1. Vincular el contrato a la voluntad del empresario. Dentro de estas
cláusulas nos encontramos aquellas en las que el empresario es el único que puede interpretar o modificar el contrato o que, en un contrato de larga duración, establezca una prórroga automática, sin que el cliente tenga que autorizarla:
Sería abusiva una cláusula en la que se contrata con una entidad
bancaria una inversión a plazo fijo de dos años de duración y, vencido el período establecido, se renueva sin que el cliente dé su aprobación.
2. Limitan los derechos básicos del consumidor. En concreto, son aquellas
que, por ejemplo, eliminan la posibilidad de que el cliente pueda romper el contrato si el empresario lo incumple o que eximen al vendedor de entregar un documento que acredite la operación, como una copia del contrato o una factura.
3. No resultan recíprocas para las partes. En esta categoría se incluyen
todas aquellas cláusulas que perjudiquen al consumidor ya que las exigencias contractuales no sean mutuas, como que el empresario pueda romper el contrato, pero el cliente no; que exista retención de cantidades abonadas en el caso de que el consumidor renuncie al contrato, pero si lo hace el vendedor no se le exija indemnización; o que el empresario pueda fijar el precio o modificarlo en el momento de la entrega del producto.
Sería abusiva una cláusula en la que una agencia de viajes estableciera
la posibilidad de quedarse con parte de la reserva entregada por el consumidor si este no realiza el viaje contratado, pero no fija una indemnización para el usuario en el caso de que la agencia suspenda el viaje.
4.Garantías. En este tipo se incluyen aquellas cláusulas que imponen
garantías desproporcionadas al consumidor o benefician en exceso a una de las dos partes, por ejemplo, si directamente se elimina la responsabilidad del fabricante en el caso de que sus productos, por un defecto de fabricación, causen daños, lesiones o muerte al consumidor.
Sería abusiva una cláusula que indicase que al comprar un ventilador, el
fabricante establece en la garantía que en caso de problemas no se hace responsable. 5 Las que implican un desequilibrio en la ejecución del contrato, por ejemplo, si obligan al consumidor a hacerse cargo de un error administrativo o de gestión que debe asumir el empresario o exigen al cliente hacerse cargo de gastos que corresponden al vendedor, como sucede a veces en contratos de compraventa de viviendas.
Este es el caso de los contratos de banca electrónica, en los que “el
banco no asume los daños que se puedan producir en la cuenta de un cliente por la intromisión de un tercero no autorizado”.