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¿Cuál es el origen del ser humano?

Uno de los grandes misterios que la humanidad ha tratado de resolver desde el


comienzo de sus días ha sido el origen del ser humano, es decir, la respuesta a las
preguntas: ¿De dónde venimos? ¿Cómo y cuándo surgió el primer ser humano? ¿Cómo
comenzó la historia misma de nuestra especie?

Desde luego, la humanidad no siempre ha contado con las mismas herramientas para
buscar respuesta a preguntas tan complejas e importantes, así que lo ha intentado a
través de explicaciones de distinto tipo.

Así, inicialmente, disponía sólo de explicaciones de tipo mitológico o religioso, que


formaban parte de una visión mágica o mística del universo. Entre ellas, la
antropogonía es la teoría de que el ser humano forma parte esencial de la obra
creadora de alguna divinidad todopoderosa o algún conjunto de deidades.

Sin embargo, conforme la sociedad humana se hizo más compleja y capaz de conocer,


interpretar e incluso manipular el mundo a su alrededor, surgieron nuevas formas
de pensamiento y, eventualmente, la ciencia y el modelo de comprobación empírico
trajeron nuevas explicaciones.

La más aceptada y corroborada de todas ellas, en la actualidad, explica que nuestra


especie proviene del mismo proceso evolutivo capaz de explicar el origen de todos
los seres vivos, o sea, la Teoría científica de la evolución humana.

A pesar de la abrumadora evidencia científica que contradice los postulados


tradicionales del creacionismo y la antropogonía, buena parte de la sociedad insiste en
aferrarse a la idea de que el ser humano fue creado por Dios.

Algunos sectores son más fanáticos en su defensa de las posturas tradicionales, mientras
que otros poseen una mirada más pragmática del asunto, que permite fusionar la fe
religiosa con la explicación científica, interpretando la mano de Dios como la fuerza
natural que creó la vida y la condujo hacia la aparición del humano.

l origen de la humanidad es inseparable, en términos científicos, del origen de las demás


especies, dado que responde al igual que en sus casos, al complejo proceso de
la evolución y la especiación, tal y como lo explica la síntesis evolutiva moderna (o
neodarwinismo).

Esta última es fruto de las teorías científicas hoy en día obsoletas de Jean-
Baptiste Lamarck (el llamado Lamarckismo), y de las principales deducciones y
observaciones al respecto hechas por el naturalista inglés Charles Darwin, publicadas en
sus libros El origen de las especies (1859) y El origen del hombre (1871), así como de
los trabajos posteriores de numerosos estudiosos de la biología, la genética y de los
hallazgos de la paleontología moderna.
De acuerdo a la explicación más probable que la ciencia ha podido deducir, nuestra
especie, Homo sapiens, es la única sobreviviente de un conjunto de especies
humanas similares, que entre todas componen el género Homo: Homo
neanderthalensis, Homo erectus, Homo ergaster, por mencionar algunas.

Estas especies eran distintas entre sí física y genéticamente, aunque todas compartían
rasgos fundamentales que las identificaban como humanas: la capacidad para caminar
erguidos y manejar herramientas, una estructura social tribal y cierta tendencia variable
hacia el lenguaje y la imaginación.

Sin embargo, todas ellas provenían de un ancestro animal común, un primate


perteneciente a los hominoideos, grupo que floreció hace unos 25 millones de años
aproximadamente. Del mismo animal provienen también los chimpancés y los gorilas,
nuestros parientes animales más cercanos genéticamente.

Nuestro antepasado dentro de dicho grupo de animales


fue el Australopithecus ramidus, surgido en las selvas de lo que hoy es África, hace
unos 5 a 7 millones de años atrás, una especie mucho más similar a un chimpancé que a
un humano moderno, pero que ya presentaba cierto grado de separación en su
constitución física, así como evidencia de cierto grado de bipedalidad, es decir, de la
tendencia a pararse en sus patas traseras.

No sabemos exactamente qué motivos llevaron a estos primates arborícolas de 1.20


metros de estatura a bajar al suelo y comenzar a caminar erguidos, como lo hicieron
ya sus especies desciendentes, Australopithecus anamensis y Australopithecus
afarensis, cuya estatura alcanzaba ya el metro y medio.

Quizá la competencia por la comida y el hábitat se hizo feroz, o quizá el cambio hacia


los actuales pastizales y sabanas africanos los obligó a desplazarse de un árbol a otro
lejano y, por ende, a caminar largos trayectos entre hierbas y gramíneas que podían
esconder depredadores y peligros. Frente a ese panorama, nuestros ancestros se veían
obligados a erguirse para poder ver por encima de la hierba.

La evolución, entonces, hizo  su trabajo. Al caminar en sus miembros traseros, las patas
delanteras quedaban libres y podían ser utilizadas para transportar alimentos o incluso
herramientas con las cuales defenderse, como palos y huesos. Así fue posible la
diferenciación de las manos y los pies, y la aparición de los pulgares oponibles,
rasgo característico de las especies humanas.

De esta forma, hace 2.4 – 1.5 millones de años apareció la primera especie


propiamente humana: Homo habilis, cuya apariencia seguía siendo claramente
simiesca, pero estaban dotados de un cerebro más voluminoso, apropiado para los
nuevos usos diversos que sus manos libres les permitían.

Luego, alrededor de 1.8 millones de años atrás, surgió la más exitosa de las especies
humanas ancestrales, que fue capaz de construir herramientas líticas, dominar el fuego y
abandonar el continente africano para esparcirse por todo el mundo: el Homo erectus.
Esta última especie existió hasta hace unos 300.000 años aproximadamente, aislada en
sus diversos hábitats geográficos, en los que probablemente dio origen a nuevas
especies humanas, tales como el Homo neardenthalensis (el “hombre de Neandertal”)
y Homo denisovensis (el “homínido de Denísova”), algunas de las más recientes de las
que tenemos registro.

Pero resulta difícil determinar hoy en día cuál es la historia genética exacta de éstas y
otras especies humanas que, además, es probable que se mezclaran hasta cierto punto y
que compitieran por los recursos disponibles.

De hecho, durante el siglo XX, se pensó que el Homo sapiens había surgido en distintos
lugares del planeta, siendo así descendiente de estas distintas especies, dependiendo de
su raza. Esto es lo que se conoce como poligenismo, y es hoy en día una teoría obsoleta.

Sabemos a ciencia cierta que la especie Homo sapiens surgió hace unos 200.000


años en el este de África. En algún momento de su historia (hace unos 60.000 años)
inició un proceso de migración hacia el resto del mundo, en el cual inevitablemente
debió encontrarse con sus otros parientes humanos.

Ello dio lugar a cierto grado de mezcla, como lo evidencia la presencia de cierto grado
de ADN Neandertal en los ciudadanos actuales de Europa. Por otro lado, seguramente
existió una abierta competencia por el territorio y los recursos.

Desconocemos las razones exactas que condujeron a las demás especies humanas, a la
extinción. No es descabellado pensar que perdieron contra nosotros la competencia por
el dominio de los recursos, o que quizá su desaparición responde a un lento proceso de
exterminio de nuestra parte. En todo caso, tras su desaparición, la humanidad quedó
integrada únicamente por los Homo sapiens, dando así inicio a lo que hoy
llamamos prehistoria.

Explicaciones religiosas del origen del ser humano


Cada cultura elegía los materiales que más valoraba en la “fabricación” del humano.
Por su parte, las explicaciones religiosas del origen de la humanidad son sumamente
distintas entre sí, dependiendo de la tradición cultural y mística específica a la que
pertenezcan. Incluso en una misma civilización podían convivir distintos mitos de
creación del ser humano, dependiendo de la etnia, el culto o la vertiente religiosa, como
ocurría a menudo en los imperios multiculturales.

Sin embargo, todas ellas tenían en común la idea de que el ser humano es fruto directo
o indirecto de las artes mágicas o sobrenaturales de un ser omnipotente, es decir,
que fue creado por un Dios o por un conjunto de ellos.

Muchos de estos mitos de creación tienen rasgos en común y explicaciones similares


para ciertos fenómenos, como la muerte, el envejecimiento o la reproducción. Incluso
algunos elementos fueron transmitidos entre una y otra tradición, o incluso aparecieron
espontáneamente en culturas que tuvieron poco o ningún contacto. Suelen ser muy
diversos y reflejar el universo inmediato de las culturas que los produjeron.
Por ejemplo, en la antigua Mesoamérica maya, según cuenta el Popol Vuh, se decía que
el ser humano había sido creado por los dioses a partir del maíz, luego de dos intentos
infructuosos con madera y barro.

Por otro lado, en la Antigua Grecia, similarmente, se hablaba de cinco edades o razas de
seres humanos, creados a partir de la Tierra de manera espontánea: la raza de oro, la
raza de plata, la raza de bronce, la raza de hierro y, finalmente, la raza de arcilla, la
única que sobrevivió al juicio de los dioses.

Algo parecido contaba la tradición nórdica escandinava, según la cual los primeros seres
humanos habían sido el hombre Askr, (“fresno”) y la mujer Embla (“Olmo”), nacidos
gracias a los dioses de los troncos de dichos árboles; o, según otras versiones, nacidos
del legendario árbol cósmico Yggdrasil, un fresno perenne. Cada cultura elegía los
materiales que consideraba más preciados para describir la “fabricación” humana por
parte de las deidades.

Además, ciertos valores o ciertas concepciones de la vida se imprimieron en el mito


de creación y transmitieron con él a través de las generaciones. Por ejemplo, la
tradición judeocristiana ve en el trabajo, el parto con dolor y la muerte el castigo que
Dios infligió a la especie humana debido a los errores cometidos por Adán y Eva, los
primeros seres humanos, en el Jardín del Edén, lugar en donde llevaban una vida
armónica y eterna.

Adán había sido creado del barro, dicho sea de paso, mientras que Eva a partir de una
costilla suya. Pero la humanidad, según este mito, es heredera de los errores (pecados)
de sus ancestros: una visión que el cristianismo tomó a su conveniencia, contando que el
mesías Jesucristo venía a limpiar de pecados de todos.
El ser humano moderno (Homo sapiens sapiens) evolucionó a partir del Homo sapiens
en el Paleolítico medio, hace unos 200000 años. Homo sapiens sapiens comparte
características con el resto de Primates, pero tiene otras características que le
diferencian: Son bípedos, andan completamente erguidos. Características biológicas de
la evolución humana

Dentición: los simios tienen dientes caninos e incisivos mayores que los humanos.

Cráneo: la mandíbula de los humanos es más pequeña y liviana.

Cerebro: el cerebro del humano moderno es más grande que los simios en tamaño y en
relación al cuerpo.

Tronco: el tórax de los simios es más amplio en la base, el tronco de los humanos es
más uniforme a lo ancho, con los omóplatos más cercanos a la columna vertebral.

Extremidades: las piernas de los humanos modernos son más largos y la pelvis está
dispuesta para que las piernas puedan soportar el peso del cuerpo. Los pies humamos
tienen una plataforma más estable. Las manos humanas tienen más destreza, son más
largas y el pulgar puede tocar la punta de los otros dedos

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