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Babu Roy Berocay tstasones ge Juan Gedovius ALFAGUARA ALFAGUARA El pez amarillo. Cuentos de nuesra América, ‘Coedicién: 2002 Consejo Nacional para la Cultura y las Anes, Direccisn General de Publicaciones. Sanvillana Ediciones Generales, S.A. de C.V, (Alfaguara Infant) © texto: Roy Berocay ilustrac-oner: Juan Gedovius D.R.© Santillana Ediciones Generales. $A. de C.Y. ‘Av. Universidad 767, Col. del Valle, C.P 03100, México, DE. Las caracteristias grificasy tipngrficas de esta edicién son propiedsd de Santillana Euiciones Generales, S.A. de C.Y. ISBN: 970-18-8327-6 (CONACULTA) ISBN: 970-29-0234-7 (AlfaguaraInfeil) Primera edicién en Santillana Ediciones Generales, 8.8. de C.V.; marzo ée 2008 Primera reimpresion: agosto de 2005 Segunda reimaresiin: febrero de 2006 “edo lo oes esr, st bie ein a 6 pari de ei bp cuaker E | que tuvo la idea fue el mono viejo. Estaba ahi, en su jaula, quietecito, mientras los otros monos jugaban y chillaban. Era un mono viejo y por eso era el Ginico que recordaba la selva. Aquella sensacién de liber- tad, el aire tibio, la lluvia, los tfos que a veces corrian furiosos entre los arboles. Enconces el mono viejo, que con el paso del tiempo se habia convertido en el jefe, al que codos llamaban Babu, miré los barrotes de su jaula. Y tuvo la idea. —Tenemos que escapar —dijo bajito, la primera vez, y se puso de pie. —jTenemos que escapar! —chillé luego a todo pulmén levantando sus largos brazos. Los dems monos dejaron de jugar y se miraron entre ellos Qué es eso de escapar? ¢Escapar adénde? {Para qué? Algunos pensaron que Babii ya era demasiado viejo y que seguro esta- ba un poco loco, ;Todos sabfan que nadie podia escaparse de aquel lugar! —Tienen que escucharme —les dijo Babii—. Estamos acé, dia tras dia, sin hacer nada més que comer y dormir. —£Y eso qué tiene de malo? —pregunté un mono joven que buscaba piojos entre los pelos de su madre —No podemos salir —aseguré Babi seriamente—. No podemos hacer lo que queremos. — Si que podemos! —intervino una mona—. Podemos dormir cuando queremos, comemos todos los dias... —i¥ nos trepamos! —dijo el mono joven, se aleyé de su madre y subié rdpidamente por el alambrado del costado, saleé y quedé colgado cabeza abajo de una hamaca armada con cuer- das. Los demés monos rieron. —No podemos salir —insistié Babi. El pensaba en los Arboles altisimos, en el alboroto increi- ble que hacfan los monos en la selva cuando sentian peligro. Sonrié. Recordaba cémo sus mayores arrojaban frutas para pe- garle al tigre que les rugia desde abajo. Recordaba también las burlas que le hacfan y el enojo del tigre cuando se cansaba y se alejaba, jurando que algtin dia volverfa para cazarlos Sin embargo, no habia sido el tigre, sino el hombre, el que lo habfa cazado. Babii lo recordaba: un ruido fuerte, como una explosién, y después un golpe en’su brazo. No habfa més recuerdos. Cuando despere6, estaba en una jaula; y muchos dias después, en otra jaula més grande, con decenas de mo- nos asustados, igual que él. Desde entonces vivia en esa misma jaula del zoolégico y todos los dias le parecian iguales. Los cuidadores a veces eran buenos con él, porque era viejito, y le daban més comida. Los humanos pequefios, que venfan los fines de semana, lo igno- raban. El no hacia monerias, no saltaba del columpio, no se colgaba de la cola, no se arrimaba a los barrotes para extender una mano pidiendo caramelos como hacfan los demés. Babu se quedabe allé, en el fondo, muy, quieto. sofiando con la selva. Esperando. Y ahora estaba apurado por estupar. A lo mejor era que estaba viejo y sentia que ya no tenfa mucho tiempo. Quizds era només como decian los otros monos cuan- do murmuraban que “el viejo est4 mal del coco”. —¢¥ adénde vamos a ir? —le pregunté al rato un monito Je piel més oscura y cara muy cémica, al que todos Ilamaban Pulguita. —Lejos —contesté Babui—, Muy lejos, a casa. —;Casa? —Pulguita no entendia, siempre habia vivi- do alli, en Ia jaula, Para él, el mundo era ese lugar medio apretado, donde comia, dormia y a veces, cuando los mayores no miraban, le tiraba pedazos de caca alos otros y se escondia, muerto de risa Esa noche, cuando todos dormfan, los ojos de Babi brillaban en lo oscuro, Escuchaba el sonido de la ciudad de los humanos, el ruido que hacfan esas méquinas que el hombre usaba para via- jar, las voces que llegaban desde el otro lado del muro cercano. De pronto, Babti escuché un sonido fuerte. Se levanté y traté de escuchar mejor. {Qué era eso? Sonaba como un gran animal ronco. Despacito se trepé a los barrotes, estiré sus lar- gos brazos y se colg6 del fierro més alto para espiar por encima del muro. Entonces lo vio. Era un enorme vehiculo rojo, que tenfa como una gran casa atrés: un camién de carga, con una larga zorra cubierta por una lona. El camién habia estacionado en a-calle justo al otro lado del muro. Alli, a unos pocos metros de la jaula, Babi hizo un enorme esfuerzo y se acordé de algo impor- ante, Era sélo una imagen lejana, pero estaba seguro: la dlti- ma parte de su viaje la habia hecho en un vehiculo asi. Se sintié feliz. Slo eran unos pocos metros hasta aquella méquina. Y como era muy inceligente, se daba cuenta de que la Gnica manera de irse era haciendo lo mismo que cuando habja venido, pero al revés Se baj6. ;Ah, si s6lo hubiese una manera de abrir la puerca! Agarté los barrotes con sus manos y los sacudi6. Nada. Era imposible salir. ;Imposible! Babi se sinti6 triste y penss en irse a dormir. Pero de pronto escuché una voz. La voz cantaba Se paré de un salto y se colocé junto a los barroces. Allé bajando por el camino, venfa el viejo cuidador. Babi lo mind y sintié algo extrafio. Ese era el hombre que venia por las mai ras y les daba de comer; el hombre que abria la puerta cuando Jos que vestfan de blanco venfan a curar a algdin mono enfer- mo; el hombre que abrfa Ja puerta y la cerraba con un objeto pequefio y brillance. Babi se dio cuenta de que si lograba tener esa cosa brillante, podria abrir la puerta. f Tenfa que hacer algo y répido. El hombre pasatia por alli en unos segundos. Entonces mir6 alrededor y tuvo una gran idea. Juntd unas céscaras de banana y las puso en el piso, delante de la entrada. Luego se puso a chillar y se tiré al suelo. Hacfa tanto ruido, que los demas monos se despertaron y empeza- rona chillar como él. Algunos saltaban, otros'se tapaban los ojos, Todos crefan que el viejo estaba muy eafermo. Pulguica se tapaba los ojos, pero con Jos dedos abiertos para poder espiar. El cuiidador escuché el alboroto y corrié hasta la jaula — Qué pasa acé, qué es taxlo este lio? —pregunté en voz alta, como si los monos fueran a contestarle. Babii seguia chillando. El hombre se acercé a la jaula y encendié su linterna. Era un hombre bueno, que querfa mu- cho a los animales. Todos ellos lo conocian y por eso, a veces, ~ él entraba en algunas jaulas y no le sucedfa nada. Ahora mitaba a Babi, tirado en el piso, dando vueltas, y dudaba. Qué tenia que hacer? Quizé tenia que llamar al ve- terinario, Pero conocfa a ese mono viejo y sabfa que era el mas, tranquilo de todos. ZY si le pasaba algo? Si cenfa alguna cosa atorada en la garganta? No habfa tiempo que perder. Decidié entrar. Sacé la llave y abrié la jaula. Los monos chillaron més fuerte y se alejaron un poco. El hombre avanz6 hacia el mono viejo, que lo miraba de reojo; y de prunto res- balé y cay6 sentado. Entonces Babii se levant6 de golpe y ‘ordené en idioma de mono: —Siganme! Pegé un salto, llegéa la puerta que estaba sin tranca y sali. Los dems monos estaban confundidos: nunca nadie habfa salido de alli. A lo mejor era divercido, a lo mejor era un juego que el viejo estaba inventando. Después de todo, Babi erael jefe y ellos simpre obedecfan al jefe, era una ley natural, Pero ademés, ningtin mono dejarfa pasar Ia oportunidad de divertirse un poco y aquélla parecia una gran oportunidad. El primero en saltar afuera fue Pulguita., Segundos después todos corrieron y siguieronal viejo y al pequefio. —iVuelvan, vuelvan acé! —les gritaba el cuidador tra- tando de levantarse. Babi Ilegé al muro, lo trepé y volvié a ordenar a los otros monos: —Siganme! Todos los monos, que eran como veinte, salearon el muro y uieron a Baba hasta la parce trasera del camién. Alli, el mono jo corrié la lona y de un salto trep6 a la caja —jVamos, vamos, suban! Los monos le hicieron caso. Del otro lado del muro habia un gran alboroto. Los pajaros habjan despertado y gritaban gritos de aves. Los hipopétamos abrian sus bocas de pocos dientes, los elefantes sonaban como trompetas, los tigres y leones rugfan, los lobos aullaban y los osos... bueno, los osos no son faciles de despertar. Los loros pasaron la incceiole noticia: los monos se escaparon, cruac cruac, los mo los monos se escapare 6 5¢ escaparon ‘Ya entendime rafa ‘aron enojada’ cuidador corrfa, no muy pido porque era viejo, a n teléfono. ras del cami6n, entre s, Babi ordenaba a as cerrad: os dems monos que permanecier: Qué estamos haciendo? —j —cEs un juego? — Babi insistié, Con las manos se ‘aban unos. 6 la boca, para que Jos se dieran cuenta de que habia que callarse de una vez: unos Mmonos se taparon las orejas; otros, {os ojos. Baba tuvo jue mostrarles otra vez. Finalmente hubo un silencio largo y usto en ese momento se escucharon pasos fuera del camisn Babi estaba asustado. :Serfan los hombres que venian a aparlo otra vez? Los pasos se detuvieron. Luego hubo un sonido de puerta y casi enseguida otra vez ese ruido de animal grande y ronco. El £'so rembl6. Los monos chillaron de miedo, pero con el soni- do del motor, nadie podia oirlos. EI piso se movia, Pulguita creyé que el mundo entero se sacudia. Babti tuvo que gritar para que todos se quedaran quie- tos. Cuando logré calmarlos, se animé y se acercé a la lona. La ccrtié un poquito y mit6 hacia afuera. ati “16 Lo que vio lo Hlené de terror: habia muchas maquinas y luces que pasaban muy répido, Haba también personas que aparectin y enseguida quedaban atrés, muy atris. Aquello era muy extra: fio, hasta el suelo de afuera se deslizaba a toda velocidad, hacia attés. Todo lo que se veia se iba répidamente. Era-una expe- riencia increible. Pulguita miraba asombrado cémo el mun- do se alejaba y se dio cuenta de la verdad. —Babti —dijo acercdndose al viejo. —;Qué? ‘ —Las cosas... las cosas no se alejan, ;verdad?, es slo que nosotros vamos hacia adelante. Babi sonrié; el pequefio era muy inteligente, bastante més que muchos de los monos adultos que se abrazaban de miedo y pensaban que el mundo se escapaba de ellos. Y asi fue la primera parce del viaje. Al rato, cuando Babu y Pulguita les explicaron lo que sucedia, los monos se tran- quilizaron. Algunos hasta se tiraron envel piso a dormir. Afuera habfa menos luces, menos ruidos y ya no se vefa gence. Babéivolvi6 a mirar y por primera vezen mucho, mucho tiempo sincié alegrfa. Vefa una gran pradera y encima un cielocon miles y miles de estrellas y la luna, esa luna igualica a la que él recordaba de cuando era joven. Una luna finita, muy blanca, una luna libre. Anduvieron asi, durante horas. Pocos monos dormian atin y varios lamentaban haber seguido a ese viejo loco. 7 —¢Adénde vamos? —le preguntaban Ilenos de miedo los monos chicos El viejo sonrefa —A casa —les explicaba. Pero claro, es0 no conformaba a los monos adultos; estaban arrepentidos de haberlo seguido. Si no fuera porque Babi era el jefe y tenian que hacerle caso, seguro que no lo habrian hecho. ‘Todo habia sido tan sorpresivo que no tuvieron tiempo para pensar. Ahora, que sf tenfan ese tiempo, algunos se daban cuenta de que el asunto era una locura. 18 —Pero, Babi, ¢qué vamos a hacer? —jTenemos que volver! —iSf, tenemos que volver! Babu los escuchaba y segufa mirando el gran campo de afuera, la Juna y las estrellas. —jMiren! —les decia sefialando hacia afuera—. jMiren! Los monos le hacian caso y miraban. —iQué hermoso! —decfan unos —jNo hay nada! —decian otros De pronto, uno hizo la gran pregunca: —éQué vamos a comer? ‘Babi no habia pensado en eso. Los monos es-aban acostum~ brados a que viniera el cuidador y les trajera la comida. ¢Cémo iban a comer ahi, en ese mundo desconocido y sin cuidadores? —Ya veremos —contesté Babi En ese momento sucedié algo: el piso dejé de temblar, et camién se decuvo. Babi volvi6 a mirar. Por un costado vio cémo el conductor se bajaba y corria, apurado, hasta unos arbustos a un lado de la carre- tera, con un rollo de papel en una mano. Vio también que ahora el campo, del otro lado de la carretera, terminaba al costado de un gran bosque. El no sabia por qué se habian detenido ni qué estaria haciendo el hombre alld entre las plantas, pero supo que ése cra el momento que esperaba 19 Corrié la lona trasera y Ilamé a los demés: —jVamos! —dijo y salté. Los.otros monos dudaron. {Qué queria ese viejo loco aho- ra? Algunos se asomaron para verlo de pie en la carretera, haciéndoles sefias. —jVamos! ; Vamos! Otra vez Pulguica fue el primero; después varios monos le hicieron caso y saltaron. Los demas s6lo se quedaban miréndo- los desde la caja del camién. Pero de pronto el hombre salié de entre los arbustos y vol- vié a trepar a la cabina, el sonido ronco regresé y todos se asus- taron, jAquella cosa iba a moverse otra vez! Apurados y chillando, los monos que quedaban salraron justo a tiempo para ver cémo el camién arrancaba y se alejaba por el largo camino Entonces Babi les sefialé el bosque y empez6 a caminar apurado. Mirando con miedo para todos lados, lo siguieron. —iLindo lugar! —comentaba Pulguita, asomandose ape- nas por encima de los yuyos. Los demés, con caras serias, no le contestaron. 20 YY asi fue como finalmente llegaron al bosque. Ya estaba ama- neciendo, la luz del sol atravesaba las copas de los Arboles y los pajaros alborotaban la mafiana. Los monos pequefios miraban con asombro aquel mundo manchado de !u2, Ileno de sonido tan diferente al de la jaula que habian dejado. —{Dénde estamos, Baba? —pregunté Pulguita —Casa —dijo el viejo y comenzé a trepar 2 un arbol muy alto. ‘Aquello parecfa divertido. Aunque ninguno de los ottos monos recotdara los drboles, sentian que trepar era lo mejor del mundo A los pocos minutos, ocupando varios Arboles, el bosque se llené de un sonido desconocido: los gritos, las risas de los monos que saltaban y jugaban entre las ramas. Incluso algunos de los monos que habian discutido con Babi parecian felices ahora. Quizds aquella idea no fuera ran loca después de todo. Quizés ése fuera un buen lugar para vivir, Al mediodfa, saltando de érbol en arbol, los monos llega ron hasta la orilla de un pequefio arroyo. Se asombraron al ver el agua limpia que corria mansa entre las rocas; algunos se animaron a bajar para beber. Al estar ocupados con sus desciibrimiencos, los monos ha- bian olvidado algo importance que muy pronco recordaron: 21 Tengo hambre —dijo un monito. — (SI, si, si! —dijeron otros—, Tenemos hambre. Hacfa muchas horas desde que habjan escapado y aho- ra, Finalmente, se daban cuenta de que ningiin cuidador les craerfa comida Babié no hablé y estiré su brazo para agarrar una rama del Arbol. Acercé las hojas a su boca, las olfateé y lentamente em- pez6 a comer. Al principio las hojas no le gustaron, tenian un sabor raro, medio dulz6n, pero poco a poco, mientras mastica- ba, se daba cuenta de que aquello no estaba tan mal Los demas monos lo miraron un rato y lo imitaron. —jEsto es feo! —protestaron, pero igual comieron. Pulguita no los escuchaba; habja bajado del érbol y ob- servaba unas cosas pequefias y negras que marchaban en fila por el suelo. Agarré algunas y se las metié en la boca, Las osas pequefias se movieron y le picaron la lengua. El monito escupié y comenz6 a chillar. Las cosas negras se le subian por las patas y lo picaban. Salié corriendo y trepé al rbol. —jBabut! ;Baba! —chill6. El viejo rié. —Pulguica tonto! —Ie dijo y le sacé de las patas algunos bichos—. Son hormigas —le explicé mostréndole cémo tenia que hacer para comerlas. No sabfa por qué no recordaba haber comido hormigas antes, pero de pronto supo cémo habia que 22 hacer. A lo mejor era un recuerdo muy antiguo, perdido en su memoria. Poco después, cuando todos sintieron su barrigas llenas y Pulguica ya no tenia hormigas, Babi bajé de su arbol y los llamé Los monos también bajaron y se colocaron alrededor del viejo. Babii los miré seriamente y les habl6: —Antes, cuando yo era joven, vivia en un lugar asf, aun- que con més arboles y més comida. Pero éste es un buen lu- gat, ésta puede ser nuestra casa. —Qué vamos a hacer ahora? —quiso saber una mona. —Nada, lo que quieras; ahora somos libres, podemos ha- cer lo que se nos dé la gana —contest6 Babi—. Podemos comer, trepar, tomar agua, jugar o dormir; acé no hay jaulas, no hay cuidadores, s6lo nosotros Clafo-que, en esto tiltimo, estaba equivocado. Por el bos- que merodeaban perros salvajes y también otros animales: vi- boras, insectos... peligros que Babi habia olvidado. También habfa otra cosa que el mono viejo no recordaba: el clima. En ese-momento, mientras Hablaba, el sol seguia allé arri- ba, tibiecito, llenando ese mundo nuevo de luz y color. En el horizonte, sin embargo, asomaban ya unas nubes muy oscu- ras que pronto llegarian a cubrir el bosque. EI primer erueno hizo que los monos chicos saltaran y chilla- ran del susto y se apuraran a buscar el abrazo de sus madres Después el cielo se iluminé y un rayo cayé sobre el campo cercano como un latigazo gigance. Un viento fuerte sacudié _los Arboles. Muy pronto todos los monos estaban asustados. —jEs por tu culpa! —le grité un mono a Babi—. Po- drfamos estar alld, en la jaula, calientitos Babi no le concesté, él cambién cenfa miedo, pero recor- daba otras cormentas y sab/a que eran parte de la naturaleza Entonces comenzé6 a llover. Los monos se acurrucaton como: pudieron debajo de las ramas con més hojas y se quedaron en silencio, mirando de reojo el espectéculo de luces y ruidos fu- riosos de la tormenta. Fue una noche dificil. Todos estaban mojados, tenfan frio y hambre y miedo. Pero cuando llegé el amanecer, el cielo estaba despejado. El sol calentaba el aire de a poco, los paja- ros cantaban. Todo parécia més verde, més limpio, més her- moso que nunca. Babi abrié los ojos y observé. jAquello era ran lindo! Los rayos de luz, los pajaros y el suave murmullo del arroyo eran como sefiales de que él no estaba tan loco, después de todo. Nunca podrian ver algo asi desde la jaula. El viejo sabfa, sin embargo, que tenfa algunos asuntos que resolver, Lentamente bajé de su drbol y fue andando hasta el arroyo, Bebié un poco de aquella agua fresca y dulce y con sus manos arrancé algunos yuyos que tenfan buen olor. Tos mas- ticé despacito y descubrié que su sabor era bueno. Después arrancé unos cuantos més y regres6 al arbol para darselos a los més chicos Los monitos comieron a gusto y Babi les sefialé a los adultos el lugar donde habfa encontrado esa comida. Més tarde los monos se juntaron a orillas del arroyo. Algu- nos pequefios saltaban y chillaban persiguiendo cangrejos. Pulguita hacia piruetas en un érbol inclinado sobre el arroyo: se colgaba de una rama que se doblaba hasta casi tocar el agua y volvfa a subir, Pero de pronto, la rame se quebré y Pulguica, chillando como loco, cay6 al agua. Todos rieron viendo los ma- notazos que daba para tratar de no hundirse y rieron ms cuando 41 descubri6 que el agua sélo le Hegaba hasta la cintura. Babii sonrefa. La libertad si que era una cosa buen. Aho- ra, que ya no haba sefiales de la tormenca, casi todos parecfan contentos. Sélo un grupo de monos permanecfa algo alejado, hablando entre ellos y mirando cada canto a los que jugaban en la arena. Fue en ese momento que Babii escuché algo, un sonido lejano que lo hizo pararse a observar. 27 — Silencio! —ordené a los monos juguetones—. \Silen- cio! —insistié. Otra vez ese sonido. Baba pensaba répidamente, trataba de identificar el sonido, era algo animal. Pensé en el zoolégi- co: habia escuchado algo similar en las noches de la jaula, sobre todo en las que habia luna. Entonces lo supo: —jLobos! —exclamé asustado. El sonido ya estaba muy muy cerca. 7 —jA los érboles! —grité Babi—. ; Vamos, répido! Los monos corrieron y treparon a toda velocidad. Los del otro grupo también Io hicieron. — ‘Silencio! —volvi6 a ordenar Babii cuando todos estu- vieron a salvo entre las ramas. Miraron hacia abajo: una jaurfa de como veinte perros salvajes recortia el bosque, olfateando el aire 28 ‘Los perros legaron al pie de los arboles donde estaban los mo- nos y comenzaron a ladrar y a grufiir mostrando dientes enor- mes. Los monitos temblaron de miedo, nunca habjan visto lobos como ésos. Los monos grandes volvieron a mirara Babi con enojo. Pasaron asi algunas horas. Los perros no se cansaban de ladrat. Algunos se apoyaban con dos patas sobre los troncos como si quisieran trepar, pero no podian. Cuando los monos descubrieron que aquellos animales no podrian subir, se sin- tieron muy aliviados; no habia nada que temer, si nadie baja ba de los arboles. Enronces Babi mird alrededor. Las ramas més largas se extendian hasta casi rozar otras, de una clase diferente de ér- bol, de las que colgaban unas cosas redondas, Babi trepé a lo alto y saltando de rama en rama Hegé cerca de uno de aque- Ios atboles diferentes. Abajo, los perros lo siguieron Solo habia un par de metros de distancia, Entonces, ance la mirada de perros y monos, Babit sale6, Por un segundo queds en el aire; los monicos chillaron, los perros aullaron de furia, Pero,cuando parecia que iba a caer, Babi estiré su largo brazo y quedé colgado de una rama. La rama se doblé hacia abajo, abajo y luego, con un impulso increible, lo lanzé hacia arriba. El mono viejo se soled y quedé 29 agarrado del cronco del arbol, de pie encima de una gruesa rama. —{Qué hace, est loco? —comentaban los monos. Entonces el mono je se desliz6 por una rama, comé uno de aquellos objetos y lo arrancé. Era una pifia cerrada, dura y aspera. La miré por un rato, la olié y luego miré hacia bajo; los demés monos no pudieron verle 1a cara, pero Babi tenia un brillo divertido en los ojos. Abajo, un enorme perro marrén claro le ladraba. Babi estird su brazo con aquella pifia en la mano, mir6 hacia abajo y la lanz6. La pifia le dio al perro en pleno hocico. 5] feroz animal chill6 y retrocedi6; después volvié a ladrar y los demés perros hicieron Jo mismo. Babi ahora sabia qué debia hacer: accancé més pifias y descubrié que cenfa muy buena punterfa Los perros chillaban y daban vuelcas. Estaban confundidos. Otros eres monos se pasaron al rbol de Babi. Al poco rato, mientras los monitos refan, los tres monos y Babi seguian arro- jando pifias a los perros que se acercabani cada vez menos. Pulguita aprovechaba la oportunidad y les hacia toda clase de burlas, ma- téndose de la risa cada vez que una pifia le daba a uno de aquellos animales enojados. Cuando la Iluvia de pifias comenzé a lastimar demasiado, los perros huyeron, todos juntos, de la misma manera en que habfan legado. 30 En las copas de los arboles, los monés celebraron su pri- mera victoria. Esperaron un rato y luego resolvieron que algurios se queda ran arriba para vigilar. Asf, pasaron el resto del dia comiendo y jugando. Pero no todos participaron de aquella fiesta: el =rupo de monos apartado permanecia algo alejado, hablando bajito. Cuando el sol se fue y todos se aprestaban a pasar otra noche, los del grupo comenzaron a acercarse de rama en rama. Uno de ellos, un mono grande al que algunos le tenian miedo, trepé hacia lo alto y desde alli Ilamé a los otros. —iEscuchen! —grité—. ;Tenemos que itnos de aqui! En la oscuridad resultaba dificil ver al mono grande, pero su voz gruesa resonaba con claridad encre las ramas. —No podemos quedarnos, es muy peligroso —insistié el mono grande. —iSf, si, si! —apoyaron otras voces en las sombras—. iMuy, muy peligroso! Los dems monos contestaron todés al mismo tiempo: unos que sf, otros que no; unos decian que tenian hambre y no les gustaba comer yuyos, otros decian que aquel lugar era bueno, Pero como hablaban al mismo tiempo, ninguno escuchaba a los demas y sus voces se mezclaban tanto que era imposible entenderlos. 32 Babi escuché la mezcla de voces y se quedé un rato en silencic Se daba cuenca de que la comunidad de monos se habia dividido je que un grupo estaba en su contra. Segtin la ley de los monos oda ser jefe hasra lo desaffara y d jejo estiré su bra: no tenia muchas A é a poco los chillidos f silencio. Mafiana, cuando salga el sol —dijo Babi—, cada unc la orilla del arroyo podra decir lo que quiera La idea convencié a todos. Los seguidores del mono gran- de regresaron a sus lugares; los demas se quedaron en los su- yos, pensando en qué dirfan cuando saliera el sol ¢Qué debfan hacer? ¢Quedarse? ;Volver a la jaula? ;Volve- rian los perros? ;Conseguirfan comida? Todo esto se pregunca- ban durante la noche clara, mientras miraban asombrados el cielo mais Neno de estrellas jamds visto. Babi ya estaba despierco cuando una suave luz inundé el ho- vizonte, Desde su lugar, muy arriba en el arbol, observaba ¢l espectaculo del nuevo dia, la suave claridad que se pintaba en la panza del cielo. Estaba concento. 33 Respiré hondo. El aire fresco, con olor a drboles y arroyo, olor a campo y libercad, era muy diference al de la jaula donde habjan vivido apretados sacdndose las pulgas unos a otros. Por qué no codos se sentian felices? Un poco més tarde, cuando un sol amable se aso." dis- tancia, Babi oy6 el crujir de las ramas y algunas voces. Eran elios. —iVamos, a despertar! —llamé Babi, Algunos, sobre todo los monos chicos, se quejaron: querian seguir durmiendo un rato més (Otros habjan despertado temprano para ver la creacién del nuevo dia —jLos esperamas en el arroyo! —anunci6, serio, el mono gran- de. Y allé fue, acompaiiado por sus seguidores. Babi espertia que codos los clemaés estuviesen despiertos y, sin decir-palabra, comenz6 a bajar del érbol. Todos lo siguieron. Poco después, a orillas del arroyo, los monos se colocaron en circulo: de un lado, el mono grande y los suyos; del otro, Babs y los demas. Ninyuno prescaba atencién al canto de los péjaros ni al agua verde y limpia que se deslizaba apenas a unos metros de alli —iQueremos volver! —exclamé el mono grande adelancan- dose para ponerse en medio del cfrculo —iSi, sf, si! Io apoyaron algunos. —En ia jaula no pasdbamos fifo, reniamos techo y mucha comida —siguié el mono grande, —iComida, mucha comida! —repicieron como loros sus se- guidores. 34 Los demas monos recordaron que dormian calicnticos y tam- bién la comida rica que les trai el cuidador. —Y ademas, nv habia peligro; en la jaula nadie podia atacar- nos, en Ia jaula no habia perros, ni nada —y el mono grande se quedé en silencio. Los monos pensaban ahora en el peligro, en aquellos perros salvajes y sus dientes enormes. A lo mejor volvian en cualquier momento. —EI hombre nos trata bien, nos cura si nos lastimamos —agregé el mono grande—. Pero acd, equién nos va enidar? Si hace frfo, ;cémo vamos a abrigarnos? Si tenemos hambre, {qué vamos a comer, yuyos y raices asquerosas? Si vuelven los perros, zcémo vamos a defendernos? El mono grande se quedé callado otra vez. Todos pensaban en Jo que acababa de decir, —Por eso, por todo eso, les digo: jvolvamos a la jaula!, jvol- vamos a nuestra casa! —concluyé el mono grande. Sus seguiido~ tes, y varios ntonos més, chillaron de entusiasmo e hicieron cémi- cos pasos de un baile simio. EI mono grande dejé el cencro del circulo y volvi6 a su sitio; haba terminado de hablar. Todos miraron a Babi. Sabfan que si no se ponfan de acuerdo, el viejo jefe tendrfa que pelear Pulguita no queria que pasara eso. Babti era bueno y sabio y lo cuidaba como si fuera su propio hijo. El mono grande cra mis joven y fuerte, seguro que ganaria. Pulguita ya eStaba deci- dido, no le importaba si habia pelea, ni nada: pasara lo que pasa- ra, él apoyaria a Babi, Aunque, claro, también sabia que los monos chicos nunca podfan opinar en las cosas de los adultos. YY E 1 viejo mono caminé lentamente hasta el centro. Estaba can- sado, A él no le gustaba discutir. Toda su vida habia sofiado con volver a ser libre y no entendia que los demas no pensaran lo mismo Cuando se colocé en el centro, levanté la cabeza y mir6 el arroyo. —Miren! —dijo Babi sefialando el agua—. ¢Alguna vez, en la jaula, vieron algo asi, el agua limpia, los peces saltarines? Todos miraron y se maravillaron al ver decenas de peces gue saltaban y brillaban como monedas plateadas. —cNo se dan cuenta? Es cierto que en la jaula tenemos comida y techo y que no hay peligro, pero no podemos hacer lo que queremos, no podemos trepar a los arboles, no pode- mas jugar, no podemos hacer nada; nada més que estar ahi, encerrados para siempre — Pero acé hay peligro! —protesté una mona, mientras, abrazaba a su pequefio. —<¥ qué vamos a comer? —le preguntaron otros. —Los yuyos no estan tan mal, ademés, ya encontraremos otras cosas; comer no es lo més importante de la vida. iEso si que era extrafio y nuevo! ;Cémo que comer no era lo mas importante? No habia nada en la vida de un mono que 37 fuera més importante que comer. Algunos se enojaron con Babi por haber dicho camafio disparate. —Lo que quiero decir —insistié Babi— es que aqui podemos comer lo necesario, pero que lo més importance es ser libres, poder ver el amanecer, contar las estrellus cle no- che o ver la hermosa cara de la luna. Podemos saltar por los Arboles, hacer que los pequefios aprendan de nuevo lo que sabjan nuestros padres y los padres de nuestros padres, allé en la selva: lo importante es vivir todos los dias de manera distinta. Babti se decuvo y los monos se quedaron callados espe- rando que continuara. Unos pensaban en comida; otros, en correr aventuras nunca imaginadas. —-Un dfa puede llover y hacer fr‘o, entonces aprendere- mos a buscar refugio, a calentarnos o, si hace calor, a bailar bajo la Lluvia, a abrir la boca para tomar el agua que cae de las nubes. Otro dia puede haber peligro, entonces aprenderemos a defendernos; somos inteligentes y podemos enfrentar a cual- quier enemigo. Nadie lo notaba, pero a muchos monitos les brillaban los ojos. A ellos les gustaba ese lugar, donde podian trepar a gusto y salear y jugar y perseguir cangrejos por la arena blanca u hormi- ‘gas ericre el pasco y arrojarse palitos a la cabeza. Pero los adul- tos estaban muy serios, seguro que no los iban a consulta. 38 De pronto el mono grande avanzé hacia el centro del circu- Jo. Los monos se quedaron asombrados: Siempre habia que esperar a que el que estuviese en el medio saliera, antes de tomar su lugar. Entrar al citculo cuando ha- bfa otro mono sélo significaba una cosa: pelea. Babi, sorprendido, vio al mono grande que ahora estaba delante suyo. No voy a pelear —le dijo el viejo—. Me ganarias facil- mente, yo soy viejo y tit-eres joven; ti tienes la fuerza de tus bra- 20s, yo sélo tengo la de mis suefios. Puedes golpearme, pero ni asi voy a cambiar;-no me moveré, ni siquiera si codos deciden volver a la. jaula; éste es mi hogar ahora. El mono grande estaba confundido. No sabia qué hacer: etenfa que golpear al viejo y convertirse en el nuevo jefe?, cte- ‘fa que dejarlo? Si lo dejaba, Babti seguiria siendo el Iider; si lo atacaba, sélo vencerfa a un viejo indefenso. Hasta él, que no era el mono més inteligence, sabfa que ganar de esa mane- ra no tendria ningtin valor. Pulguita, que habfa estado observando la discusién en silencio, no pudo aguantar més’ y también avanz6 hacia el centro del circulo. Los monos abrieron la boca de asombro. Nunca, pero nunca nunca en la historia de los monos, un monito habfa podido entrar al citculo. Entrar al circulo-cuando ya estaban so no se podia hacer! 39 en él los dos que iban a pelear por el liderazgo significaba que uno estaba dispuesto a pelear en lugar de otro. Pulguita no podia pelear en lugar de Babu, el mono grande lo destro- zaria. Pero Pulguita, que sabia poco de las leyes de los simios, tenia otros planes. Llegé al medio del circulo, se paré entre Babi y su rival y miré hacia arriba: jaquél si que era un mono grande! —No tienen: que pelear —les dijo—. Si es vetdad lo que dice Babi y todos somos libres, eso quiere decir que cada uno puede hacer lo que quiera. jAquélla si que era una idea nueva! {Sin dudas, Pulguita era muy listo! Los monos, sorprendidos, se largaron a hablar “todos al mismo tiempo, comentando esa locura de que cada uno hiciera lo que quisiera. ;Siempre habia habido un jefe! jBllos siempre obedecfan al jefe! ;El jefe era el que tenfa que pensar, no ellos! —jUn momento! —exclamé Babi—. Pulguira tiene razén. iY ahora, encima, el jefe le daba la raz6r! a un monito! Aquello era una cosa de locos, Jos monos estaban cada vez més confundidos. Entonces Babti le sefialé al mono grande un !uger, junto a un érbol: { 4 —jAllé! El mono grande comprendié y se colocé debajo del arbol sefialado. : Luego Babi avanzé fuéra del circulo y se colocé en otra punta, debajo de otro enorme érbol. ‘Con el mono grande en una punta, Babs en la otra y el circu- Jo de monos, con Pulguita en el medio, hubo un momento de confusi6n. Qué queria hacer Babii? ¢Significaba eso que ahora Pulguita seria el jefe? —iLos que quieran volver a la jaula, vayan con él! —orde- n6 Babi sefialando al mono grande—. Los que quieran que- darse, vengan aqui conmigo La confusién aumenté. Los monos discucfan, agicaban sus largos brazos, chillabani y dudaban. ‘No estaban acostumbra- dos a tomar decisiones Aquélla era una cuestin bastance dificil. Blegir encre le seguridad de la jaula, con su comida y su techo, o quedarse alli, a vivir peligrosas aventuras, pasar fio y cal vez hambre, pero ser libres para hacer lo quisieran hacer. Ladiscusién llev6 un buen rato. Los seguidores del mono grande no dudaron y se alinearon con él. Poco después, otros monos y ‘monas con sus pequefios hicieron lo mismo. Una de las monas miré a Babii con tristeza, y antes de irse con el mono grande, se le acercé y le dijo: a2 —Babi, lo siento, pero voy a volver a la jaula... lo hago por mi hijito, él necesita estar seguro y comer todos los dias ¥ se alejé hacia el mono grande y su grupo. Pero de a poco otros monos fueron acercindose a Babti —Nos quedamos —le dijeron—. Queremos vivir en li- bertad. Otra mona, que llevaba en brazos un monito bebé, se acer- 6 entonces a Babu. ‘ —Yo voy a quedarme —dijo—. Lo hago por mi hijito, él necesita ser libre Cuando el circulo se desarmé, lentamente Pulguita se ubi- 6 al lado de Babi. —Algiin dia —le dijo bajito el viejo, sonriéndole—, se- rds un gran jefe Pulguica lo comé de la mano y miré orgulloso a los de- més. ;: Poco después un grupo de monos emprendi¢ el regre- so al zoolégico. Sabfan que con sélo llegar al camino les bastaria. Esperarian alli hasta que algtin hombre los viera, y tarde 0 temprano serian Hevados de regreso a la jaula vaca. Babi, Pulguica y el otro grupo de monos no tuvieron mucho tiempo para pensar en la nueva sicuacién. Pronto 43 escucharon ladridos en Ia distancia y tuvieron que correr répidamente a los arbol baralla Por primera vez en sus vidas tenfan alg defender. cs para prepararse para una nueva 7g 0 muy valioso que Roy Berocay Nacié en Montevideo, Uruguay, en 1955. Es escritor. periodista y musico. Esta casado, tiene cinco hijos y cinco nietos. Le gusta pasar sus ratos libres en un balneario, en invierno frente al fuego de la estufa a lefia y en verano en la playa. Babu ~ Roy Berocay eae es

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