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Juan 16, 20-23a

Nadie les quitará la alegría.


Sobre el discernimiento como un paso de la tristeza al gozo.

“20 Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa
tristeza se convertirá en gozo. 21 La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño,
se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo. 22 También ustedes ahora están tristes,
pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar. 23 Aquél día no me harán más preguntas. (Les aseguro
que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre.)”

Este evangelio de hoy es muy providencial, justo iniciando la novena al Espíritu Santo y el retiro de la RCC se nos pide que hablemos
del Discernimiento y eso es justo de lo que habla el Evangelio de la liturgia de hoy; nos habla sobre el discernimiento como un paso
de la tristeza al gozo.

Hay que afirmar que nuestro discernimiento Cristiano no es cualquier discernimiento, sino un Discernimiento en el Espíritu Santo;
¿porqué lo llamamos discernimiento en el Espíritu Santo?, porque el Discípulo de Cristo vive en el Espíritu Santo y ya no en la carne o
al menos está en ese proceso y si vive en el Espíritu Santo Romanos 8,27a afirma “el que sondea los corazones conoce el deseo del
Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina.” Y Gal 5,16 afirma “les pido que
se dejen conducir por el Espíritu de Dios y así no serán arrastrados por los deseos de la carne, porque esta desea contra el Espíritu...
ambos luchan entre sí... por eso si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la ley” de la carne. Entonces podemos
decir que el discernimiento apunta a conocer y asumir los deseos del Espíritu e identificar los deseos de la carne que hay que
sublimar ya que no llevan a una vida plena, sino a una esclavitud, a una dependencia.

También pueden meditar 1Cor 12, 1-11, que sitúa el don del discernimiento dentro de los dones espirituales, los cuales se
manifiestan como mociones, movimientos de un Único Espíritu; “hay diversidad de dones pero todos proceden del mismo Espíritu”. Y
un poco más adelante en el v. 12 dice que somos un Cuerpo, el cuerpo de Cristo, es decir que todo don es siempre en bien de un
cuerpo, de una comunidad unida por el mismo Espíritu. Por eso quien vive fuera del cuerpo, no puede sentir con la Iglesia, ni pensar
con el evangelio, es decir que tampoco conoce los mandatos de Dios, por que sus pasos se dirigen lejos de las huellas de Cristo, ya
que no se es discípulo de Cristo sin Iglesia.

Tenemos que decir antes de avanzar, que este tipo de discernimiento sobrenatural, supone el discernimiento natural, que el Padre
Emiliano Tardif llama “Sentido común”. Esto quiere decir que la Gracia divina supone la naturaleza, es decir que el Espíritu Santo no
anula nuestro sentido común, sino al contrario, se apoya en el. El sentido común se pierde ante una vida espiritual desencarnada
que es capas de llevarnos a cometer locuras, a este respecto el Padre Emiliano contaba con humor una anécdota de dos locos que
pintaban un loquero, uno sostenía la escalera al otro que estaba subido pintando el techo, y una vez terminada una parte, el loco
que sostenía la escalera le dice al de arriba que se agarre bien del pincel que va a mover la escalera. El que pierde el sentido común
actúa como un loco y el Espíritu Santo no lo puede guiar.

Pongamos un ejemplo más de la vida diaria para entender qué es el sentido común puesto en práctica y cómo se conjuga con el
sentido sobrenatural; si estoy casada y mi marido está en cama enfermo y no tengo quien pueda cuidarlo el domingo ya que
necesita que lo ayude para ir al baño a cada rato entre otras cosas, Dios no me pedirá que lo abandone y lo deje sucio porque tengo
que ir a Misa sí o sí, sino que el sentido común me dicta que es necesario quedarme y el sentido sobrenatural me impulsará a ofrecer
ese sacrificio como un culto agradable a Dios.

Vamos ahora al evangelio de la misa de hoy: Jesús se está despidiendo y está preparando los corazones de los discípulos para lo que
se viene; y lo que se viene es una prueba y un don; la prueba de la cruz que atraviesa todo el plan de Dios y el don del Espíritu con el
cual llegan todos los frutos que Dios espera de nosotros para nuestro propio bien y felicidad eterna.

“v.20 Les aseguro” Esta expresión indica necesidad, es decir que es algo que si o sí debe atravesar un discípulo que va por buen
camino.

“v. 20 ustedes van a llorar y se van a lamentar...” Acá podemos ver que hay dos clases de Tristezas, una buena, según Dios y según
los procesos por donde nos hace caminar, los cuales siempre tienen que ver con un fruto bueno, similar a la experiencia del
agricultor del salmo que dice “al ir iban llorando tirando la semilla, al volver vuelven cantando trayendo las gavillas” y por otro lado
una tristeza mala que viene del mundo, de la carne, del pecado, que siempre da un fruto malo. Las dos tristezas sirven para nuestro
discernimiento. La buena sirve para crecer en amor a Dios y conocer más a fondo los deseos de Dios o para crecer en otro aspecto
de la vida espiritual y la mala sirve como remedio para que dejemos el pecado y nos conozcamos un poco más, entendiendo que el
camino del pecado nunca tiene buen fin.

La tristeza buena nos purifica, nos hace crecer en la confianza, en la paciencia y en el amor a Dios y al prójimo. Puede ser una tristeza
que viene de la caridad que sufre las miserias del prójimo o la tristeza que es sufrimiento penitente, que viene de un corazón que se
humilla delante de Dios.
De hecho el mismo Jesús sufre una gran tristeza por los pecados de los hombres en Getsemaní, o cuando llora por su amigo Lázaro o
cuando llora por Jerusalén.

Otro aspecto de este versículo es que Jesús se dirige a una comunidad, no a un individuo, es decir que el discernimiento se hace
dentro de una vida eclesial, dentro de un camino con otros y por lo tanto el fruto de este discernimiento es para bien de toda la
comunidad, porque mis decisiones afectan a todos, no solamente a mí.

“V. 20 el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.” v. 23 “me volverán a
ver... y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar”

Así como hay dos tristezas, también hay dos alegrías, una pasajera, la del mundo, que es superficial, banal, que viene de una sed
saciada al momento y luego pide más, una sed que esclaviza, que ata a un desorden.

Y hay una alegría buena; la Alegría según Gálatas 5,16ss es un fruto del Espíritu Santo, y un fruto es producto de un proceso, de una
siembra y si implica siembra, esto implica espera, e implica cierta muerte en nosotros para dar lugar a la novedad del Espíritu.
Precisamente así se entiende porqué Jesús afirma que este fruto no les será quitado, porque es algo que viene de Dios y las cosas de
Dios son eternas, es decir permanecen siempre y en cualquier circunstancia, al contrario, lo que no viene de Dios siempre pasará.
Este es ya un criterio de discernimiento, de aquello que viene de Dios y lo que no viene de Él.

Por lo tanto podemos decir que un fruto de un buen discernimiento es la alegría interior que produce y junto con ella una verdadera
paz duraderas. Por eso al elegir un camino, es necesario, como afirma Javiera del Valle en su decenario al Espíritu Santo, poner más
la mirada en lo que vale y no en lo que cuesta, porque si de inmediato miramos lo que cuesta, nunca vamos a elegir lo correcto.

V. 22 “me volverán a ver... y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar” decíamos que lo que viene de Dios perdura; si es una
inspiración del Espíritu no se va a ir, va a estar permanentemente, porque viene de la eternidad y esto lleva a una visión, es decir a
ver a Dios en lo que hacemos y vivimos, por eso Jesús afirma “me volverán a ver”.

“21 La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la
alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo.”

El ejemplo de Jesús sobre la mujer en trabajo de parto es muy importante para entender un criterio más del discernimiento. El fruto
de un parto, es decir un hijo, no es fruto que viene de una sola persona, sino de dos; del mismo modo podemos decir que el
discernimiento y su fruto no es trabajo de uno solo, sino de una comunión de personas que caminan juntas, es decir que el
discernimiento es fruto de caminar con Dios; al ritmo de Dios. De ahí la invitación de Jesús a cargar su yugo, lo que es lo mismo decir,
caminen conmigo, vayan a mi ritmo.

V. “23 Aquél día no me harán más preguntas.”


Cuándo termina un discernimiento, cuando se produce el fruto, la visión, cuando veo a Dios en mi vida y puedo decir con
tranquilidad esto es de Él.

V. 23 (Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre.) ” esta última parte del versículo no está en el
evangelio de hoy, pero es importante porque apunta al fin del discernimiento en el Espíritu, el cual me dirige a la adecuación libre de
mi voluntad con la Voluntad de Dios; es decir quien alcanza la Alegría que viene de Dios, ese tiene paz y quien tiene paz puede
escuchar al Espíritu Santo y quien puede escuchar al Espíritu Santo sabe pedir como conviene, es decir sabe pedir según la voluntad
de Dios y esto está en conexión con “Rm 8,26-27: 26 Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no
sabemos orar como es debido; pero es Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. 27 Y el que sondea los corazones
conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina . 28 Sabemos,
además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio.” ).

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