios que crean,
en esta instancia del a p a r a t o psíquico, una iniagen del
cuerpo que en psicología se llanin "imagen" o "esquema
corporal".
E l 710, por su situación entre lo interno y lo externo,
coincide parcialmente con el sistema de percepción, en
la hipotética topografía del a p a r a t o psíquico.
Una parte (le1 yo es, por consiguiente, inconsciente;
otra, preconsciente, y una tercera, consciente.
Freud había identificado en s u s primeras investiga-
ciones l a censura del sueiio con el consciente, y por ello
l a s tendencias de este últiiiio sistema eran consideradas
conio conti,apuestas a l a s inconscientes; pero en l a ac-
tualidad, luego de haberse descubierto l a existencia d-
la parte inconsciente del yo, h a dejado de confundirse
la posición entre "inconsciente" y "consciente" con la
que existe entre el yo y los impulsos del ello.
El hallazgo de l a parte inconsciente del yo fue resul-
tado del estudio niás detallado del mismo, a l que pri-
meraniente se descuidó, pues resultaba más interesante
el material que afloraba del inconsciente. estudio que
por o t r a parte reveló la extraordinaria importancia de
esta instancia psíquica, y en l a actualidad, día a día, se
advierte l a trascendencia de sus diversas funciones, sobre
todo en terapéutica.
Tal como se h a dicho, a medida que fueron conocién-
dose las funciones que tiene el yo, se comprendió que
la oposiciiin no e r a entre lo consciente y lo inconsciente,
sino que existía una contraposición real entre el yo .y
los impulsos del ello y que los elementos represores e r a n
fuerzas del yo, al servicio del srcpcryó, condicionados
también por la función homeostática del primero.
E l principal papel del yo, por lo tanto, es coordinar
funciones e impulsos internos y t r a t a r que los mismos
puedan expresarse en el mundo exterior sin conflictos.
Por ello, la antigua oposición entre consciente e incons-
ciente y a no es válida, sino que, por el contrario, se con-
sidera que lo que tiene importancia y en realidad ocurre,
desde el punto de vista económico-dinámico, es que u n a
fuerza del yo -que f u e tomada del illlo- se opone a
los inipulsos instintivos que t r a t a n de expresarse.
E l yo dispone de u n a organización y es capaz de diri-
gir todas las tendencias del ello hacia una finalidad
determinada.
Alexander considera que el y o es l a actividad inte-
graclora de la personalidad, un representante del mundo
externo, que sirve al mismo tiempo a las inclinaciones
del ello, el que -como representante genuino del mun-
do interno- es egoísta, pues se rige por el p ~ i i i c i p i odel
plac(,r.. Desde un cierto punto de vista, el yo tiene una
estructura específicamente niotora, y podría decirse, a
título de ejemplo, que maneja l a llave de l a motilidad
y es capaz, por lo tanto, de impedir que un impulso del
elln pueda expresarse. Esto, enipero, no ocurre siempre,
pues en ciertos nioinentos el yo y el ello están muy uni-
dos, especialmente en los períodos primarios de l a evo-
lucibn, cuando la separación enti'e ambas iiistancias aún
no se h a hecho nítida. E s entonces cuando el 310 cede
a cualquier iiiipulso que le llega desde el cllo, situación
que podría llamarse ideal y en la cual a l yo se le d a
el nonibie de yo itleal, que no es lo mismo que el ideal
del yo. El go ideal lo es p a r a el c'llo, pues hace lo que
t s t e quiere, y como ejeniplo podría decirse que es como
un padre que hace todo lo que el niño desea. E l ideal
del ?/o, en cambio, es una imagen externa idealizada, un
objeto real niodificatlo por un proceso que se denomina
"de idealización'' y a l cual el y o toma como modelo y
meta de su estructura.

E n el transcurso de su evolución, a medida que pasa


por las diferentes etapas de su conformación, el y o sufre
transformaciones en lo que respecta a su modo de ac-
tuar. E s útil señalar esta peculiaridad pues ayuda a l a
comprensión de algunos problemas y mecanismos pato-
lógicos.
E n el proceso de f a s c i ~ z a c i ó n-tal como lo denominó
Bernfeld- el y o reproduce las primeras percepciones y
luego lo hace con todo estímulo que le llega. El niño
- h.
/
-1
A. T:\LI.AFERKO

repite actitudes y gestos simples de los sujetos de su


ambiente.
Otro de los mecanismos del yo primitivo es la tenden-
cia a introyectar lo agradable y expulsar lo desagrada-
ble. L a primera realidad que percibe el niño es comes-
tible y por lo t a n t o tiende a introyectar todo lo que ve
y proyectar lo que le desagrade, lo cual permite com-
prender el profundo significado que tiene, psicológica-
mente, el vómito: es u n a expresión de desagrado in-
contestable.
L a imitación de lo percibido y l a introyecciun oral
forman el fundamento de lo que constituye la i d e ~ i f i f i -
c n c i ó ? ~p?i?ibu~ia,primera forma d e amor hacia u n objeto
y también primera reacción motora ante estímulos
exteriores l.
1 Melanie Ktein explica e n s u libro El psicoan5lisis d e niños l a
psicologia d e la infancia por procesos psiquicos de Intii.yección y
proyección. "El niño, e n las primeras etapas d e s u desilrri,ilu -dice-,
tiene u n yo q u e es a n t e t o d o corporal, en estrecha vi~iculación con
las sensaciones q u e le llegan d e s u mismo organismo y sin ninguna
relación con el m u n d o exterior. Luego. e n sus primera? rclaciones
con este. el yo sigue el mecanismo de la identificación primaria. lo
cual significa que el niño. en esta fase de s u evolución. consi<lcra como
perteneciente a s u propio organismo los objetos del munilo exterior.
como, por ejemplo, el pecho d e l a madre. E s t a identificación pri-
maria tiene cierta analogía con la introyccción oral del pecho y con
la asimilación de l a leche materna.
" E l organismo del niño conoce n o sólo las satisfacciorirs «el tipo
q u e le procura la alimentación, sino q u e taml>icn rxpt.riniciitn srn-
saciones drsagradables. como la d e hamhre.
"Esta última 3uele i r a c o m p a ñ a d a por una sensarión <Ir niordcdura
interior que, cuando es m u y intensa, llega a ser dolorosa. Ipualnieritr
ir1 h a m b r e desarrolla, en el niño, u n deseo d e mordcr el pecho Inri-
terno v a r a apoderarse del alimento q u e necesita. L a sensociári de ser
mordido y el deseo de morder son considerados por el iiiiio conio la
misma cosa, ya q u e se representan simiiltáneamente. E s por ello ~ u e
e1 niño piensa ( t o d o l o rudimentario q u e u n niño puede pr:isar) :
'Porque tengo deseos d c morder. tengo la sensación de ser mordido
iiiteriormente.' C u a n d o el h a m b r c es a g u d a desarrolla en ;I niño un
intenso deseo de agresión. q u e acompaña de gritos. Ilantd, patalcos y
deposiciones, Y si con todas estas exteriorizaciones ransigue q u e la
madre le proporcione alimentos. entonces t d o m a r c h a bien: pero si
esto n o acontece, las exteriorizaciones se prolongan por mucho tiempo
Y le causan una sensación d e malestar corporal intenso. consecuencia
de iin deseo d e agresión prolongado e insatisfecho y a u m e n t a d o par
la sensación interior de ser mordido.
"El y o del niiio es, en esta epoca. totalrnente placrntero y acepta
del m u n d c exterior lo q u e le resulta agradable y rechaza coir.o inexis-
tente t o d o lo desagradable. E l organismo fisico del ni60 S: comporta
d e este modo c u a n d o absorbe el pecho materno con su contenido
agradahle y elimina los excrementos q u e le son deragrddables. E n lo
q u e sc refiere a sus sensaciones interiores, el y o infantil pretende t a n -
El yo primario de los periodos evolutivos iniciales es
netamente placentero, pues introyecta lo que es agra-
dable y proyecta fuera de él lo que es desagradable, des-
de que está íntimamente unido a ello, donde rige el
principio del placer. Lo que predomina, pues, es el pla-
cer y nada más que el placer.
E n las primeras etapas de la vida de una criatura
el yo es estructuralmente débil, pero se cree omnipotente
por tener en sí mismo parte del mundo exterior, que
previamente ha introyectado por vía oral. Se cree en-
tonces poseedor del mundo y de allí nace su omnipoten-
cia, a pesar de ser un yo sumamente pobre (Nunbsrg).
Así es como tiene impul9os de actuación mágica y de
omnipotencia, que nacen en el eUo y aparecen como tales
en el yo. La Humanidad, en su desarrollo desde las ti-
nieblas primitivas hasta el estado actual, ha pasado
también por una fase animistica, en la que intentaba
dominar al mundo recurriendo a procedimientos mági-
cos. Nunberg considera que esta etapa animistica es el
estadio narcisístico de la evolución de los pueblos. Aún
hoy se pueden obsemar en los pueblos primitivos ele-
mentos mágicos en distintas ceremonias.
--

bién comportarse de un modo análogo, reteniendo laa sensaciones már


agradables y por eso el lactante quiere proyectar al mundo exterior
el. malestar que le ocasiona su hambre y su agrcsi6n insatisfechas.
El pecho materno (objeto exterior que é l desea) ea también el objeto
sobre el cual realiza la proyección de su malmtar y así considera a
un seno como 'malo', que lo muerde interiormente y es por lo tanto
mponaable por todas las otras sensacionca desagradables que expe-
rimenta.
"Y por el contrario time l a idea del 'pecho bueno'. que a el que
le produce satikfaccionm. E l mtado de bienestar del bebe en tal que
le hace fantasear con la existencia de objetoa exteriores bunios, que
se preocupan por su Menester, y tambitn la de objetos malos. Quiere
introyectarse lm primeros para conaewar el bienestar que le ocasionan,
lo cual origina la existencia de objetos 'buenw intrapiquicm'. Y opta
simultáneamente por la proyccddn de los objetoa haloa'. Pero no
siempre ea posible mantener estas introyecdonm y proyecciones. pun
laa necesidadea orgánicas hacen que d niKo paae por períoda de
bienestar corporal y psíquico y otroa en que siente dolor. Todo cato
ocasiona en 1aa fantasías del ni60 la edatende d r objetoa 'buenos' y
'malos' interiom. relacionados con loa correspondientes exteriores.
"Al avanzar en edad. el niño conoce mejor la realidad ambientd
y ese mejor conocimimto es lo que le permite ensaflarse con esa r e d -
dad. para tranquilizame de los temores que dcapimta en él su propia
agresividad. El niño se da cuenta de que su madre -toda ella y no
una parte, como creía antes-- n buena y lo quiere. Ante tal realidad
trnnquilitfadora el niño procura guardar siempre consigo a eaa madre
buena o a su imagen intrapsíquica, para vencer así loa temores que
los objetos malos interiom crean en él.''
De acuerdo con un trabajo de Ferericzi se considera
que el yo pasa, en el curso de su evolución, por cuatro
fases de magia y de omnipotencia, que son las siguientes:
1) Fase de la o m n i p o t ~ n c i ai n c o ~ t d i c i o ~ i aque
l , corres-
pondería a la del estado fetal. E s t a es una etapa total-
mente hipotética y que muchos autores no aceptan.
2) Fase de las alztcinuciones niúgicns, período que es
más fácil de comprobar. Todo impulso en este estado
de la evolución del yo es inmediatamente satisfecho por
medio de alucinaciones. Así, cuando el lactante tiene
hambre, se proporciona una satisfacción alucinando el
pecho que desea. También en el adulto se percibe una
situación semejante. En el período en que la regresión
se produce durante el sueño, el yo actúa de la misnia
manera. El deseo se transforma inmediatamente en una
representación alucinada. Como ejemplo podría citarse
el caso del sujeto que se despertó a medianoche con sed.
Opinó que hacía demasiado frío como para levantarse e
i r a buscar un vaso de agua, razón por la cual optó por
seguir durmiendo. Entonces soñl que caminaba por una
plaza, en un lugar muy cálido y de pronto hallaba una
fuente en la que bebían varios camellos. Fue hacia ella,
en sueños, hundió sus labios en el agua, que e s t a b a m u y
fresca, y sació su sed.
3). Fase de la 0)nnipotencin C O I L r1 uz(xilio de gestos
magicos. La reacción del niño frente a una necesidad
corporal se ve acompañada generalmente por un movi-
miento de brazos y piernas, llantos y gritos, todo lo cual
hace que, ante estas m u e s u a s de malestar, aparezcan la
madre o nodriza para resolver su situación. Esto lo va
afirmando en la creencia de que son precisamente tales
movimientos los que le producen la satisfacción y tam-
bién en la convicción de que sus actitudes y gestos tie-
nen un poder ilimitado.
Gran parte de los síntomas histéricos pueden ser con-
siderados como el resultado de una ficción inconsciente,
en la que las necesidades no satisfechas son i j ~ a l i n e n t e
recompensadas por medio de gestos artificiosos. La om-
nipotencia a través de los gestos mhgicos se mantiene
con caracteres netos en el cerenionial de los pueblns
primitivos, los cuales creen que la magia de los movi-
mientos de los brujos de su tribu tiene rcalrr,,cntc un
poder determinado. Y aun el hombre evolucionado, cuan-
do se de.sespera y no puede expresarse por medio (le la.;
palabras, por lo general también comienza a hacer uso
d e la magia de los gestos y agita enérgicamente sus
brazos. Esto, evidentemente, produce su efecto, pues
también los que ven y escuchan estos desplantes están
reviviendo su propia magia y l a proyectan. E s el caso
de un paciente que ante cualquier situación displacen-
t e r a - e n el sentido de que él necesitaba mucho afecto-,
comenzaba a hacer una serie de movimientos coreiformes
que le permitían "mtigicamente" obtener los cuidados
especiales que anhelaba y la atención exclusiva de las
personas que lo rodeaban. De esta manera los movi-
mientos persistían en él e impedían su evolución favo-
rable, pues, por experiencia, eabfa que a través de este
tipo de actuación obtenía satisfacciones que de otra
manera no hubiese logrado.
4 ) Fase de la suprrioridad del pensamiento. E s t a
etapa parece iniciarse simultáneamente con al ienguaje,
que durante los períodos anteriores sólo estaba integrado
por sonidos articulados a los cuales s e les atribuía una
significación mágica, t a l como lo dice Müller en Mito-
logía co,nparada, y como aún suele observarse alguna
vez entre los niños y los esquizofrénicos l .
Estas fases mágicas del yo desaparecen casi por com-
pleto cuando son sustituidas por el sentido de la reali-
dad. Pero aun este sentido puede fracasar en las alu-
cinaciones típicas, como, por ejemplo, en el caso de los
1 E l salvaje es incapaz de diferenciar claramente cntre las palabras
y los objetos, e imagina que el eslabón cntre un nombre y el sujeto
u objeto denominado. no es una mera asociación arbitraria e ideoló-
gica, sino un vfnculo verdadero y ruatancial que une a los dos de
un modo tal que el daiío o maleficio puede actuar sobre una penona
con toda facilidad por intermedio de su nombre, como lo haría por
medio de sus cabellos. sus uiíaa o cualquier parte material de ella.
El hombre primitivo considero su nombre como una parte vital de
su penona y por eso lo cuida. Los indios pieles rojas se ponen d w
nombres: uno "Hijo de la Primera Estrella" -por e j e m p l ~que sólo
conoce su madre y 61. y otro. "Hacha Filosa", que es el de uso co-
rriente. De esta manera no deja en mancn de cualquiera su nombre.
que para 61 es lo mismo que su penona. y por lo tanto. todo mal
que se le haga a "Hacha Filosa" no le llegar4 al "Hijo de la Primera
Estrella".
Los delincuentn hacen m45 o menm lo mismo: el "alias" no es
nada m48 que el nombre que puede utilizar cualquiera. pero al ver-
dadero lo guardan hlen oculto. Cambiando a menudo de "alias"
creen que lograr6n eludir la acción policial. Esto miamo también
-plica el terror que tienen los primltfvm a la fotografía. Cuando se
dan cuenta que una imagen de ellos queda dentro de la c4mara y en
poder de otro. se anaustian. puci temen que cualqui;r daiío que se
A. TALLAFERRO
X2

exploradores sedientos que, en medio del desierto, ven


un oasis; también su fracaso se advierte en las psicosis.
Percibir, adaptarse a la realidad y actuar son las fun-
ciones n ~ á selevadas del yo, pero todo hombre en algún
momento puede tener un pensamiento mágico. Siempre
considerará como augurios funestos el pasar bajo una
escalera y volcar el salero. Admítase que una pizca de
este sentimiento hace a l a vida m4s agradable de lo que
sería si fuera pura realidad. Lo malo para el hombre
es que use la magia y crea que está viviendo en la
realidad.
La finalidad de una actuación adecuada a la realidad
es llegar a modificar el ambiente de manera tal que las
realizaciones del yo y las tendencias del ello puedan con-
cordar. Alexander dice que' la misión del yo es realizar
una hcmeostasis, evitando que los impulsos instintivos,
los obstác.ulos y estímulos externos sean excesivos, sir-
viendo por lo tanto como barrera reauladora. E s decir,
llega el impulso al yo, éste lo diferencia sepin el ámbito
desde el cnal viene y luego realiza una ordenación y
síntesis de los impulsos anárquicos que proceden del ello.
El saca resultantes de esta síntesis y t r a t a de des-
cargar en un solo movimiento, en un proceso económico
dinámico, una cierta cantidad de energía.
El yo no sólo es capaz de actuar sobre el mundo exte-
rior, modificarlo, sino que puede kmbién actuar sobre
el organismo, condicionando las reacciones de éste hasta
tal punto que llega a simular la realización de un deseo.
Muy a menudo s e ven en las clínicas obstétricas casos
de mujeres que presentan todos los signos del embarazo
sin que en realidad estén grávidas. Se t r a t a por lo ge-
neral de mujeres estériles e histéricas que en esa forma
tratan de satisfacer SU deseo de ser madres. Una pa-
ciente soñó que estaba en cama y que aparecía un
hombre que la obligaba a tener relaciones sexuales
haga a la fotograffa se reproducir& en ellos mismo.. Y a la inversa.
cuando el novio se enoja con su amada. rompe la foto, pero m reali.
dad lo que está expresando es un deseo que m la vida real nunca
se atrevería a realizar. Esta forma de actuación mdgica la utilizan
con frecuencia los hechicerca para practicar sus maleficios. A una
fotografía de la persona que se quiere "daiíar" le clavan un alfiler
en el corazón -si 10 que desean es que muera- o en la cabeza, si
10 que dceean es que pierda la razón. O en otroo canos modelan una
cetatuilia a semejanza de la v f d i a a y le introducen cabellos o restos
de uRas de fsta y el daiio que se hace sobre la estatuilla se rnsni-
frstar6 ternbiCn en la persona reprceentada.
con él. P a r a materializar su deseo presentó, durante
dos meses, todos los trastornos vegetativos del emba-
razo, incluso la amenorrea y el aumento drl abdomen.
Cuando una persona normal quiere satisfacer u n im-
pulso del ello, intenta, si le es posible, modificar el mun-
do exterior. La forma en que puede hacerlo e s por medio
de la técnica, de sus conocimientos, de su experiencia y
del sistema muscular, y entonces lo modifica en forma
tal que esa satisfacción pueda llevarse a cabo, logrando
así la descarga del instinto de una manera socialmente
aceptable, que no le creará conflictos. A esta modifi-
cación del mundo exterior se la denomina aloplastia,
y cuando, por el contrario, la alteración se produce en
el yo, como en el caso del seudoembarazo, el proceso
recibe el nombre de autoplastia.
P a r a que el hombre se adapte a las exigencias reales
de la vida e s necesario que abandone el principio del
placer a fin de poder desenvolverse armónicamente con
la realidad, que es la salud.

Dos funciones importantes del yo


El yo tiene dos funciones muy importantes, que son
el examen de la realidad y el trabajo de síntesis.
Exutr~eiz y setrtido de la realidad. Se ha dicho que
todo impulso volitivo procede del ello, pero su acción
depende por completo del yo, a punto tal que un im-
pulso puede ser completamente neutralizado. P a r a ac-
tuar de esta manera, el yo tiene l a "llave" de la moti-
lidad, que le permite a l mismo tiempo comprobar la
existencia real de los objetos. E n l a duda sobre la
realidad de un objeto, lo primero que el sujeto t r a t a de
hacer es tocarlo. Los alucinados, en un intento por con-
vencerse de l a realidad de lo que están viendo, mano-
tean en el aire, como se los ve hacer muy a men'udo.
Esta tentativa de comprobación constituye el "examen
de la realidad".
E n las etapas más evolucioiiadas del yo tal examen
y a no se realiza con el auxilio exclusivo de la motili-
dad: la inteligencia o las reminiscencias son suficientes
p a r a permitirle al sujeto comprobar si el elemento existe
en el mundo exterior o si es sólo u n producto de su
fantasía. E l yo se vale de dos recursos: el examen de
la realidad por medio de la actividad motriz (tocar pri-
mero y creer después.. .; algo parecido hizo Santo To-
más.. .) y luego el sentido de la realidad, en el que ya
no hay necesidad de lo motor y mediante el cual se sabe
si "eso" está realmente allí.
La tarea fundamental del yo es percibir y al mismo
tiempo establecer si lo percibido se encuentra en el
mundo interno o en el externo.
Con el aumento de l a experiencia cotidiana --dice
Niinberg-, con la sedimentación de impresiones exter-
nas fijadas en el sistema preconsciente, capaces, a veces,
de adquirir la misma intensidad que una percepción, se
produce en el yo, en la porción preconsciente, una ima-
gen del mundo externo que no difiere esencialmente de
la realidad.
No bien se produce la identidad entre el resultado de
la ideación y la realidad externa percibida por los sen-
tidos, pueden iniciarse las voliciones y las actuaciones
adecuadas. El reconocimiento de la realidad y la adap-
tación a ella no depende, desde un enfoque puramente
psicológico l, tan sólo de l a estructura del yo perceptor
tictuante, sino también de una instancia del propio yo,
la parte autoobservadora que analiza las vivencias antes
de otorgarles el valor de una perfecta realidad, es decir,
después de haber establecido si el estímulo es interno
o externo, y si la respuesta no provocará conflictos
posteriores.
Lo percibido son huellas o vestigios de impresiones
pero no las impresiones mismas. Las de esta instan-
cia no corresponden verdaderamente a las sensoriales
(Nunberg) .
"Por consiguiente -dice Nunberg-, podemos admi-
tir que de la autoobservación diaria deriva, poco a poco,
la otra instancia de observación y critica, desprovista
de toda cualidad sensorial."
E n el hombre medio normal el yo perceptor y el yo
enjuiciador se desenvuelven paralelamente, ya que sus
actuaciones son armónicas, dentro de los límites varia-
bles de cada individuo. Normalmente, ambas instancias
' Otrm autores. citados por Rof Carballo, conaideran. tal como C1
mismo lo acepta. que la actividad fundamental del yo -la de "ha-
cene cargo" de la realidad- deriva imperiosa e inexorablemente de
la hiperformalización del neocortex cerebral, que obliga al ier viviente
a estas doa actividadea fundamentalea: "enfrentame con las cosas como
realidad" y "habCmelaa con las coaaa como realidad".
El aentido de la realidad tiene una evoluci6n lenta y la orients-
0 6 n en el mundo externo p la ulud paíquica del hombre dependen
de BU COrrUtO funeionamientp
iio pueden ser distinguidas entre sí, y sólo cuando se
produce entre ellas un intenso conflicto, resaltan visi-
blemente separadas.

L a funczón sintética del yo


E n el ello los impulsos son antagónicos y no están
regidos por ninguna organización unitaria, y el yo, por
su parte, tiene entre sus funciones l a de compensar la
oposición de esos impulsos unificándolos en forma de
sentimientos, acciones o voliciones, pues no soporta la
contradicción (véase proceso secundario, pág. 62). Así
como armoniza los impulsos del ello, tiene luego que ha-
cerlos concordar con las exigencias de la realidad y los
requerimientos del superyó. Por lo tanto no es simple-
mente un unificador sino también un mediador entre el
ello, la realidad y el superyó.
Se puede decir que l a actividad correcta de un yo
normal es una función homeostática, que consiste en lo
siguiente: recibir primero el impulso, diferenciar de
dónde llega; luego realizar un proceso de síntesis entre
los distintos elementos que llegan del ello, tratando que
una cantidad determinada de energía pueda descargarse
en un solo niovimiento. E s un verdadero coordinador
de los impulsos que le llegan del ello, de las normas que
le dicta el superyó y las exigencias del mundo exterior.
Por ejemplo: un objeto despierta una tensión en el ello.
El yo establece si el objeto es real o fantaseado, si la
satisfacción con él no provocará una reacción en el
superyó, y por las actitudes del objeto tiene que consi-
derar que es receptivo. Sólo entonces da paso a l impulso
que se despertó en el ello, para que se satisfaga con ese
objeta real, no prohibido y receptivo.
E n suma: la función homeostática del yo se realiza,
según Alexander, por medio de cuatro funciones :
1) La percepción interna de necesidades instintivas;
2) La percepción de las condiciones externas existen-
tes, de las que depende la gratificación;
3) Facultad integrativa que permite al yo coordinar
los impulsos e instintos entre sí y luego con la censura
del superyó para adaptarlos finalmente a las condicio-
nes ambientales. Y por último,
4) La facultad ejecutiva, por la cual controla la con-
ducta voluntaria.
ALGUNOS CONCEPTOS BASICOS
D E MELANIE KLEIN
Después de haber estudiado el yo y sus funciones más
destacadas y antes de comenzar con los mecanismos de
defensa del yo y el e u p e y ó , e s conveniente, desde un
punto de vista didáctico, hacer un somero examen de
los conceptos de Melanie Klein, puesto que esta autora,
al ocuparse de las relaciones objetales en la primera
etapa de la vida, h a estudiado específicamente la diná-
mica de la vida emocional del infante y por consiguiente
los más primitivos mecanismos de defensa.
Antes de e n t r a r de lleno en el tema es necesario trans-
cribir lo que Melanie Klein y cblaboradores aclaran con
respecto a sus descripciones sobre los tempranas meca-
nismos del niño: "en un sentido todas las descripciones
por nosotros realizadas son artificiales, porque debemos
usar palabras para describir experiencias que tienen
lugar en un nivel primitivo, antes que la verbalización
se haya adquirido, y que el proceso de verbalización a l
que nos vemos obligados para poder transmitirlo. pro-
bablemente involucra una modificación de esas primeras
situaciones; los procesos psíquicos más primitivos están
ligados y aquella experiencia original de la cual que-
remos traducir el contenido usando sólo palabras, debe
ser, indudablemente, experimentado por el infante como
sensaciones, pudiendo decirse que el niño sólo puede
usar el cuerpo p a r a expreuar sus procesos mentales".
E s éste uno de los tantos motivos por los cuales a veces
resultan un poco extraños los conceptos kleinianos.
Antes de continuar con los concepto^ de Melanie Klein
y colaboradores, recordemos qué expresó Freud cuando
se refirió al significado de las fantasías. Expresa este
autor que: "la psiquis responde a l a realidad de sus
experiencias, interpretándolas --o, mejor dicho, mal in-
terpretándolas o distorsionándolaa- de tal modo s u k
jetivo, que incrementa su placer y lo preserva del dolor1'.
Este acto de una interpretación subjetiva de la expe-
riencia, que se lleva a cabo por intermedio de la pro-
yección y de l a introyección, es llamado por Freud alu-
cinación y forma la base de lo que se quiere significar
por "vida fantaseada9*. La vida fantaseada del indivi-
duo es, romo se comprende, la forma por l a cual las per-
cepciones y sensaciones internas y externas son inter-
pretadas y representadas a sí mismo en su mente, bajo
la influencia de1 principio placer-displacnr.
También al referirse a las fantasías inconscientes,
P. Heiilman las define como: "las funciones psiquicas
más primitivas, inherentes al Pancionarniento de las
urgencias instintivas".
Por su parte Joan Riviere expresa que: "la vida fan-
taseada del niño es la forma en l a cual las sensaciones
internas y externas y sus percepciones son representa-
tias e interpretadas en l a mente del infante bajo la
influencia del principio placer-dolor".
IJna de las manifestaciones inás coilvincentes de la
actividad de las fantasías sin palabras es la de los sín-
tomas hhtéricos de conversión. E n éstos, el paciente
regresa a un lenguaje pre-verbal y hace uso de sensa-
ciones, actitudes, gestos y procesos viscerales para ex-
presar emociones y deseos inconscientes, es decir, f a n -
tasías.
Un ejemplo citado por S.Issaes ayuda a comprender
la existencia de fantasías que no son verbalizadas. Una
niña de un año y ocho meses, con iin escaso desarrollo
de la palabra, vio un zapata de su madre que tenía la
suela separada de la capellada y estaba flotante. L a
niña se horrorizó y comenzó a chillar de terror. Du-
rante una semana se escapaba y chillaba si veia a su
madre calzando cualquier tipo de zapato, y despues de
un tiempo sólo podía tolerar a su madre si ésta tenía
unos brillantes zapatos nuevos de entrecasa hasta que
gradualmente fue superando su estado, y su madre pudo
usar cualquier tipo de calzado. Cuando tenía ya dos
años y once meses (es decir, quince meses despuks), un
día, bruscamente, pregunta a su madre con vocecita te-
merosa: "Mamá, .¿>dónde están t u s zapatos rotos?" Te-
miendo la repeticron de las escenas de terror, aquella le
respondió que los habia tirado, a lo cual la niña con-
testó que "ellos me podrfan haber comido si no los
hubieras tirado".
Antes de comenzar con los conceptos de M. Klein e s
necesario definir l a avidez, la envidia y los celos.
Avidez es una emoción de tipo oral que consiste en un
deseo vehemente, impetuoso e insaciable, que excede lo
que el su,ieto necesita y lo que el objeto es capaz de
d a r Par ejemplo, vaciar totalmente, chupando hasta
88 A . TALLAFERRO

secar y devorar el seno, es decir, que su propósito es


una introyección destructiva. E n cambio. l a envidia no
es sólo robar del modo anterior sino también colocar en
l a madre y especialmente en su pecho, maldad, excre-
mentos y partes malas de si mismo, con el fin de da-
ñarla, destruirla y controlarla. E n el sentido más pro-
fundo significa destruir su capacidad creadora; es una
identificación proyectiva destructiva. También podemos
definirla como un sentimiento enojoso contra otra per-
sona que posee o goza de algo deseable, siendo el im-
pulso el de quitárselo o el de dañarlo. Los celos se
basan en la envidia, pero comprenden una relación de
por lo menos dos personas y conciernen principalmente
a l amor que el sujeto siente que le es debido y le ha
sido quitado o está en p e l i n o de serlo por u n rival.
Veamos por pasos qué es lo que ha observado M. Klein
y cómo h a ido estructurando su teoría. Señala que al
comienzo de l a vida hay dos fuentes de atisiedad en el
niño: una interna y otra externa. L a interna estaría
dada por el instinto de muerte que actuaría en el inte-
rior del organismo del individuo y que fundamenta el
temor a la aniquilación y ya habría en esas primeras
experiencias o sensaciones una idea de persecución y
destrucción, de aniquilamiento interno. La fuente de
ansiedad externa estaría dada por la experiencia del
nacer, es decir, que como y a Freud señaló y volveremos
a ver, la a n m s t i a del nacimiento seria el ~ a t r ó nde
todas las futÜras angustias ante un momento de frus-
tración o necesidad. El dolor y la incomodidad ~ r o d u -
cida por la pérdida del placentero estado uterino, son
vividas por el infante como fuerzas que atacan, como
fuerzas hostiles. Por esto, la angustia persecutoria está
presente desde el principio de l a vida y desde el comienzo
de la relación del niño con el mundo extrauterino.
qué es lo que inicia la relación objetal en el niño?
La primera relación objetal que realiza el niño es la
alimentación y la presencia de la madre, que hacen qur
el niño se relacione objetalmente, pero con la caracteris-
tica de que esa relación objetal es una relación de objeto
parcial. En efecto: no es la relación con el objeto total,
sino con una parte del objeto, puesto que con la madre
y con la alimentación -generalmente es la madre quien
lo alimenta y amamanta- la relación primera parcial
del niño es con el seno, con el pezón. Esta relación es
objetal pero para ambos impulsos, tanto para los ins-
tintos de vida c ~ m oios ae muerre. rresume ivi. Klein,
que siempre hay una interacción variable entre inipulsos
libidinosos e impulsos destructivos; se puede concebir
entonces que hay un equilibrio Optilno entre los instintos
de vida e instintos de muerte, cuando el sujeto está
libre de hambre y tensión interna. E s decir, que en ese
momento, los impulsos agresivos y los im~>ulsoslibidi-
nosos estarían equilibrados por el sujeto al saciar su ham-
bre, s u urgencia de orinar y defecar, y el oxígeno. El
equilibrio que se produce cuando no hay hambre ni ten-
sión interna, se puede perturbar tanto por pulsiones
internas como por elementos del medio; esta alteracibn
del equilibrio entre instinto de vida e instinto de muerte
despierta una emoción oral que es la avidez. Cualquier
aumento de la avidez fortalece l a sensación de frustra-
ción, es decir, el sujeto se hace más sensible a las frus-
t r a c i ~ n e sy paralelamente aumenta la intensitltid de la
agresión, lo que simultáneamente incrementa la ansie-
dad persecutoria y ésta a su vez aumenta la avidez, o
sea, que la avidez produce un aumento de la sensibi-
lidad a la frustración y la frustración aumenta la inten.
sidad de la agresión; la intensidad de la agresión a su
vez produce una intensificación de la ansiedad perse-
cutoria y es causa de tempranas inhibiciones en la ali-
mentación, al mismo tiempo que intensifica la avidez, lo
cual forma un círculo cerrado.
Sospecha M. Klein que la base constitucional de la
intensidad de la avidez es provocada por la fuerza de
los impulsos destructores en su interacción con los im-
pulsos libidinosos. Sería algo constitucional, habría una
constitución en la cual predominaran los impulsos des-
t r u c t i v o ~ sobre los libidinosos, lo que provocaría una
intensificación de la avidez con todo ese correlato. En
algunos casos la ansiedad persecutoi'ia acrecienta la avi-
dez y en otros produce tempranas inhibiciones de la
alimentación.
Hay dos poderosos estímulos de los impulsos libidi-
nosos y destructores, que son las experiencias que tiene
el niño de ser alimentado y de ser frustrado. Así, como
resultado de las mismas s e constituyen internamente
las imágenes de dos pechos: un pecho vinculado con la
frustración y un pecho vinculado con la satisfacción: el
primero sería el pecho malo y el segundo el pecho bueno.
Esta división es como ver doble, y en parte la esci-
sión se produce por la inmadurez del uo, la falta de inte-
90 A. TALLAFERRO

gración del yo y el proceso de división del objeto. Por


eso es tan nítida la separación interna entre pecho bueno
y pecho malo. Pero y pese a que en los tres o cuatro
primeros meses es asi la relación objeta1 con los objetos
parciales, M. Klein presume que también en algunos mo-
mentos el niño llega a ver a su madre como una ima-
gen total, pero no diferenciada., como si la imagen ma-
terna fuera una nebulosa pero con dos elementos niti-
dos, un pecho bueno y un pecho malo.
A las experiencias de frustración y gratificación, se
suman dos procesos, que son los básicos y característicos
del yo y que a l mismo tiempo contribuyen a su propia
formación y estructuración; estos procesos son los de
introyección y proyección,.q~e contribuyen a. hacer m8s
ambivalente la relación objeal. Así el niño proyecta so-
bre el pecho bueno las cosas buenas que siente, y las cosas
malas sobre el pecho malo. De este modo quedan estruc-
t u r a d o ~dentro del. contenido de su inconsciente (recugr-
dese lo ya dicho) que estaban los representantes internas
de objetos, dobles o imágenes) una imagen i n k r n a de
pecho bueno y una imagen interna de pecho malo, que
se van transformando en prototipos que desde ese mo-
mento forman el núcleo del superyó y al mismo tiempo
se transforman en el origen de todo lo bueno y todo lo
malo. Cada vez que el niño siente algo útil, algo p!a-
centero; cada vez que es recompensado y se alivia su
avidez, liberandose de las molestias, lo fantasea como
producido por ese pecho bueno y a éste atribuye el sen-
tirse íntegro y amado. Por el contrario, cada vez que
siente hambre, dolor o frío, es decir, molestias persecuto-
rias, lo atribuye al pecho malo. De este modo la imagen
del objeto externo e internalizado, está distorsionada en
la mente del infante por sus fantasías, las cuales están
ligadas con la proyección de sus impulsos sobre el objeto.
Estas fantasías tempranas del infante las encontramos
en el contenido de muchos cuentos infantiles. La repre-
sentante del pecho bueno aparece en ¡a forma del hada,
que satisface al individuo, mientras en l a contraparte la
bruja representa el pecho malo. A medida que evolu-
ciona, el mismo niño comienza a ver que de pronto una
cosa que es buena se vuelve mala; por ejemplo: está
mamando y repentinamente le quitan el pecho, y a poco
le dan nuevamente. Por estos motivos en los cuentos
encontramos hadas que son brujas, brujas que son hadas
y hadas-brujas.
Haremos una descripción de las conexiones, o sea, de
la relaci¿n del niño con el pecho malo. Si se considera
el cuadro que existe en la mente del niño a través de
los análisis de los adultos, se ve que el pecho malo y odia-
do adquirió por proyección todas sus malas caracterís-
ticas dcstructivas que e r a n las que tenía el niño -sus
impulsos destructores o r a l e s - en el momeiito en que se
sentía frustrado y odiado. Así, en las f a n t a s í a s infan-
tiles de esa época, el niño tiene inipulsos destructores y
siente que muerde v destroza el pezón o el pecho, lo
devora y lo aniquila y que luego, el pecho o el pezón
hacen lo mismo dentro de sí. E s decir que proyecta su
agresión oral sobre ei pecho malo, lo destruye, lo des-
g a r r a y luego siente que lo tiene adentro, que este pecho
malo lo está mordiendo, destruyendo internamente; pero
como no sólo hay en ese período de l a evolución libidi-
nosa impulsos sádico-orales, sino también anales y ure-
trales, el niño fantasea a t a c a r el pecho materno con
orinas ponzoñosas y excrementos explosivos y desinte-
gradores, siendo ésta la razón por la cual teme que el
pecho se vuelva explosivo y ponzoñoso p a r a él. Una
rantasia de este tipo, muy estructurada, es lo que lle-
v a r í a a esos lactantes a no aceptar el pecho niaterno.
Sostiene M. Klein que l a hipocondría estaría vincu-
lada con la f a n t a s í a de objetos persecutorios internali-
zados, es decir, que en vez de estar en el mundo exte-
rior, los objetos estarían internalizados y el sujeto teme-
ría ser destruido interiormente por ellos.
Apoyándonos en ese concepto de M. Klein daremos
un ejemplo obstétrico sacado de nuestra experiencia: el
aborto espontáneo, que como se sabe se produce gene-
ralmente dentro de los tres meses de embarazo aun
cuando no se encuentren factores somáticos que lo
determinen, puede llegar a término con psicoterapia
adecuada.
La fantasía infantil de ese pecho ponzoñoso, explo-
sivo, destructor, en la mujer inmadura pasa de la ima-
gen de pezón a la de pene. L a f a n t a s í a inconsciente de
muchas embarazadas inmaduras es que el feto se des-
arrolla a partir del pene que ha quedado retenido y ubi-
cado en el útero en el acto sexual. Se comprende que si
se mantiene la fantasía infantil (en el inconsciente no
existe el tiempo) de que el pene es un pezón ponzoñoso
y explosivo, el aborto "espontáneo" se constituye en un
un acto lógico, puesto que para su fantasía inconscien-
te, si "eso" que ella percibe en su interior continuara
creciendo, terminaría desintegrándola.
Volviendo a la proyección de la avidez: como en la
fantasía el objeto está influido por la avidez debido a l
impulso oral del niño, pasa a ser el elemento esencial
de la angustia persecutoria, es decir que en la fantasía
el niño siente que ese pecho malo lo persigue y lo quiere
devorar a él en l a misma forma en que él fantasea de-
vorar ávidamente el pecho frustrador, y por proyectar
l a "tensión" de s u hambre, el perseguidor se hace cada
vez más intenso y persistente. Sin embargo, y pese a lo
expresado anteriormente, en las primeras etapas la ac-
ción o la actividad del pecho malo y perseguidor está
neutralizada por las relaciones con el pecho bueno. Se-
ñala M. Klein que no obstante localizar su sentimiento
en su relacidn con el pecho, el niño también entra en
relación con otros aspectos (le la madre, ya que desde
pequeño responde a la sonrisa de ella, a sus manos. a
su voz, al ser sostenido y a sus cuidados. Así es como
la satisfacción y el amor que recibe en esas situaciones
le ayudan a n ~ u t r a l i z a rla ansiedad paranoide y aún los
sentimientos de pérdida y de persecución que fueron
despertados por el trauma del nacimiento. Por eso, su
relación positiva con la madre, le ayuda a vencer el
anhelo, aliviAndole la ansiedad persecutoria y aumen-
tando de ese modo su confianza en ese pecho hueno.

(:AKACTERfSTICAS D E I.AS EMOCIONES


DEL NIRO P E Q U E R O
La diferencia esencial entre relación objeta1 infantil
y madura, es que mientras el adulto concibe al objeto
como existiendo independientemente de él, el infante
siempre lo refiere vinculado con sí mismo. En su fan-
tasía asume una posicióii oninipotente con respecto a sus
objetos. Ellos le pertenecen a él, son parte de él, viven
solamente a través de él y para él. Aún el objeto pro-
yectado s i ~ u erelacionado ron el cuerpo del infante, des-
de el momento que no existe una nítida distinción entre
su cuerpo
. - lo oue es exterior.
y
En términos generales se puede afirmar que el ser
extremas y poderosas constituyen una de las caracterís-
ticas que presentan las emociones del niño pequeño, y
de ello se desprende que el pecho malo es vivido nor el
niño como un perseguidor terrorífico y el pecho bueno
tiende a tornarse un pecho ideal que calmaría la avi-
dez p a r a un deseo ilimitado, en forma inmediata y como
una satisfacción ~ e r d u r a b l e . Así e m ~ i e z aa tener seu-
- ~ ~ - -

timientos sobre u; pecho perfecto e inacabable. siempre


dis~onible. s i e m ~ r e platificador. E s t a s fantasías las
en¿ontramos en k a r i s s formas; por ejemplo, en Japón
existe una estatuilla que representa l a imagen de Nyoi
Hoshu sosteniendo en la mano una bola milagrosa. Según
la leyenda, quien la posea realizará todos sus deseos.
Otro ejemplo de la f a n t a s í a y de los cuentos acerca de
ese pecho perfecto e inacabable, son los árboles con dul-
ces sin fin que aparecen en los cuentos de hadas. E n
otro plano, tenemos la maquinita que fabrica dine-
ro, la madre cebadora de mate, el samovar y la famosa
heladera doméstica siempre bien provista, las cuales,
piensn, deberían tener forma de seno y color rosado,
p a r a cumplir por completo su papel simbólico.
Otro factor que actúa en la idealización del pecho es
la fuerza del temor persecutorio del niño, lo que crea la
necesidad de aumentar el poder de un objeto bueno, gra-
tificador, que anule la acción del pecho malo; es lo que
hacemos cuando nos encontramos en dificultades y tene-
mos un amigo que nos va a a y u d a r : siempre lo ideali-
zamos, atribuyéndole una cantidad de cualidades que a
veces él está lejos de poseer, para que anule la situa-
ción desapradable que sería la p a r t e mala y de esa ma-
nera sentirnos más apoyados y aliviados de l a situación
displacentera. Por eso podemos decir que e1 pecho idea-
lizado es el corolario del pecho perseguidor y que la
idealización deriva de 18 necesidad de ser protegido de
los objetos persecutorios y, por lo tanto, la idealización
es un método de defensa contra la angustia persecutoria.
H a y un fenómeno en la vida corriente que nos ayu-
d a r á a comprender la forma en que el proceso de idea-
lización se realiza; por ejemplo, la satisfacción aluci-
natoria en un sueño. Durante la satisfacción alucinatoria
encontramos que la frustración y la ansiedad derivadas
de distintos orígenes están superadas, que el perdido
pecho externo está recobrado y que el sentimiento de
tener un pecho ideal intern:rlizado estti reactivado. Como
el pecho alucinado es inacahahle, 11orque lo que se alu-
cina es un pecho ideal, la avidez ea momentáneamente
satisfecha. Sin emharpo. t a r d c o temprano. la tensi611
hinl6~ica de hrimhvr lo vuelrr ;I la realidatl rlr I R friis-
94 A. TALLAFERRO

traciGn con todas las emociones que son vueltas a expe-


rimentar nuevamente. E n la satisfacción alucinatoria
se ponen eii juego varios mecanismos defensivos funda-
mentales. Uno de ellos e s e1 control omnipotente (le1
objeto tanto interno como externo para que el yo tome
completa posesión de ambos pechos, bueno y malo, p
tanto interno como externo. Después, durante la satis-
facción alucinada se mantienen separados la idea del
pecho perseguidor y la experiencia de frustración, de
la idea de un pecho ideal y la experiencia de haber sido
satisfecho. E s t a hendidura e s l a que conduce a una
división del objeto y a una división de sentimientos, lo
cual está encadenado con el proceso de la negación.
Hemos dicho que en la satisfacción alucinatoria es
donde encontramos l a negación en forma extrema, y es
t a n extrema que conduce a la aniquilación de cualquier
objeto o cualquier situación de frustración. ¿Con quién
está así limitando la negación? Al preguntarnos esto
podemos contestar que está limitando con el fuerte sen-
timiento de omnipotencia que e s característico de las
primeras etapas de vida. E n l a alucinación de persecu-
ciones terroríficas puede llegar también a ocurrir que
el objeto bueno, o idealizado, esté como aniquilado, es
decir, no exista en l a realidad. Así como anteriormente
vimos que podía llegar a aniquilar al pecho malo y
perseguidor, parece ser que durante la alucinación de
persecuciones terroríficas, lo que queda aniquilado o
desrealizado o fuera de la realidad o inexistente, es la
imagen del pecho bueno idealizado y protector.
Cuando menor es la ansiedad persecutoria ¿qué ocu-
rre con el y o ? : que la tendencia a la división es menor
y el yo tiende más a l a integración. Parece ser que pue-
tle producirse un paso hacia la integración cuando el
niño no está frustrado, es decir, cuando se siente que-
rido y alimentado normalmente y por eso M. Klein asocia
esa tendencia a la integración como una expresión del
instinto de vida.
La síntesis de amor y de odio hacia un objeto total
da origen al comienzo de la f a z depresiva alrededor de
10s cuatro meses. ¿Qué ocurre con la ansiedad depresiva
como resultado del desarrollo y las experiencias de sín-
tesis? La ansiedad depresiva va haciéndose cada vez
más frecuente y persiste! durante tiempos más prolon-
gados, existiendo por momentos una acción simultánea
de procesos esquizoparanoides y procesos depresivos.
La fantasia de que el pecho está despedazado o que
el pecho es bueno y malo, también produce una división
en el yo, aunque no es una división de idéntica natura-
leza. Los primitivos métodos de división influyen fun-
damentalmente en las rrías por las cuales en cualquier
estado posterior, l a represión, al rechazar, determina a
s u vez los grados de interacción entre el inconsciente y
consciente. E n otras palabras, la extensión en que va-
rias partes de la mente permanecen "porosas" o "permea-
bles" en s u mutua relación está determinada por la
fuerza o debilidad de los tempranos mecanismos esqui-
zoides.
Los factores externos también juegan un papel vital,
coino ya hemos dicho, desde el comienzo de la vida.
Y así, los estímulos que intensifican el terror persecu-
torio, refuerzan los mecanismos esquizoides y a l mismo
tiemí>o, conio consecuencia de ello, el y o comienza a
dividirse.
Freud sostiene que el yo se desarrolla por introyec-
ción de objetos. E n el coniienzo de la vida el objeto
introyectado es el pecho bueno, introyectado en situa-
ción de felicidad y satisfacción transformándose en el
núcleo vital del yo y fortaleciendo la capacidad para la
integración. El pecho bueno interno que forma el útil
y benigno s z ~ p e r y ó , también fortalece la capacidad de
rimar y de confiar en los objetos y es por eso que resulta
una fuente esencial de seguro contra l a angustia. E n
ese momento comienza a ser el representante del ins-
tinto de vida, pero sólo puede llenar esta función si ese
pecho es sentido como no dañado, como íntegro y sano,
lo que implica que ha sido introyectado con prevalencia
de amor y gratificación.
Hemos descripto anteriormente la forma en que el
sadismo oral impulsa a devorar y cavar el pecho y que
el ataque deriva de todas las fuentes de sadismo, pero
con dos principales líneas de fantasia: una primera línea
oral sádica ligada a la avidez, que consiste en vaciar el
cuerpo de la madre de cosas buenas deseables e ideali-
zadas que el niño fantasea que contiene en s u interior;
la segunda línea de fantasía es la forma atacante de
predominio anal; esta fantasía consiste en llenar el cuer-
po de la madre con cosas malas representadas principal-
mente con excrementos, para daiíar, controlar o destruir
96 A. TALLAFERRO

el objeto, y también con partes de sí mismo sentido como


malo y que, fantaseado, penetra en el cuerpo de la ma-
dre y la controla. E s decir, que en esta fantasía, el
yo toma posesión por proyección de un objeto externo
y de este modo, en algunos casos extremos, el objeto
llega a ser el representante del yo; esta es la base de
la identificación proyectiva y que en términos genera-
les podríamos decir que son los "esclavos" del objeto
amado. E s el mecanismo del sujeto que queda "atado"
al objeto porque h a puesto tantas cosas en el objeto,
tantas cosas de él, que perder el objeto es como perder
partes de sí mismo.
La identificación por proyección e introyección pare-
cen ser procesos complementarios que se operan en
temprana relación con el pecho. Así, el impulso sádico
oral a mamar como vampiro, el socavamiento del pecho
y del cuerpo de la madre, se desarrolla en la fantasia
como si el niño hiciese un camino a través del cuerpo
de la madre. Para tener una imagen gráfica de esta
fantasía infantil, se puede recordar lo que ocurre con
los gusanitos de las manzanas. Esta sería la fantasia
del niño: meterse dentro del pecho y del cuerpo de la
madre e irla devorando, es decir, irla cavando.
La identificación por introyección y la identificación
por proyección comienzan simultáneamente e interac-
túan desde el comienzo de la vida. El impulso de pro-
yectar maldad está intensificado por el temor a perse-
guidores internos; la finalidad es sacarlos de dentro al
sentirse incapaz de controlarlos. Lo que hacen los go-
biernos: cuando tienen muchos enemigos adentro. los
exilian.
Cuando la proyección está dominada por el temor
persecutorio. cl objeto (en quien el sí mismo malo ha
sido proyectado) comienza a ser el perseguidor por ex-
celencia, por haber sido dotado con todas las maldades
del sujeto. La reintroyección de ese objeto refuerza el
temor a los perseguidores, tanto internos, que estarían
representados por el instinto de muerte, como por los
externos. Por el contrario, la proyección de amor es
una precondición para encontrar un objeto bueno; la
introyección de objetos buenos estimula la proyección
de amor: y la reintroyección fortalece el sentimiento
de poseer un objeto bueno.
LA POSICIdN I N F A N T I L DEPRESIVA
E l progreso de la integración depende dc que los im-
pulsos de anior predominen tenipoi'ariainc.iitt. sobre los
destructores, lo que conduce a estados t~.ansituriosen
el cual el yo sintetiza en un solo objeto los sentimientos
amorosos y destructores. Y este proceso de síntesis es
lo que inicia, alrededor de los cuatro meses, la faz de-
presiva, donde encontramos:
1) El comienzo de una emoción dolorosa de culpa y
66cesidad de reparación. 2 ) Que la agresión está iiiiti-
gada por la libido, de donde la ansiedad persecutoria se
encuentra disniinuida. 3 ) La ansiedad i'elacionarla con
el destino del objeto interno y externo que estií en peli-
gro, conduce a una identificación niUs fuc1itc con éste,
lo que lleva al ~o a efectuar una repai.acii;ri e inhibir
los impulsos agresivos, al sentir que ellos son peligrosos
para el objeto aniado y piira el propio ?/o, puesto que
este objeto amado está identificado con él.
Ya se ha señalado que a partir del cuarto mes co-
mienzan a notarse cambios en el desarrollo inttvlectual
y emocional del bebe. '41 misnio tiempo la oi,yanización
sexual va progresando, los impulsos anales y iii.etrales
auiiientaii, pero de cualquier modo siguen preduniinando
los orales. E s debido a esto que existe una confluencia
de fuentes de libido, es decir, instintos de vida, y de
agresión, que acarrean varias situaciones de ansiedad
y producen grados de fantasía i n i s elaborados y di-
ferenciados.
La evolución a la que me he referido se refleja en la
relación del niño con la madre y en algunos casos con
el padre y o t r a s personas. La relación ya no es una
relación con un objeto parcial sino que es una relación
objeta1 total, aunque continúa subsistiendo con menor
carga l a relación parcial con el pecho. El proceso de
síntesis se opera tanto en relación con impulsos y con
objetos internos, incluido también el s u p e r y ó , como asi
también disminuyen las discrepancias entre el mundo
i n t e r r ; ~y externo, o sea entre las imágenes internas y
externas. Asimismo, con estos pasos de síntesis se acom-
paña una mayor integración de las distintas partes en
que estaba dividido el yo. La ambivalencia aquí es me-
nor que en la etapa anterior y es sentida predominante-
mente hacia un objeto total. Pero aunque el poder de
los impulsos destructores ha disminuido, no por eso
dejan de notarse como peligrosos para el objeto amado.
Así es que l a avidez y el intento de defender el objeto
amado juegan un importante papel, puesto que la ansie-
dad por la pérdida irreparable del objeto amado e in-
dispensable, tiende a aumentar la avidez. E s t a avidez
es sentida como incontrolable y destructiva, que por ese
motivo pone en peligro el objeto amado, tanto interno
como externo. De donde el yo por ello aumenta l a in-
hibición del deseo instintivo dirigido hacia el objeto y
esto puede acarrear dificultades con el goce del niño en
la alimentación, y más tarde inhibiciones en las relacio-
nes afectivas y eróticas.
Los pasos hacia la integración y la síntesis son el
resultado de una capacidad creciente del yo para cono-
cer la realidad. I,a ansiedad vinculada con la madre
internalizada que es sentida como un objeto dafiado o
lesionado, que sufre, en peligro de ser aniquilado o ya
aniquilada y perdida para siempre, conduce a una iden-
tificacihn más intensa con el objeto dañado. Esta iden-
tificación con tal calidad de objeto, refuerza la tenden-
cia a la. reparación y por ello es que el yo intenta
inhibir los impulsos agresivos. Y también el yo usa
uila y otra vez la defensa maníaca.

ME(IANISM0S DE DEFENSA DEL Y O


Situado ent1.e el ello y el medio ambiente, y constan-
teiiiente controlado por el s ~ c p e r y ó , se halla el yo en
situaciói.i harto difícil, que a veces provoca en él an-
gustia, siendo ésta la que moviliza el proceso defensivo.
La angustia es motivada por el peligro de que la orga-
nización total del yo -dice Waelder- pueda ser des-
truida.
A tal efecto, el yo constriiye barreras que le permiten
rechazar ciertos impulsos o solucionar los conflictos ori-
ginados por la oposición de las exigencias de cada una
de las instancias psíquicas. Estos mecanismoe defensi-
cr(1.s son utilizados por el yo en su lucha contra peligros
intrapsíquicos y extrapsíquicos o ambientales. Freud
empleó por primera vez esta denominación en el año
1894. e n el articulo Neiirapsicosis da d e f e n s a , para in-
dicar los rechazos instintivos que realiza el yo. Luego
lo sustituyó por una palabra: represión, pero en el
año 1926, en Inhibición, sintoma y angustia, volvió a
emplear nuevamente la expresión "mecanismos de de-
fensa", que presenta la ventaja de poder ser utilizada
como denominación general de todas las técnicas dife-
rentes que el yo emplea en su lucha contra las exigencias
instintivas. T,a represicín es scilo una de tales técnicas.

~Ví~cnnismos de drfrnaa del yo c o n t r n peligro8


intvapsiq?íico.s 1
Los mecanismos de defensa del go contra peligros
intrapsíquicos son :
Represión ;
Regresión ;
Aislamiento ;
Anulación o reparación ;
Formación reactiva;
Identificación ;
Proyección;
Cambio de un instinto por su contrario;
Vuelta del instinto contra el yo;
Sublimación 2.
-4lgunos de los mecanismos de defensa, según señala
Anna Freud, son capaces de dominar grandes cargas
instintivas o afectos, mientras que otros, por el contra-
rio, sólo pueden controlar cantidades exiguas.
Los motivos que rigen en el yo la elección de un tipo
de mecanismo no son aún muy conocidos, pero, en el
campo de la teoría. se puede decir que esta instancia
1 Los motivos de defensa contri los instintos, según Fenichel. son:
a ) el yo teme al instinto porque' teme al superyó; b) por angustia
objetiva derivada del sentido de realidad: c ) ante la fuerza del ins-
tinto que puede arrollar y desorganizar el yo; d ) por la necesidad de
mantener le síntesis. PJ derir. por los conflictos rntrr tpndrncias
opuestas.
Las defensas típicas del yo precoz (seis meses) frrntr a la an-
gustia de tipo paranoide. son las siciiirntes. segiin Mclanie Klcin:
1 ) Disociación del ohjrto (en una parte hiirna y iinn mala. r
introyección de la hucna)
2 ) Disociación de los impulsos.
3 ) Idealización.
4 ) Negación de la realidad interior.
S ) Negación de la rralidsd ertrrior
t i ) Ahogo de las rmorionra
A. TALLAFERRO

psíquica apela a l a represión cuando necesita combatir.


ante todo deseos sexuales. Pero l a represión es el meca-
nismo m8s peligroso, debido a l a disociación simultánea
que produce en e1 yo. Los otros mecanismos se emplean
probablemente f r e n t e a impulsos agresivos o sólo com-
plementan lo que l a represión h a dejado inconcluso o que
retorna de las ideas prohibidas cuando la misma h a
fracasado.

La r e p r e s i ó n
E s el proceso en virtud del cual la libido del siutei~in
preconsciente cs sustraída, de modo que un acto psíquico
no pueda encontrar el camino que conduce a l sistema
consciente y por lo tanto debe hacerse o permanecer in-
consciente ( S 2 1 7 t b o . g ) .
0, conio dice Freud, es "impedir a l impulso instintivo
el acceso a la motricidad, pero a l mismo tiempo man-
tenerle intacta su carga de energía". E l histérico, por
ejeiiipl<., provoca, mediante l a represión, cl hundimiento
en el inconsciente de la causa de su dolencia.
La represión constituye una fase preliminar de la
condena, una iioción intermedia entre ésta y la f u g a .
La satisfacción del instinto reprimido sería posible y
placentera en si, pero inconciliable con otros principios
y aspiraciones. Por una parte causaría placer y por
o t r a displacer. Por lo tanto, una condición indispen-
sable de la represión es que el motivo de displacer ad-
quiera un poder superior a l del placer que produciría
la satisfacción. Lógicamente, p a r a que esto ocurra, es
iiienester que el s1111cryó y el sentido de realidad tengan
un suficieiite grado de desarrollo.
La función exclusiva de la represión es rechazar y
mantener alejados del consciente determinados elemen-
tos, mediante un esfuerzo continuo y permanente. Esto
significa un constante pasto de energía y es por lo mis-
mo aiitieconóniico. Podría citarse como símil de repre-
sión el trabajo qiie debe hacer el hombre que quiere
niantener hundido en el a g u a un barril vacío. Debe usar
una fuerza constante, y a que l a interrupción de l a mis-
ma permitiría al barril emerger inmediatamente a l a
superficie.
Toda repitsión consta de dos fases. Una .rcpresio.n
p1.iniifiivr o reprtlsa que aleja, del campo de la concien-
cia, la representación psíquica del instinto, lo que pro-
voca una fijación, o sea que la representación reprimida
se mantiene inmutable a partir de ese momento, que-
dando el instinto ligado a ella. L a segunda fase es la
represión propiamentci dicha, que recae sobre las rami-
ficaciones psíquicas de la representación reprimida o
sobre aquellas series de ideas procedentes de fuentes
distintas, pero que se han ligado asociativaniente a dicha
representación.
Por lo tanto, la represión propiamente dicha es un
proceso secundario. Debe considerarse que primero actúa
la repulsa que parte del yo y luego la atiaccibn que lo
primitivamente reprimido ejerce sobre todo lo otro con
la que puede ponerse en contacto asociativo.
L a represión no alcanzaría su propósito si estas dos
fuerzas no actuasen aunadas. El hecho de que una re-
presentaci6n esté reprimida no impide que la misma
perdure en el inconsciente y continúe organizándose,
creando ramificaciones y estableciendo relaciones, cons-
tituyendo lo que se denomina un complejo. E s decir,
una constelación de ideas asociadas entre sí, afectiva-
mente cargada, y en particular de ideas inconscientes.
Lo que la represión hace es impedir la relacibn con
el sistema consciente y la actuación del instinto en el
mundo exterior.
Consecuencia de su acción es el hecho de que a l ser
sustraída a la influencia consciente, la representación
del instinto se desarrolla en una forma mucho más libre
y amplia. Ta! representación instintiva crece y halla
extremas formas de expresión. E s t a engañosa energía
del instinto es consecuencia de un ilimitado desarrollo
de la fantasía y del estancamiento que surge como re-
sultante de que se niegue la satisfacción.
Sin embargo, no puede considerarse como absoluta-
mente exacto el conceuto de aue la reuresión mantiene
alejados del campo consciente todas las ramificaciones
de lo primitivamente reurimido. Cuando esas ramifica-
ciones-se han distanciado suficientemente de la repre-
sentación central o nuclear del complejo, sea por defor-
mación o interpolación de numerosos elementos. se llega a
una representación que puede aflorar al campo de la con-
ciencia. Matemáticamente podría decirse que la fuerza
de la represibn es inversamente proporcional a la dis-
tancia que media entre ellas y la representación nuclear.
Precisamente, hasáiidose en esto puede llevarse a cabo
la terapia psicoanalitica que toma en cuenta este ele-
A. TALLAFERRO
i 02

mento flotante, y a partir de él, por medio de la aso-


ciación libre se va acercando a l conflicto nuclear como
quien deshace un ovillo de lana tirando de un extremo.
No es posible indicar en general l a amplitud que ha
de alcanzar la deformación ni la distancia que debe
mediar entre lo reprimido y aquel elemento para que
éste l o ~ r evencer la resistencia del uo.
La represión trabaja de un modo completamente indi-
vidual y es sumamente móvil. Debe mantener una v e -
sión constante, pues su interrupción la llevaría al f r a -
caso, como en el ejemplo del barril, que volvería a flo-
tar. Por lo tanto, desde un punto de vista económico, el
cese de la represión significa un g r a n ahorro de ener-
gía, que queda así a disposición del yo p a r a funciones
utiles.
E l factor primordial p a r a l a a p a r i c i 6 ~de una repre-
sión es el cuantitativo. No bien la representación a
censurar supera un cierto grado de catexis, surge el
conflicto e inmediatamente se moviliza la defensa. De
esta manera el incremento de la carga energética pro-
duce, en todo lo que a represión se refiere, los mismos
efectos que la aproximación a lo consciente. Paralela-
mente, la disminución de la carga equivale a un aleja-
miento o a la deformación, tal como lo h a dicho Nun-
berg. La represión e s en sí un mecanismo psíquico de
defensa y su manifestación formal es la inhibición, que
se encuentra cuando se examina a un paciente. E s de-
cir, un sujeto aparece inhibido como expresión de su
mecanismo interno defensivo represor.

La regresión
Se h a dado el nombre de regresión al proceso que
conduce nuevamente la actividad psíquica a una forma
de actuación ya superada, evolutiva y cronológicamente
más primitiva que la actual.
Durante el período de evacuación en tiempo de gue-
r r a , pudo observarse en Inglaterra que los nifios que
y a habían aprendido a no orinarse en la cama volvían
a hacerlo cuando eran separados de sus madres. La
modificación de las corrientes instintivas e r a provocada
en ese período por la perturbación que se producía en
la relación entre el niiío y su madre. E l shock provo-
cado por la brusca separación dio origen a la regresión
a un nivel anterior del desarrollo.
El sujeto requiere gratificaciones instintivas, y si no
puede obtenerlas en el nivel que ya h a alcanzado, regre-
s a r á a una fase precedente donde antes había experi-
mentado satisfacciones que fueron más completas. L a
regresión de la actuación del y o a un nivel anterior a
la maduración puede ocurrir en cualquier período y por
lo general se produce como consecuencia de una g r a n
decepción o de un intenso temor, casi sieinprc temor
consciente o inconsciente al castigo. La i n t ~ n s i d a dde
la regresión es motivada por dos factores íntimamente
ligados entre si: el grado de vacilación con que el indi-
viduo acepta las nuevas formas de satisfacción v el
grado de su fijación a los patrones anteriores ( F ~ n i -
c h e l l . Ejemplo de regresión se puede observar en el
neur6tico obsesivo, que cuando se encuentra en conflicto
por sus tendencias edípicas fálicas y el simultáneo temor
a la castración, sustituye sus exigencias edipicas geni-
tales por deseos sádico-anales.
La regresión del y o se refiere a la actuación mágica,
es decir, a un tipo de expresión que es característico
de un y o inmaduro (véanse págs. 77-78).

E l aislamiento hace que se considere separado lo que


en realidad permanece unido; por ejemplo, que l a rela-
ción entre la escena traumatzca, el conflicto o deseo
reprimido con el síntoma esté reprimida. Este tipo de
defensa se observa particularmente en los neuróticos
obsesivos, que conocen conscientemente, en la mayoría
de los casos, el hecho que h a sido la causa de sus sín-
tomas, pero no saben conscientemente que los mismos
síiitomas proceden de aquella vivencia.
Tal e r a el caso de un hombre que sentía deseos cons-
cientes de d a r muerte a su padre (situación traumá-
tica) y como síntoma de ese deseo sentía un g r a n temor
hacia los cuchillos. Este miedo se debía a que incons-
cientemente vinculaba los cuchillos con su deseo pa-
rricida.

La anz(lación o reparación
E n las neurosis obsesivas también se halla como
defensa contra los instintos la anulación, que consiste
en la realización de un acto determinado con el f i n de
1 0'1 A . 1'AI.l AFERRO

anular o reparar el significado de uno anterior. E n su


libro Histerias y neurosis obsesivas, Fenichel d a un
ejemplo que aclara el significado de la anulación. "Un
enfermo -dice- se veía impulsado a rezar en forma
obsesiva durante una grave enfermedad de su madre;
pero al terminar la plegaria se daba un golpecito en la
boca, acto con el cual pretendía anular el efecto posi-
tivo del rezo."

La formación reactiva
La formación reactiva lleva al yo a efectuar aquello
que es totalmente opuesto a las tendencias del ello que
se quieren rechazar. Durante el análisis de un paciente
se halló un ejeniplo típico de formación reactiva. El
caso es el siguiente. tal como lo relató el analizado:
I,lrg?<é fastidindo a Ca8fl y vstaba la hijita de la sir-
r:iottn. Sentí rlrscon dr- tirarln a la calle por ?cna van-
ta,na. que c.8taba ahinrta. pero me contuve. M Q senté a
(*a+.idiar y dc pronto vi q~ccla madre le ponía un ban-
qttito jfinfo n la ventana para que la nena mirara n la
callv. Drsde csc momento no pude seg?rir estrrdiando y
frti a sewtarnie jrtnto a ( - / / apara cuidarla.. Y o t r m f a que
nc caurra por la ventnna a la c a l l e . . .
La idea rechazada e r a t i r a r la niña a la calle. L a
formación reactiva f u e sentarse junto a ella para cui-
darla.
Hace algún tiempo la revista Readsr's Digest publicó
un tirtículo que puede citarse como ejemplo de forma-
ción reactiva. E n los Estados Unidos se cometió en
cierta oportunidad un asesinato, y las autoridades poli-
ciales confiaron la investigación del hecho a uno de sus
mejores ~)esquisas. Contrariamente a lo que cabía espe-
r a r , se registraron notorias anormalidades en la inves-
tigación, razón por l a cual se le confin la tarea a otro
pesquisante, quien, para asombro de todos, descubrió
que el criminal era nada menos que su fanioso colega,
quien habia cometido el delito en estado sonambúlico.
Coino formación reactiva a sus tendencias criminales,
este hombre se habia hecho policía, pero al disminuir
la intensidad de l a censura, durante el sueño, las ten-
dencias del ello pudieron descargarse en el mundo exte-
rior y conietió el crimen.
E n el año 1954 la prensa mundial recogió con todos
sus detall[.$ e1 sci~sacional caso de John Christie. "el
asesino de la media luna", como se le llamó. Christie
mató a varias mujeres, y en una oportunidad, valién-
dose de su condición de policía -cargo qiie ocupaba
como formación reactiva- hizo ahorcar a un camionero.
marido de una de sus víctimas, acusándolo de ser autor
del crimen.
También es bastante común el caso del hombre que
por formación reactiva se hace bombero voluntario, comn
defensa frente a su piromanía. I,a persona que ha ela-
borado formaciones reactivas -dice Fenichel- no ha
creado con ello un determinado mecanisnio p a r a utili-
zarlo cuando se produce la amenaza de un peligro ins-
tintivo: ha inodificado la estriictura de sii yo como si
el peligro estuviera siempre presente, en forma tal que
se encuentra preparado en cunlqiiier inomento en que
el peligro se produzca.
De este modo, en un esfuerzo por crear formaciones
reactivas como defensa contra los instintos, se originan
I asgos caracterológicos de distinta naturaleza; por ejem-
plo, si se lucha contra tendencias anales, se desarrolla-
rán hibitos de limpieza, de orden y economía obsesiva.
y si se lucha contra tendencias agresivas se c a e r i en
una bondad indiscriminada y rígida.

I,a identificación representa la forma más temprana


y primitiva (le1 enlace afectivo. Consiste, en su forma
inás típica, en transferir el acento psíquico del objeto
al yo. Dicho en otras palabras, el yo incorpora el objeto
en una forma muy semejante a l a que sirve a la ameba
p a r a englobar una partícula de carmín.
A principios de 1954, el indio Tetegameo, cacique de
la tribu de l a Kakataybos, que habitan en la región
peruana de Aguaitía, f u e a la ciudad de Lima p a r a
solicitar ayuda oficial con destino a su trihu. Una de
las cosas que más le extrañó a Tetepameo fue e1 hecho
de que los hlancos enterraran a siis muertos. "Nosotroa
-dijo- incineramos a niiestios muertos y luefo inge-
i'imos sus cenizas en una infusión. ilc este i ~ ~ o dasinii-
o
lamos las virt.udes de nuestros mayores." Este es iiii
ejemplo tipico de identificación introycctiva.
Iia identificación puede ser p a i ~ i a lo total. E n uii
caso de identificaci6n parcial. e1 alumno, por ejen~l)lo.
fuma en pipa. tal como lo hace el pi.ofesor. prvn rn iinii
106 A. TALLAFERRO

identificación total, estudia y mantiene una actitud ge-


neral idéntica a la de su maestro.
En Psicologia de las m a s a s y análisis del yo, Freud
estudia las diversas formas de identificación en un sín-
toma neurótico, que se daba en el caso de una niña que
padecía tos. Cuando tosía como consecuencia de su iden-
tificación con l a madre, se trataba de un deseo de sus-
tituirla en el amor del padre, pero la niña al mismo
tiempo se castigaba. Si su tos era una identificación con
el padre el mecanismo tornábase distinto. E r a una sus-
titución de deseos libidinosos positivos hacia una persona
querida, por una identificación con ella.
Contrariamente a estos dos ejemplos hay otra forma
de identificación que es independiente de toda tendencia
afectiva hacia la persona cuya conducta se imita. E s el
caso del internado de señoritas, donde una de ellas sufre
una crisis histérica a l recibir una carta de su novio.
Las demás repiten l a crisis, queriendo con esto demos-
t r a r su deseo de encontrarse en la misma situación de
enamoramiento que vive la compañera. P a r a realizar
este tipo de identificación no es necesario que exista
hacia ella una tendencia afectiva determinada.
E n uno de los tipos de homosexualidad el enfermo se
identifica con su madre y sólo puede amar a otros mu-
chachos, a manera de reflejo del afecto que ella siente
por él. Aquí la &fensa contra los instintos del ello
reside en la eliminación de la mujer como objeto sexual
que resulta como consecuencia de l a identificación. E s
decir, hay un rechazo de toda tendencia heterosexual
que el enfermo intenta anular porque advierte que ello
entraña para 61 un peligro, el de castración, al vivir
inconscientemente el acto heterosexual como incestuoso.
R. Knight t r a t a de aclarar las diferencias y similitu-
des existentes entre la introyección 1, la proyección y la
identificación, considerando la posibilidad de distinguir
tres formas de identificación:
La identificación proyectiva es la que hace el yo hacia
el objeto. El hombre se identifica proyectivamente en
el teatro siguiendo angustiosamente las situaciones del
drama. La señora sufre junto al receptor de radio mien-
t r a s escucha su novela. Y todos se ponen inquietos cuan-
do un orador, súbitamente, queda en silencio.
i Introyecci6n es la inclusión inconsciente de un objeto o parte de
61 dentro del yo del sujeto.
Un sujeto mescalinizado se identificó con la ropa col-
gada a secar en la cuerda de una terraza cercana y dijo
que en un camisón veía a su esposa, en otra prenda a
él, y junto a ellos, representados también por ropas, a
sus hijos, y que todos, tomados de la mano, parecían a
punto de volar hacia un mundo muy lejano.
La identificación introyectiva es la que se hace desde
el objeto hacia el yo. La niiia que tose como el padre,
u como su madre, realiza una identificación introyectiva.
La identificación por desplazamiento tiene un meca-
nismo un tanto más complejo. Una persona disgustada
con otra, proyecta sobre una tercera las cualidades nega-
tivas que, con o sin justicia, atribuye a la primera, y
luego riñe con esta última, solucionando a su modo la
situación conflictual que se le presenta. E n el psico-
análisis muchas veces es esta transferencia de encono
la que posibilita la cura, pues el paciente atribuye a l
analista, en una identificación por desplazamiento, los
defectos que asigna al sujeto causa de su situación, agre-
diendo al analista, que es el representante, por despla-
zamiento, de la imagen odiada.

L a proyección
La proyección es el mecanismo de defensa en virtud
del cual el sujeto atribuye a un objeto externo sus pro-
pias tendencias inconscientes inaceptables para su su-
peryó, percibiéndolas luego como características propias
del objeto. E s el caso de las personas que entran a com-
prar algo con la idea de pagar de menos, si les es
posible, y luego, fracasada la maniobra, salen y cuentan
de nuevo el dinero para ver si los comerciantes no les
han dado de menos en el vuelto. O el caso del nieto
que en el Zoológico dice a su acompañante: "Vámonos
de aquí, abuelito, pues t ú tienes miedo a los leones."
E n los niños y en los primitivos, impera en algunos
casos el animismo, mecanismo de proyección considera-
blemente desarrollado y por el cual unos y otros atri-
buyen propiedades humanas a los objetos inanimados.
Lo8 indio3 ojebways piensan que los Arboles son sensibles y por
este motivo el cortarlos se convierte en una operaci6n quirúrgica dcli-
cada que deber& ejecutarse con la mayor ternura posible. pues si se
la hiciera de otra manera el Arbol caería aobre el operador descuidado
dandole muerte. ( F r a z e r . )
108 A. TALLAFERRO

Los niños muchas veces golpean con enojo la punta


de l a mesa contra la cual han chocado y le dicen:
";Mala! jMala!", como si la mesa fuera un ser viviente.
Por lo tanto, se puede decir que l a proyección con-
siste en atribuir tendencias propias a otras personas
o cosas. E n el curso del análisis se observa con frecuen-
cia que el paciente proyecta sobre el analista sus ten-
dencias. Por ejemplo, le dice que lo nota nervioso o
agresivo, cuando en realidad e s el paciente el que está
sufriendo la inquietud o tiene ideas agresivas hacia el
analista.
Este es el mecanismo defensivo que se encuentra más
destacado en l a paranoia.

Cambio de un instinto por su contrario


E l cambio de un instinto por su contrario consiste en
la mutación del amor a un objeto por odio. Esto ocurre
generalmente frente a una frustración en los requeri-
mientos amorosos, y l a crónica policial está plagada de
ejemplos. E l título de rigor dice: Un amante despechado
tjtató de tres tiros a una joven.

Vuelta del instinto contra el yo


La vuelta del instinto contra el yo e s el mecanismo
por el cual una carga agresiva, primitivamente dirigida
hacia un objeto del mundo exterior, se vuelve contra el
yo y algunas veces llega a destruirlo, t a l como sucede
en los suicidios. Pero lo m á s corriente e s lesionarse en
vez de dañar a otro, lo que constituiría un acto de
sadismo.

La sublimación
La sublimación es la adaptación lógica y activa a las
normas del medio ambiente, con provecho para uno mis-
mo y para la sociedad, de los impulsos del ello, recha-
zados como tales por el yo, en una función armónica con
el superyó. Esto constituye una forma de satisfacción
indirecta, con miras de utilidad social.
Debe considerarse como sublimación el proceso por el
cual un instinto abandona su objetivo original, pues,.por
el principio de realidad, la satisfacción podría originar
un displacer (castigo). De esta manera el instinto elige
CURSO BÁSICO DE PSIC~ANA~.ISIS

un nuevo fin, en relación con otro objeto, sea persona o


cosa, que concilie las exigencias del principio de rea-
lidad y del superyó y que tenga además un sentido
plenamente aceptado por la sociedad.
Este desplazamiento de objeto, ocurrido en la subli-
mación, es índice de la plasticidad característica del
instinto y el resultado de la flojedad de los lazos que
unen el instinto con su objeto.
Los instintos desexualizados buscan entonces fines
culturales que pueden ser artísticos o científicos, o, en
una esfera un poco menos elevada, oficio, industria, y
todo lo demás que en conjunto forma lo que se deno-
mina Civilización.
E n su artículo E l trabajo como. sublimación de las
tendencias agresivas, K. Menninger expresa que Freud
no era enteramente original en lo que se refiere a su-
blimación, pues la misma idea había sido sugerida mu-
cho antes por Ovidio, quien aconsejaba: Vosotros, que
tratáis de d a r fin a v u e s t r a s pasiones, atended a .11uss-
t?,as ocupaciones y pronto l a voluptuosidad os dará la
espalda.
"De todos los métodos disponibles p a r a orientar las
energías agresivas de la Humanidad en una dirección
iítil -dice Menninger-, el t r a b a j o ocupa el primer lu-
g a r , ya que toda labor representa una lucha contra
algo, un ataque al ambiente. E l labrador rompe la tie-
r r a , envenena insectos; el médico lucha contra la en-
fermedad y la muerte; el abogado contra la parte
opuesta; el guarda lucha con los pasajeros y el chofer
del ómnibus con los demás vehículos."
P a r a cada etapa libidinosa (oral, anal, fálica) hay
un tipo de actividad sublimada característica, como se
verá más adelante.
Existe una marcada diferencia entre el trabajo como
formación reactiva y el que se realiza como sublima-
ción. El primero tiene un carácter espasmódico, obse-
sivo, y se cumple de manera forzada, que no produce
placer, mientras que el segundo fluye libremente y es
placentero.
Una persona capaz de sublimar puede dejar de t r a -
bajar durante un tiempo prolongado, teniendo el reposo,
para él, tanto valor como la actividad ( R e i c h ) .
La no realización de un trabajo -encarado por for-
mación reactiva- hace que tarde o temprano se pre-
sente una intranquilidad interior que puede, si el estado
110 A. TALLAFERRO

se mantiene durante cierto tiempo, convertirse en an-


gustia y a u n en agresividad. E n la sublimación las
energías del yo están libres y pueden ser utilizadas para
el trabajo productivo. La formación reactiva se carac-
teriza por una conservación del objeto exterior y una
represión de la finalidad instiptiva, y luego una inver-
sión del instinto con l a simultánea formación de con-
tracatexis.
E n la sublimación se produce el abandono (no la
represión) y cambio de l a primitiva finalidad y objeto
del instinto, con la misma orientación de éste, y con
.
ausencia de co~itracatexis ( h i c h )
Con el objeto de aclarar las diferencias y relaciones
entre formación reactiva y sublimación, Fenichel com-
p a r a : "a) un niño que aprende a escribir bien y siente
al hacerlo un gran placer; b) un niño que presenta
una inhibición para la escritura; c ) un niño que escribe
(le manera forzada y meticulosa sin producírle ningún
placer, y d ) un niño que mancha y borronea".
Todos ellos han desplazado a la función de la escri-
t u r a cargas instintivas anales. E n el caso del primer
niño existe una sublimación: el yo no quiere embadur-
nar, sino escribir. Los otros tres no han logrado cana-
lizar las cargas instintivas anales, y s e sienten forzados
a inhibirlas mediante contracargas, o por formaciones
ieactivas que dificultan su trabajo y lo hacen displa-
centero o falto de placer. E n el último niño. la subli-
maci6n falta por completo y la formación reactiva casi
totalmente, por eso embadurna su cuaderno.

Mrcnnisntos dc defcnsa del yo contra peligro*


c~rti.apsiqtrioos
Frente a las situaciones displacenteras y peligrosas
que provienen del mundo e x h r i o r el yo moviliza algu-
nos de los siguientes mecanismos defensivos:
1) Negación en actos y palabras.
2) Negación en la fantasía.
3 ) Limitación del yo.
4 ) Identificación con el agresor temido.
5) Renuncia altruista.
Durante algunos años el ye infantil mantiene la Iiber-
tad de negar cuanto le produzca displacer en la reeli-
dad, conservando intacto sin embargo su juicio acerca
de la misma.
Este trabajo del yo infantil para evitar el displacer
mediante la resistencia directa contra las impresiones
del mundo externo pertenece a la psicología normal y
por lo tanto no debe ser considerado patológico.
I,e ha sido muy útil a la ciencia establecer en qué
momento de su evolución el yo pierde la posibilidad de
compensar cantidades de displacer ohjetivo mediante la
fantasia. P a r a el adulto el ensueño diurno desempeña
todavía en algunas ocasiones un papel importante, sea
atiipliando los limites de una realidad estrecha o suplan-
tando una situación real desagradable por otra imagi-
naria más satisfactoria. Ya en la madurez, el sueño
diurno no va más allá de ser iin producto secundario
de naturaleza lúdica, de escasa carga libidinosa, que a
lo sumo puede dominar mínimas cantidades de nialestar
o engañar al individuo suministrándole el ilusorio alivio
(Ir un lisp place^‘ menor. Sólo en los procesos patológicos
y en casos que se registra una intensa regresión del
140, en el sujeto adulto puede volver a adquirir el valor
total de este tipo de sustitución.
.Vcgnción c2n o r t o s U pnlnhras
En la dramatización e inversión de situaciones de la
realidad el niño opera con objetos del mundo exterior
sumamente diversos. Por eso puede decirse que la nega-
ción de la realidad constituye una de las t a n t a s moti-
vaciones básicas de los juegos infantiles en general, g
en particular en el Juego del teatro, tan común en la
infancia. Ejemplo corriente de esto es "jugar al hom-
bre", en el que los niños se ponen el sombrero y el saco
del padre, mientras las niñas juegan a la mamá, vis-
tiéndose con los zapatos de taco alto, la cartera de su
madre, y llegan a maquillarse en un intento risueño por
ser como ella. Lo mismo pasa cuando las niñas juegan
"a las visitas" y simulan llevar maternalmente en bra-
zos a sus "hijos-mufiecos" a la imaginaria casa de otras.
Anna Freud estudió un caso muy interesante.
"Pedrito. qiir trnia cinco eflos d e edad, sufría erresos de intenso
mal humor rnda vez qiie veía e un homhre grande y fuerte. Sr
ponía rntonces rI somhrrro d e su padre y romenzahs e pasearec por
la hahitacihn: mirntrnv rindir Ir molesteha rn sil juego. parecía con-
tento y frlil Prro rnda vrx q u e rn I R rasa lo ohlisahnn n snrsrsr rf
112 A. TALLAFERRU

sombrero reaccionaba con sIntomas de intranquilidad y profundo enojo.


Lo que se inició con el sombrero del padre se desplazó luego hacia
una gorra con visera que parecía ser de hombre grande. Pednto iba
a todas partes con la gorra y cuando no le permitían ponCnela la
apretaba fuertemente contra sí. Sin embargo, la renovada comproba-
ción de que necesitaba aua manos para otras actividades. lo Ilc 6 a
buscar un lugar donde guardar seguramente su gorra. y fue así cómo
descubrió la posibilidad que a tal fin le ofrecía la abotonadura del
pantalón. La prenda llegó el lugar que desde un principio le correa-
pondía en virtud de su significación simbólica: cl mbs próximo posihlc
a sus órgano6 genitales."

La negación en la fantasíu
E s t a forma de defensa se caracteriza porque el sujeto
modifica, en su fantasia, u n a situación real desazrada-
ble, transformándola en otra que le resulte más placen-
tera. Es lo que ocurre, por ejemplo, en l a fobia de un
niño de cuatro años y medio, que h a descripto Freud.
E l niño llegó a un momento de la curación de la enfer-
medad que había conseguido modificar su vida instin-
tiva, pero aspirando a más, hizo una nueva tentativa
en el terreno de la fantasía para modificar algo real
que no le aaradaba.
Esto se debía a que el pequeño había comparado la5
dimensiones de su cuerpo con las respectivas de su pa-
dre, fijándose principalmente en las regiones glútea y
genital. De esta comparación su narcisismo no salió muy
bien parado, pero luego, con ayuda de la fantasía, prp-
cedió a corregir la realidad. Pocos dias antes habla
visto en su casa a un plomero, que estaba arreglando
el cuarto de baño. Apoyándose en este hecho real, el
niño creó una fantasia, en la que un plomero, con unas
tenazas, le quitaba su falo y nalgas sustituyéndolos por
otros mayores, es decir, análogos a los de su padre.
Otro ejemplo muy ilustrativo cita Anna Freud:
"Un nino de siete aiioi se divertía con la siauicntc fantasia: posria
un león manso que espantaba a todo el mundo. menos a 61. a quien
el animal dispensaha su afecto. Obedecía fielmentr sus órdenes y 11,
seguía como si fuera un perrito. E l niño por su parte dispensaba sus
mcjorrs cuidados al león. al que cuidaba y alimentaba con crlo. Dr
noche le prrpnraha una cama en au mismo dormitorio. Como rs
hahitual en l a suefía diunios. a continuación se desarrollaban numr-
rosos episodios agradahlca en tomo a esa fantasia hásica. Una vrz
el niño f u r a una finta de disfraces y divulgó qur el león que Ilev~hn
consigo cra tan sólo un amigo disfrazado. Pero la noticia rra fulra.
purs rl amigo disfrazado era au verdadero león. Gozaha al imaginar
rl rspanto dr In grntr si ru secrrto sr Ilegaha a ronorrr. Al mismo
tiempo percibía que iu enpustia era infundada, puei el le6n era inofen-
d v o mientras é l lo tenía bajo su dominio.
"A travéa del analisii del niiio resulto t4cil descubrir que este le6n
era un sustituto de i u propio padre, a quien quería, odiaba y temla
como a un verdadero rival en relaci6n con el cariiio de la madre."

Como se comprenderá, los mecanismos de defensa de


este tipo sólo pueden ser empleados en edades en que
la facultad individual de observar la realidad tal como
es, puede coexistir con una amplia libertad de la fan-
tasía. Debido a ello ocurren en la infancia y no en eda-
des posteriores, en las cuales el sentido crítico no permi-
tiría la presentación de fantasías muy alejadas de la
realidad. Por eso, precisamente, una analizada que en
su infancia fantaseaba con príncipes encantados que la
hacían muy feliz, después, cuando adulta. fantaseaba
con personas de buena posición económica o de elevada
alcurnia, a las que deseaba encontrar en su camino
para que la favorecieran con su amor.

La limitacidn del yo
Otro medio de defensa contra factores displacenteros
del mundo exterior es la limitación del yo, o abandono
por parte de esta instancia de una actividad cuyo ejer-
cicio le produce displacer por un motivo cualquiera.
Entre otros ejemplos, Anna Freud cita el de un niiio
que dibujando al mismo tiempo que ella interrumpió su
trabajo diciéndole que continuara sola. Al comparar su
dibujo con el de ella se sintió incapaz de realizar algo
igual; pero, en vez de esforzarse por conseguirlo, pre-
firió renunciar desde un promer momento, limitando de
esta forma las posibilidades de su yo.
R. Gaupp señala que ésta es la razón por la cual todo
niño no apto para el dibujo lo deja como actividad.
Otro niño, por mí observado, puesto frente a una
tarea que le resultaba difícil, y por lo tanto displacen-
tera, l a abandonaba diciendo que tenía sueño.
Refiriéndose a este mecanismo defensivo, A. Freud
dice que en los jardines de infantes y en las escuelas
modernas, donde la instrucción de conjunto desaparece
para dejar lugar a un trabajo individual libremente
escogido, no es raro encontrar un tipo de niño que uti-
liza constantemente esta defensa. Los maestros infieren
que entre dos grupos habituales, constituidos uno por
niños activos, interesados y aplicados, y el otro por al-
gunos alumnos intelectualmente torpes, desinteresados y
perezosos. se forma un tercer grupo, aparentemente in-
termedio, cuyo es difícil de situar a primera viata
en alguna de las categorías conocidas en que han sido
clasificados loa pequeiíos con trastornos para el apren-
dizaje. Pese a que los de este tercer grupo tienen un
elevado coeficiente intelectual, buen desarrollo, y son
apreciados por sus condiscípulos como buezos compane-
ros, no es posible inducirlos a participar en un ejex,cicio
regular de juego o trabajo. Se conducen como si estu-
vieran i n t i ~ i d a d o s ,aun cuando la tdcnica usada evite
.zsc~.npulosamentetoda crítica, reproche o censura. La
que ocurre es que el mero hecho de comparar sus reali-
zaciones con las de otros basta para que d e s v a l c r i ~ nsu
propio tsabajo. P si fracasan en una,,tarea. o juego,
reaccionan con una permanente averslon a repetirla.
Por eso se mantienen inactivo^, no aceptan ninguna
ocupación, contantandose con mirar mientras los demás
t.raba.ian. Su inactivjdad tiene. secundariamente, un
efecto antsociat, pues por aburrimiento entran en con-
flicto con los otros compañeros. Sin embargo, este tipo
de niños que en la vida escolar asumen la actitud de
espectadores, pueden recobrar sil capacidad de trabajo
si se les cambian las condiciones ambientales en que
deben realizarlo, cosa que no ocurre con los verdaderos
inhibido? neuróticos (donde la actividad se ha sexun-
!izado) que no se modifican por l a sola alteración del
niundo mnbientai.

Identifica.ci6n. col- el ag-;.esor temido


Una forma de defensa bastante corriente y fácil de
observar en l a vida cotidiana de los nifios y algunos
adultos es la identificacion que realizan especificamente
con e! objeto temido del mundo exterior.
Relata Aichhorn que en. cierta oportunidad trató a un
nifio a causa de su costumbre de hacer muecas. Su
maestro se quejaba que el pequeño reaccionaba de una
manera totalmente anormal frente a las aznonestaciones
y los reproches que le hacía. Por lo general, en tales
casos efectuaba una serie de muecas, sitiiación que se
confirmó cuando el niño las repitió durante la consulta.
Pero corno el maestro estaba presente en ella, se pu6o
aciarar el problema, pues e! psicoterapeuta advirtió que
OS gestos del niño no eran nada más uur una carlca-
tura de la expresión de enojo del maestro. En el trance
de soportar las reconvenciones el pequeño dominaba su
angustia mediante una inconsciente imitación de la ex-
presión de enojo del maestro. De esta manera se iden-
tificaba con el objeto del mundo exterior que él temía.
Este mecanismo puede explicar en cierta medida algu-
nos de los contagios de los tics, que entre sus signifi-
cados inconscientes tiene el fin mágico de asustar al
interlocutor y satisfacer una tendencia agresiva, en la
mayoría de las veces, además del placer que l a des-
carga de tensión provoca de por sí.
Otros ejemplos tomados de Anna Freud contribuyen
a mostrar con mayor claridad este mecanismo, como se
advierte en el caso de una niñita, que por miedo a los
fantasmas no se atrevía a caminar por el vestíbulo os-
curo de su casa. Una vez, empero, tuvo que cruzarlo y
desde entonces fue capaz de atravesar las habitaciones
oscuras; pero mientras lo hacía efectuaba una serie de
movimientos extraños. Por fin, un día en que necesitó
animar a una hermana menor a que realizara la tra-
vesía, reveló la razón íntima que tenia para hacer tales
movimientos: "haz como si tú misma fueras el fantasma
que temes encontrar".
En otros casos la identificación que lleva a cabo el
nifio no es directamente con el agresor sino con su agre-
sión, tal como ocurría en un nifio que al volver del
consultorio de su odontólogo no se dedicaba a jugar al
dentista sino que se ponía a destruir diversos objetos.
Lo mismo hacían dos niños por mí observados que,
después de un bombardeo, se tornaban a golpes de pufio
entre ellos y agredían sin motivo real al padre.
También puede darse una situación en la que la iden-
tificación no se refiera a un acontecimiento pasado, sino
a uno futuro. E s el caso del pequeño que al llegar a su
casa hace sonar insistentemente el timbre y cilando le
abren lo primero que hace, sabiendo que ha procedido
mal, es gritarle a la persona que le franquea la entrada
antes de que ésta pueda recriminarle su actitud. E s el
caso del marido que regresa a su casa sintiéndose cul-
pable por no haber actuado correctamente y protesta
porque el almuerzo no está listo, porque no halla el
diario eti su lugar o por cualquier otra nimiedad. Lo
que hace en realidad es identificarse con la agresión
conyugal que espera y frente a ella lo que realizp. es un
gesto mágico, con el que intenta que su esposa no le
diga nada por ese pelo que viene en su solapa o por los
pesos que perdió en las carreras.
El beneficio protector contra la angustia que d a este
tipo de mecanismo defensivo es, entre otros, como lo
señala Anna Freud, que al representar el papel del
agresor, asumiendo sus actitudes y atributos, o imitan-
do sus agresiones, el sujeto simultáneamente se trans-
forma, de persona amenazada y pasiva, en la que
amenaza y es activa.

Renzincia a.itr7cista
Bibring fue quien dio su nombre a este tipo de meca-
iiismo de defensa! que moviliza específicamente la pro-
yección, que no solo sirve para producir perturbaciones
en las relaciones humanas, proyectando celos y agresio-
nes, sino que también se usa p a r a establecer lazos
afectivos positivos y consolidar así las relaciones inter-
l~ersonales.
En síntesis, puede decirse que el sujeto que utiliza
este mecanismo en lugar de emplear actividad en la
obtención de los propios fines, usa su energía partici-
pando en el destino de sus semejantes. En lugar de
experimentar l a vida en sí mismo vive la vida de los
demás.
Un ejemplo típico de esto es el de la hermana fea,
que pone sus afanes en procurarle vestidos elegantes y
joyas n su hermana bonita para que ésta atraiga a un
homl>re y se rase con él. Cuando la linda hermana sea
feliz, lo será ella también, pues la considei.ará como a
si inisma,
También puede citarse como ejemplo típico de re-
r,~incilialtruista el caso de un muchacho invnlido, her-
mano (le un deportista, que se preocupa por la carrera
deportiva dci otro, le consigue iociones para masajes, le
vigila el régimen alimenticio y durante las competen-
cias ~ r i t aentusiasmado, festejando coi1 grandes explo-
siones de alegría el triunfo de su hermano, triunfo que
por identificación proyectiva es el suyo.
La renuncia altruista resulta ser un mecanismo de-
fensivo por medio del cual se logra dominar la morti-
ficación narcisista.
E l abandono de un deseo instintivo en favor de otro
objeto a menudo determina l a relación de la mujer con
el hombre elegido por ella como representante, en detri-
mento de una genuina relación objetnl. Resulta de ello,
en tales casos, que, en virtud de tal fijación "altruista",
exija que él cumpla en su vida los planes que ella no
pudo realizar por falta de condiciones; por ejemplo, que
estudie, elija una determinada profesión, ~ d q u i e r afama
o riqueza. Esta posición se observa también en almnas
madres que impulsan a los hijos a determinadas acti-
tudes y actividades, situación que luego condiciona en
ellos conflictos diversos.

La formación de un verdadero código de normas éticas


es uno de los prerrequisitos indispensables para la adap-
tación social. A este estatuto para el "bien vivir en
relación", se le denomina "conciencia" o "voz de la
conciencia" y es conocido en la nomenclatura psicoana-
litica, desde la publicación de El ello y el yo, de Freud
-en el año 1923-, como el guperyó, tercera de las ins-
tancias de que consta el aparato psíquico en la hipotética
topografía de Freud.
Este guperyó es el resultado de la incorporación dentro
del yo de los mandatos prohibitivos de los padres, o, como
dice Freud, la internalización de la compulsión externa.
La captación de estímulos visuales y auditivos llega
a desarrollar esta instancia especial, el superyd, que
metafóricamente hablando podría decirse que "ve" Y
"oye" interiormente, adquiriendo una invencible auto-
ridad sobre el uo, el cual a su vez tiene el poder de
realizar o no el acto prohibido, según sea su capacidad
de resistencia.
En sus primeros estados el supery6 pertenece al yo,
pero gradualmente se va diferenciando de éste, sin que
el sujeto normal lo perciba como un elemento definido,
tal como ocurre en la neurosis obsesiva, por ejemplo.
Para comprender la estructuración del guperyó es
menester estudiar rhpidamente el complejo de Edipo:
corriente de amor del hijo varón hacia la madre y riva-
lidad hacia el padre, y por el contrario, en las niiias,
corriente de amor hacia el padre y rivalidad frente a la
madre. Si esto fuese tan sólo así, no habría conflicto,
pero la situación de ambivalencia que tienen los varones
hacia el padre y las mujeres hacia la madre hace que
utilicen diversos mecaniumos con el fin de resolverla. El
A. TALLAFERRO
118
primero al que el niño recurre es al de regre&6n a un
plano oral y a la introyeooidn e identif?ancidn posterior
con ese objeto del mundo exterior. Esto le permitirá,
con un acento Único, satisfacer simultáneamente su amor
y su odio. Queda satisfecha así, no sólo la apetencia de
su libido por el hecho de adquirir contacto con ese ob-
jeto, el padre, sino que también encuentra satisfaccibn

CONSCIENTE

e * - - - - - - - - - -

PRE CONSCIENTE
- -- - - - - - - - - -

su inclinación sádica, pues mediante la identificación


(véase pág. 106) se apropia en cierto modo de la exis-
tencia del padre y lo destruye como objeto exterior.
Este mecanisrno se podria presentar también de la
siguiente manera :
Con la incorporaci6n del padre en el yo, el niño intro-
yecta la actitud "mala" de éste para conservar en el
mundo real al padre "bueno". E n esta forma escapa del
peligro y obtiene, al mismo tiempo, la protección repre-
sentada por la imagen paterna, y la fuerza que le
atribuye.
CURSO BASICO DE ~ s r c o ~ s A ~ ~ s i s 119

hi introyectar la imagen de su padre lo quita del


medio y Ic hace desaparecer del mundo exterior. Esto,
que parece ur. poco extraiio, se ve eri algunos esquizo-
frénicos, que no se animan a amar a una persona, pues
al quererla se identificarún con ella, y de esa maners-
la sacarían del mundo exterior. E s el mismo dilema que
se le presenta a iin sujeto que tiene un trozo de torta
muy apetitoso y no se anima a comerlo porque quiere
seguir teniendo la torta, y si la come, ya no la tiene,
quedando sin nada (Ya.irba.in).
La elaboraciór. inconsciente del nifio sería éstn: "Papá,
ya no necesitas estar enojado conmigo. Esto que está
pasando ahora lo puedo arreglar solo.'' E s decir, que
en ese momento el ~ u p e r y ótoma el lugar de la función
paterna, g desde entonces se constituye en una especie
de juez -juez en el sentido figurado, lágicamente-, en
una instancia superior, que no sólo obliga al sujeto a
abandonar impulsos de naturaleza sensual y agresivos,
sino que también observa, guía, censura y amenaza ai
yo, de la misma manera en que antes lo hací3.n Ios
pedres con el niño.
E1 castigo que inflige el superyd es el que se conoce
por "remordimiento'' o <'cargo de conciencia" y que tan
bien describe Nuiíez de Arce en estas estrofas de su
poema El v é ~ t i g :o
Conciencia n- dormida,
mudo y pertinaz testigo
que no dejas sin cesti$o
ningún crimen en h vida.
La ley calla, d mundo olvida;
mas, ¿quién secuda ht yoga?
Al Sumo Hacedor le plu&
que a salas con el pecado
fueras tís, pa-a QI culpado,
delator, juez y v e r d u e .

Para tratar de aclarar la función del superyó puede


tomarse como ejemplo teórico el caso del ~iiñoque le
pega al hermanito. La primera vez recibe una repri-
menda y se le deja en penitencia. La próxima que
intente repetir la agresión serán necesarias medidas
menos enérgicas para que desista y en la tercera opor-
tunidad posiblemente no cometerá el acto agresivo: una
voz interior lo hará detenerse.
En la constitución del superyó no sólo intenriene un
núcleo severo que corresponde, en general. al padre o
120 A. TALLAFERRO

a sustitutos (maestros, sacerdote, etcétera), sino tam-


bién otro núcleo materno más tolerante. De ahí que la
represión exigida de los impulsos y las tendencias sea
aceptada, no sólo por temor sino también por amor,.p.ues
en compensación el yo recibe una satisfacción narcisista
al sentirse, por ejemplo, "niño bueno" y querido por la
madre, o ya adulto, el considerarse una "persona de-
cente".
El auperyó, según ha dicho Freud, es la más reciente
de las adauisiciones filonenéticas del a ~ a r a t o~síauico.
Las imágenes parentale<introyectadas Sólo originan el
núcleo del supemó. Sus elementos últimos provienen de
la incorporación de exigencias impersonaies y gene-
rales del ambiente social. Esta instancia así constituida
toma sobre sí aquellas funciones de critica de la con-
ducta del yo, que transforma al ser de individual en
social (A brahsm).
Pero en ciertas circunstancias el supesyó es capaz de
modificarse y admitir hechos que de otra manera no
aceptaría. Frente a necesidades de orden social, como
puede ser la de repeler como soldado del país el ataque
a las fronteras de su patria o luchar por la defensa
de una causa justa -justa para la sociedad en que
vive-, el superyó puede modificarse. El caso más claro
es el de los soldados a quienes antes de enviarlos a la
lucha se les modifica la prohibición de matar. La socie-
dad les hace ver que es necesario matar al enemigo, y
si así no lo comprenden en el campo de batalla sufren
perturbaciones. Pero se da también el caso de aquellos
que, terminada la guerra, no pueden reestructurar su
supery6, es decir, no pueden volver a las normas de vida
pacífica y continúan manejándose en la paz por pre-
ceptos sentados para la beligerancia. Después de cada
conflicto armado los países han experimentado un au-
mento en los índices de criminalidad.
Para la calidad del mpery6 no es indiferente, de
acuerdo con la incidencia de los factores ambientales, que
el niño se desarrolle en un medio de odio o de amor; si
prevalece el primero, cuando adulto ser4 posiblemente
ascético y severo. Si prepondera el amor, tenderá hacia
este sentimiento y hacia la alegria. Pero diversos facto-
res hacen que no siempre la formación del supervó siga
estos caminos.
De acuerdo con los conceptos de Freud el superyó
hace su aparición en los individuos alrededor de los cinco
aiios, cuando termina de elaborarse el complejo de Edi-
po, y por lo tanto sería el heredero de este último l.
Hasta esa edad el yo se rige en gran parte por el
principio del placer, no pone trabas a los impulsos del
ello y se comporta por lo tanto como un yo ideal. Tal
como se ha dicho, existe una diferencia entre el yo ideal
y el ideal del yo. El primero satisface los impulsos del
ello, mientras que el ideal del yo representa el criterio
por el cual el yo se mide a si mismo. Constituye tam-
bién la meta a la que se tiende y la incitación a lograr
una perfección cada vez mayor. Este ideal del yo repre-
senta el precipitado de la admiración que en su tem-
prana niñez se tuvo por la supuesta perfección de los
padres idealizados 2.
Las funciones del supetyd son: la autoobeemración, ia
conciencia moral, la censuva onirica, la inflrcencuic prin-
cipal en la represión y el enaltecimiento de loa idealen.
En virtud de ser la conciencia moral y ejercer la
autoobservación, el ouperyó percibe claramente muchas
tendencias del eUo,.que son desconocidas por el yo. De-
bido a esto es que, en ciertos casos, se suele originar un
fuerte sentido de culpabilidad y una necesidad de cas-
tigo, que es una forma especial de la necesidad de abso-
lución. El dolor del castigo es aceptado o aun provocado
con la esperanza de que después del gran dolor y de la
pena el sentimiento de culpa desaparecerá.
1 La utu& r n l l i d a en la dlüma do8 por v a r i a autom y
npedilmentc por Melinie Kldn, han pemiitido un conodmiento m 6
profundo wbre l a o r l g a i e del arpcry6. M. Klein atfnu que lm
eatadia t e m p r n ~ adel complejo de Edipo y la formación del mpery6
se extienden aproximadamente d u d e el sexto mea hasta e1 tercero o
c u r t o año de vida. Sq& la autora atada. el complejo de Edipo
apurce en el niño tan prooto como &te empieza a tener conoci-
miento de odio hada el pene de su padre y desea deatrnirlo. mien-
tras que al m h tiempo intmtm cumpür una uniái genital con su
madre (vénc complejo de Edfpo).
L. aparente contradiedbn entre l a coaccptoa de Freud y de
M. Kldn u debe. según i10uPa autora. al hecho de que el pri-
mcm estudi6 C X c i ~ d ~ ~ r andt deú n y por a a riz6n m610 pudo ruc-
nocer lu h a firi.ln de li atructura del nrperyó y del complejo
de Edipo, mientras que M. Kldn, con su. inveati(laciaies wbre niíim
de corta edad, p i d o percibir, m n mayor fadiidad. lar primeru etappi
de su foimdh
Annc Rdeh luce una difaendi en Lo que rapectP a l u identi-
Hadaia con l a p.drm. vLta de uni manera idedizada. y las
identifiudana que r n u l t m del derrumbe del complejo de Edipo.
d m e r a 8 remementan el Ideal del yo, y la8 ugunda8 el aiperyd.
Esta necesidad de castigo, aun cuando es inconsciente,
resulta muchas veces ser la causa de actos patológicos
que, por io tanto, son injustificados desde el punto de
vista consciente, como, por ejemplo, el fracaso e incluso
10s accidentes y actos criminales que tienen por fin con-
seguir en el niundo real el castigo ansiado.
Aquello que en el inconsciente del ad~1t.a origina la
fantasía punitiva no es sino lo que el niño pequeño,
vigilado y censurado por los mayores, no debía hacer,
ver. pensar, ni confesar, so pena de hacerse pssible de
castigo. Todos alguna vez han experimentado la des-
agradable sensación de cu.ipa. Por ejemplo, cuandc en
!ugar de i r a cumplir con una obligación o un trabajo
determinado, se han ido a pasear, es indudable que ese
paseo no fue nunca todo lo agradable que pudo haber
sido, pues estaba perturbado por una sensación de eul-
pabilidad que nacfa de la drsarmonis del yo con el
superyó.
Considerado como la internalización o introyección de
los padres, el supewó no siempre reproduce exacta-
mente la modalidad de éstos. S i bien en la generalidad
de los casos una educación severa puede desarrollar un
8upery6 que trata severamente ai yo, también puede
ocurrir que una conducta parental bondadosa en exceso
{ y por eso no normal) impida al niño satisfacer libre-
mente su agresividad dirigida hacia sus progenitores y
por lo tanto se vuelva contra el yo, reforzando la seve-
ridad del superyó.
"La agresividad del ello antes dirigida hacia los obje-
tos - d i c e Fenichel- contribuye a formar el superyó y
esta agresividad así transformadti acaba por tomar ai
yo por objeto, con una intensidad variable según eI
sujeto."
La introyección es lo que constituye el supsryd, pero
-y éste es el punto esencial- existe simultbneamente
algo más que la incorporación aimple de la realidad ex-
terna; se producen tambibn incorporaciones de los obje-
tos internos infantiles que han sido proyectados, pero
evidentemente deformados por la situación interna del
niño. Paula Heimann dice: "Los objetos internos deben
ser considerados como los 'dobles' de las figuras mas
importantes de la vida del niño, por ejemplo, sus padres
o él mismo." Estos "dobles9' son con~olos concibe el
niño y sus concepciones difieren ampliamente de los ori-
ginales. En las fantasías del niño 10s padres y él mismo
poseen un poder ilimitado de maldad y de bondad, sabi-
duria y simpleza. La fantasía del niño sólo elabora
dioses o demonios y ésta es otra de las sazones por las
cuales existen tales diferencias entre las características
de los padres y la estructura del supery6.
En los casos en que el niño es huérfano de padre y
madre, usa a sustitutos paternos, tlos, abuelos u otras
personas del medio real o de su fantasía. en la misma
forma y con idénticos mecanismos que moviliza con sus
padres reales.
Sobre la base de los rasgos particulares que presenta
el superyó se puede intentar alguna diferenciación en
tipos. Uno de ellos es el denominado superyó h e t e ~ ó -
nomo, de Fenichel, cuya actuacibn fundamental ante el
yo es ordenarle a éste: "P6rtste como te lo exigen en
este momento." Esto origina un tipo característico de
conducta que es cambiante, tanto que puede verse al su-
jeto actuar en un momento con toda rectitud y luego en
forma diametralmente opuesta. Este tipo de auperyó
se encuentra más comíanmente en los sujetos que en su
infancia fueron dirigidos por varios familiares que ac-
tuaron con diferentes actitudes disciplinarias ante él.
El caso más corriente es el del hijo Único que convive en
un ambiente con sus padres, abuelos y tíos, donde todos
lo tratan como si éi les perteneciera y solucionan sus
diferencias con los demás miembros de la familia des-
valorizando las normas de conducta que los "rivales" le
dictan al niño.
Otro tipo de superyó, que a veces es fácil diferenciar
estudiando la historia infantil del paciente, es el deno-
minado euperyó por identificación negativa, y que es el
reflejo, con rasgos contrarios, de la personalidad de los
padres. Se constituye sobre el razonamiento de que se
debe ser "todo lo contrario" de lo que es el padre, o
la madre.
Resumiendo: el superyó representa todas las restric-
ciones morales y todos los impulsos hacia la perfección.
Es el instrumento psicológico de lo que se acostumbra
llamar "las cosas superiores de la vida". El conoci-
miento de su existencias y formas de actuación consti-
tuyen una gran ayuda para la comprensión de diferen-
tes síntomas, de la conducta social del hombre y de
agudqs problemas sociales, tales como el de la delin-
cuencia.

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