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El teatro isabelino

El teatro isabelino surgió durante el reinado de Isabel I en Inglaterra


(1558- 1603). En este período de tiempo, los dramaturgos isabelinos produjeron
gran parte de sus obras, cuyas características fueron:
• Ruptura de las unidades aristotélicas: los autores introdujeron inno-
vaciones que rompieron con la unidad de tiempo, acción y lugar que había
dominado el teatro hasta entonces.
• Ausencia de separación rígida entre lo trágico y lo cómico: es posible
encontrar elementos o personajes cómicos en las tragedias, lo cual genera
momentos de distensión dentro de la trama.
• Teatro dirigido a todas las clases sociales: a diferencia del teatro del
Renacimiento, frecuentado por príncipes y reyes, el teatro de esta época se
dirigía a todas las clases, y entre su público se encontraban tanto reyes como
campesinos.
• Ausencia de escenografía: la escenografía se construía a través del diálogo:
esto permitía a los autores ubicar la escena en cualquier parte.
• Espacio teatral: surgieron los primeros teatros abiertos, financiados por algunos nobles amantes de las
artes. Era un espacio octogonal, rodeado de galerías para el público.
• Innovación en temas y personajes: aparecieron personajes sobrenaturales —brujas, fantasmas, hadas—
, y personajes femeninos fuertes, poderosos, más independientes. Las obras están saturadas de
malentendidos, equívocos, escenas de alucinación, de sueño, de sangre, etcétera.
• Teatro dentro del teatro: hay referencias al teatro dentro de la obra: a veces, los personajes ven una
representación. Se reflexiona sobre el teatro desde la obra y sobre la vida como un teatro.

Pecar de soberbia: la hybris

Un elemento característico de la tragedia es la hybris, concepto griego que


puede traducirse como 'desmesura' o 'exceso', y que alude a la soberbia demostrada
por los personajes trágicos. Para los griegos, la hybris provenía de una falta de control
sobre los propios impulsos, inspirada por pasiones exageradas. El resultado siempre
era trágico porque tiene como consecuencia el castigo. El destino es la parte de
felicidad o desgracia que corresponde a cada uno en virtud de su posición social y de
su vínculo con los dioses y los hombres. El hombre que comete hybris es culpable de
querer más que la parte que le fue asignada por el destino. Por consiguiente, el
castigo a la hybris es el castigo de los dioses y tiene como efecto devolver al individuo
a los límites que había cruzado.
Así, la concepción de la hybris se vincula al ideal griego de mesura y modera-
ción: el hombre debe ser consciente de su lugar en el universo.

Estar en el trono equivocado: hamartía, culpa y castigo

Otro concepto característico de la tragedia es el de la hamartía o error trágico. Este


error produce la catástrofe o caída del héroe, la culpa trágica y el castigo. La culpa en la
tragedia griega no es imputable subjetivamente, es decir, no se puede responsabilizar a la
persona. Sin embargo, en la tragedia, la culpa existe objetivamente y es grave.
En la obra de Sófocles, Edipo es culpable de matar a su padre, pero, al momento del
crimen, desconocía la identidad de Layo. En la obra de Shakespeare, la culpa carcome a
Macbeth, primero, y a su esposa, después. La consecuencia de ambos sentimientos es el
castigo, que restablece el equilibrio entre el hombre y el destino.

Por el amor de una mujer

Yocasta (en Edipo rey) y Lady Macbeth (en Macbeth) son dos de los personajes femeninos más terribles
de la tragedia. Ambas son poderosas en un doble sentido: por su posición social y política (reina, en el caso de
Yocasta, y lady, en el caso de Lady Macbeth) y por la influencia que ejercen sobre los hombres con quienes están
casadas (Edipo y Macbeth). Sus figuras se destacan en cada obra.
• En el caso de Yocasta, es un personaje secundario de Edipo, pero fundamental para el desarrollo de la
oposición destino/libertad. A lo largo de la obra, se burla de los augurios de Tiresias y de la profesión de
la adivinación. Podríamos afirmar que la hamartía de Yocasta es pensar que puede burlar los designios
del destino, acción que intenta no una, sino dos veces (primero, al abandonar a su hijo, y después, al
ignorar las predicciones de Tiresias).
• En el caso de Lady Macbeth, vemos a una mujer que, por propia voluntad, se despoja de los atributos
típicamente asociados a lo femenino («despojadme de mi sexo, haced más espesa mi sangre, henchidme
de crueldad de pies a cabeza, ahogad los remordimientos»), relacionados con la compasión y el instinto
maternal, en favor de la ambición y la crueldad.

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