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1 – Cristología - Cap.

4: Jesús, nacido de mujer

UNIVERSIDAD CATÓLICA DE ORIENTE


CURSO DE CRISTOLOGÍA
DOCENTE: P. JOHN JAIRO RIVERA TAMAYO

CAPÍTULO 4: JESÚS, NACIDO DE MUJER (CF. GAL. 4,4)


En este capítulo se busca comprender que Jesús es verdadero hombre. Para lograr este objetivo,
en primer lugar, vamos a ver lo que dice el Nuevo Testamento acerca de la humanidad de
Jesucristo. Luego, se mostrarán las herejías que han negado esta verdad que enseña la Palabra
de Dios y la tradición de la Iglesia. Por esta razón, en un tercer momento, veremos lo que dice la
fe de la Iglesia acerca de la humanidad de Jesucristo, lo haremos desde un estudio del símbolo
niceno constantinopolitano.

4.1. Afirmaciones sobre la humanidad de Cristo en el Nuevo Testamento

Jesús de Nazareth fue un hombre verdadero: es presupuesto básico en el Nuevo Testamento: “Jesús
el Nazareno, hombre acreditado por Dios” (Hch. 2,22). Se habla allí de que nació de una madre
humana, creció, tuvo hambre, sed, cansancio, alegría, tristeza, amor, ira, fatigas, dolores, se vio
abandonado de Dios, murió. Y si bien es cierto que el N.T. se interesa poco por los detalles externos
de la vida de Jesús, sí deja bien clara su condición de hombre total.

Aldeano (Jn 7, 41.52). “Escupió en el suelo” (Jn 4, 6). Hijo de carpintero (Mc 6, 3). Carpintero (6,
3). Soñoliento (4, 38). Fatigado y sediento (Jn 4, 6-7). “Dame de beber” (4, 7). “Tengo sed” (14, 28).
Hambriento (Mt 4, 2; Mc 11.12). “Come y bebe con pecadores” (3, 16). “Comimos y bebimos con él”
(Hc 10, 41). Mira afectuoso (Mc 10, 21). Mira con ira (7, 5). “Mi alma está turbada” (Jn 12,37).
“Comenzó a entristecerse y angustiarse” (Mt 26, 38). “Sumido en angustia” (Lc 22, 44). “Mi alma
está mortalmente triste” (Mt 26,38). Gritó (Jn 7, 37). “Dando un fuerte grito [...] expiró (Lc 33, 46).
Evidentemente, hombre1.

Los Sinópticos hablan claramente de la vida humana de Jesús, de su historia. Juan dice claramente:
"El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria" (1,14). “Carne” es el término
para expresar la realidad del hombre en su debilidad, en su pobreza, caducidad, trivialidad. Carnal
es el hombre en cuanto está rodeado de debilidad y flaqueza.

Juan insistirá, en su primera carta, en la realidad de la encarnación: “Lo que hemos visto y oído,
lo que tocaron nuestras manos... acerca del Verbo de la vida que se ha manifestado... es lo que
os anunciamos” (1,1ss). “Se conoce quién es de Dios: el que acepta que Jesús ha venido en carne”
(4,2ss). “En el mundo han aparecido ciertos seductores que no confiesan que Jesucristo haya
venido en carne. Este es el seductor y el anticristo” (2 Jn. 7). Lo mismo Pablo cuando discute con
los “fuertes” de Corinto o con los exaltados de Colosas que negaban la mediación salvífica
universal de Jesús, explícitamente Pablo dice: “Porque hay un solo Dios, y también un solo
mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también” (1 Tm. 2,5).

1 Ruano Argimiro, Cristología científica, 2013, pág 15.


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4.2. Herejías acerca de la humanidad de Cristo

a. El Docetismo

Docetismo viene del griego δοκηταί, que deriva de δοκεῖν, tener apariencia, parecer. Basados en
el sincretismo helénico-bíblico ven a Jesús como un ser superior y rechazan atribuirle un cuerpo
humano sujeto a las “pasiones” (hambre, sed, fatiga, sufrimiento). Por eso, el cuerpo humano de
Jesús era un fenómeno de meras apariencias, era cuerpo sólo en la forma exterior, no en la
sustancia, en consecuencia, Él no ha sufrido, no ha muerto y no ha resucitado realmente.

b. El gnosticismo

La oposición más grave frente a la humanidad de Jesús vino de la gnosis. Los gnósticos
pretenden ser cristianos espirituales, de orden superior. Cristo no pudo tener un cuerpo
humano, pues la materia es algo malo que no se compagina con la santidad de Dios. Afirmaban
que el cuerpo de Jesús estaba desprovisto de toda realidad (Basílides, Marción) y que el cuerpo
de Jesús es pneumático, etéreo, astral (Apeles y Valentín). Las ideas gnósticas no terminaron en
los primeros siglos, han estado acompañado a la Iglesia durante muchos siglos: en la edad media
con los albigenses; en la era moderna con los idealistas; se llegó a despreciar todo lo externo
como accesorio, incluso como obstáculo. Se llegó a divinizar de tal modo la figura de Jesús que
se callaron por completo sus realidades humanas.

c. El apolinarismo

Apolinar quería defender a toda costa la divinidad del Lógos y, por eso, exageró el extremo
opuesto. Según Apolinar, el Logos, en la encarnación, toma la carne, pero no el alma racional, de
este modo niega el alma humana de Cristo afirmando que no es posible que tuviera un alma
humana porque sería un principio que se opondría al Verbo (Lógos). Para Apolinar, el Verbo no
ha asumido el alma humana porque sería un hombre más. Sólo hubo un cuerpo habitado por el
Verbo (se basaban en el texto de Heb. 10,5), pues si el Verbo hubiera asumido un hombre
completo, habría introducido en su naturaleza un principio de pecado, ya que un espíritu
humano unido a la carne se aleja de Dios y se encuentra en condición de poder pecar. Así, Cristo
no era plenamente hombre, pero era semejante al hombre, no era consustancial al hombre. Para
hablar de la unidad Verbo-carne usa los conceptos de instrumento y motor y afirma que el Verbo
mueve el cuerpo, y como el instrumento y el motor constituyen naturalmente una sola energía.

d. El monofisismo: Niega la naturaleza humana de Cristo. Antes de la encarnación el Verbo


tiene las dos naturalezas, pero, en el momento de la encarnación, la naturaleza divina absorbe la
naturaleza humana (Esta herejía se verá más detalladamente en el cap. 5).

e. El monotelismo: Ellos afirman, siguiendo a Calcedonia que Cristo si tiene naturaleza


humana, pero niegan la voluntad humana en Jesús, esto con la finalidad de negar la posibilidad
de que Cristo pueda pecar. (Esta herejía se verá más detalladamente en el cap. 6).
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4.3. La enseñanza ortodoxa: El concilio de Constantinopla I (381)

La fe de la Iglesia ha seguido las enseñanzas bíblicas y, por eso, confiesa que Jesús es hombre
como nosotros. Por esta razón ha tratado de responder, desde los orígenes, a las herejías que han
negado la plena humanidad de Jesús:

Entre los padres apostólicos fue sobre todo Ignacio de Antioquía el que más luchó contra el
docetismo. San Ignacio decía que la negación de la humanidad de Jesús era la negación de
nuestra redención, pues si Jesús sólo tenía un cuerpo aparente, entonces sólo en apariencia
hemos sido salvados.

La oposición a los gnósticos llegó de parte de San Ireneo de Lyon, quien afirma la bondad de la
corporeidad y de la materia. El cuerpo humano no es una realidad negativa, fue creado por Dios
y, por lo tanto, es bueno. Cristo, enseña, se ha encarnado realmente.

El sínodo de Alejandría del 362 adopta el argumento soteriológico contra Apolinar diciendo que
el Verbo se encarnó para salvar alma y cuerpo, por ello tuvo que tomar un cuerpo. El papa
Dámaso dice que "si asumió un hombre imperfecto, el don de Dios es imperfecto, y nuestra
salvación es imperfecta porque el hombre no fue perfectamente salvado". Apolinar fue
condenado en el sínodo de Roma del 377.

La doctrina sobre la verdadera humanidad de Cristo adquiere gran importancia para comprender
el alcance integral de la salvación. La salvación cristiana no se puede entender como meramente
interior, sobrenatural, espiritual, como si no tocara para nada con redención dada por Jesús no es
una redención del cuerpo y del mundo, sino en el cuerpo y en el mundo. No se trata de “salvar sólo
el alma” o de “salvar sólo el cuerpo”; es todo el hombre el que fue salvado por Jesús. Una vez que
Dios penetró en el mundo, toda la realidad cósmica y humana adquirió una nueva dimensión.
Teilhard de Chardin decía: "En virtud de la Encarnación y, más aún, de la Resurrección, nada hay
profano en el mundo para el que sabe ver" (El Medio divino). Y Juan Pablo II en la Encíclica
“Redemptor Hominis” enseña que Jesucristo se ha unido de modo radical y para siempre a toda la
realidad humana al asumir nuestra naturaleza.

Es el concilio de Constantinopla en el 381 quien enseña la verdadera humanidad de Cristo en


respuesta a herejías que se habían presentado, en especial al apolinarismo. Las afirmaciones
esenciales del símbolo niceno constantinopolitano, sobre la humanidad de Cristo, se podrían
resumir en los siguientes puntos:

a. Por nuestra salvación: Si se niega un aspecto de la realidad de Cristo, se niega la


integralidad de la salvación, si Cristo no es verdaderamente hombre la salvación no es verdadera.
El cristianismo no solo se preocupa de la salvación del alma, sino del hombre en toda su
integralidad. En esta parte el credo se basa en la afirmación que hemos mencionado del papa
san Dámaso, decir que Cristo vino por la salvación es reconocer su plena humanidad ya que si el
no fuera plenamente hombre la salvación del hombre no hubiese sido completa.

b. Se encarnó. Se hizo hombre: Con estas dos expresiones se quiere reafirmar la realidad
de la encarnación. Había dos tradiciones teológicas para explicar la encarnación. La primera era
enseñaba sobre todo en ambiente alejandrino, seguía el esquema lógos - sarx (verbo - carne); se
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quería afirmar la unidad de Cristo, el verbo se ha unido a la carne, la expresión del credo es
sarkwqe,nta que en español se ha traducido como “se encarnó”. En la recitación del ángelus, que
sigue las palabras del credo, algunos dicen “el verbo se encarnó”, siguiendo esta tradición
alejandrina. Vale decir que este esquema (la unión del verbo con la carne) fue el que siguió
Apolinar, el problema fue que lo llevó al extremo. Al símbolo al poner este esquema como fe de
la Iglesia muestra que el problema no es de este sino de aquellos que lo han radicalizado. La
segunda tradición, enseñada sobre todo en ámbito asiático, seguía el esquema lógos-Anthropos
(verbo - hombre); se quería afirmar la dualidad en Cristo (divinidad y humanidad), el verbo
(divinidad) se ha hecho hombre (humanidad), la expresión del credo es evnanqrwph,santa que en
español se ha traducido como “se hizo hombre”. En la recitación del ángelus, que sigue las
palabras del credo, algunos dicen “el verbo se hizo hombre”, siguiendo esta tradición asiática,
que será, sobre todo a partir del siglo cuarto, el esquema seguido por la escuela antioquena.
Como vemos el símbolo no tomó partido por una de las dos tradiciones, sino que quiso asumir
las dos ya que ambas expresan la verdad acerca de Jesucristo. El esquema alejandrino respondía
claramente a aquellos de tendencia doceta que negaban la carne humana de Jesús, el esquema
asiático respondía más claramente a aquellos que querían negar la plena humanidad de Jesús
como los apolinaristas.

c. Del Espíritu Santo y María la virgen: Como vimos en el capítulo anterior al decir del
Espíritu Santo se quiere confesar su divinidad, que está también afirmada cuando se dice que María
es virgen, si nació de una virgen quiere decir no fue por concurso de varón sino del Espíritu Santo,
el nacimiento virginal de Jesús es expresión que reconoce su divinidad. La sola palabra María, en
este punto específico del credo es una clara confesión de la humanidad de Jesús. Jesús nace en el
tiempo de una mujer concreta, con nombre propio. Su madre se llama María, una jovencita judía
de Nazareth. Si Jesús tenía una madre real humana la verdad evidente que se desprende de esto es
que él es humano. La virgen María le da la humanidad a Jesús. Si María es una humana, al igual
que nosotros, su hijo, Jesús, también es humano como nosotros. Con la palabra María el credo
afirma una verdad esencial: El Hijo, la segunda persona de la trinidad que bajo del cielo, es también
uno de nosotros.

d. Fue crucificado, padeció, murió, fue sepultado: Finalmente, el credo pone expresiones
que explican la realidad de la humidad de Cristo. A diferencia del docetismo que decían que Jesús
padeció y sufrió de modo aparente, el credo afirma que fue real. Son varias expresiones del credo
que muestran esta realidad humana de Cristo. Al decir que fue crucificado se explica algo concreto,
real, recibió una condena practicada por los romanos a hombres concretos. Cuando afirma “en
tiempos de Poncio Pilato” quiere decir que su encarnación no fue apariencia, él se hizo tiempo, vino
a nuestra historia en un momento específico. Padecer, morir y ser sepultado con características que
se pueden decir de cualquier hombre, si se afirman de Jesús se está confesando que él es hombre
como nosotros.

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