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DIAMELA ELTIT a7 DIAMELA ELTIT EL OJO EN LA MIRA & Buenos Aires ; | Miro a Diego de diez meses, sentado en su cuna, Tiene entre sus manos un iPad apagado. De pronto, ve el re- flejo de una (su) imagen en la pantalla. Levanta la ca- beza, asombrado, después se inclina para mirar la ima- gen reflejada en el vidrio. Levanta la cabeza una vez mas y de inmediato la baja hasta que su cara cae enteramente sobre la pantalla. Mientras lo miro, sigue absorto sin saber que se observa a si mismo. Pienso en Narciso en la fuente, en la ninfa Eco, en la imagen, en las certezas del yo, en su traicién recurrente. Pienso en el narcisismo y recuerdo mi lectura de Freud. Lef su obra cuando tenia unos dieciséis 0 dieci- siete afios. Un vecino me prest6 los libros que, me pa~ rece, tenfan dos columnas por pagina. Asi lei y lei a Freud. Lo lef tal como se recorre una novela. Me pro- dujo asombro, recuerdo, La interpretacin de los sue- fios; me impactaron sus andlisis, marcados por la auda- cia. Me parecié que ejercia una analitica extremadamente ficcional, necesaria. Pero lo que mas me impresion6 fue entender como articulé una teoria: su punto de partida, la hipnosis, y su punto de llegada, el lenguaje y la formu- lacién del inconsciente. Desde luego, lei sin la pretensién de entender, en el sentido mds conceptual o disciplinar 8 DIAMELA ELTIT del término, la precision y el alcance especifico de cada uno de sus supuestos. Pero la lectura de los libros me permitio percibir el complejo engranaje de su trama te6- rica. Recuerdo que estaba empecinada en continuar el relato, recorrer los casos, detenerme ante su agudo foco en torno a tejidos familiares, pensar nombres. Con la lectura de Freud se instalé en mf la certeza de la lectura como una zona de riesgo. Ese riesgo que porta el desplie- gue de la creatividad, Los sélidos tramos conceptuales necesarios para elaborar una interpretacin. Mas tarde, en un seminario, cuando estudiaba en la Universidad de Chile, ingresé de manera penosa (tengo que reconocerlo) a Lacan y su estadio del espejo. Recuerdo todavia leer los Escritos, que portaban una densidad conceptual que me sobrepasaba. Ya no lefa de manera descontrolada como lo habia hecho con Freud, lo hacia como parte de mi programa de estudios y esa condicién marcé toda la diferencia. En cambio, su libro primero, acerca de la psicosis paranoica, pude leerlo sin quiebre alguno, alerta al movimiento de su relato, Fue interesante comprobar los cruces de imaginarios con las hermanas Papin, las sirvientas que conmocionaron a Francia en las primeras décadas del siglo xx. Lacan y Genet las pensaron y las escribieron de maneras diver- sas, desde sus distintas practicas. Pero hubo una coinci- dencia entre ellos. Mientras observo la imagen de Diego, me detengo en la tecnologia, en la mirada, en la extrafieza del rostro, en el salto al vacio ante la superficie ambigua del espejo. Pero también pienso en el narcisismo como el fantasma o la realidad o la evidencia que nos acecha a los escritores ¥ que nos vuelve acaso reconocidamente vulnerables. El tiempo del espejo esta siempre ahi, al acecho. Y la ma- dre-literatura se aleja, como lo sefialé Gabriela Mistral ELOJOENLAMIRA 9 en su poema “La fuga”. Una madre que se escabullia detras de otro monte y otro: “O te busco, y no sabes que te busco, / 0 vas conmigo, y no te veo el rostro”. Sé que las lecturas se agolpan, se cruzan, se precipi- tan, se superponen, se olvidan. Los libros transitan por la memoria de una manera atemporal porque muchos llegaron para quedarse, siempre a pedazos 0 en pedazos o por pedazos. De la misma manera en que Marcel Proust pensé la memoria detonada por los sentidos, la lectura en mi funcioné como una explosién analégica de un libro rebotando en otro y en otro, hasta que pude decidir cual via, qué escritura, cual era la decisién con la letra que realmente me parecia indiscutible. Diego, de diez meses, me ha permitido iniciar este li- bro con su imagen (todavia para él desconocida) bus- candose en la pantalla. Los espejos-fuentes ahora estan incrustados en un iPad. Ciertas lecturas, digamos, tedricas 0 conceptuales han sido necesarias para generar un espacio analitico desde donde pensar dilemas culturales. Recuerdo que cuando empecé a publicar, el reparo mas frecuente a los libros era que no se entendia lo que escribfa. No puedo olvidar un reproche ochentero que aparecié en un periddico, en el que se sefialaba que uno de los (multiples) problemas literarios que me rodeaban radicaba en que yo lefa teo- ria. Y la verdad es que si, necesito leer en el sentido mas amplio del término, y esa amplitud pasa también por la teoria. Tengo la plena claridad de que estoy parada litera- riamente en un territorio minotitario o quizds ultrami- noritario. He publicado varios libros, pero siempre mantengo un grado de incerteza y de inseguridad. Y, més alla de cualquier validacién, hay una ruta que ni siquiera escogi, que mas bien me escogié a mi desde un conjunto de lecturas. Una ruta que me resulta desafiante y necesaria. Vital. Hace unos aftos lei con gran atencién e interés al filo- sofo italiano Giorgio Agamben y su ensayo acerca de la contemporaneidad. Segtin el autor (hoy algunas de sus afirmaciones son muy discutidas) el ser contemporaneo 26 DIAMELA ELTIT implica situarse en la plena opacidad de su tiempo y e perimentar las fisuras. Y precisamente en el orden de los tiempos, existe un; serie de libros que en su relectura se han debilitado, mientras que otros conservan toda su potencia. Lei Marta Brunet en mi adolescencia como parte del pro grama escolar y me parecié fascinante. Mas adelante |, relei y completé la lectura de su obra. Pienso que su: libros se parapetaron en las fisuras, en los silencios y e aquello que las instituciones velan. La direccién de su libros habita en un espacio que todavia no termina di cursarse, porque su narrativa abre preguntas claves exponer la desigualdad con una notable densidad con ceptual. A diferencia de Carlos Droguett, su escritura e tradicional, pero los sentidos que su obra aborda, manera de trabajar el curso del relato, remiten a un espacio muy singular para pensar los dilemas del sujeto mujer en un tiempo en que los dilemas estaban reduci- dos con mayor o menor eficacia a temas domésticos o bien amorosos. Y, més atin, si deslizamos los dilemas y las problematicas a este tiempo y se examinan los mati- ces y mascaras de la actualidad, la escritura de Marta Brunet contintia ubicada hoy en los resquicios de un pre- sente que confirmard los nudos del futuro. La escritora fue mas alla de lo que su época promovia y se interné en los territorios simbélicos habitados por subjetividades complejas y liicidas. Ella se situé, como diria Agamben, en el lado més opaco de su tiempo, para textualizar aquello que su tiempo excluia del orden de los discursos publicos. Y, como ya he mencionado, sus textos lefdos hoy apuntan a la misma penumbra dictaminada por los discursos oficiales. Brunet diseiio literariamente otro recorrido para sus per- sonajes, siempre atravesados por deseos que implicaban Pl i aa EL QJOENLAMIRA 27 rupturas 0 permanencias frente a su condicién, La inte- ligencia de sus relatos muchas veces acudié a una ironia extrema en torno a las normativas mas commnes y a las convenciones y sanciones siempre vigentes para mante- ner los controles sobre el cuerpo. Formas sociales que estaban desplegadas para coartar o anular la posibilidad de reconocer a la mujer como sujeto integral y como participante plena en escenarios de orden publico. Brunet publicé en el afio 1927 su novela Maria Rosa, flor del Quillén, Es una obra completamente inesperada. Aborda una curiosa reescritura del Don Juan Tenorio, solo que en esta novela el “don Juan”, Pancho, es un trabajador de un pequefio pueblo, un gran seductor y burlador de mujeres. Sus conquistas son para presumir ante sus amigos de su pericia amorosa, pues su seguri- dad se funda en que ninguna mujer se resiste ante sus requerimientos sexuales. El establece una apuesta con los hombres: se propone como objetivo a Maria Rosa. La joven es la meta mas arriesgada de este donjudn. Ella est4 casada con un hombre mayor y es considerada un verdadero modelo de mujer. Maria Rosa es conocida y reconocida por sus cualidades y el conjunto de sus atri- butos genera un gran respeto por parte de toda su comunidad. Pancho, el joven burlador, despliega una serie de tac- ticas de conquista. Los hombres del pequefio pueblo es- tan atentos al devenir: finalmente, la joven cede ante el conjunto de incesantes requerimientos y tiene lugar la cita amorosa entre ambos. Inmediatamente después del encuentro sexual, ella advierte el cruel programa del que forma parte. Se percata de que los hombres del pueblo estan esperando afuera para conocer el resultado de la apuesta. De manera vertiginosa, Maria Rosa encuentra una s6lida forma de alterar su situacién: empieza a gritar 28 DIAMELA ELTIT de manera destemplada y, mas atin, mediante sus grit le “echa” los perros a Pancho para que lo muerda: Pancho sale corriendo de la casa, aterrado, flanquead por los perros, mientras los hombres del pueblo se ri del estruendoso fracaso del donjuan. De esa manera Brunet escribe su particular burla dor-burlado, porque finalmente Maria Rosa no es un; sentimental que esta dispuesta a la derrota de su presti gio. Y, dejando de lado las prohibiciones de la époe: fundadas en el control de la sexualidad y en el rechaz social a la infidelidad femenina, ella sortea el encuentr sexual, lo desencializa, y ante la posibilidad de una inmi. nente humillacién publica, esgrime una estrategia exacta: convierte a Pancho en un agresor sexual y sus gritos s transforman en una defensa ante un intento de viola: cin. Sale indemne. Mediante una rapida decision anti sentimental, ella mantiene su “honra” intacta, Y recuerdo ahora mismo su relato “Soledad de la san- gre”, que pone de manifiesto la dominacién aun en esos 6rdenes femeninos que rompen las dependencias y que apuntan a un grado de poder. La protagonista trabaja en el hogar, vende sus productos y asi colabora con la eco- nomia familiar. Su pericia la obtiene por sus estudios en una escuela técnica. De esa manera ella genera dinero, pero ese dinero no le confiere poder ante su esposo, por que el dominio 1 masculino traspasa la materialidad més material: esta impreso en los universos simbdlicos y en la produccién y reproduccién de imaginarios sociales. Después de ajios sigo escribiendo acerca de la obra de Brunet porque todavia no termino de leerla en el sentido mas pleno del término, Ella consiguié mostrar las mas- caras del sistema que atraviesan el tiempo, y las con- densa en la misma repetida escenia siempre petrificada de la dominacién. En ese sentido es mi Contemporanea, y ELOQJOENLAMIRA 29 en los futuros del futuro sera contempordnea de otras Jectoras. Marta Brunet no se ajusta exactamente a los dictamenes oficiales de ningtin presente. Es uno de mis eiernos referents literarios, nunca ha cesado la admira- cion y sé que quizas agoto a los dem4s con mis constan- tes menciones a su obra. No debe haber resultado facil para Brunet existir lite- rariamente. Consigui6 atencion critica dentro y fuera del pais, tuvo una activa vida profesional, pero, claro, era mujer. Ella fue laica en un pais pechoiio, tenia un proyecto literario que apuntaba a espacios centrados en caserios, pueblos o ciudades surefias. Tenia una impor- tante formacién cultural y contaba con una produccién literaria sistematica, fundada en sus atmésferas cruza- das por la complejidad. Sin duda supo resistit. Lo que no sé es cOmo sustentd su resistencia. Como corresponde, lef a Marx, primero a los quince afios cuando me encontré con su emblematico Manifiesto Comunista escrito en colaboracién con Engels. Mas tarde me interné (sin demasiado éxito) en El capital y pude en- tender entre, otros conceptos, el valor de uso, el valor de cambio, la alienacién, la mercancia. Recientemente lei un ensayo suyo muy fascinante que aborda la relacion plan- teada por Marx respecto de la ley y la delincuencia. Mi madre nacié en Santa Cruz, una ciudad del cen- tro sur. Era usual en su tiempo que los jovenes se reu- nieran en la Plaza de Armas del lugar. Hasta alli llegé un legendario dirigente salitrero, mas adelante fundador del Partido Comunista chileno, Elias Lafertte, para dar un discurso. Eso bast6, Mi madre desde ese dia fue co- munista. Me lo conté una y otra vez: su impacto ante Elias Lafertte. Fue una militante de base que siempre oculré su militancia. Me decia que después del gobierno de Gonzalez Videla y su “Ley Maldita” que releg6 a un numero considerable de comunistas al campo de prisio- neros en Pisagua, habia que tener cuidado, no decir, ser secretista. Ella, mi madre, tenia un pensamiento realmente igua- litario, no era excluyente ni chismosa. Tenia y mantenia 48 DIAMELA ELTIT una buena impresién de la gente. Recuerdo al enceradg que venia una vez al mes a mantener la limpieza y ¢ brillo del piso de la casa. Lo veia cuando yo estaba vacaciones de invierno o de verano. Después de que m madre se iba a su trabajo como secretaria, él se sentab, en la silla del tocador y se maquillaba de manera ex, trema frente al espejo con cada uno de los productos cosméticos de ella. Yo lo miraba a mis nueve o diez afios: tirada en la cama. Después él enceraba y enceraba. Se lq conté a mi madre, le dije lo que hacia con su maquillaje se pone todas tus pinturas, le dije. Ella me contesté: dé. jalo, qué te importa. Aprendf. Nunca lo olvidé. Tei raz6n, no tenia la menor importancia. Mi abuela, en cambio, pensaba que habia que descon- fiar, mantener relaciones cordiales pero distantes con la gente, Sin embargo, sus temas mas bien se relacionaban con sus muertos, a los que evocaba una y otra vez, espe cialmente su mama. Mi abuela era garciamarquiana, Pero hubo una rareza en mi crianza: no desarrollé habi lidades “femeninas”, no supe cocinar ni bordar porque los bordados me los hacia mi abuela y yo me sacaba la nota maxima; mi mama me hacia los dibujos y de nuevo la supernota. Cuando queria entrar a la cocina, abuela se molestaba: anda a leer, dejame tranquila, me decia. Mi madre y mi abuela tenfan zonas dificiles que he olvidado, 0 que no recordaré jamas por escrito. Ellas son perfectas en mi memoria. Se trata de una decisién inquebrantable. Las recuerdo aqui porque, como lectora, también las “lef” a ellas con extraordinaria atencion. Las lei de manera detallista. Lo hice de forma incesante para entenderlas y entenderme. Fui distinta e idéntica a ellas. Leerlas me permitié comprender que la lectura d libros es una manera de ingresar a la realidad psiq psiquica ‘de los cuerpos, porque en mi la lectura ha sido Jo que ELOJOENLAMIRA 49 me ha permitido una comprensién integral del mundo. Leyendo pude pensar a las dos mujeres de mi familia como personajes. Las analicé y accedi asia sus deseos y sus carencias, y valoré de manera inconmensurable el afecto que tuve el privilegio de recibir. Lef y relef a mi padre. Leyendo escogi un sitio politico. Leyendo pude encontrar un espacio de escritura, Leyendo me sobre- puse. Y leyendo he podido modificar algunos de mis presupuestos. Cambiar la dptica, pero dentro de una misma matriz. Y como parte de mi politica vital opté en estas pagi- nas por no referirme a la familia que yo formé. Cada uno de ellos contiene la fortaleza que me rodea y le da sentido al acto de vivir. Y esa si que es una zona sagrada. La atmésfera en la que creci, las amigas, los amigos, las lecturas me hicieron desde siempre una persona filiada a la izquierda. Pero a diferencia de mi madre nunca milité; no estaba de acuerdo con la rigidez de los partidos. Mas tarde pensé que los partidos politicos eran demasiado masculinos y que las mujeres allf experimentan un tipo de subordinacién. Todavia pienso lo mismo. Lei a Mijail Bakunin, a Rosa Luxemburgo, a Aleksandra Kolontai, a Louis Althusser. Pero mi posi- cién politica proviene no solo de lecturas sino también de una estructura interna que formé una mirada social fundada en el mismo igualitarismo que mi madre prac- ticd a lo largo de su vida, pero, como no, considerando las diferencias. Sé que el ugar de la mirada y su deseo emanan desde efectos de lecturas o pueden entenderse en cuanto formas de lecturas. Y que la formacién de un imaginario es el resultado de wh conjunto de lecturas familiares, imagenes, zonas de la memoria superpuestas, lecturas inaugurales 50 DIAMELA ELTIT desplazadas de manera subterranea. Que esa mirada le tora es la que nos constituye. Yo misma considero que me habita un imaginario qu tiene su propio funcionamiento. Un funcionamieng que no puedo modificar porque esta incrustado en todg mi aparato psiquico. Es ese imaginario el que me impuly y me permite una gran conexi6n con el territorio de Ig hablas y las subjetividades populares, los vecinos, sii estéticas, las bromas, los balnearios populosos, las toa Ilas, los nifios, el almacén de la esquina, la senora qui distribuye los chismes, las plazas. No idealizo los espacios populares, quiero decir, “¢ pueblo”. Sé del machismo popular, de la violencia, ni tengo una vocaci6n asistencialista o “maternalista”. Perg también creo percibir facilmente las formas de domina. cién, la incorporaci6n de las hegemonjias en el transcurrit de los sectores vulnerables, las formas conservadora: inoculadas como verdad, los controles hegeménicos y cada uno de los mecanismos discriminatorios. Como escritora he experimentado reacciones machis tas mds de una vez, pero no me he propuesto cambia las mentes, para qué. Si he tratado de entender —hasta donde llega mi visién- los territorios que habito, Ia multiplicidad de detalles que muestra y demuestra poder de los duefios del mundo y la larga cadena de sumisiones (muchas de ellas absurdas) que pueden pro vocar. Asi “leo” el mundo en que habito. No es una eleccién en el sentido mas liviano del término sino mas bien una condicién crénica, irrecuperable. Una condi- cién necesaria. Positiva. Tengo una conyiccién de izquierda, mas alla de | duda o del desfase o de la complejidad que porta esta palabra. Mi posicién se funda en la visualizacién de un horizonte siempre latente en el que se-despliega una ELOJOENLAMIRA 51 sociedad igualitaria pero habitada libremente por la multiplicidad de diferencias. Esta imaginacién politica ka sido constante a lo largo de mi vida. Estoy segura de que esta posicién me permitié mante- ner la decision de escribir y, mas adelante, posibilito la capacidad de resistir ciertas adversidades literarias, sim- pélicas o materiales, que rodean de manera infatigable a esctitoras y escritores. Pero seria ingenuo pensar que la literatura esta au- sente “de reconocibles mecanismos de poder. Existen grupos de escritores que consiguen manejar o incidir fuertemente en el escenario ptblico literario. Desde Juego, las (pocas) escritoras que ingresan a esos grupos funcionan solo como signos para garantizar un atisbo de democracia. He observado, a los largo de los afios, la forma en que cursan el poder grupos, siempre nacidos como una alianza generacional y que, mas adelante, son reemplazadas por un nuevo contingente en pugna con el anterior. El espacio literario chileno (pienso que quizas es po- sible generalizar a otros paises) porta un inmenso ele- mento simbdlico, cualquier presencia literaria pende de un hilo y es eso lo que provoca una tension constante, depresiones, iras, sensaciones de inexistencia. Pero mas alla de las diferencias entre cada una y uno, pertenezco al ambito literario. Lo conozco. Recuerdo ahora muchisimos tiempos exactos en los que he conversado hasta el amanecer con escritores y escritoras. S{, hasta el amanecer hablando y hablando de literatura, fascinados, unidos por la misma, idéntica pa- sion. Horas de horas literarias. Repaso tras repaso. Hablas sobre libros conocidos, anécdotas sobre vidas de escritores, amores, desaires, fracasos, recuerdos acerca de frases brillantes. Lecturas y mds lecturas. 52. DIAMELA ELTIT Sé que algunas veces odio la idea de escribir y odio } idea de leer. Me aburro de mis propias pasiones litera tias. Pero vuelvo. Bueno, me digo, estas sensaciones dg hastio forman parte de las paradojas que me habitay No a mi, pienso que a todos. Volvi a leer a Yasunari Kawabata. Recuerdo ahora q Rydanosuke Akutagawa, a Yukio Mishima, a Kenzaburg Oe. El extraordinario cine de Nagisa Oshima. El cine ocupa parte de mi vida y de los ritos a los q no puedo renunciar. Tengo que reconocer que desde n infancia y adolescencia me sumergi en ficciones y ficcio. nes y ficciones. Siempre fue asi. Todavia lo hago. Pero considero la ficcién el gran espacio para pensar 1 realida des de manera no lineal y estoy convencida de que la complejidad, la opacidad estan incrustadas en cada uno de los sitios por los que atraviesa el sujeto, la cer teza de que existe siempre una narrativa, un hilo que posibilita el transcurso, una trama que permite cada uno de los acontecimientos. Los cuatrocientos golpes fue una experiencia, cl nifio y el mar. La mirada fin: del nifio. Yo misma he escrito guiones de cine. Un largometraje y dos mediometrajes. Los mediometrajes fueron realiza- dos por Lotty Rosenfeld y pertenecen, por su descentra- miento, a lo que llamarfa una experiencia audiovisual, Fue fascinante para mi ver como esas paginas quedaban_ materializadas en una produccién que, desde luego, es de autoria de Lotty Rosenfeld. Para mf son “salidas de libreto”, forman parte de sucesos aislados. En el guion que origin6d el cortometraje me basé en un texto teatral de Peter Handke que me parece extraordinario: Kaspar. Su obra elabora de manera magistral el disciplinamiento _ através del lenguaje. Este texto se funda en la historia de Kaspar Hauser, un adolescente de dieciséis afios que fue ELOJOENLAMIRA 53 encontrado yvagando en las calles de Nuremberg, en el sigho XIX; después de pasar casi toda su vida confinado. No hablaba, solo comia pan y no tenfa la menor forma- cin social. El secreto de su origen dio lugar a versiones que sefialaban que era hijo de un noble, incluso se ase- gurd que era hijo ilegitimo de Napoleén Bonaparte. La figura de Kaspar fue recogida en libros, peliculas y, desde nego, en la obra de Handke. Fue ese texto el que me permitié la escritura del guion. Quizas la eleccidn de ese texto tenga alguna relacion con mi encuentro con “el Caucau”, el nifio-lobo chileno. E] poeta Cristian Vila me invit6 a comer a su casa. Elera hijo de un conocido psiquiatra chileno, el doctor Vila. El Caucau vivia con ellos. Realmente fue impresionante esa reunion porque el hombre joven, de origen mapuche, a intervalos —y literalmente- aullaba. Cristian Vila escri- bid un libro sobre esta historia que él conocia a través de su propia experiencia. Pero el guion, en el que incluf unos textos de Peter Handke, tenfa como centro a un adolescente neopre- nero, Nelson, severamente adicto, y a su madre. Vivian una situacion dramética. El texto de Handke se funda en esa figura rescatada de una vida aislada que se cruza con la nobleza de su tiempo, pero en el guion que pensé, esa figura es la de un adolescente de los confines sociales. Fue una experiencia interesante. EI filme le pertenece a Lotty Rosenfeld. También escribi dos largometrajes. Uno se realiz6. Mas alla de mis limitadas incursiones en la imagen, sigo fielmente viendo un nimero alto de peli- culas, Lo hice de manera intensa durante mi adolescen- cia. Tuve suerte, en el cine de mi barrio pasaban tres peliculas por funcién, No importaba que fueran para mayores de dieciocho o veintiuno (asi eran los tiempos), todos podfamos ingresar. Eso fue genial. Vi el gran cine 54 DIAMELA ELTIT francés de la Nouvelle Vague y practicamente todo cine que repens6 sus supuestos. El cine inglés fue muy resonante en su mirada ante cultura y los dilemas de la clase trabajadora, especi mente el de Ken Loach. Recuerdo ahora mismo que conjunto de cineastas se unieron para realizar segment: de la caida de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre, el 9/11 como se lo conoce. Loach, en su espacio, recor el golpe de Estado en Chile, precisamente un 11 de sey tiembre. Me resulté muy emocionante la direccién de mitada, Pienso también en la pelicula de Pablo Larra Tony Manero, un filme “noir”, exacto, que cuenta cor la actuacién de una de las mentes mas brillantes y v satiles del teatro chileno. Actor, director, maestro, gura comprometida con la cultura y los cambios soci les: me refiero a Alfredo Castro. El contribuyé con § “aura” actoral a incrementar ese trabajo, que, desde perspectiva, es el filme més logrado, exacto y elocuent que consiguio en su ficcién dar cuenta de la atmésfer descentrada que provocé la dictadura chilena, Lei La historia de los monstruos de Ernest Martin, un libro que compré en Bogoté, r4pido, rapido, en medio de un viaje literario. Lo compré por el titulo, por la por- tada. Lo compré porque si. Empecé a leerlo y me di cuenta de que habia sido editado por primera vez en 1880. Me pregunté si lo habria comprado al conocer la época en que fue escrito. No sé, pero con ese libro in- gresé en los monstruos y sus castigos. A lo largo de décadas he pensado y repensado Frankenstein de Mary Shelley. Un libro que se escribio en medio de un paisaje adverso que compartian los es- critores lord Byron, su médico, John William Polidori, Percy Shelley y Mary, su compaiiera. Ese tiempo estaba atravesado por un clima tenebroso y, para cursar sus dias, se propusieron la escritura de textos también tene- brosos. Curiosamente Polidori, que aunque médico com- partia la escena literaria, escribié El vampiro: la primera noyela “vampira”. Nada menos. Estos libros se relacionan con las problematicas de principios del siglo xrx. Un tiempo en que la produccién tecnolégica y cientifica se aceleraba por la intensifica- cién de la llamada Revolucién Industrial y la pérdida de hegemonia de la Iglesia catélica. El racionalismo abria 66 DIAMELA ELTIT una evidente pugna con los antiguos supuestos. La habfa perdido su batalla. En ese contexto se publicaron esas novelas. Fray, kenstein, en 1818, que junto con El vampiro, editada ey 1819, iban a perdurar en el marco del gético romantico y a expandirse en los imaginarios para poblar la superfici sociales hasta convertirse en fconos del mundo pop. Frankenstein naci6 como un “hijo” sin madre. Un monstruo que rompia las leyes era el engendro, hijo de su pa partir de partes de cadaveres, fano. Ante la imposibilidad de que no lo reconoeia, se volcé a dico y a todo el entorno familiar el abandonado, el temido y rec de la naturaleza porque dre cientifico, creado q ajo las luces del quiré- insertarse en un mundo destruir a su padre mé y afectivo, Frankenstein, hazado, leia, entre otros libros, Las desventuras del joven Werther de Goethe. De una u otra manera habia nacido un engendro “ ‘cultu- ral”. Un lector monstruoso. Hoy esa novela gética se abre a una importante revi- sion. Se pueden ensayar nuevas lecturas, en la medida en que el tiempo parece que se encarna en la obra como profecia futurista. Entre el siglo xrx y el siglo xxr el cuerpo como objeto médico ha sulrido un veloz despla- zamiento experimental. Asi, la antigua nocién de mons- truo producida por el pensamiento cientifico, opuesto a los dictémenes de la naturaleza y del Dios omnipotente, ha cambiado de signo para desplegarse como un milagro de una extensi6n impredecible. La novela me resulta actual y precisa. El cuerpo cosido de Frankenstein, llevado a la vida en un laboratorio, no’ puede ser desligado de las prdcticas, tecnologias e instru- mentos médicos de hoy. El frenético impulso tecnolégico permite presagiar una incalculable intervencién futura en cada uno de los aspectos de la biclogia humana. ELOJOENLAMIRA 67 Me parece que Frankenstein esta presente, de manera especial, en los trasplantes de practicamente todos los organos, hasta Ilegar al trasplante de rostro. Asi podria ocurrir que, en algin momento, se trasplantara aquello que parece imposible: el cerebro. Organos que mayori- fariamente provienen de cad4veres, como ocurre en la novela de Mary Shelley, solo que en su obra se obtenian mediante un abierto saqueo. En cambio, hoy circulan como una donacién que equivale a un regalo péstumo. Habitamos un nuevo escenario regido por una biopo- Iitica organizada y distribuida por la tecnologia médica hacia los centros del mundo. Superficies sociales en las que transcurren cuerpos remendados, cosidos, que citan en sus puntadas a otros cuerpos. O por el estallido de las cirugias estéticas, las caras rigidas a lo Frankenstein. Cuerpos construidos o décontruidos 6 reconstruidos por el bisturi y las suturas. Recuerdo ahora que lef una micronoticia en un perid- dico, que narraba el caso de una ciudadana inglesa, Samantha Lamb, que le doné un rifién a su marido, Lo hizo porque sentia que el malestar que le provocaba la enfermedad a su esposo estaba dafiando la relaci6n en- tre ellos. Ella aparecié en un programa de la BBC que abordaba los trasplantes, y justificaba su donacion, como un “regalo amoroso”. Sin embargo, mas adelante, ya muy recuperado, el marido le fue infiel. Entonces ella realizé una demanda publica pidiendo que su entonces exmarido le devolviera su rifién. Solo que su demanda no estaba consignada en los registros juridicos y no pudo abrir un juicio para recuperar el érgano. Pero de una u otra manera, esta situacion inusual habla de la extension que puede alcanzar la propiedad de bienes comunes en un matrimonio, en este caso el rifién, y pone en entredi- 7 cho los vaivenes que acechan al amor romAntico como™ fs 68 DIAMEL4 ELTIT generador de un solo cuerpo. Este caso remarca el vigil de os rganos mediante un desplazamiento en otras y otras biologias. Definitivamente, Frankenstein es la no. vela que relevé lo orgénico y la resucitacion tecnolégica, Atrayes6 los tiempos y terminé de derribar a Dios. } ; Mientras leia sobre monstruos, recordé a “mis” mons. truos literarios chilenos, que han poblado por décadag mi imaginario. No son exactamente monstruos, lo digg en un sentido ligero, facil, incluso irénico o pardédico. Ya dije que una de mis obsesiones conceptuales ha sido ¢] cuerpo como imposibilidad, y en esa linea de pensa-| miento ha estado presente la diferencia. Tres novelas chilenas han sido recurrentes, interminables y en cierto modo inasibles como sedes de pensamiento. Alsino de Pedro Prado, Patas de perro de Carlos Droguett y Ef obsceno pajaro de la noche de José Donoso. En esas no- velas aparece el cuerpo otro, el que esta fuera de la norma, el que se funda en una perfeccién alternativa. Alsino, de Prado, publicada en 1920, retoma la figura mitica de Icaro, pero esta vez en el mundo campesino. Es. un texto muy valioso e inaugural, porque Alsino es recha- zado por su comunidad debido a que tiene alas. La muerte de su abuela indigena precipita su desamparo. Como signo del fin de su vida afectiva, Alsino incendia la casa e ingresa a un mundo incapaz de contenerlo, Esas alas, por la diferencia que Tepresentan, son las que provocan el maltrato. Quizds uno de los momentos mas importantes de la novela se produce cuando el hacendado que lo em- plea ofrece la venta anticipada del esqueleto de Alsino al inversor estadounidense que lo visita. Intenta venderle una singularidad chilena como un tipo de “materia prima”, un residuo tercermundista, que le permitiria ELOJOENLAMIRA 69 Jucrar con esos restos. De esa manera se evoca la posibili- dad de un mercado semejante a los “zoolégicos huma- nos” del siglo xrx que exhibian ante las audiencias a re- presentantes de pueblos originarios latinoamericanos. Especialmente dramaticos fueron los raptos y poste- riores exposiciones puiblicas ante los ojos europeos de integrantes de los pueblos kawésgar y mapuche. Pero estos zoolégicos condensaron y escenificaron la animali- dad atribuida a los pueblos originarios. Una posicion que enjauld bajo una categoria animal, despojada de logos, al otro, a los otros que ya habian sido victimas de despojos. La exhibicin colonial y la caceria de cuerpos para convertirlos en espectaculo muestran cémo se des- plazé el gesto depredador colonialista desde la ocupa- cién de la tierra hasta convertir el cuerpo mismo en mercancia. Alsino tiene un poder que lo exalta porque su vuelo es la nica instancia liberadora en medio de una existen- cia al limite. Desde su precariedad, el vuelo le permite evadir 1a hostilidad que lo rodea. En la tierra, sus alas representan una pesadilla, Pero el vuelo en éles también una sutil forma de erética. Sin embargo, el alado Alsino, tal como [caro, de manera irremediable, va a morir ar- diendo en las alturas. Finalmente, Alsino se hace uno con su nombre cuando su vuelo lo traslada Al-Sino. En Patas de perro, de Carlos Droguett, publicada en 1965, Boby, el nifio-perro, experimenta en cada una de las etapas de la vida el rechazo a su diferencia. La familia lo excluye en el interior de su propio espacio obedeciendo las érdenes del padre, que culpa a la madre por el naci- miento del nifio con patas de perro. Los vecinos le son adversos. La escuela, entendida como un dispositivo pe- dagégico para generar sujetos homogéneos, es un espa ( cio antagénico, porque Boby es signo de lo heterogéneo. 70 DIAMELA ELTIT El profesor, sometido a un sistema agobiante, no SOport; la insurreccién impresa en el cuerpo de Boby, y lo casti a ylo Aumilla sin tregua. No impugna su condicion, aunque =o es incle mente. Después de la escuela y el maltrato, Ilega la ley representada por la policia, que quiere apresar al joven, En un mundo que no lo acepta ni lo contiene, Boby adelanta a la captura, libera a todos los perros del barrio y se pierde en la noche junto a la jauria. Se asume como el perro que no es enteramente. Se refugia en lo instin- tivo. Deja atras el lenguaje. El obsceno pajaro de la noche, publicada en 1970, construye un escenario importante y complejo para Bayt el nifio rico malformado. Su padre burgués, para prote- gerlo, organiza para su hijo, desde su poder social, un mundo poblado por personas afectadas con alguna “anormalidad”, que salen de circos o de las calles. El padre busca que, de esa manera, Boy habite un espacio dominado por miltiples diferencias y asi construye para él un universo dotado de otra normalidad. Sin embargo, lo que el padre no advierte es el poder que se incuba en el interior de ese “jardin de monstruos” y que hace fracasar ese paraiso invertido. Las tensiones, las j jerarquias y las dominaciones se extienden hasta provocar el colapso en vel interior de ese mundo, arruinando | la 1. perfeccion del proyecto alternativo. Resulta interesante 0 importante cémo se detienen estos autores chilenos en la diferencia como rasgo que desencadena agudos y sisteméticos castigos 8 sociales, Novelas pioneras en develar como y cuanto se expande la dominacion del pensamiento hegeménico sobre los ELOJOENLAMIRA 71 grupos subalternos que repiten robéticamente los man- datos. Estas novelas advierten sobre la obligacién a homogeneizar. De qué manera las hegemonias implan- tan sus mandatos en las periferias para que esas mismas periferias sean las encargadas de normalizar las conduc- fas, gestionar los castigos, reprimir lo heterogéneo. Desde mi perspectiva, la fuerza de la ficci6n operada desde el centro de las estéticas permite el despliegue de Jo real, y su puesta en escena, por inverosimil, remite a Ja maxima verosimilitud. Terminé de leer un libro inédito de Carlos Droguett, que me comprometi a presentar. Mientras leia, comprobé a lo largo del texto un mismo ritmo, extremo, incesante. sé que puede resultar complejo editar libros inéditos cuando sus autores han muerto. Quiz4s esas publicacio- nes portan el fantasma de una intervenci6n editorial de distinta intensidad sobre los escritos. O bien habria que pensar si acaso el autor desechs o postergé esos materia- les que quedaron encajonados ante una imposibilidad que le planteé la letra. Materiales que acceden a una pu- blicacién péstuma que quizds el autor nunca se propuso. Pero la escritura de Droguett es singular, este libro le pertenece enteramente. Agota y fascina. Entonces, tengo claro que leo un texto que permane- cid inédito de un autor chileno que para mi es ineludible: Carlos Droguett. La circulaci6n de autores siempre es aleatoria. Su ins- cripcién en cdnones o circuitos lectores es definitiva- mente inestable y, atin mas, puede ser excluyente. Pienso en Droguett como un “caso”, una especie de blanco del sistema lector, porque, desde mi perspectiva, se trata de una de las escrituras mas apasionantes del continente. Por qué, me pregunto, su obra, muy resonante en Chile 72 DIAMELA ELTIT en los aiios sesenta y setenta, no consiguié dialogar con otras que si son leidas por sus diferentes méritos. No pienso en términos de fama, porque muchas veces se traduce en moda, en un mero tic y hasta en arribismo cultural. Me refiero més bien a dispositivos de lectura que permiten una determinada pluralidad. Pero también hay que considerar los “olvidos” locales y como la obra de Carlos Droguett transita hoy en Chile en medio de una opacidad sorprendente. Mientras vivi en la Argentina, me result6 muy impresio- nante c6mo y cuanto relevaban sus tradiciones litera- rias. Jorge Luis Borges y la excelencia de su literatura circulaban de manera frenética en suplementos cultura- les, en conversaciones culturales, en ensayos que revisi- taban su obra, en la visibilidad preferencial en librerias, De la misma manera circulaba la gauchesca, fundamen- talmente con José Hernandez y su Martin Fierro. O Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo o Victoria Ocampo y su mitica revista Sur, 0 Roberto Arlt, entre muchas autoras y autores, Desde luego, la Argentina cuenta con una sociedad que se puede definir como lectora, con grandes criticos literarios como Josefina Ludmer 0 Noé Jitrik, entre mu- chos, que han transitado desde la academia a las pagi- nas de los suplementos literarios, El rigor de los libros criticos traspasa las fronteras universitarias. Existe una solvencia que permite una conexién no lineal entre Silvina Ocampo y Mariana Enriquez. En cambio, en Chile, a partir del golpe de Estado, se fracturé la memoria literaria, La extensa transicién que tuvo lugar para restaurar la democracia (con una lenti- tud alucinante) no logré repararla, en gran medida, por- que su instalacién se fundé en la represién mas intensa del pasado inmediato. Se promovié una politica del EL OJOENLAMIRA 73 olvido para generar asi una forma de sutura psiquica que consiguiera manejar los efectos draméticos que se acumulaban en mas de la mitad de la poblacién. Pinochet siguid mas que presente, primero. como Comandante en efe del Ejército y, mas adelante, como senador desig- nado. El consumismo operé como un_poderoso opiaceo, a deuda como despolitizacion, el mall. como el espacio mas confortable para el ojo. Las nuevas generaciones de escritores que poblaron el espacio no quisieron o no pudieron restaurar la memoria literaria, afectada por la extensa dictadura. Desde la Ila- mada “nueva narrativa” que elude la memoria historica, y que marcé los primeros afios, hasta mds tarde- los gru- pos que se entregaron a luchas verdaderamente patéticas en torno a la preeminencia de Pablo Neruda o de Nicanor Parra, redoblando una forma de despoblamiento. La desmemoria ha ocasionado una fractura que la li- teratura argentina nunca experimentd, En Chile, la larga egemonia neoliberal instalé en el campo literario una aguda competencia. Un hiato que mind la diversidad porque habia un presente en disputa, un sitio inédito a conquistar, una meta falsa que pedia un lider. Cualquier nombre, y hasta la memoria de un nombre, parecian una amenaza. A la vez, el periodismo como conector cultural se iba deteriorando, suprimiendo espacios literarios, uniendo espectaculo y cultura, desalojando la historia de la letra. Pienso que esa politica del olvido, sumada a un neoliberalismo sin freno que destruyé la nocién de comunidad, interrumpié los flujos del tiempo literario. Y colaboré en la violenta desaparicién de obras como la de Carlos Droguett. Me parece que no es posible pensar en un texto sin reparar en la densidad, la multiplicidad conceptual o en la calidad de la escritura. Droguett abri6 un espacio en el @) 74 DIAMELA ELTIT que la letra era el centro de sus libros. Pienso especial. mente en su novela Patas de perro, que abordé el agudo castigo a la diferencia y puso a la familia, la escuela y la ley como las grandes guardianas del sistema y sus férreag ordenanzas conservadoras. EI nifio-perro fue el disposi- tivo mas intenso y més visual desplegado por el autor. Sy escritura certera, en su maxima velocidad, mostré que la novela podia dar una vuelta mds y emanar un campo de sentido desde el centro de la letra. Estoy segura de que Carlos leyé con atencién el mo- nélogo de Molly Bloom en la novela Ulises. Se detuvo en ese mon6logo interior del personaje y lo adopté o lo ex- pandié aunque sin renunciar a su particular y cadtica dramaticidad, a su movimiento y ala repeticion. Mientras escribfa en torno al libro que iba a presentar en unos dias, volvi a comprobar cémo su forma literaria reapare- cia provocando el mismo agobio y la fascinacién de siempre. Quizas la literatura completa hoy esté destinada a ese estante lateral corroido por termitas. Tal vez la actualidad -ser actual a como dé lugar-, en cuanto signo impositivo neoliberal, nécesite una renovacién incesante para promover el presente. Ese dia a dia que desconfia del mafiana porque lo que entendemos por futuro esta diluido para la mayorfa del mundo. Y el pasado esta descartado por el urgente consumo insa- ciable de un presente que se traga a si mismo para certificar su existencia. El libro péstumo de Carlos Droguett se cierra sobre el 11 de septiembre chileno, el golpe de Estado y, al igual que la novela Ulises, transcurre en un dia plagado de tiempo. Un dia terrible. Llevo siglos ya leyendo ese dia. Recordando ese dia. EL OJOENLAMIRA 75 Pienso también que constituye una pérdida o una falla que la obra de Droguett, tan valiosa, en realidad deseche 4 la mujer como sujeto activo en su ficcién. Aunque el ritmo de su escritura apele al mondlogo final que la no- yela Ulises le imprimid a Molly Bloom, los personajes femeninos del autor chileno solo participan en sus narra- ciones bajo la forma de sombras de mujeres, lineas incom- pletas solo disponibles para cumplir un rol rigido, nunca recortidas por la vehemencia de sus particulares aparatos psiquicos. En la presentacion def libro, mientras lefa el texto que preparé, no debi sefialar este aspecto; no corres- pondia hacerlo justo alli, fue un error. Los lanzamientos literarios son un reducto, una positiva forma de liturgia. Esa noche, después de la presentacién del libro postumo, regresé incomoda a mi casa. Insegura. Me senti culpable.

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