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Podrás Bajar tu Mirada, Pero Nunca tu Voz

Andrés Eduardo González Cuervo

Ashly Sofia Hernández Camargo

Dana Fernanda Leguizamón Mondragón

Universidad Agustiniana

Facultad de arquitectura

Métodos y Estudio

Arnold Esteban Bonilla Reyes

04 de Mayo de 2023
El siglo XXI, marcado como el siglo de la libertad y la era en la que el humano disfruta

de más derechos se ha olvidado de un movimiento en particular, la lucha feminista del día a

día. El pueblo acostumbrado a evidenciar los métodos para defender esta ideología

malentiende sus propósitos y en retroceso denigra a quienes con los pechos libres como los

aborígenes se plantan ante la injusticia con orgullo en su naturaleza.

El feminicidio como delito autónomo en Colombia fue tipificado en 2015, pero más que

un logro es conmemorado y recordado con el nombre de una mujer: Rosa Elvira Cely,

quien tuvo que ser víctima de violación, empalamiento y abandonada en pleno centro de

Bogotá para que fueran escuchadas esas voces que nuestros “lideres” ignoraban de miles

de mujeres que ya conocían el término “Feminicidio”, creado por Diana Russell para

referirse al asesinato de una mujer por el simple hecho de serlo en una sociedad que

engrandece al hombre. “los hombres se organizan en núcleos familiares independientes

entre sí donde el varón, en su calidad de padre y jefe, ejercía la autoridad máxima de

manera despótica” (Perell, 2006).

El silencio femenino puede llegar a ser mortal, creyendo que, por su forma de vestir, por

salir de su casa, por no ser capaz de realizar ciertas tareas que se tildan como “masculinas”

o sólo por el simple hecho de ser mujer, otros tienen la potestad de decidir y reinar sobre su

actuar. Este crimen no exceptúa edad, estrato, ni el nivel de educación en el que se

encuentre y esto quiere decir que cualquier mujer puede llegar a ser víctima. Para quienes

tienen más fe en las estadísticas, según la ONU (Organización de las Naciones Unidas) el

70% de las mujeres sufren violencia una vez en su vida y una de cada tres son víctimas de

agresión física o sexual.


La violencia física es visible, pero la moral causa mayor impacto de acuerdo con Segato

(2003) que afirma: la violencia moral es la que tiene mayor eficiencia mediante unos

mecanismos en el control social y mayor visibilidad en las desigualdades sociales, ya que

esta tiene una gran sutileza y no es evidente físicamente por lo tanto se vuelve inexistente

pues no le dan importancia, su eficacia permite tener un mayor control sobre la mujer

volviéndose más vulnerable. Todo esto se puede relacionar con el entorno en el que vive

una mujer o posible víctima ya que el espacio que comparte con su agresor es un factor

esencial para que sea posible el delito, por lo que se considera que es de vital importancia

que la protección al afectado se de desde su escenario cotidiano ya que como muchos

sabemos, los victimarios pueden ser allegados que conviven a diario con la damnificada.

Todo esto está acompañado de la negligencia judicial, no es un secreto que los puestos

gubernamentales son ocupados por hombres que en algunos casos mantienen en sus ideales

el pensamiento machista generacional, lo cual pone en una situación desagradable a quienes

denuncian una agresión de este tipo, sumado con el temor de las víctimas a realizar un

proceso legal por ser juzgadas o porque su agresor tome represalias. Un ejemplo de cómo la

ley toma partido son las trabajadoras sexuales, que por su condición laboral son

discriminadas y sus casos son justificados con el ejercer su trabajo que en muchas

ocasiones es inelegible, y al desempeñar actividades “inapropiadas” son víctimas de la

sentencia moral por parte de una sociedad corrupta. Incluso en el caso de Rosa Elvira se

evidencia que ella trató de alertar a las autoridades ya que había sufrido una violación, pero

su voz no fue escuchada y terminó muriendo después de pasar un sufrimiento indeseable

para cualquiera. Algunas de las acciones que pueden combatir el feminicidio son: Reforzar

las medidas de protección a las víctimas o tener el presupuesto estable para el


funcionamiento de los protocolos e insumos, lo cual es tarea directa de la Defensoría del

Pueblo.

Algunos de nosotros tenemos la idea errónea de que no ser un perjudicado directo o al

no conocer un caso cercano de feminicidio o violencia sexual no tenemos ninguna relación

con el mundo feminista que cada vez toma más importancia en las ideologías sociales, pero

nosotros como arquitectos somos participes de la lucha. El término “iconoclasia” en el

movimiento feminista significa la destrucción de símbolos, monumentos o edificaciones

con un mensaje que en la mayoría de marchas es la búsqueda de respuesta por parte de los

servidores públicos, para que se hagan responsables de un cambio que beneficie con

equidad a todos en el sistema. Como futuros acreedores de un título veo pertinente que nos

cuestionemos ¿Estamos dispuestos a ver nuestros proyectos ser atacados por mujeres que

quieren ser escuchadas? No tenemos la verdad absoluta de la opinión del lector, por eso

dejamos esta interrogante a su propio criterio mientras trataremos de buscar nuestros

ideales con el transcurrir de la carrera y de la sociedad.

Siguiendo con la idea de que todos tenemos cierta responsabilidad en evidenciar un caso

de agresión, consideramos que la educación es un punto clave para mejorar la calidad de

vida de ese 49,5% de la población que representa el sexo femenino y los futuros infantes

que vendrán a este mundo a disfrutar de la vida sin miedo. Los programas de estudio, los

entornos educativos y los laborales deben estar libres de sesgos y promover la igualdad para

que los futuros jóvenes partícipes de la sociedad sean mujeres y hombres seguros,

satisfechos con su entorno.


Virginia Woolf (1929) expresó en su libro Una Habitación Propia: “Yo me aventuraría a

pensar que Anónimo, quien escribió tantos poemas sin firmarlos, fue a menudo una mujer”

Esta frase nos es llamativa debido a que fue utilizada hace un siglo y puede ser apropiada

en la actualidad, las mujeres se esconden y se reprimen para evitar terminar como muchas

de las escritoras contemporáneas a Woolf, con un seudónimo masculino que protege su

identidad de la elite que las obliga a ser la sombra de un hombre y ellas se adhieren a esta

vida sin libertad para no sufrir las consecuencias de la “desobediencia”.

Tan solo en lo corrido del año, en Bogotá, la capital colombiana se han registrado 14

casos de feminicidio que superan las estadísticas de otros años en el mismo rango de

tiempo, todo a causa de celos, intolerancia y machismo. No podríamos nombrar a una, sino

a muchas mujeres que sin querer y sin merecerlo son la causa de las que quedan y que dejan

en alto sus nombres. Ellyn Madero Guerrero, su hermana Loliluz Guerrero y hasta su madre

Edenis Guerrero, Marlly Fernanda Quina Campo, Mary Eslein Ulabares y la lista de

mujeres víctimas asciende día a día.

Otro punto importante que debemos tener en cuenta es que muchos de los asesinatos, en

este caso feminicidio, no siempre son investigados, el 90% de estos quedan impunes,

escondiendo también a la sociedad los acontecimientos. Así exista una ley según Colombia

de que el feminicidio se castiga como delito autónomo entre 40 y 65 años, sirve para muy

poco, ya que no son conscientes de la gravedad del asunto, sin saber exactamente cuántas

mujeres han sido asesinadas y que la justicia colombiana no logra hacer una correcta

categorización de estos delitos contra las mujeres, pues muchos de los casos de feminicidio

los pasan por violencia intrafamiliar. En este país existe un bajo porcentaje de personas que

sepan tratar estos casos de violencia contra el género, y los pocos que hay pasan estos casos
como “crímenes pasionales”. Con esto podemos darnos cuenta el fallo que está cometiendo

el estado al no darle prioridad al sexo femenino.

Para finalizar queremos invitar al lector a deconstruir sus ideales implantados y hacer

parte del cambio, como lo hablamos durante todo el artículo, no ser víctimas tampoco

significa tener menos responsabilidad con la sociedad, el ser humano está hecho para

convivir en grupo y es un ser con empatía, desde el contagio de un bostezo hasta una

marcha es una muestra de solidaridad que nos identifica como racionales. Nuestro país no

se debe quedar atrás en mejorar, así como buscamos unión en los momentos de orgullo

patrio o de pasión también deberíamos tener fuerzas para luchar contra la discriminación y

la desigualdad que nos atormenta desde épocas de colonización.

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