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ganzl912

S E R IE
H IS T O R IA D E L A F IL O S O F IA

18
MARX Y ENGELS:
EL MARXISMO
GENUINO

RAFAEL JEREZ MIR


Catedrático del IB
«Cardenal d in e ro s» de Madrid

PROLOGO DE
ELOY TERRON
Profesor titular de Comunicación
en la Facultad de Ciencias de la Información
de la Universidad Complutense de Madrid

qn
C2J
E D IT O R IA L
C D IC IL
AUTORES: 21. SCHOPENHAUER
Y KIERKEGAARD:
1. ¿QUE ES FILOSOFIA? SENTIMIENTO Y PASION
EL HOMBRE Y SU MUNDO Manuel Maceiras Fafián
Manuel Maceiras 22. EL PENSAMIENTO
2. LA SABIDURIA ORIENTAL: DE NIETZSCHE
TAOISMO BUDISMO Luis Jiménez Moreno
CONFUCIANISMO 23. FREUD Y JUNG:
Tomás Gracia Ibars EXPLORADORES DEL
3. MITOLOGIA Y FILOSOFIA: INCONSCIENTE
LOS PRESOCRATICOS Antonio Vázquez Fernández
Angel J. Cappelletti 24. EL KRAUSISMO Y LA
4. DE LOS SOFISTAS A PLATON: INSTITUCION LIBftE
POLITICA Y PENSAMIENTO DE ENSEÑANZA
Tomás Calvo A. Jiménez García
5. ARISTOTELES: SABIDURIA 25. UNAMUNO, FILOSOFO
Y FELICIDAD DE ENCRUCIJADA
José Montoya y Jesús Conill Manuel Padilla Novoa
6 LA FILOSOFIA HELENISTICA: 26. ORTEGA Y LA CULTURA
ETICAS Y SISTEMAS ESPAÑOLA
Carlos García Cual P. J. Chamizo Domínguez
7. LA CULTURA CRISTIANA 27. HUSSERL Y LA CRISIS
Y SAN AGUSTIN DE LA RAZON
J. A. García-Junceda Isidro Gómez Romero
8. EL PENSAMIENTO 28. LOS EXISTENCIALISMOS:
HISPANOARABE: AVERROES CLAVES PARA SU
R Ramón Guerrero COMPRENSION
9 TOMAS DE AQUINO: Pedro Fontán Jubero
RAZON Y FE 29. MARCUSE, FROMM. REICH:
Jesús García López EL FREUDOMARXISMO
10. DE OCKHAM A NEWTON: José Tabemer Guasp
LA REVOLUCION DEL y Catalina Rojas Moreno
PENSAMIENTO CIENTIFICO 30. UN HUMANISMO DEL
Carlos Mínguez SIGLO X X : EL PERSONAUSMO
11. EL RENACIMIENTO: A. Domingo Moratalla
HUMANISMO Y SOCIEDAD 31. LA PSICOLOGIA HOY:
E. García Estébanez ¿ORGANISMOS O MAQUINAS?
12. EL RACIONALISMO Y LOS Pilar Lacasa
PROBLEMAS DEL METODO y Concepción Pérez López
Javier de Lorenzo 32. EL ESTRUCTURAUSMO:
13. EMPIRISMO E ILUSTRACION DE LEVI-STRAUSS A DERRIDA
INGLESA: DE HOBBES A HUME Antonio Bolívar Botía
J. C. García-Borrón Moral 33. FILOSOFIA Y ANALISIS
14. LA ILUSTRACION FRANCESA. DEL LENGUAJE
ENTRE VOLTAIRE J. J. Acero Fernández
Y ROUSSEAU 34. CRITICA Y UTOPIA:
Arsenio Ginzo LA ESCUELA DE FRANKFURT
15. KANT O LA EXIGENCIA DIVINA Adela Cortina
DE UNA RAZON MUNDANA 35. LA CIENCIA
Mercedes Torrevejano CONTEMPORANEA Y SUS
16. HEGEL, FILOSOFO IMPLICACIONES FILOSOFICAS
ROMANTICO A. Pérez de La borda
Carlos Díaz 36. LA ULTIMA FILOSOFIA
17. DEL SOCIALISMO UTOPICO ESPAÑOLA: UNA CRISIS
AL ANARQUISMO CRITICAMENTE EXPUESTA
Félix García Moriyón Carlos Díaz
18. MARX Y ENGELS:
EL MARXISMO GENUINO
Rafael Jerez Mir
19. COMTE: POSITIVISMO COORDINADORES:
Y REVOLUCION Carlos Díaz
Dalmacio Negro Pavón Manuel Maceiras Fafián
20. EL EVOLUCIONISMO: DE ' Manuel Padilla Novoa
DARWIN A LA SOCIOBIOLOGIA DIRECCION EDITORIAL
Rafael Grasa Hernández José Rioja Gómez
ganzl912
Cubierta: Javier del Qlmo

© 1985. Rafael Jerez Mir


EDITORIAL CINCEL, S.A.
Martín de los Heros, 57. 28008 Madrid
ISBN: 84-7046- 402-7
Depósito legal: M. 10.883-1990
Compuesto en Fernández Ciudad, S.L.

© 1.992 Editorial Cincel Kapelusz


Impreso por Lito Camargo Ltda
Impreso en Colombia - Printed in Colombia
A Faustino Cordón,
genuino científico del mañana,
de quien aprendí la auténtica talla
de los verdaderos filósofos del pasado.
Como testimonio de entrañable amistad
y profunda solidaridad.
¿
ganzl912 I n d ic e

Prólogo de Eloy T errón .......................................... 11


Cuadro cronológico com parado............................. 22

1. Introducción....................................................... 29
1.1. «Complejidad» del m arxism o.................. 29
1.2. ¿Engels frente a Marx?: la historia como
respuesta.................................................... 31
1.3. Breve apunte de una época revoluciona­
ria ................................................................ 33
1.3.1. Capitalismo y revolución indus­
trial .................................................. 34
1.3.2. Revolución política y revolución
cultural............................................ 35
1.3.3. Revolución filosófica y crisis de la
filosofíaclásica ................................ 38

2. Un puntal básico: CarlosMarx (1818-1843) ... 41


2.1. Un medio social favorable: Tréveris,
1818-1835 ..................................................... 41
2.2. «Reflexiones de un joven al elegir su
p rofesión »......................................... 46
2.3. Madurando el proyecto para lapropia
vida (1835-1842) ......................................... 49
2.3.1. De poeta a filó s o fo ............... 49
2.3.2. Por los caminos de la autoconcien-
c i a ................................^ .................. 52
2.3.3. De la universidad al periodismo;
de la teoría a la realidad.... 54

3. Volviendo a la teoría con vistas a la práctica


(1843-1844)........................................................... 59
3.1. Dieciocho meses decisivos.............. 59
3.2. La potencia de L. Feuerbach: de la críti­
ca de la religión a la crítica de la filoso­
fía ................................................................. 61

7
3.3. Junto a Feuerbach, frente a Hegel; fren­
te a Feuerbach, pensando en la acción
política ........................................................ 65
3.3.1. La «verdadera democracia», supe-
radora del Estado y de la burocra­
cia ..................................................... 66
3.3.2. El problema judío o la emancipa­
ción social ....................................... 67
3.3.3. La situación en Alemania: descu­
brimiento del proletariado y ¡gue­
rra a todo lo existente! ............... 70

4. Luchando con la teoría: Marx, París, 1844 ... 74


4.1. De la crítica política a la crítica econó­
mica ............................................................ 74
4.2. La economía burguesa nos escamotea
una parte de la realidad ......................... 77
4.3. La sociedad capitalista, una sociedad alie­
nada ............................................................ 79
4.4. El comunismo, alternativa socia l............ 82
4.5. Por los caminos de la filosofía del prole­
tariado ........................................................ 83

5. El joven Engels (1820-1844): una biografía pa­


ralela ................................................................... 87
5.1. Autodidacta y poeta ................................. 87
5.2. De la revuelta estética al radicalismo po­
lítico ............................................................ 90
5.3. Periodista político y aprendiz de filósofo. 93
5.4. Veintiún meses vitales: la realidad como
clave o el descubrimiento del capitalis­
mo ................................................................ 94
5.4.1. Aventando las ideas europeas....... 96
5.4.2. Del idealismo al realism o............. 97
5.4.3. Un clásico de la sociología cien­
tífica ................................................. 100

6. El socialismo científico, un proyectocomún


(1844-1846)........................................................... 101
6.1. Un encuentro histórico.................. 101
6.2. Contra la crítica puramente teórica....... 103

8
i
6.3. La necesaria definición del socialismo
cien tífico..................................................... 105
6.4. La «médula de una nueva concepción del
mundo» ....................................................... 107
6.5. La concepción materialista de la historia,
clave teórica general de la ciencia de la
historia ....................................................... 111
6.6. La ciencia del capitalismo, ciencia de la
revolución .................................................. 117

7. De la teoría a la práctica, para hacer historia


(1846-1852) ........................................................... 118
7.1. Por un partido obrero, revolucionario y
cien tífico..................................................... 118
7.1.1. Contra Weitling y Proudhon, por la
unidad teórica y la teoría cientí­
fica ................................................... 119
7.1.2. Por un programa científico y una
política democrática....................... 123
7.1.3. Manifiesto del partido comunista:
la revolución proletaria y la fun­
ción del partido ............................. 125
7.2. La revolución en la práctica: lucha co­
munista por un frente antifeudal en Ale­
mania .......................................................... 128
7.3. La Nueva Gaceta Renana, en la lucha por
la dem ocracia............................................ 129
7.4. Enseñanzas de la revolución .................. 133
7.5. Análisis histórico y balance fin a l............ 134

8. La ciencia del capitalismo, una ciencia en


construcción (1852-1864).............. 139
8.1. Sobrevivir para entender: un laboratorio
desde el que observar la historia ........ 139
8.2. Comprender el capitalismo, la tarea más
urgen te....................................................... 142
8.3. La amplitud del proyecto y sus claves
teóricas básicas ........................................ 145
8.4. La lógica del capitalismo, una lógica dia­
léctica .......................................................... 147
8.5. La lucha con la teoría, una lucha dura. 152

9
8.5.1. De la circulación a la producción;
de la apariencia a la realidad ... 153
8.5.2. Profundizando en la realidad: del
valor a la plusvalía................... ... 156

9. El proyecto de Man y Engels arraiga en la


historia (1864-1895)............................................ 160
9.1. La fuerza del capitalismo y la lucha por
la revolución............................................... 160
9.2. La cuestión nacional y el internacionalis­
mo proletario............................................. 162
9.3. Experiencia de la Comuna y disolución
de la Internacional.............................. ... 165
9.4. Orígenes del marxismo alemán en los
años setenta ............................................... 167
9.4.1. Contra el oportunismo político 169
9.4.2. Escritos de combate: contra el
eclecticismo te ó r ic o ....................... 170
9.4.3. Una concepción científica del mun­
do en permanente construcción ... 172
9.5. Intemacionalización del marxismo en los
ochenta ........................................................ 175
9.5.1. Engels, educador político de la In­
ternacional marxista...................... 176
9.5.2. Frente al imperialismo armamen­
tista, por la paz; frente al reduc-
cionismo dogmático, por la dialéc­
tica ................................................... 179

10. Conclusión: El marxismo genuino, una clave


para el presente................................................. 182

Apéndice..................................................................... 187
1. Texto com entado.......................................... 189
2. Selección de textos: cuestiones y activida­
des .................................................................. 198

Glosario...................................................................... 203
Bibliografía................................................................ 207

10
P r ó lo g o

Los éxitos del marxismo y sus consecuencias


La asombrosa expansión del marxismo, su enorme in­
fluencia sobre millones y millones de hombres de todas
las razas y latitudes, su poder de captación y de confi­
guración de las conciencias, su fuerza de convicción,
que hace que los hombres sufran persecuciones, tortu­
ras y hasta la muerte por propagarlo y defenderlo, han
fascinado de tal manera a intelectuales, ideólogos y po­
líticos que, tras años de aversión y de rechazo, abando­
naron sus prevenciones y se lanzaron a apropiarse de
aquellos elementos que más convenían a sus fines y
propósitos particulares. De esta manera, teorías, doctri­
nas, partidos, partidillos, grupúsculos, en número y va­
riedad ilimitada, desde el final de la Segunda Guerra
Mundial hasta mediados de la década de los setenta, ri­
valizaron a porfía por adornarse con alguna frase, seña
o símbolo del marxismo. Y esto hasta el punto de que
pasar por marxista era la condición indispensable para
conseguir influencia y ganar seguidores: ser marxista o
tenerse por marxista llegó a ser un signo de prestigio.

11
Este clima, al menos en nuestro país, fue tan general,
que no hace mucho uno de nuestros más destacados
intelectuales dijo que por los años sesenta todos éra­
mos marxistas.
La diversidad de interpretaciones nacidas de la obra
de Marx y Engels daba la impresión de que era un
inmenso centón en el que se podía entrar a saco para
proveerse de los elementos y piezas que cada uno ne­
cesitaba para construir su sistema o doctrina particu­
lar. A fomentar y reforzar estas tendencias colaboraron
otros factores o agentes muy importantes, algunos de
ellos muy poderosos: el acceso de nuevas capas de po­
blación a la cultura, al margen de la clase media, guar-
diana de la cultura «tradicional»; la fragmentación so­
cial, generada por los medios de comunicación de ma­
sas y la fascinación adquisitiva (estimulada por la frag­
mentación de la oferta), que aísla a los individuos y los
impulsa a entretenerse con las cosas; el impacientismo
y la urgencia por alcanzar el objetivo; el clima social
que arrastra a los individuos al éxito y al disfrute; el
ascenso de la Unión Soviética a la categoría de primera
potencia, después de derrotar a los ejércitos del Tercer
Imperio hitleriano; la gran oleada de la descolonización
de los pueblos del tercer mundo; la guerra fría y la
enconada lucha en los frentes de la cultura y de la pro­
paganda contra el comunismo y su teoría filosófica y
política, que arrastró a todos los países capitalistas a
utilizar enormes fondos para la lucha ideológica y para
la propaganda en las formas más refinadas.
Otro factor que ha ejercido (y ejerce) gran influencia
sobre el marxismo es el clima de acoso y de hostilidad
contra la gran mayoría de los partidos marxistas (socia­
listas y comunistas) en los países capitalistas más avan­
zados, que, para no aparecer como aliados y avanzadi­
llas de la Unión Soviética, se vienen esforzando por
edulcorar sus programas y por desprenderse de rasgos
tan característicos y comprometedores como el leninis­
mo, la dictadura del proletariado y otros principios po­
líticos y filosóficos.
El deseo de encubrir las ideas propias o las de otros
con la etiqueta de marxismo para beneficiarse de sus
éxitos y de su atractivo, y el deseo de hacer más tole-

12
i
rabíes los partidos y organizaciones comunistas en los
países capitalistas, han inducido a muchos escritores e
intelectuales, así como a propagandistas políticos, etc.,
a apropiarse fragmentos de la teoría elaborada por Marx
y por Engels para componer sus concepciones ideoló­
gicas, que son proclamadas como «desarrollos» o «co­
rrecciones» del marxismo. Así nacieron (y nacen) las
diversas «corrientes» marxistas: el reformismo de Bers-
tein, los marxismos socialdemócratas, el socialismo ita­
liano (de Lábriola o Gramsci), el austromarxismo, el de
Kautsky, el maoísmo, el che-guevarismo, y otros mu­
chos, que han alcanzado amplia difusión potenciada
por los medios de comunicación de masas de los países
capitalistas más avanzados.
Lógicamente, la proliferación de los marxismos se
intensificó extraordinariamente a la vista de los resul­
tados de la prueba de fuego que significó el ataque del
Tercer Reich hitleriano a la Unión de Repúblicas Socia­
listas Soviéticas, que no sólo resistió a la máquina mi­
litar más perfecta de la historia humana, el ejército im­
perial alemán, sino que lo aniquiló en las mayores ba­
tallas conocidas. Esta proliferación encontró una aco­
gida muy favorable en sociedades penetradas por el
escepticismo y por la fragmentación social y de la oferta
comercial; unas sociedades en las que, aparentemente,
se luchaba (y se lucha) contra todo dogmatismo, con­
tra el autoritarismo, y en las que se fomenta la es­
pontaneidad, el individualismo abstracto, la permisibi-
lidad y la autosatisfacción, exigidos por las condicio­
nes sociales de la sociedad de consumo.
Otro factor importante en la proliferación de los
«marxismos», condicionado por su éxito y su puesta de
moda, fue la acogida dispensada por Tos profesores de
filosofía que enseñaban el marxismo como una filoso­
fía más en los distintos niveles académicos. En este
caso los profesores de filosofía se orientaban en tres
sentidos diferentes: 1) a la exégesis rigurosa de los tex­
tos; pero exégesis formal, y, por tanto, 2) a la desvincu­
lación del marxismo de las condiciones objetivas que le
dieron vida y de su destinación a la práctica; y, 3) al
impulso analítico y diferenciador, que descubre distin­
ciones, oposiciones y hasta contradicciones, entre fases

13
diferentes de su elaboración, en una obra condicionada
por motivaciones y propósitos muy diversos y no acu­
ciados por los formalismos académicos.

Las bases de la atracción y de la difusión


del marxismo
Una cuestión clave, que ha dado lugar a las más
diversas interpretaciones —y, sobre todo, a los intentos
de asimilar el marxismo a un credo religioso, a una
iglesia—, es su rápida y universal propagación por
todos los pueblos y culturas, así como la adhesión que
despierta en las masas de todos los países. ¿Cuál es
el fundamento de este atractivo y qué es lo que pro­
voca tan firmes adhesiones en una teoría que se pro­
clama abiertamente materialista, monista y racionalis­
ta? ¿Por qué, todavía hoy, a pesar de su evidente ateís­
mo, se identifica al marxismo con la religión, y a los
congresos de los partidos con los concilios de la Igle­
sia Católica? Explicar estas identificaciones exigiría ana­
lizar la hegemonía cultural de las religiones especiali­
zadas en la creación y enriquecimiento del duplicado
ideal de la realidad, elevado a la condición de verdadero
ser, de esencia modélica, de la que el mundo real en
que vivimos es un mero remedo; habría que explicar
también la naturaleza cognitiva de toda religión, e in­
cluso de toda mitología, en su doble función de con­
cepción del mundo y de guía o normativa para la ac­
ción, sin olvidar su propósito aflictivo de crear tensio­
nes en los creyentes para tenerlos pendientes, como re­
medio único de salvación. Estos caracteres y pretensio­
nes de las religiones (que, en cierta medida, lo fueron
también de la mitología) fueron asumidos y prosegui­
dos con rigor formal por la filosofía y, en particular,
por la metafísica —inconscientemente— en su versión
cristiano-occidental, hasta Feuerbach.
Es indudable que la supervivencia y la persistencia
de las religiones durante milenios, e incluso su renova­
ción y expansión actuales, aparte de la utilización de
que son objeto por las clases dominantes, se debe a

14 i
que responden a exigencias profundas de la condición
humana, tales como: 1) conocer el origen y destino te­
rrenal y último de las hombres; 2) estar convencido y
confiar en que una Providencia, sabia y buena, vela
sobre los hombres y en que nada sucede sin su consen­
timiento; y, 3) satisfacer la necesidad de sumergirse en
la vivencia y exaltación de lo colectivo y de sintonizar
con la masa a través de la filiación divina, de la comu­
nión de creencias y de la uniformidad de las conciencias
de los fieles. No es necesario recalcar que estos tres fac­
tores, que son los principales componentes de toda re­
ligión organizada, constituyen asimismo sus contenidos
movilizadores y fascinantes.
A la vista de las miserias y del envilecimiento de las
masas de su tiempo, sobre todo de las masas trabajado­
ras, Marx y Engels llegaron a la convicción de que las
causas de tan miserable condición eran sociales. Como
consecuencia, se entregaron a la tarea de descubrir
las causas del cambio social y, más concretamente, las
leyes de desarrollo de la sociedad capitalista, convenci­
dos de que, si conocían la anatomía y la fisiología de
esta formación social, dispondrían de una teoría, de una
ciencia que serviría de guía para dirigir el cambio de
la sociedad. Sin embargo, aleccionados por los innume­
rables arbitristas y los creadores de utopías, en el sen­
tido de que no bastaba con disponer de un hermoso y
armónico plan de organización social para que los hom­
bres lo aceptaran y asumieran con el fin de estable­
cerlo y adoptarlo, se propusieron indagar la clase o
las clases que, por sus condiciones objetivas, estaría
dispuesta a llevar a cabo él proyecto que resultase de
cada situación.
Los fundadores del marxismo se enfrentaban así con
dos tareas fundamentales: la elaboración de una cien­
cia para guiar la acción, y la búsqueda de un sujeto
que tomase, sin reservas, esa ciencia como guía.
La tarea más dura y difícil en los años 40 y 50 del
siglo pasado era la de elaborar una ciencia rigurosa y
eficaz para investigar, para analizar la situación social,
y para orientar su transformación. Hay que reconocer
que, en aquellos años, no sólo no existía una ciencia

15
f

social, sino que ni siquiera existía una ciencia experi­


mental aplicable a los procesos naturales; pues, la cien­
cia experimental, que tantos éxitos habría de alcanzar
en las últimas décadas del siglo XIX, se encontraba
en su fase de constitución. Faraday, Lyell, von Liebig,
Virchow, Darwin..., fueron contemporáneos de Marx
y de Engels; la revolución industrial, ya en su etapa de
consolidación, se había realizado al margen de la cien­
cia académica. Hasta entonces, la ciencia natural de los
Galileo, Newton, Dalton, Laplace, etc., era una ciencia
para el conocer puro. La vieja filosofía, que apenas
acababa de abandonar el delantal y la cofia de ancilla
theologiae, continuaba entregada a la contemplación y
a la edificación; hasta entonces «los filósofos no han
hecho más que interpretar de diversos modos el mundo,
pero ahora de lo que se trata es de transformarlo».
Pero para cambiarlo hace falta una buena teoría y un
agente, un sujeto, con voluntad para hacerlo.
La teoría es la concepción materialista de la socie­
dad, de la historia y del mundo; y, de hecho, «sólo
la dialéctica permite elaborar un cuadro metódico del
universo como un todo; sólo ella permite apoyarse en
los resultados obtenidos por las ciencias para producir
una imagen científica del mundo apropiada para nues­
tro tiempo». Lo que exigían Marx y Engels era una
ciencia para dirigir con eficacia todo tipo de actividad
humana y, como culminación de toda acción, una ima­
gen del universo que dé sentido y significación a la vida
humana.
Pero la aplicación de la ciencia que Marx y Engels
acababan de elaborar les llevó al convencimiento de
que sólo los trabajadores, el proletariado, la clase so­
cial que no vivía de explotar a ninguna otra clase, ni
tenía que perder más que sus cadenas y todo un mun­
do que ganar, tenía interés y estaba en disposición de
llevar la teoría marxista a la práctica. También estaban
convencidos los fundadores del marxismo de que la
transformación de la sociedad (y lo mismo la de la na­
turaleza) sólo era posible por el esfuerzo generoso y
abnegado de millones y millones de hombres, y que
motivar y movilizar a millones de hombres era, asimis-

16
mo, una tarea difícil, que exigía la aplicación apasio­
nada de la ciencia de la sociedad, recién creada.
En este sentido, el marxismo ofrece, por primera vez
en la historia, una teoría científica racional y dialéc­
tica para desarrollar, orientar y fortalecer la solidaridad
de los trabajadores, explotados y oprimidos, con el
propósito de aunar sus esfuerzos en pro de su eman­
cipación, que es, al mismo tiempo, la emancipación de
la humanidad. Hasta ahora no ha existido ninguna doc­
trina política ni ningún credo religioso que haya des­
tacado con tanto entusiasmo la solidaridad, la fraterni­
dad, la cooperación y el asociacionismo, como el mar­
xismo, y menos con propósitos tan nobles y elevados.
Esta faceta del marxismo es la que ha despertado sus
efectos más atractivos entre las clases más desvalidas
de las sociedades industriales y en los pueblos atrasa­
dos del tercer mundo. Esta aplicación constante a la
fraternidad de los oprimidos y a su solidaridad cons­
ciente contra la clase opresora y explotadora, ha pro­
porcionado al marxismo adhesiones fervorosas y entu­
siastas, y ha dotado a la acción política de los partidos
marxistas (comunistas y socialistas) de una eficacia sor­
prendente, que cuenta con innumerables ejemplos ex­
traordinarios durante la Segunda Guerra Mundial y du­
rante las numerosas guerras de liberación desde el final
de aquélla, en 1945.

Carácter científico y unidad básica


del marxismo
El marxismo ofrece aquí las bases teóricas para un
mejor conocimiento de las relaciones ínter personales
más significativas, de las relaciones humanas en gene­
ral, de los condicionamientos objetivos de la conducta
humana, del comportamiento de las grandes masas, del
cambio social, de los determinantes de las actividades
económicas y políticas y, sobre todo, ofrece una teoría
eficaz de la revolución y de sus condiciones. Aspectos
todos estos de la vida social que habían quedado al
margen de toda consideración hasta Marx y Engels.

17
Es evidente que, por primera vez en la historia del
conocimiento humano, el marxismo ofrece a los hom­
bres las líneas básicas para elaborar:
1, Una concepción científica de la historia y del
mundo, abierta y bien dispuesta para recibir e integrar
las nuevas aportaciones de las ciencias. Esta concep­
ción reemplaza con indudables ventajas a las viejas
concepciones mítico-religiosas, procedentes de la más
lejana antigüedad, y a las concepciones (cosmovisio-
nes) filosóficas, edificadas sobre las anteriores. Unas y
otras habían satisfecho las inquietudes de unas pobla­
ciones agrícolas, encerradas en los límites de sus hori­
zontes físicos, pero parecían completamente inadecua­
das y obsoletas para una población que había alcan­
zado los límites de la Tierra, había establecido la uni­
dad de la especie humana y había puesto en marcha la
revolución industrial, la más firme promesa de la eman­
cipación de los hombres de la miseria y de las penali­
dades del trabajo embrutecedor.
2. Una ciencia que aspiraba a acoger e integrar toda
la experiencia nacida de la actividad humana, en todos
los órdenes de la vida y, al mismo tiempo, que era
adecuada para orientar y guiar toda la acción de los
hombres. Una ciencia que, por primera vez, proponía
como criterio de verdad la prueba de la práctica: uni­
dad de teoría y práctica para sacar a las ciencias del
limbo de la contemplación y de la autosatisfacción
edificante. En todos sus esfuerzos teóricos, Marx y En-
gels se han atenido con todo rigor a esta intima vincu­
lación entre teoría y práctica, y a la de su fuente, el
pensamiento y la acción.
3. La unidad de la ciencia y del humanismo no se
concreta solamente en el hecho de poner en el centro de
todas las preocupaciones de Marx y de Engels la eman­
cipación de los hombres de toda explotación y de toda
opresión social física (militar y policíaca), sino, lo que
es mucho más difícil, en ayudar a los hombres a libe­
rarse de las opresiones espirituales externas y, sobre
todo, de las instaladas en sus propias conciencias, como
consecuencia de las presiones institucionales políticas y

18
religiosas. Al servicio de este humanismo ponen incon­
dicionalmente todo su enorme y crucial esfuerzo teó­
rico.

Por último, después de haber hecho referencia en


diversas ocasiones a la proliferación de los «marxis­
mos» con acento peyorativo, es preciso decir algunas
palabras sobre su unidad y coherencia teóricas. Por lo
pronto, hay que reconocer el hecho de que el marxis­
mo es el resultado de la colaboración de dos hombres,
Carlos Marx y Federico Engels, que se encontraron en
una fase ya avanzada de su formación intelectual y que
se vieron obligados a vivir muchos años separados, aun­
que unidos por una intensa correspondencia que, jus­
tamente, da testimonio de la coincidencia e integración
de sus hallazgos teóricos. Es tal la armonía de sus pen­
samientos, que resulta difícil discernir cuál es la contri­
bución de uno y cuál es la del otro.
La unidad de la teoría marxista quedó inconmovible­
mente asegurada por: 1) la profunda identidad de in­
terés, que orienta el pensamiento, el humanismo, la
emancipación del hombre, la solidaridad y la fraterni­
dad humanas; 2) el empleo de un mismo método, el
dialéctico, que ya en sí mismo resume la unidad del
mundo, en cuanto que la dialéctica tiene que integrar
los hallazgos más objetivos y coherentes de todas las
ciencias, que son utilizadas como punto de partida para
conocer la realidad; 3) el propósito irrenunciable e in­
soslayable de plegar toda actividad cognoscitiva a se­
guir los procesos reales, ya sean procesos naturales, ya
sean procesos sociales, ya sean los del propio conoci­
miento: este propósito constituye la razón de ser del
marxismo, su materialismo y su monismo; y, finalmen­
te, 4) el convencimiento pleno, total, de la unidad de
la realidad, ya verificada por la ciencia, que nos testi­
monia que las leyes descubiertas por las ciencias, por
diversas que parezcan, son leyes de comportamiento de
una realidad única, de un único universo. Sin embargo,
la unidad del marxismo no está en contradicción con la
diversidad de resultados nacidos de su aplicación con­
secuente, porque el marxismo no es un dogma que se
impone a la realidad, sino una guía para la acción de

19
los hombres, enfrentados con un mundo en constante
j Sin embargo, su verdadera talla como estucioso y
transformación.
í como investigador del pensamiento y sus funcio tes la
¡ puso de manifiesto en su trabajo de tesis doctoral so-
De la oportunidad del libro y acerca del autor Ii bre Manuel Sales y Ferré y los orígenes de la sociología
en España. De hecho se trata de un trabajo de investi-
i gación de enorme alcance para entender las relaciones
Hasta los años cincuenta las publicaciones sobre mar­
i recíprocas entre la organización social y el pensamien­
xismo se podían clasificar con precisión en dos grandes
to; es éste un estudio riguroso, tanto por su profundi-
apartados: contra el marxismo y a favor del marxismo.
¡ dad y originalidad intelectual como por su metodología.
A partir del ascenso de la URSS al rango de primera
f Es lamentable que la mayor parte de esta obra perma-
potencia mundial, como ya se ha señalado anteriormen­
í nezca inédita.
te, la literatura sobre el marxismo se hace enormemen­
te compleja y confusa: hay publicaciones abiertamente Se hacía necesario destacar la gran preparación inte­
antimarxistas, también las hay antimarxistas sin men­ lectual, la capacidad investigadora de Rafael Jerez, para
cionar el marxismo y, lo que es más notorio, aparece l ratificar el acierto de haberse encargado de exponer
\ los hallazgos teóricos principales de los fundadores del
el antimarxismo de izquierda; existe asimismo una lite­
ratura proclive al marxismo, pero que, a pesar de las marxismo. Conviene señalar de partida que Rafael Jerez
no ha sido ni es un especialista en marxismo; pero
buenas intenciones, genera mayor confusión (conviene
como es un estudioso perseverante, riguroso y objetivo,
señalar que estas dos últimas categorías han sido y
se entregó con todas sus fuerzas al trabajo, y ha con­
son, sin duda, las más prolíficas e influyentes); y existe,
seguido un libro profundo y valioso. El enfoque es va­
no cabe duda, un reducido número de libros que se es­
liente y atrevido, muy apropiado a las personalidades
fuerzan seriamente en estudiar el marxismo, en anali­
que estudia. Se ha esforzado con entusiasmo y con ri­
zar con rigor y objetividad los hallazgos y aportaciones
gor en poner de relieve las condiciones sociales y la
de Marx y de Engels. Es en este último apartado donde
actividad práctica de Marx y Engels frente a ellas, y tal
hay que situar este libro de Rafael Jerez-
es su empeño de objetividad que descubre en seguida
Desde hace una quincena de años, de una manera
una de las cualidades más destacadas de ambos: la ex­
callada y discreta, a través de unos pocos libros, de ar­
cepcional capacidad expositora, así como la facilidad y
tículos de revistas y de limitadas intervenciones en con­
claridad para difundir su pensamiento, siendo conscien­
gresos y conferencias, Rafael Jerez nos viene demos­
tes, como eran, de que se dirigían a trabajadores poco
trando su valía y capacidad como estudioso del pensa­
o nada habituados al manejo de los recursos intelectua­
miento filosófico en general, y de la evolución de la
les; en otras palabras: Marx y Engels sabían muy bien
sociedad española y de su correspondiente ideología, en
lo que querían decir y lo dijeron con claridad meri­
particular. Inició su aportación intelectual con un libro
diana. Consciente de ello, Rafael Jerez elabora una
breve, pero muy ambicioso, Filosofía y sociedad, que
breve, pero metódica exposición del pensamiento de
constituye un intento muy serio de explicar el pensa­
los fundadores del marxismo y les hace hablar por sí
miento filosófico de cada época en función de las exi­
mismos con gran profundidad y claridad. Este puede
gencias humanas de justificación de creencias, intere­
ser el valor más destacado del presente libro.
ses y comportamientos, o de comprender la situación de
los hombres en el universo y en la historia en base a
Eloy Terrón
los recursos cognoscitivos que, en cada momento, les
proporciona la experiencia derivada de su tecnología.
Fue éste, sin duda, un buen comienzo.

20
21
Cuadro cronológico com parado

ACONTECIMIENTOS ACONTECIMIENTOS
MARX-ENGELS CIENTIFICOS Y FILOSOFICOS
ECONOMICOS Y POLITICOS

1815.— Congreso de Viena.


1818.— Nace Marx.
1820.—Nace Engels.
1830.—Revolución de julio.
1832.—Lecciones de historia de la
filosofía (Hegel).
1835.—Marx, bachiller. 1835.—La vida de Jesús (Strauss).
1836.—Compromiso de Marx y Jen- 1836.— Liga de los Justos.
NY.
1837.— M arx, en la izquierda hege- 1837.—Lecciones sobre filosofía de
liana. la historia (Hegel).
— Aprendizaje mercantil de E n­
gels.

1838.—Engels, en el romanticismo 1838.— Teoría celular de los orga-


nacionalista. nismos (Schleiden).
1839.— Engels, periodista social y 1839.— Teoría celular de los orga-
político. nismos (Schwann).
1840.— Federico Guillermo IV, rey 1840.—Federico el Grande y sus ad-
de Prusia. versarios (Koppen).

. .

1841.—M arx , d octor por Jena. 1841.—La esencia del cristianismo


—E ngels, en Berlín (integra­ (F euerbach).
ción en la izquierda hege-
liana).
1842.—C olaboración en la Gaceta 1842.— B. B auer, expulsado de la 1842.— Publicación de la Gaceta Re-
Renana. Universidad prusiana. nana.
1843.—E ngels, en Inglaterra, descu­ 1843.—Tesis para la reforma de la
bre el capitalismo. filosofía (F euerbach).
—M atrim onio de M arx y Jen-
ny.
—M arx inicia la crítica de la
filosofía política de H egel.
1844.—C olaboración en los Anales 1844.—Revuelta de los tejedores 1844.— Publicación de lo s Anales
F ranco-Alemanes. prusianos. Franco-Al emanes.
—Manuscritos de París (M arx).
—Encuentro de M arx y E n­
gels en París: definición de
un p royecto com ún.
1845.—La situación de la clase obre­
ra en Inglaterra (E ngels).
—La Sagrada Familia.
—M arx y E ngels, en Bruselas.
1846.—La ideología alemana. 1846.—Ley inglesa de asociaciones 1846.—F i l o s o fía d e la m i s e r ia
políticas. (P roudhon ).
—Comités de correspondencia —Descubrim iento de la anes­
comunista. tesia.
— D escubrim iento de N eptuno.
Cuadro cronológico com parado

ACONTECIMIENTOS ACONTECIMIENTOS
MARX-ENGELS
ECONOMICOS Y POLITICOS CIENTIFICOS Y FILOSOFICOS

1847. —Textos doctrinales básicos 1847. —Liga de los Comunistas. 1847.—Principio de conservación
de la Liga de los Comunis­ —Crisis cíclica capitalista. de la energía (Mayer).
tas. —Crisis de subsistencia en
—Miseria de la filosofía (M arx) Prusia.
1848. —Luchando por la revolución 1848. —Revolución europea. 1848.—Nueva Gaceta Renana.
en Alemania.
—Manifiesto comunista.
1849. —De Alemania a Inglaterra. 1849. —Contrarrevolución triunfan­
1849.—Velocidad de la luz.
te. —Segundo principio termodi­
námica (Clausius).
1850.—Balance político de la revo­ 1850. —Golpe de Estado de N apo­
lución; trabajos históricos. león en Francia.
—Nueva Gaceta del Rin.
—E ngels, en Manchester: c o ­
mienzo correspondencia con
M a rx .
1852.—Napoleón, em perador. 1852.—Catecismo positivista (Com-
—Disolución de la Liga de los TE).
Comunistas.
—Expansión económica.
—Emigración a Australia y
Estados Unidos.

1853.—Comienzo guerra de Crimea


(1853-1856).
1854. —Lógica de B oole.
—Geometría de R iemann.
—Fe del carbonero y ciencia
(V ogt).
1855.—Comienzo guerras del Leja­ 1855. —Fuerza y materia (B üchner).
no Oriente (1855-1860).
1857.—Manuscritos de 1857 -1858 1857.—Nueva crisis periódica del
(M arx ) . capitalismo.
1859. —Contribución a la crítica de
la economía política (M arx). 1859. —Patología celular (Pasteur).
—El origen de las especies
(D arwin ) .
1860. —El señor Vogt (M arx).
—Saboya, Niza y el Rin (E n­ 1860. —Cinética de los gases (M ax­
gels) . well) .
— Psicofísica (Weber y Fech-
ner).
1861 .—V íctor M anuel, rey de Ita­
lia.
—Manumisión siervos rusos.
—Guerra secesión (1861-1865).
1862. — B ismarck, prim er ministro.
1863. —Insurrección polaca. 1863. —El utilitarismo (J. S. Mill).
1864. —Primera Internacional. 1864. —Teoría del campo electro­
—Primer partido obrero ale­ magnético (M axwell).
K> mán.
Ul
N>
o\ Cuadro cronológico com parado

ACONTECIMIENTOS ACONTECIMIENTOS
MARX-EN GELS
ECONOMICOS Y POLITICOS CIENTIFICOS Y FILOSOFICOS

1865.—Dialéctica natural (D ühring).


—C o m t e y el p ositiv ism o
(M ill).
—Introducción a la medicina
experimental (B ernard) .
—Industria química orgánica.
1867.—El capital. I (Marx). 1867.—Federación de Alemania del
Norte.
1869.— E ngels abandona el comer­ 1869.—Ley periódica de los elemen­
cio y vuelve a Londres. tos.
1870. —Guerra franco-prusiana.
1871. —La comuna de París.
1873.—Contribución al problema de 1873.—Comienzos de la gran de­ 1873.—Teoría de los conjuntos.
la vivienda (E ngels). presión finisecular.
«... 1874.—S chop en h a uer, ed u c a d o r
(N ietzsche).
1875.—Programa de G otha.
1876.—Disolución Primera Interna­ 1876.—P rin cip io s de s o cio lo g ía
cional. (S pencer) .
—Teoría de los gérmenes.

1878.—Anti-Diihring (E ngels). 1878.—Ley antisocialista alemana.


|
1878.—La cien cia exp erim en ta l
(B ernard) .
1880.—Partido Obrero Francés.
1882. —Bacilo de la tu b e rcu lo sis
(K och).
1883.—Muerte de Marx. 1883.—Triple Alianza. 1883. —Neue Zeit.
—Primeros trusts. —Introducción a las ciencias
del espíritu (D ilthey).
1884.—El origen de la familia, la 1884.—Ley de Asociaciones en Fran­ 1884. —Así habló Zaratustra (N ietzs-
propiedad y el Estado (E n­ cia. che).
gels). —El individuo contra el Esta­
do (Spencer).
1885. —El capital. II.
1886. —Ludwig Feuerbach (E ngels). 1886. —Radioactividad (B ecquerel).
1887.—Experimentación con ondas
electromagnéticas.
1888.—Partido Obrero Socialdemó-
/ crata Ruso.
1889.—Segunda Internacional. 1889.—Ensayo sobre los datos in­
mediatos de la conciencia
(B ergson).
1890.—Manifestación del 1 de mayo.
—Constitución japonesa.
—Proteccionismo y trabas a la
emigración en EE. UU.
N>

28
Cuadro cronológico comparado

i
I n tr o d u c c ió n

1.1. «Complejidad» del marxismo


Con mucha frecuencia se escribe y se habla hoy —so­
bre todo en medios conservadores y en los países del
capitalismo maduro o dominados ideológicamente por
éste— de la «muerte del marxismo». Y, significativa­
mente, mientras hasta no hace mucho las historias de
la filosofía occidentales (y, en particular, las españo­
las) apenas si dedicaban unas páginas al pensamiento
de Carlos Marx y Federico Engels, en la actualidad es
cada vez menos raro encontrarse con amplias exposi­
ciones que ponen el acento en la complejidad del mar­
xismo, o de «los marxismos» (cuando no incluyen tam­
bién los «antimarxismos»).
«El marxismo ha muerto», se dice. Y, como para co­
rroborarlo, se apuntan ejemplos como el de partidos
socialistas centenarios que abandonan —o se hallan en
trance de abandonar— la teoría marxista como base
programática de su política. Sin embargo, la historio­
grafía marxista, en el Este y también en el Oeste, parece
cada vez más viva, más eficaz en orden al esclareci­
miento riguroso del pasado. Paralelamente, en el pre-

29
sente, y década tras década, aumenta el número de
sociedades socialistas —sociedades oficialmente mar-
xistas— y la historia de la humanidad aparece con­
dicionada, principalmente, por la confrontación entre
el capitalismo y el socialismo; sobre todo, entre sus
pontencias hegemónicas respectivas.
En los países socialistas, el marxismo se presenta
como una teoría y una práctica estrechamente relacio­
nadas y basadas en el pensamiento y la obra de Marx,
Engels y otros grandes «clásicos». La teoría es com­
pleja, pero se entiende que esa complejidad se encuen­
tra básicamente ya en los propios clásicos y, ante todo,
en Marx y en Engels; su evolución se interpreta desde
el punto de vista de la evolución práctica de los parti­
dos revolucionarios marxistas, de las revoluciones triun­
fantes, y de sus principales líderes y teóricos.
En nuestras historias de la filosofía domina, en cam­
bio, la exposición exclusiva de la teoría, y, aunque
se habla también de la «complejidad» del marxismo,
ésta tiende a fundamentarse en la diversidad históri­
ca de los varios «marxismos». Así, por ejemplo, el joven
Marx se contrapone al Marx maduro; Engels, a Marx;
el marxismo engelsiano, al marxiano; el dogmático, al
crítico; el estalinista, al antiestalinista; el oriental, al oc­
cidental; el ortodoxo, al heterodoxo; etc. Con el resul­
tado (frecuente) de que el lector no acaba nunca de
entender bien en qué consiste propiamente el marxis­
mo: es decir, el núcleo inteligible, objetivo y común
que permite hablar de los diferentes marxismos como
del «marxismo». Ni tampoco acaba de entender, por
supuesto, su historia: la lógica de su producción his­
tórica, de su continuidad y complejización (o simplifi­
cación) histórico-social.
En principio, una introducción al marxismo tiene por
objeto alcanzar una idea básica, suficientemente clara,
sobre su naturaleza (filosófica, científica, política). Y,
en cualquier caso, si el método genético —la explica­
ción de los seres y procesos, de su naturaleza, por su
origen— es un método heurístico eficaz, el esclareci­
miento de la naturaleza del marxismo por su origen
parece especialmente oportuno, teniendo en cuenta su
notoria importancia ideológica y política actual y el

30
confusionismo dominante al respecto en la bibliogra­
fía, tomada en su conjunto.
Indudablemente, un conocimiento mínimamente rigu­
roso de los orígenes, formación y evolución del pensa­
miento y la obra de Marx y Engels supone una garantía
seria, en tanto que proporciona el «hilo conductor»
necesario para orientarse —con una opinión propia só­
lida y fundada— en el aparentemente «complejo» hori­
zonte del marxismo teórico, político y teórico-político
de nuestro tiempo. Por lo demás, la lectura directa de
los textos es imprescindible para comenzar a calibrar
su verdadera riqueza: ésa es la razón de que, en la
medida de lo posible, y lógicamente en forma muy frag­
mentaria, se haya optado aquí por prescindir de todo
otro tipo de cita para incluir el máximo de citas tex­
tuales en el conjunto de la exposición.

1.2. ¿Engels frente a Marx?: la historia


como respuesta
Además de explicar el marxismo por su origen, en este
análisis se sienta la tesis de que el marxismo de Marx
y Engels es el marxismo genuino. Es decir, no sólo se
niega la existencia de una diferencia fundamental entre
un primer Marx y un segundo Marx, para reconocer
únicamente al uno o al otro como el promotor y el nú­
cleo del auténtico marxismo, sino que, intentando de­
mostrar la continuidad fundamental de su vida, su pen­
samiento y su obra, se insiste igualmente en la unidad
básica e histórica del proyecto biográfico que distin­
gue a Carlos Marx y Federico Engels.
Como es sabido, se inicia, fuera de la ^corriente propia­
mente marxista, la polémica sobre el marxismo genuino,
a partir de la publicación de determinados escritos
inéditos (la Dialéctica de la naturaleza, de Engels, y
los Manuscritos de 1844, de Marx) hacia 1930, coinci­
diendo además con los orígenes del marxismo soviético
como ideología del socialismo en construcción y con la
subsiguiente formación del marxismo oficial estaliniano
(singularmente rígido y dogmático). Estos polemistas
distinguen entre, al menos, «dos Marx», en tanto que,

31
paralelamente, determinados marxistas contraponen la
figura histórica de Marx como foco del —verdadero—
marxismo a la de Engels, supuesto desvirtuador del
mismo. Posteriormente, la primera polémica se exten­
dería al interior del propio movimiento marxista, mien­
tras la segunda continuaría ahondando la distancia en­
tre las posiciones del marxismo soviético (y afín) y las
correspondientes a una gran parte de los marxismos
occidentales.
Sin entrar a fondo en esa polémica, por lo demás in­
comprensible, en definitiva — si no es en el contexto
del estudio científico de la sociedad actual y de su ló­
gica, con especial atención a la problemática propia de
la lucha política e ideológica mundial (a sus contradic­
ciones y desarrollos más característicos)— , del estudio
que aquí se hace se desprende la continuidad histórica
y teórica del pensamiento y de la obra de las distintas
fases de la evolución de Carlos Marx; y, además, tam­
bién se desprende la naturaleza común y consciente­
mente compartida, conforme a una división personal
del trabajo cada vez más sistemática, del pensamiento
y de la obra de Carlos Marx y Federico Engels.
Y no se trata, desde luego, de un problema de inter­
pretación, en la medida en que los datos parecen in­
cuestionables. He aquí, por ejemplo, algunos hitos bio­
gráficos. El pensamiento del joven Engels fue decisivo
para que el joven Marx, en París y en 1844, madurara
el suyo. Juntos se lanzaron entonces a la «crítica de
todo lo existente», comenzando por el ajuste de cuentas
con la teoría dominante en la época, para pasar, luego,
de la teoría a la práctica. Juntos esbozaron la concep­
ción materialista de la historia, aunque sin duda Marx
estuvo mejor dotado para el trabajo genial del creador,
mientras que Engels fue siempre mejor divulgador, más
capaz en orden a la socialización de la teoría. Marx se
especializó en la ciencia del capitalismo, ciertamente la
matriz y la prueba de fuego de la potencia histórico-
social del pensamiento marxista, y Engels, en la ciencia
militar. Uno y otro se alternaron en el trabajo político,
en la organización del movimiento obrero en formación.
Y, si el último Engels fue sobre todo el polemista fe­
cundo y el educador político que luchó con éxito en la

32
T

defensa de la teoría, y en su difusión frente al oportu­


nismo político y al eclecticismo teórico, no hay que ol­
vidar que hasta cierto punto compartió con Marx el
pensamiento económico de éste: ahí están las cartas
constantes entre ambos, verdadero laboratorio intelec­
tual; o la obra del Engels de los años ochenta y no­
venta, capaz de poner orden en los manuscritos del
amigo y de concluirlos hasta publicar los tomos segun­
do y tercero de El capital, sin que los especialistas aca­
ben de saber deslindar entre la autoría del uno y la del
otro.
Esos son algunos de los datos. Pero, en cualquier
caso, el lector debe buscar por sí mismo la respuesta
en la historia, porque sólo en ella puede encontrarse.
Siempre puede construirse un Marx y un Engels a la
medida, pero esto es más difícil cuando uno se dirige
directamente a ellos, a sus textos, y cuando lo hace
con un criterio lo más objetivo posible, histórico. Tal
es el que, pese a sus inevitables limitaciones, preside
este estudio; ése es también el criterio que debiera
seguir el propio lector. Y, en tal sentido, si este libro
sirve para introducirle en la lectura de los dos clásicos
que aquí se analizan —y, en esa medida, contribuye a
la comprensión del marxismo y de su significación his-
tórico-social—, la intención del autor puede darse por
enteramente satisfecha.

1.3. Breve apunte de una época


revolucionaria
Finalmente, quizá sea útil cerrar esta introducción
con un breve apunte de la época de Garlos Marx y
Federico Engels, una época revolucionaria en lo econó­
mico, en lo social, en lo político y en lo cultural. Por­
que, si bien es verdad que son los individuos los que
constituyen el medio social (como trama compleja de
las relaciones interindividuales, con sus diferentes tipos
y su lógica real característica), no lo es menos que la
formación, la creatividad y las posibilidades del arraigo
histórico-social relativo de la obra creadora, de las indi­
vidualidades humanas en general, y de las individuali­

33
dades señeras especialmente, dependen de la naturaleza,
de las condiciones de posibilidad y de las limitaciones
de su medio social propio.

1.3.1. Capitalismo y revolución industrial


Hoy es ya un tópico histórico el que los orígenes
del capitalismo coinciden con el apogeo del feudalismo
medieval, y que aquél se desarrolla bajo el predominio
de las relaciones feudales de producción a lo largo de
tres etapas básicas sucesivas:
• Crisis general del modo de producción feudal bajo la for­
ma política del feudalismo medieval, en los siglos xiv
y xv.
• Superación de dicha crisis bajo la forma política del feu­
dalismo de estado (estado centralizado, monarquía «ab­
soluta») desde mediados del siglo xv y orígenes de la re­
volución mercantil en el xvi.
• Guerras comerciales entre las principales potencias polí­
ticas en el x v ii y el xvm.
En el siglo xvm, la evolución social previa y más
rápida de Inglaterra en el sentido del capitalismo ame­
naza, por sus efectos político-económicos, el viejo im­
perio español y la hegemonía política francesa. De he­
cho, a principios del xix, Inglaterra se impone militar­
mente, y, lo que resulta históricamente más decisivo,
pasa a dominar el mercado mundial hasta la Primera
Guerra Mundial. Tras ella, otras naciones europeas y
los Estados Unidos de América avanzan más o menos
rápidamente hacia su reorganización social capitalista,
y este modo de producción imperará a escala mundial.
Desde el punto de vista social y económico, la defini­
tiva sustitución del feudalismo por el capitalismo como
modo de producción dominante a escala mundial se tra­
duce, ante todo, en el desarrollo libre del mercado y en
su creciente complejización; y también en la sustitu­
ción de la servidumbre (de la dependencia de la tierra,
del propietario y del señor jurisdiccional) por el tra­
bajo asalariado contratado «libremente» en el mercado.
Pero, paralelamente, se despliegan determinados des­
arrollos históricos igualmente revolucionarios: en el

34
dominio demográfico y en el tecnológico; en el político
y social; y, en fin, en el del pensamiento mismo.
El despegue demográfico, sin precedentes históricos
desde la revolución neolítica, se debe fundamentalmente
al desarrollo técnico e industrial, que permite mejorar
la alimentación, la higiene y la salud humanas. La revo­
lución industrial, por otra parte, marcha estrechamente
condicionada por la consolidación de las relaciones de
producción capitalistas, y a su vez las condiciona. En
la medida en que se impone, el capitalismo desaloja a
los braceros y a los pequeños propietarios de la tierra,
proletariza al artesanado, e industrializa el trabajo agrí­
cola y el gremial, proporcionando la mano de obra ne­
cesaria para atender con salarios bajos la producción
capitalista en la industria, la mina y el campo.
Aunque la revolución industrial tiene su origen en la
industria textil, en Inglaterra y en algunos otros enclaves
europeos (Cataluña, por ejemplo) «la época de la revo­
lución industrial» es propiamente la época correspon­
diente a las décadas centrales del siglo xix, cuando el
capitalismo se consolida a nivel mundial, el sistema
fabril se generaliza en las naciones más dinámicas, y la
industrialización se extiende a la siderurgia, el ferro­
carril y la navegación a vapor hasta constituir la infra­
estructura necesaria para la existencia de un auténtico
mercado interior y un mercado mundial en expansión.
Aparte de esto, la dinámica interna del sistema desenca­
dena la crisis periódica del mismo, así como, a largo
plazo, su transformación estructural progresiva, pasán­
dose del capitalismo caracterizado por la libre compe­
tencia y la empresa familiar, al capitalismo proteccionis­
ta y crecientemente monopolista y financiero de finales
del siglo pasado y principios de éste. "

1.3.2. Revolución política y revolución cultural


Lógicamente, un desarrollo social de este tipo con­
lleva cambios políticos y culturales igualmente extraor­
dinarios. El desarrollo y consolidación del capitalismo
como sistema social y económico dominante a nivel mun­
dial —y la consiguiente importancia social creciente de
la burguesía industrial— es incompatible con la inver-

35
tebración política feudal, el estado «absoluto» y las le­
yes señoriales.
No es una casualidad, por tanto, que la época de la
definitiva transición al capitalismo como sistema do­
minante a escala mundial sea también la de procesos
políticos tan revolucionarios como la independencia de
los Estados Unidos de América, la revolución francesa,
las guerras napoleónicas y sus efectos políticos antiab­
solutistas, la crisis del imperio español y la indepen­
dencia de las naciones iberoamericanas continentales,
y, en fin, la época del comienzo de la superación defi­
nitiva del feudalismo político y jurídico en Europa en
general.
Tras las revoluciones de 1830 y 1848, antes o des­
pués, con más o menos limitaciones, la tendencia polí­
tica a la unidad nacional y a la sustitución del estado y
de las leyes feudales por el estado y las leyes liberales
acaba de imponerse aunque en determinados casos
este proceso no madure definitivamente hasta los co­
mienzos de nuestro siglo. Por lo demás, consolidado
el capitalismo, el período de larga depresión crónica
de 1873-1896 es también el de la transición de su forma
familiar «clásica» al capitalismo monopolista, el período
de la agudización de las contradicciones entre las prin­
cipales potencias políticas, entre Inglaterra y las nacio­
nes más industrializadas que le disputan ya, con posibi­
lidades de éxito, el predominio en los mercados mundia­
les. Es, por eso, la época del armamentismo creciente
y de los orígenes del imperialismo político del siglo xx,
y en ella se gestan los conflictos políticos y bélicos que
llevarán a la primera gran conflagración mundial.
La lógica general de los cambios sociales del si­
glo xix, y en particular los costes sociales —más noto­
rios— de la transición al capitalismo, de un lado, y la
reacción de la clase feudal, del otro, favorecen la apa­
rición de una vanguardia liberal, democrática y peque-
ño-burguesa, de nuevas clases medias y, ante todo, de
la clase obrera. Los intelectuales más progresivos de­
nunciarán las formas más inhumanas del trabajo asala­
riado (las largas jornadas, extenuantes; el trabajo de
mujeres y niños). Los partidos democráticos lucharán
por el estado liberal y sus líderes impulsarán las re-

36
formas sociales. Algunos diseñarán alternativas teóricas
socialistas (socialismo utópico *) y otros soñarán con
una solución política radical y revolucionaria, que ponga
definitivamente fin a los problemas sociales y del indi­
viduo (activismo político revolucionario, igualmente utó­
pico). Con ellos, entre ellos, junto a ellos, se irá for­
mando el movimiento obrero, sus primeros sindicatos y
partidos, para madurar definitivamente distanciándose
de ellos, e incluso, a veces, situándose frente a ellos.
Asimismo, la época de la revolución industrial es tam­
bién revolucionaria en el dominio de la cultura: surgen
las ciudades modernas, con su actividad social caracte­
rística (cafés, periódicos, teatros, nuevas diversiones),
las costumbres tienden a secularizarse relativamente, se
desarrolla la universidad moderna de matriz napoleó­
nica, y las ciencias positivas tienen un auge revolu­
cionario. Esto último, y la crisis paralela de la crea­
tividad filosófica de tipo clásico (la construcción de
sistemas filosóficos coherentes, capaces de resumir de
algún modo la experiencia humana de toda una época),
mientras se generaliza la mentalidad positivista (la aten­
ción a lo positivo, a los hechos, a lo práctico y real),
son, probablemente, lo más significativo en este do­
minio.
Numerosos especialistas —con independencia en ge­
neral de los avances técnicos, primero, e incidiendo
luego progresivamente sobre ellos (hasta acabar diri­
giéndolos en nuestro siglo y dando origen a lo que se
ha llamado revolución científico-técnica—, movidos ante
todo por la pasión de entender la realidad, se esfuerzan
en elevar el enorme acervo de datos y conocimientos
ganados por el hombre, por la revolucionaria amplia­
ción de su acción y experiencia (físico-química, bioló­
gica, social) desde el Renacimiento en adelante, a teoría
verificable experimentalmente, capaz de dar cuenta así
de todos los datos conocidos, de generar otros muchos
y de guiar predictivamente la acción humana con efi­
cacia creciente.

* Los asteriscos hacen referencia a términos cuya explicación


hallará el lector en el Glosario que aparece al final del libro,
página 203.

37
Tras la asimilación histórico-social de la revolución
newtoniana, que elevó nuestro conocimiento del movi­
miento de los sólidos —terrestres y celestes de escala
terrestre— a ciencia experimental, los científicos de fi­
nales del siglo xvm y, sobre todo del xix, lograban
construir las diferentes ciencias básicas de lo inorgá­
nico (físico-químicas), en tanto que ponían las bases
de las biológicas (o de lo orgánico) y de las sociales
(la economía, la historia, la sociología y demás).

LA EPOCA DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL:


CONSOLIDACION DEL CAPITALISMO

Revolución • Mejora alimentación - higiene - salud.


demográfica • Ciudades modernas: cafés - teatros -
periódicos.

Revolución • Industrialización del campo: Revolu­


industrial ción agrícola.
• Generalización sistema fabril:
— Revolución textil.
— Revolución siderúrgica: ferrocarril -
navegación a vapor.

Revolución • Crisis Antiguo Régimen: constituciona­


política lismo burgués.
• Nacionalismo: unidad e independencia
• Liberalismo: conservador y reformista.
• Socialismo: utópico y científico.

Revolución • Universidad Moderna: Ciencias e In­


cultural geniería.
• Revolución científica: Ciencias de lo
inorgánico - Ciencias Biológicas - Cien­
cias Humanas.
• Crisis de la Metafísica y Positivismo.

1.3.3. Revolución filosófica y crisis


de la filosofía clásica
Hoy todo el mundo sabe que los grandes filósofos de
los siglos xvii y xviii son aquellas individualidades ge-

38
;
niales que más y con mayor éxito se esforzaron por
elevar a pensamiento máximamente abstracto y general
(y por ello, en un lenguaje en principio difícil para el
hombre común) la acción y experiencia que el hombre
moderno iba ganando. De este modo, poco a poco, fue­
ron sustituyendo la concepción teológica medieval del
mundo por una filosofía moderna, coherente con la
enorme ampliación de la experiencia histórica. Y esa
filosofía viene a culminar en Alemania —no por casua­
lidad— a finales del siglo xvm y en la primera mitad
del xix.
En el contexto de la filosofía alemana destacan, ante
todo, las figuras de Kant y Hegel. En Kant se integran
la problemática teórica del racionalismo filosófico y
del empirismo inglés, la ilustración europea y la ciencia
newtoniana; en definitiva, el pensamiento más elevado
de la época y las tendencias dominantes de la práctica
histórico-social. Kant interpreta con rigor creciente
—desde el idealismo filosófico *, y con un lenguaje que
es casi siempre en exceso difícil y abstracto— la extra­
ordinaria experiencia revolucionaria del hombre europeo
en la transición del siglo xvm al xix. Fichte y Schelling
enriquecen en alguna medida esa interpretación básica.
Hegel la supera definitivamente, integrándola creativa­
mente en la suya propia.
Aunque formalmente Hegel niega que la naturaleza
tenga una historia —un despliegue en el tiempo—, que
haya una única historia natural de la que el hombre
forme parte, en la práctica su filosofía resulta de una
interpretación de la acción y experiencia ganada por el
hombre a lo largo de su historia (y en relación con la
naturaleza, el hombre mismo y el pensamiento humano
en particular) en términos de cuatro supuestos filosófi­
cos (máximamente abstractos y generales) fundamenta­
les: la unidad, el dinamismo, el carácter histórico y el
carácter esencialmente contradictorio de la realidad
(en su conjunto, en los niveles ontológicos que la cons­
tituyen y en las individualidades constitutivas de cada
uno de esos niveles) y del pensamiento. A eso lo llama
dialéctica *. Y, formalmente, su filosofía es también un
idealismo filosófico *.
Pero Hegel será el último de los grandes filósofos

39
clásicos. El desarrollo revolucionario de las ciencias
positivas (experimentales y sociales) en pleno siglo xix,
cuando el hombre bate sistemáticamente los distintos
niveles constitutivos de la realidad (inorgánicos y orgá­
nicos), elevando a ciencia experimental el conocimiento
empírico secular de los mismos, hizo en adelante impo­
sible que un único hombre, por genial que fuese, lograra
abarcar el conjunto de la experiencia humana en un sis­
tema teórico de tipo filosófico, capaz de resumir todo
el saber teórico contemporáneo y de orientar eficaz­
mente de algún modo el progreso práctico.
Por lo mismo, no es una casualidad que, tras Hegel,
lo más vivo de su filosofía sea el método; que filósofos
y científicos se revuelvan contra su sistema por lo ge­
neral; que la mentalidad positivista se extienda, mien­
tras las filosofías irracionalistas más originales no con­
siguen consolidarse basta las décadas conflictivas de
finales de siglo. Pero ésta es ya otra historia a abordar
de forma más sistemática y concreta, en relación con
la problemática central de este estudio.

40
i
I

2
i

U n p u n ta l b á s ic o :
C a r lo s M a rx (1818*1843)

2.1. Un medio social favorable:


Tréveris, 1818-1835
Carlos Marx nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris,
antigua Roma del Norte de los romanos, señorío epis­
copal, lugar secular de frontera entre Francia y Alema­
nia; ciudad de funcionarios, comerciantes y artesanos;
dependiente económicamente, sobre todo, de la prospe­
ridad de los viñedos del Mosela.
Avanzadilla absolutista en el siglo xvm, Tréveris re­
cibió con entusiasmo la supresión de Na servidumbre
rural, la venta y distribución de las propiedades ecle­
siásticas, la liberación de los intelectuales de la tutela
sacerdotal y la ley y la administración francesas en ge­
neral. Agobiada por las levas e impuestos, había aco­
gido luego con alivio a los aliados contra Napoleón, y
su incorporación a Prusia de resultas del Congreso de
Viena (1814-1815). En Renania, el gobierno prusiano
respetaría las partes fundamentales del código napo­
leónico y sancionaría las ventas de los bienes religio-

41
sos durante el período de influencia política francesa,
intentando en principio atraerse a la población; además,
al amparar a los mercados prusianos con la tarifa pro­
teccionista de 1818, daría salida a los viñedos del Mo-
sela, mientras promovía a los funcionarios más cultos
en la administración local y evitaba el conflicto con el
catolicismo y la Iglesia católica, socialmente dominante
en la región.-
Sin embargo, esta política prusiana no tuvo éxito en
Tréveris, y, hacia 1830, la recuperación de las ideas
políticas liberales (e incluso más radicales), determinó
la adopción de una política represiva por parte del go­
bierno prusiano. La política de unión aduanera de Pru-
sia con otras regiones alemanas hundió la economía
vinícola del Mosela a partir de 1828. Por entonces, un
cuarto de la población vivía de la caridad pública, re­
surgía la francofilia, y el arzobispo se veía obligado a
condenar desde el pulpito las teorías del conde de
Saint-Simon, Cl. H. de Ruovroy (1760-1825), mientras el
secretario del ayuntamiento, L. Gall, propagaba en la
ciudad el socialismo igualmente utópico de Fr. Ch. Fou-
rier (1772-1837) y difundía panfletariamente la teoría de
la explotación de unas clases por otras.
En esta ciudad, cuajada de monumentos del pasado,
entre sus habitantes de clase media acostumbrados a
las libertades liberales —con médicos, profesores y abo­
gados aficionados a las investigaciones arqueológicas y
una ciudadanía con un fino sentido histórico fruto de
la experiencia—, recibió su primera formación Carlos
Marx. Es cierto que, por su origen familiar, era judío,
y que los judíos —especializados largamente en el co­
mercio y en las finanzas— vivían en un «ghetto» histó­
rico y social: Napoleón les había privado de los dere­
chos que les diera la revolución, mediante un decreto
de 17 de marzo de 1808, obligándoles a practicar una
usura oscura, clandestina; Federico Guillermo III los
expulsó luego de las funciones públicas. Pero el padre
de Carlos, H. Marx (1782-1838), había sabido sobrepo­
nerse en tan duras condiciones.
Vinculado —como su mujer, H. Pressburg (1787-1863),
más conservadora— a una tradición rabínica secular,
H. Marx fue siempre un hombre abierto a las nuevas

42
J
43
Karl Marx.

ideas, ilustrado de espíritu, racionalista de pensamien­


to, buen conocedor de Voltaire y de Rousseau, liberal,
con una moralidad kantiana compartida por la élite
más culta de la ciudad, y con un enorme sentido prác­
tico, Abogado de profesión, se convirtió al cristianismo
y pasó a formar parte de la pequeña comunidad pro­
testante de Tréveris en 1817. Y, mientras conseguía al­
canzar la presidencia del colegio de abogados de la ciu­
dad, bautizaba a sus hijos (el 26 de agosto de 1824); su
mujer, que por respeto a sus padres esperaría a su
muerte para integrarse también en la iglesia evangélica
nacional, recibiría el bautismo el 20 de noviembre del
año siguiente.
Criado, junto a sus seis hermanos, en una familia
relativamente acomodada, alegre y dinámica, Carlos
Marx fue probablemente educado en casa hasta la edad
de los doce años. Siendo el mayor de los varones, cre­
ció entre sus hermanas (sobre todo junto a Sofía, na­
cida en 1816), y los hermanos Jenny y Edgar Westpha-
len, amigos comunes, hijos del consejero del gobierno
Ludwig von Westphalen, vecino y colega estrechamente
unido a su propio padre. De él aprendería Carlos
Marx muchas cosas: la afición a las lenguas clásicas
y modernas, la pasión por los clásicos (Homero y Sha­
kespeare, sobre todo), la hondura emotiva de la poesía
romántica, y el interés por los pensadores sociales re­
novadores, como el conde de Saint-Simon. Testimonio
del cariño y gratitud hacia este septuagenario, su mejor
amigo de la primera juventud, será la dedicatoria de su
tesis doctoral. Entre otros elogios, puede leerse allí:

Usted, mi paternal amigo, ha sido siempre para mí


la demostración viva y palpable de que el idealismo
no es simplemente una quimera, sino una verdad.
(M a r x : 1982, Diferencia entre la filosofía democri-
teana y epicúrea..., p. 16)

La influencia de su padre y de Westphalen se vio


reforzada por su estancia, para cursar estudios me­
dios, en el Instituto «Federico Guillermo», de Tréve-
ris, entre 1830 y 1835. Fundado por los jesuítas, el cen­
tro estaba entonces dirigido por el profesor de historia
Hugo Wittenbach, liberal de orientación kantiana, co-
fundador del Club del Casino en 1802, especie de ateneo
social y cultural para «cualquier hombre honrado y cul­
to, independientemente de su rango y profesión», del
que para entonces era también miembro Heinrich Marx.
Además, era profesor de religión en el Instituto otro
maestro suyo, el párroco de la comunidad protestante,
Josef Küpper, que había educado a Marx en una vi­
sión bíblica abierta, integradora y ética.
Ingenioso para la travesura, los juegos de manos y

45
la sátira demoledora, Carlos Marx era respetado por
sus compañeros, la mayor parte hijos de granjeros, ar­
tesanos y gentes de la clase media baja, católicos y des­
tinados por sus familiares al sacerdocio, con vistas a
su promoción social. Por lo demás, aquellos eran tiem­
pos de control ideológico y represión política en Re-
nania. Hugo Wittenbach, el director, formado en el
racionalismo ilustrado francés, crítico y liberal, y en
una moral protestante de tipo kantiano, era jefe del
partido constitucional moderado de Tréveris y defensor
de la monarquía ilustrada frente al despotismo militar.
Vinculado estrechamente al liberalismo renano de los
primeros años treinta, fue puesto bajo observación por
el gobierno —lo mismo que otros profesores del Insti­
tuto— , amenazado de destitución, y finalmente forzado
a compartir la dirección con un profesor reaccionario,
Loehrs, a quien se le encomendó la disciplina del centro.
Carlos Marx se vio, pues, inmerso en este ambiente
crítico y dinámico. En 1834, con motivo de la organiza­
ción de un banquete en honor de los diputados libera­
les de Tréveris en el Club del Casino, se intensificó el
control político, ideológico y disciplinario del Instituto,
objeto de decenas de informes policiales entre 1833 y
1835 en los que se acusaba a una parte del profesorado
de mantener ideas filosóficas y políticas radicales, y al
alumnado, de redactar poemas políticos y leer escritos
prohibidos (uno de los alumnos sería detenido y pasa­
ría varios meses en prisión preventiva).

2.2. «Reflexiones de un joven al elegir


su profesión»
Casi con seguridad, Marx participó en las algaradas
estudiantiles de la época; quizá redactó incluso alguno
de los panfletos políticos denunciados por la policía.
No lo sabemos con certeza. Pero sí sabemos que en
octubre de 1835, antes de partir para ingresar en la
Universidad de Bonn, se despidió de todos los profesores
menos del de latín, Loehrs, viéndose obligado su padre
a excusarle con una mentira piadosa.

46
¿
Además, se ha conservado un texto importante, es­
crito por Marx con vistas a revalidar sus estudios me­
dios, que resume bastante bien la primera asimilación
personal de los estímulos culturales recibidos en su me­
dio social primario: la familia, la parroquia, el insti­
tuto y los amigos, mayores y pequeños.
Estas «reflexiones de un joven al elegir su profesión»
comienzan resaltando la libertad moral del hombre: a
diferencia del animal, el hombre puede y debe elegir los
medios necesarios para realizar el fin general que Dios
le ha trazado, «ennoblecer a la humanidad y ennoble­
cerse a sí mismo».

De ahí —concluye inmediatamente Marx— que la


elección seria de una profesión sea el primer deber
del joven que inicia su carrera en la vida y no quiere
encomendar al azar sus asuntos más importantes.
(M arx : 1982, Reflexiones de un joven al elegir su
profesión, p. 1)

Ahora bien, aunque «Dios no deja nunca al hombre


sin consejo», su voz puede quedar ahogada si «no so­
mos nosotros quienes elegimos lo que queremos ser en
la vida, sino que nos dejamos llevar de la apariencia y
el azar». (Ibíd., pp. 1 y 2.)
Se impone, por lo tanto, la reflexión sobre el pro­
blema, teniendo muy en cuenta las propias condiciones
físicas, morales, intelectuales y sociales, y el consejo
de «nuestros padres, que han recorrido ya la trayecto­
ria de la vida y saben lo que es rigor del destino».
Además, supuesto todo esto, hay que optar por la pro­
fesión que no implique servilismo y sí auténtica digni­
dad. A saber: aquella

que nos ofrezca la mayor dignidad, que descanse so­


bre ideas de cuya verdad estemos profundamente con­
vencidos, que abra ante nosotros el mayor campo po­
sible de acción para poder actuar en bien de la hu­
manidad, que nos permita acercarnos a la meta gene­
ral al servicio de la cual todas las profesiones son
solamente un medio: la perfección.
(Ibíd., p. 3)

47
Sobre todo, hay algo muy concreto que todo joven
debe tener muy en cuenta:

Las actividades que, en vez de entrelazarse con la


vida, se alimentan de verdades abstractas son las más
peligrosas de todas para el joven cuyos principios
aún no están formados, cuyas convicciones no son
aún firmes e inconmovibles, aunque puedan consi­
derarse, al mismo tiempo, como las más altas de to­
das, si han echado profundamente raíces en nuestro
pecho, si somos capaces de sacrificar la vida y todas
nuestras aspiraciones por las ideas que en ellas pre­
dominan.
(Ibíd., pp. 3-4)

En tal caso, la reflexión y el sacrificio deben ser


máximos, porque quien elige ese tipo de actividades,
elige por ello la auténtica perfección, la posibilidad de
realizarse amándose a uno mismo y amando al mismo
tiempo a la humanidad. Esto último, en cualquier caso,
es lo fundamental:

Pero la gran preocupación que debe guiarnos al


elegir una profesión debe ser la de servir al bien
de la humanidad y a nuestra propia perfección. Y
no se crea que estos dos intereses pueden ser hosti­
les e incompatibles entre sí, pues la naturaleza hu­
mana hace que el hombre sólo pueda alcanzar su
propia perfección cuando labora por la perfección,
por el bien de sus semejantes.
Cuando el hombre sólo se preocupa de sí mismo,
puede llegar a ser, sin duda, un famoso erudito, un
gran sabio, un excelente poeta, pero nunca llegará a
ser un hombre perfecto, un hombre verdaderamente
grande.
Los más grandes hombres de que nos habla la his­
toria son aquellos que laborando por el bien general
han sabido ennoblecerse a sí mismos; la experiencia
demuestra que el hombre más dichoso es el que ha
sabido hacer dichosos a los demás; y la misma reli­
gión nos enseña que el ideal al que todos aspiran es
el de sacrificarse por la humanidad, aspiración que
nadie se atrevería a destruir.
(Ibíd., p. 4)

48
Imbuido de racionalismo crítico y de profundo idea­
lismo moral kantiano, a sus diecisiete años Carlos
Marx parece haber optado por esas altas actividades
humanas que «se alimentan de verdades abstractas» y
exigen de uno mismo el sacrificio de toda otra aspi­
ración y de la vida misma. La elección en general es­
taba ya hecha; sólo faltaba que la experiencia biográ­
fica la concretase.

2.3. Madurando el proyecto para la propia


vida (1835-1842)
Mientras su hermano Hermann, una año menor, en­
tra de aprendiz en una casa comercial de Bruselas, la
familia se sacrifica y envía a Marx a la universidad
para estudiar derecho; el padre, sobre todo, desea que
siga la carrera jurídica, con posibilidades de promo­
ción profesional, prestigio social y bien retribuida. El
hijo, sin saber todavía muy bien lo que quiere, se to­
mará muy en serio sus estudios superiores, y, después
de un breve período de románticos ensueños poéticos,
se dejará poseer sobre todo por la pasión del cono­
cimiento.

2.3.1. De poeta a filósofo

En principio, el joven Marx inicia su carrera en Bonn,


ciudad universitaria con unos 40.000 habitantes, próxi­
ma a Tréveris y —con sus setecientos estudiantes—
centro cultural de la provincia renana. Allí se hace
miembro del Club de la Taberna de Tréveris, participa
en diversiones, borracheras y escándalos (como un due­
lo personal y la violenta disputa que opuso a los es­
tudiantes de Tréveris y a los jóvenes aristócratas pru­
sianos del Borussia-Korp). En clase prefiere, probable­
mente, las enseñanzas románticas del viejo Schlegel so­
bre filosofía y literatura, y las de historia del arte de
D’Alton. Aficionado al romanticismo, forma también
parte del Club de los Poetas, una sociedad vigilada por

49
la policía y por el consejo de disciplina de la universi­
dad, que desde 1833 seguían muy de cerca las activi­
dades de las asociaciones estudiantiles literarias y festi­
vas, únicas que se permitían de hecho.
Tras pasar el verano de 1836 en Tréveris y compro­
meterse en secreto con Jenny Westphalen, cuatro años
mayor que él, Marx es enviado por su padre a Berlín,
con sus 300.000 habitantes, segunda ciudad alemana tras
Viena. Y allí pasará cinco años, decisivos para su for­
mación intelectual.
Al comienzo, como en Bonn, continúa escribiendo
poemas románticos (como el Libro del Amor, que en­
viará a Jenny en la Navidad del mismo 1836). Imitando
a Heine, Goethe, Schiller y otros modelos del roman­
ticismo alemán, reproduce su problemática general, con
la excepción del nacionalismo y de los planteamientos
políticos reaccionarios: subjetivismo extremo, ensueños
místicos de amor y de muerte, burla irónica de la men­
talidad pragmática, etc.
Durante el primer semestre sigue también los cursos
de derecho romano de K. von Savigny y los de derecho
penal de E. Gans: el primero, famoso por su concep­
ción histórico-social del derecho, de orientación formal­
mente tradicionalista y nacionalista, y reaccionaria de
hecho; el segundo, discípulo progresista de Hegel, que
aplicaba su filosofía de la historia a la interpretación
de los cambios sociales más recientes (revolución fran­
cesa, parlamentarismo político, orígenes del socialismo
utópico en Saint-Simon y los saint-simonianos, y de­
más), destacando los avances concretos hacia una ma­
yor libertad humana y justicia social.
Pero es en la segunda mitad del año 1837 cuando
Marx abandona definitivamente la poesía para profun­
dizar en sus estudios jurídicos, convencido ya —como
escribe a su padre, en el mes de noviembre— de que

la poesía no podía ser, para mí, más que un acompa­


ñamiento, pues tenía que estudiar jurisprudencia y
sentía, ante todo, la necesidad de ocuparme de filoso­
fía; porque sin filosofía no era posible penetrar en los
problemas.
(M arx : 1982, Carta al padre, pp. 6-9)

50
)
Es ahora cuando Marx pone las bases del método
riguroso de trabajo que le distinguirá siempre. Lee sin
cesar todas las fuentes y obras necesarias, resume y
extracta sus lecturas, redacta extensos comentarios y,
finalmente, ensaya la síntesis persona], en este caso de
filosofía del derecho: tras reunir los datos necesarios,
apoyándose en las fuentes jurídicas, la historia en ge­
neral, la historia del arte y los clásicos, busca luego
en las ciencias naturales y en la filosofía el fundamen­
to teórico necesario para su interpretación, y, finalmen­
te, lo encuentra en Hegel.
En efecto, como escribe a su padre, ante todo nece­
sitaba un hilo conductor, un fundamento teórico ade­
cuado para «pararse a escuchar atentamente el objeto
mismo en su desarrollo», para «cobrar amor por la ma­
teria y abarcarla en una mirada panorámica» (ibíd., pá­
ginas 7 y 9). Por eso dice:

Abandonado el idealismo que, dicho sea de paso,


había cotejado y nutrido con él de Kant y Fichte, me
dediqué a buscar la idea en la realidad misma [...].
Escribí un diálogo de unos veinticuatro pliegos titu­
lado Oleantes, o el punto de partida y el desarrollo
necesario de la filosofía Terminaba yo por don­
de comenzaba el sistema hegeliano, y [...] hube de
familiarizarme hasta cierto punto con las ciencias
naturales, con Schelling y con la historia.
(Ibíd., p. 10)

Pasando de los aspectos empíricos del derecho (el


derecho positivo) a su fundamentación racional (la fi­
losofía del derecho), Marx ya había entendido que esa
fundamentación debía buscarla «en la^realidad misma»,
com o la lógica de las cosas, y que esa lógica tenía que
ser esencialmente dinámica e histórica (como corres­
pondía «al objeto mismo en su desarrollo»), e integrado-
ra, total para «cobrar amor por la materia y abarcarla
en una mirada panorámica». Por eso, a finales del ve­
rano de 1837 Marx se había hecho hegeliano:

Quemé todas mis poesías y esbozos de relatos lite­


rarios, etc., en la esperanza de que de aquí en adelante
podré mantenerme apartado de estas cosas, sin que

51
haya hasta ahora prueba en contra [...]. Estudié de
cabo a rabo a Hegel y a la mayoría de sus discípulos.
A través de algunos amigos con quienes me reuní en
Stralow, fui a dar a un club de doctores, entre ellos
algunos profesores de la universidad y el más íntimo
de mis amigos berlineses, el doctor Rutenberg. En
las discusiones allí sostenidas se han ido revelando
algunas concepciones polémicas, y me he ido sintien­
do cada vez más encadenado a la actual filosofía del
mundo a la que había creído poder sustraerme.
(Ibíd., p. 11)

2.3.2. Por los caminos de la autoconciencia

Muerto Hegel en 1831, los hegelianos dominarían la


cultura filosófica alemana de los años treinta y cua­
renta. Una tendencia, conservadora, defendería básica­
mente el sistema, para apuntalar con él la ortodoxia
religiosa cristiana y el estado prusiano, sobre la base
de la erudición y la letra de Hegel. Por el contrario, el
ala más renovadora, centrando inicialmente sus críticas
en la religión y en la filosofía de la religión para más
tarde pasar a la crítica explícita y directamente políti­
ca, tomaría de Hegel, sobre todo, el método, en orden
a desarrollar su propio pensamiento, a avanzar por los
caminos de la autoconciencia. Los primeros son los
viejos hegelianos o hegelianos de derechas: los segun­
dos, los jóvenes hegelianos, la izquierda hegeliana.
Marx, como se ha visto — y se ha de ver—, s; integrará
en esta segunda tendencia, hasta acabar superándola
críticamente.
El debate sobre la religión y la filosofía de la reli­
gión lo abrió en Alemania D. Strauss, con La vida de
Jesús (1835): el cristianismo primitivo —es la tesis de
esta obra— no tiene un origen sobrenatural, sino histó­
rico y social; su naturaleza es mitológica y su vigencia
histórica se explica, en definitiva, por el atraso relativo
del desarrollo de la conciencia humana y por las nece­
sidades de la época.
Aunque la posición de Strauss no encontró en prin­
cipio muchos adeptos, la campaña gubernamental con­
tra él se desató ya en 1835, y en los años inmediatos

52
i
fue la clave para el desarrollo de la izquierda ideológica
como izquierda hegeliana. El Club de los Doctores de
Berlín fue una de las principales bases materiales de
esta última, precisamente en los años en que Marx
se integra en él (1837-1841), siendo sus líderes: A. Ru-
tenberg, ex profesor de geografía e historia y perio­
dista competente; K. Koppen, historiador riguroso, y
B. Bauer, de vasta cultura y naturalmente dotado para
la ironía y la crítica, dotes que le valieron para acabar
convirtiéndose en el jefe de todo el movimiento.
Marx, que perdería en estos años a dos grandes ami­
gos —su propio padre (1838) y el barón de Westphalen
(éste en 1842)—, no publicó nada, mientras concluía
su carrera, y estaba cada vez más agobiado por las di­
ficultades materiales familiares y la necesidad de ejer­
cer una profesión, casarse y sobrevivir. Pero, a pesar
de tantos problemas inmediatos, siguió con gran pa­
sión los progresos de la tendencia, incorporándose ple­
namente a ella.
Muerto Gans, en 1839, Koppen edita Federico el
Grande y sus adversarios, coincidiendo con el acceso
al trono del nuevo monarca, y con una orientación
que reflejaba bien las esperanzas que la burguesía li­
beral prusiana había puesto en él, en un país en el
que la invertebración nacional y el absolutismo polí­
tico frenaban el progreso social, económico y político.
Será la primera toma de posición política clara de los
jóvenes hegelianos.
Sin embargo, el monarca optó por la política reac­
cionaria, y en el terreno ideológico reforzó rígidamen­
te la censura, mientras apoyaba en la universidad a
Schelling y a Savigny y acababa expulsando de ella
a B. Bauer, en 1842, éste enseñaba en^Bonn desde 1839.
Limitándose básicamente todavía al análisis político
indirecto, los jóvenes hegelianos continúan en esos años
con su crítica de la religión, y en el invierno de 1840-
1841, el Club de los Doctores se presenta socialmente
como el Club de los Amigos del Pueblo. Mientras Kop­
pen emprendía un riguroso estudio de la revolución
francesa y del terror revolucionario, B. Bauer publicaba
la Crítica de la historia evangélica de San Juan (1840),
la Crítica de los evangelios sinópticos (1841-1842) y el

53
texto anónimo La trompeta del juicio final contra He-
gel, el ateo y el Anticristo. Además, Bauer proyectaba,
con Marx, la edición de una revista, Archivos ateos, y
ambos sacaban ya claras consecuencias políticas de su
crítica ideológica.
La lucha de los jóvenes hegelianos, centrada en la
crítica de la religión cristiana con vistas a depurarla
de elementos e interpretaciones mitológicas, se orien­
taba hacia el progreso de la conciencia propia. Esa
lucha de la autoconciencia frente a la religión y sus
formas histórica y socialmente dominantes, ge fue con­
cretando en la exigencia de la separación de la Igle­
sia y el Estado y de la sustitución de la religión como
concepción socialmente dominante del mundo por una
concepción racional de éste (una filosofía), crítica, con­
secuente y actualizada. Y, por supuesto, materialista:
en 1842, los jóvenes hegelianos se autopresentaban pú­
blicamente como ateos.
De hecho, la tesis doctoral de Carlos Marx, Diferen­
cia de la filosofía de la naturaleza en Demócritu y en
Epicuro, redactada entre 1839 y 1841, y remitida a Jena
para su examen —donde le valió el título de doctor,
otorgado por la universidad el 15 de abril de 1841—,
responde plenamente a esos planteamientos: En el mis­
mo prefacio puede leerse:

La filosofía no lo oculta. Hace suya la profesión


de fe de Prometeo: «¡En una palabra, odio a todos los
dioses!». Y opone esta divisa a todos los dioses del
cielo y de la tierra que no reconozcan como suprema
divinidad a la autoconciencia humana. Esta no tolera
rival.
(Marx: 1982, Diferencia entre la filosofía..., p. 18)

2.3.3. De la universidad al periodismo; de la teoría


a la realidad

Hasta la expulsión de B. Bauer, Marx pensó en la


docencia universitaria com o posible salida profesional.
Mientras atiende en Tréveris al barón von Westphalen
(desde finales del año anterior hasta su muerte, en

54
i
marzo de 1842), redacta dos amplios apéndices para su
tesis doctoral y dos artículos importantes: «Lutero,
árbitro entre Strauss y Feuerbach» y «Observaciones
sobre la reciente instrucción prusiana acerca de la cen­
sura».
El primero de estos últimos refleja su entusiasmo
ante la lectura de La esencia del cristianismo, de
L. Feuerbach, ante su materialismo filosófico:
¿No os da vergüenza, ¡oh cristianos nobles y vul­
gares, sabios e ignorantes cristianos!, no os da «ver­
güenza» que tenga que ser un «anticristo» quien os
muestre la esencia del cristianismo en su verdadera y
desembozada faz? Y a vosotros, los teólogos y filóso­
fos especulativos, os aconsejo que os desembaracéis
de los conceptos y los prejuicios de toda la filosofía
especulativa anterior, si queréis descubrir la «verdad».
Pues si queréis llegar a la «verdad» y a la «libertad»,
tenéis que pasar necesariamente por el «Arroyo de
Fuego» —Feuerbach, significa, en alemán, «arroyo
de fuego». Este Arroyo de Fuego, este Feuerbach, es
el «purgatorio» de nuestro tiempo.
(M arx: 1982, Lutero, árbitro entre Strauss y Feuer­
bach, p. 148)
En el segundo artículo, en el que, como en el pri­
mero, probaba sus dotes para el panfleto político e
ideológico, critica frontalmente las instrucciones reales
de diciembre de 1841, con las que, según se decía, se
pretendía conciliar la libertad liberal y el paternalismo
absolutista real:
La verdadera «cura radical» de la censura sería su
«supresión», pues se trata de una institución mala,
y las instituciones tienen mayor fuerza que los indi­
viduos. Pero, sea acertado o equivocado nuestro pun­
to de vista, lo que sí puede afirmarse es que los es­
critores prusianos nada salen «ganando con la nueva
Instrucción» ni en cuanto a «progreso real» ni en
cuanto a progreso «ideal», a «conciencia»: «¡Oh, rara
dicha de los tiempos en que se puede pensar lo que
se dice y decir lo que se piensa!», finalizaba, citando
a Tácito.
(Marx: 1982, Observaciones sobre la reciente instruc­
ción prusiana..., p. 169)

55
Los artículos, redactados como contribución perso­
nal para los Anales Alemanes, de A. Ruge, aparecieron
en Suiza, junto con los demás suprimidos de la revista
por la censura, en un volumen titulado Anécdota sobre
la filosofía y la publicística alemanas contemporáneas
(1843).
De hecho, hacia la segunda mitad de 1841, Marx pa­
rece buscar ya una salida profesional distinta de la uni­
versitaria.
En Colonia entra en contacto con un grupo de jóve­
nes liberales, financieros, comerciantes e industriales
que preparaban la edición de un periódico, La Gaceta
Renana, de orientación política democrático-liberal. Re-
nania y Colonia en particular, era entonces la parte
más desarrollada de Alemania: allí no había feuda­
lismo ya y la industria capitalista se había consolidado;
lógicamente, la burguesía acomodada y culta, que había
experimentado las ventajas sociales y políticas del li­
beralismo económico y político, tenía que plantear la
necesidad de la unificación alemana y la liberalización
económica, política e ideológica del régimen social.
Convencidos de que su programa económico exigía
una modernización del estado, los financieros del pe­
riódico y sus gerentes, G. Jung y D. Oppenheim, dieron
participación en el mismo a los jóvenes hegelianos: la
jefatura de redacción, inicialmente otorgada a un se­
guidor del economista proteccionista Fr. List, G. Hoeff-
ken, pasó luego a manos de A. Rutenberg, y de las su­
yas a las de M. Hess, hasta que, en octubre de 1842,
se hizo cargo de ella Marx, sin que el periódico, pese
a los abandonos de muchos de sus primeros lectores,
dejara nunca de progresar teóricamente y de ganar au­
diencia social. Como recordaría Engels casi medio si­
glo después:
Aunque en los «Anales Alemanes» los objetivos fi­
nales de carácter práctico se vistiesen todavía prefe­
rentemente con ropaje filosófico, en la «Gaceta del
Rin», de 1842, la escuela de los jóvenes hegelianos se
presentaba ya abiertamente como la filosofía de la
burguesía radical ascendente, y sólo empleaba la capa
filosófica para engañar a la censura.
(Engels: 1968, Lud-wig Feuerbach y..., p. 21)

56
Concretamente, para Marx, la experiencia de la Ga­
ceta Renana fue muy provechosa. En «El manifiesto
filosófico de la escuela histórica del derecho», ajustó
cuentas con G. Hugo, K. von Savigny y la escuela his­
tórica del derecho en general, por la orientación irra­
cional y romántica de su concepción histórica del dere­
cho. En su crítica de «Los debates sobre la libertad
de prensa y la publicación de los debates de la dieta»,
correspondientes a la VI dieta renana, y en otros ar­
tículos, continuó su aprendizaje político, luchando por
la libertad de expresión. En «El comunismo y la "Ga­
ceta General de Augsburgo”» tuvo que salir en defensa
de la posición liberal del periódico, rechazando la acu­
sación de comunismo (Hess había difundido los plan­
teamientos teóricos del socialismo y del comunismo
franceses en el periódico), no sin dejar constancia de
su intención de estudiar esas ideas a fondo:

La «Gaceta Renana», que ni siquiera puede recono­


cer o reputar posible la «realidad» teórica a las ideas
comunistas bajo su forma actual, y menos aún desear
su «realización práctica», se propone someter estas
ideas a una crítica a fondo.
(M a r x : 1982, El comunismo y la «Gaceta General de
Augsburgo», p. 246)

Pero fue sobre todo al ocuparse de las discusiones de


la dieta sobre los delitos forestales, y al polemizar con
M. von Schapper, presidente de la provincia renana,
sobre las condiciones reales de los campesinos en el
Mosela, cuando el descubrimiento de los intereses ma­
teriales y de las cuestiones económicas le llevó final­
mente de la teoría a la realidad.
En los «Debates sobre la ley para castigar el robo de
leña», por ejemplo, Marx adopta un enfoque histórico
que le permite descubrir la condición de clase del esta­
do y del derecho, el dominio de éstos por unos intere­
ses muy concretos. Mientras que en el antiguo régimen
feudal la exclusión de los pobres de la actividad y de
los derechos políticos quedaba compensada con dere­
chos sociales como la recogida de leña, en la sociedad
moderna el legislador se presenta como si el derecho

57
pudiera definir abstracta y umversalmente —objetiva­
mente— las relaciones entre individuos y sociedad, en­
tre individuo e individuo. La verdad es, sin embargo,
que, como consecuencia del desarrollo de la economía
mercantil, son los propietarios quienes dominan el es­
tado y sus aparatos institucionales, y quienes imponen
esa definición abstracta y supuestamente absoluta del
derecho y de las relaciones sociales y jurídicas. Y a
conclusiones parecidas llega al estudiar las condiciones
de vida de los campesinos del Mosela.
Al encontrarse con los problemas socioeconómicos,
Marx emprende el estudio histórico-social de las condi­
ciones sociales de Alemania, en general, y de Renania y
sus clases trabajadoras, en particular. De este modo,
descubre que los funcionarios, el gobierno y las leyes
alemanas representan fundamentalmente los intereses
de la nobleza, el clero y los terratenientes. Ante esta
realidad, decidirá ampliar sus horizontes científicos,
sin perder nunca de vista la lógica social y económica
de la sociedad.
En tanto que sus antiguos amigos berlineses trans­
forman el Club de los Doctores en el Club de los Liber­
tarios, dominados por la crítica puramente teórica e
individualista, Carlos Marx va radicalizando sus pro­
pios planteamientos políticos, aunque sin perder nunca
su sentido realista, como redactor-jefe de la Gaceta
Renana. Sin embargo, pese a su habilidad para luchar
con la censura, y aunque dimite el 17 de marzo para
intentar salvar el periódico, éste y otras publicaciones
liberales fueron suprimidas por el gobierno. El 31 de
marzo de 1843 salía su último número, dejando a Marx
de nuevo ante el problema de resolver su situación
material básica, pero, al mismo tiempo, libre para po­
der concentrarse en el estudio de la filosofía, la histo­
ria, la economía y el socialismo: estudio que ahora
consideraba necesario para lograr entender la realidad
histórica y social concreta de su tiempo, y ante todo
la alemana.

58
4
V o lv ie n d o a la te o ría c o n v ista s
a la p r á c tic a (1 8 4 3 -1 8 4 4 )

3.1. Dieciocho meses decisivos

Entre finales de 1842 y los primeros meses de 1843


el gobierno reaccionario prusiano, mediante la censura,
la policía y la violencia, acabó con la prensa política
liberal en Alemania. En cuanto a los jóvenes hegelia-
nos, mientras B. Bauer y el grupo berlinés se refugia­
ban en la crítica puramente abstracta y teórica, aban­
donando toda acción política, otros —entre los que se
incluía Marx— deseaban continuadla lucha política.
De modo que cuando A. Ruge le propuso compartir
con él la dirección de una revista propia, los Anales
Franco-Alemanes, a editar en París, con una intención
específicamente política y una orientación izquierdista
radical, aceptó con entusiasmo la idea.
Aprovechando que Ruge necesitaba algún tiempo para
solucionar las cuestiones administrativas y financieras
de la revista, y confiado en la solución a corto plazo
de sus problemas económicos, Marx contrae matrimo­
nio con Jenny Westphalen, el 13 de junio, en Kreuz-

59
nach, donde permanece hasta su traslado a París, en
otoño. Durante ese tiempo lee, estudia y escribe ince­
santemente, obsesionado por dominar el pensamiento
más elevado de su tiempo para poder entender la reali­
dad social, y contribuir así a su transformación política
progresiva. Más tarde, en París, continuará desarrollan­
do la línea de pensamiento esbozada en Kreuznach, du­
rante el invierno de 1843-1844. Mientras, el descubri­
miento de la economía política burguesa y el contacto,
con los inmigrantes alemanes, con sus líderes políticos,
y con la clase trabajadora parisiense en general, unido
a su estudio de la filosofía de Feuerbach y de Hegel, de
los historiadores de la revolución francesa y de los co­
munistas y socialistas utópicos, le permiten madurar un
pensamiento filosófico, económico y político personal
coherente y riguroso.
De Kreuznach data el manuscrito Crítica de la filoso­
fía del Estado de Hegel, inédito hasta 1927. Allí debió de
esbozar también los distintos artículos «Sobre la cues­
tión judía» y el titulado «En torno a la crítica de la
filosofía del derecho de Hegel. Introducción», ultima­
dos en París y aparecidos en los Anales Franco-Alema­
nes, en 1844. Habiendo evolucionado primero, teórica­
mente, desde el estudio del derecho al de la filosofía
y la historia, con el fin de lograr entender el derecho
positivo, para acabar descubriendo la realidad social,
la lucha política y la importancia de las cuestiones eco­
nómicas y del pensamiento político, Marx necesitaba,
ante todo, revisar críticamente la filosofía del derecho
de Hegel. Al final del fragmento textual autobiográfico
donde explica esa evolución, concluye:

El primer trabajo que emprendí para resolver las


dudas que me asaltaban fue la revisión crítica de la
Filosofía del Derecho, de Hegel, trabajo cuyos preli­
minares aparecieron en los «Anales Franco-Alemanes»
publicados en París en 1844.
(Marx: 1970, Contribución a la crítica de la econo­
mía política, p. 36)

Y lo hizo, además, lógicamente, apoyándose en el


materialismo filosófico * de Feuerbach, y, en particu-

60
1
lar, en sus Tesis para la reforma de la filosofía, recién
aparecidas.

3.2. La potencia de L. Feuerbach:


de la crítica de la religión a la crítica
de la filosofía
En su lucha por la autoconciencia crítica, los jóve-
venes hegelianos, aplicándose a superar la religión, se
habían encontrado con que el método hegeliano les con­
ducía a conclusiones materialistas que estaban en con­
tradicción con el idealismo filosófico * de Hegel. Pero
la publicación de La esencia del cristianismo, de Feuer­
bach, vino en seguida a sacarles de su confusión ini­
cial.

La masa de los jóvenes hegelianos más decididos


hubieron de recular —como recuerda Engels—, obli­
gados por la necesidad práctica de luchar contra la
religión positiva, hasta el materialismo anglofrancés.
Y al llegar aquí se vieron envueltos en conflicto con
su sistema de escuela. Mientras que para el materia­
lismo * lo único real es la naturaleza, en el sistema he­
geliano ésta representa sólo la «enajenación» * de la
idea absoluta, algo así como una degradación de la
idea; en todo caso, aquí el pensar y su producto dis­
cursivo, la idea, son lo primario, y la naturaleza lo
derivado, lo que en general sólo por condescenden­
cia de la idea puede existir. Y alrededor de esta con­
tradicción se daban vueltas y más vueltas, bien o
mal, como se podía
Fue entonces cuando apareció La esencia del cris­
tianismo, de Feuerbach. Esta obra pulverizó de golpe
la contradicción, restaurando de nuevo en el trono,
sin más ambages, al materialismo *. La naturaleza
existe independientemente de toda filosofía; es la
base sobre la que crecieron y se desarrollaron los
hombres, que son también, de suyo, productos natu­
rales; fuera de la naturaleza y de los hombres, no
existe nada, y los seres superiores que nuestra ima­
ginación religiosa ha forjado no son más que otros
reflejos fantásticos de nuestro propio ser. El maleficio
quedaba roto; el «sistema» saltaba hecho añicos y se

61
p

le daba de lado. Y la contradicción, como sólo tenía


una existencia imaginaria, quedaba resuelta. Sólo ha­
biendo vivido la acción liberadora de este libro, po­
dría uno formarse una idea de ello.
(E ngels: 1968, Ludwig Feuerbach y el fin de la filo­
sofía..., pp. 22-23)

Marx no luchaba ya contra la religión en 1843, sino,


ante todo, contra la filosofía del derecho de Hegel. Pero
tuvo la suerte de que en el verano aparecieran en Sui­
za las Tesis de Feuerbach, seguidas casi inmediatamen­
te de los Principios de la filosofía del futuro, como, se­
gún informa el autor en su prólogo,

la continuación y el desarrollo de los fundamentos


de mis Tesis para la reforma de la filosofía, que la
ilimitada arbitrariedad de la censura alemana condenó
al exilio.
(F euerbach : 1976, Principios de la filosofía del fu­
turo, p. 29)

Porque en esas obras la crítica de la religión se ex­


tiende a la crítica del idealismo filosófico * en gene­
ral, y del hegeliano en particular, desde los supuestos
filosóficos del materialismo de Feuerbach.

El secreto de la «teología» es la «antropología», pero


el secreto de la «filosofía especulativa» es la «teolo­
gía» —la teología «especulativa»
Spinoza es el verdadero fundador de la filosofía
especulativa moderna; Schelling, su rehabilitador, y
Hegel, su culminador.
(F euerbach : 1976, Tesis provisionales para la refor­
ma de la filosofía, p. 3)

Según la concepción del hombre de Feuerbach, «el


secreto de la religión», de la teología común, está en la
naturaleza humana: aquélla no resulta sólo del miedo
a las fuerzas ciegas de la naturaleza y de la ignorancia,
sino también del poder humano en general y del deseo
en particular. Dios es para el hombre lo que el hombre
desearía ser para sí mismo, un ser sobrehumano, so­
brenatural, perfecto. La fuerza de su deseo es tan gran-

62
j
de que el hombre, inconscientemente, se enajena, al
concebirse a sí mismo teóricamente como algo distinto
de sí, como Dios, creando la religión. Y permanece ena­
jenado hasta que descubre, mediante la crítica fun­
dada en el materialismo filosófico *, que el contenido
de la religión, que Dios mismo, es el resultado de la
proyección inconsciente de todas las potencialidades,
de todos los atributos humanos (la razón, la voluntad,
el sentimiento superior), en un supuesto ser sobrena­
tural y sobrehumano, en Dios.
Supuesto esto, «el secreto de la filosofía especulativa
es la teología, la teología especulativa», la racionaliza­
ción del contenido, básicamente ilusorio, imaginativo,
de las religiones positivas por los teólogos, los espe­
cialistas de lo divino, concebido como trascendente y
en definitiva inaccesible a la razón humana, objeto de
la fe. Y esto porque, a fin de cuentas, la filosofía de
Spinoza, Schelling o Hegel, el idealismo filosófico * mo­
derno más maduro es igualmente especulativo, aunque
prescinda de la fe y hable de un infinito racional, de
una idea absoluta, de la identidad entre lo infinito y
lo finito, entre el espíritu y la naturaleza.

Así como en teología la «verdad», la «realidad» de


Dios es el «hombre» —pues todos los predicados que
realizan a Dios en tanto que Dios y convierten a Dios
en un ser real, como poder, sabiduría, bondad, amor,
incluso infinitud y personalidad, que tienen como con­
dición la diferencia respecto de lo finito, sólo son
puestos «en» y «con» el hombre—, así también en la
filosofía especulativa lo «finito» es la verdad de lo «in­
finito».
(F euerbach : 1976, Tesis provisionales para la refor­
ma de la filosofía, p. 10)

Por eso precisamente puede decirse que quien do­


mina el fundamento de la teología está ya en condi­
ciones de dominar la base real de la filosofía especu­
lativa.

La tarea de la verdadera filosofía no consiste en


reconocer lo infinito como finito, sino en reconocer
lo finito como lo no finito, como infinito; en otras

63
r

palabras, en no poner lo finito en lo infinito, sino lo


infinito en lo finito.
El comienzo de la filosofía no es Dios, no es lo ab­
soluto, no es el ser como «predicado» de lo absoluto
o de la idea (el comienzo de la filosofía es lo finito,
lo determinado, lo «real»). Lo infinito no puede pen­
sarse de ningún modo «sin» lo finito.
(Ibíd., p. 11)

Y esto porque, en rigor, «la filosofía es el conocimien­


to de 'lo que es’. Pensar y conocer las cosas y seres
'tal como ellos son’: ésta es la ley suprema y la más
elevada tarea de la filosofía» (ibíd., p. 13): cuando filo­
sofamos así, no sólo aumentamos nuestro conocimien­
to real del mundo como totalidad, en la medida en que
ampliamos nuestro conocimiento de las diversas cosas
y seres sobre los que actuamos y experimentamos, sino
que acabamos por comprender que en esa experiencia
concreta de los seres y cosas reales se encuentra la
clave para entender el contenido objetivo y real que
la filosofía especulativa (poco rigurosa, ilusoria) pueda
tener.
Véase, si no, el caso de Hegel:

El «pensamiento» es, para Hegel, el «ser» —el «pen­


samiento» es el «sujeto», el «ser» es el «predicado»...
Hegel pensó los objetos como «predicados» del pen­
samiento que se piensa a sí mismo.
(Ibíd., pp. 19-20)

En cambio, lo que la experiencia enseña es otra cosa:

La verdadera relación entre el pensar y el ser es


únicamente la siguiente: «el ser es el sujeto», «el pen­
sar es el predicado». El pensar procede del ser, mas
no el ser del pensar.
(Ibíd., p. 21)

Es decir, es el ser humano el que tiene la propiedad


específica del pensamiento; por eso él es el sujeto del
que —en el lenguaje— se predica el pensamiento. Pero
Hegel, especulativamente, con poco rigor, habla de la
idea absoluta, de la razón infinita, como del sujeto es­
piritual capaz de pensarse a sí mismo y de descubrir,

64
en esa medida, que todo ser (todo lo finito) no es sino
un momento, un aspecto o una propiedad relativa de sí
mismo como pensamiento absoluto.
Por lo mismo, Feuerbach puede escribir también:

«Quien no abandona la filosofía hegeliana, tampoco


abandona la teología.» La doctrina hegeliana, según
la cual la naturaleza, la realidad, es «puesta» por la
idea, no es más que la expresión racional de la doc­
trina teológica según la cual la naturaleza es creada
por Dios, el ser material por un ser inmaterial, es
decir, abstracto... «La filosofía hegeliana es el úl­
timo pilar racional de la teología.»
(Ibíd., p. 20)

3.3. Junto a Feuerbach, frente a Hegel;


frente a Feuerbach, pensando
en la acción política
Entusiasmado, Marx devoró las Tesis de Feuerbach,
aunque en seguida vio su limitación básica. Feuerbach
se quedaba en la crítica puramente teórica, puesto que
apenas concedía importancia a la política. Marx pensa­
ba, ya entonces, que la filosofía sólo puede llegar a ser
verdadera en la medida en que domina históricamente;
y que para esto era necesario acudir a la lucha políti­
ca; la teoría debía ser reelaborada, madurada, con vis­
tas a la práctica; y únicamente en la medida en que la
teoría más rigurosa se consolidara prácticamente, his­
tórica y socialmente, podría hablarse de filosofía ver­
dadera.
Desde que, como periodista de la Gaceta Renana,
descubriera que en la lucha social y política hay una
determinada lógica histórico-social, una lógica de los
hechos, que se impone a los particulares, a las institu­
ciones y al estado, necesitaba desarrollar su propia
teoría, su filosofía; pero siempre con vistas a las exi­
gencias de los hechos, y, en definitiva, para actuar po­
líticamente, teniendo muy en cuenta las circunstancias
históricas concretas y las condiciones sociales existen-

65
tes. Para Marx, la unidad de la teoría y la práctica era
ya incuestionable.
Por lo demás, pensaba también que para mostrar
la verdadera realidad de la Alemania de la época debía
comenzar por criticar la filosofía política hegeliana,
socialmente dominante, intentando descubrir su autén­
tica naturaleza. Y en esa tarea podía serle muy útil
el pensamiento de Feuerbach: si éste había hecho la
crítica de la religión y la crítica de la filosofía idealista
en general, él tenía que hacer la crítica de la filosofía
política del idealista Hegel, pero desde posiciones polí­
ticas democrático-radicales muy concretas.

3.3.1. La «verdadera democracia», superadora


del estado y de la burocracia

Tras varios meses de intenso estudio, redacta el ma­


nuscrito Crítica de la filosofía del Estado de Hegel,
cuya primera parte se ha perdido.

Hegel —escribe en un lenguaje que recuerda el de


Feuerbach— parte del Estado y ve en el hombre al
Estado hecho sujeto; la democracia parte del hom­
bre y ve en el Estado al hombre objetivado. Lo mis­
mo que la religión no crea al hombre sino el hombre
la religión, lo mismo no es la Constitución quien
crea al pueblo sino el pueblo la Constitución.
(Marx: 1978, Crítica de la filosofía del Estado de
Hegel, p. 37)

Para Hegel la historia del hombre es la historia del


progreso de la libertad y de una complejización social
creciente que culmina en el estado, como árbitro ra­
cional supremo de todos los problemas y conflictos so­
ciales. En la práctica, en la Prusia de la época, la vi­
gencia social dominante de la filosofía política hege­
liana venía a sancionar así, como juez y mediadora
social suprema en todos los conflictos, la realidad polí­
tica de un estado cuya función social básica era la
defensa de la propiedad privada en su forma feudal
(amayorazgada, por ejemplo). Paralelamente, en las so-

66
ciedades más avanzadas, propiamente capitalistas, el
estado liberal venía a defender la propiedad privada
en su forma burguesa, por más que la teoría política
le presentara como encarnación del ciudadano y de
sus derechos políticos universales: su control real por
la burguesía convertía todo eso en puras abstracciones,
en ilusionismo. Marx, que por entonces estudiaba a
fondo la revolución francesa (obsesionado por su fra­
caso e interpretándola como paradigma de toda revo­
lución burguesa), comienza ya a intuir las limitaciones
estructurales de toda política reformista liberal, aun­
que, de momento, sus planteamientos son los propios
de la democracia social avanzada, y no los del comu­
nismo o el socialismo.
Desde esa óptica, denuncia también la teoría hege-
liana de la burocracia como clase universal que realiza
la función mediadora suprema del estado. La burocra­
cia —piensa él— se mueve en función de sus propios
intereses particulares, y, en lugar de conciliar los inte­
reses opuestos de los distintos grupos sociales, alienta
todos aquellos conflictos que favorecen los suyos.
Según Marx, se impone la reconquista social de la
vida política mediante el desarrollo de una «democra­
cia auténtica». Con el desarrollo del capitalismo, la vida
social y la vida política (que en la Grecia antigua o en
la sociedad medieval estaban unidas) se disociaron, lle­
gándose al límite con la revolución francesa y la nivela­
ción jurídica formal de todos los ciudadanos. En estas
condiciones, el pueblo debe hacer uso del sufragio uni­
versal, aspirar al gobierno (y no sólo al poder legisla­
tivo), pero con vistas a restaurar la auténtica democra­
cia, que, en cualquier caso, no estará fundamentada en
la propiedad privada e incluirá la disolución final del
estado.

3.3.2. El problema judío o la emancipación social

Saliendo al paso de la tesis de B. Bauer sobre la


cuestión judía, en el primero de sus dos ensayos publi­
cados en los Anales Franco-Alemanes, Marx profundiza
en la historia moderna de Europa y, matizando cada

67
w

vez más su propio pensamiento, afronta la enajena­


ción * del hombre en la sociedad burguesa e insiste
en la necesidad de completar la emancipación política
—que resulta de la revolución burguesa— con la eman­
cipación social, para así poder hablar propiamente de
emancipación humana.
B. Bauer cree que el problema judío se resolverá con
la revolución burguesa, mediante la separación de la
Iglesia y el Estado, y el establecimiento de un estado
laico, y de los derechos humanos universales, sancio­
nados por el derecho positivo. Marx, valorando la re­
volución burguesa como un gran paso histórico hacia
adelante, insiste en que la emancipación política que
aquélla implica no conlleva la emancipación social.
La revolución burguesa acaba con la religión oficial
del estado, pero no con la religión. Suprime el feuda­
lismo, pero instaura el dominio de la propiedad pri­
vada, de la competencia económica puramente agoísta,
de la insolidaridad y el enfrentamiento entre los indi­
viduos. Proclama el derecho universal y abstracto de la
libertad humana, pero impone en la práctica el derecho
absoluto y concreto de la propiedad privada.

,4sí que el hombre no se liberó de la religión; obtuvo


la libertad de religión; no se liberó de la propiedad;
obtuvo la libertad de propiedad. No se liberó del egoís­
mo de los negocios; obtuvo la libertad en ellos.
(M a r x : 1978, La cuestión judía, pp. 199-200)

Allí donde el Estado político ha alcanzado su ver­


dadera madurez, el hombre lleva una doble vida [...]:
una vida celeste y una vida terrena, la vida en la «co­
munidad política», en la que vale como «ser comu­
nitario», y la vida en la «sociedad burguesa», en la
que actúa como «hombre privado», considera a los
otros como medios, él mismo se degrada a medio y se
convierte en juguete de poderes ajenos.
(Ibíd., p. 186)

En la sociedad burguesa el poder del dinero es ab­


soluto; en ella todo se mercantiliza, y si la enajenación

68
i
religiosa sólo es superada en la conciencia de deter­
minados individuos, la enajenación económica domina
todas las relaciones humanas, cosificando a los hom­
bres, su trabajo y su producto.

La sociedad burguesa engendra constantemente en


sus propias entrañas el judaismo [...]. El dinero es el
celoso Dios de Israel, que no tolera otro dios a su
lado. El dinero envilece a todos los dioses de los hom­
bres y los transforma en una mercancía. El dinero es
el «valor» general de todas las cosas constituido en
sí mismo. O sea, que le ha arrancado a todo el mundo,
sea humano o natural, el valor que le caracterizaba.
El dinero es la realidad del trabajo humano y la exis­
tencia humana enajenada, realidad ajena que domina
al hombre y que el hombre adora.
(Ibíd., p. 205)

La objetivación del hombre es la praxis de la objeti­


vación. Mientras el hombre no se sacude la religión,
sólo sabe objetivar su esencia, convirtiéndola en un ser
fantástico, que le es «extraño». Del mismo modo, bajo
la dominación de las necesidades egoístas, sólo puede
actuar en la praxis, producir objetos en la praxis, so­
metiendo sus productos, lo mismo que su actividad,
a la dominación de un ser ajeno, dándoles la signi­
ficación de un ser ajeno, el dinero.
{Ibíd., pp. 207-208)

En conclusión:

La emancipación política es la reducción del hom­


bre por una parte a miembro de la sociedad burguesa,
el individuo «independiente y egoísta», por la otra
al «ciudadano», la persona moral.
Sólo cuando el hombre real, individual, reabsorba
en sí mismo al abstracto ciudadano y, como hombre
individual, «exista a nivel de especie» en su vida em­
pírica, en su trabajo individual, en sus relaciones in­
dividuales; sólo cuando, habiendo reconocido y orga­
nizado sus «fuerzas propias» como fuerzas «socia­
les», ya no separe de sí la fuerza social en forma
de fuerza «política», sólo entonces, se habrá cum­
plido la emancipación humana.
{Ibíd., pp. 200-201)
i

69
w

3.3.3. La situación en Alemania: descubrimiento


del proletariado y ¡guerra a todo lo existente!

En el primer y único número de los Anales Franco-


Alemanes (de febrero-marzo de 1844) vio la luz también
un segundo ensayo de Marx, concebido como prólogo
de una obra en la que, al hilo de su ajuste de cuentas
teórico con la filosofía política de Hegel, proyectaba
exponer los resultados de sus propios análisis sobre la
situación de Alemania. Pese a lo abstracto y filosófico
del lenguaje, se trata de un texto incisivo, dogmático y
con tonos de manifiesto político.
En principio, ¿cuál era el estado de cosas en Ale­
mania?:

En Alemania —afirmará Marx— la «crítica de la


religión» se halla fundamentalmente terminada. Aho­
ra bien, la crítica de la religión es el presupuesto de
toda crítica.
(Marx: 1978, En torno a la crítica de la filosofía del
derecho de Hegel, p. 209)

La crítica de la religión es el «presupuesto de toda


crítica», y esto es así porque la religión es la forma
más extrema de la alienación * humana. Era, además,
la ideología dominante del feudalismo prusiano, pero
Marx pensaba que, después del trabajo de la izquierda
hegeliana y de Feuerbach en particular, había que cen­
trarse en la crítica del feudalismo jurídico y político.

Es decir, que, tras la superación del «más allá de


la verdad», la «tarea de la historia» es —ahora— es­
tablecer la «verdad del más acá» [...]. La crítica del
cielo se transforma así en crítica de la tierra, la «crítica
de la religión» en «crítica del Derecho», la «crítica de la
teología» en «crítica de la política».
(Ibíd., p. 211)

La sociedad alemana es una sociedad atrasada políti­


camente. Por eso, frente al romanticismo de aquellos
que, «benditos y exaltados, teutómanos de sangre y libe­
rales de frase, buscan la historia de nuestra libertad
más allá de nuestra historia en los primitivos bosques

70
i
teutónicos» (Ibíd., p. 211), se impone la ¡«Guerra» al es­
tado de cosas en Alemania! (Ibíd., p. 212).
Sin embargo, no todo son razones para el pesimis­
mo: la filosofía alemana, concretamente, es la filosofía
más moderna de todas, la filosofía contemporánea:
Somos contemporáneos del presente «en la filoso­
fía» sin serlo «en la historia»... «La filosofía alemana
del Derecho y del Estado» es la única «historia ale­
mana» que se halla a la par con el presente moderno
«oficial».
(Ibíd., p. 215)
Además, Marx, que conocía bien los historiadores de
la revolución francesa y que, desde octubre de 1843,
había podido entrar en contacto en París con el socia­
lismo y el comunismo francés, con los líderes obreros
de la Liga de los Justos, y con una ciudad donde había
unos cien mil trabajadores alemanes, habla por primera
vez de clases sociales (antes, en la Crítica de la filo­
sofía del Estado de Hegel, había hablado de estamen­
tos), de la división de la sociedad en clases y del anta­
gonismo entre burguesía y proletariado, como clave
de la lógica histórica de la sociedad burguesa.
Los conceptos de clase y lucha de clases, introdu­
cidos por los historiadores de la época revolucionaria,
Barnave (1761-1793) y Roederer (1754-1835), habían sido
divulgados en la Francia de los años veinte por Guizot,
Mignet, Thiers, Barante y A. Tierry, mientras Buona-
rrotti introducía la teoría comunista de Baboeuf tras
la revolución de 1830, y L. Blanc (1811-1882), Saint-Si-
mon, Fourier (1772-1831) y A. Blanqui (1805-1885) des­
arrollaban el socialismo francés. Y ahora Marx no ha­
bla ya sólo de «emancipación humana general» y «verda­
dera democracia», sino que, frente al estado hegeliano y
su burocracia integradora, trae a cuento al proletaria­
do, la «constitución de una clase con cadenas radicales»,
tanto que «se halla en completa oposición con todos los
presupuestos del Estado alemán y no puede emancipar­
se sin emanciparse de todos los ámbitos de la sociedad,
emancipando así a todos ellos» (ibíd., pp. 222-223).
Probablemente, en estos momentos Marx sobrevalo­
ra las posibilidades objetivas del proletariado alemán.

71
Meses después, en agosto de 1844, llegará a comparar —que «no comienza a formarse en Alemania hasta que
la revuelta de los tejedores prusianos (en realidad, tra­ sobreviene el proceso de 'industrialización'»— y también
bajadores a domicilio que se oponían a la industrializa­ en la filosofía alemana. En efecto:
ción) con el movimiento obrero inglés de la época. Sin
embargo, lo realmente importante es que ahora madura Lo mismo que la filosofía encuentra en el proleta­
su peculiar concepción de la filosofía. riado sus armas «materiales», el proletariado encuen­
Desde 1841 en adelante, Marx venía pensando que la tra en la filosofía sus armas «intelectuales». Bastará
realización de la filosofía no puede limitarse al pensa­ con que el rayo del pensamiento prenda en este in­
genuo suelo popular para que los «alemanes», con­
miento de los filósofos, que tiene que trascender los vertidos en «hombres», realicen su emancipación.
límites de la autoconciencia y alcanzar un arraigo histó- En conclusión: [...] En Alemania no se puede aca­
rico-social. La realización de la filosofía sólo podía te­ bar con «ninguna» clase de esclavitud sin acabar con
ner lugar en relación con la práctica humana y con la «todas» las clases de esclavitud. La «concienzuda» Ale­
emancipación social real. Por eso rechaza los plantea­ mania no puede hacer la revolución sin hacerla «des­
mientos de los doctrinarios, de los teóricos puros. Por de el mismo fundamento». La «emancipación del ale­
eso contrapone a la filosofía especulativa, abstracta e mán» es la «emancipación del hombre». La «cabeza»
ilusoria de los teóricos el proyecto de la realización de esta emancipación es la «filosofía», su «corazón»
de la filosofía mediante su integración en la vida real, el «proletariado». La filosofía no se puede realizar
sin suprimir el proletariado; el proletariado no se
en la práctica. Por eso relaciona su progreso con el pro­
puede suprimir sin realizar la filosofía.
greso de los trabajadores hacia su emancipación, hacia
la revolución, hacia el comunismo. (Ibíd., p. 223)
La fuerza transformadora de la vida social es la revo­
lución social, el fin de la enajenación social integral ca­
racterística del capitalismo. Y para ello es preciso
rechazar la pura crítica teórica y la práctica ciega, bus­
cando la unidad entre la teoría y la práctica: porque
sólo mediante la correcta relación entre la crítica teó­
rica rigurosa de la realidad (sobre la base de la prác­
tica social) y la acción política del proletariado (que,
basándose en aquélla, la afina constantemente), es po­
sible avanzar hacia la revolución social.
Cierto, el arma de la crítica no puede sustituir la
crítica por las armas; la violencia material no puede
ser derrocada sino con la violencia material. Pero
también la teoría se convierte en violencia material,
una vez que prende en las masas. La teoría es capaz
de prender en las masas, en cuanto demuestra ad ho-
minem; y demuestra ad hominem en cuanto se radi­
caliza. Ser radical es tomar la cosa de raíz.
(Ibíd., p. 217)
Mas, concretamente, la «posibilidad 'positiva' de la
emancipación alemana» se encuentra en el proletariado

73
L u c h a n d o c o n la te o ría :
M a rx, P a rís, 1844

4.1. De la crítica política a la crítica


económica
Marx y sus amigos de los Anales Franco-Alemanes
compartían una idea básica: la necesidad de la unidad
entre la teoría y la práctica, la filosofía y la política.
Apoyándose en el materialismo filosófico * de Feuer-
bach, Ruge, por ejemplo, defendió las posiciones de
un liberalismo social avanzado, y Hess, las comunis­
tas. Pero todos rechazaban la posición de los jóvenes
hegelianos de Berlín, refugiados ahora en la teoría
pura. Al final, sin embargo, la revista —concebida como
mensual— se hizo inviable por razón de los problemas
financieros, de su proscripción en Prusia, y de las des­
avenencias personales entre Marx y Ruge.
La polémica de ambos en relación con la valora­
ción política de la revuelta de junio de los tejedores
prusianos, reducidos por el ejército —polémica mante­
nida en las páginas de Adelante (publicación quincenal
de los inmigrantes alemanes de París)—, representó la

74
j-uptura definitiva entre Marx y Ruge. Su desacuerdo
era tajante: Ruge mantenía que la reforma social sólo
puede surgir de la revolución política, y ésta, del des­
arrollo de la conciencia política; Marx, en cambio, valo­
raba mucho más la conciencia social de clase; la revo­
lución social, que la revolución política; al proletariado,
que a los políticos.
No obstante, la experiencia de los Anales Franco-Ale­
manes estimuló el pensamiento de Marx. En ellos pudo
leer trabajos como el de Hess, «Sobre la esencia del
dinero», en el que éste explicaba la enajenación * religio­
sa, analizada por Feuerbach, como manifestación secun­
daria de la enajenación * mucho más radical del obrero,
excluido de la propiedad y, obligado a vender su traba­
jo como mercancía y a producir mercancías que, adop­
tando la forma de capital, de dinero, lo avasallan como
una fuerza potente, extraña y ajena: para superar esta
enajenación —concluía Hess— hay que destruir la pro­
piedad privada y la sociedad burguesa, instaurando el
comunismo. Pero fue mucho más decisiva para él la
lectura de otro artículo, el titulado «Esbozo de crítica
4e la economía política», de F. Engels.
En su estudio, Engels sentaba una serie de «tesis
conductoras» que serían aprovechadas por Marx, quien,
como aquél, prescindirá de momento de la teoría del
valor y se apoyará sobre todo en la teoría de la com­
petencia para explicar la naturaleza del capitalismo.
Estas tesis eran, a saber: la naturaleza histórica —y
po eterna, como pretendían los economistas burgue­
ses— del capitalismo y de la teoría económica que lo
explica; la función de la economía como clave de la
sociedad moderna, y de la propiedad privada como
fundamento de las relaciones sociales burguesas; los
logros objetivos de la economía política burguesa (su
condición científica) y su dimensión ideológica, san-
cionadora de los intereses de clase de la burguesía; las
tendencias objetivas del capitalismo hacia la reduc­
ción de los salarios, la concentración de los capitales y
la consiguiente polarización social; la posibilidad, en
fin, de fundamentar económicamente (y no sólo filo­
sóficamente) el punto de vista del proletariado y de la
revolución socialista.

75
r

De hecho, en 1844, Marx va a leer, resumir y anotar


a los economistas de la escuela francesa (J. B. Say,
Fr. Skarbec, Destutt de Tracy y otros) y, en traduc­
ciones francesas, a los grandes economistas ingleses
(A. Smith, D. Ricardo, J. R. Mac Culloch, J. Mili), aun­
que su proyecto de investigación es mucho más ambi­
cioso y se extendía en principio al conjunto de la so­
ciedad (de la sociedad en general, y de la sociedad ale­
mana en particular).

Así es que iré publicando —leemos hoy en sus Ma­


nuscritos de París— en una serie de folletos inde­
pendientes la crítica del Derecho, de la Moral, Polí­
tica, etc., y por último trataré de presentar en una
obra de por sí la cohesión del conjunto, la relación
de las diversas partes entre sí y finalmente la crítica
de la elaboración especulativa de ese material. Tal es
la razón de que en la presente obra la relación de la
economía nacional con el Estado, el Derecho, la mo­
ral, la vida civil, etc., justo se halle tocada y sólo en
cuanto la Economía nacional misma trata ex profeso
de esos temas.
(Marx: 1978, Manuscritos de París, p. 303)

En febrero de 1845 Marx firmaría con un editor ale­


mán un contrato para publicar su Crítica de la política
y de la economía política. La parte política pensaba es­
cribirla aprovechando su estudio de la filosofía política
de Hegel; la económica, explotando sus Manuscritos
de París. En realidad, no sólo no la publicaría nunca,
sino que tendría que dedicar, en la práctica, toda su
vida al estudio de la lógica económica de la sociedad
burguesa de su tiempo.
De momento, las conclusiones de su estudio de la
filosofía política de Hegel le llevaron al estudio eco­
nómico. En 1859 escribe:

Mis investigaciones dieron este resultado: que las


relaciones jurídicas, así como las formas de Estado,
no pueden explicarse ni por sí mismas ni por la lla­
mada evolución general del espíritu humano; que se
originan más bien en las condiciones materiales de

76
i
existencia, que Hegel, siguiendo el ejemplo de los in­
gleses y franceses del siglo XVIII, comprendía bajo
el nombre de «sociedad civil»; pero que la anatomía
de la sociedad hay que buscarla en la economía po­
lítica.
(Marx: 1970, Contribución a la crítica de la econo­
mía política, pp. 36-37)

Por lo demás, los Manuscritos de París contienen ya


en esbozo las «tres partes integrantes del marxismo»:
teoría económica y social del capitalismo; comunismo,
como alternativa político-social; y filosofía, o concep­
ción racional del mundo como totalidad, materialismo
dialéctico e histórico *. Y esto sobre la base de «las
tres fuentes» de que hablara V. I. Lenin, de su supera­
ción e integración dialéctica*: la economía política
clásica, el socialismo y el comunismo utópicos, y la
filosofía alemana (Hegel y Feuerbach, singularmente).

4.2. La economía burguesa nos escamotea


una parte de la realidad
En el primero de los manuscritos, Marx, como los
economistas burgueses, pretende atenerse a los hechos,
acepta su lenguaje y sus leyes, pero, dominándolos, se
esfuerza, al mismo tiempo, por profundizar más am­
pliamente en la realidad de la sociedad burguesa; des­
cubre los rasgos básicos de la explotación social capi­
talista, la lógica de su evolución histórica, mostrando
cómo esa evolución crea también las condiciones socia­
les necesarias para su superación, para la revolución
comunista.
Al interpretar los hechos, con su característica «in­
diferencia por los hombres», los economistas no especu­
lan; descubren la lógica de las cosas, pero no toda la
lógica. Por ejemplo:

La Economía nacional parte de la propiedad privada


como de un hecho, sin explicárnoslo. El proceso «ma­
terial» de la vida privada, un proceso real, lo capta
en fórmulas universales, abstractas, que luego toma

77
como leyes. Estas leyes no las «comprende», es decir,
que no muestra cómo se derivan de la propiedad pri­
vada.
(M a r x : 1978, Manuscritos de París, p. 348)

Mientras «la Economía nacional no comprende el mo­


vimiento en su conjunto», porque ignora la historia y
la interrelación dialéctica de todos los procesos socia­
les, Marx considera que su

tarea es, por tanto, comprender la conexión esencial


con el sistema del «dinero», de toda esta enajena­
ción * que componen la propiedad privada, la codi­
cia y la separación tanto entre trabajo, capital y pro­
piedad del suelo, como entre intercambio y compe­
tencia, entre valor y devaluación de los hombres, entre
monopolio y competencia, etc.
(Ibíd., pp. 348-349)

En la sociedad burguesa «el trabajador se ha conver­


tido en una mercancía, y para él es una suerte encon­
trar a quien venderse» (Ibíd., p. 308). De acuerdo con la
teoría clásica del salario (Smith, Ricardo), con «la gra­
vitación del precio de venta alrededor del precio natu­
ral», Marx mantiene que aquél tiende a ser reducido al
mínimo, que la clase obrera marcha hacia la depaupe­
ración absoluta (en su madurez hablará de depaupe­
ración relativa). En cuanto al capital,

trabajo almacenado como propiedad privada sobre los


productos del trabajo ajeno, [...] es el *poder de man­
dar» sobre el trabajo y sus productos. El capitalismo
posee este poder no por sus cualidades personales o
humanas, sino en cuanto «propietario» del capital. Su
poder es el irresistible poder «de compra» de su ca­
pital.
(Ibíd., pp. 321-322)

En razón de la competencia capitalista, los intereses


de los terratenientes son opuestos a los de los arren­
datarios y peones, así como a los de los capitalistas.
De ahí la ruina de los pequeños propietarios y la con­
siguiente concentración de la propiedad territorial. De
ahí la capitalización de la tierra y la conversión de la

78
tierra en mercancía. De ahí, finalmente, la división de
la sociedad en dos únicas clases: la clase trabajadora y
la clase de los capitalistas, «propietarios» y «trabajado­
res» sin propiedad.

4.3. La sociedad capitalista, una sociedad


alienada
Los economistas burgueses, al centrarse en la circu­
lación económica y no en la producción, ocultan un he­
cho clave para entender la naturaleza íntegra de la
sociedad burguesa:

La Economía nacional oculta la enajenación inhe­


rente al trabajo, prescindiendo de la relación «inme­
diata» entre el trabajador (el trabajo) y la produc­
ción.
(Ibid., p. 351)

Porque, cuando se atiende a esa relación, se descu­


bre que, en el capitalismo, el trabajo humano es un
trabajo enajenado, alienado; y que lo es tanto más
cuanto más se desarrollan las relaciones de producción
capitalistas.

El trabajador se empobrece tanto más cuanto más


riqueza produce, cuanto más aumenta su producción
en potencia y en volumen. El trabajador se convierte
en una mercancía tanto más barata cuanto más mer­
cancías produce. La «depreciación» del mundo de los
hombres aumenta en proporción directa con la «acu­
mulación de valor» en el mundo de jas cosas. El tra­
bajo no sólo produce mercancías, sino que se pro­
duce a sí mismo y al trabajador como una «mercan­
cía», y precisamente en la medida en que el trabajo
produce mercancías.
(Ibíd., p. 349)

Hegel había hablado de la enajenación universal de


la Idea o Espíritu Absoluto en la naturaleza, la histo­
ria y la cultura humana, en todos sus niveles y mani­
festaciones; y también de su objetivación en todos ellos.

79
o (!) c .
'O 1-<
r ,enytoda enajenación y toda objetivación se superaba
la medida en que la Idea avanza en su autoconoci-
'O •^ o.
p. miento hasta que éste se hace absoluto, avance que
(!) coincide con la complejización social y espiritual de la
'O "O
u .o
ro 'O
v historia del ser humano, que culmina en la filosofía
X 'O

< (!) - s., idealista alemana.
>5 8 Feuerbach, por su parte, explica que es el hombre el
2 o 'TO'' p.o (!) p.
(!) ro 'O
c ro - que se enajena teóricamente, objetivándose en Dios
.o ro n « — "O ro
o .'g. ,i;:l ro 'O (!) ro (en el Dios de las religiones, de la teología, y en el Dios
ro i: t: (!) "O ;>
1-<'O de la filosofía idealista); y considera que esa enajena­
¡:¡:¡ a
ción puede cancelarse mediante la auténtica autocon-
ciencia humana, cuando se descubre que Dios —el Dios
LA ENAJENACION EN

cil
;ro s '°§ de la teología y el de la filosofía especulativa— es un
ro ro producto de la actividad de la conciencia humana.
u (!) t: (!) Marx, como Hess, da un contenido económico a la
c i: (!) 'O enajenación, y así puede pasar del plano abstracto de
(!) e; oro

Ul (!) '(!) w "Ü ro ^ la teoría al más concreto y práctico de la lucha social
.o i: i:
Ul o y política, de la revolución.
rflo^
fe s u ro.2 o
o .2
::r: e u
U i: s 'O
El obrero se enajena en el acto mismo de produc­
'O
(!) ou c (!) ción porque, aunque formalmente contrata «libremen­
(!)
Ci E-< 2 te» su trabajo en el mercado, lo vivencia como algo
que es propiedad de otro, y no propia. Y, por lo mis­
i.. _ Ci:'O mo, el objeto producido, el bien que el capitalista ven­
"ro ou ..o
i: .2 de en el mercado, le parece también extraño, ajeno.
o ;:l
— o 4 -J — I
Incluso el propio trabajo en general, que es la acti­
;:l o
ro ,, vidad específica del ser humano, es para él un simple
Ul i: ^1S
oj
Ul - ro medio para poder reproducir su existencia material me­
::r: — ,.e:
'ro _ ro v .8 diante su venta.
ro ro ,,-< nro ;:l
"" ti fl
(!) u 1 En las condiciones de la sociedad capitalista, el tra­
'O •¡: u (!)
'O •- ro ::l •3 - 1 bajador no se reconoce, pues, a sí mismo como hom­
ro (!) i: 1<- u 0) (!) ,
u.l E-< :: bre, como capaz de transformar creativa y socialmente
la naturaleza, ensanchando así los horizontes de la es­
o ro pecie humana. Con más razón le son enos, por tanto,
(!) i:
(!)
5' los demás hombres, la sociedad. En cuanto al capita­
ro
o 'O lista, el no obrero, es un hombre igualmente enajena­
"O (!) (!) o
ro 'O do: el producto, que no es su producto, no le interesa
i: cr' (!)
.(!) (!) 'O como humano, sino como mercancía; el obrero no le
i: "O
ro
i:
(!) Iu 'O
ro '§ o interesa como hombre, sino como máquina de producir
(!) 'O
ro 1-< ro i: beneficios. Por lo demás, en la medida en que el capi­
'O 2u'0ro ;> (!) r""o (!)
ro
,ro 'O talismo se convierte en capitalismo maduro, cuanto
(!) 'i :
i: (!)
p. i:(!)
5' u• ro ■— .o (!) mayor es el dominio de las relaciones sociales capita­
en < o o en listas, la cosificación de las relaciones humanas en ge-

80 81
neral y de los trabajadores en particular, la deshuma­
nización del obrero y del mundo de los hombres, son
tanto mayores.

4.4. El comunismo, alternativa social


En 1844, Marx ve ya, sin embargo, que el capitalismo
es una forma histórica de la sociedad humana, y que,
lo mismo que tuvo origen, habrá de tener un fin. Al
desarrollarse, el capitalismo acaba creando las condi­
ciones sociales que hacen posible su superación, me­
diante la abolición de la sociedad privada. La misma
lógica histórica que lleva del antagonismo * entre la pro­
piedad territorial (feudal) y la propiedad industrial (ca­
pitalista) al antagonismo entre el capital y el trabajo,
acaba determinando la transición de la sociedad domi­
nada por la propiedad privada y el trabajo enajenado
a su negación histórica, al comunismo.
Ahora bien, ¿a qué comunismo? Por supuesto, no al
«comunismo tosco» de Baboeuf, Buonarrotti y sus segui­
dores, que se reduce a la generalización de la pequeña
propiedad privada. Tampoco, al «comunismo político»,
que pretende democratizar el estado e incluso abolirlo,
de gentes como Cabet, Blanqui o Dézamy. Trátase del

«comunismo» como superación «positiva» de la «pro­


piedad privada» en cuanto «enajenación humana de
sí mismo», y por tanto como «apropiación» real del
ser «humano» por y para el hombre.
(Ibíd., p. 378)

Aunque sus planteamientos son todavía muy abstrac­


tos y especulativos —filosóficos—, el joven Marx tra­
baja para construir una filosofía de nuevo tipo, capaz
de penetrar en la conciencia del proletariado, adecuada
a sus necesidades y a sus exigencias, a la necesidad de
superar el capitalismo mediante la emancipación so­
cial, fundamentalmente; una filosofía realizable histó­
ricamente como concepción del mundo y del hombre
del proletariado revolucionario.
Por eso insiste en la descripción de la enajenación

82
í humana, característica de la sociedad capitalista, y di-
j seña, en oposición a ella, el comunismo.

¡ Este comunismo —escribe, por ejemplo— es húma­


te nismo por ser naturalismo consumado y naturalismo
por ser humanismo consumado. El es la «verdadera»
l solución a la pugna entre el hombre y la naturaleza...
j El es la solución del enigma de la historia y lo sabe.
| (Ibídem)
i
! El hombre es la especie animal culminante; la his­
toria natural es la única historia real porque la reali­
dad es una. Pero la filosofía idealista separa al hom­
bre de la naturaleza; en la sociedad burguesa las cien­
cias naturales se contraponen a las ciencias del hom­
bre, y, mediante la industria, trastornan la naturaleza
y la vida humana, aunque, al mismo tiempo, ponen las
condiciones objetivas necesarias para la recuperación
de la unidad entre naturaleza y hombre, para la eman­
cipación del hombre, en la medida en que la clase tra­
bajadora se imponga a la capitalista.
i
[ La misma historia es una parte «real» de la «his-
j toña natural», del proceso en que la naturaleza hu-
\ mana se hace hombre. En un futuro la ciencia de la
! naturaleza será la ciencia del hombre y a la vez se
hallará subsumida bajo ésta: no habrá más que «una»
ciencia.
(Ibíd., pp. 38S386)

4.5. Por los caminos de la filosofía


del proletariado
En realidad, en los Manuscritos de París hay algo
más que el esbozo de la crítica de la economía política
y del comunismo social de Marx. Hay, sobre todo, el
esfuerzo por sentar las bases de la nueva filosofía —la
filosofía del proletariado— apoyándose, fundamental­
mente, en Hegel y en Feuerbach, para integrarlos y su­
perarlos dialécticamente, con la mira puesta siempre
en la práctica y en sus condicionamientos concretos.

83
El naturalismo consecuente o humanismo —así de­
nomina Marx ahora su propia filosofía— se diferencia
tanto del idealismo como del materialismo, a la vez
que es la verdad que abarca a ambos.
(Ibíd., p. 421)

A diferencia de los jóvenes hegelianos (B. Bauer,


D. Strauss), una escuela de pensamiento que «actual­
mente agoniza», Feuerbach es para Marx

el único que mantiene una relación «seria», «crítica»,


con la dialéctica hegeliana; nadie fuera de él ha hecho
verdaderos descubrimientos en este terreno; él es
quien verdaderamente ha acabado con la antigua fi­
losofía.
(Marx: 1978, Manuscritos de París, p. 412)

Más concretamente, Feuerbach ha demostrado que

la filosofía no es más que la religión traspuesta en


conceptos y, así desarrollada, otra forma y figura de
la enajenación del ser humano y por tanto igualmente
reprobable [...]. Ha fundado el «verdadero materia­
lismo» y la «ciencia real».
(Ibídem)

Sin embargo, en su crítica, Feuerbach ha perdido lo


más valioso de Hegel: su concepción histórica de la
realidad, clave de su dialéctica *. Hegel, en efecto, «no
hizo sino descubrir la expresión abstracta, 'lógica', 'es­
peculativa' del proceso de la historia» (Ibíd., p. 413).
Feuerbach —que ignora la historia—, en su materia­
lismo filosófico *, tiene razón frente a Hegel; pero He­
gel tiene razón frente a Feuerbach porque, pese a su
idealismo formal y el carácter abstracto de su pensa­
miento, supo entender la esencia del hombre y conce­
birla históricamente.

Lo extraordinario de la Fenomenología de Hegel y


de su resultado —la dialéctica de la negatividad como
principio motor y generativo— consiste por tanto en
haber concebido la producción del hombre por sí mis­
mo como un proceso, la objetivación como pérdida del
objeto, como extrañación y como superación de la

84
i
extrañación; una vez percibida la esencia del «traba­
jo», el hombre objetivo, el hombre real y por tanto
verdadero, aparece como resultado de su «propio
trabajo».
(Ibíd., p. 417)

La filosofía del joven Marx, primera formulación del


materialismo dialéctico e histórico *, es dialéctica *, como
la de Hegel, y materialista, como la de Feuerbach. A él
le interesa, ante todo, el conocimiento del hombre, pero
lo concibe como un ser natural, esencialmente activo,
cuyas necesidades e impulsos se satisfacen con objetos
naturales, como los de cualquier otro ser natural. Dice,
por ejemplo:

el «hambre» es una «necesidad» material y por lo


tanto requiere una «naturaleza» exterior, un «objeto»
exterior, para poder satisfacerse y sosegarse.
(Ibíd., p . 421)

Además, el hombre se realiza en la historia. Para él

todo lo que se suele llamar «historia universal» —ver­


dadera historia natural del hombre— no es más que
la producción del hombre por el trabajo humano.
(Ibíd., pp. 387-423)

Es verdad que el hombre surge del trabajo, que se


debe a sí mismo su existencia. Pero del trabajo auto-
consciente, social, universal (capaz de hacer de toda
la naturaleza su objeto), libre (frente a la necesidad
física, frente a sus productos), total (capaz de desple­
gar todas las capacidades y potencias del ser humano).
Y ocurre que el conocimiento histórico y social con­
creto muestra que, hoy por hoy, en las condiciones del
capitalismo, el trabajo humano es trabajo enajenado;
la conciencia humana, conciencia alienada (religiosa,
filosófica); el hombre, más atomizado e individualista
que nunca; la naturaleza, ciegamente destruida; los in­
dividuos, prisioneros de sus necesidades y de las co­
sas; las posibilidades humanas, más arruinadas.
Sin embargo, viene a decir Marx, el futuro histórico

85
todavía no está decidido, y del análisis social riguroso
del capitalismo, de su historia y de su naturaleza, se
deduce que, precisamente por el grado de deshumani­
zación que lo caracteriza, y en razón de la lógica obje­
tiva que enfrenta al capital y al trabajo, a la clase
burguesa dominante y al proletariado, es posible su
superación histórica y la construcción del socialismo.
Con esa esperanza construye su propio filosofía (como
en general todo su pensamiento posterior), para con­
tribuir mediante la «crítica de la teoría» a orientar la
necesaria «crítica de las armas», a enriquecer la lucha
material del proletariado por su emancipación social,
única posibilidad en orden a la emancipación real de
todos los hombres.

86
E l jo v e n E n gels (1 8 2 0 -1 8 4 4 ):
u n a b io g r a fía p a ra le la

i 5.1. Autodidacta y poeta

í Federico Engels nació en Barmen, pequeña ciudad


| renana lindante con Elberfeld, en el valle del WUpper,
í el 28 de noviembre de 1820. Entre Barmen y Elberfeld
j reunirían unos 40.000 habitantes, y ambas constituían
í entonces el centro de la industria textil prusiana, vincu-
| lada al comercio mundial, y organizada mediante el sis-
; tema de la industria a domicilio (controlada por el co-
[ merciante, financiero intermediario) y la manufactura,
[ en una región más conservadora que el resto de Re-
nania.
¡ Hasta la crisis de su economía básica, precisamente
f en los años veinte, consecuencia de la penetración
inglesa en el mercado textil mundial, el gobierno mu-
( nicipal estuvo controlado por una élite eclesiástico-mer-
f cantil, paternalista en lo social y antirracionalista, for-
: mal y extremadamente rigorista en lo religioso. Pietista
| protestante, la oligarquía mercantil de los patronos
| —con frecuencia integrados mediante lazos de sangre

87
Friedrich Engels.

con los predicadores— se distinguía por el pragmatis­


mo económico, por una mentalidad patriarcal en rela­
ción con sus familias y con sus obreros, la lectura de
la Biblia y las plegarias en el hogar, una moral del
trabajo muy exigente, la afición a la música coral e
instrumental, y una religiosidad sectaria antimoderna.
Cuando la crisis arrojó al paro a miles de hilanderos i
y tejedores, arrastrándolos al consumo de aguardiante !
barato y a los ensueños milenaristas, los predicadores
aumentaron los tintes más sombríos de sus sermones
cada vez más apocalípticos, mientras las relaciones en­
tre comerciantes y eclesiásticos se disolvían, se produ­
cía el conflicto generacional entre aquéllos y sus hijos,
y el valle del Wüpper se incorporaba al menos en esa
medida, al resurgimiento general del racionalismo crí­
tico y el liberalismo político en Renania.
Pese a todo, Federico Engels fue un niño bastante
afortunado. En una ciudad con unas 200 empresas me­
dianas y pequeñas, su padre, F. Engels, poseía algunas
de las más prósperas del valle, y en 1837, con otros so­
cios, fundaría una boyante fábrica de hilados de algo­
dón — Ermend & Engels— en Manchester, a la que se­
guiría otra en Kirchen, al este de Colonia. Su madre,
E. van Haar, llena de vitalidad y sentido del humor,
era una mujer culta, que amaba la música y tenía pa­
sión por Goethe. Y el abuelo materno, director del Ins­
tituto de Hamm, era también un hombre ilustrado y
jovial.
Después de recibir una instrucción básica en casa y
en la escuela municipal de Barmen, a los catorce años
Engels fue enviado al Instituto de Elberfeld, donde per­
maneció hasta los diecisiete. Algunos de sus profesores
compartían los criterios liberales, entonces en alza pese
a la represión gubernamental prusiana, que habían em­
pujado a numerosos intelectuales a Francia, donde cons­
tituirían la Liga de los Proscritos. Destinado a la prác­
tica mercantil, como primogénito y futuro heredero del
negocio familiar, Engels no sólo aprendió las técnicas
comerciales e idiomas modernos, sino también ciencias
naturales, historia y literatura; apasionado por esta
última, leyó directamente a los clásicos griegos y lati­
nos, mientras se entusiasmaba con la* literatura alema­
na y su historia, y se aficionaba a la poesía.
Obligado a interrumpir sus estudios en Elberfeld
para iniciarse en el comercio, tras pasar un año en la
oficina de su padre, fue enviado a trabajar en el nego­
cio de exportación-importación que un amigo de aquél,
H. Leupold, poseía en Bremen, una ciudad mucho más
abierta al mundo exterior que el valle del Wüpper. Allí,
tanto Leupold como G. S. Treviranus, el pastor protes­
tante en cuya casa se hospedaba, le dejaron la sufi-

89
cíente libertad para poder proseguir por sí mismo su
formación, leyendo, escribiendo poemas románticos y
charlando con las gentes. Joven cordial como pocos,
gustaba de recorrer la ciudad y los campos cercanos,
de conversar y observar atentamente todas las situa­
ciones hasta entenderlas; y esta cualidad dará a sus
caricaturas y relatos periodísticos el realismo que los
caracteriza. .
Si durante el año pasado en Barmen se había refu­
giado en la poesía romántica, cantando a la libertad
de los beduinos, los corsarios y los héroes primitivos
en general, a los pueblos que no tienen que sufrir los
inconvenientes de la civilización, en Bremen esa rebel­
día será, en principio, puramente estética todavía, para
orientarse luego, definitivamente, hacia el compromiso
político y social, comenzando por la lucha contra el
feudalismo social y el absolutismo político y sus ideó­
logos. Para ello, forzado a continuar la carrera mer­
cantil, se convertirá en un típico autodidacta.

5.2. De la revuelta estética al radicalismo


político
Inicialmente, el joven Engels se aproxima a las posi­
ciones de la joven Alemania y del Movimiento de los
Jóvenes Estudiantes, tendencia romántica nacionalista
de los años treinta que veía en la literatura el instru­
mento idóneo para transformar las ideas, las costum­
bres y las institucion'es, y que había alcanzado cierto
eco social entre 1832 y 1835. Pero, sobre todo, lee a
L. Borne y H. Heine, poetas democrático-revoluciona-
rios; frecuenta los círculos de los estudiantes liberales
de Bremen, estudia a Goethe, cultiva los idiomas y ob­
serva atentamente la realidad social.
Prusia se ha transformado. La producción de hierro
se duplicaría entre 1830 y 1841. En la industria textil
se triplica la importación de algodón y se multiplica
por cinco el número de las máquinas tejedoras en el
mismo período. El cambio social y económico, aumen­
tando la importancia de la burguesía, favorece sus ex­
pectativas políticas y la crítica ideológica liberal.

90
J
En esas condiciones, el joven Engels va a evolucionar
rápidamente, como puede comprobarse en su intensa
correspondencia de la época con su hermana María y
con los mejores amigos del período de Elberfeld, los
hermanos Gráber. A sus dieciocho años atraviesa una
primera crisis religiosa. Mientras, introduce libros pro­
hibidos en Prusia, lee a Shakespeare y a Cervantes, a
Goethe, Schiller y Lessing, y comienza a escribir ar­
tículos periodísticos en el Telégrafo para Alemania, de
Hamburgo, y en el Diario de la mañana para clases
cultivadas, de Stuttgart.
Sus Cartas del Valle del Wüpper (1839) —publicadas,
como los demás artículos, con el seudónimo Friedrich
Ostwald— vienen a ser un primer ajuste de cuentas,
ilustrado y democrático, con la realidad social de su
tierra; son una viva pintura social de la interrelación
entre miseria popular, egoísmo patronal, servilismo pas­
toral e hipocresía y cinismo de la clase dominante. Los
libros populares alemanes (también de 1839) represen­
tan una toma de posición en pro de una literatura po­
pular que estimule los valores humanos de la verdad
y la racionalidad, y no la humildad y la sumisión.
Leyendo a D. Strauss, y tras intentar superar su cri­
sis religiosa apoyándose en Fr. Schleiermacher —bus­
cando un cristianismo liberal—, abandona definitiva­
mente la fe para confesarse secretamente ateo. Enfria­
do su entusiasmo inicial por la joven Alemania, estudia
filosofía y lee las Lecciones de filosofía de la historia
de Hegel y otras obras de Kant, Fichte, Schelling, Pla­
tón y Spinoza, adoptando los planteamientos políticos
progresistas de Heine y Borne y propugnando la inte­
gración de la filosofía y la vida, de la teoría y la prác­
tica, de Hegel y Borne, de la crítica^ dialéctica y la ac­
ción política revolucionaria.
Engels, que ha evolucionado por sí mismo hasta si­
tuarse en las posiciones de los jóvenes hegelianos, no
sólo participará en la crítica de la religión, terciando
periodísticamente en la polémica ideológica de la épo­
ca, sino que, convencido de la importancia de la acción
política, se pronunciará frente al absolutismo y la reac­
ción feudal, como demócrata revolucionario, en sus
escritos políticos de 1841.

91
F E D E R I C O E N G E L S (1820-1844): BASES D E SU P E R S O N A L ID A D

MEDIO SOCIAL

92
5.3. Periodista político y aprendiz de filósofo
Transcurridos dos años y medio, en marzo del 1841,
Engels retorna a Barmen para, en septiembre de ese
mismo año, trasladarse a Berlín y cumplir como vo­
luntario el servicio militar. Llega allí en un momento
clave, cuando el enfrentamiento entre la reacción feu­
dal y el liberalismo progresista es más directo y total,
cuando la universidad se ha convertido en arena de la
lucha intelectual. Y Engels, como periodista político,
se lanza inmediatamente a esa arena.
En noviembre, enviado por la reacción prusiana, Schel-
ling arremete contra el hegelianismo desde su cátedra
universitaria en Berlín, defendiendo una filosofía de
la Revelación, mística e irracional. Vehementemente,
Engels denunciará sus tesis y el retroceso al medieva-
lismo que implican: su Schelling sobre Hegel, publica­
do en el Telégrafo, será sólo una especie de prólogo a
los folletos anónimos Schelling y la revelación (Crítica
del más reciente intento de la reacción contra la filo­
sofía libre) y Schelling, filósofo en Jesucristo (O la
transfiguración de la sabiduría humana en sabiduría
divina). A los que, a raíz de la destitución de B. Bauer
en marzo de 1842, seguirá el libro La Biblia insolente­
mente amenazada, milagrosamente salvada o el Triunfo
de la Fe, redactado conjuntamente con E. Bauer.
En Berlín, Engels se integra inicialmente en los círcu­
los de la izquierda hegeliana, estudia a los materialistas
franceses del siglo xvm , a Feuerbach y a Hegel, y aca­
ba distanciándose de la mayoría de los jóvenes hegelia-
nos que, liderados por Bauer, pretenden que la palabra
es el motor de la historia. Entrenado en el aprendizaje
político gracias a su trabajo periodístico, Engels insis­
te, en cambio, en que la teoría debe aplicarse a la prác­
tica, en que la crítica teórica debe enfrentarse a la vida
real.
Desde abril escribe en la Gaceta Renana, el periódico
alemán que defendía, desde Colonia, los intereses eco­
nómicos y políticos de la burguesía mercantil e indus­
trial regional. De julio a octubre se concentra exclusi­
vamente en el estudio teórico, convencido — como es­
cribe a A. Ruge— de que:

93
se me exigirá mucho más por ser «filósofo viajante
de comercio» y no haber adquirido el derecho a filo­
sofar mediante un diploma de doctor.
(E ngels: 1956, Karl Marx/Friedrich Engels: Werke. I,
p. 417)
Concluido su servicio militar, vuelve a Barmen, pa­
sando por Colonia, coincidiendo con la publicación de
su artículo sobre la libertad de prensa y la situación
política prusiana en general titulado Federico Guiller­
mo IV, rey de Prusia. En él se compara la Prusia de
1842 con la Francia de 1789, en estos términos:

De un año a esta parte, ...se advierte en el pueblo


prusiano un auge [...]. En Prusia, la opinión pública
va concentrándose cada vez más en dos objetivos: una
Constitución representativa y, sobre todo, la libertad
de prensa. Haga lo que haga el rey, no tendrá, a la
postre, más remedio que otorgar esta libertad y, una
vez decretada la libertad de prensa, no pasará un
año sin que se logre la Constitución. Ahora bien, cuan­
do exista una representación, será imposible prever
la marcha que haya de seguir Prusia [...]. La situación
actual de Prusia presenta gran semejanza con la de
Francia antes de 1789, pero creo que vale más que
me abstenga de toda suerte dé conclusiones precipi­
tadas.
(E ngels: 1981, Federico Guillermo, rey de Prusia,
p . 118)
En noviembre de 1842, enviado por su padre a la
fábrica de Manchester, se detuvo nuevamente en Colo­
nia, para concretar su colaboración en la Gaceta Rena­
na, y tuvo su primer contacto con Marx. Este le recibió
con frialdad: probablemente pensaba todavía que era
uno más de los teóricos puros de Berlín.

5.4. Veintiún meses vitales: la realidad


como clave o el descubrimiento
del capitalismo
Engels permanecerá en Manchester hasta agosto de
1844. Va a ser éste un período decisivo para su orien-

94
7
tacion teórica y práctica. Representara su encuentro
con los intereses económicos.
Inglaterra era el país capitalista por excelencia, cen­
tro financiero, mercantil e industrial mundial, con el
50 por 100 dél a población industrial, con un movimien­
to obrero organizado sindicalmente (Trade-Union, 1824),
y políticamente (Carta del Pueblo, de 1838, y movimien­
to cartista, que alcanza su auge entre 1838 y 1842). Man-
chester, centro de la producción industrial textil, con
400.000 habitantes, la clásica ciudad fabril, era el cen­
tro político del cartismo * inglés.
Engels, escribiría en 1885:

Viviendo en Manchester me había dado yo de na­


rices con el hecho de que los fenómenos económicos,
a los que hasta allí los historiadores no habían dado
ninguna importancia, o sólo una importancia muy
secundaria, son, por lo menos en el mundo moderno,
una fuerza histórica decisiva; vi que esos fenómenos
son la base sobre la que nacen los antagonismos de
clase, en los países en que se hallan plenamente des­
arrollados gracias a la gran industria, y, por tanto,
principalmente en Inglaterra, constituyen a su vez la
base para la formación de los partidos políticos, Pa*\a
las luchas de partidos y, por consiguiente, para toda
la historia de la política.
(E ngels: 1975, Contribución a la historia..., p. 344)

Sin embargo, a Engels le llevó un tiempo llegar a


esta conclusión. En realidad pueden distinguirse tres
fases principales en su evolución en esta época: una
primera, de toma de contacto con la nueva realidad,
representada en sus primeros trabajos para la prensa
inglesa y continental; una segunda, de reflexión y aná­
lisis (de estudio de la economía política, el socialismo
utópico * y la filosofía alemana), cuyo mejor fruto es
el «Esbozo de crítica de la economía política»; y una
tercera y última que se concretará en La situación de
la clase obrera en h:glaterra, un clásico de la sociolo­
gía científica mundial, concluido ya en Barmen, a su
regreso de Inglaterra, y publicado en 1845.
Durante todo este tiempo, Engels pudo experimentar
su teoría sociológica, viviendo inmerso en la realidad

95
inglesa. Moviéndose entre los burgueses en razón de
su trabajo (hombres obsesionados por ganar dinero)
y unido en seguida a Mary Burns, una hilandera alegre
y enérgica con conciencia de clase, participó en discu­
siones políticas con teóricos, políticos y obreros. Yendo
a las barriadas obreras, se compenetró con sus fami­
lias, participó en sus reuniones sociales, se empapó
bien de sus condiciones de vida. Y, finalmente, decidió
estudiar sistemática y dialécticamente todos los as­
pectos del modo de producción capitalista en Inglate­
rra, para conseguir una visión histórica y de' conjunto
sobre la situación de la clase obrera. Para ello, viajó
a otras ciudades, consultó bibliotecas, informes parla­
mentarios, médicos, teológicos y de inspectores fabri­
les; se esforzó en dominar la economía burguesa y el
pensamiento político más avanzado; y todo ello con­
tando con la filosofía hegeliana de la historia y el des­
cubrimiento de la importancia histórico-social de la
clase obrera como principal hilo conductor.

5.4.1. Aventando las ideas europeas

En principio, como periodista político, remite a la


Gaceta Renana sus Cartas de Inglaterra, toda una serie
de artículos sobre la situación social inglesa, de orien­
tación democrática radical (al pasar por Colonia se
había entusiasmado con el comunismo teórico de Hess);
y escribe, para los ingleses, en los periódicos del cartis-
mo y del socialismo owenista * (especialmente en el
Nuevo Mundo Moral), sobre los Progresos de la refor­
ma social en el continente, los Movimientos en el con­
tinente o los Rápidos avances del comunismo en Ale­
mania. Las Cartas desde Londres (en el Republicano
Suizo, mayo-junio de 1843) responden al mismo propó­
sito básico de difundir la experiencia social inglesa en
el continente, y en Inglaterra, las ideas del continente.
Pero Engels es todavía un idealista. Aventa las ideas
europeas para acelerar la revolución social. Piensa que,
en definitiva, lo realmente decisivo son los principios,
la teoría que orienta la práctica histórico-social:

96
Los llamados intereses materiales no pueden nunca
aparecer en la historia como fines independientes y
orientadores, sino que esos intereses sirven siempre,
consciente- o inconscientemente, a un principio, que
es el que guía los hilos del progreso histórico [...], algo
que en Alemania se comprende en seguida, pero que
no es fácil hacer comprender a un británico empe­
dernido.
(E ngels: 1981, Las crisis internas, p. 119)

5.4.2. Del idealismo al realismo

Hacia finales de 1843 hay un punto de inflexión. En­


gels, que domina ya media docena de lenguas europeas,
se esfuerza en integrar el fondo relativo de verdad del
saber de la época para entender el capitalismo y su
historia: el socialismo utópico, la economía burguesa,
la filosofía materialista e idealista moderna, la historia
de la industria y de la ciencia natural.
Sus nuevos artículos sobre La situación en Inglate­
rra, escritos a principios de 1844 y aparecidos en Ade­
lante, en septiembre-octubre, abundan todavía en expli­
caciones filosóficas apriorísticas, idealistas (dominadas
por la filosofía hegeliana de la historia y el comunismo
de Hess).
Así, dice por ejemplo en uno de ellos lo siguiente:

Por tanto, el siglo XVIII no resolvió la gran con­


tradicción implícita en la historia desde sus comien­
zos y cuyo desarrollo es la historia misma: la contra­
dicción entre sustancia y sujeto, naturaleza y espíritu,
necesidad y libertad; pero hizo que se enfrentaran en
toda su crudeza y perfectamente desarrollados los dos
términos de la antítesis, lo que sentaba la necesidad
de su superación. La consecuencia de este claro des­
arrollo final de la antítesis fue la revolución general,
que se distribuyó entre las diversas nacionalidades y
cuya inminente consumación será, al mismo tiempo,
la superación de la antítesis de toda la historia an­
terior. Los alemanes, pueblo cristiano-espiritualista,
vivieron una revolución filosófica; los franceses, el
pueblo antiguo-materialista y, por tanto, político, tu­
vieron que llevar a cabo por la vía política la revo­
lución; los ingleses, cuya nacionalidad es una mezcla

97
de elementos alemanes y franceses, que albergan, por
consiguiente, los dos términos de la antítesis, siendo
por ello más universales que cualquiera de los dos
factores por separado, se han visto arrastrados, por
tanto, a una revolución más universal, a una revolu­
ción social.
(ENGELS: 1981, La situación en Inglaterra: El si­
glo XVIII, pp. 210-211)

Y, sin embargo, de finales de 1843 y principios de


1844 son también dos trabajos de los Anales Franco-
Alemanes: La situación en Inglaterra, «Past and Pre-
sent», por Thomas Carlyle y el Esbozo de crítica de la
economía política.
Coincidiendo con Carlyle, en el primero, en su aná­
lisis realista de la situación social, política e ideológica
de Inglaterra (polarización social y económica, anar­
quía política, vacío de pensamiento), la explica por la
lógica de la propiedad privada y de la competencia
capitalista, y no, en cambio, por el abandono de la
religión y el idealismo. Y, rechazando la nueva religión
del trabajo, que Carlyle propone como solución, afirma
la necesidad de superar toda religión en el plano de la
autoconciencia y anuncia el futuro dominio de la reali­
dad histórica del capitalismo por la clase trabajadora.
En cuanto al Esbozo, también aquí se tiende a bus­
car las claves de la sociedad y de su evolución (del
capitalismo, concretamente) en la realidad histórica y
en su lógica, elaborándose una alternativa teórica fren­
te a la economía política burguesa, desde el punto de
vista de los intereses del proletariado; aunque no des­
aparecen del todo los planteamientos idealistas y aprio-
rísticos (el esquematismo lógico explíeativo, cierto me-
sianismo utópico moral), parece que prevalecen la aten­
ción a los hechos y la fundamentación objetiva de la
teoría. Al calificar este artículo de genial, Marx reco­
noció que fue su lectura la que le decidió a buscar en
el nivel social y económico (y no en el político) la clave
principal de la naturaleza del capitalismo, así como
a sustituir el predominio del análisis abstracto y filo­
sófico por la atención sistemática al estudio histórico
y a la investigación concreta.

98 99
5.4.3. Un clásico de la sociología científica

Por último, La situación de la clase obrera en Ingla­


terra (Obra basada en el conocimiento directo y en
fuentes auténticas), es un verdadero modelo de análi­
sis científico-sociológico y encierra la comprensión pro­
funda de una economía histórica concreta en una so­
ciedad determinada, la Inglaterra de la época, a partir
de sus orígenes en el siglo xvm.
La lógica de los hechos predomina aquí, definitiva­
mente, sobre la lógica apriorística de la filosofía hege-
liana. Aunque, por supuesto, como en toda obra cientí­
fica, hay también en ésta un hilo teórico conductor: la
lógica dialéctica de la interrelación entre el dominio
humano de la naturaleza (revolución industrial) y las
relaciones socioeconómicas que oponen, sobre todo, a
la clase obrera y a la burguesía, condicionando la vida
política e ideológica.
Además, con el descubrimiento de la importancia
histórico-social del proletariado, se tiene la llave teó­
rica para entender todo lo que antes no se entendía: el
predominio de los «intereses materiales» en Inglaterra,
el desinterés de los ricos por la lectura, el hecho de
que el socialismo fuera una cuestión que no interesaba
más que a las clases bajas, la importancia social del
cartismo, o en fin, la lógica de la economía política
burguesa y del estado burgués.
Para Engels estaba cada vez más claro que la historia
de la humanidad estaba dominada por la lucha de cla­
ses; que la verdadera revolución tendría lugar en la
medida en que el proletariado adquiriera plena con­
ciencia de clase —con ocasión de las crisis periódicas
del capitalismo, como la inglesa del verano del 1842—;
y que para realizarla no era válido el socialismo utó­
pico (el owenismo inglés *, por ejemplo), sino que era
necesario un «socialismo proletario», científico.
Cuando, en septiembre de 1844, de vuelta de Inglate­
rra, se encuentre con Marx en París, ambos descubri­
rán que por caminos distintos habían llegado a con­
clusiones muy similares.

100
El s o c ia lis m o c ie n t ífic o ,
u n p r o y e c t o c o m ú n (1 8 4 4 -1 8 4 6 )

6.1. Un encuentro histórico


A partir del 28 de agosto, día en que Engels se reúne
con Marx en París, se iniciará entre ambos una amis­
tad personal y un trabajo en común que durará hasta
la muerte de Engels. El mismo aseguraría muchos años
después:
Cuando visité a Marx en París, en el verano de 1844,
se puso de manifiesto nuestro completo acuerdo en
todos los terrenos teóricos, y de allí data nuestra co­
laboración.
( E n g e l s : 1975, Contribución a la historia de la Liga
de los Comunistas, p. 344)

En efecto, por caminos distintos, partiendo fundamen­


talmente el uno de la crítica de la filosofía hegeliana y
el otro del análisis crítico de la economía burguesa,
habían llegado a la conclusión de que la historia de
la sociedad no puede comprenderse sino como la his­
toria de la autoproducción del hombre por sí mismo.

101
en el trabajo, en condiciones sociales concretas que
casi desde un principio y hasta ese momento habían
implicado la explotación del hombre por el hombre.
Con esta base teórica, en contacto Marx con la econo­
mía básicamente preindustrial de los inmigrantes ale­
manes de París, y Engels con el capitalismo industrial
y la clase obrera inglesa, ambos coincidían también en
la importancia histórico-social del proletariado con vis­
tas al futuro.
Más concretamente, en 1888, dirá Engels:

En toda época histórica, el modo económico pre­


dominante de producción * e intercambio, y la estruc­
tura social que deriva necesariamente de él, constitu­
ye el fundamento sobre el cual se basa la historia
política e intelectual de una época, y únicamente a
partir de él puede explicársela; [...], en consecuencia,
toda la historia de la humanidad (desde la abolición
del orden gentilicio, con su propiedad común de la
tierra) ha sido una historia de luchas de clases*, de
luchas entre clases explotadoras y explotadas, domi­
nantes y dominadas; [...] la historia de esas luchas de
clases constituye una serie evolutiva que ha alcanzado
en la actualidad una etapa en la cual la clase explo­
tada y oprimida —el proletariado— ya no puede lo­
grar su liberación del yugo de la clase explotadora y
dominante —la burguesía— sin liberar al mismo tiem­
po a toda la sociedad, de una vez por todas, de toda
explotación y opresión, de todas las diferencias y lu­
chas de clases.
(Engels: 1978, Manifiesto del partido comunista,
Prólogo de 1888, p. 380)

Esta idea, que en mi opinión está llamada a cimen­


tar el mismo progreso para las ciencias históricas
que el que cimentó la teoría de Darwin para las cien­
cias naturales, es una idea a la cual ya nos habíamos
aproximado ambos, paulatinamente, varios años antes
de 1845. Mi trabajo acerca de La situación de la clase
obrera en Inglaterra demuestra hasta qué punto ha­
bía avanzado yo independientemente en esa dirección.
Pero cuando volví a encontrar a Marx en Bruselas,
durante la primavera de 1845, éste la había desarro­
llado por completo y me la presentó con palabras casi

102
tan claras como las que acabo de emplear para resu­
mirla.
(Ibíd., pp. 380-381)

6.2. Contra la crítica puramente teórica


Cuando Engels llegó a París encontró a Marx ocupa­
do con la crítica de B. Bauer y sus seguidores de Ber­
lín, los redactores de la Gaceta General Literaria, revis­
ta de periodicidad mensual. Postergando su proyecto de
Crítica de la política y de la economía política, se ha­
bía puesto a rebatir detenidamente sus artículos con­
vencido de que la «mitología de los conceptos» de su
Crítica crítica y su concepción de la sociedad y de la
historia, idealistas y reaccionarias, sembraban la con­
fusión en el movimiento democrático e ignoraban la
función histórica decisiva del proletariado.
Mientras Engels, a petición de Marx, aprovechaba los
diez días pasados en París para participar en la polé­
mica, su amigo dilataba su crónica, y la obra veía fi­
nalmente la luz, a nombre de los dos, con el título de
La Sagrada Familia —y escaso éxito— en febrero de
1845. Para entonces, Marx había sido expulsado de Pa­
rís por el gobierno francés, que, cediendo a las presio­
nes de Prusia, cerró Adelante y detuvo a los redactores
del periódico de los exiliados alemanes.
A la crítica puramente teórica de los jóvenes berli­
neses, a su «lucha por la autoconciencia», oponen Marx
y Engels la transformación revolucionaria, práctica, de
las condiciones materiales de la existencia humana en
el capitalismo por parte de los trabajadores.

Saben [los obreros] que la propiedad, el capital,


el dinero, el trabajo asalariado, etc., no son precisa­
mente quimeras ideales de sus cerebros, sino crea­
ciones muy prácticas y muy materiales de su auto-
enajenación, que sólo podrán ser superadas asimis­
mo, de un modo práctico y material, para que el
hombre se convierta en hombre no sólo en el «pen­
samiento», en la «conciencia», sino en el «ser» real,
en la vida.
(Marx-Engels: 1958, La Sagrada Familia, p. 118)

103
Pero: gran parte del proletariado inglés y francés es ya
«consciente» de su misión histórica y labora constan­
la Crítica crítica trata de hacerles comprender que temente por elevar esta conciencia a completa cla­
pueden llegar a dominar el capital real con sólo do­ ridad.
meñar la categoría de capital en el «pensamiento», (Ibíd., p. 102)
que se transformarán «realmente», para convertirse
en hombres reales, al transformar en la conciencia su
«yo abstracto» y rehuir como una operación exenta
de crítica toda transformación «real» de su existencia 6.3. La necesaria definición del socialismo
real, de las condiciones reales de su existencia y tam­ científico
bién, por tanto, de su «yo real».
(Ibídem) Engels estaba en Alemania desde octubre de 1844.
Había encontrado el país políticamente inquieto: al le­
No son las ideas, ni las élites intelectuales, las que vantamiento de los tejedores de Silesia en junio de 1844
hacen la historia: como piensan los berlineses. Son habían seguido otras huelgas; campesinos, artesanos y
los hombres, como trabajadores, con necesidades e in­ pequeño-burgueses comenzaban a moverse; la oposición
tereses materiales muy concretos; sin su actividad prác­ burguesa exigía la libertad de prensa y una nueva cons­
tica, las ideas resultan históricamente impotentes. titución. En Colonia, en Elberfeld y en otras ciudades,
Engels explicaba el materialismo dialéctico e histórico *,
La «idea» ha quedado siempre en ridículo cuando el pensamiento general contenido en embrión en los
parecía divorciada del «interés». principales trabajos de los Anales Franco-Alemanes, to­
(Ibíd., p. 147) davía mal asimilados. Mientras pudo, habló en los de­
bates públicos. Cuando el gobierno los prohibió, viajó
Las ideas no pueden nunca «ejecutar» nada. Para
para conectar con los grupos clandestinos de las prin­
la ejecución de las ideas hacen falta los hombres que
pongan en acción una fuerza práctica. cipales ciudades, todavía sin una mínima unidad. Al
(Ibíd., p. 185) mismo tiempo, continuaba informando a los ingleses
de la situación en el continente en el Nuevo Mundo
¿O acaso cree la Crítica crítica haber llegado en el Moral.
comienzo de la realidad histórica, ni siquiera «al co­ Sin embargo, le preocupaba, sobre todo, la necesaria
mienzo», mientras elimina dei movimiento histórico maduración de la teoría del socialismo científico *. Así,
el comportamiento teórico y práctico del hombre ante en enero de 1845, entusiasmado con su experiencia ale­
la naturaleza, la ciencia, la industria? ¿O cree haber mana, le escribía a Marx:
conocido ya, en realidad, cualquier período, sin cono­
cer, por ejemplo, la industria de este período, el modo
de producción de la vida misma? De lo que más necesidad tenemos actualmente es
(Ibíd., p. 216). de algunas obras de cierta importancia que puedan
procurar un punto de apoyo sólido a todos nuestros
semisabios, que están llenos de buena voluntad pero
Son, asimismo, las condiciones existenciales, mate­ no pueden arreglárselas por sí solos. Disponte a ter­
riales y prácticas, de la clase trabajadora bajo el capi­ minar tu libro de economía política; poco importa
talismo, las que posibilitan el desarrollo de su concien­ que muchas páginas no te satisfagan a ti mismo:
cia de clase, con vistas precisamente a la transforma­ las mentes están maduras y hemos de machacar el
ción material y práctica de dichas condiciones sociales. hierro mientras aún está caliente.
De hecho, (Marx-Engels: 1974, Cartas sobre «El Capital», p. 16)

104 105
/
Pero antes había que realizar una labor previa: nada
más llegar a Alemania, en octubre, había recordado a
su amigo la necesidad de desarrollar los nuevos
principios lógica e históricamente, partiendo de los
modos de pensar empleados hasta ahora y de la his­
toria escrita hasta ahora, como continuación necesa­
ria de ellos.
(E ngels: 1981, Karl Marx/Friedrich Engels. Werke,
XVII, p. 5)
De hecho, tras recibir La Sagrada Familia en marzo
y enviar a Marx, como ayuda, el adelanto sobre los de­
rechos de autor que le correspondían por La situación
de la clase obrera en Inglaterra, anuncia a su padre
que se retira del «regateo» mercantil y, en el mes de
abril, marcha también a Bruselas. Una vez allí, mientras
Marx continuaba su Crítica de la política y de la econo­
mía política, trabaja en un proyecto de historia de la
sociedad inglesa durante tres meses, hasta que en julio
viajan ambos a Inglaterra. Aprovechando las relaciones
sociales y conocimientos de Engels, Marx conectaría
allí con la Liga de los Justos, la izquierda cartista y la
realidad inglesa en general.
Como en París, también entre los miembros alema­
nes de la Liga de los Justos en Londres predominaba el
«comunismo tosco» y el «comunismo político» (el de
W. Weitling, concretamente). Y tanto en Francia como
en Inglaterra se extendían además dentro de la Liga
las ideas que los «socialistas verdaderos» *, M. Hess y
K. Grünn, difundían por entonces en las pocas publi­
caciones democráticas que había en Alemania. Hasta
el punto de que, a su vuelta de Inglaterra, Marx y En­
gels decidieron posponer la exposición sistemática de
su pensamiento y concentrarse inmediatamente en la
crítica de La ideología alemana: una crítica de la filo­
sofía posthegeliana, en general, y de Feuerbach y el
«socialismo verdadero», en particular, con un primer
capítulo en el que adelantaban su pensamiento más bá­
sico.
Aun cuando sabían que todavía les faltaba lo más di­
fícil, el estudio científico y concreto de la sociedad de
la época, con vistas a garantizar la eficacia de la estra-

106

¿
tegia y la táctica política del proletariado, ante todo
había que comenzar por definir y difundir la nueva
concepción del mundo y de la historia.

6.4. La «médula de una nueva concepción


del mundo»
En 1888, repasando Engels el manuscrito sobre La
ideología alemana (que no se publicaría hasta 1932 y
que había servido para «esclarecer nuestras propias
ideas»), y con el fin de difundir sus puntos de vista
sobre la filosofía hegeliana y posthegeliana —que por
entonces resurgía en Inglaterra y en los países escan­
dinavos— , decidiría adjuntar a su opúsculo, Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, las
«once tesis sobre Feuerbach», que databan también
de 1845.

Trátase de notas tomadas para desarrollarlas más


tarde, notas escritas a vuelapluma y no destinadas
en modo alguno a la publicación, pero de un valor
inapreciable por ser el primer documento en que se
contiene el germen genial de la nueva concepción del
mundo.
(E ngels: 1968, Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana, p. 9, nota preliminar)

La falla fundamental de todo el materialismo pre­


cedente (incluyendo el de Feuerbach) —comienza el
manuscrito de Marx— reside en que sólo capta el
objeto («Gegenstand»), la realidad, lo sensible, bajo
la forma de «objeto» («Objekt») o^«de la contempla­
ción» («Anschaung»), no como «actividad humana sen­
sorial», como «práctica»; no de un modo subjetivo.
De ahí que el lado «activo» fuese desarrollado de un
modo abstracto, en contraposición al materialismo,
por el idealismo *, el cual, naturalmente, no conoce la
actividad real, sensorial, en cuanto tal. Feuerbach
aspira a objetos sensibles, realmente distintos de los
objetos conceptuales, pero no concibe la actividad hu­
mana misma como una actividad «objetiva» («ge-
genstandliche»). Por eso La esencia del cristianismo
sólo considera auténticamente humano el comporta-

107
miento teórico [...]. De ahí que Feuerbach no com­
prenda la importancia de la actividad «revoluciona­
ria», de la actividad «crítico-práctica».
(M arx: 1970, Tesis sobre Feuerbach, pp. 665-666)

De acuerdo con Marx y Engels, el hombre debe con­


cebirse como producto de su propio trabajo: produce
los medios necesarios de vida (alimentos, etc.), los me­
dios de producción (herramientas), y, en definitiva, su
propia vida material. Y se autoproduce en condiciones
sociales, sobre la base de la cooperación solidaria de
los individuos. El trabajo como capacidad y actividad
a la que el hombre debe su propio ser implica no sólo
la producción de unas determinadas relaciones entre
hombre y naturaleza, sino también de unas relaciones
definidas de los hombres entre sí. Por último, el pro­
pio lenguaje, la conciencia práctica, surge del trabajo,
material y práctico, social. Y el pensamiento, la con­
ciencia humana, no es más que lenguaje progresiva­
mente interiorizado.
El materialismo filosófico de Feuerbach olvida que
la actividad humana sensorial es una actividad práctica,
productora de objetos, que es trabajo: más precisa­
mente, actividad «crítico-práctica», y, en esa medida,
«revolucionaria», puesto que distancia decisivamente al
hombre del nivel de vida puramente biológico, animal.
Por eso, Feuerbach (y la izquierda hegeliana de los teó­
ricos puros) identifica la naturaleza humana con la
autoconciencia, la actividad puramente teórica, «con­
templativa». Y el idealismo filosófico * alemán que, en
cambio, concibe la actividad propiamente humana como
«activa», como capaz de generar la autoproducción del
hombre por sí mismo (como sujeto de su ser histó­
rico), formula esa concepción en términos espiritua­
listas, abstractos, e ignora que la práctica humana es
una actividad sensorial, material.

Toda la vida social es esencialmente «práctica». To­


dos los misterios que inducen a la teoría al misticis­
mo encuentran su solución racional en la práctica hu­
mana y en la comprensión de esta práctica.
(Ibíd., p. 667)

108
El problema de si puede atribuirse al pensamiento
humano una verdad objetiva no es un problema teó­
rico, sino un problema «práctico». Es en la práctica
donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir,
la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensa­
miento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad
del pensamiento —aislado de la práctica— es un pro­
blema puramente «escolástico».
(Ibíd., p. 666)
Lo más a que puede llegar el materialismo contem­
plativo, es decir, el que no concibe lo sensorial como
una actividad práctica, es a contemplar a los diversos
individuos sueltos y ala sociedad civil.
(Ibíd., p. 668)

Concretamente, la concepción del hombre de Feuer-


bach (de la especie y del individuo) no va más allá de
una «esencia 'humana'», que, «de un modo 'genérico',
como una generalidad interna, muda, [...] une de un
modo 'natural' a todos los individuos»; de «un indivi­
duo humano abstracto, 'aislado', porque prescinde del
proceso histórico y del análisis concreto del conjunto
de las relaciones sociales» (Ibíd-, p. 667).
Feuerbach encuentra, así, «el secreto de la religión»
en la naturaleza genérica del hombre; pero no ve que la
enajenación religiosa se explica porque el trabajo his­
tórico del hombre es un trabajo enajenado; y que, por
tanto, no se puede superar sino revolucionando las con­
diciones sociales e históricas del trabajo humano, hasta
acabar con su condición alienante, con la explotación
del hombre por el hombre.

Feuerbach parte del hecho de la autoenajenación


religiosa, del desdoblamiento del mundo en un mundo
religioso y otro terrenal. Su labor consiste en reducir
el mundo religioso a su fundamento terrenal. Pero el
hecho de que el fundamento terrenal se separe de sí
mismo para plasmarse como un reino independiente
que flota en las nubes, es algo que sólo puede expli­
carse por el propio desgarramiento y la contradicción
de este fundamento terrenal consigo mismo. Por ende,
es necesario tanto comprenderlo en su propia contra­
dicción como revolucionarlo prácticamente. Así, pues,
por ejemplo, después de descubrir la familia terrenal

109
como el secreto de la familia sagrada, hay que ani­
quilar teórica y prácticamente la primera.
(Ibíd., pp. 666-667)

Feuerbach —insiste Marx— no ve, por tanto, que


«el sentimiento religioso» es, a su vez, un producto
social y que el individuo abstracto que él analiza per­
tenece a una determinada forma de sociedad.
(Ibíd., p. 667)

El materialismo filosófico * tradicional, por otra parte,


no sólo ignora que la actividad genuina del ser humano
es la actividad crítico-práctica, revolucionaria, que cam­
bia a los individuos y sus relaciones sociales (el medio
social, las circunstancias) progresivamente, sino que,
además, es elitista, al considerar que la historia la ha­
cen los intelectuales, los educadores, y no el conjunto
de los trabajadores.

La teoría materialista del cambio de las circunstan­


cias y de la educación olvida que las circunstancias
las hacen cambiar los hombres y que el educador ne­
cesita, a su vez, ser educado. Tiene, pues, que distin­
guir en la sociedad dos partes, una de las cuales se
halla colocada por encima de ella.
La coincidencia del cambio de las circunstancias
con el de la actividad humana o cambio de los hom­
bres mismos, sólo puede concebirse y entenderse ra­
cionalmente como «práctica revolucionaria».
(Ibíd., p. 666)

Por eso, frente a la filosofía moderna, que resume


técnicamente la experiencia histórica de la clase bur­
guesa, hasta entonces ascendente, y representa sus in­
teses materiales y concretos, se impone la construc­
ción de una nueva filosofía como filosofía del proleta­
riado, la única clase que, en las condiciones del capi­
talismo, puede humanizar definitivamente al hombre,
acabando con el trabajo enajenado. Por lo mismo, la
nueva filosofía sólo puede realizarse en la medida en
que, como actividad crítico-práctica, acierte a interpre­
tar rigurosamente la nueva realidad histórica y a im­
pulsar prácticamente la acción revolucionaria de un

110
i
proletariado que transforme realmente el mundo. Por
eso, concluye Marx:

El punto de vista del materialismo antiguo es la


sociedad civil; el del materialismo moderno, la socie­
dad humana o la humanidad social.
(Ibíd., p. 668)
Los filósofos se han limitado a «interpretar» el mun­
do de distintos modos; de lo que se trata es de «trans­
formarlo».
(Ibídem)

6.5. La concepción materialista de la historia,


clave teórica general de la ciencia
de la historia
Comenzado a fines de septiembre de 1845, el manus­
crito en que ajustaban cuentas definitivamente con «la
ideología alemana» fue definitivamente abandonado en
agosto de 1846 al no encontrar un editor para él. Pero,
para entonces, Marx y Engcls habían madurado sufi­
cientemente su propio pensamiento personal.
La teoría, ahora, como siempre, sería obra de los dos,
pero la potencia del pensamiento de Marx fue siempre
mucho mayor, genial. Y el propio Engcls, muerto Marx,
se esforzaría en aclararlo:

Ultimamente —declarará hacia 1886, dirigiéndose a


los marxislas alemanes— se ha aludido con insisten­
cia a mi participación en esta teoría; no puedo, pues,
por menos de decir aquí algunas palabras para poner
en claro este punto. Que antes y durante los cuarenta
anos de mi colaboración con Marx tuve una cierta
parte independiente en la fundamenlación, y sobre
todo en la elaboración de la teoría, es cosa que ni yo
mismo puedo negar. Pero la parte más considerable
de las ideas directrices, particularmente en el terreno
económico e histórico, y en especial en su formula­
ción nítida y definitiva, corresponde a Marx. Lo que
yo aporté —si se exceptúan, todo lo más, dos o tres
ramas especiales— pudo haberlo aportado también
Marx aun sin mí. En cambio, yo no hubiera conseguido

111
jamás lo que Marx alcanzó. Marx tenía más talla,
veía más lejos, atalayaba más y con mayor rapidez
que todos nosotros juntos. Marx era un genio; noso­
tros, los demás, a lo sumo, hombres de talento. Sin
él la teoría no sería hoy, ni con mucho, lo que es.
Por eso ostenta legítimamente su nombre.
(E ngels: 1968, Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía..., p. 54)

En cualquier caso, La ideología alemana contiene ya,


nuclearmente, el materialismo dialéctico e histórico *.
Ante todo, naturaleza e historia no pueden conside­
rarse como antitéticas, como si se tratase de dos «co­
sas» distintas, y d hombre no tuviera ante sí una natu­
raleza histórica y una historia natural (M arx-Engels:
1970, La ideología alemana, p. 47).
Podemos distinguir al hombre de los animales por
la conciencia, por la religión o por lo que se quiera.
Pero el hombre mismo se diferencia de los animales
a partir del momento en que comienza a «producir»
sus medios de vida, paso éste que se halla condicio­
nado por su organización corporal. Al producir sus
medios de vida, el hombre produce indirectamente su
propia vida material.
(Ibíd., p. 19)

Los orígenes del hombre como productor de su pro­


pia vida (mediante el trabajo) son sociales. Suponen la
cooperación social mediante determinadas relaciones
sociales condicionadas por la producción, así como la
liberación de la población humana de sus límites bio­
lógicos, animales.
Esta producción sólo aparece al «multiplicarse» la
población. Y presupone, a su vez, un «intercambio»
entre los ciudadanos. La forma de este intercambio se
halla condicionada, a su vez, por la producción.
(Ibíd., p. 20)

Supuesto esto, hay que precisar más:


El modo como los hombres producen sus medios
de vida depende, ante todo, de la naturaleza misma
de los medios de vida con que se encuentran y que se

112
J
trata de reproducir. Este modo de producción no
debe considerarse solamente en cuanto es la produc­
ción de la existencia física de los individuos. Es ya,
más bien, un determinado modo de la actividad de
estos individuos, un determinado modo de manifestar
su vida, un determinado «modo de vida» de los mis­
mos. Tal y como los individuos manifiestan su vida,
así son. Lo que son coincide, por consiguiente, con
su producción, tanto con «lo que» producen como por
el modo «como» lo producen. Lo que los individuos
son depende, por tanto, de las condiciones materiales
de su producción.
(Ibíd., pp. 19-20)

Tal es, pues, el caso de la organización social y polí­


tica del Estado:

Nos encontramos, pues, con el hecho de que deter­


minados individuos que, como productores, actúan de
un determinado modo, contraen entre sí relaciones
sociales y políticas determinadas La organiza­
ción social y el Estado brotan constantemente del
proceso de vida de determinados individuos, no sólo
como puedan presentarse ante la imaginación propia
o ajena, sino tal y como «realmente» son; es decir,
tal y como actúan y como producen materialmente,
y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades
bajo determinados límites, premisas y condiciones
materiales, independientes de su voluntad.
(Ibíd., p. 25)

Ese es también el caso del pensamiento humano y


sus distintas manifestaciones:

Los hombres son los productores^de sus represen­


taciones, de sus ideas, etc., pero los hombres reales y
actuantes, tal y como se hallan condicionados por un
determinado desarrollo de sus fuerzas productivas *
y por el intercambio que a él corresponde, hasta lle­
gar a sus formaciones más amplias. La conciencia no
puede ser otra cosa que el ser consciente, y el ser
de los hombres es su proceso de vida real [...]. Se
parte del hombre que realmente actúa y, arrancando
de su proceso de vida real, se expone también el des­
arrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de
ese proceso de vida La moral, la religión, la me-

113
tafísica y cualquier otra ideología, y las formas de
conciencia que a ellas corresponden, pierden así la
apariencia de su propia sustantividad. No tienen su
propia historia ni su propio desarrollo, sino que los MODO DE PRODUCCION HISTORICO Y SOCIAL
hombres que desarrollan su producción material y su
intercambio material cambian también, al cambiar esta
realidad, su pensamiento y los productos de su pensa­
miento. No es la conciencia la que determina su vida,

VIOA M A T E R IA L
sino la vida la que determina la conciencia.
(Ibíd., p. 26)

Por lo demás, la historia del hombre es la historia

P R O D IC C IO N
de la producción, del desarrollo de las fuerzas produc­
tivas bajo determinadas relaciones de producción * (si
bien no se habla todavía de éstas, sino de «división del

C O N D IC IO N E S S O C IA L E S
trabajo», de «formas de intercambio», etc.).

Hasta dónde se han desarrollado las fuerzas pro­


ductivas de una nación lo indica del modo más pal­
pable el grado hasta el cual se ha desarrollado la di­
visión del trabajo. Toda nueva fuerza productiva [...]
trae como consecuencia un desarrollo de la división
del trabajo [...]. Las diferentes fases del desarrollo
de la división del trabajo son otras tantas formas
distintas de la propiedad; o, dicho en otros términos,
cada etapa de la división del trabajo determina tam­
bién las relaciones de los individuos entre sí, en lo
tocante al material, el instrumento y el producto del
trabajo.
(Ibíd., pp. 20-21)

O, lo que viene a ser lo mismo:

Las condiciones en que pueden emplearse determi­


nadas fuerzas productivas son las condiciones de do­
minación de una determinada clase de la sociedad,
cuyo poder social, emanado de su riqueza, encuentra
su expresión idealista-«práctica» en la forma de Es­
tado imperante en cada caso, razón por la cual toda
lucha revolucionaria está necesariamente dirigida con­
tra una clase.
(Ibíd., p. 81)

Todas las luchas que se libran dentro del Esta­


do [...], no son sino las formas ilusorias bajo las que
se ventilan las luchas reales entre las diversas cla-

114 115
J
ses [...]. Toda clase que aspire a implantar su domi­
nación [...] tiene que empezar conquistando el poder
político.
(Ibíd., p. 35)
Aparte de esto, hay algo igualmente importante a te­
ner en cuenta:

La división del trabajo [...] se manifiesta también


en el seno de la clase dominante como división del
trabajo físico e intelectual, de tal modo que una parte
de esta clase dominante se revela como la que da sus
pensadores Puede incluso ocurrir que, en el seno
de esta clase, el desdoblamiento a que nos referimos
llegue a desarrollarse en términos de cierta hostili­
dad y de cierto encono entre ambas partes, pero esta
hostilidad desaparece por sí misma tan pronto como
surge cualquier colisión práctica susceptible de poner
en peligro a la clase misma, ocasión en que desapa­
rece, asimismo, la apariencia de que las ideas domi­
nantes no son las de la clase dominante, sino que
están dotadas de un poder propio, distinto de esta
clase.
(Ibíd., p. 51)
Porque, en definitiva:

Las ideas de la clase dominante son las ideas do­


minantes en cada época; o, dicho en otros términos,
la clase que ejerce el poder «material» dominante en
la sociedad es, al mismo tiempo, su poder «espiri­
tual» dominante. La clase que tiene a su disposición
los medios para la producción material dispone con
ello, al mismo tiempo, de los medios para la produc­
ción espiritual, lo que hace que se le sometan, al pro­
pio tiempo, por término medio, las ideas de quienes
carecen de los medios necesarios para producir espi­
ritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa
que la expresión de las relaciones materiales domi­
nantes concebidas como ideas; por tanto, las rela­
ciones que hacen de una determinada clase la clase
dominante son también las que confieren el papel do­
minante a sus ideas.
(Ibíd., pp. 50-51)
Y con tales claves teóricas puede construirse riguro­
samente la ciencia de la historia.

116
6.6. La ciencia del capitalismo, ciencia
de la revolución
Esta concepción de la historia consiste, pues, en
exponer el proceso real de producción, partiendo para
ello de la producción material de la vida inmediata,
y en concebir la forma de intercambio correspondien­
te a este modo de producción y engendrada por él,
es decir, la sociedad civil en sus diferentes fases,
como el fundamento de toda la historia, presentán­
dola en su acción en cuanto Estado y explicando a
base de él todos los diversos productos teóricos y
formas de conciencia, la religión, la filosofía, la mo­
ral, etc. (Ibíd., p. 40)
Tan pronto como se expone este proceso activo de
vida, la historia deja de ser una colección de hechos
muertos, como lo es para los empiristas, todavía abs­
tractos, o una acción imaginaria de sujetos imagina­
rios, como para los idealistas.
Allí donde termina la especulación, en la vida real,
comienza también la ciencia real y positiva, la expo­
sición de la acción práctica, del proceso práctico de
desarrollo de los hombres. (Ibíd., p. 27)
En conclusión, cuando se aplica esta concepción de
la historia a la comprensión de la historia moderna
de Europa se llega a los siguientes resultados:•
• el desarrollo de las fuerzas productivas ha entrado en
contradicción con las relaciones de producción burguesas,
convirtiendo a aquéllas más bien en fuerzas de destruc­
ción (maquinaria y dinero); y dando origen a una clase que
se ve expulsada de la sociedad y obligada a colocarse en
la más resuelta contraposición respecto de todas las de­
más clases y de la que nace la conciencia de que es ne­
cesaria una revolución radical, la conciencia comunista
(ibíd., p. 81);
• lógicamente, la lucha revolucionaria de esa clase oprimida
está fundamentalmente dirigida contra la clase dominante,
la gran burguesía;
• a diferencia de otras revoluciones, la revolución comunista
se orienta a la supresión definitiva del trabajo enajenado,
las clases sociales y las nacionalidades;
• en cualquier caso, esto último sólo podrá llevarse a la
práctica mediante un movimiento crítico-práctico, revo­
lucionario.

117
Lógicamente, sus relaciones más estrechas fueron con
la Liga de los Justos. En agosto de 1846, Engels fue
enviado a París para contrarrestar la influencia del
«socialismo verdadero» * en las comunidades de la Liga
y constituir una filial del Comité de Bruselas. En enero
de 1847, J. Molí, enviado por la Liga desde Londres,
visitaba a Marx en Bruselas y a Engels en París para
pedirles que ingresaran en la Liga; su ingreso se pro­
ducía en febrero. En junio de ese mismo año, el con­
greso londinense de la Liga de los Justos culminaba
con su transformación en Liga de los Comunistas, y,
poco después, el Comité de Correspondencia de Bruse­
las se integraba en la misma.

7.1.1. Contra Weitling y Proudhon, por la unidad


D e la teoría a la p r á c tic a , teórica y la teoría científica
p a ra h a ce r h is to r ia (1 8 4 6 -1 8 5 2 )
En la primavera de 1846 Marx, que consideraba a
Weitling el principal inspirador del socialismo utópico
dominante en la Liga de los Justos y que había alaba­
do su defensa de la «emancipación social», frente al
7.1. Por un partido obrero, revolucionario programa burgués de simple emancipación política, en
su libro Garantías de la armonía y de la libertad, le in­
y científico vitó a una discusión política en Bruselas. Tanto él como
Engels habían seguido previamente con atención la po­
Armados con una concepción rigurosa del mundo y lémica del socialismo sentimental, abstracto y utópi­
del hombre, Marx y Engels se lanzan, ya antes de con­ co de Weitling con el socialismo realista de los obreros
cluir La ideología alemana, al trabajo de la organiza­ alemanes londinenses. Y aquella discusión representó
ción unitaria de lo existente. Tras la elaboración de de hecho la ruptura definitiva con él.
la teoría, había que contribuir a la creación de las con­ Mientras los partidarios de Weitling, obrero auto­
diciones políticas necesarias para la existencia de un didacta y revolucionario romántico, muy popular entre
partido obrero revolucionario y científico. los trabajadores e intelectuales exiliados alemanes, ha­
En febrero de 1846, junto con amigos afines, funda­ blaban de revolución igualitaria y total, de amor y fra­
ron en Bruselas un Comité de Correspondencia Comu­ ternidad abstractos, sin contar con un proyecto políti­
nista, que pronto se convirtió en un centro político e co rigurosamente fundamentado en un análisis siste­
ideológico importante del movimiento comunista. Dise­ mático y científico de la realidad social, las circulares
ñado para integrar la experiencia internacional de los del Comité de Correspondencia (y otros escritos de Marx
comunistas, sirvió también de hecho para conectar con y Engels, del mismo tipo y época) insisten en la nece­
el cartismo inglés, establecer relaciones con los socia­ sidad de dominar científicamente la lógica social v eco­
listas franceses y belgas en general, e influir entre de­ nómica de la sociedad burguesa, como la clave teórica
más radical de su historia real.
terminados intelectuales socialistas alemanes.
119
118 i
1

E. Proudhon.

Por entonces, Marx y Engels criticaban también, en


numerosos panfletos, el «socialismo verdadero» o «so­
cialismo alemán» de K. Grün y H. Kriege (extraña mez­
cla de especulación filosófica alemana y «comunismo
político» francés), y por idénticas razones. Y en 1847
aparecía además la Miseria de la filosofía, de Marx,
réplica al Sistema de las contradicciones económicas o
Filosofía de la miseria (1846), de Proudhon, un pensa­
dor de orientación política reformista, pequeño-bur-
guesa, cuya influencia sobre la clase obrera continental
de la época fue mayor y más duradera.
De los socialistas utópicos, Marx y Engels valoraban
sobre todo a R. Owen (1771-1858), Sa.int-Simon y Fou-

120
rier. Al primero, por la orientación práctica y comunista
que, como empresario textil, había dado a su crítica
del capitalismo inglés, concretada en sus colonias fa­
briles modelo-(New Lanark), y en su capacidad para
impulsar el reformismo político liberal y la eficacia del
owenismo inglés (limitaciones legales al trabajo de mu­
jeres y niños, unión sindical, cooperativas de produc­
ción y consumo, bazares obreros, etc.). Los otros dos
les parecían más interesantes teóricamente. En cuanto
a Proudhon, éste tenía para ellos no sólo el mérito de
ser un obrero autodidacta, sino, además, el mucho más
importante de haber insistido en la necesidad del domi­
nio crítico de la ciencia económica burguesa por parte
de la clase trabajadora.
Marx, por su parte, había descubierto ya para enton­
ces la teoría del valor de Ricardo, leyendo a los socia­
listas ricardianos (aunque el estudio sistemático de és­
tos no lo haría hasta los años cincuenta). Políticamente
próximos al socialismo owenista y al cartismo inglés,
los ricardianos habían elaborado la teoría del valor-
trabajo y la teoría de las crisis periódicas del capitalis­
mo con el fin de explicar con rigor la realidad social
inglesa y potenciar políticamente el movimiento obrero
nacional.
En 1847, de hecho, Marx integra ya la teoría del valor-
trabajo en su propia concepción de la economía polí­
tica, tanto en las conferencias de la Asociación Obrera
Alemana de Bruselas (Trabajo asalariado y capital)
como en su crítica de Proudhon. Pero lo más signifi­
cativo (desde el punto de vista de la lucha ideológica)
en orden a la organización de un partido obrero revo­
lucionario y científico, es su denuncia de la posición teó­
rica de Proudhon como pequeñoburguesa, metafísica
y ahistórica.
La estrategia política del Comité de Bruselas tenía
tres objetivos últimos:•

• el predominio de los intereses de la clase obrera frente


a los de la burguesía;
• la sustitución de la propiedad privada por la comunista;
• la revolución democrática violenta, como medio necesa­
rio para alcanzar los dos primeros.

121
En cambio, Proudhon idealizaba la producción del pe­
queño productor (a la que llamaba posesión), defendien­ Una clase oprimida —casi concluye la obra— cons­
tituye la condición vital de toda sociedad fundada en
do intereses pequeñoburgueses; pretendía establecer una el antagonismo de clases. La liberación de la clase
sociedad de pequeños propietarios; y se inclinaba por el oprimida implica, pues, necesariamente la creación de
reformismo político. una sociedad nueva. Para que la clase oprimida pueda
Pero Marx criticaba sobre todo su método metafísico, liberarse, necesita que las fuerzas productivas ya ad­
ahistórico. En lugar de partir del análisis de la sociedad quiridas y las relaciones sociales existentes no pue­
real (cosa que ya hacía Ricardo) para descubrir «cómo dan coexistir unas al lado de otras.
se constituye el valor», Proudhon habla de Razón, Jus­ (Ibíd., p. 239)
ticia y otros conceptos abstractos similares, eternos y
La condición de liberación de la clase trabajadora
grandilocuentes. Ignora que las categorías económicas consiste en la abolición de toda clase, de la misma
son abstracciones de las relaciones sociales de produc­ manera que la condición de liberación del tercer es­
ción y, por tanto, productos históricos y transitorios, tado, del orden burgués, fue la abolición de todos los
y se limita a establecer entre esas categorías («división estados —estamentos— y de todos los órdenes.
del trabajo», «crédito», «dinero», etc.) una relación pura­ (Ibíd., pp. 239-240)
mente lógica, especulativa.
Por su parte, Marx, con un lenguaje cada vez más Mientras tanto, el antagonismo * entre el proleta­
preciso y más claro, se esfuerza en definir la naturale­ riado y la burguesía es una lucha de clase contra
za del capitalismo (y su lógica) por su origen, inten­ clase, lucha que, llevada a su más alta expresión,
constituye una revolución total. Por otra parte, ¿hay
tando identificar las principales fases históricas del que asombrarse de que una sociedad, fundada sobre
desarrollo real del modo de producción capitalista. la «oposición» de clases, termine en «contradicción»
brutal, en un choque cuerpo a cuerpo como desenlace
Cuando la burguesía se impuso —escribirá, por ejem­ final?
plo—, ya no hubo cuestión acerca del lado bueno o (Ibíd., p. 240)
malo del feudalismo. Las fuerzas productivas que ha­
bían sido desarrolladas por ella bajo el capitalismo
le fueron adictas. Todas las viejas formas económicas, 7.1.2. Por un programa científico y una política
las relaciones civiles que les correspondían, el estado democrática
político que constituía la expresión oficial de la vieja
sociedad civil, quedaron destruidas. Las crisis agrarias alemanas de tipo antiguo en 1845
(Marx: 1969, Miseria de la filosofía, p. 173) y 1846 (malas cosechas, crisis de subsistencia) y la
crisis periódica del capitalismo en 1847, con centro en
Inglaterra, de un lado, y la represión militar de la pro­
Muestra cómo, frente a la creciente división del trabajo
testa espontánea de la población y el descontento polí­
y al automatismo de la producción fabril, no se im­
tico creciente de la burguesía alemana en 1847, del otro,
pone la vuelta al ideal pequeñoburgués de la pequeña
aumentaban las posibilidades revolucionarias en Ale­
industria artesanal, sino el fomento de la tendencia ha­
mania. En febrero de este último año el gobierno pru­
cia el desarrollo integral del individuo (Ibíd., p. 201);
siano, necesitando la aprobación de la burguesía para
cómo las contradicciones propias del capitalismo y de
decidir una serie de empréstitos e impuestos, convocó
su desarrollo crean las condiciones de posibilidad de las Dietas Unidas. Y, en tales condiciones, Marx y En-
una sociedad nueva. Para ello es necesario que las fuer­ gels insistirían en la necesidad de la cohesión interna
zas productivas entren en contradicción con las rela­ del partido comunista, cómo representante de los inte­
ciones de producción: reses generales de la clase obrera, en el desarrollo de
122
123
i
una política de compromiso y pacto con el campesina­
do, la pequeña burguesía y la burguesía democráticas,
y en la actuación de la clase obrera como vanguardia del
movimiento político dirigido contra la monarquía abso­
luta y el feudalismo alemán, como vanguardia de la re­
volución burguesa.
En el congreso que tuvo lugar en Londres del 2 al 9
de junio de 1847, se constituyó la Liga de los Comunis­
tas, iniciándose ya allí la reorganización de la Liga de
los Justos. Los partidarios de Weitling en París habían
sido previamente expulsados, y el congreso ratificó ese
acuerdo. La antigua divisa de la sociedad —Todos los
hombres son hermanos— fue sustituida por el lema
¡Proletarios del mundo, unios!, que pasó a encabezar
el proyecto de los nuevos estatutos, cuyo primer artícu­
lo rezaba así:
La finalidad de la Liga es el derrocamiento de la
burguesía, la dominación del proletariado, la supre­
sión de la vieja sociedad burguesa, basada en los an­
tagonismos de clase, y la creación de una nueva socie­
dad sin clases y sin propiedad privada.

Y el proyecto de programa (todavía utópico en parte)


también acusó la influencia de Engels y W. Wolff, que
representaban en el congreso a los comunistas de París
y Bruselas, respectivamente.
Los tres meses siguientes los pasó Engels con Marx,
en Bruselas. Ambos, como otros comunistas, propug­
naban la alianza con la burguesía democrática. De he­
cho eran socios de la Sociedad Democrática y de la
Unión de Trabajadores Alemanes de la ciudad, y de­
fendían esta política en las páginas del Diario alemán
de Bruselas, el periódico de los exiliados alemanes, en
el que colaborarían regularmente desde septiembre.
En octubre, de nuevo en París, Engels continúa con
la misma táctica, escribiendo en La Reforma, el perió­
dico de los socialistas y republicanos pequeñoburgueses
franceses, y en El Taller, revista mensual de la clase
obrera. Pero, sobre todo, se ocupa del proyecto de es­
tatutos y del programa de la Liga, a debatir en el con­
greso que se celebraría en Londres a finales de noviem­
bre y principios de diciembre. Dicho congreso aceptaría

124
i
las propuestas de Marx y Engels, delegados de los co­
munistas belgas y franceses, cuyas ideas pasaron a los
estatutos de la organización. Además, el programa apro­
bado respondía básicamente a la propuesta de Engels
(Principios del comunismo), y ambos recibirían el en­
cargo de redactar un Manifiesto Comunista.
Había nacido el primer partido obrero alemán, cien­
tífico y revolucionario.

7.1.3. Manifiesto del partido comunista:


la revolución proletaria y la función
del partido

Los Principios del comunismo, de Engels, esbozaban


ya el Manifiesto del partido comunista. El y Marx co­
menzaron a redactarlo en el mismo Londres, para con­
tinuarlo luego en Bruselas. Pero, al regresar Engels a
París a fines de diciembre, sería Marx quien concluiría
el texto definitivo. Un texto en el que se resume el
pensamiento general, histórico, económico y político ela­
borado desde 1843 por los dos, y en el que se afina ex­
traordinariamente la teoría del desarrollo histórico mo­
derno, la estrategia y la táctica de la revolución prole­
taria y la teoría del partido comunista.
Se explica aquí, rigurosamente, cómo y por qué

las colisiones de la vieja sociedad favorecen diversa­


mente el proceso evolutivo del proletariado.
(Marx-Engels: 1978, Manifiesto del partido comunista,
página 145)
tras precisar que:
la burguesía ha desarrollado un papel extremadamen­
te revolucionario en la historia.
CIbíd., p. 138)
y se aclara la tesis según la cual

de todas las clases que se enfrentan hoy en día a la


burguesía, sólo el proletariado es una clase verdade­
ramente revolucionaria.
Ubíd., p. 146)

125
No ignoran Marx y Engels que la lucha de clases de las clases amenazadas por la burguesía, cuya última
puede concluir con la destrucción final de la sociedad palabra es
(posibilidad que nosotros, en un mundo dominado por
el peligro de guerra nuclear total, conocemos bien). En el sistema gremial en la manufactura y la economía
el pasado, dicen, hubo patriarcal en el campo
(Ibíd., p. 161)
una lucha que en todos los casos concluyó con una
transformación revolucionaria de toda la sociedad o
y diversas formas de socialismo crítico-utópico, capaces
cotí la destrucción de las clases beligerantes.
de seducir a algunos sectores del proletariado, pero des­
(Ibíd., p. 149) tinadas a caer finalmente en el sectarismo y en la
impotencia. Pero hay, además, un socialismo auténtico,
Pero, políticamente, con confianza en el hombre, optan
que se realizará en la medida en que la lucha de la
por la posibilidad de la revolución proletaria, capaz de
clase obrera con la burguesía conduzca a la compren­
emanciparle definitivamente.
sión cada vez más rigurosa de la realidad social y a
La revolución comunista se define por «la ruptura
la conversión del proletariado en clase revolucionaria
más radical con las relaciones de propiedad tradiciona­
capaz de lograr su emancipación y la emancipación so­
les [y su desarrollo implica, ante todo, que] se rompa
cial general.
de la manera más radical con las ideas tradicionales.
Frente al capitalismo, los obreros comienzan destru­
[A esto debe seguir] la elevación del proletariado a clase
yendo la maquinaria y las mercancías. Crean luego aso­
dominante, la conquista de la democracia [y el uso de] ciaciones y sindicatos de clase para defender sus inte­
su hegemonía política para [...] centralizar todos los
reses económicos, su salario. Y finalmente se unen, a
instrumentos de producción en manos del Estado, es escala nacional, como clase social, y, por tanto, como
decir, del proletariado organizado como clase dominan­ partido político; partido continuamente destruido y con­
te, y para incrementar lo más posible la masa de las tinuamente vuelto a reconstruir por la «competencia en­
fuerzas productivas» (Ibíd., p. 56).
tre los propios obreros» (ibíd., p. 145).
Tomando como modelo al proletariado inglés, el Ma­
Finalmente,
nifiesto diseña la tesis de la clase-partido, o del partido-
una vez que, en el curso de la evolución, las diferen­ clase, como la clase obrera en lucha en los distintos
cias de clase hayan desaparecido y toda la producción frentes sociales (sindical, político, ideológico y demás),
se halle concentrada en manos de los individuos aso­ en la medida en que alcanza la conciencia de clase y
ciados, el poder público perderá su carácter políti­ en tanto lucha prácticamente para acabar con el capi­
co [...]. El poder político en su sentido estricto es el talismo y la sociedad de clases en general.
poder organizado de una clase para oprimir a otra. En la práctica social concreta, el partido de la clase
(Ibíd., p. 157) obrera se compone, pues, de múltiples partidos. Pero
hay uno, el partido comunista, que, sin ser una élite
Conviene saber que hay un falso socialismo, feudal dirigente, constituye la vanguardia de la clase, por su
o pequeñoburgués. El socialismo feudal es el «socialis­ mayor autoconciencia y su política intemacionalista;
mo clerical», de la clase feudal eclesiástica, que añora y no es una élite dirigente porque el desarrollo de esas
las relaciones de producción * medievales, con una total cualidades depende del avance relativo de la clase obre­
incapacidad de comprender la marcha de la historia ra en su conjunto hacia la autodirección y la autoeman-
(ibíd., p. 158). cipación, porque es un producto histórico de la clase
Hay también un socialismo pequeñoburgués, propio como tal.
126 127
Los comunistas no son un partido aparte, frente Alemana (concretado en la formación de una legión
a los demás partidos. No tienen intereses separados alemana de «profesores en barricadas, que fue aplas­
de los intereses de todo el proletariado [...]. El ob­
jetivo inmediato de los comunistas es el mismo que tada nada más atravesar el Rin), Marx y Engels fun­
el de todos los demás partidos proletariados: la for­ daban en París el Club de los Obreros Alemanes, mien­
mación del proletariado como clase, el derrocamiento tras, en el comité central de la Liga, maduraban la es­
como clase, el derrocamiento de la dominación de la trategia y la táctica comunista en función de las nue­
burguesía, la conquista del poder político por parte vas condiciones.
del proletariado. Las Reivindicaciones del partido comunista en Ale­
(Ibíd., p. 149) mania, redactadas por Marx y Engels y suscritas por
el pleno del comité, se presentaban como el programa
común de la clase obrera, el campesinado y la pequeña
7.2. La revolución en la práctica: lucha burguesía democrática, y se convirtieron de hecho en
el programa de la vanguardia política liberal alemana
comunista por un frente antifeudal durante la revolución. Su orientación, antifeudal, era
en Alemania democrático-radical: república única e indivisible; su­
fragio universal y retribución de los obreros elegidos
El 29 de enero de 1848 el gobierno francés conmi­ como parlamentarios; abolición de la propiedad y los
naba a F. Engels para que abandonase Francia en un gravámenes feudales; separación de la Iglesia y el Es­
plazo de 24 horas. El 31 llegaba a Bruselas. Para en­ tado, justicia gratuita y educación pública; nacionali­
tonces Marx había concluido el Manifiesto, que vería la zación de la banca y el transporte; ejército popular; y
luz al mes siguiente en lengua alemana, en Londres, y sistema fiscal progresivo.
que sería traducido en seguida a varias lenguas. Mien­ Como otros comunistas, hasta un total de trescientos
tras tanto, los acontecimientos políticos se precipitaban. o cuatrocientos, Marx y Engels se dirigieron, según
Primero fue la victoria de los demócratas radicales acuerdo del comité central, a Alemania, ubicándose allí
sobre los cantones reaccionarios y la expulsión de los donde podían ser más útiles, después de disolver la
jesuítas, en Suiza. Luego, el derrocamiento de la mo­ Liga. Concretamente ellos, tenían el proyecto de editar
narquía borbónica en Nápoles y la proclamación de un gran diario democrático-radical, que defendiera la
la república en Nápoles, Turín y Florencia. El 25 de revolución burguesa desde el punto de vista de los inte­
febrero se proclamaba la Segunda República Francesa, reses de la clase obrera y que orientara la política de
y, tras esto, el movimiento revolucionario estallaba en los comunistas y de la izquierda democrática en gene­
Austria (Viena, 13 de marzo), Prusia (Berlín, 18 de mar­ ral. Hallándose en Colonia desde el 11 de abril, Marx
zo) y el Milanesado, entre otros países. invirtió la herencia paterna en la eqipresa, y Engels,
El comité central de la Liga, con sede en Londres, sus ingresos personales. Y el 1 de junio la Nueva Ga­
cedió sus poderes al de Bruselas, para trasladarse fi­ ceta Renana estaba en la calle.
nalmente a París, con Marx como presidente, al ser ex­
pulsado éste de Bélgica el 3 de marzo. El 21 le seguía
Engels, y el 31 se constituía en Prusia un gobierno li­
beral, monárquico y controlado por la alta burguesía, 7.3. La «Nueva Gaceta Renana», en la lucha
que, aun así, sancionaría legalmente varios derechos por la democracia
democráticos fundamentales.
Ante esta situación, oponiéndose al proyecto de la El periódico se presentaba como órgano de la demo­
pequeña burguesía radical de la Sociedad Democrática cracia, como recordaría Engels en los años ochenta:

128 129
)
Cuando fundarnos en Alemania un gran periódico y, aunque al cabo de un mes no quedaba ni uno de
nuestra bandera no podía ser otra que la bandera ellos, la Nueva Gaceta Renana llegó pronto a ser el
de la democracia; pero de una democracia que des­ periódico más famoso de la revolución.
tacaba siempre, en cada caso concreto, el carácter En los primeros meses, mientras Marx y Engels re­
específicamente proletario [...]. Si no hubiéramos pro­ comendaban a los miembros de la Liga el ingreso en
cedido de este modo [...], no nos hubiera quedado
más remedio que ponernos a predicar el comunismo las sociedades democráticas, ellos mismos entraban
en alguna hojita lugareña y fundar, en vez de un gran en la Sociedad Democrática de Colonia, mientras parti­
partido de acción, una pequeña secta. Pero el papel cipaban activamente en la fundación de la Unión Obre­
de predicadores en el desierto ya no nos cuadraba; ra de la ciudad. La alianza con la burguesía democrá­
habíamos estudiado demasiado bien a los utopistas tica fue también la política defendida en ese período
para caer en ello. No era para eso para lo que ha­ por el diario, que explicaba la tendencia de la gran bur­
bíamos trazado nuestro programa. guesía al entendimiento con el absolutismo prusiano
(E nüi-i.s : 1975, Marx y la « Nueva Gaceta del Rin», y denunciaba el «cretinismo parlamentario» de los dipu­
página 330) tados peqúeñoburgueses democráticos por sus concesio­
nes a la derecha.
Por lo mismo, el programa político de la Nueva Gaceta La política de frente único democrático y anti feudal
del Rin constaba de dos puntos fundamentales: Repú­ se mantuvo en el diario hasta finales de 1848: ante
blica alemana democrática, una e indivisible, y guerra todo, había que impulsar la revolución burguesa. Tras
con Rusia (ibíd., p. 332); esto último porque el imperia­ la masacre de los obreros parisienses de finales de junio
lismo feudal de los /ares era entonces el principal aliado de 1848, la contrarrevolución avanzaba en Alemania
de la reacción interior en los países centroeuropeos. mientras el periódico defendía una solución progresista
Dominado por Marx, y con Engels como redactor de de la cuestión agraria, la renovación del aparato del
la mayor parte de los editoriales, el periódico tuvo estado militarista prusiano —todavía intacto— y una
siempre una orientación claramente izquierdista, que se política intemacionalista democrática. Luego, a los re­
fue radicalizando en la medida en que la contrarrevo­ gistros y detenciones de obreros y redactores progre­
lución consiguió imponerse en Alemania. Engels apunta: sistas, a la suspensión de los periódicos liberales, siguió
la declaración de estado de guerra en Colonia, el aplas­
Febrero y marzo sólo podían tener el significado de tamiento del levantamiento popular en Francfort, y la
una autentica revolución siempre y cuando no fuesen caída del gobierno burgués prusiano en septiembre;
el remate, sino, por el contrario, el punto de partida el propio Engels tuvo que huir de Colonia. Pero sólo
de un largo movimiento revolucionario, en el que
(como había ocurrido en la gran Revolución france­ ante la irrupción militar de la contrarrevolución en
sa) el pueblo se fuese desarrollando a través de sus Viena en noviembre y el golpe de estado prusiano que
propias luchas, en el que los partidos se fuesen des­ concluyó en diciembre con la disolución del parlamento
lindando cada vez más nítidamente hasta coincidir en Prusia, la redacción del periódico cambiaría su vi­
por entero con las grandes clases —burguesía, peque­ sión táctica.
ña burguesía y proletariado— y en el que el proleta­ En tanto que la línea editorial de la Nueva Gaceta
riado fuese conquistando, en una serie de batallas,
Renana difundía consignas tales como la negativa a pa­
una posición tras otra.
(Ibíd., p. 333) gar impuestos, la formación de comités de seguridad y
la organización de milicias populares, Marx y Engels
Abandonada por la mitad de sus accionistas primi­ alentaban la formación de sociedades obreras indepen­
tivos, burgueses alarmados por la linea radical del diario dientes hasta constituir un partido obrero nacional. En

130 131
marzo de 1849 la Unión Obrera de Colonia, concreta­
mente, rompía con la Sociedad Democrática, mientras
la inflexión radical del periódico se hacía más profunda.

En la primavera de 1849, a medida que se acercaba


la batalla decisiva, el lenguaje del periódico iba ha­
ciéndose más violento y más apasionado [...]. Al mis­
mo tiempo, se publicó en abril en una serie de artícu­
los editoriales la obra de Marx sobre el trabajo asala­
riado y el capital, que constituía una clarísima indica­
ción sobre los objetivos sociales de nuestra política.
Cada número, cada edición extraordinaria, aludían a
la gran batalla que se estaba preparando [...]. Por
fin, el 18 de mayo de 1849 descargó el golpe.
(Ibíd., pp. 335-336)

Confiando en los levantamientos populares de mayo


—en respuesta al rechazo por el monarca de la Consti­
tución del Reich aprobada por la asamblea nacional de
Francfort— y en la recuperación general de la revolu­
ción en Europa, Marx y Engels intentaron todavía in­
fluir en la dirección de la revolución alemana. Sin em­
bargo, tras el éxito de la contrarrevolución en Renania
y Westfalia, el gobierno procesaba a la redacción de
la Nueva Gaceta Renana y expulsaba a Marx de Prusia.
Mientras el día 18 de mayo veía la luz el último número
del diario, impreso en tinta roja y cerrado con la con­
signa de ¡Emancipación de la clase obrera!, Marx salía
para París, dejando a Engels enrolado en las filas del
ejército revolucionario palatino badense, que resistiría
hasta los primeros días de julio frente al primer cuer­
po del ejército prusiano.
Forzado a abandonar también Francia tras el fraca­
so del levantamiento del 13 de junio, Marx llegaba a
Londres el 24 de agosto, con el propósito de poner allí
en marcha una nueva publicación. Poco a poco harían
lo mismo otros miembros del comité central de la
Liga de los Comunistas. Reclamado por su amigo, En­
gels embarcaría asimismo el 6 de octubre, en Génova,
con dirección a Inglaterra.

132
J
7.4. Enseñanzas de la revolución
En Londres, la Liga se reorganiza como sociedad
secreta, para inmediatamente centrarse en las áreas
más urgentes: ayuda a los refugiados; restablecimiento
de las relaciones políticas con los inmigrantes alemanes
y con las fuerzas obreras y democráticas izquierdistas
internacionales, y balance político de la experiencia re­
volucionaria.
El mensaje del comité central a los comunistas, re­
dactado por Marx y Engels, resume las principales
enseñanzas políticas de la revolución con vistas a la es­
trategia y a la táctica a seguir en una futura coyuntura
revolucionaria: autonomía del partido obrero; revolución
permanente; toma del poder por el proletariado, y prác­
tica de una política centralizadora frente a la anarquía
y el particularismo feudales.

Hay que restablecer la independencia de los obre­


ros [...]. El partido obrero debe actuar de la ma­
nera más organizada, más unánime y más indepen­
diente, si no quiere ser explotado de nuevo por la
burguesía y marchar a la cola de ésta, como en 1848.
(Marx-Engels: 1975, Mensaje del Comité Central a
la Liga de los Comunistas, pp. 92-93)

La actitud del partido obrero revolucionario ante la


democracia pequeñoburguesa es la siguiente [...].
Mientras que los pequeños burgueses democráticos
quieren poner fin a la revolución lo más rápidamen­
te que se pueda [...], nuestros intereses y nuestras
tareas consisten en hacer la revolución permanente
hasta que sea descartada la dominación de las clases
más o menos poseedoras, hasta que el proletariado
conquiste el Poder del Estado, hasta que la asocia­
ción de los proletarios se desarrolle [...] en todos los
países predominantes del mundo [...], y hasta que
por lo menos las fuerzas productivas decisivas estén
concentradas en manos del proletariado.
(Ibíd., pp. 95-96)

Los obreros no sólo deberán defender la República


Alemana una e indivisible, sino luchar en esta Repú-

133
blica por la más resuelta centralización del Poder en polución y contrarrevolución en Alemania (New York
manos del Estado. Los obreros no se deben dejar des­ Daily Tribune, 1851-1852), de Engels; y El dieciocho
orientar por la cháchara democrática acerca del mu­ Brumario de Luis Bonaparte (en Die Revolution, re­
nicipio libre, la autonomía local, etc. [...]. Lo mismo vista mensual fundada por J. Weydemeyer, recién emi­
que en Francia en 1793, la centralización más rigu­ grado, en 1852), con el análisis de Marx sobre el golpe
rosa debe ser hoy, en Alemania, la tarea del partido de estado francés de Luis Napoleón en diciembre de 1850.
verdaderamente revolucionario. En conjunto, estos escritos vienen a constituir una
(Ibíd., p. 101) obra común centrada en el análisis histórico de la re­
volución europea de 1848, y contando con las claves
En 1850 la Liga se había consolidado, e incluso, en teóricas básicas de la concepción materialista de la
abril, las relaciones con el ala izquierda del cartismo in­ historia como «hilo conductor». Refiriéndose concreta­
glés y los blanquistas franceses se concretaban en la mente a las luchas de clases en Francia, en 1895, escri­
Sociedad Universal de los Comunistas Revolucionarios, biría Engels:
todo un hito en la historia del movimiento obrero inter­
nacional, pese a lo breve de su existencia. Sin embargo, En el Manifiesto Comunista se había aplicado a
para entonces Marx y Engels habían comprendido que grandes rasgos la teoría a toda la historia moderna,
y, en los artículos publicados por Marx y por mí en
la coyuntura revolucionaria general había pasado. En la Nueva Gaceta del Rin, esta teoría había sido em­
el trabajo «Reseña. De mayo a octubre», publicado en pleada constantemente para explicar los aconteci­
la Nueva Gaceta del Rin. Revista de política y economía, mientos políticos del momento. Aquí, en cambio, se
se explicaba el carácter mundial del ciclo de la produc­ trataba de poner de manifiesto, a lo largo de una
ción capitalista y la superación de la crisis periódica evolución de varios años, tan crítica para toda Euro­
de 1847: habría que esperar la nueva crisis que, con pa, el nexo causal interno; se trataba de reducir, si­
guiendo la concepción del autor, los acontecimientos
toda seguridad, vendría tras la expansión que entonces políticos a efectos de causas, en última instancia,
se iniciaba. De hecho, el propio comité central de la económicas.
Liga se trasladaría a Colonia, tras la escisión (en sep­ (E ngels: 1975, Las luchas de clases en Francia de
tiembre) de un sector dispuesto a provocar una insu­ 1848 a 1850, Introducción de 1895, p. 104)
rrección en Alemania, y con vistas a contrarrestar su
influencia política negativa sobre la clase obrera. Claro —reconocería Engels— que

cuando se aprecian sucesos y series de sucesos de la


historia diaria, jamás podremos remontarnos hasta
7.5. Análisis histórico y balance final las «últimas» causas económicas [..7]. Una visión cla­
ra de conjunto sobre la historia económica de un
Entre febrero y noviembre del mismo 1850 vieron período dado no puede conseguirse nunca en el mo­
la luz en Hamburgo los seis únicos números (el último, mento mismo, sino sólo con posterioridad, después
doble) de la nueva revista de política y economía, en la de haber reunido y tamizado los materiales [...]. Huel­
que se incluían importantes trabajos históricos de Marx ga decir —añadiría— que esta desestimación inevita­
(Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850) y de ble de los cambios que se operan al mismo tiempo
Engels (La campaña por la Constitución del Reich en en la situación económica —verdadera base de to­
dos los acontecimientos que se investigan— tiene que
Alemania y La guerra de los campesinos en Alemania). ser necesariamente una fuente de errores. Pero todas
A éstos seguirían otros dos, igualmente notorios, apa­ las condiciones de una exposición sintética de la his­
recidos en la prensa estadounidense progresista: Re-
135
134
toria diaria implican inevitablemente fuentes de erro­ chas entre clases sociales *, y que la existencia, y por
res, sin que por ello nadie desista de escribir la his­ tanto también los choques de estas clases, están con­
toria diaria. dicionados, a su vez, por el grado de desarrollo de su
(E ngels: 1975, La guerra de los campesinos en Ale­ situación económica, por el modo de producción * y de
mania, p . 105) su cambio, condicionado por ésta.
(E ngels: 1975, Contribución a la «Crítica de la eco­
Pese a estas limitaciones, los análisis históricos de nomía política» de Carlos Marx, p. 232)
Marx y Engels son todavía hoy un modelo genial de
historia razonada, militante y actual. Partiendo del re­ Con estas bases teóricas se trata de explicar la lógica
conocimiento de la especificación histórica de todos histórica de procesos sociales recientes, como el golpe
los procesos sociales, así como de la teoría de la lucha de estado de Luis Napoleón en Francia; o lejanos, como
de clases elaborada por los historiadores de la revolu­ la guerra de los campesinos en Alemania a principios
ción francesa, Marx y Engels veían en estas investiga­ del siglo xvi.
ciones científicas una forma más para avanzar en el
sentido de la revolución social permanente impulsada Demuestro cómo «la lucha de clases» creó en Fran­
por el proletariado. cia las circunstancias y las condiciones que permitie­
Marx escribe a Weydemeyer el 5 de marzo de 1852: ron a un personaje mediocre y grotesco representar
el papel de héroe.
En lo que a mí respecta, no ostento el titulo de des­ (M arx : 1975, El dieciocho brumario de Luis Bona-
cubridor de la existencia de clases en la sociedad mo­ parte, Prólogo a la 2.a edición, p. 230)
derna, ni tampoco de la lucha entre ellas. Mucho an­
tes que vo los historiadores burgueses habían descri­ Por su parte, Engels explica:
to el desarrollo histórico de esta lucha de clases, y
los economistas burgueses, la anatomía económica de
clases. Lo nuevo que aporté fue demostrar: En mi exposición [...], trato de explicar el origen
de la guerra campesina, la posición ocupada por los
a) que «la existencia de las clases» está vinculada diferentes partidos que intervienen en ella, las teorías
únicamente a «fases particulares, históricas, del políticas y religiosas con que estos partidos procura­
desarrollo de la producción». ban explicarse ellos mismos su posición, y, por últi­
b) que la lucha de clases conduce necesariamente a mo, el propio desenlace de la lucha, como una conse­
la «dictadura del proletariado». cuencia necesaria de las condiciones históricas de la
c) que esta misma dictadura sólo constituye la tran­ vida social de estas clases en aquella época.
sición hacia la «abolición de todas las clases» y a (E ngels: 1975, La guerra de los campesinos en Ale­
una «sociedad sin clases». mania, Prólogo a la 1.aedición, p. 629)
(M arx-Encels: 1973, Correspondencia, p. 55)
Hacia 1850, Marx y Engels, sin otros modelos histó­
Todo lo cual puede resumirse —en palabras de En­ ricos que las revoluciones francesas de 1789 y 1830,
gels— en el descubrimiento de habían entendido que las revoluciones burguesas de 1848
resultaron, en última instancia, de la interrelación dia­
la gran ley que rige la marcha de la historia, la ley léctica de una crisis de subsistencias típica del antiguo
según la cual todas las luchas históricas, ya se des­ régimen socioeconómico (enfermedad de la patata y
arrollen en el terreno político, en el religioso o en malas cosechas; carestía de la vida y malestar campe­
otro terreno ideológico cualquiera, no son, en reali­ sino) y una crisis propia de la economía moderna o
dad, más que la expresión más o menos clara de lu­ capitalista. Sabían que el antiguo régimen social y po-

137
lítico (el feudalismo, el absolutismo) no podía durar,
y confiaban en que, al sobrevenir una nueva crisis —ca­
pitalista o dual—, el proletariado impulsaría la revolu­
ción burguesa en el sentido del socialismo. Pero se
equivocaron en varias cosas: por ejemplo, ni el capi­
talismo estaba todavía maduro, ni el proletariado in­
dustrial era todavía una clase social importante —con
excepción de Inglaterra.
La revolución había venido, en cualquier caso, a con­
firmar básicamente el pensamiento previo de Marx y
Engels en el plano de la lucha social y política y en la
coyuntura de la revolución burguesa: el proletariado
debía impulsar la constitución de un partido obrero
independiente, revolucionario y científico, capaz de ha­
cer la revolución permanente y de profundizar en esa
revolución hasta tomar el poder; y, además, la unión
de obreros y campesinos, bajo la hegemonía de los
primeros, resultaba decisiva para avanzar realmente
frente al régimen feudal, frente a la traición de la gran
burguesía y el miedo y la indecisión de la pequeña bur­
guesía. Sin embargo, de momento, desaparecida ya la
coyuntura política revolucionaria de 1848, se imponía
la vuelta al estudio, con vistas sobre todo a consolidar
la construcción de la ciencia del capitalismo, al desa­
rrollo de las condiciones teóricas de la revolución. De
hecho, desde finales de 1850, Engels se reincorpora a
su trabajo como empleado, con un salario discreto, en
la fábrica familiar de Manchester. En cuanto a Marx,
estudia ya en la sala de lectura del Museo Británico,
donde va a pasar tantos años difíciles. Todavía tendrá
que ocuparse temporalmente del trabajo político, sobre
todo para desmontar el tinglado amañado por la reac­
ción prusiana para condenar a prisión militar a los co­
munistas de Colonia, con calumnias y falsas pruebas.
Los resultados de su investigación se publicarán en for­
ma de artículo, con el título de Revelaciones sobre el
proceso de los comunistas de Colonia, en el New York
Daily Tribune. Pero desde 1852 podrá centrarse definiti­
vamente en sus estudios económicos. En cuanto a la
Liga, se disolverá formalmente, a propuesta suya, en
noviembre de ese mismo año: en la práctica se había
extinguido ya para entonces.

138
La c ie n c ia d e l c a p ita lis m o , u n a c ie n c ia
en c o n s t r u c c ió n (1 8 5 2 -1 8 6 4 )

8.1. Sobrevivir para entender: un laboratorio


desde el que observar la historia
Los años cincuenta serán años difíciles para Marx y
para su familia. Había invertido toda la herencia pa­
terna en la edición de la Nueva Gaceta Renana y la
revista editada, a continuación, en Hamburgo, había
resultado ruinosa. Junto a Jenny, consejera permanente
y secretaria ideal, y H. Demuth, un miembro más de la
familia que se ocupaba de los quehaceres domésticos,
tuvo que sufrir las enfermedades continuas de sus hi­
jos pequeños, la muerte de tres de ellos (uno, Edgar,
a los ocho años), la estrechez, incluso el hambre, y la
huida frecuente de los acreedores. Y pese a todo, como
Engels, siguió tan jovial y optimista como siempre.
Engels le ayudó cuanto pudo. Su vuelta a Manches-
ter se debió, en parte, a la necesidad de contar con
un medio de vida que les permitiera a ambos sobre­
vivir materialmente para poder dedicarse a entender
mejor la realidad social. Engels escribió para Marx

139
más de la cuarta parte de los artículos que éste publicó extraordinariamente interesante. Ciertamente, a la de­
en el New York Daily Tribune desde 1851, y que fueron rrota de las revoluciones de 1848 siguieron varios años
su principal fuente de ingresos regulares. Y, a partir de cerrada reacción política internacional, pero el ca­
de 1856, el aumento de sus ingresos profesionales le pitalismo se movía, engendrando nuevas contradiccio­
permitió atender sistemáticamente las necesidades de nes objetivas, en tanto que la revolución burguesa ten­
la familia Marx, si bien sólo en los sesenta esa ayuda dría que afrontar antes o después problemas cruciales
suya llegaría a ser suficiente. todavía no resueltos: la supresión de la servidumbre en
Separados por ocho horas de viaje en tren, Marx y Rusia, la de la esclavitud en los Estados Unidos y la
Engels no sólo se veían con cierta frecuencia cuando unidad e independencia nacional de Alemania, Italia,
Engels se desplazaba a Londres, sino que se escribían Polonia, Hungría y otros países, eran probablemente
continuamente. Sus cartas (más de 1.300, en los veinte los más importantes.
años de su separación) constituyen en realidad un autén­ Además, el desarrollo del capitalismo en determina­
tico laboratorio intelectual desde el que observan, ar­ dos países (en Alemania, por ejemplo, que, hacia 1860,
mados con la teoría, la historia; aparte de significar sobrepasaría a Francia) se traducía en el aumento de
un fondo de riqueza biográfica excepcional. Ellas prue­ la importancia social de la clase obrera, y su expansión
ban también hasta qué punto su pensamiento es un general originaba las guerras coloniales, agravando los
pensamiento compartido. En las cartas se habla de conflictos entre las principales potencias. Por eso, en
todo (de filosofía y de ciencia; lingüística y literatura; principio, Marx y Engels confiaban en que, antes o des­
ingeniería y matemáticas; historia y política; política pués, sobrevendría un nuevo cuarenta y ocho. Y en
en general y política obrera en particular), pero sobre sus artículos periodísticos aplicaron el materialismo dia­
todo de economía y política. Allí se ordena la informa­ léctico e histórico * a la observación e interpretación
ción, se discuten las hipótesis y se afina continuamente de la historia.
la teoría. Páginas clave de los escritos económicos de Primero fue la guerra entre Rusia y Turquía, en 1853,
Marx y artículos periodísticos prácticamente acabados cuya internacionalización originó la guerra de Crimea
tuvieron allí su origen. (1854-1856). Luego, la insurrección de la India (1857-1859),
En los años cincuenta, los problemas más discutidos las guerras coloniales de China (1856-1860), el estallido
fueron, sobre todo, los relativos a la política interna­ de la guerra de Francia e Italia contra Austria (1859),
cional: escribieron 487 artículos para el New York Daily la guerra de secesión de los Estados Unidos (1861-1865),
Tribune (que con sus 200.000 ejemplares era el periódi­ la ocupación de Indochina por Francia (1862), la ocu­
co de mayor tirada mundial), más otros para la prensa pación francesa de México, el levantamiento polaco
de la izquierda cartista (sobre todo, The People’s Paper contra la Rusia zarista (1863) y la guerra entre Austria
y Notes to the People) y algunos periódicos más, aparte y Prusia (1866). Por último, la guerra francoprusiana y
de una importante colaboración en la New American la unidad nacional de Alemania e Italia (1870-1871),
Ciclopedia. En esos trabajos, Marx, que preparará escru­ entre otros acontecimientos internacionales importantes.
pulosamente sus artículos, se las arreglará para rela­ A lo que hay que unir importantes procesos nacionales
cionar la discusión de las cuestiones políticas más im­ como la «revolución» española de 1854-1856, la evolu­
portantes de la actualidad con su investigación central ción inglesa, laboratorio social donde se experimentaba
sobre el capitalismo, mientras Engels se especializará el capitalismo, la abolición de la servidumbre en Ru­
sobre todo en la teoría militar general (y de la clase sia (1861) y de la esclavitud en los Estados Unidos, o
obrera en particular), hasta convertirse en una auto­ la constitución de la Unión General alemana de los
ridad en la materia. Trabajadores (1863). Y, sobre todo, la crisis periódica
Por lo demás, aquella época fue una época histórica del capitalismo en 1857 y la recuperación del movi­

140 141
miento obrero, a partir de los años inmediatos, hasta la situación tan favorable que ofrece Londres para la
constituir la Primera Internacional en 1864. observación de la sociedad burguesa, y, en fin, la nue­
Apoyándose en su correspondencia, Marx y Engels va fase de desarrollo en que ésta parecía entrar por
observarían atentamente todos estos procesos, inten­ el descubrimiento del oro californiano y australiano,
tando identificar su lógica particular y explicándola me decidieron a comenzar de nuevo por el principio
en sus artículos periodísticos, aplicando su concepción y a someter a un examen crítico los nuevos mate­
riales.
materialista de la historia *, desde una posición socia­
lista. Pero, en cualquier caso, lo más importante para M arx : 1970, Contribución a la «Crítica de la econo­
ellos fue siempre el conocimiento científico de la so­ mía política», p. 40)
ciedad capitalista y de su lógica social, tanto más cuan­
Sin embargo, «la imperiosa necesidad de producir un
to más se alejaba la coyuntura contrarrevolucionaria
trabajo remunerador» (ibidem), unida a la constante lu­
y más se recuperaban las fuerzas sociales y políticas
cha con la información y la documentación, retrasó
democráticas y progresivas.
sistemáticamente el progreso de la investigación. De
hecho, como científico genuino, Marx se esforzará cons­
tantemente por dominar todos los hechos significativos
8.2. Comprender el capitalismo, la tarea y la teoría científica burguesa, con el fin de poder ob­
más urgente servar todos los acontecimientos pertinentes desde la
máxima altura teórica. De este modo será capaz de
En 1850, Marx vivía en Inglaterra, el único país ple­ puntualizar determinados hechos, sorprenderse ante lo
namente capitalista. inédito y descubrir otros sucesos nuevos, hasta cons­
truir una teoría más coherente y completa que la bur­
En ningún otro país —escribiría en su carta de guesa, además de eficaz en orden a la explicación de
9 de marzo de 1854 al «Parlamento Obrero» de Man- los acontecimientos y a la previsión del futuro. Pero
chester— ha asumido dimensiones tan colosales, y este esfuerzo ocupará, en la práctica, la mayor parte
aspectos tan precisos y palpables, la guerra entre de su tiempo durante el resto de su vida.
las dos clases que constituyen la sociedad moderna. Los manuscritos de 1857-1858 (publicados en 1939,
(M arx -Engels: 1973, Correspondencia, p. 79) como «Líneas fundamentales de la crítica de la economía
política») representan una primera síntesis, para uso
Por entonces trabajaba ya diariamente en la ciencia personal, de las investigaciones económicas de Marx.
del capitalismo, de nueve de la mañana a siete de la Al concluirla, vuelve a la idea de «editar un trabajo
tarde, en la biblioteca del Museo Británico. Pero, tanto completo en 'cuadernos sin plazo fijo'», de los que sólo
la masa de nuevos documentos, como la trascendencia se edita el primero: «Contribución ct la crítica de la
de los cambios socioeconómicos del mundo, le obliga­ economía política», de 1859. Pero los avances son siem­
ron a reemprender su investigación desde el comienzo pre difíciles.
mismo.
La cosa —informaba a F. Lassalle (1825-1864) el 22
La publicación de la Nueva Gaceta Renana en 1848- de febrero de 1858— hace progresos muy lentos, por­
1849 —explicaría en 1859— y los acontecimientos pos­ que tan pronto como uno trata de llegar a un ajuste
teriores interrumpieron mis estudios económicos, que final de cuestiones que durante años han sido el tema
no pude proseguir hasta 1850, en Londres. La prodi­ principal de estudio, aquéllas revelan constantemente
giosa cantidad de materiales para la historia de la nuevos aspectos y exigen nueva consideración.
Economía política amontonada en el British Museum, (M arx -E ngels: 1973, Correspondencia, p. 188)

142 143
Además, en 1859 tiene que redactar El señor Vogt (1860), complementario de Engels (sobre todo el tercero): con
un alegato contra el principal agente de la política la publicación del tomo segundo, sobre el proceso de
bonapartista de Napoleón III en Alemania, mientras circulación del capital (1885), y del tercero, el proceso
se agravan sus problemas materiales. En carta a Kugel- de producción capitalista en su conjunto, la ciencia del
mann, de 28 de diciembre de 1862, se justifica por el capitalismo clásico quedaba, básicamente, construida.
retraso:

En 1861, debido a la guerra civil norteamericana,


perdí nú principal fuente de ingresos, el New York 8.3. La amplitud del proyecto y sus claves
Tribune [...]. De manera que fui obligado y estoy teóricas básicas
obligado a aceptar una cantidad de trabajo de peón
para no quedar en la calle junto con mi familia. In­ Desde su juventud, cuando proyectaba su «Crítica de
clusive había decidido volverme un «hombre prácti­ la política y de la economía política», Marx quiso siem­
co», y estuve por tomar un empleo en una oficina
ferroviaria a principios del año próximo. ¿He de lla­ pre escribir una obra capaz de esclarecer la lógica
marlo buena o nuda suerte? La cuestión es que no general de la sociedad moderna, y no sólo su lógica
conseguí el puesto debido a mi mala caligrafía. De social y económica, aunque, según él, ésta era la más
modo que usted ve que tenía poco tiempo y poca importante e imprescindible para el dominio de la pri­
paz para el trabajo teórico. mera. Y hay textos, como la famosa serie de «puntos
(Ibíd., p. 189) que han de ser mencionados aquí y que no deben ser
olvidados» (M arx : 1977, Líneas fundamentales de la crí­
Aun así, el manuscrito de enfoque histórico, elabo­ tica..., p. 33), de los manuscritos de 1857-1858, que prue­
rado en el período 1861-1863, Teorías sobre la plusvalía, ban que nunca renunció a dicha comprensión integral.
quedará igualmente inédito hasta que K. Kautsky lo Fueron los problemas materiales (las dificultades eco­
publique en tres volúmenes como tomo cuarto y último
nómicas y las enfermedades familiares), la dificultad
de El capital.
objetiva de la ciencia de la economía capitalista y el
La cosa —le comenta a Engels el 15 de agosto de tiempo dedicado al trabajo político, los factores que im­
1863— no marcha conforme a lo que mi propia impa­ pidieron que Marx pudiera ni aun concluir la parte
ciencia [...] desea [...]. He tenido que cambiarlo todo económica de la sociología del capitalismo, la crítica
y [...] redactar incluso la parte histórica con docu­ de la economía política, El capital.
mentos de los cuales muchos eran completamente En cuanto a las claves teóricas más generales de esta
desconocidos. obra, en el famoso prólogo de 1859 se encuentra la
(Ibíd., pp. 136-137)
formulación más nítida y precisa de la concepción
Abandonando el plan iniciado con la publicación del materialista de la historia ya adelantada por Marx y
cuaderno de 1859, Marx habla ahora de «mi escrito», Engels en La ideología alemana.
de «mi libro», y trabaja ya en el proyecto definitivo
de su gran obra. Concluido el borrador del primer tomo 1. En la producción social de su existencia, los hom­
en 1865, la redacción definitiva vería la luz en septiem­ bres entran en relaciones determinadas, necesarias,
bre de 1867. Y a este primer tomo, sobre el proceso de independientes de su voluntad: estas relaciones de
producción * corresponden a un grado determinado de
producción del capital, seguiría todavía la ardua pre­
desarrollo de sus fuerzas productivas * materiales.
paración de los siguientes, que quedarían inéditos hasta
después de su muerte, no sin exigir un enorme trabajo (M arx : 1970, Contribución a la crítica..., p. 37)

144 145
2. Durante el curso de su desarrollo las fuerzas
productoras de la sociedad entran en contradicción
con las relaciones de producción existentes, o, lo cual
no es más que su expresión jurídica, con las relacio­
nes de propiedad en cuyo interior se han movido has­
ta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas que eran, estas relaciones se convierten
en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una épo­
ca de revolución social. El cambio que se ha produ­
cido en la base económica * trastorna más o menos
lenta o rápidamente toda la colosal superestructu­
ra [...]. Una sociedad no desaparece nunca antes de
que sean desarrolladas todas las fuerzas productoras
que pueda contener, y las relaciones de producción
nuevas y superiores no se constituyen jamás en ella
antes de que las condiciones materiales de existencia
de esas relaciones hayan sido incubadas en el seno
mismo de la vieja sociedad.
{Ibid., pp. 37-38)

3. El conjunto de estas relaciones de producción


constituye la estructura económica de la sociedad, la
base * real, sobre la cual se levanta una superestruc­
tura jurídica y política y a la que corresponden for­
mas sociales determinadas de conciencia.
(Ibíd., p. 37)

3.1. En otros términos: el modo de producción de


la vida material condiciona el proceso de la vida so­
cial, política e intelectual en general.
(Ibídem)

3.2. Lo que quiere decir, en primer lugar, que las


relaciones jurídicas, así como las formas de Estado,
no pueden explicarse ni por sí mismas, ni por la lla­
mada evolución general del espíritu humano [...]; se
originan más bien en las condiciones materiales de
existencia.
(Ibíd., pp. 36-37)

3.3. Y, en segundo término, que no es la concien­


cia de los hombres la que determina la realidad; por
el contrario, la realidad social es la que determina su
conciencia.
(Ibíd., p. 37)
\r
4. Por lo mismo, en las épocas de revolución so­
cial:
4.1. Importa siempre distinguir entre el trastorno
material de las condiciones económicas de produc­
ción —que se debe comprobar fielmente con ayuda
de las ciencias físicas y naturales— y las formas jurí­
dicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en
una palabra, las formas ideológicas, bajo las cuales
los hombres adquieren conciencia de este conflicto y
lo resuelven.
(Ibíd., pp. 37-38)

4.2. Tampoco se puede juzgar tal época de trastor­


no por la conciencia de sí misma; es preciso, por el
contrario, explicar esta conciencia por las contradic­
ciones de la vida material, por el conflicto que existe
entre las fuerzas productoras sociales y las relacio­
nes de producción.
(Ibíd., p. 38)
5. Por último:
5.1. Esbozados a grandes rasgos, los modos de pro­
ducción asiáticos, antiguos, feudales y burgueses, pue­
den ser designados como otras tantas épocas progre­
sivas de la formación social y económica*.
(Ibídem)
5.2. Las relaciones burguesas de producción son la
última forma antagónica del proceso de producción
social, no en el sentido de un antagonismo* indivi­
dual, sino en el de un antagonismo que nace de las
condiciones de existencia de los individuos; las fuer­
zas productoras que se desarrollan en el seno de la
sociedad burguesa crean al mismo tiempo las condi­
ciones materiales para resolver este antagonismo. Con
esta formación social termina, pues, la prehistoria de
la sociedad humana.
(Ibídem)

8.4. La lógica del capitalismo, una lógica


dialéctica
Marx concibe el « desarrollo de la formación econó­
mica de la sociedad» como un «proceso histórico-natu-

147
ral» (M a r x : 1973, El capital. I, prólogo, p. XV). El «des­ desarrollo. Podrá únicamente acortar y mitigar los
arrollo de la formación económica de la sociedad» es dolores de su parto.
el «desarrollo de la producción». Ahora bien: (Ibíd., pp. XIV-XV)
Para entender el capitalismo, Marx tuvo que estudiar
«Cuando se habla [...] de producción, se habla siem­
pre de producción en un estadio determinado de des­ a fondo la historia del capitalismo inglés, y completar
arrollo social (de la producción de individuos en ese estudio con el correspondiente a las sociedades
sociedad). Podría parecer, en consecuencia, que, para precapitalistas (la antigüedad clásica y la sociedad me­
hablar de la producción en general, tendríamos o dieval europea se conocían entonces ya bastante bien,
bien que seguir el desarrollo histórico en sus dife­ mientras que la información sobre la prehistoria hu­
rentes fases, o bien declarar desde un principio que mana, las sociedades primitivas comunales y la evolu­
tenemos que ver con una época histórica determina­ ción de Africa y de la América precolombina era mucho
da; por ejemplo, con la moderna producción burgue­ más limitada). Pero El capital no es un libro de historia,
sa, que es en realidad nuestro auténtico tema. aunque sí es la obra de un historiador. Marx se centra
(M arx : 1977, Líneas fundamentales de la crítica de en la teoría económica que hace inteligible el capitalis­
la economía política, p. 7) mo como sociedad real combinando el análisis histórico
con el análisis teórico, y siempre sobre la base, más
En la presente obra —precisará Marx, refiriéndose general, del materialismo dialéctico e histórico *. En
a «El capital»— nos proponemos investigar el «régi­ última instancia, es la teoría la que conduce el conjun­
men capitalista de producción» y las «relaciones de
producción y circulación» que a él corresponden. El to de la investigación. Véase un ejemplo básico:
hogar clásico de este régimen es, hasta ahora, «Ingla­
terra». Por eso tomamos a este país como principal En todas las formas de sociedad hay una produc­
ejemplo de nuestras investigaciones teóricas. ción determinada que asigna a todas las demás su
rango e influencia, y cuyas circunstancias, por lo tan­
(M arx : 1973, El capital. I, prólogo, p. XIV) to, asignan también a todas las demás circunstancias
su rasgo e influencia [...]. El capital es el poder eco­
Lo que de por sí nos interesa aquí —añadirá—, no nómico de la sociedad burguesa que lo domina todo.
es precisamente el grado más o menos alto de des­ Tiene que constituir tanto el punto de partida como
arrollo de las contradicciones sociales que brotan de el punto de llegada.
las leyes naturales de la producción capitalista. Nos (M arx : 1977, Líneas fundamentales de la crítica...,
interesan más bien estas «leyes de por sí», estas pp. 30-31)
«tendencias», que actúan y se imponen con férrea ne­
cesidad. Los países industrialmente más desarrollados
no hacen más que poner por delante de los valses Sin embargo, la misma teoría básica podía aplicarse,
menos progresivos el espejo de su propio porvenir [...]. en principio, con un criterio lógico, o con un criterio
Esa es, entre otras, la razón de que en este volumen histórico, dominante:
se dedique tanto espacio a exponer la historia, el
contenido y los resultados de la legislación fabril in­ Aun después de descubierto el método, y de acuer­
glesa. Las naciones pueden y deben escarmentar en do con él —aclararía Engels ya en 1859—, la crítica
cabeza ajena. Aunque una sociedad haya encontrado de la Economía política podía acometerse de dos mo­
el rastro de «la ley natural con arreglo a la cual se dos: el histórico y el lógico [...]. La historia se des­
mueve —y la finalidad última de esta obra es, en efec­ arrolla con frecuencia a saltos y en zig-zags [...]. Ade­
to, descubrir la ley económica que preside el movi­ más, la historia de la Economía política no podría
miento de la sociedad moderna», jamás podrá saltar escribirse sin la de la sociedad burguesa, con lo cual
ni descartar por decreto las fases naturales de su la tarea se haría interminable, ya que faltan todos

148 149
los trabajos preparatorios. Por tanto, el único méto-
todo indicado era el lógico. Pero éste no es, en reali­
dad, más que el método histórico, despojado única­
mente de la forma histórica y de las contingencias
perturbadoras [...]. Con este método el desenvolvi­
miento lógico no se ve obligado, ni mucho menos, a
moverse en el reino de lo puramente abstracto. Por
el contrario, necesita ilustrarse con ejemplos histó­
ricos, mantenerse en contacto con la realidad.
(E ngels: 1975, Contribución a la Crítica de la eco­
nomía política..., pp. 359-361)

Esta lógica, integradora e histórica (dialéctica), sería,


según Marx, muy productiva:

La sociedad burguesa es la organización histórica


de la producción más desarrollada y compleja. Las
categorías que expresan sus relaciones, la compren­
sión de su organización, permiten comprender la or­
ganización y las relaciones de producción de todas
las formas de sociedad pasadas, con cuyas ruinas y
elementos ella misma ha sido edificada, de los cuales
ella continúa arrastrando, en parte, consigo restos to­
davía no superados, mientras que meros indicios han
desarrollado en ella todo su significado. En la anato­
mía del hombre está la clave de la anatomía del
mono. Los indicios de las formas superiores en las
especies animales inferiores sólo pueden ser com­
prendidos cuando la forma superior misma ya es co­
nocida. La economía burguesa suministra, por lo tan­
to, la clave de la economía antigua [...]. El llamado
desarrollo histórico descansa en general en el hecho
de que la última forma [del desarrollo] considera
a las formas pasadas como estadios que conducen a
ella misma.
(M arx: 1977, Líneas fundamentales de la crítica...,
pp. 29-30)

Es decir, comprender en profundidad dialécticamen­


te la naturaleza humana es comprender la naturaleza
de las especies de cuya evolución ha resultado el hom­
bre. Comprender en profundidad el capitalismo es com­
prender el conjunto de la evolución social y sus princi­
pales estadios históricos previos. Pero no sólo eso: com-

150
r
prender, dialécticamente, el capitalismo, es estar ya en
el camino de su superación crítico-revolucionaria.

El hecho de que la dialéctica sufra en manos de


Hegel una mistificación, no obsta para que este filó­
sofo fuese el primero que supo exponer de un modo
amplio y consciente sus formas generales de movi­
miento [...]. Reducida a su forma racional, provoca
la cólera y es el azote de la burguesía y de sus por­
tavoces doctrinarios, porque en la inteligencia y ex­
plicación positiva de lo que existe abriga a la par la
inteligencia de su negación, de su muerte forzosa;
porque crítica y revolucionaria por esencia, enfoca
todas las formas actuales en pleno movimiento, sin
omitir, por tanto, lo que tienen de perecedero y sin
dejarse intimidar por nada.
(Marx: 1973, El capital. I, postfacio a la 2/ edición,
p. XXIV)

Supuesto esto, del mismo modo que en la Lógica de


Hegel se trata de estudiar el desarrollo de la categoría
de «ser» hasta llegar a la categoría de «esencia», Marx
parte del desarrollo de la «mercancía» hasta llegar al
«capital».

Sería [...] impracticable y erróneo presentar la su­


cesión de las categorías económicas en el orden en
que fueron históricamente determinantes. Su orden
de sucesión está más bien determinado por la rela­
ción que tienen entre sí en la moderna sociedad bur­
guesa.
( M a r x : 1977, Líneas fundamentales de la crítica de
la economía política, p. 31)

Se trata de exponer dialécticamente, en el plano abs­


tracto de la teoría, los vínculos reales y los condicio­
namientos objetivos correspondientes al plano concre­
to e histórico de los hechos. Marx parte siempre de la
realidad histórica y social, pero con vistas a identificar
teóricamente la ley general del desarrollo natural del
capitalismo y la lógica propia de las contradicciones
correspondientes a este modo de producción. Por eso,
en El capital, al analizar las principales categorías del
modo de producción capitalista (producción y circu-

151
lación; mercancía y dinero; capital, salario y plusvalía; cional» en el método que descubrió Hegel, pero que
etcétera), se eleva sistemáticamente del enfoque parcial al mismo tiempo está envuelto en el misticismo.
y especializado de cada una de estas categorías al en­ (M arx-Engels: 1973, Correspondencia, p. 91)
foque lógico-dialéctico (integrador, dinámico, histórico)
del conjunto de todas ellas. Se trata de reproducir así, Claro que —le comentaría a su amigo el 1 de febrero
teóricamente, el juego dialéctico objetivo de la lógica del mismo año—
y de la historia real conjunta del capitalismo: de este
modo, el análisis de la mercancía, del dinero y de la llevar una ciencia mediante la crítica al punto en que
circulación económica en general conduce al del ca­ pueda ser expuesta dialécticamente, es cosa entera-
mentedistinta de aplicar un sistema lógico abstracto,
pital; el del capital, al de la producción; el de la pro­ de confección, a vagas nociones de ese mismo sis­
ducción, al de la plusvalía; el de la plusvalía —absoluta tema.
y relativa—, al del salario y la acumulación del capital; (Ibíd., p. 93)
y así sucesivamente.
Se explica así su larga lucha con los hechos y con la
teoría, con la investigación y con la exposición.
8.5. La lucha con la teoría, una lucha dura
8.5.1. De la circulación a la producción;
Lógicamente, el método expositivo no coincide con el
método de investigación, y el rigor de éste condiciona de la apariencia a la realidad
el de aquél:
El lugar central de los manuscritos de 1857-1858 lo
Claro está que el método de exposición debe distin­ ocupa el estudio de la circulación económica y, en con­
guirse formalmente del método de investigación. La creto, la discusión de los socialistas ricardianos de la
investigación ha de tender a asimilarse en detalle época. Según Marx, éstos se quedan en «las aparien­
la materia investigada, a analizar sus diversas formas cias» precisamente por situarse exclusivamente en el
de desarrollo y a descubrir sus nexos internos. Sólo plano del intercambio y de la circulación económica
después de coronada esta labor, puede el investigador (por lo demás, como la economía burguesa de la época
proceder a exponer adecuadamente el movimiento en general). En cambio, él, dirigiendo sus análisis al
real. Y si sabe hacerlo y consigue reflejar idealmente plano de la producción, se encuentra con «la realidad».
en la exposición la vida de la materia, cabe siempre La lógica del intercambio mercantil (intercambio que
la posibilidad de que se tenga la impresión de estar alcanza su mayor desarrollo al convertirse el dinero en
ante una construcción «a priori».
mercancía universal, como «equivalente general» y me­
(Marx : 1973, El capital. I, postfacio, p. XXIII) diador entre todas las demás mercancías) es, básica­
mente, para los ricardianos, una lógica de igualdad y
De hecho, Marx luchó continuamente con uno y con
de libre competencia. En este enfoque
otro. Así, por ejemplo, el 14 de enero de 1858, le escri­
bía a Engels: está ya implícito el que aparezcan canceladas todas
las contradicciones inmanentes de la sociedad bur­
En el «método» del tratamiento, el hecho de que guesa, y desde este punto de vista se busca refugio
por mero accidente volviese a hojear la Lógica de He- en él [...] con una finalidad apologética de las rela­
gel, me ha sido de gran utilidad [...]. Si alguna vez ciones económicas existentes.
llegara a haber tiempo para un trabajo tal, me gusta­
ría muchísimo hacer accesible a la inteligencia huma­ (M arx: 1977, Líneas fundamentales de la crítica...,
na, en dos o tres pliegos de imprenta, lo que es «ra­ p. 179)

153
152
J
1
Por el contrario, cuando la investigación se concentra cidad del trabajador para efectuar trabajo útil) se con­
en la producción y en las relaciones sociales de pro­ vierte en mercancía; y no como excepción, sino como
ducción, se descubre que, bajo la aparente igualdad de regla general.
la lógica mercantil, existe una desigualdad estructural,
unas relaciones de producción que oponen el trabajo al
capital. Se ve entonces que Cosas: Objetos o servicios materiales

en la sociedad burguesa ya existente tomada en su 1


totalidad, esta fijación de precios y su circulación, et­ Valores de uso Cosas inútiles
cétera, aparece como el proceso superficial, bajo el (satisfacen necesidades) (nadie las quiere)
cual, sin embargo, se realizan otros procesos comple­ 1
tamente distintos, en los cuales desaparece esta apa­ 1 1
rente igualdad y libertad de los individuos. Naturaleza transformada Naturaleza no
(productos del trabajo transformada
Y también humano)

que ya en la simple determinación del valor del


cambio y del dinero está contenida en potencia la
oposición de trabajo y capital. Mercancías Bienes no
(Ibíd., pp. 186-187) (bienes producidos para producidos para
el intercambio) el intercambio
La Contribución a la crítica de la economía política
profundiza en esta dirección teórica, apoyándose en la
teoría clásica del valor. Las mercancías tienen un valor en el mercado, y
Los bienes económicos tienen un valor de uso (en este valor viene definido por el coste de su producción,
tanto satisfacen necesidades humanas) y un valor de es decir, por el tiempo social de trabajo empleado en
cambio (un valor en el mercado). No todos los valores su producción. Por el tiempo social: esto es, conside­
de uso son valores de cambio. Por el contrario, todo rando que el trabajo se realiza con una intensidad y
valor de cambio ha de contener (al menos para una de una eficiencia técnica medias.
las partes que intervienen en el cambio) un valor de Encomiando a los economistas clásicos — Ricardo,
uso. en particular— por haber visto que el núcleo de toda
La producción para el intercambio, o la producción la actividad económica está en la producción y en las
de valores de cambio, es específica de ciertos modos relaciones de producción, Marx critica a la pléyade
de producción. Bajo la economía natural, los individuos de economistas vulgares de la época por afirmar que
producían para su propio consumo y, a menudo, para el mercado es la clave de la economía, por instaurar el
entregar un tributo a la clase dirigente. En el período fetichismo de la mercancía.
de la producción de mercancías, la mercancía es un
valor de uso que se produce para el intercambio, y Si es, pues, correcto decir que el valor de cambio
que, por tanto, tiene un valor de cambio, pues se pro­ es una relación entre las personas [...], únicamente
duce para ser cambiada por otra cosa, o vendida en el hábito de la vida cotidiana puede hacer parecer
un mercado a un determinado precio. Sólo en el capi­ como cosa banal y corriente el hecho de que una
relación de producción revista la forma de un objeto
talismo la producción de mercancías es el tipo domi­ de manera que las relaciones de las personas en su
nante de producción, y la fuerza de trabajo (la capa­ trabajo se manifiesten como una relación en la que
154
155
i
'^ 1

las cosas entren en relaciones entre sí y con las per.


sonas.
(M arx: 1975, Contribución a la crítica de la econo.
mía política, pp. 53 y 54)

Además, este fetichismo de la mercancía se consolida


históricamente con la generalización de la economía
dineraria. Pero el dinero —dirá Marx, que dedica a su
análisis más de la mitad de la Crítica— es también
una mercancía, cuyo valor, como el de cualquier otra, se
determina por su coste de producción:

todas las ilusiones del sistema monetario provienen


de que no ve que el dinero representa una relación
de producción social y de que la realiza bajo la for­
ma de un objeto natural de propiedades determi­
nadas.
(Ibíd., p. 57)

8.5.2. Profundizando en la realidad: del valor


a la plusvalía

En la Crítica insiste ya Marx en «el carácter emi­


nentemente histórico» del modo de producción burgués
y de la teoría burguesa clásica que lo presenta como
la «forma natural de la producción». En El Capital se
parte formalmente de la circulación (Sección primera:
Mercancía y dinero) para centrarse inmediatamente en
la producción (Sección segunda: La transformación del
dinero en capital). Y se hace, además, para analizar
concretamente la producción capitalista, distinguiendo,
con un criterio que es a un tiempo lógico e histórico,
entre la sociedad mercantil y la sociedad capitalista.

La transformación del «producto en mercancía» lle­


va consigo una «división del trabajo dentro de la so­
ciedad», tan desarrollada, que en ella se consuma el
divorcio entre el valor de uso y el valor de cambio,
que en la fase del «trueque directo» no hace más que
iniciarse. Pero ésta fase de progreso se presenta ya en
las más diversas formaciones económicas y sociales
de que nos habla la historia [...]. No acontece así

156
J
con el «capital». Las condiciones «históricas» de exis­
tencia de éste no se dan, ni mucho menos, con la
circulación de mercancías y de dinero. El capital
sólo surge allí donde el poseedor de medios de pro­
ducción y de vida se encuentra en el mercado al
«obrero libre» como vendedor de su fuerza de tra­
bajo, y «esta condición histórica» envuelve toda una
historia universal. Por eso, el «capital» marca, desde
su aparición, una «época» en el proceso de la pro­
ducción social.
(Marx: 1973, El capital. I, p. 123)

La producción capitalista es, pues, una forma histó­


rica de la producción, que descansa en la transforma­
ción de la fuerza de trabajo en mercancía, en su venta
por su valor de cambio, es decir, por el coste de su
producción (por el tiempo social de trabajo empleado
en los medios de subsistencia necesarios para reponer
la energía muscular, nerviosa, etc., que la fuerza de
trabajo desgasta en la medida en que se consume).
Obligado a vender su fuerza de trabajo en el mer­
cado, el trabajador se convierte en asalariado del capi­
talista. Pero éste compra una mercancía singular, una
mercancía que produce más valor que el necesario para
su producción: una plusvalía. El trabajador no está
interesado en producir más valor que el necesario para
reponer el desgaste de su fuerza de trabajo. Pero, en
virtud de la condición desigual de las relaciones de
producción capitalistas, el capitalista le obliga a produ­
cir una plusvalía. Y en esto consiste la explotación.
Los medios y objetos de trabajo son el capital cons­
tante. La fuerza de trabajo, el capital variable. El pri­
mero transfiere un valor fijo al producto; el segundo
crea valor, tanto más cuanto más eficazmente sabe ex­
plotarlo el capitalista.
El trabajo realizado y el valor creado por los traba­
jadores resulta del trabajo necesario y del trabajo
excedente: el valor que crea el primero (correspon­
diente a los medios de subsistencia necesarios para re­
poner la fuerza de trabajo) es igual a la fuerza de
trabajo comprada por el capitalista; el resto es la plus­
valía creada por el trabajo excedente (y éste, en tanto
produce plusvalía, es el origen del beneficio).

157
'1

La competencia entre los capitalistas determina el • La idea de que el fetichismo de la mercancía (y, en
progreso tecnológico, la crisis de las pequeñas empre­ particular, el salario) es la forma irracional de manifes­
sas, la concentración creciente de los medios de produc­ tarse la explotación capitalista, oculta tras él.
ción y del capital en pocas manos, y, en esta medida, la • El relieve especial atribuido a la creciente concentración
socialización objetiva de la producción, hasta que la y centralización del capital como tendencia histórica del
contradicción entre la forma social de la producción y proceso de acumulación.
la forma privada de su apropiación se hace tan aguda • La explotación capitalista, como raíz de la alienación
que impone su superación histórica y la sustitución de característica de la sociedad capitalista.
la propiedad privada de los medios de producción por
la propiedad socialista. Además, al intuir la transición del capitalismo clási­
Por otra parte, paralelamente, aumenta también la co al capitalismo monopolista, Marx abrió también
masa del capital constante respecto del capital variable, el camino para entender las leyes de esta transforma­
cambiando la composición técnica del capital, y aumen­ ción, así como para construir la economía política del
tando consiguientemente el ejército industrial de re­ capitalismo maduro e imperialista del siglo XX.
serva. El coste de las innovaciones tecnológicas cre­
cientes determina la caída tendencial de la cuota de
beneficio, moderada por el abaratamiento de los pro­
ductos alimenticios y, finalmente, de las mismas má­
quinas, aparte de por otras causas secundarias. Ade­
más, los capitalistas tienden a llevar a los obreros al
«nivel de subsistencia» (aunque éste, lógicamente, se
eleva con el progreso social general): en ese sentido
hay que entender la tesis sobre la miseria creciente
del proletariado (con referencia a la condición general
de la clase obrera y no sólo en términos salariales), te­
niendo también en cuenta que Marx habla de la lógica
del capitalismo «puro», cuando aún no se había desarro­
llado significativamente el sindicalismo ni el movi­
miento obrero en general, hasta contrarrestar con el
reformismo social y político la lógica espontánea que
lleva a la miseria.
Por último, la reelaboración de la economía política
clásica por Marx, en un cuerpo teórico y - ..temático ori­
ginal, incluye innovaciones notorias. Por ejemplo:

• El tratamiento de la doctrina del valor y de la plus­


valía, para mostrar la ley del movimiento (tendencia)
de la sociedad moderna.
• El tratamiento de la forma general de la plusvalía,
como clave de sus formas particulares.
• La tesis de que la fuerza de trabajo tiene un valor
de cambio y un valor de uso, y representa el fundamento
de la producción mercantil capitalista.

158
159
i
parte, ese mismo desarrollo del capitalismo fortalecía
el movimiento obrero en formación. La revolución so­
cialista, en definitiva, no se iba a producir exactamente
cómo y dónde Marx y Engels habían supuesto hasta
entonces (una revolución internacional con centro en
los países capitalistas con una revolución burguesa po­
lítica pendiente), profundizable en el sentido del socia­
lismo, pero, de hecho, los procesos revolucionarios no
se interrumpirían en ningún momento; Marx y Engels
iban a trabajar para impulsarlos en el sentido del so­
cialismo en la medida de sus posibilidades.

9.2. La cuestión nacional


y el internacionalismo proletario
Al filo de los sesenta, Marx y Engels se pronuncian
nuevamente por la solución democrática y revolucio­
naria del problema nacional, denunciando el interven­
cionismo extranjero e insistiendo en la conveniencia de
elaborar una política intemacionalista de la clase obre­
ra. Así, los trabajos de Engels Po y Rin (1859) y Saboya,
Niza y el Rin (1860) se completaban en esas fechas con
El señor Vogt (1860), de Marx.
Posteriormente, se opondrían enérgicamente a la po­
lítica de F. Lassalle, en Alemania. Fundador de la Unión
General Alemana de los Trabajadores, Lassalle se in­
clinaba por la alianza con Bismarck y el militarismo
prusiano, con vistas a la unificación nacional, en lugar
de apoyar al sector progresista de la cámara de repre­
sentantes, y a la burguesía liberal en general. Aparte
de esto, su programa, teóricamente superficial, se con­
cretaba en el reformismo político y el socialismo gu­
bernamental prusiano: el sufragio universal y la fun­
dación de cooperativas obreras de producción, con el
apoyo del estado, resolverían —según él— la cuestión
del capital y del trabajo.
Pese a todo, muerto Lassalle prematuramente a causa
de un duelo en 1864, Marx y Engels colaborarían en
principio en el órgano de expresión del partido, el So-
zial-Demokrat, para acabar pronunciándose públicamen­
te contra la continuación de la política de «socialismo

162
gubernamental monárquico prusiano» y de entendimien­
to sistemático entre la dirección del partido y Bismarck.
La cuestión militar prusiana y el partido obrero alemán
(1865), de Engels, fue acertadamente contestada en el
Sozial-Demokrat, pero, unida a otros trabajos, como la
serie de artículos «¿Qué tiene que ver la clase obrera
con Polonia?» (en The Commonwealth, 1866), contribu­
yó a difundir la concepción de Marx y Engels sobre el
problema nacional y el internacionalismo de la clase
obrera.
Por otra parte, la recuperación general del movimien­
to obrero en formación a partir de la crisis de 1857 se
tradujo, por entonces, entre otras consecuencias, en la
Asociación Internacional de los Trabajadores (Londres,
28 de septiembre de 1864), siendo Marx el autor del
Manifiesto Inaugural y de los Estatutos Provisionales
de la Organización. En su seno, tanto él como Engels
(que se incorporaría al Consejo General en 1870) lucha­
rían constantemente contra el sectarismo interno, el
dogmatismo teórico, el economicismo sindicalista y el
reformismo político. En tanto que los ingleses se incli­
naban por el economicismo sindicalista, el conjunto del
movimiento obrero europeo se hallaba aún dominado
por el pensamiento preindustrial, propio de una clase
obrera que todavía era mayoritariamente artesanal o
con una experiencia muy próxima al tipo de la artesa-
nal: de ahí su propensión a identificar el socialismo con
el mutualismo, las cooperativas y el asociacionismo en
general.
En estas condiciones, Marx y Engels trabajarán so­
bre todo para elevar el nivel teórico de los cuadros
obreros, insistiendo particularmente qn la necesidad
de la organización política, independiente del movi­
miento obrero, de una política intemacionalista y de
una formación teórica rigurosa. El informe titulado Sa­
lario, precio y ganancia (publicado por Eleanor Marx,
en 1898), fue redactado por Marx para el Consejo Gene­
ral de la Internacional, en 1865, con esa intención. Los
conflictos surgidos en el Congreso de Ginebra (1866),
con los proudhonianos, opuestos al sindicalismo y a la
huelga, se resolvieron finalmente con el predominio
de las posiciones marxistas en los Congresos de Bruse-

163
las (1868) y de Basilea (1869), mientras la Internacio-
nal se internacionalizaba realmente, revelándose como
un instrumento muy útil para la lucha económica in­
mediata de la clase obrera.
Lógicamente, en la medida en que se ampliaban las
bases de la Internacional, aumentaban también las posi­
bilidades de nuevos conflictos internos:

como el grado de desarrollo alcanzado por las dife­


rentes capas obreras de un mismo país, y por la clase
obrera en los distintos países, es muy diverso, el mo­
vimiento actual se expresa necesariamente en formas
teóricas muy distintas (le comentaba Marx a Engels
en marzo de 1869).
(Marx-Engels: 1973, Correspondencia, p. 216)

De hecho, para entonces, dominados los proudhonia-


nos, las posiciones sectarias más importantes en el seno
de la Internacional eran, concretamente, las correspon­
dientes al obrerismo reformista, economicista y liberal,
en ascenso en Inglaterra, y al anarquismo, con fuertes
raíces en países poco industrializados, como Italia y
España.
Engels, que al morir Mary Burns en 1863 se había
unido a su cuñada Lizzy, conocía bien su tierra, Irlan­
da; un país en el que la revolución agraria, realizada
por la burguesía inglesa, había empujado a un millón
y medio de irlandeses a optar por la emigración a Amé­
rica entre 1851 y 1865, desencadenando el nacionalismo
irlandés y su aplastamiento militar y político por In­
glaterra. Hacia 1870, tanto él como Marx pensaban que
la explotación ideológica y artificial «por la prensa, el
pulpito, los periódicos, en una palabra, por todos los
medios de que disponen las clases dominantes» de la
contradicción existente entre la clase obrera irlandesa
y la clase obrera inglesa, y en general entre Irlanda e
Inglaterra, era
el secreto de la impotencia de la clase obrera inglesa
a pesar de su organización [...]; y el antagonismo
entre ingleses e irlandeses es el fundamento oculto
del conflicto entre los Estados Unidos e Inglaterra.
(I b í d p. 239)

164
i
Por tanto,

el golpe decisivo contra las clases dominantes in­


glesas [...] no puede ser asestado en Inglaterra, sino
solamente en Irlanda.
(Ibíd., p. 238)
Consiguientemente, la tarea del Consejo General en
Londres se centraba en explicar la interrelación exis­
tente entre la cuestión nacional irlandesa y el proble­
ma social en Irlanda e Inglaterra. Sin embargo, hacia
1870, el problema principal de la Primera Internacional
lo constituía el sectarismo anarquista: obligados a di­
solver la Alianza Internacional de la Democracia So­
cialista (1868), al ingresar en la Internacional (1869),
los seguidores de Bakunin reorganizaron la sociedad
secreta en su interior, con vistas a controlar e impo­
ner su política aventurera (muy débil en el plano teó­
rico, y conspiracionista y golpista en el práctico), en el
conjunto de la organización.

9.3. Experiencia de la Comuna y disolución


de la Internacional
En mayo de 1870, el gobierno francés disolvía la In­
ternacional. El 19 de julio Napoleón declaraba la guerra
a Prusia, y el 2 de septiembre capitulaba en Sedán, pro­
clamándose el 4 la república. Mientras Marx, redactaba
dos manifiestos del Consejo General de la Asociación
Internacional de los Trabajadores, exponiendo el punto
de vista intemacionalista de la clase obrera frente a la
guerra, Engels publicaba dos artículos semanales, hasta
un total de 58, en el Pall Malí Gazzette (sus Notas sobre
la guerra), desde la misma óptica política, aunque cen­
trándose formalmente en la problemática militar.
Con los prusianos a las puertas de París, la ciudad
se levanta el 19 de marzo, tras la conclusión de un
vergonzoso tratado de paz con Alemania por parte del
gobierno republicano de Thiers y después de que éste
intentara arrebatar la artillería a la guardia nacional.
El 26 fue elegida la Comuna y el 28, proclamada. De-

165
rrotada por la contrarrevolución, y tras una sangrienta
represión (cifrada en un mínimo de 20.000 ejecuciones),
Marx saldrá entonces al paso de la campaña montada
para su difamación internacional, explicando en un ter­
cer manifiesto del Consejo General de la Internacional
(conocido como La guerra civil en Francia) su sig­
nificación histórico-social.
Según él, la experiencia de la Comuna enseñaba que
la clase obrera, al llegar al poder, no puede seguir go­
bernando con la vieja máquina del estado, que tiene
que destruirla (suprimir el ejército permanente —susti­
tuido por el pueblo armado— y la policía, separar la
Iglesia y el estado, etc.), y crear una nueva forma de
gobierno:

La Comuna —dirá— era, esencialmente, un gobier­


no de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase
productora contra la clase apropiadora, la forma po­
lítica al fin descubierta para llevar a cabo dentro de
ella la emancipación económica del trabajo.
(M arx: 1975, La guerra civil en Francia, p. 511)

Con la Comuna de París —había escrito ya a Kiigel-


mann en abril— la lucha de la clase obrera contra la
clase capitalista y su Estado ha entrado en una nueva
fase. Cualquiera que sean los resultados inmediatos,
se ha conquistado un nuevo punto de partida de im­
portancia histórica universal.
(M arx-Engels: 1973, Correspondencia, p. 257)

La clase obrera no esperaba de la Comuna ningún


milagro. Los obreros no tienen ninguna utopía lista
para implantarla «par décret du peuple». Saben que
para conseguir su propia emancipación [...], tendrán
que pasar por largas luchas, por toda una serie de
procesos históricos, que transformarán las circuns­
tancias y los hombres.
(M arx: 1975, La guerra civil en Francia, p. 512)

De momento, mientras el Consejo General ayudaba a


los refugiados llegados a Londres, una parte de la sec­
ción inglesa de la Internacional (correspondiente al sec­
tor economicista) la abandonaba, al pronunciarse contra
el manifiesto redactado por Marx; y éste, al hacerse

166
responsable en la prensa de su contenido, como autor
del texto, se convertía —según sus propias palabras—
en el hombre más calumniado y más amenazado de Lon­
dres.
Tras esto, la experiencia de la Comuna se traducía en
la defensa y aprobación, en la Conferencia de Londres
de la Internacional (1871), de una resolución sobre la
eficacia política de la clase obrera, concretada en la
necesidad de un partido obrero autónomo, revolucio­
nario y científico, y de la dictadura del proletariado,
tras la toma del poder por aquél. Ante la reacción opues­
ta de los anarquistas y los reformistas ingleses y ale­
manes, Marx y Engels redactarían La supuesta división
de la Internacional, y otros escritos más, con el fin de
explicar el problema a la clase obrera europea. Sin
embargo, finalmente, la organización de un congreso
paralelo por los anarquistas llevaba a la expulsión de
sus líderes, Bakunin y Guillaume, en el Congreso de La
Haya (1872), así como al traslado de la sede del Conse­
jo General de la Internacional de Londres a Nueva
York, donde se extinguiría formalmente en 1876.
En la práctica, se había disuelto ya:

Con tu salida —le explicaría Engels, en septiembre


de 1874, a F. A. Sorge, líder de la Internacional, exi­
liado en América—, la «vieja» Internacional dejó de
existir [...]. El Congreso de La Haya representó en
realidad el fin [...]. La Internacional ha caducado
en su vieja forma [...]. Estimo que la nueva Interna­
cional será —después de que las obras de Marx hayan
ejercido su influencia durante una serie de años— una
Internacional netamente comunista y proclamará unos
principios que serán los nuestros.
(M arx-Engels: 1975, Marx/Engels: Obras escogi­
das. II, pp. 482483)

9.4. Orígenes del marxismo alemán


en los años setenta
Como consecuencia de la derrota de la Comuna, Ale­
mania se convirtió en el centro del movimiento obrero
revolucionario a partir de los años setenta.

167
Ya en 1866, al concluir la guerra entre Austria y
Prusia con la derrota de Austria, y tras la formación
de la Federación de Alemania del Norte (1867) bajo
la dirección de Prusia, Marx y Engels habían aconse­
jado a sus amigos obreros alemanes el realismo polí­
tico, con vistas a continuar la lucha por el socialismo.
Mientras la burguesía democrática se plegaba definiti­
vamente al proyecto de unificación desde arriba de Bis-
marck, y en el partido de Lassalle aumentaba la opo­
sición a la dirección, la Unión de Asociaciones Obreras
Alemanas se distanciaba de aquélla, bajo la dirección
de A. Bebel y W. Liebknecht, e ingresaba en la Interna­
cional en 1868. Y a esto había seguido tanto la genera­
lización de los sindicatos nacionales como, y sobre
todo, la constitución del Partido Socialdemócrata Ale­
mán, de orientación marxista, en el congreso de Eise-
nach (1869).
Culminada la política de unificación desde arriba de
Bismarck (1871), y tras el boom de 1871-1873, los co­
mienzos de la larga depresión mundial de 1873-1896 fa­
vorecieron el desarrollo del movimiento obrero en Ale­
mania. Y, en estas condiciones, Marx y Engels pudieron
reemprender la vieja lucha política por un partido obre­
ro alemán, revolucionario y científico.
Abrumado Marx por serios problemas crónicos de
salud y por el peso de su investigación económica (sólo
las notas de sus lecturas de la época suponen unas tres
mil páginas), será sobre todo Engels quien se ocupe
de difundir la teoría, frente a los peligros del oportu­
nismo político y el eclecticismo ideológico. Y lo hará,
por tanto, en forma polémica.
A consecuencia de la división del trabajo que exis­
tía entre Marx y yo —declarará en 1887—, me ha to­
cado defender nuestras opiniones en la prensa perió­
dica, lo que, en particular, significaba luchar contra
las ideas opuestas, a fin de que Marx tuviese tiempo
de acabar su gran obra principal. Esto me condujo
a exponer nuestra concepción, en la mayoría de los
casos en forma polémica, contraponiéndola a las
otras concepciones.
(E ngels: 1975, Contribución al problema de la vi­
vienda. Prefacio a la 2.a edición de 1887, p. 538)

168
9.4.1. Contra el oportunismo político

Ante todo, según Marx y Engels, el partido obrero


revolucionario debía adaptarse a las nuevas condicio­
nes políticas para proseguir la lucha contra el milita­
rismo prusiano y el estado alemán,

un Estado que no es más que un despotismo militar


de armazón burocrático y blindaje policíaco, guarne­
cido de formas parlamentarias, revuelto con ingre­
dientes feudales e influenciado ya por la burguesía.
(Marx: 1968, Crítica del programa de Gotha, pági­
nas 37-38)

Y, supuesto esto, continuar la lucha

en forma metódica en sus tres direcciones concerta­


das y relacionadas entre sí: teórica, política y econó­
mico-práctica (resistencia a los capitalistas).
( E ngels : 1975, La guerra..., p. 641)

] Los artículos titulados Contribución al problema de


i la vivienda, publicados por Engels en el periódico del
j Partido Socialdemócrata Alemán Volksstaat, en 1872-
: 1873, polemizando con los socialistas de cátedra *, fi-
| lántropos de todas clases y un cierto socialismo pe-
i queño-burgués, ayudaron a la comprensión social del
i marxismo. En ellos, además de aplicar el pensamiento
j general del materialismo dialéctico e histórico al pro-
j blema de la vivienda (desvelando, de paso, la autén-
j tica naturaleza de la teoría urbanística burguesa de la
j época), se explicaban también el origen de la ley y del
| estado, la naturaleza del estado y del poder judicial,
j y la evolución histórica del derecho.
l Al plantearse en 1874 la posibilidad de la unión de los
dos partidos obreros alemanes, Marx y Engels insisti-
j rían, en su correspondencia privada y en las Glosaá
i marginales al programa del partido obrero alemán
j (M arx , 1875) —remitidas a los socialdemócratas—, en
la necesidad de no sacrificar la coherencia teórica del
partido a las ventajas prácticas inmediatas de la uni-

169
ficación. Aprobado el programa del nuevo Partido Obre­
ro Socialdemócrata de Alemania en Gotha en 1875, e
incluyendo en él las puntualizaciones hechas por Marx
y Engels sobre el sindicalismo de clase y el interna­
cionalismo obrero, este partido conseguirá 12 diputados
en las elecciones de 1877 (con casi el 40 por 100 de los
votos emitidos en Berlín y el 38 por 100 en la indus­
trializada Sajonia).

9.4.2. Escritos de combate: contra el eclecticismo


teórico

El hecho mismo de la constitución de un movimiento


obrero con conciencia de clase creaba las condiciones
de posibilidad para el desarrollo histórico de «filosofías
obreras», es decir, de diversas concepciones del mundo
con que legitimar y orientar las diversas alternativas
prácticas de tal movimiento.
Concretamente, el desarrollo de la industrialización
en Alemania, simultánea al apogeo del desarrollo revo­
lucionario de la ciencia experimental, había coincidido
con el abandono del método dialéctico por la intelec­
tualidad burguesa y con la construcción de nuevas filo­
sofías dominadas por el idealismo filosófico (el neocri-
ticismo kantiano de Helmholtz, Liebmann, Lange y de­
más), el agnosticismo positivista y el materialismo filo­
sófico, mecanicista y vulgar (como el de Moleschott,
Vogt y Büchner), o evolucionista (como el de Haeckel).
Y esto, unido a la amplia gama de las representaciones
precientíficas lógicamente aún dominantes entre el pro­
letariado, y a la penetración en el partido obrero ale­
mán de «elementos semiextraños» y de «toda una pan­
dilla de estudiantes a medio madurar y de supersabios
doctores que quieren dar al socialismo una orientación
hacia un "ideal superior’’, es decir, reemplazar su base
materialista (que exige a cualquiera que trate de utili­
zarla un serio estudio objetivo) por la mitología mo­
derna, con sus diosas Justicia, Libertad, Igualdad y Fra­
ternidad»; todo ello determinaría que Marx pudiera
también afirmar ya en 1877, y en carta a Sorge, que

170
i
T en Alemania nuestro partido, no tanto entre la masa
como entre los dirigentes (provenientes de las clases
altas y de los «obreros»), huele a podrido.
(M arx-Engels: 1973, Correspondencia, p. 287)

En tales condiciones se imponía de nuevo la lucha


contra el socialismo utópico *, antes progresivo, y que
ahora al aparecer en escena con retraso sólo puede re­
sultar absurdo, vulgar y esencialmente reaccionario
(ibídem). Esta lucha se concretará, ante todo, en La sub­
versión de la ciencia por el señor Dühring (Anti-Düh-
ring), publicado en Vorwarts, el órgano de expresión
del partido, y no sin oposición, y, al mismo tiempo,
como libro, en dos partes, en 1877-1878 (en 1878 apare­
cería también en un único volumen). Sería, en la prác-
j tica, la mejor introducción al marxismo. En el prólogo
a la edición de 1885, Engels observará:

El «sistema» del señor Dühring, aquí criticado, abar­


ca un campo teorético muy amplio: esto me obligó a
j seguirlo por todas partes y a contraponer en cada
¡ punto mis concepciones a las suyas. Con ello la críti­
ca negativa se hizo positiva; la polémica se convirtió
en una exposición más o menos coherente y sistemá-
j tica del método y de la concepción comunista del
mundo, sostenidas por Marx y por mí, y esto ocurrió
en una serie bastante amplia de campos temáticos.
(E ngels: 1977, Anti-Dühring, p. 6)

: Quiero hacer observar incidentalmente lo que sigue:


como el punto de vista aquí desarrollado ha sido en
su máxima parte fundado y desarrollado por Marx,
y en mínima parte por mí, era obvio entre nosotros
que esta exposición mía no-podía realizarse sin po­
nerse en su conocimiento. Le leí el manuscrito entero
antes de llevarlo a la imprenta, y el décimo capítulo
de la sección sobre economía («De la Historia críti­
ca») ha sido escrito por Marx; yo no tuve sino que
acortarlo un poco, desgraciadamente, por causa de
consideraciones externas. La colaboración de Marx
se explica porque siempre fue costumbre nuestra
ayudarnos recíprocamente en cuestiones científicas
especiales.
(Ibíd., p. 7)

171
La crítica de Dühring, profesor universitario famoso
por su ceguera física, su audacia teórica y su osadía
política, se convirtió así en una exposición unitaria,
sistemática y coherente de la filosofía (la concepción
del mundo), la economía (la ciencia del capitalismo) y
la política (el socialismo científico) de Marx y Engels.
Dividido en tres partes, la última constituiría, más tar­
de, la base principal del famoso folleto Del socialismo
utópico al socialismo científico (1880, en francés; 1882,
en alemán).

9.4.3. Una concepción científica del mundo


en permanente construcción

En realidad, Engels venía trabajando desde los años


cincuenta en «un trabajo incomparablemente más im­
portante», que éstas y otras urgencias posteriores deja­
rían inconcluso: los manuscritos conocidos como Dia­
léctica de la naturaleza (publicados en 1925), auténtico
«laboratorio intelectual» personal con vistas a la per­
manente actualización del materialismo dialéctico e his­
tórico *.
Debe resaltarse que la madurez de Marx y Engels
coincidió con el apogeo del desarrollo revolucionario
de la ciencia experimental en el siglo xix. En esa época
se impuso — especialmente en biología, zoología, geo­
logía, paleontología, etc.— el concepto de evolución.
Surgió la química orgánica y fue formulado el princi­
pio de la equivalencia mecánica del calor por R. Meyer,
Joule y C. Colbing, factores decisivos ambos para la
concepción científica sobre la unidad material del mun­
do. Se difundió el descubrimiento de la célula orgánica
y la teoría celular. Y, en fin, se inició la aplicación sis­
temática de la ciencia a la técnica (agroquímica, quí­
mica farmacéutica, aplicaciones industriales de la elec­
tricidad, y demás), así como la maternatización del len­
guaje y los métodos científicos.
Con un conocimiento riguroso del desarrollo cientí­
fico general, Marx se especializó sobre todo en la his­
toria de la técnica, la química agrícola y las matemá­
ticas, y Engels, en física y biología. Entusiasmados con

172
hombres com o Darwin, estudiaron a Comte, el profeta
del positivismo, «debido a que los ingleses y franceses
hacen tanto barullo con este tipo [para descubrir que]
es minúsculo comparado con Hegel» (M arx : 1973, Co­
rrespondencia, p. 177).

Marx y yo —escribiría Engels— fuimos probable­


mente los únicos en salvar la dialéctica consciente
de la filosofía idealista alemana, trasplantándola a la
concepción materialista de la naturaleza y de la his­
toria. Pero una concepción a la vez dialéctica y mate­
rialista de la naturaleza supone el conocimiento de la
matemática y de la ciencia natural.
( E ngels: 1977, Anti-Dühring, p. 8)

Entusiasmado con sus descubrimientos, Engels le ha­


bía escrito ya a Marx en 1858:

Envíame la Filosofía de la naturaleza de Hegel [...].


Si escribiese «hoy» una filosofía de la naturaleza, las
cosas fluirían a sus manos de todas partes. Además,
es inimaginable el progreso que han hecho las cien­
cias naturales en los últimos treinta años.
(M arx-Engels: 1973, Correspondencia, pp. 99-100)

Personalmente, se aplicará al máximo para actualizar


i su concepción científica del mundo, apoyándose en la
j ciencia natural y en la dialéctica hegeliana.
| En 1892, le explicaría a K. Schmidt:
í
j
j La esencia de Hegel [...] reside en el método, en
j el principio del movimiento universal y de la inter-
| acción universal, en un correspondiente enfoque del
estudio del objeto que no deja en paz al pensamien­
to, forzándolo a expresar la realidad en su movi­
miento y en su complejidad de la manera más exacta.
(Ibíd., p. 396)

En toda esta recapitulación mía de la matemática


y las ciencias de la naturaleza se trataba, natural­
mente, de convencerme también en el detalle —pues
en líneas generales no tenía duda al respecto— de
que en la naturaleza rigen las mismas leyes dialéc-

173
ticas del movimiento, en el confuso seno de las innu-
1 J tas a la realización de esa filosofía por el proletariado
merables modificaciones, que dominan también en la I socialista. Además, esta concepción general del mundo,
historia la aparente casualidad de los acontecimien- j que pone el acento en su unidad material, su dinamis­
tos [...]. No podía tratarse para mí de construir ar- í mo y su naturaleza histórica, y en la necesidad de un
tificialmente, por proyección, las leyes dialécticas de ! método lógico dialéctico para su investigación —y que
la naturaleza, sino de encontrarlas en ella y desarro­ se concreta en toda una serie de leyes dialécticas, obje­
llarlas a partir de ella.
tivas y metodológicas—, se presenta, nuevamente, como
(E ngels: 1977, Anti-Dühring, pp. 9-10) la concepción científica del mundo en permanente cons­
trucción, cuya realización histórica dependerá en última
Se trata, en definitiva, de superar la concepción del instancia, de los progresos históricos reales de la hu­
mundo de la ciencia de los siglos xv al xvm, «cuyo pun­ manidad hacia el socialismo y el fin de la explotación
to central es la idea de la " absoluta inmutabilidad de del hombre por el hombre.
la naturaleza” » (E ngels: 1879, Dialéctica de la natura­
leza, p. 9), para volver así a

la concepción de los grandes fundadores de la filoso­ 9.5. Internacionalización del marxismo,


fía griega, según la cual la naturaleza toda, desde lo en los ochenta
más pequeño a lo más grande, desde el grano de are­
na hasta el sol, desde el protozoo hasta el hombre,
se halla, existe en perenne proceso de nacimiento y Hacia 1880, el socialismo francés se recupera en torno
extensión, en flujo incesante, en un estado continuo a J. Guesde y el semanario L’Egalité (1877), hasta cons-
de movimiento y cambio. i tituir, en 1879, la Federación del Partido de los Traba­
(Ibíd., p. 16) jadores Sociales y adoptar en el Congreso de El Havre
(1880) el programa mínimo redactado por Guesde, con
Se trata de mostrar que nada, «en la naturaleza ocu­ el asesoramiento de Engels, Marx y su yerno, P. La-
rre de un modo aislado» (ibíd., p. 172) y que la natu­ fargue. En Alemania, la Ley contra las actividades de
raleza tiene una historia: la socialdemocracia, perturbadora del orden público,
| de Bismarck (1878), arrojará al partido obrero a la
Se ha demostrado en líneas generales la serie evo­ clandestinidad, aumentando las tensiones entre su de­
lutiva de los organismos, desde los más simples, pa­ recha (reformista en lo político y defensora del socia­
sando por otros cada vez más múltiples y complica­ lismo del sentimiento, ético y neokantiano en el terreno
dos, como los que hoy vemos ante nosotros, hasta lle­ teórico) y la izquierda, apoyada por Marx y Engels (por
gar al hombre; con ello, no sólo se hace posible expli­
car los productos orgánicos de la naturaleza con que ejemplo, como autores de la circular contra los elabo-
nos encontramos, sino que se sienta también la base radores del Examen restrospectivo del movimiento so­
para la prehistoria del espíritu humano, para poder cialista en Alemania).
seguir sus diferentes etapas de desarrollo. Son, por otra parte, años difíciles para Marx y En­
(Ibíd., p. 195) gels. Lizzy Burn había muerto en septiembre de 1878,
y el propio Marx sufría de una grave enfermedad cróni­
Es decir, aplicando el método hegeliano de compren­ ca. En diciembre de 1881 moría su compañera, Jenny.
sión de la realidad, Engels actualiza la concepción del Y cuando le llegó la noticia de la muerte en Francia
mundo y el pensamiento más general, característicos de su hija Jenny Longuet, en enero de 1883, cayó él
del materialismo dialéctico e histórico, en función del mismo definitivamente enfermo: su propia vida se ex­
nivel de desarrollo de la ciencia d¿ la época, y con vis­ tinguía así el 14 de marzo.

175
174 j
Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de
la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del des­
T
¡ PUBLICACIONES ALEMANAS BASICAS DE ENGELS
arrollo de la historia humana [...]. Pero no es esto EN LOS AÑOS OCHENTA
sólo. Marx descubrió también la ley específica que
mueve el actual modo de producción capitalista y la Artículos del 1. «Marx y la N u e v a Gaceta Renana».
sociedad burguesa creada por él [...]. Tal era el hom­ Sozialdemokrat 2. «Contribución a la historia de la
bre de ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la (entre otros) Liga de los Comunistas».
mitad del hombre [...]• Pues Marx era, ante todo, un 3. «La renuncia de la burguesía».
revolucionario.
(E ngels: 1975, Discurso ante la tumba de Marx, Artículos en 1. «Marx y Rodbertus».
pp. 165-166) la Neue Zeit 2. «Inglaterra en 1845 y 1885».
(entre otros) 3. «Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana».
9.5.1. Engels, educador político de la Internacional
marxista Nuevos libros 1. Del socialismo utópico al socialis­
(y folletos mo científico (varias ediciones;
importantes) muy difundido).
Tras estas palabras en momentos tan difíciles, pro­
2. El origen de la familia, la propie­
nunciadas ante la tumba del amigo, Engels, a sus se- ¡ dad y el Estado.
senta y tres años, continuará con las tareas que hasta i 3. Marx y la «Nueva Gaceta Renana».
entonces habían compartido los dos: concluir El capi- j 4. Contribución a la historia de la
tal, difundir el pensamiento, coordinar el movimiento j Liga de los Comunistas.
obrero y colaborar con sus líderes en la lucha prác- ¡ 5. Ludwig Feuerbach y el fin de la
tica. Había que divulgar, ante todo, la experiencia his­ f i l o s o f í a clásica alemana.

tórica y el pensamiento ganados por el socialismo; ana­ 6. La Marca ( E l campesinado alemán.


¿ Q u é f u e ? ¿ Q u é e s ? ¿Qué puede
lizar y asimilar las nuevas lecciones de la historia;
ser?).
enriquecer, en definitiva, la teoría general, la teoría his- !
7. S o b r e la h i s t o r i a d e l o s campesinos
tórico-social y la estrategia y la táctica políticas del p r u sia n o s.
socialismo científico. 8. E l C a p it a l. I I .
La burguesía desarrollaba ahora formas ideológicas
nuevas (el nacionalismo, el racismo y el áarwinismo Reediciones 1. El C a p ita l. I (con nuevo prólogo;
sociológicos, el elitismo sociopolítico, etc.) para proteger 3.a edición).
sus intereses, formas que se añadían al reforzamiento 2. Trabajo asalariado y capital (con
positivista del agnosticismo, el materialismo vulgar y el prólogo).
idealismo neokantiano y similares. El partido francés 3. Manifiesto del Partido Comunista
(con prólogo; 3.a edición).
se había dividido en 1882, pero una de las fracciones se 4. Miseria de la filosofía (con pró­
orientaba en la dirección marxista. El partido alemán logo).
hacía lo propio. Y, además, para entonces, habían sur­ 5. Anti-Dühring (con nuevo prólogo).
gido partidos socialdemócratas en muchas naciones, con 6. Contribución al problema de la vi­
programas que, si no eran rnarxistas, tampoco eran vienda.
anarquistas. 7. Revelaciones sobre el proceso de
Con la ayuda de Laura Lafargue, hija de Marx, Engels i los comunistas en Colonia.
edita en Francia el Manifiesto del partido comunista, \ 8. Dieciocho Brumario de Luis Bona­
El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte y su libro ' parte.

176 177
sobre El origen de la familia, la propiedad y el Estado.
Colabora en el Sozialdemokrat, que se opone a la nueva 9.5.2. Frente al imperialismo armamentista,
política de Bismarck (1881), combinación de represión por la paz; frente al reduccionismo
política, reformismo legal (seguros de enfermedad y dogmático, por la dialéctica
accidente) y confusionismo ideológico («socialismo de
Estado»: nacionalizaciones económicas, de tipo burgués); El movimiento obrero continuaba avanzando. Ya en
y en la nueva revista teórica del partido, Neue Zeit 1887, el partido obrero alemán —su programa anti­
(1883), dirigida por K. Kautsky. Y publica continua­ militarista— consiguió 760.000 electores, mientras un
mente reediciones y nuevos trabajos, además de con­ congreso clandestino acordaba en St. Gallen elaborar
trolar numerosas traducciones y realizar algunas. un nuevo programa, marxista. El 1 de mayo de 1891,
Finalmente, de vuelta de un sugestivo viaje por Esta­ la primera gran manifestación del movimiento obre­
dos Unidos, en 1888, encuentra el terreno maduro para ro constituía todo un éxito internacional, incluso en
una nueva Internacional, y, con la colaboración de Inglaterra. Derogada la ley de excepción contra los
E. Berstein, se lanza al trabajo para garantizar su socialistas, los socialdemócratas alemanes conseguían
éxito y su orientación marxista frente a los sectores 1.427.298 votos en 1891, y Bismarck se veía obligado
oportunistas del movimiento obrero internacional, que a dimitir. Nuevamente, ante el ingreso en masa de
organizarán un congreso paralelo, con poco éxito. En- jóvenes intelectuales y decenas de miles de obreros
gels quería ahora una Internacional para la acción (y en el partido y sus organizaciones (sindicatos, coope­
no para la propaganda), aunque con una coherencia rativas, etc.), Engels colaboró en las tareas de clari­
teórica básica y con ideas claras sobre el carácter del ficación teórica y estudio riguroso de la realidad so­
movimiento obrero y del partido marxista, así como cial. Y había que contar, además, con la política arma­
mentista e imperialista de las potencias de la época.
sobre la naturaleza del sindicalismo economicista inte-
grista, el reformismo político posibilista y el anarquis­ La publicación en la Neue Zeit de la «Crítica del
programa de Gotha», de Marx; la reedición —con una
mo utópico. Y el 14 de julio de 1889, por acuerdo de
introducción suya— de La guerra civil en Francia, y
407 delegados pertenecientes a 22 naciones, nacía esa
su propia «Crítica al proyecto socialdemócrata de 1891»,
Internacional en el Congreso de la «Salle Petrelle», en
influyeron decisivamente en el carácter marxista del
París. nuevo programa del partido obrero alemán, aprobado
En los años noventa, hasta su muerte, Engels conti­ en Erfurt ese año (1891).
nuará con su correspondencia internacional, recibiendo «La política exterior del zarismo ruso» (Sozialdemo­
en su casa a los líderes obreros de toda Europa, estimu­ krat, Neue Zeit y Times, 1890) fue rápidamente tradu­
lando la formación de partidos obreros independientes, cido a varias lenguas. Y parecido o mayor éxito tuvie­
científicos y revolucionarios, propugnando la alianza ron «El socialismo en Alemania» (1891) y la serie titu­
estratégica y táctica con las demás fuerzas democrá­ lada «¿Puede Europa desarmarse?» (1893). Frente al
ticas (y en particular con el campesinado), denuncian­ armamentismo, Engels aboga por la presión popular
do la penetración del eclecticismo teórico y el oportu­ para reducir los ejércitos permanentes, constituir mi­
nismo político en los medios «marxistas», e insistiendo licias populares, alcanzar un acuerdo de desarme inter­
en que, lejos de ser un dogma, el genuino marxismo es, nacional progresivo y desarrollar la conciencia inter­
ante todo, una teoría en permanente construcción, un nacionalista del proletariado.
método de análisis de la realidad social y una teoría Será 1894 el año de la aparición del El capital. III,
(filosófica, económica, política) para la acción política con un prefacio suyo, y de «El problema campesino
revolucionaria, para el socialismo. en Francia y Alemania». Engels, que el año anterior
había viajado a Alemania, clausurando el congreso de
178
179
la Internacional en Zurich, e insistiendo en la necesa­
ria unidad de la teoría y en la lucha contra el dogma­
tismo, reeditará en 1895, finalmente, La lucha de clases
en Francia de 1848 a 1850, con una importante intro­
ducción política (manipulada, luego, por la dirección
reformista de la socialdemocracia alemana en sentido
integrista).
Engels insistiría en que era preciso elaborar una
política socialista para resolver el problema agrario y
ganarse a la mayoría del campesinado para la causa
del socialismo. Advertía también, en su último trabajo,
que el progreso de la técnica militar y del ejército mo­
derno cambiaba las condiciones de la lucha de clases,
al cambiar las de la guerra. En adelante, habría que
aprovechar las posibilidades del sufragio universal y
las de las instituciones burguesas en general, las posi­
bilidades legales del capitalismo, para no desgastar al
partido en «batallas de vanguardia». A fin de cuentas,
los «partidos del orden» acabarían atentando contra
sus propias leyes, para poner coto a la penetración so­
cial socialista: entonces sería d momento decisivo de
la revolución, porque no en vano el derecho a la revo­
lución es el único «derecho» realmente «histórico», el
único derecho en que descansan todos los estados mo­
dernos sin excepción (E ngels: 1975, Las luchas de cla­
ses en Francia de 1848 a 1850, Introducción de 1895, pá­
gina 121).
Finalmente, el último Engels tuvo que oponerse sis­
temáticamente a la simplificación del marxismo que
arranca de la Neue Zeit en los años ochenta y se gene­
raliza en los noventa. Ni Marx ni él hablaron nunca
de «marxismo», sino de «socialismo científico», «socia­
lismo crítico y revolucionario» * o «socialismo mate­
rialista crítico» *. Al difundirse su teoría como el mar­
xismo como ideología obrera, se generalizarán diversos
reduccionismos. Con frecuencia será interpretada, con­
cretamente, como un determinismo economicista, afín
al materialismo vulgar mecanicista y al positivismo evo­
lucionista. Las «Cartas filosóficas» del Engels de los
años noventa (a K. Schmidt, F. Mehring y J. Bloch,
principalmente) son, por lo mismo, de una enorme ri­
queza teórica, en tanto que puntualizan —con la auto-

180
)
TI

ridad que da una experiencia histórica tan larga y tan


rica como la de Engels— la naturaleza exacta, dialéc­
tica, de la concepción materialista de la historia de
Marx y Engels.
Siempre infatigable, la vida de Engels se consumaría
el 5 de agosto de 1895, a consecuencia de un cáncer de
esófago.

181
C o n c lu s ió n

El marxismo genuino, una clave para


el presente
La historia demuestra, pues (y cada uno de los lec­
tores debiera confirmarlo, yendo por sí mismo ahora
directamente a los textos y a los datos históricos bá­
sicos), la unidad del proyecto histórico-social de Marx
y Engels: de su dimensión teórica y de su dimensión
práctica; del joven Marx y el Marx maduro; de Engels
y Marx.
El marxismo de Marx y Engels es el marxismo ge­
nuino. Si la naturaleza de cualquier ser o proceso se
esclarece por su origen, la obra de Marx y Engels, su
vida, nos aclara la naturaleza del marxismo. Y consti­
tuye, por lo mismo, el hilo conductor necesario para
afrontar la comprensión de la supuesta «complejidad
del marxismo» contemporáneo, de sus orígenes y de
su naturaleza.
En tal sentido, es importante no olvidar las «tres
fuentes del marxismo», que —como explicara en su
día V. I. Lenin— son, a la vez, «sus tres partes inte-

182
grantes» (L enin : 1961, Tres fuentes y tres partes in­
tegrantes del marxismo, p. 61).

El marxismo —escribió también— es el sucesor na­


tural de lo mejor que la humanidad creó en el si­
glo XIX: la filosofía alemana, la economía política
inglesa y d socialismo francés.
(Ibídem)

Sobre la base de la filosofía alemana (de Hegel y


Feuerbach, singularmente), Marx y Engels desarrolla­
ron el materialismo dialéctico e histórico, la filosofía
socialista. Y éste es un proyecto teórico que, apoyán­
dose en el pensamiento científico general que resulta
del conjunto de la experiencia histórica de la humani­
dad, debe ser permanentemente enriquecido y afinado,
aunque, como ya aclarara Marx, ese desarrollo progre­
sivo de la teoría general (de la filosofía marxista), su
realización histórico-social, sólo es posible en la medida
del avance real hacia el socialismo, hacia el fin de la
explotación de unas clases por otras.
Las condiciones teóricas para la actualización del
materialismo dialéctico e histórico están ya dadas. Hoy
sería posible organizar la división del trabajo cientí­
fico en orden a construir la ciencia evolucionista y ge­
neral de la realidad. Una ciencia en permanente cons­
trucción, capaz de precisar en cada momento nuestro
conocimiento de las leyes generales de la realidad (a
partir de los supuestos básicos de su unidad, dinamis­
mo e historicidad); de dar cuenta del estado actual de
las diferentes ciencias básicas (sociales; de lo orgáni­
co; y de lo inorgánico); de esclarecer Jos sistemas teó­
ricos de las unas por los de las otras; de unificar el
lenguaje científico; y, en fin, de concretarse en una
teoría general apta para orientar eficazmente la activi­
dad científica especializada y la práctica social en ge­
neral, para ser continuamente afinada y enriquecida en
función de los resultados prácticos alcanzados.
Pero el materialismo dialéctico e histórico de Marx
y Engels (sin duda la concepción científica de la reali­
dad más integradora y racional del siglo xix) se orienta
sobre todo hacia la comprensión del presente humano.

183
Por lo mismo, la economía política y la ciencia del capi­ logia de los conceptos» fue ya criticada por Marx y En­
talismo del siglo xix, obra de Marx y Engels, se actualiza gels en La Ideología alemana.
en la medida en que en el nuestro se construye la eco­ Evidentemente, Marx y Engels no pudieron enten­
nomía política de la sociedad mundial actual, del capi­ derlo todo ni cambiarlo todo. Pero probablemente en
talismo maduro, del socialismo real y de las relacio­ ellos se encuentran claves teóricas y prácticas adecua­
nes dialécticas entre el uno y el otro, fundamental- das para afrontar la complejidad de la teoría y de la
mentalmente. práctica actuales, en general, y la supuesta complejidad
En tercer lugar, la teoría de Marx y Engels (la teoría del marxismo en particular.
filosófica —o general—, como la teoría de la historia En la medida en que la clase trabajadora y las fuer­
y la del capitalismo de su época) surge de la práctica zas socialistas en su conjunto avancen hacia la actuali­
revolucionaria y se orienta a la misma, a la construc­ zación permanente del materialismo dialéctico e histó­
ción del socialismo, mediante la superación del capi­ rico, de la economía política de la sociedad mundial
talismo, y, en general, de la sociedad de clases. Por lo de nuestro tiempo, y del descubrimiento de la lógica
mismo, el marxismo de nuestro tiempo será tal marxis­ de sus contradicciones (antagónicas y no antagónicas),
mo (en el sentido genético, histórico y genuino del mis­ así com o hacia la construcción real de una sociedad
mo) en tanto en cuanto prácticamente haga lo propio. sin clases, se estará impulsando históricamente el pro­
No es, pues, un marxismo genuino el que rechaza el yecto biográfico de Marx y Engels. Y, probablemente,
materialismo dialéctico e histórico como proyecto de en esa misma medida, se estará también en condiciones
concepción científica del hombre y del mundo en per­ de entender la supuesta complejidad del marxismo con­
manente construcción. Ni lo es, por tanto, el que con­ temporáneo, sus principales inflexiones históricas, la
trapone el materialismo dialéctico al histórico, olvidan­ naturaleza real de sus diversas tendencias, y, en fin, la
do la unidad de la realidad y la de la teoría. Ni tam­ lógica de su evolución histórica en el contexto de la
poco, propiamente, el que se instala en el fetichismo evolución social (e ideológica) conjunta del siglo xx.
de la cita, la simple erudición y el mecanicismo dog­ Una teoría que explica con tanto rigor el pasado,
mático, el marxismo escolástico. Hoy el marxismo se puede aclarar igualmente el presente. Y si no lo hace
utiliza con éxito en todo el mundo, y la historiografía —si no se la aplica socialmente en tal sentido—, quizá
marxista presenta un vigor y una fecundidad explica­ la misma teoría pueda explicarle a cada uno el porqué.
tivos: muy superiores a los de la historiografía positi­
vista (instalada en el fetichismo del dato y en el del
documento) y a los de la historiografía ecléctica (insta­
lada en el fetichismo de la palabra abstracta, de la teo­
ría). Pero no se desarrolla la economía política y la
ciencia de la sociedad actual en la misma medida. El
marxismo puramente historiográfico es, pues, un mar­
xismo incompleto.
Finalmente, no pocos «marxistas» y «marxismos» se
mantienen hoy —al abrigo de las instituciones, las cá­
tedras y otras gabelas académicas—, en el horizonte de
la teoría pura (con dominio de la especulación, abstrac­
ta y del lenguaje esotérico, elitista), y olvidan que el
marxismo es la ciencia de la revolución, que la «mito-

184 185
i
■Si

í
A p é n d ic e

1. Texto comentado
A) Texto:
Marx, de Contribución a la crítica de la econo­
mía política.
B) Comentario del texto

2. Selección de textos: cuestiones y actividades


A) Texto 1:
E ngels, de Anti-Dühring.
Cuestiones y actividades.
B) Texto 2:
E ngels, Carta a K. Schmidt.
Cuestiones y actividades.
C) Texto 3:
E ngels, Carta a J. Bloch.
Cuestiones y actividades.
ik-

;K.

1=
•ir

'á -

:r


1. Texto comentado

A) Texto
Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas producto­
ras de la sociedad entran en contradicción con las rela­
ciones de producción existentes, o, lo que no es más que
su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en
cuyo interior se han movido hasta entonces. De formas de
desarrollo de las fuerzas productivas que eran, estas rela­
ciones se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces
se abre una época de revolución social. El cambio que se
ha producido en la base económica trastorna más o menos
lenta o rápidamente toda la colosal superestructura.
(M arx : 1970, Contribución a la crítica de la economía
política, p. 37)

B) Comentario del texto


1. Análisis
Leído el texto, tras una primera reflexión, puede ade­
lantarse una hipótesis de trabajo sobre la idea central
del mismo, sobre su tesis básica: la evolución social
conjunta de la humanidad se explica, en última instan­
cia, por la dialéctica objetiva correspondiente a la in­

189
teracción histórica entre fuerzas produciivas y relacio­
nes de producción.
Esta reflexión inicial puede concretarse, adelantando,
además, otra hipótesis sobre la estructura lógica básica
del texto: en efecto, mientras que en los dos párrafos
primeros parece plantearse el problema del origen y
de la madurez de la revolución, en el último el autor
hablaría de su desarrollo posterior.
«Durante el curso de su desarrollo», las fuerzas pro­
ductoras de la sociedad entran en contradicción con las
relaciones de producción existentes [...]. De «formas
de desarrollo» de las fuerzas productivas que eran, es­
tas relaciones se convierten en trabas de estas fuerzas.
Es decir, hay una fase durante la cual las relaciones de
producción actúan como «formas de desarrollo» de las
fuerzas productivos. Es después, durante el curso de
su desarrollo, cuando esas fuerzas productoras entran
en contradicción con las relaciones de producción exis­
tentes, cuando estas relaciones se convierten en trabas
de estas fuerzas. Y se añade: entonces se abre una
época de revolución social. Es decir, que, tras una lar­
ga fase de evolución social, en la cual las relaciones de
producción activan el desarrollo de las fuerzas produc­
tivas, se llega a una situación prerrevolucionaria, por­
que el antagonismo (las contradicciones irresolubles,
inconciliables) entre las primeras (que ahora se con­
vierten en trabas de estas fuerzas) y las segundas, aca­
ba determinando la transición a una época de revolu­
ción social.
Todo esto se entiende mejor si, tras aferrarse lite­
ralmente al texto, se explica el significado de los tér­
minos fundamentales que en él se relacionan: fuerzas
productivas y relaciones de producción.
Las fuerzas productivas son las fuerzas que el hom­
bre emplea para reproducir constantemente su propia
existencia material: ante todo, el hombre mismo, como
trabajador, su experiencia histórica y hábitos de tra­
bajo; y, además, los instrumentos de producción, el
conjunto de los medios de producción, creados por el
trabajo, y necesarios para producir los medios mate­
riales que garantizan la conservación y el desarrollo
de la existencia material humana. Pero si las fuerzas

190
productivas y su desarrollo apuntan a las relaciones de
la especie humana con el resto de la naturaleza, el con­
cepto de relaciones de producción viene a identificar
el conjunto de relaciones económicas (de relaciones so­
ciales entre unos hombres y otros) que los hombres
establecen entre sí, de hecho, en el proceso de produc­
ción de su vida material (en el proceso de producción,
cambio, distribución y consumo de los bienes materia­
les).
Aclarado esto, Marx parece entender que esas rela­
ciones de producción (por ejemplo, el comunismo pri­
mitivo, la esclavitud antigua, la servidumbre feudal o
el trabajo asalariado) impulsan durante una larga fase
de la evolución social el progreso de las fuerzas produc­
tivas, hasta que, finalmente, como consecuencia de ese
mismo progreso, dichas relaciones se convierten en un
obstáculo —en trabas— inconciliables con el mismo.
Por eso se habla de que entonces se abre una época
de revolución social, lo que supone, además, que el pro­
greso de las fuerzas productivas determina el cambio
de las viejas relaciones de producción, de sus trabas,
por otras nuevas, revolucionarias, capaces de volver a
actuar como formas de desarrollo de las fuerzas pro­
ductivas.
Por otra parte, en este primer período lógico del tex­
to —como se ha visto, estructurado, a su vez, sobre dos
afirmaciones básicas— , hay algo más. En efecto, tam­
bién se lee en él que la contradicción entre las fuerzas
productoras de la sociedad y las relaciones de produc­
ción existentes, puede entenderse —en lo que no es
más que su expresión jurídica— como la contradicción
de las primeras con las relaciones de propiedad en cuyo
interior se han movido hasta entonces. ¿Qué se quiere
decir con esto?
Las relaciones de propiedad son la expresión jurídica
de las relaciones de producción. El derecho de propie­
dad es la forma fundamental del derecho. Las relacio­
nes de producción —con excepción de la comunidad
primitiva, donde existía la propiedad colectiva en sus
formas gentilicia y tribal— han sido, históricamente,
relaciones desiguales. Las relaciones de producción vie­
nen definidas por la propiedad real de los medios de

191
producción (cuya expresión jurídica son las relaciones
de propiedad reconocidas en el derecho vigente en cada
sociedad determinada). Y esa propiedad (con la excep­
ción apuntada) ha dividido siempre a los hombres en
dos clases sociales fundamentales (dominante y domi­
nada): propietarios y esclavos; señores y siervos; tra­
bajadores y capitalistas.
Visto esto, se entiende perfectamente que las fuerzas
productivas se mueven en el interior de las relaciones
de propiedad (fase de evolución social) hasta que unas
y otras se convierten en antagónicas. Tras lo cual, se
abre una época de revolución social. A la gestación de
la revolución sigue la revolución misma, su realización.
Y ¿cuál es la lógica de la revolución? También lo
dice el texto, precisamente en lo que se ha considerado
como segunda parte del fragmento: El cambio que se
ha producido en la base económica trastorna más o
menos lenta o rápidamente toda la colosal superestruc­
tura.
Nuevamente, nos encontramos con dos términos cla­
ve a definir: base económica (o «infraestructura») y
superestructura («intelectual» y «jurídico-política», prin­
cipalmente). Por el primero entiende Marx las condi­
ciones sociales de la producción material humana (de
las fuerzas productivas, las relaciones de producción y
la lucha económica entre las clases sociales, entre ex­
plotadores y explotados). Por superestructura, la orga­
nización social y política (el estado y la forma de esta­
do), el derecho (las relaciones jurídicas, y las relacio­
nes de propiedad, singularmente) y el conjunto de ideas
y representaciones con que los hombres (y las distintas
clases) se explican la realidad y su situación.
La lógica del desarrollo de la revolución consiste, por
tanto, en el conjunto de cambios políticos, jurídicos e
ideológicos que necesariamente siguen al cambio revo­
lucionario de la infraestructura. Consolidadas las nue­
vas relaciones de producción —al resolverse revolucio­
nariamente el antagonismo entre fuerzas productivas
nuevas y viejas relaciones de producción—, la revolu­
ción social y económica acaba determinando más o
menos lenta o rápidamente el cambio de toda la colo­
sal superestructura: de la organización social y política,

192
las leyes, las vivencias y el pensamiento humano en
general.
Concluido el análisis, puede afinarse notoriamente la
hipótesis de trabajo que se adelantó como tesis del
texto, y puede enriquecerse con precisión: la historia
humana resulta de (tiene por ley) la dialéctica objetiva
entre fuerzas productivas y relaciones de producción;
en las fases de evolución social, las relaciones entre am­
bas no son antagónicas, favoreciendo las relaciones de
producción el desarrollo de las fuerzas productivas; sin
embargo, este mismo desarrollo acaba determinando el
antagonismo entre fuerzas productivas y relaciones de
producción, hasta que las primeras imponen el cambio
revolucionario de las segundas (revolución social y eco­
nómica); por último, la revolución social y económica
determina, antes o después, la revolución política y la
revolución de las conciencias.

2. Contextualización

El fragmento seleccionado forma parte del famoso


prefacio a la Contribución a la crítica de la economía
política (1859), famoso por la riqueza de su información
autobiográfica y por la precisión con que resume la
concepción materialista de la historia.
Formados en la dialéctica hegeliana y en el materia­
lismo filosófico moderno (Feuerbach), Marx y Engels
habían emprendido hacia finales de 1844 un proyecto
común: construir la filosofía del proletariado (el mate­
rialismo dialéctico e histórico), sobre la base funda­
mental de la ciencia del capitalismo y de la revolución
socialista. Tras elaborar básicamente la nueva concep­
ción filosófica del mundo, ajustando cuentas con Hegel
y Feuerbach, integrándolos (superándolos dialécticamen­
te), habían formulado, entre 1844 y 1846, la concepción
materialista de la historia (La ideología alemana). Sin
embargo, según ellos, la «realización» de la filosofía
dependía de la superación material del capitalismo por
el proletariado, dos realidades que para entonces ambos
habían descubierto, también en Londres y París. Y esto
último exigía la organización previa de un partido obre-

193
ro revolucionario y científico, capaz de realizar la filo­
sofía como concepción científica del mundo en conti­
nua construcción, mediante la revolución permanente.
Los años entre 1846 y 1852 son años de lucha por la
unidad teórica (científica) del partido comunista y por
la revolución permanente (concretada, entonces, como
revolución antifeudal en Alemania, y actuando los co­
munistas como vanguardia democrática de una revolu­
ción liberal). Viene luego la larga etapa de la concen­
tración en la ciencia del capitalismo y del estudio de
la revolución científica coetánea. Y Marx, en concreto,
ensaya una y otra vez la exposición sintética de la eco­
nomía política, «hilo conductor» de la ciencia general
del capitalismo. El texto corresponde precisamente a
la publicación parcial del segundo de esos intentos: el
primero (los Manuscritos de 1857-1858) quedaría inédi­
to hasta nuestro siglo; y el tercero y último habría de
llenar la parte principal del resto de su vida (y, muerto
Marx, de la de Engels).
Marx resume en su prólogo la concepción materia­
lista dialéctica de la historia que resulta de sus inves­
tigaciones y de las de Engels, de su experiencia teórica
y práctica. Una práctica que se enriquecerá, después,
con la coordinación de la Primera Internacional y la
formación de cuadros marxistas a nivel europeo (1864-
1872), con la concentración en la colaboración con los
partidos obreros alemanes, y con la educación política
tde los líderes de la Segunda Internacional, por el últi­
mo Engels. Una concepción de la historia que se afinará
continuamente con los esfuerzos para actualizar el ma­
terialismo dialéctico e histórico, teniendo en cuenta los
progresos revolucionarios de las ciencias en la época,
con la observación sistemática de los nuevos hechos, y
con la lucha contra el oportunismo político, el utopismo
social y el eclecticismo teórico en el seno del movi­
miento obrero. Engels, concretamente, se veía obligado
a precisar tal concepción en sus últimas «cartas filosó­
ficas», denunciando el reduccionismo teórico del mar­
xismo oficial y su arraigo entre los partidos y los líde­
res de la «Internacional Marxista».
De hecho, el pensamiento de Marx y Engels en prin­
cipio se abrió paso en la historia lentamente y con difi-

194
J
■*>

cuitad. En los años cincuenta y sesenta, por el predo­


minio del positivismo antimetafísico entre la intelectua­
lidad burguesa, y del reformismo economicista y del pen­
samiento preindustrial en la clase obrera inglesa y con­
tinental, respectivamente. En los setenta, por la reac­
ción ideológica de la burguesía contra el socialismo, tras
la experiencia de la Comuna, por el auge del agnosticis­
mo positivista, el materialismo vulgar y el idealismo
kantiano (reacción reforzada en los ochenta con nuevas
formas de idealismo filosófico y con el racismo, darwi-
nismo y elitismo sociológicos). Sin embargo, para en­
tonces, coincidiendo con los progresos del movimiento
obrero, el marxismo arraiga definitivamente en la his­
toria como concepción del mundo y del hombre, como
conciencia del capitalismo y teoría política del proleta­
riado socialista, aunque, ciertamente, muchas veces al
precio de su simplificación dogmática y reduccionista.
A fin de cuentas, ya habían explicado Marx y Engels
que la relativa realización de la teoría (de la filosofía
del proletariado) depende de la relativa superación del
capitalismo. Y ya se sabe cómo este modo de produc­
ción social continúa dominando la reproducción mate­
rial de la existencia humana a escala mundial; si bien
es cierto que el capital y las relaciones de producción
capitalista se encuentran, desde finales del siglo xix, a
la defensiva, mientras que el desarrollo objetivo de las
fuerzas productivas —de la producción social, tanto en
el capitalismo como en el bloque correspondiente al so­
cialismo real— exige su superación socialista, con el
riesgo alternativo del regreso a la prehistoria.

3. Significación actual

Como pensador y hombre de acción, el proyecto que


define la vida de Carlos Marx gravita claramente en
torno al objetivo de todo individuo que asuma plena­
mente la condición humana: comprender el mundo (tal
como es, y especialmente en su insolidaridad relativa,
en sus egoísmos) para transformarlo: en el sentido de
la solidaridad, de la justicia, del poner coto de forma
histórica y concreta, progresiva, a la explotación del

195
hombre por el hombre, y a sus inevitables secuelas po­
líticas e ideológicas.
Cuando Marx nació, se hundía en Occidente una es­
tructura social secular (un modo de producción), con
su economía, sus instituciones sociales y políticas, sus
leyes y sus valores dominantes, mientras se consolidaba
a escala mundial, con enormes costes sociales, el capi­
talismo, Marx reaccionó frente a esa realidad identifi­
cándose con el proletariado, tomando partido por él.
Aplicó su dominio de la filosofía histórica, de la cien­
cia económica burguesa y de la teoría política socialis­
ta a la construcción de la ciencia del capitalismo, iden­
tificándola con la ciencia de la revolución (como con­
dición teórica necesaria para la misma), en la medida
en que los trabajadores industriales —el proletariado
capitalista (aquellos «cuyas condiciones de vida repre­
sentan el punto central de todas las condiciones inhu­
manas de la sociedad moderna»)— asumieran el pro­
yecto científico y revolucionario que él y Engels habían
definido biográficamente.
Convencido de que la historia del hombre es la his­
toria de la producción del hombre por el hombre en el
trabajo, habiendo comprendido que esa historia ha sido
hasta ahora (con la excepción del comunismo primitivo)
la historia objetiva de la explotación de unos hombres
por otros, de la lucha de clases, llegó a la conclusión
de que, con el capitalismo, existen las condiciones de
posibilidad necesarias para acabar con dicha explota­
ción. La victoria no es segura (Marx sabía que existe
la alternativa de la regresión histórica), pero él, en me­
dio de enormes dificultades materiales y dolorosos pro­
blemas personales, luchó cuanto pudo para contribuir
a hacerla real.
La ética marxista (la ética que tiene como paradigma
las vidas de Marx y Engels) exige de cada individuo
humano el máximo de tensión psíquica posible para
realizarse personalmente en el propio medio social e
histórico concreto mediante una práctica solidaria e in­
temacionalista, socialista, que se apoye sistemáticamen­
te en la ciencia general de la realidad, y en la ciencia
particular de la sociedad de nuestro tiempo. Hoy, en
un mundo social y económicamente todavía dominado

196
i
1

por el capitalismo (el capitalismo maduro), con un so­


cialismo real de origen relativamente reciente, asediado
por el capitalismo y con notorias y lógicas limitaciones
históricas, y cuando la explotación capitalista se con­
centra sobre todo en los pueblos subyugados por el
colonialismo económico (neocolonialismo), el ejemplo
de Marx y Engels sigue siendo el ejemplo a seguir
para realizarse como un individuo genuinamente hu­
mano.
Hoy, como siempre, un individuo genuinamente hu­
mano lo es en la medida en que, venciendo su egoísmo
animal, contribuye decisivamente (dentro de los límites
de sus posibilidades «individuales») al incremento re­
lativo de la solidaridad humana. Marx y Engels indican
el camino: la comprensión científica de la realidad
actual y su transformación socialista. Y la historia co­
tidiana de los pueblos (de todos los pueblos y del pro­
pio pueblo) nos indica de continuo cuáles deben ser
nuestras prioridades.
Ciertamente, la lucha es difícil cuando amenazan la
robotización del hombre, la devastación biológica cre­
ciente y el peligro permanente de guerra nuclear; cuan­
do el nazismo reaparece, maquillado, como el gran ac­
tor de la prensa capitalista internacional. Pero también
hay otras muchas razones objetivas para la esperanza.

197
2. Selección de textos: cuestiones
y actividades

A) Texto 1
Nada, en la naturaleza, ocurre de un modo aislado. Cada
cosa repercute en la otra, y a la inversa, y lo que muchas
veces impide a nuestros naturalistas ver claro en los pro­
cesos simples es precisamente el no tomar en considera­
ción este movimiento y esta interdependencia universa­
les [...]. El animal «utiliza» la naturaleza exterior e intro­
duce cambios en ella pura y simplemente con su presencia,
mientras que el hombre, mediante sus cambios, la hace ser­
vir a sus fines, la «domina». Es ésta la suprema y esencial
diferencia entre el hombre y los demás animales; diferencia
debida también al trabajo [...]. No cabe duda de que cada
día que pasa conocemos mejor las leyes de la naturaleza
y estamos en condiciones de prever las repercusiones pró­
ximas y remotas de nuestras injerencias en su marcha nor­
mal [...]. Y cuanto más ocurra esto, más volverán los hom­
bres no solamente a sentirse, sino a saberse parte inte­
grante de la naturaleza y más imposible se nos revelará
esa absurda y antinatural representación de un antagonis­
mo entre el espíritu y la materia, el hombre y la natura­
leza, el alma y el cuerpo, como la que se apoderó de Euro­
pa a la caída de la antigüedad clásica, llegando a su apogeo
bajo el cristianismo.
(E ngels: 1977, Anti-Dühring, pp. 172-175)

198
1
Cuestiones y actividades

• Título, resumen y esquema del texto.


• Análisis semántico de los siguientes términos:

naturaleza; naturalistas; movimiento universal; inter­


dependencia universal; utilizar; dominar; trabajo; le­
yes de la naturaleza; representación; antagonismo;
materia; espíritu; alma, y cuerpo.

• Análisis semántico de los enunciados:


• Nada en la naturaleza ocurre de un modo aislado.
• El animal «utiliza» la naturaleza exterior [...]. El
hombre, mediante sus cambios, la hace servir a
sus fines, la «domina».
• Es ésta la suprema y esencial diferencia entre el
hombre y los animales; diferencia debida también
al trabajo.
• No cabe duda que cada día que pasa conocemos
mejor las leyes de la naturaleza y estamos en con­
diciones de prever las repercusiones próximas y
remotas de nuestras injerencias en su marcha nor­
mal.
• Cuanto más ocurra esto, más volverán los hombres
no solamente a sentirse, sino a saberse parte inte­
grante de la naturaleza.
• Cuanto más ocurra esto, más imposible se nos re­
velará ese antagonismo entre el espíritu y la ma­
teria, el hombre y la naturaleza, el alma y el cuerpo.

• Análisis lógico del texto:


• Identificación de la tesis del texto. -
• Identificación de la estructura lógica básica del
texto.

• Comentario analítico:
Haciendo uso de los conocimientos ganados en los
ejercicios previos, redacción de un ensayo analítico.

• Contextualización del texto:


• ¿Quién habla en el texto? ¿Cuándo? ¿A quién o a
quiénes?

199
• Relación entre la Dialéctica de la naturaleza y el
Anti-Dühring (temática e histórica).
• ¿Por qué se interesó Engels por las ciencias natu­
rales? ¿Qué opinión le merecieron a Marx? ¿Cómo
dividieron su trabajo?
• Supuestos básicos del materialismo dialéctico e his­
tórico.
• ¿Contraposición, o unidad del materialismo dialéc­
tico y del materialismo histórico?
• El materialismo dialéctico e histórico en los Ma­
nuscritos de París: ¿cómo se integran ysuperan en
ellos Hegel y Feuerbach?

• Significación histórica y actual del materialismo dia­


léctico:
• ¿Cómo explicar la suerte histórica diversa del ma­
terialismo dialéctico y del materialismo histórico
en la actualidad?
• Relación del problema de la superespecialización
científica y de la supeditación actual de la ciencia
a los objetivos técnicos y a los intereses económicos,
con la búsqueda de la ciencia por la ciencia en el
siglo XIX.
• ¿Parten muchos científicos de supuestos distintos
cuando hacen ciencia y cuando actúan como ciuda­
danos normales?

B ) Texto 2
E ngels : Carta a K. Schmidt, de 5 de agosto de 1890.
En general, la palabra «materialista» sirve, en Alemania,
a muchos escritores jóvenes como una simple frase para
clasificar sin más necesidad de estudio todo lo habido y
por haber; se pega esta etiqueta y se cree poder dar el
asunto por concluido. Pero nuestra concepción de la his­
toria es, sobre todo, una guía para el estudio, y no una
palanca para levantar construcciones a la manera del he­
gelianismo. Hay que estudiar de nuevo toda la historia, in­
vestigar en detalle las condiciones de vida de las diversas
formaciones sociales, antes de ponerse a derivar de ellas
las ideas políticas, del Derecho privado, estéticas, filosó-

200
}
ficas, religiosas, etc., que a ellas corresponden. Hasta hoy,
en este terreno se ha hecho muy poco, pues ha sido muy
reducido el número de personas que se han puesto seria­
mente a ello. Aquí necesitamos fuerzas en masa que nos
ayuden; el campo es infinitamente grande, y quien desee
trabajar seriamente, puede conseguir mucho y distinguirse.
Pero, en vez de hacerlo así, hay demasiados jóvenes a quie­
nes las frases sobre el materialismo histórico ( «todo» pue­
de ser convertido en frase) sólo les sirven para erigir a
toda prisa un sistema con sus conocimientos históricos, re­
lativamente escasos —pues la historia económica está toda­
vía en mantillas—, y pavonearse muy ufanos de su ha­
zaña.
(M arx-Engels: 1975, Obras Escogidas. II, pp. 491492)

Cuestiones y actividades

• Título, resumen y esquema del texto.


• Análisis semántico de los principales términos.
• Análisis semánticos de los principales enunciados.
• Análisis lógico del texto.
• Comentario analítico en forma de ensayo.
• Continuación del comentario —sin ruptura de su
continuidad—, mediante la contextualización de la
problemática planteada en el mismo y la discusión
de su significación histórica y actual.

C) Texto 3

E ngels: Carta a J. Bloch, de 21-22 de septiembre


de 1890.

Según la concepción materialista de la historia, el factor


que en «última instancia» determina la historia es la pro­
ducción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo
hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergi­
versa diciendo que el factor económico es el «único» deter­
minante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abs­
tracta, absurda. La situación económica es la base, pero
los diversos factores de la superestructura que sobre ella
se levanta —las formas políticas de la lucha de clase y sus
resultados, las Constituciones que, después de ganada una

201
batalla, redacta la clase triunfante, etc.; las form as jurídi­
cas, e incluso los reflejos de todas estas luchas en el cere­
bro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, fi­
losóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de és­
tas hasta convertirlas en un sistem a de dogmas— ejercen
tam bién su influencia sobre el curso de las luchas históri­
cas y determinan, predom inantem ente en m uchos casos, su
«form a». Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre
todos estos factores, en el que, a través de toda la m uche­
dum bre infinita de las casualidades (es decir, de cosas y
acaecim ientos cuya trabazón interna es tan rem ota o tan
difícil de probar, que podem os considerarla com o inexis­
tente, no hacer caso de ella), acaba siem pre im poniéndose
com o necesidad el m ovim iento económ ico.
(M a rx -E ngels: 1975, Obras Escogidas. II, pp. 492493)

Cuestiones y actividades

• Título, resumen y esquema del texto.


• Análisis semántico de los principales términos.
• Análisis semántico de los principales enunciados.
• Análisis lógico del texto.
• Comentario de texto: un ensayo en que, partiendo
del análisis, se contextualice e interprete su signi­
ficación histórica y actual, unitariamente.
• Aplicación de la tesis del texto al caso del Imperio
Romano.
• Aplicación de la tesis del texto al caso de la Europa
cristiana medieval.
• Aplicación comparativa de la tesis básica del texto
al capitalismo del siglo xrx y a la sociedad mundial
actual.
• Reconstrucción de la tesis del texto, como conclu­
sión definitiva, al hilo de la evolución personal de
Marx y Engels, de su aplicación de la teoría a la
práctica, y de la evolución paralela del medio so­
cial.
• Información básica sobre la historiografía marxista
actual: análisis comparativo con otras tendencias
historiográficas.

202
)
G lo s a r io

Antagonismo social: Contradicción inconciliable entre las


clases fundamentales de un determinado modo de produc­
ción y entre sus intereses. Se resuelve mediante la lucha
' revolucionaria y la revolución.

Base (infraestructura) y superestructura (Teoría de la): Teo­


ría que explica la unidad e interacción dialécticas entre las
relaciones económicas (condiciones sociales de la produc­
ción material) y todas las relaciones de una sociedad (eco­
nómicas, políticas, ideológicas, etc.).

Blanqulsmo (y blanqulstas): Política (y políticos) inspira­


dos en la teoría y la práctica socialista de L. A. Blanqui
(1805-1881): la educación motor de la historia; la táctica
conspiracionista y golpista de una élite disciplinada, clave
de la revolución política; la centralización del poder polí­
tico (dictadura), y la educación de las masas, clave de la re­
volución social.

Cartismo: Primer movimiento independiente de la clase


obrera (Inglaterra, 1836-1837; «Carta» —programa político-
de la Asociación Obrera de Londres). Después de 1848 evo­
luciona hacia el reformismo social, el cooperativismo econó­
mico y el integrismo político.

203
Concepción materialista de la historia (materialismo histó­
rico): Aplicación del materialismo dialéctico e histórico al
estudio de la sociedad, sus leyes propias y su desarrollo
histórico. Concepción general marxista del hombre y de su
historia, y método básico en orden a su investigación.

Dialéctica (método dialéctico): Concepción general de la


realidad (del mundo como totalidad, de sus niveles ontoló-
gicos constitutivos, de los individuos constitutivos de cada
nivel) y del método científico general sobre la base de
cuatro supuestos teóricos básicos: 1) monismo ontológico
(unidad y coherencia universales); 2) dinamismo (identidad
entre seres y procesos; interacción universal); 3) historicis-
mo (condición histórica —evolucionista— de toda la reali­
dad, de la naturaleza y del hombre, y 4) identificación de
las contradicciones como la fuerza motriz y fuente de todo
desarrollo.
Enajenación (alienación): Transformación, en determina­
das condiciones sociales e históricas, de la actividad huma­
na, hasta el punto de que, tanto dicha actividad como sus
productos (e incluso las propiedades y aptitudes del hom­
bre mismo), aparecen como algo objetivo e independiente
(ajeno) del ser humano, como algo extraño que le domina.
En el caso de Marx, la enajenación del trabajo es el fun­
damento real de toda forma de enajenación (política, ideo­
lógica, etc.).
Formación social y económica: Tipo histórico de sociedad,
basado en el predominio de un determinado modo de pro­
ducción, sujeto a leyes-tendencia específicas y a las leyes-
tendencia generales de la evolución social.
Fuerzas productivas: Conjunto de los medios de produc­
ción (ciencia, instrumentos de trabajo, objeto sobre el que
se trabaja) y de los hombres, con experiencia y hábitos de
trabajo, que los emplean (fuerza de trabajo) para producir
determinados bienes materiales bajo relaciones de produc­
ción determinadas.
Posición filosófica
Idealismo filosófico (filosofía idealista):
básica, según la cual lo primario es el espíritu y el pensa­
miento, y lo secundario, la materia y la naturaleza.
Lucha de clases (clases sociales): Grupos de hombres con
posiciones sociales antagónicas definidas por el lugar que
cada uno ocupa en la estructura económica de un determi-

204
J
'I

nado modo de producción. Tal antagonismo se traduce en


un enfrentamiento, en la medida en que cada clase lucha
(económica, política, ideológicamente) por sus intereses.

Materialismo dialéctico e histórico: Concepción general del


mundo, del hombre y del pensamiento, que resulta de la
integración y la superación dialécticas del materialismo filo­
sófico moderno y la dialéctica de Hegel. Como dialéctico,
tiende, además, a su actualización constante en función del
desarrollo histórico de la experiencia humana (de la ciencia
experimental, la ciencia social y la práctica revolucionaria
del socialismo científico, singularmente).

Materialismo filosófico (filosofía materialista): Posición fi­


losófica básica, según la cual la naturaleza material se ex­
plica por sí misma, siendo, por tanto, lo primario, la mate­
ria, y el espíritu, la actividad propia del ser natural cul­
minante (del hombre).
Modo de producción: Forma históricamente condicionada
de obtener los medios de subsistencia y producir la vida
humana. Se define, fundamentalmente, por la unidad dia­
léctica entre fuerzas productivas y relaciones de produc­
ción.
Owenismo (socialismo owenista): Política inspirada en la
teoría y la práctica socialista de R. Owen (1771-1858): coo­
perativas obreras autónomas y organización sindical de la
clase obrera; legislación fabril y protección social del tra­
bajo; educación social y, por tanto, reforma del capitalis­
mo y rechazo de la revolución.
Relaciones de producción: Relaciones sociales que se esta­
blecen objetivamente entre los productores directos y los
propietarios de los medios de producción, en el proceso de
producción, cambio, distribución y consumo de los bienes
materiales, en todo modo de producción. Ejemplos: escla­
vitud, servidumbre, trabajo asalariado.
Socialismo científico (Socialismo crítico y revolucionarlo.
Socialismo materialista-crítico): Teoría y práctica histórica
del socialismo, definidas paradigmáticamente por el proyec­
to biográfico que define las vidas de Marx y Engels. Com­
prende, en una unidad dialéctica, el materialismo dialéctico
e histórico (la filosofía del proletariado), la ciencia social
(ante todo, la ciencia del capitalismo) y la construcción po­
lítica del socialismo.

205
Socialistas de cátedra: Teóricos liberales alemanes que, en
la segunda mitad del siglo xix, propugnaban la evolución
pacífica del capitalismo al socialismo, mediante las refor­
mas sociales y la intervención del Estado en las relaciones
económicas.
Socialismo utópico (socialismo crítico-utópico): Tendencia
del pensamiento político moderno que, partiendo de la crí­
tica abstracta del capitalismo, propugna la necesidad de su­
perarlo construyendo una sociedad basada en la propiedad
social. Enriquecido teóricamente, al desarrollarse histórica­
mente, no alcanza a admitir la necesidad de la ciencia del
capitalismo como condición teórica que hace posible el so­
cialismo y rechaza la revolución política en el dominio es­
tratégico y táctico.

Socialismo verdadero (socialistas verdaderos): Teoría (y


teóricos) formados en la izquierda hegeliana y en la ética
de Feuerbach que, en los años cuarenta, elaboran una ver­
sión más del socialismo utópico. Negando la lucha de cla­
ses y renunciando a la lucha política y revolucionaria, con­
sidera fundamental el desarrollo y la fuerza de la teoría
pura.

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B ib lio g r a fía *

Engels, F. (1968): Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clá­


sica alemana. Madrid. Ricardo Aguilera.
— (1977): Anti-Dühring (en OME-35). Barcelona. Crítica.
— (1978): Manifiesto del partido comunista. Prólogo a la edición
inglesa de 1888 (en OME-9). Barcelona. Crítica.
— (1979): Dialéctica de la naturaleza (en OME-36). Barcelona. Crí­
tica.
F euerbach , L. (1976): Principios de la filosofía del futuro. Prefa­
cio de la primera edición. Barcelona. Labor.
— (1976): Tesis provisionales para la reforma de la filosofía. Bar­
celona. Labor.
L enin, V. (1961): «Tres fuentes y tres partes integrantes del mar­
xismo» (en Obras escogidas. /). Moscú. Progreso.
M arx , K. (1968): Crítica del programa de Ghota. Madrid. Ricardo
Aguilera.
— (1969): Miseria de la filosofía. Madrid. Aguilar.
— (1970): Contribución a la crítica de la economía política. Pró­
logo. Madrid. Alberto Corazón.
— (1970): «Tesis sobre Feuerbach» (en La ideología alemana).
Barcelona. Grijalbo.
— (1970): Contribución a la crítica de la economía política. Ma­
drid. Alberto Corazón.
— (1973): El Capital. I. México. FCE.
— (1977): Líneas fundamentales de la crítica de la economía po­
lítica. Primera mitad (OME-21). Barcelona. Crítica.

* Por razones editoriales, esta bibliografía se limita exclusiva­


mente a las obras citadas en el texto. Por lo demás, la mejor
fuente bibliográfica para el lector de habla española es la edi­
ción de las obras de Marx y Engels (OME), en curso de publi­
cación en Barcelona, Buenos Aires y México.

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— (1978): Crítica de la filosofía del Estado de Hegel (OME-5).
Barcelona. Crítica.
_ (1978): La cuestión judía (OME-5). Barcelona. Crítica.
— (1978): En torno a la crítica de la filosofía del derecho de He­
gel. Introducción (OME-5). Barcelona. Crítica.
— (1978): Manuscritos de París (OME-5). Barcelona. Crítica.
Marx, K., y Engels, F. (1956 y ss.): Kart Marx/Friedrich Engels:
Werke. Berlín. Dietz Verlag.
— (1958): La sagrada familia. México. Grijalbo.
— (1970): La ideología alemana. Barcelona. Grijalbo.
— (1973): Correspondencia. Buenos Aires. Cartago.
— (1974): Cartas sobre «El Capitah. Barcelona. Laia.
— (1975): Marx/Engels: Obras escogidas. I. Madrid. Ayuso.
• Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comu­
nistas.
• El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Prólogo
del autor a la segunda edición.
• E l dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Prólogo
a la tercera edición alemana de 1885.
• La guerra civil en Francia.
• Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. In­
troducción a la edición de Berlín de 1895.
• La guerra de los campesinos en Alemania. Prólogo a
la primera edición alemana de 1870.
• La guerra de los campesinos en Alemania. Prólogo
a la segunda edición alemana de 1875.
• Contribución a la «Crítica de la economía política»
de Carlos Marx.
• Contribución al problema de la vivienda. Prefacio
a la segunda edición de 1887.
— (1975): Marx/Engels: Obras escogidas. II. Madrid. Ayuso.
• Contribución a la historia de la Liga de los Comu­
nistas.
— (1978): Manifiesto del partido comunista (OME-9). Barcelo­
na. Critica.
• Marx y la «Nueva Gaceta del Rin» (1848-1849).
• Discurso ante la tumba de Marx.
— (1981) C. Marx/F. Engels: Obras fundamentales. II. México.
FCE.
• Federico Guillermo, rey de Prusia.
• Las crisis internas.
• La situación en Inglaterra. El siglo XVIII.
— (1982): C. Marx/F. Engels: Obras fundamentales. I. México.
FCE.
• • Diferencia entre la filosofía democriteana y epicúrea
de la naturaleza general.
• Reflexiones de un joven al elegir su profesión.
• Carta al padre.
• Lulero, árbitro entre Strauss y Feuerbach.
• El Comunismo y la «Gaceta General de Augsburgo».
• Observaciones sobre la reciente instrucción prusiana
acerca de la censura.

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