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Decir casi lo mismo. Experiencias de traducción.

Autor: Umberto Eco

Editor: Lumen

Año: 2008

ISBN: 9789708103374

Por Aizea Téllez Dañobeitia

Es un libro en el que Umberto Eco hace una reflexión sobre los problemas de la
traducción y en concreto los de la traducción literaria poética a los que él mismo
se ha tenido que enfrentar en numerosas ocasiones.

Comienza describiendo el término traducir: “decir lo mismo en otra lengua”


añadiendo que esto es imposible. La traducción literal no se puede dar ya que
los términos concretos de un idioma no existen en otros y una traducción literal
puede ser desastrosa. Llegados a este punto el autor comenta el término
fidelidad y explica que un traductor debe intentar ser fiel al texto original sin faltar
por ello a la calidad de la traducción. Hace un juego de palabras diciendo la
famosa frase: “traduttore, traditore” y explica que un traductor ante todo debe
intentar que el resultado de su labor sea lo más claro posible en el idioma meta
aunque con ello tenga que “traicionar” el léxico o la idea del autor original.

Algo que complica mucho la labor del traductor (según Eco) es la subjetividad
que puede presentar un texto (principalmente literario) ya que estos abarcan la
complejidad de la metáfora así como su belleza y en estos la intención del autor
original puede ser más importante incluso que el léxico o que la gramática según
el énfasis que éste haya puesto a la hora de explicar sentimientos, emociones
(…) en el texto.

El autor pone ejemplos para demostrar la dificultad de la traducción literaria y lo


mucho que complica la traducción la subjetividad y el contexto: It’s raining cats
and dogs. Este es uno de los ejemplos que explica: La traducción más apropiada
en nuestro idioma sería tal vez: está lloviendo a cántaros; pero en español no
existe la expresión “llueven gatos y perros”, pues sería una traducción literal y en
este caso no sería correcta. Pero ahora el autor nos pone un contexto: el libro
habla de un esquizofrénico que cree que realmente están lloviendo gatos y
perros, en ese caso habría que traducirlo literalmente.
Eco considera que, para poder cavilar sobre un tema hay que tener un amplio
conocimiento sobre éste así como ejemplos a los que poder referirse para
explicar sus ideas. Y esto forma parte de experiencias prácticas, que sólo se
pueden adquirir habiendo traducido o bien habiendo estudiado traducciones
ajenas. Esto permite constituir un grupo de referencias que establece criterios
para poder juzgar su grado de acierto o su fracaso. Por esto, uno de los mejores
logros de esta obra de Umberto Eco consiste en trasladar los grandes problemas
de la traducción teórica al campo de la traducción práctica. Para ello, Eco parte
de que toda traducción debe fundamentarse en la fidelidad hacia el texto original,
pero a la hora de traducir un texto, aparecen problemas que nos podrían hacer
pensar que traducir consiste más bien en un acto de infidelidad.

Eco mantiene unidas su concepto de la fidelidad con la idea de que el lenguaje


del poema y del texto no comunica únicamente cosas exteriores, sino que
transmite una serie de mensajes subjetivos. A diferencia de un lenguaje
científico, el lenguaje poético puede ser fiel al posible mensaje del texto
precisamente porque lo que dice no es igual al contenido oculto tras la forma,
sino que es el juego entre forma y contenido el que provoca la belleza estética
basada en el dominio de la palabra. Para aclarar, baste el siguiente ejemplo: el
tratado escrito por Edgar Allan Poe para explicar la compleja estructura de su
poema The Raven es para Eco la comprobación de que “el efecto estético no es
una respuesta física o emotiva, sino la invitación a mirar cómo esa respuesta
física o emotiva está causada por esa forma en una especie de ‘vaivén’ continuo
entre efecto y causa (…)” (p. 381). En su tratado, Poe asegura que en su poema
ningún detalle en la estructura se debe al azar o a una intuición, sino que la obra
se desenvolvió paso a paso hasta quedar completa, con la precisión y el rigor
lógico de un problema matemático.

De esta forma, asegura Eco, “es preciso dotar al lector de la traducción de las
mismas oportunidades que tenía el lector del texto original”. “Por esto, la
apreciación estética no se resuelve en el efecto que experimentamos, sino
también en la apreciación de la estrategia textual que lo produce”.

Eco explica que existe la idea de que la traducción debe liberar la idea poética
que cada texto lleva implícita con el fin de adaptarla al contexto social y cultural
del lector al que está dirigida la traducción que se está realizando, con lo cual el
traductor siempre aporta algo más de lo que está implícito en el texto original.

Esto que el traductor añade es la clave para que el lector entienda el mensaje
del texto así como el sentido de la obra. Y para todo esto es necesario encontrar
un lenguaje que abarque un campo amplio de oportunidades que dé al traductor
mayor número de posibilidades a la hora de tomar las riendas en una traducción
y conseguir un resultado adecuado y comprensible.
Eco defiende que la traducción en sí es una negociación, en la que el traductor
identifica el papel que tiene cada elemento del texto incluido en un contexto
general y este intenta traducirlo en la misma relación y jerarquía con que se
encontraba en el texto origen, sin tener en cuenta que para lograrlo sea
necesario cambiar en parte algún elemento. Es decir, el traductor negocia con el
texto, pero también con el editor, con otras traducciones, con la traducción propia
y también con el autor en muchas ocasiones.

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