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UN DIA EN LA NIEVE

Los chicos estaban deseando que llegara el frío invierno y que por fin nevara. El otoño
se estaba alargando demasiado y ya habían tenido que aplazar dos veces la excursión a las
pistas de esquí.

Tenían planeado desde el curso anterior pasar cinco días en Teruel disfrutando de la
nieve; querían hacer todas las actividades posibles: snowpark, freestyle, Slalom y Snowspeed,
Skicross… Aunque en realidad no sabían muy bien lo que se hacía en cada una de ellas, pero lo
importante era estar juntos en la nieve y divertirse.

El profesor de educación física les había advertido que la nieve no era sólo para jugar y
pasarlo bien. Era necesario que cumpliesen con las normas y obedeciesen en todo momento a
los monitores de la estación de esquí.

Jose, Luis y Pedro eran el grupo que parecía estar más ilusionado con el viaje. Nunca
habían visto la nieve y era una aventura hacer aquel viaje.

Por fin, en enero, tras la nieve caída en los últimos día , las estaciones de esquí de
Teruel anunciaron que abrirían sus puertas. Afirmaban que en las últimas horas se habían
producido más de 25 centímetros de nieve y el espesor continuaba creciendo. Se ponía a
disposición de los usuarios las estaciones de Javalambre y Valdelinares con muchísimos
kilómetros de pista disponibles para los usuarios.

Salieron hacia Teruel el lunes por la mañana muy temprano y cuando llegaron se
dirigieron al hotel para dejar sus cosas. Rápidamente se reunieron todos los alumnos en la
zona de debutantes para la iniciación del esquí. Habían cintas transportadoras que los iban
llevando a unas pistas marcadas en color verde, que eran las más fáciles para aprender. El
monitor los estaba esperando y les explicó cómo ponerse los esquís y todo lo que tenían que
hacer.

Los chicos lo pasaron genial ese día, la iniciación al esquí había sido muy divertida.
Pero, Jose, Luis y Pedro querían más. No tenían suficiente, no querían esperar al resto,
pensaban que estaban preparados para hacer actividades más arriesgadas. Así que decidieron
separarse del grupo y alejarse a una zona señalizada de rojo y negro, que son las más difíciles
de descender y las más peligrosas. Es más, estaba señalizada como zona prohibida.

Se habían saltado la principal norma, una norma de oro en este deporte: nunca se
puede esquiar fuera de pista o en aquellas que están cerradas; posibles aludes, rocas,
acantilados… son sólo algunos de los riesgos que se podrían encontrar encontrar.

Todavía quedaban unas tres horas de sol cuando se separaron del grupo. Sin que los
monitores se dieran cuenta, los tres chicos se escondieron y se quedaron escondidos para ir a
las otras pistas.

Pero, lo que ellos ignoraban, era que los monitores habían decidido volver al hotel
porque había un alto riesgo de aludes para esa tarde noche, según los servicios
meteorológicos.
Y efectivamente, eso fue lo que ocurrió. Los chicos empezaron a esquiar sobre la nieve,
luego se quitaron los esquíes y comenzaron a tirarse bolas de nieve mientras reían y gritaban.
Desde luego se lo pasaron de maravilla, pero no se imaginaban lo que se les venía encima.

Pedro, que era el de los tres el más tímido, sintió un apretón en la tripa y tuvo que
retirarse de sus amigos. Se protegió detrás de una enorme roca para que no lo vieran. Y gracias
a eso no murieron todos.

Un gran silencio inundó toda la zona, cuando de pronto escucharon un tremendo ruido
y al mirar vieron un enorme alud que se dirigía hacia ellos. Jose y Luis gritaron de terror, pero
nada pudieron hacer, ya que en segundos, quedaron atrapados bajo la nieve. Pedro observaba
desde la roca lo que estaba ocurriendo y no se lo podía creer. ¡Sus amigos habían
desaparecido, la nieve se los había tragado!

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Pedro sabía que tenía que mantener la calma y tomar decisiones rápidamente, ya que
el tiempo era un factor muy importante. Lo primero que hizo fue intentar distinguir el punto
concreto dónde dejó jugando a sus amigos y, gracias que lo pudo reconocer al ver un enorme
pino alrededor del cual habían estado jugando. Pedro cogió una pequeña vara que se encontró
y se dirigió hacia el pino. Contó desde allí unos 30 pasos, y colocó sobre la nieve la vara que
llevaba y su pañuelo rojo atado en la punta. Ese era el lugar donde estaban los chicos antes de
la avalancha.

Se puso sus esquís rápidamente y se dirigió hacia el hotel para pedir ayuda a los
monitores. Éstos se pusieron enseguida en marcha y salieron a buscar a los niños con los
equipos de rescate adecuados. Encontraron el lugar donde Pedro había clavado la vara con su
pañuelo y calcularon, por la intensidad de la avalancha, que los dos chicos debían estar unos
20 metros más hacia abajo, ya que habían sido arrastrados por la nieve.

Rápidamente los localizaron y comenzaron a excavar con las palas. Tuvieron suerte de
ser encontrados con tanta rapidez, ya que estaban inconscientes, y el oxígeno se les estaba
terminando. Los trasladaron hasta el hotel y allí recibieron los primeros auxilios.

Jose tenía rota una pierna y gritaba de dolor. Luis sólo tenía arañazos por la cara, pero
estaban bien; gracias a la rapidez de su amigo Pedro no perdieron la vida ese día.

Una ambulancia los llevó hasta el hospital más cercano en Teruel, allí les hicieron un
completo reconocimiento y sus padres fueron a recogerlos. Pedro los acompañó también,
estaba muy asustado y no se quería separar de sus amigos.

Allí terminaron sus días de excursión, los tres volvieron a sus casas. No imaginaban que
algo así les podía ocurrir. Ahora sabían bien lo peligrosa que podía ser la blanca nieve, por muy
pura que pareciese.

Estuvieron castigados varias semanas, pero desde luego que aprendieron la


lección: nunca más volvieron a desobedecer una señal de peligro, aunque no estuviesen en la
nieve. Siempre cumplían las normas y hacían caso de sus monitores y profesores.

FIN
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