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Guerra del Pacifico

La guerra del Pacífico o mejor dicho Guerra de Perú contra chile de 1879 fue
un conflicto armado acontecido entre 1879 y 1884 que enfrentó a Chile contra
los aliados Bolivia y Perú. Fue desarrollada en el océano Pacífico, en el
desierto de Atacama y en las serranías y valles peruanos.
El salitre demostró ser aún mejor fertilizante que el guano y su explotación se
convirtió en la nueva solución a la crisis económica. Los principales
yacimientos de la época estaban en Tarapacá (Perú) y Antofagasta (Bolivia).
Perú concentraba más del cincuenta por ciento del salitre extraído.
Por su parte, Bolivia decidió ofertar parte de la explotación a otros países, entre
ellos Chile. Desde 1866 Bolivia se había comprometido con Chile a no
aumentar los impuestos durante 25 años. Sin embargo, en 1878, el presidente
boliviano Hilarión Daza aumentó el impuesto al quintal de salitre a diez
centavos.
Inmediatamente las empresas salitreras se quejaron ante su gobierno, el cual
reclamó por lo que consideraba una violación a los acuerdos pactados con
Bolivia.
Aunque el impuesto de los diez centavos y el tratado de 1873 aparecen a
primera vista como los detonantes del conflicto, las causas fundamentales de la
guerra fueron profundas y complejas. Entre ellas los historiadores señalan la
vaguedad de las fronteras coloniales, el interés por el negocio del salitre y la
tensión producida por las diferencias entre el progreso de Chile y la
inestabilidad política y económica de los aliados.
Los territorios disputados, así como las zonas aledañas, se ubican en el
desierto de Atacama, y en aquel tiempo tenían acceso expedito solo por mar.
En los primeros seis meses, Chile logró la supremacía naval, indispensable
para conquistar las zonas costeras del desierto. Antes de fines de 1879 ocupó
la provincia peruana de Tarapacá y, a comienzos de 1880, la zona de Tacna y
Arica, tras lo cual Bolivia abandonó militarmente la guerra. Luego, en enero de
1881, tras vencer en las batallas de San Juan y Chorrillos y Miraflores al
ejército peruano, las fuerzas chilenas ocuparon Lima. Después de estas
campañas, la guerra entre Chile y Perú continuó por dos años más entre los
remanentes del ejército, guerrillas y montoneros peruanos contra las fuerzas
chilenas de ocupación, hasta la firma del Tratado de Ancón en 1883, en la que
Perú, entre otras cosas, cedió perpetuamente el departamento de Tarapacá y
le fueron retenidas temporalmente las provincias de Arica y Tacna.

TRATADO SECRETO DE ALIANZA ENTRE PERÚ Y


BOLIVIA DE 1873:
Los historiadores consideran que el verdadero objetivo del tratado era imponer
a Chile las fronteras convenientes a Perú, Bolivia y Argentina por medio de un
arbitraje obligado de la alianza mientras Chile fuese militarmente débil, es decir
antes de la llegada de las fragatas blindadas Cochrane y Blanco Encalada.
Gonzalo Bulnes lo sumariza sosteniendo que «La síntesis del tratado secreto
es: oportunidad: la condición desarmada de Chile; el pretexto para producir el
conflicto: Bolivia; la ganancia del negocio: Patagonia y el salitre»;  en palabras
de Jorge Basadre, «El Perú defendiendo a Bolivia, a sí mismo y al Derecho,
debía presidir la coalición de todos los Estados interesados para reducir a Chile
al límite que quería sobrepasar»; Pedro Yrigoyen lo explica señalando que
«perfeccionar la adhesión de la Argentina al Tratado de alianza Perú-boliviano,
antes de que recibiera Chile sus blindados, a fin de poderle exigir a este país
pacíficamente el sometimiento al arbitraje de sus pretensiones territoriales».
El historiador peruano Jorge Basadre señala que uno de los motivos del Perú
para firmar el tratado, además de proteger sus salitreras, era el temor en Lima
a que Bolivia fuese atraída por Chile a una alianza contra Perú que ocuparía
Tacna y Arica para entregarlos a Bolivia a cambio de entregar Antofagasta a
Chile. 
El tratado es en sumo grado controvertido. Algunos historiadores lo consideran
legítimo, defensivo y circunstancial, además de conocido por el espionaje de
Chile. Otros historiadores, por el contrario, lo consideran agresivo, causante de
la guerra, y desconocido para Chile. Las razones de su secreto, la invitación a
Argentina y la razón por la cual Perú no permaneció neutral en circunstancias
que Bolivia no había cumplido el acuerdo de 1873 al firmar el tratado de 1874
sin informarle, son discutidas hasta hoy.

MONOPOLIO PERUANO DEL SALITRE:


El proyecto del gobierno peruano debió enfrentar para ello a la Compañía de
Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta (CSFA), una empresa chilena, radicada
en Valparaíso, con una minoría de 34 % de capital británico (Casa Gibbs de
Londres) que tras los avatares de la política interna boliviana había obtenido el
27 de noviembre de 1873 una licencia del gobierno boliviano para explotar los
depósitos de nitrato del Salar del Carmen y Las Salinas en Antofagasta libre de
impuestos por 15 años, además del derecho a construir un ferrocarril desde
Antofagasta al interior.

Las salitreras operadas por la CSFA en Bolivia impedían al Perú controlar el


precio internacional del nitrato, por lo cual el gobierno peruano trató de hacer
valer su influencia sobre Bolivia para impedir esa competencia. Por medio de
un testaferro, Henry Meiggs, Perú compró las licencias bolivianas de
explotación de los recién descubiertos depósitos de "Toco", al sur del río Loa,  
impidió la firma del acuerdo Corral-Lindsay y quiso impedir la firma del tratado
de límites de 1874 (que eximía de impuestos a las compañías chilenas del
salitre) e imponer una mediación de Perú y Argentina para definir las fronteras
de Chile. En 1878 el socio británico de la CSFA, que era también encargado de
vender el salitre peruano en Europa, la Casa Gibbs, presionó a la gerencia de
la CSFA para que limitara su producción y advirtió a la gerencia que tendrían
dificultades administrativas en Bolivia por encargo de un gobierno "limítrofe"
(the interest of a neighbouring Government) si no reducían sus expectativas. 
En el cenit de la crisis, el 14 de febrero de 1879, se esperaba que el cónsul
peruano en Antofagasta sería el mayor postor en el remate de la CSFA.

BATALLA DE TARAPACÁ:
En la Batalla de Tarapacá, Belisario Suárez, jefe de Estado Mayor, consiguió
derrotar al enemigo, pero tuvo que abandonar Tarapacá quedando este
territorio bajo el control de Chile. Los peruanos se retiraron a Arica en busca de
refuerzos.
El ejército chileno comenzó la invasión del Perú el 2 de noviembre de 1879 con
el desembarco de 9900 hombres y 880 animales en Pisagua, 550 km al norte
de Antofagasta, en una de los primeros desembarcos anfibios de la era
moderna. Tras la neutralización de las baterías costeras por la artillería naval
los atacantes desembarcaron desde botes de fondo plano (especialmente
construidos) y vencieron a las fuerzas bolivianas y peruanas que defendían el
puerto. Tras la ocupación del puerto y la zona aledaña fue enviada al interior
una avanzada de caballería para obtener información del enemigo. En el
trayecto enfrentó y derrotó una avanzada de caballería aliada el 6 de
noviembre en el combate de Pampa Germania (o Agua Santa). Las fuerzas
aliadas se desplegaron para atacar a los chilenos desde Iquique por el sur, y
desde Arica por el norte. Sin embargo, Daza, que dirigía las fuerzas venidas
desde Arica, inexplicablemente, volvió al norte sin entrar en batalla. Las fuerzas
chilenas acampadas en Dolores derrotaron a las aliadas venidas desde Iquique
el 19 de noviembre en la batalla de Dolores (o San Francisco) tras la cual el
puerto de Iquique, bloqueado ahora por tierra y por mar, se entregó sin
resistencia el 23 de noviembre. Posteriormente, una división chilena que
avanzó en persecución de los aliados fue derrotada el 27 de noviembre en la
batalla de Tarapacá, un pequeño poblado ubicado en el interior de la región.
Pese al triunfo, los aliados sin refuerzos ni apoyo logístico para mantener la
posición y rechazar nuevos ataques se retiraron a Arica en una penosa
marcha. Con este hecho finalizó la campaña y Chile quedó dueño de la región
que había albergado al 10 % de la población del Perú y le daba a este un
ingreso anual de ₤ 28 millones por la producción de nitrato.

• Campaña de Tacna y Arica:


Inmediatamente después de la batalla de Dolores, el ministro de guerra
en campaña propuso al gobierno chileno continuar con un desembarco
cerca de Lima para acortar la guerra. Pero dentro del gobierno se insistió
en la realización de la llamada "política boliviana" que aseguraría la paz
futura. Por esa razón, finalmente el gobierno decidió ocupar la región
que es la salida natural de Bolivia al océano.
Tras un desembarco de reconocimiento el 31 de diciembre de 1879
cerca de Tacna y que se extendió hasta Moquegua, 11 000 soldados
chilenos fueron desembarcados desde el 26 de febrero de 1880 y
durante varios días en Punta Coles, cerca de Ilo, sin ser atacados por
los aliados. Paralelamente a esto, se envió una expedición de 2148
soldados a Mollendo, con el objetivo de destruir la infraestructura del
puerto e impedir el abastecimiento de la guarnición de Arequipa que se
hacía desde este lugar. Las operaciones en Mollendo fueron entre el 9 y
el 12 de marzo, finalizando con el éxito de sus objetivos, pero con
grandes desmanes en el puerto ocasionados por algunos soldados
chilenos.
En el avance chileno, tras el desembarco de sus fuerzas, se sucedieron
varios enfrentamientos.
El 22 de marzo se libró la batalla de Los Ángeles, donde las tropas
chilenas derrotaron a una división peruana posicionada en una fuerte
defensa natural, y cortaron con ello las comunicaciones de Tacna y Arica
con Arequipa, es decir el resto del Perú.
El 26 de mayo el ejército chileno derrotó a las tropas aliadas en la batalla
de Tacna (o Del Campo de la Alianza).
El 7 de junio las últimas tropas aliadas fueron derrotadas en la batalla de
Arica. Tras esta campaña los ejércitos profesionales del Perú y Bolivia
dejaron de existir. Perú debió formar un nuevo ejército y Bolivia no
continuó su participación militar en la guerra, aunque si apoyó al Perú
con armas y dinero. Ningún gobierno boliviano aceptó, durante la guerra,
las ofertas chilenas de ocupar Tacna y Arica.

• Expedición de Lynch:
Tras la ocupación de Tacna y Arica, el gobierno chileno creyó que Perú
y Bolivia aceptarían la cesión de Tarapacá y Antofagasta o que por lo
menos Bolivia buscaría asegurar una salida al mar y dejaría la alianza
con el Perú. Sin embargo, una corriente de la opinión pública chilena
sostenía que la única forma de lograr la paz era la ocupación de Lima.
Con la intención de evitar la continuación de la guerra con una invasión
a la capital peruana, el gobierno de Chile preparó una expedición al
norte del Perú que debía demostrar al gobierno de Piérola su propia
incapacidad de continuar la guerra contra Chile. La expedición a
Mollendo realizada entre el 9 y el 12 de marzo había tenido el mismo fin.
El 4 de septiembre zarpó de Arica una expedición de 2200 hombres al
mando del capitán de navío Patricio Lynch con el fin de imponer cupos
de guerra a las ciudades y a los ricos hacendados del norte del Perú,
dañar bienes fiscales y por último impedir el desembarco y tránsito de
armas.
Aunque los historiadores chilenos estiman que la actividad desplegada
por Lynch tuvo base en el derecho internacional, por ejemplo, Diego
Barros Arana cita como base legal de la acción el artículo 544 del Le
droit international codifié de Johann Caspar Bluntschli y Sergio Villalobos
invoca los Principios del derecho Internacional de Andrés Bello, también
la consideran dañina para la imagen de Chile; Gonzalo Bulnes escribe:
«el glorioso ejército de Chile se presentaba ante el mundo civilizado
como demoledor de ingenios de azúcar, y como destructor de edificios
de labranza».
• Conferencia de paz de Arica:
El 22 de octubre de 1880 delegados de los tres países en guerra se
reunieron a bordo del barco de guerra estadounidense USS Lackawanna
(de 1862), anclado frente a Arica, para una conferencia de paz
gestionada por los representantes de los EE. UU. en los países
beligerantes. Chile exigió la cesión de las provincias de Antofagasta y
Tarapacá (desde la quebrada de Camarones al sur), una indemnización
de 20 millones de pesos oro, la desmilitarización de Arica, la abrogación
del tratado secreto y la devolución del Rímac, así como de las
propiedades embargadas a los ciudadanos chilenos. Los aliados se
negaron a hacer cesiones territoriales y la conferencia fracasó.
Los historiadores han concluido que los gestionadores estadounidenses
habían transmitido las exigencias de los beligerantes de una forma
diluída, poco realista, para lograr la reunión, pero esto causó decepción
en los participantes.  El ministro plenipotenciario de EE. UU. en Bolivia
Charles Adams había asegurado a los aliados que, en caso de no llegar
los beligerantes a un acuerdo, los EE. UU. impondrían a Chile un
arbitraje favorable a los aliados. Por esa razón para los gobiernos de
Campero y Piérola era mejor no entregar los territorios ocupados y dejar
a los EE. UU. imponer la paz sin cesión de territorios.
Tras el rechazo de los países de la alianza a aceptar la entrega de
Antofagasta y Tarapacá, continuó en Chile el debate sobre el camino a
seguir para obtener de los aliados un tratado de paz duradera que
reconociera la entrega de Antofagasta y Tarapacá: esperar en Tacna un
cambio de opinión en Lima o La Paz u ocupar Lima. Finalmente se
decidió que la ocupación de Lima era la única alternativa viable.
• Batalla de Miraflores:
Tras la derrota peruana de Chorrillos se acordó en el Armisticio de San
Juan, una tregua para fijar condiciones que reestablecieran la paz, pero
por causas no aclaradas el 15 de enero se inició la lucha en la segunda
línea de defensa de Miraflores, que comenzó cuando las fuerzas
chilenas todavía no se habían alineado frente a la defensa peruana. Las
fuerzas peruanas hicieron al comienzo bastante presión a una de las
divisiones chilenas en la batalla, pero con la reorganización y
contraataque chileno se vieron sobrepasados y fueron derrotadas.
• Campaña de la Breña:
La resistencia peruana basada en una guerra de guerrillas fue
organizada con tropas regulares e irregulares por Andrés A. Cáceres
(centro), L. Montero e M. Iglesias (norte) y P. del Solar (sur) aunque
Dellepiane nombra la relación entre ellos como tortuosa debido a sus
luchas internas. La breña de los Andes Centrales presenta una
topografía adecuada para las guerrillas, y además existían elementos
humanos, aunque sin entrenamiento y con escaso armamento para una
lucha prolongada. Para el ejército invasor, la región era insalubre (piques
y disentería), desconocida, de difícil acceso y el suministro debía
hacerse por el largo y peligroso camino a Lima, cuya línea de ferrocarril
llegaba solamente hasta Chicla, comprarlo a elevados precios a los
lugareños o requisarlo, lo que exacerbaba aún más la resistencia
peruana.
También el factor información jugaba en contra de las tropas chilenas:
mientras Cáceres era informado por la población de cualquier
movimiento, número o siquiera intención de los chilenos, estos a
menudo no sabían cuál dirección seguir en la persecución de las fuerzas
peruanas. La guerrilla obligaba a los invasores a dispersar sus fuerzas,
volviéndolas vulnerables a ataques en masa de estas fuerzas
irregulares. Las ciudades y poblados de la región eran ocupados y
desocupados por los rebeldes según hubiese o no fuerzas militares
chilenas en ellas evitando así un combate frontal entre ejércitos
regulares. De hecho, la primera batalla de Pucará y la batalla final en
Huamachuco fueron los únicos enfrentamientos dirigidos por Cáceres,
desde la creación de su ejército. Combates, escaramuzas,
persecuciones y emboscadas fueron la norma de enfrentamiento.
Si bien en la campaña de la Breña hubo varios focos de resistencia
liderados por distintos caudillos peruanos, las operaciones principales de
esta etapa de la guerra fueron las expediciones enviadas a la sierra
central de Perú, la mayoría para combatir las fuerzas organizadas por
Cáceres, y la expedición sobre Arequipa para desarticular la última
fuerza peruana de consideración organizada por Montero en esa ciudad.

Tratado de Ancón y Guerra Civil Peruana:


El 18 de octubre de 1883, Chile reconoció oficialmente al gobierno de Iglesias
sobre Perú y el 20 de octubre se firmó el Tratado de Ancón, que posteriormente
fue aprobado por la Asamblea Constituyente del Perú. Este acuerdo estableció,
entre otras cosas, la cesión definitiva de la región de Tarapacá a Chile y la
ocupación de las provincias de Arica y Tacna por un lapso de 10 años, al cabo
del cual un plebiscito decidiría si quedaban bajo soberanía de Chile, o si
volvían al Perú. El 23 de octubre Lynch se retiró de Lima que fue ocupada por
las fuerzas de Miguel Iglesias, para asumir el gobierno del Perú. El 4 de agosto
de 1884 las últimas fuerzas expedicionarias chilenas abandonaron el puerto del
Callao y el resto de los territorios ocupados al norte de la línea del río Sama.
La base de la resistencia de Cáceres, que había sido hasta entonces la
rebelión de campesinos e indígenas contra los chilenos, había cambiado y las
montoneras luchaban ahora contra "los blancos", chilenos o peruanos. En junio
de 1884 Cáceres aceptó el Tratado de Ancón, como un «hecho consumado»

Pacto de tregua entre Bolivia y Chile:


Bolivia desde su retirada de la guerra había tomado una actitud expectativa,
pero tras el acuerdo Perú-Chile de 1883 (Tratado de Ancón) y la movilización
de tropas chilenas a su frontera, firmó el 4 de abril el Pacto de Tregua entre
Bolivia y Chile de 1884, por el cual, entre otros, aceptó la ocupación de
Antofagasta por Chile y puso fin a las hostilidades, que solo podrían ser
reanudadas con un aviso de un año de anticipación. En el tratado de 1884 no
se menciona la franja 24°S-23°S, omisión que en términos diplomáticos
significa la aceptación del estatus quo, es decir, la reivindicación chilena de la
franja que Chile había cedido en 1866 y en 1874. Para zona entre el 23°S y el
río Loa, Bolivia solo aceptó la ocupación militar de hecho, no hubo una cesión,
la que ocurriría en el tratado de paz de 1904.

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