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JEREZ MIR, RAFAEL - Marx y Engels (El Marxismo Genuino) (OCR) (Por Ganz1912)
JEREZ MIR, RAFAEL - Marx y Engels (El Marxismo Genuino) (OCR) (Por Ganz1912)
S E R IE
H IS T O R IA D E L A F IL O S O F IA
18
MARX Y ENGELS:
EL MARXISMO
GENUINO
PROLOGO DE
ELOY TERRON
Profesor titular de Comunicación
en la Facultad de Ciencias de la Información
de la Universidad Complutense de Madrid
qn
C2J
E D IT O R IA L
C D IC IL
AUTORES: 21. SCHOPENHAUER
Y KIERKEGAARD:
1. ¿QUE ES FILOSOFIA? SENTIMIENTO Y PASION
EL HOMBRE Y SU MUNDO Manuel Maceiras Fafián
Manuel Maceiras 22. EL PENSAMIENTO
2. LA SABIDURIA ORIENTAL: DE NIETZSCHE
TAOISMO BUDISMO Luis Jiménez Moreno
CONFUCIANISMO 23. FREUD Y JUNG:
Tomás Gracia Ibars EXPLORADORES DEL
3. MITOLOGIA Y FILOSOFIA: INCONSCIENTE
LOS PRESOCRATICOS Antonio Vázquez Fernández
Angel J. Cappelletti 24. EL KRAUSISMO Y LA
4. DE LOS SOFISTAS A PLATON: INSTITUCION LIBftE
POLITICA Y PENSAMIENTO DE ENSEÑANZA
Tomás Calvo A. Jiménez García
5. ARISTOTELES: SABIDURIA 25. UNAMUNO, FILOSOFO
Y FELICIDAD DE ENCRUCIJADA
José Montoya y Jesús Conill Manuel Padilla Novoa
6 LA FILOSOFIA HELENISTICA: 26. ORTEGA Y LA CULTURA
ETICAS Y SISTEMAS ESPAÑOLA
Carlos García Cual P. J. Chamizo Domínguez
7. LA CULTURA CRISTIANA 27. HUSSERL Y LA CRISIS
Y SAN AGUSTIN DE LA RAZON
J. A. García-Junceda Isidro Gómez Romero
8. EL PENSAMIENTO 28. LOS EXISTENCIALISMOS:
HISPANOARABE: AVERROES CLAVES PARA SU
R Ramón Guerrero COMPRENSION
9 TOMAS DE AQUINO: Pedro Fontán Jubero
RAZON Y FE 29. MARCUSE, FROMM. REICH:
Jesús García López EL FREUDOMARXISMO
10. DE OCKHAM A NEWTON: José Tabemer Guasp
LA REVOLUCION DEL y Catalina Rojas Moreno
PENSAMIENTO CIENTIFICO 30. UN HUMANISMO DEL
Carlos Mínguez SIGLO X X : EL PERSONAUSMO
11. EL RENACIMIENTO: A. Domingo Moratalla
HUMANISMO Y SOCIEDAD 31. LA PSICOLOGIA HOY:
E. García Estébanez ¿ORGANISMOS O MAQUINAS?
12. EL RACIONALISMO Y LOS Pilar Lacasa
PROBLEMAS DEL METODO y Concepción Pérez López
Javier de Lorenzo 32. EL ESTRUCTURAUSMO:
13. EMPIRISMO E ILUSTRACION DE LEVI-STRAUSS A DERRIDA
INGLESA: DE HOBBES A HUME Antonio Bolívar Botía
J. C. García-Borrón Moral 33. FILOSOFIA Y ANALISIS
14. LA ILUSTRACION FRANCESA. DEL LENGUAJE
ENTRE VOLTAIRE J. J. Acero Fernández
Y ROUSSEAU 34. CRITICA Y UTOPIA:
Arsenio Ginzo LA ESCUELA DE FRANKFURT
15. KANT O LA EXIGENCIA DIVINA Adela Cortina
DE UNA RAZON MUNDANA 35. LA CIENCIA
Mercedes Torrevejano CONTEMPORANEA Y SUS
16. HEGEL, FILOSOFO IMPLICACIONES FILOSOFICAS
ROMANTICO A. Pérez de La borda
Carlos Díaz 36. LA ULTIMA FILOSOFIA
17. DEL SOCIALISMO UTOPICO ESPAÑOLA: UNA CRISIS
AL ANARQUISMO CRITICAMENTE EXPUESTA
Félix García Moriyón Carlos Díaz
18. MARX Y ENGELS:
EL MARXISMO GENUINO
Rafael Jerez Mir
19. COMTE: POSITIVISMO COORDINADORES:
Y REVOLUCION Carlos Díaz
Dalmacio Negro Pavón Manuel Maceiras Fafián
20. EL EVOLUCIONISMO: DE ' Manuel Padilla Novoa
DARWIN A LA SOCIOBIOLOGIA DIRECCION EDITORIAL
Rafael Grasa Hernández José Rioja Gómez
ganzl912
Cubierta: Javier del Qlmo
1. Introducción....................................................... 29
1.1. «Complejidad» del m arxism o.................. 29
1.2. ¿Engels frente a Marx?: la historia como
respuesta.................................................... 31
1.3. Breve apunte de una época revoluciona
ria ................................................................ 33
1.3.1. Capitalismo y revolución indus
trial .................................................. 34
1.3.2. Revolución política y revolución
cultural............................................ 35
1.3.3. Revolución filosófica y crisis de la
filosofíaclásica ................................ 38
7
3.3. Junto a Feuerbach, frente a Hegel; fren
te a Feuerbach, pensando en la acción
política ........................................................ 65
3.3.1. La «verdadera democracia», supe-
radora del Estado y de la burocra
cia ..................................................... 66
3.3.2. El problema judío o la emancipa
ción social ....................................... 67
3.3.3. La situación en Alemania: descu
brimiento del proletariado y ¡gue
rra a todo lo existente! ............... 70
8
i
6.3. La necesaria definición del socialismo
cien tífico..................................................... 105
6.4. La «médula de una nueva concepción del
mundo» ....................................................... 107
6.5. La concepción materialista de la historia,
clave teórica general de la ciencia de la
historia ....................................................... 111
6.6. La ciencia del capitalismo, ciencia de la
revolución .................................................. 117
9
8.5.1. De la circulación a la producción;
de la apariencia a la realidad ... 153
8.5.2. Profundizando en la realidad: del
valor a la plusvalía................... ... 156
Apéndice..................................................................... 187
1. Texto com entado.......................................... 189
2. Selección de textos: cuestiones y activida
des .................................................................. 198
Glosario...................................................................... 203
Bibliografía................................................................ 207
10
P r ó lo g o
11
Este clima, al menos en nuestro país, fue tan general,
que no hace mucho uno de nuestros más destacados
intelectuales dijo que por los años sesenta todos éra
mos marxistas.
La diversidad de interpretaciones nacidas de la obra
de Marx y Engels daba la impresión de que era un
inmenso centón en el que se podía entrar a saco para
proveerse de los elementos y piezas que cada uno ne
cesitaba para construir su sistema o doctrina particu
lar. A fomentar y reforzar estas tendencias colaboraron
otros factores o agentes muy importantes, algunos de
ellos muy poderosos: el acceso de nuevas capas de po
blación a la cultura, al margen de la clase media, guar-
diana de la cultura «tradicional»; la fragmentación so
cial, generada por los medios de comunicación de ma
sas y la fascinación adquisitiva (estimulada por la frag
mentación de la oferta), que aísla a los individuos y los
impulsa a entretenerse con las cosas; el impacientismo
y la urgencia por alcanzar el objetivo; el clima social
que arrastra a los individuos al éxito y al disfrute; el
ascenso de la Unión Soviética a la categoría de primera
potencia, después de derrotar a los ejércitos del Tercer
Imperio hitleriano; la gran oleada de la descolonización
de los pueblos del tercer mundo; la guerra fría y la
enconada lucha en los frentes de la cultura y de la pro
paganda contra el comunismo y su teoría filosófica y
política, que arrastró a todos los países capitalistas a
utilizar enormes fondos para la lucha ideológica y para
la propaganda en las formas más refinadas.
Otro factor que ha ejercido (y ejerce) gran influencia
sobre el marxismo es el clima de acoso y de hostilidad
contra la gran mayoría de los partidos marxistas (socia
listas y comunistas) en los países capitalistas más avan
zados, que, para no aparecer como aliados y avanzadi
llas de la Unión Soviética, se vienen esforzando por
edulcorar sus programas y por desprenderse de rasgos
tan característicos y comprometedores como el leninis
mo, la dictadura del proletariado y otros principios po
líticos y filosóficos.
El deseo de encubrir las ideas propias o las de otros
con la etiqueta de marxismo para beneficiarse de sus
éxitos y de su atractivo, y el deseo de hacer más tole-
12
i
rabíes los partidos y organizaciones comunistas en los
países capitalistas, han inducido a muchos escritores e
intelectuales, así como a propagandistas políticos, etc.,
a apropiarse fragmentos de la teoría elaborada por Marx
y por Engels para componer sus concepciones ideoló
gicas, que son proclamadas como «desarrollos» o «co
rrecciones» del marxismo. Así nacieron (y nacen) las
diversas «corrientes» marxistas: el reformismo de Bers-
tein, los marxismos socialdemócratas, el socialismo ita
liano (de Lábriola o Gramsci), el austromarxismo, el de
Kautsky, el maoísmo, el che-guevarismo, y otros mu
chos, que han alcanzado amplia difusión potenciada
por los medios de comunicación de masas de los países
capitalistas más avanzados.
Lógicamente, la proliferación de los marxismos se
intensificó extraordinariamente a la vista de los resul
tados de la prueba de fuego que significó el ataque del
Tercer Reich hitleriano a la Unión de Repúblicas Socia
listas Soviéticas, que no sólo resistió a la máquina mi
litar más perfecta de la historia humana, el ejército im
perial alemán, sino que lo aniquiló en las mayores ba
tallas conocidas. Esta proliferación encontró una aco
gida muy favorable en sociedades penetradas por el
escepticismo y por la fragmentación social y de la oferta
comercial; unas sociedades en las que, aparentemente,
se luchaba (y se lucha) contra todo dogmatismo, con
tra el autoritarismo, y en las que se fomenta la es
pontaneidad, el individualismo abstracto, la permisibi-
lidad y la autosatisfacción, exigidos por las condicio
nes sociales de la sociedad de consumo.
Otro factor importante en la proliferación de los
«marxismos», condicionado por su éxito y su puesta de
moda, fue la acogida dispensada por Tos profesores de
filosofía que enseñaban el marxismo como una filoso
fía más en los distintos niveles académicos. En este
caso los profesores de filosofía se orientaban en tres
sentidos diferentes: 1) a la exégesis rigurosa de los tex
tos; pero exégesis formal, y, por tanto, 2) a la desvincu
lación del marxismo de las condiciones objetivas que le
dieron vida y de su destinación a la práctica; y, 3) al
impulso analítico y diferenciador, que descubre distin
ciones, oposiciones y hasta contradicciones, entre fases
13
diferentes de su elaboración, en una obra condicionada
por motivaciones y propósitos muy diversos y no acu
ciados por los formalismos académicos.
14 i
que responden a exigencias profundas de la condición
humana, tales como: 1) conocer el origen y destino te
rrenal y último de las hombres; 2) estar convencido y
confiar en que una Providencia, sabia y buena, vela
sobre los hombres y en que nada sucede sin su consen
timiento; y, 3) satisfacer la necesidad de sumergirse en
la vivencia y exaltación de lo colectivo y de sintonizar
con la masa a través de la filiación divina, de la comu
nión de creencias y de la uniformidad de las conciencias
de los fieles. No es necesario recalcar que estos tres fac
tores, que son los principales componentes de toda re
ligión organizada, constituyen asimismo sus contenidos
movilizadores y fascinantes.
A la vista de las miserias y del envilecimiento de las
masas de su tiempo, sobre todo de las masas trabajado
ras, Marx y Engels llegaron a la convicción de que las
causas de tan miserable condición eran sociales. Como
consecuencia, se entregaron a la tarea de descubrir
las causas del cambio social y, más concretamente, las
leyes de desarrollo de la sociedad capitalista, convenci
dos de que, si conocían la anatomía y la fisiología de
esta formación social, dispondrían de una teoría, de una
ciencia que serviría de guía para dirigir el cambio de
la sociedad. Sin embargo, aleccionados por los innume
rables arbitristas y los creadores de utopías, en el sen
tido de que no bastaba con disponer de un hermoso y
armónico plan de organización social para que los hom
bres lo aceptaran y asumieran con el fin de estable
cerlo y adoptarlo, se propusieron indagar la clase o
las clases que, por sus condiciones objetivas, estaría
dispuesta a llevar a cabo él proyecto que resultase de
cada situación.
Los fundadores del marxismo se enfrentaban así con
dos tareas fundamentales: la elaboración de una cien
cia para guiar la acción, y la búsqueda de un sujeto
que tomase, sin reservas, esa ciencia como guía.
La tarea más dura y difícil en los años 40 y 50 del
siglo pasado era la de elaborar una ciencia rigurosa y
eficaz para investigar, para analizar la situación social,
y para orientar su transformación. Hay que reconocer
que, en aquellos años, no sólo no existía una ciencia
15
f
16
mo, una tarea difícil, que exigía la aplicación apasio
nada de la ciencia de la sociedad, recién creada.
En este sentido, el marxismo ofrece, por primera vez
en la historia, una teoría científica racional y dialéc
tica para desarrollar, orientar y fortalecer la solidaridad
de los trabajadores, explotados y oprimidos, con el
propósito de aunar sus esfuerzos en pro de su eman
cipación, que es, al mismo tiempo, la emancipación de
la humanidad. Hasta ahora no ha existido ninguna doc
trina política ni ningún credo religioso que haya des
tacado con tanto entusiasmo la solidaridad, la fraterni
dad, la cooperación y el asociacionismo, como el mar
xismo, y menos con propósitos tan nobles y elevados.
Esta faceta del marxismo es la que ha despertado sus
efectos más atractivos entre las clases más desvalidas
de las sociedades industriales y en los pueblos atrasa
dos del tercer mundo. Esta aplicación constante a la
fraternidad de los oprimidos y a su solidaridad cons
ciente contra la clase opresora y explotadora, ha pro
porcionado al marxismo adhesiones fervorosas y entu
siastas, y ha dotado a la acción política de los partidos
marxistas (comunistas y socialistas) de una eficacia sor
prendente, que cuenta con innumerables ejemplos ex
traordinarios durante la Segunda Guerra Mundial y du
rante las numerosas guerras de liberación desde el final
de aquélla, en 1945.
17
Es evidente que, por primera vez en la historia del
conocimiento humano, el marxismo ofrece a los hom
bres las líneas básicas para elaborar:
1, Una concepción científica de la historia y del
mundo, abierta y bien dispuesta para recibir e integrar
las nuevas aportaciones de las ciencias. Esta concep
ción reemplaza con indudables ventajas a las viejas
concepciones mítico-religiosas, procedentes de la más
lejana antigüedad, y a las concepciones (cosmovisio-
nes) filosóficas, edificadas sobre las anteriores. Unas y
otras habían satisfecho las inquietudes de unas pobla
ciones agrícolas, encerradas en los límites de sus hori
zontes físicos, pero parecían completamente inadecua
das y obsoletas para una población que había alcan
zado los límites de la Tierra, había establecido la uni
dad de la especie humana y había puesto en marcha la
revolución industrial, la más firme promesa de la eman
cipación de los hombres de la miseria y de las penali
dades del trabajo embrutecedor.
2. Una ciencia que aspiraba a acoger e integrar toda
la experiencia nacida de la actividad humana, en todos
los órdenes de la vida y, al mismo tiempo, que era
adecuada para orientar y guiar toda la acción de los
hombres. Una ciencia que, por primera vez, proponía
como criterio de verdad la prueba de la práctica: uni
dad de teoría y práctica para sacar a las ciencias del
limbo de la contemplación y de la autosatisfacción
edificante. En todos sus esfuerzos teóricos, Marx y En-
gels se han atenido con todo rigor a esta intima vincu
lación entre teoría y práctica, y a la de su fuente, el
pensamiento y la acción.
3. La unidad de la ciencia y del humanismo no se
concreta solamente en el hecho de poner en el centro de
todas las preocupaciones de Marx y de Engels la eman
cipación de los hombres de toda explotación y de toda
opresión social física (militar y policíaca), sino, lo que
es mucho más difícil, en ayudar a los hombres a libe
rarse de las opresiones espirituales externas y, sobre
todo, de las instaladas en sus propias conciencias, como
consecuencia de las presiones institucionales políticas y
18
religiosas. Al servicio de este humanismo ponen incon
dicionalmente todo su enorme y crucial esfuerzo teó
rico.
19
los hombres, enfrentados con un mundo en constante
j Sin embargo, su verdadera talla como estucioso y
transformación.
í como investigador del pensamiento y sus funcio tes la
¡ puso de manifiesto en su trabajo de tesis doctoral so-
De la oportunidad del libro y acerca del autor Ii bre Manuel Sales y Ferré y los orígenes de la sociología
en España. De hecho se trata de un trabajo de investi-
i gación de enorme alcance para entender las relaciones
Hasta los años cincuenta las publicaciones sobre mar
i recíprocas entre la organización social y el pensamien
xismo se podían clasificar con precisión en dos grandes
to; es éste un estudio riguroso, tanto por su profundi-
apartados: contra el marxismo y a favor del marxismo.
¡ dad y originalidad intelectual como por su metodología.
A partir del ascenso de la URSS al rango de primera
f Es lamentable que la mayor parte de esta obra perma-
potencia mundial, como ya se ha señalado anteriormen
í nezca inédita.
te, la literatura sobre el marxismo se hace enormemen
te compleja y confusa: hay publicaciones abiertamente Se hacía necesario destacar la gran preparación inte
antimarxistas, también las hay antimarxistas sin men lectual, la capacidad investigadora de Rafael Jerez, para
cionar el marxismo y, lo que es más notorio, aparece l ratificar el acierto de haberse encargado de exponer
\ los hallazgos teóricos principales de los fundadores del
el antimarxismo de izquierda; existe asimismo una lite
ratura proclive al marxismo, pero que, a pesar de las marxismo. Conviene señalar de partida que Rafael Jerez
no ha sido ni es un especialista en marxismo; pero
buenas intenciones, genera mayor confusión (conviene
como es un estudioso perseverante, riguroso y objetivo,
señalar que estas dos últimas categorías han sido y
se entregó con todas sus fuerzas al trabajo, y ha con
son, sin duda, las más prolíficas e influyentes); y existe,
seguido un libro profundo y valioso. El enfoque es va
no cabe duda, un reducido número de libros que se es
liente y atrevido, muy apropiado a las personalidades
fuerzan seriamente en estudiar el marxismo, en anali
que estudia. Se ha esforzado con entusiasmo y con ri
zar con rigor y objetividad los hallazgos y aportaciones
gor en poner de relieve las condiciones sociales y la
de Marx y de Engels. Es en este último apartado donde
actividad práctica de Marx y Engels frente a ellas, y tal
hay que situar este libro de Rafael Jerez-
es su empeño de objetividad que descubre en seguida
Desde hace una quincena de años, de una manera
una de las cualidades más destacadas de ambos: la ex
callada y discreta, a través de unos pocos libros, de ar
cepcional capacidad expositora, así como la facilidad y
tículos de revistas y de limitadas intervenciones en con
claridad para difundir su pensamiento, siendo conscien
gresos y conferencias, Rafael Jerez nos viene demos
tes, como eran, de que se dirigían a trabajadores poco
trando su valía y capacidad como estudioso del pensa
o nada habituados al manejo de los recursos intelectua
miento filosófico en general, y de la evolución de la
les; en otras palabras: Marx y Engels sabían muy bien
sociedad española y de su correspondiente ideología, en
lo que querían decir y lo dijeron con claridad meri
particular. Inició su aportación intelectual con un libro
diana. Consciente de ello, Rafael Jerez elabora una
breve, pero muy ambicioso, Filosofía y sociedad, que
breve, pero metódica exposición del pensamiento de
constituye un intento muy serio de explicar el pensa
los fundadores del marxismo y les hace hablar por sí
miento filosófico de cada época en función de las exi
mismos con gran profundidad y claridad. Este puede
gencias humanas de justificación de creencias, intere
ser el valor más destacado del presente libro.
ses y comportamientos, o de comprender la situación de
los hombres en el universo y en la historia en base a
Eloy Terrón
los recursos cognoscitivos que, en cada momento, les
proporciona la experiencia derivada de su tecnología.
Fue éste, sin duda, un buen comienzo.
20
21
Cuadro cronológico com parado
ACONTECIMIENTOS ACONTECIMIENTOS
MARX-ENGELS CIENTIFICOS Y FILOSOFICOS
ECONOMICOS Y POLITICOS
. .
ACONTECIMIENTOS ACONTECIMIENTOS
MARX-ENGELS
ECONOMICOS Y POLITICOS CIENTIFICOS Y FILOSOFICOS
1847. —Textos doctrinales básicos 1847. —Liga de los Comunistas. 1847.—Principio de conservación
de la Liga de los Comunis —Crisis cíclica capitalista. de la energía (Mayer).
tas. —Crisis de subsistencia en
—Miseria de la filosofía (M arx) Prusia.
1848. —Luchando por la revolución 1848. —Revolución europea. 1848.—Nueva Gaceta Renana.
en Alemania.
—Manifiesto comunista.
1849. —De Alemania a Inglaterra. 1849. —Contrarrevolución triunfan
1849.—Velocidad de la luz.
te. —Segundo principio termodi
námica (Clausius).
1850.—Balance político de la revo 1850. —Golpe de Estado de N apo
lución; trabajos históricos. león en Francia.
—Nueva Gaceta del Rin.
—E ngels, en Manchester: c o
mienzo correspondencia con
M a rx .
1852.—Napoleón, em perador. 1852.—Catecismo positivista (Com-
—Disolución de la Liga de los TE).
Comunistas.
—Expansión económica.
—Emigración a Australia y
Estados Unidos.
ACONTECIMIENTOS ACONTECIMIENTOS
MARX-EN GELS
ECONOMICOS Y POLITICOS CIENTIFICOS Y FILOSOFICOS
i
I n tr o d u c c ió n
29
sente, y década tras década, aumenta el número de
sociedades socialistas —sociedades oficialmente mar-
xistas— y la historia de la humanidad aparece con
dicionada, principalmente, por la confrontación entre
el capitalismo y el socialismo; sobre todo, entre sus
pontencias hegemónicas respectivas.
En los países socialistas, el marxismo se presenta
como una teoría y una práctica estrechamente relacio
nadas y basadas en el pensamiento y la obra de Marx,
Engels y otros grandes «clásicos». La teoría es com
pleja, pero se entiende que esa complejidad se encuen
tra básicamente ya en los propios clásicos y, ante todo,
en Marx y en Engels; su evolución se interpreta desde
el punto de vista de la evolución práctica de los parti
dos revolucionarios marxistas, de las revoluciones triun
fantes, y de sus principales líderes y teóricos.
En nuestras historias de la filosofía domina, en cam
bio, la exposición exclusiva de la teoría, y, aunque
se habla también de la «complejidad» del marxismo,
ésta tiende a fundamentarse en la diversidad históri
ca de los varios «marxismos». Así, por ejemplo, el joven
Marx se contrapone al Marx maduro; Engels, a Marx;
el marxismo engelsiano, al marxiano; el dogmático, al
crítico; el estalinista, al antiestalinista; el oriental, al oc
cidental; el ortodoxo, al heterodoxo; etc. Con el resul
tado (frecuente) de que el lector no acaba nunca de
entender bien en qué consiste propiamente el marxis
mo: es decir, el núcleo inteligible, objetivo y común
que permite hablar de los diferentes marxismos como
del «marxismo». Ni tampoco acaba de entender, por
supuesto, su historia: la lógica de su producción his
tórica, de su continuidad y complejización (o simplifi
cación) histórico-social.
En principio, una introducción al marxismo tiene por
objeto alcanzar una idea básica, suficientemente clara,
sobre su naturaleza (filosófica, científica, política). Y,
en cualquier caso, si el método genético —la explica
ción de los seres y procesos, de su naturaleza, por su
origen— es un método heurístico eficaz, el esclareci
miento de la naturaleza del marxismo por su origen
parece especialmente oportuno, teniendo en cuenta su
notoria importancia ideológica y política actual y el
30
confusionismo dominante al respecto en la bibliogra
fía, tomada en su conjunto.
Indudablemente, un conocimiento mínimamente rigu
roso de los orígenes, formación y evolución del pensa
miento y la obra de Marx y Engels supone una garantía
seria, en tanto que proporciona el «hilo conductor»
necesario para orientarse —con una opinión propia só
lida y fundada— en el aparentemente «complejo» hori
zonte del marxismo teórico, político y teórico-político
de nuestro tiempo. Por lo demás, la lectura directa de
los textos es imprescindible para comenzar a calibrar
su verdadera riqueza: ésa es la razón de que, en la
medida de lo posible, y lógicamente en forma muy frag
mentaria, se haya optado aquí por prescindir de todo
otro tipo de cita para incluir el máximo de citas tex
tuales en el conjunto de la exposición.
31
paralelamente, determinados marxistas contraponen la
figura histórica de Marx como foco del —verdadero—
marxismo a la de Engels, supuesto desvirtuador del
mismo. Posteriormente, la primera polémica se exten
dería al interior del propio movimiento marxista, mien
tras la segunda continuaría ahondando la distancia en
tre las posiciones del marxismo soviético (y afín) y las
correspondientes a una gran parte de los marxismos
occidentales.
Sin entrar a fondo en esa polémica, por lo demás in
comprensible, en definitiva — si no es en el contexto
del estudio científico de la sociedad actual y de su ló
gica, con especial atención a la problemática propia de
la lucha política e ideológica mundial (a sus contradic
ciones y desarrollos más característicos)— , del estudio
que aquí se hace se desprende la continuidad histórica
y teórica del pensamiento y de la obra de las distintas
fases de la evolución de Carlos Marx; y, además, tam
bién se desprende la naturaleza común y consciente
mente compartida, conforme a una división personal
del trabajo cada vez más sistemática, del pensamiento
y de la obra de Carlos Marx y Federico Engels.
Y no se trata, desde luego, de un problema de inter
pretación, en la medida en que los datos parecen in
cuestionables. He aquí, por ejemplo, algunos hitos bio
gráficos. El pensamiento del joven Engels fue decisivo
para que el joven Marx, en París y en 1844, madurara
el suyo. Juntos se lanzaron entonces a la «crítica de
todo lo existente», comenzando por el ajuste de cuentas
con la teoría dominante en la época, para pasar, luego,
de la teoría a la práctica. Juntos esbozaron la concep
ción materialista de la historia, aunque sin duda Marx
estuvo mejor dotado para el trabajo genial del creador,
mientras que Engels fue siempre mejor divulgador, más
capaz en orden a la socialización de la teoría. Marx se
especializó en la ciencia del capitalismo, ciertamente la
matriz y la prueba de fuego de la potencia histórico-
social del pensamiento marxista, y Engels, en la ciencia
militar. Uno y otro se alternaron en el trabajo político,
en la organización del movimiento obrero en formación.
Y, si el último Engels fue sobre todo el polemista fe
cundo y el educador político que luchó con éxito en la
32
T
33
dades señeras especialmente, dependen de la naturaleza,
de las condiciones de posibilidad y de las limitaciones
de su medio social propio.
34
dominio demográfico y en el tecnológico; en el político
y social; y, en fin, en el del pensamiento mismo.
El despegue demográfico, sin precedentes históricos
desde la revolución neolítica, se debe fundamentalmente
al desarrollo técnico e industrial, que permite mejorar
la alimentación, la higiene y la salud humanas. La revo
lución industrial, por otra parte, marcha estrechamente
condicionada por la consolidación de las relaciones de
producción capitalistas, y a su vez las condiciona. En
la medida en que se impone, el capitalismo desaloja a
los braceros y a los pequeños propietarios de la tierra,
proletariza al artesanado, e industrializa el trabajo agrí
cola y el gremial, proporcionando la mano de obra ne
cesaria para atender con salarios bajos la producción
capitalista en la industria, la mina y el campo.
Aunque la revolución industrial tiene su origen en la
industria textil, en Inglaterra y en algunos otros enclaves
europeos (Cataluña, por ejemplo) «la época de la revo
lución industrial» es propiamente la época correspon
diente a las décadas centrales del siglo xix, cuando el
capitalismo se consolida a nivel mundial, el sistema
fabril se generaliza en las naciones más dinámicas, y la
industrialización se extiende a la siderurgia, el ferro
carril y la navegación a vapor hasta constituir la infra
estructura necesaria para la existencia de un auténtico
mercado interior y un mercado mundial en expansión.
Aparte de esto, la dinámica interna del sistema desenca
dena la crisis periódica del mismo, así como, a largo
plazo, su transformación estructural progresiva, pasán
dose del capitalismo caracterizado por la libre compe
tencia y la empresa familiar, al capitalismo proteccionis
ta y crecientemente monopolista y financiero de finales
del siglo pasado y principios de éste. "
35
tebración política feudal, el estado «absoluto» y las le
yes señoriales.
No es una casualidad, por tanto, que la época de la
definitiva transición al capitalismo como sistema do
minante a escala mundial sea también la de procesos
políticos tan revolucionarios como la independencia de
los Estados Unidos de América, la revolución francesa,
las guerras napoleónicas y sus efectos políticos antiab
solutistas, la crisis del imperio español y la indepen
dencia de las naciones iberoamericanas continentales,
y, en fin, la época del comienzo de la superación defi
nitiva del feudalismo político y jurídico en Europa en
general.
Tras las revoluciones de 1830 y 1848, antes o des
pués, con más o menos limitaciones, la tendencia polí
tica a la unidad nacional y a la sustitución del estado y
de las leyes feudales por el estado y las leyes liberales
acaba de imponerse aunque en determinados casos
este proceso no madure definitivamente hasta los co
mienzos de nuestro siglo. Por lo demás, consolidado
el capitalismo, el período de larga depresión crónica
de 1873-1896 es también el de la transición de su forma
familiar «clásica» al capitalismo monopolista, el período
de la agudización de las contradicciones entre las prin
cipales potencias políticas, entre Inglaterra y las nacio
nes más industrializadas que le disputan ya, con posibi
lidades de éxito, el predominio en los mercados mundia
les. Es, por eso, la época del armamentismo creciente
y de los orígenes del imperialismo político del siglo xx,
y en ella se gestan los conflictos políticos y bélicos que
llevarán a la primera gran conflagración mundial.
La lógica general de los cambios sociales del si
glo xix, y en particular los costes sociales —más noto
rios— de la transición al capitalismo, de un lado, y la
reacción de la clase feudal, del otro, favorecen la apa
rición de una vanguardia liberal, democrática y peque-
ño-burguesa, de nuevas clases medias y, ante todo, de
la clase obrera. Los intelectuales más progresivos de
nunciarán las formas más inhumanas del trabajo asala
riado (las largas jornadas, extenuantes; el trabajo de
mujeres y niños). Los partidos democráticos lucharán
por el estado liberal y sus líderes impulsarán las re-
36
formas sociales. Algunos diseñarán alternativas teóricas
socialistas (socialismo utópico *) y otros soñarán con
una solución política radical y revolucionaria, que ponga
definitivamente fin a los problemas sociales y del indi
viduo (activismo político revolucionario, igualmente utó
pico). Con ellos, entre ellos, junto a ellos, se irá for
mando el movimiento obrero, sus primeros sindicatos y
partidos, para madurar definitivamente distanciándose
de ellos, e incluso, a veces, situándose frente a ellos.
Asimismo, la época de la revolución industrial es tam
bién revolucionaria en el dominio de la cultura: surgen
las ciudades modernas, con su actividad social caracte
rística (cafés, periódicos, teatros, nuevas diversiones),
las costumbres tienden a secularizarse relativamente, se
desarrolla la universidad moderna de matriz napoleó
nica, y las ciencias positivas tienen un auge revolu
cionario. Esto último, y la crisis paralela de la crea
tividad filosófica de tipo clásico (la construcción de
sistemas filosóficos coherentes, capaces de resumir de
algún modo la experiencia humana de toda una época),
mientras se generaliza la mentalidad positivista (la aten
ción a lo positivo, a los hechos, a lo práctico y real),
son, probablemente, lo más significativo en este do
minio.
Numerosos especialistas —con independencia en ge
neral de los avances técnicos, primero, e incidiendo
luego progresivamente sobre ellos (hasta acabar diri
giéndolos en nuestro siglo y dando origen a lo que se
ha llamado revolución científico-técnica—, movidos ante
todo por la pasión de entender la realidad, se esfuerzan
en elevar el enorme acervo de datos y conocimientos
ganados por el hombre, por la revolucionaria amplia
ción de su acción y experiencia (físico-química, bioló
gica, social) desde el Renacimiento en adelante, a teoría
verificable experimentalmente, capaz de dar cuenta así
de todos los datos conocidos, de generar otros muchos
y de guiar predictivamente la acción humana con efi
cacia creciente.
37
Tras la asimilación histórico-social de la revolución
newtoniana, que elevó nuestro conocimiento del movi
miento de los sólidos —terrestres y celestes de escala
terrestre— a ciencia experimental, los científicos de fi
nales del siglo xvm y, sobre todo del xix, lograban
construir las diferentes ciencias básicas de lo inorgá
nico (físico-químicas), en tanto que ponían las bases
de las biológicas (o de lo orgánico) y de las sociales
(la economía, la historia, la sociología y demás).
38
;
niales que más y con mayor éxito se esforzaron por
elevar a pensamiento máximamente abstracto y general
(y por ello, en un lenguaje en principio difícil para el
hombre común) la acción y experiencia que el hombre
moderno iba ganando. De este modo, poco a poco, fue
ron sustituyendo la concepción teológica medieval del
mundo por una filosofía moderna, coherente con la
enorme ampliación de la experiencia histórica. Y esa
filosofía viene a culminar en Alemania —no por casua
lidad— a finales del siglo xvm y en la primera mitad
del xix.
En el contexto de la filosofía alemana destacan, ante
todo, las figuras de Kant y Hegel. En Kant se integran
la problemática teórica del racionalismo filosófico y
del empirismo inglés, la ilustración europea y la ciencia
newtoniana; en definitiva, el pensamiento más elevado
de la época y las tendencias dominantes de la práctica
histórico-social. Kant interpreta con rigor creciente
—desde el idealismo filosófico *, y con un lenguaje que
es casi siempre en exceso difícil y abstracto— la extra
ordinaria experiencia revolucionaria del hombre europeo
en la transición del siglo xvm al xix. Fichte y Schelling
enriquecen en alguna medida esa interpretación básica.
Hegel la supera definitivamente, integrándola creativa
mente en la suya propia.
Aunque formalmente Hegel niega que la naturaleza
tenga una historia —un despliegue en el tiempo—, que
haya una única historia natural de la que el hombre
forme parte, en la práctica su filosofía resulta de una
interpretación de la acción y experiencia ganada por el
hombre a lo largo de su historia (y en relación con la
naturaleza, el hombre mismo y el pensamiento humano
en particular) en términos de cuatro supuestos filosófi
cos (máximamente abstractos y generales) fundamenta
les: la unidad, el dinamismo, el carácter histórico y el
carácter esencialmente contradictorio de la realidad
(en su conjunto, en los niveles ontológicos que la cons
tituyen y en las individualidades constitutivas de cada
uno de esos niveles) y del pensamiento. A eso lo llama
dialéctica *. Y, formalmente, su filosofía es también un
idealismo filosófico *.
Pero Hegel será el último de los grandes filósofos
39
clásicos. El desarrollo revolucionario de las ciencias
positivas (experimentales y sociales) en pleno siglo xix,
cuando el hombre bate sistemáticamente los distintos
niveles constitutivos de la realidad (inorgánicos y orgá
nicos), elevando a ciencia experimental el conocimiento
empírico secular de los mismos, hizo en adelante impo
sible que un único hombre, por genial que fuese, lograra
abarcar el conjunto de la experiencia humana en un sis
tema teórico de tipo filosófico, capaz de resumir todo
el saber teórico contemporáneo y de orientar eficaz
mente de algún modo el progreso práctico.
Por lo mismo, no es una casualidad que, tras Hegel,
lo más vivo de su filosofía sea el método; que filósofos
y científicos se revuelvan contra su sistema por lo ge
neral; que la mentalidad positivista se extienda, mien
tras las filosofías irracionalistas más originales no con
siguen consolidarse basta las décadas conflictivas de
finales de siglo. Pero ésta es ya otra historia a abordar
de forma más sistemática y concreta, en relación con
la problemática central de este estudio.
40
i
I
2
i
U n p u n ta l b á s ic o :
C a r lo s M a rx (1818*1843)
41
sos durante el período de influencia política francesa,
intentando en principio atraerse a la población; además,
al amparar a los mercados prusianos con la tarifa pro
teccionista de 1818, daría salida a los viñedos del Mo-
sela, mientras promovía a los funcionarios más cultos
en la administración local y evitaba el conflicto con el
catolicismo y la Iglesia católica, socialmente dominante
en la región.-
Sin embargo, esta política prusiana no tuvo éxito en
Tréveris, y, hacia 1830, la recuperación de las ideas
políticas liberales (e incluso más radicales), determinó
la adopción de una política represiva por parte del go
bierno prusiano. La política de unión aduanera de Pru-
sia con otras regiones alemanas hundió la economía
vinícola del Mosela a partir de 1828. Por entonces, un
cuarto de la población vivía de la caridad pública, re
surgía la francofilia, y el arzobispo se veía obligado a
condenar desde el pulpito las teorías del conde de
Saint-Simon, Cl. H. de Ruovroy (1760-1825), mientras el
secretario del ayuntamiento, L. Gall, propagaba en la
ciudad el socialismo igualmente utópico de Fr. Ch. Fou-
rier (1772-1837) y difundía panfletariamente la teoría de
la explotación de unas clases por otras.
En esta ciudad, cuajada de monumentos del pasado,
entre sus habitantes de clase media acostumbrados a
las libertades liberales —con médicos, profesores y abo
gados aficionados a las investigaciones arqueológicas y
una ciudadanía con un fino sentido histórico fruto de
la experiencia—, recibió su primera formación Carlos
Marx. Es cierto que, por su origen familiar, era judío,
y que los judíos —especializados largamente en el co
mercio y en las finanzas— vivían en un «ghetto» histó
rico y social: Napoleón les había privado de los dere
chos que les diera la revolución, mediante un decreto
de 17 de marzo de 1808, obligándoles a practicar una
usura oscura, clandestina; Federico Guillermo III los
expulsó luego de las funciones públicas. Pero el padre
de Carlos, H. Marx (1782-1838), había sabido sobrepo
nerse en tan duras condiciones.
Vinculado —como su mujer, H. Pressburg (1787-1863),
más conservadora— a una tradición rabínica secular,
H. Marx fue siempre un hombre abierto a las nuevas
42
J
43
Karl Marx.
45
la sátira demoledora, Carlos Marx era respetado por
sus compañeros, la mayor parte hijos de granjeros, ar
tesanos y gentes de la clase media baja, católicos y des
tinados por sus familiares al sacerdocio, con vistas a
su promoción social. Por lo demás, aquellos eran tiem
pos de control ideológico y represión política en Re-
nania. Hugo Wittenbach, el director, formado en el
racionalismo ilustrado francés, crítico y liberal, y en
una moral protestante de tipo kantiano, era jefe del
partido constitucional moderado de Tréveris y defensor
de la monarquía ilustrada frente al despotismo militar.
Vinculado estrechamente al liberalismo renano de los
primeros años treinta, fue puesto bajo observación por
el gobierno —lo mismo que otros profesores del Insti
tuto— , amenazado de destitución, y finalmente forzado
a compartir la dirección con un profesor reaccionario,
Loehrs, a quien se le encomendó la disciplina del centro.
Carlos Marx se vio, pues, inmerso en este ambiente
crítico y dinámico. En 1834, con motivo de la organiza
ción de un banquete en honor de los diputados libera
les de Tréveris en el Club del Casino, se intensificó el
control político, ideológico y disciplinario del Instituto,
objeto de decenas de informes policiales entre 1833 y
1835 en los que se acusaba a una parte del profesorado
de mantener ideas filosóficas y políticas radicales, y al
alumnado, de redactar poemas políticos y leer escritos
prohibidos (uno de los alumnos sería detenido y pasa
ría varios meses en prisión preventiva).
46
¿
Además, se ha conservado un texto importante, es
crito por Marx con vistas a revalidar sus estudios me
dios, que resume bastante bien la primera asimilación
personal de los estímulos culturales recibidos en su me
dio social primario: la familia, la parroquia, el insti
tuto y los amigos, mayores y pequeños.
Estas «reflexiones de un joven al elegir su profesión»
comienzan resaltando la libertad moral del hombre: a
diferencia del animal, el hombre puede y debe elegir los
medios necesarios para realizar el fin general que Dios
le ha trazado, «ennoblecer a la humanidad y ennoble
cerse a sí mismo».
47
Sobre todo, hay algo muy concreto que todo joven
debe tener muy en cuenta:
48
Imbuido de racionalismo crítico y de profundo idea
lismo moral kantiano, a sus diecisiete años Carlos
Marx parece haber optado por esas altas actividades
humanas que «se alimentan de verdades abstractas» y
exigen de uno mismo el sacrificio de toda otra aspi
ración y de la vida misma. La elección en general es
taba ya hecha; sólo faltaba que la experiencia biográ
fica la concretase.
49
la policía y por el consejo de disciplina de la universi
dad, que desde 1833 seguían muy de cerca las activi
dades de las asociaciones estudiantiles literarias y festi
vas, únicas que se permitían de hecho.
Tras pasar el verano de 1836 en Tréveris y compro
meterse en secreto con Jenny Westphalen, cuatro años
mayor que él, Marx es enviado por su padre a Berlín,
con sus 300.000 habitantes, segunda ciudad alemana tras
Viena. Y allí pasará cinco años, decisivos para su for
mación intelectual.
Al comienzo, como en Bonn, continúa escribiendo
poemas románticos (como el Libro del Amor, que en
viará a Jenny en la Navidad del mismo 1836). Imitando
a Heine, Goethe, Schiller y otros modelos del roman
ticismo alemán, reproduce su problemática general, con
la excepción del nacionalismo y de los planteamientos
políticos reaccionarios: subjetivismo extremo, ensueños
místicos de amor y de muerte, burla irónica de la men
talidad pragmática, etc.
Durante el primer semestre sigue también los cursos
de derecho romano de K. von Savigny y los de derecho
penal de E. Gans: el primero, famoso por su concep
ción histórico-social del derecho, de orientación formal
mente tradicionalista y nacionalista, y reaccionaria de
hecho; el segundo, discípulo progresista de Hegel, que
aplicaba su filosofía de la historia a la interpretación
de los cambios sociales más recientes (revolución fran
cesa, parlamentarismo político, orígenes del socialismo
utópico en Saint-Simon y los saint-simonianos, y de
más), destacando los avances concretos hacia una ma
yor libertad humana y justicia social.
Pero es en la segunda mitad del año 1837 cuando
Marx abandona definitivamente la poesía para profun
dizar en sus estudios jurídicos, convencido ya —como
escribe a su padre, en el mes de noviembre— de que
50
)
Es ahora cuando Marx pone las bases del método
riguroso de trabajo que le distinguirá siempre. Lee sin
cesar todas las fuentes y obras necesarias, resume y
extracta sus lecturas, redacta extensos comentarios y,
finalmente, ensaya la síntesis persona], en este caso de
filosofía del derecho: tras reunir los datos necesarios,
apoyándose en las fuentes jurídicas, la historia en ge
neral, la historia del arte y los clásicos, busca luego
en las ciencias naturales y en la filosofía el fundamen
to teórico necesario para su interpretación, y, finalmen
te, lo encuentra en Hegel.
En efecto, como escribe a su padre, ante todo nece
sitaba un hilo conductor, un fundamento teórico ade
cuado para «pararse a escuchar atentamente el objeto
mismo en su desarrollo», para «cobrar amor por la ma
teria y abarcarla en una mirada panorámica» (ibíd., pá
ginas 7 y 9). Por eso dice:
51
haya hasta ahora prueba en contra [...]. Estudié de
cabo a rabo a Hegel y a la mayoría de sus discípulos.
A través de algunos amigos con quienes me reuní en
Stralow, fui a dar a un club de doctores, entre ellos
algunos profesores de la universidad y el más íntimo
de mis amigos berlineses, el doctor Rutenberg. En
las discusiones allí sostenidas se han ido revelando
algunas concepciones polémicas, y me he ido sintien
do cada vez más encadenado a la actual filosofía del
mundo a la que había creído poder sustraerme.
(Ibíd., p. 11)
52
i
fue la clave para el desarrollo de la izquierda ideológica
como izquierda hegeliana. El Club de los Doctores de
Berlín fue una de las principales bases materiales de
esta última, precisamente en los años en que Marx
se integra en él (1837-1841), siendo sus líderes: A. Ru-
tenberg, ex profesor de geografía e historia y perio
dista competente; K. Koppen, historiador riguroso, y
B. Bauer, de vasta cultura y naturalmente dotado para
la ironía y la crítica, dotes que le valieron para acabar
convirtiéndose en el jefe de todo el movimiento.
Marx, que perdería en estos años a dos grandes ami
gos —su propio padre (1838) y el barón de Westphalen
(éste en 1842)—, no publicó nada, mientras concluía
su carrera, y estaba cada vez más agobiado por las di
ficultades materiales familiares y la necesidad de ejer
cer una profesión, casarse y sobrevivir. Pero, a pesar
de tantos problemas inmediatos, siguió con gran pa
sión los progresos de la tendencia, incorporándose ple
namente a ella.
Muerto Gans, en 1839, Koppen edita Federico el
Grande y sus adversarios, coincidiendo con el acceso
al trono del nuevo monarca, y con una orientación
que reflejaba bien las esperanzas que la burguesía li
beral prusiana había puesto en él, en un país en el
que la invertebración nacional y el absolutismo polí
tico frenaban el progreso social, económico y político.
Será la primera toma de posición política clara de los
jóvenes hegelianos.
Sin embargo, el monarca optó por la política reac
cionaria, y en el terreno ideológico reforzó rígidamen
te la censura, mientras apoyaba en la universidad a
Schelling y a Savigny y acababa expulsando de ella
a B. Bauer, en 1842, éste enseñaba en^Bonn desde 1839.
Limitándose básicamente todavía al análisis político
indirecto, los jóvenes hegelianos continúan en esos años
con su crítica de la religión, y en el invierno de 1840-
1841, el Club de los Doctores se presenta socialmente
como el Club de los Amigos del Pueblo. Mientras Kop
pen emprendía un riguroso estudio de la revolución
francesa y del terror revolucionario, B. Bauer publicaba
la Crítica de la historia evangélica de San Juan (1840),
la Crítica de los evangelios sinópticos (1841-1842) y el
53
texto anónimo La trompeta del juicio final contra He-
gel, el ateo y el Anticristo. Además, Bauer proyectaba,
con Marx, la edición de una revista, Archivos ateos, y
ambos sacaban ya claras consecuencias políticas de su
crítica ideológica.
La lucha de los jóvenes hegelianos, centrada en la
crítica de la religión cristiana con vistas a depurarla
de elementos e interpretaciones mitológicas, se orien
taba hacia el progreso de la conciencia propia. Esa
lucha de la autoconciencia frente a la religión y sus
formas histórica y socialmente dominantes, ge fue con
cretando en la exigencia de la separación de la Igle
sia y el Estado y de la sustitución de la religión como
concepción socialmente dominante del mundo por una
concepción racional de éste (una filosofía), crítica, con
secuente y actualizada. Y, por supuesto, materialista:
en 1842, los jóvenes hegelianos se autopresentaban pú
blicamente como ateos.
De hecho, la tesis doctoral de Carlos Marx, Diferen
cia de la filosofía de la naturaleza en Demócritu y en
Epicuro, redactada entre 1839 y 1841, y remitida a Jena
para su examen —donde le valió el título de doctor,
otorgado por la universidad el 15 de abril de 1841—,
responde plenamente a esos planteamientos: En el mis
mo prefacio puede leerse:
54
i
marzo de 1842), redacta dos amplios apéndices para su
tesis doctoral y dos artículos importantes: «Lutero,
árbitro entre Strauss y Feuerbach» y «Observaciones
sobre la reciente instrucción prusiana acerca de la cen
sura».
El primero de estos últimos refleja su entusiasmo
ante la lectura de La esencia del cristianismo, de
L. Feuerbach, ante su materialismo filosófico:
¿No os da vergüenza, ¡oh cristianos nobles y vul
gares, sabios e ignorantes cristianos!, no os da «ver
güenza» que tenga que ser un «anticristo» quien os
muestre la esencia del cristianismo en su verdadera y
desembozada faz? Y a vosotros, los teólogos y filóso
fos especulativos, os aconsejo que os desembaracéis
de los conceptos y los prejuicios de toda la filosofía
especulativa anterior, si queréis descubrir la «verdad».
Pues si queréis llegar a la «verdad» y a la «libertad»,
tenéis que pasar necesariamente por el «Arroyo de
Fuego» —Feuerbach, significa, en alemán, «arroyo
de fuego». Este Arroyo de Fuego, este Feuerbach, es
el «purgatorio» de nuestro tiempo.
(M arx: 1982, Lutero, árbitro entre Strauss y Feuer
bach, p. 148)
En el segundo artículo, en el que, como en el pri
mero, probaba sus dotes para el panfleto político e
ideológico, critica frontalmente las instrucciones reales
de diciembre de 1841, con las que, según se decía, se
pretendía conciliar la libertad liberal y el paternalismo
absolutista real:
La verdadera «cura radical» de la censura sería su
«supresión», pues se trata de una institución mala,
y las instituciones tienen mayor fuerza que los indi
viduos. Pero, sea acertado o equivocado nuestro pun
to de vista, lo que sí puede afirmarse es que los es
critores prusianos nada salen «ganando con la nueva
Instrucción» ni en cuanto a «progreso real» ni en
cuanto a progreso «ideal», a «conciencia»: «¡Oh, rara
dicha de los tiempos en que se puede pensar lo que
se dice y decir lo que se piensa!», finalizaba, citando
a Tácito.
(Marx: 1982, Observaciones sobre la reciente instruc
ción prusiana..., p. 169)
55
Los artículos, redactados como contribución perso
nal para los Anales Alemanes, de A. Ruge, aparecieron
en Suiza, junto con los demás suprimidos de la revista
por la censura, en un volumen titulado Anécdota sobre
la filosofía y la publicística alemanas contemporáneas
(1843).
De hecho, hacia la segunda mitad de 1841, Marx pa
rece buscar ya una salida profesional distinta de la uni
versitaria.
En Colonia entra en contacto con un grupo de jóve
nes liberales, financieros, comerciantes e industriales
que preparaban la edición de un periódico, La Gaceta
Renana, de orientación política democrático-liberal. Re-
nania y Colonia en particular, era entonces la parte
más desarrollada de Alemania: allí no había feuda
lismo ya y la industria capitalista se había consolidado;
lógicamente, la burguesía acomodada y culta, que había
experimentado las ventajas sociales y políticas del li
beralismo económico y político, tenía que plantear la
necesidad de la unificación alemana y la liberalización
económica, política e ideológica del régimen social.
Convencidos de que su programa económico exigía
una modernización del estado, los financieros del pe
riódico y sus gerentes, G. Jung y D. Oppenheim, dieron
participación en el mismo a los jóvenes hegelianos: la
jefatura de redacción, inicialmente otorgada a un se
guidor del economista proteccionista Fr. List, G. Hoeff-
ken, pasó luego a manos de A. Rutenberg, y de las su
yas a las de M. Hess, hasta que, en octubre de 1842,
se hizo cargo de ella Marx, sin que el periódico, pese
a los abandonos de muchos de sus primeros lectores,
dejara nunca de progresar teóricamente y de ganar au
diencia social. Como recordaría Engels casi medio si
glo después:
Aunque en los «Anales Alemanes» los objetivos fi
nales de carácter práctico se vistiesen todavía prefe
rentemente con ropaje filosófico, en la «Gaceta del
Rin», de 1842, la escuela de los jóvenes hegelianos se
presentaba ya abiertamente como la filosofía de la
burguesía radical ascendente, y sólo empleaba la capa
filosófica para engañar a la censura.
(Engels: 1968, Lud-wig Feuerbach y..., p. 21)
56
Concretamente, para Marx, la experiencia de la Ga
ceta Renana fue muy provechosa. En «El manifiesto
filosófico de la escuela histórica del derecho», ajustó
cuentas con G. Hugo, K. von Savigny y la escuela his
tórica del derecho en general, por la orientación irra
cional y romántica de su concepción histórica del dere
cho. En su crítica de «Los debates sobre la libertad
de prensa y la publicación de los debates de la dieta»,
correspondientes a la VI dieta renana, y en otros ar
tículos, continuó su aprendizaje político, luchando por
la libertad de expresión. En «El comunismo y la "Ga
ceta General de Augsburgo”» tuvo que salir en defensa
de la posición liberal del periódico, rechazando la acu
sación de comunismo (Hess había difundido los plan
teamientos teóricos del socialismo y del comunismo
franceses en el periódico), no sin dejar constancia de
su intención de estudiar esas ideas a fondo:
57
pudiera definir abstracta y umversalmente —objetiva
mente— las relaciones entre individuos y sociedad, en
tre individuo e individuo. La verdad es, sin embargo,
que, como consecuencia del desarrollo de la economía
mercantil, son los propietarios quienes dominan el es
tado y sus aparatos institucionales, y quienes imponen
esa definición abstracta y supuestamente absoluta del
derecho y de las relaciones sociales y jurídicas. Y a
conclusiones parecidas llega al estudiar las condiciones
de vida de los campesinos del Mosela.
Al encontrarse con los problemas socioeconómicos,
Marx emprende el estudio histórico-social de las condi
ciones sociales de Alemania, en general, y de Renania y
sus clases trabajadoras, en particular. De este modo,
descubre que los funcionarios, el gobierno y las leyes
alemanas representan fundamentalmente los intereses
de la nobleza, el clero y los terratenientes. Ante esta
realidad, decidirá ampliar sus horizontes científicos,
sin perder nunca de vista la lógica social y económica
de la sociedad.
En tanto que sus antiguos amigos berlineses trans
forman el Club de los Doctores en el Club de los Liber
tarios, dominados por la crítica puramente teórica e
individualista, Carlos Marx va radicalizando sus pro
pios planteamientos políticos, aunque sin perder nunca
su sentido realista, como redactor-jefe de la Gaceta
Renana. Sin embargo, pese a su habilidad para luchar
con la censura, y aunque dimite el 17 de marzo para
intentar salvar el periódico, éste y otras publicaciones
liberales fueron suprimidas por el gobierno. El 31 de
marzo de 1843 salía su último número, dejando a Marx
de nuevo ante el problema de resolver su situación
material básica, pero, al mismo tiempo, libre para po
der concentrarse en el estudio de la filosofía, la histo
ria, la economía y el socialismo: estudio que ahora
consideraba necesario para lograr entender la realidad
histórica y social concreta de su tiempo, y ante todo
la alemana.
58
4
V o lv ie n d o a la te o ría c o n v ista s
a la p r á c tic a (1 8 4 3 -1 8 4 4 )
59
nach, donde permanece hasta su traslado a París, en
otoño. Durante ese tiempo lee, estudia y escribe ince
santemente, obsesionado por dominar el pensamiento
más elevado de su tiempo para poder entender la reali
dad social, y contribuir así a su transformación política
progresiva. Más tarde, en París, continuará desarrollan
do la línea de pensamiento esbozada en Kreuznach, du
rante el invierno de 1843-1844. Mientras, el descubri
miento de la economía política burguesa y el contacto,
con los inmigrantes alemanes, con sus líderes políticos,
y con la clase trabajadora parisiense en general, unido
a su estudio de la filosofía de Feuerbach y de Hegel, de
los historiadores de la revolución francesa y de los co
munistas y socialistas utópicos, le permiten madurar un
pensamiento filosófico, económico y político personal
coherente y riguroso.
De Kreuznach data el manuscrito Crítica de la filoso
fía del Estado de Hegel, inédito hasta 1927. Allí debió de
esbozar también los distintos artículos «Sobre la cues
tión judía» y el titulado «En torno a la crítica de la
filosofía del derecho de Hegel. Introducción», ultima
dos en París y aparecidos en los Anales Franco-Alema
nes, en 1844. Habiendo evolucionado primero, teórica
mente, desde el estudio del derecho al de la filosofía
y la historia, con el fin de lograr entender el derecho
positivo, para acabar descubriendo la realidad social,
la lucha política y la importancia de las cuestiones eco
nómicas y del pensamiento político, Marx necesitaba,
ante todo, revisar críticamente la filosofía del derecho
de Hegel. Al final del fragmento textual autobiográfico
donde explica esa evolución, concluye:
60
1
lar, en sus Tesis para la reforma de la filosofía, recién
aparecidas.
61
p
62
j
de que el hombre, inconscientemente, se enajena, al
concebirse a sí mismo teóricamente como algo distinto
de sí, como Dios, creando la religión. Y permanece ena
jenado hasta que descubre, mediante la crítica fun
dada en el materialismo filosófico *, que el contenido
de la religión, que Dios mismo, es el resultado de la
proyección inconsciente de todas las potencialidades,
de todos los atributos humanos (la razón, la voluntad,
el sentimiento superior), en un supuesto ser sobrena
tural y sobrehumano, en Dios.
Supuesto esto, «el secreto de la filosofía especulativa
es la teología, la teología especulativa», la racionaliza
ción del contenido, básicamente ilusorio, imaginativo,
de las religiones positivas por los teólogos, los espe
cialistas de lo divino, concebido como trascendente y
en definitiva inaccesible a la razón humana, objeto de
la fe. Y esto porque, a fin de cuentas, la filosofía de
Spinoza, Schelling o Hegel, el idealismo filosófico * mo
derno más maduro es igualmente especulativo, aunque
prescinda de la fe y hable de un infinito racional, de
una idea absoluta, de la identidad entre lo infinito y
lo finito, entre el espíritu y la naturaleza.
63
r
64
en esa medida, que todo ser (todo lo finito) no es sino
un momento, un aspecto o una propiedad relativa de sí
mismo como pensamiento absoluto.
Por lo mismo, Feuerbach puede escribir también:
65
tes. Para Marx, la unidad de la teoría y la práctica era
ya incuestionable.
Por lo demás, pensaba también que para mostrar
la verdadera realidad de la Alemania de la época debía
comenzar por criticar la filosofía política hegeliana,
socialmente dominante, intentando descubrir su autén
tica naturaleza. Y en esa tarea podía serle muy útil
el pensamiento de Feuerbach: si éste había hecho la
crítica de la religión y la crítica de la filosofía idealista
en general, él tenía que hacer la crítica de la filosofía
política del idealista Hegel, pero desde posiciones polí
ticas democrático-radicales muy concretas.
66
ciedades más avanzadas, propiamente capitalistas, el
estado liberal venía a defender la propiedad privada
en su forma burguesa, por más que la teoría política
le presentara como encarnación del ciudadano y de
sus derechos políticos universales: su control real por
la burguesía convertía todo eso en puras abstracciones,
en ilusionismo. Marx, que por entonces estudiaba a
fondo la revolución francesa (obsesionado por su fra
caso e interpretándola como paradigma de toda revo
lución burguesa), comienza ya a intuir las limitaciones
estructurales de toda política reformista liberal, aun
que, de momento, sus planteamientos son los propios
de la democracia social avanzada, y no los del comu
nismo o el socialismo.
Desde esa óptica, denuncia también la teoría hege-
liana de la burocracia como clase universal que realiza
la función mediadora suprema del estado. La burocra
cia —piensa él— se mueve en función de sus propios
intereses particulares, y, en lugar de conciliar los inte
reses opuestos de los distintos grupos sociales, alienta
todos aquellos conflictos que favorecen los suyos.
Según Marx, se impone la reconquista social de la
vida política mediante el desarrollo de una «democra
cia auténtica». Con el desarrollo del capitalismo, la vida
social y la vida política (que en la Grecia antigua o en
la sociedad medieval estaban unidas) se disociaron, lle
gándose al límite con la revolución francesa y la nivela
ción jurídica formal de todos los ciudadanos. En estas
condiciones, el pueblo debe hacer uso del sufragio uni
versal, aspirar al gobierno (y no sólo al poder legisla
tivo), pero con vistas a restaurar la auténtica democra
cia, que, en cualquier caso, no estará fundamentada en
la propiedad privada e incluirá la disolución final del
estado.
67
w
68
i
religiosa sólo es superada en la conciencia de deter
minados individuos, la enajenación económica domina
todas las relaciones humanas, cosificando a los hom
bres, su trabajo y su producto.
En conclusión:
69
w
70
i
teutónicos» (Ibíd., p. 211), se impone la ¡«Guerra» al es
tado de cosas en Alemania! (Ibíd., p. 212).
Sin embargo, no todo son razones para el pesimis
mo: la filosofía alemana, concretamente, es la filosofía
más moderna de todas, la filosofía contemporánea:
Somos contemporáneos del presente «en la filoso
fía» sin serlo «en la historia»... «La filosofía alemana
del Derecho y del Estado» es la única «historia ale
mana» que se halla a la par con el presente moderno
«oficial».
(Ibíd., p. 215)
Además, Marx, que conocía bien los historiadores de
la revolución francesa y que, desde octubre de 1843,
había podido entrar en contacto en París con el socia
lismo y el comunismo francés, con los líderes obreros
de la Liga de los Justos, y con una ciudad donde había
unos cien mil trabajadores alemanes, habla por primera
vez de clases sociales (antes, en la Crítica de la filo
sofía del Estado de Hegel, había hablado de estamen
tos), de la división de la sociedad en clases y del anta
gonismo entre burguesía y proletariado, como clave
de la lógica histórica de la sociedad burguesa.
Los conceptos de clase y lucha de clases, introdu
cidos por los historiadores de la época revolucionaria,
Barnave (1761-1793) y Roederer (1754-1835), habían sido
divulgados en la Francia de los años veinte por Guizot,
Mignet, Thiers, Barante y A. Tierry, mientras Buona-
rrotti introducía la teoría comunista de Baboeuf tras
la revolución de 1830, y L. Blanc (1811-1882), Saint-Si-
mon, Fourier (1772-1831) y A. Blanqui (1805-1885) des
arrollaban el socialismo francés. Y ahora Marx no ha
bla ya sólo de «emancipación humana general» y «verda
dera democracia», sino que, frente al estado hegeliano y
su burocracia integradora, trae a cuento al proletaria
do, la «constitución de una clase con cadenas radicales»,
tanto que «se halla en completa oposición con todos los
presupuestos del Estado alemán y no puede emancipar
se sin emanciparse de todos los ámbitos de la sociedad,
emancipando así a todos ellos» (ibíd., pp. 222-223).
Probablemente, en estos momentos Marx sobrevalo
ra las posibilidades objetivas del proletariado alemán.
71
Meses después, en agosto de 1844, llegará a comparar —que «no comienza a formarse en Alemania hasta que
la revuelta de los tejedores prusianos (en realidad, tra sobreviene el proceso de 'industrialización'»— y también
bajadores a domicilio que se oponían a la industrializa en la filosofía alemana. En efecto:
ción) con el movimiento obrero inglés de la época. Sin
embargo, lo realmente importante es que ahora madura Lo mismo que la filosofía encuentra en el proleta
su peculiar concepción de la filosofía. riado sus armas «materiales», el proletariado encuen
Desde 1841 en adelante, Marx venía pensando que la tra en la filosofía sus armas «intelectuales». Bastará
realización de la filosofía no puede limitarse al pensa con que el rayo del pensamiento prenda en este in
genuo suelo popular para que los «alemanes», con
miento de los filósofos, que tiene que trascender los vertidos en «hombres», realicen su emancipación.
límites de la autoconciencia y alcanzar un arraigo histó- En conclusión: [...] En Alemania no se puede aca
rico-social. La realización de la filosofía sólo podía te bar con «ninguna» clase de esclavitud sin acabar con
ner lugar en relación con la práctica humana y con la «todas» las clases de esclavitud. La «concienzuda» Ale
emancipación social real. Por eso rechaza los plantea mania no puede hacer la revolución sin hacerla «des
mientos de los doctrinarios, de los teóricos puros. Por de el mismo fundamento». La «emancipación del ale
eso contrapone a la filosofía especulativa, abstracta e mán» es la «emancipación del hombre». La «cabeza»
ilusoria de los teóricos el proyecto de la realización de esta emancipación es la «filosofía», su «corazón»
de la filosofía mediante su integración en la vida real, el «proletariado». La filosofía no se puede realizar
sin suprimir el proletariado; el proletariado no se
en la práctica. Por eso relaciona su progreso con el pro
puede suprimir sin realizar la filosofía.
greso de los trabajadores hacia su emancipación, hacia
la revolución, hacia el comunismo. (Ibíd., p. 223)
La fuerza transformadora de la vida social es la revo
lución social, el fin de la enajenación social integral ca
racterística del capitalismo. Y para ello es preciso
rechazar la pura crítica teórica y la práctica ciega, bus
cando la unidad entre la teoría y la práctica: porque
sólo mediante la correcta relación entre la crítica teó
rica rigurosa de la realidad (sobre la base de la prác
tica social) y la acción política del proletariado (que,
basándose en aquélla, la afina constantemente), es po
sible avanzar hacia la revolución social.
Cierto, el arma de la crítica no puede sustituir la
crítica por las armas; la violencia material no puede
ser derrocada sino con la violencia material. Pero
también la teoría se convierte en violencia material,
una vez que prende en las masas. La teoría es capaz
de prender en las masas, en cuanto demuestra ad ho-
minem; y demuestra ad hominem en cuanto se radi
caliza. Ser radical es tomar la cosa de raíz.
(Ibíd., p. 217)
Mas, concretamente, la «posibilidad 'positiva' de la
emancipación alemana» se encuentra en el proletariado
73
L u c h a n d o c o n la te o ría :
M a rx, P a rís, 1844
74
j-uptura definitiva entre Marx y Ruge. Su desacuerdo
era tajante: Ruge mantenía que la reforma social sólo
puede surgir de la revolución política, y ésta, del des
arrollo de la conciencia política; Marx, en cambio, valo
raba mucho más la conciencia social de clase; la revo
lución social, que la revolución política; al proletariado,
que a los políticos.
No obstante, la experiencia de los Anales Franco-Ale
manes estimuló el pensamiento de Marx. En ellos pudo
leer trabajos como el de Hess, «Sobre la esencia del
dinero», en el que éste explicaba la enajenación * religio
sa, analizada por Feuerbach, como manifestación secun
daria de la enajenación * mucho más radical del obrero,
excluido de la propiedad y, obligado a vender su traba
jo como mercancía y a producir mercancías que, adop
tando la forma de capital, de dinero, lo avasallan como
una fuerza potente, extraña y ajena: para superar esta
enajenación —concluía Hess— hay que destruir la pro
piedad privada y la sociedad burguesa, instaurando el
comunismo. Pero fue mucho más decisiva para él la
lectura de otro artículo, el titulado «Esbozo de crítica
4e la economía política», de F. Engels.
En su estudio, Engels sentaba una serie de «tesis
conductoras» que serían aprovechadas por Marx, quien,
como aquél, prescindirá de momento de la teoría del
valor y se apoyará sobre todo en la teoría de la com
petencia para explicar la naturaleza del capitalismo.
Estas tesis eran, a saber: la naturaleza histórica —y
po eterna, como pretendían los economistas burgue
ses— del capitalismo y de la teoría económica que lo
explica; la función de la economía como clave de la
sociedad moderna, y de la propiedad privada como
fundamento de las relaciones sociales burguesas; los
logros objetivos de la economía política burguesa (su
condición científica) y su dimensión ideológica, san-
cionadora de los intereses de clase de la burguesía; las
tendencias objetivas del capitalismo hacia la reduc
ción de los salarios, la concentración de los capitales y
la consiguiente polarización social; la posibilidad, en
fin, de fundamentar económicamente (y no sólo filo
sóficamente) el punto de vista del proletariado y de la
revolución socialista.
75
r
76
i
existencia, que Hegel, siguiendo el ejemplo de los in
gleses y franceses del siglo XVIII, comprendía bajo
el nombre de «sociedad civil»; pero que la anatomía
de la sociedad hay que buscarla en la economía po
lítica.
(Marx: 1970, Contribución a la crítica de la econo
mía política, pp. 36-37)
77
como leyes. Estas leyes no las «comprende», es decir,
que no muestra cómo se derivan de la propiedad pri
vada.
(M a r x : 1978, Manuscritos de París, p. 348)
78
tierra en mercancía. De ahí, finalmente, la división de
la sociedad en dos únicas clases: la clase trabajadora y
la clase de los capitalistas, «propietarios» y «trabajado
res» sin propiedad.
79
o (!) c .
'O 1-<
r ,enytoda enajenación y toda objetivación se superaba
la medida en que la Idea avanza en su autoconoci-
'O •^ o.
p. miento hasta que éste se hace absoluto, avance que
(!) coincide con la complejización social y espiritual de la
'O "O
u .o
ro 'O
v historia del ser humano, que culmina en la filosofía
X 'O
tí
< (!) - s., idealista alemana.
>5 8 Feuerbach, por su parte, explica que es el hombre el
2 o 'TO'' p.o (!) p.
(!) ro 'O
c ro - que se enajena teóricamente, objetivándose en Dios
.o ro n « — "O ro
o .'g. ,i;:l ro 'O (!) ro (en el Dios de las religiones, de la teología, y en el Dios
ro i: t: (!) "O ;>
1-<'O de la filosofía idealista); y considera que esa enajena
¡:¡:¡ a
ción puede cancelarse mediante la auténtica autocon-
ciencia humana, cuando se descubre que Dios —el Dios
LA ENAJENACION EN
cil
;ro s '°§ de la teología y el de la filosofía especulativa— es un
ro ro producto de la actividad de la conciencia humana.
u (!) t: (!) Marx, como Hess, da un contenido económico a la
c i: (!) 'O enajenación, y así puede pasar del plano abstracto de
(!) e; oro
tí
Ul (!) '(!) w "Ü ro ^ la teoría al más concreto y práctico de la lucha social
.o i: i:
Ul o y política, de la revolución.
rflo^
fe s u ro.2 o
o .2
::r: e u
U i: s 'O
El obrero se enajena en el acto mismo de produc
'O
(!) ou c (!) ción porque, aunque formalmente contrata «libremen
(!)
Ci E-< 2 te» su trabajo en el mercado, lo vivencia como algo
que es propiedad de otro, y no propia. Y, por lo mis
i.. _ Ci:'O mo, el objeto producido, el bien que el capitalista ven
"ro ou ..o
i: .2 de en el mercado, le parece también extraño, ajeno.
o ;:l
— o 4 -J — I
Incluso el propio trabajo en general, que es la acti
;:l o
ro ,, vidad específica del ser humano, es para él un simple
Ul i: ^1S
oj
Ul - ro medio para poder reproducir su existencia material me
::r: — ,.e:
'ro _ ro v .8 diante su venta.
ro ro ,,-< nro ;:l
"" ti fl
(!) u 1 En las condiciones de la sociedad capitalista, el tra
'O •¡: u (!)
'O •- ro ::l •3 - 1 bajador no se reconoce, pues, a sí mismo como hom
ro (!) i: 1<- u 0) (!) ,
u.l E-< :: bre, como capaz de transformar creativa y socialmente
la naturaleza, ensanchando así los horizontes de la es
o ro pecie humana. Con más razón le son enos, por tanto,
(!) i:
(!)
5' los demás hombres, la sociedad. En cuanto al capita
ro
o 'O lista, el no obrero, es un hombre igualmente enajena
"O (!) (!) o
ro 'O do: el producto, que no es su producto, no le interesa
i: cr' (!)
.(!) (!) 'O como humano, sino como mercancía; el obrero no le
i: "O
ro
i:
(!) Iu 'O
ro '§ o interesa como hombre, sino como máquina de producir
(!) 'O
ro 1-< ro i: beneficios. Por lo demás, en la medida en que el capi
'O 2u'0ro ;> (!) r""o (!)
ro
,ro 'O talismo se convierte en capitalismo maduro, cuanto
(!) 'i :
i: (!)
p. i:(!)
5' u• ro ■— .o (!) mayor es el dominio de las relaciones sociales capita
en < o o en listas, la cosificación de las relaciones humanas en ge-
80 81
neral y de los trabajadores en particular, la deshuma
nización del obrero y del mundo de los hombres, son
tanto mayores.
82
í humana, característica de la sociedad capitalista, y di-
j seña, en oposición a ella, el comunismo.
83
El naturalismo consecuente o humanismo —así de
nomina Marx ahora su propia filosofía— se diferencia
tanto del idealismo como del materialismo, a la vez
que es la verdad que abarca a ambos.
(Ibíd., p. 421)
84
i
extrañación; una vez percibida la esencia del «traba
jo», el hombre objetivo, el hombre real y por tanto
verdadero, aparece como resultado de su «propio
trabajo».
(Ibíd., p. 417)
85
todavía no está decidido, y del análisis social riguroso
del capitalismo, de su historia y de su naturaleza, se
deduce que, precisamente por el grado de deshumani
zación que lo caracteriza, y en razón de la lógica obje
tiva que enfrenta al capital y al trabajo, a la clase
burguesa dominante y al proletariado, es posible su
superación histórica y la construcción del socialismo.
Con esa esperanza construye su propio filosofía (como
en general todo su pensamiento posterior), para con
tribuir mediante la «crítica de la teoría» a orientar la
necesaria «crítica de las armas», a enriquecer la lucha
material del proletariado por su emancipación social,
única posibilidad en orden a la emancipación real de
todos los hombres.
86
E l jo v e n E n gels (1 8 2 0 -1 8 4 4 ):
u n a b io g r a fía p a ra le la
87
Friedrich Engels.
89
cíente libertad para poder proseguir por sí mismo su
formación, leyendo, escribiendo poemas románticos y
charlando con las gentes. Joven cordial como pocos,
gustaba de recorrer la ciudad y los campos cercanos,
de conversar y observar atentamente todas las situa
ciones hasta entenderlas; y esta cualidad dará a sus
caricaturas y relatos periodísticos el realismo que los
caracteriza. .
Si durante el año pasado en Barmen se había refu
giado en la poesía romántica, cantando a la libertad
de los beduinos, los corsarios y los héroes primitivos
en general, a los pueblos que no tienen que sufrir los
inconvenientes de la civilización, en Bremen esa rebel
día será, en principio, puramente estética todavía, para
orientarse luego, definitivamente, hacia el compromiso
político y social, comenzando por la lucha contra el
feudalismo social y el absolutismo político y sus ideó
logos. Para ello, forzado a continuar la carrera mer
cantil, se convertirá en un típico autodidacta.
90
J
En esas condiciones, el joven Engels va a evolucionar
rápidamente, como puede comprobarse en su intensa
correspondencia de la época con su hermana María y
con los mejores amigos del período de Elberfeld, los
hermanos Gráber. A sus dieciocho años atraviesa una
primera crisis religiosa. Mientras, introduce libros pro
hibidos en Prusia, lee a Shakespeare y a Cervantes, a
Goethe, Schiller y Lessing, y comienza a escribir ar
tículos periodísticos en el Telégrafo para Alemania, de
Hamburgo, y en el Diario de la mañana para clases
cultivadas, de Stuttgart.
Sus Cartas del Valle del Wüpper (1839) —publicadas,
como los demás artículos, con el seudónimo Friedrich
Ostwald— vienen a ser un primer ajuste de cuentas,
ilustrado y democrático, con la realidad social de su
tierra; son una viva pintura social de la interrelación
entre miseria popular, egoísmo patronal, servilismo pas
toral e hipocresía y cinismo de la clase dominante. Los
libros populares alemanes (también de 1839) represen
tan una toma de posición en pro de una literatura po
pular que estimule los valores humanos de la verdad
y la racionalidad, y no la humildad y la sumisión.
Leyendo a D. Strauss, y tras intentar superar su cri
sis religiosa apoyándose en Fr. Schleiermacher —bus
cando un cristianismo liberal—, abandona definitiva
mente la fe para confesarse secretamente ateo. Enfria
do su entusiasmo inicial por la joven Alemania, estudia
filosofía y lee las Lecciones de filosofía de la historia
de Hegel y otras obras de Kant, Fichte, Schelling, Pla
tón y Spinoza, adoptando los planteamientos políticos
progresistas de Heine y Borne y propugnando la inte
gración de la filosofía y la vida, de la teoría y la prác
tica, de Hegel y Borne, de la crítica^ dialéctica y la ac
ción política revolucionaria.
Engels, que ha evolucionado por sí mismo hasta si
tuarse en las posiciones de los jóvenes hegelianos, no
sólo participará en la crítica de la religión, terciando
periodísticamente en la polémica ideológica de la épo
ca, sino que, convencido de la importancia de la acción
política, se pronunciará frente al absolutismo y la reac
ción feudal, como demócrata revolucionario, en sus
escritos políticos de 1841.
91
F E D E R I C O E N G E L S (1820-1844): BASES D E SU P E R S O N A L ID A D
MEDIO SOCIAL
92
5.3. Periodista político y aprendiz de filósofo
Transcurridos dos años y medio, en marzo del 1841,
Engels retorna a Barmen para, en septiembre de ese
mismo año, trasladarse a Berlín y cumplir como vo
luntario el servicio militar. Llega allí en un momento
clave, cuando el enfrentamiento entre la reacción feu
dal y el liberalismo progresista es más directo y total,
cuando la universidad se ha convertido en arena de la
lucha intelectual. Y Engels, como periodista político,
se lanza inmediatamente a esa arena.
En noviembre, enviado por la reacción prusiana, Schel-
ling arremete contra el hegelianismo desde su cátedra
universitaria en Berlín, defendiendo una filosofía de
la Revelación, mística e irracional. Vehementemente,
Engels denunciará sus tesis y el retroceso al medieva-
lismo que implican: su Schelling sobre Hegel, publica
do en el Telégrafo, será sólo una especie de prólogo a
los folletos anónimos Schelling y la revelación (Crítica
del más reciente intento de la reacción contra la filo
sofía libre) y Schelling, filósofo en Jesucristo (O la
transfiguración de la sabiduría humana en sabiduría
divina). A los que, a raíz de la destitución de B. Bauer
en marzo de 1842, seguirá el libro La Biblia insolente
mente amenazada, milagrosamente salvada o el Triunfo
de la Fe, redactado conjuntamente con E. Bauer.
En Berlín, Engels se integra inicialmente en los círcu
los de la izquierda hegeliana, estudia a los materialistas
franceses del siglo xvm , a Feuerbach y a Hegel, y aca
ba distanciándose de la mayoría de los jóvenes hegelia-
nos que, liderados por Bauer, pretenden que la palabra
es el motor de la historia. Entrenado en el aprendizaje
político gracias a su trabajo periodístico, Engels insis
te, en cambio, en que la teoría debe aplicarse a la prác
tica, en que la crítica teórica debe enfrentarse a la vida
real.
Desde abril escribe en la Gaceta Renana, el periódico
alemán que defendía, desde Colonia, los intereses eco
nómicos y políticos de la burguesía mercantil e indus
trial regional. De julio a octubre se concentra exclusi
vamente en el estudio teórico, convencido — como es
cribe a A. Ruge— de que:
93
se me exigirá mucho más por ser «filósofo viajante
de comercio» y no haber adquirido el derecho a filo
sofar mediante un diploma de doctor.
(E ngels: 1956, Karl Marx/Friedrich Engels: Werke. I,
p. 417)
Concluido su servicio militar, vuelve a Barmen, pa
sando por Colonia, coincidiendo con la publicación de
su artículo sobre la libertad de prensa y la situación
política prusiana en general titulado Federico Guiller
mo IV, rey de Prusia. En él se compara la Prusia de
1842 con la Francia de 1789, en estos términos:
94
7
tacion teórica y práctica. Representara su encuentro
con los intereses económicos.
Inglaterra era el país capitalista por excelencia, cen
tro financiero, mercantil e industrial mundial, con el
50 por 100 dél a población industrial, con un movimien
to obrero organizado sindicalmente (Trade-Union, 1824),
y políticamente (Carta del Pueblo, de 1838, y movimien
to cartista, que alcanza su auge entre 1838 y 1842). Man-
chester, centro de la producción industrial textil, con
400.000 habitantes, la clásica ciudad fabril, era el cen
tro político del cartismo * inglés.
Engels, escribiría en 1885:
95
inglesa. Moviéndose entre los burgueses en razón de
su trabajo (hombres obsesionados por ganar dinero)
y unido en seguida a Mary Burns, una hilandera alegre
y enérgica con conciencia de clase, participó en discu
siones políticas con teóricos, políticos y obreros. Yendo
a las barriadas obreras, se compenetró con sus fami
lias, participó en sus reuniones sociales, se empapó
bien de sus condiciones de vida. Y, finalmente, decidió
estudiar sistemática y dialécticamente todos los as
pectos del modo de producción capitalista en Inglate
rra, para conseguir una visión histórica y de' conjunto
sobre la situación de la clase obrera. Para ello, viajó
a otras ciudades, consultó bibliotecas, informes parla
mentarios, médicos, teológicos y de inspectores fabri
les; se esforzó en dominar la economía burguesa y el
pensamiento político más avanzado; y todo ello con
tando con la filosofía hegeliana de la historia y el des
cubrimiento de la importancia histórico-social de la
clase obrera como principal hilo conductor.
96
Los llamados intereses materiales no pueden nunca
aparecer en la historia como fines independientes y
orientadores, sino que esos intereses sirven siempre,
consciente- o inconscientemente, a un principio, que
es el que guía los hilos del progreso histórico [...], algo
que en Alemania se comprende en seguida, pero que
no es fácil hacer comprender a un británico empe
dernido.
(E ngels: 1981, Las crisis internas, p. 119)
97
de elementos alemanes y franceses, que albergan, por
consiguiente, los dos términos de la antítesis, siendo
por ello más universales que cualquiera de los dos
factores por separado, se han visto arrastrados, por
tanto, a una revolución más universal, a una revolu
ción social.
(ENGELS: 1981, La situación en Inglaterra: El si
glo XVIII, pp. 210-211)
98 99
5.4.3. Un clásico de la sociología científica
100
El s o c ia lis m o c ie n t ífic o ,
u n p r o y e c t o c o m ú n (1 8 4 4 -1 8 4 6 )
101
en el trabajo, en condiciones sociales concretas que
casi desde un principio y hasta ese momento habían
implicado la explotación del hombre por el hombre.
Con esta base teórica, en contacto Marx con la econo
mía básicamente preindustrial de los inmigrantes ale
manes de París, y Engels con el capitalismo industrial
y la clase obrera inglesa, ambos coincidían también en
la importancia histórico-social del proletariado con vis
tas al futuro.
Más concretamente, en 1888, dirá Engels:
102
tan claras como las que acabo de emplear para resu
mirla.
(Ibíd., pp. 380-381)
103
Pero: gran parte del proletariado inglés y francés es ya
«consciente» de su misión histórica y labora constan
la Crítica crítica trata de hacerles comprender que temente por elevar esta conciencia a completa cla
pueden llegar a dominar el capital real con sólo do ridad.
meñar la categoría de capital en el «pensamiento», (Ibíd., p. 102)
que se transformarán «realmente», para convertirse
en hombres reales, al transformar en la conciencia su
«yo abstracto» y rehuir como una operación exenta
de crítica toda transformación «real» de su existencia 6.3. La necesaria definición del socialismo
real, de las condiciones reales de su existencia y tam científico
bién, por tanto, de su «yo real».
(Ibídem) Engels estaba en Alemania desde octubre de 1844.
Había encontrado el país políticamente inquieto: al le
No son las ideas, ni las élites intelectuales, las que vantamiento de los tejedores de Silesia en junio de 1844
hacen la historia: como piensan los berlineses. Son habían seguido otras huelgas; campesinos, artesanos y
los hombres, como trabajadores, con necesidades e in pequeño-burgueses comenzaban a moverse; la oposición
tereses materiales muy concretos; sin su actividad prác burguesa exigía la libertad de prensa y una nueva cons
tica, las ideas resultan históricamente impotentes. titución. En Colonia, en Elberfeld y en otras ciudades,
Engels explicaba el materialismo dialéctico e histórico *,
La «idea» ha quedado siempre en ridículo cuando el pensamiento general contenido en embrión en los
parecía divorciada del «interés». principales trabajos de los Anales Franco-Alemanes, to
(Ibíd., p. 147) davía mal asimilados. Mientras pudo, habló en los de
bates públicos. Cuando el gobierno los prohibió, viajó
Las ideas no pueden nunca «ejecutar» nada. Para
para conectar con los grupos clandestinos de las prin
la ejecución de las ideas hacen falta los hombres que
pongan en acción una fuerza práctica. cipales ciudades, todavía sin una mínima unidad. Al
(Ibíd., p. 185) mismo tiempo, continuaba informando a los ingleses
de la situación en el continente en el Nuevo Mundo
¿O acaso cree la Crítica crítica haber llegado en el Moral.
comienzo de la realidad histórica, ni siquiera «al co Sin embargo, le preocupaba, sobre todo, la necesaria
mienzo», mientras elimina dei movimiento histórico maduración de la teoría del socialismo científico *. Así,
el comportamiento teórico y práctico del hombre ante en enero de 1845, entusiasmado con su experiencia ale
la naturaleza, la ciencia, la industria? ¿O cree haber mana, le escribía a Marx:
conocido ya, en realidad, cualquier período, sin cono
cer, por ejemplo, la industria de este período, el modo
de producción de la vida misma? De lo que más necesidad tenemos actualmente es
(Ibíd., p. 216). de algunas obras de cierta importancia que puedan
procurar un punto de apoyo sólido a todos nuestros
semisabios, que están llenos de buena voluntad pero
Son, asimismo, las condiciones existenciales, mate no pueden arreglárselas por sí solos. Disponte a ter
riales y prácticas, de la clase trabajadora bajo el capi minar tu libro de economía política; poco importa
talismo, las que posibilitan el desarrollo de su concien que muchas páginas no te satisfagan a ti mismo:
cia de clase, con vistas precisamente a la transforma las mentes están maduras y hemos de machacar el
ción material y práctica de dichas condiciones sociales. hierro mientras aún está caliente.
De hecho, (Marx-Engels: 1974, Cartas sobre «El Capital», p. 16)
104 105
/
Pero antes había que realizar una labor previa: nada
más llegar a Alemania, en octubre, había recordado a
su amigo la necesidad de desarrollar los nuevos
principios lógica e históricamente, partiendo de los
modos de pensar empleados hasta ahora y de la his
toria escrita hasta ahora, como continuación necesa
ria de ellos.
(E ngels: 1981, Karl Marx/Friedrich Engels. Werke,
XVII, p. 5)
De hecho, tras recibir La Sagrada Familia en marzo
y enviar a Marx, como ayuda, el adelanto sobre los de
rechos de autor que le correspondían por La situación
de la clase obrera en Inglaterra, anuncia a su padre
que se retira del «regateo» mercantil y, en el mes de
abril, marcha también a Bruselas. Una vez allí, mientras
Marx continuaba su Crítica de la política y de la econo
mía política, trabaja en un proyecto de historia de la
sociedad inglesa durante tres meses, hasta que en julio
viajan ambos a Inglaterra. Aprovechando las relaciones
sociales y conocimientos de Engels, Marx conectaría
allí con la Liga de los Justos, la izquierda cartista y la
realidad inglesa en general.
Como en París, también entre los miembros alema
nes de la Liga de los Justos en Londres predominaba el
«comunismo tosco» y el «comunismo político» (el de
W. Weitling, concretamente). Y tanto en Francia como
en Inglaterra se extendían además dentro de la Liga
las ideas que los «socialistas verdaderos» *, M. Hess y
K. Grünn, difundían por entonces en las pocas publi
caciones democráticas que había en Alemania. Hasta
el punto de que, a su vuelta de Inglaterra, Marx y En
gels decidieron posponer la exposición sistemática de
su pensamiento y concentrarse inmediatamente en la
crítica de La ideología alemana: una crítica de la filo
sofía posthegeliana, en general, y de Feuerbach y el
«socialismo verdadero», en particular, con un primer
capítulo en el que adelantaban su pensamiento más bá
sico.
Aun cuando sabían que todavía les faltaba lo más di
fícil, el estudio científico y concreto de la sociedad de
la época, con vistas a garantizar la eficacia de la estra-
106
¿
tegia y la táctica política del proletariado, ante todo
había que comenzar por definir y difundir la nueva
concepción del mundo y de la historia.
107
miento teórico [...]. De ahí que Feuerbach no com
prenda la importancia de la actividad «revoluciona
ria», de la actividad «crítico-práctica».
(M arx: 1970, Tesis sobre Feuerbach, pp. 665-666)
108
El problema de si puede atribuirse al pensamiento
humano una verdad objetiva no es un problema teó
rico, sino un problema «práctico». Es en la práctica
donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir,
la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensa
miento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad
del pensamiento —aislado de la práctica— es un pro
blema puramente «escolástico».
(Ibíd., p. 666)
Lo más a que puede llegar el materialismo contem
plativo, es decir, el que no concibe lo sensorial como
una actividad práctica, es a contemplar a los diversos
individuos sueltos y ala sociedad civil.
(Ibíd., p. 668)
109
como el secreto de la familia sagrada, hay que ani
quilar teórica y prácticamente la primera.
(Ibíd., pp. 666-667)
110
i
proletariado que transforme realmente el mundo. Por
eso, concluye Marx:
111
jamás lo que Marx alcanzó. Marx tenía más talla,
veía más lejos, atalayaba más y con mayor rapidez
que todos nosotros juntos. Marx era un genio; noso
tros, los demás, a lo sumo, hombres de talento. Sin
él la teoría no sería hoy, ni con mucho, lo que es.
Por eso ostenta legítimamente su nombre.
(E ngels: 1968, Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía..., p. 54)
112
J
trata de reproducir. Este modo de producción no
debe considerarse solamente en cuanto es la produc
ción de la existencia física de los individuos. Es ya,
más bien, un determinado modo de la actividad de
estos individuos, un determinado modo de manifestar
su vida, un determinado «modo de vida» de los mis
mos. Tal y como los individuos manifiestan su vida,
así son. Lo que son coincide, por consiguiente, con
su producción, tanto con «lo que» producen como por
el modo «como» lo producen. Lo que los individuos
son depende, por tanto, de las condiciones materiales
de su producción.
(Ibíd., pp. 19-20)
113
tafísica y cualquier otra ideología, y las formas de
conciencia que a ellas corresponden, pierden así la
apariencia de su propia sustantividad. No tienen su
propia historia ni su propio desarrollo, sino que los MODO DE PRODUCCION HISTORICO Y SOCIAL
hombres que desarrollan su producción material y su
intercambio material cambian también, al cambiar esta
realidad, su pensamiento y los productos de su pensa
miento. No es la conciencia la que determina su vida,
VIOA M A T E R IA L
sino la vida la que determina la conciencia.
(Ibíd., p. 26)
P R O D IC C IO N
de la producción, del desarrollo de las fuerzas produc
tivas bajo determinadas relaciones de producción * (si
bien no se habla todavía de éstas, sino de «división del
C O N D IC IO N E S S O C IA L E S
trabajo», de «formas de intercambio», etc.).
114 115
J
ses [...]. Toda clase que aspire a implantar su domi
nación [...] tiene que empezar conquistando el poder
político.
(Ibíd., p. 35)
Aparte de esto, hay algo igualmente importante a te
ner en cuenta:
116
6.6. La ciencia del capitalismo, ciencia
de la revolución
Esta concepción de la historia consiste, pues, en
exponer el proceso real de producción, partiendo para
ello de la producción material de la vida inmediata,
y en concebir la forma de intercambio correspondien
te a este modo de producción y engendrada por él,
es decir, la sociedad civil en sus diferentes fases,
como el fundamento de toda la historia, presentán
dola en su acción en cuanto Estado y explicando a
base de él todos los diversos productos teóricos y
formas de conciencia, la religión, la filosofía, la mo
ral, etc. (Ibíd., p. 40)
Tan pronto como se expone este proceso activo de
vida, la historia deja de ser una colección de hechos
muertos, como lo es para los empiristas, todavía abs
tractos, o una acción imaginaria de sujetos imagina
rios, como para los idealistas.
Allí donde termina la especulación, en la vida real,
comienza también la ciencia real y positiva, la expo
sición de la acción práctica, del proceso práctico de
desarrollo de los hombres. (Ibíd., p. 27)
En conclusión, cuando se aplica esta concepción de
la historia a la comprensión de la historia moderna
de Europa se llega a los siguientes resultados:•
• el desarrollo de las fuerzas productivas ha entrado en
contradicción con las relaciones de producción burguesas,
convirtiendo a aquéllas más bien en fuerzas de destruc
ción (maquinaria y dinero); y dando origen a una clase que
se ve expulsada de la sociedad y obligada a colocarse en
la más resuelta contraposición respecto de todas las de
más clases y de la que nace la conciencia de que es ne
cesaria una revolución radical, la conciencia comunista
(ibíd., p. 81);
• lógicamente, la lucha revolucionaria de esa clase oprimida
está fundamentalmente dirigida contra la clase dominante,
la gran burguesía;
• a diferencia de otras revoluciones, la revolución comunista
se orienta a la supresión definitiva del trabajo enajenado,
las clases sociales y las nacionalidades;
• en cualquier caso, esto último sólo podrá llevarse a la
práctica mediante un movimiento crítico-práctico, revo
lucionario.
117
Lógicamente, sus relaciones más estrechas fueron con
la Liga de los Justos. En agosto de 1846, Engels fue
enviado a París para contrarrestar la influencia del
«socialismo verdadero» * en las comunidades de la Liga
y constituir una filial del Comité de Bruselas. En enero
de 1847, J. Molí, enviado por la Liga desde Londres,
visitaba a Marx en Bruselas y a Engels en París para
pedirles que ingresaran en la Liga; su ingreso se pro
ducía en febrero. En junio de ese mismo año, el con
greso londinense de la Liga de los Justos culminaba
con su transformación en Liga de los Comunistas, y,
poco después, el Comité de Correspondencia de Bruse
las se integraba en la misma.
E. Proudhon.
120
rier. Al primero, por la orientación práctica y comunista
que, como empresario textil, había dado a su crítica
del capitalismo inglés, concretada en sus colonias fa
briles modelo-(New Lanark), y en su capacidad para
impulsar el reformismo político liberal y la eficacia del
owenismo inglés (limitaciones legales al trabajo de mu
jeres y niños, unión sindical, cooperativas de produc
ción y consumo, bazares obreros, etc.). Los otros dos
les parecían más interesantes teóricamente. En cuanto
a Proudhon, éste tenía para ellos no sólo el mérito de
ser un obrero autodidacta, sino, además, el mucho más
importante de haber insistido en la necesidad del domi
nio crítico de la ciencia económica burguesa por parte
de la clase trabajadora.
Marx, por su parte, había descubierto ya para enton
ces la teoría del valor de Ricardo, leyendo a los socia
listas ricardianos (aunque el estudio sistemático de és
tos no lo haría hasta los años cincuenta). Políticamente
próximos al socialismo owenista y al cartismo inglés,
los ricardianos habían elaborado la teoría del valor-
trabajo y la teoría de las crisis periódicas del capitalis
mo con el fin de explicar con rigor la realidad social
inglesa y potenciar políticamente el movimiento obrero
nacional.
En 1847, de hecho, Marx integra ya la teoría del valor-
trabajo en su propia concepción de la economía polí
tica, tanto en las conferencias de la Asociación Obrera
Alemana de Bruselas (Trabajo asalariado y capital)
como en su crítica de Proudhon. Pero lo más signifi
cativo (desde el punto de vista de la lucha ideológica)
en orden a la organización de un partido obrero revo
lucionario y científico, es su denuncia de la posición teó
rica de Proudhon como pequeñoburguesa, metafísica
y ahistórica.
La estrategia política del Comité de Bruselas tenía
tres objetivos últimos:•
121
En cambio, Proudhon idealizaba la producción del pe
queño productor (a la que llamaba posesión), defendien Una clase oprimida —casi concluye la obra— cons
tituye la condición vital de toda sociedad fundada en
do intereses pequeñoburgueses; pretendía establecer una el antagonismo de clases. La liberación de la clase
sociedad de pequeños propietarios; y se inclinaba por el oprimida implica, pues, necesariamente la creación de
reformismo político. una sociedad nueva. Para que la clase oprimida pueda
Pero Marx criticaba sobre todo su método metafísico, liberarse, necesita que las fuerzas productivas ya ad
ahistórico. En lugar de partir del análisis de la sociedad quiridas y las relaciones sociales existentes no pue
real (cosa que ya hacía Ricardo) para descubrir «cómo dan coexistir unas al lado de otras.
se constituye el valor», Proudhon habla de Razón, Jus (Ibíd., p. 239)
ticia y otros conceptos abstractos similares, eternos y
La condición de liberación de la clase trabajadora
grandilocuentes. Ignora que las categorías económicas consiste en la abolición de toda clase, de la misma
son abstracciones de las relaciones sociales de produc manera que la condición de liberación del tercer es
ción y, por tanto, productos históricos y transitorios, tado, del orden burgués, fue la abolición de todos los
y se limita a establecer entre esas categorías («división estados —estamentos— y de todos los órdenes.
del trabajo», «crédito», «dinero», etc.) una relación pura (Ibíd., pp. 239-240)
mente lógica, especulativa.
Por su parte, Marx, con un lenguaje cada vez más Mientras tanto, el antagonismo * entre el proleta
preciso y más claro, se esfuerza en definir la naturale riado y la burguesía es una lucha de clase contra
za del capitalismo (y su lógica) por su origen, inten clase, lucha que, llevada a su más alta expresión,
constituye una revolución total. Por otra parte, ¿hay
tando identificar las principales fases históricas del que asombrarse de que una sociedad, fundada sobre
desarrollo real del modo de producción capitalista. la «oposición» de clases, termine en «contradicción»
brutal, en un choque cuerpo a cuerpo como desenlace
Cuando la burguesía se impuso —escribirá, por ejem final?
plo—, ya no hubo cuestión acerca del lado bueno o (Ibíd., p. 240)
malo del feudalismo. Las fuerzas productivas que ha
bían sido desarrolladas por ella bajo el capitalismo
le fueron adictas. Todas las viejas formas económicas, 7.1.2. Por un programa científico y una política
las relaciones civiles que les correspondían, el estado democrática
político que constituía la expresión oficial de la vieja
sociedad civil, quedaron destruidas. Las crisis agrarias alemanas de tipo antiguo en 1845
(Marx: 1969, Miseria de la filosofía, p. 173) y 1846 (malas cosechas, crisis de subsistencia) y la
crisis periódica del capitalismo en 1847, con centro en
Inglaterra, de un lado, y la represión militar de la pro
Muestra cómo, frente a la creciente división del trabajo
testa espontánea de la población y el descontento polí
y al automatismo de la producción fabril, no se im
tico creciente de la burguesía alemana en 1847, del otro,
pone la vuelta al ideal pequeñoburgués de la pequeña
aumentaban las posibilidades revolucionarias en Ale
industria artesanal, sino el fomento de la tendencia ha
mania. En febrero de este último año el gobierno pru
cia el desarrollo integral del individuo (Ibíd., p. 201);
siano, necesitando la aprobación de la burguesía para
cómo las contradicciones propias del capitalismo y de
decidir una serie de empréstitos e impuestos, convocó
su desarrollo crean las condiciones de posibilidad de las Dietas Unidas. Y, en tales condiciones, Marx y En-
una sociedad nueva. Para ello es necesario que las fuer gels insistirían en la necesidad de la cohesión interna
zas productivas entren en contradicción con las rela del partido comunista, cómo representante de los inte
ciones de producción: reses generales de la clase obrera, en el desarrollo de
122
123
i
una política de compromiso y pacto con el campesina
do, la pequeña burguesía y la burguesía democráticas,
y en la actuación de la clase obrera como vanguardia del
movimiento político dirigido contra la monarquía abso
luta y el feudalismo alemán, como vanguardia de la re
volución burguesa.
En el congreso que tuvo lugar en Londres del 2 al 9
de junio de 1847, se constituyó la Liga de los Comunis
tas, iniciándose ya allí la reorganización de la Liga de
los Justos. Los partidarios de Weitling en París habían
sido previamente expulsados, y el congreso ratificó ese
acuerdo. La antigua divisa de la sociedad —Todos los
hombres son hermanos— fue sustituida por el lema
¡Proletarios del mundo, unios!, que pasó a encabezar
el proyecto de los nuevos estatutos, cuyo primer artícu
lo rezaba así:
La finalidad de la Liga es el derrocamiento de la
burguesía, la dominación del proletariado, la supre
sión de la vieja sociedad burguesa, basada en los an
tagonismos de clase, y la creación de una nueva socie
dad sin clases y sin propiedad privada.
124
i
las propuestas de Marx y Engels, delegados de los co
munistas belgas y franceses, cuyas ideas pasaron a los
estatutos de la organización. Además, el programa apro
bado respondía básicamente a la propuesta de Engels
(Principios del comunismo), y ambos recibirían el en
cargo de redactar un Manifiesto Comunista.
Había nacido el primer partido obrero alemán, cien
tífico y revolucionario.
125
No ignoran Marx y Engels que la lucha de clases de las clases amenazadas por la burguesía, cuya última
puede concluir con la destrucción final de la sociedad palabra es
(posibilidad que nosotros, en un mundo dominado por
el peligro de guerra nuclear total, conocemos bien). En el sistema gremial en la manufactura y la economía
el pasado, dicen, hubo patriarcal en el campo
(Ibíd., p. 161)
una lucha que en todos los casos concluyó con una
transformación revolucionaria de toda la sociedad o
y diversas formas de socialismo crítico-utópico, capaces
cotí la destrucción de las clases beligerantes.
de seducir a algunos sectores del proletariado, pero des
(Ibíd., p. 149) tinadas a caer finalmente en el sectarismo y en la
impotencia. Pero hay, además, un socialismo auténtico,
Pero, políticamente, con confianza en el hombre, optan
que se realizará en la medida en que la lucha de la
por la posibilidad de la revolución proletaria, capaz de
clase obrera con la burguesía conduzca a la compren
emanciparle definitivamente.
sión cada vez más rigurosa de la realidad social y a
La revolución comunista se define por «la ruptura
la conversión del proletariado en clase revolucionaria
más radical con las relaciones de propiedad tradiciona
capaz de lograr su emancipación y la emancipación so
les [y su desarrollo implica, ante todo, que] se rompa
cial general.
de la manera más radical con las ideas tradicionales.
Frente al capitalismo, los obreros comienzan destru
[A esto debe seguir] la elevación del proletariado a clase
yendo la maquinaria y las mercancías. Crean luego aso
dominante, la conquista de la democracia [y el uso de] ciaciones y sindicatos de clase para defender sus inte
su hegemonía política para [...] centralizar todos los
reses económicos, su salario. Y finalmente se unen, a
instrumentos de producción en manos del Estado, es escala nacional, como clase social, y, por tanto, como
decir, del proletariado organizado como clase dominan partido político; partido continuamente destruido y con
te, y para incrementar lo más posible la masa de las tinuamente vuelto a reconstruir por la «competencia en
fuerzas productivas» (Ibíd., p. 56).
tre los propios obreros» (ibíd., p. 145).
Tomando como modelo al proletariado inglés, el Ma
Finalmente,
nifiesto diseña la tesis de la clase-partido, o del partido-
una vez que, en el curso de la evolución, las diferen clase, como la clase obrera en lucha en los distintos
cias de clase hayan desaparecido y toda la producción frentes sociales (sindical, político, ideológico y demás),
se halle concentrada en manos de los individuos aso en la medida en que alcanza la conciencia de clase y
ciados, el poder público perderá su carácter políti en tanto lucha prácticamente para acabar con el capi
co [...]. El poder político en su sentido estricto es el talismo y la sociedad de clases en general.
poder organizado de una clase para oprimir a otra. En la práctica social concreta, el partido de la clase
(Ibíd., p. 157) obrera se compone, pues, de múltiples partidos. Pero
hay uno, el partido comunista, que, sin ser una élite
Conviene saber que hay un falso socialismo, feudal dirigente, constituye la vanguardia de la clase, por su
o pequeñoburgués. El socialismo feudal es el «socialis mayor autoconciencia y su política intemacionalista;
mo clerical», de la clase feudal eclesiástica, que añora y no es una élite dirigente porque el desarrollo de esas
las relaciones de producción * medievales, con una total cualidades depende del avance relativo de la clase obre
incapacidad de comprender la marcha de la historia ra en su conjunto hacia la autodirección y la autoeman-
(ibíd., p. 158). cipación, porque es un producto histórico de la clase
Hay también un socialismo pequeñoburgués, propio como tal.
126 127
Los comunistas no son un partido aparte, frente Alemana (concretado en la formación de una legión
a los demás partidos. No tienen intereses separados alemana de «profesores en barricadas, que fue aplas
de los intereses de todo el proletariado [...]. El ob
jetivo inmediato de los comunistas es el mismo que tada nada más atravesar el Rin), Marx y Engels fun
el de todos los demás partidos proletariados: la for daban en París el Club de los Obreros Alemanes, mien
mación del proletariado como clase, el derrocamiento tras, en el comité central de la Liga, maduraban la es
como clase, el derrocamiento de la dominación de la trategia y la táctica comunista en función de las nue
burguesía, la conquista del poder político por parte vas condiciones.
del proletariado. Las Reivindicaciones del partido comunista en Ale
(Ibíd., p. 149) mania, redactadas por Marx y Engels y suscritas por
el pleno del comité, se presentaban como el programa
común de la clase obrera, el campesinado y la pequeña
7.2. La revolución en la práctica: lucha burguesía democrática, y se convirtieron de hecho en
el programa de la vanguardia política liberal alemana
comunista por un frente antifeudal durante la revolución. Su orientación, antifeudal, era
en Alemania democrático-radical: república única e indivisible; su
fragio universal y retribución de los obreros elegidos
El 29 de enero de 1848 el gobierno francés conmi como parlamentarios; abolición de la propiedad y los
naba a F. Engels para que abandonase Francia en un gravámenes feudales; separación de la Iglesia y el Es
plazo de 24 horas. El 31 llegaba a Bruselas. Para en tado, justicia gratuita y educación pública; nacionali
tonces Marx había concluido el Manifiesto, que vería la zación de la banca y el transporte; ejército popular; y
luz al mes siguiente en lengua alemana, en Londres, y sistema fiscal progresivo.
que sería traducido en seguida a varias lenguas. Mien Como otros comunistas, hasta un total de trescientos
tras tanto, los acontecimientos políticos se precipitaban. o cuatrocientos, Marx y Engels se dirigieron, según
Primero fue la victoria de los demócratas radicales acuerdo del comité central, a Alemania, ubicándose allí
sobre los cantones reaccionarios y la expulsión de los donde podían ser más útiles, después de disolver la
jesuítas, en Suiza. Luego, el derrocamiento de la mo Liga. Concretamente ellos, tenían el proyecto de editar
narquía borbónica en Nápoles y la proclamación de un gran diario democrático-radical, que defendiera la
la república en Nápoles, Turín y Florencia. El 25 de revolución burguesa desde el punto de vista de los inte
febrero se proclamaba la Segunda República Francesa, reses de la clase obrera y que orientara la política de
y, tras esto, el movimiento revolucionario estallaba en los comunistas y de la izquierda democrática en gene
Austria (Viena, 13 de marzo), Prusia (Berlín, 18 de mar ral. Hallándose en Colonia desde el 11 de abril, Marx
zo) y el Milanesado, entre otros países. invirtió la herencia paterna en la eqipresa, y Engels,
El comité central de la Liga, con sede en Londres, sus ingresos personales. Y el 1 de junio la Nueva Ga
cedió sus poderes al de Bruselas, para trasladarse fi ceta Renana estaba en la calle.
nalmente a París, con Marx como presidente, al ser ex
pulsado éste de Bélgica el 3 de marzo. El 21 le seguía
Engels, y el 31 se constituía en Prusia un gobierno li
beral, monárquico y controlado por la alta burguesía, 7.3. La «Nueva Gaceta Renana», en la lucha
que, aun así, sancionaría legalmente varios derechos por la democracia
democráticos fundamentales.
Ante esta situación, oponiéndose al proyecto de la El periódico se presentaba como órgano de la demo
pequeña burguesía radical de la Sociedad Democrática cracia, como recordaría Engels en los años ochenta:
128 129
)
Cuando fundarnos en Alemania un gran periódico y, aunque al cabo de un mes no quedaba ni uno de
nuestra bandera no podía ser otra que la bandera ellos, la Nueva Gaceta Renana llegó pronto a ser el
de la democracia; pero de una democracia que des periódico más famoso de la revolución.
tacaba siempre, en cada caso concreto, el carácter En los primeros meses, mientras Marx y Engels re
específicamente proletario [...]. Si no hubiéramos pro comendaban a los miembros de la Liga el ingreso en
cedido de este modo [...], no nos hubiera quedado
más remedio que ponernos a predicar el comunismo las sociedades democráticas, ellos mismos entraban
en alguna hojita lugareña y fundar, en vez de un gran en la Sociedad Democrática de Colonia, mientras parti
partido de acción, una pequeña secta. Pero el papel cipaban activamente en la fundación de la Unión Obre
de predicadores en el desierto ya no nos cuadraba; ra de la ciudad. La alianza con la burguesía democrá
habíamos estudiado demasiado bien a los utopistas tica fue también la política defendida en ese período
para caer en ello. No era para eso para lo que ha por el diario, que explicaba la tendencia de la gran bur
bíamos trazado nuestro programa. guesía al entendimiento con el absolutismo prusiano
(E nüi-i.s : 1975, Marx y la « Nueva Gaceta del Rin», y denunciaba el «cretinismo parlamentario» de los dipu
página 330) tados peqúeñoburgueses democráticos por sus concesio
nes a la derecha.
Por lo mismo, el programa político de la Nueva Gaceta La política de frente único democrático y anti feudal
del Rin constaba de dos puntos fundamentales: Repú se mantuvo en el diario hasta finales de 1848: ante
blica alemana democrática, una e indivisible, y guerra todo, había que impulsar la revolución burguesa. Tras
con Rusia (ibíd., p. 332); esto último porque el imperia la masacre de los obreros parisienses de finales de junio
lismo feudal de los /ares era entonces el principal aliado de 1848, la contrarrevolución avanzaba en Alemania
de la reacción interior en los países centroeuropeos. mientras el periódico defendía una solución progresista
Dominado por Marx, y con Engels como redactor de de la cuestión agraria, la renovación del aparato del
la mayor parte de los editoriales, el periódico tuvo estado militarista prusiano —todavía intacto— y una
siempre una orientación claramente izquierdista, que se política intemacionalista democrática. Luego, a los re
fue radicalizando en la medida en que la contrarrevo gistros y detenciones de obreros y redactores progre
lución consiguió imponerse en Alemania. Engels apunta: sistas, a la suspensión de los periódicos liberales, siguió
la declaración de estado de guerra en Colonia, el aplas
Febrero y marzo sólo podían tener el significado de tamiento del levantamiento popular en Francfort, y la
una autentica revolución siempre y cuando no fuesen caída del gobierno burgués prusiano en septiembre;
el remate, sino, por el contrario, el punto de partida el propio Engels tuvo que huir de Colonia. Pero sólo
de un largo movimiento revolucionario, en el que
(como había ocurrido en la gran Revolución france ante la irrupción militar de la contrarrevolución en
sa) el pueblo se fuese desarrollando a través de sus Viena en noviembre y el golpe de estado prusiano que
propias luchas, en el que los partidos se fuesen des concluyó en diciembre con la disolución del parlamento
lindando cada vez más nítidamente hasta coincidir en Prusia, la redacción del periódico cambiaría su vi
por entero con las grandes clases —burguesía, peque sión táctica.
ña burguesía y proletariado— y en el que el proleta En tanto que la línea editorial de la Nueva Gaceta
riado fuese conquistando, en una serie de batallas,
Renana difundía consignas tales como la negativa a pa
una posición tras otra.
(Ibíd., p. 333) gar impuestos, la formación de comités de seguridad y
la organización de milicias populares, Marx y Engels
Abandonada por la mitad de sus accionistas primi alentaban la formación de sociedades obreras indepen
tivos, burgueses alarmados por la linea radical del diario dientes hasta constituir un partido obrero nacional. En
130 131
marzo de 1849 la Unión Obrera de Colonia, concreta
mente, rompía con la Sociedad Democrática, mientras
la inflexión radical del periódico se hacía más profunda.
132
J
7.4. Enseñanzas de la revolución
En Londres, la Liga se reorganiza como sociedad
secreta, para inmediatamente centrarse en las áreas
más urgentes: ayuda a los refugiados; restablecimiento
de las relaciones políticas con los inmigrantes alemanes
y con las fuerzas obreras y democráticas izquierdistas
internacionales, y balance político de la experiencia re
volucionaria.
El mensaje del comité central a los comunistas, re
dactado por Marx y Engels, resume las principales
enseñanzas políticas de la revolución con vistas a la es
trategia y a la táctica a seguir en una futura coyuntura
revolucionaria: autonomía del partido obrero; revolución
permanente; toma del poder por el proletariado, y prác
tica de una política centralizadora frente a la anarquía
y el particularismo feudales.
133
blica por la más resuelta centralización del Poder en polución y contrarrevolución en Alemania (New York
manos del Estado. Los obreros no se deben dejar des Daily Tribune, 1851-1852), de Engels; y El dieciocho
orientar por la cháchara democrática acerca del mu Brumario de Luis Bonaparte (en Die Revolution, re
nicipio libre, la autonomía local, etc. [...]. Lo mismo vista mensual fundada por J. Weydemeyer, recién emi
que en Francia en 1793, la centralización más rigu grado, en 1852), con el análisis de Marx sobre el golpe
rosa debe ser hoy, en Alemania, la tarea del partido de estado francés de Luis Napoleón en diciembre de 1850.
verdaderamente revolucionario. En conjunto, estos escritos vienen a constituir una
(Ibíd., p. 101) obra común centrada en el análisis histórico de la re
volución europea de 1848, y contando con las claves
En 1850 la Liga se había consolidado, e incluso, en teóricas básicas de la concepción materialista de la
abril, las relaciones con el ala izquierda del cartismo in historia como «hilo conductor». Refiriéndose concreta
glés y los blanquistas franceses se concretaban en la mente a las luchas de clases en Francia, en 1895, escri
Sociedad Universal de los Comunistas Revolucionarios, biría Engels:
todo un hito en la historia del movimiento obrero inter
nacional, pese a lo breve de su existencia. Sin embargo, En el Manifiesto Comunista se había aplicado a
para entonces Marx y Engels habían comprendido que grandes rasgos la teoría a toda la historia moderna,
y, en los artículos publicados por Marx y por mí en
la coyuntura revolucionaria general había pasado. En la Nueva Gaceta del Rin, esta teoría había sido em
el trabajo «Reseña. De mayo a octubre», publicado en pleada constantemente para explicar los aconteci
la Nueva Gaceta del Rin. Revista de política y economía, mientos políticos del momento. Aquí, en cambio, se
se explicaba el carácter mundial del ciclo de la produc trataba de poner de manifiesto, a lo largo de una
ción capitalista y la superación de la crisis periódica evolución de varios años, tan crítica para toda Euro
de 1847: habría que esperar la nueva crisis que, con pa, el nexo causal interno; se trataba de reducir, si
guiendo la concepción del autor, los acontecimientos
toda seguridad, vendría tras la expansión que entonces políticos a efectos de causas, en última instancia,
se iniciaba. De hecho, el propio comité central de la económicas.
Liga se trasladaría a Colonia, tras la escisión (en sep (E ngels: 1975, Las luchas de clases en Francia de
tiembre) de un sector dispuesto a provocar una insu 1848 a 1850, Introducción de 1895, p. 104)
rrección en Alemania, y con vistas a contrarrestar su
influencia política negativa sobre la clase obrera. Claro —reconocería Engels— que
137
lítico (el feudalismo, el absolutismo) no podía durar,
y confiaban en que, al sobrevenir una nueva crisis —ca
pitalista o dual—, el proletariado impulsaría la revolu
ción burguesa en el sentido del socialismo. Pero se
equivocaron en varias cosas: por ejemplo, ni el capi
talismo estaba todavía maduro, ni el proletariado in
dustrial era todavía una clase social importante —con
excepción de Inglaterra.
La revolución había venido, en cualquier caso, a con
firmar básicamente el pensamiento previo de Marx y
Engels en el plano de la lucha social y política y en la
coyuntura de la revolución burguesa: el proletariado
debía impulsar la constitución de un partido obrero
independiente, revolucionario y científico, capaz de ha
cer la revolución permanente y de profundizar en esa
revolución hasta tomar el poder; y, además, la unión
de obreros y campesinos, bajo la hegemonía de los
primeros, resultaba decisiva para avanzar realmente
frente al régimen feudal, frente a la traición de la gran
burguesía y el miedo y la indecisión de la pequeña bur
guesía. Sin embargo, de momento, desaparecida ya la
coyuntura política revolucionaria de 1848, se imponía
la vuelta al estudio, con vistas sobre todo a consolidar
la construcción de la ciencia del capitalismo, al desa
rrollo de las condiciones teóricas de la revolución. De
hecho, desde finales de 1850, Engels se reincorpora a
su trabajo como empleado, con un salario discreto, en
la fábrica familiar de Manchester. En cuanto a Marx,
estudia ya en la sala de lectura del Museo Británico,
donde va a pasar tantos años difíciles. Todavía tendrá
que ocuparse temporalmente del trabajo político, sobre
todo para desmontar el tinglado amañado por la reac
ción prusiana para condenar a prisión militar a los co
munistas de Colonia, con calumnias y falsas pruebas.
Los resultados de su investigación se publicarán en for
ma de artículo, con el título de Revelaciones sobre el
proceso de los comunistas de Colonia, en el New York
Daily Tribune. Pero desde 1852 podrá centrarse definiti
vamente en sus estudios económicos. En cuanto a la
Liga, se disolverá formalmente, a propuesta suya, en
noviembre de ese mismo año: en la práctica se había
extinguido ya para entonces.
138
La c ie n c ia d e l c a p ita lis m o , u n a c ie n c ia
en c o n s t r u c c ió n (1 8 5 2 -1 8 6 4 )
139
más de la cuarta parte de los artículos que éste publicó extraordinariamente interesante. Ciertamente, a la de
en el New York Daily Tribune desde 1851, y que fueron rrota de las revoluciones de 1848 siguieron varios años
su principal fuente de ingresos regulares. Y, a partir de cerrada reacción política internacional, pero el ca
de 1856, el aumento de sus ingresos profesionales le pitalismo se movía, engendrando nuevas contradiccio
permitió atender sistemáticamente las necesidades de nes objetivas, en tanto que la revolución burguesa ten
la familia Marx, si bien sólo en los sesenta esa ayuda dría que afrontar antes o después problemas cruciales
suya llegaría a ser suficiente. todavía no resueltos: la supresión de la servidumbre en
Separados por ocho horas de viaje en tren, Marx y Rusia, la de la esclavitud en los Estados Unidos y la
Engels no sólo se veían con cierta frecuencia cuando unidad e independencia nacional de Alemania, Italia,
Engels se desplazaba a Londres, sino que se escribían Polonia, Hungría y otros países, eran probablemente
continuamente. Sus cartas (más de 1.300, en los veinte los más importantes.
años de su separación) constituyen en realidad un autén Además, el desarrollo del capitalismo en determina
tico laboratorio intelectual desde el que observan, ar dos países (en Alemania, por ejemplo, que, hacia 1860,
mados con la teoría, la historia; aparte de significar sobrepasaría a Francia) se traducía en el aumento de
un fondo de riqueza biográfica excepcional. Ellas prue la importancia social de la clase obrera, y su expansión
ban también hasta qué punto su pensamiento es un general originaba las guerras coloniales, agravando los
pensamiento compartido. En las cartas se habla de conflictos entre las principales potencias. Por eso, en
todo (de filosofía y de ciencia; lingüística y literatura; principio, Marx y Engels confiaban en que, antes o des
ingeniería y matemáticas; historia y política; política pués, sobrevendría un nuevo cuarenta y ocho. Y en
en general y política obrera en particular), pero sobre sus artículos periodísticos aplicaron el materialismo dia
todo de economía y política. Allí se ordena la informa léctico e histórico * a la observación e interpretación
ción, se discuten las hipótesis y se afina continuamente de la historia.
la teoría. Páginas clave de los escritos económicos de Primero fue la guerra entre Rusia y Turquía, en 1853,
Marx y artículos periodísticos prácticamente acabados cuya internacionalización originó la guerra de Crimea
tuvieron allí su origen. (1854-1856). Luego, la insurrección de la India (1857-1859),
En los años cincuenta, los problemas más discutidos las guerras coloniales de China (1856-1860), el estallido
fueron, sobre todo, los relativos a la política interna de la guerra de Francia e Italia contra Austria (1859),
cional: escribieron 487 artículos para el New York Daily la guerra de secesión de los Estados Unidos (1861-1865),
Tribune (que con sus 200.000 ejemplares era el periódi la ocupación de Indochina por Francia (1862), la ocu
co de mayor tirada mundial), más otros para la prensa pación francesa de México, el levantamiento polaco
de la izquierda cartista (sobre todo, The People’s Paper contra la Rusia zarista (1863) y la guerra entre Austria
y Notes to the People) y algunos periódicos más, aparte y Prusia (1866). Por último, la guerra francoprusiana y
de una importante colaboración en la New American la unidad nacional de Alemania e Italia (1870-1871),
Ciclopedia. En esos trabajos, Marx, que preparará escru entre otros acontecimientos internacionales importantes.
pulosamente sus artículos, se las arreglará para rela A lo que hay que unir importantes procesos nacionales
cionar la discusión de las cuestiones políticas más im como la «revolución» española de 1854-1856, la evolu
portantes de la actualidad con su investigación central ción inglesa, laboratorio social donde se experimentaba
sobre el capitalismo, mientras Engels se especializará el capitalismo, la abolición de la servidumbre en Ru
sobre todo en la teoría militar general (y de la clase sia (1861) y de la esclavitud en los Estados Unidos, o
obrera en particular), hasta convertirse en una auto la constitución de la Unión General alemana de los
ridad en la materia. Trabajadores (1863). Y, sobre todo, la crisis periódica
Por lo demás, aquella época fue una época histórica del capitalismo en 1857 y la recuperación del movi
140 141
miento obrero, a partir de los años inmediatos, hasta la situación tan favorable que ofrece Londres para la
constituir la Primera Internacional en 1864. observación de la sociedad burguesa, y, en fin, la nue
Apoyándose en su correspondencia, Marx y Engels va fase de desarrollo en que ésta parecía entrar por
observarían atentamente todos estos procesos, inten el descubrimiento del oro californiano y australiano,
tando identificar su lógica particular y explicándola me decidieron a comenzar de nuevo por el principio
en sus artículos periodísticos, aplicando su concepción y a someter a un examen crítico los nuevos mate
riales.
materialista de la historia *, desde una posición socia
lista. Pero, en cualquier caso, lo más importante para M arx : 1970, Contribución a la «Crítica de la econo
ellos fue siempre el conocimiento científico de la so mía política», p. 40)
ciedad capitalista y de su lógica social, tanto más cuan
Sin embargo, «la imperiosa necesidad de producir un
to más se alejaba la coyuntura contrarrevolucionaria
trabajo remunerador» (ibidem), unida a la constante lu
y más se recuperaban las fuerzas sociales y políticas
cha con la información y la documentación, retrasó
democráticas y progresivas.
sistemáticamente el progreso de la investigación. De
hecho, como científico genuino, Marx se esforzará cons
tantemente por dominar todos los hechos significativos
8.2. Comprender el capitalismo, la tarea y la teoría científica burguesa, con el fin de poder ob
más urgente servar todos los acontecimientos pertinentes desde la
máxima altura teórica. De este modo será capaz de
En 1850, Marx vivía en Inglaterra, el único país ple puntualizar determinados hechos, sorprenderse ante lo
namente capitalista. inédito y descubrir otros sucesos nuevos, hasta cons
truir una teoría más coherente y completa que la bur
En ningún otro país —escribiría en su carta de guesa, además de eficaz en orden a la explicación de
9 de marzo de 1854 al «Parlamento Obrero» de Man- los acontecimientos y a la previsión del futuro. Pero
chester— ha asumido dimensiones tan colosales, y este esfuerzo ocupará, en la práctica, la mayor parte
aspectos tan precisos y palpables, la guerra entre de su tiempo durante el resto de su vida.
las dos clases que constituyen la sociedad moderna. Los manuscritos de 1857-1858 (publicados en 1939,
(M arx -Engels: 1973, Correspondencia, p. 79) como «Líneas fundamentales de la crítica de la economía
política») representan una primera síntesis, para uso
Por entonces trabajaba ya diariamente en la ciencia personal, de las investigaciones económicas de Marx.
del capitalismo, de nueve de la mañana a siete de la Al concluirla, vuelve a la idea de «editar un trabajo
tarde, en la biblioteca del Museo Británico. Pero, tanto completo en 'cuadernos sin plazo fijo'», de los que sólo
la masa de nuevos documentos, como la trascendencia se edita el primero: «Contribución ct la crítica de la
de los cambios socioeconómicos del mundo, le obliga economía política», de 1859. Pero los avances son siem
ron a reemprender su investigación desde el comienzo pre difíciles.
mismo.
La cosa —informaba a F. Lassalle (1825-1864) el 22
La publicación de la Nueva Gaceta Renana en 1848- de febrero de 1858— hace progresos muy lentos, por
1849 —explicaría en 1859— y los acontecimientos pos que tan pronto como uno trata de llegar a un ajuste
teriores interrumpieron mis estudios económicos, que final de cuestiones que durante años han sido el tema
no pude proseguir hasta 1850, en Londres. La prodi principal de estudio, aquéllas revelan constantemente
giosa cantidad de materiales para la historia de la nuevos aspectos y exigen nueva consideración.
Economía política amontonada en el British Museum, (M arx -E ngels: 1973, Correspondencia, p. 188)
142 143
Además, en 1859 tiene que redactar El señor Vogt (1860), complementario de Engels (sobre todo el tercero): con
un alegato contra el principal agente de la política la publicación del tomo segundo, sobre el proceso de
bonapartista de Napoleón III en Alemania, mientras circulación del capital (1885), y del tercero, el proceso
se agravan sus problemas materiales. En carta a Kugel- de producción capitalista en su conjunto, la ciencia del
mann, de 28 de diciembre de 1862, se justifica por el capitalismo clásico quedaba, básicamente, construida.
retraso:
144 145
2. Durante el curso de su desarrollo las fuerzas
productoras de la sociedad entran en contradicción
con las relaciones de producción existentes, o, lo cual
no es más que su expresión jurídica, con las relacio
nes de propiedad en cuyo interior se han movido has
ta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas que eran, estas relaciones se convierten
en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una épo
ca de revolución social. El cambio que se ha produ
cido en la base económica * trastorna más o menos
lenta o rápidamente toda la colosal superestructu
ra [...]. Una sociedad no desaparece nunca antes de
que sean desarrolladas todas las fuerzas productoras
que pueda contener, y las relaciones de producción
nuevas y superiores no se constituyen jamás en ella
antes de que las condiciones materiales de existencia
de esas relaciones hayan sido incubadas en el seno
mismo de la vieja sociedad.
{Ibid., pp. 37-38)
147
ral» (M a r x : 1973, El capital. I, prólogo, p. XV). El «des desarrollo. Podrá únicamente acortar y mitigar los
arrollo de la formación económica de la sociedad» es dolores de su parto.
el «desarrollo de la producción». Ahora bien: (Ibíd., pp. XIV-XV)
Para entender el capitalismo, Marx tuvo que estudiar
«Cuando se habla [...] de producción, se habla siem
pre de producción en un estadio determinado de des a fondo la historia del capitalismo inglés, y completar
arrollo social (de la producción de individuos en ese estudio con el correspondiente a las sociedades
sociedad). Podría parecer, en consecuencia, que, para precapitalistas (la antigüedad clásica y la sociedad me
hablar de la producción en general, tendríamos o dieval europea se conocían entonces ya bastante bien,
bien que seguir el desarrollo histórico en sus dife mientras que la información sobre la prehistoria hu
rentes fases, o bien declarar desde un principio que mana, las sociedades primitivas comunales y la evolu
tenemos que ver con una época histórica determina ción de Africa y de la América precolombina era mucho
da; por ejemplo, con la moderna producción burgue más limitada). Pero El capital no es un libro de historia,
sa, que es en realidad nuestro auténtico tema. aunque sí es la obra de un historiador. Marx se centra
(M arx : 1977, Líneas fundamentales de la crítica de en la teoría económica que hace inteligible el capitalis
la economía política, p. 7) mo como sociedad real combinando el análisis histórico
con el análisis teórico, y siempre sobre la base, más
En la presente obra —precisará Marx, refiriéndose general, del materialismo dialéctico e histórico *. En
a «El capital»— nos proponemos investigar el «régi última instancia, es la teoría la que conduce el conjun
men capitalista de producción» y las «relaciones de
producción y circulación» que a él corresponden. El to de la investigación. Véase un ejemplo básico:
hogar clásico de este régimen es, hasta ahora, «Ingla
terra». Por eso tomamos a este país como principal En todas las formas de sociedad hay una produc
ejemplo de nuestras investigaciones teóricas. ción determinada que asigna a todas las demás su
rango e influencia, y cuyas circunstancias, por lo tan
(M arx : 1973, El capital. I, prólogo, p. XIV) to, asignan también a todas las demás circunstancias
su rasgo e influencia [...]. El capital es el poder eco
Lo que de por sí nos interesa aquí —añadirá—, no nómico de la sociedad burguesa que lo domina todo.
es precisamente el grado más o menos alto de des Tiene que constituir tanto el punto de partida como
arrollo de las contradicciones sociales que brotan de el punto de llegada.
las leyes naturales de la producción capitalista. Nos (M arx : 1977, Líneas fundamentales de la crítica...,
interesan más bien estas «leyes de por sí», estas pp. 30-31)
«tendencias», que actúan y se imponen con férrea ne
cesidad. Los países industrialmente más desarrollados
no hacen más que poner por delante de los valses Sin embargo, la misma teoría básica podía aplicarse,
menos progresivos el espejo de su propio porvenir [...]. en principio, con un criterio lógico, o con un criterio
Esa es, entre otras, la razón de que en este volumen histórico, dominante:
se dedique tanto espacio a exponer la historia, el
contenido y los resultados de la legislación fabril in Aun después de descubierto el método, y de acuer
glesa. Las naciones pueden y deben escarmentar en do con él —aclararía Engels ya en 1859—, la crítica
cabeza ajena. Aunque una sociedad haya encontrado de la Economía política podía acometerse de dos mo
el rastro de «la ley natural con arreglo a la cual se dos: el histórico y el lógico [...]. La historia se des
mueve —y la finalidad última de esta obra es, en efec arrolla con frecuencia a saltos y en zig-zags [...]. Ade
to, descubrir la ley económica que preside el movi más, la historia de la Economía política no podría
miento de la sociedad moderna», jamás podrá saltar escribirse sin la de la sociedad burguesa, con lo cual
ni descartar por decreto las fases naturales de su la tarea se haría interminable, ya que faltan todos
148 149
los trabajos preparatorios. Por tanto, el único méto-
todo indicado era el lógico. Pero éste no es, en reali
dad, más que el método histórico, despojado única
mente de la forma histórica y de las contingencias
perturbadoras [...]. Con este método el desenvolvi
miento lógico no se ve obligado, ni mucho menos, a
moverse en el reino de lo puramente abstracto. Por
el contrario, necesita ilustrarse con ejemplos histó
ricos, mantenerse en contacto con la realidad.
(E ngels: 1975, Contribución a la Crítica de la eco
nomía política..., pp. 359-361)
150
r
prender, dialécticamente, el capitalismo, es estar ya en
el camino de su superación crítico-revolucionaria.
151
lación; mercancía y dinero; capital, salario y plusvalía; cional» en el método que descubrió Hegel, pero que
etcétera), se eleva sistemáticamente del enfoque parcial al mismo tiempo está envuelto en el misticismo.
y especializado de cada una de estas categorías al en (M arx-Engels: 1973, Correspondencia, p. 91)
foque lógico-dialéctico (integrador, dinámico, histórico)
del conjunto de todas ellas. Se trata de reproducir así, Claro que —le comentaría a su amigo el 1 de febrero
teóricamente, el juego dialéctico objetivo de la lógica del mismo año—
y de la historia real conjunta del capitalismo: de este
modo, el análisis de la mercancía, del dinero y de la llevar una ciencia mediante la crítica al punto en que
circulación económica en general conduce al del ca pueda ser expuesta dialécticamente, es cosa entera-
mentedistinta de aplicar un sistema lógico abstracto,
pital; el del capital, al de la producción; el de la pro de confección, a vagas nociones de ese mismo sis
ducción, al de la plusvalía; el de la plusvalía —absoluta tema.
y relativa—, al del salario y la acumulación del capital; (Ibíd., p. 93)
y así sucesivamente.
Se explica así su larga lucha con los hechos y con la
teoría, con la investigación y con la exposición.
8.5. La lucha con la teoría, una lucha dura
8.5.1. De la circulación a la producción;
Lógicamente, el método expositivo no coincide con el
método de investigación, y el rigor de éste condiciona de la apariencia a la realidad
el de aquél:
El lugar central de los manuscritos de 1857-1858 lo
Claro está que el método de exposición debe distin ocupa el estudio de la circulación económica y, en con
guirse formalmente del método de investigación. La creto, la discusión de los socialistas ricardianos de la
investigación ha de tender a asimilarse en detalle época. Según Marx, éstos se quedan en «las aparien
la materia investigada, a analizar sus diversas formas cias» precisamente por situarse exclusivamente en el
de desarrollo y a descubrir sus nexos internos. Sólo plano del intercambio y de la circulación económica
después de coronada esta labor, puede el investigador (por lo demás, como la economía burguesa de la época
proceder a exponer adecuadamente el movimiento en general). En cambio, él, dirigiendo sus análisis al
real. Y si sabe hacerlo y consigue reflejar idealmente plano de la producción, se encuentra con «la realidad».
en la exposición la vida de la materia, cabe siempre La lógica del intercambio mercantil (intercambio que
la posibilidad de que se tenga la impresión de estar alcanza su mayor desarrollo al convertirse el dinero en
ante una construcción «a priori».
mercancía universal, como «equivalente general» y me
(Marx : 1973, El capital. I, postfacio, p. XXIII) diador entre todas las demás mercancías) es, básica
mente, para los ricardianos, una lógica de igualdad y
De hecho, Marx luchó continuamente con uno y con
de libre competencia. En este enfoque
otro. Así, por ejemplo, el 14 de enero de 1858, le escri
bía a Engels: está ya implícito el que aparezcan canceladas todas
las contradicciones inmanentes de la sociedad bur
En el «método» del tratamiento, el hecho de que guesa, y desde este punto de vista se busca refugio
por mero accidente volviese a hojear la Lógica de He- en él [...] con una finalidad apologética de las rela
gel, me ha sido de gran utilidad [...]. Si alguna vez ciones económicas existentes.
llegara a haber tiempo para un trabajo tal, me gusta
ría muchísimo hacer accesible a la inteligencia huma (M arx: 1977, Líneas fundamentales de la crítica...,
na, en dos o tres pliegos de imprenta, lo que es «ra p. 179)
153
152
J
1
Por el contrario, cuando la investigación se concentra cidad del trabajador para efectuar trabajo útil) se con
en la producción y en las relaciones sociales de pro vierte en mercancía; y no como excepción, sino como
ducción, se descubre que, bajo la aparente igualdad de regla general.
la lógica mercantil, existe una desigualdad estructural,
unas relaciones de producción que oponen el trabajo al
capital. Se ve entonces que Cosas: Objetos o servicios materiales
156
J
con el «capital». Las condiciones «históricas» de exis
tencia de éste no se dan, ni mucho menos, con la
circulación de mercancías y de dinero. El capital
sólo surge allí donde el poseedor de medios de pro
ducción y de vida se encuentra en el mercado al
«obrero libre» como vendedor de su fuerza de tra
bajo, y «esta condición histórica» envuelve toda una
historia universal. Por eso, el «capital» marca, desde
su aparición, una «época» en el proceso de la pro
ducción social.
(Marx: 1973, El capital. I, p. 123)
157
'1
La competencia entre los capitalistas determina el • La idea de que el fetichismo de la mercancía (y, en
progreso tecnológico, la crisis de las pequeñas empre particular, el salario) es la forma irracional de manifes
sas, la concentración creciente de los medios de produc tarse la explotación capitalista, oculta tras él.
ción y del capital en pocas manos, y, en esta medida, la • El relieve especial atribuido a la creciente concentración
socialización objetiva de la producción, hasta que la y centralización del capital como tendencia histórica del
contradicción entre la forma social de la producción y proceso de acumulación.
la forma privada de su apropiación se hace tan aguda • La explotación capitalista, como raíz de la alienación
que impone su superación histórica y la sustitución de característica de la sociedad capitalista.
la propiedad privada de los medios de producción por
la propiedad socialista. Además, al intuir la transición del capitalismo clási
Por otra parte, paralelamente, aumenta también la co al capitalismo monopolista, Marx abrió también
masa del capital constante respecto del capital variable, el camino para entender las leyes de esta transforma
cambiando la composición técnica del capital, y aumen ción, así como para construir la economía política del
tando consiguientemente el ejército industrial de re capitalismo maduro e imperialista del siglo XX.
serva. El coste de las innovaciones tecnológicas cre
cientes determina la caída tendencial de la cuota de
beneficio, moderada por el abaratamiento de los pro
ductos alimenticios y, finalmente, de las mismas má
quinas, aparte de por otras causas secundarias. Ade
más, los capitalistas tienden a llevar a los obreros al
«nivel de subsistencia» (aunque éste, lógicamente, se
eleva con el progreso social general): en ese sentido
hay que entender la tesis sobre la miseria creciente
del proletariado (con referencia a la condición general
de la clase obrera y no sólo en términos salariales), te
niendo también en cuenta que Marx habla de la lógica
del capitalismo «puro», cuando aún no se había desarro
llado significativamente el sindicalismo ni el movi
miento obrero en general, hasta contrarrestar con el
reformismo social y político la lógica espontánea que
lleva a la miseria.
Por último, la reelaboración de la economía política
clásica por Marx, en un cuerpo teórico y - ..temático ori
ginal, incluye innovaciones notorias. Por ejemplo:
158
159
i
parte, ese mismo desarrollo del capitalismo fortalecía
el movimiento obrero en formación. La revolución so
cialista, en definitiva, no se iba a producir exactamente
cómo y dónde Marx y Engels habían supuesto hasta
entonces (una revolución internacional con centro en
los países capitalistas con una revolución burguesa po
lítica pendiente), profundizable en el sentido del socia
lismo, pero, de hecho, los procesos revolucionarios no
se interrumpirían en ningún momento; Marx y Engels
iban a trabajar para impulsarlos en el sentido del so
cialismo en la medida de sus posibilidades.
162
gubernamental monárquico prusiano» y de entendimien
to sistemático entre la dirección del partido y Bismarck.
La cuestión militar prusiana y el partido obrero alemán
(1865), de Engels, fue acertadamente contestada en el
Sozial-Demokrat, pero, unida a otros trabajos, como la
serie de artículos «¿Qué tiene que ver la clase obrera
con Polonia?» (en The Commonwealth, 1866), contribu
yó a difundir la concepción de Marx y Engels sobre el
problema nacional y el internacionalismo de la clase
obrera.
Por otra parte, la recuperación general del movimien
to obrero en formación a partir de la crisis de 1857 se
tradujo, por entonces, entre otras consecuencias, en la
Asociación Internacional de los Trabajadores (Londres,
28 de septiembre de 1864), siendo Marx el autor del
Manifiesto Inaugural y de los Estatutos Provisionales
de la Organización. En su seno, tanto él como Engels
(que se incorporaría al Consejo General en 1870) lucha
rían constantemente contra el sectarismo interno, el
dogmatismo teórico, el economicismo sindicalista y el
reformismo político. En tanto que los ingleses se incli
naban por el economicismo sindicalista, el conjunto del
movimiento obrero europeo se hallaba aún dominado
por el pensamiento preindustrial, propio de una clase
obrera que todavía era mayoritariamente artesanal o
con una experiencia muy próxima al tipo de la artesa-
nal: de ahí su propensión a identificar el socialismo con
el mutualismo, las cooperativas y el asociacionismo en
general.
En estas condiciones, Marx y Engels trabajarán so
bre todo para elevar el nivel teórico de los cuadros
obreros, insistiendo particularmente qn la necesidad
de la organización política, independiente del movi
miento obrero, de una política intemacionalista y de
una formación teórica rigurosa. El informe titulado Sa
lario, precio y ganancia (publicado por Eleanor Marx,
en 1898), fue redactado por Marx para el Consejo Gene
ral de la Internacional, en 1865, con esa intención. Los
conflictos surgidos en el Congreso de Ginebra (1866),
con los proudhonianos, opuestos al sindicalismo y a la
huelga, se resolvieron finalmente con el predominio
de las posiciones marxistas en los Congresos de Bruse-
163
las (1868) y de Basilea (1869), mientras la Internacio-
nal se internacionalizaba realmente, revelándose como
un instrumento muy útil para la lucha económica in
mediata de la clase obrera.
Lógicamente, en la medida en que se ampliaban las
bases de la Internacional, aumentaban también las posi
bilidades de nuevos conflictos internos:
164
i
Por tanto,
165
rrotada por la contrarrevolución, y tras una sangrienta
represión (cifrada en un mínimo de 20.000 ejecuciones),
Marx saldrá entonces al paso de la campaña montada
para su difamación internacional, explicando en un ter
cer manifiesto del Consejo General de la Internacional
(conocido como La guerra civil en Francia) su sig
nificación histórico-social.
Según él, la experiencia de la Comuna enseñaba que
la clase obrera, al llegar al poder, no puede seguir go
bernando con la vieja máquina del estado, que tiene
que destruirla (suprimir el ejército permanente —susti
tuido por el pueblo armado— y la policía, separar la
Iglesia y el estado, etc.), y crear una nueva forma de
gobierno:
166
responsable en la prensa de su contenido, como autor
del texto, se convertía —según sus propias palabras—
en el hombre más calumniado y más amenazado de Lon
dres.
Tras esto, la experiencia de la Comuna se traducía en
la defensa y aprobación, en la Conferencia de Londres
de la Internacional (1871), de una resolución sobre la
eficacia política de la clase obrera, concretada en la
necesidad de un partido obrero autónomo, revolucio
nario y científico, y de la dictadura del proletariado,
tras la toma del poder por aquél. Ante la reacción opues
ta de los anarquistas y los reformistas ingleses y ale
manes, Marx y Engels redactarían La supuesta división
de la Internacional, y otros escritos más, con el fin de
explicar el problema a la clase obrera europea. Sin
embargo, finalmente, la organización de un congreso
paralelo por los anarquistas llevaba a la expulsión de
sus líderes, Bakunin y Guillaume, en el Congreso de La
Haya (1872), así como al traslado de la sede del Conse
jo General de la Internacional de Londres a Nueva
York, donde se extinguiría formalmente en 1876.
En la práctica, se había disuelto ya:
167
Ya en 1866, al concluir la guerra entre Austria y
Prusia con la derrota de Austria, y tras la formación
de la Federación de Alemania del Norte (1867) bajo
la dirección de Prusia, Marx y Engels habían aconse
jado a sus amigos obreros alemanes el realismo polí
tico, con vistas a continuar la lucha por el socialismo.
Mientras la burguesía democrática se plegaba definiti
vamente al proyecto de unificación desde arriba de Bis-
marck, y en el partido de Lassalle aumentaba la opo
sición a la dirección, la Unión de Asociaciones Obreras
Alemanas se distanciaba de aquélla, bajo la dirección
de A. Bebel y W. Liebknecht, e ingresaba en la Interna
cional en 1868. Y a esto había seguido tanto la genera
lización de los sindicatos nacionales como, y sobre
todo, la constitución del Partido Socialdemócrata Ale
mán, de orientación marxista, en el congreso de Eise-
nach (1869).
Culminada la política de unificación desde arriba de
Bismarck (1871), y tras el boom de 1871-1873, los co
mienzos de la larga depresión mundial de 1873-1896 fa
vorecieron el desarrollo del movimiento obrero en Ale
mania. Y, en estas condiciones, Marx y Engels pudieron
reemprender la vieja lucha política por un partido obre
ro alemán, revolucionario y científico.
Abrumado Marx por serios problemas crónicos de
salud y por el peso de su investigación económica (sólo
las notas de sus lecturas de la época suponen unas tres
mil páginas), será sobre todo Engels quien se ocupe
de difundir la teoría, frente a los peligros del oportu
nismo político y el eclecticismo ideológico. Y lo hará,
por tanto, en forma polémica.
A consecuencia de la división del trabajo que exis
tía entre Marx y yo —declarará en 1887—, me ha to
cado defender nuestras opiniones en la prensa perió
dica, lo que, en particular, significaba luchar contra
las ideas opuestas, a fin de que Marx tuviese tiempo
de acabar su gran obra principal. Esto me condujo
a exponer nuestra concepción, en la mayoría de los
casos en forma polémica, contraponiéndola a las
otras concepciones.
(E ngels: 1975, Contribución al problema de la vi
vienda. Prefacio a la 2.a edición de 1887, p. 538)
168
9.4.1. Contra el oportunismo político
169
ficación. Aprobado el programa del nuevo Partido Obre
ro Socialdemócrata de Alemania en Gotha en 1875, e
incluyendo en él las puntualizaciones hechas por Marx
y Engels sobre el sindicalismo de clase y el interna
cionalismo obrero, este partido conseguirá 12 diputados
en las elecciones de 1877 (con casi el 40 por 100 de los
votos emitidos en Berlín y el 38 por 100 en la indus
trializada Sajonia).
170
i
T en Alemania nuestro partido, no tanto entre la masa
como entre los dirigentes (provenientes de las clases
altas y de los «obreros»), huele a podrido.
(M arx-Engels: 1973, Correspondencia, p. 287)
171
La crítica de Dühring, profesor universitario famoso
por su ceguera física, su audacia teórica y su osadía
política, se convirtió así en una exposición unitaria,
sistemática y coherente de la filosofía (la concepción
del mundo), la economía (la ciencia del capitalismo) y
la política (el socialismo científico) de Marx y Engels.
Dividido en tres partes, la última constituiría, más tar
de, la base principal del famoso folleto Del socialismo
utópico al socialismo científico (1880, en francés; 1882,
en alemán).
172
hombres com o Darwin, estudiaron a Comte, el profeta
del positivismo, «debido a que los ingleses y franceses
hacen tanto barullo con este tipo [para descubrir que]
es minúsculo comparado con Hegel» (M arx : 1973, Co
rrespondencia, p. 177).
173
ticas del movimiento, en el confuso seno de las innu-
1 J tas a la realización de esa filosofía por el proletariado
merables modificaciones, que dominan también en la I socialista. Además, esta concepción general del mundo,
historia la aparente casualidad de los acontecimien- j que pone el acento en su unidad material, su dinamis
tos [...]. No podía tratarse para mí de construir ar- í mo y su naturaleza histórica, y en la necesidad de un
tificialmente, por proyección, las leyes dialécticas de ! método lógico dialéctico para su investigación —y que
la naturaleza, sino de encontrarlas en ella y desarro se concreta en toda una serie de leyes dialécticas, obje
llarlas a partir de ella.
tivas y metodológicas—, se presenta, nuevamente, como
(E ngels: 1977, Anti-Dühring, pp. 9-10) la concepción científica del mundo en permanente cons
trucción, cuya realización histórica dependerá en última
Se trata, en definitiva, de superar la concepción del instancia, de los progresos históricos reales de la hu
mundo de la ciencia de los siglos xv al xvm, «cuyo pun manidad hacia el socialismo y el fin de la explotación
to central es la idea de la " absoluta inmutabilidad de del hombre por el hombre.
la naturaleza” » (E ngels: 1879, Dialéctica de la natura
leza, p. 9), para volver así a
175
174 j
Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de
la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del des
T
¡ PUBLICACIONES ALEMANAS BASICAS DE ENGELS
arrollo de la historia humana [...]. Pero no es esto EN LOS AÑOS OCHENTA
sólo. Marx descubrió también la ley específica que
mueve el actual modo de producción capitalista y la Artículos del 1. «Marx y la N u e v a Gaceta Renana».
sociedad burguesa creada por él [...]. Tal era el hom Sozialdemokrat 2. «Contribución a la historia de la
bre de ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la (entre otros) Liga de los Comunistas».
mitad del hombre [...]• Pues Marx era, ante todo, un 3. «La renuncia de la burguesía».
revolucionario.
(E ngels: 1975, Discurso ante la tumba de Marx, Artículos en 1. «Marx y Rodbertus».
pp. 165-166) la Neue Zeit 2. «Inglaterra en 1845 y 1885».
(entre otros) 3. «Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana».
9.5.1. Engels, educador político de la Internacional
marxista Nuevos libros 1. Del socialismo utópico al socialis
(y folletos mo científico (varias ediciones;
importantes) muy difundido).
Tras estas palabras en momentos tan difíciles, pro
2. El origen de la familia, la propie
nunciadas ante la tumba del amigo, Engels, a sus se- ¡ dad y el Estado.
senta y tres años, continuará con las tareas que hasta i 3. Marx y la «Nueva Gaceta Renana».
entonces habían compartido los dos: concluir El capi- j 4. Contribución a la historia de la
tal, difundir el pensamiento, coordinar el movimiento j Liga de los Comunistas.
obrero y colaborar con sus líderes en la lucha prác- ¡ 5. Ludwig Feuerbach y el fin de la
tica. Había que divulgar, ante todo, la experiencia his f i l o s o f í a clásica alemana.
176 177
sobre El origen de la familia, la propiedad y el Estado.
Colabora en el Sozialdemokrat, que se opone a la nueva 9.5.2. Frente al imperialismo armamentista,
política de Bismarck (1881), combinación de represión por la paz; frente al reduccionismo
política, reformismo legal (seguros de enfermedad y dogmático, por la dialéctica
accidente) y confusionismo ideológico («socialismo de
Estado»: nacionalizaciones económicas, de tipo burgués); El movimiento obrero continuaba avanzando. Ya en
y en la nueva revista teórica del partido, Neue Zeit 1887, el partido obrero alemán —su programa anti
(1883), dirigida por K. Kautsky. Y publica continua militarista— consiguió 760.000 electores, mientras un
mente reediciones y nuevos trabajos, además de con congreso clandestino acordaba en St. Gallen elaborar
trolar numerosas traducciones y realizar algunas. un nuevo programa, marxista. El 1 de mayo de 1891,
Finalmente, de vuelta de un sugestivo viaje por Esta la primera gran manifestación del movimiento obre
dos Unidos, en 1888, encuentra el terreno maduro para ro constituía todo un éxito internacional, incluso en
una nueva Internacional, y, con la colaboración de Inglaterra. Derogada la ley de excepción contra los
E. Berstein, se lanza al trabajo para garantizar su socialistas, los socialdemócratas alemanes conseguían
éxito y su orientación marxista frente a los sectores 1.427.298 votos en 1891, y Bismarck se veía obligado
oportunistas del movimiento obrero internacional, que a dimitir. Nuevamente, ante el ingreso en masa de
organizarán un congreso paralelo, con poco éxito. En- jóvenes intelectuales y decenas de miles de obreros
gels quería ahora una Internacional para la acción (y en el partido y sus organizaciones (sindicatos, coope
no para la propaganda), aunque con una coherencia rativas, etc.), Engels colaboró en las tareas de clari
teórica básica y con ideas claras sobre el carácter del ficación teórica y estudio riguroso de la realidad so
movimiento obrero y del partido marxista, así como cial. Y había que contar, además, con la política arma
mentista e imperialista de las potencias de la época.
sobre la naturaleza del sindicalismo economicista inte-
grista, el reformismo político posibilista y el anarquis La publicación en la Neue Zeit de la «Crítica del
programa de Gotha», de Marx; la reedición —con una
mo utópico. Y el 14 de julio de 1889, por acuerdo de
introducción suya— de La guerra civil en Francia, y
407 delegados pertenecientes a 22 naciones, nacía esa
su propia «Crítica al proyecto socialdemócrata de 1891»,
Internacional en el Congreso de la «Salle Petrelle», en
influyeron decisivamente en el carácter marxista del
París. nuevo programa del partido obrero alemán, aprobado
En los años noventa, hasta su muerte, Engels conti en Erfurt ese año (1891).
nuará con su correspondencia internacional, recibiendo «La política exterior del zarismo ruso» (Sozialdemo
en su casa a los líderes obreros de toda Europa, estimu krat, Neue Zeit y Times, 1890) fue rápidamente tradu
lando la formación de partidos obreros independientes, cido a varias lenguas. Y parecido o mayor éxito tuvie
científicos y revolucionarios, propugnando la alianza ron «El socialismo en Alemania» (1891) y la serie titu
estratégica y táctica con las demás fuerzas democrá lada «¿Puede Europa desarmarse?» (1893). Frente al
ticas (y en particular con el campesinado), denuncian armamentismo, Engels aboga por la presión popular
do la penetración del eclecticismo teórico y el oportu para reducir los ejércitos permanentes, constituir mi
nismo político en los medios «marxistas», e insistiendo licias populares, alcanzar un acuerdo de desarme inter
en que, lejos de ser un dogma, el genuino marxismo es, nacional progresivo y desarrollar la conciencia inter
ante todo, una teoría en permanente construcción, un nacionalista del proletariado.
método de análisis de la realidad social y una teoría Será 1894 el año de la aparición del El capital. III,
(filosófica, económica, política) para la acción política con un prefacio suyo, y de «El problema campesino
revolucionaria, para el socialismo. en Francia y Alemania». Engels, que el año anterior
había viajado a Alemania, clausurando el congreso de
178
179
la Internacional en Zurich, e insistiendo en la necesa
ria unidad de la teoría y en la lucha contra el dogma
tismo, reeditará en 1895, finalmente, La lucha de clases
en Francia de 1848 a 1850, con una importante intro
ducción política (manipulada, luego, por la dirección
reformista de la socialdemocracia alemana en sentido
integrista).
Engels insistiría en que era preciso elaborar una
política socialista para resolver el problema agrario y
ganarse a la mayoría del campesinado para la causa
del socialismo. Advertía también, en su último trabajo,
que el progreso de la técnica militar y del ejército mo
derno cambiaba las condiciones de la lucha de clases,
al cambiar las de la guerra. En adelante, habría que
aprovechar las posibilidades del sufragio universal y
las de las instituciones burguesas en general, las posi
bilidades legales del capitalismo, para no desgastar al
partido en «batallas de vanguardia». A fin de cuentas,
los «partidos del orden» acabarían atentando contra
sus propias leyes, para poner coto a la penetración so
cial socialista: entonces sería d momento decisivo de
la revolución, porque no en vano el derecho a la revo
lución es el único «derecho» realmente «histórico», el
único derecho en que descansan todos los estados mo
dernos sin excepción (E ngels: 1975, Las luchas de cla
ses en Francia de 1848 a 1850, Introducción de 1895, pá
gina 121).
Finalmente, el último Engels tuvo que oponerse sis
temáticamente a la simplificación del marxismo que
arranca de la Neue Zeit en los años ochenta y se gene
raliza en los noventa. Ni Marx ni él hablaron nunca
de «marxismo», sino de «socialismo científico», «socia
lismo crítico y revolucionario» * o «socialismo mate
rialista crítico» *. Al difundirse su teoría como el mar
xismo como ideología obrera, se generalizarán diversos
reduccionismos. Con frecuencia será interpretada, con
cretamente, como un determinismo economicista, afín
al materialismo vulgar mecanicista y al positivismo evo
lucionista. Las «Cartas filosóficas» del Engels de los
años noventa (a K. Schmidt, F. Mehring y J. Bloch,
principalmente) son, por lo mismo, de una enorme ri
queza teórica, en tanto que puntualizan —con la auto-
180
)
TI
181
C o n c lu s ió n
182
grantes» (L enin : 1961, Tres fuentes y tres partes in
tegrantes del marxismo, p. 61).
183
Por lo mismo, la economía política y la ciencia del capi logia de los conceptos» fue ya criticada por Marx y En
talismo del siglo xix, obra de Marx y Engels, se actualiza gels en La Ideología alemana.
en la medida en que en el nuestro se construye la eco Evidentemente, Marx y Engels no pudieron enten
nomía política de la sociedad mundial actual, del capi derlo todo ni cambiarlo todo. Pero probablemente en
talismo maduro, del socialismo real y de las relacio ellos se encuentran claves teóricas y prácticas adecua
nes dialécticas entre el uno y el otro, fundamental- das para afrontar la complejidad de la teoría y de la
mentalmente. práctica actuales, en general, y la supuesta complejidad
En tercer lugar, la teoría de Marx y Engels (la teoría del marxismo en particular.
filosófica —o general—, como la teoría de la historia En la medida en que la clase trabajadora y las fuer
y la del capitalismo de su época) surge de la práctica zas socialistas en su conjunto avancen hacia la actuali
revolucionaria y se orienta a la misma, a la construc zación permanente del materialismo dialéctico e histó
ción del socialismo, mediante la superación del capi rico, de la economía política de la sociedad mundial
talismo, y, en general, de la sociedad de clases. Por lo de nuestro tiempo, y del descubrimiento de la lógica
mismo, el marxismo de nuestro tiempo será tal marxis de sus contradicciones (antagónicas y no antagónicas),
mo (en el sentido genético, histórico y genuino del mis así com o hacia la construcción real de una sociedad
mo) en tanto en cuanto prácticamente haga lo propio. sin clases, se estará impulsando históricamente el pro
No es, pues, un marxismo genuino el que rechaza el yecto biográfico de Marx y Engels. Y, probablemente,
materialismo dialéctico e histórico como proyecto de en esa misma medida, se estará también en condiciones
concepción científica del hombre y del mundo en per de entender la supuesta complejidad del marxismo con
manente construcción. Ni lo es, por tanto, el que con temporáneo, sus principales inflexiones históricas, la
trapone el materialismo dialéctico al histórico, olvidan naturaleza real de sus diversas tendencias, y, en fin, la
do la unidad de la realidad y la de la teoría. Ni tam lógica de su evolución histórica en el contexto de la
poco, propiamente, el que se instala en el fetichismo evolución social (e ideológica) conjunta del siglo xx.
de la cita, la simple erudición y el mecanicismo dog Una teoría que explica con tanto rigor el pasado,
mático, el marxismo escolástico. Hoy el marxismo se puede aclarar igualmente el presente. Y si no lo hace
utiliza con éxito en todo el mundo, y la historiografía —si no se la aplica socialmente en tal sentido—, quizá
marxista presenta un vigor y una fecundidad explica la misma teoría pueda explicarle a cada uno el porqué.
tivos: muy superiores a los de la historiografía positi
vista (instalada en el fetichismo del dato y en el del
documento) y a los de la historiografía ecléctica (insta
lada en el fetichismo de la palabra abstracta, de la teo
ría). Pero no se desarrolla la economía política y la
ciencia de la sociedad actual en la misma medida. El
marxismo puramente historiográfico es, pues, un mar
xismo incompleto.
Finalmente, no pocos «marxistas» y «marxismos» se
mantienen hoy —al abrigo de las instituciones, las cá
tedras y otras gabelas académicas—, en el horizonte de
la teoría pura (con dominio de la especulación, abstrac
ta y del lenguaje esotérico, elitista), y olvidan que el
marxismo es la ciencia de la revolución, que la «mito-
184 185
i
■Si
í
A p é n d ic e
1. Texto comentado
A) Texto:
Marx, de Contribución a la crítica de la econo
mía política.
B) Comentario del texto
;K.
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:r
jü
1. Texto comentado
A) Texto
Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas producto
ras de la sociedad entran en contradicción con las rela
ciones de producción existentes, o, lo que no es más que
su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en
cuyo interior se han movido hasta entonces. De formas de
desarrollo de las fuerzas productivas que eran, estas rela
ciones se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces
se abre una época de revolución social. El cambio que se
ha producido en la base económica trastorna más o menos
lenta o rápidamente toda la colosal superestructura.
(M arx : 1970, Contribución a la crítica de la economía
política, p. 37)
189
teracción histórica entre fuerzas produciivas y relacio
nes de producción.
Esta reflexión inicial puede concretarse, adelantando,
además, otra hipótesis sobre la estructura lógica básica
del texto: en efecto, mientras que en los dos párrafos
primeros parece plantearse el problema del origen y
de la madurez de la revolución, en el último el autor
hablaría de su desarrollo posterior.
«Durante el curso de su desarrollo», las fuerzas pro
ductoras de la sociedad entran en contradicción con las
relaciones de producción existentes [...]. De «formas
de desarrollo» de las fuerzas productivas que eran, es
tas relaciones se convierten en trabas de estas fuerzas.
Es decir, hay una fase durante la cual las relaciones de
producción actúan como «formas de desarrollo» de las
fuerzas productivos. Es después, durante el curso de
su desarrollo, cuando esas fuerzas productoras entran
en contradicción con las relaciones de producción exis
tentes, cuando estas relaciones se convierten en trabas
de estas fuerzas. Y se añade: entonces se abre una
época de revolución social. Es decir, que, tras una lar
ga fase de evolución social, en la cual las relaciones de
producción activan el desarrollo de las fuerzas produc
tivas, se llega a una situación prerrevolucionaria, por
que el antagonismo (las contradicciones irresolubles,
inconciliables) entre las primeras (que ahora se con
vierten en trabas de estas fuerzas) y las segundas, aca
ba determinando la transición a una época de revolu
ción social.
Todo esto se entiende mejor si, tras aferrarse lite
ralmente al texto, se explica el significado de los tér
minos fundamentales que en él se relacionan: fuerzas
productivas y relaciones de producción.
Las fuerzas productivas son las fuerzas que el hom
bre emplea para reproducir constantemente su propia
existencia material: ante todo, el hombre mismo, como
trabajador, su experiencia histórica y hábitos de tra
bajo; y, además, los instrumentos de producción, el
conjunto de los medios de producción, creados por el
trabajo, y necesarios para producir los medios mate
riales que garantizan la conservación y el desarrollo
de la existencia material humana. Pero si las fuerzas
190
productivas y su desarrollo apuntan a las relaciones de
la especie humana con el resto de la naturaleza, el con
cepto de relaciones de producción viene a identificar
el conjunto de relaciones económicas (de relaciones so
ciales entre unos hombres y otros) que los hombres
establecen entre sí, de hecho, en el proceso de produc
ción de su vida material (en el proceso de producción,
cambio, distribución y consumo de los bienes materia
les).
Aclarado esto, Marx parece entender que esas rela
ciones de producción (por ejemplo, el comunismo pri
mitivo, la esclavitud antigua, la servidumbre feudal o
el trabajo asalariado) impulsan durante una larga fase
de la evolución social el progreso de las fuerzas produc
tivas, hasta que, finalmente, como consecuencia de ese
mismo progreso, dichas relaciones se convierten en un
obstáculo —en trabas— inconciliables con el mismo.
Por eso se habla de que entonces se abre una época
de revolución social, lo que supone, además, que el pro
greso de las fuerzas productivas determina el cambio
de las viejas relaciones de producción, de sus trabas,
por otras nuevas, revolucionarias, capaces de volver a
actuar como formas de desarrollo de las fuerzas pro
ductivas.
Por otra parte, en este primer período lógico del tex
to —como se ha visto, estructurado, a su vez, sobre dos
afirmaciones básicas— , hay algo más. En efecto, tam
bién se lee en él que la contradicción entre las fuerzas
productoras de la sociedad y las relaciones de produc
ción existentes, puede entenderse —en lo que no es
más que su expresión jurídica— como la contradicción
de las primeras con las relaciones de propiedad en cuyo
interior se han movido hasta entonces. ¿Qué se quiere
decir con esto?
Las relaciones de propiedad son la expresión jurídica
de las relaciones de producción. El derecho de propie
dad es la forma fundamental del derecho. Las relacio
nes de producción —con excepción de la comunidad
primitiva, donde existía la propiedad colectiva en sus
formas gentilicia y tribal— han sido, históricamente,
relaciones desiguales. Las relaciones de producción vie
nen definidas por la propiedad real de los medios de
191
producción (cuya expresión jurídica son las relaciones
de propiedad reconocidas en el derecho vigente en cada
sociedad determinada). Y esa propiedad (con la excep
ción apuntada) ha dividido siempre a los hombres en
dos clases sociales fundamentales (dominante y domi
nada): propietarios y esclavos; señores y siervos; tra
bajadores y capitalistas.
Visto esto, se entiende perfectamente que las fuerzas
productivas se mueven en el interior de las relaciones
de propiedad (fase de evolución social) hasta que unas
y otras se convierten en antagónicas. Tras lo cual, se
abre una época de revolución social. A la gestación de
la revolución sigue la revolución misma, su realización.
Y ¿cuál es la lógica de la revolución? También lo
dice el texto, precisamente en lo que se ha considerado
como segunda parte del fragmento: El cambio que se
ha producido en la base económica trastorna más o
menos lenta o rápidamente toda la colosal superestruc
tura.
Nuevamente, nos encontramos con dos términos cla
ve a definir: base económica (o «infraestructura») y
superestructura («intelectual» y «jurídico-política», prin
cipalmente). Por el primero entiende Marx las condi
ciones sociales de la producción material humana (de
las fuerzas productivas, las relaciones de producción y
la lucha económica entre las clases sociales, entre ex
plotadores y explotados). Por superestructura, la orga
nización social y política (el estado y la forma de esta
do), el derecho (las relaciones jurídicas, y las relacio
nes de propiedad, singularmente) y el conjunto de ideas
y representaciones con que los hombres (y las distintas
clases) se explican la realidad y su situación.
La lógica del desarrollo de la revolución consiste, por
tanto, en el conjunto de cambios políticos, jurídicos e
ideológicos que necesariamente siguen al cambio revo
lucionario de la infraestructura. Consolidadas las nue
vas relaciones de producción —al resolverse revolucio
nariamente el antagonismo entre fuerzas productivas
nuevas y viejas relaciones de producción—, la revolu
ción social y económica acaba determinando más o
menos lenta o rápidamente el cambio de toda la colo
sal superestructura: de la organización social y política,
192
las leyes, las vivencias y el pensamiento humano en
general.
Concluido el análisis, puede afinarse notoriamente la
hipótesis de trabajo que se adelantó como tesis del
texto, y puede enriquecerse con precisión: la historia
humana resulta de (tiene por ley) la dialéctica objetiva
entre fuerzas productivas y relaciones de producción;
en las fases de evolución social, las relaciones entre am
bas no son antagónicas, favoreciendo las relaciones de
producción el desarrollo de las fuerzas productivas; sin
embargo, este mismo desarrollo acaba determinando el
antagonismo entre fuerzas productivas y relaciones de
producción, hasta que las primeras imponen el cambio
revolucionario de las segundas (revolución social y eco
nómica); por último, la revolución social y económica
determina, antes o después, la revolución política y la
revolución de las conciencias.
2. Contextualización
193
ro revolucionario y científico, capaz de realizar la filo
sofía como concepción científica del mundo en conti
nua construcción, mediante la revolución permanente.
Los años entre 1846 y 1852 son años de lucha por la
unidad teórica (científica) del partido comunista y por
la revolución permanente (concretada, entonces, como
revolución antifeudal en Alemania, y actuando los co
munistas como vanguardia democrática de una revolu
ción liberal). Viene luego la larga etapa de la concen
tración en la ciencia del capitalismo y del estudio de
la revolución científica coetánea. Y Marx, en concreto,
ensaya una y otra vez la exposición sintética de la eco
nomía política, «hilo conductor» de la ciencia general
del capitalismo. El texto corresponde precisamente a
la publicación parcial del segundo de esos intentos: el
primero (los Manuscritos de 1857-1858) quedaría inédi
to hasta nuestro siglo; y el tercero y último habría de
llenar la parte principal del resto de su vida (y, muerto
Marx, de la de Engels).
Marx resume en su prólogo la concepción materia
lista dialéctica de la historia que resulta de sus inves
tigaciones y de las de Engels, de su experiencia teórica
y práctica. Una práctica que se enriquecerá, después,
con la coordinación de la Primera Internacional y la
formación de cuadros marxistas a nivel europeo (1864-
1872), con la concentración en la colaboración con los
partidos obreros alemanes, y con la educación política
tde los líderes de la Segunda Internacional, por el últi
mo Engels. Una concepción de la historia que se afinará
continuamente con los esfuerzos para actualizar el ma
terialismo dialéctico e histórico, teniendo en cuenta los
progresos revolucionarios de las ciencias en la época,
con la observación sistemática de los nuevos hechos, y
con la lucha contra el oportunismo político, el utopismo
social y el eclecticismo teórico en el seno del movi
miento obrero. Engels, concretamente, se veía obligado
a precisar tal concepción en sus últimas «cartas filosó
ficas», denunciando el reduccionismo teórico del mar
xismo oficial y su arraigo entre los partidos y los líde
res de la «Internacional Marxista».
De hecho, el pensamiento de Marx y Engels en prin
cipio se abrió paso en la historia lentamente y con difi-
194
J
■*>
3. Significación actual
195
hombre por el hombre, y a sus inevitables secuelas po
líticas e ideológicas.
Cuando Marx nació, se hundía en Occidente una es
tructura social secular (un modo de producción), con
su economía, sus instituciones sociales y políticas, sus
leyes y sus valores dominantes, mientras se consolidaba
a escala mundial, con enormes costes sociales, el capi
talismo, Marx reaccionó frente a esa realidad identifi
cándose con el proletariado, tomando partido por él.
Aplicó su dominio de la filosofía histórica, de la cien
cia económica burguesa y de la teoría política socialis
ta a la construcción de la ciencia del capitalismo, iden
tificándola con la ciencia de la revolución (como con
dición teórica necesaria para la misma), en la medida
en que los trabajadores industriales —el proletariado
capitalista (aquellos «cuyas condiciones de vida repre
sentan el punto central de todas las condiciones inhu
manas de la sociedad moderna»)— asumieran el pro
yecto científico y revolucionario que él y Engels habían
definido biográficamente.
Convencido de que la historia del hombre es la his
toria de la producción del hombre por el hombre en el
trabajo, habiendo comprendido que esa historia ha sido
hasta ahora (con la excepción del comunismo primitivo)
la historia objetiva de la explotación de unos hombres
por otros, de la lucha de clases, llegó a la conclusión
de que, con el capitalismo, existen las condiciones de
posibilidad necesarias para acabar con dicha explota
ción. La victoria no es segura (Marx sabía que existe
la alternativa de la regresión histórica), pero él, en me
dio de enormes dificultades materiales y dolorosos pro
blemas personales, luchó cuanto pudo para contribuir
a hacerla real.
La ética marxista (la ética que tiene como paradigma
las vidas de Marx y Engels) exige de cada individuo
humano el máximo de tensión psíquica posible para
realizarse personalmente en el propio medio social e
histórico concreto mediante una práctica solidaria e in
temacionalista, socialista, que se apoye sistemáticamen
te en la ciencia general de la realidad, y en la ciencia
particular de la sociedad de nuestro tiempo. Hoy, en
un mundo social y económicamente todavía dominado
196
i
1
197
2. Selección de textos: cuestiones
y actividades
A) Texto 1
Nada, en la naturaleza, ocurre de un modo aislado. Cada
cosa repercute en la otra, y a la inversa, y lo que muchas
veces impide a nuestros naturalistas ver claro en los pro
cesos simples es precisamente el no tomar en considera
ción este movimiento y esta interdependencia universa
les [...]. El animal «utiliza» la naturaleza exterior e intro
duce cambios en ella pura y simplemente con su presencia,
mientras que el hombre, mediante sus cambios, la hace ser
vir a sus fines, la «domina». Es ésta la suprema y esencial
diferencia entre el hombre y los demás animales; diferencia
debida también al trabajo [...]. No cabe duda de que cada
día que pasa conocemos mejor las leyes de la naturaleza
y estamos en condiciones de prever las repercusiones pró
ximas y remotas de nuestras injerencias en su marcha nor
mal [...]. Y cuanto más ocurra esto, más volverán los hom
bres no solamente a sentirse, sino a saberse parte inte
grante de la naturaleza y más imposible se nos revelará
esa absurda y antinatural representación de un antagonis
mo entre el espíritu y la materia, el hombre y la natura
leza, el alma y el cuerpo, como la que se apoderó de Euro
pa a la caída de la antigüedad clásica, llegando a su apogeo
bajo el cristianismo.
(E ngels: 1977, Anti-Dühring, pp. 172-175)
198
1
Cuestiones y actividades
• Comentario analítico:
Haciendo uso de los conocimientos ganados en los
ejercicios previos, redacción de un ensayo analítico.
199
• Relación entre la Dialéctica de la naturaleza y el
Anti-Dühring (temática e histórica).
• ¿Por qué se interesó Engels por las ciencias natu
rales? ¿Qué opinión le merecieron a Marx? ¿Cómo
dividieron su trabajo?
• Supuestos básicos del materialismo dialéctico e his
tórico.
• ¿Contraposición, o unidad del materialismo dialéc
tico y del materialismo histórico?
• El materialismo dialéctico e histórico en los Ma
nuscritos de París: ¿cómo se integran ysuperan en
ellos Hegel y Feuerbach?
B ) Texto 2
E ngels : Carta a K. Schmidt, de 5 de agosto de 1890.
En general, la palabra «materialista» sirve, en Alemania,
a muchos escritores jóvenes como una simple frase para
clasificar sin más necesidad de estudio todo lo habido y
por haber; se pega esta etiqueta y se cree poder dar el
asunto por concluido. Pero nuestra concepción de la his
toria es, sobre todo, una guía para el estudio, y no una
palanca para levantar construcciones a la manera del he
gelianismo. Hay que estudiar de nuevo toda la historia, in
vestigar en detalle las condiciones de vida de las diversas
formaciones sociales, antes de ponerse a derivar de ellas
las ideas políticas, del Derecho privado, estéticas, filosó-
200
}
ficas, religiosas, etc., que a ellas corresponden. Hasta hoy,
en este terreno se ha hecho muy poco, pues ha sido muy
reducido el número de personas que se han puesto seria
mente a ello. Aquí necesitamos fuerzas en masa que nos
ayuden; el campo es infinitamente grande, y quien desee
trabajar seriamente, puede conseguir mucho y distinguirse.
Pero, en vez de hacerlo así, hay demasiados jóvenes a quie
nes las frases sobre el materialismo histórico ( «todo» pue
de ser convertido en frase) sólo les sirven para erigir a
toda prisa un sistema con sus conocimientos históricos, re
lativamente escasos —pues la historia económica está toda
vía en mantillas—, y pavonearse muy ufanos de su ha
zaña.
(M arx-Engels: 1975, Obras Escogidas. II, pp. 491492)
Cuestiones y actividades
C) Texto 3
201
batalla, redacta la clase triunfante, etc.; las form as jurídi
cas, e incluso los reflejos de todas estas luchas en el cere
bro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, fi
losóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de és
tas hasta convertirlas en un sistem a de dogmas— ejercen
tam bién su influencia sobre el curso de las luchas históri
cas y determinan, predom inantem ente en m uchos casos, su
«form a». Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre
todos estos factores, en el que, a través de toda la m uche
dum bre infinita de las casualidades (es decir, de cosas y
acaecim ientos cuya trabazón interna es tan rem ota o tan
difícil de probar, que podem os considerarla com o inexis
tente, no hacer caso de ella), acaba siem pre im poniéndose
com o necesidad el m ovim iento económ ico.
(M a rx -E ngels: 1975, Obras Escogidas. II, pp. 492493)
Cuestiones y actividades
202
)
G lo s a r io
203
Concepción materialista de la historia (materialismo histó
rico): Aplicación del materialismo dialéctico e histórico al
estudio de la sociedad, sus leyes propias y su desarrollo
histórico. Concepción general marxista del hombre y de su
historia, y método básico en orden a su investigación.
204
J
'I
205
Socialistas de cátedra: Teóricos liberales alemanes que, en
la segunda mitad del siglo xix, propugnaban la evolución
pacífica del capitalismo al socialismo, mediante las refor
mas sociales y la intervención del Estado en las relaciones
económicas.
Socialismo utópico (socialismo crítico-utópico): Tendencia
del pensamiento político moderno que, partiendo de la crí
tica abstracta del capitalismo, propugna la necesidad de su
perarlo construyendo una sociedad basada en la propiedad
social. Enriquecido teóricamente, al desarrollarse histórica
mente, no alcanza a admitir la necesidad de la ciencia del
capitalismo como condición teórica que hace posible el so
cialismo y rechaza la revolución política en el dominio es
tratégico y táctico.
206
B ib lio g r a fía *
207
— (1978): Crítica de la filosofía del Estado de Hegel (OME-5).
Barcelona. Crítica.
_ (1978): La cuestión judía (OME-5). Barcelona. Crítica.
— (1978): En torno a la crítica de la filosofía del derecho de He
gel. Introducción (OME-5). Barcelona. Crítica.
— (1978): Manuscritos de París (OME-5). Barcelona. Crítica.
Marx, K., y Engels, F. (1956 y ss.): Kart Marx/Friedrich Engels:
Werke. Berlín. Dietz Verlag.
— (1958): La sagrada familia. México. Grijalbo.
— (1970): La ideología alemana. Barcelona. Grijalbo.
— (1973): Correspondencia. Buenos Aires. Cartago.
— (1974): Cartas sobre «El Capitah. Barcelona. Laia.
— (1975): Marx/Engels: Obras escogidas. I. Madrid. Ayuso.
• Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comu
nistas.
• El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Prólogo
del autor a la segunda edición.
• E l dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Prólogo
a la tercera edición alemana de 1885.
• La guerra civil en Francia.
• Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. In
troducción a la edición de Berlín de 1895.
• La guerra de los campesinos en Alemania. Prólogo a
la primera edición alemana de 1870.
• La guerra de los campesinos en Alemania. Prólogo
a la segunda edición alemana de 1875.
• Contribución a la «Crítica de la economía política»
de Carlos Marx.
• Contribución al problema de la vivienda. Prefacio
a la segunda edición de 1887.
— (1975): Marx/Engels: Obras escogidas. II. Madrid. Ayuso.
• Contribución a la historia de la Liga de los Comu
nistas.
— (1978): Manifiesto del partido comunista (OME-9). Barcelo
na. Critica.
• Marx y la «Nueva Gaceta del Rin» (1848-1849).
• Discurso ante la tumba de Marx.
— (1981) C. Marx/F. Engels: Obras fundamentales. II. México.
FCE.
• Federico Guillermo, rey de Prusia.
• Las crisis internas.
• La situación en Inglaterra. El siglo XVIII.
— (1982): C. Marx/F. Engels: Obras fundamentales. I. México.
FCE.
• • Diferencia entre la filosofía democriteana y epicúrea
de la naturaleza general.
• Reflexiones de un joven al elegir su profesión.
• Carta al padre.
• Lulero, árbitro entre Strauss y Feuerbach.
• El Comunismo y la «Gaceta General de Augsburgo».
• Observaciones sobre la reciente instrucción prusiana
acerca de la censura.
208