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¿DE QUIEN ES LA RESPONSABILIDAD?

"La libertad supone responsabilidad. Por eso la mayor parte de los hombres le temen tanto."

Fernando Álvarez Simán*


http://mx.geocities.com/feralvarezsiman/

Recientemente tuve la oportunidad de comentar el libro de


Maria Antonieta Morales Loo denominado ¿DE QUIEN ES
LA RESPONSABILIDAD? Crisis y Reconstrucción del
Espacio Social, documento que hoy se hace imperativo
leer por la pertinencia que presenta, puesto que analiza con
gran agudeza los problemas contemporáneos y la agenda
del nuevo milenio, para el desarrollo de las políticas
públicas con el rostro humano que hoy exigimos a nuestros
gobernantes. Los tiempos que vivimos, están
caracterizados por las sociedades de consumo y del
conocimiento, frecuentemente estas sociedades en su
operación demuestran una incompatibilidad con el uso
sustentable de los recursos y por ende con el futuro de la
humanidad en este planeta. Esta reflexión no me parece
catastrófica; al contrario, la respaldo.

Aquí, es donde cabe preguntarse: de quien es la


RESPONSABILIDAD? Que debemos entender por
democracia?, cual es papel de los gobiernos y los políticos
en este nuevo modelo económico?, cual es la
responsabilidad de los ciudadanos? quienes serán ahora
los responsables de garantizarnos a todas y todos el
derecho a una vida digna? Quien es el RESPONSABLE de
reconstruir el espacio social? Como bien dice la autora, es
posible redimensionar las funciones de todos y cada uno de
los actores sociales, es posible asumir las nuevas
responsabilidades que nos plantea el nuevo contexto
socioeconómico. Por ello a continuación enumero las
propuestas que a mi entender plantea el texto que comento
hoy nuevamente:

Primero: se debe rescatar el arte de hacer política

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Hoy cuando es un lugar común denostar la política y
denigrar a los políticos es alentador que alguien, en forma
simple pero profunda lejos de razonamientos narcisos y
complejas elucubraciones pero cerca de la densidad
conceptual del resplandor de la verdad, haga un aporte
significativo para rescatar la política. Lo cierto es muchos
otros países como el nuestro, viven una paradoja: Han
trabajado por la alternancia política y la democracia, pero
parecen haber perdido la política. En no pocas
oportunidades los logros alcanzados por las naciones se
ven ensombrecidos por la magnitud de los problemas que
subsisten. Hay mucho desencanto, mucha frustración.
Quizá el caso que puede ilustrar esta crisis de
responsabilidad sea aquella frase famosa ya de Vicente
Fox Quezada ¿Y YO PORQUÈ?

Los resultados esperados no se advierten y lo que es peor,


las propuestas anheladas, derrotar la pobreza, garantizar la
seguridad en la vida cotidiana, promover los derechos
individuales, nivelar los puntos de partida para aquello de la
igualdad de oportunidades no sea sólo una frase vacía,
parecen alejarse. La paradoja es que ninguno de tales
problemas puede resolverse si la política continúa
deslizándose hacia el desprestigio y si los ciudadanos le
vuelven la espalda. De allí, la importancia primordial de
rescatar la política.

Segundo: Derrotar la apatía social

En segundo lugar quiero señalar que el libro, le sale al


camino a una actitud generalizada que, debo admitirlo, me
cuesta mucho responder. Hace un par de décadas,
especialmente entre los jóvenes, la reacción frente a
aquellos aspectos de la sociedad estimados reprochables,
inadecuados o injustos era la rebeldía o incluso, por qué
no decirlo, el sueño utópico de la revolución, no pocas

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veces hermanado con la violencia. Cualquiera que sea el
juicio de tal actitud; ella denotaba proximidad con los
dramas de la sociedad, un compromiso casi místico, ganas
de cambiar el mundo,. Hoy sin embargo, frente a similares
problemas la reacción de muchos es la opuesta: la
indiferencia, casi la resignación, una suerte de “apatía
social”. Antes los jóvenes y los no tan jóvenes creíamos
que podíamos cambiarlo todo; hoy son demasiados los
que parecen creer que no se puede cambiar nada. La tesis
de María Antonieta es que estamos equivocados en esa
actitud.
El tercer reto se refiere a las tareas de los políticos

Si vamos a mejorar la política hay que participar de manera


activa y abierta en la política. Y la forma en que la autora
encara el problema es impecable: Lo hace a partir de los
desafíos que la política enfrenta ofreciéndonos alternativas
prácticas de participación en el diseño y ejecución de las
políticas publicas.

El cuarto reto: La Sociedad Civil y Los ideales

Es cierto que hoy, y están en su pleno derecho, los


ciudadanos exigen a la autoridad la respuesta a sus
problemas tales como el transporte público, el desempleo,
la delincuencia, pero no es menos cierto que los
ciudadanos también demandan de sus políticos algo más.
Las sociedades deben responder a una cierta idea de
justicia, de equidad, de amplitud de las libertades, de
diversidad, de pluralismo. Puesto de otra forma: No hay
que olvidar que los ciudadanos buscan en la política
respuestas para problemas individuales pero también para
problemas colectivos. La clave de una sociedad bien
estructurada es la capacidad para armonizar con los
mayores grados posibles de libertades la búsqueda de
bienes colectivos y de bienes individuales. Cuando el
centro de gravedad de la política se desplaza sin freno

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hacia lo colectivo invariablemente se posterga a las
personas de carne y hueso y la sociedad deriva hacia
alguna forma de autoritarismo; cuando el centro de
gravedad se desplaza sin ataduras hacia lo individual
indefectiblemente se castiga la dimensión social propia de
la existencia humana y la sociedad se desliza hacia el
predominio del egoísmo. Sin duda ningún extremo es
bueno y más cuando se trata de reglamentar y organizar la
vida de las personas. ¿Y cuál es, entonces, el papel de los
ideales en este nuevo contexto de relaciones económicas?
Un ex Presidente de Italia lo describió con bellas palabras.
Dijo que los ideales son para las personas como las
estrellas para los marineros. Estaban “siempre allí, en lo
alto, inalcanzables, marcando la ruta”.

Los ideales como exigencias tienen que ver con los valores
de la coherencia. Si algo desprestigia a la política es el
doble discurso, la falta de autenticidad, la versión puertas
adentro y la de puertas afuera, al abismo entre lo que se
dice y se piensa… Nada nuevo… Ya lo dijo Voltaire con su
agudeza rayando en el cinismo: “La política es el arte de
servirse de los demás haciéndolos creer que se sirve a
ellos”. No es de extrañar que la ciudadanía demande más
participación e integridad en el diseño de las políticas
públicas. Es lo mismo que se demanda hoy a los ejecutivos
de las empresas. En este campo hemos sido testigos de un
interesante giro: Hasta hace poco, las cualidades más
apreciadas en los ejecutivos eran las llamadas “habilidades
duras”, es decir los conocimientos técnicos propios de una
profesión, industria o área de actividad. Sin embargo, hoy
son las llamadas “habilidades blandas”, esto es, por
ejemplo, la capacidad para formar equipos, para diseminar
la información al interior de las empresas, para trabajar en
estructuras laborales horizontales y no verticales, para
competir pero también para cooperar con otras empresas.
¿Y por que ello ocurre? Por que en el mundo de hoy, en
vertiginoso cambio, en constante transformación de

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conocimientos la integridad y honestidad son las cualidades
más apreciadas, ni más ni menos, porque estas cualidades
son símbolos de confianza en una atmósfera caracterizada
por la incertidumbre. El desprestigio de la política tiene
mucho que ver con la pérdida de confianza hacia la
actividad y hacia los políticos, de quienes en los últimos
años hemos tenido ejemplos deplorables. (Ello se refleja en
faltas a la honestidad, a la probidad y a la propia ética y
filosofía de los partidos políticos).

El quinto reto:La sencillez del Mensaje

Un aspecto en el que me quiero detener es en el desafío de


tener un “lenguaje sencillo”, que es lo que caracteriza a
esta obra. Las sociedades que mejor resuelven sus
problemas son aquellas que mejor los debaten, las que
más participativa y democráticamente buscan las
respuestas, las que logran aprovechar los mejores talentos
de sus ciudadanos. La obra nos demuestra que se pueden
plantear los problemas de la agenda de nuestro país de
una forma sencilla para que todos los entendamos. ¿Por
qué nuestros legisladores no pueden? María nos
demuestra que no es fácil; pero hay que asumir la
RESPONSABILIDAD que nos corresponde.

Finalmente: El desafío

El tema es que todos los políticos durante las campañas se


proponen generalmente tareas que requieren de mucho
tiempo, recursos y participación ciudadana para su logro;
por ejemplo, mitigar la pobreza, aumentar la equidad,
generar desarrollo. Sin embargo, las políticas públicas que
impulsan para alcanzar esos sanos propósitos no son
neutrales: Algunas son funcionales a esos objetivos; otras
producen exactamente efectos inversos a los deseados.
Pues bien, los políticos tienen la obligación moral de poner
la máxima atención a la efectividad de los medios cuyo

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empleo postulan. El problema radica en que, muchas
veces, ello requiere sumergirse en complejos problemas
técnicos que demandan rigurosos y tediosos estudios, del
todo alejados del brillo de las cámaras o del despliegue
publicitario. El problema es en el fondo moral: Así como los
doctores no pueden ser indiferentes a las propiedades de
los medicamentos o tratamientos que recetan, los políticos
no pueden obviar los resultados esperados y el
conocimiento acabado de los impactos y externalidades de
las políticas que promueven. Pero, si prestaran más
atención a este aspecto probablemente los resultados de
las acciones gubernamentales serían mejores, habría
menos ciudadanos desengañados y los países
progresarían más. Y una última idea: el libro no sólo
enfatiza lo importante que es la calidad de la vida cívica
para la salud de las sociedades, sino que muestra la
belleza que hay en el servicio a los demás, aunque este
compromiso viva agazapado en los innumerables
sinsabores y amarguras propios de la política.

Al finalizar el día, no está demás recordar que uno puede


dedicar su vida a muchas cosas, pero pocas hay más
gratificantes interiormente que dedicarla a servir a los
demás y a los ideales que animan la existencia. Y ese
camino, duro, empinado, cuesta arriba, incomprendido pero
indispensable, es el de un pensamiento constructivo y
humano, es una contribución llamada a dejar huella.

*PROFESOR INVESTIGADOR DE LA UNIVERSIDAD AUTONOMA DE CHIAPAS

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