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“Esperanzados de resarcir los quebrantos y de aumentar

sus intereses”1: emprendimientos mineros coloniales


en el Antiguo Tucumán

M. Florencia Becerra*
Dolores Estruch**
Lorena B. Rodríguez**
María Victoria Staricco**

Resumen
La ocupación española del Antiguo Tucumán estuvo estrechamente relacionada
con la intención de encontrar importantes riquezas metalíferas que permitieran
desarrollar empresas mineras al estilo potosino. Aunque lejos de alcanzar tal esca-
la de producción, se desarrollaron en la región diversos emprendimientos mine-
ros que movilizaron a personas y recursos, propiciaron la fundación de asientos
y ciudades e implicaron el despliegue de distintas estrategias por parte de inver-
sores, trabajadores y autoridades locales para resolver problemas vinculados a la
efectiva explotación de las minas y al procesamiento de los minerales extraídos.

Palabras clave: minería, Antiguo Tucumán, periodo colonial, sistemas de recluta-


miento de mano de obra, imaginarios mineros.

Introducción

T radicionalmente, debido al impacto de su explotación en todo el conjunto


productivo del Virreinato del Perú2, el área de Porco-Potosí ha acaparado la
mayor parte de los estudios sobre minería en la región andina.3 Sin embargo, es

* conicet, Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires,


florenciabecerra@gmail.com.
** Sección Etnohistoria, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universi-
dad de Buenos Aires, doloestruch@yahoo.com.ar, rodriguezlo@hotmail.com, kikonitass@hotmail.com.
1 Archivo y Biblioteca Histórico de Salta (en adelante: abhs), Fondos de Gobierno, carpeta: 12A, año:
1789, f. 4.
2 Carlos Assadourian El sistema de la economía colonial. Mercado interno, regiones y espacio económico,
Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1982.
3 Peter Bakewell, Mineros de la montaña roja, Madrid, Alianza, 1989; Enrique Tandeter, Coacción y
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Economía, sociedad y cultura en la historia de la minería latinoamericana

claro que ésta se diferencia de otros centros mineros menos centrales en la eco-
nomía colonial; “otras minerías”4 de las que poco sabemos acerca del tipo y escala
de trabajo realizado en cada una de ellas y especialmente de los trabajadores
involucrados y de los sistemas de reclutamiento aplicados.
Desde este marco, nos proponemos entonces caracterizar la actividad minera
desarrollada en el Tucumán Colonial (actual Noroeste argentino), una región pe-
riférica del área minera central de los Andes. El eje que nos permitirá articular esta
descripción será el de la mano de obra. En tal sentido, considerando que dichos
emprendimientos no contaron con un sistema de mita (al estilo de los grandes
e importantes centros mineros), nos interesa especialmente observar en nuestro
espacio tanto las disposiciones dictadas al respecto por el Estado, como las res-
puestas y las prácticas que los distintos actores involucrados fueron desplegando
a lo largo del tiempo (sean las autoridades locales, los empresarios mineros y/o los
indígenas que, forzada o voluntariamente, trabajaron en esta actividad).

Figura 1: Mapa de ubicación de las áreas de estudio. Fuente: mapa base obtenido de Google Earth y
modificado por las autoras.

Mercado. La minería de la plata en el Potosí colonial 1692-1826. Buenos Aires, Editorial Sudamericana,
1992; Carmen Salazar-Soler, “Innovaciones técnicas, mestizajes y formas de trabajo en Potosí de los
siglos xvi y xvii, en: E. França Paiva y C. Anastasia (orgs.), O trabalho mestiço: maneiras de pensar e formas
de viver-séculos xvi a xix, Annablume, São Paulo, ppgh/ufmg, 2002, pp. 141-163, entre otros.
4 Ignacio González Casasnovas, Las dudas de la Corona. La política de repartimientos para la minería de
Potosí (1680-1732), Madrid, Centro de Estudios Históricos, 2000.
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“Esperanzados de resarcir los quebrantos y de aumentar sus intereses”

Dentro del largo periodo colonial, y a falta de espacio, nos enfocaremos en


dos coyunturas socio-históricas específicas: el periodo comprendido entre finales
del siglo xvi y finales del siglo xvii, y la época de las reformas borbónicas desde
mediados del siglo xviii hasta principios del siglo xix. Dentro de cada una de
dichas coyunturas, elegiremos un tema en particular para desarrollar, ejemplifi-
cando a partir de uno o dos casos lo que consideramos característico del periodo
(Figura 1).

El inicio de la actividad minera en el Tucumán


colonial (finales siglo xvi a finales del xvii)

El conocimiento y la inicial ocupación española del Tucumán colonial estuvieron


ligados a la existencia de minerales en la zona, cuya riqueza impulsó la presencia
de los conquistadores incluso previamente a la fundación de ciudades. Tal es
el caso de lo que habría de ser la jurisdicción de San Salvador de Jujuy, donde
antes del año de 1593 en el que ésta fuera fundada definitivamente, se registra el
reparto de los indígenas locales mediante mercedes de encomienda (1540) y una
incipiente actividad minera por parte de los españoles que arribaron a su sector
más septentrional, la denominada “Puna de Jujuy”.5
Otro fue el caso de la ciudad de La Rioja, fundada por el gobernador Ra-
mírez de Velasco en 1591.6 Las cartas que éste escribió al rey de España dan claro
testimonio del interés que poseía por el hallazgo de riquezas minerales desde su
llegada a la región, ya que al “tener gran noticia de los indios naturales de mine-
rales de oro y plata”, había fundado y poblado “en nombre de vuestra majestad
la ciudad de Todos Santos de la Nueva Rioja”.7
La historia de la ocupación hispana en el Valle de Yocavil, sector sur de los
Valles Calchaquíes y ubicado entre las jurisdicciones de Tucumán y la que sería
luego Catamarca, presenta ciertas particularidades, pero las motivaciones de los
conquistadores parecen haber sido las mismas. Unas décadas después de fina-
lizadas las Guerras Calchaquíes8 la definitiva apropiación del espacio se daría
5 Silvia Palomeque, “La historia de los señores étnicos de Casabindo y Cochinoca (1540-1662)”, en:
Andes 17, UNSa, 2006, pp. 139-194; Gabriela Sica, Del Pukara al Pueblo de Indios. El proceso de construcción
de la sociedad indígena colonial en Jujuy, Argentina, siglo xvii, Tesis doctoral inédita, Universidad de
Sevilla, 2006; entre otros.
6 Armando Bazán, Historia de La Rioja, Buenos Aires, Plus Ultra 1979; Roxana Boixadós, “Indios
rebeldes-indios leales. El pueblo de Famatina en la sociedad colonial (La Rioja, siglo xvii)”, en: A. M.
Lorandi (comp.), El Tucumán colonial y Charcas I, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, uba,
1997, pp. 341-367; Félix Luna, Temas de historia colonial de La Rioja, La Rioja, Nexo Comunicación, 2004.
7 Roberto Levillier, Gobernación del Tucumán. Papeles de los gobernadores en el siglo xvi. Documentos del
siglo xvi, Tomo I, Madrid, Editorial Juan Pueyó, 1920, p. 296.
8 La penetración hispana en los Valles Calchaquíes fue muy particular debido a la resistencia ofrecida
por las poblaciones locales. Así, la efectiva conquista de la zona se logró tras un intenso proceso de
luchas –las denominadas Guerras Calchaquíes– que duraron más de 130 años. Para ampliar sobre este
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Economía, sociedad y cultura en la historia de la minería latinoamericana

–como veremos luego– en vinculación con el descubrimiento de unas modestas


minas de plata ubicadas sobre la serranía del Aconquija. Probablemente, en este
último caso, los españoles tenían noticias concretas del valle como un espacio
en el que había minerales preciosos. Pero, como sugiere Gluzman9, la lejanía de
estos territorios con respecto de las áreas centrales de los Andes y el prolongado
conflicto con las poblaciones indígenas locales, contribuyeron a alimentar exage-
radamente el imaginario sobre las riquezas de la región10.
Ahora bien, uno de los desafíos más acuciantes enfrentados por los europeos
que se vieron atraídos por la posibilidad de enriquecerse mediante la actividad
minera fue la provisión de mano de obra para sus emprendimientos. Es sabido
que este problema no se limitó al caso tucumano ni tampoco al rubro minero. De
hecho, fue la instauración de la institución colonial de la mita la que se orientó
a organizar el sistema de trabajo indígena de manera compulsiva asegurando a
las autoridades coloniales la provisión de abundante mano de obra para el de-
sarrollo de diversas actividades económicas. Entre ellas, la más conocida fue la
mita minera, la cual movilizaba todos los años a miles de indios mitayos hacia
distintos centros mineros andinos.
En el Perú, fue el virrey Francisco de Toledo (1569-1581) con sus Ordenanzas
de las Minas de Plata de Potosí y Porco (1574) el encargado de establecer y legislar
este sistema masivo de trabajo forzado, en el marco de su proceso de reorgani-
zación del Virreinato. La imperante necesidad de hacer frente a situaciones y
particularidades que presentaba la minería en el Perú, especialmente en relación
con la mano de obra indígena, impulsó la creación de un orden jurídico cuya
exhaustividad fue directamente proporcional a la importancia que adquirió la ac-
tividad minera dentro del espacio productivo del virreinato11. Sin embargo, este
gran código de ordenación minera coexistió con otras legislaciones que regían en
ámbitos más particulares y locales.
En tal sentido, atendiendo al éxito de este sistema y al desarrollo minero
potosino, el ya mencionado Ramírez de Velasco ansiaba lograr uno semejante en
tema véase Ana María Lorandi, “La resistencia y rebeliones de los diaguito-calchaquí en los siglos
xvi y xvii”, en: Revista de Antropología, año III, Nº 6, Buenos Aires, 1988, pp. 3-17, entre muchos otros.
9 Geraldine Gluzman, “Minería y metalúrgica en la antigua gobernación del Tucumán (siglos xvi y
xvii), en: Memoria Americana 15, uba, 2007, pp. 157-184.
10 Lorena Rodríguez, Después de las desnaturalizaciones. Transformaciones socio-económicas y étnicas al sur
del valle Calchaquí. Santa María, fines del siglo xvii-fines del xviii, Buenos Aires, Editorial Antropofagia,
2008.
11 A lo largo de los siglos coloniales, el casuismo funcionó como un criterio gubernativo aliado a la
constitución y desarrollo del orden sociopolítico y económico. Entre otros aspectos, permitió atender
las particularidades de los diferentes espacios y los dinámicos escenarios que allí se planteaban, ajus-
tándose a “las necesidades de la tierra” por fuera de un encuadre sistemático. Ver: M. Florencia Bece-
rra y Dolores Estruch, “Alcaldes de minas, capitulares, cateadores y mineros. Una reflexión sobre la
administración de la justicia en las causas mineras de la Puna de Jujuy (Siglos xvii y xviii)”, en: Revista
Historia del Derecho 42 Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 2011, pp.
1-21; Victor Tau Anzoátegui, Casuismo y sistema. Indagación histórica sobre el espíritu del Derecho Indiano,
Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 1992.
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“Esperanzados de resarcir los quebrantos y de aumentar sus intereses”

el Tucumán, teniendo como centro al afamado y próspero yacimiento mineral de


Famatina. Es así que en 1596 diseñó un gran proyecto para explotar dicho cerro.
En una carta al rey expresó, así, “que con esto yo me profiero a poblar a vuestra
magestad otro Potosí”.12 El plan que proponía ilustraba una situación concreta
y ofrecía soluciones, intentando copiar el régimen de Potosí. Así el conquista-
dor mostraba problemáticas específicas que afectaban a la Gobernación de Tu-
cumán13 y proponía una solución posible, ya que “aviendo minas en la tierra se
podrán sacar la sesta parte de los yndios para ellas y por sus mitas como hacen en
Potosi acudir a ellas y desta manera podrán pagar su tasa como en este reyno del
Piru con que ellos quedaran contentos y la conciencia de vuestra magestad mas
descargada porque no serán tan trabajados”.14 Al mismo tiempo, la propuesta
demandaba el aprovisionamiento de población esclava15. Esta iniciativa, sin em-
bargo, no logró concretarse. Ramírez de Velasco fue designado como gobernador
y capitán general interino del Río de la Plata y falleció al poco tiempo; por otra
parte, las dificultades de implementar medidas que recortaran el poder de los
encomenderos locales y de disponer de mano de obra indígena al estilo potosino
eran cuestiones muy alejadas de la realidad riojana.16
Más allá de este proyecto, se puede observar que en el Tucumán se realizó
una particular adaptación del sistema de trabajo rotativo en las minas seguido
en los grandes centros mineros andinos. Si bien no se formalizó la participación
indígena en esta actividad e incluso las ordenanzas del oidor Francisco de Alfaro
(1612)17 prohibieron el servicio personal en la gobernación y establecieron que
los indios “sólo lo pueden ser [compelidos] para guardar ganados, hacer casas y
edificios o servir en cosas manuales de casa porque a otra cosa no han de ser com-
pelidos y en especial no lo han de ser a ir a minas”,18 lo cierto es que el trabajo de
los indios en las minas fue amparado por otra de las ordenanzas: la número 54.
Ésta declaraba que los indígenas “podrán de su voluntad concertarse para otros
servicios como sea de su voluntad y en este caso no se les pone límite a lo que han
de llevar por su trabajo”.19 Ello significaba que más allá de la prohibición efectiva

12 Roberto Levillier, Gobernación del Tucumán…, p. 316.


13 Roberto Levillier, Gobernación del Tucumán…, p. 316.
14 Roberto Levillier, Gobernación del Tucumán…, p. 316.
15 Roberto Levillier, Gobernación del Tucumán…, p. 317.
16 Ver Roxana Boixadós, “Indios rebeldes-indios leales…”; Roxana Boixadós, “Los pueblos de Indios
de La Rioja Colonial. Tierra, trabajo y tributo en el siglo xvii, en: Judith Faberman y Raquel Gil Mon-
tero (comp.), Los pueblos de Indios del Tucumán Colonial, pervivencia y desestructuración, Bernal, UNQui,
2002, pp. 15-57.
17 El oidor Francisco de Alfaro, tras visitar personalmente distintas poblaciones del Tucumán y ob-
servar las condiciones de explotación a las que eran sometidas por sus encomenderos, dictó en 1612
una serie de ordenanzas que buscaron regular las formas de aprovisionamiento de la fuerza de tra-
bajo indígena de la región.
18 Roberto Levillier, Correspondencia de la ciudad de Buenos Aires con los reyes de España 1615-1635, Tomo
2, Madrid, Biblioteca del Congreso Argentino, 1918, pp. 311-312. El resaltado es nuestro.
19 Roberto Levillier, Correspondencia de la ciudad de Buenos Aires…, pp. 311-312.
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Economía, sociedad y cultura en la historia de la minería latinoamericana

del trabajo forzado implementado con anterioridad a dichas ordenanzas, se ha-


bilitaba la concertación voluntaria de los indios para cualquier trabajo, el minero
entre ellos20. Asimismo, la resistencia que las elites locales ofrecieron ante las
restricciones impuestas por Alfaro determinó que, en muchos casos, los vecinos
notables del Tucumán continuaran dando curso al empleo informal de indios en
sus diversos emprendimientos mineros. De esta manera, podemos afirmar que la
mano de obra minera en el Tucumán combinó desde concertaciones voluntarias,
hasta desvíos de la mita de plaza a las minas, pasando por prácticas ilegales de
traslado y empleo de indígenas en yacimientos.
En la Puna de Jujuy, por ejemplo, fueron los encomenderos locales y de áreas
cercanas los que, previo a las dichas ordenanzas, movilizaron a los indios de sus
repartimientos hacia sus explotaciones mineras de la Puna. De esta manera, en-
contramos que los principales beneficiados con mercedes de tierras y encomien-
das de la flamante jurisdicción de Jujuy (1593) desarrollaron emprendimientos
vinculados a la minería empleando indígenas especializados en la actividad (tal
como un grupo de mitimaes incaicos, los gaypetes), y otros no especializados,
provenientes de “otros temples”.21
Otra de las formas que adoptó el aprovisionamiento de la mano de obra
minera haciendo eco de la ordenanza 54 fue el alquiler de fuerza de trabajo in-
dígena. De este modo, se distingue en documentación del periodo a indios “li-
bres” que se concertaban con europeos para dedicarse al cateo o la explotación
de vetas en nombre de estos últimos. Algunos de ellos también se dedicaron a
la actividad de forma independiente22. Pero, sin embargo, una de las prácticas
más particulares fue la de desviar indígenas sujetos a la mita de plaza de las ciu-
dades hacia las minas. La importancia de la minería y de sus quintos determinó
la autorización de este tipo de prácticas que contrariaban las normativas locales
vigentes y dejaban a las ciudades y a muchos de sus vecinos sin ese recurso. En
este sentido, hacia la mitad del xvii encontramos que la Audiencia de Charcas dio
curso a la ordenanza toledana dirigida a proveer al descubridor de una nueva
veta de seis indios del pueblo más cercano23, desobedeciendo la restricción local
impuesta por el oidor Alfaro. En esa oportunidad, el tribunal terminó autorizan-

20 M. Florencia Becerra, “Para labrar y poblar”. Prácticas minero-metalúrgicas en la Puna de Jujuy durante
el periodo colonial (siglos xvii y xviii). Tesis Doctoral inédita, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Le-
tras, uba, 2014.
21 Silvia Palomeque, “La Historia de los señores étnicos…”; Gabriela Sica, Del Pukara al Pueblo de
Indios…; M. Florencia Becerra y Dolores Estruch, Alcaldes de minas, capitulares…; M. Florencia Becerra,
“Para labrar y poblar”…, Sandra Sánchez, “Un viaje entre la historia y la memoria: los ‘ossa’ jujeños”,
en: Anuario de Estudios Americanos, Tomo LX, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano Americanos, csic,
2003, pp. 41-76.
22 Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia (abnb), Minas 62-4, año: 1657.
23 Francisco Toledo, Disposiciones gubernativas para el Virreinato del Perú, Sevilla, Escuela de Estudios
Hispano-Americanos de Sevilla, [1569-1574] 1986, Título I, Ord. III, p. 306.
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“Esperanzados de resarcir los quebrantos y de aumentar sus intereses”

do el desvío de indios de la mita de plaza destinados a San Salvador de Jujuy,


hacia los nuevos Asientos de Mineral en la Puna de Jujuy24.Un proceso similar
se observa a partir del descubrimiento de minas sobre el Aconquija en Punta de
Balasto, en el sur del Valle Calchaquí y la consiguiente demanda de mano de obra
para labrarlas. En 1692, el cabildo de la ciudad de Catamarca denunció así que el
gobernador del Tucumán, don Tomás Félix de Argandoña, había ordenado que
se “empadronase los yndios comprehendidos en dichos terminos y pasando a la
execucion se valieron de la mita que toco a la plaza de esta ciudad, violentando a
los yndios a la asistencia de sus labranzas y como no exercitados en ellas se han
ausentado por diversas parte”.25
En otros casos, el traslado de mano de obra se destinaba hacia afuera de la
gobernación tucumana. En 1639 encontramos a la Audiencia de Charcas estable-
ciendo el traslado de indígenas de los distintos pueblos de la jurisdicción hacia el
asiento de Chocaya para su desagüe26. Ya a principios del siglo xvii, el gobernador
Francisco Martínez de Leiva alertaba sobre la saca de indios y su impacto en la
mita de plaza de la ciudad, la cual peligraba porque “dejan de venir los dichos
indios por darlos como los dan a las minas y otras partes”.27 Ante estos planteos
desde La Plata se respondía que “en otras ocasiones los mismos encomenderos y
otros los han sacado por su propia conveniencia justo es que se mire a la del Rey
mayormente ahora que tiene tanta necesidad de ser servido”, siendo que los mine-
rales “como los de los Chichas y Lípez han sido estos años tan ricos y no son en el
estado presente menores las esperanzas”.28 La tensión provocada por la necesidad
de respaldar la continuidad de la ciudad y el servicio a sus pobladores y, a su vez,
el apremio por asegurar el desarrollo de las actividades extractivas y sus reales
quintos marcó las disputas por la fuerza de trabajo29. Es innegable que el desvío
de la mita de plaza para el desarrollo de actividades mineras, ya fuera dentro o
fuera de la gobernación, con o sin autorización de las autoridades coloniales, afec-
taba muchos intereses y favorecía a unos pocos.
En el caso de Jujuy, un aspecto fundamental a destacar es el hecho de que
la elite de la ciudad y sus autoridades capitulares corrieron con la desventaja

24 M. Florencia Becerra y Dolores Estruch, Alcaldes de minas, capitulares…; M. Florencia Becerra, “Para
labrar y poblar”…
25 Roberto Levillier, Papeles eclesiásticos del Tucumán. Documentos originales del Archivo de Indias. Vol. II,
Madrid, Imprenta de Juan Pueyo, 1926, p. 193.
26 abnb, Minas 62-7, año: 1712. Unos años después, en 1647, el minero Pablo de Espinosa solicitó tre-
inta indios de la jurisdicción de Jujuy (Omaguaca, Tilcara, Cochinoca y Casabindo) para el trabajo en
sus minas e ingenios también en el asiento de Chocaya (Archivo Histórico Provincial de Jujuy, (ahpj),
Carpeta Marquesado del Valle de Tojo, (cmvt), caja 8, carpeta 259, año: 1647; Archivo Tribunales de
Jujuy (atj), Carpeta 11, Leg. 269, año: 1647.
27 abnb, Minas 62-7, año. 1712, f. 18.
28 atj, carpeta 8, Leg. 166, año: 1639, f. 6.
29 M. Florencia Becerra y Dolores Estruch, Alcaldes de minas, capitulares…
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de tener que lidiar con una autoridad con jurisdicción sobre las causas mineras
establecida en la Puna de Jujuy. Nos referimos al teniente y alcalde de minas y
registros. Esta figura de autoridad inició una dinámica de cambios que no sólo
afectó su área de competencia, sino que también involucró modificaciones en sus
funciones y, por ende, en sus títulos, los cuales variaron al compás de las distintas
coyunturas políticas y de los ciclos mineros30. Más allá de la evolución que tuvo
esta autoridad, la defensa que los tenientes hicieron sobre el usufructo de mano
de obra de la Puna en detrimento de la ciudad fue una constante.

La minería en tiempos de los borbones


(segunda mitad del siglo xviii a principios del xix)

La actividad minera de la segunda mitad del siglo xviii se desarrolló en un con-


texto diferente al del primer periodo de ocupación europea del Tucumán colo-
nial pero continuó constituyéndose en un eje de la política de la Corona para
el abastecimiento de la Real Hacienda y como actividad económica relevante
para sus vasallos31. La dinastía borbónica impulsó medidas relacionadas con el
aprovisionamiento de mano de obra que dejaron entrever una contradicción que
caracterizó su mandato32. Así, mientras se propugnaban los valores del trabajo
voluntario, se aplicaban leyes contra la vagancia y la ociosidad, consideradas
desde ese momento delitos penales; resultando en medios a través de los cuales
se podía obligar a estos individuos supuestamente “ociosos” a trabajar en los
nuevos proyectos mineros que se fueron desarrollando en la región en distintos
momentos de la segunda mitad del siglo xviii e inicios del xix y que requerían de
mano de obra barata.
Esta tensión entre el trabajo motivado y el compulsivo puede observarse
particularmente en el caso de la explotación minera desarrollada en el mineral
del Aconquija a partir del año 1760, la cual volvería a cimentar nuevos imagina-
rios y expectativas en torno a ella. El por entonces gobernador de Tucumán –don
Joaquín de Espinosa y Dávalos– señalaba que se había realizado el “feliz descu-
brimiento” del mineral de plata del Cerro de Aconquija, el cual traería “conside-
rables ventajas” a Su Majestad. Para demostrar la importancia del hallazgo había
30 Dolores Estruch, Lorena Rodríguez y M. Florencia. Becerra, “Jurisdicciones mineras en tensión. El
impacto de la minería en el Valle de Yocavil y la Puna Jujeña durante el período colonial”, en: Revista
Histórica XXXV (2),Lima, pucp, 2011, pp. 69-100; Dolores Estruch, “Administración de la justicia y
conflictos jurisdiccionales en el Jujuy colonial (siglos xvi y xvii)”, en: A. M. Lorandi (comp.), El ocaso
del imperio. Sociedad y cultura en el centro-sur andino. Buenos Aires, Antropofagia, 2013, pp. 125-152;
Becerra, “Para labrar y poblar”…
31 John Fisher, El Perú borbónico. 1750-1824, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2000.
32 M. Concepción Gavira Márquez, Historia de una crisis: la minería en Oruro a fines del período colonial,
La Paz, ifea-ieb-asdi, 2005.
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“Esperanzados de resarcir los quebrantos y de aumentar sus intereses”

remitido al superintendente de Minas, Mita, Real Casa de la Moneda de Potosí,


Santelices y Venero, cuatro zurrones de metal del “nuevo” mineral a través de un
chasqui real, para que se los sometiera a los experimentos de azogueros o ensa-
yadores avezados. Así es como distintos beneficiadores, tanto de Potosí como de
Oruro, realizaron minuciosamente sus ensayes para, bajo juramento y por escri-
to, dar cuenta de la ley de los minerales entregados y luego poder instruirse a los
dueños de las vetas. A tal punto habrían llegado los deseos de Espinosa de ex-
traer el mineral de Aconquija, que él mismo había invertido dinero de su propio
peculio a tal fin33. Es que para el gobernador el beneficio extraído del Aconquija
prometía ser “en breves años no inferior al de Potosí”.34
Como hemos visto en el apartado anterior, no era la primera vez que se hacía
una comparación con Potosí y se esperaban beneficios semejantes a los del Cerro
Rico. Tampoco era la primera vez que el Aconquija se explotaba. En tiempos pre-
hispánicos, varios enclaves mineros de esta zona (incluido el Aconquija) habrían
conformado el núcleo metalúrgico incaico de los Andes meridionales35.Ya en
épocas hispánicas tempranas, especialmente durante las denominadas Guerras
Calchaquíes, hubo intentos de explotación por parte de los españoles pero la dé-
bil situación en la que se encontraban puso freno a esos emprendimientos. Recién
en 1665, como ya señalamos, tras finalizar la última etapa de las Guerras contra
las poblaciones indígenas locales, las autoridades coloniales formalizaron las ta-
reas iniciándose la explotación colonial en el Aconquija al punto de constituirse
allí, al igual que en la Puna jujeña, un asiento minero con jurisdicción propia. Sin
embargo, estos trabajos no lograrían sostenerse en el tiempo y a fines del siglo
xvii la jurisdicción minera se desarticularía y las labores en el cerro se darían por
terminadas por varias décadas.
En efecto, los documentos disponibles nos muestran que hasta la década de
1760 no se habrían concretado nuevas explotaciones mineras sobre el Aconquija
a una escala visible y oficial, aunque es probable que persistieran explotaciones
a pequeña escala, prácticamente invisibles en las fuentes documentales disponi-
bles. Además de los datos ya mencionados, aportados por el propio gobernador
de Tucumán, disponemos de la descripción del estado de la minería en la región
que hiciera don Filiberto Mena hacia la década de 1770, quien confirma que los
trabajos se habían reanudado en aquella fecha, aunque agrega “que solo subsis-
tieron, quatro, ó, cinco años p.r carecer de fomento de Gente, para las labores, y

33 Archivo General de la Nación (en adelante: agn), Sala IX, Intendencia de Salta, Leg. 1, 5-6-6 y ATJ,
año: 1760, caja: 41, Expte. 1355.
34 agn, Sala IX, Intendencia de Salta, Leg. 1, 5-6-6.
35 Rodolfo Raffino, Rubén Iturriza, Anahí Iácona, Aylén Capparelli, Diego Gobbo, Victoria Montes y
Rolando Vázquez, “Quillay: centro metalúrgico Inka en el Noroeste Argentino”, en: Tawantinsuyu 2,
Canberra, Brolga Press Pty Ltd, 1996, pp. 59-69.
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Economía, sociedad y cultura en la historia de la minería latinoamericana

beneficiadores Peritos”.36 Es decir, que el problema de la falta de mano de obra


(y también de peritos) –que había sido crucial en épocas previas y muchas veces
solucionado desviándose de las normas establecidas– volvía a aparecer en este
contexto37.
Al respecto, tenemos noticias de que el azoguero don Ignacio Isaguirre había
contratado mano de obra, seguramente especializada, de Potosí, de Estarca, y de
Jujuy para sus minas asentadas en Aconquija38. Sobre el tópico, es llamativo un
informe del gobernador Espinosa en el que se notificaba que era de utilidad el
gran número de “mataguayos” que habían pedido conchabarse en la siega del
trigo en estancias de algunos vecinos de Salta, ya que –de ese modo– se podría
suplir “a los muchos peones que habían ido a las minas del gran cerro de Acon-
quija”.39 Estos “muchos peones”, ¿eran efectivamente muchos?, ¿se trataba de
trabajadores voluntarios o, al contrario, trasladados de forma compulsiva? No te-
nemos, por el momento, respuestas precisas para estas preguntas pero sí algunos
datos sueltos que nos permiten tener un primer acercamiento al problema. Por un
lado, parece haber funcionado un sistema de contrato o conchabo de trabajadores
(aunque en la práctica no sabemos cuánto de coactivos tenían esos conchabos).
Así, por ejemplo, al igual que en el caso de Isaguirre, el general Luis José Díaz,
titular del mayorazgo de Huazán,40 tenía “en las Minas de Anconquixa un Ad-
ministrador con veinte conchabados”.41 Por otro lado, sin embargo, sabemos que
los capitulares tucumanos ordenaron en 1760 recoger a todos los “vagabundos”
de la jurisdicción para ser enviados al trabajo de las minas de Aconquija42. En este
último caso la coacción es más clara y se enmarca en las políticas ya mencionadas.
Ahora bien, luego de ese breve periodo en que se reactivó oficialmente hacia

36 Filiberto Mena, “1772”. Citado en: Gregorio Rodríguez, La Patria vieja. Cuadros históricos. Guerra.
Política. Diplomacia. Buenos Aires Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, pp. 345-350.
37 Lorena Rodríguez, “Explotaciones mineras intermitentes y promesas permanentes de riqueza.
Descubrimientos, redescubrimientos y ‘ordenamientos’ al sur del Valle Calchaquí, fines del siglo
xvii-mediados del xix”, en: Revista Población y Sociedad, 22(1), San Miguel de Tucumán, Grupo Editor
Yocavil, 2015, pp. 61-91.
38 abnb, Minas 62-6, carpeta: 62, año: 1762.
39 Alberto Gullón Abao, La frontera del Chaco en la gobernación del Tucumán: 1750-1810, Cádiz, Univer-
sidad de Cádiz, 1993, p. 328.
40 El mayorazgo fue instituido en 1768 en favor de su sobrino Salvador Díaz de la Peña. En el inventario
de los bienes figuraban un ingenio de moler metales el cual se había desactivado prontamente y se
pondría nuevamente en funcionamiento hacia 1825. Ver, Martin De Moussy, Description géographique
et statistique de la Confédération Argentine, tomo segundo, París Librerie Firmín Didot, 1860; Antonio
Larrouy y Manuel Soria, Autonomía Catamarqueña. Homenaje en su primer centernario, Catamarca,
Imprenta D’Amico Hermanos y Talleres Gráficos Peuser, 1921.
41 “Censo de la población de Catamarca de 1771”, el destacado es nuestro. En: Edberto Acevedo,
“Situación social y religiosa de Catamarca en 1770-1771”, en: Primer Congreso de Historia de Catamarca,
tomo segundo, Catamarca, Junta de Estudios Históricos de Catamarca, 1965, pp. 23-98.
42 Archivo Histórico de Tucumán (en adelante: aht), 20 de mayo de 1760, Actas Capitulares,
transcripción Samuel Díaz, vol. 8, fs. 281v y 282.
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“Esperanzados de resarcir los quebrantos y de aumentar sus intereses”

1760 la actividad minera en el Aconquija, éste volvió a quedar en silencio. No


sería sino hasta la década de 1790 que nuevamente alcanzaría cierto interés. Al
respecto, en 1796 don José de Jove Huergo informaba que hacía décadas que se
había abandonado el beneficio de los metales de cobre en el mineral de Aconquija
pero que, desde hacía cuatro años y con el fin de restablecer ese trabajo y el de
plata, él actuaba en el laboreo de dicha mina, ensayando los metales y practican-
do su fundición.43 En efecto, un informe de 1799 del por entonces gobernador
intendente, don Rafael de la Luz, confirmaba que el Cerro de Aconquija estaba
laboreándose a manos de Huergo y agregaba que

Esta intendencia ha expedido cuantas providencias se le han pedido para facilitar-


les gente jornalera pero como los indios y castas bajas de estas provincias no están
acostumbrados al importante trabajo de las minas y como, por otra parte, aman de-
masiado la ociosidad en medio de la cual se encuentran como quiera el alimento, no
se puede conseguir la reunión de peones bastantes, ni pagándoles generosamente
ni impendiendo gruesas sumas en gratificar agentes, que concierten convoquen y
conduzcan los indios al mineral.44

Una vez más el problema de la mano de obra, no su falta sino más bien la
predisposición a acudir a estos trabajos, parece haber sido crucial a la hora de
sostener los emprendimientos mineros en Aconquija45. No sería el único caso,
sin embargo. De hecho, como se puede vislumbrar en la documentación de la
época, para la Intendencia de Salta del Tucumán46 en muchos casos el problema
radicaba no tanto en la ausencia total de intención de trabajo de los indígenas
en las minas sino en que éstos “dejan el trabajo luego que encuentran lo que les
basta para gastar un mes, o un año, en que según ellos descansan”, escapando así
rápidamente de los ingenios y explotaciones europeos localizados en la Puna de
Jujuy y áreas aledañas.47 También desde la Intendencia de Córdoba se expresaba
preocupación por las labores independientes de los indígenas que afectaban el
desarrollo normal de los emprendimientos de mayor envergadura en la sierra de
Famatina.48 En el caso de Salta, los pedidos por trabajadores de un minero, pro-
pietario de un ingenio en San Francisco de Asis, promovió que las autoridades
ordenaran que todos los tributarios –originarios y forasteros–, como así también

43 Información testimonial levantada a pedido de José de Jove Huergo. San Miguel de Tucumán, 19 a
23 de agosto de 1796. agn, Sala IX, C. 31, A. 6, N. 7, Justicia, Leg. 34. Expte. 1004. En: Edberto Acevedo,
Situación Social…, p. 234.
44 agn, Sala IX, 36-2-5, año: 1802, f. 10 y 10v.
45 agn, Sala IX, 36-2-5, año: 1802, f. 10 y 10v.
46 Como parte de la reestructuración política del imperio colonial desplegada por los Borbones, el
territorio de lo que era la Gobernación del Tucumán se dividió en la Intendencia de Salta del Tucumán
y la Intendencia de Córdoba del Tucumán.
47 agn, Sala IX, 36-2-5, año: 1802, f. 10.
48 Archivo Histórico Provincial de Córdoba (en adelante: ahpc), esc. 4, leg. 40, exp. 20, año: 1810, f. 70.
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Economía, sociedad y cultura en la historia de la minería latinoamericana

“los blancos, mestizos, y zambos vagos, ociosos o mal entretenidos” concurrieran


“alternadamente y por un detalle prudentemente arreglado a la labor de esta
mina y a la de las demás que se pongan corrientes” ya que “de esta suerte partici-
pan todos de la fatiga si lo fuese y por mejor decir se acostumbran todos al trabajo
con beneficio público y de ellos mismos”.49 Lamentablemente no sabemos si este
sistema llegó a aplicarse y qué resultados alcanzó.
Además del problema crucial del aprovisionamiento de trabajadores, los
mineros de la Intendencia de Salta se enfrentaban al limitado acceso al mercu-
rio, insumo principal para el beneficio mediante amalgamación, y también a sus
exageradas ilusiones en torno a los yacimientos. El oficio del Intendente Gober-
nador –Andrés Mestre– recalcó, por ejemplo, el hecho de que muchos empresa-
rios tenían las imaginaciones “embebidas en tesoros”, cimentando sus proyectos
extractivos en falsas expectativas, lo que los llevaba indefectiblemente al fracaso.
Un ejemplo en tal sentido es el señalado por la Tesorería General de Salta que
describía cómo en 1780 se habían depositado 66 cajones de azogue destinados al
beneficio de las minas de Aconquija para que tan sólo tres años después se “man-
dase por invendibles en el Tucumán”.50
Lo cierto es que más allá de la suerte corrida por los grandes proyectos, mu-
chos de los cuales sufrieron una pronta disolución, la minería a baja escala, tal
como vimos que ocurrió en el siglo anterior, jugó un importante rol en la diná-
mica socio-económica de los habitantes de las regiones analizadas. Es así que
estudios puntuales realizados en la Puna de Jujuy han indicado la importancia
que la misma tuvo como una de las vías posibles de acceso a moneda de los indí-
genas, recurso necesario para el pago de sus obligaciones tributarias, de arriendo
y compra de productos alóctonos51. Las investigaciones arqueológicas en algunos
sectores de esta región muestran, a su vez, la existencia de instalaciones de pro-
cesamiento de mineral mediante fundición consistentes en uno o dos hornos que
pudieron haber sido empleados por dichos indígenas o por europeos con escasos
recursos para invertir52. La denuncia de labores ilegales en el cerro Famatina por
parte de los pirquineros y barreteros indígenas nos habla de una situación seme-
jante en esta región también53.

49 agn, Sala IX, 36-2-5, año: 1802, f. 12v.


50 abhs, Fondo Gobierno, carpeta: 15, año: 1795, f. 2-2v.
51 Viviana Conti y Daniel Santamaría, “Mecanismos de intercambio en periodos de transición: el caso
de los arrendamientos de dos estancias de la Puna jujeña (1813-1819)”, en: Anuario de Estudios Amer-
icanos, LI-1, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano Americanos 1994, pp. 123-142; Silvia Palomeque,
“Intercambios mercantiles y participación indígena en la ‘Puna de Jujuy’ a fines del periodo colonial”,
en: Andes 6, UNSa, 1994, pp. 13-49.
52 Carlos Angiorama y M. F. Becerra, “Evidencias antiguas de minería y metalurgia en Pozuelos,
Santo Domingo y Coyahuayma (Puna de Jujuy, Argentina)”, en: Boletín del Museo Chileno de Arte Pre-
colombino 15 (1), Santiago de Chile, Museo Chileno de Arte Precolombino 2010, pp. 81-104.
53 ahpc. esc. 4, leg. 40, exp. 20, año. 1810, f. 55v-56.
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“Esperanzados de resarcir los quebrantos y de aumentar sus intereses”

Comentarios finales

A lo largo de este trabajo y, aún a riesgo de caer en generalizaciones, nos propu-


simos caracterizar la minería desarrollada en el Antiguo Tucumán a lo largo del
periodo colonial, teniendo en cuenta los casos analizados en la Puna de Jujuy,
en los Valles Calchaquíes y en Famatina, La Rioja. Así vimos cómo se generaron
fantasías acerca de sus riquezas basadas en un imaginario que los conquistadores
poseían a partir de los sucesos acaecidos en Perú y México, y, al mismo tiempo,
en el conocimiento que los pobladores les habían otorgado sobre la existencia de
metales preciosos. En todos los casos, reinó la complejidad de implementar la
minería a gran escala y de manera sostenida. Es posible que la inexistencia de un
mecanismo extremadamente coercitivo y organizado como lo fue la mita minera
impulsada por Toledo en los grandes centros mineros haya jugado un rol con-
siderable, ya que uno de los problemas más destacados fue el del aprovisiona-
miento de trabajadores. Lo cierto es que, como hemos analizado, se desplegaron
una diversidad de estrategias legales e ilegales tendientes a resolver el faltante
de mano de obra necesario. Ninguna de ellas se vio libre de conflictos los cuales
involucraron a los mineros demandantes, a las autoridades capitulares, a los in-
dígenas, y a los mismos trabajadores. Estos últimos, al menos en algunos casos,
lejos de escaparse de la tarea minera, buscaron mejores condiciones de contrata-
ción, se dedicaron a las labores y procesamiento de minerales de modo indepen-
diente, ya sea como descubridores o aprovechando el desmonte de otras labo-
res. Aunque estas prácticas perjudicaran a ciertos mineros, beneficiaban a otros
agentes involucrados en el proceso. Finalmente, encontramos que, aún a escalas
inferiores, en estas regiones mineras periféricas se dio también la coexistencia en-
tre trabajadores compulsivos y aquellos no directamente coaccionados al trabajo
minero, cuya intensidad deberá ser analizada en un futuro, como así también, los
circuitos de movilidad de los trabajadores del mineral en esta región.

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