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PSICOANÁLISIS Y POLÍTICA: CITA CON LACAN

“Cuanto más santos hay, más se ríe, es mi


principio, véase la salida del discurso capitalista
–lo que constituirá un progreso-, si solamente
no es para algunos.”
Jacques Lacan
Nace en 1901 en el seno de una familia de comerciantes de la burguesía parisina.

Médico psiquiatra, psicoanalista, filósofo; vinculado a las principales figuras de la


intelectualidad europea de su época deja su marca en la historia del psicoanálisis a partir
de una lectura propia de la obra de Freud; se sirve para ello de distintas disciplinas según
las diversos momentos de su enseñanza incorporando nociones del estructuralismo, la
lingüística, filosofía, lógica, matemática, topología.

Erudito, apasionado, excéntrico, controvertido, crítico…

Nunca indiferente al contexto histórico y social, nos enseñó y nos enseña que el
psicoanálisis tiene el deber ético de tomar posición política. El psicoanalista es
responsable de pronunciarse respecto de cómo se produce el malestar en la cultura en la
coyuntura histórica de su época y de sostener las diferencias que convengan si de trabajar
a contrapelo de la pulsión de muerte se trata.

En nuestros días, cada día un poco más, nos encontramos cara a cara con el racismo y la
segregación, de cuyo retorno hablaba Lacan a los que pudieron tener el privilegio histórico
de escucharlo.

Sociedad neoliberal; líquida; globalizada; sociedad del riesgo o aún capitalismo salvaje,
entre otros, son los nombres de ese mal que consiste en la degradación del discurso del
amo y sus consecuencias subjetivas. Calificado por Lacan como “astuto”, el discurso
capitalista articula plus de goce y plusvalía en una estructura que no tiene el tope de la
imposibilidad. Se trata de un movimiento que produce ilimitados objetos de consumo que
generan cada vez más plusvalía para las empresas y que en el mismo giro asegura que la
tecnociencia produzca más objetos en una circularidad que no se gasta.

Esto permite pensar lo que Lacan llama absolutización del mercado a partir de lo cual el
sujeto mismo es un producto atravesado por la lógica del discurso capitalista.

El neoliberalismo se nutre de sociedades sin ideología, sin consignas, sin horizontes;


produce post verdades que se sostienen en carencias de relato y de historia; ciudadanos
hoy llamados “vecinos” sin estandartes políticos, ni banderas; sujetos que tras engullir la
dosis diaria de noticias y entretenimiento, se silencian y se adormecen más fácil en el rum
rum del nuevo objeto siempre disponible para el goce ya mismo-aquí y ahora. Auténtico
modo de exterminio del lazo.

¿La contracara del éxito? Más angustia, más soledad, más depresión, más pánico.

¿La solución inmediata dentro de los mismos cánones del consumo? Más psicofármacos,
mejor y más específicamente desarrollados por la industria farmacológica abrazada a la
técnica.

Son sociedades que ya no saben cómo meter debajo de la alfombra lo que retorna porque
en verdad no se trata de lo reprimido y su fracaso sino de lo forcluído y su retorno en lo
real del cuerpo social: excluidos, olvidados, restos prescindibles de un neoliberalismo que
arrasa con la humanidad y con la condición humana misma.

Es interesante en este punto el planteo de Giorgio Agamben quien sostiene que hoy está
puesta en cuestión la relación contractual por la cual los hombres ingresan en el pacto
simbólico. Habla del soberano moderno que no necesita del contrato social en tanto se
ubica en la excepción del discurso jurídico y que se sostiene en lo que el filósofo llama
“Vida Nuda” esa vida que se mata sin consecuencias.

En palabras de Jorge Alemán “el estado de excepción necesita lugares donde no se sepa
bien si uno está adentro o afuera, si está preso o libre, que uno no sepa qué techo
simbólico lo protege (…) que haya cada vez más personas que no sepan a qué atenerse;
esto vuelve al poder actual Unheimliche”.

Se suceden en este marco lo que se da en llamar “crisis” que no hacen otra cosa que
instalar y sostener un estado que opera por la excepción y una exigencia siempre
mortífera que concentra cada vez más riqueza. Frente a esto la renuncia del sujeto nunca
será suficiente; y entonces sacrificar Ministerios, por ejemplo, –con las consecuencias
concomitantes-, eso que hoy promete compensar el momento crítico, se revelará mañana
como un “no fue suficiente.”

En nuestro país, bajo el slogan “juntos; en equipo; entre todos” y alguna otra modalidad
de lo mismo se nos dice que debemos apostar por lo uno. Creo, sin embargo en la ética
que puede sostenerse en “la grieta” y en las diferencias de pensamiento que puedan
ofrecer una resistencia a una lógica de mercado vestida de democracia.
La oferta de un colectivo como totalidad que disuelve diferencias es una de las arterias
fundamentales del neoliberalismo. Frente a esto tenemos la opción de hacer valer la
dimensión del deseo como causa y el lazo social como recurso para construir un sujeto
político. Un sujeto que pueda ubicar su propia subjetividad como base de la opresión
gozosa en la que vive; concernido en lo que le toca respecto de una lógica circular que lo
arrasa.

La tesis que formula Alemán propone: “ una vez consumado el hecho de que el
neoliberalismo ha conquistado la producción biopolítica de subjetividades, la clave del
asunto en la encrucijada política contemporánea podría ser ubicar qué hay en la condición
humana, en la existencia sexuada, hablante y mortal que no pueda ser captado en el
circuito del capital” y propone los términos soledad:común para poder pensar esto en
tanto lo común de la soledad remite a cómo “cada uno balbucea palabras que servirán
para armar su soledad sintomática y su relación al otro; común lacaniano inalcanzable por
los expertos; lalangue”.

En su conferencia de Milan Lacan invita a “un uso un poco mejor del significante como
Uno” quizá como la alusión a un amo que en lugar de producir plus de goce está advertido
de que el goce es efecto de lenguaje en el cuerpo.

En el texto Televisión nos orienta acerca de la salida al circuito infernal del discurso
capitalista: es la opción del discurso analítico accesible a las mayorías. Convierte entonces
-si se me permite la trasposición del término- el imperativo superyoico que rige la época
en imperativo ético que nos exige a los psicoanalistas ofrecer el psicoanálisis frente al
malestar actual, la extensión del psicoanálisis aplicado en las instituciones públicas y
privadas de Salud Mental para dignificar la existencia del sujeto contemporáneo.

La condición humana, soledad irreductible; no hay Otro del Otro, no hay relación sexual,
no hay metalenguaje.

Sí hay la singularidad más profunda a la hora de habitar un cuerpo vivo atravesado por la
pulsión de muerte. Esa sigue siendo nuestra cita.

María Laura López

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