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Entendiendo La Eucaristía
Entendiendo La Eucaristía
Nos lo dijo muy claro en aquel discurso de Cafarnaum, donde prometió dejarnos su
cuerpo como alimento:
“Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el Pan que yo le daré es mi Carne para
la vida del mundo” (Juan 6,51)
Lo creemos porque el mismo Jesús lo dejó claro. Así lo dice un antiguo escritor
cristiano, San Cirilo de Jerusalén: “Puesto que el mismo Cristo anunció y dijo del pan:
esto es mi Cuerpo, ¿Quién se atreve a dudar?”. Y así lo han creído todos los fieles desde
la época apostólica hasta nuestros días, como bien lo recoge el reciente Catecismo de la
Iglesia Católica en el número 1374: “Jesucristo está verdadera, real y substancialmente
con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad”
Pensemos cómo la gran mayoría de las cosas que sabemos es porque aceptamos lo que
nos dicen nuestros maestros y nuestros padres: ¿quién ha visto un átomo, la fuerza
gravitacional, Neptuno y Plutón?... ¿Quién ha sacado los cálculos de la casa donde vive?
¡Le hemos creído al señor que la hizo!, ¿Quién analiza los alimentos que tomamos? ¡Le
hemos creído a la cocinera que los hizo con higiene! Le creemos a tantos humanos, y
¿vamos a dudar de las palabras de Jesús, que nos mostró con su vida, su palabra y sus
milagros que es el verdadero Dios? ¿Se habrán equivocado millones de católicos durante
2000 años, muchos de ellos, santos y sabios?
La Eucaristía es un misterio de Amor que sólo parece imposible a aquel que no cree que
Jesucristo es Dios, Creador y Señor omnipotente del universo.
Los hijos tenemos las mismas relaciones con Dios, nuestro Padre, como con nuestros
padres de sangre:
Ø La primera es la relación del respeto con Amor. En el caso de nuestro Padre Dios,
como además es nuestro creador es también de adoración.
Ø La segunda es de agradecimiento por todo lo que nos conceden y nos dan de una
manera generosa y desinteresada.
Ø La tercera es la de pedirles perdón, cuando les hemos ofendido en algo.
Ø La cuarta es la de pedir, esta es la que hacemos con mayor frecuencia.
¿Cómo poder llegar hasta las alturas de mi Padre, para adorarlo, darle gracias, pedirle
perdón o pedirle por tantas necesidades que tengo?
Pues bien, el correo de ida y vuelta con nuestro Padre Dios, es la Santa Misa.
Cuando Jesucristo muere el viernes Santo, muere por todos los hombres de todos los
tiempos. Va a ofrecer esa Pasión y esa muerte que le dimos los hombres, por nosotros.
Así podríamos decirle a nuestro Padre: Señor no valgo nada, yo quién soy para que me
escuches y me concedas lo que te pido; pero mira, por los méritos de tu Hijo muerto en
la Cruz, escúchanos.
Y para que esto no lo vivamos a distancia de miles de años, Jesús da a la Iglesia el poder
de borrar 2000 años de historia, y de volver a hacer presente su sacrifico del Calvario, y
así estar presentes en ese sacrificio, participando de sus frutos, principalmente del
Espíritu Santo que brota de la Cruz, que nos hace hijos de Dios, y nos ayuda a
comportarnos como tales.
Ahora, ¿Qué tiene que ver esto con el correo? Pues bien, nosotros que queremos adorar
a Nuestro Padre, darle gracias, pedirle perdón y clamar por nuestras necesidades, sólo
tenemos un camino: unirnos al único sacrificio, unirnos a Cristo en la Cruz, y no asistir a
la Santa Misa, al menos los domingos, es como dejar la carta en el cajón, quedando
estancadas con cosas que queríamos mandarle a Dios, y nos quedaríamos sin gozar de
los muchos beneficios, que a través de la Santa Misa, nos hace partícipes nuestro Padre,
rico en misericordia. Pues la Santa Misa es ese correo de ida y vuelta; a través de ella
nos llegan todas las gracias.
¿Qué es la Santa Misa? Un diluvio de gracias que parte de la Cruz; un Gólgota siempre
presente; es Cristo que se sacrifica incesantemente en medio de nosotros.
Pensando en la necesidad de tener como alimento la Palabra de Dios, y para que sus
hijos se fortalezcan en el espíritu por medio de estas enseñanzas, la Iglesia ha
establecido un ciclo de lecturas que dura tres años, en los cuales se lee casi la totalidad
de la Biblia.
Tratemos de darnos cuenta de la extensión de esta verdad. Que esté todo Jesús, no sólo
quiere decir que esté como Dios y como Hombre; significa también, que allí se encierra
toda su vida mortal y gloriosa; quiere decir, que allí está, no solamente el Ser de Jesús
sino también su actividad. En la Hostia Santa está Jesús, como Hostia, como víctima,
como inmolado.
Es verdad que Jesús en la Eucaristía está Glorioso e Impasible, pero también es cierto,
que el estado eucarístico es un estado victimal, que en la Hostia se encuentra Cristo
como una víctima sacrificada por nosotros. Precisamente por eso llamamos a este
Sacramento Hostia, que quiere decir, víctima. Si se me permite la comparación, la
Eucaristía es como una concha divina que encierra una perla de precio inestimable y esa
perla es el sacrificio de Cristo. Ahí está viviente su dolor, ahí está viviente su sacrificio.
Y por eso, cuando instituyó este sacramento adorable, clausuró aquella ceremonia, la
más grande que han contemplado los siglos con estas palabras impregnadas con la
tristeza de la despedida: “Hagan esto en memoria mía”, como si quisiera decir: siempre
que te acerques a la santa mesa, siempre que celebres estos misterios, alma querida,
acuérdate de cuánto he sufrido por tu amor, de cuánto te he amado y... ¡ámame tú
también!.
Gracias a la hostia santa, el recuerdo de Cristo, vive después de veinte siglos en los
corazones humanos; a pesar de su inconstancia y de su volubilidad. Y no digo que se le
ama como hace veinte siglos, porque cada día se le ama más a medida que más se
conoce y comprende su Eucaristía adorada.
Los hombres, por grandes beneficios que hayan hecho a la humanidad, acaban por ser
olvidados y su memoria apenas sobrevive en las páginas insensibles de la historia.
Jesucristo es el único hombre que, muerto hace veinte siglos, se le ama todavía y se le
ama cada día mejor; porque donde quiera que hay un altar, una mesa eucarística, una
Hostia expuesta, ahí se recuerda su amor y los hombres le rinden en homenaje
espontáneo su corazón.
La Eucaristía es un don total, en el cual Jesús no solamente nos da sus dones, es decir, el
aumento de la gracia santificante que todos los sacramentos producen, sino que es el
“autor mismo de la gracia”; y no solamente nos da su Cuerpo sino también su Alma; no
solamente nos da su Humanidad Sacratísima, sino también su Divinidad; y con ella la
persona del Verbo Divino, y con el Verbo vienen a nosotros el Padre y el Espíritu Santo,
puesto que las Tres Personas están inseparablemente unidas, como Dios, Trino y Uno.
Esta es la sustancia del cielo, que quiere decir, que cuando comulgamos, todo el cielo
viene a habitar en nuestra alma; de manera que después de la comunión, ni Dios tiene
más que darnos, ni nosotros, por ambiciosos que seamos tenemos más que pedirle.
Es el Jesús que consuela a los afligidos, como a la viuda de Naim, que le dice ¡“no llores
más”!; es el Jesús que cura a los enfermos, porque de Él sale una virtud que sana lo
mismo a los cuerpos que a las almas; es el Jesús que resucita a los muertos y devuelve la
vida –la natural y la sobrenatural–, “porque es la Resurrección y la Vida”; es el Jesús
que agoniza en Getsemaní por el temor, la tristeza y el hastío, para poder comprender
todos nuestros temores, y todas nuestras tristezas, y el “inexorable hastío de la vida”; es
el Jesús maniatado, abofeteado, escupido, flagelado, coronado de espinas; es el Jesús
que muere en el calvario abandonado de los hombres y por su mismo Padre Celestial.
La Eucaristía es un don total, porque nos da a Jesús en el mérito de todas sus virtudes y
como el ejemplar modelo de todas ellas.
· La comunión nos separa del pecado y borra los pecados veniales (para borrar los
mortales tenemos que acudir a la confesión), y nos preserva de futuros pecados mortales.
“Frente al Pan de la vida partido, “por nosotros”, no podemos más que decir, con fe
humilde: “Oh, Señor, no soy digno de participar en tu mesa, pero di tan sólo una palabra
y seré salvado”. No hemos de olvidar que la noche del gran Sacramento es también la
noche de la traición culpable del Judas.
Para recibir en verdad el Pan entregado “por vosotros y por todos”, debemos reconocer a
Jesús en los hermanos más pobres, en los pequeños en los despreciados. La Eucaristía
exige una respuesta de vida renovada, abierta al amor sincero. San Juan Crisóstomo nos
recuerda: “Has gustado la Sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. Deshonras
esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de
participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella.
Y tú, aún así no te has hecho más misericordioso.”
7. LA COMUNIÓN DIGNA
“Para responder esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y
santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: “Quien coma el pan o beba el cáliz
del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues,
cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin
discurrir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1 Cor 11, 27-29). Quien tiene
conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación
antes de acercarse a comulgar”
(Catecismo de la Iglesia Católica n.1384 – 1385)
· Quien se emborracha.
El Ayuno Eucarístico
“ Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben observar
el ayuno prescrito por la Iglesia (Catecismo de la Iglesia Católica 1387)
Jesús ha cumplido su promesa: “No los dejaré huérfanos... Estaré con ustedes todos los
días hasta el fin del mundo.”
Nos dejo su Sacrificio de la Cruz, a través de la Santa Misa; dejó ese alimento, que es su
Cuerpo, el cual nos hace fuertes para poder hacer el bien, siendo así hijos del Padre
Eterno porque hacemos sus obras. Y se queda en el Sagrario, para estar disponible.
Adora a su Divino Padre, intercede por nosotros y suple con su Amor, el desamor de los
hombres y mujeres, que preferimos nuestro camino, nuestros gustos que llenarnos de
sabiduría, de amor y de felicidad que sólo Dios puede dar. Sólo Dios es capaz de llenar
las aspiraciones del corazón humano.
En el silencio de la Eucaristía, Jesús ama a los hombres; los ama con un amor que es
compasión para todas nuestras penas, misericordia para todos nuestros pecados, ternura
para todas nuestras pobres manifestaciones de amor.
A imitación suya, cuando estamos frente al Sagrario, unámonos a sus adoraciones para
adorar “en espíritu y en verdad” al divino Padre y busquemos aquí el consuelo de
nuestras penas, el perdón de nuestras culpas y esa ternura del corazón de Cristo, que
saciará la sed infinita de amor que atormenta al pobre corazón humano...
Que importante es para la vida de una persona, que desea encontrarse con Cristo vivo y
seguirle, los momentos de oración, de dialogo ante el Sagrario. Ese es uno de los
secretos de Juan Pablo II, los momentos junto al Sagrario a lo largo de su jornada.
Durante sus viajes pasa horas enteras, de noche o por la madrugada, junto al Sagrario.
La oración silenciosa en el sagrario prolongará en el corazón y en la vida del cristiano, la
oración suscitada en la Misa: interceder por el mundo, meditar el misterio de Cristo, la
acción de gracias por los dones de Dios...
“!Oh insensatos del mundo!, dice San Agustín, desdichados, ¿a dónde van a parar para
satisfacer su corazón? Vengan a Jesús, que Él sólo puede darles el contento que buscan.
Alma mía no seas tú tan insensata; busca sólo a Dios, busca el bien en el que están todos
los bienes, como dice el mismo santo; y si quieres hallarle presto, aquí le tienes cerca de
ti: dile lo que deseas, pues está en el Sagrario para oírte y consolarte” (San Alfonso Ma.
De Ligorio)
Ya nos hemos asomado a este gran misterio: Jesús subió al cielo, a la derecha del Padre,
pero quiso quedarse cerca de nosotros. Como es Dios y todo lo puede, no sólo nos dejo
un recuerdo o una pintura, se quedó Él mismo.
Como ama con todo su corazón, lleno de vida divina, da sin pedirte nada a cambio,
nada: sólo quiere hacerte feliz, darle sentido a tu vida, al dolor, a la muerte.
Te hace fuerte para que recorras el camino que nos manda, ¡que es el mejor!. Peor son
las esclavitudes del pecado de la soberbia, del egoísmo, del alcohol, de la pornografía,
de la persona débil que no puede proponerse nada o no le sale nada... Ser esclavos de la
opinión que tengan sobre nosotros...
Encontrémonos con Cristo vivo en la Eucaristía, ven y lo verás.
Te van a pedir, por tu bien, que dejes aquello que te daña, y adquieras esos valores tan
propios de los hijos de Dios, y que es lo que nos hace felices en la tierra y es el camino
para la vida eterna.
Cuando te acerques, habla con Él, ábrele tu corazón, ten confidencias; te entiende, te
escucha, te dará paz y pondrá en tu cabeza algo que pueda ser la solución a lo que le
planteas. No basta rezar, repetir oraciones, ve a buscarle y platica con el mejor amigo
que hayas podido soñar; medita sus enseñanzas, reflexiona sobre tu vida.
1. Cristo, alimento
Alimentarse de Cristo en el santo altar es reconocer que “su Carne inmolada por
nosotros es alimento que nos fortalece”, experimentando la verdad de su promesa:
“Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso”
(Mateo, 11,28). La fuerza del pan y del vino consagrado invita, por lo tanto, a volver con
perseverancia a comer y beber en el convite eucarístico, para recuperar la energía de
progresar en el camino hacia la comunión definitiva con Dios.
El Papa Juan Pablo II, escribió la carta apostólica “Dies Domini” (El día del Señor),
donde nos explica la importancia que tiene el Domingo para la vida de las personas, las
ideas centrales de este documento son:
«Este es un día que constituye el centro mismo de la vida cristiana. Si desde el principio
de mi pontificado no me he cansado de repetir: "¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid
de par en par las puertas a Cristo!", en esta misma línea quisiera hoy invitar a todos con
fuerza a descubrir de nuevo el domingo: ¡No tengáis miedo de dar vuestro tiempo a
Cristo!” ». (n. 7).
Cuenta el Papa el relato del Génesis, donde se dice que Dios descansó el séptimo día.
3. El precepto dominical
«Hoy, como en los tiempos heroicos del principio, en tantas regiones del mundo se
presentan situaciones difíciles para muchos que desean vivir con coherencia la propia fe.
El ambiente, es a veces declaradamente hostil y, otras veces - y más a menudo -,
indiferente y reacio al mensaje evangélico. El creyente, si no quiere verse avasallado por
este ambiente, ha de poder contar con el apoyo de la comunidad cristiana. Por eso es
necesario que se convenza de la importancia decisiva que, para su vida de fe, tiene
reunirse el domingo con los otros hermanos para celebrar la Pascua del Señor con el
sacramento de la Nueva Alianza». (n. 48).
El capítulo IV, llamado “el día del hombre”, subraya que el domingo es el día de alegría,
descanso y solidaridad:
«Además, dado que el descanso mismo, para que no sea algo vacío o motivo de
aburrimiento, debe comportar enriquecimiento espiritual, mayor libertad, posibilidad de
contemplación y de comunión fraterna, los fieles han de elegir, entre los medios de la
cultura y las diversiones que la sociedad ofrece, los que estén más de acuerdo con una
vida conforme a los preceptos del Evangelio». (n. 68).
«El domingo debe ofrecer también a los fieles la ocasión de dedicarse a las actividades
de misericordia, de caridad y de apostolado». (n. 69). «De hecho, desde los tiempos
apostólicos, la reunión dominical fue para los cristianos un momento para compartir
fraternalmente con los más pobres» (n. 70). El cristiano ha de reconocer «que no se
puede ser feliz "solo"», y buscar «a las personas que necesitan su solidaridad». (n. 72).
Un último capítulo, donde el Papa habla del domingo como el día de los días: ese
domingo brota de la Resurrección y atraviesa el tiempo como una flecha que penetra los
siglos, orientándolos hacia la segunda venida de Cristo.
4. El Sagrario
“Si para liberarte, hubieran encarcelado a un íntimo amigo tuyo, ¿no procurarías ir a
visitarle, a charlar un rato con él, a llevarle obsequios, calor de amistad, consuelo?...
Y, ¿si esa charla con el encarcelado fuese para salvarte a ti de un mal y procurarte un
bien..., lo abandonarías? Y si ¿en vez de un amigo, se tratase de tu mismo padre o de tu
hermano?” ¡Entonces!
(Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, Surco n.685)
Jesús se “ha metido en esa cárcel de amor”, para estar disponible y poder estar accesible
para cuando lo necesitáramos: ve a charlar con Él, tú saldrás ganando: Cuánto ha hecho
Jesús por ti, por nosotros, ¡ya no puede hacer más!, nos invita pero respeta nuestra
libertad.
¿No está el mundo tan revuelto porque nos hemos alejado de la persona que lo puede
arreglar?
V. COSTUMBRES EUCARÍSTICAS
A lo largo de estos 2000 años, han ido surgiendo algunas costumbres Eucarísticas, para
honrar a nuestro Salvador, a Jesús que se quiso quedar cerca de nosotros, y... amor con
amor se paga. La historia es la siguiente...
De este culto, tal como se desarrolló en otros países, con una amplitud cada vez más
grande, no encontramos ninguna traza antes de los primeros años del siglo XII, pero si
un fundamento de fe tan antiguo como la Iglesia Cristiana. La permanencia de la
realidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en el misterio de la cena, ninguna
comunidad eclesiástica antes del siglo XVI interpretó las palabras de Jesús: “tomen y
coman, esto es mi cuerpo” y “tomen y beban, esto es mi sangre” como limitando esta
presencia al acto en el cual son consumidos el pan y el vino. Lo que aparece en la Edad
Media y no se manifestó en Oriente es un conjunto de prácticas, de nuevas prácticas,
arraigadas en esta antigua creencia.
EL SAGRARIO
La Santa Reserva, era guardada en un anexo del santuario llamándola con diferentes
nombres (sagrario, etc.), generalmente se guardaba bajo la responsabilidad de los
diáconos y permanecía fuera de la vista de los fieles. La iglesia, que no fue al principio
mas que un local donde se reunían para la liturgia, se volvió también una casa de oración
cuando los cristianos venían a otras horas del día para orar y hablar con Dios. Cuando
los monjes penetraban, en el oratorio de su comunidad a orar, no había sagrario hacia
dónde dirigirse, hacia donde mirar, sólo veían hacia el altar, la mesa del sacrificio que,
para ellos, representaba simbólicamente la presencia del Señor.
LA RESERVA EUCARÍSTICA
En palabras del Papa Juan Pablo II: “La adoración a Cristo en este sacramento de amor
debe encontrar expresión en diversas formas de devoción eucarística: plegarias
personales ante el Santísimo, horas de adoración, exposiciones breves, prolongadas,
anuales (las cuarenta horas), bendiciones eucarísticas, procesiones eucarísticas,
Congresos eucarísticos (...) La animación y robustecimiento del culto eucarístico son
una prueba de esa auténtica renovación que el Concilio se ha propuesto y de la que es
punto central (...). Jesús nos espera en este Sacramento de Amor. No escatimemos
tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a
reparar las graves faltas y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración.” (Carta
Dominicae Cenae, sobre el misterio y el culto de la Eucaristía, 24-III-1980, n.3).
Ya en la Edad Media, las procesiones eran muy populares: se llevaban en ellas reliquias
de santos, en una procesión se trasladan para solemnizar su fiesta, así como imágenes de
la cruz o de otros símbolos religiosos. Todo eso se hacía con solemnidad, se llamaba a
los fieles para acompañar al cortejo, y los que no podían ir eran llamados por medio de
una campanita para así recogerse al paso del cortejo que iba hasta la iglesia o a la casa
de un enfermo. Por otra parte, el jueves santo, se acostumbraba dar cierta importancia al
rito en el que se llevaba a la Eucaristía, desde el altar al lugar donde se conservaba para
su adoración y comunión del día siguiente. Al final del siglo XI, este acto litúrgico tenía
ya connotaciones festivas.
“El congreso es por tanto un acto de fe en la soberanía del amor de Cristo que se irradia
de la presencia eucarística; es un ratificar el culto eucarístico en toda su plenitud y
complementariedad. Sabemos que el sacrificio de la misa tiene el primer lugar en la
liturgia, lo afirman todos los documentos del magisterio, hasta los mas recientes. Pero
del mismo modo queremos recordar a todos nuestros hermanos e hijos que, ante ciertas
nuevas improvisadas cuestiones teóricas y prácticas, todas las formas del culto
eucarístico mantienen inalterada su validez, su insustituible función, su valor pedagógico
y formativo, escuela de fe, de oración y de santidad..., reavivando el culto a la presencia
real de Cristo, puedan reavivar la generosidad, el esfuerzo, el heroísmo de descubrir a
Cristo en el rostro y en el sufrimiento de los pobres, de los necesitados, de los
inmigrados, de los enfermos, de los moribundos, y servirle con amor en ellos, sostenidos
por la fuerza que sólo da el hábito prolongado de familiaridad y de oración con Él”.
(Pablo VI).
En algunas épocas se hacían turnos entre distintas personas o familias, para que,
mientras la iglesia permaneciera abierta, siempre estuviera Jesús acompañado.
Funcionando lo que se llamó la Vela perpetua. Hoy, en cada parroquia puede una
persona coordinar, para que cada día del mes, se establezcan los turnos por familias,
para que estén 30 minutos o una hora al mes. Y así tener nuestro Encuentro con Cristo
Vivo.
También podrías entrar en el Templo cuando pases cerca: estas unos segundos, quizá
hacer una Comunión espiritual: “yo quisiera Señor recibirte con aquella pureza,
humildad y devoción, con que te recibió tu Santísima Madre, con el espíritu y fervor de
los santos”
Se cuenta un episodio que conmovió al beato Josemaría Escrivá cuando era Rector del
Patronato de Santa Isabel, de Madrid, por los años 30. Cada mañana, oía un ruido
metálico junto a la puerta de la iglesia: era un vendedor de leche, que no dejaba pasar
ningún día sin saludar al Señor –quizá un poco rudamente- para decirle: “Jesús, aquí está
Juan el lechero”. Al relatar esta anécdota, el Beato Josemaría comentaba: “¡Bonita
manera de hacer oración! ¡Preciosa manera de hacer oración! Me quedé todo el día
repitiéndolo como jaculatoria: Señor, aquí está este desgraciado, que no te sabe amar
como Juan el lechero.”
Por parroquia una vez al año, se deja expuesto el Santísimo por 40 horas, en las cuales
se le acompaña como se describió en la exposición con el Santísimo. Se hacen turnos
para que durante el año, siempre haya una parroquia con dicho Jubileo.
8. LA ADORACIÓN NOCTURNA
Es una institución, formada principalmente por varones, en donde pasan una noche al
mes, por turnos de 1 hora acompañando a Jesús expuesto sobre el altar. Fue fundada, en
México el 28 de enero e inaugurada el 4 de febrero de 1900, como Cofradía. Se
encuentra en el Templo de san Felipe de Jesús en la Ciudad de México. Ahora está
cumpliendo su primer centenario.
“La Iglesia obliga a todos los fieles a participar los Domingos y días de fiesta de la
divina Liturgia, y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en tiempo
pascual, preparados por el Sacramento de la Reconciliación. Pero la Iglesia recomienda
a los fieles a recibir la santa Eucaristía los Domingos y los días de fiesta, o con más
frecuencia aún, incluso todos los días” (Catecismo de la Iglesia Católica, n.1389)
Sabemos que Dios es nuestro único Señor, ante quien nos unen lazos y obligaciones que
debemos conocer y vivir. La virtud moral de la religión nos dispone a rendir a Dios ese
culto que le debemos como supremo principio de todas las cosas. Y dada la naturaleza
del hombre, que se compone de cuerpo y alma, la expresión de nuestro amor a Dios
tiene que ser interior y exterior.
Lo importante es la actitud interior y cuándo falta, el Señor nos lo recuerda como lo hizo
en el Evangelio: Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí.
(Mt 15, 7-8). Los actos internos del alma se dan de modo excelente cuando tratamos al
Señor en la Eucaristía mostrándole reverencia, dándole gracias, presentándole nuestras
necesidades o pidiéndole perdón; cuando queremos lo que Dios quiere y cumplimos los
mandamientos; cuando hacemos actos de fe, esperanza y caridad.
A partir del edicto de Constantino (año 313), que concedía la libertad a la Iglesia, los
fieles pusieron lo mejor de su ingenio y de su hacienda para construir templos (iglesias,
santuarios, oratorios, capillas o ermitas) en los que la liturgia pudiera desarrollarse con
el máximo decoro. Estos templos son el lugar principal para los actos de culto y para la
oración personal, y debemos frecuentarlos, demostrando veneración y respeto.
¿Recuerdas ese pasaje del Evangelio que nos presenta a Jesucristo indignado con los
vendedores que profanaban la casa de su Padre? (Cfr Mt 21, 12-13). En este pasaje,
Jesús nos enseña que debemos respetar el templo, ya que allí están nuestros más grandes
amores: Dios, Jesucristo realmente presente en el Sagrario, la imagen de Santa María y
de los Santos, y nuestros amigos los Ángeles.
· Al pasar por delante del Altar, de un crucifijo o de una imagen de la Virgen se hace
una reverente inclinación de cabeza para mostrar nuestro respeto y veneración.
· Guardar especialmente el silencio, no correr por su interior, cuidar las posturas (sin
poner los pies en los reclinatorios, sin cruzar las piernas, mirando hacia delante, etc.), y
cuidar nuestra presencia exterior vistiendo bien: no entrar vestidos de deporte, con
pantalón corto, y las mujeres procurar vestir con decoro.
Al campo de la Liturgia pertenecen todas las manifestaciones externas del culto que la
Iglesia Católica tributa a Dios. Nosotros debemos venerarla y respetarla viviéndola
fielmente.
De igual forma que las personas que se quieren se regalan lo mejor, a Dios que se le ama
aún más procuremos darle –dentro de nuestras posibilidades- lo mejor que tenemos. Los
cristianos desde hace siglos han dado claro ejemplo de esto, dejándonos estupendas
catedrales, ricos ornamentos, artístico vasos sagrados..., todo por amor a Dios... El canto
sagrado es también otra manifestación de devoción.
Sabiendo que participar en la Santa Misa es lo más grande que podemos hacer en la
tierra, debemos prepararnos muy bien, asistir con piadosa atención y agradecer al Señor
esa muestra de amor hacia nosotros. Por eso, ante este Santo Sacrificio hemos de
esforzarnos para:
- Llegar puntuales, qué mejor unos minutos antes de la hora ya que es un detalle de
delicadeza para con Dios el no llegar al templo cuando el sacerdote ha comenzado la
Misa.
- Estar recogidos y atentos, evitando hablar con el acompañante o mirar hacia atrás, etc.;
aunque la celebración se alargue un poco, hay que esforzarse por vivirla bien. Y pensar
que la participación en la Misa es más importante que otras actividades a las que
dedicamos mucho tiempo. Participar en la Misa, con la disposición espiritual de
identificarnos con los sentimientos e intenciones del Señor. Comulgar bien; rezar en voz
alta, cantar con el resto de los fieles, etc.
- Adoptar una actitud interior y exterior adecuada en cada momento, para esto debemos
conocer muy bien el sentido de las distintas partes de la misa; las contestaciones (son
más fáciles si se utilizan las hojitas dominicales o un devocionario) y sobre todo hay
cuidar nuestras posturas.
- En el cuadro siguiente se indican las partes de la Misa y las posturas que debemos
adoptar en cada una de ellas:
PARTES DE LA MISA
Ritos iniciales: Comprenden desde que el sacerdote se dirige al altar, hasta la oración
colecta.
Primera Parte:
Liturgia de la Palabra
Segunda Parte:
Liturgia Eucarística: es la parte principal de la Misa.
En cada persona que está a nuestro lado, está el otro rostro de Dios, y sobretodo en los
necesitados
Así como Cristo pasó por la tierra haciendo el bien, dando gran amor a los enfermos, los
niños, los leprosos, endemoniados... Así, si nos dejamos transformar por ese trato con
Jesús en la Eucaristía, nosotros también podemos pasar por la tierra haciendo el bien,
siendo Cristo que pasa entre las personas que nos rodean.
Tenemos que cuidar dos extremos: uno que podríamos llamar pietismo, “beatos(as)”,
que parece que rezan van a la iglesia, etc., pero son personas despreocupadas por las
necesidades de los demás, incluso sus parientes, que critican y discriminan a ciertas
personas, etc., que no cumplen bien con sus obligaciones en el trabajo, en la casa,...
Cuando seamos almas de Eucaristía, podremos darnos a los demás, como lo hiciera la
tan querida y admirada, Madre Teresa de Calcuta... o esas madres de familia que son
fieles, que sirven día tras día, con una sonrisa sin esperar nada a cambio o como la de
aquella señora que le comentaba a su director espiritual: mi marido hace 10 años que no
me habla, ni buenos días, ni nada. Ella le servía las comidas, atendía a toda la familia...
Y ¡lo hacía por amor a Dios y por amor a sus hijos! Lo llevaba bastante bien, sin
victimismos, porque iba todos los días a comulgar. Muchos podrían calificarla de tonta y
dejada... Otros de mujer que sabe superar las dificultades por amor, que se esfuerza por
cumplir aquella promesa hecha frente al altar, de ser fiel en lo próspero y en lo adverso...
a esto, se le llama santidad. Y se puede lograr si tenemos como apoyo la Eucaristía.
a) A los de mi familia
Prójimo, quiere decir próximo. Y los más próximos son los que forman nuestra familia:
no podemos ser farol de la calle y oscuridad de nuestra casa. Aquí empieza la caridad y
el amor al prójimo: darme a mis seres queridos, darles de mi tiempo, darles la vida –
cuantos niños no vienen por comodidad de los padres, otros quizá no vengan por
verdadera necesidad -, acercarlos a Dios, etc. Transcribimos la oración de un niño de
nuestros tiempos:
“Señor transfórmame en un televisor, para que mis padres me cuiden como cuidan al
televisor. Para que mamá me mire con el mismo interés con el que mira la novela, y
papá se interese por mí como por el partido de fútbol. Señor, déjame ser televisor
aunque sea por un día”
Otra manera de amar a los de mi familia, es la de exigirles. Pero no para que cumplan
mis caprichos, sino para prepararlos hacia un mejor futuro, empezando por los padres,
con pequeños detalles de orden, de espíritu de servicio, y sin que predomine la ley del
gusto o del capricho.
Pensar también en las personas mayores, o los que están solos o enfermos: ir, no tanto a
cumplir, sino llevar compañía, cariño, interés.
b) A los demás
“Jesús, María y José, yo los amo mucho. Les ruego que salven la vida de un niño por
nacer que he adoptado espiritualmente y que se encuentra en peligro de morir por el
aborto”
Revisar el sueldo y el trato que dispensamos a los que trabajan con nosotros. ¿No podrá
ser más generoso?, aunque yo me privara de algo, quizá no muy necesario. El Papa nos
anima en el documento “La Iglesia en América” que nos vino a entregar en su reciente
visita a México, a conocer la Doctrina Social de la Iglesia
2. OBRAS DE MISERICORDIA
Finalmente podríamos decir que bastará vivir con generosidad las obras de misericordia
espirituales y materiales:
Espirituales:
Corporales: