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q LUDOVICO SILVA EDITORIAL ras |e) DE CARACAS TEORIA DEL SOCIALISMO LUDOVICO SILVA “Teoria del socialismo” es un ensayo en el que se Pe MS eae OM CCM Eco a Ce Ree mC ORCI e MC eR MCMC OC AGT eGen eeu een ncn pensamiento socialista mas avanzado de la actuali- dad. Ello implica una contribucion a la discusién teo- Pe Cm CEM CECE Or Cia: Met TCC une 2g cialmente en Venezuela, donde aparece como la fuerza emergente y donde se echan de menos las discusiones tedricas a profundidad. Uno de los factores para la unificacion de las izquierdas venezolanas es sin duda PCEuiCe CeCe BCC mM UR ae tender por socialismo. ;Son realmente socialistas las sociedades actuales que asi se denominan? ¢Res- ponden a un modelo socialista riguroso y radical? zEn qué consisten la teoria y la practica del pensa- PCCM ea mic MM Coll Marx sobre la transformacion del capitalismo? Estas y otras inquietantes preguntas se Pry eis eR Me Csu OST e UCR om ag ca de una veintena de libros, tanto de poesia como de Pr M esters ae oe eMC Pitcigcta (eee cesivas reediciones, tanto en Venezuela como en ry] extranjero, y algunos de sus libros han sido traducidos Pa ee ieee cic RS eae samiento de Marx, y el presente ensayo es su mas Seen MESSE CC Mu CML Li a Cet vnc | 275%] PRs 120) DE CARACAS | LUDOVICO SILVA TEORIA DEL SOCIALISMO Ss ee | TEORIA Y PRACTICA DEL PENSAMIENTO SOCIALISTA Esctibo este ensayo para mis amigos revolucio- narios, que se confiesan marxistas y que luchan con distintas armas por el logro de una sociedad socia- lista en el continente americano. Si de algo sirve mi posicién y mi vocacién de escuélido intelectual, ha de ser sin duda para contribuir a poner en claro y sobre el tapete el problema del socialismo y el co- munismo, Estos términos requieren hoy més que nunca de un andlisis que los haga lo més unfvocos posible. Gran parte de las divergencias que existen hoy en los movimientos socialistas del mundo se deben a la vaguedad en que suelen mantenerse esos términos. Al no saber darles un contenido real y especifico, los distintos partidos comunistas y s0- cialistas se lanzan a establecer diferencias basadas exclusivamente en las diferencias politicas del mo- 21 niacin, i incipal, a saber, nto, con Jo cual se olvida lo principal, tice el sentido histérico de todos esos pare ¥ a imientos, cuya méxima téctica y estrategi: a ae la ‘olidaridad mundial, viene dado en Ja me- dida en que todos concuerden en una definicién oe tisa de lo que es el socialismo y de lo que es Age munismo. Dentro de estas categorias incluyo taml ; Ie del hamanismo, por razones que explicaré més adelante. tes de entrar en la caractetizacién de los vémninos menconados, convene hacer ums, fl ones epiatemol6gicas sobre el modo como ¢} may wismo puede enfrentarse a estos problemas. L Pa Jabra griega “‘epistemologia”, cuya ralz 2 Aristételes, puede ttaducirse de, varias manera, Corrientemente se la traduce por “diseurso sobre ' ciencia”, pero en realidad esto es una trasposici inadmisible, pues nuestro concepto de ciencia no enistia en los tiempos de Aristételes. Mis conve niente seria traducsle por “discurso sobre ¢) si ber”, y mejor todavia “discurso sobre el modo de Tlegat a saber”. Ahora bien, para poder situar epis: vemoldgicamente el problema del socialism, e& pis” iso partir de los principios epistemolégicos de los cuales partié Marx. Concretamente, bay que avert guar cudl es el papel que juega el concepto de so- Bilismo dentro del imperativo marxista de vincular de modo esencial Ia teorfa y Ia préctica. EI modo en que Marx entendfa la vinculacién esencial de Ia teoria y la préctica est lejos de sex aelarado, pese a que sobre el tema se han escrito bibliotecas enteras. Uno siente, leyendo a muchos autores europeos y americanos, que nadie, pone edo en Ia aga para establecer de un modo pre- ciso esa deseada unién de teorfa y practica. La con- fusién proviene, entre otras cosas, de que el propio Marx s6lo hablé muy pocas veces de modo expli- cito sobre este problema. En vez de teorizar y dise- fiar una metodologia con sus principios epistemo- I6gicos, Marx prefixié practicar su teoria en sus es- ctitos cientificos. EI resultado es lo que el filésofo francés Louis Althusser ha bautizado con el nom- bre de “préctica tedrica” de Marx. Sin embargo, aqui nos apartaremos de la concepcién de Althusser, porque si bien tiene el mérito de dar una buena pista para indagar en la préctica cientifica de Marx y descubrir los secretos metodolégicos implicados en su discurso cientifico, no nos sitve para establecer de modo claro la mencionada vinculacién entre teo- rfa y practica, proclamada desde el principio por Marx como bandera de su programa de investiga- cién cientifico-social. Yo encuentro que se pueden distinguir dos ni- veles dentro del pensamiento de Marx sobre este tema. Estos niveles son: 1° La vinculacién entre la teorla y la practica social revolucionaria, y 2° La vinculacién entre la teoria y su propia préctica cien- tifica. Generalmente, los marxistas entienden el problema de la unién de teorfa y préctica referido tan s6lo al primero de los niveles mencionados. En cuanto al segundo, después del libro de Althusser Pour Marx, publicado en 1965, se han escrito unas cuantas cosas, pero realmente insuficientes. Exa- minemos de cerca esos niveles. EI primer nivel est4 expresado por Marx en la segunda, tercera y onceava Tesis sobre Feuerbacb. Como se sabe, estas tesis, que consisten en once falgurantes aforismos, fueron escritas por Marx en la primavera de 1845, y publicadas por primera vez 23 i libro els en 1888, como apéndice a su libro We ataiich y el fin dla fsa i 78. publicarlas, Engels les hizo a ties extlisticos; nosotros etaremos aqui #8" fa versién de Engels. mate [a tesis nfmero dos dice at: “El problema ds si al pensamiento humano se le puede atribuit una terdad obetva, no es un problema bri spo un ‘ulema préctico, Es en la préctica donde : probifone’ que demostrar Ia verdad, es desir, Ia rea: lidad y el poderio, la rerenlidad dey penanicns itigio sobre la realidad o in wo ergo que se fla de ln pci =v PIO Blema puramente escoldstico” '. ae realidad, no hay una excesiva original en. a planteamiento de Marx. No es dificil false Siones semejantes en Tos pragmatstas ingests Posie bargo, cuando nos encontremos con la tesis tercera, comprenderemos 10 are bay a ae f Sén de Marx. En efecto, Ia p og Se Ia verdad objetivs, no es cuslgie tipo de picts i a revolucionatia (uniwalzende 8) 1a prictfeo de la nueva filosofia matrilists; wey oe dir en Ta texis once, no es meramente ity terpretador, sino transformador, préctica y sock i ken gegens- ob dem menschlichen Den! fi oe a gach qukomme, ist keine sees ad Tate sondern eine. prakiische Frage. In. det Pes seers der Mensch die Wahrheit, das heisst die Wisklichkeit und Macht, die Diesteite ea Denkens beweisen. Der Streit tiber die migktic ad oder Nicht Wirklichkeit eines Denkens, ae oe del Praxis isoliert ist eine rein a ey ‘Marx-Engels Werke, Dietz Verlag, Berlin, 1962, vo 3; p. 533): mente revolucionario. No se trata, pues, de un mero enunciado abstracto 0 teoria de la verdad ahistéri- camente formulada, tal como se ha hecho desde Aristételes hasta Heidegger. Se trata de una pro- posicién dictada por la prictica histérica. En esa misma proposicién de Marx se cumple fielmente Jo que ella enuncia, a saber: la vinculacién entre teorfa y practica. La verdad objetiva de la tesis de Marx no proviene meramente de su cardcter tedrico, que como hemos dicho no es muy original y se ha- lla en los fildsofos pragmatistas ingleses, Su verdad proviene de que responde tedricamente a las con- cretas y pricticas exigencias de los nuevos tiempos. Marx estaba perfectamente conciente de que es- taba creando una teorfa revolucionaria destinada a interpretar la dialéctica social de su época, y di- tigida concientemente a intervenir en ella de modo revolucionario, como en efecto lo hizo. Ya en 1843 habfa esctito una frase de oro: “La teorfa logra rea- lizarse en un pueblo sélo en la medida en que es la realizacién de sus necesidades” 2, Esta vinculacién conciente de la teorfa con la préctica histérica es lo que no se halla en los pragmatistas ingleses, ni en ningin filésofo anterior a Marx, si hacemos 1a no- table excepcién de Hegel, cuya dialéctica del Espi- titu, pese a su nebulosidad metafisica, estaba dise- fiada en funcién de la dialéctica de la historia, que es Jo que en una ocasién sefialé el propio Marx como la virtud suprema de Hegel. Esta posicién de Marx resulta muy aleccionado- ra para nosotros en el subdesarrollo, Si no la asimi- 2 “Die Theorie wird in einem Volke immer nur so weit verwirklicht, als sie die Verwirklichung deiner Bediirfnisse ist”. (Zur Kritik der Hegelschen Recht- philosopbie, MEW, I, p. 378). 25 | lamos rigurosamente corremos el tradicional, peli gro de formular teorfas aparentemente revolucio- fatias pero en tealidad aisladas de nuestra préctica histérica. Mucha sangre ha costado a los revolucio- narios venezolanos el comprender que ¢s necesario guiarse por una teotia que sea expresién de la préc- eca social en la que vivimos. También ha costado mucha sangre, y no pocas confusiones tedricas, la aplicacién indiscriminada de un marxismo abstrac to, hierético y marmolizado, por completo aislado de nuesttas circunstancias hist6ricas especificas, exento de categorias especialmente disefiadas para nuestro medio. Marx no creé su teoria de la socie- dad capitalista como un sistema filasdfico dotado de categorias intemporales; por el contrario, cre6 un método de investigacién dotado de un doble conjunto de categorfas: por una parte, las catego- rfas generales que explican el funcionamiento de la sociedad capitalista, cualesquiera que sean sus de- sarrollos histéricos; entre estas categorias figuran, por ejemplo, la ley de la plusvalfa, que es expresién de la ley del valor, y el imperio de Ja alienacién, que definia como ef paso universal del valor de uso al valor de cambio, es decir, el imperio fetichista de la mercancfa. Y por otra parte, categorias menos gene- rales, como la que postula la lucha de clases, que ne- Tesariamente tienen que adaptarse a las clases so- ciales que concretamente existen en cada ambiente y en cada momento hist6rico. Los revolucionarios de nuestro continente muy a menudo se han de- jado deslumbrar por Ja oposicién dialéctica clasica entre proletariado y burguesta. Mucha sangre les hha costado comprender que esa vieja oposicién se matiza gravemente en nuestros paises no s6lo por Ia existencia de diversos tipos de burguesia y pro- letariado, sino por la presencia activa de estratos so- ciales que no encajan dentro del esquema clisico. Socidlogos y antropélogos creadores, como por ejemplo Darcy Ribeiro, han trazado por es0s nue- vos esquemas, adaptados a nuestra peculiar lucha de clases. Asf por ejemplo, él no habla de burgue- sfa, sino de “ipatriciado”. Se ha dado muchas veces el eso de revolucionos que le hablan ls cl ses marginales, que estén casi totalmente ‘in- cnladas del aparato productivo, como si se eee de proletatios, es decir, una clase directamente en- granada en equel aparato. Pero uno puede pregun- tarse: si los marginados no pertenecen al aparato productivo, gen qué medida puede decirse que son explotados, en qué medida son productores de plus- valla? Para explicarme este fenémeno yo me inven- té hace affos una categorla de inspiracién marxista, que bauticé la plusvalia ideol6gica. Yo no sé, por- que ningtin critico se ha tomado la molestia de de- cirmelo, si ese constructo intelectual tiene alguna utilidad préctica; pero mientras no me digan lo con- tratio, yo seguiré caracterizando la plusvalfa que produoin los marginados como plasvalia ecg , es decir, como trabajo psiquico excedent: Se ae ene ee capitalista, no sélo desde el punto de vista mera- mente ideolégico, sino Io que es més grave, desde el punto de vista material. Pues, en nuestros tiem- pos, Ia extraccién de plusvalfa material tiene su so- porte en la extracci6n de plusvalia ideolégica. El capitalismo material necesita del capitalismo ideo- l6gico, que puede definirse como la acumulacién de conciencias y lealtades ideoldgicas hacia el sistema Jo cual reduunda en beneficio material para el mismo. Es la gran labor que cumplen en nuestro medio los 27 medios de comunicacién, No pongo este caso sino a manera de ejemplo de cémo, a mi juicio deben entender los revclucionarios la vinculacién entre la teorfa y la préctica, Esto, como veremos més ade- lante, es de la mayor importancia para compren- der cudl es el concepto de socialismo y de comunis- mo que debemos manejar a fin de que nuestra teo- tia no se estrelle contra la préctica, Ja tetca y dura prictica. 2 Pero volvamos a las tesis de Marx. Dice la te- sis tres: “La teoria materialista de que Jos hombres son producto de las circunstancias y de la educa- cién, y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintes y de una educacién modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las cir cunstancias y que el propio educador necesit educado, Conduce, pues, forzosamente, a la di de la sociedad en dos partes, una de las cuales est por encima de la sociedad (asf por ejemplo, en Ro- berto Owen). La coincidencia de la modificaci6n de las circunstancias y de Ja activi lad humana sélo puede concebirse y entenderse racionalmente como practica revolucionaria” >. “Die matericlistische Lehre, dass die Menschen Pro- > hte der Umstinde und der Erziehung, verinderte Menschen also Produkte anderer Umstinde und geinderter Erziehung sind, vergisst, dass die Umstinde fben von den Menschen varindert werden und dass der Erzicher selbst erzogen werden muss. Sie kommt aher mit Not Wendigkeit dahin, die gessellschaft in ‘wei Teile za sondern, von denen der eine iiber der Gesellschaft erhaben ist. (Z.B. ber) Robert Owen), ‘Das Zusammenfallen des Anderns der Umstiinde und der menschlichen Titigkeit kann nur als umuwilzen- ide Praxis gefasst und rationell verstanden werden”. (MEW, 3, pp. 533-4). ane Dicho en otras palabras, lo que Marx quiere expresar es el principio humanistico y matetialista de la primacia de los hombres reales y actuantes sobre la historia y las circunstancias que lo modelan. Una tesis materialista nos habla (como en efecto hablaban Fourier, Proudhon, Owen, etc. ) de la in- fluencia determinante del medio histérico sobre los hombres individuales. Pero esa tesis materialista ha olvidado demasiado a menudo que son los hombres reales los que hacen la historia y configuran el me- dio. Se requiere, pues, que el educador sea educa- do en el sentido de una préctica que transforme las circunstancias y modifique la historia, Es més: el educador tiene que set educado para que transforme su medio a través de una practica revolucionaria, término que el propio Marx subraya. Todas las be- Ilas teorfas sobre la educacién carecen de sentido si el educador no las vincula con la practica revolu- cionatia. No se trata, digdémoslo de una vez, de a idea simplista de que la cétedra o el libro se con- viertan en instrumentos subversivos, aunque en un momento dado pueda ser ello conveniente. Se trata, ms bien, de que el hombre que ensefia teorfas a través de una tribuna piblica, ensefie también la relacién que hay entre sus teorfas y la préctica so- cial. Si se procede de acuerdo a este criterio, la en- sefianza sera forzosamente una actividad prdctica revolucionaria, pues seré la ensefianza de la verdad, y la verdad, como Ia belleza, es siempre revolucio- natia, aunque sdlo sea por el hecho de que no per- sigue el falseamiento ideolégico, sino la denuncia cientifica, que es un modo de despertar a las con- ciencias. Decfa antes que en esas palabras de Marx hay una afirmacién de humanismo. El tema del huma- 29 \ , j nismo lo trataré hacia el final de esta conferencia, pero puede adelantarse algo. As{ como hay una so- Gologia del arte falsamente marxista y materialis- ta segéin la cual toda produccién individual del es- pirita humano se explica unilateralmente por las circunstancias sociales en que fue creada, olvidando Jas particulatidades especificas de cada obra de ar- te, del mismo modo hay una explicacién falsamente materialista de la historia segiin la cual los hombres individuales no son sino las marionetas que maneja una entidad fantdstica y metafisica denominada Historia, Un pensamiento que sepa vincular dialée- ticamente teorfa y préctica debe comenzar por afir- mar el principio humanista de que son Jos hombres Jos que hacen la historia, y no al revés. Un revolu- Gionario no puede sentarse a esperar que la Histo- ria le brinde las condiciones revolucionarias; es pre- ciso que él contribuya a crear esas condiciones re- volucionarias. Como dijo en una ocasién Fidel Cas- tro, el revolucionatio no puede sentarse a esperar en el quicio de su casa a que pase el cadaver del ca- pitalismo. También es importante considerar la tesis once de Marx, aunque no nos detendremos mucho en ella, porque ha sido suficientemente estudiada por muy diversos autores, Dice asf la tesis: “Los filéso- fos no han hecho sino interpretar de diversas ma- nneras el mundo; se trata ya de transformarlo” +. En esta sentencia de Marx se pone en juego nada 4 “Die Philosophen haben die Welt nur verschieden interpretiert; es kommt aber darauf an, sie au oe rindern”. (MEW, 3, p. 535). Para una interpre- tacién més detallada de esta tesis véase mi Wibro Mars y la alienacién, Monte Avila, Caracas, 1974, pp. 57 ss. ‘menos que el destino de Ia filosoffa. El problema es latgo y complicado, pero trataré de sintetizarlo y coneretatlo’ al problema de la teoria y la préctica. Cuando Marx dice que la filosoffa hasta ahora no ha hecho més que interpretar el mundo y que se trata ya de cambiarlo, divide en dos la historia del pensamiento. En efecto, se puede hablar, después de Marx, de una era filosdfica de la historia occi- dental, a la que sucede una era cientffica. Por su- puesto, hay continuidad entre ambos estadios, por- que el pensamiento cientifico se gest6 dentro de la matriz del pensamiento filoséfico, desde el momen- to. mismo del nacimiento de la filosoffa en la Grecia antigua. Pero la filosofia fue durante muchos si- glos la gran depositaria de todo el saber, tanto cien- tifico como humanistico. En-la Antigiiedad, en la Edad Media y en cierta forma también en los tiem- pos modernos; la filosofia era un:saber miiltiple que abarcaba todas las disciplinas para la formacién del conocimiento humano. Aristételes comprend{a, den- tro de su sistema filosdfico, cosas tan variadas como Ia ffsica, -la-metafisica, la poética, la ética, la gramé- tica, la meteorologia, la politica y la boténica y la zoologfa. En la Edad Media, el Trivium y el Qua- drivium comptendian todas’ las artes liberales: gra- matica, dialéctica, geometria, musica, etc. Tan sdlo se ponfa en un sitial distinto a la teologia, de la cual Ja filosoffa era la ancilla 0 servidora; pero esta de- signacién era-paradéjica, pues en realidad la teolo- ‘gfa se componfa casi toda de filosofia, en especial de filosofia aristotélica. En los tiempos modernos, filésofos como Descartes o Leibniz razonaban sobre temas como la gléndula pineal, la geometrfa ana- litica y el célculo de probabilidades. Los filésofos franceses del siglo XVIII disertaban sobre los va- 34 Tope Se- tiadisimos temas de la Enciclopedia. Pero a partir de Marx queda decretada la muerte de la filosoffa como saber omnilateral. El desprendimiento de di- versas tamas auténomas venfa ocurriendo en rea- Tidad desde hacfa tiempo, con hombres como Gali- leo, Kepler y Newton, 0 con hombres como Servet, Hobbes 0 Montesquieu. Sin embargo, habia que es- perar a Marx para decir en tono fuerte que la filo- sofia debfa dejar paso a otra forma de pensamiento. En su tesis once, Marx nos dice que los fildsofos hasta ahora no han hecho més que interpretar va- tiadamente el mundo; pero no nos dice que sean los filésofos quienes tienen que emprender la tarea urgente de transformarlo, cambiarlo, revolucionar- lo, transustanciarlo (verdndern). No esté muy cla- to-en el pensamiento de Marx si él reservaba un papel revolucionario a Ja filosofia, pero en todo caso esté claro que la principal parte de esa tarea trans- formadora se la atribufa a la ciencia. No puedo en- trar aqui a discutir el concepto marxista de filoso- fia, pero me inclino a creer que para Marx no se habfa acabado el destino de Ia filosoffa; ésta debia ‘en todo caso transformarse ella misma para poder contribuir a transformar el mundo. Y es lo que ha ocurrido en nuestro siglo con los aportes de los 16- gicos mateméticos, los epistemélogos y los filésofos sociales por el estilo de los de la Escuela de Franc- fort, La Iégica matemética tiene una gran aplicacién practica tanto en las teorfas cientificas como en las téenicas de las computadoras; y Ia filosofia social ha demostrado, con autores como Marcuse, un tre- mendo poder subversivo. El mismo pensamiento socioeconémico de Marx esta sustentado en una teorfa filosdfica, que es la teoria de la alienacién. “Filoséfica”, digo, entendiendo por tal algo distinto 32 de las especulaciones metaffsicas; i ae icas; algo ligado a la Es evidente la vinculacién entre la teorfa y la préctica, Para que una filosoffa o un pensamiento cualquiera pueda contribuir a la transformacién re- volucionaria del mundo, es preciso que previamen- te, en la fase de la interpretacién (que sigue siendo necesaria, por supuesto), logre una unidn esencial entre los postulados teéricos y la préctica social que pretende interpretar y transformar. Sobre esto ya hemos hablado, y no hay por qué insistir. Si los filésofos quieren estar a la altura de los tiempos (que decia Ortega y Gasset), tienen que acompa- fiar su necrofilica manfa de interpretar textos pre- téritos con una minuciosa investigacién de las con- diciones sociales de nuestro tiempo. Este es el im- perativo categ6tico de Marx, que ya ha dejado de ser de Marx para formar patrimonio del pensamien- to humano. 33 COMUNISMO Y SOCIALISMO Pero a teorfa no sélo necesita vincularse con la préctica social, sino también, y de modo urgente, con su propia prictica cientifica. Esto es lo que yo Iamaba al comienzo el segundo nivel en que es pre- ciso examinar el problema de la unién entre teorfa y practica. La comprensién de este nivel es de la méxima importancia para poder Iegar a una cierta claridad acerca de conceptos tales como comunismo y socialismo. Toda claboracién cientifica tiene, a grandes ras- gos, dos fases. La primera fase corresponde a la teorfa propiamente dicha donde se formulan de mo- do abstracto e hipotético los principios que guiardn la investigacién. La segunda fase corresponde a la organizacién y el control del material empftico que setvird de apoyo a la teorfa de la primera fase, con cardctet comprobatorio y demostrativo. En la obra de Marx hay abundantes ejemplos de estas dos fa- ses. Afortunadamente equivalen a lo que Marx lla- maba el “orden de la exposicién” y el “orden de la 35 investigacién”. El orden de la investigacién es el que se sigue en Ia recoleccién de los materiales, tanto tedticos como empiricos. Este orden es el que presentan los innumerables cuadernos de notas de Marx. El orden de la exposicién es radicalmente distinto: no procede cronoldgicamente, diacrénica- mente, sino de modo sistemético y sincrénico. Este orden se guia por la exposicién de la teorfa —pri- mera fase —que orientaré la exposicién; y procede de acuerdo a un plan Iégico y metodolégico. Y¥ en la segunda fase se organizan los materiales recogidos en el orden de la investigacién. Es aqui donde se presenta la unién de la teoria y Ia préctica, Cuando una elaboracién cientffica presenta una unién {intima y esencial entre la teo- ria que orienta Ia exposicién y los materiales de la investigacién, podemos decir que en ella se cum- ple la deseada unin de la teorfa y la préctica. Es decir, la unién de la teorfa con su propia préctica cientifica. Ast, por ejemplo, en EI Capital, donde se sigue un método hipotético deductivo, lo prime- fo que se nos presenta son las grandes catégorias abstractas que guiarén la exposicién de Marx: mer- cancfa, valor, valor de uso, valor de cambio, valot equivalencial, dinero, plusvalia, Después de despe- jado este panorama teérico, Marx pasa a Ja con- frontacién de Ja teorfa con el material empfrico, es decir, la préctica cientifica, Surgen asi los gran- des capitulos consagrados al examen de la maqui- naria moderna y la gran industria, la divisién del trabajo, la acumulacién originaria de capital, etc., donde los conceptos teéricos centrales, como el de plusvalfa, son puestos a prueba. El concepto de capitalismo queda asf perfectamente disefiado, con una teotfa central, que lo define como el sistema ale de Ja obtencién: del maximo beneficio a costa dé la extracciéa de plusvalfa, y con abundante material empirico de apoyo. Si a este segundo nivel: de Ja unidn de teorfa y préctica afadimos el primer nivel que antes caracterizamos con las Tesis sobre Feuer- bach, y que consistia en la unién de la teorfa cien- tifica con una prictica histérica en la cual debe in- cidir, entonces tendremos el ejemplo perfecto de cientifico social que realiza en sf mismo, con el for midable ejemplo de su vida y su obra, la vincula- cin entre la teorfa y la préctica, EI probleria de la definicién del socialismo y el comunismo debe set examinado con esta perspec- tiva. Socialismo y comunismo son, en principio, dos conceptos generales, dos formas tedricas, y como tales tienen que ser referidas primero a esa condi- cién te6rica para después confrontarlas con las dos précticas que hemos sefialado: la préctica cientf: fica y la préctica histérica. La teoria formula al so- cialismo como un modelo, en el sentido epistemo- logico del término, y este modelo debe, por una parte, set ilustrado con la mayor cantidad de datos empiticos posible, y por la otra, ser confrontado con la prictica social. Esto significa que es preciso arrojar clatidad en tres niveles: 1? el nivel de la formulacién te6rica 0 modélica del socialismo; 2° el nivel de Ia investigacién de los datos empiricos ne- cesatios para dotar de contenido real el modelo; y 3? el nivel de la practica social ¢ hist6rica con la cual se debe confrontar la teoria. En este sentido, uno puede preguntarse: gexiste realmente un modelo tedrico del socialismo? Los investigadores, marxistas o no, ¢han aportado los datos necesarios para el afianzamiento de ese mo- 37 delo? Por iiltimo, en un mundo donde existen unas sociedades que ‘se Ilaman a s{ mismas socialistas, existe realmente una encarnacién del modelo so- cialista? it Yo creo que si existe un modelo tedrico de so- Gialismo, aunque muy imperfecto. Més adelante se- fialaremos lo que debemos entender por “mode . lo”. Por ahora basta decir que las grandes lineas ees del socialismo estén lejos de haber sido tra- zadas con la nitidez deseada. Aparte de los postu- lados del viejo socialismo, que més que un modelo teérico era una aspiracién m4s 0 menos romédntica y utépica, s6lo en Marx y en parte de Lenin es po- sible encontrar algunos rastros de 1a teoria. Para entender mejor lo que Marx pensaba del socialismo, conviene que miremos este concepto en telacién con el de comunismo, Marx no nos ha de- jado demasiados textos sobre esto. Tan sélo en el Manifiesto del Partido Comunista y en una serie de pasajes dispersos nos habla explicitamente sobre el tema, Elegiré un breve texto de 1843, el affo en que precisamente Marx abrazé la causa comunista de una manera conciente. De inmediato, Marx = regunts la esencia del comunismo y su rela- oe pele tales aquellas fechas. En setiembre de ese afio, Marx es- cribe a su amigo Ruge estas reveladoras palabras: “El comunismo no es en si mismo otra cosa que la realizacién particular, unilateral, del principio so- cialista’’ 5, Estas palabras merecen reflexién. El co- munismo no es, pues, como tantos creen, una pre- sunta “fase superior del socialismo” Es lo que suelen 5 MEW, vol. I, p. 344. Véase también K. Marx, Oeuvres: Economie, ed. établie par Maximilien Ru- bel, la Pléiade, Paris, 1965.68, vol. II, p. XL. decir los Partidos Comunistas que giran en la 6r- bita soviética. Pero no: el socialismo es la idea, el modelo, el proyecto, la estrategia; el comunismo es la prdctica, la téctica, la tarea inmediata. Por eso decfa Marx en La ideologia alemana (1845-46) que el comunismo puede definirse como el ‘“movi- miento real”. Y de ahi surge en Marx y en Engels Ia idea de la necesidad de un partido comunista co- mo vanguardia prictica para trabajar por el logro de la idea socialista. Tal vez el dinico que compren- dié bien esto fue Lenin; pero desgraciadamente, tanto Lenin como Marx han sido traicionados, unas veces por intereses ideoldgicos creados, ottas por ig- norancia. En este sentido Stalin, que era bastante ignorante en materia de marxismo y que estaba im- buido en el espfritu de esos manuales, que Lenin tanto detestaba, hizo mucho dafio al desarrollo de la teorfa marxista. Un dafio que todos los deshielos no han podido detener definitivamente, porque los mo- vimientos socialistas 0 comunistas del mundo en- teto sigue ndufragos en la confusién de ambos tér- minos. El socialismo, que es una idea a largo plazo, es confundido con Ia téctica a seguir, que es lo que Marx Iamaba “comunismo”. Por otra parte, el co- munismo, que segtin Marx debe ser lo préctico e in- mediato, es confundido con una presunta “fase su- perior” un tanto utdpica. Frente a estas confusio- nes, es preciso que afirmemos de una vez por todas que el socialismo es a teotfa y el comunismo es la practica. Es decir, el comunismo, entendido como combate y movimiento real, es el arma que conquis- tard la sociedad socialista, que es el objetivo final. Esto nos Ileva a plantearnos la necesidad de con- ceptuar al socialismo como modelo y utopfa con- creta. 39 mW EL SOCIALISMO COMO UTOPIA CONCRETA EI socialismo es, en principio, un modelo teo- rético, si lo vemos desde el punto de vista de Ia filo- soffa de la ciencia. Visto desde el punto de vista de la moderna filosoffa social, especialmente la de los representantes de la Escuela de Francfort, el so- cialismo se presenta como una utopia concreta, tét- mino éste que fue forjado por Herbert Marcuse y Lezlek Kolakowski. Veamos ambos aspectos. La moderna filosoffa de la ciencia distingue dos grandes tipos de modelos: los teoréticos y los ma- teriales. Un modelo teorético es una creacién men- tal, pese a que pueda representar objetos reales, Tal es el caso, por ejemplo, del modelo de sociedad de- mocritica dentro de la politologia. “A su vez, un sistema real puede considerarse como modelo mate- rial de una teoria”®. Un modelo material es, por ejemplo, el modelo hidrdulico de la economfa de una regién. También la sociedad capitalista, que con- 6 Ctr. Mario Bunge, La investigacién cientifica, Axiel, Barcelona, Espafia, 1969, pp. 455-6. at siste en un sistema real, es el modelo material que sustenta a una teorfa como la expuesta por Marx en El Capital. Los modelos teoréticos se dividen en dos clases: los modelos ideales, que son aquellos su- puestos en una teorfa, y los modelos de interpreta- ‘cién de una teoria abstracta. Estos tiltimos pueden ser conceptuales, factuales 0 mixtos a ‘Los que aqui nos interesan son los modelos teo- réticos ideales. Estos se subdividen en icdnicos y ‘simbélicos. Un modelo icénico es, por ejemplo, la metéfora de la cerradura y la Wave como modelo de los encimas. Y un modelo simbélico es el que esta supuesto en la teoria marxista del socialisino. Definimos, pues, al socialismo como un modelo teo- rético, ideal y simbélico. De nuevo aparece el tema de la vinculacién en- tre la teorfa y la practica, pues la efectividad deun snodelo teorético, como lo es la teorfa de la socie- dad capitalista, podré medirse“en relacién al mode- Jo material que 1a’ sustenta. Si hay: desvinculacién entre ambos modelos, estard rota la unidad de teo- rfa y prictica, lo cual iré en detrimento de la teo- rfa. Que es lo que ocurte, por ejemplo, con las teo- tfas socioldgicas del estructural-funcionalismo a pro- pésito del moderno sistema social. O lo que ocurre con las teotfas econométricas para interpretar la economia capitalista. O lo que acontece con las teo- fas econémicas que no ven en la plusvalfa otra cosa que la “ganancia” que legitimamente obtiene el ca- pital, como si el capital poseyese, como decia Marx, 7 Un modelo conceptual es, por ejemplo, una inter pretacién aritmética de la teotia de grupos; un mo. delo factual es una interpretacién fisica de la geo- metrfa euclidiana; y un modelo mixto es la teorfa general de los~ automatismos. (Cfr. Bunge; ibidem) 42 una propiedad magica y misteriosa que lo hiciera irradiar dinero, y como si la base del valor y de la ganancia no fuese el trabajo humano. Ahota bien, el modelo del socialismo fue con- cebido por Marx sin tener aparentemente un mo- delo material de apoyo. Todavia hoy el modelo teo- rético del socialismo sigue sin contar con un sis- tema real y existente, un sistema material en el que sustentarse. Pues, como veremos més adelante, no puede decitse en rigor que hoy exista una sociedad socialista que sea la realizacién del modelo teorético de Marx. En este punto es donde conviene insertar el concepto de utopfa concreta. Porque, aunque Marx no contase literalmente con un modelo mate- tial de apoyo (como creyeron contar otros utopistas enmo Tomés Moro o los icatianos), sin embargo I partfa de una prediccidn cientifica basada en las tendencias de la sociedad capitalista’ desarrollada. El concepto de utopia concreta ha sido forjado por varios autores contemporaneos, entre los que destacan Mannheim, Kolakowski y Marcuse. Pese a sus insuficiencias en lo que respecta al concepto marxista de ideologia, en el libro de Mannheim ti- tulado Ideologia y utopia se encuentran abundantes precisiones que resultan muy titiles para el esclare- cimiento de la utopia marxista. En el sentido en que caracterizaremos la utopfa, Marx resulta ser uno de los grandes utopistas de la historia, lo que, como vetemos, no le testa nada a su valot como cientffico, Mannheim nos dice que tanto la ideolo- gfa como la utopfa intentan trascender la realidad. Pero mientras que la ideologia se forja como Ia consolidacién ideal de la fopfa 0 realidad, la utopia intenta rebasarla, superarla dialécticamente. Ahora bien, hay dos tipos de utopfas: las absolutas y las 43 relatives, Las utopias absolutas son, sencillamente, fqusles qve Pot su propia naturaleza son irreali- sas Sos 188 quimeras, las fabulas, los mitos. En Cambio, ys Bt0pias relativas son las realizabless y esto es asi porque este pensamiento uté6pico, como en dens de la teorfa del socialismo de Marx, parte dle umn inerpretaci6n cientifica de la realidad exis- tente pary forjar una utopia que puede realizarse ti los reyelucionarios examinan a fondo las tenden- cias de Jp sociedad capitalista, que son tendencias hacia su gestruceién y extincién, y contribuyen de modo eogunista a su exacerbacién y agudizacién, Baste y no ot70 es el sentido de la famosa “agudiza- cién Je ps conttadicciones” de que hablaba Marx ¥ que fa sid0 tan. mal entendida por los revolucio- narios de nuestto siglo. Mannheim nos dice que “‘atilizarenos el término (de utopia) en su sentido metamente relativo, entendiendo por utopfa lo que parece wa ittealizable solamente desde el punto de vista de un orden social determinado y ya exis- tente”?; y esto ocurre as{ precisamente porque todo partidayo del orden existente desconoce “la dife- aevcia eae 10 que es irtealizable de modo absoluto y lo ques irrealizable sélo de modo relativo’’ §. Porest0 Kolakowski nos habla de utopia revo- lucionars Y Marcuse de utopia concreta. Cuando Tos jOvers universitarios de Paris escribfan en 1968 sobre Jo muros de Ia ciudad las palabras: Soyez redliste: demandex Vimpossible, al pediz lo impo- ible eq s0mbre de lo real estaban formulando con toda prssiOn la teoria de la utopia concreta y re- voluciostia. Esta utopia, segiin Kolakowski, se a 3 ensayo sobre Manheim en mi libro Teoria tee de la ideologia, 6a. ed., Nuestro Tiempo, Meso, 1978, p. 92. presenta primeramente como una negacién de la realidad, el orden existente. “Negar no es el opues- to de construir, sino de afirmar el orden existente”, nos dice el fildsofo polaco %. La utopfa niega el or- den existente, y con esto hace lo opuesto de lo que hace la ideologia, término que en su genuino y es- tricto sentido marxista significa sistema de ideas y creencias destinadas a afirmar el orden de domina- cién y explotacién existente 19. En la utopia con- creta, nos dice Marcuse, se realiza la vinculacién entre Ia teoria y la practica, porque niega la reali- dad existente pero parte de ella para disefiar otra realidad. Dicho de otro modo, una utopia concreta y tevolucionaria como el socialismo de Marx es un modelo teorético y simbélico que se apoya sobre las tendencias observables en la sociedad capitalis- ta. Nuestra utopia socialista actual debe consistir en lo mismo: en examinar a fondo las tendencias hacia la autodestruccién de'la sociedad capitalista, y las tendencias a su superacién en las sociedades colectivistas burocraticas, para llamar de algiin mo- do a las sociedades soi disant socialistas. 9 Véase mi libro La plusvalia ileolégica, EBUC, UCV, Caracas, 3a, ed. 1977, ab initio. 10 Ibidem, passim. WV EL MODELO SOCIALISTA ‘Vamos a intentar ahora delinear, de un modo muy sintético y aptetado, las caracteristicas funda- mentales del modelo socialista. Esta es una tarea ca- si imposible, porque siempre se corre el riesgo de utopizar de modo absoluto o de dejar fuera algdn elemento importante. En todo caso, si pecaremos de algo seré de exclusién y no de inclusién, porque consideramos que las caracteristicas siguientes per- tenecen de modo total al modelo de una sociedad socialista. 1° En la sociedad socialista deben desapare- cer esos que Marx consideraba los tres grandes fac- tores histérico-genéticos de la alienacién humana, a saber: la propiedad privada, la divisién del trabajo y la produccién mercantil. La propiedad privada debe extinguirse, no sélo en su aspecto material re- lativo a los medios de produccién y de distribucién, sino también en el aspecto espiritual; en los paises lamados socialistas actuales se mantiene la propie- dad privada de la conciencia y del derecho a la ctf- 47 tica y a la disensién, La divisién del trabajo debe ser superada por lo que Marx lamaba “el desarro- Wo universal (all-seitige Entwicklung) de las capa- cidades”, de modo que aunque unos hombres se especialicen en determinados campos, la totalidad de los hombres conozcan lo que hacen los especia- listas. En cuanto a la produccién mercantil, debers extinguirse la economfa mercantil y monetaria, por- que mientras el dinero y el valor de cambio sigan siendo el médulo del tréfico humano, seguiré exis- tiendo la explotacién. 22 La supresién de la propiedad privada tam- bién implica Ja supresién de la apropiacién privada del sobreproducto social. En las sociedades de tran- sicién hacia el socialismo, la socializacién de los medios de produccién esté todavia ligada a la apro- piacién privada del producto necesario en forma de salatio, de cambio, de venta de Ia fuerza de tra- bajo por tn salario en dinero 14. En Jas actuales so- ciedades de economia planificada, como dice Ernest Mandel, subsiste una contradiccién social basada en una contradiccién econdmica: “El ‘trabajo’ con- siderado como desarrollo integral de todas las po- sibilidades de cada individuo, y al mismo tiempo como servicio consciente del individuo a la socie- dad, resulta una nocién incompatible a la larga con la nocién de ‘trabajo’ como medio de ‘ganarse 1a vida’, de asegurarse los medios de subsistencia 0, Ilegado el caso, todas las mercanefas y servicios que permiten satisfacer las necesidades individuales” 12, 3? El socialismo necesita para poder iniciarse 11 Cf, Ernest Mandel, Tratado de Economta Marxista, ERA, México, 1969, Cap. XVII, vol. II, passiz. 12. Ibidem, I, p. 259. An de hombres cualitativamente nuevos, que son los re- volucionarios que han sabido, dentro de la vieja sociedad, formarse de acuerdo a un principio hu- manista para poder constrnir el socialismo. Esta idea procede de Lenin y del Che Guevara. Sin embargo, la revolucién psicoldgica al nivel de toda Ja socie- dad sdlo podré tener lugar cuando asistamos a la extincién de la economia monetaria gracias a la pro- duccién de una abundancia de bienes y servicios. La conciencia socialista, que no debe considerarse como un simple “reflejo” de la revolucién econémi- ca, slo podré lograrse cuando se supere la reali- dad cuotidiana de una distribucién racionada por el dinero 3, Este problema no ha sido superado en las actuales sociedades de transicién hacia el socia- lismo, y no sélo por las “supervivencias capitalis- tas”, sino por motivos estructurales que concier- nen al funcionamiento espectfico de esas sociedades. 4? También tiene que desaparecer la mentali- dad adquisitiva de los individuos como mévil esen- cial del comportamiento econémico. Este fenémeno tendr& que producirse en todas las zonas de la psi- que humana, que segtin Freud se compone de con- ciencia, preconciencia ¢ inconciencia. Al nivel de la conciencia, se deberd tomar una actitud revolucio- aria y transformadora, {ntimamente ligada con el conocimiento del funcionamiento de Ja sociedad, al revés de lo que ocurre en los niveles medios y ba- jos de Ia sociedad actual, en la que el Estado fun- ciona como un ente incomprensible ¢ inaccesible. Al nivel de la preconciencia, deben ser desterradas todas las representaciones ideolégicas de la antigua sociedad; 0 dicho més fuertemente, deberd. desa- 13. G. Mandel, Ibidem, II, p. 260... 49 parecer la ideologia misma, en el sentido de con- cepcién del mundo de las clases dominantes; al de- saparecer las clases, desaparecerd la ideologia de clase, que serd sustituida por una representacién del mundo destinada a comprenderlo y no a justificar un orden de explotacién, Al desaparecer la explotacién, desapareceré toda ideologia justificadora de la mis- ma, Althusser afirma que en la sociedad socialista “no puede no haber ideologia”, cosa que aceptamos, pero que debe matizarse de la siguiente forma: la representacién del mundo no sera primordialmente ideol6gica, sino espititual. La ideologia no sera la forma ideal dominante. Y al nivel de la inconciencia, al desaparecer de los medios de comunicacién y de educacién individual y colectiva la ideologia repre- siva y consumista, desaparecerdin las represiones os- curas que condicionan al hombre a la lealtad in- conciente hacia una sociedad explotadora. Como di- ce Mandel en feliz metdfora (que es més que una metéfora), la sociedad dejaré de ser madrastra para convertirse en madre generosa, y esto incidiré en la inconciencia de los individuos. 5% “El nuevo modo de vida s6lo puede nacer de una integracién de un nuevo modo de produc- cién y de un nuevo modo de distribucidn’” 14, Se debe cambiar 1a nocién de propiedad. En las actua- les sociedades de transicién hacia el socialismo, la propiedad se entiende como propiedad colectiva; pero esto no es un principio socialista, El verdadero principio socialista implica la propiedad de todos los miembros individuales de la colectividad, 6° La economfa deberd estar orientada hacia la satisfaccién de las necesidades de todos los indi- 14 Ibidem, I, p. 261. 50 viduos. Esto significa que la economia deberf ba- q sarse en la vigencia universal del valor de uso y en la desaparicién de los valores de cambio como ele- mento dominante de Ja economfa. En las actuales sociedades de transicién existe lo que se llama el “salario social”, que consiste en 1a socializacién de los costos. Este salario social prefigura la nueva economfa orientada hacia la satisfaccién de todas las necesidades individuales, 7? Tiene que haber un desarrollo prodigioso de las fuerzas productivas, a fin de satisfacer todas las necesidades de los individuos. Este desarrollo forma parte de Ja extincién del capitalismo desa- trollado, cuyas fuerzas productivas enormes entra- rén en conflicto con Jas relaciones de produccién, basadas en Ja obtencién del maximo beneficio pri- vado y en la expoliacién de la fuerza de trabajo, La riqueza generada por las fuerzas productivas tiene que distribuirse segcin las necesidades, y no exigiré, como en el capitalismo, una cantidad de trabajo exactamente medida. 8? Los servicios sociales tendrén también que regirse de acuerdo a las necesidades individuales, En las actuales sociedades, donde funcionan como prin- cipios socializadores cosas tales como los hospitales gratuitos, se ha observado que los pacientes pro- venientes de clases superiores o adineradas son tra- tados con mayor dedicacién por los médicos, en tanto que los pacientes de las clases inferiores son relegados a los estudiantes. Esta preferencia no es siempre conciente, y sélo podré desaparecer con la misma sociedad de clases, 9% La automatizacién progresiva hard imitil Ja utilizacién del trabajo humano vivo entendido ‘aa como fuerza de trabajo que crea valor y que requie- re de un salario. Con Ja socializacién de las empre- as, desapateceré Ia necesidad de los célculos en di- nero efectivo, que seré reemplazado por la lamada “moneda ideal”. Igualmente, la socializacién de los servicios. obligaré ala economfa monetaria a con- cretarse y limitarse a los ‘‘setvicios personales”, y aun asf, éstos tendrén que prescindir de las anti- guas relaciones monetarias derivadas de la desigual- dad social. Cosas como 1a distribucién del pan, la Teche y los periddicos pasarfan a ser servicios pé- blicos gratuitos. Esto, como dice Mandel, desenca- denarfa una revolucién psicoldgica sin precedentes en Ia historia de la humanidad, esa historia de 7.000 afios de explotacién. Desaparecerfan 1a inseguridad y la inestabilidad de la existencia material. Desapa- tecerfa igualmente el apego a la propiedad privada, y el hombre nuevo socialista considerarfa tan “na- tural” Ja solidaridad con sus semejantes como hoy se considera natural el esfuerzo de triunfar indivi- dualmente a expensas de los demés. 10? Esa segunda naturaleza humana que es la “cultura” estard integrada de modo natural a la es- tructura biolégica del ser humano y a su estructura psicoldgica. La “cultura”, que en la antigua socie- dad era patrimonio de las clases pudientes, se so- Galizaré de tal modo que seré patrimonio de cada individuo. Las viejas ensefianzas de los humanistas dlisicos serén revalorizadas en lo que tienen de examen de la esencia del hombre y su dignificacién, y serén despojadas de su carécter élasista. El hom- bre culto se identificaré como ser social, porque aptenderd a saber que lo es no sdlo en un sentido socioeconémico, sino también bioldgico, pues la es- tructura del cuerpo humano y sus funciones —en 52 especial Ia psicoldgica y Ia sexual— necesitan esen- cialmente de otros seres humanos para realizarse. 11? La guetta como solucién “demasiado hu- mana” a los problemas econémicos y politicos de- sapareceria. La teorfa de que la guerra es necesaria proviene de cierta psicologfa ya superada que nos habla del “instinto de agresién” o del “instinto de destruccién”. La biologfa contempordnea ha recha- zado esta tesis, asi como también la moderna psi- cologia. Una psicéloga como Lauretta Bender ha demostrado que la agtesién, en lugar de ser “inna- ta” en el nifio es producto de ciertas deficiencias que existen en las relaciones entre el nifio y el me- dio ambiente. Por otra parte, como el socialismo por definicién ser4 un fenémeno mundial, desapa- recerd la divisién actual del mundo en zonas de in- fluencia 0 bloques econémico-politicos, con lo cual desapareceré a su vez la guerra imperialista que hoy ptactican todas las grandes potencias, y aun otras que no son tan grandes. 12° También se extinguird la sociedad de cla- ses. Tanto la burguesfa como el proletariado, as{ como otros estratos sociales que hay en Ia sociedad contemporénea, Hegarin a la igualacién universal bajo el principio marxista de: “A cada quien segiin sus capacidades; de cada quien, segtin sus necesi- dades”, como dice la Critica del Programa de Gotha. La burguesfa habré cumplido su papel histético, que fue revolucionario, y el proletariado se realizard ne- gdndose histérica y dialécticamente. Las clases mar- ginadas dejardn de ser tales para incorporarse al apa- rato productivo de la sociedad. Paradéjicamente, esta igualacién de las clases estard sustentada por Ja desigualdad entre los individuos, y el derecho 53 asia burgués, que es un derecho igual, deberd set sus- tituido por un derecho desigual, como decfa Marx en la Critica del Programa de Gotha, “Paradéjica- mente, lo que aparece como fin del socialismo es, precisamente, el desarrollo integral de la desigual- dad entre los hombres, de la desigualdad de sus aspitaciones y potencialidades, de la desigualdad de sus personalidades. Pero esta desigualdad personal no significard ya diferencia de poder econémico; no implicaré ya desigualdad de derechos 0 privilegios materiales. Sdlo podré extenderse en un clima de igualdad econémica y material” '. 13° El Estado, que se define por su contenido de clase, desapareceré con la desaparicién de las clases mismas. Marx habfa previsto una fase de transicién en la que dominaria la dictadura del pro- letariado. Pero esta nocién también tendré que ago- tatse, porque es una dictadura de clase, tan-sélo for- jada para oponerse a la dictadura de la burguesfa. Por otra parte, segiin Marx el Estado tendrfa que tender hacia su progresiva desaparicién. En las ac- tuales sociedades en transicién hacia el socialismo es una contradiccidn la presencia de un Estado que es cada vez més poderoso y omnipotente. La auto- gestién de todas las fuerzas sociales deberé reem- plazar al Estado. . 14° Toda la sociedad deberé disponer de un tiempo libre 0 de ocio lo suficientemente grande como para que cada individuo pueda realizar lo que antes era privilegio de un solo sector, a saber, la adquisicién de conocimientos tanto humanisticos como cientificos. De este modo la sociedad podria asumir su propio control, ejercido por un nimero 15 Mandel, Ibidem, II, pp. 277-8. ot cada’ vez mayor de individuos. ¥ esta seria la solu- cién técnica, como dice Mandel, para la extincién progresiva del Estado, Y también serfa la solucién para cl final de la etapa en que vivimos, donde to- dos los ocios estén comercializados, y donde el tiem- po libre esté sometido a la misma ideologia del tiem- po de trabajo, esto es, la ideologia mercantil. 15? Con la automatizacién, la jornada de tra- bajo se verd reducida drésticamente, y el trabajo mismo no seré medido por el rasero del salario. La actual sociedad presenta sintomas claros en este sen- tido, En los Estados Unidos, la duracién del tiempo semanal de trabajo eta de 70 horas en 1850, de 60 en 1900, de 44 en 1940, de 40 en 1950 y de 37.5 en 1960. 16° La valorizacién del ocio estard intima- mente ligada al problema de la socializacién de los costos. Es muy fécil y baato satisfacer a millones de ciudadanos con programas de televisién estan- dardizados, con peliculas de poca calidad, con pro- gramas radiales de baja categorfa. Es mucho més costdso ofrecer televisién de gran calidad, con sen- tido paidético y andragégico, producciones teatrales de altura, programas radiales que despierten la con- ciencia de los individuos en lugar de adormecerla. Se pasarfa del consumo al disfrute, y de la informa- cién a la formacién. 172 Consecuencia de Ia valorizacién del ocio seré la autogestién de todos los individuos trabaja- dores. A menudo, en nuestra sociedad, se arguye que “los obreros no tienen muchos deseos de diri- git sus empresas”, como lo ha dicho Jean Herst. Pero esa observacién concierne tan sélo a experi- mentos de cogestién obrera en plena economfa ca- 55 pitalista y a ciertos experimentos de las sociedades en ttansicién hacia el socialismo. En ambos casos, cuando el obreto va a las “‘reuniones” donde apa- rentemente va a tener un papel ductor, en el fondo sabe que de antemano su destino esté fijado y que no hallaré nada decisivo. Sin embargo, en Yugosla- via, donde Ias empresas le ofrecen al obreto la po- sibilidad real y positiva de dirigirlas, se observa una afluencia cada vez mayor de individuos en los con- sejos obreros, Autores tan diversos como los fran- ceses Touraine y Dofuy, 0 como los norteamerica- nos Meier y Viteles reconocen que los trabajadores buscan en Ja empresa ocasiones de autodetermina- cién 16, 18% El crecimiento econémico, la expansién de las fuerzas productivas, no seré un fin en si mis- mo; es decir, no seré un crecimiento ad infinitum, sino que se detendré cada vez que sean colmadas las necesidades de todos los individuos, y se acele- raté cuando las necesidades lo exijan. Al suspen- detse la economia de mercado, el problema de las inversiones quedaré cualitativamente transformado, Los productores de bienes de produccién tendrfan Jos mismos derechos que los productores de bienes de consumo, y los productos de su trabajo no ten- drfan que venderse en un mercado, sino que servi- rian para renovar la existencia gastada de maquinas, materias ptimas, productos auxiliares que son ne- cesarios para Ia renovacién de la produccién. 19? Como dice genialmente Marx en sus Grundrisse: “Si Ja masa obrera se apropia de su propio sobretrabajo —y si el tiempo disponible deja por ello de tener una existencia contradictoria— 16 Mandel, Ibidem, II, p. 281. SR el tiempo de trabajo necesario ser4 por una parte limitado [medido] por las necesidades del indivi- duo social, y el desarrollo de las fuerzas producti- vas de la sociedad, crecer4, por otra, tan .répida- mente que: se incrementardn los ocios de todos, a pesar de que la produccién se oriente hacia Ia ri- queza de todos. Porque la riqueza real no es més que la fuerza productiva desarrollada de todos los individuos. POR CONSIGUIENTE, EL- PATRON DE LA RIQUEZA NO SERA YA EL TIEMPO DE TRABAJO, SINO EL OCIO” 17. Estas pala- bras de Marx no necesitan comentario, pues son bastante elocuentes en lo que se refiere a la desa- lienacién en la sociedad socialista, que desgraciada- mente esté tan lejos atin de haberse alcanzado. 20? Dos tipos de alienacién, que en el fondo son uno solo, deberdn desaparecer en la sociedad socialista. Por una parte, la alienacién de los tra- bajadores sdlo se extinguiré cuando los individuos “se sientan consciente y esponténeamente propie- tatios de los productos de su trabajo y duetios de sus condiciones de trabajo. Exige, pues, una autoges- tién real de los productores, y una abundancia real de bienes y servicios que cubra todas las necesida- des esenciales y lo esencial de todas las necesida- des” 18, Por otra parte, los intelectuales no sufrirén como una enajenacién esa separacién entre la teo- rfa y la praxis que suften en la actual sociedad, y que los obliga a ser unos seres desequilibrados, so- metidos al diatio desprecio de un sistema que no valoriza su aporte sino en la medida en que ese 17K, Marx. Grundrisse der Kritik der politischen Ocko- nomie, MEGA, Moscii, 1939, pp. 593.596. 18 “Mandel, ‘Ibidem, II, p.. 285. 57 1 aporte fortalece al sistema en todas sus coordena- das de consumo y ganancia. Desde Kierkegaard has- ta los existencialistas, el hombre ha sido definido como el ser con angustia, el hombre a la deriva. Los filésofos tienen razén, porque por una vez han interpretado realmente el mundo. El intelectual tendté que vivir una vida armoniosa consigo mis- mo, en Ja que no incidan las contradicciones de una sociedad en la que el trabajo intelectual es consi- derado tan s6lo como un factor de apoyo del siste- ma, y en armonfa con una sociedad en la que él contribuye como una fuerza productiva destinada a la clarificacién de las conciencias y al desarrollo de la sensibilidad. El artista, por ejemplo, integra- r4 su trabajo a la colectividad, tal como se hacia en los tiempos de la Grecia antigua, cuando bajo Pe- ticles todos los artistas estaban al servicio de la de- mocracia. Tal es el sentido de un nuevo humanismo. 21° Por las razones anteriores, en la sociedad socialista se realizard lo que Marx Iamaba “‘la su- peracién del trabajo” (Aufhebung der Arbeit). Na- turalmente, los hombres seguirdn trabajando, pues es constitutive del ser humano la necesidad de ac- tuar, de trabajar el mundo. Pero el trabajo como tripalium ,como instrumento de tortura que el hom- bre se ve obligado a realizar a cambio de un salario que lo explota, desaparecerd. El viejo trabajo, como decia Engels, quedard relegado a la “prehistoria humana”. Durante mucho tiempo se ha presentado al homo faber, al hombre que produce instrumentos de trabajo, como el verdadero creador de la civili- zacién y la cultura humanas. Sin embargo, el ho- landés Huizinga, en su hermoso libro Homo Iudens, ba demostrado que el verdadero creador de la cul- tura es el hombre que juega, el hombre cuya acti- 59 vidad consiste en Ja libre creacién de formas nue- vas. La antropologfa contemporinea da la razén a Marx en lo que respecta a la teorfa de que el hom- bre primitivo era una combinacién de homo faber y homo ludens, y de que con el tiempo y el surgi- miento del factor de alienacién que es Ia divisién del trabajo, unos hombres quedaron relegados a la tarea fabril, mientras otros, los menos numerosos pero los més poderosos econémicamente, pudieron dedicarse a ser homines Iudens, hombres que juegan y crean libremente cultura, El socialismo deberd superar esta divisién propia de la sociedad de cla- ses, y unir en una sola esencia humana la actividad creadora y la actividad fabril. Ciertos intérpretes positivistas del marxismo han lanzado Ia peregrina idea de que en Ia sociedad socialista seguitian exis- tiendo Jas mismas “eyes de bronce” econémicas, pero con Ja diferencia de que ahora el hombre ten- dria conciencia de ellas y las “utilizarfa en su pro- vecho”, siguiendo la consigna de Hegel segtin la cual la libertad no es otra cosa que “la toma de con- ciencia de la necesidad”. Sin embargo, Marx fue muy claro cuando dijo que el reino de la libertad co- mienza més alld del de la necesidad. Como esctibié Marx: “El reino de la libertad s6lo comienza, en efecto, allf donde desaparece el trabajo impuesto por el desamparo y por la penalidad exterior; por la naturaleza de las cosas se encuentra més alld de la esfera de la produccién material propiamente dicha” 9, Con las veintiuna caracteristicas antes sefialadas puede construirse un modelo de socialismo, una uto- pia concreta que sirva de norte estratégico a los re- 19 K. Marx, Das Kapital, Il, 2. Véase Mandel, op. cit, II, pp. 289.291. 59 volucionarios. Es posible que se haya escapado al- gin rasgo importante, pero en todo caso los inclui- dos son todos esenciales. Lo fundamental es com- prender que todas estas lineas tedricas tienen estre- cha relaci6n con la préctica, y aunque a primera vista pudieran parecer una utopia absoluta, la ver- dad es que se fundamentan en la observacién de las tendencias de las modernas sociedades desartolla- das. on Vv LA PREDICCION DE MARX SOBRE EL SURGIMIENTO DEL SOCIALISMO Es corriente ofr la opinién de filésofos y cientffi- cos del rea capitalista, de que la prediccién de Marx, segdn Ja cual la sociedad socialista habria de surgir del desgarramiento de la sociedad capita- lista altamente desarrollada, consiste en una falsa prediccién. Para afirmarlo, se basan en dos hechos. En primer término, el socialismo hoy existente no surgié de sociedades capitalistas altamente desa- rrolladas. Desde Ia revolucién rusa hasta la revo- lucién cubana, los movimientos socialistas triunfan- tes han partido de condiciones de subdesarrollo o infradesarrollo capitalista. La segunda objecién es la que afirma que las presuntas “contradicciones” del capitalismo no han estallado en absoluto, y que el capitalismo est4 hoy m4s fuerte que nunca, e in- cluso ha solucionado muchos de sus problemas de alienacién a través de cosas como el Welfare State o Estado de Bienestar. La cosa se complica mds atin si consideramos que teéricos comunistas, em- 61 pefiados en justificar histéticamente el “‘socialis- mo” de sus paises, han elaborado teorfas ad hoc, Ia mfs célebre de las cuales es la de Lenin, que ex- plica Ia revolucién rusa con la teorfa del “eslabén més débil”’, que es como decir que la revolucidn de octubre pudo darse porque Rusia representaba, den- tro del mundo capitalista, Ia parte més delgada de una tensa cadena. Yo pienso que todas estas posiciones estén equi- vocadas. Creo, en lo que respecta a la primera, que se basa en una interpretacién errdnea del pensamien- to de Marx y en una confusién acerca de lo que significa el término “sociedad socialista’”. En lo que respecta a la segunda posicién, segiin la cual el ca- pitalismo encuentra constantemente: y hasta el in- finito nuevas “energias morfogenéticas” (para de- cirlo con el término de Spengler), es sencillamente una tesis ideolégica carente de base cientifica y des- tinada a justificar el sistema y a consagrarlo como algo “‘etetno” y ‘natural” perteneciente a la condi- cién humana. Y en cuanto a los tedricos comunis- tas que pretenden justificar sus respectivas revolu- ciones, también sus tesis son ideoldgicas y han sido inventadas para poder afirmar que sus sociedades son auténticamente socialistas. La teorfa leninista del eslabén mis débil podré servir para explicar el caso especffico de la revolucién rusa, pero no para explicar el surgimiento de una sociedad socialista, por la sencilla razén de que la Unién Soviética no es una sociedad que en su fase actual, y tanto mds en la época de Lenin, pueda Ilamarse auténticamen- te socialista. ‘Atin hay un cuatto grupo de opiniones, que po- drfamos llamar pesimistas, que afirman que la alie- nacién es un fendémeno inevitable en toda sociedad 62 industrial avanzada, tanto si es de signo capitalista como si es de signo socialista, Esta tesis pesimista parte de una concepcién resignada de Ia naturaleza humana, una visidn antropoldgica segiin la cual en Ja sociedad industrial es inevitable el poder de los objetos sobre los hombres, asf como es inevitable Ja alienacién de las necesidades siempre nuevas y destinadas al consumo de mercancfas. Esta tesis tam- bién es por completo ideolégica, porque parte del supuesto de que los actuales sistemas econémicos, que estén basados en la produccién mercantil y mo- netaria, no pueden evolucionar hacia una sociedad que, aun siendo industrialmente desarrollada, no se base en la produccién de mercancfas. Ya Marx, en su juventud, se habfa encargado de refutar esta te- sis a través de objeciones a Hegel. Marx criticaba la idea hegeliana segéin la cual hay identidad entre dlienacién del hombre y objetivacién del hombre. El hecho de que en la sociedad capitalista el traba- jo del hombre se objetiviza en mercancfas, con lo cual se aliena, no implica en modo alguno el que no pueda haber una sociedad en la que el trabajo del hombre se objetivice en puros valores de uso, no destinados al-intercambio mercantil sino a la sa- tisfaccién de las necesidades humanas. Decir que esto no puede ocurrir es condenar a la sociedad ac- tual al inmovilismo histérico m4s irracional. La so- cializacién de muchos servicios en la sociedad capi- talista y en la de transicién hacia el socialismo, es signo evidente de que dentro de la vieja sociedad se va abriendo paso la nueva, que sdlo surgiré ple- namente cuando, como decian Marx y Lenin, esa socializacién deje de estar en contradiccién con el modo privado de apropiacién. Yo no veo que Marx se haya equivocado en su 63 teats prediccién cientifica sobre el surgimiento del socia- lismo dentro del capitalismo altamente desarrolla- do. Podemos admitit que se equivocé al sefialar el plazo para que este fendémeno ocurriera, Desde el punto de vista politico, la prediccién de Marx daba un plazo demasiado corto para el surgimiento del socialismo, y en todo caso no contemplaba con el debido rigor la necesidad histérica de las socieda- des de transicién. Pero desde el punto de vista so- cioecondmico la prediccién sigue siendo totalmente valida, En este punto hay que distinguir dos aspec- tos: el relacionado con las actuales sociedades de transicién, y el relacionado con Ia actual sociedad capitalista. El hecho de que en nuestro siglo se hayan dado revoluciones autodenominadas socialistas, surgidas en sociedades capitalistas no desarrolladas, no inva- lida en absoluto a tesis de Marx. Por el contrario, fa refuerza, Precisamente por no haber surgido esas teyoluciones como resultado de las contradicciones de una sociedad capitalista desarrollada, no han al- canzado atin un status que pueda Ilamarse auténti- camente socialista. La dictadura del proletariado, que Marx preveia para las sociedades de transicién, ha sido sustituida por una dictadura de Ja burocra- cia, que a su vez crea una nueva lucha de clases. El Estado, en lugar de tender a su desaparicién, co- mo queria Marx, se ha fortalecido enormemente y se ha convertido en instrumento de dominacién cla- sista. Sigue existiendo la economfa mercantil y mo- netaria, con Io cual la fuerza de trabajo sigue siendo explotada y sigue estando bajo la dominacién del salario, que es Ja principal fuente de alienacién del trabajo. La ideologia, en lugar de desaparecer pro- gresivamente, se ha incrementado, no sdlo con el 64 dominio espiritual de una clase sobre otra, sino a través de un ctimulo de producciones intelectuales destinadas a catequizar y uniformar las conciencias. Se ha instituido la negacién de la propiedad priva- da de los medios de produccién, metios la de ese medio de produccién importantisimo que es el in- telecto y la conciencia del hombre, con lo cual la sociedad se ha visto desgarrada por la disidencia de artistas y cientificos, que buscan desesperadamente, con riesgo de sus vidas, huir hacia otras latitudes donde puedan pensar més libremente. Los artistas y_cientificos disidentes de la sociedad capitalista viven dentro de ella y practican tranquilamente su disidencia, salvo algunos casos extremos en que son perseguidos policialmente. Los disidentes de Ia so- ciedad “socialista” no pueden en absoluto vivir den- tro de ella, porque son objeto de persecucién y con- finamiento, y su tinica aspiracién es huir al Occi- dente. Es lamentable tener que reconocerlo, pero es asf. ¥ la tazdn de esto hay que decitla en tono fuer- te: la actual sociedad capitalista es objetivamente mds revolucionaria que la Uamada sociedad socia- lista, De maneta, pues, que no es una objecién contra Marx el presunto surgimiento de sociedades socia- listas en pafses capitalistas poco desarrollados, por la razén simple de que esas sociedades no pueden denominarse realmente socialistas. Esto no significa que haya que negar de plano las diversas conquistas logradas por los paises de régimen comunista; pero en ninguna parte, hasta ahora, se ha realizado el modelo marxista de socialismo. La segunda objecién de importancia a la pre- diccién de Marx es la que afirma que el sistema ca- pitalista, como modelo material de su propio mo- eS delo teético, esté més afianzado que nunca, y que ¢s ilusorio pensar, como pensaba Marx, que esté yecina su decadencia o su destruccién. Sin embar- g0, esto no Io sostiene hoy ningun economista se- tio, Tan sélo los sociélogos del estructural-funcio- nalismo se empefian’ en presentarnos un modelo de “sistema social” (Parsons) dentro del cual lo que Marx llama contradicciones deben entenderse como simples e inocentes “disfunciones” superables por Ja dindmica del propio sistema. Las luchas racistas en Norteamérica son miradas como simples disfun- ciones que no revisten carécter profundo. Igual ocurtié cuando Ia bestial matanza de My Lai en la guetra de Vietnam: los asesinos fueron declarados dementes, pero con ello se puso a salvo al sistema social que, para mantener una economia de guerra, envid a esos soldados a pelear contra un pueblo que, por fortuna, se defendié y triunfé heroicamente, Jo que constituye una de las paginas mds negras en la historia del imperialismo. Igual ocurre con la delincuencia comin generalizada, con Ja venalidad de Ia vida y con el aumento impresionante del con- sumo de drogas; drogas que, por cierto, no se li- mitan a los farmacos que trafican ilegalmente, sino a. esos farmacos ideolégicos que circulan libremen- te en los medios de comunicacién y que le dan més que. nunca la razén a Marx cuando caracterizaba a Ia sociedad capitalista, al comienzo de su libro mé- ximo, como “un descomunal almacén de mercan- cfas”. Hasta los propios economistas burgueses, como el inteligente Galbraith, reconocen estos fac- tores como conflictivos, segin escribe en su libro The afluent Society. Sélo los socidlogos del siste- ma, con sus sofisticadas computadoras —Wright Mills hablaba de “sociologia IBM’”— se empefian en justificar este orden de cosas. 66 Desde la época del capitalismo de libre com- petencia, que se caracterizaba por el monopolio in- dustrial de la Gran Bretafia, hasta el actual periodo de auge imperialista, el capitalismo presenta una serie de tasgos que indican su decadencia y futura desaparicin. La situacién es tan desesperada que se puede medir por el afin atormentador que existe hoy por lograr, més que nunca, la maximizacién de las ganancias, Ia obtencién de sobreganancias: es una carrera loca que no puede continuar hasta el infinito. La economfa en general se ha cartelizado, y la fusién entre el Estado y los monopolios es cada vez mds creciente. Por otra parte, esa especie de salvacién provisional del capitalismo que es la eco- nomia de armamentos y de guerra se est4 transfor- mando en un boomerang que puede destruir el sis: tema. Como dice Mandel, el capitalismo en deca- dencia es incapaz de explotar de modo “normal” el. conjunto de los enormes:vohimenes de capitales que ha acumulado. Ahora bien, el capitalismo no puede existir sin una expansién constante de esa base. Tiene entonces que buscar lo que se llama “mercados de reemplazo” que puedan asegurat aque- Ila expansién. “La economia de armamentos, la eco- nomfa de guerra, reptesentan los mercados de reem- plazo esenciales que el sistema de produccién capi- talista ha encontrado en su época de decadencia” 20, La crisis econémica- que represents el Crack de 1929-32 s6lo pudo superarse en la industria pesada con el rearme alemén, que significé el rearme in- ternacional. En Norteamérica, sdlo el rearme ace- lerado después de 1940 petmitié eliminar el estan- camiento a nivel del subempleo de la industria pe- sada. De este modo, los pedidos de guerra hechos 20 E. Mandel, op. cit., Cap. XIV passim. 67 durante la segunda guerra mundial en los Estados Unidos, se elevaron a la astrondmica cifra de 175.000 millones de délates, es decir, 17 veces el presu- puesto anual actual de Venezuela; de esa cantidad, un 67.2% fueron a parar a cien trusts monopo- listas, casi todos de industria pesada. De igual for- ma, durante la guerra de Corea, entre 1950 y 1953, las cien sociedades norteamericanas més fuertes re- cibieron el 64%. Ahora bien, esta econom{fa de gue- tra no sirve slo para buscar “‘mercados de reem- plazo”, sino para ampliar los mercados reales. Tan- to el Estado como los monopolios con ¢1 fundidos se reparten el botin de los territorios ocupados y conquistados Pero todo esto encierra una grave contradiccién, pues la creacién de un sector perma- nente y creciente de armamento en el interior de la economia capitalista genera otro fenémeno caracte- tistico de la época de decadencia del capitalismo, a saber, la tendencia permanente a la inflacién mo- netatia, en medio de la cual estamos hoy sumergi- dos. Desde 1929 hasta ahora, el capitalismo ha su- frido unes cinco crisis periédicas estructurales, aun- que ninguna tan grave como la de 1929, que sdlo pudo ser superada con el rearme mundial. ¢Qué de extrafio tendrfa hoy, cuando se acenttia la esca- sez de productos energéticos y la inflacién es galo- pante, que el capitalismo buscara su salvacién con una nueva guerra imperialista? A todo esto se une la exacerbacién potencial de Ia lucha de clases. Frente a este fenédmeno, la burguesfa capitalista slo sabe oponer dos cosas: el Welfare State y el fascismo. El Estado de Bie- estar no es sino una versién dulcificada del fas- cismo. La economia fascista contiene importantes elementos del Estado de Bienestar. “La economia 68 del Welfare State se transforma tendencialmente en economia de rearme, introduciendo a veces una se tie de fenémenos tipicos de la economfa fascista, incluso en los paises capitalistas més ricos: testric- ciones del consumo civil y de la produccién de bie- nes de consumo; ahorro forzoso; financiamiento del rearme con los haberes de las cajas de seguridad so- cial, etc,” 21, Por otra parte, se exacerba cada dia més la vieja contradiccién del capitalismo: la coexistencia, nada pacffica, de la socializacién de la produccién y la apropiacién privada, La socializacién de la produc- cién es Ja principal tendencia que augura un futuro socialista. Pero no es todavia socialismo, porque no se puede ser “un poquito socialista”, de la mis- ma forma que una mujer no puede estar “un po- quito embarazada”. Hace falta que desaparezca la apropiacién privada, y estamos seguros de que no desaparecerd sin antes dejar tras sf un océano de sangte. Finalmente, otro rasgo de Ja decadencia del ca- pitalismo es su incapacidad creciente para ayudar desinteresadamente a la industrializacién de los pai- ses subdesarrollados. Estos pafses, que constituyen una aberracién histérica generada por el capitalismo y su mercado mundial, se convierten cada dia mds en la conciencia mala del capitalismo desarrollado, Nunca en Ia historia ha sido tan patente la dife- tencia entte paises ricos y paises pobres, al mismo tiempo que hay una enorme riqueza mundial. Esto implica una contradiccién social de gran envergadu- ta que constituye otro sintoma de descomposicién. Las anteriores consideraciones, que distan de ser 21 Ibidem. 69 exhaustivas, bastan para negar la tesis de un capi- talismo que no conoce la decadencia, Es cierto que la economfa capitalista hasta ahora ha sabido crear- se a s{ misma nuevos mercados que la ayuden a su- perat sus ctisis petiédicas. Pero tendré que legar un momento en el que la crisis sea universal ¢ in- salvable, Es de desear que no se produzca entonces tun holocausto bélico. El filésofo francés Jean Francois Revel escribié tun famoso y tendencioso libro titulado Ni Mars: ni Jesiis, donde aseguraba que “la revolucién mundial ya ha empezado en los Estados Unidos”. El libro es tendencioso y hasta reaccionatio pot cuanto con- dena al inmovilismo a los paises subdesarrollados, a quienes no reconoce papel alguno dentro de la re- volucién mundial. Sin embargo, tal vez acierta al decir que esa revolucién ha comenzado en el pais que, segin Marx, representaba el capitalismo 2 Vetat pur. La prediccién de Marx sigue vigente. 70 vi SOCIALISMO Y HUMANISMO. Uno de los ingredientes fundamentales del mo- delo socialista es su contenido humanistico, Deli- beradamente he dejado para el final este problema, Porque me parece que es la coronacin de Ia idea socialista, El humanismo de la sociedad capitalista €s artificial porque no alcanza a todos los indivi duos humanos, sino tan sdlo a grupos privilegiados. El humanismo de las sociedades de transicién ha- cia el socialismo es también inexistente, porque par- te del principio colectivista segtin el cual es pre- ciso borrar del mapa humano las individualidades Porque ese es un residuo “burgués”. El hombre co- miin y corriente de Ja sociedad capitalista vive en una atmédsfera de constante deshumanizacién, en una alienacién que, como decla Marx en 1844, se- para al hombre de su propia actividad produetiva y vuelve en contra suyo todos los objetos creados por él. Y el hombre de la sociedad de transicién vive bajo el imperio de una ideologia que tiende a despersonalizatlo, a volverlo gregario, como si se 1 tratase de una hormiga, En ambos casos se hace pa- tente la necesidad de elaborar una ¢eoria marxista de la desalienacién, ,implicita en el modelo socialis- ta de Marx. Por supuesto, primero hay que elabo- tar una teorfa marxista de la alienacién, en base a Jos textos de Marx y de la ciencia posterior a Marx 22, , Pero antes conviene ponernos en claro acerca de lo que se debe entender por humanismo. El hu- manismo es una idea de la cultura europea —es de- cir, desde Homero hasta ahora— y ha revestido diversas formas a lo largo de los siglos y las cul- turas. Ya en los poemas homéricos y hesiédicos habia abundantes reflexiones sobre Ja naturaleza humana y, como dice Werner Jaeger, se habia crea- do un ideal paidético, educador del ser humano. En Ifticos griegos como Pindaro o Teognis, que eran atistécratas, hay también el ideal de la aristeia, es decir, la condicién del hombre fisica y espiritual- mente superior, cosa que podia lograrse a través de una educacién severa y estticta que compren- diese, ademés de la formacién fisica, el estudio de Jo que hoy Iamamos “humanidades”, es decir, el tesoto cultural de los antepasados, Entre los fil6- 22 Es lo que he tratado de hacer en un vasto libro que atin no he terminado de escribir, y que se tix tula La alienacién como sistema, donde se estudia €l problema de la alienacién en toda Ja obra de Marx. Pues muchos marxistas europeos y smerica- nos se equivocan radicalmente cuando afirman que Ja alienacién s6lo fue un tema de la juventud de Marx. Yo pruebo objetivamente que est cn toda Ia obra de Marx. Adelantos de este libro han apare- cido en mi libro Marx y la alienacién (Munte Avila, Caracas, 1974) y Belleza y Revolucidn (Vadell, Ca- racas, 1979). 79 sofos presocréticos hay también reflexiones sobre’ Jo humano, en especial en relacién con Jos dioses.. Los dioses gtiegos eran como-una forma de huma- nidad superior, y por eso eran antropométficos. Jendfanes dice por eso que si los leones pudieran concebir dioses, les darfan forma de leones. Poste- tiormente, entre los sofistas también abundaron las consideraciones sobre la naturaleza humana. Bas- tarfa recordar la célebre y misteriosa sentencia de Protdgoras, que cita Platén en el Teeteto (161 c)z panton chrematon anthropon metron einai, “el hom- bre es la medida de todas las cosas”. Esto significa, desde el punto de vista ontolégico, que el hombre es el rey de la creacién, por cuanto todas las cosas del mundo tienen su coronacién en el hombre, que no s6lo es un ser natural como los demés sino que s el tinico capaz de crear cultura ¢ historia. Y desde el punto de vista gnoseolégico, significa que la ma- triz para conocer el mundo es la mente del hombre. La sentencia protagérica ha hecho correr mucha tin- | ta erudita y tiene una serie de implicaciones que no podemos tratar aqui. En Platén y Aristételes hay también una filosofia del hombre, que es lo queen griego se lama antropologia. Platén, en su Repi- blica, traza un cuadro inflexible de lo que debe ser la educacién ciudadana. El tipo de hombre que él concebfa era el hombre polftico, en el sentidode que cada individuo debia servira la pélis o ciudad-ess tado. Se trataba de crear una figura humana q se armoniosa por dentro de s{ misma y que mismo estuviese‘ al servicio de la comuni filosoffa de Platén en este sentido.es como Jo era el humanismo de Peti de ser un tanto represiva, pues pf tende instalar un estado policial filésofos a fin de que todos los ciudadanos cumplan con su deber, Su colectivismo tenfa alguna relacién con el colectivismo espattano, que es lo que se ha Iamado el “‘comunismo aristocratico”, es decir, la democracia aplicada al reducido ntimero de los me- jores, los politai o ciudadanos. Pero aparte de esta concepcién rigida que Ilevé a Platén a cosas tales como desterrar de su Repiiblica a los poetas, por consideratlos, salvo excepciones, poco educativos paidéticos, se hallan en Platén mumerosas observa- ciones sobre la educacién general del hombre que coinciden-con el tipo de formacién humanfstica mo- derna, Aristételes también define al hombre por su condicién politica, y es célebre su definicién de zoon politikon, que por cierto también adopté Marx en sus Grundrisse. El problema era que tras las teorias cientificas de Aristételes habfa una ideologia, 1a co- rrespondiente a su modo de produccién esclavista. En su Politica, el estagitita llega al extremo de de- cir que hay hombres libres por naturaleza, physei, y hombres esclavos también por naturaleza. Esta distincién es politica y no racial, como algunos han crefdo.. Es politica porque los esclavos eran todos los barbaros, los barbaroi (lamados asi por el ba-ba que ofan los griegos en su lenguaje), los individuos capturados en Ja guerra. Posteriormente, los filé- sofos estoicos inventaron una teorfa que hoy nos parece muy moderna, y que bautizaron con el nom- bre griego de filantropia, que no consistia, por su- puesto, en esa hipécrita ayuda a los pobres de los actuales capitalistas, sino en un ensayo de compren- sién del hombre y de amor hacia él. Entre los romanos, cuya cultura estaba profun- damente helenizada, salvo en algunos casos como Cicerén y los grandes poetas del final de la Repti- 74 blica, el concepto de bumanitas estaba ligado al es- tudio y emulacién de los grandes modelos griegos. All se inaugura la concepcién de las “humanida- des” ligada al estudio de los autores antiguos, que reaparecerd en el Renacimiento. Y atin puede decir- se que antes, porque dentro de la actitud de un San Agustin y sobre todo de un San Jerénimo se resu- cita el estudio de la Antigiiedad grecoromana y se Ja integra sincréticamente a la nueva doctrina cris- tiana. La ascesis interior de San Agustin tiene lugar al contacto con la Antigiiedad, como lo dice él mis- mo en sus Confesiones. Y en cuanto a San Jeréni- mo, es un verdadero precursor de los grandes es- tudios humanisticos del Renacimiento. San Jeréni- mo tealiz6 en s{ mismo el ideal cultural del huma- nismo, que era el de estudiar a fondo y en sus pro- pios idiomas toda la cultura antigua. Su conoci- miento del latin lo Ilevé a traducir a este idioma la Biblia, en la traduccién que se conoce como la Vul- gata. Posteriormente, en el siglo XII los tratadistas coinciden en sefialar un renacimiento del huma- nismo que se anticiparfa al de los siglos KIV y XV. Los estudios humanisticos de hombres como Juan de Salisbury y Bernardo Silvestre, de la Escuela de Chartres, son nototios. Estos estudios se apagaron un tanto con el escolasticismo del siglo XIII, pero renacieron con fuerza inusitada en el siglo XIV italiano, especialmente en Florencia y en las uni- versidades. En el fondo se trataba de una tradicién que nunca Ilegé a morir del todo, y que persistfa en los ofdos populares a través de creaciones como los Carmina Burana. Pero en el siglo XIV, y muy es- pecialmente en la Florencia de los Médicis, el cul- to por la Antigiiedad revistié los caracteres de un movimiento cultural revolucionario, en el que es- taba comprometido todo el pueblo, incluso el me- 75 nos cultivado, como lo sefiala Burckhardt en su cé- lebre libro La cultura del Renacimiento en Italia. Spengler ha defendido la interesante tesis de que el espititu gético siguié viviendo en los renacentis- tas italianos a pesar de las nuevas actitudes de mo- detnidad. Esta tesis, atrevida como todas las de Spengler, tiene gran parte de verdad, pero hay que advertir que lo especifico del Renacimiento es el surgimiento de una nueva sensibilidad y una nue- va cosmovisidn; literalmente, una nueva concepcién del hombre, basada en Ja entronizacién de la Ciu- dad del Hombre allf donde en la Edad Media se habfa entronizado la Ciudad de Dios 0 Civitas Dei. El hombre culto, liberado ya del peso de la teolo- gfa y de la subordinacién de la filosofia a aquélla, inventa un nuevo modo de filosofar completamen- te auténomo. Y sobre todo en el campo de las artes plisticas y la poesia, renacen los modelos estéticos antiguos y, con ellos, la concepcién del hombre que Tlevan envueltos. Los hombres del siglo XIV Hevaron las cosas hasta el extremo que quisicron imitar a los antiguos en cosas como el vestir y el comer. Y lograron, por supuesto, que fuera desen- terrado de los conventos y las bibliotecas todo el tesoro cultural de la Antigiiedad. EI humanismo en su sentido italiano conocié su decadencia a comienzos del siglo XVI. Los humanis- tas mismos, que antes eran reputados y admirados poetss-filélogos. comenzaron a ser vistos como in- ‘dividuos sospechosos. El Renacimeinto estaba en decadencia, pero habfa dejado una tradicién que nunca ha Megado a perderse. Esta tradicién, que se ha mantenido en las escuelas y universidades eu- Topeas —y que en cierta forma ha sido resucitada también en las universidades norteamericanas—, es Ia que le confiere un alto valor formativo y cultural” al estudio de las lenguas antiguas. En el Gimnasio alem4n, o en universidades como Oxford, en In+ glaterta, se hace todavia un estudio sistematico y riguroso de la cultura antigua que comienza por el estudio de las lenguas antiguas. Los alemanes y los ingleses son los adelantados actuales de esa magnifi- ca tradicién, aunque no pueden despreciarse las contribuciones de italianos, franceses y espafioles. En Latinoamérica, desgraciadamente, esa tradicién se ha perdido casi por completo. En el siglo pasado, unos cuantos hombres, cuyo paradigma es el vene- zolano Andrés Bello, cultivaron el estudio de las humanidades de forma rigurosa; pero hoy en dia se han extinguido casi por completo el estudio del la- tin y del griego, con lo cual se nos amputa la po- sibilidad de adquirir una sélida formacién humanfs- tica. Pero el humanismo, actualmente, no significa tan sdlo el estudio de las lenguas y la cultura clé- sicas. Hay un nuevo sentido, més categorial y sis- temético, del humanismo, que aspita a una concep- cién del hombre liberado de Ja alienacién a que std sometido. Inspirado en el viejo socialismo, Car- Jos Marx forjé una teoria de este nuevo humanis- mo. Esta teorfa forma parte importante del mode- Jo socialista. En toda la obra de Marx se halla pre- sente este supuesto de una revolucién que cambiar cualitativamente Ia situacién del hombre alienado. Pero en los Manuscritos de 1844 esboza una teorfa més especifica. Nos habla alli Marx de tres fases del nuevo humanismo: el humanismo teérico, el prictico y el positive. El humanismo teérico con- siste en la superacién de la fase teolégica de la hu- manidad; el centro de gravitacién del hombre no 7 sera ya Dios, sino la propia naturaleza humana.Esta superacién dela teologia habia sido iniciada por Ludwig Feuerbach en sus aforismos sobre la filo: soffa del futuro, y Marx se inspira en él, pero su- perdndolo a su vez. Esta superacién tiene lugar en Jo que Marx denomina el humanismo prictico. Este humanismo se cotresponde con lo que antes vela- mos que debe ser el comunismo, a saber, el movi- miento real, la lucha concreta y revolucionaria para cambiar las condiciones en que vive actualmente el hombre. Es el mismo humanismo que proclaman revolucionarios como Ernesto Che Guevara en su obra sobre El socialismo y el hombre en Cuba, don- de nos habla de la necesidad de crear un hombre nuevo, que él llama ‘el hombre del siglo XXI’”. En cuanto al humanismo positivo, éste seria propia- mente el que corresponderia a una socedad socialis- ta desarrollada, exenta de las diversas alienaciones que todavfa presentan las sociedades de transicién y, por supuesto, las capitalistas. Unia de las catacteristicas del humanismo posi- tivo es el desarrollo pleno de los individuos y de su conciencia a través de la satisfaccién de todas sus necesidades y més alld de la sujecién al salario y al dinero. Marx nunca pretendié que el socialismo fue- se ese colectivismo en que han cafdo las sociedades socialistas actuales. Ese colectivismo, que aspira a ‘ana robotizacién de la vida humana y que castra la individualidad en nombre de la sociedad, no tiene nada que ver con el humanismo marxista, Una y otra vez nos habla Marx del “desarrollo universal” (allseitige Entwicklung) de los individuos como la Yinica manera de superar la allseitige Entdusserung o “alienacién universal”. Esta alienacién era defi- nida por Marx como “el paso universal del valor de 73 uso al valor de cambio”. Esta proposicién, que apa- rentemente es sélo econdémica, implica toda una teo- rfa sobre la vida humana capitalista, basada en la conversién universal de todos los valores en valores de cambio. No sdlo los valores de uso cotidianos se convierten en mercancfas, sino también otros va- lores, como la conciencia y el honor, y 1a vida hu- mana misma, son vistos a través de la relacién mer- cantil, El mercado mismo, decfa Marx, no existe pa- ra el hombre, sino que el hombre existe para el mercado. No se satisfacen las necesidades del hom- bre, sino as necesidades del mercado. Dentro de esta sociedad, por ejemplo, la mujer nunca podra liberarse y dignificarse, porque siempre sera ex- plotada como un objeto de consumo, como una mer- cancfa més destinada a consumir mercancfas y a ha- cer vender mercancias a través de la imagen de su cuerpo, independientemente de si la mujer estd do- tada de un espfritu. Y el hombre mismo, atin el mas desalienado, tiene que vivir con y para el dinero, El desarrollo universal de los individuos, el nuevo humanismo, sélo podré sobtevenir cuando en Ia so- ciedad se den las condiciones que antes enumera- mos dentro de la teoria del socialismo. Por otra parte, y en lo que respecta al viejo hu- manismo, Marx lo incorpora a su prdctica intelec- tual. En lugar de despreciar los viejos estudios de humanidades, Marx los emprende y llega a dominar- los por completo; su conocimiento de los autores an- tiguos en sus propias lenguas era grande y vasto, Llegé asi Marx a construir una ciencia humanfsticn y un humanismo cientffico, que no conoce esa alie- nada divisién del trabajo que es caracterfstica de nuestros cientificos modernos, que desdefian el hu- manismo, y de nuestros humanistas modernos, que desdefian la ciencia. m9 vil CONCLUSION Hemos Ilegado al final de este répido viaje por Ja teorfa del socialismo. Aspiro a haber dejado cla- ramente establecidos algunos principios fundamenta- les que pueden servir como instrumentos de discu- sién entre los revolucionarios socialistas. La cons- truccién de un modelo de socialismo nitido y rea- lizable nos ayudard a no ver como utépicas e irrea- lizables nuestras esperanzas de una sociedad distin- ta, que supere la “‘prehistoria humana” de que ha- blaban Marx y Engels. La comprensién cientifica de Ia necesaria vinculacién entre la teorfa y la prdc- tica es el instrumento metodolégico para Ia elabo- racién de ese modelo socialista. Sélo asi compren- deremos las relaciones entre comunismo y socialis- mo; sélo asf podremos forjar una teorfa marxista sobre el paso del capitalismo al socialismo; sélo asf podremos delinear los principios del modelo que nos guiard como estrategia; y slo ast comprenderemos el cardcter del nuevo humanismo, el humanismo marxista, 81 INDICE PROLOGO . L IL. ML, Fie Vu. TEORIA Y PRACTICA DEL PENSAMIENTO SOCIALISTA. . COMUNISMO Y SOCIALISMO EL SOCIALISMO COMO UTO- PIA CONCRETA ... .. EL MODELO SOCIALISTA .. LA-PREDICGION DE MARX SO- BRE EL SURGIMIENTO DEL SOCIALISMO ... ... ... SOCIALISMO Y HUMANISMO CONCLUSION ... 2a 35 41 47 61 n 81 ESTE LIBRO SE IMPRIMIO EN EL MES DE MAYO DE MIL NOVECIENTOS OCHENTA, EN LOS TALLERES TIPOGRA~ FICOS DE MIGUEL ANGEL GARCIA © HIJO, EN LA CIUDAD DE CARACAS = aie

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