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Intensificación de la enseñanza

Continuidad Pedagógica 2021


Prácticas del Lenguaje
Docente: Gabriel Guerra
EES Nº 13 – General Rodríguez

Historia de ABDULA, El mendigo ciego

Las Mil y Una Noches

ACTIVIDAD Nº 1

A partir de la lectura del texto debes responder las siguientes preguntas:

A) ¿Consideras que esta historia corresponde a un género fantástico? ¿Por


qué?
B) ¿Quién es el protagonista de la historia? ¿Con quién se encuentra?
C) ¿Qué significa el término derviche?
D) ¿Qué le dice ese sujeto al mendigo? ¿Qué propuesta le brinda?
E) ¿Qué pensamientos tiene el mendigo del derviche? ¿Lo ve como un igual?
F) El protagonista de la historia (el mendigo) se ve influenciado por un
sentimiento poseedor ¿Puedes indicar cuál es? ¿Consideras que ese
sentimiento es crucial para entender el desenlace del mendigo y por
consiguiente del relato? Justifica tu respuesta.
G) ¿Qué sucede con el derviche? ¿Consideras que su accionar fue correcto?
Justifica.
TRABAJO Nº 2

Sredni Vashtar – Hector H. Munro

Conradín tenía diez años y según la opinión profesional del médico, el niño no viviría
cinco años más. Era un médico afable, ineficaz, poco se lo tomaba en cuenta, pero su
opinión estaba respaldada por la señora De Ropp, a quien debía tomarse en cuenta. La
señora De Ropp, prima de Conradín, era su tutora, y representaba para él esos tres
quintos del mundo que son necesarios, desgradables y reales; los otros dos quintos, en
perpetuo antagonismo con aquéllos, estaban representados por él mismo y su
imaginación. Conradín pensaba que no estaba lejos el día en que habría de sucumbir a la
dominante presión de las cosas necesarias y cansadoras: las enfermedades, los cuidados
excesivos y el interminable aburrimiento. Su imaginación, estimulada por la soledad, le
impedía sucumbir.
La señora De Ropp, aun en los momentos de mayor franqueza, no hubiera admitido que
no quería a Conradín, aunque tal vez habría podido darse cuenta de que al
contrariarlo por su bien cumplía con un deber que no era particularmente penoso.
Conradín la odiaba con desesperada sinceridad, que sabía disimular a la perfección. Los
escasos placeres que podía procurarse acrecían con la perspectiva de disgustar a su
parienta, que estaba excluida del reino de su imaginación por ser un objeto sucio,
inadecuado.
En el triste jardín, vigilado por tantas ventanas prontas a abrirse para indicarle que no
hiciera esto o aquello, o recordarle que era la hora de ingerir un remedio, Conradín
hallaba pocos atractivos. Los escasos árboles frutales le estaban celosamente vedados,
como si hubieran sido raros ejemplares de su especie crecidos en el desierto. Sin
embargo hubiera resultado difícil encontrar quien pagara diez chelines por su producción
de todo el año. En un rincón, casi oculta por un arbusto, había una casilla de herramientas
abandonada, y en su interior Conradín halló un refugio, algo que participaba de las
diversas cualidades de un cuarto de juguetes y de una catedral. La había poblado de
fantasmas familiares, algunos provenientes de la historia y otros de su imaginación;
estaba también orgulloso de alojar dos huéspedes de carne y hueso. En un rincón vivía
una gallina del Houdán, de ralo plumaje, a la que el niño prodigaba un cariño que casi no
tenía otra salida. Más atrás, en la penumbra, había un cajón, dividido en dos
compartimientos, uno de ellos con barrotes colocados uno muy cerca del otro. Allí se
encontraba un gran hurón de los pantanos, que un amigo, dependiente de carnicería,
introdujo de contrabando, con jaula y todo, a cambio de unas monedas de plata que
guardó durante mucho tiempo. Conradín tenía mucho miedo de ese animal flexible, de
afilados colmillos, que era, sin embargo, su tesoro más preciado. Su presencia en la
casilla era motivo de una secreta y terrible felicidad, que debía ocultársele
escrupulosamente a la Mujer, como solía llamar a su prima. Y un día, quién sabe cómo,
imaginó para la bestia un nombre maravilloso, y a partir de entonces el hurón de los
pantanos fue para Conradín un dios y una religión.

La Mujer se entregaba a la religión una vez por semana, en una iglesia de los
alrededores, y obligaba a Conradín a que la acompañara, pero el servicio religioso
significaba para el niño una traición a sus propias creencias. Pero todos los jueves, en el
musgoso y oscuro silencio de la casilla, Conradín oficiaba un místico y elaborado rito ante
el cajón de madera, santuario de Sredni Vashtar, el gran hurón. Ponía en el altar flores
rojas cuando era la estación y moras escarlatas cuando era invierno, pues era un dios
interesado especialmente en el aspecto impulsivo y feroz de las cosas; en cambio, la
religión de la Mujer, por lo que podía observar Conradín, manifestaba la tendencia
contraria.

En las grandes fiestas espolvoreaba el cajón con nuez moscada, pero era condición
importante del rito que las nueces fueran robadas. Las fiestas eran variables y tenían por
finalidad celebrar algún acontecimiento pasajero. En ocasión de un agudo dolor de
muelas que padeció por tres días la señora De Ropp, Conradín prolongó los festivales
durante todo ese tiempo, y llegó incluso a convencerse de que Sredni Vashtar era
personalmente responsable del dolor. Si el malestar hubiera durado un día más, la nuez
moscada se habría agotado.

La gallina del Houdán no participaba del culto de Sredni Vashtar. Conradín había dado
por sentado que era anabaptista. No pretendía tener ni la más remota idea de lo que era
ser anabaptista, pero tenía una íntima esperanza de que fuera algo audaz y no muy
respetable. La señora De Ropp encarnaba para Conradín la odiosa imagen de la
respetabilidad.

Al cabo de un tiempo, las permanencias de Conradín en la casilla despertaron la atención


de su tutora.

-No le hará bien pasarse el día allí, con lo variable que es el tiempo -decidió
repentinamente, y una mañana, a la hora del desayuno, anunció que había vendido la
gallina del Houdán la noche anterior. Con sus ojos miopes atisbó a Conradín, esperando
que manifestara odio y tristeza, que estaba ya preparada para contrarrestar con una
retahíla de excelentes preceptos y razonamientos. Pero Conradín no dijo nada: no había
nada que decir. Algo en esa cara impávida y blanca la tranquilizó momentáneamente. Esa
tarde, a la hora del té, había tostadas: manjar que por lo general excluía con el pretexto
de que haría daño a Conradín, y también porque hacerlas daba trabajo, mortal ofensa
para la mujer de la clase media.

-Creí que te gustaban las tostadas -exclamó con aire ofendido al ver que no las había
tocado.

-A veces -dijo Conradín.

Esa noche, en la casilla, hubo un cambio en el culto al dios cajón. Hasta entonces,
Conradín no había hecho más que cantar sus oraciones: ahora pidió un favor.
Actividad de comprensión lectora
Sredni Vashtar – Hector Munro

Lee con mucha atención el cuento Sredni Vashtar y resuelve los siguientes
puntos:
A) Señalen con un tilde la opción correcta para cada frase.
1- Conradin no sale de la casa porque…
_ No quiere.
_ Se siente mal.
_ No se lo permiten.
2- Sredni Vashtar es para Conradín…
_ Un fiel compañero.
_ Un dios al que venera.
_ Su mascota favorita.
3- Cuando se entera de la venta de la gallina, Conradín…
_ No reacciona como esperaba la señora De Ropp.
_ Se encierra en la casilla hasta que lo obligan a salir.
_ Ataca a la señora De Ropp.
4- La señora De Ropp…
_ es asesinada por la sirvienta.
_ huye ante la presencia monstruosa de Sredni Vashtar.
_ es herida de muerte por el hurón.
B) Responde las siguientes preguntas:
1- ¿Cómo es la relación entre Conradín y la prima?
2- ¿Qué importancia tiene este vínculo para el desarrollo de los
acontecimientos?
3- ¿Cómo es la casa en la que vive Conradín? ¿Qué elementos hay en la
casilla?
4- ¿Creen que las características de estos espacios son relevantes para la
historia? ¿Por qué?
5- Según lo que expresa el cuento explica qué hecho fantástico irrumpe los
acontecimientos narrados.
6- Transcribe el último párrafo del cuento. Una vez que lo hayas hecho
continúa la historia dos párrafos más pero cambia el final de la historia.
ACTIVIDAD Nº 3

La soga

A Antoñito López le gustaban los juegos peligrosos: subir por la escalera de mano
del tanque de agua, tirarse por el tragaluz del techo de la casa, encender papeles
en la chimenea. Esos juegos lo entretuvieron hasta que descubrió la soga, la soga
vieja que servía otrora para atar los baúles, para subir los baldes del fondo del
aljibe y, en definitiva, para cualquier cosa; sí, los juegos lo entretuvieron hasta que
la soga cayó en sus manos. Todo un año, de su vida de siete años, Antoñito había
esperado que le dieran la soga; ahora podía hacer con ella lo que quisiera.
Primeramente hizo una hamaca colgada de un árbol, después un arnés para el
caballo, después una liana para bajar de los árboles, después un salvavidas,
después una horca para los reos, después un pasamano, finalmente una
serpiente. Tirándola con fuerza hacia delante, la soga se retorcía y se volvía con la
cabeza hacia atrás, con ímpetu, como dispuesta a morder. A veces subía detrás
de Toñito las escaleras, trepaba a los árboles, se acurrucaba en los bancos.
Toñito siempre tenía cuidado de evitar que la soga lo tocara; era parte del juego.
Yo lo vi llamar a la soga, como quien llama a un perro, y la soga se le acercaba, a
regañadientes, al principio, luego, poco a poco, obedientemente. Con tanta
maestría Antoñito lanzaba la soga y le daba aquel movimiento de serpiente
maligna y retorcida que los dos hubieran podido trabajar en un circo. Nadie le
decía: “Toñito, no juegues con la soga”. La soga parecía tranquila cuando dormía
sobre la mesa o en el suelo. Nadie la hubiera creído capaz de ahorcar a nadie.
Con el tiempo se volvió más flexible y oscura, casi verde y, por último, un poco
viscosa y desagradable, en mi opinión. El gato no se le acercaba y a veces, por
las mañanas, entre sus nudos, se demoraban sapos extasiados. Habitualmente,
Toñito la acariciaba antes de echarla al aire; como los discóbolos o lanzadores de
jabalinas, ya no necesitaba prestar atención a sus movimientos: sola, se hubiera
dicho, la soga saltaba de sus manos para lanzarse hacia delante, para retorcerse
mejor. Si alguien le pedía: —Toñito, préstame la soga. El muchacho
invariablemente contestaba: —No. A la soga ya le había salido una lengüita, en el
sitio de la cabeza, que era algo aplastada, con barba; su cola, deshilachada,
parecía de dragón. Toñito quiso ahorcar un gato con la soga. La soga se rehusó.
Era buena. ¿Una soga, de qué se alimenta? ¡Hay tantas en el mundo! En los
barcos, en las casas, en las tiendas, en los museos, en todas partes... Toñito
decidió que era herbívora; le dio pasto y le dio agua. La bautizó con el nombre de
Prímula. Cuando lanzaba la soga, a cada movimiento, decía: “Prímula, vamos
Prímula”. Y Prímula obedecía. Toñito tomó la costumbre de dormir con Prímula en
la cama, con la precaución de colocarle la cabecita sobre la almohada y la cola
bien abajo, entre las cobijas. Una tarde de diciembre, el sol, como una bola de
fuego, brillaba en el horizonte, de modo que todo el mundo lo miraba
comparándolo con la luna, hasta el mismo Toñito, cuando lanzaba la soga. Aquella
vez la soga volvió hacia atrás con la energía de siempre y Toñito no retrocedió. La
cabeza de Prímula le golpeó el pecho y le clavó la lengua a través de la blusa. Así
murió Toñito. Yo lo vi, tendido, con los ojos abiertos. La soga, con el flequillo
despeinado, enroscada junto a él, lo velaba.

Breve semblanza de la autora Silvina Ocampo (Buenos Aires, 1903-1993).


Poeta y narradora. Junto con Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, su marido,
publicó Antología de la literatura fantástica (1940), entre otros textos. Un gran libro
suyo es Autobiografía de Irene (1948). La niñez y lo fantástico son temas
recurrentes en su obra. Otros de sus textos son: Las invitadas (1961) y Cornelia
frente al espejo (1988).

A continuación les proponemos que en su cuaderno o carpeta respondan un


cuestionario para analizar lo narrado por Silvina Ocampo en el cuento “La soga”.

1. Enumeren y diferencien los juegos que realiza Toñito antes de descubrir la


soga y después de obtenerla.
2. Expliquen las transformaciones de la soga: ¿Cómo va cambiando físicamente y
en actitudes? ¿De qué manera se acentúa su “animalización” y qué importancia
tiene en esto el que reciba un nombre?
3. Busquen en el diccionario el significado del nombre Prímula. ¿Podrían
establecer alguna relación con la soga-serpiente?
4. Caractericen al narrador. Transcriban algunas frases que ejemplifiquen su
mirada sobre los hechos.
5. ¿Les parece que hay indicios, es decir, pistas o señales que adelanten el
desenlace del cuento? Enumeren.
6. ¿Qué aspectos del relato se vinculan con el mundo de la experiencia cotidiana
y cuáles con lo sobrenatural? ¿Cómo podrían describir la mirada del narrador
sobre estos aspectos?

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