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H TUS CICATRICES SON ERMOSAS PARAT IOS Como encontrar paz y propdsito en tus heridas del pasado Sharon Jaynes Traducido por Marta Varisco EDITORIAL MUNDO HISPANO 0/0 0000 0c UC2A-2UB-COTX Contenido a Editorial Mundo Hispano 7000 Alabama Street, El Paso, Texas 79904, EE. UU. de A. www.editorialmh.org Nuestra misi6n: Producir y distribuir los mejores recursos que ayuden a la persona que los utilice en su formacién de los valores cristianos y su aplicaci6n a la sociedad en la cual participa. Tus cicatrices son hermosas para Dios. © Copyright 2007, Editorial Mundo Hispano. 7000 Alabama Street, El Paso, Texas 79904, Estados Unidos de América. Traducido y publicado con permiso. Todos los dere- chos reservados. Prohibida su reproduccién o transmisién total o parcial, por cualquier medio, sin el permiso escrito de los publicadores. Publicado originalmente en inglés por Harvest House Publishers, Eugene, Oregon, bajo el titulo Your Scars Are Beautiful to God, © copyright 2006, por Sharon Jaynes. Las citas biblicas han sido tomadas de la Santa Biblia: Nueva Versién Internacional. © Copyright 1999, Sociedad Biblica Internacional. Usada con permiso. Editora: Zorzoli Armado de paginas: Rebecca Jagger Primera edicién: 2007 Clasificacién Decimal Dewey: 235.3 Tema: Vida cristiana ISBN: 978-0-311-12117-5 EMH Nam. 12117 4M407 Impreso en Colombia Printed in Colombia Este libro esta dedicado a mi padrastro, Peter Wright. El fue un retrato de amor incondicional y fue muy amado por todos los que tuvieron el privilegio de conocerlo, Reconocimientos ue uw Este libro no hubiera sido posible sin los hombres y mujeres valientes que no se avergonzaron de sus cicatrices, sino que estu- vieron dispuestos a usar su dolor personal para ministrar a otros. En especial, doy gracias a Bob y Audrey Meisner, Patricia Dilling, Marita Yerton, Karl Kakadelis, Patricia Campbell, Micca Campbell, Wendy Blight, Carol Sittema, Tom y Lyndalyn Kakadelis, Katie Signaigo, Melissa Taylor, Blake Taylor, Dylan Taylor, Tricia Groyer, Rod Huckaby, Huck Huckaby, Carol y Gene Kent, Kathy Klein, Susie Pietrowski, Ginger Plowman, Many Nash, y mi hijo, Steven Jaynes. El ver cémo cada uno de ustedes encontré paz y propésito en el dolor de su pasado me alenté a compartir con todo el mundo la esperanza y la sanidad que Jestis ofrece. Nuevamente, estoy agradecida al increible personal de Harvest House Publishers por haber crefdo en este proyecto. Ciertamente ustedes estén transformando el mundo para Cristo e introduciendo una cosecha abundante. Estoy eternamente agradecida a mi maravilloso esposo, Steve, por sus oraciones, su amor y su apoyo durante los meses de escribir este libro y los afios de aprender estas lecciones. Por sobre todo, estoy eternamente agradecida a mi Padre celes- tial por sanar mis heridas mds profundas y transformarlas en cica- trices hermosas. Ss Uno Las cicatrices nos cuentan una historia éTe ha redimido el Sefior? ; Pues dilo! SALMO 107:2 LA BIBLIA AL DiA. ee ol Como el lomo de un buen libro, las cicatrices, por su verdadera naturaleza, implican que hay una historia para contar. Representan una arruga en el transcurso del tiempo en que la vida de una persona ha cambiado para siempre. Sirven como recordatorios permanentes de un incidente que, de una manera u otra, ha provocado una impre- si6n indeleble en la vida de alguien. Travis se levanta la pierna del pantalén para mostrarnos el lugar donde dos balazos traspasaron su piel durante la Guerra de Corea. Melanie lleva una cadena de oro justo sobre la incisién que le hicieran en su delicado cuello para sal- varla del cancer de tiroides. Justo debajo del borde de los pantalones 5 6 Tus cicatrices son hermosas para Dios capri de Gayle, estan las sefiales de la cirugia de rodilla que le hicieran para extraerle un tumor. A través del maquillaje de Beth puede verse la sombra de una cicatriz producto de una relacién con un novio abusivo. Bajo la manga de la camisa de Raquel se esconde el diario recordatorio de su intento de suicido unos diez afios antes. Como mostrando un trofeo, Bobby, con sus cuatro afios de edad, nos muestra la cicatriz en su rodilla lastimada, como si fuera una medalla al valor. Cada cicatriz representa un momento en el tiempo o un pasaje en el tiempo cuando algo nos sucedi6 a nosotras 0 a través de noso- tras, y que no vamos a olvidar jamas. Yo misma tengo varias cicatrices en mi cuerpo, y cada una de ellas nos cuenta una historia. Una de ellas se encuentra justo en el medio de mi frente. Me la gané en el tercer grado. En mis primeros afios de vida, fui una nifia muy traviesa, ruda y pendenciera. Me gustaba trepar a los drboles, tirar piedras al agua y dejar las huellas en el asfalto con mi bicicleta. El patio de mi casa era la envidia del resto de los chicos en mi vecindario. Por la parte de atrés pasaba un canal de desagiie que se extendfa por seis cuadras, tenia tineles en las intersecciones y desembocaba en una fosa mayor que habiamos dado en llamar “la cafiada”. Esta “caifia- da” se encontraba a tres cuadras de mi casa. Del otro lado de esta desértica tierra de nadie, vivian “los chicos de la cafiada”. Estos eran los chicos del complejo habitacional para gente de menores recursos. En esos tiempos, este complejo habitacional albergaba a solo familias blancas, subsidiadas por el gobierno. Siempre existia gran animosidad entre los chicos de “la cafiada” y los de mi vecin- dario (a los cuales yo pensaba que pertenecia). En una ocasi6n, las dos facciones guerreras decidieron ir a la batalla en el patio de mi casa, con solamente el canal de desagiie entre medio de ambos ban- dos. El arma favorita para la batalla no eran ni pistolas ni cuchillos, sino proyectiles de barro. Cada bando se posicioné a un lado de la fosa con las muni- ciones apiladas a cada costado. Al sonido de guerra, comenzé el Las cicatrices nos cuentan una historia 7 ataque. Palabras terribles que nunca habfa escuchado antes se cru- zaban de un bando a otro. Palabras como “grasoso”, “baboso”, “nariz parada” jay!, c6mo han cambiado los tiempos. En un momento de la batalla, uno de los chicos de “la cafiada” rompi6 con una de las reglas tacitas de la pelea y tiré un ladrillo. Justo cuando el proyectil dejaba su mano, se me ocurrié mostrar mi cabeza de detras de un Arbol por un instante y servi como el blanco perfecto para su ataque. El ladrillo aterriz6 justo en el medio de mi frente e inmediatamente comenzé a correr la sangre por mi arruga- do entrecejo. Se hizo un silencio profundo en el campo de batalla. Luego yo misma rompi el silencio con el grito de “jHiciste tram- pa!”. Al ver la sangre, el enemigo se desband6 corriendo en diversas direcciones. Mis compafieros de batalla (0 pandilleros) me rodea- ron, temerosos de que mi golpe fuera fatal. En realidad no dolié tanto, por lo que puedo recordar; al menos no tanto como la paliza que me dio mi madre esa noche. Pues bien, el doctor tuvo que afeitar un poco de mi cabello en esa zona de mi frente, y suturar la herida. Por varias semanas llevé orgullosamente una enorme banda adhesiva sobre la herida como una medalla al valor y la bravura. ZY ahora? Mi pelo nunca logré volver a crecer en ese lugar, y atin tengo la cicatriz justo en el medio de mi frente en el borde donde comienza a crecer mi cabello. El flequillo ha sido un proble- ma desde ese tiempo. Tengo otras cicatrices en mi cuerpo. Una de ellas en mi pierna derecha sobre el tobillo. La llamo la cicatriz de la desobediencia. Ya en el quinto grado, habia dejado atrés esa fase de pen- denciera. Creo que fue por los ojos azules de Isaac Thorpe que me convenci de que, después de todo, no era tan malo ser una nifia. En ese entonces me regalaron mi primer juego de ruleros eléctricos, un poco de sombra para parpados Cover Girl en un color azul brumoso, y mi propio frasco de gel Dippity-do para el cabello. Mi madre hasta me comenz6 a permitir el usar medias de red largas. Pero mis 8 Tus cicatrices son hermosas para Dios piernas. jAy, mis piernas! jEran horriblemente velludas! —No te puedes afeitar las piernas hasta que cumplas los doce afios —indicé mi madre. —jDoce aiios! —repliqué—. jVoy a estar en mediados del sexto grado para entonces! Consideré que mi madre estaba siendo muy poco razonable, y mi tozudez de nifia comenzaba a hacerse ver cada vez mds a menudo. Un dia sébado, mientras mi madre estaba fuera de la casa haciendo mandados, entré en el bafio de mi padre, saqué su maquina de afeitar, le coloqué la hojita de afeitar de doble filo, y la volvi a cerrar. Luego, me puse la espuma de afeitar en las piernas, respiré profundo y decidi comenzar. Mi mama nunca se va a enterar, pensé. En esos tiempos no existfan las afeitadoras marca Daisy o Lady Schick. Solamente esas mdquinas de afeitar de doble filo con sufi- ciente filo como para cortar un cabello en dos. Con la primera pasa- da de la hoja sobre mi velluda pierna, no solamente levanté el vello, sino también la carne hasta llegar al hueso. Si, sangr6 mucho. Si, todavia tengo la cicatriz. ;Y si, se enteré mi madre! Tengo numerosas historias sobre cicatrices. Hay una en mi labio, al desobedecer (otra vez) y tratar de cruzar una transitada calle para ver a mi mejor amiga... s6lo para caer sobre un clavo que perforé mi labio. Hay otra en mi rodilla de cuando una vez atrope- llé un auto estacionado mientras andaba en mi bicicleta sin prestar atencién por donde andaba. Hay otra en mi frente por punzarme accidentalmente con el lapiz en el primer grado, y romper la mina al tratar de quitarlo. Hasta el dia de hoy tengo la mina del lapiz incrustada. Pero algunas otras cicatrices en mi cuerpo no son tan graciosas. Por ejemplo, hay dos pequefias cicatrices justo bajo mi ombligo. No son el resultado de tratar de colgarme ningtin ornamento, sino por una cirugia de exploracién laparosc6pica para tratar de entender por qué no podia concebir. Me recuerdan los tiempos en que mi esposo Steve y yo nos enfrentamos al problema de la infertilidad y la pér- dida de un hijo. Luego esta la cicatriz en mi seno derecho que me Las cicatrices nos cuentan una historia 9 recuerda las semanas de espera y ponderaciones acerca de si la muestra que habian extrafdo era benigna o maligna. No, no todas las cicatrices son graciosas. Quizas las cicatrices mas dolorosas que poseo son las que no se pueden ver. Ti sabes a qué me refiero. Todas las tenemos. Son las cicatrices en nuestro coraz6n y en nuestra alma. La cicatriz por el rechazo de un padre que no sabia c6mo demostrarnos su amor. Las cicatrices de crecer en un hogar Ileno de alcohol y abusos fisicos. Las cicatrices de la desilusién al perder un hijo. La cicatriz de los suefios rotos. Recibimos cicatrices en una de dos maneras: Lo que nos han hecho otros o lo que nos ha pasado como resultado de nuestros pro- pios errores y faltas. De ambos modos, yo creo que las cicatrices son algo que no tenemos que esconder o de qué avergonzarnos, sino una invitaci6n a compartir el poder sanador de Jesucristo en un mundo doliente. Porque una cicatriz, por su propia definici6n, sig- nifica que hay cura. Quizds, nunca has pensado en las heridas de tu vida como tesoros potenciales. Yo te aliento a que escarbes un poco mas pro- fundo en tu interior, que dejes de lado la tierra y Ilegues a descubrir las joyas que yacen bajo la superficie. Como diamantes que relucen, brillantes rubies y llamativas esmeraldas, nuestras cicatrices son hermosas para Dios. En el camino, puede que te des cuenta de que tus heridas no estan curadas. Eso esta bien. Podemos trabajar juntas en esto. Te invito a que te unas a mi en un maravilloso viaje para encon- trar paz y propésito en el dolor de tu pasado. Pero debo advertirte de algo. Este viaje puede cambiar tu vida. Dos Reconociendo a Jestis a través de nuestras cicatrices Dicho esto, les mostré las manos y el costado. Al ver al Seftor, los discipulos se alegraron. JuAN 20:20 Cc Eran unos pocos dias después de la Pascua, y estaba leyendo acerca de la resurreccién de Jestis en el Evangelio de Juan, capitulo 20. Habia leido esa historia muchas veces antes, pero esta vez Dios me abrié los ojos para ver algo que nunca antes habia notado. Con los ojos de mi mente pude ver la bruma de las primeras horas de la mafiana suspendida sobre el jardin que rodeaba a la tumba donde yacia el cuerpo de Jestis desde hacia unos tres dias. Allf se encontraba Marfa Magdalena, sumida en dolor y luto por la muerte de su amado Jestis. Pero luego... Marfa titubea... parpadea, trata de reenfocar sus ojos... y descubre lo impensable. La masiva 11 12 Tus cicatrices son hermosas para Dios piedra de la entrada a la tumba de Jestis habia sido movida. ¢éCémo puede ser esto? Maria pens6 para si misma. ;Quién puede haber robado su cuerpo? —Debo ir y contarle a los otros —se decia mientras se alejaba rapidamente de la tumba vacia. —jSe lo han Ilevado! —dijo Maria mientras atravesaba con prisa la puerta de la habitacién donde estaban escondidos los dis- cipulos—. ;Su cuerpo ha desaparecido! Sin hacer pregunta alguna, Pedro salt6 del lugar donde estaba sentado y salié corriendo. Un Juan mucho mis joven y dgil que Pedro lo siguié detras, y eventualmente pasé a su amigo mas viejo. —wNo esta aqui —Juan le susurré6 mientras miraba hacia aden- tro de la cueva—. Se han Ilevado su cuerpo. Un momento mis tarde lleg6 Pedro. Qued6 aténito. —Mira —le dijo Juan a su amigo que estaba sin aliento—. Alli en esa esquina. Un rayo de luz penetraba la oscuridad como si fuese un reflec- tor de teatro iluminando a un solo actor. Al final del rayo de luz se encontraban las vendas vacias con las que hab{an sepultado a Jestis. Pedro atropellé al mds timido Juan, y entré en la oscura tumba. Habia suficiente luz como para ver los trozos de lino y la tela sepul- cral que habia cubierto la cabeza de Jestis. “{.Qué ha pasado aqui? {Qué significa todo esto?” ponderaban los dos hombres. Pedro y Juan regresaron a sus hogares, pero Maria se quedé en el jardin, llorando a su amado Jesus. Se arrodill6 frente a la entrada de la tumba vacia cubriendo con sus manos sus ojos llorosos. De pronto, un haz de luz le Ilamé la atencién. Alli, en el mismo lugar donde habia estado el cuerpo de Jestis hacia poco, ahora estaban sentados dos brillantes angeles vestidos de blanco; uno a los pies y el otro a la cabeza. —Mujer, {por qué lloras? —le preguntaron los angeles. —Se han llevado a mi Sefior —replicé Maria a través de sus lagrimas—. Y no sé dénde lo han puesto. Reconociendo a Jesus a través de nuestras cicatrices 13 Al escuchar un ruido entre la hojarasca detrés de ella, Maria giré su cabeza. Se encontraba alli otra figura, como si en un suefio. Era Jestis, pero Maria no lo reconoci6 o no lo esperaba. Jestis hizo eco a los angeles: —Mujer, ,por qué estas Ilorando? Maria pens6 que era el jardinero. En esto no estaba tan fallida. Era el Maestro Jardinero. —Seiior, —gimi6 ella— si usted se lo ha Ilevado, digame dénde lo ha puesto para que yo vaya a buscarlo. Luego Jestis dijo una sola palabra: —jMaria! Al escuchar el sonido de su nombre, Marfa reconocié al Sefior. Luego de una breve conversacién, Maria corrié nuevamente a donde estaban los discipulos. —jLo he visto! —proclamé—. jHe visto al Sefior! Mas tarde ese mismo dia, mientras la desilusionada banda de discfpulos se amontonaba en su escondite, se aparecié Jestis en me- dio de ellos. No llamé a la puerta. No abrié la puerta. Simplemente se aparecid. —jLa paz sea con ustedes! Los discipulos no lo reconocieron. Se parecia a Jestis, hablaba como Jestis, pero... ,c6mo podia ser? Para convencer a los discipulos de que en verdad era el Cristo resucitado, Jestis hizo un simple gesto. Extendié sus manos y re- velé sus manos perforadas por los clavos. Se levanté la tunica y revelé la cicatriz de su costado traspasado por la lanza. Fue luego de esto que ellos creyeron. Mientras lefa el capitulo, Dios seguia mostrando estas escenas en mi mente, pero realmente fue esta la que me Ilamé particular- mente la atencién: “—jLa paz sea con ustedes! Dicho esto, les mostré las manos y el costado. Al ver al Sefior, los discfpulos se ale- graron” (Juan 20:19, 20). Oh, Dios, dije en mi oraci6n, no reconocieron a Jestis hasta que les mostr6 sus cicatrices. 14 Tus cicatrices son hermosas para Dios hija mia, é1 parecié decirme. Esto es lo que yo queria que vieses. No reconocieron a Jestis hasta que les mostr6 sus cicatrices, y por ellas es que hasta el dia de hoy otros lo reconocen... cuando hombres y mujeres que han experimentado la cura de heridas del pasado no tienen vergiienza de mostrar sus cicatrices en un mundo doliente. Fue como un tipo de epifania. Una revelacién. Un cambio dramiatico en mi pensamiento. Jestis no necesitaba retener las cicatrices de la crucifixién en su cuerpo resucitado. Podia haber regresado sin ellas. Después de todo, fue por su poder que los leprosos tuvieron nueva carne en sus manos y pies. Pero él eligié retener sus cicatrices —yo creo— porque eran preciosas para él... De esta manera iban a poder reconocerlo. Por seis meses Dios me despert6 cada mafiana con las mismas palabras: No te avergiiences de tus heridas. —Seiior, yo no me avergiienzo de mis heridas. Cuento mi his- toria con lujo de detalles por donde voy. —No te avergiiences de tus heridas, —continuaba diciéndome. Como Pedro —cuyo corazén parecia estrujarse ante el repetido cuestionamiento de Jestis al lado del fuego: “Pedro, me amas?”—, mi coraz6n se perturbaba por la confusién. —No tengo vergiienza, Sejior. ;Por qué me sigues despertando con las mismas palabras dia a dia? —Hay mds. Ayuda a otros a entender. Dios todavia me habla acerca del poder de nuestras historias personales y de cémo las cicatrices de nuestro pasado son como her- mosos tesoros. Jehovd Rapha, “el Dios que sana”, coloca su mano en las heridas sangrantes de nuestros corazones y transforma esas heridas en hermosas cicatrices. Curar... eso lo que hace el Sefior. Contar a otros acerca de su poder sanador en nuestras vidas... eso es lo que Jestis desea que nosotros hagamos. De esta manera otros van a reconocer que es el Hijo del Padre. Reconociendo a Jestis a través de nuestras cicatrices 15 EI poder de una historia Mi vida comenz6 unos pocos dias antes de Navidad. Por supuesto, no recuerdo mi debut, pero entiendo por lo que me cuen- tan que era un dia nevado en la pequefia ciudad rural de Spring Hope, Carolina del Norte. Spring Hope era demasiado pequeiia para tener un hospital, por lo que mis padres tuvieron que manejar hasta Rocky Mount, donde el drama de mi vida iba a comenzar. Por supuesto, mi vida era tan solo una parte de la serie de dramas en la saga de las familias Edwards y Anderson, pues ninguno de nosotros es un libro que se mantiene parado por si sélo. No recuerdo mucho de mis primeros afios de vida. Tengo furtivos recuerdos de mi abuela, que parecfa eternamente vieja. Recuerdo sus dientes postizos que ponia en un vaso con agua por las noches, sus amplios bombachones que ponia a secar en la cuerda de la ropa, y la larga trenza que solia enroscar en su cabeza para el dia y dejaba colgar hasta la cintura durante la noche. Tengo recuerdos muy vagos de mis primeros cinco aiios de vida. Desafortunadamente, los recuerdos mds prominentes son desagradables. Estoy segura de que hubo dias felices guardados en el libro de los recuerdos en mi mente, pero los dias oscuros tienden a apagar la luminosidad de mancra tal que los dias brillantes han perdido su resplandor. Viviamos en un lindo barrio, en una casa de un solo piso a la sombra de unos pinos de mas de 18 metros. Un grupo de azaleas se alineaban en el frente de nuestra casa, columnas de estilo colonial sostenfan el amplio porche, y una perra llamada Lassie servia de centinela y protectora. Mientras que la casa parecia el tipico cuadro surefio de tranquilidad, dentro de las paredes se vivia una atmésfera de hostilidad y miedo. Mi padre no bebia todos los dias, pero cuando lo hacia no sabia cudndo parar. Mis padres peleaban tanto verbal como fisicamente delante mio, y yo vivia muchos de mis dfas con miedo. Sentia como que estaba viviendo en la linea de quiebre de un terremoto, siempre 16 Tus cicatrices son hermosas para Dios a la espera de ver cuando iba a tocarme el terremoto mayor. Hubo muchos de ese tipo. Recuerdo ir a la cama por la noche y apretar las cobijas debajo de mi barbilla y orar que el suefio Ilegara pronto para evitar escuchar los gritos, alaridos y peleas que se iban a suceder en la habitacién contigua. Sobre mi vestidor yo tenfa un alhajero que era una cajita musical rosada con una bailarina que salia una vez que se levantaba la tapa. Muchas noches, yo Ilegaba hasta Ia cajita, giraba la Iavecita y abria la tapa con la esperanza de que la mtisica ahogase los sonidos de la pelea en el cuarto de al lado. Muchas de las heridas que sufrié mi corazén infantil fueron inintencionadas. Siempre crefa que estorbaba a los demas, que no era lo suficientemente inteligente 0 bonita, y que hasta mis padres no me querian. Mi objetivo se convirtié en mantenerme alejada de todos y volverme independiente y autosuficiente lo mds pronto posible. La tumultuosa relacién de mis padres era la base por la que actuaba y tomaba mis decisiones. Sentimientos de inseguridad, inadecuaci6n e inferioridad eran parte de cada uno de los dias de mi existencia. Me sentfa fea. No en mi exterior pero si en mi interior, donde mas importaba. Ahora escucha esto. Recuerda: la historia de nuestra vida no es como un libro que se puede mantener parado por sf mismo. Mis padres hacian lo mejor que podian. Mi madre habia sido la hija del medio de entre una docena de nifios criados en una granja, y mi padre habia sido el mas chico de seis. Su padre habia muerto cuan- do tenfa cinco afios y fue criado por una madre viuda en los comien- zos de la Gran Depresién. Yo creo que ambos trajeron a su matri- monio todas las inseguridades propias, y ninguno de los dos sabia cémo hacer funcionar una familia. Pero Dios intervino en nuestra vida, y todo comenzé conmigo. Cuando tenia 12 afios, la madre de una amiga en el barrio me pre- sent6 a Jesucristo, y a los 14 lo acepté como mi Sefior y Salvador. Te puedo decir que desde ese momento ya no fui la misma. Si bien mi padre terrenal nunca me habia sentado en sus rodillas, nunca me Reconociendo a Jesus a través de nuestras cicatrices 17 dijo que era la favorita, ni me trataba como una hija a la que amaba, ahora yo tenia un Padre celestial que me amaba por sobre todas las cosas. Luego de entregarme a Cristo, mis amigos y yo comenzamos a orar por mi familia como nunca antes. Mientras que mis padres al principio tomaron con escepticismo mi nueva fe, no podian ignorar la alegria y la paz que yo tenia ahora. Dos afios mas tarde, mi madre le entreg6 su vida al Sefior. Y tres afios mds tarde, mi padre entregé su vida a Jesucristo. He contado en gran detalle esta increible transformacién en mis otros libros El secreto de una vida equilibrada y en La mujer de sus suenos, por lo que no quiero repetir lo que muchas de ustedes ya han leido, pero si quiero detallar la historia de mi padre. Permiteme abrir la historia de la familia en este capitulo particular de la vida de mi padre. El alcohol no era el tinico vicio en la vida de mi padre. Si bien nunca se hablaba de esto en el hogar, sus problemas con el juego, la pornografia y otras mujeres eran una realidad constante. Era un tipo duro. Pero a medida que empezamos a orar por él, el duro exterior de mi padre comenzé a ablandarse, y las duras paredes alrededor del coraz6n de mi padre comenzaron a desmoronarse. Luego de la conversién de mi madre, mi padre hizo un anuncio: “Voy a dejar de beber”, dijo, “pero no puedo aceptar la salvacién que Jesucristo ofrece. He hecho cosas terribles en mi vida y no creo que Dios me vaya a perdonar. No podré jamis llegar a ser lo sufi- cientemente bueno”. —jAy, papito! —dije yo— Dios te va a perdonar en cuanto se lo pidas. Ademas, ninguno de nosotros puede ser lo suficientemente bueno. Si asf lo fuera, Jestis no hubiera tenido que morir por nues- tros pecados en la cruz. A medida que Dios comenzé a suavizar el coraz6n de mi padre, fue verdad que dejé de beber; drasticamente, de un dia para el otro. Eso en si mismo era todo un milagro. Pero atin existia en él como un volcén de enojo siempre bullendo bajo la superficie, y nunca sabiamos cuando ese enojo podia volver a surgir y escupir la lava 18 Tus cicatrices son hermosas para Dios del odio y el resentimiento sobre nuestras vidas. Continuamos oran- do. Mi padre siempre habia sido un hombre de negocios exitoso, pero en cierto momento, cuando yo tenia veinte afios, comenz6 a pasar por un laberinto de vuelcos y giros en su vida que solamente Dios podia haber orquestado. Renunci6 a su trabajo en la compaiiia donde habia sido gerente, para comenzar su propia empresa de pro- isin de materiales de construccién con otros cuatro inversores. Pero su empleador previo amenaz6 con llevarlo a juicio para que respetase un acuerdo restrictivo que estipulaba que no podia traba- jar en el mismo tipo de industria para hacer competencia, dentro de un radio de unos 100 kilémetros a la redonda. Por todo esto estaba enfrentando un proceso legal, el ser expuesto a s6lo Dios sabe qué, y la ruina financiera en la pequefia ciudad donde vivia. Sintiendo que se derrumbaba bajo todo el peso de estas circunstancias, mi padre iba camino a una crisis nerviosa y una total falta de control. Ahora Dios lo tenia justo donde él querfa. Mi padre habia toca- do fondo y la tinica direccién hacia donde ir era hacia arriba. Mientras estaba en Pennsylvania, a unos 800 kilémetros de su hogar, mi padre sintié que estaba a punto de quebrarse. Asi que se dirigié a una iglesia y pregunt6 si habia alguien allf que lo pudiese ayudar. —jHay aqui un pastor que pueda orar conmigo? —pregunté. —Lo lamento —respondié la recepcionista—. No est4 aqui en estos momentos. —Pero aqui tiene —continu6 mientras anotaba una direccién en un trozo de papel—. Aunque nuestro pastor no est4 aqui hoy, yo sé que Clyde Barnes, el pastor de la iglesia mas alla esta haciendo algo de construcci6n en el nuevo edificio de su iglesia. zPor qué no se dirige alli y trata de encontrarlo? Estoy segura de que lo va a ayu- dar. Entonces mi padre volvié a subir a su auto y manejé hasta una iglesia en el campo donde encontré a un hombre con un martillo en la mano y Jestis en su corazon. Reconociendo a Jestis a través de nuestras cicatrices 19 —{,Qué puedo hacer por usted? —dijo el pastor. —Necesito que ore por mi —explicé mi padre con lagrimas que le surcaban el curtido rostro. —Vamos a sentarnos en este tronco mientras usted me cuenta lo que esta pasando. Por varias horas, mi padre se sent6 al lado de este colega cons- tructor y le conté lo que habia hecho con su vida. Cuando mi padre termin6 sus confesiones, el pastor puso su brazo alrededor de los hombros agitados de mi padre y le conté su propia historia. Como ves, Allan —comenzé—, yo era un hombre como tii. En los minutos siguientes el pastor revelé su propio pasado oscuro, y la hermosa esperanza y sanidad que encontré en su relacién con Jestis. Como el Cristo resucitado, el pastor revelé sus cicatrices y mi padre reconoci6 al Salvador. Ese dia mi padre y este pastor que no conozco se arrodillaron en los bosques de Pennsylvania y oraron la “oracién del pecador arrepentido”. Mi padre entré en esos bosques como un pecador y salié de ellos transformado en santo. {Qué hizo que mi padre cambiara? Bueno, con toda seguridad fue el poder del Espiritu Santo que movi6 a su espiritu muerto a bus- car la vida. Y también creo que debido a que este pastor estuvo dis- puesto a mostrar sus propias cicatrices, un hombre cuyas abiertas heridas necesitaban cura pudo encontrar la ayuda que estaba bus- cando. A menudo me pregunto qué hubiera pasado si el pastor hubiera sentido vergiienza de su vida pasada y hubiera guardado los detalles sérdidos de su pasado para si mismo. Me animo a decir que posiblemente mi padre no hubiera aceptado a Cristo en ese dia. Cuando no estamos avergonzadas de nuestras cicatrices sino que contamos la historia de como Dios ha redimido nuestra vida y nos ha sacado del pozo, la gente puede ver a Jestis en nuestra vida. Se convierte en alguien real. De pronto Jestis no es solamente un hombre en un libro o un rostro en una pintura. Se convierte en el Gran Médico, el Sustentador, el Redentor ...é1 se vuelve real. Mas tarde en la vida, mi padre me explicé: “Le conté a un hom- 20 Tus cicatrices son hermosas para Dios bre todo lo que yo habia hecho en mi vida y él me respondié que habia hecho las mismas cosas. Por ello me di cuenta de que si Dios podia perdonarlo a él, y hasta le permitfa ser un predicador, en- tonces también podia perdonarme a mf Todos tenemos una historia para contar Todo seguidor de Jesucristo tiene una historia para contar. Asf era yo antes... Y asi soy ahora. Tradicionalmente, llamamos a nuestras historias “testimonios”. En los tribunales de justicia, un testimonio es el relato de alguien que ha presenciado un acto. Un hombre o una mujer no pueden sen- tarse en el banquillo a testificar y pasar a narrar lo que otro le ha dicho acerca de un incidente. Solamente pueden contar acerca de lo que han visto con sus propios ojos o lo que han escuchado con sus propios oidos. De la misma manera, la historia mas poderosa que podemos narrar es lo que Cristo ha hecho por nosotros, j¢6mo nos trajo de la muerte a la vida! Un dia, Jestis pasaba cerca de un hombre ciego sentado a la vera del camino. Jestis escupié en el polvo del camino, hizo una pasta de barro y refregé ese barro en los ojos del ciego. —Ve y livate en el estanque de Siloé —le dijo luego al hombre. Cuando este hombre lav6 ese barro sagrado de sus ojos, por primera vez en su vida pudo ver los rayos del sol, las olas en el agua del estanque y las palmas de sus manos. Recibi6 el regalo de la vista. No era el barro lo que contenia poderes milagrosos. Nunca lo es. Es lo que Jestis hizo con ese polvo lo que transformé esa sus- tancia en un medio para curar. Y lo mismo sucede con nuestras vidas. La gente de la aldea estaba maravillada. — Es éste el mismo hombre que hemos visto por aiios pidien- do limosna a la vera del camino? —se preguntaban. —jSoy yo! —teplicaba él con alegria—. El mismisimo yo. — C6mo recibiste la vista? —preguntaban todos. Reconociendo a Jestis a través de nuestras cicatrices 21 —Un hombre Ilamado Jestis hizo lodo con la tierra del camino y refreg6 mis ojos con el lodo y luego me envi a Siloé para que me lavara. Hice tal como me lo ordend. Cuando terminé de lavarme, pude ver'. Las autoridades religiosas no estaban felices de ver que Jestis habia sanado a este ciego en el dia de reposo. Estaban mas preocu- pados por las leyes religiosas que por la ceguera de este ser humano, por lo cual interrogaron al hombre en cuesti6n. —Me puso lodo sobre los ojos, me lavé y ahora veo. No satisfechos con esta respuesta, Ilamaron a los padres del hombre y los interrogaron. Ellos respondieron: —Sabemos que este es nuestro hijo, y sabemos que nacié ciego. Pero no entendemos cémo es que ahora puede ver. No tenemos idea de lo que ha provocado que ahora pueda ver. ,Por qué no le pre- guntan ustedes? Es un adulto y puede responder por si mismo’. Asi que nuevamente volvieron a traer al hombre que era ciego para seguir cuestionandolo. —EI que hizo esto no puede ser de Dios —dijeron—. Sabemos que ese hombre es un pecador. A lo cual, el hombre que habia recibido el milagro de la vista contesté: —Yo no sé si es pecador 0 no. Lo tnico que sé es que yo era ciego y ahora veo’. Es muy dificil poder refutar la historia personal de alguien. En Una vida con proposito, nos dice Rick Warren: Las historias personales también son mas faciles de relatar que los principios, y a las personas les gusta oirlas. Captan nuestra atencién y las recordamos por mas tiempo. Los no creyentes quizds pierdan el interés si citas a los tedlogos mas reconocidos, pero sienten una curiosidad natural acerca de las experien- cias que ellos nunca han tenido. Compartir historias construye un puente relacional que Jestis puede cruzar, de tu corazén al de los otros‘. 22 Tus cicatrices son hermosas para Dios Si, ahora el hombre ciego tenfa una historia que contar. Dios lo habia planeado desde hacfa mucho tiempo. Atin antes de que ocu- triera el milagro, los discipulos de Jestis habian preguntado: —Rabi, para que este hombre haya nacido ciego, ,quién pecé, él o sus padres? —Ni él pecé, ni sus padres —respondié Jestis—, sino que esto sucedi6 para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida (Juan 9:2,,3). A veces la vida no se desarrolla de la manera que pensamos que deberia y gritamos: “Por qué, Sefior, por qué?”. Y la respuesta de Dios es la misma: para que la obra de Dios se hiciera evidente en tu vida. La historia personal de Pablo La historia del hombre ciego implicaba la sanidad de una enfer- medad fisica, pero algunos de los testimonios mds poderosos son los que narran la sanidad de un alma enferma. Tal fue el caso de Pablo. Era un hombre con un pasado, y no tenfa vergiienza de con- tarlo. En varias oportunidades, en ocasi6n de hablar o predicar a las multitudes, comenzaba por compartir las cicatrices de su historia personal. Mientras hablaba en Jerusalén, Pablo comenzé por revelar su pasado. Dijo: Yo soy judio, nacido en tarso de Cilicia pero cria- do en esta ciudad. Bajo la tutela de Gamaliel recibi instrucci6n cabal en la ley de nuestros antepasados, y fui tan celoso de Dios como cualquiera de ustedes lo es hoy dia. Persegui a muerte a los seguidores de este Camino, arrestando y echando en la carcel a hombres y mujeres por igual, y asi lo pueden atestiguar el sumo sacerdote y todo el Consejo de ancianos. Incluso ob- tuve de parte de ellos carta de extradicién para nues- tros hermanos judfos en Damasco, y fui alld con el fin de traer presos a Jerusalén a los que encontrara, para que fueran castigados (Hechos 22:3-5). Reconociendo a Jestis a través de nuestras cicatrices 23 Pablo admitié que habia cometido atrocidades contra Jesucristo y aquellos que se llamaban a si mismos cristianos. Pero luego con- tinué: Sucedié que a eso del mediodia, cuando me acer- caba a Damasco, una intensa luz del cielo relam- pagueé de repente a mi alrededor. Cai al suelo y of una voz que me decia: “Saulo, Saulo, ,por qué me persigues?”. “{.Quién eres, Sefior?”, pregunté. “Yo soy Jestis de Nazaret, a quien ti persigues”, me contest6é él. Los que me acompaiiaban vieron la luz, pero no percibieron la voz del que me hablaba. “{.Qué debo hacer, Sefior?”, le pregunté. “Levantate —dijo el Sefior—, y entra en Da- masco. Alli se te diré todo lo que se ha dispuesto que hagas”. (Hechos 22:6-10). Pablo comenzé por contarnos quién era y lo que habia hecho, y luego nos narré la increfble transformacién que ocurriéd cuando crey6. No endulzé su pasado ni traté de justificar sus acciones. Simplemente dijo: “Asi era. Tuve un encuentro con Cristo cara a cara y ahora ven como soy”. Un ultimo beso “Cuando Porter salié de casa esa majiana para ir a trabajar en la casa de mi hermana”, explic6 Micca, “yo no tenia la menor idea de que nunca més iba a regresar a nuestro hogar. Cuando me dio su beso de despedida no sabia que ese beso iba a ser el tiltimo 0 que su hijo recién nacido nunca iba a llegar a conocer a su padre. Luego de ese dia, Porter nunca envejeci6 como yo habia imaginado que fbamos a envejecer juntos. Al contrario, desde ese dia, siempre va a ser joven en mi corazén y en mi mente”. Micca conocié a Porter cuando tenfa 19 afios. Trabajaba en Shoney’s cargando cajas de alimentos congelados en enormes 24 Tus cicatrices son hermosas para Dios camiones de 18 ruedas que a su vez trasportaban estos alimentos por todo el pais. Sus misculos bien definidos, sus penetrantes ojos oscuros y el hoyuelo en su menton lo hacian un joven encantador. Después de la primera cita, Micca ya sabia que éste era el hombre con el que deseaba pasar el resto de su vida. Un afio después de haberse conocido, Micca y Porter se casaron. “Sentiamos como que el mundo entero habia sido creado para nosotros”, dijo Micca. “Nada podfa afectar nuestro amor. Si el mundo se hubiese acabado en ese momento, no nos hubiera impor- tado, siempre y cuando pudiéramos permanecer juntos”. Los recién casados eran tan pobres como ratones de iglesia, pero vivian de su amor el uno por el otro y de sus grandes suefios. Sus noches los encontraban abrazados en el sill6n de su pequefio hogar fantaseando acerca del futuro, poniendo nombres a los hijos que atin no habjan nacido y pensando en cémo iba a ser la casa que iban a construir. Luego de 18 meses de casados, el amor que se pro- fesaban se manifest6 en un pequefio: un hijo varén. Como en un cuento de hadas, todos los suefios de Micca se iban haciendo reali- dad. Pero luego sucedié algo completamente inesperado dentro de esta historia de libro de cuentos. “Recuerdo que iba y venia con el bebé en mi cadera, pregun- tandome d6nde podia estar Porter. La cena se estaba enfriando en la mesa y no habia llamado para decir que iba a llegar mas tarde. Comencé a preocuparme. Luego escuché los golpes en la puerta. Al ver a mi padre quien estaba a la puerta con su rostro blanco como un papel, le pregunté: —j,Qué pasa, papi? ,Ha pasado algo malo? —Porter ha tenido un accidente —dijo mi padre—. Necesi- tamos ir al hospital. — jEsté muy mal? —pregunté. —No sé —contest6. hospital me parecié una eternidad. Nunca antes me trayecto tan largo. Con cada momento que pasa- Reconociendo a Jesus a través de nuestras cicatrices 25 ba, mi ansiedad crecia. Mi mente conjuraba todo tipo de cosas malas que hubieran podido pasar, pero nada me habia preparado para lo que iba a ver”. Esa maiiana temprano, el esposo de Micca habia ido a la casa de su cufiado para ayudarlo a impermeabilizar el sdtano. Porter y Pat cavaron una fosa alrededor del cimiento de la casa y luego comenzaron a aplicar un material impermeable que era altamente inflamable. Mientras trabajaban, como la fosa era profunda, los gases de este material seguian sin dispersarse. Cuando faltaba sola- mente un metro y medio para terminar el proyecto, el aparato de aire acondicionado y calefaccién que estaba afuera de la casa se encendi6 automaticamente provocando una chispa que encendié los gases en la fosa. La fosa se convirtié en un infierno de llamas. Pat logr6 salir de la fosa pero vio a Porter envuelto en llamas. Rapidamente baj6 nuevamente y lo sacé. Ambos hombres eran como dos antorchas vivientes con las llamas quemando su ropa y su piel. Unas casas mas alla, unos bomberos estaban terminando con un llamado de ayuda. Cuando vieron las llamas acudieron prontamente a la escena del fuego. Para cuando Ilegaron donde estaban Porter y Pat, ambos estaban en estado de shock. Inmediatamente colocaron a los dos hombres quemados en camillas, los subieron al camién de los bomberos y los trasportaron al Centro del Quemado Vanderbilt. “Mi cufiado tenia quemaduras en mas del 40 por ciento de su cuerpo”, Micca recordaba, “pero esperaban que se pudiese recupe- rar. Porter tenia quemaduras en mds del 80 por ciento de su cuerpo, tanto en sus 6rganos internos como en su exterior, y su probabilidad de sobrevivir era de un cincuenta por ciento. “Nunca voy a olvidar el largo trayecto por el corredor del hos- pital mientras el doctor me Ilevaba a la habitacién donde habian puesto a mi esposo y a mi cufiado. Todo parecia moverse en camara lenta para mi, y escuchaba el eco de nuestros pasos en mis ofdos. Creo que no respiré en todo ese trayecto. Cuando llegué a la puer- ta, quedé petrificada. Ambos hombres estaban tan quemados que era 26 Tus cicatrices son hermosas para Dios imposible identificar quién era quién. La piel estaba completamente negra, sus cabezas eran el doble de la medida normal, y la carne comenzaba a caer de sus extremidades”. Las piernas de Micca no la pudieron sostener al ver a su amado Porter en tal estado. Cuando volvié en si del desmayo, se dirigié al lado de la cama y deseé poder abrazar a su precioso esposo. La linica parte de su cuerpo que no estaba quemada eran sus pies. Ella tocaba su piel en los pies y trataba de imaginarlo entero. Los siguientes ocho dias fueron una nebulosa de visitantes, doc- tores y oraciones. Cada dia que Porter seguia con vida, era un tesoro sin precio. Mientras él luchara por su vida, Micca podia tener espe- ranzas. Ocho dias después de la explosién, los médicos trataron de hacer un trasplante de piel para reparar algunas de las 4reas mds criticas del cuerpo quemado de Porter. Pero cuando los médicos regresaron a la sala de espera con los ojos bajos y expresién deses- peranzada, Micca supo que algo malo habia sucedido. “En medio de la operacién”, comenzé a explicar el doctor, “Porter tuvo un paro cardfaco. Su cuerpo no pudo aguantar el trau- ma de la cirugia y ha comenzado a apagarse. Puede despertar den- tro de las préximas veinticuatro horas. Tendremos que esperar y ver”. Micca comenzé6 a lamentarse profundamente en voz alta mien- tras le rogaba a Dios que salvase a Porter de la muerte. Se debatia al pensar que quiza era mejor para Porter partir a la eternidad y dejar este cuerpo de dolores. Los médicos dijeron que era muy posible que perdiese el uso de sus brazos y que iba a estar cubierto de cica- trices si lograba sobrevivir. [Pero Micca lo deseaba vivo! Deberia dejarlo partir, pensaba para si misma. En el cielo va a estar com- pletamente restaurado en su salud y no va a estar lleno de dolores. Peo ella atin conservaba la esperanza de que iba a vivir. No habia vida cerebral. Ya no respiraba por si solo. No des- pertaba. Uno a uno, los 6rganos de Porter comenzaron a dejar de funcionar. Sin vida. Reconociendo a Jestis a través de nuestras cicatrices 27 Luego del funeral, Micca se encontré sola, como una madre reciente y ya viuda a los 21 afios. Su atormentado corazén hacia pareja con el atormentado cuerpo de su esposo. Ambos tenian hue- Ilas de profundas cicatrices, quemados, envueltos en dolor. Atin asi, Micca sabia que Porter estaba en el cielo adorando a Dios, ahora completamente restaurado. {Podria ella ser restaurada? {Podria ella continuar caminando por esta tierra con este doloroso vacio en su coraz6n? Te voy a ser honesta. Este libro tiene que ver con la honestidad y con ser realistas. Micca estaba enojada. Estaba furiosa contra Dios por haberse Ilevado a su esposo, al padre de su hijo, al hijo de su suegra. Se sentfa totalmente abandonada por Dios, por el Dios que ella habia amado desde que era pequefia. “~Cémo pudiste hacerme esto?”, gritaba Micca. Luego, una solitaria noche después de haber puesto al bebé a dormir, Micca consideré unirse a Porter. Se debatia entre morir para estar con su esposo o vivir para estar con su hijo. En un momento critico, escuché el sonido de la respiraci6n del bebé por el monitor como si Dios hubiese aumentado el volumen. “;Cémo pudiste ha- cerme esto?”, gritaba Micca contra el cielo. Micca cuenta lo que sucedié esa noche. “Tal como una madre corre hacia su hijo que esta gritando, mi Padre celestial corrié hacia mi. No lo vi con mis ojos ni lo toqué con mis manos, pero realmente senti su consoladora presencia envolviéndome. Todo su ser me cubrié. Fui a mi Biblia y busqué el Salmo 139. *;A d6nde podria ale- jarme de tu espiritu? {A dénde podria huir de tu presencia? Si subiera al cielo, alli estas tu; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, tam- bién estas allf. Si me elevara sobre las alas del alba, 0 me estableciera en los extremos del mar, atin alli tu mano me guiarfa, ;jme sostendria tu mano derecha!’ (versiculos 7 al 10). Yo sabia que atin en este valle de muerte, Dios habia venido a decirme, ‘Estoy contigo’. Segui leyendo a través de mis ldgrimas. ‘Tus ojos vieron mi cuerpo en gestacidn; todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis dias se esta- ban disefiando, aunque no existia uno solo de ellos’ (versiculo 16). 28 Tus cicatrices son hermosas para Dios “Es como si Dios me estuviera diciendo que la muerte de Porter no era un ataque personal o el pago por mis pecados. Dios, en su plan soberano, conocia el ntimero de dias de la vida de Porter. Y habia sido mi privilegio formar parte de algunos de ellos”. Han pasado 19 afios desde que Porter pas6 de esta vida a la eternidad junto con Dios. Micca se ha vuelto a casar y ha dado vida a otros dos hijos, pero la memoria de Porter la acompaiia siempre. Dios ha restaurado su coraz6n quebrantado y sus profundas heridas. Pero sus heridas son hermosas para ella, para su familia, y para las incontables mujeres a las que ella ayuda. La cicatriz de cuando Porter fue cortado brutalmente de su vida es parte de su historia de redenci6n, recuperacién y renovaci6n espiritual. Satands hizo todo lo que pudo para tentar a Micca a no volver a confiar en Dios porque sabe que nuestra disposicién a poner nuestra vida en las manos de Dios nos llevard a la redenci6n total. Micca ha aprendido que Dios est4 siempre con ella, no importa lo que pase. Mientras que la cicatriz de Micca es invisible a los ojos de otros, las cicatrices de su cufiado estan bien a la vista. Se recuperé del accidente, pero sus brazos, su espalda y su pecho muestran la marca de las quemaduras en su carne. Siempre usaba camisas de manga larga y mantenja las huellas de las quemaduras fuera de la vista de los demas. Un dia Micca le conté cémo se sentfa acerca de las cic- atrices de él. “Pat, sé que te sientes avergonzado de tus cicatrices y que para algunas personas puede que ellas sean feas. Pero quiero que sepas que tus cicatrices son hermosas para mi. Debido a ellas, me diste la oportunidad de tener ocho dias mas con Porter que de otra manera no hubiera podido tener. Pat, tus cicatrices son hermosas para mf, y yo creo que también son hermosas para Dios”. Micca y Pat se abrazaron en un raudal de nuevas lagrimas. Ahora Pat usa camisas de manga corta. Otro ultimo discipulo Cuando Jestis se aparecié por primera vez a los discfpulos luego Reconociendo a Jestis a través de nuestras cicatrices 29 de su resurreccién, habia uno de ellos que estaba ausente de este grupo: Tomas. Cuando éste regresé al grupo, los encontré a todos alborotados contando de la aparicién de Jestis. Pero Tomas no les crey6 una palabra de lo que decian: —AMientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomas. Una semana mis tarde estaban los discipulos de nuevo en la casa, y Tomas estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jestis entré y, ponién- dose en medio de ellos, los salud6. —jLa paz sea con ustedes! Luego le dijo a Tomas: —Pon tu dedo aqui y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. jSefior mfo y Dios mfo! —exclamé Tomés (Juan 20:25-28). El mundo esta Ileno de “Tomases”. Yo era una de ellos, y quizas tui también. Y aunque no puse mis dedos en las manos con las heri- das de clavos de Jestis, ni pasé mi mano por su costado traspasado, pude reconocerlo a través de las cicatrices de hombres y mujeres que no tuvieron miedo de compartir sus historias de sanidad y redenci6n... y yo cref. En Apocalipsis 12:11, Juan nos cuenta: “Ellos lo han vencido (a Satands) por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio”. Hay un increible poder que se desata cuan- do tiramos abajo las cadenas de la amargura, el miedo y la vergiien- za para mostrar al mundo nuestras heridas. Debido a que Satanas sabe que nuestras historias son instrumentales en lograr su derrota final, va a hacer todo lo posible y hasta lo imposible para con- vencernos de que mantengamos nuestro tesoro escondido. jAy, querida amiga! Dios nos esta llamando para que no nos avergonce- 30 Tus cicatrices son hermosas para Dios mos de nuestras cicatrices, pues es por estas mismas cicatrices que otros van a reconocer al Salvador, Jesucristo. TRES Reflexiones acerca del propésito de nuestras cicatrices Esto es para ustedes motivo de gran alegria, a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo. El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Asi también la fe de ustedes, que vale mucho mds que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostraré que es digna de aprobacion, gloria y honor cuando Jesucristo se revele. 1 PEDRO 1:6, 7 ee Mi hijo, Steven, y yo estébamos sentados en el piso de su cuar- to jugando un juego de cartas. Teniamos unos pocos minutos antes de salir rapidamente a inscribirlo en las clases de nataci6n para ese verano, y queriamos disfrutar de una jugada mas. Realmente este verano se perfilaba como uno de los mejores. Nuestra perra, Ginger, acababa de tener siete adorables cachorritos, Steven disfrutaba de su sexto verano de vida y, luego de cuatro afios de pasar por el desen- 31 32 Tus cicatrices son hermosas para Dios canto de varias pruebas de embarazo negativas, Dios nos habia sor- prendido con la respuesta de una nueva vida creciendo en mi vien- tre. Pero mientras Steven y yo estabamos en el piso senti una sen- saciOn caliente y pegajosa de que algo corria por mi pierna. Un rapi- do viaje al baiio confirmé mi mayor miedo. Esa tarde nuestro bebé muri6 y ahora esté esperandonos en el cielo. Un verano que comenzé lIleno de vida y alegria de pronto se convirtié en una estacién de grandes pérdidas y tristeza. Lloré la pérdida de ese hijo por el cual habia orado y senti el dolor de mis brazos vacios. Alguien una vez dijo: “Nunca pensé que podia extrafiar tanto a alguien a quien nunca Ilegué a conocer”. Pero si, jcudnto extrafiaba a esa hija! Nunca lo supimos con seguridad, pero en mi corazén yo sentia que ese bebé habia sido una niiia. Durante los meses de ese verano pasé por las etapas del luto, una a una. Admito que estaba enojada con Dios por ‘ilusionarme’ con el regalo de este hijo para luego Ilevarselo. Pero a través de los meses y afios que siguieron Dios me dio muchas lecciones acerca de mj misma, acerca de su persona y acerca de la confianza en su amor infalible. Yo creo que cuando pasamos por una tribulacién que nos hiere profundamente, Dios puede usarla para ensefiarnos valiosas lec- ciones. Algunas de ellas pueden ser una comprensién mas profunda de quién es él, o de quiénes somos nosotros, y en qué basamos nues- tra fe. Nuestra fe crece en el portaobjetos del microscopio de las adversidades en el laboratorio de la vida. Una de las lecciones mas valiosas que recibf de todas mis heridas y cicatrices fue la decisién de dejar de preguntar “, por qué?” y comenzar a preguntar “zy ahora qué?”. Pero la leccién que contintéa reverberando como un suave trueno es la verdad del infalible amor de Dios. Durante los dificiles meses que siguieron a la pérdida de nues- tra hija yo luché con Dios. Tal como Jacob pele6 con Dios a través de esa oscura noche del alma, yo también batallé. ¢Cdémo puede amarme y luego permitir que esto suceda? ¢Por qué Dios no per- Reflexiones acerca del propésito de nuestras cicatrices 33 mite que se realice este sueno? ;Es capaz? {Es misericordioso? ¢Estd realmente presente en nuestras vidas? Era un verano muy seco... en mi coraz6n y en mi alma. Nadie podia ayudarme, consolarme o levantarme de mi desesperanza. Y aunque yo no queria hablar con Dios, él nunca dejé de estar a mi lado. Pacientemente, esperaba que le gritase... que le dijese: Voy a confiar en ti aunque no entienda estas circunstancias. ~Por qué suceden cosas malas? No hay una respuesta sencilla a la pregunta de por qué nos gol- pea la tragedia. {Es un acto de disciplina de Dios? {Es una artimafia del diablo? {0 es el resultado de vivir en un mundo cafdo y degene- rado? Cada uno de estos planteos es una opcidn viable. El rey David conocié la disciplina de Dios cuando conté a sus hombres aptos para la guerra (1 Crénicas 21). Tan pronto como hubo terminado de contar al iltimo hombre, David supo que esto le habia parecido mal a Dios y pidié perd6n. Dios perdoné a David pero éste tuvo que sufrir las consecuencias de sus acciones. —Asi dice el SENOR: “Elige una de estas tres cosas: tres afios de hambre, o tres meses de persecu- cién y derrota por la espada de tus enemigos, 0 tres dias en los cuales el SENOR castigard con peste el pais, y su angel causaré estragos en todos los rincones de Israel” (1 Crénicas 21:11, 12). Recuerdo cuando mi hijo tenfa diez afios de edad y lo pescamos diciendo mentiras. Mi esposo le dio dos alternativas como castigo. —Bueno, Steven, puedes pasar siete dias sin Nintendo ni la televisién, o recibir cinco golpes con la palmeta. Steven pens6 por un momento y respondié: —{Quién me va a dar los palmetazos? Yo, incrédula, miré a mi esposo y pregunté: — iY eso importa?

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