Está en la página 1de 353

1

Cada proyecto que realiza Letra Por Letra, es


con el único fin de complacer al lector y dar a conocer
al autor.

Este documento lo realizó Letra Por Letra sin


2
fines de lucro y sin ninguna intención de dañar al autor.
Ninguno de los colaboradores de este foro (traductores,
correctores o diseñadores) recibe a cambio incentivos
monetarios por su trabajo, el único incentivo es el
reconocimiento de nuestros seguidores lectores. Por
ello, te pedimos que si tienes la oportunidad y
solvencia:
¡Apoya al autor comprando sus libros!
¡Disfruta tu lectura!
Mrs. Strauss Mrs. Wrangler

Mrs. Wrangler
01. Introducción
02. Prólogo
03. Odio las sorpresas, Emilia
04. No puedo respirar si haces eso, Mason
05. Hueles a sexo, Mason
06. Date la vuelta e inclínate sobre el lavabo, Emilia
07. Corre antes de que te mate, Emilia
4
08. Vete a la mierda, Emilia
09. Estaba perdida y aún lo estoy, Mason
10. Controla a tu perra, Riley
11. Bondage y follar, Emilia
12. Sí, claro, familia algodón de azúcar mi culo, Olivia
13. Te merezco, ¿Mason?
14. Bienvenido al puto mundo de los sapos, papá
15. Te corriste en mi manta, Mason
16. Te he malcriado, Emilia
17. Pensé que tu culo era mío, Emilia
18. Todo es tan enfermizo, Olivia
19. Sé que duele, Emilia
20. Oh, Mason, eres realmente impredecible
21. Me encanta la comunicación no verbal, Emilia
22. Somos la oscuridad, bebé
23. Es un poco psicópata, Olivia
24. La sangre es más espesa que el agua, papá
25. Cómo me miras, Mason
26. No me importa, Emilia
27. Eres un buen padre, Keaton Rush
5
28. El castigo es la ignorancia, Emilia
29. Cueste lo que cueste, Mason
30. ¿Quieres que te traten como a una mierda, Emilia?
31. Me diste tu alma, Emilia
32. Te está follando en mi cama, Emilia
33. Ahora estoy enfadado, Olivia
34. Eres mejor que cualquier porro, Emilia
35. Adiós, Emilia
36. Soy una ruina sin ti, Emilia
37. Me quieres, Mason
38. Tenemos que ir a Nueva York, papá
39. Como una maldita princesa Disney, Mason
40. Siempre estaré ahí para mi hijo cuando me necesite, Riley
41. Me encanta cómo te sientes, Emilia
42. Epílogo
Cry Baby Cry
Prólogo
01. Sin corazón
Recomendación de libro
Agradecimientos
6
Acerca de Don Both
Acerca de Maria O'hara
sto es para aquellos que alguna vez han estado en un lugar
tan oscuro que pensaron que nunca volverían a ver la luz.
Eres una niña perdida que hace tiempo cayó en el abismo.
No estoy aquí para sacarte, Emilia.
Estoy aquí para atraparte, si alguna vez quieres escapar.
¡Corre! 7
01

¡ATENCIÓN!

i esperas que sea uno de tus queridos chicos malos, te


decepcionarás, no soy ni malo ni un chico.
Soy oscuridad. 8
Mis acciones nunca serán comparables a las de un buen hombre.
No soy un buen hombre.
No tengo alma.
Así que, si no puedes soportar las cosas duras, deja el libro.
¡Inmediatamente!
Si no, quizá pienses que ahora me conocerás, aprenderás a ver a
través de mí y a evaluarme, quizá intentes predecir lo que haré a
continuación...
Pues tengo que decepcionarte.
Nada acerca de mí es tangible, predecible o familiar.
Soy Mason Rush.
Y soy un monstruo.
No digas que no te lo advertí.
Mason K. Rush

9
02

Mason

res una chica perdida que ha caído en el abismo.

Tal vez te empujé. Tal vez te encontré ahí abajo. 10


No estoy aquí para sacarte, Emilia.
Estoy aquí para atraparte si alguna vez quieres escapar.
Parece que te atrae la oscuridad.
Yo soy la oscuridad, nena.
¡Corre!
03

Mason

levas zapatos Louboutin o como se llamen. Mamá también


tiene un par. Me gustaría saber de dónde sacaste el dinero para
11
comprarlos. ¿Fue de él? Eso sería muy típico de ti.
Justo ayer me estabas chupando la polla, pequeña zorra. ¿Cómo
te atreves a sentarte con nosotros en esta mesa como si todo estuviera
bien? Lo sé con certeza, una mirada mía y obedecerías. Esa es la única
seguridad que tengo porque tiene su mano en tu rodilla, Emilia.
¿Qué se supone que hace esa mano? ¿No fui claro ayer?
Durante una semana, no debías follar con él, pero por lo que parece,
esta noche te abrirás de piernas para él.
Lo odio.
—¿Alguien más quiere más patatas? —pregunta mi madre y yo
la miro aburrido.
—Oh, mamá, nadie quiere tus patatas. Nunca están bien
cocinadas, solo papá consigue comérselas sin hacer muecas porque
no quiere provocar tu ira.
—Basta —dice mi padre—. ¡Me encanta la ira de tu madre!
Ella sonríe y le da tres patatas más.
Él es un profesional con cara de póquer, hay que reconocerlo.
Estamos sentados a la mesa del comedor y Riley está de visita,
Emilia. ¿Por qué vienes siempre? ¿Quieres que te vea con él? ¿O
quieres verme y follarme en el sótano como la última vez mientras él
habla con nuestros padres?
Eres una zorrita, Emilia, pero ya te lo he dicho muchas veces
mientras te daba por el culo y te encantaba. Sé exactamente cómo es
mi hermano. El señor Perfecto Riley Rush. Estudiante de matrícula de
honor, abogado conservacionista, graduado con matrícula de honor,
12
treintañero que ya ha llegado tan lejos como mi padre a los treinta y
cinco –todos lo sabemos– y sé cómo folla, Emilia. Apaga la luz, se
tumba sobre ti y lo hace sólo hasta que se corre. Debido a su prótesis,
es un prodigio. Incluso a la edad de siete años –todos lo entendimos.
Es tan especial como le gusta decir a mi madre e incluso mi padre lo
adora, aunque ni siquiera sea de su esperma, sino de algún perdedor.
Papá lo adoptó cuando era un niño.
Te sientas frente a mí, ¿por qué siempre te sientas frente a mí?
Y me miras –te he ordenado que siempre me mires– porque
sabes perfectamente lo que pasa si no haces lo que te digo, Emilia.
Tu cabello negro hasta la cadera, que me gusta enrollar
alrededor de mi puño, está ligeramente rizado sobre tus hombros. Es
el peinado de nuera. Lo sé. Es para impresionar a mis padres, sobre
todo a mi gélido padre. No es fácil, Emilia. Algunos ya lo han
intentado y han fracasado. De alguna manera, después de 12 meses,
todavía no se ha derretido ante ti y yo sé por qué. Él ve quién eres
realmente, igual que yo. No confía en ti y tal vez sabe que me
perteneces. Tus labios carnosos, que hoy no están pintados de ese
color rojo de zorra tan habitual, se cierran alrededor del tenedor, y
recuerdo cómo se cerraron hace poco alrededor de mi polla.
Me encanta cuando me la chupas, Emilia.
Me miras fijamente con tus ojos turquesa y me pregunto cómo
mi hermano mayor Riley puede ser tan ciego. Me follas con miradas
ligeras. No puedes esperar a estar a solas conmigo.
Eres una zorra y me gusta.
Perdí mis escrúpulos hace mucho tiempo. No sé si alguna vez
tuve alguno, si te soy sincero. Pero eso ya lo sabes, Emilia.
Tu cara estrecha y limpia apenas está maquillada, salvo por tus
13
grandes ojos brillantes que siempre parecen tan inocentes cuando te
arrodillas ante mí. Llevas un vaporoso vestido rojo de verano y, por
primera vez, sujetador, pero no bragas. Como siempre tienes que
aparecer por aquí para que yo siempre tenga acceso a lo que me
pertenece.
—¡Mason! —ladra mi padre. Sólo él puede hacerme estremecer,
nadie más. Giro la cabeza, pierdo el contacto visual contigo y miro
fijamente a sus ojos, siempre tan cómplices, que se parecen a los míos.
Mi madre siempre dice que da miedo lo parecidos que somos, no solo
por fuera.
—¿Sí? —respondo, aburrido. ¿Por qué me molesta ahora el
idiota? Estaba pensando en lo que te haría después. ¡Y cómo! Culo,
boca, coño o tus grandes tetas, esa es la cuestión.
—Tu madre ha preguntado cómo van tus prácticas conmigo.
—Me mira atentamente, y Emilia, creo que percibe algo. Nunca he
podido ocultarle nada, ni siquiera aquella primera revista con la que
me masturbé.
Le sostengo la mirada. Tengo 23 años, ya no soy la mierdilla de
14 años. Debería dejarlo, Emilia. Después de todo, no puede
intimidarme. Ya no. Papá no siempre fue amable y compasivo. Tal
vez lo fue con Riley, pero se quitó los guantes conmigo. Tuvo que
hacerlo porque nunca fui fácil. Sí, lo admito, Emilia, pero tú lo sabes
todo, así que ¿para qué te lo cuento?
Me vuelvo hacia mi madre:
—¡Genial! —Y sigo comiendo.
Ella suspira y dice:
—Mason, ¿quieres quitarte la chaqueta por lo menos? Estamos
14
sentados en la mesa del comedor y parece que vas a saltar y salir
corriendo en cualquier momento.
Me enfado.
—Viene visita, así que tengo que irme pronto.
—Pero si acabamos de llegar —dice mi hermano como si no lo
viera todo el tiempo. Parece tan limpio, no como yo con mis vaqueros
rotos. Su cabello rubio está perfectamente peinado hacia atrás, sus
ojos marrones como la mierda son siempre claros, nunca apedreados
como los míos, y su cara está bien afeitada, no llena de barba
incipiente como la mía. Sé que digan lo que digan, nuestros padres
siempre nos comparan, y me doy cuenta de que a los veintitrés años
Riley era completamente diferente a mí. Me molesta incluso cuando
sólo está sentado aquí.
Me alegré cuando se mudó, pero no sabía que el niño de mamá
vendría aquí cada dos días a comer. ¿No te molesta, Emilia?
—Espera, antes de que te vayas, tenemos algo que anunciarte
—dice Riley, tendiéndote la mano al otro lado de la mesa del
comedor, Emilia. ¿Qué debo hacerles a los dos ahora, y qué debo
pensar de ello, y cómo debo castigarlos por ello? ¡Sin contacto
corporal! Pensé que había sido claro. Inmediatamente bajas los ojos
cuando me ves mirando fijamente tu mano en la suya.
—¡Noooo! —grita Mamá emocionada—. ¿En serio? —Se
sienta derecha. Sus ojos verdes brillan expectantes. Pero no me siento
bien con esto, Emilia. Miro a mi padre porque quiero saber qué piensa
de esto. Está tenso, Emilia, no le gustas.
Pero Riley lo ha pasado completamente por alto hasta ahora; es
un estúpido crédulo de mierda, no importa lo que haya estudiado. Si
no, tampoco estaría contigo. Tiene la cara radiante con esos hoyuelos 15
de chico soleado en las mejillas. Me molestan.
—¡Nos mudamos a Nueva York y nos casamos! —anuncia, y
mi expresión no es de felicidad, Emilia. No puedo evitarlo, ni con las
mejores intenciones. Pequeña zorra, ¿en serio? ¿Quieres mudarte a
Nueva York? ¡Creía que odiabas Nueva York! Y ni siquiera me los
habías mencionado, ni una palabra. ¿Así es como tengo que
averiguarlo?
¿Estás disfrutando con esto?
¿Quieres irritarme?
¿Jugar con fuego?
¿En serio?
Mi madre está fuera de sí y los abraza a los dos, pero tus ojos
están fijos en mí y estás rígida.
Sin decir palabra, mi padre se levanta –no es buena señal,
Emilia.
Necesito todo mi control para no estirar la mano por encima del
tablero de la mesa y estrellar la cara de Riley contra él, una y otra vez.
Entonces suena el timbre. Eso salva al pequeño bastardo.
—Debe de ser Jenny —anuncio y me levanto sin volver a
mirarte, pero noto que me observas—. ¡Ah, sí, mi más sentido pésame
a los dos! —digo con indiferencia y me alejo.
—¡Mason! —sisea mi madre, pero sigo andando y abro la puerta
principal. Jenny está allí de pie, rubia, de ojos azules, corriente, pero
siempre buena para hacerte hervir. Hoy la haré gritar más fuerte,
Emilia, y la puerta del sótano estará abierta mientras tú estás aquí
16
sentada comiendo. Espero que te pongas enferma porque sé que lo
que hay entre nosotros es para ti algo más que eso, por eso tengo mis
garfios puestos en ti. Te encanta someterte a mí; te encanta dejarte
llevar conmigo; te encanta no tener que ser la novia perfecta conmigo;
te encanta, conmigo puedes ser tú. Te gustaría ser mi única. Pues eso
no pasará, pero yo seré tu único.
Estoy harto de compartirte con mi hermano enclenque, Emilia.
Todo cambiará a partir de ahora porque nunca te dejaré ir.
Y lo sabes.
04

Emilia

res el único, Mason Rush, que en pocos segundos consigue


17
ponerme nerviosa hasta el punto de cuestionarme la vida entera.
Te acabas de ir. Una pobre zorra está contigo en tu super sótano
y me siento como una traidora. Pero te encanta hacerme sentir así,
¿verdad?
Mi mano, aún en el firme agarre de Riley, tiembla. Por una vez,
me alegro de que la sostenga. Odio venir aquí. Cada vez es lo mismo,
cada vez me castigas sin cesar. Siempre se te ocurren nuevas
crueldades para hacerme sufrir porque eres el diablo y ojalá nunca te
hubiera conocido.
Tu madre apila alegremente los platos unos encima de otros. Es
tan buena persona, igual que Riley. ¿Cómo pudo traer al mundo a un
demonio como tú? A veces pienso que fuiste adoptado, no miembro
de esta familia, y que Riley es el que vino de tu madre, pero fue
adoptado por tu padre.
—¿Y? ¿Han hablado de cuándo quieren casarse? —pregunta
mientras me levanto rápidamente para ayudarla. Sé lo importante que
es Riley para tu madre. Ella lo es todo para él, por eso le gusta que me
presente como una buena nuera. A veces me siento inferior a él, pero
no como me siento inferior a ti. A su lado, con nuestra diferencia de
edad, a veces me siento como una niña estúpida a la que aún le queda
mucho por aprender.
Se ríe. Riley se ríe mucho, Mason. Él es como el sol, mientras
que tú eres una tormenta, un trueno en una oscura noche de invierno.
—Oh, no hemos pensado tanto en el futuro, quizá el próximo
mayo —dice, y veo el amor en los ojos de tu madre. Tiene esa mirada
de ayer te cambié los pañales y me gustaría tener una madre así. Por
ella quiero casarme con Riley y formar parte de esta familia. Me
siento tan segura aquí, aunque tu padre sea raro y un poco
espeluznante como tú. Pero debiste sacar eso de algún lado. Te 18
pareces mucho a tu padre. Sí, eres indeciblemente guapo con sus ojos
indefinibles, esos contornos faciales tan llamativos y esa mirada
penetrante. Pero también te las arreglas para hacer que una persona se
sienta inútil, de modo que rápidamente desee no haber nacido.
Ciertamente desearía no haber tropezado nunca con tu oscuro
sótano.
—¿Cómo te lo pidió? —pregunta tan pronto como estamos en
la cocina. Riley nos sigue, me da un beso y le dice a su mamá que
será mejor que vaya a ver cómo está su Sr. Rush.
Enjuago los platos para meterlos en el lavavajillas. Todo es tan
moderno contigo, nunca había visto nada igual y, al principio, me
cuesta disimular mi asombro. Para Riley, no es nada especial, es
normal. Está lleno de vida a pesar de tener que vivir con una
minusvalía. Siempre lo he admirado, todo el mundo lo hace, como
seguramente sabes, Mason. Sólo que tú no. Tú lo odias, lo desprecias,
igual que a mí. El carácter alegre de Riley me llevó directamente a sus
fuertes brazos cuando me fijé en él por primera vez en la estación del
metro de Nueva York. No pude rechazarlo. A él y a su aura radiante
y positiva. Es el hombre perfecto de un libro ilustrado. Con él me
siento segura y sé que nunca me faltará de nada.
—Estuvimos en Nueva York este fin de semana, una vez más.
Ya sabes que a Riley le encanta Nueva York.
—Sí, ahí perdió el corazón cuando sólo tenía siete años. Siempre
ha sido muy maduro e inteligente. Ya entonces sabía que quería vivir
ahí algún día. Y ya sabes cómo es cuando se propone algo, lo hace.
Pero de una manera muy diferente a ti, Mason.
—Lo sé. —Sonrío y me siento como una mierda. Normalmente
lo hago cerca de ti. Tienes un don para joderme simplemente con tus
ojos mirando con rabia a través de la mesa del comedor en mi 19
dirección. Me odias, lo sé, y te encanta hacérmelo sentir.
Y yo me odio porque no puedo alejarme de ti. Por herir los
sentimientos de alguien que tiene un alma tan pura.
Dios, él nunca puede saberlo, me aseguraré de eso por
cualquier medio.
Y tú lo sabes.
—¿Y luego qué? —pregunta tu madre. Está tan emocionada, es
como si hubiera recibido una segunda proposición de tu padre. Me
pregunto cómo lo habrá hecho. Seguro que no es tan lindo como
Riley. Tu padre no es lindo. Es guapo y espeluznante, pero no lindo.
No puede ser.
—Me propuso matrimonio en el ferry. Delante de todos. Fue tan
dulce. —La verdad Mason, es que odio la atención y no tuve más
remedio que decir que sí. Odio ser el centro de atención a menos que
sea tu centro.
—Suena tan romántico —murmura Olivia Rush, poniendo en
marcha el lavavajillas.
—No sabía que le gustara el romanticismo, señora Rush. Quiero
decir... —Se me escapa antes de que pueda detenerme. Es un rasgo
que rara vez te muestro porque no lo soportas. Dudosa, echo un
vistazo al salón, donde Riley está ahora sentado con su padre—.
Romántico no sería la primera palabra que me viene a la mente sobre
su marido.
Maldita sea, Mason. ¿Por qué siempre hago lo mismo?
Me mira como si estuviera loca, como si quisiera gritarme a la
cara que su marido es el más romántico del mundo.
—Oh, Dios mío. Lo siento mucho, señora Rush. No estaba
20
pensando. Lo que pasa conmigo y mi boca es que no siempre puedo
controlarla, igual que no puedo controlar nada en mi vida
—tartamudeo nerviosa.
Y de repente –y por eso me encanta tu familia–, tu madre se
echa a reír tan a carcajadas que tiene que sujetarse el estómago y se le
cae el cabello rubio dorado por la cara. Se ríe tan fuerte que las arrugas
alrededor de sus ojos verdes se hacen más profundas mientras los
aprieta. Menos mal que se me ha escapado con ella y no con tu padre.
Maldita sea.
Cuando se calma, sacude la cabeza y se pone a hacer café. Se
lo está preparando a tu padre. Siempre lo hace después de cenar. Es
el tipo de mujer que prefieres, Mason: Se acobarda ante su hombre y
lucha por su hombre. Tiene fuego y confianza y es bastante
impresionante. Puedo imaginar lo que tu padre te ha estado diciendo
y por qué eres como eres...
¿Pero por qué Riley no es así?
—Oh —suspira—. Eres como yo a tu edad, excepto que yo ya
tenía un hijo de tres años. Eso me hizo fuerte y lista para crecer de
golpe. —Dirige una fugaz sonrisa a Riley, que no se da cuenta porque
está discutiendo en voz baja con su padre. Tienes una casa preciosa,
abierta y moderna, Mason. Tus padres tienen gusto. Mientras estamos
en la cocina, tu padre no aparta los ojos de tu madre. Es un poco como
la forma en que me miras, te metes bajo mi piel. Nunca me había
sentido así antes y realmente no quiero... Pero así son las cosas.
—Ohhhh, mierda, Mason —resuena de repente por toda la casa
como un cerdo moribundo. Viene de justo abajo, de tu super sótano
modificado.
Todos menos tu padre se sobresalta.
—Oh, no —regaña Olivia—. ¡Otra vez no! ¿Por qué ese chico 21
no tiene modales?
Riley sacude la cabeza y se gira hacia mí.
—Siento que tengas que seguir oyendo eso, cariño. Es muy
embarazoso. Creo que lo hace a propósito. —Yo también creo que lo
haces a propósito, Mason, de hecho, lo sé con certeza.
El único que no está reaccionando es tu padre.
—Voy a tomar el aire —digo rápidamente porque tengo que
salir de aquí. No puedo respirar cuando haces eso, Mason. ¿Por qué
haces eso? Mi estómago se contrae y mi corazón se acelera.
—¿Quieres que vaya? —pregunta Riley casi con simpatía
porque cree que me incomoda que tengas sexo ahí abajo. En voz alta.
—No, no pasa nada. Tengo que llamar a Claire de todas formas.
—Claire es amiga mía, pero a ti no te importan esos detalles de mi
vida, Mason. Nunca preguntas por ellos. No te importa nada excepto
dónde puedes ponerlo después.
Con los pies descalzos, camino por el frío mármol negro
distribuido por toda la casa, pasando por delante de fotos de boda y
fotos tuyas de cuando eras guapo... e inocente. Junto a Riley o solo y
con una niña pelirroja. Sé por las historias que es hija de Amber, una
amiga íntima de la familia y socia de tus padres. Aunque creo que de
pequeño ya tenías esa mirada extraña. Algo debió de pasarte desde el
principio.
Abro la pesada puerta principal y entro en el porche decorado
con cariño. Hay lilas en macetas por todas partes. Un columpio del
porche se mece de un lado a otro, en el que me siento; el enorme sauce
llorón que hay delante de tu casa, en el jardín delantero, te da sombra.
Vives en un suburbio perfecto de la Ciudad del Viento. Lo único que
no es perfecto en tu familia eres tú. Eres una desgracia para la familia 22
y no parece importarte. Eres el rebelde que generalmente está en
contra de todo. Eres el que los chicos del instituto deciden evitar. Eres
con el que nadie se mete en un bar, aunque le robes la novia. Eres el
tipo que vive en el sótano de sus padres a los 23 años sólo para ser
provocativo, no porque no puedas permitirte uno propio o porque seas
un niño de mamá. Eres el tipo que va a la universidad y consigue unas
prácticas con su padre en el FBI, pero que está tan lleno de mierda
que resulta casi irónico. Eres el tipo que entra en una habitación y
devora todo y a todos con su aura.
Cierro los ojos mientras una suave brisa me acaricia la cara. Me
encanta el verano, me encanta el calor. Y odio el frío que hace.
Mudarme a Nueva York me parece lo correcto. Por fin me
libraré de ti y podré empezar de nuevo con Riley. Se merece tener a
alguien a su lado que le sea fiel al cien por ciento. Aunque odio la
ciudad porque está infestada de ratas –hablo por experiencia porque
es de donde soy–, quiero hacerlo por él. Y por mí. Y por nosotros.
Una sombra se cierne sobre mí y abro los ojos lentamente. Tu
olor entra por mis fosas nasales y miro fijamente tus zapatos negros.
No quiero, no quiero enfrentarme a ti. Además, puede vernos desde
el salón. ¿Por qué siempre juegas con fuego, Mason?
¿Y por qué me encanta cuando me quemas?

23
05

Emilia

entamente, mi mirada se desliza hacia arriba sobre tus


vaqueros negros rasgados por las rodillas, sobre el cinturón que estás
a punto de cerrarte y sobre la V que lleva a tu ingle. No llevas camisa,
Mason, ¿por qué ibas a llevarla? Sabes qué aspecto tienes, pero 24
quieres que todo el mundo sepa lo que acabas de hacer. Especialmente
yo. Siempre estás bronceado sin importar la época del año. No es
justo. Te conozco desde hace tiempo, aunque no he conocido tu
cuerpo hasta hace unos meses. Tu vientre es plano con un six pack y
tu pecho está bien definido. Se nota que practicas artes marciales. Tus
clavículas sobresalen y tus brazos son el sueño de cualquier mujer.
Musculosos, anchos, igual que tus hombros. Puedes levantarme
fácilmente y follarme contra la pared durante horas. Tus antebrazos
son nervudos y desde tu pecho izquierdo, un tatuaje negro serpentea
por tu brazo izquierdo hasta la muñeca. Dios mío, eres como el diablo
disfrazado de ángel. Claro que sí.
Apenas me atrevo, pero no puedo evitar mirar hacia arriba,
hacia tu cara. Tu cara perfecta. Porque si crees que tu cuerpo es la
mejor parte de ti, te equivocas.
Siempre llevas barba de tres días, excepto en el funeral de tu
abuela. Ese también fue el día que te vi por primera vez. Los
sentimientos no son lo tuyo, normalmente. Tus labios, tus ojos y tu
nariz son de tu padre. Perfectamente simétricos, perfectamente
curvados, perfectamente colocados en tu cara como si te hubieran
pintado. Tu cabello oscuro brilla bajo el sol abrasador. Como siempre,
es más corto por los lados y más largo por arriba, de modo que cae
regularmente sobre tu frente, donde puedo aferrarme a él. Lo has
peinado con maestría para que parezca informal, pero sé que eres
increíblemente vanidoso con tu cabello.
No pareces feliz, pero nunca lo pareces. Creo que naciste con
una expresión de molestia en la cara. Siempre aburrido, siempre
sarcástico, siempre molesto y pretencioso. Nunca te ríes, Mason. Eso
no puede ser sano.
Te apoyas en la barandilla pintada de blanco con los brazos 25
cruzados.
—¿Nueva York? ¿En serio, Emilia? —preguntas secamente.
Intento resistirme a tu mirada, pero no puedo.
—Sí, Mason. Nueva York. —Vaya, siempre me siento muy
orgullosa cuando consigo decir unas palabras en tu presencia sin
tartamudear. Tienes ese efecto en todos y en todo. Maldito seas,
Mason K. Rush.
—Olvida Nueva York por un minuto, Emilia —dices. Estoy a la
altura de tu ombligo y de lo que hay debajo, que acabas de tener en
Jenny—. Ya conoces el trato.
Mason, me pregunto si te refieres al trato que dice que puedes
tirarte a quien quieras, pero que yo no puedo tocar a mi prometido
durante una semana.
No contesto. Me levantas la barbilla bruscamente y me obligas
a mirarte. Sabes tan bien como yo que estoy de espaldas a la ventana
del salón, pero tú lo ves todo, como siempre. Eso me temo. A veces
pareces un acosador, como si conocieras mis secretos más oscuros,
que ni siquiera yo sé de mí misma, y luego los usaras en mi contra.
Me miras fijamente. Estás enfadado. Lo noto en tu apretón.
—¿Te lo follaste? —gruñes. Se me contrae todo el estómago.
Aprieto los labios y niego con la cabeza. Me dijiste que no lo
hiciera, así que hice todo lo que pude para evitar acostarme con Riley.
Toda la semana. En lugar de eso, lo llevé a casi todos los restaurantes
de la ciudad, a ese estúpido partido de fútbol, incluso caminé con él
durante horas todos los días solo para que estuviera demasiado
cansado para tocarme.
No estaba demasiado cansado, Mason. Por eso tuve que fingir 26
que tenía migraña. ¿Y sabes qué? En realidad, podría haberte mentido.
Pero eso es lo que quiero decir. Tienes esta manera intimidante y no
me atrevo a mentirte o enfrentarte.
Primero, me miras fijamente a los ojos, comprobando si estoy
mintiendo. Siempre lo haces. Cuando estás seguro de que es verdad,
me acaricias brevemente el labio con el pulgar. Una pequeña
recompensa por lo que acabas de saber.
Estás a punto de abrir la boca para decir algo cuando la puerta
que tengo detrás se abre bruscamente. Me sueltas como si te quemara.
Tu padre sale y te fulmina con la mirada. Realmente da tanto
miedo como tú. Estar entre ustedes dos es como sentarse al lado de un
volcán en erupción.
—¿Qué haces aquí? —te pregunta. Siempre utiliza el mismo
tono de voz que tú. Aburrido, condescendiente y casi siempre
molesto.
—Estoy fumando, ¿es ilegal? —le preguntas y sacas una caja
arrugada del bolsillo trasero. Te pegas un cigarrillo en la comisura de
los labios y te dejas caer a mi lado en el columpio. Hueles a sexo,
Mason.
Tras encender el cigarrillo, el humo se desplaza en mi dirección
–como de costumbre– y, por si fuera poco, apoyas los brazos en el
respaldo detrás de mí y estiras las piernas, cruzándolas por los
tobillos: la provocación personificada. Siempre lo eres, no puedes
evitarlo.
Completamente relajado, nos balanceas hacia delante y hacia
atrás. Creo que voy a vomitar. ¡Hueles a sexo, maldita sea, Mason!
27
—Tu madre quiere hablar contigo, Mason —dice
enérgicamente, mirándote amenazadoramente. Me hago pequeña bajo
su mirada, aunque no va dirigida a mí. Pero tú estás tan
despreocupado como siempre.
—¡Mi madre puede esperar, papá! Estoy aquí para discutir algo.
—Eres el único que puede contestarle así a tu padre. Pero entonces
eres suicida, Mason.
Trato de levantarme porque quiero alejarme de esta situación.
No puedo manejarlo. Me pone nerviosa y me entra el pánico.
—Debería... —Empiezo a señalar vagamente con el pulgar la
entrada, pero tu padre está vigilando su guarida como un león. Jesús,
¿qué está pasando aquí, Mason?
De repente, siento tu firme agarre en la parte superior de mi
brazo. Es inquebrantable y no puedo evitar decir:
—¡Ay!
Me tiras hacia atrás y me gruñes en voz no muy baja.
—¡Te vas cuando yo te diga! —Luego miras desafiante a tu
padre por encima de mi cabeza.
Su expresión permanece impasible.
—¡Ven a mi estudio en cinco minutos! —Y vuelve a entrar.
—¿Puedes soltarme, por favor? —pregunto con un deje de
impaciencia en la voz.
Giras la cabeza y me mira fijamente, echándome
irrespetuosamente el humo del cigarrillo a la cara para que entrecierre
los ojos.
—¿Te hago daño? —me preguntas con dureza. 28
Pienso para mis adentros: Sí, todo el tiempo, pero no lo digas.
—Mason, ¿te das cuenta de que tu padre sabe algo? —pregunto
y alucino sólo de pensarlo. Dios, voy a morir. Nos va a matar.
—Obviamente, mi padre lo sabe todo —dices suavemente,
aflojando el agarre alrededor de mi brazo y pasando las yemas de tus
dedos lenta y delicadamente sobre mi piel.
—Vendrás a verme esta noche, a las dos en punto, como
siempre.
Suspiro y retiro débilmente el brazo. Sigues tocándome y eso
me distrae.
—Mason, no puedo —pronuncio—. Riley se dará cuenta si sigo
desapareciendo, tiene el sueño ligero.
Tú sigues sin impresionarte.
—Hasta ahora te has salido con la tuya, ¿no?
—No quiero seguir haciéndole daño.
Pones los ojos en blanco.
—Lo que él no sabe... —empiezas—. ¿O quieres que lo sepa,
Emilia? Es así de sencillo.
Inmediatamente, el pánico me invade y abro los ojos.
—Mason, por favor, deja de chantajearme.
—Dios, ¿cuántas veces hemos tenido esta conversación?
Emilia, estoy aburrido. ¿Y qué no deberías hacer nunca?
Miro fijamente el suelo de madera y respondo casi 29
automáticamente:
—Aburrirte. —Literalmente me has metido estas reglas.
Literalmente. Te encanta poner reglas, Mason, y te encanta cuando
las rompo porque así puedes castigarme. Pero no voy a darte la
satisfacción porque eres demasiado impredecible con tus castigos.
—Buena chica —dices. No puedo evitarlo. Me estoy
calentando. ¿Por qué quiero besar esa boca que me dice cosas tan
sucias? ¿Por qué su olor no me repele después de todo esto? ¿Por
qué mi corazón palpita con sólo sentarme a tu lado? ¿Por qué sigo
pasando por todo esto? Desde aquella Nochevieja en la que me
besaste.
¿Va a parar alguna vez?
06

Mason
30
etrás de su enorme escritorio, mi padre puede parecer
amenazador, sobre todo cuando tiene las puntas de los dedos juntas y
me mira por encima del hombro. Me mira fijamente con una
expresión que ya he visto antes porque siempre la pone cuando la he
cagado y la he cagado mucho, Emilia.
—Sea lo que sea que estés haciendo, deja de hacerlo
inmediatamente —me dice en cuanto atravieso la puerta porque mi
padre no se anda con rodeos. No se anda con rodeos ni falsas cortesías.
Mi padre aborda las cosas de frente.
Me siento frente a él y subo las piernas a su escritorio estéril,
sin cuadros, sin chucherías, sin nada. Odia que me siente así, por eso
lo hago.
—No sé qué quieres decir, papá.
Me mira las piernas y yo las vuelvo a bajar. Es el único ante el
que me inclino.
—Hablo de follarte a la prometida de tu hermano. —Ya sabía
que lo sabía, Emilia, por eso no me escandaliza. A mi padre le gusta
usar un lenguaje duro, como probablemente hayas notado, Emilia. No
endulza las cosas.
—¿Por qué debería hacerlo? —pregunto con la misma mirada
aburrida que él me dirige. Incluso nuestras cabezas están inclinadas
en el mismo ángulo. Chasqueo los dedos y suspiro. Qué pérdida de
tiempo, de todas formas, no voy a parar.
—Porque si no, te echo —dice con calma. Vale, no me lo
esperaba. Mi padre siempre es bueno para las sorpresas. Con toda la
mierda que he hecho hasta ahora, nunca me había amenazado con eso.
Dios, debe querer mucho a Riley. Todos lo quieren. Especialmente tú,
Emilia, ¿verdad? 31
Sé que mi padre no hace amenazas vacías y estoy un poco
asustado porque es muy acogedor aquí. ¿Por qué está molesto? De
todos modos, no estoy la mayor parte del tiempo. En general, sólo veo
a mi madre, que es muy simpática porque me lava la ropa, me hace la
comida y me da una vida muy agradable. Podrías aprender algo de
ella y no por ese imbécil, sino por mí.
—Oh —suspiro—. ¿Llorará el dulce Riley? ¿Tienes que
salvarlo de eso, papi?
—Sigue bromeando, Mason. Pero si te vuelvo a sorprender
tocándola, tu culito se va a la calle. Lárgate. —Ya está volviendo a su
ordenador. Me ha corrido. De todas formas, ya tardé bastante aquí.
Riley y yo compartimos la misma madre, pero no el mismo padre. A
él lo tratan con guantes de seda, mientras que a mí me pasa lo
contrario.
Emilia, ni siquiera puedo imaginar no follar contigo nunca más.
Es lo único que me mantiene cuerdo ahora. Simplemente voy a ser
más cuidadoso y no tan obvio como lo fui hace un momento en el
porche. Estaba enfadado. Gracias a Dios que eché a esa zorra de
Jennifer por la entrada del sótano justo después del sexo. No soporto
que las mujeres se queden demasiado tiempo, Emilia, y quieran
acurrucarse por alguna razón. Se convierten en percebes si no te
deshaces de ellas. Excepto tú, que no puedes correr lo suficientemente
rápido. Pero yo soy más rápido que tú, nena.
Voy abajo. Mi padre tiene su oficina en el ático del tercer piso.
Sólo trabaja aquí de vez en cuando, la mayor parte del tiempo, seguro
que ve porno. Es un cabrón tan cachondo como yo. Todos lo somos,
nosotros los Rush. Escuché a mis padres muchas veces cuando
todavía tenía mi habitación aquí arriba. Estoy tan contento de haber
podido convertir el sótano en un apartamento e insonorizarlo todo.
32
Todavía estás aquí, Emilia. Y tu vestido rojo abraza tus curvas.
No puedo evitar pensar en cómo te di unos azotes en el culo anteayer
y me pregunto si aún quedan huellas y cómo las explicaste. Quiero
levantarlo y verlo.
Estás sentada en el salón con mi madre y Riley. Están bebiendo
café y es como mi madre siempre dice, la imagen de una familia
perfecta de algodón de azúcar. A mi madre le encanta eso. Ambiente
familiar. Paseos dominicales. Noches de juegos. Salidas familiares.
Todas esas horribles actividades tortuosas que mi padre aguanta todo
el tiempo. Debe querer mucho a mamá.
Pero no es para ti, Emilia. Los demás piensan que eres la nuera
perfecta, probablemente tú también, pero veo lo incómoda que estás.
¿Sabes cuándo estás cómoda, Emilia? Cuando mi polla está dentro de
ti. Cuando gimes y te entregas a tu lujuria. Cuando te conviertes en
otro ser bajo mis manos. Cuando te beso y siento que tu respiración
se detiene. Cuando estás ante mí y te ordeno que te desnudes para mí.
Cuando ves la lujuria en mis ojos y eso te excita, nena.
Mierda, te deseo.
Te deseo.
Ahora.
Mi padre acaba de darme un ultimátum, lo que lo hace aún más
apetecible. Lo siento, papá. Estoy de pie en el pasillo. Desde aquí,
sólo tú puedes verme porque estás en la silla. Riley y mamá están en
el sofá. Riley siempre se sienta al lado de mamá, incluso cuando
éramos pequeños. Siempre tenía miedo de perderla.
Me ves enseguida, como siempre. Tus sentidos están fijos en
mí. Permanentemente. Te he condicionado. Con éxito.
Con un movimiento de cabeza, te indico que me sigas. Insegura, 33
miras a Riley y luego mueves discretamente la cabeza en mi
dirección.
Levanto las cejas. Son diez golpes como mínimo, Emilia.
Sin impresionarme, me detengo y te miro. Sé que no puedes
resistir mi mirada.
—¿De qué hablaran esos hombres ahí arriba, en el búnker de
Keaton? —le pregunta mamá a Riley—. Siempre pasa lo mismo con
el secretismo en esta casa.
Ese tonto se ríe. Odio cuando se ríe, Emilia.
Me doy la vuelta y voy al baño trasero de la planta baja porque
sé que me seguirás.
El baño es lo bastante grande para desahogarnos. Me apoyo en
uno de los dos lavabos y cruzo los tobillos. En silencio, hago una
cuenta atrás desde diez y, cariño, a las dos entras tú. No pasa nada.
Cierras la puerta tras de ti y te giras para mirarme.
—Esto no va a funcionar, Mason —dices con auténtica
indignación, lanzando tus flacos brazos desnudos al aire.
—Date la vuelta e inclínate sobre el lavabo —respondo sin
emoción.
La sangre abandona lentamente tu cara y jadeas. Piensas en
rebelarte y, en última instancia, en recibir más castigos. Los últimos
meses han sido muy educativos para ti.
Tímidamente, te acercas al lavabo, te inclinas sobre el, te
apoyas con las manos y giras la cara hacia mí. Siempre quiero verte
la cara, cariño.
34
—Levántate el vestido.
Obedeces y no llevas bragas, tal como te dije. Qué suerte para
ti y qué desgracia para mí. Primero, me acerco a ti por detrás y aprieto
mi dura polla contra ti. Te agarro el cabello largo con un puño y te
levanto la cabeza para poder gruñirte al oído:
—Me has rechazado, así que ahora recibirás diez golpes.
Cuéntalos.
Respiras hondo y esperas. Buena chica. Tu respiración ya es
más rápida y cuando doy un paso atrás, veo lo mojada que estás.
Pequeña zorra depravada, eso es lo que me gusta de ti.
Abro el grifo del lavabo para que no se oigan los golpes ni los
posibles gritos, aunque preferiría que fuera de otra manera.
—Si te oyen gritar, serán otros diez.
Tragas saliva y asientes.
—¿Cuál es la respuesta correcta? —pregunto, molesto. No
puedo creer que tenga que seguir diciéndote esto. Las demás lo saben
a la segunda. Siempre se menciona mi nombre para que sepan con
quién están tratando.
—Sí, Mason. —Mojo una toalla mediana y la retuerzo con
fuerza. Tus ojos se abren de par en par. Estás a punto de correr cuando
camino hacia ti con ella.
—Cariño, esto puede doler mucho —digo y me balanceo,
dejando que el primer golpe te dé de lleno en el culo. Y sí, las huellas
de anteayer siguen ahí.
Te muerdes el dorso de la mano para no gritar. Tu fina piel ya
está estropeada por las marcas de los dientes de tanto morderte. Pero
35
eres fuerte, debo decir, no emites ningún sonido excepto un apagado
uno. Nunca más te olvidarás de contar. Me aseguré de ello.
Siempre golpeo diferentes zonas hasta que todo tu culo está de
un rojo hermoso y hay lágrimas en tus ojos. Pero no lloras, lo que me
enorgullece. Eres mucho más fuerte de lo que crees, nena, y estoy a
punto de correrme. Tus gemidos y las sacudidas de tu cuerpo, cómo
te mojas cada vez más, el líquido que rezuma por el interior de tus
muslos, y cómo luchas contigo misma. No quieres esto, en realidad
odias que te guste. Y odias que no haya nada que puedas hacer al
respecto. Tengo el control. Completamente.
Y sería tan fácil para ti terminarlo. Pero entonces lo perderías a
él y me perderías a mí. ¿A quién persigues? A veces, desearía poder
ver dentro de tu cabeza, Emilia.
Me abriré los pantalones después de que cuentes la décima
brazada y cierres el grifo. La emoción de que puedan oírnos es
demasiado grande.
Rápidamente me introduzco hasta el fondo. Sigues sin decir ni
pío, pero tus músculos me agarran con firmeza. Somos la pareja
perfecta, como siempre, Emilia. ¿No lo notas?
Te follo lenta y profundamente, y cada vez que mi pelvis toca
tu culo, silbas. Podría hacer que te corrieras, puedo hacer que
cualquier mujer se corra, pero no voy a hacerlo ahora. Estoy
demasiado enfadado para eso.
Por eso te follaré hasta que explote y luego me retiraré.
Respirando agitadamente, sigues colgada del lavabo, pero tus mejillas
están ahora enrojecidas por la lujuria y tus ojos piden más. Pero nunca
lo dirías en voz alta, por eso eres tan fascinante.
36
Como antes, me cierro el cinturón y no te dirijo otra mirada.
—Esta noche a las dos —te recuerdo y me voy.
Cierro la puerta tras de mí para que puedas refrescarte en paz,
me doy la vuelta y me encuentro con la cara de mi padre.
Mierda.
Miro a mi padre a los ojos.
—¿Pasa algo? —pregunto.
—Sólo quería ir al baño. ¿Puedo?
—¡No! —respondo secamente y me apoyo en el marco con un
brazo estirado y la otra mano en la cadera. Estás dentro semidesnuda
y un poco indispuesta. Ningún otro hombre debería verte así, ni
siquiera mi padre. Ni siquiera Riley, en realidad.
Mi padre casi sonríe. Veo algo en sus ojos que me cuesta creer.
Casi parece que esté orgulloso de mí de algún modo enfermizo.
—Puedes explicárselo a tu madre cuando llegue el momento
—dice—. Ése es un castigo mucho peor que echarte, lo he decidido.
Espero que merezca la pena.
La puerta a mis espaldas se abre de golpe y golpea conmigo.
Por detrás.
¿Acaso hoy es el día de la colisión en casa de los Rush?
Finalmente me hago a un lado para que puedas pasar, para
satisfacción de él. Eso no me conviene a mí en absoluto.
Pero me he corrido dentro de ti y Riley no lo hará. Aunque sólo
sea porque no le dejas ver tu culo. No podrás sentarte durante al
menos dos días, ya me he encargado de eso. Además, te veré en nueve
horas de todos modos.
37
—Oh... uh... señor Rush, señor —tartamudeas. ¿Por qué le
tienes tanto miedo, Emilia? Estoy aquí mismo. ¿Crees que voy a dejar
que te pase algo? En todo caso, yo voy a hacerte daño a ti, a nadie
más—. Yo... eh... sólo tenía que ir al baño —sigues tartamudeando y
sales corriendo. Se nota que te duele al andar. Aunque el vestido roce
ligeramente tu piel, sigue doliendo.
No me lo creerías, pero se me está poniendo dura otra vez.
07

Mason

s la 1:58 y te estoy esperando, Emilia.


38
Mi padre me permitió convertir el sótano según mis deseos y
mi madre consiguió una habitación extra para todo lo que tenía
escondido aquí. No quiero ni hablar de las cosas extrañas que me
encontré cuando lo estaba limpiando, así que sólo diré esto: Por algo
estoy tan jodido.
El sótano está dividido como un apartamento normal. Tengo un
cuarto de baño con ducha y una cocina que casi nunca uso, excepto
para guardar la hierba de la forma en que mi madre guardaría
normalmente las especias, así como una pequeña mesa de comedor
con dos sillas. También hay un dormitorio y una sala de estar.
También se han añadido ventanas y pozos de luz para que entre la luz
del día. Además, tengo mi propia entrada, lo cual, por mi forma de
tratar a las mujeres, era urgentemente necesario si no quería escuchar
a mi madre sermoneándome constantemente. Ella quiere que trate a
todas las mujeres con respeto. Si tan solo ella lo supiera.
En mi salón hay un gran sofá, una mesa hecha con palés y un
televisor fijado a la pared. También una PlayStation y todas las demás
consolas que se han inventado en este mundo. Me encanta jugar
videojuegos mientras me la chupas, Emilia. La cama en la que me
tumbo descansa sobre un pedestal en medio de la habitación. La
construí yo mismo, también con palés, con dos gruesos colchones
encima. Tres metros por tres metros de puto espacio. Un sueño en
negro. A lo largo de la otra pared está mi armario, completamente
espejado, también en negro. En la pared opuesta hay un televisor más
pequeño, que está apagado en este momento. Y luego he escondido
algunas cosas en una pequeña habitación detrás de mi cama, que mi
madre no debe ver cuando pasa por aquí como un torbellino. Le he
dicho mil veces que no lo haga. Al contrario de lo que la gente pueda
pensar de mí cuando me ve por primera vez, soy extremadamente
quisquilloso con mis cosas. Odio que rebusquen entre mis cosas,
necesito que todo esté en su sitio, al menos las cosas importantes. Por
ejemplo, tú en mi cama, Emilia. Mi padre es más clínicamente limpio. 39
Mamá no lo es. Él es el maniático de la limpieza, ella es el caos. Yo
soy algo intermedio.
Cuando papá tiene que irse por negocios una semana, ella corre
por la casa con su ropa holgada desordenada y ni siquiera toca la
aspiradora. Vivimos a base de pizza y pasta. Me encanta cuando mi
padre no está y tenemos semanas de mucha flojera. Mi madre y yo
celebramos la pereza.
Odio a las mujeres, Emilia. Son unas zorras astutas. Pero amo
a mi madre y no me avergüenza decirlo.
Son exactamente las 2:00 cuando entras. Buena bebé. Te he
dejado la puerta abierta, como siempre, y te oigo saltar, aunque
deberías saberlo. Missy está en la puerta como un soldadito, como
siempre. Naturalmente, te escucho llegar. No le caes muy bien. Eres
competencia para ella y te lo hace saber.
—Hola, cariño, aquí tienes una golosina —dices con voz
temblorosa. Entonces te escucho cerrar la puerta de golpe, gritar y
correr. Tengo que sonreír un poco, siempre es lo mismo. En realidad,
no te dan miedo los perros, pero un perro pastor negro tan enorme que
te gruñe cuando entras en la habitación asustaría incluso a mi padre,
siempre que no la hubiera adiestrado para obedecer órdenes. Al menos
cuando se las damos nosotros –y mamá–, porque Missy adora a
mamá.
Sabes que te espero en el dormitorio porque es donde siempre
te espero. Como siempre desde hace ocho putos meses.
Te ves tan jodida, tan cansada.
Has cambiado tu sexy vestido rojo por un vestido blanco de
camiseta tan endeble que ni te toca el culo. Tu interminable cabello
largo y negro está recogido en una trenza alta y no llevas maquillaje.
40
Me tumbo de espaldas, con un brazo doblado detrás de la
cabeza y las piernas cruzadas por los tobillos. Te hago señas con un
dedo.
Vienes porque siempre vienes. Me señalo el vientre y te dirijo
de lado sobre mí para que tu culo sobresalga un poco y pueda
levantarte el vestido para examinarte el culo.
Tiene mala pinta, Emilia. Estaba muy enfadado.
Junto a la cama, en la mesilla, tengo un arsenal de cosas que
necesito cuando vienes. Agarro la pomada de árnica y abro el tubo.
Con cuidado, todo lo posible, extiendo la crema sobre tu piel
enrojecida y siseas. No pesas nada, Emilia, ni siquiera siento tu peso
sobre mí.
Masajeo suavemente la pomada en tu piel y gimoteas. Cariño,
me excita cuando haces eso. Me tomo mi tiempo, intentando no frotar
demasiado fuerte, y me recuerdo a mí mismo que solo intento que te
sientas mejor. Es un momento raro. No suelo hacerlo. Cuidar a la
gente. Ser amable. Pienso en ti de esta manera desde que me enteré
de que quieres irte.
El televisor parpadea y proyecta una luz blanco azulada sobre
tu piel bronceada. Me encanta tu cuerpo. Tienes las curvas adecuadas
en todos los sitios adecuados y la piel tan suave como el culito de un
bebé.
Cuando acabe, te dejaré donde estás, colgada sobre mí, y te daré
una fuerte palmada en el culo recién remendado.
Aúllas:
—¡Mason!
—¿Qué? —Suelto un chasquido porque todavía estoy muy 41
enojado, pero no respondes porque sabes que en realidad no quiero
saberlo. ¿Cómo te atreves a pensar en irte? Puedo hacerte cualquier
cosa, Emilia, y te lo haré sentir una y otra vez—. ¡No te muevas!
—digo mientras te empujo bruscamente lejos de mí y voy a la ventana
a encender un porro.
Apoyo el culo en la cómoda y le doy una calada mientras te veo
tumbada, boca abajo, en mi cama, con el vestido levantado y el culo
rojo a la vista. Estás tan buena...
—¡Desamarra tu cabello, Emilia! —te ordeno. Obedeces, tiras
de la goma y tus largas ondas negras se extienden por tu espalda. Ojalá
Riley pudiera ver lo puta que eres, dónde estás ahora y lo que estoy a
punto de hacerte. Durante un rato, te observo mientras fumo. Intentas
mantener la calma y no dejarte alterar demasiado. El humo denso de
mi porro te da en la cara. Toses. No me importa.
Yo también te he hecho fumar.
Siempre eres tan graciosa cuando lo haces, cariño.
Me encanta observarte durante horas, no porque quiera admirar
tu belleza como otros maricones, sino porque te pones tan insegura
como un pequeño ciervo. No sabes qué decir, si puedes moverte o si
estás en problemas. No sabes si estoy de buen o mal humor y no sabes
cómo de bajo está mi límite hoy antes de que enloquezca y te castigue
por algo. Ya se me ocurrirá algo. Me encanta castigarte. Ahora
mismo, me estás mirando a través de tus largas y espesas pestañas. Es
sorprendente cuánto tiempo puedes resistir mi mirada. Mirándome
fijamente a los ojos. Normalmente, eres incapaz, cariño, estás
haciendo progresos.
Me encantaría besarte hasta que ya no pudieras respirar; poner
todo tu labio inferior entre mis dientes y morderlo hasta que quisieras
apartarte del dolor; sujetarte la cabeza para que no puedas, y luego
lamerte la sangre del labio. 42
Tus ojos azul océano están inusualmente decididos hoy. No me
gusta cuando crees que puedes salirte con la tuya, cariño. Me gustas
mucho más cuando miras hacia abajo y haces lo que te digo.
Intentas darte la vuelta.
—No te muevas —gruño y tiro ceniza al suelo. El humo te llega
a la cara. Sé que no te gustan las drogas porque a Riley no le gustan
las drogas. Es un perdedor.
—Mason...
—¡Silencio!
—Pero tengo que hablar contigo...
—¡Silencio! —Dios mío, Emilia, después de todo este tiempo,
todavía no lo entiendes. Te doy una pequeña palmada en el culo y
gimes. Me encanta cuando gimes, Emilia. Por la razón que sea.
—¡No irás a Nueva York! —Lanzo el resto del porro por la
ventana hacia el patio trasero. Mi madre volverá a enfadarse y yo la
ignoraré como siempre—. Date la vuelta —exijo. Tus ojos se abren
de par en par.
—Por favor, no, me duele mucho —gimoteas. ¿No sabes que
eso es lo que me excita?
—Date la vuelta. Date. ¡Emilia! —digo claramente. Respiras
hondo, cierras los ojos y lo haces.
—Abre las piernas —exijo, me acerco a ti, me siento en el borde
de la cama y te rodeo lentamente el clítoris con el dedo índice—. ¡No
te vayas, Emilia! —vuelvo a decir y te meto dos dedos bruscamente. 43
Gimes y te engarrotas al mismo tiempo. Sí, lo más probable es que
estés adolorida. Riley y tú han estado aquí mucho estos dos últimos
días y estoy muy disgustado. Suelo ponerme así cada vez que los veo.
Doblo mis dedos dentro de ti—. ¿Qué no harás, Emilia?
—Mmmmmm —murmuras incomprensiblemente. Me
desabrocho los pantalones, me inclino sobre ti y te empujo la rodilla
hacia arriba mientras me introduzco.
Maldición, qué bien te sientes.
—Qué. No. No. ¿Qué haces? —me preguntas y yo empujo
dentro de ti con cada palabra. Echas la cabeza hacia atrás para que
cuelgue del borde de la cama y te agarro la garganta con una mano.
Jadeas. Lentamente, retrocedo y, cuando vuelvo a penetrarte, lo hago
con más fuerza, hasta el fondo.
—¡Maldita sea! —susurras, seguido de— ¡Te odio tanto! —Y
yo me río suavemente. Te meto el pulgar entre los labios y lo muerdes.
Porque eres una zorrita que necesita esto.
—Entonces, ¿qué no vas a hacer? —La lujuria no está en mi
voz, pero se pone más dura, igual que yo dentro de ti.
—¡Me voy a Nueva York, Mason, y no hay nada que puedas
hacer al respecto! —estalla de ti. Aunque estaba a punto de correrme,
me aparto de un tirón.
—¿Qué? —Me guardo la polla. Porque no lo necesito, Emilia.
Lo mío es la emoción, no el orgasmo.
Te apoyas en los codos y el cabello se te pega a los brazos
desnudos.
—Me voy, Mason —dices con seriedad. Odio la resolución con 44
la que me miras. Como si tuvieras la libertad de decidir lo que vas a
hacer. ¿Quién te crees que eres, Emilia, desafiándome así?
Pero aún no has terminado. Continúas hablando y eso me gusta
aún menos.
—Tengo que irme, por Riley, por sus sentimientos, por mí. No
eres bueno para mí. Necesito espacio para respirar. —Estoy a punto
de quitarte el espacio y el aire que te queda, Emilia. Sólo puedes gritar
cuando salto sobre ti, me siento sobre tu estómago con las piernas
abiertas y te rodeo la garganta con una mano.
¡Mierda!
—Sabes muy bien que nunca debes ponerme agresivo, Emilia.
No puedo controlarme y lo sabes. Estás despertando al monstruo que
llevo dentro. No a mí. ¿Por qué haces esto? ¿No has aprendido nada?
Me miras con los ojos muy abiertos, tu garganta parece tan frágil
bajo mi palma. Respiras frenéticamente y sería tan fácil no dejarte
respirar en absoluto.
—Mason... me estás... haciendo daño —jadeas erráticamente.
—No me digas. ¿De dónde sacas tomar esa decisión sin
consultarme primero? —Sé lo que ves en mis ojos, Emilia. Es pura
locura. Sé que ahora mismo soy más oscuridad que luz y que mi voz
no suena como la mía. Sé que mi agarre es demasiado firme y sé que
te das cuenta de que ahora mismo soy mi yo desenfrenado y tienes
que tener cuidado.
Pero tú me conoces, Emilia, ¿verdad?
Por eso levantas tus manos temblorosas y las pones contra mis
mejillas. Me miras fijamente a los ojos.
—Mason, por favor... —susurras insegura y una lágrima rueda
45
por tu mejilla. Respiro profundamente por la nariz—. Por favor,
cálmate. —Cierro los ojos—. Soy yo. Todavía —me concentro en tu
voz. Dios, me odias—. ¡Suéltame! —Tus manos caen de mi cara
mientras mi agarre se afloja.
—Emilia Corre, antes de que te mate —suelto antes de zafarme
de ti y dejarte ir. Pero no sé si es para siempre.
08

Mason

ienes tanta prisa que ni siquiera cierras la puerta.


46
En cuanto has salido de mi apartamento, te grito:
—¿Necesitas espacio para respirar? ¿No soy bueno para ti?
¡Vete a la mierda, Emilia! —Busco mi bate de béisbol debajo de la
cama y lo golpeo contra el televisor, que cae y golpea el suelo con un
fuerte estruendo. Missy, que se acercaba, huye lloriqueando. Hasta
ella sabe cuándo no debe tocarme las narices, Emilia. A continuación,
golpeo la ventana con el bate y la rompo en mil añicos. Tu marcha me
enfurece, pero, al mismo tiempo, me alegro de que te hayas ido.
Voy a matarlo, Emilia.
Ya he tenido bastante.
Tú eres mía.
Fuiste mía desde el primer día.
No comparto, ¡especialmente no con ese pequeño bastardo!
Con el bate de béisbol aún en la mano, me pongo rápidamente
los zapatos y me voy.
No me gusta cuando te escabulles de mí, cuando lo prefieres a
él antes que a mí. Lo has hecho demasiadas veces, Emilia.
Subo las escaleras y salgo al jardín. Cuando me dirijo al auto,
me sacan de mis casillas.
—No me importa lo que pretendas hacer, Mason, ¡no lo
conseguirás! —Mi cara está presionada contra la tierra, puedo
saborearla y sentir la dura rodilla de mi padre en mi espalda.
Otra vez no.
El bate de béisbol cae de mi mano.
47
—¡Suéltame! —gruño. Estoy experimentando tal subidón de
adrenalina que me entran ganas de matarlo por interponerse en mi
camino y, en lugar de mantener la calma, intento quitármelo de
encima.
—Estás fuera de control —me dice—. ¡Nunca la controlarás si
te comportas así! —Al instante, dejo de resistirme y le prestó atención
mientras él sigue teniendo el sartén por el mango. Lo ha hecho muchas
veces porque he tenido estos arrebatos con regularidad desde que era
pequeño.
—Tú. necesitas. Aprender. Aprender. ¡Controlar! De lo
contrario, ¡te devorará! Y todo lo que entre en contacto contigo.
¿Quieres golpearlo, Mason?
—Por el momento, sí, ¡ahora suéltame! No necesito autocontrol,
¡no soy tú!
—No, eres peor y eso significa algo. —Dudo porque no tengo
ni idea de lo que quiere decir mi padre. Él es el que mantiene una
relación superficial con mi madre y nunca levanta la voz. Nunca la
tocaría sin su consentimiento. No tiene pelotas para hacerlo.
—¡Contrólate! —Me levanta a rastras y me mira fijamente a los
ojos. Le devuelvo la mirada con vehemencia—. Sigues sin calmarte,
¿verdad? —me pregunta, molesto.
—¡Estoy enfadado, voy a matarlo ahora mismo! —Hago otra
escapada, pero mi padre es más rápido. Su antebrazo sale volando y
me agarra el cuello con tanta fuerza contra la pared de la casa que
jadeo. Ahora sé cómo te sentías antes, Emilia. No es agradable que te
estrangulen.
—Si me entero de que le has hecho daño, te mataré. Será mejor
que creas que puedo y lo haré. Y más vale que creas algo más: ¡lo
sabré incluso antes de que lo hagas! —De un tirón, me suelta y 48
retrocede dos pasos.
—¡Mierda! —rujo y me voy mientras me jalo el cabello con una
mano. Mierda, ¡estoy molesto!

Keaton

é que observaste nuestro enfrentamiento desde la ventana,


Olivia. Pero sabes que no debes entrometerte cuando estamos así.
Somos como dos perros desgarrándose el uno al otro...
Observo a Mason mientras camina hacia su viejo Mustang. En
cuanto cierra la puerta de golpe, el motor ruge y el tubo de escape
traquetea cuando lo pisa a fondo y dobla la esquina demasiado rápido.
Lo dejo ir, es mejor así.
Al menos ahora no irá directamente a Riley, sino a algún sitio
donde pueda calmarse, aunque odias cuando hace eso, Olivia.
Cuando lo diste a luz hace veintitrés años, sabía que no sería un
niño normal y bueno como Riley. Tiene mis genes, mi sangre, y es
tan testarudo como yo cuando quiero algo. Yo también tuve que
aprender primero a controlarme, aunque no la pasé tan mal como él.
Es la persona más impulsiva que conozco, Olivia. Incluso más que tú.
Esa cualidad la heredó de ti. Realmente somos una combinación
explosiva. Miro hacia la ventana y veo tu silueta. La abres de un
empujón y sigues estando preciosa, cariño, después de todos estos
años. 49
—¿Está todo bien? —preguntas, aunque sabes perfectamente
que nunca estará nada bien, por mucho que finjamos ante los vecinos.
Han visto a Mason enloqueciendo y aterrorizando a toda la zona
muchas veces. Sólo gracias a mi relación con el FBI nos dejan en paz.
—¡Vuelve a la cama, ahora subo! —digo y obedeces. Pero
siempre lo haces. No porque tengas miedo, sino porque confías
plenamente en mí. Mason necesita a alguien como tú, pero entonces,
¿cómo puede alguien confiar en él? Tú eres la única persona que lo
hace, pero se supone que una buena madre debe hacerlo por muy mal
que se porte su hijo.
Siempre ha sido difícil, pero desde la muerte de su abuela, es
una bomba de relojería andante. Él la adoraba. También era su
favorito, no Riley. No importaba lo que hiciera, ella siempre veía lo
bueno en él. Pero entonces ella sólo lo veía cada dos semanas y no
tenía que limpiar los desastres que causaba como yo.
Oh, Olivia, sabía que estabas embarazada incluso antes que tú.
Me alegré a pesar de saber desde el principio que iba a ser difícil. Pero
cómo podría haber resultado de otra manera dado que tiene nuestros
dos rasgos.
Entro en casa por la puerta trasera.
Estoy al tanto de todo lo que hace Mason. Como siempre, tengo
todas mis pequeñas cámaras escondidas por todas partes.
Obviamente, no las conoces porque si lo hicieras, me castrarías. Verte
ducharte es mejor que cualquier porno. Además, necesito saber qué
hace la gente que quiero. Necesito saber qué hacen mis chicos y si
están bien. Deberían sentirse honrados.
Como todas las noches, Missy se ha puesto cómoda en la puerta 50
esperando a que vuelva Mason. Le acaricio la cabeza antes de entrar.
Olivia, nuestro hijo no es malvado, simplemente es un maniático del
control con algunas tendencias excéntricas, sobre las que no quiero
pensar demasiado ya que es mi hijo. Además, es una persona
emocional que no sabe cómo manejar su ira. Está furioso con Riley y
me doy cuenta de que cree que siempre ha sido la oveja negra de la
familia. Lo es, Olivia. Está claro que lo es.
Entro en el dormitorio y te encuentro sentada en la cama con tu
pijama azul de H&M con figuras de ovejas. Sigues siendo tú, Olivia.
Adoro eso de ti. Incluso con esas arruguitas después de todos estos
años, sigo considerándote la mujer más hermosa de la tierra.
Preocupada, me miras.
—¿Dónde está?
Cierro suavemente la puerta, me siento en el borde de la cama
de espaldas a ti y apoyo los codos en los muslos con las manos
cruzadas como si rezara. Mantengo la cabeza gacha. A veces, me
siento muy cansado.
—No tengo ni idea —digo, aunque sé exactamente dónde,
naturalmente, pero no quiero que te preocupes más.
—¿Qué ha pasado? —Intentas aparentar serenidad, pero sé que
es tu cariñito, aunque ni él mismo lo sepa. Cree que Riley es tu
pequeño niño prodigio. De acuerdo, los quieres a los dos, pero luego
te atrae la oscuridad. Mason te fascina. Te preocupas por él las 24
horas del día, lo cual es innecesario con Riley.
—Lo de siempre. —Me giro ligeramente hacia ti—. Olivia,
tenemos que hablar.
—Odio cuando dices eso, Keaton. 51
Sonrío.
—Lo sé —respondo despreocupadamente, agarrando tu manita.
Te beso la palma porque no puedo evitarlo y el dedo donde está tu
alianza antes de continuar—: También sé qué tipo de futuro quieres
para Mason. Es bonito pensar que terminará la universidad y que,
como yo, conseguirá un puesto alto en el FBI. Pero tengo que
decepcionarte, Olivia, eso no es para él. Me lo recuerdo todos los días.
Siempre me ha atraído la oscuridad, pero él es la oscuridad. —Intentas
retirar la mano, pero yo solo la agarro con más fuerza. No me gusta
que te alejes de mí, Olivia. Seguro que mi hijo lo ha heredado de mí.
—¿Qué intentas decirme, Keaton?
—Quiero involucrarlo en mis clubes. —Tus ojos se abren de par
en par y se te cae la boca—. Ya no es el niño lindo al que le besabas
el culo. Ahora es un hombre de verdad, plenamente consciente de lo
que es el sexo.
—En realidad quiero que sea bueno, no como nosotros. Somos
tan... —Te callas.
—¿Cómo somos? —pregunto, divertido.
—Anormales.
—¿Y eso es tan malo? ¿Tengo que recordarte que ser anormal
es algo bueno? Veo potencial en él. Mira cómo convirtió el sótano en
su apartamento; lo bueno que es con las mujeres, bueno, a su manera,
y está haciendo mierda ilegal. No lo veo yendo por otro camino.
—¿Qué quieres decir con que está haciendo mierda ilegal?
—Para mi disgusto, tus oídos se levantan inmediatamente.
—Olivia. Simplemente quería informarte de mis intenciones 52
para él o también tú puedes acogerlo bajo tu tutela, después de todo,
diriges varios clubes. —Pones cara de disgusto.
Me encanta.
—Qué asco, Keaton, ¿tengo que trabajar con mi hijo en uno de
mis clubes de sexo?
—En el tuyo no. Tendrá el suyo propio. Lo pondremos a prueba,
Olivia, si eso no lo mantiene ocupado, sabré que acabará en la cárcel.
Te quedas mirando la colcha y yo te levanto la barbilla con una
mano.
—Créeme, sé lo que hago. —Te rozo suavemente la barbilla con
el pulgar. Me encanta cuando me miras como lo haces ahora, cariño.
Eso nunca cambiará. De la nada, tus ojos destellan determinación y al
instante sé lo que viene a continuación. Vuelves a convertirte en una
leona dispuesta a proteger a su cachorro.
—¡No! —dices con firmeza y yo enarco una ceja.
—¿Qué?
—También es mi hijo. No puedes decidir ni decidirás su futuro
tú solo. Independientemente de que sea difícil, creo en Mason.
Encontrará su camino sin sucumbir completamente a la oscuridad.
Suspiro profundamente; no puedo enfadarme contigo, cariño,
porque me encanta que nunca dejes de creer y amar. Me encanta tu
gran corazón, Olivia, y elijo confiar en ti. Porque eso es lo que
hacemos; confiar el uno en el otro, al cien por ciento. Incluso después
de tantos años.
—De acuerdo —digo, decidiendo que es hora de poner fin a la 53
discusión y me inclino para besarte.
09

Emilia

mi lado, Riley está profundamente dormido. Su


54
respiración solía calmarme. Cuando no podía dormir, imitaba su
respiración. Érase una vez. Ahora todo es diferente.
Te conozco desde hace tiempo, Mason. Riley me trajo a tu casa
tres meses después de conocernos. Lo retrasó porque no quería que te
conociera, aunque en aquel momento ya estaba seguro de mí. Me
advirtió que eras diferente y que tuviera cuidado. Me dijo que eras
peligroso. Me reí de ello, pero ahora sé exactamente a qué se refería.
¿Cómo de peligroso puede ser un hombre que creció en una bonita
casa familiar en los suburbios? Al final, Riley me llevó a conocer a
tu madre. Aún lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer. Era un
bochornoso y gris día de verano, el calor era simplemente opresivo.
No se podía estar de pie ni sentado. Cuando llegamos a tu casa con
aire acondicionado, sintió un gran alivio al ver que ya no estabas. Nos
sentamos en la terraza bajo aquella enorme sombrilla amarilla a comer
tarta y tomar té helado.
Me reía de un chiste de tu madre. Dios, es tan divertida, tan
abierta de mente y tan amable. No es una zorra, como muchas otras.
Y entonces llegaste tú.
Llevabas un bañador corto, tu tatuaje brillaba al sol como tu piel
bronceada. Sabes exactamente cómo eres, Mason. Aunque llevabas
una mujer en cada brazo, me miraste fijamente. Me quedé helada bajo
tu mirada porque tenías los ojos más fríos que jamás había visto.
Enderecé la espalda enseguida.
Tal vez seas el peor o el mejor error que he cometido. En
cualquier caso, fue inevitable, simplemente porque no paraste sólo
porque era la novia buenota de tu hermano. Me puse en rojo vivo bajo
tu sensual mirada escrutadora. No pude escapar de la atracción que
sentiste por mí desde el principio. Dios, eres como un agujero negro.
Tu madre los echó a ti y a tus dos chicas, pero incluso cuando tu
mirada ya no estaba sobre mí, seguía sintiéndola. 55
Todo mi cuerpo ardía, igual que mis mejillas, ¡aunque no me
hubieras dicho ni una sola palabra!
Te evitaba todo lo posible cuando estaba aquí, pero tú siempre
querías estar en la misma habitación que yo o acercarte tanto a mi
cuerpo como si estuviéramos en un armario diminuto. Siempre me
estabas tocando, tan arrogante, tan desvergonzado. No era ningún
secreto lo que querías de mí. Tus primeras palabras fueron: Voy a
follarte, Emilia. No sabía qué hacer aquella buena tarde en la terraza
cuando de repente me lo susurraste por detrás.
Siempre te asegurabas de que supiera que me deseabas, como
en otoño, cuando tenía que preparar una taza de café para tu padre.
Me pellizcaste fuerte el trasero al pasar a tu lado y tuve que evitar
gritar y atraer la atención de todos.
Luego, aquel invierno, estaba discutiendo con Riley y salí
brevemente a tomar el aire. Allí estabas sentado, en toda tu
devastadora gloria, una articulación entre los dedos, la parte superior
del cuerpo desnuda, como si nunca tuvieras frío ya que estás hecho de
hielo. Enseguida te diste cuenta de cómo estaba. Eres terriblemente
bueno leyéndome, Mason. Me pasaste el porro y dijiste: ¡Dale una
calada! Inmediatamente hice lo que me dijiste, ya que resistirse es
inútil.
Por razones que se me escapan por completo, me controlaste
desde el primer segundo en que nos conocimos. Pero así son las cosas.
Me he pasado muchas noches en vela pensando en secreto en ti
y en tus indefinibles ojos. En cuanto me decidía por un color, al
momento siguiente me parecían diferentes. A veces marrones, a veces
verdes, a veces totalmente negros, como los abismos a los que me
arrastras. Recordé tu voz y la forma en que me mirabas. Fue una pelea 56
terrible, Mason. Fue como si te asomaras a mi interior y supieras lo
que soy, lo que necesito, lo que he experimentado y todo lo que aún
quiero experimentar.
Puedes sacar lo mejor de mí, pero también lo peor. Me das
miedo, Mason Keaton Rush.
Nuestro primer beso fue en Nochevieja. Tus padres nos
arrastraron a un evento que era importante para tu padre. En algún
momento después de la medianoche, borracho como una cuba,
avergonzaste a tu padre. Riley también estaba terriblemente
avergonzado. Discutieron y ambas partes se dijeron palabras feas.
Furioso, Riley salió corriendo y justo cuando iba a ir tras él, sentí tus
dedos en mi brazo. Me arrastraste bruscamente al armario de los
abrigos, donde nos hundimos en miles de ellos.
—¡Me importan una mierda las consecuencias! —dijiste
mientras tomabas mi cara entre tus manos y me besabas.
Sabía que debería haberme resistido, pero me sentí en otro
mundo en cuanto tus labios tocaron los míos. Fue como si me atrajera
la oscuridad, el dolor, la pasión, el deseo, la ira y el odio.
Fue como si nunca te hubiera buscado, sin embargo, te
encontré.
Y, sin embargo, Mason.
Te odio.
Odio lo que me haces.
Erróneamente me permití involucrarme contigo.
Te odio por la forma en que me haces sentir.
No puedo manejarte cuando eres oscuro, Mason. Me devoras y
me haces daño, física y emocionalmente. Parece que siempre te 57
esfuerzas por hacerme sentir mal. Quieres que sufra y yo sufro
constantemente.
No sé si me quieres porque te divierte o porque odias a tu
hermano. Sé perfectamente que no significo nada para ti, así que estoy
segura de que no estás enamorado de mí. Sé que eres incapaz de amar
a alguien, incluso a ti mismo.
Dios, te odio tanto. ¿Cuántas veces he intentado alejarme de ti
sólo para ser atraída de nuevo como una polilla a una llama? Una y
otra vez.
La primera vez, lo admito, fue culpa mía. Era febrero, el día de
San Valentín, cuando Riley me dijo que teníamos que ir a un funeral.
Al parecer, su abuela había muerto. Toda tu familia ya estaba allí
cuando llegamos, excepto tú, Mason. Como tu madre, tu abuela debió
ser una mujer maravillosa, todos estaban terriblemente afligidos. Pero
no tú, Mason. Llovía a cántaros cuando nos reunimos en el cementerio
y aún no habías aparecido. Con Riley a mi lado, sentí que no
pertenecía a la familia, casi como una extraña que se colaba en un
acontecimiento familiar, sobre todo porque Riley no dejaba de
consolar a tu madre. Tu padre ni siquiera me dedicó una mirada,
aunque nunca me ha tenido cariño. Pensando que era mejor dejar a
los dolientes en paz, me distancié un poco, que fue cuando me
encontré contigo detrás del sauce.
Casi tropiezo con tus piernas extendidas. Vestido
completamente de negro, tenías una botella de jerez en la mano.
Estaba casi vacía. Tenías el cabello empapado y pegado a la frente, la
postura de tu cuerpo delataba tu devastación, los ojos enrojecidos por
el llanto. Sé lo difícil que es dejar ir a alguien que amas, Mason. En
ese momento, no podía dejarte solo. Sin pensarlo, me senté a tu lado
en el suelo mojado con mi vestido negro de lana. Unas gotas de lluvia
se colaron entre las ramas del sauce y gotearon sobre tus pestañas.
Tienes unas pestañas increíblemente largas, Mason, y unos ojos tan 58
bonitos, aunque puedan parecer bastante enfadados.
—¿Qué quieres? —balbuceaste, completamente borracho. Te
tome la mano. Fue culpa mía, Mason, pasara lo que pasara después.
Incluso la apartaste y murmuraste—: Deberías volver con tu chico.
—Pero no te hice caso, permanecí a tu lado.
»¡Hablo en serio, Emilia! —Tu voz se hizo más dura—. Ahora
mismo, soy mi yo animal y bastante impredecible. Quién sabe lo que
podría hacerte. Mejor. Vete.
Me advertiste, Mason, y luego me empujaste. Debería haber
dejado que me empujaras, pero no lo hice. Fue la primera vez que no
parecías el arrogante de siempre, sino un chico perdido. Verte así me
rompió el corazón, hasta el día de hoy, no puedo entender por qué me
conmovió tanto.
—¡Emilia! —gritaste y te miré fijamente a los ojos. Eran tan
oscuros—. ¡Si no te vas ahora, te arrepentirás de lo que te haré!
—¡Creo que nunca le habías hecho tantas advertencias a una mujer
ni ninguna las había ignorado por completo!
¿Qué me pasa, Mason?
Me pones así.
—¡No me iré! —Te lo aseguré. Dios mío, hice una promesa sin
tener idea de lo que era para ti. Sin embargo, sé lo que es estar sola en
un momento así. No se lo desearía ni a mi peor enemigo ni al hombre
al que tanto temía, como te temía a ti entonces.
—¡Ella también bebía siempre jerez! —balbuceaste mientras
derramabas un poco en el suelo, pensado como homenaje a tu
abuela—. Cuando la visitaba de adolescente, a veces me servía un
vaso de jerez con la promesa de no decírselo a mi padre. —Me reí. 59
Era la primera vez que me hacías reír. Luego me miraste, aunque de
otra manera. De repente, nos pusimos serios, ya que entre nosotros
pasó algo muy fuerte y completamente ajeno a mí.
Me miraste fijamente a los labios, Mason. Tuve que recuperar
el aliento.
¿Qué estaba haciendo ahí?
Entonces, con un toque tan suave, muy distinto a lo que
esperaba de ti o a lo que jamás había experimentado contigo de nuevo,
rozaste tu pulgar sobre mi labio y lentamente limpiaste una gota de
lluvia, así como mi labial.
Sin previo aviso, tus dedos estaban en mi cabello. Me agarraste,
me acercaste y me besaste con fuerza.
Estaba muerta.
Aún lo estoy.
No sé cómo ocurrió, pero de repente estaba a horcajadas sobre
tu regazo bajo la lluvia torrencial del cementerio. Mis labios estaban
sobre los tuyos, mis dedos arañando tu cabello, y tú habías hecho un
agujero en mis medias para entrar dentro de mí.
Hasta el fondo.
Mason, quién iba a decir que después no volvería a sacarte de
mi cabeza.

60
10

Mason

e estás metiendo conmigo, Emilia, incluso cuando no estás


61
aquí. Y no hay otra salida para mí. Vuelvo a ser yo mismo en cuanto
se me abre el labio por el duro golpe. Le permití ese único puñetazo.
Me limpio la sangre de la comisura de los labios con el dorso de la
mano, sonrío y me abalanzo sobre él. Mis nudillos crujen al romper
huesos y cartílagos. Poco después, la sangre de otro hombre me
salpica el pecho. Siento el cálido líquido fluir por mí. Apenas me
quedo sin aliento cuando cae.
Es casi tan bueno como nuestro sexo, Emilia. Pero hace tiempo
que no me satisface. No tienen delicadeza, ni fuerza, no son un desafío
para mí. Muchos son pura lengua y se burlan de mí, sólo porque yo
nunca digo nada, sólo entro en el ring de este sucio garaje y libero a
mi monstruo.
Nadie puede quererme cuando estoy así, Emilia, cuando estoy
atrapado en mí mismo y abrumado por la oscuridad que llevo dentro.
Enciendo un cigarrillo, agarro el dinero que me debe Franky, el
gordo grasiento que organiza estas peleas clandestinas, vuelvo a
escupir al tipo que sigue tirado en el suelo y salgo
despreocupadamente con una mano en el bolsillo y el cigarrillo
colgando de los labios.
Dos rubias guapas se abren paso entre la multitud y me colman
de elogios. Ahora no estoy de humor para ellas, Emilia, y las rechazo.
De todos modos, son superficiales, con sus tetas de silicona y sus
labios inyectados de bótox.
No me gusta la gente superficial, Emilia. La mayoría de la
humanidad es superficial.
Tengo la cara hecha polvo. Espero no encontrarme con mi
padre, como me pasa a menudo. O con mi madre, que sería aún peor.
Mi madre es la única mujer que me hace sentir vergüenza. Estoy
seguro de que oyó mi arrebato anterior. Siempre se preocupa por mí, 62
pero yo sigo llegando a casa con la cara maltrecha y los nudillos
agrietados. Y lo peor es que nunca me culpa de nada.
Me dirijo al congelador por más hielo cuando Missy se acerca
moviendo la cola y empieza a lamerme los nudillos ensangrentados.
Le hablo suavemente y la acaricio para que se calle. Luego agarro
rápidamente los cubitos de hielo del congelador y la llevo a mi
apartamento.
Lo espero todo menos a ti sentada con las piernas cruzadas en
mi cama, Emilia. Missy te gruñe y yo le ordeno que se siente en su
cesta señalándola con el dedo.
Te sientas en la oscuridad, con la luz de la luna brillando sobre
tu larga melena. Son las cinco y media de la mañana, lo que significa
que tienes una hora y media como máximo antes de que Riley se
levante.
Nos miramos fijamente mientras estoy en la puerta con la bolsa
de hielo. No sé qué te trae por aquí una y otra vez, Emilia, teniendo
en cuenta todo lo que te he hecho. Te muerdes el labio cuando salgo
de las sombras a la luz de la luna. Tu mirada recorre mi rostro. Aún
me sangra la nariz, tengo una ceja abierta y el pecho manchado de
sangre. Arrojo la bolsa de hielo sobre la mesilla de noche.
—Deberías ver al otro tipo —digo secamente.
Tragas saliva y te levantas. La camiseta extragrande que llevas
no es mía. Me visitas con su ropa, Emilia, me quedo de piedra. El
cabello te cuelga sobre los hombros y te acercas a mí. Despacio, casi
como si me tuvieras miedo. Pero lo tienes, ¿verdad? Está bien que me
tengas miedo, es sano.
Aun así, levantas la mano y la pones contra mi mejilla como si
yo no fuera un volcán a punto de entrar en erupción. Así es como me
siento el noventa y nueve por ciento del tiempo. Sólo cuando estoy 63
dentro de ti siento paz y tranquilidad durante un breve espacio de
tiempo.
Permanezco impasible mientras acaricias mis heridas.
Me acercas al borde de la cama. Dejo que tomes el control.
Luego desapareces brevemente en el cuarto de baño y vuelves con
una toallita y un cuenco de agua tibia. Está amaneciendo y sigo sin
saber por qué estás aquí. Mi ventana está rota, Emilia. Mi televisor
está roto. Yo estoy roto. Después de todo, lo rompo todo. Lo creas o
no, no quiero destruirte completamente a ti también, Emilia. ¿Por qué
no corres?
Mientras te agachas y empiezas a limpiarme la ceja, te miro
fijamente. Tienes un pequeño hoyuelo en la barbilla. Mi padre dice
que es un signo de infidelidad, Emilia. Tus pestañas son infinitamente
largas y tus ojos tan turquesas como el cielo. No jodidos y drogados
como los míos.
Tus labios carnosos están entreabiertos y el sol entrante no
desmerece tu perfección. Ese cabrón no te merece, pero yo tampoco.
Nadie te merece.
—¿Qué haces aquí? —pregunto con dureza sin quitarte los ojos
de encima.
Metes la toallita en el agua, la escurres y me limpias
suavemente la mejilla. Solo cuando tocas el lugar sé que hay algo ahí.
—Respóndeme.
No tienes valor para mirarme a los ojos. Rara vez lo haces y,
cuando lo haces, me cabrea porque siempre veo en ellos algo que no
quiero ver. 64
—Yo... no lo sé —murmuras.
—El sol está saliendo. Deberías irte.
—Lo decidiré cuando sea el momento de irme, Mason. —El
agua caliente fluye por mi barbilla hasta mi pecho.
Los primeros pájaros pían. Odio los pájaros por la mañana.
Siempre anuncian un nuevo día. La noche ha terminado, pero las
noches son todo lo que tengo contigo, Emilia.
—Te pregunto —digo despacio y con claridad—, por última
vez... ¿qué haces aquí?
Tragas saliva de nuevo. Tu garganta se mueve y tu respiración
se intensifica. Me tienes mucho respeto, nena, y no ha sido difícil
conseguirlo debido a tu naturaleza sumisa. Aún no sé muy bien de
dónde viene, después de todo, nunca me molesté en llegar al fondo de
tu historia, pero con el paso de los meses, he memorizado cada rasgo
de tu cara. Cada respiración, cada latido.
¿Y ahora? Ahora me das largas, aunque sé de qué va esto. Me
niego a ponértelo fácil. Tienes que pasar por esto sola.
—No podía dejar que nuestra conversación anterior acabara
como acabó —afirmas.
Resoplo.
—¿Qué conversación, Emilia? Sólo recuerdo haber estado a
punto de estrangularte.
Al pensarlo, te vuelves rápidamente hacia el cuenco y enjuagas
la toallita. Estás a punto de volver a limpiarme la cara cuando te
agarro de la muñeca y te acerco tanto que las puntas de nuestras
narices casi se tocan. 65
—¿Tengo que matarte para que no vuelvas a aparecer por aquí,
Emilia?
Dejas de respirar y me miras directamente a los ojos.
—Mason, sigues llamándome. No me dejas ir. Me estás
chantajeando.
Te sonrío.
—¿Y qué hay de todas esas noches que pasaste aquí sentada?
¿Esperándome? Como esta noche. ¿Todas esas noches que no podías
dormir y me llamabas o me mandabas mensajes?
Inhalas profundamente e intentas alejarte. Simplemente tiro
más fuerte de tu brazo hasta que caes a mi lado en el colchón. Me
miras con los ojos muy abiertos, el cabello alborotado y el cuerpo
apretado contra las almohadas. Ruedo sobre ti mientras me apoyo con
las manos a cada lado. Te miro con la cabeza ladeada. A ti y a esos
labios que me está permitido besar, esos ojos que me está permitido
mirar y esos pechos que me está permitido tocar. Lo miras de forma
diferente a como me miras a mí y apenas puedo soportarlo.
Sé que lo nuestro no tiene nada que ver con el amor, Emilia.
Soy incapaz de amar a alguien, aunque hay algo entre nosotros. Algo
que se agita en lo más profundo de nosotros cuando estamos
demasiado cerca el uno del otro.
—Lo sé —murmuras, confusa—, cometí un grave error
hablando contigo en el funeral y no huyendo cuando me lo dijiste.
Me haces enfadar, Emilia. Te agarro de los antebrazos y te los
meto entre las mantas. Mi peso está sobre ti, apenas puedes respirar.
—No vuelvas a decir que soy un error —te gruño al oído y tú
inhalas con dificultad. Hueles tan bien. No a él. Todavía hueles a mí. 66
—Mason...
—No quiero oírlo —te rechazo sin emoción—. Si realmente
sigues adelante y te vas a Nueva York con él, llegarás a conocer mi
verdadero yo. —Echo la cabeza hacia atrás para mirarte a los ojos.
Tienes lágrimas en los ojos. Sueles llorar cuando estás aquí, Emilia.
—Mason, no puedo. Por favor, no me obligues a elegir, siempre
lo elegiré a él.
Mierda.
¡Que te maldigan!
Me conoces, mierda. ¿Por qué dirías algo así? Acabo de
calmarme un poco.
Esa camiseta que llevas está manchada con sangre de mi
cuerpo. Tienes los ojos muy abiertos. Sabes exactamente lo que
acabas de decir y te tiembla el labio.
—Maldita sea, eso no es lo que quería decir, Mason. Ahora no...
Ya es demasiado tarde. Hay demasiada ira dentro de mí, Emilia.
Podría montar en cólera todo el día y aún me quedaría rabia. Al menos
para ti.
—No quería oír ninguna de esas cosas que dijiste.
Sigo sujetándote de los brazos mientras tus ojos se llenan de
lágrimas. Rara vez se desbordan, siempre luchas contra ello. Pero lo
hacen ahora que dices:
—Me voy a Nueva York, Mason. —El dolor inunda tus ojos—.
Enséñaselo. Enséñale el vídeo. Destrúyeme, pero iré. Iré con Riley.
Eso es lo único que no puedes controlar, Mason Rush.
67
No estoy de humor para esta mierda, Emilia. No estoy de humor
para siquiera pensar en que te vayas. Te traeré de vuelta si te vas.
—De cualquier manera, Emilia —gruño—, no escaparás de mí.
—Tus ojos se abren aún más. No te lo esperabas. Tú, dulce Emilia,
pensabas que la baraja se barajaría de nuevo cuando me dijiste que ya
no podría chantajearte con el vídeo. Sin embargo, nunca se lo
mostraría a Riley, Emilia. Eso es porque no quiero que nos vea, que
te vea, de una forma en la que nunca te tendrá.
El sol ha salido lo suficientemente alto como para entrar por las
ventanas del sótano. Oigo los pasos de mis padres arriba. Acaban de
levantarse. Nunca has estado aquí tan tarde y ahora su teléfono está
sonando. Obviamente, es Riley. La mujercita no está en casa
preparando el desayuno.
Le pongo el dedo índice en los labios.
—Shhh. —Me miras fijamente.
Me levanto despreocupadamente y relleno la ventana rota con
una almohada. El timbre termina cuando me quito los vaqueros.
Sigues tumbada mirándome. Sabes que decir algo equivocado tiene
consecuencias.
Me bajo el bóxer e inmediatamente tus ojos se oscurecen,
Emilia. Aunque no lo quieras, tu cuerpo reacciona al mío como el mío
al tuyo. Desde aquel beso en el guardarropa.
Empieza a sonar mi móvil y me agarro los vaqueros para
tomarlo. Veo que tu corazón se acelera, pero mantengo la calma ya
que estoy adolorido, cansado y jodido hasta más no poder.
—Oh —suspiro mientras vuelvo a subirme a la cama con el 68
móvil aún sonando para que me escuches—. ¿Qué quieres de mí tan
temprano, Riley? —Pronuncio su nombre en voz alta para poder
empaparme de tu expresión de asombro. Utilizando mi rodilla para
separar tus piernas, me deslizo entre ellas.
Consideras detenerme, pero no te atreves.
—Sí, buenos días, Mason. ¿Sabes dónde está Emilia? No está
aquí, otra vez.
Te rozo el centro con dos dedos mientras miro con la cabeza
ladeada. Me encanta tu coño.
—No puedo decir que lo sepa, hermano. ¿Por qué crees que sé
dónde está tu zorrita?
Veo que frunces el ceño y desechas tu enfado, Emilia. No es
que vayas a actuar en consecuencia.
—Dios, ¿siempre tienes que ser tú mismo? —pregunta Riley y
yo sonrío.
—Ah, da igual. Aprende a vigilar a tu perra.
Digo las palabras y me meto hasta el fondo, así que no puedes
evitar gemir antes de que cuelgue.

69
11

Mason

os cosas me despiertan, Emilia: tus tetas contra mi costado


70
y Missy sentada a mi lado gruñendo. Abro los ojos y me doy cuenta
de que te has dormido con la cabeza sobre mi pecho, tu cabello se
extiende por mi torso y mi brazo y nuestros pies están entrelazados.
Incluso cuando duermo, te aprieto contra mí. Normalmente, no me
duermo con zorras, Emilia, contigo ha sido mi primera vez. Es la
primera de muchas cosas contigo. Con la mente distraída, acaricio a
Missy y le digo que suba. Ella entiende todo lo que le digo, incluso
puede abrir y cerrar puertas sin llave. Su breve quejido me dice que le
molesta que la mande fuera. Al fin y al cabo es una mujer, Emilia,
pero obedece y sube con mamá. Ojalá tú te portaras igual de bien. En
mis brazos, te estiras, suspiras de placer y rozas mi pecho con la nariz.
Tus párpados aletean: estás a punto de despertarte. Pero yo no soy un
hombre que te mira durante horas mientras duermes, Emilia, soy un
hombre que se mete dentro de ti y te folla duro mientras aún estás
medio dormida.

1
Práctica sexual que consiste en atar o encadenar a una persona para inmovilizarla total o parcialmente.
La única vez que no te follé duro fue en nuestra primera vez.
En cuanto estuviste encima de mí, supe que tenía que volver a tenerte.
Sin importar el costo, que fue como sucedió. Pero las cosas siempre
suceden como yo quiero, Emilia. Es simplemente que después de
todos estos meses no esperaba seguir deseándote. Eso es nuevo. Otra
más.
Sonríes y enarco una ceja. ¿Por qué demonios sonríes? ¿Estás
soñando con él? ¿O sueñas con mi polla? Tu castigo de anoche fue
quedarte conmigo hasta por la mañana para que tuvieras que
explicarle a tu guapo prometido dónde has estado toda la noche. Quizá
incluya el día, ya veremos.
Levantas la mano izquierda y la colocas sobre mi corazón. Tu
anillo de compromiso de mierda se refleja en el sol. Es la primera vez
que me fijo en él, ahora que ya no estoy furioso. Ahora que he digerido
la información de que quieres quitarle mi apellido al hombre 71
equivocado.
Quiero arrancarte ese diamante de mierda del dedo y tirarlo por
el retrete.
Abres los ojos e inmediatamente te das cuenta de mi mirada
cabreada.
Por un breve instante, pareces desorientada antes de recordar lo
que ha pasado. Además, puedes sentirlo. Te incorporas y siseas.
Imagino que aún te debe doler el culo de tanto azote, pero no me
importa. Sobre todo, ahora.
Te agarro del brazo. Está magullado, como tantas otras veces.
Te tumbo bruscamente boca arriba. Sorprendida, exhalas y me miras
fijamente.
—Mason, tengo que irme a casa ahora mismo —dices.
—Yo decido cuándo te vas a casa.
—Estoy segura de que Riley lo hará...
—Lo siento, pero no creo que dejar de servirle café durante una
mañana lo mate, Emilia.
Intentas parecer enfadada, pero tu débil intento te hace parecer
ridícula.
—Dame la mano —digo con dureza. Confundida, parpadeas.
—¿Qué? —Tu voz es áspera por el sueño. Tu cabello cae
desordenado sobre tus grandes y perfectas tetas.
—Dame tu puta mano, Emilia. —Ahora sí que me estoy
cansando de repetirlo todo.
Sigues sin entender lo que quiero decir mientras me tiendes la 72
mano. ¿De verdad, te has acostumbrado tanto a ese anillo que te
olvidas de que lo llevas?
Agarrando tus dedos con firmeza, te quito rápidamente el anillo
y lo tiro a un rincón para que se mezcle con los cristales rotos de ayer.
Quizá tenga suerte y mi madre lo aspire todo.
Sorprendida, te pones una mano en la boca y abres mucho los
ojos. Pareces una niña sorprendida, Emilia.
—¡Mason!
—¿Por qué te atreves a ponértelo en mi presencia? —Estoy
ansioso por saberlo. Estoy tranquilo, por fuera. Siempre parezco
tranquilo.
Ahora estás apoyada sobre tus codos, mordiéndote el labio.
—No estaba pensando —murmuras. Creo que tienes miedo de
que te castigue otra vez. Típico.
—Levántate —te exijo. Obedeces y te pones de pie, respirando
agitadamente. Me levanto, voy al armario y saco las esposas. Se las
robé a mi padre. Es raro que tenga tantas. Por toda la casa, Emilia. Sí,
son la razón por la que estoy tan jodido.
—Mason, ni siquiera he ido al baño —te quejas—. Además,
realmente debería irme a casa. Por favor, no hagas esto ahora. Por
favor... ¡por favor! —Me excita cuando suplicas. Se me pone la polla
dura al instante, aunque ya tengo una erección matutina. Pero te
negaré el placer.
—No deberías haberte puesto el anillo, Emilia —te digo
mientras te sujeto las muñecas a una viga del techo. Y sí, mi
habitación es muy práctica, así que puedo encadenarte y follarte casi
en cualquier sitio. A ti y a todas las mujeres que han estado aquí antes. 73
—¡No puedes hablar en serio! —dices un poco enfadada.
Te abro la parte delantera de la camiseta.
—Como puedes ver, lo estoy. —Me pongo los pantalones y
subo. Necesito un café antes de ocuparme de ti.

Mamá está en el despacho de arriba trabajando y Missy me pisa


los talones. Es como tú, Emilia. También se pega a mi culo. La
diferencia es que no se folla a nadie más y es leal al cien por ciento.
Me sirvo una taza de café y me preparo unos sándwiches porque me
muero de hambre, como siempre después de una noche contigo.
Naturalmente, no tomo analgésicos, aunque siento que se me cae la
cara de un buen puñetazo, aunque de todos modos lo noqueo, como
hago con todo el mundo.
Odio esta casa, siempre siento que me vigilan haga lo que haga.
Mi padre siempre parece estar cerca. Es bastante extraño. Y ahora
mismo está en el trabajo, lo que lo hace aún más espeluznante. Pero
ya era así cuando era niño, Emilia. Una vez, escondí una película
porno debajo de la almohada, pero luego desapareció cuando quise
verla. Eso pasaba con todo. También escondí hierba en casa que
desapareció cuando quise fumármela. Aquí es imposible tener
intimidad. Cada vez que mi padre y mi madre se iban de fin de
semana, de la nada, aparecía en la puerta o enviaba a alguien como la
tía Penny o la jodidamente caliente tía Amber. Es una MILF2, Emilia.
Apuesto a que tú también lo serás cuando tengas cuarenta y tantos.
Ah, y no te olvides de su hija...
74
Me dirijo al sótano con un plato de sándwiches y una taza de
café. Por suerte, no me encuentro con mamá y tengo que explicarle lo
de mi labio partido. Ahora mismo debería estar en mis prácticas.
Parece que mi madre es tan escurridiza como mi padre porque me
encuentra cuando estoy a punto de bajar las escaleras.
—¡Mason! ¡Mírate! ¿Qué has hecho ahora? ¿Qué haces aquí?
Es la una de la tarde. ¿Por qué no estás en tus prácticas?
—No tenía ganas de ir. Seamos realistas, todos sabemos que
nunca trabajaré para el FBI, mamá, y olvídate de estudiar. ¿Quieres
un bocadillo?
Mi madre coge uno y lo muerde con rabia. Traga saliva y vuelve
a arremeter contra mí.

2
MILF es el acrónimo de Mother I'd like to fuck, que vendría siendo una traducción de una expresión vulgar
como madre con la que me acostaría, un término que sexualiza y cosifica a las mujeres en su etapa de
madurez.
—Bien, pero al menos asómate de vez en cuando a las prácticas,
si no, tu padre se volverá insoportable y los dos sabemos cómo es
cuando está en ese estado.
Pongo los ojos en blanco.
—Da igual... —Estoy deseando que mi padre se vuelva
insoportable, así podré por fin descargar mi ira. Me parece un
contrincante igual, aunque no me tome en serio. Mi madre murmura
algo en su inexistente oso, lo que me sorprende porque Missy y yo ya
nos dirigimos escaleras abajo. Missy no aparta los ojos del plato con
la esperanza de que le caiga un bocadillo directamente en la boca.
Sigues ahí colgada, Emilia. Me encanta entrar en mi sótano y
ver tu culo enrojecido a primera hora. Dejo la taza sin desviar la
mirada, me tumbo en la cama justo delante de ti y me apoyo en un
codo. Te mojas los labios con avidez mientras gimo y muerdo mi
bocadillo. La camiseta cuelga hecha jirones de tus hombros, el cabello 75
te cae sobre la cara. Ya hace más de 30 grados y estás sudando por el
sol que pega a través de una ventana intacta. Tus pechos tiran hacia
arriba debido a tus brazos extendidos. Me tomo mi tiempo para
mirarlos mientras desayuno. ¿Tienes hambre, cariño?
—Por favor, déjame ir —dices débilmente. Tu móvil vuelve a
sonar—. Ya es demasiado tarde. —Lo miro desganado,
preguntándome si debería contestar y decirle a Riley que estás
momentáneamente comprometida de otra manera. Me encanta tener
el control sobre ti.
»¡Mason, por favor, no! —gritas.
Sonrío. Ahora me conoces tan bien, Emilia. Como nadie. Solo
para molestarte, lo levanto y me desplazo por tus mensajes.
Distraídamente, le doy a Missy el resto de mi sándwich y bebo
un sorbo de café.
No me gusta el mensaje que le has enviado.
—Hola, cariño, ¿te traigo comida para llevar? —Leo en voz alta,
imitándote—. ¿De verdad compra eso, Emilia? Te echo de menos,
cariño. —Resoplo—. ¿Dónde estás, Emilia? Otra vez, has estado
fuera toda la noche. —Le sonrío, aunque vuelvo a enfadarme.
—¡Mason, por favor, guarda el móvil ya! —Me miras asustada
porque sabes lo que me hace leer estos mensajes.
—Recuerda, hoy es la fiesta de cumpleaños de mi jefe. Me
encantaría verte con ese vestidito negro. ¿Me quieres, Emilia? —Te
lanzo una mirada que podría matar. Tragas saliva, visiblemente más
nerviosa y haciendo sonar las esposas.
—Sólo es un vestido. Por favor, déjalo, Mason.
—Tu nerviosismo me hace querer seguir desplazándome, nena. 76
—Lo hago y me encuentro con fotos, Emilia. Tú se las enviaste,
Emilia. ¿Por qué he esperado meses para revisar tu maldito móvil?
Levanto una ceja y sostengo el aparato con la pantalla mirando
hacia ti.
—¿Qué pasa con estas fotos? —Palideces. Tu mirada va y viene
entre mi cara y el móvil: hacia la foto en la que estás encima de la
cama con un camisón blanco que apenas te cubre el culo, Emilia.
Debajo pones: ¿Cuándo volverás a casa, cariño? Te estoy esperando.
Maldita sea, eso me cabrea. Ni siquiera puedo seguir leyendo
en voz alta. Estás sudando.
—Oh, Dios, por favor, déjalo. ¡Sólo estás empeorando las cosas,
Mason!
¿Qué? ¿Se pone peor? ¿Qué más hay? Aprieto la mandíbula
mientras sigo leyendo. Sigo hojeando: pareces aterrorizada, Emilia.
Paso por alto textos sin importancia como Quedemos ahí y Te apetece
comida china para llevar hasta que llego a cosas más jugosas. Ni
siquiera fue hace tanto tiempo, Emilia. Estoy casi al final de tus
mensajes de texto. Dos semanas. Fue hace dos semanas.

«Te echo de menos. Sé que hemos discutido mucho


últimamente, pero eres el único para mí. Y realmente quiero ir
contigo a Nueva York, Riley. Que me pidieras matrimonio fue lo
mejor que me ha pasado. Estoy deseando empezar una nueva vida
contigo y llevar tu apellido, el próximo mayo. Te amo. Muchísimo.»

¿Te amo? ¿En serio, Emilia?


¿Enviado hace dos semanas a las 3:05 a.m.?
77
¡Estabas conmigo!
Que yo recuerde, mi hermano estaba en Nueva York
ocupándose de algo. ¿Estabas conmigo y le escribiste que lo amabas
y lo extrañas y que quieres casarte con él?
Sabiendo lo que acabo de leer, agachas la cabeza y lloras en
silencio.
Sin mediar palabra, arrojo el móvil contra la pared, a tu lado.
Te sobresaltas cuando pasa zumbando por tu cabeza. Al instante,
estoy a tu lado y te agarro del cuello.
—¿Lo amas? —pregunto cruelmente—. ¿Por qué te abres de
piernas para mí si es así? ¿Y en el cementerio antes de que hiciera ese
vídeo?
Continúas llorando.
—Es complicado...
—No estamos en Facebook, no quiero saber tu estado
sentimental. —Aprieto con fuerza tu garganta como ayer, cuando no
podías respirar y dejé leves marcas.
—¿Lo amas, Emilia? —Sacudes la cabeza porque es lo que
quiero oír, pero no te creo.
—¿Sigues follando a pesar de que lo prohibí? —De nuevo
sacudes la cabeza, de nuevo, sé que estás mintiendo.
—Me estás mintiendo, Emilia. Nunca debes mentirme.
Ahora sí que empiezas a berrear.
—¿Qué otra cosa puedo hacer? Sospechará si dejo de tocarlo.
—¿Así que le pusiste las manos encima, incluso fuiste tú quien 78
iniciaste?
—Dios, Mason, qué se supone que debo decir a eso, ¡no llevo
un registro de cómo tengo sexo con él! —Realmente me gustaría
abofetearte ahora, Emilia. Con fuerza. Pero no lo haré.
—¿Dices que estás deseando pasar tiempo con él en Nueva
York? —Te pellizco el pezón y gritas—. Silencio, Emilia. Mi ventana
está rota y mamá está arriba. ¿Quieres que te oiga y te ayude a salir
de aquí?
—¡Sí, así me libraría de ti! —siseas tan llena de odio que te
sorprendes a ti misma.
Apoyo mi frente en la tuya.
—Te encanta que te folle. Te encanta ser sumisa porque siempre
vuelves, zorrita. No quieres alejarte de mí, ¡simplemente no puedes
admitirte a ti misma que te gusta estar conmigo porque es tan
jodidamente intenso! A ver si te ha follado así. —Te dejo ahí colgada,
resoplando, y voy a mi mesilla de noche por mi lubricante. Tus ojos
se abren de par en par cuando me bajo los pantalones y me lubrico la
polla. Ya sabes lo que viene a continuación, Emilia. No te apetece
mucho, a pesar de que lo hemos hecho muchas veces. Te doy la vuelta
bruscamente y te doy una palmada en el culo. Gritas porque te duele.
Enseguida vuelves a gritar mientras empujo lentamente dentro de ti,
pero no dentro de tu coño. Normalmente, sólo tardas unos segundos
en acostumbrarte a mí, nena. Secretamente te encanta esta mierda
enfermiza y casi inmediatamente te relajas porque, de lo contrario,
sería doloroso porque no me muevo ni masajeo tu clítoris. Tu cabeza
cae contra mi hombro. Te empujo hacia atrás. No quiero que me
toques más de lo necesario. ¡No deberías haber escrito esos textos,
Emilia!
De verdad, no deberías haberlo hecho. 79
Y no deberías haberte puesto el anillo.
Cometes tantos errores. Todavía. ¡Después de todo este tiempo,
Emilia!
Enrollo tu cabello alrededor de mi puño y hago que te mires en
el espejo del armario, cómo estás encadenada en tu sitio, totalmente
indefensa.
—¡Quizá deberíamos enviarle a Riley una foto nuestra!
—gruño mientras te follo más fuerte—. Para que vea que se casa con
una puta.
Tus lágrimas se han secado, ahora estás gimiendo.
Me corro en tu culo y lo dejo así. No te correrás, no lo permitiré.
—Deberías pensar en cómo vas a compensarlo —siseo mientras
te quito las esposas. Caes de rodillas mientras me dirijo a la cama.
Recojo la camiseta que llevabas ayer por la tarde y te la tiro al
pecho—. ¡Ahora, lárgate!

80
12

Mason
81
levas fuera apenas diez minutos cuando salgo de la ducha
para ocuparme de Riley. Lo escucho en la puerta que dejaste abierta
cuando huiste.
—Hola, mamá —dice. Maldita sea, me está cabreando—.
¿Sabes dónde está Emilia? No consigo localizarla y no la he visto en
todo el día. Debe de tener el teléfono apagado. —Parece preocupado.
Estoy mirando los pedazos destrozados que componen tu antiguo
móvil, Emilia. Debería arreglarlo; tenías tanta prisa que hasta te
dejaste el anillo. ¿Qué hago con él?
Subo las escaleras con una toalla enrollada en la cintura, curioso
al ver a Riley actuando con preocupación.
Mamá lo tranquiliza mientras le prepara té, ya que Riley no
toma café. Se sobresalta e inhala cuando entro. En voz alta, para que
todos estén alertados de mi presencia.
—¿Por qué no estás en el trabajo? —pregunta.
—¿Por qué eres idiota? —contesto.
—¡Mason! —Mamá me reprende de inmediato mientras le sirve
a Riley su maldito té. Sonrío mientras dejo tu anillo en la encimera
delante de él, disfrutando de cómo su expresión se vuelve de asombro.
Hace tiempo que lo sospecha. Me encanta darle por el culo, igual que
me gusta dártelo a ti, Emilia.
—¿Es el anillo de Emilia? —pregunta mamá, confundida—.
¿Qué haces con él, Mason? —Continúo mirando fijamente a mi
hermano y viceversa. Sonrío cuando él lo agarra tímidamente y se lo
mete en el bolsillo. 82
—Se le habrá resbalado del dedo.
—¿Abajo, en el sótano? —pregunta mi madre enarcando una
ceja.
Me encojo de hombros y sigo hacia la cocina por otra taza de
café.
—Explícamelo, por favor —pregunta Riley—. ¡En serio, ahora!
¿Por qué tenías el anillo de mi prometida?
—¡Pregúntaselo tú mismo, es tu prometida! Ahora, he tenido
una noche ajetreada y voy a regresar a abajo.
Me doy la vuelta para irme y Riley gruñe:
—Quien te haya dado ese puñetazo en la cara no lo ha hecho lo
bastante fuerte. —Me quedo paralizado, dejo la taza de café en la
encimera y me giro lentamente para mirarlo.
—¡Riley! —grita mamá, desconcertada.
Nosotros la ignoramos.
—¿Qué ha sido eso? —pregunto.
Él ya está bebiendo su té de mierda.
—Me escuchaste —dice con suficiencia. Inmediatamente me
enfrento al hijo de puta, Emilia, mi mano ya apretó un puño.
—¡Pequeño hijo de puta! —gruño.
Mamá salta entre nosotros y, cuando mi puño se detiene a un
pelo de su cara, oigo a mi padre decir detrás de mí en voz baja pero 83
tensa:
—¿Qué crees que estás haciendo? Quita la mano de la cara de
tu madre antes de que te la arranque —Su voz me atraviesa. Sólo
habla así cuando está realmente enojado.
—Oh, papá, me alegro de verte —dice Riley tenso y sin
moverse.
—¡No es tu padre! ¿Todavía no te entra en la cabeza, idiota? Tu
padre es un borracho que está cumpliendo condena —gruño. Mamá
solloza e inmediatamente me agarran del cuello como a un maldito
cachorro y me apartan de ella.
—¿Qué está pasando exactamente? —pregunta mi padre entre
dientes apretados.
—Tu hijo tenía el anillo de compromiso de mi prometida en el
sótano, lo que me desconcierta. No tengo ni idea de dónde está. Por
eso estoy aquí, no para pelearme con él o algo así. —Riley revuelve
su té. Intento acercarme a él, pero papá me tuerce el brazo en la
espalda.
—¡Mierda! ¡Suéltame! —siseo mientras empuja mi pecho
desnudo contra el borde de la encimera.
Mi madre se acerca a nosotros hecha un manojo de nervios.
—¡Keaton, suéltalo!
—¡Olivia, sube las escaleras! —dice con una voz
completamente nueva para mí y ella se marcha. Simplemente se da la
vuelta y desaparece escaleras arriba. Todo el incidente me distrae
brevemente y me olvido de mi rabia. ¿Qué acaba de pasar? Miro a
mi padre con los ojos muy abiertos y él enarca una ceja. 84
—¿Y? ¿Por qué tenías el anillo de Emilia? —pregunta Riley.
Pongo los ojos en blanco.
—Papá, ¿podrías soltarme, por favor?
—No. Primero cálmate.
—Estoy calmado.
—Noto cómo te tiemblan los músculos, Mason. Estás esperando
tu momento para tener ventaja. No soy estúpido.
—Dile a ese hijo de puta que se vaya a la mierda o lo mato.
¡Ahora, suéltame! Sólo estás haciendo que me enfade más. —Aunque
en realidad me estoy suavizando, él tiene ese agarre particular sobre
mí. No sé cómo, pero es efectivo.
—Sí, claro, familia algodón de azúcar mi culo, Olivia
—murmura mi padre. Luego le dice a Riley—: ¡Vete, ahora! Busca a
Emilia en su casa. Quizá ya haya vuelto. —Sé que él sabe que ella ya
está en su casa al cien por ciento.
Riley se va, pero papá no me suelta hasta que le oímos
marcharse.
—¡Contrólate! —dice mientras me empuja hacia la puerta—. ¡Y
mañana a las siete, levántate y prepárate para ir a trabajar conmigo!
—Me sujeto la toalla a la cintura y desaparezco como un perro
azotado.
Missy me sigue con los ojos muy abiertos.

85
13

Emilia

e duché y me puse ropa holgada de manga larga para que


Riley no me viera los moretones de los brazos y el culo, Mason. Me 86
dejé el cabello suelto para cubrir las marcas de estrangulamiento de
mi cuello. Estoy sentada con indiferencia en el sofá de nuestro salón,
mirando Chicago. Tu padre nos dejó usar este apartamento. Vivió ahí
antes de construir la casa de las afueras. Doy un respingo cuando se
abre la puerta principal y oigo los pasos de Riley resonando con fuerza
en el suelo de mármol. Sus pasos parecen decididos.
—¿Emilia? —grita antes de entrar en el salón. Me escondo
detrás del cabello porque tengo mucho miedo de que se dé cuenta con
solo mirarme.
Lo hiciste a propósito, Mason: siempre arruinándome, una y
otra vez.
—¿Dónde has estado? —pregunta acaloradamente en cuanto me
ve. No es frecuente que se enfade y me ponga en situaciones en las
que tenga miedo. Por otra parte, Riley no me asusta, Mason, tú me
has hecho sentir así. Riley nunca me grita, nunca es malicioso y
siempre respeta mis límites. Aun así, ahora mismo, me siento un poco
intimidada por él, todo gracias a ti. Me has condicionado como si
fuera un robot.
Carraspeo y lo miró fijamente. Ya siento un nudo en la
garganta. ¿Por qué no se me ha ocurrido ya una explicación
razonable? Porque estaba distraída, pensando sólo en ti, en cómo me
he despertado esta mañana sobre tu pecho, en tus brazos, aunque me
hayas tratado así. Sí, soy un desastre. Un desastre total.
—No me sentía bien. Ayer fue el aniversario de la muerte de mi
padre y me fui a un par de bares. Perdí mi celular en el camino y no
pude llamarte, lo siento.
Eso parece quitarle el aliento a Riley y ni siquiera era mentira.
Ayer fue el aniversario de la muerte de mi padre y la razón por la que
estaba contigo, Mason. Siempre te busco cuando las cosas se ponen
difíciles. 87
Riley inmediatamente vuelve en sí.
—Mierda, lo siento, lo había olvidado. ¿Cómo lo llevas?
Bueno, más o menos... físicamente, no muy bien ahora mismo,
pero en vez de eso, le digo:
—No pasa nada, pasó hace mucho tiempo.
Inhala profundamente y se pasa los dedos por el cabello rubio.
En las fotos que he visto de él de niño, era castaño chocolate. A
medida que crecía, su cabello se fue aclarando, lo que no es habitual.
Tal vez la luz que lleva dentro se reveló.
—Estaba tan preocupado por ti. —Me mira durante tanto tiempo
que tengo que bajar los ojos, después de todo, nunca sale nada bueno
de que me mires durante mucho tiempo, Mason.
Mi corazón deja de latir cuando Riley arroja mi anillo de
compromiso entre los dos sobre la mesita y dice con calma:
—Por favor, explícate, Emilia. —Suena un poco como tú,
Mason. En eso se parecen. Me quedo brevemente atónita y solo miro
el anillo. Mierda, lo había olvidado por completo.
Levanto la vista hacia Riley mientras me tomo unos segundos
para pensar en cómo reaccionaría si le dijera la verdad.
Su hermano me lo arrancó del dedo en un ataque de celos.
Luego me encadenó al techo y se alimentó delante de mí mientras
repasaba todos nuestros mensajes antes de darme por el culo y
finalmente echarme como a una puta.
—¡Oh, ahí está! —Mi alegría es a medias. Me lo pongo
rápidamente—. Debí de olvidarlo cuando fregué los platos en casa de
tu madre. Menos mal que lo tienes tú. 88
—¿Por qué estaba en el sótano de Mason entonces, Emilia?
—Me estremezco ante la mención de tu nombre. Me encanta tu
nombre, Mason.
—Teniendo en cuenta lo mucho que te odia, debe habérselo
embolsado para meterse contigo y volverte loco. —Con suerte, no se
dará cuenta de que estoy mintiendo. No soy una buena mentirosa.
Cuando era niña y mis padres se enteraban, siempre me castigaban.
Veo que lo estoy reviviendo ahora, Mason, por si te lo preguntas.
Riley ladea la cabeza y me mira fijamente con penetrantes ojos
oscuros. Nunca me había mirado así. Estoy un poco asustada.
—¿Te está follando, Emilia? Me he dado cuenta de que te mira
de esa forma tan rara. Sé lo que significa esa mirada. Además, cada
vez te encuentro más ausente por la noche. Sé que tienes problemas
para dormir, pero ¿adónde vas cuando sales del apartamento? Sé todas
y cada una de las veces que lo haces, nunca lo dudes. —Su voz es
suave a pesar de sus palabras.
Oh, Mason, cómo desearía que atravesaras la puerta y me
salvaras de esta situación. Como en esas novelas románticas en las
que el caballero de brillante armadura viene al rescate en el último
momento. No importa qué más me hagas, algo en mí sigue queriendo
que seas el príncipe negro que viene a salvar a la bella doncella en
apuros.
Empiezo a sollozar, sin parar. ¿Cómo he podido mentirle a
Riley durante todos estos meses? Es tan buena persona, se merece
algo mejor.
—¿Son lágrimas de confesión? —pregunta con dureza. Niego
rápidamente con la cabeza.
—¡Lloro porque crees que podría hacer algo así! —Me siento 89
como la puta más rastrera, Mason, gracias a ti, y aún peor cuando se
sienta a mi lado y me atrae hacia su pecho.
—Oh, olvídalo, fue estúpido por mi parte creer eso. Nos vamos
a casar y como tú dijiste, nunca harías eso. Lo sé, Emilia. —Me
acaricia el cabello.
Ves, Mason, esa es la diferencia entre ustedes. No es un bastardo
conspirador y frío como el hielo.
La pregunta es si me merezco a un hombre tan bueno como él.
¿Quizás te merezco a ti?
Riley se fue de compras mientras yo me quedo en la cama
intentando relajarme. Me duelen todos los huesos, la razón por la que
no quiero verte en al menos una semana. No importa lo enfadado que
te ponga.
Rompiste mi celular, Mason. Eso no estuvo bien.
Incluso me encadenaste al techo. No puedo creerlo.
He recibido muchos castigos de ti y tantas primeras veces.
Realmente me desordenaste. Aunque lo que me has hecho pasar hoy
se lleva las palmas.
En realidad, me estrangulaste hoy y ayer. Me estrangulaste,
Mason, y no de una manera sexy. ¡Honestamente no podía respirar!
Puedo decir que te estás volviendo más y más impredecible. Tal 90
vez en algún momento, vas a matarme para evitar que me vaya a
Nueva York.
Desganada, juego al viejo solitario en mi tableta cuando recibo
un mensaje de texto. El corazón me da un vuelco cuando veo que eres
tú. Hace cinco horas que no sé nada de ti. Se acerca la noche y, como
siempre, Mason, me ordenas que me acerque. Sin embargo, no voy a
cumplir. Esta vez no.

Mason: ¿Va todo bien?

Me escribes y entrecierro los ojos con escepticismo. Eso es


bastante inesperado.
Yo: ¿Te refieres a mi cuerpo porque te lo quieres follar otra vez?
entonces no. Entonces, ¡nada está bien!

Respondo rápidamente. Su respuesta me hace sonreír.

Mason: Tsk. Eres tan franca en tus mensajes de texto y, sin


embargo, delante de mí apenas abres la boca, Emilia, salvo para
chupármela, claro.

Yo: Qué asco me das.

Te respondo.
91
Mason: Pero no te da asco cuando me corro en tu boca...

Pongo los ojos en blanco mientras me sonrojo.

Yo: Dime qué quieres, Mason.

Mason: Estaba comprobando si todo va bien.

Yo: ¿Desde cuándo te importa cómo estoy?

Mason: Riley se enfadó cuando se fue. Temía que te pusiera una


mano encima. Soy el único que puede hacerlo.
Yo: Eres un pequeño bastardo arrogante y caliente. Sí, estaba
enfadado, pero no hizo nada, no es un psicópata. Por cierto, gracias
por esto...

Mason: Bueno, me hiciste enojar, Emilia.

Me encojo como si estuviera frente a él y me dirigiera esa


particular mirada suya.

Mason: Y sobre el anillo; nunca olvides quitártelo antes de


venir. Hablando de eso, que tal a las 2 de la mañana, sin bragas.

92
Yo: Hmmmm, ¿qué tal no y me dejo las bragas puestas?

Sí, ahora estoy demasiado confiada, pero no puedo evitarlo.


Como estoy lejos, a salvo en mi propia cama, no me puede pasar nada,
puedo ser audaz.

Mason: ¿PERDÓN?

Yo: No puedo ir hoy, Mason. Me has arruinado. Todo me duele.

Mason: Te dolerá aún más si no vienes.


Yo: ¡Nunca volveré si amenazas con matarme de nuevo!

Mason: Oh, nena, considerando todas las cosas que te hice hoy,
¿estás pensando en ESO? Así que, ¿supongo que has disfrutado del
resto o qué? Supongo que tengo que ponerle fin.

Incluso tus mensajes de texto me dejan sin palabras.

Mason: ¡A las dos, Emilia!

Yo: Tengo que irme, viene Riley.

93
Mason: Pero no en ti ni sobre ti, Emilia. Mejor que no.

Sé que puede ser la reacción más loca que podría tener, pero me
invade el deseo y todo mi abdomen se contrae.

Mason: Quiero una respuesta.

Yo: No pasa nada.

Mason: ¿Que no pasa nada?

Yo: ¡Está bien, no voy a dormir con él, Mason!


Mason: ¿Y esta noche, Emilia?

Yo: ¡CIAO!

94
14

Mason
95
na semana entera, Emilia, te has portado como el culo y me
has desobedecido. Te he dejado salirte con la tuya porque no estaba
de humor para irrumpir en el ático, matar a mi hermano y luego
lanzarte sobre mi hombro como si fuera King Kong. Papá cagaría
ladrillos. Él también se las arregló para arruinarme la semana, otra
razón por la que no pude luchar para traerte a mí. Tuve que participar
en una misión que tuvo lugar en algún pantano y después, tuve que
pasar horas delante de una PC. Odio los ordenadores, a diferencia de
papá.
Hoy nos volveremos a ver y podré saber si te lo has follado. Tu
expresión de culpabilidad te delatará junto con el miedo que parpadea
en tus ojos anticipando el castigo. Durante toda la semana te he dicho
que vinieras a las dos, pero siempre te has negado.
¿No, Emilia?
¿Ha llegado tan lejos?
¿Ya no te intimido? Creo que debería ser más duro. Se me
ocurren mil cosas, cariño, no te preocupes. Todo saldrá bien.
Mi madre estuvo molesta conmigo toda la semana porque llamé
cabrón a Riley e insulté a su padre. Mi padre me llamó sapo de mierda
toda la semana por cualquier cagadita, ya fuera en casa o en el trabajo,
incluso cuando había compañeros en la habitación. Se dirigía a mí
como tal cada vez que podía.
¡Café, puto sapo!
¡Apaga el PC, maldito sapo de mierda!
¡Dame el archivo, maldito sapo!
Me cago en la puta, me la están metiendo por todos lados. Hoy
es un buen día para volver a poner orden en el universo. 96
Primero, tengo que disculparme con mi madre.
Segundo, aparecer puntualmente a las seis para tu fiesta de
compromiso, como se espera de mí. He pensado en meter mierdas de
Missy en una bolsa como regalo para los dos, aunque eso sería pasarse
y no estoy de humor para más conflictos con papá. Pero tengo otros
medios a mi disposición; podría aparecer cuatro horas tarde y
asegurarme de que estoy hecho mierda. Sé que no podré soportarlo
sobrio.
Tercero, tengo que evitar que papá me llame sapo. Incluso
mamá hizo un comentario en ese sentido ayer. La he oído decirlo.
Pero aun así me llamó sapo hoy, Emilia. Es tan degradante.
Ahora tengo una mejor idea de cómo te sientes cuando cuelgas
desnuda del techo de mi habitación. Así es como me siento cuando
me llama sapo delante de la tía buena Amber y ella se ríe a carcajadas.
Al menos la hija de la tía buena Amber, Cherry, no está en la ciudad
en este momento y no lo presenció.
Necesito colocarme, urgentemente.
Antes, sin embargo, aún con los ojos despejados, voy a
disculparme con mamá. Lo he estado posponiendo toda la semana
desde que ella me intimida con la ley del hielo. Es igual que papá
cuando se enfada, sólo que ella no tiene pene.
Por fin estamos en casa cuando papá dice sin emoción:
—Quítate los zapatos, maldito sapo. —Y desaparece escaleras
arriba para cambiarse.
Mamá ya ha llegado de sus compras habituales de los viernes y
huele delicioso. A ver de qué humor está y si consigo algo. Debería
haberme callado la boca con ella; sin embargo, callarme la boca no es
mi fuerte. La noche en cuestión, estaba tan enojada que tuve que
97
cocinar mi propia comida mientras ella y papá disfrutaban de una
deliciosa cena en su dormitorio. Hice huevos revueltos, Emilia,
aunque no estaban revueltos ni comestibles, simplemente quemados.
Me desabrocho la cáustica camisa blanca que me exigen en la
oficina al entrar en la cocina. Odio las camisas. Mamá está ocupada
en los fogones preparando la comida favorita de papá. Me pregunto
qué querrá de él, tal vez quiera redecorar la casa y eso lo ablande, ya
que tiene demasiado miedo de pedírselo. O tal vez ella golpeó otro
coche de nuevo. Mi madre no es buena conductora.
—Mamá —le digo. Ella suspira, se gira hacia mí y me mira en
silencio con una ceja levantada de forma interrogativa.
—Esta bien, lo entiendo. Soy un mierdecilla, un sapo...
—Un puto sapo —me interrumpe mi padre sin energía mientras
se pone detrás de nosotros. Le da una palmada en el culo a mamá,
Emilia, delante de mis ojos.
—Huele delicioso, cariño.
¿Cariño?
Dios, quiero vomitar y reír al mismo tiempo, aunque es más
bien imposible.
—Me disculpo por lo que dije, ¿de acuerdo? —Sale más
agresivo de lo planeado.
—¡Cuida el tono! —gruñe mi padre. Dios, es como un pitbull
cuando se trata de mamá: insoportable.
—¡Mamá, mírame! —gruño y pongo los ojos en blanco. Es una
reina del drama. Riley debe de haberlo heredado de ella. 98
Me mira. Molesta.
—¿Sí?
—Siento lo que dije la semana pasada. ¡Ahora háblame de
nuevo y cocíname otra vez! Por favor.
—Vaya, supongo que eso es lo mejor que hay cuando se trata de
que te disculpes, aun así, mejor que tu padre. —Ella lo mira mientras
le da un puñetazo. Me alegro mucho.
—Bienvenido al puto mundo de los sapos, papá —le digo con
una sonrisa.
Y bajo las escaleras.
A las 10:30, decido liberarte de tu sufrimiento y llego a la fiesta.
Me doy cuenta de que mis padres siguen aquí por los autos aparcados
delante de la puerta.
Bueno.
Pero qué más da, Emilia, porque me divierte arrinconarte y
follarte hasta que te rompas los sesos, aunque nos puedan descubrir.
Llevas una semana evitándome, Emilia.
Me has dicho que no durante una semana entera.
Así que ahora déjame enseñarte lo que significa no.
99
Haré que esa palabra desaparezca de tu vocabulario como si
nunca hubiera existido y nunca jamás volverás a soñar con usarla.
Pequeña zorra.
Estoy enojado y aburrido, dentro de lo que cabe, teniendo en
cuenta que estoy super drogado.
Espero que hayas disfrutado de una agradable velada porque
estoy aquí para joderla, Emilia.
Sonrío al entrar en el ascensor. Aún recuerdo vagamente haber
pasado mi infancia aquí. El ático me gusta bastante, aparte de que
Riley lo usa como residencia. Pero pronto se irá. Y te llevará con él,
Emilia. Porque has decidido irte con él.
Cuando se abren las puertas del ascensor, oigo muchas voces.
Eso me molesta. Esperaba que tus groseros amigos se hubieran ido a
dormir ya. Suena una música horrible por los altavoces. Dios, Emilia,
¿qué es esta mierda, música clásica o qué? Eres tan aburrida. Debería
poner algo de Marilyn Manson. Mi hermano odia el rock. Lo pone
agresivo. Parece tan lindo cuando intenta ser agresivo, como un
conejito de peluche.
Entro despreocupadamente en el ático con la mano en el bolsillo
y un porro colgando de los labios. El ascensor no tiene llave. Unos
cuantos parientes y amigos con gafas y peinados rubios de chicos
soleados –son tan aburridos– me observan mientras paso junto a tu
enorme sofá y me dirijo directamente a la cocina. Tengo hambre. Ya
sabes cómo me pongo, Emilia. Recuerdas cuando te drogaste
conmigo, nos atiburramos de pizza, helado, patatas fritas y todo tipo
de golosinas. Pero no me gusta que te drogues, Emilia, a menos que
sea en mi presencia, donde puedo cuidarte. 100
Tu nevera está organizada, típico de frikis tan anales. Mierda,
mira eso, cada tupper tiene una etiqueta, Emilia. Dios, son
vergonzosos, aunque esto de aquí fue cosa de mi hermano no tuya
porque en el fondo, eres una zorra en todos los asuntos. Estoy ocupado
llenando un plato cuando me agarran por los hombros y me dan la
vuelta.
—Hola, papá, sigues aquí.
—Sí, sigo aquí y estás drogado —dice mientras me quita el
porro de la boca y lo echa en el fregadero.
Realmente me tiene manía, Emilia.
—¿Sabes que andar por ahí así tendrá consecuencias? El jefe de
Riley también está aquí.
—Oh, qué lindo, Riley tiene un jefe. —Me río para mis adentros
y pongo dos rebanadas de pan en tu tostadora porque tengo mucha
hambre, Emilia. En realidad, dado que eres la zorra de la casa,
deberías prepararme algo. De verdad.
Papá sacude la cabeza.
—Debería agarrarte por el cuello y encerrarte en tu puto sótano.
No importa dónde aparezcas, causas problemas.
—¡No estoy haciendo nada! Simplemente estoy comiendo algo.
—La tostada salta y cae sobre la encimera—. Uy... —Cojo una y la
muerdo—. Por cierto, ¿dónde está Emilia? —pregunto y miro a mi
alrededor.
—No hablarás con ella. No te acercarás a ella. No desaparecerás
con ella en algún rincón o nicho y no la mirarás como un psicópata.
—¡Puedo y lo haré! —declaro desafiante y me voy. Doy dos
101
pasos y siento que me agarra del cuello de la camisa. Luego me tira
hacia atrás.
—Mason, te quedarás aquí hasta que tu madre y yo nos hayamos
despedido de todos. Entonces nos iremos. ¿Lo has entendido?
—¡Ya no tengo cinco años, papá! —espeto y le doy otro
mordisco a la tostada—. Pronto cumpliré veinticuatro.
—¡Quédate aquí, cabeza de mierda!
Lo odio y lo quiero a partes iguales, pienso mientras lo veo
alejarse antes de aprovechar la ocasión, naturalmente.
Te veo, Emilia.
Estás de pie al otro lado de la habitación y cuando te fijas en
mí, tus mejillas se sonrojan de un rojo intenso.
Estás buenísima.
¿Es ese el vestidito negro que Riley encuentra tan sexy? Te
queda bien, pero si es así, tendré que cortártelo. Tu cabello se riza por
la espalda y, para variar, llevas maquillaje. Estás delante de la ventana
rodeada de gallinas que admiran tu anillo y se ríen. Una de las gallinas
es tu amiga Claire. En realidad, Claire está buena, todo lo contrario
que tú, Emilia. Oh, hacer un trío con ustedes dos...
Claire tiene una larga melena rubia oscura. ¿Así es como lo
llamas? Ella está en un vestido follame con sus tetas empujado hacia
arriba. Su mejor amiga está comprometida. Lo que significa que está
frustrada, por lo tanto, es presa fácil. Probablemente se esté
preguntando qué salió mal, por qué no fue ella la que se dejó llevar
por el príncipe azul. Oh, ya sé por qué, Emilia, no eres tú. Nunca te lo
propusiste. Si quieres algo demasiado desesperadamente, nunca lo
tendrás. Necesitas estar relajada e ir con la corriente como estoy 102
haciendo ahora mismo mientras me acerco a ti. Paseando
despreocupadamente. Mordisqueo la tostada que aún tengo en la
mano y huelo a marihuana porque tengo los bolsillos llenos de ella.
Sigues mirando en mi dirección, como siempre, porque te atraigo. Tus
ojos pintados de oscuro se ensanchan porque me rechazaste la semana
pasada. Te esperas lo peor, ya que sabes que no se me da bien lidiar
con el rechazo. Claire está a tu lado, parece un poco perdida, aunque
sinceramente intenta alegrarse por ti. Sin embargo, en este aspecto,
las mujeres son terribles, Emilia. Parece visiblemente aliviada cuando
otra chica detrás de ti empieza a ladrar y la distrae.
Tus labios pintados de rojo se abren parcialmente mientras me
observas como si fuera el diablo que está a punto de hacer sonar el
Apocalipsis. No tienes control sobre ello, ya que yo te controlo a ti.
Mi sola presencia es suficiente.
Tiro el trozo de tostada que me queda en la siguiente mesa
disponible y agarro una copa de champán de la bandeja de un
camarero. Odio el champán. Has contratado a un personal de catering
que va vestido de pingüino y se asegura de que tus invitados estén
bien atendidos. Sabes, Emilia, mamá no tenía mucho dinero antes de
conocer a papá. Toda esa riqueza es gracias a él, así que me molesta
cuando Riley se hace el rico. Vivía en una pocilga, debería admitirlo.
Ahora se hace el poderoso. Se ha vuelto arrogante. Él no te conviene
en absoluto –toda esta pretensión– eres una persona con los pies en la
tierra. No te interesa cuántos quilates tiene tu anillo, te importa cuánto
amor se invirtió en elegirlo. Mierda, ¿acabo de ser perspicaz?
Realmente debería dejar de drogarme.
Estoy a punto de ponerme a tu lado cuando aparece el estúpido
arrogante de una sola pierna y te rodea los hombros posesivamente
con un brazo, indicando que le perteneces. Odio a ese santurrón. Sí,
cómo perdió la pierna de niño fue trágico, pero lleva toda la vida
caminando con esa prótesis, basta ya de tanto mimo. Por cierto, mi
padre pagó todo el procedimiento. Riley puede alegrarse de que quiera 103
tanto a nuestra madre, porque si no seguiría viviendo en una pocilga,
como debe ser. Aunque ahora que es el señor Limpio, pondría fin a
eso.
Odio la perfección, Emilia. En realidad, lleva traje, ¿es en
serio? Tengo que reírme cuando me detengo entre tú y Claire, que
está de espaldas a mí y no puede verme. No puedo detenerme. Lleva
un traje en su propia fiesta. Qué vergüenza. Yo todavía llevo los
vaqueros que llevaba ayer. Y su cabello, oh Dios, su cabello está
peinado hacia atrás como si alguien hubiera disparado una carga sobre
él o una vaca le hubiera lamido la cabeza. Está tan grasiento. Esa es
la diferencia, Emilia. A mi lado, te verías como una reina, pero a su
lado, te ves más como un bufón. Como su linda perra estúpida. Sin
embargo, tienes una buena cabeza sobre los hombros.
Dios, odio la hierba. Sigo descojonándome con su traje.
Respiro hondo para intentar serenarme, pero en cuanto Riley me mira,
vuelvo a desternillarme. Es tan bromista.
—¿Mason? —pregunta impaciente. Odio eso, Emilia. Te acabas
de ganar cinco golpes en tu dulce culo, ahora sanado.
—¿Sí? —Me río, preguntándome qué harás. Tus ojos brillan.
—¿Estás bien? —preguntas por fin.
—Eh... sí. Pronto me casaré con él. —Señalo con el pulgar en
dirección a mi hermano.
Es extraño, pero de algún modo no parece muy contento. Sin
embargo, es su fiesta.
—¿Qué haces aquí, Mason? —gruñe, claramente sin gracia.
104
Aprieto los labios para no soltar otra carcajada. Mierda, me
estoy riendo tanto que me duele. Seguro que te acuerdas de aquella
vez en la terraza, Emilia. Nos reímos tanto que por un momento
olvidamos que estabas con un hombre débil.
—Dios, ¿estás drogado otra vez? —pregunta Riley, molesto.
—Es la fiesta de compromiso de mi hermano. Quería ser
gracioso.
—Claro, lo que tú digas —murmura y me vuelvo hacia ti.
—¿Por qué me habla, Emilia? Mi padre está por ahí, así que no
puedo callarlo.
Me miras con advertencia. Dios mío. Con eso te has ganado
cinco más, Emilia. Oh, espera... ¿qué tienes en los ojos?
De acuerdo, voy a intentar serenarme y parpadear.
Yo te miro, tú me miras. Finalmente, tus ojos se abren un poco.
Sabes que he encontrado lo que buscaba.
¿Te lo follaste tú o fue al revés?
La mano de Riley se desliza desde tus hombros hasta tu cintura,
Emilia. No me hace gracia. De hecho, casi me ha puesto sobrio.
—Deberías tomar algo —dices tímida e incómoda—. No
pareces ser tú mismo, Mason.
Espera y verás, te demostraré hasta qué punto soy yo mismo,
Emilia.
Me alejo impulsivamente de ti –sé que tu mayor temor es que
pierda interés en ti– hacia tu amiga Claire, la de las tetas enormes.
Aquí hay algunos hechos sobre Claire, Emilia:
105

• No es una verdadera amiga. En realidad, te odia. Está


celosa de ti.
• Se follaría a Riley en cuanto chasqueara los dedos.
Al menos, así es como ella lo mira. ¿Nunca lo has notado?
• Se cree mucho más guapa e interesante que tú.
• Te envidia a ti y a tu vida.

Te haría un favor si la jodiera de tal manera que ya no quisiera


tener nada que ver contigo ni con tu futura familia política. Si te casas
con alguien de mi familia, momentos como este se convertirán en algo
natural y la gente ya no querrá relacionarse contigo porque nos
encuentran enfermos, que un poco lo somos.
—Hola —le digo. Sus ojos se disparan de la persona a la que
estaba mirando hacia mí.
—¿Me estás hablando a mí? —pregunta. No está acostumbrada
a que se dirijan a ella en tu compañía. Siempre está a tu sombra,
Emilia, aunque no lo intentes, no tienes ni idea de tu carisma.
—Obviamente —respondo. Odio a la gente estúpida.
—Um... hola —dice vacilante y me echa un vistazo. Le parezco
sexy. Es evidente. No llevo una camiseta ajustada que muestre mi
cuerpo tonificado y mis tatuajes porque sí.
—Tú debes de ser Claire. He oído hablar mucho de ti. —Me
estás mirando, Emilia. Mira a otra parte. Eres demasiado obvia.
—Y, ¿qué es exactamente lo que has oído hablar de mí?
—Claire coquetea de inmediato. Me alejo un poco de ti y me apoyo 106
en la pared, aunque te mantengo en el rabillo de un ojo.
—Me han dicho que eres buena en la cama. —Ahora, como he
aprendido por experiencia, Emilia, pueden pasar dos cosas, una, que
me tire la bebida a la cara y me dé por culo, aunque eso no pasa muy
a menudo, o dos, que se meta en la cama conmigo, arrepintiéndose
después e intentando inventarse excusas de que no es una de esas
chicas. Esa mierda es la que más me aburre.
—Ah, ¿sí? —pregunta atrevida, ladeando la cabeza y bajando
parcialmente los párpados. Prácticamente la tengo en tu cama, Emilia.
Me aseguraré de correrme sobre tu manta.
Sé que escuchas cada palabra que digo, además, sabes que te
estoy castigando por tirártelo. Aun así, pensaré en algo apropiado para
tu rechazo hacia mí.
—La mayoría de las veces esas afirmaciones no son más que
rumores —le digo.
Ella levanta una ceja de forma desafiante.
—¿No te lo crees?
—Nunca me creo los rumores, compruebo las cosas de primera
mano, cariño. —Emilia, ¿eres consciente de que Riley lleva dos
minutos hablando contigo? Deberías enfrentarte a él en vez de
mirarme a mí y a la jodida Claire.
—Supongo que mejor te muestro entonces, ¿no? —Ella cae en
la trampa, anzuelo, línea y plomada. Pero no es culpa suya,
obviamente sé cómo actuar, qué tono de voz usar y qué decir. Una
mujer segura de sí misma simplemente se daría la vuelta meneando la
cabeza sin necesidad de demostrar que es buena en la cama. Claire,
en cambio, se siente vulnerable en este momento, lo que pienso 107
explotar descaradamente.
—Eso estaría bien —digo con indiferencia. Sacude mi mundo,
pienso, molesto—. ¿Sabes dónde está el dormitorio? —preguntó en
voz baja, pero lo suficientemente alto como para que me oiga.
—Claro, Emilia es mi mejor amiga. Estoy aquí todo el tiempo.
No me digas, pienso.
—Bien, vamos.
—¡Espera un momento! —Parece un poco insegura—. ¿De
verdad quieres hacerlo en su cama? Eso es un poco pervertido, ¿no?
Me río secamente.
—Sólo será pervertido si tú quieres. Ahora camina. —Hago un
gesto con la cabeza hacia el pasillo y ella no puede ponerse en marcha
lo bastante rápido, riéndose como una maldita niña pequeña.
Te miro por encima del hombro, Emilia. Pareces enfadada. Me
encanta.

Salgo del dormitorio una hora más tarde. Tienes una buena
cama, Emilia. Dejamos las sábanas hechas un desastre sudoroso. Me
importa una mierda. Naturalmente, me fumé el proverbial porro
después del sexo y tiré la ceniza en el lado de la cama de Riley. 108
Regla número uno cuando organizas una fiesta: siempre cierra
el dormitorio. Y quiero decir siempre, Emilia, en serio. Eso nunca
habría pasado si yo hubiera estado al mando.
Claire sigue tumbada en la cama, agotada y descansando. Puse
su mundo patas arriba. Empecé haciéndomela chupar, como es mi
práctica habitual, luego la tomé por detrás y dejé que se corriera tres
veces. Está adolorida y aún necesita tiempo para recuperarse. Acabo
de cerrarme el cinturón. Sé que es obvio por el olor que acabo de tener
sexo, lo que me parece bien. Incluso le permití que me hiciera unos
chupetones y le hice uno a cambio. Malditos chupetones infantiles.
Naturalmente, como es mi suerte, me encuentro
inmediatamente con mi padre, que tendría ya que haberse ido hace
una hora.
Parece completamente fuera de sí, como si nunca lo hubiera
visto antes. Está a punto de pasarme por encima porque le estoy
bloqueando el paso cuando se da cuenta de que soy yo y se para en
seco.
—¿Has visto a tu madre? —suelta y yo me sobresalto
automáticamente.
—¡Um, no! Sería extraño que la hubiera visto en la última hora.
Durante un rato, me examina con los ojos entrecerrados, que de
repente se ensanchan.
—¿Quién está dentro de esa habitación, Mason? —Casi parece
ansioso. Nunca había visto a mi padre así. Podría volverse loco sin
mamá.
—¡Claire! ¿Por qué? ¿Qué pensabas? —pregunto inocente y 109
honestamente, un poco confundido.
—Bueno, nada bueno, eso seguro. Eres mi maldita sangre.
—Oh, eso es lo más bonito que he oído hoy —digo, y entonces,
de la nada, mamá pasa a nuestro lado con sus zapatos altos y la tía
Penny. Se están riendo.
Miro a mi padre.
Él mira a mi madre.
Mi madre no se da cuenta de la inminente calamidad.
—Olivia —ladra a través de la habitación tan inesperadamente
que me sobresalto de nuevo. Mi madre se da la vuelta tan rápido que
me mareo y mira a mi padre.
Él levanta una ceja y ella se acerca rápidamente. La tía Penny
se queda quieta, creo que ni papá ni yo le caemos bien. Es otra que
adora a Riley y es una auténtica feminista.
Cuando mamá está a su lado, papá la agarra del brazo, igual que
yo hago contigo, Emilia. No puedo evitar sentirme fascinado mientras
observo y reconozco ciertos paralelismos cuando tira de ella hacia él
y le sisea algo al oído.
Me molesta, Emilia.
Me alejo discretamente.
Vaya, esa mierda ha sido un poco enfermiza.

110
15

Mason

omo era de esperar, me miras inmediatamente cuando


vuelvo a entrar en el salón. ¿Cuánto tiempo llevas ahí de pie mirando 111
las escaleras, Emilia? ¿Fue durante una hora? Oh, lo siento mucho.
¿Te atreves a parecer enfadada, Emilia? ¿Por qué estás
enfadada ahora? Te estás tirando a Riley, te vas a casar con él y te
mudas con él a Nueva York, ¿y me miras enfadada? Eres una zorra,
Emilia. No puedo esperar a que estés en mi sótano para demostrarte
lo enojado que estoy.
Mi padre y mi madre parecen haber hecho las paces o él no la
habría ayudado a ponerse la gabardina, aunque, eso sí, con
movimientos bastante erráticos. Al acercarme, me parece oír algo así
como: Por eso deberías estar vigilada las veinticuatro horas del día,
Olivia. ¿Me entiendes ahora?
Mamá parece culpable, pero también un poco divertida. Sé que
le encanta que papá pierda el control de una situación, sobre todo
cuando se trata de ella. Es entonces cuando entra en pánico, como
antes.
Ahora mi padre parece satisfecho mientras paso a su lado y
salgo del ático sin dirigirle otra mirada.
Estoy seguro de que en este momento eres un desastre por
dentro. Puedes esperar a que Claire te cuente lo bueno que fue el sexo
entre nosotros, al fin y al cabo, necesita que la tranquilicen.
Ese es tu castigo por decirme que no, cariño.

Emilia
112
laire se sienta frente a mí con la cara embadurnada de
maquillaje. Está sudada y tiene el cabello pegado a la sien. Tiene ese
aspecto por tu culpa. Lo sé muy bien, Mason.
Ahora mismo te odio.
—Y entonces... hizo esa cosa con sus dedos... —Aún le falta el
aire, aunque han pasado 30 minutos desde que salió de mi habitación.
La mayoría de los invitados se han ido y estamos sentadas en la cocina
bebiendo un trago tras otro. Me uní sólo para poder estar
escuchándola. Dios, sé exactamente lo que hiciste con tus dedos, pero
no puedo decirlo. Tampoco puedo decir que estás fuera de los límites
porque eres mío... o al revés... oh, da igual. No puedo decírselo a
nadie.
—¡Sinceramente, tiene un pene enorme! —dice—. ¿Riley
también está bien dotado? Quiero decir, son hermanos.
—¿Cómo voy a saberlo? —Estoy tan molesta, Mason.
Es obvio por qué lo hiciste.
Y, sí, lo lograste. Aunque no hay razón para ello, siento que
estoy a punto de explotar de celos. No tengo ni idea de qué me impide
echarla, pero entonces tendría que dar explicaciones y eso levantaría
sospechas.
—¿Alguna posibilidad de que sepas su número de teléfono?
—pregunta de repente como si hubiera tenido una epifanía, que
probablemente le has dado tú, Mason. Follas como un dios, ese es el
problema.
—¡No lo sé! ¿Por qué iba a hacerlo? —Me bebo otro trago. Todo 113
me da vueltas.
—Bueno, considerando que pronto será tu cuñado, ya sabes,
familia y todo eso...
—¡Lo odio! —Miento y bebo otro trago. Ella se une a mí.
—¿Por qué?
—Simplemente porque es un despiadado, egoísta, arrogante...
—¿De quién estás hablando, nena? —Salto al oír a Riley detrás
de mí, como si estuviera hablando de sexo contigo, no con Claire.
—De tu hermano —dice Claire soñadoramente. Si esto fuera un
manga, sus ojos serían corazones. Riley y yo hacemos un sonido de
disgusto.
—En verdad te lo hizo en mi fiesta de compromiso...
—¡En tu cama! —dice Claire francamente.
— ¡Dios mío! —Riley se indigna—. No me lo puedo creer, es
un idiota sin escrúpulos. —Sí, Mason, ese eres tú, un idiota sin
escrúpulos. Por suerte, estoy mareada y no puedo pensar con claridad
en lo asqueroso que eres.
Por suerte, poco después, Claire se despide. Ya no puedo ser su
amiga, no es broma. Riley lleva a un amigo a casa porque no le gusta
que la gente se quede a dormir. Estoy borracha, Mason, no puedo con
el alcohol, pero eso ya lo sabes. En ese entonces, estaba igual de
borracha y no podía hacerme responsable. Te aprovechaste de mí y
destruiste mi vida. Típico del bastardo que eres.
Tropiezo con el dormitorio y me paro en la puerta. Las sábanas
están hechas un desastre y hay una almohada en el suelo. Creo que
aún puedo olerte y una pizca de hierba, sudor y sexo. Camino hacia
la cama como hipnotizada. Podría tumbarme en ella contigo todas las 114
noches. Te quitaste el condón y te corriste sobre mi manta porque
querías que lo supiera, pequeño parásito.
De repente, no puedo soportarlo más.
Tengo que salir de aquí.
Me siento como en una pesadilla.
16

Mason

e siento de espaldas a la barra, con los codos apoyados


en ella, una cerveza en la mano, y observo a la multitud de gente falsa. 115
Odio a la gente. Al igual que mis padres. Solo a Riley le gusta
socializar. Yo prefiero pasar el rato con perros y contigo, Emilia. No
te considero humana, eres una perra, mi perra. Como Missy, te he
entrenado, aunque no eres tan leal como ambos sabemos.
Estoy muy enojado, Emilia.
Y no hay nada que puedas hacer al respecto.
Normalmente, puedo controlarlo durante unas horas, después
del sexo o de una pelea. Después de la fiesta de compromiso, todavía
estaba tan encendido que fui a una pelea. Me gané dos puñetazos
porque no estaba concentrado y estaba demasiado drogado. Una vez
más. Apenas recuerdo cómo se sintió tu amiga Claire y en qué
posición lo hicimos. Pero entonces no recuerdo a la mayoría de las
mujeres porque he tenido demasiados encuentros sexuales. Así que
puedes olvidarte de una o dos, pero en lo que a ti respecta, yo me
acuerdo de todas y cada una de las veces. Es increíble cómo una vez
puede cambiarlo todo…
Te deseo, Emilia. Te tuve una vez y debo tenerte de nuevo. Tengo
que conseguir que venzas tu mala conciencia porque me has estado
evitando desde que lo hicimos la primera vez en el cementerio bajo
la maldita lluvia. Eso fue hace dos meses. No importa cuánto sexo
tenga, nunca estoy satisfecho. Dejaste claro que fue simplemente un
desliz, un error. Pero no soy un error, Emilia, ¿cuántas veces debo
decírtelo? Sí, lo sé, quieres a Riley porque es muy bueno contigo, bla
bla. Déjame mostrarte lo bueno que puedo ser contigo.
Podría azotarte el culo hasta que hayas olvidado cómo se
escribe la palabra bueno.
Es sábado, nuestros padres no están –una vez más– y he
organizado una pequeña fiesta en casa. Por supuesto, he informado
a mi padre para que la enfermiza y sexy tía Amber no venga sin 116
invitación y eche a todo el mundo. Está tan buena cuando está en su
elemento. Aunque en realidad, siempre está buena.
Estoy aquí tumbado mientras una zorra se ocupa de mi polla.
Hace un buen trabajo chupándomela, pero me aburre, así que navego
por los canales de la televisión. Nadie puede entrar en mi sótano,
haya fiesta o no. Aquí abajo es mi zona privada de follar, arriba, se
les permite ensuciar y vomitar. También estás aquí, Emilia, sin Riley
ya que él y nuestros padres están de viaje de negocios el fin de
semana. ¿Qué haces aquí, cariño?
¿Quizás te está costando dejarme ir después de todo? Cuanto
más tiempo pase sin que aparezca arriba con los parásitos, más
tiempo me buscarás, ¿verdad? Me doy cuenta. Lo presiento.
Ahora te tropiezas en mi sótano, totalmente desubicada. Debe
ser el destino, Emilia.
—¡Mierda! —gritas y sucumbes al hipo. Eres linda cuando
estás borracha, nena. ¿Alguien te lo ha dicho alguna vez?
La zorra que me chupa la polla intenta ver quién nos molesta,
la vuelvo a empujar y te fijas en nosotros.
—¡Dios mío! —Tus ojos se abren de par en par y esa chispa
descarada destella en tus ojos cuando dices—: Oh, lo siento mucho,
Mason, no tenía ni idea de que estabas aquí abajo.
¿En serio, en mi sótano, Emilia? Hasta mi abuela podría
inventar una mentira mejor.
—¡Supongo que me iré! —murmuras incoherentemente, pero te
las arreglas para no tropezar con nada.
—¡Oh, cariño, puedes quedarte! —digo perezosamente y
masajeo la cabeza de la chica. Lleva demasiada laca en el cabello y
mis dedos casi se pegan a ella, arruinando todo el efecto.
117
Emilia, siempre has sido buena. De mala gana, te acercas a mi
sofá y te sientas como una maldita estudiante modelo.
—Me vendría bien descansar un poco —murmuras. Eres muy
divertida, Emilia, es obvio que quieres ver cómo la zorra me la chupa.
Te miro directamente a los ojos mientras me corro en su boca. Tragas
saliva y cambias de peso, para deslizarte inquieta en el asiento
mientras empujo a la otra fuera de mí con un ¡Piérdete!
Emilia, no tengo ni idea de por qué las mujeres de hoy en día
se respetan tan poco a sí mismas que aguantan que las echen
groseramente después de hacer una mamada. Y mientras lo aguanten,
lo explotaré. Siempre se culpa al hombre cuando una mujer se siente
maltratada, pero nadie habla nunca de que las mujeres toleren el mal
trato. Sí que odio a las feministas, Emilia.
La zorra se va y ahora sólo quedamos nosotros. Te hago señas
con el dedo índice para que subas a la cama y te mueves como
arrastrada por un hilo invisible. Aparto mi polla porque es lo que
deseas, Emilia, no puedes engañarme. Es la razón por la que estás
aquí. Tropezar aquí borracha no es más que una excusa. Te sientas a
mi lado y te apoyas en el cabecero mientras yo enciendo uno de mis
porros ya preparado y le doy una calada. Yo me apoyo en un codo y
te miro con la cabeza ladeada.
—Quiero follarte otra vez, Emilia —digo tan rotundo como azul
es el cielo. Cierras los ojos y te muerdes el labio. Sientes mi pulgar
apartando las gotas de lluvia, igual que sientes mi polla empujando
dentro de ti como ningún otro. Intentas decir algo y te cierro la boca
llevándote el porro a los labios. Tus ojos se abren de par en par y le
das una calada. A continuación, te entra un ataque de tos que parece
durar veinte minutos, pero no pasa nada, Emilia, la segunda calada
será mejor. 118
Abro una lata de cerveza y te la doy para que te alivies la
garganta. No falta mucho y volverás a ser tú misma, Emilia, me
aseguraré de ello.
—¡Dios mío, raspa mucho en la garganta! —balbuceas y toses.
De nuevo, aprieto el porro entre tus labios.
—¡Dale una calada!
Obedeces. Esta vez, me siento y rozo tus labios con el humo que
sale de ellos. Lo inhalo profundamente. Ahora, doy una larga calada
y exhalo el humo en tu boca.
Nos miramos fijamente mientras retienes el humo.
Me doy cuenta de que podría tenerte ahora mismo.
Entonces vuelvo a besarte, lenta y sensualmente, mientras mi
mano se desliza por debajo de tu top hasta llegar a tus pechos, nena.
Gimes mientras te agarro uno con fuerza.
Lo deseas.
Me lo estás suplicando literalmente sin decir una palabra, qué
suerte tienes de que esté de humor para dar, Emilia. Entonces tomaré
de ti lo que necesito. Tiro bruscamente del top por la cabeza y te digo:
—¡Quédate!
Ahora, estás tan fuera de ti, que ni siquiera te das cuenta de que
coloco mi móvil en la cómoda frente a la cama y pulso GRABAR.
Cómo me gustan los artilugios de hoy en día, Emilia.
Sonrío diabólicamente mientras me doy la vuelta y me acerco
despreocupadamente a ti. 119
Soy tu perdición, nena, y no puedes detenerme.

Sí, he sido una mala influencia para ti, Emilia.


Te he entrenado para que des rienda suelta a la zorra que llevas
dentro. Nunca encontrarás a alguien que pueda manejarte tan bien.
Valió la pena.
Estoy borracho y mi cara vuelve a palpitar. Aquí apesta a sudor
y a bebida derramada. En realidad, buscaba a alguien que me
distrajera porque mi pelea fue un fracaso y Claire tampoco me dejo
satisfecho. Siento vibrar mi móvil en el bolsillo trasero. Eres tú,
llamando desde tu nuevo número, que me enviaste en cuanto se activó
tu nuevo teléfono. Emilia, estás buscando contacto.
No es que haya guardado tu número como hice con todos los
demás. No tienes un apellido como Jennifer Doggy, Gemma Blowjob,
Standing Janett o Lauren Assfuck. El tuyo simplemente dice Emilia.
Y la tuya es la única a la que asigné una foto, una de ti atada en
mi cama con mi esperma aún sobre ti.
No te preocupes, Emilia, nadie la verá nunca. Mi móvil es lo
único que realmente cuido como es debido y nunca lo dejo sin
supervisión. Estoy considerando no contestar, pero mi curiosidad es
más fuerte. Son las cuatro de la mañana, nuestra hora. Normalmente, 120
a estas horas, ya estás debajo de mí gritando o a horcajadas
suplicándome o colgada atada de mi techo. Suplicas y gimoteas,
incluso con mi polla en tu boca, mientras te corres repetidamente.
Bueno, me dijiste que no durante una semana, yo no tuve nada
que ver.
—¿Qué? —respondo en cuanto estoy fuera. Un tranvía retumba
y ahoga tus palabras, que suenan de todo menos sobrias. Eso me
molesta, Emilia. Articúlate correctamente.
—Estoy aquí tumbada, Mason, pensando en ti —me dices, con
voz de niña. Otra vez, Emilia.
—¿Dónde estás exactamente tumbada y pensando en mí?
—pregunto, molesto porque vuelves a frustrar mis planes.
—¡Pues aquí! —dices. Me froto la frente, eres tan agotadora,
Emilia. A cualquier otra ya la habría mandado al infierno.
—¿Dónde es aquí, Emilia? —pregunto con dureza y en voz alta.
La pareja con la que me cruzo para llegar a mi auto se estremece.
—En la antigua estación de tren, Mason. ¿Dónde si no? Es
bastante normal... —Genial, Emilia, llevas un vestido negro, estás
borracha como una cuba y pasas el rato en una estación de tren donde
los yonquis y los violadores hacen sus travesuras por la noche. ¿No
es genial? Tenías que ir ahí ahora.
—¿Has perdido la cabeza? —suelto y siento que me pongo
furioso—. ¿Quieres morir? ¿Qué te violen? ¿Acabar con una aguja en
el brazo? ¿Qué quieres? ¿Qué buscas? —Ya estoy conduciendo,
demasiado rápido.
—Quiero que seas amable conmigo y dejes de follarte a mis 121
amigas. —Oh, si no estuviera tan enfadado me partiría de risa.
—¡Sé realista! —gruño mientras vuelo en la última curva—.
Quédate al teléfono hasta que llegue. ¿Entendido?
—¿Estás preocupado por mí? —Puedo ver que estás sonriendo,
Emilia. Estás fuera de control.
—Si algo te pasa, ¿quién será mi pequeña perra para abusar de
mi ella?
—¡Eres un imbécil!
—Déjalo ya, Emilia. Riley estaría devastado, tal vez incluso se
haría daño. Por cierto, podría hacerlo si se entera de lo nuestro.
¡Nunca olvides eso!
—¡Por eso me voy a Nueva York! —exclamas. Voy a romper a
alguien o algo si oigo el nombre de esa ciudad una vez más; quizá
seas tú, si tienes mala suerte.
Me detengo en seco y ocupo tres plazas de aparcamiento. Salgo
y te busco frenéticamente, pero no te veo.
—¿Dónde estás? —Suelto un chasquido y te oigo reírte a cierta
distancia.
Oh, Dios, Emilia, ¡o yo seré tu muerte o tú serás la mía!
Iluminada por la brillante luz de la luna, yaces de espaldas en
el centro de las vías muertas. Tienes una botella de vodka en la mano,
contemplando el cielo nocturno estrellado. El vodka hace que se te
caigan las bragas más rápido de lo que chasqueo los dedos, Emilia, lo
sé muy bien.
Me coloco sobre ti con las manos en las caderas y te miro
122
fijamente. Estás radiante como un maldito rayo de sol. ¿Por qué,
Emilia?
—Holaaaaa —te ríes y me meneas la punta de los dedos.
—¡Levántate!
—No puedo, es demasiado difícil.
—Te enseñaré lo que es difícil. Ahora mueve el culo y levántate.
—¡Ven conmigo! Acuéstate a mi lado y mira lo hermoso que es
el cielo, Mason.
Estoy tan molesto, Emilia, y tú actúas como si no te importara
una mierda.
Necesito fumar.
Gimo mientras me siento con las piernas cruzadas en el suelo
detrás de tu cabeza. Te retuerces un poco y te acomodas en mi puto
regazo.
¿Qué te pasa, Emilia?
¿Soy un sofá, Emilia?
Enciendo un cigarrillo y exhalo hacia el cielo tan hermoso. Tú
miras hacia arriba.
—Cuando era pequeña y el mundo parecía entero, solía contar
estrellas con mi abuela.
Oh, no, Emilia, lo peor está a punto de suceder, ahora tendré
que escuchar la historia de tu vida.
Te relevo del vodka y le doy un gran trago. No me gustan estas
cosas de mujeres. No me interesa lo que hiciste con tu abuela, en tu 123
infancia, ni quién fue tu primera vez.
Todo lo que importa es que te estoy follando ahora.
—Mi abuela era la mejor persona que he conocido, su muerte
me devastó, como te sentiste tú cuando falleció tu abuela. Era la única
en la que podía confiar. Sus mejillas siempre estaban sonrojadas como
si estuvieran ligeramente quemadas por el sol, su cabello blanco y
rizado era tan fino como el de un bebé. Ella siempre estaba ahí para
mí, ¿sabes, Mason? Siempre me decía que buscara un hombre que me
tratara bien.
Levanto una ceja.
—Bueno, probablemente ese tren ya haya salido de la estación
—digo con sarcasmo. Suspiras, molesta. ¿Me estás pidiendo unos
azotes? Eso tendrá que esperar hasta que estés lo suficientemente
sobria para sentirlo como es debido.
—Con la abuela, perdí a la única persona con la que me sentía
cómoda. Sólo tenía seis años. Después de eso, de alguna manera, todo
fue cuesta abajo. Mi mejor amiga Bridget y su maravillosa madre eran
las únicas personas que me daban ganas de seguir.
—¿Por qué fue cuesta abajo, Emilia? ¿Te prohibieron ver La
Bella Durmiente, la Cenicienta o lo que fuera? —Ahora haces
contacto visual, Emilia. Tu mirada es diferente. Nunca te había visto
así. Ni siquiera cuando te torturé de la peor manera. Incluso cuando
te hice daño de verdad, nunca me miraste como una niña pequeña a
punto de derrumbarse en cualquier momento.
Dios mío, ¿qué pasa con esta mierda?
—En su mayor parte, era simpático, pero había veces que no...
—dices impasible... como si estuvieras en otro planeta.
—¿Quién? —pregunto. 124
—Mi padre, Mason... siempre fue mi padre. —No quiero que
me cuentes más. Ya siento ligeras náuseas. No me digas nada más,
Emilia. Sin embargo, me abstengo de decir algo y me limito a seguir
mirándote. Independientemente de lo que pueda salir de mi boca, sé
que no será nada agradable. Así que, para variar, mantengo la boca
cerrada.
De repente me doy cuenta de que tengo los dedos en tu cuello,
Emilia. ¿Qué coño pasa? ¿Cuánto tiempo llevo acariciándote ahí?
No podría parar, aunque quisiera, que quiero, créeme.
—Estaba borracho. De hecho, ¡odio el alcohol! —Me arrancas
la botella de la mano y le das un trago—. Los borrachos son
impredecibles, Mason. Hacen cosas asquerosas, malas y terribles que
pueden destruir para siempre el alma de un niño. —Mi padre me dijo
lo mismo varias veces, Emilia. Mirándote ahora, sé de lo que hablaba.
Me gustaría mucho ponerle las manos encima a tu padre, Emilia—.
Me visitaba por la noche en mi habitación. Se lo dije a mamá, pero
naturalmente, no me creyó.
Estaba pensando que no importaba quién hubiera sido tu
primera vez, Emilia, pero ahora es un asunto totalmente distinto.
—¿Lo sabe Riley? —pregunto y vuelvo a rozar tu cuello con las
yemas de los dedos. Puedo sentir literalmente la tensión que te
abandona. No habría creído que pudiera tener este efecto en ti. Estás
tan destrozada, Emilia.
—Nadie lo sabe, Mason. ¿Te jactas de tu infancia rota? Sé que
debes haber tenido una, puedo verlo en tus ojos.
—Nada que ver con lo que tú viviste —digo. Tus enormes y
hermosos ojos me miran interrogantes.
—¿Te pegó alguna vez tu padre como lo hacía el mío sólo
125
porque yo decía algo malo? ¿Tu madre siempre miraba para otro lado
cuando tu padre te tocaba el culo? —Emilia, voy a perder los nervios.
En serio. ¡Debes parar! Pero, por supuesto, no lo harás. Parece que
tienes que sacarlo todo a la luz o podría comerte—. No es realmente
sorprendente que me encontrara contigo, Mason.
Me tenso, Emilia. ¿Qué estás sugiriendo?
¿Que soy como él?
—En realidad... —empiezas a explicar y levantas las cejas—.
No importa lo que digan los psicólogos, sé que es culpa mía, siempre.
Me tapé los pechos cuando me crecieron y llevaba pantalones y
camisas de manga larga en verano. Nada de eso sirvió de nada. Te
hacen sentir así cuando te castigan y sé que uno suele ir por lo que le
es familiar. Eres un imbécil, Mason Rush. En realidad, te odio. —Yo
también te odio, Emilia, por contarme esta mierda en vez de mantener
la boca cerrada. Tomo otro trago mientras continúas—. Siempre
buscas lo que te es familiar, Mason. ¿Por qué te interesas por mí? ¿Ha
tenido que pasar algo? ¿Soy como tu madre? —Te mueves y te sientas
con las piernas cruzadas en medio de las vías frente a mí, la luna nos
ilumina, y entonces me quitas la botella de la mano. Das un largo trago
mientras yo te observo durante unas cuantas respiraciones.
—No te pareces en nada a mi madre, Emilia. Mi madre es una
mujer fuerte. Mi madre es una leona. Defiende y lucha por lo que ama.
El problema es mi hermano. —Te atravieso con la mirada—. Siempre
fue el centro de atención. Le dejaban salirse con la suya en todo,
aunque nunca fue un verdadero alborotador, más bien el hijo perfecto
al que trataban con guantes de seda debido a su prótesis. Bueno,
regularmente enloquecía y hacía que mis padres envejecieran
prematuramente. Me siento roto. Me drogo, bebo, follo y hago lo que
me da la gana, todo eso ya lo sabes, Emilia.
126
Inclinas la cabeza para que tu cabello llegue a tocarte el muslo
por un lado.
—¿Y qué hay de tu padre? —Pongo los ojos en blanco y
resoplo—. Ves, sabía que tenías esqueletos en el armario —prosigues.
Esta conversación no es saludable para los dos. Todo eso...
—Mi padre es quien es, Emilia. Solía castigarme mucho cuando
no podía soportarlo, como encerrarme en el sótano cuando estaba en
uno de mis estados de ánimo y suponía un peligro para mí y mi
entorno. Como cuando quería quemar nuestra casa porque estaba muy
enfadado con el mundo entero.
Te deslizas más cerca y tus rodillas tocan las mías.
—Siempre estás enfadado, ¿verdad?
—No cuando estoy dentro de ti —exclamo sin pensar.
Mierda.
Odio verte mirándome con lástima. Levantas la mano para
acariciarme la mejilla, pero antes de que hagas contacto, te alcanzo la
muñeca y te lanzo una mirada de advertencia.
—No, Emilia. —Te empujo la muñeca hacia abajo y tus ojos me
siguen. Tus mejillas enrojecen. Parece que te estás cuestionando tus
actos. Bueno, ya somos dos.
—Soy adicta a ti, Mason —dices sin ton ni son mientras me
diriges una expresión inexpresiva y resignada—. No eres bueno para
mí.
Y tú eres lo mejor que me ha pasado nunca, pienso mientras
miro tus hermosos y carnosos labios. No soporto saber que los labios
de Riley los tocan cada día. Continúo mirando tus grandes ojos donde
aún veo confianza a pesar de todo lo que te he hecho. Cariño, no 127
confíes en mí. Te destruiré junto conmigo, es mi naturaleza. Y la tuya
está pidiendo ser destruida.
Si esto fuera una película, podrías hacerte a la idea de que
estamos hechos el uno para el otro, pero no es así, porque estás con
él. Y planeas irte, mientras que yo me quedaré. Eso sí que me jode,
Emilia.

Te llevo al hombro, Emilia, porque ya no puedes andar. Llevas


un vestido y mi mano está justo debajo de tu culo. Te ríes, Emilia,
mientras me agarras el culo. Esta vez lo dejo pasar, como tantas otras
cosas esta noche, Emilia. Te bajo de mi hombro y te tiro al asiento
trasero de mi auto. Me inclino, te agarro de la barbilla y gruño:
—Si vomitas en mi auto, te mato.
—¿Por qué siempre quieres matarme? —murmuras. Sacudo la
cabeza, te suelto, me pongo al volante y arranco el motor.
Durante todo el trayecto has estado luchando por contener el
contenido de tu estómago, Emilia. Me tienes tanto miedo que te
atragantas con tu propio vómito.
Te llevo a mi casa porque no creo que sea prudente dejarte en
casa de mi hermano en estas condiciones. Puede que ya te esté
buscando por toda la ciudad. La idea de que llame a todos tus amigos,
que no tienen ni idea de tu paradero, me hace sonreír.
Missy está encantada mientras te arrastro al interior de mi
apartamento en el sótano. Podría tener la impresión de que estás
128
muerta y que ahora me tiene para ella sola. Sin embargo, en cuanto te
tiro en la cama, te levantas de un salto llevándote la mano a la boca y
corres al cuarto de baño. Enciendo un cigarrillo, suspiro y te sigo.
Caray, Emilia, normalmente no quiero que se acabe, pero esto no
puede terminar lo bastante rápido. Me apoyo en la pared a tu lado, te
agarro el cabello y dejo que vomites mientras disfruto de mi cigarro.
Es bastante asqueroso, los sonidos que haces me recuerdan a los de
un cerdo, Emilia. Ahora mismo, tu atractivo es escaso. Te ahogas y
sollozas, todo ese vómito duele, dándome una idea de qué hacer
contigo. Por costumbre, tiro un poco demasiado fuerte de tu cabello.
—¡Mason! —chillas y rápidamente aflojo para que no te pierdas
el baño. El vodka sale disparado de ti como una fuente. Eres tan
asquerosa, Emilia. A cualquier otra mujer la habría echado a la calle,
pero a ti no puedo hacerte eso.
No soporto cuando las mujeres lloran o vomitan, Emilia. Ahora
mismo, estás haciendo ambas cosas.
—¡Oh, Dios! —gimes en cuanto terminas.
Me enfurezco rápidamente.
—¡Enjuágate la boca! —Te ordeno. Sigo sujetándote el cabello
y te empujo hacia el lavabo. Obedeces sin rechistar, probablemente
asqueada. Te guío por el cabello desde el baño hasta la cama.
Lo único que te quito son los zapatos y el vestido. Como estás
en mi cama, también puedo darte un pequeño capricho.
Me agarras del brazo en un intento de rodearte con él, pero me
aparto de un tirón.
—¡Duérmete ya! ¡Emilia!
129
—¡Eres un imbécil, Mason! —murmuras, te agarras a mi
almohada e inmediatamente te quedas dormida. De vez en cuando
roncas, Emilia, así que decido que esta noche la cama es tuya. Pongo
un cubo en el suelo junto a la cama y subo con Missy pisándome los
talones para encontrar a mis padres desmayados en el sofá. Es mucho
más grande y cómodo que el mío.
Me tumbo y miro al techo. La cabeza de Missy está sobre mi
barriga y la acaricio distraídamente, sin dejar de pensar en otra cosa
que en cómo me has mirado antes.
17

Mason

e arranca de un sueño profundo algo duro que golpea


mi cara a intervalos regulares. Entonces oigo la encantadora voz de 130
mi padre gritando:
—¡Levántate! ¡Maldito pedazo de mierda! ¿Qué haces en mi
sofá?
—¡No estoy en tú sofá, estoy en el infierno! —gimo mientras
abro lentamente un ojo. Entonces una de las piedras decorativas que
lanza me golpea justo encima de la nariz—. ¡Basta, papá!
—Estás tumbado en mi sofá con los zapatos puestos, Mason
—afirma desganado.
Dios, me arden los ojos. Aún no me he despertado del todo,
tengo baba en una mejilla y me siento como si hubiera dormido cinco
minutos como mucho. Mi padre es conocido por lanzar cosas. Cuando
creía que tardaba en reaccionar o que no me había terminado el plato,
me tiraba cosas. Podían ser bolas de papel, piedrecitas, palomitas,
patatas fritas, almohadas o clips. Mamá siempre se enfadaba porque
era ella la que tenía que limpiar el desastre, no porque él pudiera
hacerme daño o porque fuera indigno. De verdad. Mi padre es como
un sargento instructor. Le encantaría hacernos desfilar. Le encanta esa
mierda de la disciplina.
—¡Hola! —me grita—. ¿Qué haces aquí y por qué me miras así?
—Por alguna razón, siento que mi padre ya sabe por qué estoy aquí,
después de todo, suele saberlo todo. Es un obseso del control.
—Papá, déjame en paz. Me duele la cabeza. —Vuelvo a gemir,
me doy la vuelta y estoy a punto de ponerme cómodo en los cojines
cuando mi padre me arranca uno de los zapatos y me lo lanza a la
cabeza.
—¡Levántate! ¡Es sábado, tu madre está preparando el
desayuno! Bájate de mi sofá.
Vuelvo a gemir mientras me enderezo y me agarro la frente 131
palpitante. No sólo estoy cansado, también tengo resaca. Quizá
también un poco drogado.
Son las ocho o así. ¿Por qué los viejos siempre se levantan tan
temprano, incluso los fines de semana? Dios, odio a la gente.
—Ooh, Mason mi amor, ¡aquí estás! —Mi madre se acerca, se
inclina sobre el sofá y me besa en la cabeza—. Estoy haciendo bacón,
la mesa ya está puesta. Riley llegará en cualquier momento —dice
contenta.
—¿Por qué viene otra vez? —pregunto con dureza, apartando
los dedos de mi madre que me acarician el cabello. Su amor puede ser
tan abrumador que casi te ahoga. Me levanto, acaricio a Missy y
vuelvo a ponerme el otro zapato, aunque preferiría tirárselo a la
cabeza a mi padre, que está sentado en la mesa del comedor con una
tableta, una vez más. Siempre está con eso, como si fuera adicto, y a
su edad. Paso a su lado arrastrando los pies y entro en el baño. Todavía
estoy haciendo mis necesidades cuando escucho al meón.
—¿Dónde está? —pregunta en un tono que espero que no utilice
conmigo y salgo.
—¿Te refieres a mí? Estoy aquí mismo, ¿qué pasa? —pregunto
somnoliento, cuando me agarra bruscamente por el cuello y me
empuja contra la pared, Emilia. Me empuja contra la pared y mi padre
se lo permite, ¿Emilia? No interfiere, solo se sienta a mirar su tableta.
Molesto.
—¿Dónde está? —gruñe.
—Uh, ¿Missy? —le pregunto—. En la cocina, creo.
—¿Y ahora qué pasa? —pregunta mamá, molesta—. ¡Y yo que
pensaba que íbamos a desayunar el sábado por la mañana como una
familia normal!
132
—Siéntate, Olivia —dice papá sin mirarla. Ella pone los ojos en
blanco y se sienta de lado en su regazo.
—¡Vete a la mierda, Mason! —Riley me suelta y baja corriendo
al sótano.
—¡Papá! —digo, buscando ayuda.
—¿Sí? —responde sin siquiera mirarme.
Sigo demasiado distraído con Riley.
Mierda.
Estamos de mierda hasta el cuello, Emilia.
Tú estás en un buen lío.
He dejado la puerta abierta y Riley ya está dentro. Espero a que
empiecen los gritos. Espero en vano. Para cuando entro, puedo decir
con una mirada que te has ido. Estoy aliviado, Emilia. Estoy tan
aliviado que de hecho me río.
—¿A quién exactamente esperabas encontrar aquí, hermano?
—Le paso un brazo por el hombro, saboreando lo estúpido que debe
de sentirse.
Me aparta la mano y se gira hacia mí.
—Si descubro que hay algo entre ustedes, te mataré, Mason. Te
juro que lo haré. —Sube las escaleras.
Sonrío y, por primera vez, no estoy enfadado contigo, Emilia.
Me has dejado un recuerdo, parte de él asoma por debajo de la
almohada.
Lo saco y mi sonrisa se convierte en una gran mueca mientras
133
sostengo tus bragas en la mano.

Hoy es un día de pereza, Emilia. No quiero ver a nadie, ni


siquiera a ti. Lo que pasó el viernes por la noche fue... demasiado
extraño. Además, no te he follado en más de una semana. Eso es aún
más raro. Me tumbo en el sofá con un porro sin encender colgando de
la comisura de los labios porque ya estoy demasiado drogado y
aburrido, jugando al GTA.
Emilia, mi vida no es fácil.
Mamá me llama arriba para cenar, bueno, más bien me grita. Su
voz suena agresiva porque sabe que finjo no haberla oído. Los brillos
alrededor de mis ojos ahora son sólo amarillos. Ninguno de ustedes,
cabrones, se molestó siquiera en preguntar si todo iba bien. Pero ya
saben que conmigo nunca lo está.
Como tengo hambre, tiro el mando y el porro a un lado y muevo
mi lujoso culo escaleras arriba con Missy siguiéndome. Ha estado
tumbada con la cabeza en mi regazo todo el rato.
Papá ha traído su tableta a la mesa, tan típico. La vista me
traumatiza, Emilia. ¿A quién ha estado acechando todo este tiempo?
Me dejo caer pesadamente en mi asiento llevando solo
calzoncillos, aunque ya son las cuatro de la tarde. Bebo un sorbo del
vaso de cola que me ha servido mamá. Realmente tengo una gran
vida. Incluso me da un beso en la cabeza y me acaricia el cabello,
Emilia. 134
—Apestas a drogas, Mason, ve a ducharte.
—Ahora mismo, estoy hambriento. —Echo la cabeza hacia atrás
para que su mano caiga y me abalanzo sobre la cazuela que me ha
puesto delante.
—Dios, ¿estoy viviendo en un zoo o qué? —pregunta mi padre
molesto sin mirarme y yo como un poco más despacio, algo. No estoy
de humor para escuchar un sermón sobre modales en la mesa. Lo
único que tengo en la cabeza es que dentro de dos semanas cumplo
veinticuatro años. Me voy de fiesta como si no hubiera mañana.
Estoy molesto, Emilia.
—¿Ya llegaron? —pregunta mamá como si papá lo supiera
todo.
—Hace dos horas —responde él y empieza a comer. Ahora
mamá toma asiento en la mesa y acaricia brevemente a Missy, que se
sienta a mi lado, esperando que le caiga algo bueno en la boca.
Siempre se me cae algo sin querer, aunque mi padre no lo soporta.
Desinteresado, sigo preguntando:
—¿De quién están hablando?
Papá lanza a mamá una mirada que dice ¡cállate! Sin embargo,
mamá no sería mamá si mantuviera la boca cerrada.
—Riley y Emilia han ido a Nueva York a firmar el contrato de
alquiler —responde alegremente. Mi tenedor se detiene en el aire y
mi mirada se dispara hacia ella.
—¿Qué? —pregunto atónito. A mi lado, mi padre se pone rígido
y guarda los cubiertos. 135
—Bueno, se mudan dentro de dos meses y necesitan ocuparse
de algunas cosas antes, como conseguir un lugar donde Emilia pueda
terminar sus estudios... —¿Terminar sus estudios—. Registrarse en el
nuevo trabajo de tu hermano y, por supuesto, el apartamento, oh,
Dios, es tan hermoso. Justo en Central Park, con vistas al lago. Me
encanta Nueva York —dice mamá. Tengo ganas de vomitar.
¿De verdad no consideraste necesario informarme de esto,
Emilia?
Estoy muy molesto.
Empujo bruscamente la silla hacia atrás y desaparezco sin decir
palabra.
—Oye, ¿a dónde vas, Mason? —me llama mamá.
—¡He perdido el apetito! —le grito y oigo los pasos de mi padre
detrás de mí. Genial, es todo lo que necesito. ¿Por qué no me deja en
paz?
—¡Estoy bien! —digo por encima del hombro—. No te
preocupes, no me asustaré. —Oh, Emilia, estoy tan cerca de incendiar
este lugar... entonces voy por ti.
Me agarra del hombro y me hace girar fuera de la puerta de mi
sótano.
—¡Déjala ya, Mason! —me sisea—. Me doy cuenta de que te
estás volviendo obsesivo. No puedes obligar a nadie a elegirte. Ella
está con tu hermano. Contrólate. —Mi corazón se acelera y siento que
le pego sólo para que él me devuelva el golpe.
Mi padre me mira directamente a los ojos.
—Ni se te ocurra. —Mierda—. ¡Déjalos en paz! —Me suelta y
136
vuelve a la cocina.

Estoy tan enfadado, Emilia, que te mando un mensaje mientras


me visto. No puedo evitarlo. Me pongo rápidamente unos vaqueros y
una camisa.
A continuación, te llamo pero me ignoras, Emilia. Eso es
inaceptable. Creí haberme dado a entender que nunca debías
ignorarme. Nunca jamás. Siempre debería poder localizarte. Si no, es
como una bofetada, Emilia. Vuelvo a llamar mientras me dirijo a mi
auto con el mismo resultado. Lo intento una y otra vez.
Grito ¡Mierda! mientras golpeo el volante, tiro el teléfono al
asiento del copiloto y lo aplasto. No puedo pensar con claridad. Eso
siempre me pasa cuando te tengo en mente.
Cuando hice aquella fiesta privada en tu dormitorio, tomé la
única llave que me quedaba. Mi hermano no fue imaginativo cuando
la escondió en el cajón de arriba.
Estoy a punto de poner un pie en el vestíbulo del rascacielos en
el que vives. El recepcionista está ocupado en su PC, quizá incluso
viendo porno. Me agacho y me arrastro junto al mostrador como un
delincuente de poca monta a punto de atracar una gasolinera. Estoy
muy enfadado, Emilia, pero luego no intento calmarme. Al fin y al
cabo, te mereces lo que está a punto de ocurrir.
137
Las puertas del ascensor se abren y entro en tu reino.
Todo es tan estéril y limpio.
Tu apartamento no tiene carácter, Emilia.
No hay cuencos decorativos con cosas triviales, ni pelos de
perro ni cojines de adorno como los que mamá extiende en el sofá de
casa. Ni migas en la mesa del comedor, ni manchas de tazas en la
encimera, ni polvo en los marcos de tus cuadros. Dios, qué asco dan
juntos. Una es de ustedes haciendo senderismo en el Gran Cañón,
Emilia, y otra es de ustedes como turistas en el Empire State Building.
Camino con los zapatos sucios por el pasillo y compruebo cada
foto. El bate de béisbol en mi mano me sienta bien. Hay una tuya en
un spa, Emilia. ¿Por qué necesitas ir a un spa, Emilia? Puedo
enseñarte mi spa.
Hay otra de ustedes dos esquiando en las montañas pareciendo
dos maricones. Luego hay una de ustedes frente a las pirámides de
Egipto. Mi hermano es un niño prodigio perfecto. Ni siquiera tiene
problema en ponerse pantalones cortos y mostrar su prótesis sucia
para que la gente simpatice y él pueda sentirse importante.
Lo odio, Emilia.
Por cierto, ¿cuándo colgaste esta foto de él proponiéndote
matrimonio, Emilia? ¿Y quién demonios la tomó?
Tal vez fue Claire o algún turista que contrató. Eres ridícula.
Aquí hay una foto de mi familia. Yo también estoy en ella,
Emilia. ¿Y qué, te haces mientras estás frente a ella? Cuando bajas
las escaleras y me ves, ¿recuerdas las noches que hemos pasado
juntos antes de tener que interpretar a la mujer perfecta para él?
Voy a matarlo, Emilia. Sé que así terminará algún día.
138
O a ti.
O a todos nosotros.
O a quienquiera que esté a tu lado.
Esto no puede acabar bien.
Golpeo el bate de béisbol repetidamente hasta que todos los
cuadros caen de la pared, rotos, incluido el marco, en el suelo. Eso se
sintió muy bien, Emilia. Sin embargo, sólo estoy empezando. Ahora
estoy destrozando tu televisor, esa bonita mesa de café de cristal, tu
cafetera de 2,000 dólares y cualquier otro electrodoméstico de cocina
que tengas a mano. Arranco a la fuerza los cajones de los armarios
para que se estrellen contra la pared de enfrente mientras su contenido
vuela por los aires. Doy patadas a tus sillas y agujereo las puertas de
los armarios de la cocina y los paneles de yeso. La cocina lleva así
siglos, Emilia. Cuando acabe, estará irreconocible. A continuación,
me dirijo directamente al dormitorio. Te equivocarías si pensaras que
ya he descargado la mayor parte de mi agresividad en la cocina,
aunque en cuanto veo tu cama, vuelvo a encenderme.
Aquí es donde dejas que te folle.
Lanzo los colchones y tiro el somier por la habitación para que
acabe apoyado en el armario. Tienes cajitas escondidas debajo de la
cama, Emilia, veamos qué hay en ellas. Levanto una y la abro.
Pequeña zorra.
No me habría creído que también eras una guarra con él. No sé
qué decir, supongo que estarías dando tus últimos suspiros si
estuvieras aquí.
Me encuentro con esposas y todo tipo de consoladores,
vibradores, incluso plugs anales, Emilia. Y yo que pensaba que era el 139
único que podía acceder a tu culo.
Lo único que dejo intacto y en perfecto estado son las dos cajas
de juguetes sexuales, que coloco sobre una cómoda que ahora no tiene
cajones.
Comprenderás el gesto.
No tengo ni idea de si me siento mejor o peor.

Estoy en el auto respirando agitadamente, con las manos en el


volante y la mirada fija al frente. El teléfono que tengo al lado
empieza a sonar.
Oh, ¿la princesa se siente agraciada y me devuelve la llamada?
—¡Te voy a matar, Emilia! —contesto.
—Vale, Mason, cálmate. Sabía que te lo tomarías mal, por eso
no te dije que me iba a Nueva York.
—Te voy a matar por dejar que te lo meta por el culo. —Cuelgo.
Ahora mismo no tengo ganas de hablar contigo ni de verte, Emilia, y
eso no ocurre a menudo. Normalmente, siempre quiero saber qué
estás haciendo, si estás con alguien, si estás enviando mensajes a
alguien o qué estás pensando. No en este momento.
Me dirijo a casa y hago unos cuantos rounds con mi saco de
boxeo hasta que el sudor recorre mis músculos bajo el sol del
atardecer.

140
18

Keaton

dio cuando el timbre suena después de las diez de la noche,


Olivia, sólo puede significar problemas. El día continuó demasiado
141
tranquilo, pues creí que el pequeño berrinche de Mason en la mesa era
una obertura de lo peor que estaba por venir. Naturalmente, tú y tu
ridícula creencia en una familia de algodón de azúcar, Olivia, ignoras
las señales. En lugar de eso, le cuentas alegremente cómo su hermano
y su prometida, que por cierto es la mujer a la que ama y de la que no
tiene ni idea, fueron a firmar el contrato de alquiler que vincula su
futuro.
Olivia, has visto cómo te miraba para que te callaras. Me
miraste directamente a los ojos, Olivia. ¿Por qué sigues
desobedeciéndome después de todos estos años? No puedes ver lo que
pasa a tu alrededor porque quieres a tu familia perfecta como tú
quieres. Cariño, estamos lejos de ser perfectos y tu encaprichamiento
con Mason no le ayuda a darse cuenta de sus errores, Olivia. Lo has
estado protegiendo desde que era pequeño. Creo que siempre seguirá
siendo un niño grande, Olivia, aunque con una vida sexual enfermiza
y una obsesión patológica por una mujer que nunca podrá tener.
Todos los días vigilo lo que pasa en este manicomio a través de
mi tableta y casi me arrepiento de haber puesto todas esas cámaras.
Antes, cuando te vigilaba, era excitante. Hoy en día, sólo me estresa.
Día tras día, veo a ese ciervo de ojos azules bajar alegremente
al sótano del diablo.
¿Por qué haría eso, Olivia?
¿Cómo puede alguien ser tan estúpida? No me gusta esta chica.
Es una estúpida, Olivia.
El timbre vuelve a sonar. Estás tumbada a mi lado en el sofá
con las piernas estiradas sobre las mías ya medio dormida. No soporto
a esa zorra y, por desgracia, nunca he tenido el valor de deshacerme
de ella, Olivia. Levantas la vista y suspiras.
142
—¿Vas a abrir? —preguntas cansada.
Odio que me digas lo que tengo que hacer, Olivia, pero tus ojos
verdes parecen tan cansados y te quiero, así que muevo suavemente
tus piernas hacia los cojines y me levanto.
Miro la pequeña pantalla que hay junto a la puerta principal y
pongo los ojos en blanco, convencido de que algo terrible está a punto
de volver a ocurrir. Estoy tan aburrido, Olivia. ¿Por qué hemos tenido
a este niño? Lo quiero, pero es imposible. Odio a los imposibles. No
sigue las reglas. No acata ninguna regla. Es indisciplinado,
descontrolado. Es un desastre, Olivia, sabemos exactamente de dónde
lo sacó.
—¿Quién es? —preguntas con sueño.
—Riley y Emilia. Con maletas. —En realidad no me importa
cuando viene Riley, pero teniendo en cuenta la situación y la hora del
día, estoy convencido de que no es nada bueno, Olivia. Especialmente
cuando traen maletas.
—¿En serio? —le oigo acercarse—. ¿A estas horas de la noche?
¿Con maletas? —Si fuera por mí, les negaría la entrada. Pero tus hijos
siempre son bienvenidos en tu casa. Así que...
abro.
Me encuentro con un pálido Riley y Emilia, que mira al suelo.
Probablemente sea lo mejor.
Sé que la cría de Satán que está ahí abajo, en el sótano, tiene
algo que ver. Él pertenece ahí abajo o algo peor. Dios, Olivia, ¿por
qué no lo echamos? Nos comerá los nervios hasta el día de nuestra
muerte y todo porque lo mimas y eres demasiado blanda con él. 143
—¡Papá, ha pasado algo terrible! —dice Riley mientras nos
empuja.
—Oh, por favor, entra —le digo sarcásticamente con un gesto
de barrido—. ¿Vas a entrar? —Miro a Emilia y ella murmura algo así
como Sí, señor, gracias. Me pregunto quién le habrá enseñado eso.
Toda esta situación es tan enfermiza, Olivia. No conozco ninguna
familia que se parezca a la nuestra. En realidad, no debería haber
tantos de nosotros.
—¡Oh, Dios! ¿Qué está pasando? —Inmediatamente asumes el
papel de madre gallina y acompañas a los dos al salón. Yo me quedo
atrás sujetando la puerta, diciéndome a mí mismo que lo planeado
para el sexo contigo está ahora definitivamente descartado. Los niños
son una mierda, tengan la edad que tengan. Sí, los quieres y todo eso,
pero la mayor parte del tiempo son molestos, de verdad. No puedes
decirles nada.
Riley está sentado en el sofá, visiblemente fuera de sí, mientras
Emilia está en la cocina preparando una cafetera. Molesto, miro en su
dirección. Café significa una visita más larga. Dios, de verdad, Olivia.
¿Por qué? ¿Por qué nunca puedes decir que no?
—En fin, hace una hora llegamos a casa y...
—¿Qué tal Nueva York? ¿Firmaste el contrato de alquiler?
—preguntas, Olivia, como si eso fuera importante ahora mismo.
Sigamos con el tema y terminemos con esto. No queremos que el león
dormido de abajo se entere.
—Ha ido bien. —La máquina que muele las judías hace un ruido
infernal—. Pero cuando llegamos a casa... —Tengo la sensación de
que debería sentarme para esto, Olivia. Así que me acomodo en mi
sillón.
—Ve al grano —digo—. ¿Qué pasó? 144
—¡Nuestro apartamento quedó completamente destruido!
—dice Riley—. Gracias, nena.
Oh, su bebé acaba de servirnos café. Ahora, me siento y la miro
como si supiera lo que está haciendo. Me gusta ponerla nerviosa,
Olivia. Me pone tímidamente la taza delante. A Mason le encantan las
mujeres tímidas. No tengo ni idea de dónde lo saco, Olivia.
—¿Qué? —exclamas, sorprendida.
Exhalo ruidosamente.
—¿Te han robado algo? —pregunto, aunque ya sé la respuesta.
—No, solo destruido —dice Riley y rodea a su prometida con
un brazo mientras ella se acomoda en el reposabrazos de su silla.
Como si no hubiera sitio suficiente en el sofá. ¿Tiene que estar justo
a su lado? Sé que Mason aparecerá en cualquier momento. Siempre
capta su olor y, conociéndolo, no le gustará esta imagen. ¿Y quién
tendrá que limpiar después, Olivia? Yo. Es frustrante, lo ha sido
durante bastante tiempo.
—¿Qué? —Pareces completamente angustiada—. ¿Todo está
roto?
—Incluso nuestras fotos. —Riley levanta una ceja como tú
siempre haces, y entonces, como si nada, aparece Mason.
Naturalmente, aparece con el torso desnudo y en pantalones cortos.
Está sudado. Estoy seguro de que les va a gustar a Emilia y a Riley.
Es tan transparente, Olivia. ¿Por qué no puedes verlo? Antes en la
cena, cuando tuvo un episodio, tenías la impresión de que estaba
celoso de los logros de Riley. Realmente no lo conoces, eso le importa
una mierda.
—¡Oh! —pronuncia. Una de sus caderas empuja contra el lateral
de mi sillón. Huele a sudor y a hierba. 145
Lo miro fijamente, él me devuelve la mirada y permanece en su
sitio. Es mi hijo. Es el único que se atreve a joderme, Olivia. Está
constantemente empujando los límites, como un cachorrito. Está
desafiando mi dominio.
—¿Qué estás haciendo aquí? Creía que estabas en Nueva York
—susurra mientras cruza los brazos sobre el pecho. Odio ver sus
tatuajes. ¿Cómo ha podido hacer eso, desfigurarse el cuerpo? Sin
embargo, es obvio que a Emilia le gusta lo que ve por la forma en que
se queda mirando los bíceps de Mason. Sí, Olivia, nada se me escapa,
ya lo sabes.
—Oh, sólo vinimos porque alguien destrozó nuestro
apartamento. —Riley da un sorbo a su café, lo que no es habitual en
él, dado que es un bebedor de té. La acusación silenciosa contra
Mason es casi tangible.
Pero Mason no sería Mason si no mantuviera su semblante
totalmente jodido y aburrido.
—Qué fastidio —dice—. Supongo que puedes dormir en la
habitación de invitados. O abajo en mi sótano. —Naturalmente, le
guiña un ojo a Emilia, cuyos ojos muy abiertos miran rápidamente al
suelo.
—Eres asqueroso, Mason —dice Riley—. Deja de ligar con mi
prometida.
Olivia, estás haciendo una mueca. ¿Qué te pasa? ¿Has visto
algo que no te gusta? ¿En serio hasta ahora?
—Eh, no creo que Mason se refiriera a eso —dices
disgustada—. Simplemente está siendo amable, ¿verdad, cariño?
—le preguntas. Ves, a esto me refiero, Olivia, nunca piensas lo peor
de él. 146
Hago girar los hombros para que crujan mientras empujo la
cadera de Mason. Ya está bien.
—¿Lo has denunciado a la policía? —pregunto, aunque sé que
el autor está a mi lado. Incluso Riley lo sabe. Todo el mundo lo sabe
menos tú, Olivia.
—No creo que haga falta —dice Riley, levantándose. Solo me
interpongo entre ellos dos cuando Mason se pone agresivo. En esos
momentos, alguien podría resultar gravemente herido. Sin embargo,
ahora mismo, parece tranquilo, lo que es aún más alarmante. No tengo
ni idea de lo que está tramando. ¿Alguna vez has sabido conmigo, lo
que estaba tramando?
—No tengo ni idea de lo que estás sugiriendo. —Mason se lo
echa a la cara. Sus hombros están tensos. Me recuerda a mí cuando
tenía su edad, Olivia. Desde el color del cabello hasta el dedo pequeño
del pie. Yo poseo los genes dominantes, los tuyos nunca tuvieron
oportunidad.
—Tengo una idea bastante buena de quién lo hizo.
—Riley, ¡cómo puedes decir eso! Tu hermano nunca... quiero
decir, ¿por qué iba a hacerlo? —Miras confundida a uno y luego al
otro, Olivia. Debería llevarte a una zona más segura por si se me va
de las manos, porque si alguno de los dos te pega accidentalmente,
tendría que patearles el culo a los dos. Me da igual la edad que tengan.
—Bueno, estoy convencido de que pedazo de enfermo...
—Estaba en casa —interrumpo a Riley antes de que pueda decir
algo demasiado hiriente, una vez más—. Todo el día. —Me doy
cuenta de que Mason se queda brevemente atónito antes de mostrarse
complaciente y asentir. Tú hijo es una mierda, Olivia.
Le quita el viento a la vela de Riley.
147
—¿Es así, papá?
—Sí. Estuvo aquí todo el día, entrenando en el sótano. Como
puedes ver.
Exhalando ruidosamente, Riley se deja caer sobre su trasero
mientras tú me miras con escepticismo. Sí, mentí, Olivia, pero sólo
para proteger a tu pequeño niño de oro. Después de todo, sé que lo
hizo y su razón para hacerlo, lo que te rompería el corazón si lo
descubrieras. Eso destruiría para siempre tu adorable idea de que
somos una familia de algodón de azúcar.
—Ahora que está resuelto deberían...
—¡Keaton! —gritas—, ¡Su apartamento está destruido! ¡Se
quedarán a pasar la noche! Tenemos suficiente espacio, ¿de acuerdo?
No tenemos ni idea de lo que buscaban, quizás, ¡quien lo haya hecho
vuelva! —Oh, Olivia, no tienes ni idea de lo que acabas de hacer.
Deberías tomarte en serio mi mirada de cállate.

148
19

Mason

stás aquí, Emilia, y todo el mundo lo sabe. Nada de


escapadas. Estás en mi guarida. Es curioso cómo una situación de
mierda puede convertirse en un día de suerte. Esperaré a que sea tarde
y contemplaré por qué mi padre me cubrió. Sabe que me fui y estoy
seguro de que sabe que soy responsable de destruir tu casa. Es 149
extraño, Emilia. Sigo sin poder leerlo después de todos estos años y
normalmente se me da bastante bien leer a los demás.
Son las dos de la mañana cuando subo. Es liberador subir las
escaleras y encontrarte aquí, Emilia. Conozco esta casa como la palma
de mi mano y no necesito luces. Además, sólo llamaría la atención.
Me gusta hacer mis cosas en silencio y en secreto.
Estás en la habitación de al lado de mis padres. Me gusta eso
porque sé que Riley es un cobarde. Tan cerca que no te tocará
inapropiadamente. Sin embargo, ver su maldito brazo alrededor de tu
vientre me enfurece, Emilia. No estás dormida cuando entro en la
habitación casi a oscuras. Entra un poco de luz de luna y deja al
descubierto nuestras siluetas. Tienes los ojos abiertos. Odias no poder
dormir toda la noche. Ahora que conozco las razones, toda la mierda
por la que has pasado, me entran ganas de vomitar solo de pensarlo.
Te estremeces y te acurrucas más cerca de Riley. Recuerdo lo
que me contaste, Emilia, sobre las visitas nocturnas de tu padre y las
cosas que te hizo. Me siento mal por primera vez desde que eres mía.
No estoy acostumbrado a sentirme culpable por esas cosas, me
confunde un poco. Ahora veo lo cerca que estás de él y lo fuerte que
te abraza incluso cuando duerme. Me dan ganas de tirarle del cabello.
Saco el móvil del bolsillo trasero. Me miras fijamente y frunces
el ceño mientras veo en silencio el vídeo de nuestra primera vez en mi
sótano. Incluso te tiendo la pantalla para que veas cómo gemías,
cuánto te gustaba. Tragas saliva, nos miramos a los ojos y te hago una
seña con el dedo.
Sacudes la cabeza, Emilia. Otra vez desobedeciéndome, ¿en
serio?
Me acerco lentamente a Riley y me inclino hacia él. Sabes que
lo despertaría y se lo enseñaría si me obligas. Ya me conoces. Bueno, 150
puede que creas que me conoces. Pero no me conoces porque sabrías
que nunca te mostraría así a nadie, ni siquiera a tu prometido.
Naturalmente, empiezas a asustarte y retiras suavemente su
brazo de tu cuerpo. Eso está bien, Emilia.
Riley murmura algo en sueños y se da la vuelta. Si salieras de
nuestra cama a mitad de la noche, Emilia, puedes estar segura de que
me daría cuenta e iría por ti.
Yo te guío y tú me sigues, como siempre. En silencio,
atravesamos la casa, bajamos los escalones y pasamos junto a Missy.
Te gruñe de todos modos mientras bajamos y cierro la puerta detrás
de nosotros.
—Dormitorio —te ordeno, y pasas rápidamente a mi lado con la
cabeza gacha. Llevas una camisa ligera, una de Riley, Emilia, y veo
bragas ahora que estás sentada en la cama.
—¿Dije que podías sentarte? —pregunto oscura y suavemente.
Inmediatamente te levantas de un salto y te pones delante de mí
con las manos juntas frente al cuerpo, retorciéndote y amasándote los
dedos, insegura.
Sabes perfectamente lo que viene a continuación, Emilia. Me
encanta jugar con tus miedos, así que me tomo mi tiempo para
rodearte mientras enciendo un porro ya quemado en el cenicero.
—Date la vuelta —te digo y me tumbo en la cama, apoyándome
en los codos. Te giras para mirarme.
—Mason...
—¡Cállate! —grito y le doy una calada antes de exhalar el humo
en tu cara—. Volaste a Nueva York, Emilia. Tienes juguetes sexuales
escondidos debajo de la cama, Emilia. Le permitiste que te diera por
el culo, Emilia. Luego está el hecho de que últimamente me has
151
rechazado bastante a menudo, Emilia. ¿Hay algo que tengas que decir
en tu defensa? —Tal vez debería convertirme en abogado y ayudar a
los criminales a salir de su agujero de mierda. Me gusta la idea.
Respiras hondo.
—Tuviste sexo con Claire. —¿Te atreves a sacar ese tema? Oh,
cómo me gustaría abofetearte, Emilia. Sin embargo, no tengo palabras
en este momento. ¿Realmente acabas de hablar y acusarme?
Me inclino hacia delante y te arranco la camisa del cuerpo. Los
botones vuelan por el suelo. Ahora sólo te quedan las bragas antes de
que también te las arranque del cuerpo.
Gimes.
—¡Massssooon! —dices tensa.
—¿Desde cuándo se te permite llevarme la contraria?
—pregunto secamente y le doy otra calada. Puedes alegrarte de que
fume esta mierda. Me tranquiliza un poco. Si no, ya estarías muerta.
—Lo único que quería decir es que fue una mierda —afirmas
con calma, como si eso pudiera hacerme entrar en razón. Emilia, ¿qué
te pasa?—. Es mi amiga.
—¿Y qué? Lo estás haciendo con mi hermano.
Me miras fijamente, obviamente sin palabras. Así es, cariño.
— ¿Algo más? —pregunto desafiante.
—Las cosas con las que te encontraste no son...
—Cállate —suelto—. Ese tema está prohibido.
—Pero... 152
—¡Cállate!
—¡No estoy bromeando, Mason! Has malinterpretado
completamente la situación...
No llegarás más lejos porque te cierro la boca. Te aprieto con
fuerza contra el armario y gruño:
—He dicho que te calles.
Te pongo de rodillas y me miras. Tus ojos brillan
combativamente. ¿De verdad, Emilia, en mi habitación?
—Abre la boca —te digo y aprietas los dientes.
Parece que quieres morir esta noche, Emilia. Te haré cosas que
sentirás dentro de una semana. Maldita sea, tú te lo buscas.
—¿Intentas provocarme? —pregunto mientras te fulmino con la
mirada.
—No soy suicida —respondes un poco cínicamente.
—Pequeña zorra. —No sé, Emilia, hay algo que no me
cuadra—. Tengo la clara sensación de que me estás provocando a
propósito, Emilia. ¿Estoy en lo cierto?
Bajas la mirada y aparentemente, ¿contienes una sonrisa?
—Honestamente lo quieres duro, ¿no?
—No, Mason.
¿Es una sonrisa o qué? ¿Qué estás tramando? ¿Por qué me la
pones tan dura?
—Vale, pues hagámoslo. —Me encojo de hombros, le doy otra 153
calada al porro y me abro los pantalones—. ¡Abre la boca! —Lo
intento de nuevo.
Esta vez, te ayudo empujando mis caderas hacia delante
mientras te agarro del cabello. Lo agarro con tanta fuerza que gritas
de inmediato. No estoy de humor para controlarme, así que no lo
hago. Empujo tan profundamente en tu boca como me es posible. Sé
que no es pequeño. Te dan arcadas, se te cierran los ojos y te oigo
respirar por la nariz mientras te concentras en abrir la garganta, ya que
sabes lo que te espera. Voy a follarte hasta que esté en tu maldita
garganta, Emilia, mientras me miras desafiante. Entonces, ¿quieres
más, más duro? Cariño, eso no es bueno para ti. Sin embargo, la
situación me excita tanto que me corro en apenas siete minutos.
—¡Traga! —Te lo ordeno, sabiendo que lo odias. Odias el
esperma en tu boca. ¿Pero qué mujer lo odia?
Tragas con los ojos cerrados y me salgo de tu boca mientras te
arrodillas ante mí.
Te agarro de las muñecas y te las junto delante de la cabeza.
—¡Quieta! —Voy a la habitación donde guardo mis
herramientas y selecciono la cuerda más áspera que tengo, así como
algunas otras cosas que necesitaremos. Vuelvo y te ato las muñecas
con fuerza delante del pecho para que no puedas moverte. Luego te
pongo en pie con la cuerda, me doy la vuelta y te remolco detrás de
mí con una mano por encima del hombro.
Te oigo jadear cuando salimos del sótano. Tus pasos vacilan.
—Es lo que pides, Emilia —digo, haciéndote creer que
realmente podríamos marchar así hacia Riley y mostrarle tu alma
perversa.
—¿Qué crees que diría si tus gemidos lo despertaran porque te
154
estoy follando por detrás, Emilia? ¿Justo a su lado? —pregunto
mientras te arrastro detrás de mí.
No te atreves a decir ni una palabra más; lo único que oigo es
una respiración frenética. Tienes miedo, lo cual es bueno. No vuelvas
a joderme, Emilia, no de esa manera. No de esa manera cuando me
traicionas.
Entramos en el salón. Seguro que tienes frío a pesar de la cálida
temperatura exterior, porque mis padres siempre tienen el aire
acondicionado demasiado alto. Por no hablar de que, en cualquier
momento, mi madre podría hacer acto de presencia porque suele tener
sed durante la noche. O Riley podría despertarse y encontrarse solo
en la cama, entonces vendría a buscarte, Emilia, y nos encontraría
haciendo las cosas que estamos a punto de hacer. Casi deseo que eso
ocurra.
O que mi enfermo padre psicópata nos descubra y me dé una
paliza. Algo que preferiría que no ocurriera.
Llegamos al sofá, me detengo, aflojo la cuerda de una de tus
muñecas y la enrollo alrededor de la viga de soporte antes de volver a
atarte la muñeca en carne viva.
—Inclínate sobre el sofá —te ordeno con dureza. Obedeces y
estiras el culo hacia mí mientras te inclinas sobre el respaldo. No
puedo evitar abofetearte el culo con gusto, porque tiene un aspecto
muy apetecible y me encanta ver las huellas de mis dedos en tu piel
cremosa. Me encantaría tatuártelas en las mejillas. Jadeas e
inmediatamente golpeo en el mismo sitio.
—Calla, Emilia, o iré por él y lo haré mirar. Todo depende de tu
cooperación, recuérdalo. —Y te meto por el culo el plug anal ya
lubricado que he traído. Aprietas los dientes—. ¿También hizo esto?
—Lo saco y lo vuelvo a meter. 155
Gimoteas.
—Sé que duele, Emilia. ¿Te trató mejor? ¿Te besó la espalda y
te susurró al oído lo guapa que eres? —Vuelvo a sacarte el tapón—.
¡No me oirás decir eso, Emilia! Es por eso que no puedes decidirte,
porque lo quieres todo, pequeña zorra codiciosa. —Y te lo vuelvo a
meter y te doy una palmada en el culo—. Quieres que yo te folle duro,
pero también ansías las dulces caricias de ese perdedor. —Te doy otra
palmada en el culo y casi gritas—. ¿Me deseas tanto como a él,
Emilia? Responde. —Te tiro de la cabeza hacia atrás por el cabello
mientras con la otra mano meto y saco el plug rítmicamente.
Balbuceas incoherentemente:
—¿Qué?
Me abro los pantalones y, con un movimiento suave, meto mi
polla hasta el fondo en tu coño húmedo y caliente. Se siente tan bien,
nena.
—Se sentía igual que tú, Emilia. Su coñito estaba igual de
mojado. Estaba apretada y gritaba mi nombre. —Sé lo que te hacen
mis palabras y te oigo sollozar. Como quiero verte la cara, vuelvo a
agarrarte del cabello y te echo la cabeza hacia atrás, haciendo contacto
visual. Te digo—: Ya no eres tan interesante. ¿Te cambio por Claire,
Emilia? —Aprietas los ojos y sacudes la cabeza. Vuelves a sollozar.
Te estoy follando tan fuerte que estoy seguro de que te duele cada vez
que te empujo. Con el plug todavía en el culo, me acerco a uno de tus
pechos y te pellizco el pezón con fuerza hasta que noto que te contraes
a mi alrededor. Estoy a punto de llegar al clímax, por eso me retiro y
sólo te follo con el glande un rato antes de que empieces a gemir de
nuevo.
156
—¿Qué quieres de mí, Emilia? —Vuelvo a pellizcarte el
pezón—. Ahora es tu oportunidad. Si me dices que pare, lo haré, e
inmediatamente te cambiaré por ella. Si me dices que siga, no
volverás a follártelo. Eso será duro, lo sé, Emilia, pero no me importa.
Ya te he compartido demasiado tiempo con mi hermano.
—Mason, por favor... —gimoteas y bruscamente empujo hasta
el fondo dentro de ti.
—¡Dímelo!
—¡A ti! —Casi gritas y te doy una palmada en el culo como
castigo.
—Eso ha sido demasiado fuerte, Emilia, te lo advertí. —Te doy
la vuelta bruscamente y te pongo de rodillas. Me miras con los ojos
muy abiertos mientras me corro en tus perfectas tetas que no
cambiaría por ningunas otras en mi vida, nena.
—Quédate así hasta que vuelva —te digo y me voy.
Durante un buen rato.

157
20

Emilia
158
o puedo creerlo, Mason. ¿Cómo puedes hacer esto?
Honestamente, esto es lo peor que me has hecho hasta ahora y me has
hecho algunas cosas desagradables, Mason Rush. Riley podría bajar
corriendo en cualquier momento y encontrarme así, cubierta de tu
esperma, con las huellas de tus manos en mi culo, atada en tu salón,
completamente desnuda. O peor, y créeme, me parece mucho peor
que Riley me encuentre, ¡tu padre podría bajar, Mason! ¿No
consideras estos resultados? ¿O quieres que alguien me atrape así?
Yo no lo pondría más allá de ti.
No me atrevo a respirar ni a hacer nada más. Tengo frío, tanto
que me castañetean los dientes y tengo los pezones dolorosamente
duros. Mis brazos tienen tanta piel de gallina que también me duelen.
Estoy arrodillada sobre el suelo de mármol, a pocos metros de la
alfombra que hay bajo tu mesita. Oh, lo que daría por poder
arrodillarme o sentarme en ella o, mejor aún, en el sofá. El aire
acondicionado zumba suavemente de fondo como el lavavajillas que
encendió tu madre antes de irse a la cama. Sólo oigo el zumbido de la
máquina cuando cambia al siguiente ciclo. La luz de la luna entra por
los grandes ventanales del salón, iluminando las altas vitrinas. Me
duelen la espalda y las rodillas y apenas puedo moverme, Mason.
Obviamente, podría levantarme y apoyarme en el sofá, pero entonces
tendría que estar de pie. Además, estaría al descubierto si alguien
bajara.
Un perro ladra afuera. De vez en cuando pasa un auto, los faros
iluminan el suelo delante de mí. Me arrodillo en la oscuridad, una
metáfora de mi vida. Me has arrastrado a la oscuridad y te niegas a
soltarme.
A lo lejos, suena una sirena. Me pregunto cuánto tiempo piensas
dejarme aquí pudriéndome. Oh, Mason, eres tan impredecible.
Admito que, en el fondo, disfruto de tu naturaleza áspera. Lo necesito 159
y tú lo sabes. Sin embargo, a veces, me pregunto por qué sigo
volviendo a ti. No es sólo el vídeo que tienes sobre mí, ambos lo
sabemos. Me siento fatal por hacerle esto a Riley, pero me consuelo
pensando que pronto me mudaré y pondré fin a esto. Obviamente, sé
que es una mierda, pero entonces no puedo y no quiero decirle a Riley
la verdad. Él es mi ancla, Mason, él me saca de mi miseria después de
haberme puesto allí. No puedo romperle el corazón, es tan cariñoso y
sensible. Por lo tanto, es justo para él tener un nuevo comienzo donde
soy 100 por ciento suya. Extrañamente, te llamé después de que te
follaras a Claire ya que me sentía mal. Y te confié cosas que ni yo
misma puedo admitir. No quiero cargar a Riley con algo así, él
siempre me mira con esa mirada. Con lástima en los ojos. No lo
entendería. Todavía me mira como si fuera la mujer perfecta. Tú, en
cambio, notaste que yo estaba dañada desde el primer momento en
que nos conocimos. No tengo por qué engañarte, ni podría hacerlo,
porque de todos modos tú ves a través de mí. Si me hubiera
enamorado de ti en otra vida o en otro momento, habríamos tocado
fondo juntos. Somos como dos partículas cargadas positivamente,
Mason. Nos repelemos.
Naturalmente, es diferente con Riley. ¿Y los juguetes sexuales
que encontraste? Eso no fue nada. Nunca he usado ninguno de ellos
con Riley. Lo pensé, pero sé que no le gusta eso, no puede ser rudo
conmigo, lastimarme, ser despiadado y desagradable como tú. No
puede satisfacerme en la cama. Me mostraste lo que necesito. Me
obligaste a darme cuenta
Nunca me das una opción, Mason Rush.
Recuerdo la noche que tropecé en tu sótano totalmente
borracha. Me sentí terrible a la mañana siguiente. Sí, terminé en tu
casa a propósito. Sólo quería verte brevemente, al menos, eso es lo
que me dije a mí misma. Encontrarte con esa mujer me aturdió y fui
incapaz de moverme.
160
Me desperté a la mañana siguiente y estabas sentado en una silla
a mi lado, mirando como un psicópata, Mason. Luego sonreíste
mientras yo retrocedía en estado de shock y me tiraba hacia atrás en
la cama mientras intentaba zafarme.
—Tengo que ir a ver a Riley ahora mismo. —Recuerdo que dije,
pero tú te limitaste a pulsar un botón de tu teléfono y observaste con
tus fríos ojos oscuros cómo me daba cuenta de lo que habías hecho.
Nos grabaste teniendo sexo, Mason. Me grabaste haciendo todas
esas cosas desagradables, descarada y voluntariamente, como una
puta sin escrúpulos. Te miré con los ojos muy abiertos. Sonreíste y
dijiste:
—Ahora tu culo es mío, Emilia, y a partir de ahora sólo harás lo
que yo diga. De lo contrario, Riley lo verá más rápido de lo que puedes
chuparmela, ¿entendido?
Oh, entendí perfectamente, Mason. Me hiciste entender muchas
cosas; que eres un cabrón, que sólo te importas tú, que no tienes
sentimientos, que no te importa una mierda nada ni nadie, y que yo
soy una puta. Tu puta.
Siseando, intento mover las piernas y me subo por el respaldo
del sofá para ponerme en pie. No puedo alcanzar la parte delantera, si
no, me sentaría. Al menos ahora puedo estirar las piernas. Me crujen
las rodillas al estirarme mientras inhalo y exhalo profundamente.
Incluso me dejaste ese tapón de mierda, bastardo. No se siente
bien, Mason. Tengo una idea de lo que tienes reservado para mí a
continuación, nunca haces nada sin una razón. Sí, también aprendí
sobre ti estos últimos meses.
De repente, oigo unos pasos por encima de mí y me quedo
inmóvil. Caigo de rodillas e intento esconderme lo mejor que puedo
detrás del sofá. Oh, Dios, te odio, Mason, pienso rápidamente cuando 161
oigo que alguien baja las escaleras.
El corazón me late más deprisa y se me hace un nudo en el
estómago. Si es Riley, ¿cómo voy a explicarme? Hola cariño, por fin
me has encontrado, te estaba esperando... ¿No te importa el esperma
seco de tu hermano en mis pechos?
Eres una mierda, cabrón, Mason; ahora mismo, me encantaría
estrangularte hasta dejarte sin vida.
Oigo el gemido molesto de un varón e inmediatamente sé de
quién se trata.
No, por favor, ¡no lo hagas! Prefiero enfrentarme a Riley y
darle explicaciones. ¡Al menos me ha visto desnuda!
El hombre pasa junto al sofá, lo único que veo son sus pies
descalzos bastante grandes antes de que desaparezcan en la cocina. La
puerta de la nevera se abre y se vierte líquido, seguido de otro gemido
molesto y un murmullo sobre un puto sapo... Entonces la puerta del
frigorífico se cierra con fuerza. Vuelvo a hacerme pequeña detrás del
sofá mientras él entra de nuevo en el salón. Por suerte, tu horrible
padre no me ve, Mason. ¿Por qué se escabulle en la oscuridad? Ni
siquiera ha encendido la luz. Concedido, esa fue mi salvación.
Los primeros pájaros empiezan a piar, Mason. Estoy agotada y
Riley está a punto de levantarse. Tú también lo sabes. Me duele todo.
No es hasta que suenan las campanas de la iglesia que me
salvas. Oigo tus pasos acercándose desde el sótano y encima de mí, el
váter tira de la cadena, Mason. Dios, tengo tantas ganas de orinar.
Eres la calma personificada cuando te detienes frente a mí,
recién duchado y en chándal. Puedo decir que no has dormido por las
bolsas oscuras bajo tus ojos. Eso no es propio de ti, a diferencia de
mí. 162
—¿Bien? —me preguntas sonriendo—. ¿Has tenido una noche
tranquila?
Te fulmino con la mirada y mantengo la boca cerrada, de lo
contrario, probablemente diría algo que me valdría más castigos. Es
un riesgo que no puedo correr ahora.
Te agachas frente a mí con los brazos apoyados en las rodillas.
Oigo correr la ducha del piso de arriba, Mason. Madre mía.
—Estás hecha una mierda, Emilia —afirmas con frialdad
mientras me levantas la barbilla—. Supongo que no has dormido bien.
Entonces, ¿qué no volverás a hacer, Emilia?
Exhalo temblorosa, pensando que de todos modos no puedo
cumplir la promesa, ya que pronto me mudaré. Y no lo sabrás cuando
la rompa.
—Acostarme con Riley.
Pareces satisfecho porque me desatas. Mis muñecas están en
carne viva y ensangrentadas, mi garganta seca. Tengo mucha sed. Me
pongo rígida mientras me levantas en brazos porque nunca has hecho
esto. No me lo esperaba, pero piensas racionalmente, sabías que mis
piernas serían demasiado débiles para caminar. No puedo contenerme
y apoyo la frente en tu pecho porque me encanta cómo hueles después
de ducharte, Mason. Tus tranquilos latidos laten junto a mi oído
mientras tus grandes y cálidas manos me aprietan contra la parte
superior de tu cuerpo. Aunque me infliges un gran dolor, no puedo
evitar sentirme segura entre tus brazos. Sé que deberían examinarme
la cabeza.
Me llevas escaleras abajo y me metes bajo la ducha. Como me
cuesta estar de pie y me tiemblan las rodillas, me hundo lentamente
en el suelo. Estás detrás de mí, sujetando la alcachofa de la ducha para 163
que el agua tibia caiga en cascada sobre mi cabeza. Tu gran mano
barre mi pecho y elimina cualquier rastro que quede de ti. Esperaba
que sacaras el tapón del culo, pero me doy cuenta de que sigues siendo
tú, no puedes evitarlo. Maldita sea, eso significa que seguirá dentro
de mí mientras tú lo digas.
Me relajo un poco mientras me lavas el cabello y me das el
mejor masaje de cráneo de mi vida. ¿Por qué haces esto, Mason?
¿Por qué siempre me das un poco de felicidad a cambio de un bufé
lleno de dolor? Me quitas el champú del cabello, me metes la mano
por debajo de las axilas y me pones de pie. Luego coges una toalla
blanca, me secas y me envuelves con ella. El cabello mojado me cae
sobre los hombros y estornudo. Maldita sea, creo que me he resfriado
durante la noche.
Me miras fijamente en lugar de bendecirme y me sacas de la
ducha sin decir palabra.
—Espera aquí —dices y vuelves a desaparecer. No sé qué
pretendes, Mason, pero estoy cansada y tu cama es blanda. Esto es
sólo un sueño. Sólo me permito tumbarme unos segundos.
Antes de darme cuenta, estoy dormida.

164
21

Mason
165
stás dormida, Emilia, eso no es bueno. Arriba, todos están
despiertos y listos para desayunar. Mi madre vuelve a intentar lo de
la familia feliz, Riley te está buscando y mi padre parece cuestionarse
su cordura. Así que todo es normal. Todo el mundo se está preparando
porque tienen poco tiempo y tú yaces aquí como una puta
completamente jodida. Voy a despertarte. Te acurrucas con mi manta,
tu cabello mojado se pega a mi edredón, Emilia. Odio la ropa de cama
mojada.
—¡Levántate! —ladro y tú te incorporas de un salto y
murmuras:
—¡La culpa es de él, no mía!
Levanto una ceja.
—¿Te refieres a mí, Emilia?
Me miras y tragas saliva.
—Ah, hola... Me he quedado dormida, lo siento. —Al menos te
disculpas. Te tiro un conjunto de ropa limpia que recuperé de tu
habitación cuando Riley se estaba duchando.
—Te está buscando, Emilia —le digo—. Será mejor que te
vistas rápido.
Somnolienta, te levantas y te examino las muñecas sin tocarlas.
Tengo que admitir que tienen mal aspecto. Por eso elegí una camiseta
de manga larga.
—Gracias —dices y tardas demasiado en vestirte.
Apenas puedes mantenerte en pie de lo agotada que estás.
Mientras tanto, le pongo el collar a Missy, que está fuera de sí al saber
que estamos a punto de salir, y te aprieto la correa en la mano. Por fin
tienes puestos los vaqueros. Te rozan el culo en el que aún está
166
insertado el plug. No me he olvidado de ello. Un largo jersey negro
cubre tu cuerpo. Sé que hace demasiado calor fuera para ello, pero
ahora estás cubierta como a mí me gusta y tus tetas están bien
escondidas, Emilia, pues son sólo para mí.
Sostienes la correa de Missy con el brazo extendido lo más lejos
posible de ti y me miras con grandes ojos asustados. Missy, sin
embargo, está relajada. Ya ni siquiera está interesada en ti, lo único
que tiene en mente ahora mismo es salir a pasear y hacer sus
necesidades.
—Pórtate bien —le digo a Missy y luego a ti—: ¡Vete!
—¿Qué se supone que tengo que hacer ahora con ella?
—preguntas, confusa.
Oh, Emilia, por favor, no es tan difícil de entender. Me siento
como mi padre en el trabajo cuando trata con algún imbécil o
conmigo.
—Llévala afuera, si alguien te ve y te pregunta dónde estabas,
di que te levantaste temprano y decidiste llevarla a pasear,
¿entendido? ¿O te lo escribo? Ahora tengo que prepararme, no me
molestes. —Observo tu culito de manzana adolorido y aún taponeado
mientras sale de mi sótano. Oh, nena, me encanta cuando tenemos
secretos y puedo mirarte el culo.
En cuanto desapareces de mi vista, me preparo. Tampoco dormí
mucho anoche. De hecho, no he dormido nada. Y tengo tantas horas
de trabajo como tú. Quizá incluso más, ya que mi jefe es mi padre.
Cualquiera que conozca a mi padre puede simpatizar con lo que estoy
pasando.
Como están todos, mamá insiste en un desayuno familiar. 167
Gracias, mamá... Y así, 10 minutos después, estoy sentado en la mesa
del comedor. Dios, esta familia me está jodiendo.
Aún no has hecho acto de presencia, Emilia. Espero que Missy
no te haya desayunado y vuelva a casa con algo más que su correa.
Para variar, mi padre me mira a mí y no a su tableta. Como
siempre, no parece divertido. Riley está en modo pánico y no para de
llamar a tu teléfono mientras mamá da los últimos toques a la mesa
mientras tararea la radio. Me siento mal, Emilia.
—¿Dónde está Missy? —pregunta mamá.
—Preferiría saber dónde está Emilia —dice Riley—. Al menos
Missy puede cuidar de sí misma.
—Se ha llevado a Missy a dar un paseo —anuncio sin prisas y
alcanzo una fresa. Podrías darme de comer fresas bañadas en
chocolate caliente, Emilia.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta Riley escuetamente.
—Hace un rato, oí un jaleo delante de mi puerta; al parecer, no
podía dormir, así que le pasé la correa de Missy y la eché. Mierda,
despertarme tan temprano.
Perplejo, mi padre niega con la cabeza, aunque permanece en
silencio.
Vuelves con cara de muerte recalentada, Emilia, pero Missy
obedece tu orden cuando le dices:
—Ve con tu papi. —Maldición, Emilia, que me llames papi me
excita. Me dan ganas de tumbarme en mi cama y recibir una mamada
tuya, pero la vida no es un deseo, mi pequeña esclava sexual y tu tapón
168
para el culo. Como esperaba mi padre, voy vestido todo de negro, pero
cuando mi madre te ve con ese jersey, parece atónita.
—Dios mío, ¿no tienes calor, Emilia? Ya debe hacer 35 grados
fuera. —Incluso mi madre solo lleva unos pantalones cortos blancos
holgados y un top azul claro.
—Bueno, me resfrío fácilmente con el aire acondicionado en
marcha. —Estornudas como si te lo ordenaran, Emilia. Te miro
fijamente. ¿Estás enferma, Emilia? Realmente no necesito eso ahora.
No puedo follarte cuando estás enferma, Emilia.
—Cariño, ¿dónde has estado? No puedes escabullirte así. ¡Al
menos déjame una nota o un mensaje de texto! Últimamente tengo
que buscarte demasiado a menudo. —Riley se abalanza sobre ti en
cuanto te sientas. Te abraza, Emilia, incluso lo besas, Emilia. Y pensar
que hace sólo unas horas esos mismos labios me la chupaban y se
tragaban mi esperma. Me estoy excitando.
—Lo siento, querido. Tengo demasiadas cosas en la cabeza, el
aire fresco siempre ayuda.
—Eres un poco rara, Emilia, pero te quiero igual. —Se besan de
nuevo.
—¡Oh, son tan lindos! —comenta mamá. Mi padre se da cuenta
de que no me parece nada lindo.
—¿Qué? —le pregunto, masticando furiosamente otra fresa. Él
guarda silencio, se limita a enarcar una ceja y vuelve a mirar su
maldita tableta.
Me miras a hurtadillas, Emilia, porque no puedes evitarlo. Te
da demasiado miedo moverte, respirar o hacer cualquier cosa mal. 169
Mamá termina sus preparativos y se une a nosotros en la mesa.
Come algunos de sus huevos revueltos y mira a mi padre. Mi padre le
lanza una mirada de te quiero, Emilia. Qué asco. Ahora él sonríe y
ella se ruboriza. ¡Ay, Dios mío! Quiero vomitar. Ella baja los ojos,
sonríe y mueve juguetonamente la cabeza mientras rememora ciertos
recuerdos que aumentan mis náuseas. Mi padre parece satisfecho. De
nuevo, asqueroso.
Mi familia está muy enferma, Emilia.
Se da cuenta de mi expresión de asco y sonríe. De hecho, le
sorprendo mirándome antes de que pueda apartar la mirada. Ahora
compartimos un pequeño momento íntimo. Recuerdo la imagen de
ayer de ti atada en mi salón con mi semen sobre ti. Recuerdo cómo se
sentía tu boca cuando te penetraba profundamente... Ahora mi padre
parece disgustado.
¡Toma ya!
Baja los ojos.
Me encanta la comunicación no verbal, Emilia.
—Gracias por dejarnos pasar la noche —dice Riley, al que he
conseguido ignorar con éxito durante los últimos minutos.
¿Qué hijo agradece a sus padres que le dejen dormir en la casa
familiar? Es lo que se espera. Mira mi edad; todavía vivo en casa, por
así decirlo. Mi madre tiene que estar a mi lado cuando la necesito y
punto.
—No hay problema, cariño —dice mamá y le pone una mano en
el antebrazo—. Por cierto, no estoy de acuerdo con tu padre, no
deberías quedarte en un hotel, quédate aquí en casa mientras se
renuevan el apartamento. 170
Papá vuelve a tener esa mirada. Mamá simplemente la ignora
y, en su lugar, le dedica una breve sonrisa coqueta. Él, obviamente, se
queda estupefacto y parpadea.
—¿Renovar? ¿De qué estás hablando? —pregunto irritado.
—Voy a renovar todo el piso. Cuando esos dos se muden a
Nueva York, tú te mudarás a su antiguo apartamento. Quería pagarles
un hotel, pero sabes como es tu madre, así que se quedarán con
nosotros. ¿No es genial, Mason? ¿No estás feliz de que tu hermano
viva en casa? ¿Por los próximos dos meses? —Llegará el momento
en que le pague a mi padre con la misma moneda.
Pongo una sonrisa falsa y uso el sarcasmo.
—Sí, estoy encantado.
—¿Qué dices, nena? —le pregunta ese cabron a Emilia y yo sólo
puedo pensar, nena...
—Bueno, podríamos ir a un hotel, Riley. No quisiera ser una
carga para tus padres. —Oh, Emilia, te estás buscando problemas. Sé
exactamente de qué estás huyendo, así que ahora me aseguraré de que
recibas lo que te mereces.
—Creo que mamá tiene una buena idea —insisto—. ¿Por qué
gastar dinero en una habitación de hotel? —Todos me miran como si
hubiera perdido la cabeza, excepto papá.
—¿Qué? ¿No puedo mostrar un poco de apoyo fraternal? Estoy
abajo, en mi sótano, donde no tengo que ver sus feas caras.
—¡Bueno entonces, está decidido! —Mamá es la única persona
que parece contenta. Sonrío.
171

He tenido un día de mierda porque mi padre me ha montado


como a una puta. Su intención era cansarme. Su razonamiento es
bastante obvio.
Sin embargo, mi constante estado de ira me proporciona mucha
energía, como bien sabes, Emilia. Oigo a papá arriba diciendo que se
va y mamá sigue haciendo trabajos, al igual que Riley. Así que ahora
sólo quedamos nosotros dos, Emilia. ¿Qué haces aquí todavía? ¿No
deberías estar también en el trabajo, Emilia?
Ahora mismo, estás en la cocina con un vestido blanco de
camiseta, mirando cómo gira y gira la comida en el microondas. Estás
calentando las sobras de la cena de ayer con el culo asomando
provocativamente, Emilia, porque tienes los codos apoyados en la
encimera. Te meces sobre las piernas con las rodillas dobladas
tarareando Tainted Love, Emilia. ¿Qué voy a pensar de eso?
Como me muevo en silencio, no notas que me acerco. El
microondas pita en el momento en que te subo el vestido para
revisarte el culo y tú gritas, sobresaltada. Alargo la mano y te tapo la
boca mientras mi otra mano se desliza dentro de tus bragas y te paso
los dedos por la raja. Tiro suavemente del plug anal. Jadeas.
—Buena chica. —Te suspiro en la nuca mientras te acaricio el
coño. Mi otra mano se desliza hasta tu mandíbula—. ¿Por qué estás
aquí? —Tiemblas en mis brazos; tus muñecas siguen magulladas,
aunque los puntos que antes estaban en carne viva ahora tienen
costras.
—Hoy llamé para decir que estaba enferma para recuperar el 172
sueño.
—¡Lo que significa que tengo más tiempo para follarte!
¿Cuándo esperas que vuelva Riley?
—¡Oh, Dios! —susurras mientras deslizo mi dedo por tu raja de
nuevo—. No sé, sobre las seis o las siete... más o menos. —Empujas
tu culo hacia mí, completamente bajo mi hechizo, y ni siquiera me has
mirado una vez a la cara, Emilia. ¡Me deseas! Dios sabe por qué. Pero
estoy demasiado hambriento para follarte ahora. Así que te suelto
bruscamente y me relajo en el sofá. Missy se sube y yo la acaricio
mientras le digo—: Tengo hambre, prepárame algo y haz café.
Necesito cafeína. —Mi cabeza cae hacia atrás, estoy muy cansado.
Anoche no dormí nada y papá me ha hecho su perra hoy en el trabajo.
Tengo ganas de dormir una semana, contigo acurrucada contra mi
pecho para que ese cabrón no pueda llegar hasta ti. Así podría oler tu
aroma, acariciar tu piel, sentir tu respiración, tu cercanía...
Cuando me despierto de la siesta, estás a mi lado, mirándome
como un búho, Emilia. ¿Por qué me miras así? ¿Cuánto tiempo he
dormido? ¿Por qué me quedé dormido? Pensaba follarte. Miro a mi
alrededor, todavía algo aturdido. Parece que todos están en casa,
porque oigo sus voces en la cocina. Te has cambiado de ropa, Emilia,
vuelves a ponerte vaqueros y camiseta de manga larga.
Además, me estás mirando desafiante, Emilia. ¿Me acabo de
despertar en un universo alternativo o qué?
—¡Ya no lo llevo! —Es lo primero que sale de tu boca. No
frunzo el ceño al mirarte. Sigo demasiado cansado para tus 173
estupideces.
—¿A qué te refieres, Emilia? —pregunto con dureza mientras
Riley entra en la habitación.
—Vamos, cariño, la cena está lista. Mamá ha hecho canelones.
Sigo mirándola fijamente, preguntándome: ¿Qué es lo que ya
no llevas puesto? ¿A qué te refieres? Me golpea como un rayo cuando
te levantas y pasas a mi lado contoneando el culo. Me levanto de golpe
y te fulmino con la mirada. Naturalmente, no puedes resistirte a
mirarme por encima del hombro y sonreír, Emilia.
Dios, Emilia, ¿puedes dejar de joderme la cabeza? Haces
constantemente algo que sabes que no debes. ¿Por qué te has quitado
ese maldito tapón? Tengo la impresión de que quieres enfadarme.
Te sientas frente a mí, otra vez. Tu cabello negro cae sobre tus
hombros. Te sirves cautelosamente la ensalada para que no se te suban
las mangas y queden al descubierto tus muñecas. Tus ojos delatan tu
inseguridad y tus labios rojos revelan tu nerviosismo. ¿Por qué?
—Es tan agradable sentarse en familia —dice mamá. Los
cubiertos traquetean cuando todos empiezan a comer.
—Cariño, ¿hay alguna posibilidad de que comamos algo que no
sea pasta? Soy un hombre, necesito carne, Olivia.
Riley sonríe mientras tú miras fijamente al frente,
aparentemente incómoda.
—¿Qué tiene de malo mi pasta? —Mamá le suelta un chasquido
174
a papá, que la mira severamente como diciendo: Sigue así y te llevarás
mi fideo.
Ni siquiera he probado bocado y ya me encuentro mal. Mi
evidente malestar hace que sonrías. Riley, por otro lado, es
completamente ajeno como de costumbre y ocupado atiborrándose.
Es un meón egocéntrico.
Y me molesta cuando papá mira así a mamá y ella se sonroja.
Eso nunca es buena señal y ocurre con demasiada frecuencia.
—¡Genial! —grito para sacarla de su concurso de miradas—.
¡Tu pasta está deliciosa, mamá! —Todos me miran como si estuviera
un poco perturbado, excepto tú, Emilia. Eres consciente de mis
intenciones.
—Estoy deseando mudarme a Nueva York. ¿No es fantástico el
apartamento? ¿Has tenido alguna vez una vista mejor? —Riley me lo
restriega. Sí, de mi polla, pienso sarcásticamente mientras doy un gran
mordisco. Al mismo tiempo, aplasto mi tacón contra tus dedos
desnudos, y eso que llevo zapatos. Gritas de dolor y saltas medio
levantada de la silla.
—¿Qué te pasa? —pregunta Riley—. ¡Quédate en tu asiento!
—Mis cejas se disparan. El único que puede darte órdenes soy yo,
Emilia.
—Maldición, parece que te ha crecido un par de la noche a la
mañana, quiero decir, nunca te había oído hablarle así a tu tipa. —Me
fulminas porque te he llamado tipa. Te llamaré lo que quiera, Emilia.
—Cállate —murmura Riley y vuelve a dirigirse a ti—. ¿Qué
opinas del apartamento? —De nuevo, clavo mi tacón en los dedos de
tus pies. Esta vez, aprietas los dientes y te llenas la boca de comida 175
para no decir ni pío. Buena chica.
Riley se queda atónito mientras mamá ladea la cabeza.
—¿Estás bien, Emilia?
Tú asientes frenéticamente.
Me encanta cómo sabes lo que espero de ti sin que
intercambiemos palabras, cariño, y no quiero que le hables cuando
estoy cerca.
—¡Tráeme agua! —Ordeno lánguidamente, como siempre,
estoy concentrado en mi comida. Inmediatamente te levantas. Te
observo y me doy cuenta de mi error. ¡Oh mierda!
No estaba prestando atención. Hablarte así era imperdonable
ahora mismo, de lo que tú también te das cuenta porque te giras
nerviosa.
—¿Alguien más quiere agua?
Mi padre gime. Últimamente lo hace mucho.
—¡Sí, Emilia, me gustaría un vaso de agua! —dice Riley
sonando algo enfadado.
Te das la vuelta y te mueves rápidamente. Estoy tentado de
seguirte, acorralarte en la cocina, empujarte contra la encimera y
besarte para que todos vean que eres mía y ese cabrón no vuelva a
hablarte en ese tono. Vuelves con una jarra de agua y te das cuenta
demasiado tarde de que llenas primero mi vaso. Tu mano tiembla
ligeramente y haces contacto visual.
—¡Qué bien! —te digo. Mamá inclina la cabeza hacia el otro
176
lado.
—¡Keaton! —estalla mi madre de repente. Mi padre la mira con
cara de por favor no—. ¡Esto es culpa tuya! —Ella continúa a pesar
de todo. Parece que ella también está suplicando morir, igual que tú,
Emilia—. ¡Eso lo aprenden de ti, a no decir por favor y gracias!
Vaya, mamá es buena ignorando lo que pasa entre nosotros,
Emilia. No creo que haya estado observando mucho su entorno
porque papá ha estado vigilando. Siempre sabe lo que pasa y dónde
está todo el mundo.
—Olivia, cómete la pasta —dice papá con pereza. Ella murmura
algo así como: Espera y verás... y se mete la comida en la boca
furiosamente.
Riley vuelve a dirigirse a ti.
—¡A mí el apartamento me parece fantástico! ¿Y a ti, cariño?
—De nuevo, estoy dispuesto a clavarte el tacón en los dedos de los
pies cuando me detiene un pie que me da una fuerte patada en la
espinilla desde un lado.
—¡Ay! —gruño y miro indignado a papá—. ¿Por qué ha sido
eso?
—Sólo para respirar —dice sin siquiera mirarme y continúa
comiendo.
—Bien, muy bien —le respondo y veo burla en sus ojos.
La intromisión de mi padre te hace sentir protegida, Emilia.
Pronto verás que nadie puede protegerte de mí. Por suerte, tengo dos
pies y él no puede llegar al izquierdo que estoy a punto de usar. Si es
necesario, puedo usarlo para taparle la boca a Riley y que se calle.
—¡Oh, no me encuentro muy bien, cariño! —dices con voz
177
adolorida—. No creo que esté de humor para hablar de Nueva York.
Lo siento.
—Por qué, ¿qué te pasa? Últimamente siempre estás enferma y
cansada...
—¿Estás embarazada? Oh, ¡sería fantástico! —exclama mamá.
Papá y yo la miramos estupefactos. Sería cualquier cosa menos
fantástica. No tendríamos ni idea de quién es el padre. Dios, nuestra
situación es así de jodida, Emilia.
—No, eso es poco probable. —Ahora sé por qué me dejaste
plantado una semana, estabas con el periodo, nena. No me molestan
los períodos, pero odias el sexo cuando tienes el tuyo—. Es que no
me encuentro muy bien —dices.
Sonrío porque más tarde te sentirás peor, Emilia.
22

Mason

abes, Emilia, una familia enferma puede ser beneficiosa.


Nadie hace preguntas porque entonces las cosas saldrían a la luz. 178
Me tumbo en la cama esperando a que llegue nuestro momento,
cuando el sol se ha ido y sólo la luna proporciona un poco de luz. Los
dos no necesitamos luz de verdad, cariño, somos oscuridad. Por
dentro, estamos rotos y podridos. Recuerdo aquel vestido rojo que
llevaste en la cena cuando Riley anunció tu compromiso. Y de
después, en el baño, cuando te di unos azotes hasta que tu culo quedó
del color del vestido y demasiado adolorido para sentarte. Hay algo
en ti, Emilia, que se me mete bajo la piel. Me encanta lo rota que estás.
Me encanta ver el miedo y la vulnerabilidad en tus ojos cuando te
hago daño mientras tú, valientemente, mantienes la boca cerrada y lo
aguantas todo. Estás hecha para mí y, al mismo tiempo, eres lo peor
que me podría haber pasado. Si no puedes domarme, te destruiré hasta
que no quede nada. Soy alguien que devora a los demás, Emilia, no
tengo escrúpulos ni consideración. A veces, incluso me asusto a mí
mismo.
Pero hay cosas que nunca te diré. En realidad, sé que estarías
mejor sin mí, pero soy demasiado egoísta para que me importe.
Tres meses se han convertido en dos, Emilia. Cuanto más nos
acercamos al día de tu mudanza, más me siento como un animal
enjaulado. Estoy inquieto y me irrito con facilidad. Siempre
encendido y a punto de hervir. Puedo imaginarlo a él, pero no a ti,
viviendo la vida perfecta de la alta sociedad neoyorquina. No te sienta
bien, lo mismo que los zapatos caros y los almuerzos con ricos
filisteos. Tú perteneces a algún antro donde puedas beber hasta
desmayarte y despertarte sin recordar la noche: cartera perdida y sin
móvil, aunque lo lleves en el bolso. Te conviene sentarte en el sótano
de algún cabrón a mitad de la noche a esperarlo. Te conviene no hacer
preguntas, aunque vuelva a casa maltrecho después de una pelea.
Me gusta llegar a casa e inmediatamente poner los ojos en ti,
nena. 179
Esa es otra cosa que nunca te diré.
Eso es lo que odio de la hierba, Emilia, me vuelve filosófico y
profundo. Eso no es propio de mí.
No te hago insinuaciones ni te envío mensajes de texto. En lugar
de eso, espero mi momento para ver si encuentras el camino hacia mí
por tu cuenta, como ha ocurrido muchas veces, aunque te hayas
engañado a ti misma creyendo que lo haces por el vídeo. Sin embargo,
ambos sabemos la verdadera razón.
Aun así, Emilia, aunque Riley no te convenga, te dará lo que
crees que quieres. Ni pasión, ni amor ardiente, ni fuego. En cambio,
tendrás seguridad, confianza, amabilidad, contactos sociales, fiestas,
cenas y, tal vez, lindos bebés.
Con todo lo que pasa por mi mente, considero si debería dejarte
ir. Me encanta acostarme contigo, pero siempre lo elegirás a él. Puede
que anoche intentaras convencerme de que no te lo follabas, pero es
difícil creerte, Emilia. En la cena, me di cuenta de que, al final, te
mudarás con él a Nueva York de todos modos. No hay forma de
evitarlo y no comparto mi mierda. Por eso prefiero tirar la toalla.
Hoy de todos los días, vienes voluntariamente. Qué ironía.
Llevas una camiseta blanca de tirantes lo bastante endeble como para
que se te vean los pezones —Emilia, putita— y unos pantalones
cortos que acaban justo debajo del culo. Vuelves a tener esa mirada
obstinada. Así que estás ansiosa por aprender. Lástima que me cansé
de eso. Es como si un interruptor dentro de mí se hubiera activado.
Te quedas ahí de pie con la piel brillando a la luz de la luna, tus
muñecas siguen teniendo mal aspecto, pero ni siquiera te estremeces.
Tus largos rizos negros cubren tus brazos y pechos desnudos.
—No me has mandado ningún mensaje —dices
acusadoramente. 180
Levanto una ceja.
—¿Qué debería haberte mandado? —pregunto y le doy una
calada a mi porro. Me tumbo en la cama con las piernas cruzadas por
los tobillos y un brazo detrás de la cabeza, como hago cuando no
puedo dormir.
—¿Que baje? —susurras, insegura. Ay, Emilia, eres
demasiado.
Mi teléfono está a mi lado, reproduciendo mi lista de
reproducción. Está sonando nuestra canción, cariño. Aún recuerdo
cómo sucedió. Sonaba el día que te drogaste en mi sótano conmigo y,
de la nada, empezaste a bailar sin que yo te lo dijera. Así, sin más. Te
desnudaste lentamente mientras yo miraba. Hay un lado de ti que
puede ser confiado y salvaje, pero el lado que quiere oír qué hacer es
mucho más poderoso, Emilia.
Te sentaste a horcajadas sobre mi regazo y, cuando te agarré el
culo, supe de inmediato que lo nuestro era real. Tus labios estaban
sobre los míos mientras me sujetabas la cara como si sostuvieras algo
precioso entre tus manos. Nunca he entendido qué ves en mí en esos
momentos ni por qué tus ojos brillan llenos de asombro.

Dejé a mi chica en casa


Ya no la quiero
Y ella nunca lo sabrá
Estos malditos ojos que estoy mirando
Déjame ver ese culo
Mira todo este dinero
181
Y vacía mis tarjetas también
Ahora me estoy apoyando en eso

Reconoces la canción porque la tarareas todos los días,


recordando ese momento en que me tuviste en tus manos. No al revés.
Ahora estás aquí mirándome con los ojos muy abiertos y me he
quedado sin palabras. Por primera vez.
Debería enviarte lejos, en cambio, me oigo decir:
—Ven aquí.
Quién sabe qué me pasa o si mi hierba está adulterada, pero me
gusta. Me miras confusa mientras me acerco a ti.
Suena la mitad de la canción mientras miro directamente a tus
ojos color mar que me devoran. Me miras fijamente desde debajo de
tus espesas pestañas. Mechones de cabello cubren tu frente, tus labios
están húmedos y un poco entreabiertos. Respiras tranquila porque
estoy aquí. Por un lado, me tienes un miedo atroz y, por otro, confías
en mí por razones que no puedo entender.
—No soy bueno para ti, Emilia —digo con dureza y sonríes
cínicamente.
—Lo sé.
De alguna manera, nuestros cuerpos empiezan a moverse. Esta
noche, simplemente reprimo el conocimiento de que no eres mía y
nunca lo serás. No soy esa clase de hombre ni soy de los que aman, y
tú necesitas desesperadamente que te amen.
Nuestros cuerpos se tocan mientras nos balanceamos al ritmo
de la música como si lo hubiéramos hecho siempre. Dudando, pones
los dedos en el dobladillo de mi camisa. Me miras interrogante a los 182
ojos antes de levantármela y yo alzo los brazos. Solo esta vez, Emilia.
Una vez que la prenda está en el suelo, me acaricias el tatuaje
con el dedo índice. Sobre mi pecho, mi hombro, la parte superior de
mi brazo. Aprieto los dientes porque odio lo que me estás haciendo.
Un dedito tuyo y me vuelvo loco por dentro. Es como si hiciera sonar
los barrotes, pero no pudiera salir.
—Nunca entendí —dices suavemente—, su significado.
—Y nunca lo contaré —respondo y pones ligeramente los ojos
en blanco. Lo dejo pasar ya que pasaremos una noche excepcional,
me doy cuenta poco a poco. Adquirí los tatuajes hace años, cuando
estuve en Hawai. Son tatuajes Mā ori. Inmortalizan mi historia. Tú no
formas parte de ella, Emilia.
Para variar, ya que están adoloridas y te duelen, te agarro con
cuidado una de las muñecas mientras observas, fascinada y confusa al
mismo tiempo, cómo la levanto y la coloco sobre mi hombro derecho.
Te acerco más. Dios sabe por qué. Me digo que es sólo porque quiero
follarte. Usar el sexo como excusa es lógico.
Me rozas el pecho con la punta de la nariz mientras inhalas
profundamente. Te dejo, ya que me siento muy bien. De acuerdo, no
me va el cariño ni abrazar a una mujer, pero ahora mismo no puedo
resistirme a ti. Probablemente porque antes me he dado cuenta de que
tengo que dejarte ir pronto. Sabes que estás bailando con el diablo y
aun así no te echas atrás. Eso es lo interesante de ti, Emilia. No
importa lo cruel que sea o lo que te haga, nunca huyes.
Inclinas la cabeza hacia atrás y me miras de esa manera que me
molesta.
—Lo siento —dices. No tengo ni idea de por qué te disculpas
ahora. Viendo tu expresión, rápidamente me queda claro.
183
—Entonces no lo hagas.
—Tengo que hacerlo —dices—. ¿Cómo sería esto si me
quedara? ¿Podrías darme el futuro que quiero? ¿Nos iríamos a vivir
juntos y nos casaríamos, Mason? —Me miras dubitativa y tengo que
darte la razón, cariño. No lo haría. Jamás.
Interpretas mi silencio correctamente.
De la nada, haces algo que nunca esperé, incluso después de
todo lo que te dejé salirte con la tuya esta noche. Pones tus manitas
contra mi pecho y te apartas a ti en vez de a mí.
—En realidad —empiezas, pero lanzas las manos al aire—. ¿Por
qué no podrías, Mason? Hace tres cuartos de año que no puedes
prescindir de mí. Sigues llamándome y ordenándome que venga. ¿Se
supone que eso es todo? ¿Sólo noches de follar?
Me dejas sin palabras, Emilia. Y no es algo bueno cuando me
quedo sin palabras. Nunca me habías hablado así, Emilia. ¿De dónde
viene de repente? Te has pasado cada vez más de la raya desde la
fiesta de compromiso, cuando me tiré a Claire.
—Es obvio —continúas mientras te paseas de un lado a otro de
mi habitación. Missy observa cada uno de tus pasos. Ella tampoco
había visto nunca a una mujer hablarme así—. Es obvio que no puedes
prescindir de mí por alguna razón y viceversa, y sí, siempre estamos
peleándonos porque me mudo en lugar de buscar una solución. Ahora,
para variar, tengo un ultimátum, Mason; ¡o me eliges o prescindes de
mí!
Te miro fijamente, Emilia, indeciso sobre cómo reaccionar. No
vas a dar un ultimátum, tú no.
—¿Quién te crees que eres, zorrita? Te estás follando a mi
hermano —afirmo con dureza—. ¿Qué quieres de mí, Emilia? ¿Que 184
finja que todo va bien, aunque te abras de piernas para él como una
puta dando regalitos?
Cierras parcialmente los ojos y me miras con una expresión en
los ojos que no tiene cabida allí. Nos matarás a los dos, Emilia. Tal
vez nuestro tiempo debía ser limitado y ahora está llegando a su fin.
Pequeña zorra.
—Y tú, ¿qué quieres de mí? ¿Se supone que tengo que aguantar
tu mierda enferma el resto de mi vida? ¿Siempre acobardándome ante
ti cuando cambias de humor? ¿Nunca expresando mis opiniones sólo
para que puedas usarme como una muñeca sexual?
Mierda, te odio tanto ahora mismo. Te agarro del brazo y te
arrastro hasta la cama como la muñequita sexual que eres para mí,
Emilia.
Respiras con fuerza mientras me miras con la barbilla
levantada, desafiante. ¿Qué quieres de mí? No puedo mirar dentro de
ti
—¿Qué, Mason? ¿Qué? ¿Ahora quieres violarme otra vez?
—gritas y te estiras provocativamente hacia mí. Aprieto las manos
para que no acaben en tu cara, Emilia. Ignoras mi rigidez, mis
temblores, el crujir de mis dientes y el aleteo de mis fosas nasales.
Continúas a pesar de conocerme tan bien. ¿Acabas de llamarme
violador, Emilia?
—Basta —gruño.
—¿Quieres volver a metérmela por el culo como hace Riley tan
a menudo? —preguntas atrevidamente.
—¡Cállate! —siseo entre dientes apretados y, de nuevo, me
ignoras, Emilia. 185
Mierda, ¡tienes que dejarlo ya!
—¿Quieres atarme a tu techo, Mason? ¿Quieres follarme porque
es más fácil que admitir que tienes sentimientos? No me sorprende
que nunca pueda amarte. Nadie puede amarte excepto tu madre. No
me sorprende que eligiera a Riley, después de todo, es perfecto. Tú
estás roto y eres un violador pervertido.
Se oye un alboroto y me doy cuenta demasiado tarde de que lo
he provocado yo. Mi mano sigue en el aire mientras caes, Emilia.
Siempre te he advertido que no despiertes al monstruo que llevo
dentro. No lo liberes. Vigila cómo me hablas. No deberías
provocarme.
Pero te lo estás buscando. Una vez más.
Mis nudillos que golpean tu pómulo palpitan. El impulso te
hace caer de la cama. Estás tumbada a su lado, apoyada en las manos,
y tu cabello te cubre la cara como una cortina para que no pueda ver
tu expresión. Pero en realidad no quiero.
Te oigo llorar. Genial, ahora estás llorando, pero no hace ni
unos instantes, tenías que abrir tu gran bocota, consciente de adónde
te llevaría.
—Que te jodan. Y mejor si es lo más lejos posible —digo y subo
las escaleras con Missy, dejándote atrás en el suelo.
Si no, te mataría.
Que te jodan, Emilia.

186
23

Keaton

ierda, Olivia. Ahora tenemos un golpeador de mujeres


viviendo en nuestra casa. 187
Estoy tumbado a tu lado y me empalmo al sentir tu culito
presionándome la entrepierna. Considero brevemente la posibilidad
de pellizcarte para despertarte, como hago tan a menudo, pero mi
tableta me alerta de que algo raro está pasando en la casa. Me avisa
cada vez que se activa el sensor de movimiento de una cámara, así
que cuando se cuela alguien que debería estar en la cama, lo sé. Esta
vez, Emilia Sullivan se está portando mal. ¿Por qué tuve que instalar
el sistema de vigilancia? Hace ya tres meses que no duermo bien
porque soy un manojo de nervios, esperando que la mierda golpee el
ventilador. Al parecer, como ahora.
Levanté brevemente mi tableta para ver qué pasaba, Olivia.
Pensaba volver a dormirme enseguida, ya que no tengo ninguna
influencia sobre lo que hace ese mierdecilla en su sótano. Deben
solucionarlo ellos mismos. Pero entonces empezó a actuar sensible,
lo que realmente me desconcertó. Nunca lo había visto así. Pero su
humor romántico duró poco. De la nada, rugió y entonces ella estaba
en el suelo, Olivia. Todo lo que pude hacer fue mirar impotente.
Sigo sentado en la cama, totalmente despierto, y sólo son las
cuatro de la mañana. Tengo otras tres horas antes de tener que
prepararme para ir a trabajar y ganarme la vida. Te remueves y
parpadeas somnolienta. Cierro rápidamente la tableta para que no la
veas y te enfades.
—¿Keaton? —preguntas somnolienta—. ¿Qué está pasando?
—No puedo dormir —digo a pesar de estar muerto de
cansancio—. Vuelve a dormirte.
Sonríes mientras te acurrucas contra mí y metes la mano bajo
las sábanas, Olivia. Tu mano se introduce en mis calzoncillos.
—Quizá pueda ayudarte a cansarte —susurras. 188
—Me encantaría, pero tengo que ocuparme del mierdecilla de tu
hijo.
Al instante, te despiertas.
—¿Por qué? ¿Qué pasa?
—Todo está bien, él está bien, ¡vuelve a dormir!
—Naturalmente, no menciono a Emilia.
—De acuerdo. —Pareces molesta y te das la vuelta. Dios,
Olivia, ojalá fuera tú.
Me levanto de la cama, me pongo algo y salgo del dormitorio.
No hace falta decir que sé que el mierdecilla se ha largado.
Probablemente sea mejor así. Incluso se llevó a su perro, podría ser.
Mientras bajo las escaleras, me encuentro con Emilia. Mierda,
Olivia, no se ve bien. Su mejilla está magullada e hinchada. Lo noto
a pesar de que intenta tapársela con una mano. La zona de debajo del
ojo está morada y está llorando. Odio que las mujeres lloren, Olivia.
Pero no puedo fingir que no la he visto, como hice ayer cuando estaba
encogida detrás del sofá. Desnuda, Olivia. Es un enfermo de mierda.
Podría haberla desatado y sacarla de su miseria, aunque le habría dado
vergüenza que la encontrara en su traje de cumpleaños con cierto
fluido corporal corriéndole por el pecho. Así que cogí su vaso de agua
y fingí que no la había visto.
Eso no es posible ahora ya que ella me está mirando y yo la
estoy mirando a ella.
—Oh, Dios —murmura ella—. Ahora esto.
—Sígueme —suspiro y hago un gesto con la cabeza hacia la
cocina. En realidad me sigue, Olivia. Me doy cuenta de lo bien que la 189
ha entrenado Mason. Como antes en la cena, mierda. Ni siquiera tú
eres tan sumisa, Olivia.
Abro el congelador y saco una bolsa de hielo, que en esta casa
es imprescindible. Se la entrego una vez envuelta en un paño de
cocina.
—Ponle hielo. —Estoy tan cansado, Olivia. Al menos ha dejado
de llorar.
Se aprieta la toalla contra la mejilla y murmura:
—Gracias, señor Rush. —Y luego intenta huir rápidamente.
Creo que me tiene miedo, aunque sólo estoy harto de tener que
enderezar a ese mierdecilla.
—¡Quédate ahí!
Se da la vuelta y sus ojos se abren de par en par.
—Lo siento, señor Rush.
Mierda, Olivia. Ella no tiene libre albedrío en absoluto. Nuestro
hijo jugó al tanque y rodó sobre ella.
—Toma asiento. —Hago un gesto con la cabeza hacia la mesa
de la cocina y ella se acomoda en una silla.
Me acerco a ella y le echo el cabello hacia atrás. Se estremece
al tocarme. Mierda, Olivia, ¿qué le ha hecho ese mierdecilla?
—Solo quiero mirarte la mejilla —digo con cuidado—. ¿Puedo?
—Normalmente nunca pido permiso, Olivia, pero está muy asustada.
Asiente ligeramente, se quita la bolsa de hielo y me ofrece su
mejilla. Maldita sea, ha sido un revés.
190
—Se curará. Sólo es un pequeño moretón. Mantenla con hielo.
—Hace lo que le digo mientras cojo dos copas y una botella de coñac
del armario, la que me regalaste las pasadas Navidades. Lo guardo
para ocasiones especiales y esta chica se lo merece después de lo que
ha pasado. Sin embargo, antes de servirme nuestra libación, agarro
una manta de lana del salón, ya que parece incómoda sentada delante
de mí con su delgado top. Me premia con una sonrisa tímida mientras
se la pongo sobre los hombros y ella se sonroja ligeramente.
Le tiendo una copa una vez que me sirvo dos dedos.
—Por el cabrón que tanto te gusta.
Frunce el ceño, probablemente porque cree que me refiero a
Riley. Pero es educada, Olivia, siguiendo mi ejemplo, da un sorbo a
su bebida. En realidad, se lo bebe y hace una mueca mientras deja la
copa vacía sobre la mesita. No puedo evitar sonreír mientras le sirvo
otros dos dedos. Cada sorbo es más suave.
—¿No le gusta Riley, señor Rush? —pregunta y me mira con
curiosidad.
—No me refería a Riley, Emilia. —Acabo mi copa y ella vacía
rápidamente la suya. Me doy cuenta de que está sorprendida y no sabe
qué decir.
—No me ha preguntado —empieza y se señala la mejilla—,
cómo ha pasado esto.
—Por favor —le digo—, sé todo lo que pasa en mi casa.
Me mira fijamente y sus ojos se abren de par en par al darse
cuenta lentamente del significado, se pone roja brillante y baja
tímidamente la cabeza. Dios, ¿no es este uno de esos momentos de
suegra, Olivia?
remato. 191
—No te preocupes, no voy a entrar en detalles —le digo para
que se sienta menos avergonzada. Por supuesto, sólo apago la tableta
cuando no quiero presenciar lo que sea que esté ocurriendo. Y ya he
visto demasiado de ese mierdecilla de hijo tuyo, Olivia.
—Debe de pensar que soy una persona terrible —murmura
mientras se sujeta la almohadilla de hielo contra la mejilla. Ya parece
demasiado blanda.
—Sé que tiene un lado terrible y que descarga su agresividad
con las personas más cercanas. Y Mason puede ser convincente
cuando quiere algo. Lo aprendió de mí. Ahora bebe.
Se lo bebe. Yo hago lo mismo. Luego me mira con
desconfianza.
—¿Qué se supone que debo hacer ahora? —pregunta como si
yo lo supiera todo.
—Puede que lo vea todo, pero no es que lo sepa todo —le
digo—. Seguro que no tengo una solución para cualquier chorrada
que se le ocurra en su sótano. —Soy más suave de lo que suelo ser
contigo, Olivia. Ella es mucho más frágil que tú. Ni siquiera te
rompiste después de una semana en el sótano de Rush—. ¿Amas a
Riley o amas a Mason? Si lo sabes, entonces sabes qué hacer.
—Amo a Mason —estalla ella como una pistola de arranque. No
entiendo qué es lo que ama de él. Está sentada frente a mí con un ojo
morado regalado por él y no se toma tiempo para considerar su
respuesta. Debe ser amor. De acuerdo, es el tipo de amor enfermizo
que solíamos tener, Olivia. Sin embargo, nunca te pegué cuando tú no
querías. Lo que ocurra en el dormitorio es otra cosa.
—Contestaste bastante rápido. Toma otro, bebe. —Ella bebe y
parece visiblemente sorprendida por el desliz de su lengua. Como si
fuera la primera vez que se da cuenta. 192
—No tenía ni idea hasta ahora —dice y suspira—. Estaba aquí
sentada pensando que no haría nada más con él.
—¿De verdad? —pregunto dubitativo—. ¿Nada de nada?
—Debería haber dejado a Riley hace mucho tiempo.
—Entonces, déjalo ahora. Bebe.
Es más sincera con cada trago. Incluso consigo misma.
—No puedo.
—¿Por qué no?
—Lo destruiría. Además, quiero estar con él. Pensé que éramos
felices... pero luego vi a ese tipo roto en el funeral. —Dios, ¿está
hablando del funeral de tu madre? Maldición, estamos jodidos,
Olivia. Haz las maletas, nos vamos de aquí.
Yo también siento lentamente los efectos de la bebida y sí,
debería estar preparándome para ir a trabajar. En lugar de eso, estoy
aquí sentado bebiendo con la amante de Mason, que por cierto
también es la prometida de Riley.
—¡Tienes que tomar una decisión! —digo seriamente—. No
puede seguir como están las cosas ahora porque lo volverá aún más
loco. No sé si podrías soportarlo.
Acosada por la culpa, se queda mirando la mesa.
—Lo sé. Yo también me siento fatal. Pero también me siento
muy bien. —Esta chica tiene bastantes problemas. Es típico de
Mason: enamorarse de un alma loca.
Nos sirvo otra ronda de bebidas.
—Mason siempre ha sido especial. Incluso de niño. Riley es 193
siete años mayor y siempre se comportó amigablemente, mantuvo sus
notas altas, tenía amigos... Tenía la costumbre de dar lo mejor de sí
mismo en todo aquello que controlaba para compensar su
discapacidad física. Mason, sin embargo, fue un pequeño demonio
desde el primer día. —Se ríe un poco y yo sonrío. Veo salir el sol y
digo—: Bebe. —Ella lo hace, al igual que yo.
—¿De qué está hablando? ¿Traía animales muertos a casa?
Bueno, es un poco psicótico, debo decir. —Se ríe.
—No, nunca les haría daño a los animales, Emilia. A la gente,
en cambio... Siempre era ruidoso e inquieto, nada podía detener su
rugido. Incluso en la guardería, aterrorizaba a todo el mundo. Luego,
más tarde en la escuela. Había una crisis nerviosa tras otra. Olivia
estaba en contra de los medicamentos recetados. Yo lo habría
aceptado para tener un poco de paz y tranquilidad. Siempre fue un
niño problemático. A los quince años, empezó a consumir drogas. A
los dieciséis, fue arrestado por primera vez. No podía evitar las peleas:
problemas de ira, no controlaba sus impulsos, Emilia. La gente
debería alejarse de él cuando se enfada —digo y examino su
mejilla—. ¿Te hace daño a menudo?
—Más verbal que físicamente —responde ella y lo exagera con
una sonrisa—. Hacerme esto no estuvo bien, pero lo acusé de cosas
bastante desagradables, algunas falsas, a pesar de que me advirtió dos
veces. Por otra parte, hay veces que tengo problemas para controlar
mis impulsos. —Me gusta que no lo culpe directamente, Olivia. Es
más dura de lo que pensaba.
—Bebe.
Bebemos.
Para cuando te levantas, Olivia, los dos estamos borrachos. Y
sólo son las siete.
—Dios mío, ¿qué está pasando aquí? —preguntas frotándote el
194
sueño de los ojos. Pegas un grito de sorpresa y dices—: Dios mío,
Emilia, ¿qué te ha pasado en la mejilla y en el ojo?
—La oí correr hacia la nevera en la oscuridad, Olivia —digo con
cara de escepticismo. Es, con diferencia, la excusa más tonta hasta
ahora, lo sé, pero no quiero volver a romperte el corazón, Olivia.
Miras entre nosotros y vuelves a mirar antes de preguntar:
—¿Dónde está Mason, Keaton? —Mierda, me has descubierto.
—No tengo ni idea, no le he visto en toda la noche —miento
descaradamente y si hay algo que odio es mentirte, Olivia.
Sin embargo, ese mierdecilla no me dio otra opción.
24

Riley
195
iempre ha sido así, Emilia. Siempre ha sido el centro de
atención porque es el niño problemático. Puede que estés tumbada en
mis brazos ahora mismo, pero sé en quién estás pensando. Estás
pensando en él. Hace dos semanas que no se le ve ni se sabe nada de
él después de haberte pegado, Emilia. Sé lo que pasó, te oí hablar con
mi padre la noche que ocurrió.
No pensé que tuvieras tan poco amor propio, pero decir que lo
amas a él y no a mí después de lo que te hizo. Yo nunca te pegaría,
Emilia.
Jugueteo suavemente con tu cabello mientras te miro.
Sé dónde estás por la noche cuando das tus supuestos paseos.
A veces, todavía puedo olerlo en ti cuando regresas, Emilia, y
sin embargo afirmas que fuiste a dar un paseo.
¿Quién sale a pasear entre las dos y las cinco de la mañana?
Lo peor es que ni siquiera te avergüenzas de follártelo conmigo en la
misma casa.
Me pregunto qué te atrae de él. Él también es un lisiado a su
manera especial. Sé que estás despierta, Emilia, y en cuanto creas que
estoy dormido, bajarás a hurtadillas y te reunirás con él en su cama
para llorar.
Hay veces que te odio, Emilia.
No es la primera vez que he considerado dejarte, pero todos en
esta familia están locos, Emilia, no sólo Mason. Somos unos
bastardos autodestructivos. Todos excepto mamá. Ella actúa como si
todo estuviera bien. Tal vez eso es lo que más le duele. Mamá se siente
terrible porque Mason se ha ido. Él es su sol, siempre lo ha sido, a
pesar de que no ha traído más que problemas y oscuridad. Sol, mi
trasero. 196
Hay momentos en que realmente me gustaría matarlo.
Éramos la familia perfecta antes de que él llegara, cuando sólo
estábamos Keaton, mamá y yo.
Entonces lo tenía todo para mí, un padre al que conocía de
verdad. John.
Hoy en día, apenas soporto mirar a mi padre porque me siento
traicionado. Sé que es consciente de lo que estás haciendo, Emilia. Lo
sabe desde hace mucho tiempo. Y aun así no le pone fin. Nadie lo
hace. Cuando nos conocimos, pensé en él como mi confidente. Era mi
superhéroe misterioso que me daba esperanzas de que la vida no era
tan mierda como creía a los seis años. Éramos tan felices, Emilia.
Entonces nació ese gusano gritón y asqueroso. Rugía sin parar. Desde
entonces, todo giraba en torno a él: ¿Por qué llora Mason? ¿Por qué
Mason está tan triste? ¿Por qué no sale con los demás? ¿Por qué
Mason tiene tan malas notas?
Siempre he intentado ser el centro de atención. Fui el mejor
estudiante, nunca tomé drogas ni me descubrieron con ellas ni nada
parecido, nunca hice berrinches, nunca mentí, nunca le rompí el
corazón a mamá, ni una sola vez, a diferencia de él.
Sin embargo, siempre quedaba en segundo lugar.
La guinda del pastel, descubro que te lo estás tirando —desde
el funeral de la abuela, Emilia. Tanto tiempo, Emilia. Debería
agarrarte del cabello y echarte por la puerta, que es probablemente lo
que Mason hacía cada vez que te follaba. Sin embargo, no soy ese tipo
de hombre. ¿Es así como quieres que sea, violento?
¿Qué tan jodida estás que necesitas esa mierda?
¿Y por qué me tomó tanto tiempo darme cuenta?
197
A pesar de todo, no puedo dejarte ir, Emilia, estamos
comprometidos. Hemos planeado una vida y un futuro juntos en
Nueva York y estoy convencido de que todo cambiará, de que por fin
lo superarás, como has estado intentando todo este tiempo. Me doy
cuenta. Me alegro de que ese meón se haya ido. Que se quede dónde
está y siga con su comportamiento autodestructivo, como hasta ahora.
Te haces la dormida, Emilia, así que finjo no darme cuenta de
que estás despierta y me levanto.
Es hora de que lo averigüe todo y me dirija a la guarida de mi
padre. La luz sigue encendida. Se ha quedado despierto hasta tarde
desde que Mason se fue de paseo. Creo que papá se culpa de que
Mason esté tan jodido, pero no es así. Disfrutamos de la misma
educación, solo que Mason no lo ve así porque es un idiota egoísta.
Llamo a la puerta y, como de costumbre, espero a que mi padre me
haga pasar.
—Sí —dice malhumorado, como es su costumbre últimamente.
Mason nos está jodiendo a todos y cada uno de nosotros a su manera
especial.
Entro y me siento frente a él. Parece agotado, Emilia, hoy en
día, tiene arrugas. Líneas de preocupación. Me pregunto si hay
momentos en los que desearía tener un solo hijo.
—¿Qué pasa? —pregunta y se pellizca el puente de la nariz.
Incluso tiene canas, aunque si Mason fuera mi hijo, estaría totalmente
blanco. Sin embargo, nuestro padre puede soportarlo: tiene nervios de
acero.
—¿Por qué? —le pregunto.
—¿De qué estás hablando? —responde.
198
Me limito a seguir mirándolo y él me devuelve la mirada hasta
que respira hondo.
—¿Qué debería haberte dicho, Riley? ¿Que tu hermano se está
tirando a tu prometida?
—¡Para empezar! Pero también que se la ha estado tirando desde
que murió la abuela. ¿Aquí estamos haciendo planes de futuro y no te
parece necesario hablar?
—Ya tienes 30 años, Riley, ya no eres el niño de seis años en la
parada del autobús que necesitaba ayuda. Ahora eres un hombre.
Entonces estabas perdido, eras pequeño, invisible y estabas herido.
Hoy en día, eres lo suficientemente fuerte y seguro de ti mismo como
para enfrentarte a esos conflictos por ti mismo.
—No pretendía que te ocuparas de mis problemas. Sólo quería
que fueras sincero conmigo.
—¿Habría cambiado algo, Riley?
—No le habría puesto un anillo en el dedo.
—¿En serio?
Su dura expresión de complicidad me hace callar.
—A veces la ignorancia es una bendición, Riley, créeme.
—O tal vez hiciste lo que era natural para ti y mamá, proteger a
Mason. Como dice el refrán, la sangre es más espesa que el agua,
¿verdad? —Me levanto y me voy antes de que mi padre capte mi
intención.
—¡Quédate ahí! —me exige, pero me retiro de su guarida sin 199
mirar atrás.
Es la primera vez.
25

Emilia

an pasado siete semanas, cuatro horas y treinta minutos


desde la última vez que te vi, Mason. Ni te he oído, ni te he olido, ni
200
te he sentido. El tiempo está demostrando lo mal que lo voy a pasar
cuando me vaya a vivir a Nueva York, para no volver a verte nunca
más. Es como ir de pavo frío y tener síndrome de abstinencia. Sin ti
cerca, estoy apática, vacía, cansada y jodida.
Nunca se me ocurrió que eras la razón por la que me levantaba
por la mañana y por la que no podía dormir por la noche.
El verano ha terminado, aunque sigo sentada fuera en los
escalones del porche, Mason. Ha llegado el otoño. Las hojas amarillas
y rojas caen de las copas de los árboles con la brisa fresca y algunas
se posan en mi cabello. Me estremezco y me ciño la chaqueta
alrededor de los hombros. Aunque alguien saliera y me viera con tu
chaqueta, no me importaría. Es lo único que me queda de ti. Tu sótano
no es lo mismo sin ti. Me desgarro cada vez que entro y no estás ahí
dándome esa mirada expectante y particular.
Con los auriculares puestos, escucho nuestra canción y
recuerdo nuestra épica primera vez en tu sótano. Fue increíblemente
intenso entre nosotros, la forma en que al principio te limitaste a
mirarme, luego me agarraste y tiraste de mí encima de ti. Me dejaste
montarte mientras tus manos se clavaban en mi carne, nuestros labios
estaban por todas partes. Eso era real, éramos reales.
Lo que pasara antes de que te levantaras y te fueras no cuenta.
¿Qué pasó exactamente esa noche?
Mi mejilla está completamente curada. Lo único que no ha
sanado es mi corazón, Mason, porque aún no estás aquí.
¿Por qué me doy cuenta en el momento en que me dejas que te
amo? Se siente tan mal. No puedo estar contigo, sería suicida y
autodestructivo. Como echar gasolina a un fuego y esperar que no se
convierta en un infierno. Los dos somos muy volátiles. Además, no 201
puedo romperle así el corazón a Riley. Sé que no es el indicado para
mí. Tú lo eres. Pero él es el indicado para mí.
A veces lo que quieres no es lo que amas.
Y a veces lo que amas no es bueno para ti.
Como un diabético comiendo chocolate.
Como una embarazada fumando.
Como un paracaidista sin paracaídas. La caída libre es increíble,
una descarga de adrenalina como ninguna otra, aunque, el impacto es
fatal.
Quiero que vuelvas, Mason.
Quiero verte de nuevo.
Pronto nos mudaremos y probablemente no vuelva a verte,
salvo en ocasiones familiares como el cumpleaños de alguna tía
abuela o nuestra boda.
Aunque mi corazón odia la decisión que he tomado, mi cabeza
sabe que es la correcta. Pero mi corazón odia muchas cosas, como
esas palabras despreciables que te dije. Me gustaría retirarlas y
olvidarlas.
Mason, te conozco lo suficiente como para saber cuándo estoy
cruzando una línea, cuándo no estás de humor para contestar y es
mejor permanecer en silencio. Normalmente sé cuándo debería
tenerte miedo, pero ese día, no me di cuenta. Fue como una
experiencia extracorporal en la que me vi corriendo hacia mi ruina.
Tal vez en un nivel subconsciente, quería presionarte porque la idea
de despedirme me estaba matando. O tal vez necesitaba una buena
razón para odiarte como debía. 202
Me golpeaste, Mason, en la cara, sin que yo lo quisiera o
conectara con un juego sexual.
Incluso lo vi venir.
Vi claramente la mirada en tus ojos cuando tus engranajes
mentales cambiaron de algo razonable a la locura absoluta. Aun así,
te seguí el juego... Quería empujarte a hacer algo precipitado, algo
terrible, para que por fin sintieras algo.
Pero ahora te has ido
¿Dónde estás, Mason?
Desde hace semanas, de lo único que hablamos es de tu
paradero. Incluso dejaste el celular, sólo te llevaste a Missy y tu
cartera. En realidad, no queda nada tuyo. Me apropié de tu celular
para tener algo tuyo y para ver bajo qué nombre guardaste mi número.
No tengo nombre como las otras mujeres. Usaste mi nombre real. Y
tomé el celular para ver cuántas fotos nos tomaste. Tu
almacenamiento está lleno de fotos mías, Mason.
De mí durmiendo, de mí colgada desnuda en tu sótano, de mí
duchándome, de mí viendo la tele en tu casa, de mí corriendo hacia tu
casa, de mí sentada en tu jardín o nadando en tu piscina. Fotos mías y
de tu madre cocinando y nosotros fuera tomando café en el porche.
Eso quedó en el pasado, hoy, siete semanas después, es mucho
más acomedida. No recuerdo que me tomaras todas esas fotografías,
Mason. Otra cosa que ignoraba es la cantidad de fotos mías desnuda
que tienes, hay una carpeta entera. Es como si estuvieras obsesionado.
Y no te olvides de nuestro video.
Podría borrarlo, pero entonces no tendrías nada con lo que
chantajearme y terminar las cosas limpiamente. Esa es la razón por la 203
que lo dejo solo. Además, estoy segura de que hiciste una copia y la
escondiste en alguna parte. Mientras veo nuestro vídeo, veo por
primera vez cómo me miras cuando no tenemos contacto visual. Estoy
arrodillada en tu cama y tú estás de pie detrás de mí. No me tocas,
sólo me miras. Me miras como yo te miro cuando pienso en lo...
caliente que estás. Como si estuvieras a punto de devorarme viva. Y
tu mirada me dice que sientes más por mí de lo que dejas ver.
¿Dónde estás, Mason? Te echo de menos.
26

Mason

ace frío. El otoño está en pleno apogeo cuando Missy y yo


regresamos.
Celebré mi cumpleaños número 24 aspirando coca en la barriga
de una puta. Durante las últimas semanas, he estado jodido sólo para 204
mantenerme alejado de ti. Quería alejarme mucho más tiempo, pero
no lo conseguí, así que aquí estoy.
Aparco en mi auto y el tubo de escape anuncia mi llegada, sé
que al menos papá ha oído el familiar alboroto. Probablemente aún
estoy drogado por lo de anoche y totalmente drogado por toda la
mierda que he ingerido. Simplemente quiero meterme en mi cama y
olvidarme de ti, Emilia. Por otra parte, me gustaría verte brevemente.
Maldición, odio mi vida.
Dejo salir a Missy del auto. Está tan feliz de estar en casa de
nuevo, a diferencia de mí. Mi madre está de pie en la puerta abierta.
—¡Gracias a Dios, has vuelto, Mason! —grita y me abraza.
Le devuelvo el abrazo sin entusiasmo. Algo dentro de mí se ha
roto para siempre, Emilia. Ya no siento nada. Hoy en día, me da igual
si te lo follas o te mueves; ni siquiera me importa preocupar a mi
madre, que ahora está llorando.
—Dios, ¿dónde has estado? —solloza.
—Estoy bien, mamá.
Confundida, me mira mientras la empujo suavemente a un lado.
Missy pasa zumbando por delante de nosotros hacia la casa y saluda
a todo el mundo saltando de alegría mientras ladra como una loca.
Incluso a los que no le gustan. Como tú y el meón.
Entro e inmediatamente me encuentro con papá.
Parece tan cansado como yo, Emilia. Nos miramos un rato y me
doy cuenta de que sabe que llevo siete semanas seguidas de fiesta sin
preocuparme de nada. Las cosas que hace poco eran importantes para
mí ya no me interesan. Sé que se da cuenta de que me he dado por
vencido. Me siento bastante bien.
205
Sigo adelante y encuentro a Riley en el sofá, mirándome con
odio. Te sientas a su lado con lágrimas en los ojos.
Contrólate, Emilia. Deja de llorar, ya no tenemos nada en
común.
—Has vuelto —dices y yo finjo que eres invisible.
—¡Missy, ven! —Y nos dirigimos escaleras abajo. Confundido,
los ojos de todos están puestos en mi espalda. Esperaban que me
uniera a ellos y les contara mi viaje. Me bañé en mierda, ese fue mi
viaje.
Huele como si hubieras vivido aquí mientras yo no estaba.
Normalmente, lo destrozaría todo, pero ya no me importa. Aburrido,
tiro la chaqueta sobre la mesa y busco mi celular. Tendré que rehacer
todo aquí abajo. Tu olor está por todas partes. Abro las ventanas y me
doy cuenta de que papá ha hecho cambiar la ventana rota mientras yo
no estaba. Tuvo que ser papá, ¿quién más podría haberlo hecho?
Lleno el cuenco de agua y el de comida de Missy y empiezo a
desvestirme porque estoy deseando meterme en la ducha. Apesto a
putas, coca, hierba, alcohol, a todo lo que he consumido durante las
últimas semanas. Supongo que desintoxicarme me llevaría cinco
años. Los tipos con los que me quedé son unos cabrones sin
escrúpulos metidos en la escena de las peleas. Algunos incluso viven
en la calle, Emilia, en barrios muy feos. No todas las peleas de las
últimas siete semanas ocurrieron sólo por diversión.
Después de deshacerme de la camisa y ponerme solo vaqueros,
me paro delante del espejo del baño para examinarme la puñalada de
la parte superior de la cadera. No parece infectada, sólo muy
asquerosa. La gente que vive en la calle no lucha limpio, Emilia. Sólo
sobrevives si tienes menos escrúpulos que tus oponentes, y mi cuerpo
es una prueba de ello. He adquirido varias cicatrices más y muchos 206
moretones están en proceso de curación. Puede que hayas tenido la
impresión de que era despiadado, bueno, hoy en día, no tengo rasgos
humanos en absoluto.
—¡Mason! —Tu voz temblorosa justo detrás de mí me
sobresalta. No deberías acercarte sigilosamente, Emilia.
—¿Qué? —pregunto con un suspiro y me giro para mirarte.
Das un paso atrás cuando te miro. Tu mirada recorre lentamente
mi cuerpo y tu expresión cambia a sorpresa cuando ves todas mis
nuevas heridas antes de que tus ojos se fijen en los míos. Eres muy
insegura, Emilia, y tienes miedo. Pero eso no es nada nuevo. Me
aburres.
—¿Por qué estás aquí, para echar un último polvo o qué?
—pregunto con indiferencia. Das otro paso atrás. Un penique por tus
pensamientos, Emilia. ¿Te das cuenta de que te he superado, de que
no tengo ningún problema en estar aquí de pie aspirando tu aroma?
Emilia, ya no importas.
—¿Dónde has estado, Mason? ¿Qué te ha pasado? —Tu voz
tiembla.
Qué actriz.
Ambos conocemos tu verdadero rostro, Emilia. Sólo de
pensarlo me dan náuseas... quiero que te vayas a la mierda.
—¿Tienes mi celular? —pregunto e ignoro tu pregunta. No lo
dudas, metes la mano en el bolsillo trasero y me lo entregas.
Ni siquiera pareces culpable, sino como si tuvieras derecho a
él. La verdad es que no tienes derecho a nada que tenga que ver con
mi vida, Emilia. Sólo con oír tu nombre se me eriza la piel.
Borro todos nuestros archivos, incluido el vídeo, delante de ti. 207
Tus ojos se agrandan notablemente cuando te das cuenta de lo que
estoy haciendo, incluso tus dedos parecen crisparse como queriendo
detenerme. Entonces te lanzo el celular.
—Eres libre. Por cierto, tengo un número nuevo, ¡así que mejor
borra el antiguo! Ahora lárgate. Quiero darme una ducha.
Cierro suavemente la puerta del baño y noto tu escepticismo
porque ya no puedes evaluarme. Me meto en la cabina y me doy la
primera ducha caliente en siete semanas. Solo me faltaba una semana,
Emilia, y podría haberlo conseguido, estaba tan cerca. Sin embargo,
algo me urgía a volver, algo que ni las drogas más fuertes podían
destruir.
Experimenté la mierda más jodida de mi vida, y eso significa
mucho porque nunca he sido un niño llorón. Sucumbí a la oscuridad
y saboreé todo lo que me ofrecía; me cargué lo que pude y me follé a
quien pude. Fue una gran época, Emilia. Fiestas, sexo y drogas con
gente que se comportaba como animales. Sin horas interminables de
parloteo, sin sentimientos, sin moral, sin decencia y sin lazos con la
sociedad. Si alguien te molestaba, le dabas un puñetazo en la cara, así
de simple. Si querías follarte a alguien, lo hacías. Y me he follado a
muchas, Emilia, más que nunca.
En los viejos tiempos, podría haber tenido dos mujeres en un
día.
Hoy en día, bueno, francamente, he perdido la cuenta.
Ya no puedo distinguir sus caras y mucho menos sus nombres.

208

Seis días para la mudanza. Las cajas con las pertenencias


empaquetadas de tu apartamento llenan el garaje. Todo el mundo está
emocionado menos tú, Emilia. Cada hora te sientes más insegura. Me
hace gracia lo insegura y pensativa que me miras cuando crees que no
me voy a dar cuenta. Pero yo lo noto todo y eso nunca cambiará,
Emilia.
Estamos sentados a la mesa del comedor, otra vez. Parece que
has adelgazado, Emilia. Como ya no me importas, no te diré que te
ves horrible. Te ataste el cabello en una trenza, sin maquillaje, la fina
piel bajo tus ojos ahora oscura, que parecen más grandes junto a tus
mejillas hundidas. Sé que las cosas no han ido bien entre nosotros,
Emilia, pero parece que mi ausencia te ha jodido más de lo que yo
hubiera podido. Mamá ya no es la alegre de antes. Creo que se ha
rendido, Emilia. Creo que tú tienes la culpa de que ella se sienta lo
más lejos posible de ti, tratándote como a una paria. Eso me enfada...
sólo un poco. ¿Lo sabe ella, Emilia? ¿Quién más lo sabe? Miro a mi
hermano. Me mira como si quisiera matarme.
Lo miro y me río burlonamente.
—¿Tienes algo en mente? ¿O tengo un fideo pegado al pecho?
—No llevo camisa, Emilia, creo que no hace falta. Igual que tú
estando aquí en esta mesa.
—No, pero estás a punto de recibir mi puño en la cara —dice
Riley, totalmente lindo. No puedo tomármelo en serio, puede que sea
mi hermano mayor, pero a mí me parece más joven. Mentalmente, me
siento al menos veinte años mayor que él.
—¿Me pasas la sal, por favor? —Te atreves a preguntar. ¿Me
estás hablando a mí, Emilia?
No me muevo, mi madre tampoco. El salero está justo entre
209
nosotros, en medio de la mesa. Por suerte, mi padre tiene modales y
te la tiende. La agarras y le dedicas una sonrisa temblorosa. Vaya,
¿ahora son amigos? ¿Te lo has follado también? Durante todo este
tiempo, mi padre me ha estado mirando como un psicópata a pesar de
que ni siquiera te he puesto una mano encima. Juro que nunca puedo
hacer nada bien. ¿Qué quiere de mí ahora?
Le devuelvo la mirada.
No me jodas, papá, pienso, y mamá suspira.
—¿Qué era eso de ponerme el puño en la cara? —le pregunto a
mi hermano y pone los ojos en blanco. Emilia, haz lo que quieras, ya
no me importa. Si crees que puedes provocar alguna reacción, vas a
esperar mucho tiempo.
Tampoco me importa que le preguntes a Riley:
—¿Necesitamos empacar algo más para Nueva York?
Él te mira, mi padre sigue mirándome y mi madre te mira mal.
Has mencionado un tema tabú, pero me da igual que te mudes a
Bagdad o a Nueva York, Emilia. Vete de una vez.
—Echaremos otro vistazo más tarde, cariño. —Te agarra la
mano por encima de la mesa, pero no me importa.
—Mamá, la comida estaba deliciosa. Gracias —digo y me
levanto.
—¿Adónde vas ahora? —pregunta mamá y grita—: ¿Qué es
eso?
—¿Qué es qué? —Me enfado.
—¡Tienes una herida enorme en la cadera, Mason! Tiene mala
pinta! —Mamá arremete contra mí como un médico en la maldita sala 210
de urgencias—. ¡Keaton, mira esto!
—Lo he visto antes, Olivia. No lo matará. —Papá simplemente
continúa comiendo.
—¡Adiós, mamá! —digo y vuelvo a bajar al sótano. Missy me
pisa los talones, también aparentemente aburrida. Siempre se adapta
a mi estado de ánimo.
27

Keaton

inco días más hasta que se restablezca la paz, espero.

El punk rock retumba en mi sótano. Un puñado de borrachos 211


están vomitando en mi jardín, ¡sobre tus parterres, Olivia!
Odio a la juventud de hoy en día, Olivia, y sí, sé que parezco un
viejo chocho, ¡pero mira el desastre que han hecho con tus parterres!
No me sorprendería si alguien está teniendo sexo en nuestra piscina o
luchando en el agua. A quién quiero engañar, no habrá sexo, estamos
en pleno otoño, Olivia. Hace demasiado frío para tener sexo en la
piscina, o sexo en absoluto, ¡o incluso para meterse en la piscina!
Estoy en la ventana de mi estudio, Olivia, cuando irrumpes en
la habitación. Son las dos de la mañana. Tienes el cabello alborotado,
nena, eso es caliente, aunque pareces un poco enfadada, más bien
como me siento yo.
—¡Keaton! —gritas—. ¿Por favor, di algo? —Pareces un
manojo de nervios por sólo dos días de desenfreno en nuestro jardín
y sótano. ¿Qué otra cosa puedo decir?
—No, no voy a decir nada —respondo y bebo un sorbo de
coñac.
—¿Me tomas el pelo, Keaton? —Te escucho acercarte—. Están
vomitando en nuestro jardín, Keaton. ¡Estaban en tu guarida, Keaton!
¡No puedo más, Keaton! —Ahora mismo, estoy viendo a uno de esos
locos mear en nuestro viejo sauce llorón, Olivia, escribiendo
realmente con su orina.
Ha.
Ja.
No me divierte.
Abres la ventana de un tirón y gritas:
—¡Vayan a casa, vagos! ¡No somos un club nocturno!
212
—¡Está muy buena, señora Rush! —gritan
Mason grita fuerte desde su sótano:
—¡Es mi madre, cabrón!
A continuación, una lata de cerveza sale volando y golpea al tipo
en la cabeza.
Sí, es todo un zoológico aquí. Sabía que llegaríamos a esto,
quizás nos espera algo peor.
—Cariño, por favor, usa tapones para los oídos e intenta volver
a dormir. Es sólo una fase. Sólo lo alejaré para siempre si intervengo.
—Ese es nuestro mayor temor.
—Dios —susurras mientras apoyas la frente en mi pecho. Te
acaricio la nuca—. Eres un buen padre, Keaton. Si no te tuviera...
—Te callas, te pones de puntillas y me besas brevemente. Luego te
retiras a la cama maldiciendo.
Sí, lo sé, Olivia.
Pero ahora mismo, incluso yo soy impotente.
Oigo a Riley y Emilia discutiendo un piso más abajo como
todas las noches desde que volvió Mason. Riley ya no me habla, lo
cual, debo decir, me duele mucho. Esa no era mi intención y ahora me
estoy cuestionando si no decírselo fue lo correcto. No es fácil criar a
hermanos que compiten entre sí incluso cuando son adultos. Supongo
que uno nunca deja de ser padre, ¿verdad? Como padre,
normalmente, se supone que no debes tomar partido, cosa que he
intentado, Olivia, como sabes. Los quiero por igual. Es simplemente
que me reconozco en Mason. Yo solía ser como él, Olivia, hasta que
aprendí a controlarme. Eso es lo que él necesita aprender. Y para que
lo haga, primero necesita perderse por completo, eso le enseñará a 213
mantener el control en el futuro.
Tiene que descubrirlo por sí mismo a medida que comete
errores. Eso es algo que yo no puedo hacer por él. Y eso es por lo que
está pasando ahora mismo. Está aprendiendo, lo cual es duro y
doloroso, aunque parte de ello, Olivia. Tú misma lo sabes. Tuviste
que enseñarme algunas cosas al principio. El resto lo aprendí cuando
me convertí en padre, cuando empecé a preocuparme por otro ser:
cuando no volvía a casa por la noche, imaginando lo peor, o en su
primer día de colegio, cuando pude soltarlo, todas esas noches en vela
preocupándome por su futuro, o que me jodiera y vomitara encima la
primera vez que se emborrachaba... Sostener este pequeño cuerpo y
saber que ahora eres responsable de él. Eso te cambia, Olivia, te guste
o no.
Y sí, quizá le he prestado un poco más de atención, pero no
porque lo quiera más, es porque me preocupo más por él desde que
supe que en algún momento algo así pasaría. Por eso sugerí que
Mason hiciera suyo el sótano y Riley se quedara con el ático, ya que
sé que Riley puede cuidarse solo. Mason no puede, Olivia.
Mason es demasiado sensible para este mundo. No puedo estar
ahí para protegerlo constantemente de lo que sea, y menos de sí
mismo, pero puedo estar un paso por detrás y ayudarlo a ponerse en
pie.
Eso es lo que hace a un buen padre, Olivia.

214
28

Mason

altan cuatro días para que te mudes a Nueva York, Emilia.


215
Llevo tres días ignorándote, básicamente, no existes para mí.
Parece que te cuesta que no te hable y no estás acostumbrada a que no
te pellizque el culo o al menos te mire. Hace dos meses estaba
constantemente centrado en ti, eras prácticamente el centro de mi
mundo. Ahora que me he distanciado, puedo verlo. Concedido, ser
etiquetado como violador y psicópata me dio otro empujón, Emilia.
No golpeo a las mujeres porque las mujeres son generalmente
más débiles. Si es necesario, abofeteo el culo de una mujer u otra parte
de su cuerpo si eso la excita. He perdido el poco control que tenía,
Emilia.
Has conseguido hacerme sentir como un degenerado y no
quiero volver a sentirme así.
¿Cómo he podido concederte tanto poder? Te pediría perdón
por haberte hecho daño si tú también me pidieras perdón por haberme
hecho daño. Pero quién sabe si eres consciente de haberlo hecho. Por
eso creo que ni siquiera debería sacar el tema. De todas formas, ¿qué
consigue un puto lo siento? Se dijeron palabras, se hizo físico, lo
hecho, hecho está. Me has jodido, Emilia, más de lo que ya estaba.
Parece que han pasado años desde la última vez que te follé. Admito
que te lo volvería a hacer. Estás buena. Aunque hoy en día, estás
demasiado delgada y me gustan los culos redondos, no las tablas de
lavar. Sin embargo, nunca volverá a suceder.
Nunca dejaré que me toques de nuevo.
Eres mi debilidad, como yo soy la tuya.
Me siento en mi apartamento destrozado. La gente está riendo,
feliz y drogada. Yo sólo estoy drogado. Me recuesto en un sillón del
salón mientras Sharon, Shannon o Carol me la chupan. Obviamente,
a ella le importa una mierda toda la gente que hay por todas partes.
Me pregunto por qué me pica. 216
No la toco, Emilia. Nunca volveré a tocar a una mujer, no de
esa manera. En una mano sostengo mi cerveza, la otra cuelga suelta
sobre el sillón mientras la miro chupármela. Pero no me satisface.
Simplemente quiero experimentar esa breve sensación de éxtasis a la
que una vez fui tan adicto.
Ahora mismo, tú estás arriba con mis padres y mi perro,
durmiendo con mi hermano en mi antigua habitación, mientras que
yo estoy en mi apartamento del sótano. Así es como va a ser.
Al menos, eso creo. Mi puerta se abre, Emilia. Estás en la puerta
en pijama, Emilia, y aquí, estoy dando una fiesta. I Miss You de Blink
182 retumba en mi apartamento y tú haces una mueca mientras los
graves profundos asaltan tus oídos. Nunca quisiste que subiera el
volumen de la música cuando ibas conmigo en el auto, pero lo hice
de todos modos. Cuando te recogí en mitad de la noche para echar un
polvo rápido en el asiento de atrás, ¿te violé, Emilia? Desde luego, mi
espalda no parecía que lo hubiera hecho, ni creo que llegar al orgasmo
dos veces pueda considerarse violación.
Mirando a tu alrededor, te abres paso a codazos entre los
risueños perdedores drogados, una pareja besándose y putas bailando.
Tu hombro choca con algún jarrón de mierda que mamá puso ahí
aunque algo así no soy yo, al fin y al cabo, es el piso de un soltero, no
el de una mujer. Hasta tiene adornos dorados, Emilia. El oro me
aburre.
Se tambalea mientras intentas estabilizarlo.
—¿Qué haces aquí? —te pregunto.
Te sobresaltas y el jarrón se te escapa de las manos, haciéndose
añicos en el suelo. El espectáculo pasa desapercibido para los
presentes. La rubia de mi entrepierna levanta la vista como si le 217
estuviera hablando a ella. Continúa, le digo y siento cómo sus labios
sonríen alrededor de mi polla. Qué asco. No soporto a las mujeres,
Emilia, y menos cuando me miran como tú lo estás haciendo ahora.
Tan dolida, tan sorprendida, de verdad, nena, como si no tuvieras ni
idea de lo que estoy haciendo aquí abajo todo este tiempo.
—¿Podemos hablar? —preguntas, insegura, y miras mi
entrepierna... antes de volver a hacer contacto visual.
—Claro —digo condescendiente, hablar. Bebo de mi cerveza.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntas irritada—. ¿Quieres
hacerme daño?
—Sí, Emilia, todo gira en torno a ti. Sólo lo hago para hacerte
daño. En cuanto te mudes, retomaré un estilo de vida civilizado
normal, me levantaré a las siete de la mañana, desayunaré sano, iré a
trabajar y seré un ciudadano honrado —suelto con indiferencia.
Resoplas, Emilia, en otros tiempos eso te habría valido cinco latigazos
en el culo. Ahora te castigo por ignorante.
—¿Hay algo más? ¿Quieres beber algo?
La rubia levanta la vista.
—¿Estás bromeando? —pregunta.
—Sigue chupando —le digo con firmeza.
—Al menos verte no me ha apagado. Todavía tengo una
erección, Emilia. Quizá podrías sacar tus tetas y ayudarme a correrme
por fin.
—¡Eres tan asqueroso, Mason!
—¿Entras en mi apartamento y me dices que soy asqueroso?
—Levanto una ceja. 218
—No, esperaba tener una conversación normal contigo.
—¿De qué te gustaría hablar? ¿No has dicho ya bastante? Y para
tu información, esta de aquí es Sharon, Shannon o Carol lo está
haciendo de buena gana. No la estoy forzando, ¿verdad, Carol?
—¡Me llamo Sharon!
—¿Y? ¿Quieres chupármela o te estoy obligando?
Ella pone los ojos en blanco.
—¡Quiero!
—¡Muy bien entonces, por favor continúa!
—¡Mierda, Mason, estás tan jodido!
Un tipo choca contigo y caes contra mí. Te agarras y te apoyas
en mi hombro, Emilia. No me gusta eso, Emilia.
—No me toques —gruño suave pero enérgicamente. Retiras los
dedos al instante, como si mi piel te quemara. Espero que así fuera.
Enfadada y avergonzada, te marchas. Mientras miro tu culo,
con el que he hecho tantas cosas jodidas, por fin me corro. Ya era
hora.

219
29

Mason

ólo faltan tres días para que te vayas, Emilia.


220
Dormí la siesta hasta las cinco de la tarde, ya que esta mañana
estuve despierto hasta las once. Unas líneas de coca te hacen eso, no
duermes mucho, Emilia. Al menos hasta que se me pasaron los
efectos. Pasé ese tiempo contemplando lo que podía hacer contigo.
Me di cuenta de que ya no me importa.
Salgo de la cama. Missy ya está esperando, aunque primero
bebo casi un litro de agua porque siento la garganta como de cartón.
Estoy desnudo, Emilia. En algún momento, antes de dormirme,
mandé a las dos putas que me estaba follando a casa. Odio que las
mujeres se queden a dormir. Ni siquiera me gustaba que durmieras
aquí. Soltabas cabellos largos por todas partes, incluso en mi boca, y
aún encontraba cabellos pegados en mis almohadas semanas después.
Seguro que incluso ahora podría encontrar alguno, porque sé que
estuviste en mi cama cuando yo no estaba. También huele a ti, Emilia.
Debería decirle a mi madre que la desvistiera y pusiera sábanas
limpias.
Al estilo comando, me pongo el chándal, me lavo rápidamente
los dientes, hago mis necesidades en el baño y finalmente subo con
Missy. Ella ya se ha acostumbrado a mi patrón de sueño irregular y a
mi estado vegetativo, pues llevamos así ocho semanas. Nos quedamos
despiertos toda la noche, a veces, incluso varias noches seguidas, y
dormimos durante el día.
Oigo la televisión. Me he dado cuenta de que nadie en esta casa
va a trabajar, Emilia. ¿Es porque yo no estaba o porque te vas a mudar
a Nueva York y todos se han tomado tiempo libre para ayudarte a
organizar tu mierda de mudanza?
El salón está desocupado, aunque la televisión está encendida.
Mamá corre por la casa.
—¿Alguien ha visto la maldita cinta de embalar? —pregunta,
exasperada. Ya no tiene ese aire de algodón de azúcar. Creo que al
final la he destrozado, como hago con todo. Realmente debería 221
alejarme de la gente, al menos, de los que significan algo para mí.
Sin embargo, tú ya no estás entre ellos, Emilia. Estás bajando
las escaleras con un mono y una camisa blanca. Llevas el cabello
recogido en la nuca y los vaqueros remangados hasta los tobillos.
Estás en movimiento. No hay marcas en tu cuerpo, ninguna mancha
mía, pero no me importa. Veo a Riley corriendo detrás de ti. Todavía
no me ha visto.
—Cariño, espera por favor, vamos a hablarlo otra vez —dice y
te agarra de la muñeca. Te sueltas, algo que no habrías conseguido
conmigo.
—No, Riley, ya hemos hablado bastante. Ahora déjame en paz.
Tengo que descargar mi agresividad.
Cuando te vas enfadada, por fin te das cuenta de que estoy ahí.
Te detienes, me miras de arriba abajo y suspiras exasperada antes de
salir de casa. Riley está en la escalera y me mira. Levanto una ceja.
¿Qué le pasa últimamente?
—¿Puedo ayudarte? —vuelvo a preguntar.
—Mason, ¿estás despierto? —Interviene mi padre en el
momento justo. Es increíble cómo lo hace siempre—. ¿Va todo bien?
—Todo genial —digo con indiferencia—, aunque estoy
famélico. No esperarás que te ayude con la mierda de la mudanza,
¿verdad? —le digo a Riley.
—Sí, claro, ¡como si fuera a darle al loco psicópata la
oportunidad de robarle las bragas a mi prometida como recuerdo!
—Oh, Dios, nadie quiere a tu prometida. ¡Déjalo ya, meón!
—Riley —dice papá.
222
—No tienes que hablarme, sigue poniéndote del lado de tu
engendro, Satán.
Papá levanta las cejas.
—¿Perdona? —pregunta en voz baja, pero con énfasis. Es la
primera vez en semanas que me divierto un poco y sonrío de oreja a
oreja. Parece que hoy Riley está de un humor desafiante y suicida.
Que yo me meta con papá es una cosa, pero con Riley es
completamente distinto. Nunca lo ha hecho.
—¡He dicho que sigas poniéndote del lado de tu engendro,
Satán! —articula claramente.
Papá se pone en pie. Me doy cuenta de que está furioso y doy
un paso atrás por precaución. Está a punto de dar un paso hacia Riley
cuando mamá aparece de la nada y lo retiene por el brazo. Algo
enfermizo está a punto de ocurrir, Emilia, de momento, lo mira y le
dice:
—¡Keaton, no! Por favor, acabará pronto... —Rápidamente mira
a Riley, que se ha puesto un poco pálido, a ella y de nuevo a él. Y
luego de nuevo a ella. Sólo mamá tiene ese poder sobre él.
Papá resopla.
—Fuera de mi vista, Riley. —Es la primera vez que papá usa
ese lenguaje con él, pero también es la primera vez que Riley es
impertinente.
—¡Creo que todo el mundo está mejor sin mí!
Mi madre no me contradice, sigue mirando a papá,
tranquilizándolo con la mirada. Me dice que tome provisiones. Así lo
hago, Emilia. Estar toda la noche follando abre el apetito, pero eso ya
lo sabes.
223
Te encuentro en el patio mientras bordeo la casa para usar la
entrada trasera del sótano; me encantan las entradas traseras, Emilia.
Te sientas en el columpio con los pies desnudos, pero sin tocar el
suelo porque hace demasiado frío. Con una mano sujetas la cuerda del
columpio de Hollywood mientras miras al frente. Te meces de un lado
a otro y el viento te despeina la trenza. Eres guapa, Emilia, no puedo
negarlo. La forma en que estás ahí sentada, perdida. Siempre me ha
atraído ese conflicto que bulle en tu interior. La primera vez que te vi,
supe que harías cualquier cosa que te pidiera.
Un auto pasa rodando, dejando tras de sí un torbellino de hojas
de colores. Algunas vuelan hacia ti, Emilia, y tú agitas las manos
como si espantaras moscas.
Sonrío sin ser consciente de ello.
Mierda.
Pero qué más da, Emilia. Tú ya no me importas.
Te giras hacia mí, percibes mi presencia y me estudias
inquisitivamente. Cada día intentas juzgar si vuelvo a ser yo.
—Si has venido a alegrarte de mi sufrimiento, mejor vete,
Mason.
—Me importa una mierda tu sufrimiento. Es simplemente que
vivo en esta casa y tengo que pasar junto de ti. Así que, perdona...
—Continúo mi camino y muerdo mi sándwich al pasar junto a ti,
Emilia.
Sonrío cuando gritas tras de mí:
—¡Eres un imbécil, Mason Rush!
224
¿No tienes miedo de que alguien te oiga, Emilia? ¿O es que ya
no te importa?
—Lo que tú digas —murmuro indiferente con la boca llena.
—¿Ahora actúas con indiferencia? —Me persigues descalza a
pesar del frío que hace. Por otra parte, ya no me importa si te pones
enferma, después de todo, él puede cuidarte. Le encanta hacer eso.
—Hace unas semanas no me habrías hablado así.
—Sí, tú también eras diferente hace unas semanas. Hoy en día,
ya no te tengo miedo desde que mantienes la boca cerrada. —Emilia,
siempre es una sorpresa cuando surge esa zorra descarada que hay en
ti como cuando me acusaste de ser un violador.
—La gente cambia, Emilia. Deberías pensar en eso. —Continúo
mi camino por la casa dejándote ahí de pie indignada. Doy tres pasos
y algo me golpea la nuca. Admito que me duele, Emilia, pero ni
siquiera voy a girarme para ver qué ha sido. En lugar de eso, te doy la
espalda por encima del hombro y me alejo despreocupadamente.
Estás intentando sonsacarme, Emilia, pero no va a funcionar.
¿Tienes pánico, Emilia?
¿De qué te vayas y no volvamos a vernos?
¿Te das cuenta ahora lo mucho que me necesitas y lo poco que
te violé?
¿De lo bien que te sentó sucumbir a tu reservado lado oscuro
conmigo?
¿Que yo era el único con el que siempre podías contar?
¿Quieres que vuelva el monstruo sólo para poder sentir algo? 225
Emilia, estás enferma. Busca ayuda, pero no de mí.

Emilia

e veo desaparecer por las escaleras del sótano. El


destornillador que te lancé brilla al sol entre las hojas rojas y naranjas.
¿Por qué no me castigas, Mason?
¿O es ese tu castigo?
¿Por qué no me miras haga lo que haga?
¿De verdad te importo tan poco ahora?
Siempre he creído que no lo hacía contigo voluntariamente; me
decía a mí misma que tenía que odiarte para no tener que odiarme a
mí misma. Porque lo quería. Me hacías sentir algo, me hacías sentir
viva, sacabas mi verdadero yo.
Y ahora me he perdido igual que te perdí a ti. Sé que está mal;
debería darte por perdido y mudarme con Riley a Nueva York. Por
otra parte, me mudaré con él a Nueva York y te olvidaré. Pero no
puedo soportar estar separados sin que haya distancia entre nosotros.
Estás tan cerca y a la vez tan lejos. Todo el tiempo pensé que sólo era
el sexo, Mason, y sin embargo lo echo de menos todo; tu cama,
nuestras noches juntos, la forma en que me mirabas a veces, cómo te 226
miraba yo a veces, cómo me dormía sobre tu pecho y sentía tus dedos
en mi cabello. Cuando me tumbaba en las vías y te revelaba mi alma,
la forma en que me mirabas y me tocabas entonces. Nunca estuve
dispuesta a admitirlo, pero había mucho más entre nosotros de lo que
creíamos. ¿O soy sólo yo quien lo ve así, Mason? Ya no soy capaz de
juzgar por mí misma, no sé si alguna vez sentiste por mí algo más que
lujuria.
Eso me está matando.
Me estás matando, sin querer.
Sé que estoy siendo estúpida, pero antes de moverme, haré todo
lo posible para conseguir una reacción, Mason, ¡cueste lo que cueste!
30

Emilia
227
os días más y me habré ido, Mason.

Eso me da 48 horas para presionar tus botones y forzar una


reacción tuya. Sin embargo, no estoy preparada para lo que sucede
hoy. Estoy de pie en la ventana, viendo que tú y Missy salen de la
casa. Desde hace tiempo, llevas a Missy a dar largos paseos por el
lago Michigan porque le encanta jugar en el agua. A veces, incluso te
he acompañado. Hemos hecho muchas cosas juntos como si fuéramos
una pareja. Al menos, esos días en los que no estaba trabajando o
podía inventarme una excusa.
Te observo desde la ventana de la habitación de invitados con
una mano en la ventana como si pudiera retenerte. Nunca has estado
tan lejos de mí. Echo de menos clavar mis uñas en tu ancha y
musculosa espalda mientras tus suaves y exigentes labios se posan en
los míos, Mason, cada vez que necesitas recordarme a quién
pertenezco. Echo de menos la forma en que me rozas el labio con tu
pulgar que huele a hierba. Echo de menos la forma en que me miras
cuando nos sentamos a la mesa del comedor cada vez que vengo de
visita. Echo de menos la forma en que siempre me ponías nerviosa.
Echo de menos incluso que me dieras órdenes sobre qué ponerme y
qué hacer a lo largo del día. Echo de menos la forma en que a veces
me acariciabas el cabello distraídamente. Esos breves momentos
significan todo para mí, ya que eres tacaño con ellos.
Ahora siento que he perdido algo precioso.
¿Qué pasó, Mason?
¿Cómo llegamos a este punto?

228

Riley

e observo como tú lo observas a él, Emilia. Yo estoy en la


puerta, mientras que tú miras por la ventana con una mano apretada
contra ella con nostalgia. Pareces tan triste. Es obvio a quién estás
mirando. Me planteo brevemente si debería decir algo, aunque todo
habrá terminado dentro de dos días: ya he tenido bastante. Compartes
cama conmigo mientras otro hombre ronda tu mente. ¿Eres siquiera
consciente de que te has dejado llevar o de lo que mis padres deben
pensar de ti? ¿Qué te pasa exactamente? ¿Has considerado alguna
vez, aunque sea brevemente, que eres una puta astuta?
—¿Debería pedirle que suba para un rapidito contigo?
—pregunto, molesto, y tú te encoges—. Podría dar un paseo de una
hora para que tengan intimidad.
Me miras con los ojos cada vez más abiertos mientras palideces
de repente.
—¿Perdón?
—¿Perdón por qué, Emilia? ¿De verdad crees que no tengo ni
idea? No soy tonto. Fue después de que desapareciera hace ocho
semanas, como muy tarde, cuando supe que algo pasaba. Antes de
eso, sólo sospechaba. ¿Sabes que mi padre sabe guardar secretos?
—Tus ojos se abren de par en par—. Sí, creo que han tenido una buena
conversación, ¿verdad? —Me apoyo en el marco de la puerta y cruzo
los brazos delante del pecho.
Parece que no tienes forma de salir de esta situación, Emilia. 229
—Me dan asco. Son unos hipócritas. ¡Excepto mamá! Siempre
ha sido así. —Pareces sin palabras, Emilia. Sin embargo, no esperaba
que tuvieras una explicación plausible lista. No hay explicación—.
Durante ocho meses te lo has estado tirando. Entonces, ¿es mejor que
yo?
—Riley, no tengo ni idea de qué decir —tartamudeas
torpemente mientras tanteas con la esquina de la cortina—. Pero, por
favor, escúchame.
—Oh, soy todo oídos —digo con una ceja levantada—. Estoy
deseando oír tu explicación, Emilia.
Te quedas callada porque no se te ocurre nada. ¿Qué podrías
decirme, Emilia? Te estabas follando a mi hermano. ¿Qué tan bajo
puedes caer? Nunca te habría creído capaz de algo así.
Te retuerces mientras tus ojos se llenan de lágrimas. No hace
mucho, los quería mucho, oh diablos, todavía los quiero, ese es mi
problema. Pero ahora los veo de forma diferente a como los veía hace
unos meses.
—Entonces, ¿no hay explicación? —pregunto con cautela—.
No, ¿lo siento? ¿Fue un error? ¿No fuiste tú, fui yo? ¿Simplemente
pasó? ¿Nada de nada?
Tragas saliva mientras miras fijamente una mancha en el suelo.
—Mírame —digo con una voz comparable a la de mi padre.
Puede que no sea mi padre biológico, pero me crio, Emilia. Y ya se
sabe, tu entorno te moldea—. Si tienes que mentirme, al menos ten la
cortesía de mirarme, zorra mentirosa.
Respiras entrecortadamente y me miras a los ojos. Eres una
hipócrita. No me tragaré tus lágrimas falsas, Emilia. 230
—Quiero saber algo. —Permaneces en silencio, simplemente
parpadeas—. ¿Por qué él, Emilia?
Odio que permanezcas en silencio. No sabes afrontar los
conflictos, Emilia. Después de todo, te encanta hacerte la víctima. Eso
quedó claro a los tres meses de relación. No tienes nada que temer
conmigo. Prefiero no decir nada a empezar una discusión, no golpeo
a las mujeres, Emilia.
—¿Por qué? —Repito con énfasis.
Te estremeces. ¿Y ahora qué he hecho? ¿Alguna vez te he dado
una razón para acobardarte o acobardarte ante mí, Emilia? ¿O es
que Mason te infundió tanto miedo que ahora es natural que te
comportes así? Estoy familiarizado con sus maneras. Lo hace con
todos, hombres o mujeres, Emilia. No eres nada especial para él. Es
como un perro alfa, que necesita dominar, montar todo y a todos.
—No lo sé, Riley —respondes finalmente—. Un día, yo sólo...
—¿Te deslizaste debajo de él? —pregunto secamente—. O se
cayó accidentalmente encima de ti con una erección y te pinchó, ¿eh?
Podría pasar.
—¡Riley, no fue así! Me chantajeó. —Parece que acabas de
recordarlo. Actúas casi aliviada al encontrar una excusa para ser una
puta de mierda.
—Qué conveniente. ¿Y con qué, puedo preguntar?
—Eh... bueno... me emborrachó mucho y.… eh... y entonces
pasó y lo grabó. No quise tener nada que ver con él después de ese
incidente. Fue un error, pero siguió chantajeándome. Tuve que seguir
viéndolo.
—Ya veo. —Asiento con la cabeza—. Entonces, ¿me engañabas 231
continuamente porque mi hermano te chantajeaba con un vídeo en el
que me engañabas?
Parece, Emilia, que ahora te das cuenta de lo poco convincente
que es esa excusa. ¿Por qué has tardado tanto? Frunces los labios
mientras niego con la cabeza. Ahora mismo, me encantaría echarte a
patadas por la puerta. Pero estamos en casa de mis padres, Emilia. Y
cada vez que te follabas a Mason, yo estaba un piso más arriba.
—¡No sé por qué lo hice, Riley! —estalla de repente de ti—.
¡Quizá soy débil y estúpida porque no te aprecio!
Resoplo despectivamente.
—¿Te enamoraste de ese lisiado emocional, Emilia? —No hace
falta que digas nada, tu expresión lo dice todo—. No te entiendo. Sé
que no te trata bien porque no trata así a nadie, ni siquiera a sí mismo.
No eres más que un trozo de carne para él, Emilia, un coño para que
se corra de vez en cuando. —De nuevo, te estremeces y me indigno.
Te duele creer que Mason piense así de ti. Pero lo hace. Lo conozco
mejor que tú. Desgraciadamente.
—Supongo que sí... —Te limpias las lágrimas de los ojos—.
Debe haber sido eso, Riley. Siempre fuiste demasiado bueno para mí.
Has leído cada deseo de mis ojos. Creo que no te merezco.
No puedo creer lo que estás diciendo, Emilia. ¿Es realmente tan
malo ser un hombre normal en estos días? ¿Es necesario ser un
imbécil que trata mal a las mujeres para conseguir respeto? ¿Qué
hay de malo en ser amable?
—¿Así que quieres que te traten como a una mierda? —pregunto
sobriamente—. ¿Eso es, Emilia? ¿Ansías que te peguen? ¿Te excitan
las lesiones? ¿O el dolor? ¿Te detestas tanto como Mason?
Y aquí vienen las lágrimas. En realidad, odio cuando lloras. 232
Odio verte sufrir. Pero ahora mismo, te lo mereces. Espero que Mason
dándote la espalda te duela mucho. Tanto física como mentalmente.
—¡No soy normal! —me gritas con los ojos llorosos. Me estás
irritando, Emilia. Me haces enfadar. Odio enfadarme. Me gusta la paz
y la tranquilidad.
—Nadie lo es —gruño—. ¡Yo tampoco o te habría dejado hace
tiempo! —Parece que yo tampoco tengo mucho amor propio, Emilia.
Porque sigo hablando contigo en vez de echarte y mandarte al diablo.
A Mason.
—Riley, no quise lastimarte. Pensé que una vez que
estuviéramos en Nueva York sería cosa del pasado. Pensé que
tendríamos un nuevo comienzo. Que...
—¿Aún puedes hacer eso? —interrumpo—. ¿Fingir que no ha
pasado nada, Emilia? ¿O no puedes dejar de pensar en él? ¿Te ha
envuelto en su dedo hasta el punto de que estás obsesionada con él?
—¡Seguro que puedo! —afirmas con firmeza.
Te acercas un poco más, Emilia. No sé si quiero que me toques
el pecho. Ves, ahí es donde Mason y yo diferimos. Tal vez él es mucho
más fuerte que yo cuando se trata de ti. Tal vez le sea más fácil dejarte
ir y simplemente darte la espalda. Los he estado observando los
últimos días. La forma en que te ha estado ignorando, como si no
existieras, veo cuánto te duele. No recibir ninguna atención de él te
está consumiendo, Emilia. Ni miradas enigmáticas, ni guiños, ni
mucho menos polla.
Eso tengo que reconocérselo, posee una fuerte voluntad cuando
algo no le conviene o le molesta. Y tú, Emilia, no eres buena para
ninguno de los dos por mucho que lo odie. 233
—¡Escúchame, Riley! —Me miras con unos ojos que me
resultan familiares. Me hechizaron la primera vez que nos vimos—.
Sé que la he cagado. Sé que no hay excusa para lo que hice y que puse
nuestra relación en peligro, quizá la arruiné para siempre. Pero no
quiero que eso ocurra. Quiero que nos mudemos a Nueva York.
Quiero olvidarlo de una vez por todas. También sé que te estoy
pidiendo mucho, Riley, pero necesito tu ayuda con eso. Sólo quiero
estar contigo y mi corazón aprenderá eso también. Mason es un
monstruo sin alma. Sí, me acosté con él, muchas veces. Así que, sí, te
engañé y te mentí cada vez que decía que iba a dar un paseo o pasaba
rápidamente por casa de tu madre. Siempre estaba con él. Pero todo
lo que tuvimos fue sexo. Lo siento.
Estoy que echo humo, Emilia. ¿Por qué me dices esto?
¿Intentas enfadarme o tranquilizarme? Casi parece que quieras
provocarme, Emilia.
Se me enciende la nariz y entrecierro los ojos. No tengo
palabras y estoy bastante tenso, desde luego no estás mejorando la
situación.
—Riley, a partir de ahora, sólo estamos tú y yo, nada de Mason.
Nadie más tampoco. Sólo te quiero a ti. Además, conociéndolo, y a
pesar de lo que siento por él, me doy cuenta de la clase de persona
que es. Es un monstruo. Y me hizo daño, de muchas maneras. Quiero
hacerle pagar por ello. Quiero que sufra.
No estoy seguro de lo que tienes en mente, Emilia, y te miro
con escepticismo. ¿Qué quieres de mí? ¿Qué pretendes? He visto esa
mirada antes. Cuando nos conocimos. Estabas discutiendo con un
amigo en el metro, Emilia. Nos subimos en la misma estación y me
preguntaste la hora. Cuando me gire hacia ti, la vi, esa mirada de
quiero follarte; como, te deseo y te tendré porque consigo lo que
quiero. 234
Eres una niña mimada, sin importar que vengas de la peor parte
de Nueva York. Sin importar que no hayas tenido padres ricos. Sabes
cómo conseguir lo que necesitas y quieres. Sé que tienes un buen
corazón, Emilia. Sé que no hay maldad en ti. Pero está ese lado tuyo
que destruye todo y a todos los que están cerca tuyo. Igual que mi
hermano. Por eso no encajan juntos. ¿Qué quedaría de dos personas
destructivas? ¿Si ambos sólo toman y ninguno cura, da o se
preocupa?
—¿Por qué? —pregunto—. ¿Qué bien podría salir de eso?
Inclinas la cabeza y resoplas. Por fin has dejado de llorar,
porque no me trago tu falso llanto. No es más que una actuación.
—Yo quiero alejarme de él y tú quieres vengarte. Lo sé, Riley.
Lo odias y quieres que pague por todo lo que te ha hecho.
Permanezco en silencio mientras sigo mirándote a los ojos.
Estás rota, Emilia, pero yo también. Cada uno a su manera. Sé que
tiene que haber gato encerrado. Sin embargo, tienes razón, más que
odiarlo, lo detesto. Quiero que sufra por todas esas veces que necesitó
ser el centro de atención. Y por toda la mierda que me hizo. Y por
todas las mujeres que me quitó.
—¿Qué tienes en mente? —pregunto con indiferencia puesto
que ya sospecho algo.
Y te sigo el juego.

235
31

Mason

stoy en la guarida de mi padre. En realidad, es un absoluto


pecado mortal estar aquí. Desde que era un niño, nos decían que no 236
teníamos nada que hacer aquí. Dios mío, los problemas que teníamos
cuando usábamos este lugar para escondernos y buscar.
Volviendo de llevar a Missy a dar un pequeño paseo, he
decidido buscar mi hierba que misteriosamente desapareció. Esta
mañana, cuando me desperté, oí a alguien en mi sótano. Los pasos
eran distintos, Emilia, y no se preocupaban en absoluto por no hacer
ruido. Era mi padre. Me llamó sapo de mierda, Emilia, y se fue otra
vez. Ahora sé por qué estaba aquí abajo. Confiscó mis drogas, Emilia.
Seguro que las escondió en su guarida antes de irse a trabajar. Mamá
tampoco está aquí, así que no tengo motivos para temer que me
descubran, una sensación que en realidad ansío, como bien sabes. La
puerta está cerrada, naturalmente, y qué. Pongo los ojos en blanco.
Como si no supiera forzar cerraduras. Ya era capaz de hacerlo a los
diez años. Mamá guardaba los caramelos bajo llave y yo forzaba el
armario y los compartía con Riley. Obviamente, me reprendieron. En
aquel momento, Riley tenía 17 años, y aun así, se quedó a mi lado sin
decir una palabra. Nunca lo delaté, Emilia. Él siempre fue un cobarde
y yo el imbécil que tenía que responder por todo.
Sólo me doy cuenta de que he movido el ratón del ordenador
cuando se enciende la pantalla.
Qué esclarecedor, ahora sé lo que le pasa a mi padre. Pero
bueno, siempre he sabido que es un poco raro dado que
constantemente lo sabe todo y me sorprende en los momentos más
inoportunos. Por ejemplo, cuando te di unos azotes en el baño o
cuando iba a matar a Riley con un bate de béisbol.
Emilia, incluso tiene una cámara en mi sótano. Sin embargo, no
apunta a la cama, sino a la puerta, para saber quién entra y quién sale.
Por suerte, no te vio desnuda todas esas veces o tendría que matarlo.
Por otra parte, hoy en día, ya no me importa, Emilia.
Parece que hay cámaras por toda la casa. Cada habitación, 237
nicho, puerta, todo está vigilado, Emilia.
Ahora mismo, te veo a ti y a Riley en una profunda discusión,
así que enciendo los altavoces y me siento con cuidado en la silla de
papá. Me pongo rígido cuando te oigo decirle que fui un error, Emilia.
De verdad, Emilia. Que quieres alejarte de mí. Que soy un monstruo.
Que te he hecho daño. Que quieres hacerme pagar, hacerme sufrir.
Que quieres olvidarme. Que sólo fue sexo. Pero no te oigo decirle lo
sumisa que fuiste y cómo me suplicaste literalmente. Que me
revelaste tu alma y la pusiste en mis manos. Que no tienes ningún uso
para ella y me la diste. Que debía hacer con ella lo que quisiera.
Tampoco le dices que te he visto de formas que él nunca verá.
En vez de eso, lo irritas, Emilia, a propósito. La
imprevisibilidad destella en tus ojos, ese fuego loco que me contagió
tantas veces y nos consumió a los dos. Le dices que quieres un futuro
con él en el que yo no exista, Emilia. Yo decido lo que pasa en tu
futuro.
Y no me importa.
¡Mierda! Puta.
Durante semanas, he disfrutado de una relajada sensación de
indiferencia, Emilia. Conseguí aislarme y distraerme completamente.
Lo logré, ya no me importas.
Y ahora lo agarras de la mano, Emilia, y tiras de él tras de ti.
¿Adónde van?
¿Qué pretendes?
Observo cómo abandonas el piso y te diriges escaleras abajo.
Riley te sigue automáticamente. No es el de siempre, lo que 238
aprovechas. No entras en el salón ni en la cocina y continúas hacia la
parte trasera de la casa.
¡Hacia donde hay acceso a mi sótano, Emilia!
Siempre supe que tenías ganas de morir, sólo que no sabía que
era tan fuerte. Ahora estás entrando en mi sótano, Emilia y estoy
vigilando todos tus movimientos.
Emilia

i corazón se acelera, Mason. No tengo ni idea de lo que


estoy haciendo aquí. Todas esas cosas que le dije a Riley hubiera
preferido decírtelas a ti. Porque quiero estar contigo y construir un
futuro contigo, no con Riley. Será difícil con él.
De acuerdo, lo quiero, pero de otra manera. Aun así, no puedo
estar sin él, igual que no puedo estar sin ti. Riley es mi ancla, mi roca.
Tú eres el abismo en el que caigo más y más profundo. Todo el
camino hacia abajo en la oscuridad hasta que me devora y no queda
nada.
Tu amor me consume. El suyo me construye. Aun así, no puedo
dejarte marchar. 239
¿Y ahora? Ahora me siento completamente perdida. Ni siquiera
sé por qué dije todo eso. En realidad, habría sido un buen momento
para terminar. ¿Pero dónde estaría sin Riley y sin ti? ¿Y lo sola que
estaría? No puedo estar sola, Mason. Y sólo contigo a mi lado, estaría
sola.
¿Y qué pasaría con él si me fuera? También sé que me adora
por alguna razón que no entiendo. Independientemente de que no
pueda demostrarlo como es debido.
Sigo arrastrándolo tras de mí y siento tus ojos clavados en mí
aunque no estés cerca. Como si miraras directamente a mi alma, que
aún te pertenece.
Lo voy a llevar a tu sótano, Mason. Sí, eso es exactamente lo
que estoy haciendo. Y espero que nos atrapes y pongas fin a este juego
enfermizo. Quiero que salgas de tu caparazón de caracol, no importa
cómo. Estoy dispuesta a sacrificarlo todo para que vuelvas a ser el de
antes, porque así te necesito.
Sé que es egoísta, en realidad enfermizo y equivocado.
Pero simplemente no puedo sacarte de mi sistema.
Básicamente, estoy enamorada del hermano equivocado.
Así que, si todo falla y no puedo tenerte, entonces quiero que él
sea como tú. Y haré lo que sea para lograrlo.

240
32

Mason

o empujas a mi cama, Emilia. Me quedo a medio camino en


la puerta, incapaz de moverme. Lo veo, pero no puede verme. 241
Reacciona mecánicamente. Sus ojos están apagados y vacíos. Eso es
lo que le haces a la gente, Emilia. Los dejas secos como un vampiro.
Le sonríes mientras te pones el jersey por encima de la cabeza
a los pies de mi cama y te enfrentas a él con tu sujetador push-up.
Ahora te arrastras sobre la cama, Emilia, directamente hacia él. Sobre
mi cama. Y yo miro. Dios, te odio. Muchísimo.
Ahora te montas a horcajadas sobre él con las piernas muy
separadas. Te tuve dos veces en esa posición.
Aún no puedo moverme, Emilia, o ambos estarían muertos. Mis
manos están apretadas, mi respiración laboriosa, mis músculos tensos
y crispados. Oh, cómo quiero matarte, agarrarte del cabello y
estamparte contra la pared. Zorra.
¿Qué crees que conseguirás con tus acciones?
—Sé que lo detestas, Riley —dices con una voz ronca y
seductora que eres demasiado gallina para usar conmigo. Parece que
le espera un capricho que a mí se me ha negado. ¿Qué estás tramando,
Emilia?
Levanta el cuerpo para facilitarte que le quites la camisa. Tus
manos recorren su pecho, Emilia.
—Puedes desquitarte conmigo —arrulla. Doy un paso adelante,
pero me detengo en el último momento. Cierro los ojos y trato
infructuosamente de borrar la imagen de mi cerebro mientras le oigo
gemir mientras lo besas y le haces quién sabe qué más.
Ojalá mi padre estuviera aquí ahora para detenerme. Mamá
quedará destrozada si pierdo los nervios y le golpeo la cara hasta que
deje de respirar.
No puedo evitarlo y abro los ojos. Estás girando sobre su 242
regazo, Emilia. Él sigue llevando sus vaqueros y tú le revuelves el
cabello. Tus labios están pegados el uno al otro. Tiene sus manos en
tu culo, mi culo. Estoy presenciando mi peor pesadilla hecha realidad.
—¿Quieres saber lo que me hizo, Riley? —susurras con tu voz
sexy en su oído, pero lo suficientemente alto para que yo lo oiga.
¿Eres consciente de que te estoy mirando, Emilia? ¿Es esta
pequeña actuación para ganar control sobre mí y la situación,
forzando una reacción por mi parte o para extraer de él lo que sólo
yo puedo darte? Sólo puedes conseguirlo haciéndolo enfadar
muchísimo, ¿verdad, Emilia?
—¿En esta cama? —continúas—. ¿Quieres saber cuántos
orgasmos he tenido y cuántas veces me ha follado por detrás? Le
encanta por detrás, donde tiene fácil acceso para follarme el culito.
Ahora hasta mi paciente hermano meón parece haber tenido
suficiente. Supongo que eso es lo que buscaba desde el principio. De
repente, te agarra, te da la vuelta y te empuja contra el colchón con
todo su peso.
Le sonríes, Emilia, como si te hubieras sacado la lotería. Luego
inclinas la cabeza hacia arriba.
—¿Quieres saber cuántas veces lo hicimos en la casa cuando tú
no estabas? —Sigues tomándonos el pelo, Emilia. ¿Intentas que nos
maten a todos?
Vale, parece que eso lo ha llevado al límite. Se abre los
pantalones y sisea de rabia como nunca antes le había oído:
—Cállate, Emilia —y apartándote las bragas, te penetra, Emilia.
Encima de mi cama. 243
Gimes con fuerza. Te sujeta las muñecas por encima de la
cabeza mientras te folla con fuerza, como a ti te gusta. Parece que lo
estás disfrutando. Echas la cabeza hacia atrás y cierras los ojos como
si por fin hubieras llegado a tu destino tras un largo viaje,
entregándote plenamente a él. De repente, coges su mano y la llevas
a tu garganta, Emilia. La aprietas a su alrededor, Emilia.
Él participa de buena gana, ya que ahora mismo te odia. Te mira
como si fuera a matarte, Emilia. Te follará hasta matarte. Poco a poco
se da cuenta de lo que hice contigo. Y con qué frecuencia.
Te está estrangulando más fuerte, Emilia. Apenas puedes
respirar pero no parece importarte. No tenía ni idea de que te
importara tan poco tu vida. Su mano es tan grande que rodea
completamente tu delicado cuello.
¿Es eso lo que quieres? ¿Morir en mi cama, fingiendo que soy
yo quien te mata?
—¡Dios, te odio! —dice mi hermano despectivamente. Te suelta
bruscamente y te tumba boca abajo, Emilia. Luego te agarra de las
caderas y tira de tu culo hacia arriba. Tiene suerte de que no se acerque
a tu puerta trasera, porque es sólo para mi disfrute.
De nuevo, se precipita dentro de ti y me pregunto por qué estoy
aquí aguantando esto. Pero no puedo moverme, estoy congelado en el
sitio. Y tan furioso que tiemblo. Toda esa rabia que suprimí con éxito
estas últimas semanas parece a punto de estallar. Y ha regresado con
una venganza. Si él no te mata, lo haré yo. Mi razón para no moverme.
Te agarra por la nuca y te presiona la cara contra las almohadas.
Como yo, tú tampoco puedes moverte. Qué ironía.
Entonces se viene el cabrón, la saca inmediatamente y se la 244
guarda.
La repentina inquietud que se instala me sacude de mi rigidez.
¡Mierda! Antes de que pueda parpadear o detenerme, estoy junto a
ustedes. Me coloco a tu lado, Emilia. Mi hermano avanza rápidamente
hacia mí.
Lo golpeo directamente en la mandíbula y cae al suelo. Sangra
por la boca, Emilia. Se la limpia, me escupe en el suelo y luego me
sonríe como si hubiera estado esperando este momento antes de
abalanzarse sobre mí. Recibo un puñetazo en el ojo sólo porque se lo
permito. Se merece un golpe de suerte, lo sé. Es rápido, Emilia,
también le gustan los deportes.
Al chocar contra la cómoda, recibo un puñetazo en los riñones
antes de agarrarle del brazo y darle un puñetazo en el hombro. Me
embiste con el otro hombro y caemos de espaldas sobre los muebles
bajos.
— No, Mason —gritas, plenamente consciente de que Riley está
a punto de morir.
No tiene ninguna posibilidad porque soy un maestro de las artes
marciales. Pero tengo que admitirlo, su puñetazo derecho tiene
bastante fuerza, debe ser ese odio reprimido de 20 años. Nos doy la
vuelta y acabo sentado sobre él, golpeándolo con los puños. Me gusta
romperle los huesos de la cara. Descargo años de ira y frustración en
su cara. Pero sigue vivo, Emilia, y se pone de lado bruscamente.
Pierdo el equilibrio y caigo hacia atrás mientras él se pone en pie. No
tiene ninguna posibilidad, Emilia. Ahora va a morir.
Cojo el bate de béisbol que está apoyado en la pared y lo
balanceo para romperle lo que le queda de cara cuando tú, zorra
estúpida, te lanzas entre él y el bate.
Apenas consigo blandir el bate sin golpearte. Un centímetro de
más y te habría destrozado la mejilla, Emilia, quizá incluso te habría 245
matado. ¿Estás dispuesta a morir por él, Emilia? ¿De verdad?
—¡Mason! —dices con voz temblorosa, luego levantas las
manos con las palmas hacia delante y te acercas lentamente a mí en
lugar de huir. Te colocas entre él y yo y plantas los pies. Esto lo
cambia todo.
Dejo caer el bate cuando das otro paso hacia mí, aparentemente
sin miedo alguno, porque me juré a mí mismo no volver a perder el
control. No contigo.
—Mason —dices suavemente y me tiendes la mano, Emilia.
Te agarro la mano con dedos temblorosos. Tengo que soltarlo,
Emilia. ¿Por qué me lo impides ahora? Nuestra relación se parece a
la de mis padres. Y ahora estoy perdiendo la cabeza.
Te sujeto firmemente la muñeca mientras me miras fijamente a
los ojos. Por Dios, ahora que mis muros han caído, no puedo apartar
la mirada. Siento que mi respiración se ralentiza y sé que te estoy
haciendo daño, pero tú no dejas que se note. Absorbes mi dolor como
una esponja de agua.
—¡Suéltala! —murmura el cabrón detrás de nosotros e
inmediatamente vuelvo a ponerme agresivo.
Al instante, dejas de existir y te suelto.
Cojo el bate de béisbol y le grito:
—No me digas lo que tengo que hacer, cabrón. —Estoy a punto
de atacarlo de nuevo cuando vuelves a detenerme. Te aferras con
ambas manos a mi brazo, Emilia. Te estás interponiendo en mi camino
para matarlo.
—¡Mason, por favor, por favor, detente!
246
Te miro ahí de pie en ropa interior negra, recién follada por mi
hermano. Justo entonces, se me ocurre que tú eres la causa de todo
esto, Emilia, y te empujo lejos de mí como si tuvieras la peste.
Respirando con dificultad, me pellizco la nariz.
—¡Pueden irse al infierno ustedes dos! —gruño y me voy.
33

Keaton

é que algo va mal en cuanto miro el teléfono para ver cómo


va todo en casa, Olivia. No hay señal. Ni de una cámara, Olivia. Ni 247
siquiera de la del sótano. Me estoy volviendo loco sin saber qué pasa
en casa. Sin saber qué está tramando. ¿Se ha puesto a asesinar y los
ha matado a todos, Olivia, sólo porque confisqué sus malditas
drogas? Espero que no, o tendré que matarlo.
Treinta minutos después, aparco delante de la casa y no puedo
entrar lo bastante rápido. Algunas luces están encendidas. Aunque
todo parece como siempre, siento que la oscura presencia de Mason
desencadena punzadas de ansiedad. ¿Quién más podría lograr eso?
Y su auto no está, otro indicador de que algo ha pasado, últimamente
apenas sale de su sótano. Incluso hizo que le entregaran sus drogas.
Sólo son las siete de la tarde cuando entro, Olivia, pero parece
medianoche. Me recibe un silencio inquietante. Nuestra casa nunca
está tan silenciosa, independientemente de si Riley está de visita,
Mason está teniendo una crisis o tú estás hablando por teléfono con
Penny mientras cocinas, quejándote del mal marido que soy. La
mayoría de las veces, te dejo en paz porque creo que necesitas
desahogarte.
Pero hoy, Olivia, el silencio antinatural me pone la piel de
gallina. Es la proverbial calma antes de la tormenta.
Sólo la pequeña lámpara de pie está encendida en el salón.
Ilumina tu cara mientras estás sentada en el sofá con las manos
cruzadas sobre el regazo, mirando fijamente a la pared. Es un poco
espeluznante. Pareces una mujer que se ha enterado de la aventura de
su marido y quiere enfrentarse a él. No he tenido una aventura, Olivia.
De verdad, no la he tenido. Mierda, se me arrugan las pelotas mientras
me descalzo.
—Olivia, ¿qué está pasando? —pregunto directamente y tú me
miras con las dos cejas levantadas significativamente como si fuera
un completo idiota por atreverme a preguntar.
248
—No tengo ni idea, Keaton —susurras—. ¿Por qué no me lo
dices tú?
Odio que me trates así, Olivia.
Molesto, me siento en la mesita frente a ti y te miro con cautela.
—¿A qué te refieres exactamente?
Levantas la barbilla.
—No estoy segura. Siempre pareces saberlo todo, Keaton.
Incluso las cosas más sucias que pasan abajo, en el sótano, ¿verdad?
—Solo levantas una ceja para hacerme saber que debo andarme con
cuidado. Mierda. Normalmente, eres tan fácil de controlar, nena,
pero, de nuevo, me dejas. Ahora mismo, no tendré tanta suerte. Estás
en plan leona protegiendo a su cachorro, esperando para abalanzarte
sobre mí y hacerme pedazos.
—Mierda —respondo exasperado y agacho la cabeza,
derrotado—. Tú ya lo sabes.
—¿Qué quieres decir, Keaton? ¿Qué se supone que tengo que
saber? —preguntas. Odio esta familia, pienso para mis adentros. Odio
mis cámaras y la forma en que me miras ahora mismo, Olivia.
Sin embargo, debo andar con cuidado, ya que no estoy seguro
de que tengas toda la información. Tengo que proceder como si
interrogara a alguien y sonsacarle la información.
—Bueno, no sé... Estoy seguro de que no hay mucho que se te
escape, Olivia —digo para ganar tiempo.
—¡Keaton! —estalla de ti—. ¿Te han dicho algo Emilia y
Mason? —Me miras como si estuviera mal de la cabeza, Olivia. Un
comportamiento tan irrespetuoso debe ser castigado, pero no ahora.
Ahora mismo, no tengo pelotas. 249
—¿Esos dos me dijeron qué? —pregunto, haciéndome el
despistado. Hacerse el tonto siempre es una jugada inteligente, nena.
Saltas como un cohete y me agitas el dedo índice en la cara,
Olivia. Madre mía. Aquí vienen los problemas.
—¡Están teniendo sexo, Keaton! —Enfatizas cada palabra—.
¡En su sótano! Sospechaba algo por el estilo, ¡pero hay algo aún más
impactante!
—¿Y qué sería eso? —pregunto en voz baja.
—¡Llevan haciéndolo más de nueve meses! ¡Y tú lo has sabido
todo este tiempo! ¿Cómo has podido engañarme así? —Genial, ahora
ha salido a la luz. Gracias a Dios, Olivia, un secreto menos que
guardar. Apoyas tus pequeñas manos en las caderas mientras me
miras. Me excita cuando te enfadas, pero mejor no te lo digo ahora.
—Si lo hubieras sabido, ¿habría cambiado algo?
—Um —dices y levantas las manos—. Tal vez, habría
cancelado el compromiso. Habría prohibido el traslado a Nueva York.
—Como si pudieras darle órdenes a Riley, tiene treinta años,
Olivia. Lo mismo va para Mason. Cariño, tienen que solucionarlo. Es
como ser un documentalista observando osos polares en el Polo Norte.
Aunque los lindos oseznos se estén muriendo de hambre, nadie puede
interferir. La naturaleza tiene que seguir su curso.
—Mis hijos no son cachorros de oso polar —ruges y juro que
los jarrones decorativos tiemblan. Ahora te emocionas y se te llenan
los ojos de lágrimas, cosa que no me gusta, Olivia—. ¡Y no es un
documental, Keaton! ¡Esto concierne a Riley! ¿Puedes imaginarte por
lo que debe estar pasando ahora mismo?
Creo que te he oído mal, Olivia. Te miro como si hubieras 250
perdido la cabeza.
—¿Estás preocupada por Riley? —pregunto.
—¡Está sentado en la habitación de invitados y tiene la cara
hecha un asco de sangre gracias a que su hermano le ha dado una
paliza casi mortal! —Parece que Mason no consiguió mantenerse en
su tranquilizador estado de indiferencia y perdió el autocontrol
después de todo. Eso es bueno.
—Y, ¿dónde está Mason, Olivia?
—¡No lo sé, Keaton! ¡Dímelo tú! —siseas, completamente
iracunda.
—Entonces, ¿te preocupa que le den una paliza a Riley?
—pregunto—. Teniendo en cuenta que es un hombre fuerte, ¿te
preocupa que no pueda soportar que le pongan los cuernos?
Me miras con incredulidad.
—¿Te estás burlando de lo que pasó? —me preguntas.
—No, lo que pasó es terrible, Olivia. Pero deberías sentir pena
por Mason. Creía que tenías una relación tan especial con él. ¿No te
das cuenta de lo mucho que está sufriendo? ¿No ves que está a punto
de volverse loco?
Resoplas.
—Bueno, tú lo sabrías, ¿verdad, Keaton? Por eso lo entiendes
tan bien. Y es por eso que lo golpeaste después de que destrozó el
apartamento de Riley. Y es por eso que estás minimizando todo el
incidente, negándote a reconocer todo el daño que Mason está
haciendo, Keaton. ¡Sólo ves su sufrimiento, no el de Riley!
Ahora estoy enfadado, Olivia. Se nota, pero no me importa. 251
—Sí, lo sé bastante bien —gruño y me pongo en pie para
recordarte con quién estás hablando.
Efectivamente, tienes que insistir y te enfrentas a mí, nariz con
nariz.
—¿Intentas intimidarme, Keaton? ¿De verdad?
—Sí, lo sé —siseo—. Y por eso sé exactamente lo que le pasa.
Es mi hijo, Olivia. Por favor, intenta ser comprensiva y perdonarlo.
Si no, tú y yo tendremos un problema.
Inhalas bruscamente.
—¿Otra vez?
—Ya me has oído, Olivia.
—Quiero a Mason, lo sabes —dices y tus ojos destellan ira—.
Siempre fue mi bebé especial, pero debes darte cuenta de que no
podemos dejar que se salga con la suya en todo. Su edad es
irrelevante, incluso que sea difícil, Keaton, el hecho es que la cagó.
Empezando por la prometida de su hermano, Keaton, ¿no lo
entiendes?
—Lo entiendo perfectamente, Olivia, pero los he visto juntos y
no se compara con lo que tiene con Riley. No puedes acabar con eso
así como así. Tú más que nadie deberías saberlo. Tú misma lo
experimentaste.
Tus fosas nasales se inflan mientras entrecierras los ojos.
—No, lo siento, no puedo ni quiero entenderlo. Yo no lo crié
así, ni tú tampoco, Keaton. Sí, los hermanos deben compartir, pero no
una mujer.
252
—Ha compartido mucho a lo largo de los años, Olivia, créeme,
lo he observado. Hubo muchas veces en las que fue maltratado,
simplemente nunca te diste cuenta.
Me miras inquisitivamente durante unos segundos antes de
darme cuenta del error que he cometido.
—Espera… —dices—. ¿Cómo lo sabes? ¿Qué quieres decir con
que lo has observado, Keaton?
Mierda... Olivia, recuerdo que prometí no volver a hacer una
cosa así, no volver a esconder cámaras y despreciar la intimidad de
todo el mundo. Mierda.
—No me lo digas —dices mientras tus ojos se abren de par en
par y das un paso atrás—. ¿Has instalado cámaras por toda la casa,
Keaton? ¿Y lo has estado observando todo a través de un monitor?
—preguntas tan tranquila. Sé que tu voz engaña. Miras alrededor de
la habitación como si buscaras cámaras ocultas.
Está en la lámpara, nena, ¿aún no te has enterado de nada?
—¡Keaton! ¡Contéstame! —Esto no me gusta, Olivia, nuestra
conversación va por mal camino—. ¡Keaton!
—¿Qué? —grito y me encojo de hombros. Me devano los sesos
pensando en cómo salir de esta mierda—. ¡Sí, lo he hecho! ¡Me
permitía vigilar constantemente a Riley y Mason desde donde fuera!
No importaba lo que necesitaran, ¡siempre estaba ahí!
—Guau, qué enfermo es eso —oigo detrás de mí. Es Riley,
mierda.
Ya me odia.
Me echa un vistazo por encima del hombro y se sobresalta, 253
Olivia.
—¿Riley?
—Sabía que vivía en un manicomio —dice Riley—, pero esto
se lleva las palmas. ¿Tienes cámaras escondidas por toda la casa?
¿Dónde exactamente?
— Bueno...
—Si conozco a tu padre, en todas las habitaciones —afirmas
malhumorada—. No hace las cosas a medias, juega sobre seguro. ¿No
es así, Keaton? Lo sabías desde el principio, ya que has estado
vigilando a todo el mundo —acusas—. Podrías haber terminado
cuando empezó, Keaton. Al menos podrías haber evitado que se
produjera el compromiso. Podrías...
—Decirme que me estaban engañando —interrumpe Riley.
Odio cuando te interrumpe. ¿Por qué hacerme el centro de atención
a mí? Yo no toqué a la chica. No golpeé a nadie. No he hecho nada.
Ambos me fulminan con la mirada y, como siempre, veo el parecido
entre los dos.
—Alégrate de que tuviera las cámaras instaladas, Olivia, o aquel
verano de hace cinco años, Mason habría incendiado nuestra casa.
—Debe de ser cosa de familia —sueltas y yo te lanzo una mirada
de advertencia. No te pases, nena, ¿o quieres verme enfadado?
Sí, eso es. Eso es exactamente lo que quieres. Ahora me
aseguraré de mantener la calma.
—Si no lo vigilara todo como tú tan amablemente dices, hace
siete años, Mason habría tenido su primera orgia. En tu sofá, Olivia.
—Tus ojos se abren de par en par—. Sin cámaras, no habría podido 254
impedir que Riley se follara a una chica de 15 años en su cumpleaños
número 18. —Bruscamente miras con disgusto a Riley—. Lo siento,
amigo —digo, y vuelvo a mirarte a la cara—. Por no hablar de todas
las veces que Mason asumió la culpa, te habría mentido a la cara,
Olivia. ¿Sigo? —Miro a Riley.
—¡No! —responde—. Mejor no.
Lo miras fijamente, Olivia, y por primera vez ves a tu chico
soleado con otros ojos.
—Nadie posee sólo un lado bueno o uno malo, Olivia. Ni
siquiera Mason.
Riley resopla.
—Mason es el engendro del infierno y pagará por eso.
Olivia, el ambiente en la casa claramente ha dado un giro peor.
Parece que hace 40 grados menos aquí. Puedo sentir a todo el mundo
cada vez más tenso, haciéndome difícil respirar. También siento una
nueva presencia; una fuerza de la naturaleza ha llegado.
—¡Hola! —dice Mason detrás de mí.
Está en casa, Olivia. Ahora la mierda realmente va a golpear el
ventilador.

255
34

Mason
256
stoy borracho, Emilia, pero las imágenes siguen ahí. Me
perseguirán el resto de mi vida. Tú y él en mi cama. Ni siquiera yo
creía que fueras tan puta. Toda mi familia está reunida en el salón,
Emilia. Por lo que sé, estás arriba escuchando, demasiado asustada
para bajar porque mi padre y mi madre están aquí. Esta última ahora
te odia. Simplemente te tolera, eso es todo, ya no te acepta.
—¡Mason es el engendro del infierno y pagará por eso! —dice
Riley en cuanto llego sonriendo ampliamente.
—¡Hola!
Mamá me mira ansiosa, Riley está obviamente enojado y papá
molesto. Estoy tan borracho, Emilia, que ya me importa una mierda
todo y todo por tu culpa.
Un poco inseguro, me acerco a mi hermano, que tiene la cara
hinchada como una albóndiga deforme. Le paso un brazo por los
hombros.
—¿Qué pasa, hermano?
Me empuja.
—Apestas a alcohol.
—Tú también, de Emiliaaaaa —le respondo—. Tengo que decir,
hermano...
—No me llames hermano —me interrumpe.
—Da igual... Tengo que decir, hermano, que no pareces ser tan
malo en la cama. Te la follaste duro, como a ella le gusta. La próxima
vez, azótale un poco el culo y sentirás cómo se derrite su chochito
entre tus manos. A ella siempre le ha encantado que la folle duro. 257
Todos me miran fijamente, Emilia, obviamente horrorizados por
lo que acabo de decir. Bueno, lo que se dice se hace. Te oigo acercarte,
atraída por mi voz, eh.
Aquí vienes, recién follada, llevando pantalones de chándal y
un jersey. Tus ojos delatan que estabas llorando. Todo lo que veo es
la forma en que te tocaba.
No digo lo que quiero, pero siento el impulso de dar un paso
hacia ti cuando mi padre dice claramente:
—¡No!
—¡Ahí está! —declara Riley con desprecio—. Entonces, ¿qué
tienes que decir a tu favor, zorra?
—¡Riley! —Mamá le suelta un chasquido.
Me giro para mirarlo, Emilia, y lo miro fijamente a los ojos.
—Vuelve a llamarla así y te corto la lengua.
Papá se interpone entre nosotros, qué aguafiestas, y se dirige a
mí con más fuerza:
—¡No, Mason!
—¡Qué gracioso! —digo y me alejo de papá—. ¡Siempre soy el
malo! Esa de ahí —Señalo con el dedo índice en tu dirección,
Emilia—, ¡lleva casi un año follándome y nadie dice ni pío! Y ese
—señalo a mi hermano—, ¡lleva follándome desde que nací! Y no de
buena manera, mamá... —Le tengo demasiado respeto, Emilia, no
puedo hablarle así. Además, papá me partiría la cara. Al instante. Ya
lo hizo cuando le falté el respeto una vez—. Mamá actúa como si todo
fuera suuuuuupeeeeeer en vez de afrontar nuestra jodida situación.
—Me encojo de hombros—. Y qué pasa con papá, nos ha estado 258
vigilando como un acosador loco, observándonos cuando nos
duchamos. ¿Qué te parece, papá? ¡Me he encargado de deshacerme
de todas las cámaras! Así que ese problema está resuelto.
Mi padre levanta una ceja.
—No te veo duchándote.
—¡Eso es tan típico de ti! —afirma Riley con
condescendencia—. Siempre culpando a los demás en vez de
confesarlo.
Me río.
—Emilia, ven aquí —te digo.
Riley te fulmina con la mirada. Parece... indeciso. Te miro,
Emilia, con cara de no me jodas. Miras al suelo y te acercas
arrastrando los pies. Miro a Riley y sonrío. Está que echa humo. Su
cara, que ya está hinchada, se pone roja.
Todos me miran como si hubiera perdido los estribos, y puede
que sea así, Emilia.
Te pones a mi lado. Solo la mirada de mi padre me impide
agarrarte del brazo y acercarme a ti. Después de todo, eres mía. He
vuelto, Emilia, como tú querías. Querías que abandonara ese estado
de indiferencia en el que me sentía tan cómodo. Querías que volviera
el monstruo, así que aquí está. Ebrio, pero presente.
—Díselo. —Consigo decir sin arrastrar las palabras y ya no
puedo reírme, en parte porque te afecta.
Tus ojos muy abiertos delatan tu conmoción mientras me miras
suplicante. No lo dejaré estar, Emilia. Esto es lo que querías. El
castigo es justo. 259
—Diles quién inició el primer polvo. Y quién tropezó en el
sótano para el segundo, supuestamente por accidente.
—Mason, por favor. —Quieres desaparecer en un agujero en el
suelo, Emilia, pero eres tú quien tendrá que explicar la situación.
—Mason, ya basta —dice mi padre con seriedad.
Sacudo la cabeza.
—No lo creo. Sólo estoy calentando.
—Ven aquí —comenta Riley—. Aléjate de ese psicópata.
Te miro, Emilia, ten cuidado con el próximo movimiento que
hagas. Estoy a punto de perder la cabeza otra vez. Riley está a punto
de alcanzarte el brazo y los ojos de mis padres delatan claramente el
pánico. Me conocen bien. Son perfectamente conscientes de lo que
está pasando dentro de mí en este momento.
Ahora papá habla:
—Riley, no hagas eso.
Naturalmente, él no escucha, Emilia, y te agarra del brazo,
intentando alejarte de mí. Eso no me gusta nada, Emilia. Te aparto de
él y me dispongo a darle un puñetazo cuando oigo a mi madre gritar
y la mesa de centro se cae al intentar mi padre interponerse entre
nosotros. Pero no es lo bastante rápido. He golpeado a Riley en el
culo. De pie detrás de mí, papá me agarra con fuerza mientras mamá
se acerca corriendo a Riley. Se arrodilla a su lado para ver si está bien.
Esto resume el estado actual de nuestra familia: Papá y yo a un lado,
él apenas puede controlarme, Riley y mamá sollozando al otro lado,
y en medio estás tú, Emilia. Siempre eres tú. ¿No ves lo que le estás
haciendo a nuestra familia? No me gusta cuando mamá llora. 260
—¡Suéltame! —grito mientras intento soltar a papá. Se limita a
apretarme los brazos y el torso—. ¡Voy a matarlo!
Por fin te mueves, Emilia, y te colocas delante de mí. Esta vez
no tienes miedo de tocarme. Pero entonces mi padre me sujeta
firmemente. Tus manos se acercan a mis mejillas y las ahuecan.
Mientras me miras fijamente, todo lo demás a tu alrededor se
desdibuja. Todo lo que veo es tu cara.
—¡Mason! —dices insistentemente—, mírame. —Lo hago,
Emilia, y por mi mente solo pasa un pensamiento.
—Te lo follaste. Te he visto. Te odio.
Puede que te mantengas firme, pero puedo ver el dolor en tus
ojos. No sabía que podías ser tan fuerte, Emilia, tan segura y asertiva.
—Mason, no importa lo que haya hecho, Riley, tu madre y tu
padre no tienen nada que ver. ¿Me oyes?
Entrecierro los ojos.
—¡Quieres mudarte! —digo con más dureza—. ¡A Nueva York!
—Es lo mejor para todos. Especialmente para tu familia.
Exhalo con fuerza y te miro fijamente. Sólo a ti, a tus labios, a
tus ojos, a tu piel y a tu cabello. No sé si podré soportarlo, Emilia. No
sé si alguna vez podré dejarte ir.
Es indescriptible, pero de algún modo me siento atado a ti.
—Todo irá bien —dices con confianza y me pasas la mano por
el cabello con los dedos separados. Cierro los ojos. Te pones de
puntillas y apoyas la frente en la mía. Mientras tu aliento acaricia mi
piel y tu aroma sube hasta mi nariz, de repente sólo estamos tú y yo. 261
Eres mejor que cualquier porro. mierda, Emilia.
La paz me inunda porque has vuelto a empapar mi rabia. Tardo
unos segundos en darme cuenta de que mi padre me ha soltado y mis
manos están en tu cintura, Emilia, las tuyas están en mi pecho.
—Tienes que soltarme ya, Mason —susurras. No tengo ni idea
de si puedo porque tendría que ser para siempre—. ¡Mason, por favor!
—Oigo lágrimas en tu voz—. No lo hagas aún más difícil para
nosotros.
Me recompongo y te suelto bruscamente para que tropieces un
poco hacia atrás, te des la vuelta y te vas.
Le doy un puñetazo a la pared del pasillo al pasar y dejo un
agujero tan profundo como el que me has hecho en el pecho.
35

Keaton

esto me refería, Olivia. Te miro atentamente, esperando


que entiendas lo que acaba de pasar. No hay nadie que pueda calmar
así a Mason.
Riley se fue porque no podía mirar cuando solté a Mason y
atrajo a Emilia en brazos. Pero está bien, Olivia. No hay necesidad de
262
que tengas remordimientos de conciencia. Simplemente necesita
tiempo para calmarse. Ya no es tu niño pequeño, hoy en día, es firme
y adulto, a diferencia de Mason. Mason tiene 24 años, no sabe quién
es, amenaza con asfixiarse bajo el peso de sus emociones si nadie le
ayuda, Olivia.
¿No lo entiendes?
Te miro. Tienes lágrimas en los ojos cuando sólo quedamos tú,
Emilia y yo. Te tiendo la mano, tú lo permites a pesar de lo que acaba
de pasar, y te estrecho entre mis brazos.
Todo saldrá bien, cariño.
Mason

e siento con las piernas cruzadas en mi sótano,


escuchando música para relajarme, Emilia. He destruido parcialmente
mi saco de boxeo en el salón, con la esperanza de calmarme. Pero
luego acuchillé mis colchones porque no podía soportar la idea de que
tú y Riley follaran en ellos.
Todo el tiempo, imaginé que era él. Lo odio, Emilia, porque te
tiene. Te tiene a su manera, por eso tampoco te dejará ir, Emilia. Eres
una droga, eres adictiva. Eres como un veneno que ingiero y para el
que no hay antídoto.
Te lo follaste delante de mis ojos, Emilia. Sé por qué lo hiciste.
Intentaste forzar mi reacción porque sabías que estaba mirando. 263
Actuaste para mí, Riley fue simplemente el pobre idiota que usaste.
No soportas que te ignore. Cuando te trato como si no existieras.
Pero es mejor para nosotros, cariño. Ahora que mi muro protector
cuidadosamente erigido ha sido demolido, no hay vuelta atrás, Emilia.
Estoy rodeado de un caos absoluto. Los muelles de los
colchones asoman por la tela rajada, el relleno del saco de boxeo está
desparramado y hay trozos de cristal por todas partes.
Accidentalmente me corto la mano, pero no pasa nada, ni siquiera
siento dolor. A mi lado hay una botella abierta del coñac de mi padre.
Los efectos del trago anterior se me están pasando y tengo que beber
más o drogarme, Emilia. Pero ahora mismo no me queda, si no, ya me
habría fumado uno.
Me gustaría decirte tantas cosas, pero no puedo. Algo dentro de
mí me lo impide. Durante todo este tiempo, ni siquiera he intentado
conocerte como persona. Obviamente, sé cómo eres por las mañanas,
sé que tus ojos brillan cuando se llenan de lágrimas y sé que estás rota
como yo. No me interesa tu color favorito ni a qué instituto fuiste, me
interesa lo que te corroe, lo que te interesa y te inspira, y cuáles son
tus miedos, tus sueños y tus deseos más profundos.
¿Crees en las señales, Emilia? ¿Crees que el destino te trajo a
mí ese día? Ese día me sentí tan mal como nunca. ¿Crees que algún
poder superior pensó, juntemos esas dos piezas rotas y veamos si
forman un todo? No, desde luego que no, porque sabemos que eso no
es verdad, Emilia. Somos como un huracán, en constante agitación y
devastadores. Destruimos todo lo que se cruza en nuestro camino. Te
das cuenta de eso, ¿verdad? Sé que sólo tengo que decir la palabra y
me elegirás porque siempre he sido yo. Sé que tus ojos brillan cada
vez que entro en la habitación y que tu mirada me sigue aunque no te
lo haya ordenado. O cómo se abren parcialmente tus labios cuando te
miro y te dejo sin aliento. También oigo el anhelo en tu voz cada vez
que pronuncias mi nombre. Me he asegurado de darte de mí sólo lo 264
que creía que podías soportar, Emilia, porque todo de mí a la vez te
destrozaría. Tengo tantos problemas que ni siquiera sé de dónde
vienen. La verdad, Emilia, es que me odio cuando te veo con él. Eso
es porque sé que es bueno para ti y el hombre que te mereces. Sé que
nunca podré ser como él. No te importa lo que es correcto. No quieres
racionalidad y seguridad, ¿verdad? Ansías el caos absoluto y un salto
sin paracaídas.
La puerta de la escalera se abre y unos pasos descienden. Sé que
te pertenecen porque los he oído muchas veces antes. Pisas despacio,
sin saber qué esperar, pero a pesar de todo, tienes que venir.
Sigo sentado en el suelo pensando en lo que haré cuando entres
en el dormitorio. Las luces están apagadas, como suele ocurrir. Sabes
que me encanta la oscuridad, igual que a ti, ¿verdad? La luz de la luna
se cuela por la ventana del sótano directamente sobre tu figura. Eres
tan hermosa, Emilia. Me encanta cuando no llevas maquillaje. Igual
que me encanta cuando me miras como lo haces ahora.
La cabeza ladeada, el cabello sobre la cara. Siempre siento la
necesidad de atarlo hacia atrás, de lo contrario, no puedo ver tu cara.
Siempre quiero verlo todo de ti porque no me dan miedo tus abismos,
Emilia.
Tienes los ojos muy abiertos y rojos. Me encanta cuando lloras,
cariño. Después, tus ojos siempre tienen ese brillo tan particular.
Siempre pareces un poco sorprendida, incluso fascinada, cuando me
miras. ¿Y eso por qué? Nunca entendí tu fascinación por mí. Estoy
jodido, Emilia, muy jodido.
Esos labios que debo haber besado mil veces están rojos de
tanto que los muerdes. Lo haces cuando estás nerviosa.
Probablemente estabas sentada en la habitación de arriba sin saber si
bajar o no. Estás tan confundida como yo. Pero esta vez no te diré lo 265
que tienes que hacer.
Te acercas, te sientas con las piernas cruzadas frente a mí,
levantas la botella de mi mano y bebes un sorbo. Demuestra cómo te
he influido y jodido, Emilia. Antes de conocerme, no probabas el
alcohol. No tenemos ninguna oportunidad juntos, nena. Nos
destruiremos mutuamente. Tú me prenderás fuego y yo te arrastraré a
las llamas.
Mierda, Emilia, no sabía que significabas tanto para mí.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto. El alcohol ya está
haciendo efecto porque tengo la lengua floja.
—Tenía que verte. —Me agarras la mano, Emilia. Siento tus
delgados deditos entre los míos. Enlazas nuestros dedos mientras
observo lo bien que encajan. Qué ligera parece tu piel sobre la mía.
Lo frágil que es la tuya comparada con la mía. Sin embargo, es mejor
que creas que no eres la única que se siente frágil en este momento.
Pero sabes que no siempre soy fuerte, ¿verdad, Emilia? Me has visto
en mis momentos más débiles y no me has presionado.
—Estar aquí no es una buena idea —digo, pero no tengo fuerzas
para retirar la mano, lo que no hace más que animarte, Emilia. Tus
ojos esperanzados te delatan. Sin dejar de mirarme, te incorporas
lentamente y te subes a mi regazo. No puedo apartarte, Emilia. Estoy
hechizado por tu calor y tu fragancia. Cierro los ojos mientras me
tomas la mano y la colocas en tu cadera, y luego me pasas los dedos
por el cabello. Tu cuerpo empuja contra mi piel desnuda, sólo la tela
de tu jersey se interpone entre nosotros. Maldita sea, Emilia, te deseo.
Siempre te deseo, hagas lo que hagas.
Esa es la verdad.
Suspiras y tu aliento acaricia mi mejilla. Tus labios rozan
ligeramente mi mandíbula y dejo que pase mientras se mueven hacia 266
mis labios. Me besas con más suavidad que nunca, de una forma que
no deberías, aunque entre nosotros nada es normal.
Correspondo al beso, Emilia. Mis manos están en la parte baja
de tu espalda cuando agarro el dobladillo de tu jersey. Nos separamos
brevemente mientras te lo pongo por encima de la cabeza. Nuestro
beso se vuelve más apasionado a medida que nos abruman nuestros
sentimientos: desesperación, odio, sufrimiento y tantas otras cosas
que nunca podré expresar con palabras.
—Cuando esto se acabe, Emilia, tienes que irte —murmuro
contra tus labios mientras te desabrocho el sujetador con una mano.
Mientras deslizo una mano por tu costado y rozo tu pecho,
sollozas y gimes al mismo tiempo antes de que te abrace. Siento que
podrías desaparecer en cuanto te suelte. Y ahora mismo, no puedo
permitir que eso ocurra. Emilia. Incluso mañana, no estoy seguro de
estar preparado para dejarte marchar. La sola idea de no poder verte
cuando quiera me pone enfermo. Me he acostumbrado a tu presencia
estos últimos meses. Me he acostumbrado tanto a que estés aquí, que
es como si fueras parte de esta casa. Por mucho que te odie a veces,
me encanta saber que estás ahí cuando llego a casa o escuchar tu risa
en el sótano aunque estés arriba. O cuando miro por la ventana o saco
la basura y, de vez en cuando, te veo sentada en el jardín o en el
columpio. Cada vez, puedo robarte un beso porque es imposible
resistirse a ti. Y cada vez, me dejas boquiabierto.
Emilia, estas cosas nunca te las diré, pero intentaré hacértelas
sentir esta noche porque esta noche es lo único que me queda de ti.
Te agarro suavemente del cuerpo y te levanto. Tus piernas me
rodean la cintura y te llevo hasta el salón antes de dejarte lentamente
en el sofá. Me tomo un momento para contemplarte. Me encanta tu
cuerpo. Veo las cicatrices que te he causado. Sé que hubo momentos 267
en los que fui demasiado brusco contigo y fui demasiado lejos.
También sé que hubo momentos en los que te pedí más de lo que eras
capaz de soportar. Pero nunca te quejaste ni dijiste nada, ni una sola
vez.
Me arrodillo entre tus piernas y, mientras te quito los
pantalones, me ayudas levantando las caderas. Los tiro al suelo.
Observas cómo recorro cada centímetro cuadrado de tu piel.
Tus ojos traicionan tu confianza. No deberías mirarme así, Emilia.
Esa mirada debería estar reservada para él.
Me inclino sobre ti y me tomo mi tiempo para inspeccionar cada
cicatriz, visible o no, de la que soy responsable. Beso tu mejilla, que
golpeé en un momento de ira incontrolable. Beso tu cuello, alrededor
del cual he puesto los dedos con demasiada fuerza demasiadas veces.
Beso tu pecho izquierdo porque debajo está el corazón que he roto
demasiadas veces. Beso tu vientre, tus piernas, engancho mis dedos
en tus bragas y las hago rodar hacia abajo. Beso tus muñecas, Emilia,
que están llenas de cicatrices de las muchas veces que te até con
demasiada fuerza.
Cuando vuelvo a mirar hacia arriba, estás llorando en silencio.
Lo sé, Emilia, yo también lo siento, pero no puedo ser tan abierto
como tú. Hay veces que desearía poder hacerlo.
Acerco mis labios a los tuyos mientras te acuno la cara con una
mano. Tu cuerpo acalorado se abraza al mío mientras tus brazos
abrazan mis hombros y las yemas de tus dedos tocan la parte superior
de mi columna vertebral. No quiero dejarte marchar, Emilia.
Tampoco quiero follarte.
Simplemente quiero abrazarte así y tumbarme aquí hasta que
toda esta mierda sea historia antigua. ¿Podrá ser así alguna vez? De
momento, parece que no tiene fin.
268
Me meto entre los dos, me abro los pantalones, me lo saco y la
froto por tu entrada. Contienes la respiración mientras la deslizo
lentamente dentro de ti sin dejar de sostenerte la cara con una mano.
Tengo que contenerme. Nunca lo habíamos hecho tan despacio.
Tengo que decir que te sientes absolutamente increíble. Gimes
mientras arqueas la espalda. No puedo oír más mi nombre de tus
labios. Tu talón se clava en mis nalgas para hacerme saber que me
quieres más adentro, así que cumplo tu deseo y me meto dentro de ti.
Ahora incluso gimo tu nombre, algo que nunca he hecho, Emilia.
Te inclinas hacia mí y tus labios buscan los míos antes de
apretarlos apasionadamente mientras me sujetas las mejillas. Sigues
llorando, cariño, pero esta vez no de dolor físico. Te devuelvo el beso
e intento mostrarte lo que no puedo decirte, pero que te mereces.
Puedes sentirlo, Emilia. Yo también puedo sentirlo.
Las yemas de tus dedos me arañan los omóplatos mientras
aprietas la frente contra la mía y, con los ojos cerrados, jadeas:
—Te amo, Mason. Te amo tanto. —Sollozas y te contraes a mi
alrededor. Tengo que controlarme para no correrme, cariño. Después
de todo, no quiero que esto termine. No quiero que te vayas. No quiero
perderte. No quiero que lo nuestro termine.
—Dilo otra vez —susurro.
Me agarras del cabello y empujo con más fuerza porque ya no
puedo contenerme y susurras contra mis labios:
—Te amo, Mason Rush.
Jadeo mientras me quedo quieto dentro de ti y me corro,
plenamente consciente de que será la última vez. Puedo sentirlo,
Emilia. A partir de este momento, cuando salga de ti, no seremos más. 269
No me sueltas y sigues aferrándote a mí con todas tus fuerzas,
con la cara hundida en mi hombro y mechones de cabello esparcidos
por mi cuerpo. Yo también me aferro a ti como un ahogado. Nos doy
la vuelta para sentarme en el sofá contigo en mi regazo. Tú tampoco
quieres soltarme, Emilia, pero cuando oigo a los pájaros piar fuera, sé
que se nos ha acabado el tiempo.
—Tienes que irte ya —te digo, pero no te mueves. Mierda,
Emilia, no me lo pongas aún más difícil.
Aflojo con cuidado tu agarre. Es lo más difícil que he tenido
que hacer nunca. Puedo aguantar una buena paliza antes de caer, pero
soltarte me pone de rodillas.
Mueves la cabeza hacia atrás y puedo ver tus ojos cansados y
llorosos.
—Sólo tienes que decirlo —murmuras roncamente mientras
colocas tu mano en mi mejilla. Me rozas el labio con el pulgar, como
hago siempre contigo.
Soy tuyo, Emilia, cosa que nunca debes saber.
—Solo tienes que decirlo una vez y me quedaré contigo. No
importan las consecuencias, no importa si me arrastras a la oscuridad.
No importa si terminas matándome. Sin ti, no quiero estar en la luz.
No quiero estar sin ti.
Mierda.
Aparto las manos que sigues poniendo sobre mi cuerpo.
Deberías dejar de tocarme, Emilia, o puede que pierda la
determinación y me escape contigo después de todo.
—Vete ya, Emilia. 270
Empiezas a sollozar de nuevo.
—Mason, por favor, déjame quedarme contigo.
Aparto tus manos con más firmeza.
—Tienes que irte. Ahora. —Mi voz interior grita: No te vayas.
Quédate aquí conmigo. A la mierda todo lo demás.
Sin embargo, no escucho mi voz interior, Emilia, es la voz que
me mete en la mierda siempre.
—Vete ahora antes de que pierda la paciencia —siseo—. Emilia,
no confío en mí mismo. Siempre tuviste razón. Soy un monstruo.
Me miras a los ojos y sé que debería guardar esta imagen en lo
más profundo de mí. De ti, desnuda, con los ojos muy abiertos, el
cabello revuelto, la mirada desesperada y anhelante. Me encanta,
Emilia.
Te retiro el cabello de la frente y te lo pongo detrás de la oreja.
—Emilia, por favor, vete ya. —Esta vez me escuchas y no me
hace gracia.
Inhalas y exhalas temblorosamente y te pones de pie. Me siento
como una mierda mientras te veo vestirte, como si fuera a vomitar.
Maldición, me siento como una mierda, Emilia.
Me tiemblan las manos. Estoy a punto de inmovilizarte
encadenándote a algo y luego tirar la llave. Sin embargo, consigo ser
lo bastante fuerte para quedarme quieto. Por tu bien.
—¿Eso es todo lo que tienes que decirme? —preguntas mientras
encaras las escaleras. 271
—Adiós, Emilia.
36

Mason

o sé cuándo me quedé dormido, pero debió de ser poco


después de que te fueras, Emilia. Sigo tumbado en el sofá, porque ya 272
no tengo cama.
Al instante, estoy completamente despierto.
Ayer, el camión de la mudanza estuvo aquí, Emilia.
Todavía tengo tu olor en la nariz, te siento a mi alrededor y te
saboreo en los labios. Incluso vuelvo a oír tus palabras de que me
amas cuando por fin me levanto y tropiezo con la ventana.
Se acabó el ir y venir de la mudanza.
—¡Mierda! —digo en voz alta y corro escaleras arriba hacia mis
padres. El salón está vacío—. Mierda, mierda, mierda, mierda. —No
hay maletas, ni cajas, ni nada. Vuelvo corriendo a la habitación de
invitados y abro la puerta. La cama está deshecha, la fragancia de tu
perfume flota en el aire y oigo cerrarse de golpe la puerta principal.
Eres tú, tienes que ser.
Quizá te has dado cuenta de que soy un estúpido que dice
estupideces. Quizá no puedo estar sin ti y deberías volver
inmediatamente. A lo mejor tengo pánico porque no volveré a verte
más que en tu boda, donde llevarás ese vestido blanco de mierda,
Emilia.
Doy los pasos de dos en dos y casi tropiezo con un arcón. Miro
directamente a la cara de mi padre y al instante sé que te has ido.
Me mira muy aprensivo, probablemente temiendo que pierda la
cabeza, Emilia.
—¿Dónde está? —estalla de mí mientras me paro en el último
escalón, agarrándome con fuerza a la barandilla.
Él se limita a mirarme y sacude la cabeza como si alguien
hubiera fallecido.
—No... —susurro. Me siento como si me hubieran dado un
273
puñetazo en el estómago. Sólo ahora soy consciente de lo que
significa dejarte ir, Emilia—. ¡No! —grito más fuerte. Intento
zafarme de mi padre, pero su brazo sale disparado y me rodea el
estómago, sujetándome como una viga de acero—. ¡Suéltame!
—jadeo mientras intento liberarme.
—Se ha ido, Mason, olvídate de ella.
—¡No! —grito y empujo la pared con mis pies. Papá tropieza,
pero me sujeta—. ¡No! —grito con todas mis fuerzas—. No puedo
hacerlo, papá. ¡No puedo! Papá, por favor. No puedo. —Mis piernas
ceden y me hundo en el suelo con mi padre. Lágrimas calientes corren
por mis mejillas—. ¡Devuélvemela, papá! La quiero...
—Lo sé, Mason. —Sigue abrazándome y apoyo la frente en él
como el niño pequeño que me siento ahora mismo, Emilia. Me siento
como un maldito bebé indefenso. Parece que no puedo hacer nada
bien y eso me vuelve loco.
¿Por qué demonios te dejé ir?
—¿Por qué la dejé ir? —le pregunto a papá.
—Porque la amas. Era lo correcto.
—No puedo decir que me parezca lo correcto.
La áspera piel de la mano de mi padre me toca la mejilla,
obligándome a establecer contacto visual con él. Es como si me
mirara fijamente a los ojos. Sus ojos son suaves. La última vez que
los vi así fue cuando era pequeño. Incluso me dice las palabras que
solía decirme cuando me caía y me hacía daño, como cuando me
rompí el brazo.
—El dolor no durará para siempre, Mason. Con el tiempo, se 274
vuelve manejable. Puedes hacerlo, ¡eres fuerte!
Las compuertas se abren de nuevo ya que siento que no podré
con nada. No sin ti a mi lado, Emilia. No tenía ni idea de que te
quisiera tanto. ¿Cuándo ocurrió eso?
Ahora ya no tengo nada, nada por lo que vivir, no soy nada sin
ti. No puedo resistir la repentina avalancha de dolor que me recorre,
impregnando cada fibra de mi ser. Todos esos sentimientos que he
reprimido durante años bebiendo, fumando y follando me abruman.
Soy un desastre sin ti, Emilia.
Incluso siento que el poco sentido común que me queda
desaparece por completo para dar paso a la locura absoluta.
Keaton

ason duerme la siesta con Missy en el sofá del salón,


con la cabeza de ella apoyada en su pecho como si lo estuviera
cuidando. Me quedo de pie a su lado mientras lo miro. Parece
completamente abatido.
—¿Qué ha pasado? —preguntas.
Nos observas desde el pasillo de arriba, aunque yo no quería que 275
lo vieras, Olivia. Hay cosas que los hombres tienen que hacer solos.
Ya has llorado tanto, Olivia, que quería ahorrarte esto. Mientras su
corazón se rompía, el tuyo también, pero admito que el mío también.
—Acaba de perder al amor de su vida. Te lo dije. Me di cuenta
antes de que se diera cuenta.
—Mierda —susurras cuando por fin lo asimilas. Me agarras
mano y lo miras—. Siento no haber confiado en ti.
Aprieto ligeramente tus tiernos dedos mientras miro a mi hijo.
Mi hijo de carne y hueso al que no pude proteger. No de esto. Lo
destrozó y a mí junto con él.
—¿Qué vamos a hacer ahora, Keaton?
Me río secamente.
—Es la primera vez, pero la verdad es que no tengo ni puta idea,
Olivia.
Ha dormido como un muerto durante la última hora y se
despierta confuso. Lo observamos desde la cocina contigua y me doy
cuenta en cuanto recuerda lo que ha pasado porque sus ojos se vuelven
apagados y vacíos, francamente inexpresivos. Eso no es bueno,
Olivia. Estoy seguro de que volverá a resbalar y esta vez no tendrá
nada a lo que aferrarse, algo que lo saque de la oscuridad. Mira a su
alrededor hasta que su mirada se detiene en mí. Pero no reacciona, se
queda parado. Sin decir palabra, pasa junto a nosotros y desaparece
en el sótano con Missy. Ve tras él, Olivia, te dejaré tener este
momento. Lo necesita.

276

Mason

omo el foco en mi vida cambia en mi cabeza, te convertiste


en ella, Emilia.
Tenía que hacerlo o todos esos recuerdos de ella me habrían
destruido. No tenía ni idea de que había un lado blando en mí, un
sentimiento frágil normal que todos los demás experimentan.
Mi sótano todavía huele a ti. Pero siempre lo hará, porque tu olor
está grabado a fuego en mi nariz. Mi madre me sigue. Me siento en el
sofá, el mismo en el que estuviste tumbada hace unas horas. A mamá
le sorprende el estado de mi apartamento, pero a mí el caos me parece
adecuado. Mi sótano se parece a mi estado mental. Completamente
destruido. Mamá se queda mirándome. Le devuelvo la mirada —a esa
mujer a la que amé primero y siempre amaré— y estoy tan agradecido
de no estar completamente solo y de no estarlo nunca mientras ella y
mi padre existan. Es ahora cuando por fin me doy cuenta de la suerte
que tengo de tener unos padres así. Me doy cuenta de tantas cosas. No
todo el mundo habría aguantado mi mierda sin echarme. En realidad,
probablemente nadie, pero para mamá, esa nunca fue una opción.
—Todavía la siento, mamá.
Mierda, sigo sonando como un niño perdido. Mamá se acerca,
se sienta a mi lado, me abraza y me acaricia el cabello. Siempre huele
igual y, por lo general, su olor me tranquiliza, pero ahora no me hace
nada. Estoy entumecido, como si alguien me hubiera hecho sufrir. Ya
no lloro porque no puedo derramar ni una lágrima más. Lo que he
pasado me ha dejado completamente agotado, lo que hace que me 277
aleje de mamá.
—¿A quién le importa, mamá? De todas formas, nada tiene
sentido.
Me levanto y voy al baño.
37

Emilia

n el auto, Riley y yo seguimos al camión de la mudanza. El


viaje dura al menos doce horas, Mason, tiempo de sobra para pensar
en ti. En la forma en que me miraste ayer, en cómo me tocaste y en lo
que me mostraste con solo tu cuerpo. Cada célula de mi cuerpo
todavía hormiguea. Fue lo más intenso que he experimentado nunca 278
y se me metió bajo la piel.
Me quieres, Mason.
Pero nunca me lo dirías ya que temes que pueda romperme.
Parece que aún no sabes que ya estoy rota.
Esta mañana temprano, quise escabullirme para memorizar tu
rostro plácidamente dormido antes de irnos, pero no tuve oportunidad,
Mason. Riley me ha estado pisando los talones como un sabueso
desde que nos levantamos porque ayer me descubrió subiendo las
escaleras desde tu apartamento completamente angustiada. Estaba
despierto, sentado en el borde de la cama esperándome. El corazón
me dio un vuelco cuando me preguntó fríamente: ¿Y bien? ¿Has
tenido un buen polvo de despedida?
Desde el drama de ayer, donde te consolé en su presencia,
Mason, Riley parece una persona diferente. En este momento, está
mirando obstinadamente por el parabrisas, a un sitio desconocido.
El sol brilla y llevo gafas de sol, lo cual es bueno porque mis
ojos no paran de llenarse de lágrimas. Todo mi ser anhela volver a tu
casa. Quiero tumbarme contigo en la cama, Mason. Quiero
acurrucarme a tu lado. Quiero inhalar tu aroma con mi cabeza
enterrada entre tu barbilla y tu cuello. Quiero oler tu garganta mientras
tus fuertes brazos tiran de mí para abrazarme. Quiero sentir el calor
de tu cuerpo y escuchar tu respiración constante y los latidos de tu
corazón. Quiero besarte despierto y que me hagas lo que me hiciste
ayer. Quiero oírte decir que me quieres y quiero decirte que te quiero.
Y quiero que me des unos azotes en el culo mientras me penetras por
detrás y me agarras del cabello para enseñarme cuál es mi sitio.
Sé lo que te hice cuando me viste con Riley. 279
Y sé lo que le hice a Riley.
Estaba tan desesperada, todo lo que quería era forzar una
reacción que te devolviera a tu antiguo yo, tal vez herirme, o de alguna
manera, hacerme saber que había cruzado la línea.
Me daba asco saber que estabas ahí cuando le dije esas cosas a
Riley para hacerte daño. Ahora entiendo por qué me mira mal. Me
hace preguntarme por qué voy con él. ¿Por qué nos estamos haciendo
esto? La razón ya no tiene sentido. ¿Lo entiendes, Mason? Algo se
aloja en tu cerebro y debes llevarlo a cabo. Te comprometes y es de
conocimiento público. El amor de tu vida no te quiere y te ha echado.
Así que ahora te encuentras al borde del abismo, inseguro de si
deberías saltar y de dónde aterrizarías. ¿Conoces esta sensación?
¿Dónde estoy cuando estoy sola, Mason?
¿Y quién soy yo?
—¡Emilia! —grita Riley desde detrás del volante y me
sobresalto.
—¿Qué? —pregunto, confusa.
—Es la cuarta vez que me dirijo a ti. ¿Estás soñando con su
verga otra vez? —suelta y yo me pongo roja por haber sido
descubierta—. Dios, qué asco das —dice Riley y gime molesto.
Me odia, Mason. No tengo ni idea de por qué todavía me quiere
o qué estoy haciendo aquí.
—Tu teléfono. —Extiende la mano con la palma hacia arriba y
frunzo el ceño.
—¿Qué?
—¡Dame tu teléfono, Emilia!
280
—¿Qué? ¿Por qué? —pregunto, irritada.
—¡Dame tu maldito teléfono, Emilia! —Oh, Dios, Mason,
inmediatamente recuerdo todas las fotos que hemos intercambiado,
ninguna de las cuales me atreví a borrar. No quiero darle mi móvil,
Mason, verá nuestros mensajes de texto:

Yo: ¿Estás dormido?

Mason: ¿Ya está dormido?

Mason: ¿Cuándo vienes?

Mason: Quiero follarte, Emilia.


—¡No te voy a dar mi móvil, Riley!
—Si no me lo das, pararé y lo tomaré yo mismo, Emilia. Dame
tu teléfono. ¡Ahora! —Oh, Mason, está usando tu tono, es decir, lo
dice en serio. Me meto la mano en el bolsillo tímidamente mientras
intento averiguar si puedo borrar rápidamente nuestra mierda, pero no
hay tiempo, ya que no deja de mirarme a mí y luego a la carretera. No
tengo más remedio que dárselo.
—Ahora entiendo por qué Mason siempre te hablaba con tanta
dureza. A mí también me gusta, Emilia, quizá recurra a él más a
menudo. —Me quita el teléfono y mis ojos se abren de par en par.
Doy gracias por las gafas de sol. Esto no va según lo planeado, Mason.
Riley nunca se había comportado así. Algo hizo clic ayer en él
como un interruptor interno que se activa. ¿Se ejecuta en la familia
Rush, algún interruptor psicópata, Mason? Da un poco de miedo,
para ser honesta. Puede que nunca te haya entendido bien, pero al 281
menos, instintivamente, sabía que me protegerías si las cosas se
ponían feas. La forma en que Riley se ha estado comportando
últimamente, ya no sé qué hacer con él.

El apartamento es bonito, Mason, pero me deja fría. Tiene vistas


a Central Park y una pared toda de cristal, como el ático de tu padre
en el que vivíamos. El sol poniente se refleja en el lago. Hay taxis
amarillos por todas partes circulando a toda velocidad entre el denso
tráfico. He vuelto a casa, la ciudad no me trae buenos recuerdos,
Mason. Conocí a Riley en una estación de metro y me llevó lejos sólo
para volver conmigo ahora.
Las cajas de cartón sin desembalar siguen esparcidas por todas
las habitaciones, los muebles sólo parcialmente montados. El colchón
yace en el suelo en el dormitorio, simplemente no puedo imaginar
compartirlo con él, Mason.
Te echo de menos.
Me encantaría llamarte para decirte lo mucho que te echo de
menos.
Pero no puedo.
Me pregunto si estás pensando en mí.
¿Qué podrías estar haciendo ahora mismo?
282
Hay una bañera grande en medio del cuarto de baño de la que
me enamoré inmediatamente. Fuera hace frío. Parece que va a nevar,
pero aún es demasiado pronto para eso. Es como si estuviera hecha de
hielo por dentro. Decido darme un baño caliente mientras Riley nos
trae algo de comer. Apenas me habla, Mason, lo que me parece bien
por ahora. Quizá cuando las cosas se calmen un poco, todo irá bien.
Es agradable quitarse por fin esta ropa apestosa después de ese largo
viaje y relajarse en un baño caliente. Me lavaré cualquier residuo que
quede de ti en mí. Aún te siento dentro de mí y en cada célula mientras
me deslizo en el agua, echo la cabeza hacia atrás, cierro los ojos e
inhalo profundamente, Mason.
Contengo la respiración mientras me hundo bajo el agua,
dejando que me consuma como solías hacer tú. Me encanta, no oír
nada, no ver nada, pero sentir mucho. Como si mi cuerpo ansiara
oxígeno mientras contengo la respiración y el corazón quisiera
salírseme del pecho.
A pesar de todo, intento relajarme y borrarte de mi mente,
Mason. Duele demasiado. Pero cuanto más lo intento, más pienso en
ti. En tus hermosos ojos, que tanto pueden confundirme con una sola
mirada, como ayer, cuando estábamos en el salón de casa de tus
padres, me ordenaste que me acercara a ti y yo obedecí como
hipnotizada. Soy impotente cuando oigo tu voz porque soy impotente
cuando se trata de tu ser. Es como si me tuvieras con una correa
invisible. A veces, me das un poco de margen, otras, la sujetas tan
fuerte que no puedo respirar. En cualquier caso, cualquiera de las dos
cosas está bien.
Me das tanta libertad como necesito.
Dios, no puedo pensar, Mason, me estoy quedando sin aire. Con
un profundo jadeo, jalo aire y me quedo helada porque hay alguien
sentado justo en el borde de la bañera. Mi corazón da un par de saltos,
anticipando tu presencia, ya que sería tan típico de ti aparecer y 283
sorprenderme. Pero no eres tú, Mason. ¿Por qué no podías ser tú en
vez de Riley sosteniendo mi teléfono?
Mierda.
Inmediatamente intento salir de la bañera cuando me dice con
calma:
—Quédate en el agua.
Me echo hacia atrás con los brazos cruzados sobre el pecho y las
rodillas levantadas. ¿Qué me pasa, Mason? Ayer me acosté con él.
¿Por qué de repente mis instintos me dicen que huya tan lejos y tan
rápido como pueda de él y me esconda?
—Emilia, eres mi prometida ¿no?
Suelto las manos e intento respirar de forma más uniforme. No
hay razón para que mi corazón lata tan rápido. Es Riley. El hombre
dulce que conocí en el metro, a cuya sonrisa amistosa no pude
resistirme. Riley, que ayuda a las ancianas a cruzar la calle o detiene
el tráfico por una familia de patos zancudos.
Es abogado de la conservación de la naturaleza. ¿Qué tan mala
puede ser una persona así? Lo conozco, no me hará daño. Es bueno
conmigo. Él siempre fue el ángel y tú, Mason, el diablo.
—Quiero saberlo todo —exige con dureza—. Cada posición en
la que lo hiciste, cada palabra dicha, y cuántas veces lo hiciste cuando
estaba arriba con mis padres.
Mierda.
Esto no es bueno.
—No creo que sea buena idea hablar de eso ahora. Pensé que
queríamos empezar de nuevo. 284
—¿Queremos, Emilia, tan pronto como haya hecho las paces
con lo que pasó?
—Te molestará y te enfadará. No quiero hacerte más daño. ¿Por
qué pasar por eso ahora? Él ya no está, sólo estamos tú y yo. ¿No es
eso lo único que importa?
—No para mí, Emilia. Quiero saberlo todo. Ahora.
—¿Puedes pasarme una toalla? —pregunto, deseando salir de
esta situación.
—¡Quédate en el agua! —me suelta y me acobardo de
inmediato. No quiero decirle nada, sólo lo sabemos nosotros, Mason.
No es asunto de nadie, ni siquiera suyo. Además, no quiero ver el
dolor en sus ojos cuando se entere.
— Está bien, lo llamaré entonces y lo averiguaré de esa manera,
Emilia.
—¡No, espera! —Extiendo la mano para detenerlo y derramo un
poco de agua sobre el borde de la bañera en el proceso.
—¡Vale, dispara!
Respiro hondo sin mirarlo. No es como tú, no es tan exigente.
Sólo quiere oírlo sin ver mi estado de ánimo. Así que empiezo sin ton
ni son y le hablo de lo que pasó en el funeral, de las veces que me
buscaste después, cuando me negué, y de cuando hiciste el vídeo...
Me interrumpe para preguntarme si el vídeo sigue existiendo.
Inmediatamente exclamo:
—¡No! —como disparado con una pistola de fogueo.
No insiste en el tema y dice: 285
—De todas formas, voy a mirar más de cerca lo que hay en tu
teléfono, luego veré si estás mintiendo. —Maldición, maldigo en
silencio y empiezo a sudar—. Vale, lo siguiente...
Divulgo los detalles sobre las muchas veces que me he
escapado a mitad de la noche. De hecho, Riley insiste en saber en qué
posturas lo hicimos, el vocabulario que utilizamos y cómo lo disfruté.
En el momento en que me encadenaste en tu techo… por los mensajes
que tenía de Riley. Deja de leer los mensajes y me detiene.
—¿Hizo qué?
—Me leyó los mensajes de texto que habíamos intercambiado y
me castigó por escribirlos. Por favor, Riley, déjalo ya. Para qué
hacernos pasar por esto, ¡es agua pasada!
—¡Vale, fuera! —Se pasea despreocupadamente hacia el
dormitorio.
Tengo la mala sensación de que aún no me he librado, aunque
me alegro de que me deje salir de la bañera. Me quito la toalla y me
envuelvo con otra seca. Tengo tanto frío que me castañetean los
dientes. El antiguo Riley habría buscado en las maletas un jersey para
acurrucarme y habría puesto la calefacción a tope. El nuevo Riley me
espera apoyado en el alféizar de la ventana del dormitorio con mi
teléfono en la mano, Mason. Tiene un aspecto muy diferente, con el
cabello rubio cayéndole sobre la frente, que suele llevar peinado hacia
atrás. También va sin afeitar —algo inusual—, la barba incipiente le
da a su rostro, de contornos más bien suaves, un aspecto más duro y
oscuro. Sus ojos marrones oscuros tienen bolsas debajo, su cuerpo
está vestido con un jersey blanco y vaqueros, y es evidente que está
tenso.
286
—¡Deshazte de la toalla y siéntate en el colchón! —Dios mío,
Mason, esto es tan jodido. Me siento como en una mala película,
como si tropezara de una escena de mierda a la siguiente. Me quito la
toalla y me siento en el colchón. Me froto las sienes porque siento que
la cabeza me va a estallar. Estoy cansada, quiero dormir... contigo.
—Espero que aún no estés dormida, Emilia... —Riley lee uno
de tus mensajes—. Lo guardaste bajo Big M ... ¿en serio, Emilia?
Quiero decirle que tú lo hiciste, Mason, que tú elegiste grande,
lo cual es demasiado cierto, pero decido que es mejor guardármelo
para mí.
—Si te atreves a dormirte ahora que sabes que todavía quiero
follarte la boca, ¡te arrepentirás, Emilia! —Dios mío, me estoy
derritiendo. Recuerdo y rápidamente intento borrar la sonrisa de mi
cara. Al principio, fue increíble. Te echo de menos, Mason.
—Emilia, es un minuto después de las dos. ¿Dónde demonios
estás? ¿Siempre a las dos de la mañana quedaban para follar?
—A veces, salimos a pasear —respondo con ingenio y me dan
ganas de abofetearme a mí misma. ¿Qué me pasa, Mason? ¿Por qué
lo estoy provocando otra vez? Siento que estoy provocando a todos
los que me rodean. ¿Quiero que me castiguen? ¿Qué me pasa?
Riley me mira como si fuera un pedazo de basura.
—¿Te parece divertido, Emilia?
—No, en absoluto —murmuro—. ¡No tiene nada de divertido,
Riley! Por favor, ¿no podemos dejarlo así por ahora?
—Acabo de empezar, siguiente mensaje: Recuerda, Emilia,
puedo saber por tus ojos si te ha follado. Cada vez te daré 10 latigazos
en el culo. Y ese es su mensaje matutino para ti. ¿Qué te pasa, por qué
aguantas algo así? Dios, Emilia, algunos cambios están en orden. Me
287
aseguraré de ser el tipo de hombre que deseas, nena. —Suena
ominoso.
—No has respondido a mis últimas tres llamadas. Por cada una,
voy a follarte por el culo y en el lugar que yo elija. La primera vez
será en tu cama. —Riley baja el teléfono y me mira fijamente—. Y
yo que pensaba que ayer sólo decías idioteces. ¿De verdad dejaste que
te follara en nuestra cama?
—No tuve elección, Riley.
—¿De verdad, Emilia? ¿Tuviste que dejarlo entrar en nuestra
habitación y abrirte de piernas para él? ¿De verdad no tenías otra
opción?
Incluso yo me quedo sin palabras al oír lo estúpido que suena.
—Y vuelves a estar callada, pero eso se te da bien cuando te
conviene a ti o a él. ¿Estoy en lo cierto? Mantener el silencio siempre
te protege.
—Riley, para, por favor.
Naturalmente, continúa.
—Muchas veces no le respondiste los mensajes, Emilia. Estoy
buscando un mensaje que hayas respondido. —Continúa
desplazándose—. Sé que estoy jodida, Mason, pero no en el buen
sentido. ¡Mándame una foto de tu coño! Y tú le enviaste una, Emilia.
Recién afeitada, por lo que veo. ¿Incluso te arreglaste para él?
—Quiero hundirme en un agujero en el suelo—. ¡Oh, mira, aquí están
tus tetas! ¡Bien, Emilia!
Parece que Riley está a punto de perder los estribos, Mason.
—Ah, ¿qué tenemos aquí... un video? —¡Mierda, Mason!
288
Saltaría por la ventana si pudiera, justo delante de un taxi que pasara.
—¡No, Riley! —Me levanto en un intento de arrebatarle el
teléfono, pero me empuja con fuerza contra el colchón. Parpadeo
sorprendida. ¿Qué ha sido eso? ¿Me acaba de empujar? El cabello
me cae sobre la cara y me lo quito rápidamente para poder observar a
Riley mientras ve el vídeo. Oigo mis gemidos resonando en la
habitación y sus ojos se oscurecen. Oigo sus instrucciones de que me
quede quieta, de que me calle, mi desobediencia y la bofetada al
golpearme el culo.
Cierro los ojos.
Utilizaste este vídeo para chantajearme y, durante todo este
tiempo, hice todo lo que estaba en mi mano para que Riley no lo viera.
Nunca pensé que llegaría el día en que me sentaría desnuda delante
de él mientras su mundo se iba al garete mientras veía el vídeo.
Hay una diferencia entre imaginar algo o que te lo describan y
presenciarlo con tus propios ojos. Justo entonces, suena mi teléfono.
¡Mierda, Mason!
Odio mi vida.
Riley contesta y sus ojos parecen duros como la piedra.
—¿Querías hablar con tu zorra? Está sentada desnuda delante
de mí. —Te oigo jurar, Mason, y casi feliz, cierro los ojos.
—¡Déjame hablar con ella! —exiges como si te perteneciera,
que es lo que hago.
—Tsss… —dice Riley—. Si quieres, Mason, puedes escuchar
cómo me la follo. O, activa el videochat y míranos en directo. Estaba
viendo el vídeo asqueroso que hiciste.
289
—Te voy a matar, Riley —dices con dureza.
Tu voz suena como si hubieras estado gritando durante horas,
Mason. Está ronca. Riley tira mi móvil al colchón, justo a mi lado. De
repente, está delante de mí. Me agarra la barbilla y gruñe:
—A ver si puedo satisfacerte como a ti te gusta, Emilia, rudo y
desconsiderado.
Intenta besarme, pero yo lo empujo y trato de colgar el teléfono
para que no se oiga nada. No soy lo bastante rápida y me tira hacia
atrás. Por el rabillo del ojo, veo que sigue conectado.
—Riley, por favor, no... ¡déjalo! —Una vez más, intento
apartarlo de mí, pero él se me echa encima—. ¿Qué intentas
conseguir? —le pregunto. Me está clavando en el colchón con todo
su cuerpo y no puedo respirar—. Riley, no eres tú, ¡para! —Pero
vuelve a besarme y me muerde el labio. Siseo—: ¡Ay!
—¡Quítale las manos de encima ahora mismo! —Te oigo rugir
a través del teléfono.
—¡Mason, cuelga! —grito y gimo cuando Riley me pellizca.
Por lo demás, intento no hacer ruido para que no oigas nada. Para que
no pierdas la cabeza, le sigo el juego a pesar de que es espeluznante.
Riley me tumba boca abajo.
—¿Qué fue lo que te dijo? Debes ser castigada, Emilia —me
gruñe al oído. Me muerdo el labio con fuerza para no gritar, Mason.
No lo consigo y grito cuando siento la punta de su glande avanzando
contra mi entrada antes de alcanzar la penetración.
—Riley, ¡para ahora mismo! —grito mientras intento mirarlo
por encima del hombro. Se detiene, Mason, sólo un segundo, pero lo
aprovecho—. Si sigues con esto, Riley, perderás toda tu humanidad.
Tú no eres esa persona. ¿Realmente quieres convertirte en un 290
monstruo, Riley?
Me mira fijamente.
Yo le devuelvo la mirada.
Puedo decir que está conteniendo la respiración, Mason.
De hecho grita mierda y se retira.
¡Maldición!
Temblando, me hundo en el colchón.
Riley no es un monstruo, Mason.
Pero casi lo convierto en uno.
Riley está a mi lado, tenso y furioso. Sus manos tiemblan como
las mías.
—¡Esta es tu llamada! Disfrútala! —gruñe y se marcha.
Sigo tumbada en el colchón boca abajo. Lágrimas calientes
corren por mis mejillas. Me tiembla todo el cuerpo. ¿Qué ha pasado?
En realidad, nada. Bueno, no del todo. Por un momento, no puedo
respirar.
Como si fuera mi salvavidas, cojo el teléfono y me lo pongo en
la oreja. 291
—¿Mason? —No contestas y me siento morir. Estoy en estado
de shock, mi cuerpo aún tiembla mientras la adrenalina bombea por
mis venas.
—Emilia —jadeas y vuelves a callarte ya que no puedo dejar de
llorar. Me gustaría decir tantas cosas, pero sacarlas es demasiado
doloroso.
Ojalá me hubiera quedado contigo en lugar de marcharme ayer.
Puede que Riley no se pasara de la raya, pero nunca lo veré
igual. Casi hizo algo que tú nunca harías, Mason, sin tener en cuenta
que te acusé sólo para herirte.
¡Lo siento tanto!
Estoy sollozando tan fuerte que parece que mi pecho está a
punto de estallar. Todo porque te echo tanto de menos, porque estoy
al borde del abismo, porque ahora lo he destruido para siempre y me
he quedado muy cerca.
Permaneces en silencio. Sólo te oigo respirar e imagino lo que
debe estar pasando por tu mente.
Finalmente, hablas:
—¡Respira, Emilia!
Me estremezco mientras inhalo profundamente. Ni siquiera me
he dado cuenta de las manchas negras que bailan en mi campo de
visión. Dios, me encantaría hablar contigo, pero no puedo,
simplemente no puedo. Tengo un gran nudo en la garganta, por no
decir que no sabría por dónde empezar. Podría no tener ningún
sentido.
—No debería haberte dejado ir, cariño. Nunca pensé que fuera 292
capaz de hacerte eso.
Él tampoco lo pensó nunca, pienso débilmente y ruedo sobre
mi espalda. Por suerte, al final se recompuso, aunque sigo
conmocionada hasta la médula.
Otro sollozo quiere escaparse, así que aprieto los dientes porque
no quiero que sepas cuánto me ha dolido el incidente. ¿Cómo voy a
seguir viviendo con Riley? ¿Cómo voy a volver a mirarlo? Sí, claro,
él no lo hizo, pero casi se cruzó la línea. Estoy simplemente abrumada
en este momento.
Inesperadamente, enciendes la cámara y veo tu cara. Me golpea
con fuerza.
—¡Tengo que verte, Emilia, enciende la cámara! —dices en voz
baja. Te veo paseando de un lado a otro en tu sótano, con el cabello
revuelto, los ojos desorbitados y atormentados, los labios apretados y
las ojeras casi negras como el azabache. Mierda, Mason, nunca te
había visto así. Rápidamente me envuelvo el cuerpo con la toalla y,
por alguna estúpida razón, intento que mi despeinado cabello esté
presentable. Luego enciendo la cámara de mi teléfono, que tarda una
eternidad en conectarse.
—¿Estás bien? —pregunto, preocupada, y se detiene.
—Emilia, ¿en serio? ¿Me estás preguntando ahora mismo si
estoy bien? —respondes y yo sonrío un poco. No importa lo que haya
pasado, tú, la oscuridad, aún consigues darme luz. Mi cámara por fin
se conecta y tú también puedes verme.
Inmediatamente gritas:
—Maldición, Emilia. —Te frotas la frente y respiras hondo,
seguido de—: Voy por ti, me importa una mierda lo que digas.
—Vale —susurro ya que estoy de acuerdo. El incidente me ha
293
abierto los ojos. Simplemente quiero sentir tus brazos a mi alrededor.
—Aguanta, cariño, sólo dame 16 horas —dices.
Me encantaría sentir tu frente sobre la mía ahora mismo.
—Te amo —susurro y siento que mis ojos vuelven a lagrimear.
Sigues mirándome fijamente, Mason, y conozco tu respuesta a la
única pregunta que nunca te haré—. Lo sé, Mason. Ciao —y cuelgo
rápidamente mientras estallan nuevas lágrimas.
38

Mason

o tengo ni idea de si aplican la pena de muerte en Chicago,


Emilia, pero sí sé que vuelves a ser tú en mi cabeza. En cualquier caso, 294
me importa una mierda si me dan la silla. A mí me vale. Ese hijo de
puta morirá, Emilia.
Corro hacia mis padres sin importarme la hora y la posible
intromisión. Papá, al menos en su mente, mata a cualquiera que
perturbe su sagrada paz y tranquilidad después de las diez de la noche,
¡pero me da igual! Es casi medianoche, Emilia, a pesar de todo;
irrumpo en su dormitorio. Puede que esté drogado, pero tengo la
lucidez suficiente para darme cuenta de lo que está pasando.
Papá se sienta rápidamente en la cama con una pistola
apuntándome, Emilia. Se ha vuelto un poco paranoico desde que tiene
que arreglárselas sin sus cámaras. Mamá está gritando y tirando de las
sábanas sobre su cuerpo. Creo que está desnuda. Genial, ahora estoy
ciego, Emilia.
Aunque ahora papá sabe que soy yo, parece debatirse entre
bajar la pistola o dispararme; lo veo en sus ojos. Al final, la baja y la
deja en la mesilla. Qué bien. Otras personas tienen lámparas en la
mesilla de noche, mi padre tiene una Smith & Wesson. Sí, claro. ¿Por
qué no?
—¿Qué? —suelta enfadado.
—No me importa lo que digas, papá, me voy a Nueva York
¡ahora!
—Mason, ¿qué ha pasado? —pregunta mamá cansada,
aferrándose a la manta. Papá se reclina y gime mientras se pasa un
brazo por la cara.
—Voy a matarlo ahora, Olivia, ¿de acuerdo? Ya es suficiente,
¿verdad? —le pregunta a mamá, pero no me desanima.
—¡Riley casi viola a Emilia! Lo he oído, voy a matar a ese
monstruo y a traerla de vuelta, papá. No quiero tu bendición, ¡sólo tu
pistola! —En cuanto digo la palabra, ambos se sientan en la cama,
295
súbitamente despiertos.
—¡Mierda! —murmura papá—. ¿Qué ha pasado? —Enciende
la luz y se frota la frente. Mamá me mira como si hubiera bebido
demasiado. Probablemente ella también lo piensa.
—La llamé porque necesitaba oír su voz, pero oí algo más, papá.
No estoy mintiendo. Quería venganza. Se ha vuelto loco, ¡en serio!
No pude colgar, aunque lo deseaba. En ese momento, no podía dejarla
sola. Me está matando, maldición, estoy enojado. A duras penas
consiguió disuadirle, ¡por suerte! ¡Pero no confío en él! ¡No confío en
él con ella! La próxima vez, puede que no pare.
Papá suspira, pero se da cuenta de que estoy diciendo la verdad.
—¡Nunca! —dice mamá—. ¡Riley nunca haría eso! Están
prometidos, ¿por qué iba a violarla? ¿O casi violarla? ¡Cielos, Mason,
ella no va a volver! Métetelo ya en la cabeza, por favor, cariño.
—Mamá —le digo—, suenas como todas las madres que no
pueden creer que su hijo sea capaz de algo así. Así que no lo hagas.
—Keaton —responde mamá para que papá me haga entrar en
razón. Sus ojos se abren de par en par: él ya está fuera de la cama,
cogiendo una maleta del armario.
—¿Qué haces, Keaton?
—No querrás que conduzca solo en su estado actual, ¿verdad?
Acabarás teniendo un solo hijo.
—Riley nunca haría eso, Mason, ¿por qué dices eso?
—Mamá, Riley ya no es tu lindo y pequeño niño discapacitado. 296
Es un hombre enfadado y herido. Se siente incomprendido,
humillado, su prometida hirió su orgullo. Confía en mí, me has
apoyado hasta ahora, no me defraudes ahora.
—No te estoy defraudando, Mason, eres mi hijo. Pero también
Riley lo es, no puedo creerlo.
Papá le lanza una mirada, que se le escapa por completo
mientras se envuelve el cuerpo con la manta y desaparece en el baño.
Me siento peor que una mierda cuando la puerta se cierra tras
ella.
Emilia

os horas después, Riley vuelve y, sin mediar palabra, me


quita otra vez el teléfono y me tira la ropa. Él tampoco puede
soportarlo porque no es tú. No puede torturarme mientras corro
desnuda delante de él todo el día. Lo que estuvo a punto de pasar entre
nosotros y lo que pasó antes, la forma en que se comportó en el auto...
lo jodió tanto como a mí.
No volvió en toda la noche, lo cual es bueno. Ahora sé que
nunca volverá a ser como antes. Al menos, no para nosotros. Su sed
de venganza probablemente arruinó cualquier oportunidad de un
nuevo comienzo que tuviéramos, Mason. Podría haber seguido
amándote, pero tal vez podría haberte olvidado. Lo deseaba tanto.
297
Me tumbo en diagonal sobre el colchón con la manta echada
por encima, mirando el amanecer. Llevo aquí despierta toda la noche,
recordando tiempos pasados.
Sobre mis primeras experiencias y si elegía hombres con ciertas
cualidades o los amoldaba a mis necesidades. Sin escrúpulos,
despiadado y brutal, como mi padre. Mi madre era una puta que
siempre miraba para otro lado. Ella también pasó por muchas cosas,
Mason. Yo era consciente de algunas cosas. Cuando mi padre murió,
mi madre pensó que era libre, pero nunca lo será, Mason. Igual que
yo. Las experiencias fueron tan profundas que se quedan contigo por
el resto de tu vida, pesándote como un enorme peso sobre los
hombros, que las experiencias cotidianas sólo aumentan. Pronto el
peso será demasiado para mí. Por una vez quiero hacer algo bien y
amar a alguien que sea lo suficientemente bueno para mí sin
estropearlo ni cambiarlo. Estoy muy mal de la cabeza, Mason. No
importa cuántas veces me diga que merezco algo bueno, por alguna
razón, mi voz interior intenta convencerme de lo contrario. Me
recuerda que soy responsable de todo lo que me pasa. Yo me lo hago.
Soy su creador. Me atrae. Todo es culpa mía. Como es el caso ahora.
A Riley nunca se le habría ocurrido hacer algo así si yo no lo
hubiera provocado.
Y luego tengo esa voz interior responsable que lo sabe mejor y
que, curiosamente, suena como tú: No importa cuánto provoques a
alguien, eso no le da derecho a ponerte las manos encima, Emilia, a
menos, claro, que sea con tu permiso. Aparte de eso, no significa no,
Emilia. Siempre que alguien me ha dicho que no, cosa que no ha
ocurrido a menudo, no he insistido. Nunca. No importa lo imprudente
que parezca en la cama.
Mierda, Mason, ahora estás tan arraigado en mí, que conozco
tus pensamientos.
298
Realmente desearía que te dieras prisa en llegar.
39

Emilia
299
l sol me da en la cara, Mason, y tengo un calor
indescriptible. La ventana está entreabierta y oigo pasar el tráfico a
toda velocidad. No estoy acostumbrada. En tu casa siempre había
tanta paz. Me despertaba sólo oyendo el piar de los pájaros, Mason.
Me acostumbré a esa tranquilidad estos últimos tres meses.
He tenido que orinar durante horas y ya no puedo aguantarme.
Así que me levanto, voy arrastrando los pies hasta el baño y jadeo al
tropezar con los pantalones de pijama de pata larga que me puse en
algún momento. Como el subidón de adrenalina ha desaparecido, me
duele todo el cuerpo.
Cuando salgo del baño, Riley arrastra hasta la habitación una
cómoda recién construida. Enseguida me doy cuenta de que tampoco
ha dormido nada. No lo miro durante mucho tiempo, lo mismo le
ocurre a él. Entro en el salón, ya que ahora está ocupado en el
dormitorio. El sofá ya está en su sitio, así que jalo una manta y me
acurruco.
Te necesito, Mason, necesito sentir tus brazos a mi alrededor.

Riley

hora sé lo que debió de sentir cuando nos vio en el sótano.


Oír hablar de un vídeo era una cosa, verlo de verdad es totalmente
diferente. Algo dentro de mí se rompió cuando vi a mi hermano 300
follarse a mi prometida y que ella lo disfrutara más que conmigo.
Quería transmitirte ese dolor, Emilia, de lo contrario, pensé que
podría destruirme poco a poco. Estoy muy enfadado contigo. Me
encantaría compensarte por cómo me he sentido estas últimas
semanas. Me humillaste delante de mis padres en su salón cuando te
acercaste a él, tocándolo y sonriéndole para que todo el mundo lo
viera. Y luego esa noche, cuando me desperté y te habías ido otra vez,
te habías escabullido hacia él otra vez. Siempre me tomas el pelo,
pequeña zorra. Asumiste el papel de víctima en el que tan cómoda te
sientes. Mamá me ha estado llamando cada hora más o menos desde
anoche, pero no contesto. Supongo que Mason se enfadó y está
llamando para verificarlo. No puedo negar que me siento como una
mierda, Emilia, no debería haber hecho eso, ni siquiera debería
haberlo intentado, por otra parte, tú no deberías haber hecho todas
esas cosas. Digamos que estamos en paz.
Puedes jugar a la señorita Indignada todo el tiempo que quieras.
Eventualmente, tendrás que recomponerte para que podamos
continuar.
Nunca fui así, Emilia. Nunca habría soñado con tocarte tan
bruscamente. Tú me obligaste a hacerlo; me incitaste a llegar tan lejos.
Me has cambiado. Ahora mismo, parece que nunca volveré a ser
el mismo. Has traído oscuridad a mi luz, me has oscurecido. Ya no
puedo ver con claridad, Emilia.
Pensé que, con el tiempo, podría perdonarte, pero ahora no
estoy seguro. Estoy lleno de odio, Mason, y tú tienen la culpa.
Pase lo que pase ahora, Emilia, estoy listo para ello. Ya sé lo
que pasará de todos modos.
Considerando que Mason escuchó todo
consecuencias. Y esta vez espero poder matarlo.
ayer, habrá 301

Emilia

e siento un poco mejor al despertar. Al parecer, he


dormido cinco horas. Hacía tiempo que no dormía tanto de un tirón,
Mason. Abro los ojos, siento el cuerpo adolorido, demasiada tensión.
Inesperadamente, Riley se sienta frente a mí en la mesa de centro
recién montada.
Me sobresalto y lo veo.
—¡Vete! ¡Déjame en paz! —le grito, para que no se le ocurran
ideas y lo lleve aún más lejos que ayer.
A diferencia de mí, él está cada vez más jodido.
—¿Por qué me empujaste tan lejos, Emilia? ¿Tan lejos que casi
me pierdo? —dice con voz ronca.
De repente me pongo furiosa cuando mi voz interior habla, Él
tiene razón. Entonces te oigo, Mason: No, cariño, no es culpa tuya.
Se volvió loco, perdió la cabeza, el pequeño meón. Él quiere
romperte, Emilia, para que nunca lo vuelvas a hacer.
—¿Estás diciendo que tengo la culpa de tus acciones de ayer?
Se estremece porque Riley todavía tiene alma. A diferencia de
nosotros, Mason.
—Nunca debí atentar así ni tratarte con tanta rudeza. Lo siento 302
mucho. Perdí todo mi autocontrol. No es tu culpa. Puedes culparte a
ti misma por volverme loco con tus juegos enfermizos, me has
provocado y desafiado incansablemente. A mí me pareció que pedías
que te trataran mal y ver el vídeo me llevó al límite. Descargué mi
rabia contra ti en un intento de hacerte sentir lo que yo sentía. Todo
lo que está pasando me está jodiendo a mí también. No sólo tú y
Mason están afectados, Emilia. Yo también estoy sufriendo, no sólo
ustedes dos, ni tú por estar separada de su polla. Mierda, soy yo el
traicionado, ¡por qué tengo que justificarme por mis sentimientos y
no tú!
—No quiero hablar contigo, Riley —le digo y en ese momento,
sé que nunca volverá a haber un nosotros.
Han pasado demasiadas cosas.
—¡Devuélveme mi teléfono, ahora!
—Quieres verlo, ¿verdad, Emilia? Quieres volver con él. No
puedo permitirlo. O te quedas conmigo y lo intentamos de nuevo o...
—¿O qué, Riley? ¿Qué? ¿Me matarás?
—Tal vez debería, Emilia... —Dios mío, se ha vuelto loco.
—¡Entonces hazlo, Riley, no sólo hables de ello! —Dios mío, lo
estoy provocando de nuevo. Me doy cuenta. ¿Por qué sigo haciendo
esto? Una persona normal habría mantenido la boca cerrada,
¿verdad? ¿Qué me pasa?
Por un momento, Riley parece querer estrangularme hasta
matarme. Por qué no, su padre es un pez gordo del FBI, seguro que
puede hacer que parezca un accidente, creo. Tal vez ese sea el curso
de acción más plausible. Conmigo fuera del cuadro, serías libre,
Mason, de mí y mi mierda enferma. Riley también estaría mejor, por
no hablar de sus pobres padres, que han sufrido tanto en nuestras 303
manos.
¡Emilia, deja esa mierda! Esa voz interior habla de nuevo. Dije
que iría, así que allí estaré, así que, mientras tanto, intenta no meterte
en líos, Emilia. ¡No hables con él, Emilia!
De repente, Riley me tira del brazo y quedamos frente a frente.
—¿Por qué me provocas constantemente, Emilia? ¿Qué quieres
de mí?
—¡No quiero nada de ti! —le escupo—. ¡Quítame la mano de
encima! —Tu voz me da confianza, Mason, aunque no estés aquí. En
cambio, Riley aumenta su agarre sobre mí. Creo que está esperando a
que le demuestre que me está haciendo daño. Sus párpados comienzan
a temblar, Mason. Creo que está a punto de perderlo, espero que
llegues pronto—. ¡Suéltame, Riley! —Trato de sonar calmada sin
importar que estoy asustada de nuevo. Teniendo en cuenta su estado,
no tengo ni idea de lo que es capaz.
Aún tiene el ojo hinchado y parece el jorobado de Notre Dame.
Suena el timbre y me suelta de inmediato. Suspiro y me dejo
caer sobre las almohadas, frotándome el brazo. El corazón me late
más deprisa porque espero que seas tú, Mason. Es la una y cuarto de
la tarde. En cuanto a la hora, funcionaría.
Pero cuando Riley pulsa el interfono, oigo la voz de tu padre.
—Riley, soy yo... —dice el señor Rush y Riley me devuelve la
mirada con los ojos muy abiertos. Me encojo todo lo posible. Pulsa el
timbre y abre la puerta, dejándola entreabierta antes de volver hacia
mí.
—Estoy seguro de que ha venido porque Mason no podía 304
mantener la boca cerrada, así que actúa con normalidad, Emilia.
Simplemente está celoso y está jugando a su juego. No hice nada que
no quisieras que hiciera. Quiero decir, ¡en realidad no hice nada! ¿Lo
entiendes? —Veo pánico absoluto en sus ojos y asiento con la cabeza.
—¡Lo entiendo!
Estoy segura de que el señor Rush no está solo, Mason, de lo
que Riley no parece darse cuenta. Abruptamente, la puerta se abre
volando y golpea la pared con toda su fuerza.
—¡Espera, Mason! —grita tu padre, pero tú no escuchas.
Irrumpes en el apartamento como un loco directo hacia Riley, que
acaba de darme la espalda. Tus pasos son imperiosos, tus puños
cerrados y tus fosas nasales acampanadas.
Tu rostro se contorsiona de rabia, a pesar de todo; me alivia
verte. Quién nos iba a decir que nos encontraríamos en esta situación,
Mason.
Permaneces en silencio. Eso nunca es buena señal. Estás
demasiado furioso para hablar. En vez de eso, tiras a Riley al suelo de
un puñetazo.
Nunca te había visto así. Lo miras fijamente desde arriba, con
ganas de seguir golpeándolo, pero tu padre te detiene y te dice:
—No se golpea a alguien que ya está en el suelo, Mason.
Además, quizá deberías ocuparte de algo más importante.
Inmediatamente me miras acurrucada en mi manta en el sofá
mirándote con los ojos muy abiertos. Me miras frenéticamente de
arriba abajo y te relajas cuando te das cuenta de que estoy bien, sin
heridas visibles. Se me para el corazón cuando te acercas, pero no de 305
mala manera. Me siento como una maldita princesa de Disney a la
que rescatan del castillo.
—¿Puedes andar? —Es lo primero que preguntas y creo que
puedo. En realidad, no me ha hecho daño físico. Tu padre está
ocupado consolando a Riley.
—¡Mi maleta es la roja! —digo mientras me levanto. No quiero
que el señor Rush me vea así. Te alejas y, para mí, es obvio que te
estás conteniendo para no ir a pisarle la cabeza a Riley. Te conozco
casi tan bien como a mí misma. Nos hemos fusionado, Mason.
Vuelves con mi maleta roja mientras cojeo hacia la puerta.
¡Mierda! El subidón de adrenalina de ayer todavía me está afectando,
¡apenas puedo andar!
Molesto, suspiras ante mi lentitud y me levantas. Trato de
hacerte entender que aún estoy en pijama, Mason —una mera
ocurrencia tardía—, lo que simplemente ignoras. Me sacas a mí y a
mi maleta por la puerta.
—¡Te he reservado una habitación en el Hilton! —dice tu padre
tras nosotros.

306
40

Keaton
307
hora tenemos un hijo que no sólo les pega a las mujeres,
también casi las viola. Realmente hemos hecho un buen trabajo. Sólo
puedo mirarlo con cinismo porque rodarían cabezas si admitiera la
gravedad de la situación, Olivia. Riley recobró el conocimiento de
nuevo por el único golpe de Mason que consentí mientras estábamos
en ruta. Olivia, lo necesitaba, al igual que Riley. Ahora sí que está
jodido, así que me ocuparé de mi segundo hijo, que acaba de sufrir un
leve ataque de nervios. Me alegro de estar aquí porque puedo decir
que se arrepiente de lo que estaba a punto de hacer.
No es un cabrón sin escrúpulos como yo. A pesar de todo, Riley
logró conservar su alma pura, sólo se desvió del camino brevemente.
No es malicioso, un hombre que vaga por las calles en busca de
víctimas a las que hacer daño y se divierte con ello. Es todo lo
contrario. Por eso estoy aquí, para sacarlo de las sombras y devolverle
su alma pura.
Está sentado en el sofá frente a mí. Le he preparado chocolate
caliente y he comprado donuts de chocolate. Ahora mismo, me
recuerda a cuando era ese niño pequeño sentado en la parada del
autobús.
Me dan ganas de llorar, Olivia, al verlo así.
Siempre pensé que Riley era el más fuerte de los dos, ya ha
experimentado tanto que creía que podía con todo y enfrentarse a ello
con facilidad. Es obvio que me equivoqué, Olivia. Pero, ¿qué persona
puede reírse de las malas experiencias? No me tomé la situación lo
suficientemente en serio. Tenías razón. Quién sabe qué habría hecho
yo en el lugar de Riley.
No quiero ni pensar lo que es estar en su lugar.
Riley lleva pantalones cortos con la parte inferior de su prótesis
al descubierto. Lo recuerdo de pequeño, saltando por tu viejo 308
apartamento negándose a usar las muletas porque quería hacerlo todo
sin ayuda.
Recuerdo que lo seguía cuando lo dejaba en la parada del
autobús. Al principio, solo hablaba con él porque es una parte de ti,
aunque, con el tiempo, nuestras conversaciones se convirtieron en lo
más destacado de mi día. Era tan joven, pero tan maduro, tan inocente
y cariñoso.
Asumió muchas responsabilidades desde el principio, Olivia,
porque no quería hacerte la vida aún más difícil. Quería ser el hombre
de la casa porque su padre se había ido y quería estar ahí para ti.
Cuando pudo descargar todo eso en mí, se sintió tan aliviado, que
floreció. Siempre tuve la impresión de que tenía un gran manejo de su
vida. Ya no pienso eso, Olivia.
—Riley —le digo con calma, pero no me mira—. Deja de mirar
al suelo. Mírame a mí. Eres un hombre, los hombres no ponen mala
cara, los hombres admiten sus errores y siguen adelante.
—¿Cómo voy a admitirlo, John? —responde. Sólo se dirige a
mí por ese nombre cuando quiere escapar de la realidad.
—¿Tienes idea de lo que le hice a tu madre? Nunca lo viste.
Pasamos por el peor momento cuando estabas en Nueva York por tu
prótesis. —Ahora me mira con escepticismo.
—Siempre pensé que estaban en las nubes, felices.
—Yo pensaba lo mismo de ti. Ya está.
Riley suspira.
—Soy un imbécil.
309
—Yo también. —Me encojo de hombros—. ¿Sabes cómo nos
conocimos tu madre y yo, Riley? Eso es algo que nadie sabe.
—Sí, ella trabajaba para ti.
—La acosé, Riley, durante bastante tiempo antes de que siquiera
me mirara. —Eso picó su curiosidad, Olivia. Ahora me ve con otros
ojos. Para él, siempre fui Keaton John Rush, el perfeccionista, el
maniático del orden, el superhéroe.
—¿Qué has hecho qué? —pregunta incrédulo.
Sonrío un poco.
—La primera vez que la vi, supe que era la elegida. Tenía que
ser mía y lo conseguí, Riley, aunque no siempre de forma justa o
adecuada. Eso es todo lo que necesitas saber.
—Creo que ni siquiera quiero saber más —dice algo disgustado
y da un sorbo a su chocolate caliente.
—Pasar tiempo contigo fue lo mejor de mi día. Habría ignorado
a tu madre para pasar tiempo contigo cuando fuera —admito y noto
que mi voz se suaviza.
Me mira aún más escéptico.
—Eras un niño especial, Riley, tan inteligente y con una
imaginación tan infantil. Una vez incluso fuiste al colegio disfrazado
de Superman y tu madre tuvo que responder ante el director. Entonces
te veías como un héroe, ahora te ves como un villano. No eres un
villano. Todo el mundo tiene dos caras. Es simplemente una cuestión
de elegir uno. Hay veces en que Mason no puede tomar esa decisión,
lo que también te ocurrió a ti, pero esa única vez no significa que seas
una mala persona.
310
—Le hice daño, contra su voluntad. —Aprieta los ojos en un
intento de deshacerse de las imágenes en su cerebro—. Haría
cualquier cosa para deshacer eso.
—Lo que hiciste fue una mierda, pero te arrepientes y no lo
volverás a hacer. Eso es lo que cuenta. Riley. Ahora mírame. —Lo
hace—. Te detuviste a tiempo, lo que demuestra que no eres un mal
tipo. Tienes un corazón puro.
Resopla.
—¿Y ella? Ella siempre recordará que perdí brevemente el
control. Mierda... ¡casi hacerlo no es mejor que hacerlo de verdad!
—Apoya la cabeza en el respaldo del sofá y cierra los ojos.
—No será así. Puede que nunca lo olvide, pero hay formas de
que pueda vivir con ello. Siempre hay una manera, para todos. Riley,
te has parado, ¡que es lo que cuenta! —Le digo seriamente y él vuelve
a hacer contacto visual—. Nunca vuelvas a hacer algo así. Si no, me
temo que tendré que castrarte y no tendrás más chocolate caliente.
Sonríe débilmente.
—Siento haber dicho que no me quieres. Sé que me quieres o
no habrías venido.
—Siempre estaré ahí para mi hijo cuando me necesite.

311
41

Mason

s de noche y te friego la espalda hasta que te duele, Emilia


porque uso demasiada fuerza, frotando la esponja en círculos sobre tu 312
piel. No tengo sensibilidad, además, estoy enfadado con ese cabrón.
Si no fuera por papá, lo habría matado. Hicimos un trato: Riley no
regresará. Se quedará en Nueva York y, a cambio, yo no lo mataré,
aunque se me permitió un puñetazo. Naturalmente, lo hice valer y lo
golpeé en el trasero. Si fuera por mí, lo mataría de todos modos.
Desafortunadamente, papá interfirió. Como de costumbre, sabía lo
que iba a hacer.
—Mason, ouch, por favor... ¿no puedes moverte a otro lugar?
Por lo general, me gusta que suenes así, Emilia, pero no ahora.
Dijiste ouch, te estoy lastimando, Emilia.
Como si me hubiera quemado contigo —cosa que ha sucedido
unas mil veces—, tiro la esponja. Me miras escéptica por encima del
hombro.
Tienes el cabello mojado y pegado a la cara.
Estoy muy cansado, Emilia. Desde anoche, los dos habremos
dormido una hora. Nada más. Antes de eso, el interminable viaje en
auto con papá. Estoy agotado, especialmente desde que el sistema de
navegación nos llevó a través de un maldito bosque y por calles sin
nombre. ¡Menudo viaje! Siento cada hueso de mi cuerpo.
—Mason, ¿qué demonios te pasa?
—¡No quiero hacerte daño! —digo firmemente—. Una vez, te
di una bofetada en la cara, cosa que no volveré a hacer. Sólo te causaré
dolor cuando me lo pidas, cariño.
—De acuerdo —respondes inmediatamente. Tus ojos azul
océano parecen decididos.
—¿Qué? —Me confundes—. Ahora no puedo, Emilia. Estoy
agotado. Tú también has pasado por un calvario y deberías tomártelo
con calma. 313
Pones los ojos en blanco, te levantas y te secas con la toalla.
—Siempre te complaceré, Mason, pero ahora mismo,
necesitamos descansar.
Te levanto en brazos, Emilia, porque me gusta sentir tu peso, y
te llevo al dormitorio, donde te tumbo en la cama. Estás desnuda,
Emilia, y rápidamente me digo: ¡Nada de sexo, Mason! Sólo masajes,
nada de sexo. Llevas el cabello mojado envuelto en un turbante
improvisado. Enciendo el televisor de pared. Mi padre nos ha
reservado una suite, que es genial.
Suspiras y estiras todo el cuerpo. Me encanta que estés tan a
gusto en mi presencia a pesar de todo lo que ha pasado y por lo que
hemos pasado. Es como si hubiéramos entrado en otra realidad.
Resisto las ganas de darte una palmada en el culo mientras te
revuelcas. En lugar de eso, te unto loción en la piel acalorada y chillas
porque está fría. Debería haberla calentado un poco primero en la
mano, aunque eso era lo que menos me importaba, nena. Puede que
te quiera, pero eso no significa que vaya a dejar de ser yo mismo.
Gimes mientras te doy un ligero masaje.
—Esto no se convertirá en un hábito, Emilia —digo mientras
jadeas contra las almohadas.
—Sí, sí, Mason, estará bien.
Me encantaría azotarte el culo, Emilia, pero me contengo.
Pensar en cómo te trató ese hijo de puta y en lo que estuvo a punto de
hacerte apaga cualquier deseo sexual, por no hablar de saber cómo
debiste de sentirte. Al menos tuviste la suerte de detenerlo a tiempo,
Emilia. Lo escuché todo por teléfono. Puede que durara dos o tres
minutos. No pude colgar. Puede que tenga tendencias masoquistas o
puede que simplemente no quisiera dejarte sola, aunque fuera 314
simplemente prestándote apoyo a través del teléfono.
Estaba más que furioso. En ese momento, pensé que iba a
destruirte, Emilia. Y me sentí absolutamente impotente, que es algo
que no quiero volver a experimentar, especialmente cuando te
involucra a ti. Me aseguraré de que nunca lo haga.
Te masajeo suave y cuidadosamente la espalda, el trasero y las
hermosas y suaves piernas. No dejas de mirarme como si esperaras
que te violara en cualquier momento, pero no lo haré, Emilia. Esta
noche debes recuperarte. Una vez que tu piel ha absorbido la loción,
te cubro y te quito la toalla de la cabeza para que tu cabello se seque
al aire.
Me vuelves a mirar así.
—Gracias —dices en voz baja.
—¿Por qué?
—Estoy hecha un desastre, Mason, y sin embargo aquí estás
cuidando de mí.
—Cariño, no estás sola, yo también estoy jodido. Tiraremos los
dados, o nos destruimos el uno al otro o no lo haremos. Me niego a
separarme de ti, Emilia. Tú eres mía y yo soy tuyo.
Tus ojos se abren un poco.
—¿Qué has dicho? —preguntas sonriendo.
Apago la luz de la mesilla y murmuro:
—Ahora duérmete.
Sonríes más y te acurrucas contra mi pecho. Dios mío, siempre
he querido esto: tenerte a mi lado en una cama grande y mullida en la 315
que sé que nadie más ha follado.
Así debe ser el paraíso.

Es la primera noche desde que nos conocemos que no dormimos


o dormimos del todo. Somos nocturnos, somos la oscuridad. Tengo
que decir que no me importa despertarme temprano. Sólo son las ocho
y ya ha salido el sol. Estamos en octubre, Emilia. ¿A qué viene eso?
Estoy encendido, pero en cuanto te mueves entre mis brazos, me
relajo un poco. Tienes una pierna sobre la mía y un brazo sobre mi
estómago mientras babeas sobre mi pecho, Emilia. Estás dormida con
la boca abierta y tus dedos se crispan repetidamente. ¿Qué sueñas,
Emilia? Tu cabello, secado al aire, es un caos salvaje y encrespado.
Está por todas partes. Incluso me arranco algunos mechones de la
boca. Odio tu cabello, Emilia. Me encantaría dejarte calva, pero
entonces ya no tendría nada a lo que agarrarme mientras te follo.
De repente, te mueves y ruedas sobre tu otro lado. Mierda, ¿qué
estás haciendo? Toda la cama se tambalea y te tumbas sobre ella. Tu
espalda desnuda queda al descubierto. Yo también me pongo de lado.
Te recorro la columna con un dedo hasta el coxis... Te deseo, Emilia.
¡Ya! Casi me duele de tanto desearte. No soy bueno con esto de ser
suave, así que prometo ser cuidadoso. Para mí, pareces tan frágil,
Emilia. Te considero como una muñequita que se puede romper, cosa
que, por supuesto, no pretendo hacer. Ya casi lo había hecho.
Me aprieto contra ti y te paso la mano por el costado, por la 316
cadera, la cintura y hasta el pecho, que abrazo con firmeza. Mi nariz
está junto a tu cuello, donde hueles tan condenadamente bien. Gimes,
aún medio dormida, y empujas tu culo contra mí. Emilia, eres una
zorra. ¿Te lo he dicho alguna vez? Pero eso es lo que me gusta de ti.
Tu mano me rodea la nuca y me acerca más a tu cuello. Mierda,
nena, qué bien hueles. Tu piel es tan suave y tu coño se acurruca
contra mi polla. Emilia, no estoy acostumbrado a que no estés atada,
arrodillada o a que yo te haga cualquier cosa desagradable. Pero
podría acostumbrarme a esto, ya que te incluye a ti.
Dejo que mis labios se paseen por tu piel, tirando de ella entre
mis dientes y lamiéndola. Me abstengo de penetrarte, Emilia, aunque
mi polla siente lo mojada que estás. Lo quieres dentro de ti. La forma
en que empujas con urgencia tu pelvis hacia mí me lo dice. Si esto
sigue así, acabarás encima de mí. Tranquila, nena. Sigo sujetándote
con una mano mientras te acaricio el cuello. Te giro por el hombro
para acceder a tu pezón. Una vez tumbada, abres los ojos por primera
vez en el día y me miras directamente. Me sonríes y bajo los labios
hasta tus tetas sin romper el contacto visual. Gimes y tus dedos se
clavan en mi cabello. Emilia, me encanta cuando lo haces, así que
ahora voy a darte algo que solo ha recibido otra mujer antes que tú.
Te pones rígida cuando notas que me deslizo por tu vientre
plano y tu ombligo, y sobre ese pequeño montículo más allá del cual
está mi amado paraíso, nena, tu coño. Nunca te he hecho esto, Emilia,
y probablemente por eso me miras algo confusa, pero al mismo
tiempo, curiosa.
—¡Quédate quieta! —gruño desde entre tus piernas mientras
intentas incorporarte. Te reclinas de inmediato. Te rodeo el clítoris
con la lengua e inmediatamente gimes. Si hubiera sabido cuánto te
gusta esto, lo habría hecho mucho antes, nena. Te habría atado con
los tobillos muy separados y te habría lamido durante horas.
Por desgracia, ahora no tengo paciencia, Emilia, y deslizo dos 317
dedos dentro de ti. Me encanta cómo te sientes y cómo te vuelves loca
y presionas tu pelvis hacia mí. Eres tan golosa, nena. Pero sólo
conmigo.
Ahora lo sé.
Sigo mimándote con mi lengua mientras, al mismo tiempo,
froto tu punto G con mis dedos hasta que tus piernas a ambos lados
de mí empiezan a temblar y tus dedos arañan mi cuero cabelludo. Me
gusta sentir cómo te corres bajo mi boca. Gritas y yo te dejo. No tienes
por qué callarte, nena, ahora no. Mientras llegas al orgasmo, me subo
encima de ti y te penetro con un movimiento suave para seguir
sintiendo tus contracciones. Mierda, así debe de ser el paraíso. Me
clavas las uñas en la espalda y me arañas. Me apoyo en los brazos
extendidos y me acaricias entre los omóplatos. Esto es una locura,
nena. Te follo más despacio cuando noto que me acerco al clímax en
un intento de alargarlo. Intentas rodear mi cintura con las piernas y yo
vuelvo a empujarlas hacia abajo.
—¡No hagas eso, Emilia! —murmuro en tus labios—. Abre más
las piernas. —Tú obedeces—. ¡Ahora levanta el culo! —te susurro al
oído. De nuevo, obedeces.
Te agarro de las caderas mientras me arrodillo. Quiero mirarte
porque estás muy caliente, pero no puedo hacerlo mucho tiempo
porque es demasiado intenso. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia
atrás, entonces agarro tus rodillas y te acerco a mi polla.
Gimes tan caliente y yo estoy tan dentro de ti.
Mierda, Emilia...
Te estás corriendo otra vez. Siento cómo tus músculos se tensan
alrededor de mi polla como nunca. Todo lo que he experimentado
contigo antes parece trivial ahora. Ya no puedo contenerme, tengo que
318
correrme.
Dentro de ti.
Profundo.
Mierda.
Tal vez se siente tan intenso porque finalmente he admitido mis
sentimientos por ti.
Que te amo, Emilia.
42

Mason

apá se me queda mirando todo el rato, Emilia, como si


estuviera esperando otra explosión. Así que sigo sonriéndole mientras
me meto más fideos en la boca. Mamá murmura algo para sí misma.
Vuelve a ser la de antes, solo que papá no deja de mirarme.
Estás sentada a mi lado, Emilia, exactamente donde debes estar. 319
Siempre debes tocarme, Emilia, que fue la primera lección que
aprendiste cuando volvimos a casa. Tu lugar está a mi lado. No te
moverás de él y lo digo en serio. Pareces estar más que feliz de
cumplirlo, pues siempre te acurrucas en mis brazos, juegas con mis
dedos, me besas brevemente o me acaricias el cabello. Me gusta esta
mierda de tortolito, Emilia.
—¿Y? —pregunta papá—, ¿cuándo vuelves al colegio, puto
sapo?
Me estiro con molestia. Estoy con el torso desnudo, como
siempre, aunque afuera haga frío. La temperatura ambiente en nuestra
casa nunca es agradable, en verano te congelas y en invierno sudas a
mares.
—No creo que lo haga, papá —murmuro. Emilia, nuestro
tiempo juntos ahora es increíble. No voy a perder un puto tiempo
precioso en estudios.
Levanta las cejas y cruza las manos sobre la mesa.
—Más te vale, a menos que quieras que te eche a patadas,
Mason.
Desvío la atención hacia ti con un gesto amplio de la mano,
cariño.
—¿Le harías eso? —pregunto en voz alta y te sobresaltas.
—No me refería a ella, Mason.
—Keaton —dice mamá y la expresión de papá me dice que no
está de humor para ser interrumpido. Odia que lo interrumpan o que
lo contradigan. Parece considerarme una contradicción—. Dale algo
de tiempo. Estas últimas semanas han sido difíciles, ¿verdad? Estoy
segura de que continuará sus estudios el año que viene. ¿No es así,
Mason? —Se gira hacia mí, con cara de esperanza. Mierda, no puedo 320
resistirme a mamá cuando me mira así. Maldita sea, Emilia. Ya estoy
drogado otra vez. Eso es algo que no debes hacer, Emilia, drogas o lo
que sea. No puedes hacer nada que yo considere perjudicial para ti.
Ya no y menos sin mí cerca.
—¡Sí, claro! —Me cuesta mantener los ojos abiertos y siento
que tu mano se aparta, Emilia. Eso no me gusta nada. Inmediatamente
te miro, pero tú simplemente te pasas un mechón por detrás de la oreja
y vuelves a apoyar los dedos en mi rodilla.
Como antes, papá sigue mirándome, aunque ahora le tiembla la
mejilla, Emilia. Mamá lo mira cautelosamente de reojo porque, al
igual que yo, conoce demasiado bien esa expresión. Creo que se está
imaginando que me dispara. Así, aquí, en la mesa del comedor,
porque respiro y miento a mamá.
Me encojo de hombros.
—No he hecho nada. Simplemente he venido a comer, papá. Y
eso es difícil contigo mirándome.
—Mason, me pregunto si alguna vez madurarás —dice con
dureza. Odio ese tono, Emilia. Suena como si me estuviera
amenazando sutilmente. No me gusta nada.
—¿Por qué? Lo estoy haciendo bien —respondo resueltamente
y lo digo en serio, Emilia. Puede que estemos jodidos, pero no pasa
nada, se supone que tiene que ser así. Así es como somos.

Te he estado follando durante dos horas seguidas, Emilia. 321


Estamos empapados en sudor, incluso el sofá está empapado. Sí, lo
recuerdo, se suponía que sólo tenías que darme un masaje, aunque el
masaje de polla que me diste, lo recordaré dentro de 10 años.
Ahora estás ahí tumbada, con la cara roja y el cabello
alborotado. Lo odio. Te tumbas en el sofá boca arriba con la cabeza
girada de lado mirándome. Yo me siento en el sillón en el que me
montaste hace poco, fumándome un porro. Te miro con la cabeza
ladeada y el humo escapando de mis labios. Tengo la barbilla apoyada
en un puño porque siento la cabeza muy pesada, igual que los
párpados.
Miro fijamente tus grandes ojos brillantes, que siempre tienen
esa tristeza subyacente, ya que el dolor parece ser tu compañero
constante en la vida. Tienes esa mirada, Emilia, como si fueras a
absorber y destruir todo lo bueno que te rodea. Estás rota y nunca
volverás a estar entera, pero para mí, al menos estás parcialmente
intacta.
Un penique por tus pensamientos, Emilia. Y lo que estabas
pensando cuando te fuiste. Tengo curiosidad por saber qué pensabas
cuando te agarré tan bruscamente. También me pregunto qué sentiste
cuando me viste en tu apartamento.
Eres un misterio, Emilia.
Todo está bien y en calma, tan tranquilo, Emilia, pero a mí me
parece la calma antes de la tormenta. Porque sé que tú y yo, juntos
formamos un huracán. No tardamos en convertirnos en una fuerza
destructiva y arrasar con todo.
—No confío en ti —digo sin la menor idea de qué me ha llevado
a hacerlo. Aún me atormenta el hecho de que te divirtieras conmigo
mientras él estaba arriba. Y que te lo follaras sabiendo que yo estaba 322
a su lado. Nunca olvidaré esas imágenes. Te quiero, Emilia. Ahora lo
entiendo. Joderé a cualquiera que te toque. Demonios, cometería un
incendio provocado por ti. Pero una parte de mí siempre te odiará y
querrá castigarte por eso.
Te pesan los ojos. Te pones de lado, tiras de la fina manta y te
envuelves con ella un brazo y una pierna antes de mirarme.
—Lo sé —dices en voz baja. Tienes la voz ronca de tanto gemir
y gritar.
No puedo dejarte marchar, Emilia, tienes esa influencia
curativa sobre mí, concedido, está ese otro lado que me devora por
completo. Y esa será nuestra ruina.
—Creo que al final nos mataremos el uno al otro —digo con
naturalidad y exhalo humo al mismo tiempo, que cuelga a tu alrededor
como niebla arremolinada. Eres hermosa, Emilia, pero tu belleza es
una maldición.
—Lo sé.
—Entonces, ¿por qué estás conmigo? —pregunto—. No te
dejaré respirar lo suficiente, Emilia. Siempre estaré a tu alrededor. No
tendrás ni un segundo a solas. Siempre quiero saber qué haces, dónde
estás y qué piensas. Porque te atrapé y ahora, eres mía. Si no, temo
que acabes follándote a otro, Emilia. Te controlaré y me joderás
porque eres una zorrita manipuladora y yo un cabrón sin escrúpulos.
Sigues mirándome fijamente, aunque ahora empiezas a
arrastrarte hacia mí oh-tan-lentamente. Parece que las palabras te
atraen en lugar de espantarte. Estás desnuda, Emilia, te arrastras de
lado hasta mi regazo y te acurrucas en mi pecho sudoroso cuando
repites:
323
—Lo sé.
Te paso un brazo por la cintura y te agarro de la cadera.
—Deberías haber huido cuando te lo dije.
Apoyas la nuca en mi hombro.
—Lo sé —susurras.
—Ahora es demasiado tarde, Emilia. Ahora ya no puedes huir.
Me aseguraré de eso.
—Lo sé.
324
res una niña perdida. Te arrastré al abismo.

Y no tengo intención de dejarte ir nunca, Emilia.


Si logras escapar, vendré a buscarte. Y te encontraré.
Porque eres mía.
Anhelas la luz, pero nosotros dos somos oscuridad, nena.
¡Lucha!
¡Defiéndete! 325
¡Llora!
No escaparás de mí.
01

Mason

o eres una leona, Emilia, eres un cordero.

Me enfrentas y te odio un poco, Emilia.


Te pones los pantalones ajustados que te dije que no te pusieras.
Parece que quieres que salga el monstruo que hay en mí, Emilia.
Después de todo, me provocas a propósito, nena. 326
Y tienes éxito, Emilia. Ni siquiera los tres porros que me he
fumado consiguen calmar mi rabia. Has charlado con dos zorras en el
sótano de mi apartamento. Me he follado a las dos, pero nunca te lo
diré a menos, claro, que quiera excitarte un poco.
Tu cabello, Emilia, sigue siendo demasiado largo, pero te lo has
recogido en una trenza. Llevas un top negro de manga larga sin
hombros con esos vaqueros de mierda, Emilia, simplemente porque
no quieres que nadie vea las abrasiones de tus muñecas, aunque no
me importa que tengas la clavícula al descubierto. Te pones
maquillaje, lápiz labial rojo y delineador de ojos. ¿Desde cuándo usas
maquillaje, Emilia? Ni siquiera me pediste permiso para pintarte los
labios de rojo. Todos los meones de la zona soñarán con esos labios
alrededor de su polla, lo sabes demasiado bien, Emilia.
Me estás provocando.
Oh, tendrás lo tuyo.
Pero ahora no, ahora tengo que fumar.
Cenizo en el suelo y el bajo retumbante de la música penetra en
mis huesos. Todo el mundo está drogado menos tú. Algunas parejas
bailan, otras se enrollan, y el resto dice idioteces, Emilia. ¿Por qué
están aquí? Preferiría follarte ahora mismo. Me gustaría arrancarte
esos pantalones de tu cuerpo. Sólo llevo jeans, nada más.
Naturalmente, odias que otras zorras miren mi pecho desnudo, Emilia.
Te come por dentro. No les importa si notas que se me tiran encima
descaradamente. Y no puedo negar que me deleito con tu reacción
celosa, con tus ojos brillando de esa manera tan particular.
Me siento en la cama con la espalda apoyada en el cabecero,
una pierna doblada y un antebrazo apoyado en la rodilla. El porro está
entre mis dedos ardiendo. No sé por qué sigo saliendo con estos locos
de American Pie una y otra vez. Debo de ser un puto masoquista, 327
aunque eso se aplica más a ti.
Los parásitos no tardaron en acomodarse, Emilia, incluso en mi
dormitorio. Una rubia se une a mí. Sus ojos tienen esa típica
nubosidad que dice estoy-tan-borracha-que-puedes-hacer-lo-que-
sea-conmigo.
—¿Me das una calada? —pregunta.
Le doy el porro, todavía bastante aburrido de toda esta mierda.
—Oye —dices y sonríes mientras le das un golpecito en el
hombro a la rubia que inhala mientras me pone las tetas en la cara—,
no acapares el porro.
Me gusta cuando te pones zorra y extiendes las garras, Emilia.
Esto ocurre demasiado pocas veces.
La zorra levanta una ceja y te reta, Emilia. Estoy empezando a
disfrutar. Quizá debería instalar una piscina infantil llena de barro en
mi dormitorio y hacer que las chicas luchen entre ellas por mí.
—¿Quién eres tú? —pregunta la rubia, molesta, y te echa humo
a la cara, Emilia. ⸺Eso no me gusta⸺. ¿Su novia? —Se ríe
burlonamente—. Como si Mason Rush tuviera novia. La mayoría de
las tipas de aquí se la han chupado o han disfrutado de otra manera.
Pareces herida.
Debería intervenir, Emilia.
No eres una leona, eres un cordero.
Sin mediar palabra, empujo con fuerza a la rubia de la cama,
haciéndola chillar.
Te agarro del brazo, te atraigo hacia mí y me inclino sobre ti. 328
—¿Quién te ha dado permiso para llevar esos pantalones?
—pregunto contigo debajo de mí. Me miras fijamente con grandes
ojos de ciervo—. ¿O ese pintalabios para follarme, Emilia?
¿No me digas que te has quedado sin palabras? Después de
tanto tiempo follando, nena, ¿en serio? Pero eso me encanta un poco.
Levantas la cabeza y me susurras directamente al oído para ahogar la
música:
—Me lo he puesto para ti.
—Quiero follarte, Emilia —gruño y empujo mi pelvis contra
ti—. Me importan una mierda los demás.
Gimes suavemente. Me dejarías hacerte lo que quisiera, aquí y
ahora, como a una putita. Pero así eres tú, Emilia, eres mi puta.
Obviamente, sientes lo duro que estoy ya que estoy empujando contra
ti para que lo sientas.
—¿Quieres que te folle, Emilia? ¿Aquí y ahora? —Levantas las
manos y me acaricias el cabello.
—Puedes hacerme lo que quieras, Mason.
Bajo la cabeza hasta el punto de tu oreja que huele tan
jodidamente bien y me río suavemente. Te estremeces.
—¿Has pensado en lo peligroso que es decirme eso?
— No te tengo miedo. Te quiero peligroso.
Maldición, nena, te quiero. Te agarro del cuello y te empujo
contra las almohadas. No puedes respirar, Emilia, pero tú te lo has
buscado, ¿no? Quieres que te deje sin aliento.
329
Tus manos se deslizan por mi espalda y me acarician
suavemente la piel, como si no te inmutara lo que te estoy haciendo.
—Estás un poco loca, nena —digo bruscamente y aprieto mis
caderas directamente contra la dura tela de tus vaqueros. Tus párpados
se agitan y gimes mientras levantas la pelvis hacia mí. Te frotas contra
mí, Emilia, te calientas en mi polla, y tengo que reprimir un gemido.
No puedo soportarlo más, así que me levanto y te cojo del
brazo. Todos están demasiado colocados para prestarnos atención
mientras te saco a rastras de mi sótano. Nadie te ve como yo te veo,
nena. Te subo a rastras a casa de mis padres y te llevo al comedor,
donde te levanto por las caderas y te dejo sobre la mesa. Te bajo los
vaqueros y las bragas de un tirón y me abro los pantalones.
Levantas la pelvis hacia mí, Emilia, pequeña zorra. Te agarro el
culo con una mano y me apoyo en la mesa con la otra. Tus uñas se
clavan en mi piel mientras te penetro de una enérgica estocada, nena.
Tú también gritas bastante fuerte, Emilia. Debemos tener cuidado de
no despertar a mis padres, nena.
Te follo tan fuerte que la mesa se mueve mientras tú gritas:
—¡Dios, Mason! ¡Mierda, Mason! ¿Qué me estás haciendo,
Mason? Quiero que me folles más fuerte, Mason.
Eres tan guarra, Emilia, me encanta.
Te follo más fuerte. No puedo negártelo. Entierro mi cara en el
pliegue de tu cuello, gimo contra tu piel y siseas cuando te muerdo.
Tus manos se mueven hacia mi culo, Emilia. Esto no funciona
así, yo te digo lo que tienes que hacer con los dedos. Te empujo hacia
atrás sobre la mesa y te agarro la garganta. Otra vez. Te encanta.
Siempre.
Jadeas y te muerdes el labio antes de que se te erice el torso. 330
Estás casi a punto de correrte, lo presiento.
—¿Me estás tomando el pelo, Mason? —¡Maldición, Emilia!
La voz no es tuya ni mía, Emilia. Y cualquier voz no tiene lugar
aquí en este momento.
¡Mi padre está a nuestro lado! ¿Cuánto tiempo ha estado ahí,
Emilia? Nos mira con expresión seca, pero le tiembla la mejilla.
¡Nunca es buena señal!
Encerraste a mamá en un sótano, papá.
Mason

ierda, papá! —grito y salto hacia atrás. Agarro tus


cosas y las tiro en tu regazo.
—¡Maldición, señor Rush! —gritas.
—Mierda, ¿qué estás haciendo, papá? —No me deja tener un
poco de diversión, Emilia. Ni siquiera un rapidito en su mesa de
comedor. ¿Por qué, Emilia? Tal vez porque le arruiné el sexo varias
veces y ésta es su forma de vengarse. Lo sé.
—Guarda la mierda que te cuelga antes de hablar conmigo,
Mason Keaton Rush.
¡Mierda! Me subo rápidamente la cremallera mientras te vistes. 331
—Sonaba como si estuvieran asesinando a alguien —dice—.
También se parecía un poco, Mason.
—Vete a dar un paseo, nena —te ordeno—. Pero quédate arriba.
No bajes sin mí.
Pasas corriendo a nuestro lado, con la cara roja como el culo
después de que te haya dado un azote, y desapareces en el baño.
Estoy molesto, Emilia. Estaba a punto de correrme.
—¡Papá! —Gesticulo salvajemente con las manos—. ¿Qué, no
respetas la intimidad?
—Te estabas tirando a tu novia en mi mesa. Mi mesa de
comedor, por cierto, Mason.
—Así, mamá puede limpiarlo. Dios, ¿sólo lo haces en la cama o
qué?
Levanta una ceja.
—¿De dónde crees que has sacado eso?
Toda la sangre se escurre de mi cara mientras las imágenes
inundan mi mente. ¡Mamá! ¡Tú!
—Quiero morir. ¿Dónde lo han hecho? ¿Acaso quiero saberlo?
Suspira, Emilia. Perfeccionó su suspiro cuando cumplí doce
años.
—No creo que debas estar al tanto de esa información.
Simplemente no te creas que te lo has inventado.
Mierda, ¿qué está pasando? Tengo una fiesta abajo y te has 332
encerrado en el baño, Emilia. Espero que no estés pensando en volver
abajo sin mí. Si es así, te castigaré, pero entonces eso es lo que intentas
conseguir, ¿no es así, cariño?
Quiero pasar por encima de él para llegar a ti. Tú y yo tenemos
que terminar esto, nena. No soy de los que hacen las cosas a medias.
Pero eso ya lo sabes, ¿verdad?
Papá parece tener otros planes. Me agarra del brazo, Emilia, si
crees que mi agarre es duro, deberías sentir el suyo.
Lo miro por encima del hombro y lo miro directamente a los
ojos. Mis ojos.
—Lo que estás haciendo no funcionará, Mason.
—¿Qué?
Me mira fijamente. No me gusta eso, Emilia. Nunca es bueno
cuando es tan intenso.
—No puedes mantenerla atada a ti y bajo control. Con el tiempo,
se liberará.
Emilia, no lo harías. Jamás. Te encanta estar encerrada. Te
encanta estar en mis garras. No quieres estar sin mí. Te gustan los
abismos a los que te arrastro. Ansías la maldad y la oscuridad. Lo
necesitas.
—Mamá nunca se liberó, ¿verdad? —Maldición, Emilia. Puedo
ver por su expresión que no le gusta mi insinuación. ¡Ni un poco!
¿Por qué nunca puedo mantener la boca cerrada? Quiero follarte,
Emilia. Me debes un orgasmo.
—¿Perdona? —sisea entre dientes apretados mientras sus dedos
se clavan en mi brazo. Papá tiene un gran autocontrol, Emilia, 333
siempre, a menos que se trate de mamá. Mamá es su santuario. Nada
es más importante para él, ni siquiera sus hijos. Nada.
—Encontré tu cuaderno, papá. —¿Por qué nunca puedo
mantener la boca cerrada? ¡Maldita mierda!
Su expresión se vuelve seria y su agarre se afloja un poco, pero
no lo suficiente como para soltarse. Puede que yo sea fuerte, Emilia,
ya lo sabes, pero no tanto como él. Desde abajo, oigo el sordo
retumbar de los bajos y las risas de los demás y puedo sentirte, cariño.
Sé que estás aquí arriba esperándome. Y así es como lo quiero.
—¿Dónde lo encontraste? —pregunta con calma.
—En tu despacho.
—¿Estuviste en mi oficina, maldito sapo? —Maldita sea, ahora
está enfadado.
—¿Por qué siempre me llamas así? —pregunto, molesto—.
Papá, suéltame. No quiero llegar a los golpes.
Lo respeto demasiado para eso, no te estoy mintiendo. Por otra
parte, es el único al que respeto en ese sentido. Nadie golpea a papá
cuando se enoja. Eso es un hecho, Emilia. Da igual lo jodidamente
fuerte que me vuelva o cuántas peleas más gane.
Entrecierra los ojos, lo que no es buena señal, Emilia. Y su
mejilla vuelve a crisparse. No me gusta, Emilia. En absoluto.
—Nunca podrás luchar contra mí, Mason —dice
constreñido—. ¿Qué hacías en mi despacho? Creí que había quedado
claro después de la última vez que destrozaste mis cámaras y
ordenadores.
Me está aburriendo, Emilia. Ahora mismo me gustaría ponerte
en la lavadora en marcha y chupártela. 334
—Sí, lo hiciste, pero como me quitaste la hierba otra vez, papá,
no me dejaste otra opción. ¿No eres demasiado mayor para jugar a los
ninjas y robarme la hierba?
—¿Hasta dónde has leído? —pregunta. Me pregunto si hay
pánico en su voz, nunca había oído ese tono.
—¿Hasta el final? —digo siniestramente, haciendo que suene
como una pregunta. Leo cada línea, Emilia. La razón por la que
necesito más drogas.
—Mierda —sisea. Me sorprende porque rara vez usa ese tipo de
lenguaje, en realidad, nunca. Parece que la situación es seria.
Me suelta con un profundo suspiro y, como no soy una nena,
no me froto el brazo. Pero maldita sea si no me palpita un poco,
Emilia.
—De acuerdo, ahora escucha, pequeño sapo. —Me mira
severamente—. Primero, tienes una hora para devolver el libro al
lugar exacto donde lo encontraste. Segundo, tu madre es una maldita
mujer fuerte y yo soy un hombre con un gran maldito autocontrol que
puede contenerse. Tu amiguita del baño es débil, Mason. Ella no es
del calibre de tu mamá. Así que no importa lo que hagas,
eventualmente, la quebrarás. Eres un tonto desempleado que tiene
cero autocontrol, que es incapaz de mantener a raya al monstruo que
lleva dentro. Yo, en cambio, sí puedo.
Me río secamente.
—Qué dramático eres, papá. En primer lugar, Emilia ya está
destrozada. Creo que nació así, como yo. No llevo un monstruo
dentro, papá, soy un monstruo. Soy indomable.
La luz de la luna le ilumina. Me doy cuenta de lo agotado que
parece, Emilia, de pie frente a mí, en pijama y con la parte superior 335
del cuerpo desnudo. Me doy cuenta de lo mucho que he hecho sufrir
a mis padres. Creo que es la hierba y lo siento un poco.
—Sinceramente, eres peor que yo —dice secamente,
sacudiendo la cabeza—. Y he hecho bastantes cosas, como ahora ya
sabes.
—Sí, papá. Encerraste a mamá en un sótano. Eso es jodidamente
enfermizo.
—Tuve que hacerlo, de lo contrario, ella habría tocado fondo,
Mason. Se había perdido a sí misma y a mí, pero lo peor era que yo la
había perdido a ella. Simplemente no podía permitir que eso
sucediera.
—Así que también crees que hay que encerrar a quien amas.
¿Verdad, papá, simplemente porque siempre tienes buenas
intenciones? —Se me queda mirando, Emilia—. No confío en ella,
papá. Así que la retendré. No volveré a dejarla marchar. Está enferma
y es la única que aguanta mis locuras. Ella anhela al monstruo. Sé que
a mamá no le importó que desataras a tu monstruo, papá. La obligaste
a hacerlo. Pero Emilia tiene su propio lado monstruoso, uno que es
autodestructivo.
Sigue sin gustarme cómo me mira. No lo soporto. Quiero estar
contigo. Que estés sola en el baño me pone nervioso porque no tengo
ni idea de lo que estás haciendo, Emilia. Quizá estés al teléfono con
algún cabrón, ¡quizá incluso con Riley! Tal vez esta situación del
hermano te ha excitado tanto que no puedes evitarlo.
—¡Relájate! —gruñe papá. Sólo ahora me doy cuenta de que
estoy tenso con las manos apretadas—. ¡Mason! Respira.
Me obligo a respirar por la nariz antes de volver a mirar a papá.
—Tengo que entrar ya, papá. Suéltame. 336
Me mira fijamente cuando se le ocurre algo que escapa a mi
entendimiento y se hace a un lado.
Mierda, Emilia, me he pasado trece minutos sin saber lo que
hacías.
Eres la sustituta de un drogadicto, Emilia.

No estás en el baño, Emilia.


Pensé que había sido claro.
Cómo te atreves a desobedecerme.
Apenas puedo creer lo que ven mis ojos cuando miro el cuarto
de baño y lo encuentro vacío. Todavía tengo las manos apretadas
cuando me doy la vuelta y me dirijo al sótano. Paso corriendo junto a
mi padre sin que intente detenerme. Emilia, eres una zorrita. A
propósito. Sólo quieres provocarme. Quieres que te azote el culo hasta
que no puedas sentarte. Quieres que te folle hasta que estés adolorida.
Quieres que te lo meta por la garganta hasta que te ahogues. Eres una
zorrita cachonda, eres insaciable. Siempre quieres más y más y más...
Abajo, aparto a cualquier cabrón que se interponga en mi
camino. Oigo tu risa antes de ponerte los ojos encima. ¿Qué crees que
estás haciendo, Emilia? Te paras en la ventana de la cocina, Emilia,
y golpeas su pecho con la mano mientras te ríes, Emilia. Morirás esta
noche, Emilia. Mis piernas empiezan a moverse como por sí solas
mientras una mano sigue apretada. Ese hijo de puta que tienes 337
enfrente recibe un puñetazo justo en su fea nariz de forma que su
cabeza se estrella contra el mueble de la cocina. Definitivamente no
se lo esperaba. Entrecierra los ojos y tropieza con un grupo de mujeres
que gritan mientras sus bebidas se derraman. Te quedas de pie y
pronuncias:
—Uy... —Con los ojos brillantes, tus labios se convierten en una
sonrisa, Emilia.
—¡Fuera! —Siseo a los otros tipos. Nadie es tan estúpido como
para no escuchar. Hay que empujar a unos cuantos y, diez minutos
después, todos han salido de mi apartamento. Naturalmente, tú sigues
en la cocina, Emilia, y pareces relajada mientras te tomas tu bebida.
Una bebida sin alcohol, por supuesto, porque no soportas el alcohol.
¿Ya no te intimido, nena, o mis celos y mi sobreprotección te
excitan tanto que no te importan las consecuencias? Lo que sea,
Emilia, estabas con mi hermano en el momento en que nos
enrollamos. No confío en ti, probablemente nunca lo haré, pero
tampoco es que hagas nada para demostrarme que no hay motivo. Al
contrario, te encanta jugar con fuego, con la locura, con el monstruo
que llevo dentro.
—Te he dicho que no toques a otros chicos. También te he dicho
que no bajes sola al sótano, Emilia. Pero, ¿dónde estás ahora, en mi
sótano, con tus pantalones de fóllame?
No te doy la oportunidad de responder.
En toda la noche.

338
Por si acaso, Emilia, me he traído tu teléfono. Sigues durmiendo
y eso está bien, ya que te he hecho trabajar hasta las cinco de la
mañana, duro y por todas partes, Emilia. Incluso yo estoy adolorido
esta mañana, aunque relajado y satisfecho. Antes, no tuve ningún
problema en dejarte caer en un sueño casi comatoso. Anoche te
portaste bien después de haberte portado mal al principio. A veces me
pregunto si lo haces por mí o por ti misma. ¿Quieres que te castigue
o quieres aliviarme de mi constante tensión y enfado? Nunca he
estado tan relajado. Es sólo desde que estás constantemente a mi lado.
Eres como el sustituto de un drogadicto.
Llego arriba. Hoy es un día cálido y el sol ilumina la casa. Todo
está limpio. Probablemente mamá ha tenido otro de sus frenesíes de
limpieza y ha estado despierta toda la noche. Eso sólo ocurre cuando
papá está en casa. La casa parece diferente cuando él no está. Mierda,
no quiero saber qué pasa aquí arriba que requiere una limpieza tan a
fondo después o es parte de la limpieza. Por lo que he leído sobre él
—que aún estoy digiriendo— creo que todo es posible, Emilia.
Hablando de su cuaderno, Emilia, y mirando ahora a mi padre
en estado sobrio, recuerdo algunas otras cosas que leí ayer. Cosas
repugnantes.
Mamá está ocupada haciendo tortitas, riéndose, Emilia, y papá
está a su lado con una espátula. ¿Qué puedo pensar de eso? ¿Por qué
esta familia está tan loca, Emilia?
—¡Para, no tanta harina, Olivia! —dice. Mamá hace un ruido
extraño mientras él le da una palmada en el culo con la espátula. Con
firmeza.
Mierda, quiero darme la vuelta y borrar esa imagen de mi
cerebro, pero papá dice:
—Buenos días, puto sapo —Sin mirarme—. No es un poco
339
temprano para que estés levantado, ¿eh?
—¡Mierda, papá, baja esa cosa, por favor!
Papá vuelve a golpear el culo de mamá, que se pone roja y chilla.
—¡Keaton, por favor! Delante de los niños no.
—¡Si supieras lo que se traen entre manos, Olivia! —Me lanza
una mirada distinta, de bastante asco.
—¡No quiero saberlo! —El sartén empieza a chisporrotear
mientras vierte masa en ella—. ¿Dónde está Emilia?
Sonrío con suficiencia.
—Está en coma.
Mi padre pone los ojos en blanco. Dejo el teléfono sobre la mesa
y tomo asiento.
—¿Qué haces con su teléfono? —pregunta mi padre.
—Eh, para que no pueda llamar por teléfono cuando no estoy
con ella.
—¿La encerraste en el sótano y guardaste su teléfono?
—pregunta, parpadeando.
—Una escena familiar, ¿verdad, papá?
Mamá gira la cabeza, con los ojos enormes.
—¡Keaton!
El telefono de mamá suena arriba, justo a tiempo para salvar a
papá. 340
—¡Podría ser Amber, cariño, será mejor que lo respondas! —le
susurra y mamá parece exultante por tener un motivo para salir de la
cocina.
Me siento a la mesa con los dedos entrelazados detrás de la
cabeza, sonriendo de oreja a oreja.
—Amber, ¿eh? ¿Tía Amber? ¿En serio, papá? —Recuerdo todo
lo que leí que mi padre le hizo a la tía Amber. Lo escribió todo en su
cuaderno, Emilia. ¿Por qué lo leí hasta el final y no lo quemé, Emilia?
La mirada de papá se ensombrece.
—¡Basta!
—Por cierto, ¿quién es Leila? —No puedo evitarlo.
—¡Si mencionas ese nombre delante de tu madre, te haré
desaparecer, Mason! No te atrevas.
Levanto las manos de forma no combativa y me encojo de
hombros.
—¿No crees que deberíamos hablar de lo que leí en tu cuaderno,
papá? Era un poco perturbador.
—A mí también me perturbas tú, Mason, que ya vas para
veinticuatro años.
Mamá vuelve con su teléfono. La oigo decir:
—Sí, sería maravilloso que viniera Cherry, Amber. No te
preocupes. ¿Y él? Ahora tiene novia, así que todo irá bien.
Mis orejas se agudizan y miro a mi padre, que me mira
amenazadoramente, Emilia. 341
—¡Ni se te ocurra, Mason!
Mamá termina la llamada y vuelve a entrar en la cocina.
—¿Ha vuelto Cherry? —pregunto, obviamente para provocar un
poco más a mi padre. Si me da algún disgusto, digo el nombre de Leila
y salgo rápidamente de la habitación. Es estupendo tener por fin algo
contra él y, vaya, tengo mucho donde elegir, Emilia.
—Ha terminado el internado en Suiza, así que Amber quiere
traérsela para pasar el verano.
Mis dos padres se yerguen ante mí con las manos apoyadas en
las caderas y me miran fijamente. Parecen padres mafiosos. No
necesito un jefe mafioso como padre con una madre como la mía.
—¿Qué he hecho yo para merecer esa mirada? —pregunto
inocentemente—. ¿Y cuándo tendré por fin una taza de café? Por
cierto, mamá, se te queman las tortitas.
⸺Oh, no, otra vez no.
Se apresura a ir a la cocina mientras papá sigue mirándome.
—Ahora tienes a Emilia y dejarás en paz a Cherry, ¡entendido!
Una vez que te divertiste con ella, Amber tuvo que enviarla a un
internado femenino, Mason. Piensa en lo que eso significa.
—Significa que soy un bastardo increíblemente corrupto, papá.
Recuerdo mi tiempo con Cherry, Emilia. Ella es la hija de
Amber, sólo creció con ella y fue convertida en una pequeña sargento
instructor. Es dura, descarada, segura de sí misma, muy distinta a ti,
y cuatro años más joven que yo. Crecimos juntos, Emilia. Yo la
desfloré y la arruiné. Al menos, así es como lo ve la tía Amber. Hace
342
tiempo que no la veo, aunque antes salíamos mucho. Es la pelirroja
de las fotos que cuelgan en el pasillo. Todo el mundo está en guardia,
anticipando la venganza de Amber. Pero la tía Amber es alguien
especial. Ella es peor que la tía Penny, y ella realmente me odia. Me
alegro de que la tía Penny se mudara hace unos años. Con ella cerca,
siempre era estresante porque siempre ponía a mamá en contra de
papá y de mí, mientras que Riley siempre era el chico de oro.
—Una cosa más, Mason, Riley también viene. Van a ser unas
vacaciones familiares y tendrás que hacer lo mejor que puedas para
lidiar con ello. No me importa lo que pasó entre ustedes. Ustedes son
hermanos. Debido al trato, él se quedará en Nueva York, lo que está
en curso. No obstante, puede visitarnos cuando quiera, cosa que no
hará porque quiere evitarte, pero durante las vacaciones, los dos
tienen que aceptarse el uno al otro.
Levanto una ceja, consciente de lo penetrante que es mi mirada.
—Si crees que dejaré que ese cabrón se acerque a mi chica,
piénsalo otra vez. Lo mataré la próxima vez que lo vea, papá. Así que
no lo hagas o acabarás con un solo hijo.
—¡Pequeña mierda! ¡Ahora escúchame, maldito sapo!
¡Supéralo, imbécil arrogante! ¡Ustedes dos discutieron por una chica
y ganaste, él terminó sin nada! Serás civilizado y lo tolerarás. No te
pido que te maquilles y sean amigos y coman panqueques juntos. Sólo
mantente fuera de su camino. ¡Él hará lo mismo!
—Si la mira, aunque sea una vez, papá, le pincharé los ojos con
un tenedor o, si es necesario, usaré mis dedos.
—¡Dios, lo entendemos, machote!
Mamá viene por detrás y me pone un plato de tortitas delante,
luego me alborota el cabello. Odio que alguien me despeine, Emilia,
excepto tú durante el sexo. Incluso me planta un beso en la mejilla, 343
como si todo el roce no fuera suficiente.
—Estoy deseando que lleguen las vacaciones de verano.
—Mamá ya está con su humor familiar de algodón de azúcar. No
tengo un buen presentimiento.
Tú eres la bala y yo soy el cañón.
Emilia

l aliento caliente que me sopla constantemente en la cara me


despierta. Me estiro despacio porque me duele todo el cuerpo.
Gracias, Mason. Aun así, me encanta acostarme contigo. Es como
una droga, lo deseo cada día. Como la sensación de estar bajo tu
control, sólo así puedo dejarme caer.
Abro los ojos. Me arden, todavía estoy muy cansada. Missy se
tumba a mi lado. Se ha colocado de forma que le dé el único rayo de
sol que entra en el sótano. Su cabeza descansa sobre mi brazo, su
pelaje negro brilla a la luz del sol. Ahora somos amigas, Mason. Al
principio, me consideraba su competencia, pero ahora me protege,
incluso de ti. Se podría decir que me he convertido en su amo. Me
acurruco un poco más con su espeso y suave pelaje, a lo que ella gime 344
feliz como una sirena de niebla. Mueve su esponjosa cola,
haciéndome cosquillas.
Oigo tus pasos y me hago la dormida, cuidando de borrar la
estúpida sonrisa de mi cara. Esto es lo más feliz que he estado aquí en
tu sótano en meses.
—¡Sé que no estás dormida, Emilia! Aquí tienes tu teléfono.
Lo siento aterrizar en la cama a mi lado y Missy se baja de un
salto. Eh, quédate aquí, pienso. El colchón se comprime y tu cuerpo
grande y cálido empuja a mi lado. Inmediatamente siento un
hormigueo. Oigo pasos que van y vienen un piso más arriba y sé que
es hora de levantarse y empezar un nuevo día. ¿Por qué las noches
pasan tan rápido?
—Abre los ojos, Emilia.
Obedecer tus órdenes se ha convertido casi en un hábito, así que
abro los ojos y te sonrío. Te ves tan increíblemente bien, Mason Rush.
Cada mañana, me dejas sin aliento.
—¡Hola! —Susurro y sonríes. No eres una persona que sonría,
Mason, así que las pocas veces que lo haces es especial. Básicamente,
sólo nos sonríes a Missy y a mí porque somos especiales para ti.
—Hola —dices poniendo los ojos en blanco.
Solo ahora veo el plato que has traído. Veo esponjosas tortitas
ligeramente quemadas, un tubo de salsa de chocolate, a pesar de que
la salsa ya está en el plato, y jugosas uvas verdes. Mi estómago gruñe.
Mojas el dedo índice en la salsa y me lo pasas por el labio antes de
besarme, íntimamente, intensamente, embriagadoramente. Como
siempre me besas. Sabes a chocolate y a Mason. Podría besarte todo
el día. Tampoco besas lo suficiente, Mason. Todo el afecto que me
das es en pequeñas dosis, aunque cada vez mayores. Nunca estuviste 345
enamorado y ahora que te conozco, puedo decir lo mismo de mí.
Tampoco me has dicho nunca que me quieres, pero me lo has hecho
saber de muchas maneras diferentes, ya que no eres un hombre de
palabras, sino de acciones. Me traes el desayuno y el café. Te inclinas
sobre mí y me ayudas a sentarme. Inmediatamente entierro mis dedos
en tu cabello ya que te deseo de nuevo a pesar de estar adolorida. Y
cuando me estoy excitando, te apartas y dejas de besarme, Mason. Te
regañaría si no fueras Mason Rush.
Entonces me arrancas la manta del torso y tu mirada oscura se
fija en mis curvas. Sólo eso hace que se me pongan duros los pezones.
Trajiste salsa de chocolate, Mason, un tubo entero. Creo que es mi
recompensa por lo de anoche. No me mimas tan a menudo y tenemos
sexo duro, pero creo que hoy voy a ser mimada.
—No te muevas, Emilia —ladras mientras extiendes salsa de
chocolate por mi cuerpo. Corre por mis pechos y su frescor me pone
la piel de gallina. Rezuma por mi vientre y se encharca en mi ombligo.
Se me eriza el vello de la nuca y tengo que contener un gemido.
Sonríes, te levantas, agarras el teléfono y me tomas una foto.
Me dan ganas de rogarte.
Sonríes aún más. De repente, tiras el móvil a un lado y te
inclinas sobre mí.
—Eres una putita, Emilia. ¿Qué se supone que tengo que hacer
contigo? —preguntas con voz áspera antes de lamerme el bajo vientre
hasta entre los pechos. Luego, hasta mi pezón derecho, que rodeas con
los labios y chupas suavemente. Gimo y arqueo la espalda.
Tus dedos se deslizan infaliblemente entre mis piernas y notan
lo preparada que estoy para ti. Empujo mi pelvis hacia ti mientras mis
manos arañan la sábana que tengo debajo. Sigues lamiendo la salsa
de chocolate de mi cuerpo mientras tus dedos se deslizan dentro de 346
mí y tengo que morderme el labio.
—No debes correrte, Emilia —me susurras directamente a los
labios y vuelves a besarme. Tus dedos se vuelven más urgentes y
exploradores. Me derrito por dentro en sincronía con la salsa de mi
cuerpo. Poco después, mis músculos tiemblan. Como castigo, anoche
también me prohibiste venirme. Ahora ya no puedo más. Te das
cuenta e inmediatamente sacas los dedos.
gimoteo.
Tú levantas una ceja.
—Te dije que no te vinieras. ¿No puedes escuchar, aunque sea
una vez, Emilia? —Tus dedos acarician suavemente mi coño sin
entrar en mí. Es una tortura. Siento que estoy a punto de estallar.
—Mason, por favor, eres el demonio —susurro temblorosa.
Te colocas entre mis piernas:
—Lo sé, nena —dices y empujas tu polla dentro de mí.
Gimo e intento clavar mis uñas en tu piel, Mason, pero me
sujetas las muñecas por encima de la cabeza.
—No te corras, Emilia —vuelves a decir y me follas con la
punta, haciendo que me quiera morir. De verdad, morir.
Muevo la cabeza de izquierda a derecha mientras aprieto los
ojos. La forma en que te elevas sobre mí es una imagen demasiado
sensual. Tienes nuevos tatuajes, Mason, cualquier tinta nueva hace tu
cuerpo sólo más deseable.
—No puedo seguir —susurro mientras me penetras lentamente.
Eres tan brusco que no tengo ninguna posibilidad, y lo sabes. Me
miras fijamente a la cara mientras exploto a tu alrededor y tú dentro
de mí.
347
Jadeando, bajas sobre mí y siento tu aliento caliente sobre mi
piel. Me aprietas la cara con las palmas de las manos. Me encanta el
peso de tu cuerpo sobre mí cuando parece devorarme.
—Eres tan mala —susurras—. No sabes escuchar, ¿verdad?
Me río suavemente entre tus cabellos mientras me besas el
cuello.
—Eres mía, Emilia. No lo olvides nunca.
Para aquellos que quieran saber más sobre Keaton y Olivia
Rush.

Tú no puedes verme, pero yo


puedo verte, Olivia.
Siempre te veo.
Siempre estoy ahí, hagas lo que
hagas.
Te veo cuando estás frotando tu
348
cuerpecito caliente contra otros
hombres y cuando sirves con tu casto
uniforme.
Sé lo que piensas, quién eres y en
quién te gustaría convertirte.
Sé bajo
Léelo lo que necesitas
tu propia y te lo daré.
responsabilidad.
Pronto.
Entonces serás mía.
Primero:
Somos ARDENTES opositores a las drogas, por favor
mantengan sus manos lejos de esas cosas, ¡¡¡destruyen vidas!!!

Segundo:
¡Violencia! ¡Y las mujeres! ¡Eso es un no-no! Nosotras las
mujeres no lo soportamos y de ninguna manera abogamos por tal
comportamiento en la vida real. (A excepción de algún azote, jaja)
349
¡La igualdad y el respeto son imprescindibles en una relación!
SIEMPRE.
Así que, ¡era importante para nosotras sacar eso!
¡AHORA a la parte divertida de esta nota de agradecimiento!

* * *

En primer lugar, damos las gracias a nuestros cerebros. Nos


encantan nuestros cerebros, y sí, a estas alturas ya se han fusionado
en una unidad tambaleante. Sólo tenemos que mirarnos y ya sabemos
lo que la otra está pensando y lo que viene a continuación.
¡NOS ENCANTA!
Naturalmente, muchas gracias a Mia, Herkules y Jack, porque
sin ellos no podríamos escribir. Y a Alex, porque siempre cocina y
hace café.
También queremos dar las gracias a Marie Grasshoff por las
preciosas portadas.
Y, por supuesto, gracias a buchuebersetzer.webs.com por la
traducción, la corrección y la edición, y, obviamente, gracias a la
mejor editorial del mundo, A.P.P. Verlag, y, por último, pero no por
eso menos importante, ¡queremos darles las gracias a ustedes!
¡GRACIAS! Por su entusiasmo.
¡Por su pasión, su amor, su empatía!
¡GRACIAS por cada una de sus reseñas! Agradecemos cada
una de ellas. 350
Esta serie no ha hecho más que empezar, será un largo camino,
estamos deseando saber qué les parecen las siguientes partes.
Muchos besos,
Suyas, Don y María.
351

Don Both tiene 30 años, nació en Checoslovaquia y actualmente


vive en Suiza. Empezó a escribir cuentos a los 12 años, cuando era
una asignatura en el colegio y se empeñó en entregar el mejor cuento
de todos. Lo consiguió y descubrió que tenía talento para escribir
cuentos.
Durante sus años escolares y su formación profesional como
niñera, dejó volar su imaginación como autora aficionada. Al
principio se dedicó sobre todo a escribir novelas románticas y
comedias humorísticas. Sin embargo, también incursionó en el drama,
la fantasía y el terror. Más tarde, añadió más y más erotismo, que
rápidamente se convirtió en su género favorito.
En 2010, dio el gran paso y se atrevió a publicar algunas de sus
historias en el sitio web Fanfiction para un público más amplio. Su
temor a que se burlaran de ella era totalmente infundado.
Rápidamente amasó un gran número de entusiastas seguidores con
sus provocadoras, pero honestas historias y ganó premios en varios
concursos.
Animada por estos éxitos, en 2013 publicó su primera novela de
éxito IMMER WIEDER y desde entonces se ha convertido en una de
las autoras más leídas en el mercado del libro electrónico. En privado,
está comprometida con el bienestar animal y vive junto a su hijo, su
marido y sus gatos en el pueblo de vacas más pequeño del mundo.

352
353

Maria O'Hara nació en 1991 y vive en Baden-Württemberg.


Escribir es para ella el ecualizador de la vida cotidiana, el equilibrio
entre la realidad y la fantasía. Con los músicos adecuados, puede
capturar momentos precisos en su mente y, tras muchas tazas de café
con leche, puede ocurrir que la noche termine abruptamente y se
hayan escrito tres capítulos. En primer plano, las historias de Maria
tienen que ver con el drama, cuanto más enredado y profundo, mejor.

También podría gustarte